Nupcias, de Antonio Skármeta
Nupcias, de Antonio Skármeta
Nupcias, de Antonio Skármeta
Antonio Skrmeta
Haca mucho calor en el tren subterrneo, y el joven, ubicado bajo el nico ventilador que
funcionaba, haba cruzado los brazos tras la cintura y simulaba estar leyendo un cartn
comercial. La muchacha, incrdula, slo despus de un prolongado momento se anim a
hablar.
Devulvame el zapato dijo en voz baja.
El joven le concedi una veloz ojeada, frunci el entrecejo, abri las piernas para
conservar la estabilidad, y muy circunspecto volvi a su lectura.
Por favor dijo la muchacha un poco ms fuerte, tenga la bondad de
devolverme el zapato.
Es realmente una belleza, pens el joven. Si me habla una vez ms entreabriendo
esos labios, enterrar mis dedos en su pelo, le remecer la cabeza, la besar y dormir una
siesta apoyado en sus senos.
Qu zapato?
Cmo que qu zapato? Mi zapato! Qu se ha imaginado?
Dios me asista, pens. O la soledad me ha desquiciado y estoy delirando, o estoy
realmente enamorado de esta mujer.
No s de qu me habla, seora replic.
Est bien claro de qu le hablo! protest, golpeando con el pie descalzo el
suelo del tren. Le hablo de una cosa que se llama zapato, de una cosa de cuero que se
pone en los pies y que sirve para caminar. De eso le estoy hablando!
Dios me asista, se dijo el joven. Cmo es posible que la ame con tantas
ansias?.
En fin! exclam.
Mi zapato! Devulvame mi zapato, jovenzuelo.
Sin que ella lo notara, introdujo el zapato en el bolsillo posterior del pantaln, se le
acerc, y una vez a su lado se restreg las manos y luego se las contempl como diciendo
nada por aqu nada por all, y despus las elev pidiendo al altsimo resignacin. A
continuacin se rasc la cabeza, y en tanto ella lo miraba hacer con una boca de este
tamao, se arrodill y, tomndole el pie entre las manos, se dio en estudiarlo sin afectacin
y con sincera seriedad.
Veamos cul es su problema dijo, mientras manipulaba el pie en todas
direcciones, con una suerte de gestos mecnicos al comienzo, que lentamente los fue
suavizando hasta convertirlos en caricias. acerc los labios a los dedos y estuvo a punto de
besarlos, pero se contuvo y suspir hondamente su olor.
Protgeme, ngel mo, pens en ese momento. Si me falla l lenguaje o cometo
una imprudencia, ella se ir para siempre. Haz que sea amable, seductor e inteligente. No
me abandones, angelito de mierda. Deja que el ingls me brote, se me derrame con gracia
entre los dientes, que coja el ritmo de los sonetos de Shakespeare, que Albert Finney me
envidie, que no me patee el rostro con este pedazo de sol que tengo entre mis manos.
Entonces, disimulando el temor, alz la mirada y se la clav un momento en los ojos
y sonri un poco, aunque desesperadamente, tratando de decrselo, pero ella no le sonri en
cambio, a pesar de que se adelant hacia l y con un movimiento, que le pareci una rfaga
de aire tibio y celeste, pas involuntariamente los dedos sobre el cabello de l, apenas
rozndolo. El muchacho descifr el gesto como una caricia, de all que debi haberse
puesto a llorar. Pero no derram, ni una sola lgrima, aunque, se le humedecieron los ojos,
aunque aspir fuerte todo lo que tena en las narices, tragndoselo.
Dios me asista murmur. He de saber su nombre. Antes de cogerle el rostro
y presionar mis pulgares contra sus mejillas, he de saber su nombre.
Se limpi los ojos con la punta de la falda escocesa de la muchacha, y absorto
continu considerando el pie descalzo, presa de un surtido de emociones.
El asunto es simple dijo despus de un rato. Es evidente que lo que a usted le
falta es un zapato. Si tuviera dos zapatos no le faltara nada, porque lo que se estila es que
la gente ande con dos zapatos al mismo tiempo. Ese es mi caso. Mire mis pies. Cuntos
zapatos ando trayendo? Cuntelos. Uno y dos. Esto es lo que se estila. Es muy rara la gente
como usted que anda con un solo zapato.
Algo anda mal, pens enseguida. Estoy antiptico. Ahora se va a sacar el zapato
que tiene puesto y me va a golpear en la cabeza. Y ahora el tren se est deteniendo en esta
estacin, maldita suerte. Voy a cruzar los dedos. Ya est. Pilato, Pilato, que no suba ningn
cristiano o me tirar al Hudson.
Las puertas del tren se cerraron, nadie subi y continuaron solos en el vagn.
Oiga, esccheme bien! dijo ella.
S, mi amor! grit l en silencio.
Quiero que me devuelva el zapato le orden cogindole del nudo de la
corbata. No se da cuenta de que es muy feo andar robando los zapatos a la gente?
Qu quiere que le diga? protest. Estoy de acuerdo con usted. No es nada
de bonito andar robando los zapatos a la gente. Quiere saber qu pienso de los que roban
zapatos? Que son ladrones! Quiere saber qu ms pienso? (Vamos a ser felices, eso es lo
que pienso. Nos bajaremos en el terminal. Para entonces habr investigado tu cuerpo y tu
ascendencia. Sabes lo que vamos a hacer con el dinero de la pensin? Entraremos a un
bazar a comprar un tocadiscos y yo estar detrs tuyo besndote el pelo mientras
seleccionas tu msica, cualquiera, cualquiera msica estar bien, y te har sentir mi calor
soplndote las orejas cuando ests considerando los ritmos y te rozar casualmente los
senos y no necesitar disculparme pues t ya habrs abierto por lo menos una vez mi
camisa. Quieres saber lo que pienso? Aplastar mi nariz contra tu ombligo, girar con ella
como un torniquete sobre todo tu cuerpo, echar al abismo un siglo de mi tiempo y
olfatendote te bautizar con los mejores nombres cuando nos duchemos en el bao rosado
del hotel maana por la maana y nos despertemos con las gargantas cascadas y la boca
seca y salgamos semivestidos al balcn a estudiarnos a la luz del da. Qu quieres que
haga con tu zapato ahora? Sabes lo que har? Me lo comer ante tus ojos en seal de
amor).
No dijo la muchacha. No me interesa saber qu ms piensa. Como usted
anda con sus dos zapatos y no se va a resfriar, se aprovecha para burlarse.
Entonces el joven, humillado en su hombra porque hacan de su amor cosa de virus
y floras microbianas, se levant y se dej caer a su lado en seal de abatimiento, y, tras un
segundo de meditacin, acerc su cara a la oreja izquierda de ella, y alguien podra decir
que la bes.
Comprendo le rez.
Se agach y desatando los cordones de uno de sus zapatos se lo arranc y se lo
ofreci sin una mueca en el rostro.
La joven cogi el zapato y pas la mano sobre su superficie, tan levemente, que el
joven logr advertir que lo estaba acariciando.
Voy a abrirme el pecho algn da y te har que me aprietes el corazn con tus
manos rugi en espaol.
La muchacha consider los sonidos de la frase con cautela, sonri, sin comprender,
qued seria, pas la mano por dentro del calzado, sonri, puso el zapato a la altura de un
ojo y meti el dedo ndice en un inmenso agujero, y luego lo apart y mir al joven a travs
de la suela rota.
Ya est, se dijo. Le pas el zapato roto, mi puta suerte. Ahora estar pensando
que soy un vago o un vendedor ambulante, mi puta suerte.
Se aproxim aun ms a la muchacha, y tomndola de los hombros comenz a
sacudirla mientras le iba hablando en su lengua natal, implorando a todos los dioses que
ella entendiera.
No me mires as pensando que estoy loco le dijo. Antes de que pienses cualquier
cosa de m, djame que te lleve a mi pieza. Que los ngeles permitan que te tenga un ao
conmigo, y despus piensa lo que quieras, y destryeme y brlate y acustate con otro en
mi cama si te fallo, pero dame la chance de deslumbrarte; djame mostrarte todo lo que es
capaz de ser y de soar un animal cualquiera con hambre y sin ambiciones; ser capaz de
decrtelo en tu lengua cuando ests preparada para orlo. No pienses nada de m ahora. S
pura, s inteligente; entbiate sin palabras; haz un esfuerzo para no diseccionarme y
archivarme tan luego; haz que te contengas mientras este silencio me crece y cobra forma,
porque entonces s ser indestructible o ya no me importar que me destruyas.
Y entonces, como si un montn de ngeles benevolentes hubiesen odo la oracin y
hubiesen llenado con su presencia el carro, la muchacha apoy la cabeza contra el respaldo
de madera del banco, y el joven se ech sobre ella y la bes y la mordi en los labios, y le
acarici por sobre el vestido los senos, y ella pos sus brazos sobre el cuello de l, y esos
brazos hmedos le estaban ahora cobijando, y si su boca hablara, dira casa, dira amante,
dira desayuno decente a las siete de la maana, dira una carcajada de cuando en cuando, y
el olor de tu pelo y tu cuerpo, olor de tu cuerpo en cuyas entraas finalizaba la ruta donde
naca el mbito en que su sueo de muchacho chileno reposara quedo despus de haberse
gastado y desintegrado entre las tabernas de Nueva York limpiando los restos de comida
sobre las mesas y los pisos embaldosados, trabajando por unos centavos con que comprar el
derecho de matar cucarachas en la piezucha del hotel y poseer un lecho para tenderse y
clavar los ojos en la pared y hundir las uas en el colchn y vomitar la soledad nuestra de
cada da en una palangana celeste sobre el armario, y arrendar un pedazo de madera donde
posar el trasero, doblar las piernas y contemplarse los pies inflados, caldeados al rojo de
tanto probar los asfaltos de la ciudad ms grande del mundo, amn, como decan en esa
obra que haba visto en el Central Park; sin tener a alguien a quien comprarle un disco de
Lucho Gatica, en una de las tiendas sembradas de neones de la calle Cuarenta y Dos y
ofrendrselo en su cumpleaos, y estar siempre as, carente del vocabulario preciso para
profanar el silencio que como una peste se le inflaba en el cuerpo, sin haber cultivado la
potencia de su voz lo suficiente para protestarle al ngel que ya no se acordara de l, para
reprocharle haberse quedado atrs dilapidando su propia suerte, su nica estrella, entre el
mar y las montaas, en un instante de su tiempo en que la fuerza y la alegra se le haban
perdido en los lmites de las palabras, sin que nadie, ni siquiera el ngel se lo anunciara, y
ahora estaba all, envalentonado por dos cervezas en el cuerpo que ya no podan llevarlo
ms adelante, y el tren subterrneo, el tren gusano, el tren templo, el tren muerte, el tren
holocausto, estaba a punto de llegar al terminal, y l, el muchacho con el zapato en la mano
derecha tras de su espalda, oy otra vez a la joven pedirle su calzado, y mientras simulaba
leer un cartn comercial, trataba de torcer su espaol en un ingls tibio, profundo, que le
permitiera entregarle uno de sus zapatos en seal de nupcias.