Casa de Los Suicidas
Casa de Los Suicidas
Casa de Los Suicidas
PERSONAJES
DOCTOR ZAMBRANO
HANS
EL AMANTE IMAGINARIO
RAQUEL
FERNANDO
RICA
JUAN
ACTO PRIMERO
La escena representa una especie de vestbulo como de hotel de montaa. Hay varios retratos de suicidas famosos colgados en
las paredes y al fondo un escritorio con telfono y un pequeo archivero. En escena, el Doctor Zambrano y Hans, su ayudante,
con bata de enfermero.
DOCTOR. (Revisando los ficheros de los huspedes) Desengaos de amor, ocho. Vidas sin rumbo, cuatro. Catstrofe
econmica... trastornos alimenticios... No tenemos ningn caso nuevo?
HANS. El joven que lleg anoche. Est paseando por el parque de los sauces, hablando a solas.
DOCTOR. Diagnstico.
HANS. Dudoso. Problema de amor.
DOCTOR. Ha hablado usted con l?
HANS. Yo s, pero no ha contestado. Slo quiere estar solo.
DOCTOR. Decidido?
HANS. No creo, est muy plido y las manos le tiemblan. Cuando sal del jardn, romp accidentalmente una rama seca tras l
y le he dado tal susto que se volvi sobresaltado y totalmente blanco.
DOCTOR. Asustado y nervioso. Muy bien, entonces no hay peligro todava. Su ficha?
HANS. Aqu est.
- 2 DOCTOR. (Leyendo) Sin nombre. Empleado de banca. Veinticinco aos. Desengao de amor. Tiene un libro de poemas
indito. Ah, un romntico; no creo que sea peligroso. De todos modos viglelo sin que l se d cuenta; y avise a los violines:
que toquen algo de Chopin en el bosque al caer la tarde. Eso le har bien. Qu noticias hay de la seora del pabelln verde?
HANS. La Dama Triste? Est en el Jardn de Werther.
DOCTOR. Vigilada?
HANS. Para qu? La he observado durante das, ha visitado todas nuestras instalaciones: el lago de los ahogados, el bosque de
suspensiones, la barranca del salto... pero no se decide. El problema es que todo le parece excelente a primera vista para despus
argumentar todos los inconvenientes que tendra cada mtodo. Incluso le he mostrado nuestro catlogo de venenos, pero se neg
a probarlos porque, segn ella, a pesar de sus vistosos colores, su sabor debe ser horrible. Lo nico que hace es llorar.
DOCTOR. Djela. El llanto es tan saludable como el sudor, y mucho ms potico.
HANS. Pero es que igual le ocurre al profesor de Filosofa. Ya se ha tirado tres veces al lago y las tres veces ha vuelto a salir
nadando. Perdneme Doctor, pero creo que nuestros huspedes no tienen el propsito serio de morir. Temo que estamos
fracasando, doctor.
DOCTOR. Paciencia, Hans. Nada se debe atropellar. La Casa del Suicida est basada en un absoluto respeto a sus huspedes,
y en el culto filosfico y esttico de la muerte, ya lo sabe usted bien.
Entra el amante imaginario.
AMANTE. Buenos das...
DOCTOR. Buenos das. Usted debe ser el husped que ingres anoche. Ha elegido ya su... procedimiento?
AMANTE. No, todava no. Pensaba.
HANS. (Como si estuviera ofreciendo cualquier mercanca) Tenemos un sauce especial para enamorados, un lago de leyenda...
Claro, si le gustan los clsicos podemos ofrecerle el bao tibio, la cicuta venenosa...
AMANTE. Para qu tanto? Cuando la vida pesa, basta con un rbol cualquiera para col...
HANS. (Apresurndose a tomar nota en su cuaderno) Ah, muy bien, Suspensin. Perfectamente. Nmero de cuello?
AMANTE. (Distradamente) Treinta y siete, largo.
HANS. Treinta y siete. Tiene preferencia por algn rbol?
AMANTE. Cllese, no soporto orle! Tiene usted la frialdad de un funcionario. Es odioso or hablar as de la Muerte.
Va a salir por la puerta sealada con el rtulo Galera del Silencio, el Doctor lo detiene.
DOCTOR. Un momento. Si no se ha decidido an le sugiero que pase al Jardn de la meditacin. La Galera del Silencio no
- 4 RAQUEL. Ms de lo que poda resistir. Y en tantas cosas! Incluso fui enfermera, pero no serva: les tomaba demasiado cario
a mis enfermos, pona toda mi alma en ellos; y era tan amargo despus verlos morir... o verlos curar, e irse para siempre.
DOCTOR. No volvi a ver a ninguno?
RAQUEL. A ninguno. La salud es demasiado egosta. Slo uno me escribi una vez, pero desde tan lejos! Haba ido al Canad,
a cortar rboles para hacerse una casa... y meterse dentro con otra mujer.
DOCTOR. Qu fue lo que la decidi a venir aqu?
RAQUEL. Fue anoche. No poda ms. Estaba sin trabajo haca quince das. Tena hambre; un hambre dolorosa y sucia; un
hambre tan cruel que me produca vmitos. En una calle oscura me asalt un hombre; me dijo una grosera atroz, ensendome
unos billetes... Yo romp a rer como una loca, hasta que ca sin fuerzas sobre el asfalto, llorando de asco, de vergenza. Hambre
y soledad En la ciudad uno se siente tan solo, entre millones de seres indiferentes All s que se sabe lo que es el hambre,
delante de los escaparates y restaurantes de lujo!
DOCTOR. Espero que no sea la envidia del lujo lo que ha causado su desesperacin.
RAQUEL. Claro que no! Nunca le he pedido demasiado a la vida. Pero es que la vida no ha querido darme nada! Al hambre
se le vence; ya la he vencido otras veces. Pero... y la soledad? Sabe usted por qu he venido aqu?
DOCTOR. Eso es lo que no acabo de comprender.
RAQUEL. Yo s que en un momento de desesperacin una se mata en cualquier parte. Pero yo, que he vivido siempre sola, no
quera morir sola tambin! Se da cuenta? Pens que en este refugio encontrara otros desdichados dispuestos a morir, y que
alguno me tendera su mano... y llegu a soar como una felicidad con esta locura de morir abrazada a alguien.
DOCTOR. (Interesado) Trat usted de buscar a ese compaero?
RAQUEL. Para qu? Cuando llegu aqu ya no senta ms que miedo. Me perd por esas galeras, me pareci ver una sombra
extraa que me buscaba... y ech a correr, gritando, hacia la luz. Entonces comprend mi tremenda equivocacin; vena huyendo
de la soledad... y la muerte es la soledad absoluta.
DOCTOR. Magnfico, muchacha. Su juventud la ha salvado. Usted ya no me necesita, pero acaso yo la necesite a usted.
Dgame, Querra usted quedarse en esta casa?
RAQUEL. (Con miedo an) Aqu?
DOCTOR. Usted ha curado heridos, sea aqu nuestra enfermera de almas. Ya hablaremos. Por lo pronto, olvide su
desesperacin de anoche. Quiere aceptar mi mano de amigo?
RAQUEL. (Estrechndole la mano, conmovida) Gracias...
- 5 DOCTOR. Por aqu. Y no pierda su fe. No le pida nunca nada a la vida. Algn da la vida le dar una sorpresa maravillosa.
El Doctor sale con Raquel. La escena queda sola un momento. De pronto, entre risas entra corriendo rica. Se sorprende ante
la decoracin de la sala. Fernando entra tras ella, mochila al hombro.
FERNANDO. Tierra firme?
RICA. Y qu tierra! Montaas con sol y nieve, un lago, un hotel confortable, y nosotros. (Lo besa) Mira qu nombres tan
bonitos: Galera del silencio... Jardn de la Meditacin... Y viste los sauces del parque?, con cuerdas para los columpios.
Fernando, dame las gracias ahora mismo.
FERNANDO. Gracias, rica... Qu aspecto extrao tiene todo esto!
RICA. Es encantador! Justo lo que nos haca falta! Qu vacaciones, Fernando! Ves? Siempre deberas dejarme manejar a
m. Al no hacerle caso a los mapas, siempre se llega a algn sitio inesperado y maravilloso. La primera vez que me dejaste al
volante descubrimos as unas ruinas prehispnicas, te acuerdas? Y la segunda vez....
FERNANDO. La segunda nos fuimos contra una palmera.
RICA. Pero no se destroz ms que el coche. Pero bueno Me dijiste que el peridico nos haba dado una semana de
vacaciones y que podamos buscar un lugar tranquilo para disfrutar nuestro amor. Aqu lo tienes!
FERNANDO. Nos quedamos aqu?
RICA. Dnde mejor? Adems, no podramos seguir aunque quisiramos. Si todo ha sido providencial en este viaje! Tom
esta carretera porque no apareca en el mapa, justo al llegar se nos acab la gasolina, y en cuanto bajamos del coche pas una
golondrina a la derecha. Eso es buen augurio!
FERNANDO. Si t lo dices. Pero, es que no hay nadie que atienda en este hotel?
RICA. No importa. Mejor as, con que estemos t y yo juntos basta (Se besan)
FERNANDO. Pues la verdad es que para ser un hotel... la decoracin es muy extraa. (Reparando en los retratos colgados)
Mira eso. Scrates. Siglo quinto de Grecia. Cicuta.... Sneca. Siglo primero de Roma. Sangra.
RICA. Manuel Acua. Siglo XIX. Romanticismo literario mexicano. Pistola
FERNANDO. (Comenzando a inquietarse) Uy! No suena nada bien.
RICA. No? Lee esto.
FERNANDO. (Lee) Es de La tragedia de Romeo y Julieta
FERNANDO. Es la muerte de Romeo!
RICA. (Leyendo) Y mira. Ven, Muerte, tan escondida que no te sienta venir, porque el placer de morir no me vuelva a dar la
- 7 FERNANDO. Intil oponerse. Somos periodistas: si nos echa usted por la puerta, volveremos por la ventana. Disfrazados de
jardineros, de inspectores de telfonos, de policas, nos tendr usted aqu irremediablemente.
RICA. Nosotros no retrocedemos.
DOCTOR. (Mirndolos entre severo y sonriente) Me perdonaran ustedes si les digo que, como todos los seres felices... y como
todos los periodistas, son ustedes un poco impertinentes?
FERNANDO. Perdonado. Pero, comprndanos doctor: el sensacionalismo es lo de hoy.
RICA. Nuestro editor nos hace buscar por todas partes esa noticia sensacional que todos quieren leer.
FERNANDO. La serpiente de mar como la llamamos en los peridicos.
DOCTOR. Y creen ustedes haber encontrado aqu su serpiente de mar?
FERNANDO. Le hemos visto la cola.
RICA. No nos cierre las puertas, aydenos doctor.
DOCTOR. Est bien. Veamos. Son ustedes, realmente, una pareja feliz?
FERNANDO. Como no ha habido otra.
DOCTOR. Enfermedades?
RICA. Ninguna.
DOCTOR. Problemas espirituales?
FERNANDO. No existen.
DOCTOR. Amor?
RICA. Torrencial!
DOCTOR. Dificultades materiales?
FERNANDO. Nosotros? Jams. A nosotros nos deja usted esta noche en una selva en el centro de frica, y maana por la
maana tomamos caf con leche.
DOCTOR. Es envidiable. En ese caso, yo puedo facilitarles su trabajo... y tal vez ustedes puedan prestarme a m un servicio.
FERNANDO. Cuente con nosotros.
DOCTOR. Para la buena marcha de esta casa necesitaba yo encontrar los dos extremos opuestos de la fortuna: una vida en
derrota, sin amores, sin pasado y sin porvenir; y una vida en plenitud, audaz, enamorada, llena de esperanzas y de horizontes. Lo
primero lo he encontrado hace un momento. Quieren ustedes ser aqu la vida feliz?
RICA. A sus rdenes, doctor; estamos de vacaciones.
- 8 DOCTOR. Pues siendo as, sintense. (Se sientan.Conocieron ustedes al doctor Ariel? (Fernando y rica niegan con la
cabeza) El doctor Ariel fue mi maestro. Su familia, desde varias generaciones, era vctima de una extraa fatalidad: su padre, su
abuelo, su bisabuelo, todos moran suicidndose en la plenitud de la vida, cuando empezaban a perder la juventud. El doctor
Ariel vivi torturado por esta idea. Todos sus estudios los dedic a la psicologa del suicida. Cuando crey que su hora fatal se
acercaba, se retir a estas montaas. Aqu cambi sus costumbres. Se dedic a leer a los poetas, se baaba en las cascadas fras,
caminaba por el campo y escuchaba a Beethoven por las noches. As logr vencer a su destino y fi nalmente muri aqu a los
setenta aos de felicidad.
RICA. Gran historia para nuestras lectoras.
DOCTOR. El doctor dej escrito un libro maravilloso. (Va a buscar el libro)
FERNANDO. S. El suicidio como una de las Bellas Artes
DOCTOR. Ah! Lo conoca usted?
FERNANDO. No hace mucho, pero lo conoca.
DOCTOR. Vea la dedicatoria: A mis pobres amigos los suicidas (El doctor le entrega el libro. Fernando toma el libro, que
hojea de vez en cuando) A estos pobres amigos dej tambin el doctor toda su fortuna. Con ella se fund esta Casa del Suicida.
RICA. Hasta aqu todo va muy bien, pero si el doctor muri feliz al fin, por qu la fundacin de esta casa?
DOCTOR. Ah empieza el secreto. El doctor Ariel no se limit a hacer una extravagancia. Fund un sanatorio de almas.
Aparentemente esta casa no es ms que un Club del perfecto suicida, todo en ella est previsto para una muerte voluntaria,
esttica y confortable. Tenemos un lago de leyenda, los mejores venenos, los baos con rosas y msica... y el paisaje ms bello
del mundo. La primera reaccin del desesperado al entrar aqu es el aplazamiento. Su sentido heroico de la muerte se ve
defraudado. Todo se le presenta aqu tan al natural! La noche en que llegan aqu, algunos aceptan alimentos, otros llegan a
dormir e inevitablemente, todos rompen a llorar. Es la primera etapa.
FERNANDO. Magnfico. Segunda etapa.
DOCTOR. Meditacin. El enfermo pasa largas horas en silencio y soledad. Luego, pide libros. Despus busca compaa. Va
interesndose por los casos de sus compaeros. Llega a sentir una piadosa ternura por el dolor hermano y acaba por salir al
campo. El paisaje y el aire libre empiezan a operar en l.
RICA. Y empieza la tercera etapa.
DOCTOR. La ltima. El pasado va perdiendo sombras y fuerza; los caminos se van abriendo haca el porvenir, van
floreciendo...Y un ansia de vivir se apodera de l! Ese da el enfermo abandona la casa, y en cuanto traspasa el jardn echa a
- 10 historia!
AMANTE. (Con ganas de contarla) De verdad? La oiran ustedes? No s si valdr la pena.
RICA. Claro que vale la pena! Quiere usted contrnosla?
AMANTE. Gracias... Yo era empleado de un banco. Haca nmeros durante el da y versos por la noche. Siempre haba soado
aventuras y viajes, pero nunca haba realizado ninguno. Una noche fui a ver la pera al Palacio de Bellas Artes. Cantaba Cora
Yako el papel de Margarita. Una mujer esplndida! Cant toda la noche para m. No era ilusin, no; sus ojos se clavaban en los
mos. Cantaba y lloraba y mora para m solo! Al da siguiente equivoqu todas las operaciones en el banco, y volv a la pera
temblando.
RICA. Repetan el Fausto?
AMANTE. No; era Madame Butterfly, pero el fenmeno se repiti. La noche anterior eran dos ojos azules y unas trenzas rubias;
ahora eran dos ojos de almendra negra y un kimono de estrellas. Pero el mismo abrazo de luz entre los dos... No pude resistirlo.
En el Banco, todo el dinero pasaba por mis manos. Cog una cantidad; mi sueldo de dos meses. Y le envi un ramo de orqudeas
y una tarjeta. Despus... (Duda un momento y prefiere quedarse callado)
RICA. Despus qu?... contine.
AMANTE. Despus... Despus la felicidad! Los barcos y los grandes hoteles. Viena, El Cairo, Shangai. Nos besbamos un da
en el desierto y al da siguiente en un jardn de lotos. Yo, miserable empleado de banco, he abra zado en todos los idiomas a
Margarita y a Carmen, a Madame Butterfly y a Scherezada! A Violeta!
RICA. Entonces?... (rica y Fernando intercambian miradas de escepticismo y luego lo miran con incredulidad)
AMANTE. Qu? Por qu me miran as? No me creen? Les juro que es verdad! Yo he sido el gran amor de Cora Yako.
FERNANDO. No, no es verdad.
AMANTE. Les juro que s! Por qu no habra de serlo? Qu tengo yo para que no me quiera una mujer?
FERNANDO. No es por usted. Seguramente es un gran muchacho. Pero ha contado su historia de un modo... extrao. Adems
de ser verdad, no estara usted aqu. (El Amante Imaginario desva la mirada azorado)
RICA. Por qu ha mentido usted? Hblenos sin miedo, como a dos amigos.
AMANTE. (Vencido por la cordialidad de rica) Tiene usted razn. Para qu mentir, si nadie me cree!... Y a pesar de todo,
slo he mentido a medias. Es verdad que he destrozado mi juventud trabajando de sol a sol encerrado en un Banco. Es verdad
que Cora Yako me miraba cantando. Y es verdad que rob por ella. Pero el amor y los viajes slo los he soado. Al da siguiente,
cuando volv al teatro, el vestbulo estaba lleno de bales y decorados sucios. Mi ramo estaba tirado en un rincn, y la tarjeta sin
- 11 abrir. De mi sueo slo quedaba la pobre verdad de mi desfalco... Pero eso no debe saberlo nadie. Djenme contar la otra historia
a todo el mundo, necesito que la crean todos, necesito creerla yo... y despus morir feliz. ( El Doctor tose desde fuera) El doctor
viene, por favor, no le digan; l ya es viejo y no puede comprender estas cosas. No le digan la verdad... (Sale apresuradamente)
DOCTOR. Ya estn listas sus habitaciones. Quieren pasar a verlas?
RICA. Yo voy. T ve al coche a traer las cosas que dejamos.
FERNANDO. A la orden capitn. (La besa. rica y el Doctor salen.)
Fernando permanece un momento en escena, revisando las fichas de los huspedes. Suena el telfono.
FERNANDO. (Tomndose en serio su papel de funcionario de la Casa) Casa del suicida, en qu puedo ayudarle?... No, el
doctor sali un momento, yo soy su nuevo ayudante, Fernando Miranda, a sus rdenes... A ver, permtame... (Buscando una
ficha en el archivero) Pabelln verde... pabelln verde... Aqu est: La dama triste... Madame, encantado de conocerla, o mejor
dicho de escucharla. En qu puedo servirle?... No, me parece que an no han logrado envenenar las flores del jardn... S, sin
duda es una manera original y hermosa de morir, pero nuestro catlogo de venenos no est tan actualizado todava. En fin, me
permite una pregunta? S que sera mejor hacerla en persona aunque, tomando en cuenta las circunstancias, es mejor no esperar.
Puedo preguntarle por qu quiere usted morir?... (Tomando nota) Vaya! Desilusin de la vida!... Un momento por lstima de
su cuerpo ha decido quitrselo de en medio?... No, no, no. El cuerpo es de origen tan di vino como el alma. El cuerpo, madame,
es una realidad ineludible... No, seora, no tiene por qu avergonzarse. Es aritmticamente correcto. Vamos, salga a dar un paseo
por los jardines, asimile con calma la informacin y yo pasar a visitarla ms tarde... Me parece bien. Hasta luego. (Cuelga.
Deja la ficha. Sale.)
Hans entra muy molesto con su libreta en la mano.
HANS. Una desercin ms y renuncio! Aqu no se mata nadie! El doctor debe saber esto de inmediato.
De pronto, las quejas de Hans son interrumpidas por Raquel que entra corriendo a la sala.
RAQUEL. (Desesperada) Doctor! Hans! Un hombre se quiere matar! (Hans sale por la puerta por la que acaba de entrar
Raquel. Suena dentro un disparo. Raquel oprime un botn debajo del escritorio y activa una sirena de alarma. Entra el Doctor)
DOCTOR. Qu ocurre?
RAQUEL. All! Un desconocido con una pistola, se quera matar. Hans est con l. (Sealando de donde provino el disparo)
DOCTOR. Detngalo Hans! (Se dispone a cruzar la puerta, cundo aparece Hans con una pistola en la mano y forcejeando con
un hombre, es Juan; cojea, usa un aparato ortopdico en la pierna)
JUAN. Djeme! Sultela!
- 12 DOCTOR. Qu sucedi?
HANS. Nada, logr desviarle la pistola a tiempo. Aqu tiene, doctor. (Le entrega la pistola al Doctor mientras sigue
forcejeando con Juan, quien termina por desprenderse violentamente para enfrentarse ahora al Doctor)
JUAN. Dmela! Es ma!
DOCTOR. Quieto! Ustedes vayan a tranquilizar a los huspedes. Que nadie venga.
Hans y Raquel salen hacia las habitaciones.
JUAN. Entrguemela!
DOCTOR. Eso no! (El doctor guarda la pistola en un cajn de su escritorio. Juan se desploma) Qu iba usted a hacer?
JUAN. Morir. Necesito morir. Maana puede ser tarde!
DOCTOR. Pero por qu?
JUAN. Si no muero yo, acabar matando. Lo s, lo siento en mi alma... y no quiero matar!
DOCTOR. Vamos, sernese usted. Por qu habra de matar a alguien?
JUAN. Matar. Ya he sentido la tentacin una vez. La siento mordindome la sangre ahora mismo, y es horrible porque l es
bueno, porque l me quiere... y no sabe siquiera todo el dao que me hace!
DOCTOR. Quin es l?
JUAN. Es mi hermano... Todo lo que yo hubiera querido, todo me lo ha quitado l sin saberlo. Primero me rob el cario de mi
madre. Me rob la inteligencia y el talento que yo hubiera querido tener. Me rob la nica mujer que poda haberme hecho feliz.
l ha conseguido sin esfuerzo, riendo, todo lo que yo he deseado dolorosamente, en silencio y trabajando. Ha pasado siempre
por encima de mis entraas, sin darse cuenta... Y siempre me ha sonredo! Pero l no tiene la culpa; l es bueno. Adems, es mi
hermano! Doctor... No quiero matarlo! No quiero! (Fernando regresa con una maleta)
RICA. (Entrando) Ha ocurrido algo, doctor? (Sorprendida al verlo) Juan!
JUAN. (Descubriendo a ambos) Ustedes aqu?
DOCTOR. Es que... se conocen?
FERNANDO. Es mi hermano.
TELN
- 13 ACTO SEGUNDO
En el mismo lugar. Tres das despus. Luz de tarde. Hay macetas con flores. La cita de Romeo y Julieta ha sido sustituida por
sta de Gerard Manley Hopkins: Nothing is so beautiful as spring . Raquel viste una bata blanca de enfermera.
RICA. (rica coloca un jarrn con flores sobre el escritorio) Se ve bien as?
RAQUEL. S muy bonito.
RICA. Maana es el primer da de la primavera. (Suspira y lee la cita) Nothing is so beautiful as spring
RAQUEL. Qu bonito! Pero... qu significa?
RICA. Nada es tan hermoso como la primavera
RAQUEL. Es una idea bonita. Aunque no sea para m... Los cuadros de muerte que estaban en los pasillos a dnde los van a
llevar?
RICA. Al stano. Con muchsimo respeto, pero al stano. (Se queda mirando a Raquel) Ests muy sonriente hoy, Raquel.
RAQUEL. Estoy contenta.
RICA. Por qu?
RAQUEL. No s... tal vez porque se ha redo usted toda la maana. Nunca haba tenido a nadie que se riera junto a m.
RICA. Es gracioso: t ests contenta porque me ro yo!
RAQUEL. Hace mucho bien or rer. Tampoco haba tenido nunca una amiga...
RICA. (Estrechndole la mano cariosamente) Pues no me hables de usted, vamos a tutearnos si somos amigas.
RAQUEL. Gracias.
RICA. No, no digas gracias. Djame decirlo a m. T lo dices siempre, a todo.
RAQUEL. Voy a ir al jardn a platicar con los pacientes. (Sale. Entra el Doctor.)
DOCTOR. Seorita Resendez...
RICA. Buenas tardes, doctor. Nota usted algo nuevo aqu?
DOCTOR. Aqu y en toda la casa. Las flores y los cuadros de los pasillos, por fin se decidi a quitarlos.
RICA. Eran demasiado sombros. No hacan ningn bien a esta pobre gente.
DOCTOR. Sin embargo tenan un prestigio solemne. En fin...
RICA. Tambin pienso quitar estos retratos, slo estoy esperando a que lleguen los nuevos cuadros que encargu. En cuanto
llegue mi pedido, entonces s, adis tambin a estos respetables suicidas.
DOCTOR. Veo que empieza usted a interesarse de veras por mis pacientes.
- 14 RICA. Mucho. Nunca haba imaginado un espectculo humano tan desconcertante; tanta comedia y tragedia al mismo tiempo.
DOCTOR. Es curioso. Usted est atravesando las mismas etapas que los huspedes. El primer da entr aqu como un golpe de
viento, ansiosa de encontrar algo original para lanzarlo a la publicidad. Despus ha ido penetrando en las almas, buscando su
verdad en el silencio. Est usted en plena etapa de meditacin y ternura.
RICA. Algunas de estas historias ntimas me han llegado muy hondo.
DOCTOR. Entonces, aquel reportaje sensacional...?
RICA. Ya no voy a escribirlo.
DOCTOR. Y Fernando... lo escribir?
RICA. Tal vez. l es hombre y por lo tanto es ms fuerte. Yo, hoy, no me atrevera a desnudar en pblico estos pequeos
dolores slo para satisfacer la curiosidad o el morbo de la gente. Por ejemplo, esa chiquilla, siempre sola, que le da las gracias a
todo lo que es hermoso, como si fuera un regalo. Ese pobre empleado de banco, que nunca ha salido de su oficina y su casa de
huspedes, y se suea hroe de amores y viajes extraordinarios.
DOCTOR. Por lo visto, se lo est tomando usted muy en serio. S que anoche ha estado encerrada en la biblioteca
RICA. Me interesan sus libros, sobre todo las estadsticas. He descubierto en ellas cosas que no habra imaginado. Esa
contradiccin constante del suicida con la lgica de la vida. No entiendo. Por qu se matan ms los triunfadores que los
fracasados? Por qu se matan ms los hombres en la juventud que en la vejez? Por qu se matan ms los enamorados que los
que no han conocido el amor?... Y por qu al amanecer ms que de noche y en la primavera ms que en el invierno?
DOCTOR. Difcil de explicar para una mujer feliz. Pero la observacin es cientficamente exacta.
RICA. Matarse es siempre una negacin brutal. Pero matarse en plena juventud, en la hora del amor y de la primavera, eso es
un insulto a la Naturaleza.
DOCTOR. Quiz.
RICA. Adems, es tan contrario a todos los instintos. Los animales no se suicidan!
DOCTOR. Lo hacen tambin, a veces. El alacrn, cuando se siente rodeado de fuego, se clava su aguijn venenoso.
RICA. Pero eso no es buscar la muerte voluntariamente. Es adelantarla un momento simplemente, para evitar el dolor.
DOCTOR. El dolor... he ah el motivo supremo. No cree usted que el dolor es cien veces ms intolerable cuando nos rodean el
amor y el triunfo, cuando la sangre es joven?
RICA. No, doctor; no me haga usted dudar. La vida no es solamente un derecho. Es, ante todo, una obligacin.
DOCTOR. Ojal piense usted siempre as.
- 16 morirse de hambre. Y deca que buscaba un procedimiento original! No lo entiendo. (Fernando sigue rindose. Hans lo mira,
severo) Se re usted? Yo, no!
DOCTOR. No est usted de muy buen humor, Hans.
HANS. Perdneme el doctor, pero hay cosas que no van con mi carcter. Yo soy un hombre serio, he venido a una institucin
seria, a cumplir con una funcin seria. Y desde hace tiempo esto no marcha.
FERNANDO. (Divertido) Desde que llegamos nosotros?
HANS. Ya que lo menciona, as es exactamente. Por qu se re usted? Nadie se haba redo nunca aqu. La seorita rica se ha
estado riendo tambin toda la maana. Y lo peor es que eso se contagia: al profesor de Filosofa ya lo he sorprendido anoche
silbando el Danubio Azul. A dnde vamos a parar?
DOCTOR. Calma, Hans. Todo llegar. Slo es cuestin de esperar.
HANS. (Sin gran fe) Esperemos, pues. (Va a salir pero se detiene aterrado al percatarse de la presencia de las flores) Doctor!
y estas flores?
DOCTOR. Ha sido idea de la seorita Resendez. Por cierto, tambin ha quitado los cuadros de muerte de los pasillos.
HANS. Pero si estaban en su casa. Aqul Sneca desangrndose era de una serenidad alentadora. Aquel Larra, desmelenado y
romntico, justo despus de haberse dado un tiro! Espero que por lo menos no quitar estos.
DOCTOR. Ya ha mandado pedir algo para sustituirlos. Ah! Creo que quiere colocar aqu tambin La primavera de Boticelli.
HANS. La primavera! Pero qu tendra que hacer aqu La primavera? No, esto ya no es serio. No es serio. (Sale)
FERNANDO. Es un tipo curioso su ayudante.
DOCTOR. Mutilado de guerra.
FERNANDO. Mutilado?
DOCTOR. S, del alma. La guerra deja marcados a todos: a los que caen y a los que se salvan. Era un muchacho alegre, que
trabajaba en un bar Estuvo durante cuatro aos en Medio Oriente, colaborando con la Cruz Roja, atendiendo heridos de
guerra. Cuatro aos viendo y palpando la muerte a todas horas! Cuando regres a Mxico, ya no pudo rehacer su vida. Era un
hombre acabado, que no serva ms que para rondar a la Muerte. Anduvo buscando trabajo por sanatorios y hospitales, hasta que
vino a dar aqu. A veces ya no s si lo tengo como ayudante o como enfermo.
FERNANDO. (Entusiasmado, echando mano a su cuaderno) Pero si es una excelente historia! Me la hubiera contado antes
DOCTOR. Inters periodstico, verdad? Escriba usted su artculo y cuando termine, venga a buscarme a mi despacho. Tengo
otra historia que contarle. Una historia de dos hermanos... (Fernando lo mira) Pero escriba, escriba. (Sale)
- 17 FERNANDO. (Escribiendo) El enamorado de la muerte Qu buen ttulo! Ahora slo me falta una entrevista exclusiva con l.
Fernando se dispone a salir siguiendo a Hans cuando suena el telfono y se detiene a contestar.
FERNANDO. (Contestando el telfono) Casa del Suicida... No, habla Fernando... Suicidio publicitario? Me parece muy
interesante, pero no s si el doctor lo permita... Cmo se llama la mujer?... Cora Yako... La cantante? Djela pasar... No se
preocupe, yo hablar con el doctor. Esto es un asunto de vital importancia. (Cuelga) Cora Yako! Esto s que ser una gran
terapia para el Amante imaginario. Lo de Hans puede esperar, tengo que avisarle al Doctor. (Sale hacia el despacho del Doctor)
Entra Juan, sin rumbo. Se sienta, todo su cuerpo expresa desesperacin. Silencio. Vuelve rica. Su mirada resbala sobre Juan
como si encontrara la escena desierta.
RICA. No est aqu. Has visto a Fernando?
JUAN. No.
RICA. Pero lo dej aqu hace un momento.
JUAN. (spero) No creo que se vaya a perder.
RICA. Por qu me hablas en ese tono? Te pregunto por tu hermano y me contestas como si te hubiera hecho dao.
JUAN. Era yo el que estaba aqu.
RICA. S. Pero yo le buscaba a l.
JUAN. A l, siempre a l. Vas hacia l con los ojos cerrados, como si nadie ms existiera a tu alrededor. Y si al pasar tropiezas
conmigo y me apartas sin mirarme, soy yo el spero, el grosero. Eres de un egosmo admirable!
RICA. Perdona...
JUAN. Olvdalo. Ya estoy acostumbrado. (Va a salir. rica lo detiene)
RICA. Juan! No acabar de entenderte nunca. Nos hemos criado casi como hermanos, te quiero como algo mo, y nunca he
conseguido saber qu llevas dentro. Qu es lo que te molesta, qu es eso que siempre te est royendo?
JUAN. Nada.
RICA. Por qu te escondes de tu hermano? Desde que estamos aqu no ha conseguido platicar contigo y si te hablo de l...
JUAN. Basta, rica! Hblame de ti o del mundo... o calla. Pero deja ya a Fernando!
RICA. Es tu hermano.
JUAN. Y para qu lo ha sido? Para que se viera ms mi miseria a su lado! l naci sano y fuerte; yo nac enfermo. l era el
orgullo de la casa, yo el eterno segundn. l no estudiaba nunca, para qu? Tena gracia y talento; mientras que yo tena que
matarme encima de los libros para conseguir dolorosamente la mitad de lo que l consegua sin trabajo.
- 18 RICA. Eso no significa nada, Juan. Fernando no puede ser culpable de lo que no est en su voluntad.
JUAN. Durante la infancia, esas pequeeces no significaban gran cosa, pero es que esta angustia ha ido creciendo conmigo
hasta envenenarme toda la vida. T sabes cmo he adorado yo a mi madre, pero ella nunca pudo quererme como a Fernando...
Cuando mi madre enferm, yo la vel semanas y semanas, mientras Fernando jugaba en los jardines. No lleg hasta el ltimo
momento, y an as mi madre muri vindolo a l!
RICA. No recuerdes ahora esas cosas, no eres justo.
JUAN. Yo soy el que no es justo? (Irnico) La vida s lo ha sido, verdad? Y Fernando tambin. Y t! Pero es que no te has
dado cuenta? Es que no sabes que despus de mi madre, no ha existido en mi vida otra mujer aparte de ti?
RICA. Juan!
JUAN. Es que no sabes que te he adorado lo mismo que a ella... y que tampoco he sabido decrtelo?
RICA. Juan, por favor!
JUAN. Si te gustaban los tulipanes y un da encontrabas un ramo sobre tu mesa, slo se te ocurra pensar Cmo me quiere
Fernando!. Y era yo el que los haba cortado. Y es que Fernando se me ha atravesado siempre en el camino. l no tiene la culpa,
ya lo s. Ah, si la tuviera! Si la tuviera, este drama mo podra resolverse...
RICA. Qu ests diciendo? Juan!
JUAN. Pero no la tiene; pero lo ms amargo es que l es bueno. Es odiosamente bueno! Y por eso yo tengo que morderme las
lgrimas, y ver cmo l es feliz robndome todo lo mo, mientras que yo sigo siendo para todos el egosta, el mal hermano.
RICA. Calla, Juan! Por el recuerdo de tu madre!
JUAN. No estoy dispuesto a callarme ms! Ahora quiero que me conozcas entero. Que sepas que te amo, todo lo que has sido
para m... No sabes lo que siento cuando lo besas a l!
RICA. Por lo que ms quieras, Juan! No ves que te ests destrozando y ests haciendo imposible nuestra felicidad?
JUAN. (Amargo) Su felicidad... Cmo la defiendes! Escchame rica, si realmente eres feliz escndete. No se debe comer pan
delante de los pobres. No se puede pasear una felicidad por un mundo de desgraciados! (Pausa. rica, derrumbada por dentro,
llora en silencio) Perdname, rica. Te juro que no soy malo. Yo tambin quiero a Fernando. Si l no fuera tan feliz!
RICA. Si Fernando no fuera feliz... qu?
JUAN. Si un da lo viera desgraciado, acudira a l con toda mi alma. Entonces s seramos hermanos!... rica, s que te he
hecho sufrir, pero tena que decrtelo. Se me estaba pudriendo aqu dentro... Perdname.
RICA. Perdnanos t, Juan... Perdnanos a los dos.
- 20 ACTO TERCERO
En el mismo lugar al da siguiente, el primer da de primavera. Luz de maana.
RICA. La primavera de Vivaldi?
RAQUEL. S, un canto de vida y de fecundidad.
RICA. Y de esperanza!
RAQUEL. Tambin. El doctor Ariel la haca tocar siempre que se senta atormentado por la idea de su destino. Y siempre, como
un deber, al legar el da de hoy.
RICA. Hoy? Pues, qu da es hoy?
RAQUEL. Es el primer da de la primavera! Ya ests mejor?
RICA. Si no ha sido nada! Pero t, Raquel, ests bien? Tienes los ojos muy cansados.
RAQUEL. No he podido dormir en toda la noche.
RICA. Por m?
RAQUEL. Por ti. T eras la risa Y cuando te vi los ojos apretados, tan fra y tan blanca... No poda creerlo; estaba tan triste.
RICA. Por qu te lo dijeron?
RAQUEL. No me lo dijo nadie; yo lo vi. Yo estaba buscando trboles cerca de ah cuando te caste.
RICA. Y por qu dices cuando te caste?
RAQUEL. Porque as fue. No pudo ser de otra manera! T venas andando por la orilla, con los ojos altos. Cre que venas a
buscarme. Y de pronto, resbalaste. Verdad que fue as, rica?
RICA. (Le aprieta las manos con gratitud) S... as fue.
RAQUEL. Cuando te vi caer, solamente pude gritar y luego me qued quieta, como si estuviera atada. T estabas all, a mi
lado, luchando con la muerte, y yo no poda moverme! Fue entonces cuando lleg l.
RICA. l... T le viste?
RAQUEL. S.
RICA. Raquel, hay una cosa que necesito saber... No, no me digas nada. Tengo miedo a que no sea.
RAQUEL. Qu?
RICA. Nada. (Desviando la conversacin) Qu libro es ese?
RAQUEL. Rimas de Gustavo Adolfo Bcquer. Se las estoy leyendo a uno de los huspedes. Est aqu porque su hija muri.
Dice que yo me parezco mucho a ella, as que trato de pasar tiempo con l. El doctor dijo que ya est salvado.
- 22 RICA. S, para algunos. Pero hay otros que los encuentran todos cerrados.
DOCTOR. Entonces, sigue usted pensando...?
RICA. No, doctor. Ya no debe preocuparse por m. Yo me he acercado a la muerte y he visto ya que no resuelve nada; que
todos los problemas hay que resolverlos de pie.
DOCTOR. Se siente usted ms fuerte ahora?
RICA. No lo s, al menos procurar serlo. La vida me ha dado una leccin.
DOCTOR. No est a gusto entre nosotros?
RICA. Sinceramente no, doctor. Disclpeme, por favor, usted es un gran corazn y un gran amigo; pero me parece que el
maestro Ariel y usted se han equivocado con la mejor buena fe. Han ideado un refugio para las almas vacilantes, pero no han
sospechado lo que un ambiente as puede contagiar a los otros. Coquetean ustedes con la muerte, burlndola ingeniosamente,
pero la muerte es ms hbil que ustedes; y hay momentos dbiles en que se presenta tan hermosa, tan fcil... Es un juego
peligroso.
DOCTOR. Puede ser.
RICA. Yo le aseguro que estando en mi casa, rodeada de todo aquello que conozco, no hubiera sentido nunca esa negra
tentacin de anoche. Por qu cree que la sent? Pinselo, doctor: si me hubiera suicidado ayer, yo sera una gran culpable, pero
el maestro Ariel y usted tampoco podran mirarme muy tranquilos.
DOCTOR. Perdneme, nunca pens que...
RICA. Cierre esta casa, doctor. Emplee su talento y la fortuna del maestro Ariel all donde los hombres viven y trabajan. Pero
hoy que la vida del mundo est empezando otra vez, cierre esa galera con cadenas. Lo har usted?
DOCTOR. Tal vez.
RICA. Hgalo por m, por todos... Hoy es el primer da de la primavera. Hoy es un delito morir! (Sale)
Entra Hans.
DOCTOR. Buenos das, Hans. Por qu se ha quitado usted su bata?
HANS. Lo he pensado despacio. He sido leal, pero yo no sirvo para ciertas cosas. Vengo a despedirme.
DOCTOR. Nos deja usted?
HANS. S, doctor. Lo siento; haba tomado cario a la casa, tena esperanzas en ella. Pero esto no marcha. Yo vine lleno de
ilusiones a su servicio. He puesto de mi parte todo lo que he podido, he cumplido fielmente todas mis obligaciones. Y para qu?
Desde que estoy en esta casa slo el perro del jardinero se ha decidido a morir. Y se muri de viejo. No... no hay porvenir aqu.
- 24 AMANTE. Ah, no; la ma era otra cosa: una ilusin, un poema sin palabras. Slo sus ojos son los mismos de aquella noche.
FERNANDO. De cualquier forma es la mujer que amas.
AMANTE. Ya no estoy seguro. Ella quiere que nos fuguemos juntos ahora mismo. A toda velocidad rumbo a Veracruz. Dice
que si nos embarcamos hoy mismo hacia la Florida, tal vez esta noche podamos tomar un avin al Cairo.
FERNANDO. Hombre, pues felicidades, al fin podrs realizar aquellos viajes que soaste. Podra ser una gran aventura.
AMANTE. Una aventura peligrosa. No la conoces: esa mujer me mata en quince das.
FERNANDO. Es el amor.
AMANTE. Pero qu amor! Yo imaginaba sus besos como una caricia suave. Pero ella muerde y estalla. Y cuando me abraza
siento que me asfixio. Es un temblor de tierra esa mujer, un verdadero terremoto!
FERNANDO. Ahora le tienes miedo?
AMANTE. Miedo, miedo, no. La quiero, me gustara verla siempre, pero de lejecitos.
FERNANDO. Desde tu butaca... Muy alto no?
AMANTE. Me espera en el auto, pero no s qu hacer.
FERNANDO. La oportunidad de cada hombre no se presenta ms que una vez en la vida. Pinsalo bien.
AMANTE. Si pudiera quedarme nicamente con sus ojos!
FERNANDO. Pero Cora es la aventura, los viajes, los pases lejanos.
AMANTE. No. No puedo... Aunque quisiera no podra seguirle el paso. No estoy acostumbrado a viajar; nunca me he subido a
un barco, mucho menos a un avin. No tengo dinero, ni fuerzas. Ella quiere que sea su hroe, que me aleje de los libros. Que
deje de escribir poemas! No. No puedo... Va en contra de mi naturaleza. La amo pero no puedo... (Se sienta desfallecido)
FERNANDO. En ese caso hay otra solucin. Renuncia a la Cora Yako autntica. Qudate con la que has soado. Y escribe. Las
novelas nunca las han escrito ms que los que son incapaces de vivirlas. Qu sueldo tenas en el banco?
AMANTE. Nada; apenas el mnimo
FERNANDO. Yo puedo ofrecerte el doble en el peridico, Quieres encargarte de la pgina de viajes y aventuras?
AMANTE. (Ilusionado) Crees que servir?
FERNANDO. Por qu no?
AMANTE. Es que yo no he salido nunca de mi casa de huspedes y los sitios que frecuento, apenas si conozco a medias la
ciudad.
FERNANDO. Y qu importa eso? El arte no es cosa de experiencia: es cosa de imaginacin. Cuando Milton escribi el canto a
- 27 ca... hubo un hombre que arriesg su vida por la ma. Lo vi como entre sueos... Eras t, verdad? (Le mira angustiada)
FERNANDO. No. Hubiera querido serlo, pero fue Juan. l te vio caer, yo no lo supe hasta despus, cuando te trajeron aqu.
RICA. Pobre Juan... Toda la noche ha estado sin sueo, con el odo pegado a mi puerta, oyndome respirar. Ha sufrido ms
que yo misma. T no sabes, Fernando, qu bueno y qu desgraciado es tu hermano.
FERNANDO. Lo s todo.
RICA. Todo?... Has hablado con l?
FERNANDO. No, con el doctor. l no me lo dira nunca. Yo tampoco me atrevo a hablarle. Nos estamos evadiendo
RICA. Heridos y con miedo pero Hasta cundo?
FERNANDO. Hasta ahora! No puedo soportarlo ya. Quiero salir de aqu... huir!
RICA. A dnde? Dnde podramos escondernos que el recuerdo de Juan no estuviera con nosotros? No, Fernando... ya no
podemos ser felices. La sombra de tu hermano se metera entre nuestros besos
FERNANDO. Y qu podemos hacer? Era solucin lo que t pensabas anoche? Creas que desapareciendo t, bamos a
reconciliarnos l y yo? Tu muerte nos hubiera separado todava ms, convirtiendo en odio lo que ahora no ha sido ms que dolor.
RICA. Probablemente. Pero desde anoche no he dejado de pensar.
FERNANDO. Y qu has pensado?
RICA. Juan no ha tenido nunca nada suyo. Ha estado siempre solo entre nosotros, contemplando nuestra felicidad con sus
ojos hambrientos, como un nio pobre delante de un escaparate. No puede seguir solo! Vete t si puedes. Yo me quedo.
FERNANDO. Con l?
RICA. S, con l. Como su madre o hermana Que haya por lo menos en su vida un ilusin de mujer!
FERNANDO. Pero eso no puede ser, rica! No es as como te quiere Juan!
RICA. Lo s; ayer me lo dijo l mismo. Y todava fui injusta una vez ms. Tena a mi lado un corazn sangrando desesperado,
y slo sent miedo, casi repugnancia... como si un mendigo me asaltara en la calle.
FERNANDO. No puede ser , rica. Ahora es cuando ests ciega, atormentada de remordimientos por culpas que no existen.
RICA. No. Ciegos estbamos antes, cuando no haba en la tierra otra cosa que nuestra felicidad. Ni una vez se nos ocurri
mirar qu haba alrededor. Y all estaba siempre Juan, temblando sin tener siquiera el calor de un cario!
FERNANDO. Pero, es que crees que no lo siento yo? Crees que el corazn de mi hermano no me duele a m tambin? Si yo
pudiera hacerle feliz, todo lo dara por l. Pero es que nada podemos hacer que no sea engaarle. No te atormentes ms.
Salgamos de aqu. Nunca podrs ser feliz con l.
- 28 RICA. No se trata de que yo sea feliz. Lo he sido tanto! Ahora quien importa es l.
FERNANDO. (Nervioso, sujetndola de los brazos) No, rica, no pretendas jugar con tus sentimientos. Mira que el corazn nos
da sorpresas peligrosas... Piensa que maana puede ser tarde!
RICA. No es tiempo de pensar. Mi deber es estar aqu, a su lado.
FERNANDO. Por qu? Porque anoche salv tu vida?
RICA. No, porque me ha entregado toda la suya.
FERNANDO. Pero entonces... (Le levanta el rostro) Mrame bien. Qu est empezando a nacer dentro de ti? Contesta!
RICA. (Se suelta suplicante pero resuelta) Por lo que ms quieras... djame!
FERNANDO. No, no es posible. Es tu piedad de mujer que te est tendiendo una trampa. Y Juan mismo tiene que impedirte caer
en ella. Que nos perdone o que nos mate juntos... pero engaarlo, no! (Llama, desesperado) Juan!... Juan!...
RICA. Qu haces Fernando? Djalo!
Juan aparece en el umbral y con los ojos fijos en su hermano, avanza hacia l sin mirar a rica.
JUAN. Para qu me llamas con tanto grito? Ests en peligro y necesitas que te ayude?
FERNANDO. No!
RICA. No le escuches, Juan, no le escuches!...
FERNANDO. Lo nico que quiero es que me digas toda la verdad.
JUAN. No la has odo ya? O crees que rica, por gratitud, iba a representar toda esta farsa cruel? Ella, tan leal, tan entera, te
la imaginas tratando de pagar un verdadero amor con unas migajas de esa felicidad que a ustedes dos les sobra?
FERNANDO. (Sorprendido) Nos oste....
JUAN. No, Fernando, no; ni yo acepto limosnas, ni ella caera en la torpeza de una mentira piadosa. Quieres la prueba? Ahora
mismo te la va a dar... y con los ojos de frente! Verdad, rica? (rica, situada entre ambos, retrocede tambin) Vamos, qu
esperas? Ah tienes a Fernando. El hombre feliz; el que no ha tenido que luchar jams porque la vida se lo ha dado todo; el que
poda jugar en los jardines cuando se mora su madre... Ah lo tienes. El no ha sabido nunca que haba dolor en el mundo. Con l
estn la alegra y la salud. Aqu slo est es pobre Juan, con su miseria y con su amor. Elige, rica. Y que sea para siempre
rica vacila. Suplica a Fernando con el gesto pero se decide por Juan.
RICA. Juan...
JUAN. (La recoge en sus brazos con una emocin desbordada. Sus palabras tiemblan llenas de fiebre) La ves, Fernando? En
mis brazos! Ya no eres t slo. Tambin Juan puede triunfar por una vez! (Levanta en sus manos el rostro de ella, lleno de
- 29 lgrimas) Pero tambin... por una vez... tengo el orgullo de ser ms fuerte que t... Llvatela lejos. Ahora ya pueden ser feli ces
sin remordimientos. Porque tambin yo Por una vez siquiera! He sido bueno como t, y feliz como t... y te he visto llorar.
FERNANDO. (En un impulso fraternal) Juan!
JUAN. Hermano(Vuelcan en un abrazo toda su ternura contenida) Gracias, rica... Ya saba que no poda ser, que te
engaabas a ti misma. Pero gracias por lo que has querido hacer. Llvatela, Fernando, slo les suplico que se vayan a vivir lejos.
Djenme a m gozar solo el nico da feliz que ha habido en mi vida...
rica, sin encontrar palabras de despedida, estrecha conmovida las manos de Juan y sale reclinada en el hombro de Fernando.
Juan, agotado por el enorme esfuerzo, desfallece un momento. Se domina. Tiene ahora una expresin de frial dad fatal. Va al
escritorio, abre un cajn y saca su pistola. Entra Raquel. Al verla, Juan esconde el arma.
RAQUEL. Buenos das, Juan... (Raquel cierra la Galera del silencio y coloca en un lugar bien visible un letrero que dice
Prohibido suicidarse en primavera. Se escucha muy suave el Himno a la Naturaleza de Beethoven) rica me pidi que
colgara este letrero... Te ocurre algo, Juan?
JUAN. Nada...
RAQUEL. Ests temblando!
JUAN. Un poco de fiebre, quiz.
RAQUEL. Es el da de hoy... Oyes esa msica?
JUAN. Qu es?
RAQUEL. Beethoven: un himno de gracias a la primavera. l tambin estaba slo y con fiebre cuando lo escribi, pero saba
que la primavera siempre trae una flor y una promesa para todos.
JUAN. Lo crees as?
RAQUEL. El doctor me lo dijo un da: No pidas nunca nada a la vida. Y algn da la vida te dar un sorpresa maravillosa.
Hoy es da de vida y esperanza. Tiene que desaparecer todo lo que recuerde a la muerte... Quieres darme eso que escondes ah?
JUAN. (Turbado, entregndole la pistola) Perdn...
RAQUEL. Voy a tirarla al estanque, en el mismo sitio donde rica resbal ayer. (Va a salir, Juan la detiene)
JUAN. Raquel... Espera... Tengo miedo de quedarme solo... Te puedo acompaar?
RAQUEL. Gracias...
Juan le ofrece su brazo y salen juntos hacia el jardn.
TELN