Psicoanalistas al teléfono
Por Jorge Chamorro
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A través de sus reflexiones, J. Chamorro sostiene que la cuestión radica principalmente en la interpretación, más allá de la presencia física o la visibilidad del analista. En este sentido, la posibilidad de ver o no ver al otro puede introducir ciertos matices, pero no parece ser esencial. La práctica telefónica, según Chamorro, no presenta impedimentos significativos respecto a la división del sujeto y la interpretación, y muchos aspectos del análisis se sostienen perfectamente tanto por teléfono como de manera presencial. También es cierto que la ausencia del cuerpo introduce una variable que debe ser investigada en sus consecuencias.
Esta obra invita a los psicoanalistas a reconsiderar la importancia de la voz y la escucha en la transferencia. J. Chamorro argumenta que, aunque algunos han sostenido antes de la pandemia la práctica telefónica, "el contexto de la pandemia ha ofrecido una oportunidad única para explorar sus alcances y consecuencias en un entorno que desafía nuestras concepciones tradicionales del espacio analítico."
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Psicoanalistas al teléfono - Jorge Chamorro
PSICOANALISTAS AL TELÉFONO
Jorge Chamorro
PSICOANALISTAS AL TELÉFONO
Página de legales
Logo Editorial Grama© Grama ediciones, 2024.
Manuel Ugarte 2548 4° B (1428) CABA
Teléfono 4781-5034
grama@gramaediciones.com.ar
http://www.gramaediciones.com.ar
@ Jorge Chamorro, 2024.
Seminario Psicoanalistas al teléfono
Dictado durante el 2020.
Dirección general: Jorge Chamorro
Gestión de los encuentros: Carlos Vilaseca
Colaboran: Lucila Pereyro, Analía Trachter, Daniela Detta,
Carla González y Carlos Vilaseca
Desgrabación y revisión: Carlos Vilaseca, Lucila Pereyro, Daniela Detta,
Marcos Benedini, Mariana Calancha, Adriana Bruges, Carla Camurati,
Héctor Frattini, Belén Ibalo, Lili Calligros, Estefanía Bonifacio, Paula Williams,
Betania Xamo, Analía Villamayor, Mirta Mikolaitis, Marina Parreño,
Brígida Grifin, Analía Trachter, Graciela Falco, Marcela Piaggi, Mikolaitis,
Juana Posse y Mariela Colomietz
Establecimiento: Alejandra Glaze
Diseño de tapa: Gustavo Macri
Primera edición en formato digital
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto451
Hecho el depósito que determina la ley 11.723.
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por medios gráficos, fotostáticos, electrónicos o cualquier otro sin permiso del editor.
Índice de contenido
Portada
Portadilla
Legales
Presentación
1. La división del sujeto
2. ¿Qué es un psicoanálisis lacaniano?
3. El silencio en la interpretación
4. Psicoanalistas activos
5. La causalidad
6. Lo que hacemos con los niños en análisis
7. Una nueva pareja
8. Parejas
9. Pandemia y real
10. Real y pandemia
11. Ética y moral
12. La ética y su relación con lo real
13. Qué es leer
Clase final. Serenidad
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Puntos de referencia
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Tabla de contenidos
Comienzo de lectura
Presentación
Este texto es el reflejo de la primera parte del Seminario que comenzó una vez desatada la pandemia. Está guiado por un axioma: los psicoanalistas tienen el imperativo de sostener el psicoanálisis y, por lo tanto, la relación con la palabra bajo cualquier circunstancia. El aislamiento abrió un camino inédito que es la virtualidad. Nuestra clínica se hizo posible a través del teléfono, del video y del Zoom. Este último se desplegó en la enseñanza. En mi caso, no tuve ninguna duda y, sin vacilación, invité a mis analizantes a continuar sus análisis en forma virtual, sin ofrecerles ninguna otra opción. Un pequeño grupo que trabajaba en mi consultorio desde hacía años fue la base sobre la cual se abrió este Seminario.
La insistencia de uno de sus miembros, Carlos Vilaseca, para que retomáramos el trabajo vía Zoom, me convenció.
Ocurrió un fenómeno inesperado: una catarata de pedidos de inscripción fue agrandando este pequeño grupo hasta convertirlo en un Seminario con 1100 inscritos. El clima de trabajo y de participación me resultó conmovedor y se constituyó en causa de mi propio entusiasmo.
Un equipo formado por Daniela Detta, Analía Trachter, y Carlos Vilaseca sostuvo la estructura necesaria. A este equipo se agregaron luego una larga lista de participantes que desgrabaron las clases y me permitieron hacer un primer establecimiento. Mariela Colomietz hizo una primera corrección y Alejandra Glaze le dio el ordenamiento final que permite esta publicación.
Este espacio estuvo cargado de una cierta épica y funcionó para mí como un lugar de contacto, solidaridad y afecto conmovedor del que aún hoy sigo recibiendo efectos.
–1–
La división del sujeto
En el Seminario sobre El acto psicoanalítico
, (1) Lacan formula: Es el analista el que autoriza el acto y lo sostiene
. Esto quiere decir que es el analista el que determina si los pacientes pasan, dónde pasan y si continúan su análisis. Melanie Klein adoptó este enfoque durante la guerra, y nosotros también podemos sostenerlo actualmente. El asunto es si el analista ha considerado durante mucho tiempo que esta es una forma bastarda de usar el psicoanálisis. Personalmente, estoy en total desacuerdo desde hace rato con esta idea. Para mí, el psicoanálisis tiene su lugar cuando la palabra está en juego, y no importa por qué medio se hace presente. Los que se oponen a este tipo de prácticas, que son muchos, ahora la están practicando. Pero la están practicando bajo la premisa de No estoy haciendo psicoanálisis
. Entonces, mi pregunta es: ¿qué es hacer psicoanálisis? Es crucial determinar si lo que realizamos a través del teléfono califica como psicoanálisis. Según mi perspectiva, para definir lo que es o no es psicoanálisis, especialmente el lacaniano, ya sea telefónico o presencial, se requiere necesariamente que el sujeto se divida.
No hay psicoanálisis lacaniano, ya sea telefónico o de cualquier otra forma, si no hay división. Entonces, por teléfono o por cualquier otro medio practicamos la división. Para los que no me escuchan habitualmente; ¿qué es la división? Es el pasaje entre lo que quiero decir
y lo que digo
.
El analista se centra en lo que el sujeto dice, no en lo que quiere decir. Por ejemplo: cuenta un analizante que su pareja le dice: Hacé esto o aquello
, a lo que él concluye: ¿Qué soy, un monito de circo?
Nos olvidamos de los problemas de pareja, y la cuestión de la virtualidad, para centrarnos en el monito. Dividir implica justamente eso. En vez de estar desplegando todos los problemas de vínculos y de pareja, ejercemos el monito
. Y si este ejemplo no es suficientemente claro, otra persona dice: Soy un mastodonte
. ¡Mastodonte! Terminó el encuentro con la voluntad de decir, con lo que quiso decir, y avanzamos con el Mastodonte. Que es una palabra muy particular, un tanto antigua, para decir Soy muy grande
. Recuerden también que nosotros usamos las metáforas no en el sentido figurado, que es el que usa el yo, sino en el sentido literal, que es lo que el sujeto dice con las palabras que usa.
Me pregunto: ¿es posible realizar esta práctica a través del teléfono? ¿Se puede o no se puede?
Me canso de hacerlo todo el tiempo. Cabe destacar que, aunque menciono el teléfono, esto también aplica a Skype o cualquier otro medio que incluya la imagen. Esta preferencia no es definitiva; es simplemente mi enfoque personal. Prefiero el teléfono, ¿por qué? Durante mi intervención, tendrán la oportunidad de compartir experiencias y reflexiones sobre este tema. A mí me parece que el Skype, al hacer presente la imagen del analista y del paciente, es intrusivo. Mediante la cámara, invadimos el espacio personal del otro; ya sea que yo entre en la casa de mi paciente o que mis pacientes entren en la mía. Es lo contrario a la imagen del analista y del paciente ligados a una voz. ¿Dónde está el cuerpo? Lacan dice que el objeto a, en este caso la voz, es profundamente corporal. Por lo tanto, el cuerpo está en la voz, siendo una de las tantas manifestaciones del cuerpo que no harían imprescindible la presencia del cuerpo imaginario, es decir, del cuerpo reflejado en el espejo. Esta es la posición desde la que opero, enfocándome en el objeto a como voz y cuerpo. Para ilustrar este punto, hago referencia a la película Her
, donde se destaca la extraordinaria voz de Scarlett Johansson. La voz puede hacer cosas impresionantes, es la causa a partir de la cual el sujeto puede desplegar una serie de sentimientos y actos.
El teléfono y la voz
Entonces: el analista autoriza, el teléfono es el medio, y en consecuencia, no existe inconveniente alguno en dividir repetidamente. Otro aprendizaje proviene de mi práctica de muchos años. De hecho, entre los presentes, hay personas con quienes he trabajado en psicoanálisis durante cinco años o más, y apenas los conozco. Quizás las he visto una vez o dos, pero no tenemos contacto. Y yo me pregunto: ¿qué lo sostiene? Lo sostiene firmemente el trabajo telefónico. Por ello, concluyo que algo significativo ocurre, y yo no entablo conversaciones casuales con los pacientes, ni por teléfono ni en persona. A esta altura, es una práctica casi natural. Incluso me preguntaba, un poco en broma, si ahora que uno analiza por teléfono, y ni los pacientes ni yo tenemos que viajar, ¿continuaremos de esta manera una vez que todo vuelva a la normalidad? [Risas]. Si uno se acostumbra, se demuestra que funciona. No obstante, veo el siguiente peligro: que funcione tan bien que los consultorios se vuelvan innecesarios. Veremos. En el contexto actual, todos estamos amenazados y en cierta forma escondidos, unos más otros menos. Escondidos
en el sentido que también hay distintas edades involucradas, y un experto llamado Pollack me advirtió: Vos borrate de todos los lugares hasta que se cure el último, no podés salir de tu casa ni un minuto, ningún día
. Esto aplica a todas las personas de sesenta y picos de años en adelante. Y se extenderá por meses, no serán quince días, un plazo que el gobierno puede proponer por razones que trascienden la pandemia, relacionadas también con necesidades económicas que, a su vez, también pueden resultar letales. Así, el gobierno va a autorizar la circulación, pero muchos de nosotros no podremos hacerlo con la misma libertad debido a que la pandemia continúa contagiando gente.
Este real que se nos impone, es lo que llevó a Freud a señalar las condiciones desfavorables para el psicoanálisis. Cuando la realidad se impone con fuerza, es muy difícil dividir al sujeto, decir necedades, especialmente cuando la muerte está cercana y no es fácil diferenciarla de los fantasmas. En ese punto, en mi práctica actual, a diferencia de otras ocasiones, muchos pacientes hablan y hablan, y de hecho, una sola no volvió al análisis, pero todos los demás están trabajando conmigo. Esto me condujo a modificar mi enfoque y mi manera de intervenir. Y aquí les invito a compartir sus propias experiencias y enfoques de intervención, así como lo que deseen transmitir sobre este tema.
¿Qué es la realidad?
Este real que se nos impone, no favorece fantasmatizar los dichos, y empecé a entender que se generaba en cada encuentro telefónico una especie de conversación, que no es lo nuestro. Hablar y conversar sobre los acontecimientos actuales, cuántos infectados o muertos hay hoy y cuántos habrá mañana, se convirtió en el antipsicoanálisis. Es para conversar en la familia, en el café o con los amigos, pero no en el análisis. Para que eso aparezca como un síntoma, hay que formular la consigna adecuada. Les comparto la mía: al observar que las sesiones telefónicas se desviaban hacia conversaciones que ocupaban casi todo el encuentro, en las cuales uno terminaba involucrándose (por ejemplo, comentando lo que dijo el médico), decidí adoptar un nuevo enfoque. Inicio las sesiones preguntando: ¿Hoy sobre qué vamos a hablar?
Si alguien responde, como muchos lo hacen: ¿De qué otra cosa vamos a hablar?
. Le digo: Ah, veo que ese es su problema
, señalando su fijación a los eventos actuales. ¿Qué significa esto? Lacan dice: Cuídense de comprender
, es decir, cuídense de entender que esta situación es algo complicado para mucha gente, o para todos, por lo que no se puede dejar de ver el televisor. Eso hace síntoma en todos nosotros, de una forma para unos y de otra para otros. Por ello, cuando pregunto: ¿Hoy sobre qué vamos a hablar?
, lo que realmente estoy diciendo es: Cuídense de comprender
. Varios pacientes me plantean: ¿Y de qué vamos a hablar?
, refiriéndose a los eventos actuales. Uno de ellos, hoy mismo, lo propuso de manera sorprendente, casi cómica de tan extrema. Vamos a hablar de lo que ocurre en el planeta. Porque esto es planetario
. Esto revela un enfoque típicamente obsesivo, donde el yo se percibe distante, centrando la atención en el planeta. Mi respuesta fue: Perfecto, hablemos de planetas
, de su relación a los planetas, desviando la conversación de lo que ya sabemos de la pandemia y demás, para focalizarnos en el planeta, que es el significante clave. Cuando cortamos le dije: Planeta es nuestra clave de hoy
. Entonces tratamos de extraer esos significantes y de dividir. Pero el sujeto me dice: Esto es todo el tiempo así
, a lo que respondí: Todo el tiempo. Usted está pegado a esto
. No, es mi mujer
. ¡Ah! Es su mujer
. "Sí, porque mi mujer prende la televisión mientras estamos comiendo, y cuando le digo que la apague no lo hace. Le sugerí entonces centrarnos en su relación personal invitándolo a descender del planeta y a hablar sobre su sujeción a su mujer. De este modo, el paciente comenzó a ver la preocupación por la pandemia como algo vinculado a su esposa, lo que lleva a una reflexión acerca de la obsesión por estar constantemente informados. Esto demuestra que una cosa es que realicemos la práctica y conversemos sobre el coronavirus, y otra cosa es que marquemos bien claro de qué vamos a hablar en una sesión, y el que quiera hablar del coronavirus se tendrá que hacer cargo de por qué de centra solo en eso. Es decir, si está haciendo o no un pequeño síntoma de obsesión.
Imperativo o elección
Existe un tema crucial en la transición de las sesiones presenciales a las virtuales. No ofrezco el paso a sesión telefónica, ya que el analista no ofrece nada, más bien, impulsa la elección forzada del paciente, no la elección forzada de él con el paciente. O sea, que se haga cargo del forzamiento que permite y da la trayectoria del análisis. Por lo tanto, la consigna establece un marco en el que, si el sujeto se centra exclusivamente en un tema, se explorará dicho enfoque y sus monoconversaciones y sus monotemáticas. En ciertos sujetos, aunque no en todos, cuando corremos esa cuestión aparece un vacío, un vacío de actividades, etcétera. Incluso una persona me habló de un vacío de aburrimiento. O sea que se entretiene, goza –como decimos nosotros– con esa historia, con todo lo que nos ofrece la televisión, todo lo que nos preocupa, que se nos ofrece para gozar y encubrir lo mismo de siempre, el vacío existencial de todo neurótico. De este modo, esta situación se presenta como una gran oportunidad para cubrir dicho vacío mediante la distracción en estos temas.
Al mismo tiempo, sabemos que el vacío cumple una función fecunda, al igual que los fantasmas. Los fantasmas que se activan al estar confinados en nuestras casas, son muy interesantes, porque son causa de un trabajo, siempre que uno no se hunda en ese fantasma. Hundirse en el fantasma, por ejemplo, podría manifestarse en la creencia de que el confinamiento nos convertirá en amas de casa dedicadas únicamente a tareas domésticas. Ese fantasma del ama de casa, registrado, subrayado, provoca que en el encuentro siguiente la persona se involucre en actividades que contrarresten ese percepción. De hecho, yo estoy aprendiendo a limpiar baños, porque no tenía esa experiencia, y otras cosas más. Y ahora también me interesa aprender a cocinar, dado que antes no sabía ni freír un huevo. Cada uno inventa lo que puede.
Durante los primeros días de esta situación, la impresión era que parecía haber tiempo para todo, incluida la lectura de novelas, lo cual también destaca el valor de la ciencia y la técnica, vilipendiada por sus efectos negativos, pero no suficientemente valoradas por las posibilidades que ofrecen. En medio de esta especie de guerra que enfrentamos, estas herramientas nos permiten reinstalar y activar diversas actividades. Por ejemplo, recientemente, tuve tiempo libre para leer, pero en los últimos días he estado ocupado debido a la reactivación de compromisos a través de medios digitales, como impartir una clase en el ICdeBA o participar en esta reunión. Es decir que comienzan a activarse todas las actividades que la ciencia nos permite. Digo vilipendiada porque siempre se hablan de los daños de la ciencia, lo cual también es cierto, pero no se habla de lo que la ciencia y la técnica nos permite, sobre todo en este caso.
El corte de la sesión se maneja de la misma manera que en el consultorio. La sesión termina cuando aparece el dato crucial, ya sea mastodonte
o monito de circo
. En ese momento termina la sesión. Sin embargo, sabemos también que eso no es suficiente por sí solo, hay que dar un paso adicional para estimular al sujeto a utilizar esos datos que han surgido en la sesión, que le permitan avanzar, y no que se cierre solamente en esos hallazgos. No tengo la menor idea del destino de esto, ni si se va a repetir. Para mí es totalmente novedoso lo que ocurrió con el llamado Zoom, y veremos si habrá repetición. Alguien me preguntó: ¿Hay que pagarlo?
La idea de que hubiera que abonar por este servicio ni si quiera se me había cruzado por la mente. Es algo que surgió de manera espontánea, en mi opinión, una respuesta psicoanalítica ante un síntoma que la realidad nos impone y que es el uso del teléfono y de la voz
.
Iniciamos ahora una instancia de comentarios y preguntas. Invito a aquellos que puedan y estén interesados, en caso de que haya una segunda sesión, a compartir también sus propias experiencias relacionadas con estos temas. Esto podría incluir la presentación de casos y de análisis pertinentes.
Diana Paulozky: Yo me acordaba de una frase de Lacan en El atolondradicho
: Todas las jugadas están permitidas
(2) cuando se puede justificar el fin, tema sobre el que me gustaría trabajar, y quería subrayar dos cosas. Primero, que lo que dice Jorge acerca de la formulación del analista es muy importante, porque si el deseo es el que mueve la cura, la forma en que lo formule va a producir efectos o no. Deberíamos pensar qué pasa en la clínica de cada uno para los que dijeron que sí, o para los que dijeron que no. En segundo lugar, me parece muy interesante poner a discusión la cuestión de que la voz tiene cuerpo como objeto. Al respecto, he escuchado a muchos analistas, a quienes podría llamar ortodoxos
–aunque sea una palabra muy antigua–, que plantean que el goce solo es posible si hay cuerpo. Y plantean esta cuestión desde Aún, siguiendo a Lacan, insistiendo en que sin el cuerpo no hay posibilidad de análisis. A mí me gustó mucho esto que subraya Jorge respecto a que la voz tiene cuerpo
. Incluso mientras te escuchaba recordaba un ejemplo horroroso (que no es de un análisis), pero nos sirve, y es que la voz de Hitler movió el mundo. Era la voz lo que manejó a cada uno de los ciudadanos. De modo que me parece interesante en esta discusión cómo conceptualizamos el cuerpo de la voz separándolo del cuerpo imaginario.
Dolores Amden: No tengo mucho para contar, actualmente estoy aprendiendo a atender por teléfono. Anteriormente, ya había tenido experiencia con algunos pacientes a través de Skype, pero lo que Jorge ha compartido es novedoso para mí y resulta sumamente interesante. Es nuevo e interesante cómo los pacientes saben que nosotros estamos en la misma
, lo que propicia cierto nivel de identificación o conexión en el plano imaginario, ya que saben que compartimos circunstancias comunes. Me he topado con situaciones en las que los pacientes, de manera inesperada, me preguntan por mi familia. Entonces, estoy atenta a desinstalar ese diálogo que se filtra aprendiendo, básicamente, de lo que no sé.
J. Chamorro: Lo que mencionás, Dolores, es muy interesante. Los pacientes, especialmente los obsesivos, tienden a transformar la sesión analítica en una conversación. Y entonces, ¿cuál es el síntoma del obsesivo? Es reducir el Otro, con mayúscula, a una mera persona. Por eso Lacan decía: Cuando se vean charlando con un obsesivo pateen los perros, pateen el tablero
. Esto que describís, la tendencia en las sesiones telefónicas a sentirnos en la misma situación, es precisamente lo que debemos evitar. Todo lo que yo decía va en la dirección de no consentir el estamos en la misma
. Es decir: ¿De qué vamos a hablar?
Yo hablaría de tal cosa
, ¿De qué vas a hablar vos?
De los planetas
, Muy bien, hable de los planetas
.
Justamente, nuestro trabajo analítico es no consentir al diálogo, y el diálogo es eso. Nuestro trabajo es hacer obstáculo al diálogo. Y frente a quien quiera incluirte en un diálogo, tenemos procedimientos para sostener: ¡A mí no!
. A todos nos puede suceder, pero esta distancia, aunque sea una ironía, apuesta a desarticular la propuesta neurótica de poner al analista en el lugar de un partenaire para conversar. Esta es la tensión que enfrentamos y lo que se llama el forzamiento, que implica un no comprender. No puedo entablar un diálogo porque no comprendo el mundo en que vivimos. Un tipo muy inteligente me decía: No te hagas el vivo, que vos estás con los mismos problemas que yo
.
D. Amden: Además, en esta coyuntura, estamos todos tan atravesados por esta realidad, que es difícil no entrar en ese diálogo del ¿Y a vos como te va?
. Es necesario estar muy atentos.
J. Chamorro: Ese es el trabajo. No adoptar esa posición. Se puede entrar dos segundos, pero después a lo nuestro. No comprender quiere decir que no me identifico al lugar del paciente
, y por lo tanto, no comparto. Se trata de cerrar la puerta a ese diálogo que se puede tener con otras personas y no con el analista. El teléfono y las circunstancias actuales se prestan, por eso tenemos que estar bien atentos.
Además, tu comentario me lleva a reflexionar sobre otro aspecto. Hay personas que han tenido malas experiencias con el uso del teléfono o con Skype, y me han indicado que no les ha resultado útil. El pasaje no es automático, a la gente le cuesta pasar de hablar con una persona a hablar con una voz. Por ello, hasta que se familiaricen con el procedimiento telefónico, hay que ayudar a hablar. Tendremos que hablar un poco más nosotros, estableciendo el marco que el paciente aún no puede concebir.
Carlos Vilaseca: En ese sentido, sería interesante considerar lo que tiene que ver con los momentos de un análisis. Porque una cosa es un paciente que está recién comenzando y haciendo entrevistas preliminares, y que todavía no se armó el síntoma ni el análisis. Otra cosa es un paciente que ya está inmerso en el trabajo de análisis. ¿Cómo abordas la utilización del teléfono en estos varios momentos del análisis?
J. Chamorro: Efectivamente, el uso del teléfono, independientemente de si es ya un análisis o aún no, requiere acostumbrarse, porque es una situación distinta. Todos tenemos que acostumbrarnos a ella. Lo que decía es que a veces hay que ayudar a la gente que no ha hecho la experiencia, que desconfía de hablar por teléfono, que suelen ser aquellos que tiene dificultades para estar en el diván porque no ven al analista. A estos pacientes les ofrecemos un marco a través de la conversación, diciendo cosas interesantes, no diciendo cualquier pavada, con el objetivo de sostener la dinámica de la sesión. En cierta forma tenemos que construir la transferencia con la sesión telefónica. Al principio, la transferencia se establece con el psicoanálisis en sí, pero ahora también debe extenderse a la conexión telefónica. La mayoría de los desconfiados con el teléfono me dijeron: La verdad, bastante bien, yo creí que iba a ser un despelote, creí que no íbamos a poder hablar, que no se iba a entender nada
. Esto se logró activando un enfoque específico y estableciendo un marco que facilita la transición gradual hacia el análisis propiamente dicho. Me llamó la atención, en relación a lo mencionado por Carlos, que la semana pasada había hecho entrevistas a tres personas, dudando de su continuidad. Sin embargo, están los tres trabajando. Hablaba anoche con Gustavo Dessal y me decía que en Madrid –que es una tragedia lo que está pasando–, tenía fuertes demandas de análisis telefónicos. Diez personas lo llamaron en los últimos tres días. O sea que hay demanda, hay recursos, y tenemos la enorme ventaja de apreciar y agradecer a Lacan, ya que su legado nos permite seguir trabajando. Hay quienes no tienen esa posibilidad, y enfrentan la responsabilidad de empleados a los que deben remunerar sin tener actividad económica. Por ello, considero que debemos realizar una suerte de ritual de agradecimiento al teléfono que nos permite seguir trabajando, ocupados, y seguir pensando, ayudándonos a manejar el vacío que el coronavirus ha impuesto.
María del Pedro: Soy una de las que antes estaba firme todos los jueves, y últimamente iba cada tanto. Sin embargo, la modalidad virtual de este encuentro me ha permitido estar presente hoy. Estoy de acuerdo en agradecer que podemos seguir trabajando, ya que no todo el mundo puede hacerlo, y que la voz es el objeto privilegiado para nosotros. En mi experiencia, anteriormente he trabajado de manera telefónica, pero nunca he usado Skype, de modo que estoy en la línea de Jorge, y encantada de escucharlos.
Ángeles Romay: Antes que nada, agradezco infinitamente tanto a Jorge como a Carlos la posibilidad de brindarnos este modo de encuentro. Pensé que la soledad que esto supone, el aislamiento, era un modo de elaborar una formalización de esta práctica, que creo muy necesaria. Les comparto que no tenía experiencia de trabajar por teléfono ni por Skype. Opté por la videollamada de WhatsApp, desde la semana pasada, y esta modalidad se ha convertido en mi práctica habitual, dado que, al igual que muchos, no podré salir de casa por un tiempo.
Pero lo que sí observé con respecto a esta cuestión de la voz y la mirada, en realidad, es que hay que estar atentos a la distorsión que puede introducir la imagen. Hubo personas que de entrada me pidieron que fuera sin imagen, que son aquellas que no estaban en diván. Acepté esta preferencia, y en mi opinión facilita el desarrollo de la sesión de una manera distinta a si se incluye la imagen. Estas son algunas reflexiones basadas en mi experiencia reciente.
Un aspecto particular que he notado es el manejo de la angustia y cómo esta evoca en los pacientes temas relacionados con la muerte y recuerdos de situaciones traumáticas pasadas. Además, el trabajo con púberes y adolescentes presenta desafíos únicos, exigiendo que se inventen nuevas estrategias. Hoy, por ejemplo, tendré mi primera sesión con una paciente de seis años. En un caso ya hemos logrado construir algo significativo a través del relato, lo que sugiere que este enfoque podría ser efectivo. Sin embargo, todo este proceso se está desarrollando sobre la marcha.
Thamer Prieto: Como saben, actualmente resido en Bolivia, y es una ventaja la que nos permite la tecnología al poder franquear estas distancias territoriales enormes, y muy a gusto de participar en este espacio. Quería comentar mi experiencia, porque como yo vivo en Cochabamba, Bolivia, sostengo mi análisis por vía telefónica. Mi analista se encuentra en Buenos Aires. Pero acuerdo con Jorge en un fenómeno respecto a la presencia física, el cuerpo imaginario y la voz, más precisamente la voz del analista. Respecto a algo que me sucede a mí como analizante.
Desde mi punto de vista, la voz del analista tiene un efecto particular –y es algo que vengo pensando hace mucho tiempo, ya que hace dos años que sostengo el análisis de modo telefónico–. Al principio, era un poco escéptico acerca del uso del teléfono, pero hay algo que se produce por el efecto de la voz del analista –que es lo que me parece que está en juego–, en todo análisis, ya sea que uno esté presente físicamente o telefónicamente. Y el mejor ejemplo que tengo para pensarlo es una analogía con la física, a partir de la gravedad, porque yo lo que experimento en las sesiones telefónicas es un efecto gravitacional, es decir, hay algo en la voz del analista, en sus silencios, que produce una especie de gravedad en las palabras y una atracción en relación a la cuestión libidinal. Este fenómeno, en cierto modo, puede ser más intenso que en las sesiones presenciales, dado que la ausencia física del analista y el vacío que esto genera conducen a otros tipos de efectos, enfatizando ciertas palabras y resonancias a nivel pulsional de una manera diferente. Esa cosa del espejo del cuerpo imaginario y los silencios en el teléfono, han producido otro tipo de efectos y ha logrado que ciertas cosas se puntualicen de otra manera, incluso diría más, que las palabras giren de otra manera, y se produzcan efectos a nivel pulsional. Otra resonancia. Es un tema que lo estoy investigando y localizando en mi experiencia. Y a partir de ello estoy practicando con algunos pacientes esta modalidad, y por ahora se me ha hecho muy cómoda en el sentido que permite que el análisis prosiga, no se detenga, y se produzcan estos efectos que puedo vincular con un agujero negro. Esa gravedad del agujero negro que atrapa hasta a la luz, que tiene efectos en las sesiones telefónicas, pero que también se evidencia en las sesiones presenciales. Allí hay un movimiento libidinal producido por la presencia del analista, pero no por su presencia imaginaria, sino por esta vertiente de la voz misma.
J. Chamorro: Es muy interesante porque Thamer introduce la palabra del analizante. Estábamos hablando más del analista, y son interesantes las modalizaciones que Thamer plantea en versión analizante. Aunque él es analista, plantea su experiencia como analizante con una voz. Y marca una cosa bien interesante que es el agujero, la ausencia del cuerpo como un agujero. Interesante la figura y las resonancias que eso tiene en la voz, que el cuerpo esté sin aparecer.
María Pía Frattini: Lo que yo quiero plantear, siendo la primera vez que participo en este grupo, es algo que me está sucediendo en la clínica con niño, respecto al objeto voz y mirada, sobretodo en algunas situaciones de niños muy pequeños. Tengo el caso de una nena de cuatro años, donde es fundamental la voz, y también la presencia del cuerpo. La semana pasada intentamos vía Skype con mucha disponibilidad de los padres para armar un encuentro y pudimos jugar. Yo me sorprendí, era como un aprendizaje en el momento. Hace un montón que atiendo niños, pero no sabía si iba a ser viable. Me sigo preguntando, ya que esa fue una primera entrevista, y quiero ver cómo seguir con esto.
J. Chamorro: Me parece que esa es la parte interesante de nuestro trabajo, que con chicos, y aún chicos muy chiquitos, hay que inventar, y a lo mejor con chicos más que el teléfono es el WhatsApp para escribir si escribe, o para el uso de la cámara. Ahí empezamos con lo que tenemos que crear para estas particularidades que esta situación nos propone. Por eso, creo que está muy bien lo que estás haciendo, aunque me imagino que con un niño de cuatro años puede ser difícil trabajar solo con la voz.
Romina Carbone: Me he encontrado con dos modalidades según el paciente, algo que también me pasa en mi práctica habitual. Hay pacientes que están muy angustiados y que en algún momento la llamada por teléfono no fue suficiente o efectiva. Para aliviar un poco esa angustia, me sirvió no escucharlos llorar sin hablar, sino empezar a escribir, marcando algunos puntos de referencia. Ellos, al ponerse a escribir también canalizaron la tensión y lograron expresar eso que se estaba metiendo en la conversación que era el llanto, sin ninguna palabra. Y por otro lado, con pacientes que estaban en diván desde hace mucho tiempo, para mi asombro, no encontré casi diferencia en el modo en que ellos me transmitían y yo intervenía. Esa es una observación que quería compartir.
Sin embargo, tengo una pregunta: me está pasando con algunos pacientes que ante un mensaje recibo mucho agradecimiento, un agradecimiento que parece querer decir que persona tan buena sos
. Me resulta difícil marcar que eso es parte del tratamiento y no una demostración de mi bondad personal. Me cuesta contestar o correrme de ese lugar al que el otro me convoca.
J. Chamorro: Romina, en este aspecto, la cuestión es clara. Esos pacientes tienen un fantasma de bondad y lo encarnan en vos. La clave es no creerse que uno es bueno, sino te envuelven en ese fantasma de bondad. Por lo que, tanto sea en el diván o en el teléfono, explorar ese fantasma que aloja en el lugar del Otro del analista, da cuenta de un fantasma transferencial. La cuestión es no identificarse a eso. Eso me parece fundamental.
En cuanto a la angustia, empezamos a encontrar coincidencias. Tanto en la sesión presencial como por teléfono, a mi entender, la angustia siempre tiene que encontrar un límite de parte del analista. Yo me oriento por la siguiente formulación de Lacan: El análisis es para gozar, pero no demasiado
. Si una sesión se utiliza solo para llorar y angustiarse, termina pagando el precio de la degradación de la sesión, porque termina diciendo que asistir a las sesiones genera más angustia. La angustia tiene que tener un límite. Escuchar que alguien lloró todo el fin de semana es inaceptable; es un goce de la lágrima. Nuestro objetivo es entender ese relato como una construcción, aplicable tanto a las sesiones telefónicas como a las presenciales. Además, es difícil creer que lloró todo el fin de semana
. La clave siempre es entender eso como fantasma. Esto vale tanto para las sesiones analíticas por teléfono como para las sesiones analíticas presenciales. Si una persona se dedica solo a llorar durante la llamada, llega un momento en que es necesario interrumpir para pedirle que hable, porque de lo contrario no se avanza. Esto vale para una forma u otra. Se puede alojar el llorar, pero no todo el tiempo. O sea que empezamos a encontrar incógnitas, creaciones que responden a las incógnitas que tenemos en esta práctica. Pero también, empezamos a encontrar coincidencias. Sin embargo, esto nos deja con el desafío abierto sobre si estas modalidades alternativas realmente constituyen psicoanálisis. Mi enfoque sigue siendo el mismo: división y división y división.
Daniela Detta: Una pregunta, respeto a la transición a consultas telefónicas, porque cuando yo transmití a mis pacientes que iba a continuar telefónicamente, algunos de ellos me dijeron que no se sentían cómodos. Intenté cuestionar un poco eso y no hubo caso, pero si se extiende la cuarentena, que es lo más probable, me preguntaba si volver a escribirles a estos pacientes y convocarlos nuevamente, y me preguntaba si eso no es invertir la demanda. Qué hacer con esos pacientes que dijeron que no, pensando que iban a ser quince días, y ahora puede ser un mes o más.
J. Chamorro: Esto es importante, es una coyuntura que permite a algunos pacientes hablar de eso. No permitiría que los pacientes se marcharan basándose en esos argumentos. Preguntaría: ¿A qué se refiere con comodidad? ¿Qué es? ¿Un cómodo?
. Acá estamos hablando de cosas sumamente importantes, relacionado con un análisis que compromete la vida de una persona, y ahora resulta que no se siente cómodo. Me parece que es una frivolidad y se lo diría así. Me gustaría que me explicara ese no me siento cómodo
. ¿Y qué si no se siente cómodo? El análisis no es para estar cómodo. Es para incomodarse y ser incomodado. Para esos casos recomiendo ir a la esquina de mi consultorio y hacer yoga. El análisis no es para estar cómodo. Entonces interpelaría a un sujeto que dice que no le es cómodo. Obvio, en la vida muchas cosas son incómodas. Y esto que nos pasa hoy es muy incómodo. ¿Cómo manejaría esta persona el coronavirus, diciendo esto es incómodo
, cuando lo que propone el virus es precisamente la incomodidad? Le diría: Usted tiene pocas chances de enfrentar bien esta situación
. ¿Cómo se las arreglaría una persona que busca comodidad con este problema que enfrentamos? No se puede ir a otro lugar del mundo porque está en todos lados, y yo le recomendaría empezar a trabajar para alojarse en Marte. ¿Qué quiero decir con esto? Antes de rechazar el cambio propuesto, es necesario revisar lo que uno ha formulado y cómo lo ha hecho; después, respecto a la comodidad, es crucial interrogar qué significa para este paciente. Y, eventualmente, explorar la consistencia de la transferencia.
Como decía una ex-amiga mía: Hay ofertas que no se pueden rechazar
. Y rechazar la oferta del analista de continuar el análisis es una transgresión. Y actúo como tal. No dejaría de señalar su relación con la transgresión y la comodidad en su vida, alterando un proceso de años al decir no me resulta cómodo
. ¿Y el coronavirus? ¿Le resulta cómodo? Por eso, la idea de la incomodidad es fundamental. Se supone que una persona analizada, que no viene de la estratosfera, ha aprendido a lidiar con la incomodidad. ¿Qué es la incomodidad? Nosotros, en el análisis, incomodamos a los pacientes todo el tiempo. Entonces, ¿cómo puede ser que alguien reivindique la comodidad, cuando he estado incomodándolo durante diez años? Es incurable, por lo tanto, la recomendación es practicar yoga. Lo que quiero decir es que utilizamos los argumentos para el análisis. Así que, esto que planteas lo continuaría a través de WhatsApp, por ejemplo. Le preguntaría: "¿En qué hamaca paraguaya está alojado? Usted, que valora tanto la comodidad, ¿cómo la sigue manteniendo? Y respecto al coronavirus, ¿cómo se siente? ¿Cómodo? ¿Muy cómodo? ¿Requete cómodo? Y empezaría a abordar la comodidad por WhatsApp. Si prende o no prende es otra cosa; a veces funciona a través del WhatsApp.
Analía Trachter: Quería compartir que mi experiencia también cambió mucho de la semana pasada a esta. Como mencionaba Jorge, la gente comentaba cómo estamos o cómo va a seguir esto, lo que dificultaba continuar con la tarea psicoanalítica. Probablemente fue un error de mi parte haberles dado a los pacientes la opción de que elijan entre videollamada o comunicación telefónica.
J. Chamorro: Eso es un problema, darle a elegir a un neurótico…
A. Trachter: Los que estaban en diván contestaron todos que seguirían por teléfono.
J. Chamorro: Muy bien, esos son pacientes.