Lobo - Antunes Los - Pobrecitos
Lobo - Antunes Los - Pobrecitos
Lobo - Antunes Los - Pobrecitos
En mi familia los animales domsticos no eran perros ni gatos ni pjaros. En mi familia los animales domsticos eran los pobres. Cada una de mis tas tena su pobre personal e intransferible, que iba a casa de mis abuelos una vez por semana, a buscar con una sonrisa agradecida su racin de ropa y comida. Los pobres, adems de ser obviamente pobres (de preferencia descalzos para poder ser calzados por sus dueos, de preferencia andrajosos para poder usar camisas viejas que se salvaban de ese modo de su destino natural de trapos, de preferencia enfermos con el fin de recibir una cajita de aspirinas) deban poseer otras caractersticas imprescindibles: ir a misa, bautizar a sus hijos, no emborracharse y sobre todo mantenerse orgullosamente fieles a la ta a la que pertenecian. Me parece estar viendo todavia a un hombre de suntuosos harapos, parecido a Tolstoi hasta en la barba, responder entre ofendido y soberbio a una prima distrada que insista en darle una camiseta que ninguno de nosotros quera -Yo no soy su pobre, yo soy el pobre de la seorita Teresinha. El plural de pobre no era pobres. El plural de pobre era esta gente. En la Navidad y en la Pascua las tas se reunan armadas de trozos de roscn de reyes, bolsitas
de almendras y otras delicias equivalentes y se desplazaban piadosamente al sitio en el que vivan sus animales domsticos, es decir, un barrio de casas de'madera de la periferia de Benfica, en Pedralvas y junto a la carretera militar, con el fin de distribuir con una pompa de reyes magos calcetines de lana, calzoncillos, sandalias que no servan a nadie, estampas de Nuestra Seora de Ftima y otras maravillas de igual calibre. Los pobres salan de sus chabolas alborotados y agradecidos y mis tas me advertan enseguida ahuyentndolos con el dorso de la mano -No te acerques mucho que esta gente tiene piojos. En ese momento, y slo en ese momento, estaba permitido dar monedas a los pobres, ddiva siempre peligrosa porque se corra el riesgo de que la gastasen (-Esta gente, pobre, no tiene nocin de lo que cuesta el dinero) de forma perjudicial e irresponsable. Al pobre de mi ta Carlota, por ejemplo, le prohibieron entrar en casa de mis abuelos porque cuando ella le puso diez monedas en la palma, recomendando, maternal, preocupada por la salud de su animal domstico -Trate de no gastarlo todo en vino el atrevido le respondi de mala manera -No, seora, me voy a comprar un Alfa-Romeo. Los hijos de los pobres se definan por no ir al colegio, ser delgaduchos y morir tempranamente. Al preguntar las razones de estas caractersticas inslitas me dijeron con un encogimiento de hombros -Qu quieres, nio, esta gente es asi y yo entend que ser pobre, ms que un destino, era una especie de vocacin como la de ser bueno jugando al bridge o tocando el piano. Dos figuras del oratorio de mi abuela presidan el amor de los pobres, una en barro y la otra en fotografa, que eran el Padre Cruz y la Santita, las cuales dirigan la caridad bajo un crucifijo de caoba. El Padre Cruz era un
tipo chupado, con sotana, y la Santita una joven llena de medallas con una sonrisa intrigante de actriz de cine de los chicles que, segn me informaron, habia ofrecido ejemplarmente la vida a Dios a cambio de la salud de sus padres. La actriz estir la pata, el padre se puso bueno y a partir del momento en el que me revelaron este milagro temblaba de pnico a que mi madre, estornudando, me ordenase -Anda, ofrece tu vida que estoy harta de sonarme y yo me fuese derechito al cementerio para que ella no tuviese que beber tisanas de limn. En mi opinin el padre Cruz y la Santita estaban casados sobre todo porque en un boletin al que se habia suscrito mi familia, llamado Almanaque de la Santita, se narraban en comunin de bienes los milagros de ambos, que consistan generalmente en curaciones de paralticos y dCcimos premiados, milagros increblemente acompaados de olores dulcsimos de incienso. Tanto pobre, tanta Santita y tanto aroma me irritaban. Y creo que fue por esa poca cuando comenc a mirar con afecto creciente un grabado polvoriento desterrado al stano que mostraba una jubilosa multitud de pobres en torno a la guillotina donde cortaban la cabeza a los reyes.