Articulo - Juan Oddone - Historiografia Uruguaya Del Siglo XIX
Articulo - Juan Oddone - Historiografia Uruguaya Del Siglo XIX
Articulo - Juan Oddone - Historiografia Uruguaya Del Siglo XIX
DE LA
o
UNIVERSIDAD
SEGUNDA POCA
N.o 1
MONTEVIDEO
1959
REVISTA
HISTORICA
DE LA
UNIVERSIDAD
(Segunda poca)
Febrero de 1959
REVISTA HISTORICA
DE LA
UNIVERSIDAD
Segunda poca
Editada por el
Instituto de Investigaciones Histricas
Direccin
EDMuNDo 1. NAR.\NcIO
PROSPECTO
Con el presente nmero se mzcza la publicacin de la Revista I-Iistrica. de la Universidad, en su segunda poca l. Aspiracin largamente sostenzda, y ahora llevada a la prctica, fue planteada desde la fundacin del
Instituto por su primer director, el doctor Ravignani, bajo cuya orientacin
se reunieron materiales para la publicacin ele un Boletn cuya aparicin
lleg a anunciarse. Sin embargo la falta de medios frustr la iniciativa.
Cuando me hice cargo de la direccin del Instituto -luego de la muerte del eminente maestro, en 1954-, bajo el estmulo de algunos colegas, colaboradores y discpulos, me decid a considerar la conveniencia de que el
Instituto tuviera su publicacin peridica.
Los obstculos financieros, que entonces se opusieron a la reali.zacin
de la idea, solamen te pudieron sujJerarsemerced a la reduccin de lo destinado a otros servicios. N o obstante esta solucin, la jJresente situacin
econmica de la Repblica, la irregularidad con que se liquidan las partidas de gastos de la Universidad y la falta de una suma con carcter permanente destinada a las publicaciones del Instituto, determinar que la
Revista aparezca, jJor ahora, solamente cuando existan medios y sin establecerse de antemano los plazos de su P"Friodicidad.
La idea de editar por la Universidad una publicacin de carcter histrico tiene sus antecedentes en una iniciativa del doctor Eduardo Acevedo,
entonces Rector, quien propuso la creacin de una seccin histrica de la
1. En su oportunidad nos dirigimos al Consejo Central Universitario pidindole ~uto
rizacin jJara denominar a la publicacin Nueva Revista Histrica de la UniverSIdad;
no obstante el Consejo Central acord que debia llamarse Revista Histrica de la Universidad. segunda poca. (Sesin del 1S de diciembre de 1957).
VII
ENSAYOS Y COMUNICACIONES
Este artculo rene algunas notas ele un trabajo en preparacin, sobre Historia y
pensamiento historiogrfico en el Uruguay en el siglo XIX. El autor desea expresar
su reconocimiento a los profesores Jess Bentancourt Daz y Edmunelo M. Nar:mcio,
as como al sei\or Antonio T. Praclerio por su asesoramiento bibliogrfico.
-3-
JUAN
A.NTONIO
d.ecirse que sus manifestaciones genricas), concelJluales recorren un transztado sendero, desde la crnica fctica hasta las formas adultas de la construccin historiogrfica.
Esperemos entonces que una historia de nuestra historiografa encare
el relevamiento de sus balbuceos narrativos)' de sus atisbos heroicos, as
coI7:o la crnica onomstica y la crnica patritica; que persiga todas las
vanantes de la eseuela filosofan te que introducida IJor iVIagariJ10s Cerullntes confluye ms tarde en la reflexin sociolgica)' la fundamentacin causal que postula el positivismo cientificista del 80; que conforme el derrotero de l~ corriente erudita a travs de su evolucin metodolgica), el feeundo zntercambio que posibilit en el quehacer histrico rio;blatense. De
todo ello, para emlJezar, deber hacer buen caudal una historia de nuestra
historia, siguiendo de cerca nuestros conflictos partidarios e ideolaicos, el
desarrollo de las corrientes literarias, la alJetencia de la cultura aI~biente,
la conformacin ele nuestro medio social. Es dable esperar una historia de
la historiografa que no naufrague en el exhaustivo catlogo e1udito o en
la venerable galera. cronolgica. Cae aguardar, para un trabajo de esa
naturaleza, el estudIO de la necesaria conexin entre pensamiento )' creacin, teniendo en cuenta la adajJtacin y transformacin que experimen~aron las corrientes de ideas importadas )' el vigor que cobraron en su
zmpregnacin con nuestro pasado histrico; haciendo caudal, en fin, de la
gravitacin militante del romanticismo, )' la dilatada influencia afirmativa
del positivismo evolucionista.
Semejante tarea que, desde luego, no cabe en la intencin de estas notas, an queda IJor cumlJlir. Los apuntes que siguen slo pretenden aventurar un somero planteo de algunas de sus direcciones posibles.
ANTECEDENTES y
LA
ODUONE
ESTIMULANTES
Cuando en octubre de 1812, tras la victoriosa insurreccin de la campaa oriental, la suerte de las armas revolucionarias provoca el segundo sitio de Montevideo, la poblacin de la Plaza -fresco en la memoria el recuerdo de los ltimos meses de 1811, y an presente el pnico de aquel
bombardeo ingls de 1807- vivi das de crecida angustia. Con la formalizacin del asedio, hambre y epidemias fueron durante casi dos aos rutinario flagelo de Montevideo. La relacin de Acua de Figueroa, testigo
ocular de aquellos sucesos cotidianos, si constituye una temprana expresin
de la poesa nacional, perdura tambin como contribucin liminar de la
crnica narrativa en nuestra literatura histrica.
Francisco Acua de Figueroa (1791-1862),1 narr, como se sabe, las
incidencias memorables y menores de aquel episodio en el Diario Histrico
3.
l.
-4-
4.
-5-
JUAN
ANTONIO
ODDONE
perpetuacin en las letras uruguayas. " ... Artigas y sus compaeros, Lavalleja y los suyos son la fuerza inicial, la causa generadora de nuestra existencia -escribe Bauz-; y Figueroa es la fuerza moral propagadora de
las escelencias de ese hecho. Aquellos en las armas y ste en las letras,
complementan el acto entregndolo a la posteridad rodeado del esplendor
del herosmo y garantido contra el olvido de los hombres". 5
El tema de los orgenes nacionales inspir con intermitencia nuestra
versificacin patritica. Consumada la secesin poltica de 1828, dividida
la sociedad por las enconadas luclns civiles que alumbraron la organizacin institucional, la naciente literatura encar, a modo ele respuesta constructiva, una fundamentacin literaria de los origenes histricos nacionales. Exalt la historia en sus tradiciones ms pretritas y en sus hroes olvidados, promoviendo una veneracin elel pasado del que se queran rescatar los elementos primarios del sentimiento patritico incontaminado
an por las pasiones de partido, con la finalidad de erigirlos en estandarte
de la regeneracin nacional. N o es a ttulo de su valor historiogrfico que
se mencionan aqu, elado que les fue ajena o secundaria esa intencin, sino
ms bien como dinmicos excitantes ele un sentimiento sobre el que luego discurrir diversamente la labor historiogrcfica. Los poetas del sentimiento patrio, aunque ubicados -como dira Croce- en una esfera idealmente anterior a la de la ciencia histrica, tradujeron esa actitud en el
verso y el drama lrico, estimulando la sublimacin del pasado donde se
inscriban las luchas por la independencia. r; Al amparo de la Paz de Octubre de 185] -acercamiento nacional que pretendi acallar las pasiones
partidarias-, una balbuciente literatura frecuent las tradiciones orientales asomando en el drama histrico, el verso natritico o la levenda nativa,
con la modesta latitud que alcanzan entonces 'estos gneros de I~uestro dominio literario. Basten slo algunos ejemplos: Pedro Pablo Bermdez (18161860) haca conocer en 1856 su EjJiceyo, Al Jefe de los orientales, homenaje
evocativo del Protector que vena a suceder en pocos aos a sus dos dramas
histricos, El Charra, donde enalteca la raza autctona, y El Oriental,
apologa de Artigas que aparece en ]854. La inhumacin de los restos del
prcer en 1856 inspira los versos de Romn de Acha y Alcides De-Mara,
mientras Heraclio Fajardo, bajo la influencia de Juan Carlos Gmez, publica su tomo lrico Arenas del Uruguay.
Entre otros, estos antecedentes menores, an en su discutible mrito
esttico, significaron por entonces una impulsin simptica hacia el pasado que encontr su expresin historiogrfica cabal en la pluma de Isidoro De-Mara.
Primo annales fuere, post Historiae factae Sllllt, deca la sentencia que
Croce cuestionaba sosteniendo que la historia, daclo su intrnseco carcter
de "contemporaneidad",
antecede en el orden bo'entico a la crnica, des.
carna do resIduo de lo ya no viviente. Fuera de esa distincin formal, cabra iniciar, sin embargo, en este caso, una visin panormica del Ollehac~r histrico considerando las aportaciones de la crnica dado que' constItuyeron -en general- sus ms tempranas y modestas manifestaciones,
desde la narracin cronolgica de Larraii.aga y Guerra hasta los anales de
Isidoro De-Mara.
Sin conceder a la distincin otro alcance que el de un criterio posible
de sistematizacin, la crnica, como gnero historiogrfico, puede agruparse segn ciertas modalidades caractersticas: crnica memorialista, narrativa, erudita.
7.
5.
6.
bid., p. 34.
Cfr.: FRANCISCO BAuzA, Los JOetas de la revolucin, en Estudios Literarios, cit.; par~
los afios posteriores a 1851, Cfr. JUAN E. PIVEL DEVOTO.. Visin del pas en 1856, en
lHarc}a, Montevideo. II de enero de 1957.
-6-
8.
JUAN ZORRILLA DE SAN MARTN, La leven da Patria, Montevideo, 1879; Tabar, 1\10ntevideo, 1888; Descubrimiento y Conquista del Rfo de la Plata (conferencia), Madrid, 1892; La EJoJeya de Artigas, Montevideo, 1910; Detalles de la Historia 1'ioJlatense, Montevideo, 1917.
Cfr.: JUAN ZORRILL\ DE SAN MARTN, La realidad de Artigas, prlogo a Hl':CTOR MIRANDA, Las instrucciones del Aiio XIII, Montevideo, 1935, p. XVIII Y ss.
-7-
JUAN
ANTONIO
Dentro de la crnica narrativa construida sobre recuerdos y tradicin, pueden citarse, entre algunas de las ms conocidas: CARLOS ANAYA, Revolucin de la Banda
Orientat del Vruguay, situada en la margen l'zquierda del Ro de la Plata, Amrica del Sud, Por .... AjJtl1ltacin.s Historicas y Polticas, Escritas en el Departamento de Montevideo en el A,l0 de 1851 en Revista Histrica, Montevideo, 1951,
nn. 5860, pp. 296 Y ss.; RAMN DE CACERES. lUemorias de don .... Resumen histrico.. en Revista Histrica, Montevideo, 1910, t. 3, ai'io 2, n. 8, pp. 395-410; JUAN
SPIKERl\IANN, La jJrimera quincena de los Treinta y Tres, :Montevideo, 1891; LUIs
DE LA TORRE, ,1Iemorias de los sucesos de 182;, en Revista Histrica, t. IV, n. 11,
p. 340; FRANCISCO AGUSTiN VVRIGHT, .tljJtl?ltes histricos de la Defensa de la Rejnblica. Montevideo, 1845, t. 1 (segn Dardo Estrada. Wright dej indito un segundo tomo que no se ha publicado); UN ORIENTAL [ANTONIO PEREIRA], Aclaraciones histricas, l\Iontevideo, 1884; ANTONIO PEREIRA, Recuerdos de mi tiempo, Montevideo, 1891; ANTONIO DL\Z.. Memorias [inditas. que abarcan desde el Descubrimiento hasta la paz de 1828] en Archivo General de la Nacin, Montevideo; AnDN ARZTEGUY, La Revolucin Oriental de 1870, Buenos Aires. 1889; etc., etc.
Otros gneros de crnica:
Como ejemplo de crnica tradicionalista puede citarse a FLORENCIO ESCARD,
autor de Resella Histrica, estadstica y descriptiva con tradiciones orales de las
10.
ODDONE
descubrimiento y poblacin de la Banda Oriental del Ro de la Plata '1' las ciudades de Montevideo, Alaldonado, Colonia, etc., jJor ... en Revista Histrica, Mon-
12.
tevideo, 1913. t. VI. p. GIl; Montevideo, 1914, t. VII, pp. 81 Y ss. Y 532 Y ss.
JUAN MANUEL DE LA SOTA, Historia del territorio oriental del Uruguay, Montevideo,
11341; Noticias Histricas [1841], en Revista Histrica, Montevideo. 1913. t. IV, pp.
145-60; Cuadros Histricos, [1848-49J, [inditos]; Catecismo Geogrfico-Poltico e
Histrico de la Repblica Oriental del Uruguay, Montevideo, 11350; Errores que
contiene la Memoria sobre la decadencia de las Afisiones Jemticas que ha publicado en la ciudad de Paran el Dr. D. llJartin de MollSs'l', etc., Montevideo, 1857.
JUAN MANUEL DE LA SOTA, Historia del Territorio Orientl del Uruguay, etc., cit.,
Introduccin.
-9-
-82
JUAN
A.NTONI
ODDONE
cit.
..,
.
la Retnlblzca Orzental del UT/lguay desde el mio 1810 hasta el de 1852, ete., Pars, 1864.
.
En la edicin de 1864 anunci cuatro temo;;. Slo se conocen los dos pnmeros que
abarcan desde 1810 hasta 1839.
DEODOI\O DE PASCUAL, Atnmtes tJara la Historia de la RetJtblica Oriental del Uruguay, cit., t. n, p. 177.
10-
dad que le otorga cierto aire de empaque y erudicin; ello, sin disimular
sus tesis a priori: es, en nuestra historiografa poltica, el abanderado de
la c,ausa imperial de Brasil. En su anlisis de la revolucin y las luchas
civiles, as como en su visin de otros problemas de la realidad -esclavitud,
monarqua y repblica, anexionismo- se revela como el clefensor consecuente de su majestad imperial, lo que, para la poca en que investiga y
escribe, no implica contraclecir su hispanismo.
Su visin de Artigas, sumada a la discutida calidad general del trabajo, vinieron a sellar su desprestigio en la poca de revisin de las tesis porteas. Bauz, l'v1elin Lafinur, Acevedo y Estrada le reservan un juicio lapidario.
No podra omitirse --entre las manifestaciones de la crnica eruditael nombre de Antonio Daz (1831-1911), 17 gracias a la relevante contribucin que seala su Historia jJoltica y militar de las RejJblicas del Plata
desde el aio de 1828 hasta el de 1866. En la reflexin de Antonio Daz
prevalecen, al menos como propsitos, algunos principios tericos sobre los
fines ele la historia y los medios que utiliza. Es su intencin, afirma, mantenerse ajeno a las luchas polticas. Siguiendo el modelo clsico que par:l.
la poca encarnaba, una vez ms, Cicern -grato tambin a de la Sota-,
desea no formular juicios sobre los hombres sino limitarse a trazar el cuadro de los acontecimientos. "El historiador ante todo -dice Daz- no es
juez". 1S "No debe crear, trastornar ni producir acontecimientos ni opiniones apasionadas ... su verdadero elemento es la vida de los pueblos". 19
Fuera de estas prevenciones liminares, la Historia del coronel Daz inscribe, bajo el lineamiento formal de una crnica descriptiva, un cuadro
irregular, por momentos desvado, de los sucesos nacionales comprendidos
entre la guerra del Brasil y la Triple Alianza. El relato aparece revestido
con un profuso aporte documental que se diversifica en declaratorias, tratados, alianzas militares, testimonios familiares y manuscritos de poca,
aducidos, por lo comn, con dudosa fidelidad. Pese a su notable extensin
-sus doce volmenes constituyen un alarde para su poca- esta singular
enciclopedia analstica se resiente ya por una presentacin desordenada, y
a veces incoherente, de los hechos, tanto como por el cuestionable criterio
con que utiliza las fuentes (procedentes, en su mayor parte, del archivo
paterno) a lo que se agrega frecuentes contradicciones o inexactitudes en
muchos de los juicios sobre acontecimientos y personajes notorios.
Si bien careci de una visin objetiva y comprensiva del perodo encarado, y si tampoco su mtodo y su orientacin acertaron a resolver cuestiones elementales de criterio historiogrfico, la crnica de Daz, conjugando diversas circunstancias, alcanz a gozar de cierto crdito, que Carbia,
por ejemplo, todava le concede en 19'10: prestigio de relumbrn ganado
17.
18.
19.
ANTONIO DAZ,
-11-
ANTONIO
ODDONE
. 1D
al amparo de la fama de probidad
-lo termina de sealar Plve
:\p'O~~; a las iVlemorias de su padre, el gey ponderaci~n at,ribuda en su
neral Antomo Dlaz.
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Isidoro De-Mara (18b-1906) - les. en nIu 'llel'O en sus oosibilidades
.
1 . En l cu mma e ge
el cromsta por exce enCla.
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1
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f'la,
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O'adora de las distintas modahdades que lecuen '1860 y 1909 va desde la
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cuyos ttulos mas lmportantes ~e x H
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crnica como e]erC1ClO lOb
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de la vida nacional (Comhasta la percepcin global y, a la vez, mmUClOsa
os ocas (Anales de
pendio) 1864-1902), pasando 'p.or la gesta de S~l~:S de Ysator local (Monteb
la Defensa) 1883-1887) Y la hhgrana ~o.sltum ~~ 01' una valoracin ejem89
video Antiguo) l887-1 ?); todo e~~ 11 v~~laafir~ativa de los orgenes naplarizante del pasad.~ ~nen.tal. ~a ~s~~ica literaria e historiogrfica luecionales que se VOl~lO mqUlet~l,C per~e_~Iar~ su expresin ms relevante.
go de la Paz del :JI, ~nco~tlo. en,. . de los Hombres Notables) emprenComo relator de la penpeCla ~)lo~raf~~a
d la patria vieja. La tradicin
de la tarea de rescatar del olvldo a~ 19ur~~ ~0- de los elementos primarios
l
es el teln de fondo de sus ?~ras, e !"epot O~l ca un diario de la poca al
de la nacionalidad. "El espll"~tu l~ac~n~ a: eque en nuestras guerras fracomentar calurosamente la vlda e ..rtlg - necesita ser vivificado en la
tricidas ha recibido golp~s tan deblhta:ltes'l para que no desfallezcan en
conciencia de las generaClOnes que se e eval
r
"21
la postracin del desa lento.
. ' , l'nl'Cl'al los perfiles de los
mo
fue su lntenClOn
,
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norama completo ~el pasad~ coioma lOr'Jcv~s tom~s del Compendio de la
apareciendo, a partl;:bf~ l~~. Y tl~S~e u;;auay) minuciosa relacin de los
HistoTa ~e l.a R.epu IC~ ~el~: crnica v~ desbrozando personajes y gesorgenes lnStltuclOnales
del pasado. La com., deonune panorama es t'11lllllallte
.
. ,
tas en la acomo d aClon
. dI' .
1 rbro de Funes o la ColecClOn
pulsa de archivos, el testimomo e ;la]erO e tr~dicin oral o en el recuerdo
de De Angelis, los hechos perpet~a os ~ . a novilizados al servicio de la
fueron sus elemen~o.s el tdra laa]On' alcl'o'n Con el concurso de la
Personal,
.
.,
1'( a y esplntua e
.,
.
1
consohdaclOn po
dar remate a los Anades
.. 1, lC 'alelamente a1 CamIJendl'o
. )
., de los das picos del Sitio Gran e,
prensa se permltlo, par .
de la Defensa de lVIontevld eo, evocalclOnedaccin de El Constitucional.
t de comb ate era a l ' ,
cuand o su pues o
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En su modalidad co~tu:nbnsta
c:~a de la ciudad-puerto: el sabor
lenguaje que recrea el dlano tono e Vl
.
L
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21.
12 -
13-
JUAN
ANTONIO
ODDONE
a)
historia
como
lucl dle pnn~lplOs
.,.
cambios en
el Estala
opuestos Y, C01:lO reflexin sobre los
1
do ) ~a sOLedad en su relaclOn SIempre actualizada con
~isl~resente'l~:ta ~1101dalrdael 'p~'agmtica, asociaela eliversamente al liberao en po.' ltICa y a rOmantlCISmO en literatura' , I)elle tl'O' el1 ;;01 1) ensan11en,
. '
to sud
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. L~s ll1temperaQ~~ luchas que sucedieron a la inele )endencia oltica
ll1vItalon
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dI Ias causas p.perturbador
_,
}. a. la bsq'lecla
"e
.
~s en e .pasado, a,l. C?I!lO proplClaron los planteos sociolo-icos, las
Pdl0elfeClals fat~l.lstas y los JUlClOS moralizan tes. En el sur del CO~ltinellte
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PaClfIco
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15-
JUAN
ANTONIO ODDONE
Madrid su fecundidad en la novela, el verso, el drama y la comedia, alternada con el oficio de periodista, las actividades editoriales y las investigaciones en archivos madrileos. Romntico a la moda e:l~aola del
amigo de Nez deArce y Ventura de la Vega, pudo concIlIar su fe catolica con un liberalismo moderado, hechura de Montalambert y Ozanam,
guardando -a diferencia de los romnticos socilogos del
un acendr~
do respeto por la tradicin hispnica que aparece como tesIS en su trabajo
histrico.
Los Estudios Histricos, polticos y sociales sobre el Ro. ~e. la Pla~a
publicados por primera vez en Pars en 1854, son el trazo mlCIa~ _de a
historia Tazonada en nuestro medio rioplatense. 23 Mueve a l'vlagannos en
su examen, como en el resto de su o~ra, la ne:esidad de indagar l~s ele:nenci
tos autctonos que integran el caracter naclOnal. Junto a esa mqUIetu
por los orgenes -tpicamente rom~tica-, hay un mtento de p.er:e.tra~ .en
los condicionantes sociales que gravitan en el. desarrollo de ~a CIvI~IzacI~n.
En los Estudios, que abarcan desde la conqu~sta hast~ ~l ano" 1840, la mtencin filosofan te se manifiesta ya en las pnmeras pagmas: , No .es nuestro objeto -dice- escribir una historia detallada de est?s pa;ses smo buscando la hilacin de los sucesos ms notables que han mflUIdo po.de:;o.samente en nuestro mode de ser; bosquejar si nos es posible l~ faz. hlstonCa
de cada poca." 24 Es su propsito discernir, a la luz de la hlston~ y de la
filosofa, la explicacin de los extra~os del pasado y la: pragmat.ICas .~c
tuantes para el presente. La influenCia de GUIZOt es noto:-Ia e~ l~ ~lsecclOn
sociolgica y en la explicacin causal del curso de la vIda 11lstonca, aunque Magarios Cervantes prefiera remitirse expresamer:te a su anteceso:
Robertson, de quien parecen proceder algunas ~e sus Ideas con~~ct~ras.
condicionalidad de ambiente, clima, raza; causalIdad moral y ??lItlca, nocin de progreso uniforme del espritu; interr?gacin I?ragmatlca del p~'
sado. Como Robertson en su History of Amenca, ~'e~cc~ona con~ra la clasica leyenda de Las Casas y Benzoni, con miras a re.lvmalcar los sIst:mas de
la conquista espaola. Concede obsesiva importan.CIa a Rosas .en qUIen per~
sonifica los sntomas del desquiciamiento socia! noplatense; mcun~e en los
mismos excesos que Vicente Fide~ Lpez al as~gnar a Ro~as y su ep.o:a. la
significacin de un simple estadIO de barbar~e y extraVI? ~e .la cl~~lIza
cin, prejuicio por lo dems comn a toda ~a lIterat~~a s.ocIOI?g!ca mIlItante, que alcanza con Sarmiento su ms notona expreslOn ldeolog1ca. "
La tesis pragmtica de los Ensayos se concreta en sus palabras: nec~
sitamos examinar el presente de Amric~ a la luz ~el pasa~??fara dedu~lr
de ambas el porvenir, y poderlos apreCIar respe~tlvamente -'. En sus mvestigaciones por los archivos espaoles recol?I m~ormes .de vl:;r.eyes, memorias, relatos de viajeros; fuentes que analIza y Jerarq!ll~~ cn.tlcamente.
Su bibliografa es abundante y polmica en torno al enJ?ICI~mlento colonial de Espaa: maneja la tesis adversa de Raynal (HlstOlre des In des,
5?,
3?-
23.
24.
<_:J.
-16-
1770) Y son frecuentes las citas del abate de Pradt, de Azara, de Funes, o
del reciente libro de Prescott sobre la conquista del Per (1847).
Sin embargo, Magarios Cervantes, bien que precursor de la historiografa filosofante en el Ro de la Plata -como lo destaca Carbia-, no
alcanz a formar por s mismo una escuela o una tendencia historiogrfica.
Su aficin o su inters -nunca su vocacin- le llevaron a la historia, una
:ns entre las diversas actividades -periodista, editor, literato, abogado,
Juez, catedrtico, rector- que su vida le marc. Del periodismo de combate y la accin poltica deriv incidentalmente a la historia con las prevenciones y deformaciones caractersticas por lo dems de la generacin de
proscriptos que -imagen de la historiografa liberal de su tiempo- alojaron en la historia sus querellas de partido para extraer luego de ella las
probanzas de sus principios e ideas. La exigidad de su obra y de su influencia contrastan en cambio con la dilatada proyeccin que -dentro de la orientacin filosfica- correspondi a Vicente Fidel Lpez;
emigrado de la primera hora, que ejemplific en su extensa y desigual
produccin las mayores posibilidades de la corriente fatalista, como
gustaba llamarla, y las cambiantes modalidades que fue asumiendo, sujeta a la variante del pensamiento europeo, desde -los cuadros de Robertson y Guizot hasta sus postreras concomitancias metodolgicas con las ciencias naturales, en la lnea de Buckle y Taine.
Vicente Fidel Lpez, ms perdurable que Estrada, es el modelo que
en el Uruguay inspir a Francisco Berra (1844-1906),26 cuyo discutido
Bosquejo Histrico de la Repblica Oriental del Uruguay, aparte de su
gravitacin pedaggica durante casi tres dcadas, presencia en ese lapso
una etapa historiogrfica de definicin conceptual, al sealar el enfrentamiento de dos corrientes antagnicas.
Las cuatro ediciones del Bosquejo compendian toda una poca de
nuestra docencia histrica. Las modificaciones sucesivas -sensiblemente las
introducidas en la ltima .edicin- impuestas ms por preceptos pedaggicos que por orientaciones conceptuales, dejan en pie su dogma esencial:
la historia, disciplina normativa, debe ser encarada con criterio filosfico
y finalidad moral. "El fin prctico de la historia -deca Berra en 1895no es satisfacer la curiosidad ni aun exaltar el sentimiento patritico, como
muchos creen incurriendo en gravsimo error; es servir de gua a la conducta futura de los hombres, mostrando cules son los efectos que fatal26.
-17 -
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CIr-
28.
29.
18-
as como en sus derivaciones, el objeto de la discusin. Las diversas instancias de lo que cabalmente fue revisin del pasado y definicin de una
conciencia historiogrfica, tuvo antecedentes, resonancias y protao-onistas
en las dos orillas del Plata. Sus episodios ms notorios, los artculos de Juan
Carlos Gmez, las rplicas montevideanas en la prensa, el Ateneo, la
tercera edicin del Bosquejo y el Juicio Crtico de Ramrez del 82, la contrarrplica de Berra y los debates del 84 en torno a Artigas implican la
reconsideracin de una imagen histrica tradicional. El vuelo doctrinario
que cobran las rplicas a la edicin del Bosquejo de 1881, acusa, con la
superacin de los juicios que entonces encarnaba Lpez, una objetivacin
crtica del pasado que est anunciando la aptitud madura para encarar la
conceptuacin histrica del curso de la vida nacional. El Bosquejo -por
contraste negativo- fue el espaldarazo de una nueva conciencia histrica
que por vez primera sugiere una visin orgnica del pasado, sobre bases
eruditas y crticas, con los trabajos de Fregeiro y Bau;. Es cierto que la
gestacin de esa conciencia adulta responde a un proceso de larga data,
cuyos actores desde Montevideo o Buenos Aires protagonizaron en la ctedra, en la pesquisa del archivo o en las polmicas histrico-polticas. Pero
no es menos cierto que la definicin de dicha conciencia vino a manifestarse a propsito del libro de Berra para luego sellarse definitivamente, en
188'1, con la crtica de Lpez por Fregeiro (no por simple coincidencia coetnea de la polmica Mitre - Lpez), en el conocido debate periodstico a
propsito de Artigas. Desde entonces, las ideas histricas de Berra y su criterio histrico parecen ser cosa juzgada y como letra muerta se confinan
en el desvn de la historiografa. Apagados los ecos de las retricas lecciones del Bosquejo, silenciadas las voces crticas que se alzaron en su contra,
el saldo de su obra, la "leccin", perdurable de su libro es negativa. Si
algo ense1 desde el punto de vista historiogrfico, lo hizo con la ejemplificacin de una forma errnea de concebir ]a historia. Y su paradjica
leccin, arroj resultados saludables en cuanto superacin de las excentricidades de una escuela y de un modo de pensar que Croce sin miramientos desterraba al limbo de la "pseudo-historia".
19-
JUAN
ANTONIO
OnnONE
31.
32.
33.
lbid, p. 5.
30.
BENEDETTO CROCE, Storia della storiografia italiana nel secolo deClmOn01l0, Ban. 1 4/.
20-
40.
-21-
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ANTONIO
Buchle y Laurent,41 exposicin oral publicada luego en los Anales)' Ruperta Prez Martnez -en fin-, positivista y catedrtico de historia nacional del Ateneo, declara en su curso de 1884 que la historia del pasado
oriental, es fuente de enseanzas para el presente. 42
Asimismo cabe recordar dentro de una marcada orientacin positivista a Vctor Arreguine (1863-1924) 43 por su Historia del Uruguay) donde
asoma cierta periodizacin de la historia. Concede gran importancia a la
"sociabilidad", como se deca entonces, y en la lnea de BelTa procura
iniciar a los escolares en la enseanza cruda del pasado, con los vicios y
virtudes reales de sus actores. La idea del ciclo vital, cara a toda la historia
filosofan te, aparece expresada en el prefacio cuando dice: "as como en
la vida orgnica, las naciones crecen, se desarrollan, mueren". En cuanto
los fines de la historia su positivismo evolucionista es an ms explcito.
aqu, con sus palabras, las ideas de Arreguine: "La historia no debe
meramente presentar ms o menos bien los hechos, como un indicador de
efemrides; no debe tampoco tener por esclusivo fin estudiar el paso de
los hombres a travs de las instituciones. Estudiar la marcha evolutiva de
las instituciones a travs de los hombres; el encadenamiento natural de
los hechos, producindose y reproducindose segn ciertas leyes; presentar
el cuadro veraz de las costumbres; desentraar las causas que espliquen
la mayora de los fenmenos histricos; he ah algunos de sus fines ms
conocidos". 44
Queda, como derivacin secundaria y, si se quiere, extrahistoriogrfica de esta corriente, el ensayo de tono sociolgico que pretende razonar el
pasado nacional en busca de soluciones presentes.
Se incluye en este rubro a Angel Floro Costa (1838-1906), temprano
divulgador de los dogmas positivistas, con cuyo sistema pretende filosofar nuestra historia. El cientificismo alcanza con Costa proporciones delirantes. En el Nirvana, 45 dedicado a su modelo, Alejandro Magarios Cervantes, demuestra la fatalidad de nuestra necesaria incorporacin al Brasil
con cifras estadsticas. Se proclama a s mismo "filsofo estadista" y desde
esa altura observa los partidos en que se dividen los pases del Plata, que
se le aparecen como "la ulterior evolucin sociolgica de las dos grandes
fuerzas que operan el equilibrio y la condensacin de los cuerpos en movimiento, la fuerza centrpeta y la centrfuga, centralizacin y descentraliza41.
42.
43.
44.
45.
22-
ODDONE
E~ tiempos ~e Rivadavia, cuando a comienzos de 1827 llegaba a Buenos A:res, proscnpto de Italia, el publicista Pedro De Angelis (1784-1859),
los r,nn:eros frutos del mtodo filolgico crtico y el auge de la corriente
neovIqmana auguraban una fecunda revolucin en los dominios del saber
l1st~rico el.~ropeo. No tanto por haber sido un temprano portavoz de aquellas Ide~~ 11l5tricas, sino por la influencia q LIe irradi con su obra de acopio
y creaClOn, se le debe preferencia en toelos los estudios sobre los or o-enes
de !a erudicin en el Ro de la Plata. En su patria natal, proceda D~ AngelIs de aquella .escuela de publicistas y estudiosos napolitanos que tras
la~ huellas d: Vll1cenzo Cuocco. postuI::rba una reivindicacin del pensamIento de VICO apuntando haCIa una conceptuacin cientfica del saber
46.
Ibid., p. 375.
47.
ENRIQUE
KVllLY
23-
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Cfr.: DARDO ESTRADA, Historia y Bibliografa de la imprenta en Montevideo, 18101865, Montevideo, 1912, pp. 117 Y ss.
24-
Cfr.:
25-
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26-
27-
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28-
58.
59,
JUSTO ~fAESO,
29-
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panorama. Uruguayo de nacimiento, argentino por adopcin, su bibliografa ha abarcado temas comunes a la historia rioplatense en compendios
didcticos, compulsas documentales, puntualizaciones metodolgicas y
minuciosas monografas.
.
Su ubicacin en la tendencia erudita v sus estrechas vinculaciones,
con Mitre y Domnguez obviarn su filiacin historiogrfica. Interesa, s,
destacar en Fregeiro cuanto importa su concepcin metodolgica, donde
parece definirse un cierto reajuste de la tendencia a que pertenece, mediante la posesin de una visin conceptual del proceso histrico.
Comienza a producir hacia 1880. A tal altura del siglo, la sItuacin
de los estudios histricos apuntaba a objetivos muy definidos: la laoor
preparatoria y el mejoramiento de los instrumentos de trabajo que se
desarrolla desde los primeros decenios del siglo con apertura de archivos,
recopilaciones como las de Migne, Pertz y vVaitz, aparicin de calificadas
publicaciones histricas, creacin y mejoramiento de instituciones de especializacin como la Escuela de Altos Estudios, de Duruy (1868), la Escuela de Atenas (1846), la Escuela Francesa de Roma (1874), sealan
el auge de la investigacin histrica de base documental y crtica. En el
Ro de la Plata la parcializacin de los temas y la confront'lcin minuciosa de testimonios dieron, en el plano monogrfico, la pauta de las conquistas alcanzadas. El Juan Daz de Sols (1879) de Fregeiro es una muestra cabal de este tipo de trabajos donde se anan el acopio de fuentes y
la precisin crtica con intencin ordenatoria, para una posterior compilacin biogrfica. 60
No escaparon por cierto a Fregeiro las limitaciones al mtodo que su
escuela haba puesto en boga, en cuanto a las posibilidades de la prueba
documental; "cuntas dificultades se hace necesario vencer para descubrir
a travs de la documentacin la verdad histrica!" -deca. "No basta el
amor ardiente a la verdad: se requiere copioso saber y eximio sentido crtico, desarrollado por la experiencia". En 1886 se editan, en alarde de
erudicin, sus Documentos Justificativos sobre Artigas, tendientes a un
conjunto genrico destinado a facilitar la labor de los estudiosos. Pero es
aos ms tarde -a pretexto ocasional de refutar el libro de Made1'0-, cuando se recoge su profesin de fe histrica a travs de las precisiones que establece en La Historia documental y crtica (1893). Para entonces ya haban sido expresadas sus opiniones acerca de la historia filosofante cuando su polmica con Lpez de 1889,61 que, a su vez, vino a
ser el complemento doctrinario de la controversia que sostuviera, con el
mismo Vicente Fidel Lpez, su amigo y colaborador Mitre en 1881.
A partir de algunos puntos vulnerables del trabajo de Madero, traza
un cuidadoso deslinde de concepcin y mtodo histrico que sirve de sustento para su crtica. Trascendiendo la concepcin de la historia como "narracin vvida de los acontecimientos, hecha en tono oratorio y con tendencia de alegato forense" -forma que Madero ejemplific, segn Fregei60.
61.
30-
1,A
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ro-, concibe la historia a imagen de Taine, en su doble calidad de ciencia y arte. Una fuerte impregnacin filolgica trasunta su formacin erudita donde alientan, junto a la vieja savia de Tillemont, las recientes influencias de Mommsen y de Droysen, los giros de Sainte Beuve y de Fuste!.
"El trabajo del historiador -dir Fregeiro- consiste, ante todo, en revivir por el espritu estados que fueron de la sociedad (la frmula -repetida ms tarde por Groussac- no est muy lejos del pensamiento de Taine), coordinando al efecto inmenso y complejo material, fragmentario casi
siempre, por intermedio de la erudicin que acopia y de la crtica que
depura y ordena". Y la raz tpicamente germnica y filolgica surge de
su inmediata aclaracin sobre la misin de la crtica: " ... no basta
estraer un papel de un archivo oficial o privado, es indispensable estudiarlo en s, en su procedencia, en su concordancia contradiccin, con
otros documentos igualmente autnticos igualmente autorizados". Y concluye: " ... el material cientfico es indispensable, pero la crtica lo es tanto como ste". 62 Su refutacin a :Madero abunda en disquisiciones de mtodo, muy ilustrativas, por lo dems, acerca de la diferenciacin de entonces entre ciencias "racionales" y ciencias histricas. Para l, los textos y documentos son para la historia lo que son para las ciencias naturales los
experimentos y las observaciones. Sus discrepancias con Madero tienden
a dejar establecido: que no es posible hacer historia con documentos inditos si stos no se depuran con reservas crticas; que ms all de todo acopio de material indito, la verdadera erudicin se maneja con la crtica
paciente y sagaz que rene y ordena, clasifica y juzga. 6:) Tal como ya lo
haba dejado establecido en su contribucin inicial sobre la batalla de
Ituzaing (1888), ensayo de crtica histrica y militar; o en su perfil de
Monteagudo (1880), cuyas convicciones se ven robustecidas en sus pstumos Estudios histricos sobre la Re1. Joluci de lVIa)'o. 64
62.
63.
64.
31-
JUAN
ANTONIO
~.-
=-----
G6.
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en el pasado para explicarse por va retrospectiva la existencia independIente de su pas, en el momento culminante de la controversia sobre la
autenticidad histrica de la Repblca. El preconcepto de la existencia
nacional -como se sabe- dinaIl1lz variadamente la historiografa americana.
La hiptesis
del trabajo de Mitre, al "perseguir los ariob enes del sen.
.
.
tllluento naclOnal como conciencia de la c0ll1ullldad",67 es el supuesto
que dinamiza en Bauz la bsqueda atenta de los elementos fsicos, O'eogrficos, polticos y sociales que dan cuerpo al ser nacional uruguayo. ~Jor
eso es la suya la primera historia de los orientales.
Su interpretacin de la Revolucin de Mayo y la revisin de la fioura histrica de Arugas que emprende en dos de sus trabajos de 187U~oS
prefIguran ya su detllliuva vislOn del proceso revolucionano rioplatense,
como lo ha sealado Pivel Devoto. Segn Bauz, el movimiento de 181U
surge como un brote comunero amparado en planes monrquicos, contra
los cuales Artigas simbolza la idea republicana lederal. Cree que 1810 es
una proyeccin del movimiento juntista de Montevideo de ISu8 y que el
prinCIpio de la soberania de los pueblos y la difusin popular del iCleario
republlcano deben remitirse al espritu artiguista. Entonces, anticipndose a los grandes debates sobre Arugas, Bauz defini en estos escntos juveniles y en sus artculos de Los Debates las bases de una juiciosa apologa, que ms tarde emprendera a la luz de la crtica documental.
En la Historia de la Dominacin Esparlola en el Uruguay, ratifica
estas tesis con nuevos argumentos. Como lvlitre, cree en la preexistencia
de la nacin en la colonia, dada la vida independiente que en una comarca muy delimitada por las ironteras naturales haban establecido los charras. "La colonia -afirma- entendi ser, y era, en electo, la continuacin de la antigua nacionalidad brbara e independiente que le haba
dado origen". Desde tiempos muy antiguos sus rentas propiaS derivadas
de su produccin agrcola ganadera y su estratgica situaCIn portuaria,
demostraron que el pas en cierto modo se bastaba a s mismo. PQr ello,
la revolucin no surge como un ex-abrupto histrico, sino como una natural consecuencia de un tradicional sentimiento independentista para
el que el pueblo estaba preparado por un instinto fraternal y democrtico que alentaba en una sociedad donde se conlundan las clases y donde
la conciencia igualitaria desemboc forzosamente en la forma de gobierno
republicano. Una explicacin causal, a veces forzada por un rigor silogstico, encubre toda su diagnosis de la vida colonial. Su anlisis de la dominacin hispnica se resuelve en un balance favorable de la gestin del
conquistador, aunque tras su juicio de valor yace una hiptesis de corte
67.
68.
33-
JUAN
ANTONIO
ODDONE
69.
II)
70.
71.
"La dominacin espaola -concluye Bauz- fu beneficiosa al Uruguay, en cuanto nos di todos los elementos que necesitaba el pais para ascender de las oscuridades del barbarismo a las esferas de la civilizacin cristiana", FRANCISCO BAUzA,
Historia de la Dominacin Espaola en el Uruguay, Montevideo, 1929, t. II, p. 496.
"La historia de los pueblos -afirma Bauz- cuanto ms complicada y rdua tanto
ms rica en experiencias para sus hijos; y la nuestra, que no brilla por las facilidades venturosas, es adecuada a encarrilarnos sriamente, si sriamente entramos
en la empresa de estudiarla", FRANCISCO BAuzA, Estudios Constitucionales, etc.,
cit., p. 11.
Ibid., p. 11.
34-
BIBLIOGRAFIA*
1)
GENERAL
Esta nmina slo menciona algunos de los aportes tenidos en cuenta para la elaboracin del presente artculo, no constituyendo, por lo tanto, una bibliografa completa sobre el tema. Las fuentes se han intercalado en las notas al pie de pgina, donde
cada autor remite a sus obras .ms importantes.
35-
JUAN
ANTONIO
ODDONE
1907, p. 360.
. .
. "
ARDAO, M. J, Nota preliminar a Una memoria sobre el "Espl1'ltu de Partzdo por .9~r
los Anaya (1811-1851), en Revista Histri~a, .nn. 4?--i8, Mon.tevideo, 194~, pp. 62}-_9.
ARDAO, M. J- CAPILLAS DE CASTELLANOS, A., BzbllOgrafta de Artlgas, Montevideo, 19a3.
ARDAO, M. J, Nota preliminar a Apuntaciones histricas sobre la revolucin oriental, en
Revista Histrica, nn. 58-60, Montevideo, 1953, pp. 263-2j8.
ARREDONDO, H., Los "A!JUntes Estadsticos" del Dr. Andrs Lamas,. en Revista de~ Instituto Histrico y Geogrfico del Uruguay, .t. VI, n. 1, ~lontevI.de?,. 1928, p. 2a...
ARREDONDO, H., Bibliografa Uruguaya, en Revzsta del InstItuto Hzstorzco y Geograflco
del Uruguay, t. VI, n. 2, Montevideo, 1929, p. 433.
BAUzA, F., Estudios constitucionales, Montevideo, 1887.
BAUzA, F., ReseJ1a Preliminar, en Historia de la Dominacin EspaJiola en el Uruguay,
Montevideo, 1929.
BAUzA, F., Estudios Literarios, Montevideo, 1953.
BLANCO ACEvEDo, P., Andrs Lamas, Prlogo a Escritos Selectos del Dr.,
t. l, Montevideo, 1922, pp. VIl-XLIV.
.
36-
setiembre, 23 de setiembre, 6 de octubre, 13 de octubre, 27 de octubre, 17 de noviembre, 1 de diciembre, 8 de diciembre y 29 de diciembre de 1950, y 2 de febrero de 1951.
l'IvEL DEVOTO, J E., Prlogo a DE-MARiA, 1, Montevideo Antiguo, Montevideo, 1957.
PIVEL DEVOTO, J E., Visin del pais en 1856, en Marcha, Montevideo, 11 de enero ele 1957.
PIVEL DEVOTO, J. E., De los catecismos histricos al Ensa'lo de H. D., en 'YIarcha, Montevideo, 24 de mayo de 1957.
.
PIVEL DEVOTO, J E., jas }vra. Reyes y la Geografia del Uruguay, en Marcha, Montevideo,
diciembre de 1957.
PIVEL DEVOTO, J E., El destino de los escritos histricos del Gral. Antonio Diaz, en
Marcha, Montevideo, 26 de diciembre de 1958.
RODRGUEZ MONEGAL, E., Francisco Bauz, critico de la literatura unaua'la en Marcha
Montevideo, 11 de junio de 1954.
b
.
,
,
ROMERO, J L., '\Jitre:' un historiador frente al destino nacional, en Argentina, Imgenes
y PerS!Jectillas, Buenos Aires, 1956.
37--
CARLOS VISCA
I
Una veraz interpretacin del proceso econmico del Uruguay durante
la poca llamada de Reus, es decir descie la fundacin del Banco Nacional en el ao 1887 a la gran crisis. de julio de 1890, exige como paso
previo recordar algunos aspectos econmico-sociales que predominan en
Europa desde mediados del siglo XIX, pues las corrientes de ideas econmico-sociales dominantes en el Viejo Mundo, influirn decisivamente
en el perodo que vamos a analizar.
El siglo XIX vivi bajo el signo de la Revolucin Indusu-ial; y
una de las causas -entre otras- que la impuls, fue la necesidad de
abastecer los nuevos mercados que se haban abierto al comercio y a
la industria. Entre los nuevos mercados figuraba Sud Amrica, la cual,
especialmente a partir de su emancipacin del poder hispano-lusitano,
se hallaba cada vez ms necesitada para su desarrollo de los capitales
y de los productos de fabricacin europea, cuyos centros fabriles se vieron
por ello obligados a incrementar su desarrollo 1.
Este nexo, entre los destinos de las nacientes naciones americanas
y la vieja e industrial Europa, se hace ms estrecho desde mediados del
siglo XIX, momento en que las nuevas repblicas procuran impulsar el
desarrollo de su economa. Notemos que en esta relacin entre la economa europea y la sud americana, los intereses de la primera son los predominantes, y a ellos queda en gran parte sometida y subordinada la
economa de las ex-colonias. Esta subordinacin er8 ineludible, y aunque se
levantaron algunas voces de protesta, fue en general admitida como una
necesidad por todos aqueIlos que se preocupaban por el destino de Amrica. A mediados del siglo XIX Sarmiento, defendiendo un proyecto de
ferrocarriles de capitalistas ingleses afirmaba: "El capital europeo, al
emprender grandes trabajos en Amrica, gana en seguridad e inters
para el pas gle los recibe. Atraer capitales europeos es aumentar nuestras riquezas, 'puesto que ese capital se convierte en construcciones ligadas al suelo" 2.
1.
2.
ARTHuR BIRNIE, HIstoria Econmica rie Europa (1760_1933), Mxico, 1944, pp. 16-17.
ROQUE LUIS GONDRA, Historia Econmica de la Argentina, Buenos Aires, 1944, p. 421.
39-
CARLOS VISCA
3.
SILVIO ZAVAL>\,
-40 -
5.
41-
CARLOS VISCA
ARTHUR BlRNIE,
42-
ASTHON,
La RetJ()
la fabricacin de papel. Tenemos materia prima abundante y barata, fuerza motriz adecuada y gratuita, en nuestros abundantes cursos de agua, y
consumo de consideracin dentro de nuestro propio mercado. No se requiere para ello grandes capitales, ni aptitudes especiales, como sucede con
respecto a otras industrias, cuyo monopolio conserva el Viejo Mundo ...
Ante estas deficiencias de nuestra evolucin econmica, creemos que corresponde a los Poderes Pblicos, apresurar con estmulos acertados el despertar del espritu de empresa, en sus fecundas aplicaciones al establecimiento de industrias nuevas" 8.
Tal informe seala claramente la realidad de nuestra posible evolucin econmico-industrial, al amparo de la afluencia de capitales y tcnicos
europeos que traan sobre todo ese espritu de empresa y de progreso exigido por la comisin informante del proyecto Dupuy, -una de las tnicas
del momento econmico que analizamos-, reflejo del espritu europeo en
estas latitudes.
Pero iniciativas como la de Dupuy, no fueron nicas, ni escasas; basta
citar algunas, como el proyecto de refinera de azcar de Luis Torresellas;
la fbrica de fsforos de Villemur; la de aceites vegetales de Juan Cominges. Ellos son ejemplo de la importancia que en este momento cobraron el
capital y la inmigracin tcnica europea.
II
Personalidades relevantes (como vVilliam Russell Grace, en Per;
North, en Chile; Emilio Reus, en el UnlO"uav) vinieron a Amrica con su
n~ente llena de esperanzas de fortuna, pero tambin a veces figuraron como
pIOneros del progreso. De ese progreso que para el hombre del siglo XIX.
en Europa o en Amrica, representa a la vez el signo de su triunfo y el
logro de sus ms caras aspiraciones de bienestar y felicidad. Nervio motriz
qu~ las mueve o lleva a promoverlas, pues pareca que all, en donde se
estll11Ulara el progreso en sus diversas formas, la felicidad se derivara,
cuando no en forma inmediata, en forma mediata. Esa felicidad, que eter
namente, y en forma diversa, busca el hombre desde la aurora de la historia, la burguesa triunfante del siglo XIX, al influjo de las corrientes positivistas predominantes, pretenda hallarla en el desarro]]o de la tcnica,
yen el dominio de la naturaleza por el hombre. Y la virgen Amrica, pareca
ofrecerse como campo propicio a personajes que, como Emilio Reus, in
tentaban transformar los yermos y de3iertos, y las mil riquezas potenciales
de Amrica, en centros de riqueza, progreso y felicidad. Y Reus, como antes
Mau, signific un momento extraordinario en nuestra evolucin econmica. No hubo proyecto de magnitud en el Uruguay, del cual l no participara directa o indirectamente. Su prestigio fue tal durante el perodo
1887-1890, que en agosto de 1889, a pesar de su reciente quiebra, se inici
una suscripcin para levantarle una estatua en una plaza del barrio que
.":
8.
CARLOS V ISCA
lleva SU nombre 9. Personalidad de slida formacin intelectual, no parece
ser uno de los tantos aventureros que venan a h,)cer su fortuna en Amrica, para marcharse luego a su pas, una vez logrado su propsito de lucro. Nacido en Espaa, en el ao 1859, hijo de padres acaudalados, se recibi muy joven de abogado, al mismo tiempo que se doctoraba en filosofa
y letras. Su formacin jurdica y humanstica, le permiti escribir simultneamente sobre derecho, poltica, economa, al mismo tiempo que realizar ensayos de carcter filosfico, e incluso intentar con xito el teatro. Dirigi una editorial de autores jurdicos y una revista de legislacin.
Diputado a los 23 aos, por el partido democrtico-progn.sista, tenil
ya Reus un porvenir brillante cuando obligado por la prdida de su fortuna, como consecuencia de su decidida vocacin por el juego burstil, decidi emigrar a Amrica,
A su llegada a Buenos Aires (18S5), no tard en lanzarse de nuevo al
juego de bolsa, luego de rehusar -segn sus propias palabras- brillantes
puestos bancarios ofrecidos por el gobierno y la banca privada 10. Pocos
meses le bastaron para levantar de nuevo su fortuna, como consecuencia de
brillantes combinaciones burstiles, y con su fortuna rehecha, pagar a sus
acreedores en Espaa. Exito efmero, ya que ms tarde, una serie de malas y desdichadas especulaciones volvieron a arruinarle. Arruinado por segunda vez, 10 vemos responder a las propuestas que en ese momento hada
el gobierno del general Tajes para la fundacin de un banco nacional: se
present con un proyecto de creacin de un banco de emisin, comercial
e hipotecario, al que apoyaban capitalistas argentinos. Fue, finalmente,
elegido entre los varios presentados (1887).
Como gerente del recin fundado Banco Nacional, reinicia Reus sus
atrevidas actividades de especulador, al mismo tiempo que planea y lleva
a cabo las ms diversas empresas industriales y comerciales. Permanece c.omo gerente del Banco Nacional hasta julio de 1888, fecha en que, por dIScrepancias con el directorio, hace abandono de la gerencia. Su salida ~el
Banco Nacional. va a significarle el comienzo de una extraordinaria e 111tensa actividad fnancieI~a e industrial, cuya palanca fue la Compaa Nacional, de la cual fue fl.mdador y primer presidente.
Bsqueda de oro en Minas, establecimiento para el mejoramiento ganadero, proyectos de fbricas, puerto de Montevideo, construccin del barrio que lleva su nombre, etc., son algunos de los muchos proyectos que
ejemplifican su mpetu de hombre de empresa. Y como si el escenario del
Ro de la Plata le quedara chico, 10 vemos interesado, inclusive, en la construccin de ferrocarriles en Bolivia, junto con un sindicato de capitalistas
franco-belga,
Su espritu de empresa y de progreso determina finalmente su segunda
quiebra en el Ro de la Plata, pues atemorizado el directorio de la Compaa Nacional por la magnitud de sus proyectos, 10 obliga a renunciar,
y Reus entrega espontneamente tdtla su fortuna a la compaa, para res-
III
Entre los ai10s 1887-1890, un tOlT;:;nte ele caDitales inundan y fecundan
,.
' . '
toda 1
_ a. ec~nonlla naCIOnal, lanzar:::lo al pas por una va que pareca iba a
dete1111lnaI una total transformacIOn de su aspecto econmico-social. Snto.
~na
ello f,ue el ,desorbi~ado esprit~I de empresa y progreso, que en todos
f o~ .00d~~es mvaelIa, el 1?aIs: ba~lC?~, I~ldlIstrias, proyectos de colonizacin y
el1o~aIl1les, las ma~ d.Iversas. nllClatIvas, eran acogidas con un afiebrado
e.ntus1asmo y un optmllsmo sm .retaceos. Este espritu emprendedor exiga,
5;n. embarg~" un elen:ento prevIO: el capital. Este slo podia ser aponado
1 Ol compal1las espeCIalmente fundadas, las nicas capaces de cimentar e
?:
11.
12.
9.
10.
-44 -
13.
14.
45-
CARLOS VISCA
IV
Entre los aos 1887-1890, se fundan ms de 100 sociedades anOl1lmas,
con objeto de propiciar los ms diversos proyectos, que iban desde el alumbrado a gas y el empedrado de las calles, a planes de construccin del puerto de Montevideo, pasando por la fundacin de diversas fbricas, ferrocarriles, canalizaciones, etc.
"El capital, -deca un diario de la poca- ha cobrado una audacia
que antes le faltaba, ha salido de su retraimiento y se prepara para fecundar todas las iniciativas, buenas y malas. El capital que no se mova de la
caja de hierro, sino para alguna colocacin a prueba de incendio, ha sido
deslumbrado por los magnficos artificios de la especulacin, y ya disciplinado un tanto empieza a entrar en operaciones de largo aliento" 18.
Pero al lado de proyectos de lgica realizacin, (v. g.: de aceites refinados, de ingenios de azcar de remolacha, o la Sociedad Vitcola Saltea,
y las recin fundadas de alumbrado, telefnica, de tranvas), aparecen do17.
15.
GUSTAVO
STOLPER,
pp. 50-52.
16.
ARTHUR BIR:'1IE,
46-
18.
Informe del Poder Ejecutivo sobre el Banco Nacional, Acta de la Cmara de RejJresentantes, Montevideo, 2 de mayo de 1887, en Diario de Sesiones de la H. Cmara de RejJresentantes, Montevideo, 1887, t. LXXXIII, pp. 327 Y 55.
La Razn, Montevideo, 25 de agosto de 1888.
47-
CARLOS VISCA
Nacional, que bien puede en todo sentido simbolizar el ciclo econmico por el que pas el pas en el perodo 1887-1890.
Cual un formidable pulpo, la Compaii.a Nacional, pareca dispuesta
a abarcar con sus tentculos toda clase de operaciones y proyectos. Todo
caba dentro de sus miras, desde la fundacin de un saladero, pasando por
operaciones de salva taje martimo, a la fundacin de fbricas, bancos, o el
barrio Reus. Proyectada con un capital de 20 millones de pesos, cifra que
por s sola nos dice de su magnitud, su emisin, Gna vez lanzada, lleg a
cubrirse por ms de 55 millones de pesos. Y ello tambin era un signo.
Como vamos a ver de inmediato, estfl. demanda, aparte del inters que despertaban sus propsitos, atraa por una causa en la cual la idea del progreso ya nada tena que ver. El inters en este caso no era otro que las posibilidades de especulacin que ofrecan sus acciones.
De todo lo emprendido, sea por la Compafia Nacional, o por otras
compaii.as y sociedades fundadas para los ms diversos fines, muy poco
qued. Proyectos hubo que se volatilizaron en alas de su propia utopa,
otros fueron arrastrados por el torbellino de la especulacin en que haban
cado. Aun testimonian aquel efmero auge ele realizaciones, el Banco Hipotecario -organismo desprendiclo ele una de las secciones del Banco Nacional-, algunas empresas comerciales, algunas colonias agrcolas, y las
obras edilicias emprendidas y realizadas por Reus.
Las mismas observaciones que explican el fracaso de Reus caben, en
trminos generales, para toda la poca. No se supo atemperar el entusiasmo
de empresa, lanzando al pas en proyectos que rebasaban sus posibilidades
tcnicas y econmicas. Se quiso realizar en pocos afias obras que exigan
decenios, y sobre todo realizarlo todo de golpe y simultneamente, sin
prever que la misma realizacin impeda, al meno~ de momento, la concrecin de otras. Hubo multitud de proyectos simultneos, cuyos intereses chocaban entre s, y se contradecan. Los Poderes Legislativo y Ejecutivo, as
como haban apoyado empresas como la de Dupuy, Villemur, Cominges,
de fcil y factible realizacin, arrastr8.dos por el impulso y las teoras econmicas de la poca -dejad hacer, dejad jJasar-, apoyaron cuanto proyecto
le fuera presentado, sin tener en cuenta su practicabilidad y posibilidades.
Fall as, en ltima instancia, el instrumento u organismo que poda controlar y planificar todos aquellos proyectos, en que se consuman las energas econmicas y espirituales de la poca. Y es lstima, porque atemperadas y bien orientadas, hubieran sido, capaces de determinar un real avance
en el progreso econmico y social del pas.
Como tantos otros, esos proyectos no fueron realizados, porque no bastaba para ello los capitales reunidos y porque ellos exigan posibilidades de
mano de obra y de tcnicos que el pas no poda proporcionar. Y porque,
en ultima instancia, esos proyectos no respondan a necesidades reales del
pas.
Sin embargo, cuanto ms clisparatados eran los fines propuestos en
tales empresas, mayor inters y entusiasmo parecan despertar. Lgica consecuencia de aquella fe en el progreso, que ahora haca pie en el Ro de
la Plata y que si no mova montaas al menos las horad~b~, tal cu~l se
haba hecho con el San Gotarclo, o lanzaba a travs del Atlantlco el pnmer
cable submarino. Y cada fracaso de una de estas magnas empresas, era un
eslabn de la cadena con la cual se forjaba la gran crisis, que ya ojos previsores vean lleo-ar.
Porque tras cada fracaso, se iban los capitales
salidos
e
_
de los bolsillos del afiebrado y entusiasta accionista que apoyaba tales empresas. Pero si los proyectos no se realizaban servan, final y trgicamente,
como pretextos para la fiebre de especulacin por la que atravesaba el pas,
vercladera causal de la gran crisis final.
Pero antes de llegar a ello, dediquemos unas lneas a la Compaa
1!J.
20.
48-
v
De hecho, la especulacin fue el signo bajo el cual se produjo el crae?.
del 90; a ello ms que a otra causa debemos achacar la formidable crisis a
que se vi abocado el pas hacia mediados de dicho aii.o. Especulaba en primer lugar el Banco Nacional, que por ser el centro motor de la economa
y las finanzas nacionales, debi actuar con toda la mesura y prudencia que
su situacin privilegiada le impona, pero prefiri, por lo contrario, ser
-
49-
CARLOS VISCA
ros, en busca de ganancias y soando con hacer rpidas fortunas. Se jugaba ,so!:Jre el Banco Nacional, sobre la Comp3l1a Nacional, sobre los
emprestltos, sobre los proyectos industriales a realizarse. Proyectos que mucl:as vece: eran~ o se convertan luego, en grandes negociados. La propIedad raIZ sufn una formidable valorizacin, pues ella fue tomada como
elemento ~e fcil especulacin. El proyecto de un gran balneario en la
playa RamIrez, o el trazado de la avenida general Artigas, o del barrio Reus,
bastaba para do~lar o triplicar el valor de sus terrenos y adyacencias. Se
compraba supol11endo que se podran vender poco despus en tres o cuatro vece~ su valor primario. Valorizacin ficticia, pues ella estaba influd3.
y sometIda a la fiebre de agio. Analizando y estudiando el valor de la
pr?piedad raz afirmaba el diario La Espaa: "Dentro de un plazo
mas o menos largo hemos de ver terrenos que ahora se venden a tres o
cu~tro l?eso~, la vara, cmo no servirn para edificar y cmo no tendrn
mas aplIcaclOn que la de sembrar coles o cebollas, con dificultad encontrarn quien la compre en ms de 3 4 reales la vara" 26. Y al comentar la
ley de. contribucin inmobiliaria afirmaba El Siglo: "De acuerdo con lo
~ue dIspone la ley de contribucin inmobiliaria, se empez en el ao ltImo (1889), como se sabe, la avaluacin de todas las propiedades raices
~e~ departam~nto de la capita~. La operacin est al terminar y puede antICIp~rse, se~un los datos par~Iales que se han dado a la prensa, que ella
duplIca la. cIfr~ de ~lUestra nq:Ieza territorial. Las comisiones en general
se han depdo mflmr por la hmchazn de los precios, exponiendo como
al:ora ocurre a que sus clculos no guarden relacin con los precios cornentes ... ~.or la razn de que ~n esos preci~s entra como factor principal
la especulaclOn, que no deben, 11l pueden serVIr de base para la distribucin
del impuesto" 27.
. Pero la gran especulacin, era obra de un pequeo nmero de capitalIstas, entre los que sobresalan los del sindicato que haba fundado el
Banco Nacional y la Comp~I1a Nacional, y algunos otros ms, que, por
o.tra parte, l~emos de hallar SIempre al frente de las grandes empresas finanCIeras de la epoca. Son ellos, en defensa de sus intereses, los que provocaban
e~ alza y cada de los diferentes valores de bolsa; son sus propias combinaCIones las que mantienen en continua oscilacin el barmetro burstil.
. Oscilaban las acciones en forma incesante, y ello como consecuenc:a de una cau.sa normal y otra artificial. La primera responda, como
SIempre en el Juego de bolsa, a la buena o mala situacin econmica
de las empresas. Los bancos y las grandes compaI1as industriales vean subir y bajar sus acciones en funcin directa del entusiasmo que sus proyectos despertaban en el plano econmico-social, o en la secruridad de los altos
dividendos que parecan ofrecer. As la Compaa N a~ional, cuyas acciones, habiendo llegado a ser las ms altas de la plaza, junto con las del
Banco Nacional, terminaron finalmente cotizndose a 8 puntos, cuando
fracasaron la mayora de las empresas prometidas o proyectadas 28. Junto
Las acciones suban y bajaban en razn directa de hechos que normalmente apenas las hubieran afectado. La renuncia de Reus a la gerencia
del Banco Nacional las haca descender; la candidatura de Herrera y Obes
a la presidencia de la Repblica las elevaba 22. El juego burstil, las ms
de las veces era realizado en funcin de clculos que nada o muy poco tenan que ver con la realidad econmica del momento. Realizados sobre
clculos que nada tenan de seguros, los especuladores parecan "ms ju
gadores de ruleta que financistas". "Este fenmeno de nuestra bolsa (el frenes de especulacin) que vemos venir -afirmaba un cronista de El Telgrafo- repitindose desde casi los primeros tiempos de su fundacin, nos
hace formar la opinin de que si queremos hallar en ese centro una seal
de nuestro crdito, debemos fijarnos antes que los tipos que se cotizan los
valores, en la mayor o menor suma de las transacciones al contado. Estos
generalmente son realizados por el alto comercio, por los capitalistas y por
aquellas personas que desean crearse una renta segura sobre esos fondos;
mientras que las operaciones a plazo fijo slo son hijas de clculos aventurados, inspirados por la fiebre del juego que domina al bolsista, como el
que juega a la banca o a la ruleta" 23. Se especulaba diariamente en la bolsa, por millones, comprando y vendiendo acciones, segn las informaciones de que subieran o bajaran. El 23 de febrero d 1888, para tomar una
fecha al azar, se hacan en la Bolsa operaciones por ms de cuatro millones
de pesos 24, y sto se produca contnuamente.
No haban terminado de formarse las compaas o sociedades, y ya
empezaban a ser vctimas del juego de bolsa, porque se vendan y
compraban los boletos de promesa de venta de acciones de las empresas en
formacin 25. Especulaban todos, desde el Banco Nacional a los peluque21.
22.
23.
24.
25.
La
La
de
El
La
La
de
50-
26.
27.
28.
-51-
CARLOS VISCA
VI
La crisis de julio de 1890, sorprendi por cierto a las personas avisadas
que serenamente se haban dedicado a observar el formidable despliegue
econmico en el que haba entrado el pas.
"Estamos en los preliminares de una crisis -afirmaba El Siglo- poco
antes de que sta estallara- que es posible conjurar, pero que tambin se
29.
30.
31.
32.
33.
34.
deo, 1942.
El Da, Montevideo, 16 de enero de 1890.
La Razn, Montevideo, 22 y 23 de octubre de 1887.
La Razn, Montevideo, 1 de noviembre de 1887.
La Razn, Montevideo, 1 de julio de 1888.
EDUARDO ACEVEDO, Anales Histricos del Uruguay, Montevideo, 1934, t. IV, p. 439.
La Razn, Montevideo, 1 de julio de 1888; La Razn, l\Iontevideo, 21 de junio de
1890; La Razn, Montevideo. 3 de julio de 1890; El Da. Montevideo, febrero
2S de 1890.
52-
puede hacer temible, segn sea la act~tud que a su respecto asuman los capitalistas y el gobierno. El dinero se retira o se va afuera en pagos de deudas y consumos, y la plaza est abarroLtda de papeles y aCClon.es de todo
gnero; la desconfianza cunde por todas partes" 35. Ello era CJe:t?; pero
si la afiebrada especulacin haba llevado al pas al borde de la cnSlS, otros
elementos tambin coadyuvaban para precipitarla.
Hemos visto la importancia del capital extranjero en todo el proc;eso
de realizaciones industriales a las que se haba lanzado el pas. Pues bIen,
este capital -dentro del cual era el ms importante, primero el ingls,
y luego el argentino- comenzaba a retirarse, cIejando la plaza. en pa:te
vaca de capitales, lo que configuraba una brecha en el proceso ll1d.ustnal
por el que se haba entrado. Se daba as el paradjico caso, que mIentras
por un lado se seO-lla especulando v planeando magnas obras, por otro
lado existan cada "'vez menos capital~s que cimentaran en la realidad los
hechos econmicos. As lo haca notar un par de semanas antes de producirse la crisis, pero vindola venir, el diario La Razn, al afirmar que "la
crisis general tiene otro origen. Depende en primer lugar de la' crea~in
de valores por medio del capital extranjero, que despus se ha retraldo,
dejando el recargo al capital nacional. Son ~l~unos millones de pesos a~'
gen tinos [debemos agregar europeos] que Vll11eron a aprovechar el pn
mer momento de especulacin de tierras y papeles, y que se han vuelt~ J?or
el mismo camino que llegaron, llevndose en la resaca buenos benefIcros,
dejndonos la tierra recargada de precio y las carteras repletas de ttulos
sin renta" 36. Pero este retiro del capital argentino (y europeo) tena otra
razn ms profunda que la mera accin de una especulacin que terminaba
luego con el retiro del capital invertido. La Argentina, precisamente en
este momento (1890), sufra tambin una grave crisis econmica, como consecuencia de idntica fiebre de especulacin. Esto vino indirectamente a
repercutir en la formacin y estallido de nuestra propi~ cr~sis Si. Sigamo~
leyendo La Razn: "Cuando el derrumbe ele ~alores ~le JUl1!? de 1~88, ~:re
la Bolsa la que sufri, pero el resto elel comerClO y la mdustna, la sltuacro~
econmica en general nada se resinti, porque el pas nada perda. El dInero no hizo ms que cambiar de manos, pero qued f~gural1C~o en el ~:
tivo del capital circulante, donde impulsaba a nuevas rndustnas y faCllr
taba nuevas empresas. En una palabra, falta el capital para sostener el desenvolvimiento que haban tornado los negocios" 38. En tanto la crisis esta
lIaba, el Banco Nacional, apoyado por una ley especial, suspenda la con
versin de sus billetes, dndoles curso forzoso.
Pero el temor y la desconfianza que provocaban la imposibilid~~ de
convertir el papel oro, era de hecho el ms poderoso aliado de la C:'ISIS, y
el enemigo ms poderoso que se opona a la normalizacin eCOn?mlCa del
pas. El comercio minorista aceptaba los billetes del Banco N acronal con
35.
36.
37.
38.
El
La
El
de
La
53 -
LUIS CONDRA,
.,. .
Hlstorza Economlca
CARLOS VISCA
41.
42.
43.
54-
REus
55-
GUSTAVO BEYHAUT
" Estas pagmas contienen una verSlQn de parte de las clases que me tocara dictar
en los Cursos Internacionales de Temporada de la Universidad de Buenos Aires, en julio
de 1958. Las exigencias de organizacin de los mismos, al pretender vincular todos los
temas tratados en una especie de panorama contemporneo de la Amrica Latina, son
en cierto modo responsables de las fallas metodolgicas del presente trabajo, que no es
estrictamente histrico ni sociolgico. Como saben algunos amigos, desde hace alas utilizo el tiempo libre que me dejan las obligaciones docentes, para estudiar la formacin
histrica hispanoamericana contempornea y he publicado algunos artculos wbre sto.
57-
GUSTAVO
BEYHAUT
a)
b)
c)
Duracin del trabajo hecho por la poblacin activa de una sociedad en horas anuales y tiempo consagrado a la instruccin y al
aprendizaje (teniendo en cuenta fundamentalmente la extensin
de la enseanza primaria y el porcentaje que sigue estudios luego
de los catorce aos) .
Profesin o actividad econmica de sus componentes y papel del
hombre en la profesin (apreciando el desarrollo del sector terciario, la disminucin de la fatiga en el trabajo, la mayor o menor participacin del trabajador en la produccin) .
IvIedidas de higiene y salud que prolongan la vida y la hacen ms
sana y productiva.
El nivel de vida propiamente dicho, admite su clculo en ndices monetarios. Se considera fundamentalmente el ndice de salarios reales, o sea
el salario corregido con relacin a las variaciones de costo de la vida, y
el de renta nacional per ca1Jita, que es el resultado de dividir la renta nacional de un pas por la cifra del total de su poblacin.
Si bien me extender en algunas consideraciones sobre este tpico, no
debe olvidarse que todava en el presente es muy difcil hacerse una clar::
idea de la situacin latinoamericana, por lo que puede suponerse la caSI
imposibilidad de proyectar el estudio preciso de sus niveles de vida hacia
58-
el pasado, de acuerdo a las exigencias metodolgicas que se vienen aplicando a pases como Francia e Inglaterra.
Los estudios de salarios reales son particularmente tiles para reas
limitadas, pero ofrecen dificultad para las comparaciones internacionales
porque la correccin de los salarios con relacin a los precios depende de
un valor local de las mercaderas. Otra objecin a un extremado empleo
de los ndices de salarios reales, consiste en que si bien estos nos indican
la posibilidad que tiene cada poblacin para consumir aquellos bienes de
mercado necesarios para la subsistencia, no agregan detalles sobre si esto
se hace bien o mal, sobre si llegan al mnimo vital, ete.
En los estudios sobre estos ndices en el mundo contemporneo se advierte una elevacin general de la renta mundial, una elevacin del salario
real de las poblaciones industrializadas, un fabuloso crecimiento de la poblacin de la tierra, causante de un desequilibrio social creciente entre
zonas industriales y zonas perifricas, y un aumento de ndices de consumo
en especie por habitante en las zonas industrializadas (autos, radios, servicios asistenciales, ete.).
La estadstica es necesaria, aunque debe ser usada con moderacin.
Por ejemplo, no siempre el aumento del porcentaje de entradas a los cines,
nmero de votantes, cantidad de publicaciones, puede dar una idea del
progreso cultural de una poblacin. Hay todava terrenos ms sutiles, donde, para afirmar la salud material y espiritual de una sociedad, hay que
ser ms antroplogo que estadgrafo. l\le parece fundamental hacer esta
advertencia previa a un estudio de Amrica Latina, porque si bien en
nuestro continente es fundamental capacitar a la poblacin para el acceso
a todos los bienes de consumo, no debemos olvidar que uno de los males
ms denunciados de la civilizacin industrial, desde los estudios objetivos
de socilogos hasta el tono emotivo de la ficcin cientfica, es el peligro
de una sociedacl consumiclora, dominada por el medio tcnico y la propaganda, que libere al hombre de la esclavitud para convertirle al automatismo.
Renta nacional y nivel de vida. - Se han hecho diversos clculos sobre
la renta nacional 1Jer capila en el mundo_ En un estudio de las Naciones
Unielas, de 19'19, se llega a la conclusin que aproximadamente 650 millones de personas vivan con menos ele 50 dlares por ai.o, 475 millones con
una cifra promedial entre 50 y 100 dlares, 250 millones entre 100 y 200,
395 millones entre 200 y 400, llO millones entre 600 y 900 Y la poblacin
de los Estados U nidos finalmente con un ingreso medio de 1450 dlares
por ao.
59-
GUSTAVO
BEYHAUT
SI-
(Este clculo est hecho en dlares de 19,19 y como en todos los clculos sobre renta nacional per capita, se da una cifra promedial, sin explicar
la manera de repartirse esa renta de manera efectiva entre los pobladores
de cada pas, aunque desde ya puede advertirse que el reparto es ms desigual en los pases menos desarrollados).
Dicho de otro modo, los 19 pases ms ricos, con apenas el 16 % de la
poblacin del mundo, tienen el 70 70 de la renta mundial. En cambio, los
15 pases ms pobres, donde viven el 50 % de los hombres, reciben menos
del 10 % de la renta mundial.
"Esta tremenda desigualdad econmica es causa fundamental de otras
formas de desigualdad entre grupos humanos, antiguamente atribudas a
factores raciales o climticos. Es una desigualdad econmica la que hace
que la expectativa de vida de la mayora de los pases subdesarrollad~s sea
de 30 aos (27 en la India) , mientras que ella alcanza a 65 en las reglOnes
bien desarrolladas de Europa y de Amrica del Norte. Es el mismo factor
econmico el que pesa en que la posibilidad de vivir de los nios nacidos
en el mundo de los ricos sea mayor que la de los nacidos en el mundo de los
pobres (de 30 por mil de mortalidad infantil las cifras sube~ a ~OO p~r
mil) , por 10 que se ha llegado a decir que el ndice de mortahdad mfantll
es uno de los que muestran ms claramente el nivel de vida de un pueblo.
Es el rgimen de hambre crnica en qne vive hasta hoy cerca del 66 %~e
la poblacin del mundo, por imposicin del pauperisn~o y de la Imsena
econmica, la causa del desgaste biolgico que caractenza de manera tan
alarmante a estos grupos ms pobres, en comparacin con los ms ricos,
bien alimentados y sanos." 2
Se destaca que los pases de renta nacional baja suelen tener: una alta
tasa de mortalidad bruta, una alta tasa de mortalidad infantil, una elevada
proporcin de nios. una elevada proporcin de enfermed.ades infecc~os".s,
un reducido nmero de mdicos y de camas en establecimIentos hospItalarios con relacin a la poblacin, un escaso consumo de caloras, un escaso
2
JOSU DE CASTRO,
60-
consumo de protenas, un escaso consumo de productos textiles, una elevada proporcin de analfabetismo, un reducido nmero de alumnos en las
escuelas primarias, una circulacin limitada de peridicos, revistas y libros, un trfico postal limitado, una reducida proporcin de radios y telfonos con relacin a la poblacin.
Por el contrario, los pases de renta nacional elevada, suelen tener: una
baja tasa de mortalidad bruta, una baja tasa de mortalidad infantil, una
reducida proporcin de nios, una reducida proporcin de enfermedades
infecciosas y un alto porcentaje de defunciones por enfermedades degenerativas (cncer, enfermedades cardiovasculares), un gran nmero de mdicos y de camas en establecimientos hospitalarios con relacin a la poblacin, un gran consumo de caloras, un gran consumo de protenas, un gran
consumo de productos textiles, una reducida proporcin de analfabetismo,
un gran nmero de alumnos en la} escuelas primarias, una gran circulacin
de peridicos, revistas y libros, un trfico postal intenso, muchas radios }'
telfonos en relacin con la poblacin.
La comparacin anterior es aproximativa, pero de los contrastes que
en ese sentido se puedan sealar en el presente y en la evolucin histrica
de los ltimos tiempos, ha de obtenerse un material valiossimo.
Debe anotarse que el factor educativo es vital para la elevacin del nivel de vida. Si suponemos una mejora en el ingreso nacional per capita
de una poblacin, al que se agregue un mayor reparto del mismo, la determinacin de su nivel de vida exije nociones complementarias: proporcin de los gastos esenciales en el salario, importancia del juego y del alcoholismo, defensas del consumidor contra propaganda y encarecimientos arbitrarios, nociones de diettica, seleccin de la vivienda, de la distraccin, etc.
Para terminar con este rubro, insistir en que se registra un desequilibrio creciente entre los ingresos nacionales per capita, ya que los pases ms
industrializados 10 son cada vez ms porque invierten un porcentaje mayor
del ingreso en el fomento de la inclustria, mientras que su poblacin crece
muy lentamente, con relacin al resto del mundo.
Determinantes histricas del nivel de vida latinoamericano.
Las condiciones de vida en Amrica Latina estn rigurosamente determinadas por el meclio ambiente, fruto de una evolucin de muchos siglos.
La presencia indgena, la herencia de los conquistadores, el aporte negro
y las corrientes migratorias de los ltimos tiempos, componen una poblacin extremadamente heterognea, cuya estructura social es menos rgida
que en la India o en otras regiones coloniales. La sociedad colonial form
una clase terrateniente de gran importancia en la vida regional, aunque
constituan una minora en la poblacin, integrada fundamentalmente por
indios y negros. La poblacin inclgena que no se adaptaba a la explotacin
econmica, era considerada salvaje y expulsada hacia la frontera de las
zonas conquistadas. Al declinar la esclavitud y la servidumbre indios y negros constituyeron las capas ms bajas de las sociedades nacionales. En la
-
61-
GUSTAVO
BEYHAUT
mayora de los pases se ha ido modificando esta estructura por convulsiones internas o la presencia de inmigrantes, renovndose los grupos oligrquicos y apareciendo clases medias ms o menos numerosas, casi siempre
urbanas. Elconocimiento de esas diferencias de clases es fundamental para
considerar los niveles de ingresos y de consumo en Amrica Latina. La
distribucin de la renta nacional es caracterstica de los pases subdesarrollados, por la profunda desigualelael que la preside y porque los menos favorecidos son los sectores campesinos, que constituyen la mayora.
En sus lneas ms amplias, el proceso histrico admite tres etapas fundamentales, a saber:
a) EtajJa de plena dependencia exterior. - Una vez obtenida la independencia, pese al tono de los himnos revolucionarios y a las declaraciones de los dirigentes de las luchas emancipadoras, la independencia poltica de Amrica Latina no marc sino el comienzo de una poca de mayor
dependencia econmica, en coincidencia con la europeizacin de la cultura que los nuevos medios de comunicacin aceleraban. La revolucin industrial europea daba los elementos econmicos y tecnolgicos para hacer
nuestras economas completamente dependientes, en un proceso bien definido y delimitado, aunque no pueda ser ubicado entre fechas tan precisas
como las de la cronologa poltica.
Ese perodo se caracteriza por la explotacin destructiva del medio, en
procura de las materias primas que interesaban al mercado europeo. Durante esa poca los ros y las nacientes vas frreas sern las arterias que
conducirn hacia los puertos exportadores la mayor parte de la produccin
de los monocultivos locales, mientras que se abandonan los cultivos diversificados, aptos para el consumo regional. La aparicin de industrias sirvi
solamente para facilitar la exportacin ele materias primas (grandes ingenios, frigorficos y saladeros, ciertas industrias mineras). La explotacin
apresurada redunda en perjuicio ele regiones enteras, que ms adelante sern vctimas de la erosin, y provoca una crisis de mano de obra.
b) Desarrollo urbano y aluvin migratorio. - En una segunda etapa,
la prosperidad econmica creada por la explotacin de materias primas
y la necesidad ele mano de obra, favorecieron la introduccin de inmigrantes que no fueron o permanecieron muy poco en las fuentes productoras
de riqueza, porque no tenan acceso a la propied8d. La presencia del inmigrante y el traslaelo de muchos campesinos constituyeron el ms fuerte estmulo al crecimiento de las ciuelades. As se fue constituyendo una nueva
realidad en nuestro continente, elistinta de la realidael campesina: la de
la ciudad occidentalizada.
Habr entonces dos modos de vivir: el tradicional y el occidental del
siglo XIX, que se viste a la moda de Pars y consume productos europeos.
Entre esas dos realidades, entre esas dos maneras ele vivir, una barrera infranqueable.
c) Integracin. - Una tercera etapa, de integracin, se ir produciendo por la evolucin de las comunicaciones y la aparicin de la industria nacional, destinada al consumo interno.
-
62-
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GUSTAVO
BEYHAUT
64-
bid.
65-
GUSTAVO BEYHAUT
del total del ingreso nacional; 9,7 % ganaba el 13,2 % del total del ingreso
nacional, y el resto de la poblacin (el 87,7 %), ganaba solamente el
56,9 % del mismo. Los ingresos medios del primer grupo (el 2,9 %) , eran
de 12.307 pesos (unos 7000 dlares) por afio. Los ingresos medios del segundo grupo (9,7 % de la poblacin), eran de 1457 pesos (unos 830 dlares). Y el grupo predominante ganaba por trmino medio solamente 696,5
pesos al afio. (Debe tenerse en cuenta que se trata de pesos colombianos
y dlares de 1947). Un labrador de las ZOllas agrcolas ms pobres ganaba
menos de 400 pesos al ailo. Puesto que cada rentado sostena un promedio
de cuatro personas, se estim que grandes grupos de la poblacin subsistan con un promedio ele 100 pesos al ailo (58 dlares al cambio del momento) . 5
Hay otros estudios sobre la distribucin del ingreso nacional en cliversos pases de Amrica Latina que asignan siempre menos de 150 dlares
por ailo a los trabajadores agrcolas. El punto ms bajo en materia de nivel
de vida, estar posiblemente en la poblacin aborigen, desplazada a los
territorios menos ricos, convulsionada por el contacto con una civilizacin
diferente que se envaneca de su obra educadora y de catequesis, pero que
no previ con eficacia los desastres ocasionados por algunos de sus integrantes, ni por los contagios de enfermedades como la tuberculosis o la
viruela, ni por el incremento del alcoholismo.
66-
Los NIVELES DE
VIDA
EN AMRICA LATINA
67-
GUSTAVO
BEYHAUT
visor. El indio de las mesetas sigue alimeHtndose con maz o con papas,
el campesino del interior elel Brasil depende de la mandioca, el jornalero
de las plantaciones del Caribe del arroz y los frjoles.
Estos regmenes son pobres, incluso en su contenido calrico, y casi
siempre deficientes en vitaminas y otros elementos nutritivos fundamentales. Los intereses creados redundaron siempre en perjuicio de toda poltica alimentaria racional y humana. Se puede alimentar a quien trabaja pensando en cuidar su salud, prolongarle la vida y asegurar la lozana de sus
descendientes. Pero tambin se puede, cuando el nimo de lucro y la ignorancia incita a esto, mantenerle vivo con lo suficiente para que trabaje un
cierto tiempo, quemando sus propias energas, devorndose a s mismo por
decirlo as, mediante el suministro de materiales energticos, con la casi
completa exclusin de elementos protectores (protenas, vitaminas, sales
minerales). Todava es peor si se le agrega el suministro de excitantes,
como el alcohol o la coca, que dan falsas energas.
La produccin general, dirigida a la exportacin, es mala en su valor
nutritivo. Del mismo modo que se dijo que las ovejas "devoraron a los
hombres" en la camparia inglesa en los comienzos de la revolucin agraria
e industrial, se podra decir que toda la monocultura y el latifundio han
afectado la situacin humana de nuestro suelo. Sin considerar la enorme
masa que no puede llegar al mercado como consumidores por falta de
recursos, se advierte que la produccin de alimentos basicos para la nutricin no alcanza siquiera las necesidades del mercado.
Al integrarse Amrica Latina en la economa mundial, lo hizo en condiciones muy desventajosas. Dice Josu de Castro que el imperialismo econmico y el comercio internacional, controlados por minoras obsesionadas
por la ambicin del lucro, se interesaban en que la produccin, la distribucin y el consumo de los productos alimenticios continuase indefinidamente como puros procesos econmicos, dirigidos en el sentido de sus intereses
exclusivos, y no como fenmenos del ms alto inters social, para el bienestar de la colectiviclad. A la civilizacin europea contempornea, que alcanz su apogeo con la expansin del horizonte geogrfico del mundo, despus del siglo XVI, y a la economa colonial que le sigui, no le convena
divulgar la tragedia del hambre, producto antes que nada de la explotacin inhumana de riquezas coloniales por procesos de economa devastadores, monocultivo y latifundio, que permitan la obtencin a bajo precio
de las materias primas indispensables a su industrialismo prspero. El mismo autor seriala como ejemplo de los males del monocultivo, el caso de
Puerto Rico:
En 1898, cuando Puerto Rico pas a poder de los Estados Unidos, tena una poblacin que, si no nadaba en la abundancia, estaba muy lejos
de presentar los ndices de miseria y de hambre que iba a presentar despus.
La isla era muy montariosa y no pareca muy propicia al desarrollo local
de la caa de azcar. Por eso mismo, en el tiempo ele la dominacin espaola no hubo all una monocultura azucarera muy acentuada. Como consecuencia de esto, no se despobl de colonos blancos, que mantuvieron los
dos tercios de la cifra de pobladores ele la isla, introducindose muy pocos
-
68-
cita~la
69-
GUSTAVO
BEYHAUT
JOSU DE CASTRO,
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p~r la miel de inge~io, por el pescado cocido con pirn, por el trabajo monotono y hecho a pIe, por la grapa de cai'a y el aguardiente, por los porotos, por los gusanos, por la erisipela, por las dolencias que hacen hinchar
a las personas, por el propio mal de comer tierra".
_ A propsito de es~a costumbre de comer tierra -o geofagia- debemos
s~nalar que es un hbIto frecuente entre los indgenas del Alto Orinoco y
nertas partes del Brasil. U tlizan una arcilla mezclada con xido de hierro,
de un amarillo rojizo, que se seca en forma de galletas y se cocina cuando
se las va a comer. Es por un lado una manera de satisfacer a la sensacin
psicolgica del hambre (como puede ser el hbito de dormir lo ms posible, o de tomar agua, en otras regiones), pc:ro ayuda a los indios a vivir
mes~s ent~ros, ~o~- 10 que se supone que esta especie de fritura encierra sustanCIas al1111entlClas compensando car::ncias de minerales. Esta actitud for- .
ma parte de la bsqueda de compensaciones que ha llevado al empIco del
mate para romper la monotona del rgimen de carne en el Ro de la Plata,
o la costumbre de comer orugas, langostas y diversas alimaas en otros
lados.
"
La poblac~n rural y 105 grupos urbanos ms pobres deben recurrir,
en grado cons.Idera.b~e, ~l consumo ele bebidas fuertes y de drogas para
compensar la lllsufrcIenna y la monotona de su rgimen aiimenticio. En
muchas regiones el caf negro con alcar es un el~mento importante en
cada comida. Su valor alimenticio es pobre, pero aplaca el hambre. En un
libro sobre la alimentacin en Mxico. dice Alfredo Ramos Espinosa:
"Nuestro pueblo es fundamentalmente triste, necesita acudir a las excitc:.ciones del caf que vence b modorra, que reanima el organismo momentne~~ente como la inyeccin de cafena al enfermo grave; precisa continuar
renblendo durante toda la jornada el fustazo del alcohol para vencer la
ast~nia, necesita embriagarse para sentir alegra, y an para acometer cualqmer ~mpresa, buena o mala. Al comer tiene que vencer su inapetencia
cautenzando la boca y el estmago con el picante chile para producir una
secrecin refleja de saliva que simula la provocada por el buen apetito."
La costumbre de compensar una alimentacin insuficiente con bebidas y drogas en los medios rurales, fue estimulada muchas veces por ciert?S propietarios para endeudar y enfeudar campesinos. Su valor alimentiCIO es pobre, pero aplaca el hambre y hasta aumenta el renclimiento en el
trabajo. Los indios de las montai'as recurren al alcohol, a menudo en combinacin con la coca, para obtener anlogo resultado. En muchas minas
y plantaciones, esos productos eran proporcionados como parte del salario,
y todava 10 son, aunque en menor grado. Ciertas haciendas del Pacfico,
dan de beber aguardiente a sus peones, al comienzo y al fin de la jornada.
En algunos lugares del norte argentino, los patrones deben proporcionar
coca importada de Bolivia a sus braceros.
. Se cl.ce que la coca insensibiliZ<l los nervios gustativos y digestivos,
SIendo eVIdente que su uso est relacionado con la falta de nutricin y la
n~cesidad de mantener la energa indispensable para el trabajo con un rgll11en alimenticio insuficiente. Se cliscute todava si el uso de la coca puede ser considerado txico, pero resulta evidente que su empleo inmodera-71-
GUSTAVO
BEYHAUT
do, como el del alcohol, constituye un obstculo serio para el mejoramiento del nivel de vida de Bolivia, Per, Colombia y norte argentino.. Su empleo se remonta a la poca pre-incaica, pero su cultivo se extendi despus de la conquista. El hbito primitivo estaba reservado a las clases aristocrticas y tena un carcter clsi sagrado; despus ser de gran utilidad
para estimular a los trabajadon:s que reclamaba la economa occidental.
La cifra de los habitus a la coca entre los campesinos de Amrica se hace
llegar actualmente a cinco millones. Suprime el hambre y su uso continuado puede hacer perder totalmente el apetito. Permite alejar el suei10 en
los trabajos nocturnos y su efecto inmediato, que dura breves horas. es
una ms amplia respiracin, un estado de euforia, y una mayor fuerza muscular. Entre los aborgenes, les hace olvidar su miseria, agregndose por
tal motivo a la larga lista que integran el aguardiente, la chicha, el guarapo, el pulque y las cervezas primitivas.
La observacin de las poblaciones subalimelltadas de Amrica Latina
muestra que esta situacin forma parte de un conjunto de hechos que involucran atraso econmico, intel!'lCtual y malas condiciones sanitarias que
favorecen las enfermedades infecciosas y parasitarias. Entre las principales
consecuencias de la subalimentacin debe anotarse que contribuye en general al desarrollo de las infecciones de origen interno, puede favorecer la
trasmisin de infecciones de un organismo a otro, puede volver peligroso
un agente patgeno que en concliciones normales no sea infeccioso, produce igualmente una disminucin de la talla, una menor capacidad para el
esfuerzo fsico y una serie de enfermedades llamadas carenciales (bocio endmico, beriberi, escorbuto, pelagra, xeroftalmia, ete.). Tambin contribuye a aumentar los ndices de la mortalidad infantil y viene muchas veces acompaada de una serie ele manifestaciones psicolgicas entre las qu;;
se destacan la apata y la irratibilielad, a la que se suma la prdida del
sentido social y una elisminucin de la actividad sexual y de la capacidad
para el trabajo.
Se discute si el subconsumo alimenticio hace aumentar la mttalidad,
tal como lo afirma Josu de Castro, al estudiar una supuesta defensa biolgica de la especie que se reproducira ms ante los estados de carencias
protenicas que amenazan su existencia, para asegurar de este modo las
posibilidades de subsistir, pero esto no pasa de ser una hiptesis de muy
endeble fundamento cientfico. Lo aceptable es explicar el aumento de fecundidad de los pueblos pobres (que hace afirmar que "el lecho de la miseria es fecundo") no como resultado directo del subconsumo alimenticio
sino de otras caractersticas que le acompafan, tales como el bajo nivel de
educacin y falta de previsin sobre el nivel. de vida y de asistencia de los
nios que vendrn.
Subconsumo alimenticio y productiuidad. - La vida es posible a porcentajes calricos y proteicos muy inferiores a los que se recomiendan, f.l\:ro
la sub-alimentacin no permite un dinamismo muy elevado a las poblaciones afectadas. En el curso de la sub-alimentacin crnica se producen
los mismos fenmenos compensatorios que en el curso de las grandes hambres. Hay una disminucin espontn;;a ele la productividad, que se puede
-72 -
-73 6
GUSTAVO BEYHAUT
tral de Anahuac, donde los aztecas y los mayas vivieron un rgimen de abundancia. Tambin en el indio peruano, que engaa al hambre con unas
hojas de coca, que mastica todo el da para anestesiar el apetito, en la meseta del Per!, donde los incas producan con sus cultivos de terrazas la mayor cantidad de alimentos concentrada en esa rea. Y en el mestizo del
Nordeste, consumindose en un rgimen de hambre, de porotos con faria
todo el ao en la tierra frtil de la caa de azcar. En estos y otros parajes
de Amrica, se encuentra siempre un nativo con aire somnoliento, soportando el hambre y la miseria."
El cuadro sanitario.
"Los principales problemas sanitarios de Amrica Latina son imputables, en gran parte, a los niveles de ingreso y de consumo insuficientes, a la
ignorancia de los procesos de contagio, al exceso de trabajo, a la frecuencia de los embarazos v a otros factores slo indirectamente relacionados con
la etiologa de las principales enfermedades. Las medidas sanitarias no son
efectivas si no van acompaadas de un aumento del nivel de vida e instruccin." 8
Es particularmente miserable el estado de la poblacin aborigen, que
fue comprimida en sus fronteras por la occidentalizacin de Amrica, y
padeci el contagio de enfermedades contra las que no estaba inmunizada:
tuberculosis, sfilis y viruela especialmente, a lo que se suma un cambio de
rgimen alimenticio que acenta el empleo de la coca y de los hiclratos
de carbono como alimentos energticos de bajo costo. Su rgimen carece
de elementos de proteccin (protenas, vitaminas, sales minerales). Descle
el punto de vista sanitario hay que sealar predominantemente las enfermedades parasitarias, respiratorias y digestivas. La suciedad en que viven,
sus pies descalzos, la alimentacin, les predisponen a la enfermedad. La influenza, el sarampin, la rubola, las lesiones cutneas y oculares debido a
la falta de vitaminas, el tripanosomiasis, la gripe, el tracoma, el mal de
Chagas, la fiebre del Oroya, el tifus (que llega a ser endmico en la Sierra), el bocio, el paludismo, son las enfermedades capitales que acortan su
existencia.
Dice el informe de las Naciones Unidas que hemos citado anteriormente, que la higiene y sanidad en Amrica Latina es la que cabe esperar en
una regin donde es corta la expectativa de vida y bajo el nivel de ingresos. Donde predominan los trabajadores rurales y la agricultura de subsistencia. Salvo en las ciudades, hay pocas estadsticas sobre causas de defuncin, pero es evidente que la tuberculosis, el paludismo, las infecciones intestinales y las enfermedades parasitarias, las enfermedades venreas y las
diversas enfermedades por carencia se combinan para debilitar a la mayor
parte de la poblacin rural, lo mismo que a los grupos ms pobres de las
zonas urbanas. La fiebre amarilla y las dems enfermedades pestilenciale'i,
8 O.N.U., Informe preliminar sobre la situacin social en el mundo, Nueva York, 1952.
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Los NIVELES
DE
GUSTAVO
BEYHAUT
un
65
62
120
105
%
%
de nios y un 38
""
de vi,e,jos
23 % "
15
7%
La existencia, pues, de una pirmide de edades con una base muy ancha, en correspondencia a su alto porcentaje de poblacin infantil, sera lo
dominante. Estudios recientes hechos por el Dr. Solari para nuestro pas,
muestran una tendencia al envejecimiento de la poblacin, pero no debe
tomarse esta situacin como representativa de lo ms caracterstico en el
resto del territorio latinoamericano. Por otra parte, un reciente informe
publicado en los Estados Unidos, plantea los grandes problemas del fabuloso crecimiento demogrfico latinoamericano que gira en torno a la dificultad de mantener el nivel de produccin de alimentos a la altura de la
poblacin, haciendo hincapi en los siguientes puntos:
1)
2)
3)
4)
5)
76
El clera es una enfermedad caracterstica de la depresin del Ganges, donde reina en estado endmico, que se extendi de manera aterradora y con suma rapidez a partir del siglo XIX, es decir desde la introduccin
y propagacin de la navegacin a vapor (podramos decir que es una enfermedad que fue sacada de la zona donde se encontraba en estado endmico y viaj en los primeros ferrocarriles y vapores) . Sigui en particular
dos rutas: una, de la India, por mar, a los puertos del Mediterrneo, otra,
de la India, por la ruta principal de las caravanas a travs del Asia Central y anterior, a Europa. De all pas a tierras americanas, causando grandes estragos.
La enfermedad del sueo, antes localizada en una zona reducida que
va desde la costa occidental del Senegal hasta Benguela, fue extendida por
la conquista de Africa por los europeos, ya que la arrastraron hacia el interior a principios del siglo XIX los traficantes y porteadores. Del mismo
modo, la fibre amarilla, enfermedad infecciosa gastrointestinal, reconocida
tambin por vmito negro o tifus de Amrica, trasmitida por el mosquito
aedes aegypti. Esta enfermedad tena carcter endmico en las costas antillanas y en el Golfo de Mxico, lugares desde los cuales se trasmita a diversos puntos de Amrica, parte de Europa y Africa, ocasionando positivas
y asoladoras epidemias, con alto porcentaje de defunciones.
El progreso tcnico apresurado, la aceleracin de las comunicacions
por el empleo de nuevas rutas y transportes ms rpidos, como el ferrocarril y la navegacin a vapor, hizo que la vida latinoamericana se viese alterada en la segunda mitad del siglo XIX por reiteradas epidemias. Este
hecho se facilitaba por la aguda desnutricin de sus pobladores y el hacinamiento que produca la progresin urbana apresurada, sin la menor norma
de higiene.
. J
Aunque ese tipo de epidemias no constituye sino un recuerdo del pasado, debe sealarse que en ciertas comunidades indgenas de Ecuador,
se pudo registrar en 1948 un brote de peste bubnica, y tres aos despus,
en 1951, otro de fiebre amarilla.
La fiebre del Oroya, o mal de verruga, que todava no ha desaparecido plenamente, fue denominada as por su aparicin en el siglo pasado,
durante la construccin del ferrocarril del Oroya en el Pacfico, en una
empresa financiera del norteamericano Henri Meiggs, a quien se ha llamado merecidamente "Pizarra yankee".
El tifus es endmico en la regin de la Sierra, entre las poblaciones
aborgenes, que se ven diezmadas adems por el paludismo, la gripe, el
sarampin, y la rubola.
En el Brasil se encuentra el pian o bouba, enfermedad introducida
por los negros esclavos que venan de Africa, donde es afeccin en:Jmica.
Causa lesiones, empezando por una lcera que da lugar a excrecenCias fungosas, produciendo escoriaciones de la planta de los pies y la palma de las
manos. Puede llevar a terribles mutilaciones.
La anquilostomiasis es producida por un gusano nematoide que puede adquirirse en estado larvario en la tierra hmeda o en el agua, va tubo
digestivo, o penetrando directamente, a nivel de los folculos pilosos, por
-77-
GUSTAVO
BEYHAUT
la p~el descubierta, princ.ipalmente ~e los pies descalzos. Despus de un recorndo, l?s gusanos se fIJan en el mtestino grueso y ocasionan pequeas
hemo:-ragIas,. lC? que trae un estado de anemia, Hay numerosos casos de
anqUIlostomIasIs en el. norte argentino y, segn me explicaron maestros del
lugar, s: hace muy dIfcil su err~di.cacin por la ignorancia y la pobreza
que oblIga a andar descalzos, pnncIpalmente a los nios.
En una pequea regi~n, situada al sur de Mxico y cubriendo parte
de Guatemala, en un terntorio que no sobrepasa los 1000 Klms. cuadrados, hay una enfermedad muy particuhr: la onchocercosis oft,ilmica, o mal
de ceguera, o mal morado, o erisipela de la costa como otros la llaman.
Esta onchocercosa de Chiapas (Chiapas es la regin), es una enfermedad
~ausada por el onc!lOcerca vl.tlvulus, que ataca la vista produciendo ceguel,a y tumore~ o qUIstes vernunosos. FUt: introducida por los esclavos de la
er,oca colomal, 10 que aumenta para nosotros su inters como manifestaClan de un c~ntacto.de. c:rltmas. Es posible ver en la rula de Tiltipee
(Oaxaca), a frIas de ll1dIvIduos que caminan atados unos a otros con una
cuerda y son guiados .por el que adelante, que se auxilia con un bastn.
Ayudados por su sentIdo del tacto hacen montculos de tierra en las nlantas de maz, estando expuestos a serpientes venenosas que all se en~uen
trar:, y reg,resa~l ms tarde a sus chozas con el mismo mtodo. En ellas, las
n~~Jeres aun CIegas cocinan igualmente sus tortas de maz y cuidan a sus
mr:os. Ha~ta ahora, un factor de propagacin de la enfermedad ha sido
el 11' y ~emr de los ~raceros guatemalte::os y mejicanos que trabajan en las
pl~ntaclOnes de caf~ del Estado de ChIapas. Pero un grave peligro se ha
abIerto para la posIble propagacin de la enfermedad en un rea mayor:
la ond:ocercosis de Chiapas haba venido de Africa y se localiz en' esa
zona, sm grandes comunicaciones ni contactos con el exterior. Ahora pasa
por all la calTeter~,panamer~canay podra temerse que, como viaj otrora,
o como se expall~lO por Afrlca la enfermedad del sueilo al impulso de las
c~ravanas comerCIantes, o el clera por el mundo, este mal pueda difunclrrse por otros territorios.
. El predominio de las enfermedades de las masas en el cuadro sanitano y en la estadstica de defunciones latinoamericana no es otra cosa como
hemos dicho, que el resultado de una situacin social y educativa. E~tudios
y. eXl?eri~I:cia.s loca!izados a determinadas zonas, per'miten comprobar la
dlsrr:muclon mmed~ata de las enfermedades parasitarias, respiratorias y digestIvas, en la medIda en que se adoptan las precauciones sanitarias ms
elemen!ales. La dedetizac~n, por ejemplo, que citamos a propsito de la
campana
contra el paludIsmo, ha sido usada con iO'ual
eficacia contra los
,
b
parasltos.
La mortalidad infantil, la tuberculosis y las enfermedades venreas
se reducen en proporcin directa a la elevacin del nivel de vida de las
gentes.
Las .e,nfermedades carenciales ceden ante una nutricin ms completa.
L~ cuestlOn que resta saber es cundo se abordarn planes verdaderamente
efrcaces para que estas medidas dejen de ser meras experiencias.
-78 -
Progreso urbano y salud jJLblica. - Si, como mencionramos anteriormente, el rpido crecimiento urbano, al impulso del alud migratorio de la
segunda mitad del siglo XIX, provoc el clima propicio para la difusin
de las grandes epidemias, la situacin actual ha cambiado y el progreso urbano e industrial hace disminuir el porcentaje de las enfermedades caractersticas de los medios rurales, aumentando la proporcin de enfermedades tpicas de los pases ms desarrollados, que cubren cada da una parte
mayor de la estadstica de causales de fallecimiento.
Asistimos al desarrollo de ciertas enfermedades profesionales, propias
de las industrias insalubres. Casi podemos enorgullecernos de alcanzar el
nivel vital e higinico que prepara el clima la poliomielitis.
y las enfermedades degenerativas, compre
do el cncer y las dolencias cardiovasculares, pasan a ocupar el ms alto porcentaje de fallecimiento de las clases medias urbanas, para las que llega una asistencia suficiente en medio de un nivel de vida suficientemente holgado.
Una estadstica publicada en 1951, por la revista "Etudes et Conjoncture", muestra que mientras que las enfermedades degenerativas ocupan el
48,7 % ele las defuncones en los Estados Unidos (35 % cncer y 13,7 % dolencias cardiovasculares), esa cifra se mantiel,le alta en Inglaterra (50,5 %'
de la cual el cncer ocupa el 34,5 % y las cardiovasculares 16 %), pero se
reduce mucho para Guatemala, donde solamente el 2 % muere all de
cncer y el 1 112 % de enfermedades cardiovasculares, y es lo mismo aproximadamente para El Salvador y Colombia (5 % cncer y 3 % cardiovascuIares) .
La interpretacin inteligente de la estadstica anterior indica para los
ltimos pases, de reducido porcentaje de defunciones atribubles a las enfermedades degenerativas, no que mueran pocos por ese motivo porque esas
enfermedades estn controladas all, sino que mueren antes y mueren por
causa de enfermedades que estn en relacin con el nivel de vida bajsimo
de la mayora de la Pfblacin.
La vivienda 1JopulaT.
79-
GUSTAVO
BEYHAUT
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Quien comprueba que San Pablo crece ms rpido que ninguna otra
ciudad de Amrica, y que su ndice de crecimiento es superior al de Chicago en el siglo XIX, quien advierte las dimensiones fabulosas a que ha
llegado la ciudad de Buenos Aires, no sabe en realidad si la gente vive
ahora mejor o peor.
Con respecto a Montevideo, puedo decir que los resultados de tres
censos informan:
o sea, en conclusin, que la poblacin montevideana vive menos cmodamente, ya que la proporcin de piezas por habitante tiende a disminuir sensiblemente.
Por otra parte, la planeacin urbana ha sido acompafiada casi siempre
de la ms grande especulacin.
Dinmica de los niveles de vida.
El nivel de consumo depende especialmente de la productividad general de una economa y de la de su mano de obra en especial. Un estudio
serio sobre la evolucin histrica de los niveles de vida en Amrica Latina
exigira tener en cuenta los siguientes elementos principales:
a)
b)
c)
d)
Evolucin de sus estructuras econmicas, por lo que ellas representan como elemento de produccin (por la superacin de la dependencia econmica que crean las economas agrcolas no desarrolladas, sometidas a monocultivos o a industrias extractivas) .
Anlisis de la coyuntura econmica y de sus repercusiones en cada
pas (son cada vez ms apreciadas las consecuencias de las grandes
crisis mundiales en nuestro continente, aunque sin exactitud) .
Evaluacin y grado de distribucin de la renta nacional (lo que
supone un anlisis objetivo de sus estructuras sociales) .
Influencia del progreso de los transportes y comunicaciones, uno
de los problemas ms serios que han afectado el progreso social
de Amrica Latina.
81-
GUSTAVO BEYHAUT
ferior al local. Fue una transformacin estructural la que determin la
evolucin de la economa de Brasil, apoyada en la produccin de sus zonas
azucareras, a desplazarse hacia el sur, hacia las fazendas del caf, provocando un cambio del eje econmico y poltico de la nacin que prepara la
abolicin de la esclavitud y la cada del Imperio. Es un mal de estructura
el que afecta a la poblacin del Uruguay, pas exportador de lana principalmente, ante la baja de su precio en el mercado mundial. Muchos desequilibrios del consumo americano nacen en la historia de su explotacin
colonial, de tipo mercantil, desarrollada en ciclos sucesivos de economa
destructiva, o por lo menos inestable, de materias primas para la exportacin, cuyo beneficio no llega a toda la poblacin, sino a crculos muy restringidos.
Adems de estos cambios profundos en las formas de produccin, la
economa se ve afectada porloscilaciones menores, fluctuaciones, que se
traducen en pocas de prospe1fdad y pocas de depresin. Estas fluctuaciones son de carcter mundial, y sus consecuencias particularmente temibles
para pases de economa tan endeble como los nuestros. Aunque el salario
real baja poco en una poca de crisis, hay mucha desocupacin y por esto
bajan los ingresos medios del conjunto de la poblacin. La acentuacin
de la miseria por las crisis perjudica los intentos de elevacin del nivel de
la produccin agraria. Ya en el siglo XVIII se haba observado (ley de
King) que mientras una baja de la oferta de trigo de un 10 % en el mercado, produca un alza de los precios que llegaba al 50 %; el exceso de
oferta en un 10 %' produca una reduccin de los precios que llegaba a la
mitad. Ahora bien: el agricultor tiene necesidad de estabilidad en los precios, porque de lo contrario se producen ruinosas consecuencias para su
actividad. Lo ms lamentable es que las oscilaciones de mercado afectan
fundamentalmente a las clases desvalidas. La crisis lleva a la desocupacin.
La prosperidad vertiginosa, incontrolada e inflacionaria, afecta en muchos
casos al pequeo ahorrista, al jubilado, a sectores de poblacin de renta
fija.
En cuanto a las variaciones en la distribucin de la renta nacional,
debemos tener presente que como paises sub-desarrollados, nos corresponde la caracterstica general de diferencias acentuadas en la misma. Mirando
el panorama latinoamericano, advertimos regiones donde estas diferencias
son extremas por la ausencia de clases medias, falta de legislacin social
compensatoria, contraste entre una abrumaclora mayora de la poblacin
que vive en la miseria y una minora propietaria que vive en la abundancia. La industrializacin para el mercado interno, el fortalecimiento de las
clases medias y el desarrollo urbano, la intervencin creciente de la ley
buscando paliativos a los problemas sociales, es la caracterstica de aquelias
regiones ms evolucionadas.
Finalmente, la evolucin de los transportes y comunicaciones, se ha
singularizado en muchos lugares de Hispanoamrica por sus profundas repercusiones en el desarrollo de una regin. La conquista de la Pampa es
obra del ferrocarril. La navegacin a vapor de los ros permiti la explotacin intensiva del interior. La navegacin interocenica por ese mismo
-
82-
Los NIVELES
DE
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Amrica de Almeida. Jorge Amado. etc.) .
84-
85
Jos
LUIS ROMERO
ciencia con ese orden, y al calor de la eficacia que alcanzan cuando actan
de modo puramente emprico, modelan poco a poco la certidumbre de
que tanto su accin, como los mviles que la impulsan y los ideales a los
que se dirigen, son legtimos.
Ahora bien, esos ideales, cuando alcanzan la zona de la conciencia,
revelan su naturaleza disidente, heterodoxa, frente al orden que afirman
los privilegiados, el orden cristianofeudal y el sistema ele los ideales seoriales. Entonces sobreviene el conflicto.
Constituye el tema de este estudio la indagacin de qu circunstancias se dieron en la temprana Edad Meelia como para que, de su seno,
pudiera salir, poco a poco, ese ordenamiento social y espiritual que constituir el orden cristianofeudal y el sistema de los ideales seoriales.
A -
Cualquiera sea la intensidad que se asigne al fenmeno ele la~ invasiones germnicas en el territorio del Imperio Romano de. OCClelen.t~,
constituye un hecho innegable que determinaron en ese mbIto geo!?rafrca y cultural ciertas situaciones de hecho destinadas a crear un cambIO de
.'
fisonoma en los procesos sociales y espirituales.
Son conocidas las alternativas de ]a polmica acerca de la II1tensldad
que debe asignarse a las invasiones germnicas en el territ~rio del Imperio Occidental l. Parecera que no es lcito ya sostener la teSIS que Dopsch
llama catastrfica, sobre todo si se tiene en cuenta la imagen que del
bajo Imperio proporcionan las investigaciones ms recientes 2. Pero. c.ste
criterio no debe conducir a negar totalmente la calidad de hecho declSlvo
que poseen las invasiones germnicas. N o provocaron, en efecto, .la d~s
truccill de una cultura floreciente, como se sostuvo por algunos, 111 abneron por su sola accin una poca de barbarie. Pero en la transformaci~n
que el Imperio sufri desde el siglo III, operaron una acen~uada deSVIacin del curso del proceso y crearon situaciones nuevas destmadas a perdurar y a legar a los tiempos que siguieron condiciones que seran fundamentales.
En primer lugar, se incorporaron a la sociedad rOl11an~ n~~vos g~u
pos tnic~1; a la larga esos grupos incidiran sobre la CO:lstttuclOn raCIal
del mundO''''lOccidental, pero antes alteraron el orden SOCIal en tod~s sus
aspectos, operando una transferencia del poder poltico y de la propI~dad
raz, con el consiguiente reajuste de la si tuacin recproca entre los dIversos grupos de la sociedad. En segundo lugar,. se constituyeron I;uevas entidades polticas -los reinos romanogerml1lcos- que mstantaneamentc
abandon'aron los objetivos unitarios elel Imperio y acusarOl: ~1Uy PI:O:r tO
intereses distintos y an encontrados entre s, a los que seTVinan polttlcas
l.
2.
86-
SOCIEDAD y
87 -
Jos
LUIS ROMERO
plazado otros ideales, hibridados por la acentuada influencia del cristianismo, cuya vigencia creca y creca hasta el punto de que San Jernimo
y San Agustn pudieron creer que era su propio mundo el que amenaraba
con derrumbarse cuando los brbaros violaron las fronteras romanas, y
lloraron por la suerte de sus ciudades, cadas en manos de pueblos innumerables y ferocsimos 7. "Hay entre el mundo romano y el mundo
brbaro la misma distancia que media entre el cuadrpedo y el bpedo,
entre el bruto mudo y el ser dotado ele palabra", deca el poeta Prudencia 8. Esos ideales hibridados difcilmente hubieran podido alimentar
las fuerzas que requera la conservacin del mundo imperial, ni siquiera
en el estado y situacin en que se hallaba al comenzar el siglo V; la crisis del orbe romanocristiano era sin duda inevitable; pero su curso estaba ya delimitado por el fenmeno mismo de la adecuacin entre 1'0manidad y cristianismo que estaba ya casi acabada. Ese curso es el que
alter profundamente la invasin de los pueblos germnicos.
Acaso la suerte del Imperio de Oriente pueda servir para hacerse
una idea de lo que fue ese proceso de adecuacin: una marcha hacia una
especie de teocracia alterada en los hechos por mil accidentes pero retomada una y otra vez por la curiosa compenetracin de las esferas de Dios
y de Csar. La situacin del Imperio de Occidente fue muy otra. En
el terreno de las relaciones entre lo espiritual y lo social, pareci como
si se volviera a los tiempos anteriores a Constantino, como si se perdiera
el largo y sostenido esfuerzo de la Iglesia por someter el poder a sus
preceptos, y no slo en la prctica, sino tambin en cuanto al principio
mismo, en cuanto a la teora de la justificacin del Estado por el servicio de Dios, que San Agmtn daba casi por triunfante no mucho antes 9.
Reaparecieron las controversias religiosas movidas por el arrianismo, ahora fuerte por la fidelidad de los godos, y el paganismo reapareci con
fuerza tanto mayor cuanto que lo sustentaban pueblos de fe ingenua y
supersticiosa, ajenos a toda experiencia teolgica. Y por debajo de las
inusitadas situaciones de hecho que se plantearon en el terreno de la
realidad social, comenzaron a delinearse otras situaciones no menos extraas e inusitadas en el plano espiritual por la yuxtaposicin de ideas
y creencias de diverso origen, cuyos portadores, a su vez, se yuxtaponan
en un complicado mosaico.
Este es el rasgo fundamental de la temprana Edad Media, sin comprender el cual no puede aquilatarse la significacin del v:asto esfuE'rzo
de algunos -los que alcanzaron situaciones de privilegio- por afirmar
un orden que no era otra cosa que la consagracin de cierta situacin
de hecho. Situaciones de hecho en el orden social y en el orden espiritual caracterizaron los siglos que transcurrieron desde que comenZ3Ton
las invasiones hasta la disolucin del Impeno Carolingio. Mientras bus7.
l, x,xxiii; SAN
Hist. de I'Eglise, IV, p. 356 Y ss.
8.
9.
SOCIEDAD y
n,
88-
10.
SAN ISIDORO.
Sinnimos, 1.
89-
Jos
LUIS ROMERO
ticios cuando les convino, complicando de manera arbitraria y repentina el orden vigente. De aqu la fisonoma social del perodo precarolingio: un mundo compuesto por elementos inestables en el que poda
ejercitarse la fuerza para modificarlo sin que valiera ningn principio
preestableclo. Esta es la situacin que puede clasificarse como situacin
de facto) en la que, con el tiempo; habra de introducirse un orden por
aquellos que pretendan consolidar ciertos privilegios.
En esta situacin de facto, la norma, el principio, era la desigualdad, la radical desigualdad entre el status de cada grupo, una desigualdad que, a pesar del desarrollo que haba alcanzado la concepcin cristiana, result previa a toda discusin. Sin duda procuraba la Iglesia infundir en la realidad social algunos de los caracteres que entra'aba la
doctrina: manumita eventualmente esclavos o rescataba cautivos, como
hicieron con sostenida dedicacin Cesreo de ArIes, Germn de Pars o
San Gregario el Grande 11, pero no pasaban de ser intermitentes y pequei'os esfuerzos, sin mayor alcance ni posibilidad de modificar un estado
que se apoyaba en situaciones intangibles, y en el que la Iglesia misma
consenta de hecho, amolcr~mdose a l. Vigoroso e indiscutido en la prctica, el principio de desigualdad se impona y se afirmaba, con la peculiaridad, sin embargo, de que no comportaba an un principio demasiado estricto de inmovilidad social.
Esta ltima peculiaridad provena, precisamente, de la situacin creada por la conquista. Por entre los resquicios del orden vigente en la
sociedad del bajo Imperio, se introdujo durante la poca de los reinos
romanogermnicos el principio de raza, creando una nueva norma de
privilegio. Corresponda ste a los conquistadores germnicos en general,
pero entre ellos mismos en distinta medida si el individuo era simplemente ingenuo o si formaba parte de la nobleza que habase constitudo
y perduraba principalmente a travs del comitatlIs. Esa nobleza -veIdadera lite de hecho dentro de una aristocracia de hecho- mostr a su vez
en los reinos romanogermnicos una diferenciacin entre la nobleza de
nacimiento y la nobleza de servicio, esta ltima constituda por el azar
de la eleccin real y mediante la cual se quebr poco a poco el principio
de raza, pues no fueron pocos los de origen romano que llegaron a ella.
Antrustiones) gasindi) gesiths) thegns) gardingos. y en general, fideles
regs fueron las designaciones que recibieron los miembros de esta nobleza que sacaba su fuerza eminentemente de la proximidad del rey y
de su favor, en la que se fundi con el tiempo la que se constitua por derecho de herencia y la que la haba obtenido por haber sido llamada al servicio del rey 12. Optimates o potentes solan ser llamados los miembros
de este sector de la nobleza.
Por debajo de ella estaban los germanos ingenuos, privilegiados en
principio por razones de raza y, como la nobleza aunque en menor grado,
transformados tambin en propietarios races; y se confundieron con
11.
12.
90-
SOCIEDAD y
ellos con el tiempo -debilitado el principio de raza- los ingenuos romanos que conservaban parte de su propiedad. Este complejo de los hombres libres se subdividi a su vez. Por su condicin social y econmica diferencibanse los maiores) los mediocres, los minores) los minimi) inferi01'es) hllmiliores y -uilores ingenuos) categoras no siempre fciles de precisar en cuanto a su significado, pero que aludan fundamentalmente a
la extensin de la propiedad que en cierta legislacin, como la lombarda
del rey Aistulfo, se fijaba expresamente 13.
Este proceso de diferenciacin -originariamente romano, luego interferido por la conquista con el principio de raza y resuelto finalmente
en una nueya ordenacin de clases- reconoca no slo causas econmicas
sino tambin polticas. Influan decisivamente estas ltimas en la constitucin de la aristocracia por la va del favor real, radicalmente arbitI'ario y movido por las necesidades polticas inmediatas; en la ordenacin de los distintos grupos de ingenuos influan a causa del creciente
poder de la aristocracia dotada ele inmunidad; y en ambos casos, originando tanto ascensos como descensos, pues las fuerzas sociales obraban
en ambos sentidos. Por una parte se adverta una fuerte tendencia a reducir a situacin de semilibertad a los campesinos libres, impotentes
frente a los grandes propietarios que eran adems polticamente fuertes 14; y por otra, una tendencia de los no libres a alcanzar situaciones
de semilibertad en grado variado 15.
El signo de la diferenciacin social entre los ingenuos era el wergeld.
Principio de derecho germnico, el wergeld constituy el fundamento del
derecho penal 16 y fij el valor del hombre en los casos de muerte violenta. Pero este valor era variable. Se lo fijaba en relacin con la extensin de tierra -a veces, como entre los anglosajones, con extremada
minuciosidad- pero tambin en relacin con el status personal del individuo 17; y eventualmente, era alterado su monto cuando 10 aconsejaban razones polticas: para defender a los gasindi lombardos en el intento
de reaccin antiaristocrtica del rey Liutprando 18 o para proteger a los
obispos y sacerdotes 19. De la misma manera, condicionada por la situacin social, funcionaba la composicin extrajudicial 20. El wergeld diferenci, dentro del grupo de los hombres libres, a los nobles de los simples ingenuos; pero ms acentuadamente diferenci a los ingenuos de los
semilibres, los que derivaban su status ele la antigua situacin de los lites,
y a quienes se asignaba un wergeld equivalente a la mitad del que corresponda al ingenuo. Por el contrario, el siervo careca de wergeld 21.
Empero, no podra tenerse una idea ele la fisonoma de la realidad
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
91
.J os
SOCIEDAD y
LUIS ROMERO
25.
22.
23.
24.
92-
DOI'SCIl, o/). cit., pp. 226 Y ss. TORRES, Instituciones econmicas, sociales y potticoadministrativas de la /xnnsula hispnca durante los sglos V, VI Y VJl, lIl,
p. 197. LOT, Les destines de /'em/)ire en Occident de 395 ( 888, en Histoire du
Moyen Age, t. I, dirigida por G. Glotz.
GREC. TOURS.
93
Lms
JOS
DOPSCH, op. cit., pp. 202 Y ss. SANC-IEZ ALBORNOZ, Fideles y Gardillgos. l, passim.
TORRES, op. cit., lII, pp. 186 Y ss. BR'J"NER-SCHWERIN, op. cit., 14. TREVELYAN, Historia poltica de Inglaterra, 32; CORilET, x....:x, en Cambridge ,Vfedie,lal HistoI"Y.. II,
pp. 566 Y ss. STUBBS, COllstitutiollal history 01 Englallcl, 1, pp. 95 Y ss., corregido por
PETIT-DuTAILLIS. STUBBS, Histoire cOllstitutiolllle/le de I'Angleterre, l, p. 777, n. 2.
SOCIEDAD y
ROMERO
94-
clase, pues al lado de los que pertenecan a las antiguas aristocracias germnica y romana, entraron los ingenuos simples y aun los semilibres,
estos ltimos en nmero considerable en ciertas pocas y reinos 28. De
este modo, la nobleza se mantuvo durante largo tiempo como un orden
abierto dentro del cual circulaban las personas de diverso origen con
bastante libertad y posibilidades de ascenso, sin que privaran los principios de estagnacin que apareceran ms tarde.
Finalmente formaban en la prctica parte de la nobleza los dignatarios de la Iglesia. Desde el siglo IV haba comenzado sta a u-ansiormarse en una fuerte propietaria, hasta el punto de que, en la segunda
mitad del siglo VI, poda decir Chilperico: "He aqu que nuestro fisco
se empobrece, y nuestras riquezas son transferidas a la Iglesia; nadie
reina sino los obispos; nuestra dignidad concluye y es transferida a los
obispos de las ciudades" 2D. Estas riquezas -en su mayor parte tierraseran, ciertamente, inalienables en virtud de sucesivas disposiciones del
poder eclesistico y del poder civil; pero a pesar de eso, los obispos y abades disponan de muchos recursos para ejercer la fuerza que le conceda
su riqueza, entregando la tierra bajo forma ele jJrecaria 30 y organizando
a su alrededor una muchedumbre de personas vinculadas a ellos; esta
situacin de hegemona era an ms notoria en las ciudades, en las que
los obispos haban heredado parte al menos de la autoridad de la curia
romana 31 v tenan un fuerte ascendiente social. Estos altos _dignatarios
eclesisticos' provenan en su casi touJlidad de la antigua nobleza romana. No fue un azar la vinculacin que mantuvieron en el reino visigodo
con el Imperio ele Constantinopla :31 ni la buena voluntad con que vieron la llegada de las tropas imperiales al A.frica vndala y a la Italia
ostrogoda. Pero doncle, como en el reino franco, coincidan COH la monarqua, se transformaron prontamente en SliS instrumentos y fieles servidores 33. Y esta circunstancia, igualmente visible en los reinos anglosajones, en el reino franco, en el reino visigodo despus de Recaredo y en
el reino lombardo, hizo que la monarqua dispusiera de los obispados,
introduciendo en la formacin de este sector de la nobleza el mismo cri
terio de azar que en los otros. Por el ascenso al episcopado se llegaba
desde cualquier estrato social a una situacin ele privilegio, que entraaba no s10 autoridad eclesistica sino tambin secular, sin contar con
las funciones pblicas que solan estar reservadas a los obispos. De aqu
28.
29.
30.
31.
32.
33.
DOPSCH, op. cit., pp. 197, 190 Y 205. SANCHEZ ALBORNOZ, op. cit., pp. 135 Y ss. Por la
ley slica los lites entraban en el antrustionato: SANCHEZ ALBORNOZ> op. cit.,
p. 138.
GREG. TOURS, VI, XLVI. LOT, Histoire du Moyen Age, l, pp. 339-40 Y nota 94.
DOPSCH, op. cit., pp. 254-5.
DOPSCH, op. cit., algunas reservas en SANCHEZ ALBOIU.;oZ, Ruina y extincin del
municijJio romano en Espara, pp. 94 Y ss.
J. 1.. ROMERO, San Isidoro de Sevilla. Su pensamiento histricolJoltico y sus
relaciones COl! la historia visigoda, p. 16 Y ss.
HAUCK, Kirchengeschichte, 14, pp. 148 Y ss., citado por DOPSCH, 0lJ. cit., 263. "Clovis
transform a aquellos hombres de origen romano en ciudadar,os patriotas del
reino franco".
95-
Jos
las luchas de ambiciones que dieron lugar a tantos conflictos 34, justificadas por una situacin que ofreca la posibilidad de ascenso, en una sociedad en la que el ascenso significaba privilegio.
As comtituda, la nobleza pona d:: manifiesto ciertas tendencias que
ilustran sobre el tono general de la poca aj. Si se tiene en ~uenta que
el rasgo fundamental era la n:ovilidad de la organizacin soc<il y, sobre
todo, la peculiar condicin de los no privilegiados y especialmente de
los semilibrfs, se ver que ms que una tendencia general de clase llama
la atencin en primer trmino la tenclencia indiviclual al ascenso social
por medio de la conquista del favor re:ll. La sociedad romanogermnica
no conoca un orden preestablecido y riguroso y, en consecuencia, no
haba caminos ineludibles para el individuo sino que, a partir de ciertas condiciones, resultaba posible la libre aventura. De modo que el primer rasgo que sorprende es la tendencia individual a tentarla aG.
Pero para quienes ya haban tenido acceso a los grupos privilegiados, la tendencia era claramente conservadora, y se orientaba, primero,
a consolidar los privilegios, y luego a perfeccionarlos. Para consolidar Jos
privilegios, procuraba el titular de una dignidad que reportaba ventajas
econmicas y sociales, perpetuarlas transformando en hereditaria su dignidad, y poco a poco se logr esta finalidad en la prctica n. Pero, a su
vez, la nobleza consigui que los funcionarios reales, especialmente los
condes, no fueran nombrados entre hombres ajenos a la regin, de modo
que por una curiosa confluencia de intereses, la nueva nobleza se hizo
pronunciadamente local as. Este sentimiento se hizo muy fuerte con el tiempo y contribuy a debilitar considerablemente el poder real, especialmente
all donde el intento coincida con un arraigado sentimiento regional.
Para perfeccionar los privilegios, los usufructuarios de beneficios trataron de obtener o consolidar la inmunidad, esto es, una situacin de exencin con respecto a las cargas fiscales y a la intervencin judicial del
rey. La inmunidad era una institucin de origen romano y gozaban de
ella los dominios imperiales y algunos privados. Se estableci en los reinos romanogermnicos para los dominios reales y poda traspasarse a los be34.
35.
36.
37.
38.
LUIS ROMERO
GREC. TOURS, IV, XXXV, sobre la eleccin del obispo Avitus; IV, VII, sobre
eleccin de Cautin, obispo de C\ermont; VI, Xl, sobre el conflicto por el
obispado de i'darsella; VI, XXXVI, por el ele Lissieux; X, XV Y 55. por la
direccin del monasterio de Poitiers. Sobre la compra ele la eleccin: GREC.
TOURS, IV, XXXV. Sobre el problema general: SAN ISIDORO, De los oficios
eclesisticos, n. V.
Disiento fundamentalmente con la caracterizacin de este perodo por BUEHLER,
Vida)' cultura en la Edad Media, que lo define como "El perodo ele la se
nectus".
La historia de Mummolo: GREC. TOURS, IV, XLII Y SS.; la de Sigivaldo: GREC.
TOURS, III, XVI; la ele Agricola: GREC. TOURS,. IV, XXIV; la de los obispos
Salone y Sagitario: GREG. TOURS, IV, XLIII Y V, XXI; la del obispo Cautin:
GREC. TOURS" IV, XII; la ele Vlalo: GREC. TOURS, IV, IV. Vase el curioso caso
elel pobre hombre que auxili a Brunequilela, expulsarla ele Austrasia. y hecho
en recompensa obispo de Auxerre, en FREHECARIO. XIX.
.
DorscH, 0iJ. cit., p. 209. Vase Edicto de Clotario II (614), i\Ic!I, Cap. l.
DorscH. op. cit., p. 20S, Eelicto de 614.
96-
neficios -por cuanto stos no perdan la condicin de tierras realesy a las tierras de la Iglesia como concesin especial. Los tenedores de
beneficios pugnaron por lograrla para sus tierras y, entre los francos,
por ejemplo, la adquirieron finalmente en el siglo VII 39, Y per la mism:1
poca entre los visigodos y anglosajones 4(l.
La consolidacin econmica y social de la nobleza fue, pues, fruto
de la poltica de la monarqua, que de esa manera mostraba su fuerza
y luchaba por acrecentarla creando una clase de fieles; pero en la misma
medida se acrecentaba el poder de la nobleza, la cual lejos de solidarizarse con la monarqua, adquiri conciencia de su fuerza y comenz a
delinear sus propios intereses polticos de clase, resumidos en el designio
de cada uno de sus miembros de alcanzar la corona y en el designio colectivo de aminorar el poder real. De este macla la nobleza adquiri, en la
segunda mitad del siglo VI, esa notable militancia poltica que .Calacreriza la historia de los reinos franco, visigodo y lombardo 41, y que adquiri su mayor potencia en los grupos que constituan el "palacio", esto
es, la nobleza precisamente ms favorecida, la nobleza de servicio.
Como clase con conciencia de tal, como partido poltico con claros
designios, la nobleza, y especialmente la nobleza palatina, se enfrent
con la monarqua. Esa lucha termina de aclarar el cuadro de la situacin
de facto que predominaba en las socieclades romanogermanicas. Pero no
sera perceptible en toda su intensidad sin tener en cuenta el pecniar
desarrollo de la monarqua.
3 - Tendencias de la monarqua.
Los conquistadores germnicos llevaron consigo a los nuevos reinos que constituyeron una concepcin del poder real de tradicin gel"
mnica. caracterizada por una tendencia del grupo ~ocial o comunidad
a la restriccin del poder unipersonal. La vieja organizacin de los principados slo se conserv ciertamente entre los sajones 42, pero puede verse
en ella un esquema remoto que gravitaba ele alguna manera en la con
cepcin de la vida poltica. Las circunstancias, sin embargo, haban ido modificando esa concepcin: el propio desarrollo de los pueblos germnicos,
luego la influencia romana '13 y finalmente el hecho de la conquista. Pero
qued siempre como una tendencia n1'i o menos vigorosa la de establecer alguna hnitacin al poder por parte de los grupos ms importantes,
que, al menos, conservaron el derecho de ser escuchados en los asuntos
39.
40.
41.
42.
43.
97-
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45.
46.
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LUIS ROMERO
Sobre las te3is de Weitz y de Sybel, ver DOPSCH, op. cit., p. 183.
Vase el episodio de Clovis en Soissons en GREG. TOURS, II, XVII; el episodio
de Clot~rio en relacin con la insurreccin sajona, GREG. TOURS, IV, XIV.
En el pasaje citado, GREG. TOURS, II, XVII, un guerrero ha dicho: "Haz lo que
te plazca, pues ninguno es bastante fuerte para resistirte". Y BEDA, op. cit.,
II, V, compara la autoridad de Eadbald con la de su padre: "No tena tama
autoridad en el reino como su padre ni era capaz de restaurar al obispo en su
iglesia contra la voluntad de los paganos". Es igualmente ilustrativa la historia
de algunos descendientes de Clovis, especialmente la historia de Gontrn, GRFG.
TOURS, VII, VIII, Y lo que SAN ISIDORO, Historia vandalortl1/!, 74, dice dt Gen
serico: "Valentiniano, no pudiendo oponrsele, le concedi la paz y otorg pacficamente a los vndalos ... ".
98
b
b
crI~tIana que en algunos reyes obraba acentuaclamente 47. Ese tipo de autondad es la que ejercieron preferentemente Gontrn, Dagoberto, Grimoaldo, GOlldebaudo, Eurico, Alarico II, Eclwin u Oswald. No es ~xtra
o que. las fuentes de origen romano les fueran ms favorables; pero indepen~lentemel~.te de eso es evidente que revelahan una constante preo
cupaclOn p~r fIpr el ~tatus de las personas y los principios fundam.;ntales de derecllO compatIbles, al menos, con la situacin de hecho. Este esfue:'zo no fue siempre fructfero, ni lleg a dar por resultado la constitucIn ~~radera d~ un orden jurdico estable, y su reiterado fracaso puso
de mamhesto el aJu5te de la concepcin monrqmca, como mera estructura de poder, con la realidad, con la situacin de hecho.
~n efecto, aun considerando la influencia de los esfuerzos de quienes ll1tentaron establecer un tipo de autoridad jurdica y cristiana -o
una de ambas cosas-, se advierte que la tnica general de la vida DOl.tica estaba dada en la sociedad romanogermnic~ por un tipo de au'tondad basada en el hecho de la conquista rIel poder. De all sus rasgos
ms salientes.
Es significativo, entre ellos, el hecho de la indeterminacin del mbito territ?ri~J. En rigor, y a pesar de la gravitacin que ejercan las honteras provll1cIales romanas, las nuevas formaciones polticas se instalaron
dentro de limites fijados exclusivamente por situaciones de hecho. Obsr
vese el caso de los reinos anglo, jutas y sajones, la historia de las fronte
r~s vi~igodas antes y despus de la batalla ele Vougl, el caso de la Sep
tlmama, el de los ducados lombardos, y especialmente el de los reinos
francos 48, y el de los reinos que nacen y desaparecen: el de los gpidos,
su.evos, alanos, vnclalos, burgundios. En balde recordaban Beda y San
ISIdoro la grandeza de la an tigua Espafia y la an trua Bretafia 'ID. Esos
lmites no eran ya sino ideales polticos o culturales que nada tenan que
:er co.n la realidad, poltica, estrechamente condicionada por la eficacia
ll1medIata de la fuerza militar.
Esta circunstancia es la que explica el abandono de los principios
de derecho pblico de tradicin romana y la tendencia a considerar el
dominio territorial como mero patrimonio personal de los reyes 50; slo
en contados casos prevaleci el principio de la tanistry 51, y lo normal
47.
48.
49.
50.
51.
GREG. TOURS, II, XXXIII (sobre Gondebaudo); JORNANDES, Hist. Goth., XIX
(sobre Teo?orico); .SAN ISIDORO, Hist. Goth., 35 (sobre Eurico).
BEDA, op. CIt., II, IX; III, 1; III, VI; SAN ISIDORO, Hist. Golh., 34, 49, 62; JUAN
de BICLARA, Chronica, aos 569, 572-3, 581. GREG. TOURS, UI, J; IV, XIV,
XX Y XXU; IX, XX (Tratado de Andelot); FREDEGARIO, XX, XXXIII, XXXVII,
LVII.
SAN ISIDORO, Beda, 1, 1.
Es la expresin que LOT, op. cit., J, 298, usa para definir la realeza mcrovino-ia'
pero con ligeras reticencias puede extenderse a todos los reinos romanoo-errn'ni:
cos cada vez que el rey tiene fuerza suficiente.
"
La. tanistry fu usada por los vndalos y acaso tambin por los burgundios,
qUIz a la muerte de Gundioc. LOT, 01). cil., 190.
99-
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LUIS RO;"liERO
fue que, cuando un rey tena autoridad suficiente para legar su reino,
lo hiciera repartindolo entre sus hij05 5~. Igualmente ocurri con el sistema patrimonial que rigi en materia impositiva y fiscal 53.
No era sino un signo ms del autocratismo derivado de la conquista,
del absolutismo a que conduca el origen de hecho del poder. El poder
unipersonal y absoluto de los reyes romanogermnicos no estaba preestablecido por ninguna tradicin jurdica ni se ejercit siempre y ell
todas partes. Fue el resultado de situaciones de hecho. Naci al margen
de las tradiciones jurdicas de Roma y ele los pueblos germnicos, al margen ele los principios implcitos en la c!octrina cristiana, aun entre los
pueblos ya convertidos, y se desarroll solamente all donde y cuando !a
autoridad personal del rey fue suficiente como para lograrlo, eso s, S111
que tradicin ni circunstancia alguna pudiera oponerle otro freno que
el de otro poder capaz de balancearlo. En su apelacin a los reyes mero
vingios para que cesaran en sus luchas civiles, Gregario de Tours haca
este juicio definitivo: "Acordaos de lo que ha hecho Clovis, el que mar
cha a la cabeza de todas vuestras victorias, el que ha dado muerte a los
reyes enemigos, aniquilado a las naciones contrarias, subyugado pases y
pueblos; as os ha dejado un reino en toda su fuerza y su integridad; .y
cuando l hizo esas cosas, no tena ni oro ni plata, como vosotros tenIS
en vuestros tesoros" 54. N o tena, pues, ms que su autoridad personal.. su
fuerza, y sobre ella se constituy su poder, como hicieron todos los rey~s
romanogermnicos, en la meclida en que la posean dentro de su propIO
pueblo.
Para ejercer ese poder unipersonal y absoluto, la monarqua roma
nogermnica no tena, en ltima instancia, otro instrumento oue la ruer
za. Haba una constante y reiterada apelacin a la violencia, a las solu
ciones de hecho presididas por un desembozado realismo poltico 55. Y
obrando cautelosamente frente a la fuerza, multitud de esfuerzos pugna
ban por limitarla con reducido xito y reiterados fracasos: la tradicin
jurdica romana, la costumbre germnica, los principios cristianos. La
historia de la autoridad real romanogermnica es
historia de la pro
gresiva y variable relacin entre el principio fundamental del l~oc~er de
hecho y las tendencias constriclOras que aparecen tratando de lmutarlo.
Pero no podan triunfar estas ltimas sino en peque'ia escala y en un
plano superficial, porque ninguno de aquellos tres grandes sistemas de
principios se adecuaba a la realidad compleja y tumultuosa que constituan las sociedades romanogermnicas: ni la tradicin jurdica romana,
52.
53.
54.
55.
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SOCIEDAD y
que era el resultado de la convivencia secular de una comunidad homognea, ahora alteracla por la invasin y la conquista, ni la costumbre germnica, apropiada para peque'ias comunidades en muy precisas co~di
ciones econmicas y sociales, ni los principios cristianos que contradecan
fundamentalmente los que eran propios cle los conqustadores y los que
resultaban imprescindibles para mantener y consolidar la conquista. De
m?do que la ecuacin entre la raclical estructura de poder en que se apo
yaba la monarqua romanogermnica y el orden jurclico que intentaban
consolidar los grupos que resistan en alguna medida el absolutismo, no
pocla darse sino con crecida ventaja de la primera, que se ajustaba a la
situacin radical de las sociedades sobre las que haba que ejercer el
poder.
Por esa causa se observa una constante oscilacin en las tendencias
polticas de la monarqua romanogenmnica. En el juego de las fuerzas
sociales y en el juego ele las alianzas, la monarqua romanogennnca careca de principios fijos y no responda a otra finalidael que asegurar -o
simplemente ejercitar- el poeler. No importan los pretextos o los trminos de las [unc!amentaciones jurdicas o morales que agregaban los consejeros ulicos -aunque importarn a la larga-, ni las justificaciones sacadas de textos o costumbres jurdicas o ele pasajes de la Escritura 56. El
hecho radical es que la monarqua n0 conceba el poder sino como la
suma del poder, y cualquier disminucin que se operara en ella la comprometa sustancialmente. Tal fue la consecuencia de su lucha con la
nobleza, de la que resultaron frmulas polticas que entra'aban en el
fondo la aniquilacin del poder real, como haba ele verse en la ltima
proyeccin de esa lucha, esto es, en el sistema feudal.
4 - La tensin entre aristocracia y monarqua.
101-
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102-
-103 -
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restituiran los que les hubiesen sielo arrebatados 84, como si situara el
status de la nobleza poseedora por encima de los accidentes del conflicto
entre los reyes. Pero la nobleza aspiraba an a ms, tanto entre los francos como en tre los visigodos.
En efecto, aseguraba de hecho la perpetuacin de sus ventajas econmicas y aun de su situacin poltica en las distintas reas regionales
de influencia personal de la nobleza, aspiraba sta a lograr que el poder real dependiera de sus propios intereses. El fin de la guerra civil merovingia qued sealado por el edicto de Pars de 6H, promulgado por
Clotario II, que acusaba un considerable acrecentamiento del poder de
la aristocracia laica y eclesistica, a la que se le aseguraba, adems de la
restitucin de los bienes que hubieran perdido sus miembros por mantenerse leales a sus sei'iores, que los jueces seran elegidos dentro de la regin que deban administrar 55. Clotaro volvi a conceder nuevas reclamaciones ms tarde a la nobleza borgoona 86; pero fuera de las ventajas concretas que concecia, puede acivertirse en el tono general del edicto la tendencia a confesar la constante presin de la nobleza: "Quocl
contra rationis ordinem acta vel ordinata sunt, ne inantea, quocl avertar
divinitas, contingat, disposuimos Christo praesole per huius edicti nostri
tenorem generaliter emendare" Si. El curso posterior de los acontecimientos aclara bastante el sentido de este paso dado por la monarqua, que
deba dejar poco a poco jirones de su autoridad en manos de los mayordomos de palacio y de los gTllpOS fuertes de la nobleza.
No mucho despus, en 633, la nobleza laica y eclesistica visigoda
obtena un sei'ialado triunfo sobre la tendenCIa autocrtica de la monarqua al imponer las rnedidas que registra el canon 75 del IV Concilio
Toledano 88. Se estableca all que ningn soberano ocupa legalmente el
trono si no es elegido por un snodo reunido en Toledo y al que concurran los miernbros de b nobleza laica v del eniscop3.do. De ese modo,
la tendencia general del proceso poltico' de los ~-einos romanogennnicos
se precisaba en un inequvoco sentido: la elaboracin de un poder limitado que emergiera de las clases privilegiadas, con lo que se anunciaba el
perfil de la monarqua feudal.
Ni entre los francos ni entre los visigodos logr por entonces la nobleza su propsito. La tendencia al ejercicio de la autoridad unipersonal y absoluta volva a aparecer espordicamente con diversas fisonomas.
Una vez era el viejo dinasta, como Dagoberto, que reasuma el poder
tradicional: "olvidando entonces la justicia que haba amado en otro
84.
79.
SO.
81.
82.
83.
85.
S6.
8i.
88.
GREG. TOURS, IX, XX. LOT, op. cit., pp. 262; FUSTEL DE COULANGES, MOllarehie {rallque, pp. 602-611.
MGH., Capit., I, 20. Y ss. NIGH., COlleil., I, 185 Y ss. Sobre tan discutido problema,
DOI'SCH, op. eit., 200 el alibi; LOT, 01). cit., 266-267; 321-322; KURTH, o[). cit., 323
y apndice; FUSTEL DE COULANGES, op. cit., 612-630; PFISTER, en LAvlssE.. Hist. de
Franee.
FREDEGARIO.. XLIV in fine.
MGH., Capit., I, 20.
SAENZ DE AGUlRRE, Collectio maxima cOllciliorUIIl omniulIl Hispanie.. llI, p. 379.
1048
105
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FREDEGARIO, LX.
FREDEGARIO, LXXXII.
SAENZ DE AGUIRRE, 01).
106-
hasta llegar a Carlos Martel "que se destac aplastando a los tiranos" 9A;
y en el destino de la monarqua visigoda durante sus ltimos tiempos, se
advierte que la tormentosa situacin de facto creada por el conflicto de
las dos fuerzas sociales sobrepasaba todo sistema de equilibrio y toda frmula de estabilidad conocida o imaginada hasta entonces. En el campo
de la realidad social, la situacin era puramente de hecho y nada pareca
conectarla con los esquemas preestablecidos. Otros esquemas surgirn,
concebidos a partir de la peculiar realidad, yesos esquemas, ideados por
los carolingios, resultarn eficaces finalmente y desembocarn en la tpica monarqua feudal tal como se organiz sobre las ruinas del Imperio Carolingio, que constituye una breve pausa en este proceso.
C-
A la situacin de hecho en el orden social corresponde una situacin de hecho en el orden espiritual. Las invasiones germnicas se operaron sobre un mbito cultural en el que se vena produciendo un gigantesco proceso de transformacin desde haca varios siglos. Sobre la
cultura romana -que ya encerraba diversos elementos heterogneos pero
en cuyo seno se haba hecho, en los dos primeros siglos del Imperio, un
considerable esfuerzo de homogeneizacin- comenz a hacerse sentir fuertemente la influencia de las culturas orientales y, a partir del siglo III
especialmente, de una de sus expresiones, el cristianismo, que sufra a la
vez un proceso de elaboracin por inclusin de ciertas corrientes ajenas
a su estructura originaria. Al finalizar el siglo IV, el sistema de las ideas
y creencias ofreca ya una marcada incoherencia en el rea del Imperio
de Occidente. Atacada por el cristianismo, la concepcin romana de la
vida, el sistema de ideas y creencias vinculado con ella y el conjunto de
normas derivadas se desintegraron; las viejas creencias siguieron en pie
en muchas partes pero floreci lo que haba en ellas de supersticin V
magia, y la prueba de eficacia con que se quera defenderlas frente al
cristianismo robusteci esta tendencia. Decadas las creencias, las ideas
y principi:os que dependan de ellas se desarticularon,. perdieron su sentido y quedaron como aisladas reminiscencias que o nutran ciertos grupos o se conjugaban con otras corrientes alterndolas. El rasgo general
fue un recrudecimiento de la supersticin, de raz romana en parte, pero
muy robustecida con el contacto de las supersticiones orientales que haban entrado desde el Oriente a partir de la poca de los Severos. Eran
los cultos solares especialmente y los que como l importaban ciertas
creenci3.s de salvacin que llamaban violentamente a las conciencias. Y
sobre esa tendencia entre mgica y religiosa, se superpuso el cristianismo
que no era ya, por lo dems, llna sola lnea de doctrina sino un torrente
complejo. Incidan sobre l elementO'i del neoplatonismo sobre todo, y
adems la indecisa influencia divergente del Antiguo y el Nuevo Testamento, todo lo cual haca notablemente complicado no slo el cuadro
98.
EGHINARDO,
Vita Cm'oli, 2.
107-
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-108 -
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Jos
LUIS
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ca demasiado extrao segn qued aclarado ante el tribunal eclesistico que juzg en 590 las acusaciones de Chrodielda contra la abadesa
Basina 107. De modo que la presin de las costumbres mundanas haba
infludo consi~erableme~te aun en los reductos en los que eleba conserva~se y cultlva~'se la v:da asctica mediante la perpetuacin de hbitos
proplO.s de. la anstocraCla romana, caracterizada por una sensualidad y
un refmamlento que en otro tiempo haba fustiaado violentamente la prdica cristiana.
b
. ~aI:l?in se acusaba el violento contraste entre la piedad cristiana,
la JundICIdad romana y el predominio de la viole:lcia. La guerra era la
situacin normal de los reinos romanogermnicos, y saturaI~' las crnicas
y las biografas con su horror. AcomIJafaba a la ouerra el saqueo y la
d
"
b
.estnlcclOn; acaso no con mayor saii.a que la que prevaleca en el Impeno, pero SI con mucha ms frecuencia dada la situacin de hecho en
que .se v~~a. Es curiosa, por contraste, la descripcin que hace Beda de
la srtuaclOn de Bretaa durante el reinado de Edwin: "Se dice que
hubo entonces una paz tan perfecta en Bretaii.a, mientras Edwin rein,
que, como an se dice proverbialmente, una mujer con un recin nacido
P?da marchar de un extremo a otro ele la isla, ele mar a mar, sin recibIr ningn :tao" 10~. Sin duda era una situacin excepcional, y la lectura
de .las cr.mcas confrnna esta impresin. Lo normal era la inquietud y
la Insegundad dentro de cada reino y la tensin entre los reinos vecinos.
al dafio orioinario
nueEl duelo judicial de origen germnico artreaaba
b
;:,
v?s daii.os, y. a veces tan. desproporcionados que superaban al que le habla dado ongen. Gregario de Tours cuenta que la indagacin de quien
haba cazado un bfalo en un bosque del rey Gontrn cost tres vidas 109.
La venganza, tambin de origen germnico ( f(ida) , se generaliz con
prescindencia de la intervencin del poder pblico y orio'in cadenas de
muertes 110; y el crimen, utilizado como medio normal de accin, proliferaba y cunda como desahogo de las pasiones y va utilizable para conseguir ciertos fines. Sera largo citar los crmenes polticos cuya mencin
llenan las crnicas del perodo 111; constituye Uli elocuente testimonio de
la sinies~ra his~oria de l~s guerras civiles francas que giran alrededor de
las dos ImpreSiOnantes figuras de Fredegunda y Brunequilda; pero ms
elocuentes son los intentos de asesinar a San Benito de que da cuenta
Gregario Magno 112.
"Costumbre" llama Gregario de Tours a la que haban tomado los
visigodos de asesinar a sus reyes 113, y no faltan los testimonios de que
esa tendencia exista tanto en la aristocracia laica como en la eclesistica.
Los religiosos, en efecto, provenan de clases sociales que recogan las ten~
<....1
SOCIEDAD y
114.
107.
lOS.
109.
llO.
111.
ll2.
113.
-110 -
ll5.
ll6.
lI7.
liS.
ll9.
120.
121.
122.
Supra, nota 34. GREG. TOURS, IX, VIII Y X; VIII, XXIX; X, XIX.
SAN ISIDORO, Hisf. Suev., 92 y JUAN DE BICL\RA, ad. ann., 595.
GREG. TOURS, II. XI.
GREG. TOURS, II, XLI.
GREG. TOURS, V, XIV.
GREG. TOURS, VII, XXXVI.
GREG. TOURS.
GREG. TOURS, V. XXXVII.
BEDA. Hist. Eccl., I, XXV.
-111-
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123.
124.
125.
126.
127.
128.
129.
130.
GREG. TOURS> II, XVIII, XLII; III, V Y s. XVIII, XXII-XXVII; IV, XX;
XXXIII; FREDEGARIO, XXXVII; LXX.
SAN ISIDORO, Hist.Goth., 57.
GREG. TOURS> V, XXI.
SAN ISIDORO, Hist. Goth., 44.
GREG. TOURS, II, XII.
GREG. TOURS. IV, III, XXV, XXVI Y XXVIII; EGlIlNARDO, Vita Cm'ol, 18.
FREDEGARIO, XXXVI.
GREG. TOURS> VIII, XIX.
112-
Esa situacin de hecho provna ele la presencia simultnea cie diversas corrientes culturales. La aDaricin de las poblaciones de origen germnico en el mbito romano de Occidente implic la introduccin de
un cierto caudal de ideas y creencias que, aunque no estaba respaldado
por el prestigio de su superioridad espIritual, lo estuvo en alguna meclida y por algn tiempo por la situacin ele predominio social de sus portadores. Pero ese caudal de ideas y creencias no se asent sobre un camp?
homogneo, pues las tradiciones romanas y el cristianismo operaban dIfcilmente su adecuacin, y aun este ltimo constitua un sistema complejo de creencias.
Las invasiones se produjeron sobre territorio cristianizado pero en
el que la fusin entre paganismo y crist<:nismo era todava precaria.
Rechazada oficialmente la antigua religin pagana 132, su culto haba quedado relegado a los recalcitrantes; pero no haban desaparecido ciertamente las ideas y creencias que arrancaban del politesmo romano, ni
siquiera en la propia Roma 133. En la primera ocasin, al apo~erarse el
usurpador Eugenio del poder en 392, los partidarios de las antIguas tradiciones lograron que se volviera a levantar en el senado la estatua de
la Victoria, que haba sido ya antes motivo de enconadas disputas. Puede
suponerse el vigor que conservaran esas tradiciones si poda hasta movilizar a sus portadores en peligrosa defensa de sus smbolos. Todava
Boecio consideraba una gloria el haber alcanzado las dignidades pblicas 134, pero no faltan otros testimonios, pues San Jernimo y San Agustn volvern reiteradamente sobre el tema 135. Ms vivas estaban esas tra-
V,
131.
132.
133.
134.
135.
J.
113-
136.
-114 -
115-
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SAN ISIDOIW, Hist. Goth., 32: " ... espantado por las seriales de la santa mrtir
Eulalia ... ".
SAN ISIDORO, Hist., Goth., 24.
SAN ISIDORO, Loe. cito
-116 -
147.
148.
149.
150.
15I.
152.
GREG. TOURS. VI, XIV; Vase tambin GREC. TOURS, V, XLII; VI, XXI Y XLIV;
X, XXVIII; 'FREDEGARIO, XVIII. SAN ISIDORO, Hist. Goth., 26. SAN ISIDORO, Etimol.,
III, Lxx, 16; BEDA, De Natura rerwn, XXIV.
GREC. TOURS, IV, IX; IV, XXXI; V, XXXIV; VI, XIV; VI, XLIV; VIII, XXV;
FREDEGARIO, XVIII; SAN ISIDORO, Etimol., XIII, XIII.
BEDA, Hist. Eccl., IV, XIX v XXX; BEDA, Fita S. Cuthberti, XLII.
FREDECARIO, XXII; BEDA, Hist. Eccl., III, X, Xl Y XIII; BEDA, Vita S. Cuthberti,
XLV y XLVI.
GREG. TOURS, V, XVII Y X, XXXIII; V, XXXIV-XXXV Y VI,-XXI.
BEDA, Hist. Eccl., III, X.
CL TnORNDIKE, 01). cit., 1, 635-6.
GREG. TOURS, IV, XLV.
117-
JOS
como castigo y el autor del mal como instrumento divino 153; pero la interpretacin naturalista mantena su fuerza; cierto realismo a veces ostensible campea por las pginas de los cronistas, testimoniando la resistencia del naturalismo a ceder totalmente frente a una explicacin trascendentalista. Esta confluencia de in terpretaciones originar la curiosa
yuxtaposicin de la realidad y la irrealidad que se advierte en la temprana Edad Media. Gregario de Tours, en una digresin sobre la resurreccin, dice a un incrdulo, despus de haber aducido numerosos textos: "Esta resurreccin nos es demostrada por elementos visibles a nuestros ojos; vemos las hierbas, cubiertas de follaje en esto, despojarse de
l en invierno y recobrar su manto de follaje en la primavera como resucitadas. Se reconoce aun en las semillas arrojadas a la tierra, confiadas
a los surcos; llegan a morir, pero renacen en seguida en una abundancia
de frutos, como dice el apstol Pablo; 'Insensatos no vis que 10 que
sembris no adquiere vida si antes no muere?' Todas esas cosas se manifiestan al mundo para que crea en la resurreccin ... ". El fenmeno
que escapa a la experiencia sensible se asimila, pues, al que se conoce
por la experiencia sensible, de modo que se tiende a afirmar la ntima
interpenetracin de realidad e irrealidad.
Pero este mundo de la irrealidad -que haba de desarrollarse ms
y ms- tomaba ya poco a poco una notable magnitud. En principio constitua un arbe con existencia propia del que era posible enterarse por
diversas vas pero que ocultaba su peculiar estructura. Era el mundo de
Dios y los bienaventurados, y tambin de los seres misteriosos en los que
se crea segn distintas tradiciones y que el Cristianismo agrupaba bajo
el rtulo de demonios; y hasta podra agregarse que era tambin el de
los seres fantsticos. Ese mundo haca irrupcin y se mostraba al hombre
accidentalmente, y aun era posible que el hombre -en la vigilia o en
el sueo- se introdujera en su seno y llegara a tener de l una imagen
directa y precisa: nada caracterizar luego ]a aventura tanto como su
ocasional desarrollo en el mundo de la irrealidad.
El Cristianismo ofreca una idea relativamente clara del trasmundo.
El reino de Dios y de los bienaventurados podia variar en cuanto a las
descripciones, pero poda ser presentado de manera coherente. Empero,
cuando se trataba de hacer penetrar esa idea en la mente romana y en
la mente germnica se producan ciertos choques, de los que result la
peculiar concepcin de la irrealidad que tuvo el hombre de la temprana Edad Media. Aun aceptando tericamente la idea del Dios cristiano,
se dejaba subsistir la idea de dioses vernculos y acaso se mantena oscuramente cierto tipo de creencia en su existencia y en su poder. No falt el
cotejo. Si en el memorable episodio de Coifi, el gran sacerdote de Northumbria, el contraste favoreci como en tantos relatos al Dios cristiano 154, es importanse sealar la reflexin que Gregario de Tours pone
en boca del rey Clotario, al morir en 561. En medio de sus padecimien153.
154.
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SAN ISIDORO,. Hist. Vand., 73; Hist. Gotil., 29; GREC. TOURS, VI, VI.
BEDA, Hist. Eccl., II, XIII.
-118 -
tos, deca: "Ay, qu pensis que sea ese dios del cielo que hace morir
as a tan poderosos reyes?" 155. Abundan los textos qne sei'alan el mecanismo de la conversin, movida casi siempre por un criterio de eficacia.
La divinidad del Cristianismo terminaba por parecer ms poderosa, y es
bien conocida la intervencin que la tauma turgia tena en esta decisin.
Pero ese mecanismo prueba que no era absolutamente necesario eliminar la creencia anterior en holocausto de la nueva, aparte de que el sentimiento religioso que operaba en el caso era, en general, bastante elemental. Puede creerse, pues, que para muchos, el mundo de la irrealidad
estaba poblado simultneamente, despus de las conversiones, por el dios
cristiano y los bienaventurados y por numerosos seres de naturaleza divina, acaso imprecisa, que coexistan con aqullos. Mantenidos por la
supersticin, por el atavismo, gravitaban distintamente, segn el grado de
profundidad alcanzada por la fe cristiana en cada conciencia; pero no
desaparecan del mundo de las creencias y obraban de distintas maperas. Los recordaban las tradiciones de los pueblos germnicos, alimentaba
ese recuerdo, sobre todo, la perduracin de las viejas creencias en las
ramas an no convertidas 156, y sobrevivieron durante mucho tiempo a
la ofensiva que sobre ellos lanz el Cristianismo. Beda recuerda a 'Vadea
como antepasado en cuarta generacin de Heigist y Horsa 157.
Martn Dumiense e Isidoro de Sevilla ofrecen de los dioses paganos
una explicacin tpicamente evhemerista 158 y evita nombrar a los dioses
germnicos y explicar su naturaleza 159; Gregario de Tours recuerda que
"los francos se haban hecho imgenes de los bosques, de las aguas, de
los pjaros, de las bestias salvajes y de otros objetos, y tenan la costumbre de adorarlas como divinidades y de ofrecerles sacrificios" 160, y pone
en boca de Clotilde un argumento que se repetir muchas veces acerca
de que los llamados dioses ele los paganos son "de piedra, de madera o de
metal" 161; pero se evitan los nombres germnicos de los dioses y se los
confunden con los nombres latinos. Martn Dumiense habla tambin del
culto que se le renda a "piedras, rboles y fuentes"; de la costumbre de
encender velas en las encrucijadas de los caminos, adornar mesas, poner
lauros, arrojar alimentos y vino en el fuego, o pan a las fuentes, y otras
muchas supersticiones". Beda afirmaba que los malos espritus hollaban
los aires. Se los neg, pues, pero en ocasiones se admiti el carcter de
155.
156.
157.
15S.
159.
160.
161,
-119 -
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monios 162.
J demonio
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mano v domina su razon o sus 1l1stlntos,
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ciertas seii.ales extenores: Lem 0 1 ', . l" n~ vez DOl1e al individuo en
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- :< ' < 1 que "no era una en fer<
turaleza, San e u tber'o
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' y 11 0-0 a la con
USlon ele
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fermedad d e una mUJel;' ~..t:>.'
1d
. " La enfermedad corrIente
.
'
na VIS' ta de e111onlO, ,
1
medad cornente S1110 u,
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1-;,:1" - de Sevilla llama "la natura eza
,
la
esfera
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Ola
perteneCla a
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162.
163.
164.
165.
166.
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169.
.
Rustieorum, 1 et
.
. ~. M TIN DUMIENSE De CorreetlOne
EGHINARDO, Vlta Caro~l, 1, "'Z\R . II
SA~ ISIDORO, Hist. Goth", 21; BED,\,
aZibi. GREGORIO MAGNO, Dza ogos
,-,
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LUIS ROMERO
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-120 9
121-
Jos
LUIS
ROMERO
cuya visin difera radicalmente de la del vago mundo de sombras propio de la tradicin romana y de la del Walhala germnico. La tradicin
cristiana luch denodadamente por sustraer de la idea del trasmundo los
caracteres que ambas tradiciones enemigas -romana y germnica- le
asignaban, y procur fijar la suya y difundirla. La empresa era difcil
si se intentaba en el mbito helnico, de fuerte tradicin especulativa,
y dificilsima si se tentaba en el mbito romanogennnico. Pareca necesario precisar, caracterizar con imgenes sensibles lo que de por s no haba sido ideado originariamente para ser precisado de tal modo; y el
esfuerzo de catequesis no poda hacerse sin concesiones.
Sobre el trasmundo no caba conocimiento directo sino el derivado
de la revelacin. Una manera de llegar directamente a l -o tener la
ilusin de un acceso- era la visin, un gnero de experiencia al que se
concedi durante la temprana Edad Media un valor supremo. Gregario
el Grande explicaba que la visin era posible porque el espritu es "de
una naturaleza ms gil que el cuerpo" y, arrebatado por Dios, se dilata hasta alcanzar una visin anloga a la de Dios mismo 178; de ese modo
alcanzaba un conocimiento de lo invisible. Las visiones eran unas veces segn los ojos del cuerpo, otras segn el espritu y otras por la intuicin de la mente segn San Isidro 179. Por ellas el hombre se tornaba
clarividente y penetraba en lo insondable, en el verdadero 1 eino de la
verdad.
Unas veces era dado ver, en una visin, el mundo en su totalidad y en
la totalidad de su miseria ISO, resplandeciente bajo los fuegos de la falsedad, de la codicia, de la discordia y de la iniquidad. Otras el vidente
reconoca el mundo de los condenados, bajo la forma de "un ro de fuego en el que caan una multitud de personas que corran sobre sus bordes como un enjambre de abejas" 181 o de un "ardiente y hediondo pozo"
que era la boca del infierno 182 o de un antro de llamas lleno de personas, en el que acaso distingua, precisamente, el lugar que le estaba
destinado a l mismo 183. En cierto lugar se realizaba el juicio 18t y alguno divis la encarnizada lucha entre ngeles y demonios por un alma 185. Otros entrevieron las moradas celestes, escucharon el coro de los
ngeles o la voz misma de Dios, sintieron embriagadores perfumes que
saciaban el hambre y la sed, y percibcm extraordinarios resplandores 186,
o descubran a los santos porque "su vestido era noble y su faz era agradable y hermosa tal como yo nunca haba visto antes" 187. Otras veces el vidente perciba seres extraos y misteriosos o santos varones que haban
178.
179.
180.
181.
182.
183.
184.
185.
186.
187.
122-
SOCIEDAD y
-123 -
124-
SOCIEDAD y
op. cit.
-125 -
Jos
LUIS ROMERO
207.
208.
209.
210.
211.
212.
213.
GREG. TOURS, IV, XI; SAN ISIDORO, Hist. Goth., 19; Hist. VUlld., 72 y 75.
GREG. TOURS, IV, XVI; V, XIV.
SAN ISIDORO, op. cit., VII, viii, 41. BEDA, op. cit., IV, X,"'{VII.
GREGORIO MAGNO, op. cit., II, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 23 Y 24.
GREG. Toms, VI, VI.
SAN ISIDORO, Etimol., VIII, IX. RABANO MAURO sigue este captulo en De COIlsallgllilleorum nuptiis et de muyorum praestigiis falsisque divillatiollibus traclatus; Vase THORNDIKE, 0lJ. cit., I, 630.
SAN IsmORO, 0lJ. cit. VIII. ix, 10 y 11.
126-
SOCIEDAD y
que adivinan las cosas ocultas y responden a las preguntas" 214. Seiala
que los adivinos "simulan que estn llenos ele Dios", pero conviene en
que "predicen a los hombres el futuro con astucia fraudulenta".
Quiere combatir la magia, pero reconoce implcitamente su importancia,
el crdito de que goza, y que, efectivamente, constituye un medio repudiable pero eficaz de trabajar sobre la irrealidad. Un escrpulo de erudito
le obliga a sealar, de cada una ele las gemas, las virtudes mgicas que
se le atribuyen 216.
Enriquecan el torrente ele las creencias mgicas las tradiciones subsistentes de las antiguas poblaciones indgenas, las de los romanos 2li
y las de los germanos 218. Pero lo significativo es que subsistieran esas
creencias entre los pueblos convertidos, hecho extrao que seala Procopio de los godos 2 n. El cris tianismo careci de la fuerza necesari a como
para borrar la creencia en la eficacia de las tcnicas mgicas. y reconoci
que los pueblos no convertidos oponan al cristianismo la foUerza de los
poderes mgicos. Gregario de Tours los descubra entre los hunos -nombre con que seguramente designa a los varos-, a quienes atribua
haber hecho aparecer fantasmas ante los ojos de los francos con el objeto
de derrotarlos 220; Eghinardo los seala entre los sajones 221 y Ermold
el Negro entre los normandos 222. Esas creencias se tonificaban, segur~
mente, en la medida en que el cristianismo intentaba desplazarlas sustItuyndolas por creencias anlogas basadas en la taumaturgia cristiana
pues, naturalmente, aunque difiriera la explicacin, se afirmaba el principio general de la posibilidad de poder actuar sobre la irrealidad, y
reapareca con su carcter precristiano cada vez que cualquier circunstancia empalideca el prestigio del Cristianismo.
De cualquier manera, por debajo de la creencia declarada en los
principios del Cristianismo, aparecieron en todos los pueblos romanogermnicos una y otra vez las creencias mgicas. Martn Dumiense dedic
el tratado titulado De Correctione rusticonun a sealar las creencias que
subsistan entre los suevos recin convertidos: supersticin de las polillas, de los ratones, de las langostas; el encantamiento de liebres; la
invocacin a los demonios; el valor atribudo al vuelo de las aves; los
cultos ofrecidos a las piedras, los rboles y las fuentes 223. Entre los
visigodos, eran innumerables las disposiciones conciliares y legales que
condenaban a los que veneraran dolos, consultaran adivinos, adoraran
fuentes, piedras o rboles, invocaran al demonio, hicieran ligaduras o
214.
216.
217.
218.
219.
220.
221.
222.
223.
-127 -
JOS
practicaran encantamientos 224. Beda sealaba que, entre los northumbrios, "muchos profanaban la fe, y algunos, en poca de mortandad,
recurran a encantamientos, hechizos y otros secretos del arte diablico" 225. Entre los francos, haba quienes ejercitaban las artes mgicas,
como el prefecto Mummolo y las mujeres de Pars que confesaron que
"haban empleado maleficios y hecho morir a mucha gente" 226, o el
hombre de Bourges que "predeca el porvenir, anunciaba las enfermedades u otras desgracias, por artes diablicas y por no s que engaos" 227;
tan arraigadas estaban estas creencias que los magos eran seguidos por
la multitud; pero compartan esas creencias tambin los reyes y los nobles; Contran-Boson "se diriga frecuentemente a los adivinos y a los
que tiraban la suerte" 228 y Gondovaldo enviaba a sus diputados "con varillas consagradas, segn la costumbres de los francos, para que na sufrieran ninguna injuria" 229. En una ocasin, los reyes francos que sitiaron
a Zaragoza, huyeron al ver a los sitiados que recorran los muros con
la tnica de San Vicente porque "creyeron que hacan algn maleficio" 230; y Fredegario relata que el rey de los lombardos Adaloaldo
"frotado en el bao con no s qu ungento a persuasin del enviado
del emperador Mauricio, no poda, al salir de l, hacer otra cosa que
lo que l quera 231. No dejaban de compart! esas creencias los clrigos: el obispo Falladio opinaba que su "metropolitano sufra de un muy
grande mal de ojo" 232 y hubo disposiciones conciliares que establecieron la pena de deposicin para los "obispos, presbteros o clrigos" que
profesaran artes ilcitas y especialmente para el que dijera "misa de difuntos para causar la muerte de otro" 233.
La certidumbre de que ciertas personas posean un poder especial
para influir sobre el mundo y la vida a travs de ciertas fuerzas misteriosas de cuya existencia no se dudaba, obraba pues de manera decisiva
en la concepcin predominante de la realidad en la temprana Edad
Media. El Cristianismo anatematiz esa creencia en cuanto contaba con
fuerzas o divinidades que l no toleraba, y en cuanto utilizaba ritos
que provenan de cultos y creencias proscriptos por l. Pero no neg
ni poda negar el hecho radical de que una fuerza sobrenatural -ahora
la Providencia- obraba sobre el mundo y la vida, y que esa fuerza era
msceptible de ser inducida de cierta manera para obtener determinados
224.
225.
226.
227.
228.
229.
230.
231.
232.
233.
SOCIEDAD y
LUIS ROMERO
SAENZ DE ACUlRRE, op. cit... V Toletanus, (636) canon IV; XU Toletanus, (686);
XVI Toletanus, canon 1, CONCILIO AURELI (533), canon 20; IV CONCILIO
TURNENSIS (567) canon 17 y 22; CONCILIO AUTlSSlO (578) passim. CaNCILla REM.
(630) canon 14; CONCILIO LEPTINA (s. VIII) "Indiculus superstiticnum". Fuero
Juzgo, Libro VI, ttulo U, leyes 1, IU y V.
BEDA, op. cit., IV, XXVII.
GREC. TOURS, VI, XXXV.
GREC. TOURS, X, XXV.
GREC. TOURS, IX, X.
GREC. TOURS, VU, XII.
GREC. TOURS, UI, XXIX.
FREDECARIO, XLIX.
GREC. TOURS.. VIU, U.
IV Toletanus (633) canon XXXIX. XVII Toletanus, canon V y XXI (supletorio).
128-
129 -
JOS
245.
246.
247.
248.
SOCIEDAD y
LUIS ROMERO
BEDA, Hist. Eccl., III, X; GREG. TOURS, VII, XII; VII, XXXI; VIII, XIV, XXXIII.
Vase nota 168.
GREGORIO MAGNO, op. cit., II, XLIII.
GREG. TOURS, VIII, XV; VIII, XVI; BEDA, op. cit., I, VII, XVIII; III, II, IX,
XIII; IV, VI, XXXI, XXXII; V, XVIII. BEDA, Vita S. Cuthberti, XLIV. FREDEGARIO, XXII.
GREG. TOVRS, VIII, XXXI.
GREG. TOURS, VI, XXXV.
GREG. TOURS.. VII, XXXI.
GREGORIO MAGNO, op. cit., II, XLIII.
130-
249.
250.
251.
JUAN DE BIeLARA, Chron., Ad ann. V del emp. Justino y III del rey Leovigildo.
GREG. TOURS, III, XXXI.
BEDA, op. cit., IV, XXII.
131 .-
JOS
SOCIEDAD y
LUIS ROMERO
GREG. TOURS, IX, XXI. Vase: MARC BLOCH, Les rois taumathurges.
GREGORIO MAGNO, op. cit., II, XXXII.
BEOA, al}. cit., V, III; GREG. TOURS, IV, XXXII; VI, VIII.
GREG. TOURS, VI, VIII. BEOA, op. cit., V, IV. BEOA, frita S. Cuthberti,
XXXI, XXXIX.
GREG. TOURS, VI, IX; BEOA, Hist. Eccl., V, U.
GREG. TOURS, VI, VIII; IV, XXXII; IX, XXI.
BEOA, op. cit., V, VI. BEOA, Vita S. Cuthberti. XXXUI.
GREGORIO MAGNO, op. cit., II, XV, XXXVU.
GREG. TOURS, VI, VIII.
BOECIO, oj). cit., 1, Rima VI.
BEOA, Hist. Eccl., 1, VII; IV, XVIII. BEOA, Vita S. Cuthberti, XVIlI.
IV, XVI; X, XXIX.
BEOA, Hist. Eccl., 1, XVII; III, XV. BEOA, Vita S. Cuthberti, III.
132-
XXV, XXX,
GREG. TOURS,
133-
JOS
SOCIEDAD y
LUIS ROMERO
-134 -
ll1feCClOn en la cabeza planteaba el problema en trminos claros: el taumat~rgo asuma l~ tarea de devolverle la palabra, lo que el hagigrafo
conSIderaba un 11lllagro; pero luego delegaba en un mdico la cura de
la infeccin, que llega a buen fin sin embargo slo porque el taumaturgo
ayudaba al mdico con sus bendiciones 280. El hagigrafo destaca que
el saber profano reconoce su inferioridad frente a la taumaturgia. El obisp? .Germano sufra la fractura de una pierna y no soportaba ninguna medICll1a; pero una noche se le apareci un extrao ser vestido de blanco
que le orden que se levantara, cosa que hizo sin dificultad 281; los ms
hbiles mdicos del monasterio de Lindisfarne fracasaron frente al monje
paraltico, que sin embargo recobr la salud por obra de los zapatos de
Sa,n Cutberto. 282; Y el mdico Cynefrid reconoci que el cadver de la
rema Etheldnda, que haba conservado su virginidad y renunciado al
trono para entrar en un monasterio, no slo estaba intacto diecisis das
despus de su muerte, sino que haba cicatrizado la llaga que le haba
producido la :l1uerte 283. Esa evidencia del milagro golpeaba tambin
-segn el haglgrafo- al escolar escocs, hamo'te instrudo en el saber
terreno pero descuidado de la salvacin de su alma, que acudi a las
reliquias del rey Osvaldo en busca de su salvacin, y la hall 284; y a
aquellos a quienes el milagro no haba convencido todava, recordbales
Gregario de Tours, despus de rela tal' el caso de un ciego que haba co
menzado a recuperar la vista en la tumba de San Martn pero que haba
v.uelto a perderla por haber acudido a un mdico judo: "Que todo cristiano sepa, pues, por este ejemplo, que cuando ha obtenido los remedio>
celestes no debe recurrir a la ciencia mundana" 285. Esta competencia entre el saber mundano y la taumaturgia revelaba la indecisin entre dos
concepciones de la realidad que se mantenan una junto a otra, sin que,
por cierto, la progresiva afirmacin de la irrealidad concluyera de ani
quilar un realismo naturalista que tena firmes y antiguas races.
D -
Situacin de hecho, tanto en el orden social como en el orden espiritual: tal es el rasgo predominante de la temprana Edad Media. Pero
tan reveladores como sean los testimonios de esa indecisin entre los grupos sociales y las corrientes de ieleas para definir su supremaca, no ocultan del todo los signos de una incipiente -o renovada- tendencia al establecimiento de un orden, de un sistema ele principios que respaldara
las formas de la convivencia social y las opiniones sobre el mundo y la
280.
281.
2'82.
283.
284.
285.
BEDA,
BEDA,
BEDA,
BEDA,
BEDA,
GREG.
135-
JOS
287.
288,
SOCIEDAD y
LUIS ROMERO
disgregatorias propias de tal situacin. Esa doctrina se refera al trasmundo y al mundo. Y aunque se vi obligada a ceder o a contemporizar, tuvo
f~erza suficiente como para no perder de vista nunca del todo sus principIOS fundamentales, y como para poder absorber y reducir a sus propios
esquemas. Pero lo ms significativo fue el proceso de reduccin a sus
propios esquemas de las formas de convivencia social, aquellas, formas
preClsamente en que ms influencia ejerca el menos dcil de los elementos en conflicto, esto es, el elemento germnico.
Este proceso est movido por un anhelo de orden en el plano civil
y poltico, anhelo que, sin duda, comparta la Iglesia con los grupos que
detentaban el poder poltico, pero que la Iglesia entenda con mayor amplitud y perspectiva, porque, en tanto que los grupos que detentaban el
p?de~ poltico no podan hallar una frmula que expresase sus vagas asprracIOnes -como fu luego la monarqua feudal- la Iglesia posea una
t~ora del poder poltico que, si no era elel todo compatible con la reahdad, era al menos coherente con sus ideas sobre el mundo y la vicIa. Esta
teora provena de la fusin de elementos bblicos y elementos romanos,
9ue poco a poco se haban unido disimulando algunas contradicciones
mternas; pero en medio de las incertidumbres de este perodo, la Iglesia
afirm cierto pensamiento coherente. Cuando elogiaba o cuando vituperaba a los reyes, pensaba seguramente ante todo en si eran hostiles o
favorables a la Iglesia, pero poda erigir otro criterio de valor con la
confianza de apoyarse en ciertos valores que consideraba absolutos. Frente
a la poltica impuesta por una situacin de hecho -poltica de xito, de
ventaja, de situaciones creadas- la Iglesia levantaba la bandera del derecho y de la justicia. Sus esquemas eran tradicionales: Salomn, Augusto,
Constantino o Nern 289, y los principios que los nutran eran slidos y
coherentes. Isidoro de Sevilla ofrece -en el libro In de las Sentenciasuna imagen total de la sociedad, en la que hay siervos y libres, ambos por
disposicin providencial, y en la que hay leyes y prncipes que ejercen el
pode:. Las leyes son, de hecho, las leyes romanas ~90, y el tipo de poder
que debe ejercer el prncipe, el que configura una imagen romanocristiana del poder, esto es, un poder que consiste en una carga para el que lo
ejerce -y no en fuente de goces- y en un conjunto de deberes para con
los gobernados 2nI. El proceso de adecuacin de la sociedad de los reinos
romanogermnicos al orden legal romano, an cuando fuera en reducido
alcance, fu saludado por la Iglesia con regocijo, como un paso hacia
la instauracin de un orden que era a sus ojos el orden por excelencia 292. Y en la medida en que poda ejercer su influencia, exaltaba la
virtud de quienes representaban en el orden poltico las virtudes y tradiciones cristianoromanas de sabidura y prudencia 293.
289.
290.
291.
292.
293.
GREG. TOURS, VI, XLVI. Vase el elogio de Sigeberto por VENANCIO FORTUNA ro
y el de Recaredo en SAN ISIDORO, Iiist. Coth., 52-6.
SAN ISIDORO, Etimol., V, 1.
SAN ISIDORO, Sentencias, III, XLVIII.
BEDA, al'. cit., II, V. CREG. TOURS, II, XXXIII; SAN ISIDORO, Hist. Goth., 35.
FREDEGARIO, IV, XXVIII; GREG. TOURS, IV, XLVII; BEDA, 0lJ. cit., III, XVIII
13610
137-
Jos
SOCIEDAD y
LUIS ROMERO
SAN AGUSTIN,
SAN
SAN
-138 -
298.
299.
Vase el curioso pasaje de BEDA, op. cit., en el que los obispos Melito y
abandonan Kent despus de la apostasia de los sucesores de Ethelberto.
BEDA, op. cit., III, IX.
-139 -
Ju~to
142-
143-
l.
6.
7.
144
8.
9.
MARTIN HEIDEGGER, Seill Ullcl Zeit Halte. 1931; parro 73, p. 378.
L'homme et l'histoire (Actes du VIe. COllgres des Socits de Philo50phie de langlle
franr;aise), Paris, 1952, p. 7.
-145 -
la connaissance historique. En su primer captulo insiste en el tema, aunque su planteo no es tan radical. El efecto, concluye por decir: "Lo real
en esto, la nica realidad que ha designado el lenguaje es la toma de conciencia del pasado humano". 10 Pero reconoce enseguida: " ... pero puesto
que se define como conocimiento, la historia supone un objeto" y respecto
a ese objeto, que es lo que denominamos historia, agrega: "existe, es cierto, sin lo cual la nocin misma de un conocimiento histrico sera absurda". Y luego, aceptando que es preciso plantear la distincin, propone
("puisqu'il faut ehoisir un nom") llamarlo "evolucin de la humanidad".
Es decir, termina por transformar el problema conceptual en un problema
terminolgico, con el agravante de que el trmino que propone - "evolucin" - designa, en biologa, procesos que no son los caractersticos de la
historia. Pero he aqu lo ms importante y decisivo. En las pginas siguientes 11 refuta, con muy buena argumentacin, la idea de que la
historia-conocimiento sea mera reproduccin, resurreccin (Miehelet)
o reactualizacin (Collingwood) del pasado. Marca ntidas diferencias entre ambas cosas y esas dos cosas tan distintas son precisamente las que habitualmente denominamos con el mismo trmino.
Una idea clara sobre este problema le hubiera permitido iniciar adecuadamente la crtica del positivismo, qne es uno de los objetivos del autor. Porque la verdad es que ese propsito resulta frustrado: Marron gira
en torno a los mismos problemas planteados por el positivismo, buscando
penosamente encontrarle soluciones distintas; ataca en el positivismo lo
que es inconmovible y deja en pie, o simplemente no aborda, lo que se ha
mostrado endeble.
Al problema de qu es la historia, los positivistas contestaban asimilando la Historia con la ciencia natural. Su propsito era comprobar hechos y luego fijar leyes. Consideraron objetiva la realidad histrica y objetivo tambin el conocimiento histrico. Vieron el hecho histrico como
cosa definida, de esencia propia y constante (y de ah su propsito de extraer leyes) . Pero la realidad no se da por entero y de manera definitiva, ni
siquiera en el campo de la ciencia natural. Esto es lo que explica el progreso incesante de las ciencias. Al hecho histrico no slo hay que recobrarlo (el sistema del "engrudo y tijeras", segn la expresin de Collingwood) ; hay que crearlo siempre de nuevo. Los positivistas quisieron, la
vez, hacer "objetivo" el conocimiento histrico, como era la pretensin de
las ciencias naturales. Quisieron evitar todo juicio, eliminar todo elemento subjetivo. Su propsito se mostraba en la altanera frmula de Ranke:
wie est eigentlich gewesen, cmo sucedieron realmente las cosas. La verdad
es que el conocimiento histrico es a la vez objetivo y subjetivo. En l va
implcito un hecho (en el sentido explicado ms arriba) y un juicio sobre
tal hecho. Y a tal situacin no escapan los propios positivistas, como se ve
claramente en la posicin que asume Taine frente a la Revolucin Francesa.
Se trata, pues, de dos problemas: uno, ontolgico, referente a la naturaleza del "ser" histrico, de hechos o sucesos que no son constantes, regulares y repetibles, sino mutables y de infinitas significaciones. Ya en el
siglo pasado Lamprecht, al rechazar la frmula de Ranke, propona. sustituirla por wie est eigentlich geworden, como fueron sucediendo las cosas.
El otro problema es epistemolgico. El positivismo, al exaltar el valor de
la ciencia natural quiso identificar con ella el conocimiento histrico. Pero
naturaleza e historia son distintas. El proceso histrico no es idntico al
proceso natural. A ste se le considera o se le consider constante y repetible. La teora de la evolucin introdujo una novedad y, en cierto sentido, redujo la ciencia natural a historia. Pero subsista la diferencia: no
es lo mismo la evolucin natural que la histrica, por ejemplo, la seleccin
natural que la seleccin artificial que se da en el campo de la historia. La
Historia, en fin, no es una rama de la biologa y nadie se animara a sostener seriamente en nuestra poca el llamado darwinismo social. Es una
forma especial y tpica de conocimiento.
En torno a estos problemas -ontolgico y epistemolgico- se realiza
la crtica del positivismo. No es esto lo que hace Marrou. Ataca de l su
metodologa. Le reprocha, por ejen~plo, sostener que "la historia se. hace
con textos", segn la expresin de Fustel de Coulanges. Desde el cap. II, 12
en el cap. III y en muchas otras partes del libro argumenta como si el positivismo no aceptara otra fuente de conocimiento histrico que eLdocumento. Cualquier manual metodolgico positivista seala que no es slo
la Diplomtica la ciencia auxiliar de la Historia, sino que estn tal1lbi~n
la Arqueologa, la Filologa, la Antropologa y muchas otras. CualqUier
positivista suscribira la definicin del propio Marrousobre el documento: ((toda fuente de informacin de la que el historiador sepa extraer algo
para el conocimiento del pasado humano". 13 El asunto, pues, est mal
planteado. Fustel impugnaba a los historiadores que no utilizaban los textos, sino su imaginacin; a los que, como Zorrilla de. San Martn en nuestro medio, sostena que "el historiador, como todo artista, lo es tanto ms
cuanto menos elementos documentarios emplea" y que frente a un documento confesaba: "uno deseara no haberlo conocido". 14 El positivismo
se colocaba frente a la concepcin teolgica de la Historia ysus mtodos.
Para ella la historia obedece a un plan divino, y la tarea del historiador
consiste en descubrir ese plan. El historiador aparece como un confidente
de la Providencia, como un investigador que indaga -no en .los hechossino en los insondables propsitos divinos, No es el pasado 10 que interesa sino su sentido. El elemento fctico es despreciable o secundario, pobre manifestacin exterior de un designio ms profundo y trascendente. En
este sentido la documentacin carece de importancia y hasta constituye
un estorbo si resulta estar en oposicin al plan que se le ha adjudicado a
la Providencia. La Historia misma deja de ser tal para transformarse en
10.
11.
12.
13.
14.
Ibid, p. 54.
Ibid, p. 77.
JUAN ZORRILLA DE SAN NhRTN.
-146 -
147-
148 --
s:r
22.
23.
24.
25.
bid,
bid,
bid,
bid,
p.
p.
p.
p.
133.
137.
142, n. 27.
144.
149-
-150 -
TEXTOS Y DOCUMENTOS
DE
UNA
:yUSIN
EN
ARCHIVOS
ESPAOLES.
11
153-
TEXTOS y
Los fondos principales se encuentran en el Ministerio de Asuntos Exteriores, aunque pueden sealarse por su inters los archivos del Instituto
de Cultura Hispnica, de la Cmara Oficial de Comercio, de la Cmara
Oficial de Industrias y los de los ministerios de Comercio, Industrias y
Marina.
En la seccin Poltica Exterior del Archivo Ministerio de Asuntos Exteriores, los expedientes van agrupados por naciones y dentro de ellas, por
orden cronolgico, con abundante informacin sobre Argentina, Bolivia,
Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Repblica Dominicana, Ecuador, Guatemala, Hait, Honduras, Mjico, Panam, Paraguay, Per, Uruguay y Venezuela hasta principios del siglo XX.
Se podr advertir por la seleccin de documentos que sigue, que la
correspondencia de Embajadas y Legaciones reviste gran inters, particular~~nte si se parte de la conclusin que esta documentacin ya ha sido
sufICIentemente manejada desde el punto de vista de la historia tradicional.
El material es muy til como complemento de informacin. Excelente
en todo lo referido a la inmigracin cuando se trata de pases que, como
los del P.lata, la reciben en abundancia. Esta es la preocupacin oficial de
la LegaCI.n en Buenos Aires, ya se trate de observaciones de gran capacid.ad y estIlo (Sorela, Fernndez y Vallin) o de pocas luces y servilismo oficIal (~arlos de E~paa), pero siempre dedicndose a este asunto con preferenCIa. La explIcacin es sencilla: hacia fines de siglo Espaa figura en
segundo lugar en casi todas las estadsticas de inmigracin, como pas originario. Sus autoridades no ven con buenos ojos la despoblacin de la
pennsula y hasta quisieran encontrar medios para evitarla.
El primer documento que seleccionamos es un informe de C. Fernndez Vallin sobre la Argentina, especialmente Buenos Aires, en 1887. Se le
pidi un artculo para publicar en El Da) y con ese motivo le adelanta
al }'vrinistro de Estado sus impresiones, acertadas en muchos casos, siempre
n;uy .agudas, y seguramente mucho ms sinceras de las que luego publicar~a, SI es que lleg~ a hacerlo. Como se ver ms adelante, la gua diplomtIca de Espaa afIrma la idea de su singular personalidad. Este personaje
fue el Marqus de Muros. Estuvo en Londres, Berln, Roma, Viena y China
antes de ser destinado a Buenos Aires. Hay pues motivo para creerle un
buen observador. Luego fue secretario del Ministerio en Madrid, pero no
dur sino unos meses en ese puesto, renunciando a l en una actitud poco
frecuente. La correspondencia est hecha de su propia mano, llenando con
letra menuda prolijas cuartillas, firmadas casi sin rbrica y omitiendo su
ttulo.
La correspondencia enviada desde el UnlO"uav comprende un perodo
ms extenso (1845-1906), pero es de menor in~ers, ms confusa en su lectura. Los informes no distinguen a menudo la distinta naturaleza de los
temas que tratan, de tal modo que en algn caso se les llama la atencin
desde el ministerio. Falta espritu de observacin y talento para la crtica;
seguramente la mediana de los agentes estaba en relacin con la menor
importancia de la plaza.
-
154-
DOCUMENTOS
Celia Colombo.
I -
NI? I.-[Oficio del Secretario de la Legacin de Espaa en Buenos Aires, Constantino Fernndez Valln y Alfonso, al Ministro de Estado, adelantando
juicios sobre una resea que se le ha solicitado para la prensa, respecto de la situacin general: polifica internacional e inferna, renfas, comercio, industrias, artes, crifica histrica, estado sanitario. y actividad
inelectual de la Repblica Argenfina en 1887.]
[31 de marzo de 1887]
LEGACION DE ESPAA EN BUENOS AIRES.
Excmo. Se60r Ministro de Estado Don Segismundo Moret y Prendergast.
Buenos Aires, 31 de Marzo de 1887.
Excmo. Se60r Ministro:
Muy Se'ior mio. Mi querido Gefe el Excmo. Sr. D. Juan Dur<n y Cuerbo me ha
dado conocimiento del prrafo de la carta de V. E. relativo al nuevo desempeio que
me incum'iJe asumir como Secretario de Legacin con referencia los datos particulares
que sobre esta Republica Argentina. he de ~uministrar al peridico el "Dia".
Es mi deseo, Excmo. Seiior Ministro, corresponder lo mejor posible A dicha rden
de V. E., no pudiendo menos que rogar V. E. tenga bien dispensar si ese trabajo
no llega al merita que deba tener. Las causas ,ern dos: la primera el ser obra nueva
para mi y en la que me falta practica y la segunda las condiciones de este pais con respecto varias de las materias de que deba tratar. Las fuentes ha que debo recurrir
son dudosas veces.
En todo caso pienso oir los buenos consejos de mi Gefe y le someten~ a su inspeccin todo trabajo para evitar errores de principiante y para marchar unido con l.
Al referirme este pais, por ser raza espa601a y por sus estrechos vinculos con la
Madre Patria deber tener especial cuidado al tratar de su poltica para no dar lugar
enemistad hacia la Legacin aun cuando procurar no apartarme nunca al tratar de
estos asuntos de UD punto de vista completamente imparcial. Esta materia ,era un punto
que solo podr ser tratada arilIndola.
La poltica argentina puede dividirse en poltica europea, (y esta su vez en espa601a y con las demas Naciones), en poltica americana en general, en poltica limitrofe y en poltica interior.
En su poltica propiamente dicha, ton Espai'ia esta como V. E. sabe no existe:
tiene por objeto puramente fomentar la inmigracin espaiola espntanea, pero por medios de propaganda mas menos forzada y engai'iadora, con preferencia a otra cualquiera. En su poltica comercial poco existe hoy dia pero gracias la Camara de Comercio y a otro Centro Comercial que se acaba de fundar ms de los Bancos Espai'ioies que existen es de esperar que progrese, alentada an ms por las lineas de vapores
si estas llegan sostenerse solidamente. La amistad que de este cambio de relaciones
existe es en el fonclo superficial y me temo que disminuya medida del crecimiento
155 -
de! pas en razn de su infundado vanidoso orgullo pudiendo llegar el caso podr un
dia, si nuestra poltica y comercio no han sido bien llevados, imponersenos este pueblo.
Con las otras Naciones la poltica pura tampoco existe es ilmoria ni alli se fijan
en estos paises bajo ese punto de vista ni estos se atreven medine con aquellos. Solo
se circunscribe al aumento de propaganda inmigratoria y ;j aumentar sus mercados para
desarrollar las transacciones mercantiles.
Con Italia por ejemplo cuyos vapores inunclan d pais de todo lo que all sobra no
hay poltica y su relacin con aquel pais en dnnde principi su 'propaganda es ~a q~le
ha hecho qrre se conozca mas pero solo por lo bueno que ellos dIcen por convcmencla.
Lo verdaderamente bueno se desconoce.
En la poltica americana en general comprenda la que tienen co~ las de~? :ep~l
blicas. Esta es igualmente desconocida pero .:n un caso dado obedecena al pnnClplO oe
confabulacion contra toclo lo que fuera europeo. Seria el estilo Norte Americano que
toman por modelo sin tener en cuenta la diversidad de raza, lISOS v costumbres en!re
los Argentinos y los Estados Unidos. La comercial es muima.
Por poltica limtrofe entiende las relaciones con el Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia v Chile. Con el Brasil siempre hay antagonismo por efecto de la influencia que ambos q'uieren tener sobre el Uruguay. En una otra parte encuentran cuna prop<;:ia las
conspiraciones que contra aquel pobre pais se levantan para derrotar tal cual sIstema
representativo que uno de los dos no convenga. En la parte comercial le importa estar
bien con aque! Imperio por ser el mayor mercado del gran producto argentino, el Tasajo. Esta industria est en vsperas de sufrir un golpe funesto por querer aquel Gobierno cerrar sus puertas dicho prod ucto para favorecer los suyos de Rio Grande. Hoy
dia ya se vlen del pretesto de haber existido aqui el clera para aplazar indefinidamente la reapertura de sus puertos la entrada del tasajo argentino y oriental con cuya
medida si bien estn favoreciendo repito sus Saladeros estan haciendo atravesar gran
crisis la industria de este pais. Con la Repblica Oriental la idea continua es la de
llevar en su interior la supremacia sobre el Brasil y en ser la vez con aquel pais la
causa de su atraso y de lo difcil que le ser adelantar si es que la dejan muchos
afias de vida an y no llega un tiempo en que se vengan las manos por poseerla.
La parte comercial est intimamente ligada con esta ribera del Plata y desde el nuevo
Poder Ejecutivo se estn uniendo capitales de ambas Repblicas para formar Bancos
v otras sociedades.
.
Con e! Paraguay y Bolivia se observa una conducta mas bien despreciativa como
gente intil pero que debe existir como Carreras contra enemigos mas lejanos en el
da de mafiana y se les conserva en abandono comercial sistemtico aunque en el Paraguay corre dinero argentino en algunas empresas.
Con Chile impera una poltica de rivalidad y de temor de fraternizar demasiado
si los ferro-carriles con su cinta de acero los llega unir un da demasiado.
Repito y aclaro que el comercio limtrofe es reducido pues los productos que vau
solo pasan por aqui y provienen de Europa, los del pais dando penas para cubrir las
necesidades de las localidades productoras exceptuando naturalmente el ganado vivo,
carnes frescas conservadas en extracto en sal, trigo, cebada, lino, algn producto
m,s vegetal sease cereal otro.
Llego por fin Excmo. Sefior la poltica interior que deberia ser til de mencionar. Es sin embargo de poca importancia para Espafia en general, salvo aquellos acuerdos gubernativos que para los Espafioles para nuestras relaciones industriales y comerciales puedan emitir los cuerpos colegisladores la administracin de este pas. Dicha poltica se reduce disgustos locales, atropellos arbitrarios, desbarajustes administrativos y otros que poco tienen de ameno para referir y solo probaran que en muchas
cosas este pas que es aun niilo pretende ser hombre antes de tiempo. Muchas mayores dificultades y disgustos sobrevendrian y saldrian la luz, si no fuera por que el dinero
esa poderosa palanca, allanadora de contratiempos, que lo produce en manantial siempre
creciente de la veta llamada Aduana no existiese, y fuese mas escaso. Dicha Renta Publica llegar probablemente este aiio 48 millones de pesos pues ya tenemos hoy 8 y
medio sea un millon mas que el afio pasado igual epoca y dicho ao recaud 32
36 millones. En cuestion de elecciones y nombramientos rije la mayor arbitrariedad y
en la Administracin se descubren faltas y deficits que la fuerza mayor de la fortuna
que sonrie al pais encubre pronto. Como sin embargo no se toman medidas, ni se ponen
156-
TEXTOS y
DOCmvIENTOS
157-
adquirir te:x.tos ingleses, francesas y alemanes pero hacer adquisiciones literarias en SudAmerica seria un lujo que solo puede tener lugar con casos superlativos. Me cOntentar pues Excmo. Seor en escribir ad referendllm por las relaciones que lea en la prensa sobre cualquier objeto de esa indole.
No puedo menos sin embargo de constatar que siendo tan aficionados la ,vfusica, al Canto y al Teatro no hay ninguna Escuela Nacional de Msica y DecliJ.macin y
todas las Compaas teatrales son extrangera,; nI tan siquiera en los coros se encuentran
hijos del pais y no creo en mucho tiempo descuelle ningun Paganini Argentino ni ningun Gayarre de la Plata aunque pretenden (en la mayor seriedad que los porte0s han
sido los padrinos de muchas celebridades europeas que alJi han brillado gracias los
patatcones que han ganado aqui al debutar. Excmo. S~fior, son de aquellas opiniones,
la anterior, de las que solo resta oir y callar, discutir seria el caos.
La Historia del pais y las demas reserias histricas, que V. E. indica, har siempre
que tenga los datos mas exactos posibles, descartando ~in embargo aquellos (y son casi
todos) que nos puedan disgustar y que no podramos mencionar sin llamar estos
historiadores al teneno de la critica imparcial, terreno al cual se niegan ir los que
saben y en donde no se puede discutir con los que van por ser incapaces de discutir.
En cualquier discusin historica se oyen argumentos fenmenales porque todos se
hacen historiadores; igual sucede en todo lo que se trata de discutir y todo por (el)
espritu vanidoso que los embarga; asi haciendo un aparte y ruego a V. E. dispense esta
disgresion, sucedi cuando el clera; al .jesacierto del Gobierno se agregaba el que
todos eran mdicos y en mucho debi su nutricin el flagelo, mas del desgobierno y
del desacierto impremeditacin en precaverse al llegar dicho viajero y despues de
propagarse la cosecha copiosa de curanderos que surgieron de entre esta gente la
vez que del microbio todo se infestaba. Sus Generales, sus poetas, todos en fin segun ellos
superan los europeos: los ciega el amor propio. Excmo. Seiior. Pero eso no es lo peor,
sino que como veces ha sucedido, me encuentro con artculos que remiten Europa,
elucubradores sobre gentes cosas, que all estampan sin preguntar el origen y verdad
del contenido de la noticia, en forma de crnicas y biografas. Estas suelen ser de personas que ah se juzgan muy grandes y que en realidad son tan pequeas aqui comparadas las de all como una hormga con relacin un elefante. He tenido EXcmo.
Seor, ocasin de leer apreciaciones polticas y biografi2.s personales que despus han
h.echo rer aqui. Por fortuna hoy dia, si mis compaeros coadyuvan, al noble deseo de
\'. E. de que se conozca bien en Espaa estos paises, se sabr la verdad se preguntar
y. no incurrira la prensa en errores tales como hablar como de individuo de importanCia en Buenos Aires, de uno que es casi un mendigo y se ocupa en compartir sus mendrugos de pan con algunos cientos de canes.
Queda incluida Excmo. Seor en las lineas anteriores mi apreciacin sobre las llamadas celebridades de este pais y que se refiere lo que V. E. indica como biegrafias
d~ personajes del pais. Se pueden hoy dia citar algunos celebres puramente para el pais:
dIcha nOll:bradia puede ser por un acto parcial de mayor menor equidad pero en general d:bldo la poltica guerrillera del momento; alguno destaca como pacificador
d~ partIdos. polticos alguno como un destructor mas de indefensos y esquilmados indl?s.. Su~ dIplomticos muy bien retribuidos no han producido ninguna notabilidad: el
l\Ilfol~steno Exterior aqui est sin embargo bien llevado y gozan los extrangeros de una
acoJlda muy amable y que es de agradecer. En Marina y Guerra tienen buen material
pe~'o no hay sino Gefes medianos. La Escnadra es hoy dia inofensiva para Europa. No
deja de haber grande arrojo y desinteresado sacrificio de la vida. En Instruccin Pblica se ~ace ostentacion de soberbios edificios y de impresiones lujosas al estilo ingles
p.ero las 1l1teligencias que entrega la Sociedad son medianas. Como ejemplo, puedo
citar. el que despus de la epidemia Colrica se ha reunido un Congreso Medico de Argentmos y despues del tercer debate en que de todo se habl. nada se ha acordado, no
se ent.ie?den, desean inventar procedimientos nuevos para hacerse mas celebres que
l~s Mec]cos europeos pero no llegan formular un pensamiento nico l' nada nuevo
c[cen. A todo esto ni una sola precaucion se ha tomado, ni un solo edificio se ha hecha
d~ lo~ muchos que se not en falta; para remediar el mal si vuelve. Ahora principia la
c[frena q,ue ser terrible por los descuidos (sanitarios), por el crecido nmero de nios
y por la mcuria y abandono fsico y moral que estos gozan, en gran parte al amparo de
la costumbre y de la Ley.
158-
TEXTOS y
DOCUMENTOS
En general como caracter lo que uno acredita, otro cnuca pero ambos bandos ~e
singularizan por no acatar nada ce lo mandado y de ese modo se hace imposible esa
cosecha de datos tan copiosos de todo genero que hace tan rica la estadstica de ciertas
naciones europeas y que se lee con gusto y se comprende la utilidad de traducirlas y remitirlas Espala.
Como V. E. sabe Excmo. Selor, por desgracia la mayor parte de la Colonia Espaola
no cumple con sus deberes Consulares es por tanto facil comprender que tampoco los
del pais cumplen con los suyos para con el Estado.
Creo Excmo. Selor haber analizado detenidamente la situacin de cada punto de
la carta de V. E. con l'especto al pais. Evitar que me embargue el espiritu de crtica
decidida pues apesar de lo bosquejado reconozco al argentino como bueno, hospitalario
y con todas las nobles virtudes del castellano resistiendome solo su vanidad y su idea
de Ji'ogresar debido su Gobierno. Esto se llena por soadores de millones pero cuantos
no dejarian huecos si pudieran irse! :Muchos estn convencidos que la peor de las Monarquas de all, la mas pobre es mejor que esto; los espaoles, no hay que dudarlo
reconocen aunque sin confesarlo que nuestra Monarquia democrtica y pobre es mejor
que esta Repblica desptica y de dudosa riqueza. Concretar mi trabajo 10 justo,
evitar lo atendible, y llamar la atencin de V. E. sobre lo que buenamente pueda.
Toda novedad til en cualquier ramo ser anuniada.
Esperando haber apreciado justamente los deseos de V. E. y que haya indicado
con claridad lo que de mi trabajo se podr esperar, quien es bien poco, mego tenga
bien V. E. aceptar mi carta como hecha con todo el respeto debido y dispuesto escuchar sus observaciones sobre ella y sus conclusiones quedando de Vd. Excmo. Seor a
quien Dios ci muchos aios de vida su atento y ms humilde subordinado.
Q.S.M.B.
Constantino Fe1'1lndez Vallin )' Alfonso 1
MINISTERIO DE ESTADO
Esta correspondencia est bastante bien hecha y merece ser leida, pero no parece
prudente publicarla, pues insultaria en varias partes ofensivas la Repblica Argentina,
hiriendo el exesivo amor propio de sus habitantes, como no poda (menos de) suceder
con todas las que de la Amrica espaiola se escriban, si han de ser exactas.
Los datos mas importantes estan en los recortes que acompaan las cartas del R.
Duran.
Es de apreciar el conocimiento del, pais que manifiesta el Sr. Vallin dada su corta
residencia en l.
[Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. -lvladrid.- Correspondencia Embajadas y Legaciones, Buenos Aires.- Leg. 1887, doc. 69.72. - Original manuscrito; lu
indicado entre jJarntesis ( ) y bastardilla est intercalado.]
159-
II -
ESTADO SANITARIO
TEXTOS y
DOCUMENTOS
[Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. -2\fadnd.- Correspondencia Embajadas y Legaciones, Buenos Aires.- Leg. 1349, Direccin de Asuntos Comerciales, doc. 39.]
[4 de junio de 1857]
...... Yo tengo la conviccin de que la permanencia de la enfermedad es debida
al desaseo de la poblacin. En ella hay pantanos de cieno yaguas estancadas. Los miasmas pestferos que de algunos de ellos se exhalan deben ahora haberse acrecentado, por
haberlos convertido en depsito donde se han arrojado colchones y ropas sucias de los
enfermos.
Se ha encontrado que el receptculo de agua que hay en la Usina del Gas no se
renovaba hace cuatro alas. Hecho el anlisis qumico del agua, ha resultado que una
tercera parte de los gases que la componen es venenosa. Parece que se est pensando en
la manera de removerla sin peligro de apestar la poblacin.
Hace algn tiempo se comenz la construccin de calos maestros subterrneos. La
imprevisin el abuso que ha habido en la manera de construirlos han contribuido
tambin iniicionar el aire atmosfrico.
Tales son las condiciones que la incmia, el abandono y el agio han reducido
esta Ciudad. Contra tales elementos no es eficaz la situacin geogrfica mas privilegiada
.
[Archivo del jVIinisterio de Asuntos Exteriores. -jVIad"lid.- Correspondencia Embajadas y Legaciones, Montevideo. - Leg. 1788, doc. 81.]
160-
. [Archivo del kfinisterio de Asuntos Exteriores. -2\fad, id.- Correspondencia EmbaJadas y Legaciones, Buenos Aires. - Leg. 1349, Direccin de Asuntos Comerciales, doc. 51.]
161-
TEXTOS y
DOCUMENTOS
Hay que agregar estos elementos perniciosos los "saladeros" de que he hablado ya
cuando la anterior invasin de Abril ltimo
.
Pedro SoreIa y Maury, a Excmo. Sr. Pr. Sec. de Estado.
...... el pampero, viento del sudoeste que parte de los Andes y de una sutileza
vivificadora, combati en cuatro cinco das que l'ein de tal modo la enfermedad que
desde entonces ha ido en un notable descenso, no contndose ya mas que uno u otro
caso. Gracias pues la naturaleza nos vemos libres de una peste que de otro modo
debiera de haber sido fatal, por que no es dable imaginar una poblacin de peores condiciones higinicas. Un rio como el mar baa sus orillas y en la estacin del verano
el polvo asfixia y la gente casi se muere de sed; no existen caeras para las agu~s sucias y a este foco de infeccin se agregan los Saladeros que en los contornos de la .cmelad
existen y a la vez que infeccionan la admsfera corrompen el agua del rio que Sirve de
consumo a la poblacin
.
Buenos Aires, lo. de mayo 1867.
Pedro SarcIa y Maury, a Excmo. Sr. Primer Secretario de Estado.
[Archivo del l\Iinisterio de Amntos Exteriores. -l.Iadrid.- Correspondencia Embajadas y Legaciones, Buenos Aires. - Leg. 1349, Direccin dc Asuntos Comerciales, doc. 60.]
[Archivo del lHinisterio de Asuntos Exteriores. -Madrid.- Correspondencia Embajadas y Legaciones, Buenos Aires. - Leg. 1349, Direccin de Asuntos Comerciales, doc. 146.]
8. -[Fragmento del oficio de Pedro Sorela y Maury al Ministro de Estado de Espaa. informando sobre la epidemia de clera en Buenos
Aires.]
[ ..
, , ,
- , .,
162-
N9 10.-[Fragmeno del oficio del Encargado de Negocios de Espaa en Buenos Aires. Carlos de Espaa, al Ministro de Estado, informndole sobre
las consecuencias de la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires.]
-163 -
Con estos consejos acojidos con avidez por todas las clases de la s.ociedad, bien puede
asegurarse sin temor de caer en clculos exajerados que aquellos dlas no quedaba pOI
la noche en Buenos Aires ms de la cuarta parte de su poblacin sean cincuenta m]
almas, clculo que encontraba su comprobacin por poco que se recorriesen las calles de
la Ciudad.
Fue er;tonces sin embargo cuando mayor nmero de vctimas cam el flagelo porque en aquella poca cuando la epidemia lleg su apogeo.
. .
La mortalidad entonces alcanz la pavorosa cifra de 700 persOl:as dianas pues aun
cuando los datos oficiales solo, arrojaron 503 el da que mas, ha sido porque contaba
desde la maiiana hasta las 8 de la noche, a pesar de que toda ella se continuaba sepu.ltanda cadveres, que se transportaban en carros cargados con diez o ~ns, a~ cel?~nteno
llamado del Sud que se ha llenado por completo, obligan.do al Gobierno a engn' uno
nuevo en un luaar conocido bajo el nombre de la Chacanta y adonde se conducen los
cadveres por u;{ ramal de ferrocarril que tambin se ha construdo al efecto.
'.
En presencia pues de tan terrible como desconsolador estado de cosa.s el Goblel110
de la Provincia, de acuerdo con el de la Nacin resolvieron declarar fenados desde el
lO al 30 del corriente inclusive, con objeto ele facilitar as la permanencia en el campo
de las innumerables familias que han emigrado, e impedir el regreso de aquellas que
sus neaocios les impulsaban a regresar al foce, de infeccin viniesen aumer;tar el
nmer~ de vctimas va tan considerable V hacer mas difcil llegar conseglllr que
el mal por completo 'desaparezca espirlienco al efecto los decretos que adjuntos t'levo
manos de V. E.
Con esta resolucin alao tarda en mi concepto fut' general la paralizacin de los
negocios. Los miembros dcl Gobierno abandonaron la Ciudad casi por completo ql:edando solo en elja las autoridades indispensables, y lo;; bancos y casas de negocIOs
cerraron sus puertas siendo el aspecto que desde entonces ac la. Ciudad pr<:sent~
el de una Ciudad abandonada, pues es rara la persona que de dla se encuentra y
de noche slo transitan las numerosas patrullas que en todos sentidos cruzan las
plazas y calles de Buenos Aires para poner coto en lo posible, a los numerosos rob?s
que, aprovechando el abandono en que han quedado manzanas enteras se estan
cometiendo.
En general la creencia de que la falta Je gente que la epidemia encontrara
para aumentar el nmero de sus vctimas, as como la variacin que la tempe~atura
tendra con lo adelantado de la estacin y los primeros fros de las noches, el numero
de casos nuevos ira en disminucin y se' const'guira pOI ltimo llegar al perodo de
descenso del flagelo.
Desaraciadamente ninauna de estas halagueas y hasta cierto punto fundadas
esperan;as se han realizalo porqne no obstante de que como dejo indicado V.E.
el nmero de habitantes que actualmente existen en Buenos Aires slo alcanza
unas 30.000 almas, el mal contina tal vez con mayor violencia. Para hacer este clculo
desconsolador me fundo, Excmo. Sr. en que de las 30.000 almas que dejo indicadas
doce mil se hallan atacadas y el resto se compone de enfermos y personas que por
circunstancias de sus posiciones no pueden alejarse de la Ciudad y sin. embar;o. la
mortalidad contina acusando cifras terrorficas que tal son 105 defunCIOnes dianas,
comparada con tan corto nmero de habitantes.
Difcil por dems, hoy en da, es poder aventurar el menor clculo sobre las
porporciones y estragos qte continuar haciendo una epidemia que es a todas luces
la ms terrible que hasta hoy se ha conocido en el mundo entero.
Ni el casi completo abandono que se ha hecho de la Ciudad. ni las c~ntinuas
y eficaces medidas de todo gnero adoptadas para combatir. el ternble. ~nemIgo que
con horrible constancia se viene ensaando en esta desgraCIada poblaClon han .sIdo
suficientes, no ya a combatirlo eficazmente pero ni siquiera a disminuir los hornbles
estragos que contina haciendo.
Los incompletos pero ya tristsimos datos estadsticos que he logrado reunir darn
V. E. mejor que cualquiera otra resea la medida del hondo y probablemente continuo mal que la epidemia viene causando.
Segn estos, resulta que el nmero de vctimas qut' la fiebre amarilla ha causado
en Buenos Aires desde que en mi Despacho n9 IS de 10 de febrero anunci a V.E.
su aparicin en esta capital, alcanza ya a 17.000 personas prximamente. De este
164
TEXTOS y
DOCUMENTOS
nmero la cifra mas importante ha sido suministrada por la Colonia Italiana, vienen
despus los argentinos y ocupan el tercer triste lugar nuestros compatriotas, cuyas
defunciones llegan ya a unas dos miL .....
...... las condiciones higinicas en que la aglomeracin de habitantes y COI15truccin de letrinas y rellenos de barrancos han colocado la Ciudad, la predisposicin permitir que en su seno cualquiera epidemia se desarrollase con la intensidad y horribles estragos que la presente est causando.
Cuando Buenos Aires fu construdo por sus primeros moradores, existan en
rededor de la Ciudad barrancos profundos que en aquella poca no eran perjudiciales para la higiene, puesto que nuestros antepasados con la sabidura que presida
el establecimiento de sus nuevas ciudades las estendan lo largo de la costa y
ponan el mayor cuidado en conservar con toda su fuerza las corrientes que existan
en los ros bahas en cuyas playas se establecan.
Estas incontestables ventajas probadas por centenares de aos de experiencia
han sido completamente desatendidas en la estensin y engrandecimiento de la Ciudad
cuyas innumerables letrinas y resumideros han continuado construyndose sin tener en
cuenta que lo que en una poblacin relatiV1.mente reducida era inofensiva, haba de convertirse despus en miasmas deletereos que envenenaran el aire y permitiran el dt'senbolvimiento de cualquiera epidemia que se importase, toda vez que cegado el ro en gran
estensin y obstrudas las bocas de los riachuelos Pangar y Capitn; el primero en tiempo
de la nuestra dominacin y cuando la guerra con los ingleses y el segundo ao despus, las
aguas y residuos que se filtrasen del suelo para ser arrastradas por las corrientes del Ro
que sin esos auxiliares slo obedece los impulsos de los ventos aumentara la descomposicin del aire toda vez que sus miasmas permanecera recibiendo de continuo la influencia
de esas mismas aguas que contribuiran corromper la inmensa cantidad de basuras
que no solo ya existan en el suelo de Buenos Aires sin que diariamente se aumentan,
recibiendo adems la influencia de la putridez y descomposicin que tienen que
operarse en el seno de la tierra en los residuos de todas clases con que se han llenado
los pantanos y barrancos que antes la rodeaban
.
...... la situacin en que se encuentran aquellos de nuestros desgraciados compatriotas naturales de las provncias de Gz.licia entre los cuales la epidemia Jia
causado numerosas vctimas no slo por las fatales condiciones higinicas dentro de
las cuales generalmente viven, sino tambin en relacin los eoficios que aqu
ejercen
.
Buenos Aires 26 de abril 1871.
Carlos de Espaa, Encargado de Negocios a Excmo Sr. Ministro de Estado.
[Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores.- j\fadrid.- CorresjJondencia Embajadas y Legaciones, Montevideo.- Leg. 1792, doc. 36.]
165
TEXTOS y
e intermitentes, la tuberculosis pulmonar, las viruelas, diversas afeccione~ gastrointestinales, las que a su vez son causa de varias dolencias. Ya se anunCIan casos
de Colerina y colCl'a nos tras, alarmando sin razn a la poblacio~, pues como ya
hemos manifestado en numeras anteriores, los colicos mas o menos mtensos y alguna
vez de marcha galopante y fatal se presentan en la estacion de los calores. En cuanto
a la importacion de enfermedades exoticas, la clausura de los puertos para los lugares
.
infestados suprime toda observacion
[Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores.- Madrid.- Correspondencia Embajadas l' Legaciones, Buenos Aires.- Seccin Comercial, Leg. 1352, doc. 208 y 215J.
!I _ COMERCIO. -
INDUSTRIA. -
SITUACION FINANCIERA
N'? 12.-[Fragmento 'cl oficio del cnsul de Buenos Aires Miguel Jordan y
Llorens al Ministro de Estado de Espaa, en respuesta a la ~eal Orden
Circular del 8 de febrero de 1860, por la cual se recomendo la colocacin de accioncs del ferrocarril de Galicia.]
[17 de abril de 1860]
...... Lo poco desarrol1ado que en esta ciudad se hal1a el esprit~ de dasochi~ci~n
la falta de capitales para empresas de utilidad general, como cammos ~ .Ieno,
anales etc. son los dos poderosos obstculos que he encontrado en los pnnclpales
comerciantes espaoles para secundar los deseos de S.M.
. '
La poblacin espaola, la mayor parte trabajadora, coloc~ sus eco~omlas en :I.Banco
de esta capital, donde ha obtenido el inters hasla de un dIez por CIe~to al ano, y no
es este, Excmo. Sr. el solo beneficio que obtienen sus capitales, smo otro mayor,
que les proporciona, el agio que hacen comprando onz~s de oro cu~n.do se h<l;llan
a bajo precio y vendindolas papel cuando les propO!:cIOna ~n benefICiO c~alqUle~a,
depositando alternativamente en el Banco el papel o el dm~ro y obtemendo .-~
ambos casos un inters siempre mayor del que les puede proporCIOnar los feno-carnle,
v otras empresas de utilidad general.
,
Y como estas operaciones las repiten por lo penos dos veces en el ao, resulta
que benefician sus capitales hasta en un veinte por ciento al ao, o qUl~as mas,
intereses que no puede reportarles empresa alguna. Asi es que ~os que tienen la
intencin de volverse a Espaa no se ocupan de otras especulacIOnes q~e puedan
ponerles trabas su vuelta y se llevan con ellos el producto .de su trabaJo.
Las casas de comercio espaolas establecidas en esta capItal y su ~ampana, no
distraen Excmo. Sr. sus capitales otros objetos que los de su comerCIO porque el
beneficio que en l encuentran, es mucho mayor que el que puede aportarles Jas
acciones de ninguna sociedad. La cra de ganados caballar, vacuno y Ja~ar, son
Excmo. Sr. los ramos que se dedican con ms profusin y los que dedIcan los
ms grandes capitales, porque el beneficio que les reporta, es generalment~ de un
33 % al ao. Adems las principales casas de comercio que se hallan aqUl establecidas, no emplean tampoco sus capitales fuera del pais qu~ habItan, exc~pt~ las
casas dedicadas al giro con las plazas extrangeras, por la -azon de que a'!.Ul tIe?en
fijada su residencia; y si alguno entretiene la esperanza de volverse a Espana, qUlere
llevarse tambin consigo sus capitales para darles despus el empleo que mas cn
armona se halla con sus necesidades o sus ideas
.
...... partir D. Esteban Rams, concesionario de la importante navegacin. del
Rio Salado, proyecto de inmensa utilidad para estos paises, con pi?glies concesIO~es
v reconocidas ventajas para los acccionistas y no obstante no neceSItar mas de dIez
~illones de reales para ponerle en completa explotacin, se v en la necesidad de ir
y
-166 -
DOCUMENTOS
N'? 13. -[FragmenJ:o del oficio de Pedro Sorela y Maury al Ministro de Es:l:ado de Espaa, informando sobre importacin y exportacin en 1866,
el desarrollo ferroviario y de la poblacin del in-arior del pas.]
[4 de diciembre de 1866]
. , ... ,,viniendo. , ahora al c?mercio general aparece en primera linea la Inglaterra
por una ImportacIOn que aSCiende a 8600,604 pesos fuenes, contra esportacin de
2437,302. ~u principal artculo .de importacin son los tejidos de algodn, lana y
seda ~ue Importa .mas de la nlllad del valor total de lo importado,
SIgue la FranCia ascendiendo su importacin a 6671,964 pesos fuertes contra una
espor~acin de 5~59,028: Su principal artculo de importacin son los vinos apenas
conOCidos hace C111C~ anos, y hoy importndose por valor de 1396,338 pesos fnertes,
Co:n0 notaba en mI refen~o des!;'acho n 9 128 es, est~ competencia la que amenaza
danar de un modo muy dIrecto a nuestro comercIO SI los cosecheros no se dedican
desde ,luego a mejorar, la confeccin suavizando la fortaleza y aspereza de que ahora
se resI~nte nuestros V1110S, Pocos afios ha el consumo general era espafioL La cifra
que deJO marcada demuestra la transformacin que se ha obrado en el consumo L1e
este importante artculo.
No solo ha alca~zado sin.? sobrepuja considerablemente al espaol. La Aduana
da c~mo valO!: del V111? espanol 911,809 pesos fuertes contra 1396,338 pesos fuertes.
SIgue en Importa~Cla como articulas de introduccin lo que se' califica bajo la
vo.z de mercera conslsten:~ en hi~os, sedas, ci,:tas, botones, etc. por mas de medio
mI1lon ?e pesos frs, T~mblen el azucar y los objetos de ferretera, ropa, otros artculos
d.e vestIr fIguran, co11SIdeI:ablement.e. ,Es de notar el r~pido aumento que va adquillendo el comercIO frances, aproXlmandose ya al InoJes que no hace muchos aos
era casi exclusivo,
b
En la exportacin los dos artculos principales son las lanas y los cueros por
valor de mas de 4000,000 de pesos fuertes las primeras y mas de 1000,000 de pesos
fuertes los segundos,
La Italia sigue de muy cerca a nuestro comercio importando por valor de 1261,272
pesos fuertes contra 772,71l pesos fuertes de esportacin. Tambin es muv sensible
el aume,:to. que s: advierte en este co~erc~. ~e las naciones esportadoras, I~ primera
es la BelglCa pelO es solo como destmo SIrVIendo de comunicacin a la Alemania.
La~, lanas que esporta suben 51l6,795 pesos fuertes. Su comercio directo de importacIOn solo es de 407,938 pesos fuertes,
~o~a la cuar,ta categora Espaa por un total de 2566,75S pesos fuertes pero
la Belglca en calIdad de espartadora como los Estados Unidos tambin en el mismo
concepto sobrepasan con mucho esa suma",."
. .' .. , , , Mientras 9-ue l1t:estro comercio permanece casi estacionario el francs y el
ltal:ano se han caSI duplIcado, La esportacin se ha mas que duplicado en este
penodo .. ", .
., .... EI estado de la renta por derechos de recaudacin ha seguido la misma
progresin, . , . , .
"'" .La prospe,ridad ~'isible que representan estas cifras no necesita comentario,
La paz 9-.ue los ultlmos C111CO afias ha existido en esta Repblica ha fomentado la
mmI,graclOn trayendo al pas brazos trabajadores desenvolvindose con su impulso
la rIqueza de este suelo.
167-
TEXTOS y
DOCUMENTOS
N9 l4._[Fragmento del 011C10 de Pedro Sorela y Maury al Ministro de Estado de Espaa, informando sobre las condiciones dsl desarrollo ganadero.]
[20 de enero de 1866]
Andesh
se desprenden
en form a d e tempestad levantand
.
ces a ogan al mfeliz caminante
de u
o montanas de arena que veq e n.o se resguardan ni los que habitan las .
dades, con un sol ardiente que ~
!T
d
I
Impera caSI constante
.
Clll" l o e a arma por la sequa que .lmenIz
. seIS meses al ao, inspirando el
habitantes, son sin embar"o el criade
,a destrUlr ganados y hasta la salud de los
ganados. A estas llanuras ~in trmino ro 1 m~s fecu~~o y. mas valioso de toda clase de
de e?contrarse la vuelta de un e tie~;~aen aC~Q1r InI.lIones de inmigrantes, seguros
propIedad pecuaria y esta es una sin~
c 'teslPaclO de tIempo poseedores de uml rin
., ' europea ha sido en aD!
causa
io' a t.les
.'1 de
. futura
- gran d eza de esta nacin.'
6" La inm.I~I,aClOn
Q
y_doce n111 en 61 y 65 _respectivamentOe_
u tImo, anos .de diez mil almas en
I?gle,es y Alemanes, se dedica a la cra -Jo
~na parte comlderable, especialmente
clente de la esportacin de lanas la r '." gana os. Como data de la
ere
P
eI.e
era de diez millones d; bras
!,roduccin del pas, dir
en el
na
nas, n:lentras que el ao ltimo ascendi a ,
su
parte de calidades ordin:lde calIdades superiores. El monto de est 'j.qh1l1Ce mIllones de libras principalmen-te
va I'a prodtJcci n se ca 1cula que se doblara
con el i mpu Iso que hoy tiene cada siete
. aaos
184~
e~~~~el
.~n
I~ayor
pro!ITesi~
qu~
~Ii.~
" ClOnes,
D.' ..-Madrid
.'
.- Correspondencia Emba
o
",.
.
l1eCClOll de Asuntos Comerciales, doc. B.]
C~~ul1lsta
fro~tera
d~scubrin:iento
A:
c~l;s~ele~.
un~
conspira~in
dosci~nr~srie~
~ae:~a~E~a~~e~!~~:~d~1~~~eI~r0cf:e~~~~osdell~~~ggs~
)c~~~~~;g~S Si~tr~~e;tar~~~:n;~a~~~e~;
. . esta comprobada
.
, cu)a ctfra por exa"erada q
I
.. ,
......
"
. ue parezca
...... a OposlclOn hace responsable al ob
.
foor aglomerar en las graneles poblaciones e~pe I~\no ele las depreelaciones de los inelios
~~nP;:t~:.t~ig~:~~e~'e~irfr~~~!::.a~~a~~:~~iraac:o~~sn~~~t~u:~~;:.~:t~~r~~t~aq~:P~~~~~~
I o nntnsta el estar en tratos en
., u. vez os penodlcos del Gobiern
~
crear tocio genero de dificultad1s I~~npn~~encla con .Ios principales caciques a aii!a.~
eres constltudos......
l
...... Habindome avistado con el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores y encarecindole el inters que el gobierno de S. M. pona en adquirir este dato, prometime S. E. facilitrmelo si le fuese posible, pero despus de algunos das me manifest que no exista ninguna noticia estadstica sobre ganadera.
Es muy aventurado por los informes que paltieularmente he procurado adquirir
fijar el nmero de cabezas de ganado, no habindose procedido hasta aqu a formar
una estadstica de este pas: pero por los datos de esportacin y otros datos comerciales se podra calcular la existencia del ganado vacuno en ocho o diez millones de
cabezas y la de ganado lanar en veinte y cinco a treinta millones. La reproduccin de
estas cras como la del ganado caballar es tan rpida y creciente en el suelo que constituye la Confederacin Argentina que puede calificarse de fenomenal cuando se COlsidera la estril planicie que se presenta a la vista. Campos yermos sin que en millones de leguas se descubra un rbol, azotados por los vientos que de la cima de los
168-
169-
TEXTOS
IV -
., d 1 E
ado de Negocios de Espaa en
N'?'? 16 ._[Fragn;ento J de~ ~flClO atMin~~::; de Estado, informando sobr7 el
Buenos AIres, ose aro,
'ran algunos gremios y las medIdas
estado de huelga en que se encue~I .
tomadas por el gobierno para reprImIrlas.]
[26 de noviembre de 1902]
1
ocheros y nemas conducto...... No ha mucho q~le suspendieron S~IS ta~e~re~~o~ des us, ocasionandQ alarP
res de vehiculos y mas tan,e los. pana(~~rosd~ ~;~~o~ de sangre como resultado ~e la
mas, siendo eso causa de la PI er~etIaclObn. lo' J'ornalero< que desentendindose o no
."' .
coaccin ejercida por los hue glUst~s so l e '
acatando el acuerdo respectivo, cont{nuaban sus..,tarep~sr dt~;r':s~ib~c~res de los mnell'.:s,
...... con motivo de u.na hue ga .P:O!ll~Yh:a,
'or arte de los dems gTese han unido, a 105_ huelguistas ~os c~r~~:~t~~:~ l~s l~is~f?os rgrales, en donde el prinmios de trabapdores de esta c~prtal,? , e~os v peonao-es de las hacit:ndas de culcipal nudeo de jornaleros, esta con o: .~ratc lbi~ de las" faenas agrcolas para entortivo y Ganadera, se amenaza con retrat,e _a~ temente estallada ha sido de tal impecer la recolecci?n de frutos La IlIIe t~~ r:~le:eneral tedas las industrias y el aspecto
portancia y magllltud que se an r,ese~ ro,
falta de movimiento y la cesacin del
de la ciudad es verdaderamente extral~~ por 1 .,tencin de cuantas personas llegan al
trfico, que. es aqu tan n~.ta?led q~e 1 am~3.:d;s capitales de Europa, Las operaciones
pas por pr~eravezd~u{~sv~~~:~le~ q~eda:rgn' completamente paralizadas, con grave per,
. _ de las em resas de navegacin cuyos vapores se
de carga y ,escarga.
juicio de las Casas rmportadora, 1)
t s'n ;oder desalojar de sus bodegas la carga
ocasionndoles o-astos y prdidas de
ven precisados permanecer en e puer o I r
,
la los que la esperan para zarpar,
'
"
unos, Slll tomar
d' ,
1 i Gobierno ha tenido que emplear con(rran consideracin. Para reme 11 tanto ma e
"
d f
del EJ'rcito y de la Manna de guerra
.
l ' 1 t' ,
yotand; 'Illa lev de expulsin de la Repblica c:e
tingentes e ue,na
las Camaras egls a nas,
l;,
l'
f e y pro, , ',' : ' ;
'0 en
uien concurran las circunstancias a que a mlsm.a, se r~ re:
todo extIan"er
q
,. 1
hallen en el ca<o qne tambren se mdrca. , . , ..
hibiendo la entrada en el pars a os que se
, .
esta
"
calificarse de formidable .... ,.
1;
[4.rchitlO del Ministerio de Asuntos E>:teriores. -:-fHadr;1':- c~rres~~~~enca Embaiadas' y Legaciones, Buenos Aires. - Leg. 1354, SecclOn Po tca, oc. - -'J
d d Negocios de Espaa en BuoN'? 17._[Fragmento del ofi~io del Encarga ~~. . t o d." Estado, informando
nos Aires, Juan Gonzalez de Salazar,. a. lnlS r
~
la actuacin del
sobre la grave situacin. por los mOVImIentos obreros Y
dipulado Alfredo PalaCIOS.]
[30 de noviembre de 1904]
,
't Repblica la cuestin
Cada dia va tomando caracteres mas graves e~ es a
1
1 ue <e
de I~~ 'I~~'elgas :ea la lucha entre e! c~P~~~e;' ~e t~~~l~;~id;: ~u~;:a;i~~~ftn ~bre;a
prepara para manana. y p~sado: ;~ehe ~"
ado ta medidas enrgicas para ma:lv <e temen grandes dlSturblOS, SI eSle gobr.rno no b P
. do a-i ,;amrrienta,; colite~er e! rden y hace.r respe:ar la libertad de tra ~lO'd ev~~~~ F, ~n;re los hu~lguis
siones, como las o~u!Trdas rdelcle.~teme~te e~, e:e~~sayn~a ;olica que trat de proteger
tas, los que no qUIsreron a le! use a movlJ1U
'
a los ltimos.
1')- 000 Los que 'o'
El nmero de ubreras en esta Capital, puede calcularse en _:J.
"
170-
DOCUMENTOS
maran parte en una huelga general que tuviera xito completo, seran a lo sumo unos
5.000, y los que se encuentran organizados y agrupados, son 40.000, es decrr, apenas
la tercera parte, Pero ste nmero es importante, ,i se considera que hace muy pocos
aos eran unos 2.000, agrupados, alrededor del grupo socialista y que la organizacin
primitiva ha sufrido un cambio radical; de! socialismo se ha pasado al anarquismo.
Los socialistas doctrinarios han sido arrastrados donde no pensaron llegar jams. Estos anarquistats no aprueban en absoluto las c!octrill1.5 sanguinarias de Kropotkin y
otros; solo hay de anarquismo en estas agrupaciones obreras, los medios empleados por
los directores de esos movimientos; promesas de rpidas y radicales reformas y odio al
burgus; por eso la gran mayora ha desertado del bando socialista y los oradores para
no quedarse sin pblico, los han seguido. Existe aqu una institucin llamada "La
Federacin Obrera Argentina" que lleva el sello del anarquismo al frente, como un
cebo para los obreros; en realidad su organizacin, sus tendencias y sus medios de lu
cha, no se diferencian de los socialistas mas que en la abstencin de la lucha poltica
yeso, colectivamente, pues la gran mayoria de los que componen la Federacin, votan,
y no siempre por candidatos de su mas legitima conveniencia, ni gratis. Forman la Federacin 5 sociedades gremiales, con un total aproximado de 30.000 hombres. En e!
local social de dicha federacin, reside el comit central, compuesto de nueve individuos, delegados de los gremios aparentemente, pero en realidad agitadores que han hecho profesin de este cargo. De estos nueve miembros, siete son espaoles y dos italianos; solo uno de ellos trabaja y es propietario de una fbrica de cigarrillos para obreros; los otros agitan las masas y viven de eso. Rodean sta junta unos 300 individuos
que solo se ocupan ele excitar los obreros, lo que parece les resulta mucho ms lucrativo que sus oficios primitivos, sobre todo en pocas de huelga, que desde hace algn
tiempo son continuas; en lo que va del ao corriente, llegan ya 130.
Cada afiliado a la federacin paga 5, centavos mensuales para e! fondo del comit
central. Tienen tambin cuotas de 1 y 2 pesos, mas de continuas suscripciones, ccn
los mas distintos fines. Los bendicios que obtienen los obreros con sta sociedad, se
les vn en gran parte en el sostenimiento de la misma y la manutencin de sus aps.
toles. Nadie sabe donde va ese dinero; nte; se depositaba en el Banco Nacional,
pero pbr desavenencias de rden muy interno y privado, hoy se prescinde de aquel es
tablecimiento.
Las agrupaciones anarquistas parroquiales, llevan los nombre; mas retumbantes;
como "Luz y vida", "Caballeros del ideal", "Artes po!' la anarqua", "Los hijos del
pueblo", "Germinal", "CmjJo Alcal del Valle". "Verdad y amor", etc., etc., y emplean
todos los medios posibles de sugestin, desde la promesa del bienestar, hasta el pual
y la dinamita. En los ltimos meses stas agrupaciones han aumentado considerablemente. Los gremios que no estn organiza.-Ios, se 3.grupan por contagio, alentados por
las ventajas obtenidas por sus compaeros unidos y sus propagandistas son unos cuantos agitadores, que se ven en toelas las reuniones, que hablan por todos los gremios en
todas las huelgas y que en la de sastres se llaman los mrtires de la aguja; en la de
zapateros, los esclavos de la suela y en la de panaderos, los habitantes del infierno (textual). En una de las ltimas huelgas del personal de tranvias, la polica tuvo que in
tervenir, pues terminado el movimiento, e! apstol que los guiaba empez recorrer
los domicilios de los huelguistas cobrando dos pesos, como honorarios, por los servi
cios prestados. Gran parte de los obreros que se han aclherido al movimiento, lo han
hecho ntimidados por las amenazas y agresiones de los agitadores, pero deseando que
se normalice la situacin, porque no trabajando, les falta materialmente lo necesario
para su sustento.
La "Unin General de Trbajaclores" es la institucin socialista. Como la Federacin, est compuesta de agrupaciones gremiales, pero es mucho menos importante
qne aquella. Ea forman 3 gremios menores y tiene en sta capital 22 centros de propaganda, Se puede calcular en 10.000, el nmero de afiliados de la "Unin" que hasta
ahora se han opuesto a todas las resoluciones de la "Federacin", que consideraban aun
mas enemiga que el capital; pero en sta ltima contienda parece que se han adherido
ala huelga general, dobleg,ndose la agrupacin anarquista. Esta huelga general, decretada p~ra maliana y pasado, es un acto irreflexivo, que producir graves perjuicios
todos, sm la menor ventaja para nadie y acentuar la reaccin contra un estaclo de
cosas que engendra intranquilidad, paraliza las transacciones y d mrgen graves
171-
TEXTOS y
DOCUMENTOS
, '.
.ano Es de notar que todos los agitadores son extrantemores para un pOl:\elllr no lleJ
'f anceses' ninrrn arrrentino, aunoue todo el munI s I'tallanos v a O"unos r
,
'"
'"
'1 .
dI'
'". nto al Diputado Socialista Seor Pa acIOS
.
geros; espano e, '
do seala como autor e movrmre
,
o
.'
,
E ' .'.
-l\Jadrid.- CorrespondenCIa Emba[Archivo del Mimste no de..AsuntO{ XL;:~~'e~eccin poltica, doc. 148.]
jadas y Legaciones, Buenos Al1es. ego J ,
. .
E
d de Negocios de Espaa, Juan GonNI;> 18._[Extracto del OfICIO.d~l n~ar~~i:do informando sobre disturbios ~cu
zlez ds Salazar-, al.~mls~~o e ": r t organizada por el Dr. PalaCIOS.]
rridos en una manl!estaclon SOCIa IS a
[23 de mayo de 1905]
. .
'd
I
apital el 22 de mayo, con
Da cuenta de sangrientos ll1Cldentes ocu.rn os e~ la ~r Palacios
.f t .. n socialista Ol'rral1lza d a pOI e
.
. d 1 4
. d'" 1 f asada intentona revolucionana e
motivo de una manr es acro
ero la reunin se llev a cabo
El estado de sitio declarad~. a rarz e.~ rac,
de febrero, impidi la celebra~rft del lo. ro~e::)cO~nfra arbitrariedades cometidas duposteriormente en la Plaza La\a .~, como p
rante el mencionado estado de SItIO.
Buenos Aires, 23 de mayo 1905.
Juan Gonzlez de Salazar, a. E.xcmo. Sr. Ministro de Estado.
.
Madrid - Corre5pondencla Emba[Archivo del 'y[inisterio d~ Asuntos ;xtfj':re;~C-;~;1 potiea.. doc. 55.]
jadas y Legacione5.. Buenos AIres. - Le",. 1.) ,
.
.
v_
INMIGRACION. -
INDIOS. -
ESTADISTICA
~
J 'Ma
., dIE ar ado de Negocios de Espana, ose .
NI;> 19._[Fr~gmento. d~l OfICIO e. nc d g do cuenta de la llegada de colonos
d-s Alos, al Mlmstro d;e E~iado'nd~nla atencin sobre infracciones. a la
procedentes de CanaIlas. aIDba d 1853 en los contratos de pasaje.]
Real Orden de 16 de setlem re e
[3 de marzo de 1855]
4-
han de tener, ni salarios que han de ganar, e~c., sino que nicamente hablan acerca
de si el que los toma ha de pagar de una vez tn dos o tres plazos el importe del
pasage; y en su virtud adquiere el derecho de tenerlos su disposicin dos, tres mas
aos traspasndole el conlratista todos los derechos adquiridos sobre el Colono por la
contrata. El colono no puede cambiar de amo, pero este cede y traspasa al colono como
si fuera un irracional una propiedad cualqtllera y para esta trasmisin de dominio
basta el nuevo endoso de la contrata.
Tal es la triste verdad, Excmo. Seriar y as venan anteriormente muchos espai'ioles estos pases: y an hace poco que uno de los hombres mas .iistinguidos de est,a
pais, llamado D. Doroteo Garda satisfizo al Capitn del Bergantn "Ferrolano" el pasage de varios Espafioles; y despus de tenerlos su servicio durante varios meses vendi su derecho a otros, obteniendo por cada uno 50 duros, y los espaoles tuvieron
que ir sirviendo las personas que sucesivameme fueron adquiriendo el derecho de
tenerlos su servicio
.
Montevideo, 3 de marzo 1855.
Jos Mara de Als, Encargado de Negocios
172-
[Archivo del 1Hinisterio de Asuntos Exteriores. -Madrd.- Correspondencia Embajadas y Legaciones, Montevideo. - Leg. 1789, doc. 24.]
N~
20.-[Fl'agmenfo del oficio del Encargado ds Negocios de Espaa en Montevideo, Carlos Creus, destacando que los espaoles que no alcanzan
una situacin privilegiada en el Uruguay tienden a regresar a la
Pennsula.]
[22 ds abril de 1851]
...... Desde algn tiempo observaba con la mayor satisfaccin que iban regresando Espaa y muy particularmente GaliCla, un nmero bastante considerable de Esparioles de la clase ele artesanos lIevnclosi: un capitaJito que no bajaba de dos mil
eluros y algunos lIegabar. hasta cinco y sei, mil. Pero DO crei deber ocupar la atencin
ele V.E. sobre esta materia hasta asegurarme si se converta en una tendencia constante y permanente.
Felizmente los hechos posteriores han confirmado mis conjeturas y satisfecho los
deseos del Gobierno de S. M. consignaelos en mis instrucciones. No tengo ya eluda que
el estado prspero y feliz de Espaa y las garantas de orden y de prospericlad que ofre
cen, despiertan cn el nimo de toelos los Espaoles ele la clase media que han logrado
reunir un capitalito, la voluntad de irlo :\ ,lisfrutar en el lugar de su nacimiento. En
todos los buques mercantes que regresaban la peninsula se embarcan de diez doce
pasajeros espai1oles, y en algunos veinte y treinta y finalmente en Ja Fragata mercame
"Guaelalupe" que se despacha en estos das para La Corua han ~omado pasaje nada
menos que ciento veinte inclividuos de la -::lase referida y segn los datos que he ido
adquiriendo. ninguno lleva una suma inferior de tres mil duros, otro de cinco y seis
mil y algunos quince y veinte mil, por manera que fijando el mdico tipo de cinco mil
eluros por cada individuo, resulta que solo en la Guadalupe ingresan en Espaa 620.000
duros y computando una suma igual la que suman los individuos que se repatrian
en menor escala con los dems buques, ser 1.200.000 duros que anualmente llevan
Espai1a ls artesanos esparioles que de estos pases regresan la pennsula, sin contar
la suma considerable que ascienden los socorros que envan sus familias los que
permanecen aqu. .....
Montevideo, 22 de abril de 1861. Carlos Creus a
[Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. -Madrid.- Correspondencia Embajadas y Legaciones, Montevideo. - Leg. 1791.. doc. 31.]
173 -
TEXTOS y
DOCUMENTOS
.
l'
d las diferentes nacionaliN9 22.-[Datos estadsticos relatIVOS a a rIqueza e
dades establecidas en el Uruguay.]
[1875]
Nac. del pral)
Nacion. 0 ' -
Italian. ..........
Espa. ., .......
Frane. ..........
Ingl. ............
Bras. ............
Port. ...........
Arg. ............
Alem. ...........
Suiza ...........
Afric. ..... ......
Danes. ..........
N. Amer. .- ......
Austr. ...........
Otros ...........
otro dejJ.
Dp. Mdeo.
Prop.
Valor S
Prop.
Valor S
2,904
2,346
1,572
971
113
41
78
123
65
31
10
4
7
7
4
40.831.785
20.289.431
16.55".999
9.144.650
3.086.200
791.750
2.016.290
3.065.747
1.083.163
1'16.000
28.600
75.500
,)2.800
37.300
113.985
12,450
2,553
4,112
1,328
289
4,932
125
465
183
196
48.780.592
6.267.556
13.525.413
4.551.439
4.S60.903
33.673.390
774.757
1.910.017
2.101.366
277.097
9
1
16
149.142
3.500
629.889
8,276
97.319,200
26,659
117.505.061
Valor en S
TOTALES
Propietarios Nacionales
E.xtranjeros
15.354
19.581
89.612.377
125.211. 884
34.935
214.824.261
[Archivo del 1Vfinisterio de Asuntos Exteriores. -Madrid.- Correspondencia Embajadas y Legaciones, Montevideo. - Leg. 1793, doc. 121.]
N'? 23.-[Copia dal convenio celebrado entre el General en Jefe de la Frontera del Sur Manuel Escalada y el cacique mayor de las Tribus de Indios del Sur por el que se devuelven al gobierno los territorios perdidos en 1853.]
[28 de diciembre de 1856]
Copia. El cacique principal de las tribm de la Pampa.
Sauce Grande, diciembre 28 de 1856.
Al Sr. General en Gefe de la Fruntera del Sud D. Manuel Escalada.
Es en mi poder la nota oficial de V. S. iecha once del pasado mes de noviembre, y
siendo entre nosotros costumbre tratar de palabra y que por ella cumplimos fielmente
lo que ofrecemos.
Yo, Sr. General, como cacique principal y Juan lVranuel Cachul, como segundo cacique nombre de nuestros caciquillos, capitanes y ambas dos tribus, decim,)s V.S.
que quedamos conformes con todo lo que contiene el oficio de V.S. fecha cnce; por
dicho tratado nos concede V. S. nombre del Supf:rior Gobierno de la provincia racionamos cada tres meses con lo ya acordado y cambiar la bebida por faria, yerba y otros
artcul05 de boca. Espero Sr. general que una parte la bebida sea cambiada en
azcar que nos hace falta para acompaar la yerba. Y por cuanto nuestros campm,
quedan por V.S. reconocidos nombre del 5upericr Gobierno por legtima propiedad
de la Sierra de Curramalal, hasta la ele Bayncur, sirvienelo esta ltima ele lmite para
ambas, sin poder traspasar esta lnea ni 105 cristianos esta parte ni los indios la
otra por ningn pretesto, y solamente podrn unos y otros pasar comercio. y por Cllanto ocupar nosotros nuestros campos, lo ha:'emos cnando nos convenga y bajo las condiciones pactadas.
Creo, Sr. general, que respetando V. S. nuestros derechos como yo y mis tribus, los
de los cristianos, queda la paz arreglada bajo las hases acordadas.
Quedamos conformes y convenidos en ellas, para que la paz sea duradera, prometo
cumplirla fielmente. Dios guarde la importante vida de V.S. muchos aos.
Juan Catriel.
VI -
COMERCIO. -
R ESU ME::\'
2,904
5,372
40.831.785
56.487.415
12,450
14,209
48.780.592
6S.724.469
8,276
97.319.200
26,659
117.505.061
- 174
POLITICA
..... se la critica y se la toma en broma, diciendo muchos que ser de leer el libro
.
..... este pas no puede variar su rumbo y sus gustos comerciales sin mas que por
los Estados Unidos, y adems sabe muy bien que deben desconfiar de ellos
porque quieren que toda la Amrica se someta su antojo y provecho
.
..... breve ha sido la permanencia de la Comisin pero habr tomado notas y
de poco habr en todos estos pases una invasin de toda clase de productos que
NACIONALES
EXTRANJEROS
175-
TEXTOS y
DOCUMENTOS
harn competencia los de Europa. Aunque pierdan ahora. Calcularn lo que hayan
de ganar luego .... ,.
j\Iontevideo, 30 de agosto 1896.
[Archivo del l'vIinisterio de Asuntos E;.;teriores. -Madrid.- Correspondencia Embapdas y Legaciones, iVIontevideo. - Ley 1795, P., doc. 105.]
176-
Fructuoso Rivera.
Est conforme: Carlos Crells.
.adas[Archivo
del
de Asuntos Extaiores. -i[adlld.- Correspondencia EmbaV L
. Ministerio
~f
egaclOnes, j' ontevideo. - Leg. 329 Princ.]
l
o
N9 26 'te;i~:~grg::f~s d~l Ofic~ :.1 ~ncargado de Negocios de Espaa en Monbre los' motiv _ reus,
l~ll~lro de Estado de Espaa, informando soal general Fr~~t~e ~. decldierof a ~egar la proleccin del pabelln
taba.1
o lvera, en os terminos y condiciones que solici[27 de marzo de 18481
......
dichoconGeneral
mandanclo . I ejercito
...
d <; esta Repblica entr en contestaciones
agrias
este crobi
dejarle carecer de los s o . erno au ,~Imos de se~lembre del ao pp. acusndole de
de hacer caer la catlsa ocor~os :leceS~llos Fal"~ b~l1r al enemigo con la imencin hecha
Rivera de estar en ~
q~- ~de~ldlall. El (,oblCrno por su parte acusaba al General
Eu este estado de cos~~n~\~~~::n~o~~n~~er. tr~~~s. ilcitos ~on los generales de Orive.
rrado me escribi una arta'
'.
~ne.la. IV(l~ q~e Iba a ser detenido y desteque le envisemos el ber cr "V'ol~~o)" o.tl~.aid Sr. ~n~adler Estrada pidiendo ambos
fin de que lo trasbordaseo' bordo ~e ~ ';~ cr onac.~;'I ~~onde la. sazn se hallaba ;\.
desde all ba' o al am Jaro 1
po er a qUIen
En trminos suave~ y comedidos I~anifest verbal~o la acusar .~e sostener una rebelin
escrito al Secretario del General Rivera
t 1 .1e~te. abstel1lendome de contestar por
sideraciones que nos obll'croball a' no
' pOI .al 01 e las elos cartas referielas, las ;:ano"
consent Ir en est
., . 1
acompandolo de todos aquellos ofrecimi~nto. a ~caslOn a os deseos de aquel,
deberes. Tan penetrado qued el Gene 'al -R'" ql~e poc1Ja l:acer sm comprometer mis
prud<;ntes, que despus de su destie~'II~ he I\r~~b':'~ qu~ ..mls pro~edere~ eran juslos y
aprecIO y amistad......
' I o Vallas mal1lfestaclOnes suyas de
Montevideo. 27 de marzo 1848.
Carlos Crem, encargo de Negocios Excmo. Sr. Primer Sec. del Despacho de Estado.
[Archivo
' d
A
'
L 'del Min'IS tellO
e suntos
Exterzores.
-lHadrid y egaclOnes, l'vIontevideo. - Leg. 1787, doc. 324.]
.
177-
Correspondencia Emba-
27.-[Fragmento del oficio del Encargado de Negocios de Espaa en. Montevideo, Carlos Creus, al Ministro de Estado de Espaa, informandole
sobre su visita al general Manuel Oribe en su cuartel general del
Cerrifo.l
[15 de sefiembre de 1849]
...... S.E. me recibi con cortesa ron su aposento, que consista e-n una pieza
amueblada con modestia de una habitacil1 de madera plantada sobre estacas en ~l
campo. La conversacin rod indiferentemente sobre vario~ puntos extrafas la poj~
tica de este pays, que tanto S.E. como yo con estudIO cvltabamos. ~~l el curso. de las
plticas sali el p.1mbre de Espafa dos tres veces que S.E. pareclO pronuncIar con
cierto comedido respeto y hasta record con aire afectuoso que un herma,:lO sUY"
haba muerto en la pennsula siendo coronel de artillera espafol y que. l mlSI~o es
taba destinado ser guardiamarina de la Real Armada. Con este motivo hablo con
oraullo de familia que iba hacer publicar trabajos muy importantes h~sta ahora
inditos, de su tia D. Javier de Viana que acompaf al clebre Malespllla en su
viaje alrededor del mundo. Se haba ya pralongado mi visita unos tres cuartos de hor~
cuando el General Oribe me condujo otra ranchera inmediata para presentarme a
su sefora y su hija mayor casada con el Coronel }\Tgentino D. M~riano Maza.. ~anto
este caballero y su esposa. como su madre, sefora del General Onbe, nos reClbIeron
de! modo ms atento; v debido sin duda la asistencia de esas dos damas. la con
versacin fu tomando ~lll tono ligero festivo y cordial, perdiendo la circunspeccin
reserva que hasta entonces la haba caracterizado. Conoc que la acogida iba siendo
benvola: v al retirarme el Coronel Maza y las dos seforas me hicieron todos aquellos
ofrecimientos de costumbre que las personas de buena educacin saben razonar con
ciertas palabras especiales cuando quieren marcar su aprecio. Vuelto al aposento del
General Oribe acompafado por e! mismo y levantado ya para despedirme, supo S.E.
casualmente que regresaba Montevideo con el sentimiento de no ver una persona
que cuid de mi primera nifez y cnya habitacin que estaba situada mas de una
leaua de distancia en direccin opuesta mi camino, no iba por estar cansados los
caoballos de! calTuage que habia ido al Cuartel General. Entonces e! General Oribe
mand enganchar su propia carretela para que me llevara: y atribuyendo mi resistencia
en aceptarla a las sugestiones de un caballero oriental que me introdujo y que l afec
ciona mucho, lo reconvino dicindole: que vaya el Sr. Creus desjJacio y hacerle ver todo
el camjJamento y esas hermosas campilias. Fuimos en efecto y durante casi tres horas
hicimos rodar su coche por las vistosas y lozanas praderas y bellsimos campos de las
cercanas elel campamento
.
Montevideo, 15 ele setiembre 1849.
Carlos Creus Excmo. Sr. Primer Secretario elel Despacho ele Estado.
178-
TEXTOS y
DOCUMENTOS
N9 29.-[Fragmento de un oficio de Jacinto Albistur informando sobre los unerales f:dbutados en Montevideo al general Manuel Oribe.]
[4 de noviembre de 1857]
...... Su muerte elejaba sin Gefes una fraccin considerable del partido blanco
que personalmente le era adicta. El Gobierno quiso sin duda atraerse esa fraccin; y
para alhagarla prepar solemnes funerales en honor de Oribe.
El espectculo de esos honores, tributados oficialmer:te en esta Ciudad un caudillo que con el auxilio de las fuerzas de Rosas sostuvo por tantos a'os el sitio contra
Montevideo, que tantas familias visti de luto y sobre el que pesaba una sentencia de
la Cmara Superior de Justicia, por la que Se le declar reo principal elel asesinato
elel malogrado y distinguido publicista Don Florencia Varela, este espectculo, digo,
no poda menos ele indignar profundamente una gran parte ele esta poblacin. Hubo
sin embargo bastante cordura para que ninguna tentativa violenta viniese ;i turbar el
sosiego pblico: pero ocurrieron incidentes muy notables. El Gobierno no encontr
ningn sacerdote que se prestase pronnnciar la Oracin fnebre. El Presiclente mismo, con cuya autorizacin se haban dispuesto las honras, no asisti a ellas. Tampoco
asisti el Ministro ele la Guerra, presidiendo la ceremonia solo el Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores. en representacin del Gobierno. Tambin falt la Cmara
de Justicia, la Junta Econmico Administr:rtiva y muchos empleados civiles y milita
res. En cuanto al Cuerpo Diplomtico, ninguna invitacin se le clirigi: y por consiguiente no asistimos al templo. no izamos media asta nuestros pabellones respectivos.
Despus se ha sabido que el Agente ele Buenos Ayres haba recibido orden expresa de
su Gobierno de no asistir los funerales ele Oribe. aun cuando fuese invitaelo.
Montevideo. 4 de noviembre 1857. -
Jacinto Albistur.
[Archivo del kfinisterio de Asuntos Exteriores. -Madrid.- Correspondencia Embajadas y Legaciones, ilJontevideo. - Leg. 1789, doc. 152.]
179 -
BIBLIOGRAFIA
-180 -
RESE AS
El Congreso de las Tres Cruces y la Asamblea del
afio XIII. Montevideo, Talleres Grficos de la Imprenta Nacional, 1957.
50S pp. $ 15.00 mln.
FAVARO, EDMUNDO.
183 -
BIBLIOGRAFA
cerrado haci~ atrs: la teora geocntrica de l' tolomeo, la de la generacin espontnea, etc., estan muertas Si a veces' l'
..
.
se vue ve a alguna ne)? doctrina es para exhumar
a 1guna verdad oculta en medio d 1
. . .
e os errores desechados. En este sentido afirma' "\
n~destr~ ,JUICIO, e.l ~l~storicismo ha cerrado definitivamente la puerta a cualquier pr~te~
1 a veldad dehllltlva o eterna" (p. 343).
Este breve ensayo del actual Rector de la Universidad de Buenos Aires encara U!l
apasionante problema suscitado por la aparicin del historicismo. Esta doctrina implica, ante todo, una concepcin de la realidad, rechazando la afirmacin de la permanencia y homogeneidad de la misma, para afirmar en cambio su condicin histrica, esto
es, mutable o cambiante y heterognea.
En el campo del conocimiento, su derivacin lgica es que el historicismo considera
como verdades las que en e! transcurso del tiempo se han conquistado. Pero no como
verdades definitivas sino cada una de ellas como la verdad adecuada a su tiempo. No
desprecia e! pasado como una suma de errores, segn lo hiciera en gesto de autosuficiencia la Ilustracin. No considera tampoco haber alcanzado la verdad definitiva y
elude, por ese camno, el dogmatismo.
Es aqu donde surge el problema que encara el Profesor Frondizi. Los enemigos
del historicismo lo acusan de caer en el escepticismo o el relativismo. Su argumento es
el de que "la verdad es incompatible con la historia. Un juicio es verdadero o no lo
es ... ", etc. (p. 336). El autor refuta este argumento sosteniendo que en l se confunde una doctrina o concepto de la verdad con la verdad misma, y que esa doctrina
de la verdad tiene su origen en la metafsica de Parmnides.
Se agrega que si no hay verdad definitiva, la que enuncia el historicismo no puede
serlo, y de ah surgiran dos posibilidades: una, que el historicismo se aplique a s mismo su propia doctrina, lo que llevara a su opuesto, esto es, a la existencia de verdades absolutas; y otra, que la tesis que sostiene la historicidad de la verdad se sustraiga
a la historia, es decir, que "la proposicin que enuncia que la verdad tiene un desarrollo histrico es ella definitiva" (p. 341).
La respuesta del autor abarca distintos puntos que sintetizamos:
l.-Se constata la existencia de grados eliversos ele verdad o de verdades que funcionan en distintos planos.
2.-El carcter hstrico del saber humano no implica que pueda cambiar en cualquier direccin. No vuelve a los errores del pasado. El saber est abierto hacia adelante,
-181: -
185-
BIBLIOGRAFA
cipadora.
Vctor Sanz.
186-
ODDONE, M. BLANCA PARs DE. La Universidad de Montevideo en la formacin de nuestra conciencia liberal. 1849-1885, Montevideo, Universidad de la Repblica, 1958. 436 pp. .$ 7.50 mln.
La seiora Blanca Pars de Odclone eulmin su carrera en la Facultad de Humallidades y Ciellcias con la tesis que motiva este comentario.
Realizada bajo la direcci;- del DI'. Arturo Ardao, su publicacin, a la que se suprimi para su edicin el copioso e import:lI1te apndice doeumental que la completa,
ha constitudo un seiialado acierto de la Univcrsiliad, por cuanto en clla se estudia, a
la luz de fuentes inditas y ditas poco o nada utilizadas antes, el papel de la Universidad como "baluarte del civismo", consecuencia obligada y natural de su orientacin liberal fundada en la ctedra de Filosofa, de filiacin racionalista, y evolucionada en las
ctedras de Economa Poltica, Derecho Natural v de Gentes, Historia, Derecho Penal
y Derecho Constitucional.
El estudio de estas ctedras fundamentales, le permitc a la seiiora Pars de Oddone,
dcdicar con fundamento, el ltimo captulo de su obra a la considcracin de la Universidad de Montevideo, como "baluarte del civismo", seilalando que ese espritu universi-
187-
BIBLIOGRAFA
tario liberal "sometido a prueba durante los atlas aciagos del Militarismo demostr en
los hechos que no era cimiento terico y ftil el andamiaje que sustentaba esos principios, sino profunda estirpe liberal, blasn de una concien~la civilista defendida por los
univeristarios con gallarda".
La lucha del 75, la colacin de grados de 1876, las actitudes de estudiantes y profesores durante las dictaduras de Laton'e, Santos y sus personeros, aun en las contradicciones en que se debatan intransigentes y posibilistas en el mismo mbito universitario, la polmica de Carlos Ma. Ramrez y Jos Pedro Varela, son temas cuidadosamente analizados por la autora as como la defensa de la autonoma universitaria duo
rante el rectorado de Jos Pedro Ramirez, realizada por ste con la fuerza de la conviccin y su talento sobresaliente en diversas incidencias importantes analizadas con
acopio de informacin.
Estudiada la trayectoria universitaria desde 1819 ha~,ta la intervencin por el gobierno de Santos en 1884, la seora Pars de Oddone seala cules "fueron sus funciones
primordiales: educar y formar ciudadanos", postulando "una conciencia nacional por encima de los partidos polticos", no disimulando los defectos de los planes de estudios y
la falta de "elementos indispensables" para el estudio de las ciencias, afirmando en las
Proposiciones de la tesis que la Universidad, en la poca estudiada; fue "escuela de
liberalismo y baluarte de civismo", "porque en sus ctedras alent el espritu liberal"
que "presidi la formacin de una conciencia universitaria" y porque todos los elementos del claustro, ;;,"partir de tales principios "dieron la pauta de nuestros reclamos civilistas durante el militarismo".
La obra se completa con una utilsima cronologa de la Universidad y sus ctedras,
una exhaustiva indicacin bibliogrfica y de fuentes y un ndice onomstico de provechosa utilizacin.
Constituye el trabajo de la seora Pars de Oddone la ms digna culminacin de
su carrera universitaria en el campo de la historia. No deja de advertirse cmo el prolongado contacto con las ideas de esas generaciones fundamentales de nuestras posteriores y aun actuales caractersticas cvicas ha entusiasmado a la autora, pero debe sealarse
en justicia del rigorismo cientifico de su preparacin, que cada afirmacin y conclusin
se encuentra asentada en una slida base documental y decantada en una agotadora compulsa de fuentes.
Constituye, por estas razones, la obra reseada, un aporte de segura trascendencia y
perennidad a la historia de las ideas en nuestro pas; campo hasta hace escaso tiempo
muy poco transitado y que solamente interesa penetrar con la severidad anloga a la que
se evidencia en la tesis de la autora.
Las comprobaciones y conclusiones de la obra resultan as incontrovertibles para e!
crtico que, en base a preconceptos y generalidades, intente rebatirlas, y solamente po.
dran cuestionarse, si una similar labor de investigacin den~ostrara omisiones o defectos
de informacin que permitieran alterar las Proposiciones formuladas. El conocimiento
que de! tema poseemos hasta el momento nos inclina a suponer que tal modificacin
no ocurrir y que podr esguirse sosteniendo el papel protagnico de "la Universidad
de Montevideo en la formacin de nuestra conciencia liberal".
]. M. Traibel.
188-
STUDER) ELENA
Este libro consLituye el nmero CI de la serie de Publicaciones del Instituto de Historia Argentina "Dr. Emilio Ravignani", actualmente bajo la direccin del profesor Ricardo R. Caillet-Bois. Esta serie prosigue las ediciones del Instituto de Investigaciones
Histricas de la Facultad de Filosofa)' Letras de Buenos Aires, que, bajo la direccin
del doctor Ravignani, public, en este grupo, la casi totalidad del centenar de sus ttulos.
En La trata de negros en el Ro de la Pla!a durante el siglo XVIII la seora de Studer
comunica los resultados de una larga investigacin realizad:! bajo la orientacin del doctor Ravignani quien no sabemos si lleg a conocer la tesis segn el texto que ahora se
ha dado a las prensas. Posiblemente habra sido del caso consignar stas y otras circuns.
tancias aclaratorias en una advertencia que se echa de menos.
La autora, segn el ttulo, se propone el estudio de L(I. trata de negros en el Ro
de la Plata durante el siglo XVIII aunque, con buen criterio, sobrepasa esa limitacin
cronolgica para dar una idea general del tema.
Hasta el presente, en el Ro de la Pla!a, lo ms importante que se haba escrito
sobre la cuestin era el estudio de Diego Luis Molinari, Datos jJara el estudio de la trata
de negros en el Ro de la Plata, introductorio al tomo VI[ de los Documentos para la
Historia Argentina. La seii:ora de Studer, supera con nuevos aportes y puntos de vista,
a la citada obra, arribando en muchos aspectos a conclmiones definitivas. El libro se
desarrolla a travs de una parte preliminar, una parte general, una especial)' considemciones generales. Lo fundamental est centrado en los captulos VI a XIII, particularmente del VIII al XIII.
Debe observarse que donde la autora :se desenvuelve con mayor soltura es aquella
en que utiliza fuentes a su alcance en los archivos de :m pas (cap. Xl, p. ej.). En
cambio, los ltimos captulos de la parte especial, sobre todo el estudio sobre el trfico
despus de la vigencia de la Real Cdula del 24 de noviembre de 1791 que otorg a
Montevideo el monopolio para esta parte de Amrica, pudieron enriquecerse con indagaciones en los archivos uruguayos.
El libro se acompaa de abundantes lminas y excelentes cuadros, los cuales constituyen un elemento ilustrativo de primer orden, que podrn servir de base a futuros
e,tudios de demografa histrica, etnologa, etc.
La obra se termina con unas consideraciones generales donde la autora examina: Pro.
cedencia; La Travesa; Recepcin en el puerto de destino; El mercado de esclavos; El
destino de los mismos; Ocupaciones y trato de la esclavatura; La condicin jurdica de
la esclavatura; Inferencias sobre el aspecto social y cultural, etc., que no estn a la altura
del resto del trabajo. No observamos el que la autora no haya entrado aqu por el terreno fcil de la "literatura sociologizante"; a este capitulo lo hallamos fuera de lugar,
en alguno de sus temas, desde el punto de vista lgico, dentro de la trata, que es el
objeto del estudio y, por otra parte, an admitiendo la procedencia de su inclusn, la verdad es que es apenas un esbozo, muy imperfecto, de diversos asuntos de gran
-189 -
BIBLIOGRAFA
Edmundo M. Narancio.
190-
V let or Sa11Z.
NOTAS
1.
.$ 22.00
mln.
"Punto de partida", califica el autor a esta historia de las dos artes plsticas que
se indican, la cual se inicia, para la una, en los primeros aos independientes, y, para
la segullda, en la mitad del siglo, tras Ulla breve referencia a la imaginera colonial.
Destaca, en la primera parte, la gran figura de Blanes sobre los primeros autores
uruguayos, para estudiar, despus, la obra de la Academia, la renovacin anticlsica de
Sez, los artistas extranjeros, el modernismo de C. M. Herrera, la importancia del Crenlo Fomento de Bellas Artes, el impresionismo, con sus seguidores y opositores, las dos
figuras de P. Figari y R. Barradas, la reaccin formalista, Rive]Jo y Prevosti, y, por ltimo, tras dedicar una atencin especial a J. Torres Garca, la actual tendencia hacia
el no figurativismo.
La segunda parte, dedicada a la escultura, se abre, como dijimos, con las pl'mer;s
tallas en madera, el perodo del mrmol y las primeras manifestaciones nacionales, siguiendo con la consideracin de Belloni, Zorrilla de San Martn, Michelena y sus escuelas, los modernos, los academicistas y escultores de varias ter,dencias, para terminar con
la nueva escultura.
El autor ha volcado, para evolucionar en este terreno virgen, su larga experiencia
vivida y su constante contacto con la produccin nacional e incluso con la extranjera,
habindole ayudado esto ltimo para situar convenientemente el aporte uruguayo a la
plstica de los dos ltimos siglos.
Acompaan a la obra una serie de notas, una bastante extensa bibliografa y una
gran cantidad de bien seleccionadas ilustraciones, entre las que incluve retratos o fotografas de una buena parte de los autores de que habla.
'
191-
BIBLIOGRAFA
v. s.
BEAUMONT, J. A. B. Viajes por Buenos Aires, Entre Ros y la Banda Oriental (1826-1827). Buenos Aires, Hachette, 1957. 299 pp.
Relato que une, al inters del cuadro costumbrista trazado por el viajen>,
el suscitado por los pormenores de la empresa colonizadora de Beaumont. El estudio
preliminar de Sergio Bag aporta valiosa informacin sobre la Rio de la Plata Agricultural Association y destaca la importancia de la publicacin que es, a su juicio, "un documento con mltiples observaciones y datos que, aunque ligados a veces por Tazonamientos cuyo valoT lgico e histrico paTece difcil aceptar, son indudablemente importantes para el conocimiento de los factores econmicos y sociales que actuaron en la
dcada de 1820 a 1830".
A. M. C.
FERNNDEZ, ARIOSTO. Primeras relaciones polticas y sociales entre la Repblica Oriental del Uruguay y los Estados Unidos de Amrica. Ivlontevideo, Barreiro y Ramos, 1958. 57 pp.
Opsculo editado y dstribudo por el Servicio Cultural e Informativo de los Estados Unidos en el que se renen y cmentan diversos document05 Teferentes a las actividades de los dos pdmeros cnsules uruguayo y estadounidense en los Tespectivos pahc3
y algunos OtTOS documentos de menor importancia.
v. S.
HORt'lE, BERNARDINO C. Un ensayo social agrario. La colonia San Jos, Entre Ros, 1857-1957. Buenos Aires, Editorial Leviatn, 1957. 140 pp.
En la ruta de la bsqueda de una tercera posicin entre el liberalismo clsico, "que,
bajo la consigna de la libertad, tolera la especulacin ms desenfrenada" y "los controles
absolutos del estado totalitario", sita el autor a esta colonia ya centenaria, de la que
traza su historia y estudia su estado actual. La parte histrica va precedida de una
introduccin, en la que se examina el problema de la colonizacin tal como se halla
planteado en nuestros das, encuadrado legalmente para el caso, por la ley de transformacin agraria de Entre Ros (factor fundamental del progreso de la provincia) y la
Ley AgTaria argentina; as como la obra Tealizaela por el Banco de la Nacin.
La fundacin de la colonia bajo los auspicios de Ulquiza, su ampliacin, la creacin ele otras nuevas, la administTacin de Alejo Peyret, la fundacin de Coln y de
su puerto, son seguidos a continuacin en detalle, dedicndose un captulo a la organizacin de la colonia y otro al estado actual de la misma, sus necesidades y las medidas
que, a juicio del autor, debcran adoptarse para su evolucin.
-192 -
v. s.
KROEBER, CLlFTON B. The Gmwth of the Shipping Indusl1y in the Ro de
la Plata Region. 1794-1860. Madison, The University of Wisconsin
Press, 1957. 194 pp.
Un estudio previo de la Tegin del Ro de la Plata con atencin especial a sus
ros, es seguido por el de la navegacin y el comercio en los tiempos coloniales. Los
puertos de Buenos Aires y Montevideo, la construccin, tipos, propiedad y control de
barcos, las comodidades del comercio, la llegada de extranjeros, la expansin de la
marina y el desanollo de las Tutas navieras y, finalmente, la lucha por la libre navegacin constituyen el Testo de la obra. Acompa'ian 13 tablas referentes a los distintos
aspectos encarados y una extensa y minuciosa bibliografa.
v. S.
193-
BIBLIOGRAFA
PARISH) WOODBINE. Buenos Aires y las provincias del Ro de la Plata. Buenos Aires, Librera Hachette, 1958. 617 pp.
v.
S.
V. S.
194-
v.
S.
SALTERAIN y HERRERA) EDUARDO DE. Lm;alleja. Montevideo, Talleres Grficos de A. Monteverde y Ca., 1957.630 pp. $ 15.00 mino
Salterain y Herrera -cuya produccin histrica se vincula primord~almente al .es.
tudio de tipo biogrfico- ofrece en est~ oportunidad una vid~ de Lav~lleJa Cl~YO, s.enudo
se define en el prlogo: "Este es un hbro acerca de Lavallep y su epoca lllstonca. Es
para la apreciacin de los entendidos, en la interpretacin del hombre y de los sucesos
suyos, y para noticia de los profanos, -tambin-, en la. transcripci?n de docu:l1~ntos
ditos e inditos, de los archivos, que aclaran la personalidad de! heroe o el movll de
sus actos" arrrerrando que "presentar a Lavalleja ntegramente, mostrar el cuadro y los
actores de S~I tiempo, narrar los medios de accin, y juzgarlos libremente, ha sido la
intencin del autor".
El objetivo prepuesto se logra plenamente en base a la compulsa de una exten~a
bibliorrrafa v al examen de nutrida documentacin referida a la actuacin de Lavallep
desde "su ini~iacin en la carrera de las armas, hasta su repentino fallecimiento en el
Fuerte, en momentos que, rentegrado a la accin poltica, cumpla tareas inher~nt~s a
su alto cargo. Se pasa revista de este modo a su incorporacin a las huestes artJgmstas
cuando el estallido revolucionario de 18Il, a su lucha tenaz contra los portugueSES, a
los intentos revolucionarios de 1822 y 23, a la cruzada libertadora del 25, a su actuacin como gobernante, a las cuestiones diplom,ticas y problemas derivados de la Con
vencin Preliminar de Paz, a las disidencias con Rivera, a su alejamiento de la vida
pblica en el turbulento perodo de las primeras presidencia~ hasta que, reclamado por
una poltica de concordia, es designado triunviro junto a Rivera y Flores en 1853. Todos estos hechos salientes de la actuacin de Lavalleja son detenidamente tratados por
195
BIBLIOGRAFA
A. ,\J. C.
SCARONE, ARTURO. Efemrides Uruguayas. Instituto Histrico y Geogrfico del Uruguay. Montevideo, Talleres Grficos de la Imprenta Nacional, 1956. 4 vv. .$ 36.00 mln.
Con un prlogo de Montero Bustamante, donde se resea brevemente la trayectoria del autor y los antecedentes de la ciemeridografa en e! Uruguay> e! Instituto
Histrico y Geogrfico del Uruguay presenta esta nueva obra de Arturo Scarone. En
cuatro volmenes -uno de ellos dedicado exclusivamente a ndices que facilitan su manejo- se detallan con minuciosidad los acontecimientos ms varidos de nuestro acontecer histrico desde la fundacin de Montevideo a nuestros das. Obra de indudable mrito por
lo que representa el acopio de tan diverso como disperso material, ser de imprescindible consulta y necesario auxiliar del investigador.
A. l'.f. C.
Archivo del Brigadier General Juan Facundo Quiroga. Tomo l. (18151821). Universidad de Buenos Aires, Instituto de Historia Argentina
"Doctor Emilio Ravignani". Buenos Aires, Departamento Editorial de
la Universidad de Buenos Aires, 1957. 384 pp.
Con una advertencia y prlogo de Ricardo Caillet Bois, su Director, el Instituto de Historia Argentina inicia la publicacin de una valiosa serie documental, constituida por los papeles pertenecientes a Quiroga. Obtenidos por mediacin de! doctor
Emilio Ravignani en 1935, bajo su direccin se realizaron las tareas necesarias para su
difusin, frustrndose el propsito por la separacin de que fue objeto. A diez afias
de este hecho, el Instituto, que lleva ahora e! nombre del eminente historiador desaparecido, cumple con el cometido inicial. Ms de 350 piezas perfectamente ordenadas,
forman este primer volumen cuya importancia para el estudio del personaje y su poca,
es obvio destacar.
A. Af.
V. S.
196-
HISTORIA AMERICANA.
V. S.
r.
\'\TILLIMAN, JOS CLAUDIa. El Dr. ClauclioWilliman,' su vida pblica. Montevideo, Talleres Grficos Prometeo, 1957. 854 pp. .$ 15.00 mino
n.
CRUZ COSTA, JOAO. Esbozo de una historia de las ideas en el Brasil. Mxico,
Fondo de Cultura Econmica, 1957. 175 pp.
Las distintas corrientes del pensamiento brasileo, desde la colonia hasta 1930, con
los matices propios que adquieren en este pas, y que las distinguen del resto de los pases ibero-americanos, son el tema de! libro. Por un lado, la bien visible huella del pensamiento europeo y, por e! otro, la atraccin del sertn, de la propia tierra, que introduce un sentido americano al conjunto ideolgico primitivamente "transocenico". Pero
este segundo aspecto, si bien predominante a fines de! siglo pasado, Cruz Costa lo encuentra ya en la colonia, en los mismos jes~ltas, aunque no tan desarrollado. Influencia
portuguesa, primero; francesa, despus; alemana, ms tarde; pero influencia en grado
progresivamente decreciente, que desemboca en un campo abierto a todas las corrientes
filosficas e ideolgicas en el que se distingue, no obstante, una mayor capacidad de
asimilacin, un mayor porcentaje de elaboracin propia. Esto se observa, fundamentalmente, despus de la primera guerra mundial. Pero, a lo largo de toda su historia, el
197-
BIBLIOGRAFA
pensanlle.~ t'co en el que las ideas ':50n como instrumentos de accin, principalmente de
mente lnac 1 ,
b' d f ' f
en e! camaccin olticay social". El libro se presenta, no como un tra aJo e lll~ IVO
.
"'.' .le'xico, Fondo de Cultura Econmica,
F. El filibusterzsmo.
1\
1957. 241 pp.
GALL,
J.
.
., I
I C [rada de los Hermanos de la Costa, consEl filibustensmo, pnnCIpa men.te a o ~ .' t T I es la tesis de los autores que,
tituy un verdadero ensayo de sOCiedad ana.qUls a' a. . t
hechos' no existIeron
ara lanzar su chocante afirmacin, s~ bas~n en. los S~gl:~~ e.s . 1 oc~ la HO iedad
~ntre los filibusteros nrejuicios ele naclOnalJdad m el? lelJ"Ilonb' t.an p. d 'r InoPh ele
.'
- allnql'p
SI '
la de
ot111:e,
. d' 'd I ni de la tIerra
m. el e Io,- b arco".
..
, eCI, 1" id- 1
m 1\1 l:a de roduccin ero si la de los bienes de consumo; no eJercIa la coecLlv, ,al
I~s medlO.s O'e'r;lcia en la' frbertad de cada cual; la participacin en las empre'ias co~lfI
nmguna m"mtaria
~
" di'
'. n se nombraba
v en ellas cuando las neCeSI_a es o llnpom.1 , .
d un J'e e
nes era vo I1
J"
l' I I
'n pudiendo ser epuesto
,
t 'idad cesaba tan pronto como fin:! Iza Ja a operaCI ,
.
I
n
~l~~.aSi~~p~~ voto i~cluso en el curso de la misma. Antes de partir, un consf:Jo, en e qu~
todos participan, elabora la ley a bordo.
.,
."ecomo .
ues, encarndola
. .
El I'bro en realidad es una historia d e Ia puatena, p
1
,
,
d
d
onmico y poltico y condICIOnes geograsultado de la conjuncin de factores e or e.n. ~c
l'
( I meno~ histficas favorables, se la ~st.udia desde su apar;clOn len el ~~~~\~ ~~~~~~ola ~lavor atencin
ricamente) hasta sus ultll110S coletazos. en e moe erno.
..'
'r obra1' or
sobre los filibusteros "libertarios", depndo de lado a. ~os ~OISaI10S que, po
p
cuenta de algn gobierno, no pueden mere.c~r ,es.e calJfcatI~o:.
.tuO'a
Los autores han llevado su conciencia lllstonca has~a 1'1Sltar I~ Is}a de la TOl oc~l~
I I
dan una descripcin tal como es en la actualIdad. En nmgun moment~. d
.
.
I'b
quienes lavan incluso de la reputaclOn e
e e a que
tan su slupata haCia los piratas I res, a
. . I
. de la poca
crueldad, mostrando, con hechos al apoyo, que .ia~ a~~c;~aep~sn~:~rir~~~:~O'uar de qu
y se cometan por ambos bando:. aunque se - ep
"
parte se daban con ms frecuencIa.
.. .
h'
Descripcin del Virreinato del Per. Crnica inedita de comienzos del siglo XVII. Instituto de Investigaciones Histricab. Universidad Nacional
del Litoral. Rosario, Imprenta de la Universidad Nacional del Litoral, 1958. 140 pp.
En 1910, en ocasin del Congreso de Geografa e Historia hispanoamericana celebrado en Sevilla, el historiador peruano Jos de la Riva Agero di a conocer la existencia
de esta valiosa crnica de la poca colonial, encareciendo su publicacin. Utilizada tambin por el P. Vargas Ugarte y fragmentariamente publicada en sus Manuscritos Perua
nos en las Bibliotecas elel extranjero, se edita ahora en su versin completa, iniciando
la serie documental ele este Instituto.
El prlogo de Boleslao Lewin contribuye a esclarecer ciertos aspectos referentes a
poca y autor, destacando, por otra parte, su valor dada la cantidad de datos econmicos, ambientales y estratgicos que contiene. Incluye ndice general y geogrfico.
A. M. C.
IlL
HISTORIA DE EUROPA.
FRIEDLAENDER, H.
Los autores inician su estudio a mediados del siglo XVIII para terminarlo en
nuestros das, subdividiendo el trabajo en cuatro etapas: hasta 1870; hasta 1914; el perodo de entre las dos guerras, y el de la segunda postguerra hasta hoy.
No se hace en l la historia econmica de toda Europa, como el ttulo promete, sin')
la de los pases que se juzgan ms representativos de la economa europea: Gran Bretai'ia,
Alemania y Francia, amplindose despus a 105 desarrollos correlarivos producidos en
Blgica, Suecia, Italia, Dinamarca, Suiza, Holanrla y Rusia. Pero se hace en forma extensa, abarcando todas las conexiones que los hechos econmicos presentan con los distintos aspectos de la vida, sobre todo con los polticos. El proceso de industrializacin,
a travs de la transicin de la agricultura feudal a la capitalista y del artesanado a la
gran industria, as como el desarrollo del comercio y la banca, la revolucin en los
transportes y, por ltimo, el nacimiento del sindicalismo y de las luchas sociales, como
consecuencia del desarrollo industria!, forman la primera parte.
En la segunda, vuelven a tocarse todos estos aspectos para trazar un cuadro completo de la madurez del capitalismo, etapa en que se desarrolla el imperialismo y toma
auge la legislacin social.
El estudio de! perodo comprendido enrre las dos guerras se extiende con el de las
proyecciones y lugar de la economa europea en el cuadro de la economa mundial,
detenindose en el detaile del movimiento cooperativo con Jos distintos matices que toma
en los diez paises en los que se considera.
o
J. y TORMO SANZ, L. ExjJ.eriencza mzslOnera en: la !lorida Jsiglos XVI y XVII). Madrid, Consejo Superior de InvestIgacIOnes CIentficas, 1957. 377 pp.
KEEGAN, G.
1::
-198 -
v.
-
199-
S.
,
te', honor , orpuesto muel epnsm
.
,
.'
"
o-ullo y dignidad; hacia la contextura sOCIal de la Espalla mod~rna.
.
.
"
I
durez del feudalismo espaol; debilidad de la burguesla en la Casulla ~edl~l' lI;m.~ de la contribucin judaica a la forja de lo e,paol; fracaso ?el pro.ml.s~no
1l1u
va , 1'
es de la buro-uesa castellana en l siglo XVI; Espaa como umdad hls.ton~;;
~ts!O:~~~~cuito de la ~odernidad espaola; Espaa y Europa; los espaoles y la lustona.
INDICE DE REVISTAS
La finalidad de este ndice tiende a la ordenacin temtica de
la produccin que constantemente incorporan al conocimiento histrico las jJrincipales jJ1lblicaciones peridicas americanas y europeas de esa especialidad. Artculos, trabajos, ensayos, comunicaciones o series documentales, material que, por lo general, dada su diversificacin en mltiples revistas, no l'esulta de cmodo acceso para
qnien desea mantenerse al da con la bibliografa de su inters.
ImjJosibilitados, jJor falta de estJacio, de incluir, adems, una
rcseJia comentada de estos atJortes y descartando la utilidad de toda
seleccin, cualquiera sea su criterio, ofrecemos aqu una gua bibliogrdfica donde se irn clasificando en rdenes concretos, por pocas
\' reas, las contribuciones ms recientes.
.
La nmina de revistas aludidas en cste nmero, se limita a
aquellas que recibe regularmente el Instituto de Investigaciones Histricas. He aqu su detalle J' las siglas para su identificacin en el
In dice.
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The American Historical Review, v. LXIV, n. 1, Washington, octubre de 1958 (The AHR).
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(Ann.) .
Anuario del Instituto de Invesiigaciones Histricas, Facultad de Filosofa, Letras y Cien
cias de la Educacin, ario II, n. 2, Rosario, 1957 (Anuario).
Boletn de la Academia Nacional de la Historia, aJio XXXIV, n. XXVIII, Buenos Ai
res, 1957 (Bol. ANH).
Boletn de la Academia Nacional de la Historia. L XLI, n. 162, Caracas, abril-junio,
1958 (Bol. AN Hist.).
Boletn del Instituto de Historia Argentina "Doctor Emilio Ravignani", ao I, t. I, n. 1,
Buenos Aires, abril-mayo-junio de 1958 (Bol. IHA, Dr. E. Ravignani).
Bulletin of the Institute of Historical Research, v. XXI, n. 83, Londres, mayo de 1953
(Bull. IHR).
.
The Economic History Review, Utrecht, segunda serie, v. XI, n. 1, Ulrecht, agosto de
1958 (The Ec. Hist. Rev.).
Estudios Americanos, v. XV, nn. 78- i9, Sevilla, marzo-abril ele 1958 (Est. A m.) .
The HistJanic American Hisiorical Review, v. XXXVIII, n. 2.. Durham, mayo de 1958
(The HAHR).
Historia, ao IV, n. 14, Buenos Aires, octubre-diciembre de 1958 (Historia).
Histor)', Y. XLIII, n. 149, Londres, octubre de 1958 (History).
l'vJavo, Revista del JHuseo de la Casa de Gobierno, aIio I, n. 1, Buenos Aires, enel"). marzo, 1958 (Mayo).
Revista de Historia, n. 3, Buenos Aires, ler. trimestre de 1958 (Rev. de Hist.) .
Revista de Histria, aIio IX, n. 34, San Pablo, abril-junio de 1958 (Rev. Histria) .
Revista de Hstoria Americana y Argentina, ario J, nn. 1 y 2, Mendoza, 195657 (RHAA).
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lVI.
ROMERO GMEZ,
]. A. O.
206-
LA
209-
CRNICA
ele la Universidad, autorizndose en prinCipiO la contratacin de funcionarios v la ciotacin de los necesarios recursos. Se est an a la espera de que el Rectorado disponga
el comienzo de estos trabajos, luego de cumplidas las tareas de limpieza.
Funciones generales
210-
El curso PellSamiento Cientfico contempla, en el plan de estudios de la Licenciatura de Historia. el papel que desempefia la Ciencia en la historia de la humanidad.
Su carcter distintivo radica en presentar la adquisicin progresiva del conocimiento cientfico dentro de las coordenadas humanas, trazando su evolucin en estrecha conexin con la historia de la humaniclad y poniendo de relieve sus interrelaciones con
los factores polticos, sociales y culturales. Presenta, pues, el desarrollo de las ciencias
cOUlO parte integrante ele la historia de la civilizacin; diferencindose as de la historia
de la ciencia que, ('n su forma tradicional, ofrece, en primer lugar, slo una ('xposicin
crol1o!p;ica v coherente de la exploracin de lo real.
La~ co~xiones entre las teo;-as y 103 descubrimientos; v las demostraciones de los
vnculos que los unen con los acontcimientos constituyente~ del fondo histrico general. estn consicIeradas segn tres elementos directores.
1) Las teorias y las doctrinas cientificas en sus relaciones con la esfera ideolgica
de la jJOca.
Las creencias religiosas y, en general, las convicciones metafsicas, intervienen en la
estructuracin ele las hiptesis bsicas ele la Ciencia. Este hecho, claramente visible en
la Antigedael y en la Eelad Media. se perfila incluso ms all del Renacimiento, iminumlose, por ejemplo, en la ?vIecnica ele 1. Newton.
Las teoras cientificas guardan una estrecha relacin con las e10ctrinas filosficas de
su tiempo. Basta consicIerar la historia ele la ciencia griega (Pitgoras, Demcrito, Aristteles), la ciencia de la Edad \feelia (Alberto \{agno, Avicena, Averroes), la ciencia
renacentista (Giordano Bruno, Kepler. Descartes). La filosofa mecanicista e1el siglo
XVIII, e! materialismo y el positivismo ele! siglo XIX y el neopositivismo de nuestra centuria, son inseparables ele las grandes teoras que traducen el nivel alcanzado por el conocimiento cientfico en esas pocas.
2) Por decisiva que sea la contribucin de jJersonalidades geniales al progreso del
conocimiento cientfico, la Ciencia es una creacin social en tanto que no ajJarece como
Ull ejJifenmeno aislado en el cuadro de la mentalidad colectiva, sino que est ligada al
orden social y cultural de ulla JJoca determinada.
La Antigedad con su ciencia hiertica, confiada en Babilonia y en Egipto a la
casta de los sacerdotes; la sociedad griega con su desprecio por el manejo de los ius-
211-
trumentos v el desarrollo unilateral de las ciencias matemticas y cosmolgicas; la importancia ci'eciente del artesanado en el alba elel Renacimiento, con su influencia sobre
la preparacin del mtodo experimental, etc., etc., ofrecen ilustrativos ejemplos al
respecto.
S) Las interferencias de la ciencia ajJlicac!a con la historia jJoUtica del mundo.
El papel de los instrumentos cientficos en los viajes de descubrimiento y de exploracin; la intervencin del papel, del arte de imprimir, de la brjula, de la fabricacin de lentes, etc., en la preparacin del Renacimiento, presentan ejemplos claros pal'a
el anlisis de la indicada interdependencia.
En las clases de seminario, que acompafian a las clases expositivas, se atiende a ia
elucidacin ele los problemas planteados en el curso y se discuten los trabajos de pasaje
de curso realizados por los alumnos, procurndose, en la medida de 10 posible, la realizacin de laiJores que signWquen esfuerzos de investigacin.
El programa del curso correspondiente al afro lectivo 1958, versa sobre las grandes
sntesis cientficas realizadas en el siglo XIX; el principio de la evolucin en las teoras cientficas del siglo XIX; la interpretacin fsicoq:1mica de la materia viva y la
creciente influencia de la Ciencia sobre la vida material del hombre dentro del cuadro
elel saber cientfico del siglo XIX.
Asignatura: Filosofa de la Historia.
Profesor: Jess Bentancourt Daz.
SIl
concepto de la Historia.
pressione e linguistica generale (1902). - Cr'~ciente descubrimiento del elemento conce'Jmal en la Historia. - Germen de tres ideas fundamentales: 1) La Historia se sepa:a
de la esttica por "la interpuesta funcin de los universales"; necesidad de una teora
de la h~s.toriografia; pri?cipios pr?pios e intrnsecos de la Historia. _ 2) Crtica de una
concepclOn 'purament~ .~telectua]~ta. de la, folistoria; qu se entiende por leyes y conceptos (haCIa ~ua .r~vlSlon de la ,Loglca); cntlca de la Sociologa y la Filosofa. _ 3) Coml<;n.zos del ~llSton;:lsm~: la rea]~ad c~mo hi:toria. - Historicidad del pensamiento filosoflco (haCIa la Identidad de FllosofIa e Historia).
4 ... El jJaso c!ecisivo. -, La. Logic.a come scienza del cOlJcetto puro (1908). _ Formu~a~lOn de. l:na gnos~o~ogla. -. que son los conceptos. - Crtica del escepticismo. _
.':ctIYldad teonca y actlYldad practica. Conceptos y pseudo-conceptos. _ Utilidad prctlca de los pseudo-conceptos. - El concepto puro. - Anlisis de sus caracteres. _ Forma
verbal. del concepto; el juicio. - El juicio definitorio: identidad de sujeto y predicado. _
El ul1lversal-concreto. - El juicio individual y perceptivo, forma ltima y perfecta del
212-
CRNICA
conocer, UlllCO que se adapta plenamente a la realidad. - Identidad del juicio definitorio y el juicio individua!. - La sntesis a priori lgica y la doctrina de las categoras.
Filosofa e Historia. - Definicin de la Filosofa. - La Historia. - Anlisis de sus
caracteres. - Identidad de Filosofa e Historia.
Las ciencias naturales: edificios de pseudo-conceptos, "transcripciones taquigrficas
de la realidad viva y mutable". - La historicidad de la naturaleza. - Las otras cie'1cias. - Clasificacin de las ciencias.
Formas de errores. - El filosofismo. Crtica de la Filosofa de la Historia.
5. Una epoca de balance. - La formacin ele Croce. - Las grandes influencias.
Saggio sullo Hegel (190G). - La dialctica hegeliana: buenas y malas interpretac~o
nes. - Lo que Croce toma y lo que rechaza de! pensamiento de Hegel. - Otros estudlJS
hegelianos.
La tradicin napolitana. - La filosofa de Giambaltista Vico.
La gnoseologia viquiana. - Su concepcin de la historia. - Otros estudios viquianos.
Con tributo al/a critica di me stesso (1915). - Historia de su evolucin filosfica. Cmo se lleg a la Filosofa del Espiritu. - Proyectos historiogrficos.
G. Teora de la Historia (o de la historiografa). - Teoria e storia della storiografia (1915 o 191G) y Storia del/a storiografia italiana nel seco lo decimonono, 2 vols. (1920).
Contemporaneidad de toda historia verdadera. - Historia y crnica. - Los docnmentos y la Historia. - Las pseudo-Historias.
Critica del escepticismo histrico: 1) en cuanto a la incertidumbre de los doC\!mentos; 2) en cuanto a la escasa verdad que nos suministra (agnosticismo). - Falso
concepto de la "historia universal". - Lo universal en la historia. El juicio histrico. Sintesis de 10 particular y 10 universal. - Eliminacin del dualismo entre "verdades de
hecho" y "verdades de razn".
Crtica de la Filosofa de la historia. - Trascendencia e inmanencia. - Crtica tIel
naturalismo. - Pape! de las filosofas de la historia.
Otros problemas metodolgicos. - La divisin en periodos. - Las historias especiales.
La filosofia como metodologia de la Historia. - Crtica de la concepcin metafsica y de sus prolongaciones actuales.
l.
El eclamo vital. - La experiencia de la guerra y el fascismo. - La reciproca
\ inculacin del conocer) el hacer. - La storia come jJensielo e come a:ione (1938).
El conocimiento histrico (o todo conocimiento) proviene de requerimientos de la
vida prctica. - La historicidad, la verdad y la unidad de un libro de historia.
La necesidad en la historia. - Critica de la necesidad causal (naturalismo) y la
trascendente (providencialismo). La previsin histrica.
Historicidad de tocIo conocimiento. - Historicidad de la
Historicismo absoluto.
realidad. - Lo llamado irracional en la historia. - Mala interpretacin del historicismo. - Juicio histrico y juicio moral. - Historicismo completo e incompleto, puro e
impuro.
La historiografa como liberacin del pasado. - Distincin entre pensamiento y
accin. - Las cateO'oras como potencias de accin. - Principios de la accin: la libertad y e! progreso l~erpetuo. - Concepto de progreso. -:. El conocimiento histrico tiene
carcter preparatorio, pero no determinante de la acclOn.
213-
CRNICA
9.
Conclusiones y crtica.
Extensin cultural
Entre los dias 1 y 7 de setiembre ltimo se desarroll en la ciudad de Merced2s,
dentro del plan de las misiones de extensin cultural iniciadas e! afio pasado por la
Facultad de Humanidades y Ciencias una semanil de estudio sobre temas de Prehistoria del
Litoral Rioplatense e Historia Nacional a carga de una delegacin presidida por el Dr. Ec'
genio Petit Muioz e integrada por los siguientes aluIllnos y ex.alumnos de sus cursos d,:,: la
Facultad: Violeta Bonina de Languth, Susana Carballal Machado, Maria Anglica Dominguez, Susana Marmo, Nelson Martinez Diaz, Leticia Migliaro, Arbelio Ramirez y
Victor Sanz.
La feliz coincidencia de cumplirse en aquellos dias e! 759 aniversario del liCt~o
Jos Ma. CamjJos de dicha ciudad, hizo que las inlensas cctividades que se desarrol1.lron durante ese lapso adquirieran un relieve y una repercusin acrecentdos. Al final
de la semana estuvieron presentes diversas autoridades nacionales y docentes.
Acudi tambin, para asistir al cursillo del Dr. Petit Mufioz sobre constituciones "rtiguistas, una delegacin de alumnos del liceo de Paysand a cuyo frente se hallaba el
PraL Dr. Demcrito Beceiro. A los actos de clausura de la semana asisti el decano
de la Facultad Dr. Emilio Oribe.
La delegacin efectu una jira por los lugares histricos de! departamento y sus
centros docentes, dictndose dos conferencias, en los liceos de Dolores y Fray Bentos,
por el Dr. Petit Mufioz.
Los estudiantes que componian la delegacin dictaron todos conferencias sobre distintos temas de las materias indicadas, en el liceo y el Centro Uruguayo de i\fercedes.
Fue una semana de fructfera actividad que lien plenamente sus objetivos.
EL
214-
ORGANIZACION
El Instituto de Historia de la Arquitectura es uno ele los cuatro Institutos actuales
ele la Facultad de Arquitectura de Montevideo, y su origen se encuentra en el Institu:o
ele Arqueologia Americana.
En 1935, se crea e! Instituto de Arqueologa Americana sobre la base de la ctedra ele Historia ele la Arquitectura, por niciativa del entonces Decano de la Facultad,
Arq. Armanelo Acosta y Lara y con la colaboracin del eminente y estudioso hombre
pblico ecuatoriano, de vasta vinculacin con Montevideo, Dr. Jos Gabriel Navarro,
quien efectu donacin de importante material grfico sobre arquitectura de los pak:s
de Amrica, con el que se form dentro del Inslituto la Seccin Laboratorio de Arte
Americano.
El Instituto ele Arqueologb Americana estaba dirigida por un Director y un SubDirector honorario, asistidos per un Consejo Directivo Houorario, presielido por el Decano y compuesto por 9 miembros: el Director, el Sub Director y delegados de: Consejo Directivo de la Facultad de Arquitectura, Instituto Histrico y Geogrfico, Sociedad
Amigos ele la Arqueologa.
En 1942, el Instituto de Arqueologa Americana fu incluido en la Ley de Presupuesto de la Facultad de Arquitectura, contanelo desde entonces con recursos propios,
para elesarrollar su labor.
En 1946, respondiendo a un plan general de reorganizacin de los Institutos que
existan entonces en la Facultael ele Arquitectura, el cual tendi a darles la estructura
de los dems Institutos Universitarios, su conduccin qued a cargo elel Director y Jel
Subelirector, quienes eran al mismo tiempo Profesor y Profesor Adjunto de Historia
ele la Arquitectura respectivamente.
En 1948, en concordancia con la nueva orientacin del organismo, cambia su denominacin por la ele: Instituto ele Historia de la Arquitectura.
En 1953, la ley ele Presupuesto desglos los cargos de Direccin de los de Profesor
y le di su fisonomia actual, completando el equipo tcnico del Instituto, que desarrolla
sus actividaeles contando con: un Director, un Jefe ele Departamento, AYl'dantes de Investigacin, Ayudantes Tcnicos, funcionario administrativo; en total, 8 miembros.
Descle el all0 1955, el Instituto de Historia de la Arquitectura tom a su c<l.ro-o,
aelems, la conduccin ele la Seccin Diapositivas de la Facultael ele Arquitectura.
o
ORIENTACION y
ACTIVIDADES
215-
CRNICA
En el ler. curso - Se precisa el panorama de la Arquitectura Contempornea relacionado al medio geogrfico, social y econmico.
En el 2do. curso - Se estudia la Historia dc la Arquitectura Nacional y sus relaciones con los aspectos fundamentales de la historia general del pas. (Este curso comenz a dictarse en el afio 1955. El programa del mismo para el afio 1958 se' incluye
al final de esta l"esea).
En el 3er. curso - Se estudia un proceso arquitectnico de! pasado dEsde un punto
de vista integl'al y con la finalidad dc promover un mecanismo metodolgico que haga
posible al alumno e! estudio individual de cualquier otro proceso histrico-arquitectnico.
En el -19 y 59 cursos - Se realiza un estudio comparado del proceso arquitectnico
contemporneo con otro proceso histrico al'quitectnico anterior, analizado desde un
punto de vista conceptual.
b - Atencin de cursos
Se realizan diversos trabajos, destinados a su utilizacin en los cursos afincs al Instituto, en manera espccial en el ele Historia de la Arquitectura Nacional, tales como:
-Rcunin de datos, estudio y ampliacin de temas comprendidos en el progI"ama
del curso.
-Graficacin de datos, l'ealizacin de planos y dispositivos.
-Organizacin y conduccin de visitas de alumnos a edificios de inters para el
curso ele Historia de la Arquitectma Nacional.
-Informacin y facilitacin de la consulta del material e:dstcnte en e! Instituto
por parte de los alumnos.
-Reunin de datos bibliogrficos y documentales sobre tcmas dc Arquitectura
Nacional.
c -
29 - Illuestigacin
Los trabajos de Investigacin Histrica fucl"On comenzados en el ao 1953, con J::
colaboracin del Instituto ele Invcstigaciones Histricas de la Facultad de Humanielades y Cicncias de IVIontevideo, mediante la cual el Instituto de Historia de la Arquitectura realiz incursin en el mtodo de Investigacin Histrica y su aplicacin al estudij
de la arquitectma nacional.
a - Trabajos de inuestigacin sobre el origen y euolllcin de poblaciones nacionales.
Enseianza
216-
Estos trabajos sc realizan anualmente y estn dirigidos a l"eunir los elatos histricos
para la informacin general sobre las localidades de nuestro pas, que sirven de base al
desarrollo de los trabajos del curso de ProFctos de Arquitectura.
Debiendo estar reunida esta infOTmacin al comienzo de los cursos escolares, deben
rcalizarse con sujecin a exigencias de tiempo (un alo para el desarrollo completo del
trabajo), y oportunidad (versan sobre el tema fijado para el desarrollo del curso ole
Proyectos) pOl" lo cual estos trabajos no l"epresentan una investigacin exhaustiva ni permiten an llegar a establecer las cal"actel"sticas ms gencrales del Urbanismo Nacional.
217-
CRNICA
En cuanto a mtoelo, ellos son realizaelas mediante investigacin rigurosamente objetiva, elirigich a reunir estuelies que ayuden a la formacin ele un conocimiento cientfico elel elesarrollo ele la Arquitectura Nacional.
-"Documentos para la historia ele la Arq'.litectllra Nacional. Proyecto elel "Convtntillo ele Lafone". (Resea explicativa, plalh)S y mtmoria elescriptiva elel eelificio, a publicarse en la Revista ele la Facultael ele Arq;itectura).
Trabajos a publicar:
-"Origen y evolucin elel pueblo San Ramn. (Deplo. ele Canelones)". Trabajo
ele investigacin realizaelo por el 1. H. A.
Trabajo en preparacin:
-Cuaelros sinpticos elel elesarrollo ele la Arqnitectura Nacional, en relacin con
los hechos histricos funelamentales.
Otilia J\iuras
Jefe de Depart~mento
Instituto ele Historia ele la Arquitectun
Se realiza revisacin ele archivos y extraccin ele copias ele elocumentos referentes
a eelificios y ncleos peblaelos nacionales, habinelose reunido alreeledor de 1900 plano,.
39 - Asesoramiento y divulgacin
a - El Instituto ele Historia tiene a su cargo la Seccin Diapositivos ele la Faculu:l
de Arquitectura, que se organiz sobre la base de la coleccin ele eliapositivos de Historia
ele la Arquitectura e Historia del Arte y que cuenta actualmente con alreeleelor de 10.000
piezas. Se realiza incorporacin ele nuevas piezas, clasificacin, fichado y archivo eld
material y atencin elel servicio ele la Diapoteca para uso ele las clases ele Facultael, de
<Jases en organismos ele Enseanza Pblica y actos pblicos ele nelole cultural.
b - Anualmente se realiza divulgacin (restringiela a los Talleres ele Proyectos lJe
Arquitectura), por medio ele repartielos y ele exposicin en el curso ele Historia ele la
.-\rquitectura Nacional, ele la informacin histrica sobre la localielael que sirve ele base
para el elesarrollo de dichos cursos.
Complementariamente, y elaelo su notorio inters, se ela a conocer el programa general ele! curso ele Historia de la Arquitectura corresponeliente al ao lectivo 1958,
ilustrativo ele la orientacin y criterio con que se encaran aspectos y proyecciones econmico-sociales ele nuestro elesarrollo histrico.
HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
1 -
Se realiz traeluccin ele las siguientes obras, de inters para el estuclio ele ia
c
historia ele la Arquitectura:
-Brinckmann, DI'. A. D.
Urbanisn1'J; desele la Eclael Meelia hasta la poca co:)tempornea.
-Von Bezolel, Gustav - La arquitectura elel Renacimiento en Alemania, Holanela.
Blgica y Dinamarca.
-Folnesics, Hans - Brunelleschi.
- Taut, Bruno - La nueva arquitectura en Europa y Amrica.
-Osthaus, IZarl Ernst - Van ele Velele, yiela y obra elel artista.
d - Se realiza asesoramiento sobre tem:s diversos relacionaelos con las
del Instituto, solicitados por organismos pblicos.
218-
-El mercantilismo en las eliferentes potencias europeas. El regllllen econmico espaol: evolucin elesele los Austrias a los Barbones.
-El proceso ele implantacin ele la economa liberal en el Ro ele la Plata: ;a
Guerra Granele y la elel Paraguay.
Trabajos publicaelos:
1 clase
e - Publicaciones
activielael~s
Trabajos en publicacin:
1I "
La esleculacin.
-La especulacin territorial: la expanslOn ele j\fontevieleo; la funelacin ele San
Bautista v de San Ramn. La esp~culacin burstil: la Bolsa ele Comercio. La
219 --
CRNICA
III -
13 -
9 - Las ideas y
S!t
quitectura renovadora.
-La influencia de la Escuela de Bellas Artes de Pars: magisterio de Carr.
Los primeros "Gran Premio" y la introduccin de la arquitectura renovadora.
Carcter de la obra de estos egresados y de la enseanza de la arquitectura.
15 - El urbanismo en el Uruguay.
-El concmso de las Avenidas, la fundacin de la ctedra de Trazado de Ciudades, la ley de Centros Poblados y la creacin del Instituto de Urbanismo. Magisterio de Cravotto. El Plan Regulador.
16 -
Teatros -
-El problema de la forma en la arqllltectura colonial. Vinculacin entre la F.Scolstica y el historicismo neoclsico de la Academia de San Fernando. Tomis
Toribio.
-El problema de la forma en el siglo XIX. Eclecticismo histrico y espiritualismo. Rab.
19 -
-La tcnica del hierro y el hormign armado en la arquitectura: la casa de inquilinato de Lafone y los mercados del Puerto y de la Abundancia.
220-
Cines.
-Las ideas en materia de vivienda La labor del I.N.V.E. y del Municipio. Los
espectculos: crisis teatral y auge del cine. El Teatro Urquiza y el Oden y
los teatros independientes. Los primeros edificios para cine: Ariel, Gran Splendid, Rex Theatre. La segunda serie de cines: Ambassador, Metro, Radio City,
Plaza y Central, Ariel, Censa, Trocadero, Eliseo. La cultura fsica: el estadio
Centenario y el Veldromo. Los estadios cerrados.
10 - El problema formal.
11 -
reflejo en la arquitectura.
Las ideas en materia de enseiian:a de a;quitectura. La influencia del Art NO/veau y la Secesin.
-Las ideas en materia de arqutiectura. La enseanza olicial de la arquitectma en
el Uruguay. Masqueles, primer profesor de Arquitectura. La Arquitectura a fines del siglo XIX: Art Nouveau y Secesin en el Uruguay.
10 clases.
6 -
LA ARQUITECTURA EN EL SIGLO XX -
221-
:20 -
:21 -
22
INDICE
Pg.
VII
3
39
,17
':l5
HI
TEXTOS Y DOCUMENTOS.
Fuentes existentes en Madriel para la historia contempornea ele Amrica Latina.
CELIA COLOMBO, Informe de una misin en archivos espmioles
o.. oo..
Serie Documental . oo
o.. o
ooooo. oo. ooo.. ooo. . . .
153
155
BIBLlOGRAFIA.
RESEAS:
FAVARO, E., El Congreso de las Tres Cruces y la Asamblea del mio XIII, por
A. l\Ielndez Cerruti (p. 183). - FRONDIZI, Ro, El historicismo y el problema de
la verdad, por J. Bentancourt Diaz (po 184). - LEWIN, B., La rebelin de Tpac
Amanl y los orgenes de la emmzcipacin americana, por V. Sanz (po 185). MANCINI GIANCARLO, G., San Isidoro de Sevilla, por J. Bentancourt Diaz
(p. 186). - ODUONE, M. Bo P. de, La Universidad de Montevideo en la formacin de nuestra conciencia liberal, por J. Mo Traibel (p. 187) o - STUDER, E. F.
S. DE, La trata de negros en el Ro de la Plata durante el siglo XVIII, por E.
Mo Narancio (p. 189). - 'WEBER, A., Sociologa de la historia y de la cultura,
por V. Sanz (p. 190).
NOTAS:
Historia elel Ro de la Plata (pp. 191-196). 199). - Historia ele Europa (pp. 199-200) o
222-
oo. o
209
214
o
oo. o..
222
UNIVERSIDAD DE LA REPUBLICA
MONTEVIDEO
73
A.
CASSINONI
Vocales
lTUZAING ALVARIZA, RUGO C. Al\IORN, VCTOR BERTULLO, JUAN CA~
LOS DEL CAMPO, SAL D. CESTAU, JUAN S. CROTTOGINI, JULIO ECHEV.\RRA, OMAR FREIRE, VICENTE 1. GARCA, CARLOS GONzALEZ, RODOLFO
GORRlTl.. AGUSTN LAXALDE, RUBEN LOMBARDO, \VALDEMAR LPEZ
PERDOMO, AURELIO LUCCHlNI, ALFONSO LLAMBAS DE AZEVEDO, RoDOLFO MEZZERA A LVAREZ, EMILIO ORIBE, JULIO RICALDONI, JUAN
RODRGUEZ RGULI.
CONSEJO DE LA FACULTAD
Decano
EMILIO
ORIBE
Vocales
FERNANDO ARIAS, JESS BENTANCOURT DIAz, JUAN JOS CARBAJAL
VICTORICA, CARLOS ETCHECOPAR, PEDRO FERREIRA BERRUTI, ALFONSO
LL~MBIAS DE AZEVEDO, RAL VAZ FERREIRA, ISAIAS XIMNEZ.
LA
jefe de Investigaciones
ED:\IUNDO M. NARANCIO
Ayudante de Investigacin
]\1.
Personal tcnico
REYNA SIERRA GIL DE CASTRO SUREZ
AMELIA MELNDEZ CERRUTI
JUAN ANTONIO ODDONE
VCTOR SANZ
EN PRENSA:
DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DE LA REPBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY
EN PREPARACIN:
ENSA YOS.
IV:
ESTUDIOS
II:
!II:
MONOGRAFAS
(j
travs de
INVESTlCACIN HISTRICA