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PRIMERA PARTE: LAZOS ROTOS

Rodrigo (I)

Estoy aqu por dos razones: la primera, mi divorcio y la segunda, la insistencia

del mdico a que tomara vacaciones.
El divorcio fue complicado, desastroso en realidad. Sumado al hecho de que yo
no quera separarme de Eugenia, ella intent, creo que inconscientemente, dirimir su
vorgine emocional en la divisin de bienes. Yo tampoco ayud mucho. Me puse a la
defensiva y fui al combate por insignificancias. En el piso de la avenida Coln donde
vivamos se desat una guerra de etiquetas. Desde portarretratos a libros, pasando por
vajilla, toallas y muebles, incluso tuvimos una discusin largusima sobre un portajabn. Ella empez poniendo etiquetas en algunos libros, despus sigui con los
adornos de la mesa del living y algunos de los DVD que veamos regularmente los
fines de semana. Al comienzo me hizo gracia, incluso la cargaba cuando no vea un
vaso etiquetado, te olvidaste de ste, le deca rindome y ella me miraba fijamente,
enfurecida. Luego la cosa se torn enfermiza. Por el simple placer que me provocaba
verla enojada comenc a etiquetar yo mis cosas. Haba etiquetado la PC, que ella
jams usaba, pegndole un papel gigantesco que deca MA, Rodrigo. Un martes,
despus del trabajo, llegu a casa y vi que ella haba etiquetado el teclado, el mouse y
la pantalla. Esta vez fui yo el que se enfureci. Comenzamos una discusin que pronto
se fue a los gritos, que si yo haba etiquetado solamente el CPU, que el CPU se refera
a toda la computadora, que ella haba comprado la pantalla y el teclado, que yo haba
comprado el mouse, y que estaba loca y que yo era un enfermo. Ese gesto tonto e
intil esconda en realidad el deterioro y slo exteriorizaba la infelicidad mutua y
silenciosa en la que nos encontrbamos. Esa fue la primera de las muchas noches
por venir en las que termin durmiendo en casa de Jos, uno de mis mejores amigos.
Cuando me veo, desde hoy, desde aqu, con el mundo que se fue al basurero,
me siento terriblemente avergonzado de esos das. Terriblemente.
Eugenia empez a salir con un administrativo del Banco Macro, donde ambos
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trabajaban. Se hicieron amantes y yo lo supe casi instantneamente pero cre que

podramos solucionar las cosas. Todava tenamos en medio de la conflagracin
momentos donde pareca haber paz e incluso el sexo volva a ser estimulante, nuevo.
Sin embargo, Eugenia se sinti cmoda con mi supuesta ingenuidad y se atrevi
incluso a pasearse aqu y all con su amigo.
Una vez los segu y esper pacientemente hasta que ellos se sentaron en el
bar del Buen Pastor, en una mesa en la vereda. No lo pens, encar con el auto y los
llev puestos con mesa y todo. Slo tuvieron algunos magullones porque recuper la
razn fren unos metros antes de embestirlos de lleno. Estuve dos das preso y mi
abogado logr que el incidente jugara incluso a mi favor durante el juicio de divorcio.
Alegamos infidelidad y la denuncia que me puso el imbcil del banco durmi en el
juzgado. Un cornudo que le tir el auto encima al amante de su esposa era un
proceso engorroso que iba a terminar invariablemente en una sentencia de emocin
violenta. Adems, los raspones no son, por suerte, una prioridad de los juzgados
penales.
Los siguientes meses fueron los peores que pas en mi vida; enfrascado en la
guerra con Eugenia, simplemente me qued sin energa. Al contrario de la mayora de
la gente que conozco, no intent escudarme en el trabajo que pareca ser lo nico
que se mantena en pie en mi vida, sino que me volv monotemtico con el juicio,
estudi incluso procesos de divorcio y molest a mi abogado de tal forma que renunci
a mi representacin. Un da me qued simplemente sin energa, me desmay en un
Rapipago y me hice un profundo corte sobre la ceja. Despert en el Sanatorio Allende
con la cara de mi amigo Jos mirndome desde arriba junto al mdico. Estaba
exhausto y con la impresin de no haber estado consciente en muchsimo tiempo.
Tuvo un surmenage, dijo el mdico, un pico de stress. Revis mis ojos y se fue. Jos
volvi entonces a repetir su cantinela sobre mi relacin, volvi a decirme que bajara
las revoluciones y que aceptara que Eugenia y yo no estaramos ms juntos. Esta vez
lo entend y me di cuenta de que, despus de esa montaa rusa por la que haba
pasado, Jos era el nico que estaba ah conmigo.
Cuando sal del sanatorio me comuniqu con mi nuevo abogado y le orden
que terminara el divorcio de forma rpida, es decir, que resignara lo que hubiera que
resignar para terminarlo ya. Se sorprendi e intent hacerme seguir, pero mi decisin
estaba tomada, necesitaba terminar eso de una vez. Era tiempo de hacer caso al
psiquiatra y hacer uso de mis das de vacaciones, que acumulaba desde haca dos
aos.
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As fue que llegu a Capilla del Monte.

Cacerolazo

Vecinos de Capital Federal se concentraron frente a Casa Rosada para

manifestar su descontento por la falta de respuesta del Gobierno Nacional ante los
reclamos sobre los niveles inditos de violencia que se vivieron en las calles de
Buenos Aires durante la ltima semana. La polica dispar balas de goma para
disuadir a los manifestantes dado el nivel de agresividad presentado. Sin embargo,
horas despus un cordn de gendarmera impidi el acceso a los medios en las
inmediaciones. Desde hace nueve horas que se desconoce el paradero de nuestros
enviados especiales desde

Rodrigo (II)

Me aloj en un hotelito cntrico, bien tradicional, en la avenida techada.

Pensaba estar unos das all y despus recorrer todas las sierras. Los dueos eran
una pareja de viejos que parecan parte del mobiliario del hotel. El hombre en
especial se me antoj un apndice del mueble de recepcin; hablaba poco y se
rascaba la patilla derecha constantemente con su gigantesco dedo mayor. La mujer,
en cambio, era toda sonrisas y conversacin. Al ver el lobby del hotel, sin dudas
nuevo en los setenta, imagin la cara de Eugenia y en mi mente reson su voz
diciendo: yo ac no me quedo, Merlo!.
Mi habitacin era bastante cmoda; el aire acondicionado y la tele eran las
nicas cosas que parecan tener menos de diez aos; todo lo dems, sin embargo,
hubiera hecho las delicias de los decoradores modernosos del Paseo de las Pulgas,
tan afectos al toque vintage. Me duch y me tir un rato a mirar televisin. Los canales
de aire transmitan flashes informativos cada quince minutos. En el doce, que
retransmita el trece de capital federal, el especialista en policiales explicaba el caso
de un tal Sosa, detenido ese mismo da, que haba matado a su hermano con un
mazazo en la cabeza. El periodista insista en un dato: el hombre afirmaba que su
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hermano lo quiso atacar despus de muerto. Podra sonar loco, pero los enfermeros
de la ambulancia privada, que estaban presentes, afirmaban lo mismo. Cambi de
canal; mirando un partido del ftbol espaol, me qued dormido. Seguramente
necesitaba dormir sin tener un reloj que estipulara el tiempo debido para el sueo,
porque me despert como si hubiera sido mi mejor descanso en aos.
Cuando sala, el dueo, siempre detrs del mostrador, me pidi la llave
estirando su mano. Pregunt qu haca si volva tarde y no lo encontraba. Me
respondi que l siempre estaba, que no me preocupara. Empec a pensar en serio
que su cuerpo y el mueble de recepcin eran un solo organismo.
Com en un barcito al frente del hotel, bastante bueno para ser comida de bar,
y despus de tomar un caf busqu el auto en el estacionamiento, a una cuadra de la
calle techada. Di unas vueltas por Capilla y llegu incluso a Los Cocos, pero en
menos de una hora ya estaba de vuelta en el hotel.
Repet el camino a la maana siguiente y llegu hasta La Cumbre. Desayun
en un bar frente a la vieja estacin de trenes y despus camin por todo el pueblo.
Almorc en un restorn cercano al golf y compr unas revistas y dos libros. Pensaba
recuperar el hbito de leer algo ms largo que el diario, que se volva da a da un
informe macabro de la infeccin. Pareca informacin exhaustiva pero no eran ms
que noticias confusas y opiniones poco crebles. Igual que la radio. Esa tarde,
despus de poner en una mochila algunas camisas y la malla, part a San Marcos
Sierras. Pensaba pasar la noche en unas cabaas que haba visto por internet y
volver al otro da a Capilla del Monte.
Por ms que lo intentara, deseaba volver a Crdoba. Lo de Eugenia todava
estaba all adentro y, por ms que luchara, deseaba hablar con ella, saber dnde
estaba y cmo la tena todo esto de la infeccin. Incluso la llam al celular. No atendi
y ahora que lo pienso, me hubiera encantado orla una vez ms.
A pesar de esa sensacin, esa noche en San Marcos me sent tan bien que
decid alargar mi estada. Llam al hotelito de Capilla y le dije a la duea que me
guardara la habitacin, que volvera en dos das. Me dijo que no haba problema y que
no me preocupara por mis cosas.

Era lunes o martes por la maana cuando volv a Capilla. Guard el auto en el
estacionamiento y antes de ir al hotelito, decid desayunar en el barcito del frente.
Mientras lea el diario sent un alboroto en la esquina este de la avenida. A los gritos y
las corridas le siguieron dos disparos y, de repente, una estampida se lanz avenida
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abajo chocando con las mesas de los muchos bares. En la otra esquina tambin se
produjo un tumulto, se repitieron los disparos y los que huan se concentraron ms o
menos en la mitad de la cuadra. Me acerqu a la gente despus de ayudar a una
seora que haba cado en mi mesa, empujada por la multitud, y a la que, adems del
golpe, le arda la espalda ya que se haba derramado sobre ella una tetera llena de
agua hirviendo.
En la mitad de la calle unas cien personas miraban nerviosas hacia las dos
esquinas que estaban protegidas por una hilera de policas. Haba algunos heridos y
gente que lloraba. La esquina oeste era la ms desprotegida. La hilera de policas
mantena a duras penas a una multitud que se abalanzaba lentamente sobre ellos.
Detrs de la primera lnea se encontraba un oficial con handy y a su lado uno armado
con una itaka larga que apuntaba nervioso por sobre las cabezas de sus
compaeros. En la otra esquina, en cambio, pareca haber ms orden, al menos los
dos patrulleros cruzados sobre la calle y la vereda daban esa impresin. Slo en ese
momento me percat de que no haba una guardia de infantera con sus escudos de
fibra de vidrio sino que los policas sostenan el avance de la muchedumbre con las
mesas de plstico de los bares. Haban aparecido de repente (o al menos hasta que
sent los disparos, yo no los not); llamados por la urgencia, haban tenido que
improvisar defensas para contener el tumulto. La muchedumbre delante de ellos era
silenciosa; se vea a algunos heridos a juzgar por la sangre en sus rostros y
vestimenta. En medio de la incertidumbre, la multitud agolpada a mitad de cuadra se
mantena expectante; la polica dispar de nuevo y a lo lejos se vio elevarse una
columna de humo negro. Le siguieron unas explosiones aqu y all. La gente, reunida
en mitad de la cuadra, permaneci en un silencio que fue ms atemorizante que
cualquier grito o pedido de auxilio.
Una nia que era atendida sobre el cap de un auto, se incorpor rpidamente
y mordi la mano del hombre que intentaba vendarle una horrible herida en el brazo.
La misma suerte corri su madre que intento calmarla, aunque la nia esta vez atac la
garganta. Qued estupefacto, quieto, viendo el rostro de la nia, un rostro demencial,
con los ojos desorbitados y blanquecinos, como los de la gente ciega. Un estruendo de
vidrios rotos me sac de ese estado, me di vuelta y vi cmo un mozo del bar donde
haba estado desayunando caa al suelo en lucha con un hombre; tras un forcejeo, ste
lo mordi en la cara y le arranc un pedazo de carne de su mejilla derecha. A pesar
de resultarme increble la escena, supe que tena que refugiarme, salir de all
inmediatamente. Vi la puerta del hotel y entr justo antes de que el dueo la cerrara.
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En el vestbulo haba tres personas adems del mismo dueo y su mujer. Pens que
lo mejor era ir a la habitacin y recoger mis cosas por si tenamos que salir
rpidamente. Met las cosas ms necesarias en la mochila y volv al vestbulo. Los
dems espiaban por la puerta la locura desatada en la calle. Los disparos se
reiteraban uno detrs de otro. Era evidente que alguna o las dos esquinas haban
cado.
De repente, se produjo un silencio; pareci como si todo se hubiera calmado. Y
aunque no dur mucho, nos sumi a todos en un estado casi hipntico. El silencio se
rompi con un nuevo disparo y despus otro ms. Ante la puerta del hotel apareci un
polica que nos indic que saliramos. El dueo y su esposa se negaron, pero los
otros cuatro obedecimos. El polica pregunt si alguno tena un auto en las cercanas,
un hombre mayor como de sesenta y pico de aos seal una camioneta
estacionada cercana a la esquina donde los policas tenan, al parecer, todo bajo
control. El polica habl con el hombre pero no pude escucharlos. Caminaba
rpidamente hacia la camioneta, antes de que me invitaran a subir. En la calle haba
mdicos y enfermeros de dos ambulancias de emergencias trabajando a destajo; los
heridos apenas se movan; el asfalto estaba salpicado aqu y all por manchas de
sangre. No volv a mirar el piso.
Dos policas venan corriendo hacia nosotros; quise preguntarles qu haba
pasado, pero me hicieron seas para que siguiera caminando. Cerca de la
camioneta, un hombre gordo, vestido con un ambo azul y una camisa que pareca a
punto de estallar, hablaba por su celular. Aqu el comisario Yez de Capilla, seor,
le o decir. Despus, slo monoslabos. Cort la comunicacin y volvi a buscar en su
celular; marc un nmero y cuando se puso el telfono en el odo me vio.
Cuntos son ustedes? me pregunt.
Cuatro respond. Y el dueo del hotel y su mujer que se quedaron ah.
Me mir y despus gir hacia la calle por donde venan los otros que haban
estado conmigo, acompaados de los tres policas.
Gonzlez grit, traiga a la gente del hotel. Ac no se queda nadie,

Carajo!

Nadie!
Gonzlez volvi hacia el hotel pero regres al rato solo. Yo ya estaba en la
parte trasera de la chata. El comisario habl con el conductor, le dijo que no frenara
hasta su casa y que no saliramos de all hasta que la polica o la guardia civil fuera a
rescatarlos.
No mir atrs cuando la camioneta arranc. Ni siquiera cuando la mujer que iba
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sentada a mi lado se tapo la boca y dijo que la polica estaba matando a todos, antes
de largarse a llorar. No mir atrs. No poda mirar atrs.

Gobierno Nacional

Pese a la muerte del vicepresidente Horacio Rodrguez Larreta a manos de

una turba de peatones fuera de control durante un acto pblico, este ltimo medioda,
el presidente Macri no suspender su viaje diplomtico a Suiza.

Rodrigo (III)

Hace una semana que estamos en la casa de don Julio. Las excursiones que
hemos hecho son pocas. A doscientos metros est la despensa de los Gutirrez, con
muchas provisiones que hemos ido trayendo. Al principio dejbamos dinero de lo que
llevbamos pero ayer don Julio dijo que ya no sera necesario. De otra casa
conseguimos el diario de hace tres das. Al parecer, esto es mundial. El diario habla
de combates en Crdoba, Rosario y Buenos Aires, y da instrucciones de cmo
proceder con los muertos en cada caso. Nada de entierros. Se queman. Y no importa
cmo murieron, siempre hay que destrozarles la cabeza. Siempre.
De los que estamos escondidos aqu simpatizo con Miriam y con don Julio y
su mujer. Don Julio es un hombre de pocas palabras, pero parece entender lo que
pasa. Slo le preocupa su hijo, que vive a unas diez cuadras, mucho ms cerca del
centro. De los restantes, no tengo mucho para decir. El abogado es un tipo
complicado, siempre discutiendo todo y negndose a colaborar. Slo quiere que
busquemos un auto para irnos. Mejor dicho, para irse. Su nica propuesta seria fue
tratar de llegar al Banco de Crdoba para retirar todo el dinero que pudiera de su
cuenta corriente. Su mujer parece soportarlo poco y su hijo est detrs de l todo el
tiempo. El otro tipo que est aqu es Daniel, siempre muy callado. Anoche nos revelo
que es polica, que est armado y que slo usara el arma en caso de extrema
necesidad. Estamos a la espera, aunque ya no se de qu. No hemos visto a otras
personas, ni a la polica, ni a la guardia civil. Maana acompaar a Don Julio a la
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casa de su hijo; espero que lo encontremos y que podamos averiguar un poco ms.
Nota: Tengo mucho temor, nacido de la incertidumbre, de las noticias a las que
podemos acceder. Y temor que nace de ver el miedo evidente en el que estamos
todos inmersos. Yo slo cierro los ojos y dormito un poco cuando veo que los otros
tienen los ojos abiertos, o estn sentados, escuchando los sonidos de la noche. Algo
tendremos que hacer para dominar el miedo.

Gran Buenos Aires ya no es seguro

El permetro policial de Capital recibi refuerzos de gendarmera, pero no fueron

suficiente. El corresponsal de nuestro diario perdi contacto esta maana y no se
supo ms hasta el momento. Al cierre de esta edicin, seguimos ignorando qu pas
con l.

Palomas
Venga Rodrigo dijo Don Julio intentando hablar lo ms bajito posible. Rodrigo
sigui al viejo al patio.
Qu pasa, don Julio?
Ya no salen ms diarios, en la radio no hay nada y en la tele menos.
S
Y eso del intern yo no lo entiendo mucho pero el muchachito, el hijo del
abogado intenta, intenta y nada.
S, don Julio: no encontr mucho, salvo el video ese de Rusia.
S, pero no es algo que no supiramos, verd?
Es cierto. Pero, don Julio, no entiendo a que viene esto.
Podramos mandar una paloma, yo tengo mensajeras. En Totoral est
Gustavo Nievas, amigo mo, con el que habitualmente nos mandamos palomas.
No es mala idea, don Julio. Para nada.
El nico problema es que, si no me equivoco, en esta poca Nievas suele
andar en Santiago.
13

No perdemos nada con intentar.

No, slo que no creo que si le llega a alguien que no sea Nievas sepa cmo
enviar de nuevo un mensaje.
Bien, le escribamos a Nievas entonces.
No, hgalo como si no supiera que la paloma va all directo.
Como usted diga.
Otra cosa, don Rodrigo.
Rodrigo solo, don Julio, por favor.
No creo que la Silvia vuelva por estos lares, as que lo mejor sera sacar todo
lo que podamos de la despensa de ella y lo traigamos para ac.
Tiene razn, don Julio. Maana bien temprano vamos con Daniel y el abogado
a buscar todo.
Y ya no va a hacer falta que deje plata en la caja. Me temo que esto va para
largo.
Espero que no, don Julio.
Ojal me equivoque, mijo.
Algo ms?
S. Tengo que ir a ver si mijo est bien. Tiene la casa a unas cuadras de
ac, yendo para el centro.
No se haga problema: maana mismo podemos intentar llegar a la casa de su
hijo.
Gracias, don Rodrigo.
De nada, don Julio; y es Rodrigo solo.
Ambos hombres volvieron a la casa, sonrindose mutuamente.

El pas al borde de la guerra civil

El caos se instal en casi todas las provincias del territorio nacional. Las
ciudades han colapsado. La poblacin de los principales centros urbanos est
desbordada. Las rutas, todas atascadas e imposibles de transitar. Reportes de
Rosario, Crdoba y Mendoza aseguran que los civiles estaran saqueando los
supermercados en masa. Otras fuentes afirman que se atacan los unos a los otros
sin motivo aparente. Crecen los rumores sobre una peste altamente contagiosa de
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naturaleza desconocida. Expertos afirman que se tratara de histeria masiva o psicosis

colectiva. Lo cierto es que no se ha podido tener ninguna informacin fidedigna que
pruebe algunas de estas versiones. Videos enviados a youtube muestran violencia y
asesinatos por todas partes. Pero nadie puede explicar nada.

Mircoles, 2 de noviembre

Tengo poco espacio para escribir, intentar ser conciso. Mi nombre es Rodrigo
Merlo, estoy en una casa en las afueras de Capilla del Monte, cercana al dique Los
Alazanes, junto a siete personas ms. Todas ellas sobrevivientes de la locura que se
desat en el centro de la ciudad, hace ya diez das. Los siete escapamos en la
vieja camioneta Ford de don Julio, dueo de la casa donde ahora nos refugiamos.
Tenemos un generador de energa, pero poco combustible. Hace cuatro das la
electricidad se cort provocando incendios en la ciudad (que todava ardan me hace
pensar en que no podemos esperar ayuda de rescatistas o polica). Lo ltimo que
vimos por televisin era demasiado inverosmil para ser cierto. Un diario, que
rescatamos del almacn hace una semana, tiene un titulo improbable.
Tenemos algunas ventajas aqu: una notebook en la que seguimos las paginas
y blogs an activos (nos conectamos todos los das de 15:30 a 16) y que don Julio
sea colombfilo. Adjunto instrucciones para que, si tenemos suerte, puedas o puedan
devolver este mensaje sin mayor inconveniente. Saludos a quien sea que lea esto.
Rodrigo y los 7.

El ejrcito dividido

Corren rumores de levantamiento armado. Cientos de soldados se agruparon

bajo el general (R) Lzaro Iturriaga, quien prometi poner orden de una vez por
todas. Iturriaga se haba retirado de la vida pblica desde haca unos aos, cuando fue
sospechado de participar en el trfico de armas y la explosin del polvorn en la
Fbrica Militar de Ro Tercero durante la dcada de los 90. El actual comandante de
las FFAA, general Rogelio Surez, no realiz comentarios por el momento. La opinin
15

pblica pide mano dura ante cualquier intento de golpe de estado por parte de grupos
piqueteros o partidos interesados en aprovecharse de la situacin de acefala del
gobierno. El Presidente del Senado y actual Presidente Provisional, Jaime Levrero,
asegur que no hay motivos para perder la calma. No volvi a hacer declaraciones
desde su imprevisto traslado a Ushuaia.

Encuestas

Roberto Kraemer tiene una de las consultoras ms grandes del pas. Tere, su
persona de confianza, maneja un grupo que fue enviado a Villa del Totoral hace unos
das con el fin de hacer un sondeo de opinin pblica acerca de los principales
candidatos locales, provinciales y nacionales.
El grupo de encuestadores se compona de doce personas, entre las que se
incluan Tere y el chofer de la Traffic, Armando.
En el momento en que el caos lleg a Totoral, el grupo estaba disperso y an
trabajando. Tuvieron suerte los que terminaron primero y estaban en la estacin de
servicio, tomando caf con Armando, quien de inmediato se retir a dormir una siesta.
Segn los folletos tursticos, Villa del Totoral est ubicada 84 kilmetros al norte
de Crdoba capital. Sus principales vas de acceso son la Ruta Nacional 9 (del Norte
al sur), la 60 (desde el Oeste; 10 kilometros al sur empalma con la 9) y la 17 (desde
el Este al Oeste). Tiene un clima templado y una poblacin estable de
aproximadamente diez mil quinientos habitantes.
Esto ltimo no es un dato esperanzador para los encuestadores de Kraemer.
Tampoco para Rubn Castillo, un viajante que estaba en la misma estacin de
servicio, leyendo el diario, cuando apareci el primero. Sali por la puerta de la
cocina; gema, babeaba y se acercaba cojeando de una manera desagradable.
Rubn le parti una silla por la cabeza delante de todos.
En la cafetera haba poca gente: Eduardo, Andrea, Carolina y Claudio (todos
encuestadores); una perra que dorma la siesta en la puerta, la empleada del lugar y
una pareja de ancianos que coma lemon pie. Todos ellos se dieron vuelta para mirar lo
que haba hecho Rubn. Todos menos el cocinero, que estaba en la cocina,
despertndose. El empleado vctima del sillazo se levant con dificultad y cambi de
objetivo: se tir sobre la pareja de ancianos. La chica del quiosco quiso separarlos,
16

pero para ese entonces, el cocinero ya haba despertado y estaba masticndole el

hombro.
Todos fueron hacia la puerta y vieron que afuera el paisaje era ms o menos el
mismo que adentro. Corrieron al vehculo, en donde Armando dorma para recuperar
horas de sueo.
Rubn subi a su auto y partieron.
Faltaba Tere, claro, que haba salido a buscar a uno de los seis
encuestadores.
Nunca ms los vieron.
Rubn les hizo seales con la bocina y las luces para que lo sigan. Manejaron
lo ms rpido posible hasta salir de la zona comercial de ese pueblo que pareca
estar siendo tragado por el infierno. En menos de veinte minutos, todas las
cuestiones laborales y existenciales fueron cosa del pasado. Lo nico que importaba
era huir rpido y atropellar la menor cantidad de cuerpos.

Toque de queda

Se ha declarado el toque de queda. Gendarmera, FFAA y la totalidad de las

fuerzas policiales han salido a las calles para mantener el orden constitucional. Los
uniformados tienen orden de disparar a cualquiera que circule por las calles y se
niegue a identificarse o presente sntomas de locura.

Viernes, 4 de noviembre

Hola, Rodrigo. Soy Claudio Ledesma. Estamos en Villa del Totoral. ramos
doce cuando nos sorprendi el desastre mientras realizbamos una encuesta
poltica. Hoy somos seis personas y una perra de tamao mediano. Los que
terminamos temprano ese da nos encontramos con Armando el conductor de la
traffic y pudimos escapar a tiempo. Estamos refugiados en una casa de campo que
en apariencia fue abandonada por sus dueos hace poco. No disponemos de una
notebook, pero intentaremos conectarnos a la red desde el blackberry de Armando en
17

el mismo horario que ustedes (si conseguimos seal, cosa que veo difcil).
Les recomiendo adoptar algn perro. Pueden ser tiles. Maika nos salv la
vida en dos ocasiones antes de que encontrramos esta casa. Te avisa cundo hay
peligro bajando las orejas y gimiendo una advertencia. Cost convencer a algunos,
pero ya es parte del equipo.
El calor y el olor compiten en ferocidad. Hay una buena reserva en la casa: un
stano con chacinados, quesos y vino; un galpn lleno de grano, harina y latas al por
mayor. Tambin hay una huerta y un aljibe con agua potable. No hay rastros de
animales, como si los hubieran soltado.
La batera de la traffic est muerta, no creo que nos movamos de ac por una
semana, al menos. Armando est intentando arreglar el grupo electrgeno. Hay un
tanque de cemento lleno de combustible.
No tuve acceso a ningn diario y hace aos que no veo televisin, pero pienso
que los titulares improbables que mencionaste se quedaron tmidos. Tienen idea de
qu puede haber causado esto?
En lo que estamos todos de acuerdo es que no es buena idea acudir a la
ciudad. Si ac todo parece un infierno, no me quiero imaginar en qu se habrn
convertido las poblaciones ms grandes. Una chanchada.
Hace trece das que no vemos otra gente que no sea nosotros mismos. Hay
algunos roces. Armar un permetro nos mantiene ocupados casi todo el da. Cuando
terminemos, no s.
Espero que mi letra se entienda, la achiqu para poder escribir ms. Saludos a
vos y a los siete.
Claudio.

Morituri te salutant

Ante la evidente anarqua callejera y la imposibilidad total de realizar, imprimir

o distribuir este diario, se ha decidido cerrar su redaccin por primera vez despus de
noventa aos de actividad ininterrumpida. Lo que ningn gobierno de facto pudo
lograr, lo pudo un brote masivo de violencia y asesinatos que, al parecer, es de
envergadura mundial. Ignoramos el origen o la naturaleza de este fenmeno que ha
causado la cada de todos los sistemas de orden conocidos por la civilizacin
18

humana. No disponemos ms que del espordico buen funcionamiento de Internet y

la poca informacin fidedigna que pueda encontrarse ah. Los creyentes hablaron de
la resurreccin de los muertos. Los militantes de izquierda progresista hablaron de
una infeccin causada por anfetaminas en fase de prueba distribuidas entre adictos.
Los gobiernos y los medios callaron. Como director y editor en jefe de este peridico,
cierro la ltima edicin de esta ltima columna con el testimonio de nuestra situacin.
Estamos encerrados en el edificio. Abriremos las puertas del depsito para que
nuestro camin salga a repartir los pocos ejemplares disponibles a las pocas personas
vivas que encontremos por el camino. Somos un puado de periodistas dispuestos a
morir con las botas puestas. Del otro lado del portn, hay una multitud que golpea
montonamente, esperando que abramos. Los vimos morderse los unos a los otros
hasta morir desangrados. Los vimos levantarse y caminar. Esto de estar
debidamente informados se podra haber evitado. Se podra haber evitado. Pero la
verdadera informacin llega demasiado tarde. Si alcanza a leer esto a tiempo, busque
un refugio. No confen en nadie. Busquen armas y comida. Es el slvese quien pueda.
La ley del ms fuerte.
Elas Vzquez Martnez, Editor Responsable de La Voz Central.

Mircoles, 9 de noviembre

Claudio:
Nos alegra muchsimo haber hecho contacto. Estos das han sido movidos.
Intentar contrtelos. Como te comente, somos 8: don Julio Argaaraz, dueo de la
casita donde estamos, y doa Clara, su mujer; Miri, que es docente, de 25 aos;
Abel, abogado de Crdoba, con su mujer Silvia y su hijo adolescente Walter; Daniel,
quien acaba de revelarnos que es polica,; y yo. No hemos hecho permetros de
defensa ni cosa parecida, por tu carta parece que ustedes saben algo ms que
nosotros. El incendio del que te coment se apacigu gracias a una formidable lluvia
que cae hace ms de dos das. Ayer intentamos salir y buscar a Mario, hijo de don
Julio, que vive a unos 300 metros de ac. Fuimos tres: Abel, don Julio y yo. A mitad
de camino vimos a una mujer gordsima caminar como perdida; don Julio la llam por
su nombre (Ofelia, creo) sin que ella se inmutara o nos prestara atencin. Abel le
arroj una piedra para enojo de don Julio. Yo creo que fue instinto porque la imagen
19

despertaba un terror profundo, un deseo de salir de ah de inmediato. Don Julio se

acerc a la seora y ella intent atacarlo, quiso morderlo, don Julio cay y Abel la
pate en el estmago; debo reconocer que yo estaba absolutamente estupefacto,
esttico y no pude ayudar a ninguno de los dos. Abel cay al darle la patada y la
mujer lo mordi en el antebrazo derecho. Lo solt cuando don Julio le dio con un palo
en la nuca y la hizo tambalear y caer. Volvimos a la casa para atender a Abel y no
hemos salido de nuevo.
PD: No hemos podido conectarnos a internet. POR FAVOR, necesitamos
saber algo de lo que pasa. Esta noche volveremos a ver cmo est la seora e
intentaremos llegar a lo de Mario.

Afuera

En las afueras del pueblo haba una casa quinta de apariencia slida, amplia.
Ambos vehculos se detuvieron en la entrada casi al mismo tiempo. La casa tena
una tapia relativamente alta, pero la puerta de acceso principal estaba rota. Un
vehculo se haba estrellado en el lado derecho de la reja y haba dejado una peligrosa
abertura.
De esa misma abertura, tambaleante y gimiente, sali un sujeto. Pareca ebrio.
Rubn baj de su auto con una barreta en la mano y le dio un golpe feroz en la cara.
El tipo cay y volvi a levantarse con la cabeza colgndole a un costado como si
alguien hubiera atado a ese torso una bolsa que no tuviera relacin alguna con el
resto del cuerpo. Le dio otro golpe que le hundi el crneo. Esta vez no volvi a
levantarse. Al segundo tipo que sali de la casa le dio en la nuca y cay inerte de forma
definitiva.
Hagan campana por si viene alguno ms, yo veo qu onda adentro.
Armando miraba para todos lados y no se animaba a apagar el motor de la
Traffic. Una palmada nerviosa en el hombro lo sobresalt. Eduardo lo miraba fijo.
Vmonos, che. Qu esperamos?
Al tipo ese del auto; fue a ver si el lugar es seguro.
No nos vamos a quedar ac, volvamos a Crdoba.
Sos boludo, vos, pibe? No viste que todos los heridos se vuelven
igual?
20

Mientras menos gente, mejor.

***

Dentro del permetro de la propiedad, el terreno pareca ms grande an que

por fuera. Deba tener como una hectrea. La casa tena unas tres habitaciones y
acceso al techo plano. Un galpn con herramientas, un corral para animales, vaco.
Ms atrs, poda verse que el dueo de casa pretenda cerrar todo el terreno con muro
de material, pero slo haba logrado concretar tres cuartas partes del total. Sin contar
con la parte de la entrada, daada por el choque. En la casa estaba todo en orden. No
haba nadie. Rubn encontr cualquier cantidad de conservas, embutidos, quesos,
bidones con agua. Comida como para unas cuantas semanas.
Corri

a la puerta y le hizo seas

a Armando para que ingresara la

Traffic.
Luego, meti su vehculo.

***

Casi cuando anocheca, escucharon un ruido. Haban bloqueado las entradas

con los vehculos y estaban refugiados en la casa, sin hacer ruido, revisando las
posibilidades del lugar. Claudio fue al bao y casi se muere del susto cuando descubri
un perro dentro de la casa. El mismo perro que estaba en la estacin en donde todo
empez.
Es perra dijo Andrea; qu linda. Debe ser medio pastor alemn.
Me hace acordar a una cachorrona que tuve de chica, Maika Me la
atropellaron cuando iba al colegio murmur Carolina.
Bueno, ahora tens otra Maika Armando, le sonri.
Che, el perro no se va a comer la comida? Eduardo sonaba preocupado.
Pero lo vale, escuchan mejor que nosotros. Ustedes ni la sintieron llegar dijo
Rubn y mir despectivamente a Eduardo. Cmo es tu nombre?
Eh Eduardo
Eh Eduardo, nunca tuviste un perro?
No. No soy sensible a los animales. Vos, sos de ac?
No. Viajo seguido. Soy Rubn. Ustedes andan preguntando giladas de
poltica a la gente, no? Encuestas?
21

S, son encuestadores. Yo era soy el chofer de Tere.

Bueno, ya no.
Maana voy a salir a buscarla.
No conviene, est lleno de eso te van a hacer cagar ya la deben haber
masticado hace rato a Tere. Me voy a fumar un pucho.

***
En el galpn encontraron un generador, materiales, herramientas de todo tipo
y un tanque repleto de combustible. El generador no funcionaba.
Le falta una pieza, una parte que tiene que ver con el rotor coment
Armando al resto.
Sos electromecnico? pregunt Rubn.
Tengo un emprendimiento de biocombustibles, algo entiendo de generadores.
Podemos ir al pueblo a buscar la pieza faltante, no es difcil de conseguir, en la
ferretera deben tener. Si se la ponemos, tenemos energa para uno o dos meses.
Y quin va a ir? pregunt Eduardo.
Vos, de una respondi Rubn.
Eh no yo
Vamos los tres, con Claudio propuso Armando.
Eh y con las chicas, quin se queda?
Vos, no.
Bueno, parece que tens un problema con l, Rubn.
Tengo problema con los que se hacen los pelotudos para pasarla bien.
Bueno, loco, baj un cambio que no estamos en la secundaria dijo Armando
en tono serio y conciliador.
Y vos fijate que el pendejo este no se mande ninguna cagada, o vas a
responder por l?
No soy un pendejo, tengo veintinueve.
Entonces comportate como hombre.
Rubn sali dando un portazo. Armando suspir, se subi un poco el pantaln y
se puso a limpiar las piezas del generador antes de volver a armarlo. Eduardo se fue
con Claudio al techo; quiso hablar con l sobre pelculas pero no encontr un
compaero locuaz. Entr en la cocina. Andrea y Rubn acomodaban frazadas, camas
y sillones para que todos pudieran dormir. Carolina prepar un guiso. Cuando
estaban terminando de comer, Maika baj las orejas y se inquiet de una forma muy
22

rara. Se acerc a uno por uno y tironeaba de la ropa.

Le pasa algo a la perra dijo Andrea.
No le dieron de comer ya? pregunt Eduardo, molesto.
S, si comi re bien dijo Carolina.
Capaz que
Claudio se qued blanco, con la boca abierta. En la ventana, pegado como
ventosa, boqueando y lamiendo el vidrio, haba un rostro azul; ms arriba, unos ojos
vacos. Abajo, una mano araaba el borde.
El perro lo percibe mucho antes que nosotros dijo Rubn en voz baja
mientras con la mano haca seas de que nadie se moviera; mucho antes que
nosotros.
Tom un martillo del cajn de la cocina y sali.

Lunes, 14 de noviembre
La lluvia nos impidi dar respuesta en estos das. Estn en una situacin muy
grave. Si Abel an vive, tenlo y mantngase alejados de l. Cuando la fiebre se lo
lleve, esperen media hora y golpenlo bien fuerte en la cabeza con un martillo, un palo
u otra cosa. Eviten las armas de fuego y tengan cuidado con las salpicaduras.
No sabemos mucho del asunto, pero lo que es seguro es que es muy
contagioso y que la nica forma de estar a salvo es rompindoles la cabeza. Para
cuando este mensaje les llegue, es probable que haya pasado lo peor.
Mantnganse alerta, ocultos y eviten hacer ruido. Si se les acerca uno o dos
de ellos, pronto vendrn ms. Uno solo es bastante peligroso, pero ms de tres son
una muerte segura. La nica razn de que estemos vivos nosotros seis es porque se
estaban masticando a los otros seis mientras huamos.
Nuestro grupo se compone por: Armando, el chofer de la traffic; Eduardo, un
empleado de comercio; Andrea, trabajadora social; Carolina, estudiante de
Comunicacin; y Rubn, un remisero que se uni a nosotros ese da que huimos de
la estacin.
Nosotros tampoco hemos podido conectarnos a ninguna red.
Tenemos provisiones para unas seis semanas, estimo, pero no logramos
reforzar adecuadamente el permetro (bastante precario). Hay muchas diferencias y
peleas, especialmente entre Rubn y Armando. Por ahora, el temor de ser atacados
23

es lo que nos une. Despus amplo. Ahora no hay tiempo que perder. Aseguren la
casa en la que estn y consigan palos, machetes, un hacha o cualquier cosa
contundente que les sirva de defensa. Y, en lo posible, un perro.
Espero que estn bien y respondan pronto. Claudio.
PD: Maana saldremos con Rubn y Eduardo al pueblo, a ver si podemos
conseguir el repuesto necesario para que Armando arregle el motor del grupo
electrgeno. Es muy peligroso, pero de conseguirlo tendremos ms posibilidades
para organizarnos y estar seguros.

Jueves, 17 de noviembre

Claudio:
Soy Miriam, Miri para todos por aqu. Las cosas parecen empeorar cada da y
toda esta situacin nos obliga a hacer cosas que jams hubiramos pensado hacer
antes de esto. Creo que Rodrigo no asumi hasta anoche la situacin terrible y
ridcula en la que estamos y tuvo que hacerle frente de la peor manera Mat a Abel
despus de que ste muriera en un estertor de fiebre e infeccin y se levantara de su
cama intentado morder a Silvia, su mujer. Le sac el revolver a Daniel (el polica) y
sin apuntar le meti un tiro en la sien. l, Rodrigo, que no aceptaba la peste (como
le decimos a todo esto), el mismo que no movi un msculo paralizado por el miedo
que tena cuando la seora los atac, tuvo una reaccin rpida y fra que an me
atemoriza porque no parece una reaccin resultante del nerviosismo, sino todo lo
contrario. Intentar hoy hablar con l. Pero primero es necesario ayudar a Silvia y a
su hijo a sobrellevar el momento.
No s quien sos. Don Julio se limita a llamarte el contacto, pero se neg a
escribir l mismo y por lo que s tampoco lee tus respuestas. Esto no me parece
importante. Es ms, no me parece seguro dadas las circunstancias, pero creo que
necesitaba exteriorizar esto y ponerlo por escrito. Supongo que me aliviar de alguna
manera. As que no voy a darte data sobre nuestra ubicacin o cosa parecida.
Sabemos que hay grupos de sobrevivientes armados y para nada solidarios. Y lo
sabemos por nuestros nuevos integrantes (solo eso dir).
Somos lo ms silenciosos que podemos y yo continuar intentando que as
sigamos evadiendo el infierno. Por lo que me dijo Don Julio, podras estar en Totoral
24

o detrs del monte esperando el momento, no lo s. As que me limito a despedirme

(esperando no tener que volver a escribir ms).
Miriam.

Brisa

El viento suave y constante de la noche trajo un olor particular.

La mujer que mascaba un hueso en el piso detuvo sus mandbulas, solt el
bocado rancio y seco, se puso de pie y comenz a caminar detrs del perfume. No
estaba sola: un hombre interrumpi su quietud de das y se levant de la vereda para
seguir el llamado. Del bollo de fibra de vidrio y metal retorcido cay una pieza suelta y
sali otro hombre. Bajo las ruedas del mismo amasijo, otro. La pila de cuerpos que
haba en el baldo vecino empez a desmoronarse como una montaa de hormigas
dispersas. En la plaza haba un puado que tambin se sum. Otros, al percibir
movimiento, salieron de algunas casas y se sumaron a la procesin arrastrando los
pies. Pero no eran hormigas. No haba organizacin alguna en esa marcha lenta y
constante de hombres, mujeres, nios y ancianos.
El cielo, cerrado y sin luna, prometa ms calor. La brisa caliente se volva
ms salada hacia la casa que tena las luces prendidas. No haba yuyo, tronco,
piedra o pared que pudiera detener el avance de los cuerpos. Las chapas, maderas y
vehculos amontonados alrededor obstruan el encuentro con la fuente de ese olor,
cada vez ms fuerte, ms cido, ms salado. Las manos azules tanteaban y
golpeaban. Una chapa se cay y mostr un hueco en la pared. Empujndose,
pasaron. Uno, dos, tres, cinco.
Ya estaban cerca de la puerta que los separaba del olor cuando sali una perra
ladrndoles. Detrs de sta, un hombre sali gritando rdenes con una barra de hierro
en la mano. Luego empez a golpearlos. Haba otros que olan igual y trataron de
esconderse alrededor de la casa. Uno de ellos fue arrinconado y se cubri con una
mujer, que fue devorada entre aullidos de dolor. El hombre de la barra de hierro
traspiraba ms fuerte, su sangre corra ms rpido. Gritaba como salvaje, movindose
de un lado a otro, partiendo crneos mientras los otros trabajaban en el hueco en la
pared.
Los que quedaron fuera de la cerca daban golpes monocordes. Por debajo de
25

los gritos de la gente que discuta del lado de adentro poda sentirse el coro de
gemidos.
***

No pas mucho tiempo y el hueco se volvi a abrir. Empujaron a uno de ellos

hacia afuera. El hombre chillaba y pateaba la pared. Comenzaron a rodearlo. Dej de
atacar la chapa para gritar en tono lastimero. Cuando sinti los dedos fros y hmedos
tironendole la ropa, tom una viga de madera del montn de escombros y se abri
paso a los golpes hasta perderse en el monte.

Sbado, 19 de noviembre

Rodrigo:
Van cinco das de nuestro ltimo mensaje y seguimos sin obtener respuesta.
La paloma vino sin ningn mensaje. Espero que hayan podido actuar a tiempo, porque
de lo contrario slo puedo creer que haya pasado lo peor. La paloma regres, as que,
con muy pocas esperanzas de que nos lean, les cuento las ltimas (malas) noticias.
Fuimos atacados la misma noche que les escrib. No habamos terminado an
con el permetro, estbamos cenando y empezaron a colarse unos cuantos hediondos
les llamamos as por el olor que despiden y, de no ser por nuestra Maika que nos
avis de inmediato, podran haber acabado con todos nosotros. El viento soplaba en
contra y eso hizo que no los sintiramos acercarse. Logramos frenarlos a tiempo, con
el costo de dos vidas.
Lo peor fue que eso podra haberse evitado. Cuando Eduardo fue acorralado,
utiliz a Andrea como escudo humano y perdimos a la nica persona del grupo que
haba hecho un curso de enfermera. Rubn intervino y pele muy duro, slo con un
fierro pudo mantener a raya a los hediondos el suficiente tiempo como para que
Armando, Carolina y yo pudiramos bloquear el sector deficiente. Eliminamos a cinco
de ellos (unos veinte quedaron merodeando del lado de afuera).
El da siguiente (el da que supuestamente bamos a utilizar para ir en busca
del repuesto) fue peor que el anterior. Rubn insista en ejecutar a Eduardo por su
acto de egosmo y cobarda. Armando y Caro trataron de convencerlo de que eso no
volvera a la vida a Andrea y de que eran dos manos ms para ayudar en el trabajo.
26

Yo prefer atarlo como castigo y para que, por ansiedad, no comiera de ms, que era
otra de las quejas contra l. Despus de mucho discutir, Rubn perdi totalmente el
control y nos amenaz con un arma de fuego (que nunca le habamos visto), tom a
Eduardo por los pelos y, arrastrndolo, lo llev afuera del permetro. Despus cerr la
puerta.
Mientras Eduardo nos maldeca, lloraba y gritaba splicas y perdn, Rubn
nos apunt con su arma a uno por uno, obligndonos a jurarles lealtad. Tuve que
escribir este mensaje a escondidas de l. Soy el viga y paso todo el da arriba del
techo, en compaa de Maika, esperando que se calmen las cosas. Estoy muy
nervioso. No me gusta la forma como Rubn mira a Caro, ni la manera como
Armando masculla cada vez que aqul le da una orden.

Jueves, 24 de noviembre
Claudio:
Entiendo la situacin en la que ests. Aqu todo es un poco ms calmo. Al
parecer, la casa de don Julio es un escondite ideal dada las circunstancias. No
contests esto, esper la prxima. En breve te estar enviando otro mensaje ms
explicativo; hay noticias que tal vez sean buenas para todos.
No

entend

lo

de

la

paloma,

lleg

sin

carta

no

lleg?

Don Julio dice que si el mundo cambia, las palomas tambin lo harn; teme que el
olor a muerte las desoriente.
Repito: no contestes esto. La paloma con el nuevo mensaje debera llegar en
menos de dos das.
Rodrigo.

27

SEGUNDA PARTE: LOS QUE HUYEN

El Chateau

Los militares del III Cuerpo haban tomado todos los predios circundantes al
cuartel y hecho barricadas de contencin desde el predio Feriar hasta la Fbrica Militar
de Aviones. Haban cerrado los puentes, y el ingreso de los sobrevivientes a la zona
segura se haca a cuentagotas con todos los controles mdicos posibles. Aunque
Mario saba ahora que no importaba estar sano, porque nadie lo estaba, record cada
una de las inyecciones que le pusieron y el mechn de pelo que le cort esa mdica
tan bonita. Cuando le dieron el pase lo llevaron a las inmediaciones del Estadio. Todo
el predio del viejo Chateau estaba cubierto por tiendas de campaas del ejrcito y
carpas de todos los colores. Haba varios colectivos urbanos, donde tambin dorma
gente, tanques y vehculos del ejrcito y de la polica. El estadio estaba repleto de
personas, todo el da ah sentadas, o caminando sin nada que hacer. En el medio del
campo de juego se haba levantado un gran hospital de campaa. Todo el da se
escuchaban disparos, caonazos de los tanques, rfagas de metralleta. Pareca un 31
de diciembre constante. A Mario lo ubicaron en la ex platea cubierta, lo sentaron en
uno de los pocos asientos libres. Ah conoci a Cristian. Los dos estaban en la seccin
de personas que haba llegado sin familiares. Los parlantes del estadio
constantemente repetan nombres y ms nombres. De vez en cuando alguien se
levantaba gritando alegre, emocionado y se diriga a un polica o a un soldado
indicando que haban dicho su nombre. Era la seal de que, en algn lado de la
zona, haba familiares. El nombre de Cristian son una tarde y l y Mario se
despidieron. Dormir era incomodsimo en el estadio pero al menos se senta seguro.
Hasta la cuarta noche. Mario dorma cuando lo despertaron los gritos. Se incorpor
rpido y vio que las luces se haban encendido. Cerca de l, los policas y los
militares gritaban frenticamente intentando contener a la gente que quera salir.
Mario mir el campo de juego y qued pasmado viendo cmo cientos de infectados,
algunos vestidos como mdicos o policas, avanzaban contra la lnea de militares que
30

aguardaban orden para abrir fuego. En la tribuna del frente se vea cmo la gente se
arrinconaba en la parte superior de las gradas, como cuando haba disturbios en un
partido. Pero no era eso. La gente gritaba, un alarido coral invada todo, un alarido
que no ces siquiera cuando los soldados abrieron fuego contra los infectados que
salan del hospital de campaa. Y a ese fuego se pleg el de los policas en las
tribunas. Sin embargo, el miedo empuj a la gente contra la lnea de defensa que les
disparaba sin cesar. Cayeron muchos pero la multitud los alcanz en todos los
sectores del estadio. Mario esper a que la multitud se abalanzara sobre las salidas
para evitar ser arrollado y morir pisoteado. Pero la multitud baj de la tribuna sin
mucha dificultad. Una nueva lnea de defensa policaca aguardaba en las salidas del
estadio. Una nueva rfaga de muerte fue disparada contra los que intentaban salir. La
multitud se mantuvo expectante hasta que muchos volvieron a buscar las armas de los
efectivos cados en las gradas y cuando volvieron el tiroteo fue esta vez de ambos
lados. En el puente de salida, Mario mir hacia abajo y vio cmo los soldados
retrocedan superados por los infectados. A la cabeza!, a la cabeza!, gritaban los
oficiales. Mario sali del estadio y corri hacia los colectivos urbanos pasando entre las
carpas y tiendas. El ejrcito haba posicionado dos tanques y los soldados pedan
tranquilidad. Las armas en manos de la multitud esta vez no se usaron con el ejrcito.
La calma aparente no dur mucho. Se repitieron los alaridos, el miedo y la histeria se
apoderaron de nuevo de la situacin. Los infectados salan del estadio y atacaban el
campamento. Volvieron a sonar los disparos. Mario corri hacia la lnea de colectivos
ubicada detrs de las lneas del ejrcito. Corra con desesperacin, empujando
gente, pisando carpas y gente. Alcanzando la lnea de los tanques, que empezaban a
moverse hacia el estadio, una mujer le puso un nio de unos 6 aos en el pecho.
Ayudame!, le grit. Mario la mir apenas un segundo y afirm con un movimiento
de cabeza. La mujer llevaba otro nio en brazos y una nena de la mano. La polica y
algunos soldados custodiaban los colectivos. Mario se sorprendi al ver que la gente
corra en todas direcciones pero muy pocos iban hacia los colectivos. A los bondis,
le grit a la mujer. Esta vez fue ella la que asinti con la cabeza y corri hacia donde
los efectivos formaban una lnea de defensa.
Un polica los detuvo y les neg el paso a los colectivos. Mario dej al nio en el
suelo y se lanz contra el polica que, tomado por sorpresa, cay. Otros policas se
acercaron e intentaron detenerlo. Incluso uno le realiz una llave y, ponindolo contra
uno de los colectivos, intent esposarlo; pero un oficial le grit: Djelo, Pez; que se
suba carajo. Mario miro al oficial para darle las gracias pero no pudo decir nada,
volvi a tomar el nio entre los brazos y subi al colectivo. Cuando se asegur de
30

que la mujer y los nios estaban bien, baj nuevamente pensando que poda ayudar
a alguien ms. Dos soldados traan a una mujer mayor, con dos nios agarrados de
su mano. Mario ayudo a subir a la seora y bajo para hablar con los soldados.
Soldados, soldados! grit a los que acababan de traer a la vieja.
Suba al colectivo, seor dijo uno, volvindose.
S, pero, por dnde salgo de ac?
Espere unos minutos, intentaremos traer ms gente.
Bien dijo Mario subindose al primer escaln de ascenso al colectivo. Miraba
la locura que se desataba apenas unos metros de donde estaba y luego miraba el
estadio. Era increble pero haba llegado vivo hasta all.
Gracias escuch desde el primer asiento. Mario se volvi y vio una mano
extendida; era la mujer que le haba dado el nio y pedido ayuda. Soy Gladis
agreg sosteniendo el saludo.
Mario. De nada.
Son mis hijos dijo la mujer mirando a los tres nios que se arremolinaban
contra ella como si quisieran fusionarse en su pecho.
Gladis, si los soldados no vienen en unos minutos o si la cosa se pone
espesa para este lado, nos vamos, s?
Si dijo Gladis dndose vuelta para presentarse a la mujer mayor, que estaba
de pie al lado del asiento donde los dos nios que venan de su mano se
acurrucaban, mirando el suelo, sollozando.
Mara dijo la mujer. Y estos son Carlitos y Mara, mis nietos.
Romina, Camilo y Vctor respondi Gladis sealando alternativamente a cada
uno de sus hijos.
Mario volvi a mirar dentro del colectivo y estaba por saludar a doa Mara
cuando escuch que gritaban su nombre. Sac su cuerpo del vehculo, sin pisar el
suelo y agarrado del pasamano. Por detrs del vehculo y de la lnea de soldados y
policas apareci Cristian acompaado de dos jvenes ms. Mario sonri, sinti que
conoca a Cristian de toda la vida; cuando ste subi al colectivo lo abraz como si
hubiera encontrado a un hermano.
Juan y Paula dijo Cristian, sorprendido por el efusivo abrazo. Los jvenes
saludaron a Mario y se dirigieron rpidamente hacia el fondo del colectivo.
No habas encontrado un familiar? pregunt Mario.
No, era el mismo nombre. Garca hay bocha, o no?
S, s dijo Mario, sonrindole.
Mario mir hacia afuera. Las cosas parecan haberse calmado. Los tanques
30

se haban detenido en el estacionamiento del estadio y los soldados formaban un

pasillo por donde miles de personas desfilaban hacia la explanada. Parecan
soldados enemigos, rendidos y caminando custodiados. En la explanada haba
doctores y enfermeros corriendo de aqu para all, atendiendo gente tirada en el
suelo. Mario observ aterrorizado cmo un soldado iba junto a cada mdico. Si el
mdico haca la inequvoca seal de que el paciente estaba muerto, el soldado le
disparaba un tiro en la cabeza. Mario bajo corriendo, dos soldados lo detuvieron en
seco, derribndolo.
Estn matando a los enfermos. Hijos de puta! Un culatazo le hizo perder el
conocimiento.

Despert con un dolor intenso en la nuca. Gladis y su hija Romina estaban junto
a l. Le tom un tiempo darse cuenta de que estaba en el colectivo, en la parte trasera.
A pesar del dolor y el mareo, se incorpor y qued sentado.
Los matan porque si no resucitan. Se hacen mordedores, no, m? le dijo
mirndolo fijamente Romina, parada junto a su mama.
Mario mir a la nena y despus a Gladis que le afirmo con la cabeza. Mario
intent alargar su brazo para tocarle la cabeza pero Romina se acurruc contra su
madre.
Cmo estn las cosas afuera? pregunt Mario.
No s, Mario. Hasta que se puso de noche pareca que tenan todo controlado.
Pero hace un rato los soldados van y vienen y los tanques se escuchan avanzar de a
poco. En el puente pasa algo. Seguro.
Los otros?
A Cristian casi se lo llevan. Cuando te pegaron el culatazo, se bajo y se
abalanz sobre el que te peg. Juan y la novia los convencieron al final que no lo
detengan.
Bien, bien. Consiguieron algo para comer?, tengo mucha hambre.
Hay manzanas, pan y algunos chocolates, pero los guardamos para los chicos.
Est bien.
Cristian se acerco al ver a Mario despierto y sentado, y lo saludo con afecto.
Hablaron un poco. Cristian lo ayud a pararse y se qued cerca de l mientras
recorran el pasillo hasta la parte delantera del colectivo. Mario se sent en el asiento
del conductor y revis el tambor de arranque para ver si estaban las llaves puestas.
Cristian, tenemos algo para defendernos? Palos? Algo?
Al fondo, donde estaba vo encontramo cinco palo de escoba. Con eso le
30

podemo dar.
No estara mal que nos den una pistola por lo menos.
Pa qu?
No le quiero decir a la Gladys, ni a los otros, para no preocuparlos. Pero me
parece que todo se va a la mierda, loco. Estamos rodeados de esos culiados.
Vo dec qu culiau!, y yo dicindole a la Gladis que estaba todo de lujazo.
Est bien, no hay que alarmar a nadie, pero est atento, loco.

Juan y Paula subieron al colectivo, agitados. Mario y Cristian los miraron y

esperaron a que recobraran el aliento.
Arranc dijo al fin Juan.
Qu pasa? Juan, Qu pasa? dijo Mario acomodndose en la silla del
conductor.
El puente, hay canbales por todos lados.
Que culiau, vamono` a la bosta, Mario; arranca!
Mario intentaba poner en marcha el colectivo, estaba nervioso. Trat de
tranquilizarse y por fin encendi el motor. Cuando pensaba hacia donde salir, se
escucharon tres disparos solitarios que paralizaron a todos en el mnibus. Un segundo
despus del ltimo disparo, se desat un estruendo que hizo saltar a todos en sus
asientos. Los tanques disparaban sus caones por primera vez. Mario al fin puso
primera y arranco. Se dirigi a Feriar, por el bosque del viejo Chateau. Un soldado salt
al colectivo y orden que siguiera hasta la entrada al predio. Se qued en la puerta
abierta en posicin de disparo. Aunque no vean mucho, el sonido de las armas hacia
pensar en un verdadero infierno en la zona del estadio. Mario prendi las luces y vio
cmo corran de aqu para all soldados y policas. Un soldado les haca seas para
que dirigieran el colectivo hacia la entrada del predio. El que iba en el colectivo
ordeno a Mario a detenerse.
Cabo salud haciendo la venia el que estaba dirigiendo el trnsito de los
vehculos que evacuaban.
Cul es la situacin en Feriar, soldado?
El 5 y el 9 de la aerotransportada ha sido movilizado hacia el puente, seor.
Se est evacuando la zona.
Hay podridos ah?
No que yo sepa, seor.
Perfecto dijo el cabo haciendo la venia. El soldado respondi al saludo y
volvi a lo suyo.
30

Esto es lo que vamos a hacer dijo el cabo subiendo unos escalones y

mirando a los que estaban sentados en el mnibus. Detrs de Feriar hay un barrio
pequeo; en teora esta evacuado. Vamos a ir ah, buscar provisiones y tratar de salir
de Crdoba.
No deberamos quedarnos aqu y ayudar? dijo Juan levantndose.
No es discutible, entendido? dijo el cabo apuntndolo.
Ey, ey, tranquilo dijo Mario, si es lo mejor para nosotros, est bien.
Djense de pelotudeces y pongan atencin. A Feriar.
Mario obedeci pero mantuvo la atencin en el cabo que miraba desde la
puerta tratando de escrutar la oscuridad. El complejo bulla de actividad, las tropas se
movilizaban hacia el puente y nadie prest atencin al colectivo que pasaba
lentamente en direccin contraria a donde todos iban.
El cabo le hizo seas a Mario para que metiera el colectivo en el bosque lindero
al complejo, pero Mario le dijo que no poda manejar all as que el Cabo le seal el
alambre del permetro norte del complejo.
Pasalo por arriba orden apuntndolo.
Mario no objet y se prepar para un golpe fuerte. Sin embargo, el alambrado
cedi casi sin resistencia, pero no pudo esquivar un rbol que estaba pegado a la
salida. Todo el costado derecho del mnibus chirri rayndose contra las ramas. Mario
baj la velocidad y manej despacio entre los rboles. Las luces del colectivo
empezaron a iluminar a algunos infectados que no hacan mucho por esquivar el
colectivo.
No los pases por encima que se va a hacer mierda el tren delantero dijo el
cabo preparndose para disparar.
Mario esquivaba rboles e infectados, pero iba muy lento; rpidamente se
vieron rodeados; en la puerta delantera el cabo disparaba a los que intentaban subir.
Los palos de escoba grit doa Mara. Y, excepto los nios y Mario, todos
tomaron uno y abrieron las ventanillas.
A la cabeza Grit el cabo. Con fuerza en la cabeza.
Gladys vomit despus de que hundiera su palo en el ojo de un infectado, que
cay inmediatamente. A Cristian, Juan y Paula no les iba mejor. Doa Mara, en
cambio, pareca haber esperado toda su vida para ese momento. Incluso le pareci a
todos que los infectados dejaron de acercarse a la ventanilla donde doa Mara hunda
su palo en ojos y bocas. Mario aceler un poco cuando vio un sector despejado de
rboles y detrs de eso un camino de tierra. El movimiento bastante brusco hizo que
todos perdieran el equilibrio y cayeran en los asientos. El cabo se dio vuelta para
30

insultar a Mario. Un infectado aprovecho la distraccin y lo mordi en el antebrazo y

luego otro ms le alcanz la pierna. El cabo dispar dos veces y se largo a llorar,
lloraba e insultaba a Mario.
Me mordieron! Me mordieron! Hijo de puta! Me mordieron!
Cristian y Juan intentaron ayudarlo pero el cabo los apunt. El colectivo dejaba
lentamente atrs a los infectados que lo rodeaban y tomaba el camino de tierra que
sala del bosque. Cristian intent acercarse al cabo que segua llorando, enfurecido.
Si te muerden, cagaste dijo, tir su fusil afuera y saco la 45. Apunt a Mario
pero Cristian le tom el brazo. El disparo peg en la ventanilla del conductor. Mario se
sobresalt pero no perdi el control del colectivo. Cristian segua forcejeando con el
cabo, intentando quitarle el arma, pero est lo golpe y se libr de l. No alcanz a
realizar un segundo disparo. Doa Mara le dio un palazo en la cara, que lo dejo
perplejo. Gladys complet la faena empujndolo por la puerta delantera, todava
abierta. El cabo cay y se incorpor rpidamente, la velocidad no era mucha. Cristian
se asom por la puerta y los otros sacaron la cabeza por la ventanilla. Mario detuvo el
mnibus, pero el cabo no intent alcanzarlos. Puso el can de la 45 en su boca y
dispar.
Mario arranc nuevamente. Nadie habl hasta casi una hora despus.

Las Delicias

El colectivo naranja avanzaba despacio, con las luces apagadas. Mario Mori,
su conductor, agradeca a Dios en silencio que la ruta pareciera desierta. Ni fiambres,
ni autos pens y volvi a agradecer a Dios.
Cristian, el empleado de la Fiat que haba conocido en el infierno del estadio
Mario Kempes, se acerc a l con un mate.
Groso, pendejo dijo Mario sonrindole.
La Glady lo prepar con esas huevadas para calentar el agua dijo Cristian
mirando la ruta.
Y dnde lo enchuf? pregunt Mario.
Ni la ms puta, loco. Debe habe un enchufe ai atr, que se io, no s
respondi Cristian.
Y la gente, cmo est?
La Glady y los hijo, de lujo; la parejita duerme y doa Mara ta sentada atrs
30

cuidando los nietos. Una masa la vieja; cmo le daba a lo fiambre que se colgaron del
Bondi; abuso, o no?
Si te digo la verdad, Cristian; no me gusta nada esto tan tranquilo. Desde
que salimos del Chateau y de la lnea de defensa, no vi ni gente ni fiambres.
La verda as da m cagazo que con los fiambre caminando al lado del
bondi. O no?
Si, tens razn.
Vo dec que lo mejor es La Calera, loco? A m no me parece; el camino
capaz que este m fcil, pero cruzar La Calera, no s, bolu. No s.
Podramos intentar otra cosa. Por ac ms adelante est el country Las
Delicias.
Y, esos culiadazo deben tener morfi y remedio. Vo dec que vamo?
Llam a los otros y lo decidamos.
Cristian volvi a la parte trasera con el mate en la mano y poco despus estaba
de vuelta acompaado de Gladys, Juan y Paula.
Doa Mara? Pregunt Mario.
Se qued atrs. Dice que lo que hagamos, para ella est bien respondi
Gladys.
Discutieron las opciones. Ninguno quera seguir casi a ciegas hasta La Calera
y decidieron que intentar en el country era menos riesgoso. Incluso si estaba
infestado, en Las Delicias sera ms fcil escapar rpidamente.
Juan, Paula y Cristian volvieron atrs a preparar los palos de escoba que tanto
les haban ayudado cuando cruzaron los bosques del Chateau. Gladys le ceb otro
mate a Mario mientras escrutaba la oscuridad.
All, en las luces esas es? pregunt.
S; que estn prendidas las luces es una buena seal.
Te falt decir o no?, como el Cristian.
Ambos sonrieron. Mario devolvi el mate y le dijo a Gladys que preparar a sus
hijos. En realidad, estaba muy nervioso. Que las luces estuvieran encendidas no era
seal de que el predio fuera seguro. Todos lo saban porque todos venan de la zona
segura. Mario repas lo que haban pasado no como un ejercicio de memoria sino para
intentar darse esperanza. Si haban sobrevivido a eso, la suerte estaba de su lado.
Constantemente sacaba los pensamientos funestos y volva a repetir, como
imprimiendo un subtitulo a las imgenes que le volvan a la mente, ya est, no nos
vamos a morir; no podemos morir.
Cuando estaba a unos treinta metros de la entrada a La Delicias, encendi las
30

luces, para que si haba alguien vivo supiera que se acercaban. Las casetas de
seguridad estaban a oscuras, Mario pens que haban hecho el intento en vano, Las
Delicias era zona muerta, como su barrio, como el Chateau, como toda Crdoba.
Estaba por preguntarles a los otros qu deba hacer cuando desde la caseta vio el
destello de una linterna que se encendi e hizo seas apagndose y prendindose tres
veces. Mario repiti la seal con las luces del colectivo y espero la respuesta. Una
alegra tonta lo asalt, sinti que estaban salvados, que todo se acabara pronto,
incluso se vio viviendo en el country, con los otros, compartiendo alguna de las
hermosas y amplias casas que se vean por sobre el vallado de seguridad.
Cristian, Gladys, Juan y Paula estaban junto a l mirando cmo se acercaban
dos guardias, armados con itakas.
Que descienda uno solo dijo uno de los guardias, bajando el arma.
Mario se levant del asiento y se dirigi a la puerta; todos pensaban que iban a
discutir qu hacer, pero Mario ya se diriga al guardia con las manos en alto sin que los
otros pudieran decir algo.
Venimos del Chateau, estamos buscando un lugar seguro para resguardarnos
dijo Mario bajando los brazos lentamente.
Ac no hay lugar. Da marcha atrs y volv por donde viniste.
Loco, tenemos chicos en el bondi, tenemos poca comida, poca agua y el
combustible no nos va a durar mucho ms.
Ac no, te digo. Son rdenes. No pasa nadie que no est en la lista. Ests
en la lista? Seguro que no, as que pica de ac, mierda.
Qu te pasa loco? No sabs lo que es Crdoba? No hay chance, hay
fiambres por todos lados.
No escuchs, gil? Ac no!
Par, Flores, par! terci el otro guardia. Hablemos con Castaeda; esta
gente es la primera que vemos desde que el ejrcito despej la zona.
Castaeda dijo que no lo jodamos, que no entra nadie que no est en la lista.
Castaeda me chupa la pija, depende de sta respondi el otro, sealando su
itaka. As que mejor que venga cuando yo lo llame.
Como quieras, Ortiz; como quieras.
S, quiero.
Ortiz le hizo seas a Mario para que lo siga. Cristian haba bajado y quiso
seguirlos, pero los guardias se lo impidieron.
ste solo dijo Ortiz sealando a Mario.
Los tres hombres recorrieron rpidamente el espacio que los separaba de las
30

casetas de entrada. Mario supo que Ortiz y Flores no eran los nicos guardias que
haba all. Al menos seis hombres armados se mantenan atentos y silenciosos en
la oscuridad. Condujeron a Mario dentro de la caseta y Ortiz dio la orden de buscar a
Castaeda. Uno de los hombres que estaba afuera subi a un carrito de golf y se
adentr en el country.
No le va a gustar nada a Castaeda dijo Flores.
Ya te dije, me chupa la pija Castaeda. Tiene el culo tranquilo porque nosotros
estamos ac. As que no se ponga en ortiva, porque me alzo al ocote y los podridos
se lo comen a l y a todos los hijos de puta que hay ac adentro.
Ortiz ofreci a Mario un poco de caf que ste acept pensando que pronto
todos los que venan con l tomaran caf, seguros tras los muros. Ortiz miraba hacia
adentro, en silencio. Cuando vio que el carrito volva hacia la entrada, tomo de nuevo
su itaka y sali, hacindole seas a Mario para que los siguiera. Del carrito se ape
un hombre de unos cincuenta aos, vestido con un pulver amarillo crema y se dirigi
a Ortiz con un gesto de fastidio.
Qu mierda pasa Ortiz? dijo.
Han llegado sobrevivientes, gente que escap de la zona segura del
Chateau.
Zona que ya no es segura para nada.
Y?, es gente que est en la lista? pregunt el hombre mirando con ms
detenimiento a Mario.
No, Castaeda, no estn en la lista pero van a entrar.
No entra nadie que no est en la lista. Cuntas veces lo vamos a discutir, la
puta madre, Ortiz? Los nicos que entran son militares y sus familiares. Simple.
Simple un carajo dijo Ortiz, cargando su arma y levantndola. Mario dio un
paso hacia adelante, pero Flores lo detuvo, apuntndolo.
Dejalo, mierda dijo Ortiz mirando a su compaero. Los otros guardias
miraban la situacin, tensos, todos apuntando a unos o a otros sus armas Dejalo, te
digo. Y vos, Castaeda, las cosas cambiaron. La guita ya no vale una mierda y no
creo que vuelva a valer nada. Ahora mandan los que tienen chumbos. Ahora mando
yo. Esta gente va a entrar, te guste o no.
Ests loco, Ortiz, tenemos todo contado. No podemos recibir a nadie ms.
Cuanto ms gente, menos alimentos, menos remedios. Con ms gente, no hay
paga.
Est claro?
Baj el arma Ortiz dijo Flores, apuntando esta vez a su compaero.
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No bajo nada, chupa media. Quin est conmigo?

Nadie, Ortiz, nadie dijo Castaeda. Si tanto te gustan esos, andate con
ellos.
Eso s, tu arma se queda.
Ortiz dispar. La mano de Castaeda se deshizo en una explosin roja. Flores
dispar contra Ortiz y lo alcanz en el hombro y, cuando se acercaba para rematarlo,
un disparo en la cabeza lo detuvo en seco, hacindolo caer muerto al lado de Mario.
Ayudame, carajo le grit Ortiz.
Qu hacemos? pregunt Mario mientras tomaba a Ortiz por el torso y lo
ayudaba a incorporarse.
A la caseta dijo Ortiz sealando la puerta con su arma.
Dos hombres cubran la retirada disparando contra los otros que se
parapetaban detrs del carrito de golf. Castaeda gritaba y se retorca en el piso a unos
metros de ellos.
Maten a ese culiado dijo Ortiz, que respiraba entrecortado. De la herida
manaba mucha sangre.
Uno de los guardias realiz dos disparos y Castaeda qued en silencio. Ya
dentro de la caseta, Ortiz se apoy en una pared y se dej caer. Una mancha roja
surga a medida que su espalda la recorra. Uno de los guardias advirti que venan
ms de ellos desde los otros puntos de guardia. Al parecer, todos estaban en contra.
Ortiz respir y exhal tan fuertemente que Mario pens que haba muerto. Sin
embargo, el guardia se incorpor rpidamente como si no estuviera herido.
Pelotudos! grit Pelotudos de mierda!
Otro de los suyos cay, con un disparo en el cuello. Se convulsiono en el
suelo dos o tres veces y muri.
La nica que nos queda es rendirnos, Ortiz le dijo el otro guardia. Al menos
para que nos dejen irnos a la mierda.
S, s decles.
El guardia no respondi los ltimos disparos y pronto se hizo silencio.
Nos vamos. Nos vamos con las armas dijo desde la casilla.
Salgan con las armas sin apuntar. Tienen tres minutos para dejar la caseta y
el predio. No vamos a disparar.
No les creo una mierda, pero no nos queda otra dijo Ortiz,Vamos.
Los tres hombres salieron despacio de la caseta; unos quince guardias les
apuntaban formando un semicrculo.
Me voy, Bez, no hagas boludeces grit, Ortiz.
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Dale, Ortiz, tens mi palabra.

Y la de Guzmn? pregunt Ortiz, recordando al amigo de Flores cuando
vio el cuerpo de este en medio de un charco oscuro.
Si, la de Guzmn tambin. Salgan despacio y no hagan ninguna boludez.
Mario ayudaba a caminar a Ortiz y el restante guardia cerraba el grupo
caminando hacia atrs. No pas nada hasta que vieron el colectivo con las luces
apagadas y en silencio. Cristian baj y ayudo a Mario a cargar con Ortiz.
Qu pas? pregunt.
Despus te cuento; submoslo al bondi respondi Mario, contento de ver a
Cristian.
Cuando llegaron a la puerta del mnibus, se escuch una rfaga de disparos.
El guardia que cerraba el paso cay, sin emitir siquiera un gemido. Sin duda, un
disparo certero. Cristian ayudaba desde arriba a que Ortiz subiera cuando Mario
emiti primero un gemido y despus un grito al caer en el asfalto. Cristian empuj a
Ortiz que cay en el primer asiento del colectivo y salt a la calle. Gladys grito
pidindole a Cristian que volviera a subir. Juan se apresur a ayudar a Cristian y
ambos subieron a Mario al colectivo. Ambos se mancharon de sangre, como si fueran
carniceros en plena faena.
Hijos de mil putas dijo Ortiz, sacando la itaka por la ventana y disparando a la
oscuridad. Dale pibe, arranc que nos revientan.
Cristian se sent en el asiento del chofer y encendi el motor. Sali en marcha
atrs y as condujo por unos trescientos metros hasta que fren el colectivo y
dejndolo encendido se par para ir a ver a Mario.
Y, loco? le pregunt a Juan que estaba arrodillado junto a Mario.
No s, Cristian. Le sale mucha sangre.
Hay que entrar en el country ahora mismo. Pero le vamos a llevar una
sorpresita dijo Ortiz despatarrado en el primer asiento, con la itaka sobre el pecho.
No ve, culiau, que est herido el Mario dijo Cristian, yendo hacia la parte
delantera para hablar con Ortiz.
No seas boludo, pendejo. Tu amigo se muere, pero podemos hacer que estos
hijos de puta paguen lo que han hecho, le vamos a llenar el country de fiambres. Y que
se caguen.
No ve que hay criatura ac, boludazo de mierda. Quin te cree que s?
Tiene razn dijo Mario con voz dbil. Que paguen esas mierdas.
Glady? pregunt Cristian. Gladys mir a sus hijos, despus mir un rato el
suelo y al fin asinti con un movimiento de cabeza.
30

Doa Mara?
Si, mhijo.
Juan?
No.
S dijo Paula; Juan la mir un rato y luego asinti.
Hecho dijo Ortiz. Aydenme a preparar todo.
Qu hecho, culiau? dijo Cristian haciendo el gesto con sus manos. Mario,
qu dec vo?
Vamos, pendejo; dmosle masa.
Cristian se call. Ortiz se sent mejor y orden que apagaran el motor. La idea
era simplsima, haba que rodear el country, detrs, donde terminaba el barrio militar
encontraran seguramente a miles de podridos deambulando por ah. Seguramente
seguiran el colectivo pero tendran una carnada, algo que les hiciera seguir el vehculo.
Ataron a Mario en la puerta de descenso del mnibus; los pies casi tocaban el
suelo, tena la cabeza apoyada en la puerta abierta. Cuando Juan le dio un poco de
agua supo que no le quedaba mucho tiempo. Aunque era algo que saban todos,
incluso Cristian, Ortiz le dio una 45; Mario la tom y, sin darle demasiada importancia,
la apoy en su regazo.
Est lista para disparar le dijo.
Cristian conduca despacio en medio de la oscuridad; la luz del colectivo
iluminaba las calles, se vean autos con las puertas abiertas, casas a oscuras, con
las puertas igualmente abiertas, pero nadie por ah, ni vivos ni muertos.
Dobl a la derecha dijo Ortiz. Si no me equivoco, cerca de la plaza vamos
a encontrar miles.
Cristian dobl y cuando los focos iluminaron al frente, clav los frenos
instintivamente. Detrs de las vallas azules que usualmente usaba la polica para
acordonar zonas, se vean miles de podridos, parados, sin hacer mucho ms que
gemir intermitentemente.
S! grit satisfecho Ortiz. Ponelo de culata y cuando te diga, chocas
las vallas.
Oka respondi Cristian.
La maniobra le cost un poco, pero en menos de cinco minutos el colectivo se
aprestaba a chocar las vallas. El primer golpe las hizo tambalear y Mario emiti un
gemido doloroso. El segundo choque bast para que dos vallas se abrieran lo
suficiente. Los infectados comenzaron a cruzar uno a uno y Cristian se alej
despacio. Mario dispar dos veces pero no detuvo a ningn muerto. La valla se abri
30

mucho ms, empujada por los miles de podridos que hacan ahora presin sobre ella.
El colectivo avanzaba unos metros y se detena esperando a la multitud. Dos muertos
casi alcanzan a Mario, quin dispar y esta vez le dio a uno, un hombre de mediana
edad vestido con ropa de tenista que se detuvo en seco y cay sobre el asfalto con
una escarapela roja en la frente. Ortiz se encarg del otro.
Cmo estn todos? pregunt Cristian, mirando por el retrovisor.
Gladys y doa Mara le hicieron seas positivas y volvieron a acurrucar a los
nios. Juan y Paula iban y venan por todo el colectivo, mirando por las ventanas para
ver si los podridos no rodeaban el micro.
A la izquierda una y despus dos a la derecha grit Ortiz desde la escalera
de descenso antes de disparar dos veces. Vamos bien. Hay muchsimos Y como si
quisieran subrayar las palabras de Ortiz, decenas de manos golpearon la parte de
atrs del colectivo.
Cristian vio al fin el alambrado del country, la parte ms dbil del permetro.
como haba dicho Ortiz. Aceler dejando unos cien metros detrs a la muchedumbre
de infectados y se detuvo a unos metros del alambrado.
Ortiz grit.
Voy.
En la mitad del colectivo, Ortiz le dio la itaka. Le dijo que estaba lista para
disparar y que tirara a las piernas hasta que se acostumbrara y pudiera darle a una
cabeza. Cristian se sent junto a Mario y le toc el hombro. Mario despert, levant un
poco la cabeza y levant el arma, sonrindole. Cristian pens que la cara de Mario
pareca la de un borracho, pero supo que era la muerte la que le dibujaba a su amigo
la sonrisa.
Pendejo dijo Mario acaricindole la mejilla con la palma de su mano. Cristian
intent controlar sus lgrimas pero las primeras ya le bajaban por el rostro y trepaban
la mano de Mario. No quiero ser uno de esos.
No, no Marito, ia s.
Sal de sta, pendejo, s? Promtemelo.
Te lo prometo, Marito. Te lo prometo.
Bien, pendejo; bien dijo Mario y con una rapidez que sorprendi a Cristina, se
puso el 45 en la boca y dispar.
Cristian salt hacia atrs y despus se arroj sobre el cuerpo inerte de Mario.
Un muerto haba alcanzado la escalera e intentaba torpemente tomar el brazo de
Cristian. Juan que haba corrido hacia atrs cuando escuch el llanto de Cristian,
clav en la cabeza del infectado un palo de escoba.
30

Agarrate de algo, Cris: vamos a chocar contra el alambre.

Mario se mat, loco, se peg un cuetazo l solo.
El impacto contra el alambre hizo que el cuerpo de Mario casi cayera pero
Cristina logr mantenerlo en el bus. Ortiz fren a unos metros del alambre cado y
esper ver a los infectados entrar. Volvi a ponerse en marcha, pero lo hizo despacio.
Quera que los guardias notaran su presencia cuando la muchedumbre de infectados
fuera abrumadora. Pasaron las primeras dos casas que estaban a oscuras, sin que
los notaran. Bajando una loma, vieron una casa de dos pisos, con grandes
ventanales. Detrs del ventanal de planta baja, una mujer miraba aterrorizada el
colectivo que avanzaba lentamente por la calle seguido por cientos de infectados.
Gritaba o al menos eso pareca porque ninguno en el colectivo poda escucharla.
Ortiz la salud como si fuera el chofer de un tour de ancianos paseando por la ciudad.
Cristian!, Juan! llam Ortiz.
Qu pasa? dijo Juan acercndose a l.
Tom dijo el guardia, manejando con una mano y con la otra sacando un
revolver plateado. Est listo para disparar. En el cinturn tengo otra para Cristian.
Yo no voy a disparar objet Juan.
Entonces dsela a tu novia, o a Gladys.
La ma? dijo Cristian que haba dejado el cuerpo de Mario en el ultimo
asiento. Me deben un par de cuetazo eso culiau. Dame las do si vo no quer pero
Paula ya haba tomado el arma de Juan.
La mujer de la casa haba dado la alarma. Dos coches de golf se acercaban al
colectivo con varios guardias en cada uno. Ortiz aceler y enfilo hacia el parque de una
de las casas para que los guardias no se parapetaran all. Paula sac la mitad de su
cuerpo por una de las ventanillas y dispar. Por suerte o por puntera excepcional, le
dio al conductor de uno de los carros, que choc contra un cordn. Otro ms cay
derribado por Paula apenas baj del carrito. Doa Mara cuidaba a los chicos sentados
a la mitad del mnibus. Gladys y Juan esperaban junto a la puerta trasera con los
palos de escoba en la mano. Una rfaga de disparos alcanz al colectivo, haciendo
estallar varias ventanillas. Ortiz clav los frenos pero no pudo detener a tiempo el
colectivo que choc contra la entrada de la casa por cuyo jardn andaban. La rfaga
se repiti y todos se tiraron al piso. A excepcin de doa Mara. Todos vieron como
salan del cuerpo de la anciana gotas y chorros de sangres como si fueran pequeas
mariposas que volaban hacia las ventanas para estrellarse en un fulgor rojo. Los
nios lloraban, abrazados, aterrados. Cristian y Ortiz se levantaron gritando,
enfurecidos y disparando sin apuntar.
30

Los guardias tenan al colectivo bajo fuego incesante pero pronto se dieron
cuenta del regalo que vena detrs del bus. La confusin le permiti a Cristian, a
Paula y a Ortiz cubrir el escape de los otros. Ortiz les indic que corrieran hacia el
norte. Esa parte daba a un descampado y con seguridad haba pocos infectados en
esa zona. Gladys, con sus tres hijos y los dos nietos de doa Mara abra la marcha,
seguida por Juan y Paula. Ortiz y Cristian seguan sobre el colectivo, disparando.
Pronto los guardias supieron que los infectados eran muchos ms de los que podan
contener y retrocedieron en desorden. Ortiz sac a Cristian del colectivo y lo empuj
para que alcanzara a los otros.
And, pendejo.
Y vo?
Yo me quedo, me voy a asegurar de que estos hijos de puta la paguen todos.
Vamo, Ort, con el quilombo no se van a da cuenta, podemo pica el boleto
sin drama.
No, Cristian. La herida del hombro es grave, los voy a retrasar. Andate.
Despus del descampado agarren el ro. No debe haber fiambres por ah. Busca
provisiones y crucen la montaa. Hay casas en medio de la montaa donde seguro
pueden pasar unos das.
Ta seguro, loco?
S, and pendejo. Lamento lo de Mario. En serio.
Si pods, quem el Bondi; es como enterrarlo a l y a la doa Mara.
Hecho.
Chau, Ort
Chau, Cristian. Acordate. Por el ro.
Por el ro.
Cristian alcanz a los otros cuando pasaban el alambre por debajo, en una
zona donde estaba levantado. Gladys pregunt por Ortiz dos veces pero Cristian no
respondi y Gladys supo lo que pasaba.
Primero por el ro y despus tenemo que agarra la montaa dijo Cristian
acomodndose el revlver en el cinturn.
Cuando haban caminado unos metros, se escuch una explosin y un fulgor
naranja se elevo en la zona donde el colectivo haba chocado. Cristian se persign
en un acto reflejo y en silencio le agradeci a Ortiz.

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Una combi venida del cielo

La cabeza de la adolescente apoyada contra la ventana de la Van rebotaba

con cada traqueteo de la camioneta, su mirada sin embargo pareca perdida en un
horizonte que apenas si asomaba entre las subidas y bajadas de la ruta. El
conductor, un hombre de sesenta y pocos aos, vestido de negro, miraba atentamente
el camino. Era un milagro que slo hubieran tenido que atropellar a cinco de esos
monstruos en todo el camino. Un milagro asegurado, lo saba bien porque era un
hombre consagrado a Dios. Era cura.
Tomaron una curva cerrada, el cura disminuy la velocidad y tens aun sin
quererlo todos sus msculos. Haba tres infectados sobre el asfalto, dos tenan
uniforme del ejrcito y el restante vesta saco y corbata. El padre tom el lado ms
abierto de la ruta y aceler, pasndolos por el costado. Slo uno de los infectados
alcanz a golpear la puerta donde iba la adolescente.
Vamos a dar gracias al seor dijo el cura mirando a la joven, que levant los
ojos en seal de cansancio.
Creo en Dios padre, todopo empez el cura. Vamos hija, qu esperas?
Creo en Dios padre, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra dijeron
est vez al unsono.
Cuando el rezo termin, la joven puso su cabeza entre las manos y se
acurruc en su silln.
Qu pasa, Anabella? Piensas en tu madre?
No, padre; estoy cansada. Puedo ir atrs a dormir un poco?
Sabes que no. Necesito que ests atenta a la ruta y no papando moscas
todo el santo da. Dios te pide poco a cambio de tu salud, a cambio de haberte elegido
para estar viva en estos das de la gran tribulacin.
Uh qu copado estar viva as Padre copadsimo!
Las ironas y dislates te los guardas para las horas del sueo, jovencita. En
cuanto vuelvas a hablar as
Qu?, me va a dejar sola por ah? Lo nico que comimos desde el martes
es lo que yo rob en la despensa esa. Y no lo veo trepando paredes para buscar
comida.
Insolente dijo el cura cacheteando a la joven.
Anabella mir al cura tan fijamente que el Padre le pidi disculpas.
Viejo de mierda dijo Anabella pasndose de la parte delantera a los asientos
traseros de la van, donde se recost.
30

El cura no le contest. Hiciera lo que hiciera, esa nia saba que, sin ella, no
tena chance de sobrevivir.
Dos horas despus, el padre Castro, de sesenta y tres aos, sinti cmo
Anabella se desperezaba y caminaba por la Van, hacia la ventana trasera. Le
pregunt si quera agua pero ella no le contest. No pasaron ms de diez minutos
cuando Anabella le grito para que se detenga.
Qu pasa hija?
All, arriba de esa casa, un hombre. Un hombre vivo!
Cmo sabes que est vivo?
Porque est bajando del techo y nos hace seas.
No creo que sea seguro; recuerda, nia, que cuando el infierno est en la tie
Pare de una vez y deje de tirar mala onda, me cans! Frene!
Anabella se haba puesto junto al cura y tena toda la intencin de disputarle el
volante. Castro comprendi que no frenar poda terminar en un accidente y al final
aparc en medio de la ruta. Anabella volvi atrs y abri la puerta del costado de la
Van. Sac medio cuerpo y mir cmo el hombre que haba visto en el techo corra
hacia ella a toda velocidad.
Denle, que vienen un montn de fiambre grit antes de llegar a la van y
apearse junto a Anabella.
Gracias, loca, muchas gracias agreg cuando la Van arrancaba nuevamente.
El cura miraba por el retrovisor y pudo ver a lo lejos cmo aparecan sobre el
asfalto cientos de infectados. El hombre que haba subido a la Combi era joven, de
unos veinticinco aos, y cuando se present todava respiraba agitado por la carrera.
Cristian dijo.
Yo soy Anabella y l es el padre Castro.
Gracias por parar, loco dijo Cristian golpeando el hombro del cura, quin
qued sorprendido por el gesto.
Y por qu no pararamos? pregunt ingenua Anabella.
Y, que se io, pasaron dos cobani antes de ustede y no pararon.
Qu hijos de puta!
Hija, la boca terci Castro.
No hay problema, padre, io hablo pa la bosta tambin Anabella ro y sinti
un alivio repentino y reconfortante de no estar ms sola con el padre Castro.
De dnde viene, Cristian? pregunt Castro.
De la montaa. Vena con otros, siete ma; salimo de pedo de Crdoba y
45

cruzamo el monte esquivando La Calera.

Y qu pas con los otros? quiso saber Anabella.
Siguieron pa el Uritorco; no encontramo con dos guaso que iban para ai. Io
no quera i, creo que se van a cag muriendo de hambre.
A lo mejor no dijo Anabella.
No hay nada para ai, y si hubiera, no ten como encontrar morfi. Espero que
estn bien, sobre todo la Gladys y los chicos de eia.
Seguro que s.
Me tendra que hab quedado con eia, pero te juro, loca, que algo me deca que
era i al muere eso de irse al Uritorco.
Quers agua?
Si, loca. Gracia. Hace bocha que no tomo nada. Morfi tengo a full pero agua
no.
Nosotros estamos al revs.
Ah, mir lo que tengo, te va a ca de culo.
Cristian abri la mochila que llevaba con l y saco un salame y un pan casero.
Anabella mova su mano sobre su panza y repeta mmm, mmm.
Quiere, padre? dijo Cristian levantando el pan. Esta fresquito y todo. El
cura tomo la rodaja que le ofreca Anabella y la meti entera en su boca.
Pa dnde van? pregunt Cristian.
Los ltimos comunicados del gobierno decan que busquemos ojos de agua.
Por alguna razn, los monstruos no se acercan al agua.
Ojo de agua? Perdneme, padre: qu e lo que e ojo de agua?
Lagos, diques contest Anabella.
Ah. Y los mostros son los fiambre?
S dijo Anabella, visiblemente divertida.
A uno de esos diques vamos dijo Castro. El ms cercano es Los Alazanes,
arriba de Capilla del Monte.
Cristian se sent en el primer asiento y suspiro. Mir a Anabella que le sonrea
encantada de haberlo rescatado, y repiti una vez ms.
Gracias, loca, gracias.

Mircoles, 30 de noviembre

Claudio:
46

Tal vez esta noticia sirva para que descomprimas un poco la situacin rasposa
de tu grupo. Debera contarte lo que pas con el abogado pero creo que an no he
digerido el incidente como para contarlo, as que, sin ms, paso a las novedades:
1- Hay tres nuevos integrantes en la casa: el Padre Castro y Anabela, nicos
sobrevivientes de un campamento o retiro espiritual que se hacia en La Cumbre; y
Cristian, empleado de la Fiat que estaba de vacaciones en camino a San Marcos
Sierras. (Todava no sabemos como llegaron vivos hasta aqu, aunque Cristian dice
que fue fcil, que slo tenan que esquivar fiambres).
2- Tal vez quiera creer esto porque los nervios de todos estn a prueba: el
cura dice que el ejrcito est limpiando la zona desde La Calera y que no tendran que
tardar mucho ms en llegar a Capilla.
3 Anabela tiene un celular y ayer habl con su mama, que est en Crdoba.
Escuchamos todos la conversacin y era evidente que la mujer no quera hacer sentir
mal a su hija. De slo pensar el infierno que debe ser Crdoba, me da escalofros.
Agradezco no haber dejado a nadie atrs
4- Me imagino que te pregunts lo mismo que yo: celular!, ejrcito! El padre
Castro sabe algo ms que todos nosotros sobre este desastre.
Espero ests bien.
Rodrigo
(Miriam agradece que no hayas ledo su mensaje)

Miriam
Mirando el paisaje?
Miriam. Qu haces?
Nada, ya casi estamos por almorzar y te vine a avisar
En un rato voy.
No te demores que la nena se va a poner como loca.
Anabella?
Cuntas pendejas hay, Rodrigo? No te hagas el boludo, por favor te pido!
Bueno, bueno. Ya s que est pegada a m, pero es comprensible, soy como
un padre, algo as.
Mir, Rodri, puede ser que el mundo se haya ido al carajo, pero las minas
siempre sabemos lo que queremos.
Y supuestamente, qu quiere la pendeja?
47

Vamos, Rodri, no te hags el boludo.

Es una nena, Miriam. Soy viejo, para vos incluso.
Y que te hace pensar que yo quiero ser tu mujer?
Nada, nada. Pens que esto era una escena de celos o algo as.
Ah, bueno, sos un imbcil. Te dejo, as segus cuidndonos.
No hace falta la irona, Miriam.
No es irona. Cuidanos, Rodrigo, vos que sabes todo.
Qu quers que haga, Miriam? Eh? Intento ayudar como sea, tratar de
parecer seguro, de salir fuera de la casa para hacer guardia y termino caminando al
pedo por ac cerca. Ahora todos creen que s usar un arma y lo que pas en
realidad es que dispar porque el tipo se le iba encima a la mujer, la iba a matar. Que
le pegara en la frente fue de pedo. No soy tirador ni nada de eso, no tengo idea de
cmo se usan estas mierdas y ustedes me la dan como si yo fuera el tipo que los
tiene que salvar. Anabella busca quien la pueda cuidar y se limita a seguir al que
todos parecen seguir. Perdoname que no sepa leer los signos femeninos. Estoy ms
preocupado por esas mierdas que andan caminando y que nos quieren morfar. Yo no
ped decidir las cosas ni organizar la comida, no decid matar al abogado. S que es
difcil de creer, pero en ese momento slo hice lo que todos los diarios decan que
tenamos que hacer.
Est bien, Rodri, est bien. Te dimos el arma porque sos el que parece
entender mejor todo esto. Y s que Anabella se pega a vos bsicamente por eso, pero
no es eso solo. Lo nico que te digo es que tengas cuidado, esa nena es una
leoncita,
s?
Perdon, no quise decir eso. Pero estoy igual de perplejo que todos. No creo
que nadie pueda aceptar lo que est pasando. Nadie.
S dale, vamos a comer.
Ya voy.
Ok.
Sabes qu?
Qu?... qu, Rodri?
Lo nico en lo que pienso es en que esas mierdas nunca lleguen al dique.
Vengo ac, miro el agua y me parece que todo sigue igual, que las calles estn llenas
de autos, que la gente llena las veredas y los bancos, la misma mierda de siempre. Y
vos vens y me hablas de Anabella, me decs que las minas saben lo que quieren y
48

no s qu bosta ms Quers que te diga la verdad? la nica mina que tengo en la

mente es mi ex. No me puedo sacar de la cabeza la imagen de Eugenia, blanca,
muerta, vagando en la calle con sus ojos vacos mierda, casi no me deja dormir.
Rodri
Si, ya voy. Empiecen, me mojo la cara y voy.
No, no es eso. Ven. Dame un beso.

Sbado, 10 de diciembre

Rodrigo:
Antes que nada, disculpas por la demora de esta respuesta (ms adelante te
cuento las causas). Ojal todo lo que conts sea cierto. De ser as, valdr la pena
seguir siendo pacientes. Despus de lo que pas en el anterior ataque, Rubn tom el
control de la situacin y organiz mejor las defensas. Cuando terminamos con eso,
nos dio un palo a Armando y a m. Luego abri las puertas y nos orden ir con l al
pueblo a buscar el repuesto necesario para arreglar el generador. Caro se qued.
Como no nos podamos dar el lujo de ponernos a discutir con la pistola de
Rubn, lo seguimos y llegamos al centro del pueblo. Los hediondos eran muchos y,
aunque parecen incapaces de organizarse, son tan perseverantes que dan miedo. En
medio de la desesperacin, peleamos como salvajes y Rubn nos oblig a seguir
peleando hasta que no quedara ninguno en la cuadra de la ferretera. Tengo que ser
honesto sobre l, creo que no es tan hijo de puta como parece. Nos oblig a arriesgar
la vida, pero l pele con el doble de fuerzas que nosotros. Parece la clase de persona
que se siente ms a gusto con esta situacin que cuando estaba todo bien. Tiene
sangre fra y es muy prctico.
Encontramos la caja del repuesto que buscbamos, pero estaba vaca y tena
heces adentro (lo cual fue muy desagradable). Al salir de la ferretera, Rubn recibi
un fuerte cascotazo en el omplato y yo en la cabeza. Cuando me despert, me
haban trado de regreso al refugio. No saben de dnde vinieron las piedras ni quien
nos atac. Pero estamos seguros de que no fueron los hediondos. Los hemos
observado bastante en este tiempo: son totalmente estpidos, no podran manipular
un objeto, slo saben caminar, morder y araar.
Rubn est indignado por lo de las piedras, no para de darse manija con
49

ese tema. Armando tuvo la precaucin de cargar algo de comida en su mochila

cuando estbamos regresando. Me trajeron inconsciente y sangrando; tuve mucha
fiebre y migraa, no poda subirme al techo a vigilar para no exponer mi herida al sol;
tampoco tena la suficiente lucidez para escribir, pero ahora ya estoy bien. Me
contaron que no pudieron encontrar al agresor porque un grupo numeroso de
hediondos atrados por los disparos furiosos de Rubn se acercaba y saban que no
podran frenarlo entre dos.
Caro tiene una teora, pero hasta ahora no pudimos hablar. Ahora es la querida
de Rubn. Ella acepta esa situacin con tal de mantenerlo calmado. Yo no la veo
como una hembra sumisa y dcil. Me huele que tiene un plan.
Claudio.

Viernes, 30 de diciembre de 2011

Claudio:
Esto ser breve. Desde hace dos das escuchamos disparos a lo lejos. El
padre dice que es el ejrcito que viene limpiando la zona. Ayer vi un helicptero
cuando fuimos al dique, estoy seguro de que nos divis pero no hizo nada por
acercarse. Anabella esta cada vez ms cercana a m, lo que pone al Padre Castro en
mi contra. Ella me dijo que el cura no es bueno.
Claudio, debemos tener cuidado. No te conozco pero al menos quiero pensar
que sos un buen tipo, por eso te pido que sigamos intentando esta comunicacin. Me
parece que los vivos son ms peligrosos que los fiambres, como los llama Cristian.
Cuando les dijo as me hizo rer por primera vez desde que empez todo.
Rodrigo.
PD: Alguna vez penss en que todas las personas que conociste ahora
caminan muertas por ah? Dios, qu mierda es todo esto?

Martes, 17 de enero

50

Claudio:
El ejrcito est cerca. Han tomado posesin del dique y slo es cuestin de
tiempo que nos encuentren, no me gusta la idea. Empiezo a pensar que el cura es
algo as como un cazador de sobrevivientes. Un tipo mandado a ubicar los focos de
resistencia de los vivos. Anabella no se atreve a decir nada, slo me dijo que el cura
no para de hablar del nuevo mundo, un mundo de Dios.
Me preocupa tu falta de respuesta. Ests bien? Sean silenciosos, ya te dije
que los vivos son ms peligrosos que los fiambres...
PD: Don Julio asegura que por ms que el ejrcito llegue, podemos asegurar
el envo de las palomas.
PD2: Nos volvimos a conectar, la mayora de las pginas estn cadas, pero
encontramos un video espeluznante. El mundo entero est muerto. Lo siento.

51

TERCERA PARTE: LEVANTAMIENTO DE LOS CADOS

PEPOS

Rodrigo golpe la puerta de la habitacin. Una voz potente, con fuerte acento
cordobs, le contest: adelante. La pieza, grande y con una ventana que ocupaba
casi toda una pared, haba sido convertida en un escritorio desde el cual el coronel
Bordone diriga toda la actividad de sus tropas.
Mientras encenda un cigarrillo, el coronel le hizo un ademn a Rodrigo para
que se sentara. Rodrigo corri la silla frente a la mesa y se sent.
Vaya noms, cabo. Descanse y presntese de nuevo a las mil quinientas
dijo Bordone dirigindose al otro hombre que estaba en la habitacin, frente a la
computadora.
S, seor respondi el cabo que sali rpidamente.
Mire, Merlo comenz el coronel, ofreciendo un cigarrillo, que Rodrigo
acept: entiendo que los civiles tienen derecho a saber lo que est pasando y confo
en que usted pueda ser el nexo entre ellos y yo.
No es un derecho, coronel, es una necesidad. En vista de la situacin,
nuestros derechos civiles son algo demasiado etreo, no cree? respondi Rodrigo.
Tal vez, Merlo. El hecho es que todos los sobrevivientes van a estar de ahora
en ms bajo mi comando. Los hombres recibirn instruccin militar y pasarn a estar
en servicio. Las mujeres tambin sern instruidas en el uso de armas pero sus tareas
se vern restringidas al predio. Entendido?
S, coronel dijo Rodrigo imaginando a Miriam y Anabella protestando y
queriendo discutir con Bordone.
La situacin y la reorganizacin de los sobrevivientes pone a las mujeres en
el centro de las necesidades, comprende? sigui Bordone, adivinando en el rostro
de Rodrigo un rastro de objecin.
Coronel, quiero entender, pero necesito que usted me diga cul es la
verdadera situacin. Sin eufemismos, sin clasificaciones, me entiende? Qu es lo
que pasa?
S, comprendo, pero debe saber que lo que yo le diga puede ser terrible. Y que
41

usted es responsable de que los civiles se mantengan tranquilos. No quiero un ataque

de histeria colectivo. Mis rdenes son proteger a la poblacin civil, pero no dudar en
cortar por lo sano cualquier problema que se me pueda escapar de las
manos.
Entendido?
Por supuesto respondi Rodrigo intentando ocultar la sorpresa que le
causaron las palabras de Bordone. La proteccin, la seguridad, como siempre, tenan
un precio. Antes se acceda a ella con dinero, con status, ahora el precio era la
subordinacin.
Entienda, hombre dijo Bordone, dejando de lado su tono formal. S que
parece una imposicin, pero voy a decirle cmo est todo ahora y usted, que es un
hombre racional, educado, sabr entender las razones de esta nueva organizacin.
Sin disciplina, no hay posibilidad de sobrevivir. Ninguna, crame.
Sigue sin darme datos precisos, coronel. La plaga o la peste, segn
alcanzamos a or y leer, es mundial. Sabemos que las ciudades son peligrossimas
pero tambin sabemos que hay sobrevivientes. Sabemos que el ejrcito est en
funcionamiento
Rodrigo se detuvo al ver el rostro adusto de Bordone.
Sabe eso. Y sin embargo creo, seor Merlo, que no entiende el alcance de
todo contest Bordone, buscando algo en un organizador de papeles que tena a su
lado, sobre la mesa. Corri algunos papeles y sac un sobre tamao oficio. Se lo
alcanz a Rodrigo. Son de la semana pasada fue lo nico que le dijo.
Rodrigo abri el sobre y sac unas fotografas un poco ms grandes que una
hoja A4. Eran imgenes muy ntidas, profesionales, en blanco y negro, todas ellas
sacadas desde el aire. Rodrigo las levant una a una y mientras las miraba sinti
cmo empezaba a sudar fro; el estmago le anunciaba que no iba a guardar mucho
ms la comida del medioda; sin embargo, se contuvo. La primera foto era de la
Avenida Coln, a la altura del Cinerama; haba autos dados vuelta y varios colectivos
ardiendo; una multitud permaneca en su mayora sobre la vereda, pero hacia abajo,
en el ngulo inferior izquierdo, se vea cmo cinco o seis infectados despedazaban el
cuerpo de un polica que yaca en el cap de un patrullero, que pareca formar una
lnea de defensa. La segunda foto estaba tomada en Patio Olmos: la multitud de
infectados, que recordaba a las masivas reuniones cuando se festejaba algn logro
deportivo, dej a Rodrigo sumido en un estado que jams, ni siquiera en la peor
etapa de su divorcio, haba sentido. Las otras fotos, todas ellas tomadas en algn
punto neurlgico de la ciudad, presentaban el mismo aspecto. Rodrigo las puso sobre
42

la mesa sin meterlas de nuevo en el sobre.

Y as dijo Bordone y acomod l mismo las fotos. As est casi todo el
mundo.
Casi? pregunt Rodrigo, arrancndole una sonrisa al coronel quin de
inmediato la borr de su rostro. Eso es todo por hoy, Merlo dijo sealndole la
puerta.
Rodrigo lo mir pero entendi que la charla se haba terminado. Se levant de
la silla y se dirigi a la puerta. Sinti el deseo de hacer la venia, un poco en tono de
broma, ya que estaba a partir de ese momento bajo rdenes directas del coronel, pero
se dio cuenta, inteligentemente, de que Bordone captara la irona. Ya haba abierto la
puerta cuando el coronel le habl.
Merlo, me olvidaba.
S, seor? respondi Rodrigo sin poder evitar el tono jocoso. Se absolvi
inmediatamente porque saba que las fotos le haban causado una terrible impresin.
Dos mujeres, Miriam Cebrero y Anabella Mazzini, dicen ser pareja suya dijo
Bordone leyendo los nombres de las mujeres en un papel que sostena contra la
ventana para poder verlo bien.
No sabra qu decirle, coronel. Anabella es una adolescente que, al parecer,
est apegada a m. Comprender que en estas circunstancias ella necesita una
figura paterna o algo as, algo a lo que aferrarse; supongo que soy ese alguien que
ella, cree, puede protegerla. Y Miriam, bien, no dira pareja, coronel. Ella ha sido una
buena compaa desde que estamos aqu contest Rodrigo desde el rellano de la
puerta.
Eso nos deja a Bordone busc en el papel, inclinndolo un poco ms hacia
la luz del sol que entraba por la puerta Silvia Maritegui como nica mujer soltera.
Disculpe, coronel -dijo Rodrigo entrando nuevamente en la habitacin. Es
necesario saber cul es la disponibilidad de las mujeres?
Es todo, Merlo fue la nica respuesta del militar, quien volvi a invitarlo a
dejar la habitacin con el brazo extendido, sealando la puerta.
Rodrigo volvi a abrir la puerta, se dio vuelta una vez ms como esperando una
respuesta de Bordone, pero el coronel ya revisaba algunos papeles sobre la mesa sin
prestarle atencin.
Rodrigo volvi al patio de la casa. Doa Clara estaba sentada bajo el naranjo,
cebndoles mate a dos soldados muy jvenes. Anabella estaba un poco ms all, en
puntas de pie, apoyada en el entretejido de alambre que marcaba el terreno de don
Julio. Miraba hacia afuera como aguardando que alguien que esperaba apareciera en
43

el horizonte. Tres soldados bromeaban un poco ms all mientras sus ojos recorran el
cuerpo menudo, rgido y tenso de Anabella. Rodrigo no poda culparlos porque se dio
cuenta de que sus propios ojos estaban atrapados en esa visin. Cmo negarlo?
Era un hermosa mujercita; le costaba mucho mantener la conducta que le pareca
correcta; haca ciclpeos esfuerzos para no sucumbir al pedido de todo su ser que no
quera esquivar los labios que Anabella le ofreca cada vez que se encontraban
solos. Quera ir, abrazarla, dejarla que se colgara de su cuello y le estampara un beso,
pero se detuvo junto a doa Clara y pregunt si haba un mate para l. Anabella lo
escuch y rpidamente se uni a la ronda, al lado de Rodrigo. Los soldaditos dejaron
la ronda apenas uno de ellos termin su mate. El ms bajo de ellos se reuni con los
otros que haban estado mirando a Anabella y el restante subi al techo de la piecita
donde don Julio guardaba desde las garrafas de gas y sus herramientas, hasta
salames y vinos. Doa Clara sirvi una ronda ms, sin decir nada. Y despus se
levant para volver a poner la pava. Rodrigo se sent y apoy su espalda en el tronco
del naranjo y Anabella lo imito. Pens que estando solos ella le preguntara sobre la
reunin con Bordone, pero Anabella se limit a mirarlo y a sonrer, haciendo con su
mano derecha una visera para tapar un poco el brillante sol de febrero que le daba en
la cara. Iba a decir algo, slo por decir, pero repar en el soldado que en el techo de la
piecita pareca esttico. Estaba mirando hacia Capilla del Monte y algo haba
acaparado su atencin. No tard mucho en dar la alarma.
PEPOS, al sudeste, trescientos metros! PEPOS, sudeste, trescientos metros!
grit.
Una frentica actividad se desat en la casa de don Julio. Bordone sali al patio
y se dirigi al techo, donde tom los binoculares para mirar l mismo.
Sargento Rojas: tres hombres con silenciadores orden el coronel.
Salinas, Moyano, Rivas grit a su vez el sargento mientras corra hacia el
jeep estacionado en la entrada del patio.
Capitn Galarino: usted y un hombre de apoyo, detrs del Sargento Rojas,
lleve los de precisin dijo el coronel dirigindose a su segundo quien rpidamente
seal a un soldado para que lo siguiera.
Merlo dijo Bordone empezando a descender del techo: organice a los civiles
dentro de la casa. Que no salga nadie.
Rodrigo asinti con la cabeza, le dio su mano a doa Clara y se dirigi a la
casa. Anabella pareca ms divertida que asustada. Ambos ayudaron a doa Clara a
subir los tres escalones para llegar a la puerta donde la esperaba don Julio. Un
soldado cerraba el grupo. Seguramente, cuidara esa puerta. Anabella se detuvo
44

antes de entrar y, mirando a Rodrigo con una sonrisa, le dijo en voz baja Capitn
Merlo, para despus darle un pico rpido. Rodrigo se detuvo, sorprendido. No
respondi a la primera vez que el soldado le pidi que entre a la casa. Cuando lo
escuch, el soldado ya estaba presto a empujarlo dentro para cerrar la puerta.
Ya va, ya va dijo mirando al soldado a los ojos. Una sola cosa.
Qu? le larg el soldado, visiblemente nervioso.
PEPOS? pregunt Rodrigo.
Peatones Podridos respondi el soldado, esbozando una sonrisa que borr
casi al instante.
Rodrigo entr a la casa.

Claudio

Yo estudiaba Sociologa en la Universidad. No consegua un trabajo como la

gente que me permitiera estudiar. Por eso me met a hacer encuestas. Por hacer
encuestas termin ac. Me quiero morir. Me acuerdo de cuando llegamos a esta casa;
pareca buena idea. Se pusieron a pelear por ese generador, despus nos atacaron.
El pelotudo ese de Eduardo, que armaba lo porque siempre trataba de comer un
poco ms, hacindose el tonto para pasarla bien. Dejar que maten a la nica que
saba primeros auxilios fue lo ms estpido que poda hacer. Y las palomas trajeron
mensajes del sacerdote. Al principio pens que estaba volvindome loco por el calor,
pero despus le encontr sentido. Le escrib a Rodrigo que Rubn se la haba
agarrado de querida a Caro. La hija de puta no me dio bola y se calentaba con ese
bruto ignorante que no le daba ni pelota. Ms de una vez se le meti en la cama y el
tipo la rechaz. Pero no parece gay. Y nos mantuvo a salvo en dos o tres ocasiones.
Y me caa mejor que Eduardo. La verdad, me tienen harto todos. No le tengo aprecio
a ninguno. Bah, a Armando noms, pero l parece no tenerme aprecio a m. De a
ratos me pregunto si el sol me da fiebre o es que estoy aburrido de estar ac en el
techo. Pero es mejor quedarme en el techo que tener que trabajar all abajo, o hacer
de comer o tener que limpiar. Estando ac arriba me ahorro el discutir por
pelotudeces; porque es la verdad, ellos discuten por aburrimiento, slo que yo me doy
cuenta porque soy el ms lcido. Pero tambin me aburra de hablar todo el da
conmigo mismo. Los mensajes de Rodrigo estaban entretenidos, pero los del cura
eran ms interesantes. Yo no lo poda creer, cuando me habl de la segunda venida
45

nunca me haba tomado el tema en serio, pero el padre Anselmo deca las cosas de
forma que tenan nuevos sentidos para m. Me hubiera encantado conocerlo y formar
parte de su rebao. Pero no vamos a poder salir nunca ms de ac. Cada vez
tenemos menos comida, cada vez somos menos. Encima, Rubn crey haber
solucionado algo echndolo a Eduardo y hacindose el lder. Pero, la verdad, lo
tendra que haber matado. Yo lo v a Eduardo movindose entre los rboles, muchas
veces. Cada vez es ms difcil darse cuenta porque se ve que estudia cmo pasar
desapercibido para los muertos los muertos que volvieron a la vida Cuando estoy
a punto de olvidarme de eso y de pronto me acuerdo, me da una sensacin horrible.
Trato de no mirarlos, pero los tengo todo el da caminando alrededor del cerco. Desde
ac los veo gimiendo, son un asco. Nunca me termino de acostumbrar al olor. Esto
no da para mucho ms. Cmo lo envidio a Rodrigo, tan cmodo, protegido por los
militares, cerca del padre Anselmo No me acuerdo de cundo fue la ltima vez que
baj de ac, pero me gustara bajar y estar en otro lado o ser otra persona. Me pica
todo. A veces tengo fro y otras, calor. Qu mierda andar haciendo Eduardo por la
cerca? A veces tengo curiosidad de saber cmo se sentir ser uno de los muertos
no deben tener conciencia de s mismos, pero se mueven como en grupo
Llegarn a estudiarlos alguna vez? Ahora siento un zumbido en el odo y veo que
explot algo. No entiendo nada. Acaban de entrar. Estamos todos perdidos. Quiero
participar del Nuevo Mundo y no voy a poder estar para cuando eso pase cmo me
gustara poder irme como la paloma. Estn perdiendo todos. No va a quedar ni uno.
No vale la pena. Y este bestia de Rubn que sigue peleando all abajo, por nada.
Tengo un poco de sueo, me gustara irme a dormir pero me voy a tomar un trago de
la grapa que me rob de la despensa cuando llegamos. Total, qu ms da. No
entiendo por qu ya no siento gritos. Veo que Rubn sube por m. Le sangra la mitad
de la cara, seguro se convirti en uno de ellos. Pero tiene un arma. Se la voy a quitar,
total ya no la debe saber usar. No tiene tanta fuerza como yo pensaba; lo empujo y
nos caemos los dos sobre el techo. No tengo que forcejear tanto despus de todo. No
tengo idea de cuntas balas tendr la pistola, pero no puedo darme el lujo de fallar.
Creo que tengo que darle en la cabeza. Pero me acuerdo de la teora que tena
Carolina Y si era verdad? Ya se la comieron, creo. O habra subido. Me parece que
Rubn todava no muri, no me alcanzo a dar cuenta de si est por morir o si acaba
de revivir. No entiendo nada. Pero si la teora de Caro era cierta, no quiero estar
cuando eso pase. Habr sido cierto el ltimo mensaje del padre Anselmo? Habr
sido cierta la idea de Caro? Por qu lo atac a Rubn?
Porque no le dio bola? Ah veo que se levanta y viene hacia m. No quiero
46

quedarme a verificar si era cierto lo que dijo Carolina. Era estudiante de Comunicacin
pero trabaj para el gobierno; la haban echado y por eso haca encuestas. Pero haba
hablado de la curia metida en esto. Me da miedo pero no queda otra alternativa. No es
tan liviana el arma como parece en las pelculas. Espero no fallar. Luz. Ruido. Fro.
Oscuridad. Silencio.

Viernes, 3 de febrero

Rodrigo:
Claudio est muerto. El pelotudo de Eduardo sobrevivi afuera del refugio y nos
la puso hasta el fondo, el muy conchudo. Armando se sacrific tratando de frenar a los
hediondos mugrientos esos que se colaban porque el hijo de puta de Eduardo vol a
la mierda la alambrada. Caro se volvi loca y en vez de ayudarme a pelear me atac
con un destornillador, me lo clav en la cabeza. Me tuve que subir al techo porque
era la nica forma de escapar al ataque con esa herida. Los hediondos se la
masticaron mientras yo trataba de frenar mi hemorragia. Se los comieron y no queda
nada de ellos. Todo el puto da caminan y me miran. Claudio haca bocha que estaba
en el techo y no haba bajado por semanas. Lo encontr delirante; se me tir encima,
me quit el revlver, dijo algo sobre la Ira de Dios y el Nuevo Mundo que se viene y se
peg un tiro.
No se cunto me la voy a bancar as. Estoy cagado de sed, con el sol encima
todo el da; muy poca agua, poca sombra. La herida est bien, no se infect pero
qued tuerto. Hace dos das que no como. Como estn las cosas, no me queda ms
que bancrmelas hasta donde llegue. Voy a tratar de moverme. No slo por los
hediondos de mierda. S que Eduardo anda por ah, buscando el momento para
atacar. Dame tu ubicacin.
Capaz que la fiebre me da ideas, pero hay relacin entre lo que dijo Claudio y
lo que conts del cura. Cabe la posibilidad de que el cura de mierda haya
interceptado nuestras cartas? Vos decs que no sabas nada de nosotros, pero
Claudio escriba siempre.
Creo que tengo una ltima salida. Espero que funcione.
Si vuelven a recibir mensaje, es porque estoy en camino, hacia el sur. No me
present. Soy Rubn.
47

Jueves, 16 de febrero

Rubn:
Mantenga su posicin, ser rescatado a la brevedad.
En

caso

de

tener

acceso

electricidad,

comunquese

al

comandodereoganizacinnorte@gmail.com.
No ingiera carne de ningn animal. Es importante.
Coronel Bordone, III Cuerpo reagrupado de defensa, Capilla del Monte.

Martes, 21 de febrero

Rubn:
Lamento mucho lo de Claudio. Lo de todos. No hay mucho tiempo y no s si
podr seguir enviando palomas. Unos veinte soldados al mando de un coronel
llegaron a donde estbamos en dos vehculos acorazados ligeros y un helicptero.
Han tomado el control de Capilla del Monte y, segn escuche, han limpiado la zona
del camino del Cuadrado y la entrada a Capilla. Hay al menos cinco de estos grupos
operando en la provincia. (Escuche que incluso se combata en el III Cuerpo, que
est a la salida de Crdoba, y en la Fbrica Militar de Aviones). Intentaremos mantener
contacto.
Importante:
Cubrite la herida. Todava nadie sabe nada, pero una de las vas de infeccin
podra ser por el aire. Y tampoco comas carne. Los animales no se infectan, pero, al
parecer, pueden portar la peste.
No s dnde ests, pero escuche de dos soldados que Sarmiento (un pueblo
cerca de Totoral) est limpio y hay sobrevivientes. Tal vez puedas llegar ah.

48

El mail que tenemos es anabel@gmail.com; intent mandarnos ah los

mensajes. Las palomas ya no son seguras.
Te deseo lo mejor. Rodrigo.

Convalecencia

El hombre tiene cuarenta y dos aos, mide un metro ochenta de alto y es

bastante ancho de espaldas. Normalmente, sabra defenderse. No es uno de esos
momentos. Con golpes por todas partes, el cuerpo extenuado, una herida mal vendada
en la cuenca del ojo izquierdo, su cuerpo est muy lejos de las capacidades
habituales de defensa. El sol lo ha quemado tanto que ya casi no traspira. Tiene la
boca seca y el dolor lo siente cada vez menos.
Est tirado al costado de la ruta, a menos de cien metros de la entrada de una
casa. La perra, a su lado, trata de mantenerlo despierto a lengetazos.
Todo se puso negro para l minutos antes de que los dos lo vieran. Llevaban la
ropa llena de costras y el ms gordo tena los intestinos salidos hacia afuera, colgando
por debajo de la entrepierna, arrastrndolos como la cola de un vestido de novia. El
ms delgado era muy joven, casi adolescente. Se acercaron tambalendose hasta el
cuerpo del hombre. La perra frunci el hocico y ladr dos veces. Trat de arrastrarlo
lejos. No pudo con el peso. Volvi a ladrar.
El ms chico se agach primero, para tratar de morderle una pierna, pero
despus del estampido de la bala, el gordo se desplom sobre l y lo dej inmvil, con
las mandbulas castaeando a escasos centmetros de su presa. A menos de cien
metros de ah, el autor de los disparos escupi a un costado, se sec la frente con la
gorra y volvi a ponrsela. Se colg el rifle al hombro, tom el hacha de mano y corri
hasta la banquina. Arrastr al hombre herido unos metros, lo alej del ex adolescente
que araaba y morda al aire sin poder liberarse del peso del gordo, escupi a un
costado, tom envin hacia atrs con los brazos y asest un golpe de hacha que parti
en dos la cabeza del chico como un meln maduro.

***
Tomate un trago, amigo.
El hombre recibi el vaso temblando y le dio un sorbo
49

Casi que no cuenta el cuento. Hace como dos das que lo encontr por
ac.
Deshidratado, mucha fiebre. Pero ahora como que viene bajando
Del otro costado de la cama, la perra se le acerc con suavidad, lo olfate y tir
un lengetazo. El hombre herido le palme el lomo dos o tres veces.
Gracias
Sergio.
Le dio la mano y luego retir el vaso.
Rubn.
Viene de muy lejos? pregunt Sergio, acercndole un tazn de sopa.
Totoral.
Rubn se sent contra el respaldar de la cama y empez a tomar la sopa
con apuro.
-Est a unos cuantos kilmetros de ac, como medio da caminando sin parar.
Con razn estaba medio muerto. Casi que lo agarran. Menos mal que lo vi a
tiempo.
Vive solo?
Con mi seora. Est descansando ahora, anda medio enferma tambin
Cuando Rubn lo mir con preocupacin, aclar de la panza.
Rubn se toc la cara y sinti el vendaje limpio. En la mesa de luz haba un
parche de cuero para tapar el ojo cuando estuviera curado. Sonri a medias.
Hace mucho que anda solo?
Se murieron. Ni uno qued.

***

Dos das ms tarde, Rubn estaba en el patio. Haca puntera contra una latita
colgada de la rama de un rbol. Tiraba con una gomera. Ms para pasar el rato que
para otra cosa. Maika dorma ovillada a unos metros. Sergio se acerc con un banquito
y el mate.
Mucho mejor, no?
Rubn asinti con la cabeza, acept un mate, lo sorbi y se lo devolvi sin decir
nada.
No creo que vaya a poder bajarlos a hondazos.
No, es puntera noms.
Rubn prendi un pucho y se sent al lado de Sergio. Los dos miraban para
50

adelante. Ambos tenan casi la misma edad. Rubn le convid uno a Sergio. Este
escupi a un costado y lo prendi. Tomaron un par de mates ms sin decir nada.
No quiero ser indiscreto ni desagradecido, pero su mujer
Mi mujer est bien, ya va a mejorar. Es que el clima este es una mierda.
No cree que sera bueno que salga un minuto afuera? Capaz que el aire y
unos mates le sientan bien a ella tambin.
Cuando mejore va a salir.

***

Despus de tres das, Rubn ya estaba recuperado y ayudaba a Sergio en

tareas domsticas y de seguridad. No vieron ms que un cadver durante esas
jornadas, enredado en el alambrado. Sergio le explic que, siempre que se le
presentaba oportunidad, los liquidaba con el hacha de mano. Mientras menos ruido
hicieran, menos balas tendran que gastar.
Una noche, Rubn no poda dormir. No lo convenca el tema de la mujer de
Sergio. Por qu jams la haba escuchado ni estornudar? Cmo es que a Sergio
pareca no importarle si se recuperaba o no? Habra sido mordida y l pretenda
ocultarlo? Estaba un poco cansado de los esquinazos que daba el anfitrin cada vez
que se le preguntaba sobre el asunto. Maika se la pasaba debajo de la cama con las
orejas gachas y casi no dorma, excepto cuando salan al patio.
Sin calzarse, sali de la cama y abri la puerta con muchsimo cuidado. La
casa no era tan grande como pareca de afuera. Era una casa de campo: techo
alto, tres habitaciones, cocina, living y el bao afuera. Escuchaba un ruidito muy
suave, sutil, como de una hamaca a lo lejos. Se movi centmetro a centmetro en
direccin a la pieza matrimonial. El sonido fue aumentando hasta convertirse
claramente en un pequeo chirrido metlico. Como una cama de bronce
sacudindose. Como una pareja haciendo el amor.
Pero no estaba tan enferma desde haca tanto tiempo?; ser tan culeado
este tipo como para darle masa a la mujer enferma?, pens Rubn. Se dio la vuelta
para volver a su cuarto, pero, al segundo paso, pens en la actitud de la Maika durante
los ltimos das y sinti como si le pasaran un hielo por la lnea de la espalda. Volvi a
acercarse a la habitacin de Sergio. Se agach con mucho cuidado y mir por el ojo
de la cerradura.

***
51

Con la pistola todava humeando en la mesa, Rubn bebi de un trago el

segundo vaso de grapa de la noche. Pareca casero y arda como baba del diablo.
Mucho mejor, pensaba; menos mal que us un almohadn, porque sino el ruido
podra haber trado algunos fiambres. Se volvi a mirar los cuerpos inertes sobre la
cama. Sirvi el tercer vaso y le acarici las orejas a la Maika, que dorma debajo de la
mesa. Se le sacudan las patitas cada tanto, como cuando uno suea; qu lindo
bicho, la suerte que tiene de poder soar. Bebi el tercero, mir a la habitacin y se
sirvi el cuarto. Y as toda la noche.

Lunes, 27 de febrero

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com Rodrigo:

Si pude zafar de sta, creo que podr llegar hasta all. Pero tomar un tiempo.
La herida me la desinfect en primera instancia con una petaca que tena Claudio.
Cuando par la hemorragia y me baj la fiebre, agarr el cuerpo de Claudio y se los
tir encima a los muertos estos. No se lo comieron, pero estuvieron distrados el
tiempo suficiente como para que yo pueda bajar por el otro lado del techo y salir
corriendo. La Maika me sigui todo el tiempo. Corr y camin, camin y corr un da
entero. Me desmay. Despert en una casita aislada en la ruta. El tipo que viva ah
se llamaba Sergio y me cur bien la herida. Estuve un par de das. Com bien, me
ba, me puse ropa nueva. Sergio me hizo un parche de cuero para el ojo. Un guaso
piola. Lstima que lo mordieron. Lo bueno es que tena un blackberry con cargador.
Ahora vamos a estar en contacto. Estamos con la Maika de camino a Sarmiento, a ver
si encontramos gente o, por lo menos, un vehculo que ande. Tengo mochila con
comida y un par de fierros que le encontr a Sergio.
Cada dos o tres das, voy a prender el celular para ver si hay noticias. Avisen si
les lleg este mail.
Saludos. Rubn.

52

PD: Consganse un perro. Te avisa sin hacer ruido cuando hay fiambres cerca.

53

CUARTA PARTE: FUERZAS ANTAGNICAS

Silicon Valley
A la mierda, Basil, demasiado hemos hecho dijo Tim Cooper golpeando
suavemente el hombro de su compaero.
No s, Coop; las cosas no estn para negarse a trabajar. Ayer supe que
mandaron fuera a dos tipos del departamento de telefona celular respondi Basil,
intentando amainar un poco el acento britnico por el que Cooper siempre lo
molestaba.
Oops dijo Tim, y cerr su comentario con un soplido prolongado y viendo que
su amigo Basil se ensimismaba, le pregunt si haba podido comunicarse con su
gente en Bath.
Nada, ningn e-mail. Slo espero que hayan estado en casa de Lory, es casi
una fortaleza y est muy cerca de instalaciones de la RAF.
Seguro que s, viejo. Seguro que s. Caf? dijo Cooper levantndose de su
silla y tocndole el hombro a su compaero en un gesto mecnico de contencin.
S. Me vendra muy bien un poco de caf. Gracias Coop.
Tim Cooper pens que era una ventaja haber llegado a este mundo sin mucho
que dejar atrs. Estaba junto a Basil, programador como l, jugando Halo en el
descanso de su trabajo, cuando haban sido llamados a la sala de conferencias. Alla
haban escuchado a un militar que, parado junto a Dan Greenhouse, CEO de Olisoft
(donde trabajaban), les comunicaba los sucesos que tenan lugar en todos los
Estados Unidos. Resumiendo, todo se haba ido al demonio, pero ellos deban
continuar en sus puestos de trabajo hasta nuevo aviso. Nadie sale. Nadie.
Cooper dej la taza junto al teclado de Basil y volvi a sentarse frente a su PC.
Deberas venir conmigo a la terraza esta noche dijo sin mirar a Basil.
Y verlos? No, gracias, Coop; tengo suficiente con saber que estn all.
Es mejor que quedarse temblando en la cama, con sndrome de abstinencia
por no poder usar la tablet. Ayer escuche a Jonesy llorar. Cre que pensaba en su
gente y me arrim con unas cervezas. Quise animarlo pero me cort en seco.
Necesito la tablet, me dijo, o al menos mi celular. Maldito geek! el noventa por
ciento del mundo se quiere comer al diez por ciento restante y l preocupado porque
54

no puede usar su tablet.

Es difcil acostumbrarse, Coop; al fin y al cabo, somos eso, gente
informatizada.
Vamos, Basil, al demonio con la informtica. Ven a la terraza esta noche y
sabrs lo que es la gente. Despus de ver llorar a Jonesy por no estar conectado,
no pude ms que pensar que esas mierdas muertas con los ojos perdidos,
gimoteando, amontonados frente a los muros, no son muy diferentes de nosotros.
Estamos vivos, Cooper, sa es la diferencia.
Realmente crees eso Basil? Jonesy no es el nico. Fjate cada maana
cuando vuelven a conectar la electricidad y todos corren a sentarse frente a su
mquina como si recibir la luz de la pantalla encendida fuera aire limpio despus de
salir de una mina de carbn. Las caras embobadas, baadas de luz, los ojos fijos en
la pantalla mierda, Basil, no hay mucha diferencia. No lo creo.
Nosotros no comemos carne cruda, Coop.
O cordero con salsa de menta respondi Tim, burlndose de aquella delicia
de la cocina britnica que le gustaba tanto a Basil.
Mientras se rean, un militar entr en la sala seguido de otros dos, armados con
fusiles de asalto M16.
Seores dijo el que no llevaba armas: soy el teniente Furlon; estar
supervisando la conexin con la ONU. Tenemos visibilidad ya?
Visibilidad? pregunt Basil con un tono burln que seguramente no haba
querido usar.
Conexin, imagen dijo el teniente con sequedad.
No, seor; an no terci Cooper. Pero el contacto est confirmado y
chequeado.
Bien, restan algunos minutos para
Seor dijo Basil, ahora con el acento ingls acentuadsimo, seguramente
para asegurar que ningn tono burln saliera de su inconsciente, tenemos un
pedido de contacto.
Conecte, qu espera, chico? lanz Furlon mientras se pona detrs de Basil
y se agachaba para mirar la pantalla.
Basil tecle algo y en la pantalla apareci un palco vaco, con el escudo de la
ONU en primer plano. Pasaron algunos minutos hasta que apareci un hombre
pequeo, con grandes lentes de marco grueso y se par detrs del palco.
Tenemos confirmacin de audio. Escuchan all?
Confirmado dijo Cooper despus de esperar un rato a que el teniente Furlon
55

o Basil hablaran.
En tres minutos, Shimaid Sim, secretario general de la ONU, les dirigir la
palabra. Copiado? dijo el hombrecito de lentes.
Copiado? dijo Basil. Acaso esto es un walkie talkie?
Copiado contest Cooper con una sonrisa apenas disimulada ante el
hombrecito de lentes que comprendi el desliz de su terminologa y devolvi la
sonrisa.
Furlon indic a sus hombres que se ubicaran detrs de los dos programadores y
sali de la habitacin.
Basil y Tim permanecieron callados. Fueron los soldados detrs de ellos los
que comenzaron a hablar. El que estaba detrs de Basil le contaba al otro que Furlon
le haba permitido usar la ballesta con los podridos y el otro se preocupaba por
cmo recuperaran las flechas.
Simple, Davis: le atas la cuerda de acero. Dios, muchacho!, alguna vez
leste el manual?
Jams pens que iba a usar una jodida ballesta, Matt. Acaso tu s?
No, es cierto, Davis. Lo que s quiero es dispararle a algo alguna vez.
Ahora no parece tan mala nuestra destinacin en Tikrit, no? Prefiero los
jodidos nios bomba a esos podridos gimoteando all afuera da y noche.
Ambos se callaron cuando vieron a Furlon reaparecer en el pasillo. El
sargento entr en la habitacin y, sin decir nada, se coloc detrs de los
programadores y mir las pantallas.
Nada? pregunt.
Nada an, seor respondi Cooper.
Tienen caf aqu, muchachos? pregunt el sargento, alivianando un poco el
tono imperativo de su voz. Basil se levant luego de asentir con la cabeza y prendi la
cafetera.
El hombrecito de la ONU volvi a aparecer en pantalla, golpete el micrfono y,
mirando a la cmara, levanto el pulgar. Cooper repiti el gesto y el hombrecito sonri
acomodndose los anteojos.
Seores dijo : El Secretario General de las Naciones Unidas, Shimaid Sim.
Conecte con la Sala A orden Furlon y Cooper tecle Com A Room. La
pantalla se dividi: a la derecha estaba la Junta de Gobierno de Emergencia de
Estados Unidos, y a la izquierda, el Secretario General de la ONU.
Seor secretario, lo escuchamos dijo el general Whitemoore, sentado al lado
de Henry Salvador, ex Secretario del Tesoro Americano, CEO de la gigantesca
56

multinacional Burticom, y ahora Secretario de Estado.

General, nuestra situacin actual permite que nos salteemos el protocolo. As
que ir al grano. Las informaciones que nos llegan desde Washington son confusas.
El seor Powell insiste en que no ha dejado el cargo y que sigue al mando desde
Camp David. Sin embargo, su representante aqu, el Seor Skorskoff, insiste en que
Silicon Valley es la nueva capital de los Estados Unidos.
As es, seor Secretario: Silicon Valley DC, para ser ms precisos terci
Salvador. El seor Powell renunci a su cargo el mismo da en que se evacu la
Casa Blanca. Usted lo sabe bien.
Sin embargo, el presidente Powell denunci que lo obligaron a hacerlo, seor
Salvador. Con un M-16 en el trasero, para ser ms exactos.
Secretario Sim, los Estados Unidos de Amrica jams han sufrido una
interrupcin de su proceso institucional. Y sta no es la excepcin. Don MacCain
asumi el poder y cumplir el mandato del seor Powell hasta mediados de Febrero
del ao que viene dijo Salvador mirando fijamente la pantalla.
Lamento informarle, seor Salvador, que el Comit de Seguridad de la ONU,
con ausencia de China y Francia, ha decidido respaldar el caso del presidente Powell
dijo Sim tratando de parecer muy seguro, aunque su voz sonaba temblorosa.
Seamos claros, seor Secretario dijo Salvador acomodndose en la silla: el
funcionamiento informtico del mundo entero est garantizado por nosotros, y por
nadie ms. Y no slo el informtico. Las reservas de agua y alimento estn
custodiadas por tropas norteamericanas, leales a est gobierno que, repito, es el
gobierno legal de los Estados Unidos.
Seor Salvador, acaso estoy escuchando una declaracin de guerra?
Escucha lo que es, seor secretario. Con China en silencio, Rusia, Alemania
y Francia devastadas, no le quedan muchas opciones. Entendemos que Suiza parece
un lugar seguro, pero es necesario que sigan los quince puntos del protocolo de
reconstruccin que les entreg el seor Skorskoff.
El rostro de Sim pareca cargar con todo el cansancio del mundo, con el
recuerdo de cada uno de los muertos que ya no estaban bajo tierra sino que
caminaban all afuera, dueos de ciudades, pueblos, villas. Sim cargaba, sin querer,
sin poder evitarlo, con el fracaso de la especie. Mir directamente a cmara,
acomod el micrfono y despus de carraspear, dijo:
Eso ser imposible, sabe?; alguien bien conocido por todos dijo alguna vez
que no saba cmo sera la Tercera Guerra Mundial, que tal vez sea esta. Pero si
saba cmo sera la Cuarta: se librara con piedras y palos.
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Lamento decepcionarlos a usted y al seor Einstein. Todo est bajo control, la

democracia y la libertad saldrn victoriosas. Nos aseguraremos de ello. Adis, seor
secretario dijo Henry Salvador a la vez que ordenaba cortar la comunicacin.
El teniente Furlon orden cortar la conexin. Basil lo hizo de inmediato y qued
con la vista fija en la pantalla, simulando continuar con su trabajo. El militar mir a
Cooper y orden a sus hombres que dejaran la estancia.
Buen caf dijo antes de salir.
Cooper se levant, toco el hombro de Basil y fue hacia la ventana. Vio cmo
Furlon se perda en el extenso parque trasero, caminando rpidamente. Se sirvi otro
caf y volvi a su silla. Basil lo miraba atento; esperaba que Cooper dijera algo.
Cooper siempre deca algo. Pero su amigo permaneci en silencio.
Tim?
Si, Basil, qu ocurre?
Nada Esta noche voy contigo. Escond un pack de Buds y podremos
tomarlas tranquilos.
Est bien, Basil, est bien dijo Cooper sin mirar a su amigo.

Sbado, 3 de marzo

De: anabel@gmail.com
Para: rubencastillo@gmail.com
Rubn, la relativa tranquilidad que tenamos aqu ha desaparecido. Estamos
recibiendo instruccin de combate y creo que seremos carne de can de las
incursiones militares en busca de alimentos y provisiones. Tengo mucho temor por
las mujeres; Bordone me consulto sobre las relaciones que tienen todas las que estn
aqu. Tanto Miriam como Anabella le dijeron que son mujeres mas. Galn despus
del apocalipsis, eso es muy yo, ja ja ja. Perdn, perdn. El padre Castro intenta alejar
a Anabella de m, pero al parecer ella me ha elegido. Es una adolescente y creo
haberle dejado en claro que no podemos tener nada romntico, pero duerme pegada
a m como si fuera mi mujer. Silvia, la viuda del abogado, se ha convertido en la
querida de los soldados; cree que as su hijo no correr peligro Dios, hay veces
que no entiendo por qu sigo cuerdo y no me vuelvo loco.
Aqu va lo importante: en Sarmiento hay dos soldados de Bordone con una
Hummer y al menos una veintena de sobrevivientes. Escuch que la zona est limpia
58

de muertos. Deberas llegar tranquilo. Nos permiten conectarnos quince minutos

diarios; no creo que los mensajes por mail sean privados; es todo lo que puedo decir
por ahora.
Rodrigo.

Ro Tercero

Los tres tanques detuvieron su marcha en la ruta y se posicionaron en

formacin de cua. Detrs, tres vehculos ligeros de combate de cada lado cerraron
filas a los costados de la formacin. Un jeep lleg hasta el primer blindado y un
hombre alto, de unos sesenta aos de edad, se ape y subi sin dificultad aparente a la
torreta del tanque. Vesta uniforme de combate y lo nico que lo distingua como
General era la boina roja con la insignia del ejrcito al frente y tres estrellas debajo. La
escotilla del tanque se abri y un soldado sali, hizo la venia y le entreg al general un
megfono. Haciendo visera con su mano libre, mir hacia atrs y esboz una sonrisa
de satisfaccin. Observ cmo alrededor de cien soldados tomaban posicin en las
primeras viviendas sobre la ruta. Volvi a mirar atrs y se llev el megfono a la boca,
pero no habl. Hizo una sea afirmativa con su cabeza y entonces el capitn que
esperaba la seal con el bastn de marcha en la mano, comenz a desfilar. La banda
que lo segua enton los acordes de El Tala.
Detrs de la banda marchaban en formacin dos regimientos de infantera
seguidos por milicianos civiles. La caravana la cerraban cientos de autos particulares,
dos camiones de combustible y un vehculo de pala mecnica. La banda flanque la
formacin de los vehculos y sigui tocando. El general pidi los binoculares y esper,
con la vista fija en las afueras de la ciudad. Vio unos cuantos infectados aparecer en
la ruta y levant la mano. Esper unos cinco minutos y la baj. Los morteros silbaron y
las tropas comenzaron a disparar y avanzar. El general se meti al tanque y qued
con medio cuerpo afuera de la escotilla. Mir una vez ms por los binoculares. Se
agach para ordenar el avance a la tripulacin y escuch con gozo que la banda
arremeta con Avenida de las Camelias.
Fuego a discrecin carajo! grit y los tanques dispararon casi al unsono.
Tom el intercomunicador y pidi transmicin abierta Avance en cua, la infantera
entra detrs de los tanques. Sin temor, soldados, El Seor empua nuestras armas.
Llegar a la plaza central tom seis horas. El general Iturriaga no baj de su
59

tanque hasta que en medio de la plaza estuviera armado un escenario y los infectados
cados yacieran apilados y listos para quemar. Los civiles se agolpaban en la plaza
mientras el combate segua a tan slo unas cuadras. Cuando la banda estuvo lista
junto al escenario, Iturriaga, seguido por el coronel Larramendy, baj del tanque y
cruz hacia el escenario entre los vtores de la mayora de los civiles que ayudaban a
la pala mecnica a juntar a los infectados para quemarlos en la esquina de la plaza
ms alejada del escenario.
Queridos compatriotas: bienvenidos a Ro Tercero, Capital de la Repblica
Argentina.
El Himno Nacional comenz a sonar. A lo lejos, el combate segua incesante.
El aire llevaba el rumor de la msica a los soldados que avanzaban limpiando cuadra
a cuadra. An entre el sonido de metralla y de los tanques que empujaban autos
y barricadas, el himno se intua entre los hombres. Iturriaga escuch desde la plaza
cmo todas sus tropas, a diez cuadras a la redonda, entonaba en un grit
estremecedor la ltima frase de la cancin patria; se puso firme e hizo la venia,
mirando al Norte, hacia donde avanzaban sus hombres. No se preocup por disimular
la lgrima que se le escap y rod cara abajo.

Viernes, 16 de marzo

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com

Sigo vivo de pedo, y gracias a Maika. De la casa de Sergio part a pie. Camin
un da entero para conseguir un vehculo que anduviera y tuviera algo de
combustible. Una Combi.
En una casa, cerca del camino de tierra, consegu alambre y un par de
cadenas para motos, para poder asegurar las puertas y dormir en donde me agarrara
la noche. Junt unos embutidos, quesos, corderitos, una escopeta con una cajita de
cartuchos, un cuchillo de caza, abrigo, grapa (me salv de una infeccin) y unos
cueros (con los que pienso reforzar mi ropa contra las mordidas de estos muertos de
mierda).
Llegu a Sarmiento al anochecer y me llam la atencin no ver nada que se
mueva en todo el lugar. Parece que hubo limpieza. Vi municin por todos lados.
Tambin encontr hileras de muertos con las manos atadas en la espalda y vendas
en los ojos. Para qu mierda le ponen vendas?
60

Haba muy pocas cosas de valor. Me cost un huevo encontrar frazadas.

La Maika andaba ms inquieta que la mierda y sealaba con el hocico un
galpn enorme que haba cerca de la salida. Tena un cartel pegado que deca "Los
traidores a la patria no merecen muerte honrosa". Me acerqu un poco para espiar por
un hueco que haba en la chapa. Estaba hasta las pelotas de gente. Todos muertos.
Pero algunos estaban comindose a los cados. Como si hubieran encerrado un par
de muertos con un montn de vivos y que se maten. No me gust una mierda. La
perra segua inquieta y cuando me di cuenta, estaban colndose para afuera por un
costado del galpn. Esto me pas por pelotudo. Tuve que gastar unas cuantas balas
para que no me alcanzaran. Sub a la Combi y sal echando puta de ah. No pude
cargar ms combustible. Eran una banda y si no pisaba el acelerador, no la contaba.
Sigo viaje hacia ustedes. Espero no quedarme a pata en el camino.
Qu suerte la tuya, viejo. Por lo de la pendeja, digo. Al padre Castro si te
rompe mucho las bolas, ponele los puntos. Qu se tiene que andar metiendo. Lo de
Silvia, bueno, pobre... fiero terminar as, No?
Decile a Bordone que no hay ningn soldado en Sarmiento. Aunque me
parece que vi un par de uniformes entre los muertos del galpn.

Viernes, 30 de marzo

De: comandodereoganizacinnorte@gmail.com
Para: rubencastillo@gmail.com Sr. Castillo:
Obviaremos los intentos de comunicarse exclusivamente con los civiles aqu
estacionados. Es indispensable que se comunique slo con nosotros. Nuestras
tropas tienen una Hummer negra con un FAP adicionado al techo. Est al mando del
sargento Arstides Rosas y con l se encuentran al menos dos soldados. No intente ir
a Crdoba, repito, no intente ir a Crdoba. Jess Mara es un lugar peligroso y jams
lograra atravesarlo. Es necesario que encuentre a nuestros hombres, la ltima
comunicacin los sita en Avellaneda, un casero a 32 kilmetros al norte de su
posicin. Su colaboracin ser retribuida, no intente evadirnos.
Si encuentra a nuestros hombres, comunquele la situacin que encontr en
Sarmiento al sargento Rosas. Si no los encuentra es absolutamente necesario que
no entable comunicacin ni contacto alguno con tropas que estn identificadas slo
con la bandera nacional. Nuestras tropas tienen adems la insignia de Naciones
61

Unidas. Repito, no establezca contacto con esas tropas.

Domingo, 1 de abril

De: anabel@gmail.com
Para: rubencastillo@gmail.com
Rubn: las ansas de comunicarme con vos me hicieron olvidar que esto no es
del todo privado. Anabella ley el ltimo mail y su acercamiento se acenta da a da.
Slo se separa de m en el entrenamiento obligatorio y cuando Bordone me llama para
hablar en privado. Tengo la impresin de que el coronel tampoco ve con buenos ojos
al padre Castro. Eso me tranquiliza un poco.
Lo importante: es poco lo que logr investigar; al parecer todava existen en el
mundo reductos de resistencia. Suiza est casi intacta y las Naciones Unidas estn
all en funcionamiento. Tambin hay un foco limpio en Sillicon Valley, en EEUU. Por
eso el internet? Por un soldado supe que Bordone est en contacto con la ONU y, si
bien acta en nombre del Ejrcito Argentino, est subordinado a las rdenes que le
llegan de Suiza. Pero no es el nico ejrcito argentino todava en pie y, lo peor de
todo, no estn unidos. Es ms: podra decirse que estn en guerra.
PD: no quiero decirles a los nuestros lo que me dijo Bordone, y s que es una
noticia devastadora, pero tengo que compartirla con alguien y s que sos un tipo duro.
Ayer cuando, dio por terminada la conversacin, me dijo en un tono ms amigable:
Imagnese, somos en el mundo apenas un par de millones contra seis mil millones
de esas cosas. Perdn: te imagino all afuera, solo con Maika, y s que leer esto no
ser agradable. Slo necesitaba decirlo.

Manga e muerto

Cristian y Rodrigo miraban por la ventanilla del galpn cmo caminaban sin
direccin varios infectados. El galpn lo haba descubierto Walter cuando

sali

62

corriendo de la casa (despus de que Rodrigo matara a su padre), y Daniel y su

madre lo siguieran. Se poda llegar saltando varias tapias no muy altas. La manzana
entera pareca estar limpia. El galpn era un taller mecnico al que volvan
alternativamente para observar la situacin ms all de esa zona segura.
Y?, vas a poder? pregunt Rodrigo sealando un Corsa gris que estaba
sobre la fosa.
Creo que s; i voy dijo Cristian. Dejame ver los fiambres un ratito ma.
No s para qu los quers ver. Si yo pudiera, no los vera ni en pedo.
Esper, que la semana pasada v uno que te quiero mostrar.
Uhh, Cris, no me vengs con la que est en bolas.
No, culiau, esper!
Bue
Ah t! dijo Cristian con una expresin de satisfaccin dibujada en la cara.
Ve?, el que tiene la camiseta de Taiere Tom, muerto! Ve que son una
manga e muerto.
Qu boludazo, todo se fue al orto y ustedes siguen igual. El mundo se fue a la
mierda y murieron vrgenes de ttulos, pendejo.
Caies dijo Cristian, dejando la ventana y volviendo a poner atencin en el
Corsa.
Rodrigo continu espiando desde la ventanilla. Cerca del galpn haba

pocos

pero, se vean muchos ms hacia el centro. Escuchaba a Cristian trabajar bajo

la fosa, silbando una cancin.
Qu tema era ese?
Maldito coche negro, de Cachumba. Te gusta el cuarteto a v, Rodrigo?
Ahora s, Cristian dijo volviendo a espiar por la ventanilla. No pas mucho
hasta que se acopl al silbido del otro. Pasaron quince minutos y al fin Rodrigo vio lo
que estaba esperando.
Cristian, ven.
Qu pasa, culiau?
Ven, mir!
Cristian subi a la silla y espi por la ventanilla.
All, cerca del camin repartidor de soda.
Ah, vaia, culiadazo!
Ves? Virgen y muerto dijo Rodrigo mientras miraba al muerto con camiseta
de Belgrano que haba descubierto.
61

Cristian se baj y esta vez no silb. Rodrigo sigui espiando un poco ms,
hasta que el ruido de un motor llen el galpn y baj la vista para ver cmo Cristian le
haca la sea de OK con el pulgar hacia arriba. Tenan auto.

Mircoles, 18 de abril

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com Rodrigo:

Lo de Silicon Valley parece algo bueno, che. Lo que dijo Bordone, no tanto.
Acabo de pasar por una situacin de mierda. No me comuniqu en diecisiete das
porque unos pendejos hijos de la gran puta me robaron el blackberry, pods creerlo,
che? Fue una cagada que hayan sacado la colimba. Tendramos ms civiles
entrenados y menos choros posapocalticos (se dice as?). Pendejos de mierda.
Andan en motos y me tendieron una cama en la ruta. Yo creo que lo peor no es que
los fiambres sean seis mil millones y nosotros un milln. Lo peor es que seis de cada
diez "no-fiambres" son unos choros o unos degenerados. Me juego las pelotas que
es as. He visto y hecho cosas que ojal nunca tenga que contar. La Maika est bien,
por suerte. No se si soy duro, pero hace falta ms que una manga de pendejos de
mierda para mandarme a tocar el arpa. Copado lo de la Anabel. Ya encontrar la
manera de conseguir una compaera yo tambin. Sigo camino hasta Avellaneda y
cuando llegue, me comunico. Saludos.
(Ms tarde).
De: rubencastillo@gmail.com
Para: comandodereorganizacionnorte@gmail.com Sres. del Comando o Coronel
Bordone:
Todava no tuve encuentro con ninguna fuerza regular ni con bandera. S tuve
encuentro con un grupo de menores. Iban en motocicletas de baja cilindrada y tenan
armas rudimentarias. Se esconden a los costados de las rutas y tambin en los
rboles. Y no son los nicos malvivientes que andan por ah. Mucho cuidado al
trasladarse en vehculos solitarios. Me chorearon todo y me estaquearon a la
intemperie. Pude escapar antes de que me agarren los fiambres. Estuve como quince
das para despachar a todos los pendejos de mierda y recuperar mi blackberry. Voy a
tener en cuenta lo de las banderas. Estoy llegando a Avellaneda. Informo cuando
62

haya novedades.

Mircoles, 9 de mayo

De: anabel@gmail.com
Para: rubencastillo@gmail.com
Los militares se llevaron a Rodri a la misin de buscar cosas. Salieron hace
siete das y no han vuelto. El culiado del padre est chocho porque Rodri no vuelve
todava. Siempre me tuvo ganas, viejo de mierda. Yo s que Rodri est vivo. Apenas
vuelva (y despus de que lo bese!!!!!), le digo que te escriba.
Yo te escribo porque l me dijo que te avise. Anabella.
Chuick!!! Chuick!!!

Los Cocos

Sentado en el asiento trasero, Daniel Arnesio miraba con terror los rostros que
se agolpaban contra el vidrio reforzado con una plancha de alambres. Sin embargo,
cuando vio la cara de sus compaeros, los ojos redondos, fijos en la carretera, la
boca semiabierta y tensionada, record lo que deba hacer.
Haba recibido el mail dos das antes y, gracias al padre Castro, sus mensajes
no haban sufrido el filtro de las tropas de Bordone. Daniel: zona de la aerosilla, no
ms all, es peligroso. Esper en el vehculo. Nuestros compaeros se encargarn
de rescatarte.
La Hummer atropell a dos infectados: una mujer a la que le colgaba el brazo
izquierdo casi desprendido del torso y un nio de unos diez aos. El conductor, el
sargento Julio Rojas, pidi perdn y aceler un poco para que los cuerpos no se
trabaran debajo de la camioneta. Atrs, Arnesio cruz el FAL sobre su pecho y le quit
el seguro.
Tranquilo, mi amigo dijo el sargento intentando hacer contacto visual con
Arnesio por el espejo retrovisor. Me va a decir que nunca pas nervios en la calle?
Jams tuve que sacar el arma, y eso que haca adicionales en bancos y
63

empresas dijo el polica y, despus de comprobar el arma, agreg. Ni siquiera detuve

nunca a nadie.
No se preocupe, hombre, yo dispar pero nunca estuve en combate; estamos
en la misma retruc el sargento intentando congraciarse con el polica.
La nica vez que iba a disparar, ste me gan de mano dijo Daniel con un
movimiento de cabeza, sealando a Rodrigo que ocupaba el asiento de acompaante.
Fue instintivo, Daniel, ya te ped disculpas devolvi Rodrigo, ms preocupado
en contar los muertos que iban apareciendo en la ruta que en lo que se hablaba dentro
de la cabina.
Cmo fue eso? pregunt el sargento mirando de nuevo por el retrovisor.
Un abogado que estaba en la casa; lo mordieron y cuando se muri se levant
y quiso morder a la esposa cont rpido Daniel.
La Silvia? se interes el sargento.
S, esa. Nadie haca nada, yo saque la reglamentaria y apunte como deca la
radio, a la cabeza. El Rodrigo no aguant y me la sac de las manos. Yo no quise
recuperarla para que no se escapara un cuetazo dijo Daniel excusndose.
Y?, dnde le diste? pregunt el sargento, est vez mirando a Rodrigo.
En la frente se apresur a contestar Daniel.
Fue suerte. Yo menos que ustedes, nunca haba agarrado una pistola
agreg Rodrigo con los ojos fijos en la ruta.
Revlver dijeron al unsono Daniel y el sargento.
Avanzaban despacio. Las chapas que se haban adicionado a la camioneta
dividan a los infectados que se acercaban al vehculo y golpeaban insistentemente en
el alambrado que reforzaba las ventanillas. El sargento Rojas haca zigzaguear la
camioneta intentando que no se agolparan o para voltearlos y dejar el frente
despejado. Rodrigo sealaba en silencio los muertos que empezaban a poblar la ruta,
atrados por el ruido del motor.
Menos mal dijo Rojas.
Menos mal qu? pregunt Rodrigo.
Nada, que todo empez en noviembre; por ac no hay mucha gente, y con un
regimiento se podra limpiar todo Los Cocos hasta Cruz Chica. Cuntos fiambres
nos cruzamos desde la entrada?, cien?
Unos ciento cincuenta, no ms respondi Rodrigo.
Y salvo la del brazo y el pendejo, ninguno se nos puso delante. Con las
chapas tampoco se pueden acercar mucho a la chata. S, con un regimiento
64

limpiamos esto seguro. Cunto falta para la aerosilla? pregunt Rojas, mirando por
el retrovisor a Daniel.
En la prxima curva dijo Daniel sin mirarlo.
El polica tena en su falda su 45 reglamentaria, aunque era peligroso previendo
lo que tena que hacer. Haba descorrido el seguro antes de salir de la casa de don
Julio. La camioneta dobl despacio y tom la curva, y despus la contracurva. Al no
ver infectados en la recta que suba hacia donde estaba la aerosilla, aceler un poco.
Loma arriba, el panorama era distinto. Unos treinta muertos caminaban despacio
cruzando la ruta. La mayora miraba al cielo y el gimoteo era apenas audible. Rodrigo
tomo su FAL y le quit el seguro para despus cargarlo.
No son muchos dijo Rojas. Me estaciono sobre la entrada de la aerosilla y
salimos por arriba. Usemos las 45; total, no vamos a tener que apuntar mucho. Cuando
se junten alrededor de la camioneta, disparamos, Ok?
Los otros dos asintieron sin decir palabra. Rojas estacion sobre la entrada a la
aerosilla que se vea solitaria, apag el motor y se acomod para sacar su revlver.
Daniel puso la punta de su 45 contra el asiento del militar y dispar. Dos veces. Rojas
se desplom contra el volante y Rodrigo, aturdido por el ruido y sin comprender lo que
pasaba, alcanz a darse vuelta para ver como Daniel lo apuntaba. Quiso hablar pero
el disparo no lo dej.
Daniel se qued un buen rato quieto. Estaba arrepentido pero no haba vuelta
atrs. Se estir desde atrs y puso la llave en contacto para abrir la ventanilla del
techo. Sac de debajo de su charretera verde una remera blanca que tena un escudo
delante donde se lea Polica de la Provincia de Crdoba. La puso en el fusil y lo
levant sacndolo por la ventana del techo. La agit algunos minutos y volvi a
sentarse. No pas mucho tiempo hasta que vio cmo, por debajo de los cables de la
aerosilla quieta, bajaban cinco hombres con vestimenta antimotines. Volvi a salir por
la ventana; los muertos al fin haban alcanzado la camioneta y comenzaban el habitual
y terrorfico golpeteo en las ventanillas. Daniel busc entre sus ropas y sac el
silenciador, lo puso en la 45 y comenz a disparar. No tard mucho en despachar a
todos.
Los cinco hombres tardaron unos quince minutos en llegar hasta la entrada y
cuando Daniel los vio, sali de la camioneta dejando la puerta trasera abierta. Ya poda
ver algunos muertos subiendo la empinada ruta que vena desde Los Cocos.
Arnesio? le pregunt el que estaba ms cercano.
Si, Daniel Arnesio respondi.
65

Bien; principal Flores le dijo el polica levantando la visera de su casco.

Daniel se par e hizo la venia.
Rpido, hombre, antes de que esto se llene de occisos, hay que subir hasta
la confitera dijo el Principal.
Daniel pas por la pequea puerta que daba entrada al entretenimiento y
salud a los dems hombres que ya comenzaban a subir. El principal cerraba el grupo
y todava estaba de espaldas cuando vio cmo Daniel lo pasaba corriendo y sala de
nuevo a la ruta.
Qu hace, hombre? Vamos, carajo!
Daniel volvi a la camioneta y se detuvo un momento; luego cerr la puerta y
volvi a entrar al predio de la aerosilla.
Para que no se los coman, se lo merecen fue lo nico que dijo cuando volvi
a pasar junto a Flores y comenzar la subida.

Lunes, 28 de mayo

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com Anabela:

Ten mucho cuidado. Por ms viejo y religioso que sea el curita, es un tipo
desesperado en un mundo con cada vez menos mujeres que no estn podridas. Esto
no le quita lo hijo de puta, no? Ten a mano un alicate. Si se zarpa, ya sabs que
pods hacer.
Espero que el Rodrigo est a salvo. A esta altura del partido, casi que tendra
que ponerme a anotar las cosas que vi y pens para despus contarle. Es lo ms
parecido a un amigo que tengo ahora, despus de Maika.
Los pendejos de mierda tenan amigos, mujeres y hermanos. Me persiguieron
por todos lados con las motitos de mierda. Pasamos semanas jugando al gato y al
ratn en medio del monte. Era fcil huirles porque hacan mucho ruido y nosotros
andbamos de canuto y por la noche. Pero peinaron la zona y casi me agarran. Esta
vez me salvaron los fiambres hediondos que encontr en el camino. Los fui atando a
un rbol enorme a medida que los encontraba. Como haba que bordear unas
piedras, medio que no se notaban mucho. Quedaba como un codo, con vegetacin,
tierra y piedras que terminaba ah, casi como una pared.
Estuve bocha de das yendo y viniendo; haba juntado tanto fiambre que te
66

daban cagazo. Despus, con paciencia, me chori el combustible de una de las motos
y arm unas molotov. Cuando tena todo preparado, dej mis cosas con la Maika,
que me esperaba en una grutita. Los despert a los tiros y me empezaron a perseguir.
Corr hasta detrs de las piedras, en donde estaban los fiambres atados. Les cort la
soga y me sub al rbol, de ah me solt de una rama sobre una parte alta del terreno
y los esper.
Cuando estos pelotudos dieron la vuelta y se encontraron con mi sorpresa, no
entendieron nada. Menos cuando revole un par de molotov que cayeron detrs de
ellos. Sal recagando de ah antes de que tuviera que fumarme el barandn o me
comiera el incendio a m. Cuando llegu a la grutita para buscarla a la Maika, no
estaba. Y mis cosas estaban revueltas. Me faltaba el blackberry. Y lo ms peor, se
me termina la batera. Despus te cuento.

Sbado, 2 de junio

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com

Tres das me tom conseguir un lugar donde cargar la batera de esta poronga
de telfono. Te cuento brevemente porque ahora estoy alzando los brtulos para seguir
viaje:
Cuando termin con esos choritos de mierda, me toc lidiar con algo peor. Me
haban puesto un fierro en la cabeza y pens que me haba faltado despachar a uno.
Cuando me hicieron dar vuelta, vi un pelotudazo con la cara hinchada, quemada, como
pintada de blanco pero eran cicatrices. Estaba pelado a medias, como si le hubieran
comido el pelo, y con la ropa toda rota. Era ms fiero que los muertos y los pendejos
estos, todos juntos. Y ola peor. Pareca como una masa de pizza cruda pero con
barba de una semana. Y se me rea. Daban ganas de cagarlo a trompadas de solo
verlo noms. Me oblig a que lo siga hasta un lugar encanutado entre los rboles en
donde la tena atada y amordazada a la Maika junto con mis cosas. Tambin haba
una chica atada a un rbol, desnuda, como crucificada. El pelotudo se rea todo el
tiempo y no hablaba nada. Me daba algo familiar de no saba dnde. Me at a m
tambin y prendi un fuego. La chica lloraba sin hacer ruido. Pura lgrima. Se puso a
afilar un cuchillo de carnicero y sac unos ganchos. Empez a sealarnos a la mina, a
la Maika y a m, como jugando al tatet para ver a quin elega. Cuando fue a
67

agarrarla a la Maika, me le tir encima dndole un cabezazo con todo en la panza. Se

qued sin aire y le revent los huevos de un patadn. Le pegu tan fuerte que se
cay para atrs, de culo, sobre la fogata. Se le encendi la ropa y sali corriendo por
el descampado como una antorcha humana, prendiendo algunos yuyos. De lejos
escuch: "Vas a cagar fuego, Rubn!". Me desat con uno de los cuchillos y despus
las solt a la Maika y a la mina. La abrigu como pude, juntamos las cosas y nos
tomamos el palo. El pelotudo con cara de masa cruda no apareci ms y no lo
bamos a perseguir de noche. Cuando lo escuch gritar, me cay la ficha: el papudo
ese era el Eduardo. Por eso saba mi nombre. Algo le haban hecho en la cara que
casi que no lo reconozco. Tendra que haberlo cagado matando en su momento,
pajero de mierda. Caminamos una bocha por el campo hasta encontrar un vehculo
que andara. Ahora estamos retomando el camino para Avellaneda. Paramos unas
horas en una estacin que tena generador y pudimos cargar el mvil. La chica
tendr unos 22 o 24 aos. Est bien, no est tan lastimada. Pero no habla, le cortaron
la lengua.

Martes, 5 de junio de 2012

De: anabel@gmail.com
Para: rubencastillo@gmail.com
Rubn: Rodri volvi! Est herido pero no lo mordieron. El cana que estaba
ac antes de que yo llegar se volvi loco, mat dos soldados y despus le dispar a
Rodri, lo dej ah pensando que estaba muerto. Le mostr el mensaje tuyo que me dio
mucho miedo y me prohibi mensajearme con vos, salvo esto, obvio. Dice Rodri que
te desee suerte. l se va a comunicar con vos apenas se mejore.
Chau!
Anabella.

Sbado, 9 de junio de 2012

De: vicariaurcacastro@hotmail.com Para: rubencastillo@gmail.com

68

Rubn: hijo, soy el padre Castro. Mis mails no sern revisados por nadie, sta
es una lnea segura. He ledo lo que le ha pasado y no tengo que decirle a usted que
el infierno est en la tierra. Estos son los das previos a la segunda venida del seor.
Es nuestra oportunidad de arrepentirnos de nuestros pecados, de levantar una
nacin sana, vital, libre del crimen, de la suciedad, de la voracidad de los amorales.
Hijo, si es en nombre del Dios, todo lo que haga, hizo o tenga que hacer ser
perdonado.
Dicho esto, espero que sepa apreciar lo que le ofrezco. No vaya a Avellaneda.
Busque el Sur, evadiendo Jess Mara, por supuesto. Cercanas a Ro Tercero
operan fuerzas celosas de Dios y leales a la patria. Bsquelas.
Espero que sigamos en contacto. Padre Anselmo Castro.

Jueves, 14 de junio de 2012

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com

No entiendo mucho lo que decs. Qu pas con el cana ese? Rodrigo est
bien? Por qu no escribe nada? Tampoco entiendo por qu te pide que te contactes
conmigo y despus te prohbe que me escribas. Mandale un abrazo y decile que
seguimos en camino, pero lento. Nos bajamos del coche casi llegando a Avellaneda.
No sabemos qu podemos encontrar, as que escondimos el auto cerca de la ruta y
seguimos a pata el tramo restante. Bordone nos dijo que estaban sus hombres ah,
pero ya no s con qu carajo me voy a encontrar. La Maika est flaca, demasiada
caminata para el pobre bicho en estos ltimos meses. La chica est mejor y comi de
la poca comida que queda. Parece que la pas para la mierda. No quiere escribir ni
hacer seas ni nada. Para dormir me abraza fuerte y no me suelta en toda la noche,
pero de da no me da ni bola. Todava no s ni cmo se llama ni de dnde sali. Te
escribo despus, estamos entrando al pueblo y de ac veo un par de muertos.
PD: Qu onda con el viejo Castro? Vos le mostraste mis mensajes?

(Un rato antes).

De: rubencastillo@gmail.com
Para: vicariaurcacastro@hotmail.com
Todo lo que hice antes es un poroto con lo que tuve que hacer estos das.
69

Y no lo hice en nombre de Dios, sino en nombre de la comida y de seguir

vivo.
Como que est medio complicadito pensar en lo que no es urgente, vio?
Medio tarde me lleg el mensaje, padrecito, ya estoy entrando en Avellaneda.
Si es tan amable, cunteme ms sobre Las Fuerzas Celosas. Me interesa
saber cmo es la cosa.
Pens que usted y los otros estaban con lo que quedaba de las Fuerzas
Armadas.

Domingo, 24 de junio de 2012

De: anabel@gmail.com
Para: rubencastillo@gmail.com
Ja ja ja; no, Rubn. Rodrigo no me pidi que me contacte con vos, slo me
dijo que averiguara cmo estabas; yo te cont lo que haba pasado porque me senta
mal; verlo llegar en una camilla, con sangre en el uniforme, colgado en el helicptero,
me hizo mal. Casi me muero ah. Y, aparte, te cont porque no tengo amigos ac,
menos Miriam que se cree que Rodri es suyo, vieja gato. El tema es que cuando le
cont tu mail, l me dijo que no me contactara ms, me quiere cuidar, cree que yo no
he visto nada de nada, y no quiere que sepa lo que es afuera. Y a m me encanta que
me quiera cuidar. Rodri mejora cada da y por eso estoy feliz, a pesar de todo. Dentro
de poco se comunicara l.
Ahh, y yo no le mostr nada a nadie!!! El viejo Castro est detenido en el
taller del dueo de casa. Aunque seguro que tiene todava el blackberry. Lo esconde
en la Biblia, el viejo de mierda. Le dije a Rodri y a los milicos, pero se ve que no me
creyeron.
And con los soldados de Bordone, son los buenos.

Viernes, 6 de julio de 2012

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com

70

Rodrigo, necesito hablar con vos cuanto antes. Pasaron un par de cosas por
ac. Hay tropas en el pueblo. Estamos escondidos en un lugar ms o menos seguro,
cerca de la entrada. Intentamos contactar con otra gente por la zona. Todava no
decidimos cundo acercarnos, pero tengo noticias que te pueden servir a vos y, ms
que nada, a Bordone. La mina est mejor. Se llama Luca y me cont toda su historia.
Rubn.

(Ms tarde).
De: rubencastillo@gmail.com
Para: vicariaurcacastro@hotmail.com
Padrecito, tengo noticias sobre sus amigos. Parece que las posiciones estn
un poco distintas de lo que me dijo. Espero su comunicacin.

Sbado, 14 de julio

De: vicariaurcacastro@hotmail.com Para: rubencastillo@gmail.com

Parece que, a pesar de vivir en riesgo, con la muerte rondando, todava tiene
tiempo para tomarse en broma mi mensaje. La eleccin es suya. El combate de los
justos se aproxima, escoja bien su lado.
Padre Castro

Domingo, 22 de julio de 2012

De: comandanciaear@gmail.com Para: vicariaurcacastro@hotmail.com

Padre: las fotos del reconocimiento sobre Capital son descorazonadoras. Av.
de Mayo, Diagonal Norte, 9 de Julio, Corrientes, Callao, todo, todo infestado. La
ciudad entera est muerta. Debemos obviar la toma de la Rosada, olvidarla al menos
hasta que tengamos el armamento ms pesado a nuestra disposicin y podamos
limpiar el puerto.
Padre, el Operativo Patria est en marcha; espero verlo pronto. Muy pronto.
Gral. Lzaro Iturriaga, Comandante en Jefe del Ejercito Argentino de
Reconstruccin.
71

Dios guarde a Ud.

72

QUINTA PARTE: INSUBORDINACIN Y RESISTENCIA

Fuego amigo

Walter estaba sentado con la espalda en el entretejido y miraba cmo dos

soldados entraban en la tienda de campaa donde estaba su madre. Ella crea que
convirtindose en la mujer de las tropas de Bordone, lo mantena a salvo de las
excursiones que se realizaban todas las semanas en busca de alimentos y
suministros. Todava no lo haban llevado, pero l saba que llegara el momento.
Saba que era inevitable. Se lo dijo a su madre, le pidi que no siguiera prestndose
a los soldados. Incluso habl con Bordone y el coronel le dio la razn, pero entre un
adolescente y un motn no haba mucho que decidir. Para colmo, Anabella, la nica
mujer de su edad, era inseparable de Rodrigo, el hombre que haba matado a su
padre.
Se asegur de que los soldados estuvieran ya desnudos y sobre su madre.
Puso el silenciador en la 45 y entr en la tienda. Al primer soldado le dispar en la
nuca. Su madre sinti la sangre caliente en su rostro y quiso incorporarse pero Walter
la volvi a tirar con una patada en el hombro. El segundo soldado no alcanz a darse
vuelta del todo y recibi un disparo en la sien. Su madre esta vez quiso gritar pero el
silenciador de la pistola se introdujo en su boca. Lloraba en silencio y respiraba
entrecortado mirando el rostro impasible de su hijo.
El padre rez conmigo para que pararas de hacer esto. Yo te lo ped, Miriam te
lo pidi despus de que me vio llorar en el dique. Incluso la mierda esa de Rodrigo te lo
pidi. Y no quisiste hacer caso, mam. Pero te perdono.
Silvia sinti como el silenciador sala de su boca. Tosi y se tapo rpidamente.
Uno de los soldados todava tena su mano entre sus piernas.
Walter, hijito, lo hago por vos, te lo juro, hijo. Es para mantenerte a salvo.
Ya s, mam. Te dije que te perdono respondi el joven de espaldas a su
madre. Vestte ya.
Silvia se levant y se visti rpidamente. Walter segua de espaldas.
73

Ests? le pregunt su hijo.

S, Walter.
Te perdono, ma dijo Walter dndose vuelta y disparndole dos veces

a su

madre.
Sali de la tienda, se fren y tomo aire. Intentaba no llorar, no poda llorar.
Haba limpiado a su madre, su nombre, haba limpiado el recuerdo de su padre
y hecho lo que Dios mandaba; pero todava faltaba algo ms.
Entr a la casa intentando hacer el menor ruido posible. Se dirigi a la esquina
del comedor donde dorman Miriam y Anabella. Se arrodill al lado de la adolescente y
le toc suavemente el hombro. Se sinti turbado al disfrutar ese contacto tan leve. Lo
repiti dos veces ms hasta que Anabella abri los ojos y vio como una pistola le
apuntaba directo a la sien.
Ven, putita le dijo Walter.
Anabella entendi que no convena discutir con alguien armado y se levant.
Walter le seal con la pistola la puerta. Salieron por el patio, pasando enfrente del
guardia que roncaba apoyado en la tranquera que segua cerrada. Anabella suspir
ostensiblemente fuerte, intentando despertar al soldado, pero sinti que la mano de
Walter le tapaba la boca y el fro metal de la punta de la pistola se apoyaba en su
blanco y delicado cuello. Walter la empujaba por el camino que iba al dique y Anabella,
descalza, se quejaba constantemente.
Camin, putita, camina. El padre Castro dice que sos una putita de mierda.
Que siempre le mostrs las piernas. Y a m igual, pero ands con el viejo de mierda
ese. Aunque haca fuerza para evitarlo, Anabella se larg a llorar y las lgrimas
llenaron la mano de Walter que no pudo disimular la excitacin y atrajo an ms el
cuerpo de la adolescente contra s mismo. Ella llevaba un short azul que apenas le
cubra las nalgas y una musculosa blanca que pronunciaba an ms sus senos.
Salvo por unas medias de algodn, iba descalza y la velocidad a la que la obligaba a
caminar
Walter le haca doler terriblemente los pies.
Llegando al Dique, Anabella mordi los dedos de la mano que le tapaban la
boca y Walter, sorprendido y dolorido por la mordida, cay de rodillas en el suelo,
soltando el arma. Anabella corri hacia el dique y cuando llego a la costa se dio cuenta
de que haba huido en direccin opuesta a la casa; ahora su nica salida era el agua.
Dudo en zambullirse, no porque no supiera nadar sino porque los nervios le podan
jugar una mala pasada, darle un calambre o algo por el estilo. Mientras pensaba qu
hacer vea como Walter, arrodillado, buscaba la pistola como si hubiera perdido un
74

lente de contacto. La luna dibujaba un camino blanco sobre el agua pero no era tan
clara como para que el joven viera su arma. Anabella pens en gritar, pero saba que
estaba lejos. Pens en correr, pasar al lado de Walter y volver a la casa, pero los pies
estaban muy lastimados y el dolor era intenso. Se qued parada, volvi a llorar. Walter
segua buscando su pistola, nervioso, sudado, insultndola.
Anabella not que en el camino se vean luces de linternas, movindose como
lucirnagas en la noche. Tom aire y grito fuerte. Escuch que le respondan,
escuch que le ordenaban a Walter que estuviera quieto, que no hiciera nada. Miriam
le peda a gritos que se tranquilizara, que no hiciera una boludez.
Walter haba encontrado al fin la pistola y nuevamente de pie se acerc a
Anabella, ponindole el can en la frente. Miriam y tres soldados llegaron a unos
metros de los dos jvenes. La mujer quiso volver a hablar con Walter aunque se
sobresalt cuando escuch que los soldados descorran los seguros de sus armas y
las dejaban listas para disparar.
Walter, Walter dijo Miriam, acercndose muy lentamente. Walter repiti
sin obtener respuesta. Uno de los soldados caminaba detrs de ella, apuntando.
Walter se dio vuelta cuando Miriam lo llam por cuarta vez y cay de rodillas.
Todos pensaron que al fin haba entrado en razn y los tres soldados bajaron las
armas. Miriam se acerc un poco ms pero se detuvo en seco cuando Walter se
desplom en el suelo y se convulsion dos o tres veces escupiendo sangre por la
boca, intentando sacarse una punta de hierro que estaba hundida en su cuello.
Anabella se dej caer y sentada se largo a llorar mientras intentaba limpiar la sangre
de su mano derecha en la musculosa. Uno de los soldados trat de incorporar a
Walter que volvi a convulsionarse; vomit una ltima vez un borbotn de sangre
espesa y oscura, y muri. Miriam se sac el rompevientos que llevaba; tap y abraz
a Anabella. Pas ms de media hora hasta que la adolescente levant la cabeza de
los hombros de Miriam. Volvamos dijo y empez a caminar. Uno de los soldados se
acerc al cuerpo de Walter y ajustando el silenciador le dispar entre los ojos.
Volvieron a la casa en silencio; Anabella encabezaba la marcha.

El reloj

Don Julio se abalanz sobre el soldado tomando a todos por sorpresa. No lo

golpeaba, pero se aferr al cuello de la charretera mientras otros dos hombres
75

intentaban separarlo.
Dnde est? Dnde est? gritaba el viejo sin soltar al soldado.
Rodrigo sali de la casa al escuchar los gritos e inmediatamente ayudo a los
soldados a separar a don Julio.
Dnde est? repiti don Julio antes de empezar a llorar.
Tranquilo, don Julio; tranquilcese, por favor! deca Rodrigo tratando de
hacer contacto visual con el viejo que esquivaba el rostro de Rodrigo y buscaba una y
otra vez al soldado que, ya incorporado, se limpiaba la tierra del uniforme.
Don Julio! grit Rodrigo zamarrendolo.
El viejo al fin se tranquiliz. Rodrigo an lo tena de los hombros cuando doa
Clara, tambin llorando, se arrodill junto a l y lo abraz.
Dnde est?, dnde est? volvi a decir el viejo sollozando.
Quin, don Julio? Dgame, quin? pregunt Rodrigo. Bordone entraba en
el patio en ese momento y preguntaba cul era el problema.
Quin? Dgame, don Julio, por favor repiti Rodrigo mirando esta vez a
Bordone, como pidiendo que aclarara el problema. Don Julio segua repitiendo la
pregunta.
El soldado tiene el reloj de mi hijo, Carlos dijo doa Clara sin mirar a Rodrigo,
dedicada a calmar a su esposo.
Bordone se acerc al soldado y no necesit preguntar. Fue el sargento Rojas
el que contest.
Lo sac de uno de los PEPOS, seor.
Bien dijo Bordone y agreg. Devuelva el reloj, soldado.
El sargento Rojas tom el reloj y camin hasta los dos viejos y se lo dio a
doa Clara. Antes de marcharse, pos su mano sobre el hombro de Rodrigo, quien
baj la cabeza y se levant para dejar solos a don Julio y su mujer.
Rodrigo pas toda la tarde intentando que nadie molestara a don Julio y a doa
Clara. Saba que los viejos no queran psames ni palabras de aliento, que en ese
momento sonaran vacas. No era slo su hijo lo que haban perdido; seguramente
habra nietos y quin sabe quines ms.
Los viejos no salieron de su pieza, apenas si Miriam pudo ver a doa Clara
cuando les llev la comida. Rodrigo tard mucho en dormirse esa noche. La luz de
la luna entraba clarsima en el comedor y baaba los rostros de Miriam y Anabella,
acostadas justo al frente de su colchoneta. Rodrigo se perdi pensando en las dos
mujeres; sinti tan claro el Rodri dicho por Anabella que crey que la adolescente se
haba despertado y lo llamaba, pero era slo un pensamiento. Miriam tena razn,
76

haba mucha fuerza, mucha entereza en el rostro de Anabella. De no ser por las
inflexiones juveniles de su voz y su cuerpo jovencsimo, Anabella bien podra pasar por
una mujer de veinticinco aos. Rodrigo se durmi mirndola.
Pero apenas cerr los ojos, dos sonidos suaves que apenas quebraban el
sonido de los insectos y el lejano sonido de la charla de los soldados de la guardia, lo
despertaron. Se levant y vio que Cristian abra los ojos y lo miraba confundido.
Escuchaste? le pregunt.
S, silenciadores.
Don Julio dijo Rodrigo y empez a correr por el pasillo. Cristian se levant y lo
sigui.
Llegaron a la puerta del dormitorio y Rodrigo golpe tres vueltas. Haba mucho
olor a plvora.
Busca a los mdicos le dijo a Cristian antes de abrir la puerta. Pero Cristian
se qued junto a l. Rodrigo abri la puerta y una humareda se levantaba desde la
cama, como si alguien estuviera fumando mucho. Don Julio y doa Clara, abrazados,
yacan en su cama con un tiro en la sien cada uno. Cristian baj la cabeza y despus
de un largo rato pregunt si llamaba a los mdicos. Rodrigo neg con la cabeza y,
respirando fuerte, se enjug una lgrima.

Sbado, 11 de agosto

De: anabel@gmail.com
Para: rubencastillo@gmail.com
Rubn: Anabella me cont por lo que estuviste pasando, espero que ests
bien. Yo casi no la cuento. Daniel, el polica que estaba con nosotros desde el
comienzo, me dispar a m y a un hombre de Bordone mientras estbamos en Los
Cocos en busca de provisiones y combustible. Tardaron ms de una semana en
buscarnos, el helicptero estaba en patrulla cerca del dique Cruz del Eje y la
comunicacin no era buena. Un grupo de sobrevivientes viva atrincherado en el
complejo de juegos de Los Cocos. Ellos nos salvaron la vida. Son quince: diez
mujeres y cinco hombres. Muy bien provistos y ordenadamente en silencio. Lamento
que su ayuda haya desembocado en ser encontrados por el ejrcito. Creme que
Bordone es un buen hombre, pero podra ser menos severo. S que leern este
mensaje, no importa; saben bien lo que pienso. Segn l, no hay chances sin su
77

salvaguarda y, aunque pueda ser verdad, no s si la proteccin es para todos los

vivos la nica solucin.
Tengo para algunas semanas ms de recuperacin y no niego que la disputa
entre Anabella y Miriam por cuidarme me hacen sentir tan bien que suelo olvidarme de
todo y hasta que no veo mi pantaln de fajina, mi fusil al lado de la cama, me creo en
un fin de semana en una colonia de vacaciones. Salvo a la noche, cuando me
acuerdo de donde estamos, de cmo estamos y me da culpa. Mucha culpa.
Comunicate con Bordone. Es hora de que descanses un poco, quin te dice, a
lo mejor en poco tiempo te veo bajando del helicptero y te convido un vaso del muy
buen vino que don Julio ha sabido esconder.
PD: hay algo que me inquieta y me aterra. Viste nios vivos? Es una
pregunta que me est dando vueltas todo el tiempo.
PD 2: Iba a poner que te cuides, pero un hombre que ha pasado lo que has
pasado vos, no debe necesitar los consejos de un casi abogado (eso es lo que soy)
para seguir teniendo el cuerpo libre de mordidas. Te guardo una botella.
Rodrigo.

Jueves, 16 de agosto

De: vicariaurcacastro@hotmail.com Para: comandanciaear@gmail.com

General: adjunto el archivo que obtuve. No son todos los efectivos de
Bordone.
Solo los acantonados aqu.
Que el seor gue sus pasos hacia la victoria. Rezo por usted. Padre A. Castro.

(Archivo adjunto).
Ager
Ahum

Omar
Enrique

Soldado
Soldado

Alborn

Gabriel

Soldado

oz

Altamir

Francisco

Soldado

ano

Arce

Jos Osvaldo

Cabo

Arval

Matas Jons

Mayor

Arias

Hctor

Soldado

vila

Guillermo

Teniente

o
ada

Guido

78

Bez

Maximo

Soldado

Barrer

Julio Ricardo

Sargento

Berti

Fabio Daniel

oficial mdico

Cejas

Hctor
Daniela Anah

Oficial
Enfermera

Buschi
Bustos
Cordi

Mario
SergioAlberto
Celso

azo

Cardo
Correa

Victor
SilvinaEduardo

Soldado
Soldado

zo

Cariac
Cuello

Samuel
Lus Alberto

Soldado
Soldado

edo

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Sonia
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oficial
mdico
Soldado

Casas
Mario
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Vicente Abel
Maria Di
Felipe
Daz Humberto
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Rienzi Castell
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Soldado
comunicaciones
Soldado

Soldado
Oficial

Omar
Enrique
Ana Araceli

Duran

Segundo Julan

Capitn

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Soldado

Faroni

Victor Eduardo

Soldado

Flores

Munir Nasser

Esc. Albatros

Gabeli

Jorge Daniel

Artillero

Garca

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Soldado

Garca

Mara

----

Giamb

Mariano

Soldado

Lucas Silvio

Soldado

Faban

Soldado

Godoy

Gmez Eustaquio
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Artillero

Gmez

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Soldado

Gmez

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Capitn?

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Soldado

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Esc. Albatros

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Humberto

Soldado

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Enfermero
Soldado
comunicaciones
Enfermero
oficial mdico

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Soldado

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Gustavo

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Pedro Horacio

Soldado

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Vctor Lus

Soldado

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Soldado

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Laureano

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Sergio

----

Lucio Cornelio

Soldado

Dardo Miguel

Soldado

Miroli

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oficial mdico

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Olga Ignacia

Enfermera?

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Monto

Nancy Stella

Soldado

ya

Moren

Rodolfo Carlos

Soldado

Muller

Enrique

----

Muoz

Justo Alejandro

Soldado

Murua

Carlos Facundo

Soldado

Oliva

Pablo Ivan

Soldado

Olmos

Pablo Ramino

Soldado

Ortiz

Susana

----

Palaci

Marcos

Soldado

Palvec

Ins

Enfermera

cino

Parede

Mariana

Soldado

Prez SoledadAriel Segundo

Soldado

Prez

Sebastan

Soldado

Prankz

Ghunter

Soldado

Quinte

Ricardo

Rinaldi

Hugo Adran

Cabo

Rivero

Gisella

Enfermera

Rizzi

Esteban Raul

Conductor VP

Rodrg

Leticia Soledad

Oficial

Rojas

Sergio

Romer

Pio

Soldado

Rossi

Lucas Pedro

----

Ruiz

Fatima

Enfermera

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Solda

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Viernes, 17 de agosto

De: anabel@gmail.com
Para: rubencastillo@gmail.com
Rubn, me preocupa que no contestes. Ests en Avellaneda? Alguna
noticia de las tropas de Bordone? Espero que ests bien. Realmente.
Ac las cosas cambiaron, y mucho. Te contar cuando pueda. Ya no soy
Rodrigo Merlo, casi abogado de Crdoba, sobreviviente. Ahora soy Merlo Rodrigo,
soldado raso de infantera voluntaria del II Batalln Reorganizado de Defensa; Los
muchachos

del

monte, como nos dicen los soldados profesionales para

diferenciarnos.
Hemos perdido mucha gente. En manos de vivos o en manos propias. Don
Julio, doa Clara. Silvia y su hijo Walter. Todos muertos. Y yo que cre que estbamos
en una buena situacin. Seguros, salvados. Mierda, Rubn, no sabs cmo espero tu
respuesta. A pesar de que no te conozco personalmente, creo que junto a Cristian (el
chico de la Fiat, te cont de l?), Anabela y Miriam, sos la nica persona en el
mundo que deseo que viva, a pesar de que vivir en este mundo es casi insoportable.
O siempre fue as? No me hags caso. Espero tu respuesta.
Rodrigo.

71

Villa Edn

La Jeni sali de la casilla de chapa tocndose la cabeza; sobre la sien, su pelo

rubio teido se apelotonaba mezclndose con la sangre que le brotaba de un corte
profundo.
Llamalo al Cucuza dijo mirando al adolescente que estaba cerca de la
puerta, sentado en una pelota de ftbol.
El chico sali rpidamente, con la pelota bajo el brazo. La Jeni se apoy
contra las chapas y escuch a lo lejos cmo el pibe gritaba en busca de Cucuza.
Cucuza o Vctor Omar Salazar era el jefe indiscutido de Villa Edn, nico lugar de
Crdoba ciudad que estaba limpio de infectados. Haba escapado del penal de Bower
cuando la infeccin se descontrol y muchos guardia-crcel abandonaron sus
puestos. Fue un combate duro contra los que se quedaron. Facas contra escopetas.
Cucuza dirigi el escape y nadie cuestion su autoridad, ni siquiera cuando ejecut en
el camin donde huyeron a Guido, un tipo que se jactaba de haber violado a un
guardia antes de que escaparan del pabelln.
Cucuza conoca a la Jeni desde antes. Ella lo esconda en el comedor para
chicos que llevaba adelante en la Villa, detrs del CPC, cuando Cucuza sala de cao
y algo no resultaba segn el plan. A cambio, l siempre exiga a sus socios un
porcentaje para ayudar a la Jeni y a sus chicos. Eran ms que amigos, eran
hermanos, hermanos como solo pueden serlo dos personas que se ayudan
mutuamente en medio del barro.
Jeni, qu pas? dijo Cucuza que lleg corriendo con el fierro en la mano,
seguido de dos hombres ms y el adolescente que le haba dado la alarma.
El hijo de puta del Jovita me atac cuando le fui a dar el morfi al cana.
Estaba desatado?
S, Cucuza, el Jovita lo desato.
Hijazo de puta.
Cucuza entr en la casilla. El Jovita estaba tirado en el suelo; pareca
desmayado. A su lado, el prisionero le revisaba la cara. La Jeni le haba arrojado la
pava de agua hirviendo, luego de recibir del Jovita un fuerte golpe con una pata de
cama de madera en la sien.
Correte, culiau dijo el Cucuza levantando el arma y dirigindose al polica.
Par, qu vas a hacer? dijo el tipo, con la ropa de infantera antidisturbios
todava puesta.
Lo voy a cagar matando; correte, culiau, si no quers seguir vos.
72

El polica se apart y Cucuza pateo dos veces al Jovita, que despert y abri
un ojo; gema casi inaudiblemente por el dolor. El ojo abierto se dilato con terror al ver
el arma. Cucuza le peg dos tiros. Los dos en la cabeza.
Y vos, culiadito, vas a cantar todo si quers vivir. Estamo? dijo el Cucuza
antes de salir de la casilla.
Ests bien? le pregunt luego a la Jeni mientras se sentaba a su lado.
Si, Vitor, toy bien.
Este hijo de puta del Jovita, lo tendra que haber dejado que se muera de la
quemadura, pa que sufriera.
No, Cucuza, vo no so as. Yast, la cag y la pag, rapidito noms.
S, ten razn dijo Cucuza incorporndose y haciendo seas a los dos
hombres que estaban con l para que entraran en la casilla.
Aten al cana, que tenemo que hablar.
Despus de acompaar a la Jeni al CPC que ahora era la central de la villa
y dejarla en su propia cama, Cucuza volvi a la casilla, caminando despacio. Tena
que pensar muy bien los pasos a seguir, saba que los policas no dejaran de
atacarlos, aunque se hubieran comido la cagada del siglo dos das atrs cuando
intentaron romper el cerco que Cucuza y los suyos haban armado para dejar afuera
a los fiambres. Desde el Arco de Crdoba, el negro Trpano se haba bajado unos
nueve canas y la Jeni no se haba quedado atrs. Cucuza saba que los haban
subestimado, pero tambin se daba cuenta de que eso no volvera a pasar.
Cuando lleg a la casilla, vio al polica con las manos atadas a la espalda,
tirado sobre la mesa, e hizo una sea a sus hombres para que lo sentaran. l tomo
una silla y se puso al frente.
A ver culiadito Arnesio, Daniel Arnesio dijo mientras lea el nombre
bordado sobre el chaleco antibalas. Vamos a habla o no?
No tengo nada que decirte, ni a vos ni al trava de mierda ese que tens.
Cucuza estir un poco la pierna y lo pate en el pecho.
La Jeni es ms persona que vos y todos esos cobani culiau con los que
viniste.
Los dos hombres levantaron de nuevo a Arnesio, que respiraba con dificultad
despus de la patada.
La cosa es fcil, Danielito: me dec dnde estn y vivs con nosotro, cuidadito
y comiendo todos los das. No me dec nada y ac mi amigo Pablito te va a dejar el
culo rojo y como una brasa. No, Pablito?
S, Cucuza; ya le estuve mirando el culito y me encant dijo Pablo.
73

Mostrale lo que ten, Pablito, as lo piensa bien.

Pablo se bajo el cierre, hurg en su bxer y al fin dej al descubierto un pene
gigantesco. Lo acerc al rostro de Daniel y lo pas por su boca.
Tre cosas noms. Uno, lugar. Dos, cantidad. Tre, armamento.
No tengo nada que decir, ya te dije dijo Daniel, esta vez sin tono despectivo.
Danielito, no sea boludo. Mir que esa pinchila duele, eh.
En serio, no s. Yo soy oficial noms, no decido nada, te juro, loco.
Algo sabs, Daniel, no soy otario. Dale, larga.
Te juro, loco, no s nada.
Cucuza hizo una sea y agreg un suspiro de cansancio; Pablo y el otro
hombre tomaron a Daniel por las axilas y lo arrojaron sobre la mesa. Pablo le baj los
pantalones de un solo tirn y le pego un par de golpecitos en las nalgas. Arnesio
gritaba desesperado, peda por favor que no lo hicieran. Pablo apoyo su gigantesca
herramienta en el culo del polica, que haba empezado a llorar.
Estamos en Senz Pea, camino a Jess Mara. Somos unos doscientos
cincuenta policas, adems de unas cien personas que llegaron ah. Tenemos mucho
armamento y un camin hidrante dijo Daniel soltando sus palabras entre el llanto.
Viste qu fcil era, culiau. El drama es que Pablito ya est al palo y no da
que se quede as.
No, por favor, ya te dije todo. Por favor repiti el polica antes de volver a
romper en llanto.
Cucuza le hizo una sea a Pablo, que volvi a guardar su miembro.
Djenlo atado. Y denle de comer algo.
S, Cucuza dijo Pablo.
Voy a ver a la Jeni. Dganle al negro Trepano que me vaya a ver al CPC.
Ya le aviso dijo el otro hombre saliendo de la casilla.

Domingo, 26 de agosto

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com

74

Rodrigo:
Rubn est a salvo pero muy grave. Apenas entramos al pueblo nos tirotearon.
l me protegi, pero qued muy mal; tengo mucho miedo. La perra, Maika, escap
para el lado del campo apenas escuch los tiros, y tengo miedo de que le haya
pasado algo, aunque no recuerdo haber visto que los muertos ataquen a los animales.
Rob un telfono a un soldado muerto que intent entrar al campamento antenoche.
Lo mat con una piedra y por suerte nadie me vio.
No puedo hablar y todos piensan que soy estpida. Soy mdica, estaba
haciendo la residencia cuando vino el fin del mundo. Estuve escondida en un hospital
durante un tiempo, despus fui secuestrada. Rubn salv mi vida y me cuid todo
este tiempo. Y voy a hacer todo lo que est a mi alcance para devolverle el gesto.
Los soldados intentaron violarme el da que nos encontraron, pero me dejaron
en paz despus de que el coronel Larramendy fusilara a tres de ellos. Me dedico a
tareas de limpieza y cocina para ganarme la comida y trato de no llamar la atencin
para evitar sospechas y poder moverme mejor.
Antes de que nos ataquen los militares, Rubn me dijo que sos la nica
persona confiable en este mundo, que podas ayudarme en caso de que l no saliera
de esta. Ahora est en la enfermera y tengo pocas posibilidades de acceder a l.
Estoy intentando ganarme la confianza del personal de salud, pero tengo miedo de
que sea peligroso mostrar conocimientos. Estamos en Avellaneda, en un
campamento militar bajo bandera argentina. Los oficiales de alto rango tienen una
insignia con un cndor. Un par de veces escuch a dos de ellos hablando sobre su
lder, el general Iturriaga; dicen que es un hombre temible y severo, con un proyecto
muy grande. Parecen ultracatlicos. Mantienen el campamento a salvo de los
"Inicuos", como les dicen a los muertos que caminan. Estn armados hasta los
dientes y tienen una disciplina que da miedo. Son extremistas catlicos, rezan el
rosario mientras hacen guardia. Dan misa da de por medio y si alguno muestra
desinters, lo castigan con cepo. Ellos creen que Rubn sabe algo y me doy cuenta
de que estn esperando a que se recupere para hacerlo hablar, al precio que sea.
Voy a prender el telfono da de por medio. Si me demoro es porque tengo
que esconderme muy bien. Si me llegan a ver, me van a hacer cosas horribles.
Luca.

Sbado, 1 de septiembre
75

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com Rodrigo:

Ser breve: no me puedo arriesgar a que me descubran. Parece que Rubn va
a salir vivo de sta. Est mejorando muy de a poco, pero bien. El motivo de este
mensaje es contarte que los militares estn mucho ms equipados de lo que cre.
Disponen de un avin Hrcules. Eso explica por qu llegaron al pueblo sin que haya
rastros de vehculos terrestres. Esto lo supe recin ayer por la tarde, cuando el avin
trajo el mismsimo general Iturriaga en persona. Los oficiales no exageraban para
nada: es un hombre de presencia imponente, alto, canoso, de casi sesenta aos
pero con

una energa avasalladora. Cuando habla, hasta los muertos parecen

atemorizados. No tengo idea de qu est tramando, pero sospecho que prepara algo
muy grande, algo que amerite demorarse en muchsimos preparativos y traslados. Lo
que ms miedo me da es que parece que Iturriaga responde a un jefe an ms
poderoso que l, pero no he podido escuchar nada ms. Es todo lo que s. Cuando
sepa algo ms, les informar. Tengan muchsimo cuidado. Por favor, respondan,
necesito una esperanza de que hay algo no hostil ms all. Saludos.
Luca.

Luca

Estaba en mi primer ao de residencia en el hospital pblico del pueblo. Los

primeros das fueron un infierno. Los pacientes heridos expiraban de forma horrible
para volver a la vida horas o minutos despus, cebndose con la carne de enfermeros
y doctores. Algunos policas y gendarmes, previendo la resurreccin, nos protegan
apuntando a la cabeza de los pacientes. Pero eran tantos Las balas se acabaron, y
el valor de los uniformados, tambin. Los pacientes se comieron a todos. Fue horrible.
La nica idea para sobrevivir que se me ocurri fue, en medio de la desesperacin,
tomar unas botellas con agua mineral, un par de paquetes de suero, una caja de
alfajores del buffet y encerrarme en una de las cmaras frigorficas. Las haba
apagado y contaba con que nadie pensara en prenderlas. Haba un sistema de
apertura manual de emergencia por si uno se quedaba encerrado. Adems, no
quedaba nadie. Los pacientes resucitados slo parecan interesarse en atacar gente y
pronto tendran que buscar fuera de la clnica.
No tengo idea de cunto tiempo estuve ah. Un da y medio hasta que se me
76

acab la batera del celular. Despus no me qued otra que pasar el tiempo esperando
y esperando. En algn momento, el hambre o el aburrimiento fueron ms fuertes que
el miedo y sal.
Todo estaba destrozado, sucio y resbaladizo, enchastrado de sangre, huesos
y vsceras. Si no fuera por la adrenalina que tena encima, hubiera muerto de tanto
vomitar.
Los resucitados se haban ido a buscar comida a otra parte. Y de las vctimas
no quedaba nada que pudiera levantarse y atacar. Arm un botiqun con lo mnimo
indispensable, busqu una muda de ropa en mi locker y junt toda la comida slida
que encontr en las heladeras. Cuando quise salir a la calle, mi entusiasmo qued por
el piso. Estaban por todas partes, caminando como estpidos de un lado al otro, sin
rumbo. Volv en punta de pie. Sub hasta el depsito del tercer piso. Haba ms
seguridad ah. Al menos, las puertas eran ms gruesas. Me llev un colchn y unas
mantas. Cuando me asegur de que no hubiera nadie ms que yo, arm mi cama en
un rincn y llor sin parar toda la noche y el da siguiente.
Con el paso de los das, me fui animando a bajar y termin revisando de a poco
todo el hospital. Busqu cosas tiles, ms comida, un calentador, algo para
defenderme y me puse en la tarea de bloquear todas las entradas posibles. Llev
mucho tiempo ya que me mova con mucha precaucin, en total silencio. El
instrumental quirrgico evidentemente estaba descartado como arma: ms de una vez
los vi levantarse despus de recibir varios balazos y un tajo con un bistur no les
hara nada. Saba que tena que daarles el cerebro (en la base, el cerebro reptiliano,
es lo nico que debe quedar funcionando). Un golpe preciso en la base de la nuca,
que es la parte ms blanda, sera lo ms conveniente.
Encontr un hacha colgada en el cuarto de calderas, entre el matafuego y la
manguera para incendios. Era compacta, no pesaba tanto.
En alguna que otra habitacin, encontr algn rezagado. El primero era un
hombre mayor, que estaba atado con correas a la cama, la cabeza suelta y tirando
mordiscones al aire. Hice la prueba, lo golpe y qued inerte en el acto. Hubo tres ms:
en el stano, en un pasillo y en la cochera. Fue difcil, pero despus del primero tom
coraje y ya no pens ms.
El problema era la comida, que en algn momento se me iba terminar, y no
faltaba mucho. Y cmo hacer para salir de ah. Simplemente, no me vea con vida
ms de una semana ms. Ah fue cuando apareci Eduardo. Tambin vena con
hambre. Tambin se mova sin hacer ruido, como yo. Me asust. Casi le doy un
hachazo. Por aparecer de golpe y por su aspecto. Deba hacer un mes que no se
77

baaba. Me pidi un poco de comida y quedarse conmigo hasta recuperar fuerzas.

Me prometi que despus me ayudara a escapar y a buscar un grupo ms grande.
Fue amable y dcil los primeros tres das. Me cont que vena de Totoral, que
haba estado escondido en una casa, con un grupo del trabajo. Que haban sido
atacados una noche y que haba alcanzado a sobrevivir porque corra ms rpido.
Me pareci que se contradecan algunas cosas, pero pens que estaba muy cansado.
Cuando hubo descansado y recuperado fuerzas, empezamos a prepararnos
para huir de la clnica sin ser notados por los resucitados. Habamos quedado en que
l buscara por todo el edificio uno o dos bolsos que pudieran ser de utilidad para
llevar vveres y agua. Yo sala de la ducha, tena la toalla en la cabeza y se me haba
bajado un poco. Tante en la oscuridad para buscar el bulto con mi ropa pero no
estaba. Cuando sal al pasillo, me agarr por la espalda, tapndome la boca, y me
llev al refugio, arriba. Me amordaz y at con cinta de embalaje. Despus, me viol.
Me dijo cosas horribles, que sera su esclava y que cuando se cansara de m
me comera. Que el resto se lo dejara a los fiambres de afuera. Que haca tiempo
haba aprendido a no ser notado por ellos. As estuvo todo el da hasta que se
durmi. Con toda la paciencia del mundo, pude aflojar las cintas. Haba transpirado
tanto que no fue tan imposible. No iba a poder irme sin que despierte y me haga ms
dao. Tena decidido matarlo. Tom el hacha y fui hasta donde dorma, pero estaba
entumecida de tanto estar atada y sin querer pate una lata que haba en el piso.
Eduardo despert y se puso como loco. Le di un hachazo con todas mis fuerzas y me
esquiv. Jadeaba, se rea y me deca que se lo pona divertido. Lo persegu por todo
el depsito hasta arrinconarlo contra una pila de cajas. Logr pegarle con el revs del
hacha en la mejilla y eso lo hizo caer, atontado. Le iba a dar en medio de la cabeza
pero se me ocurri algo que le hara peor.
Le at las manos y pies con cinta, como l haba hecho conmigo. Despus, fui
por una botella de soda custica, la ech en un balde y le agregu agua. Lo dej en
el piso cerca de l. Luego me puse unos guantes y un barbijo, lo tom de los pelos y
lo sumerg varias veces en el balde. Se despert, grit, se desmay, se despert de
nuevo y volvi a desmayarse. Me detuve a tiempo como para que quede vivo. Pero le
di

lo suficiente como para que quede muy mal. Despus, agarr un palo de escoba

y lo golpe hasta que no me dieron ms las fuerzas. Y lo dej ah.

Cuando ya haba conseguido escapar de la clnica y del pueblo, viajando a pie
campo traviesa, me alcanz. Me cort la lengua con un cuchillo al rojo vivo, para
desquitarse de lo que le haba hecho en la cara. Y prometi hacerme cosas peores.
Estaba por ejecutarme y comerme cuando te vio armando una trampa y cambi sus
78

planes inmediatos. Se dedic a observar y observar. Secuestr tu equipaje y tu perra

para atraerte. As fue como nos encontramos. Creo que ustedes ya se conocan.
Te cuento todo esto para que entiendas lo que voy a hacer y por qu. A ese hijo
de puta lo vi merodeando el campamento las ltimas dos noches. Los soldaditos son
unos boludos cuadrados y no creo que lo vean. Si mi plan sale bien, estaremos a
salvo y lejos de ellos dentro de muy poco. Si no, quiero que sepas que mi
agradecimiento para con vos es inmenso y que ca intentando hacer por vos lo
mismo que hiciste por m. Que mis palabras te acompaen en el viaje hacia tu amigo
Rodrigo si yo no puedo hacerlo en persona.

Domingo, 9 de septiembre

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com Rodrigo:

Mi plan funcion. Por ahora. Dos noches me tom decidir todo. Fue gracias a
esa basura de Eduardo que se dio vuelta todo. Lo vi merodeando el campamento de
los hombres de Iturriaga. Poda espiar todo el da sin moverse. Pero yo tambin.
Primero me asegur la morfina y despus los explosivos. Tuve que robar la
suficiente como para todo el viaje. Sal al monte por la noche. No fue tan difcil dado
que no me haba visto. Lo golpe en la cabeza y lo traje para el campamento (algn
da, con tiempo, les contar cmo hice para lograrlo sin ser vista). A primera hora de la
maana pude ingresarlo en la enfermera, dentro de un carrito, cubierto con una
sbana.
Volver a Rubn fue difcil pero posible gracias a la distraccin que organic:
vol un tanque de combustible, cerca del polvorn. Se pusieron todos como locos y
eso me dio el tiempo suficiente para el intercambio.
Eduardo tena la misma contextura fsica que Rubn, as que slo me qued
el trabajo de quitarle la piel de la cara con un bistur e inyectarle suficiente morfina
como para que no despertara por una semana. Cuando lo descubrieran, en ese
estado, le haran muchas preguntas. Nunca va a poder escapar de ah. Me llev su
cara en una bolsa, para que los soldados no la encuentren.
Y mientras ellos pierden el tiempo interrogando a ese hijo de puta chiflado,
nosotros seguiremos marcha hasta donde estn ustedes. Llevo suficiente morfina
como para que Rubn pueda aguantar el viaje sin sufrir mucho. Camina tambaleante
y est conciente de que cada vez falta menos para estar a salvo.
79

Estamos cerca de Jess Mara. Hice parte del camino en una moto, pero el
combustible se acab y es mejor moverse en silencio. Por los soldados y por los
muertos.
No me reprocho nada de lo que tuve que hacer. Eduardo fue culpable de la
muerte de todo el grupo de Rubn, all en Totoral. A m me mutil y me tortur todo lo
que pudo. Los soldados le darn su merecido.
Hace una hora nos sali a cruce de camino un resucitado. Es el primero que
dejamos atrs sin partirle la cabeza. No nos sigui porque se qued mascando lo que
era la cara de Eduardo.
Necesitamos que ms adelante enven alguien a que nos busque. No estoy
segura de que podamos hacer la totalidad del camino hasta donde estn ustedes.
Por favor, contesten. Rubn los nombra a cada rato. Parece que eso es lo
nico que lo hace seguir adelante sin caer.
Luca.

Lunes, 17 de septiembre (I)

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com

Hay algo muy importante que me olvid de contarles. Mientras robaba los
explosivos y las armas, escuch una conversacin entre Larramendy y el general
Iturriaga. Hablaron algo de darle va al Operativo Nuestra Seora de Lujn. No se
concretamente de qu se trata, pero lo poco que escuch tiene que ver con coordinar
varias clulas en torno a una ciudad. Pero no puedo darme cuenta de si hablan de
Crdoba, Carlos Paz o alguna otra. Iturriaga dijo algo de la lluvia de fuego de Sodoma
y Gomorra. Estaba muy excitado cuando se expresaba, como si estuviera hablando
con dos mil personas y no con una. Larramendy tambin estaba nervioso, ansioso,
no s. No me gusta nada. Tengan cuidado. Avisen a los del ejrcito. Vimos el
Hrcules trasladndose hacia el Sudeste.
Vi y sufr muchas cosas en estos meses. Crea que haba tenido miedo. Pero
despus de escuchar hablar a Iturriaga me doy cuenta de que nunca tuve miedo
antes. Nunca tuve miedo. Ahora lo tengo. Mucho.
Rodrigo, Anabella o quien sea que est del otro lado, por favor, respondan
este mensaje.
Luca.
80

Lunes, 17 de septiembre (II)

De: comandanciaear@gmail.com
Para: comandodereorganizacionnorte@gmail.com Estimado Coronel Bordone:
Dispone de un plazo de diez das para entregarnos al sacerdote Anselmo
Castro. Sugiero obedezca a mi rango sin cuestionar. No suee con negociar. No
repetir la peticin.
Le doy un consejo como camarada y superior, relea Mateo captulo 13,
versculo 43:"Entonces los justos resplandecern como el sol en el reino de su Padre:
el que tiene odos para ir, oiga."
Dios guarde a usted.
General Lzaro Iturriaga, Comandante en Jefe del Ejercito Argentino de
Reconstruccin.

Martes, 18 de septiembre

De: anabel@gmail.com
Para: rubencastillo@gmail.com Luca:
Lamento no poder presentarme ni preguntarte mucho sobre Rubn o sobre
vos. No podemos rescatarte, el ataque de los hombres de Iturriaga es inminente. El
cura que estaba ac (no s si Rubn te cont la composicin de nuestro grupo)
delat nuestra posicin y quien sabe qu ms. Lo nico que puedo decir es que el
camino entre Jess Mara y La Cumbre parece estar limpio. Si vas por ah y el
combate no nos deja fuera de juego, podramos buscarte en ese camino, pero no
puedo prometerlo. Lo siento, lo siento mucho.
Espero que estn bien, y jur hacer todo lo posible por buscarlos. Rodrigo.

Mircoles, 19 de septiembre
81

De:comandodeorganizacionnorte@gmail.com Para: comandanciaear@gmail.com

General (R) Lzaro Iturriaga:
Le sugiero que deponga su actitud y se entregue ante m en localizacin que
le ser informada en breve. Su rendicin incondicional le permitir mantener las
distinciones y condecoraciones que le corresponden. Relea la constitucin. Nuestro
gobierno sigue en funcionamiento y la humanidad ha asumido en conjunto la defensa y
reorganizacin de los sobrevivientes. La lnea de rango del ejercito tiene al general
Surez como cabeza de las FFAA y al doctor Lebrero como Comandante en Jefe.
Ese es el rango al que debe obediencia.
Las coordenadas de la deposicin de armas de sus tropas le sern
entregadas en 72 horas.
Atantamente: Coronel Bordone.
Comando de Reorganizacin Norte. FFAA.

82

SEXTA PARTE: PEQUEAS HISTORIAS

Viegrad, fines de julio de 1995

Haca un fro que dola.

Los canadienses haban cado en manos de los francotiradores serbios. Un
cuerpo de soldados argentinos tena el encargo de custodiar el puente Mehmed Paa
Sokolovi sobre el Drina. De este lado, Serbia. Al otro lado, la frontera de Bosnia.
Las rdenes de la ONU haban sido precisas: custodiar el puente y evitar que
sea cruzado por tropas o por civiles.
El general Iturriaga, al mando del Cuerpo de Cascos Azules argentinos
enviados por el presidente Menem, estaba al tanto del encontronazo que haban
tenido sus pares holandeses con el general Ratko Mladi y no quera caer en una
situacin similar. El comandante a cargo de los Cascos Azules neerlandeses,
Thomas Karreman, haba acatado las rdenes de la OTAN de disparar a las tropas
serbias subordinadas al gobierno de Radovan Karadzic. Este ltimo, en su nostalgia
por la unidad paneslava alcanzada durante la Yugoslavia de Tito, se haba
obsesionado con la limpieza tnica de todo elemento musulmn en los Balcanes ya
que segn l los infieles se haban constituido en una amenaza separatista. El
general Mladi se haba convertido en su feroz ejecutor. Temido y odiado por todo
aquel que no fuera serbio, su ferocidad se haba incrementado hasta lo indecible
despus de que su hija Ana se quitase la vida, el ao anterior, a causa de un artculo
en una revista que describa a su padre como el mayor genocida europeo desde la
Segunda Guerra Mundial.
En el fondo, Iturriaga senta simpata y admiracin por ese sencillo hombre de
las montaas que haba ingresado al ejrcito a los quince aos. El padre de Mladi
haba sido asesinado por los ustashi croatas aliados a los nazis cuando l tena
apenas dos aos. Era totalmente entendible que el general serbio odiara a los
enemigos de su patria. Especialmente a esos perros musulmanes, infieles,
seguidores de una doctrina fantica que causaba la divisin entre hermanos por
seguir los preceptos de un profeta loco. Por momentos, el general Lzaro Iturriaga
senta hasta algo de envidia por ese hombre que haba tenido la oportunidad de
83

concretar una tarea que a l mismo le hubiese gustado realizar en su propio pas.
Aunque algo hizo en los 70, no era lo mismo. Era joven en ese entonces. Y ya por
esos aos a diferencia de la mayora de sus camaradas y superiores tena plena
conciencia de que el enemigo estaba en el extranjero, el diferente, el infiel. Los
jvenes de izquierda argentinos no necesitaban ser combatidos ni reprimidos. En el
fondo, todo argentino era peronista, conservador y de derecha. Era cuestin de
dejarlos crecer, los aos y las responsabilidades los haran suceder a sus padres
abogados, mdicos, contadores, empresarios.
Prefera pasar los das de descanso en la base, escuchando msica o leyendo
libros de historia. A pesar de ser un amante de la vida militar, a Iturriaga le resultaban
deprimentes esos poblados destruidos por siglos y siglos de conflictos internos.
Tampoco se llevaba bien con ese clima hmedo y fro, gris a perpetuidad. Por
momentos, se senta un imbcil completo por estar participando en una guerra ajena,
como mediador de paz entre ortodoxos y musulmanes, siendo l mismo un catlico
ferviente bajo las rdenes de un presidente musulmn. Aguantar, ese era su lema.
Algn da llegara esa gloriosa coyuntura histrica que permitira a los guerreros de la
verdadera fe, a los templarios de alma, poner las cosas en orden, como Dios manda.
Hoy haba recibido un comunicado de parte del mismsimo general Mladi; lo
instaba a darle apoyo en el puente Mehmed Paa Sokolovi, el mismo que les tocaba
custodiar. Dos centenares de civiles bosnios-musulmanes huan en esa direccin
buscando ayuda en las bases de la ONU. Existan probadas razones para pensar
que habra un guerrillero infiltrado leal al lder musulmn Naser Ori. Lo que el colega
serbio estaba pidiendo era que les diera una clida recibida, que es como se deca en
la jerga del momento. En su paso por las aldeas serbias, Iturriaga haba sido testigo
de los estragos que haban causado las tropas de Ori entre los civiles.

El capitn Bordone no haba dormido bien, pero la voluntad de obediencia y

disciplina compensaban la falta de descanso. No se trataba del fro ni del sonido de los
disparos y bombardeos. Se trataba de Ana y Nataa. Venan todos los das a la base.
Haban nacido en Viegrad, del lado Bosnio, pero vivan en campamento de
refugiados, no muy lejos de la base situada en la orilla serbia. Ana tena doce aos y
Nataa, ocho. Haban perdido a su padre haca poco ms de un mes y lo extraaban
mucho. Bordone les regalaba su racin de chocolate argentino. Todas las maanas
pasaban a verlo y l les enseaba a tomar mate. Haba sido el da anterior que Ana le
haba regalado un pauelo con flores de amapola bordadas por ella. Se despidieron
igual que todos los das. Iban caminando de la mano. Pisaron una mina y volaron en
84

pedazos. No haba madre a quien consolar porque sta haba sido muerta por error
por un francotirador, tiempo antes. Bordone no pudo demostrar congoja. Un hombre
comandado por el general Lzaro Iturriaga no deba quebrarse en pblico porque
desmoralizaba al resto de la tropa. Haba aprendido a no llorar el da aquel en que
encontraron esa escuela con doce chicos serbios sentados en sus pupitres, muertos.
Los guerrilleros croatas les haban partido la cabeza a mazazos para que no crecieran,
para que no se convirtieran en soldados. No haba llorado porque no los conoca.
Como tampoco haba llorado con la anciana que haba sido violada por bosnios
musulmanes, hombres que a su vez haban perdido a sus hijas y madres a manos de
serbios ortodoxos. Haba sido entrenado para un combate regular soldado contra
soldado y de pronto tuvo que enfrentarse a una realidad en la que la mayora de los
cados eran ancianos, mujeres y nios. En Biela no encontr un solo hombre joven
porque se los haban llevado a todos a combatir. Esta gente golpeada por la crudeza
de la guerra lo miraba con ojos carentes de vida. Los chicos que se cruzaba como
Ana, como Nataa le preguntaban si esto alguna vez terminara, si en Argentina
tambin era as. Y Bordone les regalaba una revista de farndula para que sepan que
exista un lugar del mundo en donde la mxima preocupacin de la poblacin civil era
la antigedad del apellido, a qu parte del Caribe iba a veranear la familia, el prestigio
de los vnculos sociales o la marca de las zapatillas deportivas que llevaban puestas.
Los chicos hojeaban las revistas con el asombro que Bordone tendra si hojease una
revista sobre la vida en Jpiter.
Bordone evitaba hablar con los adultos porque al poco de empezada la
conversacin, tendan al desvaro. Demasiado horror. Demasiada sangre. l mismo
estaba perdiendo la fe de su infancia. Cada da miraba con ms extraeza las
oraciones matutinas de sus camaradas de cuerpo. Jams se animara a hablar de
esto con alguien. No por temor, ya que eso era algo que haba perdido apenas llegar,
el da que su compaero de guardia recibi un proyectil de mortero en pleno trax, en
el momento en que l lo haba dejado solo para ir al bao. Jams hablara de su
prdida de fe con alguien de la base porque estaban todos trastornados con ese tema.
Mi general, se avecina un centenar de personas. Estn llegando al puente.
Son refugiados civiles, llevan atados con pertenencias. En su mayora son mujeres
con nios. Algunos ancianos. Pocos hombres adultos.
Prepare la artillera. No los dejaremos pasar.
Seor
Dgale a Kristjan que tome el megfono y les advierta que no crucen. Deben
detenerse y quedarse donde estn. No pierda el tiempo, Larramendy.
85

Los soldados, sin entender muy bien, haban apostado sus armas en el primer
tercio del puente construido en 1577 por el arquitecto otomano Sinan. El capitn
Bordone pidi hablar con el general Iturriaga en privado. Cinco minutos.
Le doy el tiempo que dure su cigarrillo para hablar. Se avecinan musulmanes.
De eso quera hablarle, mi general. Son civiles, y no todos son musulmanes.
Hemos sido notificados de que elementos guerrilleros infiltrados intentarn
apoderarse de vveres y armas de la base. No podemos darnos el lujo de dejarlos
llegar.
Mi general, esa gente slo tiene hambre. Mrelos, caminan despacio. Tienen
chicos. Chicos!
No discuta las rdenes, Bordone. A esta altura debera ponerlo en el cepo por
desacato, pero no hay tiempo.
General, usted es un hombre de fe.
Y estos son enemigos de la fe. Tome este rifle.
Pero
Sin peros, camine delante de todos.
El general march detrs de Bordone, empujndolo con el cao de su 9
milmetros en la nuca. Lo hizo colocarse delante de todos los dems.
A la cuenta de tres, disparamos!
Bordone sinti que sus ojos y mejillas se congelaban. Estaba llorando.
No sea maricn, Bordone. Ya lo dijo Patton: Un ejrcito es un equipo. Vive,
come, duerme y lucha como un equipo. El cuento de la individualidad slo es un
montn de mierda". Si no lo veo disparando, le disparar.

Unos aos ms tarde, Bordone no se avergonzara de las lgrimas vertidas en

los Balcanes, sino de cmo apret el gatillo de su fusil automtico mientras cerraba los
ojos y gritaba hasta no escuchar nada ms que su grito en medio de la balacera. El
viento se llev ese concierto de gritos, balazos, huesos y carne salpicados por plomo.
Pero no se llev el recuerdo. Bordone logr llevar a juicio al general Iturriaga, a la
Corte de La Haya. Pero el entonces presidente Carlos Sal Menem intercedi a favor
de Iturriaga, movi contactos internacionales y logr que lo absolvieran del cargo de
genocidio y crmenes de guerra. Bordone no desconoca los vnculos de Iturriaga con
la logia P-2 y el Vaticano, as como tampoco le cost mucho asociar las palabras
clave: Menem- Armas-Croacia-Iturriaga. Apenas se pudo lograr que Iturriaga pasara
a retiro. ste le jur a Bordone que pagara cara esa traicin.
Desde aquel entonces, Iturriaga pas a la historia como el general argentino
86

responsable de la Segunda Masacre de Viegrad, ya que los civiles muertos eran

oriundos de ah. La Primera Masacre, de 1992, haba estado en manos del propio
Mladi.

Rubn
No es lo ms rico que hay, pero te da bocha de energa, vas a ver.
Rubn colg de un alambre la lata de viandada. Encendi un fuego pequeo
debajo de ella.
Por algo los milicos se la pasan comiendo esta gilada. Amontonaba unas
piedras alrededor del fuego
Es ricaza, pero cuando la coms muy seguido te termina asqueando.
Luca sonri y le dio un trago a la bota de cuero que haban llenado con grapa.
Tosi un poco. Se dio un golpe corto en el pecho con el puo cerrado. Despus se la
alcanz a Rubn. Este le dio un trago largo, la tap y la dej a un costado. Abri otra
lata y le dio de comer a la perra, que le lami la mano, agradecida.
A la Maika le encanta. Fue buena idea choriarte las latas. Tenemos como
para una semana, che.
Sac la lata del fuego y la puso sobre una piedra. Se sentaron sobre un tronco
y empezaron a comer usando por turnos el nico tenedor. Despus de un rato, Luca
le dio el tenedor haciendo con la mano izquierda el gesto de suficiente.
Te llenaste?
Ella se corri el pelo rubio de la cara y asinti dos veces con la cabeza sin
dejar de mirarlo. Rubn se encogi de hombros y sigui comiendo. Paseaba su nico
ojo por el firmamento, entalcado de estrellas, ntido y brillante sobre el fondo azul
negro del cielo. No haca fro. Luca tom la bota y le dio dos tragos. Rubn termin
de comer, coloc las mochilas contra el tronco y se reclin hacia atrs. Ella suspir
mientras jugaba con un palito contra el piso.
Linda noche, no? Ella asinti y sonri.
Parece mentira todo O sea, estamos ac y est todo tranqui y parece que
no hubiera pasado nada, que te toms un bondi a la ciudad y va a estar todo bien. Y
hace casi un ao que se fue todo a la mierda.
La chica acariciaba la cabeza de la Maika, que estaba recostada a su lado. Con
el palito escribi en un pequeo sector de tierra en el piso: S, es cierto. Ya no
87

tenemos que renegar con los hijos de puta del banco ni con trmites pelotudos y esas
cosas. Por ah me acuerdo de los muchachos y me gustara saber que estn bien. O
que palmaron, pero que no andan por ah caminando y mordiendo, viste? Pero qu
se yo, mejor ni pensar. Mejor ni pensar. Luego sonri y acarici la cara de Rubn.
Sonri y lo abraz. l la abraz y se qued en silencio por un momento. Ella le oli el
cuello. Rubn se apart un poquito para mirarla y fue entonces que Luca lo bes con
suavidad, en la boca. Luego, con ms fuerza. El se qued quieto un momento y luego
le corri la cara y la abraz con fuerza. Luca no entenda. Rubn suspir hondo.
La ltima persona que me bes fue mi mujer. Ella se apart y lo mir con
extraeza.
Fue como un ao antes de todo el quilombo este de los muertos.
Ella le puso una mano en el pecho y lo mir con dulzura y firmeza. Con la otra
mano hizo un gesto, indicando que no tena obligacin de hacer o decir nada. l le
palme despacito la mano y sonri a medias.
Quedate tranqui, est todo bien. Est todo ms que bien con vos, petisa. El da
que yo est mal, voy a estar pisando cadveres, je.
Luca le alcanz la bota y se acomod cerca, pero enfrentada a l. Maika,
echada de costado en el piso y con los ojos cerrados, pateaba suavemente al aire, en
medio de algn sueo. Rubn la acarici con un dedo, muy despacio, detrs de la
oreja.
-Si sta duerme as es porque no tenemos ni un podrido a kilmetros a la
redonda. Podemos charlar y escabiar tranquilos por una vez en la puta vida.
Ella le clav los ojos. Rubn mir a un costado y la volvi a mirar. Pestae
un poco.
Yo me haba quedado sin laburo. Tenamos una nena de ocho aos.
Entonces tuve que agarrar cualquier cosa para que no les falte nada, ni a la Naty ni a
la Beln. Antes, yo laburaba en Iveco, pintando camiones. Y antes de eso haba
hecho de todo, as que maa no me faltaba para el laburo. No fui a la universidad,
pero saba hacer de todo. La Naty laburaba en un sper, de repositora, pero no
alcanzaba. Tenamos que pagar el alquiler y estbamos juntando para edificar en un
terrenito en La Calera. Juntbamos pesito sobre pesito en una caja, porque ni en
pedo metamos en un banco. Yo estaba de da haciendo electricidad en la obra, ah,
en Nueva Crdoba. Pero no me llamaban siempre, as que de noche estaba de
seguridad. Una vuelta, tuve un da entero afuera y como que no tuve noticias de mi
mujer en todo el da. Le mandaba mensajitos y nada. Me empec a preocupar.
Cuando volv a casa, en barrio Las Violetas, estaba lleno de vecinos y canas en la
88

puerta
Hizo una pausa larga y mir para un costado.
Nos haban entrado a choriar. La Naty estaba con Beln en casa y les haban
entrado unos pendejos con caos a pedirles plata. Ella se la debe haber dado porque la
casa no estaba revuelta. Pero parece que queran algo ms y ah se pudri todo.
Segn lo que me cont el oficial a cargo, haba rastros de pelea y sangre de ms de
una persona. La haban querido violar era una mina muy linda, mi mujer muy linda
mina era Y se defendi con un tramontina. Parece que se las puso difcil y les
pegaron un tiro a la nena y a ella. Se murieron antes de que llegara la ambulancia.
Luca lo miraba, petrificada. Rubn suspir hondo dos o tres veces. Miraba por
detrs de ella, al pasado.
Lo peor de todo es que se dieron cuenta porque en el barrio vean que yo
nunca haca un asado, no gastaba en gilada, nunca un porrn, no tena DirecTV,
andaba con celular viejo Se pensaron que yo tena mucha guita en la casa y
hablaban. Unos pendejos faloperos del barrio, que estaban al pedo, o andaban
desesperados por comprarse un papel, tuvieron la genial idea de meterse en mi casa
y cagarme la vida para siempre. Pero ella los haba lastimado, y me puse a averiguar,
porque tenan que ser de la zona, de eso estaba seguro. Me puse a averiguar. Los
termin buscando uno por uno eran tres. Los hice recagar y los dej marcados. Con
un tramontina parecido al que us la Naty les escrach la frente, les escrib VIOLIN,
les cort tanto que no se lo van a poder borrar ms, y les romp un par de huesos con
una barra de metal que llevaba siempre debajo del asiento del auto. Esos pendejos
de mierda no van a joder nunca ms a nadie. Y si caen en cana, con el cartel que
llevan en la frente, no van a durar ni dos das.
Miraba distradamente el cielo, a Luca, a la Maika, al piso. Y continu.
No tuve historia con la cana porque, despus de eso, nadie se anim a
denunciarme con la polica en el barrio. Aunque yo saba que era cuestin de tiempo,
hasta que juntaran valor. Algn primo, algn amigo de por ah vos viste cmo es
esto. Ya no tena nada que hacer ah. Agarr y vend lo poco que tena y me fui para
Totoral. Tena un conocido ah que laburaba con panificadora propia. Sabamos ir a
cazar y pescar juntos cuando ramos pendejos. Me fui con el auto y con lo puesto
para all y le dije de laburar con l. El loco me hizo la onda y yo me encargaba de
distribuirle el pan en la zona y por los pueblos vecinos. Llevaba como un ao con eso y
despus pas lo que pas.
Le dio un trago corto a la bota y agreg:
El ltimo beso que me dieron me lo dio la Naty ese da, cuando sal para el
89

laburo.
Luca tena los ojos hmedos. Le acarici la cara curtida por la tristeza. Rubn,
a su vez, le tom la cara entre las manos y la acerc un poco.
Vos y la Maika son lo nico que tengo ahora, sabs? Y no me gustara que
les pase nada.
Ella se alej lo suficiente como para que se pueda ver bien su cara. Seal
con un dedo sus labios y dijo te quiero en silencio. Rubn la bes con firmeza y
suavidad. Maika gimi. Se separaron con brusquedad.
Pero, la puta madre!
Frente a ellos, a diez pasos de distancia, haba un chico. Habr tenido
diecisis aos al momento de morir. Vesta una remera harapienta y un jean sucio. Iba
descalzo. El pelo era una sola costra de sangre, tierra, mugre y larvas. Los miraba sin
mirar y se acercaba con lentitud pero sin detenerse. Boqueaba como si le faltase el
aire. Rubn levant una piedra grande que haba cerca de ellos. Deba pesar diez
kilos. Le hizo seas a Luca para que se fuera detrs de l.
Fijate si hay otros.
Levant la piedra por encima de su cabeza. Esper a que el muchacho
estuviera lo suficientemente cerca y la solt con toda su fuerza sobre la cabeza de
ste. Un ruido a madera podrida cort el silencio de la noche. El chico cay al piso y
no volvi a moverse. Rubn se dio vuelta para mirar a Luca. sta le haca seas de
que no haba ningn otro. Rubn mir para todos lados y luego se acerc a ella. La
bes y le dijo:
Mejor aguantemos a llegar con Rodrigo. Ah parece que estn a salvo y se
puede dormir en paz. Te parece?
En respuesta, Luca se puso a guardar las pocas cosas que llevaban consigo
mientras Rubn apag el fuego echndole tierra encima.

Domingo, 23 de septiembre

De: comandanciaear@gmail.com Para: jaimelevrero@presidencia.gov.ar

Al Excelentsimo Sr. Presidente (provisional) de la Nacin Argentina, Jaime
Levrero:
Cumplo con informarle que nuestras gloriosas Fuerzas Armadas haciendo
honor a la tradicin sanmartiniana que las precede han cumplido con el sagrado
90

deber de defender nuestra patria de la invasin de enemigos una vez ms.

Luego de la cobarde retirada del ex presidente Mauricio Macri a Suiza y del
fallecimiento del Vicepresidente en funciones, Horacio Rodrguez Larreta, devorado
por los inicuos anarquistas que tomaron el pas a fuerza de sembrar el caos y el
canibalismo entre la poblacin civil, usted ha quedado a cargo de la investidura
presidencial de todos los argentinos. Como actual Comandante en Jefe de las FFAA,
apelo a su patriotismo y a su sentido del honor para que tenga a bien recomendar al
coronel Bordone su rendicin y subordinacin a nuestras fuerzas para poder acelerar
los resultados de esta guerra infame.
Hemos liberado numerosos poblados de la provincia de Crdoba que, ante la
prdida completa de Buenos Aires, irrecuperable despus de las primeras semanas
del desastre, ser la nueva Capital de nuestro Territorio Nacional. Tenga a bien
enviarme

un salvoconducto

firmado

de

su

puo

letra, con

los sellos

correspondientes, que asegure el completo respaldo y subordinacin por parte del

resto de los Poderes del Estado Nacional.
Es de suma importancia que los papeles no demoren ms de 72 horas a partir
de este momento. Tenemos conocimiento de la ubicacin precisa de usted y su
entorno ms cercano, en la Base de la Armada en Ushuaia.
De no contar con el apoyo correspondiente, se proceder a ordenar
sistemticamente el pas de norte a sur. Tiene la opcin de respaldar el Ejrcito
Argentino de Nuestra Seora de Lujn. En caso contrario, se le advierte deber
atenerse a las consecuencias.
No nos interesa si la amenaza procede del extranjero, de nuestras propias
FFAA o del mismsimo Infierno. Cualquier disidente que amenace el bienestar de los
argentinos ser combatido hasta su aniquilacin total. Sin excepcin.
Lea la Palabra, seor Presidente; est escrito en Apocalipsis, captulo 20,
versculos 5-6:
"Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurreccin; la
segunda muerte no tiene potestad en stos; antes sern sacerdotes de Dios y de
Cristo, y reinarn con l mil aos."
Dios lo guarde, atentamente: General Lzaro Iturriaga, FFAA.

Lunes, 24 de septiembre (I)

91

De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com Rodrigo:

Soy Rubn. Parece que falta poco para encontrarnos. Estoy un poco mejor.
Luca supo robarse todos los medicamentos necesarios y ya estoy parchado y
cicatrizado casi por completo. A esta altura, el da que te vea te voy a dar un abrazo
de oso, loco. Ustedes son y han sido la zanahoria delante del burro que me ayud a
sobrevivir todo este tiempo. Apareci Maika! Apenas salimos del radio del
campamento, se uni a nosotros. Estuvo esperndonos todo este tiempo. Esta perra
vale ms que muchas de las personas que todava quedan vivas en este puto
mundo. Estamos cerca de Jess Mara, vamos a tratar de llegar por el camino que
nos dijiste: Jess Mara-La Cumbre. Cuando estemos lo suficientemente cerca como
para calcular da y hora de llegada, te mando un mensaje. No quiero ser pesimista,
pero tenemos un par de muertos que nos andan siguiendo. Estn algo averiados, por
eso no creo que nos alcancen. Pero hay alguno que otro suelto por ah. Es mejor
moverse en silencio, sin disparar, porque eso los atrae.
Parece mentira, Rodrigo! Acabamos de ver una camioneta que viene para ac!
No podemos tener tanto orto! Despus te escribo.
Rubn.

(Horas ms tarde).
De: rubencastillo@gmail.com Para: anabel@gmail.com
Estamos complicados. Nos levant una camioneta con dos personas: un
presidiario y un travesti. Prometieron alcanzarnos hasta el camino Jess Mara-La
Cumbre, pero nos dimos cuenta de que nos estn llevando directamente para
Crdoba. Estn armados hasta los dientes y si bien no nos exigieron nada an, en
cualquier momento lo harn. Rubn est tratando de distraerlos, hablndoles de todo
lo que pas. No responden a ninguno de los militares. Parece que son parte de una
banda de presos fugados. Nos llevan para Crdoba. Para Crdoba Capital. No me
quiero imaginar qu hay all. No creo que podamos comunicarnos por mucho tiempo.
En cualquier momento se dan cuenta de que les estoy escribiendo. Envo esto antes
que me quiten el blackberry.
Luca.

El Arco
92

El camino vena despejado hasta el momento. Parece increble que hubiera tan
pocos cadveres en la ruta. Casi todos los que encontraron se pudran al sol, panza
arriba. Y a los que caminaban los esquivaban con facilidad. Viajaban en una Toyota
Hilux 4x4, doble cabina y con cajuela trasera. La camioneta estaba intervenida:
adelante y por los costados, tena soldadas unas astas filosas y ornamentadas con
un par de vueltas de alambre navaja; vidrios y puertas estaban protegidos por planchas
de alambre tejido, tambin soldadas. Ambos tripulantes tomaban mate con peperina.
Se nota que estos culiados estuvieron limpiando por ac, no, Trpano?
Sah, manga de gorreados. Ms vale que no los encontremos porque van a
cagar fuego.
Venan peinando las rutas asegurndose de que no hubiera uniformados de la
polica. El Cucuza, en Capital, haba ordenado ese trabajo para garantizar el dominio
de la zona. Al volante, un morocho grandote, musculoso. El pelo cortito, con motas.
La musculosa dejaba ver los brazos correosos decorados por tatuajes grises,
difuminados, hechos con tinta china. Llevaba dos tiras con balas largas cruzadas en
el pecho. El copiloto era un hombre alto y ms ancho an. Tena el pelo lacio,
aindiado, renegrido y brillante en las races, decolorado a un amarillo intenso en las
puntas. Llevaba lentes de sol y un buzo cangurito sobre el vestido liviano.
Y estos dos? No parecen de los hilachentos
Pero se los ve bastante hechos bosta.
Les hablemos, a ver qu ondina.
Frenaron a diez pasos de la pareja que les haca seas al costado del
camino.
Con ellos vena una perra. Pareca cruza de pastor alemn con perro de la calle.
-Qu onda, chori? Van para Crdoba?
El hombre un tipo cuarentn, alto, de pelo cortito y con entradas tena un
parche en el ojo, algunos vendajes y se apoyaba en el hombro de la chica. sta tena
la ropa sucia con sangre y tierra. Era rubia, de pelo ondulado, delgada y mucho ms
baja que l. Se miraron fugazmente y sonrieron al ocupante de la camioneta.
Parecan afiebrados bajo la luz de la tarde.
Hola s. No. Vamos para La Cumbre.
Suban, loco, se van a cagar de fro ah cuando se vaya el sol. Pas la perra
para la parte de atrs de la chata, se puede tapar con una lona.
El que conduca hablaba fuerte y rpido; costaba entenderle.
Gracias.
Son lo ms esos bichos, all tenemos una bocha y los re cuidamos. Sabs
93

la de veces que nos salvaron las papas?

El hombre sonro con un cansancio que parecan cien cansancios juntos. Se
ayudaron mutuamente a subir a la parte de atrs de la cabina.
-Soy la Jeni. Este otro es el Negro Trpano. Cmo se llaman? pregunt la
copiloto.
Rubn. Ella ella es Luca.
No seas tmida, nena, estamos entre amigos
No puede hablar.
-Ay, perdn, querido, qu mocazo el mo, je dijo, y luego se acomod el pelo
para atrs y luego coloc los lentes de sol como vincha. De dnde vienen?
De de ms al norte a campo traviesa viajamos por ah
Nosotros los vamos a llevar para Crdoba, saben? Est medio peligroso
andar a pie por ac. No es cierto, Trpano?
See No vieron ningn cobani de camino?
El Negro los miraba por el retrovisor. Posaba los ojos alternadamente en
Rubn, Luca y el camino que tena por delante. Una y otra vez.
No o sea ninguno vivo.
Y vos no sos cobani, vos?
Rubn trag saliva y le sostuvo la mirada al Negro Trpano. Jeni le gui un ojo.
No le den bolilla, es re ortiva, pobrecito. Dec que tiene la mejor puntera de
todo el grupo; si no, no lo traa ni loca, ja. Quieren unos mates?
Con disimulo, Rubn le pas su blackberry a Luca. Ella lo tom y empez a
escribir, tratando de no mirar la pantalla. Siempre lo tenan en silencio.
Nos atacaron un montn de veces Ya ni me acuerdo cmo mierda arranc
esto dijo Rubn. Trpano escupi por un hueco en la ventanilla y le clav los ojos.
Arranc desde el principio, cabeza.
Estaba en la estacin de servicio, en Totoral, esperando que me traigan un
cortado

***

Haba oscurecido. Cuando Rubn termin de contarles ms o menos cmo

haban llegado a donde llegaron, frenaron la camioneta. Trpano y Jeni se dieron
vuelta y encaonaron a Rubn y a Luca con sus respectivas 9 milmetros.
Dame ese telefonito, nena.
Luca mir a Rubn, a Trpano y a Jeni. Les entreg el telfono con una
94

lentitud exasperante.
As est mejor. Ahora vamos a hablar en serio. A dnde van?
Luca los miraba de forma desafiante. Rubn la abraz y con un gesto de
cansancio, volvi a hablar.
Esperbamos encontrarnos con un grupo de gente en Capilla del Monte. Hace
meses que tratamos de juntarnos con ellos. Nos pas de todo ya no tenemos
ganas de pelear. Queremos estar tranquilos
Ja... Y quin no? Sabs qu dara yo por seguir en el comedor, haciendo
la polenta y el locro para los pendejos de la villa?
Y ac tamos dijo Trpano; ac tamos, loco, hacindole el aguante a
la gente.
Rubn los mir con cara de no entender nada.
Al Trpano lo mandaron porque nunca falla un cuetazo. Por eso le dieron el
juguete para bajar cobanis.
AK-47 dijo el Trpano mientras se acariciaba las dos tiras que se cruzaban
en el pecho; lo tenemos debajo la lona. Por qu te cres que me dicen el Negro
Trpano? Porque te dejo la cola con vrtigo? Preguntale a la Jeni, si no.
Es porque deja huecos por todos lados y nada lo para, ja, ja, ja dijo la Jeni.
Luego se seal a s misma con la 9 milmetros. A m me mandaron porque fui la que
ms canas bolete desde que pas el quilombo.
Se puso como loca cuando se metieron con los chicos, los cobanis hijos de
mil putas.
Ratis hijos de puta, cuando se levantaron los muertos, en vez de defendernos,
queran cogerse a todos o dejaban zona liberada para que nos caguen morfando.
As les fue, tambin, manga de culiados, nos hicimos recagar unos cuantos
hasta que les cay la ficha que se tenan que tomar el palo de ah. La Jeni en
persona tir un subcomisario para que se lo coman los muertos delante de todos. Se
cagaron en la patas.
-Ni enterados, che Hace como un ao que ni pisamos la Docta les confes
Rubn y se qued mirndolos. Queramos llegar al campamento de La Cumbre
tenemos un amigo esperndonos.
Todo bien, choro, pero se vienen para Crdoba con nosotros a laburar. Hay
bocha de cosas para embrollar all y si tu amigo quiere verlos que los venga a buscar.
Despus de decir eso y viendo que la Maika raspaba el vidrio de atrs con la
pata, en seal de que se acercaban unos muertos, el Trpano se dio vuelta y arranc
la camioneta.
95

Demen los fierros les pidi la Jeni y los mir con expresin endurecida.
Ambos le dieron los revlveres que llevaban desde la huda del campamento. Ahora s
nos podemos relajar, ven? dijo la Jeni, sonri de nuevo, guard su 9 milmetros y
agreg Son calladitos ustedes dos, le van a gustar al Cucuza.

***

Los siguientes veinte minutos viajaron en silencio. Luca se durmi sobre el

hombro de Rubn. ste miraba por la ventanilla la negrura de la ruta. Ya no haba
luces por los costados como antes. Al final del camino, se vea una montaa de
chatarra. A medida que se fueron acercando, se dio cuenta de que la montaa era
como una especie de barricada hecha con autos, chapas, alambres, motos y
pedazos de aberturas. Se extenda hacia los costados hasta perderse en la
oscuridad. Sobre la barrera, unos diez metros ms arriba, haba unos adolescentes
armados, apuntando. Podan ser veinte como podan ser cincuenta. Las sombras
eran engaosas. Detrs de ellos, adornado con decenas y decenas de antorchas, se
vea el Arco de Crdoba.

Lunes, 24 de septiembre (I)

De:

poderejecutivo@presidencia.gov.ar

Para:

comandanciaear@gmail.com

General (R) Iturriaga:

Bien dice usted que sobre m recae la autoridad ejecutiva del pas. El Coronel
Bordone cumple rdenes directas firmadas por m en el carcter de Comandante en
Jefe de las FFAA. Recurdole que est usted en retiro y, por lo tanto, sin posicin de
mando. Las tropas que le obedecen deben deponer las armas o ponerse a
disposicin del Coronel Bordone.
Se respetarn rangos y cadenas de mando. La Repblica Argentina decidi
hace ms de tres dcadas dejar atrs las dictaduras y los golpes de estado. Eso no
ha cambiado ni siquiera en la situacin actual. Estese a derecho, le ser
recompensado.
No hay aqu lagunas constitucionales. El cargo recae en m como lo establece
la Ley de Acefala.
Dr. Jaime Levrero, Presidente de la Nacin.
96

SPTIMA PARTE:

SU ALIMENTO ES EL LODO

Una ladera nevada en pleno verano

Rodri, no vayas, decile a Bordone que no podes ir. Decile que estoy
embarazada dijo Anabella mirando a Rodrigo con una expresin desesperada.
No puedo, Anabella. Sabs que estoy a cargo de los civiles dijo, hacindole
una sonrisa mientras le tocaba la panza. Embarazada? De quin?
De quin sera, Rodri, no seas imbcil.
Rodrigo no crey conveniente decirle que no haban estado juntos y que por lo
tanto no podra estar embarazada.
Por qu no van los milicos, noms? Me voy a quedar viuda!
Viuda? dijo Rodrigo riendo.
Si, Rodri, te guste o no, vos te mors y yo soy tu viuda.
Rodrigo no dijo nada, divertido por la ocurrencia, aunque a decir verdad, eran
una pareja de hecho. Anabella haba logrado, a fuerza de obstinacin y firmeza, una
carpa para ellos dos. A veces lo esperaba con algo de comida caliente cuando l
volva de alguna excursin por los alrededores. Y a pesar de que se resista a tener
relaciones con Anabella, la cosa era cada vez ms difcil de soportar. Se haba
acostado con Miriam dos veces. Anabella lo saba, porque todos lo saban. Pero
jams se lo recrimin. Anabella no jugaba a la mujercita, haba hecho de esa carpa un
lugar clido, una morada, un descanso en medio de toda esa increble situacin en la
que estaban. Miriam tena razn, l no decida nada, era una pieza en juego entre las
dos mujeres y aunque Miriam se haba distanciado de l dicindole que era un
adolescente jugando al amante apocalptico y que ella no iba a jugar ese jueguito,
menos an con lo que les tocaba vivir, ambos se sentan muy cercanos.
Bueno, seora de Merlo, entender que su maridito no puede esquivar la
situacin. No puede y no quiere.
Sos un boludo! dijo Anabella y entr a la carpa.
Rodrigo se sinti mal y fue tras ella. Anabella lloraba en silencio, ms enojada
97

que triste.
Entend, Anabella, no puedo dejar de ir, me sentira muy mal quedndome.
No me va a pasar nada. Voy a volver, siempre vuelvo. O no?
S, a veces en camilla, pero volvs dijo Anabella sonriendo.
Ahora voy a ver a Bordone y a la vuelta podemos ir al dique. A la casita de
piedra. Quers?
Bueno. Te espero ac.
Rodrigo la bes, sinti cmo Anabella se relajaba durante el beso. No quera
decirlo, no deba decirlo, pero estaba enamorado de esa mujercita. Mujercita?, cada
vez pensaba ms que Miriam tena razn. Anabella era una roca. Aunque pareciera lo
contrario, era Rodrigo quien se apoyaba en ella, era l quin ms la necesitaba.
Sali de la carpa y se encontr con Cristian, que iba a buscarlo.
Te busca Bordone, loco.
Cristian, qu hacs? Ah voy, pero antes quiero hablar con vos.
S, Rodrigo, qu pasa, loco?
Prometeme que vas a cuidar a Anabella.
De una, loco. Y cuidau con los hilachentos.
Si, parece eso dijo Rodrigo, empezando a sonrer, y, poniendo su brazo
derecho sobre el hombro de Cristian, comenz a caminar hacia la casa.
Bordone slo quera certificar los nombres y las caractersticas de los dos
milicianos que Rodrigo haba elegido para viajar a Crdoba. Despus pas por la
carpa de suministros, sac su chaleco antibalas, un vino tinto y una generosa rodaja
de queso cscara colorada. Bordone concedi un pequeo agasajo para los que iban
a Crdoba, pero Rodrigo eligi llevarse las cosas e ir con Anabella a la pequea casita
de piedra que quedaba junto al dique.
Anabella sali de la carpa antes de que Rodrigo llegara y ni bien tir dentro el
chaleco antibalas, salieron hacia el dique. Caminaron de la mano y en silencio,
Rodrigo se senta agradecido por estar all, sin muertos caminando a varios
kilmetros a la redonda y llevando de la mano a una rubiecita hermosa que lo miraba
con una mezcla de cario y picarda irresistibles.
La casita no era ms que unas paredes de piedra y una chapa haciendo las
veces de techo. Anabella puso en el suelo un mantel a cuadros azul y blanco, y arriba
el queso, un cuchillo y la botella de vino.
De dnde sacaste eso?
Es de doa Clara. Lo saque cuando fui a buscar el sacacorchos. Es lindo.
Si, muy. Supongo que vale la pena por haberte olvidado las copas.
98

Bueno, perdn. Lo vi y me olvide de los vasos. Tomamos del pico.

Ok.Rodrigo abri el vino y dej un momento que se aireara, despus tomo un
largo trago.
Exquisito dijo.
Dame.
Despacito.
Ay, Rodri, ya no soy una nena.
Ya s, digo despacito para que no te manches la remera.
Anabella levant la botella tanto que un chorro de vino se escap, corri por su
cuello y le manch la remera.
Viste? dijo Rodrigo divertido. Se acerc y tomndola de la cintura la bes.
Anabella se sac la remera, y empez a desabotonar la camisa de Rodrigo.
Est vez, l no la detuvo y, atrayndola hacia l, desabrocho el corpio con una sola
mano.
Bien dijo Anabella riendo.
Rodrigo se aparto para sacarse la camisa y vio el torso desnudo de Anabella,
perfecto, torneado y firme. Volvi a atraerla contra l y suavemente tom sus senos
con sus manos. Anabella respiraba entrecortadamente, excitada. Mientras Rodrigo
besaba su cuello y sus hombros, ella se desnud por completo. Despus busco el
cinturn de Rodrigo y lo abri, desabotonando los primeros botones del pantaln
verde oliva. Rodrigo tom sus manos y la llev hacia el mantel, ponindola de
espaldas. Iba a ubicarse entre sus piernas pero Anabella se incorpor y suavemente
hizo que Rodrigo se recostara y subi sobre l.
Pero no sos?
Ay, Rodri, no. Me gusta as.
Rodrigo pas sus manos por las piernas de Anabella para despus tomarla
por la cintura. Su mano izquierda sigui hacia arriba, recorri el cuello y, tomndole la
cara en una caricia, la penetr. El suspiro de Anabella lo llen de placer. Ella sobre
l, era como ver una ladera nevada en una montaa cuando en el valle despertaba el
verano ms caluroso. Irreal.
Se quedaron dormidos. Desnudos sobre el mantel azul y blanco. Despertaron
cuando el sol empezaba a esconderse y se vistieron. No hablaron mucho, comieron,
se besaron y volvieron al campamento de la mano. Faltaban doce horas para partir.

99

Mircoles, 26 de septiembre

De: anabel@gmail.com
Para: rubencastillo@gmail.com Rubn, Luca:
No creo que pueda comunicarme en algn tiempo. Estamos siendo
movilizados a Crdoba, aunque la mayora se queda en Capilla del Monte. Bordone
me orden que elija a los mejores tiradores de entre los sobrevivientes civiles y nos
suministr rifles de precisin. Eleg a dos, ambos estaban en el laberinto de Los Cocos
cuando me hirieron y rescataron; no pude contarte sobre todos ellos. Eleg a Ariel y a
Florencia, una mina que tiene una puntera del carajo; no sabes cmo baja podridos.
Desconozco el carcter de la misin pero los dos helicpteros que hay aqu partirn
hacia la ciudad. Me tranquiliza que Cristian se quede con Anabella y Miriam, es un
tipazo, el mejor que conoc juntando las dos vidas. Para nosotros, ac en Capilla,
sta es otra vida; le decimos "la vida dos" para diferenciarla de la que tenamos antes
de la infeccin. Ya casi no recuerdo la otra. No hay tiempo para recordar la otra, ya no.
Rodrigo.
PD: Cuidado con los policas de la provincia. Estn reformando la fuerza y
tienen intencin de atacar a un grupo de sobrevivientes comandado, al parecer, por
presos que escaparon cuando todo se fue al carajo. No s su posicin: ni la de los
canas ni la de los presos. Cuidado. Espero poder volver a escribirles. Cudense,
cudense mucho.

Martes, 2 de octubre

De: poderejecutivo@presidencia.gov.ar
Para: comandodeorganizacinnorte@gmail.com Coronel Bordone:
La rendicin de Iturriaga debe ser incondicional. Se le conceder a las
tropas sediciosas la posibilidad de ponerse bajo sus rdenes y formar parte del
Comando de Organizacin Norte. La negativa debe ser contestada con el mximo
rigor. Repito: mximo rigor.
Adjunto escaneadas rdenes firmadas por el presidente Levrero, el Ministro
del Interior, Dr. Carlos Pianini, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la
Nacin, Dr. Edelmiro Tzuner, y por m.
Ser justicia.
10
0

Gral. Mximiliano Surez, Ejrcito Argentino.

PD: Imagino que le alegrar saber que el General de Brigada, Basilio Mirabet,
ha retomado el control de Las islas Malvinas. Ondea en Puerto Argentino, una vez
ms, nuestra ensea patria. Iturriaga, al parecer, tena pensada la misma maniobra.
Sus hombres se rindieron a Mirabet y juntos tomaron Puerto Argentino luego de un
breve combate con las tropas britnicas acantonadas all. Las islas estn libres de
infectados. Espero noticias suyas Coronel.

El combate de la circunvalacin (I)

Como Bordone le haba dicho, desde barrio San Vicente hacia arriba era todo
zona incendiada. El paisaje le recordaba esas pelculas de la Segunda Guerra que
siempre sola mirar: una ciudad en ruinas, ennegrecida por el fuego. Se vean
muchsimos cuerpos calcinados, seguramente de infectados que al parecer eran como
el ganado, se quedaban quietos all mientras el fuego se les acercaba.
Rodrigo vio cmo la circunvalacin apareca en el horizonte. Llena de autos,
pero no tantos como hubiera esperado, y cruzada por el incendio en franjas. El
sargento Rojas hizo seas desde la cabina del helicptero y los hombres se
prepararon para tocar suelo. Ariel, Florencia y Rodrigo iban bajo mando de Rojas,
mientras que en el otro helicptero viajaba Bordone y algunos de los mejores
hombres del campamento.
No se vean rastros de Iturriaga, aunque eso no aseguraba que algunos
elementos de su tropa no estuvieran por all. Bordone saba que estaba en desventaja,
conoca a Iturriaga, lamentablemente bastante bien. Saba de la capacidad militar del
general pero tambin confiaba en que el viejo hiciera gala de su taln de Aquiles: la
soberbia emanada de su delirio mstico, agrandada ahora por el milenarismo que al fin
se haba hecho realidad. El convencimiento total de Iturriaga de que estaba
predestinado por Dios a manejar los destinos de la nacin en medio del Apocalipsis,
era algo de lo que Bordone podra sacar provecho.
Rodrigo indic a Ariel y a Florencia dnde deban apostarse apenas tocaron
suelo. Luego fue a reunirse con Rojas para que le diera las ltimas instrucciones. El
sargento quera que cubriera la zona de entrada a la ciudad, cerca de una estacin
de servicio. Haba varias casas en la mano derecha de la ruta, casi todas alcanzadas
por el incendio. Rodrigo deba revisar la zona y luego volver a la posicin de los
10
1

helicpteros. Antes de irse, vio que Bordone guiaba el paso del Padre Castro, quien
recen descenda del vehculo con las manos atadas a la espalda.
No haba mucho en la zona que revis. El Arco de Crdoba se vea a lo lejos.
Antes de la infeccin jams le haba prestado atencin, pero cuando lo vio se llen de
nostalgia y tuvo que dejar de mirarlo. Volvi a la circunvalacin, pas por el auto
donde Florencia estaba parapetada y luego por la posicin de Ariel. Unos cincuenta
metros ms all, Rojas lo esperaba junto a Bordone.
Y?
Limpio. Misma situacin que toda la zona.
Perfecto. Sus tiradores estn en posicin?
S, seor.
Qudese junto al helicptero insignia, atento; no sabemos con qu nos vamos
a enfrentar.
Si seor dijo Rodrigo, an sin acostumbrarse al seor.
Los dos soldados que estaban a la vanguardia, detrs de una camioneta Hilux
o lo que quedaba de ella, levantaron los brazos. Un instante despus se escucho a lo
lejos un motor. Se acercaba una motocicleta. Bordone dio la orden de no disparar, bajo
ningn concepto. El rumor de la motocicleta se haca ms y ms cercano. A pesar de
la orden del coronel, todos tenan las armas en posicin.
Un hombre robusto, en apariencia altsimo, manejaba una moto chopera en
zigzag por entre los autos abandonados; entre sus piernas, pareca una moto para
nios. Borrrdone!, grit el conductor. Y el coronel sonri. No era hombre de
Iturriaga. Bordone avanz separndose un poco del padre Castro que, amordazado,
miraba el suelo sin levantar la vista.
No disparen volvi a gritar Bordone.
El hombre pas la primera lnea de tiro y se quit el casco mientras disminua la
velocidad. Levanto su mano y salud como si estuviera ganando una carrera.
Ghunter dijo Bordone sonriendo.
Coronel respondi el motociclista con fuerte acento alemn.
Se sabe algo de nuestros invitados?
En unos quince minutos veremos los helicpteros.
Perfecto.
Tengo una sorpresa para usted, herr coronel.
No es momento de prolongar las expectativas, Ghunter. De qu se trata?
All dijo el alemn sealando un camin de transporte alimenticio, a pocos
metros de distancia.
10
2

Los dos hombres se acercaron al camin y el alemn abri la puerta trasera.

Instalada detrs de algunas bolsas de arena haba una metralleta pesada, de
fabricacin alemana, una hija de la famossima M-62. Bordone observo el arma y
sonriendo se volteo para ordenar mxima atencin. Rodrigo se acerc a Rojas.
Quin es?
Un capitn alemn que era invitado de Bordone en el III Cuerpo cuando se
declar la pandemia y el cierre de las fronteras. Vino a dar una conferencia sobre
defensa de posiciones fijas en combate. En fin, estaba ac y no pudo salir.
Ah. Y qu es una posicin fija?
Esto es una posicin fija, Rodrigo. Justamente esto.
Buensimo, es decir que tenemos un experto.
Claro. Apenas salimos del III Cuerpo, el alemn se ofreci como explorador.
Nos fue informando de la situacin en la ciudad.
Ah, es un capo.
S, muy.
Y todo por amistad con Bordone?
Y por la promesa de dejarlo saltar sobre Alemania cuando tengamos que ir a
Suiza.
Bien. Quin va ir a Suiza?
Merlo, tome posicin, carajo dijo Rojas un poco incomodo al darse cuenta de
que haba entablado una conversacin por dems coloquial con un subordinado.
Rodrigo hizo la venia sonriendo y se ubico detrs del helicptero de Bordone.
No pas mucho hasta que empezaron a escuchar el sonido de las hlices
acercndose. Los helicpteros de Iturriaga, similares a los que los haban trado
desde Capilla del Monte, se asentaron a unos cincuenta metros de la posicin que
defendan. Los hombres de Iturriaga se desplegaron por toda la autopista; no pareca
haber otros escondidos ni apoyo mayor al que traa. Iturriaga descendi y comenz a
caminar, seguido de un oficial. Bordone hizo lo mismo, pero lo segua un soldado
regular. Iturriaga levanto su brazo derecho con el puo cerrado cuando estuvo a
menos de cinco metros de Bordone y se dio vuelta para asegurarse de que su orden
era comprendida.
Coronel dijo bajando su brazo y colocando los dos detrs de su espalda.
Iturriaga dijo Bordone.
General Iturriaga.
Bordone no remed sus palabras.
Bien. Comencemos. Pero por favor, antes libere al Padre dijo Iturriaga
10
3

voltendose hacia su oficial, que le entregaba una carpeta. Aqu estn los trminos de
la rendicin. Y el acuerdo para que el Ejecutivo se presente en Ro Tercero para
hacer entrega del gobierno.
General dijo Bordone creyendo que deba ser ms diplomtico en ese
momento: eso no va a ocurrir y usted lo sabe. Su mando es ilegal por donde se lo
mire y sus tropas estn en sedicin. Tengo instrucciones para respetar rangos y
cadenas de mando que se hayan establecido bajo su comando, con la condicin de
su rendicin y la del coronel Larramendy. El padre Castro lo acompaar en cuanto
usted entregue el mando agreg al fin, despus de un breve silencio.
Creo que no me entiende, Bordone dijo Iturriaga.
Coronel.
Creo que no me entiende, coronel Bordone dijo Iturriaga sin que el coronel
pudiera notar algn tono socarrn en la rectificacin del viejo general. A mi mando
est lo ms selecto, militar y moralmente, de las Fuerzas Armadas. El amor a la patria
y el temor a Dios sern los pilares donde refundar la Nacin. No tienen oportunidad,
est escrito.
Lo nico escrito, general, es que debe usted rendirse. En la medida que
prolongue ese hecho, ms probable es que se derrame sangre de compatriotas y
hermanos de armas. No creo que usted quiera eso.
Lo quiere Dios, coronel. Si no hace lo que le ordeno, no habr ms salida
que aniquilarlo. Como a esas criaturas salidas del infierno que enseorean hoy el
mundo.
Bordone supo que Iturriaga haba cometido el error de creer que l se rendira.
Pero el desenlace no podra ser pacfico, como haba deseado que fuera. Iba a haber
un combate. El primero de varios.
Lo siento, general Iturriaga, pero tendr que acompaarme y ordenar a sus
hombres que depongan las armas. Es una orden.
Insolente, cobarde. S que usted no es capaz. Lo s bien dijo Iturriaga,
sacando su 45.
Bordone levanto la mano derecha indicando a sus hombres que no dispararn y
se arroj sobre el viejo general. Iturriaga intuy la maniobra pero no pudo disparar.
Haba olvidado quitar el seguro. Ambos hombres forcejearon mientras sus respectivas
tropas avanzaban lentamente. Iturriaga solt el revlver por el que forcejeaba con
Bordone y dio la orden de ataque. Sus hombres abrieron fuego contra las tropas de
Bordones que, aunque inferiores, estaban bien resguardadas. Varios soldados de
Iturriaga cayeron y el avance se detuvo. Bordone recibi un disparo en el hombro y
10
4

cay en el asfalto soltando a Iturriaga. El general se incorpor y corri hacia sus tropas.
Pero recibi un disparo y tambin fue al asfalto cuan largo era, con la rodilla
destrozada.
Rodrigo miraba petrificado cmo recrudeca el tiroteo. Ariel estaba detrs de la
camioneta y, tomndose la cabeza, lloraba. Tena una mano destrozada, dos dedos
le colgaban como si fueran flecos decorativos de algn disfraz macabro. Florencia, en
cambio, disparaba concentradsima. Una rfaga sac a Rodrigo del estupor. Le
tiraban. Cuatro soldados de Iturriaga avanzaban por debajo de la circunvalacin
intentando flanquear la posicin. Se tir al suelo y comenz a disparar. Tena que
avisar a Rojas pero el fuego era intenso y no poda moverse. Florencia repar en los
cuatro soldados; cambi de posicin, apunt y mat a uno. El avance se detuvo; los
hombres de Iturriaga se resguardaron pero continuaron el tiroteo. Florencia mat a
uno ms y Rodrigo se par para cerrar posicin. Pens que iba a morir cuando sinti
cmo las balas le daban a la camioneta y le seguan los pasos, resonando cuando
chasqueaban el asfalto. Pero lleg a la Hilux desde donde disparaba Florencia.
Es la avanzada dijo Florencia; avisale a Rojas.
Ariel est en shock.
S, pero est resguardado. Avisale a Rojas, yo los freno, aunque no por
mucho.
Rodrigo corri casi en cuclillas, pas delante de Ariel, que ni siquiera lo mir, y
lleg junto al helicptero donde varios soldados estaban tirados, heridos. Pregunt por
Rojas. All, le dijo uno que llegaba trayendo a un compaero. Rodrigo vio cmo
Rojas corra hacia Bordone, cubierto por el fuego de la ametralladora del alemn, que
mantena a raya el avance de los de Iturriaga. Rojas levant a Bordone como si no
pesara nada y volvi corriendo tras las lneas. El valor del sargento hizo que los
suyos profirieran un grito que se elevo por sobre el sonido del combate. Iturriaga se
arrastraba por el asfalto e intentaba salir del fuego cruzado; cuando oy el grito, crey
que provena de los suyos, pero pronto se desilusion, sus hombres perdan posicin.
Bordone apoy la espalda contra un auto y respir profundamente. Su
uniforme estaba ensangrentado desde el hombro derecho hasta el estmago; tena,
adems, un disparo en la pierna izquierda. En una mano sostena la 45 de Iturriaga.
Rodrigo explico la situacin y Rojas mand a tres hombres a reforzar el flanco.
Cuando regresaron, Florencia pareca tener todo bajo control. Los dos soldados que
quedaban retrocedieron disparando al ver los refuerzos. Rodrigo sinti que deban
perseguirlos y abrir el flanco como ellos lo haban intentado, pero los soldados
insistieron en que Rojas y Bordone lo ordenaran. Volvi entonces hacia donde
10
5

estaba el coronel. ste segua sentado con el arma en el regazo. El padre Castro, de
rodillas, estaba muy cerca de l. Segua en silencio pero su expresin haba cambiado
del miedo a la bronca.
Lleve a los tres hombres por el flanco, con su tiradora en la retaguardia. No
avance mucho dijo Bordone entrecortadamente despus de que Rodrigo le explicara
la situacin.
Van a vagar muertos por la faz de la tierra; el infierno est lleno y los muertos
caminan por el mundo. Lo dicen las escrituras. Usted, Bordone; usted, Merlo. Los dos
sentirn cmo es vivir la vida sin vida, la condena sin redencin dijo el cura mientras
intentaba incorporarse.
Ya lo aguant lo suficiente dijo Bordone, levant la 45 y, quitndole el
seguro, apunto a Castro.
Qu hace? dijo el cura, atemorizado.
Rodrigo y el sargento miraban la escena, quietos.
Mtelo, Coronel. Mtelo.
Su alma no ser salva si me mata dijo el cura.
Es cierto contest Bordone, sin bajar el arma. Pero ya me dijo que no haba
forma alguna de salvarnos. O no?
Si me mata ser mucho peor.
No veo como podra ser eso dijo Bordone. Y dispar.
El cuerpo del cura cay sobre las piernas del coronel, con un disparo en medio
del pecho. Rodrigo sinti una especie de alegra culposa; mir a Bordone e hizo la
venia por primera vez con sinceridad absoluta. El sargento le indic que procediera con
las rdenes.
Mientras llegaba a su posicin y pona al corriente a los soldados, Florencia
grit.
Se levantan.
Rodrigo vio cmo los soldados muertos de uno y otro bando se ponan en pie
penosamente y avanzaban en medio del fuego cruzado. Los cuatro cados
cercanos a su posicin se levantaron. Florencia volvi a encargarse de ellos. Que
poda esperarse, pens Rodrigo, de un mundo donde hay que matar a los muertos.

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6

Flor, vos atrs nuestro. Llev municin.

Y con Ariel, qu hacemos? pregunt ella.
Hay que llevarlo con los heridos.
Se acerc a su compaero, que ahora miraba su mano como si estuviera
viendo una flor. El herido no contest cuando Rodrigo le pregunt si se senta bien.
Slo lo mir con expresin bovina cuando est pate su pie.
Te vamos a llevar con los heridos.
Y ah estn mis dedos? dijo Ariel levantando su mano hacia Rodrigo.
Si, ah estn tus dedos.
Vamos, entonces dijo Ariel; se incorpor y empez a correr hacia el medio de
la ruta.
Rodrigo lo sigui con la vista hasta que llego al helicptero y le mostr su mano
al soldado que ayudaba a algunos heridos. Bordone estaba de rodillas y disparaba la
45 unos metros ms adelante. A su lado, Rojas alternadamente gritaba rdenes y
disparaba su fusil. Florencia y los otros soldados llamaron a Rodrigo para empezar el
avance.

El combate de la circunvalacin (II)

Los primeros metros avanzaron sin problemas. Podan ver a los hombres de
Iturriaga de costado, a pocos metros. Florencia quiso abrir fuego pero uno de los
soldados se lo impidi. Avanzaron unos metros ms y se resguardaron detrs de un
muro semi-derruido y de una camioneta volcada sobre su lado izquierdo. Uno de los
soldados, Renzi, tena a su cargo el pelotn. Adems de Renzi y Rodrigo, los otros
dos eran de apellido Gonzlez. Les decan Gonzlez alto y Gonzlez petiso, para
diferenciarse. Rodrigo detrs de la camioneta, junto al Gonzlez petiso, no crey
conveniente abrir fuego desde esa posicin, pero Renzi orden atacar cuando todos
estuvieron bien resguardados. La sorpresa funcion y varios hombres de Iturriaga
cayeron antes de que poder responder al fuego.
Los cuatro hombres resistieron muy bien el embate de las tropas de Iturriaga
cuando al fin pudieron armar un frente. Unos metros ms atrs, Florencia prestaba
una ayuda excepcional. El combate era parejo pero no esperaban lo que tenan
guardado los hombres del general. Vieron un soldado armado con bazooka que
avanzaba desde la retaguardia. Florencia intent matarlo pero err dos veces antes de
que el bazooka llegara a ponerse a resguardo. Rodrigo le grit a Renzi que deban
dejar la posicin y retroceder. Renzi se neg; orden usar granadas por ms que la
100

distancia no fuera recomendable y que perdieran un hombre disparando. l mismo

arroj la granada que solo sirvi para retrasar el tiro del bazooka. Rodrigo vio que la
boca redonda del arma apareca sobre el muro y apuntaba a la camioneta donde
estaban parapetados l y Gonzlez petiso.
Afuera, Gonzlez alcanz a gritar antes de que la explosin lo empujara
hacia atrs como si fuera una piedrita pateada por algn gigantesco nio de fuego
salido del infierno.

Sos vos?

La cabeza le dola como nunca antes. Apenas si poda abrir los ojos; no oa
ms que un zumbido constante. El techo del lugar donde estaba tena una mancha
de humedad gigantesca, parecida a una de esas nubes que arran la tormenta, mitad
blanca, mitad gris. Quiso incorporarse pero no pudo. A medida que empezaba a sentir
el cuerpo, un dolor intenso en la espalda rivalizaba con su dolor de cabeza para ver
cul era el primero que lo devolva al sueo. O a desmayarse. Oy una voz, algo
impostada.
Se despert, Vitor.
Vio un rostro que apareca sobre l. Era un hombre joven, morocho, con
expresin dura.
Tas bien, loco? le pregunt.
Me duele mucho la cabeza y la espalda respondi Rodrigo, asombrado de
poder hablar.
Y si, la Jeni ac te sac como cinco pedazo de chata de la espalda. Tas vivo
de pedo.
Sei aclaro la voz impostada. Sei pedazo de chapa.
Gracias dijo Rodrigo. Dnde estoy?
En el CPC del Arco. Yo soy el Vitor, Cucuza para vo.
El e el poronga de Crdoba. Bah, de lo que queda dijo la voz impostada
antes de largar una carcajada.
Eia es la Jeni dijo Cucuza.
Qu pas? Y Bordone? Y Florencia?
Bordone no s quin e, loco. Florencia debe ser la minita que encontramo
con vo.
100

Cmo est? Est viva?

S, ta muy bien. Aunque ta guardada. Son precaucione que tenemo que
tomar, cabeza. S? Vo est ac porque casi no la cont.
Gracias No entiendo. No entiendo nada.
So milico?
No, no, estaba bajo las ordenes del ejrcito.
Del Bordona ese, no?
S. Coronel Bordone corrigi Rodrigo y se arrepinti al instante.
Ah. Y el canoso, quin e?
Iturriaga?
se. Los que los cueteaban a ustede gritaban que haba que socorr al
Turriaga ese. Quin e?
Un general retirado que tiene mucha gente a su mando. Me das agua?
S, loco. Jeni, trae agua!
Listo; le damo un actrn tambin? dijo Jeni asomndose por sobre Rodrigo,
que comprendi de dnde proceda la voz impostada.
No, no, gracias.
Y por qu se cuetean con el otro milico?
Porque todava hay un presidente, est en el sur. Y el general Iturriaga quiere
dar un golpe de estado. Limpi casi todo el sur de Crdoba. Est en Ro Tercero,
que, segn l, es la nueva capital de la Argentina.
Ja, ja, ja; qu loco culiau dijo Cucuza. La Jeni tambin ri estentreamente.
Viste canas, loco? Hay canas con ustede o con el loco culiau ese de
Turriaga?
No, con nosotros no al menos. Antes haba uno que me peg un tiro y me dej
en Los Cocos para que me muriera.
Ah, qu culiadazo dijo Cucuza mientras reciba el vaso de agua que traa
la Jeni.
Rodrigo no pudo incorporarse y ella lo ayud levantndole la cabeza. Cucuza le
puso el vaso en los labios y Rodrigo volvi a agradecerles cuando termino de tomar un
par de sorbos.
Descans. Cuando te sientas mejor, vas a ver a la minita. Hasta que io
pueda confiar en vo los vamo a tener custodiado. No prisionero. Los nicos
prisionero ac son los canas. Tamo?
Cucuza termin de hablar. Rodrigo asinti y cerr los ojos apenas. Pens en
Anabella y en Cristian; pens en la casa de don Julio, su hogar de la segunda vida,
100

y hasta en Miriam pens. So con Miriam: ella lo visitaba ah y le deca que no se

poda morir; aunque fuera un nio apocalptico, no se poda morir. Pero no deca por
qu. Durmi uno o dos das. A veces abra los ojos y vea a la Jeni, tomndole la
fiebre, o senta cmo lo daban vuelta y hacan algo en su espalda.
Un da, el sol que le daba en la cara lo despert. Se incorpor apenas y vio el
Arco de Crdoba con dos hombres en el puente, sentados, con escopetas, mirando
hacia el sur. Se senta bien. Muy bien, en realidad;. De hecho, lo nico que lo molest
fue el entumecimiento de sus msculos cuando se incorpor sobre sus codos. Se
sent en y not que la Jeni estaba junto a l, a un costado de la cama.
Tas bien?
S. Gracias, Jeni.
De nada, loco. Vestite. La camisa de soldado estaba hecha bosta pero el
pantaln te qued. Ah tene una remera del Cucuza.
Gracias, Jeni.
Cuando intent agacharse para ponerse el pantaln, sinti una puntada de
dolor en la espalda. La Jeni se acerc a l y lo ayud a vestirse. Tena todo el torso
vendado y ponerse la remera le hizo sentir dos puntadas ms. Se calz unas
zapatillas sin cordones que le quedaban algo grandes y, apoyado en la Jeni, camin
lentamente hasta la puerta. Afuera, el Cucuza hablaba con otro hombre. Cuando lo vio,
le sonri.
Ven, loco; vamo con los otros. Te acord que te dije que iba a estar
custodiado hasta que pudiera confiar en vo?
S, Vctor. Me acuerdo.
Bien, loco; hac que sea poco tiempo. Tamo?
Rodrigo, siempre apoyado en Jeni, sigui a ese extrao jefe por un laberinto de
pasillos. La gente que se cruzaba con ellos saludaba a Cucuza con ms cario que
respeto, o eso le pareci a Rodrigo. A l lo miraban con curiosidad. Llegaron a un patio
o plaza donde convergan muchos pasillos y Cucuza se dirigi a una casita pintada
de verde, casi fosforescente. Habl algo con el hombre apostado en la puerta y
despus entr. Sali poco despus y con una sea le indic a Rodrigo que entrara.
La Jeni lo dej y esper a su lado para ver si poda caminar solo. Rodrigo dio
unos pasos inseguros, pero despus se encamino a la casita, lentamente. Entr y
escuch un grito de alegra, como una ovacin. Cuando su mirada se acostumbro a
la poca luz, pudo reconocer a Florencia, que lo miraba sonrindole, con los dientes
blanqusimos como si estuviera exhibindolos en una publicidad de dentrfico. Escucho
un no seguido de un sollozo. Un hombre se le tiro encima, hacindole doler toda la
100

espalda. El hombre sollozaba y repeta no, no,no. Rodrigo mir a Florencia buscando
una explicacin. Ella le hizo la sea de tiempo con las manos y Rodrigo esper.
No lo puedo creer. Es casi imposible dijo el hombre que lo tomaba de los
hombros y se alejba un poco para mirarlo a la cara. Rodrigo Merlo.
Si dijo Rodrigo, buscando una aclaracin con su expresin.
Soy yo, hermano. Rubn.
Los ojos de Rodrigo se llenaron de lgrimas.

Fe

Para evitar los tropiezos y las constantes lesiones, los que quedaban entre las
ruinas de la Ciudad de Crdoba haban aprendido a tantear surcos casi imprevisibles,
a sortear los montculos de escombros y a intuir los pocos caminos que quedaban
libres entre los restos. Pero de esos paseantes vivos ya quedaban pocos, en un gran
porcentaje recluidos en unas pocas zonas autoorganizadas y con microgobiernos
propios. Los habitantes de esas comunas paulatinamente comenzaron a profesar un
pragmatismo exasperante y slo crean en lo que vean sus propios ojos.
Por su parte, la mayor parte de los cuerpos muertos estaban quietos, yacan
confundidos entre las ruinas o se acumulaban en imponentes dunas de putrefaccin.
Los que an se movan andaban en busca de comida lejos de la urbe. En particular
las grandes avenidas se haban convertido en verdaderos desiertos de aires ftidos
corriendo en varias direcciones, grandes escenarios de la nada y de todas las cosas
dispersas que alguna vez haban constituido una ciudad, anchas sendas escabrosas
donde ya rara vez se escuchaba mascar carne y en las que hasta las ratas eran
infrecuentes.
Arrastrando sus pies a travs de una de esas avenidas, en direccin hacia la
terminal de mnibus que una vez fue nueva y que ahora estaba inundada de lquidos
verduscos y torsos esquelticos a la deriva, un cuerpo an erguido, sin respiracin,
con dos pequeas noches neblinosas en los ojos, caminaba sin objeto. Muy
lentamente, haca castaear sus dientes casi como en un reflejo del hambre. En la
suela de uno de sus zapatos traa pegado un pedazo de pgina del Poema de
Gilgamesh. Si alguien hubiese podido congelarlo en su marcha y agacharse, habra
ledo en la hoja: Sgueme hasta la morada cuyos habitantes no tienen luz! / All el
polvo es su alimento, su alimento es el lodo. Y si por all pasara alguna persona que lo
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hubiese conocido en vida, todava habra podido adivinar en las facciones secas y
desgarradas del solitario a quien haba sido el padre Castro.

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