El Caballero de Calatrava
El Caballero de Calatrava
El Caballero de Calatrava
EL CABALLERO
DE CA LATRA VA.
NOVELA HISTRICA ORIGINAL
l'OH
D. BENITO BIGETTO
MADAWt 18GS.
I mpr ent a de Manuel AlYarezEspada 6,
B I B L I OT E C A U N I V E R S A L ECONOMI CA-
E L C A B A L L E R O
DE CALATRAVA.
Movela Histrica original,
8>,
D. BENITO VICETTO.
MADRID.1863. .
DE U BIBLIOTECA UNIVERSAL*
Juanete 27, entresuelo*
A DOA JOSEFA PREZ DE GARBALLO.
Seora: es una tradicin de nuestras montaas
escrita en mis primeros aos, y nadie debo de-
dicar mejor este trabajo literario que vos, mi
madre.
Leedlo: nada ensear este volumen, de nada
servir; pero tal vez distraiga, y una distraccin
en estos tiempos es un verdadero servicio.
Vuestro hijo,
B. VlCETTO.
22 de diciembre de 1842.
PRLOGO.
Entre las obras caballerescas que han llamado
nuestra atencin en la poca actual del renaci-
miento literario, ocupa un lugar preferente El
Caballero de Calatrava, que damos hoy la
prensa.
Las escenas mas dramticas interesantes, es-
puestas sin pretensiones, las encontrar el lector
en esta obra de un joven de 18 aos, pues cuan-
do la escribi y public el Sr. Vicetto, ilustre
autor de Los Hidalgos de Monforte, Rogin Rojal,
Reyes suevos de Galicia, no contaba mas que esta
edad.
Esta obra fu su primer paso en 1842, para
conseguir la aureola de gloria que cie la frente
de este escritor modesto, que puede contarse
por el primer novelista contemporneo de Es-
paa.
Cuando se public en 4842, el Sr. Fernandez
y Gonzlez aun no habia publicado ninguna no-
vel a, . y fu uno dl os suscritores para costear
la edicin.
EL EDITOR.
C A P I T U L O P R I ME R O .
El torneo.
Armados anibos que son
En el campo son entrados;
En haciendo la seal
May recio se lian encontrado;
Quebraron ambos las lanzas,
Quedaron muy lastimados^
Mal feridos de los fierros,
De los encuentros pasados.
( SEI ' ULVEDA. Romance 18.)
CUARENTA sern las casas, sobre poco mas me-
nos que compondrn hoy dia la pequea villa do
jGuhtin, tan nombrada y concurrida en la poca
en que acaeci esta historia.
10 . EL CABALLERO
Situada cinco leguas de la antiqusima ciu-
dad de Lugo, al pie de,una escarpada cordillera
de montaas, cuyas cimas coronan eternas nie-
ves, y sobre una inmensa pradera donde vejetan
infinidad de castaos y copudos lamos, se os-
tentaba tan vistosa y sorprendente, que si sus
mismos habitantes de aquel tiempo tornaran
mirarla ahora, en vano acertaran reconocer en
ella la rica y floreciente villa de Guntin de en-
tonces, la corte de los poderosos condes de Pa-
llares.
El solar de esta noble descendencia era uno de
los castillos mas completos y magnficos que en
aquel siglo se contaban en Galicia.
Su posicin no podia ser mas agradable n
mas imponente, porque separado del pueblo por
una espaciosa plaza, y edificado orillas delFer-
reyra que lo rodeaba, sirvindole de foso y con-
trafoso, se destacaba sobre la verde superficie de
las prados con sus almenados torreones y sus
altos y ennegrecidos muros, formando una pers-
pectiva bellsima por donde quiera que se., le mi-
rara.
DE CALATKAYA. t i
Cualquiera que pasara hoy dia por aquella
parle de la provincia de Lugo, tal vez no encon-
trara mas recuerdos de lo que acabamos de des-
cribir, que las pocas chozas que dijimos y el un-
doso rio que besando las ruinas de Guntin se
desliza sordamente como si quisiera arrastrar
consigo sus derruidos mnrallones.
Ahora ya no existe en aquel pueblo la bonils
iglesia de Santa Mara que tan bella descollaba
antiguamente sobre las casas de la villa con su
erguido y pintoresco campanario , ni sus calles
que partiendo desde su centro , como si fueran
radios de un circulo, terminaban en las murallas
que la rodeaban , no : ahora el arado surca por
el terreno donde antes habia una empedrada pla-
za y so*bre os escombros do la gigantesca forta-
leza de Pallares se levanta una mezquina fbrica
de hierro de muy humilde arquitectura.
Era una maana del mes de octubre de 1351.
Alzbase el sol radiante por entre mil bron-
ceadas nubes que se dibujaban n el horizonte:
como fantsticas figuras, el viento mecia blanda-
mente las elevadas cenas de los aosos rboles
12 EL. CABALLERO .
infinidad de gentes de ambos sexos y diferen-
tes jerarquas corran hacia Gunlin afanosos de
presenciar el grantorneo que.-con-, motivo.de las
bodas de su seor feudal se celebraba aquel da.
Ya.desde muy temprano se hacia imposible el
transitar por las estrechas calles de la villa, por-
que cada instante era necesario detenerse para
dejar pasar los muchos caballeros, pajes.y es-
cuderos que .sin cuidarse de alropellar los hu-
mildes comarcanos, volaban la plaza anhelan-
tes de lucir su gallarda.
Frente , la fachada principal de la impotente,
fortaleza de Pallares estaba construido un palen-
que como d unos doscientos pasos de circunfe-
rencia; y la bulliciosa plebe apiada en la barre-,
ra que le circumbalaba, despeda un* rumor lan
sordo y montono como el de las olas que se es-
trellan en las rocas de Finistcrre al encresparse
airado el mar los dias de tormenta. .' -
El trono que haban hecho para la -reina del
torneo hallbase en ^1 sitio mas alt \ del circo*
adornado con lujosas colgaduras de damasco,
.con terciopelo de distintos colores y con todo el
DE CALATRAVA. 3
gusto y pompa que se empleaba en aquellos
tiempos de nobleza y esplendor.
Ya los jueces , los conservadores del campo,
los reyes de armas, heraldos y otros encargados
de hacer guardar el ceremonial y leyes de los
torneos ocupaban sus respectivos puestos; y va-
rios caballeros entraban en el coso perfectamen-
te armados , ginetes en briosos alazanes, cami-
nando con'paso corto, majestuoso continente, y
haciendo alarde ante las hermosas darnos, que
no cesaban de admirar los elegantes motes de
sus escudos y sus airosos ademanes.
Entre ellos-se veia al conde de Lemos, al de
Montenegro, al marques d Sarria, Juan doTam-
bog^ Suer Y;mz d Parada, Rui Payo de Vas-
cuas, Rui Sarmiento, Ramiro de GaWloba y otros
muchos paladines infanzones de vala qu
fuer de intrpidos y valerosos se haban reu-
nido all. " ' ' -
:
'
Pero sobre todo quien llamaba mas partic^
larmente la atencin de los espectadores era el
jvn Fernn Prez de ndrd, el que'mereci
de los seaores y plebeyos, contemporneos se-
14 EL CABALLERO
yos, por sus nobles sentimientos, el sobrenom-
bre de O Bo, el que sus espensas mand cons-
truir siete puentes y otros tantos monasterios, y
el que mas adelante siguiendo la bandera de don
Enrique de Trastamara, al ver al cruel don Pe-
>dro encima de su hermano cuando se peleaban
en la tienda de Bertrn de Guesclin , fu el que
cambindolos dijo estas tan sabidas palabras:
Yo ni quito Rey ni pongo rey', pero ayudo mi
seor (1).
De pronto los gritos del impaciente populacho
anunciaron la-llegada de la reina del torneo, de
la bella doa Blanca deVascuas, recien esposa
del poderoso conde de Pallares.
Acompabanla muchas seoras de gran pr
rf
sobresaliendo entre todas por sus formas de n-
gel y hermosura encantadora su cuada doa
Elvira.
Se acomodaron las damas en los asientos que
les estaban preparados, ansiando por momentos
(1) Vase sobre esto al P. Gndara en sus Armas y
triunfos de Galicia.
Al licenciado Molina en su blasn de Galicia.
DE CALATRAVA. 15
que comenzasen lidiar los caballeros y con-
quistase el premio el paladn que cada cual
amaba.
Era el mantenedor del torneo el de Pallares*
caballero de tanta prez y nombradla que gozaba
reputacin de invencible.
En todas las justas y combates en que se en-
contraba siempre salia vencedor y jams adalid
alguno se batiera con l que de un bote de su
robusta lanza no le hiciera morder la tierra.
Cuando se present en el coso mil y mil gritos
de entusiasmo salieron de.la inquieta multitud
que se agitaba como el follaje de los rboles al
mpetu de los irritados vientos.
Los mozos arrojaban al air sus monteras;las
nias se reian como locas, y las viejas murmu*
raban imprecauciones contra aquellos, porque
ya las pisaban les hacan dao con su continuo
bracear.
Monlaba don Gonzalo de Pallares un fogoso
corcel de raza rabe magnficamente enjaezado:
brillaban sus bruidas armas como las olas del.
Adritico heridas por los flgidos destellos 'del
16 EL CABALLERO
ardoroso sol de Italia; y sobre su pesado casco,
los movimientos que hacia cabalgando, ondu-
laban graciosamente las largas plumas de su pe-
nacho negro.
En su ovalado escudo se vea pintado un bra-
zo, y debajo el siguiente mote: invencible hasta
la muerte.
Luego que entr en la plaza se dirigi su
esposa, inclinando ante ella la pesada lanza,
hizo un saludo, muy rendido que aplaudieron con
frenes los circunstantes. .
En. seguida dio dos vueltas por la arena deseo-
so de que se le presentasen campeones que pro-
basen la pujanza de su terrible'diestra.
: Suer Yaez de Parada>fu el primero que se
presento en el circo, y haciendo una lijera cor-
tesa al a reina
1
del torneo > se prepar al com-
bate. i- ' < '
Entonces se lleg los dos guerreros un rey
de armas,- parti el campo, les seal su puesto
cada uno, y se retir corriendo al suyo.
!
Al sonar los clarines que dieren la seal de la
pelea, enristraron
1
ambos adalides sus lanzones,
DE CALATf UVA. 17
picaron sus corceles y arrancaron encon-
trarse con la velocidad del rayo. Tal polvareda^
alzaron los trotones en su carrera, que nadie i ;
pudo distinguir el xito del encuentro; pero un .
momento despus que el polvo se hubo sosegado
vieron al de Pallares victorioso sobre su bruto
y su contrario en tierra arrojando borbotones
sangre por la boca.
Celebraron los espectadores el denuedo y bi-,
zarria de don Gonzalo; y orgulloso este de su.
triunfo volvi acupar su puesto espe-rando. i
que otro caballero le retara la batalla.
No pas mucho tiempo sin que el marqus
de Sarria se ianzra la palestra; pero tuvo. la
desgracia de saltar de la silla de un bote del
mantenedor.
Muchos paladines sufrieron la misma suerte,
de modo que no quedando ya ninguno que no
venciese el coude, iban declararle vencedor.
los jueces y darle doa Blanca una rosa de oro
de labor muy peregrina, que era el premio des-
tinado al jjue conseguiera tal ventura.
Pero de repente todos vuelven la cabeza hacia
2
"18 ' EL CABALLERO
la puerta del palenque, llamndoles en estremo
la atencin el bizarro ademan y caballeresca
traza de un desconocido paladn que entraba ert
aquel instante.
Era un caballero de Calatrava.
Venia sobre un alazn tan negro como el aza-
bache; sobre sus hombros ondulaba el manto de
!a orden de Calatrava: era su armadura verde,
verdes las largas plumas de su casco, y en su
triangular escudo, que embrazaba con gentil
talante, se Ieia en desmesuradas letras: lidiar
por la venganza.
As que el encubierto lidiador se present en
la liza, corri hacia l un rey de armas dicindo-
Ie con aquel tono solemne y ceremonial que
acostumbraban:
Incgnito caballero, antes que principiis
pelear en tan honroso sitio, es necesario que
usanza de tales fiestas os descubris.
Un voto que hice de no alzarme la celada
ni despojarme de la armadura hasta que no ven-
gase un crimen... me impide obedeceros; pero
vencido vencedor lo har despus de combatir,
DE CAL ATRAVA 19
contest con dbil voz el caballero de Calatrava.
En ese caso, replic el funcionario, nom-
brad uno de los seores que veis en aquella
galera que pueda responder de vuestra nobleza.
l caballero dirigi la vista al paraje que el
indicaron, y fijando su mirada en el de Andrade,
le hizo una sea para que se acercase.
Llegse Fernn Prez al desconocido, y di-
cindole ste algunas palabras al oido, empez
temblar aquel clavando en el guerero sus ojos
como aterrado de o que acababa de oir.
Hubo un momento de silencio durante el cual
es indecible la ansiedad que demostraban los es-
pectadores por saber quin era el estrao cam-
pen.
Por fin, como si despertase de un profundo
sueo, respondo de ese [guerrero dijo el de
Andrade al rey de armas, y se retir su puesto
silencioso y pensativo como el que al pasar por
un osario cree ver entre las sombras de la no-
che una plida fantasma que pasa junto l, y
despus duda si seria una quimrica ilusin.
Don Gonzalo palideci al mirar al caballero de
20, EL CABALLERO
Calatrava, como si tambin creyera de l lo que
el. populacho.
Todos deseaban conocer tan imponente persor.
nage; mas como tenia la celada baja no podan;
de suerte que semejante aparicin en la arena
fu el objeto de las hablillas de las viejas de la
comarca, que le crean el alma ne don Froyla, y
jas jvenes un hroe de las consejas que aque-
llas, les contaban.
Don Froyla de la Olga, seor de Castroverde,
amaneci diez y oche aos antes que se cele-
brase este torneo, segn cuantan las tradicio-
nes de aquel tiempo, degollado en el foso de su,
castillo; y como toda la familia de los Olga lie,-,
vaba armadura verde (1), y don Froyla fuera,
el ltimo de su noble estirpe, pues aunque ha-
ba dejado un nio se contaba muerto en las.
guerras de Castilla, por eso, las antiguas duelas,
crean que aquel caballero fuese el espectro del.
desventurado castellano, que se decia en el pas
vagaba por los salones de Castroverde clamando
la venganza.
(1) "Vase l a citada obra del R. Gndara.
DE CALLTRAVA 21
Hagmosle la cruz para que huya, deca una
supersticiosa vieja los que estaban su lado, se-
alndoles el recin venido caballero. Hagmos-
e la cruz y veris si desaparece como un rayo.
Galle la deslenguada bruja, respondi un
sencillo comarcano; sin duda cree que es algn
espritu maligno como ella. A vos s que os la
debamos de hacer para que nos dejaseis libres
de. . . voto brios que si segus charindo oo lle-
vo junto l para que las herraduras de su ca-
ballo os prensen esa lengua de urraca.
Sea el demonio no, nosotros nos place ver
un caballero tan apuesto y arrogante.
-S., s; fiaos de la buena traza de uno y ve-
ris lo que os sucede, volvi decir la raistia
duea recalcando sus palabras con cierto tonillo
lgubre y siniestro; vosotros siempre os figuris
que debajo de brillantes trajes se ocultan almas
puras y santas y os engais miserablemente.
(
Y
si no, acordaos del diablo que se le apareci
:
tai vecina, la del herrador, bajo la figura de un
"hermoso joven. . . y despus se fu trasformando
poco poco^en un asqueroso
1
vicho con cada col-
22 EL CABALLERO
millo como los del jabal que ayer cogi en el
bosque mi sobrino.
La vieja se posea tanto al decir esto, que los
jvenes que la oian empezaron mirar al miste-
rioso paladin con tanto temor como si bajo su
verdoso arns se ocultase el mismo Satans
otro ser diablico.
Empero mucho mas se confirmaron sus sos-
pechas, y mas creyeron que lo era, cuando vieron
que al lidiar con don Gonzalo, del primer en-
cuentro le hizo volar el escudo en mil pedazos,
quebrndole la lanza y arrojndolo en la arena
muy mal parado. En efecto, la pujanza del encu-
bierto campen era admirable; y la destreza con
que combata bien revelaba en l uno de los guer-
reros invencibles .de aquella poca... hombres
mas fuertes que sus arneses; verdaderos mulos
del Cid, que alentados por el amor de sus se-
oras peleaban por su Dios, por su rey y por su
patria.
Volvi tomar el conde de Pallares un escudo
y una lanza, y montado sobre su brioso bri-
dn, volvieron otra vez la batalla con mas sed
DE CALATRAVA. 23
de sangre, con mas empeo que la primera.
El choque que recibieron de esta fu muy fa-
tal para ambos combatientes, porque saltando de
las sillas al furor de sus certeras lanzas, rodaron
los pies de sus corceles que vindose sin due-
os y espantados del combate, huyeron del palen-
que haciendo muchas desgracias en el numeroso
porpulacho al saltar todo escape la barrera.
Al punto empez un desorden y una gritera
tal entre los circunstantes, que en vano podia
calmar la voz de los heraldos.
Unos se levantaban del suelo estropeados por
. los caballos, y otros se rean de los dengues y vi-
sages tan estravagantes y ridculos que aquellos
hacian al lamentarse de sus dolores.
Mas pronto se fu apaciguando poco poco la
algazara, poniendo todos su atencin en la. san-
grienta lucha que trababan pi firme y cuerpo
cuerpo los dos bravos infanzones.
Cada uno habia echado mano su espada con
indecible lijereza, y llenos de corage, y ansiosos
de morir de vencer, se descargaban tan furi-
bundos tajos, que las viejas comenzaron temblar
LE CABALLERO
'de miedo y barbullar una plegaria por las al-
mas de ambos paladines, porque veian la muerte
de los dos segura.
Los ojos de don Gonzalo centellaban como as-
cuas al travs de las barretas de la visera, y
!
al
dar un paso atrs para prepararse un quite,
uno de sus pies tropez con un fragmento de su
escudo y hubo de caer.
' Di os el demonio est de vuestra parte, gri-
t con rabia su contrario, mas ni eso bastar
para vencerme.
El caballero de Calatrava no contest nada.
Efectivamente que por su silencio y lo miste-
r i os o de su entrada pareca lo que le crean las
habladoras viejas, uno de esos espectros que no
' hablan pero accionan; uno de esos fantasmas
difuntos que divagan por los cementerios, segn
nos los describen las supersticiosas gentes.
Cada vez-se escuchaba mas redoblado el mar-
' tilleo de las espadas al dar en los escudos y en
las cimeras; cada vez crujian mas las grebas de
- las armaduras de los dos contrarios con las con-
1
'torsiones qu hacia para atacar y defender, -y
DE CALATRAVA. 25
cada vez creca ms y mas el ansia de los espec-
tadores, cuando un \ay\ muy triste que lanz el
'conde de Pallares, cayendo mortalmente herido,
puso fina tan encarnizada lucha.
Al ver esto las azoradas dueas, ya no duda-
rpn de que e! invencible paladn de la armadura
verde era don Froyla de la Olga, que hahia ve-
nido del otro mundo dar muerte de aquel modo
al conde mas cumplido y esforzado de Galicia.
Entonces empezaron gritar grandes voces
que se descubriera al vencedor, gritando tam-
bin los pecheros que les escuchaban.
El caballero de Calatrava no se hizo sordo
los clamores del furioso populacho; alz Ja vise-
ra de su casco y dijo con voz de trueno.
He jurado dar muerte al conde de Pallare
por asesino de mi padre, y he cumplido mi ju-
ramento.
Todos los circunstantes quedaron asombrados
de la varonil belleza del gallardo campen , ' y
* mucho mas al reconocer en l al hijo de don
Froyla, quien como ya llevamos dicho, cn-
"tban vctima de las moriscas cimitarras.
26 EL CABALLERO
Doa Blanca despidi un grito de espanto y de
sorpresa al conocerle; corri por todos sus miem-
bros un sudor helado, y se erizaron sus cabellos
como si la presencia de aquel apuesto paladn
despertase en su agitada mente recuerdos horro-
rosos de crmenes sangrientos. Proclamronle
al instante por vencedor del torneo al son de
trompetas, y la condesa de Pallares le ofreci la
rosa que con tanto valor haba conquistado.
Rodrigo?... dijo con ternura al caballero.
Y viendo que ste sin hacerla caso, sin decir-
la los ofrecimientos de costumbre se alejaba de
su lado.
Ni una palabra!... esclam siguindole con
los ojos, y una lgrima rod por sus mejillas....
una lgrima que todos creyeron era tributada
la desgraciada muerte de su esposo; empero si
comprendieran por qu fuera derramada... tal
vez se horrorizaran, tal vez maldijeran la her-
mosa doa Blanca de Pallares.
Don Rodrigo de la Olga se par un momento
ante las donosas damas como si quisiera ver cul
de todas las que habia era la mas linda, y diri-
DE CALATRAVA. 27
gindose en seguida doa Elvira, que triste y
desconsolada lloraba la infeliz suerte de su her-
mano, se prostern sus pies, y presentndola
con galantera la deslumbrante rosa:
Angelical seora, la dijo,dignaos aceptar
esta prenda concedida al caballero mas valiente
que aqu se ha presentado combatir, y que este
cede la mas bella de las mujeres que presen-
ciaron su honroso triunfo.
Las plidas mejillas de la hermosa doa Elvi-
ra se tieron de color de prpura; latala el co-
razn con fuerza al escuchar don Rodrigo, y
olvidndose en aquel punto que la hacia tal ofer-
ta el matador del conde, lom la rosa en sus ma-
nos, lanzando un suspiro tan melanclico, que
tambin los espectadores interpretaron de otro
modo muy distinto.
Entonces la condesa, que observaba con pesar
aquella escena, murmur una maldicin terrible
y. . . pocos momentos despus, cuando ya las
sombras de la noche se tendieron sobre la tier-
ra como un capuz sombro, la plaza qued de-
sierta enteramente.
EL CABALLERO
Las nias se retiraban sus casas llenas de
miedo y creyendo ver de cada rbol que encon-
traban un guerrero jigantesco que les esperaba
con la lanza en ristre: los mozos, roncos de gri-
bar , y las viejas mareadas, atnitas de lo que
'Vieran y jurando unas otras que en su vida ha-
stian asistido un torneo tan estrao y novelesco.
CAPTULO IL
El castellano de Vascuas. .
Maguer que viene la noche,
Que en guisa de peleador
Erguida ia m cabeza
Contemplo vuestro balcn,
Bendigo vuestras andanzas,
Para que vos logre Dios;
Y por veros dos vegadas
Hasta que el sol sale estoy.
Miro vos con tierno pecho.
Y mirisme con rigor.
(Rom. general.)
>Don Gonzalo no muri como se habia crehjk),
gracias un mdico bastante hbil pudo resta-
blecerse en poco tiempo de las heridas que reci-,
biera de su esforzado antagonista.
30 EL CABALLERO
Con su pronto restablecimiento volvi . reinar
la alegra y la tranquilidad dentro de los muros
del castillo.
Ya nadie se acordaba de las fiestas con triste-
za sino para celebrar sus proezas de los bravos
campeones que probaron en el torneo la pujanza
de sus brazos.
Haban trascurrido veinte das: la luna se ele-
vaba plida y majestuosa sobre los altos montes
que besa el lmpido Ferreira y que se levantaban
entre la densa lobreguez de la silenciosa noche
como jigantes colosales pendientes del firma-
mento, y en una primorosa habitacin de la
inespognable fortaleza de Pallares, yaca recos-
tada con abandono y languidez, en un magn-
fico sof forrado de terciopelo carmes, una mu-
jer hermosa y melanclica como la Magdalena
cuando oroba al pi de la sagrada cruz.
Muy tristes, por cierto, deban ser los pensa-
mietftos que ocupaban en aquel instante la ima-
ginacin de doa Elvira de Pallares, porque de
cuando en cuando algunas lgrimas se desliza-
ban de sus ojos, y al rielar en ellos los mori-
DE CALATEA VA. 31
bundos rayos de la graciosa lmpara de plata
que iluminaban el aposento; destellaban un ful-
gor tan fnebre y siniestro que cualquiera
observador hiciera estremecer involuntariamente.
Ya hacia largo tiempo que inmvil y apesa-
dumbrada se encontraba en aquella estancia,
cuando abrindose la puerta *de repente, se
present su vista un joven y bizarro caba-
llero.
Gurdeos el cielo, hermosa doa Elvira,
dijo el recien llegado fijando en ella una mirada
escrutadora y tierna, sentndose su lado.
Y vos, noble seor de Vascuas, os conce-
da luengos aos de ventura, contesto la vrjen
con su afabilidad habitual; con aquel acento dul-
ce y encantador que hacia latir los corazones de
amor y de entusiasmo; con aquel acento puro y
sentimental tan propio para arrullar las ilusiones
de los ngeles. . .
De ventura!., de ventural... repiti el guer-
rero con voz triste y sepulcral; ho!.. esos aos
de ventura que deseis al castellano de Vascuas,
nadie sino una mujer pudiera drselos.
32.
EL CABALLERO
Os entiendo, estis enamorado y cifris; tal
vez vuestra dicha en el amor de la beldad quien,,
amis.
Cierto, seora. Y si yo tuviese la dicha de
ser amado de esa dama que adoro con todo el
ardor de mi alma, nadie fuera mas feliz, nadie
mas dichoso.
Dudis entonces de su amor?
Nunca la dije una palabra, nunca me vi tan
solo con ella como al anochecer de un dia nebu-
loso y fri como hoy. Cansado de sufrir mas
en silencio la pasin abrasadora que sus hermo-
sos ojos despertaron en mi alma, me decid
declarrselo todo para que supiera que la amaba ,
como doncel am jams. La mujer que tanto ido-,
Iatro estaba sola cuando entr en su habitacin;.,
estaba tendida con voluptuosidad sobre un silln,
tan bella, tan encantadora como lo estabais al,
presentarme ante vos hace un momento. Sabis-
lo que hice as que me vi solo coa ella? me arro-
je sus pies impelido del indestructible amor
que me devoraba, como yo lo hago ahora los ,
vuestros, y la dije:
DE CALATI UVA. 33
Doa Elvira de Pallares, no se os debe ocultar
la frentica pasin que cual ardiente lava abrasa
mi pecho; vos sois la aioa caujer que am en m
vida, la nica que amar mientras aliente, y la
nica que puede concederme largos aos de ven-
tura con sus halagos celestiales.
Al or tan eslraa declaracin la hermana de
D- Gonzalo, una sonrisa de desprecio asom sus
carmneos, labios, una sonrisa que hizo palidecer
al enamorado caballero.
Levantaos, Rui Payoll esclam con temblo-
rosa voz.
Oh! de .aqu nomo levanto s no me decs
que estis pronta ser esposa mia.
Levantaos, volvi decir Doa Elvira; por-
que otro hombre antes que vos me hizo soltar el
juramento de adorarle hasta la muerte.
Olroll! otrol! grit el de Vascuas levantn-
dolo furioso como un tigre; y sus ojos centellaron
como ascuas, y sus manos puestas en la cruz de
su terrible espada pareca que pugnaban por des-
hacerla: tal era el coraje que tenia.
Decidme, seora; decidme pronto el nombre
de ese rival que en hora tan infortunada se pre-
sent ante vuestros ojos?
34
E l CABALLERO
^Oh! eso no esperis que yo os lo diga.
Off, 'Rui 'Pay, os 'hice esa confesin porque os
conozco bastante, porque s que sois un caballe
ro que respetareis est amor que profeso < otro,
y que 's amndome lio podis conseguir que os
ame, os contentareis con mi amistad.
^Yvos to creis asi?
<!\e engallar, Rui Pay?
Si os engais, ^es..? Oh! vos sin duda no
comprendis la desesperacin que abriga en su
pouh nhl'dspreiadd! vos cresteis'qteeon
esa sencillez con que me rebelasteis vuestro*
amores, 'eStinguiais en su jrmen ta rabia, losee
los que esperim&'to'al saber que amis Otro! y
pdr
(
CHso que fa errasteis.
^Sosegaos, Rui Payo: tened piedad de m s
me queris bdmo deciSi.ilDjad'ese tono de s
plioa, porqu nunca podr acallar los tofcinen
tosfle mi
r
alftia. Qh! -yo cifraba l odam
gloia en haceros tai esposa: yo que despre*
cintio %s l aurel es de ls'batllas no ambicio
naba mas que
1
vivir ^ePea de vos, la virgen
tfe 'mW ilusiones, l an'gel qeyo 'reia'descen
dido 'del clo"paa haber feliz ta vida que
me dio solo para padecer.... Ah queris que me
BEt CALATRAVA. 35
apiade de vos cuando me desechis por otro I-I tal
vez algn villano!!! No; .mil vidas que tuviera
empleara gustoso en haceros tan amarga la exis-
tencia como desde ahora lo ser para mi. Dona
Elvira, dentro de poco debe alzarse ante los dos
un altar una tumba; lo ois? la tumba de ese
rival!
Y seris tan inhumano!!...
Aun har mas. S vos no consents en ser
ma, hoy mismo indagar quin es el imbcil que
hizo nacer en vuestro pecho ese amor que yo
aborrezco; me batir con l, y si tengo la ventora
de vencerle, llevar su cadver esas montaas,
y desde cierta distancia me gozar en ver*como le
despedazan los feroces lobos que vagan por ellas
hambrientos de carne humana.
Oh! eso fuera muy cruel!!., fuera una ven-
ganza asaz, atroz ignominiosa! Pero vos flora-
reis lo que habis dicho, menos que de corto
tiempo esta parle los sentimientos que-abri-
guis en vuestro pecho sean os de una fiera se-
dienta de sangre y de esterminio. Clmaos, Rui
Payo; buscad otras mujeres y haced .per olvi-
darme.
Si eso pudiera hacer, eso hiciera.
36 EL CABALLERO
Es decir que persists en ser mi esposo?
Hasta la tumba.
Antes bajar yo ella que vos consigis tal.
Y yo no lardar en seguiros, murienJo con-
tento porque Dona Elvira da Pallares ya que no
fu mi esposa no lo fu de nadie.
Ah nunca moriris tan contento como de-
cs, porque si mi hermano esta de vuestra parte
y niega mi mano al guerrero que delirante amo,
un da amanecern orilla del Ferreyra dos c-
deres abrazados, el de un hombre y una mujer,
el de Doa Elvira de Pallares y el de D ..
Acabad, decid pronto ese nombre....
;
Ya le: tarda al guila lanzarse sobre la pa-
loma que acecha?
Si, ya le larda: ya quisiera lidiar-con ese ri-
val'qtffe odio sin conocer; ya quisiera apurar gola
gota toda su sangre,
1
y ya quisiera en fin, hacer
trizas con esta espada.su maldecido corazn....
Gallad, que me horroriza esa ansiedad car-
nvora que demostris. Puede ser que si os ua!i>-
seis ante l no fuerais dueo de desnudar ese
acero para herirle.....
Tan cobarde rae oreis l
Si, para l sois poco.
BE CAIATRAVA.
37
Deliris, sonora! Quien pudiera vencerme
cuando me disputaran vuestra hermosura' nadie,
seguramente nadie.
Mas tened presente lo que os voy decir.
Dentro de pocos dias vais ser mi esposa
entendis? vais ser esposa del castellano de
Vascuas, porque el conde me hizo dueo de vues-
tra mano desde que yo le entregu la de doa
Blanca. Sin embargo, el da de maana decidir
de vuestra suerte: si al lidiar con ese rival- abor-
recido le venzo, vos seris mia; si muero, enton-
ces D. Gonzalo har vuestra felicidad consintien-
do en que seis de ese hombre que prefers Rui
Payo. Ahora ya no me resta mas que deciros.
Doa Elvira quedad en paz.
Y dirijindose la puerta el castellano de Vas-
cuas para salir del aposento, le detuvo Doa El-
vira diciendo le: }'
Aguardad, Rui Payo. Yaque vos estis deci-
dido morir ser ai esposo, sabed que por si la
fatalidad horrenda que me persigue, llegis
vencer en el combate, un convento ser mi mo-
rada mientras viva; en un convento llorar la
muerte de vuestra vctima. " ' <i '
r
Ingrata!! cuando os amo como los aljeles
38 EL CABALLERO
a! Eterno, contest el de Vascuas con acento
compunjido, cuando por vos sacrificara vida, no-
bleza, poder.... todo lo que me rodea, todo' lo que
me fuera mas amable!I Bien, seora; vos nunca
seris-mia; pero tenied en cuenta de que tan luego
como lleguis espirar, ir vuestra sepultura,
me har dueo de Doa Elvira de Pallares muer-
ta, ya que no lo pude ser de viva; huir con
vuestro cuerpo un pas lejano hacindolo embal-
samar antes; y asi como el humilde anacoreta
adora la Vrjen en ana pequea efijie de made-
ra,, yo a adorar en el cadver de Doa Elvira
de Pallares.
Y al decir esto el castellano lanz una mirada
de dolor la insensible dama, saliendo de la c-
mara con las lgrimas en los ojos, con el corazn
lleno de un amor grande, volcnico inestio-
guible.
Luego que Doa Elvira qued sola empez
llorar amargamente, y el llanto que surcaba por
sus plidas mejillas volvi destellar el mismo
fulgor fnebre y siniestro... reflejo de un desgra-
ciado porvenir.
Un instante despus elrel de Id gtica forta-
leza d i o las ocho, y sus broncas canlpnadSS que
DR CALATRAVA. 39
esparramaba por el espacio el helado viento de
Otoo, despertaron doa Elvira del estupor en
que se hallaba sumerjida; envolvise en un ca-
puz tan negro como, Jos. pesares, que la agoviaban,
y sali de la habitacin deslizndose como una
sombra por las largas galeras del castillo.
C A PI TUL O H L
E l secreto.
Una nueva yo te traigo
Dolorosa y de pesar:
Que he hallado la infanta
Con Clares de Montalban,
Besndola y abrazndola
En vuestro huerto real .
(Claros de Montalban.)
Ya se parte el pagecico,
Ya se parte, ya se va.
(. general.)
El refulgento sol del siguiente dia apenas em
pezaba dorar con sus rayos de coral los pirami
dades montes que besa el difano Ferreira con
sus puras y cristalinas aguas; y ya la bella con
DE CAT.ATRAVA. 41
desa de Pallares se encontraba levantada en su
oratorio acompaada d su favorito paje.
Era Doa Blanca una de esas hermosuras que
primera vista hacen sentir lina emocin muy
dulce, pero que despus se miran con indiferencia;
Su rostro era sumamente blanco, sus ojos vivos
y sus cabellos eran tari rubios como los cordones
de oro quo formaban muy vistosos dibujos en el
lujoso traje de leociopelo negro que vesta. Doa
Blanca ya contaba unos treinta y cuatro aos: su
joven paje aun no rayaba en los diez y ocho; em-
pero ya era muy formal y de bastante cuerpo.
Eran sus facciones lnguidas y espresivas,
y la melena que caa sobre sus hombros en ondu-
lantes bucles, tambin tenia el mismo color que
la blonda cabellera de su seora.
Los dos estaban sentados en un mismo camap,
y cualquiera al verlos tan solos y mirndose
con tanto amor, hubiera dicho que eran dos
amantes.
Jimeno, dijo la esposa de D- Gonzalo ai ele-
gante pajesiMo, cogindole una mano que estre-
chaba entre !as suyas con ternnra; desde que es -
tamos en Pallares noto en t cierta tristeza que
me disgusta. En Vascuas eras mas jovial; ibas
4&. vvmmaumQi
Wliuamente caza;, corras en mi trotn toda
la vega sin cansarte, y trovabas cantigas alegres.
Re, que proviene esa mudanza ?"
^ Y Q S lo ignoris L .esverdad: nadie sabe lo
qu.padezco: s, es necesario que: os descubra mf
agrazn- como vos, me descubr el vuestro* cuando
q&aqfiieja alguna pena. Oh! para vos jams se-
qceto alguno abrigara mi pecho.
Sabis* per qu estoy priste? porque quisiera
ser un caballero poderoso como el marqus do
Sara, presentarme ealos torneos tan lucido co-^
mo l, y conquistar con una lanza el premio que
se da en ellos a! vencedor.
[Pobre paje!...
S, tenis razn, seora, en compadeceros
de Jimeno; porque Jimeno jamas padeci tanto
ni padecer mas en toda su vida. Pero no oreis
e?es, sqlp lo qm me martiriza, no; os (o dir!
os |o dir poique vos debis saberlo todo. Aqu
en Pallares vi una mujer que al verla lodo mi ser
se estremeci como si viera al Todopoderoso; su
hermosura celestial caus lal impresin en mi ,
que desde entonces esa mujer es mi nico pensan
mi eM.
Su nombre?...
45?
Perdonad; to puedo pronunciarla...!
Dime su nombre pronto, ya que me ofreciste'
no callarme nada.
Dona Elvira de Pallares.
-Infeliz 11!; trata de desterrar ese amor' de; ttfe
pecho, porque esiroposiblesea tuya esa mujer. Si^
Jimeno, okdala;
:
olvdala para siempre.
Mas imposible es lo que me mandis, se-
ora.
-*-fDesgraciado! qu ganars con amarlaj-que
ganars cuando dentro de poco ser la esposa de>
nii: hermano?
Los.
Insensato! qu ganars con amarla cuando,'
ella ni siquiera sabr tu amor nunca,, y si lo llega
saber responder con- sarcasmos tus splicas,,
con risas tu lloros?..
'Es Verdad q&eso,es muy cruc-vll peno sB
embargo, no puedo ni podr olvidarla.
~-Y bien...
Y bien, devorar mtamonen silencio has-
ta que ma-s no pueda, despus el Mio reci-*
bir mi cuerpo y entre, sus: ffiadas hallar la
muerte.
(Qu idea tan fatal..! Ah nunca me dars
44 EL CABALLERO
ese sentimiento, no; t irs olvidndola con el
tiempo.
No lo esperis.
Mira, Jiraeno; yo tambin am con el frene-
si qu t, y lupgo que estuve separada del obje-
to que adoraba, se fu amortiguando mi amor in-
sensiblemente: ohl voy descubrite un secreto
de mi vida que pesa sobre m como el torcedor
de un parricida.
Decidlo, porque todo lo que tiene relacin
con vos me interesa mucho; si, me parece que
vos tambin debisteis tener cuando erais de mi
edad algunos amores desgraciados, pues muchas
veces vuestras lgrimas cayendo sobre mi frente
me lo'dijeron... abrais la boca para contarme al-
guna historia horrible y despus callabais. .
S, am y fui muy intliz en mis amores.
Jrame guardar en tu corazn fielmente lo que te
diga.
Lo juro, ya sabis que mi vida os pertenece,
porque si D O fuera por vos mis padres no vivieran
felices, y yo no gozara la ventura que siento
cuando os contemplo...:
Bien, Jiraeno, bien. Escucha. Hace muchos
aos que el seor de Castro-verde tenia un hijo
DE CALATRAVA. 43
jvfln y hermoso como t, cuyo nico afn y ni-
ca gloria era siempre estar mi lado...
Os amaba?..
Con delirio; nos ambamos desde nios cie-
gamente; mi amante tendra lu misma edad y tus
mismos ademanes...
Proseguid.
Una maana entr en mi cmara ms triste
que de costumbre dicindome que el foso de su
castillo encontrara el cadver de su padre lleno
de pualadas, que saba quin le asesinara y que
habia jurado vengarle perecer en la demanda.
Y apenas tal me dijo se arrodill mis pies, me
suplic que no le olvidase nunca, y se,alej de
<mi lloroso sin que jams volviese verle.
Haca ya ms de quince aos que partiera,
quince ao* de angustia y de padecimientos,
cuando mi hermano trajo nuestro castillo de
Vascuas al conde de Pallares que acababa de
venir de las guerras de Castilla.
El conde se enamor de m y pidi mi
-mano. Rui Payo se la concedi con tal de que,
trascurrido que fuese un mes despus de su boda,
la hermana de D. Gonzalo seria esposa suya. El
conde me declar su amor y le dije que era en
46 'Bt, CABALLERO
-vano trtase de enlazarse conmigo, porque nun-
ca seria de otro que de D. Rodrigo de la Olga.
Apenas sali este nombne de mis labios i des-
dichada! me dijo, si esperas por D. Rodrigo de
a Olga bajars l sepulcro sin verle, porque los
caballeros de Galicia que en los campos de N-
jera han muerto, no volvern jams ella.
Al saber tal nueva qued como loca del senti-
miento que sper'imenl; por fiu instancia de
mi hermano consent en casarme con D. Gonza-
lo, porque solo as l llegara ser esposle i D o~
a Elvira, i Ah maldicin sobre el infame conde
que con una mentira tan atroz me precipit en
un abismo de donde para salir necesito derrapar
sangre. S,'Rodrigo vive, l fu el que venci *en
l torneo, y el que creyndome culpable ni s i -
quiera me salud al mirarme.
El caballero que ha vencido en el torneo
dedisque es l amante que llorabais L. . . .
;
0t
puos oid una nueva ms fatal aun que todo lo
que me habis contado.
;
Es guerrero desde el dia
de el torneo todas las noches habla con Doa El>-
vira junto al rio que besa los muros del castilio'.
iQu dices, JimenoHI
Lo que vi, seora!
DE CWBA'TKAfA.
Y le ama ella?
Ms que nadie.
Cmo lo sabes?
Cmo lo s?.... os olvidis que amoDofia
Elvira! iMirad, lodas las noches acostumbraba yo
ir al pi de las ventanas de su cmara can-
tarle las trovas que compona.
Hace pocos dias, as que acab de cantar
Una muy triste que compuse, s e lleg un -armado
caballero donde estaba, y cogindome de un
brazo con tal fuerza que casi rae lo estrujaba
entre la manopla: quien sois? me dijo co&Tabi o-
so acento.
El paje de la Goadesa de- Pallares, B 'le
contest sorprendido de sa repentina apariion en
aquel sitio.
<<A quin cantis? volvi decirme cOn
imperiosa voz.
Yo no le contest nada y entonces arrancn-
dome el l ad de las manos lo estrell contra los
muros del castillo, amenazndome matartB si
otra vez me oia all trovar.
Y qu has hecho tu despus?
Hice que me marchaba y me escond detrs
del tronco de un corpulento roble. El caballero
48 EL CABALLERO
march hacia el rio y yo le segu con nimo de
conocerle.
Pocos momentos despus una mujer se desliz
como una fada ante mis ojos llegndose al doncel
que la estrech en sus brazas con amoroso fre-
nes.
Empezaron platicar sin saber que yo les es-
cuchaba tan cerca: la pltica era de amores, y
por ella conoc que el impetuoso caballero era
D Rodrigo de la Olga....
l 11 l 11!
S, Seora, y la dama Elvira de Pallares.
Amarse ya en tan pocos diasl oh! se me
hace increble. Malditos amantes, yo os dar tan-
tas huras de dolor como disfrutis de ventura.
Jimeno, ahora mismo sal para Castro-verde, b u 3 r
ca D. Rodrigo y. dile que tu seora le espera
de aqu tres dias en su castillo de Vascuas dunde
desea hablarle. Vas?
-rAl momento.
-r-V, Jinieao, v; que juro vuelva amarme
cuando le diga una sola palabra.
Subre todo guarda, el mayor secreto de
cuanto oiste^, acurdate que. soy la cspusa de don
Gonzalo....
EL CABALLERO 49
No tomis, seora, dijo el pagecillo besando
con trasporte la blanca mano que le tenda la
Condesa.
Y despidindose prontamente de ella, sali de
aquella estancia ansioso de cumplir su cometido.
4
CAPITULO IV.
El encuent ro.
La bella mal hermanada,
De las lindas que yo vi
Vote triste, enojada,
la verdad dla tu a m.
Ellos en aquesto estando
El hermano lleg all...
Que facis^ mala traidora?
Hoy hahedes de morir,
(Rom. general.)
La luna desde el'negro firmamento plateaba
con sus argentados rayos los torreones de Palla-
res ; el follaje de los rboles que le cercaban on-
dulaba muellemente impulsos de la fresca bri-
sa y el murmullo placentero del undoso rio que
lamia sus soberbios muros, arrullaba la deliciosa
pltica de dos personas que sentadas sobre la
DR CALTRAVA. Si
fresca alfombra ilei inmenso prado, su orilla
se encontraban. La una era un guerrero joven de
atltica estatura, de armas verdes y de airosos
ademanes, y la otra una belleza rafalica, de es-
belto talle, cuyo rostro hermoso hacia asemejar
una de esas creaciones Tautsticas que ideamos y
que por su hermosura incomparable las llama-
mos-angeles.
Jams' los ntidos destellos de la reina de la
noche alumbraran una veldadtan linda como h
que en las margenes del Ferreira requera-de
amores el de la Olga, y jams cuadro de tanta
animacin y gracia pudiera dibujar Ticiano que
el que formaban los dos amantes . tal hora y en
tal sitio.
. Rodrigo mi, decia la amorosa Doa Elvira
de Pallares al elegante paladn que la estrechaba
entr sus brazos radiante de entusiasmo y de
trfaura; qu felices fueran ios diasque nos restan
en la tierra si se estinguieseh ,con nuestro enlace
las desavenencias que hay entre las familias de
Pallares^ y
:
de
1
la 01 ga. \ ().h! t debas ir junto &
mi hermano, y si fuera preciso.... TM ;
Qu vas preponerme? interrumpi irritado
el caballero: vive Dios qu antes que tuviera
EL CABALLEHO
que humillarme l, consentira mejor ver arra
sar el solar de mis mayores y perecer entre sus
escombros.
Entonces, repuso ta hechicera dama con
melancola, siempre viviris odindoos y nunca
Doa Elvira de Pallares podr ser esposa de don
Rodrigo de la Olga,
Dios protejer nuestros amores ; Raastros
amores puros como los divinos seres que rodean
su brillante trono.
Ilusiott I
Hermosa El vira
r
no desconfiis as de l, por
que est dulce simpata que nos une en tan poco
tiempo, esta pasin frentica que sentimos,; es
obra suya, y el Ser Supremo querr concluir su
bra
1
' Oh l aunque no fuera mas que pF ios
trabajos, por las heridas qu recib por l, debi
hacerlo. S, Dios lo har... Dios en este instante
se