Teilhard de Chardin, Pierre - El Medio Divino

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Pierre Teilhard De Chardin

El Medio Divino
Ensayo de vida interior

SIC DEUS DILEXIT MUNDUM As como Dios am al mundo

ADVERTENCIA
Para poder comprender, en su fondo y en su forma, las pginas que siguen, es necesario que el lector no se deje inducir a error sobre el espritu con que fueron escritas. No se dirige este libro precisamente a los cristianos, que slidamente instalados en su fe nada podran aprender en l. Est escrito para los inquietos de dentro y de fuera, es decir, para quienes, en ve de entregarse plenamente a la !glesia, la bordean o se apartan de ella con la esperan a de superarla. " consecuencia de los cambios que, desde #ace un siglo, al lado de nuestras representaciones e$perimentales del %undo, #an modificado tambin el valor moral de muc#os de sus elementos, &el ideal religioso #umano' tiende a acentuar tendencias y a e$presarse en locuciones que, a primera vista, parecen no conciliar ya con el &ideal religioso cristiano'. (e aqu que manifiesten cierto miedo a falsearse o a menguarse, si quedan dentro de la lnea del Evangelio, quienes, por formacin o por instinto, perciben, ante todo, las voces de la )ierra.

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El fin de este Ensayo de vida, o de visin interior, probar, mediante una especie de verificacin tangible, que semejante inquietud resulta vana, puesto que el *ristianismo ms tradicional, el del +autismo, la *ru y la Eucarista, es susceptible de una traduccin en la que tiene cabida lo mejor de las aspiraciones propias de nuestro tiempo. Puedan servir estas pginas para mostrar cmo *risto, siempre antiguo y siempre nuevo, no #a dejado de ser &el primero' en la ,umanidad. -bservacin importante. No #a de buscarse en estas pginas un tratado completo de teologa asctica, sino la simple descripcin de una evolucin psicolgica observada en un intervalo bien determinado. En el curso de una modesta ascensin &i!uminativa' se descubre gradualmente al espritu una serie, posible de perspectivas interiores/ #e aqu lo que #emos pretendido destacar. 0ue no e$tra1e, por tanto, que se #aya concedido espacio tan reducido en apariencia al mal moral, al pecado. el alma de que nos ocupamos se supone que se #aya apartado de los caminos de la culpabilidad. 2 que tampoco desconcierte el que, e$plcitamente, no se recurra con ms frecuencia a la accin de la 3racia. El tema que aqu se estudia es el ,ombre actual, concreto, &sobrenaturali ado', tomado slo en el terreno de su psicologa consciente. Naturale a y 4obrenaturale a, influencia divina y operacin #umana, no tenan por qu ser, por tanto, distinguidas e$plcitamente. %as aunque falte su formulacin verbal, la cosa se sobreentiende siempre. 5a nocin de la 3racia impregna toda la atmsfera de este relato, no slo a modo de entidad admitida tericamente, sino a ttulo de realidad viva. En efecto, el %edio (ivino perdera toda su grande a y todo su sabor para el &mstico', si no sintiera ste, por todo su ser &participado', por toda su alma justificada gratuitamente, por toda su voluntad solicitada y fortificada, que al perder tan completamente pie en el -cano divino, no encontrara, en definitiva, en s mismo y en el fondo de s mismo, alg6n punto de apoyo primero en su accin.

INTRODUCCIN
&!n eo vivimus.' En nuestros das, el enriquecimiento y el desasosiego del pensamiento religioso se deben, sin duda, a la revelacin que de la grande a y de la unidad del %undo se reali a en torno a nosotros y en nosotros. En torno a nosotros, las *iencias de lo 7eal dilatan desmesuradamente los abismos del tiempo y del espacio/ y descubren incesantemente nuevas liga ones entre los elementos del 8niverso. En nosotros, bajo la e$altacin producida por estos descubrimientos, se desvela y adquiere consistencia un mundo de afinidades y de simpatas unitarias, tan antiguas como el alma del #ombre, pero #asta #oy ms so1adas que vividas. 4abias y mati adas entre los verdaderos pensadores, ingenuas o pedantes entre los poco cultivados, por todas partes aparecen simultneamente las mismas aspiraciones #acia un 8no ms vasto y mejor organi ado/ los mismos presentimientos de energas desconocidas y empleadas en mbitos nuevos. ,oy es casi banal encontrar que el #ombre, con toda naturalidad y sin alardes, vive con la conciencia clara de ser un tomo o un ciudadano del 8niverso. Este despertar colectivo, semejante al que un buen da #ace que cada individuo adquiera conciencia de las dimensiones reales de su vida, #a de tener una profunda repercusin religiosa sobre la masa #umana, ya sea para abatir, ya para e$altar. Para unos, el %undo se descubre como demasiado grande. El ,ombre se #alla perdido en semejante conjunto/ no cuenta. no nos queda sino ignorar y desaparecer. Para los otros, por el contrario, el %undo es demasiado bello.. es a l slo a quien #ay que adorar.

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,ay cristianos 9como #ay #ombres: que se #urtan todava a esta angustia o a esta fascinacin. 5as pginas de este libro no les interesarn. Pero #ay otros que se asustan de la emocin o de la atraccin que produce sobre ellos, invenciblemente, el "stro nuevo que surge. El *risto evanglico, imaginado y amado dentro de las dimensiones de un %undo mediterrneo, ;es por ventura capa de recubrir y, de centrar todava nuestro 8niverso prodigiosamente engrandecido< El %undo, ;no se #alla en vas de manifestarse ms amplio, ms ntimo, ms resplandeciente que el mismo =e#ov< ;No #ar que nuestra religin estalle< ;No eclipsar a nuestro (ios< )al ve sin atreverse a6n a confesar esta inquietud, muc#os 9lo s porque me los #e encontrado a menudo y en todas partes...: la sienten, no obstante, absolutamente despierta en el fondo de s mismos. Para stos es para quienes escribo. No intentar #acer %etafsica, ni "pologtica. *on los que quieran seguirme volver al >gora. 2 all, todos juntos, oiremos a 4an Pablo decir a las gentes del "repago. &(ios que #a #ec#o al ,ombre para que ste le encuentre, ?(ios, a quien intentamos apre#ender a travs del tanteo de nuestras vidas? este (ios se #alla tan e$tendido y es tan tangible como una atmsfera que nos ba1ara. Por todas partes @l nos envuelve, como el propio %undo. ;0u os falta, pues, para que podis abra arlo< 4lo una cosa. verlo' 9A:. Este librito, en el que no se #allar sino la leccin eterna de la !glesia, pero repetida por un #ombre que cree sentir apasionadamente con su tiempo, querra ense1ar a ver a (ios por todas partes. verlo en lo ms secreto, en lo ms consistente, en lo ms definitivo del mundo. 5o que estas pginas proponen y encierran es slo una actitud prctica, o, ms e$actamente acaso, una, educacin de los ojos. No discutamos, ;queris< Pero situaos, como yo, aqu y mirad. (esde este punto privilegiado que no es la cima difcil reservada a ciertos elegidos, sino la plataforma firme construida por dos mil a1os de e$periencia cristiana, veris, con toda sencille , operarse la conjuncin de los dos astros cuya atraccin diversa desorgani aba vuestra fe. 4in confusiones, sin me clas, (ios, el verdadero (ios cristiano, invadir ante vuestros ojos el 8niverso. El 8niverso, nuestro 8niverso de #oy, el 8niverso que os asustaba por su magnitud perversa o su pagana belle a penetrar como un rayo penetra un cristal/ y a favor de las capas inmensas de lo creado, se #ar para vosotros universalmente tangible y activo, muy pr$imo y, a la ve , muy lejano. 4i, acomodando la mirada de vuestra alma, sabis percibir esta magnificencia, os prometo que olvidaris vuestros vanos temores frente a la )ierra que asciende/ y slo pensaris en gritar. &B)odava ms grande, 4e1orC B4ea cada ve ms grande )u 8niverso para que, mediante un contacto incesantemente intensificado y engrandecido, yo )e sostenga y sea sostenido por )iC' 5a marc#a que seguiremos en nuestra e$posicin #a de ser muy sencilla. Puesto que, en el campo de la e$periencia, la e$istencia de cada #ombre se divide adecuadamente en dos partes. lo que #ace y lo que e$perimenta, consideremos consecutivamente el? campo de nuestras actividades y de nuestras pasividades. En cada uno de ellos constataremos, primero, que (ios, siguiendo su promesa, realmente nos espera en las cosas, a menos que no salga desde ellas a nuestro encuentro. (espus, admiraremos cmo por la manifestacin de su sublime Presencia, no altera la armona de la actitud #umana, sino que, por el contrario, proporciona a sta su forma verdadera y su perfeccin. ,ec#o esto, es decir, #abindose mostrado las dos mitades de nuestra vida 9y por consiguiente la totalidad de nuestro %undo mismo: llenas de (ios, ya no nos quedara sino inventariar las propiedades maravillosas de este medio e$tendido por todas partes 9By, sin embargo, ulterior a todoC:, en el que slo nosotros estamos construidos, para poder, desde a#ora, respirar plenamente.

PRIMERA PARTE
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LA DIVINIZACIN DE LAS ACTIVIDADES


*onviene tener aqu en cuenta muy especialmente lo dic#o al final de la "dvertencia. "l #ablar de &actividad', tomamos el trmino en su sentido corriente, sin negar absolutamente nada, sino ms bien al contrario, de cuanto acontece entre la 3racia y la voluntad en los crculos infra?e$perimentales del alma. 8na ve ms, lo que #ay en (ios de ms divino, es que no seamos nada, de manera absoluta, fuera de @l. 5a menor tangencia con algo que pudiera recordar el Pelagianismo seria suficiente para destruir al punto, para el &vidente', todos los encantos del %edio (ivino. (e las dos mitades o componentes en que puede dividirse nuestra vida, la primera, por su visible importancia y por el valor que le conferimos, es el campo de la actividad, del esfuer o, del desarrollo. Naturalmente, no #ay accin sin reaccin. 2 naturalmente tampoco #ay nada en nosotros que, en su origen primero y en sus capas profundas, no sea &in nobis sine nobis', corno deca 4an "gustn. *uando, al parecer, obramos con m$ima espontaneidad y fuer a, en parte estamos conducidos por las cosas que creemos dominar. "dems, la misma e$pansin de nuestra energa 9por donde se traduce el n6cleo de nuestra persona autnoma: en el fondo no es ms que la obediencia a una voluntad de ser y de, crecer que vara de intensidad y adquiere modalidades infinitas de las que no somos nosotros los due1os. "l comien o de la segunda parte volveremos sobre estas pasividades esenciales, me cladas las unas a la mdula de nuestra sustancia, difundidas las otras en el juego conjunto de las causas universales, al que llamamos &nuestra naturale a', o &nuestro carcter', o &nuestra buena suerte'. (e momento, tomemos nuestra vida con sus categoras y sus denominaciones ms inmediatas y ms comunes. )odo #ombre distingue perfectamente los momentos en que act6a de aquellos en que es objeto de accin. *onsidermonos en una de estas fases de actividad dominante. y tratemos de ver cmo a favor y por la e$tensin total de nuestra accin, lo divino nos presiona, intenta entrar en nuestra vida.

!"EXISTENCIA CIERTA DEL #EC#O $ DI%ICULTAD DE SU EXPLICACIN! EL PRO&LEMA CRISTIANO DE LA SANTI%ICACIN DE LA ACCIN
(ogmticamente nada #ay ms seguro que la posibilidad de santificacin de la accin #umana. &*ualquier cosa que #agis, #acedla en nombre de Nuestro 4e1or =esucristo', dice 4an Pablo. 2 la ms entra1able tradicin cristiana #a entendido siempre esta e$presin, &en nombre de Nuestro 4e1or =esucristo', en el sentido de. en unin ntima con Nuestro 4e1or =esucristo. ;No #a sido el propio 4an Pabl el que tras #aber invitado a &revestirse de *risto', forj, adems, en plenitud de sentido, y a6n incluso en su letra, la serie famosa de los trminos. &*ollaborare, compati, commori, con?resuscitare ... &, en los que se e$presa la conviccin de que toda vida #umana, en cierto modo, #a de #acerse com6n con la vida de *risto< 5as acciones de la vida de que aqu se trata ya se sabe que no deben comprender tan slo obras de religin o de piedad 9oraciones, ayunos, limosnas, etc ... :. 5o. que la !glesia declara santificable es la vida #umana entera, considerada #asta en esas onas suyas llamadas las ms &naturales'. &*uando comis o cuando bebis ... & dice 4an Pablo. )oda la ,istoria de la !glesia est presente para probarlo. En conjunto, desde las directrices solemnemente proferidas por la palabra o el ejemplo de los Pontfices y (octores, #asta los consejos dados #umildemente por cada sacerdote en el secreto de la confesin, la influencia general y prctica de la !glesia se #a ejercido siempre para la dignificacin, e$altacin y transfiguracin en (ios del deber de estado, la b6squeda de la verdad natural, el desarrollo de la accin #umana. El #ec#o es indiscutible. Pero su legitimidad, es decir, su co#erencia lgica con el fondo mismo del espritu cristiano, no aparece de inmediato. ;*mo es posible que las

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perspectivas del reino de (ios no conmocionen, con su aparicin, la economa y el equilibrio de nuestras actividades< ;*mo puede el que cree en l *ielo y en la *ru continuar creyendo sinceramente a costa de las ocupaciones terrestres< ;*mo, en virtud de lo que #ay en l de ms cristiano, puede el creyente entregarse a la totalidad de su deber #umano con el mismo mpetu que si se entregase a (ios< ,e aqu algo que est claro a primera vista/ y, #e aqu lo que, en realidad, perturba a muc#os ms espritus de lo que imaginamos. El problema se plantea de la manera siguiente. Entre los artculos ms sagrados de su *redo cuenta cristiano con que la e$istencia de aqu abajo se contin6a en una vida cuyos goces, dolores y realidad no tienen parangn posible con las condiciones presentes de nuestro 8niverso. " este contraste, a esta desproporcin que bastaran por s solos para que perdiramos el gusto y el inters por la )ierra, se a1ade una positiva doctrina de condenacin o desdn #acia un %undo viciado o caduco. &*onsiste la perfeccin en desprendimiento. *uanto nos rodea es despreciable ?*eni a.' El creyente lee u oye repetir en todo momento estas palabras austeras. ;*mo puede conciliarlas con este otro consejo, recibido en general del mismo maestro y, en todo caso, inscrito por la naturale a en su propio cora n, seg6n el cual es preciso dar a los 3entiles el ejemplo de la fidelidad en el cumplimiento del deber, del empuje y aun del avance en todos los caminos abiertos por la actividad #umana< (ejemos a un lado a los tremendistas o a los pere osos que, considerando absolutamente in6til almacenar una ciencia, o bien organi ar un bienestar, de los que go aran centuplicadamente tras su 6ltimo suspiro, no colaboran en la tarea #umana 9como se les #abr dic#o imprudentemente, cito: ms que &con la punta de los dedos'. ,ay una categora de espritus 9cualquier &director' #a trope ado con ellos: para los que la dificultad toma la forma y adquiere el valor de una perplejidad continua y parali ante. Estos espritus, enamorados de la unidad interior, se #allan presos de un autntico dualismo espiritual. Por una parte, un seguro instinto, confundido con su amor del ser y su gusto de vivir, les atrae #acia la alegra de crear y de conocer. (e otra, una voluntad superior de amar a (ios por encima de todo, les #ace temer la menor particin, el menor desli en sus afectos. En las capas mas espirituales de su ser se engendra en verdad un flujo y reflujo contrarios debidos a la atraccin de dos astros rivales, de esos astros de que se #abl al comien o de este libro. (ios y el %undo. ;*ul de los dos se #ar adorar ms noblemente< *on arreglo a la naturale a ms o menos vigorosa del sujeto, el conflicto amena a con terminar de una de las tres maneras siguientes. o bien el cristiano, rec#a ando su gusto por lo tangible, se esfor ar por no #allar inters ms que en los objetos puramente religiosos, e intentar vivir en un %undo divini ado mediante la e$clusin del mayor n6mero posible de objetos terrestres/ o bien, molesto por la oposicin interior que le frena, ec#ar a un lado los consejos evanglicos, y se decidir a llevar lo que le parece ser una vida #umana y verdadera/ o bien ?y ste es el caso ms frecuente? renunciar a comprender alg6n da totalmente ,a (ios o enteramente a las cosas/ imperfecto a sus propios ojos, insincero ante el juicio de los #ombres, se resignar a llevar una doble vida. No se olvide que #ablo aqu de e$periencia. Estas tres soluciones son censurables por diversos ttulos. 0ue uno se #aga inautntico, que se desagrade a si mismo, o que se desdoble, el resultado siempre es malo, y ciertamente contrario a lo que debe producir autnticamente en nosotros el *ristianismo. 4in duda, #ay un cuarto medio posible para evadirse del problema/ es darse cuenta de cmo, sin #acer la menor concesin a la &naturale a', sino por sed de una mayor perfeccin, e$iste el medio de conciliar y de alimentar ms tarde, uno mediante otro, el amor de (ios y el sano amor del %undo, el esfuer o de desprendimiento y el de desarrollo.

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Deamos las dos soluciones, la primera incompleta, la segunda total, que pueden darse al problema cristiano de la & divini acin del esfuer o #umano'.

'!"UNA SOLUCIN INCOMPLETA( LA ACCIN #UMANA VALE) $ SLO VALE POR LA INTENCIN CON *UE SE REALIZA
7educida un tanto crudamente y en esquema a su esencia, #e aqu una primera respuesta dada por los directores espirituales a quienes les preguntan cmo un cristiano decidido a despreciar el %undo y a guardar celosamente para (ios su cora n puede amar lo que #ace de acuerdo con la idea de la !glesia de que el fiel debe no actuar menos, sino actuar mejor que el pagano. Amigo, para revalorizar tu trabajo humano, que la perspectiva y la asctica cristianas, te parecen despreciar, tienes que inyectarle la sustancia maravillosa de la buena voluntad. Purifica tus intenciones, y entonces la menor de tus acciones se hallar saturada de ios. !in duda, la materialidad de sus actos no tiene valor definitivo alguno. "l que los hombres descubran una verdad, o un fen#meno ms o menos, que hagan o no buena m$sica o imgenes bellas, que su organizaci#n terrestre est ms o menos lograda, esto parece directamente de importancia para el %ielo. &ada, en efecto, de cuanto ata'e a estas creaciones o a estos descubrimientos formar parte de las piedras con que est construida la nueva (erusaln. Pero lo que constar all) arriba, lo que siempre permanecer, es el haber obrado en todo conforme a la voluntad de ios, ios no necesita en absoluto, es evidente, de ninguno de los productos de tu industriosa actividad, puesto que todo puede tenerlo sin ti. *o que e+clusivamente le interesa a ios y, claro est, desea intensamente, es que se haga un uso fiel de la libertad y que se le d a ,l preferencia sobre los objetos que nos rodean. %omprende bien esto- sobre la .ierra las cosas no te han sido dadas ms que como una materia para que te ejercites sobre ella, sobre la cul es preciso que hagas esp)ritu y coraz#n como sobre tabla rasa. "sts en un terreno de prueba, en el que ios puede juzgar si eres o no apto para ser transportado al %ielo, a presencia suya. "stamos de prueba. Por tanto, poco importan ni el valor ni lo que ser de los frutos de la .ierra. "l problema est en saber si te has servido de ellos para aprender a obedecer y a amar. &o te apegues, pues, a la grosera envoltura de las obras humanas. &o es sino paja, combustible, o frgil alfarer)a. Piensa, en cambio, que en cada una de estas humildes vasijas es posible trasvasar, como si fuera savia o un precioso licor, el esp)ritu de docilidad y de uni#n con ios. !i los fines terrestres en s) mismos nada valen, pueden ser, sin embargo, objeto de amor, puesto que ofrecen la ocasi#n de dar pruebas de tu fidelidad al !e'or./ No pretendemos decir que semejantes palabras se #ayan pronunciado alguna ve literalmente. Pero consideramos que reflejan un mati en verdad com6n a muc#os consejos espirituales/ y estamos seguros, en todo caso, de que traducen bastante bien lo que entienden y retienen gran n6mero de auditores y de creyentes al or determinadas e$#ortaciones. 8na ve e$plicado este punto, ;qu pensar de la actitud que proponen< "nte todo, semejante actitud contiene una parte enorme de verdad. *on ra n e$alta el papel inicial y fundamental de la intencin, que es ciertamente 9lo volveremos a repetir:, la llave de oro con la que nuestro mundo interior se abre a la Presencia divina. Enrgicamente e$presa el valor sustancial de la Doluntad divina, que para el cristiano 9como para su %odelo divino:, se convierte a#ora en la mdula fortificante de todo alimento terrestre. 4emejante siempre, bajo la diversidad y la pluralidad de las obras

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#umanas, descubre una especie de medio 6nico en el que podemos instalamos sin tener para nada que salir nunca de l. Estos rasgos varios son una apro$imacin primera y esencial a la solucin que buscamos/ y pretendemos conservarlos ntegramente en el dise1o de la vida interior que vamos a proponer y que ser ms satisfactorio. Pero nos parecen carentes de una perfeccin e$igida imperiosamente por nuestra pa y nuestra alegra espiritual. 5a divini acin de nuestro esfuer o por el valor de la intencin que implica infunde un alma preciosa a todas nuestras acciones/ pero no confiere a su cuerpo la esperan a de una resurreccin. "#ora bien, esta esperan a nos es imprescindible para que sea completa nuestra alegra. 2a es muc#o poder pensar que si amamos a (ios #abr algo de nuestra actividad interior, de nuestra operatio, que no se perder jams. Pero el propio trabajo de nuestros espritus, de nuestros cora ones y de nuestras manos ?nuestros resultados, nuestras obras, nuestro opus?, ;no se &eterni ar'<, ;no se salvar en cierto modo<... B-# si, 4e1or, en virtud de una pretensin que #as situado precisamente en el cora n de mi voluntad se salvarC 0uiero, necesito que as sea. 0uiero, porque me gusta irresistiblemente lo que tu permanente concurso me permite llevar a realidad cada da. Este pensamiento, este perfeccionamiento material, esta armona, este mati particular de amor, esta complejidad e$quisita de una sonrisa o de una mirada, todas estas belle as nuevas que aparecen por primera ve , en m y en tormo a m, sobre el rostro #umano de la )ierra, las quiero como a #ijos, y no puedo pensar que, en su carne, #ayan de morir completamente. 4i yo creyera que estas cosas se marc#itan para siempre, ;les #abra dado vida jams< *uanto ms me anali o, ms descubro esta verdad psicolgica. que ning6n #ombre levanta el dedo me1ique para la menor obra sin que le mueva la conviccin, %s o menos oscura, de que est trabajando infinitesimalmente 9al menos de modo indirecto: para la edificacin de algo definitivo, es decir, )u misma obra, (ios mo. Esto puede parecer e$tra1o y desmedido a quienes obran sin ,anali arse #asta el fondo. 2, sin embargo, se trata de una ley fundamental de su accin. ,ace falta nada menos que la atraccin de eso que se llama lo "bsoluto, y #ace falta nada menos que )6 mismo para poner en marc#a la frgil libertad que nos #as dado. En consecuencia, todo cuanto mengua mi fe e$plcita en el valor celeste de los resultados de mi esfuer o, degrada, irremediablemente, mi poder de obrar. 4e1or, #a ver a todos tus fieles cmo en un sentido real y pleno &sus obras les siguen' a tu reino. &opera sequuntur illos'.? 4in esto sern como esos obreros pere osos a quienes no espolea una misin. - bien, si el instinto #umano domina en ellos las vacilaciones o los sofismas de una religin insuficientemente iluminada, permanecern divididos, incmodos en el fondo de si %ismos/ y se dir que los #ijos del *ielo no pueden competir, en el campo #umano, con los #ijos de la )ierra en cuanto a conviccin y, por tanto, en igualdad de armas.

+!"LA SOLUCIN DE%INITIVA( TODO ES%UERZO COOPERA A LA TERMINACIN DEL MUNDO ,IN C#RISTO -ESU.
5a economa general de la salvacin 9es decir, de la divini acin: de nuestras obras se contiene en el breve ra onamiento siguiente. En, el seno de nuestro 8niverso, toda alma es para (ios en Nuestro 4e1or. %as, por otra parte, toda realidad, incluso material, en torno a cada uno de nosotros, es para nuestra alma. "s, en torno a cada uno de nosotros, toda realidad sensible es, por nuestra alma, para (ios en Nuestro 4e1or. Profundicemos uno tras otro estos tres miembros del presente silogismo. 5os trminos y su liga n son fciles de apre#ender. Pero tengamos cuidado. una cosa es #aber comprendido las palabras y otra el #aber penetrado #asta el mundo sorprendente del que, en su rigurosa calma, nos descubre las rique as inagotables.

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a/ En nu0s12o Uni302so) 1oda alma 0s 4a2a Dios 0n Nu0s12o S05o2!


Esta premisa mayor no #ace sino e$presar el dogma catlico fundamental ?el dogma del que todos los dems no son sino e$plicaciones o determinaciones?. No reclama aqu ninguna prueba, sino que espera, por el contrario, que le confiramos en nuestra inteligencia una vigorosa compre#ensin. )oda alma es para (ios, en Nuestro 4e1or. No nos contentemos con dar a esta destinacin de nuestro ser a *risto un sentido demasiado servilmente copiado sobre las relaciones jurdicas que ligan, entre nosotros, un. objeto a su propietario. 4u naturale a es a6n muc#o ms fsica y profunda. 4in duda, puesto? que el 8niverso consumado 9el Pleroma, como dice 4an Pablo: es una comunin entre las personas 9la *omunin de los 4antos:, nuestro espritu necesita e$presar los la os por medio de analogas sociales. 4in duda, adems, para evitar la perversin materialista o pantesta, que acec#a nuestro pensamiento cuando intenta utili ar para sus concepciones msticas las fuentes poderosas, pero peligrosas, de las analogas, a muc#os telogos 9ms temerosos en esto que 4an Pablo: no les gusta ver atribuir un sentido demasiado realista a las cone$iones que religan los miembros a la *abe a en el *uerpo mstico. Pero esta prudencia no debe llegar a ser timide . ;0ueremos comprender con toda su fuer a 9la 6nica que las #ace bellas y aceptables:, las ense1an as de la !glesia sobre el valor de la vida #umana y las promesas o las amena as de la vida futura< Entonces, es necesario que, sin rec#a ar nada de las fuer as de libertad y de conciencia que constituyen la realidad fsica propia del alma #umana, percibamos entre nosotros y el Derbo encarnado la e$istencia de la os tan rigurosos como los que en el %undo rigen las afinidades de los elementos #acia la edificacin de los )odos &naturales'. !n6til buscar aqu una palabra nueva para designar la eminente naturale a de esta dependencia, en la que se combinan armoniosamente, en un paro$ismo, lo que #ay de ms elstico en las combinaciones #umanas y de ms intransigente en las construcciones orgnicas. 5lammosla, pues, como se #a #ec#o siempre, unin mstica. Pero que este trmino, lejos de encerrar una idea cualquiera de atenuacin, signifique, por el contrario, para nosotros, fortalecimiento y purificacin de lo que contienen, en realidad y en urgencia, las cone$iones ms fuertes de que en todos los rdenes nos da ejemplo el mundo fsico y #umano. Podemos avan ar por este camino sin miedo a desbordar la verdad/ porque todo el mundo est de acuerdo sobre el propio #ec#o, aun cuando no lo est sobre su e$presin sistemtica, en la !glesia de (ios. en virtud de la poderosa Encarnacin del Derbo, nuestra alma est totalmente entregada a *risto, centrada sobre @l.

6/ $ a7o2a) a5adamos) ,0n nu0s12o Uni302so) dond0 1odo 0s42i1u 3a a Dios Nu0s12o S05o2) 1odo lo s0nsi6l0 0s) a su 308) 4a2a 0l Es42i1u.!
Eormulada de este modo, la premisa menor de nuestro silogismo tiene aspecto finalista que pudiera c#ocar con los temperamentos positivistas. 4in embargo, no #ace sino e$presar un #ec#o natural incontestable/ a saber, que nuestro ser espiritual se alimenta continuamente de las innumerables energas del %undo tangible. "qu, una ve ms, es in6til que intentemos demostrarlo. 5o que #ace falta es ver, ver las cosas como son, real e intensamente. Divimos, BayC, en medio de la red de influencias csmicas, como en el seno de la masa #umana, o como en medio de las miradas de estrellas. sin tomar conciencia de su inmensidad. 4i queremos vivir la plenitud de nuestra #umanidad y de nuestro cristianismo, nos es preciso superar esta insensibilidad que tiende a ocultarnos las cosas a medida que se #acen demasiado pr$imas y demasiado grandes. Dale la pena de que #agamos el saludable ejercicio que consiste en seguir, partiendo de las onas ms personali adas de nuestra conciencia, las prolongaciones de nuestro ser a travs del %undo. 0uedaremos estupefactos al constatar cunta es la e$tensin y la intimidad de nuestras relaciones con el 8niverso.
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;5as races de nuestro ser< En primer lugar se #unden en el ms insondable pasado. B0u misterio el de las primeras clulas que un da anim el soplo de nuestra almaC B0u sntesis indescifrable de sucesivas influencias, a la que nosotros nos #allamos ya incorporados por siempreC En cada uno de nosotros repercute parcialmente, a travs de la %ateria, la #istoria entera del %undo. Por autnoma que sea nuestra alma, #ereda una e$istencia anteriormente trabajada de una manera prodigiosa por el conjunto de todas las energas terrestres. se encuentra y se une con la Dida a un determinado nivel. "#ora bien, apenas se #alla comprometida en el 8niverso en este punto particular, que ya a su ve se siente cercada y penetrada por la marea de influencias csmicas que #a, de ordenar y asimilar. %iremos en torno a nosotros. las olas llegan de todas partes y desde el fondo del #ori onte. Por todas las aberturas nos inunda lo sensible con sus rique as. alimento para el cuerpo y nutrimento para los ojos, armona de sones y plenitud del cora n, fenmenos desconocidos y verdades nuevas, todos estos tesoros, todas estas e$citaciones, todas estas llamadas, salidas de los cuatro puntos cardinales, atraviesan en todo instante nuestra conciencia. ;0u vienen a #acer en nosotros< ;0u #arn incluso si, semejantes a malos trabajadores, los recibimos pasiva o indiferentemente< 4e me clarn a la vida ms Fntima de nuestra alma para desarrollarla o para envenenarla. -bservmonos un instante y nos persuadiremos de ello #asta el entusiasmo o #asta la angustia. 4i el ms #umilde y el ms material de los alimentos es ya capa de influir nuestras facultades ms espirituales, qu decir de las energas infinitamente ms penetrantes que transmite la m6sica de los matices, de los sonidos, de las palabras, de las ideas. No #ay en nosotros un cuerpo que se alimente independientemente del alma. )odo cuanto el cuerpo #a admitido y #a comen ado a transformar es preciso que a su ve el alma lo sublime. 4in duda lo #ace con arreglo a su dignidad y a su manera. Pero no puede escapar a este contacto universal, ni a este trabajo de cada momento. (e este modo se, va perfeccionando en ella, para su felicidad y porG su cuenta y riesgo, el poder particular de comprender y amar, que #a de constituir su individualidad ms inmaterial. No sabemos en absoluto en qu proporcin y en qu forma pasarn nuestras facultades naturales al acto final de la visin divina. Pero no puede dudarse de que, ayudados por (ios, nos concedemos aqu abajo unos ojos y un cora n, que una transfiguracin final convertir en rganos de una fuer a de adoracin y de una capacidad de beatificacin especiales para cada uno de nosotros. (ios no quiere ms que las almas, repiten a porfa los maestros de la vida espiritual. Para dar a estas palabras su valor justo, no olvidemos que el alma #umana, por muy creada aparte que nuestra filosofa la considere, es inseparable, en su nacimiento y en su maduracin, del 8niverso en que #a nacido. En cada alma, (ios ama y salva parcialmente al %undo entero, que este alma resume de una manera particular e incomunicable. "#ora bien, este resumen, esta sntesis, no se nos dan acabados, terminados, con el primer despertar de la conciencia. Nosotros, por nuestra actividad, somos quienes #emos de reunir #bilmente los elementos diseminados por todas partes. El trabajo del alma que concentra en sus tejidos las sustancias esparcidas en dosis infinitesimales por las capas inmensas del -cano ?la industria de la abeja que forma su miel con los jugos libados en tantas flores?, no son sino una plida imagen de la elaboracin continua que e$perimentan en nosotros todas las fuer as del 8niverso para convertirse en espritu. (e este modo, cada #ombre, en el curso de su vida presente, no slo #a de mostrarse obediente y dcil. Por su fidelidad debe construir comen ando por la ona ms natural de s mismo una obra, un opus, en la que entre algo de todos los elementos de la )ierra. " lo largo de todos sus das terrestres, el #ombre se #ace su alma/ y a la ve colabora a otra obra, a otro opus, que desborda de modo infinito, al, mismo tiempo que las domina estrec#amente, las perspectivas de su $ito F individual. la culminacin del mundo. Porque tampoco #ay que olvidar esto al presentar la doctrina cristiana de la salvacin. en su conjunt, es decir, en la medida en que constituye una jerarqua de almas ?que no aparecen sino sucesivamente, que no se desarrollan sino colectivamente, que no se

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terminarn sino unitariamente?, el %undo tambin e$perimenta una especie de vasta &ontognesis' con respecto a la cual el desarrollo de cada alma, a favor de las realidades sensibles, es slo un armnico reducido. +ajo nuestros esfuer os de espirituali acin individual a partir de toda materia, se va acumulando, lentamente, lo que convertir al %undo en la =erusaln celeste o )ierra nueva.

c/ Pod0mos a7o2a a42o9ima2 0n120 s las 420misas ma:o2 : m0no2 d0 nu0s12o silo;ismo 4a2a ca41a2 su n09o : la conclusin
4i, como dice nuestro *redo, es verdad que las almas pasan tan estrec#amente a *risto y a (ios, si es verdad, seg6n las comprobaciones ms generales del anlisis psicolgico, que lo sensible pasa tan vitalmente a las onas ms espirituales de nuestra alma, es for oso reconocer que todo ello no forma sino uno en el proceso que, de arriba abajo, agita y dirige los elementos del 8niverso. 2 empe amos a ver con ms claridad levantarse sobre nuestro %undo interior al gran sol de *risto?7ey, del *risto amictus %undo, del *risto 8niversal. Poco a poco, de relevo en relevo, todo acaba por ajustarse al *entro supremo in quo omnia constant. 5os efluvios dimanados de este *entro no act6an slo en las onas superiores del mundo, all donde se ejercen las actividades #umanas baj una forma *laramente sobrenatural y meritoria. Para salvar y constituir estas sublimes, energas, el poder del Derbo encarnado se irradia #asta en la %ateria/ desciende #asta el fondo ms oscuro de las fuer as inferiores. 2 la Encarnacin no se terminar ms que cuando la parte de sustancia elegida que todo objeto encierra ?espirituali ada una primera ve en nuestras almas, y una segunda ve con nuestras almas en =es6s?, #aya alcan ado el *entro definitivo de su complecin. 0uid est quod ascendit, nisi quod prius descendit, ut repteret omnia. %ediante nuestra colaboracin, que @l mismo suscita *risto se consuma, alcan a su plenitud, a partir de toda criatura. Es 4an Pablo quien nos lo dice. )al ve nos imaginbamos que la *reacin acab #ace muc#o tiempo. Es un error, porque contin6a perfeccionndose y en las onas ms elevadas del %undo. &-mnis creatura ad#uc ingemiscit et parturit.' 2 nosotros servimos para terminar, incluso mediante el ms #umilde trabajo de nuestras manos. En definitiva, tal es el sentido y el valor de nuestros actos. En virtud de la interliga n %ateria?"lma?*risto, #agamos lo que #agamos, reportamos a (ios una partcula del ser que @l desea. *on cada una de nuestras obras trabajamos, atmica pero realmente, en la construccin del Pleroma, es decir, en llevar a *risto un poco de acabamiento.

<!"LA COMUNIN POR LA ACCIN


*ada una de nuestras -bras, por la repercusin ms o menos remota y directa que tiene sobre el %undo espiritual, concurre a perfeccionar a *risto en su totalidad mstica. ,e aqu una respuesta lo ms completa posible a nuestra pregunta. ;*mo, siguiendo la invitacin de 4an Pablo, podemos ver a (ios en toda la mitad activa de nuestra vida< En verdad que por la operacin, siempre en curso, de la Encarnacin, lo (ivino penetra tan bien nuestras energas de criaturas, que para encontrarlo y abra arlo no podramos #allar mejor medio que nuestra propia accin. Primero, en la accin me ad#iero al poder creador de (ios/ coincido con l/ me convierto no slo en su instrumento, sino en su prolongacin viviente. 2 como en un ser no #ay nada ms ntimo que ?su voluntad, en cierta manera me confundo, por mi cora n, con el propio cora n de (ios. Este contacto es perpetuo, puesto que act6o siempre/ y a la ve , como no sabra #allar limite a la perfeccin de mi fidelidad, ni al fervor de mi intencin, me permite asimilarme indefinidamente a (ios, cada ve ms estrec#amente. En esta comunin, el alma no se detiene para disfrutar ni pierde?de vista el trmino material de su accin. ;No es un esfuer o creador el que adopta< 5a voluntad de triunfar y una cierta dileccin apasionada por la obra que se va a crear forman parte integrante de nuestra fidelidad de criaturas. Por tanto, la propia sinceridad con la que deseamos y
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perseguimos el $ito para (ios se nos descubre como un nuevo factor, tambin sin lmite, el factor de nuestra conjuncin ms perfecta con el )odopoderoso que nos anima. "sociados primero a (ios en el simple ejercicio com6n de las voluntades, nos unimos a#ora a @l en el amor com6n #acia el trmino que vamos a crear/ y la maravilla de las maravillas es que en este trmino, una ve posedo, tenemos todava el encanto de encontrar a (ios presente. Esto resulta inmediatamente de lo que decamos #ace un instante acerca de la interliga n de las acciones naturales y sobrenaturales en el %undo. )odo crecimiento que yo me confiera, o que yo, confiera a las cosas, se cifra en un aumento de mi poder de amar y en un progreso de la feli ocupacin del 8niverso por *risto. Nuestro trabajo nos aparece sobre todo como un medio de ganar el pan cotidiano. Pero su virtud definitiva es muc#o ms alta. por l completamos en nosotros el propsito de la unin divina/ y por l tambin acrecentamos en cierto modo, con respecto a nosotros, el trmino divino de esta unin, Nuestro 4e1or =esucristo. "s, artistas, obreros, sabios, sea cual fuere nuestra funcin #umana, si somos cristianos, podemos precipitarnos #acia el objeto de nuestro trabajo como #acia una salida abierta a la suprema complecin de nuestros seres. En verdad, sin e$altacin y sin e$ageracin del pensamiento o de palabra, sino por la simple confrontacin de las verdades ms fundamentales de nuestra fe y de la e$periencia, nos encontramos conducidos a esta comprobacin. (ios es accesible, inagotablemente, en la totalidad de nuestra accin. 2 este prodigio de divini acin no tiene comparacin ms que con .la dul ura con que se reali a la metamorfosis, sin perturbar en nada 9&non minuit, sed sacravit'... : la perfeccin y la unidad del esfuer o #umano.

=!"LA PER%ECCIN CRISTIANA DEL ES%UERZO #UMANO


2a decamos que era de temer el que la economa de la accin #umana se viera de derec#o perturbada gravemente por la introduccin de las perspectivas cristianas. 5a b6squeda y la esperan a del *ielo, ;no tienden a desviar a la actividad #umana de sus ocupaciones naturales, o al menos a eclipsar completamente su inters< "#ora vemos cmo puede, cmo debe no ser as. 5a conjuncin de (ios y el %undo acaba de reali arse ante nuestros -jos en el campo de la accin. No, (ios no distrae prematuramente nuestra mirada del trabajo que nos #a impuesto @l mismo, puesto que se presenta a nosotros como accesible gracias a este mismo trabajo. No, (ios no #ace que se desvane ca, en su lu intensa, el detalle de nuestros fines terrestres, puesto que la intimidad de nuestra unin con @l se #alla precisamente en, funcin de la perfeccin precisa que debemos a la menor de nuestras obras. Ejercitmonos #asta la saciedad sobre esta verdad fundamental, #asta que nos sea tan familiar como la percepcin del relieve o la lectura de las palabras. (ios, en lo que tiene de ms viviente y de ms encarnado, no se #alla lejos de nosotros, fuera de la esfera tangible, sino que nos espera a cada instante en la accin, en la obra del momento. En cierto modo, se #alla en la punta de mi pluma, de mi pico, de mi pincel, de mi aguja, de mi cora n y de mi pensamiento. 5levando #asta su 6ltima terminacin natural el rasgo, el golpe, el punto en que me ocupo, apre#ender el Ein 6ltimo a que tiende mi profunda voluntad. 4emejante a estas temibles energas fsicas que el ,ombre llega a disciplinar #asta lograr que realicen prodigios de delicade a, el enorme poder del atractivo divino se aplica a nuestros frgiles deseos, a nuestros microscpicos objetos, sin romper su punta. Esta potencia es e$u!tante y, por tanto, no perturba ni a#oga nada. Es e$ultante/ por tanto, introduce en nuestra vida espiritual un principio superior de unidad, cuyo efecto especfico es, con arreglo al punto de vista que se adopte, santificar el esfuer o #umano o #umani ar la vida cristiana.

a/ La san1i>icacin d0l 0s>u028o 7umano!


No me parece que e$agere al afirmar que para las nueve dcimas partes de los cristianos practicantes, el trabajo #umano no pasa de ser un &estorbo espiritual'. " pesar de la

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prctica de la intencin recta y de la jornada ofrecida (ios cotidianamente, la masa de los fieles abriga oscuramente la idea de que el tiempo pasado en la oficina, en los estudios, en los campos o en la fbrica es tiempo sustrado a la adoracin. Naturalmente que es imposible no trabajar. Pero es tambin imposible pretender entonces esa vida religiosa profunda, reservada a quienes tienen #olgura para re ar o para predicar todo el da. En la vida es posible recuperar algunos minutos para (ios. Pero las #oras mejores quedan absorbidas, o al menos depreciadas, por los cuidados materiales. +ajo el imperio de este sentimiento #ay una masa de catlicos que lleva una e$istencia prcticamente doble o fastidiada. necesitan quitarse el ropaje de #ombre para sentirse cristianos, y a6n slo as cristianos inferiores. (espus de lo que #emos dic#o acerca de las e$tensiones divinas y de las divinas e$igencias del *risto o universal se ponen de manifiesto la inanidad y la legitimidad de la tesis, tan cara al *ristianismo, de la santificacin por el deber de estado. 4in duda, #ay en nuestras jornadas minutos especialmente nobles y preciosos, los de la oracin y los sacramentos. 4in estos momentos de contacto, ms eficaces o ms e$plcitos, la afluencia de la omnipresencia divina y la visin que de ella tenemos, se debilitaran muy pronto, #asta el punto de que nuestra mejor diligencia #umana quedara para nosotros vaca de (ios, aun sin perderse totalmente para el %undo. Pero una ve conferida esta parte celosamente a nuestras relaciones con un (ios, si puedo decirlo as, encontrado &en estado puro' 9es decir, en estado de 4er distinto de todos los elementos de este %undo:, ;cmo temer que la ocupacin ms banal, la ms absorbente, o la ms atractiva, nos fuerce a salir de l< 7epitmoslo. en virtud de la *reacin, y aun ms de la Encarnacin, nada es profano aqu abajo para quien sabe ver. Por el contrario, todo es sagrado para quien distingue, en cada criatura, la parcela elegida de ser, sometida a la atraccin del *risto en vas de consumacin. 7econoced, con ayuda de (ios, la cone$in, incluso fsica y sobrenatural, que enla a vuestro trabajo con la edificacin del 7eino *eleste, ved al propio *ielo sonreros y atraeros a travs de vuestras obras/ y al salir de la iglesia a la ciudad ruidosa, ya no tendris sino la sensacin de seguir sumergindoos en (ios. 4i el trabajo os parece insulso o agotador, refugiaos en el inters inagotable y sedante de progresar en la vida divina. 4i os apasiona, #aced pasar por el, gusto de (ios, a, quien conocis mejor y deseis mejor bajo el velo de sus obras, ese impulso espiritual que os comunica la %ateria. Nunca, en ning6n caso, &que comis o que bebis'... consintis en #acer nada que antes no #ayis reconocido tenga un significado y un valor constructivo en *risto =es6s. Esto no es slo una leccin salvadora cualquiera. con arreglo al estado y la vocacin de cada uno, es la va misma de la santidad. En efecto, ;qu es para una criatura ser santa, sino ad#erirse a (ios con el m$imo de sus fuer as< ;2 qu es ad#erirse a (ios al m$imo sino, en el %undo organi ado en tomo a *risto, cumplir la funcin e$acta, #umilde o eminente a que, por naturale a y sobrenaturalmente, se #alla uno destinado< En la !glesia vemos toda clase de agrupaciones, cuyos miembros se aplican a la prctica perfecta de tal o cual virtud particular. misericordia, desasimiento, esplendor ritual, misin, contemplacin. ;Por qu no #a de #aber tambin #ombres entregados a la obra de dar, con su vida, el ejemplo de la santificacin general del esfuer o #umano< ;,ombres cuyo ideal religioso com6n fuera e$plicitar consciente y completamente las posibilidades o las e$igencias divinas que encierra cualquier ocupacin terrestre< En una palabra, ;#ombres que en el campo del pensamiento, del arte, de la industria, del comercio, de la poltica, etc...., se entregasen a reali ar/ con el sublime espritu que e$igen, las obras fundamentales que son la arma n misma de la sociedad #umana< En torno a nosotros, los progresos &naturales' de que se alimenta la santidad de cada siglo nuevo quedan demasiadas veces abandonados a los #ijos del siglo, es decir, a los agnsticos o a los impos. !nconsciente o involuntariamente, estos 6ltimos colaboran sin duda en el 7eino de (ios y en la perfeccin de los elegidos. sus esfuer os los recupera, superando o corrigiendo intenciones incompletas o malas, "quel &cuya Energa es capa de someterlo todo a s'. Pero esto no es sino un mal menor, una fase provisional en la

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organi acin de las #umanas. (esde las manos que preparan la masa #asta las que la consagran, la gran ,ostia universal no debera ser preparada y manipulada ms que con adoracin. -jal llegue el tiempo en que los ,ombres, alertados sentido de liga n estrec#a que asocia todos los movimientos de este %undo en el 6nico trabajo de la Encarnacin, no puedan ya entregarse a ninguna de sus tareas sin iluminarla con la visin precisa de que su trabajo, por elemental que sea, es recibido y utili ado por un *entro divino del 8niverso. En este momento, a decir verdad, poco distintas sern entre s la vida del claustro y la vida del siglo. 2 en ese momento tan slo la accin de los #ijos del *ielo 9a la ve que la accin de los #ijos del 4iglo: #abr alcan ado la plenitud deseable de su #umanidad.

6/ La 7umani8acin d0l 0s>u028o c2is1iano!


En nuestro tiempo, la gran objecin que se #ace al *ristianismo, la verdadera fuente de desconfian a que #ace impermeables para la !glesia bloques enteros de la ,umanidad, no son precisamente dificultades de orden #istrico o teolgico. Es la sospec#a de que nuestra religin #ace a sus fieles in#umanos. "l %ristianismo, piensan a veces los mejores de entre los gentiles, es malo o es inferior, porque no lleva a sus adeptos allende la 0umanidad, sino que los deja fuera y a su margen. *os a)sla en lugar de fundirlos con la masa. 0ace que se desinteresen, en lugar de hacerles que se apliquen a la tarea com$n. &o los e+alta, por tanto- los minoriza y los falsea. Por lo dems, 1no , es esto lo que ellos mismos confiesan2 !i por ventura uno de sus religiosos, uno de sus sacerdotes se consagra a investigaciones llamadas profanas, tiene siempre buen cuidado de recordar que no se entrega a estas ocupaciones secundarias ms que para acomodarse a una moda o a una ilusi#n, para demostrar que los cristianos no son los ms ignorantes de entre los humanos. "n resumen, cuando con nosotros trabaja un cat#lico, tenemos la impresi#n de que lo hace por condescendencia, sin sinceridad. Parece que se interesa en el trabajo. Pero, en el fondo, por su religi#n, no cree en el esfuerzo humano. !u coraz#n no est ya con nosotros. "l %ristianismo crea desertores y falsos hermanos- he aqu) lo que no podemos perdonarle./ Esta objecin, mortal si fuese verdadera, la #emos puesto en boca de un incrdulo. Pero ;no tiene su eco aqu y all, aun en las almas ms fieles< ;" qu cristiano no le #a ocurrido, al e$perimentar la sensacin de que una capa aislante o glacial le separaba de sus compa1eros incrdulos, formularse con inquietud la pregunta de si no andaba descarriado, de si, en verdad, no #aba perdido el #ilo de la gran corriente #umana< Pues bien, sin negar que e$isten 9por sus palabras muc#o ms que por sus actos: cristianos que dan lugar al reproc#e de que son, si no &enemigos'. por lo menos s &fatigados' del gnero #umano, podemos afirmar, de acuerdo con lo que se #a dic#o ms arriba sobre el valor sobrenatural del esfuer o terrestre, que esta actitud procede en ellos de una comprensin incompleta y no, desde luego, de una perfeccin cierta de la religin. ;Nosotros desertores< ;Escpticos sobre el futuro del %undo tangible< ;"squeados del trabajo #umano< B0u poco nos conocisC... 4ospec#is que no somos partcipes de vuestras ansiedades, de vuestras esperan as, de vuestra e$altacin en la penetracin de los misterios y en la conquista de las energas terrestres. &)ales emociones ?decs? no pueden ser compartidas ms que por los que luc#an juntos por la e$istencia/ a#ora bien, vosotros los cristianos #acis profesin de estar ya salvados.' *omo si para nosotros, tanto y a6n ms que para vosotros, no fuera cuestin de vida o muerte que la )ierra triunfe a6n en sus fuer as ms naturales. Para vosotros 9y en esto, justamente no sois todava bastante #umanos, no llegis #asta el lmite de vuestra #umanidad: slo se trata del $ito o del fracaso de una realidad que, incluso

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concebida bajo los rasgos de cierta super#umanidad, contin6a siendo vaga y precaria. Para nosotros, en sentido autntico, se trata de la complecin y del triunfo del mismo (ios. ,ay una cosa tremendamente decepcionante, y en esto estoy de acuerdo con vosotros/ y es que muc#os cristianos, demasiado poco conscientes de las responsabilidades &divinas' de su vida, viven como los dems #ombres, a medio esfuer o, sin conocer ni el aguijn ni la embriague que suscita la promocin del 7eino de (ios desde todos los campos #umanos. Pero entonces no debis criticar ms que nuestra propia debilidad. En nombre de nuestra fe, tenemos el derec#o y el deber de apasionarnos por las cosas de la )ierra. *omo vosotros, y aun mejor que vosotros 9porque de todos yo soy el que puede prolongar al infinito, conforme a las e$igencias de m querer actual, las perspectivas de mi esfuer o:, yo quiero entregarme, en alma y cuerpo, al sagrado deber de la !nvestigacin. E$ploremos todas las murallas. !ntentemos todos los caminos. Escrutemos todos los abismos. Ni#il intentatum... (ios lo quiere, puesto que #a querido necesitarlo. ;4ois #ombres< &Plus et ego.' &Plus et ego.' No lo dudemos. En este tiempo, en que se despierta legtimamente, en una ,umanidad a punto de #acerse adulta, la conciencia de su fuer a y de sus posibilidades, uno de los primeros deberes apologticos del cristiano es mostrar por la lgica de sus miras religiosas, y aun ms por la lgica de su accin, que (ios encarnado no #a venido a disminuir en nosotros la responsabilidad magnifica ni la esplndida ambicin de #acernos nosotros mismos. 7epito. Non minuit, sed sacravit. No, el *ristianismo no es como se #ace ver, o como se practica a veces, una carga suplementaria de prcticas y de obligaciones que vienen a #acer ms duro y ms gravoso el peso, de por s tan pesado, de la vida social, o a multiplicar las trabas, de por s ya tan parali antes, de la misma. En verdad es un arma poderosa que confiere una significacin, una elegancia y una gracilidad nuevas a lo que ya venamos #aciendo. !ndudablemente nos encamina #acia cimas imprevistas. Pero la pendiente que conduce a ellas est de tal manera ajustada a la que ya estbamos subiendo naturalmente, que nada #ay en el cristiano ms definitivamente #umano 9como veremos a#ora: que su propio desasimiento.

?!"EL DESASIMIENTO POR LA ACCIN


)odo cuanto acabamos de decir sobre la divini acin intrnseca del esfuer o #umano no parece que sea discutible entre cristianos, puesto que para establecerlo nos #emos limitado a tomar en su justo rigor y a confrontarlas entre s unas verdades tericas y prcticas reconocidas por todos. 4in embargo, algunos lectores, incluso sin #allar un vicio concreto en nuestro ra onamiento, acaso se sientan vagamente desconcertados o inquietos ante un cristiano en el que se confiere una parte tan grande a la preocupacin por el desarrollo #umano y a la conquista de mejoras terrestres. )engan estos lectores la bondad de no olvidar que tan slo #emos recorrido la mitad del camino que conduce a la monta1a de la )ransfiguracin. ,asta aqu no nos #emos ocupado ms que de la parte activa de nuestras vidas. En, es decir, en el captulo de las pasividades y de las disminuciones, vamos a ver descubrirse aun ms ampliamente los bra os dominadores de la *ru . 4in embargo, observemos que en la actitud tan optimista, tan amplia, que acabamos de perge1ar, se disimula una renuncia autntica y profunda. 0uien se entrega al deber #umano siguiendo la frmula cristiana, aun cuando e$teriormente pueda parecer inmerso en las cuitas de la )ierra, es en el fondo de s mismo un gran, desasido. En s, por naturale a, el trabajo es un factor m6ltiple de desasimiento para cuantos se entregan a l sin rebelarse, con fidelidad. En primer lugar, implica esfuer o, victoria sobre la inercia. Por interesante y por espiritual que sea 9cuanto ms espiritual es, podra decirse:, el trabajo es un alumbramiento doloroso. El #ombre slo escapa al terrible aburrimiento del deber montono y banal, ms que enfrentndose con las ansiedades y la tensin interior de la &creacin'. *rear u organi ar energa material, verdad o belle a, es un tormento interior que le roba, a quien se aventura en ello, la vida pacfica y

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replegada, donde propiamente anida el vicio del egosmo y del apego. No slo para ser un buen obrero de la )ierra debe el #ombre saber abandonar su tranquilidad y su reposo/ sino que le es preciso saber renunciar incesantemente, mediante formas mejores, a las prcticas primeras de su industria, de su arte, de su pensamiento. (etenerse a go ar, a poseer sera una falta contra la accin. 8na y otra ve #ay que superarse, desprenderse de s mismo, dejar tras uno, en cada instante, los proyectos ms queridos. "#ora bien, siguiendo esta ruta, que no es tan distinta como pueda parecer a primera vista del camino real de la *ru , el desasimiento no consiste slo en la sustitucin continua de un objeto por otro objeto del mismo orden, como los Hilmetros sobre una carretera llana se suceden. En virtud de un maravilloso poder ascendente encerrado en las cosas 9que anali aremos ms en detalle al #ablar del &poder espiritual de la %ateria':, cada realidad alcan ada y superada nos permite acceder al descubrimiento y a la prosecucin de un ideal de calidad espiritual superior. " quien despliega convenientemente sus velas al soplo de la )ierra, una corriente le fuer a a salir cada ve ms a alta mar. *uanto ms nobles son los deseos y las acciones de un #ombre, ms avide tiene de las cosas grandes y sublimes. Pronto ni su familia, ni su pas, ni el aspecto remunerador de su actividad sern ya plenamente satisfactorios. Necesitar crear organi aciones generales, abrir caminos nuevos, defender grandes *ausas, descubrir verdades, tener un !deal que sostener y mantener. "s, poco a poco, el obrero de la )ierra deja de pertenecerse a s mismo. Poco a poco, el gran soplo del 8niverso, que le penetr por el resquicio de una accin #umilde, pero fiel, le dilata, le eleva, le transporta. En el cristiano, si sabe sacar partido de los recursos de su fe, estos efectos alcan an su paro$ismo y su coronacin. 2a lo #emos visto. desde el punto de vista de la realidad, de la precisin, del esplendor del trmino 6ltimo que debemos enfocar siempre a travs incluso del menor de nuestros actos, nosotros, los discpulos de *risto, somos los ms afortunados de entre los ,ombres. El cristiano reconoce que es misin suya divini ar al %undo en =esucristo. En l, pues, el proceso natural que impele a la accin #umana, de ideal en ideal, #acia objetivos cada ve ms consistentes y universales, llega a su plenitud completa gracias al apoyo de la 7evelacin. En consecuencia, el desasimiento por la accin debe alcan ar en l su m$imo de eficacia. 2 esto es absolutamente cierto. )al como lo #emos concebido en estas pginas, el cristiano es al mismo tiempo el ms apegado y el ms desapegado de los #ombres. *onvencido, ms que cualquier &mundano', del valor y del inters insondables que se ocultan bajo la ms mnima de las conquistas terrestres, el cristiano se #alla persuadido al mismo tiempo, lo mismo que cualquier anacoreta, de la nulidad de todo $ito, si se considera tan slo a ste como una ventaja individual 9o incluso universal: fuera de (ios. (ios, y slo (ios, es a quien busca a travs de la realidad de las criaturas. Para el cristiano, el inters se #alla verdaderamente en las cosas, pero en dependencia absoluta de la presencia de (ios en ellas. 5a lu celeste se #ace tangible y accesible para l en el cristal de los seres/ pero l slo quiere la lu / y si la lu se apaga, porque el objeto es despla ado, superado o se despla a, la sustancia ms preciosa no es entonces a sus ojos ms que ceni a. "s, #asta en l mismo y en los desarrollos ms que personales que se otorga, no es a s mismo a quien busca, sino al ms 3rande que l, al que se sabe destinado. En verdad, l ya no cuenta a su propia mirada/ ya no e$iste/ se #a olvidado y perdido en el esfuer o mismo que le perfecciona. No es ya el tomo que vive, sino el 8niverso que est en l.. No slo #a encontrado a (ios dentro del campo entero de sus actividades tangibles, sino que en el curso de esta primera fase de su desarrollo espiritual, el %edio divino que #a descubierto, absorbe sus fuer as en la medida misma en que stas #an conquistado ms laboriosamente su propia individualidad.

SE@UNDA PARTE
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LA DIVINIZACION DE LAS PASIVIDADES


El ,ombre, al propio tiempo que se ve llevado por el desarrollo de sus fuer as a descubrir metas cada da ms elevadas y amplias para su accin, tiende a #allarse dominado por el objeto de sus conquistas/ y como =acob, en su cuerpo a cuerpo con el >ngel, acaba por adorar aquello contra lo que luc#aba. 5e subyuga la magnitud de lo que l #a desvelado y desencadenado. 2 por su naturale a de elemento se ve llevado a reconocer que, en el acto definitivo que #a de reunirle al )odo, los dos trminos de la 8nin son desmesuradamente desiguales. @l, siendo el ms peque1o, #a de recibir ms que dar. 2 es as como se #alla preso por lo que pens apresar. El *ristiano, que es, por derec#o, el primero y ms #umano de los ,ombres, se #alla ms sometido que nadie a la conmocin psicolgica que en toda criatura inteligente funde de manera insensible la alegra de obrar en el deseo de sentir, la e$altacin de #acerse a s mismo, en el ardor de morir en otro. (espus de #aber sido sobre todo sensible a los atractivos de la 8nin con (ios mediante la accin, empie a a concebir y a desear una faceta complementaria, una fase ulterior a su comunin. aquella en que no tanto se desarrollar en s mismo, cuanto se perder en (ios. 5as posibilidades y la reali acin de este perfeccionamiento en la entrega no #a de buscarlas muy lejos de s mismo. 4e le presentan en todo instante ?le sitian, #abra qu decir?, en toda la e$tensin y profundidad de las sujeciones innumerables que nos convierten en servidores ms que en due1os del 8niverso. ,a llegado el momento de e$aminar a#ora el n6mero, la naturale a y la posible divini acin de nuestras pasividades.

!"EXTENSIN) PRO%UNDIDAD $ DIVERSAS %ORMAS DE LAS PASIVIDADES #UMANAS


"l iniciar este estudio recordbamos cmo las pasividades constituyen la mitad de la e$istencia #umana. Esta e$presin significa sencillamente que todo cuanto en nosotros no se reali a por definicin, se siente. Pero esto en nada preju ga las proporciones con arreglo a las que se dividen en nuestro campo interior, accin y pasin. En efecto, las dos partes, activa y pasiva, de nuestras vidas son e$traordinariamente desiguales. En nuestras perspectivas, la primera ocupa el primer lugar, porque nos resulta ms agradable y ms perceptible. Pero, en realidad, la segunda es inconmensurablemente la ms e$tensa y la ms profunda. En primer lugar, las pasividades acompa1an sin tregua nuestras operaciones conscientes a ttulo de reacciones que dirigen, sostienen o encuadran nuestros esfuer os. 2 por ello slo doblan necesaria y e$actamente la e$tensin de nuestra actividad. Pero su ona de influencia se e$tiende muc#o ms all de estos estrec#os lmites. 4i nos fijamos, Demos, en efecto, con cierto estremecimiento, que no ascendemos a la refle$in y a la libertad mas que por la finsima punta de nosotros mismos. Nos conocemos y nos regimos aunque sea dentro de un radio increblemente peque1o. !nmediatamente ms all empie a una noc#e impenetrable y, no obstante, saturada de presencias. la noc#e de todo cuanto est en nosotros y en torno a nosotros, sin nosotros y a pesar de nosotros. En esta oscuridad, tan vasta, plena, turbia y compleja como el pasado y el presente del 8niverso, no nos #allamos inertes/ reaccionamos, puesto que e$perimentamos. Pero esta reaccin, que se produce, sin control por nuestra parte, por medio de una prolongacin desconocida de nuestro ser, forma tambin parte de nuestras pasividades, #umanamente #ablando. En verdad, a partir de cierta distancia, todo es negrura y, sin embargo, todo

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est lleno de ser en torno a nosotros. ,e aqu las tinieblas cargadas de promesas y amena as, que el cristianismo #abr de iluminar y de animar con la Presencia divina. En medio de las energas confusas que pueblan esta noc#e cambiante, nuestra sola aparicin determina, inmediatamente, la formacin de dos grupos que nos asaltan y que e$igen ser tratados de modo muy diferente. Por un lado, las fuer as amigas y favorables, que sostienen nuestro esfuer o y nos dirigen #acia el $ito. son las &pasividades de crecimiento'. Por otro, fuer as enemigas, que interfieren penosamente con nuestras tendencias, arrastran o desvan nuestra marc#a #acia el ser ms, reducen nuestras capacidades reales aparentes de desarrollo. son las &pasividades de disolucin'. Enfrentmonos sucesivamente con las unas y con otras/ y considermoslas cara a cara, #asta que en el fondo de sus ojos, seductores, ine$presivos u #ostiles, veamos cmo se enciende la mirada bendita de (ios.

'" LAS PASIVIDADES DE CRECIMIENTO $ LAS DOS MANOS DE DIOS


Nos parece tan natural el #ec#o de crecer que no pensamos, generalmente, en distinguir nuestra accin de las fuer as que la alimentan, ni tampoco de las circunstancias que favorecen su $ito. 2, sin embargo, &quid #abes quod non accepisti<' 9;qu posees t6 que antes no #ayas recibido<:. E$perimentemos la Dida en nosotros tanto o qui ms que la %uerte. Penetremos en lo ms secreto de nosotros mismos. *ircundemos nuestro ser. +usquemos, afanosamente, el ocano de fuer as que padecemos y en las que nuestro crecimiento se #alla como inmerso. Es un ejercicio saludable. la profundidad y la universalidad de nuestras relaciones formarn la intimidad envolvente de nuestra *omunin. ... "s, pues, acaso por ve primera en mi vida 9Byo, que se supone medito todos los dasC:, tom una lmpara y abandonando la ona, en apariencia clara, de mis ocupaciones y de mis relaciones cotidianas, baj a lo ms ntimo de m mismo, al abismo profundo de donde percibo, confusamente, que emana m poder de accin. "#ora bien, a medida que me alejaba de las evidencias convencionales que iluminan superficialmente la vida social, me di cuenta de que me escapaba de mi mismo. " cada pelda1o qu descenda, se descubra en m otro personaje, al que no poda denominar e$actamente y que ya no me obedeca. 2 cuando #ube de detener mi e$ploracin, porque me faltaba suelo bajo los pies, me #all sobre un abismo sin fondo, del que surga, viniendo yo no s de dnde, el c#orro que me atrevo a llamar mi vida. ;0u ciencia podr nunca revelar al ,ombre el origen, la naturale a, el rgimen de la potencia consciente de voluntad y de amor de que est #ec#a su vida< 4in duda, no es ni nuestro esfuer o, ni el esfuer o de nadie en torno a nosotros, el que #a desencadenado esta corriente. )ampoco es nuestra solicitud, ni la de ning6n amigo, la que puede prevenir en ella un bajn o regular su ebullicin. Podemos, poco a poco, tra ar a lo largo de generaciones los antecedentes parciales del torrente que nos al a. Podemos, adems, mediante determinadas disciplinas o ciertos e$citantes, fsicos o morales, regular o agrandar el orificio por el que se escapa en nosotros. Pero ni por esta geografa ni por estos artificios podremos llegar a captar las fuentes de la Dida, ya sea con el pensamiento, ya sea con la prctica. %e recibo muc#o ms que me #ago a m mismo. El ,ombre, dice la Escritura, no puede a1adir una sola pulgada a su talla. 2 todava menos puede aumentar en una sola unidad el ritmo fundamental que regula la maduracin de su espritu y de su cora n. En 6ltima &instancia, la vida profunda, la vida fundamental, la vida naciente se nos escapan en absoluto. Eue entonces cuando, emocionado con mi propio descubrimiento, quise salir a la lu del da, olvidar el enigma inquietante en el entorno confortador de las cosas familiares, volver a empe ar a vivir en superficie, sin sondear imprudentemente los abismos. Pero #e aqu que, bajo el propio espectculo de

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las agitaciones #umanas, vi reaparecer ante mis ojos avisados al (esconocido de quien quera #uir. Esta ve no se me ocultaba en el fondo de un abismo. se disimulaba a#ora bajo la multitud de a ares entretejidos, en donde se forma la urdimbre del 8niverso y la de mi peque1a individualidad. Pero era el mismo misterio. yo lo #e reconocido. Nuestro espritu se conmueve cuando intentamos medir la profundidad del %undo por debajo de nosotros. Pero vacila tambin cuando intentamos enumerar las probabilidades favorables cuya confluencia constituye a cada instante el $ito y aun la conservacin del menor de los vivientes. )ras la conciencia de ser otro, y aun alguien mayor que yo, #ay otra cosa que me #a producido vrtigo. la improbabilidad suprema, la inverosimilitud formidable de #allarme yo mismo e$istiendo en el seno de un %undo logrado. En este momento, como cualquiera que quisiese #acer la misma e$periencia interior, #e sentido que sobre m Planeaba la angustia esencial del tomo perdido en el 8niverso, la angustia que diariamente #unde las voluntades #umanas bajo el n6mero agobiante de los vivientes y de los astros. 2 si #ay algo que me #aya salvado, es escuc#ar la vo evanglica, garanti ada por $itos divinos, que me deca desde lo ms profundo de la noc#e. &Ego sum, noli timere' 9&2o soy, no temas':. 4i, (ios mo, lo creo. y lo creo tanto ms gustosamente cuanto que en ello no se juega slo mi tranquilidad, sino mi reali acin/ eres )6 quien est en el origen del impulso, y, en el trmino de esa atraccin, a la cual, durante toda mi vida, no #ago otra cosa sino favorecer en su impulso primero y en sus desarrollos. 2 eres )6 tambin quien vivifica para m, con tu omnipresencia 9muc#o mejor que lo #ace mi espritu por la %ateria que l anima:, las miradas de influencias de que en todo instante soy objeto. En la vida que brota en m, en esta %ateria que me sostiene, #allo algo todava mejor que tus dones. te #allo a ) mismo/ a )i, que me #aces participar de tu, 4er y que me moldeas. En verdad, en la regulacin y la modulacin iniciales de mi fuer a vital, en el juego favorablemente continuo de las causas segundas toco, lo ms cerca posible, las dos caras de tu accin creadora/ me encuentro con tus dos maravillosas manos y las beso. la mano que apre#ende tan profundamente que llega a confundirse en nosotros con las fuentes de la Dida, y la que abra a tan ampliamente que a su menor presin los resortes todos del 8niverso se pliegan armoniosamente a un tiempo. Por su misma naturale a, estas felices pasividades que son para m la voluntad de ser, el gusto por ser esto o aquello, y la oportunidad de reali arme a mi gusto, se #allan cargadas de tu influencia/ una influencia que pronto se me aparecer ms distintamente como la energa organi adora del *uerpo mstico. Para comulgar contigo en estas pasividades, con una comunin bsica fontanal 9la *omunin en las fuentes de la Dida:, slo #e de reconocerte en ellas, y pedirte que permane cas en ellas ms y ms. -# )6, cuya llamada precede al primero de nuestros movimientos, concdeme, (ios mo, el deseo de desear ser, a fin de que por esta divina sed misma que me #as dado, se abra en m ampliamente el acceso a las grandes fuentes. El gusto sagrado del ser, esta energa primordial, este primero de nuestros. puntos de apoyo, no me lo quites, (ios mo. &4piritu principali confirma me.' 2 )6, adems, )6, cuya sabidura amante me forma a partir de todas las fuer as y de todos los a ares de la )ierra, permteme que esboce un gesto cuya eficacia plena se me apare ca frente a las fuer as de disminucin y de muerte/ #a que tras #aber deseado, crea, crea ardientemente, crea en tu presencia activa sobre todas las cosas. 3racias a )i, esta espera y esta fe estn ya llenas de virtud operante. Pero cmo podr testimoniarte y probarme a m mismo, mediante un esfuer o e$terior, que no soy de los que dicen tan slo a flor de labios. &B4e1or, 4e1orC' *olaborar en tu accin previsora, y lo #ar de modo doble. Primero, responder a tu inspiracin profunda que me ordena e$istir, teniendo cuidado de nunca a#ogar, ni desviar, ni desperdiciar mi fuer a de amar y de #acer. 2 luego, a, tu Providencia envolvente, que me indica en todo instante, por los acontecimientos del da, el paso siguiente que #e de dar, el escaln que #e de subir a

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esta Providencia me unir mediante el cuidado de no perder ocasin alguna d subir &#acia el espritu'. *ada una de nuestras vidas est como tren ada por estos dos #ilos. el #ilo del desarrollo interior, siguiendo el cual se forman gradualmente nuestras ideas, afectos, actitudes #umanas y msticas/ y el #ilo del $ito e$terior, siguiendo el cual nos #allamos en cada momento en el punto preciso en donde converger, para producir en nosotros el efecto esperado por (ios, el conjunto de las fuer as del 8niverso. (ios mo, para que me #allis en todo minuto tal cual me deseis, all donde me esperis, es decir, para que me apre#endis plenamente ?por el interior y por el e$terior de m mismo?, #a que jams pueda yo romper este doble #ilo de mi vida.

+!"LAs PASIVIDADES DE DISMINUCIN


!i al ocuparnos aqu) del 3al no hablamos ms e+pl)citamente del Pecado, es porque el objeto de estas pginas consiste en mostrar c#mo todas las cosas pueden ayudar al fiel a unirse con ios, no teniendo que ocupamos directamente de lo que es un acto malo, es decir, un gesto positivo de disminuci#n. "l Pecado aqu) no nos interesa ms que por las debilidades, las desviaciones que dejan en nosotros nuestras faltas personales 4incluso lloradas5, o bien por los dolores y los escndalos que nos infligen las faltas del pr#jimo. Ahora bien, desde este punto de vista, el Pecado nos hace sufrir, y as) puede ser transformado, lo mismo que los dems dolores. 0e aqu) por qu 3al f)sico y 3al moral, casi sin establecer distinci#n entre ellos, estn aqu) situados en el mismo cap)tulo de las pasividades de disminuci#n.

"d#erir a (ios, oculto bajo los poderes internos y e$ternos que animan nuestro ser y lo sostienen en su desarrollo, es finalmente abrirse y confiarse a todos los alientos de la vida. 7espondernos, &comulgamos' en las pasividades de crecimiento mediante nuestra fidelidad para actuar., "s, por el deseo de e$perimentar a (ios, nos #allamos llevados al amable deber de superarnos. ,a llegado el momento de sondear el lado decididamente negativo de nuestras e$istencias, ese lado en el que nuestra mirada, por lejos que busque, no discierne ya ning6n resultado feli , ninguna terminacin slida para cuanto nos sucede. 0ue (ios sea apre#ensible en y por toda vida parece fcil de comprender. Pero, ;(ios puede #allarse tambin en y por toda muerte< ,e aqu algo desconcertante. 2, sin embargo, #e aqu lo que es preciso llegar a reconocer, con la mirada #abitual y prctica, so pena de permanecer ciegos a lo que #ay de ms especficamente cristiano en las perspectivas cristianas, y so pena tambin de escapar al contacto divino por una de las facetas ms e$tensas y ms receptivas de nuestra vida, 5as potencias de disminucin son nuestras verdaderas pasividades. 4u n6mero es inmenso, sus formas infinitamente variadas, su influencia continua. Para fijar nuestras ideas y dirigir nuestra meditacin las dividiremos aqu en dos partes, que corresponden a las formas bajo las que ya nos, aparecieron las fuer as de crecimiento. las disminuciones de origen interno y las disminuciones de origen e$terno. 5as Pasividades de la disminucin e$ternas son todos nuestros obstculos. 4igamos mentalmente el curso de nuestra vida y las veremos surgir por todas partes. ,e aqu la barrera que detiene, o la muralla que limita. ,e aqu la piedra que desva o el obstculo que frena. ,e aqu el microbio o la palabra imperceptible que matan al cuerpo o infectan al espritu. !ncidentes, accidentes, de toda gravedad y de toda suerte, interferencias dolorosas 9molestias, c#oques, amputaciones, muertes ... : entre el %undo de las &dems' cosas y el mundo que irradia a partir de nosotros. 2, sin embargo, cuando el grani o, el fuego, los bandidos le quitaron a =ob todas sus rique as y le dejaron sin familia, 4atans pudo decir a (ios. &Dida por vida, el #ombre se resigna a perderlo todo, con tal de conservar su pellejo. )oca tan slo al cuerpo de tu siervo, y ya vers si te bendice o no.' No es muc#o, en cierto sentido, que se nos vayan las cosas, porque

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siempre podemos figurarnos que retornarn a nosotros. 5o terrible es evadirnos de las cosas por una disminucin interior y adems irreversible. ,umanamente #ablando, las pasividades de disminucin internas forman el residuo ms negro y ms desesperadamente in6til de nuestros a1os. 8nas nos acec#aron y nos apresaron en nuestro primer despertar. defectos naturales, inferioridades fsicas, intelectuales o morales, por las que el campo de nuestra actividad, de nuestros goces, de nuestra visin, se #a visto limitado implacablemente desde el nacimiento y para toda la vida. -tras nos esperaban ms tarde, brutales como un accidente, solapadas como una enfermedad. )odos, un da u otro, tuvimos o tendremos conciencia de que alguno de estos procesos de desorgani acin se #a instalado en el cora n mismo de nuestra vida. 8nas veces son las clulas del cuerpo las que se rebelan o, se corrompen. -tras son los propios elementos de nuestra personalidad los que parecen discordantes o emancipados. 2 entonces asistimos, impotentes, a depresiones, rebeliones, tiranas internas, all donde no #ay influencia amiga alguna que pueda venir en nuestro socorro. Porque si bien podemos, evitar ms o menos completamente, por fortuna, las formas crticas de estas invasiones, que vienen del fondo de nosotros mismos a matar irresistiblemente la fuer a, la lu o el amor de que vivimos, #ay una alteracin lenta y esencial a la que no podremos escapar. la edad, la veje , que de instante en instante nos sustraen a nosotros mismos para empujarnos #acia el fin. (uracin que retrasa la posesin, duracin que nos arranca a la alegra, duracin que #ace de todos nosotros unos condenados a muerte. ,e aqu la pasividad formidable del transcurso del tiempo... En la muerte, como en un ocano, vienen a confluir nuestras disminuciones bruscas o graduales. 5a muerte es el resumen y la consumacin de todas nuestras disminuciones. es el mal ?mal simplemente fsico, en la medida en que resulta orgnicamente de la pluralidad material en que nos #allamos inmersos, pero mal moral tambin, puesto que esta pluralidad desordenada, fuente de todo roce y toda corrupcin, se engendra, en la sociedad o en nosotros mismos, debido al falso empleo de nuestra libertad. 4uperemos la %uerte descubriendo a (ios en ella. 2 lo (ivino se #allar con ello instalado en el cora n de nosotros mismos, en el 6ltimo reducto que pareca poder escaprsele. "qu, como en el caso de la &divini acin' de nuestras actividades #umanas, nos encontraremos con que la fe cristiana es absolutamente formal en sus afirmaciones y en su prctica. *risto #a vencido a la muerte, no slo reprimiendo sus desafueros, sino embotando su aguijn. Por virtud a la 7esurreccin nada #ay que mate necesariamente, sino que todo en nuestras vidas es susceptible de convertirse en contacto bendito de las manos divinas y en bendita influencia de la Doluntad de (ios. En todo instante, y por muy comprometidos que nos tengan nuestras faltas, o por desesperada que sea nuestra situacin debido a las circunstancias, podemos reajustar el %undo en torno a nosotros mediante una reparacin completa y continuar favorablemente nuestra vida. &(iligentibus (eum omnia convertuntur in bonurn.' )al es el #ec#o que domina toda e$plicacin y toda discusin. Pero tambin aqu, como cuando se trat de salvar el valor del esfuer o #umano, nuestro espritu quiere justificar ante s mismo sus esperan as, para mejor abandonarse a ellas. &0uomodo fiet istud<' Esta b6squeda es tanto ms necesaria cuanto que la actitud cristiana frente al %al se presta muc#simo a temibles equivocaciones. 8na interpretacin falsa de la resignacin cristiana, as como una falsa idea del desasimiento cristiano, #acen que gran n6mero de 3entiles odien lealmente el Evangelio, porque se les #ace antiptico. Preguntmonos cmo, y en qu condiciones, nuestras muertes aparentes, es decir, los despojos de nuestra e$istencia, pueden integrarse en el establecimiento, en tomo a nosotros, del 7eino y el %edio divinos. Para ello nos ser conveniente distinguir mentalmente dos fases, dos tiempos, en el proceso que termina en la transfiguracin de
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?nuestras disminuciones. El primero de estos tiempos es el de la luc#a contra el mal. El segundo, el de la derrota y su transfiguracin.

a/ La luc7a con Dios con12a 0l Mal!


(ice el cristiano cuando sufre. &(ios me #a tocado' Este decir es plenamente verdadero. Pero resume en su simplicidad toda una serie compleja de operaciones, slo al trmino de las cuales puede ser pronunciado. 4i en la #istoria de nuestros encuentros con el %al intentamos separar lo que llaman los escolsticos &instantes de naturale a', #abremos de decir para comen ar todo lo contrario. &(ios desea liberarme de este aminoramiento, (ios quiere que yo le ayude a alejar de m este cli .' 5uc#ar contra el %al, reducir al mnimo el %al 9incluso el simplemente fsico: que nos amena a, tal es sin duda el primer gesto de nuestro Padre que est en los cielos/ de otro modo no es posible concebir ni menos amar a nuestro Padre. 4, es una visin e$acta ?y adems estrictamente evanglica? de las cosas, la de pensar que la Providencia se #alla en el curso de las edades atenta a evitar las #eridas del %undo y dispuesta a curarle de sus #eridas. " lo largo de los siglos es en verdad (ios, de acuerdo con el ritmo general del progreso, quien suscita a los grandes bien#ec#ores y a los grandes mdicos. Es (ios quien anima, aun entre los ms incrdulos, la b6squeda de todo lo que alivia y de todo lo que sana. ;No reconocen los #ombres instintivamente esta divina Presencia, ellos, cuyos odios se aplacan y sus objeciones ceden a los pies de cualquier libertador de su cuerpo o de su espritu< No lo dudemos. En el primer contacto con la disminucin no podramos #allar a (os de otro modo que detestando lo que nos cae encima y #aciendo cuanto est en nuestra mano para esquivarlo. *uanto ms rec#acemos el sufrimiento, en ese momento, con todo nuestro cora n y toda la fuer a de nuestros bra os, ms nos ad#eriremos entonces al cora n y a la accin de (ios. 4in rebelin y sin amargura, sino con una tendencia anticipada a la aceptacin y a la resignacin final. Evidentemente, es difcil separar los dos &instantes de la naturale a' sin deformarlos un tanto en su descripcin. -bservemos que es evidente la necesidad de este estudio inicial de resistencia frente al %al. y esto lo admite todo el mundo. Nadie puede considerar como Doluntad de (ios inmediata el fracaso consecutivo a la pere a, la enfermedad contrada por imprudencia injustificada, etc...

6/ Nu0s12a a4a20n10 d022o1a : su 12ans>i;u2acin


Puesto que tenemos a (ios por aliado, estamos siempre seguros de salvar nuestra alma. Pero demasiado bien sabemos que nada nos garanti a que podamos evitar siempre el dolor y aun ciertos fracasos interiores mediante los cuales podemos imaginar que #emos, malogrado nuestra vida. En todo caso, a todos nos toca envejecer y morir. Esto significa que, en un momento o en otro, por estupenda que sea nuestra resistencia, percibimos que la presin de fuer as aminorantes ?contra las que estamos luc#ando? domina poco a poco nuestras potencias de vida y da con nosotros en tierra, fsicamente vencidos. Pero ;cmo podemos ser vencidos, si (ios luc#a con nosotros< - bien, ;qu significa esta derrota< El problema del %al, es decir, la conciliacin de nuestras decadencias, incluso simplemente fsicas, con la bondad y la fuer a creadoras ser siempre, para nuestros espritus y nuestros cora ones, uno de los misterios ms inquietantes del 8niverso. Para ser comprendidos, los dolores de la criatura 9lo mismo que la pena del condenado: supondran en nosotros una apreciacin de la naturale a y del valor del &ser participado' qu no podemos tener, porque carecemos de trminos de comparacin. 4in embargo, entrevemos esto. por un lado, la obra emprendida por (ios de unir a s mismo ntimamente a los seres creados, supone en stos una lenta preparacin, a lo largo de la cual 9ya e$istentes, pero todava no terminados: no pueden escapar por su naturale a a los peligros 9agravados por una falta original: que lleva consigo la organi acin imperfecta de lo %6ltiple en ellos y en torno a ellos/ por otro lado, por el #ec#o de que la

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victoria definitiva del +ien sobre el %al no pueda alcan arse ms que en la organi acin total del %undo, nuestras vidas individuales, infinitamente breves, no pueden beneficiarse aqu abajo del acceso a la )ierra Prometida. 4omos semejantes a esos soldados que caen en el curso del ataque del que saldr la Pa . (ios no es vencido una primera ve por nuestra derrota, porque si bien parece que sucumbimos individualmente, el %undo, en el que revivimos, triunfa a travs de nuestros muertos. Pero este primer aspecto de su victoria, suficiente para afirmar la omnipotencia de su bra o, se completa mediante otra manifestacin de su dominacin universal, acaso ms directa, y sin duda ms inmediatamente tangible para cada uno de nosotros. Precisamente en virtud de sus perfecciones, (ios no puede #acer que los elementos de un %undo en vas de crecimiento, o por lo menos de un %undo cado en va de reascensin, se libren de c#oques y de disminuciones, incluso morales. &necessarium est ut scandala eveniant'. Pues bien, se recuperar ?se vengar, valga el trmino? #aciendo que el propio mal, que el estado actual de la *reacin no le permite suprimir inmediatamente, sirva a sus fieles para un bien superior. 4emejante a un artista que supiera sacar partido de un defecto o de una impure a para lograr, en la piedra que esculpe o el bronce que funde, lneas ms e$quisitas o un ms bello sonido, (ios, con tal que nos entreguemos a @l amorosamente, sin alejar de nosotros las muertes parciales, ni la muerte final, que esencialmente forman parte de nuestra vida , las transfigura al integrarlas en un plano mejor. 2 a esta transformacin estn no slo admitidos nuestros males inevitables, sino tambin nuestras faltas, incluso las ms voluntarias, con tal de que las lloremos. Para quienes buscan a (ios, no todo es inmediatamente bueno, pero s es susceptible todo de llegar a serlo. &-mnia convertuntur in bonum' ;Por qu procesos, a travs de qu fases opera (ios osta maravillosa transformacin de nuestras muertes en una vida mejor< Por analoga con lo que nosotros mismos podemos reali ar y refle$ionando sobre lo que #a sido siempre la actitud y la ense1an a prctica de la !glesia frente al sufrimiento #umano, sanos aqu permitido intentar alguna conjetura. Puede decirse que la Providencia convierte para sus creyentes el %al en +ien siguiendo tres modos principales. Puede que un fracaso #aga derivar nuestra actividad #acia objetos o #acia un marco ms favorables, si bien siempre dentro del plano del triunfo #umano que perseguimos. "s se nos representa a =ob, cuya felicidad nueva supera a la antigua. -tras veces, y es lo ms frecuente, la prdida que nos aflige nos obligar a buscar la satisfaccin de nuestros frustrados deseos en un campo menos material, al abrigo de los gusanos y del mo#o. 5a #istoria de los santos, y en general la de todos los personajes clebres por su inteligencia o su bondad, se #alla llena de estos. casos en que vemos salir al #ombre, engrandecido, templado, renovado tras una prueba o incluso una cada, que parecan deber apocarle o derrotarle para siempre. Entonces, el fracaso desempe1a para nosotros el papel del timn de profundidad en el avin, o si se prefiere de la podadera para la planta. *anali a nuestra savia interior, pone de relieve los &componentes' ms puros de nuestro ser, de manera que ascendemos ms, y ms derec#amente. El fracaso, incluso moral, se trueca tambin en $ito, que, aun con toda su espiritualidad, resulta e$perimentalmente sentido. "nte 4an "gustn, 4anta %ara %agdalena o 4anta 5udivina, nadie duda en pensar. &Eeli$ dolor', o &Eeli$ culpa'. (e manera que, incluso #asta en este punto, seguimos &comprendiendo' a la Providencia. Pero #ay casos ms difciles 9y precisamente son los ms corrientes:, en donde nuestra sabidura queda por completo desconcertada. -bservamos en todo instante, en nosotros y en torno a nosotros, disminuciones de esas que no parece sean compensadas por ninguna ventaja en el plano perceptible. desapariciones prematuras, accidentes est6pidos, debilitaciones que afectan a las onas superiores del ser. "nte semejantes golpes, el ,ombre no se levanta en ninguna direccin apreciable, sino que desaparece o queda tristemente aminorado. ;*mo es posible que incluso estas reducciones sin compensacin, que son la %uerte en lo que tiene precisamente de mortal, se conviertan

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para nosotros en un bien< "qu es donde se manifiesta, en el campo de nuestras disminuciones, el tercer modo de accin de la Providencia, el ms efica y el ms santificante. (ios ya #aba transformado nuestros sufrimientos #aciendo que sirviesen para nuestro perfeccionamiento sentido. Entre sus manos, las fuer as minimi antes se #aban convertido de modo perceptible en el instrumento que talla, esculpe y pule en nosotros la piedra destinada a ocupar un lugar preciso en la =erusaln celeste. (ios todava #ar ms, pues, por efecto de su omnipotencia que cae sobre nuestra fe, los acontecimientos que no se manifiestan e$perimentalmente en nuestra vida, sino como puros desperdicios, se van a convertir en un factor inmediato de la unin que so1amos establecer con l. 8nirse es, en todos los casos, emigrar y morir parcialmente en aquello que amamos. Pero si, seg6n estamos persuadidos, esta aniquilacin en el -tro tiene que ser tanto ms completa cuanto mayor que nosotros sea aquel a quien nos ligamos, ;cul no ser el desprendimiento requerido para que nos integremos a (ios< 4in duda, la destruccin progresiva de nuestro egosmo por medio de la ampliacin &automtica' 9ya la anali amos antes: de las perspectivas #umanas, unida a la espirituali acin gradual de nuestros gustos y de nuestras ambiciones bajo la accin de ciertos fracasos, es forma muy real del $tasis que #a de sustraernos a nosotros mismos para subordinamos a (ios. 4in embargo, el efecto de este primer desasimiento slo consiste en llevar el centro de nuestra personalidad #asta los 6ltimos lmites de nosotros mismos. 5legados a este punto e$tremo, podemos tener la impresin de que nos poseemos en grado sumo, ms libres y ms activos que nunca. )odava no #emos franqueado el punto crtico de nuestra e$centracin, de nuestra vuelta a (ios. Es preciso dar un paso ms. se que nos #ar perder pie en nosotros mismos. &-portet illum crescere me utem minui.' )odava no nos #emos perdido. ;*ul ser el agente de esta transformacin definitiva< Precisamente la %uerte. En s la %uerte es una debilidad incurable de los seres corporales, complicada en nuestro %undo por la influencia de un pecado original. 5a %uerte es el tipo y el resumen de estas disminuciones contra las que nos es preciso luc#ar sin poder esperar como resultado del combate una victoria personal directa y a la ve inmediata. Pues bien, el gran triunfo del *reador y del 7edentor, en nuestras perspectivas cristianas, es #aber transformado en factor esencial de vivificacin lo que es en s una fuer a universal de disminucin y de desaparicin. (ios, para penetrar definitivamente en nosotros, debe en cierto modo a#ondarnos, vaciarnos, #acerse un lugar. Para asimilarnos en l debe manipularnos, refundirnos, romper las molculas de nuestro ser. 5a %uerte es la encargada de practicar #asta el fondo de nosotros mismos la abertura requerida. Nos #ar e$perimentar la disociacin esperada. Nos pondr en el estado orgnico que se requiere para que penetre en nosotros el Euego divino. 2 as, su poder nefasto de descomponer y de disolver se #allar puesto al servicio de la ms sublime de las operaciones de la Dida. 5o que era por naturale a vaco, laguna, retorno a la pluralidad, puede convertirse, para cada e$istencia #umana, en plenitud y en unidad con (ios.

c/ La Comunin 4o2 la disminucin!


(ios mo, me resultaba dulce, en medio del esfuer o, sentir que al desarrollarme yo mismo, aumentaba este apresamiento en que me tienes/ y me era dulce, adems, bajo el brote interior de la vida, o entre el juego favorable de los acontecimientos, abandonarme a tu Providencia. ,a que tras #aber descubierto la alegra de utili ar todo crecimiento para #acerte, o dejarte crecer en m, acceda tranquilo a esta 6ltima fase de la comunin en el curso de la cual te poseer disminuyndome en )i. )ras #aberte percibido como "quel que es &un ms yo? mismo', #a , llegada mi #ora, que te recono ca bajo las especies de cada fuer a, e$tra1a o enemiga, que pare ca querer destruirme o suplantarme. *uando sobre mi cuerpo 9y aun ms sobre mi espritu: empie a a se1alarse el desgaste de la edad/ cuando caiga sobre m desde fuera, o
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na ca en m por dentro, el mal que empeque1ece o que nos lleva/ en el minuto doloroso en que me d cuenta, repentinamente, de que estoy enfermo y me #ago viejo/ sobre todo en ese momento en que sienta que escapo de m mismo, absolutamente pasivo en manos de las grandes fuer as desconocidas que me #an formado/ 4e1or, en todas estas #oras sombras, #a me comprender que eres )6 9y sea mi fe lo bastante grande: el que dolorosamente separa las fibras de m ser para penetrar #asta la mdula de mi sustancia y e$altarme en )i. 4, cuanto ms me incrusta el mal y ms se #ace incurable en el fondo de mi carne, a )i ms te cobijo, como un principio amante, activo, de depuracin y de liberacin. *uanto ms se abre ante m el futuro como una grieta vertiginosa o un oscuro paso, ms confian a puedo tener, si me aventuro sobre tu palabra, de perderme o abismarme en )i, de ser, =esus, asimilado por tu *uerpo. Energa de mi 4e1or, Euer a irresistible y viviente, puesto que de nosotros dos )6 eres infinitamente el ms fuerte, a )i es a quien compete el papel de quemarme en la unin que #a de fundirnos. juntos. (ame todava algo ms precioso que la gracia por la que todos los fieles te ruegan. No basta con que muera comulgando. Ens1ame a comulgar muriendo.

d/ La 302dad02a R0si;nacin!
El anlisis anterior 9anlisis en que #emos intentado distinguir con arreglo ?a qu fases pueden divini arse nuestras disminuciones: nos #a permitido justificar ante nosotros mismos la e$presin tan grata a todos los cristianos que sufren. &(ios me #a tocado. (ios me lo #a quitado. ,gase su voluntad.' Por ella, bajo los males que nos corrompen por dentro, bajo los golpes que nos rompen por fuera, comprendemos cmo podan reaparecer las dos %anos de (ios ms operantes y penetrantes que nunca. El mismo anlisis tiene otro resultado, casi tan precioso como ste. *on arreglo a lo que antes anuncibamos, nos pone a los cristianos en trance de justificar ante los dems #ombres la legitimidad y el valor #umano de la resignacin. 4on muc#as las personas #onestas que sinceramente consideran y rec#a an la resignacin cristiana como uno de los elementos ms peligrosamente adormecientes del &opio religioso'. )ras la falta de gusto por la )ierra, no #ay actitud que con ms rencor se reproc#e al Evangelio, que #aber e$tendido esta pasividad ante el %al/ una pasividad que puede llegar #asta el cultiv perverso de la disminucin y del sufrimiento. 5o decamos antes, a propsito del &falso desasimiento'. esta acusacin, o sencillamente esta sospec#a, son en estos momentos muc#o ms eficaces para entorpecer la conversin del %undo que cuantas objeciones puedan proceder de la *iencia o de la Eilosofa. 8na religin que se considerase inferior a nuestro ideal #umano, fueren cuales fueren los prodigios de que se rodeara, sera una religin perdida. Por tanto, es de importancia suprema para el cristiano comprender y vivir la sumisin a la Doluntad de (ios en el sentido activo, 6nico ortodo$o por lo dems, que antes mencionbamos. No, para practicar integralmente la perfeccin de su cristianismo, el cristiano no tiene por qu desertar ante el deber de la resistencia al %al. Por el contrario, en un primer tiempo, ya lo #emos visto, #a de luc#ar sinceramente y con todas sus fuer as, en unin con l poder creador del %undo, para #acer que todo mal retrograde, para que nada disminuya ni en l, ni en torno a l. En esta fase inicial, el creyente es el aliado convencido de cuantos piensan que la ,umanidad no triunfar si no llega trabajosamente #asta el trmino de s misma. *omo decamos al #ablar del desarrollo #umano, el cristiano se #alla ms ligado que nadie a la magnitud de esta tarea, puesto que a sus ojos la victoria #umana sobre las disminuciones, incluso las fsicas y naturales, del %undo, condiciona en parte la terminacin y la consumacin de la 7ealidad absolutamente precisa que l adora. %ientras la resistencia sea posible, se armar el cristiano, l, el #ijo del *ielo, tanto como los ms terrestres de entre los #ijos del %undo, contra aquello que merece ser apartado o destruido.
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Entonces llega para l la derrota ?la derrota personal que ning6n #umano puede esperar evitar en su breve cuerpo a cuerpo individual con fuer as cuyo orden de magnitud y de evolucin es universal. No aflojar la resistencia interior, como tampoco lo #icieron los #roes paganos vencidos. "#ogado, comprimido, su esfuer o permanecer tenso. Pero en este momento, en ve de no tener, para compensar y dominar la muerte que se avecina, ms que la oscura y problemtica consolacin del estoicismo 9en el fondo del cual, si se anali a, profundamente, se #allar, sin duda, una fe desesperada en el valor del sacrificio como 6ltimo principio de belle a y de consistencia: ver abrirse ante l un nuevo campo de posibilidades. Esta fuer a enemiga, que le abate y disgrega, si la acepta conI fe, puede convertirse para l en un principio amante de renovacin. )odo se #a perdido sobre el plano e$perimental. Pero en el campo llamado sobrenatural e$iste una dimensin ms, que permite a (ios obrar, insensiblemente, el trueque misterioso del %al en +ien. (ejando la ona de los $itos y de las prdidas #umanas, el cristiano, por un esfuer o de confian a en "quel que es mayor que l, accede a la regin de las transformaciones y de los acrecentamientos suprasensibles. 4u resignacin no es ms que un impulso para trasponer, situndolo ms alto, el campo de su actividad. B0u lejos estamos, cristianamente lejos, de la demasiado justamente criticada &sumisin ?a la voluntad de (ios', que podra reblandecer, destemplar el buen acero de la voluntad #umana, blandido contra las fuer as de las tinieblas y del debilitamientoC Entendmoslo bien, #agmoslo entender. encontrar y #acer 9incluso disminuyendo y muriendo: la Doluntad de (ios no es un #alla go inmediato ni una actitud pasiva. No tendr derec#o a pensar que me toca la %ano de (ios si me afecta un mal debido a mi negligencia o a mi culpa. 5a Doluntad de (ios 9bajo su forma e$perimentada: no la alcan ar, en cada instante, si no es al cabo de mis fuer as, all donde mi actividad, tendida #acia el mejor ser 9un mejor?ser comprendido con arreglo a las ideas #umanas normales:, se #alle continuamente equilibrada por las fuer as contrarias que tienden a detenerme o a derrocarme. 4i no #ago lo que puedo por avan ar o por resistir, no me #allar entonces en el punto deseado, no sentir a (ios tanto como podra y cuanto @l lo desea. 4i, por el contrario, mi esfuer o es valiente, perseverante, alcan ar a (ios a travs del %al, a (ios que es ms profundo que el %al/ me aprieto contra @l/ y en este momento el optimum de mi &comunin de resignacin' resulta coincidir necesariamente 9por construccin: con el m$imum de mi fidelidad al deber #umano.

AL@UNOS PUNTOS DE VISTA @ENERALES SO&RE LA ASCATICA CRISTIANA


)ras de #aber vigilado, en las dos mitades activa y pasiva de nuestra vida, los progresos invasores de la divini acin, podemos formarnos a#ora una visin conjunta de las capas celestes en las que nos #a sumergido esta marea de lu . )al sera el cometido de la tercera parte de este trabajo. Pero antes de abandonarnos a la contemplacin del %edio (ivino, debemos, a modo de resumen, y para mayor claridad, volver sistemticamente, en algunas visiones de conjunto, sobre la doctrina asctica diseminada por las pginas precedentes. 5o #aremos entres apartados, cuyos ttulos #an de ser los siguientes. A "simiento y desasimiento. J El sentido de la *ru . K El poder espiritual de la %ateria.

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!" ASIMIENTO $ DESASIMIENTO


&Nemo dat quod non #abet'. No #ay #umo perfumado sin incienso. No #ay sacrificio sin vctima. ;*mo podra el #ombre si no e$istiera, darse a (ios< ;0u posesin sublimara el #ombre con su desasimiento, si tuviera las manos vacas< Esta observacin, sencillamente de sentido com6n, permite resolver en principio un problema que muc#as veces, aunque mal, se plantea del siguiente modo. &;0u es mejor para un *ristiano, obrar o padecer< ;5a vida o la muerte< ;El crecimiento o la disminucin< ;El desarrollo o el encogimiento< ;5a posesin o la renuncia< 7espuesta general. &;Por qu separar y oponer las dos fases naturales de un mismo esfuer o< Duestro deber y vuestro deseo esencial es estar unidos a (ios. %as para uniros, primero es necesario que seis, y que seis vosotros mismos lo ms completamente posible. Pues bien, desarrollaos, tomad posesin del %undo para ser. 2 luego, una ve #ec#o esto, renunciaos, aceptad el disminuiros para ser de otro. ,e aqu el doble y 6nico precepto de la asctica cristiana completa'. Estudiemos un poco ms detenidamente los dos trminos de este mtodo de accin en su juego peculiar y en su efecto resultante.

a/ D0sa22ollaos 42im02o 3oso12os mismos) dic0 0l C2is1ianismo a los c2is1ianos!


Evidentemente, &primero' indica una prioridad de naturale a, tanto y ms aun que una prioridad en el tiempo. En ning6n momento se apega el verdadero cristiano pura y simplemente a cosa alguna, porque el contacto que busca con las cosas siempre es un contacto con vistas a sublimarlas o a superarlas. El apego de que aqu #ablamos se #alla por entero dominado y penetrado de desasimiento. ,ay que tener presente que el uso y la dosificacin del desarrollo en la vida espiritual son cosas especialmente delicadas, y nada es ms fcil que andar buscndose a s mismo bajo prete$to de crecer en (ios y de amarle. 5a 6nica proteccin autntica contra este peligro de ilusin es el cuidado constante por guardar vivsima 9con ayuda de (ios: la visin apasionada de lo %ayor que )odo. En presencia de este supremo inters resulta de por s inspida e insoportable la sola idea de crecer o de go ar egostamente. 3eneralmente, los libros espirituales no ponen de relieve este primer tiempo de la perfeccin cristiana. 4ea que sus autores consideren su e$istencia como demasiado evidente para que tenga que #ablarse de ella, sea que su ejercicio les pare ca proceder de una actividad demasiado &natural', o incluso demasiado peligrosa para que sea oportuno insistir a su respecto, el caso es que lo silencian o lo dan por supuesto. Error y laguna. "un cuando fcilmente comprensible para la mayora de los #ombres, aun cuando com6n, en el fondo, a toda moral laica o religiosa, el deber del perfeccionamiento #umano #a sido, lo mismo que todo el 8niverso, reconquistado, refundido, sobrenaturali ado en el 7eino de (ios. Es deber autnticamente cristiano crecer a6n ante los #ombres y #acer florecer las propias cualidades, incluso las naturales. Es una perspectiva esencialmente catlica considerar al %undo como madurando ?no slo en cada individuo o en cada nacin, sino en la totalidad del gnero #umano? un poder especifico de conocer y de amar, cuyo trmino transfigurado es la *aridad, pero cuyas races y savia elemental son el descubrimiento y la dileccin de todo lo que es verdadero y bello en la *reacin. 2a lo #emos e$plicado detenidamente al #ablar del valor cristiano de la accin/ pero aqu conviene volver sobre ello. el esfuer o #umano, aun en el campo imprecisamente llamado profano, #a de ocupar en la vida cristiana el valor de una operacin santa y unificante. Es la colaboracin, transida de amor, que prestamos a las manos divinas ocupadas en embellecernos y prepararnos 9a nosotros y al %undo: para la unin final a travs del sacrificio. Entendidos de esta manera, los cuidados del perfeccionamiento y del
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embellecimiento personales no son ms que un don slo comen ado. 2 #e aqu por qu, insensiblemente ese apego que parece manifestarse #acia las criaturas, se va fundiendo en un absoluto desasimiento.

6/ ,$ si 10nBis al;o) dic0 C2is1o 0n 0l E3an;0lio) a6andonadlo : s0;uidm0!.


El creyente, #asta cierto punto, una ve que entienda el sentido cristiano del desarrollo y #aya trabajado por reali arse a s mismo y por #acer que se realice el %undo para (ios, apenas necesitar or este segundo mandamiento para obedecerlo. El que al conquistar la )ierra no #a buscado sino someter un poco ms de %ateria al Espritu, ;no se #a desasido de s mismo precisamente mientras tomaba posesin de su persona< ;2 no #a desasido de s mismo tambin aquel que negndose al goce, al menor esfuer o, a la posesin pere osa de cosas y de ideas, avan a valientemente por la va del trabajo, de la renovacin< ;2 aun el que consagra su tiempo y entrega su interior, ensanc#ado y sublimado sin tregua su salud o su vida a algo superior a l, familia que mantener, pas que salvar, verdad que descubrir, causa que defender< )odos estos #ombres pasan de un modo continuado y continuo del asimiento al desasimiento, porque ascienden fielmente por el plano del esfuer o #umano. 4in embargo, #ay dos formas reservadas de renuncia que el cristiano no abordar ms que por invitacin o por orden precisa de su *reador. Nos referimos a la prctica de los consejos evanglicos y al uso de disminuciones, que no justifique la b6squeda de un bien superior claramente determinado. Por lo que concierne a los primeros, no puede negarse que la vida religiosa 9que fue #allada y sigue a6n practicndose fuera del cristianismo: puede ser una floracin normal, &natural', de la actividad #umana en busca de vida superior. 4in embargo, la prctica de las virtudes de pobre a, castidad, obediencia, representa un principio de evasin allende las esferas normales de la ,umanidad terrestre, procreante y conquistadora/ y a este respecto, su generali acin, para ser lcita, espera un (uc in "ltum que autentifique las aspiraciones que maduran en el alma #umana. Esta autori acin del (ue1o de las cosas se dio de una ve para siempre en el Evangelio. Pero debe ser oda, adems, individualmente, por cuantos de ella se benefician. es &la vocacin'. 5a iniciativa ?compete por entero a (ios todava con ms claridad en el pleno de las fuer as de disminucin. El ,ombre puede y debe jerarqui ar y liberar, mediante alguna penitencia, sus potencias inferiores. Puede y debe sacrificarse a un inters superior que le reclame. Pero no tiene permiso para disminuirse slo por disminuirse. 5a mutilacin voluntaria, incluso concebida como mtodo de liberacin interior, constituye un crimen contra el ser, y el *ristianismo la condena formalmente. 5a doctrina ms segura de la !glesia es que nuestro deber de criatura es el intento de vivir cada ve ms, por lo ms alto de nosotros mismos, conforme a las aspiraciones de la vida presente. )an slo esto nos afecta. 5o dems pertenece a la 4abidura de "quel que por si solo sabe #acer que surja otra vida de toda muerte. No nos impacientemos locamente. El (ue1o de la %uerte llegar necesariamente muy pronto, y acaso estemos ya oyendo sus pasos. Ni prevengamos su #ora, ni tampoco la temamos. *uando entre en nosotros para destruir ?en apariencia? las virtudes y las fuer as que con tanto cuidado y amor #abremos destilado para l de todas las savias de la )ierra, ser como un Euego amante a consumar nuestra superacin en la 8nin.

c/ "s, pues, en el ritmo general de la vida cristiana, desarrollo y renuncia, asimiento y


desasimiento no son trminos que se e$cluyan mutuamente. "rmoni an entre s, como en el juego de nuestros pulmones la inspiracin del aire y su e$piracin. 4on dos tiempos de la respiracin del alma, o, s se prefiere, dos componentes del impulso mediante el cual el alma continuamente toma pie en las cosas para superarlas.

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(esde este punto de vista &dinmico' se desvanece la oposicin, se1alada con demasiada frecuencia, entre ascetismo y misticismo. Nada #ay en los cuidados que aporta el ,ombre para su perfeccin personal, que le aparte de su absorcin en (ios, desde el momento que este esfuer o asctico no es ms que la iniciacin de una &aniquilacin mstica'. No cabe ya distinguir entre &antropocentrismo' 9asctico: y &teocentrismo' &mstico' puesto que el centro #umano, slo se percibe y es querido en conjuncin con 9es decir, en movimiento #acia: el *entro (ivino. Naturalmente, en la toma de posesin del ,ombre por (ios la criatura finalmente resulta pasiva 9puesto que se #alla super?creada en la 8nin (ivina:. Pero esta pasividad presupone un sujeto que reaccione, es decir, una fase activa. El fuego del *ielo #a. de ser sobre algo. de otro modo nada ser consumido, ni consumado. Esto es la solucin general. En el detalle de los casos particulares, tanto la sucesin de estos dos tiempos, como la alian a de estos dos componentes, se #allan sometidas a infinitos matices. 4u justa regulacin requiere un culto espiritual, que es la fuer a y la virtud propias de los maestros de la vida interior. En algunos cristianos, el desasimiento conservar siempre la forma de generosidad y de esfuer o con que se dobla siempre el trabajo #umano noblemente reali ado. la transfiguracin de la vida ser por completo interior. En otros, en el curso de la e$istencia se producir una #endidura fsica o un corte moral que les #ar pasar del nivel de la santa vida com6n a la altura de las renuncias e$quisitas y de los estados msticos. Por lo dems, el camino ?acaba en el mismo punto. el despojo final por la muerte, a la que acompa1a la refundicin, y que preludia la incorporacin final in *#ristojesu. 2, adems, para todos, lo que constituye el $ito de la vida es la proporcin ms o menos armnica con arreglo a la cual se combinan estos dos elementos ?crecer para *risto y disminuir en @l? seg6n las aptitudes naturales y sobrenaturales implicadas. Evidentemente, tan absurdo sera esfor arse en el desarrollo o en la renuncia ilimitadamente, como en el comer o el ayunar sin tregua. En la vida espiritual, como en todo proceso orgnico, e$iste para cada individuo un optimun, y tan perjudicial es pretender superarlo como no alcan arlo. 7esolver el problema fundamental de la utili acin de las criaturas diciendo que #ay que tender a tomar de ellas lo menos posible en cada, caso, es, pues, escamotearlo. Esta teora del minimum, nacida sin duda de la idea ine$acta de que (ios crece en nosotros por destruccin o sustitucin, ms que por transformacin, o lo que es igual, de que las virtualidades espirituales de la creacin material se #allan actualmente agotadas, esta teora del minimum, pues, acaso sea buena para aminorar algunos aparentes riesgos/ pero no nos ense1a cmo sacar un rendimiento espiritual m$imo de los objetos que nos rodean. el lo cual propiamente consiste el 7eino de (ios. 5a 6nica frmula absoluta que parece podemos guiar en esta materia es la siguiente. &"mar en el %undo, en (ios, algo que sea siempre ms grande.' 5o dems pertenece a la prudencia cristiana y a la vocacin individual. Dase lo que ms adelante se dir sobre la utili acin que cada uno #ace de las fuer as espirituales de la %ateria. 5o que decimos de los individuos puede trasladarse al conjunto de la !glesia. Es probable que, siguiendo las fases de su edad, la !glesia se #aya visto conducida al punto en que, en su vida general, domina unas veces un mayor cuidado por concurrir al trabajo terrestre, otras una celosa preocupacin por se1alar la trascendencia final de sus intereses. 5o seguro es que, en todo instante, la salud y la integridad de la !glesia dependen de la e$actitud con que sus miembros reali an, cada uno en su lugar, las funciones que se escalonan entre el deber de dedicarse a las ocupaciones que se consideran ms profanas de este mundo y las vocaciones que tienden a la ms austera de las penitencias o a la ms sublime de las contemplaciones. )odos estos papeles son necesarios. *omo un rbol recio, la !glesia necesita races nerviosamente ancladas en la )ierra y una fronda serenamente e$puesta a pleno 4ol. (e este modo, la !glesia resume en cada instante, en un acto vital sinttico, una gama de innumerables pulsaciones, cada una de las cuales corresponde a un grado o a una forma posible de espirituali acin.

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4in embargo, una cosa domina sobre esta diversidad, algo qu confiere al organismo en su conjunto 9tanto como a cada uno de sus elementos:, su fisonoma cristiana distintiva. es el mpetu #acia el cielo, el $tasis trabajoso y doloroso a travs de la %ateria. ,aca falta recordar 9y todava no #emos insistido bastante sobre este punto: que lo sobrenatural espera y sostiene los progresos de nuestra naturale a. Pero tampoco debe olvidarse que ni los sublima ni los acaba, en fin de cuentas, si no es en una aparente aniquilacin. Esta alian a inseparable de los dos trminos. progreso personal y renuncia en (ios/ pero a la ve preeminencia constante, y luego final, de lo segundo sobre lo primero, #e aqu lo que resume el misterio de la *ru en su sentido pleno.

'!"EL SENTIDO DE LA CRUZ


5a *ru #a sido siempre un signo. de contradiccin y un principio de seleccin entre los ,ombres. 5a Ee nos dice que es con arreglo a la atraccin o a la repulsin consentidas que aqulla ejerce sobre las almas, como se reali a en la trilla del grano y la ci a1a, la separacin de?los elementos elegidos de los inutili ables en el seno de la ,umanidad. En donde la *ru aparece, inevitables son la efervescencia y las oposiciones. 2 aun conviene que el conflicto no se agrave in6tilmente debido a un modo provocador y discordante en, la predicacin de la doctrina de =es6s crucificado. *on demasiada frecuencia se presenta la *ru a nuestra adoracin no como una meta sublime que alcan aremos superndonos a nosotros mismos, sino como un smbolo d triste a, de restriccin, de repulsa. Este modo de predicar la Pasin procede, en muc#os casos, ms que nada del empleo desafortunado de un vocabulario piadoso, en el que las palabras ms serias 9tales como sacrificio, inmolacin, e$piacin:, evacuadas de su sentido por rutina, se emplean con una ligere a y con una despreocupacin inconsciente. 4e juega con las frmulas. Pero este modo de #ablar acaba por producir la impresin de que el 7eino de (ios slo puede establecerse en el duelo y yendo siempre a contracorriente de las energas y de las aspiraciones #umanas. En el fondo, nada #ay menos cristiano que esta perspectiva, bajo la apariencia de vocablos fieles. 5o que anteriormente decamos acerca de la necesaria combinacin entre el asimiento y el desasimiento permite conferir a la ascesis cristiana un sentido muc#o ms rico y muc#o ms completo. 5a doctrina de la *ru , tomada en su grado superior de generalidad, es la doctrina a que se ad#iere todo #ombre que este persuadido de que frente a la inmensa agitacin #umana se abre un camino #acia alguna salida y que este camino es ascendente. 5a vida tiene un trmino/ por tanto, impone una direccin de marc#a, que se #alla orientada, en realidad, #acia la espirituali acin ms alta mediante el mayor esfuer o. "dmitir este grupo de principios fundamentales supone colocarse entr los discpulos, acaso lejanos y no e$plcitos, pero autnticos, de =es6s crucificado. (esde esta primera opcin se efect6a la separacin primera entre los? valientes, que triunfarn, y los regalones, que fracasarn, entre los elegidos y los condenados. El cristianismo aporta a esta actitud, todava vaga, precisiones y tambin prolongaciones. "nte todo, da a nuestra inteligencia, mediante la revelacin de un pecado original, la ra n de ciertos e$cesos, desconcertantes, en los desbordamientos del pecado y del sufrimiento. (escubre, luego, a nuestros ojos y a nuestro cora n, para ganar nuestro amor y fijar nuestra fe, la apasionante, insondable realidad del *risto #istrico, en quien la vida ejemplar de un #ombre individual recubre este, drama misterioso. el 4e1or del %undo que lleva, como un elemento del %undo, no slo una vida elemental, sino 9adems y por ella: la Dida total del 8niverso que @l se endosa y se asimila al e$perimentarla por s mismo. Por la muerte en cru de este 4er adorado, en fin, el *ristianismo significa para nuestra sed de felicidad que el )rmino deF la creacin no #ay que buscarlo en las onas temporales de nuestro %undo visible, sino que el esfuer o esperado de nuestra fidelidad #a de consumarse allende una total metamorfosis de nosotros mismos y de cuanto nos rodea.

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"s, gradualmente, van agrandndose las perspectivas de la renuncia implicada en el ejercicio de la vida. 2, finalmente, nos?#allamos desarraigados, como el Evangelio quiere, de cuanto #ay de tangible en la )ierra. Pero este desarraigo se #a ido #aciendo poco a poco, siguiendo un proceso que no #a perturbado, ni #erido el respeto que debemos a las belle as admirables del esfuer o #umano. Es absolutamente verdad que la *ru significa evasin fuera del %undo sensible, y aun en un cierto sentido, ruptura con ese %undo. Por los 6ltimos trminos de la ascensin a la que nos invita, nos fuer a efectivamente a franquear un nivel, un punto crtico, por el que perdemos pie con la ona de realidades sensibles. Este &e$ceso' final, entrevisto y aceptado desde los pasos primeros, necesariamente proyecta una lu y confiere un espritu particulares a todas nuestras andan as. 2 #e aqu precisamente dnde yace la locura cristiana a ojos de los &prudentes' que no quieren arriesgar sobre un total &ms all' ninguno de los bienes que actualmente tienen entre sus manos. Pero esta evasin desgarradora fuera de las onas e$perimentales, que representa la *ru , no es ms 9y as #ay que mantenerlo enrgicamente: que la sublimacin de la ley de toda vida. ,acia las cimas, brumosas para nuestro mirar #umano,, a las que nos invita el *rucifijo, ascendemos por un sendero que es la va del Progreso universal. El camino regio de la *ru es precisamente el camino del esfuer o #umano, rectificado y prolongado Por #aber entendido plenamente el sentido de la *ru , ya no nos arriesgamos a que la vida nos pare ca triste y fea. )an slo nos #emos #ec#o a6n ms atentos a su inaprensible gravedad. En resumen, =es6s en su *ru es el smbolo y la realidad, conjuntamente, del inmenso trabajo secular que poco a poco eleva al espritu creado, para traerlo a las profundidades del %edio (ivino. 7epresenta 9y en su sentido verdadero, es: la creacin que, sostenida por (ios, remonta las pendientes del ser, tan pronto aferrndose a las cosas para tomar en ellas un punto de apoyo, como a veces arrancndose a ellas para superarlas, y compensando siempre, mediante, sus dolores fsicos, el retroceso que suponen sus cadas morales. En consecuencia, la *ru no es cosa in#umana, sino sobre#umana. *omprendamos que desde el origen de la ,umanidad actual ella se al aba ya ante el camino que lleva a las cimas superiores de la creacin. 4lo a la lu creciente de la 7evelacin, sus bra os, primero desnudos, aparecieron revestidos de *risto. &*ru$ inuncta'. " primera vista, este cuerpo sangrante puede parecernos f6nebre. ;No es verdad que irradia desde el fondo de la noc#e< "cerqumonos ms. 2 nos encontraremos con el 4erafn inflamado del "lvernia, cuya pasin y compasin son &incendium mentis'. El *ristiano no #a de desvanecerse en la sombra de la *ru sino que #a de ascender #acia su lu . Nota de los Editores. En unas pginas ?no destinadas como El %edio (ivino &a los inquietos de dentro y de fuera' el Padre )eil#ard, en el desbordamiento de una meditacin, #aba e$presado libremente la importancia ?capital por l conferida a la vocacin sacerdotal y religiosa, a los consejos evanglicos y a la muerte ?redentora. 5os breves prrafos siguientes dan fe de ello. .odo sacerdote, porque es sacerdote, ha dedicado su vida a una obra de salvaci#n universal. !i es consciente de su dignidad, ya no debe vivir para s), sino para el 3undo, a ejemplo de Aqul para cuya representaci#n ha sido ungido. "n la medida de mis fuerzas, porque soy sacerdote, quiero a partir de ahora ser el primero en tener conciencia de lo que el 3undo quiere, persigue y sufre6 el primero en buscar, en simpatizar, en penar6 el primero en dilatarme y en sacrificarme, ms ampliamente humano y ms noblemente terrestre que ning$n otro servidor del 3undo...

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7 quiero al mismo tiempo, mediante la prctica de los consejos, recuperar en la renuncia todo lo. que de llama celeste la triple concupiscencia- santificar, en la castidad, la y la obediencia, la fuerza encerrada en el amor, en el la independencia. 10ubo nunca, ios m)o, una 0umanidad ms semejante en su sangre a una v)ctima inmolada6 ms apta, en sus agitaci#n internas, para las transformaciones creadoras6 ms rica en las e+plosiones de energ)a santificable6 ms pr#+ima, en su angustia, de la comuni#n suprema2... 89h !acerdotes...: &unca fuisteis ms sacerdotes que ahora, mezclados y sumergidos como os hallis en el dolor y la sangre una generaci#n6 nunca ms activos6 nunca ms directamente z,,dentro de la l)nea de vuestra vocaci#n... !e'or soy tan dbil cosa, que no me atrevo a pediros el participar en esta ;eatitud. Pero la veo claramente, y la proclamar<=elices aquellos de entre nosotros que, en estos d)as decisivos de la %reaci#n y de la >edenci#n, son elegidos para este acto supremo, l#gica coronaci#n de su sacerdocio8comuni#n hasta la muerte con %risto ... :/ 4"l !acerdote.5

+!"LA %UERZA ESPIRITUAL DE LA MATERIA


El mismo rayo luminoso que la espiritualidad cristiana plenamente comprendida dirige #acia la *ru , para #umani arla 9sin velarla: se refleja sobre la materia para espirituali arla. 5os ,ombres, en sus esfuer os #acia la vida mstica, muc#as veces cedieron a la ilusin de oponer brutalmente entre s, como si se tratara del %al y del +ien, el cuerpo y el alma, la carne y el espritu. " pesar de ciertas e$presiones corrientes, jams esta tendencia maniquea fue aprobada por la !glesia. 4anos permitido, para preparar el 6ltimo acceso a nuestros puntos de vista definitivos sobre el %edio (ivino, reivindicar y e$altar aquello que el 4e1or quiso revestir, salvar y consagrar. la santa materia. 5a %ateria, desde el punto de vista asctico o mstico en el que nos #emos situado a lo largo de estas pginas, no es e$actamente ninguna de las entidades abstractas que la *iencia o la Eilosofa definen bajo este nombre. Es ciertamente para nosotros ?la misma realidad concreta que para la Esica o la %etafsica, con sus mismos atributos fundamentales de pluralidad, tangibilidad e interliga n. Pero esta realidad buscamos aqu abarcarla toda entera, en su mayor generalidad posible. la tomamos en su e$uberancia plena. tal como reacciona no slo ante nuestras pesquisas cientficas o dialcticas, sino ante toda nuestra actividad prctica.,5a %ateria ser, pues, para nosotros, el conjunto de las cosas, de las energas, de las criaturas que nos rodean, en la medida en que stas se presentan a nosotros como palpables, sensibles, &naturales' 9en el sentido teolgico del trmino:. 4er el medio com6n, universal, tangible, infinitamente mvil y variado, en cuyo seno vivimos sumergidos. 8na ve sentado esto, ;cmo se ofrece en un primer contacto, a nuestra accin, la *osa as definida< +ajo los rasgos enigmticos de una fuer a bifa . 5a %ateria, por una parte, es la carga, la cadena, el dolor, el pecado, la amena a de nuestras vidas. Es lo que lastra, lo que sufre, lo que #iere, lo que tienta, lo que envejece. Por la %ateria somos parali ados, vulnerables, culpables. ;0uin nos liberar de este cuerpo de muerte< Pero la %ateria, al mismo tiempo, es la alegra fsica, el contacto e$ultante, el esfuer o virili ador, la felicidad de crecer. Es lo que atrae, lo que renueva, lo que une, lo que florece. Por la materia nos #emos alimentado, elevado, ligado al resto del ?mundo, #emos sido invadidos por la vida. Nos es intolerable ser despojados de Fla materia. &Non e$ui volulumus sed superinduiL 9J *or. M. N.:. ;0uin nos dar un cuerpo inmortal<

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El ascetismo gusta de detenerse tan slo en la fa primera, es decir, la que est vuelta #acia la %uerte/ y retrocede diciendo. &B,uidC' Pero ;qu sera de nuestros espritus, (ios mo, si no tuvieran para alimentarse el pan de los objetos terrestres, el vino de las belle as creadas para embriagarse, el ejercicio de las luc#as #umanas para ser fortificados< B0u menguadas energas, qu cora ones e$angOes os ofreceran tus criaturas, si llegaran a separarse prematuramente del seno providencial en que las #abis situadoC 4e1or, e$plcanos cmo, sin dejarnos seducir, podemos mirar a la Esfinge. 4in sutile as de doctrina #umana, sino en el simple gesto concreto de vuestra inmersin redentora, dejadnos entender el misterio oculto, tambin aqu, en las entra1as de la %uerte. Por la virtud de tu dolorosa Encarnacin, 4e1or, desc6brenos y ens1anos luego a captar celosamente para )i, la fuer a espiritual de la materia. )omemos una comparacin como punto de partida para nuestras refle$iones. !maginemos, en las profundidades del mar, que un buceador intenta remontarse a la superficie. - bien figurmonos en el flanco de una monta1a cubierta de niebla a un viajero que se dirige #aca la cima ba1ada de lu . Para cada uno de estos dos #ombres, el espacio est dividido en dos onas afectadas por propiedades contrarias. una, por detrs y por debajo, cada ve parece ms sombra/ otra, por delante y por encima, se #ace cada ve ms luminosa. Para el buceador y para el caminante el $ito consiste en elevarse #acia esta 6ltima, tomando un punto de apoyo sobre todo lo que Lle circunda. "dems, en el curso de este esfuer o, la lu aumenta con cada nuevo avance/ mientras que el espacio recorrido, a medida que es franqueado, cesa de estar iluminado y se #unde en la sombra. 7etengamos estos rasgos distintos. Ellos e$presan simblicamente todos los elementos que nos #acen falta para saber cmo debemos tocar y manipular santamente la %ateria. 5a %ateria no es, ante todo, 6nicamente el peso que arrastra, el limo que traba, el espino que cierra el camino. )omada en s, anteriormente a nuestra posicin y a nuestra eleccin, es simplemente la pendiente que lo mismo puede subirse que bajarse, el medio que sostiene lo mismo que cede, el viento que abate lo mismo que levanta. Por naturale a, y , tras el pecado original, es verdad que representa una constante aspiracin #acia la decadencia. Pero tambin por naturale a, y a consecuencia de la Encarnacin, encierra una complicidad 9aguijn o atractivo: para el ms?ser, que equilibra o incluso domina la &formes peccati'. 5a verdad completa sobre nuestra situacin aqu abajo, por nuestra insercin en el 8niverso, es que cada uno de nosotros se #alla colocado, en sus capas o sobre su pendiente, en un punto particular determinado a la ve por el instante presente del %undo, el lugar #umano de nuestro nacimiento y nuestra vocacin individual. 2, a partir de este punto, diversamente situado y elevado, la tarea asignada a nuestra vida es la de subir a la lu franqueando, para llegar a (ios, una serie dada de criaturas, que no son precisamente obstculos, sino puntos de apoyo que #ay que superar, intermediarios que pueden ser utili ados, alimento que tomar, savia que depurar, elementos que #emos de asociarnos y arrastrar con nosotros. (e aqu, y siempre a consecuencia de nuestra posicin inicial en las cosas, y a consecuencia, adems, de cada una de las situaciones ulteriores ocupadas por nosotros en la %ateria, sta se divide con relacin a nuestro esfuer o en dos onas. una superada o alcan ada, #acia la que no sabramos ya volvernos, o sobre la que no sabramos fijarnos sin descender/ es la ona de la %ateria tomada material y carnalmente/ la otra se ofrece a nuestros nuevos esfuer os de progresin, de b6squeda, de conquista, de &divini acin'/ es la ona de la %ateria tomada espiritualmente. 2 el lmite entre estas dos onas es esencialmente relativo y mvil. 5o que es bueno, santificante, espiritual para mi #ermano, que est por debajo o junto a m en la monta1a, qui es malo, pervertidor, material para m. 5o que ayer deba a m mismo concederme, acaso #oy deba negrmelo. 2, al revs, los actos que. #ubieran sido una grave infidelidad para un 4an 5uis de 3on aga o un 4an "ntonio, qui yo deba reali arlos precisamente para elevarme sobre las #uellas de estos santos. (ic#o en otras palabras, ning6n alma se une

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a (ios sin #aber recorrido a travs de la %ateria un trayecto determinado, el cual es en un sentido una distancia que separa, pero en otro sentido es, adems, un camino de reunin. 4in determinadas? posesiones y ciertas con quistas, nadie e$iste tal como (ios lo desea. )odos tenemos nuestra escala de =acob, cuyos escalones estn formados por una serie de, objetos. No intentamos, pues, evadimos del %undo antes de tiempo. 4epamos orientar nuestro ser en el flujo de las cosas/ y entonces, en lugar del lastre que nos llevaba #acia el abismo del placer y del egosmo, sentiremos que de las criaturas surge una &componente' saludable, que, siguiendo un proceso ya se1alado, nos dilatar, nos arrancar a nuestras me quindades, nos impelir imperiosamente #acia el acrecentamiento de nuestras perspectivas, #acia la renuncia de los sabrosos goces, #acia el gusto por belle as cada ve ms espirituales. 5a propia %ateria, que pareca aconsejarnos el mayor placer y el menor trabajo, se #abr convertido para nosotros en un principio de menor goce y mayor esfuer o. "#ora bien, una ve ms, lo que constituye la ley de los individuos parece ser un diminutivo, una abreviacin de la ley del )odo. ;Nos enga1aramos muc#o pensando que, en su universalidad, el %undo tambin #a de recorrer una ruta determinada antes de alcan ar su consumacin< No lo dudemos. 4i su totalidad material contiene energas inutili ables/ si, ms desgraciadamente todava, cuenta con energas y elementos pervertidos de los que lentamente se va separando/ ms autnticamente a6n encierra cierta cantidad de fuer a espiritual, cuya sublimacin progresiva in *#risto =esu es para el *reador la operacin fundamental que se #alla en curso. "ctualmente, esta fuer a se #alla todava difundida un poco por todas partes/ nada, por #umilde o grosero que pare ca, deja de contener su #uella. El trabajo del *uerpo de *risto, viviente en sus fieles, consiste en trillar pacientemente estas fuer as celestes, en e$primir, sin dejar que nada se pierda, esta sustancia de eleccin. Poco a poco, la obra se contin6a, podemos tener confian a. 3racias a la multitud de individuos y de vocaciones, el Espritu de (ios se insin6a y trabaja en todos los campos. Es el gran rbol de que #ablbamos antes, cuya fronda soleada refina y #ace florecer los jugos e$trados por las ms #umildes races. "#ora bien, a medida que la obra avan a, verosmilmente se agotan algunas onas. En cada vida individual, se1almoslo, el lmite se despla a constantemente #acia arriba, entre la %ateria espiritual y la %ateria carnal. "nlogamente, a medida que se cristiani a, la ,umanidad #a de sentir cada ve menos necesidad, para alimentarse, de ciertos alimentos terrestres. "s, la contemplacin y la castidad deben tender a dominar legtimamente sobre el trabajo, agitado y la posesin directa. Esto es la &deriva' general de la materia #acia el espritu. Este movimiento #a de tener su trmino. 8n da, toda la sustancia divini able de la materia #abr pasado a las almas/ se #abrn recuperado todos los dinamismos elegidos/ y nuestro %undo estar dispuesto para la parusa. En esta #istoria general de la %ateria, ;quin no reconoce el gran gesto simblico del +autismo< En las aguas del =ordn, figura de las fuer as de la )ierra, *risto se inmerge. 5as santifica. 2, como dice 4an 3regorio de Nisa, sale de ellas resplandeciente, elevando consigo al %undo. !nmersin y emersin 9con participacin: en las cosas ?y sublimacin?, posesin y renuncia 9con?traspaso:, y arrebatamiento. #e aqu el movimiento doble y 6nico, que responde, para salvarla, a las, provocaciones de la %ateria. Por #aber considerado demasiado tan slo la primera fase, los msticos sensuales, o bien algunos neopelagianismos 9tales como el americanismo:, #an cado en el error de buscar el amor y el reino divinos en relacin sencilla con los afectos y los progresos #umanos, !nversamente, por #aber considerado demasiado la segunda fase tan slo, algunos cristianismos ultras no ven elevarse la perfeccin ms que sobre la destruccin de la &naturale a'. El autntico sobrenatural cristiano, definido por la !glesia infinitas veces, ni deja a la criatura en su plano ni la suprime. la sobre anima. ;No es evidente que, por trascendentes y creadores que sean, el amor y el celo de (ios no podran caer ms que sobre un cora n #umano, es decir, sobre un objeto preparado 9lejana o pr$imamente:

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por todos los jugos de la )ierra< Es sorprendente que sean tan pocas las mentalidades que tanto en un caso como en el otro lleguen a captar la idea de transformacin. )an pronto la cosa transformada les parece ser la misma de antes, invariada, ?tan pronto todo les parece enteramente nuevo. En el primer caso, el espritu se les escapa. En el segundo, la materia. %enos grosero que el primero, el segundo e$ceso resulta ser, en la prctica, igualmente destructor del equilibrio #umano. %ateria fascinante y fuerte, %ateria que acaricias y virili as, %ateria que enriqueces y que destruyes confiando en las influencias celestes que #an perfumado y purificado tus aguas , me abandono a tus poderosas capas. ,a pasado a ti la virtud de *risto. "rrstrame con tus encantos, n6treme con tu savia. Endurceme con tu resistencia. 5brame con tus arranques. 2, en fin, por toda t6 misma, divin ame.

TERCERA PARTE EL MEDIO DIVINO


,N0mo si6i 3i3i1) au1 si6i mo2i1u2!!! Si30 3i3imus) si30 mo2imu2) C72is1i SUMUS!.
&Nadie vive ni muere slo para s. 4ea por nuestra vida, sea por nuestra muerte, a *risto pertenecemos.' 5as dos primeras partes de este libro no fueron sino la, e$posicin, el anlisis y la verificacin de estas palabras de 4an Pablo. En nuestra vida #emos escrutado a su tiempo la parte de la actividad, del desarrollo, de la vida y luego la de las pasividades, de la disminucin, de la muerte. En torno a nosotros, por todas partes, de i quierda a derec#a, por detrs y por delante, por abajo y por arriba, nos #a bastado con superar un poco la ona de las apariencias sensibles para ver surgir y trasparentarse lo (ivino. 5a Presencia divina se #a revelado no ya simplemente frente a nosotros, junto a nosotros. ,a brotado tan universalmente, nos #allamos de tal modo rodeados y traspasados por ella, que ni nos queda espacio en que caer de rodillas ni siquiera en el fondo de nosotros mismos. Dalindose de todas las criaturas, sin e$cepcin alguna, lo (ivino nos asedia, nos penetra, nos fragua. 5o pensbamos lejano, inaccesible. vivimos #undidos en sus ardientes. capas. &!n eo vivimus...' En verdad, como deca =acob al salir del sue1o, el %undo, este %undo tangible, por el que arrastramos el aburrimiento y la irreverencia reservados para los lugares profanos, es un lugar sagrado, ;y no lo sabamos< &Denite, adoremus'. 7ecojmonos en el seno del ter superior y espiritual que nos ba1a en su lu vivificante. !ntentemos inventariar con delicia sus atributos/ luego tratemos de reconocer su naturale a antes de e$aminar, en una visin de conjunto, por qu medios podemos abrirnos a sus invasiones cada ve de una manera ms amplia.

" LOS ATRI&UTOS DEL MEDIO DIVINO


5a maravilla esencial del %edio (ivino es la facilidad con la que re6ne y armoni a en s mismo las cualidades que nos parecen ser ms contraras. !nmenso como el %undo y ms temible que las ms inmensas energas del 8niverso, el %edio (ivino posee, sin embargo, en grado superlativo, la concentracin y la precisin que constituyen el encanto y la cordialidad de las personas #umanas.

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!nnumerable y vasto, como la onda centelleante de las criaturas que sostiene y sobreanima su -cano, el %edio (ivino conserva al mismo tiempo la )rascendencia concreta que le permite reunir sin confusin a su 8nidad triunfante y personal los elementos del %undo. !ncomparablemente pr$imo y tangible, puesto que nos presiona mediante las fuer as todas del 8niverso, el %edio (ivino #uye tan continuadamente de nuestro abra o, que aqu abajo jams podemos apre#enderlo, si no es al ndonos. #asta el lmite de nuestro esfuer o, elevados por su misma onda?. presente y atrayente en el fondo inaccesible de toda criatura, se retira cada ve ms lejos, y nos arrastra consigo #acia el centro com6n de toda consumacin. "lcan o a (ios en aquellos a quienes amo, en la medida en que ellos y yo nos espirituali amos cada ve ms. "simismo, le apre#endo en el fondo de la +elle a y de la +ondad, en la medida en que las persigo cada ve ms lejos, con facultades incesantemente purificadas. Por el %edio (ivino el contacto con la %ateria purifica y la castidad florece como sublimacin del amor. Por el %edio (ivino el desarrollo lleva a la renuncia. El asimiento a las cosas nos aparta de cuanto tienen de caduco. 5a muerte se convierte en una resurreccin. "#ora bien, si buscamos de dnde pueden venirle al %edio (ivino tantas perfecciones sorprendentemente unidas entre s, descubrimos que todas ellas derivan de una sola perfeccin &fontanal', que podemos e$presar de esta manera. (ios se descubre en todas partes, cuando le buscamos en nuestros tanteos, como un medio universal, en tanto que es el punto 6ltimo en el que convergen todas las realidades. *ada elemento deP mundo, sea el que ?fuere, no subsiste #ic et nunc sino a manera de un cono cuyas generatrices 9al trmino de su perfeccin individual y al trmino de la perfeccin general del %undo que las contiene: se enla aran en (ios que las atrae. Por tanto, todas las criaturas, en tanto que lo son, no pueden ser consideradas, en su naturale a y en su accin, sin que en lo ms ntimo y ms real de ellas mismas, como el sol en los fragmentos de un espejo roto, no se descubra la misma 7ealidad, una bajo la multiplicidad, inasible en su pro$imidad, espiritual bajo la materialidad. Ning6n objeto puede influir sobre nosotros por el fondo de s mismo sin que sobre nosotros tambin irradie el Eoco universal. Ninguna realidad puede ser captada por nuestra mente, nuestro cora n o nuestras manos en la esencia de lo que encierra de deseable, sin que, por la estructura misma de las cosas, no nos veamos obligados a remontarnos #asta la fuente primera de sus perfecciones. Este Eoco, esta Euente estn, pues, en todas partes. Primeramente porque es infinitamente profundo y puntiforme, (ios est infinitamente pr$imo y e$tendido por todas partes. Precisamente porque es el *entro, ocupa toda la esfera. E$actamente a la inversa de esa ubicuidad fala , que parece tener la %ateria por su e$tremada disociacin, la -mnipresencia divina no es ms que el efecto de su e$trema espiritualidad. 2 a la lu de este descubrimiento podemos reemprender nuestra marc#a a travs de las maravillosas sorpresas que nos reserva inagotablemente el %edio (ivino. El %edio (ivino, por inmenso que sea, es en realidad un *entro. )iene, por tanto, las propiedades de un centro, es decir, ante todo, poder absoluto y 6ltimo de reunir 9y en consecuencia, de acabar: a los seres en el seno de s mismo. En el %edio (ivino se tocan todos los elementos del 8niverso por lo que tienen de ms interior y definitivo. Poco a poco, sin prdida y sin peligro ulterior de corrupcin, concentran lo que tienen de ms puro y de ms atrayente. "l encontrarse, pierden su e$terioridad mutua y las inco#erencias que son el dolor fundamental de las relaciones #umanas. B"qu pueden refugiarse aquellos a los que dejan desolados las separaciones, las parsimonias o las prodigalidades de la )ierraC En las esferas e$teriores del %undo, el ,ombre en todo instante se siente desgarrado por las separaciones que pone la distancia entre los cuerpos/ la imposibilidad de comprenderse, entre las almas/ la muerte, entre las vidas. En
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todo minuto, adems, el ,ombre necesita llorar, porque no puede, en el espacio de unos a1os, seguirlo ?todo y abarcarlo todo. En fin, se inquieta incesantemente, y no sin ra n, ante la loca despreocupacin, ante la desesperante opacidad de un medio natural, en el que la mayor parte de los esfuer os individuales parecen derroc#ados o perdidos, donde los golpes y los gritos parecen a#ogados al punto, sin que despierten el menor eco. )odo esto es la desolacin en superficie. "bandonamos la superficie. 2 sin dejar el %undo, #undmonos en (ios. "ll y desde all, en l y por l, todo lo tendremos y mandaremos en todo. (e todas las flores y las luces que #ayamos debido abandonar para ser fieles a la vida, all un da #allaremos su esencia y su fulgor. 5os. seres que desesperbamos poder alcan ar y, a6n ms, influenciar, all estn reunidos por el vrtice ms vulnerable, el ms receptivo, el ms enriquecedor de su sustancia. En este lugar se recoge y se conserva el menor de nuestros deseos, y de nuestros esfuer os, que puede #acer vibrar instantneamente a todas las mdulas del 8niverso. Estable cmonos en el %edio (ivino. Nos encontraremos en lo ms ntimo de las almas y en lo ms consistente de la %ateria. (escubriremos, con la confluencia de todas las belle as, el punto ultravivo, el punto ultrasensible, el punto ultraactivo del 8niverso. 2, el mismo tiempo, sentiremos que se ordena, sin esfuer o, en el fondo de nosotros mismos, la plenitud de nuestras fuer as de accin y de adoracin. Porque no lo es todo el #ec#o de que en este lugar privilegiado se agrupen, y armonicen todos los resortes e$teriores del %undo. Por una maravilla. complementaria, el ,ombre que se entrega al %edio (ivino se siente por l orientado y dilatado en sus fuer as interiores, con una seguridad que le #ace evitar, como si fuera un juego, los escollos demasiado abundantes en donde tantas veces #an trope ado las tentativas msticas. El #usped del %edio (ivino, en primer lugar, no es pantesta. " primera vista, las profundidades divinas que nos muestra 4an Pablo pueden parecerse a los medios fascinantes que despliegan ante nuestra mirada las filosofas o las religiones monistas. En realidad, son muy distintas a stas, muc#o ms seguras para nuestras mentes y ms dulces para nuestros cora ones. El Pantesmo nos seduce por sus perspectivas de unin perfecta y universal. Pero en el fondo, aunque fuese verdadero, no nos, dara ms que fusin e inconsciencia, puesto que al trmino de la evolucin que cree descubrir, los elementos del %undo se desvanecen en el (ios que crean o que les absorbe. Por el contrario, nuestro (ios lleva #asta el e$tremo la diferenciacin de las criaturas que en l concentra. En el paro$ismo de su ad#esin, los elegidos #allan en l la consumacin de, su perfeccionamiento individual. El *ristianismo slo, pues, salva con los derec#os del pensamiento la aspiracin esencial de toda mstica. unirse 9es decir, #acerse -tro: permaneciendo uno mismo. %s atrayente que todos los (ioses?%undos, cuya eterna seduccin recoge y agota depurndola. &!n omnibus omnis (eus' 9En psi panta )#eos:, nuestro %edio (ivino no se #alla sino en los antpodas del falso pantesmo. El *ristiano puede lan arse a l con toda su alma, sin temer que un da pueda encontrarse monista. 2 tampoco debe temer, al abandonarse a estas aguas profundas, perder pie con la 7evelacin y la Dida, es decir, #acerse ya sea irreal en el objeto de su culto, ya sea quimrico en la materia de sus ocupaciones. El cristiano perdido en las capas divinas no padece en su espritu ninguna de estas deformaciones reprobadas que padecen el &modernista' o el iluminado. Es verdad que por su mirada sensibili ada, el *reador, y todava ms precisamente 9como veremos inmediatamente: el 7edentor, se #allan inmersos y dilatados en las cosas #asta el punto de que, siguiendo la e$presin de 4anta >ngela de Eoligno, &el %undo est lleno de (ios'. Pero este engrandecimiento no tiene valor ante sus ojos ms que si la lu , que le parece ba1arlo todo, irradia a partir, de un foco #istrico y se transmite a lo largo de un eje tradicional slidamente preciso. En definitiva, el inmenso encanto del %edio (ivino debe todo su valor concreto al contacto #umano?divino, que se #a revelado
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en la Epifana de =es6s. 4uprimida la realidad #istrica de *risto, la omnipresencia divina que nos embriaga se asemeja a todos los dems sue1os de la %etafsica. incierta, vaga, convencional, sin control e$perimental decisivo para imponerse a nuestras mentes, sin direcciones morales para asimilarse a nuestras vidas. Por tanto, por deslumbrantes que sean los acrecentamientos que dentro de un instante trataremos de discernirF en el divino 7esucitado, su encanto y su trama de realidad quedarn siempre pendientes de la verdad palpable y controlable del suceso evanglico. El *risto mstico, el *risto universal, de 4an Pablo, no puede tener sentido ni, valor ante nuestros ojos sino como una e$pansin del *risto nacido de %ara y muerto en *ru . (e ste saca aqul Fesencialmente su calidad fundamental de ser incontestable y concreto. Por lejos que se deje uno llevar por los espacios divinos abiertos a la mstica cristiana, nunca se sale del =es6s del Evangelio. Por el contrario, se siente necesidad creciente de envolverse cada ve ms slidamente en su verdad #umana. No se es, pues, modernista en el sentido condenado del trmino. Ni tampoco va uno a frustrarse entre los visionarios y los iluminados. 5o que en realidad constituye el error de los visionarios es confundir entre s los planos del %undo, y, por consiguiente, perturbar sus actividades. Para la mirada del iluminado, la presencia divina no alumbra simplemente el fondo de las cosas. )iende a invadir su superficie y a suprimir, por tanto, su e$igente pero saludable realidad. Ni la lenta maturacin de las causas pr$imas, ni la complicada red de los determinismos materiales, ni las infinitas susceptibilidades deP orden universal, cuentan ya. Pero, a travs de este velo incons6til y de estos #ilos delicados, es imaginada la accin divina como apareciendo desnuda y sin orden. Es lo milagroso, falso que viene a desconcertar y a desaconsejar el esfuer o #umano. ,emos mostrado #asta la saciedad que es absolutamente otro el efecto producido sobre la actividad #umana por la verdadera transformacin del %undo en =esucristo. En el seno del %edio (ivino, tal como la !glesia lo revela, las cosas se transfiguran, pero por dentro. !nteriormente se ba1an en lu , pero en esta incandescencia conservan ?y aun mejor e$altan? lo que #ay de ms definitivo en sus rasgos. No podemos perdernos en (ios ms que prolongando allende s mismas las determinaciones ms individuales de tos seres. #e aqu la regla fundamental mediante la que se distingue siempre al autntico mstico de sus falsificaciones. El seno de (ios es inmenso, &multae mansiones'. 2, sin embargo, en esta inmensidad no #ay para cada uno de nosotros en cada instante ms que un lugar posible, aquel en que nos sit6a la fidelidad, continuada a los deberes naturales y sobrenaturales de la vida. En este punto, en el que no nos #allaremos en el momento deseado ms que si desplegamos, sobre todos los terrenos, nuestra actividad ms aplicada, (ios se comunicar con nosotros . en su plenitud. Euera de este punto, y aun cuando contin6e envolvindonos, el %edio (ivino slo e$iste incompletamente, o no e$iste en absoluto para nosotros. 4us grandes aguas, si queremos ofrecernos a sus ondas, no nos invitan a un abandono la$o, sino a una luc#a constante. 4u energa espera y, provoca la nuestra. )al como el mar, en ciertos das, no se aclara ms que al contacto con la proa o el nadador que lo surcan, as el %undo no se ilumina de (ios ms que reaccionando a nuestro esfuer o. *uando, por el $tasis o por la muerte, (ios quiere definitivamente someter y unir a s al cristiano, puede decirse que lo transporta slo rgido por amor y por obediencia por toda la e$tensin de su esfuer o. Podra parecer, entonces, que por un e$ceso opuesto al del quietismo y del iluminismo, el creyente del %edio (ivino recae en los errores de un naturalismo pagano. Por su fe en el valor celeste del esfuer o #umano, por su e$pectacin #acia un nuevo despertar de las facultades de adoracin que estn adormecidas en el %undo, por su respeto #acia las fuer as espirituales todava inclusas en la %ateria, nuestro, cristiano podr parecerse singularmente a los adoradores de la )ierra. "qu tambin, como en el caso del pantesmo, se trata slo de un parecido e$terno, como el que se da tantas veces entre las cosas inversas.

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El Pagano ama la )ierra para go arla y confinarse en ella. El *ristiano, para #acerla ms pura y sacar de ella misma la fuer a de su evasin. El Pagano trata de unirse a todo lo sensible para apurar su goce. se ad#iere al mundo. El *ristiano no multiplica sus contactos con el %undo sino para captar o e$perimentar las energas que llevar o que le llevarn al *ielo. 4e pread#iere a (ios. El Pagano piensa que el ,ombre se divini a cerrndose en s mismo/ el gesto final de la evolucin #umana es, para cada individuo o para el conjunto, el de constituirse en s mismo. El *ristiano ve su divini acin slo en la asimilacin por -tro de su perfeccionamiento. la complecin de la vida es, a sus ojos, la muerte en la 8nin. Para el Pagano, la realidad universal slo e$iste por su proyeccin sobre el plano de lo tangible. es inmediata y m6ltiple. El *ristiano toma e$actamente los mismos elementos. pero los prolonga siguiendo su eje com6n, que los religa a (ios/ con lo cual el 8niverso, al mismo tiempo, se unifica, para l, no siendo atingible ms que en el *entro final de su consumacin. En resumen, comparado con las formas principales que #a revestido #istricamente el espritu religioso #umano, del misticismo cristiano puede decirse que e$trae, sin tornar los elementos malos o sospec#osos, todo cuanto circula de ms dulce y de ms recio en todas las msticas #umanas. 4e manifiesta en l un gran equilibrio entre el obrar y el padecer, entre la posesin del mundo y su abandono, entre el gusto y el desprecio de las cosas. ;Por qu #abra de e$tra1arnos esta mvil armona< ;No es acaso la reaccin espontnea, natural, del alma frente a las e$citaciones de un medio que es e$actamente, por naturale a y por gracia, en el cual #a sido #ec#a para vivir y desarrollarse< 5o mismo que en el seno del %edio (ivino todos los murmullos creados se funden, sin confundirse, en una Nota 6nica que los domina y los sostiene 9la nota serfica, sin duda, que encantaba a 4an Erancisco:, as tambin, para responder a esta llamada, empie an a resonar todas las potencias del alma/ y sus tonos m6ltiples, a su ve , se refunden en una vibracin inefablemente simple, en la que nacen, pasan y acarician, seg6n los momentos y las circunstancias, todos los matices espirituales de amor y de inteleccin, de ardor y de calma, de plenitud y de $tasis, de pasin y de indiferencia, de captacin y de abandono, de reposo y de movimiento, tal las posibilidades innumerables de una actitud interior, inefable y 6nica. 4i #ay palabras que tradu can mejor que las dems esta embriague permanente y l6cida, acaso sean estas dos. &indiferencia apasionada'. ,aber accedido al %edio, (ivino es, en efecto, #aber encontrado lo Qnico Necesario, es decir, "quel que lo quema, inflamndolo, lo que #ubiramos amado insuficientemente o mal/ "quel que calma, eclipsando con sus fuegos lo que ambamos demasiado/ "quel que consuela, recogiendo lo que #a sido arrancado a nuestro amor o lo que jams le fue dado. ,aber llegado #asta estas capas preciosas es sentir con igual verdad que se tiene necesidad de todo y que no se necesita nada. )odo lo necesitamos. porque el %undo no ser nunca lo bastante grande para suministrar a nuestro gusto de actuar los medios de apre#ender a (ios, ni a nuestra sed de sentir la posibilidad de ser invadidos por l. 2, sin embargo, nada nos #ace falta. porque la 6nica 7ealidad que nos seduce est allende las transparencias en que se refleja, y todo cuanto de caduco se desvane ca entre nosotros dos no #ar sino ofrecrnosla ms pura. )odo me es )odo y todo me es nada/ todo me es (ios y todo me es polvo. #e aqu lo que el ,ombre puede decir con igual verdad, siguiendo la incidencia del rayo divino. &;*ul es, en su opinin ?alguien preguntaba un da?, la mayor de estas dos beatitudes. poseer la 8nidad sublime de (ios para centrar y salvar al 8niverso, o bien tener la inmensidad concreta del 8niverso para e$perimentar y tocar a (ios<' No intentaremos salir de esta deliciosa incertidumbre. Pero una ve familiari ados con los atributos del %edio (ivino, nos volveremos ms atentamente #acia la *osa misma que

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nos #a aparecido en el fondo de cada ser, sonriente como un rostro, fascinante como un abismo. 2 le preguntaremos. &4e1or, ;quin sois<'

'!" LA NATURALEZA DEL MEDIO DIVINO! EL CRISTO UNIVERSAL $ LA @RAN COMUNIN


En primera apro$imacin, es evidente que el %edio, cuya rica y mvil #omogeneidad se #a revelado por todas partes en torno a nosotros como una condicin y una consecuencia de las actitudes ms cristianas 9tales como la recta intencin y la resignacin:, se #alla formado por la omnipresencia divina. 5a inmensidad de (ios es el atributo esencial que nos permite apre#enderlo universalmente en nosotros y en torno a nosotros. Esta respuesta, puesto que circunscribe el problema, empie a por satisfacer a nuestra mente. 4in embargo, no confiere. todava a la potencia &in qua vivimus et sumus' la precisin de lneas de que nos gustara adornar los rasgos de lo Qnico necesario. ;+ajo qu forma, propia a nuestra *reacin, adaptada a nuestro 8niverso, la !nmensidad divina se manifiesta y se aplica a la ,umanidad< 5a sentimos cargada de esa gracia santificante que la? Ee catlica #ace circular por todas partes como autntica savia del %undo/ absolutamente semejante, por sus propiedades, a esa *aridad 9&%anete in dilectione mea': que la Escritura nos dice permanecer un da, como 6nico principio estable de las naturale as y de las fuer as/ absolutamente igual en el fondo a esta maravillosa y sustancial Doluntad divina, cuya mdula, presente en todas partes, es el alimento autntico de nuestras vidas, &omne delectamentum in se #abentem'. Einalmente, ;cul es el la o concreto que une entre s a todas estas entidades universales y les confiere este 6ltimo poder de posesionarse de nosotros< 5a esencia del *ristianismo consiste en plantear este problema y dar una respuesta a su respecto. &El Derbo encarnado, Nuestro 4e1or =esucristo.' "#ondemos gradualmente en aquella investigacin que debe justificar ante nuestra mirada esta prodigiosa identificacin entre el ,ijo del ,ombre y el %edio (ivino. 8n primer paso, absolutamente indiscutible, consiste en observar que la omnipresencia divina, en la que nos #allamos sumergidos, es una omnipresencia de accin (ios nos envuelve y pos penetra crendonos y conservndonos. Dayamos a#ora un poco ms lejos. ;+ajo qu forma, con qu fin, nos #a #ec#o el *reador el don, y nos lo conserva, del ser participado< +ajo la forma de una aspiracin esencial #acia l, con vista a la ad#esin inesperada que #a de #acemos una misma cosa compleja con @l. 5a accin por la que (ios nos mantiene en el campo de su presencia es una transformacin unitiva. "vancemos ms. ;*ul es esta 7ealidad suprema y compleja mediante la cual nos fragua la operacin divina< 4an Pablo y 4an =uan nos lo #an revelado. Es la 7eplecin cuantitativa y la *onsumacin cualitativa, de todas las cosas/ es el misterioso Pleroma donde el 8no sustancial y lo %6ltiple creado se unen sin confusin en una )otalidad que, sin a1adir nada de ?esencial a, (ios, ser no obstante una especie de triunfo y de generali acin del ser. "l fin llegamos a la meta. ;*ul es el *entro activo, el 5a o viviente, el "lma organi adora del Pleroma< 4an Pablo est tambin aqu para decrnoslo con su gran vo . Es "quel en el que todo se re6ne y todo se consuma/ "quel de quien tiene su consistencia todo el edificio creado/ *risto muerto y resucitado, &qui replet omnia', &in quo? omnia constant'. 8namos a#ora el primero y el 6ltimo de los trminos de esta larga serie de identidades. 5a omnipresencia divina se traduce, debemos reconocerlo con un rayo de alegra, en nuestro 8niverso, por la red de fuer as organi adoras del *risto total, (ios no #ace

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presin en nosotros y sobre nosotros, por mediacin de todas las fuer as del *ielo, de la )ierra y del !nfierno, ms que en el acto de formar y de consumar a *risto salvando y sobreanimando al %undo. 2 como, en el curso de esta operacin, *risto mismo no se comporta como un punto de convergencia muerto y pasivo, sino que es el centro de radiacin de las energas que reportan el 8niverso a (ios a travs de su ,umanidad, las capas de la accin divina nos llegan al cabo impregnadas de sus energas orgnicas. El %edio (ivino adquiere entonces, para nosotros, el perfume y los rasgos definidos que desebamos. 7econocemos en l una omnipresencia que obra sobre nosotros, asimilndonos a l mismo, in unitate *orporis *#risti " consecuencia de la Encarnacin, la inmensidad divina se #a transformado para nosotros en omnipresencia de cristificacin. &)odo lo que puedo #acer de bueno, opus et operatio, se #alla recogido fsicamente, por algo de s mismo, en la realidad de *risto consumado. )odo lo que soporto, con fe y amor, de disminucin y de muerte, me #ace un poco ms ntimamente parcela integrante de su *uerpo mstico. E$actamente es *risto lo que #acemos o e$perimentamos en toda cosa. No slo &diligentibus omnia convertuntur in bonum', sino todava ms claramente, &convertuntur in (eum', y del todo e$plcitamente, &convertuntur in *#ristum'. " pesar de las e$presiones decisivas de 4an Pablo 9formuladas, no lo olvidemos, para el com6n de los primeros cristianos:, pudiera parecer a algunos que #emos for ado en un sentido realista la nocin del *uerpo mstico, o que, al menos, nos complacemos en buscar perspectivas esotricas. Deamos desde un poco ms cerca y constataremos que por un camino distinto #emos llegado, sin ms, a confluir en la gran va tra ada en la !glesia por el culto progresivo de la 4anta Eucarista. *uando el 4acerdote dice estas palabras. &,oc est *orpus meum', la palabra cae directamente sobre el pan, y directamente lo transforma en la realidad individual de *risto. Pero la gran operacin sacramental no se detiene en este acontecimiento local y momentneo. En sustancia se ense1a a los ni1os. a travs de todos los das de cada #ombre, y de todas las edades de la !glesia, y de todos los perodos del mundo, no #ay ms que una sola %isa y una 6nica *omunin. *risto #a muerto una ve dolorosamente. Pedro y Pablo reciben tal da, a tal #ora, la 4agrada Eucarista. Pero estos actos diversos no son sino los puntos, diversamente centrales, en los que se divide y se fija para nuestra e$periencia, en el tiempo y en el espacio, la continuidad de un gesto 6nico. En el fondo, desde los orgenes de la preparacin mesinica #asta la Parusa, pasando por la manifestacin #istrica de =es6s y las fases de crecimiento de su !glesia, un solo acontecimiento se desarrolla en el %undo. la Encarnacin, reali ada en cada individuo por la Eucarista. )odas las comuniones de una vida constituyen una sola comunin. )odas las comuniones de todos los #ombres actualmente vivientes constituyen una sola comunin. )odas las comuniones de todos los #ombres presentes, pasados y futuros, constituyen una sola comunin. ;,emos considerado lo bastante la inmensidad fsica del ,ombre y sus e$traordinarias cone$iones con el 8niverso para poder actuali ar as en nuestras mentes lo que contiene de formidable esta verdad elemental< Evoquemos, lo mejor que podamos en nuestras mentes, la enorme multitud #umana de todos los tiempos y de todos los lugares. Pues bien, por nuestro catecismo, creemos que esta formidable pluralidad annima e$perimenta, por derec#o 9y #asta cierto punto de #ec#o. ;quin nos dir, en efecto, dnde, a partir de los fieles, en el seno de la consanguinidad #umana se acaba, por influencia de su gracia, la difusin de *risto<':, el contacto fsico y dominador de "quel cuyo patrimonio es poder &omnia sibi subjicere'. 4, la capa #umana de la )ierra se #alla, entera y perpetuamente, bajo el influjo organi ador

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de *risto encarnado. Esto todos lo admitimos como uno de los puntos ms seguros de nuestra Ee. "#ora bien, el %undo #umano mismo, ;cmo se presenta en la estructura del 8niverso< 2a lo recordamos, y cuanto ms se refle$ione sobre ello, ms sorprender la evidencia y la importancia de esta constatacin. aparece como una ona de transformacin espiritual continua, en la que todas las realidades y las fuer as inferiores vienen sin e$cepcin a sublimarse en sensaciones, sentimientos, ideas, poderes de conocimiento y de amor. En torno a la )ierra, centro de nuestras perspectivas, en cierto modo forman las almas la superficie incandescente de la %ateria sumergida en (ios. (esde el punto de vista dinmico, biolgico, es tan imposible tra ar por encima de ella un lmite, como entre una planta y el medio que la sostiene. 4i la Eucarista, pues, influye soberanamente sobre nuestras #umanas naturale as, su energa se e$tiende necesariamente, por efecto de continuidad, a las regiones menos luminosas que nos sostienen, &descendit ad inferos' podra decirse. En todo instante, *risto Eucarstico controla, desde el punto de vista de la organi acin del Pleroma 9que es el 6nico verdadero punto de vista para comprender al %undo:, todo el movimiento del 8niverso. *risto &per quem omnia, (omine, semper creas, sanctificas, vivificas, et praestas nobis'. El control en cuestin es, como mnimo, un 6ltimo refinamiento, una 6ltima sublimacin, una 6ltima captura e$perimentada por los elementos utili ables en la edificacin de la )ierra Nueva. Pero ;cmo no llegar ms lejos y no pensar que la accin sacramental de *risto, primeramente porque viene a santificar la materia, influye, aquende lo sobrenatural puro, sobre todo lo que constituye el ambiente interno y e$terno del creyente, es decir, se marca en todo cuanto llamamos &nuestra Providencia'< 4i esto es as 9sencillamente por #aber seguido las &e$tensiones' de la Eucarista:, #enos de nuevo sumergidos e$actamente en nuestro %edio (ivino. En cada realidad en torno a nosotros, *risto, por quien y en quien estamos formados con nuestra individualidad y con arreglo a nuestras vocaciones particulares, se descubre y brilla como una 6ltima determinacin, como un *entro, casi podra decirse como un Elemento universal. "l asimilar nuestra ,umanidad el %undo material, y al asimilar la ,ostia nuestra #umanidad, la )ransformacin eucarstica desborda y completa la )ransustanciacin del pan del altar. Poco a poco, invade irresistiblemente el 8niverso. Es el fuego que corre por encima de los bre os. Es el c#oque que #ace vibrar al bronce. En un sentido segundo y generali ado, pero un sentido verdadero, las Especies sacramentales estn formadas por la totalidad del mundo, y la duracin de la *reacin es el tiempo requerido para su consagracin. &!n *#risto vivimus, movemur et sumus.' (ios mo, cuando me acerque al altar para comulgar, #a que discierna desde a#ora las infinitas perspectivas ocultas bajo la peque1e y la pro$imidad de la #ostia, en donde te disimulas. 2a me #e acostumbrado a reconocer, bajo la inercia de este peda o de pan, una potencia devoradora que, siguiendo la e$presin de tus ms grandes (octores, me asimila, lejos de dejarse asimilar por m. "y6dame superar el resto de ilusin que tendera a #acerme creer que tu contacto es circunscrito y momentneo. Empie o a comprenderlo. bajo las especies sacramentales, primeramente a travs de los &accidentes' de la %ateria, pero tambin, de rec#a o, en favor del 8niverso entero, me tocas, 4e1or, en la medida en que este 8niverso refluye e influye sobre m bajo tu influencia primera. En un sentido verdadero, los bra os y el *ora n que me abres son nada menos que todas las fuer as del %undo juntas, las cuales, penetradas #asta el fondo de ellas mismas por tu voluntad, tus gustos, tu temperamento, se repliegan sobre mi ser para formarlo, alimentarlo, arrastrarlo #asta los ardores centrales de vuestro Euego. En la ,ostia, =es6s, lo que me ofreces es mi propia vida ;0u podra yo #acer para recoger este abra o envolvente< ;0u, para responder a este beso universal< &0uomodo compre#endam, ut compre#ensus sum<' " la ofrenda total que se me #ace, slo puedo responder con una total aceptacin. "l contacto

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eucarstico reaccionar, pues, mediante el esfuer o entero de mi vida, de mi vida de #oy y de mi vida de ma1ana, de mi vida individual y de mi vida aliada a todas las dems vidas. En m, peridicamente, podrn desvanecerse las santas Especies. *ada ve me dejarn un poco ms profundamente #undido en las capas de tu -mnipresencia. viviendo y muriendo, en ning6n momento dejar de avan ar en )i. Por tanto, se justifica con un vigor y un rigor insospec#ado, el precepto implcito de tu !glesia de que es preciso siempre y en todas partes comulgar. 5a Eucarista debe invadir mi vida. %i vida debe #acerse, gracias al sacramento, un contacto contigo sin lmite y sin fin/ esta vida que #ace unos instantes me #aba aparecido como un +autismo contigo en las aguas del %undo, y que a#ora se descubre a m como tina *omunin mediante el %undo contigo. El 4acramento de la vida. El sacramento de mi vida, de mi vida recibida, de mi vida vivida, de mi vida abandonada... Por #aber subido a los cielos tras #aber descendido a los infiernos, #as llenado de tal modo el 8niverso en todos sentidos, =es6s, que a#ora feli mente nos es imposible salir de )i. &0uo ibo a spiritu tuo, et quo a facie tua fugiam.' "#ora estoy segursimo. Ni la vida, cuyos progresos aumentan el contacto que sobre mi tienes/ ni la %uerte, que me entrega en tus %anos/ ni las, Euer as espirituales, buenas o malas, que son tus instrumentos vivos/ ni las energas de la %ateria, en donde te #as sumergido/ ni las irreversibles ondas de la (uracin, de las que en 6ltima instancia controlas el ritmo y el fluir/ ni las insondables profundidades del Espacio que mensuran tu 3rande a/ &neque mors, neque vita, neque angeli, neque principatus, neque potestates, neque virtutes, neque instantia, neque futura, neque fortitudo, neque altitudo, neque profundum, neque ulla creatura' 97om, R, KR.:, nada de todo esto podr separarme de tu amor sustancial, puesto que todo esto no es ms que el velo, las &especies' bajo las cuales me tomas para que yo pueda tomarte. (e nuevo, 4e1or, ;cul es la ms preciosa de estas dos beatitudes. que todas las cosas sean para m un contacto contigo, o que seas tan &universal', que pueda sentirte y apre#enderte en toda criatura< " veces, imaginamos que resultas, 4e1or, ms atractivo a mis -jos si e$altamos de un modo casi e$clusivo los encantos, las bondades de tu figura #umana de anta1o. En verdad, 4e1or, si tan slo quisiera amar a un #ombre, ;no me volvera, acaso, #acia esos que me #as dado en la seduccin de su florecer presente< %adres, #ermanos, amigos, #ermanas, ;no los tenemos irresistiblemente amables en tomo a nosotros< ;Porqu ir a solicitarlos en aquella =udea de #ace dos mil a1os<. No/ por lo que clamo, como todos los dems seres, con el grito de mi vida entera y aun con toda mi pasin terrenales algo distinto a un semejante a quien amar. es por un (ios a quien adorar. B-#C "dorar, es decir, perderse en lo insondable, #undirse en lo inagotable, pacificarse en lo incorruptible, absorberse en la inmensidad definida, ofrecerse al Euego y a la )ransparencia, aniquilarse consciente y voluntariamente a medida que se tiene ms conciencia de uno mismo, darse a fondo a aquello que no tiene fondo. ;" quin podemos adorar< *uanto ms #ombre se #aga el ,ombre, tanta ms necesidad sentir, necesidad cada ve ms e$plcita, ms refinada, ms e$quisita, de adorar. -#, =es6s, Brompe las nubes con tu relmpagoC B%ustrate a nosotros como el Euerte, el *entelleante, el 7esucitadoC B4 para nosotros el Pantocrtor que ocupaba en las viejas baslicas la plena soledad de las c6pulasC Nos #ace falta nada menos que esta Parusa para equilibrar y dominar en nuestros cora ones la gloria del %undo que se eleva. Para que contigo ven amos al %undo, aparcenos envuelto en la 3loria del mundo.

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+!" LOS ACRECENTAMIENTOS DEL MEDIO DIVINO


El 7eino de (ios se #alla dentro de ?nosotros mismos. *uando apare ca *risto sobre las nubes, no #ar sino manifestar una metamorfosis lentamente reali ada, bajo su influencia, en el cora n de la masa #umana. "pliqumonos, pues, para acelerar su venida, a comprender mejor el proceso siguiendo el cual nace y se desarrolla en nosotros la 4anta Presencia. " fin de favorecer ms inteligentemente el progreso, observemos el nacimiento y los acrecentamientos del %edio (ivino primero en nosotros mismos, y luego en el %undo a partir de nosotros.

a/ La a4a2icin d0l M0dio Di3ino! El ;us1o d0l s02 : la Dia>ana d0 Dios!


4opla una brisa en la noc#e. ;*undo se levant< ;(e dnde viene< ;" dnde va< Nadie lo sabe. Nadie puede for ar a que sobre l se pose el espritu, la mirada, la lu de (ios. 8n da el ,ombre tiene conciencia de que es sensible a una cierta percepcin de lo (ivino e$tendido por todas partes. Preguntadle. ;*undo se #a iniciado este estado en l< No sabr decroslo. )odo lo que sabe es que un espritu nuevo #a atravesado su vida. &Empe por una resonancia peculiar, singularsima, que acrecentaba cada armona, por una radiacin difusa que aureolaba cada belle a... 4ensaciones, sentimientos, pensamientos, todos los elementos de la vida psicolgica iban entrando en el juego uno tras otro. *ada da estaban ms perfumados, ms llenos de color, eran ms patticos debido a una *osa indefinible, siempre la misma *osa. (espus, la Nota, la Eragancia, la 5u vagas empe aron a precisarse. 2 entonces empec a sentir, contra toda convencin y toda verosimilitud, lo que #aba de inefablemente com6n en todas las cosas. 5a 8nidad se me comunicaba, infundindome el don de apre#enderla. En verdad, #aba adquirido, un sentido nuevo, el sentido de una cualidad o de una dimensin nueva. )odava ms profunda. era la transformacin que en m se #aba operado en la percepcin misma del ser. El ser, a partir de este momento, se #aba #ec#o en cierto modo tangible, sabroso. (ominando sobre todas las?cosas con las que se revesta, el propio ser comen a atraerme y a embriagarme.' ,e aqu lo que, ms o. menos e$plcitamente, podra referir todo #ombre que #aya avan ado lo bastante en su capacidad de sentir y de anali arse. 2 este #ombre acaso sea e$teriormente un pagano. 2 si resulta ser cristiano, confesar que este cambio interior le parece #aberse operado en las partes profanas, &naturales' de su alma. No dejemos que estas apariencias nos enga1en. No nos desconcertemos tampoco por los errores manifiestos en que #an cado tantos msticos en sus intentos por fijar o solamente dar un nombre a la 4onrisa 8niversal. *omo toda fuer a 9cuanto ms rica es: el sentido del )odo nace informe y turbio. " la 7ealidad que los #ombres #an presentido tras de las cosas, la sit6an incorrectamente, como ni1os que abren por ve primera los ojos. 4us tanteos no encuentran muc#as veces ms que un fantasma metafsico o un dolo grosero. %as ;desde cundo las imgenes y los reflejos prueban nada contra la realidad de los objetos y de la lu < 5as desviaciones pantestas atestiguan la inmensa necesidad que tenamos de una palabra reveladora, venida de la +oca de "quel que es. ,ec#a esta reserva, es cierto que, psicolgicamente, el gusto llamado &natural' del ser es en cada vida la primera aurora de la iluminacin divina, el primer plpito que se percibe del %undo animado por la Encarnacin. El sentido 9que no #a de ser por fuer a el sentimiento: de la presencia de (ios, prolonga, sobrenaturali a la misma fuer a psicolgica que, por sus mutilaciones o sus yerros, da los pantesmos .

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(ic#o en otros trminos, y ms sencillamente. lo mismo que en el amor de (ios 9*aridad:, se encuentra, de toda evidencia, el poder #umano de amar en estado sobrenaturali ado, pensamos que as tambin en el origen psicolgico del &sentimiento de -mnipresencia' e$perimentado por el cristiano, se reconoce el &sentido del 4er universal', de donde #an salido la mayor parte de las msticas #umanas. E$iste un alma naturaliter c#ristiana. 7ecordemos 9cfr. "dvertencia: que estas pginas contienen una descripcin psicolgica, no una e$plicacin teolgica, de los estados de alma que se mencionan. Esta constatacin de que el medio divino se descubre a nosotros como una modificacin del ser profundo de las cosas permite #acer inmediatamente dos observaciones importantes respecto al modo como se introduce su percepcin y se conserva en nuestras perspectivas #umanas. En primer lugar, la manifestacin de lo (ivino no modifica el orden aparente de las cosas, como tampoco la consagracin eucarstica modifica ante nuestros ojos las santas especies. Puesto que el acontecimiento psicolgico, en sus comien os, consiste 6nicamente en la aparicin de una tensin interna o de un brillo profundo, las relaciones entre las criaturas siguen siendo e$actamente las mismas. )an slo se #allan acentuadas en su sentido. *omo esas materias trasl6cidas que un rayo encerrado en ellas puede iluminar en bloque, para el mstico *ristiano el %undo aparece ba1ado por una lu interna que intensifica su relieve, su estructura y sus profundidades. Esta lu no es el mati superficial que puede captar un goce grosero. )ampoco es el brillo brutal que destruye los objetos y ciega la mirada. Es el destello fuerte y reposado, engendrado por la sntesis en =es6s de todos los elementos del %undo. *uanto ms acabados sean con arreglo a su propia naturale a los seres sobre que luce, ms pr$ima y sensible se #ace esta irradiacin/ y cuanto ms sensible se #ace, tanto ms los objetos que ba1a resultan claros en sus contornos y lejanos en su fondo. 4i se puede modificar ligeramente una palabra sagrada, diremos que el gran misterio del *ristianismo no es e$actamente la "paricin, sino la )ransparencia de (ios en el 8niverso. 4 4e1or, no slo el rayo que ro a, sino el rayo que penetra. No vuestra Epifana, =es6s, sino vuestra diafana Nada #ay ms consistente y ms fuga ?ms me clado a las cosas y al mismo tiempo ms separado de ellas ?que un rayo de lu . 4i el %edio (ivino se manifiesta a nosotros como una incandescencia de las capas interiores del ser, ;quin nos garanti ar la perseverancia de esta visin< 4lo el 7ayo mismo. 5a (iafana, cuyo goce no #ay poder en el mundo que pueda impedirnos, porque penetra ms profundamente que todo poder/ por la misma ra n, tampoco #ay poder alguno en el mundo que pueda for ar su aparicin. 2 #e aqu el segundo punto, cuya consideracin debe tomarse como fundamento situado en la base de todas nuestras refle$iones ulteriores sobre el progreso de la vida en (ios. 5a percepcin de la omnipresencia divina es esencialmente una visin, un gusto, es decir, una especie de intuicin de ciertas cualidades superiores de las cosas. Por tanto, directamente no puede obtenerse mediante ning6n ra onamiento ni artificio #umano. *omo la vida, cuya suprema perfeccin e$perimental representa,. sin duda, es un don. 2 #enos aqu de nuevo remitidos al centro de nosotros mismos, al borde de la fuente misteriosa a la que ?#abamos bajado 9al comien o de la segunda parte: para observar su flujo. 4entir la atraccin de (ios, ser sensible a sus encantos, a la consistencia y a la unidad final del ser, es la ms elevada y, a la ve , la ms completa de nuestras &pasividades de crecimiento'. Por la lgica de su esfuer o creador, (ios tiende a #acerse buscar y a #acerse percibir por nosotros. &Possuit #omines... si forte attrectent eum'. 4u gracia previsora siempre se #alla en suspenso para e$citar nuestra primera mirada y nuestra primera oracin. Pero, en fin, la iniciativa, el despertar parten de @l siempre/ y sean cuales fueren los desarrollos ulteriores de nuestras facultades msticas, no #ay

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progreso que se realice sobre este campo si no es como respuesta nueva a un nuevo don. &Nemo venit ad me, nisi Pater tra$erit eum.' ,e aqu, pues, que en el origen de nuestra invasin por el %edio (ivino tenemos que situar una oracin intensa y continuada, la plegaria que suplica el don fundamental. &(omine, fac ut videam.' 4e1or, sabemos y presentimos que ests por todas partes en tomo a nosotros. Pero dirase que #ay un velo sobre nuestros ojos. ,a que brille por todas partes tu rostro universal. &B!lumina vultum tuum super nos'. 0ue tu brillo profundo aclare #asta las entra1as las oscuridades denssimas en cuyo seno nos movemos. &4it splendor (omini nostri super nos.' 2 para esto envanos tu Espritu, &4piritus principalis', cuya accin inflamada puede sola operar los principios y la perfeccin de la gran %etamorfosis a la que concluye todaG la perfeccin interior y por la que gime vuestra *reacin. &Emitte 4piritum tuum, et creabuntur et 7EN-D"+!4 E"*!E% )E77"E.'

6/ Los 42o;20sos indi3idual0s d0l M0dio Di3ino( la 4u208a) la >0 : la >id0lidad o402an10s!
&Ego operor... Pater semper operatur.' El encanto 9cargado de responsabilidades: del %edio (ivino es el de poder adquirir en torno a nosotros una intensidad siempre creciente. Puede decirse que es una atmsfera cada ve ms luminosa y ms cargada de (ios. En, @l y slo en @l, se reali a el deseo loco de todo amor. perderse en lo que se ama y #undirse cada ve ms en ello. Puede decirse que ?son tres las virtudes que concurren con particular eficacia a esta concentracin indefinida de lo (ivino en nuestras e$istencias. la pure a, la fe y la fidelidad, tres virtudes en apariencia &inmviles', pero en realidad tres virtudes activas entre todas y entre todas ilimitadas. *onsidermoslas una tras otra, en su funcin generatri del %edio (ivino. / La 4u208a! 5a pure a, en el gran sentido de la palabra, no es slo la ausencia de faltas 9que es 6nicamente el lado negativo de la pure a:, ni siquiera la castidad 9que slo representa un se1alado caso particular:. Es la rectitud y el impulso que en nuestras vidas suscita el amor de (os buscado por encima de todo y en cualquier parte. Espiritualmente, es impuro el ser que regodendose en el placer, o replegndose en el egosmo, introduce en s, y en tomo a s, un principio de retraso y de divisin en la unificacin del 8niverso en (ios. Por el contrario, es puro quien, de acuerdo con su lugar en el %undo, #ace que sobre su provec#o inmediato o momentneo domine la preocupacin del *risto que #a de consumarse en toda cosa. Es cada ve ms puro quien, atrado por (ios, llega a dar a este mpetu, a esta travesa, una continuidad, una intensidad, una realidad cada ve mayores, sea que por vocacin #aya de moverse siempre 9aun cuando ms espiritualmente cada ve : en las mismas onas materiales del %undo, sea que, ms generalmente, acceda a regiones en las que lo (ivino sustituye poco a poco para l a los dems alimentos terrestres. "s entendida, la pure a de los seres se mide por el grado de atraccin que les lleva #acia el *entro divino, o, lo que viene a ser igual, por la pro$imidad en que se #allan con respecto de este *entro. 5a e$periencia cristiana nos dice que la pure a se nutre con el recogimiento, la oracin mental, la limpie a de conciencia, la pure a de intencin, los sacramentos... *ontentmonos aqu con e$altar su poder sorprendente de condensar lo (ivino en torno a nosotros. +enson, en uno de sus *uentos, imagina que un &vidente' llega a la capilla apartada en la que re a una religiosa. Entra. 2 #e aqu que en torno a este apartado lugar, ve de pronto que el %undo entero se enla a, se mueve, se organi a siguiendo el grado de intensidad y
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la infle$in de los deseos de la endeble re adora. 5a capilla se #aba convertido en el polo en torno al cual giraba la )ierra. 5a contemplativa sensibili aba y animaba en torno a s todas las cosas, porque crea/ y su fe era operante porque su alma, pursima, la situaba muy cerca de (ios. Esta ficcin es una parbola e$celente. 5a tensin interior de los espritus #acia (ios puede parecer negligente a los que buscan calcular la cantidad de energa acumulada en la masa #umana. 2, sin embargo, si furamos tan capaces de percibir la &lu invisible', como percibimos las nubes, el relmpago o los rayos del sol, las almas puras nos pareceran en este %undo tan activas, por su sola pure a, como las cumbres nevadas, cuyas cimas impasibles aspiran para nosotros continuamente las potencias errantes de la atmsfera superior. ;(eseamos que cre ca en torno a nosotros el %edio (ivino< (emos acogida y alimentemos celosamente a todas las fuer as de unin, de deseo, de oracin que la gracia nos presenta. Por el #ec#o solo de que aumente as nuestra transparencia, la lu divina que no cesa de #acer presin sobre nosotros irrumpir con mas mpetu. ;,emos pensado alguna ve en el sentido del misterio de la "nunciacin< *uando lleg el momento en que (ios #ubo decidido reali ar a nuestros ojos su Encarnacin, tuvo necesidad de suscitar antes en el %undo una virtud capa de atraerla #asta nosotros. Necesitaba una %adre que lo engendrara en las esferas #umanas. ;2 qu #i o entonces< *re a la Dirgen %ara/ es decir, #i o que apareciera sobre la )ierra una pure a tan grande, que en esa transparencia se concentrara l #asta aparecer como Ni1o Peque1o. ,e aqu, e$presada en sus fuer as y en su realidad, la potencia de la pure a que #ace nacer lo (ivino entre nosotros. 2, con todo, la !glesia a1ade, dirigindose a la Dirgen %adre. &+eata quae credidisti'. En la fe #alla la pure a la reali acin de su fecundidad. '/ La >0! 5a fe, tal como aqu lo entendemos, no es slo, naturalmente, la ad#esin intelectual a los dogmas cristianos. En un sentido muc#o ms rico, es la creencia en (ios cargada de cuanta confian a en su fuer a bien#ec#ora puede suscitar en nosotros el conocimiento de este 4er adorable. Es la conviccin prctica de que el 8niverso, en manos del *reador, sigue siendo arcilla, cuyas m6ltiples posibilidades @l modela a su antojo. En una palabra, es la fe evanglica, y bien puede decirse que no #ay virtud, ni siquiera la caridad, que #aya sido recomendada ms insistentemente por el 4alvador. "#ora bien, ;bajo qu rasgos se nos presenta continuamente en las palabras y en los gestos del %aestro esta e$#ortacin< "nte todo y por encima de todo, como una fuer a operante. !ntimidados por las afirmaciones de un positivismo no justificado, entibiados, por otra parte, por los e$cesos msticos de la &*#ristian 4cience' querramos, a veces, dejar en la sombra esta promesa incmoda de una eficacia tangible que se asegura a nuestra oracin. 2, sin embargo, no podemos disimularla sin sonrojarnos en *risto. 4i no creemos, las olas tragan, el viento sopla, nos falta el alimento, las enfermedades nos abaten o matan, la fuer a divina es impotente o est muy lejos. Por el contrario, si creemos, las aguas son dulce acogida, se multiplica el pan, se abren los ojos, resucitan los muertos, su poder parece que le fuera solicitado a (ios como por una fuer a que lo e$tiende por toda la naturale a. - bien #ay que glosar, minimi ndolo arbitrariamente, el Evangelio. - bien #emos de admitir la realidad de estos efectos no como transitoria y pasada, sino como perenne y actualmente, verdadera. B"#C, guardmonos muc#o de a#ogar esta revelacin de. una vivificacin posible, en (ios, de las fuer as de la Naturale a/ muy por el contrario, situmosla resueltamente en el centro de nuestras perspectivas del %undo, atentos tan slo a comprenderla bien.

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5a fe obra. ;0u significa esto< ;4er que la accin divina, ante la llamada de nuestra fe, vendr a sustituir el juego normal de las causas que nos rodean< ;Damos a esperar, como los iluminados, que (ios obre directamente, sobre la %ateria o sobre nuestros cuerpos, los resultados #asta a#ora conseguidos mediante nuestras industriosas investigaciones< Evidentemente, no. Ni los encadenamientos interiores del %undo material o psquico, ni el, deber #umano del m$imo esfuer o, se #allan amena ados y ni siquiera rebajados por el precepto de la fe. &!ota unum aut unus ape$ non praeterbit.' +ajo la accin transformadora de la &fe que obra', quedan intactas todas las cone$iones naturales del %undo/ pero se superpone a ellas un principio, una interna finalidad, casi podra decirse un alma ms. +ajo la influencia de nuestra fe, el 8niverso es susceptible, sin cambiar sus rasgos e$teriores, de fle$ibili arse, animarse, sobreanimarse. ,e aqu el &todo' y el &solamente' de la creencia que el Evangelio nos impone formalmente. " veces, esta sobreanimacin se traduce mediante efectos milagrosos, cuando la transfiguracin de las causas las #ace acceder #asta la ona de su &potencia obediencial'/ a veces, y ms generalmente, se manifiesta por la integracin de acontecimientos indiferentes o desfavorables en un plan, en una Providencia superiores. 2a antes abordamos y anali amos un caso especialmente tpico de este segundo modo de divini acin del %undo por la fe 9modo que no es menos profundo, ni menos precioso, que los prodigios ms conmovedores:. "l tratar de las pasividades de disminucin, vimos cmo nuestros fracasos, nuestras decadencias, nuestra muerte, incluso nuestras faltas, podan ser por (ios refundidas en mejor bien, transformadas en @l. Este es el momento oportuno para e$aminar tal milagro en toda su generalidad y desde el punto de vista particular del acto de fe, que es por nuestra parte la condicin providencial del mismo. El %undo, la Dida 9nuestro %undo, nuestra Dida: estn, s, en nuestras manos, en las de todos, como una #ostia, dispuestos a llenarse de influencia divina, e s decir, de una Presencia real del Derbo Encarnado. El %isterio se reali ar. Pero con una condicin. que creamos que esto quiere y puede convertirse para nosotros en la accin, es decir, en la prolongacin del *uerpo de *risto. ;*reemos< )odo se ilumina y se configura en torno a nosotros. se ordena el a ar, el $ito adquiere una plenitud incorruptible, el dolor se convierte en una caricia y en una visita de (ios. ;(udamos< 5a roca se queda seca, el cielo negro, las aguas traicioneras y levantadas. 2 podramos or la palabra del %aestro ante nuestra vida estropeada. &,ombres de poca fe, ;por qu #abis dudado<'...F &(omine, adjuva incredulitatem meam.' )6 mismo lo sabes, 4e1or, porque #umanamente #as sentido angustia. El %undo, en ciertos das, se nos aparece como una cosa espantosa. inmenso, ciego, brutal. Nos arandea, nos arrastra, nos mata, sin prestarnos atencin. ,eroicamente, bien puede decirse, el ,ombre #a llegado a crear, entre las grandes aguas fras y negras, una ona #abitable, en donde casi #ay calor y claridad, donde los seres tienen un rostro para mirar, manos para suavi ar, cora n para amar. B%as qu precaria es esta mansinC En todo instante, por todos los resquicios, #ace irrupcin en ella la gran *osa #orrible, sta que nos esfor amos por olvidar, por no pensar que est siempre a#, del otro lado del tabique. fuego, peste, tempestad, terremoto, desencadenamiento de oscuras fuer as morales, se llevan en un instante, y sin consideraciones, lo que #abamos construido y ornado penosamente con toda nuestra inteligencia y nuestro cora n. (ios mo, ya que por mi dignidad #umana me est vedado cerrar los ojos sobre esto, como una bestia o como un ni1o ?para que no sucumba a la tentacin de maldecir al 8niverso y a quien lo #i o?, #a que lo adore, vindote escondido en l 4e1or, repteme la gran palabra liberadora, la palabra que a un mismo tiempo revela y opera. 4e1or. &,oc est *orpus meum.' En realidad, la *osa enorme y sombra, el fantasma, la tempestad, si queremos, eres )6. &Ego sum, nolite timere.' )odo cuanto en nuestras vidas nos espanta,

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lo que a )i mismo te constern en el ,uerto, 4e1or, en el fondo no son ms que Especies o "pariencias, la materia de un mismo 4acramento. *reamos solamente. *reamos con mayor fuer a y ms desesperadamente cuanto ms la 7ealidad parece mas amena adora y ms irreductible. 2 entonces poco a poco, veremos al ,orror universal distenderse para sonrernos primero y tomarnos en sus bra os ms que #umanos luego. No, no son los rgidos determinismos de la %ateria y de los grandes n6meros los que confieren al 8niverso su consistencia. son las giles combinaciones del Espritu. El a ar inmenso y la inmensa ceguera del %undo slo son una ilusin para el que cree. &Eides, substantia rerum.' +/ La %id0lidad! Porque cremos con el cora n puro y muy intensamente en el %undo, el %undo abrir ante nosotros los bra os de (ios. "#ora nos falta ec#arnos en estos bra os para que se cierre el crculo del %edio (ivino en torno a nuestras vidas. Este gesto ser el de una correspondencia activa respecto del deber cotidiano. 5a fe consagra al mundo. 5a fidelidad comulga en l. Para describir dignamente las &ventajas' de la fidelidad, es decir, el papel esencial y final que desempe1a en nuestra toma de posesin del %edio (ivino, deberamos repetir aqu cuanto se dijo en las dos primeras partes de este estudio. Es, pues, la fidelidad la que pone en juego los recursos inagotables ofrecidos por toda pasin a nuestro deseo de comunin. Por la fidelidad nos situamos y nos mantenemos tan e$actamente asidos de la mano divina, que no formamos sino una sola cosa con ella en el ejercicio de su accin. Por la fidelidad abrimos en nosotros continuamente un acceso tan intimo a las voluntades y a los buenos deseos de (ios, que 4u vida, como un pan poderoso, penetra y asimila la nuestra. &,oc est cibus meus, ut faciam voluntatem Patris.' Por la fidelidad, en fin, nos #allamos en todo instante situados en el punto e$acto donde converge, providencialmente, sobre nosotros el innumerable #a de fuer as interiores y e$teriores del %undo, es decir, en el 6nico punto en que puede reali arse en un momento dado, para nosotros, el %edio (ivino. 5a fidelidad y slo la fidelidad nos #ace posible recibir los avances universales y perpetuos del contacto divino/ por ella, y solamente por ella, devolvemos a (ios el beso que (ios nos ofrece continuamente a travs del %undo. "#ora bien, lo que #ay de inapreciable en el poder &comunicante' de la fidelidad, parecido en esto al que poseen la fe y la pure a, es que no conoce lmites a su eficacia. No #ay lmite por el lado de la obra reali ada o de la disminucin e$perimentada. dado que siempre podemos abismarnos cada ve ms en la perfeccin del trabajo reali ado o en la utili acin mejor de los acontecimientos desagradables. 4iempre ms capacidad, cuidado, suavidad... No #ay lmite, tampoco, por el lado de la intencin, que anime el esfuer o para obrar o para aceptar/ puesto que siempre podemos llegar ms lejos en la perfeccin interior de la conformidad. 4iempre ms desasimiento. %s amor siempre. 2 no #ay lmite ?todava muc#o menos?, por el lado del objeto divino. nuestro ser puede agotarse en la alegra de ad#erirse cada ve ms a l. "bandonemos aqu toda imagen de ad#esin inmvil. 7esulta insuficiente. 2 recordemos esto. (ios no se presenta a nuestros entes finitos como una *osa ya totalmente terminada a la que #ay que abra ar. Para nosotros es el eterno (escubrimiento y el eterno *recimiento. *uanto mas creemos comprenderlo, ms distinto se nos revela. *uanto ms pensamos apre#enderlo, ms

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retrocede atrayndonos a las profundidades de 4 mismo. *uanto ms nos acercamos a l por todos los esfuer os de la naturale a y de la gracia, ms acrecienta, en un mismo movimiento, su atraccin sobre nuestras potencias y la receptividad de nuestras potencias con respecto a esta divina atraccin. "s el punto privilegiado de que #ablbamos #ace unos momentos, el punto 6nico en donde puede nacer, para cada #ombre, en cada momento, el %edio (ivino, ese punto no es un lugar fijo del 8niverso. Es un centro mvil que #emos de seguir como los %agos siguieron a su estrella. Por un camino o por otro, seg6n las vocaciones, este astro conduce a los #ombres de manera muy diversa. Pero todas las pistas que nos se1ala tienen esto en com6n. que #acen ascender siempre ms arriba. 92a #emos dic#o estas cosas varias veces/ pero importa agruparlas una 6ltima ve en el mismo #a :. En cada e$istencia, si es fiel, los deseos mayores suceden a los ms c#icos/ la renuncia priva poco a poco sobre los goces/ la muerte consuma la vida. Einalmente, la deriva general a travs de lo creado #abr sido para todos la misma. " veces mediante un desasimiento espiritual, a veces mediante uno material, la fidelidad nos lleva a todos, ms o menos de prisa, en mayor o menor grado, #acia una misma ona de menor egosmo y de menor goce, all donde brilla para la criatura, ms e$tasiada, la lu divina ms suficiente y ms lmpida, allende toda interposicin no rec#a ada, sino franqueada. Pure a, fe, fidelidad. el %undo se funde y pliega bajo la accin convergente de estos tres rayos. *omo un fuego violento que se alimenta de lo que normalmente debera apagarlo, como un torrente poderoso que crece con los obstculosF atravesados en su curso, as la tensin engendrada por el encuentro entre el ,ombre y (ios disuelve, arrastra, volatili a a las criaturas y las #ace a todas igualmente 6tiles para la unin. "legras, progresos, dolores, sue1os, faltas, obras, oraciones, belle as, potencias del *ielo, de la )ierra del !nfierno, todo se curva al paso de las ondas celestes. 2 todo cede la parte de energa positiva que contiene su naturale a para contribuir a la rique a del %edio (ivino. *omo esos c#orros ardientes que atraviesan sin esfuer o los metales ms duros, el espritu que (ios atrae penetra en el %undo que avan a envuelto en los vapores luminosos de todo lo que sublima con @l. No destruye las cosas, ni tampoco las fuer a. las libera, las orienta, las transfigura, las anima. No deserta de ellas. sube apoyndose sobre ellas y arrastrando consigo lo que tienen de eleccin. Pure a, fe, fidelidad, virtudes inmviles y virtudes que operan, en verdad sois, en vuestra serenidad, las energas superiores de la Naturale a, las que dan al %undo, incluso al material, su 6ltima consistencia y su 6ltima figura. 4ois los principios conformadores de la )ierra Nueva. 3racias a vosotras, triple aspecto de una misma adoracin confiada, &triunfamos del %undo'. &,aec est quae vincit %undum, fides nostra.'

c/ Los 42o;20sos col0c1i3os d0l M0dio Di3ino! La Comunin d0 los San1os : la Ca2idad!
/ O6s023acion0s 420limina20s so620 0l 3alo2 ,indi3idual. d0l M0dio Di3ino! En las pginas anteriores nos #emos ocupado, en realidad, del establecimiento y de los progresos del %edio (ivino en un alma, supuesta sola en medio del %undo, en presencia de (ios. &2 con las dems almas, ;qu acontece< ?#abr pensado ms de un lector?. ;0u *ristianismo es ste que pretende edificarse fuera del amor del prjimo<'

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El prjimo, vamos a verlo, tiene su lugar esencial en el edificio cuyas lneas intentamos fijar. Pero, antes de introducirlo en nuestras construcciones, era necesario ?y ello por dos ra ones? tratar a fondo el problema de la &divini acin del %undo' en el caso de, un solo #ombre en particular. Era preciso, en primer lugar, por ra n de mtodo. porque, en buena ciencia, el estudio de los casos elementales debe, siempre preceder al esfuer o de generali acin. Era preciso, adems, por ra n de naturale a. porque, por muy e$traordinariamente solidarios que seamos los unos con los otros en nuestro desarrollo y en nuestra consumacin in *#risto =esu, no por ello dejamos de formar cada cual una unidad natural, cargada con sus responsabilidades y con sus posibilidades incomunicables. Nos salvamos o nos perdemos nosotros mismos. Era tanto ms importante poner de relieve este dogma cristiano de la salvacin individual, cuanto que las perspectivas aqu e$puestas son ms unitarias y ms universalistas. No #ay que perder nunca de vista que los #ombres, de la misma manera que, en las onas e$perimentales del %undo, por muy envueltos que se #allen por dic#o 8niverso representan cada uno de ellos para este 8niverso un centro de perspectiva y de actividad independiente 9de manera que #abr tantos 8niversos parciales como individuos:, anlogamente, en el campo de las realidades celestes, por penetrados que nos #allemos del mismo poder creador y redentor, constituimos cada uno un centro particular de divini acin 9de manera que #ay tantos %edios (ivinos parciales como almas cristianas:. "nte el mismo espectculo, en presencia de las mismas posibilidades de pe recepcin o de accin, sabemos que los #ombres reaccionan de manera absolutamente distinta con arreglo a los matices o a la perfeccin de sus sentidos y de su mente, de tal manera que si pudisemos, por un imposible, emigrar de una conciencia a otra, resultara cada ve que #abamos cambiado de %undo. "nlogamente, bajo las mismas &especies' temporales y espaciales, (ios se presenta y se da a las almas con una realidad y una rique a absolutamente distintas, seg6n la fe, la fidelidad, la pure a que su influencia encuentre. !maginemos el mismo $ito o el mismo naufragio envolviendo a un grupo #umano. este acontecimiento 6nico tendr tantas facetas, tantas finalidades, tantas &almas' distintas como individuos se #allen afectados por el suceso. *iego, absurdo, indiferente, material, para quien ni ama ni cree, ser luminoso, providencial, cargado de sentido y de vida, para quien #a llegado a ver y a tocar a (ios por todas partes. E$isten tantas superanimaciones distintas por parte de (ios de las causas segundas, cuantas confian as y fidelidades #umanas e$isten. Esencialmente 6nica en su influjo, la Providencia se plurali a en contacto nuestro, como un rayo de sol se colorea o se pierde en las profundidades de los cuerpos con que se encuentra. El mismo 8niverso tiene toda suerte de pisos, de compartimientos diversos. &in eadem domo, multas mansiones.' 2 #e aqu por qu repitiendo sobre nuestra vida las palabras que el sacerdote pronuncia sobre el pan y sobre el vino antes de la consagracin, debemos rogar cada cual para s mismo, para que el %undo se transfigure para nosotros. &ut nobis *orpusF et 4anguis fiat (. N. =esu *#risti.' Este es el primer paso. "ntes de ocuparse de los dems 9para poder ocuparse de los dems: el fiel debe asegurarse su santificacin personal, no por egosmo, sino con la conciencia segura y amplia de que, por una parte infinitesimal e incomunicable, cada uno de nosotros tenemos que divini ar al %undo entero. *mo es posible esta divini acin parcial, ya lo #emos anali ado. No nos queda a#ora ms que integrar el fenmeno elemental y ver en qu medida, mediante la confluencia de %edios (ivinos individuales, se constituye el %edio (ivino total y reacciona luego, a su ve , sobre los destinos particulares, que abarca, para completarlos. ,a llegado el momento de generali ar nuestras conclusiones multiplicndolas, como al infinito, por la accin de la caridad.

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Pierre Teilhard de Chardin '/ La in10nsi>icacin d0l M0dio Di3ino 4o2 la ca2idad!

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Para comprender y medir el poder de divini acin que se #alla contenido en el amor del prjimo, #ay que volver a las consideraciones que #emos desarrollado, sobre todo, al describir la unidad total de la consagracin eucarstica. " travs de la enormidad del tiempo y de la multiplicidad desconcertante de los individuos, decamos, se reali a una sola operacin. la ane$in a *risto de 4us elegidos/ una sola cosa se reali a. el *uerpo mstico de *risto a partir de todas las potencias espirituales esparcidas o esbo adas por el %undo. &,oc est *orpus %eum.' Nadie en el %undo puede salvarnos, ni perdernos a pesar nuestro. esto es verdad. Pero es verdad tambin que nuestra salvacin no se #ace ni se consuma ms que solidariamente con la justificacin de toda la &masa elegida'. En sentido verdadero, slo #abr un ,ombre salvado. *risto, *abe a y 7esumen viviente de la ,umanidad. *ada uno de los elegidos #a sido llamado para ver a (ios cara a cara. Pero el acto de su visin ser vitalmente inseparable de la accin iluminadora y superante de *risto. En el cielo contemplaremos a (ios, nosotros mismos, pero como por los ojos de *risto. 4i esto es as, nuestro esfuer o mstico individual espera un complemento esencial de su reunin con el de todos los dems #ombres. (efinitivamente uno en el Pleroma, el %edio (ivino debe empe ar a #acerse uno ya en la fase terrestre de nuestra e$istencia. "un cuando el *ristiano, vido de vivir en (ios, confiera a sus deseos toda la pure a, a sus oraciones toda la fe, a su accin toda la fidelidad posibles, todava se abrirn inmensas posibilidades para la divini acin de su 8niverso. 5e faltara enla ar su obra elemental a la de cuantos obreros le rodean. En torno a l se agolpan los innumerables %undos parciales, con los que se envuelven las diversas mnadas #umanas. Necesita recalentar su propio calor en el de todas estas #ogueras/ comunicar su savia con la que circula por las otras clulas/ recibir o propagar, para el beneficio com6n, el movimiento y la vida/ ponerse a la temperatura y a la tensin comunes. ;" qu poder est reservado #acer que estallen las envolturas bajo las que tienden a aislarse celosamente, y a vegetar, nuestros microcosmos individuales< ;" qu fuer a le es dado fundir y e$altar nuestras irradiaciones parciales #asta la radiacin principal de *risto< " la *aridad, principio y efecto de toda unin espiritual. 5a caridad cristiana, tan solemnemente predicada Por el Evangelio, no es ms que la co#esin ms o menos consciente de las almas, engendrada por su convergencia com6n in *#risto =esu. !mposible amar a *risto sin amar a los dems #ombres 9en la medida en que stos van #acia *risto:/ es imposible amar a los dems ?9en un espritu de amplia comunin #umana:, sin acercarse a *risto mediante el mismo movimiento. "utomticamente, pues, por una especie de determinismo viviente, los %edios (ivinos individuales, a medida que se constituyen, tienden a soldarse los unos a los otros/ y en su asociacin #allan un aumento ilimitado de sus ardores. Esta conjuncin inevitable se #a traducido siempre, en la vida interior de los 4antos, por un desbordamiento de amor #acia todo cuanto en las criaturas lleva en s un germen de vida eterna. ,emos observado la maravillosa eficacia de la &tensin de comunin' para aplicar al ,ombre a su deber #umano y para #acerle e$traer vida #asta, de los principios ms cargados de muerte/ como efecto 6ltimo tiene el de precipitar al cristiano en el amor de las almas. El "pasionado del %edio (ivino no puede tolerar en torno a si oscuridad, tibie a, vaco, en lo que debiera estar del todo lleno y vibrante de (ios. 4e siente como transido ante la idea de innumerables espritus ligados a l en la unidad de un mismo %undo, en tomo al cual todava no est lo suficientemente encendido el fuego de la Presencia divina. (urante un tiempo pudo creer que para alcan ar a (ios en la medida de sus deseos le bastaba con slo e$tender la mano, la suya. "#ora se da cuenta de que el 6nico abra o #umano capa de abarcar dignamente a lo (ivino es el de todos los bra os #umanos abiertos a un tiempo para llamar y dar acogida al Euego. El 6nico sujeto rotundamente

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capa de la )ransfiguracin mstica es el grupo entero de los #ombres que no forman ms que un cuerpo y un alma sola en la caridad. 2 esta coalescencia de las unidades espirituales de la *reacin bajo la atraccin de *risto es la suprema victoria de la fe sobre el %undo. (ios mo, te lo confieso, #e sido durante muc#o tiempo, y aun todava lo soy, refractario al amor del prjimo. (e la misma manera que #e gustado ardientemente la alegra sobre#umana de romperme y perderme en las almas a las que me destinaba la afinidad misteriossima del cari1o #umano, as tambin me siento nativamente #ostil y cerrado frente al com6n de todos cuantos me dices que ame. 5o que en el 8niverso se #alla por encima o por debajo de m 9sobre una misma lnea, podra decirse:, fcilmente lo integro en mi vida interior. la materia, las plantas, los animales y luego las Potestades, las (ominaciones, los >ngeles/ no me cuesta trabajo aceptarlo todo ello y me alegra sentirme sostenido en su jerarqua. Pero &el otro', (ios mo, no Fslo &el pobre, el cojo, el deforme, el imbcil', sino sencillamente el otro, el otro sin ms, se que por su 8niverso, en apariencia cerrado al mo, parece vivir independiente de m y rompiendo a mi ser la unidad y el silencio del %undo, ;sera sincero diciendo que mi reaccin instintiva no es rec#a arlo< ;0ue la simple idea de entrar en, comunicacin espiritual, con l no me es desagradable< (ios mo, #a que para m brille tu 7ostro en la vida del -tro. Esta lu irresistible de tus ojos, encendida en el fondo de las cosas, me #a lan ado ya sobre todo trabajo factible, sobre todo dolor a atravesar (ame sobre todo que pueda descubrirte en lo ms intimo, en lo ms perfecto, en lo ms lejano del alma de mis #ermanos. El don que me reclamas para estos #ermanos ?el 6nico don de que mi cora n es capa ? no es la ternura colmada de estos afectos privilegiados que dispones en nuestras vidas como el ms recio factor creado de nuestro ?crecimiento interior, es algo menos dulce, pero tan real y aun ms fuerte. Entre los ,ombres y yo quieres que, con ayuda de tu Eucarista, apare ca la atraccin fundamental 9ya oscuramente presentida por todo amor, en cuanto es fuerte: que msticamente convierte la mirada de las criaturas ra onables en una especie de %nada 6nica en )i, =esucristo. %uy superior a una simple simpata personal, quieres que las afinidades combinadas de un mundo para s mismo y de este mundo para (ios, me atraigan #acia &el -tro'. *on ello no e$iges de m nada psicolgicamente imposible, puesto que en la masa e$tra1a, innumerable, lo que se me invita a amar es siempre a un mismo 4er personal, el tuyo. )ampoco me obligas, frente al Prjimo, a #acer #ipcritas protestas de amor/ puesto. que la b6squeda de mi cora n no puede alcan ar a tu Persona ms que en el fondo de lo que #ay de ms individual y concretamente personal en cada prjimo, es a este otro s mismo y no a ninguna vaga entidad a lo que se dirige mi caridad. No me pides nada falso ni irreali able, sino, sencillamente, por tu 7evelacin y por tu 3racia, fuer as a lo que #ay de ms #umano en nosotrosF para que tome, al fin, conciencia de s mismo. 5a ,umanidad dorma ?todava duerme? amodorrada en los goces me quinos de sus peque1os amores cerrados. 8n inmenso poder espiritual dormita en el fondo de nuestra multitud, y no aparecer ms que cuando sepamos for ar las vallas de nuestros egosmos y elevarnos mediante una refundicin fundamental de nuestras perspectivas #asta la visin #abitual y prctica de las realidades universales. =es6s, 4alvador de la actividad #umana, a la que confieres una ra n de obrar/ 4alvador del dolor #umano, al que confieres un valor de vida. s la salvacin de la unidad #umana, fur anos a que abandonemos nuestras me quindades y a que, apoyados en )i, nos aventuremos por el ocano desconocido de la caridad.

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Pierre Teilhard de Chardin +/ Las 1ini06las 09102io20s : las almas 402didas!

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5a ,istoria del 7eino de (ios es, directamente, la #istoria de una reunin. El %edio (ivino total se constituye por la incorporacin a =esucristo de todo espritu elegido. Elegido, decimos, lo cual supone que #ay eleccin, seleccin. No sera comprender bastante cristianamente la accin universal de =es6s considerarla tan slo como centro de atraccin y de beatificacin. Precisamente porque es @l quien une, trilla, separa y ju ga. En el Evangelio estn el buen grano, y las ovejas, y la derec#a del ,ijo del #ombre, y la sala deP banquete nupcial, y el fuego que consume de alegra Pero estn tambin la ci a1a, los mac#os cabros, la i quierda del =ue , la puerta cerrada, la oscuridad e$terior/ en los antpodas de las llamas que unen en amor, el fuego que corrompe en el aislamiento. El proceso completo en donde nace gradualmente la )ierra Nueva es una agregacin acompa1ada de una segregacin. En las pginas anteriores, cuando 9preocupados 6nicamente de ascender lo ms derec#amente posible #acia el ,ogar divino y ofrecernos ms completamente a sus rayos: mantenamos sistemticamente vuelta la mirada #acia la lu , sentamos en todo instante que tras nosotros #aba sombra y vaco/ la rarefaccin o la ausencia de (ios sobre la que quedaba suspendida nuestra marc#a. Pero estas tinieblas inferiores, de las que intentbamos #uir, #ubieran podido muy bien ser una especie de, abismo abierto sobre la nada. 5a imperfeccin, el pecado, el mal, la carne, eran sobre todo un sentido retrgrado, la fa invertida de las cosas, que dejaban de e$istir para nosotros a medida que nos bamos #undiendo en (ios. )u 7evelacin, 4e1or, me obliga a creer ms. 5as fuer as del %al, en el 8niverso, no son tan slo una atraccin, una desviacin, un signo &menos', un retorno aniquilante a la pluralidad. En el curso de la evolucin espiritual del %undo algunas %nadas, elementos conscientes, se #an separado libremente de la masa que solicita tu atraccin. El %al se #a encarnado en ellas, se #a como &sustanciali ado' en ellas. 2 a#ora #ay en torno a m, entreme cladas a tu luminosa Presencia, presencias oscuras, seres malos, cosas malignas. 2 este conjunto apartado representa un desec#o definitivo e inmortal de la gnesis del %undo.F,ay tinieblas no slo interiores, sino tambin e$teriores. ,e aqu lo que nos dice el Evangelio. (ios mo, entre todos los misterios en que debemos creer, sin duda no #ay ninguno que tropiece ms con nuestros puntos de vista #umanos que este misterio de la condenacin. 2 cuanto ms nos #acemos #ombres, es decir, ms conscientes de los tesoros que oculta el menor de los seres y del valor que representa el menor de los tomos para la unidad final, ms perdidos nos sentimos ante la idea del infierno. )odava podemos comprender una recada en una cierta ine$istencia... Pero luna eterna inutili acin y un sufrir eternos ... C (ios mo, me #as dic#o que crea en el infierno. Pero me #as pro#ibido que piense, con certe a absoluta, que alg6n #ombre #a sido condenado. No tratar aqu de considerar a los condenados, ni siquiera buscar, en cierto modo, saber de su e$istencia. "ceptando, bajo tu palabra, al infierno como un elemento estructural del universo, re ar, meditar, #asta que en esta cosa temible apare ca para m un complemento fortificante, beatificante incluso, dentro de la visin que me #as abierto sobre tu -mnipresencia. 2 en verdad, 4e1or, ;necesito violentar mi mente o for ar las cosas para percibir en el misterio mismo de la segunda muerte una fuente de vida< ;Es preciso mirar muc#o para descubrir en las tinieblas e$teriores un aumento de tensin y una profundi acin de tu grande a< *onsideradas en su accin maligna, voluntaria, las fuer as del mal ya s que no pueden perturbar lo ms mnimo, en mi ambiente, al %edio (ivino. " medida que intentan penetrar en mi 8niverso, su influencia 9si tengo la fe suficiente: corre la suerte ?com6n de

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toda energa creada/ captados, violentados por tu irresistible energa, tentaciones y males se convierten en bienes y avivan las brasas del amor. 4 tambin que considerados en el vaco que produce su defeccin en el seno del *uerpo mstico, los espritus cados no podran alterar la perfeccin del Pleroma. " cada alma que se pierda a pesar de las llamadas de la gracia, y que debera estropear la perfeccin de la 8nin com6n, opones, (ios mo, una de estas refundiciones que en todo instante restauran al 8niverso y le confieren nuevo frescor y pure a renovada. El condenado no queda e$cluido del Pleroma, sino de su fa luminosa y de su beatificacin. @l lo pierde, pero l no se pierde para el Pleroma. El !nfierno, pues, con su e$istencia, ni destruye en nada ni en nada estropea el %edio (ivino, cuyos progresos, 4e1or, #e seguido en torno a m con entusiasmo. 4iento, s, que reali a adems algo grande y nuevo. "1ade un acento, una gravedad, un relieve, una profundidad que de no e$istir el infierno tampoco e$istiran. 5a *ima no se aprecia bien si no es considerando el abismo que corona. 4iguiendo mis puntos de vista #umanos, #ablaba antes de un 8niverso cerrado abajo por la nada/ es decir, sobre una escala de magnitudes que terminan, en cierto modo, en un cero. %as #e aqu, (ios mo, que rompiendo las sombras inferiores del 8niverso, me #aces ver que bajo mis pies se abre otro #emisferio, el dominio real, descendiendo ilimitadamente, de e$istencias, cuando menos, posibles. ;"caso la realidad de este polo negativo del %undo no viene a duplicar la urgencia y la inmensidad del poder con que te fundes sobre m< =es6s, due1o tremendamente bello y celoso, cerrando los ojos sobre lo que mi debilidad #umana todava no puede comprender ni, por tanto, soportar, es decir, sobre la realidad de los condenados, quiero #acer que pase a mi visin #abitual y prctica del %undo la gravedad siempre amena adora de la condenacin/ no para temerte, =es6s mo, sino para ser ms apasionadamente tuyo. 2a te lo #e gritado a#ora mismo. no seas para m, =es6s, slo un #ermano, Bs tambin un (iosC "#ora, revestido de la potencia formidable de seleccin que te sit6a en la cima del %undo como principio de atraccin universal 2 de universal repulsin, me apareces ,en verdad como la Euer a inmensa y viviente que buscaba por todas partes, para poder adorarla. los fuegos del infierno y los fuegos del cielo no son dos fuer as diferentes, sino manifestaciones contrarias de una misma energa. 0ue no me alcancen las llamas del infierno, 4e1or, y que tampoco a los que yo quiero..., que no alcancen a nadie, (ios mo 9Bya s que me perdonars esta plegaria insensataC:. Pero que, para cada uno de nosotros, sus sombros reflejos vengan a sumarse, con todos los abismos que descubren, a la ardiente plenitud del %edio (ivino.

EPCLO@O LA ESPERA DE LA PARUSCA


4egregacin y agregacin. 4eparacin de los elementos malos del %undo y &coadunacin' de los %undos elementales que cada espritu fiel construye en torno a s en el trabajo y en el dolor. El 8niverso se transforma y madura en torno a nosotros bajo la influencia de este doble movimiento, todava oculto en casi su totalidad. " veces, nos imaginamos que las cosas se, repiten, indefinidas y montonas, en la, #istoria de la creacin. Es porque la estancia es demasiado larga, teniendo en cuenta la breve duracin de nuestras vidas individuales/ es que la transformacin es demasiado amplia y demasiado interna, relativamente a nuestras miradas superficiales y limitadas,

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para que podamos percibir los progresos de lo que se est #aciendo, incesantemente, a favor y a travs de toda %ateria y de todo Espritu. *reamos en la 7evelacin, fiel apoyo 9tambin aqu: de nuestros presentimientos ms #umanos. Encubierta por las cosas cotidianas, por todos nuestros esfuer os depurados y salvados, se engendra gradualmente la )ierra nueva. 8n da ?nos lo anuncia el Evangelio? la tensin lentamente acumulada entre la ,umanidad y (ios, alcan ar los lmites fijados por las posibilidades del %undo. Entonces ser el fin. *omo un relmpago que partiera de un polo a otro polo, la Presencia de *risto, silenciosamente acrecentada en las cosas, se revelar bruscamente. 7ompiendo todas las barreras en donde, slo en apariencia, la contenan los velos de la %ateria y el estancamiento mutuo de las almas, invadir la fa de la )ierra. 2 bajo la accin, al fin liberada, de las autnticas afinidades del ser, los tomos espirituales del %undo, llevados por una fuer a en la que se manifestarn las potencias de co#esin propias del mismo 8niverso, vendrn a ocupar, en *risto o fuera de *risto 9mas siempre bajo la influencia de *risto:, el lugar de felicidad o de dolor que les designe la estructura lo viviente del Pleroma. &4icut fulgur e$it ab -riente et paret usque ad -ccidentem... 4icut venit diluvium et tulit omnes... !ta erit adventus Eilii #ominis.' *omo el rayo, como un incendio, como un diluvio, la atraccin del ,ijo del ,ombre apre#ender, para reunirlos o someterlos a su *uerpo, todos los elementos arremolinados del 8niverso. &8bicumque fuerit corpus congregabuntur et aquilae.' )al ser la consumacin del %edio (ivino. Dano seria especular, nos advierte el Evangelio, acerca de la #ora y de las modalidades de este acontecimiento formidable. Pero debemos esperarlo. 5a espera, la espera ansiosa, colectiva y operante de un Ein del %undo, es decir, de una 4alida para el %undo, es la funcin cristiana por e$celencia, y tal ve el rasgo ms distintivo de nuestra religin. ,istricamente, la espera no #a dejado de guiar, como una antorc#a, los progresos de nuestra Ee. 5os !sraelitas fueron perpetuos &e$pectantes'/ y tambin los primeros cristianos. Porque la Navidad que debera, al parecer, #aber invertido nuestras miradas y concentrarlas sobre el Pasado, no #a #ec#o sino llevarlas todava ms #acia adelante. "parecido un instante entre nosotros, el %esas no se dej ver y tocar sino para perderse de nuevo, ms luminoso y ms inefable, en las profundidades del futuro. Dino. Pero a#ora debemos esperarle de nuevo, no ya un grupo elegido tan slo, sino todos los #ombres, y ms que nunca. El 4e1or =es6s no vendr rpidamente ms que si le esperamos muc#o. 5o que #ar estallar la Parusa es una acumulacin de deseos. *ristianos, encargados tras !srael de conservar siempre viva sobre la )ierra la llama del deseo, tan slo veinte siglos despus de la "scensin, ;qu #emos #ec#o de la espera< Por desgracia, la prisa un poco infantil, unida a un error de perspectiva, que #aba #ec#o creer a la primera generacin cristiana en el retorno inminente de *risto, nos #a dejado decepcionados y nos #a #ec#o desconfiar. 5as resistencias del %undo al +ien #an venido a desconcertar nuestra fe en el 7eino de (ios. *ierto pesimismo, acaso sostenido por una idea e$agerada de la cada original, nos #a llevado a creer, que, decididamente, el %undo es malo y no tiene remedio... 2 as dejamos que el fuego se apague en nuestros cora ones adormecidos. 4in duda recibimos la muerte individual con mayor o menor angustia. 4in duda, tambin re amos y obramos concien udamente &para que venga a nosotros' el 7eino de (ios. Pero, en verdad, ;cuntos de entre nosotros se estremecen realmente en el fondo de su cora n, por esperan a loca en una refundicin de nuestra )ierra< ;0uines son los que navegan, en medio de nuestra noc#e, pendientes de las primeras luces de un -riente real< ;*ul es el cristiano en el que la nostalgia impaciente por *risto llega no a #undir 9como debiera ser:, sino tan siquiera a equilibrar sus cuidados de amor y sus #umanos intereses< ;(nde est el catlico tan apasionadamente vertido 9por conviccin Fy no por convencin: a la esperan a de la, Encarnacin, que #a de
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e$tenderse, como lo estn muc#os #umanitaristas a los sue1os de una *iudad nueva< 4eguimos diciendo que velamos en e$pectacin del 4e1or. Pero en realidad, s queremos ser sinceros, #emos de confesar que ya no esperamos nada. ,ay que reavivar la llama a cualquier precio. " toda costa #ay que renovar en nosotros el deseo y la esperan a del gran "dvenimiento. ;Pero dnde #allaremos la fuente para este rejuvenecimiento< "nte todo, est bien claro, en un aumento de la atraccin ejercida directamente por *risto sobre sus miembros. ;2 adems< En un aumento de inters descubierto por nuestro pensamiento en la preparacin y en la consumacin de la Parusa. ;2 de dnde #acer que brote este mismo inters< (e la percepcin de una cone$in ms ntima, entre el triunfo de *risto y el $ito de la obra que intenta edificar aqu abajo el esfuer o de los #ombres. Nos olvidamos de ello constantemente. 5o sobrenatural es un fermento, un alma, no un organismo completo. Diene a transformar &la naturale a'/ pero no puede prescindir de la materia que sta le ofrece. 4i los ,ebreos se mantuvieron tres mil a1os pendientes del %esas, es porque lo vean nimbado por la gloria de su pueblo. 4i los discpulos de 4an Pablo vivan perpetuamente an#elantes por el 3ran (a, es porque esperaban del ,ijo del ,ombre la solucin personal y tangible de los problemas y de las injusticias de la vida. 5a espera del *ielo no puede e$istir ms que si se encarna. ;0u cuerpo podremos darle a nuestra espera de #oy< Podremos darle el cuerpo de una inmensa esperan a totalmente #umana. *onsideremos la )ierra entorno a nosotros. ;0u acontece a nuestros ojos, en la mesa de los pueblos< ;(e dnde viene este desorden en la 4ociedad, esta agitacin inquieta, estas olas que se #inc#an, estas corrientes que circulan y se unen, estos brotes turbios, formidables y nuevos< Disiblemente, la ,umanidad atraviesa una crisis de crecimiento. -scuramente tiene conciencia de lo que le faltaba y de lo que es capa . "nte ella, lo recordbamos en la primera parte de estas pginas, el 8niverso se enciende como el #ori onte por donde va a salir el 4ol. Presiente, sin duda, y espera. El cristiano, decamos, como todos los dems #ombres, est sometido a esta atraccin, y a veces se e$tra1a y otras se inquieta. ;4u adoracin no estar buscando lan arse sobre un dolo< El estudio del %edio (ivino ?ya terminado? nos permite responder a este temor. No. No debemos vacilar nosotros, los discpulos de *risto, en captar esta fuer a que nos necesita y que nos es necesaria. Por el contrario, si no queremos que se pierda y no queremos mustiarnos nosotros mismos, debemos participar de las aspiraciones, de esencia autnticamente religiosa, que #ace sentir tan fuertemente la inmensidad del %undo a los ,ombres de #oy, la magnitud del espritu, el valor sagrado de toda nueva verdad. +ajo esta directri , nuestra generacin cristiana aprender de nuevo a esperar. " travs de estas lneas nos #emos ido familiari ando poco a poco con estaC perspectivas. el progreso del 8niverso y especialmente del 8niverso #umano no est en competencia con (ios/ ni es tampoco el desperdicio vano de las energas que le debemos. *uanto mayor sea el ,ombre, cuanto ms unida se #alle la ,umanidad, consciente y due1a de su fuer a, la *reacin ser tanto ms bella, la adoracin ms perfecta, y para las e$tensiones msticas, *risto #allar mejor *uerpo digno de 7esurreccin. En el %undo no puede #aber dos cimas, como en un crculo no caben dos centros. El "stro que el %undo espera, sin saber todava pronunciar su nombre, sin apreciar e$actamente su autntica trascendencia, sin poder siquiera distinguir los ms espirituales, los ms divinos de sus rayos, es por fuer a el %ismo *risto que esperamos nosotros. Para desear la ,Parusa basta con que dejemos latir en nosotros, *ristiani ndolo, el propio cora n de la )ierra.

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;Por qu, #ombres de poca fe, #ay que temer o rec#a ar el progreso del %undo< ;Por qu multiplicar imprudentemente las profecas y las pro#ibiciones. &No vayis... no intentis... todo es conocido. la )ierra es vieja y est vaca. ya no se encuentra nada'< B!ntentarlo todo por *ristoC BEsperarlo todo por *ristoC &Ni#il intentatumC' ,e aqu, precisamente, por el contrario, la autntica actitud cristiana. (ivini ar no es destruir, sino sobrecrear. =ams sabremos todo lo que la Encarnacin espera todava de las potencias del %undo. Nunca esperaremos bastante de la creciente unidad #umana. =erusaln, al a la cabe a. *ontempla la inmensa muc#edumbre de los que construyen y de los que buscan. En los laboratorios, en los estudios, en los desiertos, en las fbricas, en el enorme foso social, ;no ves a todos los #ombres que padecen< BPues bien, todo cuanto por ellos fermenta ?arte, ciencia, pensamiento, todo es para tiC "bre ya los bra os, abre el cora n y recibe, como a tu 4e1or =es6s, la marea, la inundacin de la savia F #umana. 7ecibe esta savia, porque, sin su bautismo, te agotaras sin deseos, tal una flor sin agua/ y slvala, porque sin tu sol se dispersara locamente en tallos estriles. ;(nde estn, pues, a#ora la tentacin e$cesiva del %undo, la seduccin de un %undo demasiado #ermoso< 2a no e$isten. +ien puede la )ierra asirme ya con sus bra os gigantes. Puede #enc#irme con su vida y volverme a coger en su polvo. Puede ante mis ojos ornarse de todos los encantos, de todos los #orrores, de todos los misterios. Puede embriagarme por su perfume de tangibilidad y de unidad. Puede #acer que me arrodille en la espera de lo que madura en su seno. 2a no me perturban los sortilegios de la )ierra desde que, para m, se #a #ec#o allende ella misma *uerpo de "quel que es y de "quel que viene. Et %edio (ivino. )ientsin, noviembre ASJT?mar o ASJU. ? Nota de los Editores. En mar o de ASMM, es decir, en el 6ltimo mes de su vida entre nosotros, el Padre )eil#ard de *#ardin, volviendo sobre El %edio (ivino, escriba al comien o de una 6ltima Profesin de Ee. 0ace mucho tiempo ya que, en *a 3isa sobre el 3undo, y en "l 3edio ivino, intent fijar mi admiraci#n y mi asombro frente a estas perspectivas todav)a apenas formadas en mi. 0oy, tras cuarenta a'os de refle+i#n continua, sigue siendo e+actamente la misma visi#n fundamental la que siento necesidad de presentar y de hacer compartir, una $ltima vez, en su forma ms madura. 7 esto, con menos frescor y e+uberancia e+presiva que en el momento de mi primer encuentro con ella. Pero siempre con el mismo asombro y la misma pasi#n./

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