Helia Bravo Hollis. Memorias de una vida y una profesión
Por Rosanela Álvarez
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Helia Bravo Hollis. Memorias de una vida y una profesión - Rosanela Álvarez
Helia Bravo Hollis
Memorias de una vida y una profesión
Universidad Nacional Autónoma de México
Rector
Dr. Juan Ramón de la Fuente
Secretario General
Lic. Enrique Del Val Blanco
Secretario Administrativo
Mtro. Daniel Barrera Pérez
Coordinador de la Investigación Científica
Dr. René Drucker Colín
Directora del Instituto de Biología
Dra. Tila María Pérez Ortiz
Directora General de Divulgación de la Ciencia
Dra. Julia Tagüeña Parga
Subdirector de Medios Escritos
Fis. Juan Tonda Mazón
Jefa del Departamento de Libros
Rosanela Álvarez Ruiz
Coordinación editorial
Rosanela Álvarez
Recopilación y revisión
Irma López
Salvador Arias
Ilustraciones
Elvia Esparza
Diseño
Giovanni Troconi / Javier Aguilar
Asistente editorial
Kenia Salgado
Índice
Presentación / Tila María Pérez Ortiz
Introducción / Jorge Meyrán
Infancia
Revolución
La Escuela Nacional Preparatoria
Los compañeros
El maestro Isaac Ochoterena
La Sociedad José Mariano Mociño
Libro Lecciones de biología, del maestro Ochoterena
Hacienda El Mirador
La Sociedad Antonio Alzate
Los profesores de la Escuela Nacional Preparatoria
La carrera de biología
La Casa del Lago
El primer libro de Las cactáceas de México
Hidalgo
Vuelta al Instituto de Biología
Herbario
Jardín botánico
El segundo libro de las cactáceas
La convención a St. Louis Missouri
Miembros de la Sociedad Mexicana de Cactología
La Sociedad Mexicana de Cactología y su revista
La selva chiclera
Las hormigas
Viaje a Arizona y a Baja California
Algunos personajes importantes en mi vida profesional y personal
Carolina Schmoll
George Lindsay
Annetta Carter
Franz Buxbaum
Alejandro Villalobos
Thomas MacDougall
Las artistas teatrales (Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe)
Ignacio Piña y el Ariocarpus raro
Relación de una gira cactológica por el desierto de Chihuahua
Viaje al desierto sonorense
Cañón del Zopilote
Oaxaca
Tepoztlán, una caída
Murciélagos
Sontecomapan, Veracruz
El aserradero
El Cacto de Oro
Una travesía en avión
Los Mochis
Una excursión al malpaís cercano a Tacámbaro, Michoacán
Viaje a Baja California
Expedición para encontrar Mammillaria senilis en Durango
Un viaje al sur de México. Zonas cactológicas de Oaxaca y Chiapas
Istmo de Tehuantepec y MacDougall
Edward Greenwood
Viaje a Campeche con Greenwood
Puerto Escondido
Viaje para estudiar cactáceas por el estado de Santa Catarina, en Brasil
Mesoamérica
Hernando Sánchez-Mejorada
El interesante mundo de las cactáceas
La doctora Luz María Villarreal de Puga
El segundo libro sobre las cactáceas de México
Barranca de Metztitlán, Hidalgo
Palabras para rendir homenaje a quienes han contribuido al avance de la biología
Entre los cactólogos
Reconocimientos que me han otorgado
Aviso legal
Presentación
La doctora Helia Bravo Hollis, pilar de la botánica mexicana, eminente cactóloga reconocida nacional e internacionalmente, nació el 30 de septiembre de 1901 en la Ciudad de México y murió el 26 de septiembre de 2001, justo unos días antes de la celebración de sus 100 años.
Inició su carrera en la Escuela Nacional Preparatoria en 1919, en la época más brillante de la historia
según sus propias palabras, cuando pintaban los muros de la escuela Diego Rivera, Jean Charlot, Fernando Leal y José Clemente Orozco, e impartían clase destacados científicos y pensadores de México, como Vicente Lombardo Toledano, Antonio Caso, Manuel Gómez Morín, Sotero Prieto, Erasmo Castellanos Quinto, Narciso Bassols e Isaac Ochoterena. En esa efervescencia intelectual, se inclinó por el estudio de las ciencias biológicas, inducida por su admirado maestro don Isaac Ochoterena y por la fascinación que sentía por los seres vivos. Fue la primera mujer en la historia de México que se presentó ante la Academia de Ciencias Antonio Alzate para hablar de sus trabajos sobre protozoarios; y la primera bióloga titulada de México, terminando la maestría en ciencias biológicas en la Facultad de Filosofía y Letras en el año de 1931. En 1929, la invita a trabajar en el recién creado Instituto de Biología, su primer director, Isaac Ochoterena, y posteriormente la nombra encargada del Herbario Nacional.
Como el Gobierno de la República deseaba que las investigaciones de la Universidad se orien-taran a problemas nacionales, el profesor Ochoterena le encargó el estudio de lo que habría de ser la obra de su vida: Las Cactáceas de México.
En 1951, funda la Sociedad Mexicana de Cactología junto con Hernando Sánchez-Mejorada, Eizi Matuda, Carlos Chávez, Juan Balme y Dudley B. Gold, quienes designan al doctor Jorge Meyrán editor de la revista de la Sociedad. En esa década exploró diversas zonas de México en compañía de distinguidos colegas como Eizi Matuda, Faustino Miranda, Leonila Vázquez, entre otros. Visitó diversas instituciones internacionales, como el Missouri Botanical Garden, Carnegie Institution of Washington y Desert Botanical Garden. Fue cofundadora del Jardín Botánico de la UNAM en 1959, donde posteriormente daría gran impulso a sus colecciones. Recorrió nuevas zonas inexploradas en compañía de otros investigadores como Teófilo Herrera, Francisco González Medrano, Edward F. Anderson, George Lindsay, Jorge Meyrán y Hernando Sánchez Mejorada. En 1978 se publica la segunda edición del primer tomo de su obra cumbre Las Cactáceas de México. Nuestra casa de estudios le otorgó el doctorado honoris causa en 1985 y el nombramiento de Investigadora Emérita en el año de 1989.
A pesar de haberse retirado del Instituto de Biología a los 90 años de edad, después de nueve años de trabajo, continuó revisando junto con sus colaboradores el manuscrito de las cactáceas de la Flora de Mesoamérica, que se terminó cuando ella tenía 98 años. Además de su trabajo botánico, y ya incapacitada para caminar, su inagotable creatividad la llevó a producir más de 200 dibujos al pastel de imágenes de plantas que su memoria había guardado a lo largo de su vida.
Animada por sus familiares y colaboradores más cercanos, la maestra Bravo comenzó a escribir sus memorias en 1998 y las terminó en 2001, meses antes de su muerte. La maestra Irma López, sobrina nieta de la doctora Bravo, descifró y ordenó los capítulos de las memorias y se las mostró al biólogo Nemesio Chávez, que entonces laboraba en la Dirección General de Divulgación de la Ciencia. Ambos, al ver el valor testimonial del libro, llevaron la propuesta de editarlo a esa Dirección General y al Instituto de Biología. Fechas, lugares, nombres de plantas, autores y personas fueron revisados con atenta dedicación por su discípulo, el doctor Salvador Arias (alumno suyo desde 1989), y por su propia hermana, la maestra Margarita Bravo Hollis, también investigadora del Instituto de Biología de 1931 a 2003, a quien se le rindió homenaje en las celebraciones del 75 aniversario del Instituto en 2004.
Las magníficas acuarelas en blanco y negro de las cactáceas, expresamente preparadas para ilustrar este libro, fueron ejecutadas por la maestra Elvia Esparza, ilustradora del Instituto de Biología, durante los primeros meses del año 2005. También son de mencionar, las espléndidas fotografías proporcionadas por su familia y por el doctor Salvador Arias.
A todos ellos les damos las gracias por hacer posible esta publicación, lo mismo que a la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, a través de su directora, la doctora Julia Tagüeña, y a Rosanela Álvarez y su equipo, en esa misma Dirección General, por su estupenda labor de diseño y edición.
Tengo el honor y el orgullo de presentar las memorias de la doctora Bravo, esta mujer pionera en el campo de las ciencias biológicas de México, la historia de cien años llenos de experiencias, actividad y dedicación. Es un privilegio contar con un documento narrado con su propia voz, la fortuna de ver la historia a través de sus propios ojos. Una historia que está inmersa en un México apasionante, posrevolucionario, cuando se inventan las instituciones de hoy y cuando se reinventa el propio país. Nos permite vislumbrar una Ciudad de México de principios del siglo XX, una Escuela Nacional Preparatoria donde conoció prácticamente a todos los personajes que forjaron la cultura mexicana del siglo XX, una Universidad Nacional con su recién adquirida autonomía, en plena renovación y crecimiento. Y, al mismo tiempo, nos deja ver una parte de la historia de la ciencia, de la biología y de la botánica mexicanas.
Las cactáceas, a las que dedica su vida la doctora Bravo, constituyen sin duda las plantas más características del paisaje mexicano. Los nopales, los órganos, las biznagas, son símbolos de nuestro país y caracterizan el espíritu de lo mexicano, tanto que aparecen en nuestro escudo nacional y en el de nuestra misma Universidad. Botánicamente hablando, la familia de las cactáceas también es típicamente mexicana. Es una familia exclusivamente americana y México tiene la mayor diversidad taxonómica (alrededor de 80 por ciento de las especies son endémicas de México) así como también la mayor diversidad de usos. La doctora Bravo recuerda con emoción y alegría las largas jornadas en búsqueda de sus queridas cactáceas, admirando la extraña belleza de las formas que toman estas plantas para adaptarse a los difíciles ambientes donde viven.
La destacada y ejemplar trayectoria de la doctora Helia Bravo ha sido motivo de merecidos reconocimientos. En 1963 recibió la medalla al mérito botánico, otorgada por la Sociedad Botánica de México, A.C., de la cual fue miembro fundador; en 1973 el Club de Cactus de Praga la nombró socia honoraria; en 1980 recibió el Cactus de Oro, premio que el Principado de Mónaco y el Jardín Exótico de Mónaco otorga a las investigaciones más destacadas internacionalmente sobre el estudio de las plantas suculentas. En 1988 fue creado el estímulo especial Doctora Helia Bravo Hollis
para los técnicos académicos del Instituto de Biología. En 1989 recibió la medalla de miembro fundador del Jardín Botánico y se le rindió homenaje al inaugurarse la sección Jardín del Desierto Helia Bravo
dentro del Jardín Botánico. En el año 2000, la maestra fue homenajeada por el doctor Ernesto Zedillo, entonces presidente de la República Mexicana, y por la maestra Julia Carabias, entonces secretaria del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap), durante la inauguración de la Reserva de la Biosfera de la Barranca de Metztitlán, Hidalgo. La revista Artes de México, en su número 59, dedicado al nopal, le rinde homenaje a la llamada madre de las cactáceas mexicanas
.
Este libro representa también un homenaje, y el Instituto de Biología se siente orgulloso de publicarlo, en colaboración con la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, como homenaje a su siempre querida y recordada investigadora emérita, consciente de que estas páginas que recorren 100 años de una vida dedicados al conocimiento de la diversidad de las cactáceas mexicanas serán una enseñanza para las nuevas generaciones.
Tila María Pérez Ortiz
Directora del Instituto de Biología
Universidad Nacional Autónoma de México
Introducción
Mi primer encuentro con el nombre de Helia Bravo fue entre 1943 y 1945 cuando en una feria conseguí el libro Las Cactáceas de México, editado en 1937, que la Universidad vendía en 20 pesos, y todavía hacía un descuento de 10 por ciento. Leyendo y estudiando este libro empecé a conocer la manera de ser de la señora Bravo. Poco tiempo después descubrí la biblioteca del Instituto de Biología, situado en la Casa del Lago, en Chapultepec; un lugar primoroso, lleno de vegetación, que más tarde fue cambiado por un edificio feo y moderno en el sur de la ciudad. Acostumbraba ir los sábados a leer y tomar notas de otros autores, como Boedeker, Borg, Britton, Rose y otros, y pronto el bibliotecario se dio cuenta de mis aficiones, quien por 1949 o 1950 me preguntó un día si me gustaría conocer a la señora Bravo, que acababa de regresar al Instituto. Por supuesto acepté y a los 15 días me presentó con ella.
Helia Bravo, al contar con cuatro personas a las que les gustaban las cactáceas se entusiasmó y nos contagió con sus ideas, que condujeron a la formación de una sociedad, a la edición de una revista (que me endilgó durante 43 años), a la creación de un jardín botánico, a la descripción de plantas y a la elaboración de artículos y a la hechura de hojas de herbario, entre otros. Durante gran parte de ese tiempo ella trabajó en la publicación de su libro Las cactáceas de México, que no fue una segunda edición, sino algo totalmente nuevo.
Helia Bravo nunca presumía, era humilde. Cuando ella estuvo en el jardín botánico de Phoenix, en Arizona, con Taylor Marshall, famoso cactólogo, después de la recepción y de una cena especial para ella, iniciaron sus labores al día siguiente y lo primero que hizo fue enseñarle una hoja con varias preguntas y dudas que tenía, para que él se las resolviera. Taylor Marshall la revisó con atención, fue a su escritorio, sacó otra hoja escrita y le dijo: Yo había hecho esta lista para que usted me resolviera unas dudas que tengo, pero resulta que es muy similar a la suya
. Sus consejos e ideas han influido mucho en las nuevas ge-neraciones de biólogos y aficionados en el estudio de estas plantas. La Sociedad Mexicana de Cactología ha estado íntimamente ligada, directa o indirectamente, con la bióloga Helia Bravo.
Los premios y distinciones que se le han otorgado nos han parecido lo más natural del