GUION de TEATRO - Francisca y La Muerte

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GUION DE TEATRO

FRANCISCA Y LA MUERTE
Personajes:
Muerte
Narrador
Seor 1
Nieta
Mam de la nia
Caminante
Seor Noriega
Seora Noriega
Nio Noriega
Los Gonzalez
Viejo en Caballo
En la escena se aprecian dos casas con colores alegres y maceteros, un camino verde con flores y
rboles, la muerte anda vestida de negro con un sombrero blanco y un traje negro olgado. Adems
se ve un campo arado y maizales.

(Entra a muerte con su trenza retorcida bajo el sombrero y su mano amarilla en el


bolsillo.)
Muerte: Santos y buenos das!
Narrador: Y ninguno de los presentes la pudo reconocer.
Muerte: (Pregunta dudosamente) Si no molesto quisiera saber dnde vive la seora
Francisca.
Seor 1: (El Seor se asoma por la ventana de su casa y seala con su dedo hacia los
campos) Pues mire, all por los matorrales que bate el viento ve? Hay un camino que
sube la colina. Arriba hallar la casa.
Muerte: Cumplida est! Ay Gracias a Dios!
Narrador: La muerte se ech a andar por el camino aquella maana que, precisamente,
haba pocas nubes en el cielo y todo el azul resplandeca de luz. Un ambiente muy
desagradable para ella, pues es la apestosa muerte. Andando, mir la hora y vio que eran
las siete de la maana. Por lo tanto, para la 1 y cuarto, pasado meridiano, se habra
llevado ya a la seora Francisca.
Muerte: (Alegre y suspirando) Menos mal!, poco trabajo; un solo caso.
(Mientras la muerte va caminando despacio por muchas flores tratando de no chocar con
ninguna de ellas. Y haciendo caras de asco. Cuando pasa por el rbol se lo queda
viendo, lo huele y se tapa la nariz; lo mismo con las flores. Se escucha fondo musical de
agua cayendo y de pjaros trinando)
Narrador: Se dijo satisfecha de no fatigarse y sigui su paso, metindose ahora por el
camino apretado del romerillo y roco. Efectivamente, era el mes de mayo y con los
aguaceros cados, no hubo semilla silvestre ni brote que se quedara bajo la tierra sin salir
el sol. Los retoos de las ceibas eran pura caoba transparente. El tronco del guayabo
soltaba, a espacios, la corteza, dejando ver la carne limpia de la madera. Verde era todo,
desde el suelo al aire y un olor a vida subiendo de las flores. Natural que se tapara la
nariz. Lgico tambin que ni siquiera mirara tanta rama llena de nidos ni tanta abeja con
su flor. Pero, qu hacerse? Estaba la muerte de paso por aqu sin ser su reino. Por fin
lleg a la casa de Francisca.

Muerte: (Con tono confianzudo) Con Panchita, por favor.


(Sale una nia de la casa acompaada de su mam. La muerte sigue con su trenza y la
mano en el bolsillo)
Nieta: (Con miedo) Abuela sali temprano.
Muerte: Y a qu hora regresa?
Mam de la nia: Quin lo sabe! Depende de los quehaceres. Por el campo anda,
trabajando.
Muerte: (Se muerde el labio y con tono de cansada) Hace mucho sol! Puedo esperarla
aqu?
Mam de la nia: Aqu quien viene tiene su casa. (Advirtiendo) Peeerooo puede que ella
no regrese hasta el anochecer.
Muerte: (Piensa mirando para arriba, con el labio mordido y con la mano en la barbilla; se
oye en el fondo musical con eco) (Chin! Se me ir el tren de las cinco. No! Mejor voy a
buscarla!) Dnde, de fijo, pudiera encontrarla ahora?
Mam de la nia: Pues de madrugada sali a ordear. Seguramente estar en el maz,
sembrando.
Muerte: Y dnde est el maizal?
Mam de la nia: Siga la cerca y luego ver el campo arado detrs.
Muerte: (Secamente) Gracias.
Narrador: Y andando y andando, sigui la muerte. Sin embargo, mir todo el campo
arado y no haba un alma en l. Slo garzas. Soltse la trenza la muerte y rabi.
Muerte: (Enojada) Vieja andariega! Dnde te habrs metido! (Escupe y contina
caminando)
Narrador: Una hora despus de tener la trenza ardida bajo el sombrero y la nariz
repugnada de tanto olor a hierba nueva, la muerte se top con un caminante.
Muerte: Seor! Pudiera usted decirme donde est Francisca por estos caminos?
Caminante: (Alegremente) Tiene suerte! Media hora lleva en casa de los Noriegas. Est
el nio enfermo y ella fue a sobarle el vientre.
Muerte:Gracias! (Se dispara a caminar rpido para llegar)
Narrador: Duro y fatigoso era el camino. Adems ahora tena que hacerlo sobre un nuevo
terreno arado, sin trillo, y ya sabe cmo es de incmodo sentar el pie sobre el suelo
irregular y tan esponjoso de frescura, que se pierde la mitad del esfuerzo. As, por tanto,
lleg la muerte hecha una lstima a casa de los Noriegas.
Muerte: (con tono cansado y soplndose con el sombrero) Con Francisca! A ver si me
hace el favor.
Seor Noriega: (Con desilusin) Ya se fue!
Muerte: (Sorprendida) Pero, cmo! As de pronto?
Seora Noriega: (Frunciendo las cejas) Cmo de pronto? Slo vino a ayudarnos con el
nio y ya lo hizo. De qu extraarse?

Muerte: (Apenada) Bueno Ver. Es que siempre una hace la sobremesa en todo, digo
yo.
Seor Noriega: (Indagando y con los ojos bien abiertos) Entonces usted no conoce a
Francisca.
Muerte: Tengo sus seas.
Seora Noriega: (Retndola) A ver, dgalas.
Muerte: (Sealando las partes del cuerpo que va diciendo) Pues con arrugas, desde
luego, ya son sesenta aos
Seor Noriega: Y qu ms?
Muerte: Ver el pelo blanco. Cas i ningn diente propio. La nariz, digamos (con
duda)
Seora Noriega: Digamos qu?
Muerte: Filosa
Seora Noriega: Eso es todo?
Muerte: (Tratando de convencer) Bueno adems de nombre y dos apellidos.
Seor Noriega: Pero usted no ha hablado de sus ojos.
Muerte: Bien, nublados s, nublados han de ser ahumados por los aos.
Seora Noriega: Nooo, no la conoce. Todo lo dicho est bien, pero no los ojos. Tiene
menos tiempo en la mirada. Esa, a quien usted busca, no es Francisca.
Narrador: Y sali la muerte otra vez por el camino. Iba ahora indignada sin preocuparse
mucho por la mano y la trenza, que medio se le asomaba por debajo del ala del sombrero.
Anduvo y anduvo.
Muerte: (Llega a cada de los Gonzalez y pregunta) Est la seora Francisca?
Gonzalez: Francisca est a un tiro de ojo de aqu, cortando pastura para la vaca de los
nietos.
Muerte: (Decepcionada, ve la pastura cortada)
Narrador: Pero a pobre muerte solo vio la pastura recin cortada y nada de Francisca, ni
siquiera la huella menuda de su paso. Entonces la muerte, que ya tena los pies
hinchados dentro de los botines enlodados y la camisa negra, mas que sudada, sac su
reloj y consult la hora.
Muerte: (Espantada) Dios! Las cuatro y media! Imposible! Se me va el tren! (se va
zapateando)
Narrador: Entonces ech la muerte de regreso, maldiciendo por su mala suerte. Mientras
tanto, a dos kilmetros de all, Francisca escarbaba las malas hierbas del jardincito de la
escuela. Un viejo conocido pas a caballo y, sonrindole, le ech a su manera el saludo
carioso:
Viejo: (Gritandole) Francisca, cundo te vas a morir?
Francisca: (Asomando medio cuerpo de entre las flores le dice alegremente) Nunca!
Siempre hay algo que hacer.

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