Bubinzana
Bubinzana
Bubinzana
,.
Mi estimad9 amigo:-
'
,1
:.
"'
:I
\,
LUIS
~ ~
E. VALCARCEL
".
1
i
1
l1
t
~,];
Durahd reaccion6, y mientras los indigenas retrocedian, fevant el zinc dejando al descubierto un reseco
fondo de tierra. Distinguiase bajo el armazn caido,
restos de una caja, carcomida y frascos rotos que hacian
suponer un botiquin destrozado por fa carda del techo.
En uno de los extremos divisabase un fecho aplastado
y cubierto de mantas rafdas. El tech de zinc era demasiado pesado para que pudiera soportarlo mas tiempo.
Dej caer fa palanca y volvi la vista en pas de los bogas
para pedirles ayuda, mas stos estaban lfvidos, dispues. tos a huir.
En aquel instante, como si brotara de la malza,
un hombre se proyect envueho por la densa penumbra
reinante. Flaco, la cara borrada por espesa barba hir.suta, irradiaba un marcado aire de misterio. S voz reson6
coma si partiera de Io mas hondo de la selva.
-Qu buscan?
-Vengo por el Padre Sandro -contest Durand
reaccionando de la impresin.
-Su cuerpo esta enterrado; sus pensamientos estan bajo una aleta. . . Cada vez que el Padre pensaba,
escribia en los papeles que dej. Estan aprisionados sus
pensamientos. Estan cubiertos por la aleta del arbol
-inform el hombre.
-~Cmo muri el Padre?
La interrogacin qued sin respuesta. De pronto
Durand observ que el hombre tenia fija la mirada en
los machetes, que relucian pendientes en las manos de
los bogas.
--Quieren los pensamientos.del Padre? Esperen.
Y desapareci como una sombra. Durand y los
bogas se miraron intrigados. Fue corta la espera. Comb
brotado de un grueso tronco volvi6 a proyectarse ante
ellos el extrafio personaje, portando un grueso atad
de papels.
'1
'
" sin
..
,.~
oportunamente, que la Comunidad corriera con los gastos de mis estudios en el Seminario de una metr6poli
lejana. Comprend[ que me querra mucho, aunque hasta
entonc:es nunca exteriorizara nada que no fuera el in- ters de :umplir con su deber de velar por mf. Sin- embargo, al despedirme en el barco que debfa alejarme de
la patria por largos aiios, vi radar dos lagrimas por su
rostro. Me arrodill a sus pies y recibf su bendici6n.
"
Il
"
,,
'1
il' '
111
Mi vida en los claustros fue un modelo de consa-
;,
ra
10
....
: i
) )
:13
IV
14
1!
'
En cuanto la calma hubo descendido, como un balsamo, a mi agitado esplritu y pude ver los sucesos in-: .
mediatos a travs del lente de la resignaci6n, empec a
planear el fturo. Y cada vez que pensaba en ello, cobraba mayor importancia el brujo como base de mis planes: "El Paraise" debia ser. necesariamente alguna tierra
inaccesible a la civilizaci6n en la amplitud de esa Amazonia inexplorada. 1nterrumpi .una noche su deambular
de fantasma bajo la luna, cuyo fulgor mate trasmitia lividez cadavrica a su cardena piel. Bajo la noche, tal
vez a causa del paisaje espectral o de mis desvelos, su
sonrisa sarcastica me result6 repulsiva y siniestra.
-Tienes miedo a la soledad y al silencio de la noche -me dijo antes que le dirigiera la palabra-. Yo
vi hombres extraviados, enloquecidos por la soledad en
el interior de la selva, enloquecidos por el espanto, porque no hay nada mas espantoso que el vacio producido
por la soledad. j Tienes miedo a la soledad ! Hace un instante vi que te levantabas insomne y prendras la mirada
en el fondo de la noche. Sabla que temblabas. iPero,
es que hay soledad? c:Hay silencio? 2Hay vacio?
Y, de pronto aquel hombre lanz6 una sonora carcajada.
-No hay nada de eso -prosigui6-. Lo que hay
es ineptitud para percibir el mundo de Io que esta fuera
del alcance de los sentidos y del raciocinio, todo aquello
que la ciencia rechaza y que, sin embargo, a veces hace
temblar. El hombre primitive Io percibi6, mucho antes
de que al civilizarse se anularan en l, sus grandes poderes intuitives y ocultos. La civilizaci6n quem6 a los
brujos en vez de procurar la interpretaci6n de su ciencia
incomprendida. j Hasta en el idioma ha degenerado 1.a
tremenda acepci6n de la palabra brujo !
Comprend! que estaba frente a un descarriado que,
inclusive, era capaz de negar la existencia de Dios, y
una honda pena oprimi6 mi coraz6n.
-Senor -clam mirando al cielo--, dame / fuerzas para seguir tu camino, para apacentar tu rebano y
retornar tus ovejas descarriadas a tu santo redil.
li
16
-Yo te seguir .. .- como la oveja al pastor -escuch la voz del brjo, impregnada de cierto tonillo
sarcastico-. En "El Pa.raiso" seras feliz, sacerdote. Alti
nada perturbara tu obra. . . ni la mia.
Estaba muy lejos de comprender entonces la intenci6n de su ultima frase pronunciada con cierta entonaci6n enigmatica. Al .d~jar la civilizaci6n tenia el prop6sito de buscar un l1,.1gar inaccesible donde vivir en paz, '
dedicado a la obra que me habla impuesto en la vida,
y esa idea lleg6 nuevamente a obsesionarme.
-c'.Cuando partimos? -le pregunt.
-Cuando reunas Io que debe ir con nosotros.
-c'.Qu es Io que debe ir con nosotros?
-Tu rebano; la gente que te rodeaba. Sin el,los,
no tendrias obra que realizar.
Naturalmente que asi tenia que .ser .. Comenc a visitar los contornos. Subi al fundo del gobernador del
distrito, el cu~I me vio llegar con desconfianza. Segun
supe despus, habla acordado con el Juez de Paz sacarme del medio en la forma acostumbrada. Erari duchos
en el empapelamiento tinterillesco de las personas que
se oponian a sus planes, imputandoles supuestos delitos.
Al avanzar por el patio vi el cepo lleno de peones
riberenos con los pies sujetos entre los gruesos tablones
bajo un sol inclemente que parecia der~etirlos en copioso sudor. Una caritativa mujer les repartia agua fresca
que bebian con avidez. Pregunt al gobernador el delito que habian cometido aquellos infelices.
-Unos vendieron su caucho burlando los derechos
de su patron. Hay que reprimir a estos picaros que
viven de Io que s~ les da y luego venden el pr:oducfo
de su trabajo a, otros. . . Pero para eso estamos aqui
para garantizar la ho11radez de los trabajadores. -Y diciendo esto, el gobernador se som6 al patio y un gesto
autoritario irradi en su rostre al posar su mirada en el
cepo. Luego agreg6:
-Ese indio taciturne que esta en el extremo izquierdo es un falso curandero reincidente. Lo llamaron
para que curara a una muchacha afectada de ciertos de17
a
i'
!
1
1
19
"'"
v
Fue impresionante aquef la madrugada en que una
flotilla de canoas cargadas se desprendi6 del puerto con
destino 'a Io ~esconocido. La emoci6n me condujo a rememorar el momento hist6rico de la partida de aquellos
puritanos que, a borda de1 "Mayflower", se lanzaron en
pos de un mundo donde vivir en paz. Formose una larga cola detras de mi canoa, que era la embarcaci6n mas
grande, en cuyo fonda iban las planchas de zinc, techo
de la Capilla. En la proa se acomod6 el curandero-brujo
conocedor de la ruta. A continuaci6n de a mfa surcab
la del viejo Claudio, en la que iba el jovial Pancho,
cantor de endechas y de sentimentales canciones de
amor.
. Penetramos por unos anchos cauces de agua que
se adentraban en fa floresta\ atravesamos sectores de
selva inundada y, por ultimo, arribamos a una zona de
pantanales que pareda no tener fin. El brujo calculaba
la orientaci6n examinando los contornos y los perfiles
de montes yertos como si hubiese realizado anteriormente ese viaje dejando senales para fijar la ruta.
En los primeras dfas, nos esforzamos por evitar las
huellas que delataran nuestro paso a las comisiones que
no tardarfan en perseguirnos en cuanto los patrones y
las autoridades tuvieran conocimiento del xodo producido.
1
20
!i
ii i1
"
'I
: 1
-.-No es prudente seguir avanzando ... --dijo Rosales, con su voz de barftono.
-c:Es que aquf hay alguien que manda mas que tu,
sacerdote? -me pregunt6 insidioso el brujo.
Le impuse silencio. Todos callaron despus y, coma
estabn agotados de cansancio, muy pronto quedaronse
dormidos. Estaba acomodandome a mi vez cuando un
grito de mujer rompi6 el silencio de l! noche.
-Esta ya muerto -exclam6, y n coro de .lloriqueos cubri6 la flotilla. Algunas empezaron a llorar hablando con entonaci6n sentimental. Son las lloronas,
pens, y luego pedf silencio. Improvis una mezcla d.e
arenga y de sermon. En cuanto hube terminado les invi-
t que me acompaf\aran a orar par el a~ma del que
acababa de fallecer.
Las ultimas frases de la oraci6n fueron absorbidas
par el estruendo que produjo un fuerte golpe de viento,
anuncio de una tempestad que se aproximaba. Se apag6
la velita que alumbraba el cadaver del nif\o, al cual ha- '
bfan cubierto con una sabana sobre la carga de la canoa
mas pr6xima a la mfa. i Fue una noche espantosa ! Se
desencaden6 recio ventarr6n que parecfa destrozar la
selva entera .. Sigui6 despus lluvia torrencial que lavando la alta fronda, venra a cubrirnos de une castra quemante de materias or~nicas en descomposici6n. Los ni-
nos chillaban, lloraban las mujeres y los hombres guardaban silencio hostil. Sentfme enfermo Y desalentado,
y lament haber inducido a esa gente a emprender tan
desdichada aventura.
Pasaron las horas. El fragor de la tempestad devino
en calma; el embate de la lluvia se habla aplacado convirtindose en fina llovizna tenaz, y cierto friecillo calaba la piel y entumeda los musculos. Eri el fondo del
rumor apagado y enervante, escuchabanse voces plafiideras que partfan desde alguna parte imprecisable, coma
exhalaciones dolorosas de la tierra ante el casti.go del
cielo.
Yo me encontraba despierto y sentfa correr el agua
sobre el impermeable que apenas me cubda. Oraba. Mis
23
pensamientos, huyendo de la realidad aplastante, se refugiaban en Dios impetrando su misericordia divina. Las
canoas permanecfan en silencio y estaban agrupadas alrededor de la mia. Podia extender la mano
y tocar
cuer,
1
pos extenuados que dormian, o simulaban dormir. Alli
junto estaba el ,cadaver del niiio. Por momentos me
acometian temblores escarapelantes al percibir el grito
del monstruoso caman negro o el de la boa constrictora
que lanzaban su desafio de machos junto a la hembra
en celo. Entonces, me irritaba contra mi mismo a causa
e que ~is pensamiE;mtos se apartaban del cielo, a mi
,. pesar, atraidos por conflictos sexuales de bestias y de
reptnes. j Pecador de mi!
Una forma se irgui6 en la canoa proxima. Yo la
intufa, la presentia, pues, no escuch ruido alguno que
la delatara. 'Qu buscaba? 'Qu hacfa? 'Es que no sentia el contacto frio de la lluvia? Hallabame envuelto en
tales conjeturas, cuando me parecio que otra forma se
levantaba, a su vez.
.-~Qu estas queriendo hacer con el guagua muerto? -pregunto alguien acusador.
-Nada . . . -La respuesta fue la de una voz ahogada, y un f'1trvalo de silencio se produjo antes de que
el otro hablara.
-Yo Io s ... quieres hundirlo en la huama para
que se Io coman los hambrientos que esperan debajo
de la canoa.
.\
".'
la tangarana !
-jAh!
la exclamaci6n del viejo tenfa un extraiio sonido
coma del viento cuando cruza la fronda anunciando tempestad. Yo me estremed involuntariamente. No cabla
duda, acababa de escuchar una historia entrecortada
cuyo contenido tragico podfa adivinarse.
Al otro dia, bien temprano, al reiniciar la navegai6n, mir con ansiedad el interior de la canoa que
el viejo Claudio se esforzaba por hacer avanzar por el
surco que iba dejando la mfa. Remaba solo en la proa;
el sitio correspondiente a Pancho estaba vacio. Alguien
dijo que al amanecer habla escuch!dO un golpe, un gen;tido y la cafda de un cuerpo al agua. El brujo intervino
y, al hacerlo, su rostro cardeno adquiri6 U11a expresi6n
maligna.
--Aquf debajo de nuestras canoas --dijo- hay sec
res hambrientos que estan siguindonos. Devoran todo
Io que cae y se hunde. . . "como un curpo atravesado
por un cuchillo".
Todos lamentaron la desaparici6n de Pancho. Su
voz habla sido el calmante de nuestros sufrimientos. No
ei entonces prudente efectuar ninguna investigaci6n.
Dsde ese dia, me dediqu a vigilar estrechamente a
Claudio, resuelto a descubrir Io ocurrido esa noche. Era
indispensable someterlo a severo interrogatorio, mas por
las circunstancas habla que dejarlo para el fin del via je.
Fue necesario, sin embargo, conducir con nosotros
el cadaver del muchacho pues no habla donde enterrarlo. Alguien sugiri6 la idea de lanzarlo a las aguas, pero
los demas protestaron. Lo enterramos bajo el aguacer,
en un lodazal que en verano se convertfa en restinga.
Fue la oraci6n mas triste que pronunci en mi vida por
la primera vfctima de aquel viaje.
21
' 1:l
VI
Soportamos dfas de sol alternados con dfas lluviosos, sombrfos, que daban al panorama tonalidad mustia
e imprimfan en el alma sensaciones de intensa tristeza.
los pantanales alumbrados por las primeras luces del
amanecer y bajo el c_respusculo vespertino, tenfan un aspecto ttricamente bellu.
A los veinte dias de navegaci6n sin sombra, cuya
lentitud centuplicaba las distancias, se advertfa en los
semblantes signas inequfvocos de desaliento, y hasta liegu a escuchar veladas frases originadas por la desesperaci6n. / Veinte dfas en los pantanales .eran mucho
peores que igual tiempo en alta mar metido en un bote
de naufragos. Si en ste la'\\ansiedad no permite el reposa, aquf el minuta significa esfuerzo agotador. Teniamos que luchar contra la estatica de la embarcaci6n
aprisionada por las plantas que flotan, o no s.alir nunca
y perecer. Con ese motivo, antes de .que cerrara la no.che y, no obstante, el cansancio general ~n la fmproba
tabor efectuada, al detenernos ordenaba que las canoas
tomaran posiciones en circula alrededor de la mfa, con
el fin de exhortar a mi gente a seguir adelante hacia
la tierra inaccesible en que fbamos a . vivir libres, sin
preocupaciones, bajo el amparo de Dios. Les contaba,
entre otras, las penalldades del xdo en pas de la tierra
prometlda, les inculcaba el significado de la libertad
cuya conquista requiere el sacrificio, ihdusive de ta
ri
1;
1
que de la descomposici6n de los arboles muertos sobresalf ar-i delicadas orqufdeas, y de los ramajes rugosos de
troncos centenarios brotaban cataratas luminosas y multicolores de parasitas en floraci6n que descen~fan hasta
el agua .. Escuchabase, en la fronda cruzada de rayos dorados y de sombras detenidas, el batir languido de alas
que se dirigian a la propicia restinga en donde se habian
aglomerado los animales de la selva para invernar. En
los lugares poco profundos cardumenes compactos obstaculizaban la navegaci6n,
En un recodo formado por la vegetaci6n alta descubrimos un arbol de la punga. El estrfado tallo, de .un
verde apagado y lustroso, emergia de las aguas estancadas, solitario sobre un espacio descubierto. Extendfanse
sus pocas ramas como brazos de candelabro gigante .que
remataban en grandes flores de grana reverberando al
sol. Suele tenerse su encuentro como indicio de buenasuerte, por Io que los viajeros prorrumpieron en exclamaciones de jubilo al divisarlo .
Experimentamos de inmediato un gran alivio, verdadera compensaci6n a nuestras penalidades, al deslizarnos sobre las aguas claras y profundas de un extenso
Iago, al que penetramos siguiendo un canal torrentoso
que impedfa la invasion de las plantas acuaticas. Hada
varies dfas que venfamos observando, a la distancia, un
fondo de alta vegetaci6n de matiz azulino y perfil uniforme como de una cordillera sin picos. Del infierno de
los pantanales estabamos llegando al paraiso terrenal.
Sobre ambas orillas del lago se erguian arboles milenarios, y, eh una atm6sfera diafana poblada de liblulas.
las mariposas se confundian por el tamafio con las aves.
L.:os mamiferos miraban curiosos la flotilla bulliciosa que
irrumpia en sus dominios de silencio y de quietud. La
sensaci6n opresiva, propia de los bajios, habla desaparecido y el aire embalsamado nos produda una intenSJ
sensaci6n de euforia.
Quien mas feliz se manifestaba era el brujo. Abandonando su mutismo enigmatico y reticente, adopt una.
29
\
extravagante actitud de jubilo.
Reia extrafiamente causando una sensaci6n .esclofriante.
-jTerminarbn nuestras penalidades! jAqui viviremos felices! -y batia l.as manos como un nifio frente
a la golosina.
-~Por qu te alegras de ese modo?
-Porque me siento cerca de ella.
-~De quin? -No pude reprimir un gesto de
asombro.
'
El brujo quiso decir algo, pero subita reflexin le
acal16, y al volver la cara para cerciorarse del efecto que
1
me habian producido sus palabras, observ en su rostro
una expresi6n demoniaca que me cr:sp los nervios.
Continuamos la navegacin pegados a una de las
orillas. En aquel preciso momento, una manada de bufeos, esas inias amaz6nicas que han dado origen a multitud de leyenda's, comenzaron a emerger, alrededor de
las canoas, con persistencia de tiburones tras el barco
ballenero. Daban su resoplido estridente y volvian a sumergirse, lentos, dejando ver el lomo plomizo y el resta
del cuerpo .que pasando por varios matices iba a rematar en .el blancuzco pecho. El brujo se reanim.
-'-Ellos saben que en una de estas canoas va una
muthacha. ..
El popero de esa canoa protest:
-Mordi6 mi remo uno de estos. endemoniados.
-Ha pasado rozando el, mio -exclam otro.
En la canoa prxima, un hombre, tom6 su escopeta
con animo de disparar contra el primer bufeo que irrumpiera fuera de la superficie.
'
'
'
VII
1'
Tras el descanso e unos dfas para recobrarnos de
las fatigas del viaje, emprendimos, vigorosos, la tala de
1a selva. Gruesos troncos -que, aserrados mas tarde,
1iabrian de servirnos para la fabricaci6n de nuestros rusticos muebles- cayeron al golpe de las hachas; la ma1eza fue desbrozada y muy pronto una buena extension
<le terreno qued6 al descubierto. Corno ya habia fina'1izado la estaci6n lluviosa, el enorme material abatido
.estuvo pronto en condiciones de quemarse bajo los calcinantes dias de sol. lniciaronse los sembrfos so~re la
tie~ra negra de humus y en el centra de las chaC:ras aso1eadas, batidas .por las brisas rumorosas que campeaban
en la amplitud de los pantanales, levantamos la capilla,
techandola con las planchas de zinc a las que pint con
greda blanca para que no se recalentaran al sol. Circun.dando la capilla, como un rE:bano alrededor del pastor,
se construyeron las acogedoras chocitas que debfan servir de morada a cada una de las familias de mi rebaiio.
En una de esas tardes, el huancahui, temible Rajaro agorero, empez6 a desgranar las notas de su canto
mon6tono y fatfdico desde el ramaje donde acababa de
-establecerse. Era el ramaje mas levado del arbol mas
alto en las inmediaciones del caserio. Dos de los hombres sal ieron con sus escopetas para mata rio a Io que
me .. opuse terminantemente. No podia soportar spersticiones que llevaran a la eliminaci6n de un inofen32
1 1
33
rle encontrar una parte vcilnerable del reptil para atacarlo. El ave y la serpiente formaban un solo cuerpo
de aspecta impresionante. El- huancahui ya empezaba
- a dar sefiales de asfixia, Io que me obi ig6 a proceder de
fomediato y, sin pensarlo mas, metf la punta de un palo
'en la boca' abierta de la serpiente, cuya cabeza logr sujetar contra el suelo blando donde la hundf. Los anillos
'dejaron de presionar y el ave libertada, jadeante, 'foe a
.:posarse en un ramaje cercano.
- Ya esta tu enemiga muerta, -le dije coma si
:hubiera de entenderme-. Yen y llvate su cuerpo para
ttu festin de nafiana.
Pero el ave asustada volvi6 a levantar el vuelo y
se perdi6 en la obscuridad.
- j Otra vez no elijas una presa tan grande! -le
grit mientras se alejaba-. En vez de cazar podrfas ser
cazala.
Desde aquel dia, se estrech6 mas nuestra amistad.
'El ave parecfa reconocerme y, en cuanto me vefa senta<lo en el patio, empezaba a cantar. Not que su canto
ya no era el mon6tono y sombrfo canto de la muerte. En
' ~e cantico habla uri mensaje de vida.
-Su canto es Io ultimo que se escucha al morir
-me dijo el brujo recalcando sus palabras- es el canto
de la muerte.
De pronto, el ave dej6 de cantar. Chup6 el brujo
muy fuerte su cigarro, volvi6se hacia mf y senti su mirada punzante sobre mi rostro.
-Cuando canta dia y noche, yo sabr po~ quien
ilora.
/-Encogfme de hombros y me a'lej rumba a mi
.aposento, con la impresi6n desagradable de que el brujo
'acababa de transmitirme un presagio fatfdico.
Ambos seguimos las incidencias de la vida del huancahui. Al percibir el duo de una nueva voz, nos sonrefmos. Es el canto nupcial, pens. "Es el macho y la
hembra que acaban de saciar sus apetitos ... ", -reson6
la voz profunda del brujo.
Supimos del perfodo de la incubaci6n, al que sucedi6 la algarabfa de gritos chillone~ de polluelos recin
nacidbs, los mism9s que, despus de su aprendizaje, em:prendieron el vuelo y desaparecieron. Volvimos a escuchar, de ese modo, el canto solitario de nuestr_a amiga
agorera.
,34
35
VIII
tejidas hojas de la resistente palmera irapay. Todo Io hidmos en silencio. Me parecfa estar trabaj.ando con una
sombra.
-Ahora que esta hecho Io mas pesado, ya puedes
terminar tu casa soio, -le dije un dia-. Tengo que
ayudar tambin a los demas.
-Gracias, Padre, -me contest6, y su voz semeja.
ba un lamento.
-Esta noche, despus de la cena, vienes a la capilla que debo hablar contigo -le orde.n al dspedirme.
-Asf sera, Padre ...
E::sa noche me encontraba, como siempre, sentado
en el atrio de la Capilla, en ese estdo de transici6n entre la vigilia y el sueiio, cuando senti a mi fado los pasos
vacilantes de alguien. Era Claudio. lnstantaneamente
vino a mi memoria Io ocurrido en el viaje baj_o la lluvia
y la noche.
-Sintate aquf junto, Claudio -dfjele-. Ahora
estamos solos ante Dias y ~s necesario ~ue me digas
toda la verdad ... ~Qu historia es esa relacionada con
la que fue tu mujer y Pancho? Yo Io s tod6 .. r pero es
necesario que tu me Io digas. Cuando un cristiano se
arrepiente y pide perd6n a Dios, esta salv~o. Habla.
-~Lo sabes todo, Padre?
-Todo, inclusive que tu mataste a Pancho.
El hombre se puso a temblar, quiso decir algo, balbuce6 frases ininteligibles. Tuve que calmarle y, entonces, refiri6 una tragica historia con frases i,nconexas, separadas unas de otr~s por intervalos de silencio que era
necesario cubrir deductivamente para dar ilaci6n Y, uni-'
dad al relata. He aqui en sfntesis la historia.
37
I~
,,'
Viejo estaba ya Claudio cuando cierto dfa, pescando en un remanso, el viento llev a sus oidos una voz
de mujer pidiendo auxilio. Dej6 el sedal y su vista aguda descubri6 a Io lejos, en- el centro del ancho rio, turb'ulento y arremolinado en esa poca del ano, una pequena canoa que bajaba arrastrada por la corriente.
Claudio supuso que se trataba de alguna extranjera en trance diffcil, pues las mujeres lugprenas, aunQue estn en peligr'o, ni gritan ni piden auxilio. La ley
de la selva, fatal e inexorable, es la ley del salvese quien
pueda. Cobr6 precipitadamente sus sedales y rem6 has.ta dar al~ance a la fragil embarcaci6n que, juguete de
los rem~linos, llevaba una mujer entumecida con su
tierno hijo en brazos. La recogi6 y condujo a su morada
donde le brind6 albergue. Estaba muy extenuada y apenas pudo subir la rustica escalera de la solitaria casa
construida de canas y hojas de palmera~ Despus de
alimentarla con miel de avejas silvestres y huevos de
perdiz y de pava, le ofreci6 su lecho en el cual no tar- '
daron, madre e hijo, en quedarse profundamente dormidos.
Levant6se ella temprano al otro dia y 'procedi, comedida y diligente, al arreglo de la casa. Claudio no.
cesaba de mirarla como si dudara de su existencia. Cuando el sol empez a subir difundiendo caler, not que sus
.ojos brillaban, se tefan sus mejillas y que su voz reso38
1
1
i
Il
naba d~lce, muy dulce, en los ambitos de esa casa hasta entonces silenciosa.
Claudio habia envejecido esperando. En la selva
habia mucha mayor cantidad de hom.bres que de mujeres. La bonanza del caucho atrajo ~na gran influencia
de hombres a las margenes del sistema fluvial amaznico. Cuando joven, Claudio sonaba .con. una m1.1chacha
bonita que, enamorada de l, Io siguiera complaciente
por todos los ca111fnos; cuando hombre aspir tener una
uena mujer a quien amar, y, cuando viejo, quiso una
mujer ai.mque fuese entrada en anos que le acompaiiara
simplemente .. Nunca logr encontrarla. El y la soledad
se hicieron inseparables a trvs del tiempo.
' Mas, he aqui que el destine le habla reservado uoa
gran sorpresa. Escuch6 la voz de la mujer sonada entre
el viento que recorre el anche rio modulando ;centos
peregrinos. Y, despus de haber sido salvada, joven,
bella, como una ilusi6n convertida en realidad, no expres6 las frses de gratitud y de despedida como temia
Io hiciera, sino que se qued.
-A causa de que no me preguntas de d6nde vengo y de quin huia es por Io que te quiero-- le habia
dicho. Y en esa sola--frase estaba resumida toda una sos- .
pechosa historia, pero es'o no interesaba a Claudio. Ella
se llamaba Marina, un nombre que no habia scuchado
nunca en esas tierras. El chico se llamaba Juanacho.
Fueron felices.
-Has entrado en mi vida en tal forma que ya no
podria vivir sin ti -solfa decirle Claudio-. Eres la luz
en mis ojos, el trino en mis oidos, la sangre en mi coraz6n.
Ella sonreia sin mirarle. Un dia, siguiendo esa mi-.
rada, l vio que iba a perderse en la lejania como. sL
quisiera traspasar el recodo donde terminaba el horizonte. Eso Io mantLlvo silencioso por varies dias, pero despus' el acento acariciante de esa voz y esas pupilas brinantes le sustrajzron de sus n~gras cavilaciones. Volvi6
a repetirle, con palabras entr~cortadas, su inrrienso amor .
Y otra vez torn6 a quedarse callado l observar esa mi39
11
Claudio crey6 que se negarfa con cualquier pretexto, como solfa hacerlo antano, pero fue tras l confiada, sonriente. Siguieron par la orilla de una restinga,
y luego de caminar largo trecho l se volvi6 hacia ella.
con los brazos abiertos. Marina supuso que habia llegado el momento de la reconciliaci6n, pues no advirti6,
e4h ese momento, que su acompaf\ante blandia en sus
manos una soga con la. que la at6 eri un' instante al arbol
a cuyo pie se habian detenido. Ella Io dej6 hacer sin
oponer resistencia, un tanto sorprendida .POr 'el extraf\o
proceder de Claudio. Pase6 luego una mirada inquieta
por todo Io que la rodeaba, examina el arbol donde estaba atada, y de pronto sus pupilas se dilataron de terror.
-Me tienes amarrada al arbol de la tangarana .. ~
El arbol en que los hombres desalmados matan a la mujer infiel .. . -clijo, intensamente palida, y una suplica
angustiada brot6 de su pecho.
-Claudio, jdjame vivir!
El tap6 sus ojos para no verla y huy6. No podia explicarse despus por ,qu corri6 a ocultarse, par qu no
permaneci6 allf deleitandose hasta el delirib con la con. sumaci6n de su venga_nza, insensible a los ruegos de esa
mujer -Odiada. Huy6, pero no fue lejos. Se detuvo tras
un corpulente roble aguzando el oido y, coma no oyera
nada,. se impacient6; pero yo estoy ~eguro que no fue
impaciencia Io que domino en aquel momento a ese
desdichado, Si su victima hubiera proferido gritos de
doler pidiendo misericordia, seguramente 'se habria sentido satisfecho, mas su silencio, el silencio que acentuaba su tensin, iba produciendo en su espiritu las diversas manifestaciones de la incertidumbre, la ansiedad,
la angustia. Una fuerza irresistible le hizo regresar. Ahi
estaba .ella llorando sin exhalar una sola queja mientras
una gruesa capa de hormigas voraces empezaba a cuBrirla. Al. distinguir a Claudio, a travs de sus lagrimas.
,expres6 su ultima suplica.
-Perd6name Claudio, djame vivir ...
El avan:z6 con animo de libertarla de sus ligaduras
y hasta lleg6 a tocar sus carnes temblorosas, pero al ins42
"'
tante se contuvo. Si no castigaba a esa mujer que impudicamente se habla entregado a otro, era un cobarde,.
j era un cobarde ! Y retrocedi6 riuevamente a OC!Jltarse:
tras el roble. Las palabras de el la seguian repercutiend
en sus oidos: "Perd6name Claudio, dame vivir". Su
mente reflej6 la imagen de ella, sus labios trmules, SU.
voz mas dulce que los mas dulces trinos de los pa-~
jaros, su cuerpo que fue suyo. . . Record la soledad' de,
su nido. . . La llama raja que Io devoraba se apag6 depronto y comprendi6 que aun la amaba. Nq pudo contenerse mas y avanz6 gritando:
-jMarina mia, vivirs! jYo soy quien tiene quepedir perd6n ! j Marina, te amo con toda el alma!
Mas, al llegar al rbol fatal, casi trans_tornado par
el dolor, ya era tarde. Encontr6 un cuerpo dforme, media devorado por las hormigas. Atin6 a desatarla, puso
el cuerpo sin vida a un, lado fuera del contacto del rbI
y huy6 enloquecido par la selva hasta chocar con una
rama baja y perder l conocimiento. Tal vez ese acci~
dente fue Io que le salv6 de quedar sin raz6n aquel
aciago dia.
Al volver Claudio en si, ya la t'arde se iniciaba.
Reflexion6 un instante y .resolvi6 regresar en busca de
Io que aun quedaba de ella para darle sepultura y llorar;
No encontr6 nada. Habla desaparecido. Solo qu~daba de
ella una mancha de sar\gre en la hojarasca.
Al llegar a este punto de su narraci6n, Claudio enmudeci6.
'
-Continua, hijo mio -dijele compasivo-. ~Qu:
pas6 con Pancho?
43.
X
Noche sin luna i luna verde ! Los extractores de
madera se abstienen de cortar arboles para sus propias
construcciones, y las madres temerosas aconsejan a sus
_giles pequeiios que no se aventuren subiendo a los altos
' ramajes del zapotero o del caimito a coger sus frutos
marranes y dorados. Las fibras de los arboles reverdecen y son- poco duradero~. y las ~a~_as que durante el
plenilunio podrtan soportr grandes pesos, se desgajan
vidriosos a la menor presi6n. Las cicatrices y los tumores se vuelven dolorosos, y el cerebro de los insanes se
excita con el debilitamiento de los filamentos misteriosos
que encauzan la raz6n.
Del fonda obscuro de la noche partian los gritos
del loco encerrado en la casucha, que nos vimos obligados a construir con fuertes palos a manera de jaula
vara mantener la tranquilidad en el caserfo.
, Pero estas crisis eran peri6dicas y breves. El resta
del tiempo era un loco manso que se complacfa razu1'ando las barbas de los hombres con su machete.
Pasapa dfas fntegros afilando su machete y asentandolo delicadamente en las suaves fibras de la topa.
Aquel largo acero tenfa n fila superior a las navajas de
.afeitar y los hombres se sometfan complacidos a la suave
rasuraci6n de Claudio. Al priricipio las mujeres se inquietaban al ver las ~argantas de sus maridos bajo la
44:'
i 1
1
1 1
i!
1:
48
1i
1.
'
XI
-,
Aquella funesta noche me sent, como de costulnbre, en el angulo del atrio de la capilla sumido en la
obscuridad que proyecta~a el frontispicio de zinc. En
el exterior, travs de la atmsfera diafana, la luna irradiaba magi'cos fulgores.
Reflexionaba en la obra cumplida y me sentla feliz.
El caserfo pareda dormitar a esa hora de la noche.
Abrigaba Lina gran confianza en el destino de aquellas
gentes. No me inquietaba el porvenir, pues tenfa fe en
que el Senor iluminarfa mis pasos.
Vencidos los temores que al principio intranquilizaban a las gentes, los planes hapfan resultado mejor
de Io esperado. Poco a poco, esos cuerpos iban cubrindose con los tejidos preparados en nuestros rusticos telares, y el trabajo de los improvisados artesanos satisfa.:
da las necesidades de las gentes mucho mas alla de Io
que estaban acostumbrados. Era alentador verlos a todos en sus casas sentados alrededor de blancas mesas.
Nuestra aserradero produda Io suficiente para atender
el bienestar de las familias. Era un armazn al que se
subian los gruesos froncos de made ras f inas para ser
aserrados con la sierra de mano que tanto me habla costado _adquirir. En realidad, yo no tenla suficiente pre-
paracin tcnica. para esos menesteres, pero, disponla
de un manual de conocimientos industriales practicos.
51
1'
1'
!
'
En Io demas, me ingeniaba de tal suerte que todo saHa
bien.
Todo era seguridad y abundancia en esa tierra privilegiada a la que alguna savia cosmica nutrfa tan pro,digamente formando una isla paradisiaca rodeada de
pantanales. Tenia, pues, motivos mas que suficientes
para estar orgulloso de mi obra a pesar de los vatici. nias insidiosos del brujo. Despus de las faenas cuotidianas y tras la novena que nos daba ocasion de estar
juntos en santa comunion, mi rebaf\o dormia placidalmente a los pies de Dias.
Encontrabame embebido en estas alentadores pensamientos cuando llamo mi atencion el furtive deslizamiento de un bulto entre los plantanares con drreccion
al lago. Salt del sillon y me escurri amparandome en
las sombras, . tras el bulto que se alejaba hacindose
visible cada vez que en su marcha le herfan los rayas de
la luna al filtrarse por las anchas hojas de los platanes.,
No me cabfa duda de que era el brujo en su deambular nocturno bajo la luna llena. Muchas veces, a eso de
1a media noche, su mon6tono cantico, sugestivo y adormecedor a la vez, me producia graves preocupaciones,
pero, como a esas horas me encont.raba muy cansado y
somnoliento para levantarme y averiguar Io que hacia,
-siempre iba postergando la oportunidad de realizar una
debida investigacion. En aquel momento, al verle dirigirse hacia el lago, experiment la sensacion indesci'iptible que produce Io sobrenatural. Juzgu que habla llegado el dia de ajustar cuentas al brujo. Estaba en la obli-gacin de inquirir Io que llevab entre manos aquel satanico- individuo.
Lleg un momento en que Io perdf de vista. Ya en
la 'orilla, me det~ve indeciso ante la alternativa de !?eguir por la dereha o por la izquierda y, antes de tomar
-una decision, me puse a escrudrif\ar detenidamente los
contornos. En aquel instante, empezo a perturbarse la
quietud dormida del lago. La superficie barnizada de
las aguas se agito er:i ondas violentas de las que se des- .
prendfa un sonoro batir de colas y de aletas. Erari los
:52
i
i 1
'1
bufeos que salian del fonda azogado, resoplaban ruidosamente, saltaban algunos j nunca habla visto casa semejante ! formando argentadas medias lunas en el espacio y luego recorrian la extension bruf\ida en bandadas
bulliciosas, Era la fiesta del plenilunio. Los Hijos det
Lago estaban regocijados afinando sus poderes misteriosos en el sortilegio lunar .
lnstintivamente, segui por la orilla derecha y me
detuve al escuchar palabras suplicantes, temblorosas,.
alli donde las olas calmadas penetraban en la sombra
de los arboles inclinados. i La pluma tiembla en mis manos al' escribir estas lineas !
-Clotilde, ven ... El mes pasado te llam en vano.
La lluvia, el viento, la nube empenaron la f.az de la lu~a
llena. Hoy lia vuelto el plenilunio y los Hijos del Lago
estan embriagados de luz. Clotilde, ven ...
Una forma blanca que despedia vfvidos reflejos de
cromo se deslizo desde el centro del lago con direcc;in
al punto donde se encontraba el brujo. Not, con el consiguiente estupor, que dos cuerpos se juntaban. Me
acerqu sigilosamente, casi a rastras para que mi presencia no fuese advertida; mas, parece que en sus actos
pecaminosos esos seres, posefdos de facultades sobrenat~rales, se olvidan de todo hasta de cuidarse de que al~
guien penetre en el campo prohibido de SU$ misterios
tenebrosos. No debi detenerme sino avanzar armado de
un latigo profiriendo mi verbo admonitorio. En vez de
proceder asf, avanzba cauteloso, acechante, hasta detenerme alli junto con las pupilas dilatadas, observanda
el cuadro mas horrorosamente sugestivo. El brujo tenia
abrazado a un pez en contubernio demoniaco.
-jQu feliz me siento, Clotilde! -decfa, prodigandole caricias con voz entrecortada. Lueg,o sus palabras se convirtieron en anhelante murmullo y a poco -en
ese. momento estaba yo viviendo una eternidad- el
cuerpo desnudo del hombre media sumergido en el agua
se hundfa en el del pez. j Era un horrible concubito entre un hombre y un pez ! Mas, estoy seguro, Io juraria
sino fuera sobre un acta tan pecaminoso, de haber escu53.
j de
haber visto, antes de cubrir el hombre al paz, unos brazos torneados, pechos y vientre palpitantes de mujer !
En aquel instante el estrpito en el agua se hizo
estruendoso. Pareda que los Hijos del ,Lago se agitaban
electrizados por aquel espasmo bestial. Se nublaron mis
ojos y senti i pobr pecador de mf ! que algo como la
envoltura que guardaba la pureza de mi .alma y la castidad de mi cuerpo se rasgaba con sonoridad tragica.
Experiment una sensaci6n abominable y cala desvanecido confundiendo mi respiraci6n jadeante con los
gemidos de aquellos dos seres que se h'abfan quedado
inm6viles, entre las olas. que parloteaban con rumor de
vidri0s que se rompen al chocar con la arena de la orilla.
A poco me recobr. El brujo habla, desaparecido.
Desde el oleaje tumultuoso que se produda en el centro
del lago llegaban rafagas de aire calido ,y vaporoso impregnados de un olor acre, penetrante, que me hizo recordar el de los t6picos de los hospitales en que me mezcfan el desinfectante con la sangre. Regres con la impresi6n de estar cargando mi propio cuerpo, bajo cuyo
, peso mis piernas flaqueaban.
Desde aqoel dfa, advertf una inquietante realii!ad.
Aquel hombre empez6 a ejercer sugesti6n diab61ica sob~e mi. P~rdi la paz espiritual en que hasta entonces
habla vivido desde que fund el caserfo. L conmiseraci6rt piadosa que me hada ver en l a una criatura de
Di~ que tendrfa que volver a la postr 'al buen camino,
se habla convertido en obcecante tortura. En las noches,
no pudiendo conciliar el sueiio, salfa sofocado en busca
de una rafaga de aire que mitigara la calentura de mi
frente sudorosa:
,Aquel noctambulo, lquel a quien espiaba con afan,
soifa situarse en el" exterior iluminado por la luna llena:
junto a un recipiente que contenfa espeso lfquido al que
cantab extraiia canci6n que, mas tarde, llegu a saber
era la canci6n magica de la bubinzana. De vez en cuando levantaba las manas hacia la luna para formular invocaciones dirigidas a algo invisible que pareda flotar
:54
i
en el spacio. Sin luga'r a dudas, el brujo rearizaba practicas magicas; Io que presenciaba era un espectaculo de
refinada hechicerfa que, sin embargo, no me produjo,
entonces, el efecto de Io abominable y repelente que
obliga a un cristiano a apartarse de tales seres. Senti
- una atracci6n fascinante que me sujetaba !argas horas
a una especie de mirador muy disimulado a travs del
cual realizaba mi labor de espionaje. c::Qu influencia
era aquella que pareda haberme despojado de mis impetus espirituales, que me mantenfa cohibido coma aplastado contra mf mismo, incapaz de expandirme en un
acto de rebeldla?
Yo no s hasta qu punto puede admitirse, en otros
mundos y, en distinto myedio, el estado espiritual que
habla producido en ml ese spectaculo execrable. La
raz6n no puede justificarlo, mas Io cierto, Io rigurosamente cierto es que me encontraba sujeto a influericias
siniestras imponderables. Me obsesionaba, me apasionaba el misterio monstruoso que encerraba el brujo. Lo
vi varias veces dirigirse al lago, escuch el estrpito de
las aguas, pero ya no Io segul, pues, ante la sala idea
de hacerlo, temblaba. Par momentos, me,asa(taban deseos 'irrefrenables de ir a sorprenderlo, armada de ,un
latigo, e,.,impedir la consumaci6n del acta bestial, pero,
algo me contenia y ese algo era la recia persom1lidad de
aquel hombre singular distinto a los demas, cuyos pensamientos y conducta, . sin embargo, eran, a mi juicio,
susceptibles de modelarse. Habla que combatirlo en el
terreno .de la persuaci6n y para ello requerfa la oportutunidad aunque, a veces, consideraba que estabamos ffsica y sicol6gicamente situados en extremos irreductibles.
Una de aquellas noches, ya no pude contenerme.
No fue en la orilla del lago .adonde fui a sorprenderlo,
sino junto a su recipiente bajo la luna. No pareci6 alterarse con mi presencia y sigui6 practicando. Io que yo
suponia una ritualidad magica, coma si contim.1ara solo.
Tal vez con ello, trataba de darse mayor importancia o
de excitar mi curiosidad.
55
I,i
1
5'1'
XII
1\ .)qq,JU!~.-<~pi"I;g;
6!
:
''
: 1
XIII
i
~J~
Pero, alge ocurri6 al amanecer. Alfonso Io recordaba perfectamente al otro dfa al despertarse y recapitular las incidencias de esa noche. Co~o una confirmaci6n de Io que l crey6 al principio producto de su estado de animo y del sopor alucinante en que estaba sumergido, sinti6 al tacto que el borde del lecho' estaba
cubierto de una sustancia glutinosa. Ademas, el aire estaba impregnado del acre plor caracterfstico del t6pico
en que se mezclan el desinfe'ctante con la sangre. Los
hechos ocurrieron asf.
Acababa Alfonso de quedarse dormido, tenfa la certidumbre de haberse quedado dormido, pero sus ojos se
abrieron y en un estado de soporifera inconsciencia,. vio
que su amada venfa por e~ caminillo que conducia del
lago a la choza. Avanz6 hastaf el lecho y se qued6 sentada en el reborde de la cama. El intenta levantarse
posefdo de una extrafia ansiedad y, llamandola por su
nombre, quiso aprisionarla entre sus brazos; pero su
cuerpo permaneci6 inerte y su voz se ahog6 en su garganta sin poder articular palabras.
-Es inutil que pretendas tocarme -le dije ella
con su 'voz inconfundible, ligeramente velada por cierto
acento de indiferencia-; ya no pertenezco a tu mundo,
al mundo de los humanos. Los deseos de un ser que
mora en las profundidades del lago me ha conducido a
formar parte de otra existencia que los hombres no esfn
en aptitud de comprender. . . Ya no me llames. El me
ha permitido que venga a pedirte que no me lla~es mas.
Ahora me voy. El me esta esperando en la orilla.
Se puso en pie y, extendiendo el brazo con direcci6n al lago, agreg6:
-Ahi esta l ...
Parece que Alfonso logr6 al fin incorporarse y mi- /
rar hacia donde ella indicaba con la mano. Efectivamente en la playa, en la lfnea donde las aguas se unen con
la areria de la orilla, proyectabase una forma blanca de
contornos imprecisables. Se intensific6 ep l esa horrible sensaci6n que produce la pesadilla; sinti6 sobre sf la
sugesti6.n opresiva de una mirada sobrenatural. como
65
66
'
XIV
.'j
..,
.
Extraviado del camino principal, se via un dia obligado
a pernoctar en cierto paraje oculto por las infractuosidades del terreno, ya bastante atcidentado en las cercanfas de las estribaciones de los Andes Orientales. No
pudo dormir en toda la noche a causa de una cantilena
nasal, adormecedora y sugestiva dentro de la monotonfa
ocasionada por la repeticion. El viejo que la entonabl.
estuvo parada bajo la luna invocando fuerzas que paredan flotar en el espacio.
Al amanecer prosiguio su camino repitiendo la entonacion que se le habla quedado grabada en la memoria. Los peones cargueras que l acompanaban le informaron que habfan pernoctado junto a la garida de un
brujo famoso. De regreso por el mismo camino conduciendo sal, paso por un poblado de gentes alborotadas.
En accion popular habfan capturado al temible brujo,
presunto causante; segun ellos, de todos los males en la
comarca. Alfonso reconocio .al punto, en la vfctima de
aquel estallido de la indignacion popular, al viejo de la
cantilena bajo la noche lunada. Tenfa una expresion des~
, denosa para sus atacantes, los cuales le condujeron en' tre denuestos y rechiflas a la plaza principal del pueblo
donde' le administraron a viva fuerza excremento desleido, Io que, segun la creencia popular primitiva es Io
- unico que acaba. con, el orgullo del brY.Lo. Un brujo humillado es coma una vfbora sin veneno: termina por desaparecer. El viejo, pues, _en cuanto Io dejaron libre,
blanco de las mofas de la multitud enardecida, se irguio
cuanto pudo, levante la frente y march sin mirar atras
a las afueras del pueblo para suicidarse lanzandose al
fonda de un precipicio.
Tal vez si a causa de la impresion producida por
el espectaculo grotesco que requerra un sedativo, Alfonso empezo mecanicamente a ntonar la enervante cantilena. Todos los presentes volvieron sorprendidos los
ojos haia l.
'
1
-Aqui hay un aprendiz de brujo -dijo uno de
ellos senalndole acusador cqn el dedo--. j Esta entonando la cane ion prohibida de la bubinzana !
~.
! '
68
i 1
! : l 1
''
! '
-.~
m
,,,,,"fa'~
De pronto el brujo interrumpi6 su narraci6n, y enfocandome su punzante mirada coma si pretendiera captar mis pensamientos, dijo:
-Leo en tu rostro l_a duda y el estupor. No tienes
la menor idea .de la importancia del mundo espiritual.
los antiguos egipcios conocieron mejor que otfos pueblos la dualidad del cuerpo y del alma y sus relaciones
. redprocas. Desgraciadamente, sus :fescubrimientos quedaron circunstritos al mito, y sus investigaciones se
desorientaron a causa de la influencia religiosa y la
creacion del fal~o dogma, instrumento de que se vatieron los gobierrios teocticos antiguos. Para penetrar
en los mis~rios de ese mundo incorp6reo se requiere
traspasar la barrera ciue separa el suef\o de la muerte, y
eso puede lograrse con la desuni6n del cuerpo y del espiritu, sin que la materia se sustraiga a las leyes vitales. Pero, Io que en los antiguos fue materia de sensaciones y de intuiciones, yo Io llegu a descubrir par casualidad como ocurre en los grandes desct..ibrimientos, y
me qued abismado al contemplar su magnitud inconcebible. i SOio yo he sida capaz de traspasar la barrera
y convertirme . en fantasma sin que mi cuerpo dejara
de vivir!
-<.Y c6mo explicas la existencia de los brujos que
te precedieron? -le interrogu escptico.
1
1
nada mas.
'
75
XV
''
11
"\
\ ;11..
que no les hara ningun daio -le~ habfa dicho lii madre
del brujo. El viejo asini6 Io que deda su mujer, y fue
78
1
79
de la
. cerse
en el
bres,
luna, llamandole repetidas veces, l no pudo haescuchar par mas que hizo, de Io que dedujo que
mundo. de los bufeos, asf coma en el de los .homno todos son brujos.
La unica soluci6n era trasladarse en cuerpo y alma
a ''.El Parafso", pero hacer el viaje solo, atravesando los
pant.nales, era casi imposible para una scia persona. El
sabla Io que significaba navegar en canoa por esas extensas superficies compactas de plantas acuaticas. Por
otro lado, hacer el largo viaje de rodeo que realiz6 con
Clotilde estaba ya mas alla de sus fuerzas~
Un dfa descubri6 el poblado en formaci6n alrededor de mi persona y de la Capillita, cuya i:::ampana, un
triangula de acero, dejaba escuchar su voz metalica a
travs de las distancias. Y previq, con esa intuici6n propia del arte que profesaba, que aquello iba a terminar
mal. Pudo ~nterarse de todo Io que se tramaba contra
mf y de la desgracia que se cernfa sobre mi obra. En
el momento preciso, se ubic6 comodamente en el linde
del basque para presenciar los acontecimientos.
Via coma los patrones y las autoridades irrumpierq_n
en "Esperanza" y arrasaron el caserfo dejandome solo,
y que al ser vencido en lucha desigual, levantaba los
ojos al cieio para expresar la tremenda blasfemia de
aquel dfa en un arrebato de furor contra el destina.
En cuanto dije que mas me valdrfa bu~car la ayuda
del demonio - j mas m~ hubiera valide no nacer para
no ofenderte, Dies mio!-, apenas pudo reprimir su
inmenso jubile. Al instante, via la oportunidad que
buscaba de trasladarse al lago en cuyo fonde moraba
Clotilde.
Esta ultima parte, cuya verosimilitud era indiscutible, me hizo recapacitar un momento y deponer mi actitud de absoluta incredulidad por todo Io que estaba escuchando, y al recapitular los ultimes accidentes de la
narraci6n, me asalt6 una duda y pregunt.
-iNo sentias deseos de visitar a las gentes y de
hablar con ellas?
80
\ i
l 1
'
81
;L
XVI
La luna en su curso por el firmamento acusaba la
media noche. Ruidos lejanos venian de los pantanales y
una que ofra ave nocturna perturbaba la quietud de los
ramajes. El brujo proseguia.
Si, ahora que l estaba de vuelta en el lago ya tuvo
varias entrevistas con Clotilde. En el pleriilunio, cuando los Kijos del Lago salen a la superficie en son de
fiesta, ella acudi escuchando sus llatnadas. Y al estrecharla entre sus brazos en la orilla arenosa, la encontr
mas bella que ants. No, no tue el cuerpo f~sico de una
bufea Io que estrech; era el contacta tibio del cuerpo
de la a.mada en la hora mas venturosa de su vida. y si
yo vi Io contrario esa noche en que los sorprendi, es
porque era profana en el arte de interpretar los misterios de un mundo que me. era desconocido.
-Sin embargo -.<onfesaba el brujo- al mirarme
ella en las pupilas al claror de la luna, no pudo reprimir
su asombro.
-Tus ojos punzan -le dijo-. Tu mirada es ponzonosa y tu piel roja. j Cmo has cambiado !
-La selva me hizo brujo por quererte mucho; sin
la ayuda de la selva y de la brujeria no hubiera pod~do
encontrarte.
-Estas enferma de una de las peores enfermedades, la enfermedad del odio, producido por el amor desdichado -le dijo Clotilde con acento de pena-. Ven
a nuestro mundo; alla volveremos a vivir unidos, alla
ocuparas el sitio del que me rapt y que ha muerto de
puro viejo. Fue eL mas brujo entre los. brujos, '10 que
quiere decir que fue mas poderoso _que todos los hombres brujos juntos. Sin embargo, ellos no saben hacer
daiio como ocUrre entre los hombres que emplean el
poder para desatar desgracias. Lo que ha pasado conmigo se justifica. El tropicalismo voluptuoso de los solitarios riberenos amaz6nicos busca enJa~ bufeas la satisfaccin de apetitos insatisfechos. Es un .regafo inapreciable cuando uno de estos seres acuatiCO$ surge de
las agl!as e!l las redes del pescador. iY por qu no habian de enamorarse los bufeos de una muchacha que
incursiona en sus dominios lacustres a la hora e~ que se
asoman a disfrutar del plenilunio, en la linea donde' se
confunde. el misterio de las aguas con el del aire? Y si
era un brujo consumado como el que me rapt6 iacaso
no podia conformar a la amada terrestre en tal forma
que pudiese convivir con ella en sus dominios, sin tener
para nada en cuenta en esos momentos de obcecaci6n,
al amante abandonado? iEs que al capturar a una bufea
hembra a los' pescadores les importa el sufrimiento def
macho?
Como si no hubiera escuchado las anteriores palabras, el brujo la interrog abruptamente:
-iY tu qu hiciste bajo_el agua .... y qu te hi-
cieron? Es algo que no puedo concebir. . .
'
-En el maravilloso pais del agua no hay historia
-contest ella entusiasmada-. Cuando me hundi arrastrada al fondo esa noch inolvidable, perd! el conocimiento y, al recobrarme en la profundidad tuve la sensaci6n de haberme unido para siempre a la vida de aquel
ser extrano que tenia junto, el cual de inmediato empez6 a ejercer una influencia absoluta sobre mi, luego de
anular todos mis recuerdos. Sin embargo, esa amnesia
desaparecia cuando 1escuchaba tu voz llamandome
desde
.
83
1.
86
.,
'
XVII
La historia habia terminado. El brujo quedo sumido en sus pensamientos. Comprendi que la confesion,
propia de los creyentes, no podia funcionwir en un ser
que hacia gala de un ateismo monstruoso. La penitencia y la absolucion solo caben en el orden armonioso
de la fe, nunca en la a'postasla anarquica. El brujo se
levant lentamente de la silla en que estaba sentado y
se alejo sin que yo tratara de detenerle. A poco de reflexion~r llegu a la conclusion de que tamaiia historia,
a la que el brujo diera algunos visos de verdad, ho eran
mas que embustes de un pedante que trataba de embaucar. Esta idea se acentuo en mi al verlo partir a la
luz postrera de una luna que se ponla, bajo, rechoncho,
lento en el andar. Un ente ridlculo en suma.
Algo grave tramaba aquel hombre, y esa sospecha
reafirmo mi decision de actuar. Asi, esper ansioso el
siguiente plenilunio para continuar espiando sus pasos.
Esper pacientemente y, cuando el disco lunar aparecio en todo su esplendor en el firmamento, Io mantuve
en observacion constante aunque bajo una apariencia
indiferente: Lo segui con la vista cuando penetro en el
monte, Io vi regresar con un atado de hojas y de bejucos bajo el brazo y, al escuchar en la noche el ruido
acompasado de sus maceraciones, deduje que estaba extrayendo el jugo de la planta misteriosa.
No tard en advertir que tomaba el caminillo hacia
el lago y, luego escuch el sordo rumor del batir de
I
lr1
1
,
'
- colas y de aletas. Yo sabla Io que estaba ocurriendo.
Se reflej6 en mis pupilas con insistencia diab61ica la
tremenda consumaci6n del amor bestial. De~pus Io vi
a un costado de la covacha, entonando la canci6n prohibida de la bubinzana sobre el pate que contena el
bebedizo.
A la siguiente noche no pude contenerme y, en
fmpetu insensato ir~umpi en el patio, le arrebat el pate
que levantaba entre las manas y, cerrando los ojos apur
el contenido hasta dejarlo vacfo.
-Es muy posible que te mueras -dijo el brujo
sosteniendo mi cuerpo que se desplomaba-. Es mucho
para el que toma por primera vez una dosis de ayachuasc,a embrujada.
XVIII
En el trance hipn6'tio producido por ef brebaje.
crei despertar en una selva inmensa que parecfa aprisionarme, Eran coma pasajes . arrancados de la Divina
Comedia. Caminaba sin ~umbo. Not que la penumbra reinante se volvia cada vei mas densa y a poco las
primeras sombras de la 'noche cubrieron la selva. Sentime inquieto y trat en vano de orientarme. Apresur
el paso. - Una sensaci6n indescriptible me invadi6 al saberme desorientado.
Temblores extrafios agitaron mi cuerpo, y sudor
'copioso que descendia de mi frente, en surcos abrasildores, bafi6 mi rostro. Yo nunca tuve miedo y no podia
concebirlo entonces. Opt por Io que en tales circunstancias, es aconsejable: me sent con la espalda apoyada a un arbol. Mas, a medida que el tiempo transcu- rria, en vez de la calma, una vaga preocupaci6n me
asalt6 al pensar en mi rebafio que estaria esperandeime
para los servicios religiosos vespertinos. Y yo estaba perdido en alguna parte en la imposibilidad de regresar. En
el coraz6n de la selva virgen, un caso asi es fatal porque
no hay sendas que puedan seguirse ni vecinos que inicien la busqueda del perdido. Concentr mi pensamiei:tto en la vida de los santos y de los hroes, a fin de reconfortarme.
Debia permanecer al li sentado, tratando de recobrar la serenidad. A la hora en que el amanecer difunda su luz mate azulada ya podria orientarme. lncluso,
89
11
i;-
'.17!>0'
Lentamente vofvf a levantarme y camin cierto trecho. Sentme entre unas aletas a cubierto del fufgor
de la luna y de la selva espectral, y alli, otra vez agobiada por la inquietud y las percepciones mas pavorosas,
parece que perdi la conciencia y me qued dormido. En
horrorosa pesadilla vi acercarse a travs del espacio un
bulto negro muy grande que se detuvo frente a mi. No
me cabia fa menor duda: era Lucifer en persona. No
era el ser monstruoso que la imaginaci6n cre6 para impresionar a los nif\os y a las personas nerviosas. Tenia
cierta semejanza con el brujo por el predominio del rojo
y por fa mirada punzante. pero, ste era una especie de
brujo aristocratizado hasta Io infinito. Llevaba una vestidura respfandeciente y primorosa. lba cubierto de
amplia capa negra que me hizo la impresi6n de que iba
a convertirse, de un momento a otro, en ala_s de vam, piro; pero, no se produjo esa conversion como tampoco .
apareci~ron la cola y los cuernos con que los pintores
antiguos representaban la imagen del enemigo de Dios.
Aquella aparici6n se movi como si estuviese sujeta a
las oscilaciones del aire. Su mirada penetrante clavada
sobre mi partia d~ unas grandes pupilas que- dejaban
entrever abismos infinitos. lnstintivamente, lfev la mano al pecho en busca del crucifijo protector, pero el crucifijo no estaba al!f y ni siquiera senti el contacta de
mi pecho.
-jYa s quin eres! -grit reaccionando-. jTu
eres el eterno enemigo a quien Dios maldijo y lanz6 a
los abismos !
-Estaba seguro de que me reconocerias ~ijo
~arcastico-- En efecto, yo soy el enemigo de ia Creaci6n .
Hoy caiste en mis manos por el exceso. Tomaste una
dosis demasiada alta del brebaje misterioso arrastrado
por la intolerancia propia del Misionero. Yo s Io que
buscas como un insensato. Persiguiendo la creaci6n de
una colectividad ut6pica, huiste del contacte de la civilizaci6n, causa, segun crees, de todas las desdichas.
- Estas obsesionado por la .idea de que la redencin humano se ~ncuentra en el amer. Felizmente, par~Ji, no
93
-r
'
naiste en una poca en que pa.ra los rebeldes habla
cruces y lapidacions. Mas, ahora, tus ilusiones se acabaron. Vas a presen'ciar aquello que estas muy lejos de
imaginar: mira el sacrificio de los hombres en aras de
su culto al hombre. Y cuando te convenzas de que la
humanidad adolece de un mal incurable, estaras conmigo y abominaras de todoJ Io que amaste.
,_
".
XIX
r
\"
,'
,.
Al rflexionar mucho despus sobre los acontecimientos que voy narrando, cuando una serenidad dolorosa envolvi6 a mi esplritu, me di perfecta cuenta de
que fue mi alma, mi pobre alma, Io que aquella vez
cay6 en poder del demonio. No fue una horrible pesadilla. El suceso estuvo tan relacionado on los hchos
posteriores, que no puedo menas de inclinar la frente
ant~ la realidad. Entonces, fue mi ferviente fe Io que
me salv6. En la lucha contra el demonio, Io (mico' que
salva es la fe. La fe, reflejo de la vida eterna, se afirma con el sufrimiento y vuelve al hombre invulnerable
a la tentaci6n. Aquel .dia estaba en poder del demonio.
el cl.Jal puso ante mis ojos un. mundo convulsionado.
T ransido de dolor y con mi acostumbrada ingenuidad
exclam:
-jEI Apocalipsis!
-No; -repuso el demonio-- es el tributo -qe
los hombres pagan a la locura de un hombre al que
han erigido en dios. Es el lrama que se repite en la
historia con resultadcs cada vez mas desastrosos. En
tiempos prehistricos, al mas astuto y audaz de la tribu
fe di je un dia: "Eres el mas habil de todos y tu destino
es gobernar a los demas. Atribuyete poderes ocultos.
crea las supersticiories, establece el sacrificfo humano
como medio de aplacar la !ra de dioses que tu mismo
cre'aras. Y todos temblaran _ante ti y te segulran su-
"
95
1i
:'\
97
. 1
XX
guien entre los que estaban presentes. No encontrandolo, con voz cansada orden6:
tario. Volvi6 a reclinar su cabeza en la almohada y
-Hermano Jos, id en busca del hermanb secrecerr6 los ojos. Su amplia frente se contrajo ahondandolas arrugas que Io surcaban. Parecfa sumido en hondapreocupaci6n.
-Aqui me tenis Padre Superior -escuch6se poco
despus la voz de un .anc!ano de cabellos plateados que
acababa de entrar en el aposento portando bajo el brazo
un legajo de papeles. Los presentes hicieron ademande levantarse.
-No os vayais hermanos -dijo el moribundo hacienda una sefia con la mano para contenerlos-. Lo
que tengo que tratar con el hermano secretario Io sabis
todos. . . Decidme hermano, ihay alguna noticia de
.Sandra?
-Nada, absolutamente nada desde que lleg6, hace
justamente seis meses hoy dia, la comunicaci6n del Yicario Apost61ico de ... que os lei.
-Muchas veces; ya me Io s de memoria hermano. Desde que l se fue hace ocho afios, si mal no
recuerdo, os he preguntado todos los dfas, sin fallar uno
solo, si tenfamos noticias de su paradera. Esa comunici6n, en respuesta a nuestras reitetadas indagaciones.
sobre el paradera de Sandro, nos dio a saber su desaparici6n en el interior de la selva. Por eso deduje que
no pudo escribirme. Se meti6 en un paraje sin comunicaciones. Menos podra .ahora escribirnos a causa de
que Io trag6 la selva. . . Yo s que no se ha olvidado
de nosotros .. '. de su Comunidad que es nuestra alma
mater.
-Pudo haberse comuhicado con vos si hubie~e
querido -repuso alguien-. Ni siquiera escribi6 justificandose al iniciar su fuga.'
-Siempre tuvistis algun celillo por mis afanes;
en favor de Sandro. Os aseguro que os. amo y am a
todos por igual, pero ino es una mnifestaci6n d~I amor
paternal mas noble las preferencias por' el hijo desdi-'
100
-Nada hay mas doloroso bajo el cielo que la . ingratitud de los hijos soberbios al desaparecer de la vidade quienes los aman -agreg el viejo secretario apoyando la frente en las manos, profundamente conmovido-.
El moribundo movi la cabeza dubitativamente.
-El no fu~ ingrato; yo Io abandon. j Si tuviera
diez' vidas, con gusto las darfa por l ! -exclam con
los ojos anegados en lagrim,as.
'( esas fueron sus ultimas palabras. La Cabeza venerable se reclin en la almohada casi con violencia, et
brilla vidrioso de sus ojos abiertos indic luego que se
habla sumido en el suefio eterno.
Grit pidiendo perdn y misericordia, pero nadie. escuch mi voz. En aquel instante de angustia infinita,
despert, .por decirlo asf. Me encontraba en "El Parai. . so" y las luces del amanecer alumbraban la habitacin:
en que me hallaba acostado desde que tom el brebaje.
XXI
At despertar de ese aterrador estado hipntico, lleg a mis oldos el bullicio producido por un tumulto de
gentes alborotadas y enardecidas. Escuchabanse gritos,
amenazas, maldiciones:
- j Matmoslos -vociferaban unos.
'
- f Acabemos con ellos a balazos ! -proferfan otros.
-Si no los exterminamos ellos se comeran a nuestrcs hijos y terminaran con nosotros.
Por Io que escuchaba, mi rebafio de mansas ovejas se habla convertido en manada de lobas furiosos.
Trat de incorporarme, pero mis miembros entumecidos
no se m9vieron. En plena posesin de mi conciencia,
me daba cuenta de Io que me. habf a ocurrido. T odo
pas por mi mente con claridad aterradora. Pero estaba paralizado. Las circunstancias me obligaban a actuar de inmediato, pues, el bullicio amenazante estaba
alejandos con propsitos de exterminar algo que manifiestamente eran . seres humanos. Emit( gritos pidiendo auxilio; mas, Io que brot de mi garganta fueron roncos gemidos desarticulad<;>s que no podfan escucharse del exterior. Sin embargo, no tard en ver
asomarse, por la puerta, la cabeza del brujo iluminada
por una sonrisa irnica que le bailaba en el rostro.
-Aquf estoy para ayudarte -me dijo al ingresar
en mi aposento; y cogindome de los brazos me ayud
a incorporarme-. Parece que tu gente va en pos de
.acabar con los habitantes del pantano que se han esta103
"
,.J
\ !
Pregunt si alguien conocia el lenguaj de aqueJ11o$ extraiios visitantes.- Un indfgena se situ a mi lado.
-Preguntales qu quieren y a qu h~m venido
-le orden.
El hombre articul una serie de gruiiidos, que fueron contestados en el acto por otros gruiiidos acompailados de ese lenguaje contenido en el accionar de bra:zos y de manos.
-Dicen que quieren ser. amigos; que quieren obse,quiarnos pescado ahumado y huevos de tortuga y de
.aves -me inform el indfgena con acento placentero,
ante las perspectivas de un suculento banquete'.
Me acerqu aun mas a ellos sin vacilar. Vi en sus
-0jos el huidizo brillo de la desconfianza y observ sus
arcos y sus flechas en el suelo al alcance de sus manos.
Sus cabezas emerglan de unas abultaaas tunicas grises
que les cubrfa el cuerpo. Y si bien not cierta inquie-tud en sus semblantes, no se movieron. Se trataba del
rnas extraiio grupo de la familia humana singularizada
.por la frente achatada y los dientes en serrucho. Del
interior de sus tunicas ~ushmas_i::_ sacaron canastas
llena~ de pescado ahumado y de huevos de tortuga que
me ofrecieron como una ofrenda amistosa de su mundo
primitivo. Llam a mi rebaiio ya apaciguado, pero nadie acudi6 a mi voz. Formando compacto grupo silencioso, hombres, mujeres, niiios, como si de prnto se
nubiesen -petrificado, daban muestras inequfvocas de
sentirse defraudados. Tom la resoluci6n subita de lievar conmigo a esos visitantes al poblado. Comprendra
que el Seiior los habla puesto en mi cami~o para cumplir con ellos la abnegada misi6n que me incumbfa.
Orden at intrprete que les transmitiera mi invitacin
.a pasar a "El Paralso", dandoles a entender que si les
gustaba, podfan quedarse con nosotros. El homb~e se
,puso ronco articulando gruiiidos tras gruiiido que, esta
ve:z:, no obtuvieron respuesta.
-Cuando no quieren, no contestan -termin por
-decir.
105
lm'
'
XXII
Al anochecer del siguiente dia, escuch6se el tamtam lejano de tambores que venlan de la desembocadura' del lago. Los sonidos se intensificaron a medida
que avanzaba la noche, y paulatinamente decrecieron
al amanecer. El ultimo tambor, que seguia resonando
ces6 con las primeras luces del nuevo dia.
Me levant muy temprano con el cansancio propio de una mala noche, debido a la insistencia de los
sonidos a la par que a mis preocupaciones. Los caza. dores y pescadores ya se diriglan .l()s unes al monte y
los otros hacia e1 lago. Llam dos antes de que se
internaran en la espesura, y con ellos me dirigl a investigar Io que habla ocurridi>.
Tras larga caminata bordeando la orilla del lago,
y siguiendo las sendas formadas par los cazadores, fuimos aproximandonos a los pantanales. En realidad, yo
no hada mas que seguir al que tenla delante, envuelto
.como estabamos todavla por las sombras de la noche.
Los hombres que me precedlan marchaban guiados por
su instinto, sin tropiezos y sin disminuir su acdlerado
paso. Al aproximarnos mas, distinguimos el bullicio
de una multitud que parecfa exaltada. Fuimos avanzando sin perder la orientaci6n hasta un punto en que
la selva alta terrrinaba, iniciandose la castra de plantas
acuaticas.
Tuvimos que recorrer cierta extension de la orilla
antes de vernes frente a un amplio semiclrculo bajo la
108
\lit
1 r;,
XXIII
El brillo, el encanto de la Creaci6n, la alegria de
vivir y de obrar se han esfumado de mis dfas. Mi paz
espiritual ha desaparecido dejando una sedimeritaci6n
tragica de noches largas en los que se ha prenido el
p~rasito venenoso del insomnie. Mi vida declina, mis
energfas se agotan y a veces suspiro porque venga pronto el dia en que me suma en el descanso definitivo.
En los servicios dominicales, mis palabras carecel'.l
del acento persuasivo de la fe. Cie.rta duda corrosiva
acerca de la supervivencia de la obra de Dias y oe la ,
efctividad de su doctrina de amor a los semejantes
me asalta con frecuencia; pero Io que mas agobia mi
espf ritu es la imagen _del Padre Agustln a quien mi au'Sencia y mi ingratitud han llevado al sepulcro. .lngrato !
c:Por qu Senor permtes que seamos verdugos de qui.,
nes mas nos aman? ,c:Por qu hemos de comprender
tardfamente, cuando ya nos encontramos frente a Io
irreparable, el valor de quienes ampararon nuestras
vidas con amor y .abnegaci6n? j Ingrate! Esa palabra
habla penetrado en rrii coraz6n como una candente puiialada.
,
'
Modorra profunda parec haber postrado a esta
naturale:Z:a primitiva, tornandola desolada. Todo e,s grisaceo; el matiz indefinible de los colores tristes.
Recuerdo los dlas venturosos en los que, lleno de
fe en el porvenir, excitaba el cela de mi rebano en los
111
'
rn
XXIV
El brujo 'continuo su vida sin variantes. Aparentaba estar dormido durante las oraciones vesperales y,
en cuanto se declaraba el plenilunio, esperaba que el
poblado estuviese dormido para dirigirse al lago. j Mi
indecisi6n para tomar una actitud que acabara con 'ese
amor monstruoso me parecia criminal !
Llegu al convencimiento tardio de que toda mi
desventura provenia de aquel hombre infernal. Sali dela civilizaci6n precisamente huyendo de ella, y ese brebaje me retorn6 ponindome en contacta con un mundo
de pasiones desbordadas. Bien pude haber seguido realizando mis ideales en la seguridad de que servia a
Nuestra Senor. Todo Io habia echado a perder el brujo.
El era el causante de la ruina eventual de mi obra y,
con ello, de mi vida entera. Cuan diferente hubiera
sido mi suerte ignorando todo Io acontecido en el mundo desde que me refugi en la selva, especialmente 18'
muerte del Padre Agustin. Las cosas no podian continuar asi sin paner tambin en peligro la vida y la tranquilad de aquellas buenas gentes que me habian segui~
do, y a quienes estaba yo en la obligaci6n c;fe proteger.
Me decidi a actuar de una vez por todas con la energiadel verdadero ap6stol.
Pas6 la luna nueva con sus noches que los gritos
del loco hacian mas negras y tempestuosas; pas6 el
cuarto menguante y empez6 a formarse el disco lunar.
Ueg6 la luna llena bajo cuya luz' volvi6 el brujo a pry'ui;.
:J.16
clicha para el perverso? iEs qu esta vida era, positivamente, el valle de liigrimas que el Serior habla creadopara probar la fe de sus elegidos a fin de premiarlbs
mas tarde en su Reina Celestial?
En ese instante, el brujo abri6 los ojos fijos en
mf, dandome la impresi6n de que estaba mirandome
desde hacia rato. Su risa se torn6 burlona al hablar:
-Te vi entrar. Vi tu latigo y supe a qu venfas.
Debo advertirte que estoy seguro que el huancahui no
canta para mi.
- j No estabas dormido ... !
-Estaba lejos cuando te vi. . . Ese Rosa les tieneunas ideas. . . Pero vamos a Io que importa: sonaba y
mi sueno era de Io mas venturoso. Tal vez no hay deleite mayor que vivir suenos deliciosos que participa"'
r
de Io real.
-Mi mayor doler -repuse- que vivir sujeto al
tormento de una pesadilla de realidades.
El brujo se incorpor6; yo mecnicamente, me sent junto a l. Hablaba con cierto dejo de cansancio
voluptuoso.
-Desde que te despertaste del sueno producido
por la toma, estas muy triste -dijo-. Ya no eres el
pastor activa de 'Otros tiempos. Ya s que sin mf pudiste haber sido f,eliz viviendo la vida que sonaste. al
realizar tu obra ... o tener la ilusi6n de que la realizabas. Yo no tuve la culpa de que te bebieras Io que
estaba destinado para mf. . . A veces pienso que podfa
ocurrfrseles arrojarme de ac o quemarme vivo. Bastarfa una orden tuya para que tus ovejas, convertidas
en fieras, acaben conmigo. Hace tiempo, comprend!
que no puedo vivir enr~ tus gentes; soy distinto a todos
y debf haberme ya marchado, pero ya sabes por qu
no puedo sepa~arme de aquf. Ad~mas, tu .. me atraes.
Eres tan distinto a mf que no puedo entenderte. A los
otros, sf. Elles saben como yo, odiar, vengarse, hacer
dano; eso Io entiendo y Io siento, pero tu ... a veces
pienso que serfas capaz de morir para que los otros vivan. No te entiendo ...
UT
:{f,
11'.<'.
"'
119'
-jHabla!
, -Es mi brebaje. ,
-No quiero tus brujerlas; prefiero vivir sufriendo y morir en la gracia de Dios.
-Yo puedo darte el secreto de ser feliz ... Te
dar la dosis perfecta, y te salvaras.
En aquel momento, alarmado por mi tardanza, entr6, Rosales en la covacha, y al vernos muy juntos, yo
pendiente de los labios del brujo, su rostro se contrajo
en amarga muea de decepci6n.
A lqs pocos dias estaba yo en manos del brujo decidido a tomar el brebaje y sumergirme en el trance
hipn6tico, huyendo del tormento de mi vida.
XXV
ir a desencadenar males en el mundo, y que yo pere<:er loca de dolor. Por eso, y porque Fl'1e aman, no me
permiten salir a compartir tu vida como son mis deseos
aun a s~biendas de que morir asesinada por la ponzo.fia que a veces fluye de tus ojos.
Las palabras del brujo brotaron esta vez terminantes, pero con cierto sabor de angUstia:
-Sabete que s'ta es la ultima vez que vengo escuchando tus llamadas. Me voy. jTengo en el mundo
mucho que hacer !
Y volvindol.e las espaldas desapareci6 entre los
arbustos,. en tanto que ella se sumergia en las aguas
lanzando el gemido mas doloroso que escuch en mi
vida. Aquello era demasiado,. pero habla algo mas.
Me alej de alli decidido a terminar, definitivimente, con -aquel ser endemoniado que habla hecho
aplastante el peso de mi cruz. Era llegado el momento
de arrojarlo del poblado. jTenia que ordenar su exterminio como si se tratara de una vibora o de un animal
transmisor' de la peste! lnsensiblemente, penetr en el
grupo de .casas que parecfan dormitar bajo la noche, y
descubri con horror que mi rebafio conspiraba, se divertia, pecaba. Entr en una de ellas, la mas alejada
oel grupo, de cuyo interior partian voces veladas, y me
encontr en una runi6n de personas que libaban chicha fermentada, alumbrados por la mortecina claridad
de un candil, alrededor de Rosales que les hablaba:
-c'.A qu hemos venido? c:Qu libertad es la que
hemos alcanzado? Prisioneros del Padre no .podemos ni
siquiera beber 9lgo que nos alegre en presencia de todo
el mundo celebrando, tantas veces como nos plazca,
cualquier acontecimiento grato de nuestra vida. Alla
en el rfo bailabamos, jugabamos, nos enborrachabamos y ElSO no~ hacfa olvidar muchas cosas y, sobre todo,
nos hacfa sentir que viviamos. Aqui tambin podemos
hacer todo eso ...
- j Lo que extranas son las trampas que hacf as
con la baraja ! .-grit6 alguien desde un rincn subitamente indignado.
123
-~
. 124
1
>
ticias de otros mundos. Nos en~erabamos de Io que pasaba mas alla de nuestros ofdos y de_ nuestros ojos, y
eso era Io que nos hacia sonar, temer, y suspirar llenos
de esperanzas. Cuando alguno morfa i qu noches mas
alegres con caf a cada rato, festejando los chistes y
los aciertos en las adivinanzas. Y bebfamos sendas copas mientras los mas jugaban al briscan y al siete y
medio, y las lloronas cantaban llorando ! j Cuando alguien nacia j qu jaranas con chicha y aguardiente!
-Yo era incansable bailarfn -dijo Garcia con voz
enchichada-. El recuerdo de la marinera, el ahimayshi
y _el tanguino me alocan. jTrae otro pate de chicha hermano que me dan ganas de llorar !
-Un poco mas bajo. i caramba !
-Sabfamos la aproximaci6n de las fiestas y nos
preparabamos -prosiguio Tananta-. Visitabamos a los
amigos y ellos tambin nos visitaban; y hadamos planes. Los cabezones se endeudaban para tod! la vida
a fin de alegrar al pueblo con musica, guirnaldas, comidas y bebidas para todos en celebraci6n de la fiesta de
la Santa Patrona. . . Estando ya bien enhuarapados derribabamos humishas bailando el citaracuy con las muchachas bajo el aguacero. Y hadamos el amor ...
Garda no pudo contenerse, y canto a media voz:
El amor de las sapinas
es como de las gallinas.
- j Guarda ! -previno el ponguete Galvan-. Mi
mujer es sapina y es cabal. j Matarfa como el camunguy
hembra al que pretendiera posarse en el ramaje donde
canta su macho!
- j Chist ! --dijo Rosa les imponiendo silencio, ya
impaciente con el giro que estaba tomando la discusion-. (.Y no se acuerdan de las cuentas? (de los patrones y de las autoridades? (Y no se acuerdan de la
esclavitud que les espera alla?
-jAI rio! jal rfo!
. - j Callense ! Si el brujo esta dormido con su brebaje, puede estar aquf escuchandonos. . . j Es de Io mas
temible!
125
,'
,,'i
,
1:1
~
~
11
1
XXVI
"'
i'~
; i
127
.1
.1
1
la matera son distintas de las del espiritu, a cuyo universo apenas nos hemos asomado.
-iQu es de la gente? No escucho sus voces ni
veo a nadie -dije tratando de variar el tema.
-Solo ha quedado una voz ino la escuchas? Es
la del pajaro agorero ...
-Lo que te pregunto es l6nde esta la gente.
-Hace cuatro dias vino Rosales en tu busca, y
te encontr6 dormido junto al recipiente del jugo que
bebiste. Se alarm6 el poblado con la noticia y hubo
una especie de mitin. No me atacaron porque me temian, pero decidieron abandonarnos a causa de que te
habias endemoniado coma yo, segun decian. . . i Gente
.superticiosa l Despus me maldijeron y se marcharon
nevandose todas las casas. Se fueron dejando al loco
y la mas pequefia de .las canoas.
La noticia no rhe produjo el efecto que se anticipaba el brujo. Antes bien, casi llegu a justificar, en
ese momento, la decisi6n adoptada por mi grey. Despus de todo, tarde o temprano tenian que haberse
marchado.
-iNo te indignas? Mira que se han llevado toaas las cosas. Nos han abandonado -recalc6 insidioso
el brujo.
-Que Dios les acompafie en su viaje y que lleguen al rio con bien. . . Ahora apartate que tengo que
recorrer el caserio y orar por quines se fueron.
Se alej6 al instante. Y alli, entre esas construcciones silenciosas, deshabitadas, me puse de rodillas y
llor amargamente por el suefio desvanecido de mi via je.
Al regresar a la capilla, encontr en la puerta al brujo
esperaridome.
-iNo te causa indignaci6n el que te hayan abandonado? Voy a tomar el brebaje y antes de que salgan
al rio los habr destruido a todos -dijo, encaminandose en direcci6n a su covacha.
En aquel momento reaccion contra ese horilbre
causante de todas mis desgracias. Me volvf ciego y le
maldije:
128
!I:
'/
...
me tigre dormitaba. Abajo, una boa pugnaba por subir
abarcando el voluminoso tallo con sus pesados anillos.
Aqut;!I dia, los seres mas antagnicos de la selva
convivieron sin disturbiosI en la copa convertida en Arca
.
de No. Al atardecer, la crciente se detuvo y las aguas,
limpias de los destrozos ocasionados en la selva, se deslizaban ya talmadas; Antes del anochecer pude observar su descenso en pos de su nive( invernal.
La solidaridad de mis companeros irracionales fren. te al peligro se rompi al otro dia. Una culebra se lanz6 contra una vibora venenosa trabandose en una lucha
implacable, que termin desapareciendo ese embrollo
de colores y anillos tensos en movimiento, y quedar,
en cambio, un solo cuerpo cilf ndr.ico considerablemente engrosado. La vlbora habla sucumbido tragada por
su adversaria, la que no tard en ser cogida por un
huancahui explorador que remont el vuelo llevando
\ su presa pendiente del. pica. La ardilla insegura saltaba de rama en rama. Yo me hice la idea 'i torpe de mf!
que no tardarfa en ser cazada par el tigre, Io mismo
que. un extrafio roedor agazapado, mas, al fijarme detenidamente en el felino, advertl que tenla los ojos fijos
en mi disponindose al ataque; joptando par la presa
mas. grande, habla hecho su elecci6n en mi per59na ~
En ese momento me di cuenta cabal de mi situaci6n.
En mi insensatez, me habla aventurado absolutamente .
iner.me por e.sos parajes, en los que terminarla vfctima
de mi propia imprudencia. j Y esa boa que se habla
establecido amenazadoramente al pie del rbol !
El tigre situado sobre mi, y la boa por debajo, me
ponian ante la alternativa de quedarme donde estaba
y ser presa del tigre, o lanzarme al agua tratando de
~escapar a nado y caer en las fauces del ofidio. De uno
o de otro modo, estaba perdido y el desenlace era cuesti6n. de mas 0 menas tiempo. . .
.
Debo dedarar, sinceramente, que no sentla miedo
y, antes bien, lleno de coraje, me dispuse a vender cara
la vida. Creo en el milagro, fruto de la miseriordia
n2
:i
'~
~
1,
.t
1 rlifI
...
133
.
_.
XXVII
...
134
135
137
Volvi6 a reanudar su paseo con los brazos _levant!dos y las manas crispadas coma garras. Y luego de
dar varias vueltas por la 1 habitaci6n con paso recio, reasumiendo su actitud exaltada prosigui6: .
-Hay que destruir la civilizaci6n a c:ausa de los
eg61atras que la han acaparado. Mis planes estan perfectamente elaborados. Tu estaras a mi lado, y presenciaras mi apote6sico ascenso; y tambin me seguiras ...
lmperar en el mundo por el terror. El supremo arte
del gobernante es dominar por la cobardla. El dspota
que domina un pals hacienda que su voluntad sea la
ley no podrfa subsistir sin la cobardla de los 'demas. ~I
hombre que llegue a dominar el mundo sera el supremo' artf fice del terror. y ese artifice no sera un hombre normal; sera un fantasma,, porque solo el fantasma sera inmune a las reacciones humanas. jYo soy el
hombre fantasma, el hombre invencible !
Mi estupor inicial se troc6 en coraje. Disipadas
mis dudas, estaba ahora en la certeza de tener delante
al aborto monstruoso de la naturaleza llamado Anti- .
cristo. i Ahf estaba el Anticristo ! Me avalanc sobre l
y Io cog del cuello determinado a matarlo. Se agarr6
fuerteme~te de los brazos que le extrangulaban, abri6
su_ boca dejando l descbierto la lengua tensa, sus pupilas se dilataron, y su piel congestionada amenazaba'
reventar. Mas, en el instante en que se ponfa rfgido.1
repercuti6 en mi conciencia, conio una imprecaci6n, el
mandata supremo destinado a preservar la vida del pr6j imo. i No mata ras! j No mata ras!. Y antes de verme
convertido en transgresor de la ley divina, afloj los
punas y. . . j Io dej vivir !
139
XXVIII
el fuego en la cocina.
Subi6 encorvado y vacilante, y, sentandose sobre
la orilla, se puso a gemir cubrihdose el rostro con las
ma nos.
Al cerrar la noche, tranqu bien la puerta de la
capilla y rendido me acost, mas o menas seguro, dentro de mi habi.taci6n. Antes de conciliar el sueno escuch lbs sollozos del brujo.
-Sacerdote -imploraba con voz ahogada -estoy
vencido. Ya nada puedes 'temer de mi. Seamos como
antes. Yo te llamar Padre y sera Io que tu quieres.
Sin contestarle, me dormi escuchando sus frases
l5f~ .
'
planideras.
-Prisioneros 'de la selva somas inseparables ---deda-. Quemaste la nave. Ya no podremos salir de
,
ac y nuestro destina es uno.
En el dia se acostumbr6 a seguirme humilde, en- '
cogido y supl icante; y en las noches, entre hondos suspi ros, seguia lamentndose. Dies mio, >or qu me distes una rrientalidad inge".'ua y un coraz6n compasivo?
Una tarde nos sentamos juntos bajo el cntico agorero.
- j Debes confesarte ! -le di je imperativo.
-Ya te Io dije todo.
- j Arrepintete !
-Estoy arrepentido.
141
142
i
XXIX
143
144
XXX
gu~tia.
146
--..._
,;;
p.%,.
H&
151
..
inofensiva: Mas, a mi aproxmacin,
rigindose a mi encuentro, iigil y sinuasa, ofra
.
tamano descomunal. El ombate tenia que decidirse
entre .la velocidad del ataque del ofidio, y el fila del
arma que yo blandia en alto presto a la lucha. Al pri~'
mer machetazo, el cuerpo del animal mas fuerte de la
selva, qued6 dividido coma si fuera de mantequilla. A
cada uno de mis golpes centenares de gargantas exha-
laban murmullos de estupor. No par hasta que varias
pedazos de ambos reptiles reposaran inertes a mis pies.
Los espectadores pasmados contenian el aliento.
CoTI. los brazos caidos, el machete chorreando sangre,
levant la mirada turbia al Cielo clamando perd6n coma si fuera culpable de no haber llegado a tiempo para
sa Ivar al brujo. Luegq, senti que me abandonaban las
fuerzas, pero logr mantenerme en pie mediante un
gran esfuerzo. de voluntad. Cuando me ac:erqu vacilante de regreso a la fila delantera, me sali6 al encuentro, brillantes los ojos de admiraci6n, un muscul9so
salvaje coronado de plumas,. y, ante mi sorpresa, se
expres6 en -castellano.
-Mas fuerte que boa j t eres dios ... !
Segui avanzando ntre los salvajes postrados, Apoy el brazo en los hombros del loco que me esperaba
y paso a paso, retornamos a "El Paraiso" ,adonde llegamos cuando el sol de una .esplndida manana, parn- \.
tesis de ,luz en los dfas lluviosos, calentaba el muerto \
. ,
.
.
')..
case no.
1
Me detuve sobresaltado en el patio de la capilla
al escuchar llamadas implorantes que venfan del lago.
Como ya sabia Io que era, me desprendi del loco y corri
dando traspis 'al puerto. Desde el reborde que mira
al lago, divis el cuerpp blanco de una joven que flotaba banada por los reflejos m6viles del sol, alla donde
el oleaje iba a 'morir sobre la playa. Parecia dormida.
Al descubrir mi presencia exhal un grito que me
dej6 paralizado. Cubri6 su cuerpo -escultura de nie 7 .
ve- con su larga cabellera,, y empez6 a hundirse. ad-
XXXI
,,
153
XXXII
La antorcha, adosada a uno de los horcones, crepitaba, y a su indecisa luz pude distinguir, cuando abrf
los 6jos, varias formas estaticas, sentadas en cuclillas,
alrededor de mi lecho. Una ~e .las formas se acerc6,
cautelosa, hasta poner su rostro muy junto al mfo. Vi
.que prendfa su mirada en mis pupilas, observandome
en silencio. Me encontraba rodeado de los hijos del
pantano.
Esa cara situada a centfmettos de mi rostro fue
retrocediendo al cabo de cierto rato. Luego el hombre
se levant6, hizo senas a los otros 'y todos salieron de
la habitaci6n sin pronunciar palabra.
Me restregu los ojos para cercio,rarme de si me
-encontraba despierto o sumido aun en el mundo de. los
suenos, y me di cuenta que mis brazos se movfan, normalmente, a voluntad, Io que me produjo cierto ali'1io.
logr incorporarme fras de muchos esfuerzos y sentrme en mi lecho dispuesto a continuar la narraci6n. de
mi historia.
Rafagas de aire violento batfan la techumbre, y
. los gritos del loco indicaban la luna nueva. Mil pensamientos, a cual mas pavorosos, cruzaban por mi mente.
c:Qu iba a ser de mf en ese estado de postraci6n sin
la mas remota posibilidad d_e recibir auxilio?
. No; no era el temor al desamparo y a la muerte
fo que experimentaba, a pesar de una inexplicable sen!
155
saci6n de angustia. Desde que mi rebano me abandonara, ya mi vida carefa de final!dad. Comprend[ qu
habia llegado el momento de pedir al Sefior que me recogiera.
La sed y el hambre me torturaban. El ventarr6n
devino en lluvia. Sudaba. Me examin, al tacto, las
rodillas~ estaban hinchadas. Agudisimas punzadas con-
traian de dolor mi cuerpo.
Un jir6n de aire apag6 la antorcha y qued sumi.,
do en la obscuridad. La impresin de angustia que por
momentos me dominaba, debia de estar relacionada
con l fin de mi vida que suponia pr6xima. Sentia venir la muerte, como .una sombra, a cubrir para siemp~e mis ojos m,uy abiertos. El ruido dl agua, al caer
p6r los aleros, se hizo n[tido al decrecer el estruendo
de la lluvia. Su glogloteo resonaba junto a mi lecho,
al otro lado de la pared exterior, aumentando la sed
que me devoraba. Era un verdadero suplicio de Tan-1
talo. Los gritos del loco me produfan sacudimientos
nerviosos ..
Refugiado en la oraci6n, - sentia pasar el tiempo
hasta que las punzadas me hacian apretar los dientes
para no exhalar gritos de dolor. c:Qu fue Io que hadan
los hijos del pantano a mi alrededor? c:A d6nde se habfan marchado y con qu fin?
Al tormento que agobiaba mi cuerpo, unironse
las hondas tribulaciones de mi espfritu. Alla en la civilizaci6n, solfa escuchar el paso de las horas marcadas
por la voz de los relojes, a cual mas sonoras, que paredan responderse en diferentes notas, desde puntos
opuest6s de la ciudad. Sabla, entonces, que la noche
transcurria y me quedaba dormido. Despus, ya en la
selva, al despertar con las preocupaciones de la obra
que me esperaba al otro dia, el canto del gallo me
anunciaba el amanecer. En el transcurso. de la noche,
siempre habla algo que marcaba el paso del tiempo y
la aproxirttaci6n de la luz del nuevo dia. La soledad y
el abandono, a la par que las tinieblas, me daban hoy
fa impresi6n de que el tiempo se habla detenido. Algo
156
1.
'
~1'1'
!
En la mente excitada del .enferma abandonado caben los pensamientos mas dolorosos. Record al Padre
Agustin, a quien mi ingratitud habla muerto, y ese recuerdo retorn6 el martirio que abrumaba mi vida. Tambin me obsesionaba el negro parvenir que esperaba
una humanidad sin Dios. c:Es que yo realmente habla
vivido absorbido por un sueno 'ut6pico abrazado a una
fe ficticia? Pero. . . c:qu estoy pensando? jOh, selva!
jTienes un alma demoniaca que hace desvariar, un alma
inde'scifrable e iricomprensiblej Yo s que en tu primitivismo salvaje se encuentra, al par que el martirio, la
clave del _misterio que encierra el espiritu j el misterio
ae la inmortalidad ! Padre Agustin. V_eo dos lagrimas
surcar tu venerable rostro y tu mirada bondadosa fija
1
en mi ...
Y me qued dormido con la imagen del Padre
Agust[n proyectada en la retina de mis recuerdos. ~v
son. : . No; no fu como tas veces anteriores en que
me vi transportado a otros mundos bajo el influjo del.
sueno hechizado; me habla sumergido en el sueno que
Dios cre6 para el verdadero descanso del cuerpo y del
alma. Y son con el Padre Agustin que me abrfa los
brazs desde1una nube. Me puse de rodillas a sus pies.'
-.Padre, -,dijele- vengo con una P,ena 'inmensa
y una- duda mortal ...
-Hijo mio -me contesta con voz dulce-. En
verdad t digo que ya todos tus errores te han sido
perdonados, y que por tus suenos y tus sufrimientos eres
uno de los elegidos del Senor.
~ .
-Vuestras palabras meproducen gran alivio, -Pa-/
dre, pero no alcanzan a disipar las dudas que me roen y
que por momentos han hecho flaquear mi fe.
-Vuelvo a decirte, en verdad, que muchas lagri~
mas y sangre S!i! derramaran antes de que impere en el
mundo, como ley suprema, el mandato,de Dios: "Amaos
los .unos a los otros".
'
,}
1k
tt:
,'
....,.
XXXIU'
,,
158
...
'
EDlTADO EN LA IMPRENTA DEL MINISTERIO
DE GUERRA, BAJO LA SUPERVIGILANCIA
~.
F 1 N,
; !
160