Bodoc, L. Los Deberes de La Literatura
Bodoc, L. Los Deberes de La Literatura
Bodoc, L. Los Deberes de La Literatura
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Exposicin
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de Liliana Bodoc en el II Congreso Internacional Extraordinario de
Filosofa: EL PROYECTO HUMANO Y SU FUTURO. ALTERNATIVAS.
Mesa redonda: Pensar el futuro desde el arte
Coordinadora: Dra. Estela Saint Andr
Lugar: Facultad de Filosofa Humanidades y Artes. Universidad Nacional de
San Juan
Fecha: 11 de julio de 2007
Los deberes de la literatura
Los hombres tenemos deberes. Entonces, la literatura tambin los tiene. Adhiero a
la literatura que cumple con su parte, y que no le quita el cuerpo a sus obligaciones,
adhiero a la literatura que se rehsa a ser subsidiaria de los lenguajes alienantes,
de las construcciones deterioradas y opiantes que el mercado imperial proporciona
e impone.
Habr, sin duda, mucho que decir acerca de cules son los deberes de la
literatura. Y en todo caso, esto no pretende ser ms que una mencin de aquello
que en mi trabajo procuro sostener.
Creo que uno de los deberes de la literatura tiene que ver con su materia
prima: el lenguaje. As como la msica problematiza los sonidos, y las artes
plsticas problematizan las formas y los colores, as la literatura debe problematizar
el lenguaje. Guernica es una problematizacin de las formas y de la perspectiva, los
sonetos de Quevedo son una problematizacin del lenguaje.
En la lectura de textos literarios, debemos encontrarnos con el lenguaje
sacralizado, sacralizado en su funcin primigenia: la de des-cubrir la realidad.
Aquello que no est nombrado permanece fuera de la esfera de nuestro
entendimiento. Es obligacin de la literatura nombrar, iluminar las zonas confusas y
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En: Sagrillo, Susana. Tesis de Maestra: La otra voz. Estrategias de recuperacin de la
dignidad hispanoamericana.
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Texto manuscrito, entregado por L. Bodoc, para ser presentado en esta Tesis.
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veladas de la realidad. O si ustedes quieren, de las realidades. Cuando algo tiene
nombre se puede entender, conocer, y transformar.
Luego, la literatura tiene la obligacin de actuar sobre nosotros tal como actan
los monstruos.
La literatura debe ser monstruosa. Y voy a intentar explicarme...
Los monstruos son criaturas heterogneas. Ni biolgicamente, ni culturalmente
puros. Son productos mestizos que interpelan al antropomorfismo, suvbierten el
orden biolgico y tensan el orden cultural.
Pensemos en monstruos paradigmticos: Frankestein, el jinete sin cabeza,
Gregorio Samsa, el Hombre Lobo, la Esfinge, etc, criaturas de corporeidad
promiscua: mimticas y reacias a las clasificaciones genricas.
Criaturas ingobernables, casi improbables.
Un monstruo no es resultado de una decisin personal sino el emergente de un
proceso de catstrofe. Un monstruo no es una creacin caprichosa; es resultado del
tiempo y del miedo. En el monstruo, la sociedad visualiza al otro, ese otro que la
discute y la pone en riesgo. El otro que puede llamarse dragn o travestido,
vampiro o leproso, cclopes o guerrilleros.
El monstruo del pantano... Cuando el pantano no es otra cosa nuestro
paradigma cultural.
Creo que la literatura, como el monstruo del pantano, debe proyectar sobre
nuestras seguridades sociales y culturales una sombra inconcebible que las ponga
en duda.
Imagino a la literatura, en relacin a nuestra sociedad, igual que Alicia en la
casa del conejo despus de beber de la botellita mgica, demasiado tamao para
tan poco espacio, sacando una pierna por la chimenea, un brazo por la ventana,
crujiendo el cuello contra el techo y diciendo igual que ella: Era ms agradable
estar en casa.
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La literatura debe ocupar el mismo lugar que, en el imaginario, ocupan los
monstruos. El lugar de la bisagra. La literatura igual que estas incomprendidas
criaturas debe situarse en una zona de tensin entre la tradicin y el cambio, entre
lo que resiste y lo que irrumpe. Los monstruos y la literatura trasponen el lmite de
lo permitido. Por eso van a cargar para siempre con la soledad y con el margen. Sin
embargo, tras sus pasos, la sociedad avanza sobre la zona prohibida.
En los monstruos empezamos de nuevo. En el monstruo catico, el orden se
renueva y se redime. En el monstruo inefable, la palabra se prea de misterio.
El monstruo sintetiza y analiza nuestra gran pesadumbre: el devenir. Quiebra,
repone, asfixia, insufla. El monstruo es una presa tironeada por el pasado y por el
futuro. Y sin embargo, cuando asoma su sombra en los bordes del lago, cuando
aletea en luna llena o mastica la carne que nos compete todo se hace presente,
puro presente para nosotros.
Entiendo que, en estos tiempos y lugares, el primer deber de la literatura, yo
dira el deber rector es suvbertir nuestra comodidad, ulular sobre nuestras
pequeas certezas, esas que nos hacen pensar ingenuamente, que tenemos
mucho para perder.
Adems est la soledad...
La literatura tiene como deber atentar contra la soledad del hombre. Pero no
contra cualquier modo de la soledad. Contra la nica soledad que no tiene remedio,
y que nos pone de rodillas: el individualismo.
La vida de un individuo por celebrada, exitosa, y plena que sea o que parezca,
jams alcanza. El individualismo es fuente de enormes desdichas y prdidas para
cada uno, y para la especie. Aquellos que se instalan en su historia personal y
desde all pretenden combatir a la muerte (porque siempre se trata de eso), no
tienen chance. Y no se trata de cunto hayan logrado, porque nada es bastante.
Cuando hay un libro editado, vamos por dos. Cuando logramos media vidriera,
queremos vidriera entera, Cuando ganamos cinco premios, necesitamos el sexto. Y
cuando todo parece estar completo, empezamos a pelear por las enciclopedias de
la posteridad.
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Y es tn fcil, en cambio, cuando uno se contina en los otros, cuando uno es
parte. La nica eternidadposible es seguir en el hijo, en el hermano, en el alumno,
en el amado...
La literatura debe empearse en esta tarea. Desde la teora, desde la prctica,
desde la forma y desde el contenido, la literatura debe recordarnos nuestra
condicin colectiva. Porque en eso nos fortalecemos y no hacemos capaces de
todo.
En mi opinin, en tanto habitemos en un mundo donde conviven
descaradamente la opulencia inimaginable y la indigencia inimaginable, la literatura
tiene la obligacin de ser revolucionaria.
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