Mussolini y El Fascismo Italiano (Por Álvaro Lozano)

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LVARO LOZANO

MUSSOLINI Y EL FASCISMO ITALIANO

Marcial Pons Historia 2012

ndice

Pg.

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18.

Introduccin ....................................................................................... La debilidad de la Italia liberal .......................................................... El socialista que quiso ser emperador ............................................... El ascenso del fascismo: 19191922 ................................................... Un rgimen totalitario? .................................................................... Transformando Italia? La economa fascista ............................... La vida en la Italia fascista ................................................................. Grande, temida y respetada? La poltica exterior ....................... Hacia el abismo. Italia en guerra, 19401943 .................................... La repblica de los seiscientos das ................................................... Interpretaciones del fascismo ............................................................ La responsabilidad antifascista. Conclusin ..................................... Seleccin bibliogrfica........................................................................ Cronologa .......................................................................................... Glosario .............................................................................................. Algunas personalidades del perodo .................................................. Anexos ................................................................................................ ndice onomstico ..............................................................................

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Introduccin
No es posible realizar un retrato de Mussolini sin bosquejar tambin un retrato del pueblo italiano. Sus vir tudes y sus defectos no son slo suyos; son, en realidad, las cualidades y los defectos de todos los italianos. Curzio Malaparte.

El 25 de abril de 1945, Benito Mussolini, de sesenta y un aos, Duce del fascismo, lder de Italia durante dos dcadas, fue informa do por sus colaboradores de que las fuerzas alemanas en Italia se haban rendido a las britnicas y estadounidenses, que avanzaban trabajosamente hacia el corazn del Reich alemn. Sus aliados y protectores le haban abandonado, y saba a ciencia cierta que se tendra que enfrentar a la implacable furia de sus compatriotas. Deprimido pero desafiante, declar que continuara la lucha en las montaas con la colaboracin de 3.000 camisas negras, su milicia armada. Mussolini abandon Miln con un pequeo grupo de seguidores y sus guardaespaldas de las SS. Se dirigi a la localidad de Como, donde esperaba encontrarse con una numerosa fuerza de fascistas leales. Lleg la tarde del da 25. All no encontr ni rastro de la fuerza esperada, por lo que decidi regresar a las montaas, a la pequea localidad de Grandola. Una vez all, se encontr con el cuerpo prin cipal de las fuerzas fascistas. El Duce deseaba saber cuntos hombres estaban en condiciones de proseguir la lucha armada. Al no recibir respuesta alguna del comandante de las fuerzas fascistas, volvi a preguntar: Bien, dgame, cuntos?. Doce fue la avergonzada y tmida respuesta. Las ilusiones que poda albergar Mussolini de seguir combatiendo se desvanecieron en ese momento. El hombre que haba presumido de poseer un ejrcito de ocho millones de bayonetas y una formi dable fuerza area capaz de oscurecer el Sol, el orgulloso lder que haba declarado en su da que contaba con el apoyo incondicional del

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95 por 100 de los italianos, ya no contaba ms que con una docena de seguidores 1. Perdida toda esperanza, sus colaboradores convencieron al Duce de sumarse a una caravana de vehculos alemanes que se diriga hacia la fron tera austriaca. Su mujer y sus hijos pequeos se quedaron en la localidad de Como. Entre los miembros del convoy iban su amante, Clara Petacci, y el hermano de sta, disfrazados con el fin de hacerse pasar por el cnsul espaol y su esposa. Mussolini intent pasar desapercibido con un casco y un capote del ejrcito alemn: se acomod en la cabina de un camin alemn y se ech una manta por encima para protegerse del fresco aire primaveral. Unos kilmetros ms adelante, en la localidad de Musso, fue ron detenidos por un grupo de partisanos que horas antes haban bajado de las montaas en busca de cigarrillos y se haban enterado de que una columna de vehculos se diriga hacia el lugar donde se encontraban. Ese grupo de partisanos se presentaba como miembros de la 52. Brigata ga ribaldina. Los partisanos realizaron varios disparos hasta que el convoy se detuvo. Uno de estos partisanos, llamado Giuseppe Negri, al efectuar una revisin de los vehculos, se encontr con un hombre tumbado en la parte posterior de un camin. Eres italiano?, pregunt. Mussolini esper unos segundos y respondi: S, soy italiano. Excelencia exclam el sorprendido guerrillero, es usted!. Otro de los partisanos, utilizando un dialecto (prueba evidente del fracaso fascista de homogeneizar Italia) grit: Ch che el crapun! (Hemos atrapado el pez gordo!). Una vez recuperados de su sorpresa, los partisanos arrestaron al antiguo dictador y le condujeron al Ayuntamiento de Dongo 2. El guerrillero Urbano L zaro recordara as el encuentro: Tena la cara como la cera y la mirada vidriosa, aunque pareca como si no viese. Me di cuenta de que estaba completamente agotado, pero no tena miedo. Mussolini pareca carecer por completo de voluntad, pareca espiritualmente muerto 3. En Miln, Sandro Pertini, miembro del Comit de Liberacin Nacional y futuro pre sidente de la Repblica Italiana, al enterarse de la detencin afirm que Mussolini deba ser fusilado como un perro rabioso 4. Desde el Ayuntamiento, Mussolini y su amante fueron conducidos a una granja de labranza que utilizaban los partisanos. Hacia las cuatro de

1 Una descripcin detallada de las ltimas horas de Mussolini en F. W. Deakin, The Last Days of Mussolini, Harmondsworth, 1966. 2 Las ltimas horas de Mussolini han sido objeto de un gran debate. Sobre las dife rentes versiones, vase R. J. B. Bosworth, Mussolini, Barcelona, 2003, cap. 1. 3 Ibid., p. 49. 4 U. Lazzaro, Dongo: mezzo secolo di menzogne, Miln, 1993, pp. 4546.

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la tarde del 28 de abril, un hombre irrumpi en la habitacin de Musso lini y le grit: Daos prisa. He venido para liberaros. Fueron sacados de la casa y conducidos a un vehculo. Unos minutos ms tarde, el vehculo se detuvo y se orden a la pareja que descendiese. El Duce y Clara Petacci fueron inmediatamente fusilados. Las armas fallaron en el primer intento, y Mussolini, segn el comandante del pelotn de ejecucin, se estremeci de miedo, ese miedo animal que manifiesta uno ante lo inevitable. Los occisos fueron cargados en la parte trasera del vehculo y transferidos a un camin donde yacan los cuerpos sin vida de otros cinco fascistas. A Mussolini se le situ en lo alto de la pila de cadveres. En Miln, los ca dveres se unieron al del lder fascista y reconocido antisemita, Roberto Farinacci 5. Al da siguiente, los restos de Mussolini y de su amante fueron col gados boca abajo en un tejado de la piazzale Loreto de Miln para ser objeto de las burlas y el desprecio de los all congregados. El lugar no haba sido elegido al azar, pues la maana del 10 de agosto de 1944 los alemanes haban ordenado el fusilamiento de quince partisanos en ese lugar. El cadver de Mussolini, tras pasar el da colgado, fue traslada do al Istituto di Medicina Legale de la Universidad de Miln. All fue limpiado y medido. Mussolini pesaba, muerto, 62 kilos, y meda 1,66 metros. Las autoridades estadounidenses insistieron en participar en la autopsia, y una parte del cerebro del Duce fue enviado a Estados Uni dos para intentar (en vano) demostrar que ste haba sido una persona desequilibrada con serios problemas psicolgicos 6. Fue el ignominioso final del hombre que haba dominado Italia durante veinte aos, el hombre que se jactaba de haber inventado el fascismo, el hombre que haba barrido al antiguo rgimen liberal y que haba prometido convertir a su pas en una nacin grande, temida y res petada. Fue tambin el fin del movimiento que haba liderado durante aos: el fascismo italiano. El movimiento fascista de Mussolini fue una de las tres principa les respuestas al enorme desafo de organizar la sociedad de masas que emergi a finales del siglo xix, y que surgi de forma explosiva tras la Primera Guerra Mundial. La democracia liberal, una extensin del liberalismo decimonnico, continu con la defensa de los intereses y valores individuales y de una pluralidad de partidos y grupos de inters. Sin embargo, hacia principios

H. Fornari, Mussolinis Gadfly: Roberto Farinacci, Nashville, 1971, p. 214. S. Luzatto, Il corpo del Duce: Un cadavere tra immaginazione, storia e memoria, Turn, 1998, p. 57.
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de la dcada de 1920, muchos dudaban de que tal sistema fuese capaz de evitar que una sociedad poltica se fragmentase bajo el terrible impacto de las tensiones econmicas y sociales generadas por la guerra. Desde 1917, la Revolucin bolchevique ofreca ya una visin alterna tiva de solidaridad y unin: la organizacin de la sociedad de masas sobre la base del estatuto individual como trabajador o campesino. El ideal bol chevique, basado en la clase, no slo negaba el individualismo liberal, sino tambin ciertas formas de solidaridad, como la nacin o la raza. Sin embargo, la solidaridad nacional y racial form el ncleo de una tercera forma de organizar la sociedad de masas. Se impondra la uni dad, pero sta estara basada en el nacionalismo extremo (en el caso del fascismo) o en el racismo (como propugn el nazismo). Un mito de renacimiento racial o nacional ofrecera a la sociedad la oportunidad de salir de la crisis, del declive y la fragmentacin social que amenazaban a Europa tras la Primera Guerra Mundial, situacin que ha sido definida como la crisis de entreguerras 7. Esta crisis, que asol a Europa entre 1918 y 1939, derivaba del im pacto devastador de la Primera Guerra Mundial, por su condicin no vedosa de guerra total, industrial y de masas, sobre los fundamentos del orden liberal y capitalista tradicional. La devastadora sangra demogr fica, la interrupcin del comercio internacional, la destruccin del tejido industrial europeo, la quiebra del sistema monetario que haba gravitado sobre el patrn oro y la inflacin resultante de la financiacin del enorme esfuerzo de guerra fueron algunos de los factores ms destacados de la ruina econmica que se abati sobre Europa. En el orden moral, la gue rra afect a toda una generacin, que se defini como excombatiente; algunos, como Adolf Hitler y Benito Mussolini, desempearon un papel destacado en el desencadenamiento de la an ms devastadora Segunda Guerra Mundial. La Gran Guerra (como llamaron sus protagonistas a la Primera Guerra Mundial) marc un punto de ruptura en el desarrollo de la po ltica italiana. La guerra no haba generado nada nuevo, pero aceler las tendencias econmicas sociales y polticas que ya venan operndose en el seno de la sociedad italiana. Los europeos de ese perodo vivan angustiados por la bsqueda de la unidad y por el autntico terror a la desintegracin de sus sociedades y naciones. Exista el sentimiento generalizado de que un mecanismo clave de la civilizacin occidental ya no funcionaba y, tanto en la derecha poltica como en la izquierda,

R. GriFFin, The Nature of Fascism, Londres, 1994, cap. 4.

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predominaba el sentimiento de que tan slo el cambio revolucionario, o medidas heroicas, podra proporcionar soluciones vlidas y duraderas. El pnico a que el sistema se derrumbase llev a muchos a buscar solu ciones totales. En ese sentido, el fascismo propona, al menos en teora, una visin totalitaria del futuro 8. Las condiciones propicias para la toma del poder por el fascismo en Italia surgieron, en gran parte, por la incapacidad de los gobiernos liberales posteriores a la unificacin italiana de involucrar a una mayor cantidad de poblacin en los asuntos polticos internos. Los polticos italianos tardaron mucho en reformar el sistema poltico de modo que pudiera integrar a una base ms amplia de la poblacin. Cuando surgi una autntica democracia, lo hizo con una rapidez explosiva en un mo mento, adems, en que Italia se enfrentaba a la desmovilizacin, a los efectos devastadores de la Primera Guerra Mundial, a una aguda crisis econmica, al descontento social y a las frustraciones nacionalistas. Es probable que esos problemas hubiesen podido ser absorbidos por un sistema parlamentario firme y estable, algo inexistente en Italia. El autntico dilema de los gobiernos italianos fue el tener que hacer frente, al mismo tiempo, a un problema social muy complejo: la apari cin de las masas en el escenario poltico. No fue un problema exclu sivamente italiano, pues se trat de un proceso comn a otros Estados europeos. Sin embargo, en el caso italiano, el agravante en la posguerra fue que una gran parte de la poblacin no se senta vinculada poltica mente a ningn partido. Entre ellos se encontraban dos grandes gru pos: los veteranos de guerra que se sentan poco recompensados por sus enormes sacrificios en el frente de batalla y despreciados por la iz quierda, y un grupo heterogneo de clase media formado tanto por nue vos grupos sociales urbanos ambiciosos, como por sectores temerosos y resentidos, ms parecidos a la pequea burguesa en declive de la que hablaba Karl Marx. Estos italianos que no se encontraban vinculados al liberalismo tradicional ni al catolicismo poltico, ni todava al socialismo, conformaban la base del movimiento fascista que lleg al poder entre 1920 y 1922. Fue en esas complejas circunstancias en las que entr en escena un lder audaz con un mensaje de renovacin nacional: Benito Mussolini, fundador del Partido Nacional Fascista (PNF) en 1921. Mussolini se ha ba alejado radicalmente del socialismo de su juventud y haba abando nado el Partido Socialista Italiano en 1914. Al acercarse al nacionalismo

A. De GranD, Italian Fascism. Its Origins & Development, Nebraska, 2000, p. x.

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y a la extrema derecha, Mussolini traicionaba el legado socialista de su padre y trocaba los conceptos de hermandad internacional y de divisin de clases por un nacionalismo violento e intolerante. Su experiencia en la dura realidad de la Primera Guerra Mundial tan slo agudiz sus ten dencias nacionalistas, permitindole manipular el ambiente de pesimis mo y desilusin de la posguerra para llegar al poder en 1922. A partir de ese momento, Mussolini se enfrent a un conflicto entre las exigencias del poder poltico y los sueos radicales de muchos fascistas. Mussolini demostr ser, en muchos aspectos, un poltico pragmti co, capaz, por ejemplo, de lograr un delicado compromiso con la Igle sia catlica debido a las exigencias y las necesidades del momento. Sin embargo, no resulta acertado desacreditar a Mussolini describindole como un mero oportunista obsesionado por permanecer en el poder a cualquier precio. A pesar de todas las debilidades que demostr el fascismo, Mussolini tuvo una visin de lo que deseaba para la sociedad italiana. La historia poltica de Mussolini fue, en gran parte, un intento de solventar las fracturas y las enormes tensiones entre la ideologa fas cista, en particular de sus miembros ms extremistas, y las exigencias prcticas de las labores de gobierno, con un poder limitado por fuerzas tradicionales y poderosas, como la monarqua, la Iglesia catlica y el ejrcito italiano. Sin duda, la naturaleza de la carrera poltica de Musso lini se comprende mejor al analizar en qu se convirti el fascismo que el modo en el que comenz. La tesis principal de esta obra es que la dictadura fascista, basada en delicados compromisos, fue compleja y contradictoria. Sus logros, en particular en los inicios del rgimen, resultan innegables, pero el balance final es ciertamente negativo. El fascismo qued muy lejos del totalita rismo que defenda, ya fuese ste un proceso continuo o una realidad concreta. El fracaso en el logro de ese totalitarismo no se debi tanto a factores externos o circunstanciales, como a caractersticas intrnsecas del rgimen tal y como ste se desarroll a partir de 1922. Durante el proceso de consecucin del poder, Mussolini mantuvo su estrategia de compromiso con los grandes centros de poder econmico y financiero y, posteriormente, religioso. La existencia de grupos de in tereses autnomos y conservadores en Italia (la monarqua, la industria, los agrari, las fuerzas armadas y el ejrcito) fue parte integral del rgimen fascista, en particular durante la dcada de 1930. La continua influencia de estos grupos hizo al rgimen menos fascista y menos totalitario de lo que defenda o lo que sugeran las apariencias. La consecuencia de la disolucin del supuesto poder totalitario del rgimen tuvo, irni camente, el efecto de reforzar de un modo considerable la autoridad personal de Mussolini. A cambio de mantener a toda costa su indepen

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dencia, los aliados conservadores del Duce abandonaron cualquier idea de una accin concertada y cedieron a Mussolini una gran libertad para formular y poner en prctica polticas generales, en particular en materia de poltica exterior. Al final, el rgimen fascista fracas estrepitosamente en la guerra, cuando sta constitua una de las actividades primordiales en la teora y el imaginario del fascismo. Aunque no fue la dictadura ms brutal (ese triste honor corresponde a las de Hitler y Stalin), sus excesos y crmenes no han de ser olvidados; es por ello por lo que son analizados en esta obra. Cualquier anlisis del fascismo debe ser, adems, un estudio de la efectividad y de los peligros inherentes a una propaganda desmedida. El fascismo utiliz todos los medios a su alcance, desde los modernos medios de comunicacin hasta los colegios, para construir una serie de mitos muy convenientes. Esos mitos tenan la misin de convertir a Italia en una potencia orgullosa y dominante en el mundo. Sin embargo, la falta de opiniones crticas condicion el desempeo del ejrcito italiano en la Segunda Guerra Mundial y condujo a su consecuencia ms directa: la destruccin del rgimen. Este libro describe una poca trascendental de la historia de Italia, aunque es tambin una forma de acercarse a un perodo clave de la his toria de Europa. Narra la vida de un hombre, Benito Mussolini, pero, a travs de ella, narra tambin muchas otras. Es la historia de un pas, pero arroja luz sobre la de otros muchos que se vieron directa o indi rectamente involucrados en el colapso moral y la ruptura de los diques de la civilizacin que convirti a Europa en el Continente Oscuro del siglo xx 9. En 1936, el historiador lie Halvy afirm que el mundo haba en trado de forma irreversible en la era de las tiranas. Para Halvy, la ex tensin de las ideas nacionalistas y socialistas, unida al avance del poder del Estado durante la Gran Guerra, haba tenido como consecuencia que el individualismo y el liberalismo dejasen de ser en muchos pases la base de la legitimidad del poder 10. La gran paradoja de la edad de las masas fue que sta estuvo acompaada de la aparicin de personali dades y lderes carismticos, como Hitler, Stalin y Mussolini, que tuvo consecuencias catastrficas para la humanidad. Para comprender mejor la carrera de Benito Mussolini y las fuerzas que ayud a crear, primero es necesario situarlo en el contexto histrico.

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M. Mazower, Dark Continent. Europes Twentieth Century, Londres, 1998. E. haLvy, Lre des tyrannies. Etudes sur le socialisme et la guerre, Pars, 1990.

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Mussolini fue un hijo de su tiempo, pero fueron las peculiares circuns tancias de la sociedad italiana a principios del siglo xx las que le hicieron susceptible a la dinmica del fascismo. El 23 de diciembre de 1940, con las tropas alemanas avanzando im parables sobre Francia, Winston Churchill, en un mensaje radiofnico al pueblo italiano, afirm: No niego que Mussolini sea un gran hombre, pero nadie puede negar que, tras dieciocho aos de poder sin restriccio nes, ha llevado a vuestro pas al terrible borde de la ruina. Es un hombre quien, en contra de la Corona y de la familia real italiana, en contra del papa, de la autoridad del Vaticano y de la Iglesia catlica romana, en contra de los deseos del pueblo italiano, que no estaba ansioso por participar en esta guerra, ha puesto en formacin a los depositarios y herederos de la antigua Roma, junto a los feroces brbaros y paganos. En una frase que se hara clebre proclam: Un hombre, y nicamente un hombre era el responsable del destino de Italia 11. En ese momento, esta ltima frase fue considerada como una mues tra ms de propaganda, materia que el lder britnico dominaba con maestra, aunque, como historiador y lder poltico, Winston Churchill saba bien que se trataba de una falacia. Sin embargo, tres aos despus, ms de cuarenta millones de italianos deseaban que fuera cierta 12.

M. GiLBert, Finest Tour: Winston S. Churchill, 1939-41, Londres, 1983, p. 960. El historiador B. R. Sullivan acepta esa visin personal de Churchill: Where one man, and only one man led. Italys path from nonalignment to nonbelligerency to war, 19371940, en N. wyLie (ed.), European Neutrals and Non-Belligerents during the Second World War, Cambridge, 2002, p. 149.
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