Bioetica Antropologia Dolor Sufrimiento y Muerte

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Aspectos bioéticos y antropológicos

del dolor, el sufrimiento y la muerte


Dr. Jorge H. Suardíaz Pareras1

RESUMEN
Se hace un análisis somero, desde un doble punto
de vista –bioético y antropológico-, de algunos
aspectos relacionados con el dolor, el sufrimiento
y la muerte, con particular referencia a los con-
ceptos de calidad de vida y eutanasia, exponien-
do mis criterios personales sobre estos últimos. Se
exponen los criterios personales del autor sobre
estos últimos.
Palabras clave: Dolor, sufrimiento, muerte,
eutanasia, calidad de vida.

INTRODUCCIÓN
Hay fenómenos que, por ser tan universales, mis-
teriosos y preocupantes, durante épocas todos los
pueblos, culturas y filosofías, se han planteado y
han buscado soluciones a éstos. Entre esas expe-
riencias humanas se encuentran el dolor, el sufri-
miento y la muerte. Curiosamente, el ser humano
no suele cuestionarse qué sentido tienen la alegría,
el éxito o el placer; en cambio, la dramática reali-
dad del dolor y del sufrimiento y, sobre todo, el
misterio desconcertante de la muerte, han inquie-
tado tanto a los hombres que, a lo largo de la histo-
ria, las mentes más reflexivas se han preguntado
por qué sufrimos y, sobre todo, por qué morimos; y
qué significado tienen, si es que tienen alguno, el
dolor, el sufrimiento y la muerte. Según
Schopenhauer, «La muerte es el verdadero genio
inspirador de la filosofía (...) Acaso no se hubiera
pensado nunca en filosofar si ella faltara»1. Tras la
Segunda Guerra Mundial, se hicieron rápidos pro-
gresos en el conocimiento fisiológico y bioquímico
del dolor, para conseguir, de esta forma, su trata-
miento de una manera científica y eficaz. A partir
de 1969 se inició un periodo de progreso y desarro- DESARROLLO
llo del estudio del dolor a todos los niveles: socioló- Decía Aristóteles que sólo se conoce bien aquello
gico, económico, psicológico, antropológico y fi- que se ve nacer y desarrollarse. Y es el dolor una
siológico. Finalmente, hoy tenemos un manejo del de las experiencias en que más implicada está la
dolor constituido y floreciente; y, mientras que la humanidad. La lucha contra el dolor ha supues-
gestación del tratamiento del dolor duró miles de to, desde el punto de vista antropológico, una de
años, la Nueva Algología se ha desarrollado en, las consideraciones más importantes de la histo-
solamente, unos 40 años. Sin embargo, todos sabe- ria de la humanidad, en cuanto ha contribuido
mos que aún se sufre mucho en el mundo y que al desarrollo del hombre y de su cultura. El dolor
será necesario seguir enfrentándose al sufrimiento se interpreta, según el tiempo y la sociedad, des-
humano por los siglos de los siglos. Debido a la de una óptica cultural, teológica, científica, psi-
radical unidad psicofísica y espiritual del ser hu- cológica y económica2.
mano, el dolor biológico va siempre unido a un El dolor es la experiencia más universal de
significado, a un sentido espiritual. los seres humanos (y también de los animales, al
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menos, de los que llamamos «superiores»); su an- falta de firmeza, debilidad, no sólo desde el punto
tigüedad se remonta al principio de la Creación. de vista somático, sino también espiritual4.
Para la Sociedad Internacional dedicada a su es- La persona sufre más que los animales, por
tudio, es «una experiencia desagradable, senso- la autoconciencia; es decir, no sólo sufre, sino que
rial y emocional, asociada a una lesión real o po- sabe que sufre. El sufrimiento es ambivalente,
tencial, que se describe como daño»3. En reali- porque consta de estos dos elementos: el dolor y el
dad, el dolor agudo es un mecanismo de alarma, sentido que damos a ese dolor. En el terreno
que alerta al organismo de que se está producien- antropológico, el sufrimiento puede destruir al
do una lesión: es de sobra conocido el terrible pre- hombre, pero también y por la misma razón, pue-
cio que puede pagar, por su carencia de sensibili- de enriquecerle profundamente. Sufrir es elevar el
dad dolorosa, el leproso que no reciba tratamien- acontecimiento meramente biológico a una cate-
to adecuado. En cambio, cuando el dolor se goría moral superior5. El enfermo puede hacer par-
cronifica, supone para el enfermo, la familia y la tícipes a sus amigos, familiares y al personal sani-
parte de la comunidad más relacionada con ellos, tario que le atiende, de sus sufrimientos; pero sabe
un importante elemento perturbador desde el que el dolor es algo tan personal que cada uno
punto de vista físico, moral, social y económico; tiene que vivirlo responsablemente en su singula-
pierde su sentido protector y se convierte en pro- ridad; porque el sufrimiento personal nos capaci-
tagonista de la enfermedad que le dio origen o, al ta para comprender a los demás. El que no ha
menos, en elemento básico de la misma, provo- sufrido –si es que existe alguien así- ¿cómo com-
cando un estado que se denomina sufrimiento, el prenderá al enfermo, al neurótico, al que es trata-
cual no se limita a una experiencia sensorial. Por do de manera injusta, cruel o degradante? Por otra
el contrario, tiene importantes consecuencias so- parte, los sufrimientos de unos, pueden ser una
bre la vida afectiva del ser humano, llegando a oportunidad para que otros ejerciten, a su vez,
minimizar sus ilusiones, desintegrar la personali- muchas virtudes humanas (la comprensión, la
dad y negativizar el espíritu. El sufrimiento in- ayuda, el servicio, la tolerancia y, sobre todo, el
tenso aumenta el sentimiento de desesperanza, amor): La persona que sufre es sagrada y merece
porque el dolor que tiene un propósito determi- todo nuestro respeto y toda nuestra ayuda.
nado (el derivado de una intervención que debe Al llegar a este punto, es imprescindible ha-
conducir a la curación, por ejemplo) es más tole- blar del dolor por cáncer, tratado por
rable que aquel ante el cual no puede contem- anestesiólogos, oncólogos y otros sanitarios, por
plarse ninguna finalidad (el que se experimenta a la dificultad que conlleva no sólo el dolor sino
causa de ciertas metástasis de un cáncer, por ejem- otros síntomas clínicos y la implicación de la fun-
plo). Recordemos, de paso, que etimológicamente ción que se ha dado en llamar concepto de enfer-
el término «enfermedad» (in-firmitas), implica mo terminal canceroso con la familia muriente.
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En semejante contexto, el sufrimiento, ele-
mento inevitable de la existencia humana, aunque
también factor de posible crecimiento personal, es
censurado, rechazado como inútil y, más aún, com-
batido como mal que debe evitarse siempre y de
cualquier modo; cuando no es posible evitarlo y la
perspectiva de bienestar se desvanece, entonces
parece que la vida ha perdido ya todo sentido y
aumenta en el hombre la tentación de reivindicar
el derecho a la supresión de ésta. Graves amenazas
afectan al enfermo incurable y terminal, en un con-
texto social y cultural que, a menudo, haciendo
más difícil afrontar y soportar el sufrimiento,
agudiza la tentación de resolver el problema elimi-
nándolo en su raíz, anticipando la muerte al mo-
mento considerado más oportuno6.
Para tomar conciencia de la importancia de
la ayuda que debemos prestar en este momento,
es conveniente distinguir entre la muerte como
hecho concreto y definitivo con el que la vida se
acaba y el morir, como un proceso más o menos
lento y progresivo que nos conduce hacia ese mo-
mento. El hombre suele experimentar, casi siem-
pre, un temor mayor a ese despojo constante que
al acto final, que a veces se considera como una
auténtica liberación. En este sentido, no deja de
ser curiosa la marcada diferencia entre nuestra
cultura actual y la de épocas anteriores, en lo que
se refiere a la actitud ante la muerte. Antaño, el
moribundo vivía y compartía con los demás sus
últimos días, en su propia casa, como protagonis-
ta y dueño soberano de su propio fallecimiento
(es significativa aquella plegaria en la que se pe- por lo que la fase de negación suele ir precedida
día a Dios que nos librara de una muerte «súbita por una de ignorancia (en la cual no sabe nada
y violenta»). Un nuevo estilo de morir se dibuja de su situación real) y otra de sospecha e insegu-
hoy en el horizonte: encontrarse con la muerte sin ridad, hasta que algunas palabras cazadas al vue-
darse cuenta, efectuar el tránsito en la ignorancia lo, o la simple intuición, hacen que la verdad se
y salir del mundo con la misma inconsciencia con vaya abriendo paso en la conciencia del enfermo.
la que entramos en él7. Entonces, tendrá que enfrentar este itinerario en
Aunque el fallecimiento es un proceso conti- completa soledad, si no somos capaces de superar
nuo, la psiquiatra suiza (residente en Estados ese obstáculo inicial; porque el hecho de que no
Unidos de Norteamérica) Elizabeth Kübler Ross, se produzca la comunicación de la situación real,
en un trabajo que ya se ha convertido en un clási- no es un impedimento para llevar a cabo una ade-
co, ha distinguido cinco fases por las que atravie- cuada asistencia al morir9.
sa el paciente en esta situación, en lo que se refie- Siguiendo a Kübler Ross, el primer meca-
re a los aspectos vivenciales de este proceso; es nismo de defensa (y el más común) ante la cerca-
decir, una especie de «itinerario psicológico»8. Estas nía de la muerte, suele ser la negación, que no es
fases serían: más que un intento de cerrar los ojos a una reali-
Š Negación (rechazo al diagnóstico, aislamiento) dad que nunca se había sentido tan cercana.
Š Rebeldía (sentimientos de ira y culpabilidad) Cuando el paciente se percata de su gravedad,
Š Negociación (pacto con el destino) aparece la rebelión contra lo inevitable: la sensa-
Š Depresión. ción de vacío y desesperanza que experimenta,
Š Aceptación. puede ser expresada con comentarios (a menudo
Sin embargo, en muchos de nuestros países cínicos) acerca del tratamiento o de las personas
de cultura latina (Cuba es un ejemplo), la mayo- que ofrecen cuidados; con frecuencia, se hacen
ría de los pacientes no recibe una información cuestionamientos acerca las actitudes propias:
adecuada en ningún momento de su evolución, muchas personas sienten que la enfermedad que
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padecen puede ser el resultado de alguna cosa que ley también legalizó el aborto para las mujeres
hicieron mal en el pasado y que, si pudieran en- que debían ser esterilizadas. La primera cámara
mendarlo, la enfermedad desaparecería. El enfer- de gas no estaba destinada para los judíos, sino
mo puede encontrarle poco sentido a la continua- que fue diseñada por médicos psiquiatras, quie-
ción del tratamiento y comenzar a pensar en la nes seleccionaron a pacientes para su eliminación,
eutanasia o el suicidio asistido, como liberación. hasta que los hospitales psiquiátricos quedaron
¿Se puede elegir la muerte? Para los que la consi- prácticamente vacíos. Luego, algunos pediatras
deran un mal menor, la respuesta es sí, pues ter- siguieron con los niños discapacitados; después,
minan aceptándola como un bien; pero en cuan- en los hospitales con los ancianos discapacitados;
to a la realización, como plenitud de la existencia luego con los enfermos de pestes, etc. Antes de
humana, ella no hace al hombre más libre, por- 1945, casi 300.000 alemanes habían sido elimi-
que no es una consumación del bien, sino todo lo nados por esta vía»11.
contrario: equivale a cerrar, anticipadamente, mis En el actual debate planteado en torno a la
posibilidades de consumación y de plenitud10. eutanasia hay, según León Correa12, cuatro cues-
La eutanasia es conocida (y practicada) des- tiones que demandan un urgente estudio. La pri-
de la más remota antigüedad. En el Juramento mera consiste en la necesidad de definir inequívo-
Hipocrático, el médico, siglos antes de Jesucristo, camente la terminología y, con ella, los conceptos
hacía el siguiente compromiso: «A nadie daré dro- que usamos al hablar de eutanasia. La segunda se
ga mortal ni daré consejos para ese fin». refiere a la conveniencia de seguir de cerca la con-
La pendiente resbaladiza de la eutanasia se ducta de los profesionales que aceptan la eutana-
puede ilustrar con el siguiente fragmento, toma- sia como solución para ciertos problemas médico-
do de la bibliografía: «En 1933, en la Alemania sociales, tal como nos muestra el ejemplo holan-
nazi, Hitler promulgó la primera ley destinada a dés, y la incidencia en la medicina de esa acepta-
la eliminación de los menos aptos con la aproba- ción de la eutanasia.
ción de la ‘ley para la prevención de la progenie La tercera cuestión, más de fondo, sería el
con enfermedades hereditarias’; en 6 años se este- análisis de las ideas que están en la base de las
rilizó involuntariamente a 375.000 alemanes. Esta reclamaciones de autodeterminación de la propia
muerte, la eutanasia por falta de «calidad de vida»
o por la «inutilidad social» de la persona. El cuar-
to punto, es la regulación jurídica de los diferen-
tes problemas o delitos de eutanasia.
Por eutanasia, en sentido verdadero y pro-
pio, se debe entender una acción u omisión que
por su naturaleza e intención causa la muerte, con
el fin de evitar el sufrimiento. Se habla de eutana-
sia activa cuando se comete una acción delibera-
damente dirigida a terminar la vida de alguien
que sufre o que no tiene conciencia, o que se en-
cuentra en estadio final de alguna enfermedad o,
en general, de cualquier situación incapacitante
no recuperable. Por eutanasia pasiva, se entiende
aquella en la cual no se actúa directamente con-
tra la vida, sino que se omiten acciones que pu-
dieran salvar una vida discapacitada o prolongar
una vida socialmente poco útil13.
Desde este punto de vista, el concepto de eu-
tanasia es la consecuencia lógica del término «cali-
dad de vida» que, como he tenido oportunidad de
afirmar14, se suele interpretar en términos de rela-
ción entre costo y beneficio, estableciendo
parámetros de calidad, que son las funciones que
consideramos que debe mantener alguien para de-
cidir si su vida tiene calidad o no. O sea, se reduce
el ser humano a una simple suma de funciones y
capacidades. La calidad de vida, entendida en esta
forma, es por tanto un concepto subvalorizante, en

BIOÉTICA 21
virtud del cual se despersonaliza al hombre, se le designar el infanti-cidio que se aplica a ciertos ni-
cosifica y se reduce a la dimensión de objeto des- ños malformados o deficientes, negándoles la ali-
echable. Aquí entra a jugar su papel un concepto mentación y el tratamiento); suspensión de nutri-
que considero mucho más importante: valor de vida. ción y líquidos (para disfrazar el dejar morir de
Creo que el valor de la vida es inconmensurable; hambre y sed); sólo cuidados de enfermería (para
sólo puede concebirse la vida como valor absoluto, ocultar que alguien vigila los efectos de la admi-
es decir, no puede cuantificarse. El valor que al- nistración de dosis masivas de hipnóticos hasta que
guien le confiere a la vida es un concepto indivi- llega la muerte); o morir con dignidad que, en el
dual, propio de cada persona y está relacionado activismo p-ro-eutanasia, está dejando de ser la fór-
con su formación personal y su proyecto ético inte- mula absolutoria del matar por compasión en si-
rior: es indiscutible que no tiene ningún valor para tuaciones extremas de dolor o inutili-dad, para con-
los que promueven guerras por mezquinos intere- vertirse en el eslogan bien de la eliminación utili-
ses de dominio político y económico, o para los te- tarista de parapléjicos, deprimi-dos, o de ancianos
rroristas que estrellaron dos aviones de pasajeros que viven solos y que empiezan a tener problemas
contra las Torres Gemelas de N. York, o para los para cuidar de sí mismos, o bien de la demanda
torturadores de las dictaduras militares. No conci- libertaria del derecho a ser matado sin dolor en el
bo, por tanto, a un médico decidiendo si una vida lugar, tiempo y modo que cada uno decida, enten-
vale o no la pena vivirla, o si un minusválido será o diendo la propia vida como un bien más a disposi-
no una carga social. No concibo a un médico de- ción personal»15.
fensor de la muerte; porque cuando comienza a La eutanasia debe distinguirse de la deci-
analizar si una vida vale o no la pena salvarla, co- sión de renunciar a la llamada distanasia, o en-
mienza a cultivar la muerte. Y cuando equivoca carnizamiento terapéutico; es decir, a las inter-
de tal manera su camino, ha dejado de ser un mé- venciones médicas ya no adecuadas a la situación
dico para convertirse en un verdugo. «Entendida real de un enfermo, por ser demasiado
así la eutanasia, es fácil percibir y denunciar la fal- desproporcionadas a los resultados que se podrían
sificación, más o menos deliberada, que subyace a esperar. En estas situaciones, cuando la muerte se
expresio-nes tales como selección neonatal (para prevé inminente e inevitable, se puede en con-
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ciencia renunciar a recursos terapéuticos extremos, que uno decida y de obtener para ello la coopera-
que procurarían sólo una prolongación precaria ción del médico. Cada vez más, la eutanasia se
y penosa de la agonía, convirtiendo la suave pen- exigirá como ayuda al suicidio voluntario»18.
diente hacia la muerte en una carrera de obstácu- La eutanasia consiste, en cualquiera de sus
los. El justo equilibrio entre ambos extremos, es formas, en un atentado consciente contra la vida
decir, no disminuir el tiempo de vida por acción humana, perpetrado precisamente por el encar-
u omisión, pero tampoco prolongar una agonía gado de preservarla: el médico. Debe considerarse
exageradamente(sin interrumpir, por supuesto, las como una falsa piedad; más aún, como una pre-
otras medidas normales debidas al enfermo en ocupante perversión de la misma. La verdadera
casos similares, como la hidratación y la alimen- compasión hace solidarios con el dolor de los de-
tación por vía oral o parenteral, administración más y no elimina a la persona cuyo dolor no po-
de analgésicos, sedantes, oxígeno, etc.), recibe el demos soportar19. En cuanto al suicidio, es siem-
nombre de ortotanasia16. La renuncia a medios pre gravemente inmoral: «Yo doy la muerte y doy
desproporcionados no equivale al suicidio o la la vida»20. Recordemos que, para el célebre médi-
eutanasia; expresa más bien la aceptación de la co misionero Albert Schweitzer, Premio Nóbel de
condición humana ante la muerte17. la Paz, la ética no es otra cosa que «reverencia por
Para Herranz, «hoy, la discusión en torno a la vida».
la eutanasia ya no se centra en el problema clási- Lamentablemente, en la actualidad, la eu-
co de matar por compasión. Su centro de grave- tanasia ha sido aceptada por algunos estados (de
dad se ha desplazado a la cuestión, planteada por manera abierta o solapada) y hasta se ha diseña-
el autonomismo libertario, del pretendido dere- do y funciona una «máquina de la muerte» en
cho de ser matado en el lugar, el tiempo y el modo Oregón, (USA). El culto a la muerte se desarro-
lla, paradójicamente, en los países más avanza-
dos tecnológicamente. ¿Querrá eso decir que la
tecnología es deshumanizante, como afirman al-
gunos? ¿No será el medio social de esos gigantes
tecnológicos el que cada día se deshumaniza más?
Recuerdo que Kieffer decía que «somos gigantes
tecnológicos, pero niños éticos». En muchos lu-
gares de este mundo «posmoderno» las aplica-
ciones de los nuevos avances científicos y técni-
cos suelen ser manipuladas por intereses ajenos
al bien de la persona y al Bien Común; por otra
parte, la propia medicina se ha vuelto arrogante
y prepotente y muestra una alarmante tenden-
cia a considerar los avances tecnológicos como
un fin y no como un medio (con lo cual el enfer-
mo, que es el legítimo fin en sí mismo, pasa a
convertirse en medio) y con ello se encamina a la
deshumanización, porque se ha debilitado su
dimensión humana21. El progreso se mide de
acuerdo al estándar medios-fines y se abandona
la idea de fijación objetiva de valores. Se plan-
tea, entonces, una serie de dudas inquietantes:
¿Es éticamente posible llevar a cabo todo lo que
técnicamente se puede hacer? ¿Son suficientes los
códigos deontológicos tradicionales para garan-
tizar que el poder que se deriva de la introduc-
ción de los avances tecnológicos sea empleado
de forma positiva? ¿Tendrá el ser humano que
aprender de nuevo los valores sociales de la vida,
como los niños que comienzan su recorrido por
ésta? En todo caso, creo que los médicos estamos
obligados a luchar por una correcta valoración
ética de la vida, no sólo entre los profesionales de
la salud, sino entre todos los miembros de la so-
ciedad. «De esta forma –ha dicho C. Viafora- la
BIOÉTICA 23
medicina se configura como el saber por exce- terminal, encaminando el cuidado médico y el
lencia, con una tendencia hipertrófica a exten- conocimiento científico hacia el alivio del sufri-
der su propio dominio más allá del ámbito pu- miento del paciente, donde no sólo se trata el
ramente biológico, hasta transformarse en una dolor, sino también los síntomas acompañantes
nueva moral»22. de la enfermedad terminal, así como los aspec-
En este contexto aparece el dilema de la li- tos humanos, sociales y familiares24. En 1967,
citud de recurrir, para el alivio del dolor, al em- Saunders funda en Londres el St. Christopher´s
pleo de analgésicos y sedantes que implican re- Hospice, un hospital dedicado a mejorar la cali-
lativo riesgo de acortar la duración de la vida. dad de vida de enfermos terminales; un lugar
Ya Pío XII, en 1957, afirmó que «es totalmente que uniera los conocimientos científicos del Hos-
lícito suprimir el dolor por medio de narcóticos, pital y el ambiente afectivo del hogar. En 1969
a pesar de tener como consecuencia limitar la crea, además, los cuidados domiciliarios depen-
conciencia y abreviar la vida, si no hay otros dientes de la Fundación St. Christopher´s. Pa-
medios» porque «el hombre no tiene obligación ralelamente, el Hospital contaba con un progra-
de aceptar el dolor por el dolor y combatir las ma de investigación sobre el alivio del dolor y
fuerzas que producen efectos nocivos e impiden otros síntomas terminales y de estudios psicoló-
bienes mayores, está en concordancia con el or- gicos sobre las necesidades de soporte del enfer-
den moral y el ideal cristiano, al someter el do- mo y su familia. Este fue el inicio de las unida-
lor al poder humano»23. La medicina moderna des de cuidados paliativos.
dispone de una gama más amplia que nunca, Como afirma la Pontificia Academia para
de medicamentos para el alivio del dolor; si to- la Vida, las encuestas realizadas entre los pacien-
davía hay mucha gente que no recibe atención tes y los testimonios de clínicos cercanos a las si-
médica adecuada en la fase final de su enferme- tuaciones de los moribundos, demuestran que las
dad, es debido a la mala preparación (y no sólo posibles peticiones de muerte por parte de perso-
en el sentido estrictamente científico) del perso- nas que sufren gravemente, casi siempre consti-
nal de salud que debe brindarle sus servicios. tuyen la manifestación extrema de una apremiante
En este sentido, es fundamental nombrar solicitud del paciente que quiere recibir más aten-
un movimiento terapéutico que aparece en In- ción y cercanía humana, además de cuidados ade-
glaterra en los años 50, llamado movimiento cuados, ambos elementos que actualmente a ve-
«Hospice», creado por Cicely Saunders. Esta en- ces faltan en los hospitales25. La experiencia de-
fermera londinense aporta una visión, hasta en- muestra que, si se dan los cuidados paliativos ade-
tonces desconocida, del tratamiento del enfermo cuados y se logra una buena comunicación, el
24 BIOÉTICA
enfermo mantiene su deseo de vivir. A este res-
pecto, se puede citar el sabio consejo de Wilke a 1 Valverde, C. Iniciación a la Antropología Filosófica. IITD,
los pacientes con cáncer: «Si no le pueden aliviar Madrid, 1999.
2 Murillo, H. “Historia del Dolor”. Anuales del Congreso
el dolor, no se apresure a pensar en la eutanasia; Nacional del Dolor, Valencia, 1996.
pruebe primero a cambiar de médico26. 3 López-Guerrero, A. Asistencia a enfermos termninales.
Drane ha definido seis dimensiones del acto Cuadernos de Bioética 1994; 5(20):297-307.
médico: la puramente médica, la espiritual, la 4 Gracia, D. Principios y metodología de la bioética.
volitiva, la afectiva, la social y la religiosa27. A Quadern CAPS, 1993, No 2.
5 Barrio, JM. Tema de estudio: El debate actual sobre la
cada una corresponden determinadas virtudes que eutanasia. Cuadernos de Bioética 1996;27(3):275-80.
deben cumplir la función de madurar la sabidu- 6 SS Juan Pablo II. Carta Encíclica Evangelium vitae, 1995.
ría moral práctica y fortificar la voluntad del mé- 7 Parece ser, en efecto, un motivo de alegría el poder afirmar
dico. Así, a la dimensión médica (que incluye los que alguien murió “sin sentirlo ni enterarse”.
actos diagnósticos y terapéuticos) corresponde la 8 Kübler-Ross, E. Questions on death and dying.
Macmillan, N. York, 1977.
Benevolencia; a la espiritual (comunicación entre 9 Suardíaz, J. ¿Se puede ayudar a vivir la muerte? Bioética.
el facultativo y su paciente) la Veracidad; a la 2002; 3(3):17-20.
volitiva (toma de decisiones por parte de ambos) 10 López-Quintás, A. El encuentro y la plenitud de la vida
el Respeto; a la afectiva (sentimientos respectivos espiritual. Ed. Claretianas, Madrid, 1990.
del médico y del enfermo) la Amistad; a la social 11 Mosso, L. Eutanasia: una visión histórica. Ed. Pontificia
Universidad Católica de Chile.
(relación médico-paciente como acto social y pú- 12 León, FJ. El debate sobre la eutanasia y la medicina
blico) la Justicia; y a la religiosa (el médico en actual. Ed. Pontificia Universidad Católica de Chile.
ocasiones toma el papel de sacerdote) la Religio- 13 G. Herranz la ha definido como "el matar sin dolor y
sidad. Las virtudes elevan y potencian todas las deliberadamente, de ordinario mediante procedimientos de
capacidades operativas del hombre: hacen que ac- apariencia médica, a personas que se tienen como destinadas a
una vida atormentada por el dolor o limitada por la incapacidad,
túe como sujeto prudente, justo y benévolo; pero con el propósito de ahorrarles sufrimientos o de librar a la sociedad
además, al hacer al hombre capaz de verdadero de una carga inútil" Herranz, G. Eutanasia o Medicina,
amor, la virtud lo convierte en sujeto apto para Cuadernos de Bioética, 1990; 4:21-23
vivir en armonía con Dios y con los demás hom- 14 Suardíaz, J. Fundamentación antropológica del concepto
bres28. Este planteamiento de Giuseppe Abba, de calidad de vida. Bioética 2003; 4(1):14-15.
15 León, FJ. Op. cit.
ofrece una construcción más sólida que la de la 16 La manipulación en torno a este tema llegó
moral deontológica y se apoya en un convincente recientemente a un punto álgido, con el caso de Terry Schiavo,
fundamento racional. Quien ejerce la asistencia que muchos han intentado presentar como ortotanasia, cuando
sanitaria debe revalorizar, más allá de su compe- es un ejemplo típico de eutanasia.
tencia profesional, en la relación con la persona 17 Congregación para la Doctrina de la Fe: Declaración
Iura et Bona sobre la eutanasia, 1980.
enferma, el hecho de que es preciso tener en cuen- 18 Herranz, G. Op. cit.
ta a la persona en su totalidad. Para ello, debe 19 SS Juan Pablo II. Carta Encíclica Evangelium vitae,
revalorizar, a su vez, el respeto, la humildad, la 1995.
discreción, la comprensión, la paciencia, la bene- 20 Dt 32:39.
volencia, la capacidad de acogida y la escucha 21 Manni, C. ¿Tecnología o tecnicismo para la sociedad del
tercer milenio? Dolentium hominum 1998; 37:125-130.
atenta, porque es una misión que apela al hom- 22 Viafora, C. Las dimensiones antropológicas de la salud.
bre interior. Dolentium Hominum, 1998; 37:16-21.
23 Pío XII: Discurso en un Congreso Internacional de
CONCLUSIÓN Anestesistas, 1957.
24 Murillo, H. Op. cit.
Toda vida humana tiene un valor intrínseco, con 25 Pontificia Academia para la Vida. Respetar la dignidad
independencia de su valor biológico. El estable- del moribundo: Consideraciones éticas sobre la eutanasia. Ciudad
cimiento de escalas a partir de este factor, puede del Vaticano, diciembre de 2000.
llevar a la conclusión de que hay vidas con cali- 26 López-Guerrero, A.Op. cit.
dad y otras sin una calidad que las haga merecer 27 Drane, J. Becoming a good doctor. The place of virtue
and character in medical ethics.1st Ed. Sheed and Ward, Kansas
la pena de ser vividas y que, por lo tanto, esas City, 1988.
personas estarían mejor muertas que vivas. Este 28 Abba, G. Felicidade, vita buona e virtú. Ed. Librería
fue el camino por el cual se lanzaron los nazis a Ateneo Salesiano, Roma, 1989.
principios de los años treinta del pasado siglo; en
el momento actual, ya algunas sociedades han
dado los primeros pasos por este mismo camino. 1 Médico, especialista en Laboratorio Clínico. Profesor del
A los hombres de buena voluntad corresponde la ISCMH. Diplomado en Antropología Filosófica por la
tarea de tratar de evitar que se continúe por él, Universidad de Comillas. Vice-Director del Centro de Bioética
mientras aún estemos a tiempo. Juan Pablo II.

BIOÉTICA 25
Director: René Zamora Marín. Asesor: Mons. Alfredo Petit Vergel. Consejo de Redacción: Jorge H. Suardíaz Pareras; Hilda Santiesteban Badía; Clara Laucirica;
Elva Espinosa Nordelo. Edición: Yasser R. Lago; Diseño: Frank Rodríguez Mayía Rodríguez # 804, 10 de Octubre, C. Habana. C.P. 10500. Teléfono: 57-7463

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