Caperucita
Caperucita
Caperucita
Julio Cortzar
Cuando vio salir a la nia, respiro con fuerza. Todo arreglado, pens. Esperar que se interne en el
sendero del bosque, caerle encima. De una simpleza que no admite fallas.
Podra hacerlo sin temblores de pulso? Probablemente s. No coma desde haca seis das, cuando
entr al boliche de Santilln y arras con las milanesas de Iomo. Qu tipo, ese SantiIln. Porfiado como
l solo. A toda costa quera cobrarse lo consumido. De no haber sido porque se le encasquill el rifle, no
s qu hubiera ocurrido.
Ah va la nia, con la capita colorada y el canasto. Si le caigo ya, pueden verme desde la posada. Dos,
tres, cuatro metros ms.
Tengo que tratar de no hacer ningn ruido. Eso es. La primera dentellada en la nuca, para que no haya
gritos ni complicaciones.
Ahora.
Un vendaval de dientes y uas cay sobre la desprevenida nia. No lleg a ver a su famlica abuela,
que le desgarraba las carnes y devoraba sus entraas con fruicin.
Hector Gagliardi
En la coqueta casita
de blancas tablas de pino
tienen fijado el destino
la abuela y Caperucita.
Un lobo de grandes dientes
escondido en la espesura
espera, el muy caradura,
que una de las dos se ausente.
Malvado de tomo y lomo,
el lobo bien se relame;
como nosoy un salame,
a la que salga, me como
La nia sale, coqueta,
pintndose los cachetes.
Pero hija de una gran siete!
Se ha trado la escopeta!
Plvora, ruido, balines,
y el lobo sale ah los piques;
la nia, dndose dique;
la abuela teje escarpines.
Termin el verso a los tumbos,
y viene la moraleja;
guarda con nias y viejas
si saben manejar chumbos.