Blavatsky, Helena - La Clave de La Teosofia
Blavatsky, Helena - La Clave de La Teosofia
Blavatsky, Helena - La Clave de La Teosofia
TEOSOFÍA
EXPOSICIÓN CLARA EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS
DE LA ÉTICA, CIENCIA Y FILOSOFÍA
PARA CUYO ESTUDIO HA SIDO FUNDADA
LA SOCIEDAD TEOSÓFICA
Dedicada por H. P. B.
a todos sus discípulos
para que aprendan y puedan enseñar a su vez
PREFACIO DEL AUTOR
E
l objeto de este libro queda expresado exactamente por su título: LA CLAVE DE LA
TEOSOFÍA, y se necesitan pocas palabras para explicarlo. No es éste un libro
completo de texto de Teosofía, sino únicamente una llave para abrir la puerta que
conduce a un estudio más profundo. Esta obra señala las líneas principales de la
Religión de la Sabiduría, y expone sus principios fundamentales, contestando a las varias
objeciones que pueda hacer el occidental sincero y tratando de presentar conceptos poco
familiares, en la forma más sencilla y en el lenguaje m ás claro posible. Creer que
conseguiría hacer inteligible la Teosofía sin esfuerzo mental por parte del lector, sería
esperar demasiado; pero confiamos en que la oscuridad que aún reina en la obra es debida
al pensamiento profundo que entraña y no al lenguaje y a la confusión. Para el hombre de
mente perezosa o para el obtuso, será la Teosofía un enigma, pues en el mando intelectual,
así como, en el espiritual, ha de progresar el hombre por sus propios esfuerzos. El escritor
no puede pensar por el lector, ni sacaría éste provecho alguno aunque fuese posible
semejante cosa. Hace tiempo que aquellos que están interesados en la obra de la Sociedad
Teosófica sienten la necesidad del presente trabajo, y esperamos que, exento lo más
posible de tecnicismos, llenará su objeto cerca de las muchas personas cuya curiosidad se
ha despertado, pero que aún sólo están intrigadas y no convencidas.
Hemos tenido cuidado de separar lo cierto de lo falso, en lo que toca a las doctrinas
espiritistas y a la vida de ultratumba, y de presentar bajo su verdadero aspecto los
fenómenos espiritistas. Explicaciones sobre este particular, dadas ya tiempo atrás, han sido
causa de la ira que se desencadenó contra el autor de la presente obra, prefiriendo los
espiritistas, como otros muchos, creer lo que les agrada mejor que lo que es cierto, e
incomodándose sobremanera con todo aquel que viene a destruir una agradable ilusión.
Durante el pasado año ha sido la Teosofía el blanco de los ataques más violentos por parte
del espiritismo, como si los que sólo poseen la verdad a medias, como los que no tienen
nada que ver con ella, sintiesen mayor antagonismo hacia los poseedores de la verdad
entera.
Siento un verdadero agradecimiento hacia los muchos teósofos que me han dirigido
preguntas, o que de otro modo me han ayudado mientras escribía esta obra, la cual
resultará por ello mismo más útil, siendo ésta su mejor recompensa.
H. P. B.
3
I
PREGUNTA. Suelen a menudo considerarse la Teosofía y sus doctrinas como una nueva
religión. ¿Es una religión?
TEÓSOFO. No lo es. La Teosofía es la Ciencia o Sabiduría divina.
PREG. ¿Cuál es el verdadero significado del término?
TEÓS. “Saber Divino”, Qeohofia (Theosophia) es Sabiduría de los dioses, como
Qeogonia (theogonía), genealogía de los dioses. La palabra Qeoa, en griego significa un
dios, uno de los seres divinos, y de ningún modo “Dios” en el sentido que damos hoy día al
término.
No es, por lo tanto, la “Sabiduría de Dios”, según traducen algunos, sino Sabiduría Divina,
la poseída por los dioses. El vocablo cuenta con miles de años de existencia.
PREG. ¿Cuál es el origen de este nombre?
TEÓS. Nos ha sido transmitido por los filósofos alejandrinos llamados amantes de la
verdad, Filaleteos, palabra compuesta de fil (phil) “amante” y de alhqeia (aletheia) “verdad”.
Data el nombre Teosofía del siglo tercero de nuestra era, y los primeros que lo emplearon
fueron Ammonio Saccas y sus discípulos1, que fundaron el sistema Teosófico Ecléctico.
PREG. ¿Cuál era el objeto de este sistema?
TEÓS. Inculcar ante todo ciertas grandes verdades morales en los discípulos y en todos
aquellos que eran “amantes de la verdad”. De ahí viene la divisa adoptada por la Sociedad
Teosófica:
1
Llamados también analogistas. Según el profesor Alejandro Wilder, M.S.T., en su “Neoplatonismo y
Alquimia”, se los llamaba de este modo a causa de su método para interpretar todas las leyendas sagradas y
narraciones, así como los mitos y misterios, por medio de una regla o principio de Analogía y
correspondencia; de modo que acontecimientos referidos como habiendo tenido lugar en el mundo
externo, eran considerados como expresando operaciones y experiencias del alma humana. También s e
los designaba por el nombre de Neoplatónicos.
Aunque se atribuye generalmente la Teosofía o sistema Ecléctico Teosófico al tercer siglo, si hemos d e
prestar crédito a Diógenes Laercio, es mucho más antiguo su origen, puesto que atribuía el sistema a un
sacerdote egipcio, Pot–Amun, que vivía en los primeros tiempos de la dinastía Ptolemaica. El mismo autor
nos dice que el nombre es Copto, significa “el que está consagrado a Amun, Dios de la Sabiduría.” La
Teosofía es el equivalente de Brahm–Vidya, el conocimiento divino.
4
La Clave de la Teosofía
2
La Teosofía Ecléctica comprendía tres partes : 1ª, La creencia en una deidad absoluta, incomprensible y
suprema, o esencia infinita, que es la raíz de la naturaleza entera y de todo cuanto existe, visible e invisible.
2ª, La creencia en la naturaleza eterna, inmortal del hombre, porque siendo éste una radiación del alma
universal, es de idéntica esencia que la última. 3ª, La Teurgia, u “obra divina” o el acto de producir una obra de
los dioses; de Theoi, “dioses” y ergein, “obrar.”
El término es muy antiguo, pero como forma parte del vocabulario de los Misterios, no era de uso
popular. Era creencia mística que purificándose uno mismo, tanto como los seres incorpóreos, es decir,
volviendo a adquirir la propia pureza original de la naturaleza, podía el hombre conseguir que los dioses l e
comunicasen misterios Divinos y hasta moverlos a hacerse visibles en ciertas ocasiones, sea subjetiva u
objetivamente. Esto era prácticamente probado por los adeptos iniciados y los sacerdotes. Era el aspecto
trascendental de lo que se llama ahora Espiritismo; pero, habiendo sido éste profanado y mal interpretado
por el populacho, llegó a ser considerado como nigromancia por algunos, y fue prohibido de una manera
general. Aún se conserva una parodia de la teurgia de Jámblico en la magia ceremonial de algunos cabalistas
modernos. La Teosofía moderna evita y rechaza esas clases de magia y de “nigromancia”, por ser muy
peligrosas. La teurgia verdadera, divina, requiere una pureza y santidad de vida casi sobrehumanas, pues
degenera de otro modo en mediumnismo o magia negra. Los discípulos inmediatos de Ammonio Saccas, al
que llamaban Theodidaktos (“enseñado por Dios”), como Plotino y su discípulo Porfirio, rechazaron al
principio la teurgia, pero se reconciliaron al fin con ella por medio de Jámblico, quien escribió una obra con
ese objeto, titulada “De Misteriis”, bajo el nombre de su propio maestro, un famoso sacerdote egipcio
llamado Abammon. Ammonio Saccas era hijo de padres cristianos; disgustado del Cristianismo dogmático
espiritual desde su infancia, se convirtió en Neoplatónico, y como a J.Boëhme y otros célebres videntes y
místicos, se les atribuye la sabiduría divina revelada en sus sueños y visiones. Éste fue el motivo por el cual
se lo llamó Theodidaktos. Decidió reconciliar a todos los sistemas religiosos, y demostrando su identidad d e
origen, establecer un Credo universal basado en la ética. Tan pura era su vida, tan profundo y vasto su saber,
que varios Padres de la Iglesia eran secretos discípulos suyos. Clemente de Alejandría habla muy alto en su
favor. Plotino, el “San Juan” de Ammonio, también era un hombre universalmente respetado y estimado,
cuya instrucción e integridad eran grandísimas. Cuando contaba treinta nueve años de edad, acompañó al
emperador romano Gordiano y su ejército a Oriente, a fin de ser instruido por los sabios de la Bactriana y
de la India. Tuvo una Escuela de Filosofía en Roma. Su discípulo Porfirio, cuyo verdadero nombre era Malek
(judío helenizado), reunió todos los escritos de su maestro. Porfirio mismo fue un gran autor, y dio una
interpretación alegórica a algunos trozos de los escritos de Homero. El sistema de meditación empleado
por los Filaleteianos conducía al éxtasis; sistema parecido a la práctica india del yoga. Lo que se sabe acerca
de la Escuela Ecléctica es debido a Orígenes, Longino y Plotino, discípulos inmediatos de Ammonio. (Véase:
Neoplatonismo y Alquimia, por A. Wilder. )
5
La Clave de la Teosofía
PREG. Había en tiempos de Ammonio antiguas e importantes religiones, y sólo en Egipto y Palestina
las sectas eran numerosas; ¿cómo pudo reconciliarlas entre sí?
TEÓS. Haciendo lo que nosotros tratamos de hacer ahora. Los Neoplatónicos formaban
una corporación numerosa, y pertenecían a varias filosofías religiosas3, como sucede a
nuestros Teósofos. El judío Aristóbulo afirmaba en aquellos días que la ética de Aristóteles
representaba las enseñanzas esotéricas de la Ley de Moisés; Philon Judæus se esforzaba en
reconciliar el Pentateuco con la filosofía Pitagórica y Platónica; y Josefo probaba que los
Esenios del Carmelo eran simplemente los copistas y discípulos de los Terapeutas Egipcios
(los que curaban). Lo mismo ocurre en nuestros días. Podemos probar el origen de cada
religión, así como de cada secta, hasta de la más insignificante. No son las últimas más que
las ramas pequeñas nacidas de las mayores; pero unas y otras arrancan del mismo tronco, la
RELIGIÓN de la Sabiduría.
Probar esto mismo fue el objeto de Ammonio, que intentó conseguir que Gentiles y
Cristianos, Judíos e Idólatras, abandonasen sus luchas y disputas para acordarse únicamente
de que todos estaban en posesión de la misma verdad, oculta bajo aspectos diferentes, y de
que eran todos hijos de una madre común4. El mismo objeto persigue la Teosofía.
PREG. ¿Cuáles son las fuentes que os autorizan a emitir ese juicio respecto a los teósofos de
Alejandría?
TEÓS. Un número incalculable de escritores conocidos. Mosheim entre ellos, dice que:
3
El Judaísmo se estableció en Alejandría bajo Philadelphus, y los maestros helénicos se convirtieron desde
entonces en peligrosos rivales del colegio de Rabinos de babilonia.
El autor del “Neoplatonismo” dice con mucha oportunidad: “Los sistemas Buddhista, Vedantino y Mágico
se expusieron durante aquel período al mismo tiempo que las filosofías de Grecia. No era extraño que los
hombres pensadores opinasen que la lucha de palabras debía cesar, y considerasen posible extraer de esas
varias doctrinas un sistema armónico… Panteno, Athenagoras y Clemente fueron instruidos por completo
en la filosofía Platónica, y comprendieron su unidad esencial con los sistemas orientales.”
4
Mosheim, hablando de Ammonio, dice: “Comprendiendo que no sólo los filósofos de Grecia, sino
también todos los de las naciones bárbaras, estaban de perfecto acuerdo unos con otros respecto a cada
punto esencial, se propuso exponer los principios de todas esas diferentes sectas, para demostrar que
todas habían nacido de un mismo y único origen, y que tendían todas a un mismo y único fin.” Si el escritor
que habla de Ammonio en la Enciclopedia de Edimburgo (Edimburgh Encyclopædia) conoce la materia que
trata, describe en ese caso a los teósofos modernos, sus creencias y su obra, porque dice refiriéndose al
Theodidaktos: “Adoptó las doctrinas admitidas en Egipto (las esotéricas eran las de la India ), concernientes al
Universo y a la Deidad, considerados como constituyendo un gran todo respecto a la eternidad del
mundo… Estableció también un sistema de disciplina moral que permitía en general a las gentes vivir según
las leyes de su país y los preceptos de la naturaleza, pero que exigía a los sabios la exaltación de su espíritu
por medio de la contemplación.”
6
La Clave de la Teosofía
“Ammonio enseñó que la religión de las masas estaba relacionada con la filosofía, y que con
ella fue corrompiéndose gradualmente y oscureciéndose por los conceptos, mentiras y
supersticiones puramente humanos; que, por consiguiente, era necesario devolverle su
pureza original, purificándola de esas escorias y basándola sobre principios filosóficos; que e l
objeto del Cristo era establecer y restaurar en su integridad primitiva la sabiduría de los
antiguos; reducir el dominio de la superstición que prevalecía en el Universo; corregir por una
parte, y por otra exterminar los diferentes errores que se habían introducido en las distintas
religiones.”
Esto mismo es también lo que dicen los Teósofos modernos. La única diferencia consiste
en que, mientras hallaba el gran Filaleteo apoyo y ayuda para su intento en dos Padres de la
Iglesia, Clemente y Athenágoras; en todos los Rabinos ilustrados de la Sinagoga, en la
Academia y en el bosque, mientras enseñaba una doctrina común para todos; nosotros, sus
discípulos y continuadores, no somos reconocidos, sino, por el contrario, ultrajados y
perseguidos. Así queda demostrado que las gentes eran más tolerantes hace 1.500 años que
en este siglo de las luces.
PREG. ¿No puede encontrarse la causa del apoyo que halló en la Iglesia, en el hecho de ser
Ammonio Cristiano y haber enseñado el Cristianismo a pesar de sus herejías?
TEÓS. De ningún modo. Había nacido Cristiano, pero jamás había aceptado el
Cristianismo de la Iglesia. Dice el Dr. Wilder: “Sólo tuvo que exponer sus doctrinas,
«según las antiguas columnas de Hermes», que tanto Platón como Pitágoras conocieron
antes y con ellas constituyeron su filosofía”. Encontrando las mismas ideas en el prólogo del
Evangelio de San Juan, supuso muy acertadamente que la intención de Jesús era la de
restaurar la gran doctrina de la sabiduría en su integridad primitiva. Consideraba él que las
narraciones de la Biblia y las historias de los dioses eran sólo alegorías explicativas de la
verdad, o bien fábulas inaceptables.
Además, según la Edimburgh Encyclopædia: “reconocía (Ammonio) que Jesús era un hombre
excelente y amigo de Dios”, pero declaraba que no se propuso abolir enteramente el culto
de los demonios (dioses), y que su única intención era purificar la religión antigua.
PREG. Puesto que Ammonio nunca confió a la escritura sus ideas, ¿cómo podernos cerciorarnos de
la verdad respecto a sus doctrinas?
TEÓS. Ni Buddha, ni Pitágoras, ni Confucio, ni Orfeo, ni Sócrates, ni el mismo Jesús,
dejaron escrito alguno tras de sí. Sin embargo, la mayor parte de ellos son personajes
históricos, y todas sus doctrinas han sobrevivido. Los discípulos de Ammonio (entre los
que se cuentan Orígenes y Herennius) escribieron tratados y explicaron su ética.
Indudablemente, esta última es tan histórica como los escritos Apostólicos, si no más.
Además, sus discípulos Orígenes, Plotino y Longino (consejero de la famosa reina Zenobia)
7
La Clave de la Teosofía
legaron todos abundantes datos acerca del Sistema Filaleteo, al menos en la medida que
podía ser conocida públicamente su profesión de fe, pues la escuela dividía sus enseñanzas
en exotéricas y esotéricas.
PREG. Siendo esotérica lo que se llama propiamente la Religión de la Sabiduría, según afirmáis,
¿cómo pudieron ser transmitidos sus dogmas o principios hasta nuestros días?
TEÓS. La Religión de la Sabiduría fue siempre una y la misma, y siendo la última palabra
del conocimiento humano posible, fue cuidadosamente conservada. Existía edades antes de
los Teósofos Alejandrinos, alcanzó a los modernos y sobrevivirá a todas las demás
religiones y filosofías.
PREG. ¿Por quiénes y en dónde fue conservada?
TEÓS. Entre los Iniciados de cada nación; entre los profundos investigadores de la
verdad, sus discípulos; y en aquellas partes del mundo en donde estas materias fueron
siempre más apreciadas e investigadas; en la India, el Asia Central y Persia.
PREG. ¿Puede usted darme alguna prueba de su esoterismo?
TEÓS. La mejor prueba que podéis tener consiste en el hecho de que cada culto
religioso, o mejor dicho, filosófico antiguo, comprendía una enseñanza esotérica o secreta,
y un culto exotérico (público). Es además un hecho bien sabido que los misterios de los
antiguos consistían en “Mayores” (secretos) y “Menores” (públicos); como en las
solemnidades famosas llamadas en Grecia Eleusinas. Desde los Hierofantes de Samotracia,
Egipto, los Brahmanes iniciados de la India Antigua, hasta los Rabinos hebreos, todos, por
temor a la profanación, ocultaron sus verdaderas creencias. Llamaban los Rabinos hebreos a
sus series religiosas seculares, la Mercavah (o cuerpo exterior), “el vehículo” o la cubierta
que oculta al alma, es decir, a su Ciencia Secreta más elevada. Jamás en la antigüedad divulgó
nación alguna, por conducto de sus sacerdotes, sus verdaderos secretos filosóficos a las
masas, dando sólo a éstas la parte exterior de los mismos. El Buddhismo del Norte tiene sus
“vehículos” “mayores” y “menores”, conocidos bajo el nombre de Mahayana el esotérico,
y de Hinayana el exotérico, que son dos Escuelas. No se los debe censurar por el secreto
guardado, pues seguramente a nadie se lo ocurriría dar en pasto, a un rebaño de ovejas,
disertaciones científicas eruditas sobre botánica, en vez de hierba. Pitágoras denominaba a su
Gnosis “el conocimiento de las cosas que son” o h gnwçiç onpwu, y reserva esos
conocimientos sólo para sus discípulos, que habían jurado guardar el secreto; para aquellos
que podían asimilarse ese alimento mental y hallar en él satisfacción; a los que juramentaba
para guardar el secreto y el silencio.
Los alfabetos ocultos y las cifras secretas son el desarrollo de los antiguos escritos hieráticos
Egipcios, cuyo secreto estaba antiguamente en poder de los Hierogramatistas, Sacerdotes
Egipcios iniciados. Según nos dicen sus biógrafos, Ammonio Saccas juramentaba a sus
discípulos para que no divulgasen sus doctrinas superiores, excepto a aquellos que ya habían
sido instruidos en los conocimientos preliminares, y que también estaban ligados por
juramento.
Finalmente ¿no hallamos la misma costumbre en el Cristianismo primitivo, entre los Gnósticos, y
hasta en las enseñanzas de Cristo? ¿Acaso no habla él a las masas en parábolas de doble
8
La Clave de la Teosofía
sentido, explicando únicamente a los discípulos sus motivos? “A vosotros –dice– es dado el
conocer los misterios del reino de los cielos; pero a aquellos de fuera todas esas cosas se
explican en parábolas” (Marcos, IV, 11). “Los Esenios de Judea y del Carmelo hacían igual
distinción, dividiendo a sus miembros en neófitos, hermanos y perfectos o iniciados.5
Ejemplos acerca de este particular pueden sacarse de todos los países.
PREG. ¿Puede alcanzarse la “Sabiduría Secreta” únicamente por el estudio? Las Enciclopedias
definen la Teosofía en sentido parecido al que lo hace el Diccionario de Webster, es decir, como una
supuesta comunicación con Dios y los espíritus superiores, y la adquisición consiguiente del conocimiento
sobrehumano por medios físicos y procedimientos químicos. ¿Es esto exacto?
TEÓS. No lo creo, ni existe lexicógrafo alguno capaz de aplicarse a sí mismo, o explicar
a los demás, cómo puede alcanzarse el conocimiento sobrehumano por medio de
procedimientos físicos o químicos. Si Webster hubiese dicho por medios metafísicos y
alquímicos, hubiese sido la definición casi correcta, aproximada a la verdad; lo que ha escrito
es absurdo. Los antiguos Teósofos, así como los modernos, sostenían que lo infinito no
puede ser conocido por lo finito, es decir, percibido por el yo finito; pero que la esencia
divina puede ser comunicada al Ego Espiritual en estado de éxtasis. Difícilmente puede
alcanzarse esa condición, como sucede con el hipnotismo, por “procedimientos físicos y
químicos.”
PREG. ¿Cómo explicáis esto?
TEÓS. Plotino definió el verdadero éxtasis como “la liberación de la inteligencia de sus
conocimientos finitos, y su unión e identificación con lo infinito.” Ésta es la condición más
elevada –dice el Prof. Wilder–, pero su duración no es permanente, y solo a muy pocos les
es dado alcanzarla. Tal condición es idéntica al estado que se conoce en la India con el
nombre de Samâdhi. Este último es practicado por los yoguis, que lo facilitan físicamente
por la mayor abstinencia en la comida y bebida, y por un esfuerzo mental continuo para
purificar y elevar la mente. La meditación es silenciosa y no pronunciada, o como lo expresa
Platón, “es el ardiente anhelo del alma hacia lo divino; no para pedir alguna gracia o favor
particular (como sucede con la oración común), sino por el bien en sí, por el Bien Supremo
Universal” (del que somos en la tierra una parte, y de cuya esencia todos procedemos).
“Así pues –añade Platón–, guarda silencio en presencia de los seres divinos, hasta que se
disipen las nubes ante tus ojos y te permitan ver con la luz que de ellos emana, no aquello
que se te presenta como bueno, sino aquello que es intrínsecamente bueno.” 6
5
Véase: Neoplatonismo y Alquimia; por A. Wilder.
6
Esto es lo que el ilustrado autor de Neoplatonismo, el profesos A. Wilder, M.S.T., describe como fotografía
espiritual : “El alma es la cámara en la que todos los hechos y acontecimientos futuros, pasados y presentes
están fijados; y la mente llega a tener conciencia de ellos. Más allá de nuestro mundo de límites, todo es un
día sólo o estado –el pasado y el futuro comprendidos en el presente…– La muerte es el último éxtasis en la
tierra. El alma entonces se ve libre de las trabas del cuerpo, y su parte más noble se une a la naturaleza
superior, participando así de la sabiduría y presciencia de los seres superiores. La verdadera Teosofía e s
para los místicos aquel estado que Apolonio de Tyana describía así : “Puedo ver el presente y el futuro
como en un claro espejo. No necesita el sabio contemplar los vapores de la tierra y la corrupción del aire
para prever los acontecimientos… Los theoi o dioses ven lo futuro; los hombres comunes, el presente; los
9
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿No es, por lo tanto, la Teosofía un sistema nuevo como creen algunos?
TEÓS. Sólo la gente ignorante puede considerarla de esta manera. En su ética y
enseñanza, si no de nombre, es tan antigua como el mundo, así como es, entre todos, el
sistema más amplio y católico (universal).
PREG. ¿Cómo se explica entonces que haya sido tan desconocida la Teosofía en las naciones del
Hemisferio Occidental? ¿Por qué fue un libro cerrado para las razas, sin duda alguna más cultas y
adelantadas?
TEÓS. Creemos que antiguamente han existido naciones tan cultas, y con seguridad
espiritualmente más “adelantadas”, que lo estamos nosotros. Pero hay varias razones que
motivan esa ignorancia voluntaria. Una de ellas la dio San Pablo a los cultos Atenienses: la falta,
durante largos siglos, de verdadero conocimiento espiritual, y hasta de interés por él,
debida a una inclinación exagerada a las cosas sensuales y a una larga sujeción a la letra
muerta del dogma y del ritualismo.
Pero la razón principal consiste en el hecho de haberse conservado siempre secreta la
verdadera Teosofía.
PREG. Habéis presentado pruebas de la existencia del secreto; pero ¿cuál era la causa real del
mismo?
TEÓS. Las causas eran las siguientes: Primeramente, la perversidad de la naturaleza del
hombre vulgar y su egoísmo, tendiendo siempre a la satisfacción de sus deseos personales en
detrimento del prójimo. A semejantes seres jamás se les hubiese podido confiar secretos
divinos. En segundo término, su incapacidad para conservar los conocimientos sagrados y
divinos limpios de toda degradación. Esta última fue la causa de la perversión de las
verdades y símbolos más sublimes, y de la transformación gradual de las cosas espirituales en
formas antropomórficas y comunes; en otras palabras, el rebajamiento de la idea divina y la
idolatría.
LA TEOSOFÍA NO ES EL BUDDHISMO
PREG. Suelen a menudo consideraros como “Buddhistas Esotéricos”. ¿Sois todos, pues, discípulos
de Gautama Buddha?
TEÓS. No, pues equivaldría a decir que todos los músicos son discípulos de Wagner.
Algunos, entre nosotros, pertenecen a la religión Buddhista; sin embargo, contamos entre
nosotros muchos más Indos y Brahmanes que Buddhistas, y más Cristianos (Europeos y
Americanos), que Buddhistas convertidos.
sabios, aquello que va a tener lugar.” La Teosofía de los sabios que habla, queda bien expresada en la
afirmación :”El Reino de Dios está en nosotros.”
10
La Clave de la Teosofía
Nació el error de la mala interpretación del verdadero sentido del título de la excelente
obra de Mr. Sinnett, el Buddhismo Esotérico, debiendo haberse escrito la palabra Buddhismo
con una d en vez de dos, porque en ese caso esta palabra hubiese expresado la idea del
autor, o sea: Sabiduría (Bodha, bodhi, “inteligencia”, “sabiduría”), en vez de Buddhismo, que
significa la filosofía religiosa de Buddha o Gautama. La Teosofía, como ya se ha dicho, es la
Religión de la Sabiduría.
PREG. ¿Qué diferencia hay entre el Buddhismo, la religión fundada por el príncipe de Kapilawastu,
y el Buddhismo o “ Sabiduría” que decís es sinónimo de Teosofía?
TEÓS. Exactamente la misma que existe entre el ritualismo y la teología dogmática de las
Iglesias y sectas, y las enseñanzas secretas del Cristo, que se llamaron “los misterios del
Reino de los Cielos”. Buddha significa el “Iluminado” por Bodha o conocimiento, Sabiduría.
Ésta se arraigó y difundió en las doctrinas esotéricas que Gotama enseñó sólo a sus Arhats
escogidos.
PREG. Sin embargo, niegan algunos Orientalistas que Gotama haya enseñado jamás doctrina
esotérica alguna.
TEÓS. También pueden negar que posea la Naturaleza secretos ignorados por los
hombres de ciencia. Lo probaré más adelante por la conversación de Buddha con su
discípulo Ananda. Sus doctrinas esotéricas eran simplemente la Gupta Vidya (ciencia o
conocimiento secreto) de los antiguos Brahmanes, cuya clave han perdido por completo
sus modernos sucesores, con raras excepciones; y esa Vidya pasó al dominio de lo que se
conoce ahora como doctrina interior (secreta) de la escuela Mahayâna del Buddhismo del
Norte. Los que lo niegan son simples pretendientes, ignorantes del Orientalismo.
Aconséjoos que leáis el Buddhismo Chino del Reverendo Mr. Edkins, especialmente los
capítulos referentes a las escuelas y enseñanzas Exotéricas y Esotéricas, y comparéis entonces
el testimonio de todo el mundo antiguo sobre el particular.
PREG. ¿No es, sin embargo, la ética de la Teosofía semejante a la que enseñó Buddha?
TEÓS. Ciertamente, porque aquella ética es el alma de la Religión de la Sabiduría, y ha
sido en otros tiempos la propiedad común de los iniciados de todas las naciones. Pero
Buddha fue el primero en fundir esa ética sublime con sus enseñanzas públicas, y en hacer
de ella la base, y la esencia misma de su sistema público. En esto consiste la inmensa
diferencia que existe entre el Buddhismo exotérico y todas las demás religiones. Porque,
mientras en algunas de éstas ocupan el ritualismo y el dogma el primero y más importante
lugar, la ética siempre ha sido en el Buddhismo lo principal.
Esto explica la semejanza, casi la identidad, que existe entre la ética de la Teosofía y la de
la religión de Buddha.
PREG. ¿Existen algunos grados de diferencia importantes?
TEÓS. Existe una distinción notable entre la Teosofía y el Buddhismo exotérico, y es que
este último, representado por la Iglesia del Sur, niega por completo: a) la existencia de
Deidad alguna, y b) una vida consciente post mortem, y hasta una individualidad consciente que
sobreviva en el hombre. Tal es, al menos, la doctrina de la Secta Siamesa, hoy considerada
como la forma más pura del Buddhismo exotérico. Es así, en efecto, si nos referimos
11
La Clave de la Teosofía
únicamente a las enseñanzas públicas de Buddha, y daré más adelante el motivo de esa
reticencia de su parte. Pero las escuelas de la Iglesia Buddhista del Norte, establecidas en
aquellos países donde se retiraron los Arhats iniciados después de la muerte del Maestro,
enseñan todo lo que se conoce hoy día con el nombre de Doctrinas Teosóficas, porque forman
parte de la ciencia de los iniciados, probando así cómo fue sacrificada la verdad en aras de la
letra muerta, por la ortodoxia demasiado celosa del Buddhismo del Sur. ¡Cuánto más
sublimes, más nobles, más filosóficas y científicas, aun en su letra muerta, son sin embargo
sus enseñanzas, comparadas con las de cualquier otra iglesia o religión! Sin embargo, la
Teosofía no es el Buddhismo.
12
II
PREG. ¿No son, por lo tanto, vuestras doctrinas un renacimiento del Buddhismo, ni están
enteramente copiadas de la Teosofía Neoplatónica?
TEÓS. No. Pero no podría contestar mejor a vuestras preguntas que citando una
memoria sobre la “Teosofía” leída ante la Convención Teosófica en Chicago, América
(abril, 1889), por el Dr. J. D. Buck, M. S. T.
Ningún teósofo, jamás, ha expresado y comprendido mejor la esencia verdadera de la
Teosofía que nuestro estimado amigo el Dr. Buck:
“Fue fundada la Sociedad Teosófica con el objeto de difundir las doctrinas Teosóficas y
promover y secundar la vida Teosófica. No es la presente Sociedad la primera en su intento.
Tengo en mi poder una obra titulada Transacciones Teosóficas de la Sociedad Filadélfica, publicada
en Londres en el año 1697; y otra con el siguiente título: Introducción a la Teosofía, o sea la
Ciencia del Misterio de Cristo, decir, de la Deidad, Naturaleza y Criatura, comprendiendo la
filosofía todos los poderes en acción, en la vida, mágicos y espirituales, formando una guía
práctica para la pureza y santidad más sublimes, y la perfección evangélica para adquirir la visión
divina y las santas artes angélicas, poderes y otras prerrogativas de la regeneración” publicada
en Londres en 1855. He aquí la dedicatoria de esa obra:
“A los estudiantes de las Universidades, Colegios y Escuelas de la Cristiandad; a los
Profesores de Ciencias Metafísicas, Mecánicas y Naturales en todas sus formas; a los hombres
y mujeres de la Enseñanza en general, de la fe fundamental ortodoxa; a los Deístas, Arrianos,
Unitarios, Swedenhorgianos y de otros credos imperfectos y mal fundados, racionalistas y
escépticos de todas clases; a los Mahometanos, Judíos y Patriarcas Orientales ilustrados y de
juicio recto; pero especialmente al ministro y misionero del Evangelio, sea en los pueblos
bárbaros o intelectuales, está humilde y afectuosamente dedicada esta introducción a la
Teosofía o Ciencia de los principios y misterios de todas las cosas.”
“En el siguiente año (1856) se publicó otro tomo en real octavo de 600 páginas, tipo
diamante, sobre Misceláneas Teosóficas. Se publicaron sólo 500 ejemplares de esta última obra,
destinados a la distribución gratuita en Bibliotecas y Universidades. Esos primitivos movimientos
fueron numerosos y originados dentro de la Iglesia, por personas de gran piedad, celo y fama
intachables. Todos aquellos escritos revestían forma ortodoxa, usando expresiones Cristianas,
y como las obras del eminente eclesiástico William–Law, sólo se distinguían para el lector
ordinario por su gran piedad y sinceridad. Todos, sin excepción, intentaban únicamente fijar e l
origen, explicar el sentido más profundo y el valor original de las Escrituras Cristianas y
exponer y fomentar la vida Teosófica. Pronto fueron olvidadas esas obras, y son hoy día
generalmente desconocidas. Intentaron reformar al clero y reanimar la verdadera piedad, y fueron
siempre mal recibidas. Bastaba la palabra “Herejía” para entregarlas al olvido como a todas las
Utopías semejantes. En tiempo de la Reforma, Juan Reuchlin intentó el mismo objeto con igual
resultado, a pesar de ser amigo íntimo y confidente de Lutero. Jamás quiso la ortodoxia ser
ilustrada.
13
La Clave de la Teosofía
“A esos reformadores se les dijo, como le ocurrió a Pablo con Festus, que la demasiada
instrucción los había vuelto locos, y que sería peligroso seguir adelante. A pesar de la
verbosidad, que en esos escritores se debía en parte a la costumbre, a la educación, y
también al freno del poder secular, y volviendo a la cuestión principal, puede decirse que esos
escritos eran Teosóficos en su más estricto sentido, y se refieren sólo al conocimiento del
hombre acerca de su propia naturaleza y la vida superior del alma. El presente movimiento
Teosófico ha sido acusado algunas veces de intentar la conversión del Cristianismo al
Buddhismo, lo que significa sencillamente que la palabra “Herejía” ha perdido su fuerza y
renunciado a su poder.
“En todas las épocas hubo individuos que comprendieron más o menos claramente las
doctrinas Teosóficas y las aplicaron a su vida privada. No pertenecen esas doctrinas a religión
alguna exclusivamente, y no están relacionadas de un modo especial con Sociedad o tiempo
algunos. Son el privilegio de toda alma humana. La ortodoxia debe ser interpretada por cada cual
según su naturaleza, de acuerdo con sus necesidades peculiares y su propia experiencia. Esto
explicará por qué los que se imaginaban hallar en la Teosofía una nueva religión, han buscado en
balde su credo y su ritual. La lealtad a la Verdad es su credo y “Honrar cada verdad por sus actos, su
ritual.” “Cuán poco comprenden las masas ese principio de Fraternidad Universal, y cuán rara
vez ha sido su trascendental importancia reconocida, lo prueba la diversidad de opiniones e
interpretaciones falsas acerca de la Sociedad Teosófica. Esta Sociedad fue organizada bajo e l
principio único de la Fraternidad esencial del hombre, como acabo de bosquejarlo aunque
breve e imperfectamente. Ha sido atacada porque la consideraban Buddhista y anticristiana,
como si pudiese ser las dos cosas a la vez, precisamente cuando ambos, el Buddhismo y e l
Cristianismo, según fueron establecidos por sus inspirados fundadores, consideran la
fraternidad como el punto esencial y único de la doctrina y de la vida. También trataron de la
Teosofía como de una cosa nueva en el mundo, o todo lo más como de antiguo misticismo
disfrazado con un nuevo nombre. Si bien es cierto que muchas Sociedades fundadas en los
principios de altruismo o Fraternidad esencial y unidas para defender esos principios, tuvieron
varios nombres, no lo es menos que muchas de las mismas fueron también llamadas
Teosóficas, y sus principios y objeto eran los de la Sociedad actual que lleva este nombre. En
todas esas Sociedades, la esencia de la doctrina ha sido siempre la misma y todo lo demás
incidental, aunque sea un hecho el que muchas personas se fijan en los accidentes, y descuidan lo
esencial.”
14
La Clave de la Teosofía
PREG. Se refiere lo que antecede, según entiendo, a los miembros del círculo externo; pero ¿cuál es
el caso de los que se dedican al estudio esotérico de la Teosofía? ¿Son éstos los verdaderos teósofos?
TEÓS. No lo son, necesariamente, hasta haber dado pruebas de que pueden ser
considerados como tales. Han entrado en el grupo interior y se han comprometido a
observar, tan estrictamente como les sea posible, las reglas del círculo oculto. Ésta es una
empresa difícil, por cuanto la primera y principal entre las reglas es la renuncia completa de la
propia personalidad, es decir: que un miembro que se ha comprometido ha de convertirse en
un perfecto altruista, no pensar en sí mismo jamás, y olvidar su propia vanidad y orgullo en bien de
sus semejantes, además del de sus hermanos en el círculo esotérico. Si quiere sacar provecho
de las instrucciones esotéricas, ha de ser su vida de abstinencia en todas las cosas, de
abnegación y de estricta moralidad, cumpliendo con su deber respecto de todos los hombres.
Los pocos Teósofos verdaderos que cuenta la Sociedad Teosófica se encuentran entre esos
miembros. No quiere decir esto que fuera de la S. T. y del grupo interior no existan
Teósofos; los hay, y en mayor número de lo que se cree en general; muchos más,
seguramente, que entre los miembros del círculo externo de la Sociedad Teosófica.
PREG. En este caso, ¿qué ventaja ofrece el pertenecer a la llamada Sociedad Teosófica? ¿En
dónde está el estímulo, cuál es el móvil para ello?
TEÓS. Ninguno, excepto la ventaja de obtener instrucciones esotéricas, las doctrinas
puras y verdaderas de la “Religión de la Sabiduría”; y, si se cumple realmente el programa,
gozar del gran apoyo del auxilio mutuo y de la simpatía. La unión es la fuerza; la armonía y
los esfuerzos simultáneos bien dirigidos hacen milagros. Éste ha sido el secreto de todas las
asociaciones y comunidades, desde que existe la humanidad.
PREG. Pero ¿por qué no ha de poder un hombre de inteligencia bien equilibrada y de propósito
sincero, de indomable energía y perseverancia, llegar a ser Ocultista y hasta Adepto, trabajando solo?
7
“Miembro adherido” es el que forma parte de una Rama de la S.T.; y “Miembro suelto” el que
pertenece a la S.T. y tiene su diploma expedido por la Sede Central (Adyar, Madrás), pero no está afiliado a
Rama o Grupo alguno.
15
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Puede conseguirlo, pero existen diez mil probabilidades contra una de que fallará
en su empresa. Una razón hay entre muchas otras, y es que no se encuentran en nuestros días
libros sobre Ocultismo o Teurgia que revelen los secretos de la Alquimia o de la Teosofía de la
Edad Media, en lenguaje vulgar. Todos son simbólicos o parabólicos; y como ha sido perdida la
clave en Occidente, hace muchos siglos, ¿cómo puede nadie conocer el significado exacto de
lo que lee o de lo que estudia? Éste es el peligro mayor, peligro que conduce a la magia negra
inconsciente o al mediumnismo más irremediable. El que no tenga a un Iniciado por maestro, hará
bien en abandonar este peligroso estudio. Mirad en torno de vosotros y observad. Mientras las
dos terceras partes de la sociedad civilizada ridiculiza la mera posibilidad de que pueda haber
algo en Teosofía, Ocultismo, Espiritismo o en la Kábala, la otra tercera parte está
compuesta de los elementos más heterogéneos y, opuestos posibles. Algunos creen en lo
místico y hasta en lo sobrenatural (!), pero cada uno cree a su manera. Otros se lanzan sin auxilio
alguno al estudio de la Kábala, del Psiquismo y Mesmerismo, Espiritismo, u otra forma cual quiera del
Misticismo. Resultado: no hay dos hombres que piensen igualmente, ni que se hallen de
acuerdo respecto de cualquiera de los principios ocultos fundamentales, aunque muchos
son los que reivindican y pretenden poseer la última palabra del saber, y quisieran hacer
creer a los profanos en esas materias que son adeptos perfectos, No hay tan sólo carencia de
un conocimiento exacto y científico del Ocultismo accesible en el Occidente, ni siquiera del de la
verdadera astrología (la única rama del Ocultismo que posee en sus enseñanzas exotéricas un
sistema y leyes definidas), sino que ni uno solo tiene la menor idea de lo que el verdadero Ocultismo
significa. Limitan algunos la antigua Sabiduría a la Kábala y al Zohar judío, que cada cual interpreta
a su modo según la letra muerta de los métodos Rabínicos. Otros consideran a Swedenborg o a
Boehme como la última expresión de la más elevada sabiduría, mientras otros, por fin, ven
en el mesmerismo el gran secreto de la antigua magia. Todos éstos, SIN EXCEPCIÓN, cuando
tratan de llevar sus teorías a la práctica, caen rápidamente, efecto de su ignorancia, en la magia
negra. ¡Felices aquellos que se libran del peligro, careciendo como carecen de experiencia y
criterio que puedan guiarlos para distinguir lo real de lo falso!
PREG. ¿Hemos de entender con esto que el grupo interior de la S. T. recibe sus enseñanzas de los
verdaderos iniciados o maestros en la sabiduría esotérica?
TEÓS. No directamente. La presencia personal de esos maestros no es necesaria. Basta
con que den sus instrucciones a algunos de los que han estudiado bajo su dirección durante
años, y que han consagrado la vida entera a su servicio. Pueden entonces éstos, a su vez,
transmitir a los que no tuvieron esa oportunidad, la ciencia recibida. Es preferible una parte
de las verdaderas ciencias, a una masa de conocimientos no digeridos y mal interpretados.
Una onza de oro vale más que una tonelada de polvo.
PREG. Pero ¿qué medios tenemos para averiguar si la onza es de oro verdadero, o una
falsificación?
TEÓS. Se conoce un árbol por sus frutos, un sistema por sus resultados. Cuando nos
prueben nuestros adversarios que algún estudiante solitario del Ocultismo, a través de las
edades, se ha convertido en un Santo Adepto como Ammonio Saccas, en un Plotino, en un
Teurgista como Jámblico, o bien ha llevado a cabo hechos como los que se atribuyen a Saint
Germain, sin maestro alguno para dirigirlo, y todo ello sin ser un médium, un iluso o un
charlatán. Entonces confesaremos nuestro error. Pero hasta que no llegue ese caso,
16
La Clave de la Teosofía
prefieren los Teósofos atenerse a la ley natural, probada y conocida, de la Ciencia Sagrada
tradicional. Hay místicos que han hecho grandes descubrimientos en química y ciencias físicas,
penetrando casi en los dominios de la Alquimia y el Ocultismo; otros, que sólo a la luz de su
genio han vuelto a descubrir parte, si no el todo de los alfabetos perdidos de la “Lengua del
Misterio”, y son, por consiguiente, capaces de leer correctamente los escritos hebreos;
otros, por fin, que, siendo clarividentes, han podido entrever pasajeros resplandores de los
secretos de la Naturaleza; mas todos éstos son especialistas. El uno es un inventor teórico;
el otro un hebraísta, es decir, Kabalista sectario; el tercero, un Swedenborg moderno, que
niega todo aquello que esté fuera de su ciencia o religión particular. Ninguno de ellos puede
vanagloriarse de haber producido un beneficio universal o nacional, ni siquiera tampoco un beneficio
para sí mismo. Exceptuando a algunos curanderos de aquellos que el Real Colegio de Médicos y
Cirujanos tacharía de charlatanes, ninguno ha ayudado con su ciencia a la Humanidad, ni
siquiera a algunas de aquellas personas que lo rodeaban. ¿Dónde están los Caldeos de la
antigüedad, los hombres que realizaban maravillosas curaciones, “no por medio de encantos
o hechizos, sino por el de los simples?” ¿Dónde un Apolonio de Tyana que sanaba a los
enfermos y despertaba a los muertos, bajo cualquier clima y circunstancia? Conocemos a
algunos especialistas en Europa de lo primero; pero ninguno capaz de lo segundo, excepto en
Asia, donde el secreto del yogui, “vivir en la muerte”, se conserva aún.
PREG. ¿Es el objeto de la Teosofía crear semejantes Adeptos sanadores?
TEÓS. Los objetos de la Teosofía son varios; pero los más importantes de todos son aquellos
que pueden contribuir al alivio del sufrimiento humano bajo cualquier forma, tanto moral como
física; y consideramos la primera mucho más importante que la segunda. Tiene la Teosofía
que inculcar la ética y purificar el alma, si quiere aliviar al cuerpo físico, cuyas dolencias, salvo en
casos accidentales, son hereditarias. No es estudiando el Ocultismo con miras egoístas por la
satisfacción de la ambición personal, el orgullo o la vanidad, como se llegará jamás a alcanzar el
verdadero fin propuesto, de aliviar a la humanidad que sufre. Ni tampoco estudiando sólo
una rama de la filosofía esotérica es como llegará nadie a ser Ocultista, SI NO
ESTUDIÁNDOLAS TODAS, aunque no las posea perfectamente.
PREG. ¿No se ayuda, por lo tanto, a alcanzar ese importantísimo objeto más que a los que
estudian las ciencias esotéricas?
TEÓS. De ningún modo. Todo miembro del círculo externo tiene derecho a la instrucción
general, si la desea; pero pocos quieren convertirse en lo que se llama “miembros activos” y
la mayor parte prefieren ser los ZÁNGANOS DE LA TEOSOFÍA. Sépase bien que se
estimulan, en la Sociedad Teosófica las investigaciones privadas, con tal que no traspasen el límite que
separa lo exotérico de lo esotérico, la magia ciega de la consciente.
17
La Clave de la Teosofía
TEÓS. De ninguna manera. Puede un hombre ser muy buen Teósofo, dentro o fuera de la
Sociedad, sin ser en modo alguno Ocultista. Pero nadie puede ser un verdadero Ocultista sin ser
Teósofo en toda la extensión de la palabra; de otro modo, no es más que un mago negro,
consciente o inconsciente.
PREG. ¿Qué queréis decir?
TEÓS. Ya he dicho que un Teósofo verdadero debe poner en práctica el ideal moral más
elevado; debe esforzarse en reconocer la unidad con la humanidad entera, y trabajar
incesantemente para los demás. Ahora bien; si un Ocultista no lleva esto a cabo, obrará de
un modo egoísta para su beneficio personal; y si ha adquirido mayores poderes prácticos que los
demás hombres, por lo común se convierte, por esto mismo, en enemigo del mundo y de los que lo
rodean, mucho más temible que el simple mortal. Esto es claro.
PREG. Entonces, ¿un Ocultista es sencillamente un hombre que posee mayor poder que los
demás?
TEÓS. Mucho mayor, si es Ocultista práctico y realmente instruido, y no se contenta tan
sólo con serlo de nombre. No son las ciencias ocultas “aquellas ciencias imaginarias de la
Edad Media que trataban de la supuesta acción o influencia de cualidades Ocultas o poderes
sobrenaturales, como la alquimia, la magia, la nigromancia y la astrología”, según nos las
describen las Enciclopedias; porque son ciencias reales, verdaderas y muy peligrosas.
Enseñan la fuerza e influencia secretas de las cosas de la Naturaleza, desarrollando y
cultivando los poderes ocultos “latentes en el hombre”, dándole enormes ventajas sobre
los mortales más ignorantes. Buen ejemplo de ello es el Hipnotismo, hoy día tan común y
objeto de las indagaciones científicas. Fue descubierto el poder hipnótico casi por
casualidad, habiendo preparado el camino el mesmerismo. Hoy día, un hipnotizador
experimentado puede con su poder hacer casi todo cuanto se le ocurra: desde obligar a un
hombre a hacer el tonto inconscientemente, hasta hacerle cometer un crimen. (A menudo,
por medio de un cómplice del hipnotizador y en beneficio de este último.) ¿No es éste un
terrible poder si se entrega en manos de personas sin escrúpulos? Y, sin embargo, tened
presente que ésta no es más que una de las ramas menores del Ocultismo.
PREG. ¿Pero no están todas esas ciencias Ocultas, magia y hechicería, consideradas por la gente
más culta e ilustrada como restos de la antigua ignorancia y superstición?
TEÓS. Permitidme que os haga notar que esta observación resuelve de golpe los
distintos puntos de vista. Los más “cultos e ilustrados” entre vosotros, también consideran
al Cristianismo y todas las, demás religiones como restos de ignorancia y superstición. La
gente ahora empieza a creer en el hipnotismo, y algunos (hasta entre los más cultos), en la
Teosofía y los fenómenos. ¿Pero quién, excepto los predicadores y los fanáticos ciegos, se
atreverá a confesar su creencia en los milagros Bíblicos? Aquí es donde nace la diferencia. Hay
Teósofos muy puros y buenos, que pueden creer en los milagros sobrenaturales, incluso los
divinos; pero no creerá en ellos Ocultista alguno. El Ocultista practica la Teosofía científica,
basada en el conocimiento exacto de los trabajos y secretos de la Naturaleza, mientras que
el Teósofo que practique los poderes llamados anormales, pero sin la luz del Ocultismo, tenderá
simplemente hacia una forma peligrosa del mediumnismo, porque, aunque profese la Teosofía y su
más elevado código de ética, obra a oscuras, apoyado en sincera PERO CIEGA FE. Cualquiera,
18
La Clave de la Teosofía
sea Teósofo o Espiritista, que intente cultivar una de las ramas de la ciencia Oculta por
ejemplo, Hipnotismo, Mesmerismo o siquiera los secretos para producir ciertos
fenómenos físicos, etc. sin el conocimiento de la rationale filosófica de esos poderes. Es como una
nave sin timón en medio del océano embravecido.
19
La Clave de la Teosofía
8
Decimos que en tales casos no son los espíritus de los muertos los que descienden a la tierra, sino los espíritus de los
vivos los que ascienden a la región de las Almas Espirituales puras. En realidad no existe ni el ascenso ni el descenso,
sino un cambio de estado o condición para el médium. Al paralizarse o entrar en “trance” el cuerpo de éste último, el
Ego espiritual se liberta de sus trabas y se encuentra en el mismo plano de conciencia que los espíritus
desencarnados. De aquí que si hay alguna atracción espiritual entre éstos y aquel Ego, se pueden entonces
comunicar, como sucede a menudo durante el sueño. La diferencia entre una naturaleza mediumnística y
otra no sensitiva es la siguiente: El espíritu del médium, en libertad, tiene facultad y facilidad para influir e n
los órganos pasivos de su cuerpo físico aletargado, haciéndole actuar, hablar y escribir a voluntad. El Ego
puede hacerle repetir, como un eco, en el lenguaje humano cuyo Ego no tenga una libre correspondencia,
durante el sueño de su cuerpo, con aquellos que ha amado y perdido, sin embargo, por razón de lo positivo y
no receptivo de su envoltura física y de su cerebro, ningún recuerdo le queda cuando se despierta, salvo a veces
alguna idea oscura de un sueño muy vago.
20
La Clave de la Teosofía
“Merece considerarse este punto seriamente, pues la importancia y gravedad del momento
es vital. Poseemos una experiencia y un conocimiento, fuera de los cuales todo otro
conocimiento resulta comparativamente insignificante. El espiritista común se irrita si cualquiera
se atreve a impugnar su indudable conocimiento del futuro y su absoluta certeza respecto a la
vida venidera. Mientras otros hombres han unido sus débiles manos, que tantean en e l
sombrío y secreto futuro, él marcha audazmente como quien posee un mapa y no duda del
camino. Cuando a otros les ha bastado una piadosa aspiración o se han contentado con una f e
hereditaria, él se jacta de saber lo que los otros sólo creen y alardea de que con sus vastos
conocimientos puede suplir lo deficiente de las creencias, que hoy agonizan, basadas tan sólo
en la esperanza. Es arrogante en sus procedimientos respecto a las esperanzas más caras y
predilectas del hombre. Parece decir: “Esperáis en aquello que yo puedo demostrar. Habéis
aceptado una creencia tradicional en todo aquello que puedo probar experimentalmente
conforme al más estricto método científico. Van decayendo las antiguas creencias; separaos d e
ellas, pues contienen tanto error como verdad. Sólo construyendo sobre la base de hecho
demostrado es como puede el edificio poseer la solidez y la estabilidad necesarias. Todos los
antiguos cultos se derrumban. Huid de ellos para que no os aplasten cogiéndoos en su caída.
“Cuando se encuentra uno cara a cara con una persona semejante, ¿qué resulta? Una cosa
muy curiosa y poco agradable. Tan seguro está del terreno que pisa, que no se toma la
molestia de asegurarse de la interpretación de los demás sobre sus hechos. La sabiduría d e
los siglos se ha cuidado de dar la explicación de lo que con razón considera como probado;
pero él no dedica tiempo alguno a su estudio. Tampoco está completamente de acuerdo con
sus hermanos espiritistas. Es aquello de la historia de la vieja Escocesa que junto con su marido
formaba una “iglesia”. Tenían ciertas llaves exclusivas para el Cielo, o mejor dicho, ella las
guardaba, pues “no tenía mucha confianza en Diego”. Lo mismo sucede con las sectas
Espiritistas, divididas y subdivididas hasta lo infinito, y cuyos individuos no están muy seguros unos
de otros”. Además, la experiencia colectiva de la humanidad es unánime en que la unión es la
fuerza y la desunión el origen de la debilidad y de los fracasos. Un puñado de hombres,
instruidos y disciplinados, se convierte en un ejército, y cada hombre vale por cien
indisciplinados que le hagan frente. En cada departamento del trabajo humano, la organización
es sinónima de éxito, de economía de tiempo y fatiga, de beneficio y desarrollo. La falta d e
método, de plan; el trabajo inconstante, la energía vacilante y el esfuerzo indisciplinado
conducen al completo fracaso. La voz de los siglos atestigua la verdad. ¿Acepta el espiritista e l
fallo y obra en consecuencia? No, ciertamente. Se rebela contra la organización. Cada uno e s
ley para sí mismo, y espina para sus vecinos” (Light, junio 22, 1889).
PREG. Según tenía entendido, la Sociedad Teosófica fue fundada en su origen para matar el
espiritismo y la creencia en la individualidad futura del hombre.
TEÓS. Estáis equivocados. Todas nuestras creencias están basadas en esa individualidad
inmortal; pero, como tantos otros, confundís la personalidad con la individualidad. Los
21
La Clave de la Teosofía
9
Véase más adelante “acerca de la Individualidad y la Personalidad“.
22
La Clave de la Teosofía
PREG. Entiendo. Decís que aquel verdadero Ego no puede volver a la tierra inmediatamente
después de la muerte. Sin embargo, seguramente, ¿queda el actor en libertad de volver, si quiere, a la
escena donde tuvieron lugar sus actos anteriores, si es que ha conservado el sentido de su
individualidad?
TEÓS. Lo negamos simplemente, porque semejante regreso a la tierra sería incompatible con un
estado cualquiera de felicidad y bienaventuranza sin mezcla después de la muerte, conforme estoy
dispuesto a probar. Creemos que el hombre sufre tantas inmerecidas penas y miserias
durante su vida, por culpa de los demás con que está relacionado, o a causa del ambiente
que lo rodea, que seguramente tiene derecho a un descanso y una tranquilidad perfectos, si
no a la felicidad, antes de volver a cargar de nuevo con el peso de la vida. Sin embargo,
podremos discutir este punto al detalle, más adelante.
PREG. Entiendo hasta cierto punto las doctrinas teosóficas; pero observo que son mucho más
complicadas y metafísicas que las del espiritismo o las ideas religiosas corrientes. ¿Podéis explicarme
cómo ha despertado este sistema de la Teosofía, que defendéis, tanto interés y tanta animosidad al
mismo tiempo?
TEÓS. Creo que existen varias razones para ello. Entre otras causas que pueden citarse,
figura primeramente la gran reacción que existe, hija de las groseras teorías materialistas que hoy
prevalecen entre los hombres de ciencia. En segundo lugar, el descontento general respecto de la
teología artificial de las diferentes Iglesias Cristianas, y el número cada vez mayor de sectas que se
combaten unas a otras. Tercero, una percepción creciente del hecho de que las creencias que se
contradicen tan evidentemente unas a otras, no pueden ser verdaderas, y que pretensiones no
comprobadas no pueden ser reales. A esa natural desconfianza en las religiones
convencionales hay que añadir el fracaso completo de las mismas, en cuanto a la
conservación de la moral y la purificación de la sociedad y de las masas. Cuarto, la convicción
en muchos, y el saber en algunos, de que debe existir en alguna parte un sistema filosófico y religioso
que ha de ser científico y no solamente especulativo. Finalmente, la creencia de que quizás tal
sistema haya de buscarse en doctrinas que se anticiparon con mucho a toda, fe moderna.
PREG. Mas ¿cómo ha venido ese sistema a revelarse precisamente ahora?
TEÓS. Porque precisamente ahora encontraron ocasión propicia y preparada la época para
ello; lo que se prueba por el decidido esfuerzo y el empeño de tantos ardientes escritores y sabios en
alcanzar la verdad, cueste lo que cueste y en cualquier parte que eso oculta. Teniendo esto en
consideración, los depositarios de la misma permitieron que algunas partes de esa verdad,
al menos, fuesen divulgadas. Si se hubiese diferido la formación de la Sociedad Teosófica
para unos cuantos años más adelante, una mitad de las naciones civilizadas sería a estas
horas materialista declarada, y antropomorfista y fenomenalista la otra mitad.
PREG. ¿Hemos de considerar a la Teosofía en algún modo como una revelación?
23
La Clave de la Teosofía
10
Está de moda, particularmente desde hace poco tiempo, ridiculizar la noción de que haya existido nunca
otra cosa más que impostura sacerdotal en los misterios de pueblos grandes y civilizados, como lo fueron los
Egipcios, los Griegos o los Romanos. Preténdese que hasta los Rosacruces mismos eran una especie d e
lunáticos y de impostores. Numerosos libros se han escrito acerca de ellos; y principiantes que apenas
conocían ese nombre pocos años antes, se han presentado como grandes críticos y gnósticos, acerca de la
Alquimia, de los filósofos del fuego y del misticismo en general. Se sabe, sin embargo, que una larga serie
de Hierofantes de Egipto, de la India, de Caldea y de Arabia, así como los más grandes filósofos y sabios d e
Grecia y del occidente, incluyeron bajo la designación de Sabiduría y Ciencia Divina todo conocimiento,
porque consideraban la base y el origen de todo arte y ciencia como esencialmente divino. Platón tenía por
sacratísimos a los misterios; y Clemente de Alejandría, que había sido iniciado en los misterios Eleusinos,
declaró que” las doctrinas que en ellos se enseñaban contenían la meta de todo saber humano.” ¿Eran
Platón y Clemente dos impostores, dos locos, o ambas cosas a la vez?
24
La Clave de la Teosofía
III
25
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿Cómo?
TEÓS. Demostrando sencillamente, en el terreno lógico, filosófico, metafísico y hasta
científico, que: a) Todos los hombres tienen espiritual, y físicamente el mismo origen; lo
que constituye la doctrina fundamental de la Teosofía. b) Que teniendo la humanidad una
misma y única esencia, y siendo esa esencia una –infinita, increada y, eterna, ya la llamemos
Dios o Naturaleza–, nada, por lo tanto, puede afectar a una nación o a un hombre sin afectar
a todas las demás naciones y a todos los demás hombres. Tan cierto y obvio es esto, como
que una piedra tirada en un estanque pondrá en movimiento pronto o tarde toda gota de
agua en él contenida.
PREG. Pero ésta no es la doctrina de Cristo, sino más bien una noción panteísta.
TEÓS. Aquí es donde os equivocáis. Es puramente Cristiana, aunque no Judaica, y, por
consiguiente, quizás prefieran ignorarla las naciones Bíblicas.
PREG. Ésta es una acusación injusta. ¿Dónde están vuestras pruebas?
26
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Están a la mano. Se atribuyen a Cristo estas palabras: “Amaos los unos a los
otros” y “Amad a vuestros enemigos, pues si solo amáis a aquellos que os amen, ¿qué
mérito tenéis? ¿Acaso los publicanos 11 mismos no lo hacen? Y si sólo saludáis a vuestros
hermanos, ¿qué más hacéis que los demás? ¿No lo hacen acaso los mismos publícanos?”
Éstas son las palabras de Cristo. Pero el Génesis IX, 25, dice: “Maldito sea Canaán; siervo de
los siervos será entre sus hermanos”. Y la gente Cristiana, pero Bíblica, prefiere la ley de
Moisés a la ley amorosa de Cristo. Basan en el Antiguo Testamento, que se presta a todas sus
pasiones, sus leyes de conquista, anexión y tiranía, respecto de las razas que llaman inferiores.
Sólo la historia puede darnos una idea, aunque imperfecta, de los crímenes, cometidos con
el apoyo de ese pasaje infernal del Génesis (tomado al pie de la letra)12.
PREG. Habéis dicho que la identidad de nuestro origen físico, está probada por la ciencia, y la de
nuestro origen espiritual por la Religión de la Sabiduría. Sin embargo, no dan muestras los Darwinistas
de afección fraternal muy grande.
TEÓS. Precisamente. Esto es lo que demuestra la deficiencia de los sistemas
materialistas, y prueba que nosotros, los Teósofos, tenemos razón. La identidad de nuestro
origen físico no alcanza ni estimula nuestros sentimientos más elevados y profundos.
Privada de su alma y espíritu, o de su esencia divina, la materia no puede hablar al corazón
humano. Pero una vez probada, y grabada profundamente en nuestros corazones, la
identidad del alma y del espíritu del hombre real, inmortal, según nos enseña la Teosofía,
esto nos conducirá lejos en el camino de la verdadera caridad y buen deseo fraternales.
PREG. Mas, ¿cómo explica la Teosofía el origen común del hombre?
11
Publicanos, considerados como ladrones y rateros en aquellos tiempos. Tanto el nombre como la
profesión de publicano eran entre los judíos las cosas más odiosas de este mundo. No se les permitía
penetrar en el templo, y Mateo (XVIII, 17 )habla de un pagano y de un publicano como de cosas idénticas.
Sin embargo, eran tan solo los recaudadores de impuestos romanos, y ocupaban la misma posición que los
empleados oficiales ingleses, en la India y en otros países conquistados, ocupan hoy día.
12
“Al fin de la Edad Media, la esclavitud, dominada por fuerzas morales, había desaparecido de Europa e n
general; pero ocurrieron dos acontecimientos importantes, que anularon al poder moral que obraba sobre
la sociedad europea, y dieron rienda suelta a una serie de calamidades tales, que casi puede decirse que
jamás se han conocido otras mayores. Uno de esos acontecimientos fue el primer viaje a una costa
populosa y bárbara, donde los seres humanos eran un artículo usual de tráfico; y el otro, el descubrimiento
de un Nuevo Mundo, en el que se abrieron veneros de riqueza, para cuya explotación sólo faltaba llevar
brazos que trabajasen. Durante cuatrocientos años, hombres, mujeres y niños eran separados de todos los
que conocían y amaban, y se los vendían en las costas de África a traficantes extranjeros; se los cargaba d e
cadenas en la sentina de los buques (encerrando juntos a menudo a los vivos y los muertos durante
horribles travesías); y según Bancroff, historiador imparcial, de tres millones y pico de seres, doscientos
cincuenta mil fueron arrojados al agua durante aquella época, mientras que el resto era condenado a
indecible miseria y sufrimiento cruel en las minas, o a gemir bajo el látigo en los cañaverales y arrozales. La
culpabilidad de este gran crimen recae sobre la Iglesia Cristiana. ”En nombre de la Santísima Trinidad” e l
Gobierno español firmó más de diez tratados autorizando la venta de quinientos mil seres humanos. En
1562 Sir John Hawkins se hizo a la mar para emprender el viaje infernal que tenía por objeto comprar
esclavos en África para venderlos en las Indias Occidentales, en un buque que llevaba el nombre sagrado d e
Jesús; e Isabel, la reina Protestante, lo recompensó por su éxito en esta primera aventura de los ingleses
en aquel inhumano tráfico, autorizándolo a llevar como escudo de armas “un medio moro en su color
natural, ligado con una cuerda”, o en otras palabras, a un esclavo negro encadenado.” (Conquistas de la Cruz. –
Tomado de Agnostic Journal).
27
La Clave de la Teosofía
28
La Clave de la Teosofía
unión de las diversas opiniones, después de haber sido eliminado todo lo falso de cada una
de ellas: entonces, la verdadera fraternidad, en religión, podrá ser un hecho. Lo mismo
puede aplicarse al mundo físico.
PREG. Os ruego desarrolléis más vuestra idea.
TEÓS. Tomad un ejemplo. Una planta se compone de raíz, tronco, tallos y hojas. Del
mismo modo, la humanidad, como un todo, es el tronco que procede de la raíz espiritual; el
tronco es la unidad de la planta. Atacado el tronco, es evidente que cada rama y cada hoja se
ha de resentir. Así sucede con la humanidad.
PREG. En efecto; pero si sólo se ataca una hoja o una rama, no se daña a toda la planta.
TEÓS. ¿De manera que creéis que perjudicando a un hombre no perjudicáis a la
humanidad? ¿Ignoráis que hasta la ciencia materialista enseña que cualquier perjuicio, por
ligero que sea, causado a una planta, ha de afectar por completo a su futuro desarrollo?
Estáis, por lo tanto, en un error, y la analogía es perfecta. No tenéis en cuenta el hecho de
que puede a menudo resentirse todo el cuerpo de resultas de una cortadura en un dedo e
influir en todo el sistema nervioso; y he de haceros presente que puede haber otras leyes
espirituales que operen sobre las plantas y los animales, así como sobre la humanidad; si
bien, como no reconocéis su acción en plantas y animales, podéis negar su existencia.
PREG. ¿A qué leyes os referís?
TEÓS. Las llamamos leyes kármicas; pero no podréis comprenderla significación
completa del término a no ser que estudiéis Ocultismo. Mi argumento, sin embargo, no se
apoyaba en la suposición de esas leyes, sino solamente en la analogía de la planta. Extended
esa idea, aplicadla universalmente, y pronto veréis que en la filosofía verdadera cada acción
física tiene su efecto moral y eterno. Perjudicad a un hombre, causándole un daño corporal;
pensaréis que su pena y su sufrimiento no pueden en modo alguno afectar a sus prójimos, y
mucho menos a hombres de otras naciones. Nosotros afirmamos que si lo hará a su debido
tiempo. Decimos, por consiguiente, que mientras cada hombre no comprenda y acepte,
como una verdad axiomática, que perjudicando a otro nos perjudicamos, no sólo a nosotros
mismos, sino, a la larga, a toda la humanidad, no son posibles en la tierra sentimientos
fraternales, tales como los que predicaron todos los grandes Reformadores, sobre todo
Buddha y Jesús.
PREG. ¿Queréis ahora explicar los medios por los cuales os proponéis llevar a cabo el segundo
objeto?
TEÓS. Reuniendo para la biblioteca de nuestro Centro General de Adyar, Madrás (y los
miembros de las Ramas para sus bibliotecas locales), todas las mejores obras que podamos,
acerca de las religiones del mundo. Presentando por escrito informes correctos sobre las
varias filosofías, tradiciones y leyendas antiguas, y difundiéndolas prácticamente por medio
29
La Clave de la Teosofía
30
La Clave de la Teosofía
honor y en nombre del “Yo” inmortal, sigue después de ése “nuevo nacimiento” con los
vicios y defectos de la antigua vida, tolerándolos y satisfaciéndolos no obstante pertenecer a
la Sociedad, entonces, naturalmente, es más que probable que se le pondrá en el trance de
dimitir o, en caso de negarse a ello, será expulsado. Tenemos reglas estrictas para tales
circunstancias.
PREG. ¿Podéis citar algunas de ellas?
TEÓS. Sí. Ningún miembro de la Sociedad, sea exotérico o esotérico, tiene derecho a
imponer sus opiniones personales a otro miembro. Ésta es una ofensa contra la Sociedad
en general. Respecto a la Sección Interior, llamada ahora Esotérica, la siguiente regla ha sido
presentada y adoptada desde el año 1880: “No podrá ningún hermano, servirse para su uso
egoísta, de ningún conocimiento que se le comunique por cualquier miembro de la primera
sección (actualmente, “un grado” superior), siendo la violación de esta regla castigada con la
expulsión”. Antes que puedan ser comunicados esos conocimientos, ha de comprometerse
el aspirante, bajo juramento solemne, a no usarlos con miras egoístas, ni a revelar nada de
lo que se le ha confiado, si no está autorizado para ello.
PREG. ¿Pero puede una persona expulsada de la Sección, o dimisión, revelar lo que pueda haber
aprendido o violar cualquier cláusula del compromiso adquirido?
TEÓS. No, ciertamente. Su expulsión o dimisión sólo la relevan de la obligación de
obediencia al maestro, y de tomar parte activa en la obra de la Sociedad; pero no
seguramente del sagrado compromiso del secreto.
PREG. ¿Es esto razonable y justo?
TEÓS. Seguramente. Para todo hombre o mujer dotado aun del mínimo sentimiento del
honor, su promesa del secreto, tomada bajo su palabra de honor, y mucho más, en nombre
de su Yo superior (el Dios interno), es inviolable mientras viva. Y aunque pueda dejar de
formar parte de la Sección y de la Sociedad, ningún hombre o mujer dignos pensará en
atacar o perjudicar a una corporación a que pertenecen en virtud de semejante
compromiso.
PREG. Sin embargo, ¿no es esto extremar las cosas?
TEÓS. Puede que sí, teniendo en cuenta la relajación de estos tiempos y de la moral; mas
si la promesa no fuera firme, ¿qué necesidad habría de compromiso alguno? ¿Cómo puede
uno aspirar a que se lo instruya en la ciencia secreta, si ha de quedar en libertad de eximirse
cuando le plazca de todas las obligaciones que se ha impuesto? ¿Qué seguridad, confianza o
crédito podrían existir jamás entre los hombres, si compromisos tales no hubiesen de
tener valor o fuerza real alguna? Creedme; la ley de retribución (Karma) daría su merecido
muy pronto a aquel que de tal modo quebrantase su compromiso; tan pronto, quizás, como
se manifestaría el desprecio de todo hombre honrado, hasta en este mismo plano físico.
Como dice muy bien el Path, julio 1889 (Nueva York), respecto a este asunto: “Una vez
adquirido un compromiso, nos obliga para siempre en el mundo moral y en el mundo oculto. Si
alguna vez lo violamos y sufrimos las consecuencias, esto no nos justifica para violarlo de
nuevo; y siempre que así lo hagamos, reaccionará sobre nosotros la poderosa balanza de la
Ley (de Karma).
31
IV
33
La Clave de la Teosofía
impurezas, y su propia humanidad divina lo redimirá, porque cuando esté unido consigo
mismo, entonces conocerá al “Arquitecto del Templo”.
PREG. Confieso que esto es altruismo puro.
TEÓS. Lo es. Y si sólo un Miembro de la S. T. entre diez quisiera practicarlo, sería
indudablemente nuestra Sociedad un Cuerpo de elegidos. Pero entre los que no forman
parte de la Sociedad hay quienes no verán jamás la diferencia esencial que existe entre la
Teosofía y la Sociedad Teosófica; entre la idea y su representación imperfecta. Semejantes
personas harán recaer cada falta, cada imperfección del vehículo (el cuerpo humano), sobre
el espíritu puro que arroja en él su luz divina. ¿Es esto justo? Atacan a una asociación que
lucha por la propagación de sus ideales contra tremendas fuerzas contrarias. Algunos
desacreditan y calumnian a la Sociedad Teosófica sólo porque se atreven a intentar
conseguir lo que otros sistemas (la Iglesia y el Estado Cristiano principalmente) no
pudieron lograr, habiendo fracasado por completo en su intento; otros, porque quisieran
conservar el estado de cosas existente: Fariseos y Saduceos en el lugar de Moisés, y
publicanos y pecadores gozando y disfrutando en los altos puestos, como bajo el Imperio
Romano durante su decadencia. Las personas de sano y recto juicio debieran al menos
tener en cuenta que el hombre que hace todo cuanto puede, hace tanto como aquel que
más ha conseguido, en este mundo de relativas posibilidades. Esto es un axioma para los
creyentes en los Evangelios, explicado en la parábola de los talentos entregados por el amo:
El servidor que dobló sus dos talentos fue recompensado tanto como el otro compañero
suyo, que había recibido cinco. A cada cual es dado “según su capacidad”.
PREG. Sin embargo, es difícil fijar una línea de demarcación entre lo abstracto y lo concreto en
este caso, puesto que sólo tenemos lo último para formar una opinión.
TEÓS. ¿Por qué hacer entonces una excepción, tratándose de la Sociedad Teosófica? La
justicia, lo mismo que la caridad, deben empezar por la propia casa. ¿Atacaréis el Sermón de
la Montaña y os burlaréis del mismo porque las leyes sociales, políticas y hasta religiosas,
no solamente no han conseguido hasta ahora poner en práctica sus preceptos en su
espíritu, sino siquiera en su letra muerta? Suprimid el juramento en los Tribunales,
Parlamentos, Ejércitos y en todas partes, y haced lo que hacen los Cuáqueros, si queréis
llamaros Cristianos. Suprimid los Tribunales mismos, pues si queréis seguir los
Mandamientos de Cristo habéis de dar vuestro abrigo al que de él os hubiera despojado, y
presentar la mejilla izquierda al que os hiriera la derecha. “No os rebeléis contra el mal,
amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os hacen sufrir, haced el bien a aquellos que
os odian”, pues “el que infrinja en lo mínimo esos Mandamientos y así enseñase a hacerlo a
los hombres, llamado será el último en el Reino de los Cielos”, y “el que llamase loco a su
hermano, estará en peligro del fuego infernal.” No juzguéis a nadie si no queréis ser
juzgados. Si se insiste en que entre la Teosofía y la Sociedad Teosófica no existe diferencia,
se exponen el sistema Cristiano y su esencia misma a iguales acusaciones, pero en una
forma más grave.
PREG. ¿Por qué más grave?
TEÓS. Porque mientras los que dirigen el movimiento Teosófico, reconociendo
plenamente sus deficiencias, hacen cuanto pueden para corregirlas y arrancar el mal que
34
La Clave de la Teosofía
existe en la Sociedad; mientras sus reglamentos y leyes propias están basados en el espíritu
teosófico, los legisladores e Iglesias de las naciones que se llaman Cristianas hacen lo
contrario. Hasta los peores entre nuestros miembros, no son peores que el cristiano
ordinario. Además, si tanta dificultad hallan los Teósofos Occidentales en llevar una vida
verdaderamente teosófica, es porque todos son hijos de su generación. Todos eran
Cristianos, educados en la sofistería de su Iglesia, de sus costumbres sociales y hasta de sus
leyes paradójicas. Tales eran antes de ser Teósofos, o mejor dicho, miembros de la
Sociedad de este nombre, ya que nunca repetiremos bastante que entre el ideal abstracto y
su vehículo existe una importantísima diferencia.
LO ABSTRACTO Y LO CONCRETO
35
La Clave de la Teosofía
36
La Clave de la Teosofía
TEÓS. No antes que la humanidad entera la necesite. Una máxima de la obra persa
Javidan Khirad dice: “La verdad es de dos clases: una, manifiesta y evidente de por sí, y la otra
requiere constantemente nuevas pruebas y demostraciones”. Únicamente cuando esta
última clase de verdad se convierta en una evidencia tan universal y obvia como hoy es
oscura (y, por consiguiente, sujeta a ser alterada por el sofisma y la casuística); sólo cuando
esas dos clases de verdad vuelvan a fundirse de nuevo, podrá conseguirse la unidad de
creencias en los hombres.
PREG. Mas, seguramente, aquellos pocos que sintieron la necesidad de tales verdades han tenido
que optar por una creencia definida cualquiera. Decíais que no teniendo la Sociedad doctrinas
propias, queda cada miembro en libertad de creer lo que le parezca y aceptar aquello que le
convenga. Parece que la Sociedad se ha propuesto resucitar la confusión de lenguas y creencias de
la antigua Torre de Babel. ¿No tenéis creencias comunes?
TEÓS. Decir que la Sociedad no tiene doctrinas o creencia propias o particulares
significa que no son obligatorias en sus miembros creencias o doctrinas especiales; pero es
claro que esto sólo se refiere a la Sociedad en general. Está dividida, como ya dijimos, en
externa e interna. Los que a esta última pertenecen, poseen naturalmente una filosofía o –si
preferís– un sistema religioso propio.
PREG. ¿Podemos saber en qué consiste?
TEÓS. No hacemos secreto de ello. Fue bosquejado hace pocos años en The Theosophist
y El Buddhismo Esotérico, y se encontrará aún más desarrollado en La Doctrina Secreta. Se funda
en la filosofía más antigua del mundo llamada Religión de la Sabiduría o Doctrina Arcaica.
Podéis hacer las preguntas que tengáis por conveniente y os serán contestadas.
37
V
ENSEÑANZAS FUNDAMENTALES
DE LA TEOSOFÍA
13
Ain–Soph igual a to pan o epeiron, el infinito o el limitado, en y con Naturaleza; el no existe que Es,
pero no es un SER.
14
¿Cómo puede el principio eterno no activo emanar o emitir? Nada de esto hace el Parabraham de los
Vedantinos; ni tampoco el Ain–Soph de la Kábala Caldea. Es una ley eterna y periódica la que hace emanar una
38
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿Cómo se explica entonces que siendo así, existan kabalista que aún creen en Jehová o el
Tetragrammaton?
TEÓS. Pueden creer lo que quieran, ya que su creencia o increencia difícilmente puede
afectar a un hecho evidente. Nos dicen los Jesuitas que dos y dos no siempre hacen cuatro,
puesto que de la voluntad de Dios depende el hacer 2 + 2 = 5. ¿Hemos de aceptar por eso
su sofisma?
PREG. ¿Sois entonces ateos?
TEÓS. No nos consideramos tales, a no ser que se aplique el epíteto de “Ateo” a los
que no creen en un Dios antropomórfico. Creemos en un principio Divino Universal, la
raíz de TODO, del que todo procede y en el que todo será absorbido al fin del gran ciclo
del Ser.
PREG. Esto es lo que sostiene el antiquísimo Panteísmo. Si sois Panteístas, no podéis ser Deístas; y no
siendo Deístas, habéis de ser entonces considerados como ateos.
TEÓS. No necesariamente. El término “Panteísmo” también es de los muchos de que se
ha abusado, y cuya significación real y primitiva ha sido falseada y corrompida por la ciega
preocupación y por considerarlo desde un solo punto de vista. Si aceptáis la etimología
Cristiana de esa palabra compuesta, la formáis de pan, ”todo”, y seoç, “Dios”', y creéis y
enseñáis que esto significa que cada piedra y cada árbol en la Naturaleza es un Dios o el
Dios Uno, entonces claro está que tendréis razón y llamaréis fetichistas a los Panteístas.
Pero si empleáis la etimología de la palabra Panteísmo esotéricamente, como hacemos
nosotros, difícilmente sacaréis el mismo resultado.
PREG. ¿Cuál es pues su definición?
TEÓS. Permitidme que os haga una pregunta: ¿qué entendéis por Pan o Naturaleza?
PREG. Creemos que la Naturaleza es la suma total de las cosas existentes que nos rodean; el
agregado de causas y efectos en el mundo de la materia, la creación o universo.
TEÓS. ¿Es entonces la suma y el orden personificados de las causas y efectos conocidos;
el total de todos los agentes y fuerzas finitos, separados por completo de un Creador o
Creadores, inteligentes, y quizás “concebido como una fuerza aislada y separada” como
dicen las enciclopedias?
PREG. Así lo creo.
TEÓS. Pues bien; nosotros no tomamos en consideración esta naturaleza objetiva y
material que llamamos ilusión pasajera, ni tampoco tiene para nosotros la palabra pan el
significado Naturaleza, en el sentido de su derivación aceptada del latín Natura (de nasci,
nacer). Cuando hablamos de la Deidad y la identificamos con la Naturaleza, haciéndola, por
lo tanto, contemporánea de la misma, nos referimos a la naturaleza eterna e increada y no a
vuestro agregado de sombras pasajeras e imaginarias ilusiones. Dejarnos para los
fuerza activa y creadora (el Logos), del principio uno, enteramente oculto e incomprensible, al principio d e
cada Mahâmanvantara o nuevo ciclo de vida.
39
La Clave de la Teosofía
40
La Clave de la Teosofía
15
Se encuentran a menudo en los escritos teosóficos afirmaciones contradictorias acerca del principio d e
Christos en el hombre. Algunos lo llaman el sexto principio (Buddhi); otros el séptimo (Âtmân). Si desean
los Teósofos Cristianos emplear semejantes expresiones, empléenlas de un modo correcto
filosóficamente, siguiendo la analogía de los símbolos de la antigua Religión de la Sabiduría. Decimos que no
solo es Christos uno de los tres principios superiores, sino todos tres considerados como una Trinidad. Esa
Trinidad representa al Espíritu Santo, al Padre y al Hijo, ya que responde al espíritu abstracto, al espíritu
diferenciado y al espíritu encarnado. Krishna y el Christo son, filosóficamente, el mismo principio bajo su
41
La Clave de la Teosofía
nosotros. No diga un Teósofo, si quiere seguir la verdad divina y no la humana, que ese
“Dios en secreto” escucha al hombre finito, o es distinto del mismo o de la esencia infinita;
porque todos son uno. Ni tampoco que la oración es una petición, como acabamos de
observar. Es, antes bien, un misterio; un procedimiento oculto, por el cual pensamientos y
deseos condicionados y finitos, incapaces de ser asimilados por el espíritu absoluto, que es
incondicionado, son transformados en deseos espirituales y en voluntad, llamándose ese
procedimiento “transmutación espiritual”. La intensidad en nuestras ardientes aspiraciones
cambia la oración en “piedra filosofal”, o aquello que transmuta el plomo en oro puro. Por
nuestra “oración de voluntad la única esencia homogénea conciértese en fuerza activa o
creadora, y produce efectos de acuerdo con nuestro deseo.
PREG. ¿Pretendéis decir que la oración es un procedimiento Oculto que produce resultadas físicos?
TEÓS. Sí. El Poder de Voluntad se convierte en una fuerza viviente, real. Pero desgraciados
de aquellos Ocultistas y Teósofos que, en vez de extirpar los deseos de su ego inferior
personal, u hombre físico, y decir a su Ego Espiritual Superior rodeado de luz Atma–Búddhica:
“Tu voluntad se cumpla, no la mía”, usan del poder de voluntad para objetos egoístas o
impíos. Esto es magia negra, abominación y hechicería espiritual. Desgraciadamente, ésta es
la ocupación favorita de nuestros hombres de Estado y generales cristianos, sobre todo
cuando estos últimos precipitan a los ejércitos uno contra otro, para que mutuamente se
destruyan. Unos y otros se entregan, entes de la acción, a un acto de brujería, ofreciendo,
respectivamente, oraciones al mismo Dios de los Ejércitos, pidiéndole ayuda para degollara
sus enemigos.
PREG. David rogó al Dios de los Ejércitos lo ayudase a derrotar a los Filisteos y a matar a los Sirios y
Moabitas; y “el Señor protegió a David en todas las oraciones”. En esto nos limitamos a seguir lo que
encontramos en la Biblia.
TEÓS. Es claro. Pero ya que os complacéis en llamaros Cristianos y no Israelitas o
Judíos, ¿por qué no hacéis lo que dice Cristo? Muy claramente os ordena no imitar “a los de
los tiempos antiguos o de la ley Mosaica, y os invita a seguir lo que él os enseña, advirtiendo
a los que quisieran servirse de la espada, que por la espada perecerán. El Cristo os ha dado
una oración que habéis convertido en ostentación rutinaria, pues sólo los labios
pronuncian, y ninguno, excepto el verdadero Ocultista, la comprende. Decís en ella, en el
sentido de la letra muerta: “Perdónanos nuestras deudas, así como perdonamos a nuestros
deudores”, cosa que nunca hacéis. También os dijo: Amad a vuestros enemigos y haced bien a
aquellos que os odian. No es, seguramente, el “dulce profeta de Nazareth quien os ha
enseñado a rezar a vuestro “Padre” para matar y vencer a vuestros enemigos. He aquí
porqué rechazamos lo que llamáis “las oraciones.”
PREG. ¿Mas cómo explicáis el hecho universal de que todas las naciones y pueblos han rezado y
adorado a un Dios o Dioses? Algunos han adorado e invocado a los diablos y espíritus malignos; pero
esto prueba la universalidad de la creencia en la eficacia de la oración.
42
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Se explica por el hecho de que la oración, aparte del significado que le dan los
Cristianos, tiene otros varios. No sólo significa un ruego o petición, sino que antiguamente
significaba más que nada una invocación o encantamiento. El mantra, o la oración rítmica
cantada de los Hindúes, tiene precisamente este sentido, pues los Brahmanes se consideran
superiores a los demás comunes o “Dioses.” Una oración puede ser una apelación o
encantamiento para una maldición y una blasfemia (como en el caso de dos ejércitos
rezando simultáneamente para perseguir su mutua destrucción); o para una bendición. Y
como la gran mayoría de la gente es sumamente egoísta, y sólo reza para sí misma, pidiendo
que se les dé su “pan de cada día” en vez de trabajar para conseguirlo; y rogando que Dios
no les induzca “en tentación” sino que les libre del mal (sólo al suplicante), resalta que la
oración, tal como se entiende hoy, es dablemente perniciosa: a) Destruye en el hombre la
propia confianza, y b) Desarrolla en éI un egoísmo más feroz aún que el que ya posee
naturalmente. Repetimos que creemos en la “comunión” y acción simultánea con nuestro
“Padre en Secreto”; y en raros momentos de felicidad extática, en la fusión de nuestra alma
Superior con la esencia universal, siendo atraída hacia su origen y centro; estado llamado
Samâdhi durante la vida, y Nirvana después de la muerte. Nos negamos a orar ante seres
creados finitos; por ejemplo: dioses, santos, ángeles, etc., porque lo consideramos
idolatría. No podemos rezar a lo Absoluto, por las razones antes expuestas, y, por
consiguiente, tratamos de reemplazar la oración, estéril e inútil, por actos meritorios y
buenas acciones.
PREG. Para los Cristianos esto sería blasfemia y orgullo. ¿Creéis que se equivocan?
TEÓS. Enteramente. Ellos son, al contrario, los que dan prueba de un orgullo satánico,
con su creencia de que lo Absoluto o lo infinito (suponiendo que pudiese existir la
posibilidad de relación alguna entre lo incondicionado y lo condicionado) se digna escuchar
cada oración necia o egoísta que se le dirige. Ellos son quienes virtualmente blasfeman,
enseñando que un Dios Omnisciente y Omnipotente, necesita de oraciones habladas para
saber lo que ha de hacer. Esto (entendido esotéricamente) se halla corroborado por
Buddha y Jesús. El uno dice: “No solicites nada de los dioses impotentes; no ores, más bien,
obra; pues la oscuridad no se aclarará. Nada pidas al silencio, pues no puede ni hablar ni
oír”. Y él otro –Jesús– dice: “Cualquier cosa que pidáis en mi nombre (el del Christos), la
haré “Considerada esta cita en su sentido literal, claro está que va contra nuestro
argumento. Pero si lo hacemos esotéricamente, con el pleno conocimiento del significado
del término “Christos”, que para nosotros representa Atma–Buddhi–Manas (el Yo
superior), quiere decir que el único Dios que debemos reconocer y al que hemos de rogar,
o más bien con quien hemos de obrar de acuerdo, es ese espíritu de Dios cuyo templo es
nuestro cuerpo, en el cual habita.
43
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Así consta; pero aquellas “oraciones” pertenecen precisamente a esa especie de
comunión que acabamos de mencionar, con el “padre en Secreto” de cada cual. De otro
modo, identificando a Jesús con la deidad universal, sería demasiado lógica y absurda la
conclusión inevitable de que Él, “el mismo Dios”, se oró a sí mismo, separando la voluntad de
ese Dios de la suya propia.
PREG. Un argumento más opondré, muy usado por algunos Cristianos. Dicen: “Siéntome incapaz
de vencer mis pasiones y debilidades con mis propias fuerzas. Pero cuando rezo a Jesucristo, siento
que me da fuerzas y que con su ayuda soy capaz de vencer”.
TEÓS. No es extraño. Si el “Cristo Jesús” es Dios e independiente y separado del que
reza, es claro que todo es y debe ser posible a “un Dios todopoderoso”. Mas entonces ¿en
donde está el mérito o la justicia de semejante triunfo? ¿Por qué se ha de recompensar al
seudovencedor tratándose de lo que tan sólo le han costado unas cuantas oraciones?
¿Daríais vosotros, aunque simples mortales, un día entero de salario a un jornalero
vuestro, si ejecutaseis casi todo el trabajo en su lugar, mientras aquél, sentado debajo de un
árbol os suplicase hacerlo? La idea de pasarse uno la vida entera en una ociosidad moral,
mientras otro, sea Dios u hombre, carga con los trabajos y deberes más duros, nos subleva
en alto grado, pues es muy degradante para la dignidad humana.
PREG. Puede ser, y, sin embargo, la creencia en un Salvador personal, que nos ayuda y fortalece
en las luchas de la vida, es la idea fundamental del Cristianismo moderno. Y no cabe duda que,
subjetivamente, tal creencia es eficaz; es decir, que los que creen se sienten auxiliados y fortalecidos.
TEÓS. Tampoco hay duda respecto a que algunos pacientes de los llamados “Sabios
Cristianos y Mentales” (los famosos “negadores”)16a veces se curan; ni a que el hipnotismo
y la sugestión, la psicología aplicada y hasta la mediumnidad, producen los mismos
resultados tan a menudo, si no más. Sólo consideráis, para dar fuerza a vuestro argumento,
los éxitos. ¿Cómo explicáis los fracasos, diez veces más numerosos? ¿No pretenderéis con
seguridad decir que es desconocido el fracaso entre los Cristianos fanáticos, aun con toda
su fe ciega?
PREG. Pero ¿cómo podéis explicarme los casos seguidos de pleno éxito? ¿Dónde busca el Teósofo el
poder y la fuerza necesaria para dominar sus pasiones y su egoísmo?
TEÓS. En su Yo Superior, el espíritu divino o el Dios que en él está, en su Karma. ¿Por
cuánto tiempo aún habremos de repetir una y otra vez que se conoce el árbol por su fruto,
la naturaleza de la causa por sus efectos? Nos habláis del dominio de las pasiones y de la
conversión al bien, por y con la ayuda de Dios o de Cristo. Nosotros preguntamos: ¿dónde
halláis más gente pura y virtuosa, que se abstenga más del pecado y del crimen? ¿En la
Cristiandad o en el Buddhismo? ¿En países Cristianos o en naciones paganas? Ahí está la
estadística para contestaros, corroborando nuestros asertos. Según el censo último en
Ceylan y la India, en el cuadro comparativo de crímenes cometidos por Cristianos,
16
Secta de sanadores, que negando la existencia de todo lo que no sea espíritu, el cual no puede ni sufrir
ni estar enfermo, pretenden curar todas las enfermedades, con tal que el paciente tenga fe en lo que
niega no puede tener existencia. Una nueva forma de hipnotismo.
44
La Clave de la Teosofía
Musulmanes, Indos, Eurasianos, Buddhistas, etc., sobre dos millones de habitantes tomados
al azar, y abarcando los delitos de varios años, los cometidos por Cristianos están en
proporción de 15 a 4 respecto a los llevados a cabo por la población Buddhista. (Véase el
Lucifer de abril 1888, pág. 147, artículo Conferenciantes cristianos sobre Buddhismo). Ningún
orientalista, ningún historiador de mediana fama o viajero por países Buddhistas, desde el
Obispo Bigandet y el Abate Huc, hasta Sir William Hunter, y todo empleado sincero de la
India, dejará de conceder la palma de la virtud a los Buddhistas sobre los Cristianos. Los
primeros, sin embargo, no creen en Dios ni en recompensa futura alguna fuera de este
mundo (al menos la verdadera secta Buddhista Siamesa). Ni los sacerdotes ni los seglares
rezan. ¡Rezar! ¿A quién o a qué?, exclamarían sorprendidos si de esto se les hablase.
PREG. En tal caso, ¿son verdaderos Ateos?
TEÓS. Sin duda alguna, pero también son los hombres que más aman la virtud y que
mejor la practican en el mundo. El Buddhismo dice: “Respeta las religiones de los demás y
consérvate fiel a la tuya”; pero el Cristianismo eclesiástico, considerando a todos los
dioses de las demás naciones como diablos, quisiera condenar a la perdición eterna a toda
persona no Cristiana.
PREG. ¿No hace el clero Buddhista otro tanto?
TEÓS. Jamás. Respetan demasiado el sabio precepto del Dhammapada, pues saben que
“si cualquier hombre, sea o no instruido, se considera tan superior que desprecie a los
demás, se parece a un ciego llevando una luz (ciego él, quiere alumbrar a los otros)”.
PREG. ¿Cómo explicáis, pues, el que el hombre esté dotado de un espíritu y un alma? ¿De dónde
proceden?
TEÓS. Del Alma Universal; no concedidos ciertamente por un Dios personal. ¿De dónde
procede en el pez jalea el elemento húmedo? Del Océano que lo rodea, en el que vive y
respira, y al que vuelve cuando se disuelve.
PREG. ¿Negáis entonces que el alma sea dada por Dios al hombre?
TEÓS. Nos vemos obligados a ello. El “alma” de que sé habla en el capítulo II del Génesis
(v. 7) es, según está escrito, el “alma viviente” o Nephesh (el alma vital, animal), con la que
Dios (nosotros decimos la Naturaleza” y la ley inmutable) dota tanto al hombre como a los
animales. De ningún modo es el alma que piensa, la mente, y mucho menos el Espíritu
inmortal.
PREG. Presentaré la cuestión de otro modo: ¿es Dios quien dota al hombre de un alma humana
racional y de un Espíritu inmortal?
TEÓS. Dada la forma en que planteáis la cuestión, no podemos estar de acuerdo. Puesto
que no creemos en un Dios personal, ¿cómo podemos creer que dote al hombre de cosa
45
La Clave de la Teosofía
46
La Clave de la Teosofía
47
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿Pretenderíais decir que ni las enseñanzas de Buddha ni las de Cristo han sido hasta ahora
correctamente interpretadas?
TEÓS. Es precisamente lo que pienso. Ambos Evangelios, el Buddhista y el Cristiano,
fueron predicados con el mismo objeto. Ambos reformadores fueron ardientes filántropos
y altruistas prácticos, predicando, sin género alguno de duda, el Socialismo más noble y elevado, el
propio sacrificio, hasta el último momento de su vida. “Recaigan sobre mí los pecados del
mundo entero, a fin de que pueda aliviar las miserias y sufrimientos del hombre”, exclama
Buddha. “No dejaría yo gemir a quien pudiera salvar”, dice el Príncipe mendigo, cubierto de
harapos desechados de los cementerios. “Venid a mí vosotros, todos los que trabajáis y
estáis agobiados, y yo os daré descanso”; así llama a los pobres y desheredados el “hombre
de las angustias” que no tenía en dónde descansar la cabeza. Ambos basan sus enseñanzas en
el amor ilimitado a la humanidad, en la caridad, en el perdón de las injurias, en el olvido de
sí mismo y en la piedad por las engañadas masas; ambos manifiestan el mismo desprecio a
las riquezas, y no hacen diferencia entre meum y tuum. Era su deseo, aunque sin revelar
todos los sagrados misterios de la iniciación, atraer a los ignorantes extraviados, cuya carga
en la vida fuera excesiva; darles esperanza y hacerles entrever lo suficiente de la verdad para
que fuese un auxilio en sus horas más penosas. Pero el objeto de los dos reformadores se
vio frustrado a causa del exceso de celo de sus discípulos posteriores. Habiendo sido mal
comprendidas e interpretadas las palabras de los Maestros, ¡ved las consecuencias!
PREG. Buddha debió de negar, sin embargo, la inmortalidad del alma, ya que todos los
orientalistas y sus propios sacerdotes así lo afirman.
TEÓS. Los Arhats siguieron al principio el sistema de su Maestro; pero la mayoría de los
sacerdotes que les sucedieron no estaban iniciados, como igualmente sucedió en el
Cristianismo; así es que, poco a poco, casi llegaron a perder las grandes verdades
esotéricas. Prueba de ello es que de las dos sectas existentes en Ceylan, cree la siamesa
que la muerte es el aniquilamiento absoluto de la individualidad y de la personalidad; y la
otra explica el Nirvana en el sentido en que lo hacemos los teósofos.
PREG. Pero en ese caso, ¿por qué representan el Buddhismo y el Cristianismo los dos polos
opuestos de esa creencia?
TEÓS. Porque no eran iguales las condiciones en que fueron predicados. Celosos los
Brahmanes de la India de su superior sabiduría, excluyendo de la misma a todas las castas
excepto la suya, precipitaron a millones de hombres en la idolatría y casi en el fetichismo.
Tenía Buddha que dar el golpe de gracia a una exuberancia tan grande de superstición
fanática y de fantasía malsana, nacidas de la ignorancia, como rara vez se ha conocido
anterior o posteriormente en la historia. Más vale un ateísmo filosófico, que no semejante
culto ignorante, para aquellos
y viven y mueren en un estado de desesperación mental. Tenía que contener, ante todo,
aquel cenagoso y corrompido torrente de superstición; extirpar los errores, antes de dar a
48
La Clave de la Teosofía
conocer la verdad. Y como no podía darla a conocer toda, por las idénticas y buenas razones
que tenía Jesús cuando decía a sus discípulos que no eran para las masas ignorantes los
Misterios del Cielo, sino sólo para los elegidos y, por lo tanto, “les hablaba en
parábolas”(Mat. XIII, 10,11), así Buddha llevó su prudencia al extremo de ocultar demasiado.
Hasta se negó a contestar al monje Vacchagotta si existía o no en el hombre un Ego. Instado
a que contestase, “el hombre Sublime permaneció silencioso”17.
PREG. Esto se refiere a Gotama, ¿pero qué relación tiene con los Evangelios?
TEÓS. Leed la historia y reflexionad. En el tiempo en que tuvieron lugar los hechos que
describen los Evangelios, existía una fermentación intelectual análoga en todo el mundo
civilizado, sólo que con resultados opuestos en el Oriente y el Occidente. Los antiguos
dioses morían. Mientras las clases civilizadas en Palestina dejaban se arrastrar por los
incrédulos Saduceos a las negaciones materialistas, sólo por la mera letra muerta de la
forma mosaica, y Roma se hallaba en plena disolución moral, las clases inferiores y pobres
corrían tras la brujería y dioses extraños, o volvían sé hipócritas. Una vez más había sonado
la hora de una reforma espiritual. El Dios celoso, cruel y antropomórfico de los Judíos, con
sus leyes sanguinarias de “ojo por ojo y diente por diente”, derramando sangre y
sacrificando animales, tenía que relegarse a segundo término y verse reemplazado por el
misterioso “Padre en Secreto”. Había de presentarse este último, no como un Dios
extracósmico, sino como un divino Salvador del hombre de carne, encerrado en su propio
corazón y alma, tanto en el pobre como en el rico. Ni aquí ni en la India podían los secretos
de la iniciación ser divulgados, a menos que, por dar lo que es santo a los perros y por
echar perlas a los cerdos, se viesen el Revelador y el revelado pisoteados y arrastrados por
los suelos. De ahí las reticencias de Buddha y de Jesús (el cual, sea que haya vivido o no
fuera del período histórico que se le señala, se abstuvo de revelar claramente los misterios
de la Vida y de la Muerte). Esas reticencias trajeron, en el primer caso, las vacías negaciones
del Buddhismo meridional; y en el segundo, las tres formas contradictorias de la Iglesia
Cristiana y las trescientas sectas existentes, sólo en la protestante Inglaterra.
17
En el diálogo traducido del Samyutaka Nikaya, por Oldenburg, Buddha da a Ananda, su discípulo iniciado,
que le pregunta la razón de este silencio, una respuesta clara e inequívoca: “Si yo, Ananda, al preguntarme e l
monje errante Vacchagotta “¿Existe el Ego?”, hubiese contestado “el Ego existe”, entonces, Ananda, esto
hubiese confirmado la doctrina de los Samanas y Brahmanes que creen en la permanencia. Si yo, Ananda,
cuando el monje errante Vacchagotta me preguntó “¿no existe el ego?”, hubiese contestado “ el Ego no
existe”, entonces, Ananda, esto hubiese confirmado la doctrina de los que creen en la aniquilación. Si yo,
Ananda, cuando el monje errante Vacchagotta me preguntó “¿Existe el Ego?”, le hubiese contestado “el Ego
existe”, ¿hubiese esto servido a mi propósito, Ananda, produciendo en él el conocimiento de que todas las
existencias (dahmma) son no–ego? Pero si yo, Ananda, hubiese contestado “el Ego no existe”, entonces,
Ananda, esto solo hubiese dado por resultado producir en el monje errante Vacchagotta una nueva
confusión. “¿Mi Ego, no existía antes? ¡Y ahora ya no existe!” Esto demuestra mejor que nada que Gotama
Buddha rehuía dar a las masas semejantes doctrinas metafísicas difíciles, para no turbarlas más aún. A lo que
se refería era a la diferencia que hay entre el Ego personal temporal y el Yo Supremo que vierte su luz
sobre el Ego imperecedero, el “Yo” espiritual del hombre.
49
VI
PREG. Habiendo ya manifestado lo que Dios, el alma y el hombre no son, según vosotros, ¿puede
informársenos acerca de lo que son, conforme a vuestras doctrinas?
TEÓS. En su origen y en la eternidad, los tres (como el Universo y todo cuanto
contiene) forman uno solo con la Unidad absoluta, la esencia deífica incognoscible, de la que
he hablado ya. No creemos en la creaci6n, sino en las apariciones periódicas y consecutivas
del Universo, desde el plano subjetivo del ser al objetivo, en intervalos regulares de
tiempo, cubriendo períodos de inmensa duración.
PREG. ¿Podéis detallar esta materia?
TEÓS. Servios (como primera comparación y como auxilio para un concepto más
correcto) del año solar; y como segunda, de las dos mitades de ese mismo año,
produciendo cada una un día y una noche de seis meses de duración, en los polos. Ahora
bien; imaginaos, si podéis, en vez de un año solar de trescientos sesenta y cinco días, la
ETERNIDAD; que el Sol representa al Universo, y los, días y noches polares de seis meses
son días y noches que duran ciento ochenta y dos trillones o cuatrillones de años en vez de ciento
ochenta y dos días cada uno. Así como sale el Sol cada mañana de su espacio subjetivo (para
nosotros), y antipódico, en nuestro horizonte objetivo; d e l mismo modo surge
periódicamente el Universo en el plano de la objetividad, procediendo del de la
subjetividad, los antípodas del primero. Tal es el “Ciclo de Vida”; y de igual modo que
desaparece de nuestro horizonte el Sol, desaparece en períodos regulares el Universo
cuando comienza la “noche universal”. Los hindúes llaman a esas alternativas los Días y
Noches de Brahma o el tiempo del Manvantara y el del Pralaya (disolución). Pueden los
Occidentales llamarlas, si así lo prefieren, Días y Noches Universales. Durante las últimas
(las noches) Todo está en Todo; cada átomo es reabsorbido en la Homogeneidad.
EVOLUCIÓN E ILUSIÓN
50
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Nadie lo crea. La ciencia llamaría evolución al proceso; los filósofos precristianos
y los orientalistas lo llamaban emanación; nosotros, ocultistas y teósofos, vemos en ello la
única realidad universal y eterna, que proyecta un reflejo de sí misma en las profundidades
infinitas del Espacio. Ese reflejo que consideráis como el Universo objetivo material, lo
miramos nosotros como una ilusión pasajera, y nada más. Sólo lo que es eterno es real.
PREG. Según esto, ¿usted y yo somos también ilusiones?
TEÓS. Como personalidades pasajeras, siendo hoy una persona y mañana otra, lo
somos. ¿Llamaríais “realidad” a los repentinos resplandores de la aurora boreal, a las
claridades del Norte, por mas que sean todo lo reales posible mientras las contempláis?
Seguramente que no; la causa que las produce, si es permanente y eterna, es la única
realidad, mientras que el efecto no es más que una pasajera ilusión.
PREG. Todo esto no me explica cómo toma origen esa ilusión llamada Universo; cómo procede el
ser consciente para manifestarse, de la inconsciencia que es.
TEÓS. Sólo es inconsciencia con relación a nuestra conciencia finita. Bien podríamos
ahora parafrasear el versículo V del primer capítulo de San Juan, y decir: “Y la absoluta luz
(que es la oscuridad para nosotros) resplandeció en las tinieblas (que es la luz material
ilusoria); y las tinieblas no la comprendieron”. Aquella luz absoluta es también la ley
absoluta e inmutable. Sea por radiación o emanación no disputemos sobre los términos, el
Universo pasa de su subjetividad homogénea al primer plano de manifestación, existiendo,
según se nos enseña, siete de estos últimos; se va haciendo más material y denso en cada
plano, hasta que alcanza a éste, el nuestro, en el cual el único mundo aproximadamente
conocido y comprendido por la Ciencia en su composición física es el sistema planetario o
solar, sistema su géneris, conforme se nos dice.
PREG. ¿Qué entendéis por sui géneris?
TEÓS. Entiendo que, si bien la ley fundamental y las leyes universales activas de la
Naturaleza son uniformes, tiene, sin embargo, nuestro sistema solar (así como cada sistema
semejante entre los muchos millones de los mismos en el Cosmos), y hasta nuestra Tierra,
su programa de manifestaciones propio particular, que difiere de los programas de todos
los demás. Hablamos de los habitantes de otros planetas y nos imaginamos que si son
hombres, es decir, entidades que piensan, han de ser como nosotros. Siempre nos
representa la imaginación de los poetas, pintores y escultores que hasta los ángeles son
copias hermosas del hombre, más las alas. Decimos que todo esto es un error y una
ilusión; porque si sólo en esta tierra nos encontramos con una diversidad tan grande en su
flora, fauna y humanidad –desde el alga marina hasta el cedro del Líbano, desde el pez jalea
hasta el elefante, desde el hombre de los bosques y el negro hasta el Apolo de Belvedere–,
alteradas las condiciones cósmicas y planetarias, deben darnos como resultados una flora,
fauna y humanidad enteramente diferentes. Forman las mismas leyes un orden de cosas y de
seres completamente distintos, hasta en este mismo plano nuestro, incluyendo en él todos
nuestros Planetas. ¡Cuánto más diferente ha de ser la naturaleza externa en otros sistemas
solares! ¡Y qué locura la de juzgar las otras estrellas, mundos y seres humanos por lo que
somos nosotros, como lo hace la ciencia física!
51
La Clave de la Teosofía
PREG. Según tengo entendido, describís nuestro planeta como formando parte de una cadena de
tierras.
TEÓS. Así es. Pero las otras seis “tierras” o globos no se hallan en el mismo plano de
subjetividad de nuestra tierra; por lo tanto, no podemos verlas.
PREG. ¿Es debido esto a la gran distancia que nos separa de ellas?
52
La Clave de la Teosofía
TEÓS. De ninguna manera, porque vemos a simple vista planetas y hasta estrellas a
distancias inconmensurablemente mayores; pero es debido a que esos seis globos se hallan
fuera del alcance de nuestros medios físicos de percepción o plano de nuestro ser. No es
tan sólo que su densidad material, peso o constitución sean por completo distintos de los
de nuestra tierra y de los demás planetas conocidos, sino que se encuentran situados (para
nosotros) en una capa del espacio, por decirlo así, enteramente diferente; una capa que no
puede ser percibida; o sentida por nuestros sentidos físicos. Y cuando digo “capa” no creáis
que se trata de capas materialmente colocadas como fajas una sobre otra, puesto que esto
sólo nos llevaría a un nuevo absurdo y a un nuevo error. Lo que entiendo por “capa” es
aquel plano, del espacio infinito que por su misma naturaleza no puede ser percibido por
nuestras facultades ordinarias en estado de vigilia, bien sean mentales o físicas, sino que
existe en la Naturaleza, fuera de nuestra mentalidad normal o conciencia, fuera de nuestro
espacio de tres dimensiones y de nuestra división de tiempo. Cada uno de los siete planos
(o capas) fundamentales en el espacio por supuesto, considerados como un todo, como el
espacio puro según la definición de Locke, no como nuestro espacio finito tiene su propia
objetividad y subjetividad, su propio espacio y tiempo, su conciencia propia y su clase de
sentidos. Pero es difícil que todo esto sea comprensible para el hombre educado en la
manera de pensar moderna.
PREG. ¿Qué entendéis por clase diferente de sentidos? ¿Existe algo en nuestro plano humano que
pudieseis presentar como ejemplo de lo que decís, para darnos una idea más clara acerca de lo que
podáis entender por esa variedad de sentidos, espacios y percepciones respectivas?
TEÓS. Nada; exceptuando acaso lo que para la Ciencia sólo serviría de argumento en
contra nuestra. ¿No tenemos mientras soñamos una clase diferente de sentidos? Sentimos,
hablamos, oímos, vemos, tocamos y obramos en general en un plano diferente, quedando
evidenciado el cambio de estado de nuestra conciencia por el hecho de que una serie de
actos y acontecimientos que, según nos parece, abrazan varios años, se suceden idealmente
por nuestra mente en un momento. Pues bien; esa extrema rapidez de nuestras
operaciones mentales durante los sueños, y la naturalidad perfecta mientras tanto de todas
las demás funciones, nos demuestran que nos encontramos en un plano completamente
distinto. Nos enseña nuestra filosofía que del mismo modo que existen siete fuerzas
fundamentales en la Naturaleza y siete planos de existencia, hay también siete estados de
conciencia, en los que puede el hombre vivir, pensar, recordar y tener su existencia.
Imposible es enumerarlos en este lugar; para ello es preciso dedicarse al estudio de la
Metafísica Oriental. Mas respecto a esos dos estados –la vigilia y los sueños–, todos los
mortales, desde el profundo filósofo hasta el salvaje más inculto, tienen buena prueba de
que difieren el uno del otro.
PREG. ¿No admitís entonces las doctrinas bien conocidas de la Biología y Fisiología tocante a los
sueños?
TEÓS. No. Rechazamos hasta las hipótesis de los psicólogos, prefiriendo atenernos a las
doctrinas de la Sabiduría Oriental. Creyendo en siete planos del Ser cósmico y estados de
conciencia, respecto al Universo o Macrocosmo, nos detenemos al llegar al cuarto plano,
viendo la imposibilidad de pasar más allá con algún grado de seguridad. Pero respecto al
Microcosmo u hombre, especulamos libremente acerca de sus siete estados y principios.
53
La Clave de la Teosofía
DIVISIÓN TEOSÓFICA
CUATERNARIO INFERIOR
54
La Clave de la Teosofía
SIGNIFICADO
TÉRMINOS SÁNSCRITOS EXPLICACIÓN
EXOTÉRICO
e) El estado futuro y el destino
kármico del hombre dependen de la
gravitación de manas hacia abajo (a
Kâma–Rûpa, centro de las pasiones
animales), o bien hacia arriba, a
e) Mente, inteligencia; es la Buddhi, el Ego espiritual. En el último
e) Manas, principio dual en sus mente humana superior, cuya luz caso, la conciencia más elevada de las
funciones o radiación une la mónada, aspiraciones espirituales individuales
durante la vida, al hombre mortal. de la mente (manas), asimilándose a
Buddhi, son absorbidas por éste y
forman el Ego que pasa al estado de
18
felicidad devacánica .
Ahora bien; ¿qué nos enseña Platón? Habla del hombre interno como hecho de dos partes:
la una inmutable y siempre la misma, formada de igual substancia que la Deidad; y la otra,
mortal y corruptible. Esas dos partes encuéntrense en nuestra tríada superior y en el
18
En el Buddhismo Esotérico de Mr. Sinnett, d, e y f son llamadas respectivamente el alma animal, la humana y
la espiritual, lo cual responde también a la idea. Aunque los principios están numerados en el Buddhismo
Esotérico, esto, estrictamente hablando es inútil. Sólo la Mónada dual (Âtma Buddhi) es susceptible de ser
considerada como los dos números superiores (el sexto y el séptimo). En cuanto a todos los demás, como
sólo aquel “principio” que predomina en cada hombre ha de considerarse como el primero y el principal,
ninguna numeración es posible, por regla general. En algunos hombres es la inteligencia superior (manas o
el 5º ) la que domina al resto; en otros, es el alma animal (Kâma–Rûpa) quien reina en absoluto
manifestando los instintos más bestiales, etcétera.
55
La Clave de la Teosofía
cuaternario inferior (véanse las tablas). Explica Platón que cuando el alma, psuche, “se une al
Nous (espíritu o substancia divina)19, obra recta y felizmente en todas las cosas”; pero que
sucede lo contrario cuando se deja arrebatar por anoia (la locura o alma animal irracional).
Tenemos pues, aquí, Manas (o el alma en general) en sus dos aspectos: cuando se adhiere a
anoia (nuestro Kâma–Rûpa o “alma animal” en el Buddhismo Esotérico), corre hacia su
completo aniquilamiento en lo que concierne al ego personal; pero cuando se une al Nous
(Atma–Buddhi), se funde en el Ego inmortal e imperecedero, y entonces la conciencia
espiritual de lo que era la personalidad convierte en inmortal.
PREG. ¿Enseñáis realmente, según la acusación formulada contra vosotros por algunos
espiritualistas y espiritistas franceses, la aniquilación de toda personalidad?
TEÓS. No lo hacemos. Pero como esa cuestión de la dualidad –la individualidad del Ego
divino y la personalidad del animal humano– envuelve la de la posibilidad de la aparición del
Ego real inmortal en las sesiones espiritistas como “espíritu materializado”, (lo que negamos,
según ya expliqué anteriormente), nuestros adversarios han lanzado esa acusación
desatinada.
PREG. Acabáis de hablar del completo aniquilamiento del “psuche” cuando éste se adhiere a
anoia. ¿Que entendía Platón y qué entendéis vosotros por esto?
TEÓS. El aniquilamiento completo de la conciencia personal, como caso raro y
excepcional, según creo. La regla general y casi invariable es la fusión de la personalidad en
la conciencia individual o inmortal del Ego (una transformación o transfiguración divina), y el
aniquilamiento completo, tan sólo del cuaternario inferior. ¿Pensaríais acaso en la posibilidad
de que el hombre carnal, o la personalidad temporal, su sombra, lo “astral”, sus instintos
animales y hasta su vida física, sobreviviesen juntos con el “Ego espiritual” y fuesen eternos?
Todo esto naturalmente deja de existir, sea en el momento de la muerte corporal, sea
después. Disgregase por completo a su tiempo, y desaparece de la vista, quedando
aniquilado en conjunto.
PREG. ¿Entonces también rechazaréis la “resurrección de la carne”?
TEÓS. ¡Absolutamente! ¿Por qué habríamos (nosotros que creemos en la Filosofía
arcaica esotérica de los antiguos) de aceptar las especulaciones antifilosóficas de la Teología
Cristiana posterior, sacada de los sistemas exotéricos griegos y egipcios de los Gnósticos?
19
Pablo llama al Nous de Platón “espíritu”; pero, como ese espíritu es “subsistencia”, evidentemente es a
Buddhi a quien se refiere y no a Âtman, ya que en ningún caso puede llamarse “substancia” a la última,
filosóficamente. Incluimos a Âtma en los “principios humanos” para no crear mayor confusión. En realidad,
no es principio humano “alguno”, sino el principio Absoluto universal, del que Buddhi, el Espíritu–alma, e s
vehículo.
56
La Clave de la Teosofía
PREG. Los egipcios honraban a los espíritus de la Naturaleza, y deificaban hasta las cebollas; los
indos son hasta ahora idólatras; los zoroastrianos adoraban y aún adoran al Sol; y los mejores filósofos
griegos eran soñadores o materialistas, como Platón y Demócrito, respectivamente. ¿Cómo os atrevéis a
comparar?
TEÓS. Puede ser que conste así en el catecismo cristiano y hasta en el científico
moderno, pero no es exacto para los espíritus libres de prejuicios. Los egipcios rendían
culto al “Uno–Único–Uno” bajo el nombre de Nout, y fue de esta palabra donde Anaxágoras
sacó su denominación Nous, o según la llama, Nonç an to ra thç, “la Mente o Espíritu
Potente por sí mismo”; el arch thç kinhnewç, “el motor principal” o primun mobile de
todo. Para él, el Nous era Dios, y el logos el hombre, su emanación. El Nous es el espíritu (ya
sea en el Cosmos o el hombre); y el logos, bien sea él Universo o el cuerpo astral, la
emanación del primero, siendo el cuerpo físico solamente lo animal. Nuestros poderes
externos perciben los fenómenos, pero únicamente nuestro Nous es capaz de conocer sus
nóumenos. Sólo el logos o el nóumeno es el que sobrevive, porque en su misma naturaleza y
esencia es inmortal, y el logos es en el hombre el Ego eterno, que se reencarna y vive
eternamente. Pero ¿cómo puede la sombra externa que se desvanece, el ropaje temporal
de esa emanación divina, que vuelve a la fuente de donde surgiera, ser “lo formado en la
incorruptibilidad”?
PREG. Difícilmente, sin embargo, podéis libraros de la acusación de haber inventado una nueva
división de las partes que constituyen al hombre espiritual y psíquico, porque ningún filósofo habla de
ellas, si bien creéis que Platón las menciona.
TEÓS. Y lo sostengo. Además de Platón, ahí está Pitágoras, que también pensaba lo
mismo20. Describió el Alma como una unidad (Mónada) que se mueve por sí misma,
compuesta de tres elementos: el Nous (Espíritu), el phren (la mente) y el thumos (la vida, el
aliento, o el nephesh de los kabalistas); cuyos tres elementos corresponden a nuestro
“Atma–Buddhi” (Espíritu–alma más elevado), a manas (el Ego) y a Kâma–Rûpa en conjunción
con el reflejo inferior de manas. Lo que los antiguos filósofos griegos llamaban alma en
general, lo llamamos espíritu, o alma espiritual, Buddhi, como vehículo, de Âtma (el Agathon
o, Deidad Suprema de Platón). El hecho de que Pitágoras y otros consideren que phren y
thumos forman parte del hombre y de los animales prueba que en este caso se refieren al
reflejo manásico inferior (instinto), y a kama–rupa (pasiones animales activas). Y como
Sócrates y Platón admitieron esto y lo hicieron suyo, si a esos cinco principios, que son:
Agathon (Deidad o Âtmâ), psuche (el alma en su sentido colectivo), Nous (el Espíritu o
mente), phren (la mente física) y thumos (Kâma–Rûpa o las pasiones), agregamos el eidolon de
los misterios (la forma o doble humano) y el cuerpo físico, fácil será demostrar que tanto las
ideas de Pitágoras como las de Platón eran idénticas a las nuestras. Enseñaban que, a su
20
“ Platón y Pitágoras –dice Plutarco– dividen el alma en dos partes: la racional (nôetica) y la irracional (agnoia);
aquella parte del hombre que es racional, es eterna; porque aunque no sea Dios, es, sin embargo, e l
producto de una deidad eterna; pero aquella parte del alma que está privada de razón (agnoia), muere.“ El
término moderno agnóstico viene de agnosis, una palabra similar. Nos extraña que Mr. Huxley, el autor de la
palabra, haya relacionado su gran inteligencia con “el alma privada de razón que muere.” ¿Es esto humildad
exagerada del materialismo moderno?
57
La Clave de la Teosofía
partida, el alma (Ego) tenía que pasar a través de sus siete cámaras o principios: los que
dejaba tras de sí y los que con ella se llevaba. La única diferencia que hay, teniendo siempre
en cuenta el castigo que traía consigo el revelar las doctrinas de los Misterios (lo cual se
pagaba con la vida), consiste en que sólo bosquejaban las enseñanzas en sus grandes rasgos,
mientras que nosotros les damos forma y las explicamos en sus detalles. Pero aunque
enseñamos al mundo tanto como nos es permitido hacerlo, sin embargo, hasta en nuestra
doctrina misma, se reserva más de un punto importante que sólo están autorizados conocer los
que estudian la filosofía esotérica y han prometido silencio.
PREG. Tenemos grandes helenistas, latinistas, sanscritistas y hebraístas. ¿Cómo explicáis que no
hallemos nada en sus traducciones que se refiera a lo que decís?
TEÓS. Porque sus traductores, a pesar de su gran saber, han tomado a los filósofos, a
los griegos especialmente, por escritores nebulosos, en vez de reconocer que son
místicos. Ved a Plutarco, por ejemplo, y leed lo que dice respecto de los “principios” del
hombre. Lo que describe fue aceptado literalmente y atribuido a superstición metafísica e
ignorancia. Permitidme que os cite un ejemplo: “El hombre –dice Plutarco– es compuesto; y
se equivocan los que lo creen compuesto de dos partes solamente. Pues suponen que el
entendimiento (intelecto del cerebro) es una parte del alma (la tríada superior); pero
yerran en esto, lo mismo que los que hacen del alma una parte del cuerpo (es decir, de la
tríada una parte del cuaternario mortal corruptible). Pues el entendimiento (Nous), tanto
excede al alma como ésta sobrepuja en bondad y divinidad al cuerpo. Ahora bien, ese
compuesto del alma (psuche) con el entendimiento (Nous) forma la razón; y con el cuerpo (o
thumos, alma animal), la pasión; siendo el uno origen o principio del placer y del dolor, y el
otro de la virtud y el vicio. De esas tres partes unidas y compactas entre sí, la Tierra dio el
cuerpo, la Luna el alma y el Sol el entendimiento a la generación humana”.
Esta última frase es puramente alegórica, y sólo la entenderán aquellos que están versados
en la ciencia esotérica de las correspondencias y que saben cuál es el planeta relacionado con
cada principio. Plutarco divide estos últimos en tres grupos, y hace del cuerpo un
compuesto de forma física, sombra astral y aliento, o parte triple inferior, que de la Tierra fue
sacada, y a la Tierra vuelve”. Del principio medio y del alma instintual forma la segunda parte,
derivada de la Luna y siempre influida por ella21, y únicamente de la parte superior del Alma
Espiritual (Buddhi), con los elementos Átmicos y Manásicos en ella, hace una emanación directa
del Sol, que aquí representa a Agathon, la Deidad Suprema. Esto está probado por lo que
más adelante dice:
21
Los Kabalistas que conocen la relación que existe entre Jehová, el productor de la vida y de los hijos,
con la Luna, y la influencia de esta última en la generación, comprenderán este punto, así como algunos
astrólogos.
58
La Clave de la Teosofía
“Así es que de las muertes por las que pasamos, la una hace al hombre dos de tres y la
otra uno de dos. La primera ocurre en la región y jurisdicción de Deméter, por lo que e l
nombre dado a los misterios, telein, se asemejaba al que daban a la muerte, telein tan.
También los atenienses consideraron antiguamente a los muertos como consagrados a
Deméter. En cuanto a la otra muerte, tiene lugar en la Luna o región de Perséfona.”
Aquí tenéis nuestra doctrina, que da a conocer al hombre como septenario durante la
vida; un quinario inmediatamente después de la muerte, en Kâmaloka; y una tríada, el Ego,
espíritu–alma y conciencia, en el Devacán. Esa separación, primero en los “Prados del
Hades”, según llama Plutarco al Kâma–loka, y después en el Devacán, formaba parte
integrante de las representaciones durante los sagrados Misterios, cuando interpretaban
los candidatos a la iniciación el drama entero de la muerte y resurrección como espíritu
glorioso, entendiéndose por este nombre la plena conciencia. A esto es a lo que se refiere
Plutarco cuando dice:
“Y tanto con el uno, el terrestre, como con el otro, el celeste, vive Hermes. Éste arranca
repentina y violentamente al alma del cuerpo; pero dulcemente, y durante largo tiempo,
separa Proserpina el entendimiento del alma22. Por esta razón se la llama Monógenes, sola
engendrada, o mejor que engendra a uno solo; porque la mejor parte del hombre queda sola cuando
es separada por ella. Tanto lo uno como lo otro sucede así, de acuerdo con la Naturaleza.
Prescribe el Destino (Fatum o Karma) que cada alma, con o sin entendimiento (inteligencia),
una vez fuera del cuerpo, ha de errar durante un tiempo determinado, si bien no todas por
igual, por la región que se extiende entre la Tierra y la Luna (Kâma–loka)23. Los que fueron
injustos y disolutos sufren entonces el castigo merecido por sus culpas; mas los buenos y
virtuosos quedan allí detenidos hasta que estén purificados y hayan purgado por asedio de la
expiación todas las corrupciones que puedan haber adquirido por el contagio del cuerpo, al
modo de enfermedades vergonzosas; viviendo en la parte más suave del aire, llamada Prados
del Hades, donde han de permanecer durante cierto tiempo determinado. Y entonces, como
si volviesen a su país tras una peregrinación venturosa o tras largo destierro, experimentan
una sensación de alegría, como la sienten principalmente los iniciados en los Sagrados
Misterios, mezclada de inquietud y de admiración, y cada cual con sus esperanzas peculiares y
propias.”
22
Proserpina o Perséfona representa aquí el karma post mortem, que se supone rige o regula la separación
de los “principios” inferiores de los superiores, esto es : el alma, como nephesh, el hálito de la vida animal
que permanece durante algún tiempo en Kâma–loka, del Ego superior compuesto, que entra en el estado
de Devacán o bienaventuranza.
23
Hasta que tiene lugar la separación del “principio” superior espiritual, de los inferiores, los cuales
permanecen en Kâma–loka, hasta que se desintegran.
59
La Clave de la Teosofía
muerte, son simplemente aspectos y estados de conciencia. Sólo existe un hombre real
permanente a través del ciclo de vida, inmortal en esencia, si no en forma, y ése es manas, el
hombre–mente o conciencia encarnada. La objeción de los materialistas, que niegan la
posibilidad de la acción de la inteligencia y de la conciencia sin la materia, no tiene valor
alguno en el caso nuestro. No negamos fuerza a su argumento, pero preguntamos
sencillamente a nuestros adversarios: “¿Conocéis todos los estados de la materia, vosotros
que hasta ahora sólo sabíais de tres? ¿Y cómo sabéis si aquello a que nos referimos como
CONCIENCIA ABSOLUTA, o Deidad, por siempre invisible e incognoscible, no es lo que,
si bien escapa eternamente a nuestro concepto humano finito, es, sin embargo, el
espíritu–materia universal o materia–espíritu, en su infinitud absoluta?” El Ego consciente es
uno de los aspectos inferiores de este espíritu–materia fraccionado durante sus
manifestaciones manvantáricas, el cual crea su propio paraíso, paraíso fantasmagórico
quizás, pero sin embargo estado de dicha.
PREG. ¿Pero qué es Devacán?
TEÓS. Literalmente, la “tierra de los dioses”; una condición, un estado de felicidad
mental. Filosóficamente, una condición mental análoga al ensueño, pero mucho más viva y
real que el ensueño más vivo. Es el estado de la mayoría de los mortales después de la
muerte.
60
VII
24
Significando la palabra “racional”, en su sentido genérico, algo que emana de la Sabiduría Eterna.
25
Irracional en el sentido de que, como pura encarnación de la Mente Universal, no puede tener en este
plano de materia razón alguna individual propia; pero como la Luna, que recibe su luz del Sol y su vida de la
Tierra, así también Buddhi, recibiendo su luz de sabiduría de Atma, alcanza sus cualidades racionales de
Manas. Carece per se, como cosa homogénea, de atributo alguno.
61
La Clave de la Teosofía
TEÓS. La diferencia más substancial entre ellos y nosotros es la que sigue: mientras
nosotros creemos, con los neoplatónicos y las doctrinas orientales, que jamás el Espíritu
(Âtma) desciende hipostáticamente en el hombre viviente, sino que sólo da su resplandor
más o menos intenso al hombre interno (el compuesto psíquico y espiritual de los principios
astrales), los kabalistas sostienen que el espíritu humano, separándose del Océano de luz y
del Espíritu Universal penetra en el alma del hombre, donde permanece, durante la vida
prisionero en la cápsula astral. Aún sostienen lo mismo todos los kabalistas cristianos,
porque no son capaces de romper por completo con sus doctrinas antropomórficas y
bíblicas.
PREG. ¿Y qué decís vosotros?
TEÓS. Decimos que sólo admitimos la presencia de la irradiación del Espíritu (o Âtma)
en la cápsula astral; y tan sólo en lo que concierne a ese resplandor espiritual. Decimos que
el hombre y el alma han de conquistar su inmortalidad por medio de la ascensión hacia la
unidad; con la cual, si logran el éxito, quedarán unidas al fin, y en la que son finalmente
absorbidas, por decirlo así. La individualización del hombre después de la muerte depende
del espíritu, no de su alma y cuerpo. Aunque la palabra “personalidad”, en el sentido en que
se entiende usualmente, es un absurdo si se aplica literalmente a nuestra esencia inmortal,
sin embargo esta última es, como Ego nuestro individual, una entidad distinta, inmortal y
eterna, per se. Sólo en el caso de tratarse de magos negros o de criminales cuya redención no es
posible, criminales que así lo han sido durante una larga serie de vidas, el hilo brillante que une el
espíritu al alma personal desde el momento del nacimiento de la criatura, es violentamente
roto, y la entidad desencarnada se encuentra divorciada del alma personal, siendo esta
última aniquilada, sin dejar en la primera la más leve impresión o rastro de sí misma. Si esta
unión entre el manas inferior, o personal, y el Ego individual que se reencarna no ha sido
efectuada durante la vida, entonces tócale al primero la suerte de los animales inferiores,
que gradualmente se disuelven en el éter y cuya personalidad es aniquilada; pero aun
entonces es el Ego un ser individual. En tal caso sólo pierde un estado devachánico (después
de esa vida especial, y en este caso, por cierto, inútil) como personalidad idealizada, y se
reencarna casi inmediatamente, después de haber disfrutado por corto espacio de tiempo
de su liberación como espíritu planetario.
PREG. Declara “Isis sin Velo” que esos espíritus planetarios o Ángeles, “los dioses de los paganos o
los Arcángeles de los cristianos”, jamás serán hombres de nuestro planeta.
TEÓS. Perfectamente. Pero no “estos” de que ahora tratábamos, sino algunas clases de
Espíritus Planetarios más elevados, los cuales no serán jamás hombres en este planeta,
porque son Espíritus libertados de un mundo primitivo anterior, y como tales, no pueden
volver a ser hombres en esta Tierra. Sin embargo, todos éstos vivirán de nuevo en el
próximo y mucho más elevado Mahâmanvantara, después de que esta “Gran Edad” y su
“pralaya bráhmico” (un pequeño período de 16 cifras de años, poco más o menos) hayan
pasado. Pues sabréis, sin duda, que la filosofía oriental nos enseña que la humanidad se
compone de tales “Espíritus”, prisioneros en cuerpos humanos. La diferencia existente
entre los animales y los hombres consiste en que los primeros están animados
62
La Clave de la Teosofía
26
Véase Doctrina Secreta, vol. II (Comentarios).
63
La Clave de la Teosofía
y vemos que Aristóteles llama a una el alma que raciocina, nouç, y a la otra el alma animal,
yuch. Según esos filósofos, el alma que raciocina viene dentro del Alma universal, y la otra,
de fuera.
PREC. ¿Llamaríais materia al alma, es decir, al alma humana que piensa, o sea lo que llamáis ego?
TEÓS. Materia no, pero substancia sí, seguramente; ni tampoco rehuiremos la palabra
“materia”, siempre que venga unida al adjetivo primordial. Decimos que esta materia es
coeterna con el Espíritu y que no es nuestra materia visible, tangible y divisible, sino su
sublimación extrema. El Puro Espíritu no es sino un cambio del no espíritu o el Todo
absoluto. A menos de admitir que el hombre ha sido evolucionado de este Espíritu–Materia
primordial, y representa una escala regular progresiva de “principios” desde la meta espíritu
hasta la materia más grosera, ¿cómo podremos jamás considerar como inmortal al hombre
interno y a la vez considerarlo como entidad espiritual y hombre mortal?
PREG. ¿Por qué, entonces, no creéis en Dios como tal entidad?
TEÓS. Porque lo que es infinito e incondicionado no puede tener forma alguna ni puede
existir como ser, al menos en ninguna filosofía oriental digna de este nombre. Una
“entidad” es inmortal, mas sólo en su última esencia, no en su forma individual. En el último
punto de su ciclo es absorbida en su naturaleza primordial, y se vuelve espíritu mando
pierde su nombre de entidad.
Su inmortalidad como forma está limitada únicamente a su ciclo, de vida o al
Mahâmanvantara; después de lo cual es una e idéntica con el espíritu Universal, y no ya una
entidad separada. En cuanto al alma personal (lo que entendemos como la chispa de
conciencia que conserva en el Ego Espiritual la idea del “yo” personal de la última
encarnación), subsiste como recuerdo distinto, separado únicamente durante el período
devachánico; después del cual es agregada a la serie de otras innumerables encarnaciones
del Ego, como el recuerdo en nuestra memoria de un día en una serie de días, al cabo de un
año. ¿Limitaréis a condiciones finitas la infinitud que reclamáis para vuestro Dios?
Únicamente aquello que está indisolublemente cimentado por Âtma (es decir,
Buddhi–Manas) es inmortal. El alma del hombre (esto es, de la personalidad), per se no es
inmortal, ni eterna, ni divina. Dice el Zohar: “El alma, cuando es enviada a esta Tierra, se
reviste de un hábito terrenal para preservarse aquí abajo; y del mismo modo recibe arriba
una brillante vestidura que la hace capaz de mirar sin daño en el espejo cuya luz procede del
Señor de la Luz”. Además, el Zohar enseña que el alma no puede alcanzar la mansión de la
gloria hasta haber recibido el “ósculo santo” o reunión del alma con la substancia de la que
emanara (el espíritu). Todas las almas son duales y son un principio femenino, mientras que
el espíritu es masculino. Encarcelado en el cuerpo, el hombre es una trinidad, a no ser que
su corrupción sea tan grande, que cause su divorcio con el espíritu. “Desgraciada el alma
que prefiera el himeneo sensual, con su cuerpo terrestre a su divino esposo (el
espíritu)”dice un texto de una obra hermética, el Libro de las Claves. ¡Ay de ella, en efecto,
porque ningún recuerdo de aquella personalidad quedará registrado en la imperecedera
memoria del Ego!
64
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿Y cómo aquello que si no ha sido dado por Dios al hombre, según vuestra propia
confesión, es de idéntica substancia que lo divino, puede dejar de ser inmortal?
TEÓS. Cada átomo y parte de materia, así como de substancia, es imperecedero en su
esencia, mas no en su conciencia individual. La inmortalidad sólo es la propia conciencia no
interrumpida, y difícilmente puede la conciencia personal durar más tiempo que la
personalidad misma. Esta conciencia, como ya os dije, sobrevive tan sólo durante el período
devachánico, después del cual es reabsorbida en la conciencia individual primero y en la
universal después.
Preguntad a vuestros teólogos por qué han alterado tan profundamente las escrituras
judaicas. Leed la Biblia, si queréis tener una buena prueba de que especialmente los
escritores del Pentateuco y del Génesis jamás consideraron a nephesh, el soplo con que Dios
dotó a Adán (Gén. cap. II, 7), como alma inmortal. He aquí algunos ejemplos: –”Y Dios creó…
a cada nephesh (vida), que se mueve” (Gén. I, 21), refiriéndose a los animales; y dice el Génesis
(II, 7): “Y el hombre se volvió un Nephesh” (alma viviente), lo que demuestra que la palabra
nephesh se aplicaba indiferentemente tanto al hombre inmortal como al animal mortal. “Y
seguramente os pediré la sangre de vuestro nepheshim (vidas); lo pediré a cada animal y al
hombre” (Gén. IX, 5. “Huye por tu nephesh” (Gén. XIX, 17). “No le matemos”, dice la
versión inglesa (XXXVII, 21). “No matemos a su nephesh”, dice el texto Hebraico. “Nephesh
por nephesh”, dice el Levítico. “Aquel que mate a cualquier hombre será seguramente
muerto”; literalmente, “Aquel que mate al nephesh de un hombre” (Lev. XXIV, 17). “Y el que
mata a un animal (nephesh) tiene que pagarlo… Animal por animal”, en vez del texto que
dice: “nephesh por nephesh”. ¿Cómo podría el hombre matar lo que es inmortal? Y esto
también explica por qué los saduceos negaban la inmortalidad del alma; como también
prueba que, muy probablemente, los judíos mosaicos (los no iniciados al menos) jamás
creyeron en la supervivencia del alma.
PREG. Juzgo que está casi de más preguntaros si creéis en los dogmas cristianos del Paraíso y el
Infierno, o en recompensas y castigos futuros, según enseñan las Iglesias Ortodoxas.
TEÓS. Los rechazamos en absoluto, en la forma que los presentan sus catecismos; y
menos aún aceptaríamos jamás su eternidad. Pero creemos firmemente en lo que llamamos
la Ley de retribución, y en la justicia y sabiduría absolutas que rigen esa ley, o Karma. Por lo
tanto, nos negamos terminantemente a compartir la creencia cruel y antifilosófica de la
recompensa o castigo eternos. Decimos con Horacio:
65
La Clave de la Teosofía
Ésta es una regla para todos los hombres, y una regla justa. ¿Hemos de creer que Dios,
que según vosotros es la personificación de toda sabiduría, amor y misericordia, tiene en
menor grado esos atributos que el hombre mortal?
PREG. ¿Tenéis algunas razones para rechazar ese dogma?
TEÓS. Nuestro principal motivo se apoya en la reencarnación. Como ya he dicho, no
admitimos la idea de la creación de una nueva alma para cada niño recién nacido. Creemos
que todo ser humano es el vehículo de un Ego, coetáneo con todos los demás Egos; porque
todos los Egos son de la misma esencia y pertenecen a la emanación primera de un Ego Universal
infinito. A este último lo llama Platón el Logos (o segundo Dios manifestado); y nosotros,
el principio divino, manifestado, que es uno con la inteligencia o alma universal; y no el Dios
antropomórfico, extracósmico y personal, en quien tantos deístas creen. No confundáis.
PREG. ¿Pero por qué, desde el momento en que aceptáis un principio manifestado, no habéis de
creer que el alma de cada nuevo ser es creada por aquel Principio así como lo fueron antes todas las
almas?
TEÓS. Porque lo que es impersonal mal puede crear, proyectar y pensar a su antojo.
Existiendo una Ley universal, inmutable en sus manifestaciones periódicas de radiación y
expresión de su propia esencia, al principio de cada nuevo ciclo de vida, no se le puede
atribuir la creación de los hombres con el solo objeto de arrepentirse después de unos
cuantos años de haberlos creado. Si hemos de creer en algún principio divino, ha de ser en
aquel que representa la armonía, la lógica y la justicia absolutas, como es el amor, la
sabiduría y la imparcialidad absolutas; y un Dios que crease a cada alma para una vida de breve
duración, sin preocuparse de si había de animar el cuerpo de un hombre rico y feliz, o el de
un pobre miserable que sufre, desgraciado desde que nace hasta que muere, sin haber
hecho nada para merecer su cruel destino, más bien que un Dios, sería un demonio
implacable 27. Ni los mismos filósofos judíos, creyentes en la Biblia Mosaica
(esotéricamente, se entiende), jamás concibieron semejante idea. Además creían, tal como
nosotros, en la reencarnación.
PREG. ¿Podéis darme algunos ejemplos en prueba de ello?
TEÓS. Seguramente. Filón Judeo dice (De Somiis, pág. 455): “El aire está lleno de ellas (de
almas); las que se hallan más cerca de la Tierra descienden para ser unidas a los cuerpos
mortales, palindomouçin auqiç, y vuelven a otros cuerpos, deseando vivir en ellos”. Según se
ve en el Zohar, el alma defiende ante Dios su libertad: “¡Dios del Universo!”, dice “Soy tan
feliz en este mundo y no deseo ir a otro, donde seré una sierva expuesta a toda clase de
corrupciones28. La doctrina de la necesidad fatal, la inmutable y eterna Ley, queda afirmada
en la respuesta de la Divinidad: “Contra tu voluntad te conviertes en embrión, y contra tu
voluntad naces29. Incomprensible, sería la luz sin la oscuridad que la hace manifiesta por el
27
Véase más adelante: “De la recompensa y castigo del Ego.”
28
Zohar, vol. II, pág. 9.
29
Mishna, Aboth, vol .IV, pág. 19.
66
La Clave de la Teosofía
contraste; el bien no sería el bien, sin el mal, que nos enseña la naturaleza inapreciable del
primero; y la virtud personal ningún mérito tendría a no haber pasado precisamente par las
tentaciones. Fuera de la Deidad oculta, nada hay eterno y permanente. Nada de lo que es
finito –sea porque tuvo un principio o debe tener un fin– puede quedar estacionado. Ha de
progresar o retroceder; y un alma que aspira a la reunión con su espíritu, único que puede
conferir la inmortalidad, ha de purificarse a través de las transmigraciones cíclicas, en su
camino hacia la única región de gloria y eterno descanso, llamada en el Zohar “El Palacio del
Amor”; “Moksha, en la religión Hindú; “El Pleroma de la luz eterna”, entre los Gnósticos, y
“Nirvana” entre los Buddhistas. Y todos estos estados no son eternos, sino temporales.
PREG. Sin embargo, en esto no se trata de reencarnación.
TEÓS. A un alma que suplica se le concede permanecer en donde se encuentra, debe ser
preexistente, y no haber sido creada para aquella ocasión. Sin embargo, aún hay otra prueba
mejor en el Zohar. Hablando de los Egos que se reencarnan (las almas racionales), aquellos
cuya última personalidad ha de desaparecer por completo, dice: “Todas las almas que no son
inocentes en este mundo, en el cielo se han apartado ya del Santo único bendito sea su
Nombre; se han precipitado ellas mismas en un abismo, a riesgo de su propia existencia, y
han anticipado el momento en que han de volver [una vez más a la tierra]. “El Santo único”
significa aquí, esotéricamente, el Âtman o Âtmâ–Buddhi.
PREG. Por otra parte, es muy extraño que nos hablen del “Nirvana” como de algo sinónimo del
Reino de los Cielos, o Paraíso, ya que, según todos los Orientalistas de fama, el Nirvana es sinónimo
de aniquilamiento.
TEÓS. Considerado literalmente, respecto a la personalidad y a la materia diferenciada,
sí; pero no de otro modo. Esas ideas acerca de la reencarnación y la trinidad del hombre las
sostuvieron muchos de los primeros Padres Cristianos. La confusión originada por los
traductores del Nuevo Testamento y de los antiguos tratados filosóficos, acerca del alma y el
espíritu, fue la causa que produjo tantas desavenencias y errores. Es también una de las
muchas razones por las que Buddha, Plotino y tantos otros iniciados son acusados
actualmente de haber aspirado a la extinción total de sus almas la –” absorción en la
Deidad” o “reunión con el alma universal”– lo que significa, según las ideas modernas,
aniquilamiento. El alma personal tiene, por supuesto, que ser desintegrada en sus partículas,
antes que pueda fundir para siempre su existencia más pura con el Espíritu inmortal. Pero
los traductores de los Hechos, así como de las Epístolas, que presentaron los fundamentos
del Reino de los Cielos; y los comentadores modernos del Sutra Buddhista de la fundación del
Reino de la Justicia, han alterado tanto el sentido del gran apóstol del Cristianismo como el
del gran reformador de la India. Los primeros han desfigurado la palabra psuchicos
(yucikoç); así es que ningún lector puede imaginarse que tenga relación alguna con el alma;
y por efecto de esa confusión entre el alma y el Espíritu, los que leen la Biblia sólo obtienen
en esta materia un sentido falseado. Por otra parte, los intérpretes de Buddha no han
sabido comprender el significado y el objeto de los cuatro grados Buddhistas de Dhyâna.
Preguntad a los Pitagóricos si ese espíritu, que da vida y movimiento, y participa de la
naturaleza de la luz, puede ser reducido a la no entidad. ¿Puede el espíritu, sensible hasta en
los animales que ejercitan la memoria, una de las facultades racionales, morir y volver a la
nada?, observan los Ocultistas. En la filosofía Buddhista, la aniquilación sólo significa una
67
La Clave de la Teosofía
dispersión de la materia, en cualquier forma o apariencia de forma que sea, porque todo
cuanto posee una forma es temporal y, por lo tanto, realmente una ilusión. Para la
eternidad, los más largos períodos del tiempo pueden compararse a un abrir y cerrar de
ojos; y así ocurre respecto a la forma. Antes que tengamos tiempo de darnos cuenta de su
existencia, ha desaparecido y pasado para siempre, como el resplandor instantáneo del
relámpago. Cuando la entidad espiritual rompe para siempre con cada partícula de materia,
substancia o forma, y vuelve a ser un hálito espiritual, sólo entonces es cuando penetra en
el eterno invariable Nirvana, viviendo tanto tiempo como duró el ciclo de vida: una
eternidad verdaderamente. Y entonces aquel hálito, existiendo en espíritu, no es nada
porque es todo; como forma, apariencia o figura, es por completo aniquilado; como espíritu
absoluto, aún es, porque se ha convertido en la Egoeidad. La frase: “absorbido en la esencia
universal”, que se usa cuando se habla del alma como espíritu, significa: unión con. Jamás
puede significar aniquilamiento, que implicaría separación eterna.
PREG. ¿No os exponéis a la acusación de predicar el aniquilamiento, dado el lenguaje que
empleáis? Pues acabáis de hablar del alma del hombre que vuelve a sus primeros elementos.
TEÓS. Olvidáis que he tratado de las diferencias existentes entre los varios significados
de la palabra “alma” y demostrado la vaguedad con que ha sido traducido hasta ahora el
término “espíritu”. Hablamos del alma animal, humana y espiritual, y distinguimos entre
ellas. Platón, por ejemplo, llama “alma racional” a lo que nosotros llamamos buddhi,
añadiendo el adjetivo “espiritual”; pero a lo que llamamos el Ego que se reencarna, Manas,
lo llama espíritu, Nous, etcétera; y aplicamos el término Espíritu, sólo y sin calificación alguna,
a Âtma únicamente. Confirma Pitágoras nuestra doctrina arcaica al decir que el Ego (Nous)
es eterno con la Deidad; que el alma sola pasa por varios grados para alcanzar la excelencia
divina, mientras que thumos vuelve a la tierra, y hasta el phren, el Manas inferior, queda
eliminado. Además define Platón el alma (buddhi) como “el movimiento capaz de moverse a
sí mismo”. “El alma –añade (Leyes X)– es la más antigua de todas las cosas, y el principio, del
movimiento”; llamando así a Âtmâ–Buddhi, “alma”, y a Manas, “espíritu”, lo que no hacemos
nosotros.
“El alma fue creada antes que el cuerpo, y éste es posterior y secundario, siendo, según la
naturaleza, gobernado por el alma.” “El alma, que rige todas las cosas que se mueven en
cada dirección, rige igualmente los cielos. El alma, por lo tanto, gobierna todas las cosas en
el cielo y en la tierra, así como en el mar, por sus movimientos, cuyos nombres son:
querer, considerar, vigilar, consultar, formar opiniones justas y erróneas, tener alegría,
pena, confianza, miedo, odio, amor, junto con todos aquellos movimientos primitivos que
están unidos a éstos. Siendo una diosa, siempre tiene a Nous, un dios, por aliado, y ordena
todas las cosas correcta y felizmente; pero cuando se une a Annoia (no a Nous), trabaja en
todas las cosas en opuesto sentido.”
En este lenguaje, así como en los textos buddhistas, se considera lo negativo como
existencia esencial. El aniquilamiento está explicado de un modo semejante. El estado
positivo es el ser esencial, pero, no la manifestación como tal. En lenguaje Buddhista,
cuando entra el espíritu en el Nirvana, pierde la existencia objetiva, pero conserva el ser
subjetivo. Para las inteligencias objetivas, esto es convertirse en absolutamente nada, y para
las subjetivas, en NINGUNA COSA, en nada que pueda ser manifestado a los sentidos. Por
68
La Clave de la Teosofía
PREG. Mucho he oído acerca de esa constitución del hombre “interno”, como vosotros la llamáis,
pero nunca pude entenderla.
TEÓS. Es “confusa”, sin duda, y muy difícil, como decís, el entenderla correctamente y
saber distinguir entre los diferentes aspectos llamados por nosotros los “principios” del
Ego real. Y lo es tanto más cuanto que existe una diferencia notable entre las varias escuelas
Orientales respecto a la enumeración de esos principios, aun cuando en el fondo la base de
la doctrina es idéntica.
PREG. ¿Os referís acaso, como ejemplo, a los Vedantinos? ¿No reducen éstos los siete “principios” de
que habláis a cinco solamente?
TEÓS. Así lo hacen; pero, sin querer discutir este punto con un vedantino instruido,
puedo decir, sin embargo, como opinión mía particular, que tienen un motivo claro y
evidente para hacerlo así. Para ellos, lo que se llama el hombre, es únicamente ese conjunto
espiritual que consiste en varios aspectos mentales, no mereciendo el cuerpo físico, según
ellos, sino el más profundo desprecio y siendo una pura ilusión. Y no es la Vedanta la única
filosofía que lo aprecia de este modo. Lao–Tse, en su Tao–te–King, sólo menciona cinco
principios, porque, del mismo modo que los vedantinos, deja de incluir dos principios, que
son el espíritu (alma) y el cuerpo físico, al que llama “el cadáver”. Hay también la Escuela
Taraka Rajá Yoga. Su doctrina, en efecto, sólo reconoce tres “principios”; pero, en realidad,
su Sthulopadi o cuerpo físico, en estado de vela consciente; su Sukshmopadhi, el mismo
cuerpo en Svapna o estado de ensueño, y su Karanopadhi, “cuerpo causal” o lo que pasa de
una encarnación a otra, son todos duales en sus aspectos, y de este modo forman seis.
Agregad a éstos Âtma, el principio divino impersonal o el elemento inmortal en el hombre,
indistinguible del Espíritu Universal, y tendréis los mismos siete principios30. Bien hacen en
atenerse a su división; nosotros conservamos la nuestra.
30
Véase Doctrina Secreta, Vol. I, para una explicación más clara.
69
La Clave de la Teosofía
PREG. Según eso, parece que es casi la misma división establecida por los místicos cristianos, o sea:
cuerpo, alma y espíritu.
TEÓS. Exactamente la misma. Fácilmente podríamos hacer del cuerpo el vehículo del
“doble vital “; de este último, el vehículo de la Vida o Pranâ; de Kâma–Rûpa, o alma (animal)
el de la inteligencia superior e inferior, y hacer seis principios, coronándolos todos el espíritu
uno inmortal. En Ocultismo cada cambio calificativo en el estado de nuestra conciencia da al
hombre un nuevo aspecto, y si prevalece y llega a formar parte del Ego viviente y activo,
debe recibir (y recibe) un nombre especial para distinguir entre el hombre en ese estado
particular y ese mismo hombre cuando se halla en un estado distinto.
PREG. Esto es precisamente lo difícil de entender.
TEÓS. Me parece, al contrario, muy fácil una vez comprendida la idea esencial, es decir
que obra el hombre en un plano u otro de conciencia, en estricta conformidad con su
condición mental y espiritual. Pero tal es el materialismo de nuestra época, que cuanto más
nos explicamos, menos capaz de entendernos parece la gente. Dividid al Ser terrestre
llamado hombre en tres aspectos principales, porque a no ser que lo consideréis como un
simple animal, no podréis menos que hacerlo así, considerad su cuerpo objetivo; luego, el
principio reflexivo que está en él (que sólo es algo más elevado que el elemento instintivo en
el animal) o alma vital consciente; y, por último, aquello que lo coloca tan
inconmensurablemente por encima del animal, es decir, el alma que razona o “espíritu”. Si
tomamos esos tres grupos o entidades representativas, y las subdividimos conforme enseña
la Doctrina Secreta, ¿qué resulta?
Ante todo, el espíritu (en el sentido de lo Absoluto, y. por consiguiente, el todo
indivisible) o Âtma. Como éste no puede ser localizado ni limitado en filosofía, siendo
simplemente aquello que es en la Eternidad, y que no puede estar ausente del punto
geométrico o matemático más pequeño del Universo de la materia o substancia, no debiera
en manera alguna llamarse principio “humano”. Es todo lo más, en Metafísica, aquel punto
que la Mónada humana y su vehículo, el hombre, ocupan en el espacio durante el período de
cada vida. Ahora bien; este punto es tan imaginario como el hombre mismo, y es en realidad
una ilusión, un maya; mas, para nosotros, así como para los demás Egos personales, somos
una realidad durante ese momento de ilusión llamada vida, por lo que hemos de tenernos
en cuenta a nosotros mismos, en nuestra imaginación por lo menos. Con objeto de hacerlo
más concebible para la inteligencia que intenta por primera vez el estudio del Ocultismo y la
solución del abecé del misterio del hombre, el Ocultismo llama a ese séptimo principio la
síntesis del sexto, y le da por vehículo el alma espiritual, Buddhi. Pues bien; este último
encierra un misterio que jamás es revelado a nadie, excepto a los chelas ligados
irrevocablemente por juramento, o a lo más a aquellos en quienes se puede confiar sin
temor alguno. Es claro que si pudiera decirse habría menos confusión; pero como esto está
directamente relacionado con el poder de la proyección del doble personal,
conscientemente y a voluntad; y como este don, del mismo modo que el “anillo de Gijes”
resultaría fatal para el hombre en general y pasa el poseedor de esa facultad en particular, se
oculta cuidadosamente. Mas volvamos a los “principios”. Esa alma divina, o Buddhi, es el
vehículo del Espíritu. Los dos unidos son uno solo, impersonal y sin atributo alguno (en
este plano, por supuesto), y hacen dos “principios” espirituales. Si pasamos ahora a
70
La Clave de la Teosofía
considerar el alma humana, Manas o mens, todos convendrán en que la inteligencia del
hombre es por lo menos dual, es decir: el hombre de inteligencia superior, difícilmente
puede confundirse con el hombre inferior; el hombre muy intelectual y espiritual se halla
separado por un abismo del hombre obtuso, torpe y material, quizás de tendencias
animales.
PREG. Pero ¿por qué no se ha de representar al hombre por dos “principios” o dos aspectos?
TEÓS. Cada hombre lleva en sí esos dos principios, uno más activo que el otro, y sólo
en raros casos uno de los dos se ve paralizado por completo, por decirlo así, en su
crecimiento o desarrollo, por la fuerza y predominio del otro aspecto, en cualquier
dirección. Éstos son, pues lo que llamamos los dos principios o aspectos de Manas, el
superior y el inferior; el primero, el Manas superior o Ego consciente y reflexivo, gravita
hacia el alma espiritual (Buddhi); y el último, o su principio instintivo, es atraído hacia Kama,
centro de los deseos animales y de las pasiones en el hombre. Tenemos de este modo
demostrados cuatro “principios”, de los cuales los tres últimos son: 1) el “doble” que
hemos convenido en llamar alma protea o plástica, 2) el principio de vida, y 3) el cuerpo físico.
Ningún fisiólogo o biólogo, por supuesto, aceptará esos principios, ni los comprenderá
tampoco. Y por esto quizás ninguno de ellos comprende hasta ahora las funciones del bazo,
el vehículo físico del doble proteo, o las de cierto órgano situado en el lado derecho del
hombre, centro de los deseos más arriba mencionados; ni tampoco nada sabe acerca de la
glándula pineal, que describe como una glándula que contiene un poco de arena, cuando
verdaderamente es el propio centro de la más elevada y divina conciencia en el hombre, su
inteligencia omnisciente espiritual, que todo lo abraza. Y esto os demostrará aún más
claramente que ni hemos inventado esos siete principios, ni son tampoco nuevos en el
mundo de la filosofía, como podemos probar fácilmente.
PREG. Pero ¿qué es lo que se reencarna, según vuestra creencia?
TEÓS. El Ego Espiritual pensante, el principio permanente en el hombre, aquello que es
centro de Manas. El hombre individual o divino no es Âtma, ni tampoco Âtmâ–Buddhi,
considerado como la Mónada dual, sino Manas; porque Âtman es el Todo Universal y se
convierte en el Yo SUPREMO del hombre sólo en conjunción con Buddhi, su vehículo, que
LO une a la individualidad (u hombre divino). Buddhi–Manas es lo que llaman los Vedantinos
el Cuerpo–Causal (los Principios 5º y 6º unidos), el cual es la conciencia que LO enlaza a cada
personalidad en que mora en la Tierra. Por consiguiente, siendo el alma un término
genérico, hay en los hombres tres aspectos de alma: el terrestre o animal; el alma humana, y
el Alma Espiritual; y todas éstas, estrictamente hablando, son un alma sola bajo tres
aspectos. Ahora bien; del primer aspecto, nada queda después de la muerte; del segundo
(nous o Manas), sólo su esencia divina, si quedó sin mancha, sobrevive; mientras que el
tercero, además de ser inmortal, se convierte conscientemente en divino, por la asimilación
de Manas superior. Pero, para mayor claridad, hemos de decir, ante todo, algunas palabras
acerca de la Reencarnación.
PREG. Haréis bien, porque esa doctrina es la que vuestros enemigos combaten con mayor energía
y empeño.
71
La Clave de la Teosofía
TEÓS. ¿Os referís a los espiritistas? Lo sé, y muchas son las objeciones absurdas, tejidas
laboriosamente por ellos, que hallamos en las páginas de la revista Light (Luz). Tan groseros
y malévolos son algunos, que nada los detiene. Últimamente encontró uno de ellos una
contradicción, que discute gravemente en una carta dirigida a aquel periódico, en dos
puntos sacados de las conferencias de Sinnet: Descubre en las dos frases siguientes esta
importante contradicción:
“Los regresos prematuros a la vida terrestre, cuando así ocurre, pueden ser debidos a
alguna complicación kármica…“; y “no existe accidente en el supremo acto de dirigir la
justicia divina la evolución”. Tan profundo pensador encontraría seguramente una
contradicción en la ley de la gravedad si un hombre extendiese la mano para impedir que
una piedra, en su caída, le rompiese la cabeza a un niño.
72
VIII
DE LA REENCARNACIÓN O RENACIMIENTO
PREG. La cosa más difícil para vosotros va a ser explicar semejante creencia apoyándola en
principios racionales. Hasta ahora no ha conseguido teósofo alguno presentarme una prueba capaz
de quebrantar mi escepticismo. Ante todo, tenéis en contra de esa teoría de la Reencarnación el hecho
de que no se ha encontrado aún hombre alguno que se acordase de haber vivido antes, y mucho
menos de quien era durante su vida anterior .
TEÓS. Veo que vuestro argumento tiende a la antigua objeción de costumbre, la pérdida
de la memoria en cada uno de nosotros, respecto de nuestra encarnación precedente.
¿Creéis que esto quita valor a nuestra doctrina? A ello contesto que no, y que en todo caso
no puede ser concluyente una objeción semejante.
PREG. Quisiera oír vuestros argumentos.
TEÓS. Son pocos y breves. Sin embargo, cuando se toma en consideración la absoluta
incapacidad de los mejores psicólogos modernos para explicar al mundo la naturaleza de la
mente, y su completa ignorancia acerca de las potencialidades y estados superiores de la
misma, tenéis que reconocer que aquella objeción está basada en una conclusión a priori,
sacada de una evidencia prima fácil y circunstancial, más que de otra cosa. Ahora decidme:
¿qué es en vuestro concepto la “memoria?”
PREG. Lo que se entiende por ella generalmente: la facultad en nuestra mente de recordar y
conservar el conocimiento de los pensamientos, actos y acontecimientos anteriores.
TEÓS. Agregad a esto, si gustáis, que existe una gran diferencia entre las tres formas
aceptadas de la memoria. Además de la memoria en general, tenemos el recuerdo, la
reproducción y la reminiscencia.
¿Os habéis fijado alguna vez en la diferencia que hay entre ellas? Acordaos de que memoria
es un nombre genérico.
PREG. No obstante, todos éstos son sinónimos.
TEÓS. No lo son seguramente, al menos en filosofía. La memoria es simplemente un
poder innato en los seres racionales, y hasta en los animales, para reproducir pasadas
impresiones por medio de una asociación de ideas, sugeridas principalmente por cosas
objetivas o por alguna impresión sobre nuestros órganos sensorios externos. La memoria
es una facultad que depende enteramente del funcionamiento más o menos sano y normal
73
La Clave de la Teosofía
de nuestro cerebro físico; el recuerdo y la reproducción son los atributos y los servidores de
esa memoria. Pero la reminiscencia es una cosa enteramente distinta. El psicólogo moderno
define la reminiscencia como algo intermedio entre el recuerdo y la reproducción; un proceso
consciente por el que se recuerdan los hechos pasados, pero sin aquella referencia completa
y variada de objetos determinados, que caracteriza la reproducción.
Locke, hablando de la reproducción y del recuerdo, dice: “Cuando una idea se ofrece de
nuevo a la memoria sin la influencia del mismo objeto sobre el sensorio externo, esto se
llama recuerdo; si la mente encuentra una idea que buscara con trabajo y esfuerzo, esto es
reproducción”. Mas Locke mismo deja de darnos una definición clara de la reminiscencia,
porque no es una facultad o atributo de nuestra memoria física, sino una percepción intuitiva
aparte y fuera de nuestro cerebro físico; una percepción que, al ser puesta en acción por el
conocimiento siempre presente de nuestro Ego espiritual, abarca aquellas visiones
consideradas anormales en el hombre (desde las pinturas inspirada por el genio hasta el
delirio y devaneos de la fiebre y de la locura misma), clasificadas por la ciencia como no
existentes, excepto en nuestra imaginación. El Ocultismo y la Teosofía consideran la
reminiscencia, sin embargo, desde un punto de vista completamente distinto. Para nosotros,
la memoria es física y pasajera, y depende de las condiciones fisiológicas del cerebro,
proposición fundamental entre todos los profesores de la mnemotécnica, apoyados además
por las investigaciones de los psicólogos científicos modernos; pero la reminiscencia es la
memoria del alma. Esa memoria es la que da a casi todos los seres humanos, sea que lo
comprendan o no, la certeza de haber vívido anteriormente y de tener que vivir de nuevo.
Dice bien Wordesvorth:
PREG. Si basáis vuestra doctrina en esa clase de memoria (poesías y fantasías imaginarias, según
vuestra propia confesión), creo, en este caso, que no convenceréis a muchos.
TEÓS. No expresé que fuese una fantasía. Dije sencillamente que los fisiólogos y
hombres de ciencia en general consideran tales reminiscencias como alucinaciones y
fantasías, siendo bien recibida tan “sabia” conclusión. No negamos que esas visiones del
pasado, esos rastros de luz pasajera de los tiempos que fueron, sean anormales
comparados con nuestra experiencia de la vida diaria y la memoria física. Pero sostenemos
con el profesor W. Knight que “la ausencia de la memoria de cualquier acto ejecutado en un
estado previo no puede ser argumento concluyente contra la posibilidad de haber vivido en
el mismo”. Y todo adversario de buena fe deberá convenir en lo que dice Butler en sus
Lecturas sobre la filosofía platónica: “la idea de extravagancia que esto (la preexistencia)
produce tiene su secreto origen en los prejuicios materialistas o semimaterialistas”.
Sostenemos además que la memoria, como la llamó Olimpiodoro. Es simplemente una
fantasía, y la más insegura de todas las cosas en nosotros31. Aseguraba Ammonio Saccas que
31
La fantasía –dice Olimpiodoro (In Platonis Phœdo)–es un impedimento para nuestros conceptos
intelectuales; y, por lo tanto, cuando estamos agitados por la influencia inspiradora de la Divinidad, si
74
La Clave de la Teosofía
PREG. Me habéis dado una idea general acerca de los siete principios. Decidme ahora cómo se
explica la falta completa de memoria respecto de nuestras vidas anteriores, a la luz de lo que habéis
dicho sobre esos principios.
TEÓS. Muy fácilmente. Los “principios” que llamamos físicos32, son desintegrados
después de la muerte, a la par que sus elementos constitutivos, y la memoria a la vez que su
cerebro. Esa memoria desvanecida de un cuerpo que desapareció no puede recordar ni
registrar cosa alguna en la encarnación posterior del Ego. La reencarnación significa que ese
Ego ha de ser dotado de un nuevo cuerpo, de un nuevo cerebro y de una nueva memoria. Tan
absurdo sería, por consiguiente, esperar que se acordase la memoria de aquello que jamás
interviene la fantasía, la energía entusiasta cesa; porque el entusiasmo y el éxtasis son contrarios uno al
otro. Si se pregunta si el alma es capaz de producir energía sin la fantasía, contestamos que su percepción
de los universales prueba que es capaz de ello. Tiene, por consiguiente, percepciones independientes d e
la fantasía; al mismo tiempo, sin embargo, la fantasía ayuda a sus energías, del mismo modo que la tempestad
persigue al navegante.
32
A saber: el cuerpo, la vida, los instintos pasionales y animales, y el fantasma astral o eidolon, de cada
hombre, sea percibido en pensamiento, por nuestro ojo mental, u objetivamente y separado del cuerpo
físico; cuyos principios llamamos Sthula sharira, Prâna, Kâma–Rûpa y Linga sharira. Ningún principio de éstos
es negado por la ciencia, aunque los llame de modo distinto.
75
La Clave de la Teosofía
pudo registrar, como inútil resultaría examinar con el microscopio una camisa que nunca
hubiese llevado puesta un asesino, y buscar en ella las manchas de sangre que sólo habían de
hallarse en la ropa que llevó en otra ocasión. No es la camisa limpia la que hemos de
interrogar, sino la ropa que llevaba cuando ejecutó el crimen; y si ésta ha sido quemada y
destruida, ¿cómo la podéis encontrar?
PREG. ¿Cómo podéis tener la seguridad de que se cometió el crimen, o de que el “hombre de la
camisa limpia” ha existido anteriormente?
TEÓS. Seguramente no por medios físicos, ni basándonos en el testimonio de aquello
que ya no existe. Pero existe la evidencia circunstancial, que nuestras sabias leyes admiten
quizás más de lo que debieran. Para convencerse del hecho de la reencarnación y de las
vidas pasadas, debe ponerse uno en relación con el propio Ego real permanente, y no con la
memoria, que es pasajera.
PREG. Pero ¿cómo ha de poder creer la gente en aquello que no sabe ni ha visto jamás, y mucho
menos ponerse en relación con ello?
TEÓS. Si la gente más ilustrada de buena gana cree en “la gravedad”, el “éter”, la “fuerza”
y tantas otras cosas de Ciencia, en abstracciones e “hipótesis” que no ha visto, tocado,
olido, oído ni probado, ¿por qué no habrían de creer otras personas, en virtud del mismo
principio, en el Ego propio permanente, “hipótesis” muchísimo más lógica e importante que
ninguna otra?
PREG. ¿Qué es, en fin, ese misterioso principio eterno? ¿Podéis explicar su naturaleza de un modo
comprensible para todos?
TEÓS. El Ego que se reencarna es el “Yo” individual e inmortal, no el personal; en una
palabra, el vehículo de la MÓNADA Atma–Búddhica; aquello que es recompensado en el
Devachán y castigado en la Tierra, y aquello, en fin, a que se une sólo el reflejo dé los
skandhas o atributos de cada reencarnación33.
PREG. ¿Qué entendéis por skandhas?
TEÓS. Precisamente lo que acabo de decir: los “atributos” entre los que está
comprendida la memoria. Todos mueren como la flor, dejando sólo tras sí un débil aroma.
He aquí un párrafo del Catecismo Buddhista de H. S. Olcott34, que se refiere precisamente al
asunto y trata la cuestión del modo que sigue:
“El anciano recuerda los incidentes de su juventud, a pesar de haber cambiado física y
mentalmente. ¿Por qué entonces no llevamos con nosotros el recuerdo de nuestras pasadas
vidas de un nacimiento a otro? Porque la memoria está incluida en los skandhas, y habiendo
33
Existen en las doctrinas Buddhistas cinco Skandhas o atributos: Rupa (forma o cuerpo), cualidades
materiales; Vedana, sensación; Sanna, ideas abstractas; Sankhara, tendencias de la mente; Vinnana, poderes
mentales. Estamos formados de ellos, por ellos somos conscientes de la existencia, y por medio de ellos
nos comunicamos con el mundo que nos rodea.
34
Por H.S. Olcott, Presidente y fundador de la Sociedad Teosófica. La exactitud de la doctrina está
sancionada por el Rev. H. Sumangala, gran Sacerdote de Sripada y Gales, y Principal del Widyodaya Parivena
(Colegio) en Colombo, como de acuerdo con el Canon de la Iglesia Buddhista del Sur.
76
La Clave de la Teosofía
35
Espiritual, en oposición al yo personal. El estudiante no debe confundir ese Ego Espiritual con el “ YO
SUPREMO“, que es Âtma, el Dios nuestro interno e inseparable del Espíritu Universal. (Véase en la sección
IX: “De la Conciencia post mortem y post natun.”)
77
La Clave de la Teosofía
habla del alma a la gente, y algunos preguntan: “¿Qué es el alma? ¿Habéis probado jamás su
existencia?” Inútil es, por supuesto, argüir a los que son materialistas, pero aun a estos
últimos quisiera dirigir esta pregunta: ¿ Podéis acordaros de lo que erais o hacíais cuando
niños pequeños? ¿Habéis conservado el menor recuerdo de vuestra vida, pensamientos o
actos, o tan siquiera de que hayáis vivido durante los primeros dieciocho meses o dos años
de vuestra existencia? ¿Por qué entonces, partiendo del mismo principio, no negáis también
el haber vivido alguna vez como niños?” Cuando a todo esto añadimos que el Ego que se
reencarna, o individualidad, retiene durante el período devachánico únicamente la esencia de
la experiencia de su vida terrestre pasada, o personalidad, quedando absorbidas todas las
experiencias físicas en un estado impotencia o siendo convertidas, por decirlo así, en
fórmulas espirituales; cuando tenemos en cuenta, además, que el espacio de tiempo que
transcurre entre dos renacimientos se dice que es de diez a quince siglos, durante cuyo
período la conciencia física está total y absolutamente inactiva, careciendo de órganos que
obren en ella, y, por consiguiente, de existencia, la razón de la ausencia de todo recuerdo
resulta bien clara.
PREG. Acabáis de decir que el Ego Espiritual es omnisciente. ¿Dónde está, pues, esa decantada
omnisciencia durante su vida devachánica, como la llamáis?
TEÓS. Durante ese tiempo se halla en estado latente y potencial; porque en primer
lugar, el Ego Espiritual no es el Yo SUPREMO, que siendo uno con el Alma Universal o
Inteligencia, es el solo omnisciente; y segundo, porque el Devachán es la continuación
idealizada de la vida terrestre que se acaba de abandonar, período de ajustamiento
retributivo y recompensa por los daños y sufrimientos experimentados inmerecidamente
en aquella vida especial. El Ego espiritual, en el Devachán sólo es omnisciente potencialmente,
y defacto exclusivamente en Nirvana, cuando el Ego está fundido en el Alma–Mente
Universal. Vuelve a ser casi omnisciente, sin embargo, durante aquellas horas en la Tierra en
que ciertas condiciones anormales y cambios fisiológicos del cuerpo libran al Ego de los
estorbos e impedimentos de la materia. Ejemplo de ello son los dos casos de
sonambulismo más arriba citados, de una humilde criada hablando el hebreo y otra tocando
el violín. No quiere esto decir que las explicaciones que respecto a esos dos casos nos
ofrece la ciencia médica no encierren verdad alguna en sí, pues una de aquellas muchachas
había oído años antes a un pastor protestante, maestro suyo, leer obras hebreas en voz
alta, y la otra había oído a un artista tocar el violín en el cortijo que habitaba. Mas, ninguna
de las dos hubiese pedido hacer esto con la perfección con que lo hicieron si no hubiesen
estado animadas por Aquello que, debido a la identidad de su naturaleza con la Mente
Universal, es omnisciente. En el primer caso el principio superior obró sobre los skandhas
y los puso en movimiento; en el último, estando la personalidad paralizada se manifestó la
individualidad misma. Os ruego no confundáis las dos cosas.
78
La Clave de la Teosofía
DE LA INDIVIDUALIDAD Y PERSONALIDAD 36
PREG. Pero ¿cuál es la diferencia entre las dos? Confieso que aún me hallo a oscuras respecto a
este punto.
TEÓS. Me esfuerzo en explicarlo; pero, por desgracia, más difícil es con algunos
conseguirlo que el infundirles un sentimiento de respeto hacia imposibilidades infantiles,
únicamente porque son ortodoxas y porque la ortodoxia es respetable. Para comprender
bien la idea, tenéis que estudiar primeramente las dos series de “principios”: los espirituales
o aquellos que pertenecen al Ego imperecedero, y los materiales o los principios que
constituyen los cuerpos, constantemente variables, o series de personalidades de aquel
Ego. Démosles nombres permanentes y digamos que:
36
En su Catecismo Budista, el mismo Coronel Olcott, obligado por la lógica de la filosofía esotérica, tuvo
necesidad de corregir los errores de Orientalistas anteriores que no hicieran esa diferencia, y dar al lector
sus razones para ello. Dice: “las apariciones sucesivas sobre la Tierra o descenso en la generación de las
partes tanhaicamente coherentes (skandhas) de un ser determinado son una sucesión de personalidades. La
PERSONALIDAD difiere en cada nacimiento de un nacimiento anterior o sucesivo. Karma, el DEUS EX
MACHINA, se oculta (¿diremos más bien que se refleja? ) a sí mismo ora en la personalidad de un sabio, ya
bajo la forma de un artesano, y así sucesivamente, a través de toda serie de existencias. Pero, aunque las
personalidades siempre cambian, la línea única de vida que las ensarta como las cuentas de un rosario,
permanece unida, es siempre esa línea particular, jamás otra alguna. Es, por lo tanto, una ondulación individual
y vital que empezó en Nirvana, o lado subjetivo de la Naturaleza, como la ondulación de la luz o del calor,
propagada a través del éter, nació en un origen dinámico; recorre el lado objetivo de la Naturaleza bajo e l
impulso de Karma, y la dirección creadora de Tanhâ (deseo de vivir no satisfecho); y conduce, a través d e
muchos cambios cíclicos, de nuevo al Nirvana. Mr. Rhys–Davis llama a aquello que pasa de personalidad a
personalidad por la cadena individual, “carácter” o “acción” . Puesto que el “ carácter” no es una simple
abstracción metafísica, sino la suma de nuestras propias cualidades mentales y propensiones morales, ¿no
contribuiría a rechazar o a desvanecer lo que Mr. Rhys–Davis llama “ el desesperado expediente de un
misterio” (Budismo, pág. 101) el considerar la ondulación de la vida como la individualidad, y a cada una de sus
series de manifestaciones natales como una personalidad separada? El individuo perfecto, buddhísticamente
hablando, es un Buda; pero Buda no es más que la flor rara de la humanidad, sin la menor mezcla
sobrenatural. Y como son necesarias un sinnúmero de generaciones –“cuatro asankheyyas y cien mil ciclos”,
según Fansböll y Rhys–Davis (Buddhist Birth Stories, pág.13)– para convertir a un hombre en Buddha, y la
voluntad de hierro para convertirse en tal permanece a través de todos los nacimientos futuros, ¿Cómo llamaremos a
aquello que de este modo quiere y persevera? ¿El carácter? ¿Nuestra individualidad; una individualidad
manifestada sólo en parte en cualquier nacimiento nuestro, pero constituida por fragmentos de todos los
nacimientos? ”
79
La Clave de la Teosofía
asimilada por alguna conciencia, y reflejada en ella.” Ni es el más elevado aspecto de Karma,
su propio agente activo, en su sentido; y el segundo es inconsciente en este plano.
Aquella conciencia o mente es:
III. Manas37, el derivado o producto, en una forma reflejada, de Ahamkâra, “el concepto
del yo o egoidad”. Es, por consiguiente, llamado el EGO ESPIRITUAL, cuando está
inseparablemente unido a los dos primeros; así como Taijasa (el radiante). Ésta es la
verdadera Individualidad real, o el hombre divino. Este Ego es el que, habiéndose encarnado
originariamente en la forma humana sin entendimiento, animada par la presencia en sí misma
de la Mónada dual, pero inconsciente de ella (puesto que no tenía conciencia), hizo de esa
forma, humana en apariencia, un verdadero hombre. Este Ego es aquel “Cuerpo–Causal” que
cobija a cada personalidad en que Karma lo obliga a encarnarse. Este EGO es el responsable
de todos los pecados cometidos por cada nuevo cuerpo o personalidad (apariencias
pasajeras que ocultan al verdadero Individuo a través de las largas series de renacimientos).
PREG. ¿Pero es justo esto? ¿Por qué ha de ser castigado ese Ego como resultado de hechos que ha
olvidado?
TEÓS. No los ha olvidado; sabe y recuerda sus malas acciones tan bien como vos os
acordáis de lo que hicisteis ayer. ¿Acaso porque la memoria de ese conjunto de
compuestos físicos llamado “cuerpo” no recuerde lo que su predecesor (la personalidad
anterior) hizo, imagináis que el Ego real lo ha olvidado? Tanto valdría decir que es injusto
que sea castigada por una cosa de la que nada sabe la chaqueta nueva que usa un muchacho a
quien vapulean por haber robado manzanas.
PREG. Pero ¿no existen medios de comunicación entre la conciencia o memoria espiritual y la
humana?
TEÓS. Seguramente los hay; pero jamás fueron reconocidos por vuestros psicólogos
científicos modernos. ¿A qué atribuís la intuición, la “voz de la conciencia”, las
reminiscencias en forma de aviso, vagas e indefinidas, etc., sino a tales comunicaciones?
¡Ojalá la mayoría de los hombres, los cultos al menos, estuviesen dotados de las delicadas
percepciones espirituales de Coleridge, quien demuestra hasta qué punto llega su intuición
en algunos de sus comentarios! Ved lo que dice respecto a la probabilidad de que “todos
los pensamientos sean en sí mismos imperecederos”. “Si fuese más comprensiva la facultad
inteligente [despertar súbito de la memoria], sólo se necesitaría para traer ante cada alma humana la
experiencia colectiva de toda su existencia pasada existencias más bien, una organización diferente y
apropiada, el cuerpo celeste en vez del terrestre”. Este cuerpo celeste es nuestro Ego Manásico.
37
MAHAT o la MENTE UNIVERSAL es el origen de manas. Este último es el mahat, es decir, la mente e n
el hombre. También se llama a Manas Kshetrajña, espíritu encarnado, porque, según nuestra filosofía, los
Mânasa–putras o “ Hijos de la Mente Universal” son los que crearon o mejor dicho produjeron al hombre
pensador, manu, encarnado en la tercera raza de la humanidad en nuestra Ronda. Es Manas por consiguiente,
el verdadero y permanente Ego Espiritual que se encarna, la INDIVIDUALIDAD, y nuestras innumerables y
diferentes personalidades no son sino sus aspectos externos.
80
La Clave de la Teosofía
PREG. Os oí decir que el Ego, cualquiera que haya sido la vida de la persona en la que se
encarnó, jamás está sujeto a castigo alguno, post mortem.
TEÓS. Nunca, salvo en casos muy raros y excepcionales, de los que no hablaremos aquí,
ya que la naturaleza del “castigo” en nada se relaciona con ninguno de vuestros conceptos
teológicos acerca de la condenación.
PREG. Pero si es castigado en esta vida por las malas acciones cometidas en una vida previa,
entonces a este Ego también debiera recompensárselo, sea aquí, o después de desencarnado.
TEÓS. Y así sucede. Si no admitimos castigo alguno fuera de esta tierra, es porque el
único estado que conoce el Yo Espiritual en la vida futura es el de la felicidad sin mezcla.
PREG. ¿Qué queréis decir con esto?
TEÓS. Simplemente lo que sigue: No pueden los crímenes y pecados cometidos en un plano
de objetividad y en un mundo de materia recibir castigo alguno en un mundo de subjetividad pura.
No creemos en infierno o paraíso como localidades; en ningún fuego objetivo del infierno
ni en gusanos que nunca mueren, ni en alguna Jerusalén con calles empedradas de zafiros y
diamantes. Creemos en un estado post mortem o condición mental parecida a aquella en
que nos encontramos durante un lúcido sueño. Creemos en una ley inmutable de Amor,
Justicia y Misericordia absolutos creyendo en esto, decimos: “Sea cual fuere el pecado, y
por horribles que sean los resultados de la trasgresión Kármica original de los Egos en la
carne”38, ningún hombre (la forma exterior material y periódica de la Entidad Espiritual)
puede ser tenido por responsable de las consecuencias de su nacimiento. Él no pide nacer,
ni elige a los padres que han de darle la vida. En todos conceptos es víctima de lo que lo
rodea; es hijo de las circunstancias, sobre las que no tiene acción ni poder, y si se
investigase imparcialmente cada una de sus transgresiones, se vería que sobre diez casos,
nueve veces ha sido él el ofendido en vez del ofensor o pecador. La vida es a lo sumo un
fuego cruel, un mar borrascoso que hay que cruzar, y a veces un peso muy difícil de
soportar. Los más profundos filósofos han tratado en vano de penetrar y descubrir su razón
de ser, y todos han fracasado en su empresa, excepto aquellos que poseían la clave para
conseguirlo, a saber, los Sabios Orientales. Según la describe Shakespeare, la vida es:
38
Sobre esa trasgresión ha sido basado el dogma cruel e ilógico de los ángeles caídos, que está explicado
en el vol. II de la Doctrina Secreta. Todos nuestros “Egos” son entidades pensadoras y racionales
(Mânasa–putras), que han vivido, sea bajo la forma humana u otras, en el ciclo de vida precedente,
(Manvantara), y cuyo Karma era el de encarnarse en el hombre en el presente ciclo. Enseñaban en los
Misterios que, habiendo dejado de cumplir con esta ley (o habiéndose “ negado a crear“, como e l
Hinduismo dice de los Kumâras y la leyenda cristiana del Arcángel San Miguel), es decir, no habiéndose
encarnado en debido tiempo, los cuerpos que les estaban predestinados se corrompieron (Ver Stanzas,
VIII y IX, en las “ Slokas de Dzyan”, vol. II de la Doctrina Secreta). De aquí nace el pecado original de las
formas sin entendimiento, y el Infierno se explica simplemente por el hecho de verse prisioneros esos
Espíritus o Egos puros en cuerpos de materia impura (la carne).
81
La Clave de la Teosofía
Nada es en sus partes separadas; pero es, sin embargo, una cosa de la mayor importancia
en su colectividad o series de vidas. Da todos modos, casi todas las vidas individuales son,
en su completo desarrollo, un sufrimiento. ¿Y habríamos de creer que el hombre
desgraciado y desamparado, batido por las enfurecidas olas de la vida, si no las puede
resistir y se ve arrastrado por ellas, ha de ser castigado con una condenación eterna o una
pena pasajera siquiera? Jamás. Grande o vulgar pecador, bueno o malo, culpable o inocente,
una vez libre del peso de la vida, el Manu (“Ego pensante”), exhausto y consumido, ha
adquirido el derecho a un período de bienaventuranza y reposo absolutos. La misma Ley
infalible, sabia y justa, más bien que misericordiosa, que inflige al Ego en la carne el castigo
kármico por cada pecado cometido durante la vida anterior en la Tierra, ha preparado para
la entidad ahora desencarnada un largo periodo de descanso mental, es decir, el olvido
completo de todos los acontecimientos desgraciados y hasta de los pensamientos
dolorosos más insignificantes, por los que tuvo que pasar en su última vida como
personalidad, dejando en la memoria del alma sólo la reminiscencia, de lo que era la dicha o
lo que conducía a la felicidad. Plotino, que dijo que nuestro cuerpo era el verdadero río
Leteo, porque “las almas que en él se sumergen todo lo olvidan”, aludía a algo más de lo
que dijo. Porque así como nuestro cuerpo terrestre se asemeja al Leteo, sucede lo mismo
con nuestro cuerpo celeste en Devachán, y mucho más.
PREG. ¿He de creer entonces que el asesino, el trasgresor de la ley divina y humana en toda
forma, no recibe castigo alguno?
TEÓS. ¿Quién dijo eso jamás? Tiene nuestra filosofía una doctrina de castigo tan severa
como la del calvinista más riguroso, pero mucho más filosófica y conforme con la justicia
absoluta. Ningún acto, ni siquiera un pensamiento culpable, dejará de recibir su castigo; más
severamente aun este último que el primero, porque es mucho más potente y eficaz en la
creación de malos resultados que el acto mismo39. Creemos en una Ley de Retribución
infalible, llamada Karma, que se afirma a sí misma en un encadenamiento natural de causas,
de inevitables resultados o consecuencias.
PREG. ¿Cómo o dónde funciona esa ley?
TEÓS. Cada trabajador requiere su salario, dice la sabiduría del Evangelio; cada acción
buena o mala es un padre prolífico, dice la Sabiduría de las Edades. Unid ambas sentencias y
hallaréis el “porqué.” Después de haber concebido al alma libertada de los sufrimientos de
39
Yo os digo más: “cualquiera que mirare a una mujer con mal deseo hacia ella, ya ha cometido adulterio
en su corazón.” (Mateo, V, 28.)
82
La Clave de la Teosofía
la vida personal, una compensación suficiente y hasta céntupla, Karma, con su ejército de
skandhas, espera en la entrada del Devachán a que vuelva el Ego para asumir una nueva
encarnación. En este momento es cuando el destino futuro del entonces ya descansado Ego
oscila en la balanza de la justa retribución, al caer de nuevo bajo la acción de la Ley activa
kármica. En este renacimiento preparado para él, renacimiento elegido y dispuesto por esa
LEY misteriosa, inexorable (pero infalible en su equidad y sabiduría), es donde son
castigados los pecados cometidos en la vida anterior del Ego. Sólo que no es en un Infierno
imaginario, con llamas teatrales y diablos ridículos con colas y cuernos, donde es
precipitado el Ego, sino en esta Tierra, plano y región de sus pecados, es donde habrá de
expiar cada pensamiento malo y cada mala acción. Lo que haya sembrado recogerá. En torno
de él la Reencarnación reunirá a todos aquellos otros Egos que hayan sufrido, sea directa o
indirectamente, por culpa de la personalidad pasada, aun cuando ésta no haya sido más que
un instrumento inconsciente. Serán arrojados por Némesis en el camino del nuevo hombre,
que oculta al antiguo, al eterno Ego, y…
PREG. Mas ¿dónde está la equidad de que habláis, ya que esas NUEVAS “personalidades”
ignoran haber pecado o que se haya pecado contra ellas?
TEÓS. ¿Ha de considerarse que ha sido tratado con justicia un abrigo que fuese hecho
jirones, al ser arrancado de las espaldas de un hombre que lo robara por aquel a quien le
hubiese sido robado y que reconociese su propiedad? La nueva “personalidad” es como un
traje nuevo, con su forma, color y cualidades especiales que lo caracterizan; pero el hombre
verdadero que lo lleva es el mismo pecador de antes. La individualidad es la que sufre por
medio de su “personalidad”. Sólo esto y nada más que esto puede darnos razón de la
terrible aunque aparente injusticia en la distribución de los lotes que en la vida tocan al
hombre. Cuando acierten vuestros filósofos modernos a darnos una buena razón de por
qué tantos hombres inocentes, y buenos en apariencia nacen únicamente para sufrir durante
toda su vida, por qué tantos nacen pobres, hasta el punto de morirse de hambre en las
calles de las grandes poblaciones, abandonados por la suerte y por los hombres; por qué
nacen unos en el arroyo, mientras otros ven la luz en los palacios; por qué suelen, tan
frecuentemente, la nobleza y la fortuna estar en manos de los hombres peores, y raras
veces de los buenos; por qué existen mendigos cuyo “yo interno” es igual al de los
hombres superiores y nobles; cuando todo esto y mucho más quede satisfactoriamente
explicado, bien por vuestros filósofos o por vuestros teólogos, sólo en tal caso pero no
hasta entonces, tendréis el derecho de rechazar la teoría de la reencarnación. Los más
grandes poetas han entrevisto esa verdad de las verdades. Shelley creyó en ella, y debió
pensar en ella Shakespeare cuando escribía sobre la insignificancia del nacimiento. Acordaos
de sus palabras:
83
La Clave de la Teosofía
84
IX
KÂMA–LOKA Y DEVACHÁN
85
La Clave de la Teosofía
mientras está en su propio elemento, el agua (el Aura específica del médium); pero que apenas
sale de la misma, se disuelve en la mano o en la arena, especialmente al sol. El Kâma–Rûpa
vive en el aura del médium una especie de vida ficticia; y razona y habla, bien por el cerebro
del médium, bien por los de las otras personas presentes. Pero esto nos llevaría demasiado
lejos, entrando en terreno ajeno, que no deseo violar. Ciñámonos a nuestro asunto: la
reencarnación.
PREG. ¿Qué sucede con esta última? ¿Cuánto tiempo permanece en el estado devachánico el Ego
que se encarna?
TEÓS. Según nos enseñan, esto depende del grado de espiritualidad y del mérito o
demérito de la última encarnación. El tiempo medio es de diez a quince siglos, como, ya os
dije.
PREG. Pero ¿por qué no ha de poder este Ego manifestarse y comunicar con los mortales, como
sostienen los espiritistas? ¿Hay alguna razón que se oponga a que una madre se comunique con los
hijos que en la Tierra dejó, un marido con su mujer, y así sucesivamente? Confieso que es una creencia
en alto grado consoladora, y no me extraña que los que la profesan se resistan tenazmente a
abandonarla.
TEÓS. Ni tampoco los obliga a ello nadie, a no ser que prefieran la verdad a la ficción,
por “consoladora” que ésta sea. Nuestras doctrinas podrán disgustar a los espiritistas;
pero, sin embargo, nada de lo que creemos y enseñamos es, ni con mucho, tan cruel y
egoísta como lo que ellos predican.
PREG. No lo entiendo. ¿A qué llamáis egoísta?
TEÓS. A su doctrina del regreso de los espíritus, las verdaderas “personalidades”,
según afirman; y os diré por qué. Si el Devachán –llamado “paraíso” si queréis, “lugar de
bienaventuranza y felicidad supremas”– es tal lugar de felicidad (mejor dicho estado), la lógica
nos dice que no cabe en él el menor sufrimiento, ni la sombra de una pena siquiera. “Dios
enjugará todas las lágrimas de los ojos de aquellos que estén en el Paraíso”, leemos en el
libro de las promesas. Y si los “espíritus de los muertos” pueden volver y contemplar todo
lo que está pasando sobre la Tierra, y especialmente en sus hogares, ¿qué especie de
bienaventuranza es la que los espera?
86
La Clave de la Teosofía
amor hacia sus hijos, compasión por los que sufren, etc., decimos que está entonces
enteramente separado de este “valle de lágrimas”; que su felicidad futura consiste en la
bendita ignorancia de todas las miserias que ha dejado detrás de sí. Los espiritistas
sostienen, por el contrario, que se dan cuenta de ellas tanto o más que antes, porque los
“espíritus ven más que los mortales”. Nosotros sostenemos que la dicha en el estado
devachánico consiste en la completa convicción de no haber abandonado nunca la Tierra y de
que no existe la muerte; que la conciencia post mortem espiritual de la madre la hará sentir y
ver que vive rodeada de sus hijos y de todos aquellos a quienes amó; que no faltará un solo
detalle que pueda turbar en su estado desencarnado la felicidad más perfecta y absoluta.
Niegan este punto rotundamente los espiritistas. Según su doctrina, el desgraciado ser
humano ni aun con la muerte se libra de las penas de esta vida. Ni una gota sola del cáliz de
amargura y tormentos de la vida escapará a sus labios; y nolens volens, puesto que ahora todo
lo ve, ha de apurarlo hasta el fin. Así es que la amante esposa, que durante su vida estaba
dispuesta a evitar a su marido las penas, al precio de la sangre de su propio corazón, se halla
condenada a ver su desesperación sin poder en modo alguno remediarlo, y a darse cuenta
de cada ardiente lágrima que derrama por su pérdida. Peor aún: puede observar que las
lágrimas se secan demasiado pronto, y ver junto al padre de sus hijos otra cara querida; ver,
a otra mujer en su lugar, reemplazándola en su cariño; condenada a oír a sus hijos,
huérfanos, dar el santo nombre de “madre” a una mujer que no siente por ellos más que
indiferencia, y contemplar cómo los desatiende, si es que no los maltrata. ¡Según esta
doctrina, “la tranquila y dulce ascensión a la vida inmortal” se convierte, sin transición
alguna, en un nuevo sendero de sufrimientos mentales! ¡Y, sin embargo, las columnas del
Banner of Light, el antiguo órgano de los espiritistas norteamericanos, están llenas de
comunicaciones y avisos procedentes de los muertos, los “queridos ausentes”, que
escriben para manifestarnos lo muy FELICES que todos son! ¿ Es compatible con la felicidad
ese conocimiento de lo que sucede en la Tierra? La felicidad, en tal caso, es igual al castigo
más terrible; y la condenación ortodoxa sería un consuelo en comparación.
PREG. ¿Cómo resolvéis este punto con vuestra teoría? ¿Cómo podéis conciliar la teoría de la
omnisciencia del alma con su ignorancia acerca de lo que pasa sobre la tierra?
TEÓS. Porque tal es la ley del amor y de la compasión. Durante cada período
devachánico, el Ego, omnisciente per se, se reviste, por decirlo así, del reflejo de la
personalidad pasada. Acabo de deciros que la florescencia ideal de todo lo abstracto, y, por
lo tanto, de todas las cualidades y atributos imperecederos y eternos, como el amor y la
misericordia, el amor al bien, a la verdad y a lo bello, que se albergaron en el corazón de la
“personalidad” viviente, se adhieren al Ego después de la muerte, y, por consiguiente, le
siguen al Devachán. Durante ese tiempo el Ego se convierte en el reflejo ideal del ser
humano que existió últimamente en la tierra, y éste no es omnisciente. Si lo fuese, no
estaría en el estado que llamamos Devachán.
PREG. ¿Cuáles son vuestras razones para opinar así?
TEÓS. Si queréis una contestación basada estrictamente en nuestra filosofía, os diré, en
tal caso, que esto es así porque, fuera de la verdad eterna, ye no tiene ni forma, ni color, ni
límites, todo es ilusión (Maya). Aquel que se ha colocado fuera del velo de Maya (como
sucede con los Adeptos e Iniciados más elevados) no puede tener Devachán. En cuanto al
87
La Clave de la Teosofía
88
La Clave de la Teosofía
con ese afecto espiritual encarnen una vez más en el mismo grupo de familia. Repetimos que
el amor de ultratumba, por más que lo tachéis de ilusorio, tiene un poder mágico y divino,
que reacciona sobre los vivos. El amor que el Ego de una madre siente por los hijos
imaginarios que ve cerca de sí (al vivir en una felicidad que es tan real para él como cuando
se encontraba en la tierra), este amor siempre lo sentirán sus hijos durante su vida. Se
manifestará en sueños, y a menudo en diversos acontecimientos, como en protecciones
providenciales, porque el amor es un escudo poderoso y no está limitado por el espacio ni el
tiempo. Lo que acabamos de decir respecto de esa “madre” devachánica puede aplicarse a
las demás relaciones y afectos, excepto los puramente egoístas o materiales. La analogía os
sugerirá lo demás.
PREG. ¿No admitís entonces en ningún caso la posibilidad de comunicación de los vivos con el
espíritu desencarnado?
TEÓS. Sí; existen dos excepciones a la regla. Tiene lugar la primera excepción, durante
los primeros días inmediatamente después de la muerte de una persona, y antes de que
entre el Ego en el estado devachánico. En cuanto a que mortal alguno haya obtenido mucho
beneficio del regreso del espíritu al plano objetivo, ésa es otra cuestión. Quizá haya ocurrido
así en algunos raros casos excepcionales, cuando la intensidad del deseo del moribundo por
algún objeto determinado haya forzado a la conciencia superior a permanecer despierta, y por
lo tanto fue la individualidad, el “espíritu”, lo que se comunicó. Después de la muerte, el
espíritu está ofuscado, deslumbrado, y muy pronto cae en lo que llamamos la “inconsciencia
predevachánica”.
La segunda excepción corresponde a los Nirmânakâyas.
PREG. ¿Quiénes son éstos? ¿Qué significado tiene ese nombre para vosotros?
TEÓS. Es el nombre dado a aquellos que, si bien han ganado el derecho al Nirvana y al
reposo cíclico40, han renunciado, por compasión a la humanidad y a los que dejaron en la
Tierra, al estado Nirvánico. Semejantes Adeptos, Santos, o como queráis llamarlos,
considerando como un acto de egoísmo el reposo en la bienaventuranza, mientras que la
humanidad gime bajo el peso de los sufrimientos y de la miseria producidos por la
ignorancia, renuncian al Nirvana y resuelven permanecer invisibles en espíritu, en esta tierra.
Los Nirmânakâyas carecen de cuerpo material, puesto que lo han abandonado; pero, por lo
demás, continúan en la posesión de todos sus principios, hasta en la vida astral de nuestra
esfera. Ellos pueden comunicarse y se comunican con unos cuantos elegidos, aunque no
seguramente con los médiums ordinarios.
PREG. Os hice la pregunta acerca de los Nirmânakâyas porque he leído en algunas obras
alemanas y otras que éste era el nombre dado en las doctrinas buddhistas del Norte a las apariencias
terrestres o cuerpos de que se revisten los Buddhas.
TEÓS. Así es; sólo que los orientalistas han confundido ese cuerpo “terrestre”,
concibiéndolo como objetivo y físico, en vez de puramente astral y subjetivo.
40
No al Devachán, pues éste es una ilusión de nuestra conciencia, un sueño feliz; y los que son dignos del
Nirvana han perdido necesariamente todo deseo, o posibilidad de deseo, de las ilusiones del mundo.
89
La Clave de la Teosofía
41
Pág. 69 de Spirit Identity.
42
“Cosa que sé del Espiritismo, y otras que no sé.”
90
La Clave de la Teosofía
personales, son los que desaparecen del campo de acción entre dos encarnaciones, para reaparecer
en la encarnación subsiguiente, como resultados kármicos que han de ser expiados; y, por
consiguiente, el espíritu no abandonará el Devachán. ¿No es esto?
TEÓS. Casi enteramente. Si a ello añadís que la ley de retribución o Karma, que
recompensa en el Devachán a los seres más elevados y espirituales, jamás deja de
premiarlos de nuevo en la Tierra, dotándolos de un desarrollo más completo, y
proporcionando al Ego un cuerpo en armonía con él, entonces tendréis la verdad exacta.
PREG. ¿Qué sucede con los skandhas inferiores de la personalidad, después de la muerte del
cuerpo? ¿Son aniquilados por completo?
TEÓS. Lo son y no lo son; otro misterio metafísico y oculto para vos. Son destruidos
como material al servicio de la personalidad; permanecen como efectos kármicos, como
gérmenes flotando en la atmósfera del plano terrestre, prontos a volver a la vida, cual
enemigos vengativos y rencorosos, adhiriéndose a la nueva personalidad del Ego cuando se
reencarna.
PREG. Esto excede a mi inteligencia y es muy difícil de entender.
TEÓS. No lo será una vez que hayáis asimilado todos los detalles. Entonces veréis que
en cuanto a lógica, consistencia, filosofía profunda, compasión y equidad divinas, esta
doctrina de la Reencarnación no tiene igual en la tierra. Es la creencia en un perpetuo
progreso para cada Ego que se encarna, o alma divina; es una evolución de lo externo a lo
interno, de lo material a lo espiritual, alcanzando al fin de cada etapa la unidad absoluta con
el Principio divino. De una fuerza a otra fuerza; de la belleza y perfección de un Plano a la
belleza y perfección superiores de otro plano, con accesos a nueva gloria y nuevo
conocimiento y poder en cada ciclo, tal es el destino de todo Ego que de este modo se
convierte en su propio Salvador en cada mundo y encarnación.
PREG. Pero el Cristianismo enseña lo mismo. También predica el progreso.
TEÓS. Sí; sólo que añadiendo algo más. Nos habla de la imposibilidad de alcanzar la
Salvación sin ayuda de un Salvador milagroso; y condena además a la perdición a todos
aquellos que no aceptan el dogma. Ésta es, precisamente, la diferencia que existe entre la
teología Cristiana y la Teosofía. La primera impone la creencia en el descenso del Ego
espiritual al yo Inferior; la segunda inculca la necesidad de esforzarse en la propia elevación
hacia el Cristo, o estado de Buddhi.
PREG. ¿No creéis, sin embargo, que enseñar el aniquilamiento de la conciencia, en caso de un
fracaso, equivale al aniquilamiento del Yo en opinión de los que no son metafísicos?
TEÓS. Desde el punto de vista de aquellos que creen literalmente en la resurrección del
cuerpo, e insisten en que cada hueso, arteria y átomo de la carne surgirán corporalmente
91
La Clave de la Teosofía
en el Día del Juicio, es indudable. Si insistís, además, en que la forma perecedera y las
cualidades finitas son las que constituyen al hombre inmortal, difícilmente nos
entenderemos. Y si no comprendéis que limitando la existencia de cada Ego a una vida sola
en la Tierra, convertís a la Deidad en un Indra sempiternamente ebrio, considerado según la
letra muerta Puránica; en un Moloch cruel, en un Dios que produce una confusión:
inexplicable en la Tierra, y que además quiere que por ello le demos las gracias: entonces,
cuanto antes cortemos esta conversación mejor.
PREG. Pero ya que hemos dejado sentado el asunto respecto a los skandhas, volvamos a la
cuestión de la conciencia que sobrevive a la muerte. Éste es el punto que interesa a la mayoría de las
personas. ¿Poseemos en el Devachán un conocimiento mayor que en la vida terrestre?
TEÓS. Podemos en un sentido adquirir mayores conocimientos; es decir, podemos
desarrollar en más alto grado cualquiera de las facultades que amamos y que nos
esforzamos en hacer nuestras durante la vida, con tal que estén relacionadas con cosas
abstractas e, ideales, como son la música, la pintura, la poesía, etc., pues el Devachán es tan
sólo una continuación idealizada y subjetiva de la vida terrestre.
PREG. Pero si en el Devachán se ve el Espíritu libre de la materia, ¿por qué no posee la completa
sabiduría?
TEÓS. Porque, según ya os dije, el Ego está, por decirlo así, unido al recuerdo de su
última encarnación. Así es que si reflexionáis acerca de lo que ya os he dicho y enlazáis
todos los hechos, veréis que el estado devachánico no es un estado de omnisciencia, sino
una continuación trascendente de la vida personal que acaba de concluir. Es el descanso del
alma después de las penas de la vida.
PREG. Aseguran, sin embargo, los hombres de ciencia materialistas que con la muerte del hombre
todo concluye; que el cuerpo humano se desintegra simplemente en los elementos de que está
compuesto, y que lo que llamamos alma es únicamente una conciencia pasajera, hija y producto
indirecto de la acción orgánica, que ha de disiparse como el vapor. ¿No es extraño este modo de
pensar?
TEÓS. No lo creo tal. Diciendo que la propia conciencia muere con el cuerpo, desde su
punto de vista sólo emiten una profecía inconsciente; porque, desde el momento en que
están firmemente convencidos de su aserción, no hay para ellos supervivencia posible. No
hay regla sin excepción.
43
Algunas partes de este capítulo y del anterior fueron publicadas en la revista Lucifer bajo la forma de un
“Diálogo sobre los Misterios de la Vida Futura”, en el número de enero de 1889. El artículo no llevaba
firma, como si fuese escrito por el editor, pero era debido a la pluma del autor del presente volumen.
92
La Clave de la Teosofía
PREG. Si la Propia conciencia sobrevive a la muerte por regla general, ¿por qué ha de haber
excepciones?
TEÓS. En los principios fundamentales del mundo espiritual no es posible excepción
alguna. Pero existen leyes para los que ven, y leyes para aquellos que prefieren permanecer
ciegos.
PREG. Esto lo comprendo perfectamente. Sólo se trata en este caso de la aberración del hombre
ciego, que niega la existencia del Sol porque no lo ve. Mas, después de la muerte, sus ojos espirituales lo
obligarán seguramente a ver. ¿Es esto lo que queréis decir?
TEÓS. Ni se lo obligará ni verá nada. Habiendo negado con persistencia, durante la vida,
la continuación de la existencia después de la muerte, no podrá verla; porque habiendo sido
reprimidas sus facultades espirituales durante la vida, no pueden desarrollarse después de la
muerte, y permanecerá ciego. Al insistir en que debe ver, os referís, evidentemente, a una
cosa y yo a otra. Habláis del espíritu del Espíritu, de la llama de la Llama (de Âtma, en una
palabra), y lo confundís con el alma humana, Manas… Veo que no me comprendéis; trataré
de explicarme con toda la claridad posible. El punto capital que encierra vuestra pregunta es
saber si tratándose de un materialista completo, es posible la pérdida de la propia
conciencia y propia percepción después de la muerte. ¿No es esto? Y yo contesto: es
posible. Porque creyendo firmemente en nuestra Doctrina Esotérica, que habla del período
post mortem, o intervalo entre dos vidas o nacimientos, como de un estado simplemente
transitorio, digo: aunque el intervalo entre dos actos del drama ilusorio de la vida dure un
año o un millón de ellos, puede ese estado post mortem, sin quebrantar en nada la ley
fundamental, ser precisamente el mismo que el de un hombre en estado de síncope
profundo.
PREG. Pero, puesto que acabáis de decir que las leyes fundamentales del estado post mortent no
admiten excepciones, ¿cómo puede ser esto?
TEÓS. No digo que admita excepción alguna; mas la ley espiritual de continuidad sólo se
aplica a las cosas verdaderamente reales. Para aquel que ha leído y comprendido el
Mundakya Upanishad y el Vedanta–Sara, todo esto resulta muy claro. Aun diré más: basta
comprender el significado de Buddhi y el dualismo de Manas para entender claramente por
qué puede el materialista perder la propia conciencia después de la muerte. Como Manas,
en su aspecto inferior, es el centro de la inteligencia terrestre, sólo puede dar aquella
percepción del Universo que está basada en la evidencia de esa inteligencia; no puede
darnos la visión espiritual. Dice la escuela Oriental que entre Buddhi y Manas (el Ego), o
Iswara y Pragna44, no hay más diferencia, en realidad, que la que existe entre un bosque y sus
árboles, un lago y sus aguas, según enseña el Mundakya. Un centenar o varios centenares de
árboles muertos por falta de vitalidad o arrancados de cuajo no impiden, sin embargo, que
el bosque siga siendo un bosque.
44
Îswara es la conciencia colectiva de la Deidad manifestada, Bramâ, es decir, la conciencia colectiva de la
Hueste de los Dhyân Chohans (véase, Doctrina Secreta ); y Pragna es la sabiduría individual de éstos.
93
La Clave de la Teosofía
45
Taijasa significa el radiante, por efecto de su unión con Buddhi; es decir, Manas, el Alma humana, iluminada
por la radiación del alma divina. Por consiguiente, Manas–Taijasa puede describirse como la mente radiante,
la razón humana iluminada por la luz del espíritu; y Buddhi–Manas es la revelación del intelecto divino plus e l
intelecto y propia conciencia humana.
94
La Clave de la Teosofía
46
Algunos teósofos han puesto reparos a esta frase; pero las palabras son del Maestro, y el sentido unido
a la palabra “inmerecidos” es el que he dado antes. En el folleto número 6, de la T.P.S. (Sociedad Teosófica
de Publicación), se empleaba una frase con la misma idea, de que después se hizo una crítica en el Lucifer. En
la forma era desgraciada y se prestaba a la crítica que se hizo de ella; pero la idea esencial era que los
hombres sufren a menudo por efecto de las acciones llevadas a cabo por otros; efecto que no forma parte
estrictamente de su propio Karma; y, como es natural, merecen la compensación de estos sufrimientos.
95
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Sí. Así como el hombre a la hora de la muerte tiene una visión retrospectiva
profunda de la vida que ha llevado, así también el Ego, en el momento de renacer en la
Tierra, despertándose del estado de Devachán, tiene una visión previsora de la vida que lo
espera, y considera todas las causas que a ella lo han llevado. Se da cuenta y ve el futuro,
porque entre el Devachán y el renacimiento es cuando recupera el Ego toda su conciencia
manásica, y vuelve a ser por un momento el Dios que era antes de que, en cumplimiento de
la ley Kármica, descendiese por primera vez en la materia y encarnase en el primer hombre
de carne. El “hilo de oro” contempla todas sus “perlas” y no pierde ninguna de ellas.
PREG. He oído a algunos Teósofos hablar de un hilo dorado, en el cual están enhebradas sus
vidas. ¿Qué quieren decir con esto?
TEÓS. Dicen los libros sagrados hindúes que lo que está sujeto a la encarnación
periódica es el Sutrâtmâ, que significa literalmente el “Alma Hilo”. Es un sinónimo del Ego
que se reencarna (Manas unido a Buddhi), que absorbe los recuerdos manásicos de todas
nuestras vidas anteriores. Se lo llama así porque del mismo modo que las perlas en un hilo,
así están ensartadas en aquel hilo las largas series de vidas humanas. En algunos Upanishad,
esos renacimientos repetidos son comparados a la vida de un mortal, que oscila
periódicamente entre el sueño y la vigilia.
PREG. Debo decir que no me parece esto muy claro, y voy a explicaros por qué. Para el hombre
que se despierta, comienza otro día; mas ese hombre es en cuerpo y alma el mismo que el día
anterior; mientras que en cada encarnación tiene lugar un cambio completo, no sólo en la envoltura
externa, sexo y personalidad, sino en las capacidades mentales y psíquicas. No me parece muy
correcta la comparación. El hombre que se despierta, recuerda claramente lo que hizo la víspera, la
antevíspera y hasta meses y años antes. Pero ninguno de nosotros guarda el menor recuerdo de una
vida anterior o de cualquier hecho o acontecimiento relacionado con ella… Puedo olvidar por la
mañana lo que he soñado durante la noche; pero, sin embargo, sé que he dormido y tengo la
seguridad de que he vivido mientras dormía. ¿Pero qué recuerdo puedo tener de mi encarnación
pasada, hasta el momento de la muerte? ¿Cómo conciliáis esto?
TEÓS. Algunas personas se acuerdan durante la vida de sus pasadas encarnaciones; pero
estas personas son Buddhas e Iniciados. Es lo que los yoguis llaman sammasambuddha, o
conocimiento de las series enteras de las propias encarnaciones pasadas.
PREG. Pero ¿cómo podremos nosotros, el común de los mortales, que no hemos alcanzado el
sammasambuddha, comprender ese caso?
TEÓS. Estudiándolo y tratando de comprender más exactamente el carácter del sueño y
las tres clases del mismo. Tanto para el hombre como para el animal, el sueño es una ley
general e inmutable; pero existen distintas clases de sueño, y ensueños y visiones aún más
diferenciadas.
96
La Clave de la Teosofía
PREG. Esto nos aparta de nuestro presente objeto. Volvamos al materialista, que aunque no niega
los sueños, porque difícilmente podría hacerlo, rechaza, sin embargo, la inmortalidad en general y la
supervivencia de su propia individualidad.
TEÓS. Y tiene razón el materialista, aunque sin darse cuenta de ello. Para aquel que no
tiene la percepción interna, la fe en la inmortalidad de su alma, jamás podrá ésta convertirse
en Buddhi–Taijasa. Seguirá siendo Manas simplemente y para Manas solo no hay
inmortalidad posible. Para poder vivir conscientemente en el mundo futuro ha de creer uno
primeramente en aquella vida durante la existencia terrestre. Toda la filosofía relativa a la
conciencia e inmortalidad post mortem del alma está basada en esos dos aforismos de la
Ciencia Secreta. Siempre es pagado el Ego según sus merecimientos. Empieza para él, después
de la disolución del cuerpo un período de completa conciencia, un estado de caóticos
ensueños o un sueño enteramente libre de ensueños, semejante al aniquilamiento; y éstas
son las tres clases del sueño. Si hallan nuestros fisiólogos la causa de los ensueños y de las
visiones en la preparación inconsciente de los mismos durante la vigilia, ¿por qué no se
habría de admitir lo mismo respecto a los ensueños post mortem? Lo repito: la muerte es un
sueño. Después de la muerte empieza a tener lugar ante los ojos espirituales del alma una
representación correspondiente al programa aprendido y que con mucha frecuencia ha sido
compuesto por nosotros mismos: la realización práctica de las creencias correctas o de las
ilusiones que fueron creadas por nosotros. El Metodista será Metodista; el Musulmán será
Musulmán, por algún tiempo al menos, en un paraíso de insensatos, creado según el gusto
de cada cual. Tales son los frutos post mortem del árbol de la vida. Nuestra creencia o
incredulidad del hecho de la inmortalidad consciente es incapaz, naturalmente, de ejercer
influencia alguna sobre la realidad incondicionada del hecho en sí, puesto que existe; pero la
creencia o incredulidad en aquella inmortalidad como propiedad de entidades
independientes o separadas no puede dejar de prestar color a aquel hecho, en su aplicación
a cada una de esas entidades.
¿Empezáis ahora a entenderlo?
PREG. Creo que sí. Rechazando el materialista todo aquello que no puede serle probado por
medio de sus cinco sentidos, o por el razonamiento científico, basado exclusivamente en los datos que
le pueden proporcionar esos sentidos, a pesar de su insuficiencia, y no admitiendo manifestación
espiritual alguna, acepta la vida como la única existencia consciente. Por lo tanto, su vida futura
corresponderá a sus creencias. Perderá su Ego personal y se sumergirá en un sueño vacío, hasta un
nuevo despertar. ¿No es esto?
TEÓS. Casi. Tened presente la doctrina verdaderamente universal de las dos clases de
existencia consciente: la terrestre y la espiritual. Por el hecho de ser esta última habitada
por la Mónada eterna, inmutable e inmortal, debe considerarse como real; mientras que el
Ego que encarna se reviste de vestiduras enteramente diferentes de aquellas que en sus
encarnaciones anteriores llevara, y en las que, a excepción de su prototipo espiritual, todo
está sometido a un cambio tan radical, que no deja rastro alguno.
PREG. ¿Cómo es esto? ¿Puede perecer mi “Yo” consciente terrestre no sólo por un tiempo limitado,
como la conciencia del materialista, sino tan completamente, que no quede rastro alguno del mismo?
97
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Según nos enseña la doctrina, debe perecer por completo excepto el principio
que, habiéndose unido a la Mónada, se ha convertido en esencia espiritual, pura e
indestructible, no formando con ella más que uno en la Eternidad. Pero tratándose de un
materialista absoluto, en cuyo “yo” personal jamás se ha reflejado Buddhi alguno, ¿cómo ha
de llevar este último siquiera una partícula de aquella personalidad terrestre a la Eternidad?
El “yo” espiritual es inmortal, mas sólo puede conducir a la Eternidad aquella parte del yo
actual que se ha hecho digna de la inmortalidad, esto es, sólo el aroma de la flor tronchada
por la muerte.
PREG. Corriente. ¿Pero y la flor o el “yo” terrestre?
TEÓS. La flor, como todas las flores pasadas y futuras que han brotado y brotarán en la
rama madre (el Sutrâtmâ), hijas todas de un mismo tronco o Buddhi se convertirá en polvo.
Vuestro presente “Yo” no es, como sabéis, el cuerpo que está en este momento delante de
mí, ni aun lo que yo llamaría Manas–Sutratma, sino Sutratma–Buddhi.
PREG. Pero esto de ninguna manera me explica por qué llamáis inmortal, infinita y real a la vida
que sucede a la muerte, y mero fantasma o ilusión a la vida terrestre, puesto que hasta esa vida post
mortem es limitada, aunque sean sus límites mucho más amplios que los de la vida terrestre.
TEÓS. Sin duda. El Ego espiritual del hombre se mueve en la eternidad como un péndulo,
entre las horas del nacimiento y de la muerte. Pero si bien esas horas marcan los períodos
de la vida terrestre y de la vida espiritual, son limitadas en su duración, y el número mismo
de aquellos períodos en la Eternidad, entre el sueño y el despertar, la ilusión y la realidad,
tiene su principio y su fin, por otra parte, el peregrino espiritual es eterno. Así que las
horas de su vida post mortem, en nuestro concepto, son la única realidad, cuando,
desencarnado, se encuentre frente a frente con la verdad y no con las apariencias falaces de
sus existencias transitorias terrestres (durante el período de peregrinación que llamamos
“el ciclo de renacimientos”). Tales intervalos, a pesar de su limitación, no impiden al Ego
continuar perfeccionándose siempre, aunque gradual y lentamente, sin desviarse del camino
que conduce a su última transformación, en que el Ego, habiendo alcanzado su objetivo, se
convierte en un ser divino. Estos intervalos y etapas ayudan a conseguir el resultado final,
en vez de retardarlo; y sin ellos jamás podría el Ego divino alcanzar su meta. Ya me he
servido antes de un ejemplo familiar, al comparar el Ego a la individualidad de un actor y sus
numerosas y distintas encarnaciones, a los papeles que representa. ¿Consideraríais esos
papeles o los trajes apropiados a los mismos como formando la individualidad del actor? El
Ego, del mismo modo que el actor, está obligado, durante el ciclo de necesidad, a
representar, hasta llegar al umbral de Paranirvâna, muchos papeles que pueden disgustarlo y
molestarlo. Pero así como la abeja recoge la miel de cada flor, dejando lo demás para
alimento de los gusanos de la tierra, de igual modo obra nuestra individualidad espiritual, ya
la llamemos Sutrâtmâ o Ego. Recogiendo de cada personalidad terrestre, en que Karma lo
obliga a reencarnarse, sólo el néctar de las cualidades espirituales, y la propia conciencia,
forma de todas ellas un todo, y surge de su crisálida como Dhyân Chohan glorificado. Tanto
peor para aquellas personalidades terrestres de las que nada haya podido recoger.
Semejantes personalidades no pueden, de seguro, sobrevivir conscientemente a su
existencia terrestre.
98
La Clave de la Teosofía
99
La Clave de la Teosofía
materialistas que, a excepción de su incredulidad, en nada hayan faltado, sólo dejarán pasar
una estación durante su sueño, y vendrá el tiempo en que el ex materialista se reconocerá a
sí mismo en la Eternidad, y en que se arrepentirá quizás de haber perdido un solo día, una
sola estación de la vida eterna.
PREG. ¿No sería, sin embargo, más correcto decir que la muerte es el nacimiento a una nueva
vida o un nuevo regreso a la eternidad?
TEÓS. Podéis decirlo así, si os agrada. Tened en cuenta, solamente, que los nacimientos
difieren; y que hay nacimientos de seres que mueren al nacer y son fracasos de la
Naturaleza. Además, en vuestras ideas fijas occidentales sobre la vida material, las palabras
“ser” y “viviente” son enteramente inaplicables al puro estado subjetivo de la existencia post
mortem. Precisamente porque los filósofos, excepto algunos pocos no leídos por la mayoría
de las personas, se ven ellos mismos desconcertados para poder trazar un cuadro claro y
formal de ello, y precisamente porque vuestras ideas occidentales acerca de la vida y de la
muerte se han hecho tan estrechas y mezquinas, es por lo que os veis conducidos al
materialismo craso, por una parte, y por otra al concepto más material aún de la otra vida,
formulado por los espiritistas en su “País de estío” (Summer–land), donde las almas de los
hombres comen, beben, se casan y viven en un paraíso tan sensual como el de Mahoma, y
aun menos filosófico. Tampoco son mejores la generalidad de los conceptos de los
Cristianos sin cultura, sino más materiales aún si cabe; pues con sus ángeles incompletos,
sus trompetas de metal, sus arpas doradas y su fuego material del infierno, se parece el
cielo Cristiano a una escena de magia en una pantomima de Navidad. La causa de la dificultad
que encontráis en comprender estas ideas consiste en esos conceptos mezquinos.
Justamente porque la vida del alma desencarnada, aunque posee toda la lucidez de lo real,
como sucede en ciertos sueños, carece de toda forma, rosera objetiva de la vida terrestre,
es por lo que la han comparado los filósofos orientales a las visiones durante el sueño.
PREG. ¿No creéis que la confusión de ideas que reina en nuestra mente acerca de las respectivas
funciones de los “principios” consiste en que no existen términos fijos y definidos para indicar cada
“principio”?
TEÓS. Tal ha sido también mi pensamiento. La confusión ha nacido de que hemos
expuesto y discutido esos “principios” empleando sus nombres sánscritos, en vez de
inventar inmediatamente sus equivalentes en inglés, para uso de los teósofos. Hemos de
tratar de remediar ahora esta falta.
PREG. Haréis bien, porque podrá evitarse mayor confusión en adelante. Hasta ahora, me parece
que no se encuentran dos escritores teosóficos que estén de acuerdo en dar a un mismo “principio” el
mismo nombre.
100
La Clave de la Teosofía
TEÓS. La confusión, sin embargo, es más aparente que real. He oído a algunos teósofos
expresar su sorpresa al hablar de esos “principios” y criticar varios escritos que tratan de
los mismos; pero, cuando se los examina detenidamente, el único error que se encuentra
es el de emplear la palabra “alma” para comprender tres principios, sin especificar las
diferencias. El primero, y sin duda alguna el más claro de nuestros escritores teosóficos, el
señor A. P. Sinnett, ha escrito admirablemente algunos pasajes acerca del “Yo Supremo”47,
y también ha sido su verdadero pensamiento mal interpretado por algunos, por emplear la
palabra “alma” en sentido general. Sin embargo, he aquí algunos trozos que os demostrarán
cuán claro y comprensible es todo cuanto escribe sobre este punto:
“El alma humana, una vez lanzada en las corrientes de la evolución como individualidad
humana48, atraviesa por períodos alternados de existencia física y de existencia relativamente
espiritual. Pasa desde un plano o condición de la naturaleza a otro, bajo la dirección de sus
afinidades kármicas. Viviendo en sus encarnaciones la vida que su Karma le tiene de antemano
preparada; modificando su progreso dentro de los límites de las circunstancias, y desarrollando
nuevo Karma por medio del uso o abuso de sus oportunidades, vuelve a la existencia
espiritual (Devachán), después de cada vida física, pasando por la región intermedia d e
Kâma–loka, para el descanso y absorción gradual en su esencia, como progreso cósmico de la
experiencia de la vida adquirida “sobre la Tierra” o durante la existencia física. Este punto d e
vista habrá sugerido además muchas inferencias colaterales a cualquiera que haya pensado e n
este asunto; como por ejemplo, que la transferencia de este progreso de la conciencia,
desde el Kâma–loka al período Devachánico, habrá de ser necesariamente gradual49; que, e n
realidad, ninguna línea de demarcación separa la variedad de las condiciones espirituales; que
hasta los planos espirituales físicos no están tan absolutamente separados uno del otro como
pretenden las teorías materialistas, pues lo demuestran las facultades psíquicas de los seres
vivientes; que todos los estados de la Naturaleza nos rodean simultáneamente y apelan a
facultades perceptivas distintas, y así sucesivamente… Claro está que, durante la existencia
física, las personas que poseen facultades psíquicas siguen en relación con los planos de la
conciencia superfísica, y aunque muchas pueden carecer de tales facultades, todos somos
capaces, como lo demuestran los fenómenos del sueño y especialmente los del
sonambulismo o mesmerismo, de entrar en ciertas condiciones de conciencia con las que
nada tienen que ver los cinco sentidos físicos. Nosotros, las almas que están en nosotros, no
flotamos, por decirlo así, a la ventura sobre el Océano de la materia. Conservamos un interés,
o derechos bien marcados, en la costa de la cual nos hemos alejado por algún tiempo; e l
proceso de la encarnación, por lo tanto, no se describe con toda exactitud cuando hablamos
de una existencia alternada sobre los planos físicos y espirituales, y representamos de este
modo al alma como una entidad completa que pasa toda ella de un estado de existencia a
otro. Las definiciones más correctas del procedimiento representarían probablemente. la
encarnación como teniendo lugar en este plano físico de la Naturaleza, por efecto de un
efluvio que emana del alma. El reino espiritual siempre sería la verdadera morada del alma, la
cual no lo abandonaría jamás por completo; y aquella parte no materializable del alma, que vive
permanentemente en el plano espiritual, puede quizá llamarse correctamente el Yo Supremo.”
47
Transacciones de la London Lodge de la Sociedad Teosófica, núm. 7, octubre, 1885.
48
El “ Ego que se reencarna” o alma humana, como él lo llamaba (el Cuerpo Causal para los vedantinos).
49
La duración de esta “ transferencia “ depende, sin embargo, del grado de espiritualidad de la e x
personalidad del ego desencarnado. Para aquellos cuyas vidas fueron muy espirituales, esa transferencia,
aunque gradual, es muy rápida. La duración es mayor tratándose de los que están inclinados a la materia.
101
La Clave de la Teosofía
Este “Yo Supremo” es Âtma, y por supuesto, como dice el señor Sinnett, no es
“materializable”. Diré más aún: jamás puede ser en circunstancia alguna “objetivo”, ni
siquiera para la percepción espiritual más elevada. Porque Âtma o el “Yo Supremo”, es en
realidad Brahma, el ABSOLUTO, e indistinguible de éste. En los momentos de Samâdhi, la
más elevada conciencia espiritual del Iniciado se absorbe por completo en la esencia
ÚNICA, que es Âtma, y, por consiguiente formando uno solo con el todo, nada objetivo
puede haber para ella. Algunos de nuestros teósofos han tomado la costumbre de emplear
las palabras “Self”, “Yo” y “Ego” como sinónimos, y de asociar el término “SeIf” con el Ego
más elevado individual o con el yo personal del hombre, cuando nunca debiera aplicarse ese
término, excepto refiriéndose al Self (Yo) Único y Universal. De ahí la confusión. Hablando de
Manas (el “Cuerpo Causal”), podemos llamarlo, cuando lo relacionamos con el resplandor
Búddhico, el “Ego Superior”; jamás el “Self o Yo Supremo”. Porque Buddhi mismo, el “alma
espiritual”, no es el SELF, sino tan sólo el vehículo del SELF. Todos los demás Selfes (Yoes),
como el Self o “Yo Individual” y el Self o Yo “personal”, jamás debieron pronunciarse o
escribirse sin sus adjetivos calificativos y característicos.
En ese excelente escrito sobre el “Yo Supremo” se aplica este término al SEXTO principio
o Buddhi (en unión, por supuesto, con Manas, ya que sin esa unión no habría principio o
elemento pensante en el alma espiritual); y esto ha dado lugar a errores. El declarar que “no
adquiere un niño su sexto principio –o que no se convierte en un ser moralmente
responsable capaz de engendrar Karma– hasta la edad de siete años”, prueba lo que se
quiso decir con la expresión “Higher Self” (Yo Supremo). El distinguido autor queda, por lo
tanto, perfectamente justificado cuando explica que después que lo que él llama Yo
Supremo ha encarnado en el ser humano y ha saturado la personalidad (en los seres más
refinados) con su conciencia, “pueden las personas dotadas de facultades psíquicas percibir
ese Yo Supremo de vez en cuando, por medio de sus sentidos interno más exquisitos”.
Pero también están “justificados” los que no lo comprenden porque limitan el término Yo
Supremo al Principio Divino Universal. Porque cuando, sin estar bien preparados para esta
confusión de términos metafísicos, leemos50que mientras “el Yo Supremo se manifiesta por
completo en el plano físico, continúa siendo un Ego espiritual consciente en el
correspondiente plano de la Naturaleza, nos inclinamos a ver en el Yo Supremo” de esa
frase a “Âtma”; y a “Manas”, o mejor dicho, a Buddhi–Manas, en el citado “Ego espiritual”. En
consecuencia, podemos tachar de incorrecto todo ello.
Para evitar en adelante esos errores, mi idea es traducir literalmente los equivalentes de
los términos ocultos orientales, y proponer que se empleen en lo sucesivo.
102
La Clave de la Teosofía
103
X
PREG. Advierto en la cita que del Catecismo Buddhista hacíais anteriormente, una discrepancia
que desearía me explicaseis. Dice aquél que los skandhas. –incluso la memoria– cambian con cada
nueva encarnación; y, sin embargo, se nos asegura que el reflejo de las vidas pasadas, que según nos
dicen están enteramente integradas por los skandhas, “debe sobrevivir”. En este momento no veo
claramente qué es lo que sobrevive, y deseo saberlo. ¿Qué es? ¿Es tan sólo aquel “reflejo”, son esos
skandhas, o es siempre el mismo Ego, el Manas?
TEÓS. Acabo de explicar que el principio que reencarna, a lo que llamamos el hombre
divino, es indestructible a través de la vida del ciclo: indestructible como entidad que piensa,
y hasta como forma etérea. El “reflejo” no es más que el recuerdo espiritualizado, durante
el período devachánico, de la ex personalidad del señor A o de la señora B, conque se
identifica el Ego mismo durante aquel período. Como este período devachánico no es más
que la continuación, por decirlo así, de la vida terrestre; el apogeo en serie continua de los
pocos momentos felices de la pasada existencia, el Ego ha de identificarse, él mismo, con la
conciencia personal de esa vida, si es que de ésta ha de quedar algo.
PREG. Esto significa que el Ego, a pesar de su naturaleza divina, pasa cada período entre dos
encarnaciones en un estado de obscuración mental o de extravío pasajero.
TEÓS. Podéis apreciarlo como queráis. Creyendo, como creemos, que fuera de la
ÚNICA Realidad, todo lo demás no es más que una ilusión transitoria, incluso el Universo,
no lo consideramos como extravío, sino como una consecuencia o desarrollo muy natural
de la vida terrestre. ¿Qué es la vida? Un conjunto de experiencias variadísimas, de ideas,
emociones y opiniones que se modifican y cambian diariamente. Durante nuestra juventud
nos entusiasmamos, generalmente, por un ideal, por algún héroe o heroína que tratamos de
imitar y resucitar; unos cuantos años después, cuando la frescura de nuestros sentimientos
se ha desvanecido, somos los primeros en reírnos de nuestras fantasías. Y sin embargo
hubo un día en que habíamos identificado tan por completo nuestra propia personalidad con
la del ideal de nuestra imaginación, sobre todo si se trataba de un ser viviente, que la
primera se había sumido y perdido enteramente en la última. ¿Puede decirse de un hombre
de 50 años que es el mismo ser que cuando tenía 20? El hombre interno es el mismo, pero
la personalidad externa viviente está transformada y cambiada por completo. ¿Llamaríais
también extravíos a estos cambios de la mente humana?
104
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿Cómo los llamaríais vosotros? Y especialmente, ¿cómo explicaríais la permanencia del uno y
la mutabilidad de la otra?
TEÓS. Tenemos nuestra doctrina, y para nosotros no ofrece dificultad. La clave está en
la doble conciencia de nuestra mente, y también en la doble naturaleza del “principio”
mental. Hay una conciencia espiritual, la mente manásica iluminada por la luz de Buddhi, que
percibe subjetivamente las abstracciones; y hay una conciencia sensible (la luz manásica
inferior), inseparable de nuestro cerebro y los sentidos físicos; y dependiendo a la vez
igualmente de ellos, debe, como es natural, desvanecerse y morir al fin, cuando desaparecen
el cerebro y los sentidos físicos. Sólo la primera clase de conciencia, cuya raíz nace en la
eternidad, es la que sobrevive y vive eternamente, y la que puede, por consiguiente,
considerarse inmortal. Todo lo demás son ilusiones pasajeras.
PREG. ¿Qué entendéis realmente por ilusión en este caso?
TEÓS. Está bien descrito en el estudio sobre el “El Yo Supremo” de que hablábamos
hace un momento. Su autor se expresa en los siguientes términos:
“La teoría que examinamos ahora (el cambio de ideas entre el Yo Superior y el yo inferior)
se armoniza perfectamente con el concepto de que este mundo en que vivimos es un
mundo fenomenal de ilusión, siendo, por otra parte, los planos espirituales de la Naturaleza e l
mundo monumental o plano de la realidad. Esa región de la Naturaleza en que, por decirlo así,
el alma permanente está arraigada, es más real que ésta, en la que sus efímeras flores
aparecen por breve espacio de tiempo para marchitarse y morir, mientras recobra la planta
nueva energía para dar vida a otra flor. Suponiendo que sólo las flores fuesen perceptibles a
los sentidos ordinarios, y que existiesen las raíces en un estado de la Naturaleza intangible e
invisible para nosotros, los filósofos que en un mundo semejante adivinasen que existían cosas
llamadas raíces en otro plano de existencia, podrían decir de las flores: “Éstas no son las
plantas verdaderas; no tienen importancia relativamente; son puros fenómenos ilusorios del
momento”.
Esto es lo que quiero decir. El mundo en que brotan las flores transitorias de las vidas
personales no es el mundo real permanente, sino aquel en que encontramos la raíz de la
conciencia, esa raíz que se halla fuera de toda ilusión y vive en la eternidad.
PREG. ¿Qué entendéis por la “raíz que vive en la eternidad”?
TEÓS. Me refiero a la entidad inteligente, al Ego que encarna, sea que lo consideremos
como un ángel, un espíritu o una fuerza. De todo cuanto conocemos por medio de nuestras
percepciones sensibles, sólo lo que nace directamente de aquella raíz invisible superior, o
está ligado a la misma, puede participar de su vida inmortal. De ahí que todo pensamiento,
idea y aspiración elevados de la personalidad, procedentes de esa raíz y alimentados por
ella, ha de convertirse en permanente. En cuanto a la conciencia física, siendo ésta una
condición del principio sensible, pero inferior (Kâma–Rûpa o instinto animal, iluminado por
el reflejo manásico inferior o Alma humana), debe desaparecer. Lo que manifiesta actividad
mientras el cuerpo duerme o está paralizado es la conciencia superior, y nuestra memoria
registra sólo de un modo débil e incorrecto, por obrar automáticamente, esas experiencias
que a menudo ni siquiera ligeramente quedan impresas en ella.
105
La Clave de la Teosofía
PREG. Pero ¿cómo se explica que Manas, a pesar de que le llamáis Nous, un “Dios”, sea tan débil
durante sus encarnaciones, que sea vencido y prisionero de su cuerpo?
TEÓS. Podría contestaros con la misma pregunta y deciros: “¿Cómo es que aquel a quien
consideráis como el “Dios de los Dioses” y el único Dios viviente es tan débil que permite al
mal (o al Diablo), que pueda vencerlo así como a todas sus criaturas, tanto mientras está en
el Cielo como cuando estaba encarnado en la Tierra?” Seguramente me contestaréis que
“eso es un misterio, y nos está prohibido indagar los misterios de Dios”. Como a nosotros
no nos lo prohíbe nuestra filosofía religiosa, contesto a vuestra pregunta que, excepto en el
caso de bajar un dios a la Tierra como Avatar, todo principio divino ha de verse sujeto y
paralizado por la turbulenta materia animal. La heterogeneidad siempre vencerá a la
homogeneidad sobre este plano de ilusiones; y cuanto más se aproxima una esencia a la
homogeneidad primordial que es su principio base, más difícil le es imponerse en la tierra.
Los poderes espirituales y divinos se hallan, dormidos, en todo ser humano; y cuanto más
amplia sea su visión espiritual, más poderoso será su Dios interno. Pero pocos son los
hombres capaces de sentir a ese Dios. Generalmente, en nuestro pensamiento señalamos
límites a la deidad, efecto de nuestros primeros conceptos acerca de la misma, arraigados
en nosotros desde la niñez. Por esas razones os resulta tan difícil comprender nuestra
filosofía.
PREG. ¿Y es acaso ese Ego nuestro, nuestro Dios?
TEÓS. De ningún modo. “Un Dios” no es la deidad universal, sino sólo un resplandor
del Océano único del Fuego Divino. Nuestro Dios interno o “nuestro Padre en Secreto” es lo
que llamamos el “Yo Supremo”, Âtma. El Ego nuestro que se encarna fue un Dios en su
origen, como lo fueron todas las emanaciones primitivas del Principio Uno Desconocido.
Pero desde su “caída en la materia”, teniéndose que encarnar a través del ciclo, desde su
principio a su fin, ya no es un Dios libre y feliz, sino un pobre peregrino que va a recuperar
aquello que ha perdido. Puedo contestaros más detalladamente repitiéndoos lo que se dijo
acerca del HOMBRE INTERNO en Isis sin Velo (volumen II, pág. 593, ed. inglesa):
106
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿Quisierais decirme algo sobre la naturaleza de Manas y la relación de las skandhas del
hombre físico, con aquél?
TEÓS. Esa naturaleza misteriosa, proteica, fuera de todo alcance, casi confusa en sus
correlaciones con los demás principios, es muy difícil de comprender y más aún de explicar.
Manas es un “principio”, y sin embargo es una “entidad” e individualidad, o Ego. Es un
“Dios”, y sin embargo está condenado a un ciclo indeterminable de encarnaciones, de cada
una de las cuales es tenido por responsable, y por cada una de las cuales tiene que sufrir.
Todo esto parece tan contradictorio como enigmático; sin embargo existen centenares de
personas, hasta en la misma Europa, que comprenden todo esto perfectamente, porque
conciben el Ego no sólo en su integridad, sino en sus múltiples aspectos. En fin, para
explicarme de una manera comprensible, he de empezar por el principio, dándoos en pocas
líneas la genealogía de ese Ego.
PREG. Decid.
TEÓS. Tratad de imaginaros un “espíritu”, un ser celestial, llamémoslo como queramos,
divino en su naturaleza esencial, pero no bastante puro para ser uno con el TODO, y
teniendo para conseguirlo que purificar su naturaleza hasta lograr ese objeto. Sólo puede
alcanzarlo pasando individual y personalmente, es decir, espiritual y físicamente, por toda
experiencia y sensación existente en el Universo diferenciado. Por consiguiente, después
de haber adquirido aquella experiencia en los reinos inferiores, habiendo ascendido más y
más en la escala del Ser, tiene que pasar por todas las experiencias de los planos humanos.
En su esencia misma es el PENSAMIENTO; por lo tanto, en su pluralidad, toma el nombre
de Manasa–putra, “los Hijos de la mente (Universal)”. A este PENSAMIENTO individualizado
es al que nosotros los teósofos llamamos el verdadero Ego humano, la Entidad pensante
prisionera en una prisión de carne y hueso. Es seguramente una entidad espiritual, no
material; y esas entidades son los Egos que se encarnan animando a la masa de materia animal
llamada humanidad, cuyo nombre es Manasa–putra, y son las “mentes”. Mas, una vez
prisioneros o encarnados, conviértese en dual su esencia; es decir, los rayos de la Mente
divina y eterna, considerados como entidades individuales, adquieren un doble atributo, que
es: a) su carácter esencial inherente, la aspiración de la mente al cielo (Manas Superior), y b)
la cualidad humana de pensar o reflexión animal, racionalizada por efecto de la superioridad
del cerebro humano, inclinado a Karma o Manas inferior. El uno gravita hacia Buddhi, el
107
La Clave de la Teosofía
otro tiende hacia abajo, hacia el centro de las pasiones y de los deseos animales. Para estos
últimos no hay sitio en el Devachán, ni pueden asociarse con la tríada divina que, como
unidad, asciende a la bienaventuranza mental. Sin embargo, el Ego, la entidad manásica, es
responsable de todos los pecados de los atributos inferiores, del mismo modo que un
padre es responsable de las transgresiones de su hijo mientras éste es irresponsable.
PREG. ¿Es acaso el “hijo” la “personalidad”?
TEÓS. Sí. Por lo tanto, cuando se declara que la “personalidad” muere con el cuerpo, no
queda dicho todo. El cuerpo, que sólo era el símbolo objetivo del señor A o de la señora
B, se extingue con todos sus skandhas materiales, que son las expresiones visibles del
misma. Pero todo aquello que durante la vida constituyó el núcleo espiritual de experiencias,
las aspiraciones más nobles, las afecciones inmortales y la naturaleza altruista del señor A o
de la señora B, se adhiere durante el período devachánico al Ego, identificado con la parte
espiritual de aquella entidad terrestre que ha desaparecido de nuestra vista. Tan imbuido
está el actor del papel que acaba de representar, que sueña con él durante la noche
devachánica entera; y esa visión dura hasta que para él suena la hora de volver al escenario de
la vida a desempeñar otro papel.
PREG. ¿Pero cómo se explica que esta doctrina, la cual, seguía decís, es tan antigua como el
pensamiento humano, no haya penetrado en la Teología Cristiana?
TEÓS. Estáis equivocado; ha penetrado en ella; sólo que de tal modo la ha desfigurado la
Teología, que está desconocida, como sucede con muchas otras doctrinas. La Teología
llama al Ego el ángel que Dios nos da en el momento de nacer, para cuidar de nuestra alma; y
en vez de hacer responsable a aquel “ángel” de las transgresiones de la pobre “alma”
desamparada, esta última es la que, según la Teología, recibe castigo por todos los pecados,
tanto de la carne como de la mente. Y es el alma, el HÁLITO inmaterial de Dios y su
pretendida creación, la que, gracias a una de las tretas intelectuales más extraordinarias que se
han conocido, está condenada a arder, sin consumirse jamás51, en un infierno material,
mientras que el “ángel”, después de plegar sus blancas alas, que humedece con unas cuantas
lágrimas, escapa ileso. Sí; tales son nuestros “espíritus defensores”; los “mensajeros de
paz” enviados, según nos dice el Obispo Mant,
“… para hacer el
Bien a los herederos de la Salvación;
Sufrir por nosotros cuando pecamos, y
Regocijarse cuando nos arrepentimos.”
Resulta sin embargo evidente que si pidiésemos a todos los Obispos del mundo entero
una definición clara y terminante acerca de lo que entienden por el alma y sus funciones,
51
Ya que es de una “naturaleza como el amianto o asbesto”, según la elocuente y fogosa expresión de un
moderno Tertuliano inglés.
108
La Clave de la Teosofía
PREG. Los partidarios de esta creencia podrían contestar a eso que aun cuando el dogma
ortodoxo amenaza con un Infierno demasiado realista al pecador impenitente y al materialista, por
otra parte le concede la posibilidad de arrepentirse hasta el último momento. Además, no enseña el
aniquilamiento o pérdida de la personalidad, que viene a ser lo mismo.
TEÓS. Si la Iglesia no enseña nada de esto, Jesús, en cambio, lo enseña; y para los que
consideran a Cristo como superior al cristianismo, es algo.
PREG. ¿Enseña Cristo cosa semejante?
TEÓS. lo enseña; y todo Ocultista bien informado y hasta cualquier kabalista os dirá lo
mismo. Cristo, o al menos el cuarto Evangelio, enseña la reencarnación como también el
aniquilamiento de la personalidad, según podéis ver si descartáis la letra muerta y os atenéis
al espíritu esotérico. Recordad los versículos 1º y 2º del capítulo XV de San Juan. –¿De qué
trata la parábola, sino de la Tríada superior en el hombre? Âtma es el labrador; el Ego
Espiritual o Buddhi (Christos), la Viña, mientras que el Alma animal y vital, la personalidad, es
la “rama”. “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre el labrador. Cada sarmiento que en mí no da
fruto, lo arranca… Así como no puede el sarmiento dar fruto por sí solo, sino
manteniéndose en la cepa, tampoco vosotros lo podéis dar, como no viváis en mí. Yo soy la
cepa, vosotros sois los sarmientos. Si un hombre no vive en mí, es desechado como un
sarmiento y se seca, luego se los recoge y se los echa al fuego y se queman.”
Nosotros lo explicamos del modo siguiente: No creyendo en los fuegos del Infierno que
descubre la Teología en la amenaza dirigida a los sarmientos, decimos que el “ labrador”
significa Âtma, el símbolo del principio impersonal infinito52, mientras que la “vid”
representa el Alma Espiritual, Christos, y cada “sarmiento una nueva encarnación.
PREG. ¿En que pruebas os apoyéis para sostener una interpretación tan arbitraria?
TEÓS. El simbolismo universal es una garantía de su exactitud y de que no es arbitraria.
Hermas dice, hablando de “Dios”, que “plantó el viñedo”, es decir, que creó a la humanidad.
Vemos en la Kábala que el Anciano de los Ancianos, o la “Larga Faz”, planta una viña,
representando ésta a la humanidad, y una cepa o vid, que significa la vida. Por esta razón, al
espíritu del “Rey Mesiah” nos lo representa lavando sus vestiduras en el vino de arriba, desde
la creación del mundo53. El Rey Mesiah es el Ego purificado por el lavado de sus vestiduras (es
52
Durante los Misterios, el hierofante era el “ Padre” que plantaba la Viña. Cada símbolo tiene sus siete
claves . El revelador del pleroma, siempre era llamado “ Padre.”
53
Zohar, XL, 10.
109
La Clave de la Teosofía
decir, las personalidades de sus renacimientos) en el vino de arriba o Buddhi. Adam o A–dam
es la “sangre”. La vida de la carne está en la sangre (nephesh, alma), (Levítico, XVII). Y Adam
Kadmon es el Único Engendrado. También Noé planta un viñedo, la cuna alegórica de la
futura humanidad. Como consecuencia de la adopción de la misma alegoría, la hallamos
reproducida en el Códex Nazareno. Siete son las cepas o vidas creadas cuyas siete cepas o
vidas son nuestras Siete Razas, con sus siete Salvadores o Buddhas– que nacen de Jukabar
Zivo; y Aebel Zivo las riega54. Cuando asciendan los bienaventurados hasta las criaturas de
Luz, contemplarán a Jukabar Zivo, Señor de la Vida y la primera Vid 55. Estas metáforas
Kabalísticas se repiten, naturalmente, en el Evangelio de San Juan.
No olvidemos que, en el sistema humano –según aquellas mismas filosofías que ignoran
nuestra división septenaria–, el Ego u hombre pensante es llamado Logos, o el “hijo” del alma
y del Espíritu. “Manas es el hijo adoptivo del Rey y la Reina” (equivalentes esotéricos de
Âtma y Buddhi), dice una obra oculta. Él es el “hombre Dios” de Platón, que se crucifica a sí
mismo en el espacio, o duración del ciclo de vida, para la redención de la MATERIA. Esto lo
lleva a cabo encarnándose una y otra vez, guiando de este modo a la humanidad hacia la
perfección y haciendo así sitio a las formas inferiores para desarrollarse en otras
superiores. Ni una sola vida deja de progresar por sí misma y de ayudar a progresar a la
Naturaleza física entera, y hasta el caso fortuito, muy raro, de perder una de sus
personalidades, por carecer esta última en absoluto de la menor chispa de espiritualidad, lo
ayuda en su progreso individual.
PREG. Pero, seguramente, si el Ego es responsable de las transgresiones de sus personalidades,
también ha de responder de la pérdida o más bien del completo aniquilamiento de una de éstas.
TEÓS. De ninguna manera, a no ser que nada haya hecho para impedir esa suerte
horrible. Pero si, a pesar de todos sus esfuerzos, su VOZ, la de nuestra conciencia, no pudo
penetrar a través de la materia, entonces, procediendo la estupidez de esta última de su
naturaleza imperfecta, va a reunirse con los demás fracasos de la Naturaleza.
Suficientemente castigado queda el Ego con la pérdida del Devachán, y sobre todo con tener
que encarnar casi inmediatamente.
PREG. Esta doctrina de la posibilidad de perder el alma –o la personalidad– se encuentra en
oposición con las teorías ideales, tanto de los cristianos como de los espiritistas, aunque, hasta cierto
punto, la admite Swedenborg en lo que llama la muerte espiritual. Jamás aceptarán tal doctrina los
cristianos y espiritistas.
TEÓS. Lo cual no puede alterar en modo alguno un hecho en la Naturaleza, si es tal
hecho, ni impedir que pueda suceder semejante cosa en determinadas circunstancias. El
Universo y todo cuanto encierra, moral, mental, físico, psíquico o espiritual, está basado en
una ley perfecta de equilibrio y armonía. Como ya se dijo en Isis sin Velo, no podría la fuerza
centrípeta manifestarse en las armoniosas revoluciones de las esferas sin la fuerza
centrífuga; y todas las formas y su progreso son producto de esa fuerza dual en la
54
Codees Nazarœus, Liber Adami Appellatus, III, 60, 61.
55
Ibíd., II, 281.
110
La Clave de la Teosofía
111
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿Rechazáis enteramente, entonces, las teorías de los espiritistas reencarnacionistas y las de
los no reencarnacionistas o espiritualistas?
TEÓS. No por completo, sino únicamente lo que se refiere a sus respectivas creencias
fundamentales. Unos y otros se fían en lo que sus “espíritus” les dicen; y están tan en
desacuerdo entre sí como nosotros los teósofos lo estamos con unos y con otros. La
verdad es una; y cuando vemos a los espectros franceses predicar la reencarnación y a los
espectros ingleses negar esta doctrina y atacarla, afirmamos que tanto los “espiritistas”
franceses como los ingleses no saben lo que dicen. Creemos, con los espiritualistas y los
espiritistas, en la existencia de “espíritus” o seres invisibles dotados de mayor o menor
inteligencia. Pero mientras que nuestra doctrina admite la existencia de legiones de clases y
géneros, nuestros adversarios no admiten más que “espíritus” humanos desencarnados, los
cuales, según nuestro saber, son, en su mayoría, CÁSCARAS kamalóquicas.
PREG. Atacáis muy duramente a los “espíritus”. Ya que me habéis manifestado los motivos por los
que no creéis en la materialización de los espíritus desencarnados, o “espíritus de los muertos”, así
como tampoco en la comunicación directa en las “sesiones” espiritistas, ¿tendríais inconveniente en
ilustrarme acerca de otro punto? ¿Por qué no se cansan jamás algunos teósofos de advertirnos del
peligro que ofrecen el comercio con los espíritus y el mediumnismo? ¿Tienen para ello algún motivo
especial?
TEÓS. Hemos de suponerlo. Yo, por mi parte, lo tengo. Gracias a mi intimidad durante
más de medio siglo con esas “influencias” invisibles (pero, sin embargo, demasiado tangibles
e innegables), desde los elementales conscientes y las cáscaras semiconscientes hasta los
mas sensibles e indefinidos espectros de todas clases, tengo algún derecho para defender
mi opinión.
PREG. ¿Podéis darme algún ejemplo que demuestre el peligro que tales prácticas encierran?
TEÓS. Esto necesitaría más tiempo del que puedo consagrar a este punto. Toda causa ha
de juzgarse por los efectos que produce. Repasad la historia del Espiritismo durante los
últimos cincuenta años, desde su reaparición en América en este siglo, y juzgad vos mismo
acerca del resultado bueno o malo producido sobre sus partidarios. Comprendedme bien.
No hablo contra el verdadero espiritismo, sino contra el movimiento moderno que lleva
este nombre, y la pretendida filosofía inventada para explicar sus fenómenos.
PREG. ¿No creéis en sus fenómenos?
TEÓS. Precisamente porque tengo demasiados buenos motivos para creer en ellos, y
porque sé (salvo en algunos casos de engaño deliberado) que son tan ciertos como que vos
y yo vivimos, es porque mi ser entero se rebela contra ellos. Repito que hablo solamente
de los fenómenos físicos, y no de los mentales, o de los psíquicos mismos. Lo semejante se
atrae. Conozco personalmente a varias personas, hombres y mujeres de elevado espíritu,
buenos y puros, que han pasado muchos años de su vida bajo la dirección inmediata, y hasta
bajo la protección de “espíritus” elevados, sea desencarnados o planetarios. Pero esas
inteligencias no pertenecen al tipo de los “John Kings” y de los “Ernestos” que figuran en las
reuniones espiritistas. Esas inteligencias guían y protegen a los mortales sólo en casos
raros y excepcionales, atraídas hacia ellos magnéticamente por el pasado kármico del
112
La Clave de la Teosofía
individuo. No basta para atraerlas con esperar pasivamente “para desarrollarse.” Con esto
sólo se abre la puerta a un enjambre de “aparecidos” buenos, malos e indiferentes,
convirtiéndose el médium en esclavo suyo durante toda su vida. Esa promiscuidad del
médium y comercio con los duendes son los que combato, y no el misticismo espiritual. El
último ennoblece y santifica; la naturaleza del primero pertenece exactamente a los
fenómenos de hace doscientos años, por los que tantos brujos y brujas sufrieron
tormento. Leed a Glanvil y otros autores que tratan de la brujería, y encontraréis en sus
obras el paralelo de la mayor parte de los fenómenos físicos, si no todos, del “espiritismo”
del siglo XIX.
PREG. ¿Pretenderéis que todo ella es brujería y nada más?
TEÓS. Lo que entiendo es que, sean conscientes o inconscientes, todas esas
comunicaciones con los muertos son necromancia y prácticas peligrosísimas. Siglos antes de
Moisés, esa evocación de los muertos estaba considerada como pecaminosa y cruel por
todas las naciones inteligentes, puesto que turba el descanso de las almas y contraría su
progreso evolucionario hacia estados superiores. La sabiduría colectiva de todos los siglos
pasados, siempre denunció terminantemente tales prácticas. En fin, digo lo que no he
cesado de repetir, verbalmente y por escrito, durante quince años: mientras algunos
llamados “espíritus” no saben lo que dicen, y repiten simplemente, como loros, lo que
encuentran en el cerebro del médium y de otras personas, otros, en cambio, son muy
peligrosos y sólo pueden conducir al mal. Éstos son dos hechos evidentes. Id a los círculos
espiritistas de la escuela de Allan Kardec, y encontraréis “espíritus” que sostienen la
reencarnación y hablan como católicos romanos de nacimiento. Dirigíos a los “queridos
ausentes” en Inglaterra y América, y los oiréis negar la reencarnación rotundamente,
atacando a los que la enseñan y defendiendo las ideas protestantes. Los mejores y más
poderosos médiums han sufrido todos, física y moralmente. Acordaos del triste fin de
Charles Foster, que murió en un asilo, loco furioso; de Slade, epiléptico; Eglinton (hoy día
el mejor médium de Inglaterra), sujeto a la misma enfermedad. Ved lo que fue la vida de
D.D. Home, hombre de carácter agrio y amargado, que jamás tuvo una buena palabra para
aquellos que suponía dotados de poderes psíquicos y calumniaba a todos los demás
médiums. Este Calvino del Espiritismo padeció durante años una terrible enfermedad de la
médula, producida por sus comunicaciones con los “espíritus” y murió de una manera
espantosa. Pensad también en la triste suerte del pobre Washington Irving Bishop. Lo
conocí en Nueva York cuando él tenía catorce años, y sin duda alguna era un verdadero
médium. Verdad es que el pobre hombre les jugó una mala pasada a sus “espíritus”, y los
bautizó con el nombre de “acción muscular inconsciente”, para mayor gaudium de todas las
corporaciones de sabios y científicos mentecatos, al mismo tiempo que se llenaba el
bolsillo. Pero de mortuis nil nisi bonum; su muerte fue mala. Había ocultado tenazmente sus
ataques epilépticos –el primer síntoma, así como el más seguro, del verdadero
mediumnismo–; y ¿quién sabe si estaba muerto o en trance cuando se llevó a cabo el
reconocimiento post mortem? Si hemos de prestar crédito a los telegramas de Reuter, sus
pacientes insisten en que estaba vivo. En fin, considerad a los médiums antiguos, los
fundadores y primeros instigadores del espiritismo moderno, las hermanas Fox. Después
de más de cuarenta años de relaciones con los “ángeles”, éstos han permitido que se
vuelvan imbéciles incurables y que declaren en conferencias públicas que la obra tan larga de
113
La Clave de la Teosofía
su vida, así como su filosofía, son todo ello un engaño. Ahora os pregunto: ¿qué clase de
“espíritus” serán los que las inspiraron?
PREG. ¿Creéis que sea exacta vuestra deducción?
TEÓS. Si los mejores discípulos de una escuela especial de canto se muriesen a causa de
haber abusado de la delicadeza de sus gargantas, ¿que deducción sacaríais de este hecho?
Seguramente la de que el método seguido era malo. Así es que creo igualmente correcta la
deducción respecto del Espiritismo, cuando veo lo que les sucede a sus mejores médiums.
Sólo diremos que los que se interesan por la cuestión juzguen el árbol del Espiritismo por
sus frutos, y reflexionen. Nosotros, los teósofos, siempre hemos tenido a los espiritistas
por hermanos que poseen la misma tendencia mística que nosotros; mas siempre nos han
considerado ellos como enemigos. Estando nosotros en posesión de una filosofía más
antigua, hemos tratado de ayudarlos y ponerlos en guardia; pero nos han pagado con
calumnias e injurias, lo más que han podido. Sin embargo, siempre que tratan seriamente de
sus creencias, los mejores espiritistas ingleses dicen exactamente lo mismo que nosotros.
Oíd al Sr. M. A. Oxon confesar la verdad siguiente: “ Los espiritistas se inclinan demasiado a
creer, exclusivamente, en la intervención de los espíritus externos en nuestro mundo,
descuidando los poderes del espíritu encarnado”56. ¿Por qué, al decir nosotros precisamente lo
mismo, han de atacarnos e insultarnos? Nada queremos tener que ver ya en adelante con el
Espiritismo. Ahora volvamos a la reencarnación.
56
Segunda Vista. Introducción.
114
XI
PREG. ¿Creéis, pues, que todos hemos vivido ya antes en la Tierra, en muchas encarnaciones
pasadas, y que seguiremos viviendo de igual modo?
TEÓS. Lo creo. El ciclo de la vida, o más bien, el ciclo de la vida consciente, empieza con
la separación en sexos del hombre animal mortal, y terminará con el fin de la última
generación de hombres, en la séptima ronda y séptima raza de la humanidad. Si
consideramos que sólo nos hallamos en la cuarta ronda y quinta raza, mas fácil es imaginar
su duración que expresarla.
PREG. ¿Y seguimos encarnándonos en nuevas personalidades durante todo el tiempo?
TEÓS. Seguramente; porque esa vida cíclica o período de encarnación puede compararse
muy bien con la vida humana, como cada vida de esta última está compuesta de días de
actividad, separados por noches de sueño o inacción, así, en un cielo de encarnación, cada
vida activa es seguida de un descanso devachánico.
PREG. ¿Y esa sucesión de nacimientos es la que, generalmente, lleva el nombre de reencarnación?
TEÓS. Precisamente. Sólo por medio de esos nacimientos es como puede lograrse el
progreso perpetuo de los innumerables millones de Egos hacia la perfección, y un descanso
final por tanto tiempo como haya durado el período de actividad.
PREG. ¿Y qué es lo que regula la duración o las cualidades especiales de esas encarnaciones?
TEÓS. Karma, la ley universal de justicia retributiva.
PREG. ¿Es inteligente esa ley?
TEÓS. Para el materialista, que considera la ley de periodicidad que regula el orden de
las cosas, y todas las demás leyes de la Naturaleza como fuerzas ciegas y leyes mecánicas, no
cabe duda de que Karma ha de ser una ley o causalidad, y nada más. Para nosotros, no hay
adjetivo o calificativo alguno capaz de describir lo que es impersonal, lo que no es una
entidad, sino una ley operativa universal. Si me preguntáis acerca de la inteligencia causal
que existe en ello, os contestaré que no lo sé. Pero si deseáis que os defina sus efectos y
que os diga, según nuestras creencias, cuáles son, puedo deciros que la experiencia de miles
de años nos ha demostrado que son la equidad, la sabiduría y la inteligencia absolutas e
infalibles. Porque, en sus efectos, Karma es un reparador seguro de la injusticia humana y de
todas las demás faltas de la Naturaleza, y corrige los errores con estricta justicia; es una ley
115
La Clave de la Teosofía
retributiva que recompensa y castiga con igual imparcialidad. Estrictamente hablando, “no
respeta a persona alguna”, y, por otra parte, no se logra aplacar ni modificar por medio de
la oración. Esta creencia es común a los hindúes y a los buddhistas, pues ambos creen en
Karma.
PREG. Los dogmas cristianos contradicen a ambos, y dudo que cristiano alguno acepte tal
doctrina.
TEÓS. No; y hace muchos años que Inman nos explicó el porqué. Como dice muy bien,
“los cristianos admitirán cualquier contrasentido, siempre que lo declare la Iglesia cuestión
de fe… mientras que los buddhistas sostienen que nada que esté en contradicción con la
sana razón puede ser una verdadera doctrina de Buddha”. Los Buddhistas no creen en el
perdón de sus pecados, excepto después de un castigo justo y adecuado por cada mala
acción o pensamiento, en una encarnación futura, y una compensación proporcionada a las
partes perjudicadas.
PREG. ¿Dónde consta esto?
TEÓS. En gran número de sus libros sagrados. En la Rueda de la Ley podréis encontrar la
siguiente sentencia teosófica: “Creen los buddhistas que cada acto, palabra o pensamiento
produce su consecuencia, que más tarde o más temprano ha de surgir, sea en la vida
presente, sea en un estado futuro. Las malas acciones engendrarán malas consecuencias y
las buenas darán buenos resultados: la prosperidad en este mundo, o el nacimiento en el
cielo (Devachán)… en el estado futuro”.
PREG. ¿No creen los cristianos lo mismo?
TEÓS. No; creen en el perdón y en la remisión de todos los pecados. Les han
prometido que con sólo creer en la sangre de Cristo (¡víctima inocente!), en la sangre que Él
ofrendó por la expiación de los pecados de la humanidad entera, quedarán todos los
pecados mortales redimidos. Nosotros no creemos ni en el perdón por medio de un
vicario, ni en la posibilidad de la remisión del pecado más insignificante por ningún Dios,
aunque fuese “personal Absoluto” o “Infinito”, si cosa semejante pudiese existir. En lo que
creemos es en la justicia imparcial y estricta. Nuestra idea de la Deidad Universal
desconocida, representada por Karma, es la de un poder que no puede errar y que no
puede, por lo tanto, sentir cólera ni compasión, porque es la equidad absoluta, que deja a
cada causa, pequeña o grande, producir sus inevitables efectos. La sentencia de Jesús: “Con
la misma medida con que midiereis seréis medidos vosotros” (Mateo, VII, 2) no hace alusión
ni por la expresión de la frase, ni implícitamente, a esperanza alguna de salvación o perdón,
por medio de tercero. He aquí por qué, reconociendo nuestra filosofía la justicia de esa
sentencia, nunca podemos recomendar bastante la compasión, la caridad y el perdón de las
ofensas. “No resistas al mal” y “devuelve el bien por el mal” son preceptos buddhistas, que
fueron predicados en vista de lo implacable de la ley kármica. Hacerse el hombre justicia
por sus propias manos, siempre es un acto de orgullo sacrílego, puede la ley humana usar
de medidas restrictivas, no de castigos; pues el que creyendo en Karma se venga y se niega a
perdonar las ofensas, a devolver bien por mal, es criminal, y sólo a sí mismo, se perjudica.
Karma castigará seguramente a aquel que en vez de confiar a la gran Ley la reparación,
interviene por cuenta propia en el castigo, pues con ello crea una causa de recompensa para
116
La Clave de la Teosofía
¿QUÉ ES KARMA?
117
La Clave de la Teosofía
en una vida anterior. No debemos perder de vista el hecho de que cada átomo está sujeto a
la ley general que rige todo el cuerpo del que forma parte; y aquí entramos más de lleno en
la ley kármica. ¿No veis que el agregado del Karma individual se convierte en el de la nación
a que esos individuos pertenecen, y que la suma total de Karma nacional es el Karma del
Mundo? Los males de que habláis no son peculiares al individuo o a la nación misma; son
más o menos universales, y sobre esta ancha base de la humana independencia encuentra la
ley de Karma su aplicación legítima y uniforme.
PREG. ¿Es decir que la ley de Karma no es necesariamente una ley individual?
TEÓS. Esto es lo que digo. Si no tuviese Karma una amplia y general esfera de acción,
seria imposible que pudiese equilibrar la balanza del poder, en la vida y en el progreso del
mundo. Se considera como una verdad, entre los teósofos, que la solidaridad y mutua
dependencia de la Humanidad es la causa de lo que se llama Karma distributivo; y esta ley es
la que ofrece la solución de la gran cuestión del sufrimiento colectivo y de su alivio.
Además, una ley oculta enseña que ningún hombre puede sobreponerse a sus defectos
individuales, sin elevar por muy poco que sea, a toda la corporación de que es parte
integrante. Tampoco puede nadie pecar y sufrir solo los efectos del pecado. La separación
no existe en realidad: y la mayor proximidad a este estado egoísta, que permiten las leyes
de la vida, está en la intención o motivo.
PREG. ¿Y no existen medios por los cuales se pueda concentrar o reunir, por decirlo así, Karma
distributivo o nacional, y llevarlo a su realización natural y legítima, sin tanto prolongado sufrimiento?
TEÓS. Por regla general, y dentro de ciertos límites que marcan la época a que
pertenecemos, no puede precipitarse ni contenerse la ley de Karma. Pero estoy cierto de
que nunca se ha tratado de la posibilidad de llevarlo a cabo, en ninguno de los dos sentidos.
Escuchad la siguiente relación sobre una fase de sufrimiento nacional, y decid vos mismo si
admitiendo el poder activo del Karma individual, relativo y distributivo, no se pueden
modificar extensamente y aliviarse en general esos males. Lo que os voy a leer es debido a
la pluma de un salvador nacional; de una persona que, habiendo vencido al yo, y libre para
elegir, escogió servir a la Humanidad cargando con todo el peso del Karma nacional de que
son capaces las fuerzas de una mujer. He aquí lo que dice:
“Sí; siempre habla la Naturaleza. ¿No lo creéis así? Sólo que a veces hacemos tanto ruido
que sofocamos su voz. He aquí por qué es tan reconfortante salir fuera de la ciudad y
descansar un poco en los brazos de la Madre. Pienso en la tarde que en Hampstead Heath
contemplábamos la Puesta del Sol; mas ¡ay, entre cuánto sufrimiento y miseria habíase puesto
aquel Sol! Una señora me trajo ayer una gran cesta de flores silvestres. Pensé que alguna
persona de mi familia del East–End tenía más derecho a ellas que yo; así es que las llevé esta
mañana a una escuela muy pobre de Whitechaped. ¡Hubiese deseado que hubierais visto
alegrarse aquellos jóvenes y pálidos semblantes! Fui después, a un figón, a pagar unas cuantas
cenas para unos niños. Estaba situado en una callejuela estrecha, llena de gente bulliciosa; había
un hedor indescriptible, que exhalaban el pescado, la carne y otros comestibles recalentados,
por un sol que en Whitechapel, en vez de purificar, corrompe. El figón era la quinta esencia
de todos los olores. ¡Pasteles de carne inverosímiles a un penique la pieza, alimentos
repugnantes y enjambres de moscas; un verdadero templo de Belcebú! Por todas partes
niños poniendo en cazos las sobras de alimentos. Uno de ellos, con una cara parecida a la d e
un ángel, reunía huesos de cerezas como alimento ligero y nutritivo. Volví hacia el Oeste,
presa de un fuerte estremecimiento de todos mis nervios, preguntándome si cabe la
posibilidad de hacer algo en favor de algunos barrios de Londres, que no sea el hundirlos e n
118
La Clave de la Teosofía
un terremoto, salvando a sus habitantes y sumergiéndolos en algún Leteo purificador, del que
ningún recuerdo pudiese surgir. Y entonces pensé en Hampstead Heath, y medité. Si por
algún sacrificio pudiese uno adquirir el poder de salvar a esa gente, no valdría la pena reparar
en el gasto. Pero, como comprenderéis, es necesario que cambien: ¿y cómo podría lograrse
esto? En las condiciones en que ahora se hallan, no se beneficiarían de cualquier ambiente e n
que se los colocase; y, sin embargo, en sus actuales circunstancias seguirán por fuerza
corrompiéndose. Esta miseria infinita y desesperada, y la degradación brutal, que es a la vez su
resultado y su causa, me parten el corazón. Sucede como con el plátano: cada rama echa por sí
misma raíces y produce nuevos tallos. ¡Qué diferencia entre estos sentimientos y la tranquila
escena de Hampstead! Y, sin embargo, nosotros, que somos hermanos y hermanas de estas
pobres criaturas, sólo tenemos el derecho de servirnos de los Hampstead Heaths a fin d e
adquirir la fuerza necesaria para salvar a los Whitechapels.” [Firmado con un nombre demasiado
respetado y conocido para exponerlo a las burlas y al escarnio.]
PREG. Ésta es una carta bien triste, aunque hermosa, y creo que presenta con dolorosa claridad
la terrible acción de lo que llamáis “Karma relativo y distributivo”. Mas ¡ay!, no vemos esperanza
inmediata de alivio fuera de algún terremoto o de alguna catástrofe general.
TEÓS. ¿Qué derecho tenemos a pensar de este modo, cuando media humanidad está en
situación de poder aliviar inmediatamente las privaciones que sufren sus semejantes?
Cuando haya contribuido cada individuo con todo lo que pueda al bien general, con su
dinero su trabajo y sus nobles pensamientos, entonces y sólo entonces se modificará la
balanza del Karma nacional; y hasta entonces no tenemos derecho ni razón alguna para decir
que hay más vidas en la Tierra de las que puede mantener la naturaleza. A las almas heroicas,
a los salvadores de nuestra raza y nación, está reservado encontrar la causa de esa carga
desigual del Karma retributivo; y por medio de un supremo esfuerzo, reajustar la balanza
del poder, salvando a la gente de un hundimiento moral, mil veces más desastroso y funesto
que la misma catástrofe física, en que parecéis encontrar la única salida posible para tanta
miseria acumulada.
PREG. Pues bien; decidme, en términos generales, cómo describís vosotros esta ley de Karma.
TEÓS. La describimos como una Ley de ajuste, que siempre tiende a restablecer el
equilibrio en el mundo físico, y la turbada armonía en el mundo moral. Decimos que Karma
no obra siempre en tal o cual sentido particular, sino que siempre lo hace de modo que
restablece la armonía y el equilibrio de la balanza en virtud del cual existe el Universo.
PREG. Dadme un ejemplo.
TEÓS. Más adelante os lo daré completo. Pensad en un estanque. Cae una piedra en el
agua y produce ondas que perturban su tranquilidad. Esas ondas oscilan hacia atrás y
adelante, hasta que al fin, gracias a la operación de lo que llaman los físicos la ley de
disipación de la energía, se calman y vuelven las aguas a su estado anterior. De igual modo
procede toda acción, en cada plano, ante una perturbación en la Armonía del Universo; y las
vibraciones producidas de este modo, seguirán oscilando hacia atrás y adelante, si su área es
limitada, hasta que quede restablecido el equilibrio. Pero como cada una de esas
perturbaciones parte de un punto dado, claro está que sólo puede restablecerse el
equilibrio y la armonía volviendo a converger hacia aquel mismo punto todas las fuerzas
puestas en movimiento desde éste. Aquí tenéis una prueba de que las consecuencias de los
119
La Clave de la Teosofía
actos de un hombre, así como las de sus pensamientos, etcétera, deben reaccionar todas
sobre él mismo con la misma fuerza con que fueron puestos en acción.
PREG. Pero no encuentro en esa ley carácter moral alguno. Me parece igual a la sencilla ley física
de que la acción y la reacción son iguales y opuestas.
TEÓS. No me sorprende oíros decir esto. ¡Tan inveterada es entre los europeos la
costumbre de considerar la razón y la sinrazón, el bien y el mal, como cuestiones que
dependen de un Código de ley arbitrario fijado por los hombres o impuestos por un Dios
Personal!… Pero nosotros los teósofos decimos que “Bien” y “Armonía” (así como “Mal” y
“Falta de Armonía”) son sinónimos. Además, sostenemos que todo dolor y todo
sufrimiento son resultados de la falta de armonía, y que la causa terrible y única de la
perturbación de aquélla es el egoísmo, en una forma u otra. Por consiguiente, Karma
devuelve a cada hombre las consecuencias precisas de sus propios actos, sin tener en cuenta
para nada su carácter moral; pero, puesto que recibe lo que le es debido por todo, es
evidente que tendrá que expiar todos los sufrimientos que haya causado, exactamente del
mismo modo que recogerá con júbilo los frutos de la felicidad y armonía que haya
contribuido a producir. No puedo hacer más en vuestro beneficio que citaros ciertos
trozos sacados de libros y artículos escritos por aquellos de nuestros teósofos; que tienen
una idea correcta de Karma.
PREG. Mucho lo deseo, pues vuestra literatura respecto a este punto me parece muy escasa.
TEÓS. Esto se debe a que es el más difícil de todos los puntos de nuestra doctrina. Hace
algún tiempo, una pluma cristiana nos hizo la siguiente objeción:
“Admitiendo que la doctrina de la Teosofía sea correcta y que el “hombre deba ser su
propio salvador, deba vencerse a sí mismo y dominar el mal que existe en su doble naturaleza
para conseguir la emancipación de su alma” ¿qué hará el hombre después de haber
abandonado hasta cierta punto el mal y haberse convertido a una vida mejor? ¿Cómo logrará la
emancipación, el perdón o la anulación del mal que haya ya cometido?”
A esto el Sr. J. H. Conelly contesta, muy oportunamente, que nadie puede hacer “que la
máquina teosófica siga el mismo rumbo que la teológica”. Dice así:
“Que sea posible eludir la responsabilidad individual, no forma parte de los conceptos de la
Teosofía. En esta creencia no existe el perdón ni la “supresión del mal ya cometido”, excepto
por medio del castigo adecuado al que ha faltado, y el restablecimiento de la armonía del
Universo, turbada por su mala acción. Fue hecho el mal, y mientras otros tienen que sufrir sus
consecuencias, la expiación corresponde al que lo produjo.
“El caso supuesto… de que un hombre haya abandonado hasta cierto punto el mal, es el d e
quien comprendió que sus acciones eran malas, y que merecen castigo. En semejante
reconocimiento es inevitable un sentimiento de responsabilidad personal, y el sentimiento d e
esta terrible responsabilidad debe estar en proporción exacta del grado de su “conversión”. Y
cuanto con mayor fuerza pese aquélla sobre él, tanto más se insiste en que acepte la doctrina
de la expiación por procuración. Le dicen también que debe arrepentirse, pero nada es tan
fácil como esto. Es una agradable debilidad de la naturaleza humana la que nos hace
arrepentirnos muy fácilmente del mal que hemos hecho, cuando nos llaman la atención sobre
ello y después que hemos sufrido, o disfrutado, de sus resultados. Es probable que un
minucioso análisis del sentimiento en cuestión nos demostrase que nos arrepentimos más
120
La Clave de la Teosofía
bien de la necesidad que pareció exigir el mal, como medio de conseguir nuestros fines
egoístas, que no del mal mismo.
“Por atractiva que sea para la inteligencia ordinaria la idea de descargarnos del peso d e
nuestros pecados “al pie de la cruz” para el teósofo no tiene valor alguno. No concibe por
qué el pecador que ha llegado al conocimiento de sus culpas ha de merecer por este motivo
perdón alguno por su perversidad pasada o por el olvido de la misma; ni comprende tampoco
por qué el arrepentimiento y una vida en adelante justa y honrada le han de dar derecho a una
suspensión, en su favor, de la ley Universal de relación entre la causa y el efecto. Los
resultados de sus malas acciones continúan existiendo; el sufrimiento ocasionado a los demás
por su iniquidad no lo ha borrado. El teósofo considera como formando parte de su ecuación
el resultado de su perversidad sobre el inocente. Analiza no sólo a la persona culpable, sino
también a sus víctimas.
“El mal es una infracción de las leyes de armonía que rigen el Universo, y su penalidad debe
recaer sobre el violador mismo de aquellas leyes. Jesucristo dijo: “No peques más, no fuese
a sucederte una cosa peor”. Y dijo San Pablo: “Trabajad en vuestra propia salvación. Lo que un
hombre siembre, aquello recogerá”. Esto, dicho sea de paso, es una hermosa metáfora de la
sentencia de los Purânas, muy anteriores a aquel apóstol, la cual dice que “todo hombre
recoge las consecuencias de sus propias acciones”.
“Éste es el principio de la ley de Karma, enseñado por la Teosofía. En su Buddhismo Esotérico,
Sinnett interpretó Karma como “la ley de causación ética”. Más exacta es la versión d e
Madame Blavatsky: “la ley de retribución”. Es el poder que
Justo aunque misterioso nos conduce de infalible modo
Por caminos ocultos, desde la falta hasta el castigo.
“Pero aún es más. Recompensa tan infalible y ampliamente el mérito, como castiga e l
demérito. Es el resultado de cada acto, pensamiento y palabra, y por ello moldean los
hombres su vida y acontecimientos. La filosofía oriental rechaza la idea de la creación de una
nueva alma para cada criatura que nace. Cree en un número limitado de Mónadas, que
evolucionan y se perfeccionan por medio de la asimilación de muchas personalidades
sucesivas. Estas personalidades son producto de Karma; y por Karma y reencarnación es como
la Mónada humana vuelve al debido tiempo a su origen, la deidad absoluta.”
“En pocas palabras, la doctrina de Karma explica que nosotros mismos nos hemos hecho lo
que somos, por actos anteriores; y que formamos nuestra eternidad futura con las acciones
presentes. No existe otro destino fuera del que nosotros mismos determinamos. No hay
salvación ni condenación alguna, excepto la que nosotros mismos nos originamos… Como
Karma no ofrece amparo alguno a los actos culpables y requiere mucho valor, no encuentra
entre las naturalezas débiles tan buena acogida como las fáciles doctrinas religiosas de la
remisión de los pecados, la intercesión, el perdón y las conversiones de última hora… En e l
dominio de la eterna justicia, la ofensa y el castigo están inseparablemente unidos como un
solo hecho, porque no existe diferencia real entre la acción y su consecuencia… Karma, o
nuestros antiguos actos, son los que nos vuelven a traer a la vida terrestre. La residencia del
espíritu cambia según su Karma, y Karma no consiente una larga permanencia en una misma
condición, porque siempre se está modificando. Mientras esté gobernada la acción por
motivos materiales y egoístas, deberán manifestarse sus efectos en renacimientos físicos.
Sólo el hombre perfectamente desinteresado puede eludir el peso de la vida material. Pocos
lo han logrado, mas es la meta a la que tiende la humanidad.”
121
La Clave de la Teosofía
“Los que creen en Karma, tienen que creer en el destino de que cada hombre, desde
que nace hasta que muere, está tejiendo hilo por hilo en torno de él, como la araña su tela; y
este destino es guiado, sea por la voz celeste del prototipo invisible fuera de nosotros, sea
por nuestro hombre astral íntimo o interno, que con demasiada frecuencia es el genio del
mal de la entidad encarnada llamada hombre. Ambos guían al hombre externo; pero uno d e
ellos ha de prevalecer; y, desde el principio mismo de la contienda, la implacable ley d e
compensación interviene, siguiendo su curso y sus fluctuaciones. Cuando está tejida la última
hebra, y el hombre queda envuelto en la red de su propia hechura, se encuentra entonces,
en absoluto, en poder de ese destino creado por él mismo… Un Ocultista o un filósofo no
hablará de la bondad o crueldad de la Providencia; pues, identificándola con Karma–Némesis,
enseñará que protege a los buenos y vela sobre ellos en esta vida como en las futuras; y que
castiga al que hace el mal –aún hasta su séptimo renacimiento–. En una palabra: mientras que e l
efecto que produjera la perturbación hasta en el más pequeño átomo mismo, en el mundo
infinito de la armonía, no haya sido al fin corregido. El único decreto de Karma –decreto
eterno e inmutable– es la armonía absoluta en el mundo de la materia, así como en el del
espíritu. No es, por lo tanto, Karma quien premia o castiga, sino nosotros los que nos
recompensamos o castigamos, según trabajemos con y por la Naturaleza, obedeciendo a las
leyes de las cuales depende aquella armonía, o las violemos. Tampoco los designios de Karma
serían inescrutables si los hombres obrasen en unión y armonía, en lugar de en la desunión y
en la guerra. Porque nuestra ignorancia de esos designios –que una parte de la humanidad
llama designios de la Providencia, oscuros e intrincados, mientras otra ve en ellos la acción d e
un fatalismo ciego, y otra simple casualidad, sin dioses ni demonios que los dirijan–
desaparecería, seguramente, si quisiésemos atribuirlos todos ellos a su verdadera causa…
Nos turbamos y quedamos sorprendidos ante el misterio de nuestra propia obra y de los
enigmas de la vida que no queremos resolver, y acusamos a la gran Esfinge de devorarnos.
Pero verdaderamente no hay un accidente en nuestras vidas, un solo día desagraciado o un
solo percance, cuya causa no se pueda hacer remontar a nuestros propios actos en esta o e n
otra vida… La ley de Karma está inextricablemente ligada con la de Reencarnación… Sólo esta
doctrina puede explicarnos el misterioso problema del bien y del mal, y reconciliar al hombre
con la terrible y aparente injusticia de la vida. Solamente esa certidumbre es capaz de calmar
nuestro sublevado sentimiento de justicia. Porque si cualquiera que ignore esa noble doctrina
mira en derredor de él y observa las desigualdades del nacimiento y de la fortuna, de la
inteligencia y capacidad; y contempla en manos de locos y libertinos los honores y las riquezas,
debidos únicamente a su nacimiento, mientras que sus prójimos, con toda su inteligencia y
nobles virtudes, perecen en la miseria, faltos de todo apoyo y simpatía; cuando ve todo esto y,
desgarrado el corazón, se encuentra en la imposibilidad de aliviar tanto sufrimiento
inmerecido, sólo el conocimiento bendito de la ley de Karma le impide maldecir de la vida y
de los hombres, así como de su supuesto Creador…
“Esa ley sea consciente o inconsciente, a nadie ni a nada predestina. Existe verdaderamente
desde y en la Eternidad, porque es la Eternidad misma; y como tal, puesto que ningún acto
puede ser coigual con la eternidad, no puede decirse que obra, porque es la acción misma.
No es la ola que ahoga a un hombre, sino el acto personal del desgraciado que
deliberadamente se coloca a sí mismo bajo la acción impersonal de las leyes que rigen e l
movimiento del Océano. Karma ni crea ni prejuzga cosa alguna. El hombre es quien proyecta y
crea las causas; y la ley kármica ajusta los efectos. Esa concordancia no es un acto, sino armonía
universal que siempre tiende a recuperar su posición original, de igual modo que una rama
doblada violentamente hacia abajo rebota con una fuerza correspondiente. Si sucede que
rompe el brazo que trató de darle una dirección distinta de su posición natural, ¿diremos que
la rama fue la que nos rompió el brazo, o bien que nuestra ignorancia fue la causa del daño
sufrido? Jamás trató Karma de anular la libertad intelectual e individual, como sucede con e l
dios inventado por los monoteístas. No ha ocultado sus decretos en la oscuridad, con el solo
fin de confundir y perturbar al hombre; ni tampoco castigará a aquel que se atreva a escudriñar
sus misterios. Al contrario; el que por medio del estudio y de la meditación descubre sus
intrincados senderos y vierte la luz sobre esos oscuros caminos, en cuyas sinuosidades tantos
hombres perecen, por efecto de su ignorancia del laberinto de la vida, trabaja por el bien d e
sus semejantes. Karma es una ley absoluta y eterna en el mundo de las manifestaciones; y
122
La Clave de la Teosofía
como sólo puede existir un Absoluto, así como, una Causa eternamente presente, los que
creen en Karma no pueden ser tenidos por ateos o materialistas, y menos aún por fatalistas,
porque Karma forma un solo todo con lo Incognoscible, del cual es un aspecto, en sus
efectos en el mundo fenomenal.”
“Cada individuo, con cada acto y pensamiento diario, está creando Karma bueno o malo, y
está al mismo, tiempo agotando en ésta vida el Karma producido por los actos y deseos de la
anterior. Cuando vemos personas afligidas por sufrimientos naturales, puede decirse que
esos sufrimientos son resultados inevitables de causas originadas por ellas mismas en un
nacimiento anterior. Podrá argüirse que como esas aflicciones son hereditarias, nada pueden
tener que ver con una encarnación pasada; mas es preciso tener en cuenta que el Ego, e l
hombre real, la individualidad, no tiene su origen espiritual en la parentela que lo reencarna,
sino que es atraído, por las afinidades que su género de vida anterior agrupó alrededor de él,
dentro de la corriente que lo lleva, cuando llega la hora del renacimiento, hacia la morada más
adecuada para el desarrollo de esas tendencias… Esta doctrina de Karma, bien entendida, guía
y auxilia a aquellos que comprenden su verdad, elevando y mejorando su vida; porque no hay
que olvidar que no sólo nuestros actos, sino también nuestros pensamientos, atraen
segurísimamente un cúmulo de circunstancias que han de influir bien o mal en nuestro
porvenir, y lo que es más importante aún, en el porvenir de nuestros semejantes. Si los
pecados por omisión o comisión sólo interesasen al Karma del pecador, el hecho tendría
menos consecuencias; pero como cada pensamiento y acto en la vida entraña una influencia
correspondiente, buena o mala, sobre otros miembros de la familia humana, el sentido
estricto de la justicia, la moralidad y la generosidad son necesarios a la felicidad o progreso
futuros. Ningún arrepentimiento, por grande que sea, puede borrar los resultados de un
crimen ya cometido, o los efectos de un mal pensamiento. El arrepentimiento, si es sincero,
detendrá al hombre impidiéndole volver a caer en sus faltas; pero ni a él mismo, ni a los
demás tampoco, puede librar de los efectos ya producidos por aquéllas, que infaliblemente
recaerán sobre él, sea en esta vida o en el próximo renacimiento.”
“Los que creen en una religión basada en tal doctrina, desearían que se la comparase con
aquella en la que el destino del hombre en la eternidad queda determinado por los
accidentes de una vida terrestre, única y corta, durante la cual se lo consuela con la promesa
de que, “el árbol yacerá del modo que haya caído”; en la que cuando llega al conocimiento d e
su perversidad, su mayor esperanza es la doctrina de la remisión, gracias a un vicario
propuesto al efecto y en la que hasta esta misma esperanza debe perder, según la profesión
de Fe Presbiteriana, que dice:
123
La Clave de la Teosofía
Esto es lo que dice el distinguido defensor de nuestra filosofía. Nada mejor podernos
hacer para terminar este asunto, que imitarlo citando un trozo de un magnífico poema.
Como dice muy bien:
“La exquisita belleza de la descripción de Karma en La Luz de Asia, de Edwin Arnold, nos
induce a reproducirla aquí; pero es demasiado larga para darla por entero. Sólo citaremos un
trozo de la misma:
…………………………………………………
………………………………………
124
La Clave de la Teosofía
Y ahora os aconsejo que comparéis nuestro punto de vista teosófico sobre Karma, la ley
de retribución, y digáis si no es más filosófico y justo que ese dogma cruel y absurdo que
convierte a “Dios” en un despiadado enemigo; en particular la doctrina de que “sólo los
elegidos” serán salvados, condenándose el resto a eterna perdición.
PREG. Sí; comprendo vuestra idea general, pero quisiera que me dieseis un ejemplo concreto de la
acción de Karma.
TEÓS. Esto no puedo hacerlo. Sólo podemos estar seguros, como antes dije, de que
nuestras vidas presentes y circunstancias actuales son el resultado directo de nuestros
propios actos y pensamientos en vidas pasadas. Mas los que no somos videntes o iniciados
no podemos saber cosa alguna respecto a los detalles sobre el modo de operar de la ley
kármica.
PREG. ¿Puede alguien, aun entre los mismos adeptos o videntes, seguir en sus detalles ese proceso
kármico de restablecimiento de la armonía?
TEÓS. Seguramente. “Los que saben” pueden hacerlo, mediante el ejercicio de poderes
que existen latentes en todos los hombres.
125
La Clave de la Teosofía
126
La Clave de la Teosofía
PREG. Decís que aceptan las doctrinas teosóficas y creen en ellas. Pero como no forman parte de
esos adeptos de que acabáis de hablar, tienen que admitir vuestras doctrinas con fe ciega. ¿En qué
difiere esto de las religiones convencionales?
TEÓS. Así como difiere en casi todos los demás puntos, difiere también en éste. Lo que
llamáis “fe”, y lo que en realidad es fe ciega con relación a los dogmas de las religiones
cristianas, se convierte para nosotros en conocimiento, resultado lógico de cosas que sabemos
acerca de hechos de la Naturaleza. Vuestras doctrinas están basadas en la interpretación, y,
por lo tanto, en el testimonio de segunda mano de videntes, las nuestras lo están en el
testimonio directo invariable de videntes. Por ejemplo, la Teología Cristiana común
sostiene que el hombre es una creación de Dios, compuesta de tres partes –cuerpo, alma y
espíritu– esenciales todas para su integridad, bien sea bajo la forma densa de la existencia
física terrestre, o bajo la forma etérea de la experiencia de la posresurrección, necesaria
para su constitución eterna, teniendo cada hombre de este modo una existencia
permanente, separada de los demás hombres y de la Divinidad. La Teosofía, por su parte,
afirma que siendo el hombre una emanación de la esencia divina desconocida y siempre
infinita y presente, el cuerpo, como todo lo demás, es pasajero, y por lo tanto, ilusorio; la
única substancia permanente en él es el espíritu, perdiendo este mismo su separada
individualidad en el momento de su completa reunión con el Espíritu Universal.
PREG. Si perdernos hasta nuestra individualidad, ¿entonces esto es sencillamente el aniquilamiento?
TEÓS. Yo digo que no, puesto que hablo de la individualidad separada, y no de la
universal. Esta individualidad se convierte en una parte transformada en el todo; como no se
evapora la gota de rocío, sino que se convierte en mar. Cuando el hombre físico se convierte
de un feto en un anciano, ¿queda por esto aniquilado? ¡Cuán satánico no será nuestro
orgullo, cuando colocamos nuestra conciencia e individualidad, infinitamente pequeñas, por
encima de la conciencia universal e infinita!
PREG. ¿Resulta, pues, que defacto no existe el hombre, sino que todo es Espíritu?
TEÓS. Estáis equivocado. Lo que resulta es que la unión del espíritu con la materia es
temporal; más claro: que formando el espíritu y la materia un solo todo, puesto que son los
dos polos opuestos de la substancia universal manifestada, pierde el espíritu su derecho a
este nombre, mientras la partícula y átomo más pequeños de su substancia manifestada se
adhieren a una forma cualquiera, resultado de la diferenciación. Creer lo contrario es fe
ciega.
PREG. ¿De modo que, basándose en el conocimiento y no en la fe, es como aseguráis que el
principio permanente, o sea el espíritu, verifica tan sólo un tránsito por la materia?
TEÓS. Mejor dicho, sostenemos que la apariencia del principio permanente y único, el
espíritu, es transitoria como materia, y, por consiguiente, nada más que una ilusión.
127
La Clave de la Teosofía
128
La Clave de la Teosofía
humanos; a un Dios que ama y odia, y que se deja dominar por la ira; una Deidad que, ya
sean los Misioneros Cristianos, los Mahometanos, los Judíos o los Brahmanes57 los que
nos la describan, no alcanza siquiera el nivel de un hombre bueno ordinario”.
PREG. Fe por fe, ¿no es preferible la del cristiano que cree, confesando su propia impotencia y
humildad, que existe en el cielo un Padre misericordioso que lo ha de librar de la tentación, ayudar en
la vida y perdonar sus errores, a la fe orgullosa, fría y casi fatalista de los buddhistas, vedantinos y
teósofos?
TEÓS. Persistid en llamar a nuestra creencia “fe”, si así os agrada. Pero ya que volvemos
a esta eterna cuestión, pregunto a mi vez: fe por fe, ¿no es mejor la que está basada en la
lógica y la razón estrictas, que la que lo está simplemente en la autoridad humana o en el
culto de los héroes? Nuestra “fe” posee toda la fuerza lógica de la aritmética verdad de que
dos y dos han de producir cuatro. Vuestra fe es parecida a la lógica de algunas mujeres
sensibles, de quienes dijo Tourgenyeff que para ellas dos y dos forman generalmente cinco,
y algo más. Vuestra fe es también una fe que no sólo choca con todo sentimiento de justicia
y lógica posibles, sino que, si se analiza, arrastra al hombre hacia su perdición moral, se
opone al progreso de la humanidad, y convirtiendo positivamente la fuerza en derecho
transforma a un hombre sí y otro no en un Caín para su hermano Abel.
PREG. ¿A qué os referís?
57
Se refiere aquí a los Brahamanes sectarios. El Parabrahm de los Vedantinos es la Deidad que aceptamos
y en la cual creemos.
129
La Clave de la Teosofía
“Si nos colocamos fuera del reducido círculo de las creencias y consideramos al Universo
como un todo gobernado por el exquisito ajuste de las partes, ¡cómo se rebelan contra la
doctrina de la expiación por valimiento ajeno, toda sana lógica y el sentimiento más elemental
de justicia! Si sólo pecase el criminal contra sí mismo, y sólo a sí mismo se perjudicase; si
pudiese con el arrepentimiento sincero borrar los hechos pasados, no sólo de la memoria
del hombre, sino también de ese registro imperecedero que ninguna deidad –ni la más
Suprema de las Supremas siquiera– puede destruir, en ese caso podría no ser inconcebible
este dogma. ¡Pero sostener que puede uno perjudicar a su semejante, matar, turbar e l
equilibrio de la sociedad y el orden natural de las cosas, y luego, por cobardía o esperanza, por
fuerza, o por lo que fuese, hallar el perdón, sólo por creer que el derramamiento de una
sangre lava otra sangre vertida, es un absurdo! ¿Pueden borrarse los resultados de un crimen,
aun cuando éste fuese perdonado? Jamás se circunscriben los efectos de una causa a los
límites de la misma, ni pueden los resultados del crimen reducirse al ofensor y a su víctima.
Cada acción buena o mala trae sus efectos, tan palpables como el de una piedra arrojada en e l
agua tranquila. El ejemplo es vulgar, pero es el mejor, y debemos emplearlo. Los círculos
ondulatorios son más sólidos o más rápidos según sea mayor o menor el objeto que viene a
perturbarla; pero la piedrecita más pequeña, el objeto más insignificante, produce sus ondas
correspondientes. Y no sólo es esa perturbación visible en la superficie; debajo, de modo
invisible, y en toda dirección –hacia arriba y hacia abajo–, la gota empuja a la gota, hasta que las
orillas y el fondo sienten la fuerza puesta en acción. Aun más: el aire que está encima del agua
es agitado, y como nos dicen los físicos, esa perturbación pasa de capa en capa
indefinidamente, en el espacio; ¡un impulso ha sido dado a la materia. y éste jamás se pierde,
jamás puede anularse…
“Tal sucede con respecto tanto al crimen como a la virtud. Puede la acción ser instantánea;
los efectos son eternos. Cuando, después de haber caído la piedra en el estanque, podamos
recogerla con la mano, rechazar las ondas, anular la fuerza dada, restablecer las ondulaciones
etéreas en su estado previo y borrar todo rastro producido por el hecho de haber tirado e l
objeto, de modo que no conste en los anales del tiempo el haber tenido lugar jamás aquel
acto, entonces podremos oír pacientemente a los cristianos defender la eficacia de esta clase
de expiación y dejar de creer en la ley kármica. Pero por ahora nos sometemos al juicio del
mundo entero para que decida cuál de las dos doctrinas aprecia mejor la justicia divina, cuál e s
más razonable, hasta desde el punto de vista de la evidencia y lógica humanas.”
PREG. Sin embargo, existen millones de seres que creen en el dogma cristiano, y son felices.
TEÓS. Es efecto de un sentimentalismo que se sobrepone a sus facultades racionales, y
que ningún filántropo o altruista verdadero aceptará jamás. No es siquiera un sueño de
egoísmo, sino una pesadilla de la inteligencia humana. Ved a donde conduce, y citadme el
nombre de un país pagano donde se cometan crímenes más fácilmente o en mayor número
que en las naciones cristianas. Repasad la lista tan larga y espantosa de crímenes cometidos
en países europeos, y observad la protestante y bíblica América. Allí son más numerosas las
130
La Clave de la Teosofía
conversiones llevadas a cabo en las cárceles, qué las conseguidas por los actos y predicaciones
públicas.
“Ved en qué estado se halla la gran balanza de la justicia cristiana (!): asesinos llenos de
sangre, impulsados por los demonios de la lujuria, de la venganza, de la envidia, del
fanatismo; o por el simple deseo brutal de verter sangre, que matan a sus víctimas,
muchísimas veces, sin darles tiempo para arrepentirse o invocar a Jesús. Quizás aquéllas
habrán muerto en el pecado, y naturalmente, de acuerdo con la lógica de la Teología, hallan
el castigo de sus culpas, grandes o pequeñas. Pero el asesino alcanzado por la justicia
humana, reducido a prisión y compadecido por los sentimentalistas que rezan con y por él,
pronuncia las palabras mágicas de la conversión, y redimido por Jesús, sube al patíbulo. A no
ser por el asesinato, nadie hubiera rezado con él, ni se lo hubiese redimido ni perdonado.
¡Evidentemente hizo bien este hombre en matar, porque de ese modo alcanzó la felicidad
eterna! ¿Y qué sucede con la víctima, con su familia, con sus parientes, con sus íntimos y con
las relaciones sociales? ¿No tiene la justicia recompensa alguna para ellos? ¿Han de verse
condenados a sufrir en este mundo y en el próximo, mientras que el que les causó el daño
está sentado al lado del “buen ladrón” del Calvario, y queda bendecido para siempre?
Respecto a esta pregunta, el clero guarda un silencio prudente58.” Y ahora ya sabéis por qué
los teósofos –cuya creencia fundamental y cuya esperanza es la justicia para todos, tanto en
el Cielo como en la Tierra (y el Karma)– rechazan este dogma.
PREG. ¿No es entonces un Cielo sobre el que Dios preside el destino último del hombre, sino la
transformación gradual de la materia en su elemento primordial, el espíritu?
TEÓS. A esa meta tiende todo en la Naturaleza.
PREG. ¿No consideran algunos de vosotros esa asociación o “caída del espíritu en la materia”
como un mal, y el renacimiento como un dolor?
TEÓS. Algunos sí, y, por consiguiente, se esfuerzan en abreviar su período de prueba en
la Tierra. No es, sin embargo, un mal completo, puesto que asegura la experiencia por la
cual alcanzamos el conocimiento y la sabiduría. Me refiero a esa experiencia que enseña que
nunca pueden satisfacerse las necesidades de nuestra naturaleza espiritual por otros medios
que por la felicidad espiritual. Mientras permanecemos en el cuerpo, estamos sujetos al
dolor, al sufrimiento y a todas las adversidades y desengaños que ocurren durante la vida.
Por tanto, y para atenuar esto, adquirimos al fin el conocimiento, que sólo puede
proporcionarnos el alivio y la esperanza de un porvenir mejor.
58
Isis sin Velo, Ibíd.
131
XII
DEL DEBER
PREG. ¿Qué necesidad hay de renacimientos sucesivos, puesto que en ninguno, se consigue
alcanzar la paz permanente?
TEÓS. La meta final sólo puede lograrse por las experiencias de la vida, y la masa de esas
experiencias está formada por el dolor y el sufrimiento. Sólo gracias a estos últimos
podemos aprender. Los goces y los placeres nada pueden enseñarnos; son pasajeros, y a la
larga sólo producen la saciedad. Además, nuestra constante imposibilidad de hallar
satisfacción permanente en la vida, capaz de llenar las necesidades de nuestra naturaleza más
elevada, nos demuestra claramente que sólo pueden ser aquéllas satisfechas en su propio
plano, es decir, el espiritual.
PREG. ¿Es un resultado natural de esto el deseo de abandonar la vida de un modo u otro?
TEÓS. Si por ese deseo entendéis “el suicidio”, os contesto terminantemente que no.
Jamás puede semejante resultado ser “natural”, y es siempre debido a una enfermedad
morbosa del cerebro o a opiniones materialistas arraigadas. Es el peor de todos los
crímenes, y terrible en sus resultados. Pero si por deseo os referís simplemente a la
aspiración de alcanzar la existencia espiritual, no al deseo de abandonar la Tierra, en tal
caso la consideraría, seguramente, como muy natural. De otro modo, la muerte voluntaria
sería la deserción de nuestro puesto actual y el abandono de los deberes que nos
incumben, así como el intento de eludir las responsabilidades kármicas; todo lo cual implica
la creación de nuevo Karma.
PREG. Si las acciones en el plano material no satisfacen, ¿por qué los deberes, que son esas
acciones mismas, han de ser tan imperiosos?
TEÓS. Ante todo, porque nuestra filosofía nos enseña que el objeto de cumplir con
nuestros deberes respecto a todos los hombres, y en último término respecto a nosotros
mismos, no es la adquisición de la felicidad personal, sino la de los demás; el cumplimiento
del bien por el bien mismo, no por lo que pueda reportarnos. La felicidad, o mejor dicho, la
satisfacción, puede ciertamente resultar del cumplimiento del deber, mas no es ni tiene que
ser el motivo para ello.
PREG. ¿Qué entendéis precisamente por “deber” en Teosofía? No pueden ser los deberes cristianos
predicados por Jesús y sus Apóstoles, puesto que no reconocéis a ninguno de éstos.
132
La Clave de la Teosofía
133
La Clave de la Teosofía
la exactitud del axioma de Carlyle: “El objeto del hombre es un acto y no un pensamiento,
aunque fuese éste el más noble”, y como no amolde su vida diaria a ésta verdad. El
reconocimiento de una verdad no llega a ser la aplicación de la misma; y cuanto mayor y más
hermosa parezca, cuanto más se hable de la virtud o del deber, en vez de practicarlos, tanto
más habrán de parecerse al fruto del Mar Muerto. La afectación es el más odioso de los
vicios; y ella es el distintivo más característico de la nación protestante más grande de este
siglo, o sea Inglaterra.
PREG. ¿Qué cosas son las que consideráis que se deben a la humanidad en general?
TEÓS. El completo reconocimiento de derechos y privilegios iguales para todos, sin
distinción de raza, color, posición social o nacimiento.
PREG. ¿Cuándo consideráis que no se conceden esos derechos?
TEÓS. Cuando haya la más pequeña violación del derecho ajeno, sea el de un hombre o
el de una nación; cuando no demostramos la misma justicia, benevolencia, consideración o
compasión que para nosotros mismos deseamos. Todo el sistema político actual está
basado en el olvido de tales derechos y en la afirmación rotunda del egoísmo nacional.
Dicen los franceses: “Tal amo, tal criado”, y debieran añadir: “Tal política nacional, tales
ciudadanos”.
PREG. ¿Os ocupáis de política?
TEÓS. Como Sociedad, huimos de ella por los motivos que os expondré seguidamente:
intentar reformas políticas antes de haber llevado a cabo una reforma en la naturaleza
humana es lo mismo que echar vino nuevo en odres viejos. Conseguid que en el fondo de su
corazón sientan y reconozcan los hombres su real y verdadero deber hacia todos sus
semejantes, y todo antiguo abuso del poder, toda ley inicua de la política nacional, fundada
en el egoísmo humano, social o político, desaparecerán naturalmente. Loco es el jardinero
que, deseando extirpar las plantas venenosas de su plantel de flores, las corta en vez de
arrancarlas de raíz. Ninguna reforma política duradera podrá lograrse jamás con los mismos
hombres egoístas al frente de los asuntos.
134
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Precisamente por las razones que acabo de dar. La acción política, además, debe
variar necesariamente con las circunstancias y con la idiosincrasia de los individuos; y si
bien, por la naturaleza misma de su posición como teósofos, los miembros de la Sociedad
Teosófica concuerdan en los principios de la Teosofía, porque de lo contrario no formarían
parte de la Sociedad, no se deduce de esto que opinen del mismo modo sobre los demás
asuntos. Como Sociedad, sólo pueden obrar juntos en materias que son comunes a todos,
esto es, en lo que se refiere a la Teosofía; como individuos, cada cual es perfectamente
dueño de seguir su línea particular de acción y opinión política, siempre que no esté en
oposición con los principios teosóficos o perjudique a la Sociedad Teosófica.
PREG. Pero ¿no se desentenderá, claro está, la Sociedad Teosófica de las cuestiones sociales que
con tanta fuerza se vienen imponiendo?
TEÓS. Los principios mismos de la Sociedad Teosófica son una prueba de que ésta, o
mejor dicho, muchos de sus miembros, no se desentienden de aquéllas. Si sólo vigorizando
ante todo las leyes fisiológicas más legítimas y científicas es posible el desarrollo mental y
espiritual de la humanidad. deber de todos los que luchan por ese progreso es hacer todo
cuanto puedan para que aquellas leyes se apliquen de una manera general. Bien saben todos
los teósofos que, por desgracia, especialmente en los países occidentales, el estado social
de las masas hace imposible educar como es debido su cuerpo y su espíritu, lo que es causa
de que el desarrollo de ambos esté paralizado. Como esa educación y desarrollo es uno de
los objetos expresos de la Teosofía, la Sociedad Teosófica simpatiza y concuerda
enteramente con todo verdadero esfuerzo en este sentido.
PREG. ¿Pero qué entendéis por “verdaderos esfuerzos”? Todo reformador social posee su panacea
especial, y cada uno cree que sólo la suya puede mejorar y salvar la humanidad.
TEÓS. Eso es perfectamente exacto, y éste es el verdadero motivo que hace sea tan
poco satisfactoria la obra social llevada a cabo. No existe realmente en la mayor parte de
esas panaceas ningún principio que sirva de guía y, con seguridad, ni uno solo que las una a
todas entre sí. De este modo se está perdiendo un tiempo y una energía preciosos; porque
los hombres, en vez de ayudarse luchan unos contra otros, muchas veces quizá para alcanzar
fama y recompensa, más que por la gran causa de que se declaran defensores sinceros, y que
debiera ser suprema en su vida.
PREG. ¿Cómo deben aplicarse los principios teosóficos a fin de que la cooperación social pueda
fomentarse, y aplicarse los verdaderos esfuerzos al mejoramiento de la Sociedad?
TEÓS. Permitidme que os recuerde cuáles son esos principios: Unidad y Causalidad
universales, Solidaridad Humana, Ley de Karma, Reencarnación. Éstos son los cuatro
eslabones de la cadena dorada que debiera unir a la humanidad, formando así una sola
familia, una Fraternidad universal.
PREG. ¿Cómo?
TEÓS. En el estado presente de la sociedad, particularmente en los países llamados
civilizados, tropezamos continuamente con grandes masas que sufren por efecto de la
miseria, de la pobreza y de las enfermedades. Sus condiciones físicas son miserables, y sus
facultades mentales y espirituales, a menudo inactivas. Por otra parte, muchas personas que
135
La Clave de la Teosofía
ocupan el extremo opuesto de la escala social viven indiferentes, entregadas al lujo material
y a la complacencia egoísta. Ninguna de esas formas de existencia es hija de la pura
casualidad. Ambas son efecto de las condiciones que rodean a los que están sujetos a ellas;
y el abandono del deber social, por un lado, está en relación muy íntima con el
interrumpido progreso, por el otro. En Sociología, como en todos los ramos de la
verdadera ciencia, la ley de causalidad universal es exacta. Pero esa causalidad implica
necesariamente, como resultado lógico, la solidaridad humana, en la que tanto insiste la
Teosofía. Si la acción de una persona se deja sentir en la vida de todos los demás, y ésta es
la verdadera idea científica, entonces sólo convirtiéndose los hombres en hermanos, y
practicando todos diariamente la verdadera hermandad, es como podrá alcanzarse la real
solidaridad humana, en que radica la perfección de la raza. Esta acción mutua, esta verdadera
hermandad, en la que cada uno debe vivir para todos y todos para uno, es uno de los
principios teosóficos fundamentales, que todo teósofo debiera obligarse, no sólo a
enseñar, sino a aplicar prácticamente en su vida.
PREG. Todo esto, como principio general, me parece muy bien; pero ¿cómo podrá aplicarse de un
modo concreto?
TEÓS. Observad, por un momento, lo que llamaríais los hechos concretos de la
sociedad humana. Comparad, no sólo la vida de la masa del pueblo, sino la de muchos de las
llamadas clase media y superior, y pensad lo que pudiera ser bajo condiciones más sanas y
nobles, en que dominasen por completo la justicia, la benevolencia y el amor, en vez del
egoísmo, la indiferencia y la brutalidad que ahora, con harta frecuencia, parecen reinar en
absoluto. Todas las cosas buenas y malas de la humanidad tienen su origen en el carácter
humano, y este carácter es y ha sido condicionado por la interminable cadena de la causa y
el efecto. Pero esto se aplica tanto al futuro como al presente y al pasado. El egoísmo, la
indiferencia y la brutalidad no pueden ser nunca el estado normal de la raza humana; creerlo
así sería desesperar de la humanidad, y esto no puede hacerlo ningún teósofo. El progreso
puede alcanzarse, pero sólo es posible por medio del desarrollo de las cualidades más
nobles. Ahora bien; la verdadera evolución nos enseña que alterando el medio ambiente del
organismo podernos alterar y mejorar éste; y en el sentido más estricto, esto es cierto con
respecto al hombre. Todo teósofo por consiguiente, está obligado a hacer cuanto le sea
posible para contribuir a todo esfuerzo social razonable que tenga por objeto el
mejoramiento de las condiciones de los pobres. Estos esfuerzos deben tener como fin la
emancipación social de aquellos; o el desarrollo del sentimiento del deber, en los que
ahora lo olvidan con tanta frecuencia en casi todos los actos de la vida.
PREG. Concedido. Mas, ¿quién decidirá de la bondad de esos esfuerzos sociales?
TEÓS. Ninguna persona y ninguna sociedad pueden sentar regla absoluta alguna
respecto a este punto. El juicio individual tendrá necesariamente que decidir, en muchos
casos. Sin embargo, puede apelarse a una piedra de toque, y es que la acción propuesta
tienda a promover aquella verdadera hermandad, que es el objeto de la Teosofía.
Seguramente que ningún teósofo sincero tendrá gran dificultad en aplicarla; y una vez
satisfecho del resultado, su deber consistirá en encauzar en ese sentido la opinión pública.
Esto solamente puede lograrse inculcando aquellos elevados y nobles conceptos de los
deberes públicos y privados que forman la base de todo progreso espiritual y material. Sean
136
La Clave de la Teosofía
cuales fueren las circunstancias, el teósofo debe ser un centro de acción espiritual, y de él y
de su vida diaria deben emanar fuerzas espirituales elevadas, únicas que pueden regenerar a
sus semejantes.
PREG. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿No están, tanto él como todos los demás, condicionados por su
Karma, según enseñáis, y no debe necesariamente obrar Karma dentro de ciertos límites?
TEÓS. Esa ley misma del Karma es la que presta fuerza a todo cuanto acabo de decir. El
individuo no puede separarse de la raza, ni la raza del individuo. La ley de Karma se aplica a
todos por igual, aunque no todos están igualmente desarrollados. Ayudando al desarrollo
de los demás, cree el teósofo que no sólo los ayuda a cumplir su karma, sino que también
él, en el sentido más estricto, está cumpliendo el suyo. El desarrollo de la humanidad, de la
que todos somos parte integrante, es lo que siempre se propone; y sabe que cualquier falta
de su parte en responder a lo más elevado de su ser no sólo lo retrasa a él en su marcha
progresiva, sino a todos los demás. Puede hacer con sus acciones que sea más difícil o más
fácil para la humanidad alcanzar el próximo plano más elevado del ser.
PREG. ¿Cómo se relaciona esto con el cuarto principio de que habéis hablado, o sea con la
Reencarnación?
TEÓS. La relación es muy íntima. Si nuestra vida presente depende del desarrollo de
ciertos principios, que son producto de los gérmenes que una existencia anterior nos dejó,
la ley es exacta en cuanto al futuro. Una vez bien comprendida la idea de que la causalidad
universal no es puramente presente, sino pasada, presente y futura, y que cada acción halla
en nuestro plano el lugar que naturalmente le corresponde, se verá su verdadera relación
con nosotros y con los demás. Cada acción mezquina y egoísta nos impulsa hacía atrás y no
hacia adelante, y todo pensamiento noble y todo acto generoso son escalones que
conducen a los planos más elevados y gloriosos del ser. Si esta vida lo fuese todo,
entonces, por muchos conceptos, sería bien pobre y despreciable, mas, considerada como
una preparación para la esfera inmediata de existencia, puede servir de puerta dorada por la
que podemos entrar no solos y egoístamente, sino en compañía de nuestros semejantes, en
los palacios del más allá.
PREG. ¿Es la justicia igual para todos y el amor hacia todos los seres el objeto más elevado de la
Teosofía?
TEÓS. No; existe otro aún mucho más alto.
PREG. ¿Cuál puede ser?
TEÓS. El dar a los otros más que a uno mismo; el propio sacrificio. Esto es lo que ha
distinguido tan preeminentemente a los Maestros más grandes de la Humanidad, tales como
137
La Clave de la Teosofía
Gotama Buddha en la Historia, y Jesús de Nazaret en los Evangelios. Ha bastado ese solo
rasgo para conservarles el respeto y el agradecimiento perpetuos de las generaciones que
después de ellos se han sucedido. Decimos, sin embargo, que el propio sacrificio debe
practicarse con discernimiento; y que si semejante abandono de uno mismo se lleva a cabo
sin tener en cuenta la justicia, ciegamente, sin considerar los resultados, puede a menudo
ser no sólo vano el esfuerzo, sino perjudicial. Una de las reglas fundamentales de la
Teosofía es la justicia consigo mismo, considerándonos como una unidad de la humanidad
colectiva, y no como un yo personal: considerándonos no más que los demás, pero
tampoco menos, excepto cuando, gracias al sacrificio propio, podemos beneficiar a los
muchos.
PREG. ¿Podéis aclarar algo más vuestra idea por medio de un ejemplo?
TEÓS. Muchos ejemplos existen en la historia. La Teosofía considera el propio
sacrificio por el bien práctico de los muchos como muy superior a la abnegación por una
idea sectaria, como por ejemplo la de “salvar a los paganos de la condenación”. En nuestra
opinión, el Padre Damián (aquel joven de 30 años que sacrificó su vida entera para aliviar los
sufrimientos de los leprosos de Molokai, y se fue a vivir durante dieciocho años solo con
ellos, siendo al fin atacado por tan terrible enfermedad, de la cual murió), no ha muerto en
vano. Él alivió, y proporcionó una relativa felicidad a miles de pobres desgraciados. Les llevó
el consuelo mental y físico. Derramó un rayo de luz en la noche oscura y terrible de una
existencia cuya amargura no encuentra otra comparable en los anales del sufrimiento
humano. Era un verdadero teósofo, y su memoria vivirá eternamente en nosotros.
Consideramos a ese pobre sacerdote belga inconmensurablemente más elevado que, por
ejemplo, aquellos sinceros pero insensatos y vanos misioneros que han sacrificado su vida
en las islas de los mares del Sur o en China. ¿Qué bien han hecho? En las primeras, trataron
con seres que no eran aún aptos para recibir verdad alguna; y en cuanto a la segunda, se
trata de una nación cuyos sistemas de filosofía religiosa son tan elevados como cualesquiera
otros, si quisieran los que los poseen seguir el modelo de Confucio y demás sabios de su
raza. Murieron víctimas de caníbales y de salvajes irresponsables, o del fanatismo y del odio
populares; mientras que si hubiesen ido a los tugurios de Whitechapel, u otra localidad de
aquellas que se estancan y pudren, bajo el sol brillante de nuestra civilización, llenas de
salvajes cristianos y de lepra mental, hubieran podido hacer verdadero bien y haber
conservado la vida para una causa mejor y más digna.
PREG. Pero ¿no piensan los cristianos lo mismo?
TEÓS. Es claro que no, porque obran partiendo de una creencia errónea. Piensan que
bautizando el cuerpo de un salvaje irresponsable salvan su alma de la condenación. Por una
parte, la Iglesia olvida a sus mártires, y por otra beatifica y levanta estatuas a hombres como
Labro, que sacrificó su cuerpo durante cuarenta años sólo en beneficio de los inmundos
insectos que en él se alimentaban. Si dispusiésemos de los medios necesarios para ello,
levantaríamos una estatua al Padre Damián, santo verdadero y práctico, y perpetuaríamos su
memoria para siempre, como ejemplo viviente de heroísmo teosófico y de compasión y
propio sacrificio, Buddhista y cristiano.
PREG. ¿Consideráis, por tanto, el propio sacrificio como un deber?
138
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Sí; y lo explicamos, mostrando que el altruismo es una parte integrante del
propio desarrollo. Pero hemos de distinguir. Ningún hombre tiene derecho a dejarse morir
de hambre para que pueda otro alimentarse, a no ser que la vida de este último sea, de un
modo evidente, más útil a los muchos que la suya propia. Pero es deber suyo sacrificar su
propio bienestar y trabajar por los demás si éstos son incapaces de trabajar por sí mismos.
Deber suyo es dar todo lo que le pertenece, por completo, si a nadie aprovecha más que a
él mismo, caso que lo guarde egoístamente. La Teosofía enseña la propia abnegación, pero
no el propio sacrificio impulsivo e inútil, ni justifica el fanatismo.
PREG. ¿Cómo podremos alcanzar un estado tan elevado?
TEÓS. Llevando a la práctica con discernimiento nuestros preceptos. Por el uso de
nuestra razón más elevada, de la intuición espiritual, del sentido moral, y obedeciendo al
dictamen de lo que llamamos “la tranquila y suave voz” de nuestra conciencia, que es la de
nuestro Ego, y habla más alto en nosotros que los terremotos y los truenos de Jehová, en
que “no está el Señor”.
PREG. Si tales son nuestros deberes hacia la humanidad en general, ¿qué entendéis por nuestros
deberes respecto a los que nos rodean?
TEÓS. Exactamente los mismos, con más los que nacen de las obligaciones especiales de
los lazos de familia.
PREG. ¿No es cierto entonces, como se dice, que apenas ha entrado alguno en la Sociedad
Teosófica, se ve separado gradualmente su mujer, de sus hijos y de los deberes de familia?
TEÓS. Es una calumnia sin fundamento alguno, como tantas otras. El primero de los
deberes teosóficos es el de cumplir el propio deber hacia todos l o s hombres y
principalmente hacia aquellas personas con quienes tenemos obligaciones especiales, bien
por haberlas asumido voluntariamente, como son los lazos del matrimonio, o porque el
destino nos ha ligado a ellas, como las que debemos a nuestros padres o parientes.
PREG. ¿ Y cuál puede ser el deber del teósofo hacia sí mismo?
TEÓS. Reprimir y vencer al yo inferior, por medio del Superior. Purificarse interna y
moralmente; no temer a nadie ni a nada, fuera del tribunal de su propia conciencia. No
hacer jamás una cosa a medias; es decir, si cree hacer una cosa buena, debe hacerla abierta y
francamente; y si es mala, apartarse de ella por completo. Un teósofo tiene el deber de
aligerar su carga, pensando en el sabio aforismo de Epicteto que dice: “No te dejes apartar,
de tu deber por cualquier reflexión vana que de ti pueda hacer el mundo necio, porque en tu
poder no están sus censuras, y, por consiguiente, no deben importarte nada”.
PREG. Suponiendo que un miembro de vuestra Sociedad manifestase su incapacidad para
practicar el altruismo con otras personas, fundándose en que “la caridad empieza por uno mismo”, y
alegando que está demasiado ocupado, o que es demasiado pobre para favorecer a la humanidad, o
siquiera a algunos de sus elementos, ¿cuáles son vuestras reglas en caso semejante?
TEÓS. Ningún hombre tiene el derecho de decir que nada puede hacer por los demás,
bajo cualquier pretexto que sea. “Cumpliendo su deber en la ocasión conveniente, puede el
hombre convertirse en acreedor del mundo”, dice un escritor inglés. Un vaso de agua
139
La Clave de la Teosofía
ofrecido a tiempo al viajero sediento realiza un deber más noble y más digno que una
docena de comidas dadas sin oportunidad a gentes que pueden pagarlas. Un hombre que no
sienta esto, jamás será teósofo; pero podrá, sin embargo, seguir siendo miembro de nuestra
Sociedad. Carecemos de reglas para obligar a ningún hombre a convertirse en teósofo
práctico, si no desea serlo.
PREG. ¿Para qué entran entonces en la Sociedad?
TEÓS. El que lo hace lo sabrá. Tampoco en esto tenemos derecho para formar juicios
anticipados sobre una persona, aun cuando toda una comunidad se manifestase en su contra,
y os diré por qué. En nuestros tiempos, la vox populi (al menos en lo que se refiere a la de
las clases ilustradas) ya no es la vox dei, sino siempre la de la preocupación, la de los motivos
egoístas, y a menudo también la de la impopularidad. Nuestro deber es sembrar semilla
abundante para el futuro, y tratar de que sea buena; no detenernos en averiguar por qué
hemos de hacerlo así, ni cómo y para qué vamos a perder nuestro tiempo, puesto que los
que han de recoger más adelante la cosecha no seremos nosotros.
DE LA CARIDAD
140
La Clave de la Teosofía
los predicadores más populares y afamados en el sentido literal de los fuegos del Infierno y
de los tormentos físicos de un alma “asbestina”, y permiten virtualmente que se interpreten
esas “parábolas” en el sentido que se hace? Si “parábola” es lo uno, también lo es lo otro.
Si el fuego infernal es una verdad literal, entonces los mandamientos de Cristo en el
Sermón de la Montaña deben obedecerse al pie de la letra. Y os digo que muchos que,
como el Conde León Tolstoi, no creen en la divinidad del Cristo, cosa que también sucede
a más de un teósofo, aplican literalmente esos nobles y universales preceptos.
Muchas personas buenas lo harían si no estuviesen convencidas de que semejante
proceder en la vida les había de conducir a un manicomio, ¡efecto de lo cristianas que son
nuestras leyes!
PREG. Todo el mundo sabe, sin embargo, que se gastan anualmente muchos millones en la
caridad privada y pública.
TEÓS. ¡Oh, sí! La mitad se queda entre las manos por que pasa, antes de llegar a las del
pobre; y una buena parte del resto en poder, de los mendigos de oficio, demasiado
holgazanes para trabajar, no favoreciendo así de ningún modo a los que realmente sufren o
están en la miseria. ¿No sabéis que el primer resultado del gran desbordamiento de caridad
en beneficio del East–End de Londres fue producir en Whitechapel un alza de 20 por ciento
en los alquileres?
PREG. ¿Qué haríais vosotros?
TEÓS. No obrar colectiva y sí individualmente; seguir el precepto de la escuela
Buddhista del Norte. “Jamás pongas alimento en la boca del hambriento sirviéndote de
mano ajena.” “Nunca permitas que se interponga entre ti y el objeto de tu generosidad la
sombra de tu vecino (la de una tercera persona).” “Nunca des tiempo al Sol para secar una
lágrima, antes de haberla tú enjugado.” “No des jamás por medio de tus criados dinero al
pobre, o alimento al sacerdote que pide a tu puerta; no fuera tu dinero a aminorar el
agradecimiento y a convertirse en hiel tu aliento”.
PREG. ¿Cómo puede aplicarse esto prácticamente?
TEÓS. Las ideas teosóficas acerca de la caridad significan esfuerzo personal para los
demás; compasión y bondad personales; interés personal en el bienestar y prosperidad de los
que sufren; previsión y ayuda personales en sus penas y necesidades. Nosotros, teósofos, no
creemos en la eficacia del sistema de dar dinero por conducto ajeno; creemos aumentar
cien veces el poder del dinero y su eficacia por nuestro contacto y simpatía personales con
los que lo necesitan. Creemos en el alivio del alma tanto, si no más, que en el del
estómago, porque el agradecimiento hace un bien mayor al hombre que lo siente que al que
lo ha hecho sentir. ¿Dónde está el agradecimiento que vuestros millones de libras
esterlinas debieran haber despertado, o los buenos sentimientos provocados por ellos?
¿Acaso en el odio que siente el pobre de East–End hacia el rico? ¿En el aumento del partido
de la anarquía y del desorden, o en esos centenares de infelices muchachas obreras,
víctimas del sistema “del sudor”, obligadas diariamente a andar por las calles para ganarse la
subsistencia? ¿Acaso quedan agradecidos a las fábricas en que les dan trabajo las ancianas y
ancianos desamparados, o los pobres por las viviendas malsanas en que les consienten
141
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿Creéis que ayudaría la Teosofía a extirpar esos males, en las condiciones contrarias de
nuestra vida moderna?
TEÓS. Creo firmemente que podríamos lograrlo si tuviésemos más recursos y no
tuviesen que trabajar muchísimos teósofos para ganarse el pan.
PREG. ¿De qué modo? ¿Pensáis que podrían arraigarse jamás vuestras doctrinas entre las masas
ignorantes, siendo tan abstractas y difíciles que apenas pueden comprenderlas las personas
instruidas?
TEÓS. Olvidáis una cosa, y es que precisamente vuestra tan decantada educación
moderna es lo que hace difícil para vosotros la inteligencia de la Teosofía. Tan llena de
sutilezas y preocupaciones intelectuales tenéis la mente, que vuestra natural intuición y
percepción de la verdad no pueden funcionar. Para que el hombre comprenda las verdades
generales de Karma y Reencarnación no se necesita la metafísica o la cultura. Ahí están
millones de pobres e ignorantes buddhistas e hindúes para quienes Karma y Reencarnación
son realidades sólo porque su mente jamás ha sido forzada ni torcida por ningún molde
artificial. Nunca se ha pervertido en ellos el innato sentimiento de justicia humana,
haciéndoles creer que les serían perdonados todos sus pecados por haber sido muerto
otro hombre por ellos. Y notad bien que los buddhistas viven cumpliendo con sus creencias
sin proferir una queja contra Karma, o lo que consideran como justo castigo; mientras que
el populacho cristiano no cumple su ideal moral, ni acepta su suerte con satisfacción. De ahí
las quejas, el descontento y la intensidad de la lucha por la existencia, en los países
occidentales.
PREG. Pero esa resignación que alabáis tanto, mataría todo motivo de esfuerzo y detendría el
progreso.
TEÓS. Y los teósofos decimos que ese progreso y civilización de que tanto os
vanagloriáis no son más que fuegos fatuos que flotan sobre un pantano que exhala miasmas
envenenados y mortíferos. Porque vemos el egoísmo, el crimen, la inmoralidad y todos los
males imaginables cayendo sobre la desgraciada humanidad, al salir de esa caja de Pandora
que llamáis siglo de progreso, y aumentando pari passu con el desarrollo de su civilización
material. A este precio, más valen la inercia y la inactividad de los países buddhistas,
consecuencias tan sólo de la esclavitud política durante muchos siglos.
142
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿No tiene, entonces, importancia toda esa metafísica y misticismo de que tanto os ocupáis?
TEÓS. No traen gran consecuencia respecto a las masas, que sólo necesitan una
dirección y ayuda práctica; pero son de la mayor importancia para las personas ilustradas,
jefes naturales de esas masas; para aquellas cuyo modo de pensar y obrar será tarde o
temprano adoptado por esas mismas masas. Sólo por medio de la filosofía puede el hombre
inteligente e ilustrado evitar el suicidio intelectual de creer basado en la fe ciega; y sólo
asimilándose la estricta continuidad y la coherencia lógica de las doctrinas si no esotéricas,
orientales, puede comprender la verdad de las mismas. De la convicción nace el entusiasmo;
y el “entusiasmo”, dice Bulwer Lytton, “es el genio de la sinceridad, sin el cual no alcanza la
verdad victoria alguna”. Emerson, con mucho acierto, dice que “todo movimiento grande e
imperioso en los anales del mundo es el triunfo del entusiasmo; y para producir
sentimiento semejante, ¿dónde se hallará una filosofía tan sublime, tan estable, tan lógica y
que de tal, modo lo abarque todo, como nuestras doctrinas orientales?
PREG. Sin embargo, muy numerosos son sus enemigos, y cada día encuentra la Teosofía nuevos
adversarios.
TEÓS. Esto es lo que prueba, precisamente, su excelencia y valor intrínsecos. La gente
sólo odia a aquello que teme; y nadie se molesta en echar por tierra lo que ni es una
amenaza, ni se eleva sobre la medianía.
PREG. ¿Esperáis comunicar algún día ese entusiasmo a las masas?
TEÓS. ¿Por qué no? Ya que la historia nos dice que las masas adoptaron con entusiasmo
el Buddhismo; ya que, como antes dije, el efecto práctico de esta filosofía de ética se
muestra todavía en ellas por la insignificancia del número de crímenes entre las poblaciones
buddhistas, según comprueba la estadística cuando se la compara con la de cualquier otra
religión. Lo principal es agotar la fuente abundantísima de todo crimen e inmoralidad, o sea
la creencia de que puede uno sustraerse a las consecuencias de sus propios actos. Enséñese
la más sublime de todas las leyes, Karma y Reencarnación, y además de sentir las masas la
verdadera dignidad de la naturaleza humana, se apartarán del mal y huirán de él, como lo
harían de un peligro físico.
143
La Clave de la Teosofía
la Sociedad contra todo ataque injusto, o por todos los medios legítimos que tengan en su
poder. Quinto, y es lo más importante de todo, por el ejemplo de la propia vida.
PREG. Pero toda esa literatura, a cuya propaganda dais tanta importancia, no me parece
encerrar una gran utilidad práctica en beneficio, de la humanidad. No es caridad práctica.
TEÓS. Pensamos de otro modo. Creemos que un buen libro que ofrece a las personas
materia para pensar, que fortalece y esclarece su mente, facilitándoles la inteligencia de
verdades sentidas vagamente, pero que no podían formular, produce un bien real y
substancial. En cuanto a lo que llamáis actos prácticos de caridad en beneficio de nuestros
semejantes, hacemos lo poco que podemos; pero, como ya os he dicho, la mayor parte de
nuestros hermanos son pobres, y la Sociedad por sí misma no tiene bastantes recursos
para tener a sueldo gente dedicada a su servicio. Todos los que nos esforzamos en
realizarlo, damos gratis nuestro trabajo, y en muchísimos casos nuestro dinero. Los pocos
que poseen medios de hacer lo que se llama vulgarmente actos de caridad, siguen los
preceptos buddhistas y trabajan por sí mismos, pero no por procuración o suscribiéndose
públicamente a obras caritativas. Lo que tiene que hacer ante todo el teósofo es olvidar su
personalidad.
PREG. ¿ Tenéis en vuestra Sociedad algunas leyes o cláusulas prohibitivas aplicables a los teósofos?
TEÓS. Muchas; aunque, ¡ay!, ninguna es obligatoria. Ellas expresan el ideal de nuestra
organización; pero nos vemos obligados a confiar a la discreción de los mismos miembros
su aplicación práctica. Desgraciadamente, tal es el estado mental de los hombres en el siglo
presente, que si no consintiésemos en dejar que estas cláusulas fuesen consideradas como
anticuadas, por decirlo así, ningún hombre o mujer se atrevería a entrar en la Sociedad
Teosófica. Precisamente por esta razón me veo obligada a insistir tanto sobre la diferencia
que existe entre la verdadera Teosofía y su vehículo laborioso, bien intencionado, pero
todavía indigno, la Sociedad Teosófica.
PREG. ¿Podéis decirme cuáles son los peligrosos escollos que se encuentran en la alta mar de la
Teosofía?
TEÓS. ¡Bien podéis llamarlos escollos, porque más de un sincero y honrado M. S. T.59
ha visto estrellarse en ellos su nave! Y, sin embargo, parece lo más fácil de este mundo
evitar ciertas cosas. Os expondré una serie de semejantes deberes teosóficos negativos,
que ocultan los positivos. Par ejemplo: ningún teósofo debe permanecer callado cuando
oiga hablar mal o calumniar a la Sociedad o a personas inocentes, sean éstas o no sus
colegas.
59
Miembro de la Sociedad Teosófica.
144
La Clave de la Teosofía
PREG. Pero suponed que lo que uno oye sea verdad, o pueda ser cierto sin que uno lo sepa.
TEÓS. Entonces debe pedir pruebas de lo que se afirma, y oír a las dos partes
imparcialmente, antes de permitir que la acusación quede impune. No tiene derecho a creer
en el mal hasta que no posea una prueba innegable de la exactitud de lo afirmado.
PREG. ¿Y qué debe hacerse en ese caso?
TEÓS. Tener compasión e indulgencia; la caridad y la longanimidad siempre debieran
encontrarnos dispuestos a excusar a nuestros hermanos pecadores, y a juzgar lo más
benévolamente posible a los que yerran. Jamás debiera un teósofo olvidar las
imperfecciones y flaquezas de la naturaleza humana.
PREG. En tales casos, ¿debe perdonar enteramente?
TEÓS. En todos los casos; particularmente cuando la víctima es él.
PREG. Pero si obrando de este modo se expone a ofender a otras personas o consiente que se las
perjudique, ¿qué debe hacer entonces?
TEÓS. Cumplir con su deber; hacer aquello que su conciencia y naturaleza superior le
sugieran, pero después de madura deliberación. La justicia consiste en no ofender a ser
viviente alguno; pero también nos impone no permitir jamás que se perjudique a la mayoría
o a una persona inocente, consintiendo la impunidad del culpable.
PREG. ¿Cuáles son las demás cláusulas negativas?
TEÓS. Ningún teósofo debe contentarse con una vida ociosa o frívola, que no le reporta
ningún verdadero bien, y menos lo produce a los demás. Debe trabajar en beneficio de
aquellos pocos que necesiten de su ayuda, si se siente incapaz de luchar por la humanidad en
general, contribuyendo así al progreso de la causa teosófica.
PREG. Esto requiere una naturaleza excepcional, y a ciertas personas les sería muy difícil.
TEÓS. Más le valiera, entonces, no formar parte de la Sociedad Teosófica, que navegar
bajo una falsa bandera. A nadie se le exige dar más de lo que puede, ya sea en devoción,
tiempo, trabajo o dinero.
PREG. ¿Qué más?
TEÓS. Ningún teósofo debe prestar demasiada importancia a sus progresos
personales en los estudios teosóficos; pero debe estar dispuesto a trabajar con todas sus
fuerzas por los demás. No debe dejar que carguen unos pocos trabajadores leales con todo
el peso y responsabilidad del movimiento teosófico. Cada miembro debiera considerar de
su deber participar como pueda en la obra común y contribuir a ella por todos los medios
que estén a su alcance.
PREG. Esto es muy justo; ¿y después?
TEÓS. No debe un teósofo colocar su vanidad o sentimiento personales sobre los de su
Sociedad como corporación. Al que sacrifica la reputación de esta última, o la de otras
personas en aras de su vanidad, provecho u orgullo personales, no se le debiera consentir
que siga formando parte de la Sociedad, Un miembro canceroso enferma al cuerpo entero.
145
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿Es deber de todo miembro enseñar y predicar la Teosofía a los demás?
TEÓS. Seguramente. Ningún miembro tiene derecho a permanecer ocioso, con la excusa
de que sabe demasiado poco para enseñar. Porque siempre debe estar seguro de que
hallará otros que saben aún menos que él. Hasta que no empieza un hombre a enseñar a los
demás, no descubre su propia ignorancia, y entonces es cuando se esfuerza en combatirla.
Mas ésta es cláusula secundaria.
PREG. ¿Cuál es, pues, el más importante de los deberes teosóficos negativos?
TEÓS. Estar siempre dispuesto a reconocer, y confesar las propias faltas. Pecar más bien
por una exagerada alabanza de los esfuerzos de nuestro prójimo, que por una apreciación
insuficiente de los mismos. No difamar a espaldas suyas o calumniar a otra persona que no
está presente. Decir siempre abierta y directamente, cara a cara, los motivos de queja que
se tengan. No hacerse eco jamás de cualquier cosa que pueda oírse en contra de una
persona, ni alimentar sentimiento de venganza alguno contra los que nos ofendan.
PREG. Es a menudo expuesto decir la verdad cara a cara. ¿No os parece? Conozco a un
miembro de la Sociedad Teosófica que se ofendió muchísimo, abandonó la Sociedad y se convirtió en
su mayor enemigo sólo porque le dijeron algunas verdades desagradables cara a cara y lo
censuraron por ellas.
TEÓS. De éstos hemos tenido muchos. Ningún miembro, sea importante o
insignificante, ha dejado jamás, al separarse de nosotros, de convertirse en nuestro
declarado enemigo.
PREG. ¿Cómo explicáis esto?
TEÓS. Muy sencillamente. En la mayoría de los casos, habiéndose consagrado a la
Sociedad con mucho ardor al principio, y habiendo prodigado a ésta las más exageradas
alabanzas, la única excusa posible a que puede recurrir un apóstata para explicar su conducta
y su ceguera es presentarse como víctima inocente engañada, volviendo así contra la Sociedad
en general, y sus jefes en particular, las censuras de que ha sido objeto. Esas personas se
parecen a aquel hombre de la antigua fábula que, teniendo la cara torcida, rompió el espejo
diciendo que reflejaba imperfectamente su semblante.
PREG. Pero ¿por qué motivo atacan a la Sociedad?
TEÓS. Casi siempre por vanidad ofendida en una forma u otra. Generalmente, porque su
dictamen y consejos no se consideran como decisivos y de peso; o bien porque pertenecen
a esa clase de personas que preferirían reinar en el infierno a servir en el cielo; en una
palabra: porque no pueden soportar no ser los primeros en todo. Por ejemplo, un
miembro –un verdadero “Don Oráculo”– criticaba y difamaba casi a todo miembro de la
Sociedad Teosófica, dirigiéndose lo mismo a los de afuera que a los teósofos, bajo pretexto
de que todos eran antiteosóficos, censurándolos por lo que él mismo estaba haciendo siempre.
Al fin salió de la Sociedad, dando por motivo su profunda convicción de que éramos todos
(los fundadores especialmente) ¡impostores! Otro, después de haber intrigado por todos
los medios posibles para que se lo colocase al frente de una sección importante de la
Sociedad, viendo que los miembros se oponían a ello, volvió sus armas contra los
fundadores de la Sociedad Teosófica y se convirtió en su más encarnizado enemigo,
146
La Clave de la Teosofía
atacando, siempre que podía, a uno de aquellos simplemente porque no pudo ni quiso
imponerlo a los miembros. Era sencillamente un caso violento de vanidad ofendida. Otro
quería practicar la magia negra, y virtualmente así lo hizo; es decir, ejercer ilícitamente su
influencia psicológica personal sobre ciertos miembros, pretendiendo practicar al mismo
tiempo la devoción y todas las virtudes teosóficas. Habiendo encontrado oposición y
habiéndose puesto fin a este estado de cosas, rompió con la Teosofía; y ahora calumnia a
los desgraciados jefes del modo más violento, esforzándose en destruir la Sociedad y
manchando la reputación de aquellos que no se dejaron engañar por tan “digno” miembro.
PREG. ¿Qué se hace con gente semejante?
TEÓS. Abandonarlos a su Karma. Porque abre mal una persona, no es motivo para que
los demás hagan lo mismo.
PREG. Volvamos a la calumnia. ¿Dónde está la línea de demarcación que separa la difamación
de la justa crítica? ¿No es un deber poner a nuestros amigos y prójimos en guardia contra los que
sabemos son asociados peligrosos?
TEÓS. Si dejando a estos últimos impunes puede perjudicarse a otras personas, es
seguramente nuestro deber evitar el peligro, previniéndolos privadamente. Pero ya sea
exacta o falsa, jamás debe propagarse entre el público una acusación contra otra persona. Si
es cierta, y cuando sólo el pecador resulta perjudicado, abandóneselo a su Karma. Si es
falsa, entonces no se habrá contribuido a aumentar la injusticia en el mundo. Por lo tanto,
guárdese silencio, respecto a esas cosas, con toda persona que no este directamente
interesada en ellas. Pero si la discreción y el silencio pueden perjudicar o poner en peligro
a otros, entonces dígase la verdad a toda costa; y digo con Annesly: “Consulta el deber, no
los acontecimientos”. Casos existen en que por fuerza hay que exclamar: “Perezca la
discreción antes de consentir que se anteponga al deber”.
PREG. Paréceme que si aplicáis esas máximas os espera una serie de disgustos.
TEÓS. Y en efecto, así sucede. Hemos de reconocer que nos hallamos ahora tan
expuestos a los insultos como lo estaban los primeros cristianos. “¡Mirad cuánto se
quieren esos teósofos unos a otros!, puede decirse ahora de nosotros sin la menor
injusticia.
PREG. Puesto que admitís que existen tantas difamaciones, calumnias y disputas, si no más, en la
Sociedad Teosófica que en las Iglesias Cristianas, sin contar las Sociedades Científicas, ¿ qué clase de
Fraternidad es ésa?
TEÓS. Una muestra bien pobre, en verdad, en cuanto al presente; y mientras no se le
pase por una criba y se reorganice, nada mejor que las demás. Acordaos, sin embargo, de
que la naturaleza humana es la misma en la Sociedad Teosófica que fuera de ella. Sus
miembros no son santos; todo lo más, son pecadores que tratan de obrar mejor, pero que
están expuestos a caer por su debilidad personal. Añadid a esto que nuestra “Hermandad”
no es una corporación reconocida o sancionada, y que se encuentra, por decirlo así, al
margen de la acción jurídica. Se halla, además, en un estado caótico, y es más injustamente
impopular que ninguna otra Asociación. ¡Qué tiene de extraño, por lo tanto, que aquellos
miembros incapaces de practicar su ideal vayan a buscar, después de haber abandonado la
147
La Clave de la Teosofía
Sociedad, protección simpática entre nuestros enemigos, confiando a sus oídos, por demás
complacientes, sus odios y rencores! Sabiendo que han de hallar auxilio, simpatía y una
credulidad pronta a admitir toda clase de acusaciones, por absurdas que sean, que les
convenga lanzar contra la Sociedad Teosófica, se apresuran a hacerlo, y descargan su ira
contra el inocente espejo que con demasiada fidelidad reflejó sus facciones. Jamás perdona
la gente a aquellos a quienes ofendió. El sentimiento de la bondad recibida y pagada con la
ingratitud, la conduce a un furor de justificación personal, ante el mundo y ante su propia
conciencia. Al mundo le falta tiempo para creer cualquier cosa que se refiera en contra de
una Sociedad que odia. En cuanto a la propia conciencia… pero no quiero añadir más,
temiendo haber dicho ya demasiado.
PREG. No me parece muy envidiable vuestra posición.
TEÓS. No lo es, en efecto. Mas, ¿no creéis que algo muy noble, muy elevado, muy
verdadero, ha de haber en el fondo de la Sociedad y de su filosofía, cuando aún continúan
trabajando por ella con todas sus fuerzas los jefes y fundadores del movimiento? Sacrifican
por ella todo bienestar, toda prosperidad mundana, todo éxito; su buen nombre y
reputación; y ¡ay!, hasta su honra misma, para ser objeto, en cambio, de la murmuración
incesante, de la persecución implacable, de la calumnia obstinada, de la ingratitud constante;
para ver que sus más nobles esfuerzos son mal interpretados, y para recibir ofensas de
todas partes, cuando abandonando su obra se librarían inmediatamente de toda
responsabilidad y se verían escudados contra todo nuevo ataque.
PREG. Confieso que tanta perseverancia me parece asombrosa, y no comprendo la razón de
tales sacrificios.
TEÓS. No será por beneficio personal, creedlo; únicamente por la esperanza de enseñar
a unos pocos individuos a trabajar en nuestra obra por la humanidad, con arreglo al plan
original, el día que hayan muerto y desaparecido los fundadores. Éstos han encontrado ya,
para llenar su puesto, unas pocas almas nobles y leales. Gracias a estos pocos, las
generaciones venideras hallarán el sendero que conduce a la paz algo más libre de espinas y
de abrojos; el camino algo más ancho; y así tantos sufrimientos habrán producido buenos
resultados, y su propio sacrificio no habrá sido vano. Por ahora, el objeto principal,
fundamental, de la Sociedad, es sembrar semillas en los corazones de los hombres; semillas
que puedan germinar a su tiempo, y bajo circunstancias más propicias, llevarnos a una
reforma saludable, capaz de ofrecer a las masas mayor felicidad que la que hasta ahora han
conocido.
148
XIII
TEOSOFÍA Y ASCETISMO
PREG. Oí decir a ciertas personas que vuestras reglas exigen a todos los miembros ser
vegetarianos, solteros y ascetas rigurosos, pero hasta ahora nada de esto me habéis dicho. ¿Podéis
decirme la verdad sobre ello?
TEÓS. La verdad es que nuestras reglas no exigen nada por el estilo. La Sociedad
Teosófica ni siquiera espera, y mucho menos exige de ninguno de sus miembros, que sean
ascetas en modo alguno, a no ser que llaméis ascetismo a que deben esforzarse en hacer
bien a los demás, y no ser egoístas.
PREG. Sin embargo, muchos de los miembros son vegetarianos estrictos, y confiesan abiertamente
su propósito de permanecer solteros. También sucede esto muy a menudo con los que desempeñan
un papel importante relacionado con la obra de vuestra Sociedad.
TEÓS. Esto es muy natural, porque muchos de nuestros celosos trabajadores son
miembros de la Sección Interna de la Sociedad, de que hablé antes.
PREG. ¿Exigís, entonces, prácticas ascéticas en esta Sección Interna?
TEÓS. No; ni siquiera en ésta las exigimos o imponemos; pero veo que será mejor os
explique nuestro punto de vista respecto del ascetismo en general, y comprenderéis
entonces lo del vegetarianismo y lo demás.
PREG. Proseguid.
TEÓS. Como ya os dije, muchos de los que se convierten realmente en verdaderos
estudiantes de Teosofía, y en trabajadores activos dentro de nuestra Sociedad, desean
hacer algo más que estudiar teóricamente las verdades que enseñamos. Desean conocer la
verdad por experiencia personal y directa, y estudiar Ocultismo con el objeto de adquirir la
sabiduría y el poder que sienten que necesitan para ayudar a los demás eficaz y
juiciosamente, en vez de obrar a ciegas y a la ventura. Por esto, tarde o temprano entran en
la Sección Interna.
PREG. Acabáis de decir que ni tampoco en esa Sección Internas necesarias las “prácticas
ascéticas”.
TEÓS. No lo son; pero lo primero que en ella aprenden los miembros es un concepto
exacto y verdadero de la relación del cuerpo o envoltura física con el hombre interno, o
149
La Clave de la Teosofía
sea con el hombre verdadero. La relación y la acción intermedia mutua entre estos dos
aspectos de la naturaleza humana les es explicada y demostrada; así es que pronto quedan
penetrados de la importancia suprema del hombre interno, comparada con la cubierta
exterior o cuerpo. Se les enseña que el ascetismo ciego e inteligente es una locura; que
conducirse como San Labro, del que ya hemos hablado, o como los faquires hindúes y los
ascetas de los bosques, que cortan, queman y mortifican su cuerpo del modo más cruel y
horrible, no es más que un tormento propio para alcanzar fines egoístas; es decir, para
desarrollar el poder de la voluntad, pero que es perfectamente inútil para el objeto de
lograr el desarrollo espiritual, real y verdadero, o sea teosófico.
PREG. Comprendo; consideráis solamente como necesario el ascetismo moral. Es como un medio
para un fin, siendo este fin el perfecto equilibrio de la naturaleza interna del hombre, y la consecución
del dominio completo sobre el cuerpo, con todas sus pasiones y deseos.
TEÓS. Precisamente. Pero hay que usar de esos medios inteligente y juiciosamente, y no
a ciegas y sin discernimiento; como un atleta que se ejercita y prepara para una gran lucha,
no como el avaro que para poder seguir satisfaciendo su pasión del oro se mata de hambre
hasta caer enfermo.
PREG. Comprendo ahora la idea general, pero veamos cómo la aplicáis en la práctica, respecto al
vegetarianismo, por ejemplo.
TEÓS. Uno de los grandes sabios alemanes ha demostrado que toda clase de carne
animal, sea cual fuese el modo de guisarla, conserva siempre ciertas propiedades
características del cuerpo del que ha formado parte, y las cuales pueden reconocerse.
Aparte de esto, todos sabemos, por el gusto, qué clase de carne estamos comiendo.
Nosotros vamos más lejos, y probamos que cuando la carne de los animales es asimilada
como alimento por el hombre, le transmite, fisiológicamente, algunas de las propiedades
características del animal a que pertenecía. Además, la ciencia oculta lo enseña y prueba a
sus estudiantes por la demostración ocular, haciendo ver igualmente que ese efecto de
“animalización” en el hombre es mayor proviniendo de la carne de los animales más
grandes, menor si se trata de la de las aves, aún menos siendo de pescado y otros animales
de sangre fría, y mínimo cuando sólo come vegetales.
PREG. ¡Mejor sería entonces que no comiese nada!
TEÓS. Indudablemente, si pudiese vivir sin comer. Mas, hoy por hoy, ha de comer para
vivir; así es que aconsejamos a los estudiantes realmente celosos que tomen el alimento
que tenga influencia menos pesada sobre su cerebro y su cuerpo, y cuyo efecto de estorbar
y retrasar el desarrollo de su intuición, facultades internas y poderes sea el menor posible.
PREG. ¿No adoptáis entonces todos los argumentos de que suelen valerse generalmente los
vegetarianos?
TEÓS. Ciertamente que no. Algunos de sus argumentos son muy débiles y a menudo
basados en suposiciones enteramente falsas. Pero, por otra parte, muchas de las cosas que
dicen son por completo ciertas. Creemos, por ejemplo, que muchas enfermedades, y
particularmente la gran predisposición para las mismas que tanto se viene observando en
nuestra época, son debidas en gran parte al uso de la carne y especialmente de la carne en
150
La Clave de la Teosofía
conserva. Mas sería muy largo el tratar a fondo la cuestión del vegetarianismo desde el
punto de vista de sus méritos. Pasemos, si queréis, a otro asunto.
PREG. Una pregunta más. ¿Qué deben hacer cuando están enfermos los miembros de la Sección
Interna con respecto a los alimentos?
TEÓS. Seguir, como es natural, el mejor consejo práctico posible. ¿No comprendéis
aún que jamás imponemos obligaciones absolutas sobre este punto? Tened presente para
siempre que en todas las cuestiones de este género consideramos las cosas racionalmente,
y nunca en sentido fanático. Si por causa de enfermedad o larga costumbre no puede un
hombre privarse de carne, que no se abstenga de ella en ningún modo. No es un crimen;
sólo retrasará algo su progreso, porque, después de todo, los actos y funciones corporales
tienen mucha menos importancia que lo que el hombre piensa y siente; que los deseos que
anima su mente, permitiéndoles echar raíces y desarrollarse.
PREG. Supongo que no aconsejaréis el uso del vino y de los alcoholes.
TEÓS. Son peores para el desarrollo moral y espiritual que la carne, porque el alcohol,
en todas sus formas, tiene una influencia directa, marcada y muy deletérea, en la condición
psíquica del hombre. El uso del vino y los licores sólo es inferior, como destructor del
desarrollo de los poderes internos, al uso habitual del haxix, del opio y otras drogas
semejantes.
LA TEOSOFÍA Y EL MATRIMONIO
PREG. Otra pregunta deseo haceros. ¿El hombre debe casarse o permanecer soltero?
TEÓS. Esto depende de la clase de hombres a que os refiráis. Si se trata del que se
propone vivir en el mundo; del que aun siendo un sincero teósofo, un trabajador celoso de
nuestra causa, todavía está ligado al mundo por sus obligaciones y deseos; del que, en una
palabra, siente que no ha concluido para siempre con lo que los hombres llaman vida, y sólo
desea una cosa: conocer la verdad y ser capaz de ayudar a los demás, entonces digo que no
hay motivo para que no se case si quiere correr los riesgos de esa lotería en la que salen
tan pocos números premiados. Supongo que no nos creeréis absurdos y fanáticos hasta el
punto de predicar también contra el matrimonio. Por el contrario, el matrimonio, salvo
algunos casos excepcionales de ocultismo práctico, es el único remedio contra la
inmoralidad.
PREG. Pero ¿por qué no han de poder adquirirse esos poderes y esa sabiduría en la vida
matrimonial?
TEÓS. Comprenderéis que no podemos entrar en cuestiones fisiológicas; pero puedo
contestaros de un modo satisfactorio, y que creo suficiente, el cual os explicará las razones
morales que tenemos para ello. ¿Puede el hombre servir a dos amos? No. Por lo tanto, es
imposible para él dividir su atención entre el Ocultismo y una mujer. Si lo intenta, no podrá
seguramente hacer ambas cosas como es debido; y permitidme que os recuerde que el
151
La Clave de la Teosofía
LA TEOSOFÍA Y LA EDUCACIÓN
PREG. Uno de vuestros más poderosos argumentos sobre la imperfección de las formas de religión
existentes en Occidente, como también hasta cierto punto sobre la filosofía materialista, tan popular
ahora, pero que parece consideráis como una abominación de la desolación, es la mucha miseria que
existe de modo innegable, en particular en nuestras grandes ciudades. Pero tendréis que reconocer,
seguramente, cuanto se ha hecho y se está haciendo para remediar ese estado de cosas, por medio
de la propagación de la educación y de la cultura.
TEÓS. Las generaciones del porvenir difícilmente os agradecerán una “propagación”
semejante de la cultura, ni favorecerá mucho a las masas pobres y hambrientas vuestra
presente educación.
PREG. Tenéis que darnos tiempo. Sólo hace pocos años que hemos empezado a educar al
pueblo.
TEÓS. ¿Podríais hacer el favor de decirme qué ha hecho la Religión Cristiana desde el
siglo XV, ya que reconocéis que no se había emprendido la educación de las masas, la obra
por excelencia, si jamás la hubo, que el Cristianismo, es decir, la Iglesia y las gentes imitadoras
de Jesús, debiera llevar a cabo?
PREG. Sí, puede que tengáis razón; pero ahora…
TEÓS. Consideremos esta cuestión de la educación desde un amplio punto de vista, y os
probaré que con muchas de vuestras decantadas mejoras hacéis daño y no bien. Las escuelas
para niños pobres, aunque mucho menos útiles de lo que debieran ser, son buenas,
comparadas con la corrupción que los rodea, y a la que están condenados por la sociedad
moderna. La infusión de un poco de Teosofía práctica aliviaría cien veces más que toda esa
inútil cultura la vida de las masas pobres que sufren.
PREG. Pero realmente…
TEÓS. Dejadme concluir. Habéis tocado un asunto que a nosotros los teósofos interesa
profundamente, y debo decir lo que pienso. Reconozco por completo la gran ventaja que
hay para un niño criado en las calles, jugando en el arroyo y viviendo entre la habitual
152
La Clave de la Teosofía
grosería de gustos y palabras, al encontrarse diariamente en una escuela clara, limpia, con
cuadros, y muchas veces adornada con flores. Allí le enseñan a cantar y a jugar; tiene
juguetes que despiertan su inteligencia; aprende a servirse hábilmente de las manos; le
hablan con una sonrisa en vez de hacerlo con una amenaza; lo castigan o premian con
benevolencia, en lugar de maldecirlo. Todo esto humaniza a los niños, activa sus cerebros y
los hace susceptibles a las influencias intelectuales y morales. Las escuelas no son lo que
podrían y debieran ser, pero, comparadas con sus casas, son paraísos, y poco a poco dejan
sentir su acción en ellos. Mas si bien esto es cierto en muchas escuelas públicas, el sistema
es peor que todo cuanto de él pueda decirse.
PREG. Continuad.
TEÓS. ¿Cuál es el verdadero objeto de la educación moderna? ¿Es acaso cultivar y
desarrollar la mente en el buen sentido; enseñar a los pobres y desheredados a soportar
con valor el peso de la vida que Karma les ha asignado; fortalecer su voluntad; inculcar en
ellos el amor al prójimo y el sentimiento de mutua hermandad, educando y formando el
carácter para la vida práctica? Nada de esto. Y, sin embargo, ésos son innegablemente los
objetos de toda educación verdadera. Nadie lo niega; todos los que se dedican a la
enseñanza lo admiten, y por cierto que derrochan palabras sonoras sobre el asunto. ¿Pero
cuál es el resultado práctico de su acción? Cualquier joven, cualquier muchacho, más aún,
cualquiera de los que pertenecen a la generación última de maestros de escuela, contestará:
“El objeto de la educación moderna es pasar los exámenes”, sistema que no tiende a
producir la emulación legítima, sino a crear y fomentar entre los jóvenes los celos, la
envidia, casi el odio, y a prepararlos para una vida de egoísmo feroz y de lucha por los
honores y las ganancias, en vez de crear sentimientos benévolos.
PREG. Debo confesar que tenéis razón en este punto.
TEÓS. ¿Y qué son esos exámenes, terror de la infancia y juventud modernas? Son
sencillamente un método de clasificación por el que se registran los resultados de las
enseñanzas escolares. En otras palabras, forman la aplicación práctica del método de la
ciencia moderna al genus homo qua inteligencia. Ahora bien; la “ciencia” enseña que el
intelecto es un resultado de la acción mecánica de la substancia del cerebro; así pues, es
lógico que sea casi enteramente mecánica la educación moderna –especie de máquina
automática para la fabricación de la inteligencia por toneladas–. Basta una poca experiencia
de los exámenes para demostrar que la educación que producen es simplemente un
ejercicio de la memoria física, y tarde o temprano todas vuestras escuelas caerán a este
nivel. En cuanto a cultivar real y sólidamente el poder reflexivo y racional, es sencillamente
imposible, puesto que todo ha de juzgarse por los resultados de los exámenes en
competencia. Repito que la educación de la escuela es factor de la mayor importancia en la
formación del carácter, especialmente en el sentido moral. Pues bien; todo vuestro sistema
moderno está basado en las llamadas revelaciones científicas: “la lucha por la existencia” y la
“supervivencia del más apto”. Durante la juventud se inculcan a todos estos principios,
tanto por medio del ejemplo práctico y de la experiencia, como por la enseñanza directa,
hasta que se hace imposible borrar de la mente la idea de que el “yo”, ese yo inferior,
personal y animal, es el único fin y objeto de la vida, del que arranca la gran fuente que luego
origina todos estos sufrimientos, crímenes y egoísmo despiadado que como yo reconocéis.
153
La Clave de la Teosofía
154
La Clave de la Teosofía
naturalmente incapaces suplanten a los aptos. De este modo, a fuerza de grandes sumas de
dinero, los mejores maestros quedan separados de sus discípulos naturales, para dedicarse
a convertir en máquinas a una inepta progenie en profesiones que se sobrecargan inútilmente
de gente.
PREG. ¿Y a qué atribuís todo esto?
TEÓS. Todo es debido a lo pernicioso de un sistema que altera las cosas, sin cuidarse de
las propensiones y talentos de la juventud. El pobre candidato a ese paraíso progresivo de
instrucción, apenas abandonadas las faldas de su nodriza, cae en el trabajo forzado de una
escuela preparatoria para hijos de personas bien nacidas. Allí se apoderan inmediatamente
de él los trabajadores de la fábrica materio–intelectual, y le llenan la cabeza de rudimentos
de latín, francés y griego, fechas y tablas; así es que si tiene alguna disposición natural, se la
exprimen rápidamente con los rodillos de lo que Carlyle llamó con tanta propiedad
“vocablos muertos”.
PREG. Pero también le enseñan algo, además de los “vocablos muertos”, y mucho de aquello que
puede llevarlo derecho a la Teosofía, si no enteramente a la Sociedad Teosófica.
TEÓS. No mucho. Porque respecto a la historia sólo adquirirá, acerca de su propio país,
los conocimientos suficientes para revestirlo de toda clase de prejuicios contra todos los
demás pueblos, y empaparse en el odio y los sentimientos sanguinarios nacionales
históricos. Ciertamente, no llamaréis a eso Teosofía.
PREG. ¿Cuáles son las demás objeciones?
TEÓS. A esto hay que agregar un barniz superficial de conocimientos respecto a algunos
hechos escogidos, llamados bíblicos, de cuyo estudio se elimina todo razonamiento. Es
simplemente una lección de memoria, siendo el “por qué” del maestro un “por qué”
dictado por las circunstancias y no por la razón.
PREG. Sí; pero os he oído congratularos por el número siempre mayor de agnósticos y ateos en el
día de hoy; así es que resulta que, aun la gente que aprende a pensar y a razonar por sí misma se
educa bajo el sistema que tan vigorosamente atacáis.
TEÓS. Sí; pero es más bien debido a una reacción saludable contra ese sistema, que no al
mismo. Preferimos en nuestra Sociedad a los agnósticos, y hasta a los ateos declarados, a
los fanáticos de una religión cualquiera. Siempre está la mente de un agnóstico abierta a la
verdad, mientras que esta última ciega al fanático, como le sucede al mochuelo con el sol.
Los mejores, es decir, los más amantes de la verdad, los más filántropos y honrados entre
nuestros socios, fueron y son agnósticos y ateos (no creen en un Dios personal). Pero no
existen niños y niñas librepensadores, y generalmente deja la primera educación sus rastros
en forma de una mente mezquina y falseada. Un sistema de educación sano y conveniente
debiera producir la mente vigorosa y liberal, educada estrictamente en el pensamiento
lógico y correcto, y no en la fe ciega. ¿Cómo podéis esperar jamás buenos resultados
cuando pervertís la facultad de raciocinio en vuestros hijos, diciéndoles que crean en los
milagros de la Biblia los domingos, mientras que les enseñáis los seis días restantes de la
semana que tales cosas son científicamente imposibles?
PREG. ¿Qué quisierais, pues?
155
La Clave de la Teosofía
PREG. Si la Teosofía es la mitad siquiera de lo que decís, ¿por qué ha de existir una aversión tan
terrible contra ella? Éste es un problema aún más difícil que todos los demás.
TEÓS. Lo es en efecto; pero debéis considerar los numerosos y poderosos adversarios
que tenemos desde que se formó nuestra Sociedad. Como acabo de decir, si fuese el
movimiento teosófico una de esas locuras tan inofensivas en su resultado como pasajeras,
se reirían de él sencillamente, como lo hacen ahora los que aún no comprenden su
verdadero alcance; y no se ocuparían de él en absoluto. Pero no hay nada de esto. La
Teosofía es intrínsecamente el movimiento más serio de nuestro siglo; movimiento,
además, que amenaza la existencia misma de la mayor parte de las farsas antiguas, prejuicios
y males sociales de nuestros días; esos males que engordan y hacen felices a los pocos de
arriba, así como a sus imitadores y aduladores, unos cuantos ricos de la clase media,
mientras que arruinan y matan de hambre positivamente a millones de pobres. Pensad en
esto, y comprenderéis fácilmente el motivo de una persecución continua por parte de
aquellos otros que, más observadores y perspicaces, se dan cuenta de la verdadera
naturaleza de la Teosofía, y por consiguiente, la temen.
PREG. ¿Queréis darme a entender que porque unos pocos han comprendido adónde conduce la
Teosofía, es por lo que tratan de destruir el movimiento? Pero, si la Teosofía sólo conduce al bien,
seguramente no trataréis de lanzar tan tremenda acusación de pérfida crueldad y traición contra
esos pocos a que aludís.
156
La Clave de la Teosofía
157
La Clave de la Teosofía
Mundo Oculto, de Mr. Sinnett. Si mucho hizo esta obra para hacer brillar a la Sociedad, atrajo
sobre los desventurados héroes y heroínas de ésta mayores murmuraciones, falsedades y
escarnio. Acerca de esto había sido sobradamente puesto en guardia el autor de El Mundo
Oculto, mas no hizo caso de la PROFECÍA; que así lo era, aunque velada.
PREG. ¿Por qué y desde cuándo os odian los espiritistas?
TEÓS. Desde el primer día de la existencia de la Sociedad. En cuanto se supo que la
Sociedad Teosófica, como corporación, no creía en las comunicaciones con los espíritus de
los muertos, sino que miraba a los llamados “espíritus” como reflejos astrales de
personalidades desencarnadas, cascarones, etc., en su mayor parte, concibieron los
espiritistas un odio violento contra nosotros, y especialmente contra los Fundadores. Este
odio se manifestó, en todos los órganos espiritistas americanos, en infinidad de calumnias,
de observaciones personales poco caritativas, y mil nociones erróneas y absurdas acerca de
las doctrinas teosóficas. Fuimos perseguidos, denunciados e insultados durante muchos
años. Esto empezó en 1875, y continúa hoy día. En 1879 el centro de la Sociedad Teosófica
se trasladó de Nueva York a Bombay (India), y después a Madrás definitivamente. Cuando la
primera Rama de nuestra Sociedad (Sociedad Teosófica Inglesa) se fundó en Londres, los
espiritistas ingleses se levantaron en armas contra nosotros, como lo habían hecho los
americanos; luego siguieron los espiritistas franceses.
PREG. Pero ¿por qué razón encontréis hostilidad en el clero, cuando, después de todo, la tendencia
principal de las doctrinas teosóficas se opone al materialismo, el gran enemigo de todas las formas de
religión en nuestros días?
TEÓS. El clero se opuso a nosotros basándose en el principio general de que “Aquel
que no está conmigo está contra mí”. Como no concuerda la Teosofía con ninguna secta o
credo, se la considera enemiga de ellos, porque enseña que todos están más o menos
equivocados. Nos odiaron los misioneros en la India, y trataron, de destruirnos, porque
vieron que lo más florido de la Juventud inda ilustrada, así como los brahmines, que son
inabordables para ellos, se unían a la Sociedad en gran número. Y, sin embargo, aparte de
ese odio general de clase, la Sociedad Teosófica cuenta entre sus filas con muchos
eclesiásticos, y hasta uno o dos obispos.
PREG. ¿Cuál fue el motivo que indujo a la S. P. R. a combatiros? Ambos perseguíais el mismo
género de estudio, en cierto modo, y varios miembros de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas
formaban parte de vuestra Sociedad.
TEÓS. Al principio éramos muy buenos amigos con los jefes de la S. P. R.; pero cuando
apareció en el Christian College Magazine un ataque acerca de los fenómenos, apoyados en las
pretendidas revelaciones de un criado, a la S. P. R. le pareció que se había comprometido al
publicar en sus “actas” demasiados fenómenos que habían tenido lugar en unión con la
Sociedad Teosófica. Su ambición es echársela de corporación autoritaria y estrictamente
científica; así es que tenían que elegir entre conservar esta posición, sacrificando a la
Sociedad Teosófica y hasta tratando de destruirla, o verse confundidos en la opinión de los
saduceos del gran mundo, con los “crédulos” teósofos y espiritistas. No tenía salida el
dilema, y optaron por sacrificarnos. Fue para ellos una cruel necesidad. Tanto deseo tenían
de hallar algún motivo razonable aparente para explicar la vida de abnegación y de incesante
158
La Clave de la Teosofía
trabajo que llevaban los dos Fundadores, y la completa ausencia de beneficio pecuniario o
ventaja cualquiera que a éstos pudiera reportar, que nuestros enemigos, para explicar esta
abnegación, se vieron obligados a echar mano de las tres veces absurda, eminentemente
ridícula y ahora ya famosa “teoría de la espía rusa”. Mas el antiguo refrán que dice que “la
sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia” resultó exacto una vez más. Después del
primer choque producido por este ataque, la Sociedad Teosófica dobló y triplicó el número
de sus miembros; pero la mala impresión causada se conserva aún. Razón tenía un autor
francés cuando decía: Calomniez, calomniez toujours et encore, il en restera toujours quelque chose.
Por eso son tan comunes las prevenciones contra la Sociedad Teosófica y todo cuanto con
ella se relaciona, particularmente con sus Fundadores; todo lo falsean y desfiguran, y sólo
se fundan en rumores malintencionados.
PREG. Sin embargo, durante los catorce años de existencia que lleva ya la Sociedad habéis debido
tener tiempo y oportunidad para presentar vuestra obra, así como a vosotros mismos, bajo el
verdadero aspecto.
TEÓS. ¿Cómo y cuándo nos han dado tal oportunidad? Nuestros miembros más
distinguidos tenían aversión a todo lo que se pareciese a una justificación pública. Su
sistema fue siempre el de “debemos dejarlo correr” y “¿qué importa lo que digan los
periódicos o lo que piense la gente?” La Sociedad era demasiado pobre para servirse de
oradores públicos, y, por consiguiente, la exposición de nuestras opiniones y doctrinas
hubo de limitarse a unas cuantas obras teosóficas que tuvieron éxito, pero que la gente muy
a menudo no comprendía o sólo conocía de oídas. Nuestros periódicos han estado y están
aún en entredicho; nuestras obras literarias son ignoradas, y hasta la fecha nadie parece
estar bien seguro de si los teósofos son una especie de adoradores de la “Serpiente” y del
“Demonio” o simplemente “ buddhistas esotéricos” sea cual fuese la significación de este
término. Inútil ha sido que un día y otro día, un año tras otro, negásemos todos los cuentos
absurdos e inconcebibles que sobre nosotros circulaban; porque apenas había cesado uno,
nacía otro de las cenizas del primero, aún más absurdo y peor intencionado. La humana
naturaleza está desgraciadamente constituida de tal modo, que el bien que de una persona
se dice, se olvida y no se vuelve a repetir. Pero hasta proferir una calumnia o inventar una
historia –por absurda, falsa o increíble que sea, con tal que se relacione con un nombre
impopular– para que tenga éxito y quede aceptada en adelante como un hecho histórico.
Semejante a la calumnia de Don Basilio, surge el rumor al principio ligero, como la suave brisa
que nace de donde nadie sabe y que apenas agita la hierba que pisamos; se transforma, en
fuerte viento, empieza el temporal y se convierte en furiosa tempestad.
Una calumnia es entre las noticias lo que un octopus entre los peces; se introduce en la
mente, se apodera de nuestra memoria, que con ella se alimenta, y deja señales indelebles
aun después de haber sido destruida materialmente. Una mentira calumniosa es la única llave
maestra capaz de abrir cualquier cerebro; y con seguridad será bien acogida y hallará
hospitalidad en toda mente humana, desde la más elevada a la más baja, con tal que no esté
algo prevenida, no importando el origen y el motivo, por viles que éstos sean.
PREG. ¿No creéis exagerada vuestra afirmación? Nunca fueron los ingleses precipitados en sus
juicios, ni dispuestos a creer lo que dice la gente, y nuestra nación es conocida por su amor proverbial a
la lealtad. Una mentira no se sostiene en pie por mucho tiempo y…
159
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Tan dispuesto está el inglés a creer el mal, como un hombre de otra nación
cualquiera; porque eso es propio de la naturaleza humana y no cuestión de carácter
nacional. En cuanto a las mentiras, si carecen de piernas que las sostengan, según reza el
proverbio, tienen alas excesivamente rápidas; pueden volar y vuelan más lejos, y abarcan un
círculo mayor que cualquier otra clase de noticias, tanto en Inglaterra como en todas
partes. Acordaos de que las mentiras y la calumnia son la única clase de literatura que
siempre podemos adquirir gratis, sin pagar suscripción alguna. Podéis hacer el experimento,
si lo deseáis. Ya que tanto os interesáis por las cuestiones teosóficas, y que tanto habéis
oído acerca de nosotros, ¿queréis dirigirme preguntas acerca de todos aquellos rumores de
que podáis acordaros? Yo os contestaré la verdad, nada más que la verdad, sujeta a la más
estricta comprobación.
PREG. Antes que pasemos a otro asunto, conozcamos toda la verdad respecto al que ahora nos
ocupa. Algunos escritores han tachado a vuestras doctrinas de “inmorales y perniciosas”; otros,
fundándose en que muchas de las llamadas “autoridades” y los orientalistas sólo encuentran en las
religiones indas el culto sexual en sus varias formas, os acusan de no enseñar otra cosa más que el
culto fálico. Dicen que puesto que la Teosofía moderna se relaciona tan íntimamente con el
pensamiento oriental y particularmente, hindú, no puede librarse de esta mancha. En algunos casos
llegan hasta el punto de acusar a los teósofos europeos de resucitar las prácticas que van unidas a
ese culto. ¿Qué hay acerca de esto?
TEÓS. Ya he oído hablar y he leído sobre este punto; y contesto que jamás fue inventada
ni propagada calumnia más infundada. Dice un proverbio ruso: “los necios sólo pueden
tener sueños necios”. Subleva oír acusaciones tan bajas, lanzadas sin el menor fundamento y
debidas a simples deducciones. Preguntad a los centenares de honrados ingleses e inglesas
que han sido miembros de la Sociedad Teosófica durante años, si algún precepto inmoral o
alguna doctrina perniciosa les fue enseñado jamás. Abrid la Doctrina Secreta, y veréis que en
todas sus páginas denuncia a los judíos y otras naciones precisamente a causa de esa
devoción a los ritos fálicos, hija de la interpretación de la letra muerta del simbolismo de la
naturaleza y de los conceptos groseramente materialistas de su dualismo, en todos los
credos exotéricos. Esa incesante y maliciosa desnaturalización tras doctrinas y creencias es
verdaderamente deplorable.
PREG. No podéis negar, sin embargo, que existe el elemento fálico en las religiones del Oriente.
TEÓS. No lo niego; pero sólo sostengo que esto no prueba nada, como tampoco lo
prueba su presencia en el cristianismo, la religión del Occidente. Leed Los Rosacruces, por
Hargrave Jenning, si deseáis cercioraros de ello. El simbolismo fálico es quizás más crudo
en el Oriente, porque es más fiel a la Naturaleza o más ingenuo y sincero que en Occidente.
Pero no es más licencioso, ni surgiere a la mente oriental las mismas ideas groseras y
soeces que a la occidental, con una o dos excepciones quizás, como por ejemplo la
vergonzosa secta conocida con el nombre de Maharajá o Vallabhachârya.
PREG. En el periódico El Agnóstico, uno de vuestros acusadores acaba de dar a entender que los
discípulos de esa secta ignominiosa son teósofos, y que “pretenden poseer el verdadero conocimiento
teosófico”.
160
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Escribió una falsedad, y nada más. Nunca hubo, ni hay en el presente, un solo
Vallabhachârva en nuestra Sociedad. En cuanto a su pretensión respecto a conocimientos
teosóficos, éste es otro cuento fundado en la ignorancia crasa sobre las sectas hindúes. Su
“Maharajá” sólo pretende tener derecho al dinero, a las mujeres y a las hijas de sus necios
partidarios: ni más ni menos. Tal secta es despreciada por todos los demás indos. Pero en
la Doctrina Secreta veréis que se trata de este asunto extensamente, y os vuelvo a aconsejar
acudáis a ella para explicaciones detalladas. En conclusión, os diré que el alma misma de la
Teosofía es enemiga implacable del culto fálico; y más aún, que en las doctrinas esotéricas,
en la sección oculta o esotérica, se abomina de él. Ahora dirigidme otras preguntas.
PREG. ¿Han sacado alguno de los dos Fundadores, el Coronel H. S. Olcott o H. P. Blavatsky,
dinero, provecho o beneficio mundano, gracias a la Sociedad Teosófica, como dicen algunos periódicos?
TEÓS. Ni un solo penique. Los periódicos mienten. Ambos, al contrario, han dado todo
cuanto poseían y se han arruinado completamente. En cuanto a los “beneficios mundanos”,
pensad en las calumnias y difamaciones de que han sido objeto, y juzgad vos mismo.
PREG. He leído, sin embargo, en gran número de órganos de los misioneros, que los derechos de
entrada y las suscripciones cubrían todos los gastos con creces; y uno de aquellos decía que los
Fundadores sacaban 20.000 libras al año.
TEÓS. Ése es un cuento, como tantos otros. En las cuentas publicadas en enero de 1899
hallaréis la cantidad exacta de todo el dinero recibido por cualquier concepto desde 1879. El
total recibido por todos los conceptos (derecho de entrada, donaciones, etc.), durante
esos diez años, no llega a 6.000 libras; y gran parte de esta suma, producto dé sus recursos
privados y de sus trabajos literarios, fue entregada por los mismos Fundadores. Todo esto
fue reconocido pública y oficialmente hasta por nuestros enemigos de la Sociedad de
Investigaciones Psíquicas. Y ahora encuéntranse ambos Fundadores sin un penique: uno de
ellos, demasiado viejo y enfermo para trabajar como lo hacía antes, sin poder dedicar
tiempo o entregarse a tarea literaria alguna que pudiese auxiliar con dinero a la Sociedad,
sólo escribe en defensa de la causa teosófica; el otro sigue trabajando por ésta como antes,
sin que tampoco se los agradezcan.
PREG. Necesitan, sin embargo, dinero para vivir.
TEÓS. De ninguna manera. Contando con el alimento y la habitación, que deben al afecto
de unos cuantos amigos, muy poco más necesitan.
PREG. ¿Pero no podrían, madame Blavatsky especialmente, sacar más de lo necesario para vivir
por medio de sus escritos?
161
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Cuando se hallaba en la India, recibió, por término medio, unas 1.000 rupias
anuales por artículos escritos para periódicos rusos y otros; pero todo lo entregó a la
Sociedad.
PREG. ¿Artículos políticos?
TEÓS. Jamás. Todo lo que escribió durante los siete años de su residencia en la India,
impreso está. Trata tan sólo de religiones, etnología y costumbres de la India, así como de
Teosofía; nunca de política, de la que no entiende y aún menos le importa. Hace dos años,
rehusó varios contratos, los cuales en conjunto ascendían a unos 1.200 rublos oro
mensuales, pues no podía aceptarlos sin abandonar su trabajo para la Sociedad, la que
necesitaba de todo su tiempo y energía. Puede probarlo con documentos en su poder.
PREG. Pero ¿por qué no habían de hacer ambos, ella y el Coronel Olcott, lo que otros hacen,
especialmente muchos teósofos; esto es, seguir su profesión respectiva y dedicar el tiempo que les sobra
a la labor de la Sociedad?
TEÓS. Porque, sirviendo a dos amos, el trabajo profesional o la obra filantrópica se
hubiera resentido. Todo teósofo verdadero está moralmente obligado a sacrificar lo
personal a lo impersonal, su bien o provecho presente al beneficio futuro de los demás. ¿Si no
dan el ejemplo los Fundadores, quién lo dará?
PREG. ¿Y son muchos los que lo siguen?
TEÓS. Tengo la obligación de contestaros la verdad. En Europa hay en total una media
docena, de entre un número mayor de Ramas.
PREG. ¿No es cierto que la Sociedad Teosófica posee un gran capital o dotación propia?
TEÓS. Es falso, porque ninguno lo tiene; y ahora que el derecho de entrada de una libra
y el pequeño tributo anual han sido suprimidos no sabemos si el personal que vive en el
Centro general de la India se morirá de hambre.
PREG. Entonces ¿por qué no organizáis suscripciones?
TEÓS. No somos el Ejército de Salvación; no podemos mendigar; ni lo hemos hecho jamás,
ni hemos seguido nunca el ejemplo de las iglesias y sectas “que recurren a la cuestación”. Lo
que se remite ocasionalmente para sostener a la Sociedad, y las pequeñas cantidades con
que contribuyen algunos miembros celosos, son todas donaciones voluntarias.
PREG. Pero se habla de grandes sumas entregadas a madame Blavatsky. Se dijo hace unos
cuatro años que recibió 5.000 libras esterlinas, entregadas por un miembro joven y rico que fue a la
India; y 10.000 libras esterlinas que dio otro caballero americano, rico y conocido, que formaba parte
de la Sociedad y murió en Europa hace cuatro años.
TEÓS. Decid a los que tal cosa os han contado, que formulan o repiten una grosera
falsedad. Jamás pidió madame Blavatsky UN SOLO PENIQUE a ninguno de esos dos
caballeros o lo recibió de ellos ni de nadie, desde que se fundó la Sociedad Teosófica. Que
cualquier ser humano trate de sostener esta calumnia, y le ha de ser más fácil probar que el
Banco de Inglaterra está en quiebra, que demostrar que dicha fundadora ha sacado dinero
de la Teosofía. Estas calumnias fueron inventadas por dos señoras pertenecientes a la
162
La Clave de la Teosofía
163
La Clave de la Teosofía
PREG. Esas hombres, según he oído, son grandes Adeptos, alquimistas, etc. Si pueden cambiar el
plomo en oro y hacer tanto dinero como quieran, además de toda clase de milagros a voluntad,
según la obra de Mr. Sinnet, El Mundo Oculto, ¿por qué no os buscan dinero y no miran por el
bienestar de los Fundadores y de la Sociedad?
TEÓS. Porque no han fundado un “Club de milagros”. Porque la Sociedad se propone
ayudar a los hombres a desarrollar los poderes latentes en ellos, por medio de sus propios
esfuerzos y méritos. Porque, sea lo que fuere lo que puedan producir respecto a
fenómenos, no son monederos falsos, ni quieren presentar una nueva y poderosísima
tentación en el camino de los miembros y candidatos de la Sociedad Teosófica. La Teosofía
no se compra. Hasta ahora, durante estos, catorce años transcurridos, ni un solo miembro
de los que trabajan ha recibido jamás pago o salario alguno, sea por parte de los Maestros o
de la Sociedad.
PREG. ¿Ninguno de vuestros colaboradores cobra sueldo?
TEÓS. Ninguno, hasta ahora. Pero, como todos han de comer y vestirse, aquellos que
carecen de medios personales y dedican todo su tiempo a la obra de la Sociedad reciben en
el Centro general de Madrás (India) lo requerido para su subsistencia, aunque sus
“necesidades” son verdaderamente bien modestas. Ahora que la obra de la Sociedad se ha
desarrollado tanto y que sigue extendiéndose (N. B. gracias a las calumnias) en Europa,
necesitamos mayor número de trabajadores. Esperamos tener unos cuantos miembros que
en adelante serán retribuidos, si es que puede emplearse esta palabra respecto de los casos
de que se trata. Porque cada uno de ellos, pronto a dedicar todo su tiempo a la Sociedad,
abandona buenas situaciones oficiales y su porvenir, para trabajar por nosotros por menos
de la mitad del sueldo que disfrutaba.
PREG. ¿Y quién facilitará los fondos?
TEÓS. Algunos de nuestros asociados que son un poco más ricos que los demás. El
hombre capaz de especular con la Teosofía, o de sacar dinero de la misma, sería indigno de
permanecer entre nosotros.
PREG. Sin embargo, con vuestros libros, revistas y demás publicaciones sacáis dinero.
TEÓS. Entre las revistas, sólo el Theosophist de Madrás produce utilidad, y ésta ha sido
siempre entregada a la Sociedad, como lo demuestran las cuentas publicadas. El Lucifer está
absorbiendo dinero lenta pero constantemente, pues no ha logrado cubrir los gastos hasta
ahora, debido a la persecución de que es víctima por parte de los piadosos libreros. En
Francia, Le Lotus, publicado con los recursos privados, bastante limitados, de un teósofo que
le sacrificó todo su tiempo y su trabajo, dejó de existir debido a las mismas causas.
Tampoco cubre sus gastos el Path de Nueva York; y la Revue Theosophique de París acaba de
salir a luz hace poco, contando con los recursos privados de una señora miembro de la
164
La Clave de la Teosofía
Sociedad. Además, siempre que alguna obra publicada por la Casa Teosófica de
Publicaciones de Londres produce algún rendimiento, el producto es entregado a la
Sociedad.
PREG. Haced el favor de decirme ahora todo lo que podáis acerca de los Mahatmas. Tantas
cosas absurdas y contradictorias se dicen de ellos, que ya no sabe uno qué creer, pues se admiten
como opiniones corrientes toda suerte de historias ridículas.
TEÓS. Bien podéis llamarlas ridículas.
165
XIV
PREG. ¿Quiénes son, en fin, esos que llamáis vuestros “Maestros”? Dicen algunos que son
“espíritus” u otra clase cualquiera de seres sobrenaturales, mientras que otros los consideran como
“mitos”.
TEÓS. No son ni lo uno ni lo otro. Oí decir una vez, a una persona extraña a la Sociedad
Teosófica, que eran una especie de sirenas masculinas o cosa por el estilo. Pero si hacéis
caso de lo que dice la gente, jamás podréis formaros de ellos un concepto exacto. En
primer lugar, son hombres vivientes, que han nacido como nosotros y están condenados a
morir como los demás mortales.
PREG. Sí, pero dicen que algunos de ellos tienen mil años. ¿Es esto cierto?
TEÓS. Tan cierto como haberle crecido milagrosamente el pelo a Sagpat de Meredith. A
la verdad, como al “Idéntico”, ningún instrumento teosófico ha podido cortarlo hasta hoy. A
pesar de nuestras negaciones, y por más que nos esforzamos en convencer a la gente, cada
día son más absurdas las invenciones. He oído decir que Matusalén contaba 969 años; pero
no teniendo obligación de creer en ella, me he reído de esta afirmación, por lo que fui
considerada por muchos, desde aquel día, como hereje y blasfema.
PREG. Pero, hablando seriamente: ¿es su vida más larga que la ordinaria de los hombres?
TEÓS. ¿A qué llamáis vida ordinaria? Recuerdo haber leído en el Lancet el caso de un
mexicano que tenía cerca de 190 años; pero jamás he sabido de mortal alguno, profano o
Adepto, que haya podido vivir ni siquiera la mitad de los años atribuidos a Matusalén.
Algunos adeptos exceden bastante de lo que llamáis vida ordinaria; sin embargo, esto nada
tiene de milagroso, y muy pocos entre ellos aspiran a vivir largo tiempo.
PREG. ¿Pero qué significa realmente la palabra “Mahatma”?
TEÓS. Sencillamente, “gran alma”, grande por su elevación moral y capacidad intelectual.
Si el título de “grande” se aplica a un soldado ebrio como Alejandro, ¿por qué no habríamos
de llamar “grandes” a aquellos que han realizado en los secretos de la Naturaleza conquistas
mucho más grandes que la de Alejandro en los campos de batalla? Además, ese nombre es
una palabra hindú muy antigua.
PREG. ¿Y por qué los llamáis “Maestros”?
166
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Les damos ese nombre porque son nuestros Maestros, y porque de ellos hemos
derivado todas las verdades teosóficas por más imperfectamente que las hayamos
expresado algunos de nosotros y comprendido otros. Son hombres de gran instrucción, a
los que designamos con el nombre de Iniciados, y cuya santidad de vida es aún mayor. No
son ascetas en el sentido ordinario del término, aunque seguramente permanecen
apartados de la agitación y de las luchas del mundo occidental.
PREG. ¿Acaso no es egoísmo de su parte el aislarse de tal modo?
TEÓS. ¿Dónde está el egoísmo? ¿No prueba acaso sobradamente la situación creada a la
Sociedad Teosófica que el mundo no está preparado a reconocerlo ni a aprovechar sus
enseñanzas? ¿Qué utilidad reportaría a una clase de párvulos que un hombre como el
Profesor CIerk Maxwell se dedicase a enseñarles la tabla de multiplicar?
Además, sólo se aíslan del contacto del Occidente. En su propio país se desenvuelven tan
públicamente como las demás personas.
PREG. ¿No les atribuís poderes sobrenaturales?
TEÓS. Como ya os dije, no creemos en nada sobrenatural. Si Edison hubiese vivido e
inventado su fonógrafo doscientos años atrás, probablemente lo hubiesen quemado junto
con su invento, atribuyéndolo todo al demonio. Los poderes que emplean son
sencillamente producto del desarrollo de fuerzas latentes en todo hombre y mujer, cuya
existencia empieza a reconocer la misma ciencia oficial.
PREG. ¿Es cierto que esos hombres inspiran a algunos de vuestros escritores, y que muchas de las
obras teosóficas han sido escritas bajo su dictado?
TEÓS. Algunas lo han sido. Se encuentran trozos enteros dictados por ellos verbatim;
pero en la mayoría de los casos inspiran sólo las ideas, dejando a los escritores el cuidado
de la forma literaria.
PREG. Pero esto es en sí mismo milagroso; es de hecho un milagro. ¿Cómo pueden hacerlo?
TEÓS. Estáis en un error muy grande, y la ciencia misma se encargará, en fecha no lejana,
de refutar vuestros argumentos. ¿Por qué habría de ser un “milagro”, como lo llamáis? El
milagro supone alguna operación sobrenatural, y nada existe en realidad superior o fuera de
la Naturaleza y de sus leyes. Entre las muchas formas de “milagros” presentadas a la
investigación moderna, tenemos el hipnotismo, y un aspecto de su poder conocido con el
nombre de “sugestión”, forma de transmisión del pensamiento que se ha empleado con
éxito para combatir ciertas enfermedades físicas especiales, etc. No tardará en llegar el día
en que se verá obligado el mundo de la ciencia a reconocer que existe la misma acción entre
una mente y otra, sea cual fuere la distancia que las separe, que la que hay entre dos
cuerpos en íntimo contacto. Cuando se hallan dos mentes en relación simpática, y los
órganos por cuyo medio funcionan están afinados de modo que respondan magnética y
eléctricamente el uno al otro, nada puede impedir la transmisión de los pensamientos por
medio de la voluntad; porque como la mente no es una cosa tangible que pueda ser
separada del objeto de su contemplación por la distancia, resulta que la única diferencia que
puede existir entre dos mentes es una diferencia de estado. Si este último obstáculo se
vence, ¿dónde está el “milagro” de la transmisión del pensamiento a cualquier distancia?
167
La Clave de la Teosofía
PREG. ¿Admitiréis, sin embargo, que no hace el hipnotismo nada que sea tan milagroso o
extraordinario como esto?
TEÓS. Por el contrario, está bien probado que un hipnotizador puede afectar el cerebro
de su sujeto hasta el punto de producir una expresión de sus propios pensamientos y hasta
de sus palabras, por medio del organismo del sujeto; y aunque los fenómenos relacionados
con este método de la transmisión del pensamiento son poco numerosos hasta ahora,
presumo que nadie querrá comprometerse a señalar hasta qué punto puede extenderse su
acción en el porvenir, cuando las leyes que rigen su manifestación estén más científicamente
establecidas. Si pueden producirse semejantes resultados por el conocimiento de los
simples rudimentos del hipnotismo, ¿qué puede impedir al adepto dotado de poderes
psíquicos espirituales producir resultados que, en razón de vuestros limitados
conocimientos actuales de sus leyes, os inclináis a llamar “milagrosos”?
PREG. ¿Por qué no tratan entonces nuestros médicos de hacer lo mismo? 60
TEÓS. Primeramente, porque no son adeptos capaces de conocer y comprender los
secretos y las leyes de los reinos psíquicos y espirituales, sino materialistas que temen
apartarse del estrecho camino de la materia; y en segundo lugar, porque deben fracasar por
ahora, hasta que se vean obligados a reconocer que pueden obtenerse aquellos poderes.
PREG. ¿No se los podría instruir en ellos?
TEÓS. No, a menos que estuviesen preparados para ello y hubiesen desechado por
completo las escorias materialistas que han acumulado en su cerebro.
PREG. Esto es muy interesante. Decidme si los adeptos han inspirado a muchos teósofos de ese
modo.
TEÓS. No, al contrario, a muy pocos. Semejantes operaciones requieren condiciones
especiales. Un adepto poco escrupuloso pero hábil, perteneciente a la “Fraternidad Negra”
(llamamos a semejantes adeptos “Hermanos de la sombra” y Dugpas, “brujos”), sin ley
espiritual alguna que coarte sus actos, obtiene con gran facilidad el dominio sobre cualquier
mente, sometiéndola por completo a sus malos poderes. Pero nuestros Maestros jamás
harán una cosa semejante. No tienen el derecho de obtener completo dominio sobre el
Ego inmortal de nadie a menos de caer en la “Magia Negra”; y, por consiguiente, sólo
pueden obrar sobre la naturaleza física y psíquica del sujeto, no interviniendo en lo mínimo
en el libre albedrío de aquél. A no ser que se halle una persona en relación psíquica con los
Maestros, y reciba auxilio en virtud de su fe en ellos y de su lealtad, al transmitir éstos sus
pensamientos a quien no reunía estas condiciones, experimentan grandes dificultades para
penetrar en el nebuloso caos de la esfera de tal persona. Mas éste no es lugar para tratar un
asunto de tal naturaleza. Baste decir que si ese poder existe, existen también inteligencias
60
Como por ejemplo, el profesor Berheim y el Dr. C. Lloyd Tuckey, en Inglaterra; los profesores
Beaunis y liogeois, en Nancy; Delbœuf, de Lieja; Burot y Bourru, de Rochefort; Fontain y Sigard, d e
Burdeos; Forel, de Zurich; los Dres. Despine, de Marsella; Van Renterghem y Van Eeden, de Ámsterdam;
Weterstrand, de Estocolmo; Schrennck–Natzing, de Leipzig; y muchos otros médicos y escritores
eminentes,
168
La Clave de la Teosofía
(encarnadas y desencarnadas) que lo dirigen, así como instrumentos conscientes vivos por
medio de los cuales es transmitido y recibido. Sólo hemos de estar en guardia contra la
magia negra.
PREG. ¿Qué entendéis por magia negra?
TEÓS. El abuso de los poderes psíquicos o de cualquier secreto de la Naturaleza; el acto de
aplicar a fines egoístas y pecaminosos los poderes del Ocultismo. Llamaríamos mago negro a
un hipnotizador que, aprovechándose de sus poderes de “sugestión”, obligase a un sujeto a
robar y a asesinar. El famoso “sistema rejuvenecedor” del Dr. Brown Sequard, de París,
que consiste en una repugnante inyección animal en la sangre humana –descubrimiento que
discuten ahora todas las revistas médicas–, de ser cierto, es magia negra inconsciente.
PREG. ¡Pero éstas son, sencillamente, las creencias de la Edad Media en la hechicería y brujería!
Hasta la Ley misma ha dejado de creer en cosas semejantes.
TEÓS. Tanto peor para la Ley, ya que, gracias a esta falta de discernimiento, se ha visto
en el caso de cometer varios errores y crímenes judiciales. El término sólo es el que os
asusta, a causa de la palabra “superstición” unida al mismo. ¿No castigaría la Ley un abuso de
poderes hipnóticos como los que acabo de mencionar? Es más, lo ha castigado en Francia y
en Alemania; y sin embargo, rechazaría con indignación la idea de que ha aplicado el castigo a
un crimen de “brujería” evidente. No podéis creer en la eficacia y en la realidad de los
poderes de la sugestión de los médicos y mesmerizadores o hipnotizadores, y negaros a creer
en estos mismos poderes cuando se emplean para malos fines. Si creéis en ellos, creéis en
la brujería. No podéis creer en el bien y negar el mal, aceptar la moneda legítima y dejar al
mismo tiempo de creer en la existencia de la moneda falsa. Nada puede existir sin su
contraste; y ni el día, ni la luz, ni el bien, podrían tener representación alguna en vuestra
conciencia, como tales, si no existiese la noche, la oscuridad ni el mal, para hacerlos
resaltar formando contraste.
PREG. He conocido hombres que, a pesar de creer por completo en lo que llamáis los grandes
poderes psíquicos o mágicos, se burlaban de la sola mención de la brujería y hechicería.
TEÓS. ¿Qué prueba esto? Sencillamente que carecen de lógica. Tanto peor para ellos,
repito. Nosotros, que conocemos la existencia de buenos y santos Adeptos, creemos
también por completo en la existencia de buenos y malos, perversos o Dugpas.
PREG. Pero Si existen los Maestros, ¿por qué no se presentan ante todos los hombres para refutar
de una vez para siempre los cargos que se dirigen contra madame Blavatsky y la Sociedad?
TEÓS. ¿Qué cargos?
PREG. Que no existen y que ella los ha inventado. Que son Mahatmas de muselina, y espantajos.
¿No perjudica todo esto a su reputación?
TEÓS. ¿De qué modo puede perjudicarla semejante acusación? ¿Ha sacado jamás de esa
supuesta existencia algún dinero, beneficio o fama? Contesto que sólo ha recogido insultos,
desprecios y calumnias, que hubiesen sido para ella muy dolorosos si no hubiese aprendido
hace ya mucho tiempo a permanecer indiferente ante tales acusaciones. Porque, al fin, ¿a
qué conduce esto? A elogiarla implícitamente de un modo que los locos que la acusan se
169
La Clave de la Teosofía
170
La Clave de la Teosofía
TEÓS. Quizás. Pero ¿creéis que un juzgado o un juez inglés hubiese admitido jamás la
realidad de los fenómenos psíquicos, por muy desprejuiciado que hubiese sido? Y sí tenéis
en cuenta que los hubiese predispuesto contra nosotros el espantajo de la “espía rusa”, los
cargos de ateísmo y herejía y todas las demás calumnias lanzadas en contra nuestra, veréis que
el intento de obtener justicia ante el juzgado hubiese sido peor que inútil. Los miembros de
la Sociedad de Investigaciones Psíquicas sabían todo esto perfectamente, y se aprovecharon
cobardemente de su posición para deshacerse de nosotros y salvarse a costa nuestra.
PREG. La Sociedad de Investigaciones Psíquicas niega ahora por completo la existencia de los
Mahatmas. Dice que desde el principio al fin, todo ello es una novela que madame Blavatsky ha
sacado de su cerebro.
TEÓS. Corriente; aun podría haber inventado otras cosas menos hábiles que ésta. De
todos modos, no hacemos la menor objeción a esta teoría. Como ahora dice ella, casi
prefiere que la gente no crea en los Maestros. Declara abiertamente que preferiría que la
gente creyera seriamente que el único país de los Mahatmas es la materia gris de su
cerebro; en una palabra, que los ha sacado de las profundidades de su propia conciencia
interna, que no exponer sus nombres y su gran ideal a una profanación infame, como sucede
ahora. Antes solía protestar indignada contra las dudas de su existencia, pero ahora ya no
se molesta en probarla o no, y deja a la gente que piense lo que quiera.
PREG. Pero, por supuesto, los Maestros existen, ¿no es cierto?
TEÓS. Afirmamos que existen. Sin embargo, de poco sirve nuestra afirmación. Muchas
personas, entre éstas algunos teósofos y ex teósofos, declaran que jamás han tenido
pruebas de su existencia. Está muy bien. En este caso, madame Blavatsky contesta con la
alternativa siguiente: si los ha inventado, ha inventado también su filosofía y los
conocimientos prácticos que unos pocos han adquirido; y, si es así, ¿qué importa que
existan o no, puesto que ella misma está presente y que, en todo caso, difícilmente puede
negarse su propia existencia? Si los conocimientos que ella supone le han sido transmitidos
por ellos son intrínsecamente buenos, y son aceptados como tales por muchas personas de
una inteligencia superior, ¿por qué han de armar semejante algazara sobre esta cuestión?
Jamás se ha probado que fuese una impostora, y este punto siempre quedará sub judice;
mientras que es un hecho cierto e innegable que, sea quien fuere el inventor de la filosofía
predicada por los Maestros, ésta es una de las filosofías más grandiosas y benéficas que
hayan existido jamás, si se la comprende exactamente. Así pues, los calumniadores movidos
por los sentimientos más bajos y mezquinos (como lo son el odio, la venganza, la
malignidad, la vanidad ofendida o la ambición frustrada) no parecen darse cuenta alguna de
que están pagando el mayor tributo a sus poderes intelectuales. Sea, ya que esos
desgraciados locos así lo quieren. Realmente, madame Blavatsky no se opone en lo mínimo
a que sus enemigos la representen como un triple adepto y un “Mahatma” completo. Tan sólo
la repugnancia que siente ante sus propios ojos a vestirse con plumas de pavo real es la que
la ha obligado a insistir en la verdad hasta ahora.
PREG. Pero si hombres tan sabios y tan buenos dirigen la Sociedad, ¿cómo es que se han cometido
tantos errores?
171
La Clave de la Teosofía
PREG. Entonces, lo que he oído decir de que muchos de vuestros escritores teosóficos pretenden
haber sido inspirados por esos Maestros, o que los han visto o hablado con ellos, ¿no es cierto?
TEÓS. Puede o no serlo. ¿Cómo puedo saberlo? El probarlo les toca a ellos. Algunos,
aunque pocos muy pocos en verdad, o bien han mentido de un modo evidente, o estaban
alucinados al vanagloriarse de semejante inspiración; otros han sido verdaderamente
inspirados por grandes adeptos. Se conoce el árbol por el fruto; y como todos los teósofos
han de ser juzgados por sus actos y no por lo que escriben y dicen, todos los libros
teosóficos deben aceptarse según sus méritos y no con arreglo a la pretensión de autoridad
que puedan alegar.
PREG. Sin embargo, madame Blavatsky hace esto último respecto de sus propias obras. La
Doctrina Secreta, por ejemplo…
TEÓS. Es cierto; dice de modo explícito, en el PREFACIO, que presenta las doctrinas
que los Maestros le han enseñado, pero no pretende inspiración alguna respecto a lo que
ha escrito últimamente. En cuanto a los mejores teósofos, también hubiesen preferido
mucho más que no se hubiese mentado nunca el nombre de los Maestros en nuestros
libros. Con pocas excepciones, la mayoría de esas obras no sólo son imperfectas, sino
positivamente erróneas y engañosas. Grandes son las profanaciones de que han sido
172
La Clave de la Teosofía
víctimas los nombres de dos de los Maestros. Difícilmente existirá un médium que no haya
pretendido haberlos visto. ¡Hay Sociedad con fines lucrativos que pretende ahora que
Maestros mucho más elevados que los nuestros son los que la dirigen! Graves y numerosos
son los pecados de aquellos que tal cosa afirman, impulsados bien sea por el deseo del
lucro, por la vanidad o por mediumnismo irresponsable. Muchas personas han sido
despojadas de su dinero por esas sociedades. Que ofrecen, a cambio del despreciable oro
los secretos del poder, del conocimiento y de la verdad espiritual. Y peor que todo esto,
los nombres sagrados del Ocultismo y los santos guardianes del mismo han sido
arrastrados en ese cieno asqueroso, manchados por el hecho de verse asociados con
motivos sórdidos y prácticas inmorales, que han impedido a miles de hombres entrar en el
sendero de la verdad y de la luz, por el descrédito y mala fama que semejantes
embaucadores y farsantes han creado sobre este asunto. Repito de nuevo que todo teósofo
sincero siente hoy con todo su corazón que esos nombres y cosas sagradas hayan sido
jamás mencionados ante el público, y se lamenta profundamente de que no se hayan
conservado secretos entre un pequeño círculo de amigos leales y seguros.
PREG. Sus nombres son citados, por cierto muy frecuentemente, hoy día; y no recuerdo haber
oído hablar jamás de tales “Maestros” hasta muy recientemente.
TEÓS. Así es; y si hubiésemos obrado observando el sabio principio del silencio, en vez
de llamar la atención y de publicar todo lo que sabíamos y oíamos, semejante profanación
no hubiera tenido lugar. Observad que sólo hace catorce años aproximadamente, antes que
se fundase la Sociedad Teosófica, todo era hablar de los “espíritus”. Estaban en todas
partes, en boca de todo el mundo, y a nadie, ni aun por casualidad, se le ocurría hablar de
los “Adeptos”, Mahatmas o “Maestros” vivientes. Ni siquiera se oía el nombre de los
Rosacruces, y la existencia del Ocultismo era sólo sospechada por muy pocos. Ahora todo
esto ha cambiado. Nosotros, los teósofos, fuimos desgraciadamente los primeros en hablar
de esas cosas, en dar a conocer el hecho de la existencia en Oriente de “Adeptos”, de
“Maestros” y de Sabiduría Oculta; y ahora su nombre se ha convertido en propiedad de
todos. Sobre nosotros, por lo tanto, ha recaído ahora Karma; las consecuencias de la
profanación de nombres y cosas santas. Todo lo que encontráis acerca de estas materias en
la literatura corriente –que no es poca–, todo ha de atribuirse al impulso dado en ese
sentido por la Sociedad Teosófica y sus fundadores. Nuestros enemigos se aprovechan de
nuestro error. El libro más reciente dirigido contra nuestras doctrinas se dice que ha sido
escrito por un Adepto que hacía ya veinte años que había logrado serlo. Ahora bien: esto es una
mentira palpable. Conocemos al amanuense y sus inspiradores (ya que él es demasiado
ignorante para haber escrito nada de este género). Esos “inspiradores” son personas
vivientes, rencorosas y sin escrúpulos en proporción de sus poderes intelectuales; y esos
falsos adeptos no son uno, sino varios. El ciclo de los “adeptos” empleados como mazas de
fragua para romper las cabezas teosóficas empezó hace doce años con el “Luis” de Mrs.
Emma Hardinge Britten, del Arte Mágico y la Tierra de los Espíritus; y ahora termina con el
“Adepto” y “Autor” de la Luz de Egipto, obra escrita por los espiritistas contra la Teosofía y
sus doctrinas. Pero inútil es lamentarse de lo pasado; sólo podemos sufrir con la esperanza
de que nuestras indiscreciones pueden haber facilitado algo a los demás a encontrar el
camino que conduce a los Maestros, cuyos nombres toman en vano en todas partes, y bajo
los cuales se han cometido ya tantas iniquidades.
173
La Clave de la Teosofía
61
Véase Ghost Land (Tierra de los Fantasmas ), parte primera, pág.133 y siguientes.
174
CONCLUSIÓN
175
La Clave de la Teosofía
176