Fragmentos Terroríficos
Fragmentos Terroríficos
Fragmentos Terroríficos
Se empezara por este. Sirve para dar ambiente a la clase. He hecho algunas modificaciones al texto original -las pongo entre parntesis- para adaptarlas a una sesin de lectura:
Papa Gregorio IX prohibiera nuevamente su lectura. Sin embargo, las copias y traducciones se continuaron haciendo durante los siglos venideros En nuestros das, solo existen tres copias del Necronomicn: en Paris, en Lima y en la Universidad de Miskatonic, en Arkam, Nueva Inglaterra.
Dunwich. La extraeza no radicaba en cuanto deca ni en las sencillas expresiones a que recurra, sino que pareca guardar una vaga relacin con el tono o con los rganos vocales productores de los sonidos silbicos. Sus facciones se caracterizaban, asimismo, por una nota de madurez, pues si bien tena en comn con su madre y abuelo la falta de mentn, la nariz, firme y precozmente perfilada, junto con la expresin de los ojos - grandes, oscuros y de rasgos latinos -, hacan que pareciese casi adulto y dotado de una inteligencia fuera de lo comn. Pese a su aparente brillantez era, empero, rematadamente feo. () Pronto la gente empez a sentir aversin hacia l. () Los perros se enfurecan ante la sola presencia del nio, hasta el punto de que continuamente se vea obligado a defenderse de sus amenazadores ladridos.
circunstancias, tena que emplear toda la fuerza, la destreza y el valor de que dispona. Finalmente, despus de una silenciosa, encarnizada y agotadora lucha, logr abatir a mi asaltante a costa de una serie de esfuerzos increbles. Una vez que lo tuve inmovilizado, con mi rodilla sobre lo que consider deba ser su pecho, comprend que haba vencido. Descans unos instantes para tomar aliento. Oa jadear en la oscuridad a la criatura que tena debajo y senta los violentos latidos de su corazn. Por lo visto estaba tan exhausta como yo; eso fue un alivio. En ese momento record que antes de acostarme sola guardar bajo la almohada un pauelo grande de seda amarilla. Inmediatamente lo busqu a tientas: all estaba. En pocos segundos at de cualquier forma los brazos de aquella criatura. Me senta entonces bastante seguro. No tena ms que avivar el gas y, una vez visto quin era mi asaltante nocturno, despertar a toda la casa. Confesar que un cierto orgullo me movi a no dar la alarma antes; quera realizar la captura yo solo, sin ayuda de nadie. Sin soltar la presa ni un instante, me deslic de la cama al suelo, arrastrando conmigo a mi cautivo. Slo tena que dar unos pasos para alcanzar la lmpara de gas. Los di con la mayor cautela, sujetando con fuerza a aquella criatura como en un torno de banco. Finalmente, el diminuto punto de luz azulada queme indicaba la posicin de la lmpara de gas qued al alcance de mi mano. Rpido como el rayo, solt una mano de la presa y abr todo el gas. Seguidamente me volv para contemplar a mi prisionero. No es posible siquiera intentar definir la sensacin que experiment despus de haber abierto el gas. Supongo que deb gritar de terror, pues en menos de un minuto se congregaron en mi habitacin todos los huspedes de la casa. An me estremezco al pensar en aquel terrible momento. No vi nada! Tena, si, un brazo firmemente aferrado en torno a una forma corprea que respiraba y jadeaba, y con la otra mano apretaba con todas mis fuerzas una garganta tan clida y, en apariencia, tan carnal como lama; y, a pesar de aquella sustancia viva apresada entre mis brazos, de aquel cuerpo apretado contra el mo no percib absolutamente nada al brillante resplandor del gas! Ni siquiera una silueta, ni una sombra. An ahora no acierto a comprender la situacin en la que me encontraba. No puedo recordar por completo el asombroso incidente. En vano trata la imaginacin de explicarse aquella atroz paradoja. Aquello respiraba. Notaba su clido aliento en mis mejillas. Se debata con ferocidad. Tena manos: me haban agarrado. Su piel era tersa como la ma. Aquel ser estaba ah, apretado contra m, firma como una piedra, y sin embargo completamente invisible!
Contemplaban abrazados la lenta cada del sol tras el horizonte, que reflejaba sobre las escasas nubes la profunda gama del rojo; el lienzo de un pintor magistral, inhumano. -Qu bonitoverdad? dijo ella. -S-susurr l. Las primeras luces artificiales decoraron el valle, las diminutas ventanas y calles de la ciudad. Las nubes haban aumentado, conformando un manto anaranjado que tornaba, inexplicablemente, hacia un rojo cada vez ms brillante. El sol se haba retirado, pero la luminosidad creca tras las nubes. En silencio se miraron y volvieron a alzar la vista, sin comprender porqu este atardecer era tan diferente a cualquier otro que recordaran. Distantes truenos recorran la cpula; resplandores elctricos iluminaban el rojo creciente desde dentro, como en una digestin de luz pura. Comenz a llover. Sangre. Los rostros desencajados, goteantes, se miraron aterrorizados, extendiendo las palmas de las manos en medio de la tempestad, sin poder creer lo que estaba ocurriendo Cmo poda Al permitir que las pesadillas abandonasen su crcel del sueo? El viento golpeaba con su cortina carmes, arrastrando el orgnico olor del xido, dulzn, sofocante. Los relmpagos eran venas blancas, momentneamente visibles entre estallidos ensordecedores. Ciclpeos pilares quebrados y fragmentos de mampostera caan, desde las alturas, sobre el cuerpo postrado de su ciudad, baada en sangre. Un inmenso torbellino de negrura horadaba el cielo, engullendo las nubes en voraz espiral. Y desde sus entraas, vomitados entre chillidos monstruosos, escaparon cientos de bestias aladas formando una plaga negra, que se precipit sobre el mundo de los inocentes. Y con ellas, la certeza de muerte. Despiadada. Absurda. Cruel. () La puerta al infierno estaba abierta.
sueo, les alumbr mientras suban. Oa como en sueos sus gruonas voces con acento irlands y, mientras despojaban del saco a su triste mercanca, l dormitaba con la espalda apoyada en la pared; tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para encontrar el dinero con que pagar a aquellos hombres. Mientras lo haca, sus ojos tropezaron con la cara del muerto. Se sobresalt y dio dos pasos hacia l con la vela en alto. Dios Todopoderoso! exclam . Es Jane Galbraith! Los hombres no contestaron, pero se dirigieron hacia la puerta arrastrando los pies. La conozco, os lo aseguro continu Fettes. Ayer estaba viva y bien sana. Es imposible que haya muerto; es imposible que hayan conseguido este cadver honradamente. Sin duda, seor, est usted equivocado afirm uno de los hombres. Pero el otro mir a Fettes a los ojos misteriosamente y exigi all mismo su dinero.