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Elpidia: Una mujer que enfrenta tormentas, que abraza la luz
Elpidia: Una mujer que enfrenta tormentas, que abraza la luz
Elpidia: Una mujer que enfrenta tormentas, que abraza la luz
Libro electrónico150 páginas1 hora

Elpidia: Una mujer que enfrenta tormentas, que abraza la luz

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Información de este libro electrónico

Partiendo de su niñez en las décadas tempranas del siglo XX, vivenciando la posguerra española, el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la movida madrileña de los 80 y los 90, Elpidia avanza por una vida marcada —también— por un matrimonio donde impera el alcoholismo del esposo y se ennegrece aún más con la muerte de los hijos debido a adicciones... Los conflictos internos y externos de la protagonista de estas páginas son testigos de su alma resiliente.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 dic 2024
ISBN9788468585871
Elpidia: Una mujer que enfrenta tormentas, que abraza la luz

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    Elpidia - Rafael Blázquez Martín

    AGRADECIMIENTOS

    Queridos amigos, familiares y colaboradores:

    Con el corazón lleno de emoción me siento a escribir estas palabras de agradecimiento en la primera página de este libro, un sueño ahora hecho realidad. En este libro cuento la historia de mi vida que ha sido posible gracias al apoyo, amor y empatía de todos vosotros, a quienes considero parte de este maravilloso viaje.

    Ha llegado el momento de reconocer a cada uno de los que habéis tejido con paciencia y dedicación los hilos de mis días en un tapiz lleno de color y esperanza.A mis inestimables amigas Carmen, Isabel, Magdalena, Virginia y mi querida hermana, quienes han sido mis columnas de fuerza y alegría en cada paso del camino. Su apoyo incondicional ha sido crucial para este logro.

    Gracias a la pastelería Guadalajara, donde Santiago y Olga no solo me han ofrecido delicias que alegran el paladar, sino también un espacio lleno de inspiración y calor humano. A Miguel, mi amigo el taxista, cuya amabilidad y conversaciones han transformado cada viaje en una aventura llena de aprendizaje y buenos recuerdos.Un agradecimiento especial a Israel de la Droguería LOVEL, por su amistad y por siempre tener una palabra de aliento en los momentos que más lo necesité.

    A la librería Laurel, donde Alfonso y Loli me han provisto de libros que han alimentado mi alma y han apoyado mi dedicación a la escritura con entusiasmo y sabiduría.

    No puedo dejar de mencionar al colegio CEP de Vallecas, y a su maravillosa profesora Virginia, cuya pasión por educar y guiar a las jóvenes mentes es una fuente constante de inspiración.

    Mi corazón guarda un profundo afecto y nostalgia por la colonia de los taxistas, cuyas historias y anécdotas llegaron a ser parte de este libro.

    Al herbolario Arte-Sano de Monte Igueldo, y a Rocío de La Brecha, gracias por ser un soporte en un momento muy delicado de mi vida; sus gestos de bondad han dejado una marca imborrable en mi corazón.

    Finalmente, a los altruistas Voluntarios por Madrid, cuya generosidad y amor incondicional me han enseñado que se puede dar mucho sin pedir nada a cambio y en especial a Rafael que me acompaña en este proceso de escribir mis páginas desde que nació la idea de este libro.

    Este libro es también de ellos. Cada página lleva impresa una parte de cada uno, y mi mayor deseo es que al leerlo sientan el mismo amor y gratitud que ahora yo siento al escribirlo.

    También, quiero agradecer a Rafael y a Sandra porque en este período de escribir mi historia me siento arropada y protegida por ellos.

    Y dejo para el final a las personas más importantes de mi vida, mi hija Mercedes, a cada uno de mis nietos y mi bisnieto que completan mi alma y mi corazón.

    Con todo mi amor y agradecimiento.

    Elpidia.

    PRÓLOGO

    Soy Elpidia García Vara… la historia de una mujer a quien la vida la trató a golpes. Una sola cosa me salva, pedir ayuda. A lo largo de estas páginas vas a ver cómo esa conexión y esa apertura que tengo de ser leal a mi corazón y a mi necesidad, me permite hoy contar mi historia.

    A medida que pasan los años y las personas evolucionamos, me doy cuenta de que esta vida es una escuela, vinimos a aprender. Muchas veces ella nos sorprende con aprendizajes menores pero muchas otras te atormenta con situaciones inesperadas, aquellas en las que te replanteas un por qué. O como es en mi caso, varios porqués.

    Tú, lector, lectora te estarás preguntando qué tan dramática puede ser la vida de una persona... Hay tantas vidas de novela, y no porque se caractericen justamente por el romanticismo sino por muchas aventuras y hazañas que ya os contaré a lo largo de estas páginas. Pasé por lo peor que puede pasar una madre: la muerte de un hijo y yo pasé por tres.

    Cuento esta historia para dejar un legado y para ayudar a otros. Cada palabra aquí escrita puede levantar a la persona que esté pasando por malas situaciones y a madres que como yo, viven las tormentosas circunstancias de hijos que transitan por el mal camino de las adicciones y al consumo de drogas, un camino con billete de ida hasta su perdición en el oscuro túnel. Por mi parte hice todo lo que pude y estuvo al alcance de mi mano.

    Este libro es una palabra de aliento y disemina mi empatía contigo, hace que tú y yo nos ayudemos a que solo con un chasquido de dedos nos permita instantáneamente levantarnos y continuar.

    A través de cada una de mis vivencias encuentro personas que me han ayudado, no me dejaron estar para quedarme en un suspiro. En mi paso de adulta por la experiencia educativa, he encontrado a personas que han valorado y valoran la diversidad, el respeto mutuo y, sobre todo, la incesante pasión por aprender.

    Mi trayecto en el CEPA. 2 es un testimonio de mi fuerte espíritu, también un recordatorio de que nunca es tarde para descubrir nuevas ilusiones y desafiar los límites de lo posible. Esta es mi vida, esta es mi historia y elijo contarla para sentirme aliviada y para decirte a ti y a todos los que formaron y forman parte de mi experiencia terrenal, solo gracias. Soy quien soy gracias a cada uno de vosotros y a mí que puedo levantarme a cada paso, porque siempre supe pedir ayuda.

    1

    Los años ‘80

    La década de los 80 fueron unos años muy rebeldes y vibrantes, donde las adicciones tomaron protagonismo. Madrid se convirtió en un hervidero de culturas, músicas y desafortunadamente también de sustancias adictivas. La libertad que respira la ciudad en cada esquina, en cada café, también abre las puertas a los demonios más oscuros que se cuelan en los hogares, incluso en el de Elpidia.

    Elpidia, una mujer fuerte, menuda, de cabello plateado por el tiempo y marcada por la vida, recuerda cada mañana al levantarse la frase del viejo profesor y alcalde, Enrique Tierno Galván: El que no esté colocado que se coloque. Una frase que, si bien busca celebrar la liberación de una sociedad oprimida, tiene eco en las sombras de la ciudad, en nuestros rincones donde la libertad toma una forma destructiva.

    La casa de Elpidia, un hogar que alguna vez estuvo lleno de alegrías, risas y planes de futuro, se ha ido vaciando poco a poco. Sus tres hijos, arrastrados por la ola de las influencias que arrasa con la juventud de los 80, se encuentran atrapados en espirales de autodestrucción. La hija mayor, llevada por la depresión deja este mundo a los cuarenta años, una edad que para muchos es el comienzo de una nueva etapa, pero para ella es el final del camino. Kini, el más joven de sus hijos encuentra el final del camino en los brazos de la cocaína y Vicente, su hermano mayor tres días después por la misma razón, justo antes de que el mundo se cierre con la pandemia. Sus corazones agotados por los años de abuso, simplemente dejan de latir.

    El recuerdo de sus hijos, cada uno perdido en su propio laberinto de adicciones, es un peso que Elpidia carga todos los días. La casa, ahora demasiado grande y silenciosa, es un museo de recuerdos dolorosos y preguntas sin respuesta.

    De los veintisiete amigos que comparten infancias y sueños en estas calles llenas de vida, solo queda uno: José. Un último testigo de esa generación que busca en la libertad un sentido a su existencia, pero que en su camino encuentra más demonios que ángeles.

    Ahora, cuarenta años después del boom, mientras la ciudad de Madrid se transforma y evoluciona, para Elpidia el tiempo parece haberse detenido. Los ecos de estos años resuenan en las paredes de su casa, en las calles que alguna vez caminó con sus hijos, ahora convertidos en las sombras de lo que fueron.

    Elpidia, con su dolor y su memoria, se convierte en un símbolo silencioso de una época que Madrid prefiere recordar por su arte, su cultura y su espíritu indomable, pero que para algunas familias, como la de Elpidia, deja cicatrices profundas y preguntas dolorosas sobre el precio de la libertad y sobre hasta dónde estamos dispuestos a ir en su búsqueda.

    2

    Tarde de fiesta

    Era un viernes cualquiera, de esos que pasan casi inadvertidos en el calendario si no fuera por las historias que nacen y se quedan grabadas en la memoria de quienes las viven. Una época difícil de los años 80, donde la crisis golpeaba cada esquina de Madrid, especialmente en barrios tan vibrantes y luchadores como Puente de Vallecas. Pero ese día, seis amigos —el Picuelo, el Ajo, el Pedrito, Vicente, Kini y José—, decidieron que, pese a las adversidades, hay momentos que merecen ser arrebatados de la rutina.

    Acababan de salir de su trabajo en la empresa de construcción, un lugar que solía despedirlos cada tarde con un cansancio casi tangible, marcado por el polvo en sus botas y las historias que quedaban pendientes entre andamios y hormigón. Sin embargo, esa noche no querían volver directamente a casa. Estaban en busca de algo más, de esa chispa que solo surgía cuando la amistad se mezclaba con la aventura.

    Seguían un plan sencillo pero infalible: ir a los billares del barrio, en la calle Imagen, en el barrio de San Diego, el cual se había convertido en el refugio de siempre. Era un sitio que conocían como la palma de su mano, donde cada taco y bola contaba historias de desafíos pasados y futuros. Entre juego y juego, las bebidas espirituosas empezaban a fluir, diluyendo las tensiones de la semana y dando paso a conversaciones que oscilaban entre lo profundo y lo hilarante.

    La noche apenas estaba comenzando. Llevados por el impulso y la confianza

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