Lengua Escrita
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Estructura y elementos
formales. Normas que rigen el texto escrito.
1.- Introducción.
1.1- Marco teórico del tema
1.2.- Consideraciones generales sobre el discurso escrito
1.2.- Consideraciones generales sobre el discurso escrito
1.2.1. Origen
1.2.2. Importancia cultural de la escritura
1.3. Características de la lengua escrita
1.4. La comprensión textual dentro de la competencia textual
1.4.1. El proceso de lectura e interpretación de textos escritos
1.5. La producción de textos escritos
1.5.1. La competencia textual en la lengua escrita
1.5.2. El proceso de escritura en el ámbito académico
1.5.2.1. Aspectos teóricos del proceso de composición
1.5.3. Enfoques didácticos
1.5.3.1. Enfoques metodológicos en la enseñanza de la expresión escrita
1.6. Cómo evaluar la expresión escrita
1.7. El perfil del escritor competente
2. Estructura y elementos formales de la lengua escrita.
3.- Situaciones de comunicación escrita
3.1.- La situación de enunciación escrita prototípica
3.1.1.- Prácticas discursivas escritas
3.2.- Otras situaciones de comunicación escrita: escritos de la vida cotidiana
3.3.- Elementos no verbales de la escritura
4. Normas que rigen el texto escrito.
4.1. Las tipologías textuales.
5. Bibliografía
1.- Introducción.
1.2.1. Origen
1
Ontogénicamente, hay que destacar la prioridad de la oralidad; pues la lengua escrita es
desde un punto de vista histórico una transcripción de la lengua oral, pero, una vez
institucionalizada, la escritura es un código particular e independiente que se rige
por sus propias normas.
La escritura es una técnica específica para fijar la actividad verbal mediante el uso de
signos gráficos que representan, ya sea icónica o convencionalmente, la
producción lingüística; su finalidad básica es dotar al mensaje de cierto grado de
durabilidad (Tusón, 1996).
El desarrollo de la escritura alfabética está vinculado al progreso del ser humano; a la
transmisión del conocimiento. Esta transmisión y permanencia del conocimiento ha
sido un instrumento para el desarrollo de las disciplinas humanísticas y científicas,
para hacer pervivir la literatura, para la regulación de las relaciones sociales, etc.
La invención de la escritura alfabética constituye el logro más extraordinario en la
búsqueda de una representación económica y funcional de las unidades lingüísticas. La
utilización de un número reducido de signos, treinta y dos como máximo, combinados
entre sí, permite la representación del acervo de palabras que constituye el lexicón propio
de un sistema lingüístico.
El alfabeto se empezó a utilizar en la costa oriental mediterránea, entre Egipto y
Mesopotamia, alrededor del 2000 a.C. Se extiende a partir de los fenicios en el siglo X a.C.
y es adoptado de forma paulatina por los hablantes de las lenguas semíticas (hebreo,
árabe y arameo) –que sólo representan los sonidos consonánticos- y por los hablantes de
la lengua griega –que incorporan las vocales-, a partir aproximadamente del siglo VIII a. C.
Daniel Cassany, en Describir el escribir, ofrece una caracterización por contraste de los
dos tipos de discurso, atendiendo a los siguientes aspectos: diferencias contextuales o
comunicativas; diferencias textuales: en relación con la coherencia / en relación con la
cohesión / según la estructura gramatical.
Para este autor, la comunicación escrita se caracteriza por ser diferida en el tiempo y el
espacio, permanente; por emplear el canal visual, por ser elaborada, por emplear códigos
no verbales de tipo icónico, ser independiente del contexto y tener una interacción limitada.
Tras el impacto de las nuevas tecnologías en la comunicación debemos revisar –al
menos parcialmente- esta idea de que la comunicación escrita es siempre diferida en el
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tiempo: los chats, los mensajes SMS del móvil y el correo electrónico son hoy una
modalidad de la lengua escrita caracterizada por la inmediatez. Cierto es que se trata un
código muy particular, limitado exclusivamente a esos canales, y que es deliberadamente
poco elaborado, con una estética minimalista y una transposición de las estructuras de la
oralidad que nada tienen que ver con los códigos escritos más comunes.
Por lo que se refiere a la caracterización textual de la lengua escrita, Cassany sostiene
que las diferencias dialectales están neutralizadas, la coherencia está marcada por un
tema preciso y preestablecido, por dotarse de una estructura cerrada según modelos y
convenciones y por tener una progresión temática articulada en la relación entre tema y
rema.
La cohesión en la lengua escrita se garantiza a través de anáforas, referencias
endofóricas; sinonimia, sinónimos textuales, paráfrasis. Y mediante elementos tipográficos,
uso limitado de esquemas, cuadros.
Y para este autor, se diferencia asimismo por tener una estructura gramatical formal,
compleja, culta, acorde con las normas, caracterización esta última que de hecho sólo
sirve para describir la lengua escrita culta de los registros formales.
Por otro lado, la lengua escrita está menos sujeta al cambio y es menos espontánea.
Se trata de una modalidad lingüística más conservadora. Esta caracterización se observa
con más rotundidad en ciertos lenguajes (jurídico) que en la lengua escrita del periodismo,
más dinámica y permeable a la innovación, al barbarismo y al coloquialismo, por no hablar
del terreno fronterizo entre lengua escrita y oral: el ya citado lenguaje de los chats, los
foros de Internet y el subcódigo de los mensajes de SMS.
Otro rasgo del código escrito es que debe ser aprendido. Esta es una enorme diferencia
frente al código oral. Y, como no siempre la distancia entre los códigos escritos y los orales
es la misma, habría que diferenciar entre las ortografías fonetistas, como la española
desde Nebrija, de otras, como la del inglés, donde el paralelismo entre los dos códigos es
claramente menor, hecho que tiene la máxima relevancia tanto en los métodos de
aprendizaje de la lectoescritura como en el tiempo necesario para dominarla.
La comprensión de un texto escrito exige un aprendizaje previo. Es una actividad
cognitiva de gran envergadura. El lector opera simultáneamente en varios niveles de
procesamiento:
(a) Reconocimiento de letras e integración de sílabas.
(b) Codificación de palabras.
(c) Codificación sintáctica.
(d) Desarrollo de las competencias textuales.
Las habilidades lingüísticas básicas se desarrollan muy pronto en el niño, vinculadas a
la comunicación oral. En las primeras etapas, los textos escritos son meras transcripciones
de los textos orales. Posteriormente, se van eliminando las redundancias, se comienzan a
planificar los escritos previamente, etc.
La lectura es un producto que resulta de la interacción de diversos factores: el
propio texto, los esquemas del lector, así como el contexto lingüístico y extralingüístico.
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este último puede anclar, ubicar o modificar las significaciones gramaticales que un
mensaje verbal puede tener en su "inmanencia" dentro de unas coordenadas más amplias
o más precisas.
De esta forma, comprobamos que en la comprensión textual tenemos en cuenta
dos saberes, de los que se ha ocupado la lingüística: el conocimiento de la lengua, que
sería aquí una capacidad de prever el final del texto, de deducir, de interpretar lo que dice
"el texto en sí", por utilizar la expresión de Jakobson.
Y, por otro, hay que considerar factores contextuales, externos, como el
"conocimiento del mundo", que con mucha frecuencia es una condición inexcusable para
entender plenamente el sentido del texto y para dterminar su referente.
Aunque en la clase de español se trabajen fundamentalmente las destrezas
verbales, no podemos olvidar las relaciones entre lengua y cultura, por lo que es imposible
desligar la cabal comprensión de los textos a la interrelación entre la capacidad de
"interpretar lo escrito" y las pistas y facilidades que concede el estar familiarizado con las
referencias propias de un determinado tema, que ayudan a reconocer fácilmente
significados sin tener que hacer operaciones mentales de deducción, sobre todo si las
palabras-clave y sus implicaciones se dominaban con anterioridad al momento de la
lectura.
Asimismo, según Van Dijk, esa representación mental del significado es
multiestructural, pues los significados de un texto están jerarquizados y podemos
representarlos con un diagrama arbóreo. En los niveles más altos están los aspectos más
abstractos y globales.
Y es también multidimensional (tiene dos dimensiones: la textual y la situacional).
La dimensión textual se refiere a todo lo semántico: significado, inferencia, presuposición,
etc. La situacional, de la que hablábamos antes alude al contexto, conocimiento del
mundo, prejuicios, información compartida entre autor y lector, etc.
Estos dos conceptos remiten a la diferencia entre texto y contexto; en el primero
intervienen la semántica y la pragmática. El segundo es sólo pragmático.
Según E.Sánchez Miguel, los procesos que intervienen en la comprensión textual
son los siguientes:
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Pero la comprensión textual también ha de considerar otros aspectos igualmente
importantes.
Por un lado, la organización del texto. Uno de los significados globales del texto
viene determinado por pautas estructurales que están condicionadas por la coherencia
semántica y la cohesión formal del texto. La significación de carácter general que aportan
los conectores copulativos, adversativos o conclusivos, así como los marcadores del
discurso de todo tipo, que son un indicador de las relaciones semánticas internas que se
dan en la sintaxis de las unidades que componen un texto (párrafos, apartados, etc.)
Al mismo tiempo, hay que considerar que no todos los tipos de discurso transmiten
el mismo tipo de información y de significación. Según de qué clase de escrito y texto se
trate tenemos a su vez diferentes tipos de contenidos: ideas o conceptos, contenidos
fácticos, expresivos, pura proyectividad, etc..
Didácticamente, hemos de atender a las múltiples interrelaciones que se dan en un
texto y a sus niveles de dificultad. Así, en ocasiones podemos atender a la especificidad
del vocabulario o al significado contextual de ciertos lexemas. De igual manera, la
dificultad puede radicar en el puro significado gramatical de las estructuras sintácticas. O
también puede darse del juego entre significaciones explícitas o implícitas que puedan
producirse en un mensaje verbal como factor que dificulta la lectura.
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reconocen como determinantes críticos de los significados potenciales a disposición de los
lectores".
La técnica del resumen es uno de los corolarios didácticos de todas estas
consideraciones sobre la comprensión textual. El otro es el análisis de los textos,
íntimamente ligados.
El resumen dependerá, en primer lugar, del tipo de discurso empleado, y, por tanto,
del tipo de contenidos transmitidos. Así, no puede ser igual el resumen de una descripción,
que ha de atenerse al esquema dual de objeto de la descripción/rasgos descritos más
intenciones comunicativas externas si las hubiera. Ni el de la narración, que ha de
considerar la secuencia de eventos, ordenados por algún criterio jerárquico (conclusión,
desencadenante, etc.) ni la exposición (hechos o conceptos fundamentales) o la
argumentación (tesis/argumento), etc.. Asimismo, el resumen incluirá toda la información
esencial y sólo la esencial. El resumen no tiene una longitud predeterminada ni ha de
ocupar un espacio proporcional respecto del tamaño del texto. Algunos manuales hablan
de un 25 ó un 30%. Pero esa cantidad depende de la densidad semántica del texto. A
mayor densidad, mayor porcentaje del texto en el resumen. Algo parecido puede decirse
de la técnica del subrayado, no siempre universal, que puede ser útil en los textos cuya
información principal sea explícita, pero que no vale en aquellos casos en los que las ideas
o contenidos esenciales sean implícitos, por lo que habrá que acudir a palabras externas al
texto para dar cuenta correctamente de su sentido.
En cuanto a la selección de textos para la comprensión lectora, podemos decir que
para una enseñanza eficaz y contextualizada es posible contar con los llamados materiales
auténticos o con textos construidos o adaptados. Los primeros manifiestan cómo se
produce la comunicación en la realidad, pero de los últimos se pueden extraer
sistemáticamente más posibilidades de aprovechamiento didáctico al trabajar los aspectos
que más interesen para cada curso, suprimir los pasajes más oscuros, etc. Por eso,
muchos textos auténticos están adaptados para servir mejor a su finalidad didáctica.
En cuanto a las actividades que se pueden proponer para evaluar la comprensión
lectora o para practicar con objeto de que mejore, podemos mencionar: completar textos
incompletos, formular preguntas abiertas sobre los aspectos esenciales de su significado,
incluyendo la intención comunicativa, las ideas principales, los referentes explícitos o
implícitos, etc.; realizar ejercicios con vacío de información, como son los tipo cloze,
formular preguntas de V/F sobre aspectos del significado textual, realizar resúmenes,
ordenar una narración en la que se hayan dado los párrafos desordenados, obtener y
clasificar la información (si la hubiera), realizar una transposición de la información a
cuadros esquemáticos (gráficos, tablas), etc.
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Partiendo de la definición chomskyana de competencia, podemos referirnos a las
capacidades que el productor de textos ha ido almacenando en su memoria, refiriéndonos
especialmente a las estructuras sintácticas. Pero además de esa competencia gramatical,
en la producción de textos interviene también una competencia comunicativa, dentro de la
cual tendríamos las competencias estratégicas para lograr un efecto comunicativo en
particular.
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bien cohesionado y tendrá coherencia semántica si la microestructura se corresponde con
la macroestructura y, además, hemos introducido conectores, deícticos y marcadores del
discurso que nos permitan componer un escrito como algo más que una secuencia de
oraciones.
4. Hay, además, factores pragmáticos, que guardan una amplia relación con todo
el campo de lo estilístico. Por ejemplo, la correlación entre la intención comunicativa y el
tono, la expresión y los recursos de estilo. Por otro lado, también el nivel de lengua
determinará una cierta variedad (diastrática, diatópica o diafásica) y la relación con el
destinatario nos hará elegir uno u otro registro verbal.
Sobre la adquisición del código escrito, aunque es dudoso que pueda emplearse
este término, ya que el proceso mediante el cual se asimilan e interiorizan las destrezas
comunicativas de comprensión lectora que tienen una relación con la capacidad expresiva
están más próximas a un proceso de aprendizaje, que tiene unas técnicas y unos hábitos,
de los que el lector es más o menos consciente, que de la adquisición, más intuitiva y
ligada a capacidades innatas. Las técnicas de expresión lectora guardan en ocasiones una
relación con aspectos de lectura expresiva de un texto en alto, que pueden hacer ver
aspectos rítmicos y tonales. Pero en otras atañen sólo a aspectos gramaticales y de
estructuración de un texto, así como a las distintas convenciones que rigen los diferentes
tipos textuales.
Para la composición de textos es preciso –obviamente- atenerse al conocimiento
del código escrito. El conocimiento del código escrito es una condición necesaria, sin
embargo, pero no suficiente para desarrollar por completo la capacidad comunicativa de
expresión escrita. Pues también hay aspectos no codificados en la comunicación mediante
textos que ponen de manifiesto la habilidad de un autor de transmitir a su auditorio de
forma eficaz su intención comunicativa. Así, adaptarse al contexto y a la situación
comunicativa, que son variables, y, por ende, no sistemáticos, es una capacidad que el
escritor debe saber ejercitar.
Además, hay otros elementos que se refieren a la capacidad de producción
independientemente del conocimiento del código escrito. Así, las estrategias o técnicas se
combinan con las capacidades verbales innatas de cada autor.
En primer lugar, un escritor ha de ser consciente de la técnica que emplea y de los
recursos de los que se vale. Esa consciencia es la única que le llevará a analizar su propia
creación y a corregir, reelaborar y progresar y someter sus escritos a una voluntad de
estilo y a unos procedimientos estudiados.
En segundo lugar, es conveniente subrayar que si bien hay técnicas generales de
composición de textos, también cada tipo de escrito requiere unos conocimientos
particulares: no hay un único código escrito ni un conjunto de estrategias comunicativas
aplicables por igual a una narración, a una carta comercial, a los múltiples textos literarios,
etc.
Por otro lado, las estrategias de composición son un conjunto de variables que
cada autor administrará como le parezca en función de los diferentes propósitos
comunicativos que le mueven. Así, tendrá que tener en cuenta:
- El plan textual, que implica una estrategia por lo que se refiere al modelo
estructural que el autor elige, partiendo de un guión previo o corrigiendo a posteriori. En
este plan hay asimismo una elección del tema y del tono, del estilo, que deberán ser
comprobados en todas las fases del proceso. Especialmente importante es aquello que el
autor quiere dejar implícito entre líneas y aquello que quiere explicitar.
- La relación con el destinatario. Cómo va a ser recibido el mensaje en una
situación comunicativa en particular. A quién se dirige. Cómo espera influir en el oyente.
- La utilización de modelos. Se trata de una técnica esencial, bien para situarse
dentro de un paradigma, bien para romperlo. La consciencia de estar utilizando un modelo
ya experimentado o de crear rompiendo moldes nos hace pasar del escrito irreflexivo,
mero fluir desordenado de palabras, en ocasiones paralelo al habla coloquial, a las
exigencias de esmero, cuidado y organización de la lengua culta o a las convenciones de
los tipos de escrito que están más normalizados.
- El uso del borrador. Será muy distinto según los distintos tipos de escrito y
dependerá de un proceso planificador más deductivo o inductivo. En un texto de
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elaboración colectiva es preferible partir de un borrador de ideas esquemáticamente
apuntadas para evitar las incongruencias gramaticales y de estructuración derivadas de
distintos redactores.
- La relectura del texto, que ha de hacerse en diferentes momentos y situaciones,
porque la mente se bloquea tras muchas lecturas sucesivas.
- La corrección de todos los aspectos gramaticales, léxicos y estilísticos que no
sean adecuados, bien por la norma lingüística, bien por los efectos comunicativos. Para
ello, es conveniente acostumbrar a los alumnos a emplear los recursos para esta
corrección, como los diccionarios o las gramáticas. Por este motivo, para el proceso de
inventio, diccionarios como los ideológicos son de una gran utilidad.
En esta corrección no es siempre en los libros de texto hay una referencia a la
importancia de "cohesionar" el texto mediante conectores, deícticos y marcadores del
discurso.
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momento la técnica que sea más útil para sus intereses. Y esta realidad viene dada por la
práctica. Por ejemplo, si hay que redactar una instancia administrativa, será muy
importante dominar el lenguaje formulario, el registro correspondiente y las estructuras
propias del lenguaje administrativo. Sin embargo, en una redacción literaria son otros y
muy variados los procedimientos que habrá que poner en funcionamiento su autor para
escribir un texto de esa naturaleza.
La experiencia demuestra que lo mejor es no improvisar cuando se encarguen
expresiones escritas a los alumnos. Su dificultad se ha de ir graduando según se vaya
avanzando en el conocimiento práctico de toda la lengua.
Por otro lado, hay que dedicar mucha atención a la validez de los modelos que se
pueden emplear como puntos de referencia. Estos modelos hacen referencia a la
estructuración, con sus marcas de inicio, desarrollo y conclusión; o a sus recursos
estilísticos y la observancia de unas reglas de estilo que no son universales para todos los
niveles de la lengua, sino que han de modularse en función de la situación comunicativa y
el tipo de texto de que se trate.
Por otro lado, la validez de las transformaciones gramaticales, léxicas y estilísticas
es la mejor forma de proyectar la reflexión sobre la lengua y todo el aprendizaje en su
proyección sobre la expresión escrita. Para ello, el establecimiento de niveles
(gramaticales, de complejidad textual) es una de las tareas prácticas de la programación
real de aula, al hilo de las lecturas realizadas (literarias, de prensa, etc.).
En el currículo oficial aún vigente, las "estrategias metodológicas de la expresión
escrita" implica conocer los "conceptos y destrezas" que le lleven al ejercicio de los tipos
de discurso (narración, exposición, argumentación, descripción y diálogo) y a los "usos
sociales de la lengua": comunicaciones breves, tarjeta postal, telegrama, carta, ficha,
documentos, instancia, currículum, memoria.
Ya es antigua la cita de Gili Gaya sobre este asunto: "Si la educación literaria
tuviese que encaminarse a lograr un objetivo único entre varios posibles, yo no vacilaría en
elegir el cultivo de la capacidad de expresión como fin primordial docente. Los
conocimientos se olvidan, la aptitud adquirida permanece".
Pero, al respecto, no dejan de ser ilustrativas las palabras de Alarcos, por su
sencillez y apego a la realidad del aula y muy alejadas de programaciones de pedagogos
al uso, tan pedantes como vacías: "En cuanto a la escritura, no es necesario recordar que
su perfeccionamiento depende en gran parte de la asiduidad y afición a la lectura. De
todas maneras, hay que obligar a escribir al alumno proponiéndole temas corrientes, pero
sobre todo hay que corregir sus productos, no sólo en la intimidad del ejercicio devuelto
con correcciones, sino en el encerado ante todo el alumnado porque todos serán
beneficiados de esa labor".
Además, este mismo autor postula un ideal de estilo de enseñanza de la gramática
que, sin desdeñar la memoria, "ha de procurar el desarraigo de todo cuanto represente
oscuridad, ambigüedad y confusión en la expresión lingüística. Pero las normas
gramaticales han de infundirse mediante el ejercicio vigilado de la lengua, evitando lastres
memorísticos sin aplicación práctica".
Por supuesto, son muchas las técnicas de redacción, que dependen, no sólo de los
tipos de textos, sino de las muy variadas opciones estilísticas de los autores. Pero la
escuela no ha de aspirar a ser una "academia de escritores", que, en parte deben a
cualidades individuales y a la libertad creadora parte de su talento artístico. La enseñanza
ha de proveer técnicas y hábitos, nunca recetas cerradas, que abran caminos y sirvan
como instrumentos reales y prácticos con los que abordar la tarea de desarrollar la
destreza de la expresión artística. Para ello proponemos una tipología de ejercicios y
actividades de las siguientes características:
- Paso de esquemas a textos y de textos a esquemas.
- Ejercicios de transformaciones gramaticales a partir de varios tipos de oraciones
simples.
- Ejercicios de empleo de conectores, deícticos y marcadores del discurso.
- Ejercicios de estilo de inserción de sinónimos léxicos contextuales y de sinónimos
fraseológicos.
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- Ejercicios de sustitución y conmutación textual para comprobar los diferentes
efectos expresivos.
- Redacción de diferentes tipos de escritos a partir de modelos.
- Elaboración de diferentes planes textuales, con diferentes modelos estructurales
y adaptados a diferentes intenciones comunicativas.
- Ejercicios de autocorrección de errores.
- Ejercicios de elección de opciones estilísticas para definir un estilo propio y
personal.
Finalmente, la evaluación de la comprensión y expresión escrita ha de atenerse:
1º) Al reconocimiento de todos los aspectos centrales de un texto: su contenido,
jerarquizado, su organización, su relación con el contexto, su intención comunicativa y sus
recursos formales y expresivos.
2º) A la presentación, corrección ortográfica y gramatical, adecuación entre la
expresión, el contenido y la intención comunicativa, la organización del texto, la riqueza y
precisión léxica, la capacidad expresiva y comunicativa, así como la originalidad formal y
de contenido.
Basándonos en la clasificación propuesta por Shih (1986) para la enseñanza del inglés
como L2, distinguimos cuatro enfoques metodológicos básicos en la enseñanza de la
expresión escrita:
i) Enfoque basado en la GRAMÁTICA.
ii) Enfoque basado en las FUNCIONES.
iii) Enfoque basado en el PROCESO.
iv) Enfoque basado en el CONTENIDO.
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destinada a proporcionar visiones superficiales de las concepciones lingüístico-didácticos
de los diferentes métodos.
En el modelo oracional, la enseñanza se centra básicamente en el ámbito de la
oración gramatical: las categorías o partes de la oración, la concordancia, la ortografía, etc.
En cambio, en el modelo textual, los contenidos abarcan el texto o el discurso completo: se
enseña a construir párrafos, a estructurar lógicamente la información del texto, a escribir
una introducción y una conclusión, etc. Hay que decir, no obstante, que los modelos
oracional y textual, a veces presentados como antagónicos, son complementarios y no
contradictorios, al igual que sucede con los datos de la sintaxis codificada y la pragmática
de una lengua.
En una visión un tanto esquemática, aunque extendida, se ha presentado el
enfoque tradicional como un modelo en el que los alumnos aprenden básicamente
ortografía (acentuación, v/b...), morfología (conjugación de verbos, género y número en los
nombres...), sintaxis (subordinadas, concordancia...) y léxico (morfolexicología,
enriquecimiento del léxico...). Si bien es cierto que un enfoque más moderno, basado en la
lingüística del texto, se estudian aspectos como la adecuación (nivel de formalidad,
registro, presentación del texto...), cohesión (elipsis, pronominalización, puntuación...), la
coherencia interna y externa de los textos (organización de la información, párrafos...), su
estructura, etc. Esta división tan dicotómica debe ser matizada y vista con cierto reparo y
precaución como la habitual simplificación que unas escuelas hacen de otras si deseamos
mantenernos dentro del rigor científico.
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Lo más importante de este enfoque es el énfasis en la comunicación o en el uso de la
lengua, contraponiéndolo al enfoque gramatical anterior, en el que lo fundamental era la
estructura de la lengua, las reglas de gramática. Esta idea central subyace a todas las
demás características:
Visión descriptiva de la lengua, opuesta a la visión prescriptiva anterior1.
Varios modelos lingüísticos: dialectos y registros.
Materiales auténticos, reales o realistas.
Atención especial a las necesidades comunicativas de cada alumno.
En este punto la diferencia entre este enfoque y el anterior es sustancial. Mientras que en
el primero se enseña siempre la misma gramática, sea cual sea el alumno, en el segundo
se enseñan y se aprenden funciones diferentes según el destinatario2. En cuanto a la
enseñanza de la lengua escrita, la programación se basa en la tipología de textos
desarrollada por la lingüística del texto. Cada lección trata de un tipo de texto distinto, de
forma que al final del curso se hayan tratado los más importantes o aquellos que piden los
alumnos y que van a utilizar en su vida real.
Trabajando en la línea de tipologías o géneros textuales, Serafini (1985) presenta
un análisis muy interesante de textos, funciones de escritura y habilidades cognitivas, con
el objetivo de elaborar un currículum progresivo de la expresión escrita. Su propuesta es
muy interesante y supera los límites del enfoque funcional para penetrar en el campo de
las operaciones cognitivas, que ya pertenece al tercer enfoque didáctico.
Respecto a la corrección, el citado Serafín se rige por parámetros estrictamente
comunicativos. El profesor corrige básicamente los errores que dificultan la comprensión y
que podrían enturbiar el significado del texto. Teóricamente, los errores gramaticales que
no tengan valor comunicativo no se corrigen, pero en la práctica se impone el criterio de
corregir aquellos errores importantes y reiterativos de la estructura, tengan o no
implicaciones en la comunicación.
Al ser la redacción un tipo de texto que sólo existe en el aula, el ejercicio nunca
puede ser comunicativo. En cambio, al proponer un motivo, un propósito y un receptor
verosímiles para el mismo texto, el ejercicio se convierte en una situación de comunicación
posible. El alumno tiene que buscar el registro adecuado, tiene que estructurar el texto
según las convenciones establecidas y tiene que decidir qué es lo más importante que
puede escribir y cómo.
Habría que precisar que estas diferencias son como mínimo exageradas y están
basadas en esquemas predeterminados: cualquier ejercicio académico tiene como
destinatario el profesor; lo que sucede es que unos simulan la vida real y otros están más
alejados del contexto3.
1
Hay que subrayar, no obstante que la gramática no siempre es prescriptiva; la estructural era
antinormativa; por otro lado, la corrección es un concepto necesario para el aprendizaje de una lengua que
deberá introducirse en el momento adecuado del aprendizaje.
2
Esta visión habría que matizarla, pues en la sociolingüística puede existir una gramática en función de
los registros, como vemos en la Gramática esencial del español, de Manuel Seco, uno de los precursores
del estudio de los niveles de la lengua y los registros del habla.
3
El aprender a escribir es una técnica que tiene en cuenta muchas variables y que se puede desarrollar de
maneras muy diversas, normalmente derivadas de saber leer bien un texto; todo buen escritor es
previamente un lector avezado.
El poner en práctica una escritura adecuada al proceso comunicativo (tener en cuenta el contexto, el
receptor, los efectos ilocutivos, etc.) es una competencia más del buen escritor, unida a la sintaxis. Por
eso, las diferencias entre métodos no siempre son tan irreductibles.
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Según este enfoque, lo más importante que debe enseñarse es este conjunto de
actitudes hacia el escrito y las capacidades y destrezas correspondientes para saber
trabajar con las ideas y las palabras. En consecuencia, en el aula el énfasis debe ponerse
en el escritor, en el alumno, y no en el texto escrito. Este enfoque pretende enseñar al
alumno a pensar, a hacer esquemas, a ordenar las ideas, a pulir la estructura de la frase, a
revisar el escrito, etc. Lo importante es que al final del curso el alumno sea capaz de hacer
eso, y no tanto que los textos que escriba no contengan incorrecciones4.
La programación recoge el conjunto de estrategias o habilidades y actitudes respecto a
lo escrito que caracterizan a un escritor competente. En definitiva, se trata de los procesos
mentales que la psicología cognitiva ha aislado y calificado de fundamentales: generación
de ideas, formulación de objetivos, organización de las ideas, redacción, revisión,
evaluación, etc. Estos procesos forman los grandes bloques, apartados o lecciones de un
curso, y para cada uno se enseñan varias técnicas útiles para la redacción. Así, en el
capítulo de la generación de ideas se pueden enseñar técnicas como el torbellino de ideas,
las analogías o comparaciones, la exploración sistemática de un tema a base de
preguntas, etc5.
El análisis individual de las necesidades del alumno es también muy importante en
este enfoque. Según la teoría, no existe un único proceso correcto de composición de
textos, sino que cada escritor ha desarrollado sus propias estrategias de acuerdo con sus
capacidades, carácter y personalidad6.
De esta forma, no se pueden enseñar «recetas» únicas de escritura, ni podemos
esperar que las mismas técnicas sean válidas y útiles para todos. Cada alumno tiene que
desarrollar su propio estilo de composición a partir de sus capacidades: tiene que superar
los bloqueos que sufra, tiene que seleccionar las técnicas más productivas para sus
intereses, integrarlas y adaptarlas a su forma de trabajar, rentabilizar el tiempo de
composición, etc. Los profesores ayudan a sus alumnos analizando su forma de escribir y
tomando conciencia con ellos de sus defectos y potencialidades, sugiriendo técnicas
adecuadas para cada uno, corrigiendo su forma de trabajar, etc. En resumen, se trata de
un trabajo muy individualizado con el sujeto de la escritura (y no con el objeto: el texto).
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Textos académicos Textos no académicos
Ej.: trabajos, exámenes, resúmenes, Ej.: cartas, diarios íntimos,
recensiones, comentarios de texto, instancias, felicitaciones, avisos,
esquemas, apuntes, fichas, ponencias, notas, postales, anuncios,
comunicaciones, artículos, reseñas, etc. carteles, apuntes de agenda, etc.
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1. El proceso de composición de textos incluye de alguna forma un proceso de
aprendizaje. Los escritores aprenden cosas sobre lo que escriben cuando
escriben. Escribir es un instrumento de aprendizaje7.
2. Este instrumento puede utilizarse para aprender sobre cualquier tema o asignatura
del currículum. Los ejercicios de expresión escrita no sólo sirven para evaluar los
conocimientos de los alumnos sobre un tema, sino que pueden utilizarse para
aprender sobre este tema.
Griffin (1982) presenta de forma general los principales rasgos de estos movimientos
pedagógicos y propone ejemplos de ejercicios en todo tipo de materias del currículum.
Las características principales del enfoque son las siguientes (Shih, 1986):
1. Se pone el énfasis en lo que dice el texto, en el contenido, y no en cómo sé dice,
en la forma. Interesan cuestiones como si las ideas son claras, si están ordenadas,
si son originales, si se relacionan con argumentos sólidos, si son creativas, etc. Los
aspectos formales de la expresión y del texto (estructura, presentación, gramática,
etc.) no se incluyen en la programación del curso y sólo se tratan si el alumno
presenta necesidades de este tipo.
2. No se escribe sobre la experiencia personal de cada uno, sino sobre algún tema
académico. Las fuentes de la escritura son, pues, básicamente bibliográficas:
libros, conferencias, apuntes, artículos, etc. De esta forma, el aula de expresión
escrita se relaciona muy estrechamente con las disciplinas de contenido de la
carrera.
3. La habilidad o destreza (skill) de la expresión escrita se integra con las otras
destrezas lingüísticas (escuchar, leer y hablar) en el contexto del trabajo
académico. Se entiende que el desarrollo de una habilidad no se realiza
aisladamente del aprendizaje global de las destrezas lingüísticas. Además, el tipo
de actividades de estudio que tienen que realizar los alumnos en su carrera integra
y entremezcla todas las habilidades. En consecuencia, en el aula los alumnos no
sólo escriben, sino que practican todo tipo de ejercicios verbales.
4. En los ejercicios de clase, se distinguen dos secuencias muy claras y separadas.
Una primera fase de estudio y comprensión de un tema (de «input») precede
siempre la fase final de elaboración de ideas y producción de un texto escrito. En
una primera etapa, el alumno se «sumerge» en el tema: lee artículos, escucha
exposiciones sobre éste, comenta y discute el contenido con sus compañeros y su
profesor, etc. En la etapa final, empieza a recoger información, a esquematizarla y
a preparar sus ideas para un texto escrito.
En principio, la programación del curso se basa en el contenido de una o varias
materias de estudio. Puede tratarse de un programa muy completo y estructurado a partir
de un tema o una disciplina, o también podemos encontrar programaciones más flexibles
que consisten en un simple listado de temas de interés de los alumnos. En este último
caso, nos encontraríamos muy cerca de un planteamiento tan conocido como los famosos
centros de interés del alumno.
Sin embargo, detrás de este simple listado de temas, atractivo y ameno, los profesores
han organizado un conjunto muy variado de actividades (tareas, proyectos, trabajos,
ejercicios, etc.) que responden a una variada gama de objetivos: practican todo tipo de
destrezas lingüísticas, desarrollan estrategias cognitivas varias (análisis, comprensión,
síntesis, valoración, etc.), utilizan tipos de texto muy distintos (orales / escritos,
argumentativos / informativos, etc.) o obligan a trabajar de maneras diversas (en clase, en
casa, en grupo, solo, en la biblioteca, etc.). Y no cabe duda que ésta es la verdadera
programación del curso: un conjunto extraordinariamente variado de ejercicios que
requieren todo tipo de esfuerzos por parte del alumno. Shih y Griffin ofrecen varias
clasificaciones de habilidades o destrezas académicas que pueden ser la base de
programas de expresión escrita.
En general, el tipo de ejercicios que se realizan son muy globales. Parten de textos
completos, no de frases o fragmentos; de documentos reales, sin manipulación, que no se
han preparado especialmente para la enseñanza; y de material gráfico: esquemas, mapas,
7
Para algunas corrientes poéticas, como es el caso de Claudio Rodríguez, la escritura es una forma de
conocimiento.
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fotografías, etc. Los alumnos se fijan siempre en el contenido: extraen las ideas
principales, comparan dos textos, interpretan un esquema, etc. Y lo que tienen que
producir son textos académicos reales: reseñas, ensayos, artículos para una revista de la
escuela, comentarios de texto, etc.
Criterios de evaluación
En el ámbito de la psicología cognitiva, así como de otras ramas del saber, como los
estudios y las técnicas de creatividad o los métodos de solución de problemas y la
heurística, se desarrolló en Estados Unidos un conjunto de investigaciones sobre el
proceso de producción o composición de textos escritos que pueden ser útiles para la
enseñanza de una lengua viva. Los resultados de las investigaciones sugerían que los
escritores competentes (los alumnos que obtenían buenos resultados en los exámenes)
utilizaban una serie de estrategias o habilidades cognitivas para escribir que eran
desconocidas por el resto de los alumnos (los que sacaban malas notas en los mismos
exámenes). Este hallazgo significó el reconocimiento de que para escribir
satisfactoriamente no es suficiente con tener buenos conocimientos de gramática o con
dominar el uso de la lengua, sino que también es necesario dominar el proceso de
composición de textos: saber generar ideas, hacer esquemas, revisar un borrador,
corregir, reformular un texto, etc. El conjunto de estas estrategias constituye lo que se
llama el perfil del escritor competente. Éste último es el que tiene en cuenta a su lector,
escribe borradores, desarrolla sus ideas, las revisa, reelabora el esquema del texto, busca
un lenguaje compartido con su destinatario para expresarse, etc. El siguiente esquema
resume este perfil:
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revisión es una forma de construir el
Revisan sólo palabras sueltas. Les da mucha
significado. Revisan incansablemente la
pereza revisar.
estructura y el contenido.
Generalmente intentan hacerlo todo bien en el
Están preparados para dedicarse
primer borrador. Se concentran en la elección de
selectivamente a las distintas tareas que
palabras y en la puntuación incluso durante las
forman la composición, según cada
primeras etapas, cuando los escritores
situación.
competentes trabajan en el contenido.
Fassler et al. (1982)
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Además, si ese texto pertenece al lenguaje periodístico de la información, puede
ordenar el material informativo siguiendo un orden cronológico o temático-jerárquico,
estructurar las distintas informaciones -o comentarios- con distinta tipografía, etc. Y si es
un una norma jurídica, la estructura se ajustará a unas convenciones particulares, como
serán las marcas de la exposición de motivos, la parte dispositiva -dividida a su vez en
títulos, capítulos y artículos- y el cierre estructural del texto.
Dentro de este análisis de la estructura textual es conveniente incluir un apartado
específico para la sintaxis del párrafo, porque aunque no se da en todos los tipos de
escrito y tampoco siempre presenta una autonomía semántica y funcional, sí constituye un
nivel intermedio de estudio entre la oración y la mayoría de los textos (pues ya hemos visto
que un texto no tiene una extensión prefijada y puede incluir sólo una frase si ésta es un
mensaje verbal autosuficiente.)
El párrafo o parágrafo es una unidad textual en la que suelen dividirse muchos
textos, no sólo por la separación formal del punto y aparte, sino porque a veces
-especialmente en las convenciones de redacción de los textos académicos anglosajones-
constituye una pequeña unidad de contenido.
Esto no quiere decir que siempre podamos establecer una correlación idea-párrafo,
pues esta observación no sería cierta como regla de validez universal. Hay párrafos de
enlace, en los que se engarzan ideas que se retoman y se anticipan otras. Y no todos los
párrafos tienen la misma densidad semántica.
Aun así, es muy útil para el análisis de texto examinar qué función semántica
desempeña cada uno de los párrafos de un texto y cómo están conectados formal y
semánticamente con el conjunto del mensaje verbal en el que dicho párrafo se inserta.
La estructuración (marcadores, conectores, etc) de los discursos escritos también
varía según la tipología textual. Es preciso, pues, tomar en consideración que no todos los
marcadores textuales y discursivos funcionan igual en todos los tipos de textos ni en todos
los registros verbales. Cada tipología textual y cada registro se caracteriza por el empleo
de marcadores propios, característicos –y en ocasiones, privativos- de su peculiar
estructura textual. Por ejemplo, “érase una vez”, y “colorín colorado” sólo existen en los
relatos, mientras que los “considerando” son exclusivos de ciertos textos jurídicos.
19
una persona desprestigiada es de la mayor importancia para predisponer en el lector una
actitud previa.
- Las relaciones emisor-destinatario (conocimientos compartidos, relaciones que se den
entre ellos…) son un elemento de la mayor importancia para comprender el valor del
mensaje escrito como acto comunicativo.
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Ya hemos señalado que también se da una comunicación escrita inmediata in presentia en los mensajes
menos elaborados de las comunicaciones telemáticas y vía móvil.
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De hecho, casi todos los estudios exhaustivos sobre los marcadores discursivos y textuales (Van Dick, Bernárdez,
Portolés, se basan casi en exclusiva en los textos expositivos y argumentativos).
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cultura y cada sociedad. Su multiplicidad hace muy difícil una clasificación exhaustiva. La
clasificación propuesta por Calsamiglia y Tusón se basa en los distintos ámbitos de uso en
los que las prácticas escritas están arraigadas: ámbito administrativo y jurídico (instancias,
alegaciones, contratos…), religioso (tratados, catecismos, libros sagrados…), político
(panfletos, manifiestos, bandos, discursos…), periodístico (noticias, reportajes, crónicas...),
científico, cotidiano (notas, apuntes, avisos, letreros…), etc.
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por las nuevas tecnologías, la percepción, lo subliminal. En la historieta, tira cómica,
viñeta, cómic, hay una estructura narrativa con vacíos.
El análisis de los factores no verbales de la comunicación en la lengua escrita nos
obliga a entender la importancia de una gramática visual, delimitada por el tipo de plano, el
formato y el ángulo de visión. Los tipos de plano pueden ser, entre otros: de detalle, primer
plano, plano medio, plano americano, total o entero, general y general largo. El formato se
refiere al tamaño o dimensión de la realidad representada horizontal o verticalmente. En
concordancia con el formato horizontal de la pantalla de cine, el encuadre horizontal de la
imagen publicitaria ofrece mayor eficacia que la vertical. Por ángulo de visión entendemos
cómo se combina todo esto con el lenguaje verbal. Para nuestros intereses, lo
verdaderamente importante es comprobar que se trata de contextos del lenguaje verbal
que modifican y delimitan totalmente su significación.
La luz es un elemento básico de la imagen, puede ser frontal, lateral o a contraluz.
El color tiene también un código de asociaciones, psicológicas y según los contextos,
política, por ejemplo, pueden ser más agresivos, más tenues, etc. La retórica de la imagen,
pese a contar con un tipo de signos diferente al del lenguaje verbal, se vale de los mismos
procedimientos expresivos: símiles, hipérbole, etc.
Otro ejemplo de combinación de imagen y lenguaje verbal lo tenemos en la
historieta. Es una semiótica más simple, bidimensional. Deja más a la imaginación y es un
mensaje cuyas connotaciones inmediatas, que no están tan delimitadas como los dibujos
animados, donde el movimiento y las dimensiones hacen más explícito el sentido. Dispone
de una serie de recursos expresivos para suplir esa falta de animación y movimiento.
Si la cultura de la imagen sustituye o complementa la cultura escrita de la llamada
galaxia Guttemberg es asunto discutible. La cultura visual enriquece la imaginación y el
conocimiento y es hoy el código más universal. Las imágenes pueden ser tan
manipuladoras y falaces como lo es el lenguaje verbal. Pero si la cultura visual hace
desaparecer la cultura escrita, entonces se produce un efecto empobrecedor, que reduce
las posibilidades de razonamiento y abstracción.
En la lengua escrita son más las connotaciones y las significaciones de los códigos
icónicos y de los elementos visuales (el espacio, las formas y figuras, tipos de letra, etc.)
los que desempeñan un papel más relevante.
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Así, en español, el orden de palabras, la correlación de tiempos, la concordancia, etc. serán
rasgos de gramaticalidad que un hablante concreto conocerá peor o mejor, según su
competencia lingüística.
La norma semántica, aplicada al léxico, ha de tener en cuenta dos aspectos, lo que
tradicionalmente se ha llamado sentido propio de las palabras, y la compatibilidad semántica
(reglas de restricción selectiva en la gramática generativa). La primera se refiere al correcto
entendimiento de las diferencias sistemáticas que los vocablos tienen en el sistema y la
segunda a sus relaciones sintagmáticas, a sus combinaciones en la cadena hablada.
La norma semántica oracional sería una variante de la gramaticalidad, pues afecta a
la buena formación de las oraciones. La norma morfológica tendría un aspecto fonético y
otro relacionado con el conocimiento de las reglas de formación de palabras en una lengua.
El escribir correctamente una lengua no sólo consiste en conocer bien la ortografía,
el léxico o la gramática, también implica una adecuación del registro a la situación
comunicativa. Por eso podemos hablar también de una norma sociolingüística y pragmática,
que responde más a una convención social de los propios hablantes que al dictado de los
gramáticos.
Un aspecto de la variabilidad de la norma es la existencia de distintas normas
geográficas. No se puede decir que el mejor español sea el hablado en una zona
determinada, ni que sea mejor el inglés hablado en tal país en comparación con otro, sino el
hablado por los ciudadanos más cultos, es decir, los que mejor conocen el sistema. Muchas
lenguas presentan una gran variedad geográfica, por lo que debemos aceptar que existen
distintas normas locales en un idioma, sin más criterio que el de sistemático frente a
asistemático. Ahora bien, para muchos hablantes, hay variedades locales de mayor o menor
prestigio social y este hecho no lo podemos ignorar en una descripción sistemática de una
lengua natural.
La norma, pues, es un concepto social e históricamente variable, que depende en
buena parte del uso que los hablantes de una lengua hagan del sistema.
Pero esta visión de que la lengua la hacen los hablantes, la hace el pueblo, como se
decía en el siglo XIX, también hay que someterla a revisión. Pues no todos los hablantes
intervienen de la misma manera en todos los aspectos del sistema de la lengua. Veamos
algunos ejemplos. En el léxico coloquial y común, en la fonética articulatoria y en el valor de
las conjunciones más empleadas, el uso más extendido es el que marca históricamente la
norma y a la larga, el sistema. Pero el valor de los cultismos, los usos literarios (que son
particulares pero cuidadas transgresiones de la norma; son otra norma) y, sobre todo, el
valor semántico de los términos técnicos y científicos (que están codificados de otra forma, a
partir de un apriorismo conceptual), no es materia en la que opinen todos los hablantes ni en
la que la opinión de todos ellos cuente lo mismo.
Por otro lado, es cierto que en los criterios de corrección puede haber en ocasiones
cierto subjetivismo, que no siempre es fácil diferenciar entre norma y estilo, lo que plantea
dificultades en la enseñanza. Partiendo de un criterio científico, descriptivo, más que de
norma académica, podemos decir que si bien no siempre es factible en lingüística hablar de
usos lícitos e ilícitos, además del prestigio social, que puede ser importante para la vida
social del estudiante, es preciso distinguir lo que existe en la lengua culta y lo que sólo se da
en algunos ámbitos del idioma. Así, algunas expresiones, formas de hablar, sentidos
figurados, etc. no tienen por qué calificarse de alejados de la norma si alcanzan un uso
sistemático, pero sí podemos decir que no pertenecen a la lengua culta.
Aparte de estas normas convencionales o gramaticales, el texto escrito también se
rige por normas de coherencia y cohesión textuales y por normas de estrcucturación, de las
que ya hemos hablado. Por coherencia entendemos aquellos aspectos semánticos que
garantizan la unidad del texto, mientras que por cohesión nos referimos a los aspectos más
formales que permiten establecer las interrelaciones entre todos los componentes de un texto
o mensaje lingüístico. En lingüística del texto, cuando se especifica esta noción -lo que no
siempre se hace de una manera absolutamente clara- se denomina cohesión textual a las
interrelaciones de carácter macrosintáctico que mantienen los componentes de cualquier
mensaje verbal, sea cual sea su extensión. La cohesión está estrechamente ligada a la
coherencia, aunque se refiere más a los mecanismos que permiten la unidad formal del texto
23
que a la unidad semántica. Aun así, muchos manuales consideran la coherencia como un
elemento de cohesión, lo cual no deja de ser cierto en muchos aspectos.
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24
- SEMÁNTICA Y PRAGMÁTICA DE LOS TEXTOS COMUNES. CÁTEDRA.
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