El Desfile de La Extinción (Max Brooks)

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El Desfile de la Extincin

Una Historia Original de Zombis por Max Brooks Traduccin: Fonfe69

Nosotros los llamamos submuertos, y para nosotros, eran poco ms que una broma. Son lentos, torpes y estpidos. Muy estpidos. Nunca los consideramos una amenaza. Por qu deberamos hacerlo? Ellos han existido junto a nosotros, debajo de nosotros ms bien, llameando como brasas desde que los primeros humanoides bajaron de los rboles. Fannum Cocidi, Fiskurhofn, todos hemos odo las historias. Uno de nosotros hasta ha afirmado que estuvo presente en el Castra Regina, aunque nosotros principalmente le consideramos un cuentista. A travs de las eras hemos sido testigos de sus torpes erupciones y de las igualmente torpes respuestas de los humanos. Nunca fueron una seria amenaza, ni para nosotros ni para humanos que devoraron. Siempre han sido una broma. Por lo tanto me re otra vez cuando escuch de un pequeo brote en Kampong Raja. Laila me habl de ello en aquella clida, tranquila noche de hace diez aos. Esta no es la primera vez. En este ao, quiero decir Su tono era medianamente interesado, como si estuvisemos discutiendo cualquier otro fenmeno natural extrao. Otros han estado hablando, sobre Tailandia y Camboya, quizs hasta Burma. De nuevo, me re, y quiz dije algo despreciativo sobre los humanos, probablemente cunto tiempo les iba a llevar limpiar el lio. No volv a pensar en ello hasta unos meses despus. Los susurros no haban cesado. Estbamos entreteniendo a Anson, un visitante de Australia. Haba venido por el deporte como l lo llamaba, una ocasin para disfrutar de los sabores locales. Los dos estbamos muy emocionados con Anson.Era alto, muy bello y muy, muy joven. l no poda recordar los tiempos antes de los cables de voz y las cometas de metal. Sus ojos sin carga brillaban con envidiable fulgor. Han llegado hasta Oz, deca, excitado como un nio. Estbamos en nuestro balcn, mirando los floridos fuegos artificiales de Hari Merdeka por encima de las Torres Petronas. No es increble? se maravillaba, y nosotros dos pensamos que se refera a los fuegos. Al principio pensaba que podan nadar, y pueden, ya sabeis, no a la manera tradicional ms bien caminando debajo del agua. Pero no es as como han acabado en Queensland. Hay algo acerca de un bote de ilegales. Negocios sucios, he odo, todo oculto y eso. Ojal hubiese tenido la oportunidad de ver algunos de ellos! Nunca los he visto, ya sabeis, en persona. Vamos esta noche! dijo Laila de repente. Pude ver como el entusiasmo de nuestro invitado la infectaba. Empec a argumentar acerca de la distancia que podamos recorrer antes del amanecer, pero ella me interrumpi con No, all no. Aqu mismo, esta noche! He odo de un nuevo brote slo a unas horas de aqu cerca de Jerantut. Quiz debamos abrirnos paso entre la maleza a veces, pero no sera esa la mitad de la diversin? Admito que tena curiosidad. Meses de rumores y toda una vida de historias estaban pasando factura. Les confes, como me confieso a mi mismo ahora, que yo tambin quera, de hecho, ver uno en persona.

Es fcil olvidar, cuando eres uno de nosotros, lo rpido que el resto del mundo se puede mover. Mucha jungla ha desaparecido, en lo que ha parecido un parpadeo, substituida por autopistas, casas adosadas, y kilometro tras kilometro de plantaciones de palmeras. Progreso, Desarrollo.Parece que fuera anoche que Laila y yo estbamos acechando las duras y oscuras calles de un nuevo pueblo minero llamado Kuala Lumpur. Y pensar que la he seguido desde Singapur porque nuestro hogar anterior se haba vuelto demasiado civilizado. Ahora, mientras nuestro Lexus LSA corra veloz por un rio de asfalto y luz artificial. No esperbamos un bloqueo de carreteras de la polica, ni la polica nos esperaba a nosotros. No nos preguntaron dnde bamos, ni comprobaron nuestras identificaciones, o tan siquiera que habamos conseguido meter a tres pasajeros en un coche biplaza. Solamente nos hicieron seas, una mano enguantada de blanco sealando de nuevo hacia el sitio de dnde venamos, mientras el resto temblaba con las manos en sus pistoleras. Nunca olvidar su aroma, o el aroma de los otros policas detrs de l, o del grupo de soldados detrs de aquellos. No haba olido un miedo tan concentrado desde la serie de disturbios del 69. ( Oh, qu tiempo tan glorioso fue aquel). Pude ver en la cara de Laila lo mucho que quera volver a ese bloqueo despus de nuestra aventura. Tambin debi ver la misma mirada en m. Cuidado, susurr, mientras con un dedo pinchaba juguetonamente mis costillas. Si bebes no conduzcas. Notamos el segundo olor bastantes minutos despus, despus de abandonar la autopista y volver al lugar por encima de las copas de los rboles. El impacto olfativo nos golpe como un muro, terror humano mezclado con carne putrefacta. Medio segundo despus, nuestros odos fueron asediados por disparos lejanos. El vecindario debi haber sido construido especficamente para los trabajadores de la plantacin. Hileras de pequeas y simples casas, calles recin pavimentadas. Pudimos ver tiendas, cafeteras, un par de institutos y la gran iglesia catlica, ahora comn para los trabajadores filipinos en nuestro pas. Desde lo alto del campanario de la iglesia, el sitio ms alto en este asentamiento prefabricado, solamente pude quedarme embobado con la masacre de ms abajo. Los fuegos captaron mi atencin primero, luego las manchas de sangre, luego las marcas de arrastre, despus los agujeros de bala traspasando muchas de las casas, varias de las cuales tenan las puertas y ventanas arrasadas como si las hubiera atravesado una muchedumbre. Me percat de los cuerpos en ltimo lugar, quiz porque ya se haban enfriado. La mayora estaban despedazados, una mezcolanza de miembros y torsos entre rganos sueltos y amorfos trozos de carne. Algunos cadveres permanecan considerablemente intactos, y not que todos tenan pequeos agujeros redondos en el centro de sus cabezas. Me gir para sealrselos a Laila y vi como ella y Anson ya haban bajado del campanario. Imagin que fue por el sonido de los disparos.

Por un segundo me perd en el recuerdo, llamado por la nostalgia gracias al banquete sensorial de la muerte humana colectiva. Por un momento estaba en 1950 otra vez y acechaba a travs de la jungla en busca de una presa humana. Laila y yo todava hablbamos cariosamente de La Emergencia, cmo dbamos caza el rastro de olor de tanto los comunistas insurgentes como de los comandos de la Commonwealth. Cmo atacbamos desde las sombras mientras las armas ( y los intestinos) de nuestras victimas se descargaban de pnico, como sorbamos con avaricia hasta las ltimas y suculentas gotas de sus desesperados corazones. si solo nos lamentamos por dcadas, si solo La Emergencia hubiera durado ms. Tengo entendido que cuantos ms recuerdos adquiere uno, menos espacio tiene la mente para el pensamiento consciente. No puedo hablar por otros, pero a mi edad, despus de tener tantas vidas de recuerdos metidas en mi anciana calavera, sufro de episodios ocasionales de abstraccin. Fue en unos de esos momentos en los que estaba perdido en el pasado reciente e inconscientemente lamindome los labios, en el que rode la iglesia y prcticamente colision con uno de ellos. Era un hombre, o haba sido uno recientemente. El lado derecho de su cuerpo aun era todava suave y flexible. El lado izquierdo haba sido gravemente abrasado. Un fluido oscuro y viscoso rezumaba de sus numerosas e humeantes heridas. El brazo izquierdo haba sido seccionado por debajo del hombro limpiamente, como si hubiera sido una maquina, o ms probablemente por uno de esos grandes machetes que los trabajadores usan para recoger sus cosechas. Su pierna izquierda arrastraba levemente, creando un surco poco profundo detrs de l. Cuando se abalanz hacia delante, recul instintivamente, intentando esquivar un posible golpe letal. Entonces sucedi lo inesperado. l, la cosa, solamente arrastr los pies por delante de m. No se gir en mi direccin. Su ojo sano ni siquiera hizo contacto con los mos. Agit mi mano delante de su cara. Nada. Empec a caminar a su lado durante unos segundos. Nada. Incluso llegu tan lejos como ponerme directamente delante de su camino. El silencioso monstruo no solo no se par, sino que se estrell contra m sin ni siquiera levantar los brazos. Chocando contra la acera, dej escapar una inesperada carcajada mientras la abominacin submuerta pas por encima de mi cuerpo sin enterarse! Ms tarde me di cuenta de lo tonto que haba sido de esperar cualquier otra reaccin. Por qu debera haberme reconocido? Era yo comida? Estaba acaso vivo en el sentido humano? Esas criaturas obedecen solamente su propio imperativo biolgico, y ese imperativo los lleva a buscar solo seres vivos. Para su cerebro enfermo y primitivo yo era prcticamente invisible, un obstculo que hay q ignorar. Me re como un nio mientras esa pattica obscenidad arrastraba su herida carcasa y me pasaba por delante. Entonces, ponindome de pie, lanc mi brazo derecho y lo balance hacia su cuello. Me re de nuevo mientras su cabeza se separaba fcilmente de los hombros, rebotaba con fuerza contra el muro de la casa de enfrente, y volva para descansar a mis pies. Su nico ojo sano continu movindose, continu buscando y, ridculamente, continuaba ignorndome. Esa fue la primera vez que estuve cara a cara con lo que los humanos llaman un zombie.

Los meses siguientes podran ser llamados las noches de la negacin. Fueron las que nuestra vida continuaba como siempre, en las que intentbamos ignorar la amenaza creciendo silenciosamente a nuestro alrededor. Hablamos y pensamos muy poco sobre los submuertos, y no nos molestbamos a ponernos al da con las noticias. Haba muchas historias, de los humanos y de nuestra raza, de alzamientos de submuertos en todos los continentes. Esas historias fueron incesantes y se fueron expandiendo, pero ante todo, eran simplemente aburridas. Nosotros siempre parecamos aburrirnos, tal es el precio de nuestra condicin de inmortales. Si, s, He odo lo de Pars, y? Pues claro que he odo lo de Ciudad de Mjico, Quin no? Oh por el amor de dios, vamos a sacar el tema de Mosc otra vez? Durante tres aos cerramos nuestros ojos, mientras la crisis se profundizaba y los humanos seguan muriendo, o transformndose. Y en el cuarto ao, las noches de la negacin pasaron a ser lo que nosotros llamamos irnicamente Las noches de Gloria. Fue cuando el conocimiento general del estallido barri el mundo, cuando los gobiernos empezaron a revelar formalmente la naturaleza de la crisis a su gente. Entonces fue cuando los sistemas globales comenzaron a disolverse, cuando los enlaces nacionales cayeron y las fronteras se colapsaron, cuando pequeas guerras se iniciaron, y enormes disturbios se irguieron en todo el globo. Ese fue el momento en el que nuestra raza entro en una fase de xtasis celebratorio descontrolado. Durante dcadas nos habamos quejado de las opresivas interconexiones de los humanos. Vas de tren y electricidad haban puesto la suficiente presin en nuestra naturaleza rapaz, por no decir del telgrafo y del maldito telfono! De todos modos, recientemente, con el alza de las telecomunicaciones y el terrorismo, pareca como si cada muro estuviese hecho de cristal. Habiendo dejado Singapur, ahora Laia y yo habamos considerado recientemente alejarnos de toda la pennsula malaya entera. Discutimos sobre Sarawak o quizs hasta Sumatra, cualquier sitio donde las luces del conocimiento no hubiesen quemado los oscuros rincones de la libertad. Ahora nuestro xodo pareca innecesario, mientras esas luces empezaban a apagarse. Por primera vez en aos, podamos cazar sin miedo a telfonos mviles o cmaras de vigilancia. Podamos cazar en grupos, incluso entretenernos con nuestra comida. Casi haba olvidado cmo eran aquellas noches puras me susurr Laia durante una caza en un apagn, oh, que delicioso aderezo es el caos. Aquellas noches todava son causa de profundo agradecimiento para los submuertos, y de la liberadora distraccin que trajeron. Una memorable noche nos encontr a Laia y a m en los balcones del Hotel Coronade. Ante nosotros, en la calle Sultan Ismail, las tropas del gobierno arrojaban haces de fuego trazador contra una horda de cadveres que se aproximaban. Fue un espectculo interesante, tanta potencia militar; pulverizando, machacando e hiriendo pero sin erradicar todava a los submuertos. En un momento dado nos vimos forzados a saltar hacia la parte plana del tejado del Sugei Wang Plaza (no fue ninguna proeza), mientras la onda expansiva de una bomba area arrojaba una lluvia de cristales desde las ventanas del hotel. Fue una decisin afortunada, porque el tejado de la plaza result que estaba repleto por varios cientos de refugiados. Pude averiguar, por los recipientes de comida abiertos y las botellas de agua vacas, que los pobres desgraciados deban haber estado all atrapados por algn tiempo. Olan sucios y exhaustos, y profundamente y seductoramente aterrados.

Recuerdo poco mas, salvo flashes de violencia y las espaldas de nuestras presas huyendo. Recuerdo a la chica, de todos modos. Ella deba de ser de las afueras, muchos inundaban las ciudades aquellos das. Crean sus padres que estaba buscando refugio? Acaso tenia padres ya? Su aroma no tenia ninguno de los perfumes urbanos modernos, no haba ingerido hormonas o intoxicantes, ni tena incluso el hedor acumulado de la polucin. Sabore su deliciosa pureza, y ms tarde de me maldije a mi mismo por demorarme con mi anticipacin. Se arroj sin dudas, con poco ms que un quejido. La vi sumergirse en la gimiente y retorcida horda. Los submuertos se movieron como una mquina, un lento y deliberado mecanismo con el nico propsito de transformar a una aullante joven humana en una masa de pulpa irreconocible. Recuerdo su pecho arrancando una ltima respiracin, sus ojos mirndome con su ltima brizna de reconocimiento, antes de que fueran extinguidos en un mar de manos y dientes. En mi juventud escuch un viejo que recordaba la cada de la Roma occidental, y rechinaba mis dientes con envidia de su experiencia en el fallecimiento de aquel imperio. La mitad de la civilizacin, abrasada. Presuma l, Medio continente sumergido en un milenio de anarqua. Poda llegar a salivar, literalmente, de sus historias de cazar en las tierras sin ley de Europa. Fue un tipo de liberacin de la que vosotros los asiticos nunca ha tenido, y me temo que nunca vern!. Cuan solida fue su prediccin esa corta dcada atrs. Ahora suena tan hueca como la carcasa de nuestra derrumbada sociedad. No estoy seguro de cuando el xtasis pas a ser ansiedad. Seria difcil encontrar ese momento exacto. Para m, personalmente, vino de Nguyen, un viejo amigo de Singapur. A la vez altamente educado y naturalmente inteligente, era de descendencia vietnamita y haba pasado suficiente tiempo en Paris como para llegar a ser un estudiante del existencialismo francs. Esto podra explicar por qu nunca sucumbi a la bsqueda de caprichosos placeres tan comunes en nuestra raza. Tambin puede explicar por qu l fue, para m, el primero de hacer sonar la alarma. Nos conocimos en Penang. Laila y yo nos vimos obligados a abandonar Kuala Lumpur cuando un fuego diurno no controlado amenaz con engullir nuestro bloque entero. Varios de los nuestros haban perecido recientemente de esa manera. No habamos acabado de comprender lo confortable que se haba vuelto nuestra vida en los ltimos tiempos. Restringida s, pero tambin extremadamente confortable. La mayora de nosotros haca tiempo que habamos olvidado el concepto de guaridas fortificadas. Haban desaparecido de la misma forma que las antorchas y las horcas. La mayora de nosotros vivamos ahora como humanos, en confortables, y en algunos casos, lujosos palacios urbanos.

Anson viva en uno de esos palacios, en una brillante torre muy por encima de la baha de Sydney. Como el resto de nuestro mundo, su ciudad haba degenerado en una locura inducida por los submuertos. Como el resto de nuestra raza, su apetito haba sucumbido a una bendita bacanal sangrienta. Por lo que hemos odo se retir una madrugada a su alczar mas alto, justo cuando el gobierno australiano daba el permiso para usar la fuerza militar. Nadie est seguro de cmo se derrumb su torre. Hemos odo teoras que van desde simple y llano fuego de artillera, a demoliciones detonadas desde debajo de las calles de la ciudad. Esperamos que el pobre Anson haya sido atomizado en la explosin, o rpidamente inmolado por el sol de la maana. Evitamos la imagen de l inmovilizado debajo de miles de toneladas de escombros, torturado por pequeos rayos de sol entre las grietas, mientras su fuerza vital es drenada lentamente. Nguyen habria sufrido casi un destino similar. Tuvo el sentido comn de huir de Singapur la noche antes de la ofensiva humana. Aquella noche vio desde el otro lado del Estrecho de Johor como su tierra natal de ms de trescientos aos se quemaba. Tambin tuvo la inteligencia necesaria para evitar la encrucijada de Kuala Lumpur y hacerse camino hasta la nueva Zona de Seguridad de los humanos en Penang. Millones de refugiados inundaban los pocos cientos de kilmetros cuadrados de lnea de mar urbanizada. Con ellos se escurrieron docenas de nuestra raza, desde tan lejos como Dhaka. Nos las arreglamos para adquirir algunos domicilios para nosotros, sacando a los dueos humanos anteriores y protegindolos contra futuros invasores. Lo que les faltaba a nuestras nuevas casas en confort lo tenan en seguridad. Al menos, es lo que nos dijimos a nosotros mismos mientras la situacin se deterioraba y enjambres de submuertos se movan inexorablemente hacia las cercanas de Penang. Fue en uno de esos domicilios, despus de una noche de cazar las cercanas de los campos de refugiados en el que Nguyen mostr su preocupacin en voz alta. he hecho los clculos, dijo con ansiedad, mis clculos son preocupantes Al principio no saba de qu estaba hablando. Nuestra generacin ms vieja tiene unas deplorables habilidades sociales. Cuanto ms se retraan en sus recuerdos, mas difcil era comunicarse. Hambruna, enfermedades, suicidios, asesinatos, bajas en combate, y, por supuesto, infeccin submuerta. Mi cara inexpresiva tuvo que ser obvia. Los humanos! me susurro impaciente. Los estamos perdiendo! La escoria tambaleante los est exterminando lentamente. Laila se ri. Ellos siempre han estado intentndolo, y los humanos siempre los han vencido.

Nguyen sacudi la cabeza enojado. Esta vez no! No en este mundo empequeecido en el que vivimos. Hayhabanmas humanos de los que nunca haba habido! Hay... haban redes de transporte y comercio que conectaban a los humanos como nunca antes! As es como la plaga se ha extendido tan rpido y tan lejos! Los humanos han creado un mundo de contradicciones histricas. Han ido derribando distancias fsicas mientras al mismo tiempo levantaban otras distancias socio-emocionales. Suspiraba amargamente ante nuestras expresiones nulas. Los humanos, cuanto ms han extendido su alcance por todo el planeta, mayor era su deseo de retraerse en ellos mismos. Mientras que el mundo reducido creaba un nivel ms alto de prosperidad material, ellos han usado esa prosperidad para aislarse ellos mismos de los dems. Es por eso que, cuando la plaga empez a extenderse, no hubo una llamada global ni nacional a las armas! Es por eso porque los gobiernos trabajaron en relativo secreto, y en vano, mientras sus poblaciones se ocupaban de sus diarios problemas personales sin importancia! El humano medio no vio lo que se le vena encima hasta que fue demasiado tarde! Y ya es CASI demasiado tarde! He hecho los clculos! El homo sapiens esta cerca del lmite de su sostenibilidad. Pronto van a haber ms submuertos que humanos vivos! Y qu? Nunca olvidar esas palabras, o la inconveniente y desinteresada manera en que Laila las dijo. Y que si hay unos cuantos humanos menos? Como has dicho, si son demasiado egocntricos y estpidos para evitar que los submuertos los cacen, entonces por qu demonios nos tendra que importar? Nguyen la mir como si el sol hubiera asomado por los ojos de ella. no lo coges. Dijo speramente. No has hecho realmente la conexin. Hizo una pausa un segundo, retrocediendo unos pasos y buscando por la habitacin como si hubiera dejado caer las palabras adecuadas en algn lugar de la alfombra. No estamos hablando de unos cuantos humanos menos, estamos hablando de todos ellos! DE TODOS ELLOS! En ese momento la habitacin entera se gir hacia donde estaba Nguyen, Aunque sus ardientes y acusadores ojos se clavaban directamente en los de Laila. Los sapiens estn luchando literalmente por su supervivencia! Y estn perdiendo! Abri los brazos dramticamente, dibujando un semicrculo de vaco. Y cuando el ltimo de ellos desaparezca, de qu demonios vamos t o yo o cualquiera de nuestra raza a vivir!?!? El silencio contest a Nguyen. Sus ojos barran al grupo congregado. Alguno de vosotros ha pensado mas all del alimento de esta noche?Alguno de vosotros entiende lo que significa tener otro organismo compitiendo contra nosotros por nuestra nica fuente de comida!??! En ese punto aventur una tmida respuesta. Algo del estilo de Pero ellos los submuertos tendrn que parar en algn momento. Ellos tienen que saber

Ellos no saben NADA! Me cort Nguyen. y t lo SABES! Tu SABES la diferencia entre su raza y la nuestra! Nosotros cazamos humanos! Ellos consumen humanidad! Nosotros somos depredadores! Ellos son una plaga! Los depredadores saben cuando no cazar demasiado, ni poblar una sola zona con demasiados de nosotros! Nosotros sabemos que hay que dejar siempre un huevo en el nido! Nosotros sabemos que la supervivencia depende del equilibrio entre nosotros y la presa! Una enfermedad no sabe eso! Una enfermedad crecer y crecer hasta que haya infectado totalmente a su vctima! Y si matar a su vctima significa matarse ellos mismos, que as sea! Una enfermedad no conoce el concepto de ser comedido o nocin del maana! No puede comprender las consecuencias a largo plazo de sus acciones, y tampoco pueden los submuertos! Nosotros podemos! Pero ellos no! Nosotros lo hemos permitido! Hemos estado CELEBRANDOLO! Durante los ltimos aos hemos estado literalmente bailando en un desfile hacia nuestra propia EXTINCION! Pude ver como Laila se haba enfadado. Tena sus ojos clavados en Nguyen con una mirada depredadora mientras sus finos labios se retraan y mostraban sus colmillos. Habr mas humanos, dijo en una voz suave, casi susurrante, Siempre habr ms! Y aquello pas a ser la creencia popular. Desde el histrico Cundo no han ganado los humanos al desafo de los submuertos? al pragmtico si, el sistema global socioeconmico humano se desintegrar, pero no la propia humanidad o el humorstico, mientras los humanos sigan fornicando a todas horas, siempre habr ms. Desde lo desdeoso hasta lo polmico, la mayor parte de nuestra gente se apoyaba en el mismo argumento desesperado Siempre habr mas. Desesperado es el nico adjetivo que describe esta nueva fase de nuestra existencia. Mientras los submuertos continuaban multiplicndose, mientras sobrepasaban una fortaleza humana tras otra, el argumento de siempre habr ms se volvi ms insistente, ms dogmatico, ms desesperado. An as no eran los seguidores del ms los que turbaban mi sueo diurno tan profundamente. Eran aquellos que pensaban como yo lo hice, que empezaron a seguir la lgica de Nguyen y a hacer los clculos por ellos mismos. Realmente la humanidad estaba alcanzando el lmite colectivo de sostenibilidad. Los submuertos haban comenzado una reaccin en cadena, justo como nuestro sabio vietnamita haba predicho. Cada noche sus cadveres se apilaban cada vez ms alto en las calles, hospitales y campos de refugiados de Penang. Malnutricin, enfermedades, suicidios y asesinatos continuaron, y los submuertos ni siquiera haban alcanzado nuestra zona an. Sabamos que no podran haber siempre ms, pero entonces que se poda hacer al respecto? Qu se poda hacer el planteamiento pareca sumamente antinatural al principio. Apenas poda preguntarme a m mismo, mucho menos preguntar a los dems. Ahora que estbamos enfrentndonos a una amenaza apocalptica, no sera lgica la conclusin de que tenamos que evitarla? Por supuesto que lo seria para cualquiera que no fuera una raza de parsitos pasivos como nosotros.

ramos como pulgas que miraban a nuestro perro luchar por su propia vida, nunca considerando que podramos tener el poder de ayudarle. Siempre habamos tratado con desprecio a los humanos, como una raza inferior. Y aun as, enfrentados diariamente con sus propias debilidades y mortalidad, haban cogido su destino por la garganta. Mientras nosotros merodebamos en las sombras, ellos haban estudiado y sudado y cambiado la cara de su mundo. Y era su mundo, no el nuestro. Nunca habamos tenido un sentido de propiedad de la civilizacin de nuestros anfitriones, ni necesidad de contribuir, y dios no lo permita, luchar por ella de ninguna forma. Durante las grandes metamorfosis; las guerras, migraciones y picas revoluciones que pasaban por delante de nuestros ojos, lo nico que buscbamos nosotros era sangre, seguridad y el habitual alivio del aburrimiento. Ahora, cuando el curso de la historia nos amenazaba con llevarnos tambin al abismo, permanecamos encadenados por una parlisis casi gentica. Estas reflexiones son, naturalmente producto de la retrospectiva. stas no eran tan lucidas mientras acechaba mi terreno de caza aquella noche en el lago Temenggor. La barricada humana en la autopista cuatro era su ltima barrera contra la creciente marea de submuertos. Lo que quedaba de los militares haba construido unas fortificaciones improvisadas pero se haban abstenido de destruir el puente. Seguramente aun se aferraban a la idea de reclamar el otro lado del rio. La isla central haba sido designada como zona de cuarentena, la antigua reserva natural ahora sobrepasada por detenidos. Nuestra raza la encontraba como lugar ideal para acechar a algn refugiado desprevenido que se alejara demasiado de los otros. Aquella noche fue una locura. Ya me haba alimentado antes de dos refugiados cuando purgu mi cuerpo y fui en busca del tercero. Tales actos nunca se haban visto ni odo entre nuestra gente, pero ahora se haba vuelto cosa comn. Quiz era una retorcida forma de sobrecompensacin, una necesidad inconsciente de ejercer el control sobre la situacin. Todava ignoro los motivos ms profundos. Desde una perspectiva emocional y consciente puedo asegurar que todo rastro de disfrute en mis cazas se haba evaporado. Ahora solo era rabia lo que senta por mis victimas, rabia y desprecio irracional. Mis muertes se haban convertido en innecesariamente dolorosas. Me encontr a mi mismo mutilando los cuerpos de mis victimas, incluso burlndome de ellas momentos antes de su fallecimiento. Una vez fui tan lejos como para incapacitar a mi objetivo con un golpe en la cabeza, pero dejarlo suficientemente despierto como para que oyera mis palabras. Por qu no hacis nada? me burl, con la cara a milmetros de la suya. l era viejo y extranjero y no poda entender mi idioma. Venga! le grua haced algo! Se convirti en un mantra psictico, Haced algo, haced algo, HACED ALGO! Recordndolo ahora, sospecho que Haced algo fue ms que una provocacin, un oculto grito de ayuda. Con Haced algo quera haber dicho Tu especie tiene las herramientas y la voluntad! Por favor haced algo! Encontrad una solucin que salve nuestras dos razas! Por favor haced algo! Mientras aun queden los suficientes de vosotros! Mientras todava quede tiempo! Haced algo! HACED ALGO!

Desgraciadamente aquella otra noche en el lago Temenggor estaba demasiado ebrio de sangre para cometer esos actos en mi ltimo festn. El desgraciado infeliz tambin estaba incapacitado, pero mentalmente. Muchos de los refugiados sufran lo que los humanos se refieren como estado de shock. Muchos de sus cuerpos haban sobrevivido ms all de las limitaciones de su mente. Los horrores que haban presenciado, las prdidas que haban soportado, sus psiques simplemente se haban fundido en la inconsciencia. La mujer de la que me aliment reconoci mi presencia tanto como un submuerto. Mientras abra sus venas, ella lanz lo que solo poda ser un pequeo suspiro de alivio. Recuerdo lo repulsiva que saba su sangre en mi lengua, clara, hambrienta y contaminada con el residuo acumulado liberado por las clulas consumidas. Consider rechazarla a medio beber y buscar una cuarta vctima. De repente me distrajo una cacofona de gritos y gemidos, ms altos de lo normal, provenientes del lado oeste del puente. Los submuertos haban logrado pasar. Cuando vi ese momento sal de la jungla. La barrera de coches tumbados y escombros que haban puesto los humanos estaba infestado de aquellos autmatas carnvoros. Si se quedaron sin balas o coraje, lo ignoro. Todo lo que vi fue humanos en retirada delante del enjambre. Cientos, quiz miles de criaturas surgieron por encima de las barricadas, aplastndose unos a otros de forma que crearon una rampa de carne comprimida. Salt hacia el puente, llamando a Laila en un tono solo detectable entre nuestra especie. No recib respuesta. Escane la multitud humana que escapaba, esperando discernir su aura profundamente mbar contra la brillante rosa de la multitud. Nada. Se haba ido. Nada excepto los frenticos humanos y los aullantes submuertos. Esa fue la primera vez que la sent, una emocin tan poderosa y tan largamente olvidada. No fue ansiedad, me haba familiarizado con esa sensacin ltimamente. La ansiedad es el fruto del dao potencial; El fuego o la luz del sol, o algn tipo de perdicin biomecnica. Esto no era ansiedad. No fue pensamiento consciente. Fue primario e instintivo y me atenaz como una garra invisible. Era algo que no haba sentido desde que mi corazn haba dejado de latir tantos siglos atras. Esto fue una emocin humana. Lo que sent fue miedo. Es una cosa curiosa ser el espectador de tus propias acciones. Recuerdo cada desgarro, cada golpe, cada segundo de violencia mientras me abra paso entre la horda de submuertos. Diez, once, doce Craneos explotando, cuellos partindose Cincuenta y siete, cincuenta y ocho espinas dorsales astillndose, cerebros deshaciendose, ciento cuarenta y cinco, ciento cuarenta y seis Cont cada uno de ellos, mientras las horas pasaban y los cadveres se amontonaban. Impulsado es la nica palabra que describe mis acciones aquella noche, trabajando sin voluntad, como un humano hara con una de sus grandes maquinas. Impulsado sin inhibiciones o pausas, hasta que otra mano aferr la ma. Me gir preparado para atacar, y encontr mis ojos mirando los de Laila.

Sus manos temblaban, resbaladizas y negras de la putrefaccin submuerta. Sus ojos ardan con excitacin animal. Mira! gru, refirindose a los cientos de montculos silenciosos y mutilados delante de nosotros. Nada se mova, salvo algunas cabezas cortadas que seguan dando mordiscos al aire. Laila levant el pie sobre una de esas cabezas y la aplast con un sonido ronco y gutural. Nosotros hemos hecho esto Exclamaba, con el conocimiento de lo que haba pasado botando en nuestros pechos. NOSOTROS hemos hecho esto! resoplando por primera vez en siglos, dirigi la mano hacia la distante barricada, y hacia la siguiente oleada de submuertos la estaba atravesando. Ms dijo con susurros que se convirtieron en rugidos, Ms, Mas! MAS! Durante unos cuantos das despus, nos quedamos tumbados en una agona de muerte. Como podramos haber sabido que los fluidos de los submuertos eran tan letales? Las micro fisuras del combate cuerpo a cuerpo, la profunda inmersin en su virulenta masa corrupta. Despus de una noche de ms de mil bajas, pareca que bamos a ser las victimas finales. Al menos os habais alimentado antes dijo Nguyen, mientras entraba en nuestro oscuro santuario. He descubierto que la sangre de sapiens es el nico antdoto de vuestra contaminacin. Haba trado consigo dos aperitivos, un hombre y una mujer, ambos atados, debatindose y gritando a travs de sus mordazas. Consider silenciarlos, dijo, pero eleg la pureza por encima de la conveniencia. Acerc entonces el cuello de la mujer a mis labios. El influjo de la adrenalina acelerar vuestra recuperacin. Por qu? pregunt, sorprendido por la generosidad de Nguyen. El egosmo es lo ms comn entre nuestra gente, tanto en posesiones materiales como en sangre. Por qu has guardado estos bocados para nosotros? Por qu no? Los dos sois famosos, anunci con casi alegra infantil, lo que habis hecho en el puente, lo que habis logrado habis inspirado a nuestra raza! Pude ver como los ojos de Laila se agrandaban mientras se alimentaba vidamente del macho. Antes que ninguno de los dos pudiese hablar, Nguyen continu, Bueno, habis inspirado a nuestra raza en Penang. Quien sabe lo que estn haciendo cualquiera de las dos especies fuera de esta zona segura. Pero ya lo averiguaremos mas tarde. Ahora mismo el hecho importante es que nos habis enseado que es posible! Nos habis mostrado una solucin, un escape! Ahora podemos contraatacar todos juntos! Otros han empezado ya! Estas ltimas tres noches al menos una docena han saltado por encima de las defensas humanas, y han penetrado profundamente en el ncleo de los mega-enjambres que se aproximan. Miles de submuertos han cado! Millones los seguirn! No s si fueron las palabras de Nguyen o el subidn de sangre humana, pero mis pensamientos se hundieron rpidamente en una entumecedora euforia. Nos habis salvado! nos deca a nuestros odos. Vosotros habis declarado la guerra!

Y la guerra empez con muchos de los nuestros siguiendo el ejemplo que Laila y yo habamos puesto en el lago Temmengor. Al menos habamos aprendido de nuestro casi fatal error de exponernos, y, o bien enfundbamos nuestras manos en guantes, o los aislbamos con material impermeable. Algunos de los nuestros aprendieron a luchar nicamente con sus pies, desarrollando lo que supongo que los humanos llaman un Arte Marcial. Esos bailarines de calaveras se desplazaban muy por encima de los agitados brazos de los submuertos, saltando y aplastando como si fuera un mar de cascaras de huevo. Fue grcil y letal, y aunque no particularmente importante en el esfuerzo colectivo por la guerra, fue tambin uno de los pocos aspectos de nuestra cultura que se pudo reconocer como nuestro. Desafortunadamente, por cada bailarn de calaveras haba un igual nmero de imitadores, aquellos de nuestra raza que eligieron armarse como humanos. Los imitadores llevaban inventos humanos; armas de fuego, espadas o mazas. Su explicacin era que dichos complementos eran ms eficientes que sus manos desnudas. Muchos eligieron sus armas basndose en la era o en la geografa de sus vidas anteriores. No era raro ver a un antiguo chino llevando un ancho Dadao a dos manos, o un antiguo malayo portando su tradicional Keris Sundang. Una noche en las tierras altas de Cameron, observ de hecho a un antiguo occidental disparando rpidamente y recargando un oxidado mosqueteBrown Bess. Algunos hablan de Alejandro, otros de Hrcules, cantaba, con movimientos tan rpidos que igualaban la velocidad de un rifle automtico actual, o Hctor o Lisandro y grandes nombre ms! Aun siendo un impresionante espectculo, me cuestionaba acerca de su provisin de plvora y balas. De dnde demonios haba sacado ambas? O ya puestos, de donde haban sacado esos instrumentos en particular? Cunto tiempo haban malgastado consiguindolos? Cunto haba de eficiencia y cuanto de necesidad emocional subconsciente de reconectar con los agitados corazones que una vez haban latido dentro de ellos? Pienso que lo ltimo recaa tambin en otro fantstico clich emulador. Apodbamos a esos otros imbciles los imitadores militares porque se organizaban ellos mismos en casi humanas escuadras de ataque. Tenan rangos y designaciones entre ellos, incluso crearon protocolos como saludos especiales o contraseas de seguridad. A lo largo de un mes, varias de esas escuadras de ataque haban aparecido en los alrededores de Penang. El ms notable fue el Mariscal de Campo Peng ( no era su nombre real) y su Armada de la Lnea de Sangre.

El plan para la victoria se est finalizando mientras hablamos, me cont una noche mientras gesticulaba sobre un mapa del sudeste de Asia. Laila y yo fuimos lo suficientemente curiosos para hacerle una visita al Mariscal de Campo, con esperanzas de que quiz pudiese tener la respuesta de nuestro precario problema. Veinte minutos en el cuartel general del A.L.S. nos quit esa esperanza. Desde lo que podamos ver, la armada consista de media docena de miembros, todos arracimados alrededor de mapas y radios por satlite humanos, adems de libros de toda clase de temas militares. Todos estaban resplandecientes con sus uniformes negros con ribetes dorados, rematados con sus boinas de color rojo sangre y unas muy humanas, y digo esto totalmente en serio, gafas de sol a juego. An ms impresionante que su apariencia eran sus muy competente vocabulario de debate. Defensa Esttica, Punto de Obstruccin ,Caza y captura, y Limpiar, Mantener y Construir, eran solo unos cuantos trminos que escuchamos entre el barullo de choques verbales. El Mariscal debi notar nuestras miradas sobre su hombro y nuestras reacciones a su Equipo de Operaciones Estratgicas. El golpe final tiene que ser decisivo, deca confiadamente, sonriendo y asintiendo en direccin a su equipo.Entonces, que cien flores se abran. Que cien hombres luchen. Si solo tuvisemos cien de algo, deca Laila mientras dejbamos la Armada de la Lnea de Sangre y la Milicia del Colmillo Desnudo, y el Ala Tctica Nocturna y el resto de las pocas bandas militarizadas que apenas pararon unas cuantas gotas de la furiosa tormenta de los submuertos. Los nmeros continuaban siendo la gran baza de nuestros oponentes, nmeros en cuerpos y en horas. Cuantas de esas ltimas encontraban a los nuestros alimentndose, descansando, o simplemente protegindose de los rayos del sol?Puede cualquiera de estas situaciones darse en el otro lado? Mientras nos retirbamos con cada amanecer, aquellas carcasas podridas continuaban su avance, matando y multiplicndose. Por cada enjambre que destruamos, la noche siguiente vea instantneamente nuevos refuerzos. Por cada kilometro que limpibamos en la oscuridad, el nuevo amanecer traa infestacin renovada. A pesar de nuestra tan pregonada fuerza fsica, a pesar de nuestra supuesta inteligencia superior, a pesar de la inmensa ventaja de que nuestros adversarios no nos detectaban, luchbamos como desafortunados jardineros contra una ventisca arrolladora. Una faccin quiz habra sido capaz de mejorar nuestra situacin, y se hacan llamar las Sirenas. Estos valerosos individuos haban aceptado la obligacin de ir a buscar a los de nuestra raza por todo el mundo, y dirigirlos a Penang para lograr un esfuerzo coordinado. Las Sirenas crean que solo un autentico ejercito de los nuestros, contados por centenas y concentrados en una sola localizacin podra, eventualmente, comenzar a purgar nuestros planeta. Yo aplaud sus esfuerzos, pero tena poca confianza en su triunfo. Con el desmorone del transporte global, como iba cualquiera de nosotros viajar ms de unas pocas docenas, o quiz cien millas antes del prximo amanecer? Incluso si encontraban refugio contra el sol cada maana, se poda decir lo mismo del alimento?Podan esperar realmente vivir de la tierra esperando encontrarse casualmente con un refugio humano cada noche? Incluso si algunas Sirenas conseguan ponerse en contacto con ms de nosotros, como los podan convencer de que Penang era ms seguro que su lugar actual?como poda ser posible ese

xodo masivo hacia Penang? Uno de los nuestros viajando por todo el globo era casi imposible. Cmo podra hacerlo un supuesto ejercito? Contra toda lgica, nunca perd la esperanza de que una noche vera aparecer un barco por nuestra costa, o un avin (como si alguno de nosotros hubiera aprendido nunca a volar) apareciendo de pronto por el horizonte. Durante todas mis noches de combates, continuaba fantaseando que de pronto apareceran cientos de lo nuestros en medio de la noche. Haba visto escenas similares en la historia humana, lugares como Stalingrado y el rio Elba, imgenes de apretones de manos y abrazos, iconos de esperanza renovada y victoria final. Esos iconos rondaban en mi sueo inquieto, tentadores y atormentadores mientras esperaba en vano por las Sirenas. Haban otras posibilidades, opciones que podran haber significado nuestra salvacin pero solo al coste del sacrilegio. Nuestra raza no posea una religin en el sentido espiritual humano. Tampoco cargbamos con un complejo cdigo de conducta moral. Nuestra lealtad descansaba solo en dos tabs inviolables. El primero era que cada uno poda solo transformar a otro ms a nuestra raza. Esa era la razn de que con el tiempo habamos fallado en expandir nuestra poblacin. Aunque nunca se haba discutido, esa orden silenciosa tena que haber tenido sus races en nuestra predadora nocin del equilibrio. Como haba dicho Nguyen, sera imposible dejar siempre un huevo en el nido si demasiados depredadores caminasen sobre la faz de la tierra. Era lgico y razonable, y el alzamiento de los submuertos, de hecho, afirm esa nocin de equilibrio. Pero enfrentndonos al inminente triunfo de los submuertos, No podramos haber, quiz solo esta vez, modificado un poco nuestro antiguo canon? Habra quizs cien de nosotros en Penang, la mayor concentracin de los nuestros en la historia. De esa cifra, aproximadamente un cuarto abandon la zona como Sirenas, mientras otro cuarto eligi aquella irresponsable masturbacin militar. Eso nos dejaba con cincuenta autnticos combatientes capaces de luchar por solo unas cortas horas cada noche antes de que el hambre, el cansancio y el eventual amanecer nos forzara a retirarnos. Aunque las bajas nocturnas que provocbamos se contaban por miles, dejbamos todava una fuerza propagadora de millones. Podramos haber corregido esa ecuacin con solo la cantidad justa de humanos transformados. Podramos haber elegido cuidadosamente y con prudencia, aadiendo solo los refuerzos necesarios sin alterar el equilibrio entre jaura y rebao. Podramos haber creado una fuerza suficientemente grande para limpiar la Pennsula Malaya, luego el sudeste de Asia, y desde all, Quin sabe? Podramos haber dado a los humanos justo el espacio para respirar que necesitaban, suficiente tiempo para reunir suficientes recursos para acabar de purgar el planeta sin nuestra asistencia. La oportunidad estaba a nuestro alcance, y aun as ninguno de nosotros consider tomarla.

De la misma forma nuestro segundo tab permaneci sin discusin; contacto directo con la humanidad. Como el reclutamiento, el anonimato encontraba sus races en el deseo lgico de la supervivencia. Cmo podamos, como depredadores, revelarnos a nuestras presas?Desebamos el mismo destino que el tigre dientes de sable, el oso de las cavernas, o el elenco de otros depredadores que se haban alimentado de huesos humanos? A lo largo de la historia de la humanidad, nuestra existencia haba permanecido relegada a mitos y cuentos de nios. Incluso ahora, en mitad de nuestra lucha paralela por la existencia, nos esforzbamos por ocultar nuestras acciones de los ojos de los vivos. Y si hubisemos abandonado la farsa, y nos hubisemos revelado a nuestros desprevenidos aliados? La total revelacin no hubiera sido necesaria. Podramos haber pasado de la masa ignorante a favor de unos cuantos iluminados. Si no el gobierno Malasio quiz otros, operando en el exilio por toda la regin. Todava tiene que haber algunas zonas seguras cercanas como las nuestras, algunos lderes humanos que quieran llegar a un entendimiento mutuo. No pediramos mucho, solo el derecho de cazar como antes. Los lderes homosapiens nunca han sido reticentes a sacrificar su propia gente. Incluso podramos haber negociado distintos lmites, alimentarnos solo de refugiados especficos que lo hubieran perdido todo en la catstrofe. Quin hubiera lamentado o incluso notado su muerte? Quiz lo ms lucido hubiese sido que se ofrecieran ellos voluntariamente. El auto-sacrificio no era nada nuevo para los humanos. Algunos se hubieran enorgullecido incluso en derramar su sangre literalmente por la supervivencia de su especie. Hubiera sido un precio tan alto para que su raza lo considerara? Hubiera sido un riesgo tan grande para nuestra especie el proponerlo? Como con el reclutamiento, no tengo conocimiento de ningn reto a esta sacrosanta ley. Es un amargo consuelo que la cobarda no es solo un fallo de nuestra especie. En mi corta vida, he visto demasiados corazones tanto de da como de noche, que no tenan el coraje de cuestionarse sus convicciones. Ahora me cuento entre los culpables, que escogieron el olvido seguro a la posibilidad del Por qu no?. Dorma sin sueos el da en que cay Perai. Era el mayor nmero de campos de refugiados en la zona de seguridad de Penang, que era por lo que algunos de nosotros habamos instalado residencias justo al otro lado del rio en Butterworth. Era todava relativamente fcil alimentarse en los terrenos de la zona segura, al contrario de la isla de Penang donde el gobierno fue capaz de instaurar la ley marcial. La fuente carmes de Perai nos fortaleca cada noche para la batalla. Tambin fortaleca a los humanos como ultima base que fabricaba municin. Cuando ocurri la explosin, estaba descansando profundamente despus de nuestra ms feroz batalla hasta la fecha. Tres docenas de los nuestros se haban colado en silencio ms all del muro de los humanos a lo largo del estrecho rio Juru y atac el corazn del imparable enjambre a las afueras de Tok Panjang. Haban vuelto agotados y descorazonados, apenas habiendo golpeado el incesante avance hacia los humanos. Desde nuestro piso de paredes finas, podamos escuchar los gemidos colectivos alzndose junto con la brisa matinal.

maana por la noche ser diferente, me asegur Laila. Los humanos todava tiene al Juru como barrera natural y cada da construyen su muro un poco ms alto. No estaba seguro de si la crea, pero estaba demasiado cansado para discutir. Nos tumbamos uno en los brazos del otro mientras comenzaba a amanecer. Me despert por los aires, mientras la onda expansiva me lanzaba contra la pared mas lejana de la habitacin. Medio segundo despus sent como si trozos de acero al rojo vivo fueran presionados contra mi piel. La detonacin haba volado las ventanas y el cristal haba rasgado nuestras cortinas oscuras. Todava ciego por la luz del dia que se reflejaba y jadeando por mis humeantes heridas, rod por el suelo mientras intentaba desesperadamente llegar a Laila. Sus brazos me encontraron primero, rodeando mi cintura y apoyndome en su hombro. No te retuerzas! me grit y me lanz un abrigo por la cabeza. Un salto, un estallido de cristales, y ya estbamos en el asfalto seis pisos abajo. Laila se lanz hacia delante como un relmpago, sus pasos resonando en un mar de trozos de cristal. Qu logr graznar. Las fabricas! Respondi Laila, Un fuegoun accidente estn aqu! Estn por todas partes! Poda oler su carne quemada. Cunto de su cuerpo haba sido expuesto al sol?Cunto tiempo tena antes de la combustin total? Aquellos segundos parecieron toda una vida antes de que notara como saltaba otra vez. El agarre de Laila de debilit abruptamente mientras la dura y fra agua nos separ. El abrigo flot alejndose de mi cara. Lo que haban sido punzantes y pequeas heridas se haban fundido en un tormento hirviente generalizado. Pude ver que Laila nos haba trado al estrecho de Mallaca, y estaba ahora dirigindome de la mano hacia los pedazos de sombra bajo los barcos anclados. Haba tantos de ellos ahora, con los depsitos de combustible vacios y las cubiertas repletas de refugiados. Desde el fondo, los barcos parecan como las nubes para los humanos. Encontramos una zona de descanso bajo la semi-oscuridad de un barco cisterna de gasoil. Irnicamente estaba anclado cerca de un barco de recreo hundido. Nos sentamos descansando la espalda contra el casco roto del yate, ambos demasiado rendidos y en shock como para movernos. Solo cuando el movimiento de la sombre nos obligaba a cambiar de posicin me di cuenta de la extensin de las heridas de Laila. Su cuerpo estaba casi completamente calcinado. Cuantas veces la haba avisado de que no durmiera desnuda! Me qued mirando fijamente la mscara del horror en la que se haba convertido su cara. Con la corriente del puerto, partculas carbonizadas dejaban perezosamente el desnudo y blanco hueso. Ella haba siendo siempre muy vanidosa, tan obsesionada con su belleza sin mancha. Su peor pesadilla haba sido perder su apariencia. Solo poda agradecer que el agua marina ocultara mis lagrimas. Forc una sonrisa valiente y pas mi brazo por su casi esqueltico hombro. Mientras su cuerpo temblaba por mi abrazo, un brazo negro y carbonizado se elev para apuntar en direccin de la playa de Penai. Los submuertos se acercaban, saliendo de la niebla cenagosa. Por supuesto no repararon en nosotros, pasando sin el ms mnimo signo de reconocimiento. La isla de Penang, el ltimo refugio humano, era su objetivo en ese momento. Los miramos en silencio, demasiado dbiles incluso para apartarnos de su camino. Uno pas lo bastante cerca para tropezar con mi pierna estirada. Mientras caa a cmara lenta, extend mi brazo libre para golpearlo. No estoy seguro

de por qu hice eso, ni tampoco Laila. Ella me mir interrogativamente, y, con igual confusin, me encog de hombros. Los restos quemados y agrietados de sus labios se contrajeron en una especie de sonrisa, tanto que su labio inferior se parti en dos. Fing no darme cuenta. Le sonre tambin y la apret contra m. Nos sentamos inmviles, mirando la cabalgata de cadveres hasta que la superficie del ocano se fue oscureciendo de azul a naranja, a violeta, a finalmente bendito negro. Llegamos a la orilla varias horas despus del atardecer, hasta el centro de una violenta batalla. Ahora fue mi turno de llevar a Laila. Cojeando y temblando, se colgaba de mi cuello mientras corramos alejndonos del fragor de la batalla en la playa. Encontr una madriguera profunda y oscura entre los escombros de la cada torre Komptar de Georgetown. Su inaccesibilidad tanto para los humanos como para la luz diurna era todo lo que pedamos por ahora. Con Laila descansando al fondo, con vapor saliendo de sus heridas, todo lo que yo poda hacer era sostener los destrozados restos de su mano y susurrar las tiernas nanas de una distante y casi olvidada juventud. Permanecimos recluidos en nuestro destartalado cobijo durante siete noches, Laila recuperndose lentamente mientras yo buscaba sangre en la oscuridad. Todava quedaban unos cuantos humanos vivos en Penang, luchando valerosamente mientras oleada tras oleada de submuertos emerga del mar. Aquellas noches fui testigo de lo mejor de su especie, y lo peor de la nuestra. No hay peor pesadilla que ver a uno de los nuestros matar a otro. La vctima era ms pequea y dbil. Ella fue asesinada por un macho por culpa de lo que pude ver era un pequeo aperitivo. Locura? Todava quedaban muchos otros humanos vivos. Por qu luchar por este en concreto? Locura. Muchas mentes humanas se haban derrumbado. Por qu nosotros tendramos que ser diferentes? Pude observar varios asesinatos mas durante esas siete noches, incluyendo una que tuvo lugar sin razn aparente. Eran dos machos iguales, cada uno desgarrando y mordiendo, tratando de arrancarse mutuamente el corazn. En aquel momento cre ver su locura, una entidad viva de pura demencia que chocaba mis congneres entre ellos como el juguete de un sdico nio. Solo me pude preguntar ms tarde si su duelo no era un homicidio sino un acuerdo mutuo de suicidio. Quitarse la vida uno mismo no era nada nuevo entre mi gente. La inmortalidad siempre acarreaba desesperacin. Una vez cada siglo o as podamos or historias de alguien que camin hacia una hoguera. Nunca haba visto personalmente esa accin. Ahora me haba convertido en su espectador todas las noches. Entre lgrimas silenciosas, vi a muchos de nuestra especie, a muchos especmenes fuertes y bellos, aparentemente invencibles, caminar hacia el interior de edificios en llamas. Tambin presenci varios actos de suicidio por submuertos cuando varios de mis amigos hundan voluntariamente sus colmillos en la ptrida enferma carne de los submuertos. Aunque sus aullidos de agona me torturaron las horas en las que estaba despierto, nada me destroz el corazn como la noche que encontr a Nguyen. Estaba paseando, a falta de una palabra mejor, por el medio de la calle Macallister, entre los restos de los humanos y los submuertos. Su rostro estaba en paz, casi alegre. No pareci darse cuenta de mi presencia al principio. Sus ojos siguieron fijos hacia el luminoso este. Nguyen! llam nerviosamente, sin querer perder ms tiempo antes de ir a casa. Hacer de carroero

se estaba volviendo difcil y deseaba llevar mi presa a Laila antes de que el sol saliera. Nguyen! grit con creciente impaciencia. Finalmente a mi tercera llamada, el anciano existencialista se gir. Me mir mientras estaba de pie en las ruinas de una antigua mezquita y me salud con la mano amistosamente. Qu ests empec a decir, pero me qued en silencio de golpe cuando escuch su respuesta. Solamente andando hacia el amanecer Su tono implicaba una accin tanto obvia como esperada. Solamente andando hacia el amanecer. No le mencion a Laila lo que haba visto, ni los horrores que ocurran mas all de nuestra pequea cueva. Mientras se alimentaba de la substancia que ya apenas respiraba, forc la sonrisa ms brillante posible y repet las palabras que escuchaba en mi cabeza. Vamos a estar bien, empec, S cmo salir de esta situacin. La idea me haba venido el primer da debajo del barco, y haba germinado rpidamente durante las pasadas noches. Agricultura, dije, y sus todava frgiles cejas se fruncieron con curiosidad. As es como los humanos se convirtieron en la especie dominante en este planeta. En algn punto cambiaron de cazar animales a domesticarlos. Eso es lo que vamos a hacer! Antes de que pudiera hablar, puse una mano en sus labios, todavia en regeneracin. Solamente considralo! Todava hay cientos de naves que deben contener miles de humanos. Todo lo que necesitamos es tomar uno de esos barcos por la fuerza. Simplemente navegaremos con nuestro ganado a una isla en algn sitio. Hay millones de islas cerca. Lo que tenemos que encontrar es una isla lo suficientemente grande para construir un rancho de humanos! Algunas de esas islas ya tendrn ranchos construidos seguramente! Bueno, los humanos no creo que le llamen ranchos, sino refugios. Pero espera a que lleguemos! Una noche de violencia, la justa para eliminar los alfas del rebao. El resto nos seguir. Habrn pasado por tanto que estarn maduros para el cambio! Empezaremos a criar humanos! Seguiremos deshacindonos de los problemticos, y engordando y controlando a los sumisos. Hasta podramos criar de nuevo bastante de su inteligencia con el tiempo. Y tenemos todo el tiempo del mundo! Los submuertos no duraran para siempre, t los has visto pudrirse, eh? Eh? Cuanto pueden durar, unos aos? Unas dcadas? Solo esperaremos a que se extingan, a salvo en nuestra isla de coral, con nuestra propia provisin de nutritiva sangre o mejor, an mejor Podemos ir a Borneo o a Nueva Guinea! Tiene que quedar alguna tribu humana ah fuera que no haya sido tocada por este holocausto! Podemos convertirnos en sus mandatarios, en sus deidades! No necesitaremos ocuparnos de ellos, o matarlos, lo harn ellos mismos, por el amor de sus nuevos Dioses! Podemos hacerlo! Ya lo vers! Podemos hacerlo y lo HAREMOS! Y en ese momento me crea de verdad todo lo que dije. No importaba como bamos a encontrar y capturar un barco o una isla. No importaba como bamos a mantener ese ideal rebao de humanos cautivos, o sanos, o incluso alimentados. Solo acababa de pensar en la opcin Borneo-Nueva Guinea y los detalles eran incluso menos difciles que la agricultura de humanos. Lo que importaba era lo mucho que quera creer en m mismo, y lo mucho que quera que Laila creyera en m.

Deb haber reconocido la sonrisa en su cara, lo mucho que se pareca a la de Nguyen. La tena que haber retenido en ese instante, con acero o cemento o incluso con mi propio cuerpo. No me deb haber ido a dormir ese da. No me debera haber sorprendido de lo que encontr la noche siguiente. Laila, mi hermana, mi amiga, mi fuerte y bello cielo nocturno. Cunto haba pasado desde que ramos nios con corazones latientes, riendo y jugando bajo la calidez del sol de medioda? Cunto haca que la haba seguido hacia la oscuridad? Cuanto pasara antes de que la siguiera hacia la luz? Las noches son silenciosas ahora. Los gritos y el fuego se apagaron hace tiempo. Los submuertos estn por todas partes ahora, mezclndose entre ellos sin direccin a lo largo de lo que alcanza la vista. Han pasado casi tres semanas desde que cac los ltimos restos humanos en la ciudad, casi cuatro meses desde que mi amada Laila se convirti en cenizas. Al menos una parte de mi estrategia de agricultura ha tomado forma. Algunos humanos todava existen en cercanos barcos anclados, viviendo de pescado y agua de lluvia, y con la esperanza de un eventual rescate. Aunque me alimento lo mnimo posible, su nmero continua disminuyendo. He calculado unos cuantos meses mas como mximo antes de que drene del todo al ltimo de ellos. Incluso si tuviera la mitad de conocimientos o de voluntad de implementar mi plan de domesticacin, no quedaran suficientes para un rebao sostenible. La realidad puede ser el maestro ms cruel. Como dijo Nguyen una vez, he hecho los clculos. Quiz algunos de los mos se han embarcado en similares proyectos de agricultura. Quiz algunos se las han arreglado para lograrlo. De repente el mundo se ha convertido en un lugar muy, muy grande, y tras el lejano horizonte siempre hay posibilidades. Supongo que podra probar a viajar en busca de esas colonias de supervivientes, con un humano o dos bajo los brazos. A lo mejor podra encontrar algn medio de mantenerlos con vida un tiempo, dndoles agua y comida, y encadenndolos juntos durante el da mientras me entierro. Recuerdo una de aquellas Sirenas discutiendo una idea similar para sus viajes. Si racionaba con cuidado y viajaba a mxima velocidad, podra cubrir un buen trecho. Lo que poda descubrir era lo que me dejaba clavado en la isla de Penang. Al menos en la ignorancia poda haber fantasa, y estas noches la fantasa es lo nico que me queda. En mi fantasa, las repugnantes carcasas mviles no heredan la tierra. En mi fantasa, los hijos tanto de la luz como de la oscuridad sobreviven de alguna manera hasta que los submuertos se disuelven en polvo. Por eso he preservado estos recuerdos, en papel, madera e incluso cristal, emulando lo que es una novela apocalptica humana. En mi fantasa no estoy solo malgastando mis noches finales con delirios intiles. Mis palabras servirn de gua, de aviso, y para la eventual salvacin de la raza que todos conocen como Vampiros. No soy el ltimo destello de una luz que ha permitido ella misma ser extinguida. No soy el ltimo bailarn en este desfile de la extincin.

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