El Presidente Lincoln - Emil Ludwig PDF
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El Presidente Lincoln
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Presentacin
Esta biografa muestra los ms variados aspectos sobre la existencia de Abraham
Lincoln. La intensidad de la vida del presidente, as como los accidentes polticos y
sociales
la
tragicomedia
que
rode
su
vida
sentimental,
son
descritos
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Allan Pinkerton del Servicio Secreto, Presidente Lincoln, y el Mayor General John
McClernand, 1862
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Captulo 1
EL JORNALERO
El huracn invernal sacude violentamente la cabaa. Al igual que barre la planicie
haciendo gemir los corpulentos rboles todava respetados por la mano del hombre y
despreciando las mseras chozas de madera, as parece que ha de hacer temblar
medrosamente a quienes buscaron en su interior refugio y techo protector contra los
elementos. Pero los moradores de la cabaa estn acostumbrados a los aullidos del
viento, y apenas si los oyen ya. Lo mismo los grandes que los chicos, todos
duermen, rendidos por el trabajo del da.
Slo el ms pequeo, un rapaz de cuatro aos, acaba de despertarse, a causa de
una piedra que el vendaval ha arrancado de la chimenea, lanzndola contra la
pared. Precisamente, la piedra ha ido a parar junto al jergn de hojas en que
duerme con su hermana. El nio ocupa el lado de fuera, pues Sara siente mucho fro
cuando el viento penetra por entre las junturas de los troncos y, si bien le lleva
algunos aos, es de constitucin ms delicada, en tanto que el muchacho es robusto
y de osamenta slida. Si al menos Sara no tirase siempre hacia su lado de la piel del
zorro cazado ltimamente por el padre, todava podra el chico abrigarse un poco;
pero es el caso que, dormida y todo, la tiene tan enrgicamente agarrada, que, por
ms que hace, no logra arrebatrsela. Bien apretados el uno contra el otro para
mejor defenderse del fro, el nio ve junto a su cabeza una manecita, una oreja y un
mechn de los revueltos cabellos de la hermana, y de cuando en cuando siente
rebullir, all en lo hondo, los deditos de sus pies. Menos mal que las brasas de la
chimenea iluminan la cabaa con un ligero resplandor; as, siquiera, podr
entretenerse mirando en torno.
Algo reluce a travs de la atmsfera enrarecida de la cabaa, muy cerca, y tan
dorado y brillante como, segn la madre, son todas las cosas en el cielo. Es el gran
cubo de cinc que todos los das, al anochecer, llena la madre en el arroyo. A1 lado
opuesto, otro objeto resplandece, colgado de la pared. Es el hacha del padre, que
los nios no deben tocar, pues tal es su filo, que en un santiamn se pierde un dedo.
Debajo del hacha duerme e1 padre, junto a la madre. Tambin hoy ronca bastante
fuerte.
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Vagos, como en un ensueo, los pensamientos del nio van hacia la madre dormida,
y una especie de leve tristeza se apodera de l al recordar que, cuando era ms
chico, dorma junto a ella, en su misma cama. La sensacin del calor materno vuelve
a su mente, en la primera fila de sus recuerdos: aquel tiempo era mejor que el
actual; entonces tena algo que ya no tiene. Pensando en esto, an siente ms fro;
pero se guarda mucho de llamar, prohibido como est por el padre. Pero todo tiene
arreglo en este mundo, con tal de saberse ayudar a s propio. Estirando los bracitos,
trata de alcanzar la falda de la madre, con la que sta los cubriera al acostarlos,
cada ahora al otro lado de Sara. Desgraciadamente, todos los esfuerzos son
intiles; no llega hasta tan lejos, y un aire cortante penetra precisamente por aquel
sitio. De pronto, al resplandor de las brasas, descubre encima de l un trapo
pendiente de un clavo. Incorporndose con cuidado, hasta ponerse de puntillas,
consigue llegar justo hasta su borde. Inmediatamente, con mucha destreza, lo aplica
entre las junturas de los troncos, y al fin desaparece aquella condenada corriente!
Para colmo de bienes, logra conquistar a Sara un pedazo de piel. Poco a poco, va
entrando de nuevo en calor. De repente, se queda otra vez dormido.
Cuando vuelve a despertar, ya arde el fuego esplndidamente, ahuyentando la luz
griscea que asoma por entre las junturas de los troncos. Sara duerme todava, pero
la madre se halla en pie al lado del fuego, aadiendo un poco de agua caliente a la
leche, pues, desgraciadamente, una de las tres vacas ha muerto hace poco, cosa
que no ignora el chico que observa y escucha con atencin cuanto se dice y hace a
su alrededor. Seguramente, el padre se encuentra ahora en la cuadra; pero cuando
se lo pregunta a la madre, no obtiene respuesta; tan ocupada se halla.
Como jugando, sin prisas, se enfunda en su pantaloncito de cuero y se pone la
chaqueta y las botas, todo de cuero, sin curtir, que el padre ha cortado de una piel
de bfalo y la madre cosido -lo mismo que el resto de la indumentaria familiar, por
otra parte. Enseguida, se bebe un tazn de leche humeante, que acaba de hacerle
entrar en calor. Ah, si pudiese jugar con el bote de hojalata que est en el suelo!
Pero la hojalata no se debe tocar; con ella puede hacer el padre una criba, o bien un
rallador, o cualquier otro utensilio por el estilo. Slo se puede jugar con la madera,
tiene dicho su madre; pues para eso hay toda la que quiera, lo mismo para construir
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que para quemar, sobre una extensin de ms de mil millas, hasta donde la tierra
termina.
"Cundo vendr el domingo?", pregunta el nio, acercndose al fuego. Y la madre
sonre, adivinando que piensa en el pan blanco que amasa siempre el sbado.
Luego, tomando la ltima hogaza del estante alto, adonde no pueden llegar los
nios, con un gran cuchillo corta de ella una buena rebanada. Y como le ve ahora,
con su taza de estao en la mano, acurrucarse a su lado y mojar golosamente el pan
en la leche, sin poderse contener se inclina hacia su hijo y le besa. l se est quieto,
mientras tanto, con el tazn de leche en una mano y el pedazo de pan en la otra,
esperando a que le suelten para seguir engullendo. Luego, la mira de soslayo y
piensa para sus adentros por qu tendr su madre la mirada tan triste; pero,
temiendo disgustarla, no se atreve a hacer la pregunta.
Ya est la madre en pie al lado de la mesa, un tronco de rbol gigantesco, apenas
desbastado por la parte inferior. Por encima es bastante liso; pero hay que tener
cuidado, pues de lo contrario es fcil clavarse una astilla en los dedos y, entonces,
sale la sangre y el padre regaa.
Entre tanto, ha acabado de vestirse la hermana, y salen los dos al cobertizo en
busca de lea. Ya han aprendido a distinguir la verde de la seca, y la dura de la
blanda; tambin saben quebrar como es debido las ramas secas, y unos cuantos
viajes les bastan para reunir un buen montn. La madre, entonces, coloca la olla
grande sobre las trbedes de cuatro patas y empieza a preparar la comida. Los
chicos corren de un lado a otro y traen del jardincillo que hay delante de la casa
algunas hierbas de invierno; la sal escasea, y el rancho sin ningn condimento no
gusta a nadie, ni siquiera aqu, en el bravo Oeste. Pues estamos en el centro de
Kentucky, y en una poca en que la mitad del Nuevo Mundo era tan agreste como
dos mil aos antes el Viejo, cuando el colono tena que abrirse paso con el hacha a
travs de aquellos bosques, talando y desbrozando durante meses antes de poder
plantar sus maizales, mientras su fusil era el encargado de alimentarle. Por otra
parte, sta es la regin ms pelada, punto menos que un desierto, y la fuente que
brota en la proximidad de las cabaas no tarda en desaparecer de pronto entre los
peascos.
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He aqu ya de vuelta el cazador! A eso del medioda se oyen los ladridos del perro,
que sirven de heraldo. Empinndose, los chicos logran alcanzar la tira de cuero que
cierra la puerta, y sta se abre en el preciso momento de llegar el padre, que trae al
hombro la escopeta y una liebre bien gorda. Es alto, ms bien grueso, moreno y
barbudo, y cuanto lleva puesto encima, pieles y cueros, procede de la caza. Le gusta
ms cazar que trabajar con el cepillo de carpintero, que es su verdadero oficio, y
prefiere vagar por los campos en acecho de la presa que hacer sillas y puertas para
los vecinos del contorno. Al sentarse ahora al lado de la lumbre, mientras la madre
le sirve en el tosco plato de arcilla, el nio lo compara en su interior y, sin saber a
punto fijo por qu, le parece que la madre, tan grave y silenciosa, debe de sufrir
ms que el padre, de carcter voluble y locuaz.
Apenas ha cumplido el rapaz los cinco aos cuando el inquieto espritu del padre
traslada la familia al Noroeste. La tierra es all frtil y generosa. La nueva cabaa se
levanta a la orilla de un rpido riachuelo. La vida es sumamente placentera, sobre
todo en verano. Las noches son tibias y rara vez se padece hambre, ya que el
bosque ofrece caza abundante. No lejos de la rstica cabaa pasa una carretera, en
la que pueden verse muchas cosas, pues sirviendo de unin a dos ciudades, su
trfico es intenso. Ya un poco ms crecido, entrase el nio de que las ciudades se
llaman Louisville y Nashville. Por el camino pasan carros cargados con muebles y
enseres domsticos y ocupados por familias enteras, siempre en direccin al
Poniente. Algunas gentes pasan a caballo, llevando un saco de maz que vendern
en la ciudad; otros llevan cajones llenos de cosas misteriosas; y tambin pasan
soldados, de los que el padre dice que vuelven de la guerra. Y una vez lleg por la
carretera y se detuvo en la cabaa un hombre, vestido con un traje muy bonito,
todo de lana, segn dijo la madre, y se detuvo hablando con el padre de lo fecundo
que era el suelo del Far West y de lo barato que era all el terreno.
Los nios no pueden jugar en la carretera tanto como desearan. Constantemente
los llama su madre, pues tienen que limpiar el jardn de cizaa, buscar frutos
silvestres y recoger hongos, que la madre seca en casa y guarda para el invierno.
Cuando el nio tiene seis o siete aos, su padre lo lleva consigo al campo, no en son
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de juego, sino como ayuda en la faena. Arriba y abajo, arriba y abajo! Es un trabajo
muy cansado, pero no hay ms remedio que aprender a hacerlo bien. Entre tanto,
Sara ayuda a la madre en casa a ordear las vacas, y pasa las veladas hilando. Pero
los domingos se sientan delante de la cabaa y la madre canta con voz afinada y
dulce antiguas canciones. A veces narra historias de la Biblia, pues tiene la
admirable memoria de los analfabetos. Y ya toda su vida quedarn estos versos
unidos para el nio a la voz que se los cantara primero. El padre, sentado a un lado,
fuma y escucha. Comparndolos, el nio no puede menos de sentirse ms atrado
por la madre: es ms fina y ms joven, y aunque de corpulencia pareja a la del
marido, impone menos a los nios. El pequeuelo la examina en secreto con sus
ojos vivos, escrutadores. Observa la piel morena, amarillenta; lo pronunciado de sus
facciones, frente, mentn y pmulos muy salientes; y la mirada de sus ojos grises,
de una tristeza tan extraa, le hiere bruscamente el corazn, hacindole comprender
por qu prefiere cantar canciones cortas, de montono ritmo.
Pero un domingo, al salir todos para visitara unos amigos del pueblo, se sorprende
de verla ms alegre que los dems. Baila ms que todos y no se fatiga nunca. Esto
le choca al nio y, por vez primera, comprende las alternativas de la tristeza y la
alegra... Entonces se despiertan en l vagos sentimientos y adivina que en la
aparente tranquilidad de la madre debe de esconderse algo que lo asusta.
A veces la madre le permite acompaarla a visitar a otros colonos, en cuyas casas
permanece largos ratos sentada, cosiendo. Estas gentes poseen una casa grande,
cuya cocina, situada en el piso bajo, es ms espaciosa que la de su propia casa;
arriba tienen dos habitaciones amuebladas con verdaderas camas, hechas por su
padre. Por qu trabajan pap y mam para los dems? Porque la carpintera y los
trabajos de aguja les producen dinero, que les permitir comprar un caballo nuevo.
Por qu tienen los otros ms dinero? Porque son ricos. Por qu son ricos? Esta
ltima pregunta queda sin respuesta.
Con extraeza cada vez mayor, contempla el nio a los vecinos. El to y la ta
tambin han venido a vivir aqu. La ta Sparrow parece ser su predilecta; es una
mujer vivaracha, gil, lista, de carcter firme, encanecida ya, pero con mejor salud
que su madre. Sabe contar a los nios muchas cosas, pues en su juventud recorri
mucho mundo; reltales tambin algunos episodios de la gran guerra en que los
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americanos derrotaron a los ingleses. Sabe leer en la Biblia y hasta escribir con
facilidad en un pliego de papel, como si jams hubiese trabajado en campos y
huertas.
Alguna vez los nios preguntan a sus padres qu hacan en su juventud. La madre
dice que muy lejos de all est Pensilvania, donde viva su abuelo, un cuquero,
hombre piadoso y bueno; pero cuando el pequeo pregunta acerca de su madre y
de dnde ha venido la ta, slo obtiene de ella evasivas.
El padre, en cambio, es ms comunicativo, tan amigo de contar a los nios las cosas
de su juventud, como de montar a caballo. Hoy les habla de los indios. Segn l, de
la hermosa Virginia vinieron los indios a esta pobre tierra de Kentucky; pero, en
realidad, procedan del Norte, como la madre, y no tenan nada que ver con el Sur.
En aquellos tiempos, los indios emprendan el sendero de la guerra contra los
blancos. E1 padre, que era entonces un pequeuelo no mayor que el hijo que le
escucha con los ojos muy abiertos y los labios apretados, se hallaba un da con su
padre y hermanos en el bosque prximo a la choza cuando, de repente, son un
tiro. El padre cay a tierra, los hermanos corrieron hacia la choza en busca de
auxilio, y el pequeo qued solo; el padre permaneca inmvil. Saliendo de su
escondite de rboles, los pieles rojas se precipitaron entonces sobre el nio, que
grita y se resiste, hasta que vuelve el hermano y mata con su rifle a uno de los
bravos. Las balas comienzan a llover sobre el lugar, y el nio corre a ocultarse en la
choza. El rapazuelo escucha asombrado el relato de su padre. Si el abuelo, que se
llamaba Abraham, como l, fue muerto por los indios, lo mismo puede sucederle
cualquier da al padre. Pero ste se re, diciendo que los de ahora son ya otros
tiempos.
Qu bien sabe narrar el padre una historia!, piensan los nios. Pero no sabe leer, y
se re de la madre cuando sta dice que aprender a leer es una buena cosa. Si el
padre sabe hacer armarios y ventanas, cazar, sembrar y cortar lea, qu falta
puede hacerle la ilustracin? Si l pudiese leer! Si pudiese escribir como la ta!
Ahora le permiten ir algunas semanas a la escuela, pero sta dista cuatro millas, y
cuando llueve, las botas de piel de liebre no protegen sus pies de la humedad ms
que si los llevase desnudos. La escuela es una cabaa de madera apenas ms
grande que la casa, pero aqu hay dos ventanas de papel esmerilado; tambin la
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ensendoles los
signos,
hacindoles
deletrear
uno
detrs
de
otro,
lentamente, silabeando y repitiendo continuamente en voz alta. Esto es, pues, leer?
Pero an falta mucho para poder leer una historia y escribir como la ta; tal vez ni
siquiera les ensearn a hacerlo.
En cambio, otras cosas nuevas hay este ao. Al padre le han hecho inspector de
carreteras y, cuando el chico le acompaa, escucha a las gentes de la pequea
ciudad, y oye hablar de Indiana, pas maravillosamente frtil, adonde se dirigan los
jinetes y carros que llevaban direccin poniente, y del gran ro Ohio, que corre entre
los dos Estados. Tambin tiene ahora el padre una funcin de vigilancia, casi
policaca, y como todo esto le gusta ms que trabajar de carpintero en casa, recorre
el pas en todas direcciones, siendo bien recibido en todas partes, pues la gente
aprecia su arte de narrador. Y el rapaz lo escucha atentamente, anotando las
pequeas variantes que, de un da a otro, introduce su padre en el relato de una
misma historia. Cuando el padre tropieza con un negro, le detiene, exigindole
exhibir cierto papel que le permite andar por all y llevar al hombro lo que lleva.
"Por qu?", pregunta el nio. "No puedes entenderlo todava."
Pero un da, en Hodgenville, tiene su padre que encargarse de unos presos. Qu
son presos? Hombres malos, que es preciso encadenar. Y contempla con horror el
nio las caras encolerizadas de los hombres malos, y sus ojos fijos en el padre, que
abre con una llave grande y oxidada la puerta de una choza oscura, en la cual los
hace entrar; despus cierra la puerta de nuevo y los hombres quedan solos. Pero la
compasin del chico acompaa a los hombres encadenados. As, pues, hay
hombres que ponen a otros hombres cadenas en los pies? Esto es an ms odioso
que los ricos, para los cuales el padre tiene que hacer sillas y la madre coser
camisas si es que quieren comprar pan y t.
Cuntas cosas ms hay que observar y pensar este verano! El padre corta los
rboles ms altos. El hacha, que frecuentemente afila y engrasa y que casi siempre
lleva colgada del pantaln, corta ahora de raz los viejos gigantes del bosque. Para
qu? Acaso no tenemos casa ya? Servirn para hacer una balsa. Qu es una
balsa? Una cosa como un buque, en la que se puede viajar por el ro hasta el mar.
Dnde est el mar? Al Sur. Ahora ya puede el nio sostener las cuerdas y ayudar
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un poco a empujar, pues el padre ata los troncos entre s y empuja el artefacto de la
orilla al riachuelo, que, segn dicen, desemboca, ms al Oeste, en el gran Ohio.
Finalmente el padre hace rodar diez grandes barriles sobre la balsa y el nio oye
decir que el padre los ha comprado y que estn llenos de whisky. Durante estos
das, la madre suspira de continuo y, por fin, los nios se enteran del porqu. El
padre ha vendido la choza y toda la tierra de la granja. Quiere emigrar a Indiana,
donde, segn cuentan, todo es ms rico y frtil; trabajar poco y cosechar mucho es
lo que l quisiera. Diez barriles de whisky y veinte dlares le dieron por la venta.
Quin sabe lo que les espera all en el Occidente!
Todo est ya listo. De pie en la orilla, despdense la esposa y los hijos, y l,
ayudndose con su remo nuevo y largo, se aleja de la ribera y no tarda en perderse
de vista. Pero antes de mucho tiempo est de vuelta; muchas cosas cuenta de su
viaje y re, dando golpecitos en la espalda de la madre; parece muy animado y lleno
de esperanza, pues Indiana, segn declara, es un paraso. Ha llegado el otoo, y con
l las semanas de lluvia, cuando embalan todos sus enseres: tiles de cocina y
herramientas, pieles y vestidos, exiguo equipaje que atan sobre dos caballos, en los
que todava montan: la madre y la hermana, en uno; el padre, llevando al pequeo
delante, en el otro. Y ahora tambin ellos recorren la ruta de Occidente, por la que
vieran pasar antes a tantos. Cinco das dura el viaje. De noche, mientras la madre y
los pequeos duermen envueltos en sus mantas y sobre el suelo del bosque, el
padre vigila, pues aqu no est uno seguro ni de los animales ni de los hombres.
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todos beben, fuman, toman rap, escupen, incluso la mujeres y cuentan historias
horripilantes.
Pero un octubre, cuando haca ya un par de aos que se hallaban all, la vacas, tal
vez por haber comido algo daino o solamente acaso por la humedad del suelo,
enferman, y de repente se propaga una fiebre maligna que no tarda en contagiar a
cuanto ser viviente hay en los alrededores. Los caballos caen, las ovejas se arrastran
convulsivamente por el suelo, la leche se echa a perder, y hasta los hombres se
contagian, y gimen, echados sobre sus sacos de hojarasca. El mdico ms prximo
se encuentra a 35 millas de distancia y est abrumado de trabajo con los enfermos
de su distrito. Un sopor letal y un deseo desesperado de salvar al prjimo y a s
mismo invade los corazones alternativamente; nadie se ocupa de los nios sanos; y,
quin cocina en casa, quin cuida de los animales sanos y enfermos, quin afila el
hacha, quin seca las ramas, quin cose las pieles, quin? La madre cae enferma,
todos caen enfermos tras ella, y algunos empiezan a morir.
Los vecinos se mueren, el abuelo y la abuela mueren sobre sus sacos de hojarasca
en la choza, y poco despus muere tambin la madre. Su naturaleza, minada por la
tuberculosis, su cuerpo delgado y mal nutrido, la falta de voluntad de vivir ofrecen a
la enfermedad un campo abonado. El muchacho, casi de diez aos cumplidos, est
en pie al lado de la mujer muda y plida, y no puede salvarla ni ayudarse a s
mismo. Ve llorar al padre, tan alto, tan fuerte, y cmo van cayendo las lgrimas
sobre su enmaraada barba. Desde que muri el primer vecino, el nio ha visto al
padre ocupado en hacer atades; usa tablas de madera sin cepillar y, cuando las
clava, el resonar del martillo repercute en los nervios de los sanos.
Ahora observa cmo toma el padre las medidas de la madre muerta; en su interior
se dice que era muy alta, y cuando mira luego a escondidas cmo sierra y clava,
juntando las planchas con clavos de madera, porque de hierro no los hay, lo llama el
padre para que le lleve esto o aquello y tiene que ayudarle en la faena. As pasan el
primer da muy ocupados, con idas y venidas, sin poder darse cuenta de lo que ha
pasado.
Pero cuando colocan a la madre en la caja y la caja en la tierra, y vuelven a la
cabaa y encuentran la cama vaca, un hondo sentimiento de abandono se apodera
del nio. Ya no quiere al padre; una palabra ruda, un golpe que de l recibiera, se le
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al tesoro misterioso que deben encerrar los libros es algo que le quita tranquilidad
desde hace tiempo; y este deseo se le acrece cuando oye hablar al cura, al
agrimensor, o al abogado que algunas veces pasa por el distrito. El padre quiere
hacer de l un simple carpintero y se re de la madre cuando sta habla de ilustrarle;
l tampoco ha aprendido nada, y, sin embargo, le va bien. Y es que su humor jovial
y su imaginacin nutrida de historietas le hacen ver el mundo y su vida ms
risueos de lo que son, y ms henchidos de esperanzas.
Los domingos van a la iglesia, que es un saln destartalado, y muchas veces habla
alguien de la comunidad, pero los nios apenas comprenden lo que dice. Sin
embargo, en la escuela aprende deprisa y no tarda en saber escribir. . "Aprendi
mejor y ms deprisa que los otros", asegura ms tarde su primo.
Pero el papel es tan escaso y tan caro! En la casa se ensaya escribiendo con un
trozo de lea quemada, preparado por l, sobre la tapa de una caja, y cuando la
plana le sale regularmente, la copia cuidadosamente sobre el precioso papel,
acostumbrndose de este modo desde la infancia a pensar slo lo esencial y a
expresar brevemente sus pensamientos. De esta manera aprende Abraham Lincoln a
escribir.
Sus dedos no son hbiles, ya que hasta los once aos slo los ha empleado para
llevar y empujar cargas; y en invierno tienen los nios tanto fro, que les ponen en
las manos patatas calientes para que no lleguen a la escuela con los dedos helados.
Cuando escasea el dinero o el padre necesita ayuda, entonces no le permiten ir a la
escuela, pues lo primero es procurar lea para la estufa; una ternera vale ocho
dlares; un libro, en cambio, no vale nada, y para un hijo de colono del Far West es
ms importante el hacha que la pluma.
Por lo cual aprende a manejar el hacha, pues siendo con relacin a sus aos muy
alto y muy fuerte, el padre cuenta ya con la fuerza corporal de su hijo de once aos.
Ahora le lleva tambin consigo a cazar, pues hace tiempo ya que le ense a
manejar la escopeta. La caza de los gallos salvajes! Sigilosamente se aproximan los
cazadores: he ah un hermoso ejemplar, presentando un blanco seguro; no hay ms
que apuntar y disparar. As lo hace el muchacho, y el animal cae a tierra. Pero
apenas ha dado unos pasos hacia l, cuando se detiene, espantado. Por primera vez
en su vida ha comprendido el formidable poder que un ser vivo puede arrogarse
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sobre otro. Ya no piensa con anticipada delicia en el sabroso aroma del asado
dominguero. Lleno de horror, devuelve el arma a su padre, no sin cierta sorpresa de
ste, aunque por el momento no le pida explicaciones. Sin embargo, es muy
probable que ms adelante habr de encontrar punto menos que incomprensible
que, reuniendo todas las condiciones para llegar a ser un buen tirador, se niegue
rotundamente su hijo a disparar otra vez. Cmo vivir en el Oeste, ser ya un mozo
crecido y fuerte, y negarse a ser un cazador?
Pensar el mozo en los presos? Comparar el destino de unas criaturas con el de
otras? Buscar vanamente una luz en estas tinieblas? Lo nico cierto es que
Abraham Lincoln slo dispar una vez en su vida sobre un ser vivo.
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habiendo aqu nada que pueda estimular su ambicin, no le parece mal al hijo. Y si
tuviese razn el padre en lugar de la madre? Cuando el abuelo paterno Abraham,
cuyo nombre lleva y al que mataron los indios, se traslad a los bosques, slo era un
simple leador y cazador y se pasaba semanas enteras sin tropezar ni hablar con
nadie.
Pero, por otra parte, el mozo se entera de que los hermanos del padre, dispersos
por el mundo, son hombres prsperos, poseedores de grandes haciendas, mas nada
inclinados a mantener relaciones con el padre. Su primo Dionisio le cuenta extraas
cosas que luego, de regreso a su casa, en el desvn, lo hacen reflexionar largamente
en la oscuridad. Hace poco oy decir que el padre se haba casado con la sobrina de
su amo. Luego era antes un criado? Es ms: haca ya tiempo que la pretenda por
esposa, pero ella le haba dado calabazas y se haba casado con Johnston, por ser
ste ms rico; entonces el padre se cas tambin con otra, y slo cuando murieron,
el ao anterior, sus respectivos cnyuges, consinti Sara en ser su esposa.
Extraos pensamientos fluctan en su cerebro de adolescente. Luego su propia
madre haba sido realmente la mujer que no corresponda al padre? Por eso tendra
la mirada triste? A pesar de todo, no puede odiar a la nueva madre: la quiere,
porque procura ser igual para todos. Pensando en estas cosas, se queda dormido al
lado de Juan, su hermanastro, al que no le une ningn vnculo de sangre.
Tal vez piensa a veces que hay demasiada gente en casa para tan poca comida, y un
da, al dar el padre las gracias en la oracin diaria de la mesa, el joven, que no ve
delante de s ms que patatas, exclama: "Vaya, padre, hoy hay que agradecer poca
cosa!" Adems, comienza a comentar a su manera la vida diaria. Un da, en el
molino, grita a cada vuelta al caballo: "Arre, viejo penco!", y le pega con el ltigo.
Cuando vuelve a pegarle gritando: "Arre", el caballo le tira una coz y le acierta en la
frente: el mozo cae desmayado y echando sangre. As lo llevan a la casa y slo
recobra el conocimiento a la maana siguiente. Al volver en s, salen de sus labios
las dos palabras de marras: "Viejo penco!" Todos se echan a rer, pero l lo cuenta
todava al cabo de una porcin de aos, pues nunca cesar de observarse a s
mismo y de aprender de este examen interior.
No le gusta lo ms mnimo trabajar con brazos y piernas, pero siempre quiere
aprender, no para lograr una vasta erudicin, sino para enterarse, comparar,
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envuelto en un peridico viejo o nuevo, cuya lectura suple en el cerebro del joven
los tpicos de la charla cotidiana.
Si le permiten ir alguna vez a Gentryville, toma en la tienda el peridico de la mesa
y lee de las nuevas elecciones y se entera de que quieren elegir como presidente a
Jackson, un hombre del pueblo, a despecho de los manejos de los encopetados
aristcratas del Sur.
Y siempre, en las conversaciones que escucha en silencio, en los retratos de
peridicos que puede ojear, se encuentra con el tpico de los negreros del Sur; y
tambin tratan muchas veces de esto en la pequea iglesia que construyen cerca de
Pigeon Creek, al cumplir l los catorce aos. No acaba de comprender este asunto,
pero
se
queda
sentado
durante
horas
enteras,
silencioso,
ensimismado,
esforzndose por hacerse una idea cabal con ayuda de los fragmentos que conoce.
En la iglesia, que es tan slo una barraca como las dems, el cura lee en invierno las
Escrituras a la luz del fuego, y la gente canta salmos e himnos; tambin en casa se
reza mucho, pero todo esto parece interesar al joven menos que su propia
exploracin del alma humana.
Si ahora le conociera un hombre de mundo y de ingenio, se inclinara a tomarle por
un poeta en cierne; y lo es, pues hace versos que recita a su amigo. Sobre todo le
hacen una impresin muy profunda las cosas que lee, oye y ve. "Aprendamos
mirando, oliendo y escuchando", contaba ms tarde su primo. "Hablbamos de todo
ello tanto tiempo, que las cosas acababan por hacerse completamente transparentes
y familiares."
Ao tras ao aumenta el radio de su experiencia, a pesar de que su reducido mundo
domstico apenas se ensancha. Pero ahora puede ir algunas veces a caballo hasta el
Ohio, donde el trfico es intenso. Sobre sus arenosas orillas se detienen las
embarcaciones, las casas flotantes, por entre las que se deslizan ligeros esquifes; las
grandes almadas cargadas de cerdos y harina, conducidas diestramente a travs de
la corriente. Tambin llega alguna vez una barca de vapor, uno de esos nuevos
artefactos que cuando no estn escupiendo humo estn estropeados, de tal modo
que sus tripulantes siempre han de estar reparando sus oxidadas mquinas. Al mozo
ms le interesan las barcas y almadas que estas extraas mquinas, diestro como
es en carpintera y sabiendo, pues su padre se lo ha enseado, distinguir en
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A los diecisis aos es ya tan vigoroso que se habla de l como del mejor leador
del distrito; a los diecisiete tiene una estatura de seis pies y cuatro pulgadas. En una
tercera escuela, a la que le permiten ir de nuevo durante un par de meses, aprende
ahora algunas cosas, pero en total no ha ido a la escuela ni un ao entero. Aunque
ha aprendido a escribir correctamente, tiene las manos speras y curtidas, pues
generalmente se emplean en manejar el cepillo o la sierra, el arado o las riendas, y,
sobre todo, el hacha, que no le abandonar ya durante muchos aos. Cuando la
gente quiere cortar un gigante del bosque, le llaman, porque saben que sus golpes
son ms potentes que los de los dems. Es capaz tambin de llevar un gallinero
entero al hombro, y as le encarga el padre trabajar para extraos y se embolsa
buenamente los veinticinco centavos que gana el hijo al da. Qu pensar el
extrao adolescente de estos negocios? No lo obligarn a recordar a la madre, que
iba a coser por dinero a casa de extraos, teniendo, sin embargo, casa y hacienda?
Se acuerda, acaso, de los presos encarcelados por el padre? Y no dijo en otra
ocasin que trabajar como un negro para no recibir paga alguna no era otra cosa
que esclavitud?
A medida que pasan los aos, dedica ms tiempo a la meditacin. Largos ratos pasa
sentado en tierra, contra un muro, apoyados los codos en las rodillas. El estar
sentado o tendido le gusta ms que andar o montar a caballo; desde luego, su
trabajo cotidiano le exige ejercicio, pero ste no es muy de su agrado y cuando anda
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un golpe y lo corta en pedazos, como si fuera un carnicero; por este trabajo le dan
31 centavos por da. Los vecinos lo aprecian como matarife, y lo nico que en l
admiran es que sea el mismo joven que sepa escribir una carta y ponerle tan
admirablemente la direccin, cuando alguien le encomienda este trabajo.
Tiene tambin una manera cmica de quedarse repentinamente distrado y echarse
a rer sin motivo, o por una razn que slo comprende su madrastra. Nunca dijo una
mentira, certifica esta inteligente mujer, y sin duda que as fue. Pero sus diecisiete
aos han presenciado bastantes injusticias, y el mozo ha sentido a menudo cun
injusto es el destino del joven pobre; por esto se fija bien dnde se comete alguna
con otros y, cuando la descubre, pone en juego sus fuerzas fsicas; por esto escucha
atentamente cuanto se dice en las sesiones del juzgado ambulante, que tienen lugar
en la barraca ms grande del pueblo vecino. Sentenciarn tambin a la horca al
asesino de un indio? Inconscientemente, sus sentimientos se inclinan a favor de los
indios, que han sido expulsados de las tierras de sus padres y son un pueblo
oprimido. No obstante, quiere que la cabeza examine lo que le dicta el corazn y le
transmite la experiencia del que escucha. Despus de or hablar una vez a un
abogado clebre, se hizo el propsito, l mismo lo refiri ms tarde de llegar a ser
otro tanto; pero cuando el mozo, lleno de fervor y agradecimiento, le tendi la
mano, el personaje aparent no ver al enorme y desaliado leador. El abogado
famoso llambase Breckwridge, y treinta y cinco aos ms tarde haban de
encontrarse de nuevo. Por esta poca prestan al muchacho un cdigo del Estado de
Indiana y por primera vez echa una mirada al mundo de la jurisprudencia.
Tambin se esfuerza en conseguir para s mismo cierto grado de libertad, y se la
procura ms por su brazo vigoroso que por la pluma. Pues slo un muchacho fuerte
y hbil puede llevar rpidamente a travs de Ohio a dos viajeros con todo su
equipaje, desde la orilla a bordo del vapor, y recibir por ello una moneda de plata.
Medio dlar! Jams el joven Lincoln haba soado que se pudiese ganar medio dlar
en una hora. Esto y la experiencia de la liberalidad de los extranjeros es algo que se
graba profundamente en su alma y que nunca olvidar.
Cuando
cumple
diecisiete
aos
Sara
diecinueve,
su
hermana
se
casa.
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de dilucidar y de compararlo todo, hablara ya antes con sus primos de los abuelos y
tropezara con un punto oscuro en la historia de su familia. En efecto, no tiene ms
que preguntarse a s mismo por qu, llamndose los abuelos Sparrow, su madre
figura en los papeles con el nombre de Nancy Hanks. Y, cuando interrogaba a la ta
sobre este asunto, no descubra en su penetrante mirada una especie de
sobresalto? Su curiosidad crece ante las palabras vagas de uno de los primos y el
mozo acaba por enterarse de lo que se haba ocultado al nio. La abuela era en
verdad slo ta de su madre: la fuerte y vivaracha ta Sparrow, la que tena una letra
tan vigorosa, a pesar de ser ya una anciana, era su verdadera abuela. Por qu se
ocult esto a los nios? Qu haba sucedido? Con admiracin creciente se entera el
muchacho de todo esto.
Su madre, cuya memoria tanto respetaba, era hija natural de Lucy Hanks; los
padres de Lucy, intransigentes en cuestiones de moral, la haban echado de casa,
pero se haban encargado de la nia sin padre, y su hermana Isabel Hanks, casada
con un tal Toms Sparrow, del que no tuviera hijos, haba criado a Nancy como hija
propia. Estos haban sido los "abuelos" oficiales de Abraham. Ms tarde, Lucy Hanks
se haba casado con Enrique Sparrow, hermano de Toms, dndole nueve hijos.
Quin, pues, haba sido su abuelo? El joven contina sus investigaciones y se
entera de que la ta Sparrow, su abuela, haba vivido cuando muchacha en Virginia,
durante los aos en que se llev a buen fin la guerra de la Independencia. La lectura
de la vida de Washington le haba enseado que, en aquellos tiempos, soldados y
aventureros infestaban el Sur. Que una muchacha apasionada tuviese entonces un
hijo era un accidente harto comprensible. Cosas semejantes ha visto l entre los
vecinos alguna vez. Slo que en estos casos el matrimonio lo arreglaba todo y el
escndalo no tardaba en olvidarse.
Pero su propio caso era muy diferente. Cuando Abraham se entera de todo lo que le
es posible saber acerca de la vida de su abuela, saca naturalmente la conclusin de
que su abuelo materno era un hombre del Sur. Qu clase de hombre era? Un
oficial? Quizs. Un seorito? Es probable. Tal vez un negrero.
Una completa confusin invade el cerebro del investigador. Ya nunca podr apartar
de su espritu este problema: y slo mucho ms tarde dir confidencialmente a un
amigo que atribuye su modo de ser especial y sus facultades al desconocido abuelo
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de Virginia. Por el momento, slo siente que el suelo cede bajo sus pies, que todo se
tambalea en torno de l; una tristeza profunda aumenta su melancola innata y el
sentimiento de prdida y soledad, que le oprimen desde hace tiempo. Su madrastra
es muy buena para con l, pero no es su madre; la abuela no era su abuela; la
primera esposa de su padre no era la mujer que Tom Lincoln deseara. Y ahora,
cuando Sara se casa con Aaron Grisbys y l escribe su canto nupcial, Abraham
observa que los padres de Aaron, por tener dinero y creerse ms distinguidos, tratan
a la nuera con desdn.
Apenas ha pasado la boda, y ya ve Abraham cmo hacen trabajar duramente a la
joven esposa. Un ao despus, la hermana perece de parto, debilitada seguramente
por el duro trabajo. No es natural que se acumulase ahora todo el rencor del
muchacho de diecinueve aos? Su madre ha muerto, su hermana ha muerto, el
padre no prospera, sus parientes se han colocado en una posicin equvoca por una
mentira. Y todo esto, por qu? Por inferioridad. Porque hay ricos que maltratan a
los pobres, que los hacen coser y cortar lea para ellos, que rebajan a las nueras al
nivel de una criada y que, cuando tal capricho se les pasa por las mientes, seducen
un buen da a las muchachas, sin ms miramientos que los que tendran con una
esclava negra.
Algo ms tarde, al celebrarse una doble boda en la familia de los Grisbys, los padres
ofenden a Abraham a la vista de todo el pueblo, no convidndole. Entonces
despierta en Abraham Lincoln por primera vez el deseo de defenderse y lo hace de
una manera caracterstica, imaginando una pieza burlesca, llena de inofensiva irona.
Con la ayuda de otro muchacho, se las arregla de manera que los novios se
equivoquen de habitacin. Cuando, despus del banquete, las novias de los dos
hermanos son conducidas a sus habitaciones y se retiran las amigas y el vino
domina todas las cabezas, la madre de los novios, muy excitada, se precipita en una
de las habitaciones gritando: "Dios mo! Rubn! No ves que te acuestas con la
otra muchacha?"
A la maana siguiente todo el mundo conoce el incidente y todos se divierten a costa
de los recin casados. Esta ancdota proporciona tema a Lincoln para escribir una
stira titulada: La Primera Crnica de Rubn. Deseoso de que los Grisbys la
conozcan, deja una copia del manuscrito a la puerta de su casa y se las arregla de
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modo que todo el vecindario la lea. En su stira, Lincoln imita el estilo bblico; en
prrafos implacables lleva su propia invencin grotesca tan lejos, que muchos aos
despus todava aseguraba la gente que esta historia haba gozado en el Estado de
Indiana de ms boga que la misma Biblia. Y por ello se vio que Abraham Lincoln no
era un hombre vulgar!
Los sentimientos que le indujeron a semejante stira habran desarrollado en un
hombre tan apasionadamente activo y de fuerzas y dotes tan manifiestas como las
suyas un ansia de venganza y de rebelin. Pero Lincoln es un ser de reflexin, ms
inclinado a estudiar al hombre que cuantos lo rodean, ms narrador de historias que
reformador, y as, de las amargas experiencias de su juventud, nace la irona, sin
que sta disminuya su cordialidad. Prefiere socorrer al oprimido que castigar al
opresor, y todo lo que aprende en el mundo del pensamiento y en el mundo de la
accin har de l, gracias a su apreciacin de los derechos y la dignidad humana,
uno de esos hombres que comparan las humillaciones del prjimo con las de su
propio corazn.
Cierto da, los ojos de su alma tropiezan con algo nuevo. Un coche se ha hundido,
rompindose, en el lodo de la carretera. Una seora se apea de l con sus dos hijas,
y Tom Lincoln se encarga de arreglar el carruaje. Las extranjeras entran en la
cabaa y se comportan en ella como en su propia casa. Parece que permanecieron
all varios das. Aos despus, Lincoln habla de ellas largamente a un amigo:
"Cuando se hubieron instalado, se hicieron su comida en nuestra cocina. La mujer,
que haba trado libros, nos ley historias que nunca haba odo yo. Una de las chicas
me gust extraordinariamente, y durante largo tiempo pens en ella. Un da,
estando tomando el sol, improvis una poesa sobre la joven. En mis versos deca
cmo, habiendo tomado el caballo de mi padre, la haba seguido hasta alcanzarla,
con gran sorpresa suya. Hablando con ella, conclua con decidirla a que huyese
conmigo. Llegada la noche, la suba sobre mi caballo y atravesbamos la pradera.
Despus de algunas horas, llegbamos a un pueblo, que no era otro que aquel del
que habamos salido. En l pasbamos la noche y con el da reanudbamos la fuga.
Pero a la noche siguiente, el caballo volvi a llevarnos al mismo lugar, y as hasta
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salir de los bosques y villorrios, para ver el Misisipi y, tal vez, el mar. No espera a
que se lo digan dos veces; arregla la barcaza con el hijo del hacendado, y sobre sus
fuertes espaldas baja al ro el ganado y la harina de maz que debe vender en el Sur,
para traer al regreso algodn, tabaco y azcar.
Al llegar a Cairo, en la desembocadura del Ohio, el padre de los ros, amarillo,
turbio, increblemente ancho, se presenta a su vista. Nuevos hombres y paisajes,
nuevos rboles y pjaros les salen al encuentro en su viaje al Sur; y encuentran
tambin huracanes y peligros, bancos de arena y remolinos; finalmente, llegan a
conocer a los primeros negros, por modo inesperado: al querer pasar una noche en
una plantacin, una banda de negros se acerca cautelosamente para robar la balsa.
Lincoln se despierta y se arroja sobre ellos con un cepo de madera; los negros,
asustados por su fuerza y estatura, se apresuran a dejar libre el terreno, pero
Abraham y sus compaeros estn enfurecidos y los persiguen un buen trecho.
Lincoln regresa a la balsa con una herida sobre el ojo derecho. Tal fue el primer
encuentro de Lincoln con los negros.
Cada vez ms ancho el ro formidable, cada vez ms caluroso el da, cada vez ms
brumosa la noche. Tal vez el poeta que hay en el joven remero se pregunta a s
mismo si sta es la vida. Cierto que por primera vez ve un reflejo del eterno
movimiento cuando llegan al gran puerto. Est en Nueva Orleans, pero an no
puede ver el mar; parece como si mil barcas obstruyesen el camino que a l lleva;
grandes buques como nunca viera en Indiana, buques martimos anclados en el
puerto, y, en el muelle, amontonados en gigantescas pilas, los sacos de harina que
vienen del Norte; por todas partes humo, aullidos, llamadas y ruidos estridentes. Las
altas chimeneas de los vapores tienen su rplica en tierra, pues los ojos del mozo
ven el primer ferrocarril. Y aquellas balas que, a lo largo del muelle y ms abajo, al
abrigo de techados de cinc, se amontonan por miles? De alguna de ellas se escapa,
por una desgarradura, algo blanco, ligero y coposo, en que el norteo reconoce el
algodn, el famoso algodn que origina tanto alboroto en todo el pas. Ya Lincoln usa
desde hace algn tiempo pantalones de algodn, y ha trado tambin una americana
que quiere lucir en la ciudad. Pero al pensar en todos los problemas que se
relacionan con el tal producto: esclavitud y elecciones presidenciales, seguramente
que meneara la cabeza contemplando las balas de algodn.
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de los negros desnudos que pasan lentamente, formando un crculo. Todos tienen
los pies encadenados, y cuando alguno de ellos se detiene o anda demasiado
deprisa, es empujado y golpeado brutalmente por el comerciante y sus hombres.
Pasa tambin entre ellos una joven mulata, delicada y, al parecer, virgen, que gusta
especialmente a los seores. Cuando, obedeciendo a una sea del agente, sale de la
fila con su pie encadenado y el cuerpo casi desnudo; cuando, delante de los
hombres, el agente hace girar a un lado y a otro esta joya de su cuadra para
demostrar su sana juventud; cuando exclama: "Los seores compradores adquirirn
con ella una verdadera ganga", cada uno de los hombres piensa lo mismo, y
gustosamente aumentan el precio.
El corazn del forastero se estremece. Tendra que no ser joven para mirar con
tranquilidad esta criatura floreciente; tendra que ser un negrero para no sentir
indignacin. Pero, por aadidura, es un poeta y un adolescente tmido, que no
conoce a las mujeres, y es, adems, Lincoln, aunndose todo ello para conmoverlo.
Todo cuanto ha sufrido por la dependencia en que viviera su familia, todo cuanto ha
cavilado con respecto a la suerte de sus padres, se cristaliza en la pregunta sobre el
abuelo desconocido. Quiz fue como uno de estos seores, y el corazn
ensimismado se entristece con pensamientos sombros. Toda su compasin se dirige
hacia aquellos hombres desnudos y encadenados, todas sus dudas se acumulan en
torno de aquellos compradores independientes y ricamente vestidos. Con el corazn
herido, abandona el lugar.
Transcurridos algunos das, remonta el ro. Cuando, despus de un viaje de tres
meses, regresa a casa, se ha enriquecido con una experiencia incomparable y
veinticuatro dlares.
En casa encuentra gran animacin. Unos parientes que viven todava ms al oeste,
en Illinois, aseguran que all est el verdadero paraso. La tierra es frtil, y quien
quiera hacer su fortuna debe ir all. Tal vez exageran para hacer crecer la poblacin
y mejorar as su propia situacin. Pero lo cierto es que muchos de los colonos,
desilusionados de Indiana, los creen, y tres familias emigran simultneamente a la
regin de Decatur.
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mozo desea partir y nada puede detenerlo. Primero construyen una gran almada de
90 por 18 pies, y cuando empieza el viaje, Abraham, bien trajeado por primera vez,
con pantaln y chaleco como es debido y hasta con un sombrero en la cabeza, se
despide de los suyos y se dirige hacia el Sur. Ya slo regresar al pueblo de su padre
para cortas visitas. La cabaa que l mismo construyera desaparece a lo lejos; es la
ltima cabaa en que vivir.
Es primavera y tiene veintids aos. La vida autntica del campesino ha terminado
para Lincoln.
Pronto surge un peligro. Tras una larga curva del ro encuentran un dique de molino
en el que encalla la almada. A1 pasar los rpidos, la carga se haba deslizado hacia
atrs y la balsa se haba hundido a medias en el agua, amenazando hacer naufragar
la carga. De una colonia cercana acude la gente; gritan y hacen seales, pero no
pueden prestar auxilio. Lincoln consigue atraer contra su almada una barca a la que
transborda sus sacos y cajas; luego hace un agujero en la parte delantera de la
balsa para dejar escapar el agua. La popa flota de nuevo y la almada puede
deslizarse fcilmente por el dique. Pronto habla todo el mundo de la proeza del
desconocido navegante, que adquiere una fama legendaria en aquel pueblo, que se
llama New Salem. Ignorante de esto, y sin sospechar siquiera la influencia que este
hecho tendra en su carrera, conduce precavidamente el rescatado cargamento hacia
el Sur, y por segunda vez entra en el puerto de Nueva Orleans. Esta vez se demora
ms tiempo, un mes entero.
Era la primera vez que viva en el Sur, y cabe suponer que durante aquel mes
emple todos sus sentidos para afrontar decididamente el problema fundamental del
Sur, estudiando mediante preguntas y comentarios esta cuestin, hacia la cual le
inclinaba su espordica ilustracin. Su temperamento sensible y retrado, la
incorruptibilidad de su carcter, templado en la pobreza y el trabajo, la falta de
dinero y de posicin, la existencia frugal y primitiva de un pobre adolescente que
apenas tiene hogar ni patria, lo defendan de las tentaciones que, forzosamente,
habran de asaltar a un joven en aquella ciudad extranjera y seductora. La debilidad
del prjimo, que ha visto y est viendo ahora, el recuerdo conmovedor de la venta
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Lincoln
escucha
por
primera
vez
los
defensores
del
Sur,
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All abajo, en la planicie, hay un montn de chozas de barro, pegadas unas a otras,
vacas en apariencia. Sobre pequeos fuegos, encendidos delante de las puertas,
viejas mujeres cuecen en viejos botes la papilla de maz a la que algunas han
aadido un puado de judas; pero nada ve de las maravillas que tanto le
ponderaran. Algunas veces, muy pocas, le dicen, los negros ms hbiles pueden
ganarse algunos dlares trabajando horas extras, ganancia que invierten en comprar
el codiciado aguardiente; tambin ve que algunos cultivan legumbres detrs de las
chozas, y le dicen que tienen permiso de cambiarlas en el mercado por azcar o
caf. stas son, pues, las nicas alegras de la vida del negro.
No contento con observarlos en sus chozas, el forastero los sigue al campo.
Catorce horas en verano, diez en invierno, trabajan bajo el ardiente sol, agachados y
arrastrando cargas, cortando, haciendo y transportando bultos, desnudos y, la
mayora de las veces, encadenados por parejas; al medioda tienen un pequeo
descanso. Entre ellos, a caballo, andan los capataces, animndolos al trabajo;
cuando uno de los negros interrumpe su faena, el largo ltigo del capataz lo vuelve
diligentemente a ella; el esclavo lanza un grito y se retuerce de dolor. Pero esto no
es ms que el preludio.
Cuando, a la puesta del sol, van trotando en filas encadenadas hacia la casa del
inspector, situada entre el pueblo de barro y el palacio, viejos y jvenes, madres con
sus criaturas en brazos y mozas apenas adolescentes, y se colocan en el patio
formando un semicrculo, el temido capataz llama a algunos por sus nombres y les
ordena ponerse en el lugar de castigo por haber faltado durante el da a tal o cual
ordenanza del reglamento. Hay que ver con qu destreza azota las espaldas
desnudas de sus vctimas encadenadas l Con no menos pericia que el hbil tirador
que hace blanco en la manzana respetando la cabeza que la sustenta. Para algo se
ha entrenado con un maniqu, pues slo despus de tal preparacin lo consideran
maestro en su oficio. Su patrn lo echara a la calle si pegara a un esclavo hasta
liquidarlo o siquiera impedirle trabajar durante un par de das. Sajar la piel hasta los
huesos s le est permitido, pero en sitios donde la lesin no imposibilite al hombre
para trabajar al da siguiente.
Terminado el castigo, todos se dirigen en un silencio aptico hacia sus chozas, donde
les espera la papilla de maz. Despus de las nueve de la noche no debe verse en
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deja estirar sus largas piernas. Pero esto tiene fcil arreglo: pone como almohada
una pieza de cretona al extremo del mostrador, y se tiende encima, libro en mano.
Como lee siempre en voz alta, para retener en la memoria lo ledo, segn dice, por
la vista y el odo al mismo tiempo, hace al comprador que entra una impresin
doblemente cmica. Pero todos conocen sus peculiares maneras y se contentan con
sonrer benvolamente mientras l salta al suelo, se mete detrs del mostrador y
despacha lo pedido; pero si el comprador se demora mucho tiempo en encontrar lo
que desea, no es raro que el tendero vuelva a su interrumpida lectura, dejando al
cliente cavilando ante las mercancas.
Sin embargo, nadie se quejar de un hombre que es capaz de levantar, con la sola
ayuda de sus manos y ante los ojos del comprador atnito, un barril de whisky del
suelo al mostrador, o que, estando echado, coloca una taza llena de agua sobre la
planta del pie, para cogerla luego con los dientes, sin derramar ni una sola gota.
Siempre parece de buen humor cuando llegan clientes, y no es fcil que un
parroquiano se vaya sin una historieta. Podra desear el dueo un vendedor mejor?
No atrae ya a la clientela por el solo hecho de escribir gustosamente una carta a
todo el que se lo pide? No fuma, ni masca tabaco, ni bebe; siendo el ms fuerte,
jams se querella con nadie; es feliz cuando juega en el suelo con los nios, a
quienes permite subirse sobre l, zarandendolo, y gastarle bromas. Y, sobre todo,
es honrado a carta cabal: se le puede confiar todo; la fama de su honradez hace que
pronto empiecen a llamarle el "honrado Abraham"ii.
Algunas veces, sin embargo, parece reservado y triste, pero esto no molesta a
nadie; su mal humor no es importuno, y l, por otra parte, siempre procura mostrar
a la gente el lado alegre. Aunque se ren de l porque va con un libro por la calle,
parndose para leer en voz alta, o acortando el paso en los prrafos ms
interesantes, repiten con gusto sus frases extraas, por ejemplo, cuando dice: "No
me sentir tranquilo hasta que mis pensamientos hayan dado una vuelta completa:
Norte, Sur, Este y Oeste."
Un da, un cliente le habla de una gramtica inglesa que tiene en su hacienda, a seis
millas de distancia. Inmediatamente se pone Lincoln en camino con objeto de que le
preste el libro, y aprende por primera vez el sistema de su propio idioma. Otro
amigo le da la Historia Romana de Gibbon y el cura otro libro de historia; tambin
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tambin
muchas
noches,
atrado
por
la
hija
de
Rutledge,
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que tiene un aspecto bastante extrao; sus largos pantalones son siempre cinco o
seis pulgadas ms cortos de lo necesario; las mangas de su americana a cuadros
grises terminan casi a la mitad del brazo, y los faldones de su levita son tan cortos
que nunca podra sentarse encima.
Mientras est en pie, con las manos a la espalda, con su rostro de facciones
pronunciadas que lo hacen ms viejo de lo que es, parece una estatua tallada en
madera. Pero cuando, en el intermedio, comienza a hablar, encaramado en una
mesa, subrayando sus palabras con los movimientos de sus brazos, cuando en el
calor de su discurso se aproxima peligrosamente al borde de la mesa, la gente
apenas si se fija en lo que dice, pues ms miran que escuchan. Su voz no es muy
agradable, un si es no es atiplada y un poco estridente, pero en el torbellino de la
oratoria gana en sonoridad y se hace insinuante. Para dar plasticidad a sus discursos
y no defraudar el deseo de sus oyentes, intercala en ellos las historietas que estn
acostumbrados a orle. Ya desde entonces se comprende que Lincoln no ser nunca
un orador popular brillante. Es slo un narrador nato que quiere comunicar sus
opiniones a los dems, sin el menor asomo de pedantera, que desea convencer y no
imponer su criterio, pero que, a la postre, logra producir con su peculiar estilo una
impresin ms profunda que la conseguida por el orador tribunalicio.
En la alta poltica, de la cual tambin se charla en aquella fonda perdida del Oeste,
no se mete para nada, limitndose a lo que entiende e interesa a la gente: la
canalizacin del ro, la mejora de las carreteras. As, jams abandona la esfera de
aquellas cosas en las que ha crecido. Mientras habla, no deja de observar a sus
oyentes. Una vez, al ver que un matn ataca en la sala a uno de sus amigos,
interrumpe repentinamente su discurso, salta de la mesa, agarra al hombre por el
cinturn y el cuello, lo lanza a una distancia de cuatro metros, vuelve, pone de
nuevo en orden su traje y termina la frase interrumpida. Obra as por costumbre e
instinto, pero la gente lo toma muy en cuenta, y aos despus todava referirn sus
acciones.
A qu partido se afilia no es cosa muy esencial. Hasta cumplir 20 aos se haba
contado entre los demcratas, como su padre y sus primos; pero el esplendor de los
discursos de Henry Clay, lo pattico y lgico de los discursos de Webster, le inducen
a pasarse a los Whigs, cuyo programa, por otra parte, no saba entonces definir
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nadie con exactitud; generalmente se los tomaba por los ms instruidos, pero si en
algo se distinguan de los demcratas ms era en lo personal que en lo ideolgico. Si
acaso, podrn afirmar que guardan por lo general con ms entereza el espritu de la
Constitucin, cosa conforme con el criterio del joven, a quien el sentimiento de la
dignidad humana, y una cierta cualidad fundamental de su modo de ser, inclinan a
venerar a los fundadores de su patria y a procurar la conservacin de las ideas
directrices de libertad e igualdad. Ya Lincoln es ahora lo que ser toda su vida:
conservador en el sentido de la independencia, defensor de la igualdad de todos los
ciudadanos, adversario irreductible en cuanto pudiese menoscabar esta base, como
sucediera
en
Europa
en
1830,
cuando
la
reaccin
estableci
privilegios
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harn un honor, que tratar de justificar con un trabajo incansable. Pero si mis
buenos y juiciosos compatriotas creen ms conveniente dejarme a un lado, ser
bueno que sepan que estoy demasiado acostumbrado a las decepciones para que
sta pueda apenarme mucho tiempo." Aqu, el tono de la resignacin adquiere un
matiz irnico, y la declaracin de la humildad de su cuna est hecha con ostensible
orgullo. El hombre que redact este manifiesto para conseguir su eleccin siente ya
que una juventud dura y sufrida comienza a ser un valor en este pas, y subraya la
dignidad del colono pobre que todo se lo debe a s mismo.
Black Hawk, el Halcn Negro, jefe de los indios, tena por aquel entonces ciertas
diferencias con los blancos, a los que cediera en otro tiempo tierras cuya devolucin
exiga ahora. Viendo desatendidas sus exigencias, rompi las hostilidades e invadi
los Estados fronterizos. Esta noticia alarm a toda la gente joven del pas, sin
exceptuar a la de New Salem. La tienda estaba en quiebra; Abraham no haba
encontrado todava una nueva colocacin, las elecciones eran muy inciertas, y si
recorra el pas hasta el verano y resultaba derrotado luego, habra perdido la
ocasin de la guerra; por otra parte, sta no durara mucho tiempo, y si la campaa
blica terminaba antes que la campaa electoral, el laurel conquistado contra los
indios favorecera al candidato. Con 1.600 mozos alstase Lincoln como voluntario, y
su compaa le elige capitn. Esta era su primera eleccin popular y no la olvidara
nunca. Mal equipados y peor alimentados, atravesando caminos fangosos, cruzando
ros, siempre a travs de la pradera, dirgense hacia el Oeste, pero nada de ello le
admira ni le molesta, acostumbrado como se halla a todas las penalidades. El
enemigo no aparece por parte alguna, y un mes despus se disuelve la compaa.
Sin embargo, ha hecho una experiencia grande: por primera vez en su vida ha sido
derrotado. Temprano aprendi a renunciar; no pide nada y espera poco, pero
siempre le sostiene la conciencia de su propia fuerza. Thompson, un soldado de sus
filas, lo ha vencido en lucha grecorromana. Ha sido una derrota pblica, la primera;
est bien: el corazn de un hombre joven tiene que aprender a esperar menos
todava. Pide el desquite, y vence a Thompson por dos veces. Poco despus es
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Cuando por fin regresan a sus lugares, primero a pie, pues han perdido sus caballos,
luego remando en una canoa construida por ellos mismos, y finalmente otra vez a
pie, los guerreros no encuentran arcos triunfales ni coronas. En cambio, sus
adversarios polticos han desarrollado gran actividad en su ausencia, y como quiera
que ya slo faltan dos semanas para las elecciones y el nuevo partido tiene pocos
adictos, Lincoln resulta derrotado en su primera eleccin. Pero en su propio pueblo
obtiene unanimidad de votos, pues los demcratas, que tienen all mayora, votan
por l, eligiendo al hombre y no al partido. Y aquel da de agosto New Salem le da
208 votos y slo tres a su adversario. Seguramente, aquella noche, el "honrado
Abraham" dormira satisfecho.
Pero hay que emprender algo que asegure su vida. En vista de ello, busca un socio,
obtiene un prstamo, compra la tienda de Offut, en la que sirviera, y la de Herndon,
que tambin ha quebrado; pinta un letrero para su tienda y se presenta como socio
de la firma "Berry & Lincoln". Ninguno de los dos es hombre de negocios; en cambio,
Berry es un gran bebedor, de modo que pronto todo el negocio pesa sobre las
espaldas de Lincoln, que lo soportan menos bien que aquellas grandes barricas que
tan a menudo cargara sin flaquear. Compra y vende basndose en crditos, y no
parece tener una idea muy clara de los negocios. Las conversaciones de los clientes
le interesan ms que su solvencia, y cuando el "honrado Abraham", vistiendo camisa
de lana azul, americana color castao oscuro y pantalones fatalmente ms cortos de
lo preciso, se halla detrs del mostrador, el comprador puede obtener lo que le
venga en gana, aunque le sea imposible pagar. Lo peor del asunto es que la tienda
se cierra con frecuencia, pues a veces, cuando uno de los propietarios se halla en la
taberna, el otro recorre a caballo los caminos, en cumplimiento del destino de
administrador de Correos, que acaba de obtener.
Parece, por otra parte, que la retribucin asignada a este cargo constitua la base
principal de sus ingresos, pues lo conserv durante cuatro aos, habiendo sacado
bastantes ventajas del nico puesto oficial que tuvo. La confianza de sus vecinos y el
saber leer y escribir correctamente decidieron su nombramiento. Ahora puede ser el
primero en leer, con calma, todos los diarios que trae la diligencia. Esto en el Oeste
es un antiguo privilegio del administrador de Correos y hasta el suscriptor espera, al
recibir su diario, que aqul tenga la bondad de acompaarlo con un pequeo informe
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sobre el contenido del peridico. Tambin los que reciben una carta se la hacen leer
por el administrador y, si son capaces de hacerlo por s mismos, le explican por lo
menos su contenido, cosa que no desagrada al anecdotista ni al observador del alma
humana, que, gracias a estas correras que hace llevando en su sombrero las cartas
por entregar, va conociendo cada vez ms ntimamente a la gente.
Como quiera que la diligencia tiene que detenerse delante de su establecimiento,
instala en l una taberna, da de comer a los viajeros por 25 centavos y hasta los
aloja durante la noche por 12,50 centavos (la cuadra para el caballo cuesta el
doble). Todas estas conversaciones diarias le daban a conocer los deseos y
pensamientos de su pueblo; y as, en aquella colonia lejana, fue coleccionando
durante los aos siguientes, con lo que oa y vea, un caudal de experiencia humana
que la ms vasta cultura no habra podido darle.
Pero, al mismo tiempo, completa sus conocimientos mediante los libros. Todo
impreso que llega con la diligencia, todos los libros que los viajeros le prestan
voluntariamente y hasta las novelas escritas en estilo ligero que estn de moda en
aquel tiempo, todo, en fin, lo que cae en sus manos es buena presa para su
curiosidad. La casualidad le favorece. En una ocasin, compra por bondad a un
emigrante, que ha cargado demasiado equipaje, un barril lleno de trastos. Pocos
das despus, al hacer el inventario de su compra, encuentra, entre viejas cajas de
cinc e intiles enseres, un libro trapajoso: los comentarios de Blackstone a las leyes
inglesas, el ms clebre cdigo de la poca. l le aclara cien cosas importantes, y ya
sabe dnde ha de buscar lo que le falta. De jueces y abogados consigue que le
presten otros libros, y durante algn tiempo se aparta completamente de sus
compaeros para profundizar ms sus estudios.
Por entonces llega al distrito un sabio mdico, del que aprende mucho, y luego se
hace amigo de un holgazn que tiene temperamento de artista y que no hace otra
cosa que pescar a la orilla del ro, recitando de memoria larlos fragmentos de Bums
y Shakespeare. Este nuevo amigo presta al administrador de Correos los libros de
los poetas, abrindole as nuevos horizontes. Lincoln, sin embargo, prefiere libros de
historia.
Por ellos se entera de que los mismos padres de la patria eran adversarios de la
esclavitud, de que Washington y John Adams, Jefferson y Madison, Franklin y
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Hamilton, en sus diversas actividades, los mejores hombres del pas, y algunos de
ellos propietarios de esclavos- deseaban reprimir la propagacin del sistema.
Seguramente el espritu de Lincoln, acostumbrado a las ancdotas, recibi una
impresin inolvidable al enterarse de que Washington haba prohibido el perseguir a
una esclava que escapara, dejndola decidir libremente su vuelta a casa del
propietario.
Desgraciadamente no se vive de lecturas ni meditaciones, y el trabajo que se hace
de mala gana no prospera. Por otra parte, el nico medio de sacar adelante la
tienda, que ha empezado sus operaciones con dficit, sera el aumentar sus ventas.
Pero el pueblo, lejos de crecer, dirase ms bien que disminuye.
Como era fatal que sucediese, las cosas acaban embargando los acreedores el
almacn, desapareciendo el socio y teniendo Lincoln que cargar con el total de las
deudas, unos cien mil dlares. El pan de cada da no le falta; como ya hiciera
anteriormente, trabaja en calidad de jornalero, cortando, y serrando madera; y al
dinero as ganado viene a sumarse su mdico salario de administrador de Correos,
que le permite ir subsistiendo. Pero cmo y cundo alcanzar a pagar aquellas
enormes deudas, tan en desproporcin con sus posibilidades?
Su amigo el agrimensor, desde hace tiempo le viene asegurando que, dada su
inteligencia, podra ganar mucho ms con su cabeza que con sus manos y le
aconseja que siga su ejemplo. En vista de ello, Lincoln se traslada a Springfield, la
ciudad ms importante de aquellos alrededores, donde, con la ayuda del maestro de
escuela, aprende lo que le hace falta para el oficio: un poco de matemticas y el uso
de los instrumentos. All encuentra tambin al comandante Stuart, que siempre le
demostrara cierta simpata. Ahora le presta libros de Derecho, y dentro de unos
aos todava har ms en su favor. Seis semanas ms tarde, Lincoln es nombrado
agrimensor en New Salem. El trabajo es grande, pues continuamente estn
cambiando los terrenos de propietarios, pero una jornada de trabajo en el trazado
de un camino le produce tres dlares, sin contar los dos dlares y medio que le
pagaran por dibujar el plano. Adems, con frecuencia se pueden matar dos pjaros
de un tiro, llevando el correo de la localidad cada vez que tiene que ir a tal o cual
sitio para ejecutar una medicin. Seguramente no ha olvidado que Washington fue
tambin agrimensor, con la diferencia de que su salario, a pesar de ser ochenta aos
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antes, era entonces triple. Pero sin duda no todo el mundo puede ser un
Washington, piensa en su modestia, tarareando una cancin.
Este modo de vivir hasta habra tenido sus encantos de no haber sido por las
deudas. Los acreedores implacables le embargan el caballo, sin el cual no podra ya
efectuar los viajes que requiere su profesin; y tras el caballo son embargadas las
sillas y las bridas, y por ltimo los instrumentos.
Sus amigos se cotizan para rescatar todo aquello, y le aconsejan que lo saque a
pblica subasta; pero l se niega: no quiere estar presente cuando subasten su viejo
caballo, que tantos servicios le prestara. Los amigos se ren de lo que llaman "sus
rarezas", y realizan por l la operacin, trayndole el importe. S, esta poca es de
gran pobreza, pero siempre le queda el recurso, en los peores momentos, de
refugiarse junto a su amigo Armstrong, ayudndole a partir lea y arreglar el jardn,
meciendo la cuna del pequen, contando cuentos a los mayorcitos, y comiendo y
durmiendo con ellos.
Entre aquellos que con ms frecuencia preguntan al administrador de Correos por
sus cartas, se halla Ana Rutledge. Su novio se ha marchado a Nueva York, con
objeto de arreglar all sus asuntos y casarse enseguida con ella. Pero he aqu que no
escribe, y cuando lo hace, siempre habla en trminos vagos e indecisos, diciendo
que su padre ha muerto, que las cosas se prolongan, etc., etc. No es pues, extrao
que la gente comience pronto a murmurar que el seor rico abandona a la
muchacha pobre, y que poco ms tarde se asegure que lo mejor que podra hacer
era olvidarlo y tomar a otro, tanto ms cuanto que ya la encantadora Ana tiene un
segundo pretendiente, Sam Hill, el buen amigo de Lincoln.
El espritu de Lincoln se encuentra muy inquieto. Su timidez con las mujeres haba
aumentado por aquel entonces, a tal punto, que hasta se negaba a servirlas en su
propia tienda.
Del mismo modo, una vez que una seora hubo de quedarse con sus tres hijas en la
fonda durante varias semanas, Lincoln rehuy cuidadosamente su encuentro,
dejando de acudir a la mesa a la hora de las comidas, con tal de no encontrarlas. Ya
algunos de sus antepasados parece que sufrieron de este horror al matrimonio.
Como todo ello era efecto de una melancola heredada y que creca con los aos,
esta melancola se agravaba, a su vez, por aquella disposicin fundamental de su
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espritu, a tal extremo que un campesino amigo suyo cuyo campo meda por aquel
entonces, recuerda estas palabras de Lincoln:
"Cuando estoy en sociedad,
podr parecer que disfruto intensamente de la
vida;
pero cuando estoy solo,
me suelo sentir tan terriblemente deprimido,
que ni me atrevo a llevar una navaja en el
bolsillo."
Solo y triste en su corazn, abrumado por la ansiedad, lleno de secretos anhelos,
cae en una confusin completa al enterarse de que la muchacha de quien est
enamora o se halla otra vez libre. Puede l desear seriamente que lo elija por
esposo? Se repetir en l el destino de su madre: ser slo el sustituto de alguien
amado y perdido? No era ms feliz cuando ella era inaccesible? Y, no obstante,
cmo permitir que le venza Hill, cuya nica ventaja es la que le da el dinero? El
resultado de estas arduas meditaciones es que Lincoln se va a vivir a la fonda de
Rutledge, una cabaa con cuatro habitaciones. All, por lo menos, se encuentra cerca
de la muchacha y puede llenar completamente su fantasa y su mente con todas las
imgenes de un amante desdichado.
Pero no hace nada por conquistarla. En cambio, cuando la gente rumorea que el
primer novio usaba un nombre falso y que era un estafador, es Lincoln quien sale en
defensa de su rival. Antes de marcharse, ste se haba hecho medir un trozo de
tierra que haba registrado con otro nombre, diciendo que diferencias de familia le
obligaban a ello. Durante todo este tiempo, Lincoln no haba dicho nada de esto,
pero cuando, basndose en este asunto, acusaron al ausente, Abraham explic a
Ana la verdadera situacin de los negocios de McNeil. La pobre muchacha ya no
saba a qu atenerse; se senta a medias unida y a medias engaada, y no se
decida a romper definitivamente con su novio, pues su padre, arruinado, haba
llegado a ser arrendatario del rico forastero con quien pensaba unirse por el
matrimonio de su hija. Y ahora, sta tiene que servir en la fonda y llevar, cesta al
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brazo, la comida de los hombres que trabajan en el molino, seguida muchas veces
por sus dos pretendientes: el rico McNeil que la cortejaba volublemente, y el pobre y
taciturno Lincoln.
Entre tanto, haban pasado dos aos, y la legislatura de Illinois deba renovarse en
nuevas elecciones. Por segunda vez, Lincoln se presenta como candidato. Algunos
puritanos aseguran que es un ateo, pero, crea en lo que crea, lo cierto es que
siempre es caritativo y afable, bueno para con los nios y animales, y harto capaz,
por otra parte, de hacer discursos y escribir. As pues, fue elegido y reelegido una y
otra vez, sirviendo como miembro de la asamblea de Illinois durante ocho aos, de
los veintisis a los treinta y cuatro.
Durante aquel tiempo aprendi poco de las maniobras e intrigas de la vida poltica,
pero mucho de los problemas fundamentales del pas, que formaban la base moral y
espiritual de las disputas partidistas. Su jefe era Clay; su modelo, Jefferson.
Henry Clay era el poltico ms experto de aquella poca. La inteligencia relativista y
desapasionada de Lincoln tena que venerar al hombre que prefera conciliar los
extremos
hasta
afianzar
la
seguridad
general,
amenazada
por
los
odios
desenfrenados. Clay, prximo ya a los sesenta aos, haba mirado a los padres de la
patria al rostro, apareciendo a los ojos de Lincoln como el protector natural de sus
grandes tradiciones y mereciendo ya su veneracin por el solo hecho de su fidelidad.
Nacido un ao despus de la Declaracin de la Independencia, siendo ya senador
antes de que naciera Lincoln, y uno de los parlamentarios que negociaran la
segunda paz con Inglaterra, Clay era un apasionado sostenedor de todo lo que
garantizase la perduracin de la independencia. Con este fin, era partidario del
proteccionismo aduanero que asegurara a los Estados Unidos contra la competencia
inglesa; abogaba por las obras pblicas; suscitaba industrias y comercios, y lo
subordinaba todo, hasta el mismo problema de la esclavitud, a la necesidad de
conservar la Unin. Para l, como para sus fundadores, la Unin era la fuente
primordial de la libertad y el gaje de independencia ante una Europa monrquica,
que pareca no hacer otra cosa que esperar el hundimiento de la joven repblica.
Clay lleg a ser discpulo de Jefferson, el republicano nacionalista; y Lincoln, que ya
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tena diecisis aos cuando la noticia del fallecimiento de Jefferson cubri de luto a
todo el pas, sigui las huellas de Clay.
Pues era Jefferson y no Washington quien poda atraer ms honradamente el
carcter y la inteligencia de Lincoln. Jefferson era un personaje exento de herosmo.
De ideas liberales y humanitarias, esperaba perfeccionar a los hombres y mejorar
las relaciones entre ellos: ms que un gran ingeniero constructor, era Jefferson un
hbil mecnico; conoca mejor el corazn del pblico que la situacin mundial, y era
un demcrata en el sentido de los griegos. Seguramente, ya entonces conoca
Lincoln los documentos de Jefferson, que ms tarde citara frecuentemente, y sin
duda le era familiar el famoso fragmento: "Sostenemos que estas verdades se
prueban por s mismas: todos los hombres fueron creados iguales; todos fueron
dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales estn el
derecho a la vida, a la libertad y a la felicidad. Para garantizar estos derechos, los
hombres han formado Gobiernos, cuyo poder se deriva nicamente del asentimiento
de los gobernados."
Poda sorprender el que Jefferson, sentando estas proposiciones y razonando con
lgica incontrovertible, llegase a pronunciar palabras profticas sobre la esclavitud?
Siendo propietario de negros, haba escrito: "El trato entre dueo y esclavo es un
perpetuo ejercicio de las ms turbulentas pasiones: por una parte, despotismo
ilimitado; por la otra, sumisin degradante. Qu maldicin merecera un poltico
que, tolerando que la mitad de los ciudadanos pisoteasen los derechos de la otra
mitad, aniquilara en todos la moral y el amor a la patria! ... Con la moral de un
pueblo, muere tambin su industria. Quin, sobre todo en climas calurosos, querr
trabajar si le es posible comprar a otro para que lo haga en su lugar? Quien infringe
las leyes de la Naturaleza, se prepara a s mismo su castigo... Cuando pienso en el
problema negro y recuerdo la justicia de Dios, tiemblo por la suerte de mi patria."
Si as hablaba un hombre que haba nacido en el Sur muchos aos antes de que las
llamadas ideas progresistas entraran en curso, qu no pensara un hombre que,
muchos aos despus, se educaba en el Norte y que tena que realizar, ao tras
ao, el duro trabajo del blanco pobre! La bondad ingnita de su naturaleza, no le
impulsara decididamente hacia el partido de los emancipadores de esclavos que se
unan en el Norte bajo la direccin de sus mentores espirituales y que parecan
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con
el
color
de
la
piel.
Cmo
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arreglar
todo
esto,
sin
crear
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Haban
llegado
al
pas
extranjeros,
especialmente
alemanes,
que
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Dirase, realmente, que en todo ello influyera como elemento decisivo la voluntad
del predominio. La mayora de presidentes procedan del Sur o, por lo menos,
simpatizaban con l, y cuantos queran hacerse respetar en sociedad preferan el
partido de las familias antiguas y distinguidas, cuyo esplndido tren de vida
inspiraba admiracin a todo el mundo, al de aquellos idealistas del Norte, llenos de
un entusiasmo nebuloso, o al de fabricantes que no parecan tener otra
preocupacin que la del dinero. En la capital, las simpatas se inclinaban
decididamente en favor del Sur, y si no se llegaba hasta el extremo de glorificar al
negrero y alabar la esclavitud y votaba contra ella, todas las mujeres estiraban sus
cuellos cuando se apeaban en la fonda los viajeros ricos, seguidos de sus criados
negros.
Todas estas cosas se comentaban en Vandalia, el pueblucho en que se celebraban
las sesiones de la asamblea de Illinois, compuesta por ochenta y un hombres,
repartidos en dos cmaras. Celebrbanse las sesiones en un pequeo edificio de
estilo colonial, con pupitres y paredes de madera. Lincoln, que ha conseguido
prestado algn dinero para comprarse trajes nuevos, se halla sentado, vestido de
azul, en este Parlamento primitivo, y calla. Por cada sesin percibe tres dlares y
tiene, adems, tinta, plumas y papel para escribir. Qu pensar? Le infundir
respeto esta multitud de abogados y polticos? Han ledo ms y visto ms que
nuestro agrimensor y administrador de Correos de veintisis aos, que ya ha
visitado el mar del Sur y desde hace aos viene estudiando todo lo que estaba a su
alcance? Sus discursos no son muy notables, y hay all muy pocos hombres cuya
capacidad pueda estimular sus aspiraciones. En un comienzo, asiste a las sesiones,
sentado ante su pupitre, sin abrir los labios; pero cuando, reunidos en la taberna,
los legisladores dejan a un lado sus aires presuntuosos, sale de su silencio y cuenta
historietas.
Pronto se hace popular por sus ancdotas. Lo llaman "el caudillo de Sangamon", y
puede que algunos de los que le rodeaban observasen su callada atencin con
sentimientos indecisos; pero ninguno poda mirar desdeosamente a aquel hombre
extrao. Uno de los legisladores, que se sienta en su misma fila, lo observa a
hurtadillas con el mayor inters. Es un hombre que ofrece un contraste total con
Lincoln: bajito, rechoncho, de anchos hombros y pecho poderoso, el crneo ancho,
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lleno de vida y energa, pasando por todos los sitios sin llamar la atencin,
escuchando, abrindose paso en todas partes. Es un funcionario del Levante, un
demcrata, tan pobre como Lincoln y algunos aos ms joven. Su nombre es
Stephen Douglas. Su procedencia intelectual, su flexibilidad, su inteligencia rpida y
su exquisito don de gentes, hacen de l el antpoda del enjuto e irnico Lincoln, del
gigante tallado en madera, siempre solitario y silencioso. El contraste que ofrecen
estos dos hombres parece ideado por un dramaturgo para llevarlo a la escena. Por el
momento, se cruzan sin encontrarse y es probable que Lincoln apenas se fije en un
hombre tan desconocido para l; Douglas, en cambio, los observa a todos, pues la
ambicin lo acucia y est decidido a avanzar deprisa, con los ojos fijos en los ms
altos puestos del pas. Todo poltico es para l un rival posible. Mide las fuerzas de
todos, y seguramente aquel poltico larguirucho no le inspira ningn temor: sin duda
no ser Lincoln quien pueda perjudicarlo.
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rebasara los lmites que nos hemos impuesto; y, a pesar de todo, nos veramos
cruelmente sorprendidos en pleno idilio por la realidad. Por otra parte, no es
natural y significativo el hecho de que acerca del nico episodio sentimental de la
vida de aquel hombre retrado no exista documento ni leyenda alguna, abundando,
en y cambio, como abundan sobre sus fracasos y dudas interiores? As, para este
hombre melanclico, el idilio no es ms que un breve alto en las riberas de la dicha,
de las que no tardar en arrancarlo el huracn.
Aquel verano, el paludismo se abate sobre este rincn de Illinois, y como aquella
fiebre que le arrebatara en Indiana a sus abuelos y finalmente a su madre, as el
paludismo lo ataca ahora a l mismo, a uno de sus amigos y a su novia. Su robusta
constitucin vence la crisis, pero el amigo perece y, finalmente, ve morir a su
prometida.
Lincoln se siente prximo a la locura. Tras una juventud larga, penosa y exenta de
todo goce, ha tendido la mano hacia su sueo; ha pretendido apoderarse por
primera vez de algo que frecuente y fcilmente fue concedido a otros caracteres ms
alegres que le rodeaban; del tesoro de su fantasa ha sacado una meloda que quiso
ejecutar, en sordina, para s mismo y para los dems. Y he aqu que,
repentinamente, la meloda se interrumpe y todos sus presentimientos de una
existencia solitaria y triste se ven doblemente confirmados por la realidad.
Podemos sorprendernos de que, una semana despus de la muerte de Ana, le
encuentren en el bosque, a la orilla del ro, hablando a solas como un demente? O
que recorra a pie seis millas para ir a reposar su dolor sobre el sepulcro de su novia?
Siguiendo el consejo de un mdico que se interesa mucho por l, se va a casa de
unos amigos, en donde toma parte en la cosecha y ayuda por las noches a cardar la
lana para la rueca del ama de la casa. Pero, de repente, dominado de nuevo por su
tormentoso dolor, le oyen exclamar: "No puedo soportar el pensamiento de que ella
yace all, sola! La lluvia y el viento azotan tal vez su sepulcro!"
El hombre al que su natural melancola haca temer el llevar consigo una navaja de
bolsillo, se ve reducido por algn tiempo a la ms profunda desesperacin.
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Pero, a pesar de todo, la vida sigue su curso, y os que se salvan del suicidio han de
seguir viviendo, sea como sea. Las leyes especiales que presiden el desarrollo del
carcter se manifiestan desde la infancia, y hasta los temperamentos ms inquietos,
como era el de nuestro protagonista, desprovistos de ambicin, sin ningn fin
determinado en la vida y sin el aguijn de la necesidad, propendern naturalmente a
seguir movindose en la rbita habitual, hasta aquel instante en que los hechos,
hijos al parecer del azar, acaban revelando la lgica interior de los acontecimientos.
Por otra parte, Lincoln posea una naturaleza demasiado sana para permanecer
dominado mucho tiempo por una melancola paralizadora. La crisis nerviosa fue
grave, pero pasajera, y un hombre de temperamento imaginativo, acostumbrado a
renunciar a los goces concretos y a refugiarse en el sueo, puede volver ms
rpidamente a una realidad de la que huyeron los dioses.
Ya para l haba pasado el tiempo del estudio desordenado; tena ya veintisiete
aos; y deba dar a su actividad intelectual un plan determinado; el conocimiento
profundo del Derecho y la Historia le era indispensable. Un amable maestro de
escuela le haba enseado las reglas gramaticales. La "Edad de la Razn" le haba
proporcionado nuevas ideas, el crculo de su fragmentaria cultura se haba hecho
ms amplio. Ahora los ocios del tendero se hallaban colmados por los trabajos, cada
vez ms abundantes, del agrimensor. La compra y venta de tierras haba adquirido
un desarrollo nunca visto. En las fincas en que se esperaba la llegada de Lincoln
cargado con los instrumentos de su profesin, todos esperaban algo de l. Los unos
una conversacin poltica del diputado, los otros una ancdota del narrador, y todos
el arbitraje de un match de boxeo o la decisin, como voluntario juez de paz en una
ria, del "honrado Abraham". De esta manera se estableci un lazo natural y cada
vez ms fuerte entre l y sus electores. Su reeleccin era segura.
Pero esta segunda campaa electoral fue conducida de diferente modo. Ya se haba
hecho un poltico, aprendiendo de sus colegas ciertas artes electorales, y cmo
escribir cartas y componer un discurso. La confianza en s mismo se haba afianzado,
sus mtodos se haban hecho ms hbiles y ms exigente su actitud que dos aos
antes. Cierto que la atmsfera de Vandalia favoreca este cambio. No contento con
esto, se present con un programa personal, cosa que el partido no recibi muy
bien, y contest a una encuesta del peridico local diciendo que, en todo momento,
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prefera jugar con las cartas sobre la mesa: "Opino que todos los que ayudan a
soportar las cargas, deben disfrutar de la proteccin del Gobierno. En consecuencia,
sostengo el derecho electoral de todos los blancos que paguen impuestos o sirvan en
el ejrcito, y no excluyo en modo alguno a las mujeres. Si soy elegido, considerar
al pueblo entero de Sangamon mi mandatario, sin tener en cuenta quines hayan
sido partidarios o adversarios de mi candidatura. En todos mis actos me conformar
a su voluntad, siempre que me sea expuesta, y, si no lo fuese, me atendr a mi
propio juicio, procurando en todo caso lo ms favorable para sus intereses. Elegido o
no, opino que los productos de la venta de terrenos pblicos deben ser distribuidos
entre los diferentes Estados, a fin de poder construir colectivamente canales y
ferrocarriles, sin necesidad de emprstitos ni pagar intereses."
No us tan enrgico lenguaje en su primera eleccin, y cuando uno de sus
adversarios lo ataca pblicamente en Springfield, demuestra que ha aprendido a
defenderse. Este hombre era un vecino acomodado y medio loco que, ante el
asombro general, haba hecho poner sobre su casa el primer pararrayos que se viera
en la pequea ciudad. Despus de refutar los argumentos del orador, Lincoln
concluye diciendo: "El orador ha comenzado su discurso anunciando que se
encargara de la necesaria labor de bajarme los humos y aludiendo a mi juventud...
El seor cree que yo soy joven. Pero olvida que tengo ms aos que experiencia de
las tretas y habilidades de los polticos. Deseo vivir, deseo alcanzar posicin y
honores, pero preferira morir antes que ver, como este seor, el da en que fuese
yo capaz de cambiar de opinin por una colocacin remunerada con tres mil dlares
anuales y que me obliga a poner un pararrayos sobre mi techo para proteger de un
Dios indignado mi conciencia culpable."
Un espritu de lucha parece haberse despertado en l, y su irona, que hasta
entonces slo se empleara en tono de broma, trnase un arma afilada. Su sentido
innato de la dignidad personal crece durante estos aos de lucha y manifiesta un
sano orgullo cuando se le hiere. Un hombre que se ha suscrito al peridico y ha
demorado mucho tiempo el pago, le exige, al pagar, un recibo. "Me extraa su
exigencia, le contesta Lincoln como administrador de Correos. La ley exige el pago
adelantado del franqueo de peridicos; sin embargo, yo he esperado un ao y ahora
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usted no encuentra nada mejor que ofenderme con la insinuacin de que yo pudiera
hacerle pagar dos veces."
Cuando un candidato demcrata, con el cual personalmente le unen buenas
relaciones, propaga en la campaa electoral calumniosas insinuaciones sobre
Lincoln, recibe de l esta contestacin: "Me he enterado de que durante mi ausencia
de la ltima semana, se ha jactado usted pblicamente de conocer un hecho o
hechos que, de se conocidos del pblico, destruiran completamente las esperanzas
de Edwards y las mas en las elecciones prximas, dando a entender que slo una
consideracin amistosa le impeda revelarlos. Nadie necesita ms el favor de los
hombres que yo, y, por lo general, pocos se han resistido menos a aceptarlo, pero
en este caso, el favor que a m se me hiciese redundara en perjuicio de los
ciudadanos; por lo tanto, le ruego me perdone si lo rehuso. Harto evidente es el
hecho de que, hasta ahora, he venido gozando de la plena confianza del pueblo de
Sangamon; si voluntaria o involuntariamente he hecho algo cuyo conocimiento
bastara para hacerme perder esa confianza, quien, conociendo ese hecho, lo
ocultase, sera un traidor a los intereses pblicos. Del hecho o hechos verdaderos o
supuestos, de que habla usted, no puedo formarme idea alguna, pero el concepto de
hombre veraz que usted me merece me impide poner en duda, siquiera por un
momento, la sinceridad de sus afirmaciones. Mucho me halaga su consideracin
personal, pero espero que una meditacin ms detenida le lleve al convencimiento
de que el inters pblico es mucho ms considerable que el mo propio, y que, por lo
tanto, su deber es dejar que ocurra lo peor. Yo le aseguro a usted que la franca
revelacin de los hechos, por mucho que me perjudicase no destruir nunca los
lazos de nuestra mutua amista personal. Deseo una pronta contestacin, y le dejo
en libertad de publicar ambas cartas."
Es sta la primera obra maestra de Lincoln como estilista. Moralmente, se siente
seguro; no en vano le llaman el honrado Abraham, y es igualmente claro que
comprende la daina intencin de su adversario. Qu le impide, pues, darle su
merecido? La consideracin a la amistad anterior y la tctica del poltico. Atendiendo
ms a la verdad que a la ofensa, puede probar su celo por el bienestar pblico, al
que
sacrifica
el
propio.
As,
como
admitiendo
que,
en
general,
recibe
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Lincoln tena un alto concepto de la mujer; puedo asegurar que durante nuestras
prolongadas relaciones nunca o de sus labios una palabra ofensiva contra una mujer
determinada, ni una sola de esas groseras frases sobre el otro sexo, tan comunes en
boca de los hombres. Senta una fuerte inclinacin hacia las mujeres, no poda vivir
sin ellas y, sin embargo, tengo que reconocer en su honor que haca una vida pura y
virtuosa. Pensaba que la mujer tena tanto derecho a violar los votos matrimoniales
como el hombre. Su sentido del derecho, de la justicia y del honor le prohiba violar
sus propios votos matrimoniales. Ms tarde, le vi tentado muchas veces, pero
siempre le vi evitar el contacto femenino."
Estas discretas observaciones, hechas por uno de sus amigos, iluminan en parte el
problema que plantea siempre Lincoln en sus relaciones con las mujeres. Su
naturaleza solitaria, lrica, necesitaba de ellas, pero una delicadeza innata, unida a
una tirantez y reserva naturales, contena sus impulsos, y como su naturaleza
pecaba ms bien de falta de actividad, se vela expuesto al asedio de mujeres
decididas, que deseaban cambiar los papeles y conquistar al hombre esquivo. La voz
dulce de una muchacha conmovi su corazn en un tiempo, pero tampoco a sta se
haba atrevido a acercarse hasta que, despus de una espera de dos aos, la haba
visto libre del compromiso que la uniera a otro. Y, aun entonces, lo haba impulsado
el doble atractivo del abandono y la desdicha en que la vea sumida. Esta muchacha
haba muerto. Ahora, un ao despus, otra mujer se atravesaba en su camino.
En New Salem, donde resida, entre las sesiones del Parlamento, frecuentaba la casa
de una mujer joven que hablaba a menudo de su hermana; Lincoln haba conocido a
esta familia por su maestro de gramtica, primo de las mujeres. Tres aos antes
haba conocido a la menor de ellas y, medio en broma, medio en serio, haba
convenido en casarse con ella si es que la muchacha volva alguna vez a New Salem.
"Naturalmente, acept la proposicin, pues no me quedaba otro camino. Pero si he
de hablar francamente, confesar que estaba verdaderamente contento del
proyecto. Al conocer a su hermana tres aos antes, me haba parecido inteligente y
agradable, y no me contrariaba unir mi vida a la suya."
Buen comienzo tuvo el asunto: dos mujeres que se unen para arreglar el matrimonio
de un hombre cuya soltera ha durado ya bastante tiempo. Cierto que la novia era
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mayor que l, pero en cambio era ms culta y, desde luego, ms rica que el pobre
agrimensor. Por lo que a ste respecta, no tiene objecin que hacer".
Mary Owens apresura su llegada, pero esta precipitacin inquieta a Lincoln: "Su
llegada tan precipitada me pareca expresar un deseo inmoderado de casarse. Claro
est que muy bien pudiera suceder que su hermana no le hubiese comunicado an
nada. Y conclu por consentir en desposarla si ninguna otra objecin se presentaba.
Un par de das despus nos encontramos; pero, cunto haba cambiado! Ya saba
yo que era ms corpulenta que lo normal, pero ahora me pareca ms adecuada
para esposa de Falstaff que ma. Tampoco ignoraba que la llamaban vieja solterona,
y preciso es reconocer que al llamarla as no se exageraba demasiado. A pesar de
todos mis esfuerzos para evitar esta asociacin, no poda abstenerme, al verla, de
pensar en mi madre, no por sus facciones marchitas, pues su cutis era demasiado
terso para formar arrugas, sino por su falta de dientes. Obsesionbame, adems, el
resolver si era posible que su corpulencia actual hubiese adquirido tales proporciones
en menos de treinta y cinco o cuarenta aos. En fin, mi situacin no me pareca
digna de envidia. Pero qu le iba a hace! Haba prometido a su hermana que la
desposara y siempre consider cuestin de honor y deber de conciencia cumplir mi
palabra en todas las cosas, especialmente en aquellas en que otras personas
pudiesen verse comprometidas, como en este caso. Estando absolutamente
convencido de que ningn otro hombre se casara con ella, fcilmente llegu a la
conclusin de que Mary no me dejara escapar. Ocurra lo que ocurra, pensaba, pues,
no ser culpa ma, si no llega a verificarse el acontecimiento. Procuraba luego
imaginrmela en funciones de esposa ma y me esforzaba lo mejor que poda por
descubrir en ella virtudes que compensasen de algn modo sus flaquezas. Con gran
esfuerzo, quera obligarme a creerla agraciada, cosa que hubiese sido verdad a no
ser por su excepcional corpulencia; aparte esto, nunca he visto una mujer de
facciones ms hermosas. Tambin procuraba persuadirme de que realmente lo
compensaba todo su inteligencia, pues, ciertamente, en este punto no la ganaba
ninguna."
La confusin es grande y tanto ms tremenda cuanto que procede por entero de sus
buenas cualidades. El tono de zumba que anima este relato no lo lograra Lincoln
sino despus de haber vencido la crisis, dos aos ms tarde, cuando escribe a una
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abogado. No es preciso examinarse, ni hace falta una licencia oficial para ejercer, y
Lincoln ha aprendido en estos aos, en un par de libros prestados, ms que muchas
de las celebridades locales. Por otra parte, est convencido de que el conocimiento
de los hombres y las cosas y la experiencia de una vida activa valen por todos los
axiomas jurdicos. La prctica proveer a las deficiencias de la teora; y, en ltimo
caso, un asociado le ayudar cuando sea menester. Acaso no le conocen ya en
todas partes? No ha entrado ya en contacto, como agrimensor y administrador de
Correos, como tendero y jornalero y, por ltimo, como candidato al Parlamento, con
ms de la mitad del distrito de Illinois? Su costumbre de hablar en pblico, el
conocimiento del pas y, sobre todo, su confianza en s mismo, cada da mayor, le
impulsan a la aventura.
tantos!
Es ms pobre que antes; pero enriquecerse gratis gracias a un matrimonio de
conveniencia es algo que repugna a su modo de ser. A los veintiocho aos, Lincoln
cabalga hacia una nueva vida, montando un rocn prestado, con siete dlares en el
bolsillo, deudas por ms de mil y a punto de casarse con una mujer que le tiene sin
cuidado.
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Captulo 2
EL CIUDADANO
Noventa aos atrs, Springfield era ya una poblacin de cierta importancia; sus
1.500 habitantes y sus cuatro fondas le daban primaca en todo el Estado de Illinois;
su nico rival era Chicago, pero el traslado del Congreso a Springfield le permita
mirar con desprecio a la ciudad del lago. El Congreso representaba la conquista
decisiva de Springfield, pues si bien ya residan all los Tribunales, slo el Congreso,
al hacer de la ciudad el centro poltico del Estado, poda comunicarle el sentimiento
de la autoridad y traerle con l algo del ambiente de Washington. Al mismo tiempo,
Springfield se converta rpidamente en un centro social. Las gentes ricas se hacan
construir casas de ladrillo. Muchas de estas familias provenan del Sur, y pretendan
vivir en el Norte una vida semejante a la que hacan los potentados esclavistas.
Claro que estos imitadores no posean esclavos. A ellos se refera el verso que
tarareaban por calles y plazas:
He aqu a los Todds, Stuart y Edwards,
con curas, perros y criados!
Pero todo esto no bastaba para hacer de Springfield una gran capital. Difcilmente un
colono de pura raza acata as como as un edicto municipal que le prohibe dejar sus
cerdos en la calle. En efecto, el Consejo Municipal se ve obligado a modificar una
ordenanza que los ricos inmigrados del Sur haban hecho dictar y cuya nueva
versin reza del siguiente modo: "Ningn cerdo podr transitar por las calles de
Springfield si no lleva nariguera."
Tambin los seores diputados se quejan de que les sirvan demasiada caza y
perdices, de las que se han hartado durante largos aos de vida campesina.
Esperaban encontrar en la ciudad los magnficos asados de la civilizacin. Para qu,
si no, ganaban sus dietas al servicio del bien pblico? Una de las primeras fiestas
sociales con que se celebr el traslado de la capital fue un gran baile, en cuyo
comit de admisin figuraba Lincoln como miembro. Nuestro hroe ignoraba el
efecto que este primer contacto con la sociedad iba a producir en su vida.
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enjuto personaje, que siempre ha vivido entre la gente sencilla y al aire libre,
cambiando constantemente de ocupacin y trabajando alternativamente con la
cabeza y con los miembros, que generalmente poda hacerse cada maana el
programa del da a su antojo, este hombre pobre, pero independiente, convertido
ahora en un ser intermedia entre el secretario y el abogado, se ve sometido a una
prueba muy dura. Tiene que escribir con regularidad ciertas cartas, acudir
puntualmente a los Tribunales, cobrar dinero judicialmente: el que tanto tuviera de
gitano tiene que convertirse en un perfecto oficinista. Y qu sucede? Que slo llega
a serlo a medias, adaptando como puede su profesin a su modo de ser.
Al principio todo es fcil y aburrido, pues Stuart, el hombre de experiencia y el jefe,
se reserva como es natural los casos ms interesantes, dejando solamente los
asuntos corrientes a su inexperto socio. As, tiene Lincoln que entendrselas con
gentes que pleitean por la propiedad de un terreno, cosa que cualquier agrimensor
podra decidir, o que se querellan por un par de bueyes o una cocina econmica.
Pero no tarda en presentarse un pleito que permite al joven abogado darse a
conocer en todo su peculiar estilo. Nunca adquiri Lincoln la tpica aficin de los
abogados a la intrincada lgica legal ni a la tergiversacin retrica en torno a los
cdigos. Lo que interesa en su nueva profesin es el sentido de justicia, las
oportunidades que ofrece para ayudar a los oprimidos. En su vida poltica haba
adquirido la costumbre de atacar toda clase de corrupcin; ahora, apasionadamente,
hace extensiva esta lucha a la vida ciudadana de cada da, cuyas injusticias fueran el
origen de este mismo inters.
Una viuda haba llegado a la ciudad para tomar posesin de la herencia de su
esposo: diez acres de tierra. Cuando lleg, encontr su propiedad ocupada por un
viejo general, que se haba apoderado de ella alegando que una deuda del difunto lo
haca propietario de la tierra. Stuart y Lincoln, que se hicieron cargo del asunto,
descubrieron que el general haba falsificado un documento. Este individuo era un
inmigrante del Este, que haba llegado en busca de trabajo, y que esperaba ser
elegido juez de paz. Comprendiendo que el descubrimiento del fraude bastara a
echar por tierra sus pretensiones, declar que el sospechoso documento haba sido
malignamente mezclado a sus papeles por la parte contraria. Lincoln se enfurece.
Pocos das antes de las elecciones para juez de paz, hace distribuir por las calles un
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folleto annimo, dando los detalles del asunto y concluyendo con las palabras
siguientes:
"Si he hecho pblico este asunto, ha sido por la nica razn de hallarme entre las
personas a quienes se acusa de haber introducido el documento entre los papeles
del general, y porque mi silencio podra interpretarse como una confesin. No doy a
conocer mi nombre, pero autorizo al redactor del diario a que lo diga a todos
cuantos deseen conocerlo."
A pesar de todo, el general es elegido, se da el nombre del libelista y el atacado
pretende defenderse contra su agresor: "Ese hombre carece de respetabilidad... Al
venir a este pas, trat de imponrsenos como abogado: y efectivamente, consigui
que un asesino le confiase su defensa. Pero, mientras el abogado cobraba su dinero,
ahorcaban a su cliente. "Lincoln replic: "Todo eso es una cochina mentira." Y
conclua: "Slo dir que, como el general Adams, tambin tengo yo una reputacin
que defender, pero que, a diferencia de l, no me gusta hacer ruido en torno de ella.
Hasta la vista, general! Pronto volveremos a vernos ante los Tribunales, y entonces
veremos si el terreno pertenece a usted o a la viuda." Lincoln gana el pleito en favor
de la viuda, lo que le hace muy popular. Desde entonces ser el terror y la amenaza
de todos los fariseos.
En el fondo, al abogado de veintiocho aos slo le falta el dinero, cosa que, por otra
parte, no echa l de menos. Ya ha conseguido mucho: es jefe de partido en el
Congreso, socio de un excelente jurista, colaborador en un diario; disfruta de todas
las simpatas de la pequea ciudad, que no olvida que a l se debe el traslado del
Congreso; se halla en situacin de estudiar cosas nuevas e interesantes, es el
campen de lucha y otros deportes, y un narrador a quien todos escuchan con
deleite.
Pero lo que ms le gusta es filosofar, sentado en la tienda de Speed. Renense all el
listo Browning, el mundano Baker, Stuart cuando est en la ciudad y tiene tiempo y
Thomas, el cura. Se sientan encima de las cajas o sobre el mostrador, rodeando a
Speed, que es el nico que se mueve; viene a veces tambin Douglas, el demcrata,
de lengua celosa, siempre dispuesto a defender y a combatir ambos partidos. Todos
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ser tan insegura que el viejo Herndon, temeroso de que las ideas antiesclavistas de
su hijo le acarreasen algn peligro, se llev al mozo a Springfield. Una vez all, el
joven Herndon, que tena diecinueve aos, no tard en llegar a ser discpulo,
admirador y hasta compaero de cama de Lincoln. Una importante relacin de dos
vidas se inicia bajo el signo de la antiesclavitud.
Por esta poca, Lincoln pronunci su primer gran discurso en el Young Men's Lyceum
de Springfield, sobre "La perpetuacin de nuestras instituciones polticas". Este
discurso haba sido cuidadosamente preparado. Deca en l que los Estados Unidos
no tenan que temer ningn peligro exterior. "Todos los ejrcitos de Europa, Asia y
frica, reunidos bajo la direccin de un Bonaparte, no podran arrebatarnos en una
lucha de mil aos una gota del Ohio... Si algn peligro amenaza a los Estados Unidos
es un peligro interior. Como pas de hombres libres, podemos vivir eternamente, a
no ser que prefiramos suicidamos." Habla luego de una fatal enfermedad que
amenaza a los Estados de la Unin: "Me refiero al creciente desprecio por la Ley que
empieza a reinar en nuestro pas." Alude al linchamiento del mulato en San Luis, y
dice as:
"Tales son las consecuencias de la ley aplicada por la chusma, tales son las escenas
cada vez ms frecuentes que se desarrollan en un pas famoso antao por su amor a
la Ley y al orden... Cmo remediar esto? La respuesta es sencilla: que todo
americano, que todo amante de la libertad, que todo aquel que crea en el porvenir
del pas, jure por la sangre de la revolucin no violar nunca en lo ms mnimo las
leyes del pas ni tolerar que otros las violen. Como patriotas del 76, que lo
sacrificaron todo a la Independencia, los americanos de hoy debemos sacrificar vida,
riqueza y honores al mantenimiento de la Constitucin y las leyes. Esto debe ser
enseado en colegios y universidades, escrito en cuartillas, libros y calendarios, para
lograr, al fin, que el dogma poltico del pueblo no sea otro que el cumplir
religiosamente todas las leyes, aun las malas, mientras estn en vigor... Hay
muchos hombres grandes y buenos cuyas aspiraciones no van ms all de un
asiento en el Congreso, un Gobierno en provincias o la silla presidencial. Pero stos
no pertenecen a la raza de los leones ni a la casta de las guilas. Cmo! Creis,
acaso, que tales objetivos hubiesen satisfecho a un Alejandro, a un Csar, a un
Napolen? Nunca! El genio verdadero desdea los caminos trillados... Hasta ahora
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la pasin nos ha ayudado, pero ya no puede ayudarnos ms. La pasin puede ser en
el futuro nuestra enemiga. La razn, la fra, calculadora y desapasionada razn,
debe proporcionarnos los materiales de nuestro futuro sostn y defensa."
Un tono elevado, suntuoso; un tono nuevo en boca de Lincoln. En el reducido y
sombro recinto, ante un auditorio de jvenes, un hombre alza su voz y, ayudndose
con unas notas redactadas cuidadosamente, pronuncia un discurso que un jefe de
Estado no hubiese desdeado hacer suyo en un momento de gran peligro para su
pas; y tal vez en los das por venir, el orador de ahora tenga que pronunciar
palabras semejantes como jefe de Estado. Pero nadie, y menos que nadie el orador,
presiente tal cosa. Aquel hombre no hace ms que ensayar su voz, que retumba
como la de un gran rgano encerrado en un recinto demasiado estrecho. A veces,
sin embargo, audaces metforas cruzan como relmpagos su discurso, dando
testimonio de una ambiciosa imaginacin; es la imaginacin del genio joven que se
detiene a contemplar los hroes del pasado, la imaginacin que se detiene
largamente en el estudio del conflicto entre la tirana y el bien pblico, entre la razn
y la autocracia. La juvenil vehemencia de su discurso nos permite atisbar las
secretas profundidades de su alma, que el pacfico e irnico narrador de historietas
mantiene cerradas ante s y ante los dems.
Y, al fin y al cabo, no sin un motivo poderoso dio en su discurso la preponderancia a
la razn. Las penalidades de su juventud, las dificultades de su educacin, la forzosa
lentitud a que tena que someter su ambicin, el reconocimiento de la desidia del
corazn humano, todo esto le induce a poner en prctica slo lo posible, a pesar de
su anhelo de lograr slo lo mejor.
Una razn servida continuamente por unos ojos que saben comparar, que saben
observar al mismo tiempo la luz y la sombra; una razn alimentada por un corazn
justo y abnegado, no puede menos de abordar cuidadosamente problema tan grave
y complejo como el de la esclavitud.
Lincoln ve que los radicales abolicionistas de Nueva Inglaterra, por los cuales se
siente sentimentalista, hacen una poltica peligrosa, y ni siquiera se adhiere a
aquellos que exigen del Gobierno la sencilla declaracin de que en la Unin no
volver ya a nacer ningn esclavo. Su moderacin a este respecto se ve claramente
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su casa. Tambin algunas veces monta a caballo y va a New Salem. No les faltan,
pues, ocasiones para convencerse de lo improcedente de su unin. Sin embargo,
todava no deciden nada. El hombre se cree ligado por su palabra; la muchacha
parece esperar que l pida su mano; pero ninguno adopta una actitud definida y se
contentan con escribirse cartas analticas. He aqu una de las de Lincoln: "Amiga
Mary: He empezado dos cartas para usted y he tenido que romperlas. La primera no
me pareca bastante seria, y la segunda, en cambio, seria en demasa. Vaya, pues,
la presente, salga como saliere. Al fin y al cabo, el vivir en Springfield es algo
aburrido; al menos, as me lo parece a m. Estoy aqu ms solo que lo estuve nunca.
Hasta ahora, una sola mujer me ha dirigido la palabra; nunca voy a la iglesia, y
probablemente nunca volver a entrar en ninguna, pues no s qu hacer en ellas.
Constantemente pienso en lo que hablamos, en su proyecto de venirse a vivir a
Springfield. Temo que, de realizarse, este proyecto le ocasionar disgustos. Aqu la
gente va por las calles en sus coches, y usted no tendra ninguno. Ser usted pobre,
sin tener los medios para disimular su pobreza. Podra soportar usted todo esto? Si
fuese posible que hubiese una mujer que quisiera compartir mi suerte, yo hara todo
cuanto estuviera a mi alcance para hacerla feliz, y nada seria para m ms doloroso
que fracasar en este empeo. Ya s que con usted sera mucho ms feliz que ahora,
a menos que viese en usted signos de descontento. Tal vez todo esto no ha sido
para usted ms que una broma; tal vez yo no he acabado de comprender nuestra
verdadera situacin. Si fuese lo primero, olvidmoslo todo. En caso contrario, deseo
que reflexione usted muy seriamente antes de tomar una decisin. Lo que he
prometido lo cumplir absolutamente, si es que usted as lo desea, y a pesar de que
mi opinin es que hara usted mejor no desendolo. Usted no est acostumbrada a
las penalidades, y stas seran aqu ms duras de lo que pueda usted imaginarse.
Tiene usted un juicio muy claro sobre todas las cosas y, si en realidad reflexiona
profundamente sobre el asunto, me someto a su resolucin. Escrbame una carta
larga. Aunque a usted su carta no le parezca bastante interesante, para m tendr
mucha importancia en esta laboriosa soledad en que vivo. Diga usted a su hermana
que no quiero or una palabra ms sobre ese absurdo proyecto de vender su finca y
abandonar el pueblo. Esta idea me pone melanclico. Su, etc. ... Lincoln."
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Otra obra maestra! As escribe un hombre que ha prometido casarse y que desea
romper su compromiso, pero al que su nobleza y su resignacin innatas le impiden
hacerlo por propia iniciativa. Despus de confesar sinceramente su pobreza, no
habra podido considerar que sta era una razn suficiente para impedir su
matrimonio? Haba hecho l nunca alguna promesa formal a la muchacha? La
obstinada indiferencia con que ella haba contemplado durante ms de un ao su
renuncia, no bastaba a justificar sobradamente la ruptura? Sin embargo, Lincoln
somete la decisin a la inteligencia de la muchacha, procura dorar la pldora con su
cortesa y emplea un lenguaje que nadie esperara en un hombre que apenas seis
aos atrs era tan slo un leador en el Oeste. No obstante, toda su inquietud de
soltero y bohemio de nacimiento se manifiesta en un deseo de que la hermana de
Mary no venda su finca ni abandone el pueblo; proyecto que, dadas las
circunstancias, debera l aprobar, pero que lo llena de tristeza al solo pensamiento
de que llegue un da en que no encuentre en New Salem una casa hospitalaria y una
conversacin amable.
Y el juego contina: visitas, una separacin sin adis, una nueva entrevista.
Finalmente, queriendo precipitar la solucin, le escribe:
"Seguramente encontrar usted extrao que le escriba el mismo da en que nos
hemos separado; pero nuestras frecuentes entrevistas me han hecho pensar en
usted ms que nunca. La ltima vez que nos vimos apenas fue posible que
cambisemos unas cuantas frases. Quiero que sepa que nunca puedo pensar en
usted con indiferencia; pero, a pesar de todo, pudiera ser que usted se equivocase
con respecto a mis verdaderos sentimientos. Si estuviera seguro de lo contrario, no
molestara su atencin con esta carta. Seguramente cualquier otro hombre no
hubiese necesitado de palabras para cerciorarse. Pero yo pretendo el privilegio de
ignorarlo, y creo que su deber es concedrmelo.
"Deseo obrar rectamente en todos los casos, y especialmente tratndose de
mujeres, y deseo por encima de todo, en este caso particular, portarme como es
debido. Si creyese, como ms bien me inclino a creer, que lo procedente sera
romper nuestro compromiso, lo hara sin vacilar. Y a fin de poner las cosas lo ms
en claro posible, desde ahora le digo a usted que puede, sin el menor inconveniente,
dar por terminado dicho compromiso, apartarme para siempre de su pensamiento, si
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es que alguna vez lo ocup, y dejar sin contestacin esta carta, en la seguridad de
que no he de ser yo quien la acuse de nada. No crea usted que yo deseo terminar
nuestras relaciones en absoluto. Lo nico a que aspiro es que sea usted sola quien
decida lo que hayan de ser esas relaciones en el futuro. Si usted desea continuarlas
como hasta ahora, yo lo har gustosamente. Si cree usted tener un compromiso
conmigo, estoy completamente dispuesto, si tal es su deseo, a relevarla de l. Por
otra parte, le repito que si con ello puedo contribuir a su felicidad, estoy decidido a
confirmar nuestro compromiso. Naturalmente, lo nico importante para m es su
felicidad. Nada podra hacerme tan desgraciado como ser el causante de su
desdicha, ni tan feliz como el verla a usted dichosa... Si considera usted preferible
no contestarme, slo podr ya decirle adis, y desearle una vida tan larga como
feliz. Si quiere usted contestar, le suplico lo haga con la misma franqueza que yo...
Su amigo, Lincoln."
Esta vez habl con mayor claridad an, y al afirmar "Su amigo" en lugar de "Su, etc.
... significaba con este pequeo detalle que la distancia era cada vez mayor entre
ellos. Parece que ella comprendi y que esta carta la indujo a tomar una decisin. En
todo caso, la conducta de Lincoln aparece intachable ante s mismo y la posteridad.
No se sabe qu merece ms admiracin, si la nobleza o la diplomacia, tan
sorprendente la primera en un sencillo leador, como notable la segunda en un
abogado, a quien la elegancia de su estilo facultara para dirigir en cualquier crisis
poltica notas a un Estado extranjero. Ignoramos lo que ella contestara, pero
sabemos que Lincoln tom una decisin extrema y pidi, por fin, su mano. Cul fue
el resultado? Lo que ya apenas se atreva a esperar: Mary Owens rechaz su
peticin.
"Al principio cre que sera afectacin o modestia, aunque stas no encajaban en su
modo de ser. Pero, al renovar mis pretensiones, fui rechazado con ms energa. Hice
varias tentativas ms, pero siempre con el mismo resultado. Por fin, tuve que
desistir. Entonces, con gran sorpresa ma, experiment una sensacin horriblemente
penosa. Parecame como si tuviera mil razones para sentirme mortificado. Mi amor
propio se senta en extremo herido al pensar que haba sido lo bastante idiota para
no descubrir sus intenciones, precindome como me preciaba de comprenderla
perfectamente. Y tambin mi imaginaria grandeza se senta mortificada al verse
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rechazada por una muchacha que, a mi entender, ningn otro hombre pretenda. Y,
para remate de todo, por primera vez me inclinaba a pensar que, efectivamente,
haba estado algo enamorado de ella.
"Las mujeres han hecho hacer el tonto a muchos hombres; pero la verdad es que en
esta ocasin no he necesitado de nadie para hacer el tonto por cuenta propia. Desde
entonces no volv a pensar nunca ms en el matrimonio por la nica razn de que no
podra contentarme con ninguna mujer que fuese capaz de cometer la tontera de
aceptarme. Cuando reciba usted estas lneas, escrbame largamente, contndome
algo que me divierta."
En la ltima frase de esta larga epstola a una amiga, el humorismo de Lincoln no
logra vencer la depresin de espritu que en vano ha tratado de dominar. Ha
recobrado lo que durante tanto tiempo deseara: su libertad, pero su temperamento
nervioso se sobresalta siempre que sus deseos se realizan tan sbitamente. A pesar
de haberse burlado muy a menudo de la corpulencia de Mary, he aqu que ahora se
le ocurre pensar que muy bien pudo haber estado enamorado, y se reprocha su
vanidad, en vez de felicitarse por su victoria diplomtica. Tan alejado est el
temperamento de Lincoln de la realidad cuando sta se introduce en el dominio de
su fantasa, en las delicadas regiones de la libertad y el amor; tan indefenso se halla
ante ella, que palidece cuando la realidad invade el reino de sus quimricas
construcciones. Despus de la tragedia de su primer noviazgo y de la comedia de su
segundo, nadie esperar que este hombre tmido haga un papel activo en un tercer
episodio.
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Lincoln ha sido elegido, por tercera vez, miembro del Congreso de Illinois, y como
quiera que ha llegado a ser uno de los jefes de su partido, llega casi a adquirir la
direccin de los "Clay Men"v de Illinois. Al ao siguiente, cuando todo el pas se agita
en las elecciones para la presidencia, cuando la pasin poltica ha llegado al
paroxismo, Lincoln, que hasta ahora nunca tuviera ms de doscientos o trescientos
oyentes, se ve por primera vez ante miles de personas, y tiene que aprender en un
santiamn a cautivar la atencin de un auditorio enorme. Ahora comienza a
organizar sus dotes naturales y a manejar deliberadamente ciertos efectos que en
sus improvisaciones juveniles lograba sin buscarlos. Aprende a modificar su estilo de
acuerdo con la ocasin y la mentalidad de su auditorio, y se hace experto en el uso
de todos los registros.
He aqu un ejemplo de un estilo altisonante y ajeno a su carcter: "Ya s que el gran
volcn de Washington... arroja la lava de la corrupcin poltica en una corriente
ancha y profunda que se difunde por todo el pas con rapidez vertiginosa, sin dejar
en toda su extensin la ms pequea mancha verde... Puede que tambin a m me
cubra la lava, pero nunca me rendir... Si alguna vez siento que mi alma se eleva y
adquiere las proporciones que le asignara la mano del Arquitecto todopoderoso que
la cre, es cuando veo abandonada por todo el mundo la causa de mi pas, cuando
me veo a m mismo resistiendo y desafiando, completamente solo, a los opresores
victoriosos. Aqu, sin meditar en las consecuencias, ante el cielo y frente al mundo,
juro eterna fidelidad a la causa justa, al pas de mi vida, mi libertad y mi amor! No
repetirn sin temor alguno este juramento todos cuantos piensan como yo?... Si al
final somos vencidos, no importa! Siempre tendremos el orgullo, ante nuestra
conciencia y ante la sombra ausente de la libertad, de haber defendido en medio del
desastre, en el cautiverio, la tortura y la muerte, la causa aprobada por nuestro
entendimiento y adorada por nuestro corazn."
Otras veces emplea un estilo metafrico ms popular. Desplegando todos los
conocimientos de detalle que necesita para guiarse a travs de las treinta y cuatro
pginas de su discurso sobre problemas econmicos, trata de ilustrarlos con
ejemplos de la vida cotidiana, procurando como siempre mantenerse en contacto
con la generalidad de las cosas, en cuya interpretacin el genio poltico ha coincidido
siempre con el poeta. Sbitamente, interrumpe el curso de las cifras para decir:
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"Cmo sabemos todo lo que sabemos (que tal acontecimiento ocurrir, que tal
combinacin de circunstancias producir tal resultado), sino por analoga con la
experiencia pasada? Lo que ha sucedido una vez tendr invariablemente que volver
a suceder cuando se produzcan las mismas circunstancias en idntico modo. Todos
sabemos que un soplo de viento apagara la llama de esta buja que tengo a mi lado.
Cmo lo sabemos? Pues la verdad es que nunca hemos visto esta llama apagarse
de este modo. Pero, en cambio, hemos visto durante toda nuestra vida que el viento
apaga la llama de una buja siempre que sopla sobre ella. Igualmente, todos
sabemos que hemos de morir. Cmo? Pues la verdad es que an no nos hemos
muerto nunca. As, la experiencia pasada nos muestra plenamente, por analoga,
que una subtesorera sera un depsito menos seguro para la hacienda pblica que
un Banco Nacional."
Deseando recordar a sus oyentes lo propenso que es el pueblo a olvidar, atrae
amargamente la atencin de aqullos sobre esta verdad poco grata: "Las grandes
distancias, tanto en el espacio como en el tiempo, tienen un maravilloso poder para
embotar y tornar indiferente al espritu humano. Ni aun en nuestro propio caso,
apenas si se consideran los placeres y las penas futuras que han de sobrevenir
despus de muertos nosotros: qu no ser, pues, ti atndose de los dems!"
Al mismo tiempo, adquira con rapidez los mtodos del agitador y sacaba partido
hbilmente del relato de ciertos episodios de su azarosa juventud.
Un da en que los liberales, a los que perteneca, eran atacados por los demcratas,
que les criticaban el uso de ropas demasiado ricas y de modales sobrado
aristocrticos, en plena tribuna y delante de todo el mundo, quitse Lincoln la levita,
mostrando su remendada camisa, entre las ruidosas carcajadas generales. "No hace
an muchos aos, comenz entre el regocijo general, era yo un pobre muchacho
que se ganaba ocho dlares al mes como almadiero; slo unos calzones de montar
posea, y stos eran de cuero. Y bien, sabis vosotros la particularidad que tiene
esta clase de calzones? Pues que despus de la lluvia, al secarse con el sol, encogen,
y como los mos se mojaban con gran frecuencia, entre el borde inferior de ellos y el
superior de mis calcetines ya mediaba una distancia de varias pulgadas; y como yo
cada da era ms alto, y ellos cada vez ms cortos y estrechos, llegaron al extremo
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de marcar mis pantorrillas con una lnea azul, visible todava. Si esto es pecar de
aristcrata, me confieso culpable de este pecado."
Tal era la habilidad de Lincoln a los treinta aos, para entretener a su pblico
describiendo sus pasadas privaciones, o haciendo gala de su fina irona sobre la
mutabilidad de las cosas. Saba subyugar su atencin por medio de ejemplos
comprensibles con el ardiente patriotismo de su elocuencia; alternativamente, le
haca rer, pensar o romper en clamorosos aplausos. Aquel ao todo Illinois se
reuni en Springfield para celebrar una junta monstruo con motivo de la eleccin de
Presidente; llegaban a la ciudad carruajes conteniendo familias enteras; se
plantaban rboles colocando entre ellos fieras disecadas, y la muchedumbre se
apiaba entre el ensordecedor estrpito de diversas orquestas, que ejecutaban al
mismo tiempo distintas piezas. Chicago enviaba su representacin en un barco
montado sobre un enorme carruaje: smbolo de la reciente alianza de los mares. Un
testigo presencial de aquella gigantesca fiesta describe as la actuacin de Lincoln:
"De pie sobre un coche arengaba a la muchedumbre. Se hallaba en todo el apogeo
de su fuerza fsica. Acababa de cumplir los treinta y un aos y ya gozaba fama de
ser el mejor orador liberal de aquella campaa. Su manera franca y sencilla de
presentar las cuestiones le haba ganado ya las simpatas populares. Habl aquel da
de las tarifas, de las mejoras, de asuntos gubernativos y de la distribucin de los
ingresos obtenidos por las rentas pblicas, a veces con intensa lgica y siempre con
profundo convencimiento. Estos temas no eran de los que mejor se adaptaban a su
estilo, ni poda desarrollar en ellos su peculiar oratoria; pero, soslayndolos, se
complaca en contar ancdotas que ilustraban el tema o, mejor an, historietas que
ponan en ridculo a sus adversarios. El pblico gustaba de este gnero en el que
puede decirse que Lincoln era maestro. En principio, pareca intolerable la
intercalacin de tales cuentos en un discurso poltico, pero nuestro abogado los
contaba con tal arte, que no podan molestar al gusto ms refinado. A otro no se le
habra permitido que se atreviera a tanto."
La mayora de estos discursos estaban cuidadosamente preparados, y en muchas de
las cartas particulares de aquel tiempo Lincoln repite a sus amigos, palabra por
palabra, prrafos enteros de ellos. El mismo orador les daba gran importancia y
aconsejaba a sus amigos que se enterasen de ellos por la prensa, reunindose para
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que uno de ellos los leyera a los dems. Justamente por aquel entonces, sus amigos
polticos estaban disgustados con l, porque a veces, cual suele ocurrir con las
personas muy nerviosas, se mostraba aptico en sus reuniones; unos le acusaban
de ser rudo y arisco; otros, de poco radical. En realidad, Lincoln pona en todas
partes la nota de su templanza, tan necesaria en medio del furor de la lucha de
partidos; pero, cuando se hallaba frente a un verdadero enemigo, saba demostrar
su empuje.
Este enemigo era Douglas. Habase propuesto este demcrata seguirle por todas
partes? El mismo da empezaron ambos su carrera poltica en Vandalia; el mismo
da, cinco aos despus, los dos abogados actuaban por vez primera ante el Tribunal
Supremo; y ahora, en el mismo distrito electoral, defendan la candidatura de un
Presidente distinto.
Aquel Douglas sacaba de quicio a Lincoln. Acaso adivinaba en l a su verdadero
antagonista, al hombre que posea lo que a l le faltaba: la elegancia en la expresin
y los ademanes? Acaso el cuerpo menudo y elstico desagradaba al gigante
desgarbado? Fuere lo que fuere, es el caso que cuando Douglas defiende los
excesivos gastos de su candidato Van Buren, tratando de justificar la larga lista que
los enumera, Lincoln replica desde la tribuna:
"Voy a examinar rpidamente esa lista. Tengo testigos para demostrar que los pocos
puntos que en ella pueden ser verdad, no estn probados, y que los dems son
absolutamente falsos"; y repitiendo a modo de estribillo, tras cada gasto all
registrado: "Absolutamente falso", abrum a su contrario con cifras contundentes y
termin diciendo: "El seor Douglas ha hablado de m con expresin de lstima. Al
orle, he pensado que iba a demostrarnos su superioridad, pero cuando ha dicho que
cinco millones del ltimo presupuesto se han destinado a pagar la indemnizacin a
Francia, lo que me consta que no es verdad; que cinco millones se han entregado a
Correos como anticipo, lo que s que no es cierto; y que diez fueron para la guerra,
lo que no slo es falso, sino perfectamente ridculo, me he preguntado cmo puede
haber un hombre lo bastante insensato para suponer que vamos a dejar pasar en
silencio sus temerarias afirmaciones, remitindome a la clara comprensin de los
aqu reunidos para que decida cul de nosotros dos merece ms confianza... A este
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propsito, contar una ancdota que viene como anillo al dedo... Haba en cierto
lugar un soldado irlands muy chistoso... "
Tan hiriente puede llegar a ser este hombre justo: tan maligno este hombre bueno;
no porque el otro sea demcrata, sino porque es el adversario predestinado de un
hombre que forja sus concepciones de un modo tan grave, con tanto sentido de la
responsabilidad, tan derecha y difanamente, como creara Dios su rostro y su
figura.
Sobre el camino, en medio de un hermoso jardn, se levantaba una gran casa con
columnas de madera, ventanas corredizas y una amplia galera. Perteneca esta
mansin al rico Edwards y pasaba por ser una de las mejores casas de la nueva
capital. Reunanse en ella polticos y abogados, entre los que se contaban Lincoln y
Douglas, colegas ambos de Edwards en la asamblea legislativa. Queriendo imitar las
maneras
del
gran
mundo,
pretendiendo
hacer
de
Springfield
un
pequeo
los
retratos
de
los
abuelos
famosos,
los
nios
eran
educados
tan
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formaba una nueva sociedad. As, pues, se meti en un coche de viaje propio y se
dirigi hacia el Norte, hacia la casa de su hermana y de su cuado.
Cuando Lincoln y Douglas fueron presentados a la forastera, se vieron ante una
rolliza muchacha, de piel tersa y suave y cabello artsticamente rizado, vestida con
un corpio exageradamente descotado y faldas con polisn: una damisela del gran
mundo, brillante en el hablar, bien informada de todo, salpicando sus frases de
alguna que otra expresin francesa y citando con propiedad a los clsicos franceses.
Cuando callaba, sus labios adquiran una expresin dura, y cuando oa algo que no
era de su agrado, dirase que la fra mirada de sus ojos, de un azul de acero, se
petrificaba.
En su primer baile caus sensacin, pues bailaba admirablemente. Todos los jvenes
rivalizaban entre s para lograr los favores de la linda e inteligente muchacha. Y
Herndon, el joven estudiante, al que Lincoln acababa de incorporar a su despacho
para perfeccionarse, cometi la enormidad de decir que valsaba como una serpiente.
No crea haber dicho nada malo, y la verdad es que la comparacin era exacta, pero
ella le mir hostilmente, y con esta mirada se inicia una enemistad que durar toda
la vida. Tampoco los otros mozos parecieron hacer gran impresin a la muchacha,
pues a ella no le importan ni la hermosura de los hombres, ni la elegancia, ni
familia, ni dinero, lo que no deja de ser extrao si se tiene en cuenta la educacin
que haba recibido y que deba inclinarla a todo lo que fuese distincin social. Pero
no; Mary slo toma en consideracin una cosa: quin tiene mayores probabilidades
de hacer una gran carrera? Se le ha metido en la cabeza, y lo ha repetido a menudo,
que slo se sentir satisfecha cuando sea la esposa de un presidente de los Estados
Unidos. Y con infalible instinto distingue entre los dems a los dos mejor dotados,
pobres ambos y de origen humilde; muy bajo el uno, altsimo el otro: Douglas y
Lincoln.
Douglas no tarda mucho en conocer a la mujer tan bien como lo conoce ella a l,
pues ambos estn dominados por la ambicin; y si, en sus sueos, Mary desea vivir
en la Casa Blanca, puede estar segura de encontrar all al soado Douglas, pues los
pensamientos de ste se hallan constantemente dirigidos hacia el puesto ms alto
del pas: toda su vida, todo lo que hace o dice, no tiene otro objetivo que la silla
presidencial. Lincoln, ambicioso tambin pero pesimista, no piensa entonces
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Tal vez oyese referir como, cuando an no era Mary sino una niita, se confeccion
con ramas de mimbres un miriaque que deseaba lucir en la escuela, mostrando ya
as una vanidad que ms tarde haba de conducirla al borde de la locura.
Todo esto le asombra; pero no sabe qu actitud tomar en sus relaciones con ella. l
busca en la mujer generosidad, bondad, ternura, todo lo que encontrara en el amor
de aquella buena muchacha de New Salem; la inteligencia y la cultura le tienen sin
cuidado; a l le toca tenerla por ambos. No obstante, su poder analtico le permite
descubrir en Mary Todd la fuerza suficiente para reemplazar la energa activa que a
l la falta. Quizs ante ella se da cuenta ms cabal de que su propia inteligencia
pertenece, comparativamente, a un gnero pasivo; de que la impaciencia productiva
de ella podra mezclarse, completndola, con su templanza.
Ella es activa y elstica, pero dbil en el fondo; l es lento y pesado, pero fuerte.
Podemos estar seguros en todo caso de que Mary comprende todo esto; una prueba
evidente de su inteligencia es su eleccin y la tenacidad con que se aferr a Lincoln,
animada, no por el instinto femenino, sino por la ambicin. S, Mary Todd fue rpida
y certera en su previsin del futuro. Y, sin embargo, muy poco hablaba en favor de
Lincoln ante ella; cierto que era estimado, pero era pobre y en general se le
consideraba como un hombre tosco, feo y poco ambicioso; y nadie, en aquel tiempo,
vea
en
un
hombre
de
porvenir.
En
todas
estas
cosas
contrastaba
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habra casado con l, pues ya puede usted ver que no es precisamente un dechado
de hermosura."
Cuando la situacin de los dos jvenes se hace crtica, Lincoln escribe una carta a
Mary Todd, carta que ensea a su amigo Speed antes de enviarla. En ella dice que,
estudiando detenidamente su situacin, ha sacado en consecuencia que no est lo
bastante enamorado para casarse. Esta vez, Lincoln parece decidido a evitar la
repeticin de los tormentos que sufriera en su noviazgo con Mary Owens.
Speed se niega a llevar la carta a Mary, diciendo: "Las palabras se olvidan, pero lo
escrito, escrito queda." Y, quemando la carta, agrega: "Si eres un hombre valiente,
ve a ver a Mary, dile que no la quieres, dile que no quieres casarte con ella." En esta
ocasin, el tendero demuestra ser un buen diplomtico, pero psimo psiclogo.
Pues Mary Todd sabe perfectamente cmo se caza a un enamorado renuente del
gnero de Lincoln. Cuando, despus de la entrevista, regresa Lincoln a casa a las
once de la noche, explica al amigo en su estilo tragicmico: "Cuando le dije que no
la quera, se ech a llorar y saltando casi de la silla, se torci las manos cual si
estuviese a punto de morir, a tiempo que deca no s qu cosas de un engaador
engaado. Aquello era demasiado para m. Sent las lgrimas deslizarse por mis
mejillas, la estrech entre mis brazos y la bes." Speed se re de l, dicindole que
ha hecho el tonto, pero Lincoln replica: Qu se le va a hacer! Hecho est, y
cumplir lo prometido." Casi las mismas palabras de pasiva resignacin con que,
tres aos antes, se comprometiera con la primera Mary.
El noviazgo transcurre entre celos y temores. Ella quiere dominarlo, y l est
acostumbrado a su independencia; la diferencia no slo de su modo de ser, sino
tambin de su modo de vivir, produce constantes conflictos. Mary le irrita dejndose
ver por la calle del brazo de Douglas, y l parece consolarse con su cuada, la
hermosa Matilde, que tambin ha venido a pasar una temporada en casa de los
Edwards, donde comparte la cama de la celosa Mary. La visita de Matilde no es
larga, pero, cuando se marcha, Mary declara que Lincoln dedica toda su atencin a
la pequea Sara Rickhardt. Y tal vez no le falte razn, pues no es muy natural que
un hombre como Lincoln, hallndose en vsperas de un matrimonio, contra el que
una voz interior le previene, busque algn refugio para ahuyentar la soledad y los
pensamientos desagradables? La intranquilidad de los aos anteriores se renueva y
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duplica: esta vez los esponsales estn consumados y las vas diplomticas no sirven
ya para nada. Da por da, puede seguir en casa de la novia los preparativos; el da
de la boda se aproxima como una amenaza.
Han fijado el 1 de enero. El ao nuevo debe inaugurar para ellos la vida nueva. La
ceremonia y el banquete han sido preparados con todo el cuidado que merece la
boda de una dama tan distinguida. Pero, mientras la novia se ocupa con los ensayos
del velo, los zapatos y los guantes, del arreglo de la mesa, el men y los discursos,
el novio es presa de una excitacin febril.
Un hombre de temperamento solitario, apasionadamente libre, que buscaba a las
mujeres, para huirlas en seguida; que slo una vez en su vida amara, y ahora a una
vieja solterona grotesca, de la que a duras penas pudo escapar, se ve ahora
definitivamente preso, a pesar de todas las advertencias que a s mismo se hiciera.
De temperamento vacilante, repugnndole resolver las cosas con demasiada
anticipacin, con el amor a la independencia del soltero, detestando los formulismos,
indiferente al dinero y a la posicin social, no dependiendo de nadie, compara ahora
a la mujer enrgica y dominadora que va a ser su esposa con aquella dulce doncella
que slo se dejara querer. La consecuencia de todo ello es un sentimiento de
ansiedad corporal; llmesele temor, desequilibrio o enfermedad; el nombre importa
poco.
Lo que sucediera el da crtico no se sabe exactamente. Se hallaba ya la novia en
todo el esplendor de su tocado nupcial y reunidos los invitados? O acaso se
desarrolla una escena violenta entre los prometidos el da anterior? Estaba todo
preparado, incluso el pastel de boda, como aseguran testigos de la mayor
excepcin? Dijo Lincoln pblicamente y en voz alta, como asegura la hermana de
Mary, que odiaba a sta, ex abrupto que ciertamente no expresaba su verdadero
sentimiento, "sino tan slo una tontera"? Fuese lo que fuese, lo cierto es que Lincoln
no compareci en la boda. Pas todo el da en el Congreso, adonde sera difcil que
fuesen a buscarlo, y a la misma hora en que deba celebrarse la boda presentaba un
proyecto de ley a la Cmara. Sus obligaciones de diputado le mantuvieron
igualmente ocupado durante unos das. Luego estuvo ausente del Congreso toda una
semana, entregado por completo a los cuidados de su mdico.
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Pues Lincoln estaba enfermo. El conflicto pasional de las ltimas semanas haba
hecho profunda mella en su sana y fuerte naturaleza, y ahora sufra una ansiedad
que nadie hubiese previsto en el leador. Su mdico le aconsej consultara a un
especialista en enfermedades nerviosas, de Cincinnati, al que se dirigi por carta;
pero el especialista contest que no poda hacer nada sin ver previamente al
enfermo. Lincoln se aferr al mdico de Springfield, sobrecogido de terror al solo
pensamiento de verse privado de sus servicios. Durante este perodo escribi una
porcin de cartas desesperadas a su socio Stuart, que se hallaba en Washington,
cartas que todava no se han publicado en su totalidad.
"Soy el hombre ms infeliz del mundo. Si mis sentimientos se repartiesen por partes
iguales entre todo el gnero humano, no se vera sobre la tierra un solo rostro
alegre. Ignoro si llegar a mejorar algn da, pero me temo que no. Continuar como
estoy es imposible. O me muero, o me curo... Le escribo todo esto porque quizs un
cambio de ambiente pueda curarme. Si me hallase en mi estado normal, me
quedara aqu de buena gana... No puedo escribir ms." En la misma carta le pide
con urgencia que se interese en la capital para asegurar al doctor Henry, su mdico,
el puesto de administrador de Correos de Springfield. "Durante estos ltimos das
me ha hecho exhibirme ridculamente, pero tengo la impresin de que el doctor
Henry es necesario para mi existencia. Si no logra el empleo, abandonar
Springfield... Mi corazn se halla sumamente interesado en retenerle aqu."
Nunca, antes ni despus, el solitario Lincoln declara necesitar de nadie para existir.
Qu pasa en este hombre que siempre viviera independiente, sin necesitar nunca
de mdicos, ni de ayuda, ni de un cambio de ambientes? Finalmente, el frentico
Orestes encuentra un amigable Plades; aquel mismo "fatal da de Ao Nuevo",
Speed vende su tienda y se traslada a la hermosa granja que posee su madre en
Kentucky, invitando a Lincoln a pasar el verano en la regin que le vio nacer.
Aquella alma afligida se muestra encantada. En una vasta casa campesina, cuya
amplia escalinata conduce a un magnfico hall, un esclavo le lleva el desayuno a la
cama; puede montar a caballo y pasearse en coche tanto como quiera; los amables
modales de la madre, los encantos de la hermana menor, la jovialidad de los ricos
propietarios, los juegos, bromas y coqueteras, alivian el atormentado corazn.
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Vuelto de nuevo a la vida, Lincoln vive como un seor del Sur; el amigo de los
negros se hace cepillar sus vestidos y sostener el estribo por un esclavo; y su herido
corazn se vuelve a menudo hacia la hermana del amigo. ste, entre tanto, corteja
a una sobrina de otro propietario. Lincoln se encarga de entretener al to, y mientras
los dos hablan de poltica, Speed hace el amor a Fanny.
Sin embargo, a veces Lincoln parece ausentarse sbitamente e la realidad;
permanece entonces inactivo, caviloso, fija la mirada ante s. Qu escribe cuando
toma la pluma? Un ensayo sobre el suicidio, lo que escribira un hombre que quisiera
alejar por el anlisis un peligro apenas vencido. Luchando entre el deseo de vivir y el
de morir, entre la conciencia de su fuerza y el desengao, dice un da al amigo:
"Todava no he hecho nada que recuerde a los hombres, que he vivido. Y, no
obstante, el objeto de mi vida no es otro que el hacer que mis semejantes asocien
mi nombre a un hecho que interese a toda la Humanidad." Estas palabras indican
que la crisis ha pasado, que la esperanza renace en este hombre de treinta y dos
aos y que sus miradas se vuelven hacia los ms vastos intereses humanos.
La naturaleza de aquellas turbaciones y agitaciones se revela claramente en algunas
cartas escritas por Lincoln a Speed un ao despus del crtico da de Ao Nuevo, en
un tiempo en que Lincoln, de regreso ya en Springfield y completamente curado de
sus angustias, tiene que ayudar a Speed, en vsperas de casarse, a vencer
intranquilidades anlogas a las que le atormentan.
"Antes de tu partida no quise decirte lo que ahora te escribo, porque me era ms
difcil hacerlo de palabra y porque seguramente lo hubiese olvidado precisamente en
el momento en que poda serte ms til. Creo, y me parece muy natural, que
pasars muy malos ratos hasta tanto no se haya realizado tu boda. Justamente en
estos momentos quiero que leas esta carta. Digo que es razonable que pases esos
malos ratos, porque hay para ello tres causas especiales y una razn.
"La causa general de tus sufrimientos es tu temperamento nervioso; te digo esto
porque lo he observado personalmente en ti y por lo que t mismo me has dicho en
diferentes ocasiones con respecto a tu madre y a tu hermano William, cuando muri
su esposa... La primera de las causas especiales es el mal tiempo que has tenido
que soportar; s por experiencia que esto es extremadamente nocivo para los
enfermos. La segunda es la falta de todo negocio y conversacin con amigos que
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"Cuando leas esto, har ya varios das que eres el esposo de Fanny... Te hallars en
un terreno que yo nunca he pisado. Cariosamente, espero... que nunca vuelvas a
carecer de consuelo ajeno. Pero si me equivocase en mi pronstico, si a veces un
placer excesivo alternase con un sentimiento de amargura, no olvides que tus
propias fuerzas han de bastarte para vencer ste en corto plazo.
"Estoy convencido de que amas a Fanny todo lo ardientemente que eres capaz de
amar. Me inclino a creer que tus nervios te fallarn alguna que otra vez; pero,
cuando hayas logrado dominarlos completamente, la depresin pasar ya para
siempre... Si llegas a la boda tranquilo o, por lo menos, con suficiente dominio de ti
mismo para no llamar la atencin de los espectadores, te hallars en salvo, y dentro
de uno o dos meses, a lo sumo, sers el ms feliz de los hombres... P. S. Desde que
nos separamos, me he convertido en un hombre."
Pero cuando Speed le comunica nuevas angustias, su amigo, que hasta entonces lo
animara constantemente, interrumpe su labor consoladora y escribe en un sincero
tono de renunciamiento:
"Ya no lo dudo; nuestra peculiar desgracia consiste en que soamos sueos
paradisacos que superan todo cuanto la Tierra puede ofrecernos... Pero si alguien
puede hacer posibles, siquiera sea en parte, estos sueos, slo los negros ojos de
Fanny podan realizarlos para ti. Si pudieses contemplarla a travs de mi
imaginacin, consideraras ridculo al que, tenindola consigo, se pretendiese
desgraciado, siquiera por un momento. Mi viejo padre deca: Si has hecho un mal
negocio, aguntate, y pon al mal tiempo buena cara."
En ninguno de los numerosos documentos que poseemos sobre Lincoln se hacen
ms visibles los rasgos secretos de su carcter. Estas cartas son una verdadera
revelacin de s mismo. Ante todo, vemos en ellas su deseo de analizar con absoluta
claridad todos sus sentimientos, y en seguida una pericia analtica semejante a la
que une al psiquiatra, por arriba, con el poeta, y por abajo, con el jurista,
permitindole deducir de los pequeos motivos el mvil principal. No slo sabe la
influencia que ejercen el tiempo, los viajes y el ocio sobre los nervios, sino que es lo
bastante buen psiclogo para establecer comparaciones sobre el estado de Speed y,
el de su madre y hermano, pensando sin duda al mismo tiempo, como
frecuentemente hace, en sus propios y desconocidos abuelos maternos. Al mismo
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tiempo nos demuestra el inters fraternal con que atiende a su amigo, y manifiesta
el afn que impulsa al artista a identificarse con los dems, a penetrar en el misterio
de los sentimientos ajenos, a colocarse en la situacin de los otros.
Pero la ms importante revelacin que puedan hacemos estas cartas es la que se
refiere a su propia intranquilidad interior y a cmo se la explica a s mismo. Un ao
despus de su crisis, cuando las circunstancias consideradas exteriormente, son
absolutamente tranquilas, habla de desesperacin, de mortal angustia, de infierno.
De dnde proviene todo esto? De un temperamento nervioso que los diferencia, a
l, a su amigo, del resto del mundo, y que les produce terrores y angustias que, de
cada mil hombres, slo uno o dos sufren. Pues "es nuestra peculiar desgracia soar
sueos paradisiacos que siempre superan todo cuanto la Tierra puede ofrecer".
sta es la causa fundamental de la melancola de Lincoln. A pesar de sus inagotables
energas, a pesar de su cordura, de su experiencia y de sus xitos, este hombre con
alma de poeta se sentir cada vez ms desilusionado en el curso de su lucha en el
mundo.
sta es la esencia trgica de Lincoln, revelada a nosotros por la melancola de su
rostro.
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reparar el agravio inferido, y este sentir parece ser el nico motivo que lo impulsa a
hacer nuevas insinuaciones a Mary Todd, a la que, en realidad, est muy lejos de
amar apasionadamente.
Mary se halla de nuevo en Springfield. A su regreso, y sin que nada pudiera motivar
esta declaracin, Mary ha dicho a cuantos quieren orla que, a pesar de todo,
Abraham no le desagrada y que si el Destino ha determinado unir sus vidas, ya
encontrar el medio de hacerlo. Como era inevitable en una pequea ciudad, se
encuentran. Han sido invitados por el director de un peridico y su esposa, a los que
les gusta hacer el papel de Providencia. Los dos jvenes se ven de nuevo frente a
frente, sorprendidos y confusos.
De vez en cuando van juntos a un alegre crculo donde el humor de Lincoln
entretiene a todos y en donde se discurren ardides polticos si se encuentra a mano
un buen adversario. La administracin de los demcratas era mirada entonces con
general desconfianza y todos se divertan a costa del general Shields, que, como
auditor de cuentas del Estado, haba promulgado un grotesco decreto en el que se
estableca que el pago de los impuestos no poda hacerse en papel moneda. Shields
haba sido un aventurero, marinero, estudiante de Derecho y demcrata al mismo
tiempo, y hombre de muchas pretensiones; pero esta vez era completamente
inocente. Lincoln publica entonces en una revista de Springfield tres cartas dirigidas
a Shields y firmadas por una imaginaria Rebeca. Estaban escritas estas cartas en el
estilo de los granjeros del Oeste, inspiradas en sus propios recuerdos, deliciosas en
su realismo, malignas, certeras y tan divertidas, que toda la ciudad se re.
El atacado se calla. Pero entonces Mary Todd y la esposa del director del peridico
escriben una cuarta carta, mucho ms grosera y provocativa, en la que Rebeca
propone el matrimonio al general y se anticipa a enviarle un canto nupcial. Esta vez
el general Shields pierde la paciencia y exige el nombre del autor.
Como poltico, Lincoln no deba haberse hecho responsable de la ltima carta. Si la
esposa del director de un peridico se divierte con sus amigas haciendo peligrosas
travesuras en el diario de su marido, ste no tendr ms remedio que cargar con las
consecuencias. Lincoln habra podido alegar las consideraciones debidas a su partido
y, como hombre que cultiva una reputacin estilista, vacilar en aceptar la paternidad
de versos tan mediocres como los del epitalamio. Pero Mary Todd est mezclada en
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el asunto; ella es quien lo ha tramado todo, por malicia o por clculo, y Lincoln se
cree en el deber de defender a una dama a quien debe una satisfaccin. Sin vacilar,
aprovecha esta ocasin; y cuando el general, que anhela vengarse, provoca a duelo
al ofensor, Lincoln, enemigo declarado del duelo, hombre incapaz de matar a una
liebre, acepta el reto.
Como el duelo estaba prohibido en el Estado de Illinois, los adversarios buscaron un
lugar retirado, en las cercanas de una pequea ciudad situada en la frontera de un
Estado vecino. All se encontraron a la hora convenida, acompaados de numerosos
espectadores, pues desde que Jackson se batiera por su esposa, el duelo se haba
puesto de moda en el Nuevo Mundo. Habase escogido como arma el sable de
caballera. Lincoln no haba manejado en su vida otra arma que el hacha, pero sta
no poda ser utilizada en semejantes menesteres. Mientras los testigos medan el
campo, de 10 pies de longitud, con una plataforma en medio, nuestro gigante
contemplaba los preparativos sentado sobre un tronco.
"Su cara estaba seria, relata un testigo. Nunca le vi pasar tanto tiempo sin hacer un
chiste... Inclinndose, sac su sable de la vaina y con el pulgar recorri el corte
como si fuese una navaja de afeitar. Luego se levant, extendi su largo brazo y de
un tajo cort una rama que colgaba encima de su cabeza y a la que nadie hubiera
alcanzado. Este ademn de Lincoln puso de manifiesto todo el absurdo de aquella
lucha a sable entre un gigante y un hombre como Shields, apenas ms alto que su
arma. Difcilmente pude dominar la estrepitosa risa que todo esto me produca.
Despus de cortar la rama, volvi Lincoln su sable a la vaina, suspirando, y se sent
de nuevo, no sin que yo descubriese en sus ojos el guio que preceda siempre a sus
inimitables historietas; todava esperaba yo orle al borde de la tumba, de la tumba
de Shields, una de sus magnficas chanzas." Pero entre tanto, los testigos han
llegado a un arreglo, los adversarios se declaran mutuamente satisfechos y todos
regresan tranquilamente.
La vida de un hombre como Lincoln est siempre llena de escenas tragicmicas;
pero ninguna iguala en sabor a sta. El enemigo de la caza y de la guerra, el que de
muchacho fuera incapaz de matar una liebre y como soldado no llevara sus hazaas
ms all de salvar a un enemigo, el hombre grande como Goliat y bueno como
David, se halla sentado sobre un tronco, obligado por una situacin novelesca a
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matar a un viejo militar, a menos que prefiera que ste lo mate a l; por primera
vez en su vida tiene un sable en sus manos y lo ensaya. Pero, qu es lo que hace
en vez de amagar estocadas y paradas? El leador se manifiesta en l, e
instintivamente corta con la afilada hoja una rama del rbol, como si todava
estuviese en Indiana. Una jovial historieta se le viene a las mientes; y de aqu que,
haciendo su guio habitual, se prepare a contarla. Pero los testigos dan el toque de
retirada, la tragedia se desvanece y la comedia domina la situacin. Todava queda,
sin embargo, un peligro. Pues si bien sale con vida de este duelo frustrado, este
duelo decide la vida posterior de Lincoln. Su caballerosidad ha desagraviado
completamente a la muchacha, que ahora puede decir a sus amigos que Lincoln es
su paladn. El incidente los pone en ms ntimo contacto; la gente sonre al verlos
juntos y no tarda en felicitarlos. Pues cuando Lincoln se convence de que, a pesar de
todo, Mary desea casarse con l, no vacila un momento en aceptarla. "Lincoln saba
que no la quera, pero haba prometido casarse con ella", dice Herndon, que por
aquel tiempo viva con l; y el mismo Lincoln confiesa a otro amigo: "Jimmy, debo
casarme con la muchacha." El da del asunto Shields, haba escrito en grandes letras
un registro del nmero de votos obtenidos por l y por otros durante los ltimos
aos, poniendo de manifiesto el incremento de su popularidad. Despus de hacerlo
autenticar legalmente, lo haba atado con una cinta roja. Probablemente quera
demostrar con esto a Mary que, de todos modos, era hombre de cierta importancia.
Antes de arrojarse al agua tiembla en la orilla y se pregunta si sus pulmones sern
lo bastante fuertes para soportar el chapuzn. Entonces escribe a Speed, hacindole
esta extraordinaria pregunta: "Slo te escribo para decirte algo respecto al asunto
que sabes constituye mi ms ntima preocupacin. T nunca me ocultaste, y yo bien
lo comprend, el inmenso sufrimiento que tuviste que soportar desde los primeros
das de septiembre hasta mediados de febrero. Desde hace cerca de ocho meses
eres el esposo de una mujer encantadora. S que eres ahora ms feliz que el da de
tu matrimonio, pues si no fuese as no podras vivir... Pero necesito hacerte una
delicada pregunta: Ests contento, sentimental e intelectualmente, de haberte
casado? A otro que no fuese yo no le toleraras esta pregunta impertinente. Pero s
que a m me la perdonars. Te suplico me contestes en seguida, pues estoy
impaciente por saberlo."
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Es la ansiedad nerviosa de un hombre que teme los deberes del cuerpo y del
corazn, que teme perder su libertad, que se rebela a entrar en una vida en la que
tendr que dar cuenta y explicacin de cada una de sus acciones, de cada uno de
sus cambios de humor. Y por qu? Porque va a casarse con una mujer cuya
naturaleza es extraa a l, cuyos ojos advierten muchos encantos, pero tambin
muchas imperfecciones; con una mujer de la que hace apenas dos aos escapara a
la desesperada. Por su parte, Mary le exige ahora un matrimonio inmediato, con las
menos ceremonias posibles: el servicio religioso esencial y nada ms. Una buena
maana, Lincoln se acerca a la cama de su amigo Herndon y le dice: "Voy a casarme
hoy".
Por fin, aquel da de noviembre se ven ante el altar el gigante de 33 aos y la
mujercita de 24; l no parece muy alegre, y despus de la ceremonia no tiene
inconveniente en decir a sus amigos cosas cmicamente desesperadas. En el
banquete de boda, hecho con la mayor sencillez, se muestra, sin embargo, ms
contento y cuenta sus eternas historietas. Pero era un viernes, y ambos, esposo y
esposa, eran supersticiosos. Cinco das despus de su boda, Lincoln termina una
carta de negocios con esta frase: "Aqu no hay novedad, como no sea la de mi
matrimonio, cosa de la que an no he acabado yo mismo de maravillarme."
Poco tiempo despus, Lincoln form una nueva asociacin con Herndon, el joven e
inteligente abolicionista enviado por su padre a Springfield para escapar de las
persecuciones de que habra podido ser objeto en el Sur. Aconsejado por Lincoln,
Herndon haba estudiado Derecho, siendo uno de los primeros y ms entusiastas
admiradores de su amigo. Lincoln puso toda su confianza en su nuevo socio, y su
amistad dur hasta la muerte. Su inteligencia y habilidad hacan de Herndon un
excelente compaero de trabajo; su idealismo poltico, su humor y su irona lo
capacitaban para ser el perfecto amigo de Abraham. Siendo Herndon cerca de diez
aos menor que Lincoln, que haba pasado ya de la treintena, ste adopt una
actitud casi paternal con su socio, colocndose por primera vez en una posicin de
jefe.
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Pues hasta entonces Logan, que reemplaz a Stuart tres aos antes de su boda con
Mary Todd, considerse su jefe. Logan era un rgido jurista, que necesitaba tener un
orador a su lado, pero no pudo soportar por mucho tiempo el aparente desorden de
Lincoln. Logan posea todas las virtudes de que careca su socio: constancia,
exactitud, aplicacin; todo ello inmejorable para Lincoln, que adquiri buen acopio
de conocimientos bajo la direccin de Logan y, por primera vez en su vida, gan
bastante dinero para atender a las necesidades de su nuevo hogar. La reputacin de
Logan como abogado, la de Lincoln como poltico y el crecimiento de Springfield, que
se construy por entonces su propio Capitolio, haban hecho progresar rpidamente
los negocios de la asociacin. Y tal vez los socios habran podido sacar mejor partido
de su mutuo apoyo si las rivalidades polticas no se hubiesen interpuesto entre ellos,
hacindolos reir.
Despus de esta separacin, un nuevo rtulo, en el que su nombre figuraba en
primer lugar, anunciaba la nueva sociedad; "Lincoln & Herndon". Colgaba este rtulo
de un segundo piso, en la puerta de un cuarto medianamente amplio, amueblado
con dos grandes mesas en forma de T, un armario para libros, un viejo pupitre con
muchos departamentos y un desvencijado sof de cuero que, aunque de tamao
normal, todava resultaba demasiado corto para Lincoln. En este despacho andaba
todo tan desordenado y revuelto que, habiendo enviado una vez la direccin del
partido un saquito con semillas para distribuir entre los granjeros, las semillas que
cayeron al suelo encontraron en el polvo y la suciedad terreno propicio para su
germinacin.
La honradez de Lincoln se haba hecho proverbial. Nadie, y menos que nadie su
consocio Herndon, pens nunca en exigirle una cuenta formal del dinero que pasaba
por sus manos. Cuando cobraban sus honorarios, Lincoln, dividiendo los billetes,
deca simplemente: "Toma, ah tienes tu parte." Su generosidad creci con su
prosperidad, en vez de disminuir, como suele suceder, y no pocas veces su honradez
entraba en pugna con sus propios intereses. En una ocasin, defendiendo a un viejo
a quien dos muchachos haban quitado un coche sin pagrselo, Lincoln apoya el
argumento de su adversario cuando alega la minora de edad de los acusados, y en
un animado alegato hace inclinar al tribunal a favor de los dos menores, a quienes
los jueces no deben echar a perder condenndolos a prisin. A otros clientes, cuyas
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probabilidades de xito son inmejorables, les dice: "Yo puedo ganar su asunto y
sacar para usted esos seiscientos dlares. Pero con ello hara desgraciada a una
familia honrada. Por lo tanto, ni quiero encargarme de su caso ni ganar sus
honorarios. Permtame, sin embargo, que le d un consejo gratis: vyase a su casa
y busque una manera ms honrada de ganar seiscientos dlares."
Esta sentencia salomnica contrasta con la prctica de aquellos tiempos y acaba de
cimentar a los treinta y cinco aos la reputacin de hombre excntrico que
comenzara a adquirir a los veinticinco. Estudiaba pocos libros de Derecho, lea de
mala gana las sentencias del Supremo, y se contentaba con seguir una norma en
torno a la cual improvisaba sus argumentos conforme a las circunstancias, confiando
siempre en la claridad del asunto, en el sano criterio del tribunal y en su propio
infalible sentimiento de justicia, que se haba desarrollado en el curso de su azarosa
juventud y que era una caracterstica de su temperamento tardo. Tampoco le
preocupaban excesivamente los negocios, y sola dejar a su joven socio la tarea de
cobrar los honorarios. Pero cuando un da, despus de un lapso de muchos aos, se
present un empleado en su despacho para cobrar del antiguo administrador de
Correos la suma de diecisiete dlares, Lincoln se apresur a sacar de un cofre una
bolsita en la que desde haca aos guardaba aquel dinero, en espera de su
reclamacin.
Tambin en el tribunal lo describen sus amigos como un hombre raro y nico: "No
tena ningn sistema, ningn orden; careca de escribiente, de biblioteca, de
registro, de libros de caja. Cuando tomaba notas, las meta en un cajn, en un
bolsillo del chaleco o en su sombrero... Pero dentro de su cabeza prevalecan la
simetra y el mtodo. No necesitaba escritorios, ni pluma, ni tinta, pues todo lo haca
en su cerebro."
El sombrero de Lincoln, en el que guardaba cartas y cheques, no tard en hacerse
clebre. Una vez que un colega suyo que viva en otro pueblo se quejaba de no
haber recibido contestacin a una carta, Lincoln le contesta disculpndose: "En
primer lugar, he tenido mucho que hacer; y en segundo lugar, cuando recib su carta
la met en mi viejo sombrero, al da siguiente me compr uno nuevo y la carta
desapareci de mi vista con el sombrero viejo." Adems, siempre tena un sobre en
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su escritorio con este letrero: "Si no encuentra en ninguna parte lo que busca, lo
tendr en mi sombrero."
Naturalmente, un hombre cuyas pronunciadas caractersticas son stas, no se siente
a sus anchas sino entre gente joven; a su socio Herndon le llamaba simplemente
"Bill", en tanto que ste le deca "seor Lincoln". Pero Lincoln nunca se las ech de
superior a l, sino ms bien al contrario. As, por ejemplo, un da entra en el
despacho preguntando: "Bill, qu quiere decir anttesis?" Como un "original",
tomaba con toda calma su oficio de abogado; echado en el sof, lea todas las
maanas los peridicos en voz alta; contaba ancdotas a los que iban a consultarle
asuntos jurdicos, repitiendo en un mismo da la misma historieta a dos o tres
clientes; y en una ocasin, durante dos das enteros, se neg a leer toda clase de
documentos, pues, rodeado de dibujos, nmeros, reglas y compases intentaba
resolver la cuadratura del crculo.
Es de extraar que todos tuviesen confianza en l? El prroco que hipoteca su casa
no exige recibo ni pide registro. Dos granjeros que se disputaban un pedazo de
terreno acordaron mutuamente someter el asunto a Lincoln y acatar su decisin,
satisfechos de un abogado que no presuma de cultura ni les hablaba desde la altura
de su posicin, sino como un compaero que, situado en el mismo plano que ellos,
emplea su mismo lenguaje familiar. Y, no pareca, realmente, un granjero
disfrazado?
Cierto que vesta como debe hacerlo un recin casado; usaba buenos zapatos de piel
de becerro, camisa blanca y corbata, y sombrero de copa negro, que todava lo
haca parecer ms alto; pero nada le cae bien; siempre ha de quedarle estrecho el
chaleco, los pantalones con rodilleras, el cuello demasiado ancho, la corbata torcida.
En pie, con los hombros cados, los brazos colgantes, la cabeza inclinada hacia
delante, contempla con sus grandes ojos grises a la gente, y parece pensar en otras
cosas, pero, en realidad, est viendo sus corazones.
Mary le reportaba algunas ventajas a Lincoln, pues si bien era muy poco el inters
que pona en la prctica de su profesin, segua, en cambio, con gran inters la
situacin poltica. Desde un principio vigil cuidadosamente la carrera en que haba
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porque es abogado y toma parte en las sesiones del Congreso? Diga Mary lo que
quiera, Abraham sale al patio en mangas de camisa, con unos viejos pantalones a
medio sostener por un solo tirante, y a poco regresa con el cubo rebosante de leche
y arrastrando unas viejas zapatillas.
Pero Mary, poco humorista y sintiendo ultrajado con todas estas cosas su sentido de
la compostura social, est a punto de sufrir un ataque de nervios el da en que su
marido abre la puerta a dos hermosas damas y les dice: "Pasen ustedes. Mi esposa
bajar en cuanto termine de endosarse sus arreos de visita." Vale ms ser un
caballero que un hombre chistoso, piensa ella. Y una vez que saliera de paseo con
una amiga, a raz de una ria con la doncella, declar colricamente, apenas subi al
coche: "Si mister Lincoln llega a morir, su espritu no me encontrar nunca viviendo
fuera de los lmites de un Estado esclavista." Magnfico epigrama, que arroja luz
considerable sobre un centenar de conversaciones, encerrando bajo su apariencia de
broma una partcula de verdad trgica; pues si esta mujer imperiosa prefiere
esclavos negros a criados blancos, ello es el resultado de la tradicin del Sur, en
medio de la cual ella creciera y que abandonara despus por un hombre al que su
naturaleza entera pone 11 en lucha contra los esclavistas del Sur.
Con su manera tarda y tranquila, trata a sus hijos como mejor le parece, sin tomar
en cuenta los deseos de Mary. Prefiere que sean buenos a bien educados. De todos
modos, su concepto sobre la nursery es siempre humorstico. "Tenemos otro chico,
nacido el 10 de marzo. Se parece mucho a Bob a su edad, pero es ms grande.
Bob es rechoncho y pequeo, y espero que lo ser siempre... Parece muy listo, pero
a veces temo sea uno de esos nios precoces que son extremadamente listos hasta
los cinco aos y luego se olvidan completamente de serlo. Conforme a su condicin
todava animal, no cesa de hacer las ms variadas travesuras.
Cuando comenc
esta carta, un mensajero vino al despacho a avisar que Bob se haba escapado;
pero, mientras llegu a casa, su madre lo haba encontrado y le haba dado una
buena paliza; lo que me hace pensar que es muy probable que haya vuelto a
escapar mientras la concluyo." Toda esta carta est llena de amable irona y de un
profundo conocimiento de la naturaleza humana.
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Nadie se atreva a
Si, como ocurre de vez en cuando, escribe versos y se los enva a sus
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elecciones; pero como eran tres los jefes y Baker fue escogido como primer
candidato, Lincoln sufri una desilusin, tanto mayor cuanto que, por su posicin en
el partido y por su inteligencia, se consideraba merecedor del nombramiento.
"Apoyando la candidatura de Baker, har el papel de un enamorado que se viese
obligado a ser padrino de boda de la mujer que para s deseara." Sin embargo, en el
curso de los acontecimientos, ni Baker ni Lincoln fueron elegidos, sino un tercer
miembro del partido. Y como dos aos despus fuera escogido Baker, Lincoln tuvo
que esperar cuatro aos ms para ser elegido. Estos aos correspondan a los
treinta y tres a treinta y siete de Lincoln, edad en que un hombre se siente ms
dispuesto para una vigorosa actividad, y en la que todo error de los amigos aflige
ms que una derrota; edad tambin en la que una mujer ambiciosa exige
continuamente nuevos progresos.
A pesar de todo, Lincoln se lanz con ms fuerza que nunca a la campaa para
eleccin de presidente: su deseo ms ferviente por aquel entonces era ver a Henry
Clay a la cabeza del Estado.
Ao tras ao, los conflictos suscitados por el problema de la esclavitud se haban
hecho cada vez ms amenazadores. Tejas, separado de Mjico, haba decidido la
libertad de los esclavos, y la haba reclamado y obtenido, pero el presidente se haba
comprometido a dejar a los nuevos Estados procedentes de Louisiana la resolucin
del problema. Pero como esto contradeca el compromiso del Missouri y daba
preponderancia al Sur, Clay, como autor de aquel expediente y hombre del Norte,
atac esta decisin. Al mismo tiempo, el pas se divida entre anexionistas y
pacifistas. Clay representa media nacin cuando declara: "Considero la anexin de
Tejas en este momento, y sin el consentimiento de Mjico, como una medida nociva
para nuestro carcter nacional y que seguramente nos conducir a una guerra, no
slo con Mjico, sino tambin con otras potencias. Considero que esto es peligroso
para la integridad de la Unin, absolutamente indeseable dada la situacin de
nuestras finanzas, y no exigido por la opinin pblica." Nada ms cierto; gran parte
de los oficiales del ejrcito, que, como hombres de armas, generalmente suelen
buscar la guerra, se oponan a toda accin blica en aquel momento.
Pero Polk, el candidato demcrata adversario de Clay, prometi a la nacin una
guerra breve y victoriosa con la anexin del floreciente Estado de Tejas, y fue
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apoyado por todos los Estados del Sur. Si Tejas era anexionado y convertido en un
Estado esclavista, los plantadores del Sur tendran nuevas tierras que explorar y
ms territorio en que impulsar su "peculiar institucin". Naturalmente, Lincoln apoy
la eleccin presidencial de Clay, no slo por razones de partido, sino, ms an, por
un sentimiento apasionado. Lo que dice en sus discursos de aquella campaa es la
expresin de sus convicciones maduradas durante largos aos, no slo con respecto
al bienestar de su pas, sino en relacin con un ideal de felicidad humana y de
justicia. "Nunca he credo, escriba por aquel entonces en una carta, que pueda venir
ningn bien de una anexin, ya que tambin ellos pertenecen a una repblica tan
libre como la nuestra; por otra parte, nunca he podido comprender claramente cmo
podra dignificar una anexin el mal de la esclavitud... Por paradjico que parezca,
creo que el deber principal de los Estados libres para con los Estados Unidos, y,
quiz para con la misma libertad, es dejar en paz a los esclavistas de los otros
Estados; por otra parte, nosotros no podemos permitirnos aumentar directa o
indirectamente los lmites de la esclavitud, o hacerle un nuevo sitio, cuando no
puede ya mantenerse en el antiguo."
En sus apuntes de aquella poca, destinados indudablemente a ser utilizados en sus
discursos, encontramos argumentos contundentes, populares en su expresin,
sarcsticos en su razonamiento. "Si A puede demostrar que tiene derecho a hacer de
B un esclavo, por qu no ha de poder B hacer vlido el mismo derecho con respecto
a A? Dices que porque A es blanco y B negro. As, pues, es cuestin de color; los
blancos tienen derecho a hacer esclavos a los oscuros, no es eso? Ten cuidado.
Segn esta lgica, podr hacerte su esclavo el primer hombre que encuentres por la
calle cuya piel sea ms blanca que la tuya... Dices que no exactamente el color, que
los blancos son intelectualmente superiores a los negros y que esta superioridad los
autoriza para reducirlos a esclavitud, no es eso? Ten cuidado. Segn esta lgica,
podr hacerte su esclavo el primer hombre que encuentres en la calle cuya
inteligencia sea superior a la tuya... Pero ahora dices que es una cuestin de inters.
Si tu inters te lo aconseja, puedes esclavizar a los dems. Muy bien; pero ten
cuidado, no sea que el inters de un tercero le aconseje esclavizarte a ti."
O toma una imagen de la Naturaleza, familiar a su auditorio campesino, y deduce de
ella con sencilla lgica el derecho que asiste a los negros para rebelarse: "La
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Lincoln estaba maduro para Washington. De mala gana haba cedido el paso a
Harding y Baker, y ahora, despus de una espera de cuatro aos, el partido se
inclinaba a descartar de nuevo al transigente colega, lo que hubiese logrado si la
esposa de Lincoln no hubiese irrumpido en la escena. La manera que tiene de
abandonar el ejercicio de su profesin para dedicarse exclusivamente a la lucha
electoral, el tono en que escribe a amigos y a extraos para solicitar su voto y su
influencia, parecen nuevos en l. Cierto que a los treinta y siete aos se halla en la
plenitud de sus fuerzas, pero, no obstante, podemos presumir que la energa que lo
anima ha sido suscitada por los Todd. La ambicin que lo impulsa hacia delante
durante los aos siguientes se debe indudablemente a Mary.
"Tal vez sepa usted, escribe a un hombre influyente, que el general Harding y yo nos
disputamos la representacin liberal de Illinois en el Congreso de la Unin. Ya l ha
ocupado un asiento en Washington y yo alego que cada uno a su tiempo". Me
alegrara que este argumento le pareciera a usted suficiente." Por la misma fecha,
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escribe a un amigo dicindole que podra diferir sus pretensiones, "pero ceder ante
Harding en las presentes circunstancias, me parecera ceder ante un hombre que,
llegado el caso, no vacilara en sacrificarme. Y esto no quiero admitirlo. Ya he tenido
la ocasin de reconocer ante usted el talento, la energa, la frecuente generosidad y
la magnanimidad de Harding, cosas todas que sigo reconociendo todava. Usted sabe
que mi nico argumento es "cada uno a su tiempo", argumento que l no admite en
modo alguno. Si no le causa molestia, le agradecera que me escribiese dicindome
cmo se presentan las cosas en su regin, o, mejor, en su distrito. Tambin le
agradecera me diese los nombres de algunos de sus vecinos liberales, a quienes
podra escribir en forma adecuada. Si no encuentro nadie que haga esto por m,
Harding me ganar la batalla con su vieja lista."
As se ve arrastrado por el engranaje de la vida partidista un carcter tmido, leal,
acostumbrado al renunciamiento, cuando la confianza en s mismo y la ambicin
crecen en l y en torno suyo. "Si oyese usted decir a alguien que Lincoln no quiere ir
al Congreso, deseo que usted, como amigo personal mo, lo desmienta. La verdad es
que quiero ir", escribe.
Finalmente es elegido por la convencin de Petersburg, pequea pero floreciente
poblacin en donde, dos lustros antes, trabajara como agrimensor, ganndose las
simpatas de todos. La fiebre por la lucha lo domina ahora y se lanza en persona
ansiosamente a la campaa. "Alguien ha dicho recientemente que un distrito
determinado decidira la lucha y que sta sera dudosa. Sabe usted quin dijo esto?
Escrbame inmediatamente que reciba sta, y comunquemelo todo, especialmente
los nombres de los que estn decididamente contra m."
Su adversario en esta eleccin, adversario peligroso, no era otro que el popular
prroco Cartwright, conocido de medio Illinois por sus fogosos discursos. Las
relaciones religiosas de Cartwright le daban gran influencia y sus inclinaciones
jacksonianas le garantizaban numerosos partidarios. No pudiendo mostrar ningn
aspecto desfavorable de Lincoln, busc la ocasin para decir que su adversario
liberal era un hombre irreligioso. No siendo Lincoln en aquel momento miembro de
ninguna congregacin particular, Cartwright puede decir lo que guste a este
respecto. Aprovechndose de que en alguna ocasin Lincoln haba hablado en la
iglesia de la insinceridad de muchos cristianos que estaban siempre dispuestos a
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siquiera el mismo Clay, haba alcanzado tantos votos en Illinois. El partido le haba
dado 200 dlares para sufragar los gastos de su campaa. Terminada sta, Lincoln
devuelve 199 dlares 25 centavos, diciendo: "No he tenido gasto alguno. Recorr
todo mi distrito con mi propio caballo. Los hospedajes tampoco me costaron, pues
siempre estuvieron a cargo de la generosidad de casas amigas. Mi nico desembolso
han sido 75 centavos, precio de un barril de sidra que unos cuantos granjeros me
obligaron a ofrecerles."
Lincoln ha alcanzado su primer objeto, que parece no merecerle otro comentario que
el que hace en una carta a Speed: "He sido elegido para el Congreso, y aunque
agradezco a mis amigos sus molestias, he de confesar que me siento menos
satisfecho de lo que esperaba."
Tal es la habitual impresin del fin logrado en los hombres que han vivido ms
intensamente en la fantasa que en la realidad y cuyos sentimientos superan esta
realidad.
A travs de esta confesin, se oyen aquellas otras palabras que confiara al mismo
amigo sobre los sueos paradisiacos que rebasan todo lo que la tierra puede dar de
s. Y esto le sucede con las mujeres y con el poder, con el amor y la ambicin. Y, por
ello, su destino seguir siendo el de un poeta.
Mary era feliz. Poda pasearse por las calles de Washington al lado de su esposo, del
hombre elegido por el pueblo, y se senta dispuesta a admirar como una gran ciudad
lo que, en 1850, apenas era una poblacin tranquila y limpia, a pesar de las
cuadras, los animales y las inmundicias de las calles. Poda entrar en el Capitolio,
poda mirar desde las tribunas el pupitre de su marido, poda ver por fin a todos los
hombres clebres, cuyos nombres la haban llenado de inquietud y envidia desde la
infancia; poda examinar y criticar detalladamente a las mujeres de los embajadores
europeos, paseando orgullosamente en sus coches; poda, en fin, ir a la Casa
Blanca.
All est, aislada, sin murallas que la circunden, elegante y mucho ms sencilla de lo
que ella imaginara. Tan cercana y tan real: all est la habitacin del Presidente, la
Cancillera y la antecmara. All est el gran saln de fiestas, en donde la feliz
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mistress Polk recibe a sus invitados como primera dama del pas, ante la cual todos
deben inclinarse. No era mistress Polk tan grande como las reinas de Europa que
dicen gobernar por la gracia de Dios? Cuando se lleva un magnfico traje y una
valiosa cadena, no hace falta corona. No era en realidad mistress Polk ms que una
reina, puesto que la nacin entera haba confirmado la eleccin de su marido y
depositado en l toda su confianza? Y Mary soaba en llegar a ser el ama de aquella
casa.
Pero de regreso a la modesta pensin en que vivan, sus recursos no les permitan el
lujo de un gran hotel, obligada a pasar all sus das, sin atencin ninguna, reducida a
su papel de esposa de un forastero al que nadie conoca, Mary sufra no pocas
contrariedades y desilusiones. En Springfield haba llegado a ser persona de alguna
importancia; pero all, en Washington, qu era sino una entre mil? "Quin es ese
individuo alto y flaco?" "Ah, un abogado del Oeste!" Tambin est all Douglas, la
sombra de Lincoln, el hombrecillo gil que ha entrado en el Capitolio al mismo
tiempo que su antiguo adversario. Pero Douglas es senador, y Lincoln slo es
diputado; seguramente, esta diferencia hizo cavilar a Mary. Sin embargo, los
liberales estn en alza; por primera vez tienen mayora en la Cmara. Los
sentimientos de Mary eran harto confusos cuando regres a Springfield. Lincoln se
ha quedado en la capital, donde tiene que atender a sus deberes de padre de
familia, comprando calcetines, que Mary pide para los nios, aconsejando a su
esposa que tome una sirvienta y terminando sus cartas con un habitual: "Besa por
m a los nios." El matrimonio parece vivir entonces en buena armona, pues hasta
Herndon, su enemigo, asegura que Mary dice de su esposo: "Lincoln no es
precisamente un hombre guapo, pero la gente no sabe que su corazn es tan grande
como largos sus brazos."
Al cabo de un par de semanas, Lincoln era conocido como "el campen de
narradores del Capitolio". En el guardarropa de la Cmara de Representantes, donde
se reunan a charlar los congresistas, oa Lincoln las historietas de sus colegas. En
un principio, callaba y escuchaba modestamente, estudiando al auditorio; pero no
tard mucho en tomar parte en la conversacin. Y de regreso a su pensin, sentado
a la mesa redonda, cuando quera intervenir en la conversacin, dejaba cuchillo y
tenedor, se coga la cara con las manos y empezaba habitualmente con esta frase.
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poltica
de
partido,
pues
quien
se
opone
una
guerra
concluida
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Al pie del Capitolio, smbolo y defensa de la libertad, visible desde sus ventanas,
estaba situado el mercado de negros, "especie de establo de negros, donde se
vendan trallas de esclavos; a veces, esperando su transporte a los mercados del
Sur, se almacenaban all los negros como si fuesen caballos".
As lo escribe Lincoln ms tarde. En la capital, la paradoja moral que envolva el
problema de la esclavitud era ms chocante que en el Sur. Esto movi a Lincoln a
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concebir un plan para dar desde all su primer golpe a la esclavitud. Hace entonces
un proyecto de ley aboliendo la esclavitud en el distrito de Columbia, con excepcin
de los empleados del Gobierno de la Unin, que podrn tener, temporalmente,
esclavos a su servicio, siempre que se hallen domiciliados en Estados esclavistas. Un
sistema interino ser previsto para el perodo de transicin y para la educacin de
los hijos de esclavas nacidos en el distrito. A los propietarios se les conceder una
indemnizacin por los esclavos libertados legalmente. Ser acordada la extradicin
de los esclavos escapados de los Estados esclavistas. Esta ley debe ser promulgada
por un plebiscito entre los electores del distrito.
En este proyecto, como en el propio carcter de Lincoln, vemos la moderacin unida
a la justicia, la serenidad junto al aturdimiento. Nada se rompe, todo se amolda. Un
sistema de medidas de transicin que impida un rompimiento demasiado brusco con
el pasado y haga imposible la rebelin y el desorden, pues la conservacin de la
Unin es condicin fundamental para un temperamento tan razonable y respetuoso
de la ley como el de Lincoln. Ahora repite lo que ya diez aos antes dijera: "Si los
padres de la patria no abolieron la esclavitud, tampoco nosotros podremos hacerlo;
pero debemos crear leyes para los nuevos Estados, que nuestros padres no pudieron
pensar." En aquel momento, California, en cuyo territorio se ha descubierto oro y
otros tesoros, pretende entrar a formar parte de la Unin. Pero los Estados del Sur
se oponen, pues la Unin est formada en la actualidad por quince Estados
esclavistas y quince abolicionistas, y el nuevo Estado, que rene a los aventureros
de todo el mundo, se opone a la esclavitud. Tambin Tejas, que, como secuela de la
guerra victoriosa, debe ingresar en la Unin, haba sido una regin sin esclavos bajo
el gobierno de Mjico, y el demcrata Wilmoy haba presentado su famosa frmula
prohibiendo la esclavitud en Tejas.
Pero, qu ha sucedido con el proyecto de Lincoln sobre Columbia? No interes en
Washington. Una sociedad que gustaba del lujo; unos europeos que daban la nota y
que all en la libre Amrica podan satisfacer mejor que en sus respectivos pases su
inclinacin a representar papeles de gran seor; millares de hombres que se sentan
colaboradores del Gobierno y ms dispuestos a adoptar las formas de la aristocracia
que la sencillez, sobriedad y recato que soaran sus abuelos; la influencia de los
propietarios del Sur que llegaban all como senadores y diputados, llevando consigo
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sus caballos y esclavos, demostrando con sus fiestas y convites que para ellos el fin
esencial de la vida no era otro que el goce y el poder: todo esto no crea una
atmsfera en que pudiesen florecer las ideas de Lincoln. Por su parte, l no se
acomodaba a Washington ni se adaptara a su ambiente. Por lo pronto, el comisario
de Washington, que haba aprobado espontneamente la propuesta de Lincoln, se
vio obligado por la presin pblica a retirar su aprobacin. Los hombres que tenan
en sus manos los hilos del Congreso, afanosos de impedir toda discusin ruidosa,
aplazaron los debates del proyecto de modo que no fuese posible discutirlo en aquel
perodo legislativo, y para el prximo era de esperar que el incmodo autor de la
mocin no volviese al Congreso. Efectivamente. Slo al cabo de doce aos volvi all,
pero entonces lo hizo armado de tales poderes que no le fue difcil transformar aquel
prudente proyecto en una ley terminante.
Justicia y lgica son siempre las fuerzas generadores de su actividad poltica: en las
ms sobrias cuestiones de administracin, se hace esto tan patente como en el
problema de la libertad humana. Hablando en la Cmara de Representantes respecto
a la centralizacin administrativa, dice: "La marina es la ms general de todas las
organizaciones, y, sin embargo, privilegia especialmente a los Estados del litoral. No
es posible comparar las ventajas que ella reporta a Charleston, Baltimore, Filadelfia,
Nueva York y Boston, con las que puede producir a las poblaciones del interior de
Illinois, por ejemplo... Todas las organizaciones generales traen consigo ventajas
locales, y viceversa. No hay nada, por muy local que sea, que no produzca una
ventaja general... La justa conclusin de todo esto es que si una nacin se niega a
hacer mejoras en el ms general de los asuntos, alegando que bien pudiera ser que
los beneficios fuesen puramente locales, un Estado puede negarse por la misma
razn a hacer una mejora local que pudiese significar cualquier beneficio general.
Situadas las cosas en este punto, un Estado podra decir a la nacin: "Si t no haces
nada por m, tampoco lo har yo por ti." Este argumento impedira toda mejora...
Pero, supongamos, a pesar de todo, que haya en ello cierto grado de injusticia. La
injusticia es inseparable de su propia causa. Y podran descartarse todas las cosas
buenas que estn inseparablemente unidas a un cierto grado de injusticia? Si esto
fuese posible, deberamos abolir todo Gobierno... Este Capitolio se ha construido a
expensas
del
pblico,
en
beneficio
del
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pblico,
pero
indudablemente
los
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su
don
de
las
comparaciones;
su
inagotable
capacidad
de
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Pero hay otras notas que an no han sonado en su meloda. Ah est el gran
humorista que, cuando se acercan las elecciones y la tribuna del Congreso se
convierte abusivamente en plataforma poltica, se desata contra los candidatos
demcratas. La confusin del momento se resolvi en una paradjica situacin; los
liberales, despus de oponerse a la guerra, queran hacer Presidente al victorioso
general Taylor, a un esclavista que nunca se haba expresado pblicamente sobre la
cuestin de los esclavos, en tanto que los demcratas proponan al general Cass,
hombre de escasa popularidad, y se burlaban con cierta razn de los liberales, que
se aferraban a los faldones de la casaca de un general. Esta grotesca metfora
excita al sarcstico Lincoln y trae a su discurso las imgenes precisas para rebatir a
sus adversarios.
"Los faldones de Jackson, exclama desde la tribuna, no slo fueron bastante largos
para l, sino que permitieron a todo candidato demcrata agarrarse de ellos, con
evidente desprecio a la muerte... Un individuo se percat en cierta ocasin de haber
hecho un descubrimiento, gracias al cual de un hombre viejo se poda hacer uno
joven y todava sobraba bastante para hacer un perrito amarillo. As ocurre, seores,
con la popularidad de Jackson. No slo han hecho ustedes de l por dos veces un
Presidente, sino que an les sobra materia para hacer nuevos Presidentes de gentes
bastante diminutas. Al diputado de Georgia le ha parecido correcto traer el debate
hacia los faldones, ejemplo que yo no hubiese seguido si no deseara demostrar a los
seores de la derecha que el uso de imgenes denigrantes es un juego en el que no
siempre se sale vencedor...
"Y, a propsito, sabe el seor presidente de la Cmara que tambin yo soy un
hroe militar? S, seor, yo he luchado y he derramado mi sangre en los das de la
guerra, de Black Hawk. Al hablar ustedes de la carrera del general Cass, me han
hecho recordar la ma. Yo no estuve en la derrota de Stillman, pero estuve tan cerca
como Cass de la rendicin de Kull, y, como Cass, tambin yo vi el campo despus de
la batalla. Cierto que yo no romp mi espada, pues no la tena, pero en cierta ocasin
entregu mi fusil... Si Cass rompi su espada en un momento de desesperacin, yo
entregu mi fusil por accidente. Si el general Cass lleg antes que yo a la recoleccin
de arndanos, yo lo he superado atacando las cebollas. Si l vio luchas reales con
los indios, ha visto ms que yo; pero yo he tenido que sostener luchas sangrientas
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comer, en vez de pagar por ello. Todos hemos odo hablar, seor Presidente, de un
animal que, dudando de cul de los dos montones de heno que tena a sus costados
deba preferir, se muri de hambre; cosa semejante no le ocurrir nunca al general
Cass! Aunque los montones de heno se encontrasen separados por centenares de
millas, l sabra colocarse a igual distancia de ambos y se los comera al mismo
tiempo, y puede que hasta la misma verde hierba que creciera a lo largo del camino
tuviese que sufrir algo de su voracidad. No cabe duda, seores, debis elegirle a
toda costa. l os alimentar abundantemente, si es que sobra algo despus que se
haya servido."
Hace esta acusacin aniquiladora en el tono amable de un narrador de historietas,
pues sabe que su base estadstica es exacta, que todos los granjeros del pas se
desternillarn de risa al leer su discurso, como lo hace ahora la Cmara, y que
lograr su objeto de imposibilitar la eleccin del general Cass. Un peridico lo
describe as: "El mtodo y estilo del seor Lincoln fueron tan peculiares, que durante
la ltima media hora de su discurso toda la Cmara se estremeca de risa. Empez
en uno de los pasillos, fue gesticulando de arriba abajo hasta llegar a la tribuna, en
donde se encontr de repente al terminar un prrafo. Volvi luego a su sitio para
recomenzar su paseo, y no dej de andar de un lado a otro mientras hablaba."
Esta verdica descripcin nos muestra que el orador se aleja de toda comedia y de
todo truco, y que todos sus ademanes son espontneos, no calculados.
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Tambin aqu, su xito mayor sigue siendo su restallante crtica de los demcratas.
Por primera vez oy la culta oratoria de los polticos del Este, el patetismo de los
abolicionistas,
conoci
nuevos
aspectos
del
problema.
Impresionle
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Captulo 3
EL LUCHADOR
La decepcin de Mary y la de Lincoln era inmensa. Si l, como denodado caudillo de
las nuevas ideas, hubiese sido vencido en una gran batalla, an habra podido
resignarse, como en una tregua entre dos combates, a la estrechez de miras y a las
rancias costumbres de aquella pequea ciudad del Oeste, tan escasamente civilizada
todava. Pero haberse visto obligado a retirarse sin luchar, era aparecer a los ojos de
sus conciudadanos, y a los suyos propios, como un soldado al que una orden
superior coloca en un puesto que ms tarde se le manda desalojar. Ya no tena sitio
en la Asamblea de Illinois; la ausencia le haba hecho perder prestigio como
abogado; en vez de recibir las crecidas dietas del diputado, tena que contentarse
ahora con modestos honorarios; y, por lo que al estado de su espritu se refera,
haba regresado de Washington trayendo, no la grandiosa concepcin de un mundo
nuevo, sino la conviccin de que la capital era una infecta cinaga, y la poltica un
peligroso tremedal, que acababa tragndose a los hombres honrados.
Qu de particular tiene que, utilizando los ltimos restos de su ambicin, procurara
crearse
una
posicin
fuera
de
la
asfixiante
atmsfera
del
Parlamento...?
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Mas
qu
dolorosa
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sensacin
debi
experimentar
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al
ver
sus
gestiones
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derechos de los acreedores. Un par de horas despus, iban todos juntos a la posada
del pueblo. Lincoln llevaba en la diestra un tpico paraguas verde sin puo, atado
con un bramante, y la deslucida cartera en que guardaba los documentos bajo el
brazo izquierdo. Una vez reunidos, la conversacin giraba sobre el trigo y las
cosechas, la poda de rboles y la venta de reses. De boca de los rancheros poda or
cules eran las necesidades de la regin, si era preferible el ferrocarril o la
navegacin fluvial, y cules eran all los resultados de las tarifas proteccionistas. Y si
se presentaba una discusin, Lincoln la resolva relatando una de sus sabrosas
ancdotas. Entonces, todos los que se hallaban en las otras mesas acudan y
cerraban corro en torno suyo, deseosos de escuchar al largo, enjuto y honrado
Abraham, que en anteriores ocasiones haba demostrado ser el ms alegre y
chistoso de los abogados. Los jueces, acusadores y defensores, los litigantes y
testigos, todos rodeaban a aquel hombre extraordinario, cuyo caudal de chistes
pareca inagotable.
"Yo le he visto, dice Herndon, rodeado de una muchedumbre que a veces no bajaba
de 200 a 300 hombres, que esperaban con la boca abierta el fin de la ancdota, en
la que pareca tomar parte el rostro y todo el cuerpo del narrador. Cuando se
acercaba el desenlace, toda seriedad desapareca de sus facciones, sus ojillos grises
chispeaban, una maliciosa sonrisa entreabra sus labios, y toda su larga figura
temblaba a impulsos de la agitacin interior; al llegar al punto culminante, sus
francas carcajadas se mezclaban a las del auditorio. Esta clase de narraciones seran
consideradas como indignas de la profesin por un abogado moderno. Muchas de
ellas son imposibles de repetir. Algunas tenan una moraleja que pona al
descubierto las flaquezas humanas, y no pocas eran viejsimas, pero su verbo y el
empleo de nombres y fechas modernas las hacan nuevas. Nunca faltaba en el
auditorio algn torpe rstico que se enterara del chiste media hora despus de
haber sido dicho, provocando con su tarda hilaridad nuevas carcajadas de toda la
sala. Ni el juez Treat, que era la personificacin de la gravedad, poda contener la
risa, lo que no impeda que al da siguiente presidiera con rostro severo una causa
por asesinato, defendida igualmente por Lincoln con imperturbable seriedad.
Durante aquellos continuos viajes, en los que recorra el Estado de Illinois en todas
direcciones, el diario contacto con el pueblo (cuyos sentimientos y modo de ser
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estudiaba sin descanso) le hizo adquirir una popularidad entre los humildes sin la
cual diez aos ms tarde no habra podido vencer. Las horas y el men de sus
comidas continuaban siendo para nuestro hombre tan indiferentes como veinte aos
atrs, cuando cortaba lea o venda botones. En aquellos lejanos das, Lincoln,
echado bajo el mostrador, pasaba las noches leyendo. Ahora, tendido en el lecho
que comparte con su socio, dejando fuera las largas piernas, lee hasta la madrugada
a la luz de una vela de sebo, acompaado por los ronquidos de quienes duermen en
el mismo aposento. A veces jugaba al ajedrez con el juez hasta muy entrada la
noche, y al terminar la partida se sentaba al borde del lecho, sin ms ropas que una
camisa de franela amarillenta, demasiado corta para su cuerpo, y as discuta largo
rato sobre la candente cuestin de la esclavitud. Cierto da, interrumpiendo la
discusin, el juez se acost. A la maana siguiente, encontr a Lincoln en la misma
postura en que lo dejara la noche anterior, como si no hubiese pasado un minuto
desde entonces, resumiendo sus argumentos con estas palabras: "Pues yo le
aseguro a usted que este estado de cosas no puede durar; es imposible que la
nacin siga viviendo dividida en dos partes iguales, una de ellas esclavista, y
abolicionista la otra.
Siempre haba algo que aprender en aquella vida de constante movimiento. Tan
pronto era un hombre que enseaba una linterna mgica, de curioso mecanismo,
como una pequea exposicin ambulante. Por la noche, sentado al amor de la
lumbre, Lincoln explicaba donosamente cuanto haba visto. En una ocasin cay en
sus manos una gramtica alemana que comenz a estudiar con ardor, pero no
logrando entender nada, escribi en alemn: Nix kommt raus. Cuando se le
presentaba la ocasin, ayudaba a los campesinos en las faenas de la siega o del
establo, pues no quera perder la costumbre y estaba persuadido de que los clientes
le respetaran an ms si saban que el abogado, capaz de defender brillantemente
una causa tambin saba ordear las vacas.
Gozaba del aprecio de sus superiores y colegas, pero ni Trumbull, ni Browning, ni el
juez Davis, verdadera figura de Franz Hals, podan adivinar en aquel entonces el
impetuoso movimiento que ms tarde se producira, y del que tendran que ser
instrumentos. Las ideas de los polticos son siempre semejantes; mutuamente, se
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que
se
reflejan
en
cada
uno
de
sus
actos,
que
permanecen
inquebrantablemente fieles a sus ideales en todos los momentos, y slo pueden ser
comparados a s mismos. Con el mismo inters defenda a una pobre mujer vctima
de la codicia de un usurero, que amparaba los derechos adquiridos contra el afn de
conquista de un partido, o protega a dos millones de negros contra el brutal poder
de sus amos. Y, sin embargo, en este hombre de clara inteligencia no haba nada de
profeta ni aun de predicador. El desarrollo muscular adquirido en una juventud
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pasada en constante lucha con los ros, la vida nmada, el trabajo y la carencia de
toda proteccin, le haban fortalecido sin endurecerle. Por eso saba servirse, como
abogado, de numerosos medios, tales como la irona, el conocimiento de los
hombres, el gracejo y la malicia, para minar el crdito de un testigo, de un acusador
o de un litigante.
- Se llama usted J. Parker Green... Qu significa esa J.?
- La inicial de John.
- Ah! Y por qu no se llama usted John P. Green, segn es costumbre?
Esta salida hace sonrer a los jurados, y mientras Lincoln juega a la pelota con los
nombres del testigo, el prestigio de su vctima se viene al suelo. En un proceso por
estafa de caballeras, en el que tenia por contrario a Logan, su antiguo amigo,
observa Lincoln que su adversario se haba puesto la camisa del revs; y as,
comienza su defensa diciendo: "El seor Logan ha hablado de caballos por espacio
de una hora, para demostrar a estos sencillos rancheros los conocimientos que ha
adquirido ltimamente en un libro de veterinaria. Pero cmo podramos confiar en
su pericia en cuestin de caballeras, si ni siquiera sabe ponerse a derechas la
camisa?... Logan queda en ridculo, y Lincoln gana fcilmente la causa.
En otra ocasin, un hombre muy rico hiri de un bastonazo a un vecino, y ste
exigi una indemnizacin de 10.000 dlares. Lincoln defenda al agresor. Su
contrario arranc lgrimas al tribunal, exponiendo con elocuencia la honradez de la
vctima atropellada por la soberbia de un potentado. Levantse luego Lincoln para
contestar, ajustse la americana, mir atentamente un papel que tenia sobre su
mesa, lo cogi, lo examin minuciosamente, y se ech a rer, produciendo un
movimiento general de curiosidad en la sala. Volvi a dejar el papel sobre la mesa,
arreglse la corbata, cogi de nuevo el papel y ri ms estruendosamente que
antes. Contagiados por el ejemplo, todos los presentes tomaron parte en la
hilaridad. Despojndose entonces de su americana, repiti el orador su mmica, en
tanto que la sala prorrumpa en ensordecedoras carcajadas. Excusse entonces el
abogado, explicando la razn de su regocijo. En aquel papel constaba que el
acusador haba empezado por tasar su maltrecho honor en 1.000 dlares; pero
habindose enterado, despus de este avalo, de que su agresor era un hombre
rico, haba llegado a la conclusin de que su honor no vala menos de 10.000
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dlares. Ofreci luego al demandante unos cuantos cientos de dlares, cont una de
sus divertidas ancdotas y persuadi al tribunal de que diese la causa por terminada
atenindose a su propuesta.
Algunas veces obraba con la gramtica parda de un verdadero lugareo. Un abogado
deba a un hombre opulento la nfima cantidad de dos dlares cincuenta centavos y
el acreedor, molesto por la negligencia, encarg a Lincoln el cobro de la
insignificante deuda.
- Le va a costar a usted ms de lo que vale, dijo Lincoln.
- No importa.
- Pues empiece usted por abonarme diez dlares.
En cuanto hubo recibido el anticipo, se entrevist con su colega, le cont lo sucedido
y reparti con l los diez dlares, hacindole pagar su deuda.
Muchas veces triunf por su portentosa mmica, que le habra hecho famoso en la
escena. El anecdotista, relatando cualquier humorstico lance de la vida diaria, sac
al abogado de ms de una dificultad. He aqu otro caso, en el que se trataba de
dirimir una querella entre aldeanos, en la que ambas partes pretendan tener la
razn: "Mi cliente, comenz Lincoln, se hallaba en la situacin de un hombre que,
yendo por la carretera con una horquilla al hombro, se viese acometido por un perro
rabioso. Para salvarse, este hombre no tendra mas remedio que matar al animal
con la horquilla.
- Por qu ha matado a mi perro? - le preguntara el dueo.
- Por qu me atac el perro?
- Por qu no se defendi con el mango?
- Por qu no me atac el perro con el rabo?
Concluyendo este imaginario dilogo, Lincoln simul con tanta gracia el absurdo
movimiento de un perro que saltase hacia atrs, que gan la causa por unanimidad.
Su limitado conocimiento de los libros de Derecho le serva para conservar la palabra
clara y ajena a todo sofisma. Las reticencias le eran desconocidas, y cuando
pronunciaba sus frases breves, claras, que, a semejanza de su rostro, parecan
talladas en madera, el hombre del pueblo se impona al jurado, formado tambin por
hombres del pueblo. Sabido es que Lincoln repeta todos los argumentos de sus
adversarios dndoles mayor claridad que sus propios expositores, para rebatirlos
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luego uno por uno con su contundente lgica. Al mismo tiempo, segua fiel a su
aficin y costumbre de procurar la avenencia, y mientras pesaba y analizaba las
pretensiones de ambas partes, ganbase con ms rapidez la confianza del tribunal
que limitndose a defender brillantemente su parte.
En su mentalidad se mezclaban del modo ms natural las cualidades del poeta con
las del jurisconsulto, las del lgico con las del moralista. Lincoln hubiese sido un juez
ideal, y por algo acab sindolo de la nacin.
Segn la opinin de sus colegas, su reconocida habilidad jurdica flaqueaba cuando
en el curso del proceso descubra que la razn no estaba de su parte. Si se enteraba
desde un principio, renunciaba a la causa. Una dama le envi 250 dlares para que
se encargara de defenderla en un pleito, pero l le devolvi la suma, con estas
palabras: "No encuentro un slo clavo en que poder colgar sus pretensiones.
Entreg a un colega la defensa de un criminal diciendo: "Este hombre es culpable, y
no puedo defenderlo... tal vez lo pueda usted. En otra ocasin, conferenci con el
abogado de la parte contraria antes de llegar a la vista, y penetrado del caso, dijo:
"Veo que mi cliente no tiene razn, y le aconsejar que renuncie al pleito.
Las pequeas astucias de que sola servirse su humorismo detenanse siempre en los
lmites de la moral, con la misma instintiva seguridad con que el caballo bien
adiestrado se detiene ante un obstculo invisible.
En una ocasin, Herndon oy decir que la parte contraria esperaba con ansiedad el
alegato de Lincoln, pues saba que ste no pisaba terreno firme y que la instancia
presentada como si tuviese una base efectiva era puramente ficticia, lo que supona
una ventaja evidente para los contrarios. Herndon, temeroso de que esto les
acarrease algn dao, escribi a Lincoln, que se hallaba viajando. A su regreso,
Lincoln le pregunt si la instancia se basaba en hechos reales. "No?... Pues
entonces prescindamos en absoluto de ella. Ya sabe usted que ficcin no es muchas
veces sino otro nombre que se da a la mentira. Impidamos que la instancia sea
registrada, si no queremos que esta condenada historia nos salga a la cara cuando
ya se haya olvidado el proceso. Aqu se ve claramente la superioridad prctica del
poltico, y los que no conocieran al que as hablaba podran imaginar que en l influa
ms la prudencia que la moral. Sin embargo, podran citarse a cientos las decisiones
puramente altruistas en las cuales la moral era la nica consideracin. Ante su
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grado hubiera hecho una rebaja, pero le lastim la desdeosa actitud con que le
enviaron la dcima parte de lo pedido. Por esto se excedi en su peticin primitiva,
ya que el pedir lo mismo hubiera dejado en ridculo a quien se consideraba ofendido.
Estos resonantes xitos contribuyeron a dar fortaleza a su carcter tardo, ganndole
la confianza del tribunal e inclinndole a emplear en la vida prctica el conocimiento
del ser humano ms que los artculos de la ley, y el sentimiento de la justicia an
ms que el conocimiento del ser humano. Despus de la muerte de Clay, dijo Lincoln
en uno de sus admirables discursos: "La deficiente primera enseanza de Clay
demuestra palmariamente que en estas tierras no nace nadie que sea demasiado
pobre para procurarse una slida instruccin, con tal que le acompae la voluntad.
Contestando a un joven que deseaba aprender en su bufete, escriba: "Si usted tiene
realmente el deseo de dedicarse al Foro, ya tiene adelantada la mitad del camino,
siendo indiferente el que estudie usted en un lado o en otro. Yo he estudiado solo.
Lea usted los libros hasta que se penetre bien de su sentido; esto es lo ms
importante, no siendo preciso para ello que habite usted en una gran ciudad. Yo
aprend Derecho en New Salem, que slo cuenta trescientas almas. Tenga muy
presente que para conseguir el triunfo en todos los terrenos, lo principal es la propia
voluntad.
l no siempre la tena. Aquellos sueos paradisacos, imposibles de realizar, haban
creado en l desde un principio un espritu de general renunciamiento que impeda el
desarrollo de toda ambicin. A los cuarenta aos de edad no negamos que conociera
su propio mrito, pero no apreciaba en su justo valor la fuerza de la opinin pblica
contra los manejos de los polticos, sabiendo, sin embargo que slo aqulla poda
protegerle y ayudarle contra stos. Despus del vaco y extraeza que experiment
en Washington, acab por acostumbrarse y sentirse mejor en el estrecho crculo de
la pequea ciudad del Oeste. Para l, la poltica era all como un juego en el que no
se persigue la ganancia, sino el inters del partido en cuyas filas se sirve. De
acuerdo con este sentimiento, trabaj por el partido a que perteneca y por la causa
que haba abrazado hasta en el ltimo rincn del Estado. Su vida de aquellos aos
ofrece numerosos ejemplos dignos de ser imitados, pues durante este perodo no
perdi el contacto con los polticos.
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en
un
poltico
triunfante:
"Saber
suscitar
una
causa
que
tenga
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se
tolerase
la
desigualdad
como
cosa
aparentemente
necesaria,
ha
establecido
la
regla
de
declinar
la
responsabilidad
de
los
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Qu causas pueden mover a un hombre sin ttulos ni autoridad para escribir una
carta as? Procuraba recordar con ella su existencia al poder central? Si as fuese,
habra escrito en otra forma. Quera quebrantar la fama de alguien? No, pues no
citaba en ella ningn nombre. Trataba de satisfacer su vanidad personal haciendo
pblica tal carta? No, pues no se publica hasta 40 aos despus de su muerte. La
nica razn que mueve a este hombre casi olvidado es la salud pblica.
El dolor y la miseria de una gran parte de la Humanidad le obligaron a pronunciarse
contra la esclavitud. Con qu profunda tristeza contemplaban a sus hermanos los
ojos grises del hombre que siempre se mostrara justo y tolerante! Cuando se inici
la agitacin contra los alemanes, que inmigraban por millares, dijo pblicamente:
Dnde estn los americanos? No son, acaso, esos hombres vestidos de cuero y
armados con el tomahawk a los que despojamos nosotros de su territorio?
Podemos oponemos ahora a la venida de otros hombres cuyos antepasados no
tuvieron la suerte de llegar los primeros?"
As razonaba aquel cerebro, sometido siempre a los dictados del corazn. stas eran
las cosas que a l le preocupaban, y no las riquezas, el poder o la familia. Y, sin
embargo, a un comerciante de Nueva York que le preguntaba acerca de la solvencia
de un vecino de Springfield, dio esta notable respuesta: "El sujeto en cuestin tiene
esposa y un hijo que, juntos, valdrn unos quinientos mil dlares. Posee, adems,
una mesa de 1,50 metros de largo y tres sillas que pueden ser tasadas en un dlar.
A ms de esto, tiene en un rincn de su casa una gran ratonera, visible a simple
vista. De usted muy atento, A. Lincoln.
En las ltimas tres semanas hemos salido casi todas las noches; slo en la presente
llevamos ya tres grandes recepciones. No puedes figurarte el tiempo que he
necesitado para reponerme de las fatigas de un brillante baile oficial. Por desgracia,
slo concurrieron unas 300 personas.
As escriba Mary a una hermana suya. stas eran las preocupaciones que agitaban
su cabeza. Vanidad y deseos de triunfo. Cuando recorra la ciudad del Oeste en el
carruaje que su esposo haba comprado, y que ste no utilizaba, repartiendo tarjetas
entre sus amistades, crea hallarse en un pequeo Pars. Como haban aumentado
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los ingresos y ya no tenan deudas, haban aadido un nuevo piso a su casa, situada
antes en los arrabales de Springfield; el cambio progresivo de la poblacin le haba
dado una situacin cntrica. Este cambio, que satisfaca a la esposa, desagradaba al
marido. Mary haba mandado cortar el nico rbol que daba sombra a la casa, pero
se complaca en contemplar sus nuevos candelabros, que reproducan sendas
parejitas de amantes, y cuando se sentaba ante su pequeo escritorio poda dar
cuerda a la cajita de msica, situada entre los dos frascos de su tintero. Pero de
qu servan a la dama tantos refinamientos, si su marido se empeaba en seguir
limpindose las botas l mismo, cometa imperdonables negligencias en su atavo
personal y calificaba de asfixiante la comodidad recientemente introducida en el
hogar?
No era escaso el trabajo que la seora tena con su esposo, Cuando la mesa estaba
puesta y la comida a punto de ser servida, sola enviar a sus dos hijos mayores en
busca del padre. ste se hallaba generalmente en la tienda, sentado sobre un barril
de clavos, charlando con un grupo de amigos. Y cuando por fin decida marcharse,
todava se detena en la calle, entre los dos chicos que le tiraban de los faldones,
para acabar su cuento. De pronto, los dos hermanos prorrumpan en gritos. "Qu
les pasa a estos muchachos?", preguntaba un transente... "Lo que le pasa a todo el
mundo, contestaba el abogado: tengo tres nueces, y cada uno quiere dos.
Puede sorprenderse alguien de que un genio as pusiera nerviosa a Mary? Cuando
uno de los chicos pronunciaba mal la palabra gentleman, tan agradable a los odos
de ella como malsonante a los de su esposo, ste recompensaba al pequeo jugando
con l y tirndolo al alto.
Lincoln no tena condiciones de educador metdico. Los domingos llevbase a los
chicos al despacho, mientras la madre iba a la iglesia. El letrado, sumido en sus
lecturas y meditaciones, dejaba que los diablillos rompieran las plumas, vertieran la
tinta, esparcieran las actas por el suelo y le escondieran los lpices en la escupidera.
Tal era el estado en que su pobre socio encontraba el despacho los lunes por la
maana.
En su casa era bastante generoso. Daba sin contar y dejaba la cartera abierta para
que su misma esposa pudiera coger lo que necesitaba. Permita a aqulla tomar
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ella y la alegra que le proporcionan, recibira usted con verdadero agrado toda
oportunidad que le permitiese estallar de vez en cuando.
A veces, sin embargo, la paz conyugal se vea seriamente amenazada. Entonces
Herndon encontraba ya a su socio en el despacho a las siete de la maana, echado
en el sof o sentado negligentemente en una silla, con los pies sobre la repisa de la
ventana y contestando con un gruido al matinal saludo de su compaero. Aunque
su casa estaba muy cerca no iba a comer a ella, contentndose con traer al
medioda un poco de queso y unas galletas. Por la noche, despus de cerrado el
despacho, se quedaba hasta muy tarde sentado en un cajn que haba en el pasillo
que daba a la escalera, charlando con todo el que pasaba, y a hora muy avanzada
de la noche poda verse su gigantesca sombra encaminarse lentamente hacia su
casa.
Lincoln no gustaba de confiar a nadie sus disgustos domsticos. Segn parece, slo
una vez, incapaz de soportar ms, se quej a Herndon de sus desventuras
conyugales. Haba pasado varias horas sentado y silencioso en su despacho, con el
sombrero calado hasta las cejas; a medioda comi cualquier cosa, y, de repente,
comenz a contar que su mujer se haba levantado de un humor imposible,
reprochndole durante todo el almuerzo todos sus defectos. l no le haba
contestado nada y ella sigui gruendo, pero, al entrar de nuevo en busca de algo
que olvidara, Mary lo haba recibido con un gesto tan despreciativo, que perdi la
cabeza y, cogindola por un brazo, la arrastr hacia la cocina, sin tener en cuenta
que sus gritos se oan desde la calle. Termin su triste relato diciendo: "Quisiera
morirme!"
Segn la opinin de uno de los ms ntimos amigos de Lincoln, Mary Todd hizo a su
marido un inmenso favor al impedirle con su carcter disfrutar de la vida domstica.
Esto le permiti entregarse en cuerpo y alma a la poltica y a los negocios. En lugar
de permanecer calentndose a la lumbre de su hogar, quedbase a la intemperie
con los hombres del pueblo o discutiendo con los rancheros en los corredores del
tribunal o del Ayuntamiento. Al anochecer, concurra a las tertulias de las tiendas, y
as se daba a conocer en todas partes.
Podra sorprendernos el que Lincoln se enamorara alguna vez en sus frecuentes y
largos viajes?... No era un misgino por naturaleza, sino simplemente un tmido. Lo
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En esta sencilla carta, Lincoln se eleva a un tono que pocas veces supera en sus
discursos oficiales. Ni una sola palabra ofende al perezoso que descuida el
sostenimiento de su familia, y adopta un tono paternal para pronunciar una homila
sobre la bendicin del trabajo. Su hermano ha hablado de su parte del Paraso, ms
como aldeano que como creyente, y con rstica astucia ha propuesto hipotecar las
tierras, sabiendo que el buen corazn de Abraham no le privar de ellas. Pero, en el
fondo, an es ms ladino el abogado, que, sin emplear palabras gruesas, se niega a
seguir arrojando dinero en un saco roto. Quiere 80 dlares? Los tendr, pero en el
curso de los ocho meses, durante los cuales deber trabajar para ganar otro tanto.
No niega la suma, pero quiere que el ocioso no pierda el tiempo y pueda tener con
qu sostener a sus hijos; y as no necesita l prometer tanto. Esta carta nos revela a
Lincoln de cuerpo entero: al idealista prctico, al amigo de los hombres, que siempre
quiere el bien, pero sobre una base positiva; al ser humano cuya cabeza y corazn
se vigilan constantemente.
Aunque
no
conceda
importancia
al
dinero,
deba
conservarlo
para
seguir
protegiendo a su hermano y, sobre todo, a los hijos de ste, pues ya saba que el
primero era incorregible. Pero cuando, muerto el padre, Johnston quiso estafar a su
madre, Lincoln cambi el tono, empleando con amenazadora autoridad duras y
amargas palabras, para defender a su madrastra contra su propio hijo.
"Ayer he odo en Charleston, escribi, que intentas venderlo todo y trasladarte a
Missouri; este proyecto me parece sencillamente insensato. Qu te permite suponer
que all te ir mejor? Es aquella tierra ms rica? Podrs sostenerte en ella sin
trabajar? Crees que all rigen otras condiciones de trabajo? No has sabido hacer
nada de provecho en tu propia tierra y ahora quieres vender la finca, coger el dinero
y marcharte. No prestar mi apoyo a semejante locura, pues deseo tu propio bien y,
sobre todo, el de tu madre. Quiero que se conserven los cuarenta acres de tierra
intactos mientras ella viva; si t no quieres labrarlos, no faltarn colonos que los
arrienden. Si ella quiere, puede cederte su parte en los otros cuarenta... Trabaja,
que sa es tu nica salvacin.
Con tan autoritaria dureza sonaba la voz que dos meses antes daba amistosos
consejos al mismo hermano. Tal era su firmeza cuando brotaba en su pecho la
indignacin a la vista de un adversario incorregible. El estilo de Lincoln tiene los
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Esparce su melancola por dondequiera que pasa". Con esta potica imagen
describe Herndon el trazo ms saliente del carcter de Lincoln. No tena su madre
un carcter semejante? La prematura muerte de sta, lo misterioso de su origen, la
inquietud de su padre, la falta de hogar, los frecuentes fracasos de su adolescencia,
su timidez ante las mujeres y su anhelo de ellas, no eran causas suficientes para
justificar la eterna tristeza de aquellos ojos, que parecan dirigir una pregunta a la
Humanidad? El que Lincoln, llevando este peso en el alma, no se hubiese convertido
en un enemigo de los hombres, es quizs el indicio ms seguro de la verdadera
grandeza del hombre.
Hallndose una vez sentados en la sala del tribunal ambulante, Stuart llam la
atencin de un abogado que con l estaba, sobre Lincoln. El compaero de Stuart
relat ms tarde: "Le vi sentado en un rincn, triste y solo. Dirase que persegua
sistemticamente un tema doloroso en sus distintas fases, y su rostro expresaba
una afliccin profunda. As permaneci hasta que lleg su turno para hablar, y
entonces sali de su meditacin como quien despierta de un sueo. Otro individuo
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que
compartiera
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su
dormitorio
con
Lincoln
durante
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un
viaje,
escribe:
"Al
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consideraciones sobre los conocimientos que pueden revelarnos las fuerzas ocultas
del lente. Cuando comenz a sentirse el fresco, entramos todos en la casa; l se
sent sobre el sof, estir sus largas piernas a travs de la alfombra, cruz las
manos tras de su espalda y continu hablando de descubrimientos.
As elevbase en la noche su espritu entusiasta haca las estrellas para volver
enseguida a las claridades de la tierra; visionario y positivista alternativamente;
vacilando siempre entre un anhelo de infinito y un afn de conocimiento inmediato,
para quedarse siempre a medio camino de la verdad.
Su constante melancola slo poda ser vencida por su sentido humorstico. La irona
de Lincoln debe ser considerada en gran parte como una especie de salvavidas, que
le permita mantenerse a flote, as como su inagotable repertorio de ancdotas
cmicas puede atribuirse a una inconsciente higiene espiritual. As como otros llevan
en sus bolsillos un frasco de whisky o un pomo de sales inglesas, Lincoln llevaba
consigo un cuadernillo manuscrito con gran copia de chistes e historietas.
Frecuentemente sufra verdaderas ausencias mentales. En cierta ocasin, mientras
un poeta recitaba aburridas composiciones, que la concurrencia escuchaba en medio
de un pesado silencio, Lincoln caus el terror del auditorio prorrumpiendo en una
estentreo carcajada que, un momento despus, le asombraba ms que a ninguno.
Del mismo modo alarmaba a las gentes comenzando a hablar de repente de cosas
en un tono ajenas a las circunstancias. Algunas veces sus nervios lo traicionaban en
el momento crtico. Un da fue a New Salem para pronunciar la oracin fnebre en el
entierro de un antiguo amigo. Por primera vez despus de muchos aos vea los
rostros familiares que rodeaban el atad y esperaban sus palabras. De repente
perdi la voz y la conciencia. Incapaz de pronunciar una slaba, se limit a indicar
por seas que se llevaran el atad, y apartse de todos, mudo e inmvil. Era el
mismo fenmeno de inhibicin que sufriera el da de su boda. Estas caractersticas
mentales se reflejaban en sus peculiaridades fsicas. Desde su primera juventud
haba sido un hombre inquieto enemigo de la vida sedentaria y, a semejanza de
algunos famosos filsofos, declara que pensaba mejor andando. Todo en l era
anormalmente lento; su mirada tranquila, su paso reposado y la expresin de su
larga y huesuda cabeza, eran ms de un hombre de pensamiento que de un hombre
de accin. La punta cuadrada de su larga y prominente nariz, las mandbulas
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salientes y el mentn ligeramente curvado hacia arriba y partido por unos secos y
gruesos labios, podan indicar un hombre apegado a las cosas materiales de la vida.
Pero el fino y vigoroso cuello, viril sostn de su cabeza; la noble cpula de la frente,
las pobladas cejas, trazadas vigorosamente sobre los ojos de un gris de acero, su
mirada, que impona silencio a todos, bastaban a ennoblecer su rostro.
Todo indicaba que este hombre estaba destinado a vivir tanto tiempo como es
posible a la constitucin humana. Precisamente porque nunca fue realmente joven ni
ardiente, y ya desde su adolescencia slo se ocupaba de lo que interesa al filsofo y
no al joven, necesitaba mucho tiempo para desarrollar las actividades que le
permitiran dar una solucin al gran problema. Su moderacin, en todo sentido,
estaba
determinada
por
su
organismo
fsico,
esta
moderacin
sera
la
determinante de sus ideas polticas. "Que si soy enemigo del alcohol? No, pero soy
tan sobrio que no lo bebo. En sus continuos viajes, rechaza sistemticamente
cuanto le ofrecan los dems viajeros: tabaco de mascar, licores o cigarros. "Es
usted un sujeto inteligente, pero excntrico, le dijo una vez un compaero de viaje.
Puede que no nos volvamos a ver, y no deseo ofenderle, pero permtame que le diga
lo siguiente: mi experiencia me dice que los hombres sin ningn vicio tampoco
suelen tener virtudes. Lincoln gustaba de contar esta ancdota, y tal vez en sus
horas de duda se sintiera inclinado a darle crdito.
Si bien era un hombre de moral estricta, careca en absoluto de ostentacin
farisaico, pues su innato sentido de la justicia y el Derecho la hacan imposible en l.
No se mantena alejado de los bienes de este mundo por puritanismo, ni sala en
desvencijado carricoche y vistiendo vieja levita por ostentacin de moral, sino
porque sus propios pensamientos le tenan tan absorto, que le impedan fijar la
atencin en exterioridades. Si era desordenado en ciertos aspectos de su vida,
debase a que apreciaba su independencia por encima de todo y no estaba dispuesto
a sacrificarla a horarios o compromisos de ninguna clase. Coma cuando tena
hambre y dorma al sentir sueo; para estas cosas no quera someterse a ninguna
regla. As como evitaba el introducir ninguna forma solemne en la sencillez de sus
discursos, tampoco se avena a representar un papel impuesto, ya fuera el de
esposo o el de padre.
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de
la
Naturaleza,
deca.
Si
todo
esto
se
hubiese
producido
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privilegio que permiti a los seores disponer de los siervos. En el inmenso Imperio
son muy pocos los que dominan a millones de hombres y hace siglos que los
campesinos de los Urales viven en la miseria, sin esperanza de salir de la
servidumbre y, a menudo, sin desearlo siquiera.
Pero aqu se trataba de un pas nuevo, al que llegaron unos cuantos hombres
valientes y altivos que haban comenzado por sacudir el yugo de Europa, acordando
despus realizar por primera vez, desde los remotos tiempos de la Antigedad, lo
que los filsofos exigan en sus obras, los hombres de Estado en su formulismo y los
poetas en sus versos. Pero en esta misma Amrica, cuya justicia brilla como el sol
naciente sobre el Ocano, haba quedado una sombra que los fundadores del pas no
se atrevieron a borrar con la misma pluma con que borraron las diferencias de clase
que dividen a los hombres en Europa. Miraron al punto oscuro y les remordi la
conciencia. Sera mejor su organizacin que la tirana rusa, porque sus esclavos
eran negros y tenan la nariz aplastada y el pelo crespo? Concretbanse a la raza
blanca las teoras de Rousseau, los aforismos de Diderot y las exigencias de
Voltaire? Porque si era justo tratar a los negros como cosas y no como seres
humanos, tambin deba serlo el clasificar a los blancos por su linaje, riqueza o
educacin, formando clases superiores para mandar a otras inferiores, destinadas a
obedecer.
Pero ochenta aos antes, al fundarse la Unin, no fue posible conseguir que los
magnates del Sur se avinieran a dejar a sus negros en libertad de volver a las costas
africanas. Se hallaban bajo el peso de los prejuicios tradicionales, sus privilegios los
haban enriquecido y, si se acomodaron a los preponderantes, y para ellos
incompatibles, principios del Norte, fue tan slo para aminorar sus contribuciones e
impuestos. Los diputados que llegaron del Sur, imbuidos an por el espritu de su
casta, slo pudieron disminuir el nmero de sus propios esclavos, mejorar en algo el
trato y dejar algunos libres.
En los comienzos del nuevo siglo, la oposicin entre el Norte y el Sur se hizo ms
intensa. Con el siglo, haca su aparicin una nueva forma de esclavitud, la esclavitud
de los hombres a la mquina; los progresos de la tcnica abarataban los productos,
generalizaban su uso, compensaban al pobre por algunas de las ventajas de los
ricos, y en tanto que as se disminua la distancia que separaba a seores y siervos,
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A pesar de su podero, el Norte iba poco a poco cediendo terreno en la cuestin que
nos ocupa. Segn el ltimo tratado, quedaba prohibido establecer nuevos Estados
esclavistas, excepcin hecha de la regin del Missouri. Esto no fue bice para que, a
ruego de los colonos, se consintiera en la fundacin de otros cuatro. Despus, el
mismo Henry Clay cedi ante nuevas luchas, autorizando la esclavitud en los
territorios recientemente arrebatados a Mjico, con excepcin de California, que fue
declarada Estado libre. Al mismo tiempo, una concesin adicional hecha al Sur
aumentaba el rigor de las leyes de captura y extradicin de esclavos fugitivos. En
resumen: las teoras y la prctica en la cuestin de la esclavitud llegaron a ser tan
contradictorias, que ningn habitante del Norte lograba conciliar las viejas doctrinas
cuqueras, que la combatan con indignacin, con el derecho que se conceda a cada
burgus de detener en plena calle a un esclavo prfugo. Y como la polica pagaba
diez dlares por cada fugitivo que se le entregase, huelga decir el nmero de
blancos que se dedicaron a cazadores.
Esta lucha se extendi a todos los terrenos, desde el econmico hasta el moral,
pasando de las cifras a los sentimientos, reflejndose en todas las medidas que se
queran adoptar. Los del Norte queran llevar trabajadores blancos al Oeste,
mientras los del Sur deseaban introducir all la esclavitud; si el Norte necesitaba
crear monopolios para defender su naciente fabricacin, el Sur peda el libre
comercio y exportacin de sus productos. En el Norte, todo blanco era enemigo de la
esclavitud, en la que vea una competencia para el trabajador; en el Sur, ningn
blanco quera trabajar; en el Norte se respetaba el trabajo; en el Sur se le
consideraba deshonroso. En fin de cuentas, era la lucha entre el despotismo y la
democracia, entre los derechos hereditarios y el esfuerzo individual, entre la
tradicin y la fuerza de los hechos. La lucha duraba todo lo que iba de siglo y, contra
lo que han dicho algunos, el descubrimiento del algodn no la cre, contribuyendo
slo a hacerla ms ostensible.
En aquel momento histrico alzse el espritu del algodn, promoviendo una especie
de contrarrevolucin, creando una nueva metafsica, en provecho propio. En el
Norte, los llamados Freesoilers reclamaban la libertad del terreno, del trabajo y de la
palabra, mientras que en el Sur no slo seguan con sus curas, que juzgaban
caprichosamente a los negros, tomando por juicio de Dios el plato de lentejas de
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Esa, sino que tambin encontraron filsofos. En un libro que ley Lincoln, escrito en
una universidad del Norte y que llevaba por ttulo: Canibalismo puro, se encontraban
las siguientes frases: "La libertad de asociacin ha sido un fracaso en el Oeste de
Europa, y lo ser igualmente en Amrica. El Norte lo confirma con su silencio.
Despus aconsejaba el autor la esclavitud de los blancos, proponiendo que se
entregasen los nuevos territorios a los poderosos, distribuyndoles gente sin trabajo
en calidad de siervos. "Como el nombre de amo suena mal, deca ms adelante, ste
debe ser sustituido por el de tutor, en la siguiente proporcin: a quien posea mil
dlares le ser entregado un blanco de mediano valor; el que tenga diez mil dlares
tendr derecho a encargarse de diez hombres; y los millonarios podrn tener mil
siervos. stos seran hechos reales, de acuerdo con la justicia y la humanidad, pues
hoy da tambin viven los ricos del trabajo de los pobres, y dominan y gozan de sus
bienes sin preocuparse de stos.
El Destino haba decidido que los intereses personales de dos hombres rompiesen los
lazos que tenan detenido el problema, inicindose al fin su solucin por medio de un
gran combate. Un senador deseaba ser Presidente, un esclavo quera ser libre. El
senador, que se llamaba Douglas, habiendo calculado sus probabilidades, asegur la
promulgacin de una ley que deba hacerlo popular, pero que trajo la perturbacin
en su partido, hasta el punto de que fue preciso disolverlo y crear otro, que
finalmente obtuvo la victoria. El esclavo se llamaba Dred Scott, y por haberse
fugado de su amo y establecido en una ciudad libre, forz al tribunal a dictar contra
l una sentencia condenatoria, que excit violentamente los nimos. Ninguno de los
dos consigui su objeto: el senador no fue Presidente, ni el esclavo, libre. Pero la
Unin, despus de diez aos de disturbios, de los que cuatro fueron de guerra civil,
pudo poner feliz trmino a esta peligrosa crisis. El senador ya haba muerto, y si el
esclavo viva an, logr su libertad al mismo tiempo que la lograban millones de
negros.
Sobrevinieron estos acontecimientos en 1857, antes de la eleccin de Presidente.
Douglas, el ms influyente y popular de los demcratas, maniobraba como poda
para alcanzar la meta deseada, pero necesitaba para su nombramiento la ayuda del
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frases
malsonantes,
que
suscitaron
una
agarrada
entre
la
furiosa
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El triunfo que obtuvo fue ms profundo que ruidoso. Douglas, asombrado, pudo
dominarse y dio principio a su rectificacin, diciendo:
"Mi amigo mister Lincoln me ha rogado que le oyera y contestara, y yo le agradezco
tan corts atencin.
Este primer duelo qued indeciso.
Trece aos antes, mientras viajaba por el Misisip, Lincoln haba escrito a la hermana
de Speed: "A bordo de este mismo barco he tenido ocasin de reflexionar acerca de
la influencia de las circunstancias sobre la felicidad humana. Un caballero haba
comprado doce negros en Kentucky y los llevaba a su hacienda encadenados de seis
en seis. Una delgada argolla de hierro oprima la mueca izquierda a cada uno; de la
argolla sala una delgada cadenita que iba a unirse a la cadena principal, dando a los
presos el aspecto de doce peces colgando de una enorme caa de pescar. Daba
pena el pensar que aquellos infelices haban sido separados violentamente del sitio
en que transcurri su infancia y en el que quedaban amigos, padres, hermanos,
esposas, hijos, para ser reducidos a eterna esclavitud y despticamente gobernados
por el despiadado ltigo del amo. Y, sin embargo, en medio de aquellas desastrosas
circunstancias, los negros eran los seres ms joviales y aparentemente felices que
llevaba el barco. Un mocetn que, por complacer a su esposa, se haba endeudado
hasta el punto de verse reducido a su propia venta, tocaba infatigablemente el
violn, y los otros bailaban, cantaban o referan chascarrillos, sin soltar los naipes de
la mano en todo el da. Dirase que el misericordioso Dios que calma el viento para
que no lastime la piel de la oveja esquilada, hace a veces llevaderas las peores
miserias, en tanto que en otras circunstancias apenas permite que las cosas mejores
resulten llevaderas.
Esto deca Lincoln cuando dejaba volar la imaginacin en torno a los grandes temas
y cuando, con el escepticismo del sabio, llegaba hasta las fronteras de la relatividad
de la dicha humana, por la que estaba dispuesto a luchar. El que la escena
presenciada por l en el barco no quebrantara su propsito, demuestra su facultad
para penetrar en el fondo de las almas, y el origen y fin de sus pensamientos. Cierto
es que a los veinte aos haba contemplado impasible la desnudez de la doncella
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Tus
ideas
sentimientos
son
absolutamente
contrarios
la
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nosotros
nos
libertamos
de
la
esclavitud
poltica
del
rey
Jorge,
proclamamos la igualdad de todos los hombres como una verdad inmanente. Ahora,
cuando estamos completamente satisfechos y no abrigamos el temor de volver a la
esclavitud, se nos ha despertado tal ansia de ser seores, que declaramos verdad
inmanente la negacin total de nuestro postulado inicial. Antes renunciar el Zar de
Rusia a su corona, dando la libertad a todos sus siervos, que nuestros seores
americanos libren del yugo a sus esclavos.
Slo un par de aos haban de transcurrir antes de que el autcrata ruso realizara lo
que Lincoln consideraba tan remoto, pues en Europa soplaban vientos de libertad, y
lo que el Nuevo Mundo aprendiera del Viejo en teora, al ponerlo en prctica
produca una reaccin en el Viejo Mundo y lo revolucionaba.
El mismo espritu nuevo animaba los discursos de Lincoln cuando, separndose del
tema principal, dejaba or su opinin sobre la diferencia de clases entre los blancos.
Abogaba en favor de la pequea propiedad y aseguraba que las grandes haciendas
eran tan poco prcticas como un arma o una herramienta demasiado pesada para el
manejo diario. Para demostrar que en los Estados Unidos nadie necesitaba ser
jornalero toda su vida, se expresaba as: "El trabajo precede al capital y es
independiente de l. El capital es el fruto del trabajo, y no podra existir si ste no lo
hubiese precedido. Puede haber trabajo sin capital, pero no capital sin trabajo. Por
eso el trabajo es siempre muy superior al capital. Con no menos conocimiento de
causa y acopio de pruebas veraces, dio a conocer al pueblo los ambiciosos
sentimientos de los grandes propietarios, ms aficionados a ostentar su riqueza por
el nmero de esclavos que por la extensin de sus tierras. "La esclavitud, deca, es
la ms fuerte y absorbente de las demostraciones de la propiedad. Si un mozo
pretende casarse con una doncella, al concertar la boda lo nico que se pregunta es
cuntos esclavos lleva l o ella. La pasin por los esclavos parece haber devorado
todas las dems que antes se dividan el corazn humano.
Un hombre que siente con vehemencia, desea la accin; pero Lincoln era enemigo
de la accin precipitada; tanto l como sus amigos vacilaban largamente antes de
usar su fuerza. Lincoln no era un abolicionista del tipo de Herndon, que se
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empeaba en que siguiera su ejemplo. Daba prudentes consejos siempre que poda.
"En una democracia que se rige por los votos de la mayora, la rebelin y el
derramamiento de sangre constituyen un verdadero crimen de lesa Constitucin.
Haced la revolucin en las urnas!"
Sin embargo, viose obligado a tomar parte activa en el asunto. En tanto que la
mayora de sus colegas se abstenan de defender a los negros, l defendi muchos
pleitos de negros, sin preocuparse de que la llamada buena sociedad arrugara el
ceo. Uno de estos casos fue el de un marinero, hijo de un negro, que, habiendo
llegado sin documentacin a Nueva Orlens, fue detenido. La detencin le hizo
perder el barco, y ms tarde, desamparado y sin recursos, fue vendido como
esclavo. Su madre acudi a Lincoln, y ste visit a los gobernadores de dos Estados,
pero ambos rehusaron mezclarse en el asunto, no atrevindose a arriesgar el puesto
por un mulato. Entonces Lincoln hizo una colecta, reuni el dinero necesario, y se lo
envi a un amigo que tena en el Sur, rogndole que rescatara al muchacho, para
que ste pudiese volver libremente al seno de su familia.
hacer
ahora.
Mostrbase
muy
animado;
sus
cartas
revelaban
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era
personalmente
desconocido,
estuvo
punto
de
ser
nombrado
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Illinois:
miles de personas queran leerlo, sin lograr obtener su deseo. Entre los
que le oyeron, no faltaron algunos, ms avispados que los dems, que se dijeron a
s mismos: "He aqu un hombre que se est entrenando para Presidente.
Buchanan fue elegido. Una vez ms haban vencido los demcratas, pero una tercera
parte de sus votos se haba trasladado al nuevo partido, lo que era una advertencia
muy digna de tomarse en cuenta. Los espritus ms preclaros de la nacin, entre los
que se contaban Emerson, Motley y el poeta Longfellow, eran abolicionistas; este
ltimo desisti de un viaje a Europa con el objeto de votar contra la esclavitud. El
jefe de los republicanos en el nuevo Senado era Chase, autor de la proclamacin
antiesclavista, hombre joven y resuelto, de espritu vivaz e inteligente. junto a l se
hallaba Seward, un hombre flaco y de facciones pronunciadas, que espiaba al
enemigo con sus ojos penetrantes, pero que era demasiado optimista para no
equivocarse. En contraposicin con los antiguos jefes, los actuales haban combatido
siempre por el mantenimiento del Tratado de Missouri.
Pero el ms notable de todos ellos y el de ms rpido ingenio era Summer,
catedrtico de derecho poltico de la Universidad de Harvard. Habase educado en
Europa, era valiente, fogoso y, como Lincoln, posea un claro espritu de justicia.
Durante la discusin del asunto Kansas-Nebraska y la revisin de los fraudes
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tribunales
protegan
la
esclavitud,
el
programa
del
nuevo
partido
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nuevo Estado el derecho de decidir si quera o no entrar en esa ley al formar parte
de la Unin.
Dos relmpagos haban alumbrado la situacin del pas. Todos los jefes saban
exactamente cul era su sitio, con excepcin de Douglas, que haca los mayores
esfuerzos por consolidar su equvoca situacin. Cmo poda compaginar sus
doctrinas acerca de la soberana del pueblo con la sentencia de los esclavos de Scott
y las violencias ejercidas en Kansas? Cmo poda seguir obteniendo los votos de
sus electores de Illinois, sin perder la confianza de los del Sur, tan necesaria cuando
llegaron las elecciones presidenciales? Al fin y al cabo, el asunto de los negros no
era ms importante por el momento, pero la cuestin Kansas no tena arreglo
posible. Tras madura reflexin, decidi hacer una evolucin que le asegurase el
apoyo de los demcratas del Norte, mostrndose contrario a la ley de Kansas. La
primera consecuencia que este cambio total poda tener era la crisis de un partido
cuyo jefe entraba en liza contra el Presidente escogido por el mismo; la segunda
podra ser la prdida de la influencia en Washington, o de los votos de Illinois, y
como el asunto en el Senado era indispensable para los futuros planes de Douglas,
opt por los electores de la patria chica, y corri a su Estado para calmarlos.
En la crtica situacin, se le ofreci una inesperada salida, pero hubiera sido preciso
tener ms juventud y valor de los que tena Douglas para poder aprovecharla.
Despus de la ltima evolucin, que le apart en cierto modo de los demcratas, los
republicanos pensaron en atrarselo, para utilizar su nombre y su talento. Horace
Greely, director del New York Tribune, el peridico de mayor circulacin de todo el
Norte, Seward y algunos otros jefes de Nueva Inglaterra, temiendo verse
arrastrados por los radicales a declarar la abolicin de la esclavitud local, confiaron
en que bajo la direccin de Douglas el partido se vera libre de adoptar resoluciones
demasiado radicales, suavizando al mismo tiempo sus relaciones con los del Sur.
Esta buena inteligencia contribuira al normal desarrollo de los negocios y a la
integridad de la Unin. Greely, a quien este programa pareca demasiado poltico,
aconsej por medio del peridico a sus lectores de Illinois que votaran por Douglas,
para atrarselo mediante tan sealado favor.
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Por primera vez en su vida, Lincoln entr de lleno en la refriega. Como jefe de los
republicanos de la izquierda, daba la seal de alarma, al ver amenazada con tal
proposicin la integridad del nuevo partido.
"Greely comete conmigo una injusticia. Yo soy un verdadero republicano y siempre
he combatido en primera lnea. Ahora trata de proponerme a Douglas, enemigo del
Tratado de Missouri, instrumento en un tiempo de los sudistas, y enemigos
actualmente de ellos. Slo su confianza en la habilidad y experiencia de Douglas,
que compensan su falta de principios y consecuencia, le hace suponer a Greely que
su reeleccin sera ms provechosa para la causa republicana que la de uno de
nuestros colegas verdaderamente republicano. Qu pretende el New York Tribune
con sus ampulosos elogios de Douglas? Es sa la verdadera opinin de los
republicanos de Washington? Se ha decidido all que las cosas irn mejor si nos
sacrificamos en Illinois? Si es as, que lo digan cuanto antes y nos entregaremos,
desde luego, evitndonos molestias y prdidas de tiempo. En cuanto a m, no he
visto hasta la fecha ningn republicano que sea partidario de Douglas. Pero como
ese peridico tiene de 5.000 a 10.000 lectores en Illinois, no s lo que suceder si
predica a diario sobre el mismo asunto. No me quejo: slo deseo una clara
explicacin.
He aqu un Lincoln nuevo, un Lincoln luchador. En las anteriores frases se percibe el
enojo de su corazn leal que teme verse pospuesto a un adversario astuto. Los que
leyeron estas cartas, que seguramente recorran todo el mundo oficial de
Washington, no dejaran de sorprenderse de la presuncin de aquel gigantesco
abogado de Springfield que osaba compararse con Douglas. Nadie adivinaba el fuego
que arda en el corazn de aquel hombre que saba esperar, al concebir la
posibilidad de verse en situacin inferior ante su antiguo rival. Douglas, como
enemigo, era soportable y aguijoneaba el deseo de combatir; pero tener a Douglas
de superior, luchar a sus rdenes para la abolicin de la esclavitud era
completamente inadmisible.
Era el partido realmente tan joven y puro como deba? Las discusiones anteriores
no lo haban envejecido y agrietado ya? Los jefes se querellaban entre s, ms por
asuntos personales que por cuestin de principios. Ya el nuevo jefe haba enviado
sus exploradores, no al campo enemigo, sino a la pesca de votos entre los amigos
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negras melancolas que le persiguieron toda su vida, rogaba con suplicantes miradas
al siempre alegre Hill que cogiera su banjo y le cantara canciones populares,
melodas de la Pradera, tristes o jocosas, tiernas o trgicas. A sus acordes,
elevbanse poco a poco los sentimientos de aquel pobre corazn, siempre
reconcentrado en s mismo, adormecanse las preocupaciones de su profesin, y l,
que nunca posey dinero ni mujeres, que ni beba ni jugaba, distraase admirando
en su amigo la exuberancia de una juventud que l nunca tuvo.
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tienen la obligacin de servir de juguetes a los caprichos de sus amos, sobre cuyas
conciencias pesa el noventa por ciento de los mulatos, y que, de este modo, mezclan
constantemente la sangre de nuestra raza a la de los negros.
Con estas contundentes razones encendi Lincoln el entusiasmo en su auditorio, y
pronto el fogoso discurso corri como un reguero de plvora por todo el pas. El
propio orador reconoci el mrito de su obra, diciendo con cierta solemnidad: "Si
hubiera de borrar de una plumada cuanto he hecho en mi vida con excepcin de una
sola cosa, escogera sin vacilar ese discurso. Las sombras de los acontecimientos
futuros comenzaban a precisarse en su espritu y lenta y gradualmente creca en l
el sentimiento de ser una figura histrica.
Tampoco escap a la perspicacia de Douglas la significacin histrica de este
discurso; comprenda que la crisis se acercaba cada vez ms, pero, conforme a su
carcter, deseaba evitar el singular combate.
"Hablando confidencialmente, deca Douglas, no tengo las menores ganas de entrar
en ese debate. El pas entero me conoce y sabe hasta dnde puedo llegar... Lincoln,
en comparacin conmigo, apenas es conocido; si l triunfa, reconozco que es el
hombre ms hbil con que cuentan los demcratas, yo lo perder todo, y l lo
ganar. Si venzo yo, ganar poco. Prefiero no tomar parte en el debate contra
Lincoln.
No obstante, en pblico se expresaba de otro modo. Entonces mostraba a Lincoln
como a uno de los ms rabiosos abolicionistas. El discurso de la "Casa Dividida",
deca Douglas, era una manifiesta excitacin de separatismo, a despecho de la
voluntad de una considerable parte de sus habitantes . Mister Lincoln domina esos
juegos de palabras mezclados de metforas que vemos en su ltimo discurso. Por
ejemplo: "Quisiera morirme, pero suponiendo que no me hubiera de morir", "lo que
no impide que el seor Lincoln sea persona agradabilsima y de notoria inteligencia",
conclua Douglas despus de tergiversar el discurso de Lincoln.
Entonces tom Lincoln una decisin sin precedentes en la historia de Amrica: ret a
su contrario a un duelo oratorio: "Accedera usted a que, para no perder tiempo,
llegramos al acuerdo de hablar ambos ante un mismo auditorio? El seor Judd,
quien lleva a usted esta proposicin, est autorizado para recoger su respuesta y,
caso de que acepte, arreglar las condiciones. El paso era atrevido, pero acertado,
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con que atronaba el aire, acercbase al tren el mejor carruaje de todo el Estado para
recoger al candidato y a su elegante esposa. Un grupo de entusiastas, en el que no
faltaban
algunas
mujeres,
desenganchaban
los
caballos
y,
sustituyndolos,
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mientras el primero intentaba burlarse del segundo, ste pona a aqul en ridculo.
En el curso del debate, el diplomtico no estaba a la altura del abogado rural; el
orador de la Cmara ignoraba la acstica de las salas rurales y se dejaba vencer por
el campesino. El hombre bajo influa en las muchedumbres; el alto, en los individuos
aislados. La influencia del primero era rpida y superficial; la del segundo, lenta y
profunda. Al or a Douglas, deca la gente: "As deben ser los personajes que viven
en Washington"; pero, al escuchar a Lincoln, todos estaban conformes en que as
deba ser el hombre que haba de representarlos en la capital. A Douglas le estaba
reservada una pronta y efmera victoria; a Lincoln, un triunfo tardo, pero durable.
Como si fuese un instrumento del Destino, Lincoln sigui combatiendo con denuedo
la esclavitud. Si echamos una ojeada retrospectiva al perodo que precedi a la
guerra civil con conocimiento de los hechos desastrosos que en ella se cumplieron,
no podemos dejar de preguntarnos si aquella furiosa controversia era esencial y si
no era posible llegar a un acuerdo como lo deseaban los moderados de ambos
partidos. No queremos decir con esto que el debate de Illinois fuera la causa de la
guerra, pero s que sus efectos fueron excepcionales. En los discursos all
pronunciados se dijeron palabras llenas de significacin que se grabaron en el
cerebro de millones de hombres, contribuyendo as a la agravacin del conflicto.
En uno de los debates, haba dicho Lincoln: "No pretendo hacerme pasar por mejor
de lo que soy, ni trato de simular que no me alegrara el ser elegido senador. Esas
hipocresas no se han hecho para m. Pero s afirmo que este encarnizado debate
nada importa a la nacin. El que mister Douglas y yo continuemos la controversia,
puede ser de gran importancia para nosotros, pero nada supone en comparacin con
el arduo problema de que depende la suerte del pas. La ley moral inmanente que
gui a Lincoln durante su vida, y al servicio de la cual muri, le hacia colocar en
segundo trmino las cuestiones e intereses personales, para obrar pensando
nicamente en la causa de la Humanidad.
Tambin Douglas senta que las fuerzas del Destino se hallaban en accin. "Diga
usted a Lincoln, orden a un mensajero, que he cruzado el ro y quemado mis
naves. Hay en esta frase un tono emocional muy diferente a la habitual elegante
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ligereza de su estilo. Quiz crea en el fondo en una de las frases que ms gustaba
de repetir: "Me es igual que se vote en pro o en contra de la esclavitud. Es una
cuestin puramente de dlares y centavos. Al crear esta tierra, el Altsimo traz una
lnea divisoria, y dispuso que una parte fuera ya siempre labrada por manos de
esclavos y la otra por hombres libres.
Clara y sonora se elev la voz de Lincoln contra esta falsa afirmacin: "ste es un
mundo de contradicciones, dijo. El que no quiera ser esclavo, debe abstenerse de
tener esclavos. Quien priva de la libertad a un semejante, no es digno de disfrutarla
l. Y, volviendo a la Constitucin, mostrse tan prctico como siempre, diciendo:
"Yo creo que la declaracin de que todos los hombres son iguales es el gran principio
fundamental en que se basan nuestras libres instituciones. La esclavitud del negro
viola este principio. Pero, por nuestra forma de Gobierno, este principio no ha sido
impuesto como una obligacin legal; por nuestra forma de Gobierno los Estados
tienen libertad para implantar o rechazar la esclavitud en sus respectivos
territorios... As, donde exista de hecho la esclavitud, se modific la Constitucin,
necesariamente. Pero esta necesidad no existe en los territorios en que no hay
esclavos.
Comentando la sentencia de Scott, concluye: "Antes, un amo tena derecho a dar
libertad a sus esclavos; hoy no existe esa noble prerrogativa, puesto que se prohibe
libertar a esos infelices.
Lincoln comprenda que la doctrina de la soberana popular predicada por Douglas
haca inevitablemente de la esclavitud un negocio nacional, del que se derivara
fatalmente la reanudacin del comercio en frica.
"Si nadie puede impedirme que lleve mis esclavos a Nebraska, como llevara mis
caballos o mis cerdos, por qu dictan nuestros legisladores sentencia de muerte
contra los importadores de esclavos africanos? Por qu no condenan tambin a
muerte a los cazadores de jabales? Por qu es en el Sur el vendedor de esclavos
un hombre al que todos miran con desprecio, al que ningn caballero estrechara
nunca la mano y a cuyos hijos no les permitira jugar nunca con los suyos, mientras
que los hijos de sus esclavos juegan con ellos? Por qu haber puesto en libertad a
tantos esclavos si no es por obediencia a los remordimientos de conciencia? Si
renegamos del principio bsico de nuestra Constitucin y declaramos la inferioridad
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de los negros, no tardaremos en declarar que no todos los blancos son iguales... A
qu quedar reducido el espritu fundamental de nuestra Constitucin, que no
concede a ningn hombre el derecho de mandar sobre otro, sin previo convenio
mutuo? Los dictadores dicen siempre: "Nosotros no aspiramos al Poder; slo
queremos el bienestar del pueblo, que marcha mejor cuando va guiado. Ese
argumento de los reyes no es menos concluyente al ser empleado por los miembros
de una raza superior contra los miembros de una inferior.
En todos sus pensamientos encontramos un concepto general de justicia social. Al
denunciar Douglas la huelga de zapateros del Norte, originada por su pretensin de
ganar ms de 250 dlares al ao, exclama Lincoln: "Gracias a Dios que nuestra
organizacin del trabajo autoriza las huelgas!"
Raras veces permiti Lincoln que la pasin se apoderase de l durante estos
debates. Lo que ms le irritaba no era el yugo sufrido por los cuerpos negros, sino la
indolencia con que los corazones blancos aceptaban la esclavitud. Por eso le
asqueaba interiormente la aparente neutralidad de Douglas ms que la violencia de
los propietarios del Sur que, a fin de cuentas, obraban segn su moral.
"Odio la indiferencia! exclam en uno de sus discursos. Ello debilita en nuestros
Estados el sentido de la justicia y concede a los enemigos de una Constitucin
pacfica una apariencia de derecho que les permite calificarnos de hipcritas; al
mismo tiempo, da a los verdaderos amigos de la libertad una razn de peso para
poner en duda nuestra sinceridad.
Y en otra ocasin dijo: "Si os acostumbris a hollar los derechos de cuantos os
rodean, perderis el espritu de la propia libertad, y os convertiris en seres
cobardes y dispuestos a someterse servilmente al primer tirano que se levante de
entre vosotros. Y permitidme os diga que estas cosas se preparan con la lgica
inflexible de la historia cuando las votaciones demuestran que sentencias como la de
Scott y tantos otros son soportadas por el pueblo... Se puede engaar a todo el
pueblo durante algn tiempo. A una parte del pueblo se la puede engaar siempre:
pero no se puede engaar siempre a todo el pueblo.
Despus de estas graves razones, volva a la irona y a la metfora popular, que
acompaaban a los desahogos de su melanclica naturaleza, como sigue el scherzo
al largo en una sonata. Para demostrar que Buchanan, Douglas. Taney y otro jefe de
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Washington haban conspirado juntos desde mucho tiempo atrs, deca, empleando
los nombres de pila de los personajes, por todos conocidos: "Cuando nos
encontramos ante una porcin de madera tallada y vemos que las distintas piezas
son encajadas por cuatro obreros distintos, por ejemplo: Stephen, Roger, Franklin y
James, al ver la perfeccin del trabajo no podemos menos de suponer que los cuatro
llevan ya mucho tiempo trabajando juntos en la misma obra.
De nuevo, queriendo ejemplarizar las diversas actitudes que pueden adoptar los
Estados nuevos y vicios con respecto a la esclavitud, dice: "Si una serpiente me sale
al paso en mi camino, me apresurar a matarla con el primer palo que encuentre;
pero si encuentro a la serpiente en la cama en que duermen mis hijos, he de tomar
mayores precauciones para evitar que los muerda, y mayores an si el reptil se halla
en el lecho de los hijos de mi vecino, con quien me une el solemne compromiso de
no mezclarme para nada en sus asuntos... Pero se trata de hacer una cama nueva
para los nios, y hay quien intenta colocar en ella un nido de viborillas.
Estas vigorosas metforas se mezclan a stiras y maliciosas agudezas y a oportunas
rplicas en las que, si Douglas era muy hbil, Lincoln lo era todava ms. En uno de
sus
primeros
discursos,
Douglas
acus
Lincoln
de
ser
un
abolicionista
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algo de tan maravillosa fertilidad. Este atrayente cuadro ha quedado tan fijo en la
imaginacin popular, que la pequea modificacin de su partido no ha hecho perder
las esperanzas a los pretendientes que siguen rodeando a su dolo con insaciable
avidez, y en cuyo honor preparan desfiles con antorchas y entradas triunfales, como
en las pocas de sus mayores xitos. A m, en cambio, nadie me seala como futuro
Presidente, ni ve en mi pobre y descarnada cara la ms modesta berza que
cosechar. sta es una notable desventaja para los republicanos, que tenemos que
cimentar nuestro combate sobre bases firmes, prescindiendo de la ambicin de los
unos y la simpata personal de los otros.
En uno de los debates, en el segundo precisamente, Lincoln prepar una emboscada
a su rival, formulando una pregunta que encerraba la mgica anttesis que los
separaba.
Puede legalmente el pueblo de un territorio de los Estados Unidos excluir, contra la
opinin de uno solo de los ciudadanos de la Unin, la esclavitud de sus lmites antes
de dar una Constitucin al Estado?"
Lincoln saba que las doctrinas de Douglas sobre la soberana popular, segn las
cuales cada Estado tena derecho a constituirse a su gusto, siempre que se sujetara
a la Constitucin de la Unin, eran incompatibles con la sentencia dictada por el
Tribunal Supremo en el asunto de Dred Scott, sentencia que implicaba el
reconocimiento del derecho que tena un emigrante de llevar sus esclavos a un
Estado abolicionista. Lincoln saba que si Douglas contestaba con una negativa,
renegaba de la ley de Kansas, haciendo imposible su reeleccin como senador por
Illinois. Si Douglas responda "s", perdera los votos del Sur y nunca llegara a ser
Presidente. Por el momento, Douglas sorte el dilema no menos hbilmente:
"Lo que el Tribunal Supremo pueda decidir sobre la cuestin abstracta de si la
esclavitud puede introducirse o no en un territorio de la Unin es cosa que no
importa: el pueblo tiene medios legales para introducirla o excluirla a su antojo, por
la sencilla razn de que la esclavitud no podr existir el da en que la polica local no
la sostenga.
Los miles de campesinos y gente ciudadana que oan estas sutilezas, slo
comprendieron que una hbil pregunta haba sido contestada hbilmente. El pblico,
dividido en dos bandos, prorrumpi simultneamente en un ensordecedor gritero, y
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fuerzas para el combate, y es seguro que cuando ste comience vencer o perecer
en la contienda.
Lincoln perdi el primer asalto y gan el segundo, pero muri en la contienda.
Douglas haba ganado el primer asalto. Haba obtenido una enorme mayora y
regres a la capital como senador, en tanto que Lincoln volva a su profesin de
abogado rural. Todo pareca haber sido intil. Lincoln pas momentos tan amargos
como los de su llegada a Petersburg, donde le recibieron con una silba que dur
media hora; o como en Ottawa, donde los mozos se empearon en llevarle en
hombros, con las piernas colgando y los pantalones subidos hasta las rodillas, o
como en otra tercera ciudad, cuyas enguirnaldadas calles hubo de recorrer. No saba
qu era peor, pero todo le era insoportable. A una dama que quiso burlarse de l
ofrecindole una mueca negra, le pregunt sencillamente: "Es su nena,
seora?En otra ocasin un jinete se acerc a la tribuna y le pregunt: "Le gustara
a usted dormir en la misma cama con un negro?Lincoln no se dign contestarle,
pero le mir con tal desprecio, que el atrevido volvi grupas, alejndose entre los
denuestos y la mofa de la concurrencia.
No, la verdad es que no todo haba sido intil. Algo notable haba sucedido: el
nombre de Abraham Lincoln se haba dado a conocer en toda Norteamrica, y en
tanto que el equvoco papel representado por Douglas haca que los resentidos
demcratas le relevaran de la presidencia del Comit de Relaciones Exteriores, cargo
que viniera disfrutando desde haca once aos, todo el Norte hablaba de "Abraham,
el matador de gigantesy annimos ingeniosos lo celebraban en coplas. Una de ellas
empezaba:
Por el lado del Oeste empieza a alzarse la estrella de la
patria.
Las muchachas prefieren a Lincoln; sus madres apoyaron a
Clay.
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ambicioso; tampoco soy insensible a sus alabanzas, pero nunca tendr la suerte de
llegar a Presidente. Por lo que respecta a la biografa, nada me ha sucedido en la
vida que merezca el inters de usted ni de nadie; como dira Davis: No vale la pena.
Buenas noches.
Un segundo y ms apremiante ruego le movi a contestar por escrito: "Nac el 12 de
febrero de 1809, en Hardin County, Kentucky. Mis padres eran originarios de
Virginia y descendan de familias sin distincin, o, mejor dicho, muy modestas. El
abuelo de mi padre emigr a Kentucky os despus fue asesinado por los indios de
1781 u 82, y dos aos despus fue asesinado por los indios al cruzar un bosque para
llegar
su
rancho.
Sus
antepasados,
que
eran
cuqueros,
procedan
de
Pennsylvania. Mi padre tena seis aos cuando muri el suyo, y creci sin educacin
ni recursos, trasladndose a Indiana ms tarde. Cuando llegaron all tena yo ocho
aos y el Estado acababa de entrar en la Unin. Era un verdadero desierto, poblado
de osos y otras alimaas peligrosas. All transcurri mi infancia. Haba un par de
escuelas, regidas por maestros cuyos conocimientos no les permitan ensear ms
que a leer, escribir y la aritmtica hasta la regla de tres. Si por ventura llegaba por
all algn aventurero que supiera algo de latn, se le conceptuaba como una especie
de mago. No haba all nada absolutamente que estimulara los deseos de aprender.
Esto explica lo limitada que era mi instruccin al llegar a la mayor edad. Saba leer,
escribir y la aritmtica hasta la regla de tres, nada ms. Desde entonces no he
vuelto a pisar una escuela, y los pequeos progresos que he hecho en este sentido
los logr cuando las necesidades del momento me dejaban algn descanso. Entre las
faenas del campo crec y hasta los veintids aos trabaj como jornalero. A esa
edad fui a New Salem, donde permanec un ao colocado en una tienda como
dependiente. Por entonces principi la guerra con Halcn Negro, y fui elegido capitn
de voluntarios, xito que, hasta ahora, es el que ms me ha regocijado en mi vida.
Hice toda la campaa, me licenciaron, y present mi candidatura a la diputacin
local, siendo vencido; ste ha sido mi nico fracaso en una votacin popular. En las
tres siguientes elecciones sal victorioso. Luego, retir mi nombre de la contienda y
me traslad a Springfield, en donde quera ejercer la profesin de abogado, pues
durante el perodo legislativo haba estudiado Derecho. En 1846 fui elegido para la
Cmara baja del Congreso, pero no fui reelegido. De 1848 a 1854, ambos inclusive,
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elegido por sus camaradas jefe en la campaa guerrera, ni la confianza con que le
honraron sus conciudadanos en las elecciones populares. Seas particulares?...
Dir a desconocidos qu poeta prefiere, que no le gusta beber o que prefiere cortar
lea en mangas de camisa a asistir de etiqueta a una reunin? No. Les dice que
mide seis pies y cerca de cuatro pulgadas, para decir la verdad estricta. Aade su
peso, y con esta esplndida frmula a lo don Quijote termina su epstola.
Al hacer el balance de los debates, Lincoln se encontr con que haba ganado veinte
libras de peso y perdi un par de miles de dlares. Entre tanto, los negocios del
despacho haban disminuido bajo la direccin de Herndon y los gastos haban
aumentado; aunque nada tena que temer para el porvenir, por el momento se vela
en apuro para atender al pago de los gastos ms indispensables. Cuando Judd, jefe
del Comit Central del partido republicano, le escribi solicitando su ayuda
econmica, Lincoln le respondi: "Respecto al asunto econmico, estoy dispuesto a
pagar de acuerdo con mis recursos, pero confieso que soy poco idneo para hacer
pagar a los otros. Durante largo tiempo he gastado dinero sin ganar nada, y ahora
me encuentro sin tener siquiera con qu atender a los gastos ms perentorios de la
casa. Si usted pudiese enviarme doscientos cincuenta dlares, pagara en seguida
las deudas del Comit, y ya arreglaramos esto privadamente entre los dos. Dicha
suma, junto con lo ya pagado y con la liquidacin pendiente, hace subir mi cuenta a
quinientos dlares, sin contar mis gastos personales durante la campaa, lo que,
unido a la prdida de tiempo y de negocios, constituye una pesada carga para quien
tiene tan pocos ingresos como yo. Pero ya que he conseguido un puesto de honor,
no quiero parecer tacao.
En aquellos tiempos era costumbre en los Estados Unidos que los partidos polticos
solicitasen liberales contribuciones de sus abanderados. Lo extrao es que Lincoln no
pudiese satisfacer dichas exigencias, pues si bien es cierto que no haba obtenido las
dietas de senador, habase aprovechado del partido ms que otros. Adems, su
posicin no era mala: el Estado le haba concedido la propiedad de un terreno en
pago de los servicios militares prestados en su juventud, haba heredado otro y los
productos de ambos, unidos al de la casa de Springfield y a los ingresos del bufete,
ascendan a cerca de veinte mil dlares anuales. El ejercicio de su profesin le
produca en los aos buenos ms de tres mil dlares.
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abolicionistas del Norte. Leyendas, canciones, retratos, nada pareca bastante para
honrar su memoria, y mientras Douglas, cegado por su triunfo, deca que todo
aquello no era ms que una consecuencia de la agitacin reinante, Lincoln
comprenda los grandes males que la muerte del nuevo hroe del Norte iba a causar.
No tard en presentrsela ocasin de decirlo pblicamente. Haba llegado la poca
de la eleccin presidencias. Era en febrero de 1860, y las elecciones deban
celebrarse en mayo. Haca muchos aos que no se observaba en el pas una
agitacin semejante, pues todos saban que de la eleccin de Presidente podra
depender la integridad de la Unin. Naturalmente, la causa del separatismo slo
tena defensores en el Sur; el Norte an se hallaba indeciso acerca de sus propios
deseos. Los hombres de negocios queran votar por un republicano, pero lo hacan a
regaadientes. Entre los intelectuales del Norte, en cambio, se conservaba, o haba
renacido, el viejo espritu cuquero, el espritu de aquellos que crean que en aquella
lucha de principios la humanidad deba ocupar el primer puesto. Adems, la
creciente soberbia del Sur, que hablaba sin cesar de separatismo como si ste
dependiese slo de su voluntad, haba herido la susceptibilidad del Norte, creando
all una atmsfera de animosidad, pues a nadie se le ocultaba que el porvenir de la
Unin estaba en no desprenderse de la mitad de sus fuerzas y riquezas.
En estos momentos de indecisin, el pueblo de los Estados del Este dese conocer al
original poltico del Oeste y or de sus propios labios su opinin y consejo. Su
intencin de pronunciar un discurso en Brooklyn despert tal inters que, en el
ltimo instante, se le pidi lo hiciese en el famoso Instituto Cooper de Nueva York.
Y, con el natural azoramiento, Lincoln hubo de presentarse ante aquel culto y
distinguido auditorio, cuyo ropaje moral, segn su sentir, estaba almohadillado de
algodn. En un principio, la sensacin de animosidad fue recproca. El auditorio
observaba y censuraba el anticuado corte de su arrugada levita, en tanto que l,
segn confesin propia, no poda apartar sus pensamientos de la idea del contraste
entre las elegantes ropas de su auditorio y su propio traje, nuevo, es verdad, pero
arrugado y mal hecho; sin contar con que llevaba un cuello imposible, detalle que no
escapara al examen del pblico.
He aqu el relato de un testigo presencial: "Su cabeza se balanceaba sobre un cuello
largo y sarmentoso; al abrir los brazos en un amplio ademn, pude ver lo largos que
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eran. Empez con voz contenida, como quien est acostumbrado a hablar al aire
libre y teme hacerlo en tono demasiado fuerte. Sus primeras frases estaban llenas
de expresiones y frmulas anticuadas que me hicieron pensar: "Podrs ser una
lumbrera en el salvaje Oeste, mi viejo amigo, pero hay cosas que son inadmisibles
en Nueva York. Por todos conceptos me pareci uno de esos hombres sencillos que
tanto abundan en la clase a que l pertenece. Nada impona en l a primera vista.
Las ropas que cubran su gigantesco cuerpo hubiranse dicho colgadas de una
percha. Sus facciones irregulares, rudamente modeladas, estaban cubiertas por una
piel curtida y terrosa, y llevaban impresa la huella de las privaciones; los hundidos
ojos tenan una expresin de inquietud y sufrimiento... Pero, a medida que
desarrollaba el tema de su discurso, un fuego interior pareca iluminar su rostro; su
voz se haca vibrante y una corriente de simpata se extenda por todo el pblico. El
estilo de su discurso, sencillo y vigoroso, tena cierto sabor bblico. El silencio era tan
profundo, que en las pausas se oa el suave silbido del gas. Pero, en los momentos
emocionantes, lo interrumpa una atronadora salva de aplausos. Cuando concluy,
salt de mi silla y vocifer como lo hubiese hecho un indio. Y el resto del pblico hizo
otro tanto. Aquel hombre era asombroso! "
Este discurso haba sido tan cuidadosamente preparado como un sermn y, como un
sermn, se basaba en esta frase de Douglas: "Cuando nuestros abuelos crearon el
Gobierno bajo el cual vivimos, comprendan este problema tan bien o mejor que
nosotros. De las ms sencillas consideraciones sobre la Constitucin y la historia del
pas, pas al desarrollo metdico y lgico de sus consecuencias. Luego, y como si se
hallasen all presentes, dirigi directamente parte de su discurso a los sudistas:
"Amenazis con desintegrar la Unin en el caso de que sea elegido Presidente un
republicano. La amenaza es atrevida, y me recuerda el caso del ladrn que pone una
pistola en la sien de su vctima, diciendo: Si no te entregas en el acto, sers tu
propio asesino.
No quiso directa ni indirectamente ensalzar la memoria de Brown, asunto peligroso
o, por lo menos, impopular en el Norte en aquel momento. "La empresa de Brown
fue puramente personal. No fue una insurreccin de esclavos, sino la intentona de
un blanco para suscitarla, intentona en que los negros se negaron a tomar parte. En
efecto, aquella empresa era tan absurda que los esclavos, a pesar de toda su
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No, no era un fantasma; era su primo John Hanks, el mismo que treinta aos atrs
le ayudara a construir la casa de su padre. De dnde sala y qu buscaba el
olvidado pariente? Haciendo una grotesca reverencia, el patn se plant frente a los
jefes y les endilg el siguiente discurso:
Aqu tienen ustedes a mi primo, el honradsimo Abraham, a quien ayud a construir
una de las primeras casas de la ciudad cuando an no haba caminos a travs del
bosque; su padre fue uno de los ms valientes pioneers; aqu combati por la patria,
cuando an corran por estos sitios osos y lobos. Ms tarde, el gigantesco Abraham
tuvo que trabajar de jornalero y con su poderosa hacha derrib rboles en la selva,
convirtindolos despus en estacas para la construccin de cercados. No menos de
tres mil estacas cort entonces Abraham. Las dos que traemos sosteniendo nuestra
bandera dan fe de sus hazaas.
Con apasionada curiosidad contempl la concurrencia aquellos maderos en los que
vean un smbolo de la fuerza de aquel hombre acostumbrado a derribar a cientos
los rboles de la selva milenario; y de repente, por uno de esos cambios tan
frecuentes en las muchedumbres, el nombre del leador adquiri mayor importancia
que los de los otros candidatos enumerados por Douglas en sus discursos. Abraham
era presa de contradictorios sentimientos. Sera posible que su viejo primo, que
jams hizo cosa de provecho, fuera a alcanzarle de un golpe la celebridad? Esa
callosa mano que slo sabe blandir el hacha y ganar medio dlar diario para no
morirse de hambre, va a recoger de una vez el premio de toda una vida de
incesante trabajo? Encontraba la situacin cmica, o prevea el partido que de ella
se poda sacar? Comprendi la importancia que aquellas viejas y henchidas estacas
podan llegar a tener maana?
"Supongo que debo aadir algo a lo dicho por mi primo, dijo entonces Lincoln. Hace
de esto mucho tiempo. Es posible que yo haya cortado estas estacas, pero
realmente no puedo asegurarlo... Slo puedo afirmar que cort gran nmero, de
estacas y puede que mejor de lo que estn stas.
Una tempestad de risas acogi estas declaraciones, dando motivo a que un avisado
espectador dijera: "Seward ha perdido. Habase encontrado un nuevo smbolo y un
nuevo nombre: Lincoln, el Leador. Esto sonaba mejor an que el "honrado
Abraham". Pocas semanas despus no haba un solo nio en el pas que no hubiese
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odo hablar del Leador. Lincoln deba este golpe de fortuna a su primo John Hanks,
nico pariente que le ayudara nunca en su victoriosa carrera.
Cuarenta mil forasteros haban llegado a Chicago, la joven ciudad, para asistir al
gran acontecimiento que habra de celebrarse en mayo. La Convencin Nacional
Republicana inaugur sus sesiones en su edificio propio, acabado de construir y
bautizado con el nombre de Wigwam. Bandas de msica y electores circulaban por
todas partes con inusitada animacin. El partido, reuniendo por primera vez sus
fuerzas, se dispona a emplear todo su celo en conseguir para uno de los suyos la
Presidencia. La opinin general sealaba a Seward como indudable candidato. Dos
mil partidarios suyos haban llegado de Nueva York, algunos de los cuales parecan
harto sospechosos. Todas las ciudades conocan a este candidato. Como es natural,
tambin los amigos de Lincoln trabajaban activamente: Herndon, Logan, David,
Sweet y otros jueces y abogados que haban trabajado con l en el circuito. La
Tribuna de Chicago se haba adherido a su causa. Esa adhesin y la favorable
circunstancia de que los partidarios de otros candidatos independientes prefiriesen
concentrarse en torno a un hombre nuevo antes que apoyar a Seward, aumentaron
las probabilidades de Lincoln. Sus partidarios se apresuraron a prevenirlo contra la
aceptacin de la Vicepresidencia, cargo que Lincoln rechaz inmediatamente.
Todava en el ltimo momento, su honradez puso en peligro su victoria, al dirigir una
nota a sus amigos con la siguiente recomendacin: "No hagis ningn chanchullo
que me comprometa. Prohiba, pues, a sus amigos el empleo de los conocidos
seuelos con que se conquistan los electores.
Entre tanto, Lincoln hallbase en su casa de Springfield, no menos inquieto que
Carmen ante la plaza, siguiendo atentamente las oscilaciones de la opinin pblica,
reflejadas en los telegramas de sus amigos, que, como de costumbre, iba a recoger
personalmente al telgrafo. Procuraba distraerse leyendo a Burns y jugando a la
pelota, para tranquilizar un poco sus exaltados nervios; por ltimo se fue a la
tertulia de una trastienda, adonde vino a buscarlo un chico del telgrafo, gritando:
"Mister Lincoln... ! Ha sido usted elegido!Acudieron numerosos grupos de gente,
prorrumpiendo en aclamaciones y aplausos. Durante unos minutos permaneci
silencioso, en medio del bullicio. Luego, ponindose en pie, dijo: "Lo mejor que
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puedo hacer ahora es irme a casa; hay all una mujercita que tiene derecho a saber
lo que pasa.
Probablemente, aquel regreso al hogar fue el momento ms feliz de toda su vida
conyugal.
Al da siguiente, la pareja recibi a la comisin que iba a anunciarle oficialmente la
noticia. Lincoln respondi a sus parabienes con unas cuantas palabras sencillas,
dichas sin orgullo ni cortedad. Mary se comport dignamente y su marido se gan la
estimacin de todos. "Quin ha dicho que este hombre es un diamante en bruto?
Jams he odo un discurso de tan buen gusto", dijo uno de los delegados. Y otro
afirm: "Tal vez hubisemos podido escoger un candidato ms brillante, pero mejor,
imposible. Como al anochecer se reuniera media ciudad en la puerta de su jardn,
negse a hacer uso de la palabra, diciendo: "Conciudadanos: hay momentos en la
vida de todo poltico en que lo mejor que puede hacerse es no despegar los labios.
Yo creo hallarme en uno de estos momentos.
Pero al escribir la carta oficial de aceptacin, concibi repentinamente la duda de si
su educacin primaria estara a la altura de las circunstancias, y despus de
veintids aos de prctica jurdica y de haber escrito miles de actas y documentos
que deban ser examinados por las autoridades, qu se dir que hizo? Pues ir con el
borrador de su carta a la escuela nacional y decir a su director: "Seor maestro, as
le llamaba siempre, he aqu el borrador de una carta; como no estoy muy fuerte en
gramtica deseara que le echase usted una ojeada, pues no quisiera que llevase
ninguna falta. El maestro, despus de leer, propuso una pequea modificacin,
corrigiendo en una frase el empleo de un infinitivo. Lincoln cogi su borrador y lo
mir un momento con aire de perplejidad. Luego, mientras haca la correccin
indicada, agreg: "Si a usted le parece as mejor, ya est cada palabra en su sitio.
Se vio nunca a un presunto jefe de Estado adoptar una actitud ms humilde?... No
se trata, como en los cuentos de hadas, de un rstico adolescente a quien se le
arranca el arado de la mano para que empue el cetro con el que ha de regir al
pueblo; se trata de un hombre de cincuenta aos, encallecido en la profesin de la
abogaca, en los negocios y la poltica, que, despus de largas campaas, se ve
llamado por el voto popular al primer puesto de la nacin. Este hombre sabe que
tiene facultades para desempear el cargo, pero existen pequeos detalles, que los
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Un poeta fue el primero que comprendi el alcance de lo que haba sucedido; Bryant
escribi: "Un pobre almadiero... stos son los verdaderos conductores del pueblo!
"Sin embargo, por el momento, Lincoln se vio casi solo, pues en general los jefes
republicanos distaban mucho de alegrarse de su triunfo. Uno de ellos escribe:
"En los primeros momentos experiment una verdadera decepcin fsica. Vaya un
candidato! Qu podr hacer ese infeliz en beneficio del partido? Por qu no
escogieron a un hombre clebre?"
En los Estados del Oeste se deca que Seward haba sido sacrificado; el elemento
joven del partido le adopt por jefe y, tras madura reflexin, le aconsejaron que
desconociera la decisin de Chicago y mantuviera su candidatura. Pero Seward,
obrando como un caballero, se apresur a felicitar a su adversario, y como en Nueva
York no haba nadie que pudiera escribir sobre Lincoln, l escribi el primer artculo,
no muy entusiasta pero justo.
El tono empleado por los peridicos demcratas al tratar de la eleccin de Lincoln,
resulta sorprendente hasta en aquel tiempo de violencias. Lincoln era para ellos "un
abogadillo provinciano de tercera clase", "una nulidad", "un hombre acostumbrado a
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se
siente
mirado
por
otro
con
un
desprecio
moral,
reacciona
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procuraba arreglar el asunto en privado, para no dar lugar a que sus contrarios le
arrastraran a nuevas polmicas, pues conceptuaba llegado el momento de cerrar la
boca. Finalmente, cuando su correspondencia adquiri exageradas proporciones,
consider necesario hacer un modelo uniforme para todos los que le preguntaban su
opinin o le pedan consejo de orden poltico.
"Su carta a mister Lincoln, en la que le pide usted su opinin sobre ciertas
cuestiones polticas, ha sido recibida. Mister Lincoln ha recibido otras cartas en el
mismo sentido, pero tambin un gran nmero cuyo sentido es absolutamente
opuesto. En estas ltimas se le aconseja que no escriba nada sobre cuestiones
polticas. Los principios de mister Lincoln eran harto conocidos antes de su eleccin,
y ahora no quiere dificultar las prximas elecciones con declaraciones importunas.
Mister Lincoln lamenta no poder complacerle, pero ya comprender usted que le es
imposible hacerlo. De este modo, el corresponsal no poda sentirse ofendido por su
negativa, y Lincoln, limitndose a comunicarle que no todos opinaban como l,
obtena el efecto deseado sin salir de la ms exquisita cortesa. En cierta ocasin, un
sujeto desahogado se present en el despacho y, aprovechndose de que su dueo
estaba en pie, sentse en el propio silln de Lincoln, nico a la sazn vaco. Sin
demostrar la menor contrariedad, Lincoln le alarg la mano, pero desde tal distancia
que el otro hubo de levantarse para corresponder al saludo. Con la mayor
naturalidad ocup entonces Lincoln su asiento, continuando como si tal cosa la
conversacin.
Tal es el proceder de un hombre que, salido del pueblo, ha rebasado su condicin sin
olvidarla. La grosera de aquel hombre no le irrita ni le mueve a una forzada
amabilidad, limitndose a adoptar los recursos de un experimentado luchador que
atrae a su contrario a un terreno favorable, habilidad que los ms sagaces
diplomticos podran envidiarle.
A pesar de los cambios sobrevenidos, Lincoln conservaba su misma independencia
en todo. En una ocasin en que Karl Schurz tena que hablar por l en Springfield, el
mismo Lincoln lo acompa a la plaza pblica en que deba celebrarse el mitin. El
sofocante calor del mes de agosto le hizo dejar en casa chaleco y americana,
ponindose sobre la camisa un viejo guardapolvo, en cuya espalda las frecuentes
lluvias recibidas por la prenda haban trazado una especie de mapamundi, y
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cubriendo su cabeza con "un abollado sombrero de copa". Ataviado de esta guisa, se
pase con el orador por la ciudad, entre msicas y cohetes, saludando a todo rostro
conocido que encontrara con un "Cmo est, Ben?", o "Me alegro de verte, Dick",
parodiando a Coriolano, en vez de imitarle, y echndose a rer cada vez que la
multitud gritaba: "Tres hurras por nuestro viejo Abraham!"
Entre los muchos consejos que recibi por aquel tiempo, el ms notable fue el de
una muchacha desconocida que le aconsejaba que se dejase crecer la barba, y algo
debi de aadir respecto a las hijas del candidato, pues ste contest: "Apreciable
seorita: Acabo de recibir su grata carta. Siento manifestarle que no tengo hijas.
Tengo, s, tres varones de diecisiete, nueve y siete aos, respectivamente, que,
junto con mi esposa, constituyen toda mi familia. Por lo que respecta a sus deseos,
no cree usted que, no habiendo llevado nunca barba, el llevarla ahora podra
parecer a la gente una afectacin? Desendole mucha felicidad, queda de usted
buen amigo, A. L.
No se sabe si aquella carta dio origen a un debate domstico, pero el caso fue que
Lincoln, por acuerdo de su esposa, intil decirlo, acab por seguir el consejo, y
pocas semanas despus los sencillos habitantes de Springfield empezaron a
observar una insospechada pelusilla en el mentn y las mejillas de su ilustre
conciudadano, indicio indudable de una barba que pronto enmarcara su rostro a la
manera de los viejos lobos de mar. Esta innovacin fue realmente lamentable, pues
aquel huesudo rostro, inolvidable por su tpica fealdad, perdi carcter con la barba,
que atenuaba la expresin terca de la boca y lo atrevido de la barbilla, y ocultaba la
robustez del cuello y la nuez prominente. A esta desdichada innovacin debemos el
que los retratos, monedas y sellos de Correos nos hayan transmitido la originalsima
cabeza del Presidente Lincoln considerablemente adulterada.
Por fin lleg noviembre y el da de la eleccin. Segn todas las seales, la eleccin
del leador era tan segura que, en Springfield y en todo Illinois, el inters de la
gente limitse a calcular qu mayora lograra el candidato. Como sucediera
veinticuatro aos atrs en New Salem, a la sazn, en Springfield, hasta los
demcratas le demostraron simpata, aunque tampoco esta vez pudieron votar por
l. Esto era lo que Lincoln deseaba y lo que haba subrayado en su boceto
autobiogrfico. Nada poda recompensarle ms ampliamente que el reconocimiento
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oprimido al pensar que aquel mozalbete que aos atrs, a la luz del hogar, en la
barraca paterna, leyera en un destrozado libro la historia de Jorge Washington, era
ahora su decimoquinto sucesor.
Es decir, an no lo era de hecho! ... Le separaban cuatro meses de la toma de
posesin del cargo, y este intervalo fue quizs el perodo ms penoso de su vida. En
pocas de tranquilidad, un hombre elegido presidente poda disponer de varios
meses antes de encargarse del Poder, meses en los que el futuro jefe del Estado
poda ponerse al corriente de todos los problemas, deberes y compromisos
inherentes a tan elevado puesto. Esta tregua era algo as como el noviazgo con la
Presidencia, el tiempo en que el novio estudia a su prometida, a fin de poder luego
comprenderla, corregirla y aun educarla; el tiempo feliz de las promesas, en que los
prometidos aprenden a conocerse, y en el que crecen las esperanzas, libres del
diario roce. Durante estos meses, la Presidencia, experta novia que ha enviudado
muchas veces, considera con cierto escepticismo los anhelos y aspiraciones de su
prometido, que es lo bastante ingenuo para creer en una dicha completa.
Pero nada de esto le fue dado disfrutar a Lincoln, En vez de marchas nupciales,
sonaron en su odo clarines de guerra; hostiles noticias turbaban su espritu, y el
Presidente electo se vea rodeado por todas partes de catstrofes y destruccin. Al
da siguiente de las votaciones, el Charleston Mercury publicaba la noticia de la
eleccin de Lincoln en la seccin de Noticias del extranjero. El gobernador de
Carolina del Sur recomend oficialmente la adquisicin de armas y municiones, y
entr en negociaciones privadas con los dems gobernadores de los Estados del Sur,
que desde haca cuatro aos se haban decidido a separarse de la Unin cuando un
republicano fuese elegido Presidente. Cuatro das ms tarde, los senadores de
Carolina del Sur, y una semana despus los peridicos de este Estado, publicaron
ediciones extraordinarias anunciando en grandes titulares la disolucin de la Unin.
Esta noticia, que produjo gran alboroto callejero, era prematura; pero, slo cinco
semanas despus, la asamblea de Carolina del Sur aprob un acta de secesin y
comenz a organizarse un Gobierno independiente.
Entre tanto, los nordistas clamaban por la celebracin de un convenio, exigiendo que
se renunciara a ciertos puntos del programa republicano y achacando lo que
suceda, no a las ciudades del Sur, sino a los excesos de los radicales y, sobre todo,
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escaseaban las bromas y chistes sobre el hombre de la selva que se figuraba ser
Presidente de los Estados Unidos.
Mientras aconteca todo esto, Lincoln segua viviendo silenciosamente en su casita
de Springfield, lejos de aquellos graves acontecimientos de los que pronto tendra
que responder; viva all escuchando, pensando, con el cerebro y la conciencia
ocupados en una interrogacin incesante. Qu noticias reciba cuando lea por la
maana los diarios o visitaba por la noche alguna redaccin para echar una ojeada a
los ltimos telegramas? Cada da vea desprenderse un nuevo sillar de la firme torre
levantada por los padres de la patria. Cada da le traa el correo nuevas advertencias
del Norte y renovadas amenazas del Sur, amenazas que muchas veces se reducan
al dibujo de un pual. Y no pasaba da sin que se le pidiese con urgencia una palabra
de consuelo o de gua para el pas. Pero Lincoln se aferraba a su silencio, pues,
aunque haba sido elegido para poner en prctica una poltica cuyos detalles ya
haba expuesto, no se hallaba an en situacin de poner ninguno de sus planes en
accin. Cualquier intrigante ministro de Washington era, por el momento, ms
poderoso que el Presidente electo.
Al mismo tiempo vease asediado de visitas. Cuando le aconsejaron que no
recibiese, contest: "Piden poco, obtienen menos y me agrada verlos. As habla un
hombre del pueblo que necesita mantenerse en contacto con sus iguales para
fortalecer sus convicciones.
"Cuando reciba estas visitas, escribe un testigo, demostraba un certero y rpido
golpe de vista para juzgar las cualidades y carcter de los visitantes desconocidos, y
con rara habilidad saba eludir las preguntas comprometedoras, a las que siempre
hallaba respuesta acertada. Sus argumentos, siempre originales, le proporcionaban
en seguida la ventaja.
Por entonces lleg Horace Greely a Springfield y, no habiendo ido a visitar a Lincoln,
ste, Presidente electo de los Estados Unidos, fue en persona al hotel de Greely,
prescindiendo de toda ceremonia. Durante una hora habl con l, sin que lograsen
entenderse. Cuando se despidi, Lincoln, abatido, no haba contado una sola
ancdota.
Deba renunciar? As se lo proponan abiertamente. Mas se ganara algo con
esto?... A decir verdad, slo en el caso de las ms amplias concesiones parece que
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se conseguira algo. Pero deban hacerse estas concesiones? Nunca! En este punto,
el nuevo Presidente se mostr inflexible desde el primer da y lo sigui siendo hasta
el ltimo.
"Nos amenazan con disolver el Gobierno si no nos entregamos a los mismos que
vencimos en la campaa electoral. Puede que as lo hagan, pero tambin puede ser
una fanfarronada. Si cedemos, firmaremos nuestra propia sentencia de muerte. No
tardaran
un
ao
en
amenazarnos
con
una
nueva
separacin
si
no
nos
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Otro da, un snob envi a un pintor de moda con encargo de retratar al leador. ste
empez por negarse, pero acab accediendo: al da siguiente y a la hora sealada se
sent en la silla que haban preparado para l y permaneci en ella como petrificado,
impenetrable en su abstraccin, embargado por sus tristes pensamientos; el artista
slo vio las rudas facciones de un trabajador; tena el espritu prevenido por las
exageradas ancdotas que corran acerca de la vulgaridad de sus maneras, y
creyndose en presencia de un ser inferior le habl en tono desdeoso,
permitindose algunas observaciones de mal gusto. Lincoln levant entonces la
cabeza, mirndole de un modo singular, "como si hubiese ledo mis anteriores
pensamientos, dijo el mismo artista, y sufriera una dolorosa decepcin al verse tan
mal comprendido".
Como en una escena de tragedia antigua, se desarrollan aqu las causas y efectos de
dos caracteres diferentes. El artista mimado de la gran ciudad, lleno de prejuicios,
que por obtener los dineros de un Mecenas consiente en retratar a un personaje
estrafalario, haciendo el sacrificio de trasladarse a Springfield, no puede comprender
en el primer momento lo que hay tras aquella angulosa faz y, permitindose juzgar
temerariamente el carcter de su modelo, hace un par de frvolas observaciones que
despiertan al len. Cada uno comprende entonces lo que pasa en el otro. En el
corazn del agraviado renuvese la herida abierta por la incomprensin de los
hombres, y tiene una mirada que humilla al hombre, pero inspira al artista.
Gillespie, uno de sus viejos amigos, fue a visitarlo. Por la noche, sentados ante el
hogar, Gillespie, tratando de distraer a Lincoln de sus preocupaciones, comenz a
hablar del tiempo viejo; pero se hallaba ante un Lincoln taciturno, grave, harto
distinto del que fuera su camarada en la poca del tribunal ambulante.
"Con los brazos cruzados y la cabeza echada hacia atrs, me recordaba los das en
que tuviera que pronunciar una laboriosa defensa... Enderezndose de pronto, me
dijo: Gillespie, dara gustoso dos aos de mi vida porque hubiesen transcurrido ya
los dos meses que faltan para la toma de posesin.
- Por qu? le pregunt.
"- Porque cada hora que pasa trae nuevas dificultades, que yo debo vencer. El actual
Gobierno nada hace para evitar el desmembramiento de la patria, y yo, que voy a
contraer esa tremenda responsabilidad, tengo que permanecer aqu inactivo, sin
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poder hacer ni impedir nada... No me quejo por lo que a m respecta, agreg, con
una amargura tan intensa como nunca, ni antes ni despus, oyera en su voz, pero
cada da aumentan las dificultades y hace ms triste la perspectiva. En vez de
impedir la secesin, se la favorece y, cuando estas doctrinas sean admitidas en los
Estados fronteras, la situacin se har muy difcil... He ledo en la Biblia el pasaje de
la Oracin del Huerto, cuando el Hijo de Dios ruega en vano que aparten de sus
labios el cliz de la amargura. Yo tambin me encuentro ahora en el huerto, y mi
cliz de amargura est lleno hasta los bordes.
"Cuando me retir a descansar, el dueo de la casa y Presidente electo del pas me
acompa hasta la habitacin que me haban destinado. Antes de separarnos me
dijo: "Joe, supongo que no habrs olvidado aquel pleito que te ech a perder el
discurso inicial de tu asociado. Bien te vi hacerle seas, pero l prosigui
imperturbable. Lo mismo me sucede ahora a m con Buchanan. Tambin l me echa
a perder mi causa, sin que yo pueda hablar ni impedirlo.
Buenas noches!
Aqu vemos a Lincoln retratado por sus propias palabras. Varonil en su mismo
desaliento, sobria su melancola y alejado de toda exageracin aun en aquellos
momentos crticos. No dice que dara su vida porque hubiese transcurrido ya aquel
perodo de ansiedad; dice dos aos, precio elevado, pero no absurdo. Si compara su
situacin con la de Jess en el Huerto de Getseman, lo hace breve y sumariamente;
en seguida regresa al mundo de los hechos, recuerda un antiguo pleito a un amigo y
termina epigramticamente: "Tambin a m me est echando a perder la causa
Buchanan". A la maana siguiente, su humor haba mejorado. "Mi nico deseo es
llegar a Washington a tiempo de cerrar la puerta de la cuadra, antes de que me
roben el caballo... dice. Pero me temo que cuando llegue all slo encontrar sus
huellas.
Lincoln se hallaba en acecho de seales y portentos que le indicaran su destino,
pues entre el campo del aldeano y el del filsofo crece el rbol gigantesco e
inmemorial de la supersticin, que reparte su sombra entre uno y otro. Despus de
un da de agotamiento y desorientacin, Lincoln se dej caer sobre el viejo sof de
su cuarto colocado frente al armario de luna, cuyo espejo reflejaba su larga y
yacente figura. De repente observ que el espejo reflejaba dos imgenes diferentes
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de su rostro, una de las cuales tena colocada la nariz unas tres pulgadas ms arriba
de la otra. "Este fenmeno, relata Lincoln, me turb ligeramente y no dej de
asustarme. Me levant y mir al espejo, pero la visin desapareci. Al tenderme de
nuevo se reprodujo, quiz ms distintamente an que la primera vez, reparando yo
entonces en que uno de los dos rostros estaba algo ms plido que el otro. Me
levant, y todo desapareci de nuevo. Entonces sal, y con la agitacin de aquellos
das olvid el fenmeno observado, aunque no totalmente, pues a ratos surga en mi
memoria, producindome una desagradable impresin. Al volver una noche a mi
casa, se lo dije a mi mujer, y un par de das despus, rindome de mi mismo, quise
hacer un nuevo ensayo... y el fenmeno se reprodujo. Pero, en lo sucesivo, el
fantasma no quiso seguir favorecindome con su presencia, a pesar de que yo hice
cuanto pude por enserselo a mi esposa, a quien la descripcin tena muy
alarmada. Mary pensaba que aquello era un "signo de que yo sera reelegido, pero
la palidez del segundo rostro indicaba que no sobrevivira a la segunda eleccin.
Poda no alarmarlo tan siniestro augurio? Cuntas veces no se preguntara a s
mismo aquellas semanas si, en atencin a la paz, no sera preferible retirarse, dejar
el camino libre para una nueva eleccin, apaciguar con nuevas condiciones la
intensidad de las pasiones populares, prevenir el estallido de la guerra civil con la
retirada de su personalidad! Si no lo hizo as y decidi continuar en su puesto,
podemos estar seguros de que, dado su carcter, esta decisin haba sido dictada
por consideraciones positivas. Pero ahora se siente alarmado por un signo
ultraterreno y, aunque trata de explicar el misterio a su modo, y lo describe con
matemtica exactitud, siempre le queda una inquietud que no consigue desterrar de
su corazn.
Mary supo dominarse mejor. Su ambicin le impidi aceptar el aviso, cuya
consecuencia inmediata hubiera sido tener que renunciar al sueo de toda su vida;
pero el infalible instinto de aquella mujer, que fue la nica en prever la carrera de su
marido, le hizo tambin presentir su trgico fin.
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una
situacin
contrardenes
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extremadamente
y,
cuando
peda
difcil.
Reciba
refuerzos,
tena
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de
Washington
que
entregar
rdenes
municiones.
Convencido al fin de que las autoridades jugaban un doble juego, tom por su propia
iniciativa la decisin de retirarse al Fuerte Sumter, que se hallaba en mejores
condiciones. El gobernador de la Carolina del Sur protest de esta medida, alegando
que con ella se olvidaba el derecho de su Estado, y se incaut en represalia del
arsenal y depsitos. Buchanan, bien a pesar suyo, no tuvo ms remedio que enviar
refuerzos a Anderson, y al efecto mand un barco, que fue caoneado por los
sudistas, teniendo que emprender la retirada. sta fue, en realidad, la iniciacin de
la guerra. En Charleston se celebraron exaltadas manifestaciones, en las que el
pueblo pisote la bandera de la Unin. En enero se separaron otros cinco Estados:
Florida, Alabama, Georgia, Lousiana y Missouri, que inmediatamente se pusieron en
pie de guerra.
En Washington, Black haba sido nombrado ministro de Estado, en sustitucin de
Cass, que haba dimitido. Cobb, despus de dejar vacas las arcas del Tesoro, dimiti
tambin, declarando pblicamente que se iba a trabajar en favor de la nueva
confederacin. Entonces Buchanan se decidi a tomar una medida, que l
conceptuaba infalible. Orden que el 4 de enero se considerara como da de
penitencia y ayuno, para impetrar de Dios el alivio de las desdichas que sufra la
patria, y como el general Scott dispusiera una revista militar en el aniversario de
Washington, le neg primero el permiso, no concedindoselo hasta el ltimo
instante. Enviaba oficiales a los fuertes, volvindolos a llamar apenas llegados a su
destino, y pblicamente se hablaba de robos de documentos en los archivos de la
Casa Blanca.
El pnico se haba apoderado del Norte. El deseo de paz era general. Valan unos
cuantos miles de esclavos y el llamado ideal humanitario la ruina probable de los
negocios y la desorganizacin del pas? Norteos de reconocida influencia escribieron
al Sur, proponiendo un convenio, y otro tanto se intent en el Congreso. Nadie
pareca entender en el Norte las secretas razones de la emancipacin perseguida por
el Sur. Despus de ochenta aos de vida comn, an no se haban dado cuenta de
que aquellos aristocrticos Estados rechazaban la igualdad impuesta por los
fundadores de la Constitucin, idea que slo prosperaba y era comprendida en el
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libraba en los Estados del Norte en favor suyo. Como criados que eran, los esclavos
prestaban sus servicios en todas las juntas y asambleas del Sur, y de este modo se
enteraron de los argumentos de sus amos a la vez que de las doctrinas y
pretensiones de los abolicionistas. Veaselos all, mudos y rgidos, con la expresin
de indiferencia que pudiera tener un animal domstico, como perros que, mientras
lamen la mano, observan la puerta entreabierta por la que pretenden escapar.
Silenciosamente, circulaban entre sus opresores, tendindoles sus sombreros y
bastones; o bien, acurrucados en el suelo, con el rosario de huesos de frutas en la
mano, fingan dormir o jugar con bolitas de cristal, sintiendo que poco a poco el
Destino entreabra la puerta de su liberacin. Pero cuando uno de los oradores lea
un
prrafo
de
un
discurso
manifiesto
de
los
contrarios,
cruzbanse
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haban unido sus fuerzas para fundar el Club Taylor, que patrocinaba la candidatura
presidencial del general. La pareja que formaban entonces era harto extraa. Junto
a la figura huesuda y gigantesca de Lincoln, su dbil compaero pareca an ms
menudo y delicado. Slo eran semejantes en lo curtido y arrugado de la piel que
cubra sus rostros, pero las armoniosas lneas de la cabeza y, sobre todo, los
magnficos ojos de Stephens, lo hacan ms atractivo que Lincoln. Mas el hombre del
Sur viva atormentado por su carencia de fuerza y de estatura. "Creo que nunca
llegar a hacer nada, escriba Stephens en su diario, y este pensamiento me roe el
alma. Mi aspecto es ms de chiquillo que de hombre; nadie me tomar en serio,
pues nada hay de varonil en mi voz ni en mi aspecto.
Hasta entonces los dos hombres se haban mantenido en contacto, a pesar de la
agravacin del conflicto y de ser ambos jefes de partidos hostiles. Poco antes de ser
elegido Presidente, Lincoln escribi a Stephens la carta ms larga de su vida,
criticndole sus discursos, pero en el tono de una buena amistad. Ahora, en
diciembre, ley el futuro rbitro de los destinos de la Unin dos grandes discursos de
su amigo que podan considerarse como una admonicin a sus correligionarios: "La
eleccin, deca, ha sido llevada a cabo de un modo legal y de acuerdo con la
Constitucin. Las rebeliones son un medio peligroso, y una guerra puede terminar
con la abolicin de la esclavitud, bien por la ley marcial, bien por un edicto civil.
Este discurso, la ltima advertencia hecha al Sur antes de que se desataran las
pasiones, caus en el pas una impresin tan profunda como en Lincoln, y ste,
deseando continuar las buenas relaciones con el orador, le escribi rogndole le
remitiera una copia revisada del discurso. Stephens le contest cortsmente,
dicindole que el discurso no haba sido revisado, pero que las reseas publicadas
por los peridicos bastaban para juzgarlo, y terminaba con estas palabras:
"Ciertamente que el pas se halla en gran peligro, y ningn hombre ha tenido nunca
sobre s mayores responsabilidades que usted en este momento de crisis. Lincoln se
apresur a contestar: "Creen verdaderamente en el Sur que un Gobierno
republicano quiere mezclarse, directa o indirectamente, en la cuestin de la
esclavitud? Si as fuese, yo le aseguro a usted, como amigo, que semejante temor
carece de fundamento. A este respecto, el Sur tiene tan poco que temer como en los
tiempos de Washington. Supongo, sin embargo, que no es eso lo que debe
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desde el punto de vista moral como desde el social y poltico, es inmoral. Nuestro
nuevo Gobierno se funda precisamente en la doctrina contraria y tiene por piedra
angular la incontrovertible verdad de que los negros no pueden ser iguales a los
blancos, que la esclavitud, o sea la subordinacin a una raza superior, es su
condicin normal y natural. Nuestro actual Gobierno es el primero en la historia de
los pueblos que toma por base esta gran verdad fsica, fisiolgica y moral. La
separacin se hizo forzosa cuando el Norte se neg a reconocer la gran verdad
moral, poltica y religiosa que hace de la esclavitud de los negros la ms slida de
las instituciones. Los grandes fines de la Humanidad slo podrn lograrse si
marchamos de acuerdo con las rdenes y leyes que dej establecidas el Creador de
todo lo que existe.
Esta voz es la misma que antao hiciera llorar a hombre tan poco sensiblero como
Lincoln. Tan rpidamente evoluciona el cerebro de un hombre en cuyo corazn se
halla ms arraigado el amor patrio que el amor a la Humanidad! Lincoln no se vio
nunca frente a este dilema, pero lo que de su carcter conocemos hace suponer que
habra resuelto el caso de modo muy distinto.
Es usted Presidente electo. Le felicito y doy gracias a Dios. El gran objeto de mis
deseos y trabajos durante diecinueve aos se ve cumplido con la derrota del poder
esclavista. Ahora tenemos abierto el camino para establecer sobre firmes bases una
amplia poltica de libertad. La responsabilidad es abrumadora. Dios le d a usted
fuerzas para cumplir con su deber.
Haba sido sta una de las primeras felicitaciones que recibiera Lincoln, y estaba
firmada por su antiguo rival Chase. Cuando form su Gabinete, los primeros
nombres que traz su pluma fueron los de Chase y Seward, aunque ambos pasaban
por extremistas. Este ltimo necesit un plazo de tres semanas para decidirse a
aceptar el ministerio de Estado; el otro, despus de tres meses de indecisin, acept
el de Hacienda. La provisin de las dems carteras dio lugar a manejos que
disgustaron profundamente a Lincoln. "Si pudiese formar mi Gabinete, dijo a un
amigo, con los abogados que trabajaron conmigo en el octavo circuito, podra evitar
la guerra.
"- Pero si todos son demcratas.
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"Ya lo s, pero prefiero trabajar con demcratas conocidos que con republicanos a
quienes no conozco.
La fonda de Springfield se convirti en una especie de Bolsa, a la que acudan todos
los aspirantes a destinos pblicos, deseando colocarse ellos o colocar a sus allegados
o amigos en los puestos ms o menos elevados de la nueva administracin. Una de
las personas que mayores desazones causaron al Presidente electo fue Cameron.
Este sujeto, de actitud y propsitos poco definidos, a fuerza de recomendaciones de
Chicago logr ser nombrado para un cargo; Lincoln quiso despus deshacerse de l,
pero tuvo que volver a admitirlo, y como se presentara tambin el juez Davis
pidiendo empleos para s y para otros, el asediado Presidente se puso nervioso y dijo
categricamente que le dejaran en paz. En cambio, desde el primer momento se
entendi muy bien con Hamlin, vicepresidente electo, establecindose entre ambos
una slida amistad, que hubo de durar hasta el fin.
No obstante, algunos de los viejos amigos se mostraron puros y desinteresados.
Speed y su esposa acudieron a visitarlo. Despus de evocar los recuerdos de la
juventud, Lincoln pregunt de pronto a su amigo: "Y qu, Speed, te las arreglas
mejor que antes?
"- Seor Presidente, creo adivinar el alcance de su pregunta... Mi posicin es
regular, algunos diran que buena, y puedo aadir que en toda la administracin
pblica no hay un puesto que me convenga. Un suspiro de satisfaccin ensanch el
pecho del pobre asediado, encantado de encontrar al fin un amigo que nada le
peda.
Numerosos conocidos, que nunca se ocuparon de l, salieron repentinamente de su
oscuridad. Hasta uno de los Grisbys, que tan mal trataron a su hermana y a l
mismo, le escribi poco antes de la eleccin en un tono de antiguo camarada,
deseoso de arrimarse al sol que ms calentaba. Lincoln le contest en los siguientes
trminos: "De las tres familias que al mismo tiempo emigraron a Indiana han
muerto Squire Hall y John Johnston; los dems, disfrutan de buena salud; los chicos
se han casado y tienen hijos: yo tengo tres, el mayor de diecisiete aos. En Missouri
hay un comit electoral republicano, de modo que puede usted votar por m, si es
que se lo permiten sus vecinos; pero no vaya a acarrearse molestias por mi causa.
Salude en mi nombre a su hermano Carlos.
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que
transcurriera
su
juventud.
Recorri
caballo
aquellos
territorios,
haca
la
vieja
Hannah
Armstrong.
las
escuchaba
serenamente,
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despacho, al
cabo de diecisis aos de prctica, slo porque pudiera parecer impropio que el
nombre del Presidente sirviera de anzuelo a los clientes? Quien as lo juzgara no
poda ofenderle; y aquellos cuyos juicios apreciaba, ya sabran comprenderlo. Esta
escena no slo era caracterstica, sino simblica del genuino espritu americano. El
que su Presidente atara por s mismo sus bales, nos da la medida exacta del ideal
americano.
Era una fra maana de mediados de febrero. En la pequea estacin le esperaba un
centenar de personas, deseosas de despedir a su ilustre conciudadano. En el vagn
se hallaban sus viejos amigos Judd y David, los nuevos ministros Nicolay y Hay, dos
gobernadores, algunos oficiales del ejrcito y su cuado Todd. Entre todos estos
graves semblantes, rea, mostrando sus hermosos dientes, Hill, a quien Lincoln se
llevaba consigo para que los cantos de David alegrasen al melanclico Sal.
En el andn quedaba Mary, que un par de das ms tarde se reunira con su esposo,
para seguir juntos el viaje, dispuesta a demostrar por doquier sus exquisitas
maneras y a llevar consigo la animacin y la alegra. Por el momento, Lincoln
marchaba solo del lugar en que haba vivido tantos aos, y al que no volvera ya
nunca. Con su singular sombrero de copa en la mano, descubierto bajo la nieve,
sali a la plataforma del vagn y pronunci algunas palabras:
"Amigos mos, nadie podr apreciar la magnitud del dolor que me causa esta
separacin. A esta ciudad tengo que agradecerle cuanto soy y valgo. Aqu he vivido
ms de un cuarto de siglo, pasando insensiblemente de la juventud a las puertas de
la vejez; aqu se ha mecido la cuna de mis hijos y aqu dejo enterrado a uno de
ellos.
"Y ahora parto, sin saber cundo volver, si es que vuelvo. De lo nico que estoy
seguro es de que me espera un trabajo tan difcil como probablemente no lo ha
tenido ningn Presidente desde los tiempos de Washington. Sin la ayuda de la Divina
Providencia, nada hubiese hecho l; esperemos que Ella me asista tambin.
Pongamos nuestra confianza en el que todo lo sabe y todo lo puede. A l os
encomiendo, y espero que en vuestras oraciones me encomendaris a l. Y ahora,
un carioso adis a todos.
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La nieve caa lentamente sobre las descubiertas cabezas del orador y sus oyentes.
Profunda impresin causaron en los corazones las melanclicas palabras recordando
la tumba del pequeo Noch, y nadie augur bien de aquel viaje emprendido en una
cruda madrugada, entre cuyas nieblas desapareci el tren.
Diez das dur el recorrido por las ciudades del Norte, pues en cada una de ellas
queran ver y or a quien iba a gobernar la nacin. Forzoso es reconocer que en no
pocas ocasiones su cortedad decepcion al pblico; pero a veces asombraba a los
enemigos que, llevados por la curiosidad, asistan a los mtines. Generalmente, se
mostr deprimido, enervado, macilento y triste. Slo se animaban sus ojos y su
corazn cuando Hill pulsaba el banjo, entonando canciones de negros. Senta, como
seguramente otros muchos, que las circunstancias no eran propias para desfiles con
antorchas, recepciones y serenatas. Tambin deba ser muy cauto en lo que deca, y
algunas veces, despus de preparar un discurso, tena que modificarlo en el ltimo
momento, de acuerdo con las noticias recibidas de Alabama, donde los sudistas
celebraban en aquel momento un Congreso. sta es la causa de que los discursos
hechos durante su viaje sean tan desiguales, a pesar de conservar el mismo estilo
popular y sincero, y un tono de amplia indulgencia fraternal.
"Ciudadanos de Kentucky, amigos y hermanos, si me es permitido daros tal nombre
desde mi nueva posicin ...
Al llegar a Nueva York: "Y ahora, amigos mos, he dicho ya bastante?(No!
No!)Veo que no opinamos lo mismo, y tendr que resolver por m mismo la
cuestin, poniendo fin a mi discurso. En Pittsburg cit el poema de Longfellow: La
construccin de la nave, comparando a sta con la Unin; y en Indianapolis dijo:
"Deseo recordaros, una vez para todas, que este asunto es vuestro y no mo; que si
la unin de estos Estados y la libertad de este pueblo se pierden, ms debe
importarle a treinta millones de ciudadanos y a sus descendientes que a un hombre
de cincuenta y dos aos. La decisin de este problema no est en manos de los
polticos, ni en manos del Presidente, ni en manos de los funcionarios; la decisin de
este problema est en vuestras manos.
Dirigindose al Senado de New Jersey, habl de la lucha librada un siglo atrs en
Trenton: "Siendo muchacho, le y medit largamente sobre las causas que llevaron
al combate a aquellos hroes. Sabiendo que los mova algo ms que el deseo de
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independencia, que sus acciones eran una magna promesa de libertad hecha a todos
los pueblos de la tierra para el porvenir, estoy ansioso por saber si la Unin, la
Constitucin y las libertades del pueblo pueden perpetuarse de acuerdo con la idea
original que llev a nuestros padres a la lucha.
En Filadelfia, el recuerdo de los antepasados ejerci tan poderosa accin sobre su
nimo, que le hizo olvidar por un momento la prudencia que hasta entonces
observara y, por primera vez durante el viaje, dej entrever algo de lo que pensaba
hacer o dejar de hacer. "Frecuentemente me he preguntado qu gran principio o
idea ha sostenido la integridad de la Unin durante tantos aos. No poda ser el
mero hecho de la separacin de las colonias de la madre patria, sino ese sentimiento
libertador que alienta en la Declaracin de Independencia y que ofrece libertad, no
slo a nuestro pueblo, sino a todo el mundo futuro. En ese sentimiento creo y
espero. Aqu mismo se prometi en aquel tiempo que el peso del Estado descansara
por igual sobre todos los hombres y que todos los ciudadanos tendran idnticos
derechos. Y ahora, amigos mos, podra el pas salvarse apoyndose en esta base?
Si fuese posible y pudiese contribuir en algo a su salvacin, me considerara el
hombre ms feliz de la tierra. Pero si el pas no puede salvarse sin sacrificar este
gran principio, preferira que me asesinaran en este mismo sitio antes que renunciar
a l. Ahora bien, mi apreciacin de las circunstancias actuales me dice que la sangre
y la guerra no son necesarias, y me apresuro a declarar que mi Gobierno har
cuanto le sea posible para evitarlas y que slo tomar este partido como medida
defensiva... Amigos mos, ste ha sido un discurso improvisado, pues no esperaba
que se me invitase a hablar aqu. Tal vez por esto haya pecado de indiscreto, pero
nada he dicho que no est dispuesto a sostener con mi vida o, si as lo tiene
dispuesto el Altsimo, con mi muerte.
Todos los que se hallaban en el gran saln sintieron la verdad de estas palabras,
como la sentimos hoy al leerlas despus de setenta aos, pues cuando Lincoln dice
que est dispuesto a morir por sus convicciones, no ignora la profundidad de sus
palabras... pronto confirmadas por la realidad.
Antes de llegar a Baltimore, un detective le advirti que exista un complot para
asesinarle all. En un principio se neg a creerlo, y quera proseguir el viaje, pero
poco despus lleg un hijo de Seward con un aviso semejante de su padre. Lincoln,
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tras breve reflexin, decidi acortar el viaje. Algunos amigos insinuaron que esto
podra causar mal efecto en la opinin, pero el leador, a fuer de buen campesino,
era demasiado precavido para arriesgar su vida innecesariamente por no echar a
perder una recepcin de las infinitas a que asistiera durante aquellas semanas. Si se
hubiera librado en Baltimore una batalla en la que la presencia del Presidente fuera
esencial para reanimar a las tropas, no habra vacilado en presentarse. Pero, deba
arrojarse en medio de un complot y, por el vano prurito de demostrar su valor, dejar
que cobardemente le pegaran un tiro por la espalda? Abandonando la recepcin de
Harrisburg, sali por una puerta excusada, con el rostro cubierto por las alas de un
ancho sombrero de fieltro. Desdeando el tren especial que lo esperaba para llevarlo
a Baltimore, entr en la estacin y subi a un tren ordinario, mientras el especial se
detena con el pretexto de esperar importantes pliegos de Washington. Al mismo
tiempo, se cortaron los alambres del telgrafo.
En aquellos momentos crticos slo quiso que lo acompaaran "Hill Lamont y el
detective Pinkerton. Su esposa, sus hijos, amigos, partidarios y funcionarios
continuaban el viaje en el tren especial. Slo uno de los que con l venan desde
Springfield deba acompaarlo en esta ltima parte de su viaje: Hill, de quien no
poda separarse.
En febrero an est muy oscuro a las seis de la maana, y, sin embargo, las luces
pblicas estn ya apagadas. Slo dos personas se hallaban enteradas de su llegada:
Seward y Wahburne, que fueron a buscarle en un carruaje. Los cuatro se trasladaron
al hotel. La ciudad estaba silenciosa y al parecer dormida. Sin embargo, algunos
velaban, esperando con ansiedad noticias del feliz resultado del golpe planeado en
Baltimore. Nadie sospechaba que el hombre amenazado estaba ya dentro de los
muros de la ciudad y que acababa de pasar por sus calles solitarias. Si algn grupo
de trasnochadores caballeros del Sur se cruz con el vehculo en que iba el
Presidente, es fcil supusieran que iba ocupado por espas o comerciantes, llegados
al olor de los contratos del abastecimiento del ejrcito.
Desconocido de todos, extrao a cuanto le rodeaba, Abraham Lincoln entraba
secretamente en su capital para ser el sucesor de Washington.
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primeras
relaciones
que
el
nuevo
jefe
entabl
con
las
ms
notables
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estilo, y escribi: "Permtame usted decirle con toda libertad que las partes segunda
y tercera de su discurso, por mucho que se corrijan, darn siempre consigo la
inmediata secesin de Virginia y Maryland, y antes de quince das nos veremos
obligados a disputar al Sur esta capital, con un Norte dividido y sin contar con un
solo magistrado o empleado fiel allende el Potomac. Basndome en estas razones, le
aconsejo respetuosamente que suprima las dos partes indicadas. Los argumentos
son fuertes y decisivos; no hay para qu atenuarlos, pero se necesita algo ms que
argumentos para vencer los prejuicios y pasiones del Sur y las negativas y
desconfianzas
del
Este.
Hay
que
aadir
unas
cuantas
palabras
sentidas,
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saba qu hacer del bastn ni del sombrero. En pie, asaeteado por miles de ojos, con
ambas manos ocupadas, pareca la desesperada imagen de la perplejidad. Despus
de vacilar un instante, se decidi por fin a dejar el bastn apoyado en la barandilla,
pero no encontraba sitio para el sombrero, pues slo poda disponer del suelo, y se
vea que no quera dejarlo all. Douglas, hacindose cargo de la situacin, vino en
ayuda de su antiguo rival, cogindole el sombrero, que sostuvo sobre sus rodillas,
hasta que su dueo volvi a necesitarlo.
Escena realmente shakespeariana! El genio, abrumado por unas prendas y objetos
que su vanidosa mujer le obligaba a llevar, en vez de su habitual y cmoda
vestimenta. Aquel intil y fastuoso bastn converta al sencillo leador en una figura
de opereta y, lo que era an peor, en el blanco de disimuladas burlas. He aqu que
en el momento en que el primer magistrado de los Estados Unidos se dispona a
dirigir por primera vez su voz a la nacin entera, el lujoso bastn y el flamante
sombrero venan a impedrselo. Qu hacer? Horribles segundos! Compadecido Dios
de sus angustias, le envi a su antiguo enemigo, cuya mefistoflica sonrisa permita
presumir lo que en su fuero interno se regocijaba del momentneo desconcierto de
su afortunado contrincante; pero el hombre serpiente, que tuviera flexibilidad
bastante para salir de todas las situaciones, tambin hall modo de poner fin a
aqulla. Douglas salvador de Lincoln! ... Douglas extendiendo el corto brazo para
coger el sombrero, y sostenindolo durante media hora, como un criado bien
estilado, hasta que la ceremonia termina, y el Presidente vuelve a recogerlo, no sin
dar las gracias al senador con una afectuosa inclinacin de cabeza.
Inmvil escuchaba Douglas el largo discurso, pero a veces sus pensamientos se
detenan sobre el enorme sombrero que sostena sobre las rodillas. Tal vez pensara
cmo desaparecera su cabecita en aquel inmenso cilindro, y qu ridculo, en
cambio, estara Lincoln con un sombrero suyo. Quizs echara miradas de soslayo a
la faja de badana, procurando averiguar si haba all alguna nota o apunte, pues una
de las cosas que los burlones afirmaban era que Lincoln utilizaba el sombrero como
cartera. Puede ser que la vista del sombrero le hiciera pensar en la cabeza que
cubra, y comparara aquella inteligencia con la suya, para decidir, como es natural,
pro domu mea, mientras volva a escuchar, maquinalmente, con resignada
superioridad, las palabras del rival victorioso.
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El orador haba empezado por afirmar que su partido jams haba hecho la menor
tentativa para estorbar a los Estados del Sur en su organizacin interior. "Me
posesiono hoy del poder sin la ms leve reserva mental, sin idea ni propsito de
provocar discrepancias. Durante setenta y dos aos, quince ciudadanos diferentes
han gobernado, generalmente con xito, pero ninguno asumi la direccin del
Estado en circunstancias tan difciles como las actuales. Nos vemos amenazados por
la ruptura inmediata de la Unin. El poder que me habis confiado lo ejercer para
mantener inclumes las propiedades y prerrogativas que pertenecen al Gobierno,
haciendo cobrar en todas partes las contribuciones e impuestos de Aduanas. Pero no
habr agresin, ni se emplear la fuerza contra el pueblo. No afirmo ni niego que
haya personas ganosas de aprovechar el menor pretexto para quebrantar la Unin.
Si existen, all se las hayan con su conciencia; yo nada tengo que decirles. Ms
adelante preguntaba: "Cmo podran separarse materialmente el Norte y el Sur?
Empleando la fuerza?... Y si as fuese, qu ocurrir despus? Acaso es ms fcil
hacer contratos entre enemigos que leyes entre amigos? Acaso los contratos
hechos con extraos son ms eficaces que las leyes entre amigos? Demos por
supuesto que estalle la guerra; sta no podr durar siempre y, cuando al cabo de
mutuas y dolorosas prdidas, termine sin provecho para uno ni otro, nos
encontraremos frente a la misma cuestin... sin saber si el Todopoderoso, soberano
de todas las naciones, est de parte del Norte o del Sur. Supongamos tambin que
el Sur ganara la guerra. Mejorara por ello la situacin? En absoluto. Aseguraran la
institucin esclavista, pero, acaso no la tienen segura ahora? Haya, pues, paz en
ambos campos!"
El auditorio haba aplaudido al orador en los prrafos ms sealados de su discurso;
y Buchanan lo escuch atentamente; pero nadie manifest tanto entusiasmo como
Douglas. Apenas terminado el discurso, lanzse hacia su antiguo adversario, y le
estrech la mano, expresndole su clida aprobacin. Pero ya se acercaba el
sacerdote con la Biblia. Pusronse en pie todos, el primero el anciano Buchanan,
con su cabeza inclinndose ms que nunca. Adelantse el decrpito Taney, cubierta
su momificada figura por la negra toca. Era el mismo magistrado que dictara la
famosa sentencia de Dred Scott, asumiendo la responsabilidad de ella. No menos
patriota que Lincoln, el indmito viejo no poda dominar su emocin al tomar el
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no era ms que una amplia mesa de despacho cargada de papeles, lo mismo que lo
estuviera su viejo escritorio en Springfield los das de ajetreo. Y al empezar a dictar
a sus secretarios, tal vez sus ojos buscaron involuntariamente, entre tanto
esplendor, un viejo sof de gutapercha.
La primera carta que escribi, aquella misma noche, en un pliego con el membrete
oficial, estaba dirigida a su ministro dimisionario, que era, por el momento, su
mayor preocupacin: "Muy seor mo: He recibido su comunicacin del 2 del
corriente, en la que me ruega le releve, antes de tomar posesin, de la cartera de
Estado. Esto, en las circunstancias actuales sera para m un quebranto irreparable,
y por eso le ruego a usted que d por no presentada su renuncia. Los intereses
pblicos, segn creo, demandan su aceptacin, y mis sentimientos personales no
piden otra cosa. Srvase reflexionar y contestarme antes de las nueve de la maana.
De usted atento servidor.
He aqu un nuevo modelo de regia dignidad y corts reserva; una expresin de
personal aprecio, pero, al mismo tiempo, un ultimtum a hora fija, que termina con
una frmula de fra urbanidad.
Las ratas abandonan el barco en peligro, piensa el capitn en el momento de tomar
el mando. Y, al mirar por la ventana hacia la noche, qu ve o cree ver? Las negras
sombras que pasan por la calle, sern espas, asesinos o esclavos? Estar
realmente la ciudad poblada slo por rebeldes? No habr tambin entre ellos
corazones bondadosos y ciudadanos de buena fe, que levantarn los ojos hacia la
iluminada ventana, confiando en la fuerza del hombre desconocido? All, entre las
tinieblas, se adivina la oscura masa del Tesoro: vaco a la sazn, pues todo el dinero
fue enviado al Sur. Aquel otro vasto edificio es el Ministerio de la Guerra, que
contiene muchos estantes atestados de documentos; pero las fuerzas inscritas en las
listas son vanas, las armas y municiones han sido enviadas al Sur y apenas si queda
un barco disponible.
A lo lejos, los ojos de Lincoln pueden distinguir la ancha corriente del Potomac. En
su orilla opuesta hllase el enemigo sobre las armas. En sus manos estn los
fuertes, el dinero y las tropas, pero en su corazn arde el fuego de las malas
pasiones, que estallar maana o dentro de unas semanas. Y Lincoln, es en
realidad el amo de la Casa Blanca, o slo un prisionero?
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Todo depende de una cosa: ser lo bastante fuerte para sobrellevar su propio destino.
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Captulo 4
EL LIBERTADOR
Si llamamos trgico un conflicto en el que dos poderes luchan a vida o muerte,
animados ambos por la conviccin de su derecho y decididos a hacer prevalecer este
derecho, pero en el que slo uno de ellos est iluminado por el pensamiento del
futuro, en tanto que el pasado ensombrece al otro; si llamamos trgica la lucha de
ideas que se desarrolla en una atmsfera pura, ms all de las nubes del inters, la
ambicin y el dinero, y tan raramente visible a los ojos de los mortales luchadores
como lo fueran las figuras de los dioses por los que batallaban entre s, de uno y
otro lado, los contendientes de los poemas homricos, no ser absurdo comparar la
guerra civil norteamericana a una tragedia griega.
No por saludar la victoria de la libertad sobre la esclavitud, puede el que ha nacido
ms tarde condenar al partido vencido, aunque, de haber sido contemporneo,
hubiera abrazado seguramente la causa victoriosa. Si desprecia a los seores del
Sur por la nica razn de que su poder se apoyaba en la ignominiosa opresin de
seres humanos inocentes, se incapacitara para explicarse a s mismo y explicar a los
dems la confusin que prevaleca en aquellos momentos en los mejores espritus de
ambos partidos, y para comprender las subsiguientes decisiones del rudo arbitraje
de la fuerza en un problema que slo el poder de las ideas poda llevar a buen
trmino. Incapacitara igualmente para hacer justicia a los problemas de la minora
que durante cuatro aos resistieran tan heroicamente como los hroes troyanos, y la
magnnima paciencia y moderacin del jefe nordista que durante los 1.500 das de
su presidencia, durante otros tantos das y noches de suerte tornadiza en los
campos de batalla y en la opinin pblica, no perdi el nimo, ni la fe, el buen
humor ni la prudencia, sino que conserv unas y otras en medio de las constantes
dificultades, aumentando su capacidad y hasta haciendo productivas sus mismas
debilidades, para realizar un pensamiento, mejor an, dos pensamientos, que poco a
poco fundieron su espritu en una pattica unidad. Slo quien haya reconocido la
pasin, el sentimiento del honor y la tenacidad del Sur podr apreciar el verdadero
valor de Lincoln.
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Por otra parte, es tan difcil ser justo con el Sur? Acaso en todos los tiempos, una
larga posesin del poder no ha producido en los nietos del conquistador el
sentimiento del derecho a ese poder?
En todos los pases, en la lucha inmemorial entre seores y siervos, los aristcratas
se han credo moralmente justificados por una ininterrumpida cadena de herencias,
por sosegados siglos de dominio, y han visto sancionadas sus pretensiones por un
tiempo tan dilatado, que el bronce y el acero de su fuerza cubrironse con la ptina
de la vejez. Cedieron nunca sin lucha caballeros y barones a las demandas de los
tiempos nuevos? Abrieron nunca pacficamente las puertas de sus fortalezas,
cuando a ellas llamaban los mantenedores de una moral nueva? Y los que as
llamaban ahora, eran realmente apstoles sinceros? Fros negociantes, pensaban los
sudistas; progenie de pequeos agricultores anglosajones atentos slo a su
provecho, ya lo bastante ricos para permitirse el lujo de una virtuosa indignacin y
decididos, al parecer, a apropiarse la direccin de la Unin, a pesar de entender tan
poco de gobierno como de cultura. Ellos, los sudistas, eran en cambio descendientes
de la nobleza normanda; tenan las maneras y costumbres de los pares ingleses; sus
hombres representativos haban ocupado doce veces la silla presidencial, hacindose
responsables de la marcha de los destinos de la Unin y proporcionando el doble y
aun el triple de ministros y altos magistrados que los nordistas. Podan ellos,
hombres nacidos para gobernar, hombres de honor, los verdaderos conductores de
la nacin en la guerra y en la paz, podan soportar en silencio que se los tachara de
inmoralidad?
Ya toda una generacin lo haba hecho, pero en los ltimos diez aos haba llegado a
ser intolerable. Por qu? Porque llegaban al Norte millares y millares de
emigrantes, hombres fracasados, escoria de la vieja Europa, atrados por el oro de
California, deseosos de hacer dinero rpidamente, aunque fuese a costa de ejecutar
trabajos deshonrosos, apenas propios de un negro. Naturalmente all donde se paga
el trabajo y el dinero significa libertad, es fcil hablar de libertad y democracia;
donde la mquina de vapor reemplaza al hombre, no se necesita ciertamente
emplear las fuerzas de los negros; donde se acumulan las grandes ciudades, centros
de actividad plebeya, se puede pregonar impunemente una igualdad en el fondo
contraria a las mismas leyes de Dios. Si durante los ltimos diez aos la poblacin
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del Norte ha llegado a diecinueve millones, en tanto que la del Sur slo cuenta ocho
millones de blancos, es natural que el Norte tenga un tercio ms de congresistas que
el Sur y que su mayora dirija al Senado.
Influido por tales pensamientos, los jefes sudistas, grupo pequeo pero poderoso,
sentanse naturalmente inclinados hacia una progresiva afirmacin de sus ideas,
hasta que, finalmente, las elecciones de 1860 hicieron estallar la llama del fuego que
desde haca diez aos viniera incubndose. El campesino se levant contra el
ciudadano, cazadores y caballeros contra contables y fabricantes, el oficial contra el
escribiente, una venerable tradicin contra una impaciente innovacin, una clase
contra otra, una raza contra los defensores de otra; la pasin del seor, su tradicin,
su orgullo y su honor contra el poder nivelador del pensamiento social; y, en
realidad, el nuevo continente contra Europa, razn por la cual el Sur poda contar
con la simpata de Europa.
Estos sentimientos de superioridad del Sur parecan legitimados por consideraciones
legales y econmicas. Acaso no haba demostrado la autoridad de Calhoun que la
Unin no era ms que un pacto contractual entre Estados soberanos, del que poda
retirarse el que lo considerase violado? Respecto a las riquezas naturales con que
Dios haba bendecido el suelo del Sur, un senador de California meridional expres
el ms honrado convencimiento de los sudistas cuando dijo: "Nadie puede desafiar a
los esclavistas del Sur. Puede haber disturbios temporales, pero el algodn, el
tabaco y el arroz rigen el mundo. Sin nosotros, el Norte quedara como un becerro
sin madre, que slo sabe mugir y morirse de hambre."
Y, no obstante, en el apasionado Sur, todos, incluso las mujeres, parecan
partidarios de una actividad defensiva, en tanto que el Norte, fro y de mayor
espritu
crtico,
se
vea
empujado
una
ofensiva
en
desacuerdo
con
su
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cuatro breves aos ms, con la esperanza de que, llegado el tiempo de las nuevas
elecciones, volvera a imponer su voluntad, como hiciera tantas veces. Al fin y al
cabo, el presidente "negro" no tena mayora en ninguna de las cmaras, ni siquiera
en el pueblo.
La desmedida propaganda hecha por ambas partes haba sido uno de los factores
decisivos en la creacin de este estado de sobreexcitacin, que aumentaba
constantemente. "Por ambas partes estaban como bulldogs vidos de lucha",
escriba Thomas Corwin. Qu tiene de extrao si haca meses que crecan los
rboles de la libertad en todos los lugares del Sur, si en todas las partes se cantaba
la Marsellesa y este canto, el ms embriagador de todos los cantos de libertad,
reduca al absurdo la poltica de los esclavistas; si miles de ricos y ociosos herederos
probaban sus caballos y ensayaban sus pistolas, en la esperanza de encontrar para
sus hazaas un pblico ms vasto que el formado por un puado de blancos
medrosos y negros embrutecidos; si el clamor de las trompetas, el tremolar de las
banderas y el sentimiento del honor haban embriagado una clase formada casi
ntegramente por seores que no tenan que temer la menor resistencia o
advertencia del bajo pueblo que mandaban; si, finalmente, la secesin haba roto los
lazos de la Unin, hasta tal punto que ni siquiera quedaba una autoridad que
desobedecer?
Cmo
podra
el
Sur
dejar
de
considerarse
mismo
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las agencias comerciales; sus soldados eran gentes de la ciudad, pronto extenuadas
por las largas marchas, tratando de rodear al enemigo y teniendo que efectuarlo en
tierra hostil, entre francotiradores y espas; sus partidos polticos se hallaban
divididos por luchas interiores, que dificultaban la direccin de la guerra. Por otra
parte, los norteos no estaban animados por el sentimiento de un peligro comn, ni
ligados por una pasin comn; el nico motivo que los llevaba a aquella lucha era
exclusivamente, una idea, cuyo poder de conviccin era del Norte y en la que nadie
creera despus de la primera derrota.
As, pues, el Sur slo tena que temer una cosa: una guerra larga, en la que el Norte
pudiese renovar sus inagotables reservas de hombres y pertrechos, disciplinar a
oficiales y soldados, y rendir al Sur per el hambre, mediante un bloqueo slo para
ellos posible. Pero las disensiones polticas del Norte, y la falta de mpetu blico,
hacan improbable una prolongada campaa. La posibilidad de que el Norte mostrase
un celo militar que los riesgos de la situacin imponan al Sur, slo habra podido
deberse a la accin de un caudillo que dominase a los generales, de un hombre que,
situado a la cabeza de los asuntos pblicos, tuviese fuerza y popularidad al mismo
tiempo. Y, realmente, no parecan muy abundantes las razones para suponer que el
nuevo Presidente llegase a ser este caudillo.
Cuando Lincoln despert por primera vez en la Casa Blanca, al da siguiente de su
juramento, encontr en su mesa una carta del fuerte Sumter. El comandante
escriba al nuevo Presidente, despus de esperar intilmente durante meses que
Buchanan le atendiera. De no recibir refuerzos, deca el comandante, slo podra
sostenerse en el fuerte una semana ms. Quiz Lincoln recordara, al leer la firma de
Anderson, que ste era aquel comandante que haca treinta aos en la guerra contra
los indios le haba tomado juramento, y acaso comparara en silencio este juramento
con el del da anterior. l haba jurado mantener intactas las posesiones de la Unin,
y el fuerte en cuestin era de ellas. As, no vacila en declarar: "Si Anderson evacua
el fuerte Sumter, yo evacuar la Casa Blanca."
Este fuerte, situado en una isla del puerto de Charleston, guarnecido con slo 100
hombres, pero bien provisto de artillera, haba sido objeto de una especie de tcito
acuerdo, que se prolongaba desde enero. Mientras el Norte no enviase a l refuerzos
de ninguna clase, los sudistas no lo atacaran.
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Pero he aqu que Seward aconseja ceder el fuerte para no enojar a los Estados del
centro; y que el mismo general Scott asegura que el fuerte no podr sostenerse. Era
el primer caso de desaliento; y, una y otra vez, durante los aos que siguen,
habremos de ver al pacfico Presidente obligado a animar a los militares indecisos.
Pero la cuestin del fuerte Sumter no era slo una cuestin de valor, sino tambin
de diplomacia. La evacuacin del fuerte sera un ejemplo que estimulara al Sur, en
toda la lnea. Por otra parte, enviar tropas y municiones sera provocar al enemigo
ante los ojos del mundo, y empezar la guerra, enajenarse las simpatas de Europa
desde aquel momento y dar motivo a la crtica de los adversarios locales.
No eran ya suficientemente acerbas sus crticas? La prensa radical afirmaba por
todo el pas que el Presidente era un hombre ciego, incapaz o cobarde, contagiado
por el pacifismo de Seward. Qu ha hecho desde que subi al poder? La nica
accin positiva que puede rehabilitarle es su negativa de recibir una delegacin de
los rebeldes. Al mismo tiempo los demcratas del Norte claman por la evacuacin de
los fuertes y piden la paz a cualquier precio, negndose a todo trato con los
republicanos
negros.
Por
si
esto
fuera
poco,
los
ms
insensatos
rumores
intranquilizan al pas. Algunos hasta aseguraban que cada vez era mayor el nmero
de oficiales del ejrcito regular que desertaban al Sur. Lincoln escuchaba todas las
voces, lea todos los informes, atenda a todos los ciudadanos, y durante todo el mes
de marzo busc una solucin.
Finalmente, encontr una salida. Era a fines de marzo; las dificultades de Anderson
haban aumentado; probablemente la guarnicin se hallaba mal abastecida y
amenazada por el hambre. Entonces se da la primera gran recepcin en la Casa
Blanca. Lincoln aparece estrenando frac, al lado de su esposa, elegantemente
ataviada; cien miradas maliciosas le siguen, esperando un faux pas. l se muestra
como siempre, campechano, alegre, amable. Al da siguiente, el corresponsal del
Times pudo informar a sus lectores que el Presidente haba regalado a su auditorio
con numerosas ancdotas relativas a caballos, cocheros, borrachos y otros
incidentes de la vida del Oeste. Esta jovialidad del Presidente haba producido en sus
invitados la sensacin de que el peligro no era inminente, impresin que justamente
se propona Lincoln producir. Pero a sus ministros les habla de otra manera.
Habindolos reunido despus de la recepcin, les comunica el parecer de Scott,
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el
Presidente
confes
Schurz
que,
en
aquel
momento,
haba
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"Necesitamos esas tropas, replica Lincoln, y como no pueden volar sobre Maryland ni
arrastrarse bajo la tierra, no tienen ms remedio que atravesar por all." En vista de
esto, los habitantes de Maryland destruyen los puentes y Washington queda
separada por tres lados de sus tropas de refuerzo y amenazada por el cuarto con la
invasin del enemigo. Por entonces tiene lugar el primer encuentro con los sudistas:
los heridos son llevados a la ciudad en camillas que recorren las calles que conducen
al Capitolio.
Es la sangre de sus hermanos la que Lincoln ve por primera vez empapando los
improvisados vendajes. Sangre de inocentes, sangre de mozos que no tienen
intereses polticos, que no abogaban por ni contra la esclavitud, de hombres que se
haban alistado bajo su bandera slo por haber odo un grito: "La Unin se
desmorona!" Esta primera sangre, que por primera vez contemplan en el Capitolio
los ojos del gran filntropo, le prueba la verdad de aquella voz interior que le deca
que esta guerra entre hermanos no tendra nunca para la imaginacin popular el
carcter de una cruzada emprendida en defensa de un ideal abstracto; que el pueblo
estaba dando su sangre, no por la libertad de los negros africanos, sino por amor a
su patria.
Si dos familias pueden romper fcil y ruidosamente sus relaciones y tornarse
enemigas de la noche a la maana, una querella entre dos hermanos en la misma
casa no puede desarrollarse tan fcilmente. Esta guerra fratricida, despus de
pasados los primeros das tempestuosos, comenz con un armisticio de tres meses,
que ambas partes necesitaban para prepararse, pero tambin para dominar cierta
perplejidad; fue, pues, una tregua de movilizacin, pero tambin de conveniencia. El
que los sudistas no avanzasen sobre Washington, aprovechndose de las carreteras,
francas todava, y dejasen escapar esta ocasin, que no volvera a presentarse,
indica ya una falta de decisin que slo puede explicarse por las razones expuestas.
El concepto moral e histrico que mereca a Lincoln la guerra fue expuesto por l en
el magnfico discurso que le sirviera de mensaje al Congreso, reunido el 4 de julio.
Era ste un discurso tal como nunca en Europa ni en Amrica, hasta entonces, se
pronunciara en justificacin de una guerra. El Presidente comenzaba por exigir
cuatrocientos mil hombres y cuatrocientos millones de dlares. "La suma es menos
de la vigesimotercera parte de lo que poseen aquellos hombres que parecen
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dispuestos a darlo todo. Luego compar la crisis actual, de la que haba que salvar a
la Unin, con la crisis que culminara en la fundacin de la misma, poniendo de
manifiesto cunto ms rico era el pas hoy que en aquellos tiempos, aadiendo: "Es
innegable que cada hombre tiene hoy motivos ms poderosos para defender sus
libertades que los tuviera entonces para conseguirlas." Volviendo al problema de los
"derechos del Estado", declara que va unida a l una cuestin econmica, pues la
nacin ha "comprado con su dinero los territorios en que se han formado varios de
esos Estados (sudistas). Es justo, pues, que se separen de la nacin sin su venia y
sin reintegrarle?
Mucho antes haba dado una nota ms profunda, insistiendo en que la nueva
Constitucin
de
los
Estados
Confederados
justificaba
plenamente
ciertas
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lograrlo con la guerra ser una gran leccin de pacifismo; y, al mismo tiempo, se
har visible a todos la locura de los que han comenzado la guerra."
Con qu maestra habla aqu, primero en nmeros, luego en ideas; primero a los
electores, luego al mundo! Si habla del gobierno popular de los Estados Unidos como
de un experimento llevado a cabo ante los ojos del mundo, veremos bajo la
envoltura de la estadstica demaggica la mdula de la religin de Lincoln, la idea
bsica que ya expusiera en su juventud y con tanta frecuencia en todo el curso de
su vida: veremos la ntima conviccin de Jefferson y Clay de que se halla en juego,
no la simple existencia de la Unin como Estado independiente, sino el porvenir de la
raza humana. Advirtase que, ahora como siempre, la mirada de Lincoln permanece
fija en la humanidad entera: que considera la Unin ms importante que el
problema de la esclavitud, pero menos importante que el principio de la libertad; y
que, cuando insiste en la necesidad de dar una gran leccin moral al mundo, habla
de todo corazn.
Tanto ms, cuanto que a l, en esto como en todo, le mueve ms fuertemente el
aspecto social de la cuestin que el poltico.
Algunos meses despus, en otro mensaje al Congreso declaraba que el objeto
principal de la lucha era la salvacin del principio democrtico, pues en el Sur se
haba llegado algunas veces a sugerir que el poder popular podra refugiarse en la
monarqua.
"Pero hay un punto menos conocido que los otros, y sobre el cual quisiera fijar
vuestra atencin; me refiero al esfuerzo por colocar el capital a la misma altura, si
no mayor, que el trabajo en la estructura gubernamental. El trabajo, dicen, slo
puede existir en unin con el capital, pues nadie podra trabajar si un capitalista no
proporcionase la ocasin. Admitido esto, pasan a considerar qu es mejor: que el
capital tome obreros a salario, o que los compre
llegado tan lejos, parece natural el considerar a todos los obreros, sean jornaleros o
no, como esclavos. Y se advierte, adems, que el que ha sido jornalero una vez
tiene que seguir sindolo toda su vida.
"Esta relacin entre capital y trabajo no existe, y es mentira que un hombre libre
est obligado a ser jornalero toda su vida. Ambas hiptesis, y todas sus
conclusiones, son falsas.
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"El trabajo es anterior e independiente del capital. ste slo es su fruto y no puede
existir sin aqul. El trabajo est por encima del capital y merece mayor
consideracin. El capital tiene sus derechos, que merecen tanta proteccin como
otros. Tampoco puede negarse que existe, y probablemente existir siempre, una
relacin entre trabajo y capital, beneficiosa para ambos. El error est en suponer
que todo el trabajo de la comunidad se reduce a esta relacin.
"Pocos hombres tienen capital propio, y estos pocos rehuyen el trabajo y con su
capital alquilan o compran a otros que trabajan por ellos. Una tercera clase, formada
por una gran mayora, no pertenece a ninguno de estos dos grupos; sta no trabaja
para otros, ni tiene otros que trabajen para ella. En casi todos los Estados del Sur la
mayora no son seores ni esclavos. Los hombres trabajan para s con sus familias
en sus haciendas, en sus casas y tiendas; guardan para s todos los ingresos, no
buscan apoyo en el capital, en los jornaleros ni en los esclavos. El principiante pobre
y diestro empieza en este mundo como jornalero, ahorra el sobrante de su sueldo,
compra herramientas o tierras, trabaja luego por su cuenta y, por ltimo, contrata a
otros principiantes. ste es un sistema justo, generoso y progresivo, que abre paso
a todos y ofrece a todos esperanza y, con ella, fuerza y progreso. Nadie es ms
digno de confianza que el que se ha encumbrado por medio del trabajo; nadie
menos inclinado que l a recoger o tocar algo que no haya ganado honradamente.
Estos hombres no pueden ceder un poder poltico que poseen, sin cerrar la puerta
del xito a sus iguales; antes bien, aceptarn nuevas dificultades y cargas con tal de
conservar la libertad."
Si estas frases estuvieran en un manual, o fuesen repetidas desde la ctedra por un
profesor, pareceran sencillamente evidentes; escritas por el Presidente en aquella
poca, van dirigidas realmente a los labradores y empleados, que las leern en todo
el pas, y tambin a los pobres blancos del Sur, a los que muy bien pudieran infundir
cierto escepticismo respecto a la causa por que luchan, pero su fuerza y su
significacin histrica dependen de la personalidad del autor. Como tctico estilista,
que ambas cosas es ahora, nunca habra hilvanado una disquisicin de esta especie
al brillante final de un largo mensaje sobre la guerra si sus ojos no estuviesen fijos
siempre en principios generales, si no estuviese resuelto a hablar a quienes por
aquella poca estaban dispuestos a or las nuevas doctrinas sociales. l es el mismo
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leador y jornalero de otro tiempo, y en aquel pas libre no tiene necesidad, como en
Europa, de ocultar su origen humilde. Por el contrario, puede recordarlo con orgullo
y hablando evidentemente contra sus enemigos, contra la buena "sociedad" de
Washington, puede decir qu miembros de la comunidad considera ms dignos de
confianza, l que tambin fuera un jornalero y que se abri camino con la sola ayuda
de su talento y laboriosidad.
Las seis de la maana y las calles desiertas, a pesar de que el sol de primavera las
ilumina hace ya largo rato. Alguien pasa frente a la Casa Blanca y ve en la puerta a
un hombre gigantesco que calza medias azules y grandes zapatillas. Este hombre, al
que de sobra conoce, lo llama amistosamente: "Buenos das, buenos das. Estoy
esperando al chico de los peridicos. Cuando llegue usted a la esquina, envelo de
prisa hacia ac." Es el mismo Lincoln que fuera abogado en Springfield, y sus
modales de rstico, los mismos que aqu y all dieron tanto que hablar a la gente.
Aunque no todas las maanas se le vea a la puerta de la Casa Blanca, la ancdota
demuestra que la inquieta curiosidad le permita volver de cuando en cuando a sus
viejas costumbres.
Claro est que, si deseara algo, le bastara con tirar del hermoso y largo cordn de
la campanilla que cuelga junto a su gran escritorio. Pero si se sentara en su silln,
podra llamar a un criado, mas no a Nicolay, su secretario, pues el Presidente es el
ms madrugador de los trabajadores de los Estados Unidos, cosa notable en un
hombre que no est acostumbrado a la regularidad ni por naturaleza ni por
educacin. Su tendencia natural es dejarse guiar por el capricho en lo que hace y
deja de hacer, pero el sentido de la responsabilidad lo ha obligado a adaptarse al
ritmo de los asuntos pblicos. Para llegar a su despacho, situado en el ala sur de la
Casa Blanca, tena que atravesar el hall. As, cuando pasaba por l a una hora
avanzada del da, caa en manos de los numerosos visitantes que le aguardaban y
que se apiaban en torno a l. Slo al cabo de tres aos se le ocurri librarse de
estos asaltos por medio de una nueva entrada lateral.
El despacho es grande, pues tiene que alojar en el centro la amplia mesa de encina
a cuyo alrededor se sientan los ministros en sesiones del gabinete. Los dos sofs son
muy sencillos, ambos de crin, pero el hecho de ser dos y el poder cambiar de uno a
otro es quiz para l, que gusta de estirar sus largas piernas y de leer en esta
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menos
prctico.
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Bates,
procurador
general
del
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Estado,
parece
un
hombre
esencialmente fro; es oriundo del Missouri y, por tanto, debe comprender al Sur.
Otro tanto podra decirse de Smith, ministro del Interior, procedente de Indiana;
ciudadano distinguido, que probablemente tiene una ms amplia comprensin de las
cosas a l prximas que de las situadas en una perspectiva distante cuyos lmites se
pierden en lo desconocido.
Si Lincoln pasea sus ojos de psiclogo en torno a la mesa, no podr menos de
sorprenderse de la singularidad facial del sptimo y ltimo de sus miembros, y eso
que ya el tipo de los otros seis es de por s excepcionalmente personal. El nmero
siete es un hombre imberbe, de cabellos cenicientos, frente bien formada, nariz
prominente, ojos penetrantes y labios extremadamente ceidos, labios de hombre
silencioso y reservado, que se goza de su propio desprecio de los hombres, que
anda altivamente por el mundo y se propone someter a los dems: es Cameron,
impuesto a Lincoln por su partido, y del cual el Presidente no podr librarse tan
pronto como quisiera. Hoy, como ministro de la Guerra que es, figura a la cabeza del
Gabinete, hasta el punto de que Lincoln le ha dado tanto poder como a su colega el
ministro de la Marina. Pero, como ni Lincoln ni Cameron tienen experiencia en los
asuntos militares, ya que ste es un hombre de negocios y aqul un abogado
provinciano, Cameron no podr gobernar por s solo durante mucho tiempo el
Departamento de la Guerra.
Un Gabinete tan amorfo como ste era muy difcil que pudiera reunirse por mucho
tiempo en torno a la mesa del consejo. Mantener unidos a estos siete hombres de
ideas y temperamentos opuestos era el primero y ms difcil problema del
Presidente; convencerlos de su propia capacidad y someterlos as en espritu a una
direccin que hasta entonces slo fuera puramente formal: tal era la piedra de toque
que pondra a prueba su conocimiento de los hombres y su capacidad para
gobernarlos; y el que hubiese sabido soportar esta prueba fue, quiz, la mayor
victoria de Lincoln e innegablemente la condicin previa para la victoria en la guerra.
Pues all donde los elementos de desunin haban logrado una espaciosa legitimidad
por la separacin de media nacin, donde miles de cabezas y corazones, todava
ayer unidos, se separaban en un feroz antagonismo, donde el conflicto haba sido de
una divergencia racial y nacional y de una irremediable diversidad de ideas entre
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viril.
Seward,
que,
comienzos
de
marzo,
momentos
antes
de
la
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"5.11 Poltica interior: s que mis opiniones son originales y quizs oscuras. Mi
sistema est asentado sobre esta idea directora: Debemos cambiar la cuestin a los
ojos del pblico, convirtindola de un problema de esclavitud o liberacin en un
problema de unin o secesin; hacer, en otras palabras, de una cuestin de partido,
una cuestin de patriotismo o de Unin. (Luego recomienda la evacuacin del fuerte
Sumter.)
"6.0 En lo exterior, exigira categrica e inmediatamente explicaciones a Espaa y
Francia, e intentara pedir otras a Inglaterra y Rusia; enviara agentes a Canad,
Mjico, Amrica central, para despertar una fuerte oposicin contra las intromisiones
europeas. Caso de no recibir explicaciones satisfactorias de Espaa y Francia,
reunira al Congreso y declarara la guerra a estos pases.
"Sea cual fuere la poltica seguida, debe ser llevada a cabo enrgicamente. Ha de ser
regida con valenta por alguien que la dirija directamente y sin interrupcin. Si no lo
hace el mismo Presidente, dedicando su actividad y todo su tiempo a ello, debe
delegar tal cuidado en uno de los miembros de su Gabinete. Una vez adoptada esa
poltica, deben terminar las discusiones y todos deben estar de acuerdo y acatarla.
Esto no entra en mi jurisdiccin, pero no trato de evadir ni de asumir su
responsabilidad."
ste era el ultimtum de Seward. Ya una vez, en respuesta a un requerimiento de
Lincoln, haba permanecido en su puesto; ahora pona una pistola en las sienes de
su jefe, declarando, con el tono seco de un ministro que se cree indispensable, que
su deseo era manejar a su antojo los asuntos exteriores o, de no ser as, eximirse
del cargo. El mnimum de cortesa concedido a la posibilidad de que el Presidente
quisiese gobernar por cuenta propia, quedaba destruido por la ltima frase, casi
amenazadora. Cuando ley este memorndum, Lincoln poda muy bien abrigar
sentimientos contrarios a los suyos en la cuestin de la evacuacin del fuerte, que
culmin aquel mismo da; gracias, una vez ms, a Seward, iba a resolverse
equivocadamente con la rendicin.
Precisamente, como Lincoln rechazaba la evacuacin, considerando que un paso
atrs en este asunto suscitara cien nuevas exigencias del Sur, se neg a dar el otro
paso atrs que le peda Seward en su memorndum. En ambos casos, autoridades a
l subordinadas exigan al jefe del pas que cediese en asuntos fundamentales; un
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necesidades
de
los
tiempos
de
guerra
embotan
el
filo
de
los
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Este comercio con la gente del pueblo es para l una necesidad: ninguna dignidad,
ningn cuidado podrn hacerle renunciar a ella. A medida que pasaban los aos,
esta necesidad pareca aumentar en vez de disminuir, pero tambin en este punto el
estado de guerra favoreci su modo de ser. Dos veces a la semana todo el mundo
que deseaba verle era admitido sin ceremonia alguna, signo de verdadera
democracia, que todava hoy sigue siendo una caracterstica de la Casa Blanca,
desconocida en todos los palacios reales o presidenciales de Europa. En tales
ocasiones, el Presidente, que nunca cuidara en demasa de su vestuario, aparece
siempre vestido cuidadosamente y, sentado en un silln, escucha con paciencia
inalterable. Su s", dice un testigo, era amable y produca un gran placer; su "no"
era pronunciado en un tono que no hera al solicitante. Por mi parte, cuando me
separ de l, me senta elevado y animado." En estas audiencias escuchaba a la
gente ms atentamente de lo que ellos podan creer y con frecuencia se enteraba
por ellos del estado de la opinin pblica bastante ms de lo que ellos sacaban
enterndose sobre el posible resultado de sus peticiones. Su indulgencia con todos
ellos era inagotable. Un da, por ejemplo, tres muchachas pobremente vestidas se
extravan en la Casa Blanca y tmidamente atraviesan la sala de recepcin; Lincoln,
que las encuentra, se detiene y les estrecha la mano a todas. Si oye al portero que
cierra el paso a alguien, interviene inmediatamente; pero, en cambio, no tiene el
menor reparo en dejar aguardando a un senador; aunque, muchas veces, cuando le
pasan la tarjeta de un visitante, suele salir l mismo de su despacho con la tarjeta
en la mano, para introducir en persona al que aguardaba.
Sabe que a veces se le engaa y, sin embargo, cuando las mujeres imploran por la
vida de los hijos que han desertado, se deja conmover por sus splicas, aunque se
presenten falsamente como viudas o lleven como suyo un chico que han pedido
prestado. Convencido de que la clemencia es mucho mejor que el castigo, procura
excederse siempre en el sentido de la compasin. Acaso no trae la guerra bastante
miseria al pas?
De continuo se le ocurren nuevas historietas y ancdotas para tranquilizar a la gente
que acude a l en son de consejo o de querella. A un grupo de ellos les dice:
"Seores, supongan ustedes que todas sus riquezas, convertidas en oro, estn en
manos de Blondin y que ste debe llevar todo ese oro al otro lado del Nigara,
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Las escaleras y corredores, hasta el primer piso, aparecan llenos de gentes que
calculaban ardorosamente sus probabilidades, como si se hallasen en la Bolsa,
mientras sus amigos patrullaban por la plaza, esperando la oportunidad para asaltar
en plena calle al nuevo Presidente. Debemos tener en cuenta que el partido
republicano, partido nuevo, haba alcanzado el Poder por primera vez y que Lincoln
deseaba escoger los hombres ms eficientes, mitigando los peligros del sistema
partidista con el nombramiento de demcratas y atacar de frente al nepotismo,
razones todas que le hacen doblemente odioso el cnico mendigar de empleos en
aquel momento tan crtico para el pas. En un brillante epigrama resume sus
sentimientos de entonces: "Mientras est ardiendo la casa, he de afanarme por
gente que desea que les busque habitacin en ella?"
No obstante, muy raras veces perdi la paciencia, y esto slo cuando la osada de
los solicitantes rebasaba todo lmite. En cierta ocasin, un hombre que deseaba el
nombre de Lincoln para acreditar un proyecto, no quiso tomar como respuesta
definitiva la negativa del Presidente. Pero he aqu que, de repente, este hombre
tranquilo se pone en pie y estalla: "Cree usted que el Presidente de los Estados
Unidos es un agente comisionista? Para usted y los que vengan con propsito
semejante, ah est la puerta!" Y a un invlido que pide una colocacin sin presentar
ningn documento que pruebe su afirmacin de ser un herido de guerra: "Cmo!
No tiene usted documentos, credenciales, nada que muestre cmo perdi usted las
piernas Y cmo quiere usted que yo sepa si no la perdi entrando a robar en una
huerta?" Vemos aqu al hijo del labriego familiarizado con esas tretas y difcil de
engaar; no obstante, acaba recomendando al invlido.
Slo su humorismo le eleva a la altura de una objetividad absoluta. Su habilidad
para burlarse de tales gentes, para confundirlas con su superioridad intelectual sin
ofenderlas, le proporciona algunos momentos de distraccin; entonces se siente
transportado a los buenos das de antao, a la poca del tribunal ambulante, y le
parece ver en el solicitante un contrincante con tanta razn y culpa como l mismo.
Las administraciones de Correos eran las ms solicitadas por sus antiguos colegas.
Un da, habiendo llegado del Oeste uno de ellos, comenz a dar al Presidente toda
clase de noticias, cada cul ms incongruente. Lincoln, siempre preparado a recibir
solicitudes de empleos, le pone familiarmente la mano sobre el hombro: "No trae
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variolosas
viruelas
benignas",
contesta
el
mdico.
"Pues
estoy
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enterarse de todos los planes del Gobierno, a trueque de que Greely ponga al
servicio y defensa de la poltica gubernamental su nuevo peridico.
Hice de l, en efecto, mi portavoz, pues prefera que nadie supiese quin hablaba.
No tengo para qu decir a usted que tengo absoluta confianza en mister Greely. Su
poder es enorme. Tenerle firmemente a mis espaldas, equivale a un ejrcito de
100.000 hombres."
Greely debe saber que, si alguna vez tiene algo que objetar a la poltica de Lincoln,
"yo me alegrar de conocer su opinin franca y sincera sobre mis puntos de vista. Si
puedo, adoptar los suyos. Si no puedo, le explicar por qu. l y yo debemos estar
unidos, sin permitir que se interpongan entre nosotros pequeas diferencias, pues
ambos perseguimos el mismo fin, que es la salvacin de nuestra patria. Bien, seor
gobernador, sta es la carta ms larga que he escrito desde hace un mes, ms larga
de la que habra escrito de tratarse de cualquier otro hombre que no fuese Horace
Greely".
Esta carta, cuidadosamente redactada, a fin de que el destinatario pudiese mostrarla
confidencialmente a los grandes periodistas, es un ensayo de soborno psquico, y si
slo tuvo xito a medias, ello habla en favor de ambas partes.
Ms difcil era tratar a los Estados fronterizos, aquellos importantsimos neutrales de
cuya decisin dependa el resultado de la guerra. Puesto que la opinin se hallaba en
ellos dividida, lo esencial era reforzar en todas partes el sentimiento unionista. En
Tennessee y Arkansas, los amigos del Norte, escasos en nmero, no pudieron
impedir la secesin. Pero, en cambio, Delaware envi tropas en apoyo del Gobierno
federal, aunque el gobernador haba refrenado la accin poltica. Todo se reduca
ahora a asegurarse la fidelidad de Maryland, Kentucky y Missouri. Cosa posible, ya
que no eran Estados decididamente esclavistas, aunque hubiese en ellos muchos
propietarios de esclavos. Por otra parte, su decisin era, desde un punto de vista
poltico y moral, de una gran importancia. En Missouri, el gobernador quiso impedir
el reclutamiento de tropas para el Norte, pero los alemanes, que all y en otros
lugares haban abrazado de todo corazn la causa del Norte, se alistaron, a pesar de
todo; en cambio, el Sur esperaba conseguir cierto equilibrio de fuerzas an en
algunos estados indecisos, cuya actitud debera decidirse en primera instancia por
hbiles maniobras y, finalmente, por la ocupacin.
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En situacin tal, Lincoln, como diplomtico, evit toda presin jurdica y toda
fraseologa pattica. As, por ejemplo, cuando el gobernador de Kentucky manifest
su deseo de que las tropas de la Unin fuesen retiradas de los lmites de su Estado,
Lincoln replic: "Simpatizo cordialmente con el deseo de Su Excelencia de conservar
la paz en mi Estado natal, Kentucky. Pero lamento haber buscado intilmente en su
breve carta una declaracin o, por lo menos, una indicacin de su deseo de
conservar la Unin. Su atento servidor..."
El modo de abarcar todo el problema en una sola frase de pulida amabilidad y
encubierto desprecio, el modo de insinuar sentimentalmente que Kentucky era su
lugar de nacimiento, en una fra deduccin lgica, en la que, sin faltar a la cortesa,
se invita al gobernador a contemplar su propia imagen en un espejo implacable, no
nos recuerda la habilidad con la que, veinticinco aos antes, escapara al pie del altar
de las redes que en torno de l tendiera la voluminosa Mary?
Ante los embajadores extranjeros, a los que pronto manejar por modo decisivo
para la solucin de la guerra, se presentaba como un soberano que hubiese ocupado
aquella posicin durante aos, encontrando siempre el tono apropiado para cada
circunstancia y sabiendo a cules de ellos poda dirigirse en estilo popular.
Una tarde llegaron hasta l cuatro canadienses de distinguida posicin. Encontraron
al Presidente en compaa de un profesor que le explicaba con nmeros el dao
ocasionado a la industria por la guerra; Lincoln no estaba vestido de calle; cuando
cruzaba las piernas, sus zapatillas se balanceaban, mostrando una buena porcin de
sus gruesos calcetines de lana azul, que asomaban por debajo de los pantalones. Y
he aqu que, de pronto, se lanza a contar una divertida ancdota de la vida de los
negros. Sin embargo, estos visitantes, aunque de tipo muy diferente, coinciden
todos en describir la visita, cada uno a su manera, como una deliciosa sorpresa, el
profesor encantado por la exactitud de los informes presidenciales y los canadienses
por su clsica dignidad. Otra vez, en que llegan a verle un sueco y un noruego,
ambos oficiales del ejrcito, les cita la versin inglesa de un poema sueco
perteneciente a una antigua saga y describiendo un paisaje escandinavo.
Cuando el rey de Siam le enva varios regalos en seal de consideracin, Lincoln
escribe una carta dando las gracias a Su Majestad por "el real regalo... una espada
de noble metal y magnfico trabajo, una fotografa de Su Majestad y de su querida
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hija, y tambin dos colmillos de elefante, de la magnitud que se ve que slo pueden
pertenecer a un animal nacido en Siam... Dgnese Su Majestad hacerse cargo de que
nuestras leyes prohiben al Presidente aceptar personalmente regalos tan ricos... El
Congreso destinar los regalos a los arsenales del Gobierno". Siguen las gracias por
los elefantes de guerra ofrecidos... "El Gobierno no vacilara en aceptar un regalo tan
esplndido, si fuese utilizable en el actual estado de la nacin. Nuestra jurisdiccin
poltica no alcanza, sin embargo, a crear una latitud lo bastante tropical como sera
de desear para el fomento de la cra del elefante, y el vapor, tanto en tierra como en
el agua, ha sido y es nuestro principal y ms eficaz medio de transporte en el
interior. En da no lejano espero tener ocasin, etc. Su buen amigo, Abraham
Lincoln." Se ve su malicioso guio de ojos cuando dicta esta carta. No hay ningn
funcionario que haya tenido relaciones con Siam, y Seward carece de suficiente
imaginacin y finura de estilo para alcanzar la sutil irona de estas lneas. Un
abogado de apartadas regiones que no ha visto nada del mundo y que ha ledo poco,
pero dotado de esa facultad, comn al estadista y al poeta, de colocarse en el lugar
de los dems, es capaz, en medio de cien asuntos urgentes y amenazadores, de
pensar diez minutos en Siam, dar las gracias por una espada cincelada, que slo
poda parecerle absurda, y por el ofrecimiento de un par de elefantes, de los que no
habra podido sacar otro provecho que el de una ancdota ms.
Este tacto seguro en toda ocasin, o en casi todas, se hizo indudablemente ms
perfecto en l durante los ltimos diez aos; en todo caso, era verdaderamente
notable que un hombre de carcter reservado, por no decir tmido, y que ahora,
rodeado de desconfianza, crticas y burlas, en la situacin realmente de un
principiante, substitua no obstante el uso del espritu al del poder, prefiriendo en las
cien crisis de la guerra persuadir a mandar, y dominando de este modo
precisamente los conflictos, ya que en aquella joven democracia la guerra civil tena
que ser conducida a travs de las feroces disensiones que separaban a los Estados
que permanecieron infieles a la Unin, y slo un maestro en el arte de la eleccin,
capaz de manejar y reconciliar a los distintos leaders, poda darle una solucin
victoriosa.
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Pues huelga decir que en parte alguna florecan tan abundantemente por aquel
entonces los grmenes malsanos de la corrupcin poltica, del espritu partidista y de
la empleomana como en el ejrcito.
Ningn Estado de Europa se hallaba a la sazn tan mal preparado para una guerra
como la Unin y, dentro de ella, como el Norte. Ciertamente que no faltaban
hombres y, desde la cada del fuerte Sumter, haba entusiasmo, soldados y dinero;
pero, en cambio, se careca de generales y capitanes. El general en jefe del ejrcito
y la marina, el Presidente, entenda poco en cuestin de guerra, como la mayor
parte de sus predecesores y rivales; y, aunque hubiese sido un general consumado,
habrale sido imposible nombrar a los jefes efectivos atenindose tan slo a su
propio parecer y a los mritos profesionales de ellos, pues, por encima del general
en jefe, an hay otro jefe supremo, todava ms poderoso que, en Inglaterra, y
huelga decir que en el resto de Europa, a saber: la opinin pblica. Con ayuda de la
Prensa, de los clubes y asociaciones Polticos, los comits del Congreso y los Bancos,
cada partido y cada Estado procuraba elevar a los Puestos directivos a su gente y no
vacilaba en emplear todos los medios coercitivos y coactivos a su alcance para
imponer esta voluntad.
Quin poda obligar a los gobernadores de los Estados a reclutar tropas si no les
haca antes promesas concluyentes de cargos importantes? Y hasta ms tarde,
cuando el servicio militar obligatorio fue una ley, la suprema autoridad tuvo siempre
que tomar en cuenta las susceptibilidades de aquellos hombres de peso y de
aquellos grupos poderosos, en todos los sectores del pas, tratando d 1 e sortear de
la mejor manera posible los escollos de las influencias contrarias. Por otra parte, los
miembros de los Estados Mayores y los oficiales de carrera protestaban contra ese
estado de cosas, alegando razonablemente que no eran los civiles, sin otro ttulo que
el poder poltico, los llamados a mandarlos; mientras, los oficiales de baja
graduacin se peleaban entre s, como hacen siempre los amateurs que reconocen
su recproca incapacidad. El sentido moral del Presidente se senta herido por todas
estas cosas, pues, sobre todo al principio de la guerra, tuvo que sostener las ms
difciles luchas internas entre el conocimiento intrnseco y la prudencia exterior,
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entre las necesidades vitales y las consideraciones polticas. "Debe usted procurar
una colocacin al portador... Arregle usted la cosa con el recaudador. Usted puede
hacerlo por m, y debe hacerlo."
Es sta una carta entre ciento, enviada con urgencia al general Scott en beneficio de
cualquier hombre, sin duda indiferente para Lincoln, al que quiz vea por primera
vez y era seguramente incompetente. Al escribirla, se le escapa un hondo suspiro de
contrariedad, toda la amargura de un hombre fundamentalmente honrado que
nunca pretende nada en beneficio propio y rarsimas veces en el de sus amigos, y
que ahora emplea su poder en favorecer a extraos, no ya en favor del pas o del
ejrcito, sino simplemente obligado por las consideraciones partidarias Cosa
tremenda, en estas circunstancias, tener que abogar en beneficio de un hombre
desconocido y recomendrselo al generalsimo, haciendo la solicitud "por m"!
Al mismo tiempo, le atormenta constantemente el deficiente conocimiento de las
cosas, deficiencia que al autodidacto nunca perdona. El hombre que no slo puede
controlar abogados y jueces, sino que sabe coger en sus manos la sierra y ensear
su oficio a un carpintero inhbil, el hombre que sabe cundo una casa est bien o
mal construida, y con no menos eficiencia puede servir de juez en un match de
boxeo; el hombre que sabe manejar caballos y bueyes, balsas y lanchas, y que
encontrar en la guerra oportunidades para emplear este gnero especial de
conocimientos, interior, este hombre, slo despus de una gran lucha lograra llegar
a la decisin suprema en cuestiones de guerra, en las que, de momento, se siente
subordinado al parecer de su ministro. Todos estos pensamientos se entenebrecen
an ms cuando se sabe que el enemigo se ha asegurado los mejores oficiales, pues
Lee no es el nico que se ha ido con los sudistas, y en el Norte no haba nadie a
quien el pas pudiera confiar el mando supremo en los asuntos militares.
Helo aqu, junto a la ventana de su habitacin, mirando a travs del ancho ro. Con
el catalejo puede distinguir las banderas azules de los traidores, que ondean al
viento de Dios tan alegremente como las de la Unin y no menos sinceramente
veneradas. A la noche, transcurrido ya otro triste da, que no trajo solucin alguna,
entra en la habitacin un agente confidencial, un canadiense, trayendo cartas de los
corresponsales ingleses, interceptadas en su camino hacia el Sur. El visitante oye
gemir al Presidente: "Desde que vine aqu, slo duermo con un ojo; jams cierro
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ambos, como no sea cuando echo de ver a un buscaempleos." Y cuando hojea las
cartas abiertas, asombrndose de los nombres sobradamente conocidos de algunos
destinatarios, y tirndolas y ordenndolas cuidadosamente, el agente observa en l
"las huellas de profundas preocupaciones y sinsabores. Haba una expresin triste y
seria en su mirada, que deca mejor que las palabras sus desengaos. Las arrugas
que rodeaban sus ojos se haban hecho ms profundas, y los labios ms apretados,
aunque conservando su expresin de amabilidad y tolerancia.
Entre tanto, la Prensa reclamaba a toda prisa el avance hacia Richmond, pues se
tema la intervencin de Europa y se tena la creencia general de que el enemigo,
igualmente mal preparado, sera derrotado si se le atacaba rpidamente. Fue
solamente la arrogancia lo que impuls a los confederados a establecer su nueva
capital tan cerca de la antigua capital de la Unin? Por qu no escogieron una
ciudad del interior del Sur, como Nueva Orleans, en vez de elegir una poblacin
situada a un centenar de millas de Washington? Virginia es un Estado poderoso e
importante, un Estado capaz de actuar intensamente sobre los Estados limtrofes.
Adems, con ello se dice al mundo: "Slo hay un paso de aqu a Washington: all nos
veremos pronto." As, el campo oriental de la guerra ser sumamente angosto, en
tanto que el occidental apenas tendr lmites.
Mientras llegan los nuevos regimientos, ms fuertes de lo que se esperaba y exiga,
pero desentrenados y apena s equipados; mientras la capital de la Unin, situada
junto a la frontera, se transforma en un verdadero arsenal, y diez mil soldados
acampan en sus arrabales; mientras el Presidente asiste a juras de banderas, visita
hospitales, pasa revistas y ve como la voluntad nacional tiende hacia el avance
inmediato, he aqu que no puede ordenar este avance por falta de generales. "Tengo
ms estacas que agujeros donde meterlas", dice con una magnfica comparacin;
y cuando nombra a Buell para mandar el ejrcito de Ohio y a McDowell para el del
Este, apenas si los conocen l y el pas, y slo el nombre de Frmont, que acepta el
mando del ejrcito del Oeste, inspira confianza.
De este modo, Lincoln y Scott son empujados por la vaga esperanza del pas. A decir
verdad, Lincoln previene contra un ataque general, indica la falta de ferrocarriles y
propone un ataque fingido para dispersar las fuerzas contrarias, alejando as la
posibilidad de una derrota; pero el viejo Scott se niega a hacerle caso, y un domingo
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de julio ordena el ataque de todo el ejrcito del Este y sufre la primera gran derrota
en Bull Run, un afluente del Potomac. Se emprende la retirada hacia la capital, y el
pnico es aumentado por los senadores y otros espectadores, que haban acudido al
campo de batalla con la esperanza de participar, siquiera como tales, del
espectculo de una victoria. Los rumores se suceden unos a otros, y realmente no
era absurdo pensar que los sudistas quisieran coronar su victoria con un avance. En
medio del general extravo, mientras senadores y congresistas pierden la cabeza,
destaca la imperturbable serenidad del Presidente. Despus de dictar las medidas
necesarias para la proteccin de la capital, telegrafa al general derrotado: "Salve
usted a Washington y al ejrcito." Pero a un antiguo conocido que le visita aquella
noche le dice confidencialmente: "El ministro de la Guerra me prohibe decir
ms. Los militares son muy rgidos conmigo. Supongo que tendr que obedecerles
hasta que yo mismo me haga cargo de todos los asuntos."
De esta manera, inmediatamente despus de la primera derrota, resolva Lincoln
hacerse cargo de todo.
Sin embargo, todava es demasiado pronto para ello. La necesidad perentoria del
momento es buscar un nuevo jefe.
El pas desea un hroe joven y Scott tiene setenta y cinco aos. Quin pues, se
pregunta Lincoln, a falta de un hombre experimentado, que sea querido por las
tropas y conocido por el pueblo? Dnde est el hombre capaz de ejercer la fuerza
de sugestin necesaria en este momento y, al mismo tiempo, de lograr algo positivo
de estos tres primeros meses de guerra? McClellan ha organizado rpida y
excelentemente el nuevo Estado de Virginia del Oeste, parte fiel de la Unin de la
antigua Virginia, que se ha separado, expulsando los ltimos elementos sudistas y
alcanzando con ello el general aplauso. Esto no lo califica realmente para la direccin
del ejrcito, pero es ms de lo que los otros han dado de s. Cierto que no es un
oficial en activo; pero lo fue; y si ahora es director de ferrocarriles, en la guerra de
Mjico prest buenos servicios como oficial de ingenieros y hasta cosech en la
guerra de Crimea ciertos laureles. Es republicano? No, demcrata. Excelente. As
ver el pas que se le ha nombrado slo por su genio. Pero, tiene genio en realidad?
Quin podra saberlo? En todo caso, la gente dice que es un segundo Napolen.
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Ciertamente, McClellan, que frisa a la sazn en los treinta aos, tiene una apostura
que entusiasma al pueblo: distinguido, excelente jinete, con los finos modales del
bigote cado, hundidos los ojos, plidas las mejillas, ms distrada que atenta la
mirada, y, como dice la gente, tan bajo como Napolen. Empieza con el nfasis del
corso: rebautiza al ejrcito del Este, con el ttulo de "el ejrcito de Potomac", y
cuando sale a caballo le rodea siempre un brillante acompaamiento; pensativo,
cabalga sobre un magnfico caballo, y sus labios parecen guardar un secreto. "Har
las cosas en grande y derrotar a los rebeldes en una campaa", escribe a su mujer,
como si fuera Jefferson. "El pueblo me llama para salvar al pas. Debo salvarlo y
nada me detendr en el camino. "igase bien la cadencia. Cada palabra est
cuidadosamente estudiada.
El nuevo general empieza con una tregua; primero ha de ejercitar durante tres
meses a 250.000 soldados. Lincoln se siente muy intranquilo. Tennessee del Este,
amenazado por el Sur, pide auxilio reiteradamente, y l quisiera a cualquier precio
sostener aquel punto de apoyo que tiene el Norte en medio del Sur. Pero depende
de los planes y hasta del humor de sus generales: es un prisionero. La opinin
pblica y el Gabinete confan en el segundo Napolen. Cuando, en estas
circunstancias, un viejo amigo le dice que McClellan quiere ser Presidente, Lincoln
responde sosegadamente: "De bonsima gana le ceder el puesto con tal que antes
gane la guerra. De momento, no nos queda a l y a nosotros ms remedio que
dejarlo en el Potomac, adiestrando sus tropas." Qu sucede entre tanto en el
Oeste? Acaso all haya ms esperanzas de victoria.
Tambin aqu, en San Luis, hay un gallardo general montado en un hermoso caballo
y seguido por una comitiva no menos brillante; pero, en todo caso, Frmont tiene un
gran pasado o, por lo menos, la leyenda de l. Es un pionero del Oeste, un
explorador, una figura romntica, a la que el flamante partido republicano eligiera
como su primer candidato a la Presidencia y por quien luchara Lincoln. Todo esto,
ha sucedido hace realmente nada ms que cinco aos? Poco tiempo para que
Frmont lo haya olvidado; demasiado para mantener su fama sin nuevos hechos. De
momento, es apreciado por Lincoln y por todo el Gabinete. Brillante, con el poder del
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silencio y la falta de toda experiencia, tiene las mismas cualidades de su colega del
Potomac; pero Frmont ha perfeccionado una especialidad: una guardia de corps
que lo protege como a un rey, que lo hace inencontrable y a cuyo amparo contesta
de mala gana, o no contesta, a los despachos y cartas del Gobierno. En su desprecio
por Washington y el Gobierno, los generales del Este y del Oeste hacen causa
comn; slo en esto, pues en lo dems parecen decididos a obrar uno contra otro.
Pero, en contradiccin con el organizador del Este, el seor del Oeste permanece
inactivo en medio de su ejrcito, como si nada ocurriese, aunque su vanidad hace de
l una presa fcil de los contratistas fraudulentos del ejrcito, que, por otra parte,
no parece que fueran completamente desconocidos del ministro de la Guerra. Aparte
esto, distrese en nombrar brigadieres por su propia iniciativa, sin consultar al
Presidente. Al cabo de dos semanas, y a despecho del frreo muro de silencio con
que se rodea, se hacen en Washington graves acusaciones contra Frmont. El
hombre que fuera candidato derrotado en la lucha presidencial es acusado de querer
fundar ahora una Unin del Noroeste. Estos rumores carecen de fundamento, y
Lincoln no les da crdito, pero el hecho de que tales rumores tengan curso
demuestra que el pueblo los considera posibles.
Una hermosa maana de agosto, el Presidente lee en un diario que el general
Frmont ha publicado una proclama anunciando la confiscacin inmediata de las
propiedades de todos los habitantes de Missouri que se hubiesen levantado en
armas contra la Unin o hubieran ayudado al Sur, y la liberacin de los esclavos que
tuviesen. Qu pasa en el corazn de Lincoln al leer esto? Con el dominio de s
mismo de un estadista, pese a todos sus sentimientos y deseos, desde el principio
mismo de la guerra, Lincoln haba postergado la cuestin de la esclavitud,
convencido de que su deber primordial era no combatir por la libertad de los
esclavos, sino por el salvamento de la Unin. Solo con esta divisa podra contar con
la mayora democrtica en los Estados leales y con la neutralidad Je los fronterizos.
Si, por el contrario, valindose de ciertas medidas de guerra, mostraba favorecer a
los esclavos, ello dara pie a que se le acusara de hacer una guerra de liberacin y
no de unificacin, perdiendo con ello terreno y, finalmente, tal vez la guerra. De ah
que, aun en las rdenes de confiscacin acostumbradas en tiempos de guerra,
evitase hablar de los esclavos. Para que ahora, uno de sus generales viniera a
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Las relaciones entre ambos adquieren un tono siniestro, sordo, como si su base
fuese minada interiormente. "El ro Waleck se hace peor cuanto ms tiempo se le
contempla", escribe el general, que hace ya medio ao que contempla como
hipnotizado el Potomac y sus afluentes. Lincoln, al que constantemente se le exigen
soldados, que pronto desaparecen como tragados por el vaco, dice: "Es como si se
barriesen con una pala: slo la mitad llega al otro lado." Otra vez: "Si no ocurre
algo, los cimientos de todo esto se vendrn al suelo; y si McClellan no quiere utilizar
su ejrcito, tendr que pedrselo prestado, para demostrarle que con l se puede
hacer todo." Sin embargo, le defiende de la Comisin Investigadora del Congreso.
Entre tanto, todo est tranquilo en el Oeste. El Presidente, a quien se exigen nuevas
tropas, municiones, caballos, material, se siente en cierto modo engaado, pero no
puede intervenir. Hay all un jefe supremo aunque no entiende nada del arte de la
guerra, y un par de generales, aunque no quieren batirse.
En este estado de depresin, el escndalo del Departamento de Guerra hace el
efecto de una rfaga vivificadora. Cameron ha procedido, en sus relaciones con los
contratistas del ejrcito, cuando menos demasiado crdulamente; y no son pocos los
que afirman que esta credulidad muy bien podra ser interesada. Calcetines que
podran romperse en dos, mantas que casi se transparentan, mochilas pegadas con
goma, en vez de cosidas; todo cay sobre el ministro de la Guerra.
Se nombr una comisin, pero tambin fue defendido por Lincoln, quien declar que
l y todo el Gabinete se hacan solidariamente responsables de todos los errores que
se haban cometido. Aun en el caso de este hombre de dudoso carcter, de este
hombre que le haba sido impuesto por la fuerza, prefiri, sin necesidad, cargar su
propio nombre, tan duramente atacado ya, y antes que abandonar a un colega
cuando se iniciaba la batalla, acept gustosamente la aparente complicidad en
oscuras maquinaciones.
Esto, a pesar de tener un motivo personal para guardarle rencor; pues tambin
Cameron, extremando por propia iniciativa, su abolicionismo, haba preparado en
secreto, y casi simultneamente con aquel escndalo, un informe en el que
declaraba: "Todo aquel que lucha contra el Gobierno pierde todo derecho de
propiedad, todo privilegio, toda garanta que le hubiese asegurado la Constitucin.
Puesto que el trabajo y el servicio de los esclavos constituyen la principal propiedad
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de los rebeldes, siguiendo las leyes usuales de la guerra se les priva de esta
posesin."
Por segunda vez se vea Lincoln frente a la realizacin de sus deseos y de nuevo
tena que combatirlos. En aquel Ao Nuevo de 1862, no le pareci la cosa todava
madura, y hay que confesar que, realmente, an no lo estaba. As, dio orden
telegrfica a todas las oficinas de Correos para que decomisaran el informe de
Cameron y tachasen el prrafo.
Esto es tpico de Lincoln, que ayuda a su ministro en las dificultades de orden
personal, pero le desautoriza en aquello que se refiere a la poltica del Estado, a
pesar de serle simptica la actitud de Cameron y sin tener en cuenta que una
posicin inversa le hubiese sido en ambos casos til a su propia fama. Cunta
importancia concede a una causa y cun poco a las personas; qu pronto olvida
hasta las ms graves ofensas cuando cree que el adversario puede ser til a la
nacin en peligro, fueron cosas que nunca demostr de un modo tan decisivo como
en esta coyuntura, al nombrar a Stanton ministro de la Guerra.
Slo dos veces haba visto Lincoln a este hombre, en otro tiempo abogado, y ms
tarde ministro de la Guerra en el Gobierno de Buchanan; una de ellas, pocos meses
antes, al tomar posesin de la Presidencia; la otra, haca ya siete aos, en
Cincinnati, un da en que la propia estimacin de Lincoln hubo de sentirse herida
como jams lo fuera en los ltimos veinte aos. Tratbase de un importante litigio
entre el Estado y los ferrocarriles, en el que stos nombraran, por razones polticas,
junto a dos grandes abogados del Este, a uno del Oeste, escogiendo al efecto a
Lincoln. ste, realmente, era el mejor informado de los tres sobre la cuestin en
referencia. Pero cuando, al fin, le lleg el turno para hablar, Stanton le cort el
discurso, se declar el principal representante y dijo a sus amigos: "Yo no puedo
presentarme junto a ese condenado mono." Por si ello fuera poco, durante ocho das
trat al colega del Oeste, que viva en el mismo hotel, de un modo provocativo e
insultante. En la cuestin de la guerra se haba mostrado, ms tarde, como un
hombre recto, retirndose del ltimo Gabinete responsable de alta traicin, pero
estaba disgustado por la eleccin de Lincoln, y no slo como demcrata. Durante los
meses siguientes, injuri constantemente a Lincoln, al que llamaba "el gorila
excntrico". "Para qu, deca a McClellan, van a frica los exploradores, cuando
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Sera, acaso, el arte de la guerra un misterio? Por ventura no haba aprendido, sin
ayuda casi, a escribir, y sin el menor auxilio, historia y ciencias? No haba
estudiado, acaso, l, un pobre leador de toscas manos, desterrado en un villorrio,
msero dependiente, acostumbrado a dormir sobre el mostrador de una tienda,
Derecho y Ortografa? No le haba abierto Euclides las ventanas del conocimiento
clsico cuando, viajando con el tribunal ambulante, pasaba las noches leyendo,
tendido en la cama de una posada? Y cuando entr en la lucha electoral contra
Douglas, despus de sentirse inclinado a dudar de su propia capacidad, no haba
comprendido, acaso, bastante pronto que, a pesar de todo, las personas distinguidas
son hombres como los dems y que un senador, al fin y al cabo, slo necesitaba
sentido comn y cierto conocimiento de los hombres? Si hubiese necesitado como un
dictador de la antigua Roma ponerse al frente de un ejrcito y desafiar a Jefferson
Davis, sus energas fsicas habran estado sin duda a la altura del duelo, aunque su
temperamento no fuera el ms adecuado para la conduccin material de la guerra.
Pero lo que el Destino exiga ahora de l se hallaba de acuerdo con su naturaleza y
su competencia. As, Lincoln no vacil un momento en hacer frente a las
circunstancias.
Da
noche,
nos
informa
su
secretario,
estudi
durante
aquel
invierno,
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vivamente, tal como suele trabajar el autodidacto. He aqu una breve nota al
ministro de Marina: "Creo haber visto hace poco tres buques que se dirigan al
muelle de la Marina. Mande usted all a ver de qu se trata."
Cuando le presenta un inventor un nuevo fusil, Lincoln, que se negara siempre a
cazar un animal, lo ensaya por s mismo; en compaa del secretario se traslada a
una pradera situada al Sur de la Casa Blanca, coge una hoja de papel con el
membrete del Congreso como blanco y dispara bastante bien. "Creo que podra
sacar ms partido del fusil", dice, y cogiendo un alza de madera que ha cortado de
una rama de pino, la ajusta a la carabina y logra mejores resultados. sta es una de
las maneras de Lincoln de dirigir la guerra. O bien ensaya en su cuarto, en compaa
de un almirante, una nueva plvora, examina el residuo y hace gestiones acerca del
poder de la plvora.
Al mismo tiempo, disputa con McClellan sobre el plan de ataque, pues ste quiere
marchar por la pennsula y Lincoln prefiere avanzar directamente sobre Richmond.
"Si usted puede satisfacer las siguientes preguntas, sacrificar mi plan al suyo de
muy buena gana:
1.11 Exige su plan menos tiempo y dinero que el mo?
2.a Por qu es ms fcil la victoria segn su plan que segn el mo?
3.a No quitar valor a su plan el hecho de no romper las comunicaciones del
enemigo, maniobra que figura en el mo?
4.a En caso de desgracia, no sera la retirada ms difcil segn su plan que segn el
mo?"
Las contestaciones de McClellan son vagas. Por fin, el Presidente se decide, y da su
primera Orden General de Guerra: "Queda fijado el da 22 de febrero de 1862 como
fecha para movilizacin general de todas las fuerzas de mar y tierra de la Unin
contra los rebeldes. El ejrcito de la fortaleza Monroe y sus alrededores, el ejrcito
de Potomac, el ejrcito de Virginia del Oeste, el de Kentucky, el ejrcito y la flotilla
de Cairo y una divisin de Marina del golfo de Mjico deben estar especialmente
preparados ese da para el ataque."
Tambin esta orden es cumplida a medias; McClellan impone su propio plan de
ataque; pero los crticos escribieron ms tarde que, con la solucin de Lincoln, se
habra alcanzado en febrero una victoria menos costosa.
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Dnde estn los antiguos amigos? Ahora que hacen falta, no se agruparn en torno
suyo? Muchos de ellos se portan peor que sus rivales. En las primeras semanas de la
guerra,
Douglas
corri
hacia
Lincoln,
informndole
de
que
le
llamaban
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razn de ser tan alto como l, impresin que, sin duda, aument considerablemente
al observar que Sumner posea los elegantes modales y la gracia de movimientos
que a l le faltaban. Este distinguido caballero, de rostro abierto, frente alta y nariz
recta, adornado con todos los signos de la cultura europea, en que haba sido
educado, igualaba a las mejores cabezas del Sur y pareca contradecir, con su
aspecto y modo de ser, el prejuicio de que un carcter seorial necesitaba una
comunidad esclavista para poder desarrollarse.
Durante muchos, muchos aos, haba luchado apasionada y francamente contra la
esclavitud, y de una manera tan dogmtica que cuando le recordaban que haba
argumentos en pro del otro aspecto de la cuestin, replicaba vivamente: "En este
asunto no hay ms aspecto que el de la abolicin." Siendo el suyo un carcter
estrecho e inflexible, le fue algo difcil el comprender a Lincoln; ste, en cambio, con
su facultad de apreciar todos los aspectos de un problema, pudo admirar
calurosamente el carcter de Sumner. Cuando, doce aos antes, viera Sumner a
Lincoln por primera vez en Boston, apenas se haba fijado en aquel desconocido; y
cuando Lincoln se posesion de la Casa Blanca, Sumner haba hecho desolados
comentarios sobre el aspecto y maneras del nuevo Presidente. Originario de Nueva
Inglaterra, habiendo estudiado humanidades en Harvard, hermoso, magnfico,
altanero, impopular, creyendo que la senadura de los Estados Unidos investiga los
elegidos con una dignidad casi romana, Sumner no poda dejar de sentirse herido y
apenado por el hecho de que un simple campesino del Oeste ocupara la silla
presidencial. Cierto que, a diferencia de Stanton, no dio libre expresin a sus
sentimientos, contentndose con compadecer, en parte al pas, en parte al hombre.
Mientras Lincoln escuchaba con placer la brillante conversacin del distinguido
caballero, ste se senta repelido por la mentalidad, el pensamiento tardo del
labriego y, sobre todo, su humorismo, que a veces lograba desconcertar totalmente
a Sumner, quien tuvo a menudo que recurrir a los dems para que le explicasen la
gracia de las historietas de Lincoln.
No obstante, en poco tiempo se ganaron mutuamente la confianza, y pronto fue
Sumner el mejor consejero poltico del Presidente. Sentanse unidos tanto en la
lucha contra la esclavitud como en la tendencia pacifista, pues ya quince aos antes
haba dicho Sumner en un gran discurso: "En nuestra poca no puede haber paz que
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tiene
cierto
desconocimiento
de
los
asuntos
de
Estado,
Mary, como es natural, sufra la mayor de las decepciones. Haba soado con un
objetivo, luchando por l y logrndolo, al fin, contra toda razonable esperanza; pero
he aqu que una vez conseguido, siendo ya la verdadera seora de la Casa Blanca, la
primera dama del pas en realidad, todo lo que se encontraba era la guerra, la
guerra, que le prohiba toda gran fiesta. Un da, que se atreviera a celebrar un baile,
la Prensa lo coment acremente; y a cada paso que daba en pblico sentase
coartada por la crtica de la buena sociedad. Por su desgracia, haba olvidado una
cosa en los largos aos de sueos y proyectos: que es muy difcil pasar de un salto
de Springfield a Washington, de la vida social de una ciudad provinciana del Oeste a
la de una gran capital; que la promocin (como ella deca) la encontrara tan poco
preparada como a su marido, con la nica diferencia de que ello mortificara su
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relaciones de su propia familia las que la ligaban al Sur; tres hermanastros y casi
todos los esposos de sus hermanastras luchaban en el bando enemigo. Una prima,
que viviera en un principio con ella en Washington, relataba la visita de despedida
de los polticos sudistas al estallar la guerra; en esta ocasin, un pariente suyo le
haba dicho: "Querida Lizzie, deseo que no sea para ti una desilusin tu permanencia
aqu. Qudate, pues, como husped, hasta que hayamos conquistado Washington."
En vez de acentuar el carcter fatal de esta separacin, Mary pudo continuar
sintiendo una secreta simpata por los distinguidos oficiales que defendan
caballerosamente en el Sur el ideal de los seores blancos. Es sta una afirmacin
que carece de pruebas, pero su orgullo, su educacin y su parentesco lo haran
comprensible, pues, especialmente al principio de la guerra, no dejaron de
menudear las disensiones en la Casa Blanca. Cuando Lincoln quiso dar a un cuado
de su esposa un puesto muy solicitado en el ejrcito nordista, la oferta fue
rehusada, pues el joven prefera servir en las filas sudistas, aunque slo proceda de
Kentucky, como el mismo Lincoln, y a pesar de que su padre permaneca fiel al
Norte.
Es muy natural que Mary intercediese por sus hermanas de Illinois y que procurase
una situacin a su familia; pero la molestaba en extremo que los favorecidos
atribuyeran su buena suerte a su esposo y no a los buenos oficios de ella.
Realmente, todo dependa de Lincoln, que siempre anduviera remiso en favorecer a
sus ntimos; y en este terreno hasta hubo de escribir cartas poco gratas. As, por
ejemplo, a Edwards, cuado de Mary: Muy seor mo: Me duele orle decir que se
ha arruinado en sus negocios. Espero que slo se haya perjudicado y no arruinado...
Respecto a su propuesta, quisiera estudiarla bien antes de decidir nada, pero no
tengo tiempo para hacerlo, ni lo tendr. Huelga decir que no quisiera privarle de la
posibilidad de hacer algo, siempre que no redunde en perjuicio del Gobierno o de un
particular. Si pudiese usted venir a decirme cmo podra hacerse esto, no slo no
me opondra, sino que an me sentira satisfecho de haberle sido til."
En tono semejante escribe a Stuart:
"Querido Stuart: Prima Lizzie me ha mostrado su carta. La pregunta de si puedo
concederle la administracin de Correos de Springfield me desazona. Ya sabe usted
que he nombrado a William Jaynme gobernador territorial y que he dado al hermano
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de Trumbull un empleo. Puedo continuar as, dando la razn a los que afirman que
Trumbull y yo hemos distribuido todos los empleos entre nuestros parientes?... Veo
en los peridicos que se quiere distribuir los empleos de Correos por eleccin. No
sera mejor que presentase usted su candidatura y se hiciese elegir?"
Cules no sern los sentimientos de este hombre tan dolorosamente puesto a
prueba a la cabeza del pas cuando, en lucha con los partidarios por los altos puestos
militares, acechado por ojos hostiles, que esperan descubrir un punto vulnerable en
su armadura de probidad, se ve hostigado para que busque empleos a cuados de
su esposa y a los maridos de sus primas? No recordar, al escribir la direccin de
Edwards, aquel primero de enero que se escap de su casa? Y no se preguntar a
veces a s mismo si el segundo noviazgo no fue peor que el primero? Qu ha
ganado con su matrimonio? De todos modos, algo bueno tiene Mary: su valor.
Cuando la ciudad se halla en peligro, se niega a huir con los nios y permanece a su
lado.
Pero sus celos son ridculos ahora, que toma nota de todas las mujeres con quienes
habla su marido ms de cinco minutos. Antes de una recepcin, le sermonea para
que no flirtee como un colegial con mujeres jvenes. No obstante, un flirteo inocente
habra sido el nico medio por el cual hubiese podido lograr su naturaleza ese
indefinible estmulo femenino que buscara durante toda su vida. No se rebelar por
fin, mostrando que quiere ser el amo de su propia casa como lo es del pas? En
absoluto. Se contenta con molestar a Mary haciendo una larga lista de nombres de
mujeres que ella no puede sufrir y con las cuales, segn dice, piensa conversar
largamente.
Por lo dems, Mary es la madre de sus hijos, a los que quiere cada vez ms, a
medida que pasan los aos y aumenta la gravedad de la situacin. De cuatro que
eran, slo quedan dos. El mayor contina a la sazn sus estudios. Pero Ted, que
tiene ocho aos, vivo, delicado, bullicioso, es el nio mimado de la Casa Blanca,
entrando en el cuarto de su padre cuando se le antoja y acompandole por todas
partes. Hasta en sus visitas a los campamentos no es raro ver junto a la flaca y
gigantesca figura montada sobre un enorme caballo una figurita cubierta con una
capa gris, cabalgando un pequeo poney, y una alegre carita de coloradas mejillas,
que pone a los soldados de buen humor. Por su parte, los visitantes nocturnos se
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estado transitorio en que la esclavitud empezara en parte a abolirse por s misma sin
el menor decreto legal de abolicin, no poda sino suscitar la inquietud y el
descontento en todos los partidos. Por qu, preguntaban los abolicionistas del
Norte, no incorpora el Presidente al ejrcito cuando menos a los esclavos escapados
del Sur o hechos prisioneros, cuando l, como jefe supremo, podra, con arreglo al
derecho de guerra, tomar medidas mucho ms severas? Por qu, se quejaban por
el contrario los negrfilos de los Estados limtrofes, tratan las tropas tan mal a los
esclavos refugiados o cautivos? Por qu, gritaban los propietarios de esclavos en
los mismos Estados limtrofes, se protege a los esclavos en una y otra lnea de un
modo que infringe los derechos de sus amos? No haba obrado el Sur ms
cuerdamente al prohibir en su nueva Constitucin, no slo el comercio de esclavos
con frica, sino tambin la importacin esclavos del Norte? Con ello, los Estados
neutrales de Centro no tenan ya por qu temer la baja en el precio de los esclavos,
pero, en cambio, era muy posible que ya no lograsen adquirir ms esclavos del Sur.
En medio de estas voces discordantes, cul era el deber de Lincoln? En todo caso,
acall la voz de su corazn y se content con evaluar el pro y el contra como
poltico. Por lo que al Norte se refera, quiz no tena por qu preocuparse, pues en
aquellas regiones donde consiguiera soldados haba al final tantos demcratas
enemigos de los esclavos como republicanos amigos de ellos. Libertar a los esclavos
mediante sbitos decretos, como intentaron hacerlo por su propia iniciativa el
general Frmont y el ministro de la Guerra, hubiera equivalido a enajenarse a los
Estados fronterizos, perdiendo as la guerra. Ya treinta aos antes haba advertido
Henry Clay, amigo de los esclavos como Lincoln y en muchos respectos su prototipo:
"Los males de la esclavitud no son nada comparados con los que producira una
liberacin repentina, general y sin distinciones."
Por otra parte, abundaban los Estados neutrales igualmente peligrosos. Desde su
acechadero de Europa mantenan fija su atencin en los Estados Unidos, y la
mayora de ellos, en especial Inglaterra, eran hostiles al Norte. Debido al bloqueo del
Sur, Inglaterra se vea privada de casi todos sus suministros de algodn, y
difcilmente habra conseguido Lincoln ganar su buena voluntad, siendo como era
motivo de la guerra el mantenimiento de la Unin, formada en un principio contra
Inglaterra y aun hoy da perjudicial a sus intereses; pero, por otra parte, si tomaba
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el abolicionismo como divisa, era casi seguro que los puritanos ingleses no podran
declararse partidarios de los esclavistas.
No obstante, en medio de todos sus clculos, la horrible situacin de aquellos
hombres negros le afectaba tan profundamente, que no se senta inclinado a
discutirla en el Gabinete, y ni aun siquiera con Seward. As, prefiri escribir a Speed,
con el que ya anteriormente discutiera el problema de la esclavitud, y que por aquel
entonces fuera su hombre de confianza en Kentucky. Parece, sin embargo, que
habl a menudo sobre el particular con Sumner, desarrollando la idea de que los
mismos Estados limtrofes deberan proponer la compra de esclavos por la Unin,
con lo cual todo lo dems se resolvera por s solo. Como vemos, esforzbase por
encontrar una solucin de carcter tradicional. Esperando comenzar con Delaware la
liberacin lenta, con indemnizacin de los propietarios, escribi particularmente a
algunos senadores que se oponan a la idea, procurando hacer ver claro a stos y a
la Prensa, que la compra de todos los esclavos en cuatro Estados limtrofes costara
a la Unin tanto como haban costado 87 das de guerra. Al impaciente Sumner le
dijo que haba que esperar hasta que una declaracin as no corriese el peligro de
dividir interiormente el Norte. Pero cuando Sumner, que echaba en cara a Lincoln las
vacilaciones, como ste echara en cara a sus generales la tardanza en avanzar, le
aconsej ofreciera la liberacin como un regalo de Ao Nuevo, al comenzar 1862, al
Congreso y al pas, y tratara de seducirlo con el espejo de la gloria que as ganara,
Lincoln le interrumpi vivamente con las palabras: No hable usted ms de eso! De
sobra s que jams se olvidar el nombre que aparezca asociado a ese acto."
sta es la misma voz que a los veintiocho aos declaraba que no se debe morir sin
dejar impreso su nombre en el mundo, y que ya a los veinticinco se exaltaba
admirando a los hroes de la Historia. En lo ms recndito de su alma arde aquella
ambicin desmedida que, treinta aos antes, en plena adolescencia, le llevara a
asegurar que el simple silln presidencial no bastara a contentarle. Hele, pues,
ahora, a vueltas con un problema que afecta a la humanidad. Imaginmosle
levantando su dedo largo y huesudo frente al elegante Sumner, y corriendo el velo
sobre la pasin que tan hondamente conmueve su corazn con aquellas palabras:
"De sobra s..."
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Estado, dejando a cada uno de ellos en libertad de decidir sobre la esclavitud." Esta
resolucin fue inmediatamente aprobada por el Congreso, prometindose la suma de
300 dlares por cada esclavo libertado, pero ninguno de los Estados fronterizos la
tom en consideracin, siendo recibida con un silencio glacial. Al cabo de cuatro das
de intensa inquietud, Lincoln reuni a los representantes de los cinco Estados y les
habl en trminos apremiantes; pero no consigui nada. No obstante, algo se haba
logrado. Como ante un golpe de Estado, la autoridad suprema haba mostrado su
buena voluntad de proceder despacio, con arreglo a la Constitucin, y mediante el
pago de ciertas compensaciones; pero siempre sobrentendiendo: "Si no estis
conformes, an tenemos otros medios a nuestra disposicin!" A rengln seguido,
unironse radicales y moderados. Todo se puso en movimiento, nuevas rdenes
prohibieron al Ejrcito y a la Marina el apresamiento de esclavos fugitivos, las
Repblicas negras de Liberia y Hait fueron reconocidas, y un peridico pudo escribir:
"Los caones que dispararon contra el fuerte Sumter destruyeron tres cuartas partes
de nuestras lneas fronterizas; este mensaje ha destruido ahora la ltima cuarta
parte."
Por primera vez desde las primeras semanas de la guerra, el Presidente se sinti
sostenido de nuevo por lo deseos de la nacin. Afirmando su radicalismo, sintise al
fin capaz de lograr lo que propusiera catorce aos antes, como oscuro diputado, sin
conseguir siquiera que se discutiese la cuestin: el distrito de Columbia, en el que se
halla situada la capital de los Estados Unidos, fue declarado exento de la esclavitud,
se pag un milln de dlares como indemnizacin a los propietarios de esclavos y se
fundaron en seguida numerosas escuelas y establecimientos para la educacin de los
nios negros.
Pocas semanas despus volvise a distinguir otro general por su iniciativa personal,
tan descomedida como insensata. De nuevo lee una maana el Presidente en el
diario que el general Hunter haba lanzado una proclama en el Oeste, declarando:
"La esclavitud y la ley marcial en un pas libre son absolutamente incompatibles: las
personas en... Georgia, Florida y Carolina del Sur que hasta ahora fueron tenidas
como esclavos, son por esta orden declaradas libres para siempre." Por tercera vez!
Tercera protesta y anulacin: "Yo, Abraham Lincoln... declaro que el Gobierno de los
Estados Unidos no tuvo conocimiento alguno de la intencin del general Hunter de
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que,
bajo
mi
absoluta
responsabilidad,
me
reservo
para
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sobrevenido la guerra por causa de los negros? Qu ms justo, pues, que stos
ayuden lo que puedan? Qu no sentira l, qu sentimientos amargos no seran los
suyos, al verse, despus de treinta aos de lucha en pro de los negros, atacado por
toda aquella gente, como si en el silln presidencial estuviese sentado un viejo
conservador, un Buchanan, sin la ms mnima comprensin de los nuevos tiempos!
"Seores, replic Lincoln a esta delegacin, yo he puesto miles de fusiles en manos
de los ciudadanos leales de Tennessee, Kentucky y Virginia del Noroeste. Ellos
haban asegurado que podran defenderse por s solos si tenan armas. Yo se las he
dado. Pero, ahora, esta gente no admite la posibilidad de la entrada de los negros en
el ejrcito. Si yo lo hiciera, estos miles de fusiles se dirigiran contra nosotros:
perderamos bastante ms de lo que ganaramos... No veo esta cuestin como
ustedes. Quiz tengan ustedes razn y yo est equivocado; pero lo nico que puedo
hacer es dimitir en favor de mister Hamlin. Es muy posible que mister Hamlin pueda
hacerlo."
"El Presidente debe de estar poco menos que desesperado", observ una persona
que, por aquel entonces, le trataba con bastante intimidad y estaba bien al corriente
de la situacin. Pero, qu de extrao habra tenido esto? Atacado como una
fortaleza, he aqu que la fortaleza atacada por l, el Sur, ofrece una resistencia tan
terca e invencible como la suya.
Pues al cumplirse el primer aniversario del comienzo de la guerra, slo se haba
logrado algo en el Oeste, y absolutamente nada contra Richmond. Todava McClellan
titubeaba en avanzar directamente, insistiendo en conducir en barcos todo el
ejrcito hacia la pennsula septentrional situada entre los ros York y James. Por
qu vacilaba en obrar? La idea de la guerra civil, ha suscitado en l una falsa
caballerosidad? O es que teme luchar con el maestro que le enseara el arte de la
guerra, con el general cuya fascinadora autoridad todava lo abruma? Protege
indirectamente al enemigo, al que, en realidad, no puede odiar? Lo atraen, acaso,
ms las tradiciones generosas del blico Sur, y preferira, en el secreto de su
corazn, luchar en sus filas? Piensa, como demcrata que es, que mostrndose
ms inclinado a pactar que a guerrear lograr que los dos partidos lleguen a un
convenio, celebrado el cual ser el dueo de la situacin hacindose elegir
Presidente? Sea como fuese, es muy extrao que cuando, por fin, se decidi a
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Tuvo nunca un presidente dilogos semejantes con uno de sus generales vencidos?
Si un soldado hubiese ocupado su puesto, habra usado un tono categrico de
mando; si un civil, habra dejado obrar al ministro de la Guerra. Pero, en este caso,
la naturaleza del Presidente cambia el equilibrio moral. l mismo es uno de los pesos
en la balanza, pues no slo tiene que desempear un cargo, sino que se siente
arrastrado por sus ms ntimos sentimientos y por el deber del gobernante en el
momento de las mayores dificultades para su pas. El pas mismo siente que ha
llegado este momento. La Bolsa de Nueva York registra una baja violenta en los
precios: la depresin cunde por todas partes; y cuando se llama a filas a 300.000
hombres por un perodo de tres aos, se responde al llamamiento con una carencia
general de entusiasmo y la voz popular dice que los reclutas marchan hacia la
trampa de McClellan.
Ha llegado el momento de que Lincoln coja todas las riendas en sus manos. Es l
quien escribe blandas y halagadoras palabras a los gobernadores para que recluten
las tropas necesarias, persuadindolos para que enven rpidamente el nmero
requerido, en vez de ofrecer un nmero mayor para un vago futuro. Es l quien
apacigua celos y rias entre los gobernadores y los generales, y quien se ocupa
personalmente de que haya rabinos en el ejrcito que atiendan al consuelo espiritual
de los soldados judos. Es l quien corre al frente, a los campos de batalla, al
Consejo de Guerra de Potomac; y l quien interroga a los suboficiales, tal vez
porque no confa demasiado en ninguno de los jefes superiores de este ejrcito.
A qu nmero ascienden ahora nuestras tropas?"
Aproximadamente a 80.000; aunque muy bien puede haber una diferencia de
varios millares; con toda seguridad, 75.000."
"Qu tal son las condiciones sanitarias del campamento? Dnde est ahora el
enemigo?"
Cada uno de los oficiales da una contestacin distinta. A rengln seguido escribe a
McClellan sobre las deserciones:
"He odo decir que han entrado en el ejrcito de la pennsula ms de 160.000
hombres. Recientemente, calculamos usted y yo que slo quedaban 85.000,
faltando, pues, 73.500 para formar el total. Creo que el nmero de muertos, heridos
y desaparecidos en todas sus escaramuzas ascendern a 23,500. Por consiguiente,
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50.000 hombres han abandonado el ejrcito en otra forma. De ellos, slo han
muerto 5.000; quedan, pues, 45.000 que seguramente an viven, pero no estn all.
La mitad o dos terceras partes de ellos son aptos para el servicio. Sabe usted algo
ms concreto acerca de esto? Si yo estoy en lo cierto y usted tiene esas tropas,
puede avanzar hacia Richmond en los prximos tres das. Qu puede hacer usted
para recuperar estos hombres y cmo impedir que en adelante deserten en tan gran
nmero?"
El Presidente, un civil, no slo escribe estas cosas, sino que las medita y toma la
iniciativa. No se ha convertido realmente en un general Abraham Lincoln, el
enemigo de la guerra y de la caza, el hombre que nunca matara un animal, y cuya
nica hazaa guerrera fue la salvacin de un indio? Pero, mientras el Presidente
plantea problemas militares al general, ste le escribe cartas polticas. En una carta
privada, escribe el general: "Estoy cansado de servir a locos... Marcy y yo hemos
discutido a fondo con la gente de Washington y estamos de acuerdo en que son una
pandilla de miserables. Comienzo a creer que desean la destruccin del ejrcito."
Lincoln se contenta con tomar el desquite, agregando a si
su respuesta un post-scriptum agudamente irnico: Si alguna vez se siente usted
dispuesto a tomar la ofensiva, nadie le obligar a renunciar a ello."
Luego se dirige a Seward, discute todos los detalles con el ministro de Estado y, al
finalizar una orden escrita, resume su resolucin con esta magnfica frase: "Espero
continuar la lucha hasta vencer o morir, o ser vencido, o que mi presidencia termine,
o el Congreso y el pas me abandonen." ste es el claro mundo ideolgico de Lincoln,
lgico y al mismo tiempo pattico, viril y firme, como la gran mano huesuda con la
que, ante los marineros asombrados, mantuviera vigorosa y tranquilamente el hacha
horizontal, buen smbolo de lo que ms tarde habra de hacer con el destino de su
pas.
Incesantemente, la guerra apremiaba a decidir la cuestin de la esclavitud; cuanto
peor se presentaban las cosas para los nordistas en el campo de batalla, mayores
eran las probabilidades de los esclavos. Se los necesitaba para sustituir a las tropas
que desertaban, para calmar a los radicales nordistas, para influir en Europa. Cartas
y artculos, amenazas y exhortaciones se multiplicaban. Garrison apremiaba a
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consultar al Gabinete. Ahora, no obstante, habla a sus amigos por primera vez de
estas cosas:
"Tengo que salvar al Gobierno si puedo. Lo que no pueda hacer, lo dejar, como es
natural. Pero bueno ser que sepan que no abandonar el juego sin jugar la ltima
carta. He llegado a la conclusin de que es una necesidad militar, absolutamente
esencial para la salvacin de la nacin, el libertar a los esclavos, si es que no
queremos que nos esclavicen a nosotros mismos."
Libertad o esclavizarse: de este modo se transformaba el fin ideal. Lo que al
principio fuera motivo de la guerra se haba convertido en medio de conducirla, y lo
que deba servir de justificacin moral de la guerra civil ante la Historia, pasaba a
ser un recurso para terminarla. Qu dolorosos pensamientos debieron de conmover
a Lincoln durante aquellos das y semanas, al ver plenamente realizada la paradoja
de semejante desenlace!
Si el Destino le haba dado la misin de realizar sublimes ideales humanitarios, no
dejaba por ello de obligarle a usar de pequeos medios y a dirigir por un momento
sus esfuerzos hacia fines pasajeros, pues slo dando un rodeo, trgico en su irona,
podra acercarse al ideal de su juventud.
Calculaba, en vez de soar. En el Sur, los esclavos cultivaban los campos, de modo
que el ltimo blanco poda ir al frente. Si se les declaraba libres, muchos huiran; las
filas enemigas perderan efectivos, en tanto que las del Norte engrosaran: el Norte
ganara la mano de obra que perdera el Sur. Los mtodos legales, aun empleados
en su forma ms suave, no induciran a los Estados fronterizos a aceptar su plan;
era preciso, pues, que la autoridad militar reemplazase a la del Congreso. No haba
predicho Adams, una generacin atrs, que si alguna vez el Sur llegaba a ser teatro
de una guerra civil o de una rebelin emancipadora de los esclavos, el poder
absoluto permitira al jefe supremo decisiones independientes? Si Lincoln daba ahora
este paso decisivo, hara imposible para siempre aquel convenio sobre el cual se
basaba una paz indolente, que, de otro modo, volvera a oscurecer todo el problema
por el que se haba luchado tan duramente; un nuevo programa moral quedara
establecido y, desde ese momento, cada victoria conseguida en los campos de
batalla sera una victoria sobre la esclavitud.
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Hoy, despus de quince meses de guerra, le pareca posible dar un paso que, al
principio, habra dividido al Norte, pues ste comprenda cuatro Estados esclavistas,
y los demcratas no crean que la cuestin valiese tanta sangre; por otra parte, al
principio no habra sentido detrs de s tan firmemente unida a la mitad de la
nacin. Despus de la victoria, las medidas de guerra podan convertirse en
constitucionales y en ley para el Norte; pero, entre tanto, se hallaba ante una
contradiccin inevitable, ya que se libertaba a los esclavos del Sur y no a los
propios; y los abolicionistas, los campeones de la moral y del humanitarismo,
tendran que sostener o soportar el mal en su propia casa, despus de haberlo
extirpado de los Estados esclavistas del Sur.
Lo que pas en el alma de Lincoln, antes de llegar a una determinacin definitiva, lo
indica una carta que enviara un ao ms tarde a un hombre de Kentucky a quien
apreciaba mucho, y en la que desarrolla sus ideas:
"Por temperamento, soy contrario a la esclavitud; si sta no es una injusticia, es que
la injusticia no existe en el mundo. No recuerdo ninguna poca de mi vida en que
haya pensado o sentido de modo diferente. Y, sin embargo, nunca he credo que la
Presidencia me concediera un derecho limitado para obrar ejecutivamente de
acuerdo con este sentimiento y esta idea. En mi juramento, promet mantener la
Constitucin, apoyarla y protegerla con todas mis fuerzas. No poda ocupar este
cargo sin hacer este juramento; tampoco poda pensar en prestar el juramento para
subir al Poder y violar aqul por el ejercicio de ste. Comprend que este juramento
me prohiba prcticamente obrar en tiempo de paz, por lo que se refera a la
cuestin moral de la esclavitud, con arreglo a mi juicio abstracto. Deberamos
perder la nacin para proteger la Constitucin?
"Segn la ley natural, deben defenderse el cuerpo y los miembros; sin embargo, a
menudo se amputa un miembro para salvar el cuerpo; pero lo que nunca podr ser
prudente es entregar el cuerpo para salvar un miembro. Yo creo que medidas en un
tiempo
anticonstitucionales
pueden
transformarse
en
leyes
cuando
son
imprescindibles para salvar a la nacin, justa o falsa, acept esta posicin y hoy soy
partidario de ella... Cuando en mayo y junio de 1862 hice juiciosos y sucesivos
llamamientos a los Estados fronterizos en favor de la emancipacin gradual, crea
que slo esta medida poda impedir an el que la liberacin tuviera que hacerse por
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que
significaba
el
juramento
del
cargo;
repetidamente
haba
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esclavistas cuya poblacin no se halle en rebelda contra los Estados Unidos; que los
Estados podrn adoptar voluntariamente la inmediata o gradual abolicin de la
esclavitud dentro de sus respectivos lmites; y que se continuar el ensayo de
colonizar a los descendientes de africanos, con su consentimiento, en este u otro
continente, obteniendo previamente la venia de los Gobiernos respectivos.
"Que el 1 de enero de 1863, toda persona tenida como esclavo en cualquier Estado
o territorio cuya poblacin se halle en rebelda contra los Estados Unidos ser libre
desde entonces y para siempre... El 1 de enero indicar el Ejecutivo, por medio de
una proclama, los Estados o parte de Estados cuya poblacin se halle en rebelda
contra los Estados Unidos."
Sigue la prohibicin a todos los oficiales de utilizar las fuerzas a su mando para
apoderarse de los esclavos fugitivos y devolverlos a sus antiguos dueos. El que se
encuentre como esclavo en los distritos conquistados, "ser considerado como
prisionero de guerra, considerado libre de su esclavitud y nunca ms podr ser
reducido a ella".
Tratbase, realmente, de un pueblo que agotaba sus energas en la lucha entre
esclavistas y negrfilos. La ria se haba convertido finalmente en guerra civil y los
blancos se mataban a millares por causa de los negros. Pero he aqu que cuando,
despus de larga espera, llega el momento de libertar a los negros por orden del
partido abolicionista, a quin beneficia la gran frase? No a los esclavos de los que
se llaman a s mismos sus amigos, sino a los esclavos de aquellos esclavistas
situados al otro lado de la lnea de fuego, a los esclavos sobre los cuales los
nordistas no tenan, en realidad, poder alguno. A tal insoluble problema haba
llegado el ms clarividente y noble pensador de la nacin, pues si bien poda luchar
con la espada por su solucin, no poda zanjarlo de un tajo. La lgica de los hechos
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coloc a Lincoln en una situacin en que se vea obligado a cargar a los esclavos de
sus amigos con las cadenas que quitaba a los esclavos de sus enemigos.
El Gabinete qued asombrado. "Esta medida, dijo Stanton, va mucho ms all de
todo lo que yo he propuesto." Cuanto l y los otros podan objetar, ya lo haba
meditado el Presidente. Seward, no obstante, hizo una insinuacin: "Apruebo la
proclama, pero dudo que sea oportuno publicarla en este momento. La depresin
causada en la opinin por los constantes reveses es tan profunda, que temo el
efecto de un paso tan importante, que podra tomarse como la ltima medida de un
Gobierno agotado, como un grito de socorro... Propongo, por lo tanto, el aplazar la
proclama hasta que el pas se halle animado por una victoria, en vez de exponerlo
ahora a un gran fracaso."
Lincoln vio inmediatamente la fuerza de esta objecin. La acept y guard el
documento en su escritorio, en es pera de una victoria.
El hombre que diriga el Sur fue casi tan conocido en su juventud por su hermosura
como lo fuera Lincoln por su fealdad, y puede decirse que posea en general todo lo
que faltaba a aqul; bien es verdad que, a su vez, careca de todo lo que Lincoln
posea.
Mientras Lincoln creca en una atmsfera de pobreza y privaciones, dependiendo en
todo de la fuerza de sus brazos y de su sentido del Destino, abrindose paso como
leador, almadiero, jornalero, dependiente; mientras satisfaca su anhelo de
conocimientos leyendo los pocos libros que la suerte pona en su camino, Jefferson
Davis, poco ms o menos de su misma edad, hijo de un acomodado propietario, vivo
an, reciba la ms cuidadosa educacin cientfica y se adiestraba luego en la
academia militar de West Point como cadete y oficial. Mientras Lincoln aprenda
gramtica sobre el mostrador de una tienda de New Salem, perda a la mujer que
amaba y arrastraba una vida sin finalidad, el teniente Davis se preparaba para
casarse con la hija de un coronel y, poco despus a tiempo que Lincoln, entrampado,
sin ninguna perspectiva, trataba de hacerse abogado, el rico hermano de Davis le
compraba una hacienda y los esclavos necesarios para explotarla con su joven
esposa, en vez de esperar un ascenso como oficial. Apenas pasada la treintena,
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la
Confederacin
durante
su
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breve
pero
memorable
existencia.
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distinto
de
ambos
era
Lee,
una
de
las
ms
distinguidas
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menos que Lincoln, que tema no menos que ste su disgregacin y que, no
obstante, sera llevado por el destino a conducir al ejrcito que intentara destruir la
Unin. Lee estaba libre de la intolerancia de Davis, siendo hombre de temperamento
extraordinariamente indulgente. Por lo que respecta a la cuestin de la esclavitud,
su suegro, a pesar de ser sudista, ms an, a pesar de ser de Virginia, haba
seguido el ejemplo de Washington, procurando una gradual liberacin en el estrecho
crculo que se hallaba bajo su dominio, especificando en su testamento el ao en
que deba manumitirse a sus esclavos.
El temperamento sereno y enrgico de Lee encontr su adecuada ocupacin en el
trabajo propio de un oficial de artillera, en el ms feliz de los matrimonios y en la
educacin ejemplar de sus siete hijos. Sus cartas a su mujer llegaron a ser uno de
los tesoros de la nacin. La pureza de sus rasgos, la nobleza de su apostura, la
perfecta y viril transparencia de su mirada, eran caractersticas de un hombre al que
nunca atorment la ambicin, que declaraba la palabra deber la ms sublime del
lenguaje, que saba inhibirse cuando era preciso y buscaba toda la felicidad en el
equilibrio interno del alma. Ajeno a la fraseologa como Lincoln, pero completamente
apartado del modo de ser de Lincoln, que se someta siempre a la casualidad y lleg
a ser finalmente el instrumento del Destino, Lee se vio relegado en un principio a la
funcin de oficial del Estado Mayor ms que a la de jefe de tropas en campaa; ms
a la educacin de los cadetes de West Point que a dirigir los ataques de la caballera;
aunque verdad es que, a pesar de haberse distinguido por su valor personal en la
guerra contra Mjico, detestaba en realidad la guerra tanto como Lincoln. "Mi
corazn sangraba por los habitantes, escriba a su casa, despus de la toma de una
fortaleza. No me preocupaba tanto por los resultados, pero me era horrible pensar
en las mujeres y los nios... No te puedes figurar qu espantoso espectculo es un
campo de batalla." El mayor estratega de Amrica era un pacifista en su corazn.
En qu torbellino de sentimientos hubo de verse lanzado hombre semejante cuando
comenz a vacilar bajo sus pies el terreno sobre el cual construyera su vida! La
integridad de la Unin amenazada! Para Lee, esto era un choque no menor al que le
hubiese producido el saber que su mujer le era infiel o que uno de sus hijos haba
cometido un crimen. Como soldado, no se haba permitido ninguna lnea de accin
poltica; como puritano y heredero de las ms libres tradiciones, haba vivido
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Le
mueve
el
deseo
instintivo
de
salvar
su
pas
natal,
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En el servicio activo, era muy diferente de Lincoln, pues su sentido del deber lo
haca absolutamente inflexible. En vano le pidi el capelln clemencia para cuatro
desertores. Jackson callaba.
!General, piense en su responsabilidad ante Dios!", insista el clrigo.
Al or esto, el general despidi al prroco con esta ruda exclamacin: "Esto es
asunto mo; ocpese de los suyos."
Esta aparente dureza quedaba redimida con un incomparable valor, valor que crea
recibir directamente de Dios, pues "mi fe me ensea a sentirme tan seguro en la
batalla como en la cama. Dios ha determinado el momento de mi muerte. Yo no me
ocupo de ello, pero estoy siempre preparado".
Esta muerte lleg a l de un modo cruelmente irnico. El hombre que haba sido tan
querido por cuantos sirvieran bajo sus rdenes, fue alcanzado por las balas
extraviadas de sus propios soldados; y todava cay una vez ms de la camilla en
que le llevaban a la ambulancia, por haber sido herido uno de sus portadores. Tan
tortuosos caminos necesit el Destino para obrar sobre un fervoroso devoto. Muchos
opinaron que sin su muerte la guerra hubiese tenido otro resultado. En realidad,
este resultado dependa de otros factores que la muerte o el error de un jefe
individual. La superioridad numrica y el bloqueo seran los que ganaran finalmente
la victoria. Pero tenan que pasar los aos antes de que esto sucediese.
Invisible entre ambos partidos estaba Europa, favorable en general al Sur. Durante
dos aos, Napolen III estuvo
dispuesto
azaroso y
entonces:
ms tarde admiti que sus simpatas estaban del lado en que luchaban los miembros
de su propia casta, los terratenientes del Sur. Entre los potentados del viejo mundo,
slo el Zar favoreci abiertamente al Norte; habiendo abolido la forma rusa de
esclavitud en el momento en que justamente estallaba la guerra, encontr en ello
pretexto para una poltica pro Unin y una mscara moral para una poltica
fundamentalmente anglfoba.
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Pues era inevitable que Inglaterra, cuya actitud, en caso de intervencin, sera
decisiva, se inclinase a favor del Sur. El mundo de los negocios britnico tena en el
Norte un competidor cuya prosperidad no era de desear, en tanto que en el Sur
tena un abastecedor cuyo principal producto, el algodn, era retenido por el bloqueo
nordista, amenazando de muerte con ello a la mayor industria de Inglaterra. Los
historiadores no vean razn alguna para censurar la separacin del Sur, ya que,
slo ochenta aos antes, todo el pas se haba separado de la madre patria. Los
polticos tenan que ver con gusto la disgregacin de un poder que, de permanecer
unido, podra disputar medio siglo despus a Inglaterra el dominio de los mares.
Hasta los moralistas fueron, algunos de ellos por lo menos, campeones del Sur; bien
por ser ste el partido ms dbil; bien, como Gladstone, porque consideraban
insensata la causa de la guerra; bien, como Dickens, porque ninguna causa justifica
una guerra. Disraeli se mantuvo discretamente neutral, pero Darwin, Tennyson,
John Stuart Mill, salvaron el honor del nombre ingls con su decidida simpata por
los esclavos y sus libertadores. Y estos hombres ilustres fueron apoyados, no slo
por buena parte de la intelectualidad burguesa, sino tambin por la totalidad de la
clase obrera, que, a causa del cierre de las fbricas, se vea reducida al hambre,
pero que comprendan, no obstante, que la libertad es cosa que no depende slo del
color de la piel.
Tal era la tendencia general de las simpatas inglesas, cuando un audaz oficial de la
marina del Norte detuvo y abord a un vapor ingls, el Trent, que haca poco
zarpara de La Habana, y sac de l a la fuerza a dos delegados enviados a Europa
por la Confederacin. La guerra pareca entonces inminente; ya tenan los enemigos
del Norte una razn para lanzarse a la lucha. Pero, mientras Londres y Nueva York
cambiaban homricas amenazas a travs del Atlntico, exigiendo los unos la libertad
de los delegados o la guerra y aclamando los otros al hroe naval, Lincoln
permaneca tranquilo. Contra la opinin de algunos de sus enfurecidos ministros,
reconoci, como ya lo hiciera en el asunto de John Brown, que la exageracin era un
grave error, acept la situacin histrica con su inversin de papeles y decidi
desafiar una vez ms la impopularidad.
"Temo que los traidores sean elefantes blancosx. Debemos atenemos a los principios
americanos concernientes a los derechos de los neutrales. Hemos combatido a la
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consecuencia fue que los agentes del Sur, cuando por fin llegaron a su destino, slo
tuvieron una fra acogida. Una vez ms, Lincoln salvaba al pas en uno de los ms
crticos momentos de la guerra.
Con no menos cautela obr en su administracin de los territorios reconquistados a
la Unin. No haba que hablar siquiera de medidas punitivas. "Los huevos rotos no
tienen compostura. As, pues, lo nico que ahora tiene que hacer Louisiana es volver
a su puesto como antes, dejando a un lado los huevos ya rotos. Mientras ms pronto
lo haga, menos sern aquellas cosas que queden sin compostura posible. Este
Gobierno no puede seguir jugando un juego en que lo arriesga todo sin que el
enemigo arriesgue nada. Estos contrarios deben comprender que no tienen derecho
a intentar durante diez aos la ruina del Estado para luego, al fracasar, volver sanos
y salvos a la Unin. Si ellos quieren pertenecer a la Unin, como antes, permtame
que les haga observar que ste es el momento."
Y dirigindose al gobernador militar de Louisiana:
"D usted al pueblo toda clase de facilidades para expresar su opinin en estas
elecciones... En todo caso, intente usted obtener la expresin de la voluntad de la
mayora... Naturalmente, los elegidos deben ser hombres de carcter, deseosos de
jurar mantener la Constitucin como antao y que estn por encima de toda
sospecha."
Entre tanto, Lincoln esperaba en vano la victoria que libertara su proclama del
encierro en su cajn del escritorio. La situacin militar se haca cada vez ms crtica.
Un nuevo general, Pope, haba sido derrotado por Lee a fines de agosto,
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de
los
acontecimientos,
con
arreglo
indicaciones
slo
por
interpretadas y conocidas.
Propenso por naturaleza a escuchar, a vacilar, a esperar el desarrollo de las cosas,
por segunda vez en su vida se vea arrastrado por una impaciencia ajena a su
temperamento. La primera vez haba sido en Springfield, cuando fuera Presidente
electo realmente, haca tan slo dos aos de ello?, pero sin poder para intervenir. Y
de
nuevo
ahora,
como
jefe
supremo,
igualmente
impotente
contra
los
Toda
suerte
de
influencias
exteriores
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se
hallaban
ahora
en
juego,
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despacho
se
llenaba
de
clrigos,
notables
luchadores
en
la
contienda
abolicionista: "Cuando llegue la hora de proceder contra la esclavitud les dice, creo
que estar preparado para cumplir mi deber, aun a costa de mi vida. Al fin y al cabo,
seores, la vida ha de perderse." De acuerdo con el informe de esta entrevista,
pronunci las palabras con tono triste y cansado, pero sonriendo. Otro da lo visita
un grupo de quince o veinte cuqueros, que le citan sus propios discursos
volvindolos contra l y obligndole a defenderse. Cuando otro visitante observa que
Lincoln parece haber cambiado de opinin, Lincoln le responde resueltamente:
"Admitido. No tengo en mucho a un hombre que hoy no es ms prudente que lo fue
ayer." Y a un entusiasta le dice, en verdadero estilo labriego: "Seor mo, los
esclavos no sern libres por el solo hecho de aprobar un decreto que as lo diga.
Usted puede llamar pierna a la cola de un ternero, pero no por ello tendr el ternero
cinco patas."
A veces, salpica sus palabras suaves con tan secreta irona, que ciertos delegados de
las comunidades religiosas de Chicago no pueden dejar de haber notado:
"Con las ms opuestas opiniones y consejos se han acercado a m una porcin de
sacerdotes, igualmente seguros todos ellos de representar la voluntad divina. Pero
yo tambin lo estoy de que se equivocan en sus opiniones, sobre todo con respecto
a determinadas cosas. Espero no se considere irreverencia ma el que diga que con
mayor motivo podra suponerse que me las revelara a m directamente; pues, si
bien no me hago ilusiones sobre m mismo, mi ms profundo deseo es conocer la
voluntad de la Providencia en este asunto. Y si puedo saber cul es, la ejecutar
hasta el fin. Por desgracia, los das de los milagros han pasado y supongo se me
permitir que no espere una revelacin directa. He de estudiar los hechos reales,
evidentes, del caso, averiguar lo que sea posible y aprender lo que sea justo...
Qu traera de nuevo una proclama de emancipacin hecha por m, especialmente
en nuestra actual situacin? Yo no quisiera publicar un documento que el mundo
entero considerase ineficaz. Podra mi palabra libertar a los esclavos, cuando ni
siquiera puedo imponer la Constitucin a los Estados rebeldes?... Y qu razn hay
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para pensar que esa proclama producira sobre los esclavos un efecto ms grande
que la ltima ley del Congreso, que prometa proteccin y libertad a los esclavos de
los rebeldes que lograran atravesar nuestras filas? No he sabido hasta ahora que esa
ley haya animado a ningn esclavo a pasarse a nuestras filas... He aqu un ejemplo:
despus de la batalla de Bull Run, una comisin de Washington se present en el
campo con bandera blanca para recoger a los muertos y heridos, en tanto que los
rebeldes se apoderaban de los esclavos que trataban de escaparse con nuestros
hombres y los reducan de nuevo a su esclavitud.
"Yo considero este asunto como una medida prctica de guerra, que debe decidirse
de acuerdo con las ventajas o desventajas que pueda ofrecer en nuestra lucha
contra la rebelin... Temo que, si armamos a los esclavos, a las pocas semanas de
hacerlo sus armas pasarn a manos de los rebeldes; por lo dems, no tenemos
armas suficientes ni aun para las tropas blancas... En los Estados fronterizos hay
50.000 bayonetas del ejrcito de la Unin. Sera cosa muy grave el que, a
consecuencia de una proclama como la que ustedes desean, estas fuerzas se
pasasen al enemigo. Cualquiera que sea la voluntad de Dios, yo la cumplir. Espero
no haber herido sus sentimientos por la libertad con que he criticado sus puntos de
vista."
Tan cruelmente despoja a estos pastorales delegados de su ilusin de que la
humana felicidad es el nico asunto que se debate en esta guerra. Podemos
sorprendernos de que desde los plpitos, en libelos y peridicos se hable del
Presidente, acusndole de insensible y enemigo de los esclavos? Podemos
sorprendernos de que se le censure el hablar de la "cuestin negra" y el rehuir el
sentimentalismo grato a las masas? De que en las elecciones sufran los
republicanos grandes prdidas en varios Estados? De que Greely, el influyente
director de la New York Tribune, censure al Presidente en una carta abierta, por la
falta de energa en Louisiana? Lincoln, deca Greely, est "indebidamente influido por
los planes, consejos y amenazas de ciertos fsiles que le aclaman desde los Estados
fronterizos... Nos quejamos de que una gran parte de nuestros oficiales, junto con
muchos voluntarios, hacen ms para mantener en pie la esclavitud que para sofocar
la rebelin".
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guerra. Lo mejor para ambos es, pues, que nos separemos. Yo s que entre ustedes
hay hombres libres que, en mejores circunstancias, no estaran tan inclinados a
abandonar este pas como los que, siendo esclavos, todava pueden obtener la
libertad bajo esta condicin.
"En nuestro pueblo hay, por duro que ello pueda parecer, una repugnancia
manifiesta a que ustedes, los hombres de color libres, vivan entre nosotros. Ahora
bien, si ustedes diesen la seal de partida a los blancos, es seguro que abriran la
puerta de la libertad a una porcin de ustedes. Si hubisemos de entendernos con
aquellos cuyo espritu est todava atrofiado por la esclavitud, tendramos que
habrnoslas con un material poco propicio para comenzar nuestra accin. Si
hombres de color inteligentes, como ustedes, quisieran moverse en esta direccin,
se podra hacer mucho... El mismo general Washington soport ms duras pruebas
de las que hubiese sufrido de continuar siendo un sbdito britnico, pero, no
obstante, era feliz, porque pudo servir a su pueblo y hacer algo por los hijos de sus
conciudadanos, ya que l no los tena... Yo no s los motivos que pueden tener
ustedes para sentirse adictos a nuestra raza; pero no veo ninguna razn para que la
amen. Y, no obstante, le son adictos... Mediten ustedes seriamente esto, no slo por
lo que a ustedes mismos atae, no slo por su raza y la generacin presente, sino
como algo que puede beneficiar a la humanidad entera."
Lincoln en el papel de seductor Aunque podra comparrsele ms bien con don
Juan tratando de persuadir a doa Elvira, despus de libertarla de sus cadenas
amorosas, de las ventajas de la separacin. Obsrvese la sutileza psicolgica con
que da a entender a los negros que ellos mismos deben desear y llevar a cabo una
emigracin a la que, de otro modo, tendra que obligrseles. Realmente la esclavitud
es la mayor de las injusticias, pero este reconocimiento implica que hayamos de
amarnos en seguida?
"Niego, haba exclamado en uno de sus debates con Douglas, que, por el hecho de
no tener una negra por esclava, quiera tenerla por mujer."
Pero, hoy, los negros estn sentados en torno suyo formando crculo y, por primera
vez en su vida, Lincoln es el nico blanco en una habitacin ocupada por hombres
negros; y, aunque parecen bien educados, y a pesar de comprender que tienen los
mismos derechos, todos sus sentidos le muestran claramente las diferencias que
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vuestros sentimientos, pero, por otra parte, os aseguro que la nacin debe a
vosotros y a vuestros iguales mucho ms que a m."
Otras veces, su ingenio le permite habrselas eficazmente con los tontos. En una
revista, un oficial, abrindose paso a la fuerza por en medio de la muchedumbre
para llegar hasta el carruaje del Presidente, se quej de un agravio sufrido,
declarando que su general, que se hallaba presente, le haba amenazado aquella
maana con pegarle un tiro. Lincoln mir un momento a los dos y, luego, dijo al
querellante, en un murmullo confidencial: "La verdad, si yo fuera usted y l me
amenazara de ese modo, no las tendra todas conmigo, pues me parece muy capaz
de hacerlo."
Describiendo la bendicin de una bandera, un testigo de la ceremonia dijo que
Lincoln presentaba dos caras: una de estadista y hombre sabio, mirando hacia el
futuro; otra, de agudo observador, que mide con sus ojos el asta de la bandera,
encontrndola demasiado delgada, como no tard en demostrarse.
- Cuntos hombres tiene en campaa el enemigo? le pregunta un visitante.
- Un milln doscientos mil, responde el Presidente.
- Cielos! Eso es imposible!
- S, seor, un milln doscientos mil, no hay duda. Todos nuestros generales
afirman, cuando son derrotados, que el enemigo era tres o cuatro veces mayor,
afirmacin que yo debo creer. Ahora bien, nosotros tenemos trescientos mil
hombres, y tres por cuatro hacen doce.
Pero, un da, nica vez durante todo aquel perodo de angustiosa espera, Lincoln
perdi los estribos. Tras un ao y medio de esfuerzo diario y continuo, la fatiga le
venci. Una tarde, despus de un da particularmente duro, un coronel, recin
levantado de su lecho de enfermo, se present en su despacho. Segn dijo, su
esposa haba estado cuidndolo en el hospital y luego, al regresar a casa, el barco
que la conduca haba chocado con otro y su mujer haba perecido ahogada.
Habiendo sabido que su cuerpo haba sido encontrado, el coronel haba pedido
permiso para ir a recoger el cadver, pero el ministro de la Guerra se haba negado
a concederle la licencia, atendiendo a la inminencia de una batalla. Lincoln, a quien
el solicitante encontrara solo en su despacho, en mangas de camisa, rodeado de
papeles, sumido en sus pensamientos, le escuchaba en silencio. Pero de repente,
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atacarlo de nuevo", telegrafi Lincoln a McClellan, reforzando esta orden con una
visita personal al campamento. Pero McClellan volvi a su inercia y no persigui al
enemigo.
Por el momento, era ms importante aprovechar polticamente el xito, pues
Inglaterra, dispuesta poco antes a reconocer al Sur como Estado independiente,
encontr motivos para considerar de nuevo su actitud.
La victoria intensific todava ms la intranquilidad de Lincoln. Su momento haba
llegado, deba obrar conforme a su juramento. Por aquellos das, poco antes o poco
despus de la batalla de Antietam, haba escrito las siguientes notas: "La voluntad
de Dios prevalece. En las grandes luchas, cada partido afirma obrar de acuerdo con
ella. Ambos pueden, y uno debe, tener razn. Dios no puede estar al mismo tiempo
a favor y en contra de una misma cosa. Es posible que, en esta guerra civil, el fin de
Dios sea distinto al fin de cada uno de los partidos. Y, no obstante, los medios
humanos, tal como los que ahora actan, son los mejores para lograr su fin. Casi
estoy dispuesto a reconocer que Dios desea esta guerra y que an no quiere verla
terminada. Su gran poder sobre las almas de los beligerantes hubiera bastado para
salvar o destruir la Unin sin necesidad de que luchasen los hombres. Sin embargo,
la contienda comenz, y habiendo comenzado, Dios poda haber dado ya la victoria a
los unos o a los otros. Y, no obstante, la guerra prosigue."
El valor de este monlogo escrito se acrecienta en el caso de Lincoln por lo inslito y
se intensifica por el carcter de la hora en que fue escrito. En l podemos ver su
corazn, el corazn de un filsofo. Ni un solo reproche contra el enemigo, nada que
muestre la presuntuosa seguridad de estar de acuerdo con los designios de Dios.
Las notas ntegras son una larga pregunta, cuya respuesta no parece muy prxima,
y realmente dirase que alguna potencia superior la retuviese. Su escepticismo lo
anima contra todo lo que sucede contra las cosas que, da y noche, consumen sus
energas, y dos veces se interrumpe con aquel "y no obstante" caracterstico de
todos los discursos y escritos producidos por Lincoln desde su juventud y que rebaja
el acorde mayor de su virilidad hasta el tono menor de su melancola.
Con un "y no obstante" rene ahora todas sus energas, pues sea cual fuere la
voluntad del Destino o la idea directriz de la guerra, al menos est seguro de que la
esclavitud es una injusticia y, por lo tanto, debe suprimiese. Cinco das despus de
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de
su
medida,
se
agregan
su
repugnancia
innata
por
las
entienden
que
debe
cambiarse
algo,
recibir
agradecido
sus
sugerencias... S muy bien que otros obraran mejor que yo en este y otros asuntos,
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y si supiese que uno de ellos gozaba de una mayor confianza pblica y viese un
modo constitucional de cederle mi puesto, lo hara. Pero, aunque creo que la
confianza pblica no me asiste ahora tanto como antes, tampoco creo, al fin y al
cabo, que ningn otro goce de mayor confianza. Sea como sea, no hay modo hbil
de poner a otro hombre en mi lugar. Aqu estoy yo, y es mi deber obrar lo mejor que
pueda, asumiendo la responsabilidad de aquello que me parece procedente."
Se comprende la perplejidad, el asombro? No es difcil imaginar el rgido y unnime
silencio de los labios y los ojos de los que le rodean. Ni cuesta trabajo sentir cunto
hay de monlogo en esta alocucin. Por qu menciona la posibilidad de ceder su
puesto a otro? Por qu insiste, casi brutalmente, en que no necesita el consejo de
sus ministros? Porque necesita resumir toda su viril energa para afrontar el gran
problema y tiembla ahora, en el momento decisivo, como un tmido mozalbete
cuando llega el momento de pronunciar la tan largamente meditada y de continuo
aplazada declaracin de amor. Porque, teniendo una naturaleza de poeta, siempre le
impide una accin fogosa su tendencia a pesar el pro y el contra de todo, a buscar a
ltima hora al sustituto que quisiera obrar por l. No obstante, se dice a s mismo:
"Aqu estoy, y debo obrar lo mejor que pueda." O, como dijo poco despus: "Slo
confiando en Dios puedo esperar no haber cometido un error."
Ahora parecen haberle comprendido sus ministros, pues en sus informes han hecho
notar aquel delicado titubeo que precedi a las palabras "mi Creador". La grandeza
del momento y la conmovedora figura de aquel pobre labriego del Oeste que se
propuso libertar a los esclavos parece haber difundido su calor humano a los
espectadores, pues despus de un corto debate les dice, en tono ms vivo, cmo, en
su turbacin y ansiedad, haba cado de rodillas como un nio y haba jurado que, si
el enemigo era arrojado de Maryland, tomara esta victoria como un signo para dar
aquel paso.
Y como si quisiera guardarse de la posibilidad de un cambio de parecer, aquel mismo
da Abraham Lincoln dio a conocer al mundo la Proclama de Emancipacin.
El efecto fue catastrfico. La confusin se propag por todo el Norte, los valores
bajaron en la Bolsa, las elecciones se presentaron adversas, los demcratas
declararon que millares de blancos haban sido obligados a derramar su sangre slo
para que sus compatriotas se vieran ilegalmente despojados de su propiedad. En el
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Sur, nadie movi un dedo; no se necesit movilizar un solo soldado del frente para
vigilar
los
esclavos
emancipados,
pues
stos
continuaron
trabajando
tranquilamente en sus campos, y los diarios del Sur pudieron jactarse de que no
haba nadie que quisiera ser libertado. De Europa llovieron amenazas, y slo una voz
de aprobacin rompi el coro de censura. Miles de obreros de las hilanderas de
Lancashire, cerradas por falta de algodn, miles de hombres que carecan de pan y
techo agradecieron a Lincoln el servicio prestado a la humanidad. Slo ellos
comprendieron a aquel hombre que era su semejante, a aquel hombre conforme a
su propio corazn, al hombre que haba dicho: "Riqueza es el exceso de cosas
innecesarias."
l mismo no se miente ni se hace ilusiones. "Han pasado ya seis das, escribe al
Vicepresidente, y mientras los diarios y las personalidades ms distinguidas alaban
sin restricciones la medida, los cambios han bajado y el reclutamiento es ms lento
que nunca. Si se mira serenamente, el resultado no es muy satisfactorio. Ahora
tenemos menos tropas en el frente que hace seis das. El Norte slo contesta con
buenas palabras, pero las palabras no matan rebeldes... Deseara poder escribirle
ms alegremente."
Nuevas convulsiones en el seno de los partidos fue otra de las consecuencias, pues
estas escisiones de los partidos polticos continuaron existiendo en el interior de
cada uno de los beligerantes. En realidad, slo los abolicionistas convencidos
aprobaron la proclama, pues hasta sus mismos antiguos amigos y correligionarios,
como Karl Schurz, hubieron de criticar a Lincoln. En este sentido, la respuesta de
Lincoln a Schurz proyecta cierta luz sobre algunas de las dificultades que le
rodeaban:
"Se me podran hacer reproches si yo hubiese podido obrar mejor... Pero creo que
no poda hacerlo, y por eso le reprocho a usted el que usted me reproche a m.
Entiendo que ahora est usted dispuesto a aceptar la ayuda de hombres que no
sean republicanos, con tal que sean hombres de corazn. De acuerdo; tampoco yo
deseo a otros. Pero quin podr ser juez de corazones? Si he de abandonar mi
criterio y adoptar el suyo, tambin tendra que aceptar el de otros, y para cuando
hubiese rechazado a todos los que se me aconseja rechazar, no me quedaran ni
republicanos ni de los otros, y ni siquiera usted. Pues tenga la seguridad, querido
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seor, de que hay hombres de corazn que piensan que usted representa su papel
tan mediocremente como usted cree que yo represento el mo.
"Me temo que concluyamos por reconocer que la dificultad est en nuestro caso,
ms que en nuestros generales. No quisiera desanimar a nadie, y menos a los que
simpatizan conmigo, pero debo decir abiertamente que tengo ms necesidad de
xito que de simpata. Me parece que, en el campo, ambas especies han sido muy
semejantes en la accin y en la omisin. Al sellar su fe con su sangre, Baker y otros
republicanos hicieron todo lo que los hombres pueden hacer, pero nada ms de lo
que hicieron Stevens y otros, ninguno de los cuales era republicano y de los cuales
muchos haban sido acusados ante m como amigos de los rebeldes."
Tan embarazoso e intrincada fue durante toda la guerra la actitud de los jefes
polticos, que hasta un colaborador tan adicto como Schurz tuvo que censurar al
Presidente o, por lo menos, quejarse de l; y el reproche de sus ms sinceros
amigos
ntimos; un par de das despus de esta carta acerba, llama a Schurz, le recibe a las
siete de la maana, junto al fuego, calzando sus gigantes zapatillas, y dndole un
golpecito en las rodillas, le dice: "Y ahora, joven, dgame con toda franqueza si
realmente me considera usted un infeliz tunante, como asegura su carta... Le ha
lastimado mi respuesta? No era mi intencin herir sus sentimientos. Creo que
realmente nos comprendemos uno a otro. Si es as, todo est bien." Luego, Lincoln
le explica sus razones en la cuestin de los nuevos generales.
Por lo dems, la victoria no fue seguida por ningn avance hacia la capital enemiga,
como Lincoln peda en perentorios telegramas y como esperaba la nacin entera. En
vano haba McClellan suministrado un fogoso caballo al Presidente cuando ste
revistara las tropas.
Siendo un excelente jinete, esperaba desacreditar ante las tropas al desmaado
campesino. Pero, cuando el general, rodeado de su brillante Estado Mayor, galop a
lo largo de las filas, acompaado por el redoblar de los tambores, el resonar de las
trompetas y las salvas de los caones, el Presidente, que no en vano haba sido
mozo de granja, soport brillantemente la comparacin, a pesar de tener que llevar
en la mano su sombrero de copa.
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cejas enormes... Todo su rostro estaba impregnado de amargura y sus ojos miraban
a lo lejos... Era imposible reconocer en l al Lincoln de antao..."
Pero el tiempo apremia y, mientras la lucha se paraliza, aquel ao tumultuoso toca a
su fin. Muchos son los que declaran que Lincoln no se atrever a poner en vigor la
proclama. Entre tanto, l prepara los detalles de su ejecucin. Pequeos territorios
del Sur, que no haban hecho causa comn con los separatistas, fueron
exceptuados, de modo que el conjunto todava daba mayor impresin de una
medida punitiva. Al mismo tiempo, se ocupa en nuevas dificultades, cuida y piensa
en los esclavos que se haban de libertar; cmo se podran incorporar al ejrcito,
cmo se podra lograr que los oficiales no los tratasen peor que a los blancos. Se
preocupa por la nigua que corroa los pies y las uas de los negros de Hait, y busca
remedio contra ella. Un predicador negro, a quien llamara para hacerle varias
preguntas, sali en una especie de xtasis: "Me ha tratado como a un hombre; ni un
momento me ha dejado sentir que mi piel tena otro color que la suya."
Como es lgico, Lincoln vea perfectamente el carcter paradjico de la proclama. Y
debieron de ser muy amargos para l los comentarios irnicos de la Prensa inglesa,
que hacan notar que Lincoln abola la esclavitud en los Estados en que su palabra
no tena valor ninguno, en tanto que la dejaba subsistir en donde realmente
mandaba. Nadie mejor que l, que tanto haba dudado, saba sus peligros. Con la
ms expresiva de sus sonrisas, deca: "Somos los cazadores de ballenas que han
conseguido hincar el arpn en el cuerpo del monstruo; pero ahora hemos de estar
atentos al timn, pues, de no hacerlo as, nos expondramos a que un coletazo nos
enviara a la eternidad."
A pesar de haber determinado alistar a los negros libertados en un ejrcito creado
para libertar a los negros, a pesar de verse obligado a mezclar fines y medios de la
manera ms extraa posible, pareciendo libertar a una comunidad de hombres para
enviarlos luego a morir en la lucha, an pudo, en una frase maravillosamente
adecuada y conmovedora, condensar lo pattico de la situacin. Despus de la
victoria, habra "algunos hombres negros que recordarn ms tarde cmo, con
lengua silenciosa, dientes apretados, ojo certero y bayoneta buida, han ayudado a
este gran logro de la humanidad".
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"Las personas declaradas aqu libres debern abstenerse de toda violencia, como no
sea en caso de defensa obligada, y les recomiendo trabajen, en todos los casos
permitidos, fielmente y por un salario razonable.
"Declaro adems, y hago pblico, que aquellos que sean de conducta irreprochable
sern admitidos en el servicio militar de los Estados Unidos, para guarnicin de
fuertes, posiciones, estaciones y otros sitios, y en los navos de la Armada para toda
clase de servicios.
"Y para esta ley, sinceramente considerada como un pacto de justicia y garantizada
por la Constitucin como necesidad militar, invoco el recto juicio de la humanidad y
la gracia de Dios Todopoderoso.
"Para refrendar la cual, pongo abajo mi firma y el sello de los Estados Unidos.
Dada en la ciudad de Washington, el 1 de enero del ao de gracia de 1863, a los
87 aos de la independencia de los Estados Unidos de Amrica."
Cuando Lincoln hubo ledo a su Gabinete este documento, redactado por l mismo,
con la sola excepcin del ltimo prrafo, slo se hicieron pequeas objeciones, entre
ellas una de Chase, que dijo que en una ocasin semejante deba citarse el nombre
de Dios.
"S, he olvidado eso", asinti Lincoln, aadiendo el prrafo. Aquella noche, en la
madrugada de Ao Nuevo, volvi a copiar cuidadosamente el documento. Estaba tan
excitado, que escribi al general Halleck, general en jefe, una spera nota referente
a las querellas entre los jefes militares. "Si usted no me ayuda en una situacin tan
difcil, me falla precisamente en el momento en que necesito su ayuda... Su destreza
militar me es intil si no quiere usted hacer esto." Pero, cuando Halleck protesta,
Lincoln anula su carta el mismo da, anotndola con estas esplndidas palabras:
"Retirada por haber sido encontrada demasiado spera por el general Halleck."
Tuvo que abandonar su escritorio, pues centenares de personas se agolpaban frente
a la Casa Blanca para desearle un feliz Ao Nuevo. Hasta el medioda no pudo volver
a su despacho, diciendo al hijo de Seward, que esperaba la firma, al tiempo que
mojaba la pluma:
"Nunca en mi vida me he sentido tan seguro como ahora, al firmar este papel. Pero
he dado la mano tantas veces a la gente, que tengo el brazo entumecido. Esta firma
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Captulo 5
EL PADRE
Aquel da de noviembre de 1860, cuando el pas entero, grandemente agitado,
votaba en pro o en contra de Lincoln, un individuo delgaducho, de mediana estatura,
y de unos cuarenta aos, de pie tras el mostrador de una tienda establecida en una
pequea ciudad de Illinois, venda suelas y cueros a guarnicioneros y zapateros
remendones, a quienes, al parecer, no inquietaban las elecciones, como quiz
tampoco al vendedor, que, por no llevar an bastante tiempo en el pueblo, no tena
derecho a votar. La casa y el negocio pertenecan a su padre y hermano, con los que
acababa de reunirse, despus de haber rodado sin rumbo por espacio de seis aos,
durante los cuales procur, aunque sin conseguirlo las ms veces, ganar de
cualquier modo su sustento y el de su mujer y sus cuatro hijos.
Cuando tena veinte aos, lo pasaba mejor. Entonces, siendo teniente y, ms tarde,
capitn, se avena perfectamente a su situacin, tanto en tiempo de guerra como de
paz, llevndose muy bien con la mayora de sus jefes que no se avergonzaban de
alternar con l, cosa que sin duda contribuy a que fuera dando al olvido los
desaires de que le hicieron objeto, all en West Point, sus camaradas de la nobleza,
al hijo del curtidor. Soldado entusiasta no lo fue nunca, pero s hombre animoso,
pues ya cuando era un chiquillo de ocho aos ayudaba a su padre en la granja,
montando un caballo con gran soltura y destreza.
Ms tarde, en la academia, y luego en la guerra de Mjico, se hizo famoso por su
maestra en la equitacin.
Pero para disparar, matar y vencer careca de nimos.
Una gran repugnancia por las armas de fuego, unida a un vivo amor por los
animales, mantenan su corazn alejado del oficio de la guerra: esto, y un temor
casi femenino que sinti toda su vida a presentarse desnudo ante nadie, unido a
unas manos demasiado finas para los menesteres guerreros, le haban valido el
apodo de "el Bonito".
Hablando en general, ninguna actividad lo atraa. Su fe en Dios, herencia quiz de su
madre, que fuera una piadosa metodista, le llevaba a confiar ms en la suerte que
en el Destino. Puede decirse que comenz su vida careciendo hasta de nombre, pues
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sus padres no lo bautizaron sino seis semanas despus de haber nacido, y para ello
anduvieron sorteando y barajando nombres, hasta que dieron con los un tanto
estrambticos de Ulises e Hiram. Cuando despus, a los diecisiete aos, un protector
lo matriculara en West Point como Ulises Sansn, el mozo acept sin protesta la
modificacin y su salomnico patronmico qued transformado Para siempre. Este
hombre pacfico, de vida solitaria y despreocupada, en el fondo tampoco amaba a
las mujeres y conviva framente con la suya, hija de un tratante de esclavos, bizca y
fea.
Su nica debilidad era la bebida. Quiz comenzara esta inclinacin a los veintiocho
aos, siendo sargento furriel en la guerra de Mjico; ignorndose las circunstancias
que pudieran llevarle a este vicio, el nico del que nunca pudo librarse, aunque, en
cierta ocasin, fundara una sociedad de temperancia. Y tanto aument su pasin por
la bebida que, a la edad de treinta y dos aos y ostentando ya el grado de capitn,
se vio obligado a abandonar el servicio, a pesar de que en todo lo dems cumpla
como el primero. Con el dinero que le prest un camarada, emprendi el viaje de
regreso a su casa, y en vano escribi su padre al ministro de la Guerra implorando
clemencia para su hijo. Es de presumir que, diez aos ms tarde. aquel jefe, que se
llamaba Jefferson Davis, haba de arrepentirse de su negativa, ya que con este
simple acto de indulgencia pudo haberse atrado al hombre que, tal como se
urdieron los acontecimientos, hubo de escoger el Destino para el aplastamiento de la
Confederacin del Sur,
Lo cierto es que, en los aos siguientes, el desdichado ex oficial, fuera de su centro
y entregado por completo a la bebida, prob fortuna por todos los medios
imaginables, sin llegar a alcanzar nada. Se hizo granjero, y tuvo que dejarlo; e
igualmente se vio obligado a abandonar un negocio de lea que iniciara en las
cercanas de San Luis; sucesivamente, trat de ser corredor de fincas, ingeniero
rural, cobrador de deudas atrasadas, etc., sin hallar arraigo en ninguna parte. Por
fin, haba fondeado en el hogar paterno y, a no ser por un extrao cambio de
fortuna, all se habra quedado ya para siempre, totalmente ignorado, pese a sus dos
maravillosos nombres.
Mas he aqu que la guerra hubo de forjarle an otro nombre. Pocos das despus del
primer llamamiento a filas de Lincoln, tena el ex oficial formada una compaa de
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voluntarios y sala con ella hacia Springfield, a fin de que fuese incorporada al
ejrcito. Pero, por el camino, entreg el mando de su tropa a un capitn a quien l
mismo haba enseado la instruccin tiempo atrs y, vestido de paisano, con un
maletn en la diestra y la pipa en la boca, sigui marchando tras sus voluntarios,
como uno de ellos. ste era Grant, que, al primer signo, se apresur a responder al
llamamiento de su bandera, atrado por la antigua meloda de las cornetas, pero sin
el menor estmulo de ambicin ni el ms leve espritu de exhibicionismo. Su modesta
entrada en Springfield, el mismo da en que cumple cuarenta aos, nos hace
recordar a otro hombre que, no obstante ser ya Presidente, haba cruzado aquellas
mismas calles algunas semanas antes tan poco aparatosamente y tan mal vestido
como l. Aunque fuerza es confesar que la reputacin de Grant no era tan buena
como la del otro y que esto hizo tropezara con grandes dificultades para conseguir
volver al servicio, teniendo hasta que pedir prestado a un comerciante el dinero
necesario para el uniforme y el caballo. Tales fueron las circunstancias, por dems
grotescas, en que este hombre entr en la guerra, cuya solucin haba de llegar a
estar en sus manos.
Desde este momento, desplegando todas sus buenas cualidades y gracias a su
seriedad y experiencia, se hizo indispensable, ascendiendo tan rpidamente, que, al
cabo de dos meses, tena a sus rdenes ms de mil voluntarios y, poco tiempo
despus, se hallaba al frente de la regin Sudeste del Missouri y comarcas limtrofes.
En aquella poca, la escasez de oficiales permita a todo hombre capaz escalar con
gran rapidez los ms elevados puestos, y Grant tena en este sentido mayores
probabilidades que ninguno. Su primer xito fue la ocupacin de la pequea ciudad
de Paducah, no como hazaa militar, sino por la publicacin de un documento, que
dio a conocer a sus posibles lectores el tono sencillo, pero firme, de uno de los
nuevos generales. Uno de estos lectores, Lincoln, reconoci inmediatamente las ms
raras cualidades en el hombre que haba redactado la siguiente proclama, dirigida a
los habitantes de una poblacin conquistada:
"Estoy aqu para defendemos contra el enemigo y sostener la autoridad y libertad de
vuestro Gobierno. No tengo nada que ver con ideas ni opiniones; slo me ocupar
de la rebelin y de los que la apoyan. Ocupaos de vuestros asuntos y negocios como
siempre y no temis nada. El vigoroso brazo del Gobierno est aqu para proteger a
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sus partidarios y castigar al enemigo. Tan pronto como se demuestre que os hallis
en estado de defendernos vosotros mismos, de afianzar el poder del Gobierno y de
amparar los derechos de los ciudadanos, retirar mis tropas.
El tono y la conducta de este hombre hicieron tal efecto en el Parlamento de
Kentucky, que el Estado resolvi adherirse a la Unin y Lincoln dijo:
"Un hombre que sabe escribir as, me parece indicado para mandar en el Oeste."
Poco tiempo despus volvi a ocuparse el pas de este nuevo hombre, con ocasin
de la toma del importante fuerte Donelson. Cuando el general enemigo le rog que
le diera a conocer sus condiciones, Grant le contest, en una nota escrita de su
propio puo y letra: "Mis nicas condiciones son la rendicin incondicional." Esto
impuso respeto a aquellas gentes, y el pueblo, haciendo un juego de palabras con
las iniciales de su nombre, empez a llamarlo Unconditional Surrender Grantxi. En
doce meses, el aprendiz de curtidor, que en todas partes fracasara, se convirti en
un general de divisin que tena en su haber la victoria ms importante del ao. A
pesar de las insistentes quejas de los jefes de Grant que quiz beba, de vez en
cuando,
como
antes,
Lincoln,
que
no
le
conoca,
personalmente,
sigui
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Hasta principios del tercer ao de guerra, en abril del 63, no comenz el nuevo
general en jefe su marcha decisiva sobre Vicksburg. Si la guerra hubiera sido
solamente un duelo entre ambos contendientes, es posible que el Sur no hubiese
sido derrotado, o, por lo menos, que se hubiesen necesitado varios aos para
reducir el nmero de sus soldados, aprovechando la superioridad numrica del
Norte. El factor decisivo fue el bloqueo, que impeda al Sur toda importacin de
primeras materias y armas de Europa, as como la exportacin de sus propios
productos, pues no tard el Sur en tener slo dos o tres puertos por los que, a
despecho de la vigilancia del Norte, se haca un reducido comercio.
Mientras el Misisipi estuvo libre, dispuso el Sur de un camino por donde recibir de
Europa, a travs de Tejas y Mjico, lino y cereales. Era, pues, de la mayor
importancia desposeer al enemigo de Vicksburg de su principal arsenal y punto de
salida.
De nuevo, como cuando la conquista de Nueva Orleans, hubo que luchar por tierras
y por agua con el auxilio de lanchas camioneras, que operaban en el ro. Grant se
atrevi a cortar sus propias comunicaciones con el Norte y, como Napolen en su
primera campaa de Italia, derrot sucesivamente a dos ejrcitos enemigos en
varias batallas, cerc la ciudad, la siti por hambre, la bombarde furiosamente y
oblig a rendirse, el da aniversario de la independencia, a 30.000 hombres. Cuando,
poco despus, capitul tambin el fuerte Hudson y, tras dos aos de trfico
suspendido, zarp de San Luis el primer buque para Nueva Orleans, escribi Lincoln,
con una potica imagen: "Los signos parecen ms favorables. El padre de las aguas
torna invicto al mar."
Por aquellos mismos das, otro general del Norte oblig con mano fuerte a la fortuna
a ponerse de su parte. Hooker, que desde enero vena reemplazando al vencido
Burnside, haba avanzado demasiado impetuosamente y en mayo sufri una seria
derrota en Chancellorsville, permitiendo a Lee intentar un tercero y ltimo asalto en
tierra enemiga. El jefe sudista se abri camino a travs de Maryland y avanz hasta
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despus lo acertado que fue el golpe de vista del dilettante y lo errado que anduvo
el tcnico.
Por lo dems, Lincoln slo se equivoc respecto a las capacidades de Hooker, pero
no sobre su carcter, que contribua grandemente a mermrselas. Esto lo demuestra
el hecho de que, cuando lo colocara a la cabeza del ejrcito de Potomac, le escribi
una carta tan intensamente escptica, que ms pareca dirigida a un general
dimisionario que a uno recin posesionado del mando:
"Debo decirle, en su propio inters, que hay ciertas cosas con respecto a las cuales
no estoy muy satisfecho de usted. Creo que es usted un soldado valiente y diestro,
de lo cual, como es lgico, me alegro. Creo tambin que nunca confundir usted su
profesin con los asuntos polticos, en lo que har muy bien. Tiene usted confianza
en s mismo, cualidad muy valiosa, si no esencial. Es usted ambicioso, lo que, hasta
ciertos lmites razonables, es de ms provecho que dao. Pero creo tambin que,
mientras dur el mando del general Burnside, se dej usted llevar demasiado de esa
ambicin y contrarrest, siempre que pudo, la labor de su jefe, infiriendo con ello un
grave dao al pas y faltando al ms honrado y meritorio de los compaeros.
"Segn me he enterado, por conductos fidedignos, dijo usted entonces que el
ejrcito y el Gobierno necesitaban un dictador. Y claro est que no fue por ello, sino
a pesar de ello, por lo que le confi a usted el mando. Mas tenga presente que los
nicos que pueden instituir dictadores son los generales victoriosos. As, lo que le
pido ahora es una victoria militar, que ya me atrever yo despus a lo de la
dictadura... Mucho me temo que el espritu de crtica y de poca confianza que
infundi usted en el ejrcito se vuelva ahora contra usted mismo. Yo le ayudar, con
todas mis fuerzas, a corregir ese error, pues ni usted ni Napolen, si viviera, podran
conseguir nada bueno de un ejrcito en el que prevaleciese ese espritu. Y ahora
gurdese de cualquier precipitacin; avance con energa y cautela y... triunfe en
toda la lnea."
se es el nuevo tono de Lincoln, tono que se volver a encontrar en su trato con
generales, funcionarios pblicos, soldados y solicitantes. Ya no es el tono de quien
est aprendiendo y tiene que preguntarlo todo; es el tono de un hombre de
experiencia que va hacindose viejo; es el tono de un padre. En este caso es severo
porque se trata de un hombre que, a pesar de sus debilidades, ha sido colocado en
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una posicin preeminente. Pero, no obstante, a travs de ese tono duro y viril,
suenan los cascabeles de plata del humorismo, mostrando una irona meditada,
caracterstica de quien conoce a fondo al gnero humano y, a pesar de todas las
decepciones, sigue siendo amigo de sus semejantes.
Sin embargo, con cada una de sus fibras, Lincoln permanece en contacto con todas
las alternativas de la guerra. Cuando, un par de meses despus de esta carta, fue
derrotado Hooker, la impresin y el abatimiento del Presidente al recibir la noticia
fueron enormes. Un testigo de aquel momento dice: "A eso de las tres, entr con un
despacho en la mano. Nunca olvidar la desesperacin que se pintaba en aquel
rostro, no ya de color amarillento, como de costumbre, sino gris ceniza, como el
papel que decoraba las paredes. "Lea esto! me dijo. Noticias del ejrcito."
Efectivamente, las tropas haban tenido que evacuar la parte sur del ro, volviendo a
ocupar las anteriores posiciones. El aspecto del Presidente, mientras yo lea en voz
alta aquellas malas nuevas, era lamentable, punto menos que espectral. Con las
manos a la espalda, midiendo a grandes pasos la habitacin, exclam: "Qu dir el
pas, Dios mo! " De repente, detenindose en seco, dio orden de que preparasen
inmediatamente un barco, para ir l, en persona, con Halleck, hacia el lugar donde
deba hallarse a la sazn el ejrcito.
Cuando, poco tiempo despus, se elev Meade a consecuencia de su gran victoria,
pudo advertirse toda la mesura del Presidente en el tono con que le escribe
preguntndole si le sera grato que diese a su desgraciado antecesor, Hooker, un
puesto a sus rdenes: "Dgamelo con toda franqueza, en la seguridad de que no
habr de causarle la menor molestia comunicando a nadie, en todo o en parte, el
contenido de su carta. Quisiera conocer sus deseos antes de tomar ninguna
determinacin. No fuerce usted lo ms mnimo su propio sentir o su criterio por
serme grato."
No obstante, el nico que inspiraba plena confianza a Lincoln entre aquellos jefes
militares era Grant. Al principio haba pedido informes confidenciales acerca de l,
pero no haba tardado en declarar a sus adversarios: "No puedo prescindir de ese
hombre, que sabe lo que es la guerra." Y cuando le hablaban de su pasin por la
bebida, en la seguridad de que esto haba de desagradar a Lincoln, ste les
recordaba la contestacin de Jorge II ante una acusacin semejante contra su
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general Wolfe: "Decidme la marca de su whisky para enviar unas cuantas barricas a
algunos de mis otros generales."
A raz de la conquista de Vicksburg, recibi Grant esta carta: "No recuerdo que nos
hayamos encontrado nunca personalmente, mi querido general. Pero no quiero dejar
de escribirle estas lneas para expresarle mi agradecimiento por el inestimable
servicio que ha hecho usted al pas. Aprovecho, adems, la ocasin para decirle lo
siguiente: Cuando lleg usted a las cercanas de Vicksburg, pens que atacara usted
por retaguardia, y al ver que no lo hizo as, tem que la expedicin fracasara... Ms
tarde, al dirigirse usted hacia el Norte, volv a pensar que cometa usted otro error...
As, deseo confesarle que era usted el que tena razn, y yo el que estaba
equivocado. Suyo afectsimo, A. Lincoln."
Uno de los grandes momentos de Lincoln: nadie saba lo que haba pensado, ni
cules fueran sus dudas; nadie le peda que reconociese su error y, menos que
ninguno, el general victorioso. Pero en su fuero interno, l senta el peso de una
deuda moral que saldar, considerando sus dudas acerca del buen criterio militar de
Grant como un agravio que hubiese inferido a ste. Al ver ahora su brillante
actuacin, siente que debe quitarse ese peso de encima, y como solamente puede
hacerlo mediante una confesin, aunque nadie se la exija y ella pueda perjudicar a
su crdito, si es malignamente interpretada, no vacila en hacerlo as. Sin embargo,
su naturaleza de poeta le hace intuir certeramente los caracteres y sabe con quin
puede aventurar, sin peligro, una confesin de ese gnero.
En esta gradacin y matizado de tonos demostr Lincoln una vez ms aquel
profundo conocimiento del corazn humano, al que slo pona alguna vez en falta su
natural propensin a la bondad.
Estando de acuerdo con la opinin pblica, nada hay que pueda salir mal; sin ella,
nada puede tener xito. As, el que consigue tal armona, hace ms que el que
redacta leyes o dicta disposiciones, pues hace que estas leyes y disposiciones
puedan
no
ser
aplicadas.
Con
esta
idea
fundamental,
genuinamente
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Lincoln, entonces, hizo algo nuevo. No slo revoc la sentencia y puso en libertad al
atrevido, sino que lo hizo conducir directamente al campo enemigo. Un soldado del
Gobierno lo condujo a travs de las filas enemigas, entregndolo a un soldado del
Sur, segn se haba convenido. El efecto de este rasgo humorstico fue asombroso.
En el Sur gritaban con regocijo: "Al fin lleg la contrarrevolucin!" En el Norte se
critic, al principio, muy seriamente y se coment de mil maneras: "Que era un
prisionero de Estado y no de guerra", "que aquello significaba una deshonra para el
pas", etc. Pero Lincoln no se inmut lo ms mnimo, pues saba que contaba con un
aliado ms poderoso que todos los juristas y moralistas: el sentido del humor de los
norteamericanos. Y, en efecto, Vallandigham qued en ridculo.
ste se encontraba ahora entre sus amados enemigos, en una situacin bastante
embarazoso, pues si les aconsejaba que firmasen una transaccin, como era su
deseo, tema que la desaparicin del enemigo hiciera perder influencia a su partido
en el Norte, y si les aconsejaba una invasin de Pennsylvania, es muy probable que
la alarma sirviera para consolidar las fuerzas del Norte. Tena, pues, que contentarse
con el vago consejo de resistir otro ao, al cabo del cual la dinasta Lincoln sera
derrotada en las nuevas elecciones.
El Presidente del Sur, que lo haba recibido bastante amistosamente, no lo tom en
serio, de manera que nuestro caballero andante se embarc en un buque que
logrando burlar el bloqueo, lleg hasta el Canad, desde donde escribi una carta
abierta diciendo que el Sur estaba dispuesto a luchar hasta su ltimo hombre. Pero,
oh decepciones! cuando regres a su patria, Lincoln ni aun le hizo el favor de volver
a mandar prenderlo, a tal punto haba acabado con su influencia el ridculo de la
deportacin. 1 Una vez ms se nos muestra Lincoln en este caso como una brillante
excepcin entre los estadistas, pues, lejos de prevalerse de sus derechos, discute
con el pueblo el pro y el contra de los problemas. As lo hizo en una larga carta
dirigida a un gobernador que le era hostil y publicada a raz del arresto de
Vallandigham, en la que se dice de ste que "no fue preso porque perjudicaba los
propsitos polticos del Gobierno o los intereses personales del general en jefe, sino
porque perjudicaba al ejrcito, del que depende la vida y la fuerza de la nacin... Sin
embargo, permtame aadir que, de haber dependido de m, no s si habra
ordenado el arresto. Sin que ello quiera decir que eludo la responsabilidad, aunque
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creo que, por lo comn, el general en jefe en el campo de batalla es el mejor juez de
lo que cumple hacer en cada caso... Sent mucho que mister Vallandigham hubiera
sido arrestado; o, por mejor decir, sent que hubiese dado lugar a ello; y me servir
de satisfaccin el ponerlo en libertad tan pronto como la seguridad pblica lo
permita. Me atrevo a decir que, a medida que la guerra avanza, parece como si las
ideas y los hechos que, al principio, parecan tan embrollados, se fuesen aclarando y
entrando por cauces normales, de modo que, poco a poco, la necesidad de emplear
medidas violentas fuese desapareciendo". Y millares de lectores de esta carta
sintironse de nuevo atrados por el hombre cuya equidad se vean obligados a
reconocer hasta sus mismos enemigos.
Todos los casos individuales en que entraban en conflicto el Derecho y la poltica los
estudiaba Lincoln atentamente, sin ms gua que su sentido de la justicia. Habiendo
querido el general que mandaba la regin de Missouri desterrar a un sacerdote, el
Presidente llam a ste a su presencia, lo interrog y escribi luego al general:
Despus de haber hablado con l, le dir a usted francamente que creo que, en
efecto, simpatiza con los rebeldes; pero queda en pie la cuestin de si un hombre
semejante, de indudable rectitud moral, que ha prestado tan solemne juramento, sin
que pueda demostrrsela que lo haya quebrantado una sola vez, y al que, adems,
no puede imputrsele ninguna otra falta, puede, sin evidente perjuicio para el
Gobierno, ser desterrado, basndose en la sospecha de las simpatas ocultas." En
este caso, lo mismo que cuando era abogado, demuestra Lincoln su rectitud, pues,
tanto aqu como antes en Springfield, protege a un hombre humilde, en tanto que
deja condenar a un clebre caudillo.
El destinatario de esta carta era Seymour, gobernador de Nueva York, y uno de los
ms encarnizados y poderosos enemigos de Lincoln, debido a las opiniones
diametralmente opuestas que ambos tenan en la cuestin del reclutamiento. Al cabo
de dos aos de guerra, y despus de las ms acaloradas discusiones en el Congreso,
donde haba muchos que consideraban el servicio obligatorio como un ataque a la
libertad ciudadana, qued aqul establecido mediante una ley, que obligaba a los
Estados de la Unin a sufragar los gastos para su sostenimiento, lo cual dio lugar a
nuevas resistencias y rebeliones. Como la nueva ley prometa recompensas para
despus de la guerra solamente a los voluntarios, eran muchos los que se sentan
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atrados por este cebo; a los restantes se les obligaba, aunque permitindoles que,
mediante unos cientos de dlares, comprasen un sustituto que cobraba el dinero,
aprenda la instruccin y, a la primera oportunidad, desertaba.
Seymour, que, en la ciudad ms grande de la Unin, trabajaba contra el
reclutamiento, fue invitado por Lincoln a una entrevista, y slo al cabo de tres
semanas le contest que le escribira, lo que no hizo al final, deseando no
comprometerse entablando relaciones directas con el Presidente de los Estados
Unidos, razn por la cual tampoco hubo de contestar a la invitacin de Stanton.
Cuando, al verano siguiente, estall en Nueva York una rebelin, dirigida por
extranjeros, para impedir el reclutamiento; cuando, durante cuatro das, los
asesinatos y los incendios asolaron la ciudad; cuando las masas desenfrenadas
colgaban y quemaban a los negros, llegando hasta a incendiar un asilo para nios de
color hurfanos, el gobernador tuvo el descaro de llamar amigos a toda aquella
muchedumbre de forajidos, contentndose con aconsejarles que se tranquilizasen,
que ya los ayudara l a conseguir lo que deseaban. Tales eran las condiciones y el
estado de nimo de la gran metrpoli del Norte era especialmente sintomtico de la
situacin- en que Lincoln tena que llevar adelante la guerra.
Otras veces, la clera y los desengaos, rompiendo las vallas de su paciencia, se
desbordaban con estruendo de torrente y fragor de tempestad, como sucedi un ao
ms tarde, cuando se amotin Chicago contra un nuevo reclutamiento. El director de
"La Tribuna de Chicago", con otros dos ciudadanos ms, fueron a hablar a Stanton
para impedirlo. Despus visitaron al Presidente y por ltimo, todos juntos, se
reunieron de nuevo con Stanton para interrogar a ste y al comisario de
reclutamiento. Lincoln estuvo e un rato escuchando la discusin; luego, de repente,
levant los ojos hacia ellos, y con ceo torvo les dijo: "Seores: despus de Boston
ha sido Chicago el elemento que con ms ahnco y fogosidad peda la guerra. El
Noroeste ha batido al Sur tan rotundamente como Nueva Inglaterra; por lo tanto,
son ustedes en gran parte responsables de toda la sangre que ha corrido. Ustedes
han clamado por la guerra, hasta que, al fin, la hemos tenido. Ustedes han clamado
por la emancipacin, hasta que yo la he acordado. Todo lo que han querido ustedes,
lo han obtenido. Y ahora salimos con que quieren que se los exima del llamamiento
que he hecho exclusivamente para llevar a cabo la guerra que ustedes mismos han
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querido? Vergenza debera darles! Tengo derecho a esperar de ustedes algo ms.
Vulvanse, pues, a su ciudad y recluten esos seis mil hombres que deben
incorporarse a las tropas auxiliares. En cuanto a usted, Medill, se est conduciendo
como un cobarde. Usted y su peridico han influido ms que nadie, en el Noroeste,
para que se hiciera esta guerra. Pensar que usted, que puede influir sobre tantas
masas, viene ahora pidiendo a gritos que se prescinda de su aportacin, en el
momento en que su causa est en peligro! Vuelvan ustedes a su ciudad y envennos
esos hombres.!"
El efecto de esta escena que, por lo poco frecuente, ni la esperaba nadie de Lincoln,
fue tan poderoso, la justicia fundamental de este enojo y el fervor moral de esta
reprimenda fueron tan grandes, que el miembro de la comisin que nos ha contado
el incidente nos dice tambin cmo qued convencido por el Jpiter tonante en que
acababa de transformarse el irnico amigo del pueblo.
El Sur se haba convertido en una fortaleza. Cerrado el ltimo paso hacia los pases
neutrales, y siendo ya muy pocos los capitanes suficientemente hbiles y osados
para burlar el bloqueo martimo, comenz a sentirse la escasez de todo: de
alimentos, de municiones, de vestidos, etc. Por otra parte, un pas en el que ya no
quedaba apenas sal, donde no haba carbn en invierno ni hielo en verano, donde se
empleaba madera, en vez de cuero, para el calzado; donde los enfermos carecan de
alimentacin adecuada y de medicamentos, un pas en el que el hambre aumentaba
y la guarnicin disminua, por falta de tropas de refresco, no poda librarse de las
revoluciones interiores sino por medio de la dictadura y de un rgimen de estricta
severidad. La recluta de hombres, que ya inclua a todos los comprendidos entre los
17 y 50 aos, permita aqu tambin el empleo de sustitutos pagados, razn por la
cual se proclamaba airadamente que sta era una guerra de ricos, y las nicas
vctimas, los pobres; pero, no obstante, estas manifestaciones se hacan slo a
hurtadillas y en voz queda, pues los particulares, como la Prensa, se hallaban
amordazados con mano de hierro, y el que quisiera darse cuenta exacta de la
moderacin y mesura de las medidas adoptadas por Lincoln no tena sino
compararlas con ley marcial implantada por Jefferson Davis.
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Tan slo en un punto llevaba el Sur ventaja en esta segunda mitad de la guerra: la
resolucin de llevar adelante la lucha era unnime, y casi desconocida la oposicin,
mientras que, en el Norte, los adversarios de la guerra lo llenaban todo con su
estrpito. El espritu de reto obstinado que reemplazaba en el Sur al orgullo de los
primeros tiempos, permaneca todava inclume, llegando a tales extremos, que no
haba el menor afn por el intercambio de prisioneros; con frecuencia hacan lo
posible para impedirlo. As, cuando los miles de hombres del Sur que se hallaban
prisioneros en el Norte llegaban apenas a su pas, eran oficialmente dispensados del
juramento de no tomar nunca ms las armas, mandndolos de nuevo al frente. En
vista de ello, se propuso a Lincoln seguir el mismo procedimiento en el Norte, pero
el Presidente lo rechaz de plano, por considerar que infringa los principios ms
elementales de la moral. Qu, pues, de extrao que el odio, cada da creciente,
tomase por blanco especial a los prisioneros? Las crueldades que se les infligan eran
tan terribles, que el Norte comenz a horrorizarse de las represalias. Especialmente
abominable era el trato concedido a los negros hechos prisioneros por segunda vez,
siendo fusilados en ocasiones compaas enteras sin el menor sumario, a fin de
sofocar este peligro, el mayor de todos, por medio del terror. Irritados por las
noticias de tales atrocidades, algunos generales del Norte, como Butler en Nueva
Orleans, trataron a su vez brutalmente a los Estados conquistados, y la conducta del
ejrcito de Sherman, en su marcha desde Atlanta hacia el mar, rebasa en sus
excesos a todas las represalias.
La naturaleza de esta lucha, como guerra civil, fue tomando en el transcurso de los
aos apariencias cada vez ms paradjicas. Asociaciones secretas, que se llamaban
"Hijos de la Libertad", "Caballeros del Crculo de Oro". "Orden de los Caballeros de
Norteamrica". etc., atraan con sus vagos principios de moralidad a la gente
inadecuada; pero, como tenan armas y se dedicaban al espionaje, resultaban un
factor de importancia, y haba que contar con ellos. Lincoln y su Gobierno se
hallaban al corriente, mediante sus espas en el seno mismo de aquellas sociedades.
De vez en cuando echaban el guante a algn jefe, pero se guardaban muy mucho de
emprender un ataque en toda la lnea. Como siempre, Lincoln procuraba arreglarlo
todo con inteligencia, paciencia e irona, llamando generalmente al enemigo "esos
seores del Sur", e insistiendo, siempre que se le presentaba ocasin, en que el Sur
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no era ningn pas extranjero. La frase: " Arrojad de nuestro suelo a los
usurpadores! " le haba hecho una impresin lastimosa y no haba podido menos de
exclamar al leerla: "Cundo se quitarn nuestros generales esa idea de la cabeza?
El pas entero es nuestro suelo."
Pero esta doble naturaleza de la guerra civil llev tambin muchas veces a Lincoln a
caer en brazos de la sospecha. Como McClellan, habiendo derrotado a su enemigo y
maestro Lee, desaprovechara la ocasin de perseguirlo y perdiera, entre unas cosas
y otras, ms de un ao, Lincoln manifest en conversaciones confidenciales sus
sospechas. Y, ms tarde, cuando Meade, a quien se echaba en cara su inactividad
despus de la victoria, pidi su separacin del servicio, escribile Lincoln como
sigue: "Lamento ahora el haber sido causa de la ms leve contrariedad suya. Pero
me senta en un estado de nimo tan deprimido que no pude menos de expresarle
de algn modo. La verdad es que me he sentido deprimido desde la batalla de
Gettysburg, por lo que se me antojaban las pruebas evidentes de que usted y los
generales Couch y Smith trataban de evitar un encuentro con el enemigo,
procurando hacerle pasar el ro sin ms lucha. Cules eran estas pruebas, es cosa
que ya dir a usted cuando ambos estemos de mejor humor." Siguen luego diversos
detalles sobre posibilidades desaprovechadas, y termina: "Por otra parte, mi querido
general, temo que no se d usted cuenta de la magnitud del desastre que supuso la
escapada de Lee. Lo tena usted a su alcance y pudo haberlo deshecho, lo cual,
unido a nuestros xitos posteriores, habra dado fin a la guerra."
Probablemente, Lincoln obr certeramente no enviando esta carta, pero ello no
quiere decir que hubiese modificado su conviccin interior sobre el perjuicio que
causaban al pas los puntillos de honor mal entendidos y dems sentimentalismos
igualmente equivocados de sus generales. Cuando un hombre tan justo y equitativo
habla de pruebas, puede tenerse la seguridad de que con posterioridad hubiera
llegado a dudar del fundamento de dichas pruebas. Como, por el contrario, ao tras
ao le vemos abrigar sospechas anlogas con respecto a distintas personas que
ocuparon cargos semejantes, podemos inducir, sin temor a equivocarnos, que slo
el deseo de conservar al pas los servicios del general victorioso pudo llevarle en
esta ocasin a guardar para s las referidas pruebas.
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pero
los
cuales
un
persistente
indestructible
sentimiento
de
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Dios quiere, sin duda, mucho al pueblo bajo, pues de lo contrario no lo habra hecho
tan numeroso." Tales fueron las esplndidas palabras, que seguramente no habran
podido ocurrrsele a ningn rico ni a ningn hombre crecido en el estudio, con que
expresara Lincoln en una ocasin sus sentimientos en favor de los trabajadores
blancos y de color. En otra ocasin, dijo: "Me parece que si el Altsimo hubiera
creado una clase de hombres llamados slo a comer, sin tener para ello que trabajar
nada, los habra hecho todo boca y sin manos; del mismo modo que si hubiese
creado otra clase llamada slo a trabajar, sin obtener para nada el producto de ese
trabajo, la habra hecho sin boca y todo manos."
Agobiado Lincoln bajo el peso de las preocupaciones diarias, deprimido por las
alternativas entre xitos y fracasos, envuelto en la intrincada maraa de las luchas
partidistas, que a cualquier otro habran bastado a cansar, en vez de desanimarse
levantaba cada vez con ms fervor sus ojos hacia la estrella que le viniera guiando
en sus esfuerzos y aspiraciones, comprendiendo la necesidad, en medio de todas las
contingencias de orden material, de intensificar cada vez con mayor fuerza la ley
moral de la contienda. En un discurso pronunciado casi al trmino de la guerra, dijo:
"El mundo carece de una buena definicin de la palabra libertad. Todos nosotros nos
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declaramos partidarios de ella, aunque no todos entendemos lo mismo por ella. Para
algunos significa que el hombre puede hacer, consigo y con sus bienes, lo que le
plazca. Para otros, quiere decir que unos cuantos hombres pueden hacer lo que les
plazca con los dems hombres y con el trabajo de estos hombres. Cada una de estas
tendencias es llamada libertad, aunque tan distintas entre s. He aqu otro ejemplo
:Un lobo acaba de hacer presa en el cuello de una oveja, pero viene el pastor, le
arranca la vctima y aleja al lobo. La oveja agradece, naturalmente, al pastor que le
haya salvado la vida; pero el lobo le denuncia como atropellador de la libertad de la
oveja; sobre todo si se trata de una oveja negra." De nuevo una de las imgenes en
que el labriego se convierte en lgico, mientras el estadista, guiado por la intuicin
del labriego, crea as inolvidables parbolas para el pueblo. Estas parbolas son
especialmente afortunadas al referirse a la esclavitud, problema capital de su vida, y
la misma sencillez de ellas las ha convertido en proverbios populares: "Cuando oigo
a alguien hablar en favor de la esclavitud siento un deseo vivsimo de ensayarla en
l personalmente." En una ocasin vienen dos seoras de Tennessee a pedirle la
libertad de sus esposos, prisioneros de guerra. Una de ellas, que visita al Presidente
tres veces, insiste siempre en que su marido es un hombre muy religioso. Por fin,
Lincoln, accediendo a la peticin, contesta a la dama: "Dice usted que su marido es
hombre religioso; pues bien, dgale que, aunque no soy un especialista en materia
religiosa, a mi juicio una religin que incita a los hombres a rebelarse contra su
Gobierno porque ste no ayuda a unos cuantos hombres a comer su pan a costa del
sudor del prjimo, no puede ser la religin con la que se alcanza el cielo." Esta frase
improvisada la llam l mismo, ms tarde, su discurso mejor y ms corto. Otra vez
escribi para una tmbola de caridad, como autgrafo en un lbum: "No he visto
nunca un hombre que por su propio gusto quiera ser esclavo. Pensad, pues, si puede
ser cosa buena lo que nadie quiere para s."
Pero el problema no haba quedado resuelto por la publicacin de la proclama. Nadie
desconoca su valor histrico, y se mand hacer un gran cuadro representando al
Gabinete en aquella memorable sesin, discutiendo Lincoln con el pintor, mientras
posaba como un modelo para su retrato, los menores detalles, como si hubiesen
transcurrido ya cien aos, en vez de slo dos. Pero los extremistas continuaban
desconfiando de l, y Sumner quera introducir rpida y radicalmente la frmula de
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la revolucin francesa: "Todos los ciudadanos son iguales ante la ley"; un proyecto
de ley en el que, como anexo a la Constitucin, se prohiba la esclavitud en los
Estados Unidos, luego de aprobado por el Senado, fue rechazado por la Cmara
popular en el verano del 64. Lincoln, que consideraba su proclama como una medida
de guerra y prevea que el fin de su validez coincidira con la terminacin de la
guerra, quiso entonces, por medio de un anexo, dejar a juicio de los electores el
libertar a los negros del Sur o, mejor an, a los soldados negros.
Pues, entre tanto, como Lincoln previera, el principal objeto de la proclama se haba
alcanzado. Al comenzar el ltimo ao de guerra, combatan bajo las banderas de la
Unin 100.000 negros; y, al terminar la guerra, eran 150.000. Un baldn para los
ciudadanos blancos!, gritaba el Sur; y parte de Europa opinaba lo mismo, sin tener
presente que el Sur tambin admita, sin titubear, en sus filas a otros individuos de
color, como eran los indios, y sin prever tampoco el grotesco giro que el mismo Sur
haba de dar ad absurdum a la cuestin en las ltimas semanas de la guerra. Los
demcratas, por su parte, asediaban a Lincoln, tan pronto atacando como exigiendo
airadamente que retirase la proclama, a fin de asegurar una paz pronta, aunque
precaria. Pero 61 les contest: "Mientras yo est en el Poder no pienso permitir que
vuelva a la esclavitud ni un solo hombre que haya recobrado la libertad, sea en
virtud de aquella proclama o de cualquiera de los decretos del Congreso...
Precisamente quiero que desaparezca lo nico que pudo nunca lanzar a esta nacin
a una guerra civil."
Sin embargo, la primera emancipacin haba trado consigo nuevas dificultades. La
idea fundamental de Lincoln de enviar a los negros, al tiempo que los libertaba,
fuera del pas, previendo el desastre que la mezcla de razas podra entraar algn
da para Norteamrica, le indujo a la fundacin de una colonia experimental en la
costa de Santo Domingo, pero haba tenido la mala suerte de confiar los negros a un
agente que result ser un estafador, cuyos contratos fraudulentos slo consiguiera
anular basndose en el defecto formal de no haber sido sellados como corresponda.
Ms tarde, la proteccin del Estado y la intervencin personal de Lincoln hicieron
posible la repatriacin de los colonos negros a Washington, donde pudieron ser
empleados ltimamente en los campamentos.
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ayudaros a salvarla..., pues pensaba que, si los negros cesan de ayudar al enemigo,
la fuerza de resistencia de ste habr de quedar debilitada en proporcin. No
pensis lo mismo? Yo, por mi parte, creo que, cuanto ms pudieran hacer los negros
como soldados, tanto ms quedaran en libertad los soldados blancos de consagrarse
a la Unin. No os parece que tengo razn? Ahora bien, los negros, como todos los
dems hombres, obran siempre por algn motivo. A santo de qu haran nada por
nosotros, si nosotros no estamos dispuestos a hacer nada por ellos? Si exponen su
vida por nosotros, justo es que lo hagan impulsados por motivos ms poderosos,
incluso por la promesa de concederles la libertad. Y, una vez hecha esta promesa,
fuerza es que sea cumplida."
Tal era la forma socrtico en que Lincoln debata con su pueblo, al tercer ao de
lucha, acerca de los motivos, fines y perspectivas de una guerra que slo mediante
un conocimiento absoluto de las razones espirituales de la misma por parte del
pueblo poda esperar ganar. Pues aquellos millones de labradores, negociantes,
padres de familia, esposas y soldados, que constituyen el pas, requieren esa lgica
precisa y esta manera difana de decir las cosas, y precisamente porque su discurso
no contiene superlativos, ni fraseologa de ninguna especie, pueden seguir un
pensamiento que jams habra logrado formular un hombre del tipo de Douglas, ni
nadie que no hubiese vivido, como Lincoln, durante muchos aos, la vida del pueblo.
Sin embargo, ste es el mismo hombre que, con la voz de un padre sabio y anciano,
se refiere a la cuestin en otro discurso como sigue: "Impulsado por el pleno
convencimiento del deber, me decido a utilizar este elemento de fuerza (los negros).
Me declaro, pues, responsable de ello ante el pueblo norteamericano, ante el mundo
cristiano y ante la Historia, y estoy igualmente dispuesto a responder de ello a Dios
@ en mi final ajuste de cuentas."
bulla
una
muchedumbre
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de
oficiales,
diplomticos
damas
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elegantemente ataviadas. Como esto suceda en marzo del 64 y los das tristes del
invierno haban pasado ya, todo el mundo tena el ms alegre aspecto. Grant haba
tomado Vicksburg. Meade haba derrotado a Lee en Gettysburg, las cosas parecan
tomar un giro favorable, y el pueblo reciba una respuesta al estribillo que corriera
por todo el pas en calles y asambleas: "Abraham Lincoln, danos un hombre!"
Entre tanto, como Lincoln tres aos antes, haca Grant la entrada menos aparatosa
posible en la poblacin, pasando inadvertido cuando en compaa de su hijo
pequeo, que ni aun en el campo de batalla le abandonaba, fue a hospedarse en el
primer hotel que le vino a mano, y cuando, poco despus, como un oficial
cualquiera, se dirigiera a la Casa Blanca, que jams haba pisado. Un vago temor a
las intrigas y escndalos y, sobre todo, el terror a que los polticos trataran de influir
en l, haban mantenido a aquel soldado lejos de la capital. En aquella memorable
ocasin, tampoco se hizo anunciar; ya encontrara l por s solo a Pap Lincoln, cuya
elevada estatura le haca fcilmente reconocible. Por otra parte, no son ms que las
nueve y media, de modo que hay tiempo de sobra. Y siempre es un consuelo que no
est all su mujer abrindose paso a empujones por en medio de aquella
muchedumbre. A los pocos minutos, en efecto, le descubren los ojos agudos de
Lincoln, y al instante son ambos rodeados por la gente y no pueden dar un paso: el
militar menudo y atezado, junto al gigante de largos brazos vestido de frac, ambos
unidos por su gravedad ingnita y por cierto embarazo, que no han logrado vencer,
a pesar de lo acostumbrados que estn ya ambos al mando.
Por fin consiguen aislarse, parapetndose tras un sof. El general es presentado a
mistress Lincoln y a los ministros; pero la gente quiere verlo, y el valeroso general,
no sin cierta emocin interna, tiene que subirse a un sof y aguantar a pie firme una
ovacin. "Aqulla fue la batalla ms dura a que asist en la guerra", confesaba Grant
ms tarde. A fin de prepararle para la ceremonia de investidura del nuevo mandato,
le dio Lincoln a leer el discurso que pronunciara en el solemne acto, dicindole:
"Esto lo hago porque quiz no est usted tan acostumbrado como yo a hablar en
pblico", rogndole que en su respuesta tocase, aunque a la ligera, dos puntos:
primero, algo que atenuase la envidia de los dems generales; y segundo, algo
acerca de la buena impresin que le haba dado el ejrcito del Potomac. Pero
cuando, al da siguiente, tuvo lugar la ceremonia ante el Gobierno en pleno, Grant,
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al leer las pocas palabras que haba garrapateado con lpiz en medio pliego de
papel, pas los mismos apuros que el general Washington cuando su primer discurso
oficial. Sin embargo, en aquellas cuatro frases no haba ni una sola palabra acerca
de los dos puntos que Lincoln le indicara, omisin que slo explica la firme decisin
que haba hecho el general de permanecer absolutamente independiente de los
polticos.
La diferencia no pas de ah, pues mientras los otros aconsejaban a Grant que no
confiase sus planes a Lincoln, aqul se encontr con que ste ni siquiera le
preguntaba por ellos. Despus de una breve conversacin de orden profesional,
haban quedado perfectamente compenetrados, y una gran simpata naci entre
ambos, pero Grant no se hallaba a gusto en aquella ciudad, por lo cual no acept la
invitacin a un brillante banquete organizado por Mary, alegando: "Tengo que estar
en Tennessee en un momento determinado."
"Pero el banquete de mistress Lincoln sera sin usted como una representacin de
Hamlet sin Hamlet."
"Estimo la distincin pero el tiempo es ahora cosa importantsima. Debera estar ya
en el frente, y una comida en mi honor significara un milln de dlares por da de
prdida para el pas."
Cuando se hubo marchado, dijo Lincoln: "No s exactamente. lo que debo pensar de
l. Es el individuo ms tranquilo que he visto en mi vida y el menos aparatoso de
cuantos conozco. Creo que ha estado varias veces en esta habitacin un minuto, o
cosa as, antes de que yo me enterase de su presencia. Pero as ocurre siempre. La
nica prueba de que se encuentra en algn sitio es que hace andar las cosas...
Todos los dems, en cuanto se trataba del plan de campaa, me decan: "No creo
que pueda llevarlo a cabo, pero si usted quiere, lo tratar." De esta forma
intentaban siempre echar toda la responsabilidad sobre m, todos queran que el
general fuese yo. En cambio, Grant ni siquiera me ha dicho sus planes, que no
conozco, ni necesito conocer. Celebro haber encontrado un hombre capaz de
marchar adelante sin m. Los dems, luego de mucho mirar las cosas, acaban
siempre por pedirme, para entrar en campaa, algo que de sobra saban que no
poda darles, declarando que sin aquello jams podra obtenerse la victoria. Por
regla general, pedan fuerzas de caballera. Cuando tom el mando Grant, yo
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preguntarme
si
los
convertiramos
en
fuerzas
de
infantera
los
licencibamos."
Y as, por fin, al trmino casi de la guerra y de su vida, encontr Lincoln un hombre
de su mismo calibre, un igual suyo en sencillez, honorabilidad y penetracin. Al
encargarse Grant del Centro, puso al frente del ejrcito que hasta entonces mandara
a su amigo Sherman, hombre de decisiones rpidas y golpe de vista seguro, oficial
que era tan estricto con sus subordinados como dulce y afable con el mundo, ya
fuesen hombres, nios o animales, y que, hasta despus de las grandes victorias por
l obtenidas a fines de aquel ao, continu reconociendo siempre a Grant como un
maestro y superior. Inmediatamente comenz Sherman a perseguir a Johnston, su
contrario, con fuerzas superiores, obligndole a replegarse paulatinamente hacia
Atlanta, hasta que, por ltimo, en el mes de septiembre, conquist aquella posicin
importantsima, situada en el interior del territorio enemigo, convirtindola en base
de ulteriores operaciones.
Grant, el primer general que no exigi nada al Presidente, porque nada esperaba
conseguir, observ que Lincoln tampoco le peda nada, por esperarlo todo de l. La
siguiente carta de Lincoln a Grant as lo demuestra: "Como seguramente ya no le
volver a ver antes de comenzar la nueva campaa, deseo expresarle, por la
presente, mi entera satisfaccin por todo lo que ha llevado a cabo hasta ahora, tal
como lo veo y entiendo. No conozco los detalles de su plan, ni pretendo tampoco
conocerlos. Usted es de espritu vigilante y certero; y satisfecho con esto, no quiero
en modo alguno poner trabas a su actuacin, ni torcer su criterio... Si le hace falta
algo que yo pueda facilitarle, le ruego que me lo diga. Ahora, con un ejrcito
aguerrido y una causa justa, quiera Dios protegerle." Y aqu encontramos de nuevo
el ltimo y ms hermoso estilo de Lincoln, el acento del padre.
Segn el juicio de los tcnicos, Grant era inferior a su enemigo Lee como general en
jefe. La tctica de Grant era, como l mismo deca, arremeter de continuo contra el
enemigo, buscarlo y hostilizarlo sin cesar, pues el ejrcito del Sur ya no estaba en
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De las nuevas elecciones presidenciales dependa la suerte del pas. Aunque las
ltimas haban agudizado el conflicto, es indudable que este conflicto habra podido
evitarse, de haber mostrado el Sur cierta moderacin. Ahora, la lucha se encontraba
en un momento culminante y la decisin no poda ya tardar mucho, pero esta
decisin dependa de las futuras elecciones mucho ms de lo que dependiera el
comienzo de la guerra de las anteriores. Si sala Presidente un demcrata, es seguro
que no tendra, como Lincoln, que dirigir los acontecimientos, pues su simple
eleccin a principio de noviembre bastara para paralizar las fuerzas del Norte y
reanimar las del Sur, sabiendo como saban ambos que los demcratas tenan slo
por objeto una paz sin victoria. Por el contrario, un Presidente republicano
significara la continuacin de la guerra hasta el completo triunfo. Para Lincoln, esta
alternativa apareca complicada por el hecho de la hostilidad de su propio partido. El
sector radical le odiaba, porque sus vacilaciones, en un principio, le haban impedido
pronunciarse con claridad respecto a la cuestin de la esclavitud, y porque ms
adelante, cuando decidiera la abolicin, lo hiciera as, solamente como una medida
de guerra. Los partidarios de Greely tenan razones personales para desear otro
Presidente que Lincoln, vacilando, al principio, entre el general Butler y el general
Rosencrans, pero decidindose, al fin, por Frmont. Lincoln deca de estos dos
partidos que "cada uno vera la derrota del partido contrario con mucho ms gusto
que la de Jefferson. Realmente, habra que darles de cabezadas unos contra otros".
Con todo, el peor enemigo de Lincoln no estaba en el frente, como estos otros
generales, sino que se sentaba a su lado en la Cmara y hablaba con l todos los
das.
ste
era
Chase,
quien,
como
ministro
de
Hacienda,
haba
servido
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siempre muy distinta. Aqu, a cada uno se nos encomiendan asuntos diferentes de
los que nos incumben; yo, tan pronto presido una junta de asuntos econmicos,
como de cualquier otra cosa; los ministros de Guerra y Marina s-- ocupan tambin a
veces en materias completamente distintas a las de sus respectivos departamentos,
y Seward dirige los asuntos exteriores con escassima ayuda. No hay unidad ni
sistema, fuera del puramente departamental... Cmo podra nadie, en tales
circunstancias, dar a conocer un programa poltico, que slo la unin, la inteligencia
y el valor haran factible?" En trminos parecidos escribi tambin a otro
corresponsal: "El Gobierno no puede continuar como est, pues esto no es un
Gobierno en el verdadero sentido de la palabra. Hay ministros y hay un Presidente:
esto es todo. Este ltimo deja la administracin casi enteramente en manos de los
primeros, y resuelve por s mismo, relativamente, muy pocos asuntos. Aqullos, por
otra parte, obran casi con absoluta independencia unos de otros."
As criticaba Chase, desde dos puntos de vista contradictorios, al Gabinete,
reprochando a la vez al Presidente que fuera demasiado dictatorial y que no lo fuera
bastante; aunque, desde luego, lo nico en que poda tener razn, de cuanto echara
en cara a Lincoln, era en la poca aficin de ste, reconocida por su mismo fidelsimo
Welles, al trabajo sistemtico, prefiriendo tratar las cuestiones con una sola persona
y descuidando, por consiguiente, en algunas ocasiones, informar, como hubiera sido
de rigor, a algunos miembros del Gabinete. Ahora bien, si era permisible el confiar
estas crticas a un cuaderno de notas, como Welles, en modo alguno poda
considerarse
honorable
el
escribirlas,
un
ao
antes
de
expirar
el
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cuenta el bien del Estado, y, en este respecto, no veo que exista motivo alguno para
un cambio."
Y, por el tono fro con que contina, se ve que Lincoln comprenda cabalmente la
situacin: "Quiero, mientras me sea posible, cerrar los ojos a todas las cosas. Chase
es un buen ministro, y lo conservar en su puesto. .. Que es nombrado Presidente?
Muy bien. Ojal no tengamos nunca uno peor! Lo nico que lamento es la forma en
que trata de afianzar su posicin. Tan pronto como ve que algn asunto importante
me ocasiona dificultades y que tengo que adoptar una resolucin molesta contra
alguna persona de influencia, acto seguido se coloca en la oposicin, convenciendo a
la supuesta vctima de que se le hace una injusticia y de que l la habra resuelto en
otra forma muy distinta... Por lo general, cumple su obligacin mejor que ningn
otro. Y digo por lo general, porque se ha vuelto en estos ltimos tiempos tan
intratable y malhumorado, que no se siente satisfecho hasta que se encuentra en un
estado de nimo punto menos que desesperado y ve a todo el mundo en torno suyo
de tan mal humor como l."
Las relaciones entre ambos hombres fluctuaron durante algunos meses. A veces
dirase que le gustaba a Lincoln ver irritado a Chase. En cierta ocasin le pregunt a
un conocido: "Usted se ha criado en una granja, no es cierto? Entonces sabr usted
lo que es un tbano. Pues ver: una vez araba yo, juntamente con mi hermano, en
una hacienda de Illinois. Yo guiaba el caballo y l sostena el arado, pero el caballo
no quera andar. De pronto, sin embargo, ech a correr por el campo, de tal forma,
que, a pesar de mis largas zancas, casi me era imposible seguirlo. Por fin, logr
sujetarlo al final del surco, pudiendo observar que un enorme tbano haba hecho
presa en el pobre animal. De un manotazo lo libr de tal enemigo; y habindome
preguntado mi hermano por qu lo haba hecho, le respond que porque no quera
que nuestro pobre caballo sufriese sus picaduras. Bah, replic mi hermano, gracias
a ellas ha corrido tan bien! De modo que, si mister Chase tiene un tbano
presidencial que le pica, no ser yo quien tratar esta vez de librarle de l, ya que,
gracias a eso, marcha tan bien su ministerio."
Aqu tenemos, sentado en su poltrona, al Presidente de los Estados Unidos, y cuando
habla de su juventud, de cmo "yo araba una vez con mi hermano", el poema de
esta vida se nos revela bruscamente, y tambin la sencilla grandeza de un pueblo en
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que tales recuerdos ms de una vez han podido ser motivo de bendicin para la
comunidad. Tal es el aura del hombre del pueblo del lejano Oeste, una aura que
jams le abandona, y la ingnita gravedad de su aspecto, que hace que, en los
momentos decisivos, hasta los escpticos se pongan de su lado; pues, piensen o
sientan lo que quieran contra l, su seriedad y rectitud, la ponderacin y sagacidad
que aparecen, en los rasgos, cada vez ms manifiestos de su carcter, y la mirada y
el tono paternales con que contempla y se dirige a todo el mundo, y su arte de la
parbola con que siempre llega a lo ms ntimo de la vida de las gentes, todo esto,
amalgamado, le sirve para atraer a los vacilantes y para encadenar slidamente a l
a sus partidarios.
Cul poda ser la razn para que el nombre de este hombre, cuyas disposiciones
eran discutidas, mal entendidas, y casi siempre combatidas, se hubiera, a pesar de
todo, no slo mantenido en el corazn del pueblo, sino echado en l firmes races, a
medida que pasaban los aos? Sencillamente: sus contestaciones, sus discursos y
aquellas cartas abiertas en las que pareca consultar al pueblo. Por eso comenzaron
sus amigos la nueva campaa electoral publicando, a dos columnas, en los
peridicos, "las historietas de Lincoln". Pero nada le fue tan provechoso como lo que
dijo a una comisin que le fue a visitar: "Yo, seores, no me imagino ser el hombre
que ms vale de este pas; pero me acuerdo siempre de aquel cuento de un aldeano
holands que, yendo de viaje, deca a sus acompaantes que no es bueno cambiar
de caballos cuando se est vadeando un ro." Frase formidable, en su fuerza y
brevedad inteligible hasta por la campesina ms obtusa, y lo bastante aguzada para
echar abajo a un leguleyo.
Y s sucedi que, al reunirse la Convencin en Baltimore, aquel mes de junio,
desaparecieron de repente los generales y Chase, acordndose lo siguiente:
"Aprobamos el cierto, el desinteresado patriotismo y la fidelidad a la Constitucin
con que Lincoln ha cumplido los grandes deberes y responsabilidades de su puesto...
y, muy especialmente, su proclama en favor de la emancipacin." Por deseo expreso
de Lincoln, se copi en el programa electoral, como punto capital, la ley
constitucional que legitimaba aquel acto. Era el punto ms peligroso para su
reeleccin, pero l quera, a todo trance, la mayor claridad. Todos los republicanos le
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votaron por segunda vez, con excepcin del delegado de Missouri, el Estado
esclavista que produjera la mayor parte de los radicales.
Los trminos de la aceptacin de Lincoln eran especialmente fros: "El verme
llamado al poder por segunda vez no lo considero, en modo alguno, como una
atencin personal, sino solamente como la expresin del pensamiento general de
que, para llevar a trmino una obra difcil, quiz sea yo ms a propsito que
cualquier otro que no hubiera pasado por tan dura escuela."
Esta vez no haba tenido que llamar en su ayuda al maestro de escuela, como
hiciera cuatro aos antes, al aceptar el nombramiento. De haberlo hecho as,
seguramente que su amigo le habra disuadido de emplear la forma seca y fra de la
tercera persona, que slo poda explicarse como una expresin ulterior de la reserva
que le hiciera evitar toda apariencia de aspiracin al poder. Pues Lincoln, a quien
molestaban las formalidades de la etiqueta, desde el cuello de la camisa hasta la
pose oficial, miraba mucho por su dignidad de Presidente y en modo alguno habra
accedido a rebajarla mostrando la avidez del candidato.
Los demcratas tampoco estaban de acuerdo entre s, pues mientras la mitad quera
continuar la guerra, los otros eran partidarios de terminarla a toda costa.
Vallandigham perteneca a estos ltimos y Seymour a los primeros. nicamente
coincidan en la "conclusin" de que la "guerra era un fracaso". As, ni un derrotista
ni un conquistador habran llenado las condiciones como candidato demcrata.
Lo mejor sera un general destituido, a quien los unos pudieran votar considerando
que la guerra haba sido mal dirigida, y los otros considerando que haba que llevarla
rpidamente a feliz trmino. Mas, quin era el hombre providencial que pudiera
desempear este papel? Huelga decir que McClellan. No era ste la vctima ms
conspicua del partido que gobernaba? Que la guerra hubiese sido un fracaso, es cosa
que no lleg a decir en su discurso, pero s dio claramente a entender que l lo
habra hecho mucho mejor. Ante este dilema, procuraban, l y su partido,
empequeecer las victorias de aquellos doce meses. Y cuando tuvieron la mala
suerte de verse sorprendidos por la noticia de un nuevo avance de Grant, supieron
hacer perfectamente como si no estuviesen enterados. En cambio, el ataque a
Washington de los sudistas, el fracasado sitio de Petersburg y las grandes prdidas y
deserciones, les vinieron como anillo al dedo para sus planes, y desde luego que no
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separarse
de
ella,
derecho
que
el
demcrata
Jackson
negara
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De nuevo, como cuatro aos antes, el verdadero revuelo no comenz hasta despus
del nombramiento de los candidatos, y aquellos meses de verano, los ltimos que
viviera Lincoln, fueron tambin, quiz, los ms tensos de su vida. Por todas partes le
asediaban para que renunciara a la candidatura antes de la votacin. Weed, el ms
importante de los muidores de partido, declar que su candidatura era cosa
perdida, y se pas al bando de su contrario Greely. Los prohombres de partido le
aconsejaron que hiciera inmediatamente proposiciones de paz, a fin de salvar su
candidatura. Dos campeones de la abolicin le llamaron en un manifiesto "el
usurpador atacado del ansia de dominio"; en el Noroeste se plante una sublevacin
para agosto, con objeto de poner fin a la guerra; y hasta l llegaron diversas
comisiones pidindole que dejara el sitio a otro candidato republicano, que deba ser
Grant.
Ya el ao anterior haban dicho algunos peridicos que Grant era el hombre del
futuro. Pero, habindole preguntado un amigo si aquel rumor era cierto, Grant le
respondi por escrito que l estaba empeado en dar fin a una gran empresa y que
no se ocupara en ninguna otra cosa hasta haberla terminado, aunque, por otra
parte, si algn da hubiera de llegar a Presidente, desde luego que no sera en los
das de Lincoln. Por aquel entonces, hubo de llamar Lincoln a este amigo de Grant a
su presencia, pero ste no le comunic la carta de Grant hasta despus de haber
discutido largamente ambos la situacin poltica. "No puede usted figurarse, hijo
mo, hasta qu punto me es grato, le dijo Lincoln, una vez leda la carta. Cuando el
afn presidencial, o como si dijramos el "gusano de la Presidencia", comienza a
roerle a uno, nadie sabe hasta dnde podr llegar la carcoma. Y yo no saba
fijamente si ya haba empezado a corroer a Grant." Y hasta algn tiempo despus no
supo el visitante que la verdadera razn del llamamiento de Lincoln haba sido
precisamente el deseo de obtener de l aquellos informes.
En el mes de julio se celebr una asamblea en honor de Grant, sin tratar apenas de
disimular su verdadero objeto, que era el de nombrarlo candidato. Se suplic la
asistencia de Lincoln a la misma, pero ste escribi: "Desgraciadamente, no puedo
asistir. Aprobar, sin embargo, cuanto contribuya a alentar y sostener a Grant y a
los nobles ejrcitos que tiene a sus rdenes. l y sus valientes soldados estn
pasando actualmente por una dura prueba, y yo confo que en vuestra asamblea
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haris que vuestras palabras puedan convertirse en hombres y espadas para ayuda
de Grant y de los suyos." En este inapreciable comentario, que recuerda a Grant su
cometido, se ve de nuevo el hombre sagaz y cauteloso, que jams abandona su
buido humorismo.
Por otra parte, an no estaba Lincoln muy seguro de que el gusano a que antes se
refera, provocado por las alabanzas y aclamaciones de la muchedumbre, no hubiese
entrado ya en el alma de Grant. Tal es su temor de que ello pueda ocurrir y de las
fatales consecuencias que tendra para la marcha de la campaa militar, que enva
al frente a una persona de toda su confianza, para que inquiera discretamente y le
informe sobre el particular. Pero, a la primera pregunta del confidente sobre sus
designios presidenciales, contesta Grant, descargando un puetazo sobre el brazo de
su silln de campaa: "Presentarme yo candidato? Qu absurdo! Por mucho que
hagan, no me obligarn a ello!" Movimiento de clera extraordinariamente raro en
aquel hombre tan tranquilo.
"Le ha dicho usted eso al Presidente?", le pregunt el visitante.
"No. No lo he credo necesario", respondi; y a continuacin: "Y considero tan
necesario para la causa que sea l elegido, como que el ejrcito tenga xito en el
campo de batalla."
Estas noticias tranquilizaron grandemente a Lincoln, que, al conocerlas, dijo: "Ya le
haba yo dicho a usted que no conseguira convencerle de que se presentase
candidato; por lo menos hasta que haya dominado la rebelin." Pero el caso es que
haba necesitado para su tranquilidad la confirmacin expresa de su presentimiento.
Por otra parte, ya antes de esto haba dicho, refirindose a Grant: "Si toma
Richmond, que sea Presidente, si quiere." La rivalidad de McClellan, al que se senta
muy superior, no le preocupaba lo ms mnimo; pero con Grant ya era cosa muy
distinta; l saba perfectamente que Grant, como soldado, tena importancia pareja
a la de l como poltico: y, adems, era el brazo que su cabeza necesitaba
justamente en aquellos momentos. As, si alguna rivalidad pudo haber, fue
puramente en la intimidad, entre bastidores, sin que jams trascendiera al tablado
electoral; sin contar que las ideas y los objetivos polticos de Grant eran justamente
los que Lincoln haba venido propugnando durante aquellos tres aos. De aqu la
intranquilidad de este ltimo, cuando temi tener al general por contrincante; y de
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ah tambin el peso que se le quit de encima al saber que ste no pensaba sino era
llevar adelante su empresa militar.
Cun distintos debieron ser sus sentimientos con respecto a Chase que, como
hemos visto en la intriga antes referida, traicionara tan burdamente sus confianzas!
Ahora, Lincoln tom la palabra a su ministro de Hacienda, le acept la dimisin, con
que tantas veces le amenazara, y lo dej marchar, en un momento en que
semejante paso por parte de un abolicionista tan notorio no poda dejar de ejercer
una reaccin desfavorable en la lucha electoral. Pero ello no era para arredrar a un
hombre como Lincoln, que hasta se atrevi, en el momento ms crtico del perodo
electoral, a anunciar una nueva leva de tropas. Sus amigos le previnieron con
insistencia del peligro que entraaba la medida, pero l contest: "No, seores! El
pueblo debe saber de qu se trata. Debe saber que mi reeleccin supone el
aplastamiento de la rebelin por la fuerza de las armas. No debemos ser vencidos,
aunque yo lo sea." Con este espritu magnnimo, emprendi la lucha interior al
mismo tiempo que la exterior, declarando pblicamente: "No fuimos nosotros
quienes comenzamos esta guerra; la aceptamos solamente. La aceptamos para
alcanzar un objetivo. Cuando este objetivo est alcanzado, terminar la guerra, y
espero que Dios no pondr fin a ella hasta que se haya alcanzado dicho objetivo."
En este tono viril reconocemos una vez ms la voz del luchador, cuyo papel tendr
Lincoln, el padre, que desempear todava durante unos cuantos meses.
Pues la nueva leva de tropas haba levantado una tempestad por ambas partes. "El
acto arbitrario de un tirano!", clamaban los peridicos. "Ha violado la libertad
personal, la de la Prensa, la de la Constitucin y el derecho de asilo; ha frustrado los
deseos de paz del enemigo y el breve tiempo de su Presidencia le ha bastado para
abusar de todos los poderes colocados en manos de un dictador en tiempos de
guerra. Si Lincoln no es reelegido, har, en el ltimo momento, todo lo imaginable
para arruinar al Gobierno." Su antiguo amigo Sweet, a la sazn en Nueva York,
escribe a su casa lo siguiente: "Los ms encarnizados enemigos de Lincoln van a
convocar una asamblea en Buffalo para designar otro candidato, Seymour, Chase,
Frmont, Wilson, etc. Los demcratas se estn concertando para resistir al
reclutamiento. Esta maana hemos aprehendido tres mil pistolas que deban ser
distribuidas en Indiana. Los demcratas partidarios de la guerra quieren designar en
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sus
pensamientos
melanclicos...
Es
necesario,
magnnimo
simplemente justo impugnar la honradez de sus motivos? Deca: "Yo, que he sido
designado por unanimidad, me veo asediado con insistencia y hasta con vituperio,
para que me retire y deje el sitio a otro. Bien quisiera acceder a ello, si pudiera. No
niego que otro podra quizs hacerlo mejor que yo. Es muy posible, pero por de
pronto, aunque yo me retirase para dejarle el sitio, no es ni mucho menos seguro
que ese otro mejor pudiera llegar aqu. Mucho ms probable es que mis enemigos se
enredasen entre s, y que aquellos que desean mi marcha acabasen por recibir a
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alguien que todava les gustara menos. En ese caso, mi retirada no servira sino para
aumentar la confusin. Dios sabe que he procurado cumplir mi deber en conciencia,
haciendo justicia a todo el mundo y no siendo injusto con nadie. Eso no impide que
gentes que han sido amigos mos, y que deberan conocerme, digan ahora que estoy
posedo por la concupiscencia dictatorial, que en tal o cual cosa he obrado sin
conciencia y que no he vacilado en infligir ciertos perjuicios a la comunidad slo por
mantenerme en el Poder. Y esas gentes que quieren derribarme piensan realmente
slo en el bien de la comunidad? Espermoslo as!"
Entre tanto, haba oscurecido. Cuando trajeron las luces. dice Schurz que vio los
ojos de Lincoln humedecidos por las lgrimas.
Poco tiempo despus, un gobernador aconsej al Presidente que se tomase dos
semanas de vacaciones, para descansar del exceso de trabajo que lo abrumaba
"Imposible! exclam Lincoln. Dos o tres semanas no me serviran de nada. No
puedo escapar a mis pensamientos, y mis preocupaciones me siguen por todas
partes. No creo que sea vanidad ni ambicin, aunque no pretendo estar libre de
estas debilidades. Presiento que en noviembre se decidir
la
suerte
de
esta
gran nacin. Ninguna fraccin del partido demcrata ofrece un programa, pero todas
sus proposiciones haban de tender a la constante destruccin de la Unin."
"Pero mister McClellan es partidario de aplastar la rebelin por la fuerza de las
armas", observa el gobernador. Y Lincoln: "El ms elemental conocimiento de la
aritmtica basta para probar que los rebeldes no pueden ser derrotados con la
estrategia de los demcratas. stos sacrificaran todos los blancos del Norte con tal
objeto. En cambio, nosotros contamos, en la actualidad, con unos ciento cincuenta
mil hombres de color al servicio del Estado, la mayor parte de ellos bajo las armas.
Los demcratas exigen la disolucin de estas tropas y que se d satisfaccin a sus
antiguos propietarios, volvindolos al estado de esclavitud. Los negros que ahora
ayudan all a que aquellos de nuestros soldados que hacen prisioneros escapen, se
convertiran en enemigos nuestros, con la vana esperanza de ganarse la buena
voluntad de sus amos, y entonces tendramos que luchar contra dos pueblos en vez
de uno... Es que queris dar a nuestros enemigos tales ventajas militares que
aseguren su triunfo, para luego atraerlos de nuevo a la Unin mediante halagos,
condescendencias y concesiones? Abandonad todos los puestos actualmente
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asegurarse de sus ministros, para el caso de un posible interregno. Con tal fin,
deberan aqullos firmar el siguiente compromiso:
"Esta maana, lo mismo que desde hace ya algunos das, parece en extremo
probable que este Gobierno no ser reelegido. En tal caso, mi deber ser trabajar
con el futuro Presidente, desde su eleccin hasta la toma de posesin, para el
salvamento de la Unin; teniendo en cuenta que aquel habr asegurado su eleccin
en unos trminos que no habran de permitirle su salvamento ulterior."
Segn el mismo Lincoln declar ms tarde confidencialmente, su deseo era
aprovechar lo mejor posible la influencia de McClellan despus de su eleccin. De
este modo lograra quizs hacerle desistir de su propsito de una usurpacin ilegal
de autoridad, al par que aseguraba a sus antiguos colaboradores.
Pero, cmo arrancar tal promesa a su Gabinete? Se habran hecho, realmente,
amigos suyos aquellos hombres durante los aos que haban trabajado juntos?
Welles y Stanton le eran fieles, aunque celosos el uno del otro, como lo estn
siempre el ejrcito y la marina. "Si Stanton le ha dicho a usted que yo soy un asno,
seguramente que lo soy, pues l tiene casi siempre razn y dice, generalmente, lo
que piensa." Al influyente Blair acababa de destituirle Lincoln en un momento
sumamente desfavorable. Seward, en un principio celoso del Presidente, pero unido
ahora a ste por la antipata a sus colegas, no era, sin embargo, de naturaleza
propia para tener cario a nadie. Por otra parte, el mismo carcter irregular de
Lincoln no era el ms adecuado para hacer un todo homogneo de un puado de
hombres; razn por la cual haba sido siempre su Gabinete una estructura amorfa.
Debera dar a aquellos hombres, entre los cuales haba dos nuevos, y por tanto
desconocidos, tan peligrosa prueba de debilidad? Pero es el caso que necesitaba sus
firmas. Qu hizo, pues? Lleg a la reunin del Gabinete, puso sobre la mesa el
compromiso, escrito en una hoja de papel, plegada de modo que no pudieran leer el
contenido, y les pidi que firmaran sin leerlo. Luego de firmado, lo lacr y se lo llev
consigo.
Que firmaran as, a ciegas @sorprendidos, pero no alarmados, es una de las pruebas
ms decisivas del poder sugestivo de Lincoln. Pues hay que tener en cuenta que
cuando hizo circular as el pliego, para su firma, alrededor de la mesa del consejo,
no se hallaba entre amigos, sino entre funcionarios, de los cuales, dos, como
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los
demcratas
volver
al
Norte,
con
lo
cual
no
haca
otra
cosa
que
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la vida, dentro de las aspiraciones legtimas, es por lo que debe continuarse esta
guerra, que defiende nuestros derechos de la sangre."
El da de las elecciones hallbase Lincoln, como era su costumbre por la tarde, en la
cmara telegrfica del ministerio de la Guerra, rodeado de algunos conocidos. Pero
esta vez no era el avance de sus generales lo que el telgrafo deba comunicarle,
sino el de sus electores; y quiz pensase en aquel otro da, cuatro aos antes,
cuando esperaba, en su casita de Springfield, las noticias de los Estados lejanos y de
las grandes ciudades. Pero, ahora, como entonces, en el corazn de la capital, como
en la villa provincial, al cabo de seis meses de constante excitacin, comprenda que
era preciso conservar la serenidad en el da de la prueba decisiva. Stanton lea los
telegramas, Lincoln les echaba una ojeada y los comentaba. Hasta que hubo unos
minutos de pausa, que aprovech Lincoln para llamar a uno de sus secretarios y
preguntarle: "No ha ledo usted los escritos de Petroleum Nasby?"
"No he hecho ms que mirarlos por encima, contest aqul; y por cierto que me
parecen muy cmicos."
"Bueno, aadi Lincoln, permtanme leerles una muestra." Y sac del bolsillo un
cuaderno amarillo y ley en alta voz las caricaturas polticas de aquel humorista.
Stanton se impacientaba, pero Lincoln sigui leyendo, impertrrito, hasta que
llegaron nuevos despachos; y, una vez ledos stos, an hubo de proseguir con la
lectura de aquellas extravagantes ancdotas. Era uno de esos momentos en los
cuales aquel hombre, tan moderado, necesitaba calmar su tensin nerviosa
bromeando o haciendo chistes, momentos, por lo general, muy poco gratos a las
personas bien educadas de ambos sexos que le rodeaban, pero que a nosotros, al
cabo de medio siglo, nos dan la clave del corazn de este hombre, el ms natural y
sencillo de cuantos han gobernado a sus semejantes.
Por una arrolladora mayora, 212 votos electorales de 233, fue Lincoln elegido por
segunda vez. De los Estados que tomaron parte en las elecciones, slo tres votaron
en contra de Lincoln, entre ellos Kentucky, su pas natal. La diferencia entre las
cifras de esta votacin y las de su primera eleccin se deba a la secesin del Sur.
En la noche que sigui al da de la votacin, habl a la multitud, expresndose en los
siguientes trminos: "Doy gracias a Dios por esta aprobacin del pueblo. Pero, como
creo conocer mi corazn, puedo afirmar que, aunque agradecido a esta prueba de
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Deseo gobernar en tal forma que, al final, cuando haya dejado las riendas y haya
perdido todas las amistades sobre la tierra, me quede cuando menos un amigo
dentro de m." Pero, justamente porque gobernaba ajustndose a esta idea, se le
combata encarnizadamente, y hasta es muy posible que no hubiese triunfado en las
segundas elecciones si las ltimas victorias en los campos de batalla no hubiesen
justificado plenamente su poltica; y porque gobern con arreglo a aquel principio es
por lo que fue, hasta en el Congreso, durante el ltimo ao de su vida, acusado de
haberse excedido en sus derechos y arrogado poderes dictatoriales en relacin con
el espinossimo extremo de la reconstruccin del pas. Su opinin, efectivamente,
vacilaba con respecto a la cuestin de hasta qu punto tena el Congreso derecho a
rechazar diputados y senadores de las regiones reconquistadas, ya se tratara de
nuevos nombramientos o de los antiguos, repuestos en sus cargos, cuestin que an
se tornaba ms ardua al referirse a los Estados fronterizos.
Por lo pronto, este ao, en Missouri, haba resultado indispensable el afiliarse a un
partido u otro; la neutralidad era sospechosa y la propiedad no estaba segura. Por
esta razn, escribi al gobernador dndole un consejo que aun hoy debiera
inculcarse como mxima de oro a todo militar imparcial: "Procure, le deca, que sus
tropas sean lo bastantes fuertes para rechazar los ataques del enemigo, pero no
para molestar y perseguir sin necesidad al pueblo. Es una labor muy difcil, ya lo
s... Procure, sin embargo, hacerlo as, y si le atacan los dos bandos o no le ataca
ninguno, ello ser acaso seal de que ha obrado usted justamente. Pero gurdese
mucho de ser atacado por el uno y alabado por el otro!"
Louisiana, Tennessee, Missouri y Maryland venan, desde el ao 63, pensando en
constituir nuevos Gobiernos para reintegrarse a la Unin. Mas al tratar de ponerlo en
prctica se encontraron con que carecan, casi en absoluto, de antecedentes
fidedignos que les indicasen la forma de anudar nuevamente los cabos sueltos.
Entonces, Lincoln, con la mayor cautela a fin de no resultar autoritario, cosa que los
Estados aisladamente y el Congreso en conjunto no habran sin duda dejado de
echarle en cara, acudi a todas partes, dando consejos y actuando de mediador,
como un padre disfrazado de diplomtico. Aquel mismo verano escribi a un general
de Louisiana: "Aunque yo s muy bien lo que ms le convendra a este Estado, es ya
cosa muy distinta el asumir la direccin. Me servira de satisfaccin que promulgasen
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desacostumbradas,
escriba
posedo
Lincoln
de una impaciencia
Johnson,
gobernador
e
de
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los del Presidente. Y cuando, poco antes de su reeleccin, sin haberlo consultado con
nadie, propuso Lincoln una proclama acerca de la reconstruccin, que llevaba
aparejada una amnista general, media Cmara se alz en contra suya. Segn
aquella proclama, y para disfrutar de sus beneficios, bastaba slo que los
condenados por delitos polticos jurasen cumplir la Constitucin y las leyes y
favorecer la abolicin de la esclavitud. Adems, debera reconocerse como Gobierno
legtimo de un Estado el que, de acuerdo con aquel juramento, fuese reintegrado al
Poder por una dcima parte de los electores de 1860. Pero todos estos planes
parecieron demasiado suaves para la mayora del Congreso, que hizo burla del
perdn propuesto por Lincoln, considerndolo como una debilidad y fuerza es
reconocer que quiz un poco excesiva por aquel entonces esta amnista tan general.
Pero como si presintiera que no haba de quedarle tiempo suficiente para terminar la
reconstruccin despus de la guerra, apresurse Lincoln a realizar lo que ms le
interesaba de todo aquello, a saber: la abolicin de la esclavitud.
"La guerra est casi terminada. Luego es preciso que el Gobierno retire sus fuerzas
de todos los Estados del Sur. Ms tarde o ms temprano, tendremos que retirarlas.
Ahora, lo que deseo de vosotros os lo dir en cuatro palabras: haced cuanto podis,
por todos los medios imaginables, para que los negros, una vez libres, tengan
derecho a votar! Es preciso convertirlos en electores antes de retirar nuestras
tropas. El voto ser su nica defensa cuando hayan desaparecido las bayonetas y
ellos necesiten esa proteccin. Desde aqu preveo ya lo que ocurrir." As es como
hace rumbo, con mano firme, hacia la poca de la paz, que tan de acuerdo est con
su naturaleza; as late aquel corazn consciente de su responsabilidad, al sentirse
solicitado para asegurar la paz entre los hombres.
Esta sutil simpata, fuente de toda su fuerza, que en los primeros aos de guerra,
obligado por las circunstancias, tuvo necesidad de ocultar o, por lo menos, de no
dejar apenas que se manifestase, se exterioriz a ltima hora en toda su intensidad.
Y entonces, lo mismo que en su juventud, este sentimiento alcanzaba, por igual, a
blancos y a negros, razn por la cual ninguna clase comprendi a aquel hombre
mejor que los trabajadores. Vase cmo contesta a un comunicado de felicitacin
que le dirigieron los tradeunionistas de Manchester en una de aquellas magnficas
cartas en las cuales dirase se comunicaba con el mundo en general:
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demasiado cansado para recibir visitas. "No s cmo descansar, deca. Puede que
sea bueno para el cuerpo; pero lo que est cansado en m est muy adentro, y no es
posible llegar a ello."
Con los aos aumentaron los sobresaltos, en vez de disminuir. Cuando en el frente
iban bien las cosas, arremetan contra l, en el interior del pas, los partidos
polticos; si, por el contrario, se gozaba de tranquilidad en el interior, en seguida
disminua el reclutamiento. Y cuando, por rara casualidad, pareca que todo iba bien,
eran los mutuos celillos e intrigas de ministros y gobernadores lo que vena a turbar
al jefe. Adase a eso el diario espectculo de los sufrimientos de la guerra, pues
dentro de Washington, en las colinas de los alrededores, hasta en las afueras, todo
apareca sembrado de hospitales y tiendas para enfermos y heridos, mientras las
filas de camillas parecan desfilar interminablemente ante los ojos del Presidente
cada vez que sala a dar una vuelta.
Le gustaba montar a caballo y era buen jinete.. pero muy duro de mano, por lo que
estropeaba muchos caballos; y, en sus paseos, tanto a caballo como en coche, tena
que atemperarse a las precauciones de Stanton, que lo haca acompaar siempre de
una guardia personal. A veces, cuando iba mal la cosa en el campo de batalla o
cuando un despacho le robaba el sueo, levantbase a medianoche, si era en verano
y estaba en el campo, montaba a caballo y, solo, dirigase al ministerio de la Guerra,
a la merced, en tales ocasiones, de cualquier atentado.
Seran aproximadamente las once de la noche, un da del mes de agosto, cuando los
centinelas del "Hogar del Soldado" oyeron un disparo de fusil, seguido poco despus
del galopar de un caballo. A los dos o tres minutos vean entrar, a galope, al
Presidente, solo y sin sombrero, y ms tarde de lo que tuviera por costumbre. Al
soldado que acudi a ayudarle a desmontar le dijo: "A poco se me desboca. Sali
disparado antes de que pudiera sujetarlo como es debido." El soldado le pregunt
por el sombrero: "Alguien dispar al bajar la cuesta, contest; el caballo se espant
y perd el sombrero." Los soldados y el cabo marcharon hacia el sitio donde se oyera
el disparo y encontraron el sombrero atravesado por una bala. A la siguiente
maana se lo presentaron al Presidente, que lo recibi bromeando, y manifest su
deseo de que no se hablase de ello. Desde entonces, nunca ms sali solo.
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Shakespeare no las he ledo nunca, pero, en cambio, otras las he ledo tantas veces
como cualquier lector profano. Entre stas: Lear, Ricardo III, Enrique IV, Enrique
VIII, Hamlet y especialmente Macbeth. Nada hay, a mi juicio, comparable a
Macbeth. Esta obra es sencillamente maravillosa. A diferencia de ustedes, los
entendidos, considero el monlogo de Hamlet que comienza: "Oh, my offence is
rank" superior al "To be or not to be". Pero perdn por este intento de crtico." Qu
riqueza de contenido en estas lneas fugaces! Con qu modestia trata de quedar
siempre en ltimo lugar! Qu franqueza la suya para confesar lo que no sabe! Y lo
que ms asombra, aunque conociendo su carcter se comprende fcilmente, es que,
respirando aquel ambiente de egosmo de los polticos que le rodeaban, al borde
siempre de un abismo, no necesitase contemplar la semejanza de su propio yo, sino,
antes bien, propendiese naturalmente a la contemplacin de sus contrafiguras y
sintiera, por tanto, un especial amor por Macbeth.
Tambin venan a su espritu ideas excelentes, cuya expresin slo por el azar
afortunado ha llegado hasta nosotros. As, un da que iba de paseo en coche con
unas damas, habindose entablado una discusin acerca de las diferentes clases de
rboles, dijo Lincoln: "Dejadme a m hablar de un asunto que entiendo. Siendo como
soy un hombre de los bosques, todo cuanto se refiere a los rboles me es familiar...
Los rboles, en sus apariencias, son tan engaosos como cierta clase de hombres, y
nicamente el buen fisonomista puede percibir los diferentes rasgos morales antes
que los acontecimientos los hayan desarrollado. No creen ustedes que convendra
establecer en todos los centros de enseanza algo as como una escuela de
acontecimientos, llevada a cabo con arreglo a los ltimos adelantos de los
pensadores? Pues slo mediante un activo desarrollo puede formarse el carcter y
probarse las aptitudes. Ahora me refiero a hombres y no a rboles; stos pueden
ensayarse ms fcilmente que aqullos, y su anlisis cuesta ms barato. Lo que digo
no pasa, desde luego, de ser una ocurrencia; pero cuando hablo de una escuela de
acontecimientos, me refiero a una escuela en la cual los estudiantes, antes de entrar
en la vida real, pudieran pasar ficticiamente a travs de las dificultades y situaciones
necesarias para revelar sus aptitudes y facultades. As, por ejemplo, podra
escogerse, de entre los estudiantes, un soldado invencible, a la altura de la
situacin, o un poltico tan hbil, que nadie pudiera engaarle, etctera. Cosas todas
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aquellos que aqu dieron sus vidas para que la nacin pudiese vivir. Y no cabe duda
que es justo y honorable que as lo hagamos.
"Pero, en un sentido ms amplio, no somos nosotros quienes podemos consagrar ni
santificar este suelo. Los hroes, vivos o muertos, que aqu lucharon, lo han
consagrado ya, mucho ms all de lo que nuestras pobres fuerzas pudieran aadirle
o restarle. El mundo apenas adverta, y desde luego no recordar largo tiempo, lo
que aqu hicieron ellos. A nosotros, los que an vivimos, nos toca consagrarnos a la
obra, no terminada, que aquellos valientes adelantaran tan notablemente. A
nosotros nos toca consagrarnos a la enorme tarea que an queda por hacer, y que
estos muertos gloriosos nos infundan su devocin a la causa por la cual derramaron
hasta la ltima gota de sangre. En lo ms ntimo de nuestros corazones decidamos
que estos muertos no habrn muerto en vano, que esta nacin asistir, con la ayuda
de Dios, a la resurreccin de la libertad, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo
y para el pueblo, no desaparecer de la tierra."
Estas palabras no parecieron causar gran impresin en el auditorio. Y los entendidos
en oratoria se manifestaron unnimemente en favor de Everett. ste, en cambio, fue
el nico que despus escribi al Presidente dicindole que sus pocas palabras haban
superado en mucho a su discurso.
Pero lo que Lincoln con sincera conviccin negara es lo que ocurri al fin y al cabo. El
nombre de Gettysburg es ya solamente el de una batalla, entre las muchsimas que
fueron libradas sobre la tierra. Muy pocos son los que en Europa han odo hablar de
ella o conocen el nombre del vencedor: y si an en los Estados Unidos se menciona
de pasada a los nios, es exclusivamente a causa de estas pocas palabras
pronunciadas por un hombre enlevitado y arrastradas por el aire, apenas
pronunciadas, que hicieron inmortal el nombre del paraje y demostraron, una vez
ms, que si Homero puede perfectamente crear sin Aquiles, ste, en cambio, no
podra conquistar la inmortalidad sin Homero.
La desilusin de Mary no haba hecho sino aumentar. El boato de la Casa Blanca, los
esplendores con que haba soado, apenas podan desplegarse en aquel tiempo de
guerra, y las pocas veces que dio una gran fiesta, el xito no correspondi a sus
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Lincoln telegrafiar a Nueva York, con pareja frialdad, que "a ella toca decidir si
regresa o contina donde est". Pero, al da siguiente, le pona otro telegrama
dicindole: "Me alegrara de que vinieses." Y veinticuatro horas despus, habiendo
tenido que aclarar el primer telegrama, que ella interpretara desfavorablemente,
vuelve a asegurarle que "realmente desea verla".
Una vez, el hijo de Welles, todava un mozo, hallndose muy cerca del coche
presidencial, en el momento en que ambos esposos suban al mismo, los oy discutir
porque Mary insista, repetidamente y con gran vehemencia, en que fuese ascendido
cierto oficial, acabando por decirle, en vista de las reiteradas negativas de Lincoln:
"Si no me lo prometes, aqu mismo me arrojo inmediatamente al lodo!" En vista de
lo cual hubo de acceder el marido. Aunque no abunde la documentacin sobre el
particular, este ejemplo de la falta de equilibrio mental de Mary no es el nico que
ha llegado hasta nosotros. A raz de la muerte de su hijo, estuvo como loca durante
algn tiempo; no volvi a pisar la habitacin donde aqul muriera y, en una ocasin,
dio tales muestras de insensatez en la expresin de su dolor, que Lincoln hubo de
decirle paternalmente y sealando al manicomio que desde all se divisaba: "Ves
aquel edificio blanco, mam? Pues me temo que, si no dominas tu dolor, tendremos
que llevarte all."
A veces tena visiones. El hijo muerto y los hermanos cados en la guerra se le
aparecan al pie de la cama, segn contara ella misma a su hermana. Tambin
senta miedo por Lincoln, en parte por un presentimiento supersticioso y en parte
por el lgico temor a un atentado. Yendo una vez con unos individuos al teatro Ford
(adonde iba Lincoln de cuando en cuando para distraerse) y habiendo tropezado el
coche con un obstculo, crey que se trataba de un ataque criminal. La amiga que
iba con ella la tranquiliz y, dirigindose al Presidente, le pregunt si los ocho
soldados de caballera que los escoltaban bastaran para defenderlos. "No gran cosa,
contest Lincoln, con su viejo escepticismo. Por otra parte, creo que cuando llegue
mi hora no habr nada capaz de impedirlo." Cuando llegaron al teatro hubo
necesidad de abrirles paso a travs de la multitud, no pudiendo menos de pensar
entonces la dama amiga de Mary lo fcilmente que all habra podido tener lugar un
atentado.
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voluntad, que no me es posible dudar que esa fuerza venga de arriba. A veces,
ciertas resoluciones se me ofrecen perfectamente claras, aun careciendo de hechos
suficientes en qu basarlas; y puedo asegurar que no se ha dado un solo caso en
que los resultados de una decisin fundamentada en tal forma hayan sido
desfavorables. En cambio, he observado que, casi siempre que me dej llevar por la
opinin de otros, tuve que lamentarlo despus. Cuando el Todopoderoso quiera que
yo haga o deje de hacer algo, estoy plenamente seguro de que me lo har saber de
algn modo." Con estas manifestaciones nos muestra cmo se complementan, en un
carcter enrgico, la confianza en s mismo y el fatalismo, y cmo ambos
sentimientos se fortalecen mutuamente. Y esta seguridad de ser dirigido desde
arriba, que Lincoln comparte con todos los grandes hombres, le lleva a decir: "Yo no
estoy obligado a vencer, pero s a ser veraz. No estoy obligado a tener xito, pero s
a vivir con arreglo a la luz que he recibido."
Y es de notar que, al lado de tales sentimientos, la supersticin no significaba en
Lincoln la menor contradiccin, sino, ms bien, el complemento de aquel fatalismo,
aadiendo: "Me parece sentir los desastres en el aire antes de que acontezcan."
En otra ocasin, explicando en un discurso las razones de que el 4 de julio,
aniversario del nacimiento de los Estados Unidos, hubiese adquirido cada vez ms
significacin, dijo: "Los dos hombres que ms hicieron por la consecucin y defensa
de la independencia fueron Jefferson Y Adams, los dos nicos que, de entre los
cincuenta y cinco firmantes, llegaron a Presidente de los Estados Unidos. Pero a los
cincuenta aos justos de haber puesto sus manos sobre aquel documento, quiso el
Altsimo apartarlos del escenario de este mundo... Otro Presidente, cinco aos
despus, fue llamado a mejor vida el mismo da del mismo mes. Y ahora, en este 4
de julio, he aqu que ha tenido lugar la derrota de una gran parte del ejrcito
enemigo."
A veces tambin, como en tiempos anteriores, sentase vagamente alarmado por un
sueo hostil. En una de estas ocasiones, tan pronto fue de da, dirigi a su esposa
un telegrama que slo contena estas palabras: "Creo que deberas quitarle a Tadd
la pistola. He tenido un sueo muy desagradable a este respecto." Mary le quit la
pistola a Tadd y la dej en el hotel cuando regres a Washington con el chico. Al
poco tiempo, telegrama del Presidente al hotel: "Tadd no me deja en paz
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El mayor sedante que Lincoln hall en aquellos cuatro aos debe sin duda buscarse
en uno de sus ms arduos deberes, y fue la consecuencia de su deseo de mitigar el
rigor de la justicia con la piedad, pues en este espritu el sentimiento de compasin
era an mayor que, el afn de justicia.
Seguramente no ha habido en la Historia un jefe de Estado que, en tan corto
tiempo, haya accedido a tantas peticiones de clemencia. La mayor parte eran de
desertores que, por cobarda, cansancio o deseo de ganarse la bonita suma que se
pagaba a los sustitutos, haban sentado plaza y desertaban una y otra vez, hasta
que eran cogidos y condenados a muerte. Pero all estaba pap Abraham, incapaz
de hacer dao ni a una mosca! Recurramos al Presidente, que ya encontrar l
alguna frmulas Cada uno de estos casos era, en efecto, examinado por l, con el
resultado de que, durante aquellos dos ltimos aos de lucha, se acumularon en los
expedientes del ministerio de la Guerra centenares de telegramas conteniendo la
siguiente orden: "El fusilamiento de Fulano debe diferirse." Alguna que otra vez
acompaaba al borrador del telegrama una nota para el jefe de Telgrafos
encarecindole: "Tenga la bondad de transmitirlo inmediatamente." O bien: "Haga el
favor de procurar que no sufra demora la transmisin, pues el individuo en cuestin
debe ser ejecutado maana."
Las razones de disciplina, que los generales, irritados, le citaban a cada paso, no le
hacan la menor mella. Su respuesta era, poco ms o menos, de este tenor:
"Cobarda? Pero, acaso estoy yo muy seguro de que, si me hallara en la lnea de
fuego, no tirara mi fusil y escapara a todo correr?" O bien: "Si Dios ha dado a un
hombre unas piernas cobardes, qu puede hacer el infeliz cuando ellas echan a
correr y lo llevan consigo?" Hasta en el Congreso, pronunciando su discurso oficial,
dijo: "La ms estricta justicia no creo que sea siempre la mejor poltica." Defenda
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especialmente a la gente joven, y lo fundamentaba as: "Creo que los jvenes nos
son ms tiles sobre la tierra que debajo de ella."
O bien daba, para ello, esta razn indirecta: "Mandar fusilar a un pobre muchacho
que deserta, en tanto que no tocar ni el pelo del astuto agitador que lo indujo a
desertar? En tales casos, creo que sera ms razonable y hasta ms constitucional
salvar al joven y hacer callar al agitador." Cierto da se le acerc, suplicante, un
anciano, cuyo nico hijo haba sido condenado. Lincoln le muestra un telegrama del
general Butler, en que ste le dice: "Le ruego no se mezcle en asuntos de justicia
militar, pues con ello queda muy malparada la disciplina de las tropas." El pobre
viejo se sienta y llora. Y, sbitamente, exclama Lincoln: "Al diablo con este Butler!",
y escribe rpidamente un telegrama concebido en estos trminos: "Hasta nueva
orden, suspenda la ejecucin de Juan Smith." No obstante, el anciano, dudando
todava, pregunta al Presidente qu ocurrir cuando llegue aquella "nueva orden".
"Veo, le contest Lincoln, que no me conoce usted... Si su hijo no ha de morir hasta
que llegue mi orden de fusilamiento, tenga la seguridad de que llegar a tener ms
aos que Matusaln."
Otro soldado haba sido sentenciado por haber abandonado el campo de batalla y
marchado a su pueblo sin permiso, con el solo objeto de normalizar la situacin de la
mujer con quien tena relaciones, casndose con ella.
Lincoln oy la historia y firm inmediatamente el indulto, pero, mientras escriba, no
pudo menos de hacer observar a su secretario: "Ojal que este pobre muchacho no
tenga motivos, dentro de un ao, para lamentar que lo haya indultado ahora!"
Guillermo Scott, casi un chiquillo, estando de centinela durante la noche, se qued
dormido y pas ante un Consejo de Guerra a causa de ello. Aprovechando una visita
de inspeccin, fue a verle el Presidente y le dijo: "No te mandar fusilar, muchacho,
porque cuando dices que no podas resistir el sueo ser verdad, y yo, por mi parte,
as lo creo. Te enviar de nuevo a tu regimiento, pero has de saber que he tenido
muchos disgustos por causa tuya. Cmo te las vas a arreglar para pagar tu deuda?"
El muchacho, perplejo, respondi con embarazo: "Quiz podramos conseguir hasta
600 dlares sobre una hipoteca."
"No! contest Lincoln. Eres t, por ti mismo, el nico que puede pagar esa deuda,
cumpliendo tu deber de soldado."
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En ocasiones, la nica justificacin que poda hallar para tal clemencia, pues Lincoln
tena siempre que justificarse ante los generales, era la juventud del desertor. "Me
opongo a que ningn mozo de menos de 18 aos sea fusilado." As, todas las
madres cuyos hijos haban sido sentenciados, que acudan, llorosas, a implorar la
gracia del Presidente, le decan siempre que aqullos tenan menos de tal edad.
Muchos casos de indulto no podan realmente justificarse ms que por la edad del
culpable. De todos modos, el Presidente buscaba siempre un motivo en que basar el
indulto; como cuando escribe: "El soldado Fulano debe ser pasado por las armas
como desertor. Es cierto que su historial es bastante malo, pero l mismo lo confiesa
tan francamente, que no puedo menos de sentirme interesado en su favor. Fue,
antes de desertar, buen soldado? Qu edad tiene?" En otras ocasiones menta
simplemente, asegurando: "Es hijo de un amigo mo, tan ntimo, que no puedo dejar
que sea ejecutado." Otra vez, que da t un general la orden de diferir una ejecucin,
la funda en estas razones: "Ha condenado usted a muerte a un viejo... Yo le he
conocido personalmente y nunca le tuve por una mala persona." Por ltimo, al cabo
de tres aos de estos subterfugios, dict una orden general disponiendo que todos
los convictos del delito de desercin fuesen, por el momento, encarcelados.
Todos estos casos, y centenares de otros de menos monta, significaban que se haba
acudido a l en ltima instancia, despus de que sus subordinados, y especialmente
el ministro de la Guerra, haban negado la peticin. Pero lleg a abusarse de tal
forma, que ya la gente telegrafiaba directamente, con toda frescura, al Presidente,
que siempre contest con una paciencia sin lmites. Vase la respuesta a uno de
estos telegramas: "No puedo detener la ejecucin de un espa convicto y confeso
findome nicamente de un telegrama firmado con un nombre que no he odo
nunca. Solicite un pase para el general Wallace, quien le oir, si as lo dispone."
Cierto da llegan al despacho presidencial varias personas, tan acongojadas, que
olvidan en su confesin los datos ms esenciales. Y all queda el Presidente deseoso
de ayudarlas, pero sin saber cmo. Qu hacer, realmente? Despus de mucho
pensarlo, no se le ocurre otro medio que telegrafiar a sus generales: "Una dama
inteligente, profundamente acongojada, me ha visitado esta maana y me ha dicho
que su marido, teniente del ejrcito de Potomac, debe ser fusilado el lunes prximo
por desertor. Me dio una carta, en la que yo confiaba estara todo especificado, y se
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march sin dejarme el nombre. Pero la carta es tan poco expresiva, conteniendo
slo una firma que, al parecer, dice... Por ms que he hecho no he podido volver a
encontrar a la seora en cuestin, as es que no s ms. Si usted tiene ah un caso
que concuerde con ste, obre de acuerdo con mi telegrama de hoy."
Es siempre el padre del pueblo, pensando sin cesar en sus semejantes, aunque le
proporcionasen disgustos. Por otra parte, l no negaba que fuese una forma de
egosmo, por sublime que pudiera ser, pero lo justificaba diciendo: "Me siento
invadido por una grata sensacin de tranquilidad cada vez que, despus de un da
de mucho trabajo, puedo encontrar algn pretexto para salvar la vida a un hombre."
Otra vez defiende su indulgencia con estas hermosas palabras: "No sabis lo terrible
que es ver morir a un hombre, sabiendo que, con un trazo de nuestra pluma,
podemos salvarlo."
De vez en cuando no tiene ms remedio que obligarse a si mismo a ser inexorable,
pero, aun as y todo, busca siempre un ltimo medio de mover al general a
compasin, empleando argumentos como el siguiente: "Me han pedido el indulto, sin
darme ningn fundamento para ello. Me dicen que stos son casos muy serios y que
usted considera el castigo indispensable. Si no estoy equivocado en ello, haga usted
que se les notifique inmediatamente que su peticin de indulto ha sido denegada." Y
cuando, finalmente, se convenca de que no haba medio de salvar al reo, deca:
"Hoy fusilan a un joven (en tal parte). Dios quiera que no haya cometido yo un error
consintindolo."
l sabia muy bien que cada da de guerra costaba la vida a muchos hombres y haba
aceptado el hecho como algo irremediable. Pero cuando se trataba de un ser que
quiz poda seguir viviendo sin que el objeto por todos perseguido sufriera perjuicio
alguno, no poda menos de sentir un hondo desgarramiento interior.
As fue como, a pesar de todo, durante el ltimo ao de guerra fueron fusilados
doscientos sesenta y siete hombres, entre ellos ciento sesenta por delito de
asesinato; pero tambin es cierto que, en cambio, fueron indultados unos
ochocientos.
No se crea, sin embargo, por esto, que Lincoln permita se abusara de l. Un da se
le present un oficial que se crea destituido sin razn y le ley un largo escrito de
splica, sin que ste le hiciera el menor efecto. En vista de ello, intent nuevamente
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interesarle en su favor con otras razones, pero como todo resultara intil, acab
exclamando en su despacho: "Ya veo que no quiere usted hacerme justicia!"
Apenas haba pronunciado estas palabras, cuando Lincoln, que se haba puesto en
pie de un salto, se diriga hacia l, con los labios contrados, y tomndolo con ambas
manos por el cuello de la chaqueta, lo empujaba hacia la puerta de salida. Todava
en el vestbulo, se oy su airada voz que deca: "Le aconsejo que no vuelva a
presentarse aqu. Yo tolero las crticas, pero no las ofensas... Sus papeles le sern
enviados, y tenga presente que no quiero volver a ver su cara." El campesino y el
pgil reaparecen aqu, pero tambin se echa de ver al hombre de nervios
quebrantados y paciencia demasiado puesta a prueba; el hombre que, una vez
cerrada la puerta, se reprochar amargamente la benevolencia excesiva que ha
podido dar lugar a estos abusos de la gente. Pronto, sin embargo, dejar a un lado
estos sentimientos, lo mismo que deja los papeles sobre la mesa, y volver a seguir
la voz de su conciencia.
Durante todos aquellos aos, l, hombre civil, fue siempre el amigo y el padre de
sus soldados. stos lo saban, y le cantaban: "Ya venimos, pap Abraham, en
nmero de trescientos mil!" Todo aquel que no encontraba apoyo en otra parte
acuda a l, de modo que, a todos los asuntos pblicos y menesteres del Estado,
haba que aadir aquellas pequeeces, que le costaban tiempo, energa y
cavilaciones, sin la compensacin siquiera de salvar vidas humanas. Realmente,
cuando se leen, uno tras otro, todos los documentos de su archivo, ms se creera
estar examinando los papeles del jefe de una oficina de pasajeros que los de un
Presidente de los Estados Unidos.
Aqu tenemos, por ejemplo, a una joven que, habiendo estado cuidando a su madre
en Nueva York largo tiempo, quiere regresar ahora a Richmond, donde reside su
novio, a quien no ha visto hace dos aos, con objeto de casarse. Welles, que cree
ver espas por todas partes, le niega el pasaporte, pero Lincoln, haciendo caso omiso
del precedente, se lo exige, diciendo que, ya que la guerra diezmaba el pas y era un
obstculo para los casamientos, se deban dar toda clase de facilidades para que
stos se celebrasen. En otra ocasin, telegrafa al general Meade: "El seor... me
pide un pasaporte para seguir a su ejrcito y comerciar en trapos y ropas viejas. Yo
estoy dispuesto a drselo, si usted lo permite. De lo contrario, se lo negar."
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Habiendo sabido de una mujer que haba perdido sus cinco hijos en la guerra,
Lincoln se apresur a escribirle: "Ya s lo dbiles e ineficaces que sern cuantas
palabras busque para tratar de consolarle en su inmenso dolor. Pero creo de mi
deber manifestar a usted el profundo agradecimiento de la Repblica en cuya
defensa murieron. Ruego a nuestro Padre celestial que se digne mitigar la angustia
de su soledad y dejarle slo la dulzura del recuerdo de los seres tan amados que ha
perdido, al par que el legtimo orgullo que debe usted sentir por el costoso sacrificio
que ha ofrecido en aras de la libertad. Suyo muy devoto y respetuosamente, A.
Lincoln."
stos son los acentos que le harn inmortal, as como los centenares de esquelas y
tarjetas con que recomienda a todos aquellos por quienes se interesa. As, al
ministro de la Guerra: "Ruego a usted que oiga al joven portador de la presente,
natural de Pittsburg. Es muy joven y yo le quedara muy agradecido por cuanto
pudiera usted hacer en su favor." Tal es el tono que emplea Lincoln, en estas
masivas lacnicas, declarndose personalmente deudor por la ayuda que pueda
recibir un pobre mozo de Pittsburg. Un da, al hacer su visita diaria al ministerio de
la Guerra, pregunta al telegrafista: "Qu mujer es esa que est ah afuera
llorando?" Se hicieron indagaciones y se vino en conocimiento de que era una pobre
mujer que quera ir al campo de batalla para decir algo importante a su marido. Pero
acababa de dictarse una orden prohibiendo terminantemente a las mujeres
continuaran yendo a los campos de batalla. Lincoln se sienta, con aire melanclico,
permanece pensativo unos instantes y dice, al fin: "Bah! Envimosla all, de todos
modos. Extindale el salvoconducto."
"No sera mejor que le escribiera ella al coronel? pregunta el secretario. O que el
marido viniese a Washington?
Lincoln se pone en pie, lleno de alegra: " S, s; que venga!" E inmediatamente
toma una de las frmulas amarillas y, con gesto satisfecho, escribe l mismo el
telegrama.
ste es el hijo del pueblo, que ha visto cien veces en Illinois a esta mujer que ahora
llora, acompaada de su esposo y sus hijos; que en ms de una ocasin se ha
sentado con ellos a la mesa y tomado parte en sus conversaciones. Pero tambin es
el poeta, de tal modo identificado con los sentimientos de los dems, que sus risas y
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sus llantos los siente como propios, y prefiere, por tanto, verlos rer que llorar. Es el
hombre de humor melanclico, que, obligado a sortear una guerra terrible, anhela
reducir en lo posible los sufrimientos que causa; y el idealista prctico que, da por
da, cumple el ms alto deber aun en el sector social ms humilde. Es el profundo
conocedor de los hombres, al que un natural sentido de dignidad impide preocuparse
del efecto que produce su persona. "No se preocupe por eso, dijo una vez a alguien
que diera a entender que podran, tal vez, burlarse de l. He soportado muchsimas
burlas sin molestarme, as como tambin he recibido muchsimas manifestaciones de
amistad no del todo exentas de ridculo. Ya estoy acostumbrado a todo."
Afnase tan slo por mantenerse en ntimo contacto con el pueblo, sin caer nunca en
el mundo de los polticos, ni dar cabida en su alma a las pretensiones propias de
stos, recordando siempre, en cambio, aun en medio de aquella ciudad de corazn
de piedra y aquel palacio, los antiguos ecos de los bosques de Illinois. Tal es su
propsito, tal es el venero de su fuerza. Los labradores y montaeses que le
visitaban eran siempre bien recibidos, y cada vez que a los ciudadanos de Illinois los
estorbaba un funcionario, enviaban como emisario al viejo Dionisio Hanks, vestido
con su traje de gala, que expona las cosas al Presidente, quien, a su vez, haca
cuanto estaba en su mano por complacerles, aun cuando Stanton interviniera y
pusiese gesto escptico, con no poca contrariedad de Hanks, quien apenas
abandonaba aqul la estancia, se apresuraba a aconsejar al Presidente que se
librara de aquel individuo, a su entender, sumamente peligroso.
Claro es que tales gestiones no siempre tenan xito, pues la procesin de
peticionarios era interminable. Pero, as y todo, cuando se aconsejaba al Presidente
que no recibiera a tanta gente, contestaba que no poda hacer eso, y que era una
obligacin a la que no poda negarse. Pero la verdadera razn es que se imaginaba
siempre en la situacin de aquellos que venan a l en busca de ayuda. Hablndose
un da de un pobre hombre que no tena ningn amigo, Lincoln pronunci estas
hermosas palabras: "Si no tiene amigos, yo lo ser suyo." Estas cosas le procuraban
satisfacciones ms duraderas que todos los triunfos parlamentarios, y hasta que las
victorias de Grant. Y as se explica que ms de una vez llegara hasta l algn
anciano de las montaas del Estado de Nueva York y le dijera:
"All arriba, en nuestro pas, creemos en Dios y en nuestro padre Abraham."
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Aquellas Navidades puso el general Sherman "a los pies del Presidente, como
regalo", la ciudad de Savannah con toda su artillera y sus existencias de algodn.
Su clebre marcha por Georgia demostr al mundo que un ejrcito de sesenta mil
hombres poda recorrer, sin apenas ser molestado, todo el territorio del Sur y
reunirse, finalmente, con la escuadra en una nueva base. El horror suscitado en el
Sur por esta etapa de la guerra fue tan grande como su fama en el resto del mundo.
Grant, entre tanto, haba castigado tan seriamente a Lee, que ste, con un ejrcito
ya inferior en nmero, no tena realmente fuerzas que oponer a las tropas del Norte.
Y cuando por ltimo, a mediados de febrero, cay Charleston, centro cultural del
Sur, encontrse Lee entre dos fuegos, con la agravante de haber cortado Grant el
ferrocarril principal del Sur, dejando as a ste completamente incomunicado con el
Sudoeste. Como, por otra parte, Richmond no poda sostenerse ya por ms tiempo,
todo el mundo empezaba a preguntarse si Lee se rendira, al fin, o seguira
combatiendo, contra toda probabilidad. En este preciso momento fue cuando
Jefferson Davis, que se empeara durante cuatro aos en conservar el mando
supremo, se decidi a descargar en Lee la responsabilidad de la situacin; en cuanto
a l, como declaraba patticamente en un discurso, esperaba vivir y morir con la
Confederacin.
Poco despus aprob el Congreso del Sur una ley llamando a filas, como voluntarios,
a los negros, y prometindoles, a cambio, la libertad. Realmente ninguna resolucin
poda resultar ms dura para el orgullo del Sur, y slo por una pequea mayora
result aprobada.
Esta determinacin nos muestra, adems, un ejemplo extremo de esas trgicas
ironas en que tanto abunda la Historia, aunque registre pocas de tanto bulto como
la presente. Como en un epigrama forzado, mostraba la decrepitud de una
institucin que, en ltimo trmino, no encontraba otro medio de defenderse que
suprimindose a s misma. Segn la tal resolucin, el hombre que se prestase a ir a
la guerra y a morir en ella de un balazo por mantener la esclavitud, quedara libre,
en tanto que aquel que se quedase en casa, negndose a luchar en pro de la
esclavitud, seguira siendo esclavo.
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Lincoln coment con indulgencia el grotesco giro dado por los rebeldes a lo que fuera
el problema fundamental de su vida, que ya tocaba a su fin, y hablando de ello a un
regimiento, dijo:
"No he escrito ni he dicho nada sobre esta medida, porque no es cosa ma, sino de
ellos, y porque, aunque yo hubiese tenido algn deseo particular, me habra faltado
el poder necesario para hacerlo efectivo. Ahora, la gran cuestin es si los negros,
una vez incorporados a las tropas, lucharn en unin de ellas... He odo en mi vida
muchos argumentos demostrativos de que los negros deben ser esclavos, pero
ninguno, realmente, resultara tan terminante como el ver luchar a los mismos
negros en favor de los mantenedores de la esclavitud. Pues no cabe duda de que el
que fuera capaz de luchar en pro de ella, merecera ser esclavo a la postre, si es que
no pereca en la guerra. He dicho muchas veces que todos los hombres deben ser
libres, pero a los negros que se prestasen a tales manejos, no tendra inconveniente
en permitirles que fuesen esclavos; y con ellos, a todos aquellos blancos partidarios
de la esclavitud, siquiera para que la conociesen por experiencia... Ellos han agotado
ahora su ltima fuente de recursos, dejndonos ver el fondo. Celebro, pues, que nos
hallemos tan prximos al fin. Pero ya he dicho ms de lo que quera, y convendr,
por tanto, que os diga adis."
Esto fue todo; unas frases improvisadas que pronunci Lincoln para demostrar lo
absurdo de las ltimas medidas del enemigo. Nada de alardes de jbilo, por
justificados que pudiesen estar; ni una sola nota triunfal. Y lo mismo podra decirse
del discurso con que inaugur su segundo perodo presidencial. A decir verdad, los
peligros anejos al Capitolio no eran entonces menores que cuatro aos antes, pero s
parecan menos inmediatos, pues con el entusiasmo de la victoria se olvidan
fcilmente los anhelos de venganza de los vencidos. Haba, sin embargo, dos
novedades en esta segunda inauguracin; una, el batalln de negros agregados a la
escolta del Presidente, signo visible de lo realizado entre tanto; otra, la estatua de la
Libertad sobre la cpula del Capitolio, pareciendo anunciar una nueva era. Sin
embargo, el hombre ante quien Lincoln prest su segundo juramento, como
Presidente, no era ya Taney, muerto poco antes, a los noventa aos de edad. Era
Chase, a quien Lincoln, excedindose en sus atribuciones y sin consultar a nadie,
haba nombrado Presidente del Tribunal Supremo. Douglas no se sentaba ya en la
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primera fila, pero tampoco haba ningn sombrero molesto, ni ningn bastn que
mantener o que colocar en sitio adecuado. Por ltimo, no fue un discurso largo,
como el de la otra vez. ya que no era preciso, como entonces, poner en claro la
situacin. Slo ocupaba dos pginas, y en ellas deca:
"Todos conocen tan bien como yo los progresos de nuestras armas, de las cuales
todo depende, y confo que ello servir de satisfaccin y aliento a todos. Sin
embargo, pese a todas las esperanzas que ciframos en el porvenir, an no se puede
predecir nada... Ambas partes (combatientes) leen la misma Biblia y rezan al mismo
Dios, invocando su ayuda contra el otro. Podr parecer extrao que haya quien pida
ayuda a un Dios justo para procurarse su pan a costa del sudor del prjimo. Pero no
juzguemos, a fin de no ser juzgados. Es claro que las oraciones de las dos partes no
podan ser atendidas a la vez, pero es tambin lo cierto que ninguna de ambas ha
sido atendida por completo. El Todopoderoso tiene sus propios designios... "Culpas
han de venir, no hay duda; mas, ay del hombre por cuya causa venga la culpa!"
"Si suponemos que la esclavitud en Norteamrica es uno de esos males que, por
voluntad de Dios, haban de venir, pero que, habiendo tocado a su trmino, l
mismo desea borrar ahora, y admitiendo que esta terrible guerra entre el Norte y el
Sur haya sido el castigo merecido por aquellos que fueron la causa de la culpa,
podramos discernir en ello la menor infraccin de aquellos divinos atributos que los
creyentes en un Dios vivo suelen asignarle siempre? Esperamos desde lo ms ntimo
de nuestros corazones y pedimos con el mayor fervor que este doloroso azote de la
guerra termine en seguida. Pero si Dios quiere que contine hasta que se hayan
derrumbado todas las riquezas acumuladas durante doscientos cincuenta aos a
costa de las fatigas no recompensadas de los tiranizados, y hasta que cada gota de
sangre arrancada con el ltigo sea pagada por otra vertida por la espada, en ese
caso, dgase todava lo que ya se proclam hace tres mil aos: "Los juicios del Seor
son justos e infalibles."
"Sin enemistad contra nadie, con amor para todos, con perseverancia en la razn y
usando justamente de la facultad que Dios os ha dado para reconocer el Derecho,
esforcmonos por terminar la obra comenzada, curemos las heridas de la nacin,
cuidemos de los que hayan sufrido en las batallas, amparemos a las viudas y los
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Cuando ya la guerra se acercaba a su fin, reson el can, por primera vez despus
de largo tiempo, al pie del Capitolio. Aquellos cien caonazos eran de alegra, pero
no saludaban una victoria en el campo de batalla. Era que se haba votado, por fin,
el complemento de la Constitucin, que implantaba, ya con carcter definitivo y para
siempre, las aspiraciones perseguidas por Lincoln durante toda guerra. La abolicin
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Lincoln, con Grant y Seward, a bordo; y cuando, al fin, los tres se encontraron con
Stephens y dos amigos de ste, la antigua amistad de todos dio fin rpidamente a
las tiranteces, de tal forma que, mientras all lejos continuaban an las marchas, los
sitios y los caonazos, ellos, pacficamente sentados en el saln de aquel barco,
hablaban de sus antiguos amigos comunes, como si acabasen de encontrarse al
regreso de un largo viaje de investigacin.
Despus se habl del pasado y del porvenir, pero todo sin actas ni secretarios,
procurando simplemente cada uno darse cuenta del pensamiento de los dems. As
hablaron durante cuatro horas. En suma, una autntica sesin al estilo de Lincoln,
llana y sin formulismos.
Al preguntar Stephens si no haba habido ninguna posibilidad de evitar la guerra,
contest Lincoln que habra bastado para ello con que el Sur hubiese depuesto su
resistencia. A continuacin rebati con gran serenidad la opinin de Stephens, que
afirmaba que se habra podido diferir la cuestin y concertado una nueva unin libre
de los Estados, contndole luego, con toda franqueza, la historia de su proclama,
aadiendo que nunca habra pensado en obligar al Sur a aceptarla si no hubiese sido
por la necesidad de mantener la Unin, confesando llanamente que siempre haba
entrado en sus propsitos indemnizar a los propietarios de esclavos sudistas, ya que
el Norte era tan responsable de la esclavitud como el Sur. "Podra citarle personas,
dijo, ante cuyos nombres se asombrara usted, y que, sin embargo, estn dispuestas
a ello, con tal que la guerra acabe inmediatamente y su terminacin traiga
aparejada la abolicin de la esclavitud." Pero, al mismo tiempo, hizo constar que no
se deba tomar nada de aquello como promesas en firme, pues no era l, sino el
Congreso,
quien
tocaba
decidir.
Seward,
por
su
parte,
aadi
estas
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seran ciudadanos de la Unin? Esplndida idea, tan hbil como benfica, y tan
prctica como moral! Pero el pueblo del Norte, embriagado con la victoria, no lo
habra comprendido as y los ministros, que se daban cuenta de ello, meneaban la
cabeza con incredulidad.
Por fin comenz a decrecer la tremenda presin que gravitara durante cuatro
interminables aos sobre el Presidente, y todos los testimonios coinciden en que, en
las ltimas semanas de su vida, se haba operado un cambio en l.
Era indudable que, en aquellos ltimos tiempos, la tensin nerviosa y el cansancio
haban rebasado la medida. "A veces, no pudo menos de confesar un da, este diario
trfago de gentes que comienza con un senador empeado en hacer la guerra a
Francia y acaba con una pobre mujer que solicita un empleo en la Administracin de
Hacienda, me produce el mismo efecto que si cada uno de ellos, al llegar junto a m,
me arrancase con el pulgar y el ndice un fragmento de mi fuerza vital. Despus de
un da de stos, no hay otra palabra para expresar mi estado que la de extenuado."
Antiguos conocidos suyos lo encontraron enflaquecido, la mirada triste, plido como
un espectro, estrechndoles las manos como un autmata, y torpe de odo. Otro lo
describe como "un hombre acorralado, siempre a la defensiva contra ataques que no
puede contestar ni castigar abierta. mente". El artista que pinta a la sazn su
retrato, le encuentra un da vestido con su larga bata de dormir, paseando
nerviosamente de una a otra ventana, las manos a la espalda, los ojos rodeados de
crculos amoratados, la cabeza cada sobre el pecho; en una palabra, la imagen viva
del pesar, de las preocupaciones y los temores, "a cuya vista se habran derretido
hasta los corazones de aquellos que le llamaban tirano y usurpador".
Cierto da, que le visit su amigo Sweet, con objeto de conseguir algo en favor de
los numerosos heridos de la guerra, lo hall asomado a la ventana, escuchando el
canto de un pjaro que se haba posado en un rbol prximo. Al terminar Sweet de
hacerle su proposicin, le presunta Lincoln: "Verdad que es muy dulce su canto?"
Sweet, al orle, se dice a s mismo: "Veo que el pas est ms seguro de lo que yo
crea", y hace ademn de marcharse. Pero Lincoln le retiene: "Venga ac, Sweet, y
sintese a mi lado. No cree usted que es imposible que un hombre, en mi situacin,
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no hubiera pensado ya en todas esas cosas? Ya hace varias semanas que est hecho
todo lo que usted acaba de proponerme." De esta manera, entre fatigas y trabajos,
transcurre su vida, y por aquellos das hubo de decir una vez en voz baja, como
hablando consigo mismo: "Me parece que no podr ya volver a estar alegre."
Por primera vez, decdese ahora a tomarse una especie de vacaciones, deseando
huir de los cazadores de empleos que, como cuatro aos antes, amenazaban invadir
la Casa Blanca. Era el mes de marzo, y de un momento a otro se esperaba la cada
de la capital enemiga. Grant le haba invitado, por decirlo as, a asistir como
espectador al momento decisivo y, aprovechando tal circunstancia, ;e embarc en
un vapor fluvial con su esposa y algunos ntimos para descansar durante diez das
en medio del ejrcito. Roberto, su hijo mayor, tambin est all, pues en las ltimas
semanas de la guerra haba sido agregado el joven doctor al Estado Mayor de Grant,
para que pudiera an ver algo. Sherman y Sheridan llegaron tambin, para celebrar
Consejo de Guerra con Grant. Pero hasta en City Point se pasa a veces Lincoln la
mitad del da sentado ante el telgrafo, lo mismo exactamente que si estuviera en
Washington, deseando transmitir personalmente a Stanton los comunicados de
Grant. Mas verdad es que, algunas veces, se embarca luego con el almirante Porter,
y se distrae paseando por el ro. Sin embargo, lo que ms le agrada es estar entre
las tiendas de campaa y cabalgar durante horas al lado de las tropas, que lanzan
tres hurras por el padre Abraham. A menudo habla con los soldados o bien cuando
no hace esto, ni monta a caballo, se pasa las horas a horcajadas sobre una silla,
pantallendose los ojos con la mano, observando el campamento. A bordo, rechaz
el camarote del almirante, que ste le ofreciera, y escogi uno ms pequeo, de seis
pies de largo solamente: "He dormido muy bien, contest por la maana a quienes
le saludaban. Si no fuera por lo difcil que es meter un sable largo en una vaina
corta..." Pues hay que advertir que su cuerpo tena cuatro pulgadas ms que la
litera. Al da siguiente, hizo el almirante que unos carpinteros, con el mayor sigilo,
para que nadie se diera cuenta de ello, alargaran la litera y el lecho, dejndolos a la
medida exacta de Lincoln. ste no se enter de nada, as es que, al levantarse, hubo
de exclamar: "Un milagro ha tenido lugar esta noche: me he encogido seis pulgadas
de largo, y casi un pie de ancho."
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Mary era la nica persona que no se senta feliz aquellos das. Era la primera visita
prolongada que haca al frente, la ocasin de ponerse en evidencia era excelente, y
una excursin en compaa del embajador francs y otras personas distinguidas era
cosa que no poda menos de complacerla. El plan era internarse en direccin al
frente de batalla del ejrcito del Potomac, hasta unos veinte kilmetros de distancia
del desembarcadero, los hombres a caballo, y las damas, que eran mistress Lincoln
y mistress Grant, en una especie de carruaje descubierto. Pero en mala hora se le
ocurri a un general, que se colocara al estribo del coche como escolta, hablar de
que ms adelante se les unira otra seora, la esposa del general Grifin, amiga de
mistress Grant, aadiendo que, por lo dems, era la nica dama que durante la
guerra obtuviera autorizacin del Presidente para ganarse un par de das al lado de
su marido en el frente.
A estas palabras levant Mary la cabeza, estupefacta. Cmo, una mujer all, y ella
sin saberlo? Y, dirigindose al general: "Qu est usted diciendo, caballero? Quiere
usted significar con esto que esa dama vio a solas al Presidente? No sabe usted que
yo no permito al Presidente que vea a solas a ninguna mujer?" El general trat de
tranquilizarla con una sonrisa, pero no consigui sino irritar an ms a Mary, que
exclam "sa es una sonrisa sumamente equvoca, caballeros! Djenme bajar de
este coche! Ya se lo preguntar yo al Presidente si vio, efectivamente, a esa mujer a
solas." Y cuando los dems se acercaron, dijo que quera ser conducida
inmediatamente a la presencia de Lincoln.
Un oficial, que se dio cuenta de la situacin, sali al galope en busca de Lincoln,
volviendo al poco rato con la tranquilizadora explicacin de que haba sido Stanton,
y no el Presidente, quien expidiera el malaventurado pasaporte.
Al da siguiente, y en igual forma que el anterior, fueron a visitar el campamento del
general Ord. La esposa de ste, que tambin tomaba parte en la excursin, se haba
quedado algo atrs, cabalgando un rato al lado del Presidente. Los excursionistas,
aleccionados por la tormenta del da anterior, se guardaron muy bien de hablar de
ello, hasta que, impensadamente, un oficial aludi al hecho. Mary se volvi hacia l
tan bruscamente, que el caballo que aqul montaba se desboc. Pocos momentos
despus llegaba mistress Ord, siendo recibida con las ms insultantes palabras por
mistress Lincoln, que le pregunt cmo tena la imprudencia de perseguir de este
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Pocos das despus caan Petersburg y Richmond. Lee y Davis haban huido con los
restos del ejrcito del Sur, y todo el mundo acudi a contemplar afanosamente
aquella fortaleza que, por fin, haba cado en manos del sitiador, tras un largo asedio
y una defensa encarnizada como Troya. El ro, a pesar de no estar an enteramente
limpio de ruinas, hormigueaba de embarcaciones, que, adornadas con gallardetes
multicolores y llevando a bordo bandas de msica, daban un aire de fiesta al
paisaje. Todas iban con rumbo a la capital, pero se vieron detenidas por los bancos
de arena, en los que embarrancaron. El Presidente, su hijo Tadd y el almirante que
le acompaaban, se apresuraron tambin hacia Richmond, pero al ver que no podan
pasar de aquellos bajos, transbordaron a una lancha, remolcada por un vaporcito.
Cuando llegaron, no hubo salvas de salutacin, ni entrada triunfal, ni ceremonia
alguna. Todo pas llanamente y sin pompa, como en realidad fuera toda la vida de
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Lincoln; pero ste rea, muy contento y, desde haca una semana, en excelente
estado de nimo; hasta les cont una ancdota de un individuo que, habiendo
querido en un principio ser embajador, acab contentndose con unos pantalones
viejos. Poco despus tuvieron que ceder el remolcador para que ayudase a otras
embarcaciones varadas, y los tripulantes de la lancha tuvieron que empuar los
remos y navegar a la buena de Dios, pues ni ellos ni el almirante conocan aquellas
aguas. La lancha encall de nuevo, poco ms tarde, en unas peas, y hubo que
trabajar denodadamente para ponerla a flote. De este modo volvieron sin duda a la
memoria del antiguo almadiero, en el da de su gran victoria, los tiempos remotos
de New Salem.
Apenas encontraron en la escarpada ribera un punto de atraque posible, saltaron a
tierra. Aqu y all, sobre los verdeantes campos, veanse las quintas blancas de la
ciudad del Sur, bien conservadas y limpias, pero desconsoladoramente silenciosas y
desiertas. Los nicos seres humanos que se divisaban eran una docena de negros,
cavando a las rdenes de un viejo capataz, igualmente de color. De pronto, este
ltimo se incorpor y, dejando caer la pala, se llev las manos a los ojos,
exclamando: "Dios del cielo, aqu tenemos al Gran Mesas! Apenas lo he visto lo he
reconocido. Hace aos que lo llevaba en mi corazn, y he aqu que, al fin, ha venido
a libertar a sus hijos de la esclavitud! Aleluya, Aleluya!" Y al tiempo que empleaba
esta fraseologa bblica, usual en los negros cristianizados, cay de rodillas y bes
los pies del libertador, en tanto que los dems negros seguan su ejemplo.
El gigante blanco contempla, perplejo y conmovido, a aquella docena de pobres
esclavos, que all estaban cavando la tierra, como si nada hubiese sucedido, como si
el destino de su raza en Norteamrica no hubiese sufrido una transformacin radical,
y les dice al fin: "No os arrodillis ante m. Eso no es justo. Solamente debis doblar
las rodillas ante Dios; a l es a quien debis dar las gracias por la libertad de que
vais a disfrutar. Yo soy solamente un instrumento. Pero, mientras yo viva, podis
estar seguros de que nadie se atrever a poneros un grillete de esclavo y de que
tendris los mismos derechos que los dems ciudadanos libres de esta Repblica."
El discurso no fue, en realidad, muy brillante, apenas unas cuantas palabras
improvisadas, pero los negros comprendieron, ms que las palabras, la mirada de
quien las pronunciaba. Y cuando el almirante les ruega que se aparten y les dejen
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paso, el viejo capataz, con el mismo tonillo de cantura que aprendiera de los
misioneros, prorrumpe:
"S, seor, pero hemos estado tantos aos en el desierto sin agua, que es muy
hermoso ver al fin nuestro manantial de vida. Perdnenos, seor, si crey ver en
nosotros falta de respeto por el amito Lincoln, cuando no haba sino amor y
gratitud." En seguida, formando crculo, entonan un himno, mientras el "amito", en
su centro, los escucha y aguarda pacientemente. As pasaron cuatro minutos, segn
informe del mismo almirante, durante los cuales haba ido animndose el lugar.
Gritando, saltando, surgan negros y mulatos, hubirase dicho que de bajo tierra,
como por arte de magia. Pasada ya la alarma que cundiera entre ellos durante la
captura de la ciudad, de todas partes de sta acudan a saludar y bendecir al
libertador. "A ver si, a ltima hora, van a estrujar al Mesas", piensa el almirante, y
da orden a los marineros de que formen, calada la bayoneta, en torno del
Presidente; pero, no obstante, los negros no se asustan y la algaraba contina en
crescendo. Comprendiendo que no hay ms remedio que hacer algo para poner
trmino a aquella situacin, Lincoln levanta las manos reclamando silencio, que
instantneamente se establece. Y dice: "Mis pobres amigos: heos ya libres, libres
como el aire. Podis arrojar al suelo el nombre de esclavos, y pisotearlo, que ya no
volver ms. La libertad es derecho que tenis desde que nacisteis porque Dios os la
dio, lo mismo que a los dems hombres, y ha sido un pecado haberos tenido tanto
tiempo privados de ella. Pero, ahora, debis procurar merecer este don inestimable.
Mostrad al mundo que erais dignos de l, y que lo mantenis con vuestras buenas
obras. No cometis actos punibles, ajustaos a las leyes y obedecedlas; obedeced los
preceptos de Dios y dadle las gracias por haberos concedido la libertad, pues a l es
a quien lo debis todo. Me habis comprendido? Ahora, dejadme paso, pues ando
muy escaso de tiempo. Quiero visitar la capital y volver en seguida a Washington, a
fin de asegurar para vosotros esa libertad que tanto parecis apreciar."
As habl Abraham Lincoln la primera vez que se hall entre una muchedumbre de
negros, estrujado y ensordecido por sus gritos, en un momento de plenitud tal como
nunca disfrutara antes, y como tuviera muy pocos en su vida. Habl como un padre,
como un hombre que est a la vez al lado y ya muy lejos, y sus palabras quiz
fueron de enseanza tanto como de admonicin, pero desde luego fueron palabras
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de amor; que nunca, como en aquel momento, record su figura aquella otra del
Maestro en cuyo nombre fuera llevado a cabo todo aquello, el humilde Maestro, que
viviera entre pescadores iletrados, trayndoles la libertad y el amor.
All se ergua el gigantesco y descarnado cuerpo, cansado por la lucha que viniera
sosteniendo desde haca aos, pero que, a travs de todas las calumnias y
maledicencias de los hombres, y mediante rodeos y atajos que nadie supiera
comprender hasta entonces, lograra llegar felizmente al trmino que se propusiera.
El almirante Porter, en su relato, dice: "No me pas siquiera por la mente el que
pudiera sucederle algo en aquel instante al Presidente. Hubirasele dicho rodeado
por un ejrcito de guardianes capaces de defenderle contra todo un mundo.
Avanzbamos muy lentamente, haciendo tan slo una milla por hora. Era un da
muy caluroso, y la espesa polvareda que levantaban los pies de la muchedumbre
nos cegaba a todos. El aire era irrespirable. Pero Lincoln poda ser visto por todo el
mundo, pues sobresala por encima de todas las cabezas. Llevaba el sombrero en la
mano, y se abanicaba de cuando en cuando con el mismo, pues el sudor le corra
por el rostro. Su aspecto era realmente como el de quien est dispuesto a ceder la
Presidencia por un vaso de agua."
As entraron en la ciudad el Presidente blanco y los millares de negros que le
acompaaban. Y cuando, al pasar por las calles, se abran las ventanas y se
asomaban los blancos, para ver al hombre malo que los haba atormentado durante
cuatro aos, nada ms fcil que haberlo matado entonces de un tiro. Despus de
visitar el Cuartel General de Davis, el Congreso y algunos otros sitios, regresaron al
barco, haciendo el trayecto en carruaje descubierto, y entonces fue cuando el
almirante se dio cuenta del peligro que haba corrido Lincoln, y que corra ms que
nunca en ese instante, al atravesar la muchedumbre, en medio de la penumbra
creciente. Realmente, no habra entre todos aquellos espectadores algn sudista
rencoroso dispuesto a aprovechar la ocasin para vengarse del gran enemigo, causa
esencial de su derrota?
Durante aquellos das se cursaron telegrficamente las rdenes oportunas para
conmemorar con una fiesta el comienzo de la guerra, el 14 de abril, con la rendicin
del fuerte Sumter a los sudistas. Al principio, el Presidente discuti la fecha,
asegurando que haba sido el da 13, pero como Stanton comprobara, consultando
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un calendario viejo, que haba sido el 14, Lincoln hubo de ceder, declarando que
"realmente, lo mismo daba que la ceremonia del fuerte Sumter tuviese lugar el 13 o
el 14". No hubo, pues, ninguna voz interior de premonicin. Presagio alguno le
advirti que, al sealar el da de aquella fiesta, haba decretado tambin la fecha de
su muerte.
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En general, no pareca creer en tales amenazas. Una vez dijo: "Los atentados no son
crmenes americanos." Su, esposa le recomendaba que no dejase nunca de la mano
el bastn, pero, no obstante, lo olvidaba con frecuencia. Por lo dems, lo mismo
como hombre prctico que como fatalista, era poco aficionado a tomar precauciones.
"Me he acostumbrado a pensar, deca, que si alguien quiere realmente matarme, me
matar, aunque me ponga una coraza y vaya siempre rodeado de mi guardia. Nada
de ello le impedira conseguir su propsito, pues hay mil medios de acercarse a un
hombre a quien se quiere matar."
Ni l ni sus amigos parecieron darse cuenta de que, con la victoria, creca el peligro
en este respecto. Nadie tuvo tampoco, por entonces, conocimiento de ciertos
incidentes ocurridos durante el ltimo ao.
Aquel singular letrero que apareciera grabado en el cristal de la ventana de una
hospedera campesina no haba trascendido al pblico. As como tampoco se tuvo
noticia de un extrao suceso, ocurrido poco despus en un escenario de Nueva York,
y que slo consistiera en tres palabras.
Era una noche del mes de noviembre, y en el "jardn de Invierno" se representaba el
drama Julio Csar, Los principales intrpretes eran los hermanos Booth, dos de los
cuales vivan de la fama del tercero. ste, el trgico ms grande de su tiempo,
parece que representaba aquella noche el papel de Csar; pero, en todo caso, lo que
s es seguro es que el papel de Marco Antonio estaba a cargo de otro de los
hermanos, mozo de unos veintisis aos a la sazn, y excepcionalmente bien
parecido, de tez aceitunada, facciones clsicas, nariz de corte romano y ojos
relumbrantes, reemplazando con esto, y la fama del hermano, lo que le faltaba de
talento personal. Llegado el tercer acto, con la famosa escena en el Capitolio, donde
Marco Antonio incita a los ciudadanos a vengarse de Bruto, Booth fue subiendo el
tono, como exiga el papel, hasta llegar, por ltimo, al punto culminante.
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inflamara
vuestro
espritu,
pondra
Una lengua en cada herida de Csar,
Que hara levantarse hasta a las piedras
de Roma, lanzndolas a la rebelin...
Y aqu el actor acentu el fortissimo de la conclusin, aadiendo las palabras: Sic
semper Tyrannis!, la frase que, segn la leyenda, pronunci Bruto al hundir la daga
en el pecho de Csar. Pero en Norteamrica y, sobre todo, por aquel entonces, eran
mucho ms conocidas como el significativo lema del escudo de Virginia que, durante
la guerra, fuera empleado infinitas veces para intensificar el entusiasmo blico del
Sur.
La "morcilla" pas casi inadvertida. Solamente uno de los espectadores, segn
inform algn tiempo despus, se volvi hacia su vecino, preguntndole con cierto
escepticismo: "Est eso en la obra de Shakespeare?" Un vecino de detrs hizo
observar entonces: "Pero si se es el lema del escudo de Virginia!" Y el que fuera
preguntado; "No importa; est hablando por Bruto."
En aquel preciso momento se oy la voz de: "fuego! El pblico, al orlo, salt de sus
asientos y en dos o tres minutos qued vaco el teatro. Poco despus se saba que
en diecisis teatros y hoteles de Nueva York haban estallado simultneamente, por
aquella hora, otros tantos incendios, obra sin duda de una conjura criminal. Y es
muy probable que aquellas palabras del "jardn de Invierno" fueran la seal
convenida. La confusin producida por los fuegos hizo que se olvidase la extraa
adicin. Pero an hubo indicios ms evidentes de que se tramaba un atentado. Casi
por la misma fecha, un peridico de Alabama abra una suscripcin para asesinar a
Lincoln, Seward y Johnson antes de que se posesionasen nuevamente de sus cargos.
Y todava qued oculto otro documento, en el cual un teniente del ejrcito sudista
prometa a Davis, a raz de la segunda eleccin de Lincoln, acabar con l. El escrito
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fue entregado al ministro de la Guerra y a otros altos jefes, para que lo tomasen en
consideracin".
Los motivos que animaban a Booth eran de diversa ndole. De una familia de gente
de teatro y hermano del gran trgico, comparado, con el cual era una nulidad,
mimado y halagado, no obstante, a causa de su buena presencia, quiz, de haber
sido otras las circunstancias, habrale llevado la ambicin por rumbos muy distintos,
y es probable que hubiese logrado grandes xitos en el campo del amor y de la
aventura. La guerra le abri las perspectivas de un nuevo ideal; haba estado
presente en la ejecucin de John Brown, y el alma del mozo, desarrollada y
moldeada en la escena y al diapasn de la tragedia, difcilmente habra podido
sustraerse a la tentacin de establecer comparaciones entre las figuras teatrales,
Bruto, Guillermo Tell, etc., y los hechos realizados en aquellos aos de guerra, tanto
por militares como por paisanos, cien veces citados pblicamente, en pro de la
nueva Confederacin. Algunas notas por l escritas en sus ltimos das demuestran
que la hazaa del libertador se mezclaba en sus pensamientos a los herosmos
ficticios por l encarnados sobre la escena en los papeles de ciertas obras. Y si bien
es verdad que, como actor, su personificacin del papel de Bruto no era muy
extraordinaria, no era ello, en cambio, una razn ms para que pensase que en el
mundo real podra serlo por modo inolvidable, conquistando con ello mucha ms
fama de cuanto pudiera lograr su hermano, en su carrera de histrin?
As, cuando el que l llamaba el enemigo de su patria, Lincoln, fue elegido por
segunda vez, Booth march al Canad, centro de todos los agentes y espas, y all
fue donde, segn parece, fragu el plan de secuestrar a Lincoln y llevarlo a
Richmond. Habiendo logrado reunir cierto nmero de colaboradores y allegar una
suma bastante crecida, de procedencia desconocida, aunque l siempre insistiera en
que haba ganado aquel dinero especulando en petrleo, march nuevamente a
Washington, con la idea de llevar a cabo su atentado el mismo da de la toma de
posesin de Lincoln. Al efecto, trat de entrar por la puerta este del Capitolio, y por
unos instantes logr producir cierta confusin en las lneas de guardias de Seguridad
que la custodiaban, pero se vio rechazado, y el atentado fracas. Ms adelante,
comentando el caso, se quejaba de la "preciosa ocasin que se haba malogrado
aquel da".
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quedaba por resolver era si los caudillos de la rebelin deban ser castigados y, en
ese caso, qu castigos podran imponrseles. Preguntado el Presidente sobre lo que
pensaba hacer con "Jeff Davis", respondi con un malicioso guio de ojos: "All, en
Springfield, haba una vez un chico que, con sus ahorrillos, se compr una cra de
mapache para entretenerse con el animalito. Pronto, sin embargo, se le pas el
entusiasmo y, de un objeto de recreo, el bicho se convirti en una pejiguera. Un da,
segn acostumbraba, lo sac a pasear por las calles, sujeto con una cuerda, pero, a
cada paso, el demonio del bicho se abalanzaba sobre el chico, y ya le haba
arrancado el traje, a fuerza de tirones. Por fin, harto de lucha y sin saber qu hacer,
sentse el muchacho al borde de la acera, donde estuvo hasta que un conocido, al
pasar, le pregunt por qu estaba all:
- Ay! respondi el chico; este animalucho es una calamidad.
"- Por qu no te deshaces, entonces, de l?
- Bah! replic el mancebo. No ve usted que, precisamente, est royendo la
cuerda? As, cuando la haya roto, me volver a casa y dir que se me ha escapado."
Como se ve, Lincoln haba recobrado su antiguo tono humorstico; la pesadilla haba
pasado, y, como en los buenos tiempos, poda resolver chancendose las cuestiones
ms serias. En la presente ocasin, logr hacer comprender instantneamente a la
muchedumbre, con uno de sus graciosos aplogos, la resolucin de un problema
histrico de importancia. Tambin cuando visit a Seward, con motivo de su
enfermedad, se hallaba del mejor humor. El pintor, que estaba presente, nos lo
describe "arrojndose, en su jbilo infantil, todo a lo largo sobre la calle, y contando,
con la cabeza apoyada en una mano, el hundimiento final de la rebelin". Cuatro
aos, casi da por da, han transcurrido desde el momento en que el mismo Seward,
en aquel mismo cuarto, escribiera una carta retadora y hostil a su jefe, que ste
contest con toda serenidad y una perfecta confianza en s mismo. Pero, exaltado
como se halla en este momento por el triunfo, medio echado junto al enfermo,
pintndole con palabra expresiva la significacin de la victoria, no se le dira ahora
ms joven y ms lleno de vida? En este apacible momento, no pareca, realmente,
como si, por arte de magia, todas las terribles expresiones pasadas se hubiesen
esfumado, como un mal sueo, y nos encontrsemos de nuevo en Indiana, con el
buen Abraham teniendo que encoger sus gigantescas zancas, a fin de dejar sitio a
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los dems, agrupados en torno a l para orle contar alguna de sus historias?
Solamente que, esta vez, estaba haciendo la Historia.
La capital y el pas entero rebosaban de jbilo. Desde el lunes, 9 de abril, se
desbord el tumultuoso entusiasmo del pueblo, en tal forma, que ni la santidad de la
Semana Santa fue bastante a reprimirlo. Por las calles de la capital circula la gente,
ebria de gozo a la sola idea de que los malos das haban pasado ya. En grupos
imponentes, reunanse ante la Casa Blanca, y dos veces, apremiado por los ruegos y
las exclamaciones, tuvo que hablarles el Presidente. Pero, qu podra decirles?
Hablarles del pasado no tena objeto; y el presente, con sus mltiples problemas, se
hallaba todava demasiado confuso. Queda, pues, slo el futuro, y el pensamiento
del futuro es precisamente lo que le exalta y llena de esperanzas, y hacia lo cual
deseara elevar el corazn de sus conciudadanos, inspirndoles el anhelo de
reconstruir todo lo destruido. As, les hablar de este modo:
Conciudadanos! Hoy nos encontramos bajo la impresin, no del dolor, sino del
jbilo, que llena nuestros corazones... La direccin y desarrollo de la lucha han sido
admirables, pero ni la ms mnima parte de esa gloria me pertenece. El general
Grant, sus competentes oficiales y sus heroicos soldados son quienes lo han hecho
todo... Al contrario de lo que sucede en las guerras entre pueblos independientes, en
una guerra civil no hay ningn rgano autorizado con el que tratar, y ningn hombre
tiene la bastante autoridad para abandonar la rebelin en manos de otros. No
queda, pues, otro remedio que operar y tratar con elementos desorganizados y
discordantes. Y no es una dificultad adicional de escasa monta el que entre nosotros
mismos, los leales, no haya unanimidad de criterio acerca de la forma en que ha de
llevarse a cabo la obra de reconstruccin." A continuacin, expone minuciosamente
sus ideas sobre el problema de Louisiana, la cuestin de los negros, etc.,
discutindolo todo, lo mismo en sus detalles que en sus lneas generales, como si se
hallase en el Congreso. Es muy probable que aquella muchedumbre, que haba
venido slo para vociferar, se aburriera un tanto oyendo la peroracin, pero en todo
caso no lo dijeron, escuchndole respetuosamente desde el principio hasta el final; y
hasta es muy posible que comprendieran lo que les dijo.
Pero nadie, entre tantos miles de personas, se dio cuenta de la excitacin reprimida
con que dos jvenes, colocados en las primeras filas, observaban al orador y seguan
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sus palabras. "Desde luego, no sera justo negar el sufragio a los hombres de color,
deca en este momento el Presidente, y yo, por mi parte, creo que debera
concederse en seguida a los ms inteligentes y a aquellos que sirvieron en nuestras
filas."
"Eso es! Ya tenemos a los negros convertidos en ciudadanos!", susurr uno de
dichos jvenes al odo del otro; y aadi: "Pero ste ser su ltimo discurso." Ambos
mozos eran Booth y Herold. Pero, supongamos que estos dos hombres hubieran sido
de Illinois en vez de ser del Sur. Si este fantico mozo que tanto suea en
representar a lo vivo el papel de Bruto hubiese nacido y crecido entre los
abolicionistas, no amara al libertador con la misma pasin con que ahora le odia?
Pero, aun siendo sudista, y si Booth hubiese conocido ntimamente a Lincoln, si
hubiese podido ver de cerca sus ojos grises, serenos y escrutadores, si una
casualidad cualquiera le hubiese conducido hasta el Presidente cuando ste,
cabalgando junto a su hijo Tadd, le enseaba a diferenciar los rboles o,
simplemente, cuando contaba alguna de sus historietas? Qu habra sentido
entonces? Y qu sentimientos no habran sido los de este nuevo Bruto si hubiese
sabido la filosfica explicacin que aquel que se le representara como el nuevo Csar
diera del acto de Bruto, cuando lo pintara como una fatalidad ineluctable a que el
"tiranicida" tuviera que obedecer? Quin sabe si, en ese caso, todo el edificio de
pensamientos de honor y de gloria que construyera se habra venido a tierra! Pues,
quin podra disparar de buena fe contra un pecho que se ofrece por s mismo al
arma homicida?
El mircoles da 14, al dar las doce, tronaron los caones del fuerte Sumter, como
cuatro aos antes; pero esta vez eran los del Norte y disparaban con plvora
solamente. El mismo Anderson que, en aquellos ya lejanos das, mandara la plaza,
comandante a la sazn, general hoy da, iz la misma bandera estrellada que, aos
atrs, fuera derribada a balazos. La banda de msica tocaba y la multitud enardeca
el espacio con sus gritos de jbilo. El orador encargado del discurso oficial dijo: "Hoy
elevamos al Presidente nuestras respetuosas felicitaciones, por haberle Dios
conservado la salud y la vida durante estos cuatro sangrientos aos, no obstante las
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como debieran los derechos de nuestros compatriotas del Sur, y no ser yo quien
comparta ese sentir."
Dnde estarn los asesinos? Por qu no estarn escuchando por el ojo de la
cerradura, para aprovechar el momento oportuno? Ah! Si ellos oyeran, sin duda el
dedo no apretara el gatillo, y ellos seran los primeros en reconocer que el que as
habla es el padre, tanto del Norte como del Sur. Pero, desgraciadamente, Booth no
est all, y lo que l se imagina est tan lejos de la realidad...
Lo nico que Booth ha odo es que el Presidente y el general asistirn aquella noche
a la funcin de gala en el teatro, a fin de mostrarse al pblico, que reclama su
presencia. Como Grant ha de ser una de las vctimas, hay que aprovechar la
ocasin, pues maana se ir a pasar unos das con su familia, y, en seguida,
regresar al frente. Parece, adems, que no se encuentra a gusto en Washington, y
que abriga ciertas inquietudes con respecto a Sherman, no confiando demasiado en
el sueo de Lincoln. El director del teatro ha divulgado la noticia de la asistencia de
ambos pronombres, y todo est ya dispuesto para la funcin de gala, habindose
adornado el palco presidencial con profusin de banderas.
A toda prisa ha ultimado Booth los ltimos detalles del drama. Powell, que es el
encargado de acabar con Seward, lograr entrar aquella noche en casa de ste
fingiendo que es un enviado del mdico, portador de una medicina. En cuanto al
Vicepresidente, parece que a ltima hora se desisti de su asesinato; en todo caso,
se sabe que Booth acudi el da antes al Hotel Hirkwood, dejando una tarjeta suya
para Johnson. Tambin el da anterior alquil, para su propio uso, un hermoso
caballo, que enseara con gran satisfaccin a sus conocidos, y que confiara a los
cuidados de Herold, que estaba al corriente de todos los planes. El mismo da va al
teatro, donde uno de los carpinteros del escenario, un sudista, parece estaba
complicado tambin en la conspiracin, y bajo su direccin, este hombre coloca las
sillas del palco presidencial en la forma que Booth juzga ms conveniente para sus
fines, mientras l mismo, rpidamente, hace un agujero en la puerta del palco, con
objeto de poder atisbar por l. En seguida inspecciona con todo cuidado el revlver y
el pual, por si necesitase utilizar ambos. Sus hbitos histrinicos parece le
inclinaban a cierta preferencia por la daga, arma ms romntica que las de fuego. La
buena ocasin de poder ejecutar juntos a los dos supremos "criminales" aumenta su
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Pero, entre tanto, los Grant haban avisado que no asistiran a la funcin, teniendo
que marchar aquel mismo da para ver a los suyos y no pudiendo aplazar otro da el
viaje. La sorpresa cay poco menos que como un rayo en la Casa Blanca. Es posible
que fueran a abandonar la capital en aquel da de regocijo por la victoria? Todos,
adems, se preguntaban qu es lo que podra haberlos inducido a tal desatencin
con respecto al Presidente y al pblico. Algn tiempo despus, mistress Grant
explic que el espectculo que diera Mary en el coche, dos semanas antes, les hizo
temer otra escena por el estilo, si, como era de esperar, el pblico aplauda y
aclamaba al general a la vez que al Presidente; pues, quin poda asegurar que
mistress Lincoln no se dejara arrebatar, una vez ms, por su vanidad y sus celillos,
estimando que los Grant trataban de hacerles sombra a ellos?
Poco antes de salir para el teatro, firm el Presidente la instancia de libertad de un
prisionero del Sur, que se comprometa a prestar el juramento de fidelidad. As, su
ltimo acto oficial fue un acto de clemencia hacia el Sur.
Ya en la calle, al subir al coche, se encontr con el Presidente del Congreso, con
quien estuviera hablando por la tarde, y luego de saludarle, le record: "No olvide
mi mensaje a los mineros!" Y no se dira que con ello dictaba sus ltimas
voluntades, su testamento a favor de los Estados Unidos?
La funcin haba empezado. Era una comedia de carcter cmico, titulada: "Nuestro
primo de Amrica". Al aparecer el Presidente con su esposa, estall una atronadora
salva de aplausos, interrumpindose la representacin, y teniendo ambos que
inclinarse, en vista de que la orquesta tocaba el himno. Todo el mundo se haba
puesto de pie, y la diversidad de uniformes y trajes de etiqueta daba al saln un
aspecto deslumbrante. Terminado el himno y restablecido el silencio, continu la
funcin. Como Grant no la haba ido, ocuparon su lugar en el palco presidencial un
joven comandante con su prometida, amigos de Lincoln. As transcurrieron unas dos
horas.
Es muy posible que Lincoln escuchara lo que aquel primo de Amrica tena que decir,
pero an es ms probable que sus pensamientos vagasen a la deriva. Una especial
disposicin de nimo, que le hacia pasar rpidamente de unos recuerdos a otros,
haba hecho que aquel da fuera para l de gran fiesta. Un sueo le haba augurado
buenos acontecimientos; amigos llegados de su tierra, que tan querida le fuera
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siempre, habanle contado cmo iban las cosas por all; su mano haba estrechado,
al despedirse, la mano segura de Grant. Por otro lado, haba expuesto a sus
ministros cuanto planeara para remedio de todos los males de la nacin,
consiguiendo desterrar las ideas de venganza. El lejano Oeste haba llenado su
espritu de imgenes deslumbrantes, revelando los tesoros de sus entraas. Su hijo
mayor pareca haberse hecho ya un hombre de provecho; y, como siempre que
echaba a volar su fantasa, entre todos sus sueos se haba deslizado la imagen de
su hijo menor. En suma, un sueo de serenidad y dulzura, una nueva vida de
esperanzas e ilusiones. El general amigo suyo haba aconsejado las mayores
precauciones. Muy bien. Por qu no tomarlas?
Pero el Destino, o los designios de lo desconocido, que por tan extraos y laboriosos
caminos le llevaran a metas tan inesperadas, no eran mucho ms fuertes que todas
las precauciones? No eran aquellas fuerzas desconocidas las que, desde el bosque,
le llevaran al ro, y de ste, por encima de las balsas formadas con los gigantescos
troncos derribados por l mismo, hacia el almacn, con sus fardos y cajas, y desde
el almacn al despacho de abogado, con sus polvorientos legajos, y del despacho al
Congreso, y de ste a la Casa Blanca, siempre al servicio de los humildes y de la
justicia? All est Herndon, el fiel compaero, y Speed, que hace poco estuviera a
visitarle, sin pedirle nunca nada. Entre aquel tumulto de imgenes, surge la estrecha
sala de Vandalia, donde por vez primera interviniera en poltica; y el elegante
Capitolio de Springfield, nuevecito... Por ltimo, se ve en el tren, viajando
interminablemente, atravesando regiones y regiones, de tribuna en tribuna, de
discurso en discurso, siempre tras la pista del Pequeo Gigante. Pero, y Douglas, tan
lleno de vida, tan activo, dnde puede estar? Y dnde el amigo Baker? Dnde sus
hijitos, marchitados y consumidos por la escarcha como capullos a medio abrir?
La muerte le acecha mientras tanto desde todos los rincones. Quiz, a su escondido
influjo, hace Lincoln examen de conciencia? En ese caso, podr reprocharse el
haber pedido nunca, en su vida, ms de lo que deba? Pero, acaso no decan los
eternos descontentos que su culpa ha sido, precisamente, el no pedir lo bastante?
Sin
embargo,
no
se
han
conseguido,
al
final,
las
dos
cosas
que
ms
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fuera acribillada a balazos y que hoy vuelve a tremolar victoriosa. Y al pasar por las
calles en direccin al teatro, no pudo ver, entre los rostros blancos de la
muchedumbre, una porcin de rostros negros, aunque silenciosos, radiantes de
alegra y gratitud?... Hacia dnde le llevar 3 ahora el extrao barco de sus sueos,
hacia qu costa desconocida, jams alcanzada en su sueo, ya que siempre haba
despertado antes de atracar? Acaso hacia los bosques de Indiana? O hacia el
Elseo?...
Cautelosamente, se acerca el asesino al palco. Son cerca de las diez. Momentos
antes ha injerido un whisky en un bar, a fin de cobrar nimo; luego, ha ido al teatro,
como un espectador cualquiera, y ha escuchado tranquilamente la funcin durante
un rato, sin que nadie advirtiera su presencia. Llegado el momento que considera
oportuno, se dirige, en plena representacin, al empleado situado ante la puerta
exterior del palco, con orden de alejar a posibles visitantes. Mostrndole una tarjeta,
le dice que tiene que dar una noticia al Presidente, y que ste le espera. Aunque ello
pueda parecer un poco extrao, le dejan paso libre. Una vez dentro, comienza
febrilmente su obra en el pasadizo que media entre las dos puertas. Con un cerrojo
de madera, que improvisara aquella maana, cierra la puerta exterior, y, por el
agujerito que hiciera en la puerta interior, mide con la vista la distancia. El
Presidente se halla sentado cerca de la puerta y, junto a l, su esposa. En seguida,
la otra seora y, a la derecha, el comandante, desconocido para Booth. Como el
palco cae casi directamente sobre el escenario, no hay ms que saltar la barandilla,
dirigirse rpidamente a la tan conocida sala trasera, donde espera el escudero con el
caballo, montar ste... y a galope! Valor, pues, Bruto!
Abriendo rpidamente la puerta interior y antes que nadie tuviese siquiera tiempo de
volverse, acerca la pistola a la cabeza de su vctima, y hace fuego a quema ropa. El
comandante se arroja sobre l, pero retrocede, tambalendose, herido de una
pualada. Instantneamente, el asesino se sube a la barandilla del palco, para saltar
al escenario, pero, al arrojarse, queda enganchada una de sus espuelas en la
bandera que cubre el balconcillo, la bandera que tanto odiara, y este contratiempo
imprevisto le hace caer sobre las tablas con tan mala suerte que se rompe una
pierna. No obstante, se levanta y, esgrimiendo el pual, como tantas veces hiciera
en aquel mismo escenario, lanza, con voz tonante, su divisa: Sic semper Tyrannis!
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Fueron innumerables las personas que desfilaron ante el fretro antes de ser
depositado en la fosa del pequeo cementerio de Springfield, al lado de la tumba de
su nio, tranquilamente, sin estruendo, como correspondiera al hombre que fue.
Sobre el atad, mientras pasaba a travs del camposanto, resbalaban las sombras
de amigos y enemigos.
El asesino logr en un principio encontrar un escondite y un mdico que le
entablillase la pierna, pero, acosado y perseguido de madriguera en madriguera,
acab por ser descubierto en un pajar; y, habindose negado a rendirse, all mismo
fue fusilado y quemado. Cuatro de sus cmplices fueron condenados a la horca; otro
de ellos consigui refugiarse en Europa. El mismo Sur comprendi lo que haba
perdido, y el crimen fue calificado de "parricidio".
Lee se hizo profesor y ense todava durante algunos aos. Davis se dedic a
escribir sus Memorias y vivi tranquilamente un cuarto de siglo. Grant fue elegido
Presidente. Mary, por su parte, acab por perder el poco juicio que le quedaba.
Vendi sus hermosos trajes y tuvo que ser recluida en un manicomio. Por ltimo,
muri olvidada, en la misma casa donde contrajera matrimonio, con el espritu
todava en tinieblas.
Los negros fueron quienes ms amargamente lloraron a su libertador. Del mismo
modo que fueron los nicos que lo bendijeron desde el fondo del corazn en vida.
Cantaban himnos en su memoria y decan que su Mesas estaba ahora en el cielo.
Esto mismo crea Tadd, que no sobrevivi a su padre sino un par de aos. Todava
en la Casa Blanca, ante el fretro, haba preguntado: "Est pap ahora en el cielo?
S? Entonces me alegro, pues la verdad es que aqu no era dichoso."
As fue como, despus de Abraham Lincoln, no volvi a verse en toda Norteamrica
un solo inocente que llevase al pie la cadena de esclavo. Porque l vivi, trabaj y
muri asesinado, todos los hombres, a quienes Dios concede el don de la vida,
nacen libres all.
FIN
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Digan lo que quieren los tontos despechados
y la campanuda parlera de los celosos,
ninguna mujer se ha perdido nunca,
sin que la ayudase algn hombre
v
Hombres de Clay
vi
Casi veinte aos han transcurrido
desde que aqu dije adis
a los bosques y a los campos, y a las escenas de juego
y a los camaradas tan queridos.
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