Anónimo - El Lazarillo de Tormes
Anónimo - El Lazarillo de Tormes
Anónimo - El Lazarillo de Tormes
Autor desconocido.
Edicion de Burgos, 1554.
Prologo
Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas,
vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues
podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no
ahondaren tanto los deleite; y a este propósito dice Plinio que no hay libro,
por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena; mayormente que los gustos no
son todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde por ello. Y así vemos
cosas tenidas en poco de algunos, que de otros no lo son. Y esto, para ninguna
cosa se debería romper ni echar a mal, si muy detestable no fuese, sino que a
todos se comunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar della
algún fruto.
Porque si así no fuese, muy pocos escribirían para uno solo, pues no se
hace sin trabajo, y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con
dineros, mas con que vean y lean sus obras, y si hay de qué, se las alaben. Y a
este propósito dice Tulio: "La honra cría las artes."
¿Quién piensa que el soldado que es primero del escala, tiene más
aborrecido el vivir? No, por cierto; mas el deseo de alabanza le hace ponerse
al peligro; y así, en las artes y letras es lo mesmo. Predica muy bien el
presentado, y es hombre que desea mucho el provecho de las ánimas; mas pregunten
a su merced si le pesa cuando le dicen: "¡Oh, qué maravillosamente lo ha hecho
vuestra reverencia!" Justó muy ruinmente el señor don Fulano, y dio el sayete
de armas al truhán, porque le loaba de haber llevado muy buenas lanzas. ¿Que
hiciera si fuera verdad?
Y todo va desta manera: que confesando yo no ser más santo que mis
vecinos, desta nonada, que en este grosero estilo escribo, no me pesará que
hayan parte y se huelguen con ello todos los que en ella algún gusto hallaren,
y vean que vive un hombre con tantas fortunas, peligros y adversidades.
Suplico a vuestra merced reciba el pobre servicio de mano de quien lo
hiciera más rico si su poder y deseo se conformaran. Y pues vuestra merced
escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso, parecióme no tomarle
por el medio, sino del principio, porque se tenga entera noticia de mi persona.
Y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les
debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que,
siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto.
Tratado Primero
Cuenta Lázaro su vida y cúyo hijo fue.
Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de
Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea
de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé
Y en cuanto esto pasaba, a la memoria me vino una cobardía y flojedad que hice,
por que me maldecía, y fue no dejarle sin narices, pues tan buen tiempo tuve
para ello que la mitad del camino estaba andado. Que con sólo apretar los
dientes se me quedaran en casa, y con ser de aquel malvado, por ventura lo
retuviera mejor mi estómago que retuvo la longaniza, y no pareciendo ellas
pudiera negar la demanda. Pluguiera a Dios que lo hubiera hecho, que eso fuera
así que así.
Hiciéronnos amigos la mesonera y los que allí estaban, y con el vino que
para beber le había traído, lavaronme la cara y la garganta, sobre lo cual
discantaba el mal ciego donaires, diciendo:
"Por verdad, más vino me gasta este mozo en lavatorios al cabo del año
que yo bebo en dos. A lo menos, Lázaro, eres en mas cargo al vino que a tu
padre, porque él una vez te engendró, mas el vino mil te ha dado la vida."
Y luego contaba cuántas veces me había descalabrado y harpado la cara, y
con vino luego sanaba.
"Yo te digo -dijo- que si un hombre en el mundo ha de ser
bienaventurado con vino, que serás tú."
Tratado Segundo
Cómo Lázaro se asentó con un clérigo, y de las cosas que con él pasó
Otro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuime a un lugar que llaman
Maqueda, adonde me toparon mis pecados con un clérigo que, llegando a pedir
limosna, me preguntó si sabia ayudar a misa. Yo dije que sí, como era verdad;
que, aunque maltratado, mil cosas buenas me mostró el pecador del ciego, y una
dellas fue ésta. Finalmente, el clérigo me recibió por suyo.
Con esto no me osaba menear, porque tenía por fé que todos los grados
había de hallar más ruines Y a abajar otro punto, no sonara Lázaro ni se oyera
en el mundo.
Pues, estando en tal aflicción, cual plega al Señor librar de ella a todo
fiel cristiano, y sin saber darme consejo, viéndome ir de mal en peor, un día
que el cuitado ruin y lacerado de mi amo habia ido fuera del lugar, llegóse
acaso a mi puerta un calderero, el cual yo creo que fue ángel enviado a mí por
la mano de Dios en aquel hábito. Preguntome si tenía algo que adobar.
"En mí teniades bien que hacer, y no haríades poco si me remediásedes",
dije paso, que no me oyó.
Mas como no era tiempo de gastarlo en decir gracias, alumbrado por el
Espíritu Santo, le dije:
"Tío, una llave de este arca he perdido, y temo mi señor me azote. Por
vuestra vida, veáis si en ésas que traéis hay alguna que le haga, que yo os lo
pagaré."
Comenzó a probar el angélico caldedero una y otra de un gran sartal que
dellas traía, y yo ayudalle con mis flacas oraciones. Cuando no me cato, veo en
figura de panes, como dicen, la cara de Dios dentro del arcaz. Y, abierto,
díjele:
"Yo no tengo dineros que os dar por la llave, mas tomad de ahí el pago."
El tomó un bodigo de aquéllos, el que mejor le pareció, y dandome mi llave
se fue muy contento, dejándome más a mí.
Mas no toqué en nada por el presente, porque no fuese la falta sentida, y
aun, porque me vi de tanto bien señor, parecióme que la hambre no se me osaba
allegar. Vino el mísero de mi amo, y quiso Dios no miró en la oblada que el
ángel habia llevado.
Y otro día, en saliendo de casa, abro mi paraíso panal, y tomo entre las
manos y dientes un bodigo, y en dos credos le hice invisible, no se me olvidando
el arca abierta; y comienzo a barrer la casa con mucha alegría, pareciéndome con
aquel remedio remediar dende en adelante la triste vida. Y así estuve con ello
aquel día y otro gozoso. Mas no estaba en mi dicha que me durase mucho
aqueldescanso, porque luego al tercero día me vino la terciana derecha.
Y fue que veo a deshora al que me mataba de hambre sobre nuestro arcaz
volviendo y revolviendo, contando y tornando a contar los panes. Yo disimulaba,
y en mi secreta oración y devociones y plegarias decía:
"!Sant Juan y ciégale!"
Tratado Tercero
Cómo Lázaro se asentó con un escudero, y de lo que le acaecio con él
Desta manera me fue forzado sacar fuerzas de flaqueza y, poco a poco, con
ayuda de las buenas gentes di comigo en esta insigne ciudad de Toledo, adonde
con la merced de Dios dende a quince días se me cerró la herida; y mientras
estaba malo, siempre me daban alguna limosna, mas después que estuve sano, todos
me decían:
"Tú, bellaco y gallofero eres. Busca, busca un amo a quien sirvas."
"¿Y adónde se hallará ése -decía yo entre mí- si Dios ahora de nuevo, como
crió el mundo, no le criase?"
Andando así discurriendo de puerta en puerta, con harto poco remedio,
porque ya la caridad se subió al cielo, topóme Dios con un escudero que iba por
la calle con razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden. Miróme,
y yo a él, y dijome:
"Muchacho: ¿buscas amo?"
Yo le dije:
"Si, senor."
"Pues vente tras mí -me respondió- que Dios te ha hecho merced en topar
comigo. Alguna buena oración rezaste hoy."
Y seguíle, dando gracias a Dios por lo que le oí, y también que me
parecía, segun su hábito y continente, ser el que yo había menester.
Era de mañana cuando este mi tercero amo topé. Y llevóme tras sí gran
parte de la ciudad. Pasábamos por las plazas donde se vendía pan y otras
provisiones. Yo pensaba y aun deseaba que allí me quería cargar de lo que se
Tratado Cuarto
Cómo Lázaro se asentó con un fraile
de la Merced, y de lo que le acaeció con él
Tratado Quinto
Cómo Lázaro se asentó con un buldero, y de las cosas que con él pasó
Tratado Sexto
Cómo Lázaro se asentó con un capellán, y lo que con él pasó
Después desto, asenté con un maestro de pintar panderos para molelle los
colores, y también sufrí mil males.
Siendo ya en este tiempo buen mozuelo, entrando un día en la iglesia
mayor, un capéllan de ella me recibió por suyo. Y púsome en poder un asno y
cuatro cántaros y un azote, y comencé a echar agua por la ciudad. Éste fue el
primer escalón que yo subí para venir a alcanzar buena vida, porque mi boca era
medida. Daba cada día a mi amo treinta maravedís ganados, y los sábados ganaba
para mí, y todo lo demás, entre semana, de treinta maravedís.
Fueme tan bien en el oficio que al cabo de cuatro años que lo usé, con
poner en la ganancia buen recaudo, ahorré para me vestir muy honradamente de la
ropa vieja. De la cual compré un jubón de fustán viejo y un sayo raído de manga
tranzada y puerta y una capa que había sido frisada, y una espada de las viejas
primeras de Cuéllar. Desque me vi en hábito de hombre de bien, dije a mi amo se
tomase su asno, que no quería más seguir aquel oficio.
Tratado Septimo
Cómo Lázaro se asentó con un alguacil, y de lo que le acaeció con él
Despedido del capellán, asenté por hombre de justicia con un alguacil. Mas
muy poco viví con él, por parecerme oficio peligroso. Mayormente, que una noche
nos corrieron a mí y a mi amo a pedradas y a palos unos retraídos. Y a mi amo,
que esperó, trataron mal; mas a mí no me alcanzaron. Con esto renegué del trato.
Y pensando en qué modo de vivir haría mi asiento por tener descanso y
ganar algo para la vejez, quiso Dios alumbrarme y ponerme en camino y manera
provechosa. Y con favor que tuve de amigos y señores, todos mis trabajos y
fatigas hasta entonces pasados fueron pagados con alcanzar lo que procuré. Que
fue un oficio real, viendo que no hay nadie que medre sino los que le tienen.
En el cual el día de hoy vivo y resido a servicio de Dios y de vuestra
merced. Y es que tengo cargo de pregonar los vinos que en esta ciudad se venden,
Fin