Fowles John - El Coleccionista

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EL COLECCIONISTA (1963) John Fowles

Cuando, desde el colegio en que estaba internada regresaba a su casa, yo sola verla, y a veces hasta varios das seguidos, porque sus padres vivan frente al Anexo de la Municipalidad, donde yo trabajaba. Ella y su hermanita menor iban y venan muy a menudo, acompaadas con frecuencia por muchachos, lo cual, como es natural, no me agradaba mucho que digamos. Cada vez que los archivos y carpetas me dejaban un momento libre, iba a la ventana para mirar hacia la calle cubierta de escarcha, y aunque no siempre, algunas veces consegua verla. Todas las noches consignaba el hecho en mi libro diario de observaciones. Al principio, en aquellas anotaciones, ella era X; pero despus, o sea, desde que supe cmo se llamaba, ya fue M. Tambin la vi varias veces en la calle. Un da estuve un largo rato detrs de ella, en una cola de la Biblioteca Pblica de la calle Crossfield. No me mir ni una sola vez, pero yo no apart ni un instante la mirada de su nuca y de su pelo, que peinaba en una larga trenza. Era un pelo de un

rubio muy plido, sedoso, como capullo de gusano de seda. Todo l estaba apretado en una larga y gruesa trenza que le llegaba a la cintura: algunas veces por la espalda, y otras, a un costado del pecho. Pero de vez en cuando la trenza desapareca, remplazada por un peinado alto. Slo una vez, antes de que viniera a esta casa como mi husped, tuve la suerte de verla con el pelo suelto, y me dej casi sin aliento. Tan hermosa estaba, que pareca una sirena! Otra vez, un sbado que yo tena libre, cuando hice una visita al Museo de Historia Natural, volv en el mismo tren que ella. Ocupaba un asiento tres filas delante de m, en el otro lado del coche, y estaba concentrada en la lectura de un libro, lo que me brind la oportunidad de mirarla a mi gusto durante treinta y cinco minutos. Cada vez que la vea experimentaba la misma sensacin que cuando consegua atrapar un raro ejemplar de mariposa, acercndome con suma cautela, con el corazn en la boca como suele decirse. Por ejemplo, una Amarilla Plida Anublada. Siempre pensaba en ella as, quiero decir, con palabras como, por ejemplo, elusiva y muy refinada, de ninguna manera como las otras muchachas, ni siquiera las bonitas. Como quien dice, en buen conocedor. El ao en que ella estaba an en el colegio no pude saber quin era; slo que su padre era el doctor Grey, y un rumor que o sin quererlo un da, en una reunin de la Seccin de Insectos, en el sentido de que su madre

beba con exceso. Otro da, en una casa de comercio, o hablar a su madre, que tena una voz afectada, y uno se daba cuenta en seguida, al verla, de que era ese tipo de mujer dada a la bebida, adems de maquillarse exageradamente, etctera. Otro da le en el diario local un pequeo artculo sobre la beca que M haba ganado, y lo hbil y lista que era, y su nombre, que me pareci tan hermoso como ella misma: Miranda. Entonces me enter de que estaba en Londres y que estudiaba dibujo y pintura. Aquel articulito del peridico tuvo un significado especial para m, pues desde que lo le me pareci que ella y yo habamos intimado ms, aunque, naturalmente, no nos conocamos de la manera comn entre las personas. No puedo decir lo que me ocurri, pero la verdad es que la primera vez que la vi tuve la seguridad de que era la nica mujer en el mundo para m. Claro que no estoy loco, y me percat de que aquello era slo un sueo. Y lo habra seguido siendo para siempre de no haber mediado eso del dinero. A menudo soaba despierto con ella, y compona historias en las cuales llegaba a conocerla, haca todas las cosas que admiraba ms, me casaba con ella, y todo eso. Pero nada malo ni feo; eso no ocurri hasta ms tarde, segn explicar algo ms adelante. Ella pintaba cuadros, y yo cuidaba mi coleccin de mariposas (en el sueo, claro). Siempre era lo mismo: ella me amaba y la entusiasmaba mi coleccin, y a menudo dibujaba y coloreaba las mariposas.

Trabajbamos juntos en una hermosa casa moderna, en una amplia habitacin que tena una de esas enormes ventanas de un solo vidrio. All se celebraban tambin reuniones de la Seccin de Insectos, en las cuales, en lugar de decir poco o nada por miedo a cometer un error, los dos ramos populares y cordiales dueos de casa. Ella, preciosa con su pelo de color rubio plido y sus hermosos ojos grises, y los otros hombres, claro, verdes de envidia ante mi gran suerte. Las nicas veces que no soaba despierto todas esas cosas tan lindas sobre ella era cuando la vea con cierto muchacho, un individuo vulgar, estrepitoso, que tena un coche deportivo. Una vez me encontr a su lado en el Banco Barclay, donde haba ido a efectuar un depsito, y le o decir: Dmelo en billetes de cinco libras. El chiste era que el cheque slo haba sido librado por diez libras. Todos los tipos como se tienen cosas as. Miranda suba algunas veces al coche de aquel tipo; otras, los dos paseaban por el pueblo a pie, y en esos das mi comportamiento en la oficina era hosco con los dems y no consignaba en mi diario de observaciones las notas relacionadas con X. (Entonces an era X para m.) Pero todo eso ocurri antes de que ella se fuese a Londres, pues despus ya dej a ese muchacho. sos eran das en que yo soaba despierto cosas malas, a propsito y con un poco de rabia. En esos sueos ella lloraba o se arrodillaba ante m. Un da, soando as,

despierto, le di una bofetada, como haba visto que haca el primer actor a la dama joven en una obra de la Televisin. Tal vez eso fue el principio de todo... Quiero decir, todo lo malo. Mi padre muri mientras iba al volante de su coche. Entonces tena yo dos aos. Eso ocurri en 1937. Mi padre guiaba en estado de ebriedad, ms ta Annie dijo siempre que fue mi madre la que le empuj a la bebida. Nunca me dijeron la verdad de lo ocurrido, pero mi madre se fue poco despus y me dej con ta Annie. Parece que lo nico que le interesaba a mi madre era pasarlo bien, sin complicaciones. Mi prima Mabel me dijo un da (cuando los dos ramos nios y en una disputa) que mi madre era una mala mujer y que se haba escapado con un extranjero. Yo era un estpido, y me fui en seguida a ta Annie, a preguntarle qu deba responder si alguien me preguntaba. Me dijo que no contestase nada, que ella se encargara de eso y que yo deba ignorarlo todo. Ahora no me importa ya, y si mi madre vive todava, no quiero encontrarme con ella. No me interesa. Ta Annie ha dicho siempre que es una gran suerte para todos que ella se haya marchado. As que fui criado como quien dice por ta Annie y to Dick, con su hija Mabel. Ta Annie era hermana de mi padre, y mayor que l. To Dick muri cuando yo tena quince aos. Esto fue en 1950. Fuimos juntos al lago artificial de la represa de Tring, a pescar. Como de costumbre, yo me separ de l con mi red de cazar

mariposas. Cuando me di cuenta de que tena hambre, volv a donde lo haba dejado y vi un grupo de gente apiada. Pens que to Dick habra pescado algn ejemplar de gran tamao. Pero no: haba sufrido un ataque. Lo llevamos a casa, mas ya no pudo hablar una palabra ni reconoci a ninguno de nosotros hasta que muri. Lo sent mucho. Los das que pasbamos juntos to Dick y yo (bueno, juntos, lo que se dice juntos, no, porque yo siempre me iba a cazar mariposas y l se quedaba con sus caas de pescar, aunque siempre comamos y viajbamos de ida y vuelta juntos) fueron los mejores que recuerdo de toda mi vida. Ta Annie y mi prima Mabel miraban con desprecio mis mariposas cuando yo era nio, pero to Dick siempre sala en defensa de mi hobby favorito. Admiraba la forma en que yo acomodaba mis ejemplares. Senta lo mismo que yo ante alguna variedad rara. Se pasaba largos ratos mirando los movimientos de las mariposas, las orugas y dems insectos, y me cedi un espacio de su pequeo almacn de herramientas, para mi coleccin. Cuando gan un premio con un grupo de Fritillarias, me regal una libra esterlina con la condicin de que no le dijese una palabra a ta Annie. Pero, bueno: no sigo. To Dick fue tan bondadoso conmigo como un padre. Cuando tuve aquel cheque en la mano, l fue la persona, adems de Miranda, claro, en quien pens de inmediato. Le habra regalado los mejores trebejos de pesca que hubiese y

cuanto hubiera querido. Pero estaba de Dios que no haba de ser as, y me arm de paciencia. Desde que cumpl los veintin aos empec a jugar en las apuestas de ftbol. Todas las semanas jugaba un boleto de cinco chelines. El viejo Tom y Crutchley, que trabajaban conmigo en Tarifas, y algunas de las muchachas, se juntaron para jugar permanentemente un boleto mucho mayor que el mo, y no hacan ms que insistir en que jugase con ellos, pero yo prefer seguir hacindolo solo. Nunca me han gustado el viejo Tom y Crutchley. El primero es un hombre viscoso, que no hace otra cosa que hablar del gobierno municipal de la localidad y adular con todo descaro a Mr. Williams, el tesorero del Ayuntamiento. Crutchley es un hombre de mente sucia y un sdico. No deja pasar ni una oportunidad de burlarse de mi hobby, sobre todo cuando hay muchachas delante. Por ejemplo: Fred tiene aspecto de cansado, porque se ha pasado un sucio fin de semana con un hermoso ejemplar de Col Blanca. O si no: Quin era esa Dama Pintada con quien lo vi anoche, mi querido Fred? Al or esas salidas del sdico, el viejo Tom rea hipcritamente, y Jane, la novia de Crutchley, que trabaja en Sanidad y que siempre estaba en nuestra oficina, haca coro a esa risa, como una perfecta idiota. Era todo lo que Miranda no era. Siempre he odiado a las mujeres vulgares, sobre todo a las jvenes. De modo que, como ya he dicho, continu jugando solo. El cheque que recib al acertar el boleto

era de 73.091 libras esterlinas, algunos chelines y peniques. No bien la gente de la administracin de apuestas me confirm el martes que todo estaba en regla, llam por telfono a Mr. Williams. En seguida me di cuenta de que estaba furioso, porque yo dejaba el empleo de esa manera, aunque al principio me felicit y me dijo que se alegraba de mi buena suerte, y que estaba seguro de que todos en la oficina se alegraban tambin, lo que no cre, naturalmente, ni un momento. Hasta me sugiri que invirtiese en bonos del 5% del Emprstito del Consejo! Hay tipos en el Ayuntamiento que pierden todo sentido de la proporcin. Pero yo hice lo que me sugiri la gente de la administracin de apuestas: me traslad en seguida a Londres con ta Annie y Mabel, hasta que pasara el revuelo de mi buena suerte. Le mand al viejo Tom un cheque de quinientas libras esterlinas, pidindole que las compartiese con los dems. No contest las cartas de agradecimiento que me enviaron. Se adivinaba fcilmente que me consideraban un individuo mezquino. Miranda estaba en la casa paterna, de vacaciones, cuando yo cobr el premio. Yo la vi slo la maana del gran da: el sbado. Todo el tiempo que estuvimos en Londres, gastando a manos llenas, se me ocurri pensar que ya no la vera ms. Despus pens que yo era ahora rico, y, por tanto, un buen partido para marido. Pero en seguida me di cuenta de que eso era ridculo, porque la gente se casaba slo por amor, sobre todo una

muchacha como era Miranda. Hubo momentos en que me pareci que podra llegar a olvidarla. Pero eso de olvidar no es algo que uno haga, sino algo que sucede. Y a m no me sucedi, as que comprend que aquella ilusin era muy tonta. Si uno es de esos hombres que estn siempre a la pesca de la mujer, y adems inmoral, como lo son casi todos en nuestra poca, supongo que puede pasarlo muy bien si tiene mucho dinero, como me ha sucedido a m as, tan de repente. Pero me apresuro a decir que yo nunca he sido as. Por ejemplo, en la escuela y en el colegio no fue necesario castigarme nunca. Ta Annie pertenece a la Iglesia Anglicana Disidente, y jams me oblig a ir a la capilla y cosas as, pero he sido criado en esa atmsfera severamente religiosa, aunque to Dick sola ir algunas veces, clandestinamente, a la taberna. Despus de una larga serie de discusiones y disputas, cuando fui dado de baja del Ejrcito, ta Annie me permiti que fumase cigarrillos, pero nunca le gust que lo hiciera, y yo nunca fumaba en su presencia. Hasta con todo el dinero que yo tena ahora, ella segua diciendo que gastarlo estaba en pugna con sus principios; pero Mabel se encargaba de machacarla no bien se encontraban solas. Un da la o, pero de todas maneras le dije que era mi dinero y mi conciencia, y que el anglicanismo disidente no se opona a que una persona aceptase obsequios. Aludo a todo esto para hacer constar que una o dos

veces me embriagu mientras estaba en las fuerzas de ocupacin en Alemania, pero que nunca tuve nada que ver con mujeres. Antes de ver por primera vez a Miranda, jams haba pensado mucho en las mujeres. S que no tengo eso que no s lo que es que las muchachas buscan en los hombres. Conozco a tipos como, por ejemplo, Crutchley, que a m me parecen el colmo de lo vulgar pero a quienes las muchachas aceptan encantadas. Algunas de las chicas del Anexo le miraban siempre de una manera que resultaba repugnante. Me parece que se trata de alguna cosa burda y animal que yo no tengo. (Y debo decir que me alegro mucho de no ser as, porque si hubiera mucha gente como yo, el mundo sera mejor.) Cuando uno no tiene dinero cree siempre que las cosas van a ser distintas en cuanto lo tenga. Yo no pretenda ms que lo que me corresponda, nada excesivo, pero en el hotel nos dbamos cuenta de que, s, eran respetuosos en lo aparente, pero no pasaban de ah y, en realidad, nos despreciaban por tener todo ese dinero y no saber qu hacer con l. A nuestras espaldas seguan tratndome como lo que era: un modesto empleaducho. De nada vala tirar dinero a diestro y siniestro; en cuanto decamos algo o hacamos el menor gesto, nos delatbamos sin remedio. Casi podamos orles decir: No se molesten en fingir y tratar de engaarnos! Sabemos lo que son! Por qu no se vuelven al lugar de la campia de donde vinieron?

Recuerdo una noche que fuimos a cenar a un restaurante de categora. Figuraba en la lista que la gente de la administracin de apuestas me haba enviado. La comida era buena, muy buena, y la comimos, pero yo apenas le tom el gusto debido a la manera en que nos miraba toda la gente, cmo nos trataron los viscosos mozos extranjeros y cmo todo lo que haba en aquel saln pareca mirarnos con desprecio, porque no ramos de su categora. El otro da le un artculo sobre eso que la gente llama clase. Yo podra decirle unas cuantas cositas al autor. Si se me preguntase, dira que Londres est organizado por entero para la gente que se ha educado en colegios bien y que no va a ninguna parte si no posee modelos innatos y esa voz afectada que a m me parece el colmo de la ridiculez. Claro que me refiero al Londres ese de la gente de la nobleza o de los que tienen dinero de antes. Y ese Londres est confinado en el West End.

Una noche fue despus de aquella cena en el restaurante, y yo me senta muy deprimido le dije a ta Annie que tena ganas de ir a dar un paseo, y, en efecto, sal. Camin un buen rato y, de pronto, se me ocurri que me gustara estar con una mujer. Llam a un nmero de telfono que me facilit un hombre en cuanto recib el cheque, a la vez que me deca: Tome: por si un da quiere un poco de ya sabe qu.

O una voz de mujer que dijo: No, no: estoy ocupada. Le pregunt si saba de algn otro nmero, y me dio dos, con sus direcciones. Tom un taxi y me fui a la segunda. No dir lo que ocurri, a no ser que no pude. Estaba demasiado nervioso, trat de aparentar que conoca, como un veterano, de qu se trataba, pero, claro, ella se dio cuenta. Era vieja y horrible, horrible! Quiero decir tanto la forma asquerosa de su comportamiento como su cara y su cuerpo. Estaba gastada y era ordinaria. Algo as como un pobre ejemplar de mariposa enferma o vieja, al que cualquier coleccionista volvera la espalda. Pens en Miranda y en que pudiera verme all, en semejante situacin ridcula. Me aterr. Como he dicho, intent hacer lo que se esperaba de m, pero fue intil. Bueno, la verdad es que no lo intent con mucho entusiasmo. Yo no soy uno de esos hombres que slo viven pensando en la carne, y nunca lo he sido. Siempre he tenido aspiraciones ms altas, como se suele decir. Crutchley sola aconsejarme que, para llegar a algo en estos tiempos, hay que ser rudo y empujar: Mire al viejo Tom y adnde ha llegado con ese sistema, me deca. Crutchley se mostraba siempre untuoso, familiar, conmigo: demasiado, si se me pregunta. Pero saba ser servil cuando le convena, como, por ejemplo, con Mr. Williams. Un poco ms de vida, Clegg me dijo Mr. Williams un da, cuando yo trabajaba en Consultas. Al pblico le gusta ver una sonrisa, u or un buen chiste de

cuando en cuando. No hemos nacido todos con la capacidad de Crutchley para eso, pero podemos probar, no le parece? Eso me indign. Puedo decir que estaba hasta la coronilla del Anexo y que, de todas maneras, pensaba presentar mi dimisin. Yo no era diferente de los dems, y puedo probarlo. Uno de los motivos para que me hastiase de ta Annie fue que empec a interesarme por esos libros que uno puede comprar en algunos comercios del barrio de Soho, libros de mujeres desnudas y todo lo dems. Poda ocultar las revistas, pero haba algunos libros que quera comprar y no poda por si ta Anne se daba cuenta. Siempre me haba interesado mucho la fotografa. Compr una cmara, claro, una Leica, lo mejor, con lente para telefotos y todo. La idea era sacar fotos de mariposas vivas, como el famoso Mr. S. Beaufroy, pero al mismo tiempo, a menudo, cuando sala a cazar esos insectos, ustedes se sorprenderan si supiesen las cosas que hacen las parejas en lugares donde deberan saber que est mal hacerlas. Y se era tambin otro uso que podra darle a la cmara. Claro est que aquel asunto con la mujer pblica me perturb mucho, sobre todo porque se haba producido encima de todas las otras cosas. Por ejemplo: ta Annie estaba muy entusiasmada con la idea de hacer un viaje por mar a Australia, para ver a su hijo Bob, as como a to Steve, que era su otro hermano menor, y su familia. Quera que yo fuera con ellas, pero, como ya dije, yo no

quera estar ms con la ta y Mabel. No era que las odiase, ni mucho menos, pero cualquiera, al minuto de tratarlas, poda saber lo que eran, an mejor que yo. Lo que eran resultaba claro. Quiero decir, personas mezquinas, que jams haban salido de su casa. Por ejemplo: esperaban siempre que yo lo hiciese todo con y como ellas, y les dijese lo que haba hecho si alguna vez haba estado fuera de casa una o dos horas. El da despus de lo de la mujer les dije claramente que no ira con ellas, y no lo tomaron a mal, porque supongo que ya haban tenido tiempo para pensar que, a fin de cuentas, el dinero era mo y poda hacer con l lo que quisiera. La primera vez que sal a ver si me encontraba con Miranda fue unos das despus del viaje que hice a Southampton para despedir a ta Annie y Mabel, el da 10 de mayo para ser ms exacto. Me hallaba de vuelta en Londres. En realidad no tena plan alguno, y haba dicho a las dos viajeras que a lo mejor me ira a pasear fuera de Inglaterra, pero la verdad era que no saba qu hacer. Ta Annie se mostr muy asustada. La noche antes de partir sostuvo una conversacin muy seria conmigo, en la que me dijo que de ninguna manera tena que casarme, por lo menos hasta que ella conociera a la que iba a ser mi esposa y pudiera aconsejarme. Me repiti mucho eso de que el dinero era mo y de nadie ms, que la vida era ma tambin, y me agradeci mi generosidad para con ellas, pero me di cuenta de que estaba muy asustada ante el peligro de

que yo me casase y ellas pudieran perder todo el dinero del cual estaban tan avergonzadas. No la culpo. Era la cosa ms natural del mundo, sobre todo con una hija como Mabel, que es invlida. Creo que las personas como Mabel debera ser despenadas cuanto antes, sin dolor, por piedad, pero eso no viene a cuento ahora. Lo que pens que poda hacer (en preparacin ya haba comprado el mejor equipo que se poda conseguir en Londres) era ir a algunas localidades en las que existen especies raras de mariposas y aberraciones con el fin de conseguir series lo ms completas posible. Quiero decir, llegar a la localidad y quedarme all todo el tiempo que quisiera, para recorrer los alrededores en busca de material para mi coleccin, y al mismo tiempo sacar fotos. Antes que se fueran mi ta y Mabel haba aprendido a conducir automviles, y compr una furgoneta especial. Haba muchas especies de mariposas que yo quera tener, por ejemplo, la Cola de Golondrina, la Azul Grande, y varios ejemplares de las Fritillarias, tales como la Heath y la Glanville. Ejemplares que el coleccionista apenas tiene probabilidad de cazar una o dos veces en su vida. Lo que trato de decir es que tener a Miranda como husped ma ocurri repentinamente, y no fue algo que yo proyectase en cuanto tuve el dinero del boleto en mis manos. Bueno: claro est que al irse mi ta y mi prima compr todos los libros que quera tener. En algunos de ellos ni siquiera sospechaba que existiesen semejantes

cosas y, la verdad, sent una gran repugnancia al verlas. Pens: Aqu estoy, encerrado en una pieza de hotel con todo esto, y es muy distinto a lo que yo sola soar que ocurriera entre Miranda y yo. Y de pronto me percat de que yo la haba credo desaparecida por completo de mi vida, como si no vivisemos slo a unos pocos kilmetros uno del otro (entonces yo me haba mudado ya al hotel de Paddington y no tena todo el tiempo libre para descubrir dnde viva ella). Pero me result fcil. Busqu en la gua de telfonos la Escuela Slade de Pintura, y una maana estacion la furgoneta frente al edificio. Ese vehculo era el nico lujo que me haba dado a m mismo. Tena en su parte posterior, cerrada, una cama de campaa plegable en la que se poda dormir muy bien. La compr para poder llevar todo mi equipo cuando sala a cazar mariposas y sacar fotos en el campo. Adems, pens que si compraba una furgoneta me vera libre de sacar a pasear a ta Annie y Mabel cuando volvieran de Australia. La verdad es que no la compr para lo que despus la us, porque esa idea invadi mi cerebro de repente, casi casi como un chispazo de genio. La primera maana que me estacion frente a la Escuela Slade no vi a Miranda, pero al da siguiente la vi por fin. Sali del edificio con un grupo de estudiantes de uno y otro sexo, pero en su mayora varones. El corazn me lati como un caballo desbocado y me sent mal. Tena la cmara fotogrfica preparada,

pero no me atrev a usarla. Ella estaba igual: tena un modo de caminar fluido, elegante, y usaba siempre zapatos de tacn bajo, por lo cual no pisaba con esos pasitos afectados de la mayora de las muchachas. Se vea que, mientras caminaba, lo haca sin pensar para nada en el efecto que produca en los hombres: como un pjaro. Ese da hablaba con mucha animacin con un muchacho moreno de pelo negro cortado casi al rape. Tena un aspecto como de artista. El grupo estaba integrado por siete personas. Ella y el muchacho se separaron de los dems y cruzaron la calle. Baj de la furgoneta y los segu. No fueron muy lejos: a una cafetera. Yo entr detrs de ellos, as, de pronto, sin saber por qu, como si hubiera sido atrado por algo casi contra mi voluntad. El saln estaba lleno de gente, estudiantes, artistas y otros por el estilo. Por lo menos tenan aspecto de eso. Recuerdo que en las paredes haba pintadas unas caras horripilantes. Creo que se haba querido dar a aquello un ambiente africano. Haba tanta gente, y el ruido era tan enorme, que me puse nervioso, y al principio no pude ver a Miranda. Estaba sentada en un segundo saln, ms pequeo, al fondo del principal. Yo me sent en una de las altas banquetas que haba a lo largo de la barra del bar, desde donde poda verla bien. No me atreva a mirar hacia ella con demasiada frecuencia, y la luz del saln, por otra parte, no era, por cierto, demasiado buena. Pero, de

pronto, Miranda estaba de pie a mi lado, sin que yo la hubiese visto llegar, porque haba estado fingiendo que lea un diario. Sent que mis mejillas se tornaban furiosamente encarnadas. Miraba las palabras escritas, y no poda verlas. No me atrev a mirarla ni un instante, a pesar de que nuestros brazos casi se tocaban. Llevaba puesto un vestido a cuadritos azules y blancos, sin mangas, por lo cual sus brazos torneados y morenos estaban desnudos por completo. Y su pelo, suelto, caa como una cascada sobre sus hombros y espalda. Le dijo a la muchacha que estaba detrs del mostrador: Jenny: no tenemos ni un penique partido por la mitad. T, que eres un ngel, danos dos cigarrillos! La muchacha respondi: No, Miranda...! Otra vez, no! o algo por el estilo. Pero Miranda insisti: Maana sin falta te los devolveremos. Te lo juro...! Y cuando la otra le dio los dos cigarrillos, agreg: Muchas gracias, Jenny... Dios te bendiga! Todo eso pas en cinco segundos. Miranda volvi junto al muchacho, pero or su voz la convirti, para m, de una persona que era, casi poda decirse un sueo, en otra muy real. No puedo decir qu haba de especial en su voz. Claro que era una voz culta, pero no melindrosa. No era aduladora. No haba suplicado aquellos cigarrillos, ni los haba pedido con arrogancia, casi

exigencia. No: los pidi con toda naturalidad y, al orla, nadie hubiera sospechado siquiera que ella se sintiese de distinta clase social que la modesta empleada. Hablaba como caminaba, podra decirse. Pagu lo antes que pude y volv a la furgoneta, en la cual me fui al Hotel Cremorne y, en l, a mi habitacin. Estaba realmente trastornado, en parte porque ella tena que andar a la pesca de unos cigarrillos debido a que no tena dinero para comprarlos, y yo tena alrededor de sesenta mil libras esterlinas (le haba dado diez mil a ta Annie) y estaba completamente dispuesto a ponerlas a sus pies, porque as era como me senta respecto de Miranda. Hara cualquier cosa para tratarla, darle todos los gustos, ser su amigo y poder contemplarla abiertamente todo el tiempo que se me antojase, no como ahora, espindola. Para que se vea cul era mi estado de nimo en aquel momento, met en un sobre cinco billetes de cinco libras esterlinas, que era todo el dinero que llevaba encima, y escrib la direccin: Seorita Miranda Grey, Escuela Slade de Pintura... Slo que, claro, no ech el sobre al buzn de correos. Lo habra hecho, de haber podido ver la cara que pondra al abrirlo. se fue el da en que me procur por primera vez el sueo que despus se convirti en realidad. Comenz en el instante en que ella era atacada por un hombre, y yo corr para salvarla. La salv, pero de pronto result que, sin saber cmo,

yo era el hombre que la haba atacado, aunque no le hice dao alguno. La captur y me fui con ella, en la furgoneta, a una casa remota, donde la retuve cautiva, mas de una manera bondadosa y agradable. Gradualmente lleg a conocerme y apreciarme, y el sueo fue desarrollndose hasta convertirse en el otro en que los dos vivamos en una linda casa moderna, casados, con chiquillos y todo. Aquello me persegua constantemente. Me retena despierto por la noche, y durante el da me haca olvidar lo que estaba haciendo o tena que hacer. Permanec bastante tiempo en el Hotel Cremorne. Aquell dej de ser un sueo y empez a ser lo que yo finga que sera en realidad lo que habra de suceder (claro que lo pens slo como eso, un fingimiento), por lo cual me dediqu a pensar en los medios y arbitrios: todas las cosas que tendra que disponer y preparar y la manera en que lo llevara todo a cabo. Pens: Jams podr llegar a conocerla y tratarla como se conocen y tratan las personas comunes; pero si ella est conmigo, como mi husped, tendr ocasin de ver mis buenas cualidades, y comprender. Me persegua incesantemente la idea de que me comprendera.

Otra cosa que empec a hacer fue leer los diarios de categora, y por la misma razn concurr con cierta frecuencia al Museo Nacional y al Museo Tate. La

verdad, no me hallaba muy a gusto en ellos, porque me parecieron los gabinetes destinados a los ejemplares extranjeros en el Saln de Entomologa del Museo de Historia Natural. Uno se daba cuenta en seguida de que todo all era hermoso, pero no lo conoca. Quiero decir, que yo no conoca aquellos ejemplares extranjeros como conoca los ingleses. Pero fui con el objeto de poder hablar con ella de eso, cuando llegase la ocasin, para no parecerle ignorante. En la edicin dominical de un diario vi un anuncio en letras maysculas en la pgina destinada a las casas en venta. No buscaba semejante cosa, pero dicho anuncio pareci llamarme la atencin en seguida: LEJOS DE LA MOLESTA MUCHEDUMBRE?, deca. As, como suena. Y luego agregaba: Chalet antiguo, en un encantador y aislado paraje; gran jardn; a una hora de Londres en coche; a tres kilmetros de la aldea ms cercana. Y as sucesivamente. A la maana siguiente fui en la furgoneta para verlo. Llam por telfono al agente en Lewes, y convinimos en que alguien me esperara en el chalet para ensermelo. Compr un mapa del condado de Sussex. sa es una de las cosas buenas que tiene el dinero: que elimina todos los obstculos. Esperaba encontrar un edificio semiderruido. Su aspecto era, en efecto, de vejez: muchas vigas negras, pintado de blanco por el exterior y con antiguas baldosas de piedra. Estaba en medio del extenso terreno

propio. Cuando me acerqu en la furgoneta, el agente de la propiedad sali a recibirme. No s por qu haba supuesto que sera un hombre de edad; pero no: tena ms o menos la ma, y era un hombre lleno de observaciones tontas que se supone que son graciosas, como si estuviese muy por debajo de su categora social vender algo que no fueran casas. Me desanim en principio, porque result sumamente curioso e inquisitivo. Sin embargo, me pareci mejor echar un vistazo a la casa, ya que me haba tomado la molestia de hacer el viaje hasta all. Las habitaciones no eran gran cosa, ms el chalet contaba con agua corriente, electricidad, gas, telfono, y todo. Pareca como si el propietario anterior hubiese sido un almirante retirado, o alguien por el estilo, pero muri, y el que lo compr despus muri de repente tambin, y la propiedad fue puesta de nuevo a la venta. Insisto en que no fui all con la intencin de ver si se adaptaba a lo que yo quera: tener un husped secreto. Bueno, la verdad es que no podra decir qu intencin tena cuando fui. No lo s. Me parece que lo que uno hace se confunde siempre con lo que ha hecho antes. El agente quera saber si la casa iba a ser para m solo. Le dije que era para una ta ma, lo cual era verdad. Aad que quera darle una sorpresa cuando volviese de Australia, etctera. Hablemos del precio me dijo. Acabo de recibir una cantidad muy grande de

dinero respond, para apabullarlo. En aquel momento bajbamos la escalera cuando me dijo eso, y supuse que lo haba hecho porque ya lo habamos visto todo. Incluso estaba a punto de decirle que no era precisamente lo que yo buscaba, que era un poco pequeo, cuando l me dijo: Bueno: esto es todo, menos los stanos, naturalmente. Haba que salir por la puerta posterior de la casa, junto a la cual estaban las de los stanos. Tom la llave, que estaba escondida debajo de una maceta. Naturalmente, la corriente elctrica se hallaba cortada, pero el agente llevaba una linterna. All dentro, fuera de los rayos del sol, haca fro, haba mucha humedad y se respiraba un aire desagradable. La escalera que llevaba a los stanos era de piedra. Al llegar abajo, el agente movi la linterna en todas direcciones, para que yo pudiera ver. Alguien haba encalado las paredes, pero mucho tiempo antes, pues la cal haba cado en grandes trozos, lo que daba al lugar un aspecto misrrimo. Este stano se extiende por debajo de toda la casa dijo mi cicerone. Y hay esto tambin. Enfoc la linterna, y vi una puerta en una esquina de la pared frente a nosotros y a la escalera. Era otro stano chico, cuatro escalones ms bajo que el anterior. Su techo era tambin ms bajo, pero estaba arqueado, como esos stanos que a veces se encuentran bajo las iglesias. La escalera bajaba en diagonal.

Ideal para celebrar orgas secretas...! No le parece? me dijo. Cmo dice? le pregunt, sin hacer caso de su idiota insinuacin. Para qu habrn servido estos stanos? dijo l. Yo tambin me hice varias veces esa pregunta. Pens repetidamente que podra ser porque el chalet est muy aislado y sus ocupantes necesitaran aprovisionarse de todo, en especial alimentos, para cualquier emergencia. O puede suceder que hubiera sido una capilla secreta catlica apostlica romana. Uno de los electricistas declar posteriormente que aquello fue un escondite de contrabandistas, que hacan la lnea entre Londres y Newhaven. Bueno: subimos de nuevo al chalet y salimos. Cuando l cerr la puerta y puso de nuevo la llave debajo de la maceta, fue como si aquellos dos stanos no existiesen ms. Aquello estaba dividido en dos mundos. Siempre ha sido as. Algunos das me he despertado, y todo me pareci un sueo, hasta que me encontraba frente a la realidad al bajar a los stanos. El agente mir su reloj. Estoy interesado le dije. Muy interesado. Estaba tan nervioso, que l se volvi para mirarme, sorprendido, y yo agregu: Creo que voy a comprar. As, sin ambages. Yo mismo me sorprend. Porque hasta un rato antes lo que yo quera era una propiedad moderna, lo que se dice contempornea. No una casa

antigua como aqulla, y escondida en el campo, a gran distancia de todo. El agente me mir estupefacto. Al parecer no poda creer que estuviese tan interesado; pero ms sorprendido estaba al comprobar que yo tena dinero. Bueno: como le habra ocurrido a cualquiera de sus colegas. Regres a Lewes, porque me dijo que tena que traer a otra persona a quien interesaba tambin la operacin. Le dije que lo esperara en el jardn y que hasta su regreso pensara bien el asunto antes de adoptar una decisin definitiva. El jardn era muy bonito. Se extenda hasta un campo que entonces estaba sembrado de alfalfa, planta ideal para atraer mariposas. Ese campo ascenda hasta una loma (al Norte). Al Este se extenda, bueno, se extiende, un bosque, a ambos costados del camino, que avanza desde el valle hasta Lewes. Al Oeste, ms campos. Hay una granja a alrededor de mil doscientos metros de distancia del chalet. Es la vivienda ms cercana. Al Sur se extiende un hermoso panorama, pero es una lstima que lo tapen el cerco del frente del chalet y algunos rboles. Ah! Tambin tiene el chalet un buen garaje. Me dirig de nuevo hacia la casa, saqu la llave de su escondite y baj otra vez a los stanos. El ms bajo tena que estar por lo menos dos metros y pico bajo tierra. Era muy hmedo. Sus paredes, en invierno, parecan de

madera mojada. No poda ver muy bien, porque la nica luz de que dispona era la de mi encendedor. Resultaba un poco amedrentador; pero, por suerte, no soy supersticioso.

Alguien podra decir que tuve suerte al encontrar ese chalet a la primera intentona; pero yo respondera que tarde o temprano habra encontrado algo, por la sencilla razn de que tena el dinero para comprarlo. Y, adems del dinero, tena la voluntad. Resulta raro eso que Crutchley llamaba empujar. En el Anexo no empuj jams, porque no estaba a gusto. Pero me habra gustado ver a Crutchley organizar lo que yo organic el verano pasado, y luego llevarlo a cabo hasta el fin. No quiero hacer sonar las trompetas en mi honor, ni cosa parecida, ms puedo asegurar que no fue moco de pavo. El otro da le en un diario, en la seccin Pensamientos del da: Lo que el agua es para el cuerpo, lo es el propsito para la mente. Me parece que eso es muy cierto, porque cuando Miranda se convirti en el propsito de mi vida, demostr que, a juzgar por los resultados, por lo menos soy tan bueno como la generalidad de los hombres.

Tuve que pagar quinientas libras esterlinas ms que el precio que se estipulaba en el anuncio, porque, al

parecer, haba otros interesados en la compra del chalet. Ahora me doy cuenta de que todos me engaaron: el agrimensor, los decoradores, los mueblistas de Lewes que llam para amueblarlo. Pero no me import mucho. Por qu habra de importarme cuando no tena la menor necesidad de andar escatimando el penique? Recib varias y largas cartas de ta Annie, a las que contest, dndole cifras que eran ms o menos la mitad de lo que haba pagado en realidad. Hice que los electricistas tendiesen cables elctricos hasta los stanos, y orden a los fontaneros que instalasen un servicio de agua y un sumidero. Alegu que quera hacer trabajos de carpintera all, as como de fotografa, y que el stano sera convertido en mi taller. No era todo mentira. Indudablemente tena que hacer trabajos de carpintera. Y ya estaba sacando fotografas, que no habra podido hacer revelar en una casa de artculos fotogrficos. Nada malo, claro. Slo parejas. Al finalizar el mes de agosto, sal del hotel y me instal en el chalet. Al principio me pareci que estaba en pleno sueo, pero esa sensacin se desvaneci bien pronto. No me quedaba tanto tiempo solo como haba esperado. Primero vino un hombre a ofrecerse como jardinero. Me dijo que haba hecho eso toda su vida, y cuando le contest que no, se fue, no sin antes mostrarse bastante irritado e insultante. Luego vino el vicario del pueblecito ms prximo, y no tuve ms

remedio que ser descorts con l, dicindole que lo nico que me interesaba era estar solo. Le agregu que era disidente anglicano y que no quera saber nada con la gente del pueblo, ante lo cual se march muy enfurruado. Luego vinieron varios hombres, vendedores ambulantes, con sus furgonetas, y tuve que deshacerme de ellos lo mejor que pude. Les dije todo cuanto necesitaba lo compraba en Lewes. Al propio tiempo hice desconectar el telfono. No tard en adoptar la costumbre de cerrar con llave la puerta de entrada al jardn. Era slo de rejilla de madera, pero tena una cerradura. Una o dos veces vi vendedores que miraban hacia dentro, pero en general la gente pareci darse cuenta, bastante pronto, de que nada quera saber con nadie. Y por fin me dejaron solo y pude dedicarme al trabajo que me esperaba. Trabaj por espacio de un mes, o algo ms, preparando concienzudamente mis planes. Solo todo el tiempo, sin que nadie me importunase. Era una suerte para m que no tuviera verdaderos amigos. (No poda llamar verdaderos amigos a los que trabajaban en el Anexo, a quienes no echaba de menos ni un instante, como creo que les ocurrira a ellos respecto a m.) Yo siempre haba realizado trabajos de toda clase para ta Annie, porque to Dick me haba enseado a hacer muchas cosas. Era bastante bueno para la carpintera y cosas similares, y prepar la habitacin,

que daba gusto verla, aunque est mal que yo lo diga. Despus que consegu que se secase bien, le puse varias capas de material aislante y cubr el piso con una alfombra de color amarillo claro (alegre), para que hiciera juego con las paredes, que estaban ya perfectamente blanqueadas. Llev all una cama y una hermosa cmoda, una mesa, un bonito silln, etctera. En un rincn coloqu un biombo, y detrs de l, un lavabo con todos los dems etcteras. Una vez terminado, daba la impresin de ser una pequea habitacin separada de la otra. Compr otras cosas: estantes, y muchos libros sobre pintura, as como novelas, para darle un aspecto ms acogedor, el cual adquiri por fin. No me atrev a comprar cuadros, porque me pareci que Miranda tendra gustos avanzados en la materia, y difcilmente podra acertarlos. Un problema con que tropec, claro, fue el del ruido y las puertas. Encontr un excelente marco de roble entre los dos stanos, pero careca de puerta. Tuve que hacer una que encajase bien, y se, lo confieso, fue mi trabajo ms difcil. La primera que hice no sirvi, pero la segunda ya fue mejor. Ni un hombre de fuerza poco comn habra podido echarla abajo, y mucho menos, naturalmente, una mujercita como era Miranda. Era de madera sazonada, de cinco centmetros, con una capa de metal por el lado interior para que la madera no pudiera ser atacada. Pesaba una barbaridad y no fue

muy fcil, por cierto, colocarla, pero al fin lo consegu. Por el lado exterior le coloqu unos cerrojos de veinticinco centmetros. Y a continuacin hice una cosa que me pareci muy hbil. Constru lo que pareca una pequea biblioteca, aunque estaba destinada a herramientas y dems. La hice con madera vieja, y la fij con aldabas de madera a la entrada, de tal manera que si uno miraba sin mucha atencin pareca ser un antiguo espacio parecido a un nicho, con estantes. Pero no haba ms que levantarlo y desprenderlo de las aldabas, y all estaba la puerta. Adems, serva para eliminar an ms cualquier ruido procedente de la habitacin pequea. Puse un cerrojo tambin en el lado interior de la puerta, que tena tambin cerradura, para que no fuera posible molestarme. Ah...! Y un sistema de alarma contra ladrones. Pero muy sencillo, nicamente para la noche. Lo que hice en el primer stano fue instalar una cocinita y todos los enseres necesarios. No poda estar seguro de que no hubiese curiosos que intentaran espiar, a quienes, si los haba, parecera raro verme subir y bajar varias veces al da con bandejas de alimentos. Pero como los stanos estaban situados en la parte posterior de la casa, no me preocup mucho, pues por all no haba ms que campos y bosques. En dos costados del jardn hay muros, y el resto de la propiedad est encerrada por espesos cercos vegetales, a travs de los cuales no es posible ver nada. El conjunto era casi

ideal. Pens hacer una escalera que bajase a los stanos por dentro, pero el gasto era elevado y no quise exponerme al riesgo de una sospecha. En la actualidad no es posible fiarse de los obreros, que quieren saberlo todo. Quiero aclarar en seguida que durante todos aquellos preparativos, ni por un instante pens que se tratase de un plan serio. S que esto parecer muy extrao; pero as fue. Sola decirme, claro, que jams llevara a cabo lo que pensaba, que slo finga para engaarme a m mismo. Y ni siquiera hubiese fingido de aquella manera de no haber tenido todo el tiempo y el dinero que necesitaba y quera. A mi juicio, muchas personas que ahora parecen felices haran lo que yo hice o alguna cosa similar, si tuviesen a su disposicin el tiempo y el dinero necesarios. Quiero decir, el tiempo y el dinero suficiente para ceder a lo que ahora fingen que no deben ceder. Un maestro que tuve cuando era nio deca siempre: El poder corrompe. Y, quin duda ni un instante de que el dineroq es poder? Hice otra cosa. Compr, en una gran tienda de Londres, muchas prendas de ropa para ella. Vi que una de las empleadas tena ms o menos el mismo cuerpo que ella, le mencion los colores que prefera Miranda, a juzgar por los vestidos que siempre le haba visto, y compr todo lo que me dijeron que necesitara una joven. Invent una historia acerca de una amiga procedente del norte del pas a quien haban robado

todo su equipaje, a la cual deseaba sorprender con todo aquello, etctera. Me parece que la empleada no me crey; ms se trataba de una venta como no suelen presentarse muchas, y no se preocup gran cosa. Aquella maana pagu en la tienda alrededor de ciento noventa libras esterlinas.

Poda trabajar toda la noche en los preparativos, si quera. Sola bajar, y me sentaba en la habitacin destinada a ella, para dedicarme a pensar lo que podra hacer Miranda, e incluso yo mismo, para escapar de all. Pens que quiz supiese algo de electricidad, porque en estos tiempos no es posible adivinar lo que saben las muchachas, por lo cual adopt la costumbre de usar zapatos con suela de goma. Jams tocaba un enchufe sin observarlo detenidamente. Compr un incinerador especial para quemar la basura. Saba que ni la menor cosa de ella deba salir de la casa, ni siquiera ropa para lavar. Porque uno ignora lo que puede ocurrir.

Bueno: por fin regres a Londres, y me aloj de nuevo en el Hotel Cremorne. Durante varios das trat de verla, pero no lo consegu. Aquel perodo fue de mucha ansiedad para m, ms no desmay. No llevaba nunca la cmara fotogrfica, porque me pareci arriesgado. Iba en busca de caza mucho ms importante

que una simple instantnea callejera. Fui dos veces a la cafetera. Un da pas all casi dos horas, fingiendo leer un libro, pero Miranda no apareci. Empec a concebir las ms alocadas ideas: tal vez habra muerto, quizs haba abandonado sus estudios de dibujo y pintura. Por fin, un da (no quera de ninguna manera que la furgoneta se tornase demasiado familiar en los alrededores), cuando sala del Metro en la calle Warren, la vi. Ella bajaba de un tren procedente del Norte, en la otra plataforma. Todo me result muy fcil. La segu fuera de la estacin, y vi que se alejaba en direccin a la Escuela Slade de Pintura. Los das siguientes me dediqu a vigilar la estacin del subterrneo. Tal vez no siempre usaba aquel medio para dirigirse a su casa. No la vi por espacio de dos das seguidos, pero al tercero la sorprend en el instante en que cruzaba la calle y entraba en la estacin. As fue como pude descubrir de dnde vena: Hampstead. En dicho suburbio hice lo mismo. Al da siguiente esper que saliese de aquella estacin, y la segu unos diez minutos por muchas callejuelas, hasta llegar a la casa en que viva. Pas frente al edificio sin detenerme, observ el nmero y, al llegar a la esquina, mir el nombre de la calle. Aqul, por el buen trabajo realizado, fue un da de satisfaccin.

Abandon el Hotel Cremorne, y durante tres noches dorm en un hotel distinto cada una, retirndome a la maana siguiente, para que no fuera posible seguirme los pasos. En la furgoneta tena ya preparada la cama de campaa, as como las correas y las mordazas. Pensaba emplear cloroformo. Un amigo que tena en Anlisis Pblicos me dio un frasco. Su accin no se debilita con el tiempo, pero, para estar bien seguro, decid mezclarlo con un poco de tetracloruro de carbn, lo que se llama CTC, que puede comprarse en cualquier parte. Anduve recorriendo el distrito de Hampstead, y me enter de todo lo que me interesaba de aquella parte del gran Londres y de la mejor manera de alejarme rpidamente hacia Fosters. Todo estaba preparado. Ahora poda espiar y, cuando se me presentase la oportunidad, obrar. Debo reconocer que aquellos das me encontraba bastante raro. Pensaba en todo, como si en mi vida no hubiera hecho otra cosa que lo que ahora tena pensado hacer. Como si fuese un detective o un agente secreto del Gobierno.

Finalmente, diez das despus, ocurri como algunas veces suele ocurrir con las mariposas. Quiero decir, que uno va a un lugar donde sabe que puede encontrar algo fuera de lo comn, y no lo encuentra,

pero luego, cuando ya no lo busca, lo descubre parado en una flor a medio metro de distancia, as, en bandeja, como suele decirse. Aquella noche, como de costumbre, estaba frente a la boca del Metro. Tena la furgoneta en una calleja prxima. Haba sido un da hermoso, pero pesado. Poco despus estallaron varios truenos y empez a llover. Yo estaba parado en la puerta de una tienda, frente a la salida del Metro, y la vi subir las escaleras, en el instante en que llova a torrentes. Vi que ella no llevaba impermeable. nicamente una chaquetita corta. No tard en doblar la esquina corriendo, hasta la parte principal de la estacin. Cruc la calle. Haba una apiada multitud que se mova en todos sentidos. Miranda estaba en una cabina de telfono. Poco despus sali, y en lugar de empezar a subir la cuesta, como haca siempre, tom por otra calle. La segu, y me pareci que era intil hacerlo. No comprenda lo que haca. Pero de pronto entr corriendo en una callejuela, y vi un cine, en el que entr. Entonces comprend. Haba telefoneado a su casa para decir que estaba lloviendo muy fuerte y que iba a meterse en el cine hasta que parara de llover. Me di cuenta de que sa era la oportunidad que tanto esperaba, a no ser que alguien fuese a buscarla al cine, con un impermeable o paraguas. Una vez que entr, fui a ver cunto tiempo duraba el programa. Era de dos horas. Me arriesgu. Tal vez

quera darle al destino una oportunidad de oponerse a mi plan. Entr en un caf y cen. Luego fui a buscar la furgoneta y la estacion en un lugar desde el cual poda ver la entrada del cine. No saba qu esperaba. Tal vez Miranda haba citado a alguien all. Lo que quiero decir es que estaba un tanto confundido, como si me arrastrase la fuerte corriente de un ro, con peligro de estrellarme contra alguna roca. Sali sola, exactamente dos horas ms tarde. Haba cesado la lluvia, y caa una finsima llovizna que apenas se notaba. Era ya casi de noche, y el cielo estaba muy encapotado. Vi que emprenda el camino de costumbre, pendiente arriba. Me met en la furgoneta y pas junto a ella, dejndola atrs hasta llegar a un sitio por el cual saba que tena que pasar. Era el lugar donde la calle en que ella viva se separa de otra en una curva. A un costado haba rboles y arbustos, y en el otro, un enorme casern con un amplio parque. Me parece que estaba desocupado. Ms arriba, en la loma, haba otras casas, todas ellas grandes. La primera parte del camino que ella segua era por calles bien alumbradas. Pero haba un lugar, y nada ms que se, que resultaba ideal para mi plan. Llevaba una bolsa de plstico, dentro de la cual haba puesto una almohadilla empapada en cloroformo y CTC. Poda sacarla en un segundo, cuando fuera necesario. Dos viejas con paraguas (acababa de empezar a

llover otra vez) se acercaron a m subiendo la pendiente. Aquello era precisamente lo que yo no quera que ocurriese. Saba que Miranda llegara de un instante a otro, y estuve a punto de abandonar el plan por el momento. Pero me inclin en el asiento, y las dos viejas pasaron hablando como cotorras. Creo que ni siquiera me vieron. En el barrio haba coches estacionados por todas partes. Pas un minuto. Baj del asiento delantero y abr la puerta posterior del vehculo. Todo estaba perfectamente planeado. Y en ese momento la vi, a poca distancia. Haba llegado casi hasta la furgoneta sin que yo la viese. Estaba a unos diez metros, y caminaba rpidamente. De haber sido una de esas noches claras, no s lo que habra hecho. Pero el viento silbaba, a fuertes rachas, en los rboles. Comprob que nadie llegaba detrs de ella. Cuando estuvo a mi lado llegaba canturriando en voz baja, le dije: Perdneme, seorita, sabe usted algo de perros? Se detuvo, evidentemente sorprendida. Por qu me lo pregunta? inquiri. Terrible...! Acabo de atropellar un perro! respond. Me sali repentinamente al paso y se meti bajo las ruedas. No s qu hacer con l. No est muerto... Y mir hacia la parte posterior de la furgoneta, muy preocupado. Oh, qu pena! exclam ella, preocupada tambin. Pobre animalito!

Se acerc para mirar dentro del compartimiento posterior. Precisamente lo que yo esperaba que hiciese. No hay sangre, pero no puede moverse dije. Me retir un paso como para que pudiera mirar. Ella se inclin hacia delante, para ver mejor. Lanc una rapidsima mirada hacia ambos extremos de la calle. No haba un alma. Y entonces la agarr. No pronunci una palabra ni lanz un grito. Pareca paralizada por el miedo y la sorpresa. Le apliqu la almohadilla del cloroformo sobre la boca y la nariz, y la atraje hacia m. Ella comenz a luchar furiosamente entonces, pero no era muy fuerte y result todava ms pequea que lo que yo haba calculado. Volv a mirar hacia delante y atrs, mientras pensaba: Ahora luchar cada vez ms fuerte y no tendr ms remedio que lastimarla o escapar. La verdad es que ya estaba casi decidido a huir. Pero, de pronto, sent que todo su cuerpo se aflojaba, y ahora ya la sostena en mis brazos, en lugar de luchar con ella. La introduje a medias en el compartimiento. Luego abr la otra mitad de la puerta, salt arriba y tir de su cuerpo para introducirla del todo. Despus cerr la puerta tranquilamente. Alc el cuerpo y lo deposit, lo ms suavemente que pude, en la cama de campaa. Ya era ma! De pronto sent una tremenda excitacin, porque justo en ese instante tuve la sensacin de haber triunfado en mi empresa. Lo primero que hice a continuacin fue ponerle la mordaza. Luego la sujet firmemente con las correas,

sin prisa, sin pnico, tal como lo haba planeado, framente. Luego me encaram al asiento del conductor. Todo ello no me ocup ms de un minuto. Puse en marcha la furgoneta, sin prisa, ms bien lentamente, con absoluta tranquilidad, y luego sal del camino principal en un lugar que ya haba visto antes en Hampstead Heath. All volv al compartimiento de atrs y la at como era debido, con las mordazas, tiras de tela y todo, de manera que no se causara el menor dao y no pudiera gritar o golpear fuertemente los costados del compartimiento. Estaba todava dormida, pero su respiracin era normal. La oa perfectamente, como si estuviese ligeramente acatarrada. Me tranquilic, porque comprend que estaba bien.

Cerca de Redhill abandon la carretera que haba retomado al poner en marcha la furgoneta nuevamente en Hampstead Heath, y entr en un camino vecinal, donde volv a bajar para ver cmo estaba. Puse la linterna encendida cerca de ella, para poder mirarla bien. Estaba despierta ya. Sus ojos me parecan enormes, pero no estaban asustados. Casi daban la impresin de mirarme con orgullo, como si ella hubiese decidido no asustarse por nada del mundo. La mir un instante, y luego dije: No se asuste, seorita. No voy a causarle el menor dao...

Ella sigui mirndome fijamente. Aquello resultaba molesto. No supe qu decir. Y, por fin, pregunt como un idiota: Est bien? Quiere algo? Como se ver, aquello era una imbecilidad, pero lo que yo quera preguntarle era si estaba cmoda o si quera salir del compartimiento. Comenz a sacudir la cabeza y comprend que le molestaba la mordaza. Estamos a muchos kilmetros de Londres le dije. De nada le servir gritar, y si lo hace, volver a ponerle la mordaza. Me ha entendido? Afirm con un movimiento de cabeza, por lo cual le desat la mordaza. Antes que yo pudiera hacer nada, se enderez todo lo que pudo, se volvi ligeramente hacia un lado y vomit. Aquello me produjo un efecto horrible. Pude oler perfectamente el cloroformo y lo que haba vomitado. No dijo una sola palabra. Slo emiti un quejido. Perd la cabeza. No saba qu hacer. Y de pronto comprend que tenamos que llegar cuanto antes a casa, por lo cual volv a ponerle la mordaza. Ella luch, y la o murmurar entrecortadamente: No...! No...! fue horrible, pero me arm de valor y termin de amordazarla, porque saba que, a fin de cuentas, eso era lo mejor. Entonces me fui al asiento delantero, empu el volante y puse el vehculo en marcha. Llegamos al chalet poco despus de las diez de la noche. Met la furgoneta en el garaje, hice un recorrido

por la casa para asegurarme de que nada haba ocurrido en mi ausencia, aunque, la verdad, estaba seguro de que todo estaba como lo haba dejado. Pero no quera echar a perder todo el paciente trabajo de tanto tiempo, por no perder unos instantes en una revisin. Baj a la habitacin stano que haba destinado a Miranda. Todo estaba en perfecto orden. El ambiente no estaba demasiado cargado, porque haba dejado la puerta abierta. Haba dormido una noche all para comprobar si tena suficiente aire, y lo tena. Encontr todo lo necesario para hacer t. La habitacin tena un aspecto muy cmodo y acogedor. Bueno: por fin haba llegado el gran momento. Sub de nuevo al garaje y abr la puerta del compartimiento posterior de la furgoneta. Como el resto de la operacin, aquello result perfecto, de acuerdo con mi plan. Le quit las correas, la hice sentar, pero sin desatarle las piernas y los pies, claro. Se revolvi, furiosa, unos instantes, y me vi obligado a decirle que si no se quedaba quieta, tendra que recurrir de nuevo al cloroformo y al CTC. Le ense la almohadilla y le dije que si se quedaba quieta no le causara dao alguno. El recurso dio resultado. La alc y comprob que no era tan pesada como yo haba credo. La baj con entera facilidad. Al llegar a la puerta de su habitacin del stano intent una fugaz resistencia, pero ya no le era posible hacer nada. La tend en la cama. Mi plan, en su primera etapa, que era la ms difcil, se haba

desarrollado sin la menor dificultad! Estaba palidsima. Una parte de lo que haba vomitado le manch la chaquetita azul marino que llevaba puesta y, la verdad, me dio compasin verla en ese estado. Pero en sus ojos no pude advertir la menor seal de miedo. Era una cosa extraa. Me miraba, me miraba fijamente, como si esperase algo, silenciosa e inmvil. Le dije que aqulla iba a ser su habitacin, y que si haca lo que yo le dijese, lo pasara bastante bien. Le advert que no vala la pena de que se tomase la molestia de gritar, porque era imposible que nadie de fuera la oyese, puesto que jams llegaba nadie hasta la casa. Ahora termin dicindole voy a dejarla. Ah tiene galletitas y bocadillos (haba comprado cierta cantidad en Hampstead), y si quiere hacer t o cacao, ah tiene todo lo necesario. Volver maana por la maana. Comprend que quera que le quitara la mordaza, pero no quise hacerlo. Lo que s hice fue desatarle los brazos, y de inmediato retroced de cara a ella. Luch para quitarse la mordaza, pero antes de que lo hiciera yo ya haba cerrado la puerta con llave y pasado los cerrojos. La o que me gritaba: Vuelva...! Vuelva! Al cabo de un par de segundos repiti la llamada, pero en voz ms baja. Luego sacudi la puerta, pero sin mucha fuerza. De pronto empez a golpearla con algn objeto duro. Creo que fue con un cepillo de cabeza. No se oa

mucho ruido. Entonces puse el falso estante en su lugar, y me percat de que nadie podra or desde fuera. Me qued ms o menos una hora en el stano principal, por si acaso. Pero no fue necesario, porque en su habitacin no tena nada con lo cual pudiera romper la puerta, aun suponiendo que tuviese la fuerza suficiente para ello. Adems, todo el servicio de t y para la comida que haba comprado era de plstico, menos la tetera y los cubiertos, que eran de aluminio. Transcurrida aquella hora, sub al chalet y me acost. Miranda era mi husped, por fin!, y eso era todo lo que me importaba. Estuve despierto bastante tiempo, pensando muchas cosas. No estaba muy seguro de que la Polica no pudiera seguir la pista de la furgoneta. Pero se me ocurri que haba cientos de vehculos iguales, y, adems, las nicas personas que me preocupaban, aunque no mucho, eran aquellas dos viejas de los paraguas que pasaron junto a m cuando estaba esperando la llegada de Miranda. Pero estaba seguro de que no podan haber visto ni odo nada. Pens que la muchacha estara acostada tambin all abajo, en el segundo stano, despierta como yo. Tuve deliciosos sueos, y en uno de ellos bajaba a consolarla. Estaba excitado. Tal vez fui demasiado lejos en lo que me permit soar despierto, pero no estaba realmente preocupado, porque saba que mi amor era digno de ella. Y entonces me dorm.

Despus, ella no haca ms que repetirme qu accin canallesca haba cometido yo, y que era obligacin moral ma pensar en ella y tratar de comprender su enormidad. Lo nico que puedo decir es que aquella noche me senta muy feliz, como ya he dicho antes, y se me antoj que lo que haba hecho era algo sumamente audaz, como, por ejemplo, escalar la cumbre del monte Everest o realizar un acto de herosmo en campo enemigo. Mis sentimientos eran todos felices, porque mis intenciones eran buenas. Eso fue lo que ella no pudo comprender nunca. Para resumir, aquella noche seal la mejor accin que he realizado en toda mi vida (menos, claro, la de ganar la quiniela de ftbol). Era como si hubiese conseguido cazar un maravilloso ejemplar de Azul Mazarino, o una fritillaria Reina de Espaa. Quiero decir que fue algo as como una cosa que uno puede hacer slo una vez en la vida, y eso no todas las personas: algo en lo cual uno suea ms que espera que pueda sucederle jams.

No necesit el despertador. Antes de que sonara el timbre, ya estaba despierto. Baj al stano y cerr la puerta con llave. Haba planeado todo. Golpe en la puerta de la habitacin de Miranda y le grit que hiciese el favor de levantarse. Esper diez minutos, y luego corr

los cerrojos y entr. Llevaba conmigo el bolso de mano de la muchacha, que naturalmente haba examinado. En l no haba nada que pudiera utilizar, como no fuese una lima para las uas y unos alicates, que retir. La luz estaba encendida, y ella se encontraba de pie junto al silln. Se haba vestido por completo, y volvi a clavar los ojos en m, sin la menor seal de miedo: una mirada de lo ms audaz y severa. Lo raro es que en aquel instante no se pareca en nada a la Miranda que yo recordaba de siempre. Claro que nunca la haba visto tan de cerca. Le expres mi deseo de que hubiese pasado una buena noche. Dnde est enclavada esta casa? me pregunt. Quin es usted y por qu me ha trado aqu? Su voz era fra, enrgica, pero no violenta ni dura. No le puedo decir eso contest. Exijo que me ponga en libertad ahora mismo. Lo que usted ha hecho es monstruoso! exclam. Nos quedamos un buen rato mirndonos fijamente. Aprtese de mi camino! Me voy de aqu inmediatamente! dijo, ms enrgica. Avanz hacia m y, por tanto, hacia la puerta. Pero yo no hice el menor movimiento. Por unos instantes pens que iba a arrojarse sobre m para atacarme, pero debi de recapacitar que eso era una tontera. Yo estaba decidido a todo, y ella, con sus escasas fuerzas, jams

habra conseguido dominarme. Se detuvo cuando estaba ya muy cerca de m y grit: Le he dicho que se aparte! Es que no puede irse todava, seorita Miranda le contest. Le ruego que no me obligue a emplear la fuerza. Me mir con furia y se volvi de espaldas a m. No s quin cree usted que soy dijo, un poco menos dura. Si ha credo que soy hija de un seor rico y que va a recibir una fuerte suma por mi rescate, se va a llevar una enorme desilusin. S perfectamente quin es usted le dije. No se trata de dinero. En ningn momento he pensado en eso. No supe decir ms. Estaba tan excitado por el hecho de que ella estuviera por fin en mi casa...! Cada vez me senta ms nervioso. Quera mirarla a la cara, con sus hermosos cabellos, toda ella tan chiquita y mona, pero no me era posible, tal era la fijeza con que ella me miraba. Hubo una pausa, que me pareci muy rara. De pronto, me dijo con tono acusador: Y yo tambin s quin es usted. Not que empezaba a ponerme colorado. No poda evitarlo, porque eso no haba figurado en ningn momento en mis planes. Jams se me ocurri pensar que ella pudiera conocerme! Usted es del Anexo agreg lentamente, recalcando mucho cada palabra.

No s lo que quiere decir, seorita respond, con un gran esfuerzo por aparecer sorprendido. Usted usa bigote aadi la joven. Segua sin comprender cmo poda conocer ella mi identidad. Supongo que me habra visto algunas veces por la calle, o por la ventana de su casa. No haba pensado en eso, y el hecho me confundi tanto, que mi cerebro pareca un torbellino. Una vez vi su fotografa en un diario replic ella. Siempre he odiado que se me descubra. No s por qu siempre he tratado de explicar, quiero decir, inventar historias para explicar. Y de repente se me ocurri una salida que me pareci feliz. No hago otra cosa que obedecer rdenes dije. rdenes? repiti ella, con evidente extraeza. rdenes de quin? Como comprender, no puedo decrselo repuse. Segua con los ojos clavados en m, y mantenindose a distancia, como para que yo me diese cuenta de su superioridad sobre m, adems de por precaucin, pues supongo que pensaba que yo podra atacarla. rdenes de quin? repiti. Trat de pensar en alguien. No s por qu, el nico nombre que pude recordar en aquel instante y que ella pudiera conocer fue el de Mr. Singleton, del Banco Barclays. Saba que el padre de ella tena cuenta en ese Banco, porque le haba visto varias veces all, y una vez,

hablando con Mr. Singleton. Por orden de Mr. Singleton dije entonces. Pareci realmente asombrada, por lo cual prosegu rpidamente: Como comprender, no deb habrselo dicho. Si se entera, estoy seguro de que me matar! Mr. Singleton! exclam ella, como si no me hubiese podido or bien. S, seorita... No es lo que usted cree! dije. De pronto se sent en el brazo del silln, como si no pudiera tenerse en pie. Quiere usted decir que Mr. Singleton le orden que me secuestrara? agreg. Yo asent con un movimiento de cabeza. Pero si su hija es amiga ma! Si l..., oh, esto es una verdadera locura! dijo. Recuerda usted la muchacha aquella de Penhurst Road? pregunt. Qu muchacha de Penhurst Road? inquiri ella. Esa que desapareci hace tres aos. Era una invencin ma del momento. Mi mente funcionaba maravillosamente rpida aquella maana. O as lo crea yo. Probablemente yo estara en el colegio. Qu le sucedi a esa muchacha? No s. Lo nico que puedo decirle es que fue l tambin quien lo hizo.

Quien hizo qu? No s. No se lo que le ocurri a esa muchacha. Pero fue l, fuera lo que fuere. Desde entonces no se ha vuelto a saber ni una palabra de ella. De pronto pregunt la muchacha: Tiene un cigarrillo? Yo estaba un tanto aturdido. Saqu un paquete del bolsillo, y el encendedor, y se los entregu. No saba si era correcto que le encendiese el cigarrillo, pero me pareci tonto. Usted no ha comido nada le dije. Ella tom muy finamente el cigarrillo entre los dedos. Observ que haba limpiado la chaquetita. La atmsfera en la habitacin era sumamente pesada. La joven no pareca darse cuenta. Era muy raro. Y de pronto comprend que saba que yo acababa de mentirle. Lo que usted quiere decirme es que Mr. Singleton es un degenerado mental, un manitico sexual, y que hace secuestrar muchachas, en lo cual usted le ayuda? No tengo ms remedio que hacerlo le contest, con una nueva mentira. Rob una cantidad de dinero del Banco, y si me descubriesen, ira a la crcel. Mr. Singleton tiene las pruebas, y me amenaza con descubrirme si no hago todo lo que me manda. Ella no dejaba de mirarme con fijeza. Tena unos ojos grandes y claros, muy curiosos, que constantemente trataban de descubrir algo.

Usted gan una cantidad enorme de dinero en una apuesta deportiva, no es as? me pregunt. Saba que lo que acababa de decir era muy confuso y, por ello, me senta completamente avergonzado, a la vez que preocupado. Entonces, si tena todo ese dinero de la apuesta, por qu no pag lo que haba robado del Banco? Cunto cobr? No fueron setenta y tantas mil libras? Seguramente la cantidad que usted rob no era tanta! O es que usted le ayuda porque le resulta divertido el asunto? Hay otras cosas que no puedo decirle, seorita. Le aseguro que me tiene en su poder y que no puedo hacer nada para librarme. Se puso en pie, con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta. Se mir un rato en el espejo (de metal, claro, no de vidrio) y a continuacin me pregunt: Y qu va a hacer Mr. Singleton conmigo? Eso no lo s contest. Dnde est l ahora? Le espero. Vendr de un momento a otro. No dijo nada por espacio de un par de minutos. De pronto, pareci habrsele ocurrido algo muy desagradable o repugnante, algo como si lo que yo haba dicho pudiera resultar verdad, o algo parecido. Claro exclam de pronto, mirando a su alrededor. sta tiene que ser su casa de Sussex..., no,

quiero decir de Suffolk. Si, es dije, considerndome muy hbil. Mr. Singleton no tiene ninguna casa en Suffolk, ni en Sussex dijo ella con voz terriblemente fra. Usted no sabe repliqu, pero las palabras sonaron a mentira. A lo que eran. Ella iba a decir algo, pero sent la imperiosa necesidad de contener todas aquellas preguntas suyas. No me haba imaginado que fuese tan lista y astuta. He bajado a preguntarle qu le gustara tomar como desayuno le dije. Hay copos de avena, huevos, tocino veteado, etctera. No quiero desayuno! dijo severamente. Esta habitacin tan reducida y sofocante es horrible! Y ese anestsico! Qu era? Lo siento mucho, Miranda. La verdad es que ni sospech que pudiera trastornarla. Se lo juro! Mr. Singleton debi haberle avisado. Me di cuenta entonces de que no haba credo una sola palabra de lo que le dije sobre Mr. Singleton. Ahora se mostraba sarcstica. Le pregunt apresuradamente, confundido: Qu prefiere, t o caf? Caf, siempre que usted tome unos sorbos antes me respondi. La dej y me dirig al stano principal. Justo antes de cerrar la puerta, me dijo: Se ha olvidado usted su encendedor. No

importa. Tengo otro. (No lo tena.) Gracias replic ella. Y lo ms raro fue que en sus labios se dibuj una leve sonrisa.

Hice el nescaf y se lo llev. Ella me observ atentamente mientras yo tomaba unos sorbos, y a continuacin tom tambin. Todo el tiempo haca preguntas. No: mejor dicho, todo el tiempo experiment la sensacin de que poda hacerme preguntas. De vez en cuando me haca una, rapidsimamente, como para sorprenderme. Sobre cunto tiempo tendra que estar all, por qu me mostraba tan bondadoso con ella, y dems. Invent respuestas, pero saba muy bien que sonaban a mentiras. No era fcil inventar as, instantneamente, para estar a tono con la rapidez de sus preguntas. Al final le manifest que iba a hacer unas compras, y que me dijera lo que quera que le trajese. Le asegur que comprara lo que ella quisiera. Cualquier cosa? me pregunt. Bueno: cualquier cosa razonable respond. Le orden Mr. Singleton que lo hiciera? No contest. Esto es por cuenta ma. Pues lo nico que quiero es que me permita volver a mi casa repuso. No pude conseguir que dijera una palabra ms. Era horrible: de pronto dej de hablar, y despus de intentar

vanamente que me contestase, me fui.

A la hora del almuerzo tampoco quiso hablar. Hice la comida en el stano principal, y se la entr. Pero apenas prob bocado. Trat por todos los medios de que la dejase en libertad, pero no le hice caso y me retir. Aquella noche, despus de la cena, de la cual no comi casi nada, me sent al lado de la puerta. Ella se qued fumando un buen rato en silencio, con los ojos cerrados, como si mi sola presencia le hiciera dao a la vista. He estado pensando mucho me dijo por fin. Todo eso que me ha contado usted de Mr. Singleton es un cuento de hadas. No creo ni una sola palabra. En primer lugar, Mr. Singleton no es hombre capaz de hacer una cosa as, y adems, si lo fuera, no encargara a otro que le hiciera el trabajo. Ni habra efectuado todos estos fantsticos preparativos. No le contest por la sencilla razn de que ni siquiera poda mirarla a la cara. Usted se ha tomado una gran tarea. Todas estas ropas, y los libros... Esta tarde sum lo que han costado, y son muchas libras esterlinas; tal vez pasen de cuarenta y tres. Hablaba como si lo hiciera consigo misma. Y luego agreg: Soy su prisionera, pero veo que usted quiere y hace todo lo posible para que sea una

prisionera feliz. Por tanto, se me ocurre que existen dos posibilidades: que me tenga aqu para cobrar un rescate, o que sea usted miembro de una banda o algo por el estilo. No, no es eso, ya se lo dije... respond rpidamente. Usted sabe quin soy. Tiene que saber, por consiguiente, que mi padre no es rico ni cosa parecida. En consecuencia, no puede tratarse de pedir un rescate. Me resultaba pavoroso orla razonar con tanta serenidad, como si la secuestrada fuese una amiga suya y no ella misma. La otra cosa, nica que se me ocurre, es que me ha raptado por motivos de orden sexual. Usted quiere hacer algo conmigo. Al decir eso me miraba fijamente. Aquella pregunta, porque era una pregunta, me desconcert bastante. Y me apresur a contestar. No, Miranda, no es eso, ni cosa que se le parezca! La respetar en todo momento, ocurra lo que ocurra! No soy de esa clase de hombres, se lo juro! Mis palabras me sonaron a severas y duras, como si me doliese que ella pudiera pensar tal cosa de m. Bueno, entonces usted debe de estar loco dijo, tras una breve pausa. Si: loco, con una locura buena y suave, claro... Y me volvi la espalda. Al cabo de un rato, se volvi de nuevo y me

pregunt: Reconoce que esa historia de Mr. Singleton es una sarta de mentiras? Yo quera decrselo de la manera ms suave posible le respond. Decirme qu? pregunt ella. Algo sobre violacin y asesinato? No! No he dicho eso en ningn momento! protest. Tena la rara habilidad de ponerme siempre a la defensiva. En mis sueos, tanto dormido como despierto, ocurra siempre todo lo contrario: era yo quien dominaba. Entonces, dgame: por qu estoy aqu? Porque quiero que sea mi husped. Su husped! exclam la joven, lanzndome una mirada de evidente asombro. Se levant, fue hasta el silln y se recost en el respaldo, sin dejar de mirarme ni un instante. Se haba quitado la chaquetita azul marino, y estaba con un vestido verde oscuro de tartn, cuyo corte era parecido al de las tnicas de las escolares. La blusa blanca debajo del vestido era escotada. Llevaba el pelo anudado en aquella trenza que le haba visto algunas veces. Su cara era hermossima en aquel momento. Y pareca valiente, llena de decisin. No s por qu, pero pens en ella sentada sobre mis rodillas, muy quietecita, mientras yo le acariciaba el pelo rubio, suelto, cayendo en cascada

sobre la espalda. De pronto, sin que me fuera posible callarlo ms tiempo, dije con mpetu: La amo, Miranda. Y me est volviendo loco! Ah, ahora comprendo! contest ella, con una voz extraamente grave. Entonces dej de mirarme. Ya s que resulta anticuado decir que uno ama a una muchacha, y confieso que no tena la menor intencin de decrselo en aquel momento. En mis sueos ocurra siempre que nos mirbamos uno al otro a los ojos un da, a continuacin nos besbamos y no nos decamos nada hasta despus. Un muchacho llamado Nobby, compaero mo en el R.A.P.C., que saba cuanto hay que saber acerca de las mujeres, me deca siempre que uno no deba decirle nunca a una mujer que la ama. Y aunque lo dijese, si se vea obligado a pronunciar las dos palabras La amo, tena que hacerlo como si fuese en broma. Deca que, de esa manera, las mujeres andaran siempre detrs de uno, en lugar de uno detrs de ellas. En una palabra, que uno deba fingirse difcil de conquistar. Lo tonto del asunto fue que yo me dije una docena de veces por lo menos que no tena que decirle a Miranda que la amaba, pasara lo que pasase, sino dejar que ello llegara de la manera ms natural, y no de mi parte, sino de ambos. Pero me fall la decisin: la cabeza empez a darme vueltas y, como me ha ocurrido tantas otras veces, dije una cosa que no quera decir.

No quiero decir que se lo revelara todo. No. Le dije que trabajaba en el Anexo, y que al verla y pensar en ella y la forma en que se mova y se comportaba y caminaba y todo eso, lleg a significar para m ms que nadie en este mundo. Y luego, al encontrarme de pronto con una gran fortuna y sabiendo que ella jams me mirara a pesar de mi dinero, me sent solo, muy solo y muy triste. Cuando dej de hablar, ella estaba sentada en la cama y tena los ojos fijos en la alfombra. No dijimos nada durante lo que me pareci mucho tiempo. No se oa ms que el leve zumbido del ventilador all arriba, en el stano principal. Yo estaba avergonzadsimo y encarnado como un tomate. Y cree usted que va a conseguir que yo le ame tenindome encerrada aqu? pregunt ella por fin. Es que quiero que se acostumbre a verme y me vaya conociendo poco a poco contest. Pero mientras yo permanezca aqu, usted no ser para m otra cosa que el hombre que me secuestr! dijo. No lo comprende? Me puse en pie bruscamente. De pronto desapareci en m todo deseo de estar con ella. Espere me dijo, acercndoseme lentamente. Voy a hacerle una promesa. Comprendo. Realmente comprendo. Djeme en libertad, y le prometo que no dir a nadie nada de lo que ha ocurrido. Por tanto, puede usted estar seguro de que nada le pasar.

Aqulla era la primera vez que me miraba con cierta bondad. Lo que estaba diciendo equivala a Confe en m. Y unas chispitas como de sonrisa que vi en sus ojos, cuando me mir, me llenaron de alegra. Podra hacerlo insisti, ansiosa. Podramos llegar a ser buenos amigos. Creo, no, estoy segura de que yo podra ayudarlo. Volvi a mirarme, hasta con cario, e insisti: Todava no es demasiado tarde. No pude decir lo que senta en aquel momento, y no tuve otro remedio que irme. Me estaba hiriendo con sus palabras. Me fui y cerr cuidadosamente la puerta. Ni siquiera le di las buenas noches.

S que nadie comprender; que todos pensarn que yo la haba secuestrado en busca de lo obvio. Algunas veces, cuando hojeaba los libros antes de traerla a ella, eso era lo que yo pensaba, o no lo saba. Pero ocurri que cuando ya la tuve all, todo fue distinto, ya no pens ms en los libros ni en que ella posara para mis fotos. Esas cosas me repugnaban por el simple hecho de que estaba seguro de que le repugnaran a ella tambin. Haba en la joven algo tan bueno, tan hermoso, tan delicado, que uno se senta obligado a ser as tambin, y se daba cuenta de que ella lo esperaba de uno! Quiero decir que slo por tenerla all, en el stano, ya me haca ver todas las dems cosas como sucias y desagradables.

Ella no era como una mujer a la que uno no respeta, por lo cual no le importa lo que le haga. No: yo la respetaba a ella y, por tanto, tena que andar con mucho cuidado.

Aquella noche no dorm mucho, porque estaba disgustado por el giro que haban tomado las cosas: haberle confesado tanto ya el primer da y el modo en que me hizo quedar como un verdadero tonto. Hubo momentos en que pens que tendra que bajar y llevrmela de vuelta a Londres, como ella quera. Podra dirigirme en seguida al extranjero. Pero pens en su cara y la forma en que su rubia trenza caa sobre un costado de su pecho, cmo se paraba y cmo caminaba, y en sus maravillosos ojos claros. Y comprend que eso no podra ser, porque no podra hacerlo. Despus del desayuno aquella maana comi slo unas tostadas y unos sorbos de caf, pero no nos dirigimos una sola palabra estaba ya levantada y vestida cuando llam, pero la cama haba sido hecha de manera distinta al da anterior, por lo cual deduje que haba dormido en ella. Fuera como fuese, me detuvo cuando yo me retiraba. Quisiera hablar un momento con usted me dijo, y yo me detuve. Diga respond. Sintese dijo. Y me sent en la silla, junto a la escalera del stano

principal. Mire: esto es una verdadera locura agreg. Si es verdad que usted me ama, en cualquiera de las acepciones de la palabra amor, no puede tenerme encerrada aqu de esta manera. Se habr dado cuenta ya de que me siento triste, desesperada. Durante las noches no puedo respirar, porque aqu no hay aire. Me he despertado varias veces con un horrible dolor de cabeza. Si me tuviese mucho tiempo en este verdadero calabozo, me morira. Me mir con ojos realmente desesperados. No ser por mucho tiempo, se lo prometo le dije. Ella se levant y qued de pie junto a la cmoda, mirndome fijamente. Cmo se llama usted? pregunt. Clegg respond. se es el apellido, pero, su nombre de pila? Ferdinand. Me mir rpidamente, como si temiese que me estuviera burlando de ella. Eso no es cierto! dijo. Record que tena mi cartera, con mis iniciales en oro en el bolsillo. La saqu de inmediato y se la ense. Como es natural, no poda saber que la F. era Frederick. Dije Ferdinand, porque siempre me ha gustado mucho ese nombre, aun antes de conocer a Miranda. Hay en l algo que suena a extico y distinguido, verdad? To Dick sola llamarme por ese nombre algunas veces,

bromeando. Lord Ferdinand Clegg, Marqus de las Mariposas y Gusanos, me deca riendo. Es una coincidencia dije. Supongo que sus parientes y amigos le llamarn Ferdie o Ferd, verdad? dijo. No, siempre Ferdinand. Bien. Mire, Ferdinand. No s qu ha visto usted en m. No s por qu se ha enamorado de m. Es posible que yo pudiese enamorarme tambin de usted en otro lugar. Yo... pareca no saber qu decir, lo cual, en ella, era sorprendente. Por fin arranc: Siempre me han gustado los hombres cariosos y buenos. Pero, como comprender, no podra, aunque lo intentase desesperadamente, enamorarme de usted en este calabozo. Aqu no podra enamorarme de nadie. Jams! Me apresur a contestarle: Esto es slo temporal, mientras llegamos a conocernos. Durante todo aquel tiempo estuvo ella sentada en la cmoda, observndome para ver qu efecto producan en m las cosas que me deca. Por tanto, empec a desconfiar. Me di cuenta de que me estaba sometiendo a una prueba. Pero... No comprende, Ferdinand, que no se secuestra a una muchacha nada ms que para llegar a conocerla? dijo. Yo quiero conocerla muy bien dije. En Londres

no se me presentara la menor oportunidad. No soy hbil ni cosa parecida. No pertenezco a la misma clase social que usted. A usted no le agradara que ninguna de sus amistades la viese conmigo en Londres. Eso que acaba de decir no es justo protest ella. Yo no soy una muchacha estirada ni orgullosa. Odio a las personas que lo son. Y, adems, nunca prejuzgo cuando se trata de personas. No, si no la culpo por eso me apresur a decir. Odio todo lo que sea esnobismo dijo con rara violencia. Tena la costumbre de pronunciar algunas palabras as, muy enftica y duramente. Y aadi: Algunos de mis mejores amigos de Londres son..., bueno, lo que se llama de la clase trabajadora. En su origen. Pero nunca se nos ocurre ni hablar de eso. Como Peter Catesby dije. (se era el nombre del muchacho dueo del coche deportivo.) Ah, l! Hace meses y meses que no lo veo. No es ms que un pobre bobalicn de suburbio. En aquel momento me pareci verla subir al coche deportivo MG. Y no supe si fiarme o no de ella. Supongo que todo esto habr salido ya en las pginas de los diarios me dijo. No s. No los he ledo respond. Usted puede ir a la crcel por muchos aos. Valdra la pena! Valdra la pena hasta perder la vida por esto! respond. Le prometo, le juro que si me deja ir, no le dir

una palabra a nadie. Inventar una historia cualquiera. Y har lo imposible para verle a usted a menudo, siempre que quiera y pueda hacerlo cuando yo trabaje. Nadie sabr una palabra de la verdad sobre todo esto, a excepcin de nosotros dos. No puedo! le contest. Por lo menos ahora... Me senta como un rey cruel, tal era el tono suplicante que ella haba empleado. Si me deja ir ahora, comenzar a admirarle, porque pensar: Me tena a su merced, pero fue todo un caballero, se port como un verdadero seor y me dej ir. No puedo! repet. Le ruego que no me pida eso! Por favor, no me lo pida! Creo que usted mismo, al saber que haba obrado de esa manera, se admirara a s mismo insisti ella, siempre sentada sobre la cmoda observndome fijamente. Ahora tengo que irme dije. Sal con tanta rapidez que tropec en el ltimo escaln. Ella baj de la cmoda y se qued mirndome con una expresin extraa. Por favor! Se lo ruego! dijo con voz dulcsima. Y confieso que me cost mucho resistirme a su splica. Era como no tener una red y capturar con el pulgar y el ndire un ejemplar que uno ansiaba poseer (siempre haba sido muy hbil para capturar las mariposas as)

acercndome lentamente por detrs del insecto hasta atraparlo. Pero uno tena que pellizcarle el trax y lo encontraba siempre palpitante. No resultaba tan fcil como con la botella letal. Y en el caso de Miranda era dos veces ms difcil, porque yo no quera matarla. No, no: eso era lo ltimo que se me habra ocurrido!

Muchas veces hablaba y hablaba sobre lo mucho que odiaba las distinciones de clases, pero, la verdad, nunca consigui convencerme. Lo que en realidad delata a la gente es su modo de hablar, no las palabras que pronuncia. No haba ms que observar un rato sus delicados modales, para darse cuenta de cmo haba sido criada. No era una orgullosa como tantas, sin motivo, pero en toda ella se adivinaba la clase. Se vea cundo se tornaba sarcstica e impaciente conmigo porque yo no pudiera explicarme o porque hiciera las cosas mal. Djese de pensar en la diferencia de clases!, me deca. Era como si un rico le dijese a un pobre: Djese de pensar en el dinero! No la culpo por eso, ya que sospecho que probablemente deca y haca algunas de las cosas terribles que le o y vi, para demostrarme que no era realmente refinada. Pero lo era. Indiscutiblemente lo era. Cuando se irritaba, era muy capaz de encaramarse en el caballo de su superioridad, y convertirme en algo ms insignificante que una hoja de papel.

De esta manera siempre, en todo momento, la clase se alzaba entre nosotros para separarnos.

Aquella maana fui a Lewes. El viaje obedeci, en parte, a que quera leer los diarios. Los compr todos. Y en todos haba algo. Los peridicos sensacionalistas dedicaban mucho espacio al asunto, y dos de ellos publicaban fotografas. Me result raro eso de leer todo lo que se deca. Porque en los artculos encontr cosas de las que no tena la menor noticia. Miranda Grey, la rubia estudiante de dibujo y pintura, de 20 aos, que el pasado ao gan una importante beca para la Escuela Slade de Pintura, en Londres, ha desaparecido misteriosamente. Durante los cursos en la mencionada escuela, viva en una casa de la calle Hamnett 29, N.W.3, con su ta, Miss C. VanbrughJones, que anoche, a hora avanzada, denunci la desaparicin a la Polica. Despus de su clase del martes, Miranda telefone a su ta y le dijo que iba a meterse en un cine, porque llova mucho, y llegara a casa despus de las ocho. sa fue la ltima comunicacin que se ha tenido de ella. El diario publicaba una foto bastante grande de Miranda, y, como epgrafe, lo que sigue: Ha visto usted a esta joven?

Otro diario me hizo rer de buena gana. Deca: Los residentes de Hampstead se han visto cada da ms preocupados, desde hace unos meses, a causa de los lobos que merodean por sus calles en automviles. Piers Broughton, un condiscpulo e ntimo amigo de Miranda, me declar en la cafetera a la cual llevaba frecuentemente a la joven desaparecida, que ella pareca completamente contenta y feliz el da de su desaparicin, y que aquel mismo da haba convenido ir a visitar una exposicin con l a la tarde siguiente. Me dijo: Miranda sabe muy bien lo que es Londres. Estoy seguro de que nadie podra convencerla de que subiera al coche de un desconocido, ni cosa parecida. Estoy profundamente preocupado por todo esto. Un representante de la Escuela Slade de Pintura me dijo: Miranda Grey es una de nuestras alumnas de segundo ao que ms promete. Estamos seguros de que su desaparicin tendr a su debido tiempo una explicacin perfectamente plausible. Estos jvenes de tendencias artsticas tienen a veces sus caprichos. Y ah queda el misterio. La Polica pide a toda persona que haya visto a Miranda Grey el martes en horas de la tarde, o que haya odo o tenido cualquier sospecha en el mbito de Hampstead, que se ponga en contacto cuanto antes con la Jefatura.

Los diarios detallaron qu prendas vesta Miranda, y dieron toda clase de datos, adems de publicar su fotografa. Uno de los rotativos dijo que la Polica iba a rastrear los estanques y pequeas lagunas de Hampstead Heath. Otro se refera a Piers Broughton, y deca que l y la joven desaparecida estaban oficialmente comprometidos. Me pregunt si ese Piers sera el imbcil con quien haba visto a Miranda algunas veces. Otro deca: Es una de las alumnas ms populares de la Escuela Slade de Pintura. Siempre estaba dispuesta a ayudar a sus compaeras en cuanto le era posible. Todos coincidan en decir que era bonita. Y todos publicaban las fotos. De haber sido fea, el secuestro slo habra merecido unas pocas lneas, perdidas en alguna pgina interior. Me sent en la furgoneta, al borde del camino, cuando iba ya de regreso al chalet, y all le cuanto decan acerca del hecho. Aquello me dio una sensacin de poder, aunque no s por qu. Toda aquella gente buscando desesperadamente, y slo yo conoca la respuesta al misterio! Cuando reanud la marcha, decid definitivamente que no dira una palabra a Miranda. No bien me vio al llegar, lo primero que me pregunt fue sobre los diarios. Decan algo de ella? Le respond que no haba ledo ninguno y que no tena intencin de leerlos. Aad que los diarios no me haban interesado nunca, porque lo nico que publicaban era una sarta de mentiras y fantasas. Ella no insisti.

En ningn momento le permit que leyera diarios, ni le llev un aparato de radio o un televisor. Un da, antes de llevar la muchacha al chalet, le un libro titulado Secretos de la Gestapo, en el cual se detallaban las torturas y todo cuanto hicieron los alemanes durante la guerra y cmo una de las primeras cosas que uno tena que soportar, si estaba prisionero, era el no saber qu suceda fuera de la prisin. Quiero decir que no permitan que los prisioneros se enteraran de nada, ni siquiera les permitan que hablasen entre s, por lo cual se encontraban completamente aislados de su mundo anterior. Ese sistema quebrantaba la moral de los prisioneros. Claro que yo no quera quebrantar a Miranda como la Gestapo quera hacerlo con sus cautivos. Pero me pareci que sera mucho mejor que no estuviese enterada de lo que suceda y se deca en el mundo exterior, porque de ese modo se vera obligada a pensar cada vez ms en m. Por ello, a pesar de sus numerosos intentos para que yo le consiguiese los diarios y un aparato de radio, no la complac. En los primeros das, no quera que ella se enterara de lo que estaba haciendo la Polica para descubrir su paradero y dems, porque eso no habra hecho otra cosa que entristecerla y disgustarla. Podra decirse, casi, y sin casi, que esta conducta ma era una bondad hacia ella. Aquella noche le prepar una cena consistente en pescado, guisantes y pollo fro con salsa blanca.

Miranda la comi y pareci gustarle. Despus que hubo terminado, le pregunt: Puedo quedarme un rato aqu? Si lo desea... me respondi. Estaba sentada sobre la cama, con la manta doblada a su espalda, a modo de almohadn, apoyada contra la pared. Sus pies desaparecan bajo la falda, pues los haba recogido doblando las rodillas. Durante un rato se limit a fumar en silencio y mirar uno de los libros sobre pintura que yo le haba comprado. Por fin, levant la cabeza, me mir y pregunt: Sabe usted algo de pintura? Nada que pueda ser considerado como conocimiento respond. Me pareci que era as replic ella. Porque, de saber algo, no tendra prisionera a una persona inocente. La verdad, no veo qu relacin puede haber entre una cosa y otra le dije. Ella cerr el libro y aadi: Hbleme algo de usted. Dgame qu hace en sus momentos libres. Cules son sus aficiones... Soy entomlogo. Colecciono mariposas. Claro! exclam. Ahora recuerdo que el diario lo deca. As que colecciona usted mariposas... Y ahora me ha coleccionado a m! Pareci creer que aquellas palabras que acababa de pronunciar eran muy graciosas, por lo cual le dije:

No, estrictamente hablando, no es as. Literalmente, no es as. En efecto respondi ella. En cierto sentido, estrictamente hablando, no es as. Literalmente, usted me ha clavado con un alfiler en este calabozo, que es una cripta, y luego viene a gozar con mi impotencia y a jactarse de su poder. Yo no hago eso ni cosa parecida dije. Saba usted que soy budista? Como tal, odio a toda persona o animal que priva de la vida a un ser, aunque ese ser no sea ms que un pequeo insecto. Pero usted acaba de comerse esos trozos de pollo dije, satisfecho de haberla atrapado. Si, los com, pero me desprecio a m misma por ello. Si yo fuese una mujer mejor de lo que soy, sera vegetariana. Si usted me pidiera: Deje de coleccionar mariposas, la obedecera en el acto. Y sabe por qu? Porque estoy dispuesto a hacer cualquier cosa que usted me pida. Si: menos dejarme en libertad, no? Prefiero no hablar de eso ahora. Nada ganaremos con volver al mismo tema. Pues yo no podra respetar a nadie, y menos an a un hombre que hiciera cosas nicamente para darme gusto. Querra que las hiciera por estar convencido de que deba hacerlas porque eran cosas buenas. No dejaba de aprovechar la menor oportunidad de

contraatacarme. Pero quien nos oyera podra creer que hablbamos de algo perfectamente inocente. Cunto tiempo piensa tenerme aqu? pregunt despus de una breve pausa. No s, no podra decrselo, porque depende de... De qu depende? No le contest, porque en aquel momento me hubiera sido imposible hacerlo. Ella pareci vacilar un instante y luego dijo: Depende de que yo me enamore de usted? Era cruel. No escatimaba los pinchazos, por mucho que supiera que me dolan. No, lo dije agreg porque, si mi libertad depende de eso, entonces estar aqu hasta el da de mi muerte. Tampoco contest a eso. Vyase! me espet. Vyase, y piense un poco en lo que acabo de decirle!

A la maana siguiente realiz su primer intento de fuga. No me cogi desprevenido, pero me ense una leccin importante. Desayun, y una vez que hubo terminado, me dijo que la cama tena floja una de las patas. Era una de las de atrs, que vena a quedar en la esquina de la pequea habitacin. Tiene un tornillo flojo, y me pareci que iba a caerse me dijo.

Como un verdadero tonto, me acerqu para ayudarla a levantar la cama y, de pronto, me empuj violentamente, justo en un instante en que estaba mal parado, y sali corriendo con todas sus fuerzas hacia la escalera, que subi en pocos saltos. Yo haba previsto que algn da podra ocurrir algo parecido, y coloqu un gancho de seguridad que mantena la puerta casi abierta. Cuando la alcanc, estaba tratando de desengancharlo para pasar al primer stano y cerrar la puerta tras de s. Se volvi y corri gritando desesperadamente: Auxilio! Auxilio...! Auxilio! , escaleras arriba, hasta llegar a la puerta que daba al exterior de la casa, la cual, como es natural, yo haba dejado cerrada con llave. Empez a golpear la puerta con furia y sigui gritando, pero entonces la sujet. Me doli mucho hacerlo, pero lo que se necesitaba en aquel instante era accin. La cog de la cintura y puse una mano sobre su boca, arrastrndola de nuevo al segundo stano. Pate y luch frentica, pero era demasiado pequea y yo tal vez no sea un Mr. Atlas, pero tampoco soy dbil. Al final, su cuerpo qued inmvil y flojo en mis brazos, como si se hubiera desmayado. La solt. Ella qued quieta un segundo, y luego, lanzndose sobre m, me golpe en la cara. Realmente no me hizo dao alguno, pero la conmocin fue bastante desagradable, pues se produjo cuando menos la esperaba, despus que yo me haba mostrado tan razonable, cuando cualquier otro hombre habra podido perder la cabeza.

Penetr en su habitacin y cerr, dando un portazo. Se me ocurri que poda entrar yo tambin y cantarle las cuarenta, pero comprend que tena que estar sumamente irritada. Me haba mirado con verdadero odio. Por tanto, corr los cerrojos y puse sobre la puerta el falso estante.

Tras aquel incidente, Miranda se qued como muda. Durante el almuerzo siguiente no pronunci una palabra cuando le habl para decirle que estaba dispuesto a olvidar lo ocurrido. Se limit a mirarme un buen rato con el mayor desprecio. Lo mismo ocurri durante la cena. Cuando entr para llevarme los platos y cubiertos, me entreg la bandeja y se volvi de espalda. Se tom bastante trabajo en demostrarme que no quera que me quedase ni un segundo all. Pens que se le pasara, pero al da siguiente fue todava peor. No slo no habl, sino que no comi. Le ruego que recapacite y no insista en eso, Miranda. No ganar nada con ello le dije. Ella no me contest, y ni siquiera se dign mirarme. Al da siguiente, lo mismo. No quiso comer, y no me dirigi la palabra. Yo haba estado esperando que usara algunas de las prendas de ropa que le haba comprado, pero insisti en ponerse la blusa blanca y la tnica verde de tartn. Empec a preocuparme muy seriamente. No saba hasta qu punto poda resistir una persona sin

comer. Me pareca que Miranda estaba plida y muy dbil. Se pasaba todo el tiempo sentada, con la espalda contra la pared, sobre la cama, sin mirarme, con un aspecto tan triste y vencido que yo ya no saba qu hacer. Al da siguiente le llev el caf del desayuno, con unas ricas tostadas, mermelada y mantequilla. Dej que esperara un poco, a fin de que percibiera el aroma. Luego le dije: No espero que usted me entienda. Tampoco espero que me ame como se ama la mayor parte de la gente. Lo nico que quiero es que trate de comprenderme todo lo que le sea posible y que no le resulte tan antiptico y repelente como parezco ser para usted. Ella no hizo el menor movimiento. Vamos a hacer un trato le dije. Le dir a usted cundo puede irse de aqu, pero slo con algunas condiciones. No puedo explicar por qu le dije eso. Porque, en realidad, saba muy bien que jams podra dejar que se fuera. Sin embargo, no se trataba enteramente de una mentira descarada. A menudo pensaba que se ira en la fecha que habamos convenido, porque, me deca, una promesa es una promesa. Pero en otros momentos me confesaba que jams podra dejar que se fuera. Se volvi hacia m y me mir fijamente. Era la primera seal de vida que daba desde haca tres das.

Entonces esper que hablara, pero como no lo hizo, agregu: Las condiciones que impongo para eso son: que coma los alimentos que le traigo, que me hable como lo haca en los primeros das de su llegada y que no intente escapar como lo hizo hace unos das. Esa ltima condicin no puedo aceptarla, porque siempre intentar huir. Y las primeras dos? repuse. (Pens que aunque ella me prometiese que no tratara de evadirse, yo tendra que estar constantemente alerta y adoptar todas las precauciones, por lo cual careca de sentido dicha condicin.) Pero hasta ahora no me ha dicho cundo dijo ella. Dentro de seis semanas contest. Ella se limit a volverse de espalda otra vez. Al ver que no responda, esper un rato y, por fin, dije: Bueno: digamos cinco semanas. No: me quedar aqu una semana, ni un solo da ms. Como comprender, no puedo acceder a eso le dije, y ella se volvi de nuevo hacia la pared. Unos segundos despus, comenz a llorar desconsoladamente. Vea cmo sus hombros eran sacudidos por los sollozos. Quera acercarme rpidamente a ella, y di unos pasos hasta cerca de la cama, pero se volvi hacia m tan bruscamente que

estoy convencido de que crey que iba a golpearla o algo as. Tena las mejillas empapadas de lgrimas. Y me entristeci terriblemente verla en aquel estado. Por favor, le ruego que sea razonable! supliqu. Usted sabe muy bien lo que significa para m ahora! No comprende que no he realizado todos los preparativos y arreglos para que usted se quede aqu slo una semana ms? Le odio...! Le odio! exclam, con voz entrecortada por los sollozos. Le doy mi palabra de honor de que, en cuanto se cumpla el plazo, podr usted abandonar esta casa cuando lo desee dije. No quiso saber nada. Era una escena extraa. Ella, sentada sobre la cama, llorando y mirndome sin cesar. Tena las mejillas encendidas. Cre que iba a lanzarse otra vez contra m. Pareca desearlo con toda su alma. Pero de pronto empez a secarse los ojos. Luego encendi un cigarrillo y, por fin, dijo secamente: Dos semanas! Usted dice dos y yo digo cinco apunt. Partamos la diferencia, con una semana en mi favor. Convengo en un mes. Eso sera, por tanto, el 14 de noviembre. Se produjo una pausa, y luego ella contest: Muy bien: pero cuatro semanas se cumplen el 11 de noviembre. Me tena preocupado, pero deseaba llegar de una vez

a un acuerdo, por lo cual le dije: Quise decir un mes ideal: hagamos que sean veintiocho das. Le concedo esos tres das. Gracias... Muchsimas gracias! respondi, sarcsticamente, claro. Le alargu una taza de caf y ella la tom. Yo tambin pongo mis condiciones dijo antes de tomarlo. No puedo vivir todo el tiempo aqu abajo! Es necesario que respire un poco de aire fresco y que mis ojos vean un poco de luz natural! Ah! Y quiero baarme algunas veces. Adems, necesito materiales de dibujo, un aparato de radio o un tocadiscos, y algunas cosas de la farmacia. Por ltimo, quiero frutas y ensaladas. Y hacer algo de ejercicio. Si le permito salir al exterior, se escapar le dije. Se enderez sobre la cama. Tena que haber estado fingiendo un rato antes, porque el cambio fue sumamente brusco. Sabe usted lo que significa la palabra de honor? Contest afirmativamente, y ella prosigui: Entonces, podra dejarme salir bajo palabra de honor. Le prometo no gritar ni intentar la fuga. Desaynese y, entretanto, lo pensar respond. No...!Creo que no es mucho lo que le pido! Si esta casa est realmente tan aislada de toda otra vivienda, no se expone usted a nada accediendo. S, no hay duda de que la casa est aislada le dije. Pero no pude adoptar una decisin.

Bueno: entonces, me declaro otra vez en huelga de hambre dijo ella. Se volvi de espalda. No caba duda de que trataba de presionarme todo cuanto poda. No tengo el menor inconveniente en comprarle esos materiales de dibujo le dije. Sabe perfectamente que no tena ms que pedrmelos. Y un tocadiscos tambin. Con todos los discos que quiera. Y libros. Lo mismo digo respecto de la comida. Todo lo que quiera. Ya le he dicho varias veces que no tiene ms que pedir. Pero un aparato de radio no. Aire fresco y luz natural, eso es lo que ms necesito! exclam casi en un grito, siempre vuelta de espalda. No, no, eso es demasiado peligroso! respond. Se produjo un silencio, pero ella insisti poco despus, y al final no tuve ms remedio que ceder. Bien dije. Tal vez en horas de la noche. Ver qu podernos hacer sobre eso. Cundo? pregunt ella, y ahora s que se volvi para mirarme. Tengo que pensarlo. Y desde ahora le advierto que si accedo, tendra que atarla. Pero es que yo le dara mi palabra de honor de no intentar escaparme! protest. Tmelo o djelo repliqu. Esta vez me muestro inflexible. Y respecto a los baos? pregunt. S, algo

puedo arreglar dije. Quiero un bao como es debido, en la baera. Arriba debe de haber una, no? Algo en lo que yo haba pensado muchsimo era lo que me gustara que ella viese mi casa y todos los muebles y adornos. En parte era que deseaba verla a ella all, entre todas aquellas cosas. Naturalmente, cada vez que soaba despierto, ella estaba arriba conmigo, no all abajo, en el segundo stano. Yo soy as. A veces obro por impulsos, aceptando riesgos que otros no se atreveran a correr. Bien: ver qu podemos hacer dije. Primero tendra que preparar algunas cosas. Si yo le doy mi palabra de honor, no la violar. S, s: de eso estoy seguro dije. Y en eso quedamos. Aquello pareci aclarar notablemente la atmsfera, por as decirlo. Desde aquel momento, yo la respet y ella me respet ms. Lo primero que hizo fue escribir una lista de cosas que quera que le comprase. Tena que encontrar una tienda especializada en Lewes, para comprar papel de dibujo y toda clase de lpices y cosas: tinta china, pinceles, tubitos de pintura al leo, acuarela y qu s yo. Tambin haba cosas de la farmacia: desodorantes, etctera. Era un poco peligroso ir a comprar artculos femeninos de esos que slo la mujer puede usar, pero me arriesgu. A continuacin figuraban los artculos alimenticios: caf fresco, muchas

frutas, verduras y hortalizas. Insisti muy particularmente en que comprara todo aquello. Despus de ese da me haca todas las maanas la lista de alimentos y empez a ensearme cmo tena que cocinarlos. Era exactamente igual que tener una esposa invlida, a la cual tuviera uno que hacerle las compras. En Lewes puse extremo cuidado. Nunca fui dos veces al mismo sitio, quiero decir dos veces seguidas, para que no pudieran pensar que estaba comprando demasiadas cosas para una sola persona. Sin saber por qu, pensaba siempre que la gente poda darse cuenta de que yo viva solo. El primer da compr tambin un tocadiscos. Uno pequeo, pero debo decir que al verlo pareci muy contenta. No quera que ella supiese que yo careca por completo de conocimientos musicales, pero mientras compraba el aparato o tocar un disco en el que una orquesta ejecutaba msica de Mozart, y lo compr tambin. Fue una excelente compra, porque a ella le gust y creo que me agradeci mucho que se lo comprase. Un da, mucho despus, cuando lo estbamos oyendo los dos, la sorprend llorando. Quiero decir que sus ojos estaban hmedos de lgrimas. Despus me dijo que Mozart estaba murindose cuando escribi aquella msica. La verdad, a m me sonaba igual que todas las dems, pero es que ella tena una mente musical.

Bueno. Al da siguiente volvi a insistir en que quera baarse otra vez, y tomar un poco de aire fresco. Yo no saba qu hacer. Sub al cuarto de bao para pensarlo, pero sin prometerle nada. La ventana del bao daba exactamente sobre el porche de la casa, pero el porche posterior, al otro lado de la puerta del stano, lo cual era mucho mejor para m..., y ms seguro. Por fin, sub unas tablas y las clav sobre el marco de la ventana, colocando, adems de los clavos, unos fuertes tornillos de seis centmetros, para que le fuera imposible hacer seales con la luz o tratar de salir por all. Sin embargo, a aquellas horas de la noche nadie poda orla en aquella direccin. Y el cuarto de bao qued listo para que la muchacha lo usara cuando quisiese. A continuacin hice otra cosa: supuse que ella estaba conmigo, y volv a subir desde la planta baja, para fijarme bien en qu lugares poda haber el menor peligro. Las habitaciones de abajo tenan persianas interiores de madera, y resultaba facilsimo y rpido cerrarlas y ponerles cerrojos (los cuales compr despus), por lo que Miranda no podra llamar la atencin de nadie por ninguna de las ventanas, y, adems, ningn curioso podra espiar desde fuera, para ver qu ocurra dentro de la casa. En la cocina, me asegur de que todos los cuchillos y dems estuviesen fuera de su alcance. En una palabra: pens en todo lo que ella podra hacer para tratar de escapar, y por fin

tuve la sensacin de que haba una absoluta seguridad. Bueno: despus de la cena me insisti de nuevo acerca del bao, y dej que empezara a ponerse hosca, para de pronto decirle: Bueno, muy bien: correr ese riesgo; pero si usted no cumple su promesa, en adelante tendr que quedarse encerrada aqu. En mi vida he dejado de cumplir una promesa! respondi, muy digna. Me da usted su palabra de honor de que no gritar ni intentar fugarse? Le doy mi palabra de honor de que no intentar fugarme, est satisfecho? Y que no gritar o har seales desde alguna ventana? Si: le doy mi palabra de honor de que no gritar ni har seales desde ninguna ventana. Bueno: voy a atarla. Pero eso es insultante...! Quiere que le diga una cosa? Usted me ha dado su palabra de honor; pero la verdad es que yo no la culpara si no la cumpliese. Pero es que yo... No termin la frase. Se limit a encogerse de hombros y colocar las manos a la espalda. Yo tena ya una tira de tela lista, y se la coloqu alrededor de las muecas, bajo la cuerda, para que sta no pudiera lastimarla. La apret bastante, pero no como para

hacerle dao. Luego, cuando iba a amordazarla, me hizo recoger todos los artculos de higiene que necesitaba, y (me alegr mucho comprobarlo) eligi algunas de las prendas de ropa que yo le haba comprado. Llev sus cosas y sub los escalones del stano principal. Ella esper que yo abriese la puerta, y subi cuando se lo orden, lo que hice despus de escuchar un buen rato por si se oa algn ruido fuera. Naturalmente, estaba muy oscuro, pero el cielo estaba limpio y se podan ver algunas estrellas. La cog fuertemente de un brazo y dej que permaneciese all por espacio de unos cinco minutos. La oa respirar ansiosa y profundamente. Me pareci una escena muy romntica. Su cabeza apenas llegaba a mi hombro. Supongo que se dar cuenta de que esta casa est muy lejos de cualquier otra vivienda le dije despus de un silencio. Cuando termin el tiempo que yo haba decidido concederle all (tuve que llevarla casi a la fuerza), entramos en la casa por la puerta de la cocina, pasamos por el comedor y llegamos al vestbulo, desde donde subimos al piso alto, y all entramos en el cuarto de bao. No hay llave en la puerta, y sta ni siquiera puede cerrarse porque he clavado en ella un taruguito de madera; pero puede tener la completa seguridad de que respetar su deseo de estar sola, siempre que usted cumpla su palabra. Estar aqu, junto a la puerta.

Haba colocado una silla cerca de la puerta del cuarto de bao. Bien le dije. Ahora voy a desatarla si me promete que no har nada para quitarse la mordaza. Para contestarme, no tiene ms que mover la cabeza de arriba abajo. Lo hizo as y le desat los brazos. Se los frot un buen rato, supongo que para que yo me diese cuenta de que la haba lastimado con las cuerdas, y por fin entr en el cuarto de bao. Todo transcurri sin el menor inconveniente. La o chapuzar en la baera, al parecer muy contenta, y de la manera ms natural; pero cuando sali, recib una gran sorpresa. En primer lugar, no tena puesta la mordaza. En segundo trmino, el cambio que se haba operado en ella con las ropas nuevas. Adems, se haba lavado el cabello, y ste caa, mojado y suelto, sobre sus hombros. Pareca tornarla ms suave, hasta ms joven. No era que en momento alguno pareciese, a mis ojos, dura o fea... Deb poner una cara de perfecto estpido, y tal vez algo irritado por lo de la mordaza, pero sin conseguir irritarme realmente ante ella, que estaca tan encantadora en aquel momento. Me mir, baj ligeramente la cabeza y me dijo rpidamente: Sabe lo que pas? Cuando se moj la tela, empez a dolerme terriblemente. Le he dado mi palabra de honor. Se la voy a dar otra vez. Puede ponerme otra

vez la mordaza si lo desea... Aqu la tiene. Ms, como comprender, si hubiese querida gritar, ya lo habra hecho antes de este momento. Me extendi la mordaza, y vi algo en sus ojos que no me permiti ponrsela otra vez. Por eso le dije: Bueno: bastar con atarle las manos. Tena puesta su tnica verde, pero, debajo de ella, una de las camisas que yo le haba comprado, y adivin que tambin se haba puesto alguna de mi ropa interior. Le at las manos a la espalda. Siento mucho ser tan desconfiado le dije. Lo que ocurre es que, para m, usted es todo cuanto hay en el mundo por lo que merezca la pena vivir. No era el momento ms oportuno para decir eso, lo s, pero el verla all, de pie junto a m de esa manera, me hizo perder un poco la cabeza. Call un instante y, como ella no dijera nada aad: Si usted se fuera, creo que me matara. Lo que necesita usted es un mdico dijo. Me limit a emitir algo as como un gruido. Quisiera ayudarle agreg. Usted cree que estoy loco por lo que hice dije. Puedo asegurarle que no lo estoy. Lo que pasa es que..., bueno, que no tengo a nadie ms que a usted. En toda mi vida no hubo nadie ms que usted que me inspirase el menor cario. sa es la peor enfermedad que podra tener dijo ella. Se volvi al decirlo, mientras yo segua atndole las

manos. Me mir y dijo: Crame que lo siento mucho por usted. Pero, en seguida, cambi como sola hacerlo, bruscamente, y aadi: He lavado unas cosas. Podra tenderlas fuera de la casa? O hay un cuarto de lavar? Las secar yo, en la cocina le respond. No podemos mandar nada a lavar fuera. Ech una mirada a su alrededor. Algunas veces haba en ella algo de travesura, y me di cuenta de que andaba buscando algn motivo para pelear, pero sin maldad, como para hacerme rabiar, amistosamente. No piensa ensearme su casa? dijo. La vi sonrer por primera vez desde que haba entrado en el chalet. Y no tuve ms remedio que sonrerle yo tambin. Es tarde ya contest. Cuntos aos tiene esta casa? pregunt, sin hacer caso de mi observacin. Sobre la puerta hay una piedra en la cual est inscrito un ao: 1621 respond. El color de esta alfombra es horroroso replic ella. Tendra que poner en su lugar una estera o algo as. Y los cuadros? Brrr! Horribles, espantosos! Anduvo por el pasillo para mirarlos. Astuta. Pues costaron bastante dije. Muchas cosas no pueden ser juzgadas por el dinero que cuestan, no cree?

No puedo expresar lo extrao que era aquello: los dos all de pie, y ella formulando crticas sobre esto y lo otro: la tpica mujer. Me permite que asome la cabeza a las habitaciones? Me gustara verlas. Yo me senta aturdido, fuera de m mismo. No pude resistir el placer de acceder a su solicitud, y le ense todas las dependencias. La habitacin destinada a ta Annie y la de Mabel, si es que volvan de Australia y se avenan a vivir all conmigo. Y la ma. Miranda las observ atentamente, como si quisiera grabar en su memoria hasta los ms insignificantes detalles. Las cortinas estaban bajas, y yo no me separ de ella ni un instante, para impedir que hiciera alguna tontera. Una firma se hizo cargo de todo esto le dije cuando llegamos a la puerta de mi habitacin. Observo que es usted muy cuidadoso respondi. Vio algunas reproducciones de mariposas que yo haba comprado en una casa de antigedades: Las eleg yo le dije. Son lo nico interesante que hay aqu dijo ella. Otra vez! Pero ahora era para lisonjearme, confieso que aquello me agrad mucho. Y de pronto dijo: Qu silencioso est todo! He estado escuchando, y no pasa ni un coche. Me parece que debemos estar en el norte de Sussex. En seguida me percat de que aquello era una

celada, y vi que ella me vigilaba estrechamente. Lo ha adivinado usted le dije, como si me hubiese sorprendido su perspicacia. Pero de pronto ella dijo: Es muy extrao. Debera estar temblando de miedo, pero me siento perfectamente segura junto a usted. Jams le causar el menor dao! le dije. Es decir, a no ser que usted me obligue a ello. Y de pronto todo pareci ser como yo haba deseado siempre: ella y yo juntos, conocindonos cada momento ms. Me pareci que ella empezaba a ver en m lo que realmente era. Ese aire es maravilloso exclam de pronto. Usted ni siquiera puede imaginarlo. Hasta este aire... es libre...! Es todo lo que yo no soy! Y se alej, por lo cual tuve que seguirla escaleras abajo. Al llegar al vestbulo me dijo: Puedo mirar ah? Ahorcado por una oveja o por un cordero es lo mismo, me dije. De todos modos, las persianas estaban cerradas y corridas las cortinas. Entr en la antesala y ech una mirada a su alrededor. Despus la recorri, detenindose ante todos los objetos que vea, con las manos atadas a la espalda. Realmente, aquello resultaba cmico. sta es una habitacin encantadora! exclam. Pero es un verdadero crimen llenarla con todas estas

cosas falsificadas y burdas! Realmente son espantosas! le dio un puntapi a una de las sillas. Supongo que mi aspecto era fiel reflejo de lo que senta (ofendido), porque Miranda me dijo con impaciencia: Es imposible que no se d cuenta de que todo esto est mal aqu! Esas lmparas de pared, cursis, feas y...! (de pronto pareci fijarse en ellos). No...! No me diga que son patitos de porcelana! Me mir, realmente irritada, y luego volvi a mirar los patos. Me duelen los brazos agreg. No le sera lo mismo atarme las manos delante por una vez? No quise, negndome, agregar un nuevo motivo de irritacin para la joven. No vea peligro alguno en acceder a su demanda, y en cuanto tuve la cuerda en las manos, ella se volvi y me extendi las suyas para que las atara, y as lo hice. Luego, me sorprendi. Se dirigi a la chimenea en la cual estaban los patos de porcelana. Haba tres colgados en la pared, sobre la repisa. Cada uno de ellos me haba costado treinta chelines, y en menos que canta un gallo los desprendi de los ganchos y los arroj violentamente contra el fogn de la chimenea. Se hicieron trizas, claro. Gracias, muchas gracias dije, muy sarcstico. Una casa tan antigua como sta tiene un alma respondi ella. Y no pueden hacerse cosas como sa en una habitacin tan encantadora como lo es este antiguo saloncito, en el cual habr vivido tanta gente.

No lo cree usted as? Es que carezco de toda experiencia en materia de muebles y decoracin para una casa dije. Ella se limit a mirarme de un modo raro, y se puso a mi lado para entrar en la habitacin de enfrente, la que yo llamaba el comedor, aunque la gente de la casa de muebles la denomin habitacin de doble propsito, y en consecuencia la amuebl y decor como para que sirviese de lugar de trabajo en una de sus mitades. All estaban mis tres vitrinas con las mariposas que la joven descubri instantneamente. No piensa ensearme a mis compaeras de cautiverio? me pregunt, sonriendo levemente. Claro que aquello me encant. Saqu una o dos de las bandejas ms atrayentes, en las que se vean ejemplares de una misma especie, nada serio en realidad, slo para la vista. Las ha comprado usted? me pregunt. Comprarlas? pregunt a mi vez, atnito y no poco indignado, Todas ellas han sido capturadas o criadas por m, y arregladas y dispuestas de acuerdo con mi gusto. Todas! Estn divinamente colocadas! exclam. Le mostr una bandeja de Chalkhill y Azules Adonis, en la que tengo una hermosa variedad, dicho sea sin falsa modestia. Le fui explicando el nombre cientfico de cada ejemplar, dicindole: La variedad Ceronea que usted ve ah, es mucho

mejor que cualesquiera de las que tienen en el Museo de Historia Natural. Me enorgulleci mucho eso de poder decirle algo por el estilo. Miranda jams haba odo hablar de las aberraciones. Son hermosas, pero tristes dijo. Todo es triste si uno lo hace triste. Pero es usted quien lo hace as! dijo. Me estaba mirando por encima de la bandeja. Cuntas mariposas ha matado usted? Ya lo puede ver. No, no puedo. Estoy pensando en todas las mariposas que podran haber nacido de sas, si usted les hubiese permitido vivir. Estoy pensando en toda la belleza viviente a la que usted ha puesto fin. Es imposible calcularlo; as que, para qu? Y usted ni siquiera comparte esto. Quin ve estas mariposas? Usted es como un avaro: acumula y esconde toda esta belleza en esas bandejas. Aquello me produjo una verdadera desilusin, y me pareci que cuanto ella deca era tonto, falto de sentido. Qu diferencia poda significar una docena ms o menos de ejemplares, para una especie de mariposa? Ninguna, claro! Odio a los hombres de ciencia agreg. Odio a la gente que colecciona cosas, las clasifica y les da nombres, olvidndose despus de ellas. Eso es lo que la gente est haciendo siempre en la pintura. Llaman

impresionista a un pintor, o cubista, o algo por el estilo, y luego lo colocan en un cajn de un mueble y ya no lo ven como individuo que vive y pena. Pero en el caso de estas mariposas, tengo que reconocer que las ha dispuesto usted de una manera hermosa. Se vea que trataba de halagarme nuevamente. Adems de este hobby de las mariposas, tengo el de la fotografa le dije. Tena algunas fotos de los bosques que se extendan detrs del chalet, y otras, de las olas del mar saltando furiosas sobre el parapeto de la rambla de Seaford, que me parecan realmente bonitas. Las haba ampliado yo mismo, y ahora las extend sobre la mesa para que ella pudiera verlas mejor. Las contempl, mientras yo la miraba en silencio. No valen gran cosa dije por fin, como si buscase su elogio. No hace mucho que me dedico a la fotografa. S respondi ella. Estn muertas. Me mir de soslayo, de una manera extraa, y aadi: No me refiero particularmente a stas, sino a todas las fotografas... Cuando una persona dibuja algo, ese algo vive, pero al fotografiarlo, muere. S: es como un disco dije. Eso es: todos secos y muertos... Iba a discutir, pero ella no me dio tiempo a empezar, y prosigui: stas son hbiles, ve? Teniendo en cuenta que son fotografas, son buenas, pero fotografas al fin.

Al cabo de unos segundos dije: Me gustara hacerle algunas fotografas. Por qu? pregunt. Porque usted es lo que se llama fotognica. Baj los ojos un segundo, pero luego me mir y dijo: Muy bien. Si lo desea, maana mismo. Aquello me entusiasm verdaderamente. Las cosas estaban cambiando, indiscutiblemente. Entonces decid que haba llegado el momento de que ella se retirase a su stano. Apenas se opuso. Se limit a encogerse de hombros, me dej que le colocase la mordaza y todo march bien, como antes. Bien: una vez que estuvimos en el segundo stano, me dijo que tomara una taza de t (un t especial, de China, que me haba hecho comprar). Le quit la mordaza, y sali al primer stano (con las manos todava atadas). Se puso a mirar el lugar donde yo cocinaba sus comidas. No dijimos una palabra, ni ella ni yo.. Me pareci hermoso verla a ella all, y la tetera moviendo alegremente la tapita al hervir. Naturalmente, no dej de vigilarla ni un instante. Cuando el t estuvo hecho, le pregunt. Quiere que haga de mam? Esa palabra, aqu y en estos momentos, me parece horrenda! exclam. Por qu...? Qu tiene de malo? Es como los patos de porcelana. De barro, rancia, gastada... Muerta...!

Bien: entonces, creo que ser mejor que haga usted de madre. Ella sonri en seguida, y estuvo a punto de lanzar una carcajada, pero de pronto se contuvo y entr en su habitacin del segundo stano, a la cual la segu con la bandeja. Sirvi el t, pero haba algo que la haba irritado. Pude advertirlo fcilmente. Y no quiso mirarme. No he querido ofenderla dije. Es que de pronto se me ocurri pensar en mi familia. Ellos no estarn riendo, por cierto, mientras toman unas tazas de t esta noche. Cuatro semanas solamente le dije. No me lo haga recordar...! Es horrible! Era como cualquier otra mujer. Imprevisible. Sonriendo un segundo y llorando, o rencorosa, al siguiente. Es usted despreciable! me dijo casi en un grito. Y est consiguiendo que yo me parezca despreciable a m misma! Pero ahora ya falta menos... No tardar en llegar el da! Y entonces me dijo algo que nunca o decir a mujer alguna y que me produjo una verdadera conmocin. No me gusta orle decir palabras como sas, Miranda le dije. Me resultan un poco repugnantes. Las dijo otra vez. No, me las grit a la cara, brillantes de furia los ojos.

Confieso que no me era posible comprender todos sus estados de nimo.

A la maana siguiente haba cambiado por completo, aunque no me pidi disculpas por lo de la noche anterior. Cuando entr pude observar que las dos vasijas de barro que haba en su stano estaban hechas pedazos. Como siempre, la joven estaba levantada ya y esperndome cuando le tend la bandeja del desayuno. Lo primero que quiso saber fue si aquel da iba a permitirle ver la luz del sol. Le respond que estaba lloviendo. Por qu no me deja subir al stano superior? All podra caminar un poco. Necesito hacer ejercicio! Discutimos un buen rato acerca del particular. Al final, el arreglo fue que si ella quera caminar por all durante el da tendra que ser con la mordaza puesta. No poda exponerme a que alguien se acercara a la parte trasera de la casa, aunque elle era sumamente improbable, porque tanto la puerta del chalet como la del garaje estaban siempre cerradas con llave. Ahora que si quera hacerlo de noche, bastara con que tuviese las manos atadas. Adems, le dije que no poda prometerle ms de un bao por semana. Y nada durante las horas del da. Por un momento pens que ella estallara en una de aquellas repentinas furias que de nada le valan, pero pareci empezar a darse cuenta de

la inutilidad de semejantes explosiones, por lo cual acept mis propuestas.

Tal vez me exced en la rigidez. Si err, lo hice en ese sentido. Pero no tena ms remedio que adoptar todas las precauciones. Por ejemplo: durante los fines de semana, haba mucho ms trnsito que los dems das. Cuando el tiempo era bueno, pasaban coches por el camino cada cuatro o cinco minutos. A menudo aminoraban la marcha al pasar frente a Forsters, y algunos incluso se detenan unos metros despus y se volvan para mirar. Otros hasta tuvieron la desfachatez de meter el objetivo de sus cmaras por la verja, para sacar fotos del jardn y de la casa. Por tanto, en das semejantes no le permita que saliese ni un instante de su stano. Un da, cuando sala en la furgoneta para dirigirme a Lewes, un hombre que estaba al volante de un coche me hizo sea y me detuve. Me pregunt si era yo el dueo de aquella hermosa propiedad. Se trataba de uno de esos hombres que no piensan ms que en salirse con la suya, ese tipo de los yo soy amigo del patrn. Me habl mucho sobre la casa y me dijo que estaba escribiendo un artculo para una revista. Le permitira que diese una vuelta por la propiedad y obtuviera algunas fotografas? Lo que ms le interesaba era ver la capilla.

En esta propiedad no hay capilla alguna le dije. Pero, mi querido seor, eso es fantstico dijo. Claro que tiene que haberla...! Si hasta se menciona en la Historia del condado, y en otros muchos libros! Se refiere usted a ese viejo lugar que hay en el stano? dije como si acabara de caer en la cuenta. Est clausurado... La entrada ha sido cubierta con una pared de ladrillos. No puede ser! exclam. ste es un cottage incluido en una lista de edificios que casi podran ser monumentos nacionales! Lo siento, pero el hecho es que ha sido clausurado. Es imposible ver nada. Se hizo eso antes de llegar yo aqu. Luego expres su deseo de echar un vistazo a la casa. Le dije que llevaba prisa y que me era imposible esperar un minuto ms. Me dijo que volvera, y aadi: Fjeme usted un da. Le dije que me era imposible, porque tena infinidad de solicitudes como la suya. Continu insistiendo, y hasta se atrevi a formular una amenaza, dicindome que traera una orden de la Comisin de monumentos antiguos, para obligarme a que le dejase entrar. Se mostr realmente ofensivo y untuoso al mismo tiempo. Por fin se alej en su coche. Comprend que todo aquello haba sido un bluff de su parte, pero sa y otras eran las cosas en que yo tena que pensar y contra las cuales deba precaverme.

Saqu las fotos aquella misma noche. Fotos comunes todas, de Miranda sentada, leyendo. Y me salieron bastante bien. Un da, ms o menos por entonces, dibuj un retrato mo, como si quisiera devolverme la atencin. Tuve que sentarme un buen rato en una silla y mirar hacia uno de los rincones de la habitacin. Al cabo de media hora de trabajo rompi el dibujo antes de que yo pudiera impedrselo. (Eso de romper lo que dibujaba se repeta con mucha frecuencia. Supongo que se deba a su temperamento artstico, demasiado exigente.) Me habra gustado tener ese retrato le dije. Ella ni siquiera me contest, limitndose, al cabo de un rato, a decir: Un momento, no se mueva. De vez en cuando deca algunas palabras. En su mayor parte, observaciones personales. Usted es difcil de retratar dijo. Y sabe por qu? Porque carece de caractersticas destacadas. Todo en usted es curiosamente irreproducible. Estoy pensando en usted como si fuese un objeto, no una persona. Me entiende? Poco despus dijo: Usted no es feo, pero su rostro posee una larga serie de caractersticas que lo afean. Lo peor de l es su labio inferior. Lo delata despiadadamente. Cuando sal de su habitacin, me mir en el espejo de arriba, pero no me fue posible ver lo que ella quiso decir.

Algunas veces sala como de un ensimismamiento con repentinas y extraas preguntas. Cree usted en Dios? fue una de ellas. No mucho le respond. No, no: tiene que contestarme afirmativa o negativamente, no con paos tibios insisti. La verdad es que no pienso nunca en eso, porque no veo qu pueda importar. Ella me mir, como extraada, un buen rato, y luego dijo: Usted es el que est encerrado en ese stano! Y usted cree? pregunt. Claro que creo! Soy un ser humano! Intent meter baza, pero ella me orden secamente: No diga nada! A continuacin se quej de la luz del stano, diciendo: Lo que me pone las cosas ms difciles es esta luz artificial. Jams he podido dibujar con luz artificial. Es una luz que miente. Me percat de adnde quera ir a parar, por lo cual no dije esta boca es ma. Y luego, otra vez no pudo ser la misma maana en que me dibuj, pero no puedo recordar cundo fue me sali repentinamente con: Usted tiene mucha suerte de ser solo, sin padres. Los mos se han mantenido unidos gracias exclusivamente a mi hermana y a m.

Y cmo puede usted saber eso? pregunt. Porque mi madre me lo dijo respondi. Y mi padre tambin. Mi madre es una mala mujer. Una ambiciosa y sucia mujer de la clase media. Bebe y se embriaga casi a diario. S, lo he odo decir contest. Nunca he podido tener amigas que pasaran unos das en casa de mis padres. Lo siento dije. Ella me mir, como extraada, penetrantemente, pero en mis palabras no haba el menor sarcasmo. Le cont que mi padre tambin haba sido un borracho consuetudinario, y que todos decan que era mi madre la que le haba empujado a la bebida. Mi padre es un hombre dbil, sin carcter, aunque le quiero profundamente repuso ella. Sabe lo que me dijo un da? Me dijo: Hija ma, no puedo explicarme cmo un padre y una madre tan malos pueden haber trado al mundo dos hijas tan buenas... Pensaba realmente en mi hermana. Ella es la mejor de las dos, y la que ms vale. No: usted es la que vale ms. Lo demuestra esa importante beca que gan. Soy una dibujante relativamente buena contest. Es posible que llegue a ser una pintora hbil, pero jams ser una gran pintora. Por lo menos as lo creo, y me parece que no me equivoco. Eso es imposible de pronosticar.

Es que no soy lo suficientemente egocntrica. Soy mujer. Tengo que apoyarme siempre en algo. No s por qu, pero repentinamente cambi de tema y me pregunt: Es usted excntrico? Claro que no! respond, mientras notaba que me sonrojaba, naturalmente. No es nada que deba avergonzarle. Muchos hombres lo son dijo ella, y tras una pausa aadi: Usted quiere apoyarse en m. Supongo que eso se debe a lo que me dijo de su madre. Usted busca a su madre en m. No creo en esas paparruchas dije. Usted y yo jams iramos a ninguna parte juntos. Sabe por qu? Pues porque los dos queremos apoyarnos en alguien o algo. Usted podra apoyarse en m financieramente le dije. Y usted en m para todo lo dems...? Dios no lo quiera! exclam, cmicamente asustada. Entonces, tome me dijo, y me extendi el dibujo. Era un retrato realmente notable. Lo que ms me sorprendi fue la semejanza; me tornaba ms digno, mejor parecido de lo que realmente soy. Accedera usted a venderme ese retrato? le pregunt. No haba cruzado mi mente semejante pensamiento contest; pero no me parece mal la idea. Se lo vendo... Doscientas libras esterlinas!

Acepto dije. Me mir otra vez, penetrantemente. Quiere usted decir que me dara doscientas libras esterlinas por esto? S respond. Porque lo dibuj usted. Dmelo un momento pidi. Se lo entregu y, antes de que pudiera impedrselo, lo rompi en dos pedazos. No, por favor, no haga eso! rogu. Ella se detuvo, pero el papel estaba ya rasgado en dos. Pero si esto es malo, muy malo, malsimo! grit ella, y de pronto me lo dio, pero casi tirndomelo a la cara. Ah tiene! Gurdelo en una de las bandejas, con sus mariposas! La prxima vez que fui a Lewes le compr otros discos, todos los que encontr de Mozart, segn creo por el solo hecho de que a ella le gustaba Mozart.

Otro da dibuj un frutero lleno de frutas. Lo dibuj unas diez veces, y luego prendi todos los bosquejos, con alfileres, a las hojas del biombo, pidindome que eligiera el mejor. Le dije que todos los dibujos eran hermosos, pero ella insisti, y no tuve ms remedio que elegir uno. se es el peor de todos! exclam. Es un dibujito hbil de una pequea alumna de dibujo y pintura. Uno de ellos es bueno. S que es bueno. Vale

cien veces ms que todos los dems juntos. Si puede usted descubrirlo en tres intentos, se lo regalo..., es decir, se lo regalar cuando me vaya... Si me voy. Si no me voy, tendr que darme diez libras esterlinas por l. Sin hacer caso de sus palabras, eleg tres veces, y las tres me equivoqu. El que segn ella era el mejor, me pareci estar a medio terminar, apenas poda decirse qu frutas aparecan en l y, en una palabra, no me gust nada. Bueno: estoy en el umbral de decir algo sobre la fruta. En realidad no lo digo, pero a usted le produce la impresin de que podra decirlo. Tiene esa impresin? No, la verdad, no dije. Ella tom un libro sobre la pintura de Czanne. Ah tiene dijo, sealndome una lmina en la cual apareca un plato con manzanas. En esa pintura, Czanne no slo dice cuanto hay que decir sobre las manzanas, sino sobre todas las formas y colores. Si usted lo dice, debe de ser cierto respond. Todos sus dibujos son preciosos. Ella no hizo otra cosa que mirarme, y poco despus dijo: Ferdinand... Deberan haberle llamado Calibn!

Un da, tres o cuatro despus de su primer bao, la vi muy intranquila. Despus de la cena se puso a caminar de un lado a otro por el stano principal, y se

sent en la cama para levantarse en seguida y volver a pasear. Yo estaba contemplando unos dibujos que ella haba hecho aquella tarde. Todos ellos eran copias de las lminas de los libros sobre pintura, muy hbiles, a mi juicio, y parecidsimos a dichas lminas. De pronto, se volvi hacia m y me dijo: No podramos salir los dos a dar un paseo...? Siempre con mi palabra de honor... Pero si est todo empapado y hace mucho fro! Estbamos en la segunda semana de octubre. Es que me estoy volviendo loca encerrada aqu en este cuchitril! grit. Qu mal hay en que demos un paseo por el jardn? Se acerc mucho a m, cosa que siempre evitaba cuidadosamente, y extendi las dos muecas. Haca unos das que llevaba el pelo suelto o atado a la nuca con una cintita azul que me haba encargado en una de sus listas. Su pelo siempre me pareca hermoso. En mi vida he visto otro ms hermoso. A menudo me acometa un enorme deseo de tocarlo, acariciarlo, sentirlo entre mis dedos como hebras de seda. Y tuve la oportunidad, aunque fugaz, cuando fui a ponerle la mordaza. Salimos. Era una noche rara. Tras las nubes asomaba de vez en cuando la luna, pero abajo, en la tierra, apenas corra una levisima brisa. Cuando salimos, ella se pas varios minutos aspirando profundamente. Despus la tom respetuosamente de un brazo y la conduje por una senda del jardn, entre el

muro de la casa y el csped. Pasamos junto al cerco de alhea y entramos en el huerto, donde haba varios rboles frutales. Como ya he dicho, nunca tuve el menor deseo pecaminoso de aprovecharme de la situacin. En todo momento me mantena en una actitud respetuosa hacia ella (hasta que hizo lo que hizo); pero tal vez a causa de la oscuridad y al hecho de caminar ambos muy juntos por la angosta senda, y una de mis manos en contacto con la tibieza de la carne del brazo, el caso es que yo temblaba como una hoja. Tena que decir algo, o perdera la cabeza sin remedio. Usted no me creera si le dijese que me siento muy feliz, verdad? murmur. Y ella, claro, no me contest. Insist: Lo que pasa es que usted cree que yo no siento nada debidamente, y por eso no sabe que tengo profundos sentimientos, pero que no me es posible explicarlos como usted lo hace. El hecho de que no pueda expresar sus sentimientos no quiere decir que los mismos no sean profundos respondi ella. Durante aquel breve intercambio de frases, caminbamos bajo las ramas de los frutales, envueltos en la oscuridad. Lo nico que le pido es que comprenda cunto la amo, cunto la necesito, cun profundo es mi cario hacia usted dije. Algunas veces he de hacer un verdadero esfuerzo...

No quera jactarme de nada, pero s que ella pensase por un momento lo que podan haberle hecho otros hombres en mi situacin, de haberla tenido as, completamente en su poder. Habamos llegado al csped del extremo opuesto, y luego a la casa. Se oy el estruendo del motor de un coche que se acercaba; pero pas por el camino y se alej de la casa. Yo la tena bien sujeta en mis brazos. Llegamos a la puerta del stano. Le dije: Quiere que demos otra vuelta a la casa? Con gran sorpresa para m, movi la cabeza negativamente. La conduje hasta su stano. Cuando le quit la mordaza y le desat las manos, me dijo: Le agradecera una tacita de t. Hgame el favor de hacerlo. Cierre la puerta. Yo me quedar aqu. Hice el t. No bien se lo llev y lo serv en su taza, me habl: Quiero decirle algo que me parece necesario decir. La escuch en silencio. Cuando estbamos ah fuera, en el jardn, usted sinti deseos de besarme, verdad? Lo siento respond y, como siempre, comenc a notar que enrojeca. En primer lugar, quiero darle las gracias por no haberlo hecho, porque no quiero que me bese. Me doy cuenta de que estoy completamente a su merced, y que he tenido la enorme suerte de que usted sea un hombre

decente, que se ha portado caballerosamente en todo momento desde que llegu. Puedo asegurarle que lo de hace un rato no se repetir ms. Eso es, precisamente, lo que quera decirle. Si vuelve a suceder, pero algo peor, y usted se ve obligado a declararse vencido por la tentacin, quiero pedirle que me prometa una cosa. Le he dicho que puedo asegurarle que no se repetir ms. Quera pedirle que no lo haga canallescamente. Por ejemplo, dndome un golpe para que me desmaye y aprovechar mi desmayo, o cloroformizarme. Le aseguro que no luchar, y que le dejar que haga lo que usted quiera. Repito que no suceder otra vez. Perd la cabeza por un instante. No podra explicarle lo que me sucedi. Ahora, que debo advertirle una cosa: si usted llegara a hacer algo as, ya no me sera posible respetarle como hasta ahora, y no volver a dirigirle la palabra. Creo que reconocer que tendra razn de sobra, no es as? Si: no podra esperar otra cosa respond. Mis mejillas estaban coloradas como tomates. Ella me tendi la diestra. La estrech emocionado. Y no s ni cmo sal del pequeo stano. Aquella noche consigui la joven aturdirme completamente.

Todos los das era lo mismo. Yo bajaba entre las ocho y las nueve de la maana, le preparaba el desayuno, vaciaba los baldes y algunas veces hablbamos un ratito. Ella me entregaba la lista de los artculos que quera que le comprase, si los haba, y me retiraba. Algunas veces me quedaba en la casa, pero la mayor parte de los das me iba a comprar los vegetales y frutas o la leche. Casi todas las maanas haca la limpieza de la casa despus de mi regreso de Lewes; luego preparaba su almuerzo, y una vez terminado el mismo charlbamos un rato o ella pona algunos discos en el gramfono, o dibujaba, mientras yo la miraba trabajar. A la hora del t, ella se lo preparaba y yo la dejaba sola. No s por qu, pero convinimos en no reunirnos a esa hora, y yo respet el convenio, aunque mi mayor alegra era estar a su lado. Despus vena la cena, y tras sta hablbamos casi siempre otro rato. Algunas veces me reciba cordialmente. Por lo general quera salir a caminar un poco por el stano principal. Y otras veces haca que me retirara no bien terminaba la cena. Saqu fotos de ella cada vez que me lo permiti. Y ella me hizo otras. La retrat en numerosas poses, todas decentes, claro. Quera que se pusiera siempre los vestidos ms bellos, pero no me atreva a pedrselo. No s para qu quiere tantas fotos mas me deca siempre. No me tiene aqu todo el da, para verme al natural?

En realidad, no ocurri nada. Aquellas veladas que pasbamos juntos charlando, no creo posible que vuelven a repetirse. Era, para m, algo as como si fusemos las nicas personas vivas en el mundo. Nadie podr comprender jams lo felices que ramos bueno, en realidad, yo solo pero haba momentos en que me parece recordar que a ella no le habra gustado suprimir aquellos momentos de amable charla. Yo habra sido capaz de quedarme all toda la noche, mirndola, contemplando la forma de su cabeza y la manera en que su pelo caa tan graciosamente con una suave curva sobre su espalda, adoptando la forma de la cola de una golondrina. Era como un velo o una nube, y se tenda, ligeramente revuelto, como hilos de seda sobre sus hombros, encantador y hermoso. Lamento no tener palabras para describirlo como lo hara un poeta o pintarlo como un pintor. Tena un movimiento especial para echarlo hacia atrs cuando se haba volcado demasiado hacia delante, un movimiento perfectamente natural, pero que a m me estremeca de deleite. Algunas veces me acometan ganas de pedirle que lo hiciera otra vez, pero me abstena de hacerlo porque, seguramente, ella lo habra considerado como una imbecilidad de mi parte. Todos los movimientos tenan la misma delicadeza. Pasar la hoja de un libro, levantarse, sentarse, beber, fumar, todo... Hasta cuando haca cosas que todo el mundo considera feas, tales como bostezar y desperezarse, las llevaba a cabo de una

manera encantadora. Lo que pasaba era que, aunque quisiera, no poda hacer nada que no resultara encantador. Era demasiado hermosa para ello. Adems, siempre estaba limpia como el oro. Jams percib en ella olor alguno que no fuera el de la frescura juvenil, no como algunas mujeres que me sera muy fcil nombrar. Odiaba la suciedad exactamente igual que yo, aunque sola rerse de m por ello. Una vez me dijo que era seal de locura ese desmedido afn de verlo todo relucientemente limpio. Si es as, entonces los dos debamos de estar completamente locos. Claro que no todo era paz y luz entre nosotros. Varias veces intent fugarse, lo cual demostraba lo que acabo de decir. Por suerte, no pudo sorprenderme nunca desprevenido.

Pero un da casi lo consigui. Era astuta como un zorro. Cuando entr en el pequeo stano estaba descompuesta. Vomitaba y tena un aspecto lamentable. Le pregunt una y otra vez qu tena, pero no me contest; yaca en el lecho retorcindose un poco como si tuviese fuertes dolores en el vientre. Es un ataque de apendicitis me dijo por fin, hablando con voz entrecortada. Cmo lo sabe? Anoche cre que iba a morirme agreg. Sus palabras eran cada momento ms incomprensibles.

Le dije que podra tratarse de alguna otra cosa sin importancia, pero ella se limit a volverse de cara a la pared y gemir: Dios mo...! Oh, Dios mo! Bueno: pasado el primer momento de dolorosa sorpresa, se me ocurri que aquello poda ser una treta suya. Y no bien lo pens, ella se dobl como presa de terribles dolores, y cuando se sent en la cama y me mir, dicindome que estaba dispuesta a prometerme algo pero que yo tena que ir a buscar un mdico inmediatamente o llevarla a un hospital, le respond: Imposible! Eso sera mi ruina, porque usted les dira cuanto ha ocurrido! No, no, se lo prometo, le juro que no dir nada! exclam. Su tono era convincente. En realidad, era una consumada actriz. Le har una taza de t le dije. Lo que necesitaba era algn tiempo para pensar. Pero ella volvi a doblarse, y retorcerse. Haba vomitado por toda la estancia. Record que ta Annie deca que la apendicitis poda matar. El hijo de unos vecinos tuvo un ataque el ao anterior y esperaron demasiado para atenderlo; mi ta estaba segura de que ya era tarde para hacer nada, pero lo milagroso fue que no muri. Y al recordar el caso me dije que tena que hacer algo.

Ir corriendo a una casa de este mismo camino, en la cual hay telfono le dije. No, llveme a un hospital...! Es menos peligroso para usted! respondi. Qu me importa el peligro si usted est mal! exclam, fingiendo una sinceridad que no exista. Esto es el fin! Es nuestro adis! Ya no nos veremos hasta que llegue el da del proceso, ante el tribunal de justicia! Yo tambin poda ser actor. Sal corriendo, como si estuviese muy perturbado. Dej la puerta abierta, y tambin la exterior, pero me qued al lado de sta, esperando. Un minuto despus sali ella corriendo. Estaba tan enferma como yo, o quiz menos todava. Pero no hubo lucha, forcejeo, ni nada. Me mir, se volvi, y yo la mir furioso, tanto como para darle un susto. Tena esos cambios bruscos de carcter que me dejaban aturdido siempre. Le gustaba tenerme vacilante tras de s. (Pobre Calibn! me dijo un da. Siempre trastabillando tras Miranda!). Algunas veces me llamaba as, Calibn, y otras, Ferdinand. Unos das se mostraba maligna y dura, burlndose de m, imitando mis modales para ridiculizarlos y desesperarme por medio de preguntas a las cuales me era imposible contestar. Otras veces se mostraba buena y comprensiva. Yo estaba seguro de que nadie, salvo tal vez to Dick, haba llegado a comprenderme tan

profundamente como ella, y debido a eso se lo perdonaba todo. Recuerdo una gran cantidad de cosas insignificantes. Un da estaba sentada explicndome los secretos de algunas pinturas. Secretos son las cosas sobre las cuales tiene uno que meditar para llegar a comprenderlas, pero ella las llamaba los secretos de la proporcin, la perspectiva, la armona y dems. Estbamos sentados con el libro entre los dos, y ella hablaba, entusiasmada con el tema. Nuestro asiento era la cama (me haba hecho poner almohadones sobre la misma, y una pequea alfombra en el piso, para la ocasin). Nos hallbamos muy cerca uno del otro, pero sin tocarnos. Yo me haba preocupado muy especialmente de tal detalle, despus de aquello del jardn. Pero ella me dijo de pronto: No est tan rgido, hombre...! No voy a matarlo si su brazo toca el mo, por casualidad! Bueno respond, pero sin hacer el menor movimiento para aproximarme ms. Fue ella entonces quien se movi, y nuestros brazos se tocaron. Miranda sigui hablando a ms y mejor acerca del cuadro que estbamos mirando. Cre que no se haba dado cuenta de que nos tocbamos, pero un rato despus me mir y dijo: No me est escuchando! S, s: la escucho respond rpidamente.

No, no me escucha. Est pensando en que nuestros brazos se tocan. Y est rgido como un poste! Tranquilcese, por favor. No haba nada que hacer! Me haba puesto en un tremendo estado de tensin! Se puso en pie. Llevaba puesta una falda azul muy estrecha que yo le haba comprado, y un chaquetn bajo el cual se vea una blusa blanca. Aquellos colores le sentaban admirablemente. Se par delante de m y al cabo de un rato exclam: Oh, Dios mo! Luego se dirigi hacia una de las paredes y la golpe fuertemente con un puo. sta era una cosa que sola hacer con cierta frecuencia. Tengo un amigo dijo que me besa cada vez que me encuentra, pero sus besos no tienen el menor significado para m... Besa a todas las muchachas que conoce. Es precisamente todo lo contrario de usted. Usted no tiene contacto alguno con nadie, y l los tiene con todo el mundo. Los dos estn igualmente enfermos. Yo sonre. Desde haca unos das, cada vez que me atacaba adoptaba la sonrisa como un sistema de defensa. No sonra as, como un idiota! me dijo, exasperada. Y qu otra cosa puedo hacer, Miranda? Usted siempre tiene razn! contest. Pero no siempre quiero tener razn...! Dgame que no la tengo! exclam, irritada.

Pues la tiene, y sabe muy bien que la tiene. Oh, Ferdinand! y repiti dos veces mi nombre, pronuncindolo muy claramente. Despus alz los ojos al techo, como si orase al cielo, y fingi estar muy dolorida, por lo cual no tuve ms remedio que rerme, y ella, al verme rer, se puso muy seria en seguida, o lo fingi a la perfeccin. Luego aadi: Es terrible, verdaderamente terrible eso de que usted no pueda tratarme como a una simple amiga! Olvdese de una vez de mi sexo! Tranquilcese y obre naturalmente! Lo intentar dije. Pero ya no quiso sentarse otra vez a mi lado. Se reclin contra la pared, para leer otro libro. Otro da, cuando estbamos abajo, lanz de pronto un agudo chillido. Sin el menor motivo. Yo estaba arreglando un dibujo que ella haba hecho y que deseaba colocar en la pared. De repente, mientras estaba sentada en la cama, emiti aquel chillido. Fue horrible, y me hizo dar un salto y volverme hacia ella rpido como un rayo, dejando caer todo lo que tena en las manos. Al verme as lanz una carcajada. Qu pasa? le pregunt. Nada. Por qu ha de pasar algo? Tena muchas ganas de gritar, y grit, eso es todo! Era una muchacha imprevisible. Siempre estaba criticando mi modo de hablar. Recuerdo que un da me dijo: Sabe lo que hace usted? Sabe cmo la lluvia le

arrebata el color a todo? Pues eso precisamente es lo que hace usted con el idioma ingls. Cada vez que abre la boca para decir una palabra, la esfumina, la borra, la emplasta. se no es ms que un ejemplo entre muchos de la manera en que me trataba. Otro da suscit la conversacin relacionada con sus padres. Haca muchos das que me repeta lo mismo: qu tristes estaran por su desaparicin y qu malo era yo porque no la dejaba volver a su hogar, o por lo menos notificarles que estaba bien y que no corra el menor peligro! Le contest que no poda exponerme, pero una noche, despus de la cena, me dijo: Yo le dir cmo puede hacerlo sin el menor riesgo. Pngase unos guantes. Compre un sobre y hojas de papel de carta en Woolworth. Luego me dicta una carta, que yo escribir. Despus, se dirige a la ciudad importante que quiera y la echa al correo. De esa manera, nadie podr seguirle el rastro a la carta. Puede comprar sobre y papel en cualquier sucursal de Woolworth del pas. Sigui insistiendo sobre el mismo tema con tanta terquedad que un da hice lo que ella me sugiri y compr el sobre y el papel. Aquella noche se lo di y le dije que escribiera. Estoy bien y no corro el menor peligro le dict.

Escribi, y al terminar me dijo: Muy pobremente expresado, pero no importa. Usted escriba lo que yo diga le respond. Y prosegu: No traten de encontrarme, porque es imposible. No hay nada imposible dijo ella, atrevida como de costumbre. Un amigo me cuida muy bien continu. Y luego aad: Esto es todo, ahora ponga su firma. No puedo decirles que Mr. Clegg les enva sus ms atentos saludos? pregunt, hacindose la inocente. Le respond con gran firmeza: Muy gracioso, seorita! Escribi algo ms en el papel, y luego me lo entreg. Deca al final: Pronto los ver. Muchos carios. Nanda. Qu quiere decir eso? pregunt. Es mi diminutivo de nia contest. Lo he puesto, porque as mis padres sabrn con toda seguridad que soy yo y no otra persona quien enva la nota. Prefiero Miranda dije. Aqul era el nombre ms hermoso del mundo para m. Cuando termin de escribir el sobre, introduje en l la hoja doblada de papel, y luego, por suerte, se me ocurri mirar dentro. En el fondo del sobre haba un pedacito de papel, que no s cmo pudo meter all. Tuvo

que tenerlo preparado de antemano y deslizarlo en un instante en que yo me descuid. Lo saqu y la mir. Estaba tranquila como si nada hubiese ocurrido. Se limit a mirarme fijamente y recostarse contra el respaldo del silln. Haba escrito con letra muy pequea y con un lpiz muy afilado, pero las letras eran claras. Deca: Pap y mam: Secuestrada por loco llamado F. Clegg, empleado Anexo, que gan quiniela ftbol. Prisionera en stano chalet solitario que tiene en la fachada, grabado en piedra, ao 1621. Camino sinuoso, dos horas de coche de Londres. Hasta ahora no corro peligro. Asustada. M. Me irrit muy de veras. Y al mismo tiempo sent un vaco en el estmago al pensar en el peligro que habra corrido de haber llegado el papelito a su destino. No saba qu hacer, pero al fin le pregunt: Es cierto eso de que est usted asustada? Ella no me contest ms que con un leve movimiento afirmativo de cabeza. Pero, qu le hice yo? inquir, con tristeza. Nada. Y eso es lo que me tiene asustada. No comprendo. Ella baj los ojos y, por un instante, no dijo nada. Luego contest:

Es que estoy esperando que haga algo. Se lo he prometido y vuelvo a prometrselo dije. Usted se pone furiosa y me ataca porque no creo en su palabra, pero no s por qu tiene que ser distinto en mi caso. Lo siento dijo. Confiaba en usted. Cre que ya se haba dado cuenta de que mi actitud era bondadosa. Pues bien: no estoy dispuesto a tolerar que se burle de m y juegue conmigo como si fuese un mueco. No me importa nada esa carta suya! Me la puse en el bolsillo. Sigui un prolongado silencio. Me di cuenta de que ella me miraba, pero sin mirarla yo a mi vez. Entonces, de repente, se puso en pie y se acerc hasta quedar frente a m. Alz los brazos y los pos sobre mis hombros, obligndome as a mirarla. Me hizo que la mirase a los ojos. No puedo explicar por qu, pero cuando ella se mostraba sincera era capaz de arrancarme el alma. Yo era como cera entre sus dedos. Ahora me dijo se est usted portando como un chiquillo. Se olvida de que me tiene encerrada aqu por la fuerza. Reconozco que es una fuerza completamente suave y caballeresca, pero es fuerza y, como tal, me asusta. Mientras usted cumpla su palabra de honor, yo har lo mismo con la ma... Naturalmente, yo estaba todo colorado de vergenza.

Pero yo no le he dado palabra de no intentar la fuga. Dgame, se la he dado? Usted no vive ms que para el da en que me pierda de vista! contest. Todava soy un don nadie para usted, verdad? Lo que quiero es perder de vista esta casa, no a usted dijo, volvindose a medias. Pero me considera loco dije. Cree usted que un loco la habra tratado como yo la trato? Voy a decirle lo que hara un loco en mi lugar. Ya la habra matado! Como ese individuo Christie. Supongo que usted cree que en cualquier momento la atacar armado con un cuchillo de cocina o algo as. (Aquel da estaba realmente harto de ella.) No tiene lmites su idiotez? Muy bien: usted cree que yo no soy normal porque la tengo aqu de esta manera. Tal vez tenga razn, y no soy normal. Pero le puedo asegurar que habra mucho ms de esto en el mundo si la gente tuviese el dinero y el tiempo suficientes para hacerlo. De todos modos, hay mucho ms hoy que lo que la gente cree. La Polica lo sabe, pero las cifras son tan elevadas, que no se atreve a revelarlas. Me estaba mirando como si fusemos dos perfectos desconocidos uno para el otro. Yo deba de tener un aspecto raro en aquel momento, y, adems, jams le haba hablado con palabras tan crudas. No me mire con tanto odio! dijo ella. Lo que yo temo es algo que ni usted mismo sabe que lleva

dentro! Y qu es eso? pregunt. Todava estaba furioso. No lo s. Est acechando, en alguna parte de esta casa, esta habitacin, esta situacin, a la espera del momento propicio para saltar. En cierto modo, ambos estamos juntos contra eso. Me parece que todo eso no son ms que palabras dije. Todos queremos cosas que no podemos conseguir. Ser una persona decente es aceptarlo y conformarse. Todos tomamos cuanto nos es posible tomar repliqu. Y si durante la mayor parte de nuestra vida no hemos tenido mucho, nos desquitamos mientras podemos hacerlo. Claro que usted no puede saber nada de eso... Entonces me sonri, como si realmente fuese mayor en aos que yo y supiese mucho del mundo y sus cosas. Lo que usted necesita es un tratamiento psiquitrico dijo. El nico tratamiento que necesito es que usted me trate bondadosamente, como amiga repliqu. Lo soy...! Le juro que lo soy! repuso ella. Es que usted no se da cuenta? Hubo un largo silencio entre los dos, pero fue ella quien lo rompi, para decir: No le parece que esto se ha prolongado ya bastante?

No. No quiere dejarme en libertad ahora? No. Podra amordazarme, atarme y llevarme despus a Londres, para dejarme donde ms le conviniera. Le juro que no dira una palabra a nadie! No. En ese caso tiene que haber algo que usted quiere hacer conmigo! exclam, impaciente. No quiero ms que estar con usted. Todo el tiempo. Y en la cama? Ya le he dicho que no. S, bueno, pero no lo desea? Prefiero no hablar de eso. Entonces ella call. Jams permito que crucen por mi mente pensamientos sobre eso ni acerca de ninguna otra cosa que yo s que no es correcta dije. No me parece bien hacerlo. Usted es un hombre extraordinario dijo ella, mirndome con evidente curiosidad. Muchas gracias. Si me deja usted en libertad, me gustara seguir vindolo, porque me interesa muchsimo. Cmo le podra interesar cualquier animal que va a ver al Zoolgico? pregunt. (Debo confesar, porque me parece que sera indigno

no hacerlo, que me agradaba ese aspecto de hombre misterio de nuestra conversacin, pues creo que le demostraba a ella que no lo saba todo). En efecto dijo ella: creo que nunca lo conseguira. Y, de repente, la vi de rodillas ante m, con las manos en alto, tocndose la parte superior de la cabeza, a la manera oriental. Y repiti aquella operacin tres veces. Aceptar el misterioso Gran Seor las humildes excusas de su muy humilde esclava? dijo. Lo pensar respond. Vuestra humilde esclava lamenta profundamente esa poca bondadosa expresin, Gran Seor replic ella. Y no tuve ms remedio que rer. La escena se estaba perdiendo una gran actriz. Se qued as, de rodillas, con las manos apoyadas en el suelo a los costados del cuerpo, ms seria, sin dejar de mirarme. Entonces me pregunt, enviar usted esa carta? Le hice repetir la pregunta, pero al final ced. Y aqul fue el error ms grande de toda mi vida.

Al da siguiente me fui a Londres en la furgoneta. Le dije que iba a la capital, como un perfecto tonto, y ella aprovech para darme una lista de cosas que quera que

le comprase. Haba muchas (ms tarde me di cuenta que era para retenerme ocupado ms tiempo). Tena que comprar un queso extranjero especial e ir a un lugar en Soho donde vendan las salchichas alemanas que a ella le gustaban. Adems, quera algunos discos, ropas y otras cosas, como por ejemplo, unos cuadros originales de un pintor determinado, y tena que ser ese y no otro. Aquel da fui realmente feliz, porque en mi cielo no hubo una sola nube. Pens que ella ya se haba olvidado de las cuatro semanas de plazo, bueno, olvidarlo no, pero que aceptaba que yo quisiera retenerla algn tiempo ms. No regres hasta la hora del t y, naturalmente, baj directamente a su stano, para verla, pero de inmediato me di cuenta que haba algo que no andaba bien. No pareci contenta ni mucho menos de verme, y ni siquiera mir un segundo el gran montn de cosas que le llevaba. No tarde en darme cuenta de lo que era: cuatro piedras del stano se haba conseguido aflojar, supongo que con la intencin de hacer un tnel. Haba tierra en la escalera. Y no tuve que hacer la menor fuerza para sacar una de las piedras. Durante esa operacin, ella permaneci sentada sobre la cama, sin mirarme. Detrs de la cama, la pared era de piedra as que no me preocup. Pero adivin su jueguecito: las salchichas, los cuadros que tena que ser de tal pintor, y dems. Todo para retenerme ms tiempo ausente del chalet.

As que intent fugarse, eh? le dije. Oh, cllese! exclam furiosa. Comenc a buscar el instrumento o herramienta con la cual haba conseguido aflojar las piedras. De pronto, un pas zumbando junto a mi cabeza y se estrell contra la pared, para caer luego en el suelo. Era un gran clavo de quince centmetros. Hasta hoy no s cmo y dnde pudo conseguirlo. Es la ltima vez que la dejar sola tanto tiempo le dije. Ya no puedo fiarme ms de usted. Ella se volvi, sin decir una palabra, y me asust ante la idea de que volviera a declarar otra de aquellas huelgas de hambre, por lo cual no insist. La dej sola. Ms tarde le baj la cena. No me dirigi la palabra, por lo cual me retir. Al da siguiente estaba otra vez normal, aunque no habl, salvo una palabra sobre la fuga que estuvo a punto de producirse. Despus, jams volvi a referirse al asunto. Pero vi que tena un araazo bastante feo en una mueca, y que hizo una mueca de dolor cuando intent agarrar un lpiz para dibujar.

Claro que no haba echado la carta al correo. La Polica es asombrosamente astuta en casos como aqul. Un hombre a quien conoc en el Anexo tena un hermano que trabajaba en Scotland Yard. No necesitaban ms que un insignificante pellizco de tierra

para decir de dnde proceda, y muchas otras cosas. Naturalmente, cuando me pregunt si la haba enviado, enrojec, y le dije que no, pero que eso obedeca a que saba que ella no me tena confianza, etctera. Pareci que aceptaba aquella excusa. Mi actitud poda no haber sido muy bondadosa hacia los padres de ella, pero, por lo que me dijo, ninguno de los dos vala gran cosa. Hice lo mismo respecto al dinero que ella quera que enviase al Movimiento Bomba H. Llen un cheque y se lo ense, pero no lo envi. Ella me pidi una prueba (el recibo) pero le dije que haba enviado la donacin annimamente. Escrib el cheque para que se conformara, pero no pens en ningn momento mandarlo, porque no veo por qu se ha de malgastar el dinero en una cosa que uno no cree. Si, ya s que algunos ricos dan dinero para cosas as, pera a mi juicio lo hacen exclusivamente para que sus nombres sean publicados en los diarios, o para burlar a la seccin de impuestos sobre la renta. Para cada bao me vea obligado a atornillar de nuevo las tablas. No me gustaba dejarlas colocadas definitivamente. Todo sali bien. Un da se hizo tarde (las once o algo ms), por lo cual, cuando entr en el cuarto de bao le quit la mordaza. Era una noche en la que soplaba un viento que era casi un huracn. Cuando bajamos, quiso que nos sentramos en el living (me critic tanto por llamarlo sala, que al final me hizo

cambiar el nombre). Naturalmente, ella estaba con las manos atadas, y me pareci que no haba peligro alguno, por lo cual encend la estufa elctrica (ella me haba dicho que esos leos de imitacin que se colocan en la chimenea son la cosa ms cursi del mundo y que tena que encender una hoguera de verdad en el fogn, lo que hice posteriormente). Estuvimos sentados all un rato, ella sobre la alfombra, secndose el pelo cerca de la estufa, y yo sin dejar de mirarla un instante. Llevaba puesto uno de los vestidos que yo le haba comprado, todo negro estaba encantadora con l y un pequeo chal rojo. Tuvo el pelo suelto as todo el da, y despus lo pein en dos trenzas. Uno de los grandes placeres para m era ver cmo llevaba el cabello cada da. Ahora, ante el calor de la estufa, estaba suelto y extendido, que era como ms me gustaba. Despus de un rato se levant, e intranquila, dio una vuelta a la habitacin. Repeta una y otra vez la palabra aburrida. Muchas veces, con pequeos intervalos. Me pareci extrao orsela repetir as, con el aullar del viento a modo de msica de fondo. De pronto se detuvo ante m, me mir y dijo: Entretngame. Haga algo para entretenerme! Qu quiere que haga? pregunt. Sacamos unas fotos? Pero ella no quera fotos. No s dijo. Cante, baile, haga algo, cualquier cosa.

No s cantar ni bailar. Cunteme todos los cuentos cmicos que sepa. No s ninguno respond. Era cierto. En aquel momento no recordaba ninguno, suponiendo que lo hubiera sabido alguna vez. No es posible que no sepa ninguno! exclam. No hay un solo hombre que no sepa muchos chistes verdes. Aunque los supiera, no se los contara dije, muy serio. Y por qu no? Porque esas cosas son para hombres, y no me parecen convenientes para mujeres. Y de qu cree usted que hablan las mujeres? Le apuesto lo que quiera a que yo s ms chistes sucios que usted! Eso no me sorprendera nada dije. Oh! exclam, nerviosa. Usted es igual que el mercurio...! No se le puede agarrar por ningn lado! Se alej unos pasos, pero de pronto agarr uno de los almohadones que estaban sobre la cama y le dio un puntapi hacia donde yo estaba. Naturalmente, aquello me sorprendi. Me puse en pie, y entonces ella hizo lo mismo con otro almohadn, y luego otro, que le sali desviado y derrib una tetera de cobre que haba sobre una mesita. Calma, calma! la amonest. Ven aqu, tortuga! dijo, y me pareci que era

una cita literaria. De todos modos, inmediatamente tom una vasija de la repisa de la chimenea y me la arroj. Creo que me grit Coja! , pero yo no la cog, y la vasija se rompi contra la pared. Basta...! Basta! le dije, pero ya vena otra vasija por el aire. Mientras tanto, ella rea feliz. No haba nada de maligno en todo lo que estaba haciendo, pero pareca que de pronto la haba acometido un ataque de locura infantil. Haba un hermoso plato verde, con un chalet en relieve. Estaba colgado de la pared, junto a la ventana. Ella lo arranc de su gancho y lo hizo pedazos contra el suelo. No s por qu. Probablemente fue porque aquel plato siempre me haba parecido muy bonito y ahora me enfureci ver que lo rompa de aquella manera, por lo cual grit duramente: Le he dicho que basta! Su respuesta fue aplicar un pulgar a la nariz y hacer un gesto sucio con la lengua fuera. Era como un arrapiezo de la calle. No le da vergenza comportarse de esa manera? dije. Ella se burl de m, repitiendo mis propias palabras exageradamente. Luego me dijo: Hgame el favor de ponerse a este lado, y as podr coger estos hermosos platos que tiene usted detrs de s... Haba dos junto a la puerta, y agreg:

A no ser que quiera romperlos usted mismo. Bueno, basta... Le he dicho que basta! Pero de pronto se meti detrs del sof con intencin de apoderarse de aquellos platos. Me introduje entre ella y la puerta; ella trat de esquivarme por debajo de mi brazo alzado, pero la agarr por uno de los suyos. Y de repente cambi. Sulteme dijo muy tranquila. Claro, no la solt, porque pens que a lo mejor segua bromeando. Pero inmediatamente repiti Sulteme! o con voz tan dura, que la solt. Ella se fue a sentar cerca de la estufa. Al cabo de un silencio prolongado me dijo: Vaya a buscar una escoba. Barrer todo esto. Deje respond. Lo har yo maana. Quiero limpiar yo insisti ella, muy en ama de casa. No: lo har yo. Ha sido culpa suya sentenci. Si, claro, lo reconozco. Usted es el ejemplar ms perfecto del pequeo burgus y su rectitud tpica, que he conocido en mi vida. Le parece? inquir. S lo es. Usted desprecia a la verdadera clase burguesa por todos los defectos de su vulgaridad y jactancia, y por sus modales y costumbres afectados. No lo niegue, porque es cierto, no? Sin embargo,todo

cuanto emplea usted para remplazar a esos defectos es una horrible e insignificante negativa a dar cabida en su mente a pensamientos sucios o feos, y a ser sucio y feo en forma alguna. Sabe usted que todas las grandes cosas que han sucedido en la historia del mundo, sobre todo en las artes, y en todas las cosas hermosas de la vida son en realidad lo que usted llama sucias o feas, o han sido causadas por sentimientos sucios o feos segn su criterio? S, s: por la pasin, el amor, el odio, la verdad... Lo saba usted? No s de qu me est hablando dije. S, lo sabe perfectamente agreg ella. Por qu tiene siempre presentes esas estpidas palabras sucio, feo, correcto, digno? Por qu le preocupa tanto lo que es o no correcto? Usted es como una viejecita que opina que el casamiento es sucio, y que todo lo que no sean tacitas de t tomadas en una habitacin antigua con olor a humedad, es sucio y feo. Por qu se empea usted en despojar de toda vida a la vida? Por qu da muerte a toda la belleza? Quiere saber por qu? contest. Pues, sencillamente porque yo nunca he tenido las ventajas que tuvo usted. Usted puede cambiar. Es joven y, adems, tiene dinero. Pero, qu ha hecho? Ha acariciado un sueo pequeo, esa clase de sueo que supongo acarician los nios y que lleva a masturbarse, y se desviven por portarse bien conmigo, a fin de no tener que reconocer

que todo esto de encontrarme yo aqu una cosa sucia, fea, repugnante, repudiable... Se detuvo bruscamente, me mir y aadi: Es intil que siga hablando...! Es como su lo hiciese en chino! Para qu seguir? Pero yo la entiendo. Lo que pasa es que no he tenido educacin. Es usted tan estpido y tan perverso...! exclam, alzando la voz hasta convertirla en un grito. Y agreg: Tiene todo el dinero que quiere... Pensndolo bien, no es estpido, y podra llegar a ser lo que quisiera. Lo nico que tiene que hacer es sacudirse para quitarse de encima el pasado. Tiene que eliminar a su ta y a la casa en que vivi, con toda la gente que estuvo all con usted. Quiero decir, eliminar todo eso de su cerebro, definitivamente para siempre. Tiene que convertirse en un nuevo ser humano...! Me comprende? Me mir, irritada adelantando el rostro hacia m como un desafo, como si todo lo que acababa de decirme pudiera hacerse fcilmente, sin el menor esfuerzo. Como si yo pudiese hacerlo pero no quisiera. Una buena tarea! respond. Esccheme, y le dir lo que tendra que hacer. Podra..., podra coleccionar cuadros, por ejemplo. Yo le asesorara sobre lo que debera buscar. Le presentara a la gente que podra ilustrarle sobre todo lo referente a coleccionar obras de arte pictrico. Piense a cuntos

pintores podra ayudar en lugar de pasar el tiempo dando muerte a pobres mariposas como un escolar estpido! Hay personas muy cultas e inteligentes que coleccionan mariposas igual que yo dije. S, puede ser que tengan inteligencia y cultura, pero quiere decirme para qu sirve eso? Son seres humanos, acaso? No entiendo lo que quiere decir. Si tiene que preguntrmelo, entonces no puedo darle la respuesta. Hubo una pausa, que ella rompi para decir: Parece que siempre termino por hablar para criticarle, y, aunque usted no lo crea, no me agrada nada hacerlo. Pero es que usted se empea siempre en rebajarse hasta una profundidad a la cual no me es posible llegar. A menudo era se el tono de sus conversaciones conmigo. Claro que yo la perdonaba siempre, aunque en el momento me resultaba doloroso orla. Lo que ella quera o peda, aparentemente, era un hombre completamente distinto a m, alguien que yo jams podra llegar a ser. Por ejemplo: toda aquella noche en que me sugiri que podra coleccionar cuadros, me la pas pensando en eso. So que era un coleccionista de cuadros y que tena una enorme mansin cuyas paredes estaban llenas de obras de pintura de famosos pintores, y que mucha gente vena especialmente a verlas. Claro

que Miranda estaba tambin all conmigo. Pero a travs de todo el sueo me daba cuenta de que aquello era ridculo. Yo jams coleccionara otra cosa que mariposas! Los cuadros no tienen para m el menor significado. Si coleccionara pinturas, no lo hara porque deseara hacerlo, no tendra sentido. Pero Miranda no poda o no quera comprenderlo. Dibuj varios retratos mos, que me parecieron muy buenos, pero haba algo en ellos que no me gustaba. Al parecer, a ella no le preocupaba mucho conseguir un parecido agradable. Por el contrario, se empeaba en llevar al papel lo que llamaba mi carcter, por lo cual algunas veces me pona la nariz tan afilada que habra pinchado, y la boca extremadamente delgada y desagradable, quiero decir, ms de lo que realmente es, porque no soy ningn tonto para creer que soy bien parecido. No me atreva a pensar en el da en que finalizaran las cuatro semanas, porque ignoraba lo que pasara. Pens que habra discusiones, que ella se irritara y que, al final, yo conseguira que se quedase otras cuatro semanas. Es decir, crea poseer una especie de poder sobre ella, que la obligara a satisfacer mi deseo. Realmente, viva de da en da, o sea, que no haba trazado plan alguno. Me limitaba a esperar. Hasta casi esperaba que llegase la Polica. Una noche tuve una pesadilla, en la cual lleg, en efecto, la Polica, y tuve que matar a Miranda antes que los agentes entraran en

la habitacin. Consideraba que aquello era mi deber, pero no tena ms que un almohadn para matarla. La golpe con l innumerables veces, pero ella rea, hasta que por fin salt sobre ella y la asfixi. Cuando retir el almohadn, la vi tendida all, riendo. La haba credo muerta, pero todo haba sido una treta suya. Me despert empapado en sudor. Era la primera vez, en mi vida, que mataba a una persona.

Empez a hablar de su marcha unos das antes del final. Deca y repeta hasta la saciedad que jams dira una palabra a nadie de lo nuestro, y naturalmente tuve que decirle que la crea, a pesar de saber muy bien que, aunque fuese sincera al prometerlo, la Polica o sus padres le arrancaran fcilmente la verdad. Adems, insista en que bamos a ser muy buenos amigos, y que ella me ayudara a elegir los cuadros y me presentara a personas que se encargaran de asesorarme. Durante ese perodo se mostr muy afectuosa conmigo, aunque, claro, tena sus razones para que as fuera. Por fin lleg el da fatal: 10 de noviembre. Como se recordar, el da 11 era el de su liberacin. Lo primero que hizo cuando entr en su stano con el caf, fue preguntarme: No podramos celebrar esta noche el acontecimiento con una especie de fiestecita? Y los invitados? dije, bromeando, aunque, la

verdad, no tena el nimo para bromas, como se comprender. No, no: nada de invitados. Usted y yo solos. Porque..., bueno, hemos salido con bien de este trance, no es as? No respond, y ella, ya entusiasmada con la idea, agreg: S: podra ser arriba, en su comedor. No le parece que sera hermoso? Acced. Qu iba a hacer? Me dio una lista de cosas que deba comprar en Lewes, y luego me pregunt si le comprara jerez y una botella de champaa, a todo lo cual le contest afirmativamente. Nunca la haba visto tan excitada, y yo me contagi de aquella euforia. Porque lo que ella senta era siempre lo que senta yo. Para provocar su risa, que tanto me encantaba, le dije: Ah...! Falta una cosa, claro. Un vestido para la fiesta! Qu no dara por tener uno bien bonito, para esa ocasin! contest. Adems, necesito agua caliente para lavarme el cabello. Bueno: le comprar un vestido. Antes dgame de qu color lo quiere y dems detalles, y ver lo que puedo encontrar en Lewes. Lo raro es que, despus de tanto tiempo cuidando de todos los detalles, adoptando todas las precauciones,

ahora me olvidaba de todo, entusiasmado por la perspectiva de aquella velada con ella. Pero Miranda me lo pag con una gran sonrisa. Ya saba, por una etiqueta que haba en una de las prendas de ropa que me trajo, que la ciudad prxima era Lewes. Bueno: prefiero que el vestido sea negro o, si no, color piedra... No, no: espere. Fue a su caja de pinturas y mezcl unos colores, como haca siempre que quera un chal de un color especial, cada vez que yo iba a Londres. Ya est dijo poco despus. Este color; pero tiene que ser un vestido bien sencillo, que no pase de las rodillas y las mangas, ms o menos as (las dibuj rpidamente en un papel), o sin mangas, algo as, o as... A m me encantaba siempre verla dibujar: lo haca rpidamente, con enorme facilidad, y uno reciba la impresin de que no poda esperar para expresar con lneas lo que pensaba. Naturalmente, mis pensamientos de aquel da distaban mucho de ser alegres. Era tpico de mi carcter no haber trazado plan alguno para la emergencia. No s qu pensaba que iba a suceder. No s siquiera si no pens en cumplir el convenio que tenamos, aunque ste me haba sido impuesto, y las promesas forzadas no son promesas, segn suele decirse. Me fui en la furgoneta a Brighton, y all, despus de mirar y mirar en varias tiendas, vi un vestido en una pequea casa de modas, que me pareci el que buscaba.

Se vea inmediatamente que era una prenda de categora. Al principio, la duea del establecimiento no quera vendrmelo sin probarlo primero a la persona a quien se destinaba, aunque el nmero de la talla era el correcto. Al regresar al lugar donde haba estacionado la furgoneta, pas por una joyera, y de repente se me ocurri la idea de que a Miranda le agradara recibir un regalo y, adems, quiz facilitara las cosas cuando llegara el momento crtico. Sobre un pedazo de terciopelo negro en forma de corazn haba un collar de zafiros y de diamantes. Quiero decir que el joyero haba dispuesto el collar formando la silueta de un corazn. Entr y me pidieron trescientas libras esterlinas por l. Casi me fui, pero por fin triunf la parte generosa de mi carcter. Despus de todo, poda permitirme el lujo de aquel gasto. El joyero llam a una empleada y le puso el collar para que yo pudiese apreciar el efecto. Realmente era bello y daba la impresin de una joya ms cara. Eran piedras chicas, me dijo, pero puras, y el diseo era de la poca victoriana. Record que Miranda me haba dicho un da que le gustaban todas las cosas de esa poca, y tal recuerdo me decidi. Hubo alguna dificultad respecto al cheque, claro. El joyero no quera recibirlo al principio, pero hice que telefonease al Banco, y entonces acept en seguida. Si yo hubiese hablado desde el primer momento afectadamente y dicho que era Lord Muck, o algo por el estilo, apuesto a que l... Pero, bueno, no

tengo tiempo para eso. Resulta raro cmo una idea nos lleva a otra, y as sucesivamente. Mientras estaba ocupado en la compra del collar, vi unos anillos, y eso me proporcion un plan: poda pedirle que se casara conmigo, y si se negaba, ello significara que yo no tendra ms remedio que retenerla en mi poder, Aquello podra ser la solucin, porque saba muy bien que ella se negara. Por tanto, compr el anillo, muy bonito, pero no muy caro. Cuando regres a casa, lav el collar (no me agradaba que hubiese tocado la piel de otra mujer) y lo escond para poder sacarlo en el momento debido. Luego hice todos los preparativos que ella me haba dicho. Haba flores, y coloqu las botellas en la mesita auxiliar, poniendo la mesa para la cena con tanto esmero, que qued como si fuese un gran restaurante, pero naturalmente sin olvidar todas las precauciones necesarias. Habamos convenido en que yo bajara al pequeo stano, para buscarla, exactamente a las siete de la tarde. Despus de entrarle todos los paquetes, no tena que verla hasta que llegase el momento. Era lo mismo que ocurre antes de los casamientos. Decid dejarla que subiese sin la mordaza y sin ataduras, slo por esta vez. Me arriesgara, pero vigilndola estrechamente y con la almohadilla de cloroformo y CTC preparada, por si se produca algn incidente. Por ejemplo: que alguien llamase a la puerta. As, podra utilizar la almohadilla y luego amordazarla

y atarla antes de ir a ver quin era. A las siete me vest con mi mejor traje, camisa limpia y una corbata que haba comprado aquel mismo da, y baj a verla. Llova, lo cual me pareci de perlas, porque cooperaba con mi plan. Me hizo esperar unos diez minutos, y luego sali. Pudo habrseme derribado con una pluma. Por un instante pens que no era ella, tan distinta estaba. Se haba puesto bastante perfume francs, y en realidad era la primera vez que la vea maquillada desde que la tena en el chalet. Se haba puesto el vestido de fiesta y le sentaba maravillosamente, como hecho para ella. Era muy sencillo, pero elegantsimo, de un color crema o algo as, sin mangas y con un escote bastante bajo. No era un vestido para una muchacha, y con l pareca toda una mujer. Se haba peinado como no lo hiciese hasta entonces, con una combinacin de rodetes y qu s yo, que le quedaba muy bien. Me dijo que el nombre de ese peinado era Imperio. Pareca una de esas chicas modelos que se ven en las ilustraciones de las revistas femeninas. Y me sorprendi ver lo que poda embellecerse cuando quera. Recuerdo que hasta sus ojos eran distintos. Se haba dibujado unas finas lneas que le daban un aspecto muy sofisticado. S: sofisticado es la palabra justa. Claro que, a su lado, yo tena que parecer tosco y torpe. Me acometi la misma sensacin que experiment el da en que observ la aparicin de un

imago, para luego tener que matarlo. Quiero decir que la belleza lo confunde a uno, hasta que llega el momento en que ya no sabe qu es lo que quiere hacer, ni lo que debe hacer. Bueno: qu le parezco? pregunt, girando sobre sus pies lentamente, como una modelo. Maravillosa! exclam. Nada ms que eso? Me mir tras los entornados prpados. Estaba verdaderamente sensacional. Hermossima! dije. La verdad, no se me ocurran palabras para expresar lo que senta. Quera mirarla sin cesar, y no poda. Adems, senta una especie de miedo. Quiero decir, una sensacin de que ella y yo estbamos ms separados que nunca en aquel momento. Y entonces me di cuenta de que, ocurriera lo que ocurriese, no podra dejar que se fuera. Bueno: le parece que subamos? dije. Sin mordaza y sin atarme? pregunt ella, un tanto extraada. Ya ha pasado el tiempo de eso. Termin! Creo que lo que est usted haciendo hoy y lo que har maana, es una de las cosas mejores que le han sucedido en toda su vida. S, pero al mismo tiempo una de las ms tristes no pude menos de decir. De ninguna manera! exclam ella. Es el

principio de una nueva vida y de un nuevo usted! Extendi una mano y tom una de las mas, llevndome hacia la escalera. Llova a cntaros, y ella aspir profundamente antes de entrar en la cocina y, despus de atravesar el comedor, en el living. Est muy lindo! dijo. Hermossimo... Me pareci orle decir hace un rato que esa palabra no significa nada dije. Algunas cosas son lindas, y otras, hermosas respondi ella. Puedo tomar una copita de jerez...? Serv una copa para cada uno y nos quedamos all, de pie. Me hizo rer, pues finga que la habitacin estaba llena de gente y saludaba a unos y otros con ligeros movimientos de cabeza y de sus manos, para luego hablarles de m, contndoles lo que iba a ser mi nueva vida. Despus puso un disco en el fongrafo. Era una pieza de msica muy lenta y dulce, y ella estaba hermossima. Tan cambiada, que sus ojos parecan haber adquirido una nueva vida. El aroma del perfume francs que se haba puesto invada ya toda la habitacin. Aquel aroma, el jerez y el calor de la estancia, producido por los leos de verdad que ardan en la chimenea, me hicieron olvidar lo que tena que hacer despus. Hasta me atrev a contarle algunos chistes idiotas. Pero ella los recibi con sonoras carcajadas.

Tom una segunda copa de jerez, y despus nos fuimos al comedor, donde yo haba colocado disimuladamente el regalo en su lugar de la mesa. Ella lo vio inmediatamente. Para m? pregunt, Mrelo y ver contest. Desenvolvi el paquetito y se encontr con el estuche de cuero azul oscuro. Apret el cierre y mir. No dijo una palabra. Se qued un buen rato mirando el collar. Son legtimas esas piedras? pregunt, verdaderamente perturbada. S dije. Son pequeas, pero legtimas, y, segn me han dicho en la joyera, de gran pureza. Fantstico! exclam. Luego me tendi el estuche. Y agreg: No puedo recibir esto. Comprendo, creo comprender por qu me ha regalado usted este collar, y le aseguro que s apreciar debidamente la atencin, pero... no, no puedo aceptarlo! Yo le ruego que lo acepte. Me proporcionara un enorme placer. Pero... Ferdinand, si un joven le regala a una muchacha una joya como sa, ello slo puede tener un significado. Qu significado? Hay muchas personas que nicamente piensan cosas sucias y feas. Sin embargo, yo le ruego que lo acepte, Miranda... Hgame el favor de no rechazarlo!

Lo usar esta noche, y fingir que es mo. Es suyo, completamente suyo! Rode la mesa con el collar en la mano y se acerc a m. Pngamelo pidi. Cuando un hombre regala una joya a una mujer, tiene que ponrsela. Se qued quieta ante m, mirndome, muy cerca. Luego se volvi de espalda cuando yo tom de sus manos el collar. Se lo ce al cuello. Me cost mucho trabajo, porque el broche era muy pequeo, mis manos grandes y, adems, temblaban violentamente. Era la primera vez que le tocaba otra parte del cuerpo que no fuera su mano. Tena un perfume tan delicioso, que me habra quedado as, junto a ella, toda la noche. Era como tener junto a m una mujer hermossima, de esas que se reproducen en los anuncios, pero que de pronto hubiera adquirido vida. Por fin se volvi y la contempl de frente, con el collar puesto, mirndome. Le gusta? pregunt. Casi no poda hablar. Quera decirle algo agradable, un piropo, pero no se me ocurra una palabra. Le agradara que le diese un beso en la mejilla? pregunt. No le respond, pero ella puso sus manos sobre mis hombros y se alz de puntillas para besarme. Deba de estar ardiendo, porque yo la senta encendida. Bueno: cenamos pollo fro y otras cosas. Abr la botella de champaa, que nos pareci muy rico. Me

sorprendi y lament no haber comprado otra botella, porque me pareci una bebida muy fcil de tomar. Aunque los dos remos mucho, ella fue la que se mostr realmente divertida y graciosa, fingiendo que hablaba con otras personas que no estaban all. Despus de la cena hicimos juntos el caf, en la cocina (siempre con el ojo bien abierto, por si acaso) y lo llevamos al living. Ella puso unos cuantos discos de jazz de los que yo haba comprado. Y nos sentamos juntos en el sof. Luego jugamos a las charadas. Ella, mediante movimientos, gestos y ademanes, pero sin palabras, representaba algo que yo deba adivinar. La verdad, no me mostr muy hbil en aquel jueguecito, ni para averiguar ni para representar cuando me tocaba. Recuerdo que una de las cosas que ella represent fue la palabra mariposa. Lo hizo una y otra vez, pero yo no poda adivinar. Dije aeroplano, pjaro, y muchas otras cosas que se me ocurrieron, hasta que por fin se dej caer en una silla, muerta de risa, diciendo que yo no tena remedio. Luego intentamos el baile. Trat de ensearme los pasos de una samba brasilea, pero eso significaba tocarla y agarrarla, y me confund hasta tal punto que no pude llevar el comps ni un solo paso. Estoy seguro de que ella me crey un perfecto retrasado mental. Luego tuvo que irse un minuto. No me gust mucho, pero me daba cuenta de que ella no poda ir abajo. Tuve

que dejarla que subiera al cuarto de bao, y me qued al pie de la escalera, desde donde poda ver si haca algo sospechoso. (No haba puesto las tablas en la ventana, lo cual fue un grave error.) La ventana era alta, y saba muy bien que no podra salir por ella sin que yo la oyese. Adems, tendra que saltar desde una gran altura. Pero volvi casi en seguida y me vio all, al pie de la escalera. No puede confiar en m ni un instante? pregunt, con tono duro, mirndome enojada. Si, s: no era eso contest casi sin saber lo que deca. Volvimos juntos al living. Qu era entonces? inquiri. Si usted escapase ahora le dije, podra decir que yo la tuve encerrada y prisionera. Pero si yo la llevo a su casa, puedo decir que fui yo quien la puso en libertad. S que es una tontera, pero... Naturalmente, estaba fingiendo un poco. La situacin era realmente difcil. Me mir, y tras una pausa dijo: Venga, vamos a hablar. Sintese aqu, junto a m. La obedec y me sent a su lado. Qu va a hacer cuando yo me haya ido? No s: no lo he pensado todava. Me aterra pensar en eso le respond. Querr seguir vindome? Claro! exclam impulsivamente, y ella sonri.

Tiene intencin de quedarse a vivir definitivamente en Londres? pregunt. Ver cmo conseguimos convertirle en un hombre verdaderamente moderno, un hombre que resulte interesante conocer y tratar. Usted se avergonzar de m ante sus amigos dije. Todo aquello era irreal. Saba que ella, igual que yo, estaba representando un papel. Me dola bastante la cabeza. La conversacin iba por mal camino. Tengo muchsimos amigos dijo ella. Sabe usted por qu? Porque jams me avergenzo de ninguno de ellos. Los tengo de todas clases. Puedo asegurarle que usted no es el ms raro de ellos, ni mucho menos. Tengo uno que es un hombre de lo ms inmoral. Pero es un gran pintor, y por eso le perdonamos todo lo que hace. Y l no se avergenza! Usted tendr que llegar a ser como l. A no avergonzarse de nada de lo que hace. Yo le ayudar, y ver cmo, si lo intenta realmente, no es tan difcil. Pareca el momento menos oportuno, pero confieso que yo no poda resistir ni un momento ms. Csese conmigo, Miranda! implor. Tena el anillo preparado en el bolsillo. Hubo un silencio bastante prolongado. Todo cuanto tengo, incluso mi vida, es suyo! aad. El casamiento significa amor dijo ella, muy seria.

Yo no espero nada repliqu. No espero que usted haga nada que no quiera hacer. Puede hacer todo lo que desee, estudiar pintura, etctera, y yo no le pedir nada, salvo que sea mi esposa de nombre y que viva en la misma casa conmigo. Ella estaba inmvil, mirando fijamente la alfombra. Podr tener su dormitorio aparte y cerrarlo con llave todas las noches aad. Pero eso sera horrible..., inhumano! exclam, como aterrada. Jams podramos entendernos! No tenemos la misma clase de corazn! Yo tengo corazn, por lo menos dije. Yo no hago otra cosa que mirar las cosas y pensar en ellas como hermosas o no. No me comprende? No pienso en ellas como buenas o malas, sino simplemente como hermosas o feas. Creo que hay muchas cosas buenas que son feas y muchas cosas malas que son hermosas. Usted est jugando con las palabras le dije. Ella se limit a mirarme; luego sonri, se puso en pie y se qued as junto a la chimenea. Estaba realmente hermossima. Pero lejana, recogida en s misma. Superior. Supongo que estaba usted enamorada de ese Piers Broughton dije. Quera sorprenderla, y lo logr. Qu y cmo sabe usted de l? Le dije que lo haba ledo en los diarios. Decan

que usted y l estaban comprometidos extraoficialmente agregu. Ella lanz una carcajada, y en seguida me di cuenta de que no exista semejante compromiso. Es el ltimo hombre en quien se me ocurrira pensar para casarme. Antes me casara con usted! Entonces, por qu no puedo ser yo? Porque no puedo casarme con un hombre al cual no me es posible pensar que pertenezco totalmente. Mi mente tiene que ser suya, mi cuerpo tiene que pertenecerle. De la misma manera que tengo que estar completamente segura de que l me pertenece. Yo le pertenezco, Miranda le dije. Totalmente, en cuerpo y alma, absolutamente. Pero no, no me pertenece! dijo ella, rotunda. Pertenecer significa dos cosas, o en este caso dos personas: una que da y otra que acepta lo que se da. Usted no me pertenece, porque yo no puedo aceptarlo, y porque no puedo darle nada a cambio. Yo no pretendo nada, o muy poca cosa. Ya lo s, ya lo s. Slo las cosas que yo tengo para dar. La manera que tengo de mirar, de hablar, de moverme. Pero yo soy otras cosas adems de eso. Tengo otras cosas que dar, y no puedo drselas a usted, porque no le amo. Entonces respond, me parece que eso lo cambia todo, no es as? Me puse en pie. Me latan dolorosamente las sienes.

Ella comprendi en seguida lo que quera decirle. Lo adivin en su rostro. Pero fingi no comprenderme. Qu quiere decir? pregunt. Usted sabe muy bien lo que quiero decir contest. Me casar con usted... Me casar con usted en cuanto quiera! exclam ella con evidentes seales de miedo. Ja, ja, ja! re. Cmo...! No era eso lo que quera usted que le dijera? Supongo que usted me cree ignorante hasta el extremo de no saber que se necesitan testigos, un cura, etctera, para casarse dije, sarcstico. Y...? Siga, siga. Que no me fo de usted en absoluto respond. Me mir de una manera que me irrit. Como si yo no fuera un ser humano. Porque no fue con un gesto de desprecio, no: fue algo as como si yo fuera el ms miserable y repugnante de los gusanos, algo a lo cual no era posible mirar sin que, de asco, se le erizase a uno el vello. Seguramente agregu cree usted que no adivino lo que hay detrs de todas esas palabras y gestos afectuosos suyos. Pero se equivoca. Ferdinand! dijo ella sencillamente. Slo eso, mi nombre, como si apelase a l por algo. En suma, otra de sus tretas.

Deje de llamarme Ferdinand! orden seca y duramente. Pero usted me prometi...! No es posible que ahora deje de cumplir su promesa! Es posible eso y todo, todo!, comprende?, lo que se me antoje repliqu. Pero es que no s lo que quiere de m! Cmo puedo probarle que soy su amiga, si usted no me brinda nunca la oportunidad de hacerlo? Contsteme! Cllese! grit. Y, de repente, se puso otra vez a representar. Adivin que iba a explicarse. Y estaba preparado al efecto! pero para lo que no estaba preparado era para el ruido del motor de un coche que se escuch fuera. Al acercarse al hogar, extendi un pie como para calentarlo ante la chimenea, pero de pronto sac de un puntapi uno de los leos que ardan en la hoguera, que cay sobre la alfombra. Al mismo tiempo emiti un estridente grito y corri hacia la ventana, pero al ver que tena corridos los cerrojos desvi su carrera hacia la puerta. Pero yo llegu primero y la agarr. No pude coger la almohadilla de cloroformo, que estaba en un cajn, porque en aquel momento lo ms necesario era la rapidez. Ella se volvi y me atac a araazos, sin dejar de gritar con todas sus fuerzas, pero en ese momento yo no estaba para delicadezas. A golpes la obligu a bajar los brazos, y luego le tap la boca con una mano. Quiso

mordrmela, y me la golpe, pero yo estaba ya asustado, y la as por los hombros arrastrndola hasta el cajn donde tena la almohadilla de cloroformo, en su bolsita de plstico. Ella se dio cuenta y se retorci desesperadamente para impedirme que le aplicara la almohadilla, pero por fin consegu hacerlo y se la apret bien sobre la nariz y la boca. Mientras tanto, no haba dejado de escuchar y de vigilar el leo, que estaba quemndose sobre la alfombra y haba llenado ya toda la habitacin de humo. Cuando cesaron sus esfuerzos y comprend que el cloroformo haca ya su efecto, la solt y corr a apagar el principio de incendio. Arroj sobre el leo y la alfombra el agua de un tiesto de flores. Tena que obrar rapidsimamente, y decid bajarla a su stano mientras an tena tiempo. Lo hice, la tend sobre la cama, y luego corr otra vez arriba, para asegurarme de que el fuego se haba apagado del todo y no haba nadie en los alrededores del chalet. Abr la puerta principal sin apresuramiento, con toda naturalidad. No haba nadie ante ella. Todo estaba tranquilo. Baj de nuevo al stano. Ella segua bajo los efectos del cloroformo, tendida sobre la cama. Presentaba un aspecto deplorable. El vestido se le haba bajado y tena un hombro descubierto. No s qu fue, pero lo cierto es que me excit terriblemente. Tal vez verla as me sugiri alguna

idea. Pero al mismo tiempo estaba satisfecho porque le haba demostrado, sin lugar a dudas, que el que mandaba all era yo. Como dije, el vestido se le haba bajado, y mirando por el interior hacia abajo, pude ver la parte superior de una de las medias, con la liga. No s qu fue lo que me hizo recordar una pelcula norteamericana que haba visto una vez (o haba sido una revista?), donde un hombre que encontraba a una mujer borracha y la llevaba a su casa, la desnudaba y la acostaba en su cama. Nada sucio ni pecaminoso; hizo eso y nada ms. Y ella se despert con el pijama del hombre puesto. Eso mismo fue lo que hice yo. La desvest, es decir, le quit el vestido y las medias, y le dej puestas ciertas prendas ntimas: el sujetador y el pantaloncito, para que no quedase completamente desnuda. Pareca un maravilloso cuadro, tendida all slo con lo que mi ta Annie llamaba pedacitos de nada puestos (ta Annie aseguraba que a eso se deba que tantas mujeres padecieran cncer). Era algo as como si tuviese puesto un bikini. Aqulla era la oportunidad que yo llevaba tanto tiempo esperando. Traje en seguida la cmara fotogrfica y saqu algunas fotos. Habra sacado ms, pero ella empez a moverse un poco, y tuve que poner pies en polvorosa. Inmediatamente revel y saqu copias de las fotos. Me salieron muy bellas. No eran artsticas, pero

resultaban sumamente interesantes.

Aquella noche no pude dormir, porque me haba excitado enormemente. Hubo momentos en que pens bajar de nuevo al stano, aplicarle la almohadilla de cloroformo otra vez y sacar ms fotos. Tal era mi estado de nerviosismo. En realidad, yo no soy un hombre as, y lo fui nicamente aquella noche, debido a todo lo que sucedi y a la tensin que sufra. Adems, el champaa me haba hecho un efecto raro y nada bueno. Igual que todo lo que ella haba dicho. Era lo que suele denominarse una culminacin de circunstancias. Despus de lo ocurrido, las cosas no volvieron a ser como antes. Sin que yo pueda decir exactamente cmo, demostr que los dos jams podramos estar de acuerdo. Ella no me comprenda, y no me comprendera nunca. Y supongo que dira que yo tampoco la comprenda, aunque los dos viviramos cien aos. Respecto a eso de desnudarla, cuando lo pens ms tarde, me di cuenta de que no estaba tan mal. No muchos hombres habran conseguido dominarse como yo lo hice y limitarse a sacar fotos en lugar de ir mucho ms lejos. Me pareci que aquello era un punto a mi favor. Medit con todo detenimiento lo que me convena hacer, y decid que lo mejor era escribirle una cartita. Por tanto, le escrib lo que sigue:

Siento mucho lo que sucedi anoche, y supongo que usted estar pensando en estos momentos que no podr perdonarme jams. En efecto, le dije un da que jams empleara mtodos de violencia a no ser que usted me obligase a ello. Creo que reconocer que me oblig con lo que hizo. Le ruego comprenda que hice slo lo absolutamente necesario. Le quit el vestido, porque tem que volviera a descomponerse y lo manchara todo. Le aseguro que la respet en todo instante y manera, dadas las circunstancias. Le suplico que me otorgue, por lo menos, el crdito de no haber llegado mucho ms lejos, tanto como lo habran hecho otros hombres en mi situacin. No quiero decir nada ms. Salvo que tengo que retenerla a usted aqu algn tiempo ms. Muy sinceramente suyo, etctera. No escrib encabezamiento alguno. No pude decidir cmo deba dirigirme a ella. Querida Miranda, me pareci excesivamente familiar y bastante inapropiado en este caso. Bueno: baj al stano con su desayuno. Y ocurri lo que yo esperaba y tema. Estaba sentada en su silla, mirndome con fijeza. Le di los buenos das, y ella no

contest. Dije algo, si no recuerdo mal, para preguntarle si quera bizcochos o pan tostado, pero se limit a no separar los ojos de m, muda, inmvil. Le dej la bandeja del desayuno, con la cartita, y esper en el stano principal. Cuando volv a buscar la bandeja, vi que no haba tocado nada y que el sobre de la carta segua intacto. Ella segua sentada all, mirndome, mirndome... Me di cuenta de que era intil que le hablara. Estaba realmente indignada conmigo. Se mantuvo en esa actitud varios das. Que yo sepa, lo nico que tomaba era un poco de agua. Por lo menos una vez al da, cuando yo entraba con los alimentos, ella los rechazaba. Intent discutir. Volv a llevarle la carta, y esta vez la ley, porque cuando volv a buscar la bandeja vi que el sobre estaba abierto. Puse en juego todos los recursos que se me ocurrieron. Le habl con dulzura, fing estar irritado, amargado, le rogu, pero todo fue intil. Casi siempre la encontraba sentada, de espalda a m, y sin moverse ni contestarme, como si no oyese lo que le deca. Le compr cosas especiales, como chocolate francs, caviar ruso y los mejores alimentos que era posible comprar (en Lewes), pero no los toc ni una vez. Empezaba ya a preocuparme muy seriamente. Pero una maana, cuando entr en el pequeo stano, ella estaba de pie junto a la cama, pero de espalda a m. No bien me oy entrar, se volvi y me dio los buenos das. Pero con un tono de voz raro. Lleno de odio.

Buen da le respond. Es hermoso volver a or su voz, despus de tantos das de silencio. Si? Pues dentro de unos segundos ya no lo ser. Y usted desear no haberla odo nunca! Bueno: eso es lo que usted cree, pero ya veremos respond. Voy a matarlo! Me he dado cuenta de que usted sera capaz de matarme de hambre. S: lo creo muy capaz de eso, e incluso de mucho ms acus ella. S, claro, porque en todos estos das no le he trado los alimentos como siempre, verdad? No quiso o no pudo responder a eso, y se qued mirndome como lo haca siempre, con fijeza y hostilidad. No s si se habr dado usted cuenta respondi de que ya no me tiene prisionera. A quien tiene prisionera ahora es a la muerte. Por qu no se desayuna ahora? Le har bien suger. Bueno: desde aquel momento comi normalmente a las horas debidas, pero ya no fue lo mismo que antes, porque apenas me diriga la palabra, y cuando lo haca, era siempre hoscamente o con sarcasmo. Estaba de un humor tan desagradable, que no haba manera de estar con ella. Si me quedaba all ms de un minuto, cuando no era absolutamente necesario, me ordenaba, furiosa, que me fuera. Un da, poco despus, le llev un plato de frijoles cocidos, que eran pura manteca, con tostadas.

Ella tom el plato y, sin decir agua val, me lo arroj con todas sus fuerzas. Sent un profundo deseo de darle una buena bofetada. Ya estaba harto de todo aquel asunto, porque me pareca que era intil todo cuanto haca. Lo intent todo, pero ella segua echndome en cara lo que haba sucedido aquella noche. Al parecer, habamos llegado a un callejn sin salida.

Pero un da me sorprendi al pedirme algo. Yo haba adoptado la costumbre de retirarme inmediatamente despus de que ella terminaba la cena y antes que pudiera empezar a criticarme e insultarme; pero esta vez me dijo: Qudese un instante. Para qu? pregunt, un tanto extraado. Quera decirle que necesito un bao. Esta noche no puede ser le respond. No estaba preparado para aquella demanda. Entonces, maana? Creo que maana no habr inconveniente. Pero bajo palabra de honor, entendido? S: le dar mi palabra de honor. Lo dijo con tono duro, hostil. Pero yo saba muy bien lo que vala su palabra de honor. Y quiero caminar un poco tambin... En el stano grande. Me extendi las manos, y yo se las at. Era la

primera vez que la tocaba en muchos das. Como de costumbre, fui a sentarme en uno de los peldaos de la escalera que daba a la puerta exterior, y ella se puso a caminar desde una a otra pared del stano, con aquel pasito raro que tena. Haca mucho viento, y era posible orlo silbar all abajo. Eso, y el ruido de sus pasos, era lo nico que se oa. No habl durante un rato bastante largo, y sin saber por qu tuve la seguridad de que quera hablar. Est usted gozando de esta vida? me pregunt de pronto, detenindose ante m. Si quiere que le diga la verdad, no mucho le respond, cauteloso, sin saber a qu obedeca la pregunta. Reanud su paseo de uno a otro extremo del stano. Y luego comenz a canturriar algo. sa es una bonita tonada le dije. Le gusta? S respond. Pues entonces, ya no me gusta a m. Dio otros dos o tres paseos de una punta a la otra y luego orden: Hbleme. De qu quiere que le hable? De cualquier cosa... Mariposas. Qu quiere saber de las mariposas? Todo. Por qu las colecciona. Dnde las encuentra. Todo, todo. Vamos, empiece...

Aquello me pareci raro, pero habl, y cada vez que me detena, ella ordenaba: Siga, siga! No s cunto tiempo habl, pero estoy seguro de que pas de una hora. Hasta que por fin ella me detuvo para decir: Bueno, basta. Baj de nuevo a su stano. Yo le quit la cuerda, y ella se sent sobre la cama, dndome la espalda. Le pregunt si quera t o algo, pero no me contest. De repente, me di cuenta de que estaba llorando. No poda resistir aquella demostracin de dolor! Me acerqu a ella y le dije: Dgame lo que quiere. Le comprar lo que sea! Ella se volvi hasta quedar cara a cara conmigo. Estaba llorando, en efecto, pero sus ojos brillaban de furia. Avanz hacia m, mientras gritaba una y otra vez: Vyase...! Vyase...! Fuera de aqu! Aquella escena me sobresalt. Porque pareca estar enteramente loca. Al da siguiente la encontr muy tranquila. No habl una palabra. Yo puse las tablas atornilladas ante la ventana del cuarto de bao, y lo prepar todo. Ella pareca estar lista ya para baarse despus de dar su paseto por el stano grande. As que la amordac y le at las manos, llevndola al piso alto. Le quit la mordaza y las ligaduras, y se ba. Cuando sali del cuarto de bao, me extendi las manos inmediatamente para que se las atase, y levant la cabeza para que la amordazara.

Yo siempre sala de la cocina delante de ella, pero sin soltarla, por si acaso; pero haba un escaln all. Yo ya haba tropezado en l y cado una vez, y tal vez por eso no me extra que ella lo hiciese ahora, y juzgu natural que los cepillos, frascos y cosas que llevaba en una toalla (tena las manos atadas delante, por lo cual siempre se arrimaba las cosas al pecho) cayesen con bastante ruido al suelo. Se enderez, muy inocente, frotndose las rodillas, y yo, como un tonto, me inclin para coger todo lo que haba cado al suelo. No solt su albornoz, pero por un instante dej de mirarla, lo cual fue fatal. Antes que pudiera darme cuenta de nada, haba recibido un terrible golpe en un lado de la cabeza. Por suerte no hizo impacto directo en sta, pues mi hombro, o, mejor dicho, mi clavcula, recibi lo ms fuerte del golpe. Pero a pesar de eso, ca hacia un lado, en parte para tratar de evitar un nuevo golpe. Haba perdido el equilibrio, y no pude asirla por los brazos, aunque segua sin soltar el albornoz. Vi que tena algo en una de las manos, y en seguida me di cuenta de que era una pequea hacha que haba en la casa para hacer algunos trabajos. La haba usado aquella misma maana en el jardn, donde el viento de la noche anterior desgaj una rama de uno de los manzanos. Comprend, en medio de mi aturdimiento, que por fin fall en mi vigilancia. Haba dejado dicha herramienta de trabajo en el borde exterior de la ventana de la cocina, y ella debi de

descubrirla all. Un error, slo un error, y todo se pierde! Por un instante me tuvo a su merced, y fue un milagro que no me liquidara. Volvi a golpear, y yo slo consegu levantar a medias un brazo, al mismo tiempo que senta un tremendo golpe en la sien, que me repercuti en toda la cabeza. En seguida comenz a brotar abundante sangre. No s cmo lo hice. Supongo que fue por instinto, pero lo cierto es que estir bruscamente una pierna hacia un lado y me retorc. Ella cay casi sobre m, al tropezar en la pierna, y sent el ruido metlico de la hoja del hacha al golpear ruidosamente en el suelo. La cog rudamente con una mano y tir, hasta arrancarla de las suyas. Luego la arroj lejos, y antes de que ella pudiera quitarse la mordaza, le agarr las dos manos. Forcejeamos un buen rato, pero al fin parece que ella decidi que eran intiles sus esfuerzos y que haba tenido la oportunidad pero que sta haba pasado ya, porque de repente dej de luchar, y yo la introduje a empujones en su stano. No me preocup de tratarla con delicadeza. Me senta muy mal; la sangre manaba abundantemente de la herida, y quera encerrarla antes de que me sobreviniese un desmayo. La introduje en su stano con un empujn final, y ella me lanz una mirada rara antes que la puerta se cerrase entre los dos. Luego corr los cerrojos. No me preocup de desatarle las manos ni de quitarle la mordaza.

Me fui arriba y me lav bien la herida. Cre que iba a perder el conocimiento al ver mi cara en el espejo. Estaba completamente cubierta de sangre. Sin embargo, haba tenido mucha suerte. El hacha no estaba afilada y, adems, no me haba golpeado plenamente con el filo, sino de refiln. La herida me pareci terriblemente amplia, pero no muy profunda. Estuve sentado largo rato, con un puado de gasa apretado contra ella. Nunca haba credo que podra soportar la vista de una cosa tan sangrienta como la que soport. Como es natural, estaba indignado, amargado. De no haberme sentido algo mareado, no s lo que habra hecho. Aquello era la gota de agua que haca desbordar el vaso, como vulgarmente se dice, y por mi mente cruzaron ciertas ideas. Como digo, no s lo que habra hecho si ella hubiese seguido en su empeo de buscarme para hostigarme y hacerme perder la paciencia. Pero eso no tiene nada que ver ahora ni importa mucho.

A la maana siguiente baj al stano. Todava me dola fuertemente la cabeza, e iba dispuesto a demostrarle que yo tambin saba ser brutal. Pero lo que ocurri estuvo a punto de hacerme perder el sentido a causa de la sorpresa. Lo primero que hizo al verme fue ponerse en pie, acercarse a m y preguntarme cmo me senta de la herida. Por la forma en que formul la

pregunta y el tono de su voz, comprend que deseaba mostrarse distinta a la noche antes. Bondadosa. Tengo suerte de estar an vivo le respond. Ella estaba muy plida y muy seria. Extendi las dos manos. Se haba quitado la mordaza, pero debi de dormir toda la noche con las manos atadas, porque la vi as. Inmediatamente se las desat. Djeme que mire la herida pidi. Yo retroced un paso. Haba conseguido ponerme con los nervios de punta. No tengo nada en las manos agreg. Se lav y desinfect la herida? Si. Pero, con desinfectante tambin? Si, s; est bien, no se preocupe. Ella tom un frasquito de Dettol que tena, empap un poco de algodn en rama y volvi a mi lado. Qu es lo que intenta ahora? pregunt. Quiero ponerle esto. Sintese, sintese... Por el tono de su voz me pareci que era sincera. Es raro que a veces uno reciba la impresin de que ella no poda mentir. Quit la venda y la gasa, con mucho cuidado para no hacerme dao. La sent sofocar una exclamacin de terror cuando vio la herida al descubierto. La verdad, no era muy bella que digamos. La lav en seguida suave pero concienzudamente, y luego volvi a poner la gasa. Muchas gracias le dije.

Siento mucho que..., que hiciera lo que hice dijo. Y quiero darle tas gracias porque no trat en ningn momento de vengarse. Tena usted toda la razn del mundo para hacerlo. Le aseguro que no es muy fcil contenerse cuando usted hace las cosas que ha estado haciendo. S, s, comprendo; pero ahora no quiero hablar de nada de eso, sino decirle que siento mucho lo ocurrido. Acepto sus excusas. Gracias. Todo este intercambio de palabras fue muy corts, muy estirado. Ella se volvi para ocuparse en su desayuno, y yo sal al stano grande, a esperar que terminara. Cuando golpe en la puerta, para ver si poda retirar las cosas, Miranda estaba vestida, y la cama, debidamente hecha. Le pregunt si quera algo, y me contest que no. Me dijo que deba comprar ungento TCP para la herida, y me entreg la bandeja con las cosas del desayuno, al tiempo que me miraba; y en sus labios observ una sospecha de sonrisa. No parece mucho, verdad? Sin embargo, aquello fue un gran cambio en ella. Hasta lleg a parecerme que bien vala la pena de que lo hirieran a uno en la cabeza, si el resultado iba a ser tan agradable. Aquella maana me sent completamente feliz. Como si el sol hubiese salido de pronto tras una ausencia de muchos das.

Despus de aquel incidente, por espacio de dos o tres das no fuimos amigos ni enemigos. Ella hablaba muy poco, pero por lo menos no se mostraba hostil ni amargada. Y un da, despus del desayuno, me pidi que me sentase, como lo hacia al principio, porque quera dibujar otro retrato mo. Pero comprend que no era ms que una excusa para tener la oportunidad de hablar. Ferdinand... dijo. Quiero que usted me ayude. Siga contest. Tengo una amiga, una muchacha jovencita, de la cual hay un joven que est completamente enamorado... Call, y yo pens: Es para verme caer en la trampa. Pero le dije: Siga, siga. Ese joven est tan enamorado de mi amiga, que la ha secuestrado. Y la tiene encerrada en un stano pequeo, como un calabozo. Qu coincidencia, no? dije, sarcstico. Verdad que s? Bien: ella quiere ser libre otra vez, pero al mismo tiempo no quiere causar ningn dao al muchacho. Y no sabe qu hacer. Qu aconsejara usted? Paciencia respond. Qu tendr que suceder antes de que ese joven deje en libertad a mi amiga? No s dije. Pueden suceder tantas cosas... Bueno: dejmonos de jueguecitos, y dgame,

Ferdinand, qu debo hacer para que usted me deje salir de aqu? No me fue posible contestarle. Pens que si le deca vivir conmigo para siempre, retrocederamos otra vez a donde habamos empezado. El casamiento sera intil, porque usted no confa en m dijo ella. Es cierto: todava no puedo confiar. Y si me acostase con usted? Haba dejado de dibujar. Yo no le contest. Esper un momento, y luego dijo: Y...? Qu me contesta? Jams hubiera credo que usted fuese una muchacha de sas dije. Y no lo soy. Lo que pasa es que estoy tratando de saber cul es el precio que usted pone a mi libertad. As, simplemente, como si se tratase del precio de una lavadora, una nevera elctrica o algo por el estilo. Usted sabe perfectamente lo que quiero le dije. Pero el caso es que no lo s, se lo aseguro! Si, lo sabe. Oh, Dios! Mire. Contsteme, simplemente, s o no. Quiere que yo me acueste con usted? Tal como estamos los dos ahora, no. Y cmo estamos ahora, si puede saberse? Cre que era usted la considerada como muy lista. Suspir profundamente. Me gustaba eso de tenerla as, sujeta por el freno.

Usted cree, y no le culpo por ello, que lo nico que busco es escapar dijo ella. Haga lo que haga, siempre ser con ese fin, verdad? No es eso lo que cree? S respond. Y si creyese que lo haca por otro motivo, como, por ejemplo, porque me gusta usted, o por placer... Le agradara entonces? Contsteme sinceramente: le agradara entonces? Eso a que usted se refiere, lo puedo comprar en Londres en el momento en que se me ocurra dije. Eso la hizo callar por un rato. Y comenz a dibujar otra vez. Pero, despus de unos minutos, volvi a la carga. Eso quiere decir que usted no me trajo aqu porque me considere sexualmente atractiva, verdad? La encuentro sumamente atractiva..., ms que ninguna otra mujer! Usted es exactamente igual a una caja china dijo. Luego sigui dibujando y no hablamos ms. Yo intent hacerlo, pero ella me dijo que no hablara, porque me mova y echaba a perder la pose.

Ya s lo que pensaran algunos: pensaran que mi comportamiento fue extrao. S que la mayora de los hombres habran slo pensado en aprovechar aquella injusta ventaja, pues las oportunidades se les

presentaban sumamente favorables. Pude haber utilizado la almohadilla del cloroformo, y haber hecho lo que se me antojase, pero yo no soy de la clase de hombres capaces de hacer eso. Miranda era algo as como una oruga que necesita tres meses para alimentarse y que trata de hacerlo en unos pocos das. Yo saba muy bien que nada bueno resultara de eso. Ella siempre tena prisa. La gente de hoy no hace otra cosa que querer esto y lo otro y lo de ms all. No bien lo piensan, ya querran tenerlo en las manos. Pero yo soy distinto. Soy anticuado, gozo pensando en el futuro y dejando que las cosas se desarrollen a su debido tiempo, sin forzarlas para nada. Con tranquilidad se consigue todo, como sola decirme to Dick, cuando un pez gordo morda el anzuelo. Lo que Miranda no entendi nunca fue que para m era suficiente tenerla. Tenerla a ella me bastaba. Ya no haba necesidad de hacer nada ms.Yo lo nico que quera era tenerla junto a m, y segura. Pasaron dos o tres das. Miranda segua sin hablar mucho, pero un da, despus del almuerzo, me dijo: Yo tendr que estar encerrada aqu toda mi vida, verdad? Me di cuenta de que deca aquello slo por hablar, por lo cual no le contest. No ser mejor que reanudemos nuestra amistad de antes? agreg al cabo de un breve silencio.

Yo no tengo el menor inconveniente dije. Esta noche quisiera darme uri bao. Bueno: puede hacerlo respond. Y despus del bao podramos sentarnos un rato arriba? Es este stano, tan falto de aire, lo que me est matando! Aquellas palabras me irritaron y respond: Bueno, ver. Encend el fuego y lo prepar todo, pero no sin asegurarme de que no haba nada que ella pudiera utilizar como arma para golpearme otra vez. De nada servira fingir que volva a confiar en ella como lo haba hecho hasta el da de los hachazos. Subi para su bao y todo se desarroll normalmente, como de costumbre. Cuando sali, le at las manos delante, pero no la amordac, y la segu escaleras abajo. Observ que se haba puesto mucho perfume francs, que se haba peinado con el pelo alto, como lo hiciera en otra oportunidad y que llevaba puesta una fina bata, color prpura y blanco, que yo le haba comprado. Quera que le sirviese una copa del jerez que no terminamos aquel da (quedaba todava ms o menos media botella). Le serv, y ella se arrim a la chimenea, en la que ardan unos leos, y se puso a mirar el fuego, apoyada en la repisa, bajo la cabeza. De vez en cuando estiraba un pie desnudo y luego el otro, como para calentarlos, y luego los introduca otra vez en las chinelas.

Estuvimos un rato bebiendo el jerez, sin decir una palabra, pero ella me mir dos o tres veces de manera muy extraa, como si supiese algo que yo ignoraba. Y eso me puso muy nervioso. Bebi otra copa de jerez, casi de un sorbo, y luego me pidi una tercera. Sintese me dijo, y yo me sent en el sof, donde ella me seal. Por espacio de unos segundos me mir, sentado cerca de ella, pero despus se levant y se qued parada frente a m. Me miraba sonriendo levemente, y me pareci cmica su actitud. Luego dio un paso hacia delante y, de pronto, de un salto se sent sobre mis rodillas. Me cogi completamente por sorpresa. Me rode el cuello con los brazos y, cuando me di cuenta, me estaba besando en la boca. Luego apoy la cabeza en uno de mis hombros. No est tan rgido! me dijo. Yo estaba aturdido, sin saber qu decir ni qu hacer. Aquello era el colmo para m! Por favor! Abrceme bien fuerte! dijo ella. As, as! No le parece hermoso? Soy muy pesada? Y volvi a apoyar la cabeza en mi hombro, mientras yo tena una mano en su cintura. Estaba perfumada, y su carne era tibia y suave. Debo decir que la bata se haba abierto por el cuello y por la parte baja, lo que dejaba al descubierto sus piernas y una buena parte del busto, pero a ella pareca no importarle aquello, y estir

las piernas a lo largo del sof. Qu significa esto? dije, desconfiado. Pero, qu rgido est usted! Tranquilcese. Relaje sus msculos. No tiene por qu preocuparse de nada... Lo intent, y ella se qued quieta; pero yo saba que en aquella situacin haba algo que no encajaba. Por qu no me besa? dijo ella. Y entonces tuve ya la seguridad de que algo tramaba. No saba qu hacer, y la bes en la cabeza. No, no! Ah no! protest ella, riendo. Es que no quiero dije. Ella se enderez, siempre sentada sobre mis rodillas, y me mir. Dice que no quiere? pregunt, extraada. Desvi la cabeza. Era difcil, porque ella tena las manos atadas alrededor de mi cuello. No saba qu hacer para poner fin a aquella situacin. Y por qu no quiere? agreg, rindose de m. Porque podra llegar demasiado lejos dije. Lo mismo podra ocurrirme a m. Estaba seguro de que todo aquello era una burla. Yo s muy bien lo que soy repuse. Y qu es usted? Un hombre muy distinto de lo que usted cree. Y tampoco soy de esos que le gustan. Pero..., no sabe que hay momentos en que todos los hombres son atractivos? No lo sabe? Me sacudi juguetonamente la cabeza con las manos unidas tras de

mi nuca. No lo saba contest. Y entonces? Lo que me preocupa es lo que puede pasar. No me importa lo que pueda pasar dijo ella. Qu lerdo es usted para todo! Y de pronto empez a besarme otra vez. No le parece hermoso? repiti separando su boca de la ma. Claro, tuve que decir que s, que lo era. No saba qu juego era el suyo, y eso me encrespaba los nervios, aparte el nerviosismo que ya me haban provocado los besos y dems. Bueno, venga entonces, pruebe... agreg. Me oblig a volver la cabeza. Lo hice y encontr su boca, que me pareci deliciosa, suave, fresca, hmeda. S que fui dbil. Deb haberle dicho directamente, sin ambages, que no fuera tan descocada. Si, fui muy dbil. Era como si una fuerza irresistible me arrastrase contra mi voluntad. Ella puso la cabeza en mi hombro otra vez, como para que no le viese la cara. Y en aquella postura me pregunt: Soy la primera mujer que ha besado? No sea tonta! Tranquilcese... Pngase cmodo. No tiene por qu ponerse nervioso ni avergonzarse. Se volvi otra vez, y empez a besarme, con los ojos

cerrados. Claro que haba bebido tres copas de jerez. Y lo que ocurri entonces fue muy desconcertante para m. Empec a sentirme excitado, tremendamente excitado, y tena entendido (por lo que haba odo decir en el Ejrcito) que un caballero se domina siempre en el momento crtico, por lo cual no saba qu hacer. Pens que ella se ofendera y, por tanto, me enderec y trat de hacerlo todava ms cuando ella separ su boca de la ma. Qu le pasa? Le hago dao? Si dije sin saber lo que deca. Se quit de mis rodillas, sac los brazos de mi cuello por encima de la cabeza, pero segua sentada muy cerca de m. Quiere hacerme el favor de desatarme las manos? rog. Me levant. Estaba terriblemente avergonzado. Tuve que acercarme a la ventana y fingir que haca algo con la cortina. Pero ella, apoyada en el respaldo del sof, no me perda de vista. Ferdinand dijo. Qu le pasa? Dgamelo. No me pasa nada contest. No hay motivo alguno para que se asuste. No estoy asustado. Entonces vuelva a mi lado. Apague la luz. Con la del fuego de la chimenea tenemos bastante. Hice lo que me deca, y quedamos en una semioscuridad, pero luego me qued junto a la ventana.

Venga! me rog, mimosa. Esto no est bien...! Usted est fingiendo y burlndose de m! protest. Le parece? Sabe perfectamente que es as. Por qu no se acerca para ver? No me mov. Saba muy bien que era un serio error. Ella se acerc a la chimenea. Yo ya no me sent excitado, sino raro, como si un enorme fro interior me tuviese aterido. Era la sorpresa. Venga y sintese aqu dijo ella. Estoy bien donde estoy contest. De pronto se acerc a m, me tom una mano con las dos suyas atadas y me llev hasta cerca del fuego. Yo la dej hacer. Cuando estuvimos al lado de la chimenea, me extendi las manos y vi en sus ojos una mirada tan no s qu, que se las desat en seguida. Entonces se acerc mucho a m y me bes otra vez, para lo cual tuvo que ponerse de puntillas. Y en aquel momento hizo algo tremendo. Apenas poda creer lo que estaba viendo. Se retir un paso, se desabroch la bata y comprob que debajo de aquella prenda no llevaba absolutamente nada. Estaba enteramente desnuda. La mir slo una fraccin de segundo. All estaba ante m, de pie, sonriente, esperando, era evidente, a que yo hiciese algo. Levant los brazos y empez a soltarse el pelo. Aquello era una provocacin deliberada. La desnudez de

su cuerpo ejerca en m, al verla all en la semioscuridad, iluminada solamente por el fuego del fogn, un efecto extrao. No poda creerlo, es decir, tena que creerlo, pero no poda creer que fuera lo que pareca. Era una situacin terrible, que me haca temblar. Me senta como descompuesto. Hubiera querido estar en el extremo opuesto del mundo. Era peor que aquella noche de la prostituta. Yo no respetaba a aquella mujer, pero con Miranda saba que no me sera posible soportar la vergenza. Nos quedamos un rato as: ella frente a m, sacudindose el pelo para que le cayese sobre los hombros, y yo cada vez ms avergonzado. Luego se acerc algo ms y empez a quitarme la chaqueta, luego la corbata, y a continuacin fue desabrochando los botones de mi camisa. Yo era como blando barro en sus manos. Y me fue quitando la camisa lentamente. Yo no haca ms que pensar desesperadamente: Detnla, detnla! Esto no est bien! Es un verdadero delito!, pero me senta demasiado dbil. Cuando me di cuenta, estaba completamente desnudo, y el cuerpo de Miranda se apretaba contra el mo, y sus brazos me cean. Senta que me pona todo tenso. Era como si yo y ella fusemos un hombre y una mujer distintos. S que entonces no estaba normal y que no haca lo que se esperaba de m. Ella hizo algunas cosas que no voy a relatar, como no sea para decir que jams las hubiera credo de ella. Se tendi a mi lado en el sof y todo, pero

yo no era yo; me senta como muerto por dentro. Me hizo aparecer como un perfecto imbcil. Saba lo que ella pensaba: que a eso se deba que yo fuese siempre tan respetuoso. Yo quera hacerlo; quera demostrarle que poda hacerlo, para que se diese cuenta de que mi actitud era en verdad legtimamente respetuosa. Quera que ella comprobase que poda hacerlo, y entonces le dira que no lo hara, que aquello no era digno de m ni de ella, que era repugnante. Bueno: estuvimos as, tendidos en el sof, durante un buen rato, y comprend que ella me despreciaba, porque yo no era un hombre normal a su juicio, sino un aborto de la naturaleza. Por fin, se levant del sof, se arrodill a mi lado y empez a pasarme la mano por la cabeza, como acaricindome. No se disguste dijo. Eso le pasa a muchos hombres, y verdaderamente no tiene importancia. Al orla expresarse as, daba la impresin de que posea una enorme experiencia sobre aquello. Se acerc otra vez al fuego y se puso la bata, para sentarse despus de mirarme largamente. Yo me vest. Le dije que estaba seguro de que no podra hacer nunca aquello. Invent una larga historia, para que ella me compadeciera. Pero todo era una colosal mentira. No s si la crey o no. Le dije que yo senta profundamente el amor, pero que no poda llegar a la consumacin del mismo. Y que a eso se deba que no pudiera resistir la

idea de dejarla marchar. Pero, dgame... No le proporciona la menor sensacin tocar mi cuerpo? Me pareci que le agradaba besarme. S, besarla s: fue cuando ya pas de los besos... No deb producirle semejante conmocin as, de repente! dijo ella, como arrepentida. No! No ha sido suya la culpa! exclam. Yo no soy como otros hombres. Nadie lo entiende. Yo lo entiendo. Sueo con eso, pero s que jams podr convertirse en realidad. Como Tntalo y me explic quin era. Call durante largo rato. Sent ganas de aplicarle la almohadilla del cloroformo, llevarla a su stano y terminar as de una vez aquella humillante situacin. Quera estar solo. Qu clase de mdico le dijo que nunca podra hacerlo? Un mdico. (Era mentira. Naturalmente, jams haba visto a un mdico para eso.) Un psiquiatra? En el Ejrcito respond. S, un psiquiatra. Y qu clase de sueos tena usted sobre m? De todas clases. Sexuales? Y sigui con sus preguntas, siempre acerca de lo mismo. Pareca que le era imposible apartar de su

mente aquel tema. No: la abrazaba, eso es todo. Dormamos muy juntos, abrazados, mientras fuera silbaba el viento y se oa el repiquetear de la lluvia en los cristales de la ventana. Quiere que probemos eso aqu ahora? No; sera intil. Yo estoy dispuesta, si usted quiere. No, no quiero... Y ojal no hubiera empezado usted nunca! Guard silencio por espacio de lo que me pareci un siglo. Por qu cree usted que hice eso? Solamente para escapar? Por amor no fue, de eso estoy seguro. Quiere que se lo diga? Se levant. Tiene que comprender, Ferdinand, que esta noche he sacrificado todos mis principios. Oh, s, claro, para escapar! Pensaba en eso, y no lo niego, pero quiero asegurarle que tengo un verdadero deseo de ayudarle. Tiene que creerme! Tratar de demostrarle que eso del sexo no es ms que... una actividad como cualquier otra. No es sucio, sino dos personas que juegan con sus respectivos cuerpos. Como, por ejemplo, el baile. Como cualquier otro juego. Pareci creer que yo deba decir algo, pero la dej que siguiese hablando, y dijo: Estoy haciendo por usted algo que jams hice por hombre alguno. Y por eso, creo que... bueno: creo que usted me debe algo.

Me di cuenta de su jueguecito, claro. Miranda era una verdadera maestra en eso de envolver en un montn de palabras lo que realmente quera decir. Hacerle sentir a uno que en verdad le deba algo a ella, igual que si no hubiese sido ella la que empez todo el asunto. Por favor, dgame algo! agreg, al ver que yo guardaba silencio. Qu quiere que le diga? Por lo menos que comprende lo que acabo de decirle. S, lo comprendo. Eso es todo? Es que no tengo muchas ganas de hablar dije. Poda habrmelo dicho antes, y no dejarme hacer todo lo que hice slo por su bien. Lo intent repuse. Ella se arrodill frente a la chimenea. Esto es fantstico! exclam. Estamos ms alejados que nunca uno del otro! Usted me ha odiado hasta esta noche contest. Ahora supongo que, adems de odiarme, me despreciar. No, Ferdinand. Le compadezco. Le compadezco por lo que es y por no ver lo que soy yo. S: me es posible comprender lo que es usted dije. No crea que no lo comprendo. El tono de mi voz era spero. Ya estaba harto. Ella

volvi la cabeza rpidamente, luego se inclin y sus dos manos cubrieron su cara. Me parece que finga llorar un poco. Y por fin, despus de un largo silencio, me dijo: Por favor... Le ruego que me lleve abajo! Bajamos. Cuando haba entrado ya en el pequeo stano, se volvi hacia m. Yo iba a retirarme ya, despus de haberle desatado las manos. Hemos estado completamente desnudos uno frente al otro dijo. Sin embargo, no podemos estar ms separados!

Cuando sal de all, estaba como loco. No puedo explicarlo. No dorm en toda la noche. Aquello volva a ocupar mi mente una y otra vez: yo, de pie primero, y acostado despus junto a ella, completamente desnudos los dos... La forma en que me comport, y lo que ella tena que pensar de m. Me pareca estar oyndola rer a carcajadas en su encierro. Cada vez que pensaba en eso era como sitodo mi cuerpo enrojeciera de vergenza. No quera que la noche terminase jams. Ansiaba que todo permaneciese envuelto en tinieblas para siempre, para siempre! Durante horas y horas recorr mi habitacin del piso alto. Por fin sal, saqu del garaje la furgoneta y me dirig a la costa, a toda velocidad. No me importaba lo que pudiera ocurrirme! Poda haber hecho cualquier cosa. Poda haberla

matado. Y todo lo que hice posteriormente se debi a lo ocurrido aquella noche, nada ms que a lo de aquella noche. Era casi como si ella fuese una muchacha estpida. Claro que en realidad no lo era. Lo que pasaba era que no poda amarme limpiamente, como yo quera. Porque haba muchas, muchsimas maneras en que ella podra haberme agradado. Pero Miranda era como todas las mujeres. Tena una mente que slo conoca un camino. Jams volv a respetarla. Y aquello me hizo estar irritado durante varios das. Porque yo poda hacerlo. Las fotografas (de aquel da en que le apliqu la almohadilla de cloroformo) las tena siempre a mano y las miraba a menudo. Tena todo el tiempo que quisiera para mirarlas. Pero eran mudas y no me hablaban. Eso fue lo que ella no supo nunca.

Baj a la maana siguiente, y fue como si lo de la noche anterior no hubiese ocurrido. Ella no me dijo una palabra al respecto, y yo tampoco. Prepar su desayuno, y ella me dijo que no necesitaba nada de Lewes, pero que quera salir un poco al stano principal, para hacer ejercicio. Dej que lo hiciera, y luego la encerr y me fui. A dormir, que bien lo necesitaba. A la noche fue distinto.

Cuando baj, me dijo: Quiero hablar con usted. Bueno contest. Lo he intentado todo aadi. Slo me queda una cosa por hacer. Voy a suprimir los alimentos otra vez. No comer un solo bocado hasta que me permita irme! Le agradezco mucho el aviso dije. A no ser que... Ah...! Hay un a no ser qu? Si: a no ser que lleguemos a un acuerdo. Pareca esperar que yo le preguntara. Y le dije: Bueno: todava no me ha dicho qu acuerdo es se. Estoy dispuesta a aceptar que usted no me deje en libertad inmediatamente dijo. Pero no estoy dispuesta a permanecer aqu encerrada en este maldito stano. Quiero que me traslade arriba. Necesito la luz del sol y aire puro! As, simplemente, porque usted lo ha decidido, eh? dije. S, as, simplemente. Supongo que desde esta misma noche, no? Muy pronto. Y usted espera que yo llame a un carpintero, decoradores, etctera, para que preparen todo arriba... Ella suspir. Me parece que empez a comprender. No sea as...! Le ruego que no sea as! Me mir de un modo raro. A qu viene todo ese sarcasmo?

No ha sido mi intencin herir sus sentimientos! aadi. Era intil. Ella haba matado todo romance entre los dos, y se haba convertido en una mujer cualquiera para m. Como las dems. Ya haba dejado de respetarla; ya nada quedaba de respetar en ella. Saba cul era su juego, y que no bien saliese del pequeo stano era casi como si se hubiese ido de la casa. Pero pens que lo que no quera en modo alguno era aquello de no comer, de ayunar otra vez, por lo cual me pareci que lo mejor era tratar de ganar tiempo. Dijo usted muy pronto... Cunto tiempo significa eso? Podra encerrarme en uno de los dormitorios, despus de clavar tablas sobre la ventana. All podra dormir. Y pens que podra atarme y amordazarme, para que pudiera sentarme algunas veces ante una ventana abierta. Eso es todo lo que pido. Si, eso es todo. Y qu pensar la gente que pase y vea que todas las ventanas tienen maderas clavadas para taparlas? Prefiero dejarme morir de hambre a permanecer encerrada aqu en esta cueva. Encadneme, Si quiere, pero arriba. Haga cualquier cosa, pero djeme que respire un poco de aire puro y que vea la luz del da! Lo pensar le dije. No, no, por favor, decida ahora mismo! Usted olvida quin es el que manda aqu.

Ahora...! Ahora! Ahora no puedo decidir. Tengo que meditarlo. Muy bien. Maana por la maana. O me dice que va a trasladarme arriba, o no pruebo ms alimentos. Y eso ser lo mismo que asesinarme! Su aspecto era duro, furioso. Di media vuelta y sal del stano.

Pens en el asunto durante toda la noche. Saba que deba ganar tiempo, y por ello decid fingir que lo hara. En otras palabras, hacer todo lo que diese la impresin de hacerlo, pero sin hacerlo. Lo otro que pens fue algo que podra hacer cuando llegara el momento oportuno.

A la maana siguiente baj al stano y le dije que haba estado meditando acerca de su peticin, que comprenda lo que ella deca, etctera, etctera. Si: poda arreglarse una de las habitaciones, pero eso tardara alrededor de una semana. Cre que ella, al orme, se pondra furiosa otra vez, pero no, lo tom con mucha tranquilidad. Pero ya sabe me dijo. Si esto es slo una nueva excusa, en cuanto me convenza de ello iniciar el ayuno. Lo hara maana mismo, pero necesito mucha madera y otras cosas. Probablemente tardar dos o tres

das en conseguir todo lo necesario. Me mir fijamente, como si quisiera leer en mis ojos si menta o era verdad lo que deca, pero yo cog el balde y sal. Despus de eso anduvimos muy bien, slo que yo finga sin cesar. No nos hablamos mucho, pero cuando lo haca, ya no se mostraba tan dura. Una noche quiso baarse y ver la habitacin donde se alojara, para comprobar lo que haba hecho en ella. Yo haba previsto aquella peticin. Haba conseguido una cantidad de madera, y la dispuse como para dar la impresin de que, en efecto, estaba preparando algo all. Era un dormitorio de la parte posterior de la casa. Me dijo que quera uno de esos antiguos silloncitos Windsor en la nueva habitacin (ya me peda cosas como antes), y lo compr al da siguiente, lo llev a la casa y se lo ense. No quiso que se lo dejase en el stano, sino que lo llevara a la habitacin de arriba. Dijo que no quera nada de cuanto tena (en materia de muebles) en la nueva habitacin. Todo result ms fcil de lo que yo esperaba. No bien vio la madera, los agujeros para los tornillos y dems, pareci creer realmente que yo me ablandara y le permitira trasladarse arriba en seguida. Parece que la idea era que yo bajara y la subiese. Despus, cenaramos arriba, y luego ella pasara su primera noche all, y al llegar la maana podra ver la luz del sol. En algunos momentos, hasta lleg a mostrarse

alegre. No tuve ms remedio que rerme. Bueno, digo rer, pero la verdad fue que yo tambin estaba nervioso cuando lleg el da.

Lo primero que dijo cuando baj a las seis de la tarde fue que le haba contagiado mi catarro, el que yo haba contrado en la peluquera de Lewes. Estaba muy animada, y se mostr mandona, rindose de m a cada momento, claro. Pero no saba que quien reira el ltimo sera yo. Estas son mis cosas para esta noche dijo. Maana podr subirme el resto. Est lista la habitacin? Ya me haba hecho la misma pregunta durante el almuerzo, y yo le contest afirmativamente. Ahora repet: S: est lista. Vamos entonces. Tiene que atarme? S dije, pero es que hay una cosa, una condicin. Una condicin? Inmediatamente se puso muy seria. Adivin en seguida. He estado pensando en esto dije. Si? Sus ojos parecan dos brasas. Me gustara sacar algunas fotos suyas.

Mas...? Pero si ya ha sacado muchas! Pero no de la clase que quiero. No le entiendo pero comprend que s me entenda. Quiero sacar unas fotos de usted, tal como estaba la otra noche repliqu. Ella se sent en un extremo de la cama. Siga dijo duramente. Y usted tiene que aparentar que le agrada posar para ellas dije. Ella sigui inmvil, sin decir una palabra. Pens que, por lo menos, se enfurecera, pero no: se qued quieta, sonndose con el pauelo. Y si lo hago...? Si lo hace, cumplir mi parte del convenio dije. Tengo que protegerme. Quiero tener unas fotos suyas, que usted se avergonzara de ensear a otra persona. Quiere decir que debo posar para fotografas obscenas, como para que, si escapo, no me atreva a decir nada a la Polica? Eso mismo. Pero no sern obscenas, sino fotos que a usted no le agradara que se publicasen. Fotos artsticas. Pues no! Lo nico que le pido es que haga lo que hizo el otro da sin que se lo pidiese. No, no, y no! He descubierto su juego, Miranda dije.

Lo que hice entonces estuvo mal, muy mal. Lo hice... Lo hice por desesperacin ante el hecho de que entre nosotros no hay una sola cosa que no sea sucia, mezquina y odiosa! Esto que me propone ahora es una verdadera vileza. No veo la diferencia. Se levant y se dirigi hacia la pared opuesta. Call y yo agregu: Lo hizo una vez, y puede volver a hacerlo. Dios, Dios...! Estamos como en un manicomio! Mir a su alrededor, como si yo no estuviese all, como si hubiese alguna otra persona, o como si fuera a derribar las paredes. O lo hace, o no sale ms de aqu. Se terminaron los baos, y los ejercicios, todo! Por un tiempo consigui engaarme. Usted no tiene ms que una idea: alejarse de m, burlarse y echar a la Polica sobre m. No es usted mejor que cualesquiera de esas mujeres trotacalles. Yo la respetaba, porque crea que era usted superior a todas. Diferente a las dems. Pero, no: es usted igual. Capaz de hacer la cosa ms repugnante para conseguir lo que quiere. Basta, basta, por favor! grit. En Londres podra conseguir en cualquier momento muchas mujeres superiores a usted. Y hacer con ellas lo que quisiera. Usted es un canalla repugnante, ruin, asqueroso! Siga, siga, que se es el lenguaje que mejor conoce

y que ms se adapta a usted. Usted est violando todas las leyes humanas de la decencia, todas las relaciones humanas decentes y todas las cosas decentes que se han producido entre su sexo y el mo! Qu llena de holln ests, le dijo la cazuela a la tetera! Usted se desnud ante m y me pidi lo que yo no quise darle. Y ahora, pague las consecuencias. Vyase de aqu...! Vyase! grit. Contsteme s o no dije. Ella se volvi como una furia, cogi un frasco de tinta y me lo arroj a la cabeza. Me fui, cerr la puerta y corr los cerrojos tambin. No le serv la cena. La dej que se cociese en su propia salsa, como vulgarmente se dice. Yo tena el pollo fro que haba comprado por si acaso, y algo del champaa. El resto, despus de beber, lo arroj al sumidero.

Me senta feliz. No podra explicarlo. Comprend que antes haba sido dbil, y que ahora le estaba haciendo pagar todo lo que me haba dicho y hasta lo que haba pensado sobre m. En mi dormitorio del piso alto, anduve de un lado a otro durante largo rato. Luego fui a ver la habitacin de ella, y me hizo rer slo pensar que estaba encerrada abajo, en el diminuto y asfixiante stano. Ella era quien iba a permanecer abajo en todos los sentidos, y aunque no fuera lo que mereca al

comienzo, ahora lo mereca por todo lo que haba hecho. Creo que tena motivos de sobra para ensearle quin era quin en el chalet.

Bueno, al final me qued dormido. Haba estado mirando las fotos anteriores, y algunos libros, y todo ello me dio algunas ideas nuevas. Haba uno de los libros, titulado Zapatos, con interesantsimas fotos de muchachas, principalmente de sus piernas, calzadas con distintos tipos de calzado. Algunas no llevaban ms que zapatos y cinturones. Eran unas fotos poco comunes, artsticas. A la maana siguiente, cuando baj al stano, llam a la puerta y esper, como de costumbre, antes de entrar, pero cuando lo hice me sorprendi mucho ver que la joven estaba todava en la cama. Se haba quedado dormida vestida, abrigada nicamente con la manta, y por un momento pareci no darse cuenta de dnde estaba y quin era yo. Me qued de pie junto a la cama, esperando el chaparrn de su ira, pero ella se limit a sentarse en el borde del lecho, descans los brazos sobre sus rodillas, y la barbilla entre las manos, como si acabara de salir de una terrible pesadilla y no pudiera soportar verse despierta. Tosi. Era una tos seca, de pecho. Y su aspecto era realmente lamentable. Al verla as, decid no decirle nada entonces, y me

fui a preparar su desayuno. Bebi el caf cuando se lo llev, y comi un poco de potaje. Por lo visto, haba suspendido el ayuno. Pero inmediatamente despus volvi a su posicin anterior, con la cabeza entre las manos. Me di cuenta de que su juego ahora era provocar mi compasin. Pareca totalmente vencida, pero creo que todo era una pose para hacerme caer de rodillas a su lado, pedirle perdn, o alguna tontera por el estilo. Quiere que le d unas pldoras de Coltrex? le pregunt. Porque me convenc de que, en efecto, estaba muy acatarrada. Asinti con un movimiento de cabeza, la cual tena an entre las manos, y sub a buscar el remedio. Cuando regres con l, no haba cambiado de posicin. Se vea claramente que estaba representando un drama, por lo cual pens: Bueno, ah te quedas para representarlo sola. Yo no tengo prisa, y puedo esperar. Le pregunt si quera algo, y me respondi que no con la cabeza. Me retir.

A la hora del almuerzo segua en cama. Cuando me acerqu, mir sobre el embozo de la ropa y me dijo que no quera ms que un poco de sopa y una taza de t, que le llev poco despus, y me retir. Lo mismo, poco ms o menos, ocurri a la hora de la cena. Me pidi unas aspirinas. Apenas comi dos o tres bocados. Pero se

era el mismo juego que haba puesto en prctica otras veces. Durante todo aquel da apenas cruzamos veinte palabras.

Al da siguiente, lo mismo. Permaneci en la cama, pero estaba despierta cuando entr por la maana, porque me di cuenta de que me estaba esperando. Cmo est? le pregunt, pero ella se qued inmvil, con la mirada clavada en m, sin contestarme. Si cree que me va a conmover con todo eso de quedarse en cama como si estuviese enferma, est muy equivocada. Ya no me dejo engaar tan fcilmente! Eso hizo que, por fin, hablara. Y me dijo, furiosa: Usted no es un ser humano! Usted no es ms que un sucio gusano! Si, un asqueroso gusano! Fing no haberla odo, y me fui a buscarle el desayuno. Cuando volv con la bandeja, me dijo: No se acerque a m! Su voz destilaba veneno. Qu ocurrira si yo me fuese definitivamente y la dejara encerrada aqu? Qu hara? Si tuviera las fuerzas suficientes para matarlo, lo hara! Como matara a un escorpin! Y lo har en cuanto me encuentre mejor! Jams lo denunciara a la Polica, porque me parece que la prisin no es castigo bastante para usted! No: le dara la muerte!

Comprend que estaba indignada de verdad, porque su juego le fallaba. Yo tambin estaba acatarrado y saba muy bien que no era nada del otro mundo. Lo que pasa es que usted habla demasiado respond. Se olvida de quin es el que manda aqu. Nada me resultara ms fcil que olvidar su existencia en este stano. Nadie se enterara. Al or tales palabras, cerr los ojos y no contest. Me fui entonces. Saqu la furgoneta y me dirig a Lewes, para comprar los alimentos del da. A la hora del almuerzo, pareca dormir cuando le anunci que estaba listo, pero hizo un pequeo movimiento. Me march. Todava estaba en la cama al llegar la hora de la cena, pero sentada y leyendo el volumen de Shakespeare que yo le haba comprado. Le pregunt, sarcsticamente, claro, si se senta mejor. Ella continu la lectura, sin responderme, y estaba a punto de arrancarle el libro de las manos para darle una leccin, pero, con un gran esfuerzo, consegu dominarme. Media hora despus, tras haber cenado yo tambin, baj de nuevo al stano y vi que no haba comido nada. Cuando hice un comentario al respecto, me contest: Me siento muy mal. Estoy segura de que esto es gripe! Pero fue lo suficientemente estpida para agregar inmediatamente:

Qu hara usted si yo necesitara un mdico? Espere y lo ver respond. Me duele terriblemente el pecho cuando toso! Lo que tiene no es ms que un simple catarro. No es un catarro! me grit. Claro que es un catarro! dije. Y djese de representar dramas, porque s perfectamente cul es su juego! No estoy representando! Ah, no! Usted no ha representado en su vida, verdad? Claro que no! Oh, Dios...! Usted no es un hombre! Si lo fuese...! Repita eso dije. Haba bebido ms champaa en la cena, por lo cual no estaba en un estado de nimo muy propicio para tolerar aquellas tonteras suyas. Dije que usted no es un hombre! Muy bien contest. Levntese de la cama! Desde este mismo momento soy yo quien va a dar las rdenes aqu! Ya haba soportado bastante. La mayora de los hombres habran llegado a este punto mucho antes que yo. Me acerqu y, de un tirn, le arranqu las ropas de cama y la cog por un brazo, tirando fuertemente. Ella empez a retorcerse y a luchar, arandome en la cara. Ahora voy a darle una buena leccin! dije. Tena las cuerdas en el bolsillo, y despus de luchar un rato consegu atarle las manos y luego amordazarla.

Si apret las ataduras, la culpa fue de ella. Por fin la at a la cama y sub a buscar la cmara fotogrfica. Ella se resisti duramente, claro, sacudiendo la cabeza y mirndome como si quisiera asesinarme con la mirada. Luego intent el recurso de la blandura, pero yo no ced ni un instante. Le quit las ropas, y al principio se neg a hacer lo que le ordenaba, pero al final se qued quieta y me obedeci, porque le dije que me quedara all hasta que lo hiciera. Saqu las fotos que quera, hasta que ya no me quedaban ms lamparitas de flash.

No fue culpa ma. Cmo poda sospechar que ella estaba mucho ms enferma que lo que pareca? Su aspecto era simplemente el de una persona con un catarro. Aquella misma noche revel las fotos y saqu copias. Las mejores eran aquellas en que no apareca su cabeza. Claro, con la mordaza, no quedara muy bien. Aparte aqullas, las mejores eran cuando estaba de pie, con zapatos de tacn alto, vista de espalda. Las manos atadas a la cama daban a las fotos un motivo interesante. Puedo decirque qued ampliamente satisfecho con lo que haba obtenido. Al da siguiente, cuando entr en el stano, estaba levantada y con la bata puesta, como si me estuviese esperando. Me sorprendi enormemente lo que hizo. Dio un paso hacia m, y cay de rodillas a mis pies.

Como si estuviese ebria. Tena el rostro muy congestionado, segn observ. Me mir, y vi que lloraba y que estaba muy agitada. Estoy muy enferma, Ferdinand! me dijo. Tengo pulmona o pleuresa! Es necesario que vaya a buscar un mdico sin perder tiempo! Me siento mal, muy mal! Levntese y vuelva a la cama le orden. Y me fui a buscar su desayuno. Cuando volv, le dije: Usted, sabe perfectamente que no est enferma. Si tuviese pulmona, no podra estar de pie ni un momento. No puedo respirar de noche! Me duele mucho aqu, y tengo que acostarme del lado izquierdo. Por favor, tmeme la temperatura! Tmemela! Le tom la temperatura y, efectivamente, era muy alta, pero yo saba que haba maneras de elevarla artificialmente. El aire es tan sofocante aqu...! se quej. Hay aire de sobra! contest. La culpa era suya, por haber empleado aquella treta antes. Pero fui a Lewes y consegu que el farmacutico me diese algo que, segn me dijo, era muy bueno para congestiones, as como unas pldoras antigripales y un inhalador, todo lo cual le administr sin que ella se opusiera. Intent comer algo a la hora de la cena, pero

no pudo, y vomit. Entonces me dio la impresin de que se encontraba muy decada, y por primera vez puedo decir que tuve motivos para creer que lo de su enfermedad era cierto. Tena el rostro muy congestionado, y algunos mechones de su pelo se adheran a las sienes, hmedas por la transpiracin. Pero pens que todo eso poda ser deliberado. Limpi lo que haba devuelto y le di las medicinas. Me dispona a retirarme cuando me pidi que me sentase en la cama, a su lado, para que no tuviera que forzar la voz. Cree usted que yo podra dirigirle la palabra si no estuviese gravemente enferma, despus de todo lo que me ha hecho? Usted provoc todo lo que ha sucedido respond. Pero usted tiene que darse cuenta de que estoy grave, muy grave! replic ella. Es una simple gripe dije. En Lewes hay una especie de epidemia de ese mal! No es gripe! Lo que tengo es pulmona! Apenas puedo respirar, porque me duele terriblemente! Ver cmo no ser nada dije. Esas pldoras amarillas la mejorarn muy pronto. El farmacutico me dijo que son buensimas. Lo mejor que se elabora para eso. Usted, al negarse a traerme un mdico, est cometiendo un verdadero asesinato. Va a matarme! Le digo que lo que tiene no es nada. Una fiebrecita

y nada ms. En cuanto mencion al mdico, sospech. Quiere hacerme el favor de enjugarme la cara con la toalla? Fue una cosa rara. Hice lo que me peda y, por primera vez en muchos das, me inspir compasin. Aquello era trabajo para una mujer, no para m. Quiero decir que en momentos como aqul, una mujer necesita la ayuda de otra mujer. Me dio las gracias. Bueno. Voy a retirarme dije. No, no se vaya, por favor...! Me morir! e intent cogerme un brazo. No sea tonta! le dije, pero sin irritacin. Tiene que escucharme...! Es necesario que me escuche! exclam. Y de pronto se ech a llorar desconsoladamente. Vi que sus ojos se llenaban de lgrimas, y golpeaba la cabeza de un lado a otro sobre la almohada. Ya me inspiraba verdadera lstima, por lo cual me sent en la cama, le di un pauelo y le dije que ira a buscar a un mdico si supiera que estaba verdaderamente enferma. Hasta le dije que la amaba locamente todava, que estaba arrepentido de todo, y muchas cosas ms. Pero ella segua llorando, y pareca que apenas me oa. Ni siquiera cuando le dije que su aspecto era mucho mejor que el del da anterior, lo cual, por cierto, no era verdad. Al fin se calm y se qued tendida con los ojos cerrados durante un rato. En un momento en que yo me mov, me dijo:

Quiere hacer una cosa que voy a pedirle? Qu es? Quiere quedarse aqu, conmigo, y dejar la puerta abierta para que entre un poco de aire? Acced, qu iba a hacer?, y apagamos las luces del stano. Quedamos solamente con la luz del otro stano, y me sent a su lado durante un largo rato. De pronto, observ que respiraba de una manera rara, como si estuviese agitada despus de una larga carrera o de haber subido muchos escalones corriendo. Me dijo que se asfixiaba, y me habl varias veces. Una de ellas dijo: No, por favor, no, y otra me parece que pronunci mi nombre, pero todo ello tan confuso que no se la poda entender bien. Por fin me pareci que se haba quedado dormida. La llam por su nombre, y no me contest. Entonces sal y cerr la puerta con llave. Luego puse la alarma del despertador para una hora temprana de la maana. Pens que se haba quedado dormida muy fcilmente, y que a lo mejor aquellas pldoras la mejoraban y a la maana siguiente estara ya en camino de una franca recuperacin, pasado ya lo peor del mal. Hasta cre que aquella enfermedad era una ventaja, porque de no haber cado enferma, seguramente habramos tenido escenas violentas como las de das antes. Lo que trato de decir es que todo ocurri de la manera ms inesperada. S que lo que hice al da

siguiente fue un error, pero hasta aquel da cre que estaba obrando de la mejor manera y dentro de mis derechos.

Octubre, 14.

Es la sptima noche. Pienso y pienso constantemente en lo mismo. Si supieran...! Si ellos supieran...! Tengo que compartir esta afrenta, este ultraje, con alguien o con algo. Por ello trato ahora de contrselo a este bloc de papel, que l me compr esta maana. sta es una muestra ms de su bondad. Tranquilamente. En lo ms recndito de mi corazn tengo ms y ms miedo cada da. Por eso, mi tranquilidad, que me esfuerzo en aparentar, es slo superficial. No hay en esto nada sucio ni sexual. Pero sus ojos son los ojos de un loco! Grises, con una griscea luz perdida en su fondo. No he dejado de observarle ni un instante desde el principio. Cre, estaba convencida, de que todo esto desembocara en un intento de violacin. Cada vez que me

volva de espaldas, lo haca de modo que l no pudiera lanzarse repentinamente sobre m. Y escuchaba. Tena que saber con exactitud en qu lugar de la habitacin se encontraba l. El poder... Se ha convertido ahora, para m, en una cosa tan real...! Si: ya s que la bomba H es una monstruosidad. Pero ahora me parece que tambin es una monstruosidad eso de ser tan dbil, tan completamente dbil! Cunto lamento no saber judo, porque as podra hacerle pedir misericordia a gritos! Esta habitacin, pequea como una cripta, es tan sofocante y est tan mal ventilada...! Las paredes parecen apretarme. Ahora, mientras escribo esas lneas, estoy escuchando por si acaso viene. Todos los pensamientos que acuden a mi mente son como dibujos malos, y siento la necesidad de destruirlos inmediatamente. Escapar...! Escapar...! Tratar de escapar! No me es posible pensar en otra cosa. Pero hay algo muy extrao en todo esto. Ese hombre me fascina. Siento el ms profundo desprecio y repugnancia hacia l. No puedo soportar la crcel de este stano. Adems, no puedo apartar de mi mente la idea de que todos estarn desesperados por mi ausencia. Siento esa desesperacin en todos mis huesos. Cmo es posible que me ame como dice? Cmo

puede amarse a una persona a quien no se conoce? Desea agradarme, y pone en ello una tremenda desesperacin, pero estoy segura de que los locos son as. No son deliberadamente locos. En cierto modo, ellos deben de sentirse tan sobresaltados como todos los dems cuando, por fin, hacen algo tan espantoso como lo que este hombre acaba de hacer conmigo. Hace solamente uno o dos das que puedo referirme a l de esta manera. El viaje hasta aqu, en aquella furgoneta, fue una constante pesadilla. Fui todo el tiempo descompuesta, con ganas de vomitar, y semiasfixiadapor la mordaza. Y, por fin, los vmitos! Y el pensar, el horrible pensar que se me iba a meter en alguna espesura del borde del camino, para violarme primero y asesinarme despus! Tuve la seguridad, cuando se detuvo la furgoneta, de que eso era lo que me iba a suceder. Y creo que fue eso lo que me descompuso y me hizo vomitar, no slo el bestial cloroformo que se me haba hecho aspirar. (No haca ms que recordar las terrorficas historias de Penny Lester, en las que relata cmo se salv su madre de ser violada por los japoneses. No cansaba de repetirse: No resistas...! No resistas! Alguien, en Ladymont, dijo cierta vez que son necesarios dos hombres para abusar por la fuerza de una mujer, y que las mujeres que se dejan poseer por un hombre por la fuerza, quieren ser posedas.) Ahora s, estoy segura, de que l no podra obrar de esa manera. Empleara otra

vez el cloroformo, o algo as. Pero aquella primera noche no pude pensar en otra cosa que en eso: No resistas..., no resistas! Agradec al cielo estar viva. Comprendo que soy terriblemente cobarde. No quiero morir, porque amo la vida apasionadamente. Nunca haba sabido hasta hoy cunta es mi ansia de vivir! Si consigo librarme de este infierno, jams podr volver a ser lo que era antes. He buscado por todas partes algo que pueda servirme de arma, pero no hay nada, absolutamente nada, que me aproveche para ese propsito, aunque tuviera la fuerza y la habilidad necesarias, que no las tengo. Todas las noches apuntalo con una silla la puerta forrada de hierro. De este modo, por lo menos me enterar si l intenta penetrar sigilosamente, para que yo no le oiga. Hay en la habitacin un odioso laboratorio y dems artefactos de higiene. La gran puerta silenciosa inexpugnable! No tiene ojo de cerradura ni nada por el estilo. El silencio. Ahora ya me he acostumbrado un poco ms a ese silencio. Pero aseguro que sigue siendo terrible. Jams se oye el menor ruido de fuera. Eso me hace experimentar la sensacin de que estoy esperando constantemente, aterrada, slo Dios sabe qu. Viva. Pero viva a la manera en que est viva la muerte. La coleccin de libros sobre pintura. Valen en total

casi cincuenta libras esterlinas. He sumado todos los precios marcados. La primera noche se me ocurri, de pronto, que esos libros estaban ah por m y para m exclusivamente. Esto equivale a decir que no he sido una vctima casual de este secuestro, sino deliberadamente elegida. Y estn tambin esos cajones de la cmoda, abarrotados de prendas de vestir de todas clases: faldas, vestidos, blusas, medias de varios colores y una extraordinaria seleccin de ropa interior, toda de Pars. En seguida vi que todo aquello era de mi talla. En realidad, esa ropa me queda un poquito grande, pero l me ha dicho que los colores son los mismos que me ha visto usar antes de secuestrarme. Antes de precipitarse sobre m esta tragedia, mi vida me pareca realmente hermosa. S: ah estaba G.P., pero hasta eso era tambin extrao. Excitante. Excitante! Y luego, esto! Dorm un poco con la luz encendida, sobre la cama. Me habra agradado lo indecible poder beber una copa de cualquier cosa, pero pens que a lo mejor la bebida estara drogada. Todava no he conseguido desprenderme del temor de que la comida est drogada tambin. Hace ya siete das, pero me parece como si hubieran transcurrido siete semanas. Pareca un joven tan inocente, sinceramente preocupado cuando me detuvo en la calle...! Me dijo que

haba atropellado con la furgoneta a un perro. Pens con horror que podra ser Misty. Era exactamente ese tipo de hombre del cual una no sospechara jams. El hombre con menos aspecto de loco que he visto en mi vida. Fue como si me hubiera cado, desde el borde del mundo, al vaco. Un borde que apareci as, como de repente. Todas las noches hago una cosa que hace muchos aos tena olvidada por completo. Me acuesto y rezo. No me arrodillo, porque estoy segura, s, que Dios desprecia a quienes se arrodillan. Me acuesto y le pido que consuele a mam, pap, Minny y Caroline, que deben de sentirse tan culpables, y a todos los dems, hasta a todos aquellosa quienes les hara bien sufrir por m (o por cualquier otra persona). Como, por ejemplo, Piers y Antoinette. Le pido que ayude a esta miseria humana que me tiene ahora en su poder. Le pido que me ayude, que no permita que l me viole y despus me asesine. Le pido que me conceda la luz. Literalmente, la luz del da. No puedo soportar esta oscuridad absoluta. Me ha comprado unas velitas de noche. Me duermo con una de ellas encendida, junto al camastro. Antes dejaba encendida la luz elctrica. Lo peor de todo es el despertar. Me despierto y, por un momento, me parece que estoy en mi dormitorio de casa, o en la casa de Carolina. Y de pronto la terrible

verdad me golpea como una tremenda maza! No s si verdaderamente creo en Dios. Le or con desesperacin durante el viaje en la furgoneta, cuando cre seguro que iba rumbo a la muerte (sa es una prueba en contra, me parece que oigo decir a G.P.). Pero es que al rezar parece que todo sea menos terrible. No escribo ms que trozos y fragmentos. No puedo concentrar mi mente para unirlos en un todo comprensible. He pensado tantas cosas, y ahora no puedo pensar una sola! Pero hace que me sienta ms tranquila. Me queda la ilusin, por lo menos. Como, por ejemplo, calcular cunto dinero ha gastado una en compras. Y cunto le queda.

Octubre, 15

l no ha tenido padres desde muy pequeo. Lo ha criado una ta. Me parece verla: una mujer delgada, seca, de cara plida y una desagradable boca de labios apretados y ojos grises malignos, que usa siempre unos voluminosos sombreros color beige y se cubre con una ridcula prenda, para defenderse del polvo y la suciedad, porque el polvo y la suciedad lo son todo para ella, fuera de su horrible y mezquino mundo de callejuela oscura.

Le he dicho que lo que l busca es la madre que no ha tenido nunca; pero, como es natural, no ha querido escucharme. No cree en Dios. Y eso es lo que ms hace que yo quiera creer. Le habl de m. Le habl tambin de vosotros, pap y mam, con toda la emocin que pude. Est enterado de lo de mam. Por lo visto, todos en el pueblo lo saben tambin. Mi teora es que la tarea que debo realizar es la de convencerle de que no es un mrtir, ni mucho menos. El tiempo que llevo ya en esta prisin! Es un tiempo interminable.

La primera maana. LIam a la puerta, y esper alrededor de diez minutos (como lo hace invariablemente). No fueron diez minutos muy agradables por cierto. Todos los pensamientos que haba tenido durante la noche para consolarme, desaparecieron como por encanto y me dejaron terriblemente sola. En aquel momento me dije: Si lo intenta, no resistas... No resistas! S, le dira: Haga lo que quiera conmigo, pero no me mate... No me mate! Puede hacerlo otra vez! Como si yo fuese una de esas telas lavables y duraderas que hay por ah! Todo fue distinto. Cuando l entr, se qued de pie, mirndome como un papanatas, y luego, de pronto, al

verle sin sombrero, supe quin era. Supongo que eso se debe a que yo retengo las facciones de la gente sin darme cuenta. Lo que los dibujantes llaman memoria grfica. Era empleado del Anexo de la Municipalidad, y haba ganado una fabulosa suma en una de esas quinielas de ftbol. Todos los diarios de Londres publicaron su fotografa. Y recuerdo que todos dijimos que le habamos visto muchas veces por la calle. Intent negarlo, pero se puso colorado. Se pone encarnado por cualquier cosa. Ponerle a la defensiva me resulta ms fcil que estornudar. Su cara tiene algo as como una expresin natural de persona ofendida. Como una oveja. No: una jirafa. Insist en mis preguntas, pero l no quiso contestarlas. Se limit a mirarme con una expresin que pareca indicar mi poco o ningn derecho a preguntarle. Como si esto no fuese lo que se haba convenido entre los dos. (No se convino nada, claro.) Nunca ha tenido relaciones de ninguna clase con muchachas. Por lo menos con muchachas como yo. Es un joven puro como la blanca y casta azucena. Mide un metro ochenta, o sea, unos veinticinco centmetros ms que yo. Delgado, por lo cual da la impresin de ser todava ms alto que lo que es. Un poco desgarbado. Su nuez, demasiado pronunciada. Las muecas, excesivamente gruesas. El mentn, demasiado grande. El labio inferior casi mordido, y los bordes de las aletas de la nariz, rojos. Glndulas. Tiene una de esas

extraas voces intermedias, ineducada pero que quiere ser culta. Sin embargo, le falla constantemente. Su rostro, en general, es demasiado largo. Y, adems, tosco, lo cual es peor. Como endurecido. Usa siempre chaqueta deportiva y pantaln de franela. Y gemelos en los puos de la camisa! Es lo que la gente llama un joven agradable. Absolutamente neutro en materia sexual. Tiene la costumbre de pararse con los brazos cados a los costados del cuerpo, o a la espalda, como si nunca supiera qu diablos hacer con ellos. Esperando respetuosamente a que yo le d mis rdenes. Ojos de pez, siempre abiertos y vigilantes. Eso es todo. Sin la menor expresin. Hace que me sienta caprichosa. Como si l fuese empleado en una tienda de tejidos, y yo, una cliente difcil de conformar. Es su lnea de conducta. Un remedo, una burla de humildad. Eternamente lo siento mucho. Si le digo que se vaya, obedece en seguida, sin oponer la menor objecin. Hace cerca de dos aos que me observa en secreto. Me ama con desesperacin; se senta muy solo, y saba que yo siempre estara por encima de l. Fue horrible. Me habl con torpeza; siempre tiene que decir las cosas con rodeos, y ni una sola vez deja de tener una justificacin para s mismo. Yo me qued muy quieta,

oyndolo. Pero no poda mirarlo. Fue su corazn, como desparramado por toda la espantosa alfombra color mandarina. Cuando termin de hablar, los dos nos quedamos quietos all, sin decirnos nada. Cuando se levant para retirarse, intent decirle que comprenda, que no dira una palabra si me llevaba otra vez a casa, pero l se resisti. Trat de dar la impresin de que le comprenda perfectamente y que simpatizaba con l y su problema, pero esto pareci asustarle an ms. A la maana siguiente, lo intent de nuevo. Descubr cmo se llama (vil coincidencia! ), y me mostr muy razonable. Le mir a los ojos y apel a sus buenos sentimientos, pero de nuevo no consegu ms que asustarle. A la hora del almuerzo le dije que me haba dado cuenta de que l estaba avergonzado de lo que haca, y que no era demasiado tarde an para enmendar la falta. Cuando uno machaca un poco sobre su conciencia, sta cede, pero no por eso parece causarle el menor dao. Estoy avergonzado! dice. S, s que deba hacerlo, aade. Le dije que no tiene aspecto de ser un mal hombre, y me contest: sta es la primera cosa mala que he hecho en toda mi vida. Probablemente ser cierto. Pero esta primera cosa mala que ha hecho vale por varios centenares. Algunas veces me parece que se muestra muy hbil. Est tratando de ganarse mi simpata por medio del

recurso de fingir que se encuentra atrapado por una cosa, en un callejn sin salida. Aquella noche trat de no mostrarme gentil, sino, por el contrario, maligna y dura. Se limit a dar la impresin de estar ms ofendido que nunca por mi actitud. Tiene una gran habilidad para eso. Podra decirse que pretende oprimirme entre los tentculos de esa actitud de mostrarse tan profundamente afectado. Y explota a maravilla el melanclico recurso de no pertenecer a la misma clase social e intelectual que yo. Yo s perfectamente lo que soy para l: una mariposa que siempre ha ansiado atrapar. Recuerdo que el da que conoc a G.P. me dijo que los coleccionistas son los peores animales de todos. Se refera a los coleccionistas de cuadros, naturalmente. Yo no le comprend en realidad, y me pareci que slo intentaba aterrorizar a Caroline y a m. Ahora comprendo que tiene mucha razn. Los coleccionistas van contra la pintura, contra la vida misma y contra todo.

Escribo en este terrible silencio de la noche, como si me sintiese normal. Pero es todo lo contratio. Estoy tan asustada, tan sola, y me siento tan mal...! Esta soledad me resulta intolerable. Cada vez que se abre la puerta quiero lanzarme contra ella y huir de aqu. Pero s que debo ahorrar esos intentos de fuga. Tengo que

superarle en astucia y planear para el futuro! Sobrevivir.

Octubre, 16

Escribo por la tarde. Ahora yo estara en la clase de dibujo con modelo vivo. Sigue andando el mundo? Contina brillando el sol? Anoche pens: Ya estoy muerta. S, porque esto es la muerte. El infierno! En el infierno no puede haber otras personas, o por lo menos, no ms de una como l. El diablo no podra ser endiablado pero atractivo, sino exactamente como l. Esta maana lo dibuj. Quera reproducir su rostro para ilustrar estas observaciones. Pero no me sali a mi gusto, y a l, claro, le pareci muy bueno. Me dijo que estaba dispuesto a pagarme doscientas libras esterlinas por el dibujo. Est completamente loco! La causa soy yo. S: me ha convencido de que yo soy su locura. Durante aos ha estado buscando algo en que volcar su locura. Y ahora, por desgracia, me ha encontrado a m.

No puedo escribir en un vaco como ste. A nadie.

Cuando dibujo, siempre pienso en alguien, como, por ejemplo, G.P. junto a m, mirando lo que hago por encima de mi hombro. Todos los padres deberan ser como los mos, porque as las hermanas llegan a convertirse en verdaderas hermanas. Tienen que ser una para la otra, lo que somos Minny y yo.

Querida Minny: Ya llevo ms de una semana en este terrible encierro, y te echo muchsimo de menos, igual que echo de menos el aire puro, los rostros de todas las personas a quienes tanto odiaba en el Metro, y las cosas nuevas que ocurran todas las horas de todos los das, aunque yo no pudiera verlas, sino presentirlas. Pero lo que ms echo de menos es la frescura y la delicia de la luz natural, la luz del da. No puedo vivir sin la luz del sol. En la luz artificial, todas las lneas mienten, y casi la llevan a una a desear la oscuridad. No te he dicho cmo intent huir. Estuve pensndolo toda la noche. No poda dormir, porque el ambiente de este sofocante agujero en que me encuentro encerrada me descompone, y tengo ya el estmago completamente destrozado (l trata de cocinar, pero es un verdadero desastre). Fing que algo andaba mal en mi cama, y cuando l se acerc, di media vuelta como un rayo, y corr. Pero no pude cerrar la

puerta para dejarle atrapado, y me alcanz en el stano principal. Por el ojo de la cerradura se filtraba una monedita de luz de sol. Piensa en todo. Cierra la puerta con llave y cerrojos. Pero no me arrepiento de haber realizado aquella tentativa, porque me permiti ver ese poquito de luz natural. Estoy segura de que l haba previsto que yo intentara salir y dejarlo encerrado aqu. Durante tres das no permit que me viese ms que de espalda. En esas setenta y dos horas ayun,no le habl una palabra, y dorm. Cada vez que me senta segura de que l no vendra, me levantaba y me mova de un lado a otro, haciendo unos pasos de baile, para desentumecerme, y lea algunos libros de esos sobre pintura que l me trajo. Ah, y beba agua, mucha agua! Pero no toqu los alimentos que l me traa. Consegu imponerle un convenio. Las condiciones que me propuso incluyen un plazo de seis semanas ms de encierro. Hace una semana, seis horas me habran parecido demasiadas! Llor, vi que eso le afectaba y consegu que me redujera el plazo a cuatro semanas. Pero esto no disminuye mi temor ante el hecho de estar en esta casa, sola con l. He llegado a conocer, hasta de memoria, el ltimo centmetro de esta asquerosa y asfixiante cripta. Parece casi como si ya me estuviese amoldando fsicamente a ella, como los peces de esos lagos de las grandes grutas se amoldan a la falta absoluta de luz y producen, al cabo de algunas

generaciones, cras sin ojos. Pero el caso es que esas dos semanas menos parecen muy importantes. Me siento como si me faltase por completo la energa. Estoy constipada en todas las formas imaginables. Minny: ayer me permiti que subiera con l. Primeramente, la enorme alegra de aspirar el aire exterior, y luego, el hecho de encontrarme en un espacio mucho ms amplio que el de tres por tres (lo he medido) del segundo stano, y verme bajo las estrellas, aspirando a pleno pulmn el maravilloso, maravilloso!, aire, a pesar de que el da era hmedo y haba neblina. Pens que podra correr, pero l me cogi firmemente por un brazo. Adems, estaba atada y amordazada. Todo cuanto me rodeaba se hallaba envuelto en la ms profunda oscuridad, y tan solitario...! Ni siquiera habra sabido en qu direccin tena que correr! La casa es un viejo chalet. Es posible que por fuera tenga partes de madera. Dentro hay muchas vigas, los pisos estn bastante desnivelados, y los techos son muy bajos. En realidad, es una encantadora casa antigua, pero que ha sido decorada y amueblada con el ms deplorable buen gusto, segn lo preconizan las revistas femeninas. Hay espantosos choques de colores, una horrenda mezcla de distintos estilos de muebles, muchos chiches de esos que enloquecen de orgullo a los dueos de casa propia de la clase media para abajo, y

horribles adornos. Y los cuadros...! Nadie me creera si describiese el atentado mltiple que constituyen esos cuadros. Me dijo que una firma se hizo cargo de elegir todo el mobiliario y las decoraciones. Esa firma tiene que haber dejado vaco su depsito de todo lo inservible e invendible. El bao s fue delicioso. Saba que l poda entrar en cualquier momento (la puerta no tiene Llave y ni siquiera puede cerrarse porque hay un taruguito de madera atornillado, que lo impide). Pero sin que pudiera decir por qu, estaba segura de que l no sera capaz de hacer eso. Qu encantador es ver una baera de agua caliente y todas las dems instalaciones de un excelente cuarto de bao! Tan encantador, que casi no me import, por un buen rato, estar prisionera. Me met all, y le hice esperar horas y horas, fuera, cerca de la puerta. Pero no pareci que le importase mucho. Se port muy bien. Nada le hace preocuparse. Pero creo haber descubierto la manera de enviar un mensaje al mundo exterior. Puedo meter un papel en un frasquito y echarlo por el desage del inodoro. Sera mejor rodear el frasquito con una cinta de color bien chilln. Tal vez alguien lo vera algn da, en alguna parte. Lo har en cuanto se me presente la oportunidad. Escuch atentamente para comprobar si se oa ruido de trfico, pero sin resultado. O el canto de un bho, Y el zumbido del motor de un avin!

Si los aviadores supieran las cosas que pasan en los lugares sobre los cuales vuelan! Estamos todos en aviones. La ventana del cuarto de bao est cubierta por unas slidas tablas fuertemente atornilladas. Enormes tornillos. Busqu por todas partes algo que pudiera servirme de arma. Pero nada encontr. Aunque encontrase algo, estoy segura de que no sabra usarlo. Lo vigilo y me vigila. No nos brindamos la menor oportunidad. l no parece muy fuerte, pero, como es natural, tiene ms fuerza que yo. Tendra que cogerlo muy de sorpresa para triunfar. Todo est cerrado con llave, y algunas cosas, con cerrojos tambin. En la puerta de mi celda hay hasta una de esas alarmas elctricas contra ladrones. Ha pensado en todo. Pens incluir una notita en la ropa sucia, para cuando fuese enviada al lavadero. Pero no manda a lavar ni una prenda fuera de la casa. Cuando le pregunt cmo cambiaba las sbanas, me dijo que las compra nuevas, y que le avisara cuando quisiera un juego limpio. Cada vez me convenzo ms de que la nica manera (tambin muy problemtica, lo s) es lo del frasquito por el desage del retrete. Minny: no te escribo a ti; estoy hablando conmigo misma. Cuando sal del bao, con una de las menos espantosas camisas que l me ha comprado, se levant

(haba permanecido sentado todo el tiempo junto a la puerta). Yo me sent como la Cenicienta cuando baja por la gran escalinata del saln de baile. Al verme, casi cae desmayado. Supongo que fue al verme con una de las camisas compradas por l. Ah, y con el pelo suelto! O tal vez haya sido la conmocin de verme sin la mordaza. Fuera por lo que fuere, le sonre, lo engatus y me dej que siguiera sin la mordaza y que echara un vistazo a mi alrededor. Se mantuvo muy cerca de m en todo momento. Comprend que, si daba el menor paso en falso, saltara sobre m instantneamente. Arriba, dormitorios, habitaciones que podran haber sido encantadoras, pero que estn llenas de moho, totalmente abandonadas. Se ve que hace mucho que nadie las habita. Todo aquello tiene un extrao aire de muerte. En la planta baja, lo que l llamaba (cmo no!) sala, es una hermosa habitacin, mucho mayor que las otras, cuadrada, con una enorme viga en el techo, sostenida por tres columnas que tienen su asiento en la mitad de la habitacin. Tiene otras vigas, rinconcitos y deliciosos ngulos arquitectnicos, que slo un arquitecto podra acumular en un milenio en una sola estancia. Pero todo eso asesinado, claro, por los muebles y los adornos. En la repisa de una deliciosa chimenea antigua, mejor dicho, colgados de la pared sobre la misma, dos patos silvestres de porcelana. No me fue posible resistirlo e hice que volviera a atarme las manos, pero por delante! Luego descolgu aquellas

monstruosidades y las hice pedazos contra el fogn! Eso pareci herirle tanto como cuando le di una bofetada por no dejarme huir. Me hace cambiar de ropa, quiere que baile con l, metafricamente hablando, que le intrigue, le encandile, le asombre. Es tan mentalmente lerdo, tan falto de imaginacin, tan carente de vida...! Blanco, como el cinc. Veo que lo que ejerce sobre m es una especie de tirana. Me obliga a mostrarme cambiable, a obrar. A alardear. Es esa odiosa tirana de las personas dbiles. As la calific G.P. un da. El hombre ordinario es la maldicin de la civilizacin. Pero, al mismo tiempo, ste es tan ordinario que resulta extraordinario. Le gusta hacer fotografas. Y quiere sacarme una: un retrato. Ah! No debo olvidarme de sus mariposas, que supongo pueden ser consideradas hermosas. S, y bastante bien dispuestas en sus bandejas, con sus pobres alitas extendidas, todas en el mismo ngulo. Tuve compasin de aquellas pobres mariposas muertas, vctimas, como yo, del monstruo. Las que l muestra con ms orgullo son las que denomina aberraciones. Abajo, me permiti que le mirase mientras haca el t (en el stano principal), y algo muy ridculo que dijo me hizo rer..., o querer rer. Terrible!

De pronto me di cuenta de que yo tambin me estaba volviendo loca, y de que l era malignamente astuto. Claro que no le importa lo que yo le diga sobre s mismo. Tampoco pareci importarle que destrozara aquellos horrorosos patos silvestres de porcelana. Porque, de pronto, a pesar de que me ha secuestrado, ve que ro con l y le sirvo el t, como si fuera su mejor amiga, o su novia. Lo insult. Y de pronto me convert en la hija de mi madre: una perra, casi una ramera. Ah lo tienes, Minny. Cunto dara por tenerte aqu a mi lado, para que pudiramos hablar las dos en la oscuridad! Si pudiera hablar con alguien, aunque slo fuera por espacio de unos minutos...! Pero alguien querido para m. Porque as, escribiendo estas notas, lo presento todo mucho menos sombro que lo que es en realidad. Voy a llorar otra vez. Esto es tan injusto...!

Octubre, 17

Me produce una tremenda indignacin el cambio que se ha operado en m. Acepto demasiado. Para empezar, debo decir que

me pareci que debera esforzarme por parecer, o ser, real, positiva, y no permitir que su anormalidad llegase a dominar la situacin. Pero es posible que l lo haya planeado. Porque la verdad es que ha conseguido que yo me comporte tal y como l lo desea. Esta no es una mera situacin fantstica: es una fantstica variacin de una situacin fantstica. Quiero decir, que ahora que me tiene ya a su merced, no va a portarse como se portara cualquier otro hombre, o como se esperara de l. En consecuencia, hace que yo me sienta falsamente agradecida. Tiene que darse cuenta de eso: de que puede obligarme a depender de l. Estoy nerviossima! Ni remotamente tan tranquila como aparento estar cuando leo esto que acabo de escribir. Lo que ocurre es que queda todava tanto tiempo que pasar as... Un tiempo interminable, interminable!, interminable! Todo esto que escribo no es natural. Es algo as como dos personas que tratan de mantener una conversacin. En cierto sentido, es todo lo contrario de dibujar. Una dibuja una lnea, y en seguida sabe si est bien o mal. Pero una escribe una lnea, y le parece que est bien, pero la vuelve a leer ms tarde, y es todo lo contrario.

Anoche quiso sacarme una fotografa, y le permit que hiciera varias. Pienso: es posible que un da se descuide y que alguien me vea por aqu. Pero me parece que vive solo en este chalet. Tiene que ser as. La noche anterior debi de pasrsela revelando y haciendo copias de las fotos que me sac (cualquier da se le va a ocurrir llevarlas a revelar a la ciudad!). Las fotos que me sac fueron con un flash, y no me gusta ese sistema. Adems, el fogonazo me hizo dao en los ojos. Hoy no ha sucedido nada, como no sea que hemos llegado a una especie de arreglo respecto de mi necesidad de hacer ejercicio. Hasta ahora no me ha permitido estar a la luz del da. Pero puedo subir al stano principal. Me senta irritada, por lo cual me mostr tal como me senta. En cuanto termin el almuerzo, le dije que se fuera, y lo mismo despus de la cena. Las dos veces me obedeci sin chistar. La verdad es que en ese sentido se porta muy bien. Hace todo lo que le pido o digo. Me ha comprado un fongrafo y discos, as como todas las cosas de la largusima lista que le di. Se ve que le agrada comprar cosas para m. Podra pedirle lo que se me antojase. Bueno, menos mi libertad, naturalmente. Me ha regalado un reloj suizo costoso. Le dije que lo usar mientras est aqu, y que se lo devolver cuando me vaya. Le hice saber que me resulta imposible soportar esa espantosa alfombra amarilla, y me ha

comprado varias para remplazarla: todas persas o turcas. Adems, me trajo tres esteras de la India y una divina alfombra turca color prpura, rosa-naranja y sepia, con bordes blancos. Me dijo que era la nica que tenan, por lo cual no puedo decir que se deba a su buen gusto. As, esta horrible celda es un poco ms habitable. El piso est ahora muy blando con todas las alfombras. He roto todos los feos ceniceros y bibelots. Todos esos adornos horribles no merecen persistir. Soy tan superior a l...! S que esto suena a malignamente vanidoso, pero la verdad es que lo soy, lo soy! Y as, es algo que se parece a una reproduccin de Ladymont y Boadicea, as como noblesse oblige. Estoy convencida de que tengo la obligacin de mostrarle cmo viven y se comportan los seres humanos decentes. l es la fealdad propiamente dicha! Pero no es posible destruir la fealdad humana como si fuese de porcelana, barro o cristal. Qu extrao me pareci todo hace tres noches! Estaba tan excitada al salir de esta cripta...! Me senta tan duea de m misma! Todo lo sucedido me pareci, de pronto, una gran aventura, algo que un da cercano contara a todas mis amistades. Una especie de partida de ajedrez contra la muerte, que yo hubiese ganado inesperadamente. Una sensacin de haber corrido un tremendo peligro, pero que ahora iba a marchar como sobre ruedas. Hasta que l me iba a dejar volver a mi

casa. Locura! S: est loco, y no tengo ms remedio que darle ese nombre. Desde hoy, voy a llamarle Calibn Piero. He pasado el da entero con Piero, he ledo todo cuanto a l se refiere, he contemplado largamente todas las ilustraciones del libro, y en cierto modo he vivido con ellas. Cmo es posible que llegue algn da a ser una buena pintora, cuando conozco tan poco de Geometra y Matemticas? Voy a pedirle a Calibn que me compre libros. Me convertir en una gemetra. Tengo enormes dudas sobre la pintura moderna. Pens en Piero de pie ante una tela de Jackson Pollock, no, ante un Picasso o un Matisse. Y veo sus ojos. Las cosas que Piero puede decir en una mano, o en un pliegue de una manga! S perfectamente todo eso. Nos ha sido dicho una y otra vez, y yo misma lo he dicho. Pero hoy lo he sentido realmente. He tenido la sensacin de que toda nuestra era es una burla y una simulacin. La forma en que la gente habla del cubismo, y otros ismos, y las largas y difciles palabras que emplea, me parecen tan intiles como tontas. Y todo para qu? Para ocultar el hecho de que uno puede y sabe pintar o no puede ni sabe. Yo quiero pintar como Berthe Morisot. No quiero decir con sus colores, formas o nada fsico, sino con su simplicidad y su maravillosa luz. No quiero ser hbil o lista, o grande o significativa. Lo que quiero es pintar

la luz del sol sobre los rostros de los nios, o flores en un cerco, o una calle despus de una lluvia de abril. La esencia. No las cosas propiamente dichas. Saetas danzantes de luz sobre las cosas ms pequeas. O ser eso un sentimentalismo? Me siento deprimida. Estoy tan lejos de todo...! De la normalidad... De la luz... De lo que quiero ser.

Octubre, 18

G.P.: Tienes que pintar con toda tu alma, con todo tu ser. Eso es lo que se aprende primero. Lo dems es suerte. Esta maana dibuj una serie completa de rpidos bosquejos de fruteros llenos de fruta. Puesto que Calibn est siempre dispuesto a comprarme cosas, no me interesa la cantidad de papel de dibujo que desperdicio. Colgu los bosquejos, y le ped que eligiese el que a su juicio era el mejor. Como es natural, eligi el peor de todos, y luego fue eligiendo los que ms se parecan al frutero con su fruta. Intent explicarle. Me estaba jactando sobre uno de los bosquejos (el que ms me gustaba). Me irrit, porque para l el dibujo y la pintura no significan nada, y lo dijo bien claro con sus

siempre vacilantes palabras. Por lo visto, para l yo no era otra cosa que una criatura que se estaba divirtiendo. En realidad fue culpa ma, porque yo haba estado alardeando. Cmo poda esperar que l viese la magia y la importancia de la pintura (no mi pintura o mis dibujos), sino de la pintura en general? Despus del almuerzo tuvimos una discusin. Siempre me pregunta si le permito quedarse un rato. Algunas veces me siento demasiado sola y tan amargada por mis propios pensamientos, que le dejo que se quede, y hasta podra decir que quiero que se quede. Eso es lo que le hace este encierro a una. La discusin fue sobre el desarme nuclear. El otro da yo tena dudas, pero ahora ya no. Dilogo entre Miranda y Calibn: M. (Sentada en mi cama. Calibn, en su silla de costumbre, junto a la puerta forrada de hierro. En el stano principal, el ventilador estaba funcionando.) Qu opina usted sobre la bomba H.? C. Nada de importancia. M. Pero algo tiene que pensar. C. Si: que ojal no caiga sobre usted o sobre m. M. Me doy cuenta de que usted no ha vivido nunca con gente que tome las cosas en serio y las discuta seriamente. (l adopt su pose de hombre herido, afectado.) Bueno: probemos otra vez. Qu piensa usted de la bomba H? C. Si dijera algo serio, usted no lo tomara con

seriedad. (Le mir fijamente hasta que no tuvo ms remedio que seguir.) Es obvio. Nada se puede hacer ya contra ella. Ha sido inventada y la tendremos para siempre. M. Entonces, no le importa lo que le suceda al mundo? C. Qu diferencia habra si me importase? M. Oh, Dios! C. En esta clase de problemas, nosotros, el pueblo, no tenemos ni voz ni voto. M. Veamos: si hubiese un nmero suficiente de nosotros convencidos de que la bomba H. es maligna, y que una nacin que se precie de decente jams podra adoptarla fueran cuales fueren las circunstancias, el Gobierno tendra que hacer algo al respecto. No le parece? C. La verdad, no es una esperanza muy grande. M. Cmo cree usted que empez el cristianismo? O cualquier otra cosa? Pues todo empez con un pequeo grupo de personas que se neg a abandonar sus esperanzas. C. Qu ocurrira, entonces, si los rusos se lanzasen contra nosotros? (Cree que ha expuesto un argumento muy hbil.) M. Si se trata de no tener ms remedio que elegir entre arrojarles bombas o tener que soportarlos aqu, como conquistadores, entonces, creo que lo segundo, sin discusin.

C. Eso es pacifismo. (Jaque mate.) M. Claro que lo es, gran tonto! Sabe usted que yo he caminado, paso a paso, todo el camino desde Aldermaston a Londres? Sabe usted que he dedicado horas y ms horas de mi tiempo para distribuir volantes y poner direcciones en sobres, y discutir con gente miserable como usted, que no cree en nada..., gente que realmente merece que les caiga encima una bomba de sas? C. Eso no demuestra nada. M. Es la desesperacin ante la falta de sentimientos, amor y razn que hay hoy en el mundo. (Esto es, ya lo s, hacer trampa. Porque no dije lo que acabo de escribir, pero ahora voy a escribir lo que quiero decir, as, como lo que hice.) Es la desesperacin ante la posibilidad de que una persona pueda siquiera considerar la idea de dejar caer una bomba H., u ordenar que la misma sea arrojada. Es la desesperacin ante el hecho de que somos tan pocos los que demostramos que nos importa. Es la desesperacin al ver que hay tanta brutalidad e insensibilidad en el mundo. Es la desesperacin ante el hecho de que hombres jvenes perfectamente normales puedan ser vctimas de esa monstruosidad, y otros sean convertidos en seres depravados y malignos, porque han ganado mucho dinero. Y una vez que ya son as, que hagan lo que usted ha hecho conmigo. C. Ah! Ya saba que, tarde o temprano, volvera a

su eterno tema! M. Pero si usted es parte del mismo! Todo lo decente y libre en la vida es encerrado en repugnantes y pequeos stanos por gente bestial a la que nada le importa de nada. C. Conozco a la gente de su clase. Creen que todo el maldito mundo est dispuesto de tal modo que las cosas salgan como ellos las desean. M. No sea tan tonto! C. Yo fui soldado en la guerra. A m no me va a decir usted! La gente de mi clase hace lo que se le ordena que haga (estaba realmente furioso), y guay! del que no lo haga! M. S, pero ahora usted es rico, y eso que acaba de decir ya no le afecta. C. El dinero no es todo lo que importa en este mundo. M. Ya nadie puede ordenarle que haga esto o lo de ms all! C. Usted no me comprende ni me ha comprendido en ningn momento! M. S, s: le comprendo. Usted ha sido siempre el perro que pierde todas las peleas, y se indigna porque no puede expresarse como es debido. Los otros salen y se llevan todo por delante: usted se muerde. Jura: No ayudar al mundo!, o No mover un solo dedo en favor de la Humanidad! Pensar slo en m y la Humanidad entera puede irse al diablo!. De qu cree

usted que sirve el dinero, si no se lo utiliza para algo? Comprende usted lo que le estoy diciendo? C. S. M. Y qu me responde? C. Oh...! Que tiene razn, como siempre. M. Otra vez con sus sarcasmos? C. Usted es como mi ta Annie... Siempre despotricando sobre la forma en que se porta la gente en nuestros das. Pero, al mismo tiempo, sin que le importe un rbano. M. Parece que usted cree que es bueno ser malo. C. Quiere que le sirva el t? M. (Con un esfuerzo sobrehumano.) Vea: digamos que por mucho bien que usted tratase de hacer a la sociedad, en realidad no hiciese jams ningn bien. Eso es ridculo, pero no importa. Siempre queda usted. No creo que la Campaa de Desarme Nuclear tenga muchas probabilidades de afectar realmente al Gobierno. se es una de las primeras cosas a las que hay que hacen frente. Pero nosotros lo hacemos para seguir respetndonos a nosotros mismos, para demostrarnos, cada uno a s mismo, que nos importa. Y para que la otra gente, todos esos perezosos, hoscos, intiles como usted, sepan que hay alguien a quien le importa. Estamos tratando de avergonzarlos hasta el punto de que no tengan ms remedio que abandonar su desidia y obrar. (l, silencio. Yo, un grito.) Dgame algo! C. S, ya s que eso est mal.

M. Entonces, haga algo! (Me mir, asombrado, como si le hubiera dicho que cruzara el Atlntico a nado.) Vea. Un amigo mo se fue caminando a un aerdromo norteamericano en Essex. Al llegar a la puerta le sali al paso un sargento y le habl. Se produjo una discusin, que fue subiendo de tono hasta volverse muy violenta, porque el sargento norteamericano crea que l y sus compatriotas eran algo as como caballeros andantes de la Edad Media que haban llegado a Inglaterra a salvar a una damisela del terrible dragn. Deca que la bomba H. era absolutamente necesaria y que patatn y patatn. Gradualmente, mientras discutan, mi amigo empez a darse cuenta de que el norteamericano le caa simptico, porque senta profundamente y con entera honestidad los puntos de vista que expresaba. Y no fue slo mi amigo, sino algunos otros ingleses los que fueron llegando y oyeron la discusin. Lo nico que realmente importa es sentir y vivir lo que uno cree, siempre que sea algo ms que una simple creencia en el propio bienestar. Mi amigo me dijo despus que se senta mucho ms cerca de aquel norteamericano que de todos los risueos idiotas que oyeron la discusin, y los vieron internarse luego en el aerdromo. Es como el ftbol. Dos bandos pueden desear ardientemente vencerse el uno al otro, y hasta odiarse mutuamente como bandos, pero si alguien se acercase para decirles que el ftbol es un juego idiota, que no merece la pena de jugarse o interesarse por l, se

uniran para oponerse al intruso. Lo que cuenta es lo que se siente, y nada ms. No lo comprende? C. Yo cre que estbamos hablando de la bomba H. M. Vyase! Me extena... Usted es como un mar de algodn en rama! C. (Se levant en seguida.) Ser as, pero me gusta orla hablar. Y pienso en todo cuanto me ha dicho. M. No, no piensa. Pone lo que le he dicho en su mente, lo envuelve bien, y desaparece para siempre. C. Si yo quisiera enviar un cheque a..., bueno a esas personas..., qu direccin tienen? M. Lo hace para comprar mi aprobacin? C. Y si as fuese, qu tiene eso de malo? M. Necesitamos dinero para la campaa de organizacin. Pero ms que el dinero necesitamos sentimientos. No creo que usted tenga sentimiento alguno que donar. Eso no se consigue llenando un boleto para una quiniela de ftbol. C. (Despus de un molesto silencio.) Bueno, entonces, hasta ms tarde. (Mutis de Calibn. Yo golpeo mi almohada con tal fuerza, que le pobre, desde entonces, parece mirarme con reproche.) (Esta noche como saba que poda y lo hara lo engatus, y luego lo trat duramente, y por fin libr un cheque por cien libras esterlinas, que me ha prometido enviar maana a la organizacin. S que eso est bien. Hace un ao, me habra ceido estrictamente a lo

moral. Pero es que necesitamos dinero; no de dnde procede el mismo ni por qu es enviado.)

Octubre, 19

He salido de este asfixiante stano. Estuve copiando toda la tarde (Piero) y estaba en ese estado de nimo en que, normalmente, tengo que ir a un cine o a la cafetera. A cualquier parte, pero salir. Le obligu a que me llevase, dndome a l como una esclava. teme si quiere le dije, pero llveme. Me at y amordaz, me cogi de un brazo y dimos un lento paseo por el jardn. Un paseo muy largo. Estaba muy oscuro. La propiedad est realmente sola. Perdida en la campia, pero no s dnde. Y de pronto, en la oscuridad, me di cuenta de que a l le pasaba algo. Verdaderamente no poda verle bien, pero sent un repentino miedo, pues sin que pueda explicarme por qu, tuve la seguridad de que quera darme un beso... o algo mucho peor. Intent decirme algo, creo que para revelarme que se senta muy feliz, pero su voz era tensa y vacilaba. Siempre haba credo que l no tena sentimientos, pero en aquel momento comprend que estaba equivocada. Qu terrible es eso de no poder hablar! En lo que a l se refiere, mi lengua

es mi defensa casi siempre. Mi lengua y mi mirada. Nada dijo, y yo call tambin, pero vi claramente que l se senta como acorralado. Yo, mientras tanto, respiraba con deleite aquel maravilloso aire de la campia. Me hizo bien, tanto que me sera imposible describirlo. Todo tan vivo, tan lleno de efluvios de plantas y campos, as como los mil aromas mojados de la noche! Y entonces pas un automvil. Eso quiere decir que hay un camino que tiene algn trfico, aunque poco, frente a la casa. No bien oy el tronar del motor, me cogi fuertemente del brazo. Yo ped a Dios que el auto se detuviera, pero sus faros iluminaron fugazmente el camino, frente a nosotros, y luego pasaron de largo, hasta desaparecer. Suerte que haba pensado bien en esto! Si alguna vez intento huir, y fracaso, jams me dejar que salga otra vez al jardn. Por tanto, no debo precipitarme ante la primera oportunidad. Al pasar el auto, tuve la seguridad de que l me matara antes de permitir que huyese. (Pero no habra podido huir, porque me tena agarrado el brazo como una tenaza.) Aquello fue terrible. Me refiero a saber, a ver gente tan cerca de m pero sin saber nada de lo que me ocurra, y no poda llamar su atencin por miedo a que l me matara. Me pregunt si quera dar otra vuelta por el jardn, pero rechac el ofrecimiento con un movimiento de

cabeza. Estaba demasiado asustada! De regreso en mi stano, le dije que era imprescindible que yo aclarase la cuestin sexual. Despus de armarme de valor, le dije que si l quera repentinamente violarme, yo no me resistira, le dejara que hiciese cuanto quisiera, pero que jams volvera a dirigirle la palabra. Agregu que estaba segura de que l se avergonzara de s mismo tambin. Miserable criatura! Ya pareca avergonzado sin necesidad de eso. Fue tan slo una debilidad del momento. Le obligu a que me diese la mano, pero apostara cualquier cosa a que l respir con un suspiro de alivio cuando sali del stano. Nadie, estoy segura, creera esta situacin. Me mantiene absolutamente prisionera. Pero en todo lo dems, yo soy la seora de la casa. Comprendo que l lo fomenta, porque es un medio de impedir que yo me sienta tan descontenta como debera sentirme. Lo mismo ocurri cuando empec a sentirme tan enamorada de Donald en la primavera pasada. Comenc a creer que era slo mo, que saba cuanto haba que saber sobre l. Por eso me indign tanto cuando se fue a Italia de aquella manera, sin decirme una sola palabra, y hasta sin despedirse. No porque le amara seriamente, pues ahora comprendo que no era as, sino porque era vagamente mo y no me pidi permiso para irse.

El aislamiento en que me tiene...! Ni un diario! Ni un miserable aparato de radio! Ni un televisor! Echo terriblemente de menos los noticiarios. Antes, ni los oa, pero ahora tengo la impresin de que el mundo ha dejado de existir. Todos los das le pido que me compre un diario, pero sa es una de las cosas en que no cede ni a tiros. Y no hay razn alguna que lo justifique. Insisto todos los das, aunque s positivamente que es intil. Lo mismo sera pedirle que me llevase en la furgoneta hasta la estacin de ferrocarril ms prxima. Creo que lo hago exclusivamente para hacerle rabiar. De todos modos, estoy decidida. Seguir pidindole el diario todos los das. Me ha jurado por todo lo que la gente suele jurar, que ha enviado el cheque, pero no s... Le pedir que me ensee el recibo.

Un incidente. Hoy, durante el almuerzo, yo quera la salsa Worcester. Apenas se olvida de traer cuanto le pongo en mis listas, pero lo cierto es que no trajo la salsa Worcester. Por lo menos, a la mesa. Entonces se levant, sali de mi stano, descorri el cerrojo, cerr con llave la puerta, y volvi con la salsa, que por lo visto haba dejado olvidada en el stano principal. Y luego, cuando yo me ech a rer, pareci muy sorprendido.

En lo que se refiere a abrir y cerrar la puerta y correr los cerrojos jams descuida un solo detalle. Por eso, aunque yo consiguiese salir al stano principal sin ataduras, qu podra hacer? No puedo dejarle encerrado a l, ni puedo salir yo al exterior. La nica oportunidad que podra presentrseme es cuando l entra con la bandeja de alimentos. Algunas veces no cierra con llave la puerta antes de entrar en mi stano. Por tanto, si me fuera posible ganarle en velocidad hasta la puerta, podra encerrarlo aqu. Pero l no pasa de la puerta, a no ser que yo est bien separada de la misma. Generalmente, le salgo al paso para recibir la bandeja. El otro da no quise hacerlo. Me limit a recostarme contra la pared junto a la puerta. l me dijo en seguida: Haga el favor de retirarse. No le contest, y me qued mirndole fijamente. Entonces me extendi la bandeja, que yo fing no ver. Se qued indeciso, sin saber qu hacer. Luego se inclin muy cautelosamente, sin dejar de vigilarme, y puso la bandeja en el suelo, en el mismo umbral de la puerta. Y se retir al stano principal. Gan, pero porque yo tena hambre.

Es intil...! No puedo dormir! El de hoy pareci un da raro. Hasta para esta casa. Esta maana sac muchas fotografas. Parece que le produce gran satisfaccin fotografiarme. Le gusta que

yo sonra ante la cmara, por lo cual, dos veces hice unas muecas repugnantes. Aquello no pareci divertirle mucho. Luego me levant el pelo con una mano y fing que era una modelo. Usted debera ser modelo dijo l. Con toda la seriedad del mundo. Ni siquiera se dio cuenta de que me burlaba de l. S por qu le gusta tanto eso de la fotografa. Cree que de esa manera voy a pensar que tiene alma de artista. Y, claro, nada ms lejos de la verdad. Lo nico que hace es enfocarme bien, y basta. Porque carece de imaginacin. Es horrible, pavoroso, pero lo cierto es que hay una especie de relacin entre nosotros dos. Yo me burlo de l. Le ataco constantemente, pero l percibe infaliblemente cundo me ablando. O sea, cundo puede devolverme la pelota sin que yo me irrite. Por tanto, nos deslizamos a estados en los cuales nos hacernos rabiar mutuamente, de una manera casi amistosa. Ello se debe, en parte, a que me siento muy sola, y en parte es deliberado (quiero que l se tranquilice, se relaje, tanto por su propio bien como para ver si algn da comete un error o se olvida de alguna precaucin). Por eso, en parte es debilidad, en parte, astucia, y en parte, caridad. Pero hay una misteriosa cuarta parte que no es posible definir. Y no puede ser amistad, porque le detesto. Tal vez no sea ms que saber. S: saber mucho sobre

l. Y eso de conocer a una persona le hace a una sentirse automticamente cercana a ella. Aunque una desee que estuviese en otro planeta! En los primeros das de mi cautiverio no poda hacer nada si l estaba presente. Finga leer, pero no me era posible concentrarme. Ahora eso ha pasado, y algunas veces hasta me olvido de que est conmigo. Se sienta junto a la puerta, y yo leo sentada en mi silla. Parecemos un hombre y una mujer que llevan ya muchos aos casados. No es que yo me haya olvidado de cmo son otras personas. Pero esas otras personas parecen haber perdido la realidad. La nica persona real eneste mundo mo de ahora es Calibn. Esto no puede entenderse. Es, y nada ms.

Octubre, 20

Son las once de la maana. Acabo de realizar un intento de evasin. Lo que hice fue esperar que l corriese los cerrojos de la puerta, que se abre hacia fuera. Se trataba de cerrarla con la mayor violencia posible. Est forrada con una plancha de hierro por el lado interior, pero el resto es de madera, y muy pesada. Se

me ocurri que tal vez poda hacer que se desmayara con el impacto de la puerta, si la empujaba en el momento exacto. De modo que, no bien la puerta empez a moverse hacia atrs, le di el empujn ms violento que pude. Al ser golpeado, l vacil, y yo sal a todo correr, pero, claro, todo dependa de que l hubiese quedado aturdido por el golpe. Y result que no lo estaba. Debi de recibir el impacto en el hombro, y la puerta no se mueve con facilidad. Sea como fuere, me agarr de la chaqueta. Por un instante vi el otro aspecto suyo que siempre he presentido: la violencia, el odio, la absoluta determinacin de no dejarme escapar. Entonces ced y dije: Est bien..., est bien. Me desprend de sus manos y volv al stano. Pudo haberme lastimado seriamente respondi l. Esa puerta es muy pesada. Usted me lastima cada segundo que me tiene encerrada aqu; as que no se queje. Cre que los pacifistas no eran partidarios de lastimar a nadie replic l. Me limit a encogerme de hombros y encend un cigarrillo. Todo mi cuerpo temblaba violentamente. Realiz la rutina de todas las maanas sin pronunciar una palabra. En cierto momento le sorprend frotndose el hombro, pero me pareci que lo

haca demasiado ostentosamente, como para que yo lo viera. Y eso fue todo. Ahora voy a dedicarme a buscar pacientemente piedras sueltas en el piso o las paredes del stano. Claro que ya lo he hecho antes, pero no concienzudamente como pienso hacerlo ahora, literalmente piedra por piedra, desde el techo al piso de todas las paredes, y todo el suelo. Es de noche ya, y l acaba de retirarse. Me trajo la bandeja de la cena, pero silencioso, sin hablarme. Con un gesto desaprobatorio. Me re de buena gana cuando se fue con las cosas de la comida. Se est portando exactamente como si fuera yo la que debe estar avergonzada. No lograr sorprenderle con la treta de la puerta otra vez. Y no hay piedras sueltas. Todas ellas estn firmemente colocadas con argamasa. Supongo que habr cuidado tambin ese detalle, como todos los dems. He pasado la mayor parte del da de hoy pensando sobre m misma. Qu me ocurrir? Jams he sentido, tanto como aqu, en este calabozo, el misterio del futuro. Qu ocurrir...? Qu ocurrir? No se trata slo de ahora, en esta situacin, sino de cuando me vaya de aqu. Qu podr hacer? Quiero casarme. Anso tener hijos. Quiero probarme a m misma que todos los casamientos no tienen por qu ser fatalmente iguales al de pap y mam. S exactamente

con qu clase de hombre quiero casarme: alguien que tenga la mentalidad de G.P., pero que est mucho ms cerca de mi edad, y que posea el fsico que a m me agrada. Y, sobre todo, que no tenga esa horrorosa debilidad que tiene Calibn! Quiero poner en juego mis sentimientos sobre la vida. No quiero usar mi habilidad vanamente. Pero deseo ardientemente crear belleza. Y por esa razn, el casamiento y la maternidad me aterran. Eso de hundirse para siempre en la casa y los quehaceres del hogar, el mundo de las criaturas, el de la cocina y el de las compras! Experimento la sensacin de que todo eso le resultara agradable a una yo perezosa, porque olvidara lo que otrora quera hacer, y al olvidar me convertira en una Gran Col. O tendra que hacer todos los miserables trabajos, y dibujar ilustraciones o dibujos comerciales, para mantener la casa. O volverme una mujer maligna y bebedora, como mam. (No, no: jams podra llegar a ser tan mala como ella!). O, lo que es peor que todo eso, llegar a ser como Caroline, que corre patticamente tras la pintura moderna y las ideas actuales sobre pintura, pero jams las alcanza, porque es una persona completamente distinta a eso, aunque no lo advierte. Pienso, pienso y pienso aqu abajo, en mi pequea celda. Comprendo cosas sobre las cuales jams antes se me haba ocurrido pensar. Dos cosas. Mam. Nunca he pensado realmente en Mam objetivamente, como otra persona. Siempre ha

sido mi madre: esa madre a la cual he odiado o de la cual me he avergonzado. Sin embargo, de cuantas personas dignas de lstima he conocido en mi vida, ella se lleva la palma. Yo nunca le he dado bastante afecto o comprensin. Durante el ltimo ao (desde que sal de casa) no le he brindado ni la mitad de la consideracin que le estoy dando a esta bestial criatura que ahora est arriba desde hace una semana. Siento que ahora podra abrumarla con mi amor. Porque hace muchos aos que no me inspiraba tanta compasin. Siempre me he excusado diciendo: Soy buena y tolerante con todos los dems, pero ella es la nica con quien no puedo serlo, y tiene que haber una excepcin de la regla general. Pero ella es la ltima persona que debera ser la excepcin de la regla general. Minny y yo hemos despreciado tantas veces a pap por tolerarle tantas cosas...! Tendramos que caer de rodillas ante l! La otra cosa que ocupa mis pensamientos es G.P. Cuando le conoc, no me cans de decir a todo el mundo lo maravilloso que era. Luego vino una especie de reaccin: me pareci que estaba alimentando ridculamente una tonta pasin de escolar hacia l, y entonces empez a suceder la otra cosa. l se mostr excesivamente emocional. Porque me ha cambiado ms que nadie o cualquier cosa. Ms que Londres, y ms que la Escuela Slade de Pintura.

No es solamente que haya sido tanto en mi vida. Ni que haya tenido tanta experiencia artstica. Y que se le conozca extensamente. Es que dice exactamente lo que piensa, y siempre me hace pensar. Eso es lo grande en l. Me obliga a interrogarme a m misma. Cuntas veces he estado en desacuerdo con l? Sin embargo, una semana despus descubro que estoy discutiendo con cualquier otra persona y empleando los mismos argumentos que l empleara. Juzgando a la gente por sus propias normas. G.P. me ha limado, hasta hacerla desaparecer, una parte apreciable de mis tonteras, mis estpidas ideas sobre la vida, la pintura y el arte moderno. Desde que me dijo cunto odiaba a los modernistas, yo ya no soy la misma.

Lista de las formas en que me ha cambiado, ya sea directamente o en alteraciones progresivas confirmadas: 1. Si uno es un verdadero pintor, da todo su ser a su arte. Todo lo que no alcance a ser eso, significa que uno no es un artista. Por lo menos, no lo que G.P. llama un artista. 2. No se deben tener ideas fijas que uno est dispuesto a verter a cada momento con el nico propsito de impresionar a los dems.

3. El verdadero artista tiene que ser polticamente de izquierda, porque los socialistas son la nica gente a quien, a pesar de todos sus errores, les importa. Sienten, y ansan mejorar el mundo. 4. Hay que crear siempre, constantemente. Y hay que obrar, creer en algo. Hablar de obrar es una jactancia, como vanagloriarse de las telas que uno va a pintar. Y eso est terriblemente mal. 5. Si el pintor siente algo profundamente, no debe tener vergenza de ese sentimiento. 6. Uno debe aceptar su propia nacionalidad, y no decir que preferira ser francs o italiano, o algo as, en lugar de lo que es: ingls. (Piers est hablando siempre de su abuela norteamericana.) 7. El verdadero artista tiene que desprenderse de su viejo Yo, que le estorba para llegar. Si uno pertenece a los suburbios (como me doy cuenta que son pap y mam, porque sus burlas contra los suburbios no son ms que una careta), elimina todo lo suburbano en uno, y lo mismo ocurre si pertenece a la clase trabajadora. 8. Y queda el asunto poltico de la nacionalidad. El pintor (yo en este caso, para G.P.) lo odia todo, en poltica, en pintura y en todo lo dems, que no sea legtimo, profundo y necesario. No tiene tiempo para las cosas triviales y tontas. Vive seriamente. No va a ver estpidas pelculas, aunque desee ir; no lee diarios bajos; no escucha todas esas paparruchas

que propalan la Televisin y la Radio: y no pierde el tiempo en hablar de cosas que no son nada. En una palabra: Usa su vida. Yo debo haber credo siempre en esas cosas; crea en ellas de una manera vaga, antes de conocer a G.P. Pero me ha hecho creer en ellas. Es pensar en l lo que hace que me sienta culpable cuando violo alguna de las normas. Si l me ha hecho creer en todo eso, significa que a l hay que reconocerle que ha formado una gran parte de mi nuevo yo. Si yo tuviese un hada madrina le pedira: Por favor, haz que G.P. sea veinte aos ms joven! Y, por favor, te ruego, te suplico!, que le hagas fsicamente atractivo para m! Cmo odiara l esto, si se enterase!

Es raro (y me siento un poco culpable), pero hoy me he sentido ms feliz que en ningn momento desde que llegu aqu. Quiero decir que experimento la sensacin de que, al final, todo resultar en bien mo. En parte, porque esta maana hice algo: intent evadirme. Y, lo que es ms importante, que Calibn lo ha aceptado. Es decir, que, de atacarme, es seguro que lo hara en algn momento en que tuviera poderosas razones para estar irritado. Como lo estuvo esta maana. Pero el caso es

que, en ciertos sentidos, posee un tremendo dominio sobre s mismo. S que tambin me siento feliz porque no he estado encerrada aqu, en el stano, durante la mayor parte del da. Principalmente estuve pensando en G.P. En su mundo, no en este de aqu. Record tanto...! Me habra gustado escribirlo todo. Me saci de recuerdos. Este mundo hace que aqul parezca tan real, tan verdaderamente vivo, tan hermoso...! Hasta en sus cosas ms srdidas. Y en parte, tambin, ha sido algo as como dedicarme a una criticable vanidad respecto a m misma. Recordando cosas que G.P. me ha dicho, y cosas que me dijeron otras personas. Sabedora de que soy algo as como una persona especial. Sabedora de que soy inteligente, que estoy empezando a entender la vida mucho mejor que la mayora de las personas de mi edad. Y hasta sabedora tambin de que jams ser tan estpida como para envanecerme de ello, sino, por el contrario, mostrarme agradecida, terriblemente contenta (en especial despus de esto) de estar viva, de ser quien soy: Miranda, y original. Jams permitir que nadie lea estas observaciones mas. Porque a pesar de ser verdad, tienen que sonar a vanidosas. De la misma manera que nunca permito que las otras muchachas vean que soy bonita. Nadie sabe los tremendos esfuerzos que he realizado siempre para no

aprovechar esa ventaja! Y los ojos masculinos que he despreciado y desalentado... Un da en que bamos a un baile, despotriqu largamente sobre un vestido de Minny, que me pareca un poco exagerado. Cllate! me dijo ella. T eres tan bonita, que ni siquiera tienes que tratar de parecerlo. G.P. me ha dicho varias veces: T tienes toda clase de rostros. Qu malo!

Octubre, 21

Estoy consiguiendo que cocine bastante mejor. Rechazo todo lo que sean comidas fras. Necesito frutas, vegetales frescos. Como bistecs. Y salmn. Ayer le orden que comprase caviar. Me irrita no poder pensar en suficientes alimentos raros y caros que nunca he comido y que quiero que compre. El caviar es maravilloso.

Me he dado otro bao. No se atreve a negrmelo, porque, segn creo, est convencido de que las damas caen muertas si no pueden baarse cuando lo desean. Ya he enviado un mensaje por medio del desage del

retrete. En un frasquito de plstico, con un metro de cinta roja arrollado al recipiente. Ojal que alguien lo encuentre y lea el papelito que va dentro del frasco! En algn lugar y algn da. Si as ocurre, no les ser difcil encontrar la casa en que estoy encerrada. Calibn fue tan tonto que me dijo que una piedra del frente tiene la inscripcin del ao en que fue construida. Tuve que terminar la notita con estas palabras: Esto no es un engao. Era sumamente difcil que lo escrito no resultara muy parecido a un chiste. Agregu que cualquiera que se pusiese en contacto con pap y le informara del contenido de la nota, recibira 25 libras esterlinas. Voy a enviar un frasquito al mar (huuuuum!) cada vez que me d un bao. Ha quitado todos los adornos de cobre que haba en la escalera y el vestbulo. Lo mismo hizo con los horribles cuadros que representaban escenas en aldeas de pescadores de Mallorca. Parece que el lugar ha emitido un suspiro de alivio al perder de vista aquellas monstruosidades. Me agrada estar arriba. Me parece que estoy ms cerca de la libertad. Todo est cerrado con llave. Todas las ventanas de la fachada principal del chalet tienen persianas interiores. Las otras estn cerradas con candados. (Esta noche pasaron dos coches, pero este camino debe de carecer de toda importancia.) Tambin he comenzado a educarlo. Esta noche, en el living (con mis manos atadas, claro), revisamos uno

de los libros sobre pintura. Carece de mentalidad propia. Me parece que la mitad del tiempo ni siquiera escucha lo que le digo. Est pensando en sentarse cerca de m, y se esfuerza en acercarse lo ms posible, sin llegar a tocarme. No s si es sexualidad, o miedo de que yo est a punto de intentar algo. Si piensa en los cuadros, acepta todo cuanto le digo. Si yo le dijera algn da que el David de Miguel ngel es una sartn, estoy segura de que respondera: Si, s. Tengo que haber estado al lado de gente as en el Metro, o pasado cerca de ella en las calles. Naturalmente, o hablar a esas personas y saba que existan. Pero nunca cre realmente en su existencia. Tan totalmente ciegas! Jams me pareci posible. Dilogo entre l y yo. Calibn estaba sentado mirando todava el libro con aire de asombrada admiracin, como si dijese: Qu maravillosa es la pintura!, pero, claro, para que yo me diese cuenta de que pensaba eso, no porque l lo crea. M. Sabe lo que es verdaderamente extrao en esta casa? Que no hay libros! Es decir, aparte los que usted ha comprado para m. C. Arriba hay algunos. M. S: sobre mariposas. C. Y otros. M. S: algunas novelas policacas. No lee usted nunca verdaderos libros, serios, de los que cuentan? (Silencio.) Quiero decir, libros referentes a cosas

importantes, escritos por autores que sientan realmente la vida, no esas paparruchas con tapa de papel, editadas para que la gente pase el tiempo en el tren. Comprende lo que quiero decirle? Libros! C. Las novelas ligeras me gustan ms (Es como uno de esos boxeadores que uno est deseando que el rival lo ponga K. O.) M. Pues podra leer The catcher in the Rye. Yo casi la he terminado. Sabe usted que ya la he ledo dos veces, y tengo cinco aos menos que usted? C. Bueno: la leer. M. No lo diga con ese tono! No se trata de un castigo! C. Ya le di un vistazo cuando traje el libro. M. Y seguramente no le gust, verdad? C. Lo leer. M. Me indigna usted! Un silencio. Yo me senta irreal, como si aquello fuese una obra de teatro y no pudiera recordar qu papel desempeaba yo en ella.

Hoy, antes de producirse el dilogo precedente, le pregunt por qu coleccionaba mariposas. C. Es que as uno llega a conocer gente de otra categora superior. M. Pero no es posible que usted las coleccione nada ms que por eso!

C. No: quien me alent fue un maestro que tuve cuando era un chiquillo todava. Me ense lo que deba hacer, pero ahora comprendo que el maestro no saba mucho. Dispona los ejemplares a la manera antigua. (Algo que por lo visto tiene que ver con el ngulo de las alas. Segn la tcnica actual, las mismas deben estar en ngulos rectos.) Y adems, mi to. Le interesaba mucho la Naturaleza. Y siempre me ayudaba. M. Su to debe de haber sido un hombre agradable. C. Las personas que se interesan por la Naturaleza son siempre agradables. Tomemos, por ejemplo, la Seccin Entomolgica de la Sociedad de Historia Natural. All tratan a cada uno por lo que es. No miran a nadie con desprecio u orgullo. Nada de eso. M. No siempre son agradables. (No capt el sentido.) C. En general, la gente con quien uno tropieza mientras se ocupa de este hobby son, como le he dicho, personas de una clase mejor que las que uno conocera en la vida comn. M. Y sus amigos? No le desprecian? Nunca le consideraron afeminado por ese hobby? C. No tengo ni he tenido nunca amigos. Se trata nada ms que de personas que trabajaban en el mismo lugar que yo. (Al cabo de un rato agreg que eran hombres y mujeres que tenan sus chistes tontos.) M. Chistes tontos? Como, por ejemplo...? C. Oh, no s...! Chistes tontos.

No segu. Algunas veces me acomete el irresistible deseo de llegar al fondo de l, de arrancarle cosas sobre las cuales no quiere hablar. Pero eso no puede ser, porque suena a que yo me preocupo por l y su miserable, mojada vida.

Cuando uno utiliza palabras, stas tienen siempre brechas, vacos. La forma en que se sienta Calibn... Por qu? Vergenza? Para poder saltar sobre m si trato de escapar? Puedo dibujarlo. Puedo dibujar su rostro y sus expresiones, pero las palabras estn tan usadas, han sido tan utilizadas para expresar tantas cosas y personas... Escribo: Calibn sonri. Qu significa eso? Nada ms que uno de esos carteles de las escuelas de prvulos, en los que se ha dibujado una zanahoria con una sonrisa de boca de luna en cuarto menguante. Sin embargo, si dibujo esa sonrisa... Las palabras son tan crudas, tan terriblemente primitivas si se las compara con el dibujo, la pintura y la escultura...! Yo estaba sentada en la cama, y l, junto a la puerta. Hablamos, e intent persuadirle de que debe emplear su dinero para educarse. Me contest que lo har, pero yo no me convenc de la sinceridad de su decisin. No: eso es algo muy parecido a una cosa suciamente embadurnada. Como si alguien tratase de dibujar con una mina

rota. Todo esto es mo, lo que yo pienso... Necesito ver a G.P. l me dira los ttulos de diez libros en los cuales se dice todo eso de una manera muchsimo mejor. Cmo odio la ignorancia! La de Calibn, la ma, la del mundo entero. Oh, podra aprender, aprender y aprender...! Es tal mi ansia de aprender, que me echara a llorar! Amordazada y atada de manos! Bueno: esconder esto donde realmente vive: debajo del colchn. Y luego orar a Dios para que me d la sabidura.

Octubre, 22

Hoy hace quince das. Los he ido marcando en el borde del biombo, como Robinson Crusoe. Me siento deprimida. Insomne. Tengo que escapar... Tengo que escapar! Estoy palideciendo tanto...! Me siento enferma, dbil, constantemente desanimada! Este terrible silencio...! l no tiene la menor compasin de m. Y es tan

poco comprensivo...! Qu es lo que quiere? Qu ser lo que me espera? Tiene que darse cuenta de que estoy enfermando de verdad. Esta noche le dije que necesito aire puro, la luz del da. Le obligu a que me mirase, para que pudiera ver lo plida que estoy. Maana, maana! Nunca dice que s ni que no de primera intencin. Hoy he estado pensando en que podra tenerme encerrada aqu para siempre. No sera mucho tiempo, porque me morira. Es absurdo, diablico..., pero no encuentro la manera de huir. He tratado otra vez de encontrar algunas piedras flojas, y podra excavar una especie de tnel alrededor de la puerta. Podra excavarlo hasta fuera, pero entonces tendra una longitud de lo menos siete metros. Jams podra hacerlo! No: prefiero morir. Pero el agujero alrededor de la puerta, s. Para hacerlo, necesito algn tiempo. Debo contar con la seguridad que l estar ausente por lo menos seis horas: tres para excavar el agujero, dos para abrirse paso por la puerta exterior. Estoy segura de que es lo mejor que puedo hacer, y, por lo mismo, no tengo que desperdiciar ese plan, echarlo a rodar por falta de preparacin.

No puedo dormir. Tengo que hacer algo.

Voy a escribir sobre el da en que conoc a G.P. Caroline le dijo: Ah...! sta es Miranda, mi sobrina... Y sigui dicindole cosas odiosas sobre m. Era una maana, mientras andbamos de compras. Yo no saba qu hacer ni hacia dnde mirar, aunque haca tiempo que deseaba conocerlo. Porque Caroline me haba hablado varias veces de l. En seguida me gust la manera en que la trataba, con verdadera frialdad, sin ocultar que estaba aburrido. Sin ceder ante ella como lo hacan todos los dems. Caroline me habl de l durante todo el trayecto de vuelta a casa. Me di cuenta de que lla haba escandalizado, aunque no lo confesaba. Los dos matrimonios abortados, y luego el evidente hecho de que l no tena una opinin muy elevada de ella... Por eso dese defenderlo desde el primer momenta. Luego lo encontr otro da, y dese encontrarlo de nuevo, pero con cierta vergenza. Su manera de caminar! No suelta, sino como dominndose. Y qu lindo impermeable viejo! Apenas me dijo dos palabras, y comprend que no deseaba estar con nosotros (con Caroline), pero ello no tena remedio. Nos alcanz. Desde detrs, no era posible que hubiese sabido quines ramos.Evidentemente segua el mismo rumbo que nosotros. O tal vez (y esto es vanidad) fue algo que ocurri cuando Caroline segua hablando con

esa manera que prentende dar a entender que ella es una mujer de ideas avanzadas. Lo que ocurri fue una mirada entre l y yo. Yo vi que l estaba irritado, y l vio que yo estaba avergonzada. Sigui con nosotros por Kenwood, y Caroline comenz a alardear. Hasta que dijo, en momentos en que estbamos detenidos ante un Rembrandt: No le parece que Rembrandt se cans un poco, ms o menos, al llegar a la mitad de esta tela? Quiero decir, que habra pensado Nunca siento que siento lo que debera sentir, me comprende? Y le sonri con aquella estpida sonrisa suya. Yo miraba a G.P., y vi que su rostro se endureci repentinamente, como si hubiese sido sorprendido con la guardia baja. No fue hecho para que yo lo viese: fue un cambio casi invisible en sus labios... Se limit a mirarla, casi divertido. Pero su voz no lo estaba, sino fra, helada: Perdn, pero tengo que irme. Adis. El adis fue para m. Me haca desaparecer del mapa. O deca: As que usted puede soportar a esta mujer? Quiero decir (retrotrayendo mi memoria), que pareca estar dndome una leccin. Tena que elegir: o la manera de Caroline, o la suya. Y se fue. Nosotros ni siquiera le contestamos. Caroline le miraba alejarse. Luego se encogi de hombros, me mir y dijo: No lo entiendo! No lo entiendo!

Yo tambin le vi partir, con las manos en los bolsillos. Estaba roja de vergenza. Caroline estaba furiosa y trataba de desentenderse del asunto. (Siempre es as... Lo hace deliberadamente!)Luego empez a criticar su pintura, hasta que llegamos a casa, calificndola como Paul Nash de segunda mano, lo cual era ridculamente injusto. Yo estaba irritada contra ella, y al mismo tiempo me inspiraba compasin. No poda hablar. Y tampoco poda decirle que era l quien tena razn. Caroline y mam poseen todas las cualidades que yo odio en otras mujeres. Durante unos das despus de aquel encuentro, tuve una especie de desesperacin, porque se me ocurri preguntarme cunta de su sangre mala y pretenciosa corra por mis venas. Claro que hay momentos en que me gusta Caroline. Me refiero a su viveza, su entusiasmo, su bondad. Y hasta todo lo presuntuoso, que tan horrorosamente se acerca a lo legtimo. Porque me parece que eso es mejor que nada. Yo la apreciaba sin medida aos atrs, cuando vena a pasar algunos das en casa. O cuando yo iba a la suya. Ella me defendi cuando se produjo la gran guerra familiar respecto a mi porvenir. Pero todo eso termin en cuanto viv con ella y pude saber realmente cmo era. O sea, cuando yo haba crecido ya. Una semana despus, lo encontr en el Metro. Era la nica persona que iba conmigo en el ascensor. Lo salud, y temo que con demasiada efusividad. Enrojec

de nuevo. l me respondi con un pequeo movimiento de cabeza, como si no quisiera hablar, y cuando llegamos abajo (vanidad, porque no quera que l me juzgase igual a Caroline) le dije: Siento mucho eso que dijo a mi ta en Kenwood. Siempre me irrita respondi l. Comprend que no deseaba hablar de eso. Mientras caminbamos hacia las plataformas, le dije: Es que tiene un miedo horrible a que se la juzgue como una mujer que no est a tono con la poca. Y usted no lo est? dijo, y me sonri levemente, con cierta sequedad. Pens: No le gusta que yo haya intentado hacer causa comn con l contra Caroline. Pasamos frente al anuncio de una pelcula, y l dijo: Buena pelcula. La ha visto? Vala. Cuando salimos a la superficie me invit a que fuera a verlo algn da. Pero deje a su maldita ta en casa. Y sonri, con una sonrisa infecciosa, traviesa. Se fue. Indiferente, encerrado en s mismo. Y fui. Un sbado por la maana. Se sorprendi.Tuve que permanecer sentada y en silencio por espacio de veinte minutos, con l y aquella horripilante msica de la India. l se tendi sobre el divn y cerr los ojos, como si dijese que yo no deba haber ido all, y realmente yo pens lo mismo (sobre todo sin habrselo dicho antes a Caroline). Por fin me pregunt acerca de

m, pero con cierta sequedad, como si todo aquello le aburriese.Y yo, como la estpida que soy, trat de impresionarle. Hice lo que nunca deb haber hecho. Alardear. Pero, entretanto, pensaba: Cuando me invit, no pens en ningn momento que yo fuera a venir. De pronto me cort en seco y me hizo recorrer la amplia habitacin y ver las cosas. Su estudio. Una habitacin maravillosa! Siempre me siento feliz all. Todo est en perfecta armona. Todo lo expresa nicamente a l (no es deliberado, l odia las decoraciones de interiores y los chiches). Pero todo all es l. Toinette, con sus tontas ideas femeninas extradas de la revista Casa y Jardn sobre la austeridad en el buen gusto, dice que el estudio est siempre en desorden. Le arrancara la cabeza de un mordisco! Porque esta habitacin produce la sensacin de que alguien vive en ella constantemente, trabaja en ella, es ella. Yo abandon todo intento de aparecer como lista y hbil. E inmediatamente qued roto el hielo entre l y yo. Me ense cmo obtiene el efecto de bruma. Gouache de Tonksing, con todas sus pequeas herramientas de confeccin casera. Llegaron algunos amigos suyos: Barber y Frances Cruikshank. l me present: sta es Miranda Grey. No puedo tolerar a su ta

todo dicho as, en una sola frase, y todos rieron. Son viejos amigos suyos. Yo quera irme, pero iban a dar un paseo y haban ido a buscarle para que los acompaase. Me pidieron que fuera yo tambin. Es decir, me lo pidi Barber Cruikshank, que me estaba mirando con ojos de seductor. Y si nos ve la ta? dijo G.P.. Adems, Barber tiene la peor reputacin de todo el condado de Cornualles. Es mi ta, no mi duea respond. Nos fuimos todos a la taberna Valle de la Salud, y de all a Kenwood. Frances me habl sobre la vida que llevaban en Cornualles, y yo consider, por primera vez en mi vida, que me encontraba entre personas de una generacin mayor, a quienes comprenda: verdaderas personas. Y al mismo tiempo no pude menos de darme cuenta de que Barber era un poco simulador. Todas aquellas historias cmicas y maliciosas...! Por el contrario, G.P. era siempre el que conduca la conversacin por cauces serios. No quiero decir con esto que no fuese un hombre alegre. Lo que pasa es que tiene esa extraa cualidad de lanzarse repentinamente a lo que importa. En cierto momento, cuando l se fue a buscar algo que beber, Barber me pregunt cunto tiempo haca que conoca a G.P., y luego me dijo: Ojal yo hubiera conocido a alguien como l cuando era estudiante! Y la pequea y callada Frances dijo:

Creemos que es la persona ms maravillosa del mundo. Es uno de los pocos. No dijo a qu pocos se refera, pero yo comprend lo que quera decir. En Kenwood, G.P. nos hizo separar. Me llev ante el Rembrandt, y me habl de la tela, sin bajarla voz, y yo comet la mezquindad de avergonzarme porque otras personas nos miraban. Pens: Seguramente creen que somos padre e hija. G.P. me habl sobre los antecedentes de la tela, lo que Rembrandt senta probablemente cuando la pint, lo que trat de expresar con ella, y cmo lo expres. Como si yo no supiese una sola palabra de pintura. Como si l estuviese tratando de desprenderme de toda una nube de falsas ideas que yo pudiera abrigar sobre aqullos. Salimos para esperar a los Cruikshank, y me dijo: Esa tela me emociona siempre profundamente. Y me mir como si creyese que yo iba a rerme. Uno de esos relmpagos de timidez que suele tener! A m me emociona tambin dije. Pero l ri. Y respondi: No es posible! Tardar aos en producirle ese efecto. Cmo lo sabe usted? Supongo dijo que hay personas a quienes emociona la gran pintura. Jams he conocidoun pintor a quien le suceda eso. A m no me emociona. Lo nico en que pienso cuando veo un cuadro es que posee la

suprema maestra que yo he pasado toda mi vida para alcanzar. Y que jams alcanzar. Jams! T eres joven y puedes comprender. Pero todava no puedes sentir. Creo que siento le dije. Entonces, eso es malo respondi l. A tu edad, debes ser ciega al fracaso. No trates de obrar de acuerdo con tu edad! Te despreciar si lo haces! T, ahora, eres como una chiquilla que quiere ver lo que pasa al otro lado de un muro de dos metros de altura. Eso fue la primera vez, y l me odi porque le atraa. se era el aspecto profesor Higgins que hay en l. Ms tarde, cuando salieron los Cruikshank, dijo, mientras ellos caminaban hacia nosotros: Barber es un hombre que no piensa en otra cosa que en las mujeres. Nigate a verte con l si te pide una cita. Le mir con sorpresa, y l agreg, sonriendo a sus amigos: No lo hago por ti, es que no podra soportar el dolor que causara a Frances. De vuelta en Hampstead, me separ de ellos y regres a casa. Durante todo el trayecto me di cuenta de que G.P. hizo todos los esfuerzos imaginables para que Barber Cruikshank y yo no nos quedramos solos ni un segundo. Ellos (Barber) me pidieron que fuera a verlos si alguna vez iba a Cornualles. Te ver un da de stos me dijo G.P., como si no

le importase volver a verme o no. Le dije a Caroline que me haba encontrado con l por casualidad, y que me haba dicho que senta mucho lo ocurrido (mentira). Si ella prefera que no volviese a verlo, no lo vera. Pero agregu que me resultaba un compaero muy estimulante, lleno de ideas, y que yo necesitaba conocer a personas as. Mueca me respondi, t sabes perfectamente que yo no soy una mojigata. No lo he sido ni lo ser jams, pero la reputacin que tiene G.P..., tiene que haber fuego ah, porque hay algo de humo. S, ya he odo hablar de su reputacin, pero creo que s cuidarme le contest. La culpa es exclusivamente de ella. No debera insistir en que se la llame Caroline y se la trate como si fuese una muchacha, en tantos sentidos. No me es posible respetarla como ta. O como consejera. Todo est cambiando. No hago ms que pensar en l: en cosas que me ha dicho y le he dicho, y en cmo ninguno de los dos entendimos realmente lo que queramos decir. No: l entendi, segn creo. Cuenta las posibilidades con mucha ms rapidez que yo. Estoy creciendo tan rpidamente aqu...! Como un hongo. O ser que he perdido mi sentido del equilibrio? Tal vez todo sea un sueo. Me pincho con el lpiz. Pero tal vez eso sea un sueo tambin. Si l apareciese en la puerta ahora, correra a refugiarme en sus brazos. Querra que l me tomase la

mano y no la soltase en semanas enteras. Quiero decir, que creo que podra amarle de la otra manera, su manera, ahora.

Octubre, 23

Tengo encima la maldicin. Para Calibn soy una perra. Sin piedad. Es la falta de aislamiento, encima de todo lo dems. Le obligu a que me permitiera caminar un poco por el stano principal esta maana. Me pareci or el ruido de un tractor que funcionaba fuera. Y gorriones. Qu luz del da son los gorriones! Ah...! Y otro aeroplano. Estaba llorando. Mis emociones estn completamente trastornadas, como monos asustados dentro de una jaula. Anoche cre que estaba a punto de enloquecer, porlo cual escrib y escrib hasta sentirme transportada a otro mundo. Para poder huir de aqu en espritu, ya que no de hecho. Para probar que todava existo. He estado dibujando bocetos para una tela que pintar cuando sea libre. La vista de un jardn a travs de una puerta. As, en palabras, parece una tontera. Pero yo lo veo como algo muy especial, todo negro, sombreado, oscuro, gris oscuro, con formas angulares en sombra, que llevan el rectngulo distante, blanco-

amarillento, de la puerta llena de luz. Una especie de haz horizontal de luz. Le dije que se fuera despus de la cena, y he estado terminando la lectura de Emma. Yo soy Emma Woodhouse. Siento por ella, de ella y en ella. Tengo una clase diferente de esnobismo, pero comprendo el suyo. Y lo admiro. S que hace cosas malas, trata de organizar las vidas de otras personas y no puede ver a Mr. Knightley como un hombre en un milln. Es temporalmente tonta, pero, a pesar de todo, uno sabe que siempre es bsicamente inteligente, viva, creativa, decidida a establecer las normas ms elevadas. Un verdadero ser humano. Sus faltas son las mas: sus virtudes tengo que hacerlas mas. Y todo el da he estado pensando. Esta noche escribir algo ms sobre G.P.

Una vez le llev algunos de mis trabajos para que l los viese. Llev las cosas que me pareci que le gustaran (no simplemente las cosas hbiles, como, por ejemplo, esa perspectiva difcil de Ledymont). No dijo una palabra mientras las miraba. Ni siquiera cuando estudiaba las que, como Carmen en Ivanghoe, me parece que son de lo mejor que he hecho. Y cuando termin de verlas me dijo: A mi juicio, no valen gran cosa. Pero son un poco mejores que lo que yo esperaba.

Fue como si se hubiese dado vuelta repentinamente para aplicarme un puetazo. No me fue posible ocultarlo. Y l prosigui: Es completamente intil que piense en tus sentimientos. Veo claramente que eres una dibujante, que posees un sentido regular del color, y que tienes sensibilidad. Reconozco todo eso. Pero no estaras en la Escuela Slade si no fuera as. Yo quera que no dijera una palabra ms, pero l continu: Es evidente que has visto muchas buenas telas, que has tratado de no plagiar demasiado flagrantemente. Pero este trabajo que has hecho de tu hermana... es el estilo de Kokoschka, a un kilmetro de distancia! Tuvo que ver que mis mejillas estaban rojas, porque agreg: Te resulta desilusionante todo lo que acabo de decirte? Porque lo he dicho precisamente con ese propsito: desilusionarte. Aquello casi me mat. S que tena razn; habra sido ridculo que no hubiera dicho exactamente lo que pensaba, que me hubiera tratado como lo hara un to carioso. Pero me doli! Me doli como una serie de sonoras bofetadas! Yo haba decidido que a l le gustaran algunas de mis cosas. Pero lo que contribuy ms a empeorar la impresin fue su frialdad. Pareca tan absolutamente serio y clnico...! Ni la menor seal

de humor, ternura, o siquiera sarcasmo en su rostro. De repente, me pareci mucho, muchsimo ms viejo que yo. Uno tiene que aprender que el pintar bien en el sentido acadmico y tcnico figura en el ltimo lugar de la lista. Quiero decir, que t tienes esa habilidad. Lo mismo que muchos miles de personas. Pero no encuentro aqu lo que busco. Y no lo encuentro, porque no est. Me mir un instante, movi la cabeza y dijo: S que esto te duele, pequea. Es ms: estuve a punto de decirte que no me trajeras estos trabajos. Pero luego pens..., bueno, vi en ti una especie de ansiedad... T sabas que no iban a ser buenos dije. Esperaba ms o menos algo como esto. Qu te parece si olvidamos que los trajiste? Pero me di cuenta de que me estaba desafiando. Dime detalladamente lo que tienen de malo rogu, mientras le extenda una escena callejera. Esto es completamente grfico dijo l, y est bien compuesto. No puedo explicarte detalles. Pero te dir que no es arte vivo. No es un miembro de tu cuerpo. No puedo esperar que, a tu edad, entiendas esto. Tampoco puede serte enseado. O bien lo tienes un da, o no lo tienes. En la Escuela Slade te estn enseando a expresar la personalidad..., la personalidad en general. Pero por muy buena que llegues a ser en lo referente a traducir personalidad a lneas o pintura, de

nada te servir si tu personalidad no merece ser traducida. Es una cosa puramente de suerte. De azar. Hablaba a trompicones. Hubo un silencio, tras el cual dije: Qu te parece...? Los rompo? Bueno, pequea, eso es histerismo. Tengo tanto que aprender...! Se levant y dijo: Creo que hay algo en ti. No lo s todava con seguridad. Las mujeres lo tienen muy pocas veces. Quiero decir que la mujer slo pretende ser buena en algo, tiene la mente dispuesta para eso. Pero jams puede comprender que si su deseo es llegar al lmite extremo de s misma, entonces la forma que adopta su pintura parece no tener importancia para ella. Es decir, la forma de su arte, porque ocurre lo mismo con las palabras o las notas musicales. Sigue, sigue le rogu. Es algo parecido a la voz dijo l. Uno se conforma con su voz, y habla con ella, porque no le queda otro remedio. Pero lo que cuenta es lo que esa voz dice. Y eso es lo que distingue al gran arte, la gran pintura, de la otra clase. Los individuos que han logrado dominar la tcnica se encuentran a razn de dos por penique en cualquier poca. Sobre todo en esta gran era de la educacin universal... Estaba sentado en el divn, hablndole a mi espalda. Yo tena que mirar por la ventana hacia fuera, porque

tema estallar en llanto de un instante a otro. Los crticos se hartan de hablar sobre la perfeccin tcnica. Toda esa chchara carece por completo de significado. La pintura es cruel. Empleando palabras, uno puede salvarse hasta de un asesinato. Pero una tela es como una ventana que se abre directamente a la parte ms recndita de nuestro corazn. Y lo nico que has hecho t con todos estos trabajos es construir un montn de pequeas ventanas que dan a un corazn lleno de las pinturas de otros pintores de moda. Se acerc a m, y se detuvo a mi lado, tomando uno de los dibujos abstractos. Lo haba hecho en casa. Aqu dijo expresas algo sobre Nicholson o Pasmore, no sobre ti misma. Es como si empleases una cmara fotogrfica. De la misma manera que trompe-lil es fotografa descanalizada, lo es la pintura empleando el estilo de otro pintor. En esto, t has estado fotografiando. Eso es todo. No aprender jams! dije, desconsolada. Lo que tienes que hacer es desaprender agreg. Casi has terminado de aprender. El resto es cuestin de suerte. No: un poco ms de suerte. Valor. Paciencia. Hablamos durante horas. Es decir, habl l, y yo escuch. Fue como el viento y la luz del sol. Avent todas las telaraas. Brill sobre todas las cosas. Ahora que escribo lo que l dijo, me parece sumamente obvio. Pero

lo interesante es la forma en que dice las cosas. Es la nica persona que yo conozco que siempre da la impresin de que habla creyendo lo que dice. Y si un da descubriese uno que no lo hace as, sera como una blasfemia. Adems, est el hecho de que es un buen pintor, y s que algn da ser famoso, lo cual influye en m ms de lo que debiera. No slo lo que es, sino lo que llegar a ser. Recuerdo que ms tarde dijo (otra vez el profesor Higgins que hay en l): De todos modos, t no tienes ni la ms remota probabilidad. Eres demasiado bonita. Tu lnea es ms bien el arte del amor, no el amor al arte. Ahora me voy al Heath para ahogarme dije. Voy a darte un consejo. Yo, en tu lugar, no me casara. Ten un asunto amoroso trgico. Haz que te eliminen los ovarios. Algo... Y me regal una de sus miradas realmente malignas, casi de soslayo. Pero no fue slo eso. Vi que daba seales de estar asustado como un nio. Tal como si hubiese dicho algo que saba que no debi decir, y temiera mi reaccin. De pronto me pareci que era mucho ms joven que yo. Muy a menudo se me aparece joven, en una forma que no puedo explicar. Tal vez sea que ha hecho que me mire a m misma y vea que lo que creo es viejo y mohoso. La gente que ensea a uno lo abarrota de viejas

ideas, viejos puntos de vista y vieja tierra. No es de extraar, por tanto, que muy pocas veces produzca algo fresco y verde. Otro mal da. Yo me asegur que lo fuera para Calibdn tambin. Algunas veces me irrita tanto, que podra gritarle enfurecida. Y no slo por su aspecto, aunque debo decir que es bastante malo. Siempre se muestra respetable. Su pantaln tiene siempre las rayas planchadas. Sus camisas estn siempre impecablemente limpias. Realmente creo que se sentira ms feliz si usase cuellos almidonados. Y siempre est de pie. Es el ms tremendo campen de esa postura que he conocido en mi vida. Y siempre con esa expresin lo siento mucho en su rostro, que empiezo a darme cuenta que en realidad es contento. El puro deleite de tenerme bajo su poder, de estar en condiciones de poder pasarse todos los das mirndome. No le importa lo que yo digo y lo que siento. Mis sentimientos no significan nada para l. El hecho que le importa es que me tiene en su poder. Podra gritarle insultos todo el da, pero a l no le importara absolutamente nada. Lo que l quiere es tenerme: mi exterior, no mis emociones, mi mente o mi alma, o hasta mi cuerpo. No le interesa nada humano de m. Es un coleccionista. sa es la gran cosa muerta que hay en l. Lo que ms me irrita de l es su manera de hablar.

Clis tras clis tras clis, y todos ellos antiguos, como si hubiese pasado toda su vida entre gente de ms de cincuenta aos. Hoy, a la hora del almuerzo, me dijo: Entr para hablar sobre esos discos que ha pedido. Por qu no se limita a decir: He pedido los discos que usted solicit? Ya s que mi ingls no es muy correcto, pero trato de que lo sea. No discut. Eso lo pinta de cuerpo entero. Tiene que ser correcto, tiene que hacer lo que considera que est bien. Pero siempre se trata de algo que estaba bien cuando ni l ni yo habamos nacido todava. S que es pattico. S que l es una vctima de un mundo miserable, disidente y suburbano, y de una miserable clase social. Yo sola considerar que la clase social a la que pertenecen pap y mam era la peor. Todo lo que esa clase hace es sucio, viciado, pero la Inglaterra que representa Calibn es ms inmunda. Me descompone, me repugna esa ceguera, esa falta de vida, lo anticuado y, s, la pura maldad celosa de la gran masa de la poblacin de Inglaterra. G.P. habla algunas veces sobre la rata parisiense, que ya no puede hacer frente a Inglaterra. Puedo comprenderlo muy bien. Es esa sensacin de que Inglaterra oprime, sofoca y asfixia como una apisonadora que pasase sobre todo lo que es fresco, verde, original. Y eso es lo que provoca trgicos fracasos como Matthew Smith y Augustus John, que han hecho

la vida de la rata parisiense, y desde entonces viven a la sombra de Gauguin y Matisse, o quien sea, lo mismo que G.P. dice que vivi un tiempo a la sombra de Braque y despert de pronto para darse cuenta de que todo cuanto haba hecho durante cinco aos era una inmensa mentira, porque se basaba en los ojos y la sensibilidad de Braque y no en la suya propia. Fotografa. Y todo eso ocurre porque en Inglaterra hay tan poca esperanza, que uno no tiene ms remedio que volver los ojos a Pars o algn otro lugar del extranjero. Pero uno tiene que forzarse a s mismo y aceptar la verdad: que Pars es siempre un escape hacia abajo (palabras de G.P.), sin que ello signifique decir nada contra Pars. Los verdaderos santos son los hombres como Moore y Sutherland, que luchan desesperadamente para ser pintores ingleses en Inglaterra. Como Constable, Palmer y Blake.

Otra cosa que le dije a Calibn el otro da, cuando estbamos escuchando unos discos de jazz: Usted es tan cuadrado, que resulta inconcebible. Si a usted le parece... me respondi, sumiso como siempre. Es como la lluvia, esas interminables y tristes lluvias, que matan todos los colores.

He olvidado escribir la pesadilla que tuve anoche. Siempre se me presentan ms o menos al amanecer. Debe de ser a causa de la pesadez del ambiente en este sofocante stano, cuando ya llevo toda la noche encerrada en l. (Qu alivio cuando llega l, la puerta est abierta y entra el aire del ventilador! Le he pedido que me deje salir a respirar el aire del stano principal, pero l me hace esperar siempre a que termine el desayuno. Como pienso que a lo mejor no me permite esa media hora promediada la maana, si me deja salir ms temprano, no insisto.) La pesadilla fue as. Yo haba pintado una tela. Realmente no puedo recordar cmo era, pero s que estaba muy satisfecha de ella. Era en mi casa. Sal, y mientras me hallaba fuera tuve la seguridad de que algo malo haba sucedido. Tena que volver a casa. Llegu, y cuando corr a mi habitacin de arriba, encontr a mam sentada ante una mesa (Minny estaba de pie junto a la pared, con cara de asustada, y creo que G.P. estaba all tambin, igual que otras personas, por algn motivo particular). El cuadro que yo acababa de pintar estaba hecho trizas, largas tiras de tela. Y mam clavaba una y otra vez en la mesa unas podaderas de jardinero, plida de rabia. Yo sent lo mismo: una furia salvaje y un inmenso odio. En aquel momento despert. Jams he sentido un odio semejante contra mam, ni siquiera aquel da en que estaba borracha y me peg ante aquel odioso

muchacho, Peter Catesby. Recuerdo que me qued inmvil, encendida la mejilla por el cachete, avergonzada, ultrajada..., pero compadecindola. Me acerqu, me sent junto a su cama y le cog una mano, dejando que llorara. La perdon, y despus la defend ante pap y Minny. Pero esta vez la pesadilla me pareci tan real, tan terriblemente natural...! He aceptado que ella tratara de impedir que yo fuese pintora. Los padres nunca comprenden debidamente a sus hijos (no: jams har eso con los mos), y yo saba que en mi caso tena que haber sido el hijo y cirujano que el pobre pap jams pudo llegar a ser. Carmen lo ser ahora. Quiero decir, que les he perdonado todo lo que lucharon contra mi ambicin, por propia ambicin. Gan, y, por tanto, tengo que perdonar. Pero ese odio de la pesadilla fue tan real...! No s cmo exorcizarlo. Podra contrselo a G.P. Pero lo nico que puedo hacer es garabatearlo con el lpiz en el bloc de papel. Nadie que no haya vivido en un calabozo como ste podra comprender cun absoluto es el silencio aqu abajo. Ni el ms leve ruido, como no lo produzca yo. Por eso me siento tan prxima a la muerte. Enterrada. Ningn ruido exterior que me ayude a estar viva. Con frecuencia pongo un disco. No para or msica, sino para or algo. Hay una extraa ilusin que acude a mi cerebro muy a menudo. Creo que me he quedado sorda. Tengo que

provocar algn ruido para convencerme de que no es as. Carraspeo, para demostrarme que todo est normal. Es como aquella nia japonesa que encontraron entre las ruinas de Hiroshima: todo muerto a su alrededor, y ella cantndole dulcemente a su muequita.

Octubre, 25

Tengo que escapar... Tengo que escapar! Hoy he pasado horas y horas pensando en ello. Se me ocurren las ideas ms alocadas. Calibn es tan astuto, que parece increble! Tiene que parecer que jams trato de huir. Pero lo que pasa es que no puedo intentarlo todos los das. Eso es lo malo. Tengo que espaciar las tentativas. Y cada da que paso aqu es como una semana fuera! La violencia no me servir de nada. Tengo que hacerlo a fuerza de astucia. Cara a cara, no puedo ser violenta. La sola idea me hace temblar las rodillas. Recuerdo un da que paseaba con Donald por el East End, despus de haber recorrido algunas partes de Whitechapel. Vimos a un grupo de bravucones que rodeaba a dos hindes de mediana edad. Cruzamos la calle. Yo me senta descompuesta. Los bravucones gritaban, insultaban y se mofaban de los

dos hindes, obligndolos a dejar la acera y caminar por la calzada. Donald me dijo: No podemos hacer nada y fingi despreocuparse, y nos alejamos cuanto antes. Pero fue bestial aquella violencia de los bravucones y nuestro miedo a su violencia.

Es intil! Hace media hora que trato de dormirme y no puedo. Escribir aqu es algo as como una droga. Es lo nico que espero siempre con afn. Esta tarde le lo que anteayer escrib sobre G.P. Y me pareci una cosa vvida. S que me parece vvida porque mi imaginacin llena todos los pequeos vacos que otra persona no comprendera. Quiero decir, que es vanidad. Pero parece algo as como magia eso de poder hacer que resucite mi pasado. Y no puedo, no puedo! , vivir en este presente. Si lo hiciera algn tiempo ms, enloquecera. Hoy estuve pensando en el da que llev a Piers y Antoinette a conocer a G.P. Su aspecto sombro. No: fui una estpida, una verdadera estpida. Haban ido a Hampstead a tomar un caf conmigo, y debamos ir al Everyman, pero la cola era demasiado larga. Por eso les permit que me convencieran y actu como cicerone para recorrer los alrededores. Fue una vanidad por mi parte. Yo les haba hablado

demasiado de l. Por eso empezaron a insinuar que yo no demostraba ser tan amiga suya si tena miedo de llevarles para conocerlo. Y ca en la trampa. Al abrirnos la puerta, me di cuenta de que la visita no le agradaba, pero nos pidi que pasramos. Fue terrible. Realmente terrible. Piers estaba en uno de sus momentos ms melosos y repugnantes, y Antoinette casi se parodiaba a s misma, tan sexual era su actitud. Intent excusar a todos ante todos. G.P. estaba de un humor tan negro, que advert cmo se esforz muy especialmente en ser descorts y brutal. Podra haberse dado cuenta de que Piers slo trataba de ocultar su sensacin de inseguridad. Intentaron llevarle a discutir su trabajo propio, pero l se neg. Comenz a mostrarse afrentoso, y dijo todo gnero de cosas cnicas sobre la Escuela Slade y varios pintores: cosas que me consta no cree. Lo cierto fue que consigui escandalizarnos a Piers y a m, pero Antoinette tena que superarnos..., o morir. Sonri tontamente, movi mucho las pestaas y dijo cosas todava peores que G.P. Entonces l cambi de rumbo. Y nos interrumpi secamente una y otra vez, cuando intentamos hablar (a m tambin). Y entonces hice una cosa an ms estpida que el haberlos llevado all. Se produjo una pausa, y G.P. crey evidentemente que estbamos a punto de retirarnos. Pero yo pens que vea a Antoinette y Piers bastante divertidos con todo aquello, y tuve la seguridad de que

era porque crean que yo no lo conoca tan bien como les haba asegurado. En consecuencia, tuve que tratar de demostrarles que poda manejarlo. No podramos or un disco, G.P.? pregunt. Por un instante me mir como a punto de contestarme con una rotunda negativa, pero por fin contest: Por qu no? Oigamos a alguien que diga algo, para alterar un poco el ambiente. No nos brind la ventaja de una eleccin. Se acerc al tocadiscos y puso uno. Se tendi en el divn, y cerr los ojos, como sola hacerlo. Piers y Antoinette pensaron evidentemente que se trataba de una pose. Se haba creado una atmsfera tensa y molesta. Quiero decir, que la msica, despus de todo lo que acababa de ocurrir, empeor las cosas. Piers empez a sonrer estpidamente a Antoinette, y sta emiti una leve risita que sonaba a hueco. Yo sonre. Lo confieso. Piers se introdujo el dedo meique en un odo y empez a escarbarlo. Luego se apoy en un codo, con la frente entre sus dedos extendidos, y sacudi la cabeza cada vez que el instrumento (no pude saber qu instrumento era entonces) vibraba. Fue terrible. Y Antoinette hizo un ruido raro con la boca, que tuve la seguridad de que G.P. oira. Oy. Abri los ojos, y vio a Piers que segua escarbndose el odo. Y Piers vio que el otro lo haba

visto, y sonri como si dijera No nos haga caso. G.P. se puso en pie de un salto y detuvo el tocadiscos. Luego pregunt: No le gusta? Piers contest: Tiene que gustarme? Eso no tiene gracia, Piers intervine. Que yo sepa, no haca el menor ruido. Tenemos que decir que nos gustaba ese disco? agreg Piers. Salga de aqu! tron G.P. Temo que, cuando oigo algo as, pienso siempre en Beecham dijo Antoinette. Me deleita que usted admire a Beecham dijo G.P. (Cuando se irrita, su cara se vuelve endiablada). Era un pomposo idiota, que se opona a todo lo creativo en el arte de su tiempo. Y si no puede distinguir entre el ruido de dos esqueletos bailando sobre un techo de chapa de cinc y un clavicordio, que el destino la ayude. Se volvi a Piers, y agreg: En cuanto a usted, creo que es el idiota ms formidable que me he echado a la cara en muchos aos... Se volvi, me mir un instante y aadi: Son todos tus amigos como estos dos ejemplares? No me fue posible decir una palabra. Me qued paralizada. Naturalmente, me haba enfurecido, y ellos tambin, pero de todos modos mi vergenza era mil veces mayor que mi furia. Piers se encogi de hombros. Antoinette adopt una

actitud de sorpresa, pero estaba vagamente encantada y divertida, la muy perra. Yo estaba roja como un tomate. Y ahora vuelvo a enrojecer, al recordar lo que sucedi a continuacin. Clmese dijo Piers. En definitiva no es ms que un disco. Supongo que estaba irritado tambin, y tuvo que haberse dado cuenta de que lo que deca era una cosa estpida. As que usted cree que no es ms que un disco? respondi G.P.. Nada ms que un disco, eh? Es usted igual que la ta de esta pequea tonta? Cree usted tambin que Rembrandt se cansaba y aburra a la mitad de sus cuadros? Cree que Bach haca muecas y emita una risita estpida cuando escriba la msica que acaba de or? Piers daba la impresin, en aquel momento, de un hombre desinflado, casi aterrorizado. Conteste! le grit G.P., furioso. Cree usted eso? Tena un aspecto terrible. Y lo era, porque haba provocado todo aquello y decidido de antemano obrar como lo haca. Y lo era, maravillosamente, porque la pasin, la verdadera pasin es algo que nos es dado contemplar muy pocas o ninguna vez. Yo me he criado entre gente que siempre ha tratado de ocultar sus pasiones. G.P. se nos presentaba ahora crudamente. Desnudo. Trmulo de furia.

Nosotros no tenemos la edad que tiene usted dijo Piers. Sus palabras tenan un tono pattico, dbil, lastimero. Y lo mostraban como lo que era en realidad. Cristo! bram G.P.. Estudiantes de pintura...! De pintura! No puedo reproducir lo que dijo despus. Hasta Antoinette pareci escandalizada. Sin decir palabra, nos fuimos. La puerta del estudio se cerr violentamente a nuestras espaldas, cuando empezbamos a bajar la escalera. Yo mascull un Pedazo de imbcil a Piers cuando llegamos al ltimo peldao y saqu a los dos a empujones a la calle. Querida...! Te matar! dijo Antoinette. Yo cerr la puerta en sus narices y esper. Al cabo de un rato, o msica de nuevo en el estudio. Sub lentamente la escalera y abr la puerta. Tal vez me oy, no s, pero no levant la cabeza, y yo me sent en una banqueta cerca de la puerta, hasta que termin el disco. Qu quieres, Miranda? me pregunt. Decirte que siento mucho lo ocurrido contest. Y orte decir lo mismo. l se levant, se fue hasta la ventana y qued mirando hacia fuera. S que me port como una estpida dije, y puede que sea una pequea, pero no una tonta, por lo menos no tanto. Pero tratas de serlo dijo l.

Podras habernos dicho que nos furamos. Habramos comprendido. Hubo un silencio. l se volvi para mirarme, y agregu: Siento mucho... Vete a casa. No podemos acostarnos juntos... Cuando me puse en pie agreg: Me alegro de que hayas vuelto. Eso te presenta a mis ojos con un aspecto ms favorable. Baj la escalera, y l sali detrs de m. No quiero acostarme contigo dijo. Me refera a la situacin, no a nosotros Comprendes? Claro, claro, comprendo contest. Baj, muy en mujer, ardiendo en deseos de hacerle sentir que me haba hecho dao. Al abrir la puerta de la calle, me dijo: He estado bebiendo. Tal vez sea eso... Lo mir sin responder, y agreg: Te telefonear. Lo hizo. Me llev a un concierto, para que oyese a los rusos interpretar a Chostakovich. Y se port maravillosamente. As era l, el verdadero G.P. Aunque jams pidiera disculpas ni perdn por nada de lo que haca.

Octubre, 26

No le tengo confianza. Ha comprado esta casa. Si me deja ir, tendr que confiar en m. O tendr que vender la propiedad y desaparecer antes que yo pueda (pudiera) llegar a la Polica. Cualquiera de las dos soluciones estara en desacuerdo con su carcter. Esto es demasiado deprimente. Tengo que creer que cumplir su palabra! Gasta dinero y ms dinero en m. Debe llegar a unas doscientas libras esterlinas. Libros, discos, ropas, cuanto le pido. Ya tiene todos los nmeros de vestido, calzado, etctera. Le bosquejo lo que quiero, mezclo colores para darle una idea, y l hace lo dems. Hasta me compra todas las prendas ms ntimas. No puedo ponerme los modelos negro y durazno que me compr antes, as que le dije que fuera a comprar algo sensato en Marks & Spencer. Claro que, para l, debe de ser una verdadera agona comprar ropa para m (qu har en la farmacia?), por lo cual varias veces me he preguntado si no puede comprarlo todo junto. Pero, qu pueden pensar los comerciantes y empleados de l, al verle comprar braguitas, sujetadores, camisones, etctera? Le pregunt qu decan cuando peda esas cosas, y se puso colorado. Me parece que creen que soy una esposa muy particular. Y ese pensamiento me hizo rer por primera vez desde que estoy encerrada aqu.

Cada vez que me compra algo, creo que es una prueba de que no va a matarme o hacerme algo desagradable. Ya s que no debera, pero me gusta cuando viene a la hora del almuerzo, de vuelta de donde ha ido. Siempre trae paquetes. Es como vivir en un perpetuo da de cumpleaos o Reyes, sin siquiera tener que dar las gracias a los bblicos monarcas. Algunas veces me trae hasta cosas que no le he pedido. Siempre trae flores, y eso es hermoso. Bombones, pero resulta que l come muchos ms que yo. Y no deja de preguntarme a cada momento qu me gustara que me comprara. S que es el diablo, que me ensea el mundo que puede ser mo. Por eso no me vendo a l. Le cuesto mucho en pequeas cosas, pero s que l quiere que le pida algo grande. Se muere por conseguir que yo le est agradecida. Pero no lo conseguir. Hoy se me ha ocurrido un pensamiento horrible. Que puedan haber sospechado que el autor de mi secuestro sea G.P. Caroline tiene que haber dado su nombre a la Polica. Pobre! Seguro que contestar sarcsticamente, y a la Polica no le gusta eso. Hoy he estado tratando de dibujarlo. Extrao. Es intil. No me sale ni siquiera parecido. S que es bajo, slo un par de centmetros ms alto que yo (siempre he soado con hombres altos, pero eso es una tontera). No tardar mucho en quedarse calvo, y tiene una

nariz de judo, aunque no lo es (no es que me importe que lo fuera). Su rostro es demasiado ancho, y tiene el aspecto de haber sido golpeado, o gastado, hasta convertirlo en algo as como una careta, por lo cual nunca creo del todo las expresiones que descubro en l. Percibo cosas que pienso que tienen que proceder de dentro, pero nunca estoy muy segura. Bajo, ancho, de cara ancha y nariz curva, hasta parecer un poco turca. No se parece en nada al tpico ingls. Tengo, sobre la hermosura de los ingleses, esta tonta nocin: publicidad. Hombres de Ladymont.

Octubre, 27

El agujero o tnel alrededor de la puerta es mi mejor probabilidad de xito. Creo que tengo que intentarlo pronto. Y me parece que he conseguido una manera de mantenerlo alejado del chalet. Esta tarde he estado estudiando muy cuidadosamente la puerta. Es de madera, con una chapa de hierro por la parte interior. Terriblemente slida. Jams podra romperla, echarla abajo, o forzarla abierta. l se ha asegurado de que no haya nada que pueda servirme de palanca.

He empezado a guardar algunas herramientas. Un vaso que puedo romper. As tendr algo cortante. Un tenedor y dos cucharas. Son blandas, de aluminio, pero pueden resultarme tiles. Lo que ms necesito es algo duro y afilado, para ir sacando el cemento que une las piedras. Una vez que consiga hacer un agujero, creo que no me ser muy difcil poder llegar al stano principal. Esto me hace sentirme prctica. Activa. Emprendedora. Pero hasta ahora nada he hecho. Tengo ms esperanzas. No s por qu, pero las tengo.

Octubre, 28

G.P. es un artista y un pintor. El juicio de Caroline sobre l es horrible, pero tiene algo de verdad. No se trata de eso que l denominara fotografa. Pero tampoco es absolutamente individual. Opino que lo que pasa es que G.P. ha llegado a las mismas conclusiones que Paul Nahs. Y, o advierte eso (que sus paisajes tienen una evidente cualidad Nashista), o no. De cualquiera de las dos maneras, es una crtica contra l. Soy objetiva en lo que a l se refiere. Para sus defectos. Su odio contra la pintura abstracta y hasta contra

pintores como Jackson Pollock y Nicholson, por ejemplo. No alcanzo a comprender a qu se debe. Intelectualmente, estoy ms que medio convencida por l, pero eso no obsta para que crea que son hermosas algunas de las telas que l considera malas. Quiero decir que es demasiado celoso. Condena demasiado. Eso no me importa mucho. Trato de ser honesta al referirme a l, y al hablar de m. l odia a las personas que no terminan lo que empiezan, pero l mismo incurre en ese pecado. Demasiado. Pero tiene principios, menos cuando se trata de mujeres. En ese sentido hace que muchas personas poseedoras de los as llamados principios parezcan latas vacas a su lado. (Recuerdo que una vez dijo sobre una tela de Mondrian: No se trata de que le guste a uno, sino de si debe gustarle. Le desagrada la pintura abstracta por principio. Pero no hace el menor caso de lo que siente.) Y, deliberadamente, he dejado lo peor para el final. Las mujeres. Debi de haber sido la cuarta o quinta vez que fui a verle a su estudio. Me encontr all a esa mujer llamada Nielsen. Supongo (ahora) que haban estado acostados juntos. Entonces yo era tan inocente...! Pero me pareci que no les importaba ni poco ni mucho mi llegada. No necesitaban haber contestado cuando hice sonar la campanilla. Y ella se mostr cordialsima conmigo, aunque dndose un poco el aire de ama de casa. No

puede tener un da menos de cuarenta aos, y no me explico qu puede verle l. Despus, mucho tiempo despus, creo que fue en mayo, y yo haba estado all la noche antes pero l haba salido (o estaba acostado con alguien), le encontr solo y hablamos un buen rato (me estaba hablado de John Minton), cuando de pronto puso un disco de msica hind y los dos nos callamos. Pero aquella vez no cerr los ojos, y se qued mirndome hasta avergonzarme. Cuando finaliz el disco hubo un silencio. Le pregunt: Le doy la vuelta? No, no me respondi. Estaba en la semipenumbra, y no poda verlo muy bien. De repente me pregunt: Quieres acostarte conmigo? No le respond. Me haba cogido de sorpresa, y me pareci que mi negativa sonaba ridcula, como asustada. Hace diez aos dijo l, sin apartar los ojos de m me habra casado contigo. Habras sido mi segundo casamiento desastroso. Aquello no fue una gran sorpresa para m, por que haca varias semanas que la esperaba. Se levant y vino junto a m. Ests segura de que no quieres? pregunt. No he venido aqu para eso le dije. Te lo aseguro.

Me pareci poco propio de l proponerme semejante cosa. Tan crudo. Ahora pienso, mejor dicho, s, que quera mostrarse bondadoso conmigo. Deliberadamente obvio y crudo, de la misma manera que algunas veces me deja que le gane alguna partida de ajedrez. Se fue a preparar un caf turco, y me dijo desde el otro lado de la puerta: Me resultas una mujer un tanto incomprensible. Yo me acerqu a la puerta de la cocina, mientras l vigilaba la cafetera. Me mir y dijo: Algunas veces jurara que lo deseas. Qu edad tienes? le pregunt. Podra ser tu padre. Es eso lo que queras decirme? No; es que odio la promiscuidad contest, aunque, en realidad, no era eso lo que quera decir. Estaba de espaldas a m. Me senta irritada con l, porque me pareca tan irresponsable... De todos modos dije, no me atraes en ese sentido. Qu quisiste decir con eso de promiscuidad? pregunt, sin volverse hacia m. Ir a la cama juntos por placer. Sexo y nada ms que sexo. Sin amor. Eso es lo que yo llamo promiscuidad. Ah! exclam l. Entonces, yo soy un gran pecador en ese sentido. Jams me acuesto con las mujeres a quienes amo! Lo hice una vez, y basta. Recuerdo que me advertiste que huyese de Barber

Cruikshank dije. S, y ahora te advierto contra m mismo repuso. Sigui vigilando la cafetera, hasta que por fin la levant en el ltimo instante, antes que se volcase. He observado que tienes un puntito rojo en los ojos. Qu es? Pasin? O seal de peligro? No s, pero cama no es dije. Bueno, para m, pero para algn otro... Para ninguno. Me sent en el divn, y l, en la alta banqueta junto al banco de trabajo. Me parece que te he horrorizado dijo. No, no: ya estaba sobre aviso. Tu ta? S. Se volvi, y sirvi el caf, con exquisito cuidado, en las dos tacitas. Toda mi vida he tenido que contar con una mujer. En su mayora, slo me han trado infelicidad, sobre todo las que mantuvieron conmigo relaciones que supona eran puras y nobles. Mira seal a una fotografa de sus dos hijos: se es el noble fruto de unas relaciones nobles. Tom mi tacita y me reclin contra el banco, separada de l. Robert tiene slo cuatro aos menos que t ahora dijo. No; no lo bebas todava. Djalo posar. No pareca estar muy cmodo. Como si no tuviese

ms remedio que hablar. Ponerse a la defensiva. Desilusionarme y, al mismo tiempo, ganarse mi simpata. El deseo dijo es una cosa muy simple. Inmediatamente se llega a un entendimiento. Los dos desean acostarse juntos, o uno de los dos no quiere. Pero el amor...! Las mujeres a quienes he amado me han dicho siempre que soy egosta. Parece que eso es lo que hace que me amen... y luego me odien. Sabes qu es lo que ellas creen siempre egosmo? No es que yo pinte a mi manera y no a la de otros; tampoco es que viva como me place, y hable como quiera hablar... No: todo eso no les importara. Por el contrario, hasta parece que las excita. Lo que no pueden resistir es que yo las odie cuando ellas no se comportan como realmente son, cuando quieren imitar a otras. Hablaba como si yo fuese otro hombre, con el cual no necesitaba andarse con medias tintas. Las personas como esa maldita ta tuya agreg creen que soy un cnico, un arruinador de hogares. Un libertino. Te juro que jams en mi vida he seducido a una sola mujer. Me gusta la cama, y me gusta el cuerpo femenino. Me gusta la forma en que hasta la mujer ms superficial se vuelve hermosa cuando se queda sin una sola prenda de ropa y est convencida de que va a dar un enorme y pecaminoso paso. La primera vez, siempre ocurre as. Sabes lo que est casi extinto en las representantes de tu sexo?

Me mir de soslayo, y yo respond con un movimiento negativo de cabeza. La inocencia. La nica vez que la ves es cuando una mujer se quita toda la ropa y no puede mirarte directamente a los ojos. S: slo ese primer instante de la primera vez. Pero luego se esfuma... y, mutis Anadiomena! Quin es esa seora? pregunt, sonriente. Me lo explic. Yo pensaba: No debera permitirle que me hable de esta manera. Est tendiendo una red a mi alrededor. Es decir, ms que pensarlo lo senta. He conocido a docenas de muchachas y mujeres como t dijo. Algunas de ellas, bien; a otras las he hecho mas en contra de sus principios y los mos. Me cas con dos de ellas. Otras apenas las he llegado a conocer... Hubo un silencio y, de pronto, me pregunt: Has ledo a Jung? No respond. Ha dado a la mujer un nombre. No es que ayude, porque el mal es tan malo como el remedio. Dime ese nombre ped. A las enfermedades no se les dicen sus nombres. Otro extrao silencio, como si hubisemos llegado al final de algo. Como si l hubiese esperado que yo reaccionase de otra manera: ms irritada o ms escandalizada, tal vez. Me senta escandalizada e irritada despus (de un modo particular). Pero me

alegro de no haber escapado. Fue una de esas noches en que una crece. De pronto tuve la sensacin de que o tena que comportarme como una muchacha horrorizada, que en esa poca del ao anterior estaba todava en la escuela, o Como una mujer adulta. Eres una chiquilla extraa me dijo por fin. Anticuada, querrs decir, no? contest. Si no fueras tan linda, seras muy aburrida. Ah, muchas gracias! exclam, irnica. En realidad, no esperaba que aceptases acostarte conmigo dijo. Ya lo s. Me mir largamente. Luego cambi: sac el tablero de ajedrez, y jugamos una partida, que me permiti que ganase. No lo confes, pero estoy completamente segura de que se dej ganar. Apenas si cambiamos media docena de palabras. Parecamos comunicarnos por medio de las piezas. Y en mi triunfo hubo algo muy simblico, que l deseaba que yo sintiese. No s lo que fue. No s si fue que l quera que yo viese mi virtud triunfar sobre su vicio, o algo todava ms sutil: que, algunas veces, perder es ganar.

La visita siguiente que le hice, me regal un dibujo que haba hecho. Era de la cafetera y las dos tacitas, sobre el banco. Divinamente dibujados todos los objetos, absolutamente simple la ejecucin, totalmente

despojado el conjunto de todo nerviosismo o espectacularidad, libre de ese aspecto alumno de escuela de pintura que tienen los dibujos que yo hago de los objetos ms simples. Nada ms que las dos tacitas y la cafetera de cobre, y su mano. O una mano, apoyada en una de las tacitas. En el respaldo del papel escribi: Apres, y la fecha. Y ms abajo: Pour une princesse lontaine. La palabra une estaba fuertemente subrayada. Quera escribir algo sobre Toinette, pero estoy demasiado cansada. Quiero fumar cuando escribo, pero el humo hace que la atmsfera del stano se vuelva irrespirable.

Octubre, 29

Se ha ido en la furgoneta a Lewes. Voy a escribir sobre Toinette. Haba pasado un mes desde aquel da del disco de Bach. Deb adivinar, porque ella estuvo varios das melosa conmigo, mirndome picarescamente. Cre que se trataba de algo relacionado con Piers. Y una noche hice sonar la campanilla, y de pronto me di cuenta de que la puerta no estaba cerrada. La empuj y mir hacia arriba, por la escalera, al mismo tiempo que Toinette

miraba hacia abajo. Nuestras miradas se encontraron. Al cabo de un rato se acerc al descansillo, y vi que estaba vistindose. No me dijo una palabra. Slo hizo un gesto con la mano, invitndome a subir al estudio. Y lo peor fue que yo estaba roja de vergenza, y ella no. Slo risuea. No te escandalices, querida! me dijo l volver dentro de unos dos o tres minutos. Ha ido a buscar... Pero nunca supe qu haba ido a buscar G.P., porque, sin darle tiempo a que terminara la frase, me fui. Nunca he analizado realmente por qu estaba tan irritada y escandalizada, tan herida. Donald, Piers, David, todos saben que ella vive en Londres igual que viva en Estocolmo. Me lo dijo ella misma, y ellos tambin. Adems, G.P. ya me haba confiado cmo era en cuestin de mujeres. No eran simplemente celos. Era el hecho de que alguien como G.P. tuviese algo tan ntimo con una mujer como ella, tan real y tan superficial, tan falsa y tan fcil. Pero, por qu haba de mostrarme consideracin de ninguna clase? No me era posible descubrir la menor razn para ello. Tiene veintin aos ms que yo. Es nueve aos ms joven que pap. Durante los das que siguieron, no fue G.P. con quien yo estaba disgustada, sino conmigo misma. Con

mi estrechez mental. Me impuse ver a Toinette y escucharla. No alarde de su conquista, y me pareci que aquella actitud le haba sido impuesta por G.P. Al da siguiente volvi, segn me dijo, para hacerme saber que lo senta y que aquello haba ocurrido casi sin darse cuenta. Me sent terriblemente celosa! l y ella me hicieron creerme ms vieja que ellos. Eran como nios malos, felices porque tenan un secreto entre s. Me fui. Una semana despus, G.P. me llam por telfono, una noche, a casa de Caroline. No pareca sentirse culpable de nada. Le contest que estaba muy ocupada y no poda verle. No: aquella noche no poda salir. Si hubiese insistido, me habra negado, pero pareca a punto de cortar la comunicacin, y entonces le dije que ira al da siguiente. Ansiaba tanto que l se diese cuenta de que me haba herido profundamente...! Y por telfono, eso no es posible. Me parece que ests viendo con demasiada frecuencia a ese hombre me dijo ta Caroline. Ahora tiene un asunto con esa muchacha sueca le respond. Hasta conversamos un rato sobre el tema. Yo me mostr muy equitativa. Lo defend. Pero cuando me haba acostado ya, le acus ante m misma. Por espacio de varias horas. Lo primero que me dijo en cuanto me vio al da siguiente, y segn me pareci con toda sinceridad, fue:

Se port como una ramera contigo, pequea? No respond. En absoluto. Por qu habra de hacerlo? As, sin darle importancia, como enteramente despreocupada. Sonri: Ya s lo que sientes, pareca decirme aquella sonrisa. Me dieron ganas de darle una bofetada, porque la verdad era que no poda fingir con xito que no me importaba. Y eso empeoraba mi posicin. Los hombres somos viles dijo. Lo ms vil que tienen es que pueden decir eso con una sonrisa en los labios contest. Eso es cierto repuso l. Y se produjo un silencio. Lament haber ido a verlo. Hubiera deseado, en aquel momento, alejarlo para siempre de mi vida. Mir hacia la puerta del dormitorio. Estaba entornada. Poda ver un extremo del lecho. Lo que pasa es que todava no he conseguido poner a la vida en compartimientos dije. Escchame, Miranda repuso. Esos veinte aos largos que hay de diferencia entre tu edad y la ma constituyen la respuesta. Yo tengo muchos ms conocimientos de la vida que t. He vivido ms, y traicionado ms, y visto ms traiciones. A tu edad, uno est lleno de ideales. T crees que porque yo puedo, algunas veces, determinar lo que es trivial y lo que es importante, en materia de pintura, debera ser ms virtuoso. Pero es que yo no quiero ser virtuoso. Mi

encanto para ti (si es que tengo alguno) es simplemente mi franqueza. Y mi experiencia. No mi bondad. Yo no soy un hombre bueno. Es posible que, moralmente, sea ms joven an que t. Puedes comprender eso? Deca nicamente lo que yo, senta. Yo era rgida, y l, flexible, y, sin embargo, deba ser al revs. La culpa es toda ma. Pero yo segua pensando: Me llev al concierto y volvi aqu para estar con ella. Record algunas veces que hice sonar la campanilla y nadie contest. Ahora comprendo que eran celos sexuales, pero entonces se me antoj que era una traicin de principios. (Todava no s, porque, en cuanto a eso, mi mente es un verdadero caos. No me es posible juzgar.) Me gustara or a Ravi Shankar le dije, porque no me fue posible decirle: Te perdono. Escuchamos el disco. Luego jugamos una partida de ajedrez. Y me gan fcilmente. Ni la menor referencia a Toinette, como no fuera al final, ya en la escalera, cuando me dijo: Quiero que sepas que eso ha terminado. Yo no le contest. En ella, el asunto fue slo por diversin dijo. Pero ya nunca fue lo mismo. Hubo una especie de tregua. Le vi unas cuantas veces ms, pero nunca a solas. Le escrib dos cartas cuando estuve en Espaa, y l me contest con una postal. Le vi una vez a principios de este mes. Pero escribir sobre eso otro da. Y escribir tambin con respecto a la extraa

conversacin que tuve con la mujer esa, Nielsen.

Toinette me dijo: Me habl de sus hijitos, y me dio mucha lstima. Me cont que ellos le pedan que no fuese a buscarlos a la escuela, sino que los esperase en el pueblo. Se avergonzaban de que le viesen a l. Y que ahora Robert (que est en Marlborough) le trata como protegindolo, paternalmente. Nunca me habl acerca de ellos. Tal vez en su fuero interno cree que yo pertenezco al mismo mundo. Que soy solamente una pequea pedante de la clase media, recin salida de un internado de nias.

(Por la noche.) Hoy intent otra vez dibujar a G.P. de memoria. Pero es intil. No puedo. Calibn estaba sentado leyendo el libro que le recomend. Haba terminado mi cena. Varias veces lo vi levantar la cabeza para ver si le observaba, y luego, calcular cuntas pginas le faltaban para terminar el libro. Lo lee nicamente para demostrarme con qu fervor est intentando todo cuanto le digo que debe hacer. Esta noche pasaba frente a la puerta de la calle (iba al cuarto de bao), y le dije:

Bueno: muchas gracias por esta encantadora velada. Adis. Hice como si fuera a abrir la puerta. Naturalmente, estaba cerrada con llave. Pareca como si estuviera atrancada, y se lo dije. l no se haba levantado, y me observaba atentamente. Era slo una broma le dije. Ya lo s contest. Es raro, pero hizo que me sintiera una tonta, por no sonrerme.

Claro que G.P. intentaba constantemente que yo me acostara con l. No s por qu, pero ahora que estoy aqu, encerrada, veo eso mucho ms claramente que entonces. Me escandalizaba, abusaba verbalmente de m, me haca rabiar, pero todo sin maldad. Oblicuamente. Jams me forzaba en nada.Ni me tocaba. Quiero decir, que siempre me respet de una manera extraa. Creo que en realidad l no se conoca a s mismo. Quera horrorizarme, para atraerme o alejarme, ni l mismo saba qu. Y lo dejaba en manos de la casualidad.

Hoy Calibn sac unas fotos mas. No muchas, porque le dije que los fogonazos del magnesio hacan

que me dolieran los ojos. No me gusta nada que est siempre ordenndome. Se muestra terriblemente obsequioso, y siempre est con que si Querra usted esto?, o Querra usted esto otro?. Cuando estaba preparando la cmara fotogrfica, me dijo: Debera usted intervenir en esos concursos de belleza. Muchas gracias respond. (El modo en que nos hablbamos es digno de dos locos. Lo veo ahora cuando lo escribo. El habla como si yo estuviese en libertad de irme cuando quisiera, y yo hago ms o menos lo mismo.) Apostara cualquier cosa a que usted estara simplemente fantstica con uno de esos..., cmo se llaman? Yo fing que no entenda lo que quera decir, y l aclar: Con uno de esos trajes de bao franceses. Ah! Un bikini? pregunt. No puedo permitirle que me hable de esa manera, por lo cual lo mir fra y severamente. Era eso lo que quera decir? No, era para fotografiarla repuso l, enrojeciendo. Y lo terrible es que yo s que eso es precisamente lo que quiere decir. No en modo alguno con maldad, ni animado por propsito sucio alguno. No insinuaba

nada. Lo deca, y con su habitual torpeza. Como siempre. Quera decir lo que dijo literalmente. Que yo sera interesantsima para fotografiarme en bikini. Yo sola pensar: Por ah es por donde van sus pensamientos. Muy profundamente reprimidos, pero van por ah. Pero ya no. Creo que no reprime absolutamente nada. Porque no hay nada que reprimir.

Octubre, 30

Hoy hemos dado un excelente paseo nocturno. Haba grandes extensiones de cielo limpio de nubes. No tenamos luna, pero el espacio estaba cuajado, por todas partes, de blancas estrellas como diamantes. Y el aire era agradablemente fresco. Del Oeste. Le hice que me llevara una y otra vez alrededor de todo el jardn; diez o doce veces, por lo menos. El viento susurraba entre las ramas. En el bosque ms prximo ululaba un bho. Me sent llena de esperanzas. Estaba segura de que me llegaba el aroma del mar. Le dije (despus, claro, me puso la mordaza): Estamos cerca del mar? A unas diez millas me contest

Cerca de Lewes? insist. No puedo decrselo. Como si alguien le hubiese prohibido terminantemente que me lo dijera. (A menudo, cuando estoy con l, experimento la sensacin de que la parte buena de l se encoge, dominada por otra parte maligna.) Pero dentro, todo cambia por completo. Volvimos a hablar sobre su familia. Yo haba estado bebiendo. Lo hago a veces (un poco) para ver si consigo embriagarle y que se descuide, pero hasta ahora no quiere tomar ni una copa. No soy abstemio me dijo. Por tanto, no es ms que una nueva precaucin suya. Y no se deja corromper por nada del mundo. Dilogo entre Miranda y Calibn: M. Vamos a ver. Cunteme algo ms sobre su familia. Me interesa mucho. C. No tengo ms que contarle. Es decir, nada ms que pueda ser de inters para usted. M. sa no es una respuesta. C. Es tal como le digo. M. Bueno, as ser. C. Muchas veces se me ha dicho que yo hablaba muy correctamente. Pero eso fue antes de conocerla a usted. M. No importa. C. Supongo que todos los aos habr ganado el primer premio en Gramtica y diccin.

M. Si. C. Yo sacaba siempre buenas notas en Matemticas y Biologa. M. Ah, s? (Estaba contando nueve puntos en el tejido que haca.) Diecisiete, dieciocho, diecinueve... C. Y gan un premio por hobbies. M. Ah, muy bien! Eso demuestra su habilidad! Bueno: cunteme algo ms sobre su padre. C. Ya le he dicho. Es representante de una fbrica de artculos para escritorio. M. Viajante comercial, no? C. S, eso es, pero ahora los llaman representantes. Parece que les suena ms elegante. M. Me dijo usted que perdi la vida en un accidente de automvil, antes de la guerra, no es as? Y que su madre se fue con otro hombre... C. S: mi madre era cualquier cosa. Ms o menos como yo... (Lo mir framente, y di gracias al cielo por que ese humor negro no aflora en l muy a menudo.) M. As que, entonces, su ta Annie se hizo cargo de usted. C. S. M. Como la seora Joe y Pip. C. Como quin? M. No, nada. No importa. C. Ta Annie no es mala. Tengo que reconocer que si ella no me hubiera recogido, tendra que haber ido a

parar a uno de esos asilos para nios. M. Un orfelinato. C. Eso. M. Y su prima Mabel? Nunca me ha dicho nada sobre ella. Me interesa saber algo de su prima. C. Es mayor que yo. Cuenta alrededor de treinta aos. Y tiene un hermano mayor, que se fue a Australia despus de la guerra. Lo llamo to Steve. Es un verdadero australiano, pues lleva all muchsimos aos. Yo no lo he visto en mi vida. M. Y no tiene ms familia que sa? C. S: hay tambin algunos parientes de mi to Dick, pero nunca se trataron con ta Annie. Me parece que tuvieron un disgusto o algo por el estilo. M. No me ha dicho cmo es su prima Mabel. C. Es una muchacha deforme: sufre espasmos; eso creo que le llaman los mdicos. Pero vivsima. Se pasa la vida haciendo preguntas, porque lo quiere saber todo. Y enterarse de cuanto hacen los dems. M. No puede andar? C. Por la casa, s, aunque no mucho. Para salir, tenamos que llevarla en una silla de ruedas. M. Tal vez la haya visto alguna vez en la calle. C. Si no la vio, no perdi gran cosa. M. No le inspira lstima? C. S: es como si uno tuviera que sentir lstima por ella todo el tiempo. Y la culpa es de ta Annie... M. Siga, siga.

C. No podra explicarme bien, pero ta Annie parece como si deformase todo cuanto la rodea. Para m es un misterio. Es como si, para ella, nadie tuviera derecho a ser normal. No quiero decir que se queje directamente, no. Es la manera en que mira a uno, y hay que tener gran cuidado. Por ejemplo: supongamos que una noche le digo, sin pensar: Esta maana casi perd el mnibus... Tuve que correr como un galgo para alcanzarlo! Con toda seguridad, ta Annie me mirara y dira: Puedes considerarte dichoso porque puedes correr. Mabel no dira una palabra, pero me mirara fijamente. M. Eso es una vileza por parte de su ta. C. Yo tena que estar siempre alerta para no meter la pata cuando hablaba. M. Meter la pata? Supongo que querr decir cometer una indiscrecin! C. Si, eso mismo, gracias. M. Y... por qu no se iba de la casa? Poda haber alquilado una habitacin o ir a vivir a una pensin. C. No crea: ms de una vez se me ocurri. M. Porque su ta y su prima no necesitaban de su ayuda financiera. Me parece que usted se port demasiado caballerosamente. C. Me port como un perfecto idiota. (Siempre me resultan patticos esos intentos suyos de aparecer como un cnico.) M. As que ahora su ta y su prima se hallan en

Australia, donde seguramente estarn atormentando a sus otros parientes. C. S, estoy seguro. M. Le escriben? C. S, pero slo ta Annie. Mabel, no. M. No querra leerme una de esas cartas algn da? C. Para qu? M. Porque me interesara. C. (Con evidentes seales de una gran lucha interior.) Esta maana recib una. La tengo aqu, en el bolsillo. (Busca entre numerosas cosas, que va sacando de los bolsillos, y por fin aparece la carta.) Pero seguro que no le interesar. Son cartas estpidas.

Se sent junto a la puerta, y yo segu tejiendo, tejiendo... No recuerdo toda la carta textualmente, pero era algo as:

Querido Fred: (se es el nombre que me dio siempre ta Annie, porque dice que le gusta mucho, intercal l, rojo como un tomate.) Me alegr mucho recibir tu carta, y, como ya te he dicho muchas veces, y en mi ltima, el dinero es tuyo, Dios se ha servido concedrtelo, pero no tienes que hacerte el loco y me habra gustado que no dieses ese paso hasta que yo no

estuviera ah. To Steve dice que las propiedades dan ms trabajo que beneficios. Veo que no contestas mi pregunta sobre la mujer para limpiar esa casa. S perfectamente lo que son los hombres, y no debes olvidar lo que se dice que la limpieza est muy prxima a la santidad. Ya s que no tengo derecho alguno, y t has sido muy generoso con nosotras, Fred. To Steve, los muchachos y Gertie no pueden comprender por qu no has venido con nosotras. Gertie me dijo esta misma maana que t deberas estar aqu, que tu lugar es con nosotras, pero no creas ni por un momento que no te estoy muy agradecida. Pido al Seor que me perdone, pero sta ha sido una gran experiencia, y te aseguro que si vieras a Mabel no la reconoceras. Est maravillosamente tostada por el sol, que aqu es muy agradable, pero lo que no me gusta nada es el polvo. Todo se ensucia unos segundos despus de haberlo limpiado concienzudamente, y la gente de aqu vive de una manera muy distinta a nosotros. Hablan el ingls ms como norteamericanos que como nosotros (hasta to Steve). Te aseguro que me alegrar mucho cuando est de regreso en mi casita de la calle Blackstone. Me tiene preocupada pensar en la humedad y la

suciedad. Espero que habrs hecho lo que te dije, aireando todas las habitaciones y la ropa blanca, y que habrs tomado una mujer para la limpieza, como te dije. Fred: estoy preocupada porque con todo ese dinero pienso que puedes perder la cabeza, porque hay mucha gente por ah, astuta y deshonesta (se refiere a mujeres, intercal Calibn) y yo te he criado lo mejor que me fue posible, por lo cual si cometes alguna falta es lo mismo que si la cometiera yo. No le voy a ensear esta carta a Mabel, porque siempre me dice que a ti no te gusta que te diga estas cosas. Ya s que tienes ms de veintin aos, pero me preocupo mucho por ti, debido a lo que ha sucedido (quiere decir porque soy hurfano, dijo Calibn). Melbourne nos ha gustado mucho: es una ciudad grande. La semana que viene iremos a Brisbane para pasar una temporada otra vez con Bob y su esposa. Ella me ha escrito una carta muy amable. Nos saldrn a recibir a la estacin. To Steve, Gert y los nios te envan sus carios, lo mismo que Mabel y tu ta que mucho te quiere... A NNIE.

Hay una posdata en la que dice que no me preocupe por el dinero, que lo han estado estirando mucho. Y que la mujer para la limpieza debe ser madura, porque las jvenes de nuestros das no saben limpiar. (A la lectura de la carta, sigui un largo silencio.) M. Le parece que esa carta es hermosa? C. Siempre escribe as. M. Pues a m me produce ganas de vomitar. C. Es que ta Annie nunca tuvo una educacin esmerada. M. No se trata de eso, sino de que en cada una de sus palabras se adivina que tiene una mente mezquina y detestable. C. S, pero yo no puedo olvidar que me recogi cuando no tena dnde refugiarme. M. Es cierto. Lo recogi, y desde entonces no ha hecho otra cosa que manipularlo, dominarlo, hasta convertirlo en un perfecto tonto. C. Muchas gracias. M. Acaso va a negarlo? C. No, no: si comprendo que tiene usted razn. Como de costumbre. M. No diga eso! (Dej el tejido y cerr los ojos.) C. Ta Annie nunca me manipul, como usted dice, ni la dcima parte que usted lo hace ahora. M. Yo no lo manipulo! Trato de ensearle! C. Me ensea a despreciarla y a pensar como piensa

usted; pero dentro de poco se ir usted y ya no tendr a nadie. M. Ahora se est compadeciendo de s mismo! C. Eso es lo nico que usted no comprende. Usted, y las personas como usted, no tienen ms que entrar en una habitacin y comprenden las cosas; pueden hablar con los dems; pero cuando.. M. Oh, cllese! Ya es bastante feo, sin que tenga que ponerse a hacer pucheros! Recog las cosas del tejido y las guard. Cuando por fin lo mir, estaba de pie all, boquiabierto, tratando de decir algo. Me di cuenta de que le haba herido en sus sentimientos. S que merece ser herido as, pero, la verdad, no me gusta herir a nadie. Tena un aspecto tan triste...! Y record que me haba permitido aquel paseo por el jardn. Me hubiera pegado una bofetada a m misma, por mezquina. Me acerqu a l, le dije que estaba arrepentida de lo que haba dicho, y le tend la mano; pero l no quiso estrechrmela. Fue algo raro, porque en aquel momento vi en l una especie de dignidad. Se vea que estaba realmente afectado, y lo demostraba. Por eso lo cog del brazo y le hice sentar. Voy a contarle un cuento de hadas le dije. Y comenc el cuento. Una vez dije, mientras l tena la mirada en el suelo haba un monstruo muy feo que consigui capturar a una hermosa princesita, y la encerr en una

de las mazmorras de su palacio o castillo. Todas las noches la obligaba a que se sentara a su lado y le dijese: Mi seor, sois muy hermoso. Y todas las noches ella le deca lo mismo: Sois horrorosamente feo, monstruo. Entonces el monstruo demostraba sentir profundamente aquellas palabras y se quedaba mirando al suelo fijamente. Una noche, la princesita le dijo: Si hacis esto y lo otro y lo de ms all, tal vez podrais llegar a ser hermoso, pero el monstruo exclam, dolorido: No puedo, no puedo! La princesita insisti: Probad, probad. Pero el monstruo segua repitiendo: No puedo, no puedo! Y as una noche, y otra, y otra. l le peda que mintiese, pero ella no quera. Y as fue como la princesita empez a pensar que al monstruo le gustaba realmente ser monstruo y horriblemente feo. Entonces, un da, vio que l lloraba cuando ella le dijo, por centsima vez, que era muy feo. Y aadi: Si hacis una sola cosa que os indicar, podis llegar a ser muy hermoso. Estis dispuesto a hacerla? El monstruo contest por fin que s, y entonces ella dijo: Dejadme en libertad. Y l la dej en libertad. Y, de repente, el monstruo ya no fue feo, porque en realidad era un prncipe que haba sido embrujado. Sali del castillo detrs de la princesita, y desde ese da los dos vivieron muy felices. Naturalmente, comprend que estaba diciendo una sarta de tonteras. Cuando termin, l segua silencioso, con la vista clavada en el suelo.

Bueno le dije. Ahora le toca a usted contar un cuento de hadas. Levant la cabeza, me mir tristemente y dijo: La amo, Miranda. S: en aquel momento, l tena ms dignidad que yo, y me sent empequeecida, mezquina, mala. Siempre desprecindolo, odindolo y demostrndoselo. Fue raro. Nos quedamos en silencio, cara a cara. Y en aquel instante tuve una sensacin que he tenido una o dos veces antes: la de hallarme extraamente cerca de l, no por amarlo o sentir simpata hacia l en modo alguno, sino algo as como si el destino nos hubiese ligado uno al otro. Como si hubisemos naufragado y llegado juntos, en una balsa, a una isla desierta. Sin querer estar juntos, pero estndolo. Yo tambin siento terriblemente la tristeza de su vida. Y la de su miserable ta y su infortunada prima, con todos sus parientes de Australia. El tremendo y sombro peso de aquella vida. Como aquellas gentes que dibuj Henry Moore, metidas en los Metros, durante la blitzkrieg alemana contra Londres. Gente que nunca vera, sentira, bailara, llorara ante una pieza de msica, o sentira la caricia del viento en sus mejillas. Gente que, en el verdadero sentido de la palabra, nunca sera. Y l no haba pronunciado ms que aquellas tres palabras: La amo, Miranda. Palabras que no encerraban la menor esperanza. Y las dijo como podra

haber dicho: Tengo un cncer. Aqul era su cuento de hadas.

Octubre, 31

Esta noche lo psicoanalic. Estaba sentado, completamente rgido, a mi lado. Mirbamos unos dibujos de Goya. Tal vez fueran los mismos dibujos, pero lo cierto es que aunque sus ojos se posaban en ellos, yo tuve la sensacin de que no los miraba. Y que slo pensaba en que se hallaba sentado tan cerca de m. Es absurda esa inhibicin suya! Le habl como si fuese fcil que llegara a ser normal. Como si no fuera un manitico que me tiene encerrada aqu, sino un muchacho simptico y bueno que desease que una muchacha alegre amiga suya se divirtiera con l. Lo que pasa es que yo no veo a nadie ms que a l. Se convierte para m en la norma. Y me olvido de comparar.

Otra vez con G.P. Despus de aquella ducha helada que fue para m lo que me dijo acerca de mis trabajos, yo estaba nerviosa e intranquila una noche y fui a verle

a su piso. A eso de las diez. Lo encontr con su robe de chambre. En cuanto me vio, me dijo: Estaba a punto de acostarme. Entonces me voy dije. Vine porque tena ganas de or un poco de msica. Pero me ir. No me fui. Es bastante tarde ya dijo l. Me senta deprimida contest. En efecto, haba sido un da horrible, y Caroline se haba mostrado como una imbcil durante la cena. Me hizo sentar en el divn, y puso un disco de msica. Luego apag las luces y nos quedamos iluminados nicamente por la luna que entraba porla ventana. El haz de luz blanca caa sobre mis piernas y regazo. Y l se sent en el silln, al otro extremo de la habitacin, envuelto en sombras. Fue la msica. Era Variaciones, de Goldberg. Una de ellas, hacia el final, era muy lenta, muy simple, muy triste, pero hermosa por encima de las palabras, el dibujo o cualquier otra cosa que no fuera la msica. Hermosa bajo la luz de la luna. Msica de luna plateada, lejana, noble. Y nosotros dos solos en aquella habitacin. Sin pasado ni futuro. Sent la sensacin de que todo tena que terminar, la msica, nosotros, la luna..., todo! Sent que si uno llega al corazn de las cosas, encuentra una

tristeza eterna, para siempre y en todas partes, pero una divina tristeza plateada, como el rostro de Cristo. Aceptando la tristeza, y al mismo tiempo sabiendo que afirmar que era alegra constitua una traicin. Traicin a todo el mundo que estaba triste en aquel momento, a todos cuantos han estado tristes en cualquier momento, y traicin a una msica, a una verdad tal. Y en todo el fragor y la ansiedad, la mezquindad y el trfago de Londres, para hacer una carrera, para medrar, para aprender artes, para llegar a ser una pintora, de pronto, esta silenciosa habitacin de plata llena de esa msica! Era como tenderse boca arriba, como lo hacamos en Espaa cuando dormamos al aire libre, atisbando por entre las ramas de las higueras los inmensos espacios cuajados de estrellas, los grandes mares, las insondables llanuras de estrellas. Conscientes de lo que significaba estar en un universo. Llor. En silencio. Y, al final, G.P. dijo: Puedo acostarme ahora? As, suavemente, burlndose de m sin maldad, hacindome que bajase de nuevo a la tierra. Me fui. Me parece que no nos dijimos nada. No lo recuerdo bien. l, con su leve sonrisa jugueteando en los labios. Dndose cuenta de que yo estaba emocionada. Qu perfecto su tacto!

Aquella noche, de habrmelo pedido, me habra acostado con l. De habrmelo pedido! De haberse acercado a m y haberme besado. No por l, sino por estar viva.

Noviembre, 1

Un nuevo mes. Nueva suerte. Esa idea del boquete sigue roe que te roe en mi cerebro, pero la dificultad, hasta ahora, ha sido carecer de algn instrumento o herramienta para sacar el cemento de entre las piedras, a fin de aflojarlas. Y, de repente, ayer, mientras realizaba mi ejercicio de caminar en el stano principal, vi un clavo. Un clavo muy grande y viejo, tirado en el suelo, contra la pared, en el rincn ms alejado de la puerta. Dej caer mi pauelito, para poder mirarlo ms de cerca, pero no pude agarrarlo, porque l me vigila siempre sin perder el menor de mis movimientos. Adems, con las manos atadas, me resultara difcil. Y hoy, cuando me hallaba cerca de ese clavo (l siempre se sienta en los escalones que van hacia el jardn) le dije (lo hice a propsito): Quiere bajar a traerme un cigarrillo? Hgame el favor. Estn en la silla, junto a la puerta. Qu treta se le ha ocurrido ahora? pregunt.

Claro que era mucho esperar que fuese. Me quedar aqu, sin moverme contest. Y por qu no va a buscarlo usted? Porque algunas veces me gusta recordar los tiempos cuando los hombres eran corteses, galantes y cariosos conmigo repliqu. Slo por eso. No abrigaba la menor esperanza de que me diese resultado. Pero me lo dio. De pronto pareci decidir que no haba nada que yo pudiera hacer all, ni nada que pudiese recoger. (Cuando yo subo al stano principal, l guarda con llave todos los objetos sueltos en un cajn.) En consecuencia, fue. Slo un segundo. Pero yo me inclin rpida como un rayo, cog el clavo y lo met en el bolsillo de mi falda (que me haba puesto especialmente para eso), y cuando l volvi en un periquete estaba exactamente igual que cuando me haba dejado. As fue como consegu el clavo. Y, al mismo tiempo, le hice pensar que poda confiar en m. Dos pjaros de un tiro, como quien dice. En realidad, eso es poco o nada. Pero me parece una tremenda victoria. He comenzado a poner en prctica mi plan. Desde hace das, he estado dicindole a Calibn que no comprendo el motivo por el cual haya necesidad de que dejemos a pap, mam y los dems a oscuras respecto a si vivo o no. Por lo menos, l podra hacerles saber que estoy viva y bien de salud. Hoy, despus de la cena, le dije que podra comprar papel para escribir, en

Woolworths, y usar guantes, etctera. Trat de escabullirse del compromiso, como es su costumbre. Pero yo insist y no le dej en paz. No encontr una sola objecin que yo no desbaratase inmediatamente. Y al final me pareci que realmente empezaba a pensar en la posibilidad de hacerlo, porque yo se lo peda. Le dije que poda echar la carta al correo en Londres, para poner a la Polica sobre una pista falsa. Y le ped una larga serie de cosas que tendra que comprar en Londres. Es necesario que consiga alejarlo del chalet por espacio, al menos, de tres o cuatro horas. Y despus voy a intentar de abrir el boquete. He estado pensando que como las paredes de este stano (y las del principal) son de piedra, detrs de las piedras tiene que haber tierra. Lo nico que tengo que hacer es pasar al otro lado de la capa de piedras y me encontrar con tierra blanda (o, por lo menos, as lo creo y pido a Dios). Tal vez todo este plan sea una colosal estupidez, pero estoy ansiosa por realizarlo.

Respecto de esa mujer Nielsen... La haba encontrado dos veces en el estudio de G.P. cuando haba all otras personas, una de las cuales era su esposo, un dans, importador de no s qu cosas, o algo por el estilo. Hablaba el ingls perfectamente, tanto, que hasta pareca afectado. Un da la encontr cuando sala de la peluquera, y

yo haba entrado para pedir hora para ta Carolina. Al verme, me mir con esa expresin especialsima que se observa en el rostro de las mujeres como ella cuando se ven ante muchachas de mi edad. Lo que Minny denomina Bienvenida a la tribu de mujeres. Significa que van a tratarla a una como si fuese una mujer de ms aos, aunque no creen que los tenga, y que estn celosas de una. Me dijo que me invitaba a tomar caf. Yo fui una tonta: deb mentirle. Todo lo que me dijo fue una sarta de mentiras; sobre m, sobre su hija, sobre la pintura. Conoce a bastante gente, e intent encandilarme con algunos apellidos de relumbrn. Pero lo que yo respeto no son los apellidos, sino lo que la gente siente respecto de la pintura. No los nombres de los personajes a quienes conocen. S que no puede ser una lesbiana, pero sa es la impresin que da, por la manera con que escucha arrobada las palabras de una. Hay cosas en sus ojos que ella no se atreve a decir, pero que parece pedir que una se las pregunte. Usted no sabe lo que pasa o ha pasado entre G.P. y yo pareca decirme con los ojos. Verdad que no lo sabe? Pues bien: la desafo a que me lo pregunte. Habl y habl sobre la calle Charlotte, al final de la dcada de los 30, y acerca de la guerra. Y sobre Dylan Thomas, G.P. Usted le agrada mucho me dijo.

Ya lo s respond. Pero orselo decir fue una especie de conmocin para m. Tanto porque ella lo supiese (se lo habra dicho l?), como porque deseara hablar de eso. Y estaba segura de que lo deseaba. Dylan siempre ha sido vctima propiciatoria para las chicas realmente bonitas agreg. Me di cuenta de que deseaba terriblemente hablar de aquello. Y luego me habl de su hija. Ahora tiene diecisis aos me dijo. No puedo comprenderla ni identificarme con ella. Algunas veces, cuando le hablo, experimento la sensacin de ser un animal en un zoolgico. Ella se queda fuera y me observa. Me di cuenta de que esas palabras las haba dicho antes en alguna parte, o las haba ledo. Parece que eso siempre puede adivinarse. Las mujeres como ella son todas iguales. No es que las adolescentes y las hijas sean distintas. Nosotros no hemos cambiado: somos jvenes simplemente. Es esa tonta gente de mediana edad de ahora la que ha cambiado, por su empeo en seguir siendo adolescente. Ese desesperado e idiota intento de permanecer con nosotros cuando ya nos han pasado. No pueden quedarse con nosotros! No queremos que se queden. No queremos que usen las mismas ropas (los mismos estilos), nuestro lenguaje, y que tengan nuestros

mismos intereses. Nos imitan tan malamente, que no nos es posible respetarlas. Pero el encuentro con ella me hizo sentir que G.P. me amaba (me deseaba). Que existe un fuerte lazo entre los dos: l, amndome a su manera; y yo, convencida de que me gusta mucho (hasta, si se quiere, amndolo, pero no sexualmente), a mi manera; una sensacin de que los dos vamos tanteando hacia una avenencia. Una especie de niebla de deseo insatisfecho o no solucionado y tristeza, entre nosotros. Algo que otras personas, como, por ejemplo, esa mujer Nielsen, jams podran comprender. Dos personas en un desierto, tratando de encontrarse a la vez a s mismas y un oasis en el cual puedan vivir juntas. He empezado a pensar ms y ms de esta manera. Es una enorme crueldad del destino haber puesto esos veinte aos de diferencia entre nuestras edades. Por qu no podra l tener los mismos aos que yo, o yo los suyos? As, eso de la edad ya no es el factor preponderante que descarta al amor, sino una especie de cruel muro que el destino haya levantado entre nosotros. Ya no pienso ms. El muro est ah, y nada puede hacerse. Cuando termin de cenar, me trajo el papel de escribir y me dict una carta absurda que me exigi escribiese. Y entonces comenzaron las dificultades. Yo haba

preparado una pequea notita, escrita con letra minscula, y la deslic en el sobre cuando l no miraba. Era un papelito diminuto, y en las mejores novelas de espionaje nadie lo hubiera advertido. Pero l lo descubri. Vi claramente que aquello lo perturb mucho. Que le haba hecho ver las cosas a la fra luz de la realidad. Pero lo que estoy segura le afect ms que nada fue el hecho de que yo estuviese asustada. No le es posible imaginarse asesinndome o violndome, y eso ya es algo. Le dej que consumiese solo su conmocin, pero al final me acerqu y trat de mostrarme afectuosa con l..., hasta cierto punto, claro. (Porque me di cuenta de que tena que convencerle de que enviase la carta.) Me cost mucho trabajo. Hasta entonces nunca le haba visto tan tercamente irritado. Por qu no abandona toda esta ridcula farsa y me deja ir de una vez? le pregunt, serena, tranquila. No! respondi, con un gruido. Pero, entonces, qu es lo que pretende hacer conmigo? Acaso llevarme a la cama? Me mir como si creyese que aquello que acababa de decir fuera repugnante. Entonces tuve una inspiracin. Represent mmicamente una pequea charada, en la cual yo era su esclava oriental. Le gusta siempre verme hacer esas tonteras. Las cosas ms estpidas que hago, las

considera l ingeniosas y me las aplaude. Y hasta se ha acostumbrado a intervenir tambin en ellas, siguiendo torpemente mis movimientos (que por cierto nada de ingenioso ni brillante deben de tener, como un verdadero hipoptamo). As consegu que me permitiese escribir otra carta. Y cuando lo hice, se apresur a mirar dentro del sobre. Luego le habl de que se fuese a Londres, como lo exige mi plan. Le di la ridcula lista de cosas (cuya mayor parte no necesito, ni deseo), pero que servan para mantenerle alejado el mayor tiempo posible. Le dije que era completamente imposible seguir la pista de una carta echada al correo en Londres. Y, finalmente, accedi. Le gusta que le ruegue mimosamente, el muy bruto. Le ped no, pedirle no, porque nunca le pido cosas: le ordeno que me las traiga, le orden que tratase de comprarme un cuadro de George Paston. Le di una lista de galeras en las cuales podra encontrar cuadros de G.P. Y hasta trat de hacer que fuese al estudio de G.P. No bien se enter de que estaba en Hampstead, oli que yo tramaba algo. Quiso saber si yo conoca a ese George Paston. Le contest que no, o mejor dicho, que slo lo conoca de nombre. Pero parece que mis palabras no le convencieron, y tem que no quisiera comprarme ninguno de sus cuadros en cualquier parte que los encontrase. Por tanto, le dije: Es un amigo

casual, pero es muy buen pintor, y s que necesita mucho el dinero. Adems, me gustara mucho tener algunos cuadros suyos. Podramos colgarlos en las paredes. Si usted se los comprase directamente a l, no habra que pagar la comisin o la ganancia de las galeras, pero veo que usted tiene miedo de ir a su estudio, as que no hay nada de lo dicho. Naturalmente, aquella treta tampoco le hizo caer. Quiso saber si G.P. era uno de esos pintores que pintan paredes, y le mir con infinito desprecio. Pero l se apresur a decir: No se enoje! Era slo una broma! No me gustan las bromas como sa respond, muy digna. Al cabo de un rato, que por lo visto pareci estar meditando sobre el asunto, me dijo: Si yo fuese a su estudio, l querra saber quin me mandaba, y todo eso. Le insinu lo que poda decir, y me contest que lo pensara, lo cual es su equivalente del No rotundo. La verdad, era demasiado esperar y, adems, lo probable era que no encontrase ninguno de sus cuadros en las galeras. Adems, eso no me preocup mucho, ya que s que maana a esta misma hora ya no estar aqu. Porque voy a escaparme. Va a salir despus del desayuno, y me dejar preparado el almuerzo. Por tanto, tendr cuatro o cinco

horas (a no ser que haga trampa y no me traiga todo lo que le he puesto en la lista. Sera la primera vez). Esta noche me inspir un poco de lstima. Estoy segura de que sufrir terriblemente cuando descubra que me he ido. No le quedar nada. Estar solo con su neurosis sexual y su neurosis de clases, su inutilidad y su vaco. Pero me consuela pensar que l se lo ha buscado. En realidad, no lo siento. Pero tampoco dejo de sentirlo por completo.

Noviembre, 4

Ayer no pude escribir. Estaba demasiado hastiada. Soy tan estpida...! Tena horas a mi disposicin para huir. Pero en ningn momento se me ocurri pensar en los problemas. Me vi extrayendo puados de tierra blanda. El clavo result intil, porque con l no poda sacar el cemento como era debido. Estaba terriblemente duro. Yo haba credo que me sera fcil desmenuzarlo, pero no. Tard horas en sacar una de las piedras, pero no haba tierra detrs de ella, sino otra piedra, ms grande, de la cual ni siquiera pude encontrar el borde. Saqu otra piedra de la pared, pero tampoco me sirvi de nada. Detrs de ella haba otra enorme, como la que encontr antes. Comenc a

desesperarme, y vi que el tnel no me servira de nada. Golpe violentamente la puerta, y trat de forzarla con el clavo. Lo nico que consegu fue lastimarme una mano. Y, al final, me encontr que como resultado de todo mi duro trabajo slo poda mostrar la mano lastimada y varias uas rotas. Lo que pasa es que no tengo suficiente fuerza. Y que no cuento con herramientas, aunque me parece que con ellas tampoco conseguira nada. Al final, coloqu las piedras en sus lugares y mezcl el cemento con agua y talco, para camuflar el agujero. sto es tpico de los estados por los cuales atravieso aqu. De pronto me dije que el trabajo de excavacin tendra que ser realizado en varios das, y lo nico estpido fue esperar hacerlo todo en un da, o mejor dicho, en unas pocas horas. As, pues, me pas un largo rato tratando de ocultar lo que haba hecho. Pero fue intil, porque se desprendan pequeos pedazos de cemento, y yo haba iniciado el trabajo de sacar las piedras precisamente en el lugar ms visible, donde l no puede dejar de darse cuenta, aunque quiera. Abandon el plan. De pronto decid que era estpido, intil. Como un mal dibujo. Insalvable. Cuando lleg por fin, lo vio inmediatamente. Siempre olfatea a su alrededor cuando penetra en el stano. En seguida se preocup de determinar hasta dnde haba llegado en mi esfuerzo. Yo estaba sentada

en la cama, contemplndolo. Al final le arroj el clavo, furiosa.

Ha vuelto a fijar las piedras con cemento. Y me ha dicho que es intil que lo intente, porque detrs de ellas hay otras mayores. Ya he podido comprobarlo. En toda la noche no le dirig la palabra, ni mir siquiera las cosas que me haba trado, a pesar de que me di cuenta de que una de ellas era un cuadro. Tom una pldora para dormir, y me met en la cama inmediatamente despus de cenar. Esta maana (me despert muy temprano), antes que l bajase, decid aparentar que aquel intento mo careca en absoluto de importancia. Que era una cosa normal. Tanto como para no abandonarme a mi suerte, sin lucha. Desempaquet todas las cosas que me trajo. Antes que nada me encontr con el cuadro de G.P. Es un dibujo de esa muchacha (una mujer joven), desnuda, completamente distinto a todo cuanto he visto, y creo que debe de ser algo que pint hace mucho tiempo. Es suyo, sin duda. Tiene su simplicidad de lnea, su odio a todo lo remilgado, a la Topolskiitis. La figura est vuelta a medias y est colgando o descolgando un vestido de una percha. Un rostro bonito? Es difcil decirlo. Ms bien un cuerpo algo

pesado, a lo Maillol. Me parece que no vale tanto como docenas de cosas suyas que he visto desde entonces. Pero es real. Eso no puede negarse. Bes el cuadro cuando lo desenvolv. He estado contemplando algunas de las lneas, no como lneas, sino como cosas que l ha tocado. Toda la maana. Ahora mismo. Pero no es amor. Es humanidad. Calibn se sorprendi al ver que yo pareca tan alegre cuando entr. Le di las gracias por todo lo que me haba comprado. Le dije: Una persona no puede ser una prisionera como es debido si no intenta huir. Y, ahora, no hablemos ms del asunto, le parece? Convenido? Me dijo que haba telefoneado a todas las galeras que yo le haba puesto en la lista. Y que lo nico que pudo encontrar fue el cuadro que trajo. Muchas, muchsimas gracias le dije efusivamente. Me permite que lo tenga aqu abajo? Y cuando me vaya, se lo dejar como recuerdo. (No se lo dejar, porque me ha dicho que prefiere cualquier dibujo mo a este cuadro.) Le pregunt si haba echado al correo la carta, y me respondi que s, pero me percat de que empezaba a ponerse colorado. Le dije que le crea, y que no haberla echado sera una jugada tan sucia que no poda creerle autor de ella. Estoy casi segura de que la rompi, como debe de

haber roto el cheque. Eso sera muy de l. Pero nada que yo pueda decirle le convencer de que debe enviarla, por lo cual he decidido fingir que creo lo que me ha dicho y no hablar ms del asunto. Medianoche. He tenido que dejar de escribir, porque l baj al stano. Hemos estado tocando los discos que trajo. El ms hermoso de todos es Msica para cuerda, percusin y celeste, de Bartk. Me hizo pensar en Collioure el verano pasado. El da que fuimos los cuatro, con los estudiantes franceses, por entre los acebos, hasta la torre. Los acebos! Un color absolutamente nuevo, un asombroso castao, casi bermejo, como incendiado, sangrante, en los lugares donde haba sido extrado el corcho. Y las cigarras! El rudo mar azul contemplado por entre los tallos, y el calor y el color de todo, como grabado a fuego en l. Piers, yo y todos los dems, menos Minny, estbamos un poco achispados, y nos tendimos a la sombra para dormitar. Cuando despert y vi a travs de las hojas de los rboles el azul cobalto del cielo, pens cun imposible de pintar son las cosas, y me pregunt cmo un pigmento azul podra significar jams la viva luz azul del cielo. De pronto sent que ya no quera pintar, que pintar era slo un alarde, un exhibicionismo, y que lo nico que podra hacer era experimentar, experimentar perennemente.

El hermoso y limpio sol iluminando los tallos de color rojo sangre! Y al regresar, sostuve una larga conversacin con aquel simptico y tmido muchacho: Jean-Louis. A pesar de mi psimo francs y de su psimo ingls, nos entendimos bastante bien. Era terriblemente tmido. Piers le inspiraba miedo. Tena celos de l. Celos, porque Piers me enlaz el cuerpo con un brazo, el muy imbcil. Y luego el muchacho me revel que era seminarista. Despus, Piers estuvo realmente repugnante, crudo. Con esa crueldad muy masculina y todava ms inglesa ante la verdad, por estpida, torpe y asustada de ser dbil crueldad. No pudo comprender que yo le hubiera gustado a Jean-Louis y que, naturalmente, se sinti atrado hacia m, con una atraccin sexual, pero que haba esta otra cosa, que no era realmente timidez, sino la firme resolucin de tratar de ser sacerdote a toda costa, y vivir en el mundo. Un esfuerzo simplemente colosal para llegar a un acuerdo consigo mismo. Como sera, por ejemplo, destruir todas las telas que se han pintado hasta un momento determinado, y comenzar de nuevo. Slo que Jean-Louis tena que hacer eso, no una vez, sino todos los das. Cada vez que vea una muchacha que le gustaba. Y lo nico que se le ocurri decir al imbcil de piers fue: Apostara cualquier cosa a que no hace ms que

soar que te tiene consigo en la cama. Son tan horribles esa arrogancia y esa insensibilidad de todos los muchachos que han estudiado en las escuelas pblicas...! Piers no hace ms que decir una y otra vez que odiaba profundamente a la que le tuvo como alumno: Stowe. Como si eso lo solucionase todo. Como si el hecho de odiar una cosa significase que esa cosa no puede haberle afectado a uno. Yo siempre s cundo Piers no entiende una cosa, porque entonces se vuelve inmediatamente cnico y dice algo desagradable y ofensivo. Cuando le cont eso a G.P., mucho tiempo despus, se limit a decir: Pobre sapo! Probablemente estaba de rodillas, orando para poder olvidarte. Recuerdo un da que estaba mirando a Piers, que arrojaba piedras al mar. Dnde fue? Creo que en algn lugar cerca de Valencia. Estaba hermoso como un joven dios, con su cuerpo dorado por el sol y su pelo oscuro. Slo llevaba puesto un taparrabo. Minny, que estaba tendida boca abajo sobre la arena, a mi lado (la veo tan claramente como si fuese en este momento), me dijo de pronto: Imaginas, Nanda, lo maravilloso que sera que Piers fuese mudo? Y despus de una pausa, agreg: Dime la verdad, podras acostarte con l? Le contest negativamente, y ella sonri. Piers se acerc en aquel momento y quiso saber por

qu sonrea Minny. Es que Nanda acaba de confiarme un secreto sobre ti le respondi mi hermana. Piers dijo uno de sus chistes tontos de siempre, y se alej con Peter, rumbo al coche, para traer la cesta del almuerzo. Qu secreto era se? le pregunt a Minny. Que el cuerpo vence a la mente contest. Ah! La lista Carmen Grey siempre tiene pronta la respuesta para cualquier pregunta que se le haga. Saba que ibas a decir eso replic Minny. Pas unos puados de arena por entre los dedos y luego dijo: Lo que quera decir es que Piers es un muchacho tan terriblemente hermoso, que una casi podra olvidar que es tan estpido. No se te ha ocurrido pensar que yo podra casarme con l y despus dedicarme a ensearle? Porque sabe muy bien que t podras hacerlo. O podras acostarte con l por pura diversin, y de repente descubriras que te habas enamorado de su cuerpo, que ya no podras vivir sin l y que tendras que aguantar su asquerosa mentalidad para siempre. Call un par de minutos, y luego dijo: No te aterra esa perspectiva? No ms que tantas otras cosas respond. Te hablo en serio. Nanda: te juro que si te casaras con l, no volvera a dirigirte la palabra! Y me lo dijo con gran seriedad, con esa rpida miradita gris que dirige a veces como si fuese una

afilada lanza. Me levant, y mientras lo haca, la bes y me alej al encuentro de los muchachos. Y ella se qued sentada, mirando a la arena. Minny es una muchacha que siempre dice: Creo en esto. Obrar de esta manera. Pero tiene que ser un hombre que por lo menos sea mi igual. Y la cuestin corporal (mejor dicho, carnal) tiene que figurar siempre en segundo trmino. Yo siempre he estado convencida de que mi hermana va a ser una solterona ms. Es demasiado complicada para tener ideas fijas. Pero ahora pienso en G.P. y lo comparo con Piers. Y Piers desaparece del mapa. Porque no tiene ms que un hermoso cuerpo dorado por el sol, y lo nico que sabe hacer es arrojar tontamente piedras al mar.

Noviembre, 5

Esta noche le dije de todo. Comenc por tirar cosas por todo el piso de arriba. Primero almohadones, y despus, platos y chiches. Haca tiempo que deseaba romper esas porqueras. Pero confieso que me port brutalmente. Como una chiquilla mal criada. Calibn lo sufri todo casi en silencio. Es tan

dbil...! Debi darme un buen cachete. En un momento determinado me cogi por los brazos, para que no rompiese otra de sus abominables vasijas. Y me horroriz sentir sus manos en mis brazos. Nos tocamos tan pocas veces...! Fue como si me aplicaran dos pedazos de hielo. Le ech un buen sermn. Le habl sobre s, y lo que deba hacer en la vida. Pero l no me escucha. Le gusta que yo hable sobre l, diga lo que diga. No quiero escribir ms. Estoy leyendo Sensacin y sensibilidad, y tengo que enterarme de lo que le sucede a Marianne. Marianne soy yo. Eleanor soy yo, pero como debiera ser. Qu me ocurrir si a l le sucede algo? Por ejemplo, un choque, un ataque al corazn. Cualquier cosa grave. Morir aqu. No podra salir. Y todo lo que hice anteayer fue demostrar precisamente eso.

Noviembre, 6

Por la tarde. No com el almuerzo. Otra huida. Es decir, casi otra huida, como me lo pareci en cierto momento. Pero no cristaliz. Calibn es un demonio.

Puse en prctica la treta de la apendicitis, que haba madurado haca unas semanas. Siempre pens en ella como un recurso supremo. Algo que no puedo desperdiciar por falta de preparacin. Y si no lo he escrito aqu hasta hoy, ha sido por temor a que l encontrase estas anotaciones y descubriese la trampa. Primeramente me frot la cara con talco. Despus, cuando esta maana golpe para anunciarme el desayuno, tragu una buena cantidad de sal que haba ido guardando, y apret la lengua. Sincronic perfectamente todo eso con su llegada y, cuando entr, me vio vomitando. Creo que una actriz no lo habra hecho mejor. Estaba acostada, de lado, me agarraba el vientre con las dos manos y vomitaba. Tena puesto todava el pijama y, sobre l, la bata. Gema dulcemente, como si estuviese soportando un terrible dolor con gran herosmo. l no haca ms que mirarme, asustado, y exclamar: Qu tiene? Qu tiene? Por favor, dgame qu tiene! Luego sostuvimos una especie de conversacin desesperadamente quebrada. Calibn trataba de eludir llevarme a un hospital, y yo insista en que no haba otro remedio. Y, de pronto, pareci que ceda. Murmur algo en lo cual me pareci or las palabras el fin, y sali a todo correr. O que se cerraba la puerta forrada de hierro (yo segua mirando a la pared), pero no el ruido de los

cerrojos. Despus, la puerta de la calle. Y, por fin, el silencio. Aquello fue horrible! Tan inesperado, tan completo...! La treta haba dado resultado! Me puse unas medias y corr hacia la puerta de hierro, que estaba entreabierta porque el picaporte no haba entrado en su sitio. De pronto pens que todo aquello podra ser una trampa, por lo cual segu representando la farsa. Abr la puerta y le llam con voz tranquila, atravesando dbilmente el stano para subir la escalera. No vea luz alguna. Calibn no haba cerrado con llave la puerta principal tampoco. Como un relmpago, cruz por mi mente la idea de que eso era lo que el hara llegado el caso. No ir en busca de un mdico, sino huir. Completamente enloquecido. Pero se llevara la furgoneta, para que yo pudiese or el tableteo del motor. Sin embargo, no lo o. Deb haber esperado varios minutos, lo comprendo, pero me fue imposible resistir el suspense. Abr la puerta de repente, y sal corriendo. Y l estaba all! A plena luz del da. Esperndome. No pude fingir que estaba enferma. Porque me haba puesto las medias y los zapatos. l tena algo (un martillo?) en la mano, me miraba con unos ojos agrandados, y tuve la seguridad de que iba a lanzarse sobre m para liquidarme. Los dos nos quedamos inmviles, frente a frente, un segundo, sin saber qu hacer. Luego me volv, y entr corriendo en el chalet. No

s por qu. No me detuve a pensar. l corri tambin, pero se detuvo al ver que entraba en la casa (como yo, instintivamente, saba que lo hara, ya que el nico lugar que yo tena seguro contra l era all abajo, en el stano). Le o entrar poco despus, y correr los cerrojos. S que lo que hice estuvo bien. Me salv la vida. Si hubiese gritado o intentado huir, me habra dado muerte con el martillo. Hay momentos en que me parece un poseso, completamente incapaz de dominarse. Pero ahora comprendo que sa era su treta.

(Medianoche.) Me baj la cena, pero no habl una palabra. Yo haba pasado la tarde dibujando un retrato suyo, es decir, una caricatura. Luego se me ocurri, y dibuj una tira de historieta a la que puse el ttulo El terrible cuento del nio inofensivo. Absurdo. Pero es que tengo que mantener a raya la realidad y el horror de todo esto. En la historieta, comienza siendo un simptico empleadito, y termina en un monstruo de pelcula terrorfica. Cuando iba a retirarse, le ense los dibujos. No ri. Lo nico que hizo fue mirarlos atentamente. Es natural dijo. Creo que lo que quera decir era que le pareca natural que yo me burlase de l de aquella manera.

Yo soy uno de una fila de ejemplares. Es cuando trato de salirme de la fila que me odia. Parece que me cree muerta, pinchada con un alfiler a la bandeja, siempre la misma, siempre hermosa. Sabe que parte de mi hermosura es eso, estar viva, pero es la parte muerta la que l quiere. Me quiere viva pero muerta. Eso lo vi terriblemente claro hoy: que el hecho de estar viva, cambiar, tener una mente distinta a la suya y diversos estados de nimo, se est convirtiendo en un verdadero estorbo para l. Calibn es slido, inamovible, dueo de una voluntad de hierro. Un da me ense lo que l llama su botella letal. Yo estoy aprisionada en ella. Aleteando contra el cristal. Porque puedo ver a travs de ste, sigo creyendo que podr escapar. Pero todo eso es una simple ilusin. Una gruesa y circular pared de cristal.

Noviembre, 7

Cmo se arrastran los das! Por ejemplo, el de hoy, que ha sido intolerablemente largo.

Mi nico consuelo es el cuadro de G.P. Se va convirtiendo en parte de m misma. Es la nica cosa viva, original, creada, que hay aqu. Es lo primero que veo cuando despierto, y lo ltimo cuando mis ojos se cierran para dormir. Me detengo frente a l y lo contemplo incansablemente. Ya s de memoria todas y cada una de sus lneas. En uno de los pies de la figura cometi un pequeo error. Adems, toda la composicin tiene un ligero desequilibrio, como si faltase un diminuto trazo en alguna parte. Pero vive. Vive! Despus de la cena (estamos nuevamente en relaciones normales), Calibn me dio el libro y me dijo: Ya lo he ledo... Por el tono de su voz me percat inmediatamente de que quera decir: y, la verdad, no me parece gran cosa. (Hubo una pausa, y luego el dilogo que sigue.) M. Y qu me dice? C. La verdad, no le veo mucho la punta. M. Se da cuenta de que ste es uno de los estudios ms brillantes que se han escrito acerca de la adolescencia? C. A m me parece una tontera, una cosa desordenada. M. Claro. Pero l se da cuenta de que es eso, y trata

de expresar lo que siente. A pesar de todos sus defectos, no puede negarse que es un ser humano. Durante la lectura..., en ningn momenta le ha inspirado compasin el protagonista? C. No me gusta la manera que tiene de hablar. M. Tampoco me gusta a m la manera que tiene usted de hablar, pero no por eso lo trato como si no valiese la pena de tenerlo en cuenta o sentir simpata hacia usted. C. S, supongo que demuestra gran habilidad escribir as, y todo eso. M. Le di ese libro para leer, porque cre que usted se sentira identificado con el protagonista. Usted es un hombre igual que l. l no encaja en ninguna parte, y usted, tampoco. C. No me extraa la forma en que obra. Y veo que no trata de encajar tampoco. M. Trata de construir alguna especie de realidad en su vida, una especie de decencia. C. No es real. Porque si cursa sus estudios en un colegio famoso, y sus padres son acaudalados, a mi juicio no debera comportarse como lo hace. M. Ya s lo que es usted. Es el Hombre Viejo del Mar. C. Quin es ese seor? M. El horrible viejo que Simbad el Marino tuvo que llevar sobre su espalda. Eso es usted! Usted se encarama en la espalda de todo lo que es vital, de todo

lo que trata de ser honesto y libre, y lo aplasta con su peso.

No quiero seguir. Discutimos, es decir, no discutimos; yo digo cosas, y l trata de zafarse de lo que las mismas implican. Porque es cierto. Calibn es el Hombre Viejo del Mar. No puedo tolerar a las personas estpidas como Calibn, con su enorme peso muerto de mezquindad, egosmo y maldad de todas clases! Son los pocos los que deben llevar ese peso. Los mdicos, los maestros, los artistas. No quiero decir que stos no tengan tambin sus traidores, pero no puede negarse que la nica esperanza que existe est puesta en ellos..., en nosotros. Porque yo soy una de esos pocos. S, soy una de ellos. Lo siento ntimamente, y he tratado de demostrarlo. Lo sent durante mi ltimo ao en Ladymont. All haba unas cuantas a quienes nos importaba, y las tontas, las esnobs, las presuntas principiantas, las nenitas de pap. Jams volvera a Ladymont! Porque no podra soportar aquella sofocante atmsfera de la gente bien y del comportamiento correcto. De ninguna manera quiero ser una ex alumna de semejante lugar. Por qu nos vemos obligados a tolerar su bestial Calibanidad? Por qu ha de ser martirizada toda

persona vital creadora, buena, por la gran pesadez ambiente? En esa situacin, yo soy una representante. Una mrtir. Aprisionada, incapaz de crecer. A merced de este resentimiento, esta odiosa envidia de los Calibanes de este mundo. Porque todos ellos nos odian. Nos odian por ser distintos, por no ser ellos, porque no son como nosotros. Nos persiguen, nos arrinconan, nos envan a Coventry, nos desprecian, bostezan al vernos, se tapan los ojos y taponan sus odos. Hacen cuanto pueden para evitar tener que darse cuenta de que existimos, y respetarnos. Van arrastrndose detrs de los grandes entre nosotros, cuando han muerto. Pagan miles y miles por los Van Goghs y los Modiglianis que habran cubierto de escupitajos en la poca en que fueron pintados. Burlndose de ellos. Hacindolos objeto de sus inmundos chistes. Los odio. Odio a los ineducados y los ignorantes. Odio a los pomposos y a los falsos. Odio a los envidiosos y a los resentidos. Odio a los avinagrados, a los mezquinos y a los malignos. Odio a toda esa legin de pequeos seres ordinarios y embotados que no se avergenzan de serlo. Odio a los que G.P. llama genricamente Gente Nueva, la clase de los nuevos ricos, con su dinero, sus coches y sus estpidas vulgaridades, as como sus estpidas y reptantes imitaciones de los burgueses. Amo lo honesto, lo libre, y todo lo que sea dar. Amo

vivir plenamente, ser, hacer, crear. Amo todo lo que no sea sentarse para observar, copiar y estar realmente muerto. G.P. se rea porque yo era laborista (al principio). Recuerdo que me dijo: Ests apoyando al partido que produjo el nacimiento de la Gente Nueva. Te has dado cuenta de eso? Yo me horroric, porque, por lo que me haba dicho siempre de otras cosas, crea que l era laborista, a pesar de saber que haba sido comunista, y le contest: Prefiero que tengamos esa Gente Nueva que no Gente Pobre. La Gente Nueva sigue siendo la Gente Pobre replic l. La suya es una nueva clase de pobreza. Los otros tenan dinero, y stos no tienen alma. Todo esto no es ms que palabras y palabras. Probablemente, un da encontrar un hombre, me enamorar de l, nos casaremos, las cosas parecern cambiar, y ya no me importar nada de eso. Me convertir en una pequea mujer de su casa. O sea, una de las filas del enemigo. Pero esto es lo que siento hoy. Que pertenezco a una especie de banda de personas que tienen que alzarse contra todo el resto de la Humanidad. No s quines son: hombres famosos, muertos y vivos, que han luchado por las cosas dignas, creado, pintado como debe pintarse, y la gente sin fama a quien conozco, que

no miente sobre las cosas, que trata de no ser perezosa, de ser humana e inteligente. S: gente como G.P., a pesar de sus defectos. Su defecto. Ni siquiera son personas buenas. Tienen sus momentos dbiles. Momentos en que impera el sexo, y otros en que domina la bebida. Tienen vacaciones en la Torre de Marfil. Pero una parte de ellos cree lo mismo que esa banda a que me he referido. Son Pocos.

Noviembre, 9

Es intil! Yo no soy una de esas personas. Quiero serlo, lo cual no es lo mismo. Claro que Calibn no es tpico de la Gente Nueva. Es un hombre anticuado, sin la menor esperanza de que pueda dejar de serlo (sigue llamando gramfono al tocadiscos). Adems, tiene una absoluta falta de confianza en s mismo. Esa clase de personas no se avergenzan de s mismas. Recuerdo que pap deca que esas personas creen ser iguales a las mejores, no bien se encuentran en condiciones de comprar un televisor y un coche. Pero en lo ms recndito de su carcter, Calibn es una de esas personas, como lo demuestra su odio contra todo lo que no es comn, y ese

afn de pretender que todos hagan lo que l quiere y hace. As como la manera en que malgasta su dinero. Por qu tienen dinero esas personas que no saben gastarlo como es debido? Me pongo enferma cada vez que pienso en la enorme cantidad de dinero que gan Calibn al acertar la quiniela de ftbol! Y en todas las dems personas que ganan el dinero igual que l, tan egostas, tan malignas. Aquel da, G.P. dijo que la gente pobre y honesta es la gente vulgar y rica sin dinero. La pobreza la obliga a tener buenas cualidades, y orgullo respecto de otras cosas distintas al dinero. Pero cuando llegan a tenerlo no saben qu hacer con l. Olvidan todas sus antiguas virtudes, que de todos modos no eran verdaderas virtudes. Creen que la nica virtud es hacer ms dinero y gastarlo. No pueden imaginar que existen personas para quienes el dinero no significa absolutamente nada. Que las cosas ms hermosas estn independizadas del dinero. Pero no, esto no es ser franca. Sigo queriendo tener dinero. Pero s que no est bien. Creo a G.P. No tengo que creerle cuando lo dice, porque veo que es cierto. l apenas se preocupa por el dinero. Tiene lo suficiente para comprar sus materiales, para vivir, para tomarse unas vacaciones todos los aos, para arreglrselas, en una palabra. Y hay una docena de otros. Peter, Bill McDonald, Stefan. No viven en el mundo del dinero. Si lo tienen, lo gastan; y si no lo tienen, pasan

perfectamente sin l. Las personas como Calibn no tienen cabeza para el dinero. En cuanto tienen un poco, como la Gente Nueva, se convierten en seres bestiales. Por ejemplo, toda esa gente horrible que no me facilit dinero cuando yo lo necesitaba. Los conoca en seguida, con slo mirarlos a la cara. La gente burguesa da porque se siente avergonzada si uno insiste. La gente inteligente da, o por lo menos la mira a una honestamente a la cara y dice que no. No se avergenza de no dar. Pero la Gente Nueva es demasiado mezquina para dar, y demasiado pequea para confesarlo. Como el horrible hombre de Hampstead (era uno de sos) que dijo: Le dar una libra esterlina si me puede probar que no va a parar al bolsillo de alguien. Y, al decirlo, se crey un perfecto humorista. Con Calibn, es como si alguien le hiciese beber una botella entera de whisky. No puede con ella. Lo nico que le mantuvo decente antes fue el hecho de que era pobre, que estaba anclado en un lugar y atado a un empleo del cual no poda retirarse. Es como poner a un hombre ciego en un automvil muy veloz y decirle que conduzca hacia donde y como le plazca. Bueno: una cosa alegre para poner fin a las notas de hoy. El disco de Bach lleg. Ya lo he puesto dos veces. Calibn dijo que le gustaba, pero confes a continuacin que l no tena mente musical. Sin

embargo, lo escuch sentado y con la expresin correcta en su rostro. Voy a tocar de nuevo las partes que ms me gustan. Voy a tenderme sobre la cama, en la oscuridad, mientras escucho la msica y me hago la ilusin de que estoy con G.P. y que l est acostado no lejos de m, con los ojos cerrados y apuntando al techo su nariz de judo, como si estuviese en su propia tumba. Slo que en l no hay nada de muerte.

Esta noche, Calibn baj tarde con la cena. Dnde ha estado? le dije duramente. l me mir, sorprendido, y no contest. Yo agregu: Me parece que es tarde ya! Esto es ridculo. Yo, queriendo que l llegase! Porque lo raro es que a menudo me pasa eso. Tal es la soledad en que me encuentro!

Noviembre, 10

Esta noche hemos tenido una discusin respecto a su dinero. Yo le dije que debera dar la mayor parte del que tiene. Trat de avergonzarle hasta el punto de hacerle

que donase una parte de ese dinero. Pero l ya no confa en nada. Eso es lo malo en l. Como aquel hombre de Hampstead, no confa en eso de que la gente recolecte dinero y luego lo emplee en lo que dijo que iba a emplearse cuando lo pidi. Piensa que todo el mundo est corrompido, que todos tratan de conseguir dinero y guardarlo. De nada vale que yo le diga que el dinero es empleado para el propsito que se pidi. l se limita a contestarme: Cmo le consta a usted? Y, naturalmente, no puedo responderle. Lo nico que puedo decir es que tengo la seguridad de que el dinero tiene que ir parar a donde se lo necesita. Al decir eso, l sonre, como si yo fuera demasiado ingenua para tener razn en lo que digo. Lo acus (pero no duramente) de no haber enviado aquel cheque a la CND, como me haba asegurado. Le desafi a que me ensease un recibo. Me contest que lo haba enviado como una donacin annima, sin enviar la direccin del donante. Tuve en la punta de la lengua decirle que en cuanto recuperase mi libertad ira a ver si era cierto lo que l deca. Pero no lo dije, porque eso sera un nuevo motivo para no dejarme ir. Vi que haba enrojecido, avergonzado. Tuve la seguridad de que menta, como me minti sobre la carta a mis padres. No se trata de una falta de generosidad, de verdadera avaricia. Olvidndome lo absurdo de la situacin, tengo que decir que conmigo siempre se ha

mostrado muy generoso. Gasta cientos de libras esterlinas en comprar las cosas que le pido. Me matara a fuerza de bondad. Con bombones, cigarrillos, alimentos exticos y flores. La otra noche le dije que me gustara tener algn perfume francs. En realidad era slo un capricho, pero este stano huele demasiado a desinfectante. Me bao con bastante frecuencia, pero en ningn momento me siento realmente limpia. Y le dije que me agradara poder ir a aspirar los distintos perfumes, para ver cul me agradaba ms. A la maana siguiente se present con catorce frascos distintos. Haba arrasado la perfumera. Como se comprender, slo un loco puede hacer eso. Cuarenta libras esterlinas en perfumes! Es como vivir en un ambiente de las Mil y Una Noches. Y ser la favorita del harn. Pero el perfume que yo anhelo de verdad es la libertad. Si pudiera poner ante l a una criatura hambrienta, darle de comer y dejarle que viese cmo se repone rpidamente...! S que entonces dara dinero para los asilos de nios hurfanos. Pero todo lo que no sea lo que l compra y ve personalmente, le hace desconfiar. No cree en ningn otro mundo que el que l ve. En realidad, l es quien est cautivo: en su propio y odioso mundo.

Noviembre, 18

La penltima noche. No me atrevo a pensar en ella ni en la proximidad de mi libertad! Recientemente no he hecho otra cosa que recordrsela. Pero ahora tengo la sensacin de que habra sido mejor sorprenderlo con el recordatorio ms o menos repentinamente, en lugar de machacar y machacar durante bastante tiempo. Hoy he decidido que voy a organizar una pequea fiestecita para los dos. Ser maana por la noche. Le dir que ahora mis sentimientos hacia l son distintos, que deseo sinceramente ser su amiga y que voy a ayudarle cuanto pueda en Londres. No ser enteramente mentira. Siento que tengo una responsabilidad hacia l, aunque no lo entiendo muy bien. Le odio con tanta frecuencia, que pienso que debera odiarlo para siempre. Sin embargo, no siempre le odio. Mi compasin se impone, y deseo ayudarle. Pienso en muchas personas que podra presentarle. Podra ir, por ejemplo, a ese psiquiatra amigo de Caroline. Yo sera como Emma, y le arreglara un casamiento, pero con mejor resultado. Alguna pequea Harriet Smith con quien l podra ser completamente feliz. S que tengo que hacerme fuerte contra la idea de no ser dejada en libertad. Me digo con frecuencia que

hay una probabilidad entre ciento, de que l cumpla su palabra. Pero no, tiene que cumplirla! Tiene que cumplirla! Voy a escribir algo sobre G.P. Haca dos meses que no lo vea. Ms de dos meses, porque yo haba ido a Francia, y, despus de volver a casa, me fui a Espaa. (Trat de verle dos veces, pero l estuvo ausente todo el mes de septiembre.) Mis cartas merecieron como respuesta una tarjeta postal. Eso fue todo. Le telefone, no bien regres con Caroline, preguntndole si poda ir a su estudio. Me contest que al da siguiente, porque aquella noche tena visitas. Fui al da siguiente, y pareci alegrarse de verme. Yo haca desesperados esfuerzos para aparecer como si no hubiese hecho todo lo posible para embellecerme. Le cont todo lo referente a mi viaje a Francia y Espaa, los Goyas y Albis, y todo lo dems. Le habl tambin de Piers. Y l me escuch. No quiso decirme realmente lo que haba estado haciendo, pero ms tarde me ense algunas de las cosas que haba pintado y dibujado en las Islas Hbridas. Y yo me avergonc. Porque ninguno de nosotros haba hecho nada importante, demasiado ocupados en haraganear tendidos al sol y visitando los museos. Por fin, despus de una catarata de palabras, que dur muchsimo rato, le dije: Me parece que estoy hablando demasiado!

No te preocupes: me agrada... respondi. l estaba tratando de eliminar el xido de una vieja rueda de hierro, con no s qu cido. La haba encontrado en una casa de hierros viejos en Edimburgo, y se la trajo a Londres. Tena los dientes obtusos, y l crea que perteneca a la maquinaria de un antiguo reloj. En realidad, una vez limpia me pareci que quedara hermosa. Durante un rato permanecimos en silencio. Yo estaba inclinada sobre su banco de trabajo, junto a l, observando cmo limpiaba el xido. Y, de pronto, sin mirarme, dijo: Te he echado mucho de menos. No es posible! exclam. S: me has perturbado la vida agreg. Has visto a Antoinette durante mi ausencia? pregunt. No contest. Me pareci haberte dicho que eso ha terminado definitivamente... Me mir de soslayo. Todava ests horrorizada por aquello? Le contest con un movimiento negativo de cabeza. Entonces... Estoy perdonado? inquiri, sonriendo levemente. Estoy segura de que no haba nada que perdonar dije. Mientras estuve en las Hbridas, pens muchas veces en ti. Hubiera deseado que estuvieses all, para ensearte cosas.

Ojal hubieras estado con nosotros en Espaa! Estaba muy ocupado pasando un papel de lija por entre los dientes de la ruedecita. Es muy antigua dijo. Mira qu oxidada est! Y a continuacin, en el mismo tono: Mientras estaba all, decid, aunque no lo creas, que quiero casarme contigo. Yo no dije una palabra y segu mirando cmo trabajaba, baja la cabeza. Te ped que vinieras aqu continu lmientras estaba solo, porque he estado pensando mucho y seriamente en lo que acabo de decirte. Ya s que te doblo la edad y que debera tomar esto sin darle importancia. Dios sabe que no es la primera vez...! No, no me interrumpas. Djame que termine ahora. He decidido que no puedo seguir vindote. Iba a decrtelo en cuanto entraste. Y sabes por qu? Porque no puedo seguir perturbado por ti. Y lo estar si sigues viniendo aqu. No: sta no es una manera indirecta de pedirte que te cases conmigo. Por el contrario, estoy tratando de hacerlo imposible. T sabes lo que soy yo, y sabes que tengo bastante edad como para ser tu padre. Adems, no soy hombre de quien pueda fiarse una mujer. Y, por ltimo, s que no me quieres de esa manera. No puedo explicarte respond. Creo que no hay palabras para explicar lo que siento. Precisamente dijo. Estaba limpindose las manos con aguarrs, muy serio y concienzudo, como un

mdico antes de una operacin. Por eso no tengo otro remedio que pedirte que me dejes para ver si puedo encontrar otra vez la paz. Yo estaba asombrada y perturbada. Mis ojos estaban fijos en sus manos. En cierto sentido agreg l, t tienes ms aos que yo. Nunca has estado profundamente enamorada. Tal vez no llegues a estarlo nunca. El amor se le presenta a uno solapadamente y a menudo. Sobre todo, a los hombres. Y cuando ocurre eso, uno vuelve a tener veinte aos, y sufre como se sufre a esa edad. Y comete todas esas locas ridiculeces de los veinte. Tal vez te parezca ahora que me muestro demasiado razonable, pero yo no lo creo. Cuando me telefoneaste, estuve a punto de hacerme pis en los pantalones, tal fue mi conmocin. Soy un viejo enamorado! Un hombre anticuado, gastado, ni siquiera cmico ya. Por qu crees que jams llegar a estar profundamente enamorada? le pregunt. Y l segua limpindose las manos, que ya estaban seguramente ms que limpias. Dije que tal vez no llegues a estarlo nunca. Pero yo no tengo ms que veinte aos. Acabo de cumplirlos. Un fresno, aunque slo tenga veinte centmetros de altura, es siempre un fresno dijo l. Pero, s, dije tal vez concluy. Y t no eres viejo. Eso no tiene nada que ver con

nuestras edades. Tienes que dejarme un agujerito para escacar, pequea! Fuimos a hacer caf. Aquella cocina pequea y pobre...! Pens que no podra hacer frente a la vida con l en semejante agujero. Hasta que te fuiste dijo l, de espaldas a m, cre que se trataba de algo parecido a lo de siempre. Por lo menos, trat de pensar que lo era. A eso se debe que haya hecho lo que hice con esa amiga tuya, la sueca. Para exorcizarte. Pero volviste a mi mente. Una y otra y otra vez, mientras estaba en las islas. Por la noche, sala de la granja donde me alojaba y me iba al jardn, para mirar durante largos ratos hacia el mar. Me comprendes? Si dije. Te comprendo. Eras t, sabes?, no esa otra cosa sucia. No respond, y al cabo de un rato agreg: Es esa manera que tienes de mirar, cuando me parece que has dejado de ser una chiquilla para convertirte en mujer. No te entiendo. S: es esa mirada que tendrs cuando seas toda una mujer dijo. Una mujer buena, agradable? Una mujer mucho ms que todo eso. No me sera posible explicar con palabras cmo dijo aquello. Con tristeza, casi como a la fuerza.

Tiernamente, pero con una sospecha de amargura. Y honestamente. No como otras veces, para hacerme rabiar, ni secamente. Como si las palabras no saliesen de sus labios, sino directamente de lo ms profundo de su ser. Yo haba estado con la vista baja durante toda la conversacin, pero entonces me hizo levantarla, nuestros ojos se encontraron, y sent que algo pasaba entre los dos. Lo sent claramente, sin lugar a la menor duda! Casi como un contacto fsico. Que nos cambiaba a los dos: l, al decir algo profundamente sincero, y yo, al sentir que lo era. Sigui mirndome fijamente, y empec a sentirme molesta. Por favor, no me mires as! le rogu. Se acerc y pas uno de sus brazos sobre mis hombros, llevndome lentamente hacia la puerta. Eres muy linda dijo, y a veces, hermossima! Eres sensible, ansiosa, y tratas de ser honesta. Consigues ser una mujer de tu edad, y natural, y un tanto anticuada y afectada, todo al mismo tiempo. Hasta juegas muy bien al ajedrez! Eres exactamente igual a la hija que me gustara tener. A eso se debe, probablemente, que te haya ansiado tanto en los ltimos meses. Me hizo salir, empujndome nuevamente y cara a la escalera, para que no pudiera verle. No puedo decirte estas cosas, si no tienes la cabeza vuelta hacia otro lado agreg. Y no debes desviar la

cabeza, en ningn sentido. Ahora, te ruego que te vayas. Sent que sus manos opriman mis hombros un instante. Luego me bes ligeramente la cabeza y me empuj sin la menor violencia. Baj dos o tres escalones antes de detenerme y volver la cabeza hacia arriba. G.P. sonrea, pero tristemente. Por favor! dije. Que no pase mucho tiempo esta vez! l movi bruscamente la cabeza. No s si aquel movimiento quera decir No, no pasar mucho tiempo, o de nada vale esperar, porque no podr ser ms que muchsimo tiempo. Tal vez ni l mismo lo saba. Pero me pareci muy triste. Yo, estoy segura, tena aspecto muy triste tambin. Pero no lo senta. O si estaba triste, no era una tristeza que me doliese, una tristeza que se apoderara de todo mi ser. No: hasta me pareci que me haca gozar. Tal vez esto sea una barbaridad, pero as es. Mientras me diriga a casa, iba cantando. Viva. Viva intensamente! Cre saber que no lo quera. Haba ganado aquella partida. Qu ha pasado desde entonces? Durante los primeros dos o tres das no hice otra cosa que esperar ansiosamente el sonido del timbre del telfono, pensando que l me llamara. Luego me puse a pensar: Ya no lo ver hasta dentro de meses, o tal vez de aos. Y eso me pareci ridculo. Innecesario. Increblemente estpido. Odi lo que me pareci su

debilidad. Y pens: Si es as, que se vaya al diablo. Pero ese estado de nimo no dur mucho. Decid que era mejor para m. G.P. tena razn. Era muchsimo mejor romper as, de una vez, para siempre. Me concentrara absolutamente en mi trabajo. Me convertira en una mujer prctica, eficiente, y todo lo que realmente no soy a causa de mi carcter. Por aquel entonces pensaba a menudo: Le amo? Y en seguida se me ocurra que, si exista en m tanta duda, no era posible que le amase. Y ahora tengo que escribir lo que siento en estos momentos. Porque he cambiado otra vez. Lo s. Lo siento en lo ms ntimo de m.

La belleza. S que est mal, idiotamente mal, concebir, o, mejor, preconcebir, nociones sobre la belleza. Excitarme cada vez que Piers me da un beso. Tener que mirarle fijamente algunas veces (pero no cuando l puede darse cuenta, debido a su enorme vanidad), pero sintiendo su belleza intensamente. Como un hermoso dibujo de algo muy feo. Una olvida la fealdad del objeto. S muy bien que Piers es moral y, psicolgicamente, feo: ordinario, falso, obtuso. Pero yo he cambiado hasta en eso. Algunas veces pienso en que G.P. me toma tiernamente en sus brazos y me besa y me acaricia. Advierto que hay en m una sucia y perversa curiosidad.

Me refiero a todas las mujeres que ha tenido l, y todas las cosas que debe de saber para cuando est en la cama con una. Lo imagino hacindome el amor, y no me repugna. Presiento que tiene que ser muy experto y dulce. Divertido. S: toda clase de cosas, pero no la cosa. Siempre suponiendo que haya de ser para toda la vida. Y pienso tambin en su debilidad, porque tengo la sensacin de que probablemente me traicionara. Y yo siempre he pensado en el matrimonio como una especie de aventura joven: dos personas, un hombre y una mujer, de la misma edad, que emprenden juntos un camino, que realizan descubrimientos juntos, que crecen uno al lado del otro, sin separarse. Pero yo no tendra nada que decirle, ni nada que ensearle. Todo eso sera cosa de l. Toda la ayuda. He visto tan poco del mundo...! S que G.P., en muchos sentidos, representa ahora una especie de ideal. Me refiero a su sentido de lo que importa, su independencia, su decidida oposicin a hacer lo que hacen los dems. Su postura aislada de todos. S: el hombre, para m, tiene que poseer todas esas cualidades. Y nadie de cuantos he conocido hasta ahora las posee ms que l, o por lo menos como l. Algunos muchachos de la Escuela Slade parecen tenerlas, pero son tan jvenes...! A esa edad resulta muy fcil ser franco, sincero, y mandar al diablo todos los prejuicios y las conveniencias sociales.

Una o dos veces me he preguntado si todo eso de la ltima vez que le vi no habr sido una trampa que quiso tenderme. Algo as como el sacrificio de una pieza en una partida de ajedrez, para obtener mayores ventajas. Y si yo, al llegar a la escalera, me hubiese vuelto hacia l para decirle: Haz lo que quieras conmigo, pero no me alejes de ti? No, no! No puedo creer eso de l! Hace dos aos, ni siquiera habra podido soar en enamorarme de un hombre tantos aos mayor que yo. Yo era la que siempre discuta en favor de las edades iguales en Ladymont. Recuerdo que fui una de las que se mostraron ms indignadas cuando Susan Grillet se cas con un baronet, un vejestorio que le triplicaba la edad. Minny y yo solamos hablar con frecuencia sobre la necesidad de defenderse de los hombres padres y, sobre todo, de casarse con uno de ellos. Ahora ya no siento esa necesidad. Por el contrario, me parece que necesito un hombre mayor que yo, porque aparentemente los muchachos de mi edad no estn a la altura de lo que yo aspiro y exijo. Y tampoco creo que G. P. sea uno de esos hombres padres, o un marido padre. Es intil. Podra seguir escribiendo toda la noche argumentos en pro y en contra. Pienso en Emma, en eso de ser algo intermedio entre la muchacha sin experiencia y la mujer experimentada, y el espantoso problema del hombre.

Calibn es Mr. Elton. Piers es Frank Churchill. Pero, es G.P. Mr. Knightley? Claro que G.P. ha vivido toda una vida y tiene puntos de vista que haran saltar fuera de su tumba a Mr. Knightley. Pero Mr. Kinghtley jams habra podido ser un falso. Porque odiaba cordialmente todo lo que fuera fingimiento, egosmo y esnobismo. Y tanto l como G.P. tienen el mismo nombre masculino que yo no puedo tolerar: George. Tal vez eso encierre una moraleja.

Noviembre, 18

No he probado bocado en cinco das. He bebido algo de agua. l me trae los alimentos, pero no hetocado ni una migaja. Maana pienso empezar a comer. Hace ms o menos media hora, me puse en pie y me sent mareada. Tuve que volver a sentarme en seguida. Hasta ahora no me siento enferma. Slo algunos ligeros dolores de vientre, y algo de debilidad. Pero esto ha sido algo distinto. Ser una advertencia? No estoy dispuesta a morir por su causa. No he necesitado comer, porque estuve y estoy tan Llena de odio hacia l y su brutalidad.

Su vil cobarda. Su egosmo. Su Calibanidad.

Noviembre, 19

Durante todo ese tiempo tampoco tuve ganas de escribir. Algunas veces me pareci que quera, pero el deseo era demasiado dbil. Saba que, en cuanto me pusiera a escribir, perdera la cabeza. Pero ahora creo que es necesario que lo escriba. Que debe quedar constancia escrita de ello. Me refiero a lo que me hizo. Un verdadero ultraje.

Lo poco de amistad, humanidad y cordialidad que exista entre nosotros ha desaparecido. Desde ahora somos enemigos. l, para m; y yo, para l. Porque me ha dicho cosas que demuestran claramente que tambin me odia. Mi sola existencia parece resentirlo. S: eso es exactamente lo que pasa. Todava no se da plena cuenta, porque an intenta mostrarse bueno conmigo. Pero est mucho ms cerca de eso que antes. Y un da de stos se despertar por la

maana y descubrir, tal vez con un poco de asombro, que me odia. Es algo feo, maligno. Cuando reaccion de los efectos del cloroformo, me encontraba en la cama. Tena puesta solamente la ropa interior ms ntima. Todas las dems prendas me las tuvo que haber quitado l. En los primeros momentos no me di muy bien cuenta. Luego record que la noche antes me haba enfurecido al sentir que sus brutales manos me tocaban, me quitaban las medias. Era repugnante! Luego pens en lo que podra haberme hecho, y que no me hizo. Y entonces decid no mostrarme frentica con l, como otras veces. Pero en silencio, sin pronunciar palabra. Gritar a alguien parece sugerir que entre las dos personas existe todava algn contacto. Desde entonces he pensado dos cosas. Primera: es un individuo tan extravagante, que es capaz de haberme desnudado sin pensarlo, de acuerdo con alguna loca nocin de lo que corresponda hacer para obrar como un caballero. Tal vez haya credo que no debera quedar acostada all, en la cama, con toda la ropa puesta. Y entonces, ese tal vez se convirti en una especie de recordatorio. De todas las cosas que pudo haber hecho y no hizo. Y eso lo acepto. Lo confieso: en ese sentido he tenido mucha suerte.

Pero hasta el hecho de que no hiciera nada me llena de miedo. Porque no puedo menos de pensar: Qu es este hombre? Ahora hay un enorme precipicio entre los dos. Un precipicio imposible de salvar. Ahora dice que me dejar en libertad dentro de otras cuatro o cinco semanas. Meras palabras! No le creo. Y por ello le he advertido que voy a hacer cuanto pueda para matarlo. Lo matara ahora mismo! Y ni siquiera lo pensara un segundo!

Ahora he comprendido, por fin!, lo mal que he estado antes. Lo ciega que estuve! Me he prostituido a Calibn. Quiero decir, que le he dejado gastar todo ese dinero en m, y a pesar de que me dije que era justo, comprendo ahora que no lo era. Por sentirme vagamente agradecida, he sido afectuosa con l. Hasta cuando le haca rabiar era afectuosamente, y lo mismo ocurra cuando le miraba o le haca un gesto de desprecio. E igualmente cuando romp todas aquellas horrendas chucheras de porcelana. Pero mi actitud de siempre deba haber sido la que ser de ahora en adelante: hielo! Hasta matarlo por congelacin! Es absolutamente inferior a m en todos los sentidos. Su nica superioridad es su poder de

retenerme aqu prisionera. En eso es en lo nico que me supera. No puede obrar, pensar o hablar, o hacer cosa alguna mejor que yo, ni siquiera tan bien como yo, por lo cual va a ser el Hombre Viejo del Mar hasta que yo consiga desprenderme de l de alguna manera. Tendr que ser por medio de la fuerza. He estado sentada aqu tratando de explicar por qu violo mis principios (no cometer actos de violencia jams). Porque todava son mis principios. Lo que se ha de hacer es pelear, luchar, con toda la dureza que sea necesaria, en nuestra defensa.

(La misma noche.) Hoy, durante todo el da, me he mostrado realmente maligna con l. Varias veces ha tratado de hablarme, pero le he ordenado callar. Sin palabras, con los ojos. Me ha preguntado si quera que me trajese algo. Mov la cabeza negativamente. Luego, arrepentida de callar, le dije que no quera nada, y agregu: Soy su prisionera. Si me trae comida, la comer para no morirme de hambre. Pero no es que la quiera. Nuestras relaciones, desde hoy en adelante, sern estrictamente las de un preso con su carcelero. Y ahora, hgame el favor de dejarme sola. Por suerte, tengo mucho que leer. l seguir trayndome cigarrillos (si no me los trae, no se los

pedir, estoy decidida), y alimentos. Y eso es todo cuanto quiero de l. No es un ser humano. Es un espacio vaco disfrazado de ser humano! Le estoy haciendo desear que jams hubiese puesto los ojos en m! Hoy, a la hora del almuerzo, me trajo unos frijoles cocidos. Yo estaba echada sobre la cama. Se qued un momento junto a m, y luego hizo un movimiento para irse. Yo me levant de un salto, llegu hasta la mesa, cog un plato y se lo arroj. No me gustan los frijoles cocidos, y l lo sabe perfectamente. Lo que pasa es que hoy no habr tenido ganas de cocinar ninguna otra cosa. No estaba en uno de mis momentos de furia. Lo fing. l se qued plantado all, lleno de asombro, con la salsa de los frjoles deslizndose, en diminutos riachuelos por sus ropas hasta entonces inmaculadas. Y en seguida vi en su rostro una expresin de vergenza. No quiero almorzar! le grit, mientras me volva de espalda. Toda la tarde me la pas comiendo bombones. l no reapareci hasta la hora de la cena. Me trajo caviar, salmn ahumado y pollo fro (compra todo eso ya cocinado, no s dnde), todas, cosas que sabe me gustan mucho, el muy bruto y astuto. No es el hecho de comprarlas lo que revela su astucia, sino que no tengo ms remedio que sentirme agradecida

(no se lo dije con esas palabras, pero tiene que haberlo adivinado, porque no me mostr con l como al medioda). Y eso obedece a que me lo presenta todo con tanta humildad, con tal aire de por-favor-no-me-dlas-gracias y, al mismo tiempo, de creo-que-lasmerezco. Cuando estaba colocando las cosas de la cena sobre la mesa, sent un irrefrenable deseo de rer. Terrible! Quera arrojarme sobre la cama y dar rienda suelta a las carcajadas que pugnaban por salir. Aqu abajo, en este stano-calabozo, mis estados de nimo cambian con asombrosa rapidez. En este momento estoy completamente decidida a realizar tal o cual cosa, pero unos segundos despus quiero hacer todo lo contrario. Es intil. Yo no soy una mujer que odie por naturaleza. Es como si, en mi interior, una cierta cantidad de buena voluntad y bondad fuera fabricada todos los das, y es imprescindible darle salida. Si me empeo en encerrarla, en no dejarla salir, estalla y surge. No fui bondadosa con l, ni quiero serlo. Estoy completamente decidida a no volver a serlo. Pero he tenido que librar una dura lucha conmigo misma para no obrar de una manera ordinaria con l. (Me refiero a pequeas cosas sin importancia, como, por ejemplo, buena comida, gracias, ya est aprendiendo a cocinar, etctera, etctera.) Pero no le dije una palabra. Cuando l me pregunt No desea nada ms? (como

un mayordomo corts y respetuoso), le respond: S: que se vaya, y me volv de espalda. Si en aquel instante hubiera visto mi cara, seguramente le habra dado un ataque. Porque estaba sonriendo. Y cuando cerr la puerta, ya me fue imposible reprimir las carcajadas. Histeria. Hay algo que he estado haciendo mucho en los ltimos das. Mirarme largos ratos al espejo. Algunas veces, me parece que no soy un ser humano real. Me parece, de pronto, que no es el reflejo de mi cara a unos centmetros de distancia, y me veo obligada a desviar la vista, confundida y hasta un poco asustada. Despus, vuelvo a mirarme todo el rostro: los ojos, la boca, la nariz. Trato de descifrar lo que dicen mis ojos. Lo que soy realmente. El porqu de mi permanencia aqu. Todo eso se debe a que me siento muy sola. Necesito mirar una cara inteligente. Cualquiera que haya estado encerrada como yo, se percatar de eso. Uno se vuelve muy real para s mismo, pero de una manera extraa. Como no lo ha sido nunca. Es que hay tanto de una que se ha dado a gente comn, o negado, en la vida ordinaria...! Estudio mi cara, y la veo moverse, como si fuese de alguna otra persona. Estoy sentada conmigo misma. Algunas veces es algo as como un hechizo, y no tengo ms remedio que sacarle la lengua a mi imagen, y hacerle unas muecas para romperlo. Me siento aqu, en el absoluto silencio, ante la

reproduccin de mi cara en el espejo, sumida en una especie de misterio. Como en un estado hipntico, un arrobamiento.

Noviembre, 21

Medianoche. No puedo dormir. Me odio a m misma. Esta noche estuve a punto de convertirme en una asesina. Jams volver a ser la misma. Me resulta muy difcil escribir. Mis manos estn atadas, pero no tengo puesta la mordaza. Todo comenz a la hora del almuerzo. Me di cuenta de que tena que luchar conmigo misma para no mostrarme afectuosa con l. Porque necesitaba terriblemente hablar con alguien. Aunque fuera l! Por lo menos, l es un ser humano. Cuando se fue, despus del almuerzo, estuve a punto de llamarle para que charlramos un rato. Lo que sent entonces era completamente distinto a lo que haba decidido sentir dos das antes. Por tanto, adopt una nueva decisin. Aqu abajo no me sera posible jams golpearle con algo. Le he estado vigilando mucho, y he llegado a esa conviccin. Jams se vuelve de espalda a

m. Adems, aunque tuviera la oportunidad, no tengo con qu hacerlo. En consecuencia, pens que tengo que ir arriba y encontrar algo. Se me han ocurrido varias ideas al respecto. De lo contrario, tuve miedo de que volviese a caer en la vieja trampa de tenerle compasin. Y, as, a la hora de la cena me mostr menos hostil, y le dije que necesitaba un bao (lo cual era cierto). Se retir, y cuando regres, subimos los dos. Y all, como si fuese una cosa del cielo, especialmente destinada a m, encontr una pequea hacha. Estaba en el borde exterior de la ventana, cerca de la puerta. Seguramente l haba estado cortando lea fuera, y se olvid de ocultarla, acostumbrado a que yo estuviese siempre encerrada en mi stano. Entramos por la puerta principal con demasiada rapidez para que me fuera posible hacer nada entonces. Pero, mientras me baaba, tendida en la baera llena de agua caliente, pens y pens largo rato. Decid que tena que obrar. Tena que tomar aquella hacha y golpearle con el lado romo, para que se desmayara. No tena la menor idea de en qu lugar de la cabeza poda golpearlo o con qu fuerza, para que se desmayara y no matarlo. Le ped que volvisemos. Al pasar por la puerta de la cocina, dej caer las cosas que llevaba en la mano y me hice a un lado, aproximndome al borde de la ventana, como si estuviese mirando dnde haban

cado. l hizo precisamente lo que yo haba pedido al cielo que hiciese: se inclin hacia el suelo, para recoger las cosas. No estaba nerviosa. Tom limpiamente el hacha... Y entonces: fue como si despertase de una pesadilla. Tena que golpearle, pero no poda. Sin embargo, no tena ms remedio... Comenz a enderezarse (en realidad, todo esto ocurri en un par de segundos) y entonces le golpe. Pero l se estaba volviendo en aquel instante, y el golpe no fue ni exacto ni fuerte. Lo lanc poseda de pnico, en el ltimo momento. Cay de costado, pero vi que no haba conseguido que se desmayara. No me haba soltado y, de pronto, pens que tena que matarlo, para impedir que l me matase. Volv a golpear, pero l tena un brazo en alto, y al mismo tiempo lanz un puntapi, que me derrib. Fue espantoso! Lucham os, respirando agitadamente, apelando a todos los recursos, como animales. De la manera ms indigna! Suena absurdo, verdad? Sin embargo, eso fue lo que me pareci: indigno. Como una estatua tendida de costado. Como una mujer excesivamente gorda, que tratase de incorporarse del suelo. Nos pusimos en pie, y l me empuj rudamente hacia la puerta, sin soltarme. Pero eso fue todo. Y experiment la sensacin extraa de que para l aquello haba sido tambin indigno, repugnante. Pens que tal vez alguien hubiese odo, aunque la

mordaza me impeda gritar. Pero era una noche ventosa, hmeda y fra. Nadie andara fuera de casa con semejante tiempo. He estado tendida en la cama. Poco despus, dej de llorar. Llevo horas acostada en la oscuridad, pensando.

Noviembre, 22

Estoy avergonzada. Comprendo que me he fallado vilmente a m misma. He llegado a una serie de decisiones, como consecuencia de prolongada meditacin. La violencia y la fuerza no estn bien. Si empleo la violencia, no hago ms que descender a su nivel. Significa que no creo realmente en el poder de la razn, la simpata y el humanitarismo. Que slo trato con bondad a las personas, porque me halaga, no porque crea que estn necesitadas de mi simpata y ayuda.. He estado resucitando mis recuerdos de Ladymont y de la gente a la que trat afectuosamente all. Por ejemplo, Sally Margison. Ella fue una de mis protegidas, slo para demostrar a las Vrgenes Vestales que yo era ms lista que ellas. Que poda conseguir que Sally hiciera cosas para m que jams hara para ellas. Donald y Piers (porque tambin a este

ltimo lo he protegido en cierto modo), pero los dos son hombres jvenes y atractivos fsicamente. Haba, probablemente, centenares de otras personas que necesitaban proteccin, afecto, cordialidad y simpata mucho ms que ellos dos. Y, de cualquier modo, la mayora de las chicas se hubieran vuelto locas de contento ante la oportunidad de ser ellas quienes los protegieran. He renunciado demasiado pronto a mis propsitos con Calibn. No tengo ms remedio que adoptar una nueva actitud frente a l. Esa idea de la presa y el carcelero no era ms que una tontera. No volver a tratarle dura e injustamente. Me mostrar silenciosa cuando me irrite. Le tratar como si fuera alguien que necesita toda mi simpata y comprensin. Insistir en mis intentos de ensearle algunas cosas sobre pintura. Otras cosas. Solamente hay una manera de hacer las cosas. Me refiero a la correcta. Pero no lo que en Ladymont consideraban como correcto, sino la manera que yo tengo la seguridad de que es la correcta. O sea, mi manera propia. Soy una persona moral. Y no me avergenzo de serlo. No permitir que Calibn me convierta a la inmoralidad. A pesar de que merece, sin disputa, todo mi odio, mi amargura y un hachazo en la cabeza.

(Ms tarde.) Me he mostrado buena con l. Es decir, no he sido lo maligna que fui ltimamente. No bien entr en el stano, me empe (y lo consegu) en que me dejase examinar la herida de su cabeza, y desinfect la misma con Dettol. l dio muestras de estar nervioso. Parece que yo poseo el poder de ponerle los nervios de punta. Y se es, precisamente, el estado en que no deb ponerle de ninguna manera. Sin embargo, me resulta muy difcil. Cuando soy mala con l, sus ojos adquieren una expresin de autoconmiseracin, hasta el punto de que en seguida comienzo a odiarme a m misma. Pero no bien vuelvo a tratarle con bondad, advierto que en su voz se desliza un tono de satisfaccin, lo mismo que en todos sus modales (hasta ahora no le he odo el menor reproche respecto de lo de anoche), y entonces me acomete un frentico deseo de darle una bofetada y tratarle como si fuese una alimaa.

(Por la noche.) Esta noche, despus de la cena, he tratado de ensearle qu es lo que debe buscar en la pintura abstracta. Pero es intil. Se ha empeado, ha grabado como a fuego en su pobre cerebro (o lo que tenga en lugar de cerebro) que la pintura es dar pinceladas y ms

pinceladas, hasta que se consigue un parecido fotogrfico, y que trazar frescos y encantadores diseos (Ben Nicholson) es inmoral de una manera vaga. S: veo perfectamente que forma un conjunto agradable me dijo. Pero no quiere conceder, de ninguna manera, que crear un conjunto agradable es precisamente pintar, arte. Para l, ciertas palabras tienen significados ocultos, terriblemente poderosos. Todo cuanto se refiera al arte de la pintura parece colocarle en una situacin embarazosa, aunque supongo que, al mismo tiempo, le fascina. Todo esto es vagamente inmoral. Sabe que la gran pintura es grande, pero grande significa, para l, estar encerrada en los salones de los ms importantes museos, y ser objeto de comentarios cuando uno desea alardear de conocimientos. El arte de la pintura viva le escandaliza. No es posible hablar de eso con l, porque la palabra arte le provoca toda una serie de ideas culpables que le horrorizan. Quisiera saber si hay muchas personas como l. Claro que ya me consta que a la vasta mayora de las personas y muy especialmente a la Gente Nueva no le importa un comino ninguna de las artes. Pero, se debe eso a que son como l? O simplemente a que no podra importarles menos? Quiero decir, les aburre realmente todo lo que se refiera a las artes, por lo cual no las necesitan en sus vidas, o es que secretamente los

horrorizan y desalientan, hasta el punto de obligarles a fingir que estn aburridos?

Noviembre, 23

Acabo de terminar la lectura de Sbado por la noche y domingo por la maana. Me ha producido una gran conmocin, tanto por s misma como por el lugar en que me encuentro. Me ha horrorizado de la misma manera que me horroriz Habitacin arriba, cuando lo le el ao pasado. Me doy cuenta de que los dos autores son extremadamente hbiles. Debe ser maravilloso poder escribir como lo hace Alan Sillitoe, con ese estilo tan real, tan sincero. Que dice lo que quiere decir el autor. Si fuera un pintor, sera admirable (algo as como John Bratby, pero mucho ms perfeccionado). Podra pintar la ciudad de Nottingham, y la misma parecera maravillosa en la tela. Debido a que pintara tan bien, trasladando a la tela fielmente lo que viera, la gente le admirara. Pero no es suficiente escribir bien (quiero decir, elegir las mejores palabras, etctera) para ser un buen escritor. Porque creo que Sbado por la noche y domingo por la maana es odioso, y hasta un poco

repugnante. Creo que Arthur Seaton es odioso. Y considero que lo ms odioso de todo es que Alan Sillitoe no demuestra estar asqueado de su joven protagonista. Creo que l y los de esta Era estn convencidos de que los jvenes como se son realmente agradables. Me inspir aversin la forma en que Arthur Seaton parece despreocuparse por completo de todo lo que no sea su propia y pequea vida. Es mezquino, egosta, ignorante y brutal. Porque es descarado, odia su trabajo y tiene xito con las mujeres, se le supone un hombre viril. Lo nico que me gusta de l es la sensacin de que all hay algo que podra ser utilizado para el bien, si fuese posible llegar hasta ello, alcanzarlo. Es la introversin de esa clase de personas. El hecho de que no les importa lo que ocurra en ninguna otra parte del mundo. En la vida. El hecho de que se encierran en una caja. Es posible que Alan Sillitoe haya querido atacar a la sociedad que produce tales ejemplares de seres humanos. Pero no lo expresa con claridad. S lo que le ha pasado: se ha enamorado de lo que estaba pintando. Comenz a pintarlo para que tuviese la fealdad que tiene en su vida real, y en un momento determinado esa fealdad le conquist, y entonces empez a tratar de hacer trampa. A embellecerlo. Me horroriz tambin, debido a Calibn. Veo que hay en l algo de Arthur Seaton, slo que en l se ha

vuelto cabeza abajo. Quiero decir, que siente ese odio hacia otras cosas y otras personas que no pertenecen a su tipo. Tiene ese egosmo que ni siquiera es un egosmo honesto, porque culpa a la vida y luego goza siendo egosta con una conciencia libre. Adems, es obstinado. Esto me ha horrorizado, porque creo que, ahora, todos, menos nosotros (y nosotros estamos contaminados), tienen ese egosmo y esa brutalidad, ya estn ocultos y acechantes, o se muestren perversos, clara y crudamente. No hay nada que pueda contener a la Gente Nueva, que cada da se volver ms y ms fuerte, hasta que nos inunde, nos destruya. No, no lo lograrn! Porque existe David. Porque hay gente como Alan Sillitoe (en la contraportada del libro se dice que era hijo de un obrero). Lo que quiero decir es que los miembros inteligentes de la Gente Nueva se rebelarn constantemente y se pasarn a nuestras filas. La Gente Nueva se destruye a s misma a causa de su enorme estupidez. No les era posible conquistar y retener a su lado a los inteligentes, en especial a los jvenes. Porque nosotros queremos algo que sea mejor que el dinero. Pero es una verdadera batalla. Es como estar en una ciudad que se encuentra sitiada. Estn alrededor de nosotros por todas partes. Y no tenemos ms remedio que resistir al asedio. Es una batalla entre Calibn y yo. l pertenece a la Gente Nueva, y yo, a los Pocos.

Tengo que Luchar con mis propias armas. No con las suyas. No con la brutalidad, el egosmo, la vergenza y el resentimiento. Calibn es peor que esa clase de hombres del tipo Arthur Seaton. Si Arthur Seaton viese una estatua moderna que no le agradase, la hara pedazos. Calibn la envolvera en una lona. No s qu es peor, pero me parece que peor es lo de Calibn.

Noviembre, 24

Esto de la huida ya se ha convertido en una desesperacin para m. Ni el dibujo, ni los discos, me proporcionan ya el menor alivio. La lectura, tampoco. La necesidad tremenda que siento (que tienen que sentir todos lo que se encuentran encerrados como yo) es la de otras personas. Calibn es slo media persona, en sus mejores momentos. Quisiera ver docenas, cientos de rostros extraos. Como si, al sentir una horrible sed, empezase a beber ansiosamente vaso tras vaso de agua. Exactamente as. Una vez he ledo que nadie puede resistir ms de diez aos de prisin, o ms de un ao de

aislamiento total. Nadie, desde fuera de ella, puede imaginar lo que es la vida en una prisin. Uno piensa que, bueno, al menos tendr horas para leer y pensar, y que el tiempo no pasar tan mal. Pero pasa terriblemente mal. Con una exasperante lentitud. Yo jurara que todos los relojes del mundo se han atrasado siglos desde que yo entr en este chalet. No debera quejarme demasiado, porque, al fin y a la postre, sta es una prisin de lujo. Y, adems, est esa diablica astucia de Calibn con respecto a los diarios, la Radio y lo dems. Yo nunca he ledo mucho los diarios o escuchado los noticiarios de la Radio. Pero es muy distinto saber que diarios y Radio le estn prohibidos a una, que no puede leerlos o escuchar aunque quiera. He llegado al extremo de experimentar la sensacin de que he perdido todos los sentidos. Me paso horas enteras tendida en la cama, pensando en la misma cosa: cmo huir de aqu. Horas interminables.

Noviembre, 25

(Tarde.) Esta maana he sostenido una conversacin con l.

Consegu que posase sentado, para hacerle un retrato. Y, mientras dibujaba, le pregunt qu era, en realidad, lo que quera que hiciera yo. Deseaba que me convirtiese en su amante? Eso lo horroriz! Se puso colorado y me contest que eso poda comprarlo en Londres. Le dije que l era una cajita china. Y lo es. La cajita menor de todas, la que est dentro, en ltimo lugar, significa el deseo de que yo debera amarle, pero, de todas maneras, con mi cuerpo, con mi mente. Y, adems, respetarlo y mimarlo. Eso es tan absolutamente imposible...! Porque, aunque pudiera sobreponerme al hecho fsico, cmo podra mirarle de otra manera que de arriba abajo? Pretender eso es como golpearle la cabeza contra un muro de piedra. No quiero morir. Me siento pletrica de resistencia. Siempre querr sobrevivir. Y sobrevivir!

Noviembre, 26

Lo nico poco comn que hay en l es lo que me ama. Por lo general, la Gente Nueva no podra amar nada como l me ama: ciegamente, absolutamente, como

Dante a Beatriz. Goza con estar enamorado tan sin esperanza de m... Me parece que Dante tiene que haber sido lo mismo. Siempre sombro, triste, sabiendo que no le esperaba nada, a la vez que aprovechando la experiencia para obtener gran cantidad de material para su obra creadora. Aunque, como es natural, Calibn no puede obtener otra cosa que su propio y miserable placer. Cmo odio a la gente que no crea nada!

Qu miedo tena de morir aquellos primeros das de mi encierro aqu! No quiero morir, porque no hago ms que pensar en el futuro. Tengo una desesperada curiosidad por saber qu va a depararme la vida, qu me suceder, cmo me desarrollar, qu ser dentro de cinco aos, diez aos, o treinta aos. El hombre con quien me casar, los lugares en que habr de vivir y que llegar a conocer. Ah, y los hijos! No se trata nicamente de una curiosidad egosta. sta es la peor poca de la Historia para que una se muera. Porque ahora est despertando todo lo grande: los viajes espaciales, las inmensas conquistas de la Ciencia, todo el mundo que se despierta y se despereza. Una nueva Era que comienza. S que es peligroso, pero, qu maravilloso es estar viva entre todo eso!

Amo, adoro a mi poca. Hoy no hago ms que pensar y pensar. Uno de los pensamientos que acudieron a mi mente fue: los hombres que no crean, ms la oportunidad de crear, es igual a hombres malignos. Otro pensamiento fue: matar a Calibn equivale a violar mi palabra sobre lo que creo. Algunaspersonas diran: T eres slo una gota, y el hecho de no cumplir tu palabra, otra gota, que nada importara. Pero toda la maldad del mundo est compuesta por millones de pequeas gotas. Es una idiotez hablar de la falta de importancia de esas pequeas gotas. Las pequeas gotas y el ocano son la misma cosa.

He estado soando despierta (no por primera vez) en G.P. y yo haciendo vida marital. l me engaa, me deja, se muestra brutal conmigo, y cnico. Estoy sumida en una gran desesperacin. En esas ensoaciones mas no hay mucho de sexual. Vivimos juntos, pero nada ms. En una atmsfera romntica. Paisajes del Norte, en los cuales se ven ms que nada mar e islas. Chalets blancos. Algunas veces, es en el Mediterrneo. Estamos juntos los dos, solos, en una profunda comunidad de espritus. En realidad, los detalles son algo parecidos a los que se ven en los cuentos de amor que publican las revistas. Puras tonteras. Pero est esa gran comunidad espiritual, y eso no puede negarse que es real. Y las

situaciones que imagino (en las cuales l me abandona) son reales tambin. Quiero decir, que me mata pensar en ellas.

Algunas veces me encuentro muy cerca de la ms absoluta desesperacin. Nadie sabe que estoy viva todava. Todos, estoy segura, me darn ya por muerta, aceptarn mi muerte como un hecho irreparable. sa es la verdadera situacin, pero hay otras situaciones: las futuras, sobre las cuales medito largamente, sentada sobre la cama. Por ejemplo, mi absoluto amor por algn hombre. S muy bien que no me es posible hacer a medias cosas como el amor; s que tengo un gran caudal de amor en el corazn, y que me entregar, que dar mi corazn, mi cuerpo, mi mente y mi alma a cualquier individuo como G.P., que al final me traicionar. Lo siento en lo ms recndito de mi alma. En los sueos en que vivo con l, todo es tierno y racional al principio, pero s que eso no sera as si esos sueos se convirtiesen en realidad. Sera todo pasin y violencia. Celos, desesperacin. Amargura. Algo morira en m. Y l tambin resultara lastimado. Si l me amase realmente, no podra haberme alejado de s. Si l me amase realmente, me habra alejado de s.

Noviembre, 27

Medianoche. Jams podr escapar! Esto me enloquece. Tengo que hacer algo. Tengo que hacer algo! Tengo que hacer algo! Siento como si me encontrase en el corazn de la Tierra. Tengo el peso de toda la Tierra presionando sobre este pequeo cajn de mi stano, que cada momento que pasa es ms pequeo, ms pequeo! Lo siento contraerse poco a poco. Algunas veces tengo un enorme deseo de gritar, hasta que mi voz se rompa, hasta la muerte! No puedo escribir. No hay palabras! Desesperacin, total desesperacin!

He estado todo el da. Se apodera de m una especie de pnico lento, lentsimo... Qu pudo haber pensado l cuando me encerr aqu? Algo parece haber fracasado en sus planes. Yo no obro como la muchacha que era en sus sueos. Soy como una cosa que l ha comprado sin verla. Y por eso me retiene aqu? Acaso abriga la esperanza de que la verdadera Miranda de sus sueos aparecer en cualquier momento? Tal vez yo debera ser esa muchacha de sus sueos.

Quiero decir, rodearle el cuello con mis brazos, besarle, abrazarle tiernamente. Elogiarle, acariciarle, besarle, s, besarle! En realidad, no he dicho eso porque lo sienta, pero me ha hecho pensar. Quiz debera, en efecto, besarle. Q algo ms que besarle: amarle. Amarle, s, y hacer a un lado al prncipe azul de mis sueos para que quedase slo l. Estoy pensando horas enteras, entre cada frase que escribo. Tengo que hacerle sentir que, por fin, he sido tocada por su caballerosidad, etctera. Esto es extraordinario! Entonces, l tendra que obrar! Estoy segura de que puedo hacerlo. Por lo menos, es un muchacho escrupulosamente limpio. Nunca huele a nada que no sea a jabn, a limpieza. Esta noche voy a consultarlo con la almohada, y maana tal vez est en condiciones de adoptar una resolucin.

Noviembre, 28

Hoy he llegado a una tremenda decisin! Imagin que estaba en la cama con l.

Es intil limitarse a besarlo. Tengo que provocarle una conmocin tan violenta, tan profunda, que no tenga ms remedio que dejarme en libertad. Porque se me ocurre que no es posible mantener cautiva a una persona que se ha entregado a uno. Estar completamente en su poder para siempre. Porque ni siquiera podra acudir a la Polica. Mi nico afn sera acallar el asunto. Es tan obvio, que ni siquiera requiere una explicacin! Se me antoja que es igual a un buen sacrificio en una partida de ajedrez. Como dibujar. Una no puede trazar una lnea a pedacitos. La audacia del trazo es la lnea. He estado meditando en todos los hechos sexuales que conozco. Ojal supiese algo ms sobre los hombres, y pudiera estar absolutamente segura de que no tena que depender de las cosas que he ledo, odo y entendido slo a medias! Pero le voy a dejar hacer lo que Piers quera hacer conmigo cuando estuvimos en Espaa: eso que llaman amor escocs. Que me lleve a la cama, si quiere, que juegue conmigo si lo desea. Pero no lo definitivo. Le dir, si intenta llegar demasiado lejos, que estoy en mis das del mes. Pero creo que el hecho le horrorizar tanto, que me ser posible obligarle a hacer lo que quiero. Quiero decir, que el papel de seduccin estar por completo a mi cargo. S que sera un terrible riesgo con noventa y nueve hombres de cada cien, pero

me parece que l es ese nmero cien. Y que se detendr donde yo le ordene que se detenga. Pero, aun suponiendo que la cosa llegase al punto de que l no se detuviera, yo aceptara el riesgo. Hay dos cosas. Una de ellas es la necesidad absoluta de hacerle que me deje en libertad. La otra soy yo. Algo que he escrito ya el da 7 de este mes: Amo vivir plenamente, ser, hacer, crear. Amo todo lo que no sea sentarse para observar, copiar y estar realmente muerto. Pero ahora no vivo plenamente. No hago otra cosa que estar sentada y vigilar. Y no slo aqu. Tambin con G.P. Todo eso que se dice de las Vrgenes Vestales, de mantenerse virgen para el hombre que nos reserva el destino, me ha parecido poco natural. Sin embargo, siempre me he mantenido as. Soy mezquina de mi cuerpo. Y tengo que eliminar esa mezquindad! Me he hundido en una especie de desesperacin. Me digo que algo va a suceder. Pero nada suceder, como no sea yo quien lo haga. Tengo que obrar. Otra cosa que escrib (una escribe cosas, y sus implicaciones gritan, pero es como darse cuenta repentinamente de que una est sorda): Tengo que luchar con mis armas, no con las suyas. No con egosmo y brutalidad, con vergenza y resentimiento. Por tanto, me doy con generosidad, y con dulzura

beso a la bestia, y sin vergenza, porque hago lo que hago movida enteramente por mi voluntad y le perdono, porque s que l no puede dejar de hacer lo que hace. Soportara hasta una criatura. Su criatura. Cualquier cosa, con tal de conseguir mi libertad. Cuanto ms pienso en eso, ms segura estoy de que sa es la manera. l tiene algn secreto. Porque es forzoso que me desee fsicamente. Tal vez sea impotente. Sea lo que fuere, ello se revelar pronto. Y, as, tanto l como yo sabremos a qu atenernos.

En estos ltimos das he escrito bastante poco sobre G.P. Pero, en cambio, pienso muchsimo en l. Lo primero y lo ltimo que miro todos los das es el cuadro suyo que me ha trado Calibn. Empiezo a odiar a esa muchacha desconocida que le sirvi de modelo, desnuda, para ese cuadro. Tiene que haberse acostado con ella. Tal vez era su primera esposa. Cuando salga de aqu se lo preguntar. Porque lo primero que har la primera cosa positiva, una vez que haya ido a ver a mis padres y hermana ser ir a visitarle. Para decirle que no dej de estar en mis pensamientos ni un solo momento. Que es el hombre ms importante, para m, de cuantos he conocido en mi vida. El ms real. Que estoy celosa de

todas las mujeres que se han acostado con l, aun sin conocerlas. Todava no me es posible decir que le amo. Pero ahora ya empiezo a comprender que eso se debe a que no s lo que es el amor. Soy Emma, con sus pequeas y tontas teoras hbiles sobre el amor y el matrimonio, y el amor es algo que viste ropas distintas,que se presenta de una manera diferente y con otro rostro, y que tal vez se necesita mucho tiempo para que una lo acepte, para que una pueda llamarlo amor. Tal vez l se mostrara seco y fro cuando llegase ese momento. Que me dira que soy demasiado joven, que l nunca haba hablado en serio, y muchas cosas ms. Pero no tengo miedo, y estoy dispuesta a correr ese riesgo. Quizs ahora se encuentre en pleno asunto con alguna otra mujer. Yo le dira: He vuelto, porque ya no estoy segura de no estar realmente enamorada de ti. Le dira: He estado desnuda con un hombre a quien detesto. He llegado al fondo. Y le permitira que me poseyese. Pero seguira sin poder tolerar que l se fuese solapadamente con otra mujer. Reducindolo as todo al sexo. Porque si lo hiciese, yo me marchitara, y morira todo lo que tengo dentro de m. S que eso no es digno de una mujer emancipada. Pero es lo que siento.

El sexo nada importa. El amor, s. Esta tarde quise preguntarle a Calibn si estara dispuesto a echar al correo una carta ma para G.P. Una perfecta locura. Naturalmente, no querra. Tendra celos. Pero necesito tanto subir la escalera de su casa y abrir la puerta de su estudio, y verle ante su banco de trabajo, mirndome por encima del hombro, como si en realidad no le interesase en absoluto saber quin es el que llega...! De pie, all, con su levsima sonrisa y esos ojos suyos que lo comprenden todo tan rpidamente. Esto es intil. Estoy pensando en el precio antes de haber pintado el cuadro. Maana... Pero no: tengo que obrar ahora. En realidad, comenc hoy. Le he llamado Ferdinand (no Calibn) tres veces, y le felicit por el buen gusto de una espantosa corbata nueva que llevaba puesta. Le he sonredo. He tratado (con enorme esfuerzo) de aparentar que me gusta todo en l. Pero l no ha dado la menor seal de haberlo percibido. Est bien. No me quejo. Pero maana..., ah, maana no va a saber ni siquiera qu fue lo que le ha golpeado!

No puedo dormir! Me he levantado otra vez, y puesto el disco de clavicordio que tanto le gusta a G.P. Tal vez l haya estado escuchndolo tambin esta misma noche. Y pensando en m! Cuando escucho esa msica,

experimento la sensacin de que los dos estamos acostados juntos en Bach. Yo siempre haba considerado que la msica de Bach era aburrida. Ahora, en cambio, me anonada. Es tan humano...! Est tan lleno de dulzura, maravillosos tonos y cosas tan sencillamente profundas, que toco sus discos una y otra vez, como otrora sola copiar innumerables veces los dibujos que me gustaban.

Me parece que voy a hacer una cosa: tratar de echarle los brazos al cuello y besarle. Nada ms que eso. Pero estoy segura de que llegara a gustarle. Aunque, bien pensado, eso dilatara mucho las cosas. No, no: tiene que ser una conmocin, una cosa que lo sacuda extraordinariamente.

Todo este asunto est relacionado, ligado, con mi actitud autoritaria ante la vida. Siempre he sabido adnde voy a cmo quiero que se produzcan las cosas. Y las cosas (aparte sta) han sucedido siempre como yo deseaba, por lo cual di por sentado que eso se deba a que s adnde voy. Pero no tengo ms remedio que confesar que he tenido mucha suerte en toda clase de cosas. Siempre he intentado ocurrirle yo a la vida, pero comprendo que ha llegado el momento de dejar que la

vida, con todas sus cosas, me ocurra a m.

Noviembre, 30

Oh, Dios! He hecho una cosa espantosa! Tengo que consignarla en el papel, para mirarla despus de escrita! Esto es tan asombroso...! Me refiero al hecho de que hice eso. Que sucedi lo que sucedi. Que l es lo que es. Que yo soy lo que soy. Y, ahora, las cosas estn peor, mucho peor que antes.

La decisin la haba adoptado esta maana. Saba que tena que hacer algo extraordinario: provocarme una fuerte conmocin, y provocrsela tambin a l. Le dije que deseaba baarme, y me mostr bondadosa y cordial con l durante todo el da. Despus del bao me arregl con extraordinario cuidado. Me puse abundante Mitsouko. Y cuando llegu a la habitacin, me sent y saqu los pies de las chinelas, extendindolos hacia la hoguera de la

chimenea para calentarlos. En realidad, fue para que me viese los pies desnudos. Me senta nerviosa. No estaba muy segura de poder llevar adelante el plan que me haba trazado. Adems, tena las manos atadas. Pero para tomar fuerzas, me beb tres copitas de jerez, casi una tras otra. Y, entonces, cerr los ojos y me lanc a la labor. Le hice que se sentase, y luego lo hice a mi vez sobre sus rodillas. Vi que l se quedaba tan rgido, tan escandalizado, que no tuve ms remedio que continuar, pues l no poda casi ni respirar. Si se hubiese atrevido a tomarme frenticamente en sus brazos y besarme, tal vez me habra contenido. Pero no lo hizo, y se qued como congelado por la tremenda sorpresa. Disimuladamente dej que se desabrochase la bata, por lo cual qued con el pecho semidescubierto, pero l ni se movi. Como si jams nos hubiramos visto uno al otro y todo aquello fuese un jueguecito tonto. Dos desconocidos en una fiesta familiar, que no simpatizaban mucho uno con el otro. Para m, aquello result excitante, pero de un modo un tanto sucio, pervertido. Era como la mujer-en-m, ofrecindose al hombre que debe de haber en l. No puedo explicarlo mejor. Tambin senta la sensacin de que l no saba qu hacer en aquel momento. Que era un hombre absolutamente virgen. La idea, que ahora me parece absurda, se me ocurri seguramente porque

aquellas tres copas de jerez, bebidas tan rpidamente, se me haban subido un poco a la cabeza. Tena que obligarle a que me besara, y lo intent. l opuso un dbil movimiento como si tuviese miedo de perder la cabeza. Me lo dijo, y le contest que no me importaba que la perdiera. Volv a besarle varias veces. Por fin, devolvi mis besos, de una manera tan brutal que pareca querer incrustar su boca dentro de mi cabeza. Y su boca era dulce. Todo l despeda un agradable olor a limpio, y cerr los ojos. No estuvo mal del todo! Pero, de pronto, se levant y fue hasta la ventana. Le llam, y no quiso acercarse. Me di cuenta de que quera escapar, pero no poda, por lo cual se qued junto a su mesa escritorio, casi de espalda a m, mientras yo estaba encorvada, semidesnuda, frente al fuego, y me solt el pelo, como para que la cosa fuera todava ms evidente. Al fin no tuve ms remedio que ir yo hacia l y llevarle hasta frente a la chimenea. Le hice que me desatara las manos. El pareca estar como hipnotizado. Y luego me quit la bata y lo desnud a l. Los dos quedamos como habamos venido al mundo. No se ponga nervioso le dije. Hago esto porque quiero hacerlo. Sea natural. Pero l no quiso, o no pudo. Hice todo lo humanamente posible, pero fue intil. No ocurri nada. No pude conseguir que abandonara aquella actitud helada. Una vez me apret

en sus brazos. Fuertemente. Casi frenticamente. Pero no natural. Slo una desesperada imitacin de lo que l debe de creer es el abrazo a una mujer. Patticamente inconvincente. No puede hacerlo. No hay hombre en l. Me levant (estbamos tendidos en el sof) y me arrodill ante l, pasndole una mano por el pelo, mientras le deca que no se preocupase. Fui algo as como una madre para l. Y luego nos vestimos los dos de nuevo. Gradualmente, fue saliendo a la luz la verdad. Y poco despus tuve una visin de su verdadera personalidad. Un psiquiatra le ha dicho que jams podr hacer nada con una mujer. Me confes que sola imaginarse acostado en una cama conmigo. Acostado solamente. Nada ms. Le ofrec que nos acostramos, para probar si poda hacer algo, pero l no quiso. En lo ms profundo de su ser, junto a su bestialidad y su amargura, yace una tremenda inocencia. Una inocencia que lo gobierna, lo domina. Y l se siente obligado a proteger esa inocencia. Me dijo que, a pesar de todo lo ocurrido aquella noche, me ama. Lo que usted ama es a su propio amor le dije. Y eso no es amor, sino simplemente egosmo. No es en m en quien piensa usted, sino en lo que siente hacia m.

No s lo que es me respondi. Y en aquel momento comet un error. Tuve la sensacin de que todo aquello haba sido un sacrificio intil; sent una enorme necesidad de hacerle apreciar la que yo haba hecho y decirle que deba dejarme en libertad. Y se lo dije. Fue entonces cuando aflor su verdadera personalidad. Se sonri bestial. No quiso ni contestarme. Estbamos ms separados que nunca. Le dije que me inspiraba compasin; l estall. Fue terrible, y me hizo llorar. La horrible frialdad, la inhumanidad de todo eso! Ser su prisionera! Tener que quedarme aqu! Todava! Y, sobre todo, comprender, por fin, que esto es lo que l es en realidad! Es imposible de comprender. Qu es este hombre? Qu quiere de m? Por qu me retiene encerrada en este stano asfixiante, si no puede hacer nada con mi cuerpo? Fue como si yo encendiese una hoguera en la oscuridad, para tratar de calentarnos, y lo nico que hubiera conseguido fuese ver su verdadero rostro a la luz de las llamas. Lo ltimo que le dije fue: Hemos estado completamente desnudos uno frente al otro... No podemos estar ms separados, sin

embargo! Pero lo estamos.

Ahora me siento algo mejor. Me alegro profundamente de que no haya ocurrido algo peor. Fui una loca al exponerme a semejante riesgo. Es suficiente haber sobrevivido.

Diciembre, 1

Ha estado aqu abajo; yo he salido del pequeo stano, y todo est claro. Calibn est irritado conmigo. Hasta ahora, nunca le haba visto irritado de esa manera. Porque esto de ahora es una profunda ira, bastante bien reprimida. Me pone furiosa! Nadie podra comprender jams cunto de m puse en la noche de ayer. El esfuerzo de dar, de arriesgar, de comprender! De sofocar decididamente todos mis impulsos naturales! Es l, si es l. Y esa horripilante cosa masculina. Ahora ya no me siento buena. Si una no da, se irritan: si una da, se irritan despus. Los hombres inteligentes tienen que despreciarse a s mismos, estoy segura, por

ser como son. Por su absoluta falta de lgica. Hombres agriados y mujeres heridas en sus ms caros sentimientos. Naturalmente, he descubierto su secreto. Lo que pasa es que l odia eso, lo sexual. Lo he estado pensando y pensando durante largas horas. l tiene que haber sabido, desde antes de secuestrarme, que no podra hacer nada conmigo. Creo que lo que sucede es lo siguiente: l no puede obtener un placer natural conmigo. Su nico placer es el hecho de tenerme cautiva. Pensar en todos los dems hombres que le envidiaran si lo supieran. En una palabra: tenerme. Por eso me parece ridculo ser cordial y buena con l. Quiero ser tan mala, tan desagradable, que no le produzca placer el hecho de tenerme aqu. Voy a iniciar un nuevo ayuno. Y no quiero saber absolutamente nada de y con l!

Extraas ideas! Por ejemplo: que por primera vez en mi vida hice algo original. Algo que difcilmente habr hecho otra mujer. Me domin cuando los dos estbamos completamente desnudos. Y en aquel momento aprend lo que significa dominarse.

El final de lo que quedaba en m de Ladymont. Todo ha muerto ya.

Recuerdo un da que conduca el coche de Piers, en un lugar prximo a Carcasona. Todos queran que detuviese el coche. Pero yo quera, estaba empeada en alcanzar los 130 kilmetros por hora. Y mantuve mi pie en el acelerador hasta que lo consegu. Los dems estaban terriblemente asustados. Y yo tambin. Pero les demostr que poda hacerlo.

(ltima hora de la tarde.) Esta tarde he estado leyendo otra vez La tempestad, de Shakespeare. Y no me pareci la misma obra, ahora que ha sucedido lo que ha sucedido. La compasin que Shakespeare demuestra sentir hacia Calibn es la misma (tras el odio y la repugnancia) que yo siento hacia mi Calibn. Los dos los consideramos semihombres. El odio de Prspero hacia Calibn. El hecho de saber que resulta intil ser bondadoso con l. Stephano y Trinculo son las quinielas de ftbol. El dinero que l ha ganado.

Acaba de retirarse.

Le dije que ayunar hasta que me permita subir, todos los das, a tomar aire puro y ver la luz del sol. Se puso a la defensiva. Y se mostr bestial, sarcstico. Hasta lleg al colmo cuando me dijo que yo me olvidaba quin era el que daba rdenes aqu. Ha cambiado. Ahora me inspira verdadero miedo. Le he dado un plazo hasta maana por la maana para decidirse.

Diciembre, 2

Voy a ser trasladada arriba. Va a arreglar una habitacin para m. Me dijo que eso tardar ms o menos una semana. Le contest que bueno, pero que si se trataba de una nueva postergacin... Veremos. Anoche, mientras estaba acostada, despierta, pens en G.P. y dese su maravillosa y fantstica ordinariez. Crea amor, vida y excitacin a su alrededor. Vive, y las personas a quienes ama lo recuerdan siempre. Esta maana estaba imaginando que me haba escapado, y que Calibn se hallaba ante un tribunal de justicia. Yo declaraba en su favor, diciendo a los jueces que su caso era trgico, que necesitaba simpata y un mdico psiquiatra. Perdn.

No era que quisiera aparecer como noble. Le desprecio demasiado para odiarlo, eso es todo. Es raro. Porque si realmente ocurriese eso de la justicia, probablemente declarara en su favor. S que no podramos encontrarnos otra vez. Y comprendo que jams podra curarle. Por la sencilla razn de que soy su enfermedad.

Diciembre, 3

Tendr una aventura amorosa con G.P. Me casar con l, si lo desea. Quiero la aventura, el riesgo de casarme con l. Estoy harta de ser joven! Joven e inexperta! Lista, muy lista para saber, pero no para vivir. Quiero sus hijos en m. Mi cuerpo ya no cuenta para nada. Si l lo desea, puede tomarlo cuando quiera. Yo jams podra ser otra Toinette: coleccionista de hombres.

Por ser ms hbil (segn crea) que la mayora de los hombres, y ms hbil que todas las muchachas a quienes conoca, siempre cre que saba ms, senta ms y comprenda ms.

Sin embargo, ahora tengo que llegar a la conclusin de que no s lo bastante para manejar a Calibn. Quedan en m toda clase de pequeas cosas, como remanente de mis das de Ladymont. De aquellos das en que yo era una buena nia, hija de un mdico de clase media. Esos das han desaparecido ya para no volver. Mientras estuve en Ladymont, me pareci que poda manejar un lpiz con mucha habilidad. Y despus, cuando me fui a Londres, empec a darme cuenta de que no era as. Me vi rodeada de pronto por personas que eran tan hbiles, y en numerosos casos mucho ms, que yo. Adems, todava no he conseguido saber cmo manejar mi vida... o la de alguna otra persona. Yo soy, en realidad, quien necesita proteccin, ayuda, gua. Es como el da tristsimo da! en que una se da cuenta de que las muecas no son ms que eso, muecas. Yo tomo en mi manos mi Yo de antes y veo claramente que es tonto. Un juguete con el cual me he distrado demasiado tiempo. Esto es un poco triste, o, mejor dicho, muy triste. Inocente, ajada de tanto uso, orgullosa y tonta.

G.P. S que me encontrar herida en lo ms ntimo de mis sentimientos, golpeada, maltrecha. Pero al mismo tiempo s que ser como si estuviese en un temporal de

luz, despus de este negro agujero en que ahora me encuentro. Es sencillamente eso. l tiene en s el secreto de la vida. Algo como un manantial. Pero no inmoral. Es como si slo le hubiese visto entre dos luces, en el crepsculo; y que ahora le viera, repentinamente, al amanecer. Es el mismo, pero todo en l es distinto. Hoy me he mirado al espejo, y pude verlo en mis ojos. Me parecen mucho ms viejos y ms jvenes a la vez. Dicho as, con palabras estas pobres palabras!, parece imposible. Sin embargo, as es, exactamente. Soy ms vieja y ms joven. Soy ms vieja, porque he aprendido, y soy ms joven, porque una gran parte de m no era ms que cosas que me haban enseado las personas mayores que yo. Tena dentro de m todo el lodo de aquellas ideas anticuadas. Y todava tengo algo de ese lodo en mi nuevo Yo.

El poder de las mujeres! Jams me he sentido tan plenamente duea de misterioso poder. Los hombres dan risa! Somos tan dbiles fsicamente...! Somos tan incapaces ante ciertas cosas...! Y yo sigo sindolo hasta hoy. Pero, no obstante, somos ms fuertes que ellos. Podemos resistir su crueldad, mientras que ellos no

pueden resistir la nuestra. He estado pensando: me dar a G.P. Puede tomarme cuando quiera. Y haga conmigo lo que haga, todava seguir teniendo eso femenino tan mo, que ni l ni nadie podr tocar jams. Todo esto que digo no es ms que una serie de palabras fantsticas. Pero me siento llena de impulsos. Percibo en m una nueva independencia. Ya no pienso en el ahora. En hoy. S que voy a huir de este cruel encierro. Lo siento hasta en mis huesos. No puedo explicarlo. Calibn jams podr vencerme! Pienso en los cuadros que pintar. Anoche pens en uno. Era un campo color amarillo manteca (amarillo manteca de granja) que se alzaba hacia un blanco y luminoso cielo, en el cual estaba levantndose el sol. El cielo tena un extrao color rosa y estaba lleno de silenciosa inmovilidad. Era como el comienzo de todas las cosas: una cancin de alondras sin alondras...

He tenido dos extraos sueos contradictorios. El primero fue muy simple. Caminaba por unos campos. No s quin me acompaaba, pero s que era alguien que me gusta mucho. Un hombre. Tal vez G.P. El sol brillaba sobre los tallos del maz joven. Y, de pronto, vimos una bandada de golondrinas que volaban a escasa altura sobre el maz.

Distingua perfectamente el brillo de las plumas de sus lomos, que parecan de seda azul oscuro. Piaban mientras pasaban y repasaban rozando casi nuestras cabezas, volando todas en la misma direccin. A muy escasa altura y felices. Me sent inundada de felicidad. Le dije a mi acompaante: Qu extraordinario! Mira las golondrinas. Todo aquello fue muy simple: las inesperadas golondrinas, el sol, el maz verde... Me sent inundada de felicidad! Fue una sensacin de la ms pura primavera. Y, entonces, despert. Ms tarde tuve otro sueo. Me hallaba ante la ventana del primer piso de una espaciosa casa (Ladymont?) y all abajo haba un caballo negro. Estaba irritado, pero yo me senta segura, porque el animal estaba abajo y fuera de la casa. Pero de pronto gir sobre sus patas traseras, galop en direccin a la casa y, ante mi profundo terror, dio un gigantesco salto hacia m, con los dientes preparados para morderme. Penetr en la habitacin por la gran ventana, con un enorme ruido de vidrios rotos. Pero hasta en aquel instante pens: Se matar, y yo estoy segura. Se qued un momento en el suelo, pataleando, furioso, en la pequea habitacin, y entonces me di cuenta de que iba a lanzarse sobre m. No tena a dnde escapar. Y volv a despertarme. Tuve que encender la luz.

Era la violencia. Todo lo que odio y, al mismo tiempo, temo.

Diciembre, 4

Cuando salga de este lugar, dejar de escribir esta especie de Diario de mi vida aqu. No es saludable. Contribuye, es cierto, a que yo no pierda la razn en esta crcel, y me proporciona una especie de interlocutor con quien puedo hablar. Pero es intil. Una escribe slo lo que quiere leer u or despus. Es raro, pero cuando una dibuja no hace eso. Porque no siente la necesidad de engaar. Todo esto de pensar y pensar en m es una enfermedad. Algo tremendamente mrbido. Anso pintar, pero pintar otras cosas. Campos, casitas, paisajes, vastas extensiones al aire libre, a la plena luz del sol. Es lo que he estado haciendo hoy. Recuerdos de la luz de Espaa que acudieron a mi mente. Muros de color ocre, calcinados hasta volverse blancos a la luz del sol. Los muros de Avila. Los patios de Crdoba... No trato de reproducir esos lugares, sino la luz de los mismos. Fiat lux.

He estado tocando los discos del Cuarteto Moderno de Jazz, varias veces. En esa msica no hay noche, ni tugurios llenos de humo de cigarrillos y cigarros. Es una msica llena de estallidos y chispazos de luz, luz de estrellas y algunas veces de luna llena, tremenda luz de todas partes, como candelabros en los que brillan diamantes que flotan en el cielo.

Diciembre, 5

G.P. Segn l, las masas adineradas, la Gente Nueva, violan la inteligencia. Son esas cosas que l dice. Que la escandalizan a una, pero que no pueden ser olvidadas. Cosas que perduran. Duras, dichas expresamente para eso, para que perduren. Todo el da de hoy he estado dibujando cielos. Trazo una lnea a unos tres o cuatro centmetros del extremo inferior del papel. Es la tierra. Luego no pienso ms que en el cielo. Cielo de junio, de diciembre, de agosto, de lluvia primaveral, de densas nubes, de truenos, de amanecer, de crepsculo. He dibujado docenas de cielos. Slo cielos. Nada ms que la simple lnea y, sobre ella, el cielo. He aqu un extrao pensamiento. No quisiera que

todo esto que me sucede no hubiese sucedido. Porque si algn da consigo escapar, o me deja en libertad (esto ltimo ya lo dudo), ser una persona completamente distinta y, as lo espero, mejor. Porque si no escapo, si sucede algo espantoso, siempre sabr que la persona que era antes y habra seguido siendo de no suceder esto, no era la persona que yo deseo ser ahora. Es como poner una cazuela de barro al fuego. Si no ha sido fabricada expresamente para eso, una se expone, naturalmente, a que se quiebre o se resquebraje.

Calibn est muy callado. Es una especie de tregua entre l y yo. Maana voy a pedirle subir. Quiero comprobar si, en efecto, est haciendo algo en esa habitacin de arriba.

Hoy le ped que me atase y amordazara, para sentarme un rato al pie de la escalera del stano principal, con la puerta abierta. Despus de mucho insistirle, accedi, por lo cual pude alzar la vista y ver el cielo. Era un cielo de color gris plido. Vi unos pjaros que cruzaron volando rpidamente. Creo que eran palomas. O ruidos procedentes del exterior. sta es la primera luz del da propiamente dicha que he podido ver desde hace dos

meses. Era una luz que viva. Y me hizo llorar!

Diciembre, 6

He subido a darme un bao, y los dos hemos estado mirando la habitacin que voy a ocupar. Ha hecho algunas cosas en ella. Va a ver si puede encontrar un antiguo silloncito Windsor que le ped. Me tom el trabajo de dibujrselo. Eso me ha hecho sentirme feliz. 0, por lo menos, algo menos desgraciada. Estoy intranquila. No puedo escribir aqu. Ya me siento semifugada.

Lo que me hizo pensar que l estaba ms normal ahora fue este pequeo trozo de dilogo:

M. (Estbamos de pie en la habitacin.) Por qu no me deja que venga aqu y viva en esta habitacin como si fuese su husped? Si le doy mi palabra de honor, no hay peligro alguno para usted.

C. Si vinieran a m cincuenta personas, verdaderas personas respetables y honestas, para jurarme por Dios y por todos sus antepasados que usted no intentara fugarse, no me fiara ni un instante de ellas. No me fiara de nadie en el mundo! M. Pero, es posible que pase toda su vida sin tener confianza en alguien? C. Usted no sabe lo que es estar completamente solo! M. Y qu cree usted que ha sido mi vida aqu, durante los ltimos dos meses? C. Apuesto a que mucha gente piensa en usted, la echa de menos. Yo podra estar muerto, y a nadie, absolutamente a nadie! le importara un comino. M. Y su ta? C. Ah, ella! (Se produjo un silencio, y al ver que yo no deca nada, agreg): C. Usted no sabe, no sospecha siquiera, lo que significa para m! Todo! No tengo nada si usted se va! (Y otro gran silencio.)

Diciembre, 7

Compr el silloncito, y lo baj al stano para que lo

viese. Es muy bonito... Pero aunque me ofreci dejarlo aqu, me opuse terminantemente. Le dije que lo llevase a la habitacin de arriba, y que all no quiero que haya ni una sola cosa de las que tengo aqu abajo. El cambio tiene que ser absoluto. Maana me mudar arriba definitivamente. Se lo ped anoche, y l, despus de vacilar un buen rato, accedi. Ya no tendr que esperar toda la semana que dijo l que tardara en arreglar la habitacin. Se ha ido a Lewes a comprar ms cosas para la habitacin. Y vamos a celebrar el acontecimiento con una cena de gala. Estos ltimos das ha estado muchsimo mejor. Ms bondadoso, comprensivo... No voy a perder la cabeza con un nuevo intento de fuga en cuanto se me presente la primera oportunidad. Porque s que me vigilar concienzudamente. No puedo imaginar lo que har. La ventana estar cubierta por unas tablas fuertemente clavadas. Cerrar la puerta con llave. Pero encontrar alguna manera de poder ver la luz del sol. Tarde o temprano, se me presentar la oportunidad (si antes no me deja ir voluntariamente) de fugarme. Pero s que ser nicamente una oportunidad. Si fracaso, si me sorprende intentando la fuga, estoy segura de que me encerrar de nuevo en ese horrible stano. Por tanto, tiene que tratarse de una buena

oportunidad, segura. Y debo aprovecharla sin fallar! Siempre me digo que tengo que prepararme para lo peor. Pero hay algo en l que me produce la sensacin de que esta vez va a cumplir lo que me ha prometido.

Me ha contagiado su resfro. No me importa mucho.

Oh, Dios mo...! Lo matara! Me va a matar de desesperacin! Todava estoy aqu abajo, en el stano! Era mentira todo lo que me haba prometido! Ahora quiere sacar fotografas. se es su secreto. Quiere desnudarme, y entonces... Oh, Dios, hasta ahora no saba lo que es detestar a una persona! Me ha dicho cosas irreproducibles. Entre ellas, que soy una mujer de la calle. Me volv loca de furia, y le arroj un tintero a la cabeza. No hice blanco. Me dijo que si no acceda a eso de las fotografas, no me permitira ms baos ni salir al stano principal. Que me tendra encerrada aqu todo el tiempo! En aquel momento aflor claramente el tremendo odio que existe entre nosotros! Me ha contagiado su maldito resfro. No puedo pensar muy coherentemente.

No podra suicidarme. Estoy demasiado furiosa con l para eso. Siempre se ha burlado de m. Desde el primer da en que nos hablamos. Aquella burda historia del perro, que yo cre tan ingenuamente. Utiliza mi corazn como si fuese una herramienta. Luego lo deja y lo pisotea. Me odia, quiere corromperme y destrozarme! Quiere que me odie a m misma hasta el punto de destruirme por medio del suicidio! Como mezquindad final, no me baj la cena. Encima de todo lo que me ha hecho, tendr que ayunar. Quiz piensa dejarme aqu sola, hasta que me muera de hambre. Lo creo capaz de eso y de mucho ms! Tengo que tratar de sobrellevar este golpe. No ceder! No le permitir que me venza! Siento que tengo fiebre, y me encuentro bastante mal. Todo est contra m, pero no ceder. He estado tendida en la cama, con el cuadro de G.P. a mi lado. Tengo una de las manos apoyada en el marco. Como en un crucifijo. Sobrevivir! Huir de aqu! No ceder! No ceder!

Odio ms all del odio! Odio a hombres como Calibn. Y situaciones como sta.

Por qu este dolor, Dios mo? Todo es mezquindad, egosmo, mentiras! No solamente nunca me he sentido as, como ahora, sino que ni siquiera lo imagin posible. Ms que odio, ms que desesperacin. Ni siquiera puedo sentir lo que la mayora de la gente considera desesperacin. Est ms all de la desesperacin. Es como si no pudiera sentir ms. Veo, pero no puedo sentir.

Acaba de bajar. Yo estaba dormida sobre la cama. Tengo fiebre. Es tan pesada la atmsfera... Debe de ser gripe. Me senta tan mal, que no habl una palabra. No tengo ni la energa suficiente para expresar mi odio. La cama est hmeda. Siento que me estalla el pecho. No le dije una palabra. Esto ya ha pasado de las palabras. Quisiera ser Goya! Podra entonces dibujar el absoluto odio que arde en m hacia l. Estoy tan asustada...! No s qu ocurrir si enfermo seriamente. No puedo comprender por qu parece estallarme el pecho. Es como si desde hace das tuviese una bronquitis. Pero tendr que traerme un mdico. Podra matarme en un momento de furia, pero no puede, no

puede!, dejarme morir as, a sangre fra. Oh, Dios! Esto es horrible!

(Por la noche.) Me ha trado un termmetro. A la hora del almuerzo tena cerca de 40, pero ahora ya ha pasado de esa cifra. Me siento muy mal! He pasado todo el da en la cama. No es un ser humano! Oh, Dios, estoy tan sola, tan tremendamente sola...! No puedo escribir!

(Por la maana.) Realmente, tengo bronquitis. Estoy tiritando. No he dormido bien. Tuve pesadillas horribles. G.P. estaba conmigo. Eso me hizo llorar. Estoy tan asustada...! No puedo comer. Cuando respiro, me duelen mucho los pulmones. No hago ms que pensar en la pulmona. Pero no, no puede ser! He tenido un sueo extraordinario. Caminaba por un bosque. Miro por entre los rboles y veo un avin que atraviesa el cielo azul. No s cmo, pero s que va a precipitarse a tierra. Ms tarde, veo el lugar donde ha cado. Tengo miedo de seguir adelante. Una muchacha viene caminando hacia

m. Es mi hermana Minny? No puedo ver. Viste un raro manto griego. Blanco. Lo iluminan los rayos del sol que se filtran por entre los rboles. Parece conocerme, pero yo no la conozco (no es Minny). No se acerca nunca. Quiero estar cerca, con ella. Y me despierto. Si muero, nadie se enterar jams. Slo de pensar en ello me sube la fiebre. No puedo escribir!

(Por la noche.) No hay compasin...! Le grit, furiosa, y l se enfureci tambin. No tuve la fuerza suficiente para impedrselo, por lo cual me at y amordaz. Y luego sac esas sucias fotografas que quera. No me importa mucho el dolor. Es la humillacin! Hice lo que l quera. Para terminar de una vez. Por m ya nada me importa. Pero, oh Dios, la bestialidad de todo esto...! Estoy llorando...! Estoy llorando! No puedo escribir ms! Pero no ceder. No ceder!

Diciembre

No puedo dormir. Voy a volverme loca! Tengo que estar con la luz encendida. Tengo sueos terribles. Creo que hay gente aqu conmigo. Minny, pap... Es pulmona! Tiene que traerme un mdico. Si no lo trae, ser un verdadero asesinato. No puedo consignarlo en el papel. Las palabras son intiles. (Acaba de llegar.) No quiere escucharme. Le he rogado, suplicado, le he jurado que ser un asesinato. Estoy muy dbil. La temperatura ha subido a ms de 41. He vomitado. Nada sobre anoche. Ni l ni yo. Ha sucedido realmente? Tengo mucha fiebre! A veces deliro! Si pudiera saber lo que he hecho! Es intil...! Es intil! No quiero morir! No morir!

Querido G.P., esto...!

Oh Dios, oh Dios, no me dejes morir! Dios, no me dejes morir!

No me dejes morir!

Lo que trato de decir es que todo ocurri del modo ms inesperado. Comenz de mala manera, porque, cuando baj a las siete y media, la vi tendida en el suelo junto al biombo. Lo haba derribado al caer all. Me arrodill a su lado y le toqu las manos. Las tena fras como el hielo. Pero respiraba, y emita una especie de suspiro ronco, muy rpido. Cuando la alc y la llev de nuevo a la cama, volvi en s. Debi de haberse desmayado durante la noche, cuando se puso detrs del biombo, donde estn las instalaciones higinicas. Tena todo el cuerpo helado, y comenz a tiritar terriblemente. Luego se puso a sudar, y en seguida, a delirar. No haca ms que repetir, una y otra vez, montonamente: Trigame un mdico... Trigame un mdico! Otras veces clamaba por G.P., que no supe lo que era. Todo eso lo deca, no con su voz natural, sino como se dice algo que se sabe de memoria, monorrtmicamente. Adems, pareca no poder fijar sus ojos en m. Call un rato, pero en seguida recomenz con su

delirio, y esta vez empez a canturriar una cancin, pero las palabras le salan arrastradas en algunas letras, como si estuviese ebria. Dos veces llam: Minny...! Minny! , como si creyese que su hermana se encontraba en la habitacin contigua, y despus empez a murmurar confusamente una larga serie de nombres, mezclndolos con palabras sin sentido. Por fin dijo que quera levantarse, y tuve que echar mano de mis fuerzas para impedrselo. Luch furiosamente. Yo la llamaba a cada instante por su nombre y le hablaba. Cuando me oa, dejaba de delirar, pero no bien me apartaba un instante de su lado, recomenzaba el delirio. La incorpor y la sostuve con un brazo por la espalda, para ver si consegua que tomase un poco de t, pero no bien bebi un sorbo le acometi un fuerte ataque de tos y volvi la cabeza. No quera el t. Olvid decir que en las comisuras de la boca le haban salido unos granos bastante feos y amarillentos. Y ya no ola a frescura y limpieza como siempre. Por fin consegu que tomase una doble dosis de las pldoras. En el paquete deca que no deba administrarse ms de la dosis prescrita, pero yo haba odo decir una vez que uno poda tomar siempre el doble de lo que indicaban los prospectos, pues stos teman establecer el verdadero mximo por temor a cualquier accidente que pudiera ocasionar

consecuencias legales. Aquella maana baj al stano lo menos cuatro o cinco veces. Estaba muy preocupado. Ella estaba despierta, pero me dijo que no quera ni necesitaba nada. Y cuando insist, movi la cabeza negativamente. A la hora del almuerzo bebi un poco de t, y luego se durmi. Yo me qued sentado junto a la puerta del stano principal. La vez siguiente que encend la luz eran ms o menos las cinco, y ella estaba despierta. Me dio la impresin de que se hallaba muy dbil. Su rostro estaba muy rojo, como de fiebre, pero pareca que se daba cuenta de dnde estaba y que me conoca. Sus ojos me seguan con entera normalidad, y pens que lo peor haba pasado: el momento en que la enfermedad hace crisis, como suele decirse. Tom otro poco de t, y luego me hizo que la ayudase a ir detrs del biombo. Apenas poda sostenerse en pie sin ayuda, por lo cual la dej all unos minutos y luego volv para ayudarle a llegar a la cama. Se qued tendida all un rato, con los ojos abiertos. Experimentaba dificultad para respirar, como de costumbre, y ya iba a retirarme, cuando me detuvo. Comenz a hablar con voz ronca, muy baja, pero su mente funcionaba normalmente. Me dijo: Tengo pulmona. Tiene que traerme un mdico! Ya ha pasado lo peor respond. Ahora tiene mucho mejor aspecto.

Tengo necesidad de penicilina o algo parecido! repuso. Inmediatamente empez a toser. No poda respirar, y sudaba terriblemente. Luego quiso saber qu haba ocurrido durante la noche y la maana, y se lo dije. Tuve unas pesadillas terribles! se quej. Yo me quedar con usted toda la noche promet. Eso pareci darle nimo, e inmediatamente not que su cara reflejaba una mejora. Me pregunt si estaba seguro de que el mal empezaba a ceder, y yo le respond afirmativamente. Yo ansiaba que ella estuviese mejor cuanto antes, por lo cual empezaba a hacerme ilusiones. Le promet que si al da siguiente no se senta mejor, ira a buscarla para llevarla arriba y en seguida hara venir un mdico. Entonces ella empez a pedirme que la llevase arriba en seguida; hasta me pregunt la hora; y cuando se la dije, sin pensar, me hizo recordar que era de noche y que nadie podra vernos desde fuera. Pero le dije que ninguna de las habitaciones, ni las camas, estaban aireadas. Luego cambi de tema y dijo: Tengo tanto miedo...! Voy a morir! Su voz, al decir aquello, no era firme, y las palabras salan como a empujones. He tratado de ayudarle dijo. Ahora tiene usted que tratar de ayudarme. Y lo har. Claro que lo har! le respond. Volv a pasarle la esponja por la cara, y me pareci que iba a

dormirse, que era lo que yo quera, pero de nuevo habl: Pap...! Pap! dijo, en un doble grito. Durmase tranquila, y as estar mucho mejor maana le dije, para serenarla. Empez a llorar otra vez. No era el llanto comn de una persona. Tendida en la cama, sus ojos estaban preados de lgrimas, como si ni siquiera supiese que estaba llorando. Y, de pronto, dijo: Qu har usted si yo muero? No se morir, no sea tonta respond. Se lo dir a alguien? No hable sobre eso. No quiero morir! exclam. Y en seguida. No quiero morir! Repiti las tres palabras varias veces, y yo le respond con la misma frase: No hable sobre eso. Pero ella pareci no entenderme, o no me oy. Se ira de aqu, si yo muriese? insisti. Hgame el favor de no hablar de eso... Qu hara con su dinero? Por favor, hablemos de cualquier otra cosa. Pero ella insisti, y despus de una pausa se puso a hablar normalmente. Sin embargo, se producan extraas pausas, tras las cuales deca algo que, a lo mejor, no tena la menor relacin con lo que haba dicho antes. Le contest que no saba lo que hara con el dinero,

porque no lo haba pensado. Trataba de no contrariarla. Djeselo a los nios hurfanos dijo. Qu nios? pregunt. Explqueme. El ao pasado, en la escuela, hicimos una colecta para ellos. Los pobres estn famlicos. Comen tierra o poco menos. Y unos segundos despus agreg: Somos tan cerdos que merecemos morir! Deduje que algo haba pasado con el dinero de aquella colecta. Un par de minutos despus se qued dormida, y estuvo as por espacio de unos diez minutos. Yo no me mov, y crea que ella segua dormida, cuando de pronto volvi la cabeza y me pregunt: Lo har? como si no hubiese interrumpido las frases anteriores. Como no le contest, insisti: Est ah? y hasta intent sentarse en la cama para mirarme. Hice todo lo que pude para calmarla, y lo consegu, pero poco despus volvi a despertarse y recomenz con el tema de la colecta que ella haba iniciado en la Escuela Slade de Pintura. Abandon todo empeo de convencerla de que todo aquello era tonto, que no iba a morir, y que le prometa donar el dinero a esos nios. Pero, me lo promete de verdad? pregunt. S respond. Promesas! repuso, un tanto sarcstica. Pero, entretanto, esos pobrecitos tienen que seguir comiendo tierra. Porque comen tierra. Repiti las ltimas tres palabras varias veces,

mientras yo le pasaba una mano por el cabello para tranquilizarla. Pareca verdaderamente angustiada. Lo ltimo que dijo fue: Le perdono. Deliraba, naturalmente. Pero yo le repet la promesa, y ella sonri levemente al orla.

Desde aquel momento, podra decirse que las cosas fueron distintas. Yo olvid todo cuanto me haba hecho en el pasado, y me inspir verdadera compasin. Adems, senta sinceramente lo que le haba hecho la otra noche, pero no saba que ella estaba verdaderamente enferma. En fin: todo eso era leche derramada, que nadie ni nada podra volver a la botella. Por tanto, haba que considerarlo como asunto terminado. Sin embargo, resultaba hasta cmico que, justo en el momento en que yo crea estar realmente harto de ella, volviesen a ocupar mi mente los viejos sentimientos. Porque segua pensando en cosas agradables: cmo algunas veces nos llevbamos admirablemente bien, y todo lo que ella significaba para m, que no tena a nadie ms que ella. Aquella parte en que se haba desnudado ante m y yo haba dejado de respetarla, me pareca ahora irreal,como si tanto ella como yo hubiramos perdido la razn en aquellos

momentos. Y ahora, ella estaba enferma y yo la cuidaba. Esto s me pareca real, mucho ms real. Me qued en el stano principal, como la noche anterior. Permaneci tranquila y callada por espacio de una media hora, pero de pronto empez a monologar. Cllese, Miranda... Ya est mejorando le dije. Se call, pero un poco despus volvi a lo mismo, aunque sus palabras eran ya casi ininteligibles. De pronto me llam por mi nombre, en voz alta. Ferdinand...! No puedo respirar! Escupi bastantes flemas, que tenan un raro color marrn oscuro. No quise mirarlas mucho, pero pens que aquel color poda obedecer a las pldoras. Despus de eso se qued como adormilada por espacio de una hora ms o menos, pero repentinamente empez a gritar. No poda hacerlo libremente, pero se desesperaba intentndolo, y cuando baj corriendo a su stano, estaba ya con medio cuerpo fuera de la cama. No s qu intentaba hacer, pero pareci no reconocerme y luch como una fiera, a pesar de hallarse tan dbil, cuando intent acostarla. Fue una verdadera pelea, pero por fin la acost y se qued tranquila. A partir de aquel instante comenz a sudar terriblemente. Tena el pijama empapado, y cuando intent quitarle la chaqueta del mismo para ponerle otra seca, empez a luchar de nuevo, retorcindose, frentica, como si se hubiese vuelto loca. Y cada vez sudaba ms copiosamente.

En mi vida he pasado una noche peor que aqulla. Tan horrorosa, que me resulta imposible describirla. Ella no poda dormir. Le administr todas las tabletas calmantes que me atrev, pero parecan no hacerle efecto. Dormitaba un momento, y despus volva a su delirios. Trataba de levantarse de la cama (una vez lo consigui antes que pudiera llegar a su lado, y cay al suelo). Casi siempre estaba en pleno delirio. Llamaba a G.P. (Quin ser ese G.P.? Lo odio! Aunque, a lo mejor, es una mujer.) Algunas veces sostena una conversacin con personas a quienes conoca, supongo. Eso no me importaba tanto, mientras lo hiciese tranquilamente, sin excitarse. Le tom la temperatura varias veces, y una de ellas el termmetro marc 42. Entonces comprend que estaba realmente muy enferma, y me asust. A eso de las cinco de la maana siguiente sub a respirar un poco de aire. Me pareci otro mundo completamente distinto, y entonces decid que no tendra ms remedio que llevarla arriba y llamar a un mdico. Ya no era posible esperar ms. Estuve all unos diez minutos, junto a la puerta abierta, pero de pronto o que me llamaba otra vez. Volvi a escupir aquellas flemas de color oscuro, que no me gustaba nada, y luego vomit. Tuve que levantarla de la cama, hacerla mientras ella estaba acomodada en el silloncito. Lo que me pareca peor que lo dems era cmo respiraba: rpidamente, pero con mucha agitacin, como si

estuviese sin aliento todo el tiempo.

Aquella maana (pareca estar ms tranquila) pudo entender lo que yo le deca, por lo cual le anunci que iba a buscar a un mdico, y ella asinti con un pequeo movimiento de cabeza, por lo que deduje que me haba odo y comprendido, aunque no dijo una palabra. Aquella noche pareci llevarse toda la fuerza que le quedaba. Se qued inmvil, tendida cuan larga era sobre la cama, sin realizar el menor movimiento ni decir nada. S que pude haber ido al pueblecito y telefoneado o llamado a un mdico, pero, por razones que resultarn obvias, no tena trato alguno con nadie de la aldehuela, donde, como en todo villorrio pequeo, las lenguas eran muy sueltas para el chismorreo. Yo tampoco pude dormir, y la mitad del tiempo ni siquiera saba lo que haca. Como siempre, completamente solo, no dispona ms que de mis propios medios. Nadie poda ayudarme. Bueno: me fui a Lewes, y (eran las nueve y menos de un minuto) entr en la primera farmacia que encontr. Le pregunt al farmacutico la direccin del mdico ms cercano, la que me facilit tras consultar una lista. Era una casa en una calle que yo no haba visto nunca. Vi la placa, y le lo que deca. La hora de consultas comenzaba a las 8.30 y deb adivinar que

habra mucha gente esperando, como suele ocurrir en los consultorios de los pequeos pueblos. Por esa misma razn (la falta de lgica de los desesperados!) entr. Estoy seguro de que deb de parecer un imbcil en aquella sala de espera, donde todos los pacientes me miraban como si fuese un bicho raro. Las sillas estaban totalmente ocupadas, y haba otro hombre ms o menos de mi edad, que permaneca en pie. Bueno: todos parecan tener los ojos clavados en m. No tuve valor para dirigirme directamente al consultorio propiamente dicho, a pesar de la urgencia de mi caso, porque tem protestas. Por tanto, me arrim a una de las paredes dispuesto a esperar. De haber podido entrar inmediatamente, lo hubiese hecho, y me parece que todo habra salido bien. Me desesperaba tener que aguardar pacientemente slo Dios saba hasta cundo. Haca muchsimo tiempo que yo no estaba en una habitacin con tanta gente y tanto tiempo, y por eso me pareci extrao. Una mujer de bastante edad no me quitaba los ojos de encima, hasta el punto de que empec a preocuparme, y pens si no tendra algo raro en mis ropas o en la cara. Por fin, tom una revista de la mesita redonda, pero, naturalmente, no pude leer una palabra. Bueno: de pie all, recostado contra la pared, empec a pensar en todo lo que ocurrira. Por uno o dos das todo ira bien. Tal vez el mdico y Miranda, debido al estado de ella, no hablaran, pero... De pronto me di

cuenta de lo que el facultativo dira: que era imperioso llevar a Miranda a un hospital, porque yo no poda cuidarla como era debido. Luego pens que podra hacer venir al chalet a una enfermera, pero comprend que no tardara mucho tiempo en descubrir lo que ocurra. Ta Annie deca siempre que las enfermeras eran incapaces de guardar un secreto, ni de abstenerse de espiar. Ta Annie odiaba a toda persona que meta las narices en lo que no le incumba, y yo tambin. El mdico sali en aquel momento, para llamar al paciente siguiente. Era un hombre alto, con bigote. No bien asom la cara por la puerta, dijo: El siguiente..., con un tono como si estuviera harto de ver a tantos enfermos. Pareca realmente irritado, y no bien desapareci de nuevo, vi que una mujer le hacia una mueca a otra que estaba a su lado. El mdico volvi a salir, y me pareci que era del tipo de los mdicos militares, que no sienten la menor simpata hacia los enfermos, limitndose a dar rdenes, como sus colegas los oficiales. Los enfermos no pertenecen, para ellos, a su clase social, y por tanto tratan a todos los que se les presentan como si fueran gusanos. Adems de todo eso, la vieja a que me he referido antes empez a mirarme otra vez tan intensamente, que me hizo sonrojarme de vergenza. No haba dormido en toda la noche, y supongo que mis nervios estaban de punta. De todos modos, decid que no aguantaba ms.

Entonces me separ de la pared, fui a la puerta, sal, y me acomod en el asiento de la furgoneta. El hecho de ver a toda aquella gente, me hizo comprender que Miranda era la nica persona del mundo con quien deseaba vivir. Todas las dems me inspiraban una profunda repugnancia. Por fin me decid. Puse en marcha el motor y me fui a una farmacia, donde ped que me diesen algo para una gripe muy fuerte. Era una farmacia en la cual no haba estado nunca. Por suerte, no haba all ms que el empleado, por lo cual pude confiarle la historia que haba preparado. Dije que tena un amigo que era muy raro (de esos que no creen en los mdicos), y que estaba afectado por una gripe muy fuerte, que a lo mejor era pulmona. Tenamos que darle algo secretamente, es decir, sin que l se diese cuenta. Bueno: el empleado me trajo el mismo remedio que yo haba comprado antes en otra farmacia. Le dije que prefera penicilina o algn otro antibitico, pero el empleado me respondi que eso slo poda despacharlo con receta mdica. Por desgracia, en aquel momento apareci el farmacutico, y el empleado lo consult. Se acerc a m y me dijo que tena que ir a ver a un mdico y explicarle el caso. Le dije que pagara lo que fuera, pero l movi la cabeza en un gesto negativo, y dijo que eso estaba prohibido por la ley. Despus quiso saber si mi amigo viva en el pueblo, y yo me fui antes de que me pudiera hacer ms preguntas. Prob en otras dos farmacias, pero en las dos

me dijeron lo mismo que en la primera, y como no me atreviese a preguntar ms, llev una medicina de las que podan venderme sin receta, y me retir. Regres inmediatamente al chalet. Casi no poda conducir la furgoneta; tal era mi cansancio. Naturalmente, no bien llegu, baj al stano. Miranda estaba acostada, respirando con muchsimo trabajo. En cuanto me vio, empez a hablar. Parece que crey que yo era otra persona, porque me pregunt si haba visto a Louise (ese nombre no se lo haba odo pronunciar nunca), pero, por suerte, no esper que le contestase, y empez a hablar sobre un pintor moderno. Luego me dijo que tena mucha sed. No tena sentido. Las palabras parecan acudir a su mente sin el menor orden ni concierto. Y tal como acudan, se iban. Le di agua, y se qued tranquila un momento. De pronto pareci recuperar la normalidad (mental, quiero decir), porque me pregunt: Cundo va a venir pap? Ha ido a verlo? Le ment. Era una mentira piadosa. Y le dije: S, fui. Vendr muy pronto. Entonces, quiere hacer el favor de lavarme la cara? pidi con voz dbil. La obedec; una vez que le hube secado el rostro, me dijo: Tengo que ver algunas de las cosas que ha trado... Bueno: lo dijo, pero me cost un trabajo enorme comprenderla, porque su voz era apenas un murmullo.

Todava tiene un poco de fiebre le dije. Ella asinti con la cabeza, y durante un rato entendi perfectamente todo lo que le dije. Nadie lo creera, pero decid volver a Lewes a buscar un mdico. La ayud cuando me dijo que quera ir detrs del biombo. Estaba tan terriblemente dbil, que comprend que no podra escapar aunque quisiera. Entonces decid subir y tratar de dormir un par de horas. Despus, la llevara arriba, y yo me ira a Lewes a buscar al mdico. No s cmo ocurri. Siempre me levanto en cuanto suena el timbre del despertador. Creo que deb de extender el brazo y bajado el botoncito del timbre en pleno sueo, porque lo cierto es que no recuerdo haber despertado ni una vez. Eran las cuatro, no las doce y media, cuando por fin despert. Claro que baj corriendo al stano, a ver cmo estaba. Miranda se haba bajado toda la ropa de la cama ms abajo del pecho, pero, por suerte, en el stano haca calor. Creo que ya entonces no importaba, porque la pobre tena una fiebre altsima. No me reconoci, y cuando la alc para llevarla arriba, trat de luchar y gritar, pero su debilidad era tan extrema, que no le fue posible hacer nada. Adems, la tos le impeda gritar, y pareci sacarla de aquella semiinconsciencia, hasta que se dio cuenta de dnde estbamos. Me cost muchsimo trabajo llevarla arriba, pero

por fin consegu meterla en la cama de la habitacin de huspedes (que ya estaba previamente calentada). All pareci sentirse algo ms feliz. No me dijo una palabra. El aire fro la haba hecho toser mucho, y volvi a escupir aquellas flemas oscuras. Su cara tena un raro color prpura. Le dije: El mdico va a venir. Y me pareci que me entenda.

Me qued con ella un rato, para asegurarme de que estara bien. Tema que le quedara fuerza suficiente para ir hasta la ventana y atraer la atencin de alguien que pasara. Saba que, en realidad, eso no era posible, pero no me fue difcil encontrar razones para no irme. Me acerqu varias veces a su puerta, que permaneca abierta. Estaba acostada en la oscuridad, y oa su agitada respiracin. Algunas veces murmuraba unas palabras, y una de ellas me llam. Me acerqu a la cama y me detuvo a su lado. Lo nico que le o decir fue: Doctor...! Doctor! Ya va a venir le dije, tocndola suavemente en un brazo. No se preocupe, que ya va a venir. Le sequ la cara con una toalla. Sudaba cada vez ms. No s por qu no me fui entonces, pero la verdad es que no pude; no me era posible faltar de all ni un minuto, sin saber cmo estaba, sin poder verla a cada instante, cuando lo quera. Estaba enamorado de ella,

cada da ms. Y tambin todos aquellos das en los cuales sola pensar: Ya se ir acostumbrando, y llegar un da en que quedar conforme, en que me necesitar, y ser muy hermoso para m cuando haya dado un vuelco la situacin en ese sentido. No s por qu, pero pens tambin que la nueva habitacin podra contribuir a ello, porque indicara un cambio. Era como cuando yo tena que sacar a mi prima Mabel en su silla de ruedas. Siempre me era posible encontrar una docena de razones para retardar aquellas salidas. Fred me deca entonces ta Annie, deberas estar agradecido a Dios que te ha conservado las piernas y los brazos, para poder arrastrar la silla de tu prima. (Saba perfectamente que a m no me gustaba que me viesen mis conocidos empujando aquella silla por la calle.) Pero mi carcter es as, estoy hecho de esa manera, y no lo puedo evitar. Pas el tiempo, y deban de ser las doce de la noche o ms cuando sub a ver cmo estaba Miranda, y si haba tomado el t. No pude conseguir que me contestase. Respiraba con ms agitacin y angustia que antes. Resultaba horrible ver los esfuerzos que haca para introducir aire en sus pulmones, como si nunca estuviera satisfecha del que entraba. La sacud suavemente, pero pareca hallarse dormida, a pesar de que sus ojos estaban abiertos. Tena una espantosa lividez, y daba la sensacin de que estaba

mirando fijamente algo que se encontraba en el techo. Entonces me asust muy de veras. Pens: Le dar media hora ms, y si no observo. mejora alguna, correr a buscar al mdico. Me sent a su lado. Por la forma en que transpiraba, y su rostro, que tena un aspecto horrible, vi claramente que su estado era definitivamente peor. Los granos se haban multiplicado junto a las comisuras de la boca, y sus manos estaban inquietas. No haca ms que pellizcar y pellizcar las sbanas. Bueno, por fin, despus de cerrar con llave la puerta, por si acaso, part rumbo a Lewes, dispuesto a no volver sin un mdico. Recuerdo que llegu all poco despus de la 1.30. Naturalmente, todo estaba cerrado. Fui directamente a la calle donde tena su consultorio el mdico que haba visitado antes, y me detuve a poca distancia de la casa. Me qued sentado all, en la oscuridad, disponindome a bajar de la furgoneta y acercarme para tocar el timbre, entrar y explicar al facultativo la urgencia de mi problema, cuando sent unos suaves golpecitos en el vidrio de la ventanilla. Era un agente de Polica. Recib una tremenda conmocin. Baj el cristal, y el polica, despus de mirarme un rato con fijeza, me dijo: Me preguntaba qu hara usted aqu a esta hora. No me diga que no se puede estacionar en este

lugar! le contest. Eso depende de lo que usted haga o piense hacer replic. Me permite su carnet de conducir? Lo examin, y tom nota, con sumo cuidado, del nmero del registro. Era un hombre de edad, y no deba de servir para mucho, pues de lo contrario no seguira siendo simple agente. Vive usted en Lewes? inquiri. No contest. Ya s que no vive aqu. Y a eso se debe que le pregunte qu hace a estas horas en esta calle. No he violado ninguna disposicin ni ley le respond. Mire atrs. Lo hizo, el viejo infeliz. Aquello me dio tiempo para pensar una historia que justificase mi presencia en aquel lugar a hora tan intempestiva. Cuando volvi junto a m, le dije: No poda dormir, y me puse a recorrer calles, pero de pronto me di cuenta de que estaba perdido, y me detuve para consultar un mapa. Bueno: estoy seguro de que no me crey, porque su aspecto no era de haberlo hecho, pero se limit a decirme: Creo que ya es hora de que vuelva a su casa. No le parece? En una palabra: el resultado de todo aquello fue que me alej en la furgoneta. No poda bajar para ir a llamar a la puerta del mdico sin que el agente me viese, y

entonces, como es natural, habra sospechado que all haba gato encerrado. Lo que pens que me convena hacer era volver al chalet y comprobar si Miranda estaba peor, y si era as, la llevara a un hospital, dara un nombre falso y luego de dejarla all me alejara para huir y salir del pas o algo... No me era posible pensar ms all del momento en que tendra que separarme de ella! Estaba tendida en el suelo otra vez. Haba intentado levantarse de la cama, posiblemente para ir al cuarto de bao, o para intentar de nuevo una fuga. Fuera por lo que fuese, la levant en brazos y la acost otra vez. Me dio la impresin de que se hallaba en estado de coma. Pronunci unas palabras, que no me fue posible entender, y vi claramente que ella tampoco entenda lo que yo le deca. Estuve sentado, a su lado, casi toda la noche. Algunos ratos consegu dormitar. Dos veces forceje dbilmente para levantarse, pero no pudo. No le quedaba ni la fuerza de una mosca. Volv a decirle las mismas cosas de los ltimos das. Le asegur que el mdico iba a llegar de un momento a otro, y eso pareci calmarla bastante. En cierto momento me pregunt en qu da estbamos, y le ment: le dije que era lunes (en realidad era mircoles) y eso tambin contribuy a calmarla. Lunes dijo, mirndome con ojos opacos, pero me di cuenta de que repeta la palabra sin darse cuenta

de su significado. Era como si su cerebro estuviese afectado tambin. Entonces comprend que estaba en la agona.. Si, lo supe con absoluta seguridad, y se lo habra discutido al mejor mdico del mundo. Me qued all, sentado, escuchando su angustiosa respiracin y las palabras entrecortadas que pronunciaba, como sin aliento (pareca que no le era posible conciliar el sueo debidamente). Pens largo rato en cmo haban salido las cosas, en mi psima vida y en la pobre vida de ella. En una palabra, en todo...

Cualquiera que estuviese all se habra dado cuenta de cul era la situacin. Yo me encontraba verdaderamente posedo de enorme desesperacin. No es porque yo lo diga: es la pura verdad. No poda hacer absolutamente nada. Estaba vencido, irremediablemente vencido. Y durante aquellos das me dije, con irrevocable seguridad, que jams amara tanto a ninguna otra mujer. Para m slo exista y existira Miranda, mientras me quedase un soplo de vida. Quera que viviese ms que cosa alguna en el mundo, y no poda ir a buscar quien la ayudara! La perda de todos modos: si mora, y si consegua un mdico que la salvase, porque entonces se descubrira todo! Ella era la nica persona que saba de mi amor. Slo

ella saba lo que yo era realmente. Y slo ella comprenda, como nadie podra comprender!

Bueno; por fin amaneci: lleg el ltimo da. Por extraa paradoja, era un da hermoso. Creo que no haba una sola nube en el cielo. Y as fueron transcurriendo las horas, fras, de invierno, pero con un limpio cielo un sol tibio. No haba viento. Pareca que la Providencia lo hubiese dispuesto todo as, especialmente, de manera muy apropiada, visto que ella pas a mejor vida tan dulce, tan pacficamente. Las ltimas palabras que pronunci, si no me equivoco, fueron: el sol... (en aquel momento, uno de sus rayos iluminaba la ventana y proyectaba un haz de luz en la habitacin). Intent incorporarse en la cama, pero no le respondieron las fuerzas. No pronunci una palabra ms que yo pudiera entender. Agoniz suavemente toda la maana, y la tarde, y se fue con el sol. Su respiracin haba sido casi imperceptible en las ltimas horas y, como para demostrar el estado en que me encontraba yo, hasta pens que se haba dormido cuando sobrevino el momento de su muerte. No s exactamente cundo fue. Lo nico que s es que respiraba a eso de las tres y media de la tarde, cuando yo baj para hacer un poco de limpieza y tratar de ocupar mi mente, siquiera unos instantes, en algo

menos triste. Y cuando sub de nuevo, se haba ido ya. Estaba acostada, con la cabeza inclinada hacia un costado, y su aspecto era horroroso. Tena la boca abierta, y sus ojos miraban fijamente, como si hubiera tratado de contemplar por ltima vez el sol que daba en la ventana. La toqu. Estaba fra ya, aunque sus carnes todava no estaban endurecidas. Corr a buscar un espejo. Lo puse sobre su boca para ver si el cristal se empaaba. Pero no observ esa infalible seal de vida. Haba muerto! Le cerr la boca, y le baj suavemente los prpados. Y entonces no supe qu hacer. Fui a la cocina y me hice una taza de t. Cuando ya haba oscurecido, tom en brazos su cadver y lo baj al stano que ella haba ocupado tanto tiempo. S que es costumbre lavar los cuerpos de los muertos, pero no tuve valor para hacerlo. No me pareci que estuviese bien. La tend en la cama, la pein lo mejor que pude, y le cort un mechn de pelo para guardarlo. Trat de arreglarle la cara para que pareciese que sonrea, pero no pude. De todas maneras, tena una expresin de paz. Luego, me arrodill y rec una oracin. La nica que s es el padrenuestro. Cuando termin, dije: Dios, recbela en tu seno. No es que crea en la religin, pero

me pareci que deba hacerlo. Y despus, me fui arriba.

No s por qu fue una cosa insignificante lo que provoc mi pena ms honda. Cualquiera creera que sera el hecho de verla muerta, o llevarla en brazos desde arriba hasta el stano por ltima vez. Pero no fue eso: fue cuando vi sus zapatillitas en la habitacin de arriba, donde haba muerto. Las recog, y repentinamente me di cuenta de que ella ya no volvera a usarlas ms. Yo no volvera a bajar para correr otra vez los cerrojos (pero lo raro fue que cuando la llev, la cerr con llave y cerrojos), y nada de eso volvera a suceder ms: ni lo bueno, ni lo malo. De pronto supe que estaba muerta, y la muerte significa la ausencia para siempre, para la eternidad. Aquellos ltimos das no tuve ms remedio que compadecerla (desde el instante en que me convenc de que no estaba representando una comedia), y le perdono todo lo dems. No mientras viva, sino en cuanto supe que haba muerto. Fue entonces cuando se lo perdon todo. Volvi a mi mente una gran cantidad de cosas agradables. Por ejemplo, record el principio, aquellos das del Anexo, cuando la vea salir de la puerta de su casa, o cuando la segua hasta donde iba, caminando por la acera opuesta, para que no se diese cuenta. Y ahora me resultaba imposible comprender

cmo haba ocurrido todo, para que ella estuviera muerta all abajo en el stano. Era como una trampa para cazar ratones, en la cual el infeliz ratn segua adelantndose y todo iba movindose con l. No poda volver atrs, y a cada paso tropezaba con trampas ms y ms astutas, que lo encerraban ms y ms irremediablemente, hasta llegar al final. Pens en todo lo feliz que era yo entonces, en los sentimientos que tena en aquellas semanas, que jams haba tenido y nunca volvera a tener. Cuanto ms pensaba en todo eso, peor era mi estado de nimo ante lo terrible de aquella prdida. As fue pasando el tiempo, hasta que lleg la medianoche, y no poda dormir. Tuve que dejar encendidas todas las luces. No es que crea en los espritus, pero as, con las luces encendidas, me pareca que estaba mucho mejor. No haca otra cosa que pensar en ella. Se me ocurra que, a fin de cuentas, haba sido culpa ma todo cuanto hizo para perder el respeto que le tena antes. Luego cruz por mi mente otro pensamiento completamente opuesto al anterior: que la culpa era de ella exclusivamente, y que provoc todo cuanto de malo le sucedi. Despus, ya no saba qu pensar. Mi cabeza pareca tener dentro un hombrecillo que martillaba algo con una maza, y me percat de que ya no me sera posible

seguir viviendo en Fosters. Me acometi un loco deseo de subir a la furgoneta, alejarme a toda velocidad del chalet y no volver a l jams. Pens que podra vender la propiedad e irme a Australia. Eso no estaba mal, pero antes era imprescindible efectuar todo lo necesario para enterrar lo ocurrido de tal manera que nunca llegase a descubrirse. Despus pens en la Polica, y tras mucho darle vueltas al asunto en la cabeza, decid que lo mejor era presentarme a las autoridades policiales y relatarles todo lo sucedido. Hasta me puse el sobretodo, para ir en la furgoneta. Tuve la impresin de que estaba a punto de volverme loco. Miraba y miraba el espejo, para descubrir algn rasgo de aquella temida locura en mi cara. Mi mente se encogi de horror ante una espantosa idea. Estaba loco, y todos lo vean perfectamente, menos yo. No haca ms que recordar cmo la gente de Lewes pareca mirarme a veces, como, por ejemplo, todas aquellas personas que estaban en la sala de espera del mdico. Y era porque todos saban que yo estaba loco. Y, as, sonaron las dos de la madrugada. No s por qu, comenc a pensar que eso de que Miranda estaba muerta era una equivocacin, y que probablemente no estaba sino dormida. En vista de ello, no tuve ms remedio que bajar al stano para comprobarlo. Fue espantoso!

No bien llegu al stano principal, comenc a imaginar cosas como, por ejemplo, que a lo mejor ella saltaba de pronto de un rincn, blandiendo una afilada hacha. O que no estaba en el stano, a pesar de que la puerta haba estado cerrada con llave y cerrojos. Se haba desvanecido como si fuera de humo. Cosas como esas que pasan en los filmes de terror! Pero estaba all. Tendida sobre la cama, como yo la haba puesto, rodeada de silencio. La toqu. Estaba tan fra, tan fra, que me produjo un gran sobresalto! Todava no poda comprender que su muerte era un hecho cierto. Me pareca imposible haberla visto viva unas horas antes, y contemplarla ahora inmvil, blanca. De pronto se movi algo en el extremo opuesto del stano, cerca de la puerta. Seguramente fue una corriente de aire, pero lo cierto fue que algo pareci romperse en mi interior... Perd la cabeza. Sal corriendo, tropec en un escaln y rod por la escalera! Llegu al stano principal, cerr la puerta de comunicacin y corr los cerrojos! Segu sin detenerme un instante; sal al jardn, rode la casa y entr por la puerta principal, la cual cerr hasta con los cerrojos.

Despus de un buen rato cesaron aquellos

estremecimientos que sacudan todo mi cuerpo. Consegu calmarme. Pero lo nico en que poda pensar era que haba llegado el fin. Imposible! Yo no poda seguir viviendo en la casa mientras ella estuviera en el stano as. Y entonces se me ocurri una idea, que volvi una y otra vez a mi cerebro. Era que ella haba tenido mucha suerte al terminar de una vez con todas las inmundicias de este mundo. Ya no volvera a tener preocupaciones, ya no estara encerrada contra su voluntad, no sentira todas esas cosas tristes, como, por ejemplo, lo que quera llegar a ser y jams sera. Todo eso haba terminado para ella. No poda quejarse. Ahora, todo lo que tena que hacer yo era poner fin a mi vida, y as los dems podran pensar lo que se les antojase. La gente de aquella sala de espera, todo el personal del Anexo, ta Annie, mi prima Mabel, todos, todos! Y tambin yo quedara al margen de las inmundicias del mundo. Como ella. Empec a pensar cmo podra hacerlo, cmo podra dirigirme a Lewes no bien abriesen las tiendas, para comprar flores. Los crisantemos eran las que ella prefera, segn record. Despus, llevara todo ese cargamento de flores al stano, la cubrira con ellas y me acostara a su lado. Primero echara al correo una carta para la Polica. Para que nos encontrasen all abajo juntos. Juntos en el Gran Ms All! De esa manera, se nos enterrara juntos

seguramente. Como a Romeo y Julieta. Sera una verdadera gran tragedia, que no tendra absolutamente nada de srdida. Si lo haca as, estaba seguro de que la gente respetara mi memoria. Si destrua todas las fotografas, que era todo lo que haba de comprometedor, la gente se convencera de que yo no le haba hecho nada malo a la muerta. Lo pens mucho. Luego me fui a buscar las fotografas y los negativos, y lo prepar todo para quemarlo a primera hora de la maana.

Comprend que era imprescindible que trazase algn plan definido. Cualquier cosa, siempre que fuera definida. Por ejemplo, estaba la cuestin del dinero, pero, la verdad, eso ya no me importaba nada. Ta Annie y Mabel lo recibiran. Miranda me haba hablado mucho de la Escuela Slade de Pintura y el Fondo Pro Salvacin de los Nios, que haba tenido su origen en ella, pero cuando me habl, ya estaba anormal y probablemente no se daba muy bien cuenta de lo que deca. Adems, siempre he credo que todas esas instituciones de caridad son administradas por delincuentes. Lo que yo deseaba, era algo que el dinero no puede comprar.

De haber tenido una mente torcida, maligna, jams me habra tomado todo el trabajo que me tom. En tal caso, me habra limitado a visitar a las mujeres sobre las que uno lee en las pizarras de Paddington y Soho, con las cuales podra haber hecho lo que quisiera. La felicidad no se puede comprar! Debo haberle odo decir eso a ta Annie lo menos un centenar de veces. Y yo pensaba, rindome para m, que primero lo intentara. Y bueno: ya lo he intentado. Y fracas! Porque la verdad es que se trata exclusivamente de suerte. Es como las quinielas de ftbol, o peor, porque en esto no hay equipos buenos, equipos malos y posibles empates. Uno jams puede predecir cmo resultar. nicamente A contra B, C contra D, y nadie sabe qu son A, B, C y D.

A eso de las tres de la madrugada me qued adormilado, por lo cual sacud la cabeza para despejarme un poco y me fui arriba, para acostarme. Me tend en la cama, y todo lo ocurrido pas por mi mente. Y lo que iba a ocurrir. No bien despertase, ira a Lewes, y a mi regreso, encendera una gran hoguera. Despus cerrara toda la casa (tras contemplar un rato mi coleccin de mariposas, por ltima vez) y, por fin, bajara al stano. Ella me esperaba all abajo.

En mi carta a la Polica, dira que estbamos enamorados uno del otro, y que habamos decidido eliminarnos juntos. Eso sera el FIN.

Pero sucedi que las cosas ocurrieron de una manera bastante distinta. En primer lugar, no me despert hasta pasadas las diez. Era un da hermoso. Me desayun, y luego fui a Lewes, donde compr las flores. Luego regres al chalet y baj al stano. Cuando estuve all, se me ocurri echar un vistazo, el ltimo, a las cosas de Miranda... Aquella idea fue una verdadera suerte para m! Porque encontr el bloc en que ella estaba escribiendo una especie de Diario de su vida. Lo le, y entonces comprend que Miranda nunca me quiso; lo nico que pensaba era en s misma y en ese otro hombre. Bueno, resulta que no bien despert, empec a concebir ideas mucho ms sensatas. Es muy tpico de mi carcter eso de ver el lado negro de las cosas a ltima hora de la noche y despertar despus en un estado de nimo completamente distinto. Estas ideas de ahora se me ocurrieron mientras tomaba el desayuno. No fueron deliberadas, meditadas, no. Llegaron, eso es todo. Una de ellas era sobre cmo

poda deshacerme del cadver. Pens que si yo no iba a morir dentro de unas horas, podra hacer esto y aquello. Se me ocurrieron muchas ideas. Pens que me gustara probar que era posible hacerlo sin que nadie llegase a descubrirlo. Era una maana preciosa. La campia de los alrededores de Lewes es, realmente, muy hermosa. Pens tambin que estaba obrando como si yo la hubiese matado, cuando la verdad era que haba muerto de una enfermedad. Probablemente, un mdico no habra podido salvarla, a mi juicio, porque ya estaba demasiado grave. Y otra cosa. Aquella maana, en Lewes, se produjo una verdadera coincidencia... Me diriga a la floristera, cuando en la esquina en que detuve la furgoneta para permitir el cruce de la gente, pas una muchacha. Al primer momento me produjo una honda conmocin, y llegu a pensar que estaba viendo un fantasma. Tena el mismo pelo, aunque no era tan largo. Quiero decir, que era de la misma estatura y tena la misma manera de caminar que Miranda. No poda apartar los ojos de ella, y al final tuve que estacionar la furgoneta y caminar hacia donde iba ella. Tuve la suerte de verla entrar en Woolworths. La segu, y pocos segundos despus descubr que trabajaba en la seccin de bombonera. Bueno: regres al chalet con las flores y dems, y baj a ver a Miranda, decidido a disponer las flores

como lo haba pensado. Me di cuenta de que no estaba en un estado de nimo muy propicio a lo otro, y pens que sera mejor que lo pensase ms detenidamente. Pero despus de eso, encontr las anotaciones de Miranda, y eso lo cambi todo radicalmente.

Pasaron los das. Han transcurrido ya tres semanas desde todo lo que antecede. Claro que nunca volver a tener una husped en el chalet, a pesar de que ahora ta Annie y Mabel decidieron quedarse definitivamente en Australia, y, por consiguiente, no me resultara difcil. Sin embargo, y por mero inters, desde entonces he estado estudiando los problemas que se presentaran si decidiese que fuera mi husped esa chica de Woolworths. En primer lugar, vive en un diminuto poblado sito al costado opuesto de Lewes, en una casa que est a unos cuatrocientos metros de la parada del mnibus. Para llegar a ella hay que recorrer un insignificante camino vecinal... Como he dicho, sera posible (si yo no hubiera aprendido ya mi leccin). No es una muchacha tan bella como Miranda, claro. Es ms: se trata de una empleadita de tienda comn, pero se precisamente fue el mayor de mis errores antes: aspirar a una muchacha demasiado elevada socialmente para m. Deba de haber

comprendido que jams habra conseguido lo que quera con una muchacha como Miranda, con todas sus ideas e inteligencia. Deb haber llevado al chalet otra que me respetase ms. Alguna de la clase media inferior, o hasta de la clase obrera, a la que pudiera ensear. Miranda est en el cajn que yo mismo hice, bajo los manzanos. Tres das de duro trabajo necesit para excavar la fosa hasta la profundidad que quera. Pens que iba a volverme loco la noche que baj al stano para meterla en el cajn y Llevarla fuera, hasta la fosa. Creo que no hay muchos hombres que hubieran sido capaces de hacerlo. Lo hice cientficamente. Plane todo lo que era necesario hacer, sin tener en cuenta para nada mis naturales sentimientos. No poda tolerar ni siquiera la idea de bajar al stano y verla de nuevo. Haba odo decir que los cadveres se vuelven verdes, y color prpura, con grandes manchones, por lo cual baj con una manta vieja frente a m y la extend ante mi cara hasta que estuve al lado de la cama. Luego la tend sobre el cadver, enroll el cuerpo en ella con las sbanas y todo, lo introduje en el cajn y poco despus ya estaba clavado. El hedor que haba en el stano lo elimin con el ventilador y un fumigador. El stano est limpio ahora, y ha quedado como nuevo.

Pondr esas anotaciones de Miranda y el mechn de pelo que le cort en la caja de hierro que tengo en la buhardilla. No ser abierta hasta que yo muera, lo cual no espero que ocurra hasta dentro de cuarenta o cincuenta aos. Todava no me he decidido del todo respecto de Marian (otra M! O al jefe de su seccin llamarla por ese nombre). Esta vez no ser por amor, sino por el inters de la aventura, para compararla con Miranda y, claro, por lo otro, que, como digo, me gustara hacer con ms lujo de detalles, y podra ensearla a ella. Las ropas de Miranda le quedarn muy bien, porque tiene su mismo cuerpo. Claro que, desde el primer momento, me cuidara mucho de una cosa: hacerle saber quin sera el amo, y qu esperaba de ella. Pero, por el momento, no es ms que una idea. Bien es verdad que hoy he puesto otra vez la estufa en el stano, pero slo porque la habitacin necesita secarse.

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