El Epicteto

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Manual Epcteto

Epcteto fue un liberto, nacido esclavo que gan su libertad, que vivi sus das a principios de nuestra era. Es descendiente y bebe directamente de las fuentes estoicas griegas y romanas, Parte de su legado sobrevivi a su poca y hoy en da es pieza clave para la comprensin de la Terapia Racional Emotivo-Conductual de Albert Ellis. Ral Padilla Director psiclogo Colegiado M-15131
I i. Hay ciertas cosas que dependen de nosotros mismos, como nuestros juicios, nuestras tendencias, nuestros deseos y aversiones y, en una palabra, todas nuestras operaciones. Otras cosas hay tambin que no dependen de nosotros, como el cuerpo, las riquezas, la reputacin y el poder; en una palabra, todo aquello que no es de nuestra operacin. ii. Lo que depende de nosotros es libre por su naturaleza y no puede ser impedido ni forzado por ningn hombre; y, al contrario, lo que no depende de nosotros es servil, despreciable y sujeto al ajeno poder. iii. A curdate, pues, que si juzgas por libre y tuyo lo que por su naturaleza es servil y sujeto al poder ajeno, hallars muy grandes inconvenientes, te veras confuso en todos tus designios y expuesto a mil molestias, y, al fin, acusaras a los dioses y a los hombres de tu infortunio. Si, al contrario, creyeras como tuyo solamente lo que de verdad te pertenece, y supieras considerar como externo o extrao lo que en efecto lo es, cierto es que nada ser capaz ni bastante para desviarte de lo que te hayas propuesto hacer; que no emprenders cosa alguna que te pese; que no acusars a nadie ni murmurars; que ninguno te ofender; que no tendrs enemigos ni padecers jams el ms mnimo displacer. iv. Si deseas, pues, tan grandes bienes, debes saber que no basta con desearlos tibiamente para obtenerlos, sino que te conviene evitar por completo algunas cosas y privarte de otras por algn tiempo. Porque si, no contento con lo que posees, tienes ambicin de conseguir cargos y de amontonar riquezas, acurdate que perders absolutamente los medios verdaderos para granjear la libertad y la felicidad. Y tambin podr ser que quedes frustrado por lo que pretendes con tanta pasin. v. Cuando se te ofrece algn objeto enojoso, acostmbrate a decirte a ti mismo que no es lo que parece, sino pura imaginacin. Despus de que hayas hecho esta reflexin, examina el objeto con las reglas que ya tienes para ello. Considera si es cosa que dependa de ti; porque si no depende, dirs que no te toca. II i. Advierte que el fin del desear es obtener lo que se desea y el fin de la aversin es huir de lo que se pretende evitar. Y como es desdichado el que se ve frustrado de lo que desea, as es miserable el que cae en lo que ms piensa evitar. Por lo cual, si tienes aversin solamente de lo que depende de ti, como las falsas opiniones, asegrate que no caers jams en lo que aborreces. Pero si tienes aversin de lo que no depende de ti, como son las enfermedades, la muerte y la pobreza, no dudes que sers miserable, pues no las puedes evitar, y has de caer infaliblemente en ellas. ii. Si quieres ser dichoso nunca repugnes lo que no depende de ti, transfiere tu odio contra lo que resiste a la naturaleza de las cosas que dependen de tu voluntad. Adems de esto, no desees por ahora nada con pasin; porque si deseas cosas que no dependen de ti, es imposible que no te veas frustrado. Y si deseas las que de ti dependen, advierte que no ests bastantemente instruido de lo que es necesario para desearlas honestamente.

Por lo cual, si quieres hacer bien, acrcate a ellas de manera que puedas retirarte cuando quieras. Pero todo esto se ha de hacer con medida y discrecin.

III
i. El verdadero medio de no estar sujeto a turbacin es considerar las cosas que son de nuestro gusto o amamos como ellas son en s mismas. Has de comenzar el examen por las que importan menos. Por ejemplo: cuando manejas una olla de barro, piensa que es una olla de tierra la que manejas, y que puede quebrarse fcilmente. Porque, habiendo hecho esta reflexin, si acaso se quebrara, no te causara alteracin. Asimismo, si amas a tu hijo o a tu mujer, acurdate que es mortal lo que amas, y por este medio te librars del impensado sobresalto cuando la muerte te los arrebate.

IV
i. Antes de emprender alguna obra examnala muy bien. Si has resuelto ir a los baos, antes de partir represntate todos los inconvenientes que se siguen de ir al bao: el echarse agua los unos a los otros, los empujones para tomar mejor lugar, el darse vayas y el perder los vestidos. No dudes que ejecutars muy seguramente lo que emprendes si dices en ti mismo: Quiero ir al bao, pero tambin quiero observar el modo de vivir que me he propuesto. Sigue esta mxima en todo lo que emprendas; porque por este medio, si te sucede algn inconveniente o alguna desgracia bandote, te hallars todo resuelto, y dirs: No he venido aqu solamente para baarme, sino tambin he venido con la resolucin de no hacer nada contra mi modo de vivir, el cual yo no preservara si sufriese con algn pesar o displacer las insolencias que aqu se cometen.

V
i. No son las cosas las que atormentan a los hombres, sino las opiniones que se tienen de ellas. Por ejemplo: la muerte (bien considerada) no es un mal; porque si lo fuera se lo habra parecido a Scrates como a los dems hombres. No, no; la opinin falsa que se tiene de la muerte la hace horrible. Por lo cual, cuando nos hallamos turbados o impedidos, debemos echar la culpa a nosotros mismos y a nuestras opiniones. ii. Propio de ignorantes es el culpar a otros de las propias miserias. Aquel que a s mismo se culpa de su infortunio comienza a entrar en el camino de la sabidura; pero el que ni se acusa a s ni a los dems, es perfectamente sabio.

VI
i. No te alabes jams de ajenas excelencias. Si un caballo pudiese decir que es hermoso, en su boca seria tolerable. Pero cuando te alabas de tener un hermoso caballo, sabes lo que haces? Te alabas de lo que no te pertenece. Qu es, pues, lo que es tuyo? El uso de lo que esta a tu vista. Por esta razn, si miras las cosas conforme a su naturaleza y juzgas de ellas como debes, entonces te es permitido gloriarte de ellas, porque te alegras con un bien que posees efectivamente.

VII
i. Si te hallases embarcado y el bajel viniese a tierra, te sera permitido desembarcar para buscar agua; y asimismo nadie te impedira coger las conchuelas que hallares en tu camino. Pero te convendra tener la vista siempre en el bajel, atendiendo a cuando el piloto te llamase, y entonces sera menester dejarlo todo de miedo que no te hiciese embarcar atado de pies y manos como una bestia. Lo mismo sucede en la vida. Si Dios te da mujer e hijos, permitido te es amarlos y gozar de ellos. Pero si Dios te llama, conviene dejarlos sin ms pensar, y correr ligeramente a la nave. Y si ya eres viejo, gurdate de alejarte y no estar prevenido cuando seas llamado.

VIII
i. Nunca pidas que las cosas se hagan como quieres; mas procura quererlas como ellas se hacen. Por este medio todo te suceder como lo deseas y sers feliz.

IX

i. La enfermedad es un impedimento del cuerpo, no de la voluntad. Por ejemplo: el ser cojo impide a los pies andar, mas no embaraza la voluntad de hacer lo que ella quiere, si emprende tan slo lo que puede efectuar. De esta misma manera puedes considerar todas las cosas que suceden y conocers que a ti no te embarazan, aunque impidan a los dems.

X
i. En todo lo que te sucediere, considera en ti mismo el medio que tienes de defenderte. Por ejemplo: si ves una hermosa mujer, advierte que tienes la templanza, que es un poderoso medio para oponer a la hermosura. Si estas obligado a emprender algn trabajo penoso, recurre a la paciencia. Si te han hecho alguna injuria, rmate de la constancia. Y si te acostumbras a obrar de esta manera siempre, nunca los objetos tendrn poder sobre ti.

XI
i. Nunca digas que has perdido alguna cosa, sino siempre di que la has restituido. Cuando tu hijo o tu mujer murieren, no digas que has perdido tu hijo o tu mujer, sino que los has restituido a quien te los haba dado. Pero cuando se nos haya quitado alguna heredad, habremos de decir tambin que la hemos restituido? Puede ser que pienses que no, porque el que te ha despojado de ella es un hombre malvado, como si a ti te tocara, por cuya mano vuelve tu posesin a quien te la dio. Por lo cual conviene que mientras la tienes a tu disposicin la tengas por extraa, no haciendo ms caso de ella que el caminante hace de las posadas en que se aloja.

XII
i. Si quieres adelantar en el estudio de la virtud, aparta del entendimiento estos pensamientos: Si no tengo cuidado de mis negocios, no tendr con que subsistir; si no castigo a mi esclavo, saldr malo. Advierte que vale ms morir de hambre y conservar la grandeza del nimo y la tranquilidad del espritu hasta los postreros suspiros, que vivir en la abundancia con un alma llena de inquietud y de tormento. Advierte, te digo, que vale ms sufrir que tu esclavo salga malo que hacerte tu mismo desdichado. ii. Verdaderamente es dueo de todas las cosas el que tiene poder de retener las que quiere y de desechar las que le disgustan. Cualquiera, pues, que tenga deseo de ser libre de esta suerte, conviene que se acostumbre a no tener deseo ni aversin alguna de todo lo que depende del poder ajeno. Porque, si obra de otra manera, caer infaliblemente en la servidumbre.

XV
i. Acurdate que debes comportarte en la vida como en un banquete. Si se pone algn plato delante de ti, puedes meter la mano y tomar honestamente tu parte; si slo pasa por delante de ti, gurdate bien de detenerlo o de meter la mano en l temerariamente: antes, espera apacible a que vuelva a ti. Lo mismo debes hacer para con tu mujer, tus hijos, las dignidades, las riquezas y todas las otras cosas de este genero. Porque por este medio te hars merecedor de comer a la mesa de los dioses. Empero, si eres tan generoso que rehsas tambin lo que te presentan, no solamente sers digno de comer a la mesa de los dioses, sino que merecers tener parte en su poder. Digenes y Herclito fueron reputados por hombres divinos, como lo eran en efecto, por haber obrado de esta manera.

XVI
i. Cuando veas suspirar a alguno porque su hijo parti de su casa, o por haber perdido lo que posea, no te dejes vencer de este objeto ni te imagines que aquel sea efectivamente desdichado por la prdida de estas cosas extraas. Haz de ti mismo esta distincin y di luego: No es este accidente el que aflige a este hombre, puesto que nos toca a otros muchos; lo que le atormenta es la opinin que ha concebido. Consecuentemente, haz todo lo posible desengaarle y sanarle de esta mala opinin. Y asimismo fingirs estar triste y compadecerte de su afliccin si lo juzgas a propsito. Mas gurdate, sobre todo, que, fingindolo, no te entristezcas efectivamente en tu corazn.

XVII
i. Acurdate que conviene que representes la parte que te ha querido dar el autor de la comedia. Si es corto tu papel, represntale corto; y si largo, represntale largo. Si te manda hacer el papel de pobre, hazle naturalmente

lo mejor que pudieres. Y si te da el de prncipe, el de cojo o el de un oficial mecnico, a ti te toca el representarlo y al autor el de escogrtele.

XVIII
i. Si por acaso algn cuervo vuelve a graznar, no te cause alteracin. Haz luego en ti mismo esta reflexin: No grazna por m este cuervo; puede ser que sea por mi cuerpo o por el poco bien que poseo, o por mi reputacin, o por mi hijos y mi mujer; en cuanto a m, no hay nada que no me sea presagio de dicha, porque a m slo me toca sacar provecho y utilidad de cuanto sucediere.

XIX
i. Puedes ser invencible si nunca emprendes combate de cuyo suceso no ests seguro y slo cuando sepas que est en tu mano la victoria. ii. Cuando veas a alguien promovido a dignidades, o favorecido, o acreditado, no te dejes llevar de la apariencia ni digas que es dichoso. Pues la verdadera tranquilidad de espritu consiste en no desear sino lo que depende de nosotros mismos; no ha de causarnos celos ni envidia el lustre de las grandezas. No has de tener ambicin de ser senador, cnsul ni emperador; conviene que cuides solamente de ser libre; en esto se han de terminar todas tus pretensiones. Un solo medio hay para alcanzarlo, que es menospreciar todo lo que no depende de nosotros.

XX
i. Acurdate que no te ofende el que te injuria ni el que te golpea, sino la opinin que has concebido. Cuando alguno, pues, sea causa de que hayas encolerizado sabe que no es l, sino tu opinin, la que te irrita; por lo cual, conviene estar atento a no dejarte llevar de tu pasin, porque cuanto ms presto lo hicieres tanto ms fcilmente la domaras.

XXI
i. Ten cada da delante de los ojos la muerte, el destierro y las otras dems cosas que la mayor parte de los hombres ponen en el nmero de males. Pero cuida particularmente de la muerte, porque por este medio no tendrs ningn pensamiento bajo ni servil, ni desearas nunca nada con pasin.

XXII
i. Si tienes designio de perfeccionarte en el estudio de la filosofa, preprate a sufrir las burlas y las befas de todo el mundo. Te dirn; Cmo te has hecho filosofo de golpe? De dnde te viene este severo semblante? Brlate de todo como no sea verdad lo que te dicen ni tengas la gravedad de que te reprendan. Comprtate solamente con los que te parecieren mejor, de manera que nada sea bastante para moverte, y queda en esto tan firme como si Dios te lo hubiese ordenado. Si persistes en la misma resolucin y quedas constante en el mismo estado, sers objeto de admiracin por los que antes se burlaban de ti. Si al contrario, decaes y mudas una vez de resolucin, todo lo que has hecho servir solamente para dar causa a que se redoblen las burlas y los escarnios contra ti.

XXIII
i. No te complazcas en lo exterior. Contntate con ser un filsofo en todo. Si, adems, quieres parecerlo, parcetelo a ti mismo, y que eso te baste.

XXIV
i. No te embaraces el entendimiento con pensar que no se har caso de ti, que no recibirs honra alguna. Si el no recibir honra fuese un mal se seguira que estara en poder ajeno el hacernos desdichados, lo cual no puede ser, porque como no podemos caer en el vicio por accin ajena, as no podemos caer en el mal por ajena accin. Depende de ti el tener la soberana autoridad, el ser convidado a los festines y, finalmente, poseer todos los dems bienes extraos? No depende de ninguna manera. Cmo puedes decir que vivirs en ignominia si no gozas de tales cosas? Cmo puedes quejarte que no sers estimado? Puesto que debes encerrar todos tus

deseos y todas tus pretensiones en ti mismo y en lo que depende de ti, donde te es permitido el estimarte cuanto quisieras. ii. Puede ser, me dirs, que si vivo as no llegare nunca al estado de servir a mis amigos. Oh, cuan engaado estas! Cmo piensas que se te ha de entender esta proposicin? Conviene asistir a los amigos? No quiere decir que se les haya de dar dinero ni hacerlos ciudadanos de Roma, puesto que esto no esta en nuestro poder y que es imposible el dar a otro lo que no se tiene. iii. Ya preveo que me responders que se ha de hacer todo lo posible para alcanzar haciendas y crdito a fin de socorrer a los amigos en las necesidades, pero si puedes mostrarme un camino por donde se pueda adquirir esto conservando la honestidad, la fe y la generosidad, te prometo emplear toda clase de medios para alcanzarlo. Si me pides que yo pierda mis bienes por adquirirte otros que no son verdaderos bienes, considera que es injusto y contra razn. Juzga si no debes hacer ms caso de un amigo honesto y fiel que del dinero. Haz, pues, lo que puedas para conservarme estas calidades, y nunca me obligues a hacer cosa que sea capaz de hacrmelas perder. iv. Me replicars que por este medio no hars ningn servicio a tu patria. Pero qu entiendes por estas palabras? Verdad es que no la adornars con prticos o baos pblicos. No son los herreros los que abastecen la villa de zapatos, ni los zapateros los que le dan las armas; basta que cada uno haga su oficio. Piensas ser intil a tu patria cuando le das un ciudadano que es hombre honrado y virtuoso? Pues advierte que no sabras hacerle mayor servicio. v. Deja de hoy en adelante estos discursos. No digas que no tendrs dignidad alguna en tu ciudad. Poco importa en qu Estado te halles como no olvides la honra y la fidelidad. Piensas hacerte til a tu patria si te apartas de la virtud? Imagina qu provecho sacara de ti cuando te hayas hecho prfido e imprudente.

XXV
i. No te ofendas de que sienten a la mesa a otro en mejor lugar que t, ni de que le saluden primero o se tome su consejo y no el tuyo, porque si estas cosas son buenas, te has de holgar de que le hayan sucedido y si malas, no te debe pesar porque no te sucedan. Adems, acurdate que puesto que haces profesin de no hacer nada para obtener las cosas exteriores, que no es maravilla si no las alcanzas y que prefieran a otros que han hecho todos sus esfuerzos para adquirirlas. ii. En efecto, no es justo que el que no se mueve de su casa tenga tanto crdito como aquel que hace visitas todos los das y est perpetuamente a la puerta de los grandes. No es razn, digo otra vez, que sea tan estimado el que no puede resolverse a alabar a nadie, como el que da excesivas alabanzas por las mnimas acciones. Sera en verdad injusto e insaciable, todo junto, querer tener de balde estos bienes y sin comprarlos al precio que ellos cuestan. iii. Supn, por ejemplo, que se venden lechugas y que valen un dinero; si alguno paga el precio, se las dan, pero si t no quisieres pagar nada, no las tendrs. Seras por eso de peor calidad que el otro? No, de ninguna manera; porque si aquel tiene lechugas, t tienes dinero. iv. Lo mismo es en las cosas de que hablamos. Si no eres convidado al banquete, es porque no has pagado el escote. El que lo da, lo vende por alabanzas, por servicios y por sumisiones. Si tienes gana de ser admitido, resulvete a comprarlo por el precio que cuesta. Porque pretender estas cosas sin hacer lo que es necesario para alcanzarlas, es ser insaciable y haber perdido el sentido. v. Crees tambin que si pierdes esta cena no tienes nada en recompensa? Oh!, tienes algo mucho ms excelente; no has alabado al que no queras alabar; no has sufrido la insolencia del soberbio modo con que trata a los que vienen a su mesa. Esta es la ganancia que has hecho.

XXVI
i. Por la opinin que tenemos de las cosas que nos tocan podemos conocer lo que desea la naturaleza. Cuando el criado de tu vecino rompe un vidrio decimos luego que aquello sucede ordinariamente. Conviene comportarse de la misma manera cuando te rompa el tuyo, y quedar tan mesurado como cuando se rompi el de tu vecino. Aplica esto tambin a las cosas mayores. Cuando el hijo o la mujer del vecino se mueren, no hay quien no diga que eso es natural; pero cuando nos sucede tal accidente nos desesperamos y gritamos diciendo: !Ah! Cun desdichado soy! Ah! Cun miserable! Pero debers acordarte en este suceso lo que sientes cuando a otro le acontece la misma cosa.

XXVII
i. La naturaleza del mal est en el mundo como un blanco puesto para adiestrarnos y no para hacernos errar.

XXVIII
i. Si alguno entregase su cuerpo al primero que encontrase para hacer de l lo que quisiese, seguro estoy de que no lo tendras por bueno y que te enojaras. Y, no obstante, no tienes vergenza de exponer tu alma al capricho de todo el mundo; porque luego que te dicen alguna injuria te turbas y dejas llevar del sentimiento de la clera.

XXIX
i. No emprendas, pues, nada sin considerar antes lo que ha de seguirse a tu empresa, y si obras de otra manera podr ser que tu designio te salga bien al principio y tengas placer; pero ten por seguro que despus te avergonzars y que te arrepentirs pronto o tarde. ii. Sin duda te holgaras de ganar la victoria en los Juegos Olmpicos. Asegrate que yo tendra tanta gana como t, porque no te puedo negar que es bella cosa. Mas si tienes este designio has de considerar lo que precede y lo que se sigue a tal empresa. Hecha esta reflexin, observars lo siguiente: acostmbrate a guardar buen orden; a no comer sino por necesidad, a abstenerte de toda suerte de viandas apetitosas; a no beber jams fro, sin que nada sea capaz de estorbrtelo; finalmente, te has de sujetar al maestro de armas como a un mdico; despus entrars en la tela o en el palenque. Pero te conviene resolverte a cuanto te pudiere suceder; tal vez a herirte las manos y los pies, y tal vez a ser azotado, y despus de todos estos trabajos ests tambin en riesgo de ser vencido. iii. Pero si nada de esto te hacer mudar de propsito y quedas en tu primera resolucin, entonces podrs emprender el combate de la lucha. Porque si haces de otra suerte te suceder como a los nios que imitan a los gladiadores, los luchadores, los flauteros, los trompetas, y que asimismo representan tragedias haciendo toda suerte de oficios, sin ser capaces de ninguno. Imitars, como mona, todo lo que vieres hacer a otros, y dejars ligeramente una cosa para comenzar otra. Quieres saber la causa? Es que emprendes sin premeditacin, que te dejas llevar temerariamente y que slo sigues tu primer movimiento y tu capricho. iv. Haces como los que tienen gana de ser filsofos, cuando oyen decir a alguno: Oh qu bien ha hablado ufrates! Quin pudiera hacer un razonamiento tan alto y de tanta fuerza como l! v. Oh, hombre, quienquiera que seas! Si quieres salir con tus designios, considera primeramente lo que deseas hacer, y mira si lo que emprendes es conforme a tu naturaleza, y si ella podr resistir. Si tienes gana de ser luchador, advierte si tus brazos son harto fuertes, si tus muslos y tus lomos son propios para ello, porque los unos nacieron para una cosa y los otros para otra. vi Cuando hayas comprendido la filosofa, si pensases beber y comer, y hacer el melindroso como antes, te engaars mucho. Es menester resolverse a trabajar, a dejar los amigos, a ser tal vez despreciado de un criado y a ver a otros ms honrados y acreditados que t para con los grandes, los magistrados y los jueces en cualquier negocio que pueda ofrecerse. vii. Medita, pues, sobre todas estas dificultades, y considera si no prefieres poseer la tranquilidad del espritu, la libertad y la constancia. Porque si no haces esta reflexin, advierte que, al ejemplo de los nios de que te he hablado, no seas ahora filsofo, poco despus bandolero, luego orador, y, ltimamente, procurador del Csar. Creme: nada de esto conviene lo uno con lo otro. Considera que slo eres un hombre y que es necesario que seas eternamente bueno o constantemente malo, que te apliques solamente a perfeccionar el espritu y la razn o que te dediques a las cosas exteriores y que te pierdas absolutamente, porque es imposible hacer lo uno y lo otro juntamente. Es decir, que es necesario tengas el estado de filsofo o de hombre de comn calidad de los del menudo pueblo.

XXX

i. Todos los deberes a que somos obligados se han de medir con la calidad de las personas a quienes se deben. Si es un padre, tu oficio te obliga a cuidar de l y a cederle en todo. Si te injuria o te golpea, le has de sufrir

con paciencia. Podr ser que me digas: Mi padre es un malvado. No es buena excusa. Cuando la naturaleza te dio padre no se obligo a drtelo bueno. As, cuando tu hermano te hace algn agravio, no repares en lo que l te hace, sino considera a lo que te obliga la hermandad y cmo te debes gobernar con l para no hacer nada que no sea conforme a naturaleza. En efecto, persona ninguna te puede ofender si t no quieres, y si te hace injuria es solamente cuando t crees que se te hace; juzga lo mismo de todo lo restante. Aprenders lo que debes al vecino, al ciudadano y al general del ejrcito, si te acostumbras a considerar lo que son.
XXXI i. Sabe que el punto principal de la religin consiste en tener buen concepto de los dioses, como creer que en efecto son y que gobiernan el mundo con bondad y justicia. Que es menester obedecerlos; que nos debemos contentar con todo lo que hacen y seguir inviolablemente sus rdenes, como nacidas de una inteligencia muy excelente y muy perfecta, porque de esta manera no los acusars nunca ni te quejars de que te hayan desamparado. ii. Pero esto no se puede hacer si menosprecias todo aquello que no depende de ti, y si no comprendes todo el bien y todo el mal en lo que depende de ti absolutamente. Porque si piensas que el bien o el mal sea alguna otra cosa, te equivocaras muchsimas veces en lo que deseas, caers en aquello de lo que huyes y culpars y aborrecers a los que fueron causa de tus desdichas. iii. En efecto, como es natural a todos los animales el huir de lo que les puede daar, y tener aversin a todos los que pueden hacerles mal, tambin tienen la misma inclinacin a abrazar lo que les es til y acariciar a todos los que les pueden hacer bien. De suerte que es imposible que una persona que cree haber recibido dao se alegre con el que se le ha hecho, ni que el desagrado que ha recibido le de gusto. iv. Por esto algunas veces injuria el hijo al padre, porque no le da lo que se tiene por bien entre los hombres. Esto mismo causo la guerra entre Eteoles y Polnice, porque se haban imaginado que el imperio era un bien. De aqu procede tambin que el labrador, el piloto, el mercader y los que pierden sus mujeres y sus hijos blasfeman contra los dioses. Ordinariamente se encuentra la piedad donde se halla la utilidad, y por esta razn el que cuida de no desear ni huir de cosa que no sea digna de huirse ni de desearse estudia al mismo tiempo ser hombre de bien y po. v. Es menester que cada uno haga sus ofrendas y sacrificios segn la costumbre del pas donde mora, con mucha modestia, sin ser avaro ni prdigo, poniendo en esto toda la pureza y toda la diligencia que se requiere. XXXII i. Cuando vas a consultar al adivino, sin duda ignoras lo que ha de suceder, porque para eso le consultas; pero para saber si lo que ha de suceder ser bueno o malo no necesitas de adivino; que ya lo sabes si eres filosofo. Porque si es alguna cosa que no depende de ti, como necesariamente lo es, puesto que ignoras el suceso, puedes seguramente decir que no es buena ni mala. ii. Cuando vayas al adivino no lleves deseo ni aversin, porque de otra suerte te acercaras a l siempre temblando. Ten por mxima que todo acontecimiento es indiferente y que no podr impedirte ni estorbarte lo que te has propuesto hacer, y que, comoquiera que sea, est siempre en tu poder el usar bien de l. Acrcate, pues, a los dioses con espritu firme y seguro, y considralos como los que te pueden dar muy buenos consejos. Cuando te hayan dado alguna repuesta, sguela exactamente. Considera quines son los que has consultado y que no podras desobedecerlos sin menospreciar su potencia y sin incurrir en su indignacin. iii. Las cosas de que se ha de consultar al orculo son aquellas, como deca Scrates, cuya consideracin se refiere propiamente a la suerte y que no pueden ser previstas por la razn ni por ningn arte; de manera que, cuando toca a la defensa de tu patria o de tu amigo, no es menester ir al adivino para eso, porque si te dice que las entraas de la vctima dan presagio de mal suceso, es seal infalible que morirs estropeado o desterrado, lo cual podra ser que te estorbase el designio que tu tenas. No obstante, la razn pide que socorras, con peligro de tu misma vida, a tu amigo y a tu patria. Sea pues, tu recurso el mayor orculo. Vete al orculo Pitio, que

ech de su templo a un hombre porque en tiempo pasado no haba socorrido a uno de sus amigos a quien mataban. XXXIII i. Conviene que te prescribas una cierta manera de vivir o una ley que observes inviolablemente en cualquier parte que puedas estar, sea conversando entre los hombres o retirado en tu vida privada. ii. Guarda el silencio cuando te fuere posible. Nunca digas sino lo que absolutamente es necesario, y en ello emplea las menos palabras que pudieres. Cuando se ofrezca la ocasin de hablar, no te pongas a discurrir de los gladiadores, ni de los juegos del circo, ni de los luchadores, ni del comer y beber, ni de todas las dems impertinencias con que la mayor parte del mundo se entretiene. Mas, sobre todo, advierte que en tus discursos no uses de alabanzas ni desprecios, ni hagas comparacin de personas. iii. Cuando estuvieres entre tus amigos, si la conversacin fuere poco honesta, haz cuanto pudieres para hacerlos mudar de discurso; mas, si ests entre extraos, no hables palabra. iv. No ras mucho, ni a menudo, ni a carcajadas. v. Si puede ser, nunca jures, y si te excitan a que jures, haz primero todo lo posible para excusarlo. vi. Evita las fiestas populares, y si tuvieras que acudir a ellas, reflexiona y cuida de tus acciones para que no caigas insensiblemente en la manera de obrar del pueblo; porque es menester que sepas que es imposible que dejes de ensuciarte, por ms limpio que ests, si te restriegas con tu compaero que est sucio. vii. De todo lo que sirve al cuerpo como el comer, el beber, los vestidos, las casas y los criados, no tengas ms que lo que pide la necesidad y cuanto ha menester el espritu para estar sano, y desecha todo lo que sirve al lujo y a los deleites. viii. Abstente cuanto te fuere posible del placer de las mujeres hasta que seas casado, y cuando lo seas usa del matrimonio legtimamente y como manda la ley. Mas cuando lo hagas as, no pienses gloriarte de ello y reprender a los que viven de otra manera. ix. Si te vienen a decir que alguien ha hablado mal de ti, no te embaraces en negar lo que ha dicho; responde solamente que no sabe todos tus otros vicios, y que de conocerlos hubiera hablado mucho ms. x. No es necesario frecuentar los teatros; mas cuando hubiere ocasin de ir a ellos, comprtate de modo que parezca que tienes intento de agradarte a ti solo, es decir, que las cosas se hagan de la manera que se hacen y que sea vencedor el que en efecto lo es, porque por este medio todo te suceder bien y no te alterars de suceso alguno. Sobre todo te abstendrs de los clamores, de los alaridos y de las emociones del pueblo. Cuando te hayas retirado no te entretendrs en discurrir lo que ha pasado. Esto no sirve de nada, ni contribuye de ninguna manera a tu enmienda. Si haces de otra suerte, dars a conocer que has admirado el espectculo y que has participado de las mismas pasiones que el pueblo. xi. No vayas a las lecturas de los poetas y de los oradores, y cuando fueses convidado a asistir a ellas, haz todo lo posible para excusarte. Mas cuando te hallares en ellas, conserva siempre una honesta gravedad y procura que haya firmeza y confianza en tus acciones, y sobre todo gurdate de ser importuno y de enojar a nadie. xii. Cuando tengas que hacer con alguna persona de calidad considera, antes de emprenderlo, lo que hicieran Scrates y Zenn en ocasin semejante. Si obras as, seguro estars de no haber hecho cosa que no sea conforme a razn. xiii. Cuando vayas a hablar a algn grande, imagina que no le hallars en casa, o que estar encerrado, o que las puertas no estarn abiertas para ti, o que te menospreciar. Si, no obstante todo esto, te importa ir, conviene que sufras con paciencia todo lo que podr suceder; que no murmures contigo mismo, ni al fin digas: Este hombre la echa de muy gran seor. Tal discurso pertenece al pueblo y a las personas que se preocupan con las cosas exteriores. xiv. Cuando te hallares en compaa, no te extiendas demasiado en contar tus hazaas ni los peligros que has pasado. No has de creer que los dems tengan tanto placer de escucharte como t tienes gusto de discurrir.

xv. No pretendas jams hacer rer, porque adems de ser el verdadero medio de caer en el modo de obrar del vulgo, te disminuye el respeto y la estimacin que se te debe. xvi. Es muy peligroso conversar de cosas deshonestas, por lo cual, cuando te hallares presente, debes, si encuentras ocasin o lo juzgas a propsito, reprender al que te hubiere comenzado el discurso, o por lo menos mostrar, por tu silencio y por el color vergonzoso de tu rostro, que te desagrada la conversacin. XXXIV i. Si concibes la idea de algn placer, conviene conservar en este caso la misma moderacin que en todas las otras cosas. Mira, desde luego, que no te dejes arrebatar de esta idea y examnala en ti mismo y toma tiempo de hacer reflexin sobre ella. Considera despus la diferencia que hay del tiempo en que gozars de este placer y de aquel que, despus de haberle gozado, te arrepentirs y te aborrecers a ti mismo. Represntate tambin la satisfaccin y el gusto que tendrs si te abstienes. Pero cuando puedas gozar legtimamente de esta clase de placeres, no te dejes llevar enteramente ni te dejes vencer de las caricias, las dulzuras, los halagos y los hechizos que ordinariamente acompaan al deleite. Juzga que el gozo interior que recibirs en haber alcanzado la victoria es lo ms excelente de todo. XXXV i. Cuando hayas resuelto hacer alguna cosa, no temas que te miren, aun cuando el pueblo lo tome a mala parte; porque si lo que haces es bueno, nada debes temer, que sera injusto reprenderte. Pero si, al contrario, es malo, no solamente has de evitar ser visto, sino que estas obligado a desistir de la empresa. XXXVI i. Como estas afirmaciones: Es de da, es de noche, son muy verdaderas si las separas por la partcula disyuntiva o son absolutamente falsas si las atas con la partcula conjuntiva, as, cuando estas en un festn y tomas lo mejor que se sirve a la mesa, si miras a tu cuerpo en particular, haces una cosa muy excelente para tu cuerpo, pero si consideras la comunidad y la igualdad que se debe guardar entre los convidados, haces una accin muy deshonesta. Por lo cual, cuando alguien te convida a comer, no solamente has de mirar a tu apetito y a lo que ms te agrada, sino que ests tambin obligado a conservar la honra y el respeto debido a quien te convid. XXXVII i. Si aceptas un cargo para el cual no bastan tus fuerzas, adems de que dars mala cuenta de l, te estorba a emplearte en otro de que salieras perfectamente bien. XXXVIII i. Cuando te paseas reparas en no caminar sobre los clavos que se encuentran en tu camino. As, en la vida has de tener cuidado que la parte superior de tu alma no sea ofendida por algunas pasiones brutales o por algunas falsas opiniones; porque saldrs ms fcilmente con tus designios si observas estas mximas en todas las cosas que emprendas. XXXIX i. Las necesidades del cuerpo deben ser la medida de lo que cada uno debe tener, como el pie es la medida del zapato; guarda bien esta regla. Nunca te apartars de la mediana ni de los lmites que ella te prescribe. Si la desdeas caers infaliblemente en el precipicio, porque cuando la curiosidad te ha hecho tener zapatos al uso, y que exceden a la medida de tus pies, entonces los quieres dorados, los quieres de prpura, los quieres bordados y de una obra preciosa y magnifica. As sucede con las riquezas. Cuando traspasas la mediana no hay ms lmite para ti y te vas insensiblemente a toda suerte de lujo y de exceso. XL i. Cuando las doncellas han llegado a la edad de catorce aos, los hombres comienzan a llamarlas sus damas, lo cual las hace conocer que la naturaleza las puso en el mundo para ellos y que deben procurar agradarles. Ellas se tocan y adornan lo mejor que les es posible y ponen todas sus esperanzas en sus ornamentos, por lo cual

conviene hacerlas comprender que no las hacen reverencia y cortesa sino porque son modestas, prudentes y virtuosas. XLI i. El aplicarse demasiado a las cosas corporales es seal de un alma baja, como el ser continuo en los ejercicios de comer y beber mucho, el darse demasiado a las mujeres y gastar ms tiempo del que es menester en las dems funciones del cuerpo. Todo esto se ha de hacer de prisa y como de paso. Al espritu se han de dar todos nuestros cuidados. XLII i. Cuando alguno te hace mal o habla mal de ti, acurdate que cree deberlo hacer as. Piensas t que pueda dejar su opinin para seguir la tuya? Si no juzga sanamente las cosas y se engaa, ya sufre la pena y padece todo el dao. Cuando alguno juzga que una cosa verdadera es falsa porque es oscura y envuelta en tinieblas, por eso no ofende la verdad. El que as juzga se hace agravio a si mismo. Si sigues esta mxima cuando alguien te diga injurias, las sufrirs con paciencia porque dirs para ti: Este hombre piensa que lo que hace esta bien hecho. XLIII i. Cada cosa tiene dos caras, de las cuales una es soportable y la otra insoportable. Por ejemplo: cuando tu hermano te injuria no lo mires como que te injuria, porque lo que hace, al tomarlo as, es insoportable. Considralo ms bien como tu hermano y que os habis criado juntos. De esta manera lo tomaras de modo que puedas hacer su accin soportable. XLIV i. Estas clases de proposiciones no convienen unas a otras: Soy ms rico que t, luego soy mejor; soy ms elocuente que t, luego soy ms hombre de bien. Pero estos son buenos argumentos: Soy ms rico que t, luego mis riquezas valen ms que las tuyas; soy ms elocuente que t, luego mi modo de hablar es ms excelente que el tuyo. De manera que como no has de anhelar por la elocuencia ni por las riquezas, esto de debe dar muy poco cuidado. XLV i. Cuando ves alguno en el bao que se lava pronto no digas que se lava mal, sino que se lava muy pronto. De la misma manera, si alguno bebe mucho, no digas que bebe mal por beber as, di simplemente que bebe mucho. En efecto, de dnde aprendiste que hizo mal para formar tal juicio? Si as te retienes en tus opiniones, penetraras en los pensamientos ajenos y los tuyos sern conformes a los de los otros. XLVI i. En cualquier parte que ests no digas nunca que eres filsofo ni te pongas a hablar delante de ignorantes de las mximas que sigues; haz solamente lo que ellas te ordenan. Cuando se est en un banquete no es ocasin de hablar de comer con crianza, se debe comer con crianza sin decirlo. Scrates no reparaba en la ostentacin. Jams hubo persona que sufriese de otros con tanta constancia. Cuando algunos, por menosprecio que hacan de l y de su doctrina, le venan a rogar que los condujese a casa de los otros filsofos y emplease para ello su recomendacin, en lugar de disuadirlos los conduca con muchsima cortesa. Muy poco se le daba que prefiriesen la doctrina de otros a la suya. ii. Si sucede, pues, que se habla de algn axioma de filosofa delante de ignorantes, guarda silencio cuanto te fuere posible, porque hay gran peligro de que vomites lo que an no has digerido. Si alguno te dice que eres ignorante y no te alteras por ello, sabe que has hecho ya parte de lo que tus preceptos te ordenan. Las ovejas no vuelven a dar el heno ni la hierba que han comido, pero en recompensa engordan y dan leche y lana a sus dueos. As t no te has de ocupar en conversar con los ignorantes de tus preceptos, porque es seal de que no los has digerido. Debes instruirlos con tus acciones. XLVII

i. Si has aprendido a satisfacer tu cuerpo con poco, no te vanaglories contigo mismo. Si te has acostumbrado a beber agua solamente, no pienses andar alabndote por ello. Y si alguna vez quieres ejercitarte en tu trabajo, ejerctate privadamente y no desees ser visto por los dems a ejemplo de los que, siendo perseguidos por personas de autoridad, corren a abrazar las estatuas para juntar al pueblo y en este estado gritan que les hacen violencia. Cualquiera que as busca la gloria, la busca por fuera y pierde el fruto de la paciencia y de la frugalidad, porque establece el fin de estas excelentes virtudes en la opinin de la multitud. Cierto que toda afectacin en esto es vana e intil. Si quieres acostumbrarte a la paciencia toma agua fra en tu boca cuando tienes gran sed, arrjala luego sin tragar una sola gota y no digas nada a nadie. XLVIII i. El no esperar nunca de uno mismo ni bien ni mal, sino siempre de cosa extraa, es seal de hombre vulgar e ignorante; como, al contrario, es seal de filosofo esperar de s mismo todo su mal y su bien. ii. Las seales por donde se conoce que un hombre progresa en el estudio de la virtud son: no reprender, no alabar, no menospreciar ni acusar a nadie, no alabarse nunca de lo que l mismo es ni de lo que sabe, acusarse cuando se le impide o prohbe hacer alguna cosa, burlarse a sus solas de los que le alaban y no enojarse cuando lo reprenden; sino hacer como los que estn convalecientes, que andan muy paso a paso por no mover los humores. Tener absoluto poder sobre sus deseos, no tener aversin sino de lo que repugna a la naturaleza de las cosas que dependen de l; no desear nada con pasin; no drsele nada de ser tenido por sabio o por ignorante. En suma, desconfiar de s mismo como de un enemigo domestico cuyas asechanzas son dignas de ser temidas. XLIX i. Cuando alguno se alaba de que comprende y puede explicar los libros de Crsipo, dirs para ti: Si Crsipo no hubiera escrito oscuramente, no tendra nada de que gloriarse. Adems, no es esto lo que busco; mi designio es estudiar la naturaleza y seguirla. Cuando oigo, pues, que el interpretado es Crsipo, le leo, y si no le entiendo busco alguno que me lo pueda explicar. Hasta aqu no he hecho an nada de excelente ni loable, porque cuando haya hallado quien me explique este filsofo me faltara an lo principal, que es poner por obra sus preceptos; porque si me quedo simplemente admirando la explicacin de Crsipo, de filsofo que era me vuelvo gramtico. Toda la diferencia que hay es que, en lugar de Homero, explico a Crsipo. De aqu procede que me avergence ms el no poder hacer acciones conformes a sus preceptos que el no entenderle. L i. Observa lo que te he dicho como leyes inviolables que no sabras quebrantar sin ofender la piedad, y no se te d nada de todo lo que se pueda decir, puesto que esto no est en tu mano ni depende de ti. LI i. Hasta cundo dilatas el aplicarte a estas cosas y a poner en prctica estas excelentes instrucciones? Cundo cesaras de violar las leyes de la verdadera razn? Ya has sabido los preceptos que debes abrazar, supongo que ya los abrazaste, pero dame alguna seal. Qu maestro aguardas an para cuya venida retardas tu enmienda? Advierte que ya no eres mozo y que ests en edad de hombre maduro. Si desprecias estos preceptos y no haces de ellos reglas para tus costumbres, te olvidaras de da en da y aadirs trmino a trmino y resolucin a resolucin, y as se te pasar la vida sin que hayas hecho algn progreso en el estudio de la virtud. En fin, vivirs y morirs como el hombre ms bajo del pueblo. ii.. Ahora, pues, abraza la vida de un hombre que se perfecciona y que aprovecha. Atiende como a ley inviolable a todo lo que te parece lo mejor. Si se te presenta alguna cosa penosa o agradable, gloriosa o infame, acurdate que es tiempo de combatir, que es menester entrar en la liza, que los Juegos Olmpicos han llegado y que ya no es tiempo de volver atrs. Mira qu importa tu establecimiento al perder o ganar la victoria. iii. Por este medio llego Scrates a la gran sabidura que se ha visto, presentndose a todos sucesos y no escuchando otro consejo que el de la razn. Para ti, que no eres Scrates, te bastara vivir como hombre que quiere llegar a ser tan sabio como l. LII i. La primera y la ms necesaria parte de la filosofa es la que trata del uso de los preceptos; por ejemplo, no mentir. La segunda es la que trata de las demostraciones; por ejemplo, la razn por que no se ha de mentir. Y

la tercera es la que confirma y examina las otras dos partes; por ejemplo, dice por que la tal cosa es demostracin y tambin ensea lo que es demostracin, consecuencia, disputa, verdad, falsedad y todo lo dems. ii. La tercera parte sirve para la segunda y la segunda parte la primera. Pero la primera es la ms necesaria de todas y es aquella a la que nos debemos aplicar ms particularmente. No obstante, obramos todo al contrario. Nos detenemos solamente en la tercera parte y en ella empleamos todo nuestro estudio y nuestro tiempo y nos olvidamos enteramente de la primera. As no dejamos de saber probar que no se debe mentir, y con todo eso no dejamos de mentir todos los das y a todas horas. LIII i. Al principio de todas tus empresas ten siempre en la boca estas palabras: Condceme, oh Zeus, y t, Destino, a donde est ordenado por vosotros que yo vaya. Os seguir gustoso. Y si no quisiere, por ser malo, aun as os seguir de igual modo. ii. Tambin dirs algunas veces estas otras: El que sabe ceder a la necesidad, no caduca en el secreto de la Divinidad. iii. Mas acurdate, sobre todo, de aquellas hermosas palabras que dijo Scrates, estando en la crcel, a su amigo Critn: Amigo querido; si los dioses amenazan mi vida con las funestas seales de una horrible tempestad y si han resuelto la sentencia de mi muerte, mi espritu se somete sin resistir. No pretendo, no, prolongar mis aos. Mis dos fieros enemigos, Anito y Melito, son dueos de mi vida y me la pueden quitar. Mi cuerpo, flaco y mortal, les obedece; pero mi espritu, oh Critn!, est libre de su poder y, aunque su vano furor se vuelve contra m, no me podrn privar de mi fe ni de mi virtud.

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