El Silencio de Dios
El Silencio de Dios
El Silencio de Dios
Señor:
Me
siento
desesperado
y
muy
preocupado
porque
el
pesimismo
me
invade,
veo
las
cosas
con
tristeza,
me
siento
derrotado,
inútil.
Aquí
me
tienes
resbalándome
como
aquella
vez
que
me
caí
en
el
Nevado
de
Colima,
que
iba
rumbo
a
la
muerte
al
estrellarme
contra
unas
rocas,
sin
poder
evitarlo.
Y
hoy
así
me
siento,
cada
vez
peor,
dándome
cuenta
con
tristeza
cómo
voy
perdiendo
mis
facultades,
cortando
los
hilos
que
me
unen
a
esta
vida
de
los
“sanos”.
Mi
voz,
casi
ronca
de
pedirte,
suplicarte,
que
me
devuelvas
la
salud.
Pero
entre
más
te
pido
menos
me
das
y
hasta
me
quitas.
Estoy
perdido,
ahogándome,
me
invade
el
miedo,
la
angustia,
la
desesperación.
Estoy
totalmente
en
tus
manos,
sólo
Tú
puedes
aliviarme
o
ponerme
en
las
manos
de
alguien
que
sepa.
Yo
por
mí
ya
no
vería
ningún
doctor,
pero
la
angustia,
el
miedo,
la
desesperación,
son
malas
consejeras.
Mi
Dios
mi
Señor,
Tú
tienes
unos
planes
mejores,
házmelos
sentir.
Si
he
de
morir
de
esto
o
de
cualquier
cosa,
dame
paz,
dame
tu
luz.
Hazme
sentir
tu
mano,
el
sentir
que
Tú
me
conduces.
Señor,
te
amo
con
lo
que
yo
puedo.
Aumenta
mi
amor
y
mi
fe,
aumenta
el
perdón
en
mi
corazón.
Déjame
sentir
tu
presencia.
Si
he
de
llevar
esta
enfermedad,
dame
tu
paciencia,
tu
luz
para
entender
tus
designios.
En
Tu
sabiduría
infinita
escogiste
esto
para
mí,
porque
viste
que
era
lo
que
me
convenía.
Gracias
Padre
porque
sé
que
nos
amas
y
esto
es
lo
que
me
conviene.
Dejo
en
tus
manos
mis
planes:
imagen,
deportes,
energía,
amigos,
ilusiones,
esfuerzo,
por
abrirme
paso.
Todo
lo
que
soy,
todo
lo
que
me
has
dado,
lo
que
me
tienes
reservado.
Todo
lo
que
me
quieras
quitar
y
dar,
está
bien,
porque
viene
de
Ti.
Como
decía
Job
“Tú
me
lo
diste,
tú
me
lo
quitaste,
está
bien,
¡Bendito
seas!”
Sólo
te
pido
que
me
des
tu
paz,
me
quites
los
miedos,
rencores,
angustias,
nos
sigas
socorriendo.
Si
me
has
de
llevar
antes
de
lo
que
yo
quería,
Tú
sabes.
Pero
lo
que
me
vayas
quitando
llénalo
de
Ti.
Llénalo
con
tu
amor,
tu
confianza,
tu
paz.
Pepe
Guadalajara,
Jal.,
20
de
octubre
de
1992.
Guadalajara,
Jal.,
26
de
octubre
de
1992.
Señor:
El
miedo
me
invade,
me
siento
derrotado,
me
siento
impotente,
me
invade
el
pánico,
me
siento
deprimido,
me
siento
triste,
incrédulo.
Señor,
Tú
que
todo
lo
sabes,
todo
lo
puedes.
Tú
que
me
hiciste
de
la
nada.
Tú
que
me
diste
a
esta
esposa,
amiga,
madre,
compañera.
Tú
que
nos
diste
estos
hijos.
Tú
que
nunca
te
olvidaste
de
nuestro
sustento
y
nuestro
vestido
y
nos
prestaste
este
hogar
que
tanto
nos
gusta.
Padre
bueno,
amoroso,
Padre
misericordioso,
ven
a
nuestro
corazón,
métete,
tómalo
inflamado
de
tu
amor,
para
que
el
miedo,
la
angustia,
el
temor,
el
pesimismo
no
nos
invadan,
no
se
adueñen
de
nosotros
y
arruinen
nuestra
vida.
Señor,
en
tus
manos
amorosas
pongo
nuestras
vidas.
Tú
que
sabes
el
cuándo,
el
cómo,
el
dónde,
apiádate
de
nosotros,
une
nuestras
ilusiones
a
las
tuyas.
Tómanos
como
algo
tuyo,
algo
querido,
algo
donde
te
sientas
a
gusto
y
puedas
reclinar
la
cabeza.
Mi
Señor,
mi
Dios:
aumenta
nuestra
fe,
aumenta
nuestra
confianza
en
Ti.
Danos
valor
para
afrontar
las
pruebas
que
estamos
viviendo
y
nos
quieras
enviar.
Confiamos
en
tu
misericordia,
confiamos
en
tu
bondad.
De
tu
corazón
nace
la
vida
y
la
muerte.
Tú
sé
nuestro
Padre.
Tú
sé
ese
Padre
amoroso
que
cuida,
inspira,
corrige.
Manifiéstate
en
nosotros,
suple
nuestras
carencias.
Con
tu
amor
y
sabiduría
danos
la
paz
para
aceptar
lo
que
nos
conviene.
Que
el
miedo,
el
pesimismo,
el
rencor
no
quepan
en
nuestro
corazón.
Instituto
de
Vida
Sana,
Guad.,
Jal,
29
de
octubre
de
1992.
Buenos
días
mi
Señor:
Ayúdame
a
que
me
salgan
la
alegría
y
el
optimismo
porque
hoy
me
siento
muy
triste,
profundamente
triste.
Sé
que
no
debo,
porque
tengo
mucho
de
que
darte
gracias,
por
ejemplo
de
que
Pera
y
los
hijos
estén
sanos,
mis
hermanos
y
sobrinos
también,
lo
mismo
que
mis
cuñados.
Todos
tienen
trabajo,
amanecieron,
tienen
su
casa,
su
escuela,
en
qué
moverse,
un
clima
agradable
para
que
se
desarrollen.
Señor
que
me
diste
la
vida,
Padre
amoroso,
Padre,
tengo
miedo,
mucho
miedo
a
esta
enfermedad,
a
lo
que
sigue.
Señor,
sálvame,
despierta
de
tu
sueño,
ayúdame
a
sentirme
bien,
no
me
dejes
solo,
hoy
te
ocupo
más
que
ningún
otro
día,
hoy
me
siento
impotente,
inútil,
solo,
aislado,
abandonado.
Ayúdame
Señor.
Quisiera
que
me
saliera
el
optimismo,
pensar
y
sentir
que
habrá
un
mañana
mejor,
donde
podré
cantar,
correr,
brincar.
Señor,
no
quiero
seguir
enfermo,
no
quiero
morirme,
no
me
gusta
este
tipo
de
final
que
me
escogiste,
no
siento
que
les
dé
un
buen
ejemplo
a
mis
hijos.
Sólo
Tú
sabes,
Tú
conoces
qué
es
lo
mejor
para
mí
y
mi
familia.
Yo
no
sé,
pero
Tú
sabes,
Tú
eres
mi
Señor,
mi
Padre.
Tú
me
amas,
Tú
conoces
como
me
siento,
Tú
me
das
lo
que
me
conviene.
Gracias
Padre.
Gracias
porque
Tú
sí
sabes,
gracias
porque
tus
planes
son
mejores
que
los
míos,
gracias.
Bendito
y
alabado
seas.
Muchos
han
muerto
en
accidentes,
asesinados,
ejecutados
en
guerras,
tampoco
les
dejaron
escoger
y
a
mí
me
das
tiempo
de
preparar
mi
corazón
para
encontrarme
contigo.
Ese
será
mi
premio:
encontrarme
contigo,
Padre
santo.
Tú
que
eres
lo
más
grande,
Tú
que
eres
lo
más
bello.
Tú
que
nos
tienes
destinado
un
lugar
por
Ti
preparado,
gracias
Padre.
Hoy
te
devuelvo
este
cuerpo
que
me
acompañó
en
mi
vida
aquí
en
la
tierra.
Gracias
Padre
por
esta
esposa,
por
esta
compañera,
por
la
madre
de
mis
hijos,
mi
amante,
mi
amiga,
mi
socia,
que
el
sólo
hecho
de
haber
vivido
estos
años
junto
a
ella,
hacen
que
aumente
mi
fe
en
Ti.
Si
Tú
me
escogiste
ese
ángel
para
mí,
¿qué
no
me
tendrás
preparado?
Pepe
Guadalajara,
Jal.,
13
de
noviembre
de
1992.
Señor:
Échame
la
mano,
te
necesito.
Hoy
amanecí
más
desconchinflado.
Tengo
miedo,
no
ve
que
vaya
saliendo,
ni
siquiera
deteniéndome.
¿Hasta
cuándo
me
detendrás?
¿Hasta
dónde?
¿Quieres
mi
vida?
¿A
puños?
¿Qué
quieres?
¿Por
qué
no
me
escuchas?
¿Por
qué
no
me
alivias?
¿Qué
me
falta
hacer?
Quiero
vivir,
quiero
estar
con
mi
familia,
verlos
crecer,
ayudarlos,
formarlos.
Me
faltan
muchas
cosas
por
hacer.
Tú
no
me
quieres
lisiado.
Tú
no
me
quieres
enfermo.
Tú
quieres
que
viva,
que
sea
sano.
Señor,
me
abandono
a
Ti,
dame
valor,
fuerza,
luz,
sabiduría,
alegría
dame
paz,
mucha
paz,
para
llevar
esto
que
estoy
viviendo
que
es
como
una
pesadilla.
Lléname
de
Ti.
Señor,
yo
soy
miedoso,
delicado,
comodino,
inseguro,
pero
Tú
puedes
ayudarme
a
llevar
esta
cruz,
échame
la
mano,
déjame
sentir
tu
presencia,
déjame
sentirte
a
mi
lado,
no
me
abandones,
dame
las
fuerzas,
si
quieres
que
me
alivie
dame
los
medios,
dame
tu
luz,
estoy
perdido,
he
perdido
la
brújula…
Señor:
despierta,
despierta,
la
barca
se
hunde.
Pepe
Guadalajara,
Jal.,
14
de
noviembre
de
1992.
Hola
Señor:
Amanecí
con
otro
ánimo.
Ayer
fue
un
día
difícil.
Ya
para
la
tarde,
tuve
muchas
“caricias”
de
tu
amor,
como
fue
el
amigo
Juan
Ángel
Leaño,
que
me
llevó
a
ver
a
un
doctor
y
luego
el
casi
diagnóstico
de
mi
mal.
Hoy
harán
unos
estudios
importantes.
Ya
se
aproximan
a
descubrir
al
intruso.
¿Qué
es?
¿Qué
solución
tiene?
¿Hasta
dónde
nuevamente
obrarás,
Señor?
¿Ya
me
llevas?
¿Tengo
esperanzas
de
salud?
¿Nos
vamos
rápido
o
lento?
¿Unos
meses?
¿Unos
días?
¿Se
acabó?
¿Qué
tienes
entre
manos?
Tú
sabes.
Yo
sólo
te
necesito
a
Ti.
Sentir
tu
compañía.
Sentir
tu
presencia.
Sentir
tu
paz
y
tu
alegría.
Hoy
empieza
esta
carrera
que
has
elegido
para
mí.
Me
abandono
en
tus
manos.
Me
pongo
bajo
tu
protección.
Que
se
haga
como
Tú
quieras.
Tú
sabes
lo
que
me
conviene.
Yo
no
te
digo
lo
que
yo
quisiera,
porque
de
todos
modos
ya
vi
que
Tú
haces
tu
voluntad
y
es
mejor
que
la
mía.
Dicen
los
entendidos
que
me
amas,
que
soy
de
tus
preferidos
y
que
me
estás
acariciando.
Que
tus
planes
son
mejores
que
los
míos,
que
desde
hace
mucho
me
llevas
cargando.
Bueno,
Señor.
Con
que
vengas
a
mi
lado
me
basta.
Tú
conduce
esta
barca,
llévala
a
donde
quieras
y
el
tiempo
que
me
quede
de
vida
que
sea
para
prepararme
para
ser
ciudadano
del
cielo.
Me
la
juego
contigo.
A
esta
esposa
y
a
los
hijos
que
me
has
prestado,
te
los
devuelvo,
porque
sé
que
también
tienes
unos
planes
hermosos
para
ellos.
Ya
desde
ahora
quiero
que
se
acerquen
a
Ti,
que
le
vayan
ganando
a
la
vida,
que
sus
naves
estén
volteando
hacia
tu
puerto…
Guadalajara,
Jal.,
15
de
noviembre
de
1992.
13. Levantar
la
cara
y
ver
hacia
el
horizonte
y
no
sólo
la
punta
de
mis
pies.
Guadalajara,
Jal.,
27
de
noviembre
de
1992
Buenos
días
Padre
amoroso:
Me
dio
gusto
saber
que
me
amas
a
pesar
de
todo
y
que
Tú
no
nos
olvidas
y
que
Tú
quieres
lo
mejor
para
todos.
Gracias
por
ese
amor
inmenso;
sólo
ayúdame
a
descubrirlo,
ayúdame
a
encontrarte,
a
descubrirte,
a
sentirme
apoyado.
Gracias
por
este
día.
Gracias
porque
me
pude
poner
de
pie.
Gracias
porque
pude
subir
a
mi
estudio.
Gracias
por
esa
llegada
al
hogar
entre
tantos
sobrinos,
Salvador,
los
hijos,
Ceci
mi
cuñada.
Pepe
Guadalajara,
Jal.,
29
de
noviembre
de
1992.
¿Qué
me
quieres
decir
Señor
con
esta
enfermedad?
¿Qué
quieres
señor?
Me
siento
desesperado,
me
siento
con
miedo.
Mi
desesperación
es
porque
veo
cómo
avanza
mi
mal.
Todo
me
va
cambiando.
No
puedo
hablar,
caminar,
ver
bien,
pensar
y
ahora
hasta
escribir.
Señor,
estás
matándome
poco
a
poco
o
rápidamente.
Esta
es
una
forma
de
que
nos
comuniquemos,
pero
las
letras
están
como
mis
palabras,
no
se
forman
como
las
pienso.
Señor,
¡despierta!
¡Despierta!
¡Sálvame!
Quiero
vivir.
Señor,
ayúdame.
Pepe
México,
D.F.,
30
de
noviembre
de
1992.
¿Por
qué
creo
que
tengo
que
seguir
viviendo?
Porque
amo
la
vida;
aún
tengo
mucho
qué
hacer,
qué
disfrutar,
qué
aprender.
Aún
tengo
que
vivir
junto
a
Pera
muchos
sueños
que
nos
faltan
realizar
y
junto
a
los
hijos
e
hijas.
Porque
sus
mejores
años
están
por
venir
y
quiero
estar
para
vivirlos,
yo
los
necesito
y
ellos
también.
En
mi
actividad
profesional
también
siento
que
aún
no
compongo
mi
mejor
sinfonía,
que
la
actividad
que
realicé
durante
estos
años
fue
de
preparación,
de
capacitación,
y
que
apenas
empezaría
a
hacer
mi
empresa,
tal
como
me
he
preparado
y
como
lo
he
soñado:
me
siento
con
el
deseo
y
la
capacidad
de
entrarle
y
de
sacarla
adelante
en
estos
tiempos
borrascosos.
Estoy
joven
aún
puedo
hacer
y
aprender
muchas
cosas:
quiero
emprender
algo
importante
por
los
demás,
que
ayude
a
gente
más
necesitada,
puedo
unir
mi
esfuerzo
a
un
grupo
que
ya
esté
trabajando
o
puedo
empezar
una
actividad
que
venga
a
aliviar
algo
el
sufrimiento
y
la
desesperanza
humana.
Me
falta
conocer
más
a
Dios,
tratarlo
más,
amarlo
más,
ayudar
corazones.
Necesito
ayudar
a
los
grupos
que
luchan
por
salvar
el
mundo
del
desastre
ecológico,
dejar
un
pedazo
de
mundo
mejor
del
que
recibí.
Me
siento
un
ser
incompleto,
a
medio
terminar,
me
siento
con
ganas
de
corregir
muchos
errores
que
tengo
y
permitirme
ser
una
persona
madura
que
ama
la
vida
tal
co-‐
mo
es
y
no
ser
un
escultor
con
un
cincel
en
la
mano
y
en
la
otra
el
mazo,
queriendo
modificar
y
hacer
todo
a
su
modo.
Pepe
¡Ánimo
papá!
Porque
te
quiero
y
te
queremos
todos.
MARCELA
México,
D.F.,
3
de
diciembre
de
1992.
Aquí
al
pie
de
mi
lecho,
con
la
cabeza
perforada,
te
digo
¡Hola!
¡Hola,
Padre!
Viste
como
hace
rato
llorábamos
Pera
y
yo
implorando
tu
ayuda.
Nos
sentimos
tan
solos,
tan
débiles,
tan
poca
cosa.
Te
necesitamos.
Acompáñanos
con
tu
presencia.
Que
podamos
sentirnos
amados,
arropados,
protegidos,
que
no
tengamos
miedo,
miedo
a
lo
que
nos
estás
enviando,
miedo
a
lo
que
nos
espera.
Queremos
saber
que
Tú
estás
con
nosotros
y
que
no
nos
dejas
solos.
Señor,
necesitamos
tu
fuerza,
independientemente
de
todo,
necesitamos
que
estés
a
nuestro
lado,
que
pase
lo
que
pase
es
algo
que
me
tienes
reservado
como
un
regalo.
Qué
te
puedo
decir
de
cómo
me
siento.
Para
qué
te
platico
lo
que
yo
quisiera,
lo
que
yo
más
añoro.
Tú
todo
lo
sabes,
Tú
nos
amas,
Tú
eres
nuestro
Padre.
Enséñanos
a
ponernos
en
tus
manos
y
decirte
“fiat”…
Pepe
Guadalajara,
Jal.,
7
de
diciembre
de
1992.
¡Hola
Padre
bueno!
Me
gustó
mucho
la
lectura
del
libro
“Confía
en
el
Señor”
en
el
que
habla
de
cómo
Tú
sigues
amando
a
todos
a
pesar
de
que
te
fallen
como
el
Rey
David,
Salomón,
el
pueblo
de
Israel,
los
apóstoles.
Y
allí
sigues
Tú
amándolos,
aguantándolos.
Si
esos
elegidos
te
fallaron,
entonces
tengo
más
oportunidad
de
saber
que
con
mi
insignificancia,
Tú
me
amas
y
Tú
tienes
grandes
planes
conmigo.
Señor,
ahora
en
este
momento
siento
calma.
Sé
que
sigue
algo
muy
difícil,
riesgoso,
pero
estoy
acompañado
por
Ti.
Sé
que
muchos
ya
me
dan
por
muerto,
pero
no
saben
que
te
tengo
a
Ti.
Que
Tú
estás
de
mi
lado
y
que
Tú
tienes
planes
mejores.
Señor,
no
me
sueltes,
no
te
vayas
de
mi
lado
nunca
y
menos
ahora
cuando
todos
me
ven
con
susto,
con
lástima
y
no
es
para
menos,
te
has
llevado
muchas
cosas
que
me
distinguen
de
los
sanos:
con
trabajos
me
muevo
solo,
el
equilibrio,
el
pelo,
la
voz,
la
vista,
el
comer,
la
sensibilidad
y
el
movimiento
del
lado
izquierdo
y
otras
que
Tú
sólo
sabes.
Señor,
me
estás
llevando
en
pedazos,
pero
Tú
como
capitán
te
irás
al
último,
no
me
abandonarás.
Mucha
gente
te
estamos
pidiendo
que
me
rescates.
Hemos
abogado
a
tu
Madre,
nuestra
reina
y
protectora,
a
los
santos
y
Tú
guardas
silencio.
Señor,
sé
que
voy
a
una
de
las
últimas
oportunidades
que
es
Tucson.
¿Me
salvarás?
¿Me
darás
otra
oportunidad?
¿La
merezco?
Señor,
qué
más
puedo
pedirte,
sólo
que
estés
junto
a
mí,
que
seas
mi
espíritu,
que
me
de
vida
aquí
y
allá.
Tómame
de
la
mano
como
lo
hacen
mis
parientes,
mis
amigos.
Sostenme
porque
las
piernas
ya
me
flaquean,
ya
casi
no
me
pueden.
Si
vivo
o
si
muero
Tú
sé
mi
dueño,
mi
guía,
mi
amigo.
Tú
sé
la
razón
de
vivir,
alguien
en
quien
Tú
te
sientas
en
confianza
de
“reclinar
tu
cabeza”.
Guadalajara,
Jal.,
7
de
diciembre
de
1992.
Papi:
Quiero
que
sepas
que
tu
enfermedad
me
ha
servido
para
darme
cuenta
de
lo
mucho
que
vales
para
mí
y
no
me
gustaría
que
te
dieras
por
vencido,
porque
yo
sé
que
tú
puedes,
aunque
a
veces
no
sepas
ni
de
dónde
sacar
fuerzas.
Cuando
sientas
que
ya
no
puedes,
acuérdate
de
todos
los
que
te
queremos
y
que
confiamos
en
ti
y
en
Dios.
Mucha
suerte.
Te
quiero
mucho:
SOFIA
P.D.
Si
las
enfermeras
son
sangronas,
pícales
los
ojos
y
tuérceles
la
nariz
¿O.K.?
Guadalajara,
Jal.,
7
de
diciembre
de
1992.
Papi:
Yo
sé
que
casi
nunca
te
escribo
cartas,
pero
no
sé
cómo
decirte
lo
que
siento,
no
sé
cómo
ayudarte.
Sé
que
te
sientes
muy
mal
y
tratas
de
que
no
nos
preocupemos,
pero
quiero
que
sepas
que
todos
sufrimos
contigo
porque
nos
duele
verte
sufrir.
Trato
de
ayudarte
a
que
no
te
sientas
tan
mal,
pero
me
siento
inútil
porque
sé
que
no
puedo
curar
tu
dolor.
Quiero
darte
las
gracias
por
darme
un
hogar
tan
bonito,
por
habernos
educado,
por
darnos
todo
lo
que
tú
tienes.
Gracias
por
estar
con
nosotros,
por
habernos
regalado
mucho
de
tu
tiempo.
Perdón
por
todas
las
veces
que
sufriste
por
mi
culpa,
perdón
por
decir
todo
hasta
ahora,
por
no
haberlo
sabido
demostrar
con
mis
actitudes.
Cuando
rezo
le
pido
a
Dios
que
me
ilumine
y
que
me
diga
la
manera
de
ayudarte,
de
hacerte
sentir
mejor.
Yo
sé
que
te
vas
a
aliviar
y
que
esto
no
ha
sido
en
vano.
A
mí
me
ha
ayudado
a
darme
muchos
golpes
en
la
cabeza,
a
arrepentirme,
a
valorar
mi
familia
y
a
acordarme
de
que
existe
alguien
todopoderoso
que
siempre
va
a
estar
velando
por
nosotros.
Quisiera
con
todo
mi
corazón
que
la
enferma
fuera
yo
y
no
tú,
porque
me
duele
mucho
verte
sufrir
de
esa
manera.
Siento
que
tú
no
te
mereces
ni
una
gripa.
No
tengo
palabras
para
decirte
cuánto
te
quiero.
Aunque
casi
no
te
lo
haya
demostrado,
me
gustaría
ser
más
abierta
para
demostrarte
cuánto
te
quiero.
Espero
y
confío
en
que
muy
pronto
te
aliviarás,
porque
yo
ofrezco
todo
lo
que
soy
y
lo
que
tengo
a
Dios
para
que
te
devuelva
la
salud.
No
sé
de
qué
otra
forma
decirte
que
te
quiero,
no
encuentro
otra
palabra
para
agradecerte.
Te
quiero
muchísimo.
MONICA
TUCSON
Sin
embargo,
a
pesar
del
diagnóstico
tan
sombrío,
le
fue
recomendado
un
tratamiento
de
radiaciones
que
le
serviría
para
evitar
que
el
tumor
siguiera
creciendo
…
Tucson,
Ariz.,
diciembre
de
1992.
Los
Doctores.
La
mayoría:
se
van
por
lo
fácil.
Si
le
atinan,
muy
bien,
pero
si
es
algo
más
grave,
malo.
Porque
pierde
uno
días
muy
importantes
que
a
la
larga
pueden
tener
un
costo
muy
alto.
Quizá
la
vida.
Conclusiones:
hay
buenos
doctores.
Quizá
les
falte
equipo
y
más
fogueo,
estudios,
cursos,
roce
y
animarse
a
diagnosticar,
no
sé,
o
mandarlo
a
uno
a
otro
lugar
a
que
le
den
el
diagnóstico
correcto,
pero
no
quedarse
a
la
mitad,
con
peligro
para
el
paciente,
para
su
familia
y
para
el
doctor
su
prestigio,
porque
a
la
larga
todo
sale.
También
saber
ganar
la
confianza
del
paciente,
para
que
no
se
les
vaya
y
ponga
todo
de
su
parte
para
que
puedan
diagnosticar
bien.
Yo
me
les
iba
porque
veía
que
me
sentía
igual
o
peor
con
su
medicina
y
ellos
tan
tranquilos,
como
el
homeópata,
que
ni
siquiera
captó
lo
que
estaba
manejando
y
me
decía
que
me
aguantara,
que
eran
nervios
y
me
daba
calmantes.
¡Qué
responsabilidad!
Como
que
deberían
saber
cuándo
es
de
su
área
y
si
no
remitirte
al
indicado
y
no
querer
hacerle
de
todólogos
o
santos
de
pueblo.
Hubo
otro
que
no
andaba
errado,
pero
le
faltó
carácter.
El
se
tiró
a
fondo
con
la
tomografía,
buscaba
lo
correcto.
Pero
pronto
nos
dejó
tranquilos,
con
grave
perjuicio.
Mejor
nos
hubiera
advertido,
porque
él
sí
conocía
y
más
cuando
me
vio
en
México.
Podía
haberme
dicho
algo.
Quizá
se
molestó
porque
ya
íbamos
rumbo
a
San
Diego.
Se
lo
dejo
a
su
conciencia.
Los
que
sí
se
me
hacen
mucho
arriesgarle
son
los
naturistas.
Qué
lástima
porque
creo
mucho
en
los
principios,
aunque
pienso
que
es
mucho
lo
que
se
juega
de
por
medio
diagnosticar
tan
a
la
ligera,
sólo
por
el
iris.
A
mí
me
dijeron
que
no
tenía
nada,
sí,
nada.
Me
dijeron
que
era
pura
cosa
de
la
cabeza,
que
me
quisiera
yo
mismo.
Pobres
de
los
que
no
se
pueden
sacar
otro
diagnóstico
o
análisis.
Allí
se
mueren
y
tan
campantes.
Realmente
somos
tercermundistas
hasta
para
la
salud.
Quizá
yo
ya
no
tenga
remedio.
Pero
yo
aconsejaría
que
el
que
pueda
se
esté
checando
a
fondo
en
un
buen
lugar,
para
que
se
sepa
a
tiempo
qué
tiene
y
cómo
atenderse.
Y
los
doctores,
especialmente
los
paisanos,
si
ven
que
no
está
en
sus
manos,
animarse
a
decirlo
y
pasarlo
al
médico
adecuado,
así
sea
en
otro
país.
Lo
importante
es
que
se
alivie
su
paciente.
Como
que
deberían
tener
contactos
con
estos
sistemas
tan
avanzados,
contar
con
ellos
como
una
herramienta,
un
apoyo,
hasta
una
fuente
de
ingresos
y
no
quieran
resolver
todo
entre
las
rodillas,
allí
bajo
la
mesa,
que
luego
salen
los
aciertos
o
mentiras.
Pepe
Tucson,
Ariz.,
9
de
diciembre
de
1992.
Querida
hermana
Imeldita:
No
quiero
dormirme
sin
dedicarte
unos
renglones
que
tarde
empecé
en
esta
etapa
de
mi
vida,
donde
ya
casi
no
puedo
escribir.
Pero
quiero
decirte
que
como
te
portas
conmigo
me
hace
sentir
amado.
La
misma
Imelda
que
desde
que
vi
a
mi
lado
fuiste
querida,
amada
de
todos.
La
indispensable,
quien
te
conoce
no
te
olvida,
eres
como
una
joya,
siempre
luciendo,
siempre
subiendo
de
valor.
Muchas
cosas
hicimos
en
la
vida.
La
vida
que
se
nos
pasó
muy
breve.
Yo
la
veo
difícil
salir
de
esta
enfermedad,
pero
ojalá
y
Dios
se
apiade
y
me
sane.
Me
gustaría
tener
más
cerca
de
nosotros
tu
presencia
y
darte
más
de
mí.
Conocerte
más,
apoyarte
más.
Pero
Dios
tiene
sus
planes
y
por
lo
pronto
tú
dejaste
impregnado
todo
el
aroma
Imeldita,
un
perfume
de
la
mejor
fragancia.
¿Te
acuerdas
cómo
les
gustabas
a
mis
compañeros?
Era
el
más
popular
del
colegio,
todos
querían
venir
a
la
casa.
¿Te
acuerdas
de
los
pericos,
cotorros,
perros
y
gatos?
¿Te
acuerdas
cuando
fuimos
a
Monterrey?
¿Cuando
ibas
a
la
farmacia?
Paremos
un
paréntesis
en
nuestras
vidas
de
hermanos
queridos,
Dios
sabe
cuando
lo
reanudemos
y
cómo.
Pepe
Tucson,
Ariz.,
9de
diciembre
de
1992.
Gloria:
Gracias
por
venir,
gracias
por
apoyarnos
en
estos
momentos
tan
difíciles
e
importantes
de
la
vida.
Hoy
hasta
escupida
y
salpicada
te
tocó.
Sé
que
te
haces
la
fuerte
para
aguantar
este
sacrificio
sin
merecerlo.
Yo
estoy
más
mudo
que
parlanchín
y
no
puedo
darte
las
gracias
y
pedirte
disculpas
cuando
te
charpeo.
Sé
que
estás
asustada
y
preocupada
de
verme
así,
quizá
a
veces
más
que
yo;
está
bien,
tú
estás
viendo
mi
deterioro
y
en
unos
cuantos
días
ves
como
voy
y
te
imaginas
a
donde
iré.
Voy
a
poner
todo
de
mi
parte
para
hacer
lo
que
yo
deba
hacer
ante
Dios,
de
esta
vida
que
me
anda
quitando
y
que
El
me
dio.
Gracias
por
apoyar
a
Pera,
porque
esta
vez
la
veo
más
desconcentrada,
quizá
porque
ve
las
decisiones
más
fuertes
o
porque
el
cansancio
empieza
a
hacer
mella.
Creo
que
sólo
nos
queda
confiar
en
Dios
y
que
se
cumpla
lo
que
nos
tiene
reservado.
Sólo
queremos
que
Dios
se
manifieste
a
través
de
estos
dolores.
Pepe
Tucson,
Ariz.,
9
de
diciembre
de
1992.
Aquí
enfrente
de
mí,
al
pie
de
mi
cama
está
mi
silla
de
ruedas.
Qué
días
estamos
viviendo,
especialmente
Pera
y
yo.
Sé
que
la
familia,
nuestros
hijos
y
hermanos
sufren
mucho.
Casi
les
entiendo,
veo
sus
ojos,
sus
rostros
como
que
algo
les
pasó
y
más
cuando
me
toca
ver
parientes
o
amigos
que
hace
unas
cuantas
semanas
que
no
veía
y
me
encuentran
tan
traqueteado.
Hasta
hoy
no
he
recibido
un
tratamiento
adecuado
para
mi
tipo
de
enfermedad.
Estoy
muy
malo,
más
de
lo
que
me
imagino,
porque
hasta
Pera
ya
está
preocupada.
Hoy
di
show
todo
el
día,
desde
que
llegué
al
aeropuerto,
hasta
en
l
anoche
que
dejé
el
hospital;
aún
aquí
en
el
cuarto
escupí
a
Gloria
en
un
acto
involuntario.
Es
cierto,
se
me
están
acabando
las
oportunidades.
El
es-‐
tar
aquí
ya
casi
es
la
penúltima,
porque
la
última
la
haré
allá
arriba.
Me
estoy
muriendo,
creo
que
me
están
quitando
día
a
día
facultades
que
tenía;
yo
veo
que
en
el
fondo
soy
el
mismo
yo,
es
mi
mismo
espíritu
que
lucha
y
que
ama
más
a
los
que
ha
a-‐
mado,
sé
que
mi
cuerpo
está
en
crisis,
quizá
se
salve,
quizá
no.
¿Hasta
dónde?
¿Cuándo?
Si
es
cierto
que
no
tengo
lucha,
le
pido
a
Dios
que
abrevie
mi
paso:
a
ratos
quisiera
que
se
caye-‐
ra
el
avión,
para
acabar
pronto,
pero
viene
Pera
y
otras
gentes.
Que
curioso
que
de
pronto
llegó
la
pesadilla
de
la
enfermedad
mortal
a
nuestro
hogar,
cuando
más
deseaba
vivir,
más
se
empeña
en
que
muera.
Empezando
por
mí,
todos
le
estamos
suplicando
a
Dios
que
me
salve,
hasta
un
salmo
dice
“De
qué
te
sirven
mis
ceni-‐
zas,
déjame
vivir
para
cantar
tus
proezas…
pero
ese
clamor
que
sube
hasta
el
cielo,
implora
a
la
Virgen,
a
Dios
Padre,
no
tiene
respuesta.
Ese
Dios
poderoso,
amoroso,
comprensivo,
es-‐
tá
callado,
se
confía
en
que
tiene
mejores
planes
y
debo
dejar-‐
me
chiquear.
Sólo
en
la
fe
podemos
entender
este
misterio
de
la
muerte,
este
misterio
del
Silencio
de
Dios,
sólo
decimos:
“Hágase
según
tu
palabra”.
He
aquí
el
Silencio
del
Señor.
Tucson,
Ariz.,
10
de
diciembre
de
1992.
Al
personal
de
Bombacreto,
donde
trabajé
22
años:
Muchas
gracias.
Muchas
gracias
por
haberlos
conocido,
por
haber
trabajado
junto
con
ustedes.
Me
llevo
en
mi
corazón
a
Juan,
siempre
capaz
y
servicial
y
valiente.
Ojalá
y
no
se
quede
allí,
porque
eres
un
águila,
¡vuela
Juan,
Dios
te
hizo
libre!
A
Chavo
Ruiz,
el
mejor
ayudante
que
yo
tuve,
siempre
responsable,
siempre
honesto
y
servicial.
Gracias
Chavo.
A
Rosa,
eres
mí
orgullo,
las
gentes
como
tú
serán
las
que
me
confirman
lo
que
yo
creo:
que
el
ser
humano
llega
hasta
donde
quiere.
Rosa,
la
más
hermosa,
gracias
y
ojalá
no
te
quedes
de
pura
secretaria,
¿por
qué
no
contador
público?
Puedes
intentarlo.
A
Daniel
Rodríguez,
excelente,
de
24
quilates,
fuiste
una
gran
ayuda.
No
saben
lo
que
tienen.
Héctor,
“el
norteño”,
fina
estampa,
el
mejor
alumno
de
Daniel.
Serio,
trabajador,
aguantador.
Rafael
Velazco,
mi
mejor
operador,
conocías
de
todas;
fue
un
placer
conocerte
y
tenerte
a
nuestro
lado,
qué
bueno
que
Dios
te
dio
tu
hijo.
Los
Vargas,
eran
indispensables,
son
el
arma
secreta
de
Bombacreto.
Le
agradezco
a
Dios
que
me
los
envió,
no
hubiéramos
llegado
sin
ustedes,
cada
uno
aportó
oro
molido.
Chuy,
el
operador
viajero;
Israel,
el
ejemplo
a
seguir,
su
bomba
bien
cuidada,
la
más
antigua
pero
la
mejor
y
su
trabajo
excelente,
reconocido
hasta
por
la
competencia.
Manuel,
el
comodín
útil
para
todo,
excelente,
el
relevo
de
oro.
Gracias
y
felicito
a
sus
papás.
Higinio,
siempre
cumplidor,
otro
de
los
ases
bajo
la
manga.
Mario,
mi
ahijado,
qué
bueno
que
volviste,
mucho
nos
ayudaste.
Primo,
mi
cuate,
eras
como
mi
hijo
de
operador,
me
tocó
empujarte
a
que
te
lanzaras.
Vicente,
el
nuevo
estrella.
Héctor
Eduardo,
siempre
útil,
comodín
indispensable.
Rigo,
lástima
que
sea
tan
desesperado
pero
es
tan
bueno
como
el
mejor.
Toño
Z.,
el
inteligente
pero
que
aún
no
se
lanza.
Boni,
mi
querido
Boni,
buen
operador
con
madera
para
ser
el
mejor,
pero
la
copita…
Juan
Pablo,
no
creí
que
fueras
tan
bueno,
cómo
ayudas
a
la
compañía.
Javier
Calderón,
cuando
lo
vean
me
lo
saludan,
era
de
mis
cuates,
me
gustaba
mucho
como
piensa
y
actúa.
Eva,
siempre
servicial,
cumplidora,
te
deseo
lo
mejor
y
que
no
te
conformes
con
lo
que
has
conseguido.
Benito,
lo
mismo
que
Eva,
sólo
agrégale
que
puedes
llegar
lejos.
Chayo,
única,
irrepetible,
me
ayudaste
muy
bien
cuando
requerí
de
tus
servicios,
ojalá
te
valoren
y
te
tomen
en
cuenta.
Javier,
gracias
por
tu
disponibilidad
y
por
tu
fe
que
te
tienes:
me
acuerdo
cuando
aceptaste
el
reto
de
ser
cobrador
en
lugar
de
ayudante,
ánimo
y
busca
el
siguiente.
Tucson,
Ariz.,
11
de
diciembre
de
1992.
Gloria:
Gracias
por
la
entrega
en
estos
días
de
lucha,
de
sufrimiento.
Te
agradecemos
que
te
hayas
metido
a
esta
batalla
por
tu
propia
decisión.
¿Qué
obligación
tenías?
Podías
haber
inventado
alguna
disculpa,
la
hubiéramos
aceptado,
pero
no,
aquí
estás
al
“pie
del
cañón”,
resistiendo
las
incomodidades
de
esta
situación.
Es
fácil
ser
amigo
en
las
buenas,
sin
embargo,
en
estas
difíciles
aquí
estás,
poniendo
el
ejemplo,
ayudando
con
tu
simpatía,
tu
realismo,
tu
optimismo;
felicito
a
mi
hermano
Felipe
por
su
ángel
fumador
que
tiene
de
esposa
y
a
los
hijos
por
la
madre
que
tienen.
Pepe
Tucson,
Ariz.,
11
de
diciembre
de
1992.
Estos
días
en
que
me
he
movido
en
este
importante
centro
de
cancerología,
he
puesto
más
los
pies
sobre
la
tierra
y
veo
que
soy
uno
de
los
elegidos
a
partir
para
la
tierra
del
más
allá,
al
mundo
de
la
eternidad,
a
gozar
de
dios.
El
me
trajo,
El
me
puso
en
este
mundo;
no
lo
tomaré
con
amargura
sino
como
un
gran
regalo,
soy
un
afortunado,
fui
elegido
entre
millones,
El
se
va
a
encargar
de
que
sea
aceptado
en
su
reino
como
uno
más
entre
los
elegidos;
no
soy
digno
pero
una
sola
palabra
de
Él
y
quedaré
sano.
Me
adelanto,
me
lleva
el
que
me
puso
aquí,
confío
en
El;
lo
que
El
elige,
un
Señor
tan
poderoso,
está
bien.
Hace
22
años
era
un
ser
pobrísimo,
miserable,
había
fracasado
en
mis
intentos
de
descubrir,
sentir,
tocar
el
amor.
Recuerdo
cuando
en
una
clase
de
moral
en
la
que
se
hablaba
del
amor,
le
pregunté
al
sacerdote
Hernández
Ramírez
si
de
veras
existía
el
amor;
yo
tenía,
y
era
muy
afortunado
el
de
mis
padres,
hermanos,
amigos
pero
me
faltaba
el
de
un
ser
del
que
yo
me
sintiera
plenamente
amado,
comprendido,
una
sola
cosa,
un
solo
ser,
alguien
por
quién
vivir,
por
quien
morir,
que
juntos
reclináramos
la
cabeza,
alguien
con
quien
compartir
los
sueños,
con
quien
vivir
cada
día,
compartiendo
el
pan,
con
quién
fundar
una
familia,
alguien
a
quien
poder
decirle
“te
amo”.
Y
puse
mi
petición
a
Dios,
especialmente
a
Sta.
Rita,
y
me
hizo
el
milagro,
y
manifestó
su
amor
con
abundancia,
a
su
estilo,
a
manos
llenas,
nos
bendijo
con
más
y
mejores
hijos
de
los
que
merecía
y
hoy
en
esta
etapa
de
la
vida,
si
ya
amaba
a
Pera
y
a
los
hijos,
me
lo
multiplicó
varias
veces,
como
yo
no
esperaba
ni
creí
que
se
pudiera;
así
se
porta
El,
así
me
quiere,
así
actúa
cuando
lo
dejamos
que
El
gobierne.
Tu Papá
Tucson,
Ariz.,
14
de
diciembre
de
1992.
Querido
Nacho:
¿Cómo
estás?
Ya
la
letra
casi
se
me
parece
a
la
tuya.
Entre
lo
tuerto
y
un
pulso
de
torero
ya
nos
vamos
pareciendo.
Ojalá
y
le
entiendas.
Me
acuerdo
cómo
estabas
triste
las
últimas
semanas
con
mi
enfermedad.
Me
apena,
pero
tú
y
yo
sabemos
que
poco
podemos
hacer
por
remediarla,
digo
poco
porque
le
podemos
echar
buen
humor;
por
ejemplo,
hoy
todavía
estoy
vivo
y
a
la
mejor
un
rato
más,
según
parece.
Lo
que
sí
se
ve
es
que
por
mucho
tiempo
ya
no
volverá
a
ser
igual,
o
sea
que
si
vivo,
por
un
tiempo
largo
seguiré
cojo,
manco
y
otras
cosas,
pero
lo
bueno
es
que
sí
podré
echarles
porras
al
estudiar,
al
jugar;
me
convertiré
en
tu
porrista
oficial,
pero
con
medio
aplauso,
mientras
me
devuelven
la
izquierda.
¿Qué
te
parece?
Algo
es
algo.
Arriba
el
ánimo.
Ayúdame
con
el
ánimo
de
Pablo
y
Joaquín,
a
ellos
tú
los
tienes
más
cerca,
yo
puedo
hacer
poco
desde
estas
distancias,
estamos
lejos
y
es
difícil
comunicarnos,
voy
a
hacer
la
lucha
de
comprar
un
fax
si
encuentro
uno
a
buen
precio.
A
ver.
Te
quiere:
Tu
Papá
Tucson,
Ariz.,
14
de
diciembre
de
1992.
Querido
Pablo:
Te
me
figuras
a
un
niño
genio,
como
un
Ciro
Peraloca,
se
me
hace
que
no
lo
conoces,
pero
Imeldita
te
explicará.
Hola
Pablo,
Pablo,
así
mejor,
aquí
estamos
tu
mamá
y
yo
en
nuestro
iglú,
invernando
como
muchos
animalitos
que
el
Creador
programa.
Estoy
vivo,
estoy
mejor
sentado
que
caminando,
cuando
camino
me
parezco
a
un
viejito
que
sale
en
la
televisión
con
un
bastón;
al
mío
ya
lo
ando
conociendo,
nos
vamos
haciendo
cuates,
hicimos
un
trato
de
no
tumbarnos.
¿Qué
te
parece?
Con
la
ayuda
de
Dios
creo
que
sí
te
vuelvo
a
ver
y
cuando
regrese
seré
tu
porrista
oficial,
aunque
ya
le
dije
a
Nacho
que
con
sólo
medio
aplauso,
que
vale
más.
Vas
a
entender
cuando
aprendas
música
lo
que
valen
los
silencios,
así
va
a
estar
mi
medio
aplauso.
¿Me
estás
cuidando
a
Joaquín
y
a
Santi?
Acuérdate
que
tú
tienes
la
facultad
y
el
carisma
de
un
gran
corazón
y
es
una
forma
en
que
nos
puedes
ayudar
a
mí
y
a
tu
mamá
que
tenemos
que
estar
aquí
viviendo
este
momento
lo
mejor
que
podamos;
así
tú
también
puedes
ayudar
a
tus
papás
cumpliendo
lo
que
debes
como
hermano,
como
sobrino,
como
alumno,
como
nieto,
como
jugador;
de
esa
forma
haces
mucho
porque
pronto
me
ponga
bien.
Trata
de
mandarme
alguna
carta
como
puedas,
quiero
saber
qué
piensas,
qué
sientes,
nos
hace
falta.
Estamos
muy
cerca
de
ustedes
aunque
sean
muchos
los
kilómetros
que
nos
separen
y
nuestros
corazones
están
cerca,
más
quizá
que
cuando
vivíamos
bajo
el
mismo
techo.
Mándame
algunos
chistes
y
dibujos,
me
los
recetó
el
doctor,
son
parte
de
mi
medicina.
Cuando
supe
el
doctor
que
tenía
un
hijo
llamado
Pablo,
hermano
de
Joaquín,
le
dio
mucho
gusto,
porque
se
dio
cuenta
que
allí
había
una
explosión
de
chispa,
ingenio,
creatividad.
Te
quiere:
tu
Papa
Tucson,
Ariz.,
14
de
diciembre
de
1992.
Don
Joaquín:
La
chispa,
la
bujía,
el
alma,
la
luz.
¿Qué
haríamos
sin
Joaquín?
Lo
inventaríamos.
El
regalo
más
grande
de
Dios.
Nos
sentimos
inmensamente
bendecidos
con
tu
presencia.
¿Cómo
agradecerle?
Ojalá
y
hayas
captado
que
nos
caes
muy
bien,
que
eres
un
niño
especial,
un
niño
fuera
de
lo
común,
alguien
en
quien
Dios
se
pulió
y
nosotros
muy
afortunados
de
que
te
haya
puesto
a
nuestro
cargo.
Ya,
ya,
ya
basta,
muchacho
mugroso,
que
no
se
baña
bien,
¿qué
se
estaba
creyendo?
Muy,
muy,
¿no?,
pues
no,
que
ahora
que
lo
vea
le
tengo
guardadas
unas
nalgadas
sacudidoras,
junto
con
unas
cosquillas
de
esas
que
lo
dejan
sin
habla.
Qué,
¿no
crees?
Deja
que
te
agarre
con
la
mano
buena
y
le
haré
la
lucha.
Ya,
ya,
ya
estuvo
bueno
de
amenazas.
¿Qué
dices
Joaquín?
Yo
creo
que
no
le
entiendes
a
mi
letra,
pero
es
lo
mejor
que
tengo
en
esta
época,
que
te
traduzcan
los
que
la
entienden,
porque
a
mí
es
lo
único
que
me
sale.
¿Cómo
vas
con
el
fut?
¿Cómo
te
ha
ido?
¿Contra
quién
jugaron?
¿Cómo
te
fue?
¿Cuántos
goles?
¿Cuántos
faules
hiciste?
¿O
te
hicieron?
Escríbeme,
ponle
dibujos.
Dimos
con
una
pista
de
go-‐karts,
te
va
a
gustar.
Si
no
está
congelada
para
cuando
vengan,
te
vas
a
subir
con
un
grande,
porque
se
ve
muy
buena
la
pista.
Si
te
vienes
por
carretera,
hazte
el
ánimo,
que
está
lejísimos.
Yo
creo
que
van
a
hacer
como
tres
días
de
venida
a
buen
paso.
Ve
el
mapa;
sólo
de
donde
empieza
Sonora
hasta
Nogales,
que
es
la
frontera,
se
hace
un
día
y
una
noche
a
dale
y
dale,
y
de
allí
de
la
frontera
ya
sólo
3
horas,
pero
vale
la
pena.
No
es
Orlando
ni
Disneylandia,
es
un
desierto
que
los
espera
con
los
brazos
abiertos.
Te
quiere:
El
Pelón,
tu
papá
Tucson,
Ariz.,
15
de
diciembre
de
1992.
¿Cómo
me
siento
cuando
otras
gentes
hacen
por
nosotros
lo
que
nosotros
quizá
no
haríamos?
Queridos
amigos:
Me
siento
muy
amado,
me
parten
el
alma
sus
actos
de
solidaridad,
sus
hechos
para
tratar
de
remediar
un
poco
nuestra
vida.
Sólo
me
sale
decirles
GRACIAS,
sé
que
están
conmovidos.
Ahora
quizá
impotentes
de
corresponderles,
nos
sentimos
inmerecidos
de
sus
actos,
los
aceptamos
con
agradecimiento,
con
alegría,
con
hermandad
en
Cristo,
como
un
regalo
que
El
nos
da;
como
flores
en
el
camino,
este
camino
que
nos
toca
recorrer,
sabemos
que
muchos
aquí
estarían
a
nuestro
lado
ayudándonos
a
llevar
nuestra
cruz,
pero
el
momento
es
que
lo
vivamos
así,
a
muchos
kilómetros
unos
de
otros,
pero
nuestros
corazones
muy
unidos.
GRACIAS,
ustedes
saben
que
Dios
se
los
pagará.
No
esperen
mucho
de
mí
pero
con
la
ayuda
de
Dios,
quizá
llegue
a
corresponderles
algo.
Mi
corazón
y
mis
oraciones
están
con
ustedes.
Les
deseo
que
esto
que
hacen
sea
una
oportunidad
para
acercarse
más
a
Dios,
para
que
encontremos
sus
caminos
y
sepamos
confiar
en
El.
El
sabe
a
dónde
nos
lleva.
Los
ama:
Pepe
Tucson,
Ariz.,
14
de
diciembre
de
1992.
¿El
Señor
nos
muestra
sus
caminos?
¿Qué
te
dice
esta
vez?
Ahora
que
estamos
aquí,
en
estas
circunstancias
de
la
enfermedad,
la
angustia,
el
temor,
la
incertidumbre,
la
distancia,
los
gastos,
los
doctores,
las
radiaciones,
¿qué
me
dice
el
Señor?
¿qué
quiere
de
mí
ahora?
Ahora
sólo
podemos
vivir
este
momento
como
mejor
podamos,
ante
uno
y
el
otro,
una
entrega
como
pareja
que
quizá
muchos
no
entiendan,
pero
ante
Dios,
estamos
tranquilos.
Pera
ha
sido
más
que
una
pareja,
se
ha
entregado
en
alma
y
cuerpo
a
atenderme
y
cuidarme.
Ha
sido
más
que
un
prójimo.
Ojalá
y
sirva
para
otras
parejas
de
testimonio
y
para
muchos
cristianos.
En
cuanto
a
mí,
lo
que
Dios
quiere
es
que
viva
con
resignación
estas
angustias,
se
las
ofrezca
con
alegría
y
lleve
con
dignidad
mi
cruz
de
esta
época.
Si
eso
le
sirve
se
la
ofrezco
con
alegría,
junto
con
la
separación
temporal
de
mi
familia,
las
angustias
que
les
originamos.
Señor,
Tú
sabes
a
dónde
nos
conduces,
agacho
la
cabeza,
como
el
borrego
de
la
ofrenda
y
te
dejo
que
cumplas
tu
plan.
Si
así
te
soy
útil,
dando
lástimas,
¡Gloria
a
Ti!
Sólo
quiero
ser
digno
a
tus
ojos,
ser
de
los
tuyos.
No
me
hagas
caso
cuando
me
desespero.
Gracias
por
amarme,
Tú,
la
Virgen,
Pera,
los
críos,
hermanos,
amigos,
etc.
Gracias.
Tucson,
Ariz.,
15
de
diciembre
de
1992.
El
tiempo
se
duplicó
o
triplicó
para
varias
cosas.
Gasto
más
tiempo:
1- Para
vestirme.
2- Para
comer.
Horas.
3- Para
bañarme.
4- Para
desvestirme.
5- Para
ir
al
baño.
6- Para
trasladarme.
7- Para
hablar.
8- Para
reaccionar.
Pero
estoy
vivo.
Me
puedo
poner
de
pie,
lento,
pero
llego.
Despacio,
pero
como
y
saboreo
lo
que
pruebo.
Qué
dulce,
qué
salado,
qué
suave,
qué
duro.
Todo
por
ahí
está
girando
y
pasando
por
el
paladar,
que
se
ha
vuelto
un
aparecido.
Es
de
los
sentidos
que
podían
haberse
dormido.
¡Alabado
sea
Dios!
Tucson,
Ariz.,
16
de
diciembre
de
1992.
Las
cuatro
de
la
mañana
de
por
acá,
el
sueño
se
me
fue
desde
hace
rato.
Estoy
preocupado,
me
siento
desesperado,
todo
está
demasiado
lento,
en
un
compás
de
espera
de
algo,
¿de
qué?
Se
me
figura
que
no
salgo,
que
aquí
quedo,
que
no
aguanto.
Oigo
que
mucha
gente
está
pidiendo
por
mi
salud,
tengo
mucha
gente
que
se
preocupa
de
mí,
de
Pera,
de
la
familia.
Yo
mismo
le
suplico
a
Dios
que
me
ayude
a
llevar
esta
prueba,
este
regalo
que
Él
me
dio,
me
ayude
a
confiar
en
El,
a
saber
que
El
está
aquí
conmigo.
El
va
a
mi
lado,
nada
pasará
que
El
no
quiera,
El
me
ama,
aquí
está
El,
dentro
de
ese
ángel
que
es
Pera
tengo
parte
de
Él,
no
estoy
solo,
aunque
mil
acampen
contra
mí,
teniéndolo
a
mi
lado
nada
pasará.
Lo
estancado,
lo
parado,
el
relax,
la
inmovilidad,
estar
medio
invernando,
la
falta
de
actividad,
el
estar
detenido,
encharcado,
nos
hace
que
nos
desesperemos.
Veo
a
Pera
que
apenas
lleva
dos
o
tres
días
y
como
que
empieza
a
desesperarse
y
yo
puedo
hacer
muy
poco,
sólo
ofrecerle
a
Dios
esta
situación
y
confiar
en
El,
confiar
que
estamos
en
sus
planes,
que
éste
es
su
plan,
que
El
está
obrando.
Somos
sus
instrumentos
para
que
nosotros
y
otros
se
salven.
Tengo
que
aceptar
como
“cayó”
la
moneda,
esto
me
tocó
jugar:
la
de
enfermo
y
minusválido.
Aquí
quiere
Dios
que
juegue
mi
papel.
Me
cambió
mi
vida,
debo
aceptar
que
ya
nunca
será
como
antes,
hoy
soy
otro,
tengo
otras
condiciones,
vivo
como
puedo
y
en
ese
poder,
unas
cosas
puedo
hacer,
pocas,
muy
pocas
de
las
de
antes
y
voy
a
hacer
otras
menos
que
antes,
que
no
les
dediqué
tiempo
y
quizá
eran
mucho
más
importantes.
Hoy
soy
más
espíritu
que
cuerpo,
más
reflexión
que
actuar.
En
algunas
cosas
mi
mente
no
quiere
hacer
el
esfuerzo
de
pensar,
en
otras
sí
encuentra
campo
de
meditación.
Yo
sólo
me
dejaré
llevar
a
esas
nuevas
corrientes,
como
ahora
que
mis
miedos
e
inquietudes
me
conducen
a
recargarme
en
mi
Dios.
Señor,
tengo
miedo…
pero
Tú
sabes…
Tú
me
conoces…
Tú
me
llevas
a
donde
me
conviene…
yo
no
sé…
yo
no
conozco,
pero
en
ti
confío.
Tú
sabes
mejor,
tómame
en
tus
brazos…
llévame
a
donde
Tú
quieras…
Lo
que
queda
de
esta
noche
me
abandono
a
Ti.
Tú
repararás
mis
fuerzas
para
este
nuevo
día.
Con
este
día
me
debe
de
bastar,
el
de
mañana
ya
traerá
sus
afanes.
Tucson,
Ariz.,
17
de
diciembre
de
1992.
Según
las
cuentas,
hoy
deben
de
haberse
cumplido
8
días
de
que
llegamos.
Ya
fue
la
6ª.
Radiación.
Mi
ánimo
está
mejor
que
hace
8
días,
sólo
que
desde
ayer
apareció
un
nuevo
hipo,
acompañado
de
doble
succión.
Está
medio
latoso,
apantallador,
escandaloso,
muy
molesto,
porque
no
está
uno
acostumbrado
a
estas
novedades,
hay
ratos
que
me
desespero.
Entre
los
males
internos
que
me
traen
la
cabeza
muy
rara,
entre
la
falta
de
movimiento
adecuada
y
la
voz
de
ultratumba,
me
desconciertan,
pero
mientras
me
estoy
sentado,
como
que
se
me
olvida.
Pero
cuando
aparece
“don
hipo”
se
vuelve
la
estrella
macabra.
Paciencia…
también
pasará.
Tengo
algo
que
ofrecer
por
el
Papa
y
la
Iglesia,
porque
se
difunda
el
Evangelio.
Por
aquéllos
que
flaquean,
por
los
misioneros
en
sus
angustias
y
soledades.
Sepan
que
les
dedico
mis
molestias.
Me
acaban
de
hablar
dos
gentes
muy
queridas.
El
profesor
Sánchez,
presidente
del
Club
Providencia
y
Lola,
mi
hermana.
Me
hicieron
saber
que
rezaron
por
nosotros
en
el
club,
a
través
de
los
Balderas.
Gracias,
me
caen
muy
bien
sus
plegarias
para
adquirir
fortaleza,
que
buena
falta
nos
hace
a
Pera,
la
familia
y
a
mí.
Pepe
Tucson,
Ariz.,
17
de
diciembre
de
1992.
Si
después
de
este
destierro
vuelvo
a
Ti
mi
Dios,
lleno
de
Ti,
ya
la
gané.
Que
sea
mi
acopio
de
buen
temple,
que
puedas
hacer
un
instrumento
para
tu
evangelización,
que
mis
noches
sean
luz
para
otros,
que
Tú
puedas
recrearte
en
lo
que
esperas
hacer
de
nosotros.
Aquí,
Pera
y
yo
nos
acercamos
a
Ti,
ponemos
nuestra
humanidad
en
tus
manos,
haz
de
ella
algo
útil
a
tu
obra.
Sabemos
que
estás
haciendo
una
nueva
vasija,
la
otra
ya
la
destruiste,
no
nos
convenía.
Nosotros
no
sabemos,
no
entendemos,
no
comprendemos.
Sólo
confiamos
en
Ti,
en
tus
planes.
Sabemos
que
nos
amas,
que
tus
planes
son
mejores
que
los
de
nosotros.
Tú
sí
sabes
qué
quieres,
Tú
tienes
algo
bueno,
estás
obrando,
son
maravillas
las
que
salen
de
tus
manos.
Duele,
sacude,
sorprende,
quisiera
uno
echarse
para
atrás,
pero
cuando
me
viene
la
confianza
de
que
estamos
tomados
por
el
Padre
bueno,
vamos
al
siguiente
round,
estamos
bien
apadrinados.
Sólo
con
Dios
se
pueden
llevar
estos
momentos,
teniendo
confianza
que
es
para
bien,
que
todo
está
calculado,
que
va
a
salir
algo
bueno
de
este
“cocimiento”,
de
esta
olla
hirviendo.
El
sí
sabe
lo
que
le
está
poniendo,
nosotros
sólo
brincamos…
Es
el
agua
que
hierve,
a
ratos
como
que
sofoca,
pero
luego
pasa…
Pepe
Tucson,
Ariz.,
17
de
diciembre
de
1992.
Querida
hermana
Lety:
Algo
te
pasa
que
no
me
llamas,
algo
se
me
escapó
de
esta
pluma
que
no
te
gustó.
Ya
te
conozco.
Pero
créeme
que
como
se
viven
estos
momentos
no
hay
muchas
componendas
ni
florituras.
Aquí
me
siento
en
medio
de
la
selva,
buscando
sobrevivir,
superar
esta
situación
ya
de
por
sí
difícil,
extraña,
desconocida,
donde
cada
día
aparecen
novedades
no
muy
agradables
y
no
me
dan
oportunidad
de
rechazarlas
como
en
la
baraja.
Te
quiere:
Tu
Papá
Tucson,
Ariz.,
18
de
diciembre
de
1992.
Sargento
Nacho:
¡Firmes!
¿Qué
tal,
Nacho?
Muchas
cosas
ya
no
haremos
juntos.
Qué
bueno.
Ahora
vas
tú.
En
muchas
cosas
te
declaro
vencedor,
pero
échame
una
mano,
enseña
a
los
que
siguen:
Pablo,
Joaquín,
Santi.
Saliste
buen
alumno,
excelente,
ya
superaste
al
maestro,
eso
es
bueno,
ahora
te
toca
a
ti.
A
lo
mejor
lo
hacemos
juntos
en
algunas
cosas,
eso
iremos
viendo
qué
se
puede.
Arriba
el
ánimo,
Nacho.
Te
ocupamos
optimista,
alegre,
dicharachero,
payaso.
Acuérdate,
esto
también
pasará,
esto
es
para
bien,
el
mundo
no
se
acaba,
el
sol
sigue
saliendo,
la
vida
sigue
igual.
Sólo
tu
papá,
como
mucha
gente,
está
viviendo
su
papel
de
enfermo,
que
le
mandaron
a
su
medida,
y
tú
desde
allí
tienes
que
ponerle
muchas
ganas,
el
doble,
a
estudiar
casi
solo
y
aún
ayudar
al
que
puedas.
Además,
sigue
jugando
con
más
ganas,
hazlo
por
mí.
Tú
sabes
lo
que
extraño
el
deporte,
juega
por
mí
y
pon
lo
mejor
de
ti.
Saca
tu
madera
de
campeón,
así
pones
en
grande
nuestro
nombre
y
les
enseñas
a
tus
hermanos
el
camino
del
triunfo
y
no
el
de
la
mediocridad,
el
ahí
se
va,
el
no
se
pudo…
el
ni
modo.
Nacho,
mándame
un
fax,
necesito
saber
de
ti.
Te
quiere:
Tu
Papá
Tucson,
Ariz.,
18
de
diciembre
de
1992.
Querido
Pablo:
El
sorprendente
Pablo,
cómo
cambias
cuando
juegas
fútbol,
o
algún
otro
deporte,
hasta
en
la
bici.
Como
que
brilla
tu
personalidad.
Te
ves
fuerte,
brillante,
con
madera
de
campeón.
Vas
a
llegar
lejos.
Ojalá
y
me
toque
verte
y
echarte
porras.
No
te
hemos
valorado
en
todo
tu
esplendor.
Es
de
las
desventajas
de
estar
en
sándwich
entre
el
sargento
Nacho,
con
fama
de
campeón
y
don
Joaquín,
el
entusiasmo
andando,
ídolo
de
los
de
su
edad
y
alrededor.
Pero
eso
te
reta
a
superarte,
porque
te
das
cuenta
que
puedes,
que
Dios
te
dio
mucho
talento,
que
tienes
algo
más
que
la
mayoría,
eres
de
los
escogidos,
reúnes
habilidad,
fuerza,
inteligencia,
chispa.
Ojalá
y
no
desperdicies
tus
talentos.
Ve
cómo,
a
esta
pequeña
edad,
ya
empiezan
a
repuntar.
Ojalá
y
encuentres
un
buen
entrenador,
un
buen
guía,
que
pueda
llevarte
por
el
camino
de
la
madurez
y
no
te
pierdas
como
tantos
privilegiados
que
por
allí
se
quedan
a
medio
camino.
Todo
este
talento
que
quede
en
segundo
lugar,
porque
el
primero
es
estudiar
como
lo
estás
haciendo,
es
la
forma
de
labrarte
un
futuro
para
ti,
tu
familia
y
tu
patria.
Cada
día
que
aprendes
algo
es
como
si
pusieras
un
ladrillo
de
la
casa
donde
habitarás,
no
hay
peor
cosa
que
la
ignorancia,
la
mala
educación.
Échale
ganas,
Pablo.
El
tenerte
junto
a
mí
dando
tanto,
el
verte
cómo
me
amas,
es
mi
mejor
medicina.
Gracias,
Pera,
yo
no
sé
qué
ves
en
mí,
pero
sé
que
me
mamas,
has
hecho
más
de
lo
que
está
en
tus
manos
por
ayudarme.
Dios
y
los
hijos
te
tienen
que
pagar.
Yo
no
sé
qué
va
a
ser
de
mí,
pero
esas
estrellas
que
has
sacado
de
tu
corazón
me
han
ayudado
como
no
tienes
idea.
Si
yo
fuera
tu
papá
o
mamá
estaría
orgulloso
de
esta
hija.
Si
fuera
un
hijo
tuyo
sentiría
una
gran
admiración
y
cariño
por
esta
mamá
que
Dios
me
dio.
Una
gran
esposa
y
madre.
Dios
te
conserve
el
ánimo
y
te
llene
de
fuerza.
Dios
te
bendiga,
esposa
amada.
Tuyo:
Pepe
Guadalajara,
Jal.,
19
de
diciembre
de
1992.
Papi:
¿Cómo
estás?
Ojalá
que
igual
de
emocionado
que
nosotros
porque
vamos
a
verlos.
Me
da
mucho
gusto
que
estés
mejor
y
ya
muy
pronto
vas
a
regresar.
Aquí
hay
muchísima
gente
que
reza
por
ti
y
hasta
la
abuelita
de
Polo,
dicen
que
le
dan
dolores
muy
fuertes
y
que
todos
los
ofrece
por
“Pepe,
del
que
todos
hablan”
y
que
aunque
ella
no
te
conoce,
ella
reza
y
ofrece
sus
dolores
por
ti.
Las
que
peinan
y
depilan
en
el
Club
también
rezan
por
ti
y
hasta
el
chofer
de
casa
de
Sergio;
así
que
imagínate,
si
ellos
hacen
eso
por
ti,
que
no
te
conocen,
pues
los
que
te
conocemos
¿Qué
no
vamos
a
hacer
por
ti?
Me
da
muchísimo
gusto
que
ya
no
estás
pensando
cosas
feas
todo
el
día,
que
ya
tienes
una
AMP
(actitud
mental
positiva).
Bueno,
que
te
siga
yendo
muy
bien.
Te
quiero
mucho:
SOFÍA
P.D.
Gracias
por
tu
carta.
Te
mandan
saludos
los
Valencia,
Tejeda,
Pericos,
etc.,
etc.
Guadalajara,
Jal.,
19
de
diciembre
de
1992.
Papi:
¿Cómo
estás?
Espero
que
mejor.
Gracias
por
tu
carta,
me
gustó
mucho.
El
miércoles
fui
a
una
Misa
que
organizaron
los
frontenistas
en
San
Javier.
Fueron
muchos
señores
y
señoras
que
te
mandaron
saludar.
Jorge
Martínez
me
dijo
que
te
iba
a
mandar
con
nosotros
una
camisa
autografiada
por
todos
los
frontenistas.
Es
teléfono
no
deja
de
sonar
en
todo
el
día,
con
gente
que
quiere
saber
cómo
sigues.
Espero
que
muy
pronto
nos
vayamos
otra
vez
a
Tapalpa
en
bici,
porque
estuvo
muy
padre.
Espero
que
cada
día
te
sientas
mejor.
La
abuelita
de
Polo
Magaña
dice
que
reza
mucho
por
ti
aunque
no
te
conoce,
pero
que
le
han
hablado
mucho
de
ti.
Ahí
nos
vemos,
si
Dios
quiere
el
miércoles
o
jueves.
Te
quiere
mucho:
MONICA
Mami:
¿Cómo
estás?
Espero
que
muy
bien.
Gracias
por
cuidar
a
mi
papá
ahorita
que
más
lo
necesita.
Ahora
que
no
estás,
nos
estamos
dando
cuenta
de
lo
difícil
que
es
tu
trabajo.
Gracias
por
habernos
aguantado
a
todos
y
en
especial
a
mí
por
casi
15
años.
Tucson,
Ariz.,
20
de
diciembre
de
1992.
Su
papá
no
ofrece
mucho,
pero
el
que
estemos
juntos
en
circunstancias
tan
difíciles
y
adversas
le
da
otra
dimensión.
Gracias
hijos,
me
siento
muy
orgulloso
de
ustedes;
momentos
como
éstos
sacan
cualidades
y
talentos
que
hasta
nosotros
desconocemos
de
ustedes,
pero
ya
van
enseñándome
que
se
puede
cuando
se
quiere.
Me
retan
a
seguir
poniendo
todo
de
mí
para
salir
adelante
en
estas
pruebas.
Sigamos
confiando
en
Dios
y
poniendo
lo
que
está
de
nuestra
parte
y
dejemos
que
El
siga
haciendo
milagros.
El
tiene
muchos
planes
para
cada
uno.
Vamos
dejándole
que
haga
sus
maravillas.
Nos
conoce,
nos
ama
y
es
bueno.
He
aquí
el
milagro,
a
través
de
los
que
hicieron
posible
que
estemos
juntos.
Gloria
a
Dios.
Los
quieren:
Papá
y
Mamá
Tucson,
Ariz.,
20
de
diciembre
de
1992.
Queridos
Felipe,
Gloria,
sus
hijos,
Juan
Pablo,
Imeldita,
Salvador:
No
quiero
dormirme
sin
decirles
GRACIAS.
Ojalá
y
hubiera
alguna
otra
palabra
que
pudiera
manifestar
lo
que
mi
corazón
siente
en
este
momento.
Un
corazón
sin
puertas
les
dice
muchas
gracias.
Imagínense
el
agradecimiento
que
siento
de
que
hayan
podido
hacer
posible
estos
momentos
para
unos
papás,
perdidos
en
este
desierto
norteño,
buscando
una
salud
que
se
escabulle.
A
esa
angustia,
súmenle
la
separación
física
de
la
familia
en
estas
fechas
tan
especiales,
en
estos
momentos
que
tuvimos
que
dejar
todo
a
cambio
de
una
esperanza
que
sólo
Dios
puede.
Pero
ustedes
hicieron
el
milagro
gracias
a
su
buen
corazón,
gracias
a
su
espíritu
de
sacrificio,
gracias
a
alguien
que
supo
inculcarles
su
espíritu
indómito,
de
voluntad,
de
amor
fraterno,
que
ahora
pocos
entienden,
pero
él,
junto
con
su
familia,
lo
más
sagrado,
se
sacrificó
y
los
involucró
y
aquí
están,
aquí
llegaron,
lo
hicieron,
estamos
felices,
nunca
se
nos
olvidará.
Hijos,
jamás
olviden
este
detalle.
Hoy
sus
papás
estamos
felices
y
muy
agradecidos
con
todos
estos
hermanos
que
hicieron
posible
este
momento.
Muchas
gracias
por
su
amor.
Pepe
Tucson,
Ariz.,
24
de
diciembre
de
1992.
Quisiera
regalarles
esta
Navidad
la
llave
para
que
pudieran
sacar
de
dentro
de
su
corazón
ese
espíritu
que
cada
uno
tiene
guardado
en
el
fondo
y
lo
ha
hecho
ser
diferente,
único
de
los
demás,
y
les
pide,
les
suplica
que
lo
hagan
crecer,
que
no
le
hagan
caso
al
mundo,
que
ustedes
valen
más,
son
únicos,
nunca
ha
habido
ni
habrá
otro
igual,
seres
irrepetibles.
Esa
llave
es
para
que
saquen
lo
mejor
y
tírenla,
destrúyanla,
si
piensan
volverlo
a
guardar.
Porque
ese
espíritu,
esa
alma,
los
va
a
llevar
hasta
donde
se
atrevan,
no
les
dé
miedo.
Si
son
mujeres,
si
son
hombres,
sueñen,
imagínense
lo
que
quieren
alcanzar,
imagínenselo,
hagan
planes,
ayúdense,
tírenle
a
algo
grande,
cuando
menos
piensen
ya
estarán
allí.
No
se
queden
como
el
águila
que
fue
creada
con
las
gallinas
mientras
veía
a
sus
hermanos
volar,
ella
creía
que
era
gallina.
Imagínense
cómo
quieren
que
sea
su
futuro,
que
tipo
de
oficio
desempeñar,
hasta
dónde,
con
qué
nivel.
¿Por
qué
no
jefe?
¿Por
qué
empleado?
¿Qué
tipo
de
esposo?
¿Qué
tipo
de
papá?
¿Qué
tipo
de
madre
para
los
hijos?
¿Sólo
eso
quiero?
¿Sólo
ese
sueño?
Atrévete
a
ser
grande.
Tú
eres
un
milagro.
Dios
espera
mucho
de
nosotros.
Sepamos
decirle
“Sí,
cuenta
conmigo”.
Pepe
Tucson,
Ariz.,
29
de
diciembre
de
1992.
Los
días
pasan,
no
les
importa
si
hay
alegrías
o
penas.
Ellos
corren,
avanzan,
empujan,
atropellan,
pero
las
horas
recorren
su
destino.
Nosotros,
inmersos
en
la
rutina
de
las
radiaciones,
todos
los
días
hábiles
a
las
10.30
y
así
hemos
acumulado
más
de
13.
El
doctor
ya
nos
dijo
que
acaba
la
segunda
semana
de
enero,
o
sea,
ya
vemos
más
cerca
el
final
de
esta
etapa
y
con
esto,
la
alegría
de
volver
a
casa,
volver
al
hogar
después
de
este
destierro.
Volver
al
hogar,
estar
con
los
nuestros,
nuestra
casa,
nuestros
hijos,
nuestros
vecinos,
amigos,
parientes,
el
perro,
tus
objetos,
tu
cama,
tus
espacios,
el
tener
a
la
mano
tus
gentes.
Realmente
hay
muchas
cosas
que
ni
cuenta
se
da
uno
que
las
tiene
o
que
hasta
que
te
alejas
las
valoras.
Regresar
a
casa
¿cómo?
Lo
más
probable
es
que
muy
disminuido,
más
minusválido,
con
todo
por
recuperar.
Dicen
los
doctores
que
después
de
su
tratamiento
habrá
cierta
recuperación.
¿Les
creemos?
Yo
creo
que
con
que
detengan
el
mal,
ya
es
ganancia.
¿Cuánto
tiempo?
Quizá
unos
meses.
Que
el
señor
eche
mano
de
sus
recursos
y
reconsidere
el
rumbo,
porque
estamos
total
y
absolutamente
en
sus
manos,
somos
sus
hijos
amados
y
hará
de
nosotros
lo
que
desee.
Pepe
Tucson,
Ariz.,
30
de
diciembre
de
1992.
Se
está
acabando
el
año
92,
año
que
nunca
olvidaré.
Un
año
cargado
de
experiencias
fuertes
para
nuestras
vidas.
Independientemente
de
la
enfermedad,
el
haberme
salido
de
Bombacreto
fue
un
reto
muy
difícil,
un
proceso
de
separación
que
se
llevó
meses;
un
desligarse
de
tantas
dependencias
morales,
psicológicas,
económicas,
sentimentales,
amenazas,
luchas,
etc.
No
me
arrepiento,
había
mucho
que
ganar.
Lo
platicamos
mucho
Pera
y
yo.
Siempre
estuvimos
de
acuerdo;
desde
hacía
años
tenía
que
haber
empezado
este
camino.
Pero
hasta
este
año
fue
posible
por
la
serie
de
acontecimientos
que
se
fueron
cruzando.
Hoy
me
encuentro
en
mi
decisión,
“libre”
de
ese
trabajo,
esa
dependencia,
ese
jefe,
pero
no
como
yo
quisiera.
Dios
conoce
mi
situación.
Me
siento
como
atascado,
a
la
orilla
del
camino.
Estoy
descarrilado,
quizá
ya
no
emprenda
nada.
Así
como
me
encuentro
le
veo
sólo
la
posibilidad
y
la
ilusión
de
que
para
Dios
no
hay
imposibles
y
tenga
algo
para
este
hijo
suyo
y
su
familia.
El
conoce
nuestros
planes,
sé
que
los
de
El
son
mejores
y
quizá
a
no
entre
yo
a
hacer
alguna
empresa.
Me
da
tristeza,
pero
me
abandono
a
Él.
Confiemos
más
en
sus
planes.
El
tiene
un
camino
de
amor.
¿Qué
quiere
el
Señor
de
mí
así
como
estoy?
Yo
creo
que
desea
que
viva
mi
realidad
de
enfermo,
se
la
ofrezca
y
ponga
de
mi
parte
para
aliviarme.
Y
que
sea
un
enfermo
agradable,
que
no
sea
latoso.
Ojalá
y
pueda
dar
algún
ejemplo
de
paciencia,
fortaleza,
alegría.
Mis
seres
queridos
se
me
figuran
como
pajaritos
que
con
sus
picos
chicos
y
grandes
me
ayudan
a
sostener
el
“vuelo”.
Ellos
me
levantan,
me
impulsan,
me
chiquean,
me
empujan.
Están
siempre
atentos
a
los
gruñidos
que
salen
por
sonido,
gracias.
Y
¿Qué
tal
Felipe
y
su
corte?
Cómo
han
sabido
ayudar.
Han
hecho
todo
y
más
por
hacerme
más
llevaderos
estos
momentos
que
me
ha
regalado
el
Padre
bueno,
que
aunque
están
difíciles,
me
han
puesto
mejor.
Gracias,
ha
sido
muy
confortante
tenerlos
cerca
a
todos
ustedes.
Juan
Pablo,
elemento
indispensable.
Cómo
encaja.
Salvador,
ayudador
en
lo
que
se
ocupe.
Pipo,
marcando
su
camino
de
dar.
Alejandro,
observador,
queriendo
ser
él
el
que
da.
Vero,
la
chispa,
la
generosidad.
Yoya,
haciendo
su
vida.
La
mamá
Gloria,
el
impulso,
la
energía.
Todos
han
sido
una
gran
familia,
una
gran
compañía.
Está
llegando
el
momento
de
que
se
marchen,
mañana
es
el
día.
Nos
da
mucha
tristeza,
pero
vamos
pensando
que
sólo
se
adelantan,
sólo
son
unos
días,
luego
los
alcanzaremos
y
por
mucho
tiempo
estaremos
juntos
en
nuestra
patria,
nuestra
ciudad,
nuestro
hogar,
nuestro
seno
familia.
Ustedes
sólo
van
por
delante.
Aunque
no
escuche
sus
voces,
sus
risas,
sus
llantos.
Unos
los
guardaré
aquí
en
mi
corazón
y
otros
sé
que
allá
estarán
esperándonos.
Que
esos
besos
húmedos
de
“buenos
días”
nos
están
aguardando.
Le
pido
a
Dios
con
mucha
fe
y
a
la
Virgen,
me
concedan
la
dicha
de
volver
a
la
normalidad,
ser
papá
de
estos
polluelos
y
palomas;
hermano,
tío,
amigo
y
vivir
de
nuevo.
Me
devuelva
algo
de
mi
energía,
poder
pasarme
los
líquidos
en
forma
normal,
alimentarme
naturalmente.
Quizá
sea
mucho
para
mí,
pero
al
Poderoso
¿qué
le
cuesta?
Todavía
no
termino
mi
misión
de
padre
y
esposo,
eso
creo
yo.
Pero
El
tiene
sus
planes
y
yo
sólo
debo
decir:
¡Hágase
tu
voluntad!
Qué
curiosa
la
vida
de
los
desahuciados.
Lo
eterno
toma
cada
vez
más
importancia.
Por
un
lado
está
el
atractivo
de
que
un
Dios
Padre,
lleno
de
todas
las
cualidades:
la
belleza,
la
sabiduría,
la
verdad,
el
amor,
la
justicia,
la
paz,
la
quietud,
los
ángeles,
arcángeles,
los
santos,
los
profetas,
tus
antepasados,
los
mártires,
Jesucristo,
la
Virgen,
como
que
todo
lo
bueno,
lo
valioso,
lo
hermoso
allí
está
esperando.
Son
regalos
del
Padre
a
sus
elegidos:
la
música,
los
sonidos,
las
armonías,
los
cantos
celestiales,
los
cielos,
los
planetas,
la
eternidad,
alabar
a
Dios
eternamente,
donde
ya
no
habrá
penas,
tristezas,
enfermedades,
dolores,
angustias,
temores,
decepciones,
enojos,
violencia,
contaminación,
hambre,
guerra,
odio
y
no
sé
cuántas
cosas
más.
No
está
mal,
es
muy
atractivo.
Acá
de
este
lado
me
aferro
a
la
vida.
Quedan
en
mis
manos,
tengo
sujetos
a
Pera
y
a
nuestros
hijos,
hermanos,
sobrinos.
Pero
abro
las
manos
y
te
las
entrego,
Señor
mis
posesiones.
Tú
ponme
en
donde
quieras.
Tú
conoces
lo
que
me
conviene.
Qué
soy
yo,
nada.
Si
para
ti
soy
importante
así
como
estoy,
qué
bueno.
Mira,
qué
bueno
que
te
fijas
en
mí
y
me
chiqueas
como
en
estos
días
en
que
me
rodearon
de
amor.
Todos
estos
días
en
que
me
hicieron
sentir
que
no
estoy
solo,
que
me
aman,
que
me
quieren,
que
hay
que
seguir
luchando.
Les
prometo
seguir
poniendo
de
mi
parte
lo
que
en
mí
esté,
como
ir
a
las
radiaciones
que
sé
que
son
tan
agresivas
y
sabe
Dios
qué
consecuencias
tendrán
y
luego
la
quimioterapia
que
es
peor,
y
la
cortisona
que
estoy
tomando,
que
sólo
ellos
saben,
pero
ahí
estoy
en
lo
que
puedo
y
tengo.
A
ver
hasta
dónde
llegamos…
Padre
estoy
en
tu
manos,
haz
de
mí
lo
que
quieras…
por
todo
lo
que
haces
te
doy
gracias…
sólo
me
basta
tu
amor…
Déjame
sentirme
de
tu
mano
como
un
chiquito
cuando
su
papá
lo
lleva
de
la
mano
cruzando
calles
y
el
niño
va
feliz
brincando,
corriendo,
sintiéndose
tomado,
llevado,
protegido,
paseado.
Me
acuerdo
cuando
mi
papá
me
llevaba
al
“centro”
de
la
ciudad
y
me
incorporaba
en
su
plan.
Iba
feliz.
Me
acuerdo
de
los
aparadores
y
la
mano
fuerte
de
mi
papá
en
la
mía,
su
traje
a
la
moda.
¡Qué
bonitos
paseos!
Así
ahora
échame
la
mano
y
vámonos
a
donde
Tú
quieras
que
vaya.
Tú
conoces
mis
intenciones,
pero
Tú
tienes
las
tuyas.
Pepe
Tucson,
Ariz.,
1o.
de
enero
de
1993.
A
Pipo:
Quisiera
platicar
mucho
contigo.
Tengo
tanto
que
contarte,
pero
la
voz
se
fue
y
voy
a
tratar,
aunque
sea
entre
renglones,
de
decirte
algo,
porque
todo
me
cuesta
mucho
trabajo.
Primero,
acuérdate
que
yo
conviví
con
tu
papá
muchos
años.
Nos
conocimos
bien,
fue
una
lucha
de
dos
temperamentos,
yo
digo
que
inútil.
Me
hubiera
gustado
tener
amistad
con
él.
En
ti
ya
han
pasado
muchos
años
de
hermandad
o
lucha
con
Alex.
No
sé,
pero
si
yo
volviera
a
vivir,
buscaría
qué
hacer
para
evitar
ser
enemigos
y
hacer
de
alguien
de
mi
misma
sangre
un
amigo,
sí,
amigo.
Y
qué
mejor:
hermano.
Es
un
regalo
de
Dios
tener
un
hermano.
Nunca
es
tarde
para
empezar.
Yo
no
cambiaría
a
ningún
amigo
por
un
hermano.
Tucson,
Ariz.,
4
de
enero
de
1993.
Estimados
hijos,
hijas
e
Imeldita:
Qué
bueno
que
llegaron
bien,
fue
un
alivio
cuando
nos
hablaron
que
ya
estaban
en
casa.
Aquí
su
mamá
y
yo
estamos
disfrutando
de
la
soledad,
planeamos
los
días
más
despacio,
y
así
ya
se
nos
acabó
el
lunes
4,
ya
mero
nos
dormimos;
hoy
tuve
nota
buena,
porque
hice
mis
ejercicios
para
el
brazo
y
la
pierna
huelguistas;
en
la
noche
caminé
alrededor
de
los
apartamentos
3
vueltas,
qué
no
ni
qué
no,
a
caminar,
con
Pera
de
bordón.
Ahí
la
llevo.
Les
pido
que
unan
su
intención
de
la
oración
a
la
Virgen,
que
aunque
sea
me
componga
en
partes
y
ahora
le
estamos
pidiendo
la
sanación
de
la
garganta
para
poder
comer
y
beber
con
normalidad,
aunque
no
pueda
hablar;
que
pueda
comer
y
beber
porque
cada
día
es
una
triple
batalla
de
los
mil
demonios,
¿se
oye
feo?
Pero
así
es,
todo
un
show.
Los
quieren:
Pepe
y
Pera
Tucson,
Ariz.,
4
de
enero
de
1993.
Estimado
amigo
Juan
Ángel
Leaño:
Aunque
sean
unos
renglones,
pero
te
quiero
agradecer
de
corazón
todo
lo
que
siempre
has
hecho
por
mí
y
los
míos:
gracias.
Me
cuesta
mucho
trabajo
todo,
disculpa
la
letra.
Esta
prueba
es
difícil.
Sólo
con
la
ayuda
de
Dios
y
las
gentes
que
nos
quieren
la
vamos
sorteando,
hasta
donde
El
lo
disponga.
Posiblemente
regresemos
a
Guadalajara
para
el
día
15
de
éste;
las
condiciones
en
que
regreso
ya
te
las
has
de
imaginar,
pero
el
deseo
de
estar
en
el
hogar
es
muy
fuerte,
ver
nuestra
casa,
los
hijos,
los
amigos,
la
colonia
con
sus
parques,
etc.,
todo
lo
extraño.
Pero
lo
importante
es
vivir
cada
día,
ya
no
pido
más.
Ahora
batallo
hasta
para
poderme
pasar
un
vaso
con
agua,
porque
de
los
“regalos”
de
esta
enfermedad,
uno
es
que
me
dejó
la
garganta
desconchinflada
y
tomar
un
simple
vaso
con
agua
es
una
lucha
y
cómo
se
antoja
tomárselo
corridito.
Imagínate
un
coco
helado
con
ginebra
o
una
margarita,
ésos
son
los
antojos
de
esta
garganta
seca.
Juan
Ángel,
saludos
a
Rafael
Vargas,
Jesús
Ángel,
a
Toño
tu
compañero
de
despacho,
a
Tato,
etc.
A
ti
y
tu
familia,
a
tu
señora
Patricia,
un
abrazo
de
pésame
por
la
muerte
de
tu
señor
suegro.
Aunque
no
tuve
el
gusto
de
conocerlo,
sólo
de
ver
los
hijos
se
sabe
era
una
gran
persona.
Saludos
y
pésame
a
Héctor,
Conchita,
Pepe
González
Iñigo,
etc.
No
dejes
de
mandar
algún
fax.
Aquí
tenemos
dos
lugares
en
donde
nos
hacen
favor
de
recibir.
Gracias
por
tus
oraciones
y
buenas
intenciones.
Nuevamente
estamos
en
manos
del
que
yo
creo
que
nunca
hemos
salido
y
sus
planes
son
mejores
que
los
nuestros.
No
los
entendemos,
pero
confiamos
en
El,
no
nos
abandonamos
a
Él,
cuesta
trabajo
porque
nos
desconcentramos,
nos
asustamos,
no
la
creemos;
me
veo
en
el
espejo
y
me
pregunto
¿ése
soy
yo?,
no
es
posible.
Pero
el
espíritu
es
el
mismo,
es
el
que
me
mantiene,
es
eterno.
Ojalá
y
no
me
lo
desconecte,
porque
del
cuerpo
ya
recogió
varias
cosas,
pero
si
estoy
en
sus
planes,
vamos
bien.
El
es
el
titiritero,
El
mueve
los
hilos,
uno
debe
bailar
la
que
le
pongan
¿no
crees?
Estimado
y
fino
arquitecto,
recibe
un
abrazo.
Los
quieren:
Pepe
y
Pera
Tucson,
Ariz.,
7
de
enero
de
1993.
Pepito:
Qué
difícil
me
resulta
ahora
todo
aquello
que
era
sencillo.
Me
siento
tan
inútil,
tan
limitada,
es
como
querer
estar
en
otro
mundo
y
tener
que
aterrizar
en
éste.
Qué
cerca
te
tengo,
pero
qué
lejos
te
siento.
Cómo
quisiera
meterme
en
tu
corazón,
sentir
lo
que
sientes,
desear
lo
que
deseas,
sanar
tu
corazón,
devolverle
la
vida
a
cada
uno
de
tus
sentidos
y
verte
sonreír.
Volver
a
verte
alegre,
optimista,
trabajador.
Qué
no
daría
por
darte
todo
esto,
por
estar
en
tu
lugar
y
sacarte
de
esta
esclavitud,
acercarme
a
tu
dolor,
a
tu
angustia,
tan
solo
para
entenderte
mejor.
Pero
Dios
lo
quiere
así.
¿Por
qué?
No
lo
sé.
¿Para
qué?
No
tardamos
en
saberlo.
Quisiera
poder
decir
las
palabras
adecuadas
que
no
perturben
tu
corazón,
pero
que
te
traigan
luz
y
paz
interior.
No
sé
hacerlo,
pero
sí
puedo
decirte
que
eres
lo
más
grande
que
me
pudo
suceder;
aún
ahora,
nada
me
ha
acercado
más
a
Nuestro
Señor
que
tu
dolor,
pero
al
mismo
tiempo
tu
valor
y
tu
serenidad.
Guadalajara,
Jal.,
20
de
enero
de
1993.
Llegamos
hace
8
días,
muy
contentos,
bien
recibidos,
como
unos
campeones.
Los
días
han
pasado,
Pera
muy
bien,
ha
cambiado
sus
quehaceres
por
las
obligaciones.
Le
han
ayudado
conmigo,
que
cada
día
me
vuelvo
una
carga.
Sí,
voy
dando
pasos
hacia
atrás,
me
estoy
acabando,
me
estoy
consumiendo,
urge
un
cambio,
voy
cayéndome,
vean,
ya
ni
escribir,
no
puedo
moverme
por
mí
mismo,
dependo
de
los
demás.
Auxilio,
me
hundo,
algo
va
mal
Dios
mío,
sálvame,
estoy
en
el
límite
de
mis
fuerzas,
soy
una
barca
a
la
deriva,
soy
un
náufrago,
agoté
mis
reservas,
veo
pasar
las
lanchas
junto
a
mí:
¡Súbete!
¡Tú
puedes!
¡Ánimo!
¡Hola,
aquí
te
estamos
esperando!
¿Qué
tal?
¿Ya
mero?
¡Estamos
pidiendo
por
ti,
allá
te
esperamos!
Gracias,
pero
no
puedo
ni
con
mi
brazo,
menos
con
el
remo,
pero
con
un
milagro
llego
el
primero.
Mientras,
Dios
sabrá
hasta
dónde
y
cuándo,
porque
las
fuerzas
se
acaban.
Se
acerca
el
principio
del
final
de
esta
etapa.
Ojalá
y
entiendan
mi
letra,
pero
es
parte
de
este
espíritu
que
se
apaga.
Ya
descansaremos
todos.
Ofrezco
esto
por
Dios,
por
la
Iglesia,
por
la
salvación
mía
y
la
de
ustedes.
Gracias
por
todo,
que
Dios
los
bendiga.
Guadalajara,
Jal.,
30
de
enero
de
1993.
Papi:
Más
vale
tarde
que
nunca,
que
aunque
te
felicité
con
palabras,
ahora
lo
hago
por
escrito.
¡Feliz
46
aniversario!
Espero
que
cumplas
muchos
más
y
veas
a
los
nietos
de
Santiago.
¿Sabes?
En
uno
de
los
faxes
que
mandaste
me
decías
que
querías
saber
qué
pienso
y
ahí
te
va.
Creo
que
eres
muy
raro.
Cuando
estabas
sano
decías,
repetías
y
volvías
a
decir
que
tuviéramos
fe
siempre
en
Dios,
que
tú
confiabas
en
que
todo
lo
que
El
hacía
era
para
bien
de
nosotros,
que
El
lo
puede
todo,
que
El
ya
tiene
sus
planes,
etc.
Y
ahora
que
estás
enfermo,
te
veo
desanimado,
triste,
desconsolado,
apagado
y
muy
calladito.
Siento
que
ya
te
diste
por
vencido.
Entiendo
que
te
sientes
muy
mal,
pero
creo
que
hay
momentos
en
los
que
te
sientes
un
poco
mejor
y
sin
embargo
no
parece
que
te
aproveches
y
trates
de
programarte
a
decir:
“¡De
aquí,
hacia
arriba!”
o
como
si
pensaras
que
como
así
te
pasa,
después
de
lo
mejor
tiene
que
venir
lo
peor.
No
sé
si
me
entiendas,
lo
que
quiero
decir
es
que
¿dónde
quedó
el
optimismo,
el
buen
humor,
tus
puntadas?
¡Ánimo,
papá!
Tú
puedes
salir
adelante.
Es
imposible
que
una
persona
como
tú
se
deje
vencer;
sólo
ve
hacia
el
frente,
rompe
esas
barreras
que
se
están
construyendo
en
tu
mente,
lucha
contra
ellas;
proponte
metas,
ilusiones
por
cumplir,
sueña,
busca
alcanzar
tus
ideales,
antojos,
todo
puedes,
sólo
piénsalo
y
lucha
por
alcanzarlo:
-‐Tú
parado
en
un
pie
sobre
la
moto.
-‐
Otra
gran
empresa
como
la
que
hiciste
en
Bombacreto.
-‐
Tú
con
mi
mamá
otra
vez
por
toda
Europa.
-‐
Muchos
letreros
que
digan:
“Pepe
Escoto,
campeón
de
frontenis”.
-‐
“Pepe
Escoto,
campeón
de
fútbol”.
-‐
Un
partidazo
de
tenis.
Sueña
papi,
imagínate
todos
tus
antojos,
lucha
por
alcanzarlos
todos.
¡Sí,
se
puede!
Dios
nos
ama,
y
más
quizá
a
ti
porque
estás
en
su
mano
ahora
más
que
nunca
y
te
va
a
sacar
de
este
agujero
en
que
te
estás
metiendo.
Por
lo
pronto
trata
de
no
meterte
más.
Bueno
papi,
acuérdate
de
que
no
es
regaño,
ni
mucho
menos,
sólo
es
lo
que
siento
y
pienso.
Pero
hay
algo
mejor
todavía
y
es
que
te
quiero
mucho
y
quiero
que
conozcas
a
mis
bisnietos.
Marcela
Sanatorio
Santa
María
Chapalita,
Guadalajara.
31
de
enero
de
1993.
Me
siento
mucho,
me
da
tristeza
no
poder
decirles
“lo
siento”.
Son
momentos
difíciles,
pienso
que
de
ésta
no
libro.
Me
duele
en
el
alma
tener
que
dejarlos.
Gracias
por
todo
lo
que
han
hecho
por
mí,
hasta
esta
forma
de
poder
decirles
los
amo,
los
amo,
los
amo.
Todos
han
hecho
lo
imposible,
pero
el
Padre
bueno
tiene
su
plan.
Necesito
tanta
paciencia.
Pepe
Sanatorio
Santa
María
Chapalita,
Guadalajara.
1o.
de
febrero
de
1993.
Quiero
salir
con
dignidad.
Qué
raro
es
morirse
en
pedazos.
A
uno,
tanto
miedo
que
le
causa
el
infarto,
pero
cuando
de
morir
se
trata,
qué
mejor
solución.
Porque
por
este
camino
se
está
poniendo
muy
difícil.
Lo
bueno
es
que
va
rápido
el
paso
al
más
allá.
Pepe
Guadalajara,
Jal.,
5
de
febrero
de
1993.
6.50
a.m.
Papá:
Aprovecho
para
escribirte
porque
ya
se
me
fue
el
sueño
¿Sabes?
Ya
no
sé
qué
es
lo
que
siento;
no
sé
si
es
coraje,
miedo,
confusión
o
tristeza,
o
igual
y
es
todo
a
la
vez.
-
Tristeza,
porque
eres
mi
papá
y
a
nadie
que
yo
conozca
le
gustaría
ver
a
su
papá
así,
porque
veo
de
repente
que
no
puedo
ayudarte
más
que
con
mi
apoyo
y
mi
oración,
porque
no
quiero
verte
así,
y
es
por
eso
que
huyo
a
veces
de
ese
cuarto,
para
no
llorar.
-
Miedo,
porque
veo
a
mi
mamá,
a
mis
hermanas
y
sobre
todo
a
mis
hermanos
desubicados
y
me
da
miedo
que
nos
puedas
dejar,
si
esa
es
la
decisión
de
Dios.
-
Confusión,
porque
de
repente
siento
que
ese
no
es
el
papá
que
yo
tenía,
que
luchaba,
luchaba
y
luchaba
por
alcanzar
lo
que
se
proponía
y
lo
lograba,
el
papá
que
me
decía
“termina
lo
que
ya
empezaste”;
creo
que
ahora
te
toca
a
ti,
si
ya
empezaste
un
tratamiento
que
nos
dio
esperanzas
a
todos,
créelo,
puedes
salvarte.
Cuando
se
termine
el
tratamiento
podrás
decir
eso
no
sirve
o
eso
sí
sirve,
pero
antes
no.
-
Y
coraje,
porque
te
das
por
vencido
a
cada
ratito;
es
cierto,
yo
no
puedo
saber
cómo
te
sientes,
pero
por
lo
menos
creo
que
poquito
sí,
y
con
eso
tengo
para
decir
¡Qué
horror!,
pero
es
que
yo
no
tengo
fuerza
ni
carácter
para
luchar
y
salir
adelante
como
sólo
tú
sabes;
siento
coraje
porque
se
te
olvida
que
eres
el
plato
fuerte
de
la
comida
y
sin
ese
platillo
no
quedamos
satisfechos
y
al
no
comer
ése,
cada
día
nos
vamos
haciendo
más
flacos
y
débiles
y
más
si
somos
menores
de
15
años
de
edad
que
es
cuando
más
y
mejor
debemos
alimentarnos
de
ese
platillo
tan
importante.
No
sé
si
te
interese
y
quieras
que
te
haga
una
lista
de
las
personas
que
te
necesitamos.
Podría
comenzar
por
Dios,
que
El
te
necesita
aquí
con
nosotros
para
que
sigas
siendo
el
Pepe
que
todos
conocíamos,
y
sigo
con
mi
mamá,
que
no
se
cansa,
ni
se
tira
a
llorar
porque
ella
tiene
fe
en
Dios,
cree
en
tu
recuperación
total,
igual
que
muchísima
gente
que
te
quiere;
luego
siguen
Sofía,
Marcela,
Mónica,
Nacho,
Pablo,
Joaquín,
Santiago,
que
necesitan
un
papá
de
quién
aprender
y
con
quién
vivir,
piensa
en
ellos.
Y
sigo
con
tus
hermanos
Lucha,
Lolita,
Felipe,
Leticia,
Lupe,
Imeldita,
Checo,
tus
cuñados,
suegros,
consuegro.
Acuérdate
también
que
tienes
10
hijos
porque
no
sólo
somos
nosotros,
sino
que
faltan
tus
sobrinos
Felipe,
Juan
Pablo
y
María
Leticia,
de
los
que
has
sido
también
como
su
segundo
papá;
lo
siento,
no
tienes
pasaporte
para
otro
lugar,
más
que
para
el
lugar
en
donde
vives,
la
tierra.
Espero
ya
no
volver
a
oírte
decir
“me
voy”,
esas
palabras
ya
no
existen,
bórralas
de
tu
mente.
Ahora
mejor
di
“ahí
voy”.
Acuérdate
que
con
decir
la
frase
que
ya
no
se
puede
ni
escribir,
no
te
ayudas
en
nada
más
que
a
empeorar.
Espero
al
igual
que
la
lista
de
personas
que
te
queremos
y
que
no
escribo
porque
nunca
terminaría,
verte
en
poco
tiempo
arriba
de
la
bici,
diciendo
“vámonos
a
Tapalpa”.
Destiladeras
también
quiere
verte
pronto.
Ya
quitó
las
matas
con
espinas
y
las
piedras
del
camino
para
que
te
tires
boca
arriba
en
la
arena
para
decir
“Gracias
Dios
mío,
que
tonto
fui
al
decir
cosas
negativas
aquellas
veces
cuando
estaba
enfermo”.
Ya
no
hay:
es
que…,
ni
pero…,
ni
qué
más
quisiera…;
busca
y
lucha
por
alcanzar
eso
que
más
quisieras.
En
lo
que
yo
pueda,
sabes
que
ahí
estaré.
No
nos
falles,
papi,
y
saca
tus
cualidades
y
ese
carácter
que
has
guardado
en
un
cajón
con
llave.
La
llave
está
en
tus
manos,
sólo
te
hace
falta
tomar
fuerzas
y
tener
fe
en
que
al
abrir
el
cajón
vas
a
encontrar
esas
cualidades
que
ya
se
cansaron
de
estar
sin
usar.
No
lo
pienses
más,
mejor
sácalas
ya.
Te
quiero
muchísimo.
Marcela
Sanatorio
Santa
María
Chapalita,
Guadalajara.
6
de
febrero
de
1993.
Buenos
días
¿Cómo
amaneciste?
Y
así
paso
las
horas
y
los
días
viviendo
el
milagro
de
cómo
subsisto.
Cómo
le
voy
a
hacer
en
este
día
con
tantas
limitaciones.
Unos
hermanos
se
dan
cuenta
bien
cómo
van
las
cosas
y
no
están
satisfechos.
Ven
que
me
consumo,
como
una
ofrenda
se
va
apagando
la
vela.
Mucho
optimismo,
mucha
fe,
pero
me
voy
consumiendo.
Los
doctores
han
hecho
su
trabajo
muy
bien,
pero
tengo
un
gran
enemigo
que
es
al
que
no
hemos
desterrado,
allí
está
haciendo
estragos
y
es
el
que
modifica
el
metabolismo
y
tiene
a
los
doctores
desconcentrados.
Por
lo
pronto,
viviré
este
día
como
mejor
pueda.
Señor,
cada
hora,
cada
instante,
las
veinticuatro
horas
de
este
día
te
las
ofrezco.
¿Qué
quieres
hoy
de
mí?
Por
un
lado,
lejos
de
todo,
es
como
muerto
en
vida;
todo
tan
extraño,
todo
nuevo
en
esta
pesadilla.
Realmente
no
acabamos
de
despertar
y
darnos
cuenta
de
nuestra
realidad.
Pero
al
fin
de
cuentas,
no
deja
de
ser
realidad.
Yo
soy
el
artista,
el
actor,
el
bufón
trágico.
Mi
verdad
es
que
soy
un
enfermo
grave.
Depende
de
muchas
cosas
ajenas
a
mí
el
que
regrese
a
la
normalidad.
He
puesto
lo
que
está
en
mí.
Han
hecho
de
mí
un
hilacho:
le
ponen,
le
quitan,
le
agregan
medicinas.
Deberían
de
ver
la
farmacia
que
está
aquí
en
mi
cuarto…
Pepe
Sanatorio
Santa
María
Chapalita,
Guadalajara.
7
de
febrero
de
1993.
Con
mucho
gusto
y
más
esfuerzo
trataré
de
comunicarme
con
mis
dos
lectores.
Es
un
día
más
que
trataré
de
pasar
lo
mejor
posible,
que
se
me
haga
lo
menos
pesada
esta
monotonía,
esta
cárcel,
esta
esclavitud.
Bueno,
ahora
escribo
con
ánimo
de
decirles
mis
penurias,
mis
soledades,
pero
eso
es
lo
que
debo
vivir.
Ánimo,
repiten
todos
al
unísono.
Ánimo.
Como
si
fuera
la
fórmula.
Dios
está
contigo,
eres
de
los
privilegiados.
Hasta
hay
quien
envidia
mi
lugar
en
la
fila
y
en
un
acto
sublime
me
cambian
de
lugar.
Yo
nada
más
los
juzgo.
Con
una
hora
de
inmovilidad
se
darían
cuenta…
y
eso
multiplicado
por
24
horas
y
vuelvo
a
multiplicar
por
los
días,
semanas
que
falten
para
un
alivio,
para
algo.
¿Qué
será
ese
algo?
¿Será
para
bien?
Confiemos
en
Dios.
Qué
difícil
tener
los
hijos
tan
cerca
y
tan
lejos,
donde
las
caricias
y
la
convivencia
se
extrañan,
como
ahora
que
Pera
los
llevó
a
la
competencia
de
bicicletas
de
montaña.
Poco
a
poco
van
funcionando
sin
papá.
Es
parte
de
lo
que
vamos
dejando
o
voy
entregando.
Cuántas
cosas,
Jesús
mío.
Duele
mucho.
Pero
el
saber
que
Tú
estás
en
estas
pruebas,
me
tiene
que
dar
la
confianza.
El
espera
nuestro
sí
así
como
andamos.
Cuenta
hoy
conmigo
así
con
todas
las
deficiencias,
carencias,
angustias.
Debemos,
como
los
ejércitos,
dar
pasos
al
frente
y
algo
sacarán
de
nuestras
alforjas.
Que
sea
útil
y
me
ayude
a
ir
alcanzando
mi
salvación.
Pero
existen
otros
planes
mejores
en
los
que
no
me
toman
en
cuenta,
soy
nada,
solo
asumo
mi
papel
de
leño,
no
pongo
resistencia.
Así
en
silencio,
como
me
tienen,
agacho
la
cabeza
y
digo
“todo
está
bien,
haz
de
mí
lo
que
quieras,
Señor,
tú
conoces
mis
deseos
escondidos”.
Pepe
16
de
febrero
de
1993.
(Estando
Pepe
en
el
hospital)
Papacito:
¡Qué
vacío
de
casa,
qué
soledad!
Faltas
tú
y
es
como
si
faltara
el
aire.
Todos
jugamos
a
parecer
normales,
a
dar
la
impresión
de
que
nada
sucede,
pero
no
podemos
engañarnos.
Cuánta
falta
nos
haces,
tus
consejos,
tu
cariño,
tu
empuje,
hasta
los
sermones…
Eres
la
sal
que
da
sabor,
la
luz
que
nos
alumbra,
la
sombra
que
protege,
la
cobija
que
cubre
y
calienta.
Qué
triste
es
la
vida
sin
ti.
Aún
cuando
tengo
confianza
de
que
vas
a
estar
bien
(totalmente),
ahora
te
siento
en
otra
dimensión.
Quizá
es
que
estás
tan
cerca
de
Nuestro
Señor
que
ves
las
cosas
con
mayor
claridad.
Pero
tus
silencios
te
mantienen
lejano
a
nosotros.
Déjanos
conocer
lo
que
sientes,
lo
que
piensas,
escríbenos
para
saber
que
nos
necesitas,
que
te
gusta
que
estemos
contigo
y
si
algo
anda
mal,
dínoslo
para
corregir.
Dios
ha
sido
grande
y
misericordioso
con
nosotros.
Si
como
dicen,
estas
pruebas
las
manda
sólo
a
quienes
más
quiere,
te
debe
de
querer
más
que
yo,
porque
te
manda
por
el
camino
largo
y
lleno
de
peligros,
de
sinsabores.
Sólo
que
recuerda
que
El
te
lleva
en
sus
brazos,
que
te
ama
muchísimo
y
que
algo
espera
de
ti
y
de
mi.
Abramos
nuestro
corazón
para
escuchar
su
mensaje,
para
responderle
como
sus
amados
hijos.
Tuya:
Pera
Guadalajara,
Jal.,
17
de
febrero
de
1993.
Querido
Santi:
Es
difícil
dirigirme
a
ti,
en
primer
lugar
porque
ahora
no
lees,
pero
pronto
lo
harás
y
comprenderás
mejor
que
muchos.
Veo
tu
rostro
que
no
comprende
muchas
cosas.
No
te
preocupes.
Yo
mismo,
son
tantas
las
cosas
que
no
comprendo
y
sólo
asumo.
Algún
día
los
dos
entenderemos
que
El
nos
quiso.
Me
duele
mucho
dejarte
y
más
en
esa
edad,
pero
nuestros
planes
no
son
mejores
que
los
de
Él,
y
debemos
confiar
en
su
bondad
infinita.
Yo
no
tengo
la
suficiente
fe.
La
solicito,
la
exijo,
pero
El
tiene
sus
planes.
Mi
querido
Santiago,
no
nos
dieron
tiempo
de
tratarnos,
tiempo
de
vivir
nuestras
vidas.
A
los
dos
nos
tomó
el
destino
para
otros
rumbos.
Me
siento
con
cierto
cargo
de
conciencia
por
dejarte
tan
pequeño,
pero
ni
tú
ni
yo
escogimos
nuestro
camino;
nuevamente
somos
socios
involuntarios,
socios
de
un
gran
camino
donde
sólo
nos
toca
asumir.
Es
por
demás
decirte
que
lo
hubiera
dado
todo
por
crecer
junto
a
ti
y
tus
hermanos
y
hermanas.
Bueno,
sólo
voy
por
delante
unos
pasos.
Pero
el
puerto
es
el
mismo.
Somos
caminantes
hacia
un
mismo
destino.
Allí
todos
llegaremos,
unos
antes
y
otros
después,
pero
estaremos
juntos
al
final.
Aquí
llegas
a
mi
lado,
tan
gracioso,
tan
pequeño.
Qué
chiquito
te
veo
y
no
lo
creo.
Pero
la
moneda
está
lanzada.
Ahora
por
lo
pronto
aquí
termino.
Espero
existan
más
oportunidades
de
comunicarnos.
Te
quiere:
Tu
Papá
En
Cristo
volverás
a
la
vida
PEPE,
JOAQUIN,
PABLO,
PERA
CON
SANTI,