Mudrovcic El Pasado Reciente
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Mudrovcic El Pasado Reciente
Introduccin
En un clebre pasaje del Fedro, Platn pone en boca de Scrates el mito
del origen de la escritura. Cuenta la tradicin que en Egipto hubo un
dios, llamado Teuth, que invent los nmeros, el clculo, la geometra,
la astronoma, as como los juegos del ajedrez y de los dados y, tambin,
la escritura. Teuth se present al rey Thamus, que reinaba por entonces
Agradezco a los rbitros de Dinoia, cuyos comentarios contribuyeron a mejorar la primera versin de este trabajo.
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en el pas, y le ofreci las artes que haba creado. El rey le pregunt por
la utilidad de cada una de ellas. Al llegar a la escritura, Teuth dijo al rey
que esta enseanza [. . .] har a los egipcios ms sabios y memoriosos,
que con ella se invent el remedio para la memoria y la sabidura
(Platn 1945, 274e). A lo que el rey respondi: Padre de la escritura,
le has atribuido por benevolencia lo contrario de lo que puede; porque
la escritura producir en las almas de los que la aprendieren el olvido
precisamente, por descuidar la memoria [. . .]. Inventaste, pues, no el
remedio para la memoria sino para la reminiscencia (275a). Este mito
reproduce, a mi entender, la tensin nsita en la discusin contempornea entre el testimonio de aquellos que vivieron acontecimientos lmite
y la representacin histrica de los mismos. Dicha tensin, reformulada en los trminos del mito, se producira entre la mneme (memoria)
de los hechos, de la que slo puede dar cuenta el testimonio del que
los vivi, y la mediacin que la escritura interpone entre el hecho vivido y el hecho narrado.1 Temerosos como Thamus, muchos tericos
contemporneos ven en la escritura histrica un extraamiento de la
experiencia, de all que, para el caso de experiencias lmite del pasado
reciente, surjan la demanda moral de que el recuerdo de las mismas
no sea distorsionado o banalizado por representaciones groseramente
inadecuadas (Friedlander 1992, p. 3), y la duda epistemolgica acerca
de la adecuacin de las categoras estndar de la representacin histrica para dar cuenta de tales experiencias.
El testimonio oral en la historia del presente o del pasado reciente
En un trabajo anterior (Mudrovcic 2005), defin la historia del pasado
reciente o historia del presente como aquella historiografa que tiene
por objeto acontecimientos o fenmenos sociales que constituyen recuerdos de al menos una de las tres generaciones que comparten un
mismo presente histrico.
Las ventajas que creo que posee una caracterizacin de la historia
del presente como la propuesta son las siguientes:
a) delimita un lapso ms o menos acotado;
1
Ricur reinterpreta este mito del origen de la escritura como mito del origen
de la historiografa, para articular la discusin en torno a la relacin entre la memoria y la historia. Sin embargo, para el caso de los testimonios de los sobrevivientes
de los campos de exterminio mantiene la brecha entre la singularidad de un fenmeno en el lmite de la experiencia y el discurso histrico. Cfr. especialmente 2004,
pp. 175230.
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si del fenmeno histrico estudiado se puede dar testimonio, el recuerdo as atestiguado se imbrica directamente en la trama social y se transforma en un factor de demandas ticas y polticas en la resignificacin
del pasado reciente.3 Por otro lado, dado que los testigos constituyen
el soporte biolgico de los recuerdos de los acontecimientos de los que
se pretende dar cuenta histricamente, el lapso retrospectivo de una
historia del presente o del pasado reciente abarca, aproximadamente,
entre ochenta y noventa aos.
Hace sesenta aos, el 27 de enero de 1945, Yakov Vincenko (que an
vive) fue el primer soldado sovitico que traspas los lmites de Auschwitz; su relato de lo que all encontr an estremece. El joven soldado
no saba en aquel momento que all tambin murieron 150 000 soldados soviticos que haban sido prisioneros, en los combates de 1941,
cuando Alemania, sin declaracin de guerra, invadi la antigua URSS.
Esto s lo saba el general Yakov Dimitri Volkogonov, historiador tambin de la Academia de Historia de Mosc, muerto recientemente y
testigo de la reaccin de Stalin cuando ste fue informado de que la
aviacin alemana haba violado el espacio areo sovitico. El caso Volkogonov nos permite afirmar que est transcurriendo el tiempo en el
que los testimonios de los sobrevivientes del genocidio ms documentado y estudiado del siglo XX se estn transformando en fuentes slo
accesibles a partir de los archivos. La muerte del sobreviviente independiza el testimonio de su enunciador, y lo hace perder su condicin
de ser palabra de alguien que pueda responder por sus dichos ante
cualquiera que se lo requiera. Lo dicho puede ser interpelado, ahora,
por el historiador; de la misma forma que cualquier registro que del
pasado haya quedado.
En lo que sigue intentar mostrar que, en el debate que se ha dado
en los ltimos aos en torno a los alcances de la representacin histrica para dar cuenta adecuadamente de acontecimientos que, como
el Holocausto, el Gulag, las guerras de limpieza racial, el terrorismo
3
De ello no se sigue que todas las demandas tico-polticas, los pedidos pblicos
de perdn, el otorgamiento de compensaciones, etc., que se efectan en un presente
histrico se deriven nicamente de su pasado reciente. Las demandas de justicia y
reparacin, en el caso de la esclavitud en Estados Unidos, o el perdn pedido por
el papa Juan Pablo II por las faltas cometidas en el pasado por la Iglesia catlica
contra numerosos grupos o comunidades, constituyen ejemplos de acciones que,
en el presente, aluden a pasados histricos muy lejanos, como las Cruzadas o la
Inquisicin, por ejemplo. Estos casos, a mi entender, muestran cmo se construye
la identidad moral a travs del pasado y, fundamentalmente, dejan al descubierto
la inextricable relacin que la historia, entendida como res gestae, posee con la
justicia.
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de Estado y, en general, los crmenes masivos del siglo XX, exceden los
lmites de la comprensin y la experiencia humanas, se ha tendido a
privilegiar la inmediatez de la experiencia vivida, que supuestamente
transmitira el testigo presencial del acontecimiento. Se ha oscurecido,
entonces, la mirada retrospectiva, que implica distanciamiento de la experiencia vivida,4 presupuesta no slo en el testimonio sino tambin en
la historiografa. En este sentido, dos son los puntos que quiero poner
en tela de juicio. En primer lugar, la idea que est presente en la siguiente expresin de Ankersmit: El lenguaje del testimonio va ms all de
las limitaciones del lenguaje narrativo que suele usar el historiador, en
el cual una voz impersonal e intersubjetiva interpela a una audiencia
igualmente impersonal e intersubjetiva (Ankersmit 2001, p. 161). En
segundo lugar, la existencia misma de testigos histricos que, segn
Ricur, son aquellos cuya experiencia extraordinaria echa en falta la
capacidad de comprensin media, ordinaria (2004, p. 214) y en cuyo
caso, en el momento de testificar el trauma vivido, el pasado se hace de
nuevo presente en el sentido ms literal. Parafraseando al psicoanalista
Laub, la realidad histrica tomara, entonces, la forma de testimonio,
es decir, de palabras.5 En definitiva, el objetivo del presente trabajo es
mostrar que, aun reconociendo lo extraordinario de estos testimonios
al lmite y la dificultad que supone comprenderlos, no ofrecen ningn
acceso directo al pasado histrico y su tratamiento como fuentes orales
conlleva la posibilidad de contribuir al conocimiento de estos acontecimientos extremos.
El testimonio como evidencia: el ejemplo de la historia oral
Arendt seala que tanto la palabra griega istora como eidenai, que significa saber, derivan de la raz d, ver; y que originalmente istor
signific testigo ocular. De all que historien tenga el doble sentido de
dar testimonio e investigar. Herodoto, quien estableci el uso de la
palabra historia para el estudio del pasado, emple el trmino en su
sentido dual de testimonio y de investigacin (Arendt 1996, p. 296).
El testimonio implicaba afirmaciones verdaderas acerca de los hechos
que se haban contemplado y se eriga en garanta de lo que ocurri,
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vidas por los sectores marginales de las que slo se contaba con narraciones producidas por las elites.
Podemos distinguir dos tipos de historia oral, la que denomino reconstructiva y la interpretativa.8 La historia oral reconstructiva es
aquella que busca extraer conocimiento de lo que realmente ocurri
a partir de los testimonios orales. La funcin primaria del recuerdo es
informar sobre el pasado. El testimonio oral constituye la prueba de
las relaciones que el historiador hace de un curso de acontecimientos
y abona la pretensin de la historia de fundarse sobre hechos. Esta
forma de tratar el recuerdo fue prioritaria en los inicios de la historia
oral en la que sus intereses confluyeron con el creciente avance de la
denominada historia social. En este sentido, los testimonios orales contribuyeron al conocimiento de campos tan diversos como la historia del
trabajo, las historias regionales o las historias de mujeres con el objetivo
fundamental de recabar informacin all donde sta era incompleta o
estaba ausente. Desde otra perspectiva, el contenido factual del recuerdo es prioritario cuando lo que se trata de reconstruir son episodios de
la historia reciente cuya completa evidencia documental depende de
la liberacin de archivos. Para mencionar un ejemplo, las entrevistas se
constituyeron en la fuente de informacin primaria para reconstruir dos
episodios de la historia britnica reciente: la crisis del Canal de Suez en
1956, y la Guerra de las Malvinas en 1982. Sin los testimonios orales
se habra tenido que esperar hasta 1987 y 2013, respectivamente, para
la apertura oficial de los archivos.
A partir de la dcada de 1980, varios factores contribuyeron al desarrollo de nuevas formas de historia oral. La influencia de disciplinas
como los estudios de la mujer, la nueva antropologa y la sociologa
interpretativa pusieron en duda ciertos supuestos de la historia oral
reconstructiva; en especial, en lo que corresponde al objetivo de buscar, en el testimonio, la prueba de los hechos ocurridos. Este desarrollo
de la historia oral, que podemos denominar interpretativo, se dirige a
comprender de qu modo los sujetos sociales interpretan su mundo social a travs de los testimonios orales. La inexactitud o distorsin de los
recuerdos no es considerada negativamente, sino como va de acceso a
las formas culturales y los procesos por los que los individuos expresan
el sentido de s mismos en la historia. Este tipo de aproximacin al
testimonio tiende a considerarlo ms como indicador de representaciones colectivas que a asegurar su consistencia factual, aun cuando no
8
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Cfr. Ginzburg 1993. Esta comparacin ya la haba efectuado Voltaire en relacin con el grado de certeza que podemos encontrar en la historia a partir de los
testimonios. Al respecto, Voltaire seala que las verdades en la historia slo son
probabilidades y el historiador, al igual que el juez, no podr jactarse nunca de
conocer la verdad (Voltaire 1967, p. 287).
10
Ferrajoli 1989, p. 32, citado por Ginzburg 1993, p. 24.
11
En la misma direccin, Sarlo (2005, p. 47) afirma: Todo testimonio quiere
ser credo y, sin embargo, no lleva en s mismo las pruebas por las cuales puede
comprobarse su veracidad, sino que ellas deben venir desde afuera.
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un acontecimiento pasado: se realice este acontecimiento en circunstancias informales o formales (Ricur 2004, p. 210). Y, en segundo
lugar, quisiera sealar, en principio, las dos miradas restrospectivas que
son necesarias para que un testimonio sea tomado como tal y que estn
presentes en las dos definiciones propuestas anteriormente. Una de las
perspectivas se encuentra en la estructura discursiva misma del testimonio, puesto que ste constituye un relato y, por lo mismo, supone un
enlace retrospectivo del presente de la atestacin con el pasado de los
hechos relatados. Por lo anterior, el testigo, para tener la condicin de
tal, debe posicionarse retrospectivamente ante los hechos pasados que
l mismo vivi o padeci. Es decir, el testigo que como sujeto enuncia
el relato en el presente debe poder distinguirse del sujeto del relato
(l mismo) que padeci los acontecimientos atestiguados. Es lo que
Ricur denomina posicin de tercero frente a los protagonistas.12
Ahora bien, luego del tratamiento que el testimonio como prueba o
evidencia ha tenido en la historiografa contempornea y que hunde
sus races en una larga tradicin que se remonta al siglo XVII, cmo
podemos entender la siguiente afirmacin de Elie Wiesel: Si los griegos inventaron la tragedia; los romanos, la epstola, y el Renacimiento,
el soneto, nuestra generacin invent una nueva literatura, la del testimonio,13 dando por descontado que el gnero autobiogrfico, como
literatura testimonial, tiene ya varios siglos entre nosotros? El problema es, a mi entender, que en la llamada era del testimonio (Felman y
Laub 1992, p. 6) se ha producido un desplazamiento semntico, y ahora
se entiende por testimonio14 no el medio para obtener un conocimiento
inferencial de los hechos pasados, sino una forma de acceso directa al
pasado mismo. En este giro que ha dado la nocin de testimonio podemos distinguir tres posiciones que intentan dar cuenta de la relacin del
12
Esta nocin de testimonio como relato le permite a Jay poner en duda la distincin que efecta White entre los hechos o sucesos (nivel prenarrativo o crnica)
y la presentacin narrativa que de los mismos hace el historiador (nivel de imposicin de la trama). Dado que para Jay los testimonios son relatos, el hecho o
suceso del que pretenden dar cuenta ya se encuentra entramado en la narracin
del testigo; por ese motivo, lo que los historiadores moldean en sus propios relatos se encuentra previamente entramado por los actores. En este sentido habra
un proceso de negociacin entre los dos rdenes narrativos, lo cual evitara que
la representacin histrica se convierta en un relato arbitrario. Cfr. Friedlander
1992, p. 104.
13
Wiesel 1977, p. 9, citado por Felman, Education and Crisis, or the Vicissitudes
of Teaching, en Felman y Laub 1992, p. 6.
14
Me refiero especialmente a aquellos testimonios de sobrevivientes de experiencias lmite.
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Cfr. Agamben 2000, p. 34; Levi 1989, pp. 7273; Sarlo 2005, p. 44. No se
abordar en este trabajo la perspectiva del pseudotestigo, puesto que ontolgicamente ocluye la posibilidad de la experiencia del suceso y, por lo mismo, una
discusin epistemolgica acerca de una integracin de la misma en un relato.
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Ankersmit 1994; Gearhart 1984; Kellner 1989; Jenkins 1991, y Rigney 1990,
entre otros.
17
Cfr., al respecto, Momigliano 1981, y Gossman 1990, entre otros.
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compila 19 trabajos, la mitad de los cuales estn escritos por historiadores. Segn lo anuncia el propio Friedlander en la introduccin a dicho
volumen, el fin que ha guiado las contribuciones no ha sido abordar
aspectos histricos especficos del Holocausto, sino el supuesto compartido de que se enfrentan con un acontecimiento de tal magnitud
que demanda una reflexin general sobre las dificultades que suscita
su representacin y una aproximacin global a ellas puesto que estn
tratando con un acontecimiento al lmite, que pone en jaque las categoras conceptuales tradicionales por tratarse de la forma ms radical
de genocidio encontrado en la historia (Friedlander 1992, p. 1).
La publicacin de este libro constituye, a mi entender, el momento
decisivo en la discusin que desde 1973 se sostena en relacin con el
concepto de representacin historiogrfica. La cuestin es que, a diferencia de la etapa anterior, ya no son los crticos literarios ni los filsofos
los que sealan el aspecto figurativo de la trama argumental de la historia, sino que ahora son los propios historiadores quienes ponen en duda
la posibilidad de representar acontecimientos lmite del pasado reciente
a travs de medios estndar de la disciplina histrica. Por qu, recin
en los aos 1990, los historiadores al menos aquellos implicados con
el llamado Holocausto ponen en duda su posibilidad de reconstruccin histrica? Creo que la respuesta puede encontrarse en el llamado
debate de los historiadores Historikerstreit ocurrido en Alemania a
mediados de la dcada de 1980. En dicha ocasin, Habermas atac el
esquema interpretativo sobre el pasado alemn, apelando a argumentos polticos, de historiadores que, como Hillgruber, Strmer y Nolte,
respondan, en sus reconstrucciones historiogrficas a las reglas de la
disciplina. Si el debate tuvo alguna consecuencia, fue mostrar cmo
algunas representaciones del pasado alemn estaban directamente conectadas con problemas de legitimacin poltica y social del presente,
considerados significativos fuera de la discusin acadmica de los propios historiadores. A mi entender, la consecuencia ms importante de
este debate fue, en primer lugar, el haber sensibilizado a los historiadores acerca de las relaciones que inevitablemente introducen entre
acontecimientos del pasado para dar sentido a sus reconstrucciones
histricas. Pero, en segundo lugar, condujo a una depreciacin de la historiografa como forma discursiva para dar cuenta del pasado, a partir
de la toma de conciencia de que un pluralismo de interpretaciones
podra distorsionar lo que verdaderamente ocurri. Este apremio por
evitar el inevitable sentido que los historiadores impondran a sus
reconstrucciones del pasado ha llevado a muchos de ellos a cuestionar
el alcance moral que acarreara poner en palabras (texto) la dimensin
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Browning responde:
Lo que no acepto son los viejos clichs acerca de que explicar es excusar,
que entender es olvidar [. . .]. La nocin de que simplemente debemos rechazar los actos de los perpetradores y no tratar de entenderlos los hara
derse de los hechos del pasado para hacerles un lugar en la historia. Es preciso
actualizar los hechos (en el juicio) para permitir su trnsito al pasado, tanto en su
materialidad como en su s ignificacin moral (Garapon 2002, p. 98).
24
Al respecto, abunda la bibliografa de cmo las personas ordinarias conocan
y aprobaban la exterminacin de los judos y las polticas del Tercer Reich: Kerhaw
1983; Bankier 1992; Gellately 2001, etc. El caso ms extremo, a mi entender, es
Goldhagen 1996. Si bien Reyes Mate (2003) clasifica a los sobrevivientes en vctimas, verdugos y espectadores, estos ltimos son tratados de cmplices (pp. 195
211). De acuerdo con Evans (2002), esta actitud ha conducido a una judicializacin
(judicialization) de la historiografa (pp. 326345). Es decir, estamos asistiendo a
la moralizacin del testimonio en detrimento de su valor epistemolgico para la
historia.
25
Cfr. Finchelstein 1999, introduccin.
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imposibles, no slo para mi historia sino para cualquier historia de perpetradores que intentara ir ms all de la caricatura.26
La historia de Browning es un ejemplo de lo que he llamado historia oral reconstructiva. Un texto muy interesante en el sentido de explorar la relacin entre
la materialidad de los hechos y la subjetividad de las personas con el objetivo de
interrogar cmo y por qu una versin errada de la historia se ha hecho sentido comn (historia oral interpretativa) es el trabajo ya citado de Portelli. El libro se basa
en aproximadamente doscientas entrevistas personales. Lo que llama la atencin
es que Portelli estructura el texto en torno a transcripciones de los testimonios con
mnimas intervenciones personales que permiten articularlos en un hilo narrativo.
En el trabajo cabe destacar los sentidos contrapuestos del papel de los partisanos
como perpetradores y como vctimas, y los testimonios de judos italianos, sobrevivientes de los campos de concentracin, acerca de sus familiares o amigos muertos
en va Rasella. El objetivo de Portelli es realizar un montaje de fragmentos ms
o menos amplio para que se puedan observar los sentidos contrapuestos de los
sobrevivientes, ya que la historia oral no es solamente coleccin de fuentes sino
tambin interpretacin (Portelli 2003, p. 28).
27
Vase Mudrovcic 2003, pp. 111127.
28
En 1890 Freud sugiri que la repeticin era causada por memorias reprimidas
de un trauma sexual. En 1897 abandon la teora de la seduccin y reorient su
trabajo hacia el estudio de los efectos de la represin de las fantasas erticas infantiles. Sin embargo, en Ms all del principio del placer (1920), Freud reconoci
la existencia de una tendencia a la muerte que actuara en oposicin al principio
del placer.
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Van der Kolk, McFarlane y Weisaeth 1996, y Van der Kolk 1994.
Laub 1995, p. 66. Cfr. Mudrovcic 2003, p. 120. En el mismo sentido, Ankersmit
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resulta sumamente importante, pues lo que Laub les est negando a estos testigos es la posibilidad de ubicarse como terceros en relacin con
la experiencia vivida y de poder dar cuenta de la misma. Para aquellos
que no han podido superar el trauma infligido, la experiencia lmite no
puede ser considerada retrospectivamente a la manera de un recuerdo
normal y, por lo mismo, no puede ser narrada; es decir, no pueden ser
considerados como testis.
Tal como seala Agamben:
hay dos palabras para referirse al testigo. La primera, testis, de la que
deriva nuestro trmino testigo, significa etimolgicamente aquel que se
sita como tercero (terstis) [. . .]. La segunda, superstes, hace referencia al
que ha vivido una determinada realidad, ha pasado hasta el final de un
acontecimiento y est, pues, en condiciones de ofrecer testimonio sobre l.
(Agamben 2000, p. 15)
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La publicacin, por ejemplo, a mediados de 2003, del libro Los polacos de Ian
T. Gross, socilogo y figura lder entre los nuevos historiadores de Polonia, abri un
debate pblico que tuvo como consecuencia poltica el pedido de perdn pblico
que el presidente polaco Aleksander Kwasniewski pidi por la masacre cometida en
Jebwabne en 1941.
33
Cfr., antes, la nota al pie no. 23.
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Recibido el 28 de abril de 2006; aceptado el 31 de enero de 2007.
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