Anton Chejov - Un Duelo
Anton Chejov - Un Duelo
Anton Chejov - Un Duelo
Un duelo
.o0o.
(Comedia en un acto)
PERSONAJES: ELENA IVANOVNA POPOVA, viuda de un terrateniente, joven, bella. GREG
ORIO STEPANOVICH SMIRNOV, un terrateniente, de unos cuarenta, aos. LUCAS, un cria
do viejo.
La escena representa un saln en la casa de campo de la seora Popova.
Escena primera
(ELENA, de riguroso luto, contempla la fotografa de su marido y suspira.
LUCAS le habla desde el umbral de la puerta.)
LUCAS. -Seora, se est usted matando. No sea exagerada. Ha llegado la primavera, to
do el mundo est alegre y se pasea por el campo y por el bosque. Slo usted permanec
e encerrada en casa como en un convento. Hace yo no s el tiempo que no sale usted!
ELENA. -Y no saldr ya nunca! Para qu? Mi vida se ha acabado. l yace en la tumba, y yo
voy a encerrarme entre las cuatro paredes de esta casa. Hemos muerto los dos.
LUCAS. -No diga usted eso! Si el seor ha muerto, tal ha sido la voluntad de Dios.
Harto ha llorado usted, no va a llorar toda la vida. Es usted joven, casi no ha
empezado an a vivir... Es un crimen matarse as. Ha olvidado usted a sus amigos, a
sus vecinos; no recibe a nadie... Esta casa parece una crcel. En la ciudad, desde
hace poco, hay un regimiento... Muchos de los oficiales son jvenes y guapos como
querubines... Los oficiales dan bailes... Y usted, mientras tanto, tan joven, t
an hermosa... La hermosura es un don del cielo y hay que aprovecharla... Pasarn l
os aos, y cuando quiera usted gustarles a los seores oficiales, ser ya demasiado ta
rde...
ELENA. (Con violencia.)-Basta! No vuelvas a hablarme de esas cosas! Desde la muert
e de mi marido, la vida ha perdido para m todo encanto. He jurado no quitarme el
luto jams y aislarme por completo del mundo. Lo oyes? Su memoria ser siempre sagrad
a para m. Es verdad que a veces era injusto conmigo, hasta cruel...; que sola engaa
rme con otras; pero yo le ser fiel mientras viva. Desde el otro mundo ver que su e
sposa guarda celosamente el honor de su nombre...
LUCAS. -No creo que desde tan lejos... Seora, permtame que se lo diga: todo eso so
n fantasas. En vez de llorar y suspirar, deba usted dar un paseto. Voy a decir que
enganchen a Tobi...
ELENA. -Qu pena, Dios mo! (Llora.)
LUCAS. -Seora! Qu le pasa?
ELENA. -Quera tanto a Tobi!... Era su caballo favorito. Y qu bien lo guiaba! Te acuer
das? Pobrecito Tobi! Di que le aumenten el pienso.(Se oye un fuerte campanillazo.
)
ELENA. (Estremecindose.)-Quin ser? Ya sabes que no recibo a nadie.
LUCAS. -Bien. (Sale.)
ELENA. (Dirigindose a la fotografa.)-Vers, Nicols, cmo s amar... y perdonar. Mi amor
o se apagar sino con mi vida, sino cuando mi corazn cese de latir. (Riendo al travs
de las lgrimas.) No te da vergenza, granuja? Yo me entierro entre cuatro paredes y
te soy fiel, mientras que t... me hacas traicin, me dejabas sola semanas enteras..
. Infame, infame!
LUCAS. (Entrando, desasosegado.)-Seora, un caballero pregunta por usted... Insist
e...
ELENA. -Pero no te he dicho que no recibo a nadie?
LUCAS. -No me hace caso. Dice que es para un negocio muy urgente.
ELENA. -No re-ci-bo!
LUCAS. -No es un hombre, es una fiera. Casi me ha pegado. Se ha metido en el com
edor.
ELENA. -Dios mo, qu mala crianza! Dile que pase. (Lucas sale.) Qu querr de m? Por q
ar mi reposo? (Suspira.) No tengo ms remedio que irme a un convento... (Pensativa.
) S, a un convento...
Escena segunda
(ELENA, LUCAS y SMIRNOV.)
SMIRNOV. (Entrando, a LUCAS.)-Imbcil, borrico! Si te atreves a decir una palabras ms
te rompo la cabeza! Bribn! (Volvindose a ELENA.) Seora, tengo el honor de presentar
me: Gregorio Stepanovich Smirnov, antiguo oficial de artillera, labrador. Me veo
forzado a molestar a usted para un asunto muy grave.
ELENA. (Sin tenderle la mano.)-En qu puedo servirle a usted?
SMIRNOV. -Su difunto marido, a quien tuve el honor de tratar, me deba mil doscien
tos rublos. Tengo pagars suyos. Maana he de abonar ciertos intereses al Banco, y l
e suplico a usted que me satisfaga esos mil doscientos rublos.
ELENA. -Mil doscientos rublos? Y de qu deba a usted mi marido ese dinero?
SMIRNOV. -Me compr avena.
ELENA. (Suspirando, a LUCAS.)-No se te olvide que le den a Tobi ms pienso. (A SMI
RNOV.) Si mi marido le debe a usted ese dinero se lo pagar a usted, desde luego;
pero, perdneme, hoy no me es posible. Pasado maana volver de la ciudad mi administr
ador y le dar orden de que le pague a usted. Hoy no puedo. Adems, hoy hace siete m
eses justos de la muerte de mi marido, y estoy de un humor que me impide atender
a asuntos de dinero.
SMIRNOV. -Pues yo estoy an de peor humor. Si maana no pago me embargan. Me revient
an, comprende usted?
ELENA. -Pasado maana recibir usted su dinero.
SMIRNOV. -Lo necesito hoy, no pasado maana!
ELENA. -Hoy no puedo pagarle a usted.
SMIRNOV. -Y yo no puedo esperar hasta pasado maana.
ELENA. -Pero no le digo a usted que no tengo dinero?
SMIRNOV. -As es que no me pagar usted?
ELENA. -No.
SMIRNOV. -Es esa su ltima palabra?
ELENA. -S, mi ltima palabra.
SMIRNOV. -Definitivamente?
ELENA. -Definitivamente.
SMIRNOV. -Est bien! (Se encoge de hombros.) Y aun se extraan de que uno tenga los ne
rvios de punta! Vive Dios, si esto es para volverse loco, no ya para ponerse nerv
ioso! Desde ayer maana ando de ceca en meca por todo el distrito, buscando dinero
. He visitado a todos mis deudores, he llamado a todas las puertas, y nada! Estoy
rendido, casi sin comer, dado a todos los diablos. Llego aqu, tras un viaje de ki
lmetros, a pedir lo que se me debe, y en vez de pagarme, me dicen que no estn de h
umor. Esto ya es demasiado!
ELENA. -Ya le he dicho a usted que pasado maana vendr mi administrador...
SMIRNOV. -Pero con quien yo he de entenderme es con usted y no con su administrad
or! Para qu demonios necesito yo a su administrador?
ELENA. -Perdn, caballero. No estoy acostumbrada a ese lenguaje ni a ese tono. No
le escucho a usted ms. (Sale rpidamente.)
SMIRNOV. -Tiene gracia! Que el diablo se lleve a todas las mujeres con su maldito
humor! Hace siete meses de la muerte de su marido! Y a m qu? Tengo que pagarle al Ban
co, o no? Ah, seora ma, no estoy dispuesto a permitir que se me tome el pelo! Su ma
rido de usted se ha muerto; usted est de un humor potico, soador; pero a m me tiene
sin cuidado, me importa un comino. Qu quiere usted que haga? Que huya en aeroplano
de mis acreedores? Que me estrelle contra una pared? Que me tire al ro? No, seora, no
! No soy tan bestia! Estoy hasta la coronilla. Llego a casa de un deudor, y ha sa
Escena tercera
(SMIRNOV y ELENA.)
ELENA. -Caballero, en mi soledad, hace mucho tiempo que he perdido la costumbre
de or la voz humana, y no puedo sufrir que se grite. Le ruego a usted que no turb
e mi calma, que respete el dolor de una viuda desconsolada.
SMIRNOV. -Pgueme usted lo que me debe, y me voy!
ELENA. -Ya se lo he dicho a usted: ahora no puedo pagarle. Espere hasta pasado m
aana.
SMIRNOV. -Yo tambin se lo he dicho a usted: Necesito el dinero hoy y no pasado maan
a! Si no me paga usted hoy, maana tendr que suicidarme, lo cual quiz la regocije a
usted, pero a m no me hace maldita la gracia.
ELENA. -Pero qu quiere usted que yo haga, si no tengo dinero? Qu testarudez!
SMIRNOV. -As es que, decididamente, no me paga usted hoy...
ELENA. -No puedo.
SMIRNOV. -Muy bien. No me muevo de aqu hasta que me pague usted. (Se sienta.) No m
e paga usted hasta pasado maana? Pues yo, hasta pasado maana, estar sentado en este
silln. (Levantndose bruscamente.) Dgame usted: tengo que pagarle al Banco o no?
ELENA. -Seor, le ruego que no grite. No est usted en una cuadra!
SMIRNOV. -Le hablo del Banco y ella me habla de la cuadra. La lgica de las mujeres
!
ELENA. -No sabe usted tratar con seoras!
SMIRNOV. -Qu he de saber! Es muy difcil. Prefiero encontrarme ante la boca de un can
a encontrarme ante una mujer.
ELENA. -Es usted un mal educado, un grosero! Ninguna persona correcta se permitira
hablar en ese tono a una seora.
SMIRNOV. -Cmo demonios quiere usted que le hable? En francs, ceceando? (Fuera de s, e
mpieza a cecear en francs.) Madame, je vous prie... permettez moi... avec le plus
grand respect... Me es tan grato, seora, que no quiera usted pagarme mi dinero..
. Perdneme que la haya molestado... Hace un da hermossimo, verdad, seora?... El luto
e sienta a usted muy bien, seora! Es usted encantadora, seora... (Saluda irnicament
e.) Es as como he de hablarle a usted?
ELENA. -Qu grosera y qu estupidez!
SMIRNOV. -Caramba! (Imitndola.) Qu grosera y qu estupidez! Me ha matado usted! Qu
ahora? (Cambiando de tono.) Se engaa usted, seora, si piensa que no s tratar con m
ujeres. He conocido en mi vida ms mujeres que gorriones ha visto usted, seora. He
tenido tres duelos por mujeres; doce mujeres han sido abandonadas por m; yo, a mi
vez, he sido abandonado por nueve mujeres. Gracias a Dios, no ignoro lo que es u
na mujer! S, seora! Yo, en otro tiempo, era romntico, galante, enamorado; suspiraba,
sufra, me pasaba noches enteras mirando a la Luna, como un idiota; recitaba vers
os amorosos, dedicaba sonetos a criaturas poticas. Hablaba furiosa, apasionadamen
te; hablaba como un imbcil de la emancipacin de la mujer; derrochaba mi patrimonio
a los pies de ngeles con faldas; en fin, era el ms imbcil de los idiotas. Y ya no q
uiero ms, gracias! Ya no caer ms en el lazo tendido por manos poticas! He pagado dema
siado cara la experiencia. Los ojos negros, los labios de prpura, los quedos colo
quios de amor, las declaraciones a la luz de la Luna, son cosas ahora para m por
las que no dara ni un cntimo. No me refiero a las presentes; pero todas las mujere
s, sin excepcin, son coquetas, embusteras, maldicientes, vanas, ligeras, mezquina
s, malignas, ambiciosas, egostas. Su lgica es disparatada, y en cuanto a cacumen,
el ltimo de los gorriones est por encima de cualquier filsofa con faldas. Por fuera
son todas ustedes criaturas encantadoras: tules, encajes, mil primores, mil atr
activos, semidiosas; pero si miramos su alma, criaturas divinas, la de un cocodr
ilo no nos parecer peor. (Aprieta con ambas manos rudamente el respaldo de la sil
la, que cruje.) Y lo que ms me subleva es que se creen ustedes tiernas, sentiment
ales, capaces de amar de verdad...
ELENA. -Caballero, permtame...
SMIRNOV. -No, djeme acabar. He sufrido lo que no es decible, por culpa de sus sem
ejantes de usted, y sostengo que las mujeres; no son capaces de amar. Lo que lla
man amor no es, en realidad, sino un engao, una astucia de que se valen en su gue
rra contra los hombres, un timo. Mientras que el hombre sufre de veras y est disp
uesto a todos los sacrificios, la mujer vierte lgrimas artificiales mirndose al es
pejo. Nos engaa, se re de nosotros. Usted, que es mujer -desgraciadamente para uste
d!-, dgame con franqueza si ha conocido alguna mujer sincera, fiel, constante. No,
no y no! Solo las feas y las viejas son fieles y constantes, porque no tienen ms
remedio. Es ms fcil encontrar un gato con cuernos o un toro con seis patas que un
a mujer constante...
ELENA. -Y tendr usted el valor de afirmar que los hombres lo son?
SMIRNOV. -S, seora! Lo afirmo!
ELENA. (Con una risa amarga.)-Los hombres! Afirma usted que los hombres son consta
ntes en el amor? Ja, ja, ja! Qu disparate! El mejor de los hombres que he conocido e
ra mi difunto marido! Yo le amaba apasionadamente, con toda mi alma, con una ter
nura desbordante. Le haba entregado mi juventud, mi vida, mi fortuna; era para m u
n Dios, ante quien me inclinaba religiosamente... Y, sin embargo... el mejor de
los hombres me engaaba, de una manera vergonzosa, a cada paso. Despus de su muerte
he encontrado en los cajones de su mesa una porcin de cartas de mujeres... Me de
jaba semanas enteras sola en casa, les haca delante de m el amor a otras, derrocha
Escena cuarta
(ELENA, SMIRNOV y LUCAS.)
ELENA. (Entra con dos pistolas.)-Aqu estn las pistolas... Pero antes de batirnos,
haga usted el favor de ensearme a usarlas. No he tenido nunca una pistola en la m
ano.
LUCAS. -Dios mo! Virgen Santa! Van a matarse de verdad! Corro a buscar al jardinero
y al cochero... (Sale.)
SMIRNOV. (Examina las pistolas.)-Mire usted, seora... hay varias clases de pistol
as. Las hay especiales para duelos..., de triple extraccin, con un extractor, magnf
icas! Lo menos cuestan veinte rublos... La pistola hay que cogerla as... (Aparte.
) Qu ojos! Dios mo, qu ojos! Tan de fuego es la condenada, que puede provocar un ince
ndio...
ELENA. -As? (Coge la pistola.)
SMIRNOV. -S, eso es... Despus se hace as.... ms estirado el brazo... Apunta usted...
, aprieta luego con el dedo esta piececita... Y se acab. Eche usted un poco hacia
atrs la cabeza... As... Sobre todo, tenga usted calma, no se ponga nerviosa, no s
e precipite... Apnteme al pecho... Ah, se me olvidaba que quera usted alojarme la b
ala en la cabeza!... Bueno, apnteme usted a la cabeza... un poco ms abajo... as...
ELENA. -Bueno, ya s. Pero no vamos a batirnos aqu. Vamos al jardn.
SMIRNOV. -Vamos; pero le advierto a usted que yo tirar al aire.
ELENA. -Cmo! De ningn modo! Por qu?
SMIRNOV. -Porque..., porque..., en fin, es cuenta ma.
ELENA. -Tiene usted miedo, sencillamente! Verdad? Pero no se me escapar usted! Al jar
dn! Al jardn! No estar tranquila hasta que le haya alojado una bala en la cabeza... E
n esa cabeza que detesto! Conque tiene usted ahora miedo?
SMIRNOV. -S, tengo miedo.
ELENA. -Mentira! Por qu no quiere usted batirse?
SMIRNOV. -Porque... porque... me gusta usted.
ELENA. (Con risa sarcstica.)-Ja, ja, ja! Le gusto! Y se atreve a decirlo! (Sealando a
la puerta.) Ande!
(SMIRNOV deja la pistola sobre la mesa, coge el sombrero y se dirige a la puerta
. Ambos se miran un instante en silencio.)
SMIRNOV. (Acercndose a ella vacilante.)-Oiga usted... Est usted enfadada an?... Yo t
ambin estoy hecho un demonio; pero... no s cmo decirle a usted... es una cosa tan e
stpida, que... (Empieza a gritar.) Caracoles! Qu culpa tengo yo de que usted me gust
e? (Aprieta con ambas manos rudamente el respaldo de la silla, que cruje.) Qu sill
as ms flojas!... Pues bien, s, me gusta usted! Estoy casi... casi enamorado...