Antología de Relatos Paranormales 1.0

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Relatos paranormales Antologa Cuando anochece en el parque. After dark in the playing fields, M.R.

James (1862-1936) Era la hora tarda y la noche clara. Me haba detenido no lejos del Sheep's Bridge, meditando sobre la quietud que tan slo rompa el murmullo de la presa, cuando son encima de m un aullido trmulo y prolongado que me produjo un sobresalto. Siempre resulta molesto recibir un susto, pero yo siento una gran simpata por los bhos. Y ste, evidentemente, estaba muy cerca; mir a mi alrededor. All estaba, gordo como una pelota, posado sobre una rama, a unos doce pies de altura. Le apunt con mi bastn y le dije: Conque has sido t. Baje eso dijo el bho. Ya s que no es ms que un bastn, pero no me gusta. S, por supuesto, he sido yo. Quin iba a ser, si no? Figuraos mis exclamaciones de asombro. Baj el bastn. Bueno dijo el bho, qu pasa? Si se le ocurre a usted venir aqu en una noche veraniega como sta, qu espera? Pues perdona dije, deb haberlo tenido en cuenta. Y permteme decirte que considero una suerte haberme encontrado contigo esta noche. Te importara que charlramos un poco? Bueno dijo el bho con desdn; no tengo nada especial que hacer esta noche. Ya he cenado, y si no prolonga usted demasiado la conversacin..., aahhh! De pronto solt un sonoro chillido, bati furiosamente las alas, se inclin hacia delante, y se agarr con fuerza en la rama donde estaba encaramado sin parar de chillar. Evidentemente, algo tiraba brutalmente de l desde atrs. Pero la fuerza que le atenazaba le solt de improviso, y estuvo a punto de caerse; luego empez a aletear, agitando el follaje a su alrededor, y asest un torpe picotazo a algo que yo no alcanzaba a ver. Oh!, cunto lo siento dijo una leve vocecita en tono solcito. Estaba convencido de que la tena suelta. Espero no haberle hecho dao. Que no me has hecho dao? dijo el bho con acritud. Pues claro que me lo has hecho! De sobra sabas, jovencito desaprensivo, que no tena suelta sa pluma. -Vers como te coja! No me extraa que me hayas hecho perder el equilibrio. Es que no puedes dejar en paz a una persona dos minutos seguidos sin venirte a ella solapadamente y...? Bueno, de sta no pasa! Voy a ir a la comisara y les voy a decir se dio cuenta de que estaba hablando al vaco... Cmo, dnde te has metido ahora? Ah, lstima! Vlgame Dios! dije. Parece que no es la primera vez que se meten contigo de ese modo. Puedo preguntarte qu ha pasado exactamente?

Relatos paranormales Antologa Claro que puede dijo el bho, escrutando an mientras hablaba, pero tendra que estarle contando hasta finales de la semana que viene: Figrese, venir a arrancarle a uno las plumas de la cola! Me ha hecho ver las estrellas. Y por qu, quisiera saber? Contsteme! Por qu razn? Todo lo que se me ocurri fue murmurar: El bho alborotador alla nocturno y se asombra de nuestros espritus curiosos no cre que captara el sentido, pero me contest con aspereza: Cmo! Claro, no necesita repetirlo. Ya lo he odo. Y le dir qu es lo que hay en el fondo, y tenga usted en cuenta mis palabras se inclin hacia m y me susurr, haciendo muchos movimientos afirmativos con su cabeza redonda: Orgullo! Reserva obstinada! Eso es lo que hay! No te acerques a nuestra hermosa reina (esto lo dijo en tono de amargo desprecio). Ah, no, amigo mo!, nosotros no somos lo bastante buenos para el gusto de ellos. Nosotros, que durante tanto tiempo hemos sido los mejores cantores del campo, es cierto o no? Bueno dije yo dubitativamente, a m particularmente me encanta escucharte; pero ya sabes, mucha gente prefiere a los tordos y a los ruiseores y dems; lo has debido de or por ah, no? Adems, quiz (por supuesto, yo no lo s), pero como deca, quiz tu estilo de cantar no sea exactamente el ms adecuado para acompaar sus danzas, no? Confo en que as sea dijo el bho irguindose. Nuestra familia nunca ha sido muy dada al baile, ni creo que lo llegue a ser jams, pues qu se ha credo! prosigui con creciente mal humor. Bonita cosa, ponerme yo a canturrear para ellos call y mir precavidamente en torno suyo; luego, elevando la voz, prosigui: para esas seoritingas y esos seoritingos. Si a ellos no les resulta agradable, le aseguro que a m tampoco. Y aadi, de mal humor otra vez si esperan que yo me quede sin chistar slo porque bailan y hacen tonteras, se equivocan completamente, y as se lo he dicho. A juzgar por lo que haba pasado antes, me tema que fuera sta una determinacin imprudente, y tena razn. No haba acabado de hacer su ltimo movimiento enftico de cabeza, cuando le cayeron de las ramas de arriba cuatro formas delgadas y menudas, y en un abrir y cerrar de ojos, una especie de soga aprision el cuerpo del desdichado pjaro, y fue llevado en direccin al estanque entre ruidosas protestas por su parte. Mientras corra, o los chapoteos, gorgoteos y chillidos de risas despiadadas. Algo me pas por encima de la cabeza, y al detenerme a escrutar, junto al borde del estanque, vi que llegaba a la orilla, trabajoso y fuera de s, un bho desgreado, el cual, despus de detenerse a mis pies, se sacudi y bati las alas y resoll durante varios minutos sin decir nada que yo pueda repetir aqu. Se me qued mirando a continuacin, y dijo con voz tan cargada de rabia reprimida que me apresur a retroceder uno o dos pasos: Ha odo eso? Dicen que lo sienten muchsimo, pero que me haban confundido con un pato. Ah, si no es para hacerle perder a uno la cabeza, y coger y despedazarlo todo en varias millas a la redonda! 2

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Y era tal su apasionamiento en lo que deca que empez arrancando de un descomunal picotazo un puado de hierba que, ay!, se le meti en el gaznate, formndole un tapn capaz de reventar una vasija. Pero, tras dominar su paroxismo, se incorpor parpadeando sin aliento, aunque indemne. Me pareci que deba manifestarle lo mucho que lo lamentaba; sin embargo, no me decid a ello, pues en su actual estado de nimo el pjaro es capaz de tomar mis palabras mejor intencionadas por un nuevo insulto. As que nos estuvimos mirando el uno al otro en silencio durante un espantoso minuto, hasta que surgi algo que nos distrajo. Primero fue la vocecita del reloj del pabelln, luego la voz ms profunda de la torre de Lupton, que ahog la de la torre de Curfew por su proximidad. Qu es eso? pregunt el bho de repente con acritud. Son las doce de la noche, me parece dije yo, y consult mi reloj. Las doce? exclam el bho evidentemente sobresaltado; y yo aqu, empapado y sin poder volar una yarda! Venga, cjame y pngame en aquel rbol; no, yo trepar por su pierna, ser ms fcil. Vamos, de prisa! Obedec. En qu rbol? Hombre, en mi rbol, naturalmente! En aqul! movi la cabeza en direccin a la tapia. De acuerdo, se refiere a ese gris? dije, echando a correr en aquella direccin. Y yo qu s cmo demonios le llaman ustedes? Ese que tiene como una puerta. Corra ms! Dentro de un minuto estarn aqu! Quines? Qu ocurre? pregunt mientras corra, con la mojada criatura entre las manos, y temiendo tropezar a cada momento y caer cuan largo era en la hierba. Ya lo ver dijo el pajarraco egosta. Usted slo tiene que dejarme en el rbol. Eso es lo nico que me interesa. Supongo que as deba ser, porque trep araando a toda prisa por el tronco, con las alas extendidas, y desapareci por un agujero sin una palabra de agradecimiento. Mir en torno mo con inquietud. La torre de Curfew an tocaba la tonada de San David por su tercero y ltimo repiqueteo; pero las dems campanas haban terminado ya de pregonar lo que tenan que decir, y ahora reinaba el silencio, y nuevamente era el murmullo armonioso de la presa lo que lo turbaba..., no, lo que lo subrayaba. Por qu haba tenido tanta prisa el bho por meterse en su escondrijo? Naturalmente, eso era lo que me preocupaba ahora. Fuera quien fuese quien iba a venir, estaba seguro de que no me daba tiempo ya a cruzar el campo despejado; sera mejor disimular mi presencia ocultndome en el lado oscuro del rbol. As que eso es lo que hice.

Relatos paranormales Antologa Todo esto sucedi hace algunos aos, antes de los das ms calurosos del verano. A veces, cuando la noche es serena, salgo al parque, pero me recojo antes de que den las doce. La verdad es que no me gusta la multitud que pulula cuando se hace de noche..., como en los fuegos artificiales del cuatro de junio, por ejemplo. Empiezas a ver caras extraas bueno, vosotros no; yo, y los individuos a los que pertenecen esas caras dan vueltas extraamente a tu alrededor y te rozan el codo cuando menos te lo esperas y se te echan encima para mirarte a los ojos como si anduvieran buscando a alguien..., y ya puede dar gracias a ese alguien de que no den con l. De dnde salen? Bueno, unos del agua y otros de la tierra. Al menos, eso es lo que parece. Pero es mejor hacer como que no los veo, y no tocarlos. S; efectivamente, me gustan ms los que pueblan el parque de da que los que acuden a l cuando anochece. Montague Rhodes James (1862-1936)

Desde el ms all. From beyond, H.P. Lovecraft (1890-1937) Inconcebiblemente espantoso era el cambio que se haba operado en Crawford Tillinghast, mi mejor amigo. No le haba visto desde el da dos meses y medio antes en que me Cont hacia dnde se orientaban sus investigaciones fsicas y matemticas. Cuando respondi a mis temerosas y casi asustadas reconvenciones echndome de su laboratorio y de su casa en una explosin de fantica ira, supe que en adelante permanecera la mayor parte de su tiempo encerrado en el laboratorio del tico, con aquella maldita mquina elctrica, comiendo poco y prohibiendo la entrada incluso a los criados; pero no cre que un breve perodo de diez semanas pudiera alterar de ese modo a una criatura humana. No es agradable ver a un hombre fornido quedarse flaco de repente, y menos an cuando se le vuelven amarillentas o grises las bolsas de la piel, se le hunden los ojos, se le ponen ojerosos y extraamente relucientes, se le arruga la frente y se le cubre de venas, y le tiemblan y se le crispan las manos. Y si a eso se aade una repugnante falta de aseo, un completo desalio en la ropa, una negra pelambrera que comienza a encanecer por la raz, y una barba blanca crecida en un rostro en otro tiempo afeitado, el efecto general resulta horroroso. Pero ese era el aspecto de Crawford Tillinghast la noche en que su casi incoherente mensaje me llev a su puerta, despus de mis semanas de exilio; ese fue el espectro que me abri temblando, vela en mano, y mir furtivamente por encima del hombro como temeroso de los seres invisibles de la casa vieja y solitaria, retirada de la lnea de edificios que formaban Benevolent Street. Fue un error que Crawford Tillinghast se dedicara al estudio de la ciencia y la filosofa. Estas materias deben dejarse para el investigador fro e impersonal, ya que ofrecen dos alternativas 4

Relatos paranormales Antologa igualmente trgicas al hombre de sensibilidad y de accin: la desesperacin, si fracasa en sus investigaciones, y el terror inexpresable e inimaginable, si triunfa. Tillinghast haba sido una vez vctima del fracaso, solitario y melanclico; pero ahora comprend, con angustiado temor, que era vctima del xito. Efectivamente, se lo haba advertido diez semanas antes, cuando me espet la historia de lo que presenta que estaba a punto de descubrir. Entonces se excit y se congestion, hablando con voz aguda y afectada, aunque siempre pedante. -Qu sabemos nosotros haba dicho del mundo y del universo que nos rodea? Nuestros medios de percepcin son absurdamente escasos, y nuestra nocin de los objetos que nos rodean infinitamente estrecha. Vemos las cosas slo segn la estructura de los rganos con que las percibimos, y no podemos formarnos una idea de su naturaleza absoluta. Pretendemos abarcar el cosmos complejo e ilimitado con cinco dbiles sentidos, cuando otros seres dotados de una gama de sentidos ms amplia y vigorosa, o simplemente diferente, podran no slo ver de manera muy distinta las cosas que nosotros vemos, sino que podran percibir y estudiar mundos enteros de materia, de energa y de vida que se encuentran al alcance de la mano, aunque son imperceptibles a nuestros sentidos actuales. Siempre he estado convencido de que esos mundos extraos e inaccesibles estn muy cerca de nosotros; y ahora creo que he descubierto un medio de traspasar la barrera. No bromeo. Dentro de veinticuatro horas, esa mquina que tengo junto a la mesa generar ondas que actuarn sobre determinados rganos sensoriales existentes en nosotros en estado rudimentario o de atrofia. Esas ondas nos abrirn numerosas perspectivas ignoradas por el hombre, algunas de las cuales son desconocidas para todo lo que consideramos vida orgnica. Veremos lo que hace aullar a los perros por las noches, y enderezar las orejas a los gatos despus de las doce. Veremos esas cosas, y otras que jams ha visto hasta ahora ninguna criatura. Traspondremos el espacio, el tiempo, y las dimensiones; y sin desplazamiento corporal alguno, nos asomaremos al fondo de la creacin. Cuando o a Tillinghast decir estas cosas, le amonest; porque le conoca lo bastante como para sentirme asustado, ms que divertido; pero era un fantico, y me ech de su casa. Ahora no se mostraba menos fantico; aunque su deseo de hablar se haba impuesto a su resentimiento y me haba escrito imperativamente, con una letra que apenas reconoca. Al entrar en la morada del amigo tan sbitamente metamorfoseado en grgola temblorosa, me sent contagiado del terror que pareca acechar en todas las sombras. Las palabras y convicciones manifestadas diez semanas antes parecan haberse materializado en la oscuridad que reinaba ms all del crculo de luz de la vela, y experiment un sobresalto al or la voz cavernosa y alterada de mi anfitrin. Dese tener cerca a los criados, y no me gust cuando dijo que se haban marchado todos haca tres das. Era extrao que el viejo Gregory, al menos, hubiese dejado a su seor sin decrselo a un amigo fiel como yo. Era l quien me haba tenido al corriente sobre Tillinghast desde que me echara furiosamente.

Relatos paranormales Antologa Sin embargo, no tard en subordinar todos los temores a mi creciente curiosidad y fascinacin. No saba exactamente qu quera Crawford Tillinghast ahora de m, pero no dudaba que tena algn prodigioso secreto o descubrimiento que comunicarme. Antes, le haba censurado sus anormales incursiones en lo inconcebible; ahora que haba triunfado de algn modo, casi comparta su estado de nimo, aunque era terrible el precio de la victoria. Le segu escaleras arriba por la vaca oscuridad de la casa, tras la llama vacilante de la vela que sostena la mano de esta temblorosa parodia de hombre. Al parecer, estaba desconectada la corriente; y al preguntrselo a mi gua, dijo que era por un motivo concreto. Sera demasiado... no me atrevera prosigui murmurando. Observ especialmente su nueva costumbre de murmurar, ya que no era propio de l hablar consigo mismo. Entramos en el laboratorio del tico, y vi la detestable mquina elctrica brillando con una apagada y siniestra luminosidad violcea. Estaba conectada a una potente batera qumica; pero no reciba ninguna corriente, porque recordaba que, en su fase experimental, chisporroteaba y zumbaba cuando estaba en funcionamiento. En respuesta a mi pregunta, Tillinghast murmur que aquel resplandor permanente no era elctrico en el sentido que yo lo entenda. A continuacin me sent cerca de la mquina, de forma que quedaba a mi derecha, y conect un conmutador que haba debajo de un -enjambre de lmparas. Empezaron los acostumbrados chisporroteos, se convirtieron en rumor, y finalmente en un zumbido tan tenue que daba la impresin de que haba vuelto a quedar en silencio. Entre tanto, la luminosidad haba aumentado, disminuido otra vez, y adquirido una plida y extraa coloracin o mezcla de colores imposible de definir ni describir. Tillinghast haba estado observndome, y not mi expresin desconcertada. Sabes qu es eso? susurr rayos ultravioleta! ri de forma extraa ante mi sorpresa. T creas que eran invisibles; y lo son, pero ahora pueden verse, igual que muchas otras cosas invisibles tambin. Escucha! Las ondas de este aparato estn despertando los mil sentidos aletargados que hay en nosotros; sentidos que heredamos durante los evos de evolucin que median del estado de los electrones inconexos al estado de humanidad orgnica. Yo he visto la verdad, y me propongo ensertela. Te gustara saber cmo es? Pues te lo dir aqu Tillinghast se sent frente a m, apag la vela de un soplo, y me mir fijamente a los ojos-. Tus rganos sensoriales, creo que los odos en primer lugar, captarn muchas de las impresiones, ya que estn estrechamente conectados con los rganos aletargados. Luego lo harn los dems. Has odo hablar de la glndula pineal? Me ro de los superficiales endocrinlogos, colegas de los embaucadores y advenedizos freudianos. Esa glndula es el principal de los rganos sensoriales... yo lo he descubierto. Al final es como la visin, transmitiendo representaciones visuales al cerebro. Si eres normal, esa es la forma en que debes captarlo casi todo... Me refiero a casi todo el testimonio del ms all.

Relatos paranormales Antologa Mir la inmensa habitacin del tico, con su pared sur inclinada, vagamente iluminada por los rayos que los ojos ordinarios son incapaces de captar. Los rincones estaban sumidos en sombras, y toda la estancia haba adquirido una brumosa irrealidad que emborronaba su naturaleza e invitaba a la imaginacin a volar y fantasear. Durante el rato que Tillinghast estuvo en silencio, me imagin en medio de un templo enorme e increble de dioses largo tiempo desaparecidos; de un vago edificio con innumerables columnas de negra piedra que se elevaban desde un suelo de losas hmedas hacia unas alturas brumosas que la vista no alcanzaba a determinar. la representacin fue muy vvida durante un rato; pero gradualmente fue dando paso a una concepcin ms horrible: la de una absoluta y completa soledad en el espacio infinito, donde no haba visiones ni sensaciones sonoras. Era como un vaco, nada ms; y sent un miedo infantil que me impuls a sacarme del bolsillo el revlver que de noche siempre llevo encima, desde la vez que me asaltaron en East Providence. Luego, de las regiones ms remotas, el ruido fue cobrando suavemente realidad. Era muy dbil, sutilmente vibrante, inequvocamente musical; pero tena tal calidad de incomparable frenes, que sent su impacto como una delicada tortura por todo mi cuerpo. Experiment la sensacin que nos, produce el araazo fortuito sobre un cristal esmerilado. Simultneamente, not algo as como una corriente de aire fro que pas junto a m, al parecer en direccin al ruido distante. Aguard con el aliento contenido, y percib que el ruido y el viento iban en aumento, producindome la extraa impresin de que me encontraba atado a unos rales por los que se acercaba una gigantesca locomotora. Empec a hablarle a Tillinghast, e instantneamente se disiparon todas estas inusitadas impresiones. Volv a ver al hombre, las mquinas brillantes y la habitacin a oscuras. Tillinghast sonri repulsivamente al ver el revlver que yo haba sacado casi de manera inconsciente; pero por su expresin, comprend que haba visto y odo lo mismo que yo, si no ms. Le cont en voz baja lo que haba experimentado, y me pidi que me estuviese lo ms quieto y receptivo posible. No te muevas me advirti, porque con estos rayos pueden vernos, del mismo modo que nosotros podemos ver. Te he dicho que los criados se han ido, aunque no te he contado cmo. Fue por culpa de esa estpida ama de llaves; encendi las luces de abajo, despus de advertirle yo que no lo hiciera, y los hilos captaron vibraciones simpticas. Debi de ser espantoso; pude or los gritos desde aqu, a pesar de que estaba pendiente de lo que vea y oa en otra direccin; ms tarde, me qued horrorizado al descubrir montones de ropa vaca por toda la casa. Las ropas .de la seora Updike estaban en el vestbulo, junto a la llave de la luz... por eso s que fue ella quien encendi. Pero mientras no nos movamos, no correremos peligro. Recuerda que nos enfrentamos con un mundo terrible en el que estamos prcticamente desamparados... No te muevas! El impacto combinado de la revelacin y la brusca orden me produjo una especie de parlisis; y en el terror, mi mente se abri otra vez a las impresiones procedentes de lo que Tillinghast llamaba desde el ms all. Me encontraba ahora en un vrtice de ruido y movimiento acompaados de confusas representaciones visuales. Vea los contornos borrosos de la habitacin; pero de algn punto del espacio pareca brotar una hirviente columna de nubes o formas imposibles de identificar que traspasaban el slido techo por encima de m, a mi derecha. Luego volv a tener la 7

Relatos paranormales Antologa impresin de que estaba en un templo; pero esta vez los pilares llegaban hasta un ocano areo de luz, del que descenda un rayo cegador a lo largo de la brumosa columna que antes haba visto. Despus, la escena se volvi casi enteramente calidoscpica; y en la mezcolanza de imgenes sonidos e impresiones sensoriales inidentificables, sent que estaba a punto de disolverme o de perder, de alguna manera, mi forma slida. Siempre recordar una visin deslumbrante y fugaz. Por un instante, me pareci ver un trozo de extrao cielo nocturno poblado de esferas brillantes que giraban sobre s; y mientras desapareca, vi que los soles resplandecientes componan una constelacin o galaxia de trazado bien definido; dicho trazado corresponda al rostro distorsionado de Crawford Tillinghast. Un momento despus, sent pasar unos seres enormes y animados, unas veces rozndome y otras caminando o deslizndose sobre mi cuerpo supuestamente slido, y me pareci que Tillinghast los observaba como si sus sentidos, ms avezados pudieran captarlos visualmente. Record lo que haba dicho de la glndula pineal, y me pregunte qu estara viendo con ese ojo preternatural. De pronto, me di cuenta de que yo tambin posea una especie de visin aumentada. Por encima del caos de luces y sombras se alz una escena que, aunque vaga, estaba dotada de solidez y estabilidad. Era en cierto modo familiar, ya que lo inusitado se superpona al escenario terrestre habitual a la manera como la escena cinematogrfica se proyecta sobre el teln pintado de un teatro. Vi el laboratorio del tico, la mquina elctrica, y la poco agraciada figura de Tillinghast enfrente de m; pero no haba vaca la ms mnima fraccin del espacio que separaba todos estos objetos familiares. Un sinfn de formas indescriptibles, vivas o no, se mezclaban entremedias en repugnante confusin; y junto a cada objeto conocido, se movan mundos enteros y entidades extraas y desconocidas. Asimismo, pareca que las cosas cotidianas entraban en la composicin de otras desconocidas, y viceversa. Sobre todo, entre las entidades vivas haba negrsimas y gelatinosas monstruosidades que temblaban flccidas en armona con las vibraciones procedentes de la mquina. Estaban presentes en repugnante profusin, y para horror mo, descubr que se superponan, que eran semifluidas y capaces de interpenetrarse mutuamente y de atravesar lo que conocemos como cuerpos slidos. No estaban nunca quietas, sino que parecan moverse con algn propsito maligno.. A veces, se devoraban unas a otras, lanzndose la atacante sobre la vctima y eliminndola instantneamente de la vista. Comprend, con un estremecimiento, que era lo que haba hecho desaparecer a la desventurada servidumbre, y ya no fui capaz de apartar dichas entidades del pensamiento, mientras intentaba captar nuevos detalles de este mundo recientemente visible que tenemos a nuestro alrededor. Pero Tillinghast me haba estado observando, y deca algo. Los ves? Los ves? Ves a esos seres que flotan y aletean en torno tuyo, y a travs de ti, a cada instante de tu vida? Ves las criaturas que pueblan lo que los hombres llaman el aire puro y el cielo azul? No he conseguido romper la barrera, no te he mostrado mundos que ningn hombre vivo ha visto? o que gritaba a travs del caos; y vi su rostro insultantemente cerca del mo. Sus ojos eran dos pozos llameantes que me miraban con lo que ahora s que era un odio infinito. La mquina zumbaba de manera detestable. 8

Relatos paranormales Antologa Crees que fueron esos seres que se contorsionan torpemente los que aniquilaron a los criados? Imbcil, esos son inofensivos! Pero los criados han desaparecido, no es verdad? T trataste de detenerme; me desalentabas cuando necesitaba hasta la ms pequea migaja de aliento; te asustaba enfrentarte a la verdad csmica, condenado cobarde; pero ahora te tengo a mi merced! Qu fue lo que aniquil a los criados? Qu fue lo que les hizo dar aquellos gritos?... No lo sabes, verdad? Pero en seguida lo vas a saber. Mrame; escucha lo que voy a decirte. Crees que tienen realidad las nociones de espacio, de tiempo y de magnitud? Supones que existen cosas tales como la forma y la materia? Pues yo te digo que he alcanzado profundidades que tu reducido cerebro no es capaz de imaginar. Me he asomado ms all de los confines del infinito y he invocado a los demonios de las estrellas... He cabalgado sobre las sombras que van de mundo en mundo sembrando la muerte y la locura... Soy dueo del espacio, me oyes?, y ahora hay entidades que me buscan, seres que devoran y disuelven; pero s la forma de eludiras. Es a ti a quien cogern, como cogieron a los criados... se remueve el seor? Te he dicho ya que es peligroso moverse; te he salvado antes al advertirte que permanecieras inmvil.., a fin de que vieses ms cosas y escuchases lo que tengo que decir. Si te hubieses movido, hace rato que se habran arrojado sobre ti. No te preocupes; no hacen dao. Como no se lo hicieron a los criados: fue el verlos lo que les hizo gritar de aquella forma a los pobres diablos. No son agraciados, mis animales favoritos. Vienen de un lugar cuyos cnones de belleza son... muy distintos. La desintegracin es totalmente indolora, te lo aseguro; pero quiero que los veas. Yo estuve a punto de verlos, pero supe detener la visin. No sientes curiosidad? Siempre he sabido que no eras cientfico. Ests temblando, eh? Temblando de ansiedad por ver las ltimas entidades que he logrado descubrir. Por qu no te mueves, entonces? Ests cansado? Bueno, no te preocupes, amigo mo, porque ya vienen... Mira, mira, maldito; mira... ah, en tu hombro izquierdo. Lo que queda por contar es muy breve, y quiz lo sepis ya por las notas aparecidas en los peridicos. La polica oy un disparo en la casa de Tillingbast y nos encontr all a los dos: a Tillinghast muerto, y a m inconsciente. Me detuvieron porque tena el revlver en la mano; pero me soltaron tres horas despus, al descubrir que haba sido un ataque de apopleja lo que haba acabado con la vida de Tillinghast, y comprobar que haba dirigido el disparo contra la daina mquina que ahora yaca inservible en el suelo del laboratorio. No dije nada sobre lo que haba visto, por temor a que el forense se mostrase escptico; pero por la vaga explicacin que le di, el doctor coment que sin duda yo haba sido hipnotizado por el homicida y vengativo demente. Quisiera poder creerle. Se sosegaran mis destrozados nervios si dejara de pensar lo que pienso sobre el aire y el cielo que tengo por encima de m y a mi alrededor. Jams me siento a solas ni a gusto; y a veces, cuando estoy cansado, tengo la espantosa sensacin de que me persiguen. Lo que me impide creer en lo que dice el doctor es este simple hecho: que la polica no encontr jams los cuerpos de los criados que dicen que Crawford Tillinghast mat. H.P. Lovecraft (1890-1937)

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El conductor de autobs. The Bus-Conductor, E.F. Benson (1867-1940) Mi amigo Hugh Grainger y yo acabbamos de regresar de una estancia de dos das en el campo durante la que nos habamos hospedado en una casa de siniestra fama, que se supona acosada por fantasmas de un tipo peculiarmente temible y truculento. Por s sola la casa tena todo lo que deba tener una casa semejante, pues era jacobina y revestida de tablas de roble, con pasillos largos y oscuros y altas estancias abovedadas. Adems se hallaba situada en un lugar muy remoto, rodeada por un bosque de sombros pinos que murmuraban y susurraban en la oscuridad; todo el tiempo que estuvimos all haba predominado un ventarrn del sudoeste con torrentes de lluvia que era la causa de que da y noche voces extraas gimieran y cantaran en las chimeneas, de que un grupo de espritus inquietos celebraran coloquios entre los rboles, y de que golpes y seales llamaran nuestra atencin desde los cristales de las ventanas. Pero, a pesar de ese entorno que casi podramos decir que bastaba por s solo para generar espontneamente fenmenos ocultos, no haba sucedido nada de ese tipo. Me siento inclinado a aadir, adems, que mi estado mental se hallaba peculiarmente bien dispuesto a recibir, incluso a inventar, los suspiros y sonidos que habamos ido a buscar; pues confieso que durante todo el tiempo que estuvimos all me hallaba en un estado de abyecta aprensin, y permanec despierto las dos noches de largas horas de terrorfica inquietud, teniendo miedo de la oscuridad; y ms miedo todava de lo que una vela encendida pudiera mostrarme. La tarde siguiente a nuestro regreso a la ciudad Hugh Grainger cen conmigo, y como es natural, tras la cena nuestra conversacin recay pronto en esos temas cautivadores. No soy capaz de imaginar el motivo de que quieras buscar fantasmas me dijo,pues de puro miedo los dientes te castaeteaban y los ojos se te salan de las rbitas todo el tiempo que estuvimos all. Es que te gusta estar asustado? Aunque en general inteligente, Hugh es duro de mollera en algunos aspectos; y uno de ellos es ste. 10

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Vaya, desde luego que me gusta sentirme asustado respond. Quiero que me hagan arrastrarme, arrastrarme y arrastrarme. El miedo es la ms absorbente y lujosa de las emociones. Cuando uno tiene miedo se olvida de todo lo dems. Bien, pero el hecho de que ninguno de nosotros viera nada confirma lo que siempre he credo replic l. Y qu es lo que siempre has credo? Que estos fenmenos son puramente objetivos, no subjetivos, y que el estado mental no tiene nada que ver con la percepcin que los percibe, ni est relacionado con las circunstancias o los alrededores. Fjate en Osburton. Durante aos haba tenido fama de ser una casa encantada, y la verdad es que tiene todos los accesorios necesarios. Fjate tambin en ti mismo, con todos los nervios a flor de piel... temeroso de mirar a tu alrededor o encender una vela por miedo a ver algo! Seguramente, si los fantasmas fueran subjetivos, ah habramos tenido al hombre adecuado en el lugar correcto. Se levant y encendi un cigarrillo, y mirndole Hugh mide casi un metro ochenta y es tan ancho como largo sent una rplica en mis labios, pero no pude evitar que mi mente retrocediera a un perodo determinado de su vida, cuando por alguna causa que, por lo que s, no haba contado a nadie, se haba convertido en una simple masa estremecida de nervios desordenados. Extraamente, en ese mismo momento y por primera vez empez a hablar de ello. Podrs contestarme que tampoco mereca la pena que fuera yo, porque evidentemente era el hombre equivocado en el lugar errneo. Pero no es as. T, pese a todas tus aprensiones y expectativas, nunca habas visto un fantasma. Pero yo s, aunque sea la ltima persona en el mundo que t pensaras que lo ha visto; y aunque ahora mis nervios estn totalmente recuperados, aquello me deshizo en pedazos. Se volvi a sentar en la silla. Sin duda te acordars de que haba quedado hecho polvo sigui dicindome. Y como creo que ahora vuelvo a estar bien, preferira hablarte de ello. Pero antes no habra podido hacerlo; no era capaz de hablar de ello con nadie. Y sin embargo en aquello no deba haber nada amenazador; el fantasma que vi era ciertamente de lo ms til y amigable. Aun as, proceda del lado oscuro de las cosas; surgi de pronto de la noche y el misterio con el que est rodeado la vida. Primero quiero hablarte brevemente de mi teora sobre la aparicin de fantasmas sigui diciendo. Y creo que se explica mejor con un smil, con una imagen. Piensa que t y yo, y todo el mundo, somos personas cuyo ojo est directamente al otro lado de un pequesimo agujero hecho en una plancha de cartn que est continuamente movindose y girando. Al otro lado de la hoja de cartn hay otro, que tambin por leyes propias se encuentra en un movimiento perpetuo pero independiente. Tambin en el otro cartn hay un agujero, y cuando de una manera al parecer fortuita los dos agujeros, aqul por el que estamos siempre mirando y el otro, del plano 11

Relatos paranormales Antologa espiritual, quedan uno delante del otro, vemos a travs de ellos, y slo entonces las visiones y sonidos del mundo espiritual se nos vuelven visibles o audibles. En el caso de la mayora de las personas esos agujeros nunca llegan a estar uno delante del otro en toda su vida. Pero a la hora de la muerte lo hacen, y entonces permanecen inmviles. Sospecho que as es como perdemos el conocimiento. Ahora bien, en algunas naturalezas esos agujeros son comparativamente grandes, y estn colocndose en posicin constantemente. Es lo que pasa en el caso de clarividentes y mdiums. Pero por lo que yo saba no tena la menor facultad clarividente o mediumnstica. Por tanto soy de esas personas que hace mucho tiempo decidieron que nunca veran un fantasma. Por as decirlo haba una posibilidad diminuta de que mi pequeo agujero entrara en posicin con el otro. Pero lo hizo, y me dej sin sentido. Ya haba odo antes una teora semejante, y si bien Hugh la expresaba de manera bastante pintoresca, no exista en ella nada que resultara mnimamente convincente o prctico. Poda ser as, o poda no serlo. Espero que tu fantasma fuera ms original que tu teora dije yo para que no se desviara del tema. S, creo que lo fue. T mismo podrs juzgar. Aad ms carbn y aviv el fuego. Siempre he considerado que Hugh tiene un gran talento para contar historias, y ese sentido del drama que tan necesario es para el narrador. Lo cierto es que ya antes le haba sugerido que adoptara esa profesin, sentndose junto a la fuente de Piccadilly Circus, cuando el tiempo es malo, como de costumbre, y contara historias a los viandantes, a la manera de los rabes, a cambio de una gratificacin. S que a la mayor parte de la humanidad no le gustan las historias largas, pero para aquellas pocas personas, entre las que me cuento a m mismo, a quienes les gusta realmente escuchar largos relatos de experiencias, Hugh es un narrador ideal. No me importan sus teoras ni sus smiles, pero por lo que respecta a los hechos, a las cosas que han sucedido, me gusta que se demoren. Sigue, por favor, y lentamente le dije. La brevedad puede ser el alma del ingenio, pero es la perdicin del contador de historias. Quiero saber cundo, dnde y cmo sucedi, y lo que habas comido en el almuerzo, y dnde habas cenado, y lo que... Hugh me interrumpi y empez su historia: Fue el veinticuatro de junio, hace exactamente dieciocho meses. Haba abandonado mi piso, como recordars, para dirigirme al campo y pasar contigo una semana. Cenamos a solas... No pude evitar interrumpirle. Viste al fantasma aqu? pregunt. En esta pequea y cuadrada caja que es esta casa y en una calle moderna? Lo vi en la casa. 12

Relatos paranormales Antologa Mentalmente, me felicit a m mismo. Habamos cenado solos aqu, en Graeme Street dijo. Y despus de la cena yo sal a una fiesta y t te quedaste en casa. Tu criado no se qued hasta la cena, y cuando te pregunt que dnde estaba me contestaste que se encontraba enfermo, y me pareci que cambiabas de tema abruptamente. Al salir me diste el llavn, y al regresar vi que te habas acostado. Yo tena varias cartas que era necesario responder, as que las escrib all mismo, metindolas en el buzn de enfrente, por lo que supongo que era bastante tarde cuando sub a acostarme. Me habas asignado la habitacin delantera del tercer piso, desde la que se vea la calle; una habitacin que crea yo que solas ocupar t. Era una noche muy calurosa, y aunque se vea la luna cuando me dirig a la fiesta, de regreso todo el cielo estaba cubierto por nubes; no slo pareca que furamos a tener tormenta antes de amanecer, sino que tena adems esa sensacin. Tena mucho sueo y me senta pesado, y slo cuando me met en la cama observ por las sombras de los marcos de las ventanas sobre la persiana que slo una de las ventanas estaba abierta. No me pareci que mereciera la pena levantarme para abrirlas, aunque me senta incmodo por la falta de aire, y me dorm. No s qu hora era cuando despert, pero con seguridad todava no haba amanecido, y no recuerdo haber conocido jams una quietud tan extraordinaria como la que invada el ambiente. No haba ruido ni de peatones ni de trfico rodado; la msica de la vida pareca haber enmudecido absolutamente. Y entonces, en lugar de somnoliento y pesado, aunque deba haber dormido una o dos horas como mximo, pues todava no haba amanecido, me sent totalmente recuperado y despierto, y el esfuerzo que antes no me haba parecido necesario hacer, el de levantarme de la cama para abrir la otra ventana, ahora me pareca muy sencillo, por lo que sub la persiana, abr bien la ventana y me asom al exterior, pues tena verdadera necesidad de aire fresco. Pero tambin en el exterior la opresin resultaba notable, y, aunque como ya sabes, no me dejo afectar fcilmente por los efectos mentales del clima, tuve conciencia de una sensacin escalofriante. Intent rechazarla mediante el anlisis, pero sin xito; el da anterior haba resultado agradable, el da siguiente me esperaba otra jornada agradable, y sin embargo me invada una aprensin inexpresable. Adems, en esa quietud anterior al amanecer me senta terriblemente solo. Escuch entonces de pronto, y no muy lejano, el sonido de un vehculo que se aproximaba; poda distinguir el resonar de los cascos de dos caballos que avanzaban a paso lento. Aunque todava no poda verlos, suban por la calle, pero esa indicacin de vida no puso fin a la terrible sensacin de soledad de la que te he hablado. Adems, de una manera oscura y carente de formulacin, lo que se aproximaba me pareci que tena alguna relacin con la causa de mi opresin. El vehculo apareci ante mi vista. No pude distinguir al principio de qu se trataba, pero luego vi que los caballos eran negros y tenan la cola larga, y que lo que arrastraban estaba hecho de cristal, aunque con un bastidor negro. Era un coche fnebre. Vaco.

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Relatos paranormales Antologa Suba por este lado de la calle y se detuvo junto a tu puerta. Entonces me sobrecogi la solucin evidente. Durante la cena habas dicho que tu criado estaba enfermo, y me pareci que no deseabas hablar ms del asunto. Imagin ahora que sin duda haba muerto, y que por alguna razn, quizs porque no queras que supiera nada sobre ello, habas pedido que se llevaran el cadver por la noche. Debo decirte que eso pas por m mente instantneamente, y que no se me ocurri lo improbable que resultaba antes de que sucediera el acontecimiento siguiente. Estaba todava asomado a la ventana y recuerdo que me sorprendi, aunque momentneamente, lo extrao que era que viera las cosas o ms bien la nica cosa que estaba mirando de manera tan clara. Evidentemente la luna estaba tras las nubes, pero resultaba curioso que fueran visibles todos los detalles del coche y los caballos. En el coche slo iba un hombre, el conductor, y aparte del vehculo la calle estaba absolutamente desierta. Ahora le estaba mirando a l. Pude ver todos los detalles de su ropa, aunque desde el lugar en el que me encontraba, muy por encima de l, no pudiera verle el rostro. Vesta pantalones grises, botas marrones, una capa negra abotonada hasta arriba y un sombrero de paja. Le cruzaba el hombro una cinta de la que pareca colgar una especie de bolsita. Pareca exactamente como... bueno, a partir de esa descripcin, qu crees t que pareca? Bueno... un cobrador de autobs respond yo de inmediato. Eso es lo que pens yo, y cuando lo estaba pensando, l me mir. Tena un rostro delgado y alargado, y en la mejilla izquierda un lunar en el que crecan pelos oscuros. Todo resultaba tan claro como si fuera medioda, y como si me encontrara a un metro de l. No tuve tiempo sin embargo fue tan instantneo lo que narrado exige tanto tiempo para pensar que era extrao que el conductor de un coche mortuorio fuera vestido de manera tan poco funeraria. Se quit el sombrero ante m e hizo una seal con el pulgar por encima de su hombro. Dentro hay sitio para uno, seordijo. Haba en ello algo tan odioso, tan tosco y desagradable, que al instante met la cabeza, volv a bajar la persiana y, por alguna razn que desconozco, encend la luz elctrica para ver qu hora era. Las manecillas del reloj sealaban las once y media. Creo que fue entonces cuando por primera vez cruz mi mente una duda relativa a la naturaleza de lo que acababa de ver. Apagu la luz de nuevo, me met en la cama y empec a pensar. Habamos cenado; yo haba ido a una fiesta, al regresar haba escrito cartas, me haba acostado y me haba dormido. Entonces, cmo podan ser las once y media...? O, qu once y media eran? Entonces se me ocurri otra solucin sencilla; mi reloj se deba haber parado. Pero no era as; poda or su tic-tac. Volvi otra vez la quietud y el silencio. A cada momento esperaba escuchar pasos ahogados en las escaleras, pasos que se movieran lenta y cuidadosamente bajo el peso de una gran carga, pero en el interior de la casa no haba sonido alguno. Tambin fuera haba ese mismo silencio mortal mientras el coche funerario aguardaba en la puerta. Los minutos pasaban y 14

Relatos paranormales Antologa pasaban y finalmente empec a ver una diferencia en la luz de la habitacin que me hizo saber que fuera empezaba a amanecer. Cmo explicar entonces que si el cadver iba a ser sacado por la noche estuviera todava all, y que el coche funerario aguardara an, cuando la maana ya haba llegado? Volv a salir de la cama, y con una sensacin poderosa de encogimiento fsico fui a la ventana y sub la persiana. El amanecer se acercaba rpidamente; la calle entera estaba iluminada por esa luz plateada y sin tonalidad de la maana. Pero all no estaba el coche. Volv a mirar el reloj. Eran las cuatro y cuarto, y habra jurado que no haba pasado media hora desde que haba visto las once y media. Tuve entonces una curiosa sensacin doble, como si hubiera estado viviendo en el presente y simultneamente viviera en otro tiempo. Era el amanecer del veinticinco de junio, y naturalmente la calle estaba vaca. Pero poco antes el conductor de un coche funerario me haba hablado y eran las once y media. Qu era ese conductor, a qu plano perteneca? Y adems, qu once y media eran las que haba visto en la esfera de mi reloj? Me dije entonces que todo haba sido un sueo. Pero si me preguntas si crea lo que me estaba diciendo, debo confesarte que no. Tu criado no se present esa maana durante el desayuno, ni volv a verle antes de irme por la tarde. Creo que de haberlo visto te habra contado todo esto, pero, como comprenders, segua siendo posible que lo que yo hubiera visto fuera un coche funerario autntico conducido por un conductor autntico, pese a la animacin fantasmal del rostro que me mir, y a la levedad de la mano con la que me hizo la seal. Deba haberme quedado dormido poco despus de verle, y permanecer as mientras el coche funerario se llevaba el cadver. Por eso no te dije nada. En todo aquello haba algo maravillosamente sencillo y prosaico; no haba aqu casas jacobinas con entablamientos de roble rodeadas por pinares, y de alguna manera la ausencia de un entorno conveniente haca que la historia resultara ms impresionante. Pero por un momento me asalt la duda. No me digas que todo fue un sueo coment. No s si lo fue o no. Lo nico que puedo decir es que crea estar bien despierto. En cualquier caso, el resto de la historia es... extraa. Aquella tarde volv a ir a la ciudad sigui diciendo, y debo decir que no creo que ni siquiera por un momento me acosara la sensacin de lo que haba visto o soado aquella noche. Estaba siempre presente en m como una visin incumplida. Era como si algn reloj hubiera dado los cuatro cuartos y siguiera esperando a que tocara la hora exacta.

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Relatos paranormales Antologa Exactamente un mes despus volv a encontrarme en Londres, pero slo para pasar el da. Llegu a la estacin Victoria hacia las once, y tom el metro hasta Sloane Square para ver si estabas en la ciudad y almorzabas conmigo. Era una maana muy calurosa y decid tomar un autobs desde King's Road hasta Graeme Street. Nada ms salir de la estacin vi una parada en la esquina, pero el piso superior del autobs estaba completo y el interior tambin pareca estarlo. En el momento en que yo llegaba el cobrador, que imagino haba estado en el interior cobrando los billetes, sali a la plataforma, a escasos metros de m. Llevaba pantalones grises, botas marrones, una chaqueta negra abotonada, sombrero de paja y sobre el hombro llevaba una cinta de la que colgaba su maquinilla para perforar billetes. Vi tambin su rostro y era el del conductor del coche funerario, con un lunar en la mejilla izquierda. Entonces me habl hacindome una sea con el pulgar por encima de su hombro. Dentro hay sitio para uno, seordijo. Al or eso se apoder de m una especie de pnico y terror, y me acuerdo que gesticul torpemente con los brazos mientras gritaba: No, no! Pero en ese momento no viva en la hora que era entonces, sino en aquella hora que haba transcurrido haca un mes, cuando me asom a la ventana de tu dormitorio poco antes de amanecer. Tambin supe en ese momento que el agujero de mi cartn se haba colocado enfrente del agujero del cartn del mundo espiritual. Lo que haba visto all haba tenido algn significado que ahora se estaba realizando, un significado que estaba ms all de los acontecimientos triviales del hoy y el maana. Las Potencias de las que tan pocas cosas sabemos funcionaban de una manera visible delante de m. Y yo me qued all en la acera, agitado y tembloroso. Me encontraba enfrente de la oficina de correos de la esquina y exactamente cuando se march el autobs mi mirada se fij en el reloj del escaparate. No es necesario que te diga qu hora marcaba. Quizs no sea necesario que te cuente el resto, pues probablemente lo imaginars, ya que no habrs olvidado lo que sucedi en la esquina de Sloane Square a finales de julio durante el ltimo verano. El autobs, al salir de la parada, rode un furgn de mudanzas que tena delante. Bajaba en ese momento por King's Road un gran vehculo de motor a una peligrossima velocidad. Se estrell contra el autobs, metindose en l con la facilidad con la que una barrena se mete en un tablero. Se detuvo. Y sa es mi historia dijo. E.F. Benson (1867-1940)

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El cuento de la vieja niera. The old nurses story, Elizabeth Gaskell (1810-1865) Como sabis, queridos mos, vuestra madre era hurfana e hija nica; y asegurara que habis odo decir que vuestro abuelo fue clrigo de Westmoreland, de donde vengo yo. Era yo todava una nia de la escuela del pueblo cuando, un da, se present vuestro abuelo a preguntar a la maestra si habra all alguna alumna que pudiera servir de niera; y me sent extraordinariamente orgullosa, puedo asegurroslo, cuando la maestra me llam y dijo que yo cosa muy bien y era una muchacha formal y honrada, de padres muy bien considerados, aunque pobres. Me pareci que nada me gustara ms que entrar al servicio de aquella linda y joven seora que se sonrojaba tanto como lo estaba yo al hablar del nio que esperaba y de lo que yo tendra que hacer con l. Pero veo que esta parte de mi cuento no os interesa tanto como lo que pensis que viene despus, as que os lo contar en seguida. Fui tomada e instalada en la rectora antes de que naciera la seorita Rosamunda (que fue la niita que es ahora vuestra madre). A decir verdad, me daba poco que hacer cuando lleg, pues siempre estaba en brazos de su madre y dorma junto a ella toda la noche, y yo me senta muy orgullosa cuando mi seora me la confiaba. Ni antes ni despus ha habido un niito como ella, aunque todos vosotros habis sido preciosos; pero en dulzura y atractivo ninguno habis llegado a vuestra madre. Se pareca a su madre, que era una seora de verdad, cierta seorita Furnivall, nieta de lord Furnivall, de Northumberland. Creo que no haba tenido hermanos ni hermanas y se haba educado con la familia de milord hasta que se cas con vuestro abuelo, que no era ms que un vicario, hijo de un comerciante de Carlisle, pero el ms cumplido y discreto caballero que ha existido, y una persona que trabajaba honradamente y de 17

Relatos paranormales Antologa firme en su parroquia, que era muy extensa y estaba esparcida sobre los Pramos de Westmoreland. Cuando vuestra madre, la pequea Rosamunda, tena unos cuatro o cinco aos, sus adres murieron en quince das, uno tras otro. Ah, fue una poca triste! Mi linda y joven seora y yo esperbamos otro niito, cuando el seor regres de una de sus largas caminatas a caballo, mojado y cansado, con la enfermedad que le ocasion la muerte; y ella ya no volvi a levantar cabeza y no vivi ms que para ver a su hijito muerto y tenerlo sobre su pecho antes de morir tambin. Mi ama me pidi en su lecho de muerte que no abandonara nunca a la seorita Rosamunda; pero aunque no hubiera dicho ni una palabra, habra yo ido con la pequea hasta el fin del mundo. En seguida, antes de que se hubieran aplacado nuestros sollozos, llegaron los testamentarios y tutores a poner las cosas en orden. Eran stos, el primo de mi pobre ama, lord Furnivall y el seor Esthwaite, hermano de mi amo, comerciante en Manchester, no en tan buena posicin como lo estuvo despus y con mucha familia. Bien! No s si ellos lo acordaron entre s o si la cosa se debi a una carta que mi ama escribi a su primo en su lecho de muerte, pero lo cierto es que se acord que la seorita Rosamunda y yo nos fusemos a la casa solariega de los Furnivall, en Northumberland; y milord hablaba como si hubiera sido deseo de la madre que la nia viviera con su familia, y como si l no tuviera nada que objetar, pues una o dos personas ms no se notaran en una casa tan grande. As que aunque no era aqul el modo como a m me hubiera gustado que se pensase en mi alegre y precioso cariito (que era como un rayo de sol en cualquier familia, fuera lo grande que fuese), me complaca que las gentes de Dale se asombraran y se llenaran de admiracin al enterarse de que yo iba a ser la niera de mi amita en casa de lord Furnivall, en la casa solariega de los Furnivall. Pero me equivoqu al pensar que bamos a vivir con milord. Result que la familia haba abandonado la casa solariega haca cincuenta aos o ms. No o que hubiera vivido all mi pobre ama, a pesar de haberse educado en la familia, y ello me decepcion, porque me hubiera gustado que la seorita Rosamunda pasara la juventud donde su madre. El acompaante de milord, a quien hice tantas preguntas como me atrev, dijo que la casa solariega estaba al pie de los Pramos de Cumberland, y era magnfica; que all viva, solamente con algunos criados, cierta anciana seorita Furnivall, ta abuela de milord; pero que era un lugar muy saludable y que milord haba pensado que sera muy conveniente para la seorita Rosamunda por algunos aos, y que su estancia all tal vez servira de distraccin a su anciana ta. Milord me encarg que tuviera preparadas las cosas de la seorita Rosamunda para un da determinado. Era un hombre serio y altivo, segn es fama de todos los lores Furnivall, y no pronunciaba nunca ni una palabra ms de las necesarias. Se deca que haba estado enamorado de mi joven seora, pero que como ella saba que el padre de l se hubiera opuesto, nunca quiso hacerle caso y se cas con el seor Esthwaite; pero yo no estoy enterada. De todos modos permaneci soltero. Pero nunca se preocup mucho de la seorita Rosamunda, cosa que creo habra hecho, de haber tenido inters por su difunta madre. Nos mand a la casa solariega con su 18

Relatos paranormales Antologa acompaante, advirtindole que se le uniera en Newcastle aquella misma tarde; as que no tuvo este seor mucho tiempo para presentarnos a todos aquellos desconocidos antes de, a su vez, deshacerse de nosotras. Y all quedamos, pobrecitas solitarias! (yo no haba cumplido los dieciocho aos), en la gran casa solariega. Parece que llegamos ayer. Habamos abandonado muy temprano nuestra querida rectora y llorbamos ambas como si el corazn fuera a romprsenos, a pesar de viajar en el coche de milord, en el que tanto haba yo pensado. Y, ya entrada la tarde, en un da de septiembre, nos detuvimos para cambiar de caballos por ltima vez en una pequea ciudad llena de tratantes de carbn y mineros. La seorita Rosamunda se haba quedado dormida, pero el seor Henry me dijo que la despertara para que pudiera ver, al llegar, el parque y la casa solariega. Era una pena, pero yo hice lo que me peda por miedo a que se lo dijera a milord. Habamos dejado atrs todo vestigio de ciudad, e incluso de pueblo, y franqueado las puertas de un parque grande e inculto, no como los parques del Sur, sino con rocas, y ruido de agua de corriente, y rboles retorcidos, y viejos robles, todos blancos y descortezados por los aos. El camino suba durante dos millas, y luego vimos una casa grande e imponente, rodeada de muchos rboles, tan cerca en algunas partes, que las ramas araaban las paredes cuando soplaba el viento, y algunas colgaban tronchadas, pues nadie pareca ocuparse mucho de aquel lugar, podndolos y teniendo en condiciones el camino de coches cubierto de musgo. Slo delante de la casa estaba despejado. En el gran paseo no haba ni una hierba, y ni un rbol ni una enredadera crecan sobre la larga fachada cubierta de ventanas. A cada lado sala un ala, remate a su vez de otra fachada, pues la casa, aunque tan desolada, era todava mayor de lo que yo haba esperado. Tras ella se elevaban los Pramos, interminables y desnudos. Y a mano izquierda de la casa estando de frente a ella, haba un jardincito anticuado, segn descubr despus, y al cual daba una puerta de la fachada occidental. El lugar haba sido limpio del tupido boscaje por alguna antigua lady Furnivall, pero las ramas de los grandes rboles incultos haban vuelto a crecer ensombrecindolo, y haba muy pocas flores que vivieran all entonces. Cuando llegamos a la gran entrada principal y entramos en el vestbulo, cre perderme; tan espacioso, amplio e imponente era. Una lmpara toda de bronce colgaba en medio del techo; y yo, que jams haba visto otra, la mir con asombro. Luego, a un lado del vestbulo, haba una gran chimenea, tan grande como todo el costado de una casa en mi tierra, con macizos morillos para sostener la lea, y junto a ella se hallaban colocados pesados sofs pasados de moda. Al otro extremo del vestbulo, a la izquierda segn se entraba, en el lado de poniente, haba un rgano construido en el muro y tan grande que lo llenaba casi entero. Detrs de l, al mismo lado, haba una puerta, y enfrente, a ambos lados de la chimenea, otras puertas se abran a la parte este, pero nunca las cruc mientras estuve en la casa y no puedo deciros lo que haba detrs. Mora la tarde, y el vestbulo, en el que no haba luces, apareca oscuro y sombro. Pero no nos detuvimos all ni un momento. El viejo criado que nos haba abierto hizo una inclinacin de cabeza al seor Henry y nos condujo a travs de la puerta que haba al otro extremo del rgano, hacindonos atravesar 19

Relatos paranormales Antologa varios pequeos vestbulos y pasillos hasta llegar a la sala occidental, en la que, se hallaba la seorita Furnivall. La seorita Rosamunda se agarraba a m con fuerza, como sintindose asustada y perdida en aquel lugar tan grande, y en cuanto a m, no estaba mucho mejor. La sala de medioda tena un aspecto muy acogedor, con su buen fuego, y agradablemente amueblada. La seorita Furnivall era una seora vieja, de cerca de ochenta aos, segn me pareci, aunque no lo s. Era delgada y alta y tena la cara tan llena de finas arrugas como si se las hubieran dibujado a punta de aguja. Tena unos ojos vigilantes, para compensar, supongo, el ser tan sorda que se vea obligada a usar trompetilla. Sentada a su lado, trabajando en el mismo gran tapiz, estaba la seora Stark, su doncella y acompaante, casi tan vieja como ella. Haba vivido con la seorita Furnivall desde que ambas eran muy jvenes y por entonces ms pareca amiga que criada; tena un aspecto tan fro, duro e insensible como si nunca hubiera querido ni sentido afecto por nadie, excepto su ama, y debido a la gran sordera de esta ltima, la seora Stark la trataba en cierto modo como si fuera una nia. El seor Henry trasmiti algn recado de parte de milord y luego nos dijo adis a todos (sin hacer caso de la manecita extendida de mi dulce seorita Rosamunda) y all nos dej, en pie, con las dos ancianas mirndonos a travs de sus anteojos. Me alegr cuando llamaron al viejo lacayo que nos haba abierto y le dijeron que nos condujera a nuestras habitaciones. Salimos, pues, de aquella gran sala y entramos en otra, y salimos tambin de aquella y pasamos un gran tramo de escaleras y recorrimos una amplia galera (que era una especie de biblioteca, pues tena a un lado libros y al otro ventanas y pupitres), hasta que llegamos a nuestras habitaciones, que por suerte supe que estaban justamente sobre las cocinas, pues empezaba a pensar que me perdera en aquel desierto de casa. Era un antiguo cuarto de nios que haba sido utilizado por todos los pequeos lores y ladies haca mucho, con un agradable fuego encendido, la marmita hirviendo sobre l y la mesa puesta para el t. Y aparte de aquella habitacin, estaba el cuarto de dormir de los nios, con una camita para la seorita Rosamunda junto a mi cama. Y el viejo Santiago llam a Dorotea, su mujer, para que nos diera la bienvenida, y tanto l como ella se mostraron tan hospitalarios y cariosos que, poco a poco, la seorita Rosamunda y yo fuimos sintindonos como en casa, y despus del t estaba ella sentada sobre las rodillas de Dorotea y parloteando, todo lo aprisa de que su lengecita era capaz. Pronto me enter de que Dorotea era de Westmoreland, y eso nos uni como si dijramos; y no pido tratar gente ms cariosa que lo eran el viejo Santiago y su mujer. Santiago haba pasado casi toda su vida con la familia de milord y le pareca lo ms ilustre del mundo; hasta miraba un poco por encima del hombro a su mujer porque antes de casarse no haba vivido ms que en una familia de granjeros. Pero la quera como era debido. Bajo ellos haba una criada que haca todo el trabajo duro; se llamaba Ins. Y ella y yo, Santiago y Dorotea, la seorita Furnivall y la seora Stark constituamos toda la familia... sin olvidar nunca a mi dulce seorita Rosamunda!

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Relatos paranormales Antologa Me preguntaba muchas veces que haran antes de que la nia llegara all, tanto se preocupaban ahora de ella. En la cocina o en la sala, era igual. La severa seorita Furnivall y la fra seora Stark parecan complacidas cuando ella apareca, revoloteando como un pjaro, jugando y enredando de ac para all, con un murmullo continuo y un lindo y alegre parloteo. Estoy segura de que muchas veces, cuando se marchaba a la cocina, se sentan contrariadas, pero eran demasiado orgullosas para pedirle que se quedase con ellas, y les resultaba un poco chocante aquel gusto de la nia; aunque a decir verdad, opinaba la seora Stark, no era de maravillar recordando de qu gente vena el padre de la pequea. Aquella enorme y vieja casa era un gran lugar de exploracin para la pequea seorita Rosamunda. Haca expediciones por todas partes, llevndome a sus talones; por todas, excepto el ala de medioda, que nunca estaba abierta y el ir a la cual no se nos pasaba por la imaginacin. Pero en las zonas norte y poniente haba muchos aposentos agradables, llenos de cosas extraordinarias para nosotras, aunque no lo resultasen a las gentes que hubieran visto ms. Las ventanas estaban ensombrecidas por las ramas de los rboles que las rozaban y por la hiedra que las haba cubierto, pero en la verde oscuridad podamos distinguir antiguos jarrones de porcelana, cajas de marfil tallado, grandes y pesados libros y, sobre todo, los antiguos retratos! Me acuerdo que una vez mi nia quiso que Dorotea fuera con nosotras a decirnos quines eran todos, pues todos eran retratos de personas de la familia de milord, aunque Dorotea no poda decirnos sus nombres. Habamos recorrido casi todas las habitaciones cuando llegamos a un antiguo saln situado sobre el vestbulo en el que haba un retrato de la seorita Furnivall o, como por entonces la llamaban, la seorita Gracia, pues era la hermana menor. Debi ser una belleza!, pero tena una mirada tan rgida y orgullosa y tal desprecio pintado en los ojos, con las cejas un poco levantadas, que pareca como si preguntara quin cometera la impertinencia de atreverte a mirarla, y frunca los labios cuando la contemplbamos. Llevaba un truje enteramente nuevo para m, pues era segn la moda de cuando ella era joven: un sombrero blanco y suave, como de fieltro, un poco inclinado sobre las sienes, con un hermoso penacho de plumas a un lado, y un traje de ruso azul que se abra por delante sobre mi pechero blanco. Vaya! dije luego de mirarla hasta hurtarme. No hay nada como la juventud, segn dicen, pero quin que la viera ahora pensara que la seorita Furnivall ha sido una belleza tan declarada? S dijo Dorotea. Las personas cambian tristemente. Pero si es verdad lo que el padre de mi seora sola decirnos, la seorita Furnivall, la hermana mayor, era ms hermosa que la seorita Gracia. Su retrato est por ah, en alguna parte, pero si te lo enseo no has de decrselo nunca a nadie, ni siquiera a Santiago. Crees que la seorita sabr callarse? Yo no estaba muy segura de ello, tratndose de una nia tan dulce, decidida y franca, as que la hice esconderse y luego ayud u Dorotea a dar la vuelta a un gran cuadro que estaba de cara a la pared, y no colgado como os otros. A decir verdad, ganaba en belleza a la seorita Gracia, y me pareci que la ganaba tambin en altivo orgullo, aunque en este punto resultara difcil decidirse. 21

Relatos paranormales Antologa Hubiera estado contemplndola durante una hora, pero Dorotea pareca medio asustada por haberme enseado el retrato y volvi a darle la vuelta apresuradamente, y me hizo ir corriendo en busca de la seorita Rosamunda, pues haba en la casa algunos sitios desagradables a los que no quera que fuese la nia. Yo era una muchacha valiente y animosa y me importaba poco lo que la vieja deca, pues me gustaba jugar al escondite tanto como a cualquier nio de la parroquia; corr, pues, en busca de mi pequea. Al acercarse el invierno y acortarse los das me pareca or cierto ruido, como si alguien tocara el rgano en el vestbulo. No lo oa todas las tardes, pero desde luego sonaba muy a menudo mientras yo estaba con la seorita Rosamunda, quieta y silenciosa en su dormitorio despus de haberla acostado. Luego sola orlo a lo lejos, rugiendo y aumentando. La primera noche, cuando baj a cenar, pregunt a Dorotea quin haba estado tocando, y Santiago dijo brevemente que yo era una tonta tomando por msica el viento que suspiraba entre los rboles; pero vi que Dorotea le miraba muy asustada y que Bessy, la pincha, deca algo para sus adentros y se pona muy plida. Me di cuenta de que no les haba gustado mi pregunta, as que me call esperando coger sola a Dorotea, que era cuando saba que poda sonsacarle. As que al da siguiente estuve al cuidado e insist para que me dijera quin tocaba el rgano, pues saba muy bien que era el rgano y no el viento, aunque me haba callado en presencia de Santiago; pero asegurara que Dorotea estaba aleccionada, y no pude sacarle ni una palabra. Entonces prob con Bessy, aunque siempre me haba considerado por encima de ella, pues yo era una igual de Santiago y Dorotea y ella poco ms que su criada. As que me dijo que no deba decirlo nunca, y que si lo deca no tena que declarar nunca que haba sido ella quien me lo haba comunicado, pero que era un ruido muy extrao y que ella lo haba odo muchas veces, aunque casi todas en noches invernales y antes de haber tormenta, y que decan las gentes que se trataba del viejo lord que tocaba el gran rgano del vestbulo, como sola hacer en vida. Pero quin fuese el viejo lord o qu tocaba, o por qu lo tocaba precisamente en vspera de tormenta invernal, no pudo o no quiso decrmelo. Bien! Como ya os he dicho, yo tena un corazn animoso y me pareci que resultaba muy agradable or resonar por la casa aquella msica, la tocase quien la tocase; pues tan pronto se elevaba sobre las fuertes rfagas de viento, lamentndose o triunfal, exactamente igual que un ser viviente, como caa en un silencio casi absoluto; slo que se trataba siempre de msica y melodas, as que era una tontera decir que era el viento. Al principio pens que la que tocaba fuera tal vez la seorita Furnivall sin que lo supiese Bessy. Pero un da, estando yo misma en el vestbulo, abr el rgano y mir en su interior y todo alrededor, como hice una vez en el rgano de la iglesia de Crosthwaite, y vi que por dentro estaba todo roto y estropeado a pesar de tener un aspecto tan lucido y hermoso. Y entonces, aunque era de da, sent cierto hormiguillo y lo cerr, echando a correr a toda prisa hacia mi alegre cuarto de nios; y durante algn tiempo despus de esto no me gust escuchar la msica, ni ms ni menos que como les pasaba a Santiago y Dorotea. Mientras tanto, la seorita Rosamunda se iba haciendo querer ms y ms. Las viejas seoras deseaban que 22

Relatos paranormales Antologa cenara temprano con ellas; Santiago permaneca en pie detrs de la silla de la seorita Furnivall y yo detrs de la seorita Rosamunda, con toda etiqueta; y, despus de cenar, la nia jugaba en un rincn de la gran sala, silenciosa como un ratn, mientras la seorita Furnivall se dorma y yo cenaba en la cocina. Pero se pona muy contenta cuando volva conmigo al cuarto de los nios, pues, segn deca, la seorita Furnivall era tan triste y la seora Stark tan aburrida... Pero ella y yo ramos bien alegres y poco a poco me acostumbr a no preocuparme por aquella msica sobrenatural que no haca mal a nadie y que no sabamos de dnde vena. Aquel invierno fue muy fro. A mediados de octubre empezaron las heladas y duraron muchas, muchas semanas. Recuerdo que un da, durante la cena, la seorita Furnivall levant sus tristes y cargados ojos y dijo a la seora Stark de una manera extraamente significativa: Me temo que vamos a tener un invierno terrible. Pero la seora Stark hizo como que no oa y se puso a hablar muy fuerte de otra cosa. A mi seorita y a m no nos importaban las heladas, nada de eso! Mientras el tiempo se mantuvo seco subamos las pendientes que haba detrs de la casa y recorramos los Pramos, que eran muy yermos y pelados, corriendo bajo el aire fresco y cortante, y una vez bajamos por una nueva senda que nos llev ms all de los dos viejos acebos nudosos que crecan a mitad de camino de la ciudad polla parte de saliente de la casa.

Pero los das se acortaban ms y ms y el viejo lord, si era l, tocaba el gran rgano cada vez ms frentica y tristemente. Un domingo por la tarde (debi ser a fines de noviembre) ped a Dorotea que se encargara del cuidado de la seorita cuando saliera de la sala despus que la seorita Furnivall hubiera echado su sueecito, pues haca demasiado fro para llevarla conmigo a la iglesia y, sin embargo, no quera yo dejar de ir. Y Dorotea lo prometi con mucho gusto y quera tanto a la nia que todo pareca marchar bien, y Bessy y yo nos pusimos en camino muy aprisa, aunque el cielo se cerna opresivo y cargado sobre la blanca tierra, como si la noche no acabara de alejarse, y el aire, aunque sosegado, era muy cortante y afilado. Tendremos una nevada me dijo Bessy. Y efectivamente, aun estbamos en la iglesia cuando empez a nevar espesamente, en grandes copos, tan espesamente, que casi se oscurecan las ventanas. Dej de nevar antes de que saliramos, pero la nieve se extenda, blanda, espesa y profunda bajo nuestros pies mientras nos encaminbamos a casa. Antes de entrar en el vestbulo sali la luna y me parece que estaba entonces ms claro (en parle por la luna y en parte por la blanca y deslumbradora nieve) que cuando partimos para la iglesia entre las dos y las tres. No os he dicho que la seorita Furnivall y la seora Stark no iban nunca a la iglesia; pareca como si el domingo se les hiciera muy largo, por no estar ocupadas con su tapiz. As que cuando fui a la cocina a reunirme con Dorotea pensando recoger a la seorita Rosamunda y subirla conmigo, no me sorprendi que me dijera que las seoras haban retenido a la nia y que sta no haba ido a la cocina, como yo le tena dicho que 23

Relatos paranormales Antologa hiciera cuando se cansase de portarse bien en la sala. As que me quit mis cosas y fui a buscarla para llevarla a cenar a su cuarto. Pero cuando llegu a la sala, all estaban sentadas las dos seoras, muy calladas y quietas, diciendo una palabra de cuando en cuando, pero con el aspecto de que una cosa tan esplendorosa y alegre como la seorita Rosamunda no hubiera pasado nunca junto a ellas. Cre que estara escondida (era uno de sus juegos) y que las habra convencido para que hicieran como que no saban nada, as me dirig paso a paso a mirar debajo de este sof y detrs de aquella silla, haciendo como si me asustara mucho al no encontrarla. Qu pasa, Ester? me dijo con aspereza la seora Stark. No s si la seorita Furnivall me habra visto, pues segn os he dicho, estaba muy sorda, y se hallaba sentada inmvil contemplando ociosamente el fuego con desesperanzado rostro. Estoy buscando a mi pequeita Rosy Posy contest siguiendo en la idea de que la nia estaba all y cerca de m, aunque yo no la viera. La seorita Rosamunda no est aqu dijo la seora Stark. Se march, hace ms de una hora, en busca de Dorotea. Y tambin ella se dio la vuelta y se puso a mirar al fuego. El corazn me dio un salto al or aquello y empec a desear no haber abandonado nunca a mi cielito. Volv junto a Dorotea y se lo dije. Santiago haba ido a pasar el da fuera, pero ella, Bessy y yo, cogimos luces y fuimos primero al cuarto de los nios, y luego recorrimos la inmensa casa, llamando y suplicando a la seorita Rosamunda que saliera de su escondite y no nos asustara mortalmente de aquel modo, pero no se oy contestacin alguna, no se oy nada. Oh! dije yo al fin. Se habr ido al ala del medioda y estar escondida all? Pero Dorotea asegur que no era posible, que ni ella misma haba estado all nunca, que las puertas estaban siempre con cerrojo y que, segn crea, el lacayo de milord tena las llaves; que fuera lo que fuera, ni ella, ni Santiago las haban visto nunca. As que yo dije que volvera a ver si despus de lodo estaba escondida en la sala sin que las viejas seoras lo supiesen, y que si la encontraba all le dara unos azotes por el susto que me haba proporcionado; pero no pensaba hacerlo en absoluto. Bien; volv a la sala de poniente y dije a la seora Stark que no la encontrbamos por ninguna parte y le ped que me dejara mirar all, pues iba ya pensando que poda haberse quedado dormida en algn escondido rincn caliente. Pero nada! Miramos (y la seorita Furnivall se levant y se puso a buscar, temblando toda), y no apareci en ningn sitio. Luego salimos otra vez todos los de la casa y miramos en todos los sitios en que habamos buscado untes, pero no la encontramos. La seorita Furnivall tiritaba y temblaba de tal modo, que la seora Stark la volvi a llevar a la sala; pero no sin haberme hecho prometer que le llevara a la nia cuando la encontrramos. Ay de m! Empezaba a pensar que no la encontraramos nunca, cuando se me ocurri mirar en el gran patio delantero, que estaba enteramente cubierto de nieve. Me asom desde el piso de arriba, pero haca una noche de luna

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Relatos paranormales Antologa tan clara, que pude ver, bien distintamente, dos pequeas huellas de pisadas que se seguan desde la puerta del vestbulo hasta dar la vuelta a la esquina del ala oriental. No s ni cmo baj, pero abr a empujones la grande y pesada puerta y, cubrindome la cabeza con la falda del traje, ech a correr. Di la vuelta a la esquina de medioda, y al llegar all, una gran sombra caa sobre la nieve; pero cuando sal otra vez a la luz de la luna, volv a ver las pequeas huellas que suban, suban a los Pramos. Haca un fro terrible, tan terrible, que el aire casi me despellejaba la cara segn iba corriendo; pero yo corra pensando lo acabada y amedrentada que estara mi pobre cielito. Ya distingua los acebos, cuando vi a un pastor que descenda de la colina, llevando algo en los brazos. Me dio voces, preguntndome si haba perdido una nia, y mientras el llanto me impeda hablar, pude ver a mi niita chiquita que yaca en sus brazos, inmvil, blanca y rgida, como si estuviera muerta. Me dijo que haba subido a los Pramos para recoger sus ovejas antes de que llegara el gran fro nocturno, y que bajo los acebos (negras marcas en la ladera, desprovista de todo matojo en varias millas a la redonda), haba encontrado a mi seorita, mi corderino, rgida y fra en el terrible sueo producido por la helada. Ah, la alegra y las lgrimas de tenerla en mis brazos de nuevo! Pues no le dej que la llevara, sino que la cog en mis propios brazos, sostenindola junto al calor de mi pecho y mi cuello, y sent que la vida volva lentamente a sus dulces miembrecitos. Pero an estaba insensible cuando llegu al vestbulo y yo me hallaba sin alientos para hablar. Entramos por la puerta de la cocina. Traed el calentador dije. Y sub con ella y empec a desnudarla en el cuarto de los nios, junto al fuego que Bessy haba mantenido encendido. Llam a mi corderillo con todos los nombres cariosos y juguetones que se me ocurrieron,, todava con los ojos llenos de lgrimas. Y al fin, oh, al fin!, abri sus grandes ojos azules. Entonces la met en su cama calentita y envi a Dorotea a decir a la seorita Furnivall que todo marchaba bien, decidida a permanecer toda la noche junto a la cama de mi corazoncito. En cuanto su preciosa cabeza toc la almohada, cay en un sueo apacible y yo estuve velndola hasta que se hizo de da, y entonces se despert resplandeciente y despejada, segn cre entonces... y, queridos mos, segn creo ahora. Dijo que haba pensado que le apeteca irse con Dorotea, pues las dos seoras se haban dormido y se estaba muy aburrida en la sala, y que cuando pasaba por el pequeo vestbulo de poniente, vio cmo caa la nieve a travs de la alta ventana, cmo caa blandamente y sin interrupcin, pero que queriendo ver lo bonita y blanca que estara en el suelo, se dirigi al gran vestbulo y all, acercndose a la ventana, pudo contemplarla sobre el paseo, suave y brillante, y que estando en esto, vio una nia ms pequea que ella, pero tan linda!, deca mi cielito, y aquella nia me hizo seas para que saliera, y oh!, era tan linda y tan dulce que no me quedaba ms remedio que ir. Y que luego aquella otra nia la haba cogido de la mano y, una junto a otra, haban dado la vuelta a la esquina de medioda. Bueno, eres una nia mala que est contando cuentos dije. Qu dira tu buena mam, que est en el cielo y no dijo una mentira en su vida, qu dira a su pequea Rosamunda si la oyera, y de seguro que la oye!, contar cuentos? 25

Relatos paranormales Antologa Pero Ester solloz mi nia, te digo la verdad! De verdad que s! No me digas! contest muy enfadada. He seguido tus huellas en la nieve y no se vean ms que las tuyas, y si hubiera habido una nia que hubiera subido la colina de tu mano, no crees que sus pisadas estaran con las tuyas? Yo no tengo la culpa de que no estn querida Ester dijo ella llorando. Nunca mir a sus pies; pero ella sostena mi mano en su manita, fuerte y apretada, y haca mucho, mucho fro. Me llev hacia arriba, por el camino de los Pramos, hasta los acebos, y all encontr a una seora llorando y lamentndose, pero cuando me vio dej de llorar y sonri con mucho orgullo y majestad y me puso sobre sus rodillas y empez a arrullarme para que me durmiera. Y esto es todo, Ester, pero es verdad y mi querida mam lo sabe! aadi llorando. As que pens que la nia tendra fiebre e hice como que la crea y ella volvi a repetir su historia una y otra vez, y siempre igual. Finalmente, Dorotea llam a la puerta con el desayuno de la seorita Rosamunda, y me dijo que las viejas seoras estaban abajo, en el comedor, y que queran hablarme. Ambas haban estado en el dormitorio de la nia la noche anterior, pero cuando la seorita Rosamunda estaba ya dormida, as que no haban hecho ms que mirarla sin preguntarme nada. Me espera una reprimenda pens mientras recorra la galera del Norte. Y, sin embargo me dije envalentonndome, la dej a su cuidado y son ellas las que merecen que se les reproche por haberla dejado escabullirse desapercibida y sin vigilancia. As que llegu valientemente y cont mi historia. Se la cont toda a la seorita Furnivall, gritndosela al odo; pero cuando habl de la otra nia que haba en la nieve y que engatus a la nuestra para llevarla junto a la majestuosa y bella seora que estaba bajo el acebo, levant los brazos, sus viejos y plidos brazos, y grit en voz alta: Perdonad, cielos! Tened misericordia! La seora Stark la cogi (me pareci que con bastante rudeza), pero ella se desasi y se dirigi a m con una autoridad frentica y amonestadora: Ester, aprtala de esa nia! La llevar a la muerte! Malvada nia! Dile que es una nia mala y perversa. Luego la seora Stark me sac apresuradamente de la habitacin, de la que verdaderamente sal con mucho gusto. Pero la seorita Furnivall segua gritando: Misericordia! No perdonars nunca? Hace muchos aos! Despus de aquello me senta muy a disgusto. No me atreva a dejar nunca a la seorita Rosamunda, ni de noche ni de da, temiendo que volviera a encaparse Iras alguna visin, y con ms motivo porque me pareci haber descubierto que la seorita Furnivall estaba loca y tema que algo parecido (que poda ser cosa de familia) pudiera suceder a mi cielito. Y mientras tanto, el fro no amainaba y cada vez que la noche era desusadamente tormentosa, entre las rfagas y a travs del viento oamos al viejo lord que tocaba el rgano. Pero viejo lord o no, donde iba la seorita 26

Relatos paranormales Antologa Rosamunda, iba yo detrs, pues mi cario por ella, preciosa hurfana sin amparo, era ms fuerte que el miedo que me inspiraba el imponente y terrible sonido. Adems a m me tocaba procurar que ella estuviera alegre y contenta, como corresponda a su edad, as que jugbamos juntas y juntas vagbamos de ac para all y por todas partes, no atrevindome a perderla de vista en aquella casa enorme. Y sucedi que una tarde, poco antes de Navidad, jugbamos juntas en la mesa de billar del gran vestbulo (no porque supiramos jugar, sino porque a ella le gustaba echar a rodar las pulidas bolas de marfil con sus lindas manos y a mi me gustaba hacer lo que haca ella) y pronto, sin que nos diramos cuenta, nos quedamos a oscuras dentro de casa, aunque todava haba claridad en el exterior, y estaba yo pensando en llevrmela a su cuarto cuando de repente grit: Mira, Ester, mira! Ah fuera, sobre la nieve, est mi pobre niita. Me volv hacia las altas y estrechas ventanas y all, con toda certeza, vi una nia ms pequea que la seorita Rosamunda, vestida de la manera menos a propsito para estar a la intemperie en una noche tan cruda, llorando y golpeando los cristales de la ventana, como si quisiera que la abrieran. Pareca gemir y lamentarse y cuando la seorita Rosamunda, no pudiendo resistir ms, se precipit sobre la puerta para abrirla, he aqu que, de repente, justo encima de nosotras, son el rgano con un estruendo tan fuerte y atronador, que me hizo temblar toda; y ms an cuando me di cuenta de que, incluso en el silencio de aquel fro invierno, no haba odo ruido alguno de manos que golpeasen los cristales de la ventana, a pesar de que la nia-fantasma pareca hacerlo con todas sus fuerzas, y que aunque la haba visto llorar y quejarse, ni el ms ligero sonido haba llegado a mis odos. Si en aquel preciso momento me di cuenta de todo aquello no lo s el sonido del gran rgano me tena aturdida de terror, pero lo que s s es que cog a la seorita Rosamunda antes de que abriera la puerta del vestbulo y, sujetndola fuertemente, me la llev pataleando y chillando a la cocina grande y clara, donde Dorotea e Ins cataban ocupadas haciendo pasteles rellenos. Qu tiene mi vidita? exclam Dorotea cuando entr llevando a la seorita Rosamunda, que gema como si el corazn fuera a romprsele. No me ha querido dejar abrir la puerta para que entrase la niita, y se morir si est fuera, en los Pramos, toda la noche. Eres mala y cruel, Ester! dijo pegndome. Pero poda haber pegado ms fuerte, porque yo haba sorprendido en los ojos de Dorotea una mirada de terror sobrenatural, que me hel la sangre. Cierra inmediatamente la puerta trasera de la cocina y echa bien el cerrojo! dijo a Ins. No dijo ms. Me dio pasas y almendras para calmar a la seorita Rosamunda, pero ella segua llorando, pensando en la nia que estaba en la nieve, y no quiso tocar ninguna de aquellas buenas cosas. Me alegr cuando se qued dormida en la cama, a fuerza de llorar. Luego me escabull a la cocina y comuniqu a Dorotea que haba tomado una decisin: me llevara a mi cielito a casa de mi 27

Relatos paranormales Antologa padre a Applethwaite, donde, aunque humildemente, vivamos en paz. Dije que ya haba pasado bastante miedo con el ruido del rgano del viejo lord, pero que despus de haber visto con mis propios ojos a aquella niita que se quejaba, vestida como no poda estarlo ninguna nia de la vecindad, dando golpes para que la abrieran y sin que pudiera orse el menor ruido, con una oscura herida en el hombro derecho, y de que la seorita Rosamunda haba vuelto a tener noticias del fantasma que casi la haba arrastrado a la muerte (cosa que Dorotea saba que era verdad), no aguantara ms. Vi que Dorotea cambiaba de color una o dos veces. Cuando acab, me dijo que no crea que pudiera llevarme conmigo a la seorita Rosamunda, pues era pupila de milord y yo no tena derechos sobre ella, y me pregunt si iba a abandonar a la nia que tanto quera slo por unos ruidos y apariciones que no podan hacerme dao y a los que todos haban ido acostumbrndose. Yo estaba emberrenchinada y trmula y contest que ella poda decir todo aquello porque saba qu significaban todas aquellas apariciones y ruidos, y tal vez haba tenido algo que ver con la nia-espectro mientras vivi. Y tanto la llen de improperios, que acab contndomelo todo. Y entonces dese que no lo hubiera hecho, pues slo sirvi para dejarme ms atemorizada que nunca. Dijo que haba odo contar aquella historia a varios vecinos viejos que vivan cuando ella se cas, cuando las gentes iban algunas veces al vestbulo, antes de que adquiriera tan mala fama en el pas, y que poda o no poda ser verdad lo que la haban contado. El viejo lord fue el padre de la seorita Furnivall la seorita Gracia, la llamaba Dorotea, pues la mayor era la seorita Maude y seorita Furnivall por derecho. El viejo lord rebosaba orgullo, jams se haba visto un hombre tan orgulloso. Y sus hijas se le parecan. No haba hombre digno de casarse con ellas, y eso que tenan dnde escoger, pues en su tiempo fueron notables bellezas, segn poda verse por sus retratos mientras estuvieron colgados en la sala. Pero como dice el antiguo proverbio, Dios abate al orgulloso, y aquellas dos bellezas altaneras se enamoraron del mismo hombre, y l no era ms que un msico extranjero que su padre haba trado de Londres para que tocase en la casa solariega. Pues sobre todas las cosas, despus de su orgullo, lo que ms amaba el viejo lord era la msica. Saba tocar casi todos los instrumentos conocidos y, aunque parezca extrao, esto no le suavizaba el carcter, sino que era un viejo cruel y duro, que, segn decan, haba destrozado el corazn de su pobre esposa. La msica le volva loco y daba por ella lo que le pidieran. Y as fue como hizo venir a aquel extranjero cuya msica era tan bella que, segn decan, hasta los pjaros suspendan sus cantos en los rboles para escucharle. Y poco a poco aquel msico extranjero alcanz tal ascendiente sobre el viejo lord, que ste lleg a no poder prescindir de que le visitara todos los aos, y fue l quien hizo traer de Holanda el gran rgano y colocarlo en el vestbulo, donde ahora est. Ense al viejo lord a tocarlo; pero muchas, muchsimas veces, mientras lord Furnivall no pensaba ms que en su maravilloso rgano y en su an ms maravillosa msica, el moreno extranjero paseaba por los bosques con una de las jvenes: unas veces con la seorita Maude, otras con la seorita Gracia.

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Relatos paranormales Antologa Venci la seorita Maude y se llev el premio; y l y ella se casaron en secreto y antes de que l repitiera su visita anual, ella haba dado a luz una nia en una granja de los Pramos, mientras su padre y la seorita Gracia la crean en las carreras de Doncaster. Pero, aunque esposa y madre, no se dulcific lo ms mnimo, sino que sigui tan altiva y violenta como siempre; o tal vez ms, pues tena celos de la seorita Gracia, a la que su extranjero esposo haca la corte... para cegarla, segn deca l a su esposa. Pero la seorita Gracia triunf sobre la seorita Maude, y la seorita Maude se volvi cada vez ms spera, tanto para con su esposo como para con su hermana, y el primero, que poda sacudirse fcilmente de lo que le desagradaba e irse a ocultar al extranjero, se march aquel verano un mes antes de lo acostumbrado y medio amenaz con que no volvera ms. Mientras tanto, la nia qued en la granja y su madre acostumbraba a hacerse ensillar el caballo y galopar desesperadamente sobre las colinas para verla, al menos una vez por semana, pues cuando quera, quera, y cuando odiaba, odiaba. Y el viejo lord segua tocando y tocando el rgano y los criados crean que la dulce msica que tocaba haba amansado su terrible carcter, del cual (deca Dorotea) se podan contar historias terribles. Adems se puso achacoso y tuvo que usar una muleta. Y su hijo, es decir, el padre del actual lord Furnivall, estaba en Amrica sirviendo en el ejrcito, y el otro hijo estaba en el mar, as que la seorita Maude poda hacer lo que quera, y ella y la seorita Gracia eran cada vez ms fras y ms hostiles una para la otra, hasta que acabaron por no hablarse ms que cuando el viejo estaba presente. El msico extranjero volvi al verano siguiente, pero fue por ltima vez, pues tal vida le hicieron llevar con sus celos y pasiones que se cans y se march y no volvi a saberse de l. Y la seorita Maude, que siempre haba tenido intencin de dar a conocer su matrimonio a la muerte de su padre, qued entonces abandonada, sin que nadie supiera que se haba casado, con una hija que no se atreva a reconocer, aunque la amaba con locura, y viviendo con un padre que tema y una hermana que odiaba. Cuando pas el verano siguiente y el moreno extranjero no se present, tanto la seorita Maude como la seorita Gracia se pusieron sombras y tristes; estaban ojerosas, pero ms hermosas que nunca. Luego, poco a poco, la seorita Maude fue alegrndose, pues su padre estaba cada vez ms achacoso y ms ensimismado en su msica, y ella y la seorita Gracia vivan casi aparte, en habitaciones separadas, una en la parte de poniente y otra, la seorita Maude, en la de medioda, precisamente en las habitaciones que ahora estn cerradas. As que pens que poda tener a su hija consigo y que nadie necesitaba saberlo ms que aquellos que no se atreveran a hablar de ello y se veran obligados a creer que se trataba, como ella deca, de una nia de un campesino a la que haba tomado aficin. Todo esto, deca Dorotea, se saba muy bien. Pero lo que pas despus nadie lo saba, excepto la seorita Gracia y la seora Stark, que era entonces su doncella y mucho ms amiga suya que su hermana lo haba sido nunca. Pero los criados suponan, por palabras sueltas, que la seorita Maude haba derrotado a la seorita Gracia dicindole que, mientras el moreno extranjero se haba estado burlando de ella fingiendo amarla, haba sido su propio esposo. A partir de aquel da, 29

Relatos paranormales Antologa el color se retir para siempre de las mejillas y los labios de la seorita Gracia y se le oy decir muchas veces que, tarde o temprano, le llegara la venganza. Y la seora Stark estaba siempre espiando las habitaciones del medioda. Una noche pavorosa, justamente pasado Ao Nuevo, mientras la nieve se extenda en una capa espesa y profunda y los copos seguan cayendo como para cegar a cualquiera que estuviera fuera de casa, se oy un ruido grande y violento y, sobre l, la voz del viejo lord que maldeca y juraba de una manera espantosa, y el llanto de una nia, y el orgulloso reto de una mujer furiosa, y el ruido de un golpe, y un silencio de muerte, y gemidos y lamentos que moran en la ladera de la colina. Luego, el viejo lord reuni a todos sus criados y les dijo, con terribles juramentos, que su hija se haba deshonrado y que la haba echado de casa y que as no entraran nunca en el cielo si le facilitaban ayuda o comida o abrigo. Y mientras tanto la seorita Gracia estuvo en pie a su lado, plida y silenciosa como el mrmol; y cuando l acab, exhal un gran suspiro, como significando que haba dado cima a su obra y alcanzado su fin. Pero el viejo lord no volvi a tocar el rgano y muri en aquel ao; y no es de maravillar!, pues en la maana que sigui a aquella noche feroz y espantosa, los pastores, al bajar la ladera de los Pramos, encontraron a la seorita Maude, perdida la razn y sonriendo, sentada bajo los acebos, acariciando a una nia muerta que tena en el hombro derecho una seal terrible. Pero no fue el golpe lo que la mat dijo Dorotea. Fueron la helada y el fro. Todos los animales del monte estaban en su agujero y todas las bestias en su aprisco, mientras la nia y su madre fueron arrojadas a vagar por los Pramos! Y ya lo sabes todo! y me pregunt si tena menos miedo ahora. Tena ms miedo que nunca, pero dije que no. Dese hallarme con la seorita Rosamunda lejos para siempre de aquella horrible casa, pero ni quera dejarla ni me atreva a llevrmela, ahora que cmo la cuidaba y vigilaba! Echbamos los cerrojos a las puertas y cerrbamos las contraventanas una hora o ms antes de oscurecer, prefirindolo a dejarlas abiertas cinco minutos demasiado tarde. Pero mi seorita segua oyendo llorar y lamentarse a la nia sobrenatural, y por ms que hacamos y le decamos, no podamos hacerla desistir en su deseo de abrir para protegerla contra el cruel viento y contra la nieve. Mientras tanto, me mantena todo lo alejada que poda de la seorita Furnivall y la seora Stark, pues les tena miedo... saba que no podan tener nada bueno, con aquellos rostros macilentos y severos y aquellos ojos desvariados que miraban hacia los horribles aos pasados. Pero incluso en mi miedo, senta una especie de compasin, al menos por la seorita Furnivall. Los que se han hundido en el abismo no pueden tener una mirada ms desesperada que la que se vea siempre en sus ojos. Finalmente, hasta llegu a apiadarme tanto de aquella mujer (que nunca pronunciaba una palabra ms que cuando se vea obligada a hacerlo), que rezaba por ella, y ense a la seorita Rosamunda a pedir por una persona que haba cometido un pecado mortal. Pero a menudo, al llegar a estas palabras, la nia, que estaba de rodillas, se quedaba escuchando y se levantaba diciendo:

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Relatos paranormales Antologa Oigo a mi niita que llora y se lamenta muy tristemente. Ay!, brela o morir! Una noche, justamente pasado, por fin, Ao Nuevo, o tocar tres veces la campana de la sala, que era la seal convenida para llamarme. No quera dejar sola a la seorita Rosamunda, que estaba dormida, pues el viejo lord haba estado tocando con ms frenes que nunca y tema que mi cielito se despertara oyendo a la nia espectro; en cuanto a verla, saba que no podra, pues haba cerrado muy bien las ventanas para ello. As que la saqu de la cama, envolvindola en las ropas que encontr ms a mano, y me la llev a la sala, donde las viejas seoras estaban sentadas trabajando en su tapiz, como de costumbre. Cuando llegu levantaron los ojos y la seora Stark pregunt, completamente asombrada, por qu haba llevado all a la seorita Rosamunda, sacndola de su cama caliente. Yo haba empezado a musitar: Porque tena miedo de que, en mi ausencia, fuera arrastrada por la nia salvaje de la nieve... Cuando me detuvo (con una mirada a la seorita Furnivall) y dijo que la seorita Furnivall quera que deshiciera unas puntadas que haban hecho mal y que ellas no vean a deshacer. As que dej a mi precioso cielito en el sof y me sent en un taburete al lado de las seoras, con el corazn hostil hacia ellas, mientras oa al viento que ruga y bramaba. La seorita Rosamunda dorma profundamente, a pesar de lo que soplaba el viento, y la seorita Furnivall no deca ni una palabra, ni miraba a su alrededor cuando las rfagas sacudan las ventanas. De repente se puso de pie y levant una mano, como indicndonos que escuchsemos. Oigo voces! dijo. Oigo terribles gritos! Oigo la voz de mi padre! Justamente en aquel momento, mi cielito se despert sobresaltada: Mi niita est llorando! Oh, cmo llora! e intent levantarse para reunirse con ella. Pero los pies se le engancharon en la manta y yo la detuve, porque se me abran las carnes ante estos sonidos que ellas podan or y nosotras no. Al cabo de uno o dos minutos, los ruidos se acercaron y se agruparon y llegaron a nuestros odos: tambin nosotras distinguimos voces y gritos y dejamos de or el viento invernal que bramaba afuera. La seora Stark me mir y yo la mir a ella, pero no nos atrevimos a pronunciar palabra. De repente, la seorita Furnivall se dirigi a la puerta y atravesando el pequeo vestbulo de poniente, abri la puerta del gran vestbulo. La seora Stark la sigui y yo no me atrev a quedarme atrs, aunque tena el corazn casi paralizado de miedo. Cog estrechamente a mi cielito en los brazos y las segu. En el vestbulo, los gritos eran ms fuertes que nunca; parecan venir del ala de medioda... cada vez ms cerca... ms cerca, al otro lado de las puertas cerradas... justo tras ellas. Luego me di cuenta de que la gran lmpara de bronce estaba toda encendida, aunque el vestbulo permaneca oscuro, y que un fuego arda en la gran chimenea, aunque no desprenda calor. Y me estremec de terror y apret ms a mi cielito junto a m. Pero al hacerlo, la puerta de medioda se estremeci, y ella grit fe repente, luchando para desembarazarse de m: Ester, tengo que ir! Mi niita est ah!, la oigo!, viene! Ester, tengo que ir!

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Relatos paranormales Antologa La sostuve con todas mis fuerzas, la sostuve con voluntad resuelta. Aunque hubiera muerto, mis manos no la hubieran soltado, tan decidida estaba a sujetarla. La seorita Furnivall se mantena en pie escuchando y sin hacer caso de mi cielito, que estaba en el suelo, y que yo sujetaba, puesta de rodillas, rodendole el cuello con ambos brazos, mientras ella segua forcejeando y llorando por desasirse. De repente, la puerta del medioda se abri con estrpito, como si la empujaran violentamente, y en aquella luz clara y misteriosa se destac la figura de un hombre viejo y alto, de cabello gris y ojos relampagueantes. Empujaba ante s, con implacables gestos de odio, a una mujer hermosa y altanera que llevaba a una nia que se pegaba a su traje. Oh Ester, Ester! exclam la seorita Rosamunda. Es la seora! La seora de debajo de los acebos! y mi niita est con ella. Tiran de m hacia ellas!... lo noto... debo ir! De nuevo casi se crisp en sus esfuerzos para soltarse, pero yo la sostena ms y ms fuerte, hasta que tem hacerle dao, prefirindolo a dejarla correr hacia aquellos terribles fantasmas. stos se dirigieron a la puerta del gran vestbulo, donde el viento aullaba reclamando su presa, pero antes de llegar a ella, la seora se volvi y pude ver que desafiaba al anciano con un reto fiero y orgulloso; y luego se acobard, y levant los brazos desesperada y lastimosamente para proteger a su hija su hijita del golpe de la muleta que l haba levantado. Y la seorita Rosamunda, como herida por una fuerza mayor que la ma, se retorci en mis brazos y solloz (pues ya entonces mi pobre cielito iba desfalleciendo). Quieren que vaya con ellas a los Pramos! Me arrastran hacia ellas! Oh, niita ma! Ira, pero la cruel, la mala de Ester me tiene agarrada muy fuerte! Pero cuando vio la muleta levantada se desmay, y yo di gracias a Dios por ello. En aquel preciso momento, cuando el viejo alto, con el cabello flameante como la rfaga de un horno, iba a pegar a la nia que temblaba, la seorita Furnivall, la mujer vieja que estaba a mi lado, grit: Oh padre, padre! Perdona a la niita inocente! Pero justamente entonces, vi vimos todas cmo tomaba forma otro fantasma, destacndose en la luz azulada y brumosa que llenaba el vestbulo. No la habamos visto hasta entonces, y era otra dama, que estaba de pie junto al viejo, con una mirada de odio inexorable y de triunfante desprecio. Aquella figura era muy agradable de mirar, con su sombrero blanco inclinado sobre las orgullosas sienes y sus labios rojos y fruncidos. Iba vestida con un traje de raso azul. Yo la haba visto antes. Era el retrato de la seorita Furnivall en su juventud. Y los terribles fantasmas avanzaron, sin hacer caso de la desesperada splica de la seorita Furnivall, la vieja... y la levantada muleta cay sobre el hombro derecho de la nia, mientras la hermana menor miraba, sin inmutarse y mortalmente serena.

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Relatos paranormales Antologa Pero en aquel momento desaparecieron las oscuras luces y el fuego que no daba calor, y he aqu que la seorita Furnivall yaca a nuestros pies, herida de muerte. S! Aquella noche fue llevada a su cama para no levantarse ms. Yaca con el rostro hacia la pared, musitando por lo bajo, pero musitando siempre: Ay!, ay! Lo que se hace en la juventud, no puede deshacerse en la vejez! Lo que se hace en la juventud, no puede deshacerse en la vejez! Elizabeth Gaskell (1810-1865)

El Espectro. Horacio Quiroga (1878-1937)

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Relatos paranormales Antologa Todas las noches, en el Grand Splendid de Santa Fe, Enid y yo asistimos a los estrenos cinematogrficos. Ni borrascas ni noches de hielo nos han impedido introducirnos, a las diez en punto, en la tibia penumbra del teatro. All, desde uno u otro palco, seguimos las historias del film con un mutismo y un inters tales, que podran llamar sobre nosotros la atencin, de ser otras las circunstancias en que actuamos. Desde uno u otro palco, he dicho; pues su ubicacin nos es indiferente. Y aunque la misma localidad llegue a faltarnos alguna noche, por estar el Splendid en pleno, nos instalamos, mudos y atentos siempre a la representacin, en un palco cualquiera ya ocupado. No estorbamos, creo; o, por lo menos, de un modo sensible. Desde el fondo del palco, o entre la chica del antepecho y el novio adherido a su nuca, Enid y yo, aparte del mundo que nos rodea, somos todo ojos hacia la pantalla. Y si en verdad alguno, con escalofros de inquietud cuyo origen no alcanza a comprender, vuelve a veces la cabeza para ver lo que no puede, o siente un soplo helado que no se explica en la clida atmsfera, nuestra presencia de intrusos no es nunca notada; pues preciso es advertir ahora que Enid y yo estamos muertos. De todas las mujeres que conoc en el mundo vivo, ninguna produjo en m el efecto que Enid. La impresin fue tan fuerte que la imagen y el recuerdo mismo de todas las mujeres se borr. En mi alma se hizo de noche, donde se alz un solo astro imperecedero: Enid. La sola posibilidad de que sus ojos llegaran a mirarme sin indiferencia, detename bruscamente el corazn . Y ante la idea de que alguna vez poda ser ma, la mandbula me temblaba. Enid! Tena ella entonces, cuando vivamos en el mundo, la ms divina belleza que la epopeya del cine ha lanzado a miles de leguas y expuesto a la mirada fija de los hombres. Sus ojos, sobre todo, fueron nicos; y jams terciopelo de mirada tuvo un marco de pestaas como los ojos de Enid; terciopelo azul, hmedo y reposado, como la felicidad que sollozaba en ella. La desdicha me puso ante ella cuando ya estaba casada. No es ahora del caso ocultar nombres. Todos recuerdan a Duncan Wyoming, el extraordinario actor que, comenzando su carrera al mismo tiempo que William Hart, tuvo, como ste y a la par de ste, las mismas hondas virtudes de interpretacin viril. Hart ha dado al cine todo lo que podamos esperar de l, y es un astro que cae. De Wyoming, en cambio, no sabemos lo que podamos haber visto, cuando apenas en el comienzo de su breve y fantstica carrera cre -como contraste con el empalagoso hroe actual- el tipo de varn rudo, spero, feo, negligente y cuanto se quiera, pero hombre de la cabeza a los pies, por la sobriedad, el empuje y el carcter distintivos del sexo. Hart prosigui actuando y ya lo hemos visto. Wyoming nos fue arrebatado en la flor de la edad, en instantes en que daba fin a dos cintas extraordinarias, segn informes de la empresa: El Pramo y Ms all de lo que se ve. Pero el

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Relatos paranormales Antologa encanto -la absorcin de todos los sentimientos de un hombre- que ejerci sobre m Enid, no tuvo sino una amargura: Wyoming, que era su marido, era tambin mi mejor amigo. Habamos pasado dos aos sin vernos con Duncan; l, ocupado en sus trabajos de cine, y yo en los mos de literatura. Cuando volv a hallarlo en Hollywood, ya estaba casado. -Aqu tienes a mi mujer -me dijo echndomela en los brazos. Y a ella: -Apritalo bien, porque no tendrs un amigo como Grant. Y bsalo, si quieres. No me bes, pero al contacto con su melena en mi cuello, sent en el escalofro de todos mis nervios que jams podra yo ser un hermano para aquella mujer. Vivimos dos meses juntos en el Canad, y no es difcil comprender mi estado de alma respecto de Enid. Pero ni en una palabra, ni en un movimiento, ni en un gesto me vend ante Wyoming. Slo ella lea en mi mirada, por tranquila que fuera, cun profundamente la deseaba. Amor, deseo... Una y otra cosa eran en m gemelas, agudas y mezcladas; porque si la deseaba con todas las fuerzas de mi alma incorprea, la adoraba con todo el torrente de mi sangre substancial. Duncan no lo vea. Cmo poda verlo? A la entrada del invierno regresamos a Hollywood, y Wyoming cay entonces con el ataque de gripe que deba costarle la vida. Dejaba a su viuda con fortuna y sin hijos. Pero no estaba tranquilo, por la soledad en que quedaba su mujer. -No es la situacin econmica -me deca-, sino el desamparo moral. Y en este infierno del cine... En el momento de morir, bajndonos a su mujer y a m hasta la almohada, y con voz ya difcil: -Confate a Grant, Enid... Mientras lo tengas a l, no temas nada. Y t, viejo amigo, vela por ella. S su hermano...No, no prometas. Ahora puedo ya pasar al otro lado... Nada de nuevo en el dolor de Enid y el mo. A los siete das regresbamos al Canad, a la misma choza estival que un mes antes nos haba visto a los tres cenar ante la carpa. Como entonces, Enid miraba ahora el fuego, achuchada por el sereno glacial, mientras yo, de pie, la contemplaba. Y Duncan no estaba ms. Debo decirlo: en la muerte de Wyoming yo no vi sino la liberacin de la terrible guila enjaulada en nuestro corazn, que es el deseo de una mujer a nuestro lado que no se puede tocar. Yo haba sido el mejor amigo de Wyoming, y mientras l vivi, el guila no dese su sangre; se aliment -la aliment- con la ma propia. Pero entre l y yo se haba levantado algo ms consistente que una sombra. Su mujer fue, mientras l vivi -y lo hubiera sido eternamente-, intangible para m. Pero l haba muerto. No poda Wyoming exigirme el sacrificio de la Vida en que l acababa de fracasar. Y

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Relatos paranormales Antologa Enid era mi vida, mi porvenir, mi aliento y mi ansia de vivir, que nadie, ni Duncan -mi amigo ntimo, pero muerto-, poda negarme. Vela por ella... S, mas dndole lo que l le haba restado al perder su turno: la adoracin de una vida entera consagrada a ella! Durante dos meses, a su lado de da y de noche, vel por ella como un hermano. Pero al tercero ca a sus pies. Enid me mir inmvil, y seguramente subieron a su memoria los ltimos instantes de Wyoming, porque me rechaz violentamente. Pero yo no quit la cabeza de su falda. -Te amo, Enid -le dije-. Sin ti me muero. -T, Guillermo! -murmur ella-. Es horrible orte decir esto! -Todo lo que quieras -repliqu-. Pero te amo inmensamente. -Cllate, cllate! -Y te he amado siempre... Ya lo sabes... -No, no s! -S, lo sabes. Enid me apartaba siempre, y yo resista con la cabeza entre sus rodillas. -Dime que lo sabas... -No, cllate! Estamos profanando... -Dime que lo sabas... -Guillermo! -Dime solamente que sabas que siempre te he querido... Sus brazos se rindieron cansados, y yo levant la cabeza. Encontr sus ojos al instante, un solo instante, antes que Enid se doblegara a llorar sobre sus propias rodillas. La dej sola; y cuando una hora despus volv a entrar, blanco de nieve, nadie hubiera sospechado, al ver nuestro simulado y tranquilo afecto de todos los das, que acabbamos de tender, hasta hacerlas sangrar, las cuerdas de nuestros corazones. Porque en la alianza de Enid y Wyoming no haba habido nunca amor. Faltle siempre una llamarada de insensatez, extravo, injusticia -la llama de pasin que quema la moral entera de un hombre y abrasa a la mujer en largos sollozos de fuego-. Enid haba querido a su esposo, nada ms; y lo haba querido, nada ms que querido ante m, que era la clida sombra de su corazn, donde arda lo que no le llegaba de Wyoming, y donde ella saba iba a refugiarse todo lo que de ella no alcanzaba hasta l. La muerte, luego, dejando hueco que yo deba llenar con el afecto de un hermano... De hermano, a ella, Enid, que era mi sola sed de dicha en el inmenso mundo! 36

Relatos paranormales Antologa A los tres das de la escena que acabo de relatar regresamos a Hollywood. Y un mes ms tarde se repeta exactamente la situacin: yo de nuevo a los pies de Enid con la cabeza en sus rodillas, y ella queriendo evitarlo. -Te amo cada da ms, Enid... -Guillermo! -Dime que algn da me querrs. -No! -Dime solamente que ests convencida de cunto te amo. -No! -Dmelo. -Djame! No ves que me ests haciendo sufrir de un modo horrible? Y al sentirme temblar mudo sobre el altar de sus rodillas, bruscamente me levant la cara entre las manos: -Pero djame, te digo! Djame! No ves que tambin te quiero con toda el alma y que estamos cometiendo un crimen? Cuatro meses justos, ciento veinte das transcurridos apenas desde la muerte del hombre que ella am, del amigo que me haba interpuesto como un velo protector entre su mujer y un nuevo amor... Abrevio. Tan hondo y compenetrado fue el nuestro, que aun hoy me pregunto con asombro qu finalidad absurda pudieron haber tenido nuestras vidas de no habernos encontrado por bajo de los brazos de Wyoming. Una noche -estbamos en Nueva York- me enter que se pasaba por fin El pramo, una de las dos cintas de que he hablado, y cuyo estreno se esperaba con ansiedad. Yo tambin tena el ms vivo inters de verla, y se lo propuse a Enid. Por qu no? Un largo rato nos miramos; una eternidad de silencio, durante el cual el recuerdo galop hacia atrs entre derrumbamiento de nieve y caras agnicas. Pero la mirada de Enid era la vida misma, y presto entre el terciopelo hmedo de sus ojos y los mos no medi sino la dicha convulsiva de adorarnos. Y nada ms! Fuimos al Metropole, y desde la penumbra rojiza del palco vimos aparecer, enorme y con el rostro ms blanco que la hora de morir, a Duncan Wyoming. Sent temblar bajo mi mano el brazo de Enid. Duncan! Sus mismos gestos eran aqullos. Su misma sonrisa confiada era la de sus labios. Era su misma enrgica figura la que se deslizaba adherida a la pantalla. Y a veinte metros de l, era su misma mujer la que estaba bajo los dedos del amigo ntimo... 37

Relatos paranormales Antologa Mientras la sala estuvo a obscuras, ni Enid ni yo pronunciamos una palabra ni dejamos un instante de mirar. Largas lgrimas rodaban por sus mejillas, y me sonrea. Me sonrea sin tratar de ocultarme sus lgrimas. -S, comprendo, amor mo... -murmur, con los labios sobre el extremo de sus pieles, que, siendo un obscuro detalle de su traje, era asimismo toda su persona idolatrada-. Comprendo, pero no nos rindamos... S?... As olvidaremos... Por toda respuesta, Enid, sonrindome siempre, se recogi muda a mi cuello. A la noche siguiente volvimos. Qu debamos olvidar? La presencia del otro, vibrante en el haz de luz que lo transportaba a la pantalla palpitante de la vida; su inconsciencia de la situacin; su confianza en la mujer y el amigo; esto era precisamente a lo que debamos acostumbrarnos. Una y otra noche, siempre atentos a los personajes, asistimos al xito creciente de El pramo. La actuacin de Wyoming era sobresaliente y se desarrollaba en un drama de brutal energa: una pequea parte de los bosques del Canad y el resto en la misma Nueva York. La situacin central constituala una escena en que Wyoming, herido en la lucha con un hombre, tiene bruscamente la revelacin del amor de su mujer por ese hombre, a quien l acaba de matar por motivos aparte de este amor. Wyoming acababa de atarse un pauelo a la frente. Y tendido en el divn, jadeando an de fatiga, asista a la desesperacin de su mujer sobre el cadver del amante. Pocas veces la revelacin del derrumbe, la desolacin y el odio han subido al rostro humano con ms violenta claridad que en esa circunstancia a los ojos de Wyoming. La direccin del film haba exprimido hasta la tortura aquel prodigio de expresin, y la escena se sostena un infinito nmero de segundos, cuando uno solo bastaba para mostrar al rojo blanco la crisis de un corazn en aquel estado. Enid y yo, juntos e inmviles en la obscuridad, admirbamos como nadie al muerto amigo, cuyas pestaas nos tocaban casi cuando Wyoming vena desde el fondo a llenar l solo la pantalla. Y al alejarse de nuevo a la escena del conjunto, la sala entera pareca estirarse en perspectiva. Y Enid y yo, con un ligero vrtigo por este juego, sentamos an el roce de los cabellos de Duncan que haban llegado a rozarnos. Por qu continubamos yendo al Metropole? Qu desviacin de nuestras conciencias nos llevaba all noche a noche a empapar en sangre nuestro amor inmaculado? Qu presagio nos arrastraba como a sonmbulos ante una acusacin alucinante que no se diriga a nosotros, puesto que los ojos de Wyoming estaban vueltos al otro lado? A dnde miraban? No s a dnde, a un palco cualquiera de nuestra izquierda. Pero una noche not, lo sent en la raz de los cabellos, que los ojos se estaban volviendo hacia nosotros. Enid debi de notarlo tambin, porque sent bajo mi mano la honda sacudida de sus hombros. 38

Relatos paranormales Antologa

Hay leyes naturales, principios fsicos que nos ensean cun fra magia es sa de los espectros fotogrficos danzando en la pantalla, remedando hasta en los ms ntimos detalles una vida que se perdi. Esa alucinacin en blanco y negro es slo la persistencia helada de un instante, el relieve inmutable de un segundo vital. Ms fcil nos sera ver a nuestro lado a un muerto que deja la tumba para acompaarnos, que percibir el ms leve cambio en el rostro lvido de un film. Perfectamente. Pero a despecho de las leyes y los principios, Wyoming nos estaba viendo. Si para la sala, El pramo era una ficcin novelesca, y Wyoming viva slo por una irona de la luz; si no era ms que un frente elctrico de lmina sin costados ni fondo, para nosotros -Wyoming, Enid y yo- la escena filmada viva flagrante, pero no en la pantalla, sino en un palco, donde nuestro amor sin culpa se transformaba en monstruosa infidelidad ante el marido vivo... Farsa del actor? Odio fingido por Duncan ante aquel cuadro de El pramo? No! All estaba la brutal revelacin; la tierna esposa y el amigo ntimo en la sala de espectculos, rindose, con las cabezas juntas, de la confianza depositada en ellos... Pero no nos reamos, porque noche a noche, palco tras palco, la mirada se iba volviendo cada vez ms a nosotros. -Falta un poco an!... -me deca yo. -Maana ser... -pensaba Enid. Mientras el Metropole arda de luz, el mundo real de las leyes fsicas se apoderaba de nosotros y respirbamos profundamente. Pero en la brusca cesacin de luz, que como un golpe sentamos dolorosamente en los nervios, el drama espectral nos coga otra vez. A mil leguas de Nueva York, encajonado bajo tierra, estaba tendido sin ojos Duncan Wyoming. Mas su sorpresa ante el frentico olvido de Enid, su ira y su venganza estaban vivas all, encendiendo el rastro qumico de Wyoming, movindose en sus ojos vivos, que acababan, por fin, de fijarse en los nuestros. Enid ahog un grito y se abraz desesperadamente a m. -Guillermo! -Cllate, por favor... -Es que ahora acaba de bajar una pierna del divn! Sent que la piel de la espalda se me erizaba, y mir: Con lentitud de fiera y los ojos clavados sobre nosotros, Wyoming se incorporaba del divn. Enid y yo lo vimos levantarse, avanzar hacia nosotros desde el fondo de la escena, llegar al monstruoso primer plano... Un fulgor deslumbrante nos ceg, a tiempo que Enid lanzaba un grito. La cinta acababa de quemarse.

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Relatos paranormales Antologa Mas, en la sala iluminada las cabezas todas estaban vueltas hacia nosotros. Algunos se incorporaron en el asiento a ver lo que pasaba. -La seora est enferma; parece una muerta -dijo alguno en la platea. -Ms muerto parece l -agreg otro. Qu ms? Nada, sino que en todo el da siguiente Enid y yo no nos vimos. nicamente al mirarnos por primera vez de noche para dirigirnos al Metropole, Enid tena ya en sus pupilas profundas la tiniebla del ms all, y yo tena un revlver en el bolsillo. No s si alguno en la sala reconoci en nosotros a los enfermos de la noche anterior. La luz se apag, se encendi y torn a apagarse, sin que lograra reposarse una sola idea normal en el cerebro de Guillermo Grant, y sin que los dedos crispados de este hombre abandonaran un instante el gatillo. Yo fui toda la vida dueo de m. Lo fui hasta la noche anterior, cuando contra toda justicia un fro espectro que desempeaba su funcin fotogrfica de todos los das cri dedos estranguladores para dirigirse a un palco a terminar el film. Como en la noche anterior, nadie notaba en la pantalla algo anormal, y es evidente que Wyoming continuaba jadeante adherido al divn. Pero Enid -Enid entre mis brazos!- tena la cara vuelta a la luz, pronta para gritar... Cuando Wyoming se incorpor por fin! Yo lo vi adelantarse, crecer, llegar al borde mismo de la pantalla, sin apartar la mirada de la ma. Lo vi desprenderse, venir hacia nosotros en el haz de luz; venir en el aire por sobre las cabezas de la platea, alzndose, llegar hasta nosotros con la cabeza vendada. Lo vi extender las zarpas de sus dedos... a tiempo que Enid lanzaba un horrible alarido, de esos en que con una cuerda vocal se ha rasgado la razn entera, e hice fuego. No puedo decir qu pas en el primer instante. Pero en pos de los primeros momentos de confusin y de humo, me vi con el cuerpo colgado fuera del antepecho, muerto. Desde el instante en que Wyoming se haba incorporado en el divn, dirig el can del revlver a su cabeza. Lo recuerdo con toda nitidez. Y era yo quien haba recibido la bala en la sien. Estoy completamente seguro de que quise dirigir el arma contra Duncan. Solamente que, creyendo apuntar al asesino, en realidad apuntaba contra m mismo. Fue un error, una simple equivocacin, nada ms; pero que me cost la vida. Tres das despus Enid quedaba a su vez desalojada de este mundo. Y aqu concluye nuestro idilio. Pero no ha concluido an. No son suficientes un tiro y un espectro para desvanecer un amor como el nuestro. Ms all de la muerte, de la vida y de sus rencores, Enid y yo nos hemos encontrado. Invisibles dentro del mundo vivo, Enid y yo estamos siempre juntos, esperando el anuncio de otro estreno cinematogrfico.

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Relatos paranormales Antologa Hemos recorrido el mundo. Todo es posible esperar menos que el ms leve incidente de un film pase inadvertido a nuestros ojos. No hemos vuelto a ver ms El pramo. La actuacin de Wyoming en l no puede ya depararnos sorpresas, fuera de las que tan dolorosamente pagamos. Ahora nuestra esperanza est puesta en Ms all de lo que se ve. Desde hace siete aos la empresa filmadora anuncia su estreno y hace siete aos que Enid y yo esperamos. Duncan es su protagonista; pero no estaremos ms en el palco, por lo menos en las condiciones en que fuimos vencidos. En las presentes circunstancias, Duncan puede cometer un error que nos permita entrar de nuevo en el mundo visible, del mismo modo que nuestras personas vivas, hace siete aos, le permitieron animar la helada lmina de su film. Enid y yo ocupamos ahora, en la niebla invisible de lo incorpreo, el sitio privilegiado de acecho que fue toda la fuerza de Wyoming en el drama anterior. Si sus celos persisten todava, si se equivoca al vernos y hace en la tumba el menor movimiento hacia afuera, nosotros nos aprovecharemos. La cortina que separa la vida de la muerte no se ha descorrido nicamente en su favor, y el camino est entreabierto. Entre la Nada que ha disuelto lo que fue Wyoming, y su elctrica resurreccin, queda un espacio vaco. Al ms leve movimiento que efecte el actor, apenas se desprenda de la pantalla, Enid y yo nos deslizaremos como por una fisura en el tenebroso corredor. Pero no seguiremos el camino hacia el sepulcro de Wyoming; iremos hacia la Vida, entraremos en ella de nuevo. Y es el mundo clido del que estamos expulsados, el amor tangible y vibrante de cada sentido humano, lo que nos espera entonces a Enid y a m. Dentro de un mes o de un ao, ella llegar. Slo nos inquieta la posibilidad de que Ms all de lo que se ve se estrene bajo otro nombre, como es costumbre en esta ciudad. Para evitarlo, no perdemos un estreno. Noche a noche entramos a las diez en punto en el Gran Splendid, donde nos instalamos en un palco vaco o ya ocupado, indiferentemente. Horacio Quiroga (1878-1937)

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Relatos paranormales Antologa

El ojo invisible o el albergue de los tres ahorcados. L'oeil invisible ou l'auberge des trois-pendus, mile Erckmann (1822-1899) Alexandre Chatrian (1826-1890) En aquel tiempo dijo Cristian pobre como una rata de iglesia, me fui a vivir a la buhardilla de una casa vieja de la calle Minnesoenger, en Nuremberg. Form mi nido en el mismo ngulo del tejado de manera que las pizarras me servan de pared y la viga maestra de techo. Para mirar por la ventana tena que subirme encima de mi jergn, pero aquella ventana abierta en lo alto de la fachada, tena una magnfica vista, desde donde descubra toda la ciudad y alrededores. Vea los gatos que se paseaban gravemente por el alero, las cigeas que, con el pico lleno de ranas acudan a pacentar su pondero y las palomas que, con cola abierta en forma de abanico se echaban de lo alto de sus palomares, describiendo ambos crculos sobre el abismo de las calles. De noche, cuando las campanas tocaban el Angelus, escuchaban su melanclica meloda y observaba cmo los burgueses fumaban sus pipas de pie en las aceras y cmo las muchachas vestidas de rojo, rean y charlaban con el cntaro debajo del brazo, alrededor de lafuente de San Sebalto. Insensiblemente se iba borrando todo, salan los murcilagos y yo me iba a dormir en medio de una dulce quietud. El viejo negociante Tubac saba tan bien como yo el camino de mi camarachn y no le espantaba tener que subir la escalera. Cada semana levantaba la compuerta del escotilln con su cabeza de macho cabro cubierta con una peluca tiosa y rojiza y aferrndose con los dedos al techo, gritaba con voz gangosa. Hola, maese Cristian! No hay nada nuevo? Yo le responda: Adelante, qu diantre! Entre! Ahora mismo acabo de dar la ltima pincelada aun paisaje que me parece que le va a hacer cosquillas. Entonces el desgalichado personaje iba creciendo, alargndose, alargndose, hasta casi tocar el techo... y al mismo tiempo riendo en silencio. Hay que hacerle justicia al buen Tubac: no me explotaba. Compraba mis telas a unos quince florines uno con otro y las revenda a cuarenta. Era un judo honrado. Este sistema de vivir empezaba a seducirme y a cada da le iba encontrando ms atractivos, cuando la apacible cuidad de Nuremberg se vio perturbada por un extrao y misterioso acontecimiento. No muy lejos de mi tragaluz, un poco a la izquierda estaba situada la Hostera del Buey Gordo, antigua y muy 42

Relatos paranormales Antologa frecuentada por la gente del pas. Siempre haba estacionados delante del portal tres o cuatro carros cargados de sacos y barriles pues los campesinos tenan la costumbre de apearse para beber su cuartillo devino, antes de ir al mercado. La fachada de la hostera se distingua por su forma particular. Era muy estrecha y puntiaguda y estaba recortada por los dos lados formando, como dientes de sierra, grotescas esculturas, y adornos herldicos en forma de vidrios entrelazados que decoraban las cornisas y los contornos de las ventanas. Lo que era ms curioso es que la casa de enfrente reproduca exactamente las mismas esculturas y los mismo decorados. Todo estaba copiado punto por punto, sin perdonar la muestra en sus flecos y rizos de hierro. Se dira que aquellos dos caserones eran uno mismo que se reflejaba en un espejo, salvo que detrs de la hostera se levantaba un gigantesco roble de follaje sombra sobre el que destacaban vigorosamente las aristas del tejado, mientras que la casa de enfrente se recortaba monda y lironda sobre el cielo. Por otra parte, cuando ms ruidos y animada estaba la hostera del Buey Gordo ms silenciosa estaba la otra casa, a un lado se vea una retahla de bebedores que sucesivamente entraban y salan cantando y tambalendose y haciendo restallar sus ltigos. En la otra reinaba la soledad; slo una vez al da o dos a lo sumo, la pesada puerta se entreabra para dejar paso a una viejecita de espalda encorvada, mentn en forma de zueco, que iba con la ropa pegada a las caseras, un cesto enorme debajo del brazo y el puo cerrando contra el pecho. Ms de una vez, la figura de aquella vieja, me haba impresionado. Sus diminutos ojos verdes, su nariz delgadsima, los grandes ramajes de su mantn centenario, la sonrisa que le arrugaba las mejillas como los pliegues de una escarapela, y los encajes de su toca cados sobre las cejas eran cosas que me parecan verdaderamente originales y me inspiraban un gran inters. Me hubiese gustado saber quin era y que haca en un casern tan grande y desierto. Me inclinaba a suponerla dedicada a una vida de buenas obras y meditaciones piadosas. Pero un da que me par en la calle para seguirla con la vista, se volvi bruscamente y me fulmin con una mirada, cuya horrible expresin no sabra describir y seguida de tres o cuatro muecas espeluznantes. Despus baj la cabeza hasta hundir la barbilla en el pecho, sacudi el mantn que arrastraba y abri con presteza la pesada puerta, desapareciendo tras ella. Es una vieja chiflada dije para mis adentros, lleno de extraeza una vieja chiflada, mala y astuta. Y a fe que iba bien equivocado al interesarme por ella. No querra ms que volver a ver sus muecas. Tubac de buena gana me dara quince florines por ello. Estas bromas con que trataba de distraerme no conseguan gran cosas. La horrible mirada de la vieja me persegua por todas partes y ms de una vez, si por casualidad, mientras suba la empinada escalera de mi buhardilla, se me prenda la ropa en algn gancho saliente, me echa a temblar, imaginando que era la vieja que me tiraba del faldn para hacerme caer. Cont la historia a mi amigo Tubac, quien, lejos de tomrselo a risa, se puso muy serio.

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Relatos paranormales Antologa -Masese Cristian dijo, si la vieja le ha tomado ojeriza, ndese con tiento. Tiene unos dientes pequeos, puntiagudos y de una blancura maravillosa y eso no es natural a su edad. Da mal de ojo. Los chiquillos le huyen y la gente de Nuremberg le ha puesto el nombre de Fledermaus (murcilago). Admir la perspicacia del judo. Sus palabras me hicieron pensar mucho, pero despus de algunas semanas, tal vez porque me haba cruzado a menudo con Murcilago sin que ellos me acarrease consecuencias desagradables, se desvanecieron mis temores y no me volv a acordar del santo de su nombre. Pero hete aqu por dnde una noche me despert una armona extraa, una especie de vibracin tan dulce, tan melodiosa que el murmullo de la tempestad entre las horas slo puede dar una leve idea de ella. Permanec largo rato atento, con los ojos abiertos de par en par, y retenindome la respiracin para or mejor. Por fin mir hacia la ventana y percib dos alas que se agitaban contra el cristal. De buenas a primeras, cre que se trataba de un murcilago prisionero dentro de mi habitacin, pero en aquel momento sali la luna, y las alas de una magnfica mariposa nocturna, transparentes como un encaje, se dibujaron sobre un disco resplandeciente, vibraban con tal rapidez que no se llegaba a percibir el movimiento. Despus se iban apaciguando, tendidas sobre el cristal, y su frgil nerviosidad otra vez se haca visible. Aquella vaporosa aparicin, en medio del universal silencio, abri mi corazn a las ms dulces emociones. Me pareci que una delicada slfide compadecida de mi soledad, vena a visitarme con intencin consoladora. -Tranquilzate, dulce cautiva, tranquilzate le dije, tu confianza no quedar defraudada. No, no te retendr contra tu voluntad. Ve, vuelve al cielo, a la libertad. Y abr la ventana. La noche era todo sosiego. Miles de estrellas centelleaban en el espacio. Contempl algunos momentos aquel sublime espectculo, y retazos de oraciones salan de mis labios. Pero figuraos cul no sera mi estupor cuando, al bajar los ojos, vi un hombre colgado de la barrilla de la muestra del Buey Gordo, alborotado el cabello, yertos los brazos y estiradas las piernas, proyectando la gigantesca sombra hasta el final de la calle. La inmovilidad de aquella figura a la luz de la luna tena lago de espantoso. Sent la sangre se me helaba, y que los dientes castaeteaban. Iba a dar un grito cuando no s por qu especie de atraccin misteriosa, mi vista se escurri hacia abajo y distingu, confusamente en medio de las tinieblas, a la vieja acurrucada en su ventana contemplado al ahorcado con un aire de satisfaccin diablica. Entonces me asaltaron los vahdos y las nuseas del terror, perd las fuerzas y retrocediendo hacia la pared, ca sin sentido. No puedo decir cunto me dur aquel sueo de muerte. Cuando me reanim ya era de da. La niebla de la noche, penetrando en mi cuchitril, me haba salpicado el pelo de roco. Rumores confusos suban de la calle. Mir. El burgomaestre y su 44

Relatos paranormales Antologa secretario estaban delante de la puerta de la hostera. Estuvieron largo tiempo. La gente iba y vena, se paraba para mirar y luego reemprendan el camino. Las mujeres del vecindario que barran la acera de sus casas, desde lejos miraban de soslayo, mientras hablaban entre ellas. Entonces salieron de la hostera unas andas sobre las que haba tendido un cuerpo cubierto con un palo de lana. Lo llevaban dos hombres. Se fueron calle abajo y los chiquillos que iban al colegio, se pusieron a correr detrs de ellos. Todo el mundo se apart. La ventana de enfrene an estaba abierta, Un trozo de cuerda colgaba, flotando, de la barrilla. Era, pues, cierto que no haba soado aquellas cosas; haba visto, la mariposa nocturna, despus el ahorcado...por fin, la vieja. Precisamente aquel da me visit mi amigo Tubac, vi aparecer su narizota a ras de mi piso. Hola, maese Cristian... No tiene nada para vender? No me hice cargo de lo que me deca. Estaba sentado en mi nica silla con las manos sobre las rodillas y la mirada absorta. Tubac, sorprendido, de mi inmovilidad, repiti ms fuerte: Maese Cristian! Maese Cristian! Despus, subindose al techo, vino sin cumplidos a golpearme la espalda. Ea! ca!...Pero, qu le pasa? Ah!, es usted, Tubac? Por Dios, bien tengo el honor de figurrmelo. Acaso est usted enfermo? No lo creo. En qu diantre estaba pensando? En el ahorcado. Ah! exclam el negociante. Ah, de modo que habis visto a ese pobre muchacho? Vaya historia curiosa!Ya van tres en el mismo sitio! Cmo? Tres? S, seor: tres. La verdad es que deba haberlo avisado a usted. Pero, en fin, an estamos a tiempo. No faltar el cuarto que vendr a hacer compaa a los anteriores. Ya se sabe que lo que cuesta es el primer paso. Mientras hablaba de este modo, Tubac se acomod en un extremo de mi bal, frot el pedernal, encendi la pipa y ech algunas bocanadas con expresin meditabunda. Por mi fe dijo, que no soy cobarde; pero si me invitaban a pasar la noche en aquella habitacin, preferira irme a ahorcar a cualquier parte. Imagnese, maese Cristian, que hace nueve o diez meses atrs un buen hombre de Tubinga, tratante de pieles al por mayor, se aposent en la hostera del Buen Gordo, pidi la cena, comi con apetito, bebi sin taza, lo llevan a dormir a la 45

Relatos paranormales Antologa habitacin del tercer piso (El dormitorio verde como le llaman) y al da siguiente me lo encuentran colgado de la barrilla de la muestra. Bueno! Por una vez, pase! No hay nada mejor que objetar. Se instruye el proceso y entierran al extranjero en el fondo del jardn. Pero, al cabo de tres semanas, lleg un bizarro militar de Newstadt. Tena ya la licencia absoluta y estaba contentsimo de volver a su pueblo. Durante la velada, entre copa y copa, no hizo ms que hablar de una primita que lo estaba esperando para casarse con l. Al final le acompaaron a la cama que ocup el tratante en pieles y aquella misma noche el vigilante, al pasar por la calle de Minnesoenger, atisb cierta cosa que penda del soporte de la muestra. Levanta la linterna... era el militar, con el canuto de lata de su licencia sobre el muslo izquierdo y las manos aplicada a la costura del pantaln como si estuviese en una revista.Por la Santa Biblia! Aquello ya picaba en historia. El burgomaestre venga gritar, como un demonio. Examinaron el dormitorio, golpearon y repasaron las paredes y mandaron la partida de defuncin a Newstadt. El actuario haba escrito al margen: muerto de apopleja fulminante.

Nuremberg entero, arda de indignacin contra el hostelero. Hasta haba personas que queran obligarle a suprimir la barrilla de hierro que sostiene la muestra. Pero ya podis suponer que el viejo Nickel Schmidt no hizo caso. -Esta barrilla deca la clav mi abuelo. Sostiene la muestra del Buey Gordo de padres a hijos hace ciento cincuenta aos y no molesta a nadie, ni siquiera a los carros de heno, que no la alcanzan con su carga, para algo se puso a 30 pies de altura. Si a alguien le disgusta que se vuelva de espaldas y as no lo ver. El pueblo fue tranquilizndose y durante unos cuantos meses no hubo ninguna novedad. Desgraciadamente un estudiante de Heidslberg que se iba a la Universidad, se detuvo anteayer en el Buey Gordo para pasar la noche. Era hijo de un pastor protestante.Cmo va a suponerse que al hijo de un pastor le de la ventolera de colgarse de la barrilla de una muestra solo porque un seor orondo y un militar hayan hecho lo mismo unos meses antes? Hay que convenir, masese Cristian, que la cosa no parece lgica ni probable. Razones de este jaez no nos habran parecido suficientes, a usted, ni a mi. Pues bien... Basta! Basta! exclam. Esto es horroroso! Adivino el fondo de un espantoso misterio. La culpa no es de la barrilla, ni del dormitorio. Sospecha, por ventura, del hostelero, el hombre ms honrado del mundo y miembro de una familia de las ms antiguas de Nuremberg? No, no. Dios me libre de hacer juicios temerarios; pero hay abismos que uno no se atreve a sondear con la mirada. Tiene usted mucha razn dijo Tubac, extraado de verme tan exaltado. Ms vale hablar de otras cosas. A propsito, maese Cristian, cmo anda nuestro paisaje de Santa Odilia? Esta pregunta me devolvi al mundo positivo. Ense al negociante la tela, que ya estaba terminada, concluimos el trato y enseguida el buen hombre, satisfecho, descendi la escalera, 46

Relatos paranormales Antologa recomendndome que no pesara ms en el estudiante de Heidelberg. Yo bien hubiera querido seguir su consejo, pero cuando el demonio se mezcla en nuestros asuntos no es fcil deshacerse de l. II. Una vez solos, aquellos acontecimientos cobraron dentro de m una claridad horripilante. La vieja es la causa de todo me dije. Ella sola ha preparado esos crmenes. Ella sola los ha consumado. Pero... con que medios? Se haba valido nicamente de la astucia? Habr apelado a poderes invisibles? Paseaba, nerviosamente, dentro de mi tabuco. Una voz interior me deca con clamor: "El cielo no te ha permitido en vano observar cmo la Murcilago contemplaba la agona de su vctima; no en vano el alma del pobre estudiante ha venido a despertare en forma de mariposa nocturna; no, no estas cosas extraordinarias no han ocurrido sin motivo. Cristian, el cielo te impone una terrible misin, si no la cumples, puede caer t mismo en las redes de la vieja. Quin sabe, si en estos momentos ya est afilando sus armas en las tinieblas."Durante muchos das aquellas imgenes me persiguieron sin tregua. Perd el sueo; no tena ganas de hacer nada; el pincel me caa de la mano y...caso espantoso!... a veces me sorprend mirando la barrilla con complacencia. En fin no pudiendo contenerme me ech escaleras abajo, saltando los escalones de cuatro en cuatro y me acurruqu detrs de la puerta de la Murcilaga para probar de descubrir su fatal secreto. Desde aquel momento no tuve un solo da de descanso, siempre a la zaga de la vieja, acechndola, procurando no perderla de vista. Pero la astuta, tena tan buen olfato, que sin volverse, saba que yo iba detrs de ella, y que segua sus pasos. Pero ella disimulaba iba a la plaza o a la carnicera como si tal cosa, lo nico que la distingua de las dems viejas es que apresuraba el paso y rezongaba entre dientes. Al cabo de un mes comprend que con aquel mtodo no podra conseguir mi objeto, y esta conviccin me llen de tristeza. Qu hacer? me deca La vieja descubre mis proyectos... todo me sale mal.Ah, vieja malvada!... Seguramente ya me ests viendo colgado del extremo de una soga! A fuerza de preguntarme; qu hacer, que hacer? Se me ocurri una idea luminosa. Mi habitacin dominaba la casa de doa Murcilago, pero no tena ningn tragaluz que mirase por aquel lado. Levant ligeramente una pizarra y nadie puede imaginar mi alegra cuando divis por entero el antiguo casern. -Ya te tengo exclam -. Ahora ya no te escapars. Desde aqu lo ver todo: tus idas y venidas... las maas y costumbres de la comadreja dentro de mi madriguera... y tu no sospechars siquiera la existencia de este ojo invisible, de este ojo que sorprende el crimen en el mismo momento en que nace. Ah! La justicia anda pasito a paso, pero llega.

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Relatos paranormales Antologa Nada ms siniestro que aquella casucha vista desde mi observatorio: un patio profundo, con anchas losas cubiertas de musgo; en uno de los ngulos un depsito de aguas corrompidas que daban miedo de ver; ac una escalera de caracol; all, al fondo, una galera con baranda de madera; sobre la balaustrada, unos andrajos y las tripas de un jergn; en el piso primero, a mano izquierda la piedra de un tragadero que indicaba el sitio de la cocina; a mi derecha, las ventanas que daban a la calle; algunas macetas con flores resecas; todo sombro, resquebrajado, hmedo. El sol no penetraba ms que dos horas al da en aquel albaal. Luego la sombra iba subiendo, y la luz se quebraba en relumbrones sobre la pared vieja, sobre el balcn carcomido, sobre las vidrieras empaadas. Torbellinos de tomos giraban sobre s mismos en medio de los rayos de oro, sin que los moviera ningn hlito. Ah! Qu bien se vea que era aquel lugar el de doa Murcilago. Apenas haba terminado estas reflexiones entr la vieja. Vena del mercado. O chirriar la pesada puerta. Luego apareci Doa Murcilago con su cesto. Pareca fatigada. Con trabajo poda respirar. Los adornos de la toca le colgaban hasta la nariz. Agarrndose con una mano a la baranda, fue subiendo la escalera. Haca un calor asfixiante. Era uno de aquellos das en que todos los insectos (grillos, araas y mosquitos), hacen resonar los caserones antiguos con sus ruidos de escofinas y trepantes subterrneos. Doa Murcilago atraves lentamente la galera, como un hurn, en su propia casa. Estuvo ms de un cuarto de hora en la cocina y despus sali a tender ropa y a dar un barrido a los escalones, donde haba algunas briznas de paja. Finalmente, levant la cabeza y se puso a reseguir con sus ojos verdes los contornos del tejado, buscando, huroneando con la vista.Qu extraa situacin la adverta de algo sospechoso? No lo s, pero baj suavemente por la pizarra y por aquel da renunci a mirar ms. Al da siguiente me pareci que la Murcilago estaba confiada. Un claro de luz se recortaba en ngulo sobre la galera. Al pasar, la vieja atrap una mosca al vuelo y la ofreci, delicadamente, a una araa instalada en un rincn del techo. La araa era tan gorda, que a pesar de la distancia, la vi bajar de escaln en escaln, luego escurrirse a lo largo de un hilo como una gota de veneno, coger por sorpresa la presa de entre las manos de la bruja y volver a subir rpidamente. La vieja qued mirndola con mucha atencin, sus ojos se entornaron; estornud y se dijo a si misma:"Jess, nia bonita: Jess!"Durante seis semanas no pude descubrir nada sobre el poder de doa Murcilago. Tan pronto mondaba patatas sentada bajo el porche como tenda ropa en la balaustrada. A veces la vea hilar, pero no cantaba como suelen hacer las viejas buenas, con aquella voz vacilante, que...armoniza tan bien con el zumbido del torno. Viva en medio del silencio. No tena gato, compaero predilecto de las solteronas. No vena gorrin alguno a posarse sobre los hierros de su hogar. Las palomas, cuando pasaban por encima de su tejado, pareca que aleteaban ms de prisa. Se dira que todos los seres tenan miedo de su mirada. Solamente la araa hallbase contenta en su compaa. No me explico la paciencia que tuve durante aquellas largas horas de observacin. Nada me cansaba, nada me era indiferente. Al 48

Relatos paranormales Antologa ms mnimo ruido levantaba la pizarra, mi oscuridad, estimulada, por un miedo indefinible, no tena fin. Tubac se quejaba. En que diablo pasa usted el tiempo, maese Cristian? me deca. Vlgame Dios, estos pintores! Es cierto eso que dice el refrn: "perezoso como un pintor". En cuanto han arrinconado unas cuantas coronas hunden las manos en los bolsillo y se apoltronan. Yo mismo, empezaba a descorazonarme. Ya poda mirar, ya poda acechar, que no descubra nada extraordinario. Hasta me inclinaba a creer que tal vez la vieja no era tan peligrosa y que estaba ofendindola con mis sospechas; en una palabra, la iba disculpando. Pero una tarde, en que, con el ojo aplicado a mi aspillera, me entregaba a estas reflexiones, la escena cambi de repente. Doa Murcilago pas por la galera como un relmpago. No era la misma. Iba muy tiesa, prietas las quijadas, fija la mirada, estirando el cuello, caminaba a grandes zancadas, dejando flotar al ciento los grises cabellos. Hola, hola! Novedad tenemos me dije. Alerta! Pero las sombras descendieron sobre el casern, los ruidos de la ciudad se apagaron, el silencio rein. Me iba a meter en la cama, cuando al dar una ojeada por el tragaluz, repar que en la ventana de enfrente haba luz. Un viajero ocupaba, pues, el dormitorio del ahorcado. Entonces se despertaron todos mis temores. Comprenda la excitacin de doa Murcilago: oa una vctima. En toda la noche no pude dormir. El crujir de la paja, el roer de una rata en el tejado... me daban fro, me levant y me encaram hasta la ventana, con el odo atento...La luz de la casa de enfrente estaba apagada. En uno de aquellos momentos de punzante angustia, sea ilusin, sea realidad, me pareci ver a la anciana bruja mirando, escuchando, como yo mismo. Pas la noche, y el da apareci, gris, en mis cristales. Poco a poco fueron creciendo los ruidos y el movimiento de la ciudad. Extenuado por la fatiga y las emociones, me ech en la cama, pero mi sueo fue corto, a las ocho ya me haba vuelto a instalar en mi observatorio. No pareca, pues, que doa Murcilago hubiese tenido una noche menos tempestuosa que la ma. Cuando sali a la galera, una palidez violcea cubra sus mejillas y su enjuto cuellos. No llevaba ms que la camisa y unas falduchas de lana. Algunos mechones de pelo gris rojizo caan sobre sus hombros. Mir hacia mi ventana con aire soador, pero no descubri nada: tena sin dudas otras preocupaciones. De repente baj la escalera dejando los zapatos en el piso. Sin duda iba a asegurarse que la puerta estaba bien cerrada, volvi enseguida. Subi bruscamente, salvando tres o cuatro escalones en cada zancada. Estaba espantosa. Se precipit a la habitacin contigua y o un ruido como la que hace la tapa de un bal viejo al cerrarse de golpe. Luego la Murcilago apreci en la galera arrastrando un maniqu, y aquel maniqu llevaba una indumentaria igual al del estudiante de Heidelberg.

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Relatos paranormales Antologa Con una admirable destreza la vieja colg el horrible objeto a la viga del atrio y, para contemplarlo baj al patio. Un estallido de carcajadas sali de su pecho. Pareca loca. Subi otra vez, volvi a bajar y cada vez gritaba y rea ms. Se oy un ruido hacia la puerta. La vieja de un brinco descolg el maniqu y se lo llev, enseguida reapareci y apoyada sobre la baranda, estirando el cuello y con los ojos centelleantes, escuch. Se alej el ruido. Ella respir profundamente y los msculos de su cara se relajaron. Acababa de pasar un carruaje. La bruja haba tenido miedo. Luego se meti otra vez en la habitacin y otra vez o cerrar el bal. Esa escena tan extraa confunda mis ideas. qu significaba aquel maniqu? Redobl mi atencin. La Murcilago acababa de salir con un cesto. La segu con la vista hasta la esquina de la calle. Volva a tomar aquel aire de vieja temblona, daba pasitos cortos y, de vez en cuando miraba de reojo para ver que pasaba detrs. Cinco horas cumplidas estuvo fuera de la casa. Yo, entretanto, iba y vena, meditaba... El tiempo se me haca insoportable. El sol calentaba las pizarras y me abrasaba el seso. Durante aquel lapso de tiempo, vi al hombre que ocupaba la habitacin de los ahorcados. Era un campesino de Nassau con gran tricornio, chaleco escarlata y una fisonoma risuea y franca. Fumaba tranquilamente su pipa de Ulm sin sospechar nada. Me vinieron ganas de gritarle: Alerta, buen hombre! Tenga cuidado que la vieja no le sorprenda. Desconfe! Pero no me habra entendido. A las dos la Murcilago volvi a entrar. Hizo con la puerta tal estrpito que retumb hasta el vestbulo. Despus, sola, bien sola, apareci en el patio y se sent en el primer peldao de la escalera. Se puso delante su ceso y sac primeramente unos paquetes de hierbas y algunas legumbres, despus un chaleco rojo, un tricornio plegable, una chupita de terciopelo oscuro, unos pantalones de felpa, un par de medias de lana recia: exactamente el atavo que llevaba el campesino de Nassau. Me asalt un temblor. Ante mis ojos pasaron llamaradas. Me acord de esos principios que atraen con un poder irresistible; de esos pozos que es preciso colmar para que la gente no se arroje a ellos; de los rboles que se han tenido que derribar para que la gente no se ahorque de sus ramas, en fin, de esa especie de epidemia de suicidios, asesinatos y pillajes, que se desarrolla en ciertas pocas y por determinados procedimientos; de la extraa seduccin del ejemplo que te obliga a bostezar porque otro bosteza, a sufrir por ver sufrir, a matarte porque otros se matan... Y los cabellos se me erizaron de espanto.Cmo doa Murcilago, aquella criatura vil, haba podido adivinar una ley tan profunda de la naturaleza? He aqu una cosa que yo no llegaba a comprender, una cosa que sobrepasaba mi imaginacin, pero sin resolver aquel problema al momento resolv volver la ley fatal contra la vieja, atrayndola a su propio lazo. Cuantas vctimas inocentes no pedan venganza! 50

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Puse manos a la obra. Recorr todos los ropavejeros de Nuremberg, y a la noche, llegu a la hostera de los tres ahorcados con un envoltorio bajo el brazo. Nickel Schmidt me conoca de antiguo por haberle hecho el retrato de su mujer, una gruesa comadre realmente apetitosa. -Querido seor Schmidt, tengo un gran deseo de pasar la noche en aquella habitacin. Estbamos delante de la hostera y le indiqu la habitacin verde. El buen hombre me mir con desconfianza. Oh, no tema nada! le dije. No tengo ningn deseo de ahorcarme. Enhorabuena, hombre enhorabuena. A fe que lo habra sentido. Un artista de vuestro mrito... y para cuando quiere usted esa habitacin, maestro Cristian? Para esta noche. Imposible! Est ocupada. El seor puede entrar ahora mismo dijo una voz a nuestra espalda. No me quedo aqu un momento ms. Nos volvimos sorprendidos. Era el campesino de Nassau, con su gran tricornio en el cogote y su hato de ropa al cabo del bastn de viaje. Le acababan de contar las aventuras de los ahorcados y temblaba de ira. Vaya habitaciones divertidas! exclam balbuceando. Le digo que... es un homicidio meter alguien en ellas. Es... es un asesinato. Deberan condenarlo a galeras. Vamos, vamos, clmese dijo el hostelero. Lo cierto es que todo esto no le ha privado a usted de dormir esta noche. Por fortuna haba rezado mis oraciones respondi el otro; y si no fuera por eso, quien sabe donde estara... Y se alej levantando las manos al cielo. Bueno, pues: ah tiene usted la habitacin libre me dijo maese Schmidt. Pero, cuidadito, eh?, no vaya usted a hacer una mala jugada. Peor sera para m, querido seor. Di mi hato a la criada y me qued provisionalmente entre los bebedores. Haca tiempo que no me haba encontrado tan tranquilo, tan contento de estar en el mundo. Al cabo de tantas inquietudes, estaba a punto de conseguir mi objeto; el horizonte pareca despejarse por otra parte; no se que formidable poder vena en mi ayuda. Encend mi pipa y, con un codo sobre la mesa y un vaso delante, escuch el coro de Freyschutz ejecutando por una banda de "Zigeiners del Chwartz Walda". Ora la trompeta, ora el cuerno de caza, ora el boe, se llevaban mi corazn a travs de 51

Relatos paranormales Antologa sueos vagos y, ms de una vez, al despabilarme para mirar que hora era, me pregunt si todo aquello que me pasaba no era tambin un sueo. Pero cuando el sereno vino a pedirnos que desalojsemos la sala, pensamientos graves ocuparon mi alma y, meditabundo, segu los pasos de Carlotilla que me preceda con la palmatoria en la mano. III. Subimos la escalera, con sus vueltas y revueltas, hasta el tercer piso. All la criada me entreg la vela indicndome la puerta. -En sta dijo, escurrindose escaleras abajo. Abr la habitacin, verde, era un dormitorio de hostera como todos los dems: el techo bajo y la cama muy alta. Una sola ojeada me bast para recorrer su interior, despus me escurr hacia la ventana. La casa de doa Murcilago an no ofreca nada de particular, solamente que en el fondo de una gran pieza brillaba una lucecita vigilante. Bueno dije corriendo la cortina; tengo todo el tiempo necesario. Abr el lo, me puse una toca de mujer, con amplios adornos, y, con un carbn, me instal delante del espejo para pintarme las arrugas. En aquel trabajo consum una hora larga. Despus de haberme puesto los vestidos y el mantn me di miedo a m mismo: doa Murcilago estaba all, me miraba desde el fondo del espejo. En aquel momento el sereno canta las once. Arregl con prontitud un maniqu, que haba trado, ponindole la misma ropa que llevaba la bruja, y apart un poco la cortina. Despus de tener tan estudiada a la vieja y de conocer su astucia infernal, su prudencia y su habilidad, ciertamente, nada me poda sorprender, pero a pesar de todo, sent miedo. Aquella luz me haba descubierto, aquella luz inmvil, en aquel momento proyectaba su amarillento resplandor sobre el maniqu del campesino de Nassau, el cual, acurrucado junto a la cama, con la cabeza cada sobre el pecho, el gran tricornio derribado sobre la cara y los brazos colgados, pareca sumergido en la desesperacin. La sombra, gobernada con arte diablico, no dejaba ver ms que el conjunto de la figura. Solo el chaleco rojo y seis gruesos botones destacaban en las tinieblas. El silencio de la noche, la inmovilidad completa del personaje y su aire lnguido y abatido, eran a propsito para apoderarse de la imaginacin con una fuerza irresistible; yo mismo que estaba sobre aviso, sent fro en los huesos, qu habra sido de un pobre labrador enteramente desprevenido? Se habra horrorizado y presa del horror hubiera hecho un disparate. Apenas descorr la cortina divis a doa Murcilago que estaba al acecho, detrs de los cristales.

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Relatos paranormales Antologa No poda verme. Entreabr suavemente la ventana. La ventana de enfrente tambin se entreabri. Luego, me pareci que el maniqu se levantaba poco a poco hacia m. Yo tambin me adelant y, cogiendo la palmatoria con una mano, abr de repente, con la otras, las dos batientes. La vieja y yo estbamos cara a cara. Ella, muerta de estupor, dej caer el maniqu. Nuestras miradas se cruzaron con igual terror. Ella tendi un dedo; yo tambin; movi los labios y dio un suspiro y se apoy; me apoy. No puedo explicar todo el horror de aquella escena. Haba en ella desvaro, alucinacin, locura. Era una lucha entre dos voluntades, entre dos inteligencias, entre dos almas, Cada una de las cuales quera aniquilar a su rival, y en aquella lucha, la ma llevaba ventaja. Las vctimas luchaban para mi lado. Despus de haber imitado todos los movimientos de la Murcilago, me saqu una cuerda debajo de la falda y la at al soporte de hierro. La vieja me iba contemplado boquiabierta, me anud la cuerda al cuello. Sus pupilas se iluminaron, su rostro se descompuso. No, no! dijo con voz silbante. No! Yo segu mi obra con la impasibilidad del verdugo. Entonces la rabia se apoder de doa Murcilago. Vieja loca! aull, irguindose y con las manos crispadas obre el alfizar.Vieja loca! No le di tiempo de continuar. Apagando de un soplo mi luz, me encog a guisa de hombre que quiere darse un impulso vigoroso, y cogiendo el maniqu, le pas la cuerda escurridiza por el cuello y lo ech al vaco. Un grito terrible atraves el espacio. Despus todo volvi a quedar en silencio.El sudor me baaba la frente. Escuch rato ms rato. Al cabo de un cuarto de hora, o, muy lejos, la voz del sereno, que gritaba:"Ciudadanos de Nuremberg, media noche..., media noche pasada." Ahora la justicia est satisfecha murmur. Las tres vctimas estn vengadas.Seor, perdonadme! Haban pasado unos cinco minutos desde el ltimo grito del sereno y acababa de ver como la bruja, atrada por la imagen, se precipitaba fuera de la ventana con la cuerda alrededor del cuello y quedaba suspensa de la barrilla. Me di cuenta como el temblorcillo de la muerte ondulaban sobres sus riones y como la luna quieta, silenciosa, asomando tras el tejado, pona un rayo de luz plida y fra sobre la cabeza despeinada. Tal como haba visto antes a aquel pobre estudiante, vi a la Murcilago. 53

Relatos paranormales Antologa

Al da siguiente Nuremberg entero saba que la Murcilago se haba ahorcado. Ese fue el ltimo acontecimiento de este cariz que se registr en la calle Minnesoenger. mile Erckmann (1822-1899) Alexandre Chatrian (1826-1890)

El Rostro. The Face; E.F. Benson (1867-1940) Sentada junto a la ventana abierta en aquella calurosa tarde de junio, Hester Ward empez a meditar seriamente acerca de los presagios y la nube depresiva que le haban acompaado durante todo el da, y con gran sensatez enumer para s misma las mltiples causas de felicidad que haba en las circunstancias afortunadas de su vida. Era joven, extremadamente atractiva, acomodada, gozaba de una salud excelente y por encima de todo tena un esposo y dos hijos pequeos adorables. Ciertamente no exista ruptura alguna en el crculo de prosperidad que la rodeaba, y si en esos momentos un hada madrina le hubiera entregado la gorra de los deseos habra dudado si ponrsela sobre la cabeza, pues no poda pensar en nada que fuera digno de tal solemnidad. Tampoco poda acusarse, adems, de no apreciar esas bendiciones: las apreciaba y disfrutaba enormemente, y deseaba de corazn que todos aquellos que con tanta munificencia haban contribuido a su felicidad pudieran compartirla. Hizo una revisin muy deliberada de todas esas cosas, pues se encontraba realmente ansiosa, en realidad ms de lo que se atreva a admitir, por encontrar algo tangible que pudiera justificar la sensacin siniestra de que se acercaba el desastre. Tambin haba que considerar el clima, pues durante la ltima semana haba hecho en Londres un calor sofocante, pero si era esa la causa, por qu no lo haba sentido antes? Quizs el efecto de aquellos das sofocantes y sin aire hubiera sido acumulativo. Era un idea, aunque sinceramente no pareca muy buena, pues lo cierto es que el calor le encantaba; Dick, que lo odiaba, sola decir que era extrao que se hubiera enamorado l de una salamandra. Cambi de postura y se irgui en el asiento bajo que ocupaba junto a la ventana, tratando de recuperar su valor. Desde el momento mismo en que despert esa maana supo que soportaba 54

Relatos paranormales Antologa ese gran peso, y ahora, tras haber hecho todo lo posible para encontrar cualquier motivo de su depresin, y haber fracasado totalmente, se dispona a mirar las cosas cara a cara. Se avergonzaba de ello, pues la causa de ese estado de nimo amedrentado que la atenazaba era tan trivial, tan fantstica, tan excesivamente estpida... -S, nunca me sucedi nada tan tonto -pens-. Debo considerarlo directamente y convencerme de lo tonto que es. -Permaneci un momento aferrndose las manos. Vamos a ello dijo en voz alta. La noche anterior haba tenido un sueo que aos atrs haba sido habitual, pues de nia lo haba soado una y otra vez. En s mismo el sueo no era nada, pero en la poca de la infancia, siempre que la noche anterior haba tenido ese sueo a la noche siguiente tena otro que contena el origen y el ncleo del horror, y despertaba gritando y luchando bajo la pesadilla abrumadora. Haca ya unos diez aos que no lo haba experimentado, y por lo que poda recordar habra dicho que se haba vuelto oscuro y distante. Pero la noche anterior haba tenido el sueo de advertencia, que sola anunciar la visita de la pesadilla, y ahora todo el almacn de la memoria, aunque estuviera lleno de cosas brillantes y hermosas, no contena nada tan vivo como el sueo. El sueo de advertencia, el teln que se alzaba para la noche siguiente, revelando la tan temida visin, era en s mismo simple e inocuo. Le pareca estar caminando por un acantilado alto y arenoso cubierto de hierba baja; a su izquierda, a veinte metros, estaba el borde del acantilado, que caa entonces en una empinada cuesta hasta el mar, situado al pie. El camino que ella segua la conduca a travs de campos rodeados de setos bajos y resultaba suavemente ascendente. Cruzaba una media docena de esos campos, subiendo las escaleras que por encima de las cercas comunicaban uno con otro; pastaban all ovejas, pero nunca vio un ser humano, y siempre era el crepsculo, como si estuviera cayendo la noche, y tena que darse prisa porque alguien (ella no saba quin) le estaba esperando, y no slo le aguardaba desde haca unos minutos, sino desde haca muchos aos. En el momento en que suba la cuesta vea delante de ella un grupo de rboles bajos que crecan curvados por la continua presin del viento que soplaba desde el mar; y cuando los vea saba que su viaje casi haba terminado, y que el innombrable que tanto tiempo llevaba aguardando estaba en algn lugar cercano. El camino que segua se interrumpa en ese bosquecillo, y las inclinadas copas de los rboles por el lado del mar casi le servan de techo; era como caminar a travs de un tnel. Enseguida los rboles de la parte delantera empezaban a disminuir, y a travs de ellos vea la torre gris de una iglesia solitaria. Se levantaba en un camposanto que pareca llevar mucho tiempo abandonado, y el cuerpo de la iglesia, situada entre la torre y el borde del acantilado, estaba en ruinas, sin techo, y con las ventanas abiertas rodeadas de espesos crecimientos de hiedra. El sueo preliminar se detena siempre en ese punto. Era un sueo que provocaba preocupacin e inquietud, pues se hallaba suspendido sobre l la sensacin del crepsculo y la del hombre que la llevaba aguardando tanto tiempo; pero no poda considerarse como una pesadilla. Lo haba 55

Relatos paranormales Antologa experimentado muchas veces en su infancia, y quizs era el conocimiento subconsciente de la noche que con seguridad iba a producirse lo que le daba esa inquietud. Y ahora la ltima noche se haba vuelto a producir, idntica en todos los aspectos salvo en uno, pues la noche anterior le pareci que en los diez aos que haban pasado desde la ltima vez que lo tuvo se alter la visin de la iglesia y el cementerio. El borde del acantilado se haba aproximado ms a la torre, se encontraba ahora a uno o dos metros de ella, y las ruinas de la iglesia, salvo un arco roto que haba sobrevivido, haban desaparecido. En su avance, el mar llevaba diez aos tragndose el acantilado. Hester saba bien que slo ese sueo le haba oscurecido el da, por las pesadillas que solan sucederle, y siendo una mujer sensata, tras haberlo reconocido se neg a admitir en su mente nada que pudiera evocar conscientemente las consecuencias. Si se hubiera permitido contemplar tal cosa probablemente el hecho mismo de pensar en ello bastara para asegurar su regreso, y una de las cosas que con seguridad saba era que no quera en absoluto que tal cosa sucediera. No era una de esas pesadillas ordinarias confusas y revueltas; era muy simple, y senta que concerna al ser innombrable que la aguardaba... pero no deba pensar en ello; puso toda su voluntad e intencin en el deseo de no pensar en ello, y como ayuda a su resolucin escuch el sonido de la llave de Dick en la puerta principal, y su voz que la llamaba. Sali al pequeo y cuadrado recibidor principal y lo encontr all, fuerte y grande, y maravillosamente real. Este calor es un escndalo, un ultraje, una abominable desolacin grit l enjugndose el sudor vigorosamente. Qu hemos hecho para que la providencia nos coloque en esta sartn? Luchemos contra el calor, Hester! Salgamos de este infierno y vayamos a cenar a... te lo dir susurrando para que la providencia no se entere a Hampton Court! Ella se ech a rer: aquel plan le resultaba muy conveniente. Regresaran tarde, tras haberse distrado; y cenar fuera resultaba al mismo tiempo delicioso y un motivo de olvido. Estoy de acuerdo, y segura de que la providencia no nos ha odo. Vaymonos ahora! Perfecto. He recibido alguna carta? Se dirigi a la mesa sobre la que haba algunos sobres con sellos de medio penique y de aspecto muy poco interesante. Ah, recibos de facturas dijo. Slo un recordatorio de lo tonto que es uno por pagarlas. Una circular... un consejo que no he pedido acerca de invertir en marcos alemanes... un suplicatorio en una circular que empieza: Querido seor o seora. Es una impertinencia pedirle a uno que se suscriba a algo sin saber de antemano si es hombre o mujer... una visin privada de retratos en la Walton Gallery... no podr ir; reuniones de negocios el da entero. Quizs a ti te gustara ir a verlos, Hester. Me han dicho que hay unos Van Dyck muy hermosos. Eso es todo: salgamos. Hester pas una velada realmente tranquila, y aunque pens en hablarle a Dick acerca del sueo que tanto haba afectado todo el da su conciencia, para or la gran carcajada que soltara l por su 56

Relatos paranormales Antologa estupidez, no lo hizo, pues nada de lo que pudiera decir l sera tan bueno para su miedo como la fuerza general que transmita. Adems, tendra que explicarle el motivo de su efecto perturbador, decirle que en otro tiempo sola tener ese sueo, y contarle la secuela de las pesadillas. Ni pensara en ellas ni las mencionara: era mucho ms prudente por su parte sumergirse en la extraordinaria cordura de Dick, y sentirse envuelta por su afecto... Cenaron al aire libre en un restaurante situado a orillas del ro y despus dieron un paseo; era ya casi medianoche cuando, calmada por el frescor y el aire, y por el vigor de su fuerte compaero, se dej conducir de regreso a la casa mientras l llevaba el coche al garaje. Entonces se maravill del estado de nimo que la haba acosado todo el da, y que tan distante e irreal se haba vuelto. Se senta como si hubiera soado con un naufragio y al despertar se encontrara en un jardn seguro y abrigado que la tempestad no poda atacar ni las olas batir. Pero acaso no estaba all, aunque remoto y oscuro, el ruido de las olas distantes? Dick dorma en el vestidor que comunicaba con el dormitorio de ella, cuya puerta dejaban abierta para que entrara el aire y el frescor, y ella cay dormida casi nada ms apagar la luz, cuando la del vestidor segua todava encendida. Hester empez a soar inmediatamente. Se hallaba de pie en la orilla del mar; haba marea baja, pues las franjas de arena recubiertas de objetos abandonados y varados brillaban en un crepsculo que iba profundizndose hasta convertirse en noche. Aunque nunca haba visto aquel lugar, le resultaba terriblemente familiar. En la cabeza de la playa haba una empinada montaa de arena, y sobre el borde de sta una torre de iglesia de color gris. El mar deba haber invadido y socavado el edificio de la iglesia, pues abajo del montculo haba bloques de construccin desperdigados, lo mismo que algunas lpidas, mientras otras tumbas seguan en su sitio marcando su silueta blanquecina sobre el teln de fondo del cielo. A la derecha de la torre de la iglesia se encontraba un bosquecillo de rboles achaparrados que el viento marino predominante haba curvado hacia un lado, y ella saba que en la parte superior del montculo, varios metros hacia adentro, se encontraba un camino que cruzaba los campos, con escaleras de madera para pasar por encima de las cercas de uno a otro, y que atravesando un tnel formado por rboles iba a dar al cementerio. Todo aquello lo vio de una sola mirada, y aguard, contemplando el montculo de arena coronado por la torre de la iglesia, el terror que iba a revelarse. Saba ya lo que iba a suceder, e intent escapar, como lo haba hecho muchas veces. Pero le haba afectado ya la catalepsia de la pesadilla; trat de moverse frenticamente, pero ni siquiera esforzndose al mximo era capaz de levantar un solo pie de la arena. Frenticamente intent apartar la mirada del montculo de arena que tena delante, en donde en un momento se manifestara el horror... Y se manifest. Se form all una luz plida y ovalada del tamao del rostro de un hombre, dbilmente luminosa, delante de ella, varios centmetros por encima del nivel de sus ojos. Fue cobrando precisin. En una zona baja de la frente creci un cabello corto y rojizo; debajo, la contemplaban con fijeza dos ojos grises, muy juntos. A cada lado aparecieron las orejas, notablemente alejadas de la cabeza, y las lneas de las mandbulas se encontraban en una barbilla corta y puntiaguda. La nariz era recta y bastante larga, debajo haba un labio, y finalmente cobr 57

Relatos paranormales Antologa forma y color la boca, y en ella yaca el mximo terror. Uno de sus lados, suavemente curvo y hermoso, temblaba convirtindose en una sonrisa, mientras que el otro lado, grueso y como si estuviera tirante por causa de una deformidad fsica, sonrea con sarcasmo y lujuria. El rostro entero, desdibujado al principio, fue tomando gradualmente un perfil claro: era plido y bastante delgado, el rostro de un hombre joven. En ese momento el labio inferior descendi un poco mostrando el destello de los dientes, y surgi el sonido del lenguaje. Pronto vendr por ti, dijo, y al hablar se acerc un poco ms a ella y ensanch su sonrisa. En ese momento se derram sobre ella toda la calurosa oleada de la pesadilla. Intent de nuevo correr, trat otra vez de gritar, ahora que poda sentir el aliento de esa boca terrible sobre la suya. Entonces, con un estruendo y un desgarro, como si se hubieran separado el cuerpo y el alma, ella rompi el encantamiento, escuch el grito de su propia voz y sinti sus dedos buscando el conmutador de la luz. Vio entonces que la habitacin no estaba a oscuras, pues la puerta de Dick se encontraba abierta, y un instante despus, vestido todava, l se encontraba a su lado. Qu sucede, querida? Qu pasa? Ella se aferr a l con desesperacin, enloquecida todava por el terror. Ay, l ha estado aqu otra vez grit. Dice que pronto vendr por m. No le dejes que se acerque, Dick. Por un momento se le contagi el miedo de ella y mir a su alrededor. Pero qu dices? Aqu no ha estado nadie. Ella levant la cabeza, que tena apoyada en el hombro de Dick. No, fue slo un sueo dijo Hester. Fue el viejo sueo, y sent terror. Pero todava no te has desvestido. Qu hora es? No llevas ni diez minutos en la cama, querida dijo Dick. Apenas habas apagado la luz cuando te o gritar. Hester se estremeci. Ay, es horrible. Y l vendr otra vez... Habame de ello contest l sentndose a su lado. No contest ella afirmando la negativa con un gesto de la cabeza. No servir de nada hablar de ello. Slo lo har ms real. Los nios estn bien, no? Por supuesto que s. Al subir las escaleras lo comprob. Eso me tranquiliza. Ahora estoy mejor, Dick. Un sueo no tiene nada de real, verdad? No significa nada. l la tranquiliz mucho al respecto y al poco tiempo se haba calmado. Dick volvi a mirarla antes de irse a la cama y vio que estaba dormida. Cuando a la maana siguiente Dick se march a la oficina, Hester tuvo una dura conversacin consigo misma. Se dijo que de lo nico que tena miedo era de su propio temor. Cuntas veces haba acudido a sus sueos ese rostro portador de malos 58

Relatos paranormales Antologa presagios, y qu significado haba tenido luego? Absolutamente ninguno, salvo el de asustarla. Senta miedo y no haba nada que temer: estaba defendida, protegida, era prspera... qu importaba que regresara una pesadilla de la infancia? Ahora no tena ms significado del que haba tenido entonces, y todas aquellas visitas de su infancia haban pasado sin consecuencias... pero luego, a pesar de s misma, volvi a pensar en esa visin. Era absolutamente idntica a todas las anteriores, excepto... y en ese momento, encogindosele repentinamente el corazn, record que de nia aquellos terribles labios haban dicho: Vendr por ti cuando seas mayor, y que la frase de la noche anterior haba sido: Vendr por ti ahora. Record tambin que en el sueo de advertencia el mar haba avanzado y haba demolido ya el edificio de la iglesia. Haba una terrible coherencia en estos dos cambios dentro de unas visiones que en todos los dems aspectos eran idnticas. Los aos haban producido sus cambios, pues en una caso el mar, al crecer, haba derribado la iglesia, y en el otro el tiempo estaba ya cercano... De nada serva reprenderse o regaarse, pues la nica consecuencia de dejar que entrara en su mente la contemplacin de la visin era que se cerraba otra vez sobre ella el dominio del terror; era mucho ms prudente buscar una ocupacin y hacer que el miedo muriera tratando de no sostenerlo con el pensamiento. Por tanto decidi realizar sus deberes domsticos, sac a los nios para que tomaran el aire en el parque, y despus, decidida a no permitirse ningn momento libre, sali con la invitacin para ver los cuadros en una visita privada a la Walton Gallery. Despus su da seguira estando ocupado; saldra a almorzar fuera, acudira a una sesin de teatro y cuando regresara a casa Dick ya estara all, y podran irse a la casita que tenan en Rye para pasar el fin de semana. Dedicaran el sbado y el domingo a jugar al golf, y ella sentira que el aire fresco y la fatiga fsica acabaran con el terror de esas fantasas de los sueos. La galera estaba llena de gente cuando lleg all; encontr algunos amigos, por lo que la contemplacin de los cuadros se acompa de una alegre conversacin. Haba dos o tres buenos Raeburn, un par de Sir Joshua, pero para ella las joyas eran tres Van Dyck que estaban colgados en una pequea sala. Entr en ella mirando el catlogo. El primero de ellos era un retrato de Sir Roger Wyburn. Estaba todava hablando con su amiga cuando levant la mirada y lo vio... Su corazn lati tan rpido que se le subi a la garganta, y luego pareci quedarse totalmente quieto. La invadi una especie de enfermedad mental del alma, pues all, ante ella, se encontraba el que pronto iba a ir a cogerla. All estaba el cabello rojizo, las orejas proyectadas hacia fuera, los ojos codiciosos y juntos, y la boca que por un lado sonrea y por el otro formaba la amenaza burlona que tan bien conoca ella. Poda haber sido su pesadilla, en lugar de un modelo vivo, quien se hubiera sentado ante el pintor. Qu retrato, y qu hombre tan brutal! exclam su compaera. Fjate, Hester, no te parece maravilloso? 59

Relatos paranormales Antologa Se recuper haciendo un esfuerzo. Ceder ante ese temor que siempre la dominaba habra significado permitir que las pesadillas invadieran su vida de vigilia, y estaba convencida de que ah estaba la locura. Se oblig a s misma a mirarlo de nuevo, y encontr los ojos fijos y ansiosos que la miraban a ella; casi imagin que la boca empezaba a moverse. A su alrededor, la multitud se mova y charlaba, pero ella senta que se encontraba a solas con Roger Wyburn. Y sin embargo, razon consigo misma, ese retrato de l pues era l y no otrotendra que haber servido para tranquilizarla. Si a Roger Wyburn lo haba pintado Van Dyck, deba llevar muerto casi doscientos aos. Cmo iba a ser una amenaza para ella? Acaso haba visto por casualidad ese retrato de nia, y le haba causado alguna impresin terrible, pues aunque borrado por otros recuerdos sigui vivo en el subconsciente misterioso que fluye eternamente, como un ro oscuro y subterrneo bajo la superficie de la vida humana? Los psiclogos ensean que esas primeras impresiones ulceran o envenenan la mente como un absceso oculto. Ello podra explicar ese terror a aqul, que haba dejado de no tener nombre, y la aguardaba. Aquella noche, en Rye, volvi a tener el sueo de advertencia seguido por la pesadilla, y aferrndose a su esposo cuando el terror comenz a remitir, le cont lo que haba decidido. Slo el hecho de contarlo le produjo cierto consuelo, pues era tan monstruosamente fantstico que el robusto sentido comn de l la sostuvo. Cuando al regresar a Londres se repitieron las visiones, l no hizo caso de los reparos de Hester y la llev directamente al mdico. Cuntaselo todo, querida. Si no prometes hacerlo t, lo har yo. No puedo consentir que ests tan preocupada. Sabes que todo es una tontera, y los mdicos son maravillosos para curar tonteras. Dick, ests asustado le respondi tranquilamente volvindose hacia l. Ni lo ms mnimo contest l echndose a rer. Pero no me gusta que me despierten tus gritos. No es sa mi idea de una noche pacfica. Ya hemos llegado. El informe mdico fue decisivo e imperioso. No haba nada de lo que alarmarse; tena una salud perfecta en el cerebro y en el cuerpo, pero estaba agotada. Con toda probabilidad esos sueos turbadores eran un efecto, un sntoma de su condicin, y no la causa; sin la menor vacilacin, el doctor Baring recomend un cambio completo que inclua un viaje a algn lugar tonificante. Lo prudente sera enviarla fuera de aquel horno caluroso, a algn lugar tranquilo en el que no hubiera estado nunca. Cambio completo; totalmente. Por esa misma razn sera mejor que su marido no la acompaara; deba irse, por ejemplo, a la costa este. Aire del mar, frescor y total ociosidad. Nada de largos paseos; nada de baos prolongados; un chapuzn y una tumbona sobre la arena. Una vida perezosa y soporfera. Qu le parecera Rushton? No le caba duda de que Rushton servira para recuperar el nimo. Quizs en una semana su marido pudiera ir a verla. Mucho dormir sin preocuparse de las pesadillas, y mucho aire fresco.

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Relatos paranormales Antologa Hester, con gran sorpresa de su esposo, acept la sugerencia enseguida, y a la tarde siguiente estaba ya instalada en soledad y tranquilidad. El pequeo hotel se hallaba casi vaco, pues todava no se haba iniciado la oleada de turistas veraniegos, y pas todo el da sentada en la playa con la sensacin de que haba terminado la lucha. No necesitaba ya combatir el terror; confusamente le pareca que su mal se haba relajado. Acaso se haba entregado a l, de alguna manera, cumpliendo su orden secreta? Al menos no volvieron a repetirse las visitas nocturnas, durmi mucho, sin sueos, y despert a un nuevo da de tranquilidad. Todas las maanas tena unas letras de Dick, con buenas noticias de l y de los nios, pero por alguna razn los nios y l parecan remotos, como si fueran recuerdos de un tiempo muy distante. Algo se haba introducido entre ellos y ella, y los vea como a travs de un cristal. Pero igualmente, el recuerdo del rostro de Roger Wyburn, tal como lo haba visto en el lienzo del maestro o suspendido delante de ella sobre el montculo de arena, se volvi borroso y vago, y no la visitaron sus terrores nocturnos. Esa tregua de las emociones no slo actu sobre su mente, calmndola y llenndola de una sensacin de tranquila seguridad, sino tambin sobre el cuerpo, por lo que empez a fatigarse de esa inactividad diaria. El pueblo se encontraba sobre el borde de una extensin de tierra reclamada desde el mar. Hacia el norte, el pantano, que empezaba a brillar ahora con las flores plidas del mar color de espliego, se extenda sin rasgo caracterstico alguno hasta perderse en la distancia, pero en el sur una estribacin montaosa bajaba hasta la orilla terminando en un promontorio arbolado. Poco a poco, conforme fue mejorando su salud, empez a preguntarse qu habra tras aquella cresta que le ocultaba la vista, y una tarde camin por el terreno intermedio dirigindose hacia las pendientes arboladas. El da era sofocante y sin aire, pues haba desaparecido la vigorizante brisa marina que hasta ahora haba dado frescura al calor, y esperaba encontrar alguna corriente de aire que se agitara sobre la colina. Por el sur una masa de nubes oscuras recorra el horizonte, pero no haba amenaza inminente de tormenta. La pendiente se suba con facilidad, lleg arriba y se encontr al borde de una meseta con pastos y rboles, y siguiendo el camino, que no se alejaba del borde del promontorio, lleg a un campo ms abierto. All las parcelas vacas, en las que pastaban algunas ovejas, ascendan gradualmente. Escaleras de madera permitan comunicar por encima de los setos que las delimitaban. Y luego, a menos de dos kilmetros de ella, vio un bosque cuyos rboles crecan inclinados por el empuje de los vientos marinos predominantes, coronando la parte superior de la pendiente, y por encima divis la torre gris de una iglesia. En ese momento, cuando se identific la escena tan terrible y familiar, a Hester se le paraliz el corazn: pero inmediatamente la inund una oleada de valor y resolucin. All estaba por fin el escenario de ese sueo precursor, y tena la oportunidad de desentraarlo y romper el hechizo. En un instante se haba decidido, y bajo la extraa luz crepuscular del cielo encapotado camin a paso vivo por entre los campos que con tanta frecuencia haba atravesado en sueos, y subi hasta el bosque ms all del cual se encontraba aqul que la aguardaba. Cerr sus odos a las campanadas de terror, que ahora podra silenciar para siempre, y sin vacilaciones penetr en el tnel oscuro formado por los rboles. Enseguida stos comenzaron a ser menos numerosos, y a travs de ellos, 61

Relatos paranormales Antologa ahora ya muy cerca, vio la torre de la iglesia. Unos metros ms all sali del cinturn de rboles y se vio rodeada por los monumentos de un cementerio que hacia tiempo haba sido abandonado. El promontorio se interrumpa cerca de la torre de la iglesia: entre sta y el acantilado no quedaba de la iglesia ms que un arco roto, recubierto espesamente por la hiedra. Pas a su lado y vio abajo las ruinas y los bloques de construccin cados, y la arena recubierta de lpidas y cascotes, y en el borde del acantilado haba tumbas agrietadas y cadas. Pero all no haba nadie; nadie la aguardaba, y el cementerio en el que tan a menudo lo haba visto se encontraba tan vaco como los campos que acababa de atravesar. Una inmensa alegra la llen; su valor se haba visto recompensado y todos los terrores del pasado se convirtieron en fantasmas carentes de significado. Pero no tena tiempo para quedarse all, pues ahora amenazaba tormenta, y en el horizonte el destello de un rayo fue seguido por el crujido de un trueno. Al darse la vuelta para irse su mirada se fij en una lpida que guardaba equilibrio sobre el borde mismo del acantilado, y ley en ella que yaca all el cuerpo de Roger Wyburn. El miedo, la catalepsia de la pesadilla, la enraiz de momento en aquel lugar; sobrecogida y asombrada contempl las letras recubiertas de musgo; estaba casi esperando que ese rostro aterrador se alzara y quedara suspendido sobre su lugar de descanso. Despus, el miedo que la haba dejado congelada le dio alas, y con pies veloces corri por entre los arcos que formaban los rboles del bosque y sali a los campos. No lanz ninguna mirada hacia atrs hasta que lleg al borde de la cresta, sobre el pueblo, y dndose la vuelta vio que los pastos que haba atravesado estaban vacos y no haba en ellos ninguna presencia viva. Nadie la haba seguido; pero las ovejas, miedosas de la tormenta inminente, haban dejado de comer y se apretujaban bajo el abrigo de los setos bajos. La primera idea de su mente aterrorizada fue la de abandonar el lugar enseguida, pero el ltimo tren para Londres haba salido una hora antes, y adems, de qu serva escapar si de lo que hua era del espritu de un hombre muerto haca mucho tiempo? La distancia con respecto al lugar en el que yacan sus huesos no le dara seguridad; sta tendra que buscarla en su interior. Pero deseaba contar con la presencia confiada de Dick: iba a llegar al da siguiente, aunque hasta el amanecer le aguardaban muchas horas largas y oscuras, y quin poda saber qu peligros le aguardaran esa noche? Si l parta esa tarde en lugar de a la maana siguiente, podra llegar all en cuestin de horas, y estar con ella a las diez o las once de la noche. Le escribi un telegrama urgente: Ven enseguida. No te retrases. La tormenta que haba parpadeado en el sur ascendi ahora rpidamente, y poco despus rompa con terrible violencia. Como prefacio hubo algunas gotas gruesas que cayeron salpicando sobre el camino mientras regresaba de la oficina de correos, y cuando lleg al hotel volvi a sonar el 62

Relatos paranormales Antologa estruendo de la lluvia que se aproximaba, y se abrieron las compuertas de los cielos. A travs del diluvio centelleaba el fuego del rayo, el trueno resonaba y formaba ecos por encima, y las calles del pueblo se convirtieron en un torrente de agua arenosa y turbulenta. Se qued sentada all en la oscuridad, con una imagen flotando ante sus ojos: la de la tumba de Roger Wyburn, tambalendose ya y a punto de caer junto al borde del acantilado de la torre de la iglesia. Con una lluvia como sa se soltaban muchos metros de acantilado; le pareci or el susurro de la arena deslizante que precipitara esos sepulcros en ruinas, y lo que haba en ellos, a la playa de abajo. Hacia las ocho remiti la tormenta, y mientras cenaba le entregaron un telegrama de Dick en el que le informaba que ya haba partido y que se lo enviaba en route. Por tanto, a las diez y media, si todo iba bien, estara all, y lograra interponerse entre ella y su miedo. Era extrao que haca unos das ese miedo y el pensar en l se hubieran vuelto algo distante y oscuro para ella; ahora el uno estaba tan vivo como el otro, y contaba los minutos que faltaban para que su marido llegara. Poco despus la lluvia ces totalmente, y al mirar hacia afuera desde la ventana con las cortinas descorridas de su sala de estar, donde se hallaba sentada viendo con qu lentitud giraban las manecillas del reloj, contempl una luna de color mbar oscuro alzndose sobre el mar. Antes de que hubiera llegado al cenit, antes de que su reloj hubiera dado de nuevo dos veces la hora, Dick estara con ella. Acababan de dar las diez cuando llamaron a su puerta, y el botones le transmiti el mensaje de que un caballero haba venido por ella. Con esa noticia se le sobresalt el corazn; no esperaba a Dick hasta media hora ms tarde, pero su vigilia solitaria haba terminado. Baj corriendo las escaleras y encontr a la figura de pie en el escaln exterior. Su rostro estaba apartado del de ella, sin duda porque estaba dndole alguna orden al chfer. Resalt su perfil sobre la luz blanca de la luna, y en contraste con ella la llama de gas de la entrada, situada por encima de su cabeza, daba a sus cabellos un tono clido y rojizo. Ella cruz corriendo el saln hacia l. Ay, querido, has llegado. Qu bueno eres. Qu rpido has venido! l se dio la vuelta en el momento en que ella le puso una mano en el hombro. La rode con un brazo y ella pudo contemplar un rostro con los ojos juntos, una boca que sonrea por un lado y que por la otra se encoga como por una deformidad fsica, burlona y lasciva. La pesadilla haba llegado; no era capaz ni de correr ni de gritar, y l, apoyndola en sus pasos vacilantes, la condujo hacia la noche. Dick lleg media hora ms tarde. Se enter asombrado de que un hombre haba venido por su esposa haca poco tiempo, y que ella se haba ido con l. Por lo visto no era conocido all, pues el muchacho que haba transmitido el mensaje no lo haba visto nunca antes, y entonces la sorpresa de Dick comenz a convertirse en alarma; investigaron fuera del hotel y parece ser que uno o dos testigos haban visto a la dama que saban que se alojaba all caminando sin sombrero por la parte de arriba de la playa con un hombre que la llevaba cogida del brazo. Nadie lo conoca, aunque uno le haba visto el rostro y poda describirlo. 63

Relatos paranormales Antologa Se haba estrechado por tanto la direccin de la bsqueda, y aunque llevaban un farol para ayudar a la luz de la luna, encontraron unas huellas que podan haber sido las de ella, pero sin seal alguna de que nadie caminara a su lado. Las siguieron hasta que terminaron, a unos dos kilmetros, en un desprendimiento de arena que haba cado desde el viejo cementerio del acantilado, arrastrando la mitad de la torre y una tumba con el cuerpo que contena dentro. La tumba era la de Roger Wyburn, y su cuerpo estaba al lado, sin signo alguno de corrupcin o decadencia, a pesar de que haban transcurrido doscientos aos desde que fue enterrado. Los trabajos de bsqueda en las arenas removidas duraron una semana, ayudados por las mareas altas que poco a poco se la iban llevando. Pero no se realiz ningn otro descubrimiento. E.F. Benson (1867-1940)

El terror nocturno. The terror by night, E.F. Benson (1867-1940) La transferencia de emociones es un fenmeno tan comn, observado tan a menudo, que la humanidad en general hace tiempo que ha dejado de ser consciente de su existencia, pasando de ser algo merecedor de nuestro asombro y consideracin a tenerse como algo tan natural y habitual como la transferencia de cosas que actan segn las ya demostradas leyes de la materia. Nadie, por ejemplo, se sorprende si, cuando una habitacin est demasiado caldeada, al abrir una ventana el aire fresco del exterior es transferido al interior de la habitacin, de la misma manera que nadie se sorprende cuando en la misma habitacin, que imaginaremos abarrotada de gente aburrida y triste, entra alguien alegre y natural, produciendo en la cargada atmsfera mental un cambio anlogo al provocado por la apertura de la ventana. Cmo se lleva a cabo exactamente esta infeccin, no lo sabemos; considerando esas maravillas sin cable (que actan segn leyes materiales), que empiezan a perder su capacidad de maravillar ahora que somos capaces de recibir nuestro peridico cada maana aunque nos encontremos en mitad del Atlntico, quiz no sera arriesgado conjeturar que, de alguna manera sutil y oculta, la transferencia de emociones es tambin una realidad material. Ciertamente (para utilizar otro ejemplo) la visin de cosas decididamente materiales, como la escritura sobre una pgina, produce emociones en nuestras 64

Relatos paranormales Antologa mentes de una manera aparentemente directa, como cuando nuestro placer o nuestro pesar vienen provocados por un libro. Del mismo modo es posible que una mente acte sobre otra mente de un modo tan material como se. En ocasiones, en todo caso, nos cruzamos con fenmenos que, aunque podran ser fcilmente tan materiales como cualquiera de esas cosas, son ms extraos, y por lo tanto ms sorprendentes. Algunos los llaman fantasmas, otros juegos de manos, y otros tonteras. Parece ms simple agrupar dichos fenmenos bajo el ttulo de emociones transferidas, ya que se podran aplicar a cualquiera de los sentidos. Algunos fantasmas son vistos, algunos odos, y otros sentidos, y aunque no conozco el caso de ningn fantasma que haya sido saboreado, en las siguientes pginas parecer que estos fenmenos ocultos pueden apelar en todo caso a los sentidos que perciben el calor, el fro o el olor. Y es que, para tomar la analoga del telgrafo sin cables, todos nosotros somos probablemente receptores hasta cierto punto, y cogemos de tanto en cuando un mensaje o parte de un mensaje que las eternas ondas de la emocin estn gritando de manera incesante hacia todos aquellos que tienen odos para or, y materializndose ante aquellos que tienen ojos para ver. Al no estar, por regla general, perfectamente sintonizados, no captamos sino trozos o fragmentos de dichos mensajes. Podran ser un par de palabras coherentes, o un par de palabras que parecen no tener sentido. La siguiente historia, en todo caso, es para m interesante, porque demuestra cmo diferentes fragmentos de lo que sin duda era un mensaje fueron recibidos y registrados por varias personas de manera simultnea. Han pasado diez aos desde los hechos aqu registrados, pero fueron escritos en el momento. Jack Lorimer y yo ramos amigos desde haca mucho tiempo antes de que se casara, y su boda con una prima ma no deriv, como suele ser habitual, en una reduccin de nuestra intimidad. Algunos meses ms tarde, se averigu que su esposa estaba afectada de tisis, de modo que, sin prdida de tiempo, fue enviada a Davos acompaada de su hermana para que la cuidase. Evidentemente, la enfermedad haba sido detectada cuando an se hallaba en su etapa inicial, y haba suficientes motivos para esperar que, con los cuidados adecuados y un rgimen estricto, pudiera ser curada por los hielos dadores de vida de aquel maravilloso valle. Las dos se haban marchado en el mes de noviembre del que estoy hablando, y Jack y yo nos unimos a ellas durante todo un mes durante las Navidades, y pudimos apreciar que semana tras semana ella iba mejorando de manera rpida y constante. Tenamos que estar de regreso en la ciudad a finales de enero, pero acordamos que sera mejor que Ida se quedara acompaando a su hermana una o dos semanas ms. Ambas, recuerdo, bajaron hasta la estacin para despedirnos, y no creo que pueda olvidar las ltimas palabras que all se entrecruzaron: Oh, no ests tan decado, Jack haba dicho su mujer; me volvers a ver dentro de poco. Entonces la escandalosa y pequea locomotora chill como chilla un cachorro cuando le pisan una pata, y ascendimos resoplando hacia el paso. Cuando regresamos, Londres presentaba su habitual 65

Relatos paranormales Antologa disposicin desesperanzada de cada febrero, repleta de niebla y heladas que parecan producir un fro mucho ms mordiente que las penetrantes temperaturas de aquellas soleadas altitudes de las que acabbamos de llegar. Ambos, creo, nos sentamos bastante solos, e incluso antes de que hubiramos acabado el viaje habamos acordado que por el momento era ridculo mantener dos casas en funcionamiento cuando con una sola nos bastara, lo que resultara adems ms alegre para los dos. De modo que, como ambos vivamos en casas casi idnticas en la misma calle de Chelsea, decidimos lanzar una moneda y vivir en la casa que sta indicara (cara, la ma; cruz, la suya), compartir gastos, intentar alquilar la otra casa y, en el caso de tener xito, compartir tambin los beneficios. Una pieza francesa de cinco francos del Segundo Imperio nos dijo: cara. Haban transcurrido diez das desde nuestro regreso, y cada da recibamos las noticias ms favorables desde Davos, cuando, primero sobre l, despus sobre m, descendi, como una tormenta tropical, un sentimiento de terror indefinible. Probablemente, este sentimiento de aprensin (pues no hay otro en el mundo tan virulentamente infeccioso) me alcanz a travs de l: por otra parte, los dos ataques de vagos presentimientos podran haber surgido de la misma fuente, pero lo cierto es que a m no me atac hasta que Jack habl al respecto, de modo que la posibilidad quiz se incline ms porque fuera l quien me lo transmitiera. Hizo su primer comentario, recuerdo, una noche en la que nos habamos reunido para charlar antes de acostarnos, tras haber regresado de nuestras respectivas casas, en las que habamos cenado. Me he sentido tremendamente deprimido durante todo el da dijo, y justo despus de haber recibido este esplndido informe sobre Daisy. No puedo entender dnde est el problema. Se sirvi un poco de whisky con soda mientras hablaba. Oh, pobre hgado dije. Yo que t no me bebera eso. Sera mejor que me lo cedieras. Nunca en toda mi vida he estado mejor dijo l. Mientras hablbamos yo estaba repasando la correspondencia, y me top con una carta del agente inmobiliario que le con temblorosa impaciencia. Hurra! exclam. Oferta de cinco guas (por qu no escribir en cristiano)... cinco guineas a la semana, hasta Pascua, por el nmero 31. Vamos a nadar en guineas! Oh, pero no puedo quedarme aqu hasta Pascua dijo l. No veo por qu no. Tampoco lo ve Daisy, por cierto. Habl con ella esta maana y me ha dicho que te persuadiera para que te quedases. Eso si te apetece, por supuesto. Realmente estars ms animado. Pero perdona, qu me estabas diciendo? Las fantsticas noticias sobre las guineas semanales no le haban alegrado lo ms mnimo. Muchsimas gracias. Claro que me quedar. Recorri la habitacin una o dos veces. No, no soy yo el que est mal dijo al fin. Es... Eso, sea lo que sea Eso. El terror nocturno. Del cual se te ha ordenado no tener miedo remarqu. Ya lo s; mandar es fcil. Estoy asustado. Algo se acerca.

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Relatos paranormales Antologa Cinco guineas semanales se acercan dije. No me quedar aqu para que me infectes con tus temores. Lo nico que importa es Davos, y va todo lo bien que podra ir. Cmo deca el ltimo informe? Increblemente mejor. Acustate con eso en mente. La infeccin (si es que fue infeccin) no me afect en aquel momento, ya que recuerdo haberme ido a dormir sintindome bastante alegre, pero me despert en una casa oscura y silenciosa, y Eso, el terror nocturno, haba llegado hasta m mientras dorma. El miedo y la duda, irracional y paralizante, me haban atenazado. De qu se trataba? Al igual que podemos predecir la llegada de una tormenta con un barmetro, al sentir tal hundimiento del espritu, diferente a cualquier cosa que hubiera sentido anteriormente, estuve seguro de que aquello era el presagio de algn desastre. Jack lo vio en el mismo instante en el que nos encontramos para desayunar a la maana siguiente, a la luz plida y marrn de un da nublado, no lo suficientemente oscuro como para necesitar velas, pero sombro ms all de toda explicacin. De modo que tambin ha llegado hasta ti dijo. Yo no tena ni siquiera la fuerza de voluntad necesaria para decirle que tan slo me senta ligeramente indispuesto. Adems, nunca en toda mi vida me haba sentido mejor. Todo aquel da, y durante todo el da siguiente, el miedo cubri mi mente como si de una capa negra se tratara; no saba qu era lo que tema, pero desde luego se trataba de algo extremadamente intenso, algo que me resultaba muy prximo. Se acercaba ms a cada momento, extendindose como un manto de nubes sobre el cielo; pero al tercer da, cansado de encogerme bajo l, supongo que cierto coraje regres a m: o bien aquello era resultado de nuestra imaginacin, algn truco provocado por nuestros alterados nervios o algo as, en cuyo caso ambos estbamos preocupndonos en vano, o bien de entre las inconmensurables ondas emotivas que golpean las mentes de los hombres, algo en el interior de ambos haba intuido una corriente, una presin. En cualquiera de los dos casos era mucho mejor intentar, aunque fuera en vano, enfrentarse a ello. Durante aquellos dos das no haba trabajado ni jugado; tan slo me haba encogido y temblado, de modo que decid planear un da ocupado para m, y una noche de diversin para los dos. Cenaremos pronto dije, e iremos a ver El hombre de Blankleys. Ya se lo he comentado a Philip, que va a venir, y he telefoneado para pedir las entradas. La cena ser a las siete. Philip, debera aclarar, es un viejo amigo nuestro, vecino de nuestra calle, doctor de profesin y muy respetado, por cierto. Jack dej el peridico. S, espero que tengas razn dijo. No sirve de nada no hacer nada. No ayuda en lo ms mnimo. Has dormido bien?

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Relatos paranormales Antologa S, estupendamente respond con excesiva rapidez, ya que tena los nervios de punta precisamente por no haber pegado ojo en toda la noche. Ojal yo hubiera podido dijo l. As no bamos a ninguna parte. Tenemos que animarnos! dije. Aqu estamos, dos hombres jvenes y robustos y con tantas causas para estar satisfechos de la vida como puedas mencionar, abandonndonos a una conducta propia de gusanos. Nuestros temores podran deberse a algo imaginario o a algo real, pero es el hecho de asustarse lo que resulta realmente despreciable. No hay nada en el mundo a lo que temer excepto al temor. Y t lo sabes tan bien como yo. Ahora, leamos nuestros peridicos con inters. A quin apoyas t, al seor Druce, al Duque de Portland o al Times Book Club? Aquel da, por lo tanto, en mi caso fue muy intenso; y pasaron suficientes acontecimientos frente a aquel fondo negro, de cuyas presencias fui consciente todo el tiempo, como para permitirme mantener los ojos alejados de l. Al final, estuve retenido en la oficina hasta tan tarde que tuve que volver a Chelsea en coche, en vez de hacerlo dando un paseo, como habra sido mi propsito. Fue entonces cuando el mensaje, que durante aquellos tres das haba estado gorjeando en nuestros receptores (nuestras mentes), hacindoles estremecerse y crisparse, lleg. Cuando llegu, encontr a Jack vestido, ya que apenas faltaban un minuto o dos para las siete, sentado en la sala de estar. El da haba sido clido y bochornoso, pero mientras pensaba en dirigirme a mi habitacin me pareci como si de repente se hubiera vuelto tremendamente fro, no con la humedad de las heladas inglesas, sino con la cristalina y penetrante alegra de los das que habamos pasado en Suiza. La lea estaba preparada en la chimenea, pero no haba sido prendida, por lo que me arrodill en la alfombrilla para encenderla. Vaya, pero si esto est helado dije. Hay que ver lo burros que son los criados! Nunca se les ocurre que te pueda apetecer encontrar un buen fuego en invierno, y desde luego jams en verano. Oh, por el amor de Dios, no enciendas la chimenea dijo l. Es la noche ms calurosa y bochornosa que recuerdo. Le mir asombrado. Mis manos estaban temblando a causa del fro. l lo vio. Vaya, pero si ests temblando! dijo. Te has resfriado? Porque eso de que la habitacin est fra... mira el termmetro. Haba uno sobre el escritorio. Veinticinco dijo. No haba discusin posible, y tampoco me apeteca, ya que en ese momento, repentinamente, nos dimos cuenta de que Eso estaba llegando de un modo tenue y distante. Lo sent como una curiosa vibracin interna. Caliente o fro, he de ir a vestirme dije. 68

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An temblando, pero sintiendo como si estuviera respirando algn aire rarificado pero estimulante, me fui a mi habitacin. Mi ropa ya estaba preparada pero, por descuido, no me haban llevado agua caliente, por lo que avis al mayordomo con el timbre. Subi casi al instante, pero pareca asustado, o as se lo pareci al menos a mis ya de por s alterados sentidos. Qu pasa? dije. Nada, seor respondi, aunque apenas era capaz de articular las palabras. Pens que me haba llamado. S. Agua caliente. Pero qu es lo que te pasa? Se balance alternativamente sobre uno y otro pie. Cre haber visto a una dama en la escalera dijo, subiendo muy cerca detrs de m. Y la campana de la puerta de entrada no ha sonado, o al menos yo no la he odo. Dnde crees haberla visto? pregunt. En la escalera. Y despus frente a la puerta de la sala de estar, seor dijo. Se qued all como si no supiera si entrar o no. Alguien... alguien del servicio dije. Pero de nuevo, aquella sensacin se abra paso. No, seor, no era nadie del servicio. Quin era, entonces? No pude verla con claridad, seor, estaba difusa. Pero cre que se trataba de la seora Lorimer. Oh, ve a buscarme algo de agua caliente dije. Pero l titube; evidentemente estaba muy asustado. En ese momento son el timbre de la puerta principal. Eran las siete, y Philip acababa de llegar con brutal puntualidad, mientras que yo no estaba ni medio vestido todava. se es el doctor Enderly dije. Quiz si ya ha llegado hasta las escaleras seas capaz de pasar frente al lugar en el que viste a la dama. Entonces, repentinamente, un grito se extendi por la casa, tan terrible, tan horroroso en su agona y supremo terror, que simplemente me qued inmvil y me ech a temblar, incapaz de moverme. Despus, mediante un esfuerzo tan violento que sent como si algo se me hubiera roto, recobr el movimiento y corr escaleras abajo, con el mayordomo pisndome los talones, hasta encontrarme con Philip, que llegaba corriendo de la planta baja. l tambin haba odo el grito. Qu ha pasado? dijo. Qu ha sido eso? Juntos entramos en la sala de estar. Jack yaca frente a la chimenea, con la silla en la que haba estado sentado unos minutos antes volcada. Philip se dirigi a l directamente y se inclin sobre su pecho, desgarrando la blanca camisa. Abrid todas las ventanas dijo, este lugar apesta. 69

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Abrimos las ventanas dejando que entrara, o eso me pareci a m, una clida corriente de aire que se arroj sobre el fro penetrante. Finalmente Philip se levant. Est muerto dijo. Dejad abiertas las ventanas. Este sitio rezuma cloroformo. Paulatinamente, sent cmo la habitacin iba caldendose, a la vez que para Philip la droga iba desapareciendo del ambiente, aunque ni mi criado ni yo hubiramos olido nada en absoluto. Un par de horas ms tarde lleg un telegrama de Davos para m. En l se me peda que le transmitiera a Jack la noticia del fallecimiento de Daisy, y haba sido enviado por su hermana. Ella supona que l partira de inmediato; no poda saber que haca ya dos horas que se haba marchado. Part haca Davos al da siguiente, y me enter de lo que haba sucedido. Daisy haba estado sufriendo durante tres das de un pequeo absceso que deba ser operado, y aunque la operacin apenas revesta importancia, se haba puesto tan nerviosa que el doctor le haba aplicado cloroformo. Se haba recuperado bien del anestsico, pero una hora ms tarde sufri un sbito sncope y falleci aquella misma noche, un par de minutos antes de las ocho, horario centroeuropeo, lo que corresponde a las siete en el horario britnico. Ella haba insistido en que no se le dijera a Jack nada de aquella pequea operacin hasta que hubiese terminado, ya que el problema apenas tena relacin con su estado general de salud y no deseaba causarle una preocupacin intil. Y as acaba la historia. A mi criado le lleg la visin de una mujer junto a la puerta de la sala de estar en la que se encontraba Jack dudando sobre si entrar o no, justo en el momento en el que el alma de Daisy se cerna entre los dos mundos; a m me lleg (y no creo que sea demasiado fantasioso suponer esto) el fro penetrante y estimulante de Davos; a Philip le llegaron los aromas del cloroformo. Y hasta Jack, supongo, debi de llegar su esposa. De modo que se uni a ella. E.F. Benson (1867-1940)

El Visitante del Cementerio. The Haunter of the Graveyard; J. Vernon Shea (1912-1981) Los que iban a visitarle por primera vez siempre tenan dificultad en localizar las seas de Elmer Harrod, pues aunque su calle estaba a escasa distancia de una de las grandes arterias de la ciudad, un grupo de abetos obstrua parcialmente la entrada. Un gran cartel, Calle sin salida, desalentaba, adems, a entrar, aparentemente contrarrestado por una pequea flecha que temblaba al viento, con esta leyenda: Cementerio viejo de Dethshill.

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Relatos paranormales Antologa A pesar de la seal indicadora, no habla acceso para coches ni peatones, ni tampoco casa para un vigilante. Uno tena que saltar por encima de una pequea cerca de piedra, ya que sta era la parte posterior del cementerio. El cementerio propiamente dicho haca tiempo que no se utilizaba por estar ocupado todo el terreno. El ltimo entierro haba tenido lugar haca ms de cincuenta aos. Las autoridades de la ciudad se ocupaban poco de la conservacin de este cementerio. Haca doce aos haban tratado de abrir una calle por all, pero el proyecto levant tal clamor, dado que supona la profanacin de una tierra sagrada, que tuvieron que abandonarlo. Despus de ganar el pleito, los defensores del histrico cementerio olvidaron pronto el asunto. Ahora, sus calles interiores se hallaban en tal estado de abandono, con la maleza susurrando triunfante por encima del hormign agrietado, que habra sido imposible transitarlas en coche. Incluso el camino de tierra que circunvalaba e1 cementerio por el exterior y cruzaba sus calles en diversos puntos estaba abandonado, pues los caballos se comportaban de un modo extrao al pasar por l, dando saltos y sorteando obstculos invisibles. La calle de Harrod desembocaba al pie de la cuesta. Harrod tena pocos vecinos, aunque un cierto nmero de casas de su alrededor, ruinosas, desmoronadas y abandonadas haca mucho tiempo, ofrecan su precaria proteccin a los vagabundos. La casa de Harrod estaba al final de la calle, pegada a la cerca del cementerio. Era un edificio declaradamente de poca victoriana, con cpula, azotea, gabletes y dems aditamentos. Su ampulosidad encantaba a la acusada vena histrinica de Harrod, y era la nica razn de que la comprara. De no haber estado dotada de tales detalles gticos, Harrod habra considerado necesario aadrselos. Harrod se jactaba incluso de que la casa contena un pasadizo secreto, aunque nunca lo ense a sus invitados, -de otro modo ya no sera secreto-. Sus invitados sospechaban que eran fantaseos propios de l -Harrod lo exageraba siempre todo-, pero era completamente cierto. Harrod haba descubierto el pasadizo de la manera ms extraa. Poco despus de instalarse en la casa habla tenido un sueo; un sueo turbador en el que le haban llamado de noche para asistir a un singular ritual; haba bajado al stano y, como si estuviese muy familiarizado, haba presionado en cierto lugar de la pared, y luego se haba introducido por un pasadizo que se haba abierto repentinamente. El sueo terminaba aqu, antes de averiguar donde conduca el pasadizo ni por qu haba sido llamado. Por la maana volvi a la pared del stano, juzgando que haca una tontera, busc un resorte oculto... y lo encontr. El pasadizo, haba descubierto, consista en un tnel excavado en la tierra. Pareca adentrarse kilmetros y kilmetros, hmedo y cubierto de telaraas, sin que pareciese tener fin, con invisibles respiraderos que permitan que circulase un poco de aire. A lo largo del recorrido, haba anillas fijas en las paredes para sostener antorchas; y a juzgar por el suelo -que no era exactamente de tierra apisonada, sino de algn material desgastado-, se notaba que haban pasado muchos pies 71

Relatos paranormales Antologa por este camino. Ni aun el haz de luz era capaz de penetrar todas las cavidades que desembocaban en el pasadizo, pero al parecer no contenan nada de inters; ni siquiera huesos y crneos, que era lo que casi haba esperado encontrar. El tnel era lo bastante ancho y alto como para que pudiesen apresurarse a acudir varias personas. Apresurarse..., pues notaba una sensacin de urgencia en el tnel. La gente que haba pasado por aqu no haba caminado. Incluso Harrod senta prisa por llegar al final. Pero acababa inesperadamente en una pared lisa. No torca ni a un lado ni a otro, y aunque recorri repetidamente con el haz de luz toda la superficie, no pudo descubrir seal alguna de interruptor ni botn. Al pegar el odo a la pared, le pareci or al otro lado un rugido distante, como de oleaje; pero l saba muy bien que eso no poda ser, pues la casa estaba a kilmetros de distancia del mar. En los das siguientes, hizo muchas excursiones al tnel, pero no consigui pasar del muro. Sin embargo, tras una nueva exploracin, descubri que uno de los nichos tena una salida que no haba advertido, una prolongacin del tnel que conduca hacia arriba, y siguiendo por ella, lleg a un rincn apartado, detrs de un mausoleo del viejo cementerio de Dethshill. Tal vez fue este descubrimiento lo que hizo que aumentase su inters por el cementerio. El cementerio viejo de Dethshill tena muy pocos visitantes. A veces Harrod vea, desde el mirador de su casa, a algn anciano buscando trabajosamente la tumba de algn antepasado, o a algn anticuario con su cmara fotogrfica andando de aqu para all en busca de alguna lpida especialmente vieja, o a algn joven estudiante de arte con idea de sacar copia de alguna curiosa inscripcin. De vez en cuando, una pareja de enamorados concertaba all su cita; los vagabundos guisaban sus breves comidas en pequeas fogatas; y los nios nuevos de la vecindad trepaban encantados sobre su cerca, asombrados ante tantos acres de terreno donde jugar. Pcro ni siquiera durante el da se demoraban demasiado. Pronto se retiraban ligeramente asustados. El cementerio haba tenido en la ciudad larga fama de lugar poco agradable, y su reputacin no mejor precisamente cuando Harrod descubri, al ao de estar viviendo en la casa, junto a una de sus calles, el cadver de un vagabundo. Le haban degollado haca poco con algo muy afilado. Posiblemente, el crimen haba sido cometido por otro vagabundo, por venganza, o tal vez era obra de algn animal de gran tamao. Comunic su descubrimiento a las autoridades; vino la polica, realiz una rpida inspeccin y se llevaron el cadver rpidamente. En el cementerio proliferaban los rboles; descendan hasta el valle para beber del serpeante riachuelo y suban laderas arriba. Crecan en espesor, empujndose con las ramas unos a otros en su lucha por el espacio vital, tan juntos que ni aun a medioda lograba el sol penetrar completamente entre sus copas; de modo que cuando Harrod se tenda bajo uno de ellos, el sol no era ms que un temblor en el cielo. Podra pensarse que con tal abundancia de rboles, el cementerio bullira con los cantos de los pjaros, pero Harrod no haba odo ni visto jams un solo pjaro all. Sin embargo, el cementerio no estaba nunca tranquilo: haba un constante rumor de crujidos o ruidos furtivos; aunque Harrod no haba sorprendido an a ninguna bestezuela, ni 72

Relatos paranormales Antologa siquiera a una rata almizclera en el riachuelo, o a un nervioso ratn de campo. Tal vez no era l buen observador, aunque cuando se detena a mirar una inscripcin y oa un chasquido de ramas tras l, por muy rpido que se volviese nunca descubra nada. Hay algo misterioso en las espesuras que no dejan filtrar el sol, en las que reina una sensacin de crepsculo aun en pleno medioda; y Harrod, atrado, volva una y otra vez al lugar, slo con idea de sorprender a lo que fuera que acechase entre los rboles. Pero por mucho que esforzaba sus ojos, y volva la cabeza inesperadamente, o mantena la mirada fija en el suelo para levantarla de pronto, no lograba descubrir ni una sola vez a ningn ser vigilndole, ni siquiera un ciervo asomando su hocico inquisitivo. No haba nada ms que rboles y espacios entre ellos y hojas agitadas por el viento. Y los rboles tenan aspecto de bosque primitivo, como quiz lo tuviera esta regin antes de aparecer el hombre. Estos bosques no queran visitantes, y Harrod senta que era un intruso. Pero l tena que entrometerse, pues lo llevaba en su sangre, como el actor que se siente impulsado a actuar en el escenario a oscuras de un teatro vaco. Experimentaba, debido a la proximidad de su casa, un sentimiento de propiedad sobre el cementerio, y se senta vivamente contrariado los raros das en que alguien entraba a pasear por all. La casa de Harrod resultaba familiar a miles de telespectadores, ya que en su programa, Harrod apareca frecuentemente delante de ella, con alguna de sus horrendas caracterizaciones. Otras veces la cmara se detena en alguna de sus singularidades arquitectnicas -la grgola del tejado era el motivo favorito-, y finalmente descubra a Harrod en su biblioteca, en medio de su impresionante coleccin de libros fantsticos. Harrod sonrea al espectador, quiz acariciaba su falsa barba, y sealaba con el dedo algn libro que poda tener alguna relacin con la pelcula que iban a pasar. Con voz ampulosa, aflautada, contaba la historia del vampiro u hombre-lobo o gul, mientras se iniciaba el filme. Porque la especialidad de Harrod -y su medio de vida- era presentar pelculas de miedo, cuanto ms viejas y gastadas mejor, para una audiencia de televisin predominantemente juvenil. Saba que los jvenes seguan su programa eso deca l al menos-, no por fingidos escalofros, sino por los sardnicos comentarios con que empedraba l la accin de la pelcula. Comentaba destructivamente la actuacin, la calidad del guin y las evidentes falsedades de los decorados, y animaba a los actores: Adelante, Bela, ensea ahora tus colmillos. Ser mejor que no entre ah, seora. Malo t tambin. Harrod se mostraba sordo para los entusiastas de las pelculas de horror que le llamaban por telfono para sugerirle que dejase las pelculas en paz. Una vez que se hartaron, cualquier filme fue bueno para sus dardos. Con el paso de los aos, el cementerio fue ejerciendo progresivamente una suerte de fascinacin sobre Harrod. Esconda un misterio que l estaba decidido a penetrar. Durante un tiempo, abrig la sospecha de que alguien -uno de sus vecinos, quiz, o de sus telespectadores- haba tomado la costumbre de gastarle bromas. Algunas veces, durante una misma noche, poda ver parpadear

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Relatos paranormales Antologa luces en el interior del cementerio, pero cuando iba a investigar, no encontraba prueba alguna de la presencia de nadie. A veces se oan leves rumores de viento, como sonidos susurrantes o agudos, que resultaban horribles e infinitamente estremecedores, y cuando los oa, senta que su corazn dejaba de latir, y en ese momento nada habra sido capaz de hacerle entrar en el cementerio. Harrod dijo a sus amistades que el cementerio le recordaba el decorado de una pelcula. Cuando la niebla se remansaba en el valle y las lpidas asomaban ttricamente al sesgo, uno medio esperaba ver salir al conde Drcula a cumplir una misin nocturna. Ciertas zonas del cementerio podan pasar aceptablemente por pramos Bront. Al principio, Harrod haba disfrutado dejndose fotografiar delante de tales fondos -su lbum de recortes estaba repleto de instantneas suyas con disfraces horripilantes-, pero al cabo de cierto tiempo empez a comprender que todo eso estaba muy bien para divertirse en el cementerio, pero que haba estado desestimando unas posibilidades verdaderamente explotables. Confeccion pequeos guiones para pelculas de televisin y reclut la ayuda de algunos estudiantes de la Miskatonic University para que desempeasen los papeles. Y comenz a orse en el cementerio el desusado bullicio de los equipos de la cmara en accin. Los actores se metan en ambiente con facilidad. No era difcil expresar asombro y horror en este ambiente macabro, sobre todo cuando pareca que el cementerio mismo deseaba cooperar. Cuando pasaban las tomas del da, a todos les daba la sensacin de que aparecan cosas que ellos no recordaban haber filmado: densas sombras amenazadoras que parecan alargarse para atrapar a los actores, una especie de vaga impresin de cosas incomprensibles al margen de la accin, bancos de bruma que oscurecan la pantalla momentneamente, cielos muchsimo ms sombros de lo que la imaginacin sera capaz de representar. Y la banda sonora tena grabadas muchsimas ms cosas de lo que los tcnicos del sonido haban contado: no era la clase de cosas que molestan a los equipos de Hollywood, como el zumbido de los insectos o el rugido de los aviones, sino ruidos completamente acordes con el talante del filme; era una serie realmente inspirada de susurros y crujidos furtivos. La banda sonora, de hecho, estaba tan repleta que Harrod decidi prescindir del usual (y costoso) fondo de msica electrnica. Incluir la msica seria recargar la cinta demasiado. Al pasarlas en los estudios de televisin, estas cintas impresionaron considerablemente a las agencias publicitarias; y los filmes constituyeron la base para el spot que ofrecieron a Harrod. Tras una secuencia introductoria en la que Harrod emprenda el camino hacia la ladera salpicada de lpidas, mientras los rboles se inclinaban bajo el viento y parecan estirarse para agarrarle, la pelcula de horror que segua pareca doblemente coherente, y las bromas de Harrod ms divertidas. El sospechaba -aunque no quera reconocerlo- que algunas de estas escenas pretendidamente genuinas haban sido trucadas por los estudiantes de la Miskatonic cuando l volva la espalda, pues pensar de otro modo que estas tomas no ensayadas y estos sonidos fuesen completamente autnticos, era una posibilidad demasiado escalofriante para soportarla demasiado tiempo. 74

Relatos paranormales Antologa As pues, su memoria no le permita descansar. Recordaba que una vez, al marcharse el personal de las cmaras, baj l a dar su acostumbrado paseo por el cementerio y experiment casi inmediatamente un cambio en el ambiente. Se sinti vigilado..., vigilado de una manera claramente hostil. Era como si hubiera traicionado una confianza. Y cuando repar en las inmundicias dejadas por la compaa -colillas aplastadas en el suelo, vasos de papel con un poco de caf an, bombillas de flash gastadas, hierba pisoteada, rayaduras en las lpidas, huellas dejadas por el equipo de las cmaras- comprendi por qu el ambiente era tan activamente hostil. Haba una quietud en el aire como expectante. Al pasar bajo un rbol una rama se estir como a punto de agarrarle del cuello. El cementerio viejo de Dethshill no tena guardin; y se sinti un poco estpido cuando se puso a reparar el dao lo mejor que poda, recogiendo la basura en un montn y yendo a su casa por cajas de cartn para retirarla; pero tena la concreta sensacin de que su presencia no sera bien acogida hasta tanto no hiciese al menos un esfuerzo en favor del cementerio. Es cierto que el cementerio no adoptaba siempre un aire tan antiptico, de otro modo no se habra sentido inclinado a visitarlo tan frecuentemente. Haba das esplndidos, das de primavera y verano, en que el cementerio pareca de humor apacible, como un tigre lavndose al sol. Jams haba flores en las tumbas, naturalmente, pero durante los meses clidos, la misma naturaleza aportaba sus ramilletes de flores silvestres. Incluso una ladera amarilla con dientes de len al sol es una alegra para la vista, y la luz suave que a veces se filtraba entre los rboles y salpicaba el suelo del cementerio pareca casi benigna. Y abajo, en el riachuelo, e1 agua que gorgoteaba entre las rocas finga formar rpidos. A veces, un enorme gato de piel moteada caminaba a cierta distancia, por encima de la cerca de piedra, y pareca a punto de aventurarse a entrar, pero en el ltimo momento se lo pensaba mejor, y saltaba al exterior apresuradamente. En aquellos das, Harrod pens por primera vez en llevarse algo para leer al cementerio, y a partir de entonces le acompaaba siempre un libro o una revista. Tena que elegir su lectura cuidadosamente, pues haba encontrado que sus escritores favoritos, como Jane Austen y Peacock, por ejemplo, desentonaban inmediatamente con su entorno. Despus descubri que, en cambio, cuando se tenda sobre una lpida a leer, incluso la historia ms artificiosa de revista barata pareca ganar validez. Se dio cuenta de que tal comportamiento era pura baladronada por parte suya, pero le produca un delicioso cosquilleo. Una vez, un nio se extravi por el cementerio, y se lo encontr envuelto en una capa (parte de su disfraz de Drcula) y adormilado sobre una lpida. La criatura, sobresaltada, sali gritando y gritando, y sus gritos hacan rer a Harrod en complacido recuerdo. Pero leer en el cementerio viejo de Dethshill por la noche, con una potente luz enfocada sobre las pginas de Blackwood o de Machen, era lo ms emocionante de todo. Normalmente, elega los mejores cuentos de horror para estas excursiones nocturnas, a veces casi temeroso de volver la pgina porque la frase que acababa de leer haba sido puntuada por un ruido completamente indefinible... 75

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Haba hecho calor durante el da, pero ahora la crudeza del aire de la noche presagiaba la proximidad del invierno. Harrod se levant el cuello del gabn alrededor de la cara. El cementerio estaba singularmente tranquilo; lo nico que se oa eran los crujidos de las hojas secas bajo sus pisadas. Con tantas hojas cadas, las ramas destacaban de manera exagerada, y cada silueta retorcida sorprenda como acabada de pintar. Los rboles parecan agrupados con menos intimidad, permitiendo con su desnudez que la luna penetrase hasta el suelo del cementerio. Pero la luz de la luna no daba calor. Se oscureci con el paso repentino de una nube, cosa que hizo que Harrod levantara la vista. La escena era tan evocadora de un centenar de pelculas de horror que Harrod ri entre dientes involuntariamente y alz la cabeza burlonamente y aull en hbil imitacin del Hombre Lobo. La burla estaba fuera de lugar, pens sbitamente Harrod. Sinti un picor en la piel. El cementerio era sensiblemente consciente de su presencia. Tena la inquietante sensacin de ser vigilado. Medio esperaba que saliese tanteando de entre los arbustos el tentculo de algn monstruo extraterrestre. La hierba del sendero no haba sido segada desde tiempo inmemorial, y le llegaba ms arriba de las rodillas, y las hojas parecan cortarle con sus dientes serrados. El viento comenz a soplar con fuerza, y una rfaga movi las puntas de las hierbas como marcando el paso de algn animal. Tropez y casi cay sobre una tumba semioculta por la maleza. Apart la bierba y enfoc su linterna a la inscripcin. OBEDIAH CARTER, ley. Las fechas estaban casi borradas por el tiempo, pero por lo que pudo descifrar, eran 179-, 187-. Haba cierto nmero de tumbas con el apellido Carter, parte de una familia de armadores en un tiempo floreciente. No haba conocido en su juventud a un tal Randolph Carter, a quien le sucedi un horripilante incidente en un cementerio como ste? El cementerio viejo de Dethshill conoca indudablemente muchas historias de ese gnero. Harrod se haba preguntado a menudo cmo fueron los rostros de las gentes que ahora moraban aqu en soledad. Rostros duros, puritanos evidentemente; o trastornados, dementes. Rostros de pesadilla... La tumba de Obediah Carter estaba demasiado ahogada por la maleza para su gusto, y sigui andando. Haba pasado por aqu docenas de veces y, sin embargo, a la luz de la luna, tena todo un aspecto extraamente distinto, y las tumbas aparecan ante sus ojos en lugares donde no recordaba que estuvieran, y el camino serpeaba en curvas inesperadas. Antes de lo que haba calculado, lleg al lugar que l llamaba la Hoya de las Brujas, su punto de destino. Era un paraje donde los rboles y los arbustos haban sido apartados como por la mano de un gigantesco jardinero, un lugar que tena tosca forma de crculo, donde la tierra pareca tan negra y desolada como la de un bosque quemado, aunque nadie recordaba que hubiese habido ah ningn incendio. Quiz un siglo antes haba servido de punto de reunin para un aquelarre donde las brujas quemaran ofrendas sacrificiales a su dios el cabrn negro.

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Relatos paranormales Antologa El lugar estaba bordeado de abetos que se alzaban como centinelas, los rboles ms altos del cementerio; y poco ms all se apretujaban los robles, los sauces y los arces como queriendo asomarse. Las lpidas del crculo interior parecan seguir un orden olvidado ya en el tiempo. Harrod sospechaba que si alguien corriese las lpidas de las principales tumbas unos centmetros aqu y all, podra formarse un pentculo perfecto. Y no haca falta mucha imaginacin para representarse a un grupo de brujas y hechiceros sentados sobre las losas de sus tumbas, vigilndole; en efecto, Harrod haba filmado precisamente esta escena aqu. l mismo haba sido la vctima sacrificial de la pelcula, pues con su cuerpo ms bien rollizo y su pinta de atildado sibarita, era el ms indicado. Consideraba que haba realizado una buena actuacin, desorbitando los ojos de terror y tartamudeando al hablar. Harrod se acomod lo mejor que pudo en su habitual postura sobre la tumba de Jeremy Kent, y abri el libro enfocando el haz de luz de su poderosa linterna sobre las pginas, aunque la luna baaba la escena con tanta claridad que casi poda prescindirse de luz artificial. El mrmol de la lpida estaba completamente fro por el relente de la noche, y al cabo de un rato esta frialdad comenz a penetrar en sus nalgas, aun a pesar de su gabn. Sus dedos se le quedaban tan tiesos y torpes que apenas poda pasar las pginas. Jeremy Kent. Era un nombre agradable, inofensivo. Pero en la tradicin local, Jeremy Kent era considerado hechicero o brujo, posiblemente dirigente de un conventculo. La lpida atestiguaba que haba muerto a principios de la dcada de los treinta, y haba sido un hombre hermoso de ojos azules y fros. Las leyendas en torno a Kent eran sumamente interesantes, y desde haca mucho Harrod tena proyectado hacer una pelcula de duracin normal sobre su vida, en cuanto dispusiera del capital necesario. Pero cmo podra filmar la escena en que Jeremy Kent arrancaba el corazn palpitante del cuerpo de un nio? Jeremy Kent no haba muerto de muerte natural. Las furiosas gentes del pueblo haban tomado el caso en sus manos. Pero si Harrod se cea a una fidelidad histrica en este asunto, la escena sera muy semejante a las de Frankenstein y de una docena de pelculas de horror ms. Posiblemente, pensaba Harrod, poda aparecrsele Kent en venganza celestial. Se qued pensando en Kent, como si no deseara continuar la lectura del relato de Lovecraft, desde el punto en que lo haba dejado la noche anterior. Pues el solitario de Providence haba llegado desagradablemente cerca de la realidad. El cementerio viejo de Dethshill era como un plagio de sus pginas, y este claro que Harrod haba bautizado con el nombre de la Hoya de las Brujas encajaba demasiado en una obra lovecraftiana, y Jeremy Kent difera bien poco de los perversos personajes de Lovecraft. Era casi como si Lovecraft hubiese visitado este lugar; y teniendo en cuenta sus dilatados vagabundeos arqueolgicos por la regin, no era improbable que hubiese efectuado tal visita. Lo ms turbador haba sido el sueo. Es bien sabido que H.P. Lovecraft haba tenido gran cantidad de sueos realmente inquietantes, aterradores dislocaciones del tiempo y el espacio, pesadillas tan completas y coherentes en s mismas, que con frecuencia haba podido pasarlas prcticamente 77

Relatos paranormales Antologa sin alteracin alguna a las pginas impresas. Sus sueos no tenan esa fortuita falta de lgica que caracteriza al sueo normal, sino que, concedido su supuesto fantstico, eran de un realismo angustiante. La historia que Harrod haba estado leyendo la noche anterior, sospechaba l, haba tenido asimismo su gnesis en uno de los sueos de Lovecraft. Era un relato tan inquietante que Harrod no haba parado de pensar en l toda la noche; de modo que no era sorprendente que cuando finalmente se qued dormido, se encontrara reviviendo dicha historia. Con una diferencia: que el elemento local del relato haba sido reemplazado por la propia casa de Harrod. El formaba parte de un grupo de figuras encapuchadas, con ropas propias de otra poca bajo los capuchones, que iban presurosas por el pasadizo secreto que haba descubierto. Haban cogido las antorchas que sostenan las anillas de los muros y avanzaban de tres en fondo. Cuando llegaron al muro final, no vacilaron: el que abra la marcha insert los dedos en unas muescas de la base de la pared y tir hacia arriba, y un instante despus la pared se levant como la puerta de un garaje. De detrs de la pared brot una sbita bocanada de aire fro, y Harrod entr con el grupo en una gruta cuya inmensidad produca vrtigo, una caverna mal iluminada de paredes rezumantes de limo. Una luz verdosa revelaba que el agua se hallaba slo a unos centenares de metros de sus pies, agua de caverna, aparentemente con salida al mar, al otro lado de las rocas que se vean a lo lejos. Lo curioso era que Harrod saba al mismo tiempo que era un sueo, y pugnaba por despertar. Al llegar aqu debi de haber un lapso en blanco en el desarrollo del sueo, porque lo que vena a continuacin era que participaba, juntamente con el grupo, en una especie de ceremonia en la orilla del lago subterrneo, entonando un conjuro incoherente: -Ia! Ia! Cthulhu fhtagn! Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah-nagl fhtagn! Seguidamente, en el sueo, hubo una respuesta a esa llamada. Pero su memoria se negaba a recordar los detalles de la criatura que surgi entonces a la superficie, un ser de tamao descomunal, con unos tentculos increiblemente grandes... Afortunadamente, el sueo haba terminado en ese momento. Por la maana, Harrod se haba sentido tan alterado que su espritu se haba rebelado ante la idea de bajar al pasadizo para confirmar que la pared se corra hacia arriba como en el sueo; el pensamiento de que poda ver nuevamente la caverna era demasiado para la paz de su espritu. Por suerte, le haban pedido ms tarde un trabajo para el estudio, y haba estado ocupado casi todo el da preparando el guin. Pero ahora, al leer las pginas del relato de Lovecraft, el sueo monstruoso volva a importunarle... Un sbito golpe de viento alborot las pginas que lea, y casi le arranc el libro de las manos. Ces, con un gemido. Una quietud sobrevino en el claro. Los abetos del crculo, que haban estado agitndose y temblando como un perro que se sacude el agua, se quedaron ahora estatuariamente inmviles. Reinaba demasiado silencio. Movido de un impulso repentino, cuyo 78

Relatos paranormales Antologa origen no poda adivinar, Harrod volvi al libro de Lovecraft, pas las hojas hasta que encontr lo que buscaba. Se envolvi con el gabn, se puso de pie como en un escenario, y con gran afectacin histrinica declam lo mejor que pudo: -Ia! Ia! Cthulhu fhtagn! Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah-nagl fhtagn! Palideci la luna. Se acumularon las sombras all donde antes no las haba, en una sbita suspensin de luz que emborron los rboles y las hierbas altas. Las sombras parecieron avanzar. Harrod parpade y se frot los ojos para limpiarlos de asperezas granulares. No, no era su imaginacin. Las sombras estaban all, en cierto modo, ms slidas que las que haba un momento antes, formando una falange de tinieblas. Un fro de hielo le recorri la espina dorsal. Las sombras estaban all cerca, Ahora se haban detenido, pero no se haban retirado; estaban inmviles, y miraban a Harrod y esperaban. La oscuridad desapareci de la faz de la luna, y surgi de nuevo la luz en el cielo, y un torrente de claridad cay sobre el crculo de abetos. Y aparecieron seres en el cielo, all por encima de los rboles; con rostros de gigantescas dimensiones, remotamente humanoides, y un tumultuoso agitarse de miembros no humanos que sugeran tentculos. Estaban all, con ojos rapaces, pero pareca que su atencin no se haba centrado an sobre Harrod; buscaban en el suelo como el pjaro busca insectos. Harrod dej escapar un gemido, y trat de ocultarse, arrojndose de la lpida y araando en la grava con las manos. Posiblemente, el movimiento de sus pies dispar algn mecanismo, pues al acurrucarse junto a la lpida oy un crujido, como de protesta de goznes, que elevaron un sonoro estrpito en el aire de la noche; y la losa que acababa de dejar comenz a levantarse lentamente ante sus ojos. Y entonces vio Harrod que la losa ocultaba unos peldaos, una escalera que descenda en la tierra, de la que brotaba una bocanada de aire viciado y pestilente. Al mirar aterrado hacia la escalera, se dio cuenta de que la luz disminua fuera del lmite de su campo visual, y alzando los ojos, vio que la luna se haba alejado del claro, y que las sombras se haban aproximado y le rodeaban en un crculo infranqueable, con pequeos puntitos luminosos como ojos. La plida luz no llegaba a definir sus formas. No eran en absoluto fantasmales, ni mucho menos transparentes, sino ms bien concentraciones de oscuridad. Oy como un levsimo susurro, casi por debajo del lmite de lo audible, que fue aumentando gradualniente hasta convertirse en un cuchicheo cavernoso. Provena del pasadizo subterrneo. No haba nadie all debajo, que l supiese. No poda haberlo. Y sin embargo, sigui mirando aterrado hacia la escalera, como esperando de un momento a otro la aparicin de una figura envuelta en un sudario; posiblemente, con unos fros ojos azules... El susurro creci, se hizo insistente, urgente. Y se convirti en una voz fra y antigua e indeciblemente corrompida. Y entonces comenz a distinguir las palabras: 79

Relatos paranormales Antologa -Baja, Harrod, baja. El cementerio viejo de Dethshill se ve poco frecuentado, y transcurri mucho tiempo hasta que una pareja de enamorados, alejndose del camino principal, casi tropez con un cuerpo. Estaba tan descompuesto que fue preciso recurrir a una comprobacin dental para identificarlo como el desaparecido Elmer Harrod. De haber sobrevivido Harrod, habra cortado la escena por demasiado horrorosa para sus telespectadores. Porque tena la cabeza casi enteramente arrancada del cuerpo, y se adhera a l tan slo por algunos jirones de carne putrefacta. Su boca estaba abierta en un perpetuo alarido, y los ojos, casi fuera de sus rbitas, expresaban demasiado horror para contemplarlos mucho tiempo. El cadver era difcilmente reconocible como humano: estaba casi vuelto del revs, y algn animal haba andado mordisquendolo. J. Vernon Shea (1912-1981)

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Relatos paranormales Antologa Et in Sempiternum Pereant, Charles Williams (1886-1945) Lord Arglay lleg fcilmente. La primavera era tan bella como la geografa inglesa. Un par de millas hasta el ltimo pueblo, detrs y frente a l. Andaba por una carretera buscando un autobs que lo llevase cerca de su destino. Una conversacin ocasional en el club, unos meses antes, le haba revelado que en una casa de campo de Inglaterra encontrara las opiniones jurdicas an inditas del Canciller Bacon. Lord Arglay, presidente del tribunal, y habiendo publicado su Historia del Derecho, haba concebido la idea de editar estas opiniones y proporcionar una variante al estudio de los pasajes ms complejos de Christian Schoolmen. Haba aprovechado el fin de semana para visitar el lugar, y tal vez pasar all unos das, aprovechando los problemas financieros del propietario. Esta era una de las regiones ms desiertas del pas. Haba procurado seguir diligentemente las direcciones recibidas. De hecho, slo haba dos sitios donde podra haber errado el camino, y en ambos Lord Arglay estaba seguro de que no haberse equivocado. Pero el tiempo transcurri, an ms del que haba esperado. Mir su reloj. Se reproch en silencio. Lo haba mirado haca apenas seis minutos. Frunci el ceo. Por lo general era un buen caminante, y durante aquella maana no sinti ningn tipo de cansancio. Su anfitrin haba ofrecido enviarle un coche, pero l se rehus. Ahora lo lamentaba. Un coche habra recorrido el trecho en apenas un rato. "Ganar tiempo es ganar oro", murmur. Luego razon que cada camino en el espacio tena una correspondencia en el tiempo; y que esto tiende a apresurar o retrasar los destinos segn el espritu del peregrino. La naturaleza de algunos caminos, dejando de lado su trazado, puede apresurar a algunos hombres y a retrasar a otros. Cuestin de velocidades, pens, y de intenciones. Bien podran los tribunales utilizar este mtodo para acelerar sus procesos. Lord Arglay volvi a mirar su reloj. Era imposible que hayan pasado slo cinco minutos desde que lo mir por ltima vez. Atisb el camino recorrido y sinti algo inconcebible. El camino se haba torcido. Justo detrs de l se alzaba una nube de rboles inmensos, pero saba que los haba atravesado haca media hora. Pens que estaba envejeciendo de un modo ms rpido, e imperceptible, del que haba calculado. No le importaba la rapidez, por el contrario. Los cambios, hasta entonces, le provocaban placer, y la vejez haba derribado ese placer, primera derrota en la escaramuza con la muerte. Siempre observ con inters las curiosidades de la creacin. Envejecer era una fantasa, al igual que crecer, dulzor inefable, y hrrido, de la existencia humana. Soport como pudo el mirar hacia atrs a travs de las ondulaciones del camino. En un espasmo inesperado de irritacin volvi a mirar su reloj. Hubiese jurado que, por lo menos, haban pasado quince minutos, aunque sospechaba que las manecillas revelaran menos. Revelaron apenas dos. Lord Arglay hizo un pequeo esfuerzo mental, y casi inmediatamente reconoci que el esfuerzo era excesivo. Se dijo: 'El final est cerca. He perdido el sentido del tiempo.' 81

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En medio de secretos reproches, avanz. El tiempo es un ladrn, pensaba, de modo que lo nico que se puede esperar es devolverle la cortesa, y robarle lo nico que puede darnos. Esto reflexionaba en los campos abiertos. Haba en l una especie de vaco, una opresin y distorsin de las cosas que lo rodeaban. En su juventud haba protestado contra la rapidez del mundo, pero ahora senta que, incluso un paseo tan rutinario como aquel, poda convertirse en algo eterno. La nica medida en la que confiaba era su respiracin. Entre exhalaciones advirti una sencilla y perfecta desesperacin. En aquel momento vio la casa. El camino se curv bruscamente, un semicrculo amplio que volva sobre el camino que haba transitado. Cruz un seto estrecho, el paso se achic notablemente, como si hubiese sido recorrido por innumerables pies, lentos y pesados. Ningn coche o carro hubiese podido pasar. Ahora su atencin estaba sobre la puerta. Arriba humeaba una chimenea con eficiencia rural. Por las ventanas se reflejaba el sol, destellando como si un elfo enloquecido enviase seales a sus camaradas. En s mismo el edificio era apenas otra casa de campo. Una slida puerta, un par de ventanas, el ojo de un tico. No haba signos de estar habitada, salvo por el humo. Al acercarse, su entorno se ensombreci bajo la presencia de dos enormes rboles. Lord Arglay mir fijamente el camino, la puerta cerrada, el fumar de la chimenea, y ech un vistazo por una ventana. La suciedad le impidi ver. Por un momento, crey que una cara le devolva el gesto, como una mscara cerlea del otro lado del cristal. Juzg a la aparicin como el producto de una ilusin ptica, un capricho del sol contra los cristales. Golpe la puerta con los nudillos. No hubo respuesta. Volvi a golpear. Pronto se sinti irritado, incluso furioso, tanto como cuando se enfrentaba a cierta clase de familiares. Pens en su cuado, por el que haba sentido la ms viva repulsin. No pudo explicarse porqu ahora hubiese deseado tenerlo cerca con el nico propsito de odiarle an ms. Golpe de nuevo. Record momentos de clera, avaricia, pereza y, por que no, de perversidad. Escuch atentamente. Nadie respodi. Lord Arglay estir la mano hacia el picaporte y abri la puerta, al tiempo que, con la otra mano, se sacaba el sombrero. Examin el cuarto. Su volumen y aspecto eran los tpicos de las casas de campo. Haba efectivamente una chimenea, o un lugar para el fuego, cuya estructura descenda. Hizo quejar el piso de madera al avanzar hacia la derecha. Un gozne se quej al abrirse. Era la puerta que daba al stano. Nunca habra supuesto que una casa tan pequea tuviese stano, y menos uno tan profundo, como se desprenda de la espesa oscuridad que se hunda all. Descendi, desovillando una escalera de tinieblas. Abajo no haba muebles, de hecho, no haba signos de vida, ni lmparas, ni papeles, ni cajas. Estaba completamente vaco. La chimenea segua fumando, pero sin atisbos de fuego. "No hay humo sin fuego" -dijo en voz alta. El humo se arremolinaba en el techo. El aire, hmedo y opresivo, pareca haberse congelado. La 82

Relatos paranormales Antologa frase reberver en el cuarto. Un eco, un cambio en la atmsfera. El fro se retrajo. Apareci un calor, hmedo y mortal, que rasgaba sus fosas nasales. Algo hostil habitaba aquel aire, alguna vida ignota y sin sentimientos, algo corrupto, ptrido, una cscara de existencia. El calor lo haba hecho retroceder, pero no para evitarlo. Ya tena un par de pasos sobre la escalera cuando not un suave acercamiento. Pies ligeros suban el camino de la casa. Otro viajero, pens Arglay. Lo esper ansiosamente. Era, o pareci ser, un hombre de altura ordinaria, llevando una especie de sobretodo oscuro. Llevaba la cabeza descubierta. Sus piernas era asombrosamente largas. Arglay vacil en hablar. Entonces el forastero levant su cara y Arglay ahog un grito. Las facciones estaban demacradas ms all de la imaginacin. Arglay descendi enloquecidamente por la escalera; tal era el horror que ese rostro le provoc. Cuando lleg abajo se encontr con los mismos ojos profundos y ardientes, incrustados en un rostro seo. No lo vieron, y si lo vieron, lo ignoraron. Una sola vez haba visto ojos como aquellos, cuando haba logrado la pena de muerte de un desgraciado que tuvo la mala suerte de caer bajo sus talentos legales. Aquellos ojos eran anlogos a stos: vacos, extraviados, de muerte inminente. Pero aquel desgraciado lo haba mirado, estos ojos no lo hicieron. El forastero no se movi, caminaba alrededor de la habitacin como un animal enjaulado, loco de hambre y encierro. Arglay vio una mueca marcada de cicatrices. Eran mordeduras. Una boca haba rohdo la piel y las articulaciones. Grit y salt hacia adelante, cogiendo el brazo implacable, tratando de hacer presin con la otra mano. Nada consigui. Imposible controlarlo. El otro clavaba sus dientes sobre el brazo, descarrando carne y msculos. El calor se intensific. El brazo haba sido arrancado de cuajo, y vol hacia la esquina del cuarto. Los ojos, pozos negros e insondables, se clavaron en l. Arglay lo vio, como un soador puede advertir el ladrido de los perros o el crujir del fuego. La cosa que haba cruzado el umbral, unos segundos o algunos aos antes, mita abyectas oleadas de odio. El humo quem sus ojos y ahog su boca. Se agarr a sus recuerdos, a sus amores vidos y furias intensas. El humo lo cegaba, lo sofocaba, pero sin arrancar las voluptuosas imgenes de lujuria que lo acechaban. l era la privacin de comida en el humo, y toda la choza estaba anegada de humo, el mundo era humo, fluyendo encima y alrededor. Se balance. Sus miembros se quejaron por la lucha. La enfermedad y el tiempo, sobre todo el tiempo, se prologaron infinitamente. Antes de que su voz yazga definitivamente la prisin de humo cedi. Un gris plido abra una bifurcacin. Dos caminos, pendiente y subida. Dos puertas se alzaban en sus extremos. Supo entonces que cada entrada al infierno posee un acceso al cielo.

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Relatos paranormales Antologa An as, vacil. El otro desapareci de su vista. Deplor los estmulos de la vida, el aplazamiento y las ironas, las personalidades eternas que nacen y mueren como las hojas en el viento. No vio nada. No sinti nada. Sus ojos vibraban sobre la puerta imaginada. Record el camino. Estuvo a punto de retomarlo, cuando el calor lo golpe con renovada furia ciega. Un oscurecimiento se hizo hueco en los muros. Se sinti como un insecto escalando una flor. Oy el gemido dbil de las multitudes olvidadas, el murmullo de esa casa que haba recibido incontables pisadas. Pens en otra cara mirando desde afuera, similar a la suya. Huy con alguna paz en el corazn. Entr en el camino que se tuerce. Los rboles lo rodeaban. Corri, vio ms all de ellos. Intuy una primavera. A poco de andar escuch el rugido de un motor. El conductor lo vio, se detuvo, y lo dej subir. Lord Arglay, instintivamente, traz un signo en el aire. Se sent en el fondo del autobus, sin aliento y estremecido. -A riveder le stelle. -dijo. (adis a las estrellas)

Charles Williams (1886-1945)

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La confesin de Charles Linkworth. The confession of Charles Linkworth, E.F. Benson (1867-1940) El doctor Teesdale haba tenido oportunidad de atender al condenado en una o dos ocasiones a lo largo de la semana previa a su ejecucin, y le encontr, como suele darse el caso, una vez que se han evaporado las ltimas esperanzas de seguir viviendo, perfectamente resignado ante su destino y sin demostrar ningn temor hacia la maana que a cada hora que pasaba se encontraba ms y ms cerca. La amargura ante la muerte pareca no afectarle: su relacin con ella haba terminado cuando le dijeron que su apelacin haba sido rechazada. Pero durante los das en los que la esperanza todava no le haba abandonado completamente, el desdichado haba bebido de la muerte a diario. En toda su carrera el doctor nunca haba visto un hombre tan exuberante y apasionadamente apegado a la vida, ni alguien tan fuertemente aferrado a este mundo material por la pura sed animal de vivir. Despus, se le transmitieron las noticias de que ya no poda seguir manteniendo ms esperanzas, y su espritu dej de ser presa de la agona, de la tortura y de la intriga, y acept lo inevitable con indiferencia. Sin embargo, el cambio fue tan extraordinario que al doctor le pareci que la noticia le haba nublado completamente los sentidos, y que bajo aquella superficie adormecida segua apegado al mundo material con tanta fuerza como siempre. Cuando le comunicaron el veredicto se desmay, y el doctor Teesdale haba sido llamado para atenderle, pero el ataque fue momentneo y recuper el sentido plenamente consciente de lo que acababa de suceder.

El asesinato haba sido particularmente horrible, y en la mente del pblico no haba ni pizca de simpata hacia el perpetrador. Charles Linkworth, que ahora estaba condenado a la pena capital, llevaba un pequeo negocio de tiles de escritura en Sheffield, donde viva con su esposa y su madre. Esta ltima fue la vctima de su atroz crimen siendo el motivo la posesin de quinientas libras que se hallaban en poder de la mujer. Linkworth, tal y como se revel en el juicio, estaba endeudado por la cantidad de cien libras en aquel momento, y aprovechando la ausencia de su esposa, que estaba de visita en casa de unos parientes, estrangul a su madre, enterrando el cuerpo durante la noche en el pequeo jardn que tena en el patio trasero de su casa. Cuando su mujer regres, tena una historia lo suficientemente plausible como para justificar la desaparicin de la vieja seora Linkworth, ya que ambos se haban enzarzado en continuas disputas y rias durante los ltimos dos aos, y ella haba amenazado en ms de una ocasin con marcharse y retirar los ocho chelines semanales que aportaba para la manutencin de la casa, destinndolos a una renta vitalicia. Tambin era cierto que durante la ausencia de la joven seora Linkworth, madre e hijo haban tenido una violenta disputa surgida a partir de alguna diferencia trivial sobre 85

Relatos paranormales Antologa la manera de llevar los asuntos de la casa, y que a consecuencia de esto ella haba llegado a retirar su dinero del banco con la intencin de abandonar Sheffield al da siguiente e instalarse en Londres, donde tena amigos. Aquella tarde se lo comunic a su hijo, y ste la asesin durante la noche. Su siguiente paso, antes del regreso de su esposa, fue lgico y razonable. Recogi todas las pertenencias de su madre y las llev a la estacin, desde donde las despach en un tren de pasajeros, y por la noche invit a varios amigos a cenar, comunicndoles la marcha de su madre. No se lament por ello (lgicamente y confirmndoles lo que ya era probable que supieran); ms bien al contrario, coment que nunca se haban llevado bien y que su marcha le haba procurado paz y tranquilidad. Cuando su esposa regres, le cont esta misma historia, idntica hasta en el ms mnimo detalle, aadiendo, en todo caso, que la discusin haba sido violenta y que su madre ni siquiera se haba dignado a dejarle su futura direccin. Esta declaracin, de nuevo, haba sido completamente meditada con anterioridad, ya que evitara que su mujer pretendiera escribir a la vieja. Ella pareci aceptar su historia completamente. De hecho, nada sospechoso o extrao haba en ella. Durante una temporada se comport con la compostura y la astucia que la mayora de los criminales poseen hasta cierto punto, a partir del cual suelen perder ambas cualidades, siendo sta la causa de su detencin. Por ejemplo: no pag inmediatamente sus deudas, sino que aloj un husped en su casa, le alquil la habitacin de su madre, y despidi a su ayudante en la tienda, quedando l solo al frente de la misma. De este modo dio la impresin de que estaba ahorrando, al mismo tiempo que comentaba abiertamente la gran mejora que haba experimentado su negocio. Por otra parte, no hizo efectivos los billetes bancarios que haba encontrado en un cajn cerrado en la habitacin de su madre hasta que hubo pasado un mes. Entonces cambi dos billetes de cincuenta libras y pag a sus acreedores. Fue en este punto cuando la compostura y la astucia le fallaron. En vez de ser paciente e ir aumentando libra a libra su saldo en la caja de ahorros, abri una cuenta en un banco local con otros cuatro billetes de cincuenta, y adems empez a sentirse inquieto sobre aquello que haba enterrado en el jardn trasero. Pensando asegurarse ms a este respecto, encarg una carretada de escoria y fragmentos de piedra y, con la ayuda de su husped, emple las tardes veraniegas en construir un gran macetero sobre aquel lugar. Fue entonces cuando intervino el azar descomponiendo todo su plan. Hubo un incendio en la oficina de objetos perdidos de la estacin de King Cross (en la cual debera haber reclamado las posesiones de su madre), y algunas maletas haban quedado parcialmente daadas. La compaa ferroviaria estaba obligada a ofrecer una compensacin, y el nombre de su madre cosido sobre su ropa y una carta con la direccin de Sheffield condujeron al envo de una nota puramente formal y oficial, en la que la compaa se declaraba dispuesta a cargar con los daos ocasionados. Estaba dirigida a la seora Linkworth, y por lo tanto fue la esposa de Charles Linkworth quien la recibi y ley.

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Relatos paranormales Antologa Pareca un documento completamente inofensivo, pero con l llegaba su pena de muerte. Y es que no pudo dar ninguna explicacin de por qu los bales seguan estando en la estacin de King Cross, aparte de sugerir que quiz su madre hubiera sufrido algn accidente. Evidentemente, tena que poner el asunto en manos de la polica para que llevara a cabo un seguimiento de sus pasos, y en caso de probarse su defuncin, reclamar sus bienes, ya que los haba sacado del banco y se los haba llevado consigo. ste fue, al menos, el procedimiento a seguir aconsejado tanto por su mujer como por su husped, en cuya presencia fue ledo el comunicado de los representantes del ferrocarril, y al cual result imposible negarse. A continuacin, la silenciosa y engrasada maquinaria de la justicia, caracterstica de Inglaterra, se puso en marcha. Hombres discretos se dejaron caer por la calle Smith, visitaron bancos, observaron la supuesta mejora del negocio y, desde una casa cercana, examinaron el jardn, en cuyo macetero de piedra ya estaban creciendo los helechos. Despus llegaron el arresto y el juicio, que no dur demasiado, y cierto sbado lleg el veredicto. Inteligentes mujeres tocadas con enormes sombreros dieron colorido a la sala, y en todo el gento no hubo ni una sola persona que sintiese simpata por aquel joven de apariencia atltica que estaba siendo condenado. La mayora de la audiencia estaba formada por seoras mayores y madres respetables, y siendo el crimen un ultraje a la maternidad, escucharon la lectura del veredicto con gran satisfaccin. Llegaron a emocionarse cuando el juez se toc con su horrible y absurdo gorro negro y ley la sentencia impuesta por Dios. Linkworth fue declarado culpable por el atroz suceso, sin que nadie que hubiera escuchado las pruebas pudiera dudar en lo ms mnimo que lo haba llevado a cabo con la misma indiferencia que posteriormente demostr en cuanto supo que su apelacin haba sido rechazada. El capelln de la prisin que le atendi haba hecho lo posible por conseguir que se confesase, pero sus esfuerzos fueron completamente intiles y hasta el ltimo momento el condenado mantuvo, aunque sin aspavientos, su inocencia. Se hizo justicia una brillante maana de septiembre, mientras el sol brillaba clidamente sobre la pequea procesin que atraves el patio de la prisin hasta el cobertizo en el que se encontraba el aparato de la muerte. El doctor Teestlale qued satisfecho al comprobar que la muerte fue prcticamente inmediata. Haba estado presente en el cadalso, haba visto la presin sobre la palanca y haba visto la figura rgida y encapuchada caer al vaco. Haba odo la tensin y el crujido de la cuerda al recibir el peso y, mirando hacia abajo, haba visto tambin los crispados espasmos del ahorcado. No haban durado ms de un segundo o dos; la ejecucin haba resultado perfectamente satisfactoria. Una hora ms tarde realiz la autopsia al cadver y descubri que su apreciacin haba sido completamente correcta: las vrtebras de la espina dorsal se haban roto a la altura del cuello y la muerte deba de haber sido instantnea. Apenas hubiera hecho falta realizar la pequea diseccin necesaria para comprobarlo, pero por seguir el proceso acostumbrado as lo hizo. Y en aquel momento tuvo una curiosa y muy vvida sensacin: que el espritu del fallecido se encontraba detrs de l, como si an residiera en su quebrado cuerpo. Pero no haba duda alguna de que el cuerpo estaba muerto: haba muerto haca una hora. A esto le sigui una pequea circunstancia que, aunque en un principio pareci insignificante, no por ello result menos curiosa. Uno de los 87

Relatos paranormales Antologa guardias entr y pregunt si la cuerda que haba sido usada haca una hora, y que era pertenencia del verdugo, haba sido por error llevada junto al cuerpo hasta el depsito de cadveres. Sin embargo, all no haba ni rastro de ella. Pese a tratarse de un objeto de lo ms peculiar y poco susceptible de desaparecer, lo cierto es que pareca haberse desvanecido completamente; no estaba all y no estaba en el patbulo. Ni siquiera hubo manera de determinar el momento de su desaparicin, y sta result del todo inexplicable. El doctor Teesdale era soltero y econmicamente autosuficiente, y viva en una cmoda casa de altas ventanas situada en Bedford Square, en la que una cocinera de excelencia superable cuidaba de su estmago, mientras su marido haca lo propio con su persona. No tena necesidad en absoluto de practicar su profesin, y si lo haca en la prisin era por la oportunidad de estudiar la mente criminal. La mayora de los crmenes (es decir, todas aquellas transgresiones de las reglas de conducta que la humanidad se haba autoimpuesto para asegurar su propia preservacin), los consideraba o bien el resultado de una anomala cerebral o bien producto del hambre. Los delitos de latrocinio, por ejemplo, no los atribua en ningn caso a la mente racional; es cierto que a menudo eran consecuencia de una necesidad real, pero resultaba ms habitual que estuviesen dictados por alguna oscura enfermedad cerebral. En casos concretos, era calificada de cleptomana, pero l estaba convencido de que haba muchas otras variaciones que no tenan por qu resultar directamente fruto de una necesidad fsica. Sobre todo cuando el crimen en cuestin vena acompaado de manifestaciones violentas, y en este apartado emplazaba mentalmente, mientras se diriga a su casa aquella tarde, al criminal cuyos ltimos momentos haba presenciado por la maana. El crimen haba sido abominable y la necesidad de dinero no demasiado apremiante. Las caractersticas detestables y antinaturales del asesinato le haban llevado a considerar al asesino ms como un luntico que como un criminal. Haba sido, hasta donde l saba, un hombre tranquilo y de disposicin afable, un buen marido y un vecino sociable. Pero entonces haba cometido un crimen, uno slo, que le haba situado ms all de lo aceptable. Un hecho tan monstruoso, ya hubiera sido perpetrado por un hombre cuerdo como por un loco, resultaba intolerable; no poda haber lugar en el mundo para el culpable. Pero de alguna manera el doctor senta que se habra sentido ms a gusto con la ejecucin si el difunto hubiera confesado. Exista la certeza moral de que era culpable, pero al menos habra deseado que, al ver desvanecidas sus esperanzas, hubiera confirmado el veredicto con su propia voz. Aquella noche cen solo, y tras la cena se refugi en su estudio, que estaba adjunto al comedor, sin sentirse particularmente inclinado a la lectura, por lo que se sent frente al fuego en su gran silln rojo y dej que su mente vagara libremente. Casi de inmediato empez a reflexionar sobre la curiosa sensacin que haba experimentado aquella maana, la impresin de que el espritu de Linkworth estaba presente en el depsito de cadveres, aunque su vida se hubiera extinguido haca ya una hora. No era la primera vez, especialmente en casos de muerte sbita, que haba experimentado aquella misma conviccin, aunque quiz nunca de una manera tan inequvoca como aquel da. Aun as, aquel sentimiento se deba probablemente, a su parecer, a una verdad natural y fsica. El espritu (debera remarcarse que el doctor crea en la doctrina de la vida futura y 88

Relatos paranormales Antologa en la pervivencia del alma pese a la extincin del cuerpo) era con toda probabilidad incapaz de abandonar de inmediato su cscara terrestre y adems se mostraba reticente a ello. Era ms probable que permaneciera all, a nivel terrenal, durante un rato. En sus horas de ocio, el doctor Teesdale era un gran estudioso de lo oculto, ya que como los mdicos ms avanzados y expertos, reconoca claramente lo estrecha que era la frontera entre el cuerpo y el alma, la tremenda influencia de lo intangible sobre el mundo material, y no presentaba para l ninguna dificultad asumir que un espritu incorpreo pudiera ser capaz de comunicarse con aquellos que an estaban ligados a lo finito y lo material. Sus meditaciones, que empezaban a agruparse en torno a una idea concreta, quedaron interrumpidos en aquel momento. Sobre su cercano escritorio estaba sonando el telfono, no con su habitual insistencia metlica sino muy dbilmente, como si hubiese un problema con el mecanismo o con la lnea. En todo caso, no haba duda de que estaba sonando, por lo que se levant y descolg el auricular. S? S? dijo. Quin es? Como respuesta lleg un susurro casi inaudible, y prcticamente ininteligible. No puedo orle dijo Teesdale. El susurro son de nuevo, pero sin mayor claridad. Despus, ces del todo. Sigui escuchando durante aproximadamente medio minuto, esperando que se reanudara, pero aparte de los habituales parsitos en la lnea, que por lo menos demostraban que estaba en comunicacin con otro aparato, slo le lleg silencio. Entonces colg, llam a la central de la Compaa Telefnica y dio su nmero. Podra decirme desde que nmero acaban de llamarme? solicit. Hubo una breve pausa, despus se lo comunicaron. Era el nmero de la prisin en la que l ejerca. Pngame con ellos, por favordijo. As se hizo. Me acaban de llamar ustedes ahora mismo dijo a travs del telfono. S, soy el doctor Teesdale. Cmo? No he odo lo que me ha dicho. La voz le respondi clara e inteligible. Debe de tratarse de un error, seor dijo. No le hemos llamado. Pero la operadora me ha dicho que haban sido ustedes. Habr sido un error de la operadora, seor respondi la voz. Qu extrao. Bueno, buenas noches. Es usted el carcelero Draycott no es as? S, seor. Buenas noches, seor. El doctor Teesdale regres a su gran silln, menos predispuesto an a la lectura. Dej que sus pensamientos vagasen durante un rato, sin otorgarles una direccin definida, pero una y otra vez su mente volva a centrarse en el extrao suceso del telfono. Muy a menudo le haban llamado 89

Relatos paranormales Antologa por error, y muy a menudo tambin la operadora le haba puesto en contacto con un nmero equivocado, pero haba algo en aquellos timbrazos tan tenues y en los ininteligibles murmullos procedentes del otro extremo de la lnea que cautivaba su imaginacin, y pronto se encontr recorriendo a grandes zancadas la habitacin, cebando sus pensamientos en un pasto de lo ms inusual. Pero es imposible! exclam en voz alta. A la maana siguiente se dirigi, como acostumbraba, a la prisin, y una vez ms le asalt la extraa sensacin de que all haba una presencia invisible. Ya haba tenido con anterioridad algunas curiosas experiencias fsicas, y saba que era sensible (es decir, una persona capaz, en segn qu circunstancias, de recibir impresiones paranormales y de vislumbrar ocasionalmente el mundo invisible que yace bajo nosotros). Y aquella maana la presencia de la que fue consciente era la de aquel hombre que haba sido ejecutado la maana anterior. Estaba localizada, y la sinti con mucha ms fuerza en el pequeo patio de la prisin y, sobre todo, cuando pas frente a la puerta de la celda del condenado. Tan fuerte era all que no le hubiera sorprendido si su figura hubiese sido visible, y cuando atraves la puerta que haba al final del pasillo se volvi convencido de que realmente iba a verlo. Durante todo el tiempo, adems, fue consciente de que un profundo terror atenazaba su corazn; aquella presencia invisible le perturbaba. Y sinti que la pobre alma quera que se hiciese algo por ella. Ni por un momento dud que aquella impresin suya fuera completamente objetiva, y no un fantasma creado por su propia imaginacin. El espritu de Charles Linkworth estaba all.

Pas a la enfermera y durante un par de horas se mantuvo ocupado con el trabajo. Pero durante todo el tiempo percibi aquella misma presencia invisible cerca de l, aunque su fuerza era all claramente menor que en aquellos lugares con los que el hombre haba estado ms ntimamente asociado. Finalmente, antes de marcharse, y con la intencin de comprobar su teora, mir en el cobertizo de las ejecuciones. Un instante despus sala con la cara completamente plida y cerrando la puerta apresuradamente a sus espaldas. Sobre el ltimo escaln de la horca se ergua una figura, encapuchada y rgida, borrosa, con los contornos mal definidos y apenas visible. Pero visible al fin y al cabo, sobre eso no haba duda posible. El doctor Teesdale era un hombre de buen temple, y recobr casi inmediatamente la compostura, completamente avergonzado de su pnico inicial. El terror que haba blanqueado su cara haba sido fruto de unos nervios alterados, no de un corazn aterrorizado, pero por muy interesado que estuviera en los fenmenos fsicos, no pudo obligarse a volver a entrar all. Aunque sera ms correcto decir que lo intent, pero sus msculos se negaron a aceptar el mensaje. Si aquel pobre espritu atado a la tierra tena que comunicarle algo, realmente prefera que lo hiciera a cierta distancia. Segn lo entenda, su campo de accin estaba circunscrito. Abarcaba el patio de la prisin, la celda del condenado y el pabelln de las ejecuciones, y se senta de una manera ms dbil en la enfermera. Despus, una nueva idea se le ocurri, y volvi a su habitacin e hizo llamar al carcelero Draycott, que le haba respondido al telfono la noche anterior. 90

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Est usted seguro pregunt de que nadie me llam anoche, justo antes de que hablara con usted? No veo cmo hubiera sido posible, seordijo l. Estuve sentado cerca del telfono la hora y media previa, y tambin con anterioridad. Debera haber visto a quienquiera que se hubiera acercado al aparato. Y no vio a nadie? dijo el doctor con un ligero nfasis. No, seor. No vi a nadie respondi Draycott con el mismo nfasis. El doctor Teesdale desvi la mirada. Y no tuvo, quiz, la impresin de que acaso hubiera alguien all? pregunt, sin darle importancia, como si se tratara de un asunto sin inters. Evidentemente, el carcelero Draycott estaba pensando en algo de lo que le resultaba difcil hablar. Bueno, seor, si me lo pone as... empez, pero usted me podra decir que si estaba medio dormido, o que si algo de lo que haba cenado me haba sentado mal. El doctor dej de lado su actitud casual. No hara nada semejante dijo, de igual modo que tampoco me dira usted a m que yo estaba durmiendo anoche cuando o sonar el telfono. Tenga en cuenta, Draycott, que no sonaba como siempre, apenas s pude orlo, pese a que se hallaba justo a mi lado. Y cuando pegu la oreja al auricular slo fui capaz de distinguir un susurro. Sin embargo, cuando habl con usted le o perfectamente. Creo que haba algo... o alguien... a ese lado del telfono. Usted estaba all, y aunque no vio a nadie, tambin usted not que haba alguien a su lado. No es as? El hombre asinti. No soy un hombre asustadizo, seor dijo, y tampoco tengo una gran imaginacin. Pero all haba algo. Se pase alrededor del aparato y no era el viento, porque apenas se mova la ms leve brisa y la noche era clida. Adems cerr la ventana para asegurarme. Pero se pase por la habitacin, seor, se pase durante una hora o ms. Movi las pginas del listn telefnico, y todo el pelo se me eriz cuando not que se acercaba. Y estaba helado, seor. El doctor le mir directamente a la cara. Se acord usted de lo que haba estado haciendo por la maana? pregunt repentinamente. De nuevo, el hombre dud. S, seor dijo al final. Pens en el convicto Charles Linkworth. El doctor Teesdale asinti reafirmndose. Eso es dijo. Est usted de turno esta noche? S, seor. Ojal no lo estuviera. S cmo se siente, yo me siento exactamente igual. Ahora bien, lo que quiera que sea, parece querer comunicarse conmigo. Por cierto, hubo algn tipo de disturbio anoche en la prisin? S, seor, por lo menos una docena de hombres tuvieron pesadillas. Gritaban y chillaban, y eso que no suelen ser hombres problemticos. A veces sucede, tras una ejecucin. Lo he visto en otras ocasiones, pero nunca como anoche. Ya veo. Bueno, si esa... esa cosa que no puede usted ver quiere volver a coger el telfono esta noche, dele todas las facilidades que pueda. Probablemente llegar a la misma hora. No puedo 91

Relatos paranormales Antologa decirle por qu, pero es lo que suele ocurrir. De modo que a menos que se vea obligado, no entre en la habitacin en la que est el telfono, al menos durante una hora, para darle el suficiente tiempo, entre las nueve y media y las diez y media. Yo le estar esperando al otro extremo de la lnea. Suponiendo que me llame, cuando haya terminado yo mismo le llamar a usted para asegurarme de que no me han telefoneado... de la manera habitual. Y no hay nada de lo que asustarse, seor? pregunt el hombre. El doctor Teesdale record el momento de terror que le haba acometido aquella maana, pero habl con sinceridad. Estoy seguro de que no hay nada que temer dijo con firmeza. El doctor Teesdale tena un compromiso para cenar, pero lo anul, y a las nueve y media estaba sentado a solas en su estudio. Dada la presente ignorancia sobre las leyes que gobiernan los movimientos de los espritus separados del cuerpo, no poda explicarle al carcelero por qu razn sus visitas acostumbran a ser peridicas y puntuales respecto a nuestro esquema horario, pero mediante las escenas registradas de apariciones de almas en pena, especialmente si el alma est desesperadamente necesitada de ayuda, haba descubierto que solan presentarse a la misma hora, del da o de la noche. Otra regla general era que su poder de hacerse visibles o audibles iba aumentando durante cierto tiempo despus de la muerte, para posteriormente debilitarse paulatinamente a medida que perdan contacto con la tierra, o a menudo cesando del todo tras ese momento inicial, de modo que aquella noche estaba preparado para recibir una impresin menos difusa. Aparentemente, durante las primeras horas, el espritu incorpreo es dbil, y... de repente son el telfono, no tan dbilmente como la noche anterior, pero sin que alcanzara an su tono imperativo habitual. El doctor Teesdale se levant inmediatamente y tom el auricular. Lo que oy fue un sollozo descorazonador y unos espasmos tan fuertes que parecan desgarrar a quien fuese que lloraba. Tard un poco en hablar, aterido por un miedo innombrable, pero a la vez deseoso de ayudar si le era posible. S, s dijo finalmente, oyendo cmo temblaba su propia voz. Soy el doctor Teesdale. Qu puedo hacer por usted? y quin es usted? aadi, aunque sinti que la pregunta era innecesaria. Lentamente cesaron los sollozos, sustituidos por un susurro roto ocasionalmente por el llanto. Quiero contrselo, seor... Quiero contrselo... Debo contrselo. S, cunteme. De qu se trata? dijo el doctor. No, no a usted... A otro caballero, que sola venir a verme. Le transmitir usted lo que yo le diga? No consigo hacer que me oiga ni me vea. Quin es usted? pregunt el doctor Teesdale sbitamente. Soy Charles Linkworth. Supona que ya lo saba. Me siento muy desgraciado. No puedo abandonar la prisin... y hace tanto fro. Enviar usted a alguien para que traiga al otro caballero? Se refiere al capelln? pregunt el doctor Teesdale. 92

Relatos paranormales Antologa S, el capelln. Ley el servicio cuando atraves el patio. Ayer. No me sentir tan desgraciado cuando se lo haya contado. El doctor dud. Era una historia demasiado extraa como para contrsela al seor Dawkins, el capelln de la prisin, aquella de que al otro lado del telfono se hallaba el espritu de un hombre ejecutado el da anterior. Y sin embargo, crea ciegamente que as era, que aquel infeliz espritu se senta desgraciado y que quera contarlo. Qu era lo que quera contar, no haca falta preguntarlo. S, le pedir que venga aqu dijo finalmente. Gracias, seor, un millar de gracias. Le har venir, verdad? La voz se debilitaba. Deber ser maana por la noche dijo. Ahora no puedo seguir hablando. Tengo que ir a ver... oh, Dios mo, Dios mo. Se reanudaron los sollozos, cada vez ms dbiles. En un frenes de curiosidad aterrorizada, el doctor Teesdale grit: A ver qu? Dgame qu est haciendo, qu es lo que le est pasando! No puedo decrselo; no podra decrselo dijo la voz, muy dbilmente. Forma parte de... y desapareci del todo. El doctor Teesdale esper un rato, pero ya no se escuchaba ningn otro sonido aparte de los crujidos del aparato. Volvi a colgar el auricular, y entonces se dio cuenta por primera vez de que su frente estaba cubierta por un sudor helado, fruto del terror. Sus orejas palpitaban, su corazn lata rpida y dbilmente, y tuvo que sentarse. En una o dos ocasiones se pregunt si era posible que alguien estuviera gastndole una horrenda broma, pero saba que no poda ser as; senta perfectamente que haba estado hablando con un alma que sufra el tormento de la contricin por el terrible e irremediable acto que haba cometido. Tampoco se trataba de un engao de sus sentidos; all, en aquella confortable habitacin suya de Bedford Square, con Londres rugiendo alegremente a su alrededor, haba hablado con el espritu de Charles Linkworth. Pero no tena tiempo (ni de hecho la predisposicin, ya que de algn modo su alma se haba echado a temblar en su interior) para permitirse seguir meditando. En primer lugar, llam a la prisin. Carcelero Draycott? pregunt. Hubo un perceptible temblor en la voz del hombre mientras responda: S, seor. Es usted el doctor Teesdale? S. Ha sucedido algo ah? Dos veces pareci que el hombre intentaba hablar y no poda. Al tercer intento, brotaron sus palabras. S, seor. Ha estado aqu. Le vi entrar en la habitacin en la que est el telfono. Ah! Habl usted con l?

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Relatos paranormales Antologa No, seor. Sud y rec. Y media docena de hombres han vuelto a gritar mientras dorman. Pero ya vuelve a estar todo tranquilo. Creo que ha regresado al pabelln de las ejecuciones. S. Bueno, creo que ya no habr ms alboroto por ahora. Por cierto, dme por favor la direccin del seor Dawkins. Tras serle proporcionada, el doctor Teesdale procedi a escribirle una nota al capelln, solicitndole que cenara con l a la noche siguiente. Pero de repente se dio cuenta de que no poda redactarla en su escritorio, con el telfono tan cerca de l, y subi las escaleras, hasta una sala de estar que apenas utilizaba salvo para reunirse con los amigos. All recobr la serenidad y pudo controlar su mano. La nota, simplemente transmita al seor Dawkins su solicitud de que cenara con l a la noche siguiente, ya que deseaba contarle una historia muy extraa y pedir su ayuda. Incluso si tiene usted otro compromiso, concluy, le solicito con toda seriedad que lo anule. Esta noche yo hice lo mismo. Me habra arrepentido amargamente de no haberlo hecho. A la noche siguiente, los dos cenaban sentados en el comedor del doctor, y cuando les dejaron con sus cigarrillos y el caf, el doctor habl. No debe juzgarme loco, querido Dawkins dijo, cuando oiga lo que tengo que contarle. El seor Dawkins se ri. Le prometo sinceramente que no lo har dijo. Bien. Anoche y la noche anterior, un poco ms tarde de lo que ahora es, habl a travs del telfono con el espritu del hombre al que vimos cmo ejecutaban hace dos das: Charles Linkworth. El capelln no se ri. Hizo retroceder su silla aparentemente molesto. Teesdale dijo, es para contarme este... no quiero ser grosero pero... este cuento de hadas... por lo que me ha hecho venir esta noche? S. Y an no ha odo ni la mitad. Anoche me pidi que le trajera. Quiere contarle algo. Creo que podemos suponer lo que es. Dawkins se levant. Por favor, permtame que no siga escuchando dijo. Los muertos no regresan. En qu estado o bajo qu condicin existen no se nos ha revelado. Pero han acabado su relacin con el mundo material. Pero debo contarle ms! dijo el doctor. Hace dos noches, me telefonearon, pero muy dbilmente. Apenas pude or unos susurros. Al instante pregunt desde dnde haba sido efectuada la llamada, y se me comunic que desde la prisin. Llam a la prisin y el carcelero Draycott me dijo que nadie me haba llamado desde all. Tambin l fue consciente de una presencia. Creo que ese hombre bebe dijo Dawkins, agudamente. El doctor hizo una pausa momentnea. Mi querido amigo, no debera decir esas cosas dijo. Es uno de los hombres ms equilibrados con los que contamos. Y si l bebe, por qu no yo? El capelln volvi a sentarse. 94

Relatos paranormales Antologa Deber perdonarme dijo, pero no puedo implicarme en esto. Son asuntos demasiado peligrosos como para verse mezclado en ellos. Adems, cmo sabe que no se trata de un truco? Un truco de quin? pregunt el doctor. De repente son el telfono. Fue perfectamente audible para el doctor. No lo oye? Or qu? La campanilla del telfono. No oigo nada dijo el capelln bastante enfadado. No suena ningn telfono. El doctor no respondi, se dirigi a su estudio y encendi las luces. Despus agarr el auricular. S? dijo con voz temblorosa. Quin es? S, el seor Dawkins est aqu. Intentar que hable con usted. Regres a la otra habitacin. Dawkins dijo, he aqu un alma en agona. Le ruego que la escuche. Por el amor de Dios, venga y escuche. El capelln dud un momento. Como desee dijo. Tom el auricular y se lo acerc a la oreja. Soy Dawkins dijo. Esper. No puedo or nada de nada dijo al final. Ah! Ahora he odo algo, como un susurro. Ah, intente escuchar, intente escuchar! dijo el doctor. De nuevo el capelln escuch. De repente solt el aparato frunciendo el ceo. Algo... Alguien ha dicho: Yo la mat, lo confieso. Quiero ser perdonado. Se trata de un truco, mi querido Teesdale. Alguien, conociendo sus inclinaciones espirituales, le est gastando una broma de muy mal gusto. No puedo creerlo. El doctor Teesdale tom el auricular. Soy el doctor Teesdale dijo. Puede demostrarle de alguna manera al seor Dawkins que efectivamente se trata de usted? Despus volvi a dejarlo. Dice que cree que puede dijo. Debemos esperar. La noche volva a ser muy calurosa, y la ventana que daba al patio pavimentado que haba en la parte trasera de la casa estaba abierta. Durante cinco minutos los dos hombres esperaron en silencio, sin que nada ocurriera. Despus, el capelln habl. Creo que es una prueba lo suficientemente conclusiva. Mientras hablaba, una corriente de aire extremadamente fra se introdujo en la habitacin, alborotando los papeles que haba sobre el escritorio. El doctor Teesdale se acerc a la ventana y la cerr. Ha notado eso? pregunt. 95

Relatos paranormales Antologa S, una corriente de aire. Bastante fra. Una vez ms, en el interior de la habitacin cerrada, se levant el viento. Y ha notado eso? pregunt el doctor. El capelln asinti. De repente notaba los palpitos de su corazn golpeando violentamente contra su garganta. Defindenos de todo peligro que pueda acecharnos esta noche exclam. Algo se acerca dijo el doctor. Y mientras hablaba lleg. En el centro de la habitacin, apenas a tres metros de ellos, se hallaba la figura de un hombre, con la cabeza completamente doblada sobre el hombro, de manera que la cara no era visible. Entonces, agarr su cabeza con ambas manos y la enderez, mirndoles fijamente. Los ojos y la lengua le sobresalan, y alrededor del cuello se notaba una marca lvida. Despus se oy un seco castaeteo sobre las tablas del suelo y la figura desapareci. En el suelo haba una soga. Durante un buen rato ninguno de los dos dijo nada. El sudor manaba del rostro del doctor, y los blanquecinos labios del capelln murmuraban plegarias. Despus, haciendo un tremendo esfuerzo, el doctor recuper la compostura. Seal la soga. Haba desaparecido justo despus de la ejecucin dijo. Entonces el telfono son de nuevo. Esta vez, el capelln no necesit ninguna motivacin. Se aproxim de inmediato y el campanilleo ces. Durante un rato, escuch en silencio. Charles Linkworth dijo al fin. Ante los ojos de Dios, en cuya presencia te encuentras: te arrepientes sinceramente de tu pecado? Lleg una respuesta inaudible para el doctor, y el capelln cerr los ojos. Y el doctor Teesdale se arrodill mientras escuchaba las palabras de la Absolucin. Finalmente, regres el silencio. Ya no oigo nada dijo el capelln, colgando el telfono. En ese momento, el criado del doctor entr con unas botellas de licor y sifn. El doctor Teesdale seal sin mirar hacia el lugar en el que se haba manifestado la aparicin. Recoja esa soga y qumela, Parker dijo. Por un momento rein el silencio. Ah no hay ninguna soga, seor respondi Parker. E.F. Benson (1867-1940)

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La extraa casa en la niebla. The strange high house in the mist, H.P. Lovecraft (1890-1937) De maana, la niebla asciende del mar por los acantilados de mas all de Kingsport. Sube, blanca y algodonosa, al encuentro de sus hermanas las nubes, henchidas de sueos de hmedos pastos y cavernas de leviatanes. Y ms tarde, en sosegadas lluvias estivales que mojan los empinados tejados de los poetas, las nubes esparcen esos sueos a fin de que los hombres no vivan sin el rumor de los viejos y extraos secretos y maravillas que los planetas cuentan a los planetas durante la noche. Cuando los relatos acuden en tropel a las grutas de los tritones, y las caracolas de las ciudades invadidas por la algas emiten aires insensatos aprendidos de los Dioses Anteriores, entonces las grandes brumas ansiosas se espesan en el cielo cargado de saber, y los ojos que miran el ocano desde lo alto de las rocas tan slo ven una mstica blancura, como si el borde del acantilado fuese el lmite de toda la tierra, y las campanas solemnes de las boyas taesen libremente en el ter irreal. Ahora bien, al norte del arcaico Kingsport, los riscos se elevan con arrogancia, altos y curiosos, terraza sobre terraza, hasta que el ms septentrional de todos se recorta en el cielo como una nube gris y helada por el viento. Desolada, sobresale una punta en el espacio ilimitado, ya que la costa tuerce bruscamente all donde desemboca el gran Miskatonic, despus de dejar atrs Arkham, trayendo leyendas de los bosques y recuerdos singulares de las colinas de Nueva Inglaterra. Las gentes marineras de Kingsport miran hacia ese acantilado como miran otros hacia la estrella polar y computan las guardias de la noche segn ste oculta o permite ver la Osa Mayor, Casiopea y el Dragn. Para ellos, forma parte del firmamento, y, en verdad, tambin desaparece cuando la niebla oculta las estrellas o el sol. Sienten cario por algunos acantilados, como ese al que llaman el Padre Neptuno por su grotesco perfil, o ese otro de peldaos gigantescos al que llaman "La Calzada"; pero ste ltimo les produce temor, porque est muy prximo al cielo. Los 97

Relatos paranormales Antologa marineros portugueses que llegan de viaje se santiguan al verlo, y los viejos yanquis creen que escalarlo, en caso de que fuera posible hacerlo, sera un asunto mucho ms grave que la muerte. Sin embargo, hay una casa antigua en ese acantilado, y por la noche se ven luces en sus ventanas de cristales pequeos. Esa antigua casa est all desde siempre, y dicen las gentes que habita Uno que habla con las brumas matinales que suben del mar y que quiz ve cosas singulares en el ocano cuando el borde del acantilado se convierte en el confn de la tierra y las boyas solemnes taen libremente en el blanco ter de lo irreal. Eso dicen que han odo contar, pues jams han visitado ese despeadero prohibido, ni les gusta dirigir hacia all sus catalejos. Los veraneantes la han examinado con sus gemelos descarados, pero no han visto otra cosa que el tejado, primordial, puntiagudo, de ripia, con aleros que llegan casi hasta los grises cimientos, y la luz amarillenta de sus pequeas ventanas, cuando asoma por debajo de esos aleros al oscurecer. Estos visitantes veraniegos no creen que el habitante de la antigua casa est en ella desde hace siglos; pero no pueden probar semejante hereja a ningn autntico vecino de Kingsport. Hasta el Anciano Terrible que habla con pndulos de plomo encerrados en botellas, compra comida con viejo oro espaol, y guarda dolos de piedra en el patio de su casa antediluviana de Water Street, no puede sino decir que ya viva all cuando su abuelo era nio, lo que debi ocurrir hace un montn de aos, cuando Belcher o Shirley o Pownall o Bernard era gobernador de la provincia de Massachusetts-Bay al servicio de Su Majestad. Luego, en verano, lleg a Kingspot un filsofo. Se llamaba Thomas Olney, y enseaba cosas tediosas en una facultad cercana a Narragansett. Lleg con una esposa robusta y unos hijos retozones, y sus ojos estaban cansados de ver las mismas cosas durante muchos aos y de pensar los mismos disciplinados pensamientos. Mir las brumas desde la diadema del Padre Neptuno, y trat de adentrarse en el mundo blanco y misterioso por los titnicos escalones de la Calzada. Maana tras maana suba a tumbarse a loa acantilados y contemplar, desde el borde del mundo, el ter misterioso que se extenda ms all, escuchando las campanas espectrales y los gritos insensatos de lo que quiz fueran gaviotas. Luego, cuando levantaba la niebla y el mar recobraba su aire prosaico con el humo de los barcos, suspiraba y bajaba al pueblo, donde le encantaba recorrer los estrechos y antiguos callejones que suban y bajaban por la colina y estudiar los ruinosos hastiales y los portales de extraos pilares que haban cobijado a tantas generaciones de robustos marineros. Incluso habl con el Viejo Terrible, a quien desagradaban los forasteros, y ste le invit a su casa arcaica y temible, cuyos techos bajos y carcomidos enmaderados escuchan los ecos de inquietantes soliloquios en la oscuridad de las primeras horas de la madrugada. Naturalmente, fue inevitable que Olney reparase en la casa solitaria y gris del cielo, situada en lo alto de aquel siniestro despeadero formando un todo comn con las brumas y el firmamento. Siempre se alz sobre Kingsport, y siempre corri el rumor de su misterio por los callejones tortuosos de Kingsport. El Viejo Terrible le cont a Olney, entre jadeos, una historia que haba odo a su padre sobre un rayo que brot una noche de aquella casa puntiaguda, y se perdi en las 98

Relatos paranormales Antologa nubes ms altas del cielo; y la abuela Orme, cuya minscula casa de Ship Street tiene su techumbre holandesa toda cubierta de musgo y de hiedra, le refiri con voz chillona algo que su abuela haba odo contar sobre unas sombras voladoras que salan de las brumas orientales y se dirigan a la nica puerta de esa inalcanzable morada, la cual se abre al borde mismo del barranco que desciende hasta el ocano y slo puede verse desde los barcos que cruzan por el mar. Finalmente, vido de experiencias nuevas y extraas, y sin que le contuvieran ni el temor de los vecinos de Kingsport ni la usual indolencia de los veraneantes, tom Olney una resolucin terrible. A pesar de su formacin conservadora - o a causa de ella, que las vidas rutinarias albergan anhelos ansiosos de lo desconocido - hizo solemne juramento de escalar aquel acantilado del norte y visitar la casa anormalmente antigua y gris del cielo. Sin duda, su yo racional debi de persuadirle de que sus moradores entraban por la parte de tierra, a travs de alguna cresta accesible prxima al estuario del Miskatonic. Probablemente bajaban a comerciar a Arkham, conscientes de lo poco que les gustaba la casa a los Kingsport, o incapaces quiz de descender por la parte del acantilado que daba a Kingsport. Olney recorri los riscos ms accesibles, hasta el pie del gran precipicio que suba a unirse insolente con las cosas celestes, y comprob de manera patente que ningn ser humano poda escalarlo ni descender por la ladera sur. Al este y al norte se elevaba perpendicularmente tambin, desde el agua hasta una altura de miles de pies, de forma que slo quedaba la vertiente norte, la cual miraba hacia tierra y hacia Arkham. Una maana de agosto sali Olney en busca de algn sendero que subiera hasta el inaccesible pinculo. March en direccin noroeste por agradables caminos secundarios, pas por la charca de Hooper y el viejo polvorn de ladrillo gris, hasta llegar all donde los pastizales coronan la cresta que se asoma sobre el Miskatonic y dominan un precioso panorama de blancos campanarios georgianos de Arkham que se alzan leguas ms all, al otro lado del ro y de los prados. Aqu encontr un dudoso camino en direccin a Arkham, aunque no vio ninguno en la del mar, como quera. Los bosques y los prados se apretujaban en la ribera alta de la desembocadura del ro, donde no se vea signo alguno de presencia humana, ni siquiera una tapia de piedra, ni una vaca extraviada, sino slo yerba alta, rboles gigantescos y maraas de zarzas que quiz vieron los primeros indios. A medida que suba lentamente por el este, cada vez ms alto, por encima del estuario que quedaba a la izquierda, y cada vez ms cerca del mar, el camino se iba haciendo ms difcil; hasta que se pregunt cmo se las arreglaban los moradores de aquel desagradable lugar para llegar al mundo exterior, y si bajaran a menudo al mercado de Arkham. Luego fueron escaseando los rboles y muy por debajo de l, a su derecha, vio las lejanas colinas y los antiguos tejados y campanarios de Kingsport. Incluso Central Hill era una elevacin enana vista desde esta altura, y apenas se distingua el antiguo cementerio situado junto al Hospital Congregacionalista, bajo el cual se deca que haba terribles cavernas o pasadizos. Ante s tena una extensin de yerba rala y matas de arndanos; ms all estaba la roca pelada del despeadero y el delgado pico donde se encaramaba la temible casa gris. La cresta se estrech ahora, y Olney sinti vrtigo en la soledad del cielo, con el espantoso precipicio al sur, por encima de Kingsport, y la cada vertical de casi una milla, hasta la desembocadura del ro, al norte. De repente descubri 99

Relatos paranormales Antologa ante s una zanja de unos diez pies de profundidad, de forma que tuvo que colgarse de las manos en su interior, dejarse caer por su suelo inclinado y despus arrastrarse peligrosamente, pendiente arriba, hacia un desfiladero natural que haba en la pared opuesta. Este era, pues, el camino que los habitantes de la inusitada casa recorran entre la tierra y el cielo! Cuando sali de la zanja se estaba formando una bruma matinal, pero vio claramente la casa impa y orgullosa all adelante; sus paredes eran grises como la roca, y su elevado pico se alzaba osadamente contra la blancura lechosa de los vapores marinos. Y descubri que no haba puerta en la fachada que miraba hacia tierra, sino slo un par de ventanucos sucios y enrejados, de cristales redondos, segn la moda del siglo XVIII. A todo su alrededor no haba ms que nubes y caos, y no se distingua nada por debajo de la blancura del espacio ilimitado. Estaba solo en el cielo, con esta casa extraa e inquietante; y al rodearla precavidamente, en direccin hacia la parte delantera, y ver que no se poda llegar a su nica puerta salvo por el ter vaco, sinti un claro terror que la altura no acababa de explicar enteramente. Y era muy extrao que todava existieran tablas carcomidas que formaban la techumbre, y que los desechos ladrillos formaran an la chimenea. Cuando espes la niebla, Olney rept de una ventana a otra, por las fachadas norte, oeste y sur, tratando de abrirlas, pero todas estaban cerradas. Se sinti vagamente aliviado al comprobarlo, porque cuanto ms miraba la casa, menos deseos tena de entrar. Entonces, un ruido le hizo detenerse. Oy un chirrido de cerradura, el ruido de un cerrojo al descorrerse y un gemido largo como si abriesen lentamente una pesada puerta. Son en la parte que daba al ocano, la que l no poda ver, donde la estrecha puerta se abra al vaco, en el cielo brumoso, a miles de pies por encima de las olas. A continuacin sonaron unas pisadas graves, pausadas, en el interior de la casa, y Olney oy que abran las ventanas; primero las que daban al norte, que era el lado opuesto adonde estaba l ahora; despus, las del oeste, al otro lado de la esquina. A continuacin abran las del sur, bajo los grandes aleros del lado donde l se encontraba; y hay que decir que se senta ms que incmodo, pensando que tena la detestable casa a un lado, y al otro el vaco. Cuando le lleg el ruido de las ventanas ms prximas, se desliz otra vez hacia la fachada de poniente, aplastndose contra el muro junto a las que ahora estaban abiertas. Era evidente que el propietario haba llegado a casa; pero no haba llegado por tierra, ni en globo, ni en ninguna aeronave imaginable. Volvieron a sonar pasos, y Olney se escurri a la cara norte; pero antes de haber conseguido ocultarse una voz le llam suavemente, y comprendi que deba enfrentarse con su anfitrin. Asomado a la ventana oeste vio un rostro con una gran barba negra y ojos fosforescentes que reflejaban la huella de visiones inauditas. Pero su voz era afable y tena una calidad singularmente antigua, de forma que Olney no sinti temor alguno cuando una mano morena le ayud a subir el alfizar y asaltar al interior de la baja habitacin revestida de oscuro roble y con mobiliario estilo tudor. El hombre vesta ropas antiguas, y le envolva un halo indefinible de sabidura marinera y 100

Relatos paranormales Antologa ensueos sobre altos galeones. Olney no recuerda muchos de los prodigios que le cont, ni siquiera quin era; pero dice que era extrao y afable, y posea la magia de insondables vacos de tiempo y de espacio. La pequea habitacin pareca verde, a causa de la luz acuosa que la iluminaba, y Olney vio que las ventanas distantes que daban al este no estaban abiertas, sino cerradas al brumoso ter con cristales gruesos como fondos de viejas botellas. El barbado anfitrin pareca joven, aunque miraba con ojos impregnados de antiguos misterios; y por los relatos de hechos antiguos y prodigiosos que contaba, poda inferirse que tenan razn las gentes del pueblo al decir que comulgaba con las brumas del mar y las nubes del cielo antes de que hubiese un pueblo que contemplara su taciturna mirada desde la llanura de abajo. Y transcurri el da, y Olney segua escuchando el rumor de los viejos tiempos y lugares; y oy cmo los reyes de la Atlntida lucharon contra viscosas blasfemias que salan retorcindose de las grietas del fondo ocenico, y cmo los barcos extraviados podan ver a medianoche el templo hipslito de Poseidn, y cmo comprendan al verlo que se haban extraviado para siempre. El anfitrin rememor los tiempos de los Titanes, pero se mostr reservado al hablar de la era oscura y primera, del caos que precedi a los dioses e incluso al nacimiento de los Anteriores, cuando los otros dioses iban a danzar a la cima del Hatheg-Kla, situado en el desierto pedregoso prximo a Ulthar, ms all del ro Skai. Al llegar a este punto llamaron a la puerta, a aquella antigua puerta de roble tachonada de clavos frente a la cual slo exista un abismo de nube blanca. Olney alz la mirada con temor, pero el hombre barbado le hizo una sea para que permaneciese en silencio, acudi a la puerta de puntillas y se asom por una mirilla muy pequea. No le agrad lo que vio, de modo que se llev un dedo a la boca, y corri con sigilo a cerrar las ventanas antes de regresar a su antigua butaca junto a su invitado. Entonces Olney vio recortarse sucesivamente contra los rectngulos traslcidos de cada una de las pequeas ventanas, conforme el visitante daba vuelta en torno a la casa antes de marcharse, una silueta negra y extraa, y se alegr de que su anfitrin no contestara a esas llamadas. Porque hay extraos seres en el gran abismo, y el buscador de sueos debe tener cuidado de no despertar ni encontrar a los que no le conviene. Despus empezaron a congregarse las sombras: primero, unas sombras pequeas, furtivas, bajo la mesa; luego, las ms atrevidas, por los rincones recubiertos de madera. Y el hombre barbado hizo enigmticos gestos de oracin, y encendi altas velas hincadas en extraos candelabros de latn. De cuando en cuando miraba hacia la puerta como si esperase a alguien; finalmente, unos golpecitos singulares parecieron contestar a su mirada, sin duda reproduciendo algn cdigo secreto y antiguo. Esta vez ni siquiera se asom por la mirilla, sino que quit el gran barrote de roble y descorri el cerrojo, abriendo la pesada puerta de par en par a las estrellas y la niebla. Y entonces, al son de oscuras armonas, entraron flotando en la estancia todos los sueos y recuerdos de los Dioses Poderosos de la tierra. Y unas llamas doradas jugaron con cabelleras de algas, y Olney les rindi homenaje deslumbrado. All estaba Neptuno con su tridente, y los 101

Relatos paranormales Antologa bulliciosos tritones, y las fantsticas nereidas, y a lomos de delfines iba una enorme concha dentada en la que viajaba la figura pavorosa y gris de Nodens, Seor del Gran Abismo. Y las caracolas de los tritones emitan espectrales mugidos y las nereidas producan extraos ruidos golpeando grotescas conchas resonantes de desconocidos moradores de las negras cavernas marinas. A continuacin, el venerable Nodens tendi una mano arrugada y ayud a Olney y a su anfitrin a subir a su concha gigantesca, al tiempo que las conchas y los gongos prorrumpan en un clamor tremendo y espantoso. Y el fabuloso cortejo sali al ter ilimitado, y los gritos y el estrpito se perdieron en los ecos de los truenos. Toda la noche estuvieron los de Kingsport observando el altsimo acantilado, cuando la tormenta y las brumas se abran transitoriamente; y cuando, hacia las primeras horas de la madrugada, se apagaron las luces dbiles de las ventanas, hablaron en voz baja de temores y desastres. Y los hijos y la robusta esposa de Olneyrezaron al dios amable de los anabaptistas, y confiaron en que el viajero pidiera prestados paraguas y chanclos, si no cesaba la lluvia por la maana. Luego surgi goteante el amanecer envuelto en brumas marinas, y las boyas taeron solemnes en los vrtices del blanco ter. Y a medioda, los cuerpos mgicos de unos duendes sonaron por encima del ocano mientras Olney descenda de los acantilados al antiguo Kingsport, seco, con los pies ligeros y una expresin lejana en los ojos. No pudo recordar qu haba soado en la casa del annimo ermitao, encaramada en el cielo, ni explicar cmo haba bajado por aquel despeadero que no haban podido recorrer otros pies...Ni fue capaz de hablar con nadie de estas cosas, excepto con el Anciano Terrible, quien despus murmur extraas cosas para su larga y blanca barba, y jur que el hombre que haba descendido de aquel despeadero no era el mismo que haba subido, y que en algn lugar, bajo aquel tejado gris y puntiagudo, o en medio de aquella siniestra niebla blanca, se haba quedado extraviado el espritu del que fuera Thomas Olney. Y desde aquel momento, a lo largo de lentos, oscuros aos de monotona y hasto, el filsofo trabaja y come y duerme y cumple sin queja sus deberes de ciudadano. Ya no aora la magia de las lejanas colinas, ni suspira por secretos que asoman como verdes arrecifes en un mar insondable. Ya no le produce tristeza la monotona de sus das, y sus disciplinados pensamientos resultan suficientes para su imaginacin. Su buena esposa es ms fuerte cada vez, y sus hijos se hacen mayores, y ms prosaicos y prcticos; pero l no deja de sonrer con orgullo cuando el momento lo requiere. En su mirada no hay un solo destello de inquietud, y si alguna vez presta atencin, tratando de escuchar solemnes campanas o lejanos cuernos de duendes, es slo de noche, cuando vagan libremente los sueos antiguos. Jams ha vuelto a visitar Kingsport, porque a su familia le desagradan las casas viejas y raras y dice que tiene un psimo alcantarillado. Ahora tienen un precioso chalet en las tierras altas de Bristol, donde no hay elevados riscos y los vecinos son corteses y modernos. Pero en Kingsport corren extraos rumores, y hasta el Viejo Terrible admite algo que su abuelo no cont. Porque ahora, cuando el viento sopla tumultuoso del norte, azotando la casa elevada que se funde con el firmamento, se rompe al fin ese silencio siniestro y ominoso que siempre fue 102

Relatos paranormales Antologa daino para los campesinos de Kingsport. Y los viejos hablan de voces agradables que oyen cantar all arriba, y de risas henchidas de una alegra ms grande que la alegra de la tierra; y cuentan que al atardecer las pequeas ventanas se ven ms iluminadas que antes. Dicen tambin que la fiera aurora llega ms a menudo al lugar, vistiendo al norte de brillante azul con visiones de helados mundos, mientras el despeadero y la casa se recortan negros y fantsticos contra singulares centelleos. Y que las brumas del amanecer son ms espesas, y que los marineros no estn tan seguros de que todos los taidos que suenan amortiguados en el mar se deban a las boyas solemnes. Lo peor, sin embargo, es que se han secado los viejos temores en los corazones de los jvenes de Kingsport, ms inclinados cada vez a escuchar por la noche los rumores distantes que les trae el viento del norte. Juran que ningn dao ni dolor puede habitar en esa casa elevada, ya que las nuevas voces llevan alegra y, con ella, un tintineo de risas y msica. No saben qu relatos pueden traer las brumas marinas a ese pinculo encantado del norte, pero ansan conocer a alguno de los prodigios que llaman a la puerta que da al vaco, cuando las luces aumentan de espesor. Los patriarcas temen que algn da suban uno a uno a ese pico inaccesible, y averigen los secretos seculares que se ocultan bajo el puntiagudo tejado que forma parte de las rocas, las estrellas y los antiguos temores de Kingsport. Estn convencidos de que esos jvenes atrevidos podrn regresar; pero piensan que quiz se apague alguna luz en sus ojos, y algn deseo en sus corazones. Y no desean que un Kingsport extrao, con sus empinados callejones y sus hastiales arcaicos, contemple indiferente el paso de los aos, mientras crece el coro de risas, voz tras voz, y se haga ms fuerte y desenfrenado en ese desconocido y terrible nido de guilas donde las brumas y los sueos de las brumas se demoran en su trayecto del mar a los cielos. No quieren que las almas de sus jvenes abandonen los plcidos hogares y las tabernas de techumbre holandesa del viejo Kingsport, ni desean que suenen con fuerza las risas y canciones del elevado y rocoso lugar. Porque as como la voz recin llegada ha trado nuevas brumas del mar y nuevas luces del norte, as, dicen, otras voces traern ms brumas y luces, hasta que tal vez los viejos dioses (cuya existencia insinan slo en susurros por temor a que les oiga el sacerdote congregacionalista) salgan de abajo, abandonen la desconocida Kadath del desierto fro, y vengan a morar en ese despeadero perversamente apropiado, tan prximo a las suaves colinas y valles de las sencillas y apacibles gentes marineras. No quieren que esto suceda, pues la gente sencill, las cosas que no son de esta tierra son mal recibidas; y adems, el Viejo Terrible recuerda a menudo lo que Olney cont sobre la llamada que el morador solitario tema, y la forma negra e inquisitiva que ambos vieron recortarse en la bruma, a travs de esas extraas ventanas traslcidas en forma de ojo de buey. Todas estas cosas, sin embargo, slo las pueden decidir los Dioses anteriores; entretanto, las brumas matinales suben por ese pico vertiginoso y solitario de la vieja casa puntiaguda, esa casa gris de aleros bajos en la que no se ve a nadie, pero a la que la noche trae furtivas luces mientras el viento del norte habla de extraas fiestas. Suben desde las profundidades, blancas y 103

Relatos paranormales Antologa algodonosas, a reunirse con sus hermanas las nubes, llenas de ensueos sobre hmedos pastos y cavernas de leviatanes. Y cuando los cuentos vuelan densos en las grutas de los tritones, y las caracolas de las ciudades cubiertas de algas elevan sones salvajes aprendidos de los Dioses Anteriores, entonces los grandes vapores de las brumas suben ansiosos en tropel hacia el cielo cargado de saber; y Kingsport, refugindose inquieto en los acantilados menores, bajo el vaporoso centinela de la roca, ven tan slo, hacia el ocano, una mstica blancura, como si el borde del acantilado fuese el confn de la tierra, y las solemnes campanas de boyas taesen libremente en el ter irreal. H.P. Lovecraft (1890-1937)

La Monja Sangrienta. La Nonne Sanglante, Charles Nodier (1780-1844) Un fantasma frecuentaba el castillo de Lindemberg, de manera que lo haca inhabitable. Apaciguado despus por un santo hombre, se limit a ocupar slo una habitacin, que estaba siempre cerrada. Pero cada cinco aos, el cinco de mayo, a una hora precisa de la maana, el fantasma sala de su asilo. Era una monja cubierta con un velo y vestida con un hbito manchado de sangre. En una mano sostena un pual, y en la otra una lmpara encendida. Descenda as la escalera, atravesaba los patios, sala por la puerta principal, que oportunamente dejaban abierta, y desapareca. La llegada de esta fecha misteriosa estaba prxima, cuando el enamorado Raymond recibi la orden de renunciar a la mano de la joven Agnes, a quien amaba locamente. Raymond le pidi una cita, la obtuvo, y le propuso un rapto. Agnes conoca acabadamente la pureza del corazn de su amante para vacilar en seguirle: -Dentro de cinco das -le dijo ella- la monja sangrienta debe dar su paseo. Abrirn las puertas y nadie se atrever a interponerse en su camino. Yo sabr procurarme vestidos apropiados y salir sin 104

Relatos paranormales Antologa ser reconocida. Estad preparado a cierta distancia... -Alguien entr en ese momento y les oblig a separarse. El cinco de mayo, a medianoche, Raymond se encontraba a las puertas del castillo. Un coche y dos caballos le esperaban en una cueva cercana. Las luces se apagan, cesan los ruidos, suena el reloj; el portero, siguiendo la antigua costumbre, abre la puerta principal. Una luz aparece en la torre del este, recorre una parte del castillo, desciende... Raymond divisa a Agns, reconoce el vestido, la lmpara, la sangre y el pual. Se acerca; ella se arroja en sus brazos. La lleva casi desvanecida en el coche; parte con ella, al galope de los caballos. Agnes no deca ni una palabra. Los caballos corran hasta perder el aliento; dos postillones que trataron vanamente de retenerlos fueron derribados. En ese momento, una tormenta espantosa se levanta, los vientos soplan desencadenados; el trueno ruge en medio de miles de relmpagos; el coche desbocado se rompe... Raymond cae sin sentido. A la maana siguiente se ve rodeado de campesinos que le llaman a la vida. l les habla de Agnes, del coche, de la tormenta. Nada han visto, nada saben, y est a ms de diez leguas del castillo de Lindemberg. Le llevan a Ratisbonne; un mdico cura sus heridas y le recomienda reposo. El joven amante ordena mil bsquedas intiles y hace cien preguntas a las que nadie puede responder. Todos creen que ha perdido la razn. Sin embargo, el da pasa; el cansancio y el agotamiento le procuran el sueo. Dorma bastante apaciblemente, cuando el reloj de un convento cercano le despierta. Un secreto horror se apodera de l, se le erizan los cabellos, se le hiela la sangre. La puerta se abre con violencia; bajo el resplandor de una lmpara que est sobre la chimenea, ve avanzar a alguien: es la monja sangrienta. El espectro se acerca, le mira fijamente y se sienta en la cama durante toda una hora. El reloj da las dos. El fantasma entonces se levanta, coge la mano de Raymond con sus dedos helados y le dice: -Raymond, yo soy tuya; y t eres mo para toda la vida. -Sali enseguida, y la puerta se cerr tras ella. Una vez libre, grita, llama; se persuaden cada vez ms de que no est en su sano juicio; su mal aumenta y los auxilios de la medicina son vanos. 105

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La noche siguiente, el fantasma de la monja volvi, y sus visitas se repitieron durante varias semanas. El espectro, slo visible para l, no era percibido por nadie ms. Entretanto, Raymond averigu que Agnes haba salido demasiado tarde y le haba buscado intilmente por los alrededores del castillo; de donde concluy que a quien haba raptado era a la monja sangrienta. Los padres de Agnes, que no aprobaban su amor, aprovecharon la impresin que produjo esta aventura en su espritu para determinarla a que tomase los hbitos. Finalmente, Raymond fue liberado de su espantosa compaa. Llevaron a su presencia a un personaje misterioso que pasaba por Ratisbonne; le introdujeron en la habitacin a la hora en que deba aparecer el fantasma de la monja. sta tembl al verle y, tras una orden de aqul, explic el motivo de sus inoportunas apariciones: religiosa espaola, haba abandonado el convento para vivir en el desorden con el seor del castillo de Lindemberg; infiel a su amante, al igual que a su Dios, le haba apualado; asesinada ella misma por su cmplice, con el que quera casarse, su cuerpo haba permanecido sin sepultura y su alma sin asilo erraba desde haca un siglo. Peda un poco de tierra para su cuerpo y oraciones para su alma. Raymond se las prometi y no la volvi a ver. Charles Nodier (1780-1844)

La Sombra y el Espejo. Me despert con un sobresalto. La luna an se ergua alta entre las estrellas, baando la pared de mi habitacin con esa luz irreal, onrica; cuya esencia es apenas insinuar y jams revelar. El resto de la habitacin permaneca cubierta por una oscuridad slida, opresiva. Me tom algunos minutos tomar conciencia de la realidad del mundo. Los lejanos ecos de un sueo interrumpido se aferraban a mi mente, o acaso era una pesadilla? En ese momento no lo recordaba. Hoy lo s. Hoy anhelo aquella dulce ignorancia. A medida que mis ojos se habituaban a la penumbra comenc a vislumbrar lo prosaico de mi habitacin: ropa en el suelo, interminables edificios de libros carcomidos por mi indolencia; de la mesa y la silla slo se vean las patas, el resto estaba sepultado bajo enormes lpidas hechas de viejos papeles y cajas. Extend el brazo derecho, tanteando la mesa de noche para alcanzar el vaso con agua. Mi mano se congel en el aire. Vi una luz, apenas un resplandor. Clav la mirada al frente, intentando penetrar las tinieblas. Nada. Ninguna luz. Ningn resplandor. Tom el vaso, y en ese momento lo vi, con total y absoluta claridad. Dos puntos brillantes, en el extremo de la habitacin. Dos ojos, rojos cmo el acero en una fragua; observndome. 106

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Imposible describir la sensacin de entumecimiento que experiment durante esos angustiosos segundos. Mientras ms trataba de diluir la visin, ms clara se haca ante mis ojos. Mi mente elaboraba teoras racionales a una velocidad frentica. Sin embargo, esa parte de nosotros que cree en vampiros y aparecidos, aunque enterrada y muda cuando el sol brilla, no se dejaba convencer por buenos que fuesen los argumentos. En aquella pared nunca hubo nada, al menos nada que pudiese imitar el brillo de esos ojos rojos... El espejo! Es el espejo! La idea no me tranquiliz, cmo podra pensarse. Es cierto, el resplandor pareca tener su origen all dnde estaba el espejo, pero cul era la fuente de esa luz? Lentamente, baj de la cama. Sin mirar hacia adelante me obligu a avanzar. Cada paso era un esfuerzo consciente de voluntad. Me enfrent al espejo, y lo vi: una sombra cuyos ojos iluminaban algo de su rostro. All no haba razn ni sentimientos. Ninguna emocin se asomaba en el rostro ptreo que me observaba, con los ojos fijos, muertos. El resto pertenece al sueo y la locura. Permanecimos enfrentados, la Sombra y yo. Su etrea y difusa forma fue cobrando solidez. La oscuridad se agrupaba en torno suyo, creca en densidad, ms su rostro permaneca en la ms inescrutable penumbra. Slo vea sus ojos, profundos cmo cavernas insondables. No s si la pregunta la formul en voz alta, o si apenas alcanc pensarla. Lo cierto es que la Sombra habl. Vi lo que parecan ser sus labios, moverse mientras articulaba las palabras. No me sorprendi notar que el sonido de esas palabras provenan de mi boca. Entonces todo fue confusin, quin se despert aquella noche? la Sombra o yo? Cul de las dos habitaciones es la real? Medito sobre todo sto durante los pocos minutos de cordura que poseo. Slo existo, por as decir, entre los muros de la habitacin. El resto de la realidad es una brumosa pesadilla, acaso inexistente. A veces, alcanzo a vislumbrar un cuchillo penetrando y lacerando la trmula carne de una ignota mujer; mientras oigo una risa, que no es humana, brotar de mi labios cmo una letana carente de ritmo, cmo los latidos disonantes de un tambor. Dentro de poco dejar de Ser y me hundir en la noche; en la dulce, ominosa y anhelada ignorancia. Es preferible eso, y no el conocimiento de lo que soy. Ahora s quin Existe y quin es Reflejo. Ahora s que me muevo cuando l se mueve, veo cuando l v, asesino cuando l mata, y slo Soy durante unas breves horas, cuando la Sombra duerme. Mi condena es ver el mundo a travs del espejo.

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Relatos paranormales Antologa Soy el Otro. Soy el Reflejo. (Esta historia es apenas un pattico homenaje a un amigo ciego. Gracias por tantos momentos gratos)

Un cuento sobre una casa vaca. A tale of an empty house, E.F. Benson (1867-1940) Haba sido una tarde desastrosa: la lluvia haba cado torrencial e incesantemente desde un cielo encapotado y gris, y la carretera estaba en la peor de las condiciones posibles. Haba tramos repletos de gravilla recientemente colocada que an no haban sido recubiertos con asfalto, y los tramos intermedios aparecan repletos de profundos surcos y socavones, de manera que resultaba imposible viajar ni siquiera a una velocidad moderada. Habamos pinchado en dos ocasiones, y en aquel momento, mientras se acercaba el tormentoso crepsculo, el motor empez a fallar, detenindose del todo tras haber avanzado penosamente unos cien metros ms. Mi conductor, tras una breve inspeccin, me inform de que tardara una media hora en arreglarlo, tras la cual, con suerte, quiz podramos rodar ociosamente con la esperanza de llegar a Crowthorpe, que era nuestro destino. Cuando el coche se detuvo habamos llegado hasta un cruce de caminos. A travs de la cortina de lluvia pude ver a mi derecha una iglesia, y frente a ella un matojo de casas. Una consulta al mapa 108

Relatos paranormales Antologa me indic que aquel era el pueblo de Riddington; la Gua aadi que Riddington posea un hotel, y la seal que haba en el cruce me confirm ambas cosas. Hacia la derecha, siguiendo la carretera principal en la que acabbamos de desembocar, estaba Crowthorpe, a unos treinta kilmetros de all, mientras que frente a nosotros, a menos de un kilmetro, nos esperaba un hotel. No fue difcil tomar una decisin. No haba razn por la cual tuviera que estar en Crowthorpe aquella noche en vez de a la maana siguiente, ya que el amigo con el que iba a encontrarme no llegara hasta la tarde, y sin duda era mejor arrastrase apenas un kilmetro en un coche espasmdico que intentar recorrer treinta en una noche tan inclemente. Pasaremos la noche aqu le dije a mi chofer. La carretera es en cuesta abajo y no hay ms de un kilmetro hasta el hotel. Me atrevera a decir que podremos llegar sin necesidad de encender el motor. Intentmoslo. Hicimos sonar el claxon, atravesamos la carretera principal y empezamos a deslizamos lentamente por una calle estrecha. Era imposible ver con claridad, pero a cada lado haba casitas cuyas luces brillaban a travs de las persianas, y an haba muchas otras cuyas persianas seguan bajadas revelando unos interiores acogedores. Entonces, el ngulo del declive se increment, y frente a nosotros, muy cerca, vi varios mstiles que se alzaban intactos hacia la penumbra cargada de agua de la noche cada vez ms cerrada. De modo que Riddington deba de hallarse junto al mar, aunque la razn por la que los barcos haban sido amarrados en un muelle abierto era un misterio; quiz hubiera un malecn que los protegiera, pero que era invisible debido a la oscuridad. O al chofer conectar el motor y realizar un giro cerrado hacia la izquierda. Pasamos bajo una larga hilera de ventanas iluminadas, que alumbraban una calle bastante estrecha, cuyo extremo derecho era besado por las olas. De nuevo hizo un giro cerrado hacia la izquierda, describi un semicrculo sobre la gravilla crujiente y se plant frente a la puerta del hotel. Conseguimos una habitacin para m, un garaje, una habitacin para l, y nos unimos a la cena que haba empezado haca poco. Entre los pequeos alicientes y sorpresas que suscita viajar, no hay otro ms delicioso que el de despertarse en un lugar nuevo al que se ha llegado el da anterior tras haber cado la noche. La mente ha recibido un par de impresiones borrosas y probablemente durante la noche ha jugado con ellas, construyendo una especie de todo coherente, cuyas anticipaciones son puestas a prueba al llegar la maana. Normalmente el ojo ha visto ms cosas de las que ha registrado conscientemente, y el cerebro las ha colocado como si de un puzzle se tratara para formar un presentimiento bastante acertado de sus inmediatos alrededores. Cuando me despert a la maana siguiente un cielo brillante y soleado poda verse a travs de mis ventanas; no se oa ni el ruido del viento ni el de las olas rompiendo, y antes de levantarme y verificar mis impresiones de la noche previa prefer permanecer acostado un rato para repasar mi imagen mental. Frente a mi ventana habra un estrecho pasaje bordeado por un muelle; a su lado se extendera un rompeolas que formara un puerto para los barcos que hubieran anclado all, y lejos, lejos hacia el horizonte, 109

Relatos paranormales Antologa se extendera un inmenso mar tranquilo y reluciente. Repas aquellos detalles en mi cabeza; parecan inevitables segn las referencias que haba observado la noche anterior, y entonces, seguro de mi razn, me levant de la cama y me asom a la ventana. Nunca haba experimentado una sorpresa tan completa. No haba puerto, no haba rompeolas, y no haba mar. Un estrechsimo canal, tres cuartos del cual aparecan ahogados por bancos de arena, sobre los cuales descansaban los barcos cuyos mstiles haba visto la noche anterior, corra paralelo a la carretera, y despus se torca en ngulo recto para perderse en la distancia. Aparte de aquello, no haba ms agua a la vista; a la derecha, a la izquierda y al frente se extenda una ilimitada extensin de hierba brillante de entre la que sobresalan mechones de arbustos y manchas purpreas de espliego. Ms all haba unos bancos de arena rojizos, y ms lejos an se poda percibir una franja de guijarros, maleza y dunas. Pero el mar que haba esperado ver llenando mi campo visual hasta unirse con el cielo, all en el horizonte, haba desaparecido. Cuando me hube sobrepuesto a la sorpresa de aquel colosal juego de manos, me vest rpidamente dispuesto a averiguar de boca de las autoridades locales cmo se haba llevado a cabo. A menos que una alucinacin hubiera envenenado mis facultades perceptivas, deba de haber una explicacin para aquella desaparicin alternativa de tierra y mar, y la clave, una vez proporcionada, fue lo suficientemente simple. Aquella franja de guijarros, maleza y dunas que se vea en el horizonte era una pennsula que se extenda a lo largo de siete u ocho kilmetros de manera paralela a la costa, formando la autntica playa y cerrando aquel vasto cuenco de bancos de arena y barro y una marisma cubierta por flores de lavanda, todo lo cual quedaba sumergido mientras duraba la marea alta, creando un estuario. Con la llegada de la marea baja, ste quedaba completamente vaco excepto por una pequea corriente que se abra paso a travs de varios canales hasta su desembocadura, situada a unos tres o cuatro kilmetros a la izquierda de all, y un hombre calzado con sus zapatos y sus calcetines poda llegar perfectamente caminando hasta las lejanas dunas de arena y las playas que terminaban en el Cabo Riddington, mientras que durante la marea alta podra llegar navegando hasta aquel mismo lugar partiendo del muelle que haba frente al hotel. Ya mientras desayunaba en una mesa situada junto a la ventana que daba a la marisma el hechizo de atraccin que desplegaba aquel lugar haba empezado a afectarme. Era tan inmensa y estaba tan vaca; tena el encanto del desierto sin resentirse en lo ms mnimo de la insufrible monotona de ste, ya que decenas de gaviotas chillonas la sobrevolaban, y desde all poda or los silbidos de los archibebes y el parloteo de los zarapitos. Deba encontrarme con Jack Granger en Crowthorpe aquella misma carde, pero saba que si iba a su encuentro deba persuadirle de que me acompaara de vuelta a Riddington, y tal y como le conoca fui plenamente consciente de que l tambin sentira el hechizo con no menos intensidad que yo. De modo que, tras asegurarme de que haba habitaciones disponibles para l, le escrib una nota comunicndole que haba encontrado el lugar ms asombroso del mundo, y le dije a mi chofer que se dirigiera a Crowthorpe y que le esperara en la estacin de tren hasta que llegara, para despus conducirlo hasta all. Con la conciencia completamente tranquila, me puse en marcha cargando con una toalla y una bolsa 110

Relatos paranormales Antologa con el almuerzo para explorar, ociosamente y sin ningn objetivo concreto, aquella inmensa extensin cubierta de lavanda y pjaros que me llamaba. Mi ruta, tal y como se me haba indicado, me condujo en primer lugar a recorrer un bancal que defenda de las mareas las tierras de pasto desecadas que se encontraban a su derecha, al final del cual me top con el comienzo del estuario. Una hilera de desechos, hierba marchita, algas y blanqueadas cscaras de pequeos cangrejos sealaba el lugar hasta el que haba llegado la ltima marea alta; a partir de ella el terreno an estaba hmedo. Poco despus encontr un trecho repleto de barro y cantos rodados, y luego atraves chapoteando el arroyo que flua hacia el mar. Ms all estaban los ondulantes bancos de arena arrastrados por las mareas, y pronto alcanc las amplias y verdsimas marismas del extremo ms alejado, tras las cuales se encontraba la franja de guijarros que bordeaba el mar. Me detuve unos instantes para recuperar el aliento. No se vea ni rastro de otro ser humano, pero nunca haba experimentado una soledad tan estimulante. A mi derecha e izquierda se extendan los prados de espliego, como si fuesen un cielo estrellado de brotes rosceos y arbustos. A un lado y a otro se haban formado pequeos charcos de agua retenida en las depresiones del terreno, y tambin haba trechos repletos de un lodo negro y suave de entre el cual surgan, como espigas de lechosos esprragos, varias matas de sosa; y todos aquellos felices vegetales florecan al sol o bajo la lluvia, y pese a la sal que traan consigo las mareas, con una imparcial cualidad anfibia. Sobre mi cabeza se extenda el inmenso arco del cielo, atravesado en aquel momento por una bandada de patos, que se apresuraban y alargaban los cuellos, y ocasionalmente por alguna que otra gaviota de lomo negro, que agitaba sus pesadas alas en direccin al mar. Los zarapitos parloteaban alegremente y los chorlitejos y los archibebes silbaban. Mientras tanto, yo avanzaba con dificultad hasta llegar a los guijarros que marcaban el final de la marisma. El mar, azul y sereno, yaca durmiendo a sus anchas, bordeado por una franja de arena sobrevolada a lo lejos por un espejismo. Pero ni a un extremo ni al otro, tan lejos como la vista pudiera alcanzar, haba rastros de presencia humana. Me ba y me tumb al sol, y despus recorr aquella clida playa durante casi un kilmetro antes de atravesar la zona sembrada de guijarros y volver a internarme en la marisma. Entonces, con una punzada de decepcin, vi la primera evidencia de la intrusin del hombre en aquel paraso de la soledad, ya que sobre una franja empedrada, que se extenda como una enorme costilla sobre aquellas praderas anfibias, haba una pequea casa cuadrada de ladrillo, frente a la cual haba una asta de bandera bastante alta. No la haba visto antes y me pareca una injustificada invasin del vaco. Pero quiz no se tratase de una infraccin tan grosera, o por lo menos sa era la impresin que daba, ya que su aspecto era claramente de abandono, como si el hombre hubiera intentado domesticar la zona y hubiera fracasado. A medida que me acercaba, la impresin se intensific, ya que no sala humo de la chimenea, las ventanas cerradas estaban completamente cubiertas por una pelcula de sal y el umbral de la puerta haba sido invadido por liqenes y hierbas marchitas que se desparramaban a su alrededor. La rode dos veces, decid que indudablemente estaba deshabitada y me sent contra la pared que en aquellos momentos reciba de pleno los rayos del sol para disfrutar de mi almuerzo. 111

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La brillantez y el calor del da estaban en pleno apogeo. Sintindome acalorado, ejercitado y revigorizado por mi chapuzn, me juzgu en un estado de supremo bienestar fsico, y mi mente, completamente vaca excepto por aquellas agradables sensaciones, sigui el ejemplo de mi cuerpo y se dedic a disfrutar del sol. Entonces, supongo que debido a mi admiracin por el lujo del contraste expresado por Lucrecio, y para congratularme an ms por aquellas excepcionales condiciones, empec a imaginarme en qu se transformara aquella soleada soledad de ser de noche y pleno noviembre, mientras que atravesando el cielo encapotado y gris se aproximara una tormenta. Su soledad se convertira entonces en abominable desolacin; si por alguna causa inconjeturable alguien se viera obligado a pasar una noche all, cmo clamara por estar acompaado, qu siniestros le resultaran los chillidos de las aves, qu extraos le sonaran los silbidos del viento al atravesar aquella habitacin abandonada. O quiz reaccionara de otra manera, quiz slo deseara asegurarse de que la aparente soledad era real, y que no haba ninguna presencia invasora arrastrndose cerca de all, amparada por la oscuridad para revelarse en breve; quiz temblara pensando que el lamento del viento podra ser no slo el viento, sino tambin el alarido de algn ser descarnado; y si no fueran los zarapitos los que producan aquel melanclico silbido? Paulatinamente, mis pensamientos se fueron haciendo cada vez ms difusos hasta fundirse en una inconsecuente sucesin de imgenes. Entonces me qued dormido. Me despert sobresaltado a causa de un sueo que ya empezaba a desvanecerse, pero con la certeza de que haba sido algn ruido cercano el que me haba despertado. Entonces volv a orlo: eran los pasos de alguien que se mova en el interior de la casa abandonada, justo en la habitacin contra cuya pared me haba apoyado. Se mova hacia un extremo y luego hacia el otro; despus se detena unos instantes y volva a empezar; se comportaba como un hombre que estuviera esperando una visita con impaciencia. Tambin pude darme cuenta de que los pasos seguan un ritmo irregular, como si quien caminaba padeciera cojera. Despus de uno o dos minutos los sonidos cesaron por completo. Despus de haber estado convencido de que la casa estaba deshabitada, me invadi una extraa inquietud. Entonces, volviendo la cabeza, vi que por encima de m, en la pared, haba una ventana, y se apoder de m la idea, completamente irracional e infundada, de que el hombre me estaba vigilando. Una vez que se me hubo metido en la cabeza, se me hizo imposible continuar all durante ms tiempo, por lo que me levant y embut en m mochila tanto la toalla como los restos del almuerzo. Camin durante un rato por el trecho de tierra que se internaba en la marisma antes de volverme para mirar una vez ms la casa, que segua pareciendo completamente desierta. Bueno, despus de todo no era problema mo, de modo que continu mi paseo y decid interesarme casualmente cuando regresara al hotel por quienquiera que viviese en aquel lugar tan hermtico, desechando el tema por el momento. Unas tres horas ms tarde, tras un paseo largo y sin rumbo, volv a encontrarme frente a la casa. Vi que dando un pequeo rodeo poda volver a pasar junto a ella, y en aquel momento me di cuenta de que el sonido de aquellas pisadas en el interior haba despertado en m una curiosidad que quera ver satisfecha. Justo entonces vi un hombre de pie junto a la puerta: cmo haba llegado 112

Relatos paranormales Antologa all, no tena ni idea, ya que haca apenas un momento no estaba: deba de haber salido de la casa. Estaba contemplando el sendero que conduca a travs de la marisma, escudndose los ojos del sol. Entonces dio un par de pasos hacia adelante, arrastrando la pierna izquierda y cojeando pesadamente. Eran, pues, sus pasos los que haba odo antes, y todo misterio al respecto haba sido producto de mi imaginacin. Decid por tanto tomar el camino ms corto y llegu al hotel justo cuando Jack Granger acababa de llegar. Volvimos a salir iluminados por la puesta del sol, y contemplamos la marea que barra e inundaba los diques hasta volver a culminar aquel enorme juego de manos: aquella extensin de marismas con sus campos de lavanda volva a ser una sbana de agua resplandeciente. A lo lejos, al otro lado, quedaba la casa junto a la cual haba almorzado, y cuando ya nos volvamos Jack la seal. Qu lugar tan extrao para tener una casa dijo. Supongo que no debe de vivir nadie en ella. S, un tullido dije yo. Le he visto esta tarde. Voy a preguntarle al portero del hotel de quin se trata. El resultado de aquella consulta, sin embargo, no fue el esperado. No; la casa lleva deshabitada varios aos me dijo. Sola utilizarse como puesto de vigilancia desde el que los guardacostas hacan seales si haba algn barco en apuros, y entonces un bote salvavidas zarpaba desde aqu. Pero ahora tanto el bote como los guardacostas estn en el cabo. Entonces quin es el tullido al que he visto y odo recorrer la casa? pregunt. Me mir de una manera que se me antoj extraa. No s quin podra ser respondi. Que yo sepa no vive ningn tullido por estos alrededores. El efecto de las marismas y su esplndida soledad, del sol y del mar, cay sobre Jack exactamente como yo haba previsto. Jur que cualquier da pasado en otro lugar que no fueran aquellas playas y campos de espliego era un da desperdiciado, y propuso que nuestra excursin, cuyo objetivo principal iban a ser los campos de golf de Norfolk, quedase cancelada. En particular fueron los pjaros que habitaban en aquel extenso y solitario cabo los que le encantaron. Despus de todo, podemos jugar al golf en cualquier sitio dijo. Por all grazna un ostrero, lo oyes? Y adems, qu estpido resulta perder el da dndole golpes a una pelotita blanca... mira, un chorlitejo, y qu es lo que cantar de esa manera?... cuando podemos aprovecharlo aqu! Oh, no vayamos a baarnos todava: quiero bordear la marisma... Ja, all hay una bandada de vuelvepiedras; hacen un ruido parecido al que se oye al descorchar una botella... Ah estn, son esos golfillos con manchas de color castao! Sigamos bordeando la marisma y acerqumonos a la casa en la que vive tu tullido. As pues, tomamos el sendero que daba el rodeo ms largo, del que yo haba prescindido la noche anterior. No le haba contado nada de lo que me haba dicho el portero del hotel respecto a que en la casa ya no viva nadie, de modo que todo lo que l saba era que yo haba visto a un tullido aparentemente ocupando el lugar. Mi razn para no hacerlo (confesmoslo de inmediato) era que yo ya haba medio intuido que ni los pasos que haba odo en el interior, ni el hombre al que haba 113

Relatos paranormales Antologa visto contemplando el exterior, tenan por qu implicar que la casa estuviera ocupada segn el sentido que le haba dado a la palabra el portero. Quera ver si Jack era capaz, como haba sido yo, de captar las seales de su presencia all. Y entonces sucedi algo de lo ms extrao. Durante todo el trayecto hasta la casa la atencin de Jack haba estado centrada en los pjaros, y especialmente en un silbido que no le resultaba nada familiar. En vano intent vislumbrar al pjaro que lo produca, y en vano pretend yo orlo. No suena como ningn pjaro que yo conozca dijo; de hecho, no suena en absoluto como un pjaro, ms bien parece una persona silbando. Ah est de nuevo! Ser posible que no lo oigas? Para entonces ya estbamos muy cerca de la casa. Debe de haber alguien silbando dijo. Probablemente se trate de tu tullido... Seor, s, viene del interior de la casa. As ya queda todo explicado, y yo que esperaba descubrir un pjaro nuevo. Pero cmo es que no puedes orlo t? Hay gente que no es capaz de or los chillidos de los murcilagos respond yo. Jack, satisfecho con la explicacin, no le dio ms importancia al tema, de modo que atravesamos la franja de guijarros, nos baamos y almorzamos y caminamos hasta las dunas de arena en las que finalizaba el cabo. Durante un par de horas paseamos y nos abandonamos a la pereza disfrutando del aire lquido y soleado; luego emprendimos sin muchas ganas el regreso para que nos diera tiempo a atravesar el vado antes de que llegara la marea. A medida que volvamos sobre nuestros pasos, pude ver cmo desde el oeste se acercaba un extenso frente nuboso; y justo en el momento en el que alcanzamos el tramo de tierra sobre el que se asentaba la casa, un relmpago se abati sobre las achaparradas colinas que haba al otro lado del estuario y unas primeras y gruesas gotas empezaron a caer sobre los guijarros. Nos vamos a empapar dijo Jack. Ja! Pidamos cobijo en la casa de tu tullido. Ser mejor que corramos! Las gotas empezaban a multiplicarse, de modo que atravesamos corriendo los cien metros que nos separaban de la casa y llegamos a la puerta justo en el momento en el que las compuertas del cielo se abrieron por completo. Jack golpe con los nudillos, pero nadie respondi; prob la manilla, pero la puerta no se abri, y entonces, posedo por una sbita inspiracin, pas la mano por encima del dintel y encontr una llave. sta encajaba perfectamente en la cerradura y un momento despus estbamos en el interior. Nos encontramos en un pasillo resbaladizo, de cuyo extremo ms alejado parta una escalera hacia el piso superior. A cada lado haba una habitacin: una era una cocina y la otra un saln, pero ninguna de ellas estaba amueblada. Un papel descolorido se desprenda de las paredes, las ventanas estaban repletas de telaraas y el aire era pesado debido a la falta de ventilacin.

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Relatos paranormales Antologa Tu tullido no slo prescinde de los lujos, sino tambin de lo ms necesario dijo Jack. Todo un espartano. Estbamos en la cocina: en el exterior el siseo de la lluvia se haba convertido en un rugido, y la ventana empaada se ilumin repentinamente con el resplandor de un relmpago. El restallido de un trueno le contest, y en el silencio que le sigui me lleg desde el exterior, perfectamente audible, el sonido de alguien silbando. Inmediatamente despus o cmo la puerta por la que habamos entrado se cerraba violentamente, y record que la haba dejado abierta. Los ojos de Jack y los mos se encontraron. Pero si no corre ni pizca de viento dije. Qu es lo que ha provocado ese portazo? Y desde luego ese silbido no ha sido ningn pjaro dijo l. Omos un arrastrar de pies que llegaba desde el pasillo: pude percibir cmo se arrastraba sobre la madera la pierna de un hombre tullido. Ha entrado dijo Jack. S, haba entrado, pero qu era lo que haba entrado? En aquel momento me asalt una sensacin de pnico, no de horror, ya que se trata de dos cosas muy distintas. El horror, tal y como yo lo entiendo, es una emocin sobrecogedora, pero no desconcertante; pese a sentirse horrorizado, uno puede huir, o puede gritar: controla sus msculos. Pero mientras aquellos pasos irregulares recorran el pasillo sent pnico, la mano de una pesadilla que al agarrarte paraliza e inhibe no slo la accin, sino hasta el mismo pensamiento. Esper completamente helado y sin poder hablar, a que sucediera lo que tuviera que suceder. Los pasos se detuvieron exactamente frente a la entrada de la cocina. Y entonces, invisible e inaudible, la presencia que se haba manifestado al odo externo entr. De repente, o un estertor surgiendo de la garganta de Jack. Oh, Dios mo! grit con una voz ronca y estrangulada, y coloc el brazo izquierdo frente a su rostro, como si se estuviera defendiendo. Su brazo derecho tambin se dispar y pareci golpear algo que yo era incapaz de ver, y sus dedos se crisparon como agarrando aquello que haba esquivado el primer golpe. Su cuerpo se inclin hacia atrs, como si se resistiera a una presin invisible, y despus volvi a arrojarse hacia adelante. O el ruido de una resistencia a su empuje, y vi sobre su garganta la sombra (o eso pareca) de una mano apretando. En aquel momento recuper el movimiento, y recuerdo haberme arrojado sobre el espacio vaco que haba entre l y yo, y sentir bajo mi abrazo la forma de un hombro, y or un pie que resbalaba y golpeaba el suelo de madera. Algo invisible, ora un hombro, ora un brazo, se resista a mi presin, y o una respiracin jadeante que no era ni la de Jack ni la ma, y sent sobre mi rostro un aliento clido que apestaba a corrupcin y putrefaccin. Y durante todo ese tiempo aquella contienda fsica no fue sino simblica; a lo que nos enfrentamos no fue a un ser de carne y hueso, sino a una horrenda presencia espiritual. Y entonces...

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Relatos paranormales Antologa Ya no haba nada. El fantasmal ataque haba cesado tan sbitamente como haba empezado, y all estaba el rostro de Jack, cerca del mo, brillando por el sudor. Nos encontrbamos el uno frente al otro, con los brazos cados, en una habitacin vaca, mientras la lluvia golpeaba el tejado y los canalones chirriaban. No cruzamos ni una sola palabra, pero al instante siguiente estbamos los dos corriendo bajo aquella lluvia a cntaros, atravesando el vado. Agradec el diluvio con toda mi alma, ya que pareca limpiar el horror de aquella gran oscuridad y el olor de la corrupcin a la cual habamos estado expuestos. Lo cierto es que no puedo ofrecer una explicacin que esclarezca la experiencia que he recogido aqu brevemente, y queda al gusto del lector establecer su conexin con una historia que o una o dos semanas ms tarde, cuando regres a Londres. Un amigo mo y yo habamos estado cenando una tarde en mi casa, y habamos discutido los pormenores de un juicio por asesinato, sobre el cual los peridicos se haban volcado. No es slo la atrocidad la que resulta atractiva dijo. Creo que la causa del inters es el lugar en el que se llev a cabo el asesinato. Un asesinato en Brighton, o en Mrgate, o en Ramsey, en cualquier lugar que el pblico asocie con viajes de placer, les atrae porque lo conocen y pueden visualizar el escenario. Pero cuando alguien comete un asesinato en algn lugar pequeo y desconocido, del cual nunca han odo hablar, el asunto no apela a su imaginacin. La pasada primavera, por ejemplo, hubo un asesinato en un pequeo pueblo de la costa de Norfolk. He olvidado el nombre del lugar, aunque estuve en Norwich durante el juicio y presenci el proceso. Fue una de las historias ms horribles que he odo en mi vida, tan espantosa y sensacionalista como sta, pero no atrajo la ms mnima atencin. Es curioso que no pueda recordar el nombre del lugar estando el resto tan claro. Cuntamelo dije. No me suena de nada. Bueno, estaba ese pequeo pueblo y justo a las afueras del mismo haba una granja propiedad de un tal John Beardsley. Viva all con su nica hija, una mujer soltera de unos treinta aos; aparentemente una criatura sensible y atractiva, de la que nunca te esperaras que hiciera algo inesperado. En la granja trabajaba como jornalero un joven llamado Alfred Maldon, el acusado en el juicio del que te estaba hablando. Tena uno de los rostros ms horrendos que he visto en mi vida: una frente hundida y gatuna, una nariz chata y ancha, y una boca grande, roja y sensual, siempre extendida en una sonrisa. Pareca que disfrutaba siendo el centro de atencin de todas aquellas espantosas mujeres que se apiaban en la sala, y cuando lleg arrastrando los pies hasta el estrado... Arrastrando los pies? pregunt. S, era tullido; arrastraba la pierna izquierda por el suelo cuando andaba. Cuando lleg hasta el estrado asinti, sonri al juez, palme el hombro de su abogado y pase una mirada lasciva por la audiencia... Trabajaba en la granja, como te deca, realizando trabajos para los que estuviera capacitado, entre los cuales se contaban algunas faenas de la casa, como entrar el carbn o cualquier otra cosa, ya que John Beardsley, aunque bastante prspero, no tena criados, y era su hija Alice, que as se llamaba, la que llevaba el hogar. Y qu se le ocurre a la chica sino 116

Relatos paranormales Antologa enamorarse de aquel tipo deforme y monstruoso? Una tarde su padre regres a casa inesperadamente y les sorprendi en el saln, besndose y acaricindose. Ech a Maldon de la casa con cajas destempladas, le pag su sueldo de aquella semana y le despidi, amenazndole con darle una buena paliza si alguna vez le sorprenda rondando por all. Prohibi a su hija que volviera a dirigirle la palabra, y con el objetivo de tenerla vigilada contrat a una seora del pueblo para que la acompaase en la granja mientras l estuviera fuera. El joven Maldon, privado de su trabajo, intent emplearse en el pueblo, pero nadie quiso contratarle, ya que era un tipo demasiado temperamental, dispuesto en cualquier momento a enzarzarse en una pelea, adems de ser un oponente nada aconsejable, ya que, pese a su cojera, posea una gran musculatura y una enorme fuerza. Durante algunas semanas vague por el pueblo, encontrando algn trabajo ocasional y, sin lugar a dudas y como vers, consiguiendo citarse con Alice Beardsley. El pueblo, an no recuerdo el nombre, se encontraba a la orilla de un gran estuario afectado por las mareas: se llenaba con la marea alta, para convertirse en una amplia extensin de marismas, repleta de bancos de arena y barro, al retirarse sta. Justo all, a tres o cuatro kilmetros del pueblo, haba una casa usada antiguamente por los guardacostas y actualmente abandonada; uno de los lugares ms solitarios que podrs encontrar en Inglaterra. Durante la marea baja bastaba con cruzar un vado poco profundo para llegar hasta all, y a su alrededor se podan conseguir varios bancos de berberechos. Maldon, incapaz de conseguir un trabajo estable, se dedic a la recoleccin de estos moluscos, y durante el verano, cuando la marea bajaba, Alice (para ella no representaba ninguna novedad) atravesaba el vado para ir a baarse en la playa. Pasaba frente a los bancos de arena en los que se afanaban los recolectores de berberechos, Maldon entre ellos, y si ste la silbaba al verla pasar, acuda a la casa abandonada de los guardacostas a la espera de que l acudiera en breve. Y de este modo estuvieron vindose durante todo el verano. A medida que las semanas pasaban, el padre de Alice fue viendo el cambio que se operaba en ella, y sospechando el motivo, abandon a menudo su trabajo para vigilarla escondido detrs de algn banco de arena. Un da la vio cruzar el vado, y poco despus vio a Maldon, reconocible desde mucha distancia por el modo en que arrastraba la pierna, recorriendo el mismo camino. Sigui el sendero que llevaba hasta la casa de los guardacostas y entr. John Beardsley cruz el vado y, escondido entre unos arbustos cercanos a la casa, vio a Alice que regresaba de su habitual bao. La casa no se hallaba en la direccin que ella deba seguir para volver a atravesar el vado, y sin embargo Alice se desvi hacia ella; alguien le abri la puerta y despus sta se volvi a cerrar. Los encontr juntos y, loco de ira, atac a Maldon. ste le derrib y all mismo, delante de su hija, le estrangul. La chica perdi la cabeza, y ahora est internada en un manicomio de Norwich. All pasa los das sentada junto a una ventana, silbando. A Maldon lo ahorcaron. Era Riddington el nombre del pueblo? pregunt. 117

Relatos paranormales Antologa S. Riddington, por supuesto respondi No entiendo cmo haba podido olvidarlo. E.F. Benson (1867-1940)

Un lugar embrujado. Zakoldovannoe Mesto, Nikolai Gogol (1809-1852) Historia verdadera narrada por el sacristn de la iglesia de...

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Relatos paranormales Antologa Les juro que empiezo a estar harto de contarles historias. Qu se creen ustedes? Les doy mi palabra de que estoy aburrido. Me paso el da cuenta que te cuenta. No hay manera de que le dejen a uno tranquilo! Bueno, voy a narrarles una historia ms, pero ser la ltima. S, ustedes han dicho que el hombre puede vencer al espritu maligno. Mirndolo bien, es evidente que se dan en el mundo toda suerte de casos... No obstante, yo no dira eso. Si la fuerza diablica quiere burlarse de uno, ya lo creo que lo conseguir. Y si no vean lo que sucedi en mi familia: ramos en total cuatro hermanos. En aquella poca yo no era ms que un tontuelo. Slo tena once aos; pero qu digo: an no los haba cumplido. Recuerdo como si fuera ayer que en una ocasin me puse a cuatro patas y empec a ladrar como un perro; mi padre me grit, moviendo la cabeza: Ay, Fom, Fom! Ests ya en edad de casarte y an sigues haciendo el tonto como un potrillo!. Mi abuelo -que todo le vaya bien en el otro mundo - todava viva y gozaba de buena salud. A veces se le ocurra... Pero cmo quieren que les cuente nada en estas condiciones? Uno lleva ya una hora sacando brasas de la estufa para encender la pipa; otro no s qu ha ido a hacer al granero. Pero esto qu es? An podra entenderlo si les obligara a escucharme, pero son ustedes mismos los que me han pedido que les cuente una historia. Si quieren escuchar, escuchen! A principios de la primavera mi padre se fue a Crimea a vender tabaco. No recuerdo si haba equipado dos carros o tres. En aquella poca el tabaco se pagaba caro. Llev consigo a mi hermano de tres aos, para que aprendiera desde pequeo el oficio de carretero. Nos quedamos mi abuelo, mi madre, un hermano, otro hermano y yo. El abuelo haba sembrado melones hasta el borde mismo del camino y se haba ido a vivir a una cabaa; nos haba llevado con l para que espantramos a los gorriones y las urracas que venan al melonar. No puede decirse que lo pasramos mal. A veces comamos en un solo da tantos pepinillos, melones, nabos, cebollas y guisantes que, a fe ma, pareca que en el estmago cacareaba un gallo. Adems, sacbamos un buen beneficio. Pasaban muchas gentes por el camino y pocas se resistan a degustar un meln o una sanda. Y de las granjas vecinas traan pollos, huevos y pavos para intercambiar por productos de la huerta. Era una buena vida. Lo que ms le gustaba a mi abuelo era que cada da pasaban unos cincuenta carreteros con sus carros. Era gente que haba visto mucho mundo. Cuando se ponan a contar, slo haba que abrir bien las orejas. Y mi abuelo acoga esas historias como un hambriento unas galushhas. A veces se encontraba con viejos conocidos -a quin no conoca mi abuelo-, y ya saben ustedes lo que pasa cuando varios viejos se renen: tarar, tarar, que si en esa poca, que si en la otra, que si pas esto, que si pas lo otro... Los recuerdos se desbordaban. Dios sabe hasta qu poca se remontaban! Una vez -me acuerdo como si hubiera sucedido ayer-, el sol haba empezado a ponerse; mi abuelo paseaba por el melonar y quitaba las hojas con las que cubra las sandas durante el da para protegerlas del sol. -Mira, Ostap! -le dije a mi hermano-. Por ah van unos carreteros! -Dnde? -dijo el abuelo, que acababa de hacer una seal en un gran meln para que los muchachos no se lo comieran. 119

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Por el camino avanzaban seis carros. A la cabeza iba un carretero con el bigote ya ceniciento. Cuando lleg - cmo decirles- a unos diez pasos, se detuvo. - Hola, Maksim! Mira dnde ha dispuesto Dios que nos encontremos! El abuelo entorn los ojos. - Ah! Hola, hola! Qu te trae por aqu? Est Boliachka contigo? Hola, hola, hermano! Pero diablos! Si estn todos! Krutorischenko, Pecheritsa, Kovelek, Stetsko! Hola! ja, ja, ja! jo, jo, jo! -y empezaron todos a besarse. Desengancharon los bueyes y los dejaron pastar en la hierba. Los carros quedaron en el camino; los carreteros se sentaron en crculo delante de la cabaa y encendieron sus pipas. Pero no era ese momento para pipas. Mientras charlaban y contaban sus historias, apenas tuvieron tiempo de fumar una. Despus del medioda, mi abuelo ofreci melones a los invitados. Cada uno cogi un meln y lo limpi con su cuchillo (eran todos carreteros experimentados, haban visto mucho mundo, saban incluso comer en sociedad; ni siquiera les habra importado sentarse a la mesa de un seor); una vez bien limpio, practicaron un agujero con el dedo, bebieron el zumo y empezaron a cortarlo en trozos y a llevrselo a la boca. -Y bien, muchachos -dijo el abuelo-. Qu hacis ah parados? Bailad un poco, hijos de perra! Dnde est tu caramillo? Vamos, un baile cosaco! Fom, los puos en la cintura!Muy bien! As! Jei! jop! Yo era entonces un muchacho gil. Maldita vejez! Ahora ya no puedo moverme as; en lugar de trazar giros, mis pies slo tropiezan. Mi abuelo estuvo un buen rato sentado con los carreteros, mirando cmo bailbamos. Not que sus pies no paraban en su sitio; pareca como si alguien tirara de ellos. -Apuesto a que el viejo va a salir a bailar, Fom -me dijo Ostap. Y qu creen ustedes? Apenas haba tenido tiempo mi hermano de pronunciar esas palabras, cuando el viejo no pudo contenerse ms. Quera presumir un poco delante de los carreteros, entienden? - Mirad, hijos del diablo! sa es manera de bailar? As es como se baila! -dijo, ponindose en pie, extendiendo los brazos y taconeando. Bueno, no haba nada que decir: hay que reconocer que el viejo saba bailar; incluso habra podido danzar con la mujer del hetman. Nos apartamos y el viejo se puso a dar vueltas por todo el terreno llano que bordeaba el bancal de los pepinos. No obstante, cuando haba recorrido la mitad y se aprestaba a saltar y ejecutar una de sus vertiginosas piruetas, no pudo levantar los pies del suelo. 120

Relatos paranormales Antologa No haba manera! Vaya una cosa rara! Se lanz de nuevo, lleg hasta la mitad del terreno, pero las piernas no le obedecan. No haba nada que hacer: no le obedecan y punto. Pareca como si se hubieran vuelto de madera. Mirad qu sitio diablico! Mirad qu prodigio de Satans! Tiene que ser cosa de ese Herodes, de ese enemigo del gnero humano! Bueno, no iba a cubrirse de oprobio delante de todos los carreteros! Se lanz de nuevo y empez a dar unos pasos tan menudos y fulgurantes que daba gusto verlo; pero lleg a la mitad y se acab. No pudo seguir bailando, eso es todo! - Ah, maldito Satans! Ojal te atragantes con un meln podrido! Ojal no hubieras llegado a la edad adulta, hijo de perra! Hacerme pasar esta vergenza a mi edad! Y en efecto, alguien se ri a sus espaldas. El abuelo se volvi, pero no quedaba ni rastro del melonar ni de los carreteros; por delante, por detrs y a los lados se extenda un terreno llano. - Eh! Tss... sta si que es buena! Entorn los ojos para ver mejor; el lugar no le pareca del todo desconocido: a un lado haba un bosque, detrs del cual despuntaba una vara que se internaba a gran altura en el cielo.Qu cosatan rara! Si era el palomar que tena el pope en el huerto! Al otro lado destacaba una extensin gris. La mir con mayor atencin y advirti que se trataba de la era del secretario provincial. Adnde lo haba llevado la fuerza impura! Tras deambular por el paraje, se top con un sendero. No haba luna; slo se vislumbraba una mancha blanca detrs de las nubes. Maana har mucho viento, pens mi abuelo. De pronto, a un lado del camino, vio una vela encendida sobre una tumba. -Vaya! -el abuelo se detuvo, puso las manos en la cintura y examin el lugar: la vela se apag; un poco ms lejos se encendi otra-. Un tesoro! -grit el abuelo-. Apuesto lo que sea a que es un tesoro! -y ya se haba escupido en las manos para empezar a cavar, cuando repar en que no tena pala ni azada-. Ah, qu pena! Quin sabe si hubiera bastado con levantar el csped para encontrar el tesoro. Lo nico que puedo hacer es sealar el lugar para no olvidarme. Cogi una gran rama, arrancada por lo visto por el vendaval, la coloc sobre la tumba, en el lugar mismo donde luca la vela, y sigui andando por el camino. Los jvenes robles del bosque empezaron a ralear y de pronto apareci una cerca. Y bien!, dijo el abuelo. No haba dicho que era la era del pope? Aqu est su cerca! Ya queda menos de un kilmetro para el melonar. Lleg bastante tarde y ni siquiera quiso probar las galushhas. Despert a mi hermano Ostap slo para preguntarle si haca mucho tiempo que se haban marchado los carreteros y se envolvi en su zamarra. Cuando mi hermano le pregunt:

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Relatos paranormales Antologa -Dnde diablos te has metido, abuelo? -No me lo preguntes -exclam ste, arrebujndose an ms en su zamarra-. No me lo preguntes, Ostap, si no quieres que te salgan canas -y empez a roncar con tanta fuerza que los gorriones que haban penetrado en el melonar levantaron el vuelo asustados. Claro que no se haba quedado dormido! Hay que decir que el abuelo era un animal muy astuto, que Dios lo tenga en su gloria, y saba escabullirse de cualquier situacin. A veces tena unas salidas que no haba ms remedio que morderse los labios. Al da siguiente, en cuanto empez a oscurecer en los campos, mi abuelo se puso la casaca, se ajust el cinturn, cogi una azada y una pala, se cal el gorro en la cabeza, se bebi una jarra de kvas, se sec los labios con el faldn y se dirigi derecho al huerto del pope. Dej atrs la cerca y el pequeo robledal. Entre los rboles serpenteaba un camino que conduca a los campos. Se dira que el lugar era idntico al de la noche anterior. Sali al campo; el paraje pareca el mismo: all estaba el palomar, pero en cambio no se vea la era. No, ste no es el lugar; debe de ser un poco ms lejos; probablemente habr que girar en direccin a la era. Dio la vuelta y se intern por otro camino. Ahora se vea la era, pero no el palomar! De nuevo se acerc al palomar y desapareci la era. En el campo, como a propsito, empez a llover. Corri de nuevo a la era, pero el palomar ya no estaba; fue hacia el palomar y desapareci la era. - Ojal no llegues a ver a tus hijos, maldito Satans! Empez a llover a cntaros. Mi abuelo se quit las botas nuevas y las envolvi en un pauelo para que la lluvia no las alabeara, y se puso a trotar como el caballo de un seor. Entr en la cabaa calado hasta los huesos, se cubri con la pelliza y se puso a murmurar entre dientes, dedicando al diablo tales insultos como yo no haba odo en mi vida. Reconozco que de haber sucedido la escena a la luz del da me habra ruborizado. Al da siguiente, cuando me despert, vi que el abuelo, como si no hubiera sucedido nada, deambulaba por el melonar, cubriendo las sandas con hojas de bardana. Durante la comida el viejo estuvo un rato charlando y asust a mi hermano pequeo con la amenaza de trocarlo por pollos en lugar de las sandas; despus de la comida se fabric l mismo un silbato de madera y estuvo tocando con l; y para que nos divirtiramos nos dio un meln que se retorca como una serpiente, al que llamaba meln turco. Ya no se ven melones as. Cierto que haba recibido las semillas de muy lejos. Al anochecer, despus de cenar, mi abuelo cogi la azada y se fue a cavar un nuevo bancal para plantar calabazas tardas. Al pasar junto al lugar embrujado no pudo contenerse y murmur entre dientes: Maldito lugar!; luego se lleg hasta el punto donde no haba podido bailar dos das antes y, furioso, descarg un golpe con la azada. En ese momento surgi a su alrededor el mismo panorama que la otra vez: a un lado apareci el palomar, y al otro la era. Vaya, he hecho bien en traer conmigo la azada. All est el camino! All est la tumba! All est la rama que coloqu! All arde la vela! Espero no confundirme.

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Relatos paranormales Antologa Corri sin hacer ruido, manteniendo la azada levantada, como si quisiera dar la bienvenida a un cerdo que se hubiera introducido en el melonar, y se par ante la tumba. La vela se apag; sobre la tumba haba una piedra devorada por la hierba. Hay que levantar esa piedra!, pens el abuelo, y se puso a cavar a su alrededor. Era grande la maldita piedra! No obstante, tras apoyar con fuerza los pies en el suelo, la empuj a un lado de la tumba.Huuu!, reson por todo el valle. Ya est! Ahora ir todo ms deprisa! A continuacin mi abuelo se detuvo, sac su tabaquera, verti en el puo un poco de tabaco y ya se aprestaba a acercrselo a la nariz, cuando de pronto, por encima de su cabeza, se oy un achs. Alguien haba estornudado con tanta fuerza que los rboles se balancearon y la cara de mi abuelo qued toda salpicada. - Podas volverte del otro lado cuando tienes ganas de estornudar! -dijo mi abuelo, frotndose los ojos. Mir a su alrededor, pero no haba nadie-. No, por lo visto al diablo no le gusta el tabaco! continu, guardndose la tabaquera y cogiendo la azada-. Qu tonto es! Un tabaco como ste no lo han olido ni su padre ni su abuelo! Empez a cavar; la tierra estaba blanda y la azada se hunda en ella sin esfuerzo. De pronto algo tintine. Apart la tierra y vio una olla. -Ah, ah estabas, amigo mo! -grit el abuelo, metiendo por debajo la azada. -Ah, ah estabas, amigo mo! -pi un ave, picoteando la olla. Mi abuelo se apart y solt la azada. -Ah, ah estabas, amigo mo! -bal una cabeza de cordero desde lo alto de un rbol. -Ah, ah estabas, amigo mo! -rugi un oso, asomando el hocico detrs de un tronco. Mi abuelo se estremeci. - Vaya! Cualquiera se atreve a pronunciar una palabra aqu! -dijo entre dientes. - Cualquiera se atreve a pronunciar una palabra aqu! -pi el pico del ave. - Cualquiera se atreve a pronunciar una palabra! -bal la cabeza de cordero. - Cualquiera se atreve! -rugi el oso. -Hum! -dijo asustado el abuelo. -Hum! -pi el pico. -Hum! -bal el cordero. -Hum! -rugi el oso. Lleno de temor, mi abuelo mir en torno suyo. Dios mo, qu noche! Ni luna ni estrellas; a su alrededor slo haba barrancos; bajo sus pies se extenda un abismo sin fondo; sobre su cabeza 123

Relatos paranormales Antologa colgaba una montaa que amenazaba con derrumbarse sobre l. El abuelo tuvo la impresin de que, detrs de ella, asomaba una cara. Uf, menuda cara! La nariz como el fuelle de una herrera, con unos orificios nasales tan grandes que hubiera cabido un barreo de agua en cada uno de ellos; los labios, os lo juro, iguales a dos troncos; los ojos rojizos, salientes, miraban hacia arriba. Adems, la cara sacaba la lengua y se burlaba. -Vete al diablo! -exclam el abuelo, dejando la olla-. Qudate con tu tesoro! Qu jeta tan abominable! -y ya estaba a punto de echarse a correr, cuando mir a su alrededor y vio que todo volvaa ser como antes-. Lo que quiere el espritu impuro es asustarme! De nuevo trat de sacar la olla, pero era demasiado pesada. Qu hacer? No iba a dejarla all! Haciendo acopio de todas sus fuerzas, el abuelo la agarr con las dos manos. -Vamos, otro tirn! Otro, otro! -y la sac-. Uf! Ahora es momento de oler un poco de tabaco! Cogi la tabaquera; pero antes de que tuviera tiempo de verter un poco de tabaco en la mano, mir atentamente a su alrededor para asegurarse de que no haba nadie. En un principio pens que estaba solo; pero de pronto le pareci ver que un tocn soplaba y jadeaba, que le salan orejas y unos ojos inyectados en sangre, que los orificios de la nariz se dilataban y la nariz se frunca como si se dispusiera a estornudar. No, no oler tabaco, pens mi abuelo, guardando la tabaquera-. Ese Satans volvera a llenarme los ojos de saliva! Cogi la olla apresuradamente y ech a correr con todas sus fuerzas; pero senta que por detrs alguien le rascaba las piernas con unas varillas... Ay, ay, ay!, gritaba el abuelo, acelerando el paso; slo cuando lleg al huerto del pope se detuvo para recuperar el aliento. Dnde se habr metido el abuelo?, pensbamos nosotros, que llevbamos tres horas esperndole. Haca tiempo que nuestra madre haba venido desde la granja con un puchero de galushkas calientes. Y el abuelo segua sin aparecer! Una vez ms empezamos a cenar solos. Despus de la cena, nuestra madre lav el puchero y busc con la vista un lugar en el que arrojar el agua sucia, pues alrededor slo haba bancales; de pronto vio un tonel que iba directamente a su encuentro. El cielo estaba bastante oscuro. Nuestra madre probablemente pens que uno de los muchachos, para divertirse, se haba ocultado detrs del tonel y lo empujaba. -Muy a propsito! Voy a arrojar all el agua sucia! -dijo, y verti el agua hirviendo. - Ay! - grit alguien con voz de bajo. Miramos y era el abuelo. Quin iba a imaginarlo! Os juro que pensbamos que se trataba de un tonel. Reconozco, aunque no sea muy piadoso, que nos pareci muy divertido ver la cabeza canosa del abuelo empapada de agua sucia y toda cubierta de mondas de meln y de sanda.

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Relatos paranormales Antologa -Mira lo que has hecho, mujer del diablo! -dijo el abuelo, secndose la cabeza con el faldn de la casaca-. Me ha escaldado como a un cerdo en Nochebuena! Bueno, muchachos, ahora tendris con qu compraros roscas de pan! Llevaris caftanes de oro, hijos de perra!Mirad, mirad lo que os traigo! -dijo el abuelo abriendo la olla. Y qu creen ustedes que contena? Bueno, por lo menos deba haber, si bien se piensa... Qu? Oro? Pues no, no haba oro; el interior estaba repleto de basura, de porqueras... Da vergenza decir lo que haba all. Mi abuelo escupi, arroj la olla y fue a lavarse las manos. Ese da nos hizo prometerle que jams creeramos al diablo. -Ni se os ocurra siquiera! -nos deca a menudo-. Todo lo que os diga ese hijo de perra, ese enemigo del seor Jesucristo, es mentira. En ninguna de sus palabras hay un kopek de verdad! Y en cuanto se enteraba de que en alguna parte las cosas no estaban tranquilas, nos gritaba: -Vamos, muchachos, a santiguaros! As! As! Muy bien! -y l mismo haca la seal de la cruz. En cuanto al lugar embrujado, en el que no haba podido bailar, lo cerr con una cerca y nos orden tirar all los desperdicios, las malas hierbas y la basura que sacaba del melonar. As es cmo la fuerza impura se burla de los hombres! Conozco bien ese terreno. Despus de ese suceso unos cosacos vecinos se lo alquilaron a mi padre para plantar melones. Era una tierra estupenda y produca unas cosechas magnficas!; pero el lugar embrujado nunca dio nada bueno. Lo sembraban como es debido, pero brotaban unas plantas tan extraas que no haba manera de reconocerlas: sandas que no eran sandas, calabazas que no eran calabazas, pepinos que no eran pepinos... El diablo sabe lo que era aquello! Nikolai Gogol (1809-1852)

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Relatos paranormales Antologa El Baile de las Brujas. Que los secretos que juntos contemplamos esta noche permanezcan en la tumba de nuestros corazones. Os extiendo mi mano mientras sentimos el fro aire nocturno deslizarse bajo nosotros. Un febril estado de ansiedad se apodera de nuestros miembros. Volamos alto, y a travs del manto efmero de los aos y el olvido, arribamos a una tierra extraa. La noche ilumina un claro del bosque. Mantengamos firme nuestro nimo. El vrtigo cesa; hemos llegado... Ya podis abrir los ojos, pero mantened silencio. No pronunciemos palabras insensatas; no evoquemos a aquellos que ya se van acercando. Ocultmosnos detrs de aquel roble; contengamos el aliento, y observemos. La hierba reposa satisfecha despus de haber recibido las caricias de la tormenta. La luna no resplandece en el cielo, y sin embargo el bosque no permanece en penumbras. Avancemos silenciosamente hacia la encrucijada. Justo all, dnde se cruzan aquellos senderos. Una trmula y fnebre flauta se deja or; una infinidad de antorchas se acercan. Parecen una procesin de espectros que vagan por el bosque, pero no lo son. El Comienzo. Los vemos surgir entre los rboles. Con las cabezas cubiertas por oscuros mantos. La numerosa asamblea se congrega alrededor de un crculo de tierra que est vaco. No se saludan, slo observan, y esperan. De pronto, todos los concurrentes se posternan y murmuran: Ah, ah! Es l! Un prncipe con cabeza de macho cabro llega caminando con aire noble; sube a su trono, se inclina, y revela ante la asamblea un rostro humano. Todos se le acercan, sosteniendo en las manos unos humeantes y ftidos cirios negros. Se arrodillan ante l y luego lo besan. El Prncipe lanza una carcajada estridente, y distribuye entre sus fieles oro, instrucciones y medicinas ocultas, filtros y letanas secretas. Durante esta ceremonia la hierba se incendia. Aqu y all arden pequeas hogueras que consumen osamentas humanas. En hondos calderos se derrite la grasa de los suplicios. Brujas coronadas con extraas y salvajes hojas profanan cadveres putrefactos para preparar el siniestro gape. Se ponen las mesas. Hombres enmascarados se colocan junto a las mujeres desnudas. Entonces comienza el Sabat.

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Relatos paranormales Antologa La Pesadilla. El vino corre como un ro, dejando mculas semejantes a la sangre. Se desatan las canciones y las caricias obscenas. Toda la concurrencia est ebria de lujuria. Descalzos pies danzan sobre el barro. El narctico vaho de los calderos invade los pulmones y altera la mente. Lo sientes? Primero los msculos se relajan, nuestro sentido de la vergenza nos abandona. Omos las palabras, pero no captamos el sentido. El viento agita las ramas, y todo el bosque vibra a nuestro alrededor. Nos acercamos. Todo aquello que nos limita se desvanece como un sueo. Lo que pensamos y anhelamos; todo lo que tememos y deseamos, ahora existe cmo realidad tangible: El sirviente es un gran Seor, desptico y cruel. El monje seduce sin culpas. La anciana vuelve a ser deseable. El tartamudo canta poemas con elocuencia. El ladrn es respetable. La monja reza desnuda un rosario sin cuentas. La Experiencia abandona a la Vejez, mientras sta se re de la Muerte. Un obispo absuelve con la mano izquierda. El Diablo es Dios. El paroxismo es enervante. El vapor todo lo envuelve, todo lo distorsiona. O acaso somos nosotros? Es ste vaho cadevrico el que nos hace ver al demonio danzar con los vampiros, o es nuestro deseo de verlo bailar el que anima sus movimientos? Es el bosque real, o an permanecemos en nuestros miserables hogares? Son reales stos besos, stas caricias? Son mis labios sobre los tuyos? Acaso alabamos la grandeza de Dios cundo nos postramos ante Satans? Antes de desvanecernos entre los estertores del furor pecaminoso, llegan alegremente todos los monstruos de la leyenda, todos los fantasmas de las pesadillas. Luego, poco a poco, los vapores se disuelven. Las orgas se deshacen y se dispersan. Enmudecen los gemidos, los clamores se silencian. Los que an se mantienen en pie se internan en la espesura, tambaleantes. Se apagan las antorchas; el humo se pierde entre las sombras.... Despedida. Sigamos en silencio. Aferrad mi mano, y remontemos los plidos cielos antes de que llegue el da. Que los secretos que juntos contemplamos esta noche permanezcan en la tumba de nuestros corazones. Jams hablaremos de lo que vimos y omos: t no me dirs que mis ojos resplandecan con una luz sombra, que mis labios pronunciaron las ms terribles oraciones; y yo callar la visin de tu plido cuerpo desnudo, danzando libre de pudor; tratar de olvidar tu mirada lasciva. Sepultar en mi alma tus aullidos de placer, tu espalda arqueada, tus senos acariciados por mil manos... ...lo que no podr olvidar, es la tersura de tu cuello bajo mis labios, y el sabor de tu sangre.

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Relatos paranormales Antologa Historia del endemoniado Pacheco. Histoire du dmoniaque Pacheco, Jan Potocki (1761-1815) Finalmente despert de verdad. El sol quemaba mis prpados, que apenas si poda abrir. Entrev el cielo y me di cuenta de que me hallaba al aire libre. Pero el sueo pesaba an sobre mis ojos, y aunque ya no dorma, todava no estaba despierto del todo. Vea desfilar ante m imgenes de suplicios, sucedindose unas tras otras. Me sent horrorizado, y me incorpor rpidamente. Cmo expresar con palabras el horror que sent en ese momento? Me encontraba bajo la horca de Los Hermanos. Pero los cadveres de los dos hermanos de Zoto no colgaban al aire, sino que yacan junto a m. Lo que quiere decir que haba pasado la noche con ellos. Me hallaba sentado sobre trozos de cuerdas, restos de ruedas y de esqueletos humanos, y sobre horrorosos harapos que la podredumbre haba separado de ellos. Pens un momento que quiz no estara an bien despierto y que aquello era un horrible sueo. Cerr los ojos y busqu en mi memoria dnde haba estado la vspera. En ese instante sent como si las garras de un animal se hundiesen en mi costado, y vi a un buitre que se haba arrojado sobre m y que devoraba a uno de mis compaeros de lecho. El dolor que me causaban sus garras era tan intenso que logr despertarme del todo. Junto a m se encontraban mis ropas, y me apresur a vestirme. Ya vestido, quise salir de la tapia que rodeaba la horca, pero vi que la puerta se hallaba cerrada, y a pesar de mi esfuerzo no logr romperla. Tuve, pues, que trepar por la triste muralla y, apoyndome en una de las columnas de la horca, me puse a contemplar la comarca que desde all se divisaba. Fcilmente pude orientarme. Me hallaba a la entrada del valle de Los Hermanos, no lejos de las orillas del Guadalquivir. Mientras observaba el paisaje, vi cerca del ro a dos viajeros, uno de los cuales preparaba un almuerzo, mientras el otro sujetaba con la brida los caballos. Me alegr tanto ver a aquellos hombres que mi primer movimiento fue gritarles: Agur, agur!. Lo que en espaol quiere decir hola o buenos das. Al ver que alguien les saludaba desde lo alto de la horca, los viajeros parecieron indecisos un instante, pero en seguida montaron en sus caballos, los pusieron a galope tendido y tomaron el camino de Los Alcornoques. Fue intil que les gritara para que se detuviesen. Cuanto ms les gritaba, ms golpes de espuela daban a sus caballos. Cuando les perd de vista decid abandonar aquel sitio. Salt a tierra, pero con tan mala fortuna que me hice dao en una pierna. Cojeando un poco, logr llegar a la orilla del Guadalquivir, y me acerqu al sitio donde los viajeros haban abandonado su almuerzo; era lo que yo necesitaba, pues me encontraba agotadsimo. El almuerzo se compona de chocolate, que coca an, sponhao mojado en vino de Alicante, pan y huevos. Despus de reparar mis fuerzas, me puse a pensar en lo que me haba ocurrido durante la noche. Guardaba todava un recuerdo algo confuso de ello pero lo que s recordaba perfectamente era haber dado mi palabra de honor de guardar el secreto, y estaba firmemente decidido a cumplirla. Esto resuelto, lo nico que tena que hacer, por el momento, era decidir qu camino haba de tomar, y me pareci que las leyes del honor me obligaban ms que nunca a atravesar Sierra Morena. 128

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Quiz el lector se sorprenda de verme tan preocupado por mi honor y tan poco por los sucesos de la vspera. Pero esta manera de pensar era consecuencia de la educacin que haba recibido, como podr verse por la continuacin de mi relato. Por el momento, sigo con el de mi viaje. Tena gran curiosidad por saber lo que los demonios habran hecho de mi caballo, que haba dejado en Venta Quemada. Y como adems estaba en mi camino, decid pasar nuevamente por la Venta. Tuve que recorrer a pie todo el valle de Los Hermanos y el de la Venta, lo que no dej de fatigarme. Estaba deseando encontrar mi caballo, y, en efecto, lo hall en la misma cuadra donde lo dej. Pareca animado, bien cuidado y limpio. No poda imaginarme quin se haba ocupado de l, pero como ya haba presenciado tantas cosas extraordinarias, no me llam mucho la atencin. Me habra puesto inmediatamente en camino si la curiosidad no me hubiese empujado a recorrer de nuevo el interior de la Venta. Encontr el cuarto donde haba dormido la noche que llegu por vez primera, pero no pude hallar el saln donde vi a las bellas africanas. Cansado de buscarlo, renunci a ello, y montando en mi caballo continu mi camino. Cuando despert bajo la horca de Los Hermanos, el sol se encontraba en su punto ms alto. Como haba tardado ms de dos horas en llegar a la Venta, despus de hacer dos leguas ms, tuve que pensar en buscar una posada, pero, al no encontrar ninguna, decid continuar mi camino. Por fin vi a lo lejos una capilla gtica y una cabaa que pareca ser la vivienda de un ermitao. Aunque se hallaba alejada del camino principal, como empezaba a tener hambre, no dud en dar ese rodeo con tal de conseguir algo de comer. Cuando llegu a la cabaa, at el caballo a un rbol y llam a la puerta de la ermita. La abri un religioso de rostro venerable, que me abraz con paternal ternura, y me dijo: Entrad, hijo mo, daos prisa. No os conviene pasar la noche fuera; temed al demonio. El Seor nos ha retirado su mano. Di las gracias al ermitao por su bondad y le confes que estaba muerto de hambre. Pensad primero en vuestra alma, hijo mo me contest. Pasad a la capilla y arrodillaos ante la cruz. Me cuidar de vuestra hambre, pero slo podris hacer una comida frugal, la que corresponde a un ermitao. Entr en la capilla y me puse a rezar de verdad, pues era creyente y hasta ignoraba que hubiese incrdulos. El ermitao vino a buscarme al cabo de un cuarto de hora y me condujo a la cabaa, donde me haba preparado una modesta comida. Se compona de aceitunas excelentes, cardos conservados en vinagre, cebollas dulces en salsa y galletas en vez de pan. Tambin dispona de una media botella de vino. El ermitao me dijo que l no beba nunca, pero que la guardaba para el sacrificio de la misa. As, pues, tampoco me atrev a beber yo, pero goc, en cambio, de la cena. Mientras coma, vi entrar en la cabaa a una figura ms horrible que todo lo que haba visto hasta entonces. Era un hombre que pareca joven, pero de una delgadez espantosa. Sus cabellos se hallaban erizados, y de uno de sus ojos, que haba perdido, manaba sangre. Su lengua penda fuera de su boca, y de ella resbalaba una babosa espuma. Llevaba puesto un traje negro bastante bueno, pero sa era su nica ropa; no tena ni medias ni camisa. 129

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El repugnante personaje no dijo ni palabra, y fue a acurrucarse a un rincn de la cabaa, donde permaneci ms quieto que una estatua, contemplando fijamente con su nico ojo un crucifijo que sostena en su mano. Cuando acab de cenar, pregunt al ermitao quin era aquel hombre. Hijo mo me respondi, ese hombre es un poseso al que yo intento librar de los demonios. Su terrible historia prueba el poder fatal que el ngel de las tinieblas ha usurpado en esta desgraciada comarca. Como puede ser til para vuestra salvacin que la conozcis, voy a ordenarle que os la cuente y, volvindose hacia donde estaba el endemoniado, le dijo: Pacheco, Pacheco, en nombre de tu redentor, te ordeno que relates tu historia. Pacheco lanz un terrible alarido, y comenz en estos trminos. -Nac en Crdoba, donde mi padre viva disfrutando de una excelente posicin. Mi madre muri all hace tres aos. Al principio, mi padre pareci sentir mucho su prdida, pero al cabo de algunos meses, con ocasin de un viaje que tuvo que hacer a Sevilla, se enamor de una joven viuda llamada Camila de Tormes. Esta Camila no gozaba de muy buena fama, y algunos amigos de mi padre intentaron hacerle desistir de tales relaciones. Pero fue intil. Mi padre insisti en casarse con ella, y el matrimonio tuvo lugar dos aos despus de que mi madre muriera. Las bodas se celebraron en Sevilla, y pocos das despus mi padre regres a Crdoba con Camila, su nueva esposa, y una hermana de sta que se llamaba Inesilla. Mi madrastra responda perfectamente a la mala opinin que se tena de ella, y lo primero que hizo en su nueva casa fue intentar seducirme, cosa que no logr, pues supe resistir a su intento. Pero, en cambio, me enamor perdidamente de su hermana Inesilla. Mi pasin por ella creci de tal modo que no tard en arrojarme a los pies de mi padre para pedirle la mano de su cuada. Mi padre me oblig a levantarme, y despus me dijo: Hijo mo, te prohbo que pienses en ese matrimonio, y te lo prohbo por tres razones. En primer lugar, no sera serio que te convirtieras en el cuado de tu padre. En segundo lugar, los santos cnones de la Iglesia no aprueban esa clase de matrimonios. Y por ltimo, no quiero que te cases con Inesilla. Despus de exponerme estas tres razones, me volvi la espalda y se march. Me encerr en mi cuarto, abandonndome a la desesperacin. Mi madrastra, a quien mi padre haba contado lo ocurrido, vino en seguida a verme. Me dijo que no deba desesperarme de ese modo, porque, aunque yo no pudiese ser el marido de Inesilla, podra ser su cortejo, es decir, su amante, y que el lograrlo corra de su cuenta. Pero a la vez me declar la pasin que senta por m e hizo valer el sacrificio que haca al brindarme a su hermana. Abr mis odos a sus palabras, que tanto encendan mis deseos, aunque Inesilla era tan recatada que me pareca imposible se pudiese lograr que correspondiera a mi pasin. Por aquel tiempo mi padre decidi hacer un viaje a Madrid, con el propsito de conseguir la plaza de corregidor de Crdoba, y llev consigo a su mujer y a su cuada. 130

Relatos paranormales Antologa Su ausencia iba a durar slo dos meses, pero ese tiempo me pareci muy largo, estando lejos de Inesilla. Cuando transcurrieron los dos meses, recib una carta de mi padre en la cual me ordenaba fuese a esperarle a Venta Quemada, a la entrada de Sierra Morena. Unas semanas antes quiz hubiese dudado mucho antes de ir a Sierra Morena. Pero precisamente acababan de ahorcar a los dos hermanos de Zoto, su banda haba sido dispersada y los campos parecan ahora bastante seguros. Part, pues, de Crdoba a las diez de la maana siguiente y pernoct en Andjar, en la posada de uno de los andaluces ms charlatanes que he conocido. Ped una cena abundante; com buena parte de ella y guard el resto para el viaje. Al da siguiente, al llegar a Los Alcornoques, almorc algo de lo que haba reservado la vspera, y aquella misma tarde llegu a Venta Quemada. Mi padre no haba llegado an, pero como en su carta me ordenaba que lo esperase me dispuse a ello con agrado, pues la posada era espaciosa y confortable. El posadero que la diriga entonces era un tal Gonzlez de Murcia, buena persona, pero muy hablador, que en seguida me prometi una cena digna de un grande de Espaa. Mientras se ocupaba en prepararla, fui a pasearme por la orilla del Guadalquivir, y cuando regres a la posada me encontr, en efecto, ya dispuesta una cena nada despreciable. Cuando termin de cenar, dije a Gonzlez que preparase mi lecho. Apenas me oy vi que se turbaba, y empezaba a hablarme de modo confuso. Por ltimo, me confes que en la posada haba fantasmas y que l y su familia pasaban las noches en una pequea granja junto al ro. Aadi que, si yo quera, podra prepararme una cama cerca de la suya. La proposicin me pareci absurda, y le dije que poda irse a dormir donde quisiera, y que llamara a mis criados. Me obedeci, y se retir al instante, moviendo la cabeza de un lado para otro y encogindose de hombros. Un momento despus llegaron mis criados. Tambin ellos haban odo hablar de aparecidos, y me rogaron que pasara la noche en la granja. No acept, naturalmente, sus consejos, y les orden que me prepararan la cama en la habitacin donde haba cenado. Me obedecieron muy a regaadientes, y cuando el lecho estuvo preparado me rogaron an, con lgrimas en los ojos, que fuese a dormir con ellos a la granja. Sus ruegos me impacientaron de tal modo que les amenac con arrojarlos violentamente, y se apresuraron a salir. Como no era mi costumbre que mis criados me ayudaran a desnudarme, pude pasarme fcilmente sin ellos. Pero debo reconocer que fueron muy gentiles conmigo, ms de lo que yo mereca por mi crudeza al tratarlos. Antes de marcharse dejaron junto a mi lecho una vela encendida, otra de repuesto, un par de pistolas y algunos libros con cuya lectura pudiese permanecer despierto, aunque la verdad es que haba perdido completamente el sueo. Durante un par de horas estuve leyendo y dando vueltas en la cama. Por ltimo, o el sonido de una campana o de un reloj que daba las doce. El hecho me sorprendi, pues no haba odo dar las otras horas. Pero en seguida se abri la puerta y vi entrar a mi madrastra, en camisn de noche, y llevando una palmatoria en la mano. Andando de puntillas se acerc hasta m, con un dedo en la boca como para imponerme silencio. Y dejando la palmatoria en mi mesilla de noche se sent en mi cama, tom una de mis manos entre las suyas y me habl as:

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Relatos paranormales Antologa Mi querido Pacheco, ha llegado el momento de ofreceros los placeres que os promet. Hace una hora que hemos llegado a esta posada. Vuestro padre ha ido a dormir a la granja, pero como he sabido que os hallabais aqu, logr que me autorizara a pasar la noche en la posada con Inesilla. Ella os aguarda y est dispuesta a no negaros sus favores. Pero debo informaros de las condiciones que impongo para que logris vuestra dicha. Amis a Inesilla, y yo os amo. No es justo que, de nosotros tres, slo dos sean felices a costa del tercero. As pues, un solo lecho nos acoger a los tres. Seguidme. Mi madrastra no me dej tiempo para contestarla. Tomndome de la mano me condujo, de corredor en corredor, hasta que llegamos a una puerta, en donde Camila se puso a mirar por el ojo de la cerradura. Estuvo algn tiempo mirando, y despus me dijo: Todo va bien, podis mirar vos mismo. Ocup su puesto junto a la cerradura y pude ver a la encantadora Inesilla en su lecho. Me sorprendi el que no pareciera tan pudorosa como la haba conocido siempre. La expresin de sus ojos, su agitada respiracin, su animada tez, su actitud, todo en ella expresaba que estaba aguardando a un amante. Despus de haberme dejado mirar unos minutos, mi madrastra me dijo: Mi querido Pacheco, permaneced en esta puerta, y cuando llegue el instante oportuno vendr a avisaros. Cuando Camila entr en la habitacin pegu mi ojo al agujero de la cerradura y vi mil cosas que me cuesta trabajo contar. Primeramente, Camila se desnud del todo, y metindose en la cama de su hermana le dijo estas palabras: Mi pobre Inesilla, es verdad que deseas un amante? Pobre nia. No sabes el dao que te har. Primero te derribar, se echar sobre ti, y despus te aplastar y te desgarrar. Cuando Camila crey que su alumna ya saba bastante, vino a abrirme la puerta, me llev hasta el lecho de su hermana y se acost con nosotros. Que podra deciros de aquella noche fatal? Que agot en ella las delicias y los crmenes. Durante largo tiempo estuve luchando contra el sueo y la naturaleza para lograr an ms los infernales goces. Finalmente, me dorm y despert al da siguiente bajo la horca de los hermanos de Zoto, acostado entre los dos horribles cadveres... En este momento, el ermitao interrumpi al endemoniado y me dijo: Y bien, hijo mo, qu os parece? Imaginad vuestro horror si hubieseis amanecido entre los dos ahorcados. A lo cual respond: Me ofendis, padre. Un caballero no debe jams tener miedo y menos an si tiene el honor de ser capitn de la Guardia Valona. 132

Relatos paranormales Antologa Pero hijo mo continu el padre, habis odo decir alguna vez que semejante aventura ha sucedido a alguien? Dud un instante antes de contestar, y al fin le dije: Si esa aventura, padre, ha ocurrido al seor Pacheco, puede tambin suceder a otros. Pero mejor podr juzgar si os dignis ordenarle que contine su historia. EI ermitao se volvi hacia el endemoniado y le dijo: Pacheco, en nombre de tu redentor, te ordeno que contines tu historia. Pacheco lanz un nuevo y terrible alarido, y continu de esta suerte: -Dej la horca medio muerto de miedo. Me arrastr como pude y march sin saber adnde me diriga. Por fin, encontr a unos viajeros que tuvieron piedad de mi situacin y me condujeron a la Venta Quemada, donde hall al posadero y a mis criados, muy preocupados por m. Les pregunt si mi padre haba dormido en la granja, y me contestaron que nadie haba llegado an. No me atrev a quedarme ms tiempo en la Venta, y resolv regresar a Andjar. Cuando llegu ya se haba puesto el sol y la posada estaba llena. Me prepararon una cama en la cocina, y me acost pronto, pero los horrores de la noche anterior, vivos an en mi espritu, me impedan coger el sueo. Haba dejado encendida una vela sobre el hogar de la cocina. De pronto, la vela se apag, y sent al instante un escalofro mortal que hel mis venas. Al mismo tiempo alguien tir del cobertor, y o una voz femenina que me deca: Soy Camila, tu madrastra. Tengo fro, amor mo, hazme sitio bajo la manta. Y otra voz: Soy Inesilla. Tengo mucho fro, djame entrar en tu cama. En ese momento sent una mano helada que me agarraba por el cuello. Reun todas mis fuerzas y exclam: Satn, vete de aqu! Entonces las dos voces de antes me dijeron: Por qu nos echas? No eres nuestro maridito? Tenemos mucho fro. Vamos a encender un poco de lumbre. En efecto, poco tiempo despus vi las llamas en el hogar de la chimenea. La estancia se ilumin, pero en vez de ver a Camila y a Inesilla lo que vi fue a los hermanos de Zoto, colgados de la chimenea. Esta visin me aterroriz. Rpidamente me levant, salt por la ventana y me puse a correr con todas mis fuerzas. Por un momento cre haber logrado escapar de tantos horrores, pero al volverme vi con terror que era seguido por los dos ahorcados. Corr de nuevo, y me pareci que haba logrado dejarlos atrs. Pero mi ilusin dur poco. Las horribles criaturas lograron rodearme y llegar hasta m. Intent correr, pero mis fuerzas me abandonaron. Sent entonces que uno de los ahorcados me sujetaba por el tobillo izquierdo. Intent zafarme, pero el otro ahorcado me cort el camino ponindose ante m, mirndome con ojos terribles y sacndome una lengua roja como el hierro cuando sale del fuego. Ped clemencia, pero fue en vano. Aquel monstruo me sujet del

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Relatos paranormales Antologa cuello con una mano y con la otra me arranc el ojo que me falta. En el hueco de mi ojo introdujo su lengua de fuego. Me lami el cerebro y me hizo aullar de dolor. El otro ahorcado, que me haba agarrado la pierna derecha, quiso tambin martirizarme. Comenz hacindome cosquillas en la planta del pie que tena sujeto, pero despus el monstruo me arranc la piel del pie, separ los nervios, les quit su encarnadura, y el muy canalla se puso a tocar sobre ellos como si fuesen un instrumento musical. Mas como por lo visto no daban un sonido que fuese de su agrado, hundi sus uas en mi corva, agarr con ellas mis tendones y se puso a retorcerlos, como se hace para afinar un arpa. Finalmente, se puso a tocar sobre mi pierna, convertida en salterio. Escuch su risa diablica, y mientras el dolor me arrancaba terribles aullidos los gemidos del infierno me hacan coro. Cuando o el rechinar de los condenados me pareci que cada una de mis fibras era triturada por sus dientes. Por ltimo, perd el conocimiento. Al da siguiente, unos pastores me encontraron en el campo y me trajeron a esta ermita. Aqu he confesado mis pecados y he hallado al pie de la cruz algn consuelo a mis desgracias... Nuevamente el endemoniado lanz un horrible aullido y se call. El ermitao habl entonces, y me dijo: Joven, ya veis el poder de Satn. Debis rezar y llorar. Pero ya es tarde y debemos separarnos. No os invito a que descansis en mi celda porque Pacheco lanza tales gritos durante la noche que no podrais dormir. Id a acostaros a la capilla. All estaris bajo la proteccin de la cruz que triunfa sobre los demonios. Contest al buen ermitao que lo hara de buen grado. Llevamos a la capilla un pequeo catre de tijera y me acost en l, mientras el ermitao me deseaba buenas noches. Cuando me encontr solo me puse a pensar en la historia de Pacheco, en la que encontraba bastante semejanza con mis propias aventuras. Me hallaba an pensando en ello cuando o que daban las doce, pero no poda saber si era la campana de la ermita o si es que iba a toparme nuevamente con aparecidos. A los pocos instantes o que llamaban a la puerta de la capilla, y pregunt: Quin es ah? Una voz femenina me respondi: Tenemos fro, brenos, somos tus mujercitas. S, s, malditos ahorcados les contest, volveos a vuestra horca y dejadme dormir. La misma voz volvi a decirme: Te burlas de nosotras porque ests en una capilla. Ven fuera y vers... Ahora mismo voy contest.

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Relatos paranormales Antologa Fui a buscar mi espada e intent salir, pero vi que la puerta estaba cerrada. Les dije a los aparecidos lo que ocurra, pero no me contestaron. Entonces me fui a acostar y dorm hasta el alba. Jan Potocki (1761-1815)

El sacerdote. The priest, William Faulkner (1897-1962) Haba casi terminado sus estudios eclesisticos. Maana sera ordenado, maana alcanzara la unin completa y mstica con el Seor que apasionadamente haba deseado. Durante su estudiosa juventud haba sido aleccionado para esperarla da tras da; l haba tenido la esperanza de alcanzarla a travs de la confesin, a travs de la charla con aquellos que parecan haberla alcanzado; mediante una vida de expiacin y de negacin de s mismo hasta que los fuegos terrenales que lo atormentaban se extinguieran con el tiempo. Deseaba apasionadamente la mitigacin y cesacin del hambre y de los apetitos de su sangre y de su carne, los cuales, segn le haban enseado, eran perniciosos: esperaba algo como el sueo, un estado que habra de alcanzar y en el cual las voces de su sangre seran aquietadas. 0, mejor an, domeadas. Que, cuando menos, no lo conturbaran ms; un plano elevado en el que las voces se perderan, sonaran cada vez ms dbiles y pronto no seran sino un eco carente de sentido entre los desfiladeros y las cumbres mayestticas de la Gloria de Dios. Pero no lo haba alcanzado. En el seminario, tras una charla con un sacerdote, sola volver a su dormitorio en un xtasis espiritual, un estado emocional en el cual su cuerpo no era sino un letrero con un mensaje llameante que habra de agitar el mundo. Y vea aliviadas sus dudas; no albergaba duda ni tampoco pensamiento. La finalidad de la vida estaba clara: sufrir, utilizar la sangre y los huesos y la carne como medios para alcanzar la gloria eterna, algo magnfico y asombroso, siempre que se olvide que fue la historia y no la poca quien cre los Savonarola y los Thomas Becket. Ser de los elegidos, pese a las hambres y las roeduras de la carne, alcanzar la unin espiritual con el Infinito, morir, cmo poda compararse con esto el placer fsico anhelado por su sangre? Pero, una vez entre sus compaeros seminaristas, cun pronto olvidaba todo aquello! Los puntos de vista y la insensibilidad de sus condiscpulos eran un enigma para l. Cmo poda alguien a un tiempo pertenecer y no pertenecer al mundo? Y la pavorosa duda de que acaso se estaba perdiendo algo, de que acaso, despus de todo, fuera cierto que la vida se limitaba slo a lo que uno pudiera obtener en los breves setenta aos que al hombre caben. Quin lo saba? Quin 135

Relatos paranormales Antologa poda saberlo? Exista el cardenal Bembo, que vivi en Italia en una era semejante a plata, semejante a una flor imperecedera, y que cre un culto al amor ms all de la carne, esquilmado de las torturas de la carne. Pero no sera esto sino una excusa, sino un paliativo a los terribles miedos y dudas? No era la vida de aquel hombre apasionado y haca tanto tiempo muerto semejante a la suya; un tejido de miedo y duda y una apasionada persecucin de algo bello y excelso? Slo que algo bello y excelso significaba para l no una Virgen sosegada por el dolor y fijada como una bendicin vigilante en el cielo del oeste, sino una criatura joven y esbelta e indefensa y (en cierto modo) herida, que haba sido sorprendida por la vida y utilizada y torturada; una pequea criatura de marfil despojada de su primognito, que alza los brazos vanamente en la tarde que declina. Para decirlo de otro modo, una mujer, con todo lo que en una mujer hay de apasionada persecucin del hoy, del instante mismo; pues sabe que el maana tal vez no llegue nunca y que slo el hoy importa, porque el hoy es suyo. Se ha tomado una nia y se ha hecho de ella el smbolo de los viejos pesares del hombre, pens, y tambin yo soy un nio despojado de su niez. La tarde era como una mano alzada hacia el oeste; cay la noche, y la luna nueva se desliz como un barco de plata por un verde mar. Se sent sobre su catre y se qued mirando hacia el exterior, mientras las voces de sus compaeros se iban mitigando a su pesar con la magia del crepsculo. El mundo sonaba afuera, y se eclipsaba; tranvas y taxmetros y peatones. Sus compaeros hablaban de mujeres, de amor, y l se dijo a s mismo: Pueden estos hombres llegar a ser sacerdotes y vivir en la abnegacin y en la ayuda a la humanidad? Saba que podan, y que lo haran, lo cual era ms duro. Y record las palabras del padre Gianotti, con quien no estaba de acuerdo: -A travs de la historia el hombre ha fomentado y creado circunstancias sobre las que no tiene control. Y lo nico que podr hacer es dar forma a las velas con las que capear el temporal que l mismo ha provocado. Y recuerden: la nica cosa que no cambia es la risa. El hombre siembra, y recoge siempre tragedia; pone en la tierra semillas que valora en mucho, que son l mismo, y cul es su cosecha? Algo acerca de lo cual no ha podido aprender nada, algo que lo supera. El hombre sabio es aquel que sabe retirarse del mundo, cualquiera que sea su vocacin, y rer. Si tienes dinero, gstalo: ya no tienes dinero. Slo la risa se renueva a s misma como la copa de vino de la fbula. Pero la humanidad vive en un mundo de ilusin, utiliza sus insignificantes poderes para crear en torno un lugar extrao y estrafalario. Lo haca tambin l mismo, con sus afirmaciones religiosas, al igual que sus compaeros con su charla eterna sobre mujeres. Y se pregunt cuntos sacerdotes de vida casta y dedicados a aliviar el sufrimiento humano seran vrgenes, y si el hecho de la virginidad supondra alguna diferencia. Sin duda sus compaeros no eran castos; nadie que no haya tenido relacin con mujeres puede hablar de ellas tan familiarmente; y sin embargo, llegaran a ser buenos sacerdotes. Era como si el hombre recibiera ciertos impulsos y deseos sin ser consultado por el autor de la donacin, y el satisfacerlos o no dependiera exclusivamente de l mismo. Pero l no era capaz de decidir en tal sentido; no poda creer que los impulsos sexuales 136

Relatos paranormales Antologa pudieran desbaratar la filosofa global de un hombre, y que sin embargo pudieran ser aquietados de ese modo. "Qu es lo que quieres?", se pregunt. No lo saba: no era tanto el deseo particular de alguna cosa cuanto el temor de perder la vida y su sentido por culpa de una frase, de unas palabras vacas, sin ningn significado. "Ciertamente, en razn de mi ministerio, deberas saber cun poco significan las palabras". Y en caso de que hubiera algo latente, alguna respuesta al enigma del hombre al alcance de la mano pero que l no pudiera ver? "El hombre desea pocas cosas aqu abajo", pens. Pero perder lo poco que tiene! El pasear por las calles no hizo que viera ms claro su problema. Las calles estaban llenas de mujeres: chicas que volvan del trabajo; sus cuerpos jvenes y airosos se hacan smbolos de gracia y de belleza, de impulsos anteriores al cristianismo."Cuntas de ellas tendrn amantes? -se pregunt-. Maana me mortificar, har penitencia por esto mediante la oracin y el sacrificio, pero ahora abrigar estos pensamientos en los que ha tanto tiempo he deseado pensar". Haba chicas por doquier; sus delgadas ropas daban forma a su paso en la Calle Canal. Chicas que iban a casa para almorzar -el pensamiento de la comida entre sus dientes blancos, de su placer fsico al masticar y digerir los alimentos, encendi todo su ser-, para fregar en la cocina; chicas que iban a vestirse y a salir a bailar en medio de sensuales saxofones y bateras y luces de colores, que mientras duraba la juventud tomaban la vida como un coctel de una bandeja de plata; chicas que se sentaban en casa y lean libros y soaban con amantes a lomos de caballos con arreos de plata. "Es juventud lo que quiero? Es la juventud que hay en m y que clama hacia la juventud en otros seres lo que me conturba? Entonces, por qu no me satisface el ejercicio, la contienda fsica con otros jvenes de mi sexo? 0 es la Mujer, el femenino sin nombre? Habr de venirse abajo en este punto toda mi filosofa? Si uno ha venido al mundo a padecer tales compulsiones, dnde est mi Iglesia, dnde esa mstica unin que me ha sido prometida? Y qu es lo que debo hacer: obedecer estos impulsos y pecar, o reprimirlos y verme torturado para siempre por el temor de que en cierto modo he desperdiciado mi vida en aras de la abnegacin?". "Purificar mi alma", se dijo. La vida es ms que eso, la salvacin es ms que eso. Pero oh, Dios, oh, Dios, la juventud est tan presente en el mundo! Est por doquiera en los jvenes cuerpos de chicas embotadas por el trabajo, sobre mquinas de escribir o tras mostradores de tiendas, de chicas al fin evadidas y libres que exigen la herencia de la juventud, que hacen subir sus giles y suaves cuerpos a los tranvas, cada una con quin sabe qu sueo. "Salvo que el hoy es el hoy, y que vale mil maanas y mil ayeres", exclam. "Oh, Dios, oh, Dios. Si al menos fuera ya maana! Entonces, seguramente, cuando haya sido ordenado y me convierta en un siervo de Dios, hallar consuelo. Entonces sabr cmo dominar estas voces que hay en mi sangre. Oh, Dios, oh, Dios, si al menos fuera ya Maana!"

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Relatos paranormales Antologa En la esquina haba una expendedura de tabaco: haba hombres comprando, hombres que haban finalizado su jornada de trabajo y volvan a sus casas, donde les esperaban suculentas comidas, esposas, hijos; o a cuartos de soltero para prepararse y acudir a citas con prometidas o amantes; siempre mujeres. Y yo, tambin, soy un hombre: siento como ellos; yo, tambin, respondera a blandas compulsiones. Dej la Calle Canal; dej los parpadeantes anuncios elctricos que habran de llenar y vaciar el crepsculo, inexistentes a sus ojos y por lo tanto sin luz, lo mismo que los rboles son verdes nicamente cuando son mirados. Las luces llamearon y soaron en la calle hmeda, los giles cuerpos de las chicas dieron forma a su apresuramiento hacia la comida y la diversin y el amor; todo quedaba a su espalda ahora; delante de l, a lo lejos, la aguja de una iglesia se alzaba como una plegaria articulada y detenida contra la noche. Y sus pisadas dijeron: "Maana! Maana!". Ave Mara, deam gratiam... torre de marfil, rosa del Lbano... William Faulkner (1897-1962) La iglesia de los jesuitas de G. Die jesuiterkirche in G, E.T.A. Hoffmann (1776-1822) Encajonado en un miserable coche de postas, que hasta las polillas haban abandonado, como las ratas abandonaron la embarcacin de Prspero, llegu al fin, despus de un peligroso viaje, con una rueda medio partida, a la hostera del Mercado de G. Todas las desgracias que hubieron podido sucederme recayeron sobre mi coche, que qued averiado en la ltima estacin de postas. Finalmente, cuatro macilentos caballos haban podido arrastrar durante varias horas, con ayuda de algunos campesinos y de mi criado, la frgil casa viajera; los expertos, que vinieron a verla, sacudieron la cabeza diciendo que seran necesarios dos o tres das para la reparacin. El lugar me pareci agradable, la regin acogedora, lo que no impidi que me asustase un poco la forzada estancia. Amable lector, si te has visto alguna vez obligado a permanecer tres das en una pequea ciudad, donde no conoces a nadie y nadie te conoce, donde eres un desconocido para todos, no has sentido una profunda angustia, no te ha consumido la necesidad de comunicarte con alguien? De ser as podrs comprender mi malestar. En realidad, ya se sabe que el espritu de la vida hllase por doquier; pero a las pequeas ciudades les sucede lo que a esas orquestas que siempre tocan correctamente las mismas piezas y cualquier tonalidad extraa les parece disonante y las hace callar al punto. De muy mal humor paseaba en mi cuarto arriba y abajo, cuando he aqu que, sbitamente, record que un amigo de mi pas haba pasado, hace algn tiempo, dos aos en G. y que me haba hablado a menudo de un hombre sabio e instruido con el que tuvo mucho trato. Incluso recordaba el nombre: Aloysius Walter, profesor en el Colegio de los Jesuitas. Decid dirigirme all y aprovecharme de la amistad de mi amigo. En el colegio me dijeron que el profesor Walter, en aquel momento, daba la clase, pero que faltaba poco para que terminara; tambin me preguntaron si quera volver o prefera esperar en las salas exteriores. Escog esto ltimo. En todas partes, las residencias, los colegios, las iglesias de los jesuitas se construyen en ese estilo italiano que, inspirndose en formas y cnones antiguos, 138

Relatos paranormales Antologa ostenta la nobleza y la suntuosidad de lo sagrado, de la dignidad religiosa. As, tambin aqu, los salones lucan su rica arquitectura, al tiempo que resaltaban las grandes puertas adornadas con genios de la danza, frutas y manjares, alternando con las pinturas de santos, que adornaban los muros entre columnas jnicas. El profesor entr, le mencion a mi amigo y ofrecime hospitalidad durante el tiempo que durase mi forzada estancia. Encontr que el profesor era tal y como me lo haba descrito aqul: comunicativo, mundano, en una palabra, con los modales de un sacerdote superior, muy ilustrado, y hombre que haba mirado la vida por encima del breviario lo suficiente como para saber cmo marchan las cosas. Cuando vi su cuarto amueblado con moderna elegancia, volv a hacer las mismas reflexiones que hice en los salones y as se lo manifest a mi amigo. El profesor sonrise y dijo: Es verdad repuso, hemos desterrado de nuestras construcciones aquella adusta seriedad, aquella majestad peculiar de los tiranos inderrocables que oprima nuestro pecho en la construccin gtica, causando un siniestro pavor, y realmente ha sido muy beneficioso que nuestros edificios, ahora, muestren la vivacidad y alegra de lo antiguo. Pero acaso repuse yo no ha sido obra del espritu del cristianismo la grandeza, la sagrada majestad de la arquitectura gtica que se levanta majestuosa hacia el cielo? No opone el cristianismo lo espiritual a lo sensual y no ataca el espritu del mundo antiguo, que slo vea el reino de lo terreno? Ah, s! El reino de las alturas tambin debe conocerse en este mundo y el conocimiento debemos hacerlo por medio de elevados smbolos; as es como la vida del espritu desciende hacia la tierra. Nuestra patria est all arriba, pero, mientras vivamos aqu, nuestro reino es de este mundo. S pens, en todo lo que hacis demostris que vuestro reino es de este mundo, incluso slo de este mundo. Pero no se me ocurri decirle esto al profesor Aloysius, que continu diciendo: Todo cuanto se dice del lujo de nuestros edificios en este caso debis referirlo a la gracia de las formas. Aqu donde el mrmol tiene un precio exorbitante, donde no disponemos de los grandes maestros de la pintura, conforme a las nuevas tendencias, tenemos que contentarnos con sucedneos. Hacemos mucho ya con pulir el yeso para que luego el pintor imite diversos mrmoles, lo que se est ahora precisamente haciendo en el interior de nuestra iglesia, que, gracias a la generosidad de nuestros protectores, est siendo decorada. Como manifestase el deseo de ver la iglesia, el profesor me condujo abajo, y cuando entr en la nave central con columnas corintias, que formaba el eje de la iglesia, volv a experimentar de nuevo la agradable impresin y elegancia. A la izquierda del altar mayor haban levantado un andamiaje, sobre el que estaba un hombre pintando las paredes con un tono amarillento, a la manera antigua. Qu tal, Bertoldo? grit el profesor. 139

Relatos paranormales Antologa El pintor volvise hacia nosotros, pero al punto continu pintando, mientras profera con voz imperceptible palabras sueltas: Muy penoso, es un barullo, no se puede utilizar ni una lnea..., animales..., monos..., semblantes de hombres..., semblantes de hombres..., desgraciado de m! Estas ltimas palabras las pronunci en voz alta, dando muestras de un profundo dolor en lo ms ntimo de su ser. Me impresion de un modo singular, no slo cada palabra, sino la expresin de su rostro, que, como la mirada que dirigi al profesor, me dieron la sensacin de que tena ante m la vida destrozada de un pintor desventurado. El hombre podra tener unos cuarenta aos; su figura, aunque desapareca bajo la amplia y sucia bata de pintor, tena no s qu de noble y el profundo disgusto que mostraba slo poda hacer palidecer su semblante, pero no apagar el fuego que brillaba en sus negros ojos. Pregunt al profesor qu relacin tena con el artista. Es un pintor extranjero repuso que se encontraba precisamente aqu cuando se decidi la reparacin de la iglesia. Emprendi con alegra el trabajo que le encargamos y, en realidad, su llegada a G. fue una suerte para nosotros, pues en toda la regin no hubiramos podido encontrar nadie tan competente como l, capaz de pintar todo lo que hay que pintar. Adase a esto que es uno de los hombres mejores del mundo y que todos le queremos; as el colegio le ha recibido con mucho agrado. Adems de los honorarios que le corresponden por su trabajo, le costeamos su manutencin; sin embargo, todo esto representa muy poco, pues es tan austero que no se cmo resiste tanto su cuerpo, de por s enfermizo. Pero advert yo parece hoy tan disgustado, tan excitado... Tiene sus motivos dijo el profesor; pero veamos algunos cuadros muy hermosos de los altares laterales, que hace algn tiempo nos proporcionaron una grata sorpresa. Aqu tenemos slo un cuadro autntico, un Dominichino, los dems son de maestros desconocidos de la escuela italiana; pero, si no tenis prejuicios, confesaris que cualquiera de ellos podra estar firmado por un nombre famoso. As lo estim, tal como el profesor lo haba dicho. Cosa curiosa; el nico cuadro autntico era uno de los ms flojos, por no decir el ms flojo, y, pese a la belleza de muchos cuadros sin nombre, me atrajo irresistiblemente. Uno de los cuadros del altar estaba cubierto por una cortina; pregunt la causa. Este cuadro dijo el profesor, el ms hermoso que tenemos, es la obra de un joven pintor de la actualidad, y seguramente el ltimo cuadro suyo, pues su carrera se ha truncado. Estos das debemos tener tapada la pintura por diversos motivos, aunque maana o pasado podr mostrrosla. Quise preguntarle ms, pero el profesor ech a andar presuroso por el pasillo, y esto fue suficiente para darme a entender que le disgustaba seguir dando respuestas. Volvimos al colegio y gustosamente acept la invitacin que me hizo el profesor para visitar despus del medioda un lugar de esparcimiento cercano. Regresamos tarde, amenazaba tormenta y apenas llegu a mi casa comenz a llover torrencialmente. Sera a eso de la medianoche, cuando el cielo comenz a 140

Relatos paranormales Antologa aclarar y se fue alejando el ruido de los truenos. A travs de la ventana abierta entraba un vientecillo fresco en la habitacin calurosa y no pude resistir la tentacin, a pesar de estar cansado, de dar un paseo. Tuve la fortuna de poder despertar al portero, que roncaba desde haca dos horas, y explicarle que no era ninguna locura salir a pasear por la noche, as es que pronto me encontr en la calle. Cuando pas por la iglesia de los jesuitas me ilumin la luz deslumbrante que refulga en una ventana. La pequea puerta lateral estaba entreabierta, pas y vi que haba encendido un hachn colocado frente a un nicho, delante del cual, al acercarme, percib una gran red tendida verticalmente y detrs de la red una figura en la sombra que suba y bajaba los peldaos de una escalera y que pareca pintar algo en el nicho. Era Bertoldo, que sealaba con rayas negras en la pared todas las lneas de sombra que marcaba la red, y, poco ms arriba, haba un gran caballete donde estaba colocado el dibujo de un altar. Permanec contemplando aquel ingenioso procedimiento. Por poco que te halles familiarizado, amable lector, con el noble arte de la pintura, seguramente adivinars de qu serva aquella red, cuyos compartimentos trazaba Bertoldo en la concavidad de la pared. Deba pintar en el nicho un altar en relieve y, para hacer con exactitud el dibujo en grande, conforme al modelo en pequeo, iba siguiendo el mtodo ordinario, pasando su croquis a la superficie que haba de pintar por medio de la red aplicada en aquel plano. Pero aqu, en vez de una superficie plana era un nicho abovedado donde deba pintar y aquel proceder tan sencillo como ingenioso, por cuyo medio los uniformes cuadros de la red dibujaban en la concavidad de la pared sombras curvilneas, era el nico que se poda emplear para poner exactamente el altar en perspectiva y darle la apariencia del relieve. Tuve buen cuidado de no acercarme al hachn para no traicionar mi presencia por la sombra, pero me mantuve lo suficientemente cerca para observar a gusto al pintor. Me pareci otra persona. Quiz fuese por efecto de la iluminacin, pero su semblante estaba enrojecido, sus ojos brillaban, denotando un contento interior, y, cuando hubo dibujado una serie de lneas, se puso a un lado con las manos apoyadas en la tela y silb una cancioncilla mientras contemplaba el trabajo. Luego, volvindose, arranc la red que haba tendido. Entonces es cuando se dio cuenta de que yo estaba all. Eh, venid! Eh, venid! exclam. Sois Cristian? Acerqume y trat de explicarle que haba entrado por casualidad en la iglesia y elogi la ingeniosa invencin de la red de sombras, dndome as a conocer como experto y aficionado al noble arte de la pintura. Sin responderme, Bertoldo dijo: Cristian no ha regresado, es un vago; de seguro que hubiera querido permanecer conmigo toda la noche, pero vaya usted a saber dnde estar! Tengo que hacer progresos en mi obra, pues maana ser mal da para pintar..., pero yo solo no puedo hacer nada. Me ofrec a ayudarle. Se ech a rer, me cogi por los hombros y exclam: Excelente broma, qu dir Cristian cuando maana vea que es un asno y que no necesito nada de l? Venid, compaero desconocido, hermano mo, ayudadme a poner los andamios. Encendi algunos cirios ms, atravesamos la iglesia y amontonamos caballetes y tablones de tal forma que pronto estuvo dispuesto un buen andamiaje ante la tela. 141

Relatos paranormales Antologa Manos a la obra! exclam Bertoldo, subiendo. Qued asombrado de la rapidez con que traz la pintura en tamao grande; dibujaba las lneas con seguridad, sin un titubeo, perfectamente, con gran limpieza. Acostumbrado yo a hacer lo mismo en otro tiempo, serv al pintor con fidelidad, unas veces arriba y otras abajo, procurando ayudarle a trazar las lneas ms largas, y le fui entregando los carboncillos bien afilados, etctera... Sois un buen ayudante me grit Bertoldo muy contento. Y vos repuse realmente sois uno de los ms expertos artfices que he conocido; decidme, con una mano tan hbil, no habis pintado otras cosas? Y perdonadme la pregunta. Qu queris decir? repuso Bertoldo. Que valis para algo ms que para pintar paredes de iglesia y columnas de mrmol. La pintura arquitectnica siempre ha sido algo de segundo orden; la pintura histrica y de paisajes, indiscutiblemente, es superior. El espritu y la fantasa, que no estn ordenados en lneas geomtricas, elevan su vuelo con toda libertad. Incluso lo nico fantstico de la vuestra, la engaosa perspectiva, depende de la observacin precisa, de modo que no es obra de la creacin, producto de un pensamiento genial, sino de la especulacin matemtica. El pintor, en tanto que yo hablaba as, permaneca con el pincel en alto y la cabeza apoyada en la mano. Desconocido amigo comenz a decir con voz forzadamente alegre, desatinis al querer establecer un rango entre las diversas ramas del arte, como si fueran vasallos de un rey orgulloso, y todava ms cuando slo reverenciis al audaz, que, sordo al gemir de las cadenas de los esclavos, insensible a la presin de lo terrenal, trata de elevarse dominante por encima de la luz y la vida, libremente, igualndose con Dios. Conoces la fbula de Prometeo, que intentaba ser un creador y rob el fuego del cielo para animar sus figuras muertas? Al fin pudo lograrlo, las figuras se animaron y en sus ojos resplandeci el fuego celeste, que arda en su interior; pero el culpable, por haberse querido igualar a los dioses, fue castigado a sufrir eterna pena. El pecho que anhel lo divino y lo sobrenatural fue despedazado por un buitre, nacido para la venganza, que se alimentaba de las entraas de los atrevidos. Aquel que ha deseado lo divino siente eternamente el dolor terrenal. El pintor call y qued como ensimismado. Pero, Bertoldo exclam, qu relacin tiene todo esto con vuestro arte? No creo que nadie considere una ofensa pintar figuras humanas o esculpirlas. Bertoldo ri sarcsticamente: Ja, ja!, que no son una ofensa los juegos de nios? Eso que hacen es un juego de nios, que mojan sus pinceles en los tarros de pintura y embadurnan lienzos con la necia pretensin de pintar hombres... de verdad. Realmente no son criminales, sino slo pobres locos infelices! Seor, Seor! Cuando se aspira a lo ms alto, no al deleite carnal como Tiziano, sino a lo ms elevado de la naturaleza divina, al fuego de Prometeo en el ser humano... Seor!..., hay un abismo, una raya donde uno se detiene como ante el precipicio bajo nuestros pies. Y sobre el precipicio planea el audaz argonauta, pero un engao diablico le atrae y le lanza al fondo... y abajo contempla lo que haba pretendido contemplar desde las estrellas. El pintor suspir profundamente, se pas la mano por la frente y, mirando hacia lo alto, dijo: 142

Relatos paranormales Antologa Pero cuntas tonteras estoy hablando aqu contigo, compaero, y mientras sin pintar! Mira, a esto le llamo yo ser fiel y hacer bien las cosas. Qu magnfica es la regla!... Todas las lneas se unen para un fin determinado, para lograr un objetivo claro y preciso. Slo aquello que es mensurable es humano; todo lo que se sale de esos lmites pertenece al mal. Lo sobrenatural es cosa de Dios o del diablo. Y acaso no deberan incluirse ambos en la matemtica de los hombres? Por qu no hemos de imaginar que Dios nos ha creado para que nos ocupemos de lo que se mide con reglas, es decir, de lo conmensurable, para utilizarnos a su servicio, igual que nosotros nos valemos de mquinas tejedoras o aserradoras? El profesor Walter afirmaba recientemente que ciertos animales han sido creados para ser comidos por los otros, lo cual, al fin y al cabo, repercuta en utilidad nuestra; as, por ejemplo, los gatos, que tienen el instinto natural de comer ratones, para que stos no puedan quitarnos el azcar que nos servimos en el desayuno. Y realmente el profesor tiene razn. Los animales, e incluso nosotros mismos, no somos meras mquinas para tejer determinadas telas destinadas a la mesa de ese rey desconocido? Y ahora vamos, vamos, compaero, acrcame los tarros... Ayer prepar los colores a la luz del sol para no engaarme a la luz de la antorcha. Ah estn numerados en esa esquina. Dame el nmero uno, joven, el gris! Qu sera de la vida rida y miserable si el Seor del cielo no nos hubiese puesto en las manos tantos juguetes de colores? Las personas juiciosas no hacen como los nios curiosos, que rompen las cajas donde suena la msica, mientras giran el manubrio. Dicen que es natural que suene la msica dentro, y as yo doy vueltas a la manivela. Cuando dibujo este plano en proporcin exacta s positivamente que el espectador tiene una visin plstica... Dame el nmero dos, joven! Ahora pinto con el color ms conveniente para dar la sensacin de una perspectiva de cuatro palmos. Lo s con toda seguridad. Ah!, qu listos somos... Cmo es posible que los objetos aparezcan ms pequeos en la lejana? Slo esta necia pregunta de un chico podra desconcertar al profesor Eytelwein; pero saldra del paso con la caja del rgano porttil, diciendo que cada vez que puso un registro en juego obtuvo el mismo resultado... Joven, dame el violeta, nmero uno! Otra regla... y un pincel grueso bien lavado. Ah!, qu son nuestros esfuerzos hacia lo alto? Nada ms que los movimientos desordenados del nio que araa el pecho de la nodriza que le nutre! El violeta, nmero dos... Rpido, joven! El ideal no es ms que un sueo engaador y miserable producido por el hervor de la sangre... Llvate los botes, joven, voy a bajar... Pero el diablo se complace en engaarnos con muecas, a las que ha puesto alas de ngel! Me sera imposible repetir todo lo que fue diciendo Bertoldo, mientras pintaba activamente, y se vala de m como si fuera su aprendiz. En el mismo tono continu burlndose, con la mayor irona, de las limitaciones de todas las empresas humanas. Ah! Sus palabras brotaban de un alma mortalmente herida, que se expresaba con el ms amargo sarcasmo. La maana comenzaba a alborear, la luz de los cirios palideca ante los primeros rayos del sol. Bertoldo segua pintando sin cesar, aunque cada vez se iba quedando ms silencioso y nicamente algunos dbiles sonidos, algunos suspiros se escaparon de su pecho oprimido. Haba ya pintado todo el altar con la gradacin de tonos correspondiente, de modo que la pintura presentaba un aspecto maravilloso. Magnfico!exclam entusiasmado. Magnfico! 143

Relatos paranormales Antologa Creis me dijo Bertoldo con voz dbil, creis que de aqu puede salir algo? He hecho todo lo posible para que el dibujo fuese correcto, pero ya no puedo hacer ms. No aadis ni una sola pincelada, amigo Bertoldo! exclam. Es increble cmo habis podido adelantar tanto la obra en tan pocas horas, os cansis demasiado y agotis vuestras fuerzas. Y sin embargo repuso Bertoldo, stas son mis horas ms preciosas! Quiz he charlado demasiado, pero slo con palabras se alivia el dolor terrible que consume nuestro corazn. Parece que os hallis atormentado por un profundo pesar, amigo mo le dije. Acaso algn tremendo suceso ha trastornado vuestra vida. El pintor llev lentamente sus utensilios a la capilla, apag la antorcha, y adelantndose hacia m diome la mano, mientras deca con voz temblorosa: Podrais descansar confiado y alegre algn instante de vuestra vida si tuvieseis la conciencia cargada con un crimen horrendo, imposible de expiar? Me qued petrificado. Los primeros rayos del sol iluminaron el plido y desencajado semblante del pintor, de tal modo que pareca algo fantasmagrico, cuando se alej con paso vacilante hacia la puertecita que conduca al interior del colegio. Al da siguiente apenas pude esperar a que llegase la hora en que el profesor Walter me haba dado cita. Le cont toda la escena de la noche anterior, que me haba impresionado no poco; y describle con colores muy vivos la extraa conducta del pintor, y no call ni una palabra de lo que haba dicho, incluso hasta lo que se refera a su propia persona. Cuanto ms contaba despertar el inters del profesor, mayor parecame su indiferencia; hasta termin rindose casi despectivamente, cuando vio que yo no cesaba de hablar de Bertoldo y le suplicaba que me refiriese todo cuanto supiera acerca de l. Es un hombre muy extrao este artista! comenz a decir por fin, muy bueno... trabajador... sobrio, como ya os dije anteriormente, pero de espritu dbil; de otro modo no se explica que haya abandonado su magnfica posicin de pintor histrico para convertirse en un miserable pintor de paredes, incluso aunque hubiese cometido un crimen. Me molest mucho que le llamase pintor de paredes, y ms todava su indiferencia. Procur hacerle comprender que todava Bertoldo, en la actualidad, era un artista digno de aprecio y consideracin. Bien me dijo finalmente, ya que demostris tanto inters, vais a saber todo lo que s acerca de l, que no es poco. Pero antes de comenzar, entremos en la iglesia. Como Bertoldo ha pasado la noche trabajando afanosamente hoy, despus del medioda, descansar. Nos dirigimos a la iglesia. El profesor descorri el velo que cubra el cuadro, y ante mi vista apareci la pintura ms maravillosa que haya podido ver en mi vida. La composicin era al estilo de Rafael, llena de sencillez y de una elevacin divina. Representaba a Mara y Santa Isabel sentadas sobre la hierba de un bello jardn, y, delante de ellas, Juan y Jess nios, jugando con flores; al fondo se vea un hombre rezando. El bello y celestial semblante de Mara, la majestad y devocin de su figura me llenaron de profunda admiracin. Era muy hermosa, ms hermosa que 144

Relatos paranormales Antologa ninguna mujer de la tierra, pero su mirada, como la de la Virgen de Rafael de la galera de Dresde, manifestaba la omnipotencia de la Madre de Dios. Ay! Cmo dejar de sentir ante aquellos ojos milagrosos, rodeados de misteriosas sombras, el ardor de un deseo sobrehumano e insaciable? Aquellos labios entreabiertos, no parecan consolar, con sus melodiosos acentos y la infinita dulzura celestial de los ngeles? Un sentimiento inexpresable me forz a prosternarme ante la Reina de los Cielos. Incapaz de proferir palabra, no poda separar mis miradas del cuadro incomparable. Slo las figuras de la Virgen Mara y de los nios estaban acabadas, la de Santa Isabel pareca esperar que el artista diese el ltimo toque, y el hombre en oracin todava no haba sido coloreado. Al acercarme reconoc en el semblante de este hombre los rasgos de Bertoldo y present lo que poco despus me confirmara el profesor: Este cuadro me dijo, que nos fue enviado hace algunos aos desde Alta Silesia, donde uno de nuestros colegas lo compr en una almoneda, es el ltimo que pint Bertoldo. Cuando ste lleg y vio el cuadro, lanz un gran grito y cay al suelo sin sentido. Despus evit cuidadosamente mirarlo, y me dijo que sera su ltimo trabajo en materia de pintura. Esperaba convencerle para que poco a poco concluyese el cuadro mientras trabajase en la iglesia. Como su vista reparase en l, corra en aquella direccin como atrado por fuerza irresistible, y, entonces, sollozando, entraba en un estado tal de paroxismo que le incapacitaba para trabajar varios das. Desgraciado! exclam. Desgraciado! Qu demonio ha puesto en tu vida su mano malfica? Oh dijo el profesor, la mano y el brazo que lo llevan slo pertenecen a l...! Ja... ja! l mismo ha sido su propio demonio, su propio Lucifer, que ha encendido en su corazn el fuego fatal. Por lo menos eso me parece deducir de la historia de su vida. Supliqu al profesor que me dijese todo cuanto supiera acerca de la vida del infeliz pintor. Esto sera muy largo de contar y se necesitara mucho nimo repuso el profesor. No turbemos este hermoso da con asuntos tan sombros! Vmonos a desayunar, y luego nos iremos al molino, donde nos espera una buena comida. Sin embargo, no ces de importunarle y, despus de muchos ruegos, me dijo que Bertoldo, tras su llegada al colegio, haba trabado gran amistad con un joven estudiante, a quien haba confiado todos los acontecimientos de su vida, y que el joven haba escrito todo cuidadosamente, entregando despus el manuscrito al profesor. No es un joven entusiasta como vos, caballero! Perdonad, pero la redaccin de la historia sorprendente de Bertoldo ha sido en el fondo para l un excelente ejercicio de estilo. Con gran trabajo obtuve la promesa del profesor de que aquella misma noche, a nuestro regreso, me entregara el manuscrito. Ya sea por efecto de mi curiosidad no satisfecha, ya fuera por culpa del propio profesor, lo cierto es que jams me aburr tanto como aquel da. La frialdad de ste, respecto a Bertoldo, me haca un efecto fatal; luego, sus conversaciones con los colegas que participaban en la comida me convencieron de que, a pesar de su ciencia y espritu mundano, careca de espritu para lo ms elevado; era el materialista ms craso que darse puede. Haba realmente adoptado el sistema de comer o ser comido, tal como Bertoldo me lo haba explicado. Los elevados esfuerzos de la inteligencia, de la imaginacin y del talento, todo lo haca depender 145

Relatos paranormales Antologa de ciertas predisposiciones del estmago y entraas, y deca acerca de esto mil absurdos. Por ejemplo, afirmaba muy seriamente que cada pensamiento era el resultado de dos filamentos unidos en el cerebro. Entonces, comprend hasta qu punto, con semejantes locuras, deba de aborrecer al pobre Bertoldo, ya que repudiaba con desesperada irona toda influencia de lo alto, y ahondaba con pual acerado en una herida an sangrante. Por fin, al llegar la noche, el profesor me entreg un montn de papeles, dicindome: Ved aqu, mi querido entusiasta, la obra de nuestro estudiante. No est mal escrita, pero no s por qu el autor introduce sin ningn miramiento los discursos del pintor en primera persona. Os regalo el manuscrito, cuya propiedad me concedi el destino, porque creo que no estoy tratando con ningn literato. Un escritor de cuadros fantsticos, a la manera de Callot, lo hubiera pronto incluido en su gnero frentico, imprimindolo a toda prisa, lo que no debo temer por parte vuestra. El profesor Aloysius Walter ignoraba que tena ante s lo que l tema: un viajero entusiasta de ese gnero, aunque le hubiera sido fcil averiguarlo. As es, amado lector, que ahora te puedo comunicar la breve relacin del estudiante de los jesuitas, referente al pintor Bertoldo. La conducta del desgraciado artista se encuentra en l perfectamente explicada, y vers, oh lector!, a qu crueles y deplorables errores nos puede arrojar el sorprendente juego del destino. Dejad que vuestro hijo vaya a Italia! Ya es un hbil artista; aqu, en D., tiene todas las facilidades necesarias para estudiar su arte, segn los originales ms perfectos de toda clase, pero no debe quedarse en nuestro pas. Que siga la libre existencia del artista en el risueo pas del arte; sus estudios le darn mayor vida y le inspirarn ideas propias. No le basta el copiar. El ardor del sol es necesario al joven arbusto para hacer crecer sus hojas y madurar sus frutos. Vuestro hijo tiene un verdadero sentimiento de artista, as que no debis preocuparos. As habl el viejo pintor Esteban Birkner a los padres de Bertoldo. stos vendieron cuanto tenan en la casa, de que podan pasarse, y arreglaron las cosas para el lejano viaje del joven, y de este modo Bertoldo vio realizarse el ms ardiente deseo suyo: ir a Italia. Cuando Birkner me anunci la resolucin de mis padres, salt de alegra y de sorpresa... Hasta el da de mi partida no hice sino pasearme como en sueos. Me era imposible coger un pincel y pintar en el Museo. Fue preciso que el inspector y todos los pintores que haban estado en Italia contestasen a mis preguntas acerca de aquel pas donde florece el arte. Por fin lleg el da y la hora. Fue muy dolorosa la despedida de mis padres, que tenan el triste presentimiento de que no volveran a verme, y no queran dejarme marchar. A mi propio padre, hombre firme y decidido, le costaba trabajo mantener la serenidad. "Italia, Italia! Vas a verla!", exclamaban con entusiasmo mis compaeros. El ardor de mis deseos creci entonces con la emocin profunda que me agitaba y part precipitadamente. Ya lejos de la casa paterna me pareci que emprenda la carrera de artista. Bertoldo, aunque ejercitado en todos los gneros de la pintura, se haba dedicado con preferencia al paisaje, que pintaba con gran entusiasmo. En Roma esperaba hallar grandes recursos para practicar esta rama del arte, pero no fue as. En medio del crculo de artistas y de aficionados en 146

Relatos paranormales Antologa que se encontraba, oa todo el da repetir que la pintura de historia era la cumbre del arte y que todo lo dems le estaba supeditado. Le aconsejaban que, si quera ser un pintor de fama, abandonase su especialidad para dedicarse a aquella otra ms alta, a lo que se una la impresin, jams experimentada hasta entonces, que recibi de los magnficos frescos de Rafael en el Vaticano, con lo cual decidi abandonar el paisaje. Dibuj al estilo de Rafael y copi otros pequeos cuadros al leo de otros maestros famosos, y, merced a su mucha prctica, le fue muy bien en este nuevo trabajo, aunque se daba cuenta perfectamente de que la aprobacin general de los artistas y los conocedores no eran sino lisonjas para animarle. l mismo comprenda que sus dibujos y copias estaban faltos de esa vida que animaba los originales. Inspirado por las celestiales creaciones de Rafael y de Corregio, se crea llamado a crear como ellos, pero en cuanto trataba de fijar sus fantasas, vealas desaparecer como entre una niebla, y todo lo que quera ejecutar de invencin estaba completamente falto de expresin y carcter, como todo producto de una concepcin oscura e incompleta. Esta lucha penosa y estos esfuerzos sin resultados llenaron el alma de Bertoldo de una negra melancola, y ms de una vez le alejaba de sus amigos, para vagar solo por los alrededores de Roma y pintar grupos de rboles y trozos de paisaje. Pero tampoco lograba esto con la misma facilidad de antes, de tal modo que lleg a dudar de su verdadera vocacin. Sus mejores esperanzas pareca que iban a desvanecerse. Ah!, mi buen maestro y amigo escribi Bertoldo a Birkner, Me cresteis capaz de hacer algo grande, pero aqu, ahora que he visto claro en mi alma, comprendo que lo que t llamabas genio de artista slo era talento y agilidad de mano. Dile a mis padres que pronto volver para aprender un oficio con el que pueda vivir en lo sucesivo, etc. Birkner le contest: Oh, si yo pudiera estar junto a ti, hijo mo, para sostenerte en tu triste estado. Pero, creme, tus dudas hablan an en tu favor y son la mejor prueba de tu verdadera vocacin. Aquel que lleno de una confianza inalterable en sus fuerzas se imagina hacer diariamente progresos es un loco ciego que se engaa a s mismo, pues le falta el verdadero impulso para luchar, que nace del pensamiento de la propia inferioridad. Anmate! Pronto te fortificars y estars satisfecho de tus obras, no segn el juicio y aprecio de tus colegas, que quiz no son capaces de estimularte, anquilosados como estn, mientras que t seguirs tu propio camino conforme a tu talento. T mismo eres quien ha de decidir si vas a ser pintor histrico o paisajista y no volvers a pensar ms en un indigno desmembramiento de las ramas de un mismo tronco. Sucedi que precisamente por la poca en que Bertoldo reciba la respuesta consoladora de su antiguo maestro, se extenda la fama en Roma de Felipe Hackert. La gracia maravillosa y la perfeccin de algunas de sus obras, que se hallaban en las exposiciones, confirmaban todos los elogios de que era objeto y hasta los mismos pintores de historia reconocan, en aquella pura imitacin de la Naturaleza, que haba mucha grandeza y perfeccin. Bertoldo cobr nimo... ya no oa despreciar la especialidad del arte que a l le gustaba ms, pues vea que un pintor que la ejerca era honrado y elogiado. Sbitamente, como un relmpago, tuvo la idea de que deba 147

Relatos paranormales Antologa marchar a Npoles y estudiar con Hackert. Lleno de alegra escribi a Birkner y a sus padres, dicindoles que despus de penosos esfuerzos haba encontrado el camino verdadero, y que pronto esperaba adquirir renombre en su especialidad. El noble alemn Hackert recibi muy amistosamente al discpulo, su paisano, que no tard en rivalizar con el mismo maestro. Bertoldo se distingua por reproducir fielmente de la naturaleza toda especie de rboles y arbustos; asimismo representaba no menos bien los efectos de la niebla y los cielos vaporosos, tal y como aparecan en los paisajes de Hackert. Esto le vali muchos elogios, pero con frecuencia, a la vista de sus cuadros y hasta de los cuadros de su maestro, senta una sensacin extraa, como si les faltase algo que no saba definir, pero que haba en los paisajes de Claude Lorraine y hasta en los salvajes desiertos de Salvatore Rosa. Mil dudas se suscitaban en l acerca del genio de Hackert, sintindose muy disgustado despus de haberle visto un da con cunto empeo pintaba unas fieras muertas que el Rey le haba enviado. Sin embargo, logr sobreponerse a estas penosas ideas que le parecan criminales, y continu trabajando, con constancia alemana, conforme a los modelos de su maestro, de tal modo que en poco tiempo casi lleg a ser su igual. Sucedi pues, que, por instigacin de Hackert, tuvo que permitir que se expusiese al pblico un gran paisaje que haba copiado de la Naturaleza, junto a los cuadros de paisajes y naturalezas muertas de aqul, su maestro. Todos los pintores y aficionados admiraron sinceramente la ejecucin franca y esmerada de su obra y elogiaron a Bertoldo. Slo un hombre de avanzada edad, vestido de manera original, no deca palabra ante los cuadros de Hackert, limitndose a sonrer de un modo significativo en medio de los aplausos y elogios de la multitud. Bertoldo vio claramente cmo el desconocido se detena ante su paisaje, sacuda la cabeza con aire de profundo pesar y luego se alejaba lentamente. El joven pintor, un tanto engredo por los elogios unnimes que haba obtenido, no pudo menos que sentir un secreto despecho hacia el desconocido, y, acercndose a l, le dijo con acento mordaz, recalcando sus palabras: Parece, seor, que no os ha gustado mi cuadro, aunque muchos artistas y conocedores no le han encontrado del todo mal. Os ruego tengis la bondad de decirme qu es lo que os desagrada para corregir las faltas y, siguiendo vuestros consejos, poder mejorar. El desconocido mir de una manera penetrante a Bertoldo y dijo con seriedad: Joven, de ti podra esperarse mucho! Bertoldo sinti un gran terror ante la mirada y las palabras de aquel hombre; pero no tuvo valor para preguntar ms ni para seguirle cuando sali de la sala. Hackert en persona entr poco despus y Bertoldo apresurse a contarle lo que le haba sucedido con aquel extrao personaje. Ah! exclam el maestro sonriendo; no lo tomes en serio. Es un viejo grun que no halla nada a su gusto y todo lo censura. Ya le encontr en la antesala. Ha nacido en Malta de padres griegos, es un sujeto rico y extravagante, no mal pintor, pero todo lo que pinta tiene un aspecto tan fantstico que hay que explicar sus absurdas ideas y locas opiniones acerca del arte y el sistema artstico que ha adoptado y que ni el diablo usara. 148

Relatos paranormales Antologa

Sin embargo, aunque Bertoldo saba dentro de s que el malts haba puesto el dedo en la secreta herida de su alma, como el cirujano que la sondea para curarla, pronto olvid esta circunstancia y se puso a trabajar alegremente, como antes. El xito y el triunfo de su primer cuadro le dieron fuerza para ejecutar otro cuadro que hiciera la pareja; el mismo Hackert escogi en los alrededores de Npoles el sitio ms bello, y como el primer paisaje representaba la puesta del sol, decidieron que ste representase el sol naciente. Bertoldo comenz a pintar muchos y diversos rboles, muchos viedos y preferentemente niebla y neblinas. Una maana, cuando estaba Bertoldo sentado en una gruesa piedra, en el lugar mismo escogido por Hackert, y acababa de perfilar el gran cuadro, conforme a la Naturaleza, oy que decan detrs de l: Muy exacto, en verdad! Bertoldo alz la vista y el malts, con la suya fija en su lienzo, continu diciendo con sonrisa sarcstica: Slo habis olvidado una cosa, amigo mo. Mirad all abajo, la pared cubierta de aquella vid en el ltimo plano! La puerta est entreabierta; sera preciso procurar demostrar esto por medio de una sombra. La puerta entreabierta produce un efecto prodigioso... Hacis muy mal en burlaros contest Bertoldo. Semejantes menudencias no son tan de despreciar como pensis, y por eso mi maestro se complace en reproducirlas en sus cuadros. Acordaos del lienzo blanco extendido en el paisaje de aquel antiguo pintor flamenco, y sin el cual no hubiera producido ningn efecto el cuadro. Pero ya veo que no sois amigo de la pintura de paisaje, a la que me he dedicado en cuerpo y alma, as que os suplico que me dejis acabar tranquilamente mi obra. Grande es tu error, joven! repuso el malts. De nuevo te repito que hubieras podido ser un gran artista, porque tus obras manifiestan visiblemente la tendencia a lo ideal, que nunca alcanzars de seguir ese camino equivocado. Fjate bien en lo que voy a decirte! Quiz logre encender la llama que duerme en tu interior y que t con tu ignorancia te obstinas en apagar; entonces a su luz viva podrs ver tu verdadero genio. Me crees tan loco para subordinar el paisaje a la pintura histrica? Crees que no conozco el objetivo nico al que se dirigen tanto el paisajista como el pintor histrico? Es tomar de la Naturaleza la manifestacin ms brillante que revela a todos los seres animados el presentimiento de lo infinito; ste es el sagrado fin del arte. La servil y material imitacin de la Naturaleza, puede jams conducirte a esto?... Qu pobre, qu dura y servil resulta una inscripcin en una lengua extraa, cuando el copista no la entiende, y slo ha reproducido penosamente aquellos caracteres cuyo significado no puede penetrar. As los paisajes de tu maestro no son ms que copias correctas de un original escrito en una lengua extraa. El iniciado percibe la voz de la Naturaleza que se manifiesta en los maravillosos ruidos de los rboles, de los arbustos, de las flores, de los montes, de las aguas y que despiertan en su pecho emociones religiosas y sencillas. Entonces es cuando el espritu de Dios insufla en su obra sus dones. Joven!, acaso no has experimentado una sensacin extraa cuando contemplabas los paisajes de los antiguos maestros? Seguramente en su presencia ya no slo piensas si las hojas del tejo, del pino o del pltano estn pintadas conforme a la Naturaleza, si el agua es ms 149

Relatos paranormales Antologa transparente y el cielo ms vaporoso, sino que el espritu que brota del conjunto te eleva a una regin ideal donde crees ver una resplandeciente belleza. As pues, trabaja y esfurzate en estudiar la Naturaleza, en todo lo que tiene de mecnico, pero no tomes a la tcnica por el mismo arte. nicamente cuando hayas penetrado en el profundo sentido de la Naturaleza vers en tu interior hermosas imgenes en toda su esplndida belleza. Call el malts, y, mientras Bertoldo, profundamente conmovido, permaneca inmvil con la cabeza baja, incapaz de articular palabra, se alej tras estas ltimas explicaciones: Jams he tenido el propsito de apartarte de tu vocacin, pero s que un genio reposa en tu interior, y he querido despertarle con enrgicas palabras para que libremente agite sus alas. Adis! Parecale a Bertoldo que el malts no haba hecho sino repetir con palabras lo que herva en su corazn, y la voz de la conciencia se dej or libremente: No! Todos mis esfuerzos, todos mis sufrimientos han sido los pasos engaosos e inciertos de un ciego! Basta ya de todo cuanto me ha deslumbrado!. Ya no le fue posible aadir una sola lnea a su dibujo. Abandon a su maestro y se le vio vagar a la ventura posedo de una salvaje inquietud, suplicando en voz alta que le fuese concedida aquella inteligencia superior de la que haba hablado el malts. Slo en sueos era feliz... muy feliz! En ellos era cierto lo que haba dicho aqul. Encontrndome tumbado en una verde floresta, respiraba balsmicos aromas y perciba las voces de la Naturaleza que resonaban meldicamente a travs del oscuro bosque y decan: 'Escucha... escucha, joven consagrado! Oye los acentos primitivos de la creacin que toman forma para que puedan percibirlos tus sentidos...'. Y conforme oa resonar, cada vez con ms claridad, esas voces, me pareci como si naciese en m un sentido nuevo, gracias al cual comprenda claramente todo lo que hasta entonces me haba parecido indescifrable. Como si fueran extraos jeroglficos, vea dibujarse en el aire los oscuros misterios con rasgos flamgeros; pero este escrito jeroglfico era un extrao paisaje, en el que se agitaban rboles, arbustos, flores, montes y aguas en armonas resonantes. Mas toda esta felicidad no la senta el pobre Bertoldo sino en sueos, y luego permaneca aniquilado y deshecho, como cuando en Roma intent ser pintor de historia. Si se internaba en el bosque sombro, apoderbase de l tal terror que, cuando sala y contemplaba las montaas lejanas, senta su pecho como despedazado por heladas garras; su respiracin se detena y era como si fuera a sucumbir de angustia. Toda la naturaleza, que antes le sonrea tan amigablemente, le pareca ahora un monstruo amenazador, y hasta las voces que oa en el murmullo del viento del atardecer, en el rumor de los arroyos y en el batir de las frondas y los arbustos, que le saludaban con dulces palabras, le parecan ahora amenazadoras y terribles. Finalmente, la benfica influencia de los deliciosos sueos fue tranquilizndole, aunque ya evit pasear solo por el campo y, trabando amistad con dos pintores alemanes de carcter alegre, hizo frecuentes excursiones a los ms hermosos lugares de las inmediaciones de Npoles.

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Relatos paranormales Antologa Uno de aquellos pintores, a quien llamaremos Florentino, se preocupaba menos de seguir los profundos estudios que exiga su arte que de gozar alegremente de la vida, y as lo mostraba su carpeta, en la que se vean grupos de muchachas campesinas bailando, procesiones y fiestas campestres. Florentino saba reproducir todo esto con mano ligera y segura. En todos sus dibujos, aunque fueran sencillos, haba vida y movimiento. Adase a esto que Florentino no era insensible a lo ideal; al contrario, penetraba ms hondo que sus compaeros en el sentido simblico de las antiguas obras maestras. Haba dibujado en su lbum los frescos de una iglesia de Roma, antes de que los muros fuesen demolidos. Representaban el martirio de Santa Catalina. Nada mejor acabado y mejor delineado que aquellos dibujos, que produjeron en Bertoldo una gran impresin. Vio las densas nieblas que le rodeaban iluminarse de repente, y de pronto tambin comprendi la manera de ver de Florentino, pues ste, aunque muy sensible al encanto de la Naturaleza, tenda principalmente a reproducirla en toda su animacin, reconociendo este principio del movimiento como el punto de apoyo en el que deba mantenerse para no desvanecerse en el espacio vaco de lo inanimado. Mientras Florentino dibujaba con mano veloz los grupos que encontraba, Bertoldo hojeaba el lbum de su amigo y trataba de copiar la maravillosa figura de Santa Catalina, lo que logr bastante bien, aunque hizo vanos esfuerzos, como en Roma, para dar a sus dibujos la vida y animacin del original. Quejse de todo esto a Florentino, a quien crea superior en genialidad artstica, y le cont lo que el malts le haba dicho acerca del arte. Ay!, amigo Bertoldo dijo Florentino, en realidad el malts tena razn, y creo que un hermoso paisaje est a la misma altura de las historias sagradas que los antiguos pintores han representado. Pero creo tambin que lo mejor es hacer familiares los tipos de la naturaleza viviente, que nos son ms fciles de comprender, para iluminarnos en el reino de la noche. Te aconsejo, Bertoldo, que te acostumbres a dibujar figuras para ordenar tus ideas, y todo lo vers ms claro. Bertoldo hizo lo que le haba dicho su amigo y tuvo la sensacin de que se disipaban las tinieblas que se cernan sobre su vida. Haca penosos esfuerzos para ver lo que suceda en mi interior, pero era como un jeroglfico y los trazos de este jeroglfico tenan la forma de figuras humanas, que aparecan extraamente entrelazadas para converger en un foco luminoso. Aquel centro de luz era la figura ms prodigiosa que jams haba imaginado la fantasa de un pintor; pero en vano me consuma para fijar sus rasgos cuando se me apareca en sueos, rodeada de rayos celestiales. Todo esfuerzo que haca para representarla fracasaba, y yo me consuma de ardiente deseo. Florentino, dndose cuenta del estado enfermizo en que se encontraba su amigo, le consolaba todo lo mejor que poda. Con frecuencia le deca que estaba a punto de llegar el instante en que brotase la luz; pero Bertoldo continuaba vagando como si fuera un soador, y todos sus intentos parecan los vagos esfuerzos de un dbil nio. No lejos de Npoles hallbase la villa de un duque, desde la cual se gozaba de la magnfica perspectiva del mar y del Vesubio, por lo que permaneca abierta a disposicin de los artistas que 151

Relatos paranormales Antologa pintaban paisajes. Bertoldo haba ido all muchas veces a trabajar y con frecuencia se detena en una gruta del parque, entregado al juego fantstico de su fantasa. Un da que estaba sentado en aquel lugar, desgarrado su pecho por el intenso deseo que le consuma, derramando ardientes lgrimas y pidiendo al Cielo que una estrella le iluminase su oscuro camino, oy un rumor entre el ramaje y apareci ante su vista, a la entrada de la gruta, una mujer de belleza extraordinaria. Los rayos del sol iluminaban su rostro celestial. Me mir con una mirada indescriptible... Era Santa Catalina... no, ms que ella... era mi ideal, mi ideal! Loco y exttico ca de rodillas, y la figura desapareci, sonrindome plcidamente! Florentino entr en la gruta y con sorpresa vio que Bertoldo sala al encuentro y le estrech contra su corazn. Derramaban sus ojos abundantes lgrimas y balbuci: Amigo... amigo mo! Soy feliz, feliz! La he encontrado... la he encontrado! Encaminse al taller presuroso e instal el lienzo y comenz a pintar. Como animado por una fuerza divina dio vida intensa a la sobrenatural mujer, tal como se le haba aparecido. Desde aquel momento todo cambi en su interior. En lugar de aquella tristeza, que le haba consumido, recuper la alegra y el bienestar. Volvi a estudiar con aplicacin y energa las obras de los antiguos maestros. Termin muchas copias a la perfeccin y en seguida comenz a pintar cuadros de su invencin, que llenaron de asombro a los buenos conocedores. Ya no volvi a pensar ms en paisajes, y el mismo Hackert confes que el joven haba encontrado su camino. Sucedi entonces que se le encarg que pintase muchos retablos para las iglesias y otras importantes obras. Lo que con mayor frecuencia escoga eran asuntos graciosos de las leyendas cristianas, pero sobre todo trataba de reproducir la maravillosa figura de su ideal. Viose que sta era semejante en su semblante y en su figura a la princesa Angela T., y empezaron a suponer que el joven pintor estaba enamorado de la mirada de fuego de la hermosa mujer. Bertoldo se enojaba al or los necios comentarios de las gentes que se obstinaban en rebajar lo celeste al nivel de lo terreno. Pero podis suponer les deca que en la tierra se encuentre un ser semejante? Yo la he visto en una aparicin, en una visin maravillosa que tuve; fue un momento de inspiracin artstica. Bertoldo viva feliz y satisfecho hasta que las victorias de Bonaparte en Italia condujeron al ejrcito francs a las puertas de Npoles y, cuando la revolucin destructora estall, todas las cosas cambiaron. El rey y la reina haban salido de Npoles y la ciudad fue entregada, pues el vicario general concluy con el general francs una capitulacin vergonzosa, y pronto se vio llegar a los comisarios franceses para cobrar la suma estipulada como contribucin de guerra. El vicario general apresurse a huir del furor del pueblo que le acusaba de traicin por haber entregado a sus enemigos la ciudad, que le haba sido confiada. Aflojronse todos los lazos y en la ms salvaje anarqua el pueblo vituper el orden y la ley. Al grito de Viva la Santa Fede!, pandillas de asesinos iban a atacar las casas de los patricios, que imaginaban haberse vendido al enemigo, saquendolas e incendindolas. Fueron vanos los esfuerzos de Moliterno y Rocca Romana, que gozaban del

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Relatos paranormales Antologa afecto del pueblo, para detener los excesos de los ms furiosos. Los duques della Torre y Clemente Filomarino fueron asesinados, pero esto no bast para calmar la sed de sangre de la plebe furiosa. Bertoldo haba escapado a medio vestir de su casa incendiada y por el camino top con un tropel numeroso de gente que se diriga con antorchas encendidas y brillantes cuchillos al palacio del conde de T. Tomndole por uno de los suyos, aquellos seres enloquecidos le arrastraron, mientras gritaban: Viva la Santa Fede! Un momento despus el conde, sus criados y todos los que haban intentado oponer resistencia yacan asesinados, mientras el palacio era presa de las llamas. Bertoldo haba sido arrastrado, siempre hacia delante; un denso humo invada los corredores... trat de huir atravesando aposentos diferentes sin hallar una salida. De pronto, un penetrante grito de angustia lleg a sus odos. Se precipit en la sala y vio a una mujer luchando con un lazzarone, que se haba apoderado de ella y se dispona a apualarla en el pecho. Era la princesa... el ideal de Bertoldo! Inmvil de terror Bertoldo, de pronto se lanz contra e lazzarone, le asi por el cuello y le derrib al suelo, donde le clav su propio pual. Con la princesa en brazos, atraves huyendo la sala en llamas, baj las escaleras, corri a travs de la espesa multitud... y todo en un instante! Nadie se ocup en detener a Bertoldo, que corra con el pual ensangrentado en la mano, ennegrecido el rostro por el humo, con los vestidos rotos, pues le tomaban por un asesino y un saqueador y le dejaban que se llevase su botn. A llegar a un lugar desierto de la ciudad, bajo unas antiguas ruinas donde instintivamente corri a buscar refugio, Bertoldo cay sin sentido. Cuando volvi en s, la princesa estaba arrodillada a su lado, lavndole la frente con agua fresca. Oh, gracias! deca ella. Gracias a Dios que te vuelve a la vida, t, mi salvador, mi todo! Bertoldo, incorporndose, crea soar; mir fijamente a la princesa... S, era ella, la misma; aquella maravillosa figura celestial que haba encendido la chispa divina en su pecho. Es posible? Es cierto? Estoy vivo? exclam. S, vives dijo la princesa, vives para m; lo que no te atreviste a esperar, sucede ahora gracias a un milagro. Oh! te conozco muy bien, eres el pintor alemn Bertoldo. Siempre me has amado y me has reproducido magnficamente en tus hermosos cuadros... Cmo hubiera podido entonces ser tuya? Pero ahora lo ser para siempre. Huyamos, huyamos! Una sensacin extraa se apoder de Bertoldo al or las palabras de la princesa, como si un repentino dolor aniquilara sus ms dulces sueos. Pero cuando la maravillosa mujer le estrech con sus brazos, blancos como la nieve, y le atrajo apasionadamente contra su corazn, entonces, sobrecogido de un estremecimiento de felicidad desconocida, y loco de placer, exclam: Ah, no es una ilusin, no! Es mi esposa a quien abrazo, y ya nunca me separar de ella, que viene a colmar los ardientes deseos de mi corazn! Era imposible salir de la ciudad pues el ejrcito francs la rodeaba. El pueblo, apenas armado y sin ningn jefe, la defendi sin embargo durante dos das enteros. Bertoldo, yendo de escondrijo en escondrijo con ngela, logr al fin huir de la ciudad. La princesa, movida del amor ms ardiente hacia su salvador, no vacilaba en dejar Italia. As su familia la dara por muerta y ella permanecera con Bertoldo. Un collar de brillantes y algunos anillos costosos que llevaba les proporcionaron lo 153

Relatos paranormales Antologa ms necesario en Roma, adonde haban ido peregrinando, y desde all pudieron llegar felizmente a M. en la Alemania del Sur, donde Bertoldo pensaba establecerse y vivir de su arte. No era para l una inaudita e inimaginable felicidad verse esposo de ngela, aquella celestial mujer, el ideal de sus sueos de artista, despus de que tantas circunstancias de la vida parecan oponerse como un muro siempre inseparable entre l y su amada? Bertoldo apenas poda resistir tanta felicidad y permaneca inmerso en aquella delicia amorosa, hasta que al fin una voz secreta, pero muy imperiosa, le record que deba volver a pensar en su arte. En M. resolvi cobrar fama pintando un gran cuadro, que destinaba a la iglesia de Santa Mara de aquel lugar. Concibi un plan muy sencillo: la Virgen y Santa Isabel, sentadas sobre la hierba en un bello jardn; el Nio Jess y San Juan, jugando delante de ellos. Esto era el cuadro. Pero en vano trat de lograr una impresin espiritual del conjunto. Igual que en aquella poca desdichada de sus crisis, se le desvanecan las figuras, y, en vez de la Virgen divina, slo vea a ngela desfigurada de un modo horrible. Esperaba, sin embargo, triunfar del siniestro poder que le tena encadenado. Prepar los colores y comenz a pintar, pero haba perdido las fuerzas y todos sus ensayos fueron intiles; pareca un nio incapaz, impotente. Todo lo que pintaba era fro e inanimado, incluso la misma ngela... ngela, su ideal, pareca en el lienzo una figura de cera, lgubre, que le miraba tristemente con ojos de vidrio. Entonces sinti que una negra melancola se apoderaba de l y le robaba el gozo de la vida. No poda, no quera seguir trabajando, as es que pronto cay en la miseria ms completa, que le humillaba an ms, porque ngela no dejaba or una sola palabra de queja. Esta impotencia funesta me llenaba de rabia y lleg a ponerme en un estado prximo a la locura. Mi esposa me dio un hijo, que acab por aumentar la desventura en que estaba, y toda la escondida furia que haba en mi interior se manifest entonces con la violencia de un odio feroz. Ella, slo ella era la causa de mi desgracia! No, no era el ideal que se me haba aparecido! ngela se me apareci, para perderme para siempre, con el semblante y la figura de aquella mujer celestial. En mi salvaje desesperacin la maldije y tambin al inocente nio. Les dese la muerte para verme libre del tormento que me afliga, y que atravesaba mi pecho como cuchillos ardientes. Pensamientos infernales se apoderaron de m. En vano le en el semblante plido de ngela, en sus lgrimas, el espanto que le produca mi conducta criminal. 'Has destrozado mi vida, mujer maldita', exclam con rabia, derribndola al suelo con el pie, donde qued medio desmayada abrazando mis rodillas. La conducta cruel y frentica de Bertoldo, respecto a su mujer y su hijo, llam la atencin de los vecinos, que le denunciaron a la autoridad. Quisieron prenderle, pero cuando los agentes de polica se presentaron en su domicilio, haba desaparecido con su mujer y el nio. Volvi a ser visto en N., en la Alta Silesia; ya no llevaba consigo a la mujer y al hijo, y entonces comenz a pintar lleno de entusiasmo el cuadro que no haba podido terminar en M. Pero slo pudo concluir el rostro de la Virgen Mara y del Nio Jess, pues se vio atacado de una enfermedad que le puso al borde de la muerte. Para sufragar sus necesidades se vendieron todos los efectos y hasta aquel 154

Relatos paranormales Antologa cuadro empezado. Apenas se sinti con algunas fuerzas se fue solo, como un mendigo enfermo y despojado de todo. Y as es como contina viviendo, alimentndose miserablemente por medio de la pintura de paredes que le encargan aqu y all. Esa historia de Bertoldo es algo espantosa y horrible le dije al profesor, y, aunque sea aventurado afirmarlo, creo que es el vil asesino de su mujer y de su hijo. Es un loco y un pobre diablo repuso el profesor, pero no le creo capaz de una accin semejante. Jams se ha aclarado nada acerca de este punto, y an es cuestin de saber si l mismo cree ser el autor de la muerte de su esposa y de su hijo; ahora est pintando imitaciones de mrmol, la prxima noche terminar el altar; entonces quiz sea una buena ocasin para que le preguntis algo acerca de este punto delicado. Confesar con franqueza que la idea de volver a hallarme a solas en la iglesia con Bertoldo y a medianoche, ahora que saba su historia, hizo que un estremecimiento recorriese todos mis miembros. Pens que poda tener relacin con el diablo, y que, no obstante su amabilidad y buen carcter, era preferible que hablase con l a la luz del sol. Le hall subido a su gran andamio, con aspecto sombro y trazando en la pared vetas para imitar el mrmol. Sub junto a l y en silencio le alargu los botes de color. Asombrado se volvi hacia m y entonces le dije: Soy vuestro aprendiz. Por lo que se sonri. Entonces empec a hablarle de su vida, de forma que notase que estaba enterado de todo, aunque vi que l mismo crea haberme contado su historia la noche ltima. Poco a poco llegu a la horrible catstrofe, y entonces le dije de repente: Fue en un ataque de locura furiosa cuando matasteis a vuestra mujer y a vuestro hijo? Al or estas palabras dej caer el pincel y el bote y grit, fijando en m una mirada horrible y con las manos levantadas al aire: Estas manos estn limpias de la sangre de mi mujer y de mi hijo! Una palabra ms y me tiro con vos desde aqu arriba, para que nuestros crneos se estrellen contra las losas de la iglesia! En aquel instante me encontr en una situacin extraa, tuve la sensacin de estar ante algo desconocido. Ah, mirad, amigo Bertoldo le dije con toda la sangre fra y tranquilidad de que fui capaz, cmo est corrindose ese amarillo ocre pared abajo! Volvi la cabeza y, mientras recoga el color con un grueso pincel, descend a escondidas del andamio, abandon la iglesia y me dirig a la casa del profesor, que se burl de mi indiscreta curiosidad. Como mi coche ya estaba reparado, abandon G. no sin que Aloysius Walter me prometiese seriamente hacerme saber todo lo que le sucediese desde ahora en adelante al pintor Bertoldo. Deba de haber pasado ya medio ao cuando recib una carta de aqul, en la que se extenda sobre su satisfaccin acerca de nuestro encuentro en G. Con respecto a Bertoldo me informaba de lo siguiente: Poco despus de vuestra marcha, nuestro original artista se mostr ms extrao que nunca. De pronto se apoder de l una gran alegra y termin con prodigiosa 155

Relatos paranormales Antologa habilidad el gran cuadro del altar que llena de admiracin a todos los que lo contemplan. Luego desapareci, y, como no se haba llevado nada consigo y algunos das despus se hallase su sombrero y su bastn a orillas del ro O., todos creemos que muri de muerte voluntaria. E.T.A. Hoffmann (1776-1822)

Los sitiales de la Catedral de Barchester. The Stalls of Barchester Cathedral; M.R. James (1862-1936) Por lo que a m respecta, este caso empez cuando le una noticia en la seccin necrolgica del Gentleman's Magazine de principios del siglo XIX. -El 26 de febrero, en su residencia de la catedral de Barchester, ha fallecido el venerable John Benwell Haynes, Dr. en Teol., arcediano de Sowerbridge, rector de Pickhill y Candley, a los 57 aos de edad. Perteneci al College... de Cambridge, donde, por su talento y constancia, se granje la estima de sus superiores; cuando, a su debido tiempo, obtuvo la licenciatura, su nombre figur entre los primeros de la lista de honor.

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Relatos paranormales Antologa Estos mritos acadmicos le valieron inmediatamente una beca para seguir los estudios. En el ao 1783 recibi las sagradas rdenes, y fue propuesto para la vicara de Ranxtonsub-Ashe por su amigo y protector, el difunto y venerable obispo de Lichfield... Sus rpidos ascensos, a cannigo primero, y luego a la dignidad de chantre de la catedral de Barchester, constituyen un testimonio elocuente del respeto con que fue considerado y de sus mritos acadmicos. Alcanz el arcedianato con motivo del sbito fallecimiento del arcediano Pulteney, en 1810. Sus sermones, ajustados siempre a los principios de la religin y de la Iglesia que l honraba con su persona, pusieron de manifiesto en grado eminente, y sin el menor asomo de vanidad, el refinamiento del erudito y las virtudes del cristiano. Exento de toda virulencia fantica, e inspirado en el espritu de la ms autntica caridad, sus palabras perdurarn mucho tiempo en la memoria de sus oyentes. (Aqu hay otra supresin). Entre las producciones de su pluma se cuentan una hbil defensa del episcopado, en la cual, tras haberla ledo y reledo atentamente, el autor de este homenaje a su memoria no encuentra sino un ejemplo ms de la falta de liberalidad y valenta de los editores de nuestra generacin, rasgo que es ya comn entre ellos. Sus obras publicadas se limitan, en realidad, a una valiosa y elegante traduccin de la Argonutica, de Valerius Flaccus; un volumen de Discursos sobre hechos diversos de la vida de Josu, pronunciados en su catedral, y un cierto nmero de exhortaciones pronunciadas con motivo de las visitas que hizo al clero de su arcedianato. stas se distinguen por su... etc., etc. La cortesa y el clido inters de quien nos ha inspirado estas lneas no las olvidarn fcilmente los que disfrutaron de su amistad. Su celo por el venerable e impresionante edificio bajo cuya blanca bveda ofici y particip con tanta puntualidad, en el aspecto musical de sus ritos sobre todo, podra calificarse de filial, y contrast de manera sorprendente y hasta chocante con esa correcta indiferencia que exhiben tantsimas dignidades eclesisticas de nuestra catedral en los tiempos presentes... El prrafo final, tras informarnos de que el doctor Haynes haba fallecido soltero, deca: -Todo haca suponer que una existencia tan sosegada y beatfica alcanzara su fin a una edad avanzada, extinguindose de manera igualmente tranquila y apacible. Pero cun insondables son los designios de la Providencia! El pacfico y solitario retiro en que la oscura vida del Dr. Haynes discurra hacia su fin estaba destinado a verse turbado y aun arruinado por una tragedia tan espantosa como inesperada. En la maana del 26 de febrero... Pero quiz sea mejor que deje el resto del relato hasta que haya contado las circunstancias que condujeron a l. stas, en lo que ahora tienen de accesibles, me han llegado por otros cauces. Yo haba ledo la nota necrolgica que acabo de citar por pura casualidad, junto con otras muchas de la misma fecha. Desde luego, haba despertado un poco mi curiosidad, pero como no se me pas por la cabeza que iba a tener ocasin de examinar los archivos locales de dicho perodo, y que tendra que esforzarme en recordar lo que haba ledo sobre el doctor Haynes, no prest la menor atencin a su caso. Recientemente estuve catalogando los manuscritos de la biblioteca del College al que haba pertenecido. Termin con los volmenes clasificados de las estanteras y pregunt al bibliotecario si haba ms libros que, a juicio suyo, deba incluir en mi descripcin. 157

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Creo que no dijo, pero ser mejor que echemos una mirada a la seccin de manuscritos para cerciorarnos. Tiene usted tiempo ahora? S tena tiempo. Fuimos a la biblioteca, revisamos los manuscritos y, al terminar, llegamos a un estante que yo no haba visto. Casi todo lo que haba eran sermones, resmas de trabajos incompletos, ejercicios de estudiantes, el Cyrus (un poema pico en varios cantos, producto del ocio de un cura rural), unos apuntes de matemticas confeccionados por un profesor ya fallecido, y un montn de material del mismo gnero con el que estoy ms que familiarizado. Tom breve nota de todo. Finalmente, haba una caja de hojalata; la saqu y le limpi el polvo. Su etiqueta, muy borrosa, deca as: -Papeles del Ven. Arcediano Haynes. Donados en 1834 por su hermana, la Srta. Leticia Haynes. Inmediatamente me di cuenta de que ese nombre lo haba ledo yo en alguna parte, y no tard en recordarlo. Seguramente se trata del arcediano Haynes, que tuvo un final tan extrao en Barchester. He ledo su nota necrolgica en Gentleman's Magazine. Puedo llevarme esta caja a casa? Sabe si hay algo de inters en estos papeles? El bibliotecario accedi de muy buen grado a que me llevara la caja para examinarla detenidamente. Todava no la he revisado dijo, a pesar de que siempre he pensado hacerlo. Estoy casi seguro que sta es la caja de la que nuestro antiguo decano dijo una vez que el colegio no deba haberla aceptado jams. Se lo dijo a Martin hace aos, y dijo tambin que mientras l mandara en la biblioteca no la abrira nadie. Martin fue quien me lo cont a m, y me dijo que tena unas ganas tremendas de saber lo que contena, pero que el decano era el bibliotecario y que la tena siempre guardada en sus habitaciones; as que durante todo este tiempo no ha tenido nadie acceso a los documentos. Cuando falleci se los llevaron equivocadamente sus herederos, y los devolvieron hace unos aos, nada ms. Todava no s por qu no los he examinado; pero, puesto que esta tarde tengo que marcharme de Cambridge, ser mejor que se los lleve usted y los examine primero. Confo en que no publicar nada impropio de nuestros archivos. Me llev la caja a casa y examin su contenido; posteriormente he hablado con el bibliotecario sobre la posibilidad de publicar estos papeles y, ya que est dispuesto a acceder con tal que se oculte la identidad de las personas a las que hacen alusin, voy a intentar llevarla a efecto. Los materiales de que dispongo son, naturalmente, diarios y cartas en su mayor parte. Los pasajes que cito textualmente y los que incluyo de manera abreviada dependern del espacio de que disponga. Para comprender con exactitud la situacin, he tenido que realizar algunas investigaciones no

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Relatos paranormales Antologa muy embarazosas, para las que me han sido de gran ayuda las excelentes ilustraciones y textos del volumen que tiene dedicado a Barchester la obra Cathedral Series, de Bell. Para entrar en el coro de la catedral de Barchester hay que cruzar una reja entre mrmoles de color diseada por sir Gilbert Scott; entonces se llega a un lugar pelado y detestablemente amueblado se puede decir. Los sitiales son modernos y carecen de dosel. Los sitios de las dignidades y los nombres de cada miembro, por fortuna, han sido respetados y estn grabados en pequeas placas de bronce clavadas en cada sitial. El rgano est en el triforio, y la parte visible de la caja es de estilo gtico. El retablo y dems son semejantes a los de cualquier catedral. Los minuciosos grabados de hace un centenar de aos muestran una catedral bien distinta. En uno de ellos, el rgano est encima de la maciza reja clsica. Los sitiales son tambin slidos y clsicos. Sobre el altar hay un baldaquino de madera con hornacinas en los extremos. A la derecha hay una recia mampara de trazado clsico, con un tmpano en el que se ve un tringulo del que parten algunos rayos, y unas letras hebreas en oro en su interior. Un grupo de querubines contempla el tringulo. En el extremo oriental del coro, la parte ms prxima al altar, hay un plpito con un gran tornavoz, mientras que el suelo est pavimentado con losas de mrmol blanco y negro. Dos damas y un caballero admiran el efecto general. Por otros medios he podido averiguar que el sitial del arcediano estaba entonces, como lo est ahora, junto al trono del obispo, en el lado sudeste del coro. Su casa, casi enfrente de la iglesia, es un precioso edificio de ladrillo rojo de la poca de Guillermo III. Aqu trasladaron su residencia el doctor Haynes y su hermana en el ao 1810. Esta dignidad haba sido durante mucho tiempo la meta de sus deseos, pero su predecesor se haba negado a marcharse, aun cuando haba alcanzado la edad de noventa y dos aos. Y haca aproximadamente una semana que este anciano haba celebrado el nonagsimo segundo aniversario de su nacimiento con una pequea fiesta cuando, una maana de finales de ao, al bajar el doctor Haynes alegremente a desayunar, frotndose las manos y tarareando una cancioncilla, se encontr con una escena que le cort su desbordante euforia: su hermana estaba sentada en su sitio de siempre, por supuesto, pero se hallaba inclinada hacia delante y sollozaba desconsoladamente sobre su pauelo. Qu..., qu ocurre? Alguna mala noticia? pregunt. Ay, Johnny, es que no te has enterado? El pobre arcediano! El arcediano? Qu le pasa, est enfermo? No, no; lo han encontrado esta maana en la escalera. Qu espantoso! Es posible? Vlgame Dios, pobre Pulteney! Haba sufrido algn ataque? Dicen que no, y dicen que eso es lo peor. Parece que toda la culpa es de esa estpida criada que tienen, Jane. El doctor Haynes guard silencio. No entiendo, Leticia. Por qu ha de tener la culpa la criada? Bueno, por lo que he odo decir, faltaba una varilla de esas que sujetan la alfombra de la escalera, y ella no dijo nada, y el pobre arcediano puso el pie en el mismo borde del peldao (ya 159

Relatos paranormales Antologa sabes lo resbaladiza que es la madera de roble), y al parecer, ha debido caer rodando casi todo el tramo de la escalera y se ha desnucado. Qu desgracia para la seorita Pulteney. Naturalmente, despedirn a esa muchacha inmediatamente. A m nunca me ha gustado. Volvi a empezar el llanto de la seorita Haynes con renovada fuerza, pero finalmente cedi lo bastante como para permitirle desayunar algo. No le sucedi as a su hermano, quien, despus de permanecer en silencio ante la ventana unos minutos, abandon la habitacin y no se dej ver en toda la maana. Me limitar a decir que la descuidada sirvienta fue despedida en el acto, y que encontraron la varilla de sujetar la alfombra debajo de sta, lo cual fue una prueba ms, si es que se necesitaba alguna, de su supina estupidez y negligencia. Desde haca muchos aos haba sido designado el doctor Haynes por su talento que deba de ser verdaderamente considerable como el ms probable sucesor del arcediano Pulteney, y sus esperanzas no se vieron defraudadas. Tom posesin del cargo y pas a desempear celosamente las funciones propias de la persona que ostenta tal dignidad. Una buena parte de sus diarios est llena de expresiones de asombro ante el estado de confusin en que el arcediano Pulteney haba dejado los asuntos de su oficina y los documentos de su competencia. Las contribuciones procedentes de Wringham y Barnswood haban dejado de recibirse durante doce aos por lo menos, y ahora eran prcticamente irrecuperables, no se haba realizado ni una sola visita en siete aos, y haba cuatro presbiterios que era ya casi prcticamente imposible reparar. El personal elegido por el arcediano haba sido casi tan incompetente como l. Casi era de agradecer que no siguiera este estado de cosas; una carta de un amigo suyo lo corrobora: katkhon dice (aludiendo cruelmente a la Segunda Epstola a los Tesalonicenses) ha cado al fin. Pobre amigo mo! En qu maremgnum te vas a meter! Te doy mi palabra de que la ltima vez que cruc el umbral de su despacho no tena un solo papel a mano, ni fue capaz de escuchar una palabra de lo que dije, ni pudo recordar dato alguno que hiciera referencia al asunto que me traa. Pero ahora, gracias a una sirvienta negligente y a una alfombra floja, ser posible solventar los asuntos de importancia sin tener que perder la paciencia y la voz. Esta carta estaba guardada en la solapa de la cubierta de uno de sus diarios. No puede ponerse en duda el celo y el entusiasmo del nuevo arcediano. Dadme tiempo para poner algo de orden en los innumerables yerros y desaguisados con que me enfrento, y me unir al viejo israelita, gozosa y sinceramente, en el cntico que tantas gentes entonan, aunque me temo que de labios para afuera. Estas consideraciones las he encontrado, no en su diario, sino en una carta; parece que los amigos del doctor devolvieron sus cartas a su hermana tras la muerte de aqul. Sin embargo, no se limita a hacer consideraciones. Sus indagaciones sobre los derechos y deberes de su ministerio son bastante precisas y prcticas, y en uno de los papeles hay un clculo del tiempo que necesitaba para poner al da los asuntos del arcedianato. Esta estimacin ha sido exacta, al parecer. Durante tres aos se dedic a las reformas, pero en vano he buscado, al final de ese perodo, el prometido Nunc dimittis. Despus encontr una nueva rea de actividad. Hasta aqu, sus ocupaciones le haban impedido ms de una vez asistir a los oficios de la catedral. Despus empieza a interesarse por el edificio y la msica. No voy a entretenerme en contar sus disputas con el organista, un seor anciano que haba venido ocupando este puesto desde 1786; 160

Relatos paranormales Antologa no consigui sacar nada en limpio. En cambio, tiene ms importancia para el caso su repentino entusiasmo por la catedral propiamente dicha y su mobiliario. Se conserva el borrador de una carta dirigida a Sylvanus Urban (la cual me parece que no lleg a enviar), en la que describe la sillera de fecha relativamente reciente; de 1700, ms o menos. El sitial del arcediano, situado en el extremo sudeste, a la izquierda del trono episcopal (tan dignamente ocupado en la actualidad por el muy excelente prelado que honra la sede de Barchester), se distingue por su singular ornamentacin. Adems de las armas del den West, merced a cuyos esfuerzos se termin de amueblar la parte interior del coro, el atril de dicho sitial termina, a la derecha, con tres pequeas tallas de aspecto grotesco y singular. Una es la figura exquisitamente ejecutada de un gato, cuya postura encogida expresa admirablemente la agilidad, vigilancia y astucia de este temible adversario de la especie mus. Al otro extremo hay un personaje sentado en su trono e investido con los atributos de la realeza, pero no es un monarca de este mundo lo que el escultor ha pretendido retratar. Sus pies estn estudiadamente ocultos por el largo manto que lo envuelve, pero ni la corona ni el gorro que lleva sobre la cabeza consiguen ocultar sus puntiagudas orejas y sus curvados cuernos que delatan su origen trtaro, y la mano que descansa sobre su rodilla est armada de unas uas espantosamente largas y afiladas. Entre estas dos figuras hay un personaje de pie, embozado en una capa. A primera vista podra tomarse por un monje o "fraile franciscano", porque va encapuchado y tiene una cuerda ceida a su cintura. Pero si lo examinamos con ms atencin, nuestra conclusin ser bien distinta; enseguida descubrimos que esa cuerda es en realidad un dogal que sujeta con una mano oculta entre sus ropajes, en tanto que sus rasgos hundidos y, me resulta espantoso describirlo, su carne agrietada y pegada sobre sus pmulos le identifican como el rey del terror. Estas figuras son, evidentemente, obra de una gubia verdaderamente hbil; si por casualidad conoce usted a alguien que pueda aportar alguna luz sobre su origen y significado, mi agradecimiento hacia su inestimable atencin por todo ser infinito. Hay en este borrador algo ms sobre dicha descripcin que tiene gran inters, puesto que esa obra en madera ha desaparecido. Es un prrafo del final que merece la pena citarse: -Recientes investigaciones sobre las cuentas del cabildo me han revelado que la talla de los sitiales no fue, como se ha dicho a menudo, obra de artistas holandeses, sino que fue ejecutada por un vecino de esta ciudad o distrito llamado Agustn. La madera la sacaron de un robledal vecino, propiedad del den y del cabildo, conocido con el nombre de Holywood. Con motivo de una visita que he hecho a la parroquia en cuyas proximidades se halla situado, me he enterado por el viejo y respetable prroco de que an subsisten tradiciones que hacen referencia a las enormes dimensiones y lo aosos que eran los robles que se utilizaron en la magnfica obra descrita (aunque imperfectamente) ms arriba. En particular, se recuerda uno de los rboles, el que se alzaba en el centro del robledal, al que llamaban el roble del ahorcado. Dicho nombre le convena cabalmente, como lo confirma el hecho de haberse encontrado huesos enterrados entre sus races, y porque hubo un tiempo en que los que queran asegurarse el xito, ya fuera en el amor o 161

Relatos paranormales Antologa en los negocios, solan ir a colgar de sus ramas monigotes toscamente hechos de paja, de ramas u otras materias igualmente rudimentarias. Pero dejemos las investigaciones arqueolgicas del arcediano para volver a su carrera propiamente dicha, segn se desprende de sus diarios. Esos tres primeros aos de trabajo intenso y meticuloso nos lo muestran animoso en todo momento, y es indudable que era bien merecida la fama de hospitalidad y cortesa mencionada en la nota necrolgica. Despus, con el paso del tiempo, veo cernerse una sombra sobre l ms adelante se convertir en la ms absoluta negrura, y no puedo por menos de pensar que debi de reflejarse en su actitud ante los dems. Gran cantidad de temores los confa a su diario: no poda desahogarse de otro modo. Era soltero, y su hermana no estaba siempre con l. Pero me equivocara completamente si dijera que cuenta en su diario todo lo que poda habernos contado. Entresacar unos cuantos trozos: 30 ag. 1816Los das empiezan a acortar ms sensiblemente que nunca. Ahora que los papeles del arcedianato estn en orden debo buscar otra ocupacin para las noches de otoo o de invierno. Es un gran contratiempo que la salud de Leticia no le permita estar aqu todos estos meses. Por qu no sigo con mi Defensa del Episcopado? Puede que eso me ayude. 15 de sept.Leticia se ha marchado a Brighton. 11 de oct.Se han encendido las velas del coro por primera vez en las oraciones vespertinas. Me he llevado una especie de sobresalto; le tengo verdadero pavor a esta poca del ao en que oscurece temprano. 17 de nov.Estoy francamente impresionado por el tipo de tallas de mi pupitre. Creo que no las haba examinado detenidamente hasta ahora. Me he fijado en ellas por pura casualidad. Durante el Magnificat me senta, lamenta tenerlo que decir, casi vencido de sueo. Mi mano descansaba en el lomo de la figura de gato, que es la ms prxima de las tres que hay en el sitial. No me haba dado cuenta porque no estaba mirando en esa direccin, hasta que llev un sobresalto al notar algo as como una cosa blanda, una sensacin da pelo blando y spero, y un sbito movimiento, como si el animal hubiera vuelto la cabeza repentinamente para morderme. Me he despabilado inmediatamente, y tengo la impresin de haber dejado escapar un grito de sorpresa porque el seor tesorero volvi la cabeza vivamente para mirarme. La desagradable impresin que he sufrido ha sido tan fuerte que, sin darme cuenta, me he frotado la mano en mi sobrepelliz. Este incidente me ha llevado a examinar las figuras, al terminar las oraciones, ms detenidamente de lo que haba hecho hasta ahora, y me he dado cuenta por primera vez de lo perfectas que son. 6 de dic.Verdaderamente, echo de menos la compaa de Leticia. Noches despus de trabajar todo el tiempo que me es posible en la Defensa, me hacen interminablemente penosas. La casa es demasiado grande para hombre solo, y las visitas que recibo son demasiado escasas. Cuando subo a habitacin tengo la impresin de que hay alguien a mi lado. El hecho es digo yo) que oigo voces. S muy bien que esto es un sntoma muy corriente de la progresiva debilitacin del cerebro... y creo que me sentira menos inquieto si tuviera una prueba slida de que es as. Pero no tengo 162

Relatos paranormales Antologa ninguna..., ninguna ni existe en mi familia precedente alguno que aducir en favor de esta hiptesis a Trabajar, trabajar duro, y atender con puntualidad los deberes que recaigan sobre m, se es mi mejor remedio, y tengo la completa seguridad de que el resultado. 1 de enero.Debo confesar que mi inquietud va en aumento. Anoche, volver al deanato, pasadas ya las doce, encend la palmatoria para subir a habitacin. Estaba llegando a lo alto de la escalera, cuando o que me susurraban: Permtame desearle un feliz Ao Nuevo. No caba ningn error, era una voz clara y con un nfasis peculiar. Se me cay la vela de la mano, ni ms menos, y tiemblo de pensar en las consecuencias que eso habra podido acarrear. De todos modos, me las arregl para terminar de subir la escalera, encerr con llave en mi habitacin, y no volv a ser molestado. 15 de enero.Anoche tuve que bajar al despacho a coger el reloj queme haba dejado olvidado al irme a acostar. Creo que tena yo el pie en el ltimo escaln, cuando de pronto: Tenga cuidado. Me agarr al pasamanos, y, naturalmente, ech una mirada a m alrededor. Como era de esperar, no vi nada. Segu mi camino porque no mereca la pena dar media vuelta por eso, pero estuve a punto de caerme: un gato (un gato enorme, segn not por el roce) se me cruz entre las piernas, pero luego, por supuesto, no vi nada. Puede que fuera el gato de la cocina, aunque creo que no lo era. 27 de febr.Esta noche me ha sucedido algo que me gustara olvidar. Puede que el escribirlo aqu me ayude a contemplarlo en sus verdaderas dimensiones. Estuve trabajando en la biblioteca de nueve a diez aproximadamente. La escalera y el recibimiento parecan estar desusadamente llenos de lo que slo me es posible calificar de movimiento sin ruido; quiero decir con esto que pareca haber un continuo ir y venir, y cada vez que dejaba de escribir y prestaba atencin, o me asomaba al recibimiento, la quietud era absoluta. Y al retirarme a mi habitacin a una hora ms temprana de lo habitual seran alrededor de las diez y media, no logr percibir nada que pudiera decirse que fuera ruido. Y sucedi que yo le haba dicho a John que pasara por mi habitacin a recoger la carta para el seor obispo, porque tena inters en que se entregara por la maana temprano en el palacio. Por tanto, l estara levantado para pasar a recogerla cuando me oyera que me retiraba. A m se me haba olvidado ya, aunque me haba acordado de llevrmela a mi cuarto. Pero luego, cuando le estaba dando cuerda al reloj, o una leve llamada a la puerta y una voz baja me dijo: Puedo pasar? (Estoy absolutamente seguro de que fue eso lo que o). Me acord de pronto, tom la carta del tocador y dije: Claro, pase. Nadie respondi a mi invitacin; fue entonces cuando, presa de un sbito recelo, comet un error, abr la puerta y tend la carta. Es seguro que no haba nadie en el pasillo en ese momento; y en el preciso instante en que me encontraba yo en la entrada de mi cuarto, se abri la puerta del otro extremo del pasillo y apareci John con una vela. Le pregunt si haba llamado antes, pero siento tener que decir que no. No me gusta la situacin, pero aunque mis sentidos estuvieron completamente alerta, y aunque transcurri algn tiempo antes de que pudiera conciliar el sueo, debo aadir que no not nada inquietante.

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Relatos paranormales Antologa Con el retorno de la primavera, poca en que su hermana se vino a pasar con l unos meses, las anotaciones del doctor Haynes se hacen ms animadas y, desde luego, no se discierne en ellas el menor sntoma de depresin; hasta primeros de septiembre, en que vuelve a quedarse solo. En efecto, a partir de entonces vuelve a sentirse molestado, y esta vez de manera ms apremiante. Luego volver sobre esta cuestin; primero quiero transcribir un documento que, mucho o poco, me parece que tiene relacin con el hilo de la historia. En los libros de cuentas del doctor Haynes, conservados junto con los dems papeles suyos, aparece, fechado muy pocos das despus de su toma de posesin como arcediano, un pago trimestral de 25 libras a J. L. Esto no habra tenido importancia ninguna de no haber sido ms que eso. Pero yo lo relaciono con cierta carta mugrienta y muy mal escrita que, como otra que he citado antes, estaba en la solapa de un diario. No tiene ni rastro de fecha o matasellos, y no me ha sido fcil averiguar lo que pone. Dice as: Muy seor mo: E estado esperando carta suya esta ltima semana, y como no escribe, supongo que no a resibido la ma en la que le comunicaba que mi marido y yo estbamos atravesando una mala racha esta temporada, que parece que todo nos viene en contra en el campo y no vemos la manera de pagar la renta que tenemos que pagal, si usted no tiene la inmensa (liberalidad, parece que pone, aunque me es imposible descifrar esa palabra) de mandarnos cuarenta libras, de lo contrario tendramos que acer lo que no nos gusta. Como usted fue la causa de que yo perdiera mi puesto en casa del Dr. Pulteney, creo es justo lo que le pido y usted sabe mejor que nadie lo que s si viniera el caso, pero yo no deseo acer una cosa desagradable porque soy de las que les gusta tener cosas agradables a mi alrededor. Su humilde servidora, JANE L. Alrededor de la fecha en que supongo que fue escrita esta carta hay, efectivamente, un pago de 40 libras a J. L. Pero volvamos al diario. 22 de oct.En las oraciones vespertinas, durante los Salmos, he vuelto a sufrir la misma experiencia del ao pasado. Tena la mano posada sobre una de las figuras como la vez anterior (desde entonces he tomado la costumbre de evitar tocar la del gato) y... experiment un cambio, iba a decir, pero parece que le estoy concediendo demasiada importancia a lo que probablemente se deba, despus de todo, a alguna anomala de mi propia sensibilidad; en cualquier caso me pareci que la madera se pona fra y blanda como si fuera ropa mojada. Sera capaz de precisar en qu momento tuve esa sensacin. El coro estaba cantando el pasaje que dice (Deja al impo el gobierno de s mismo y) permite que Satans se ponga a su derecha. Los susurros en casa se han hecho ms persistentes esta noche. Ni siquiera en mi habitacin me he visto libre de ellos. No los haba advertido hasta ahora Una persona nerviosa, y yo me

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Relatos paranormales Antologa considero tal, se habra sentido incmoda, si no alarmada, con este tipo de fenmenos. El gato ha estado en lo alto de la escalera esta noche. Pero en la cocina no hay gatos. 15 de nov.Debo consignar otra vez una cuestin que no entiendo. He tenido unos sueos que me han inquietado sobremanera. No era nada concreto, pero me he sentido acosado por la viva impresin de unos labios hmedos que me susurraban al odo una serie de cosas con nfasis y precipitacin. Despus de eso, me parece que me qued dormido, pero me despert sobresaltado con la sensacin de que una mano se me haba posado sobre el hombro. Entonces, para asombro mo, me he dado cuenta al despertarme de que estaba de pie en el descansillo del primer tramo de escaleras. La luna brillaba intensamente a travs del ventanal, lo que me permiti ver el enorme gato que haba en el segundo o tercer peldao. No me es posible hacer ningn comentario. Me met en la cama otra vez. No s cmo. S, el peso de mi carga es pesado (luego sigue una lnea o dos que han sido raspadas. Me parece que pone algo as como obr con la mejor intencin). Poco despus, descubro con toda claridad cmo la firmeza del arcediano comienza a resentirse bajo la presin de estos fenmenos. Omito, por innecesariamente dolorosas y afligidas, las exclamaciones y las oraciones que empiezan a aparecer en los meses de diciembre y enero, y se van haciendo progresivamente ms frecuentes. Durante todo este tiempo, no obstante, se empea en aferrarse a su trabajo. No entiendo por qu no pretext cualquier enfermedad y se refugi en Bath o en Brighton; mi impresin es que no le habra servido de nada; era de esa clase de hombres que, de reconocer su derrota frente a todas estas molestias, habra sucumbido inmediatamente, cosa de la que se daba perfecta cuenta. Trat de paliar la situacin invitando a sus amistades a su casa. Y consigui el resultado obtenido de la siguiente manera: 7 de enero.He convencido a mi primo Allen de que pase conmigo unos das; ocupar la habitacin contigua a la ma. 8 de enero.Una noche tranquila. Allen ha dormido bien, aunque se ha quejado del viento. Sigo teniendo las mismas experiencias de antes: susurros y ms susurros. Qu ser lo que quieren decir? 9 de enero.Hemos estado Allen y yo en la biblioteca hasta las once. Me ha dejado dos veces para ir a ver qu hacan las sirvientas en el recibimiento; al volver la segunda vez me ha dicho que ha visto a una de ellas cruzar la puerta del final del pasillo, y ha comentado que si estuviera aqu su mujer las hara andar ms derechas. Le he preguntado de qu color era el vestido que llevaba la criada, y me ha dicho que gris o blanco. Me lo supona. 11 de enero.Allen se ha marchado hoy. Debo ser firme. Estas palabras, Debo ser firme, se repiten una y otra vez en los das siguientes; a veces constituyen la nica anotacin. En estos casos estn escritas con letras muy grandes, apretando la pluma sobre el papel de una manera tal que hubiera podido romperla. Al parecer, los amigos del arcediano no notaron ningn cambio en su comportamiento, lo que da idea de su valor y determinacin. El diario no nos cuenta nada ms de los ltimos das de su vida, 165

Relatos paranormales Antologa aparte de lo que ya he dicho; Como final, puede servir el carioso comentario de la nota necrolgica: -La maana del 26 de febrero fue fra y tempestuosa. La servidumbre entr muy temprano en el recibimiento de la residencia que ocupaba la llorada persona motivo de estas lneas. Y cul no fue el horror al descubrir la figura de su querido y respetado seor tendida en el rellano de la escalera principal, en una postura que inspiraba el ms intenso terror. Inmediatamente intentaron prestarle asistencia, pero la consternacin fue general al comprobar que haba sido objeto de un ataque brutal y homicida. Le haban fracturado la columna vertebral por ms de un sitio. Esto habra podido atribuirse a una cada; la alfombra de la escalera estaba suelta en uno de los escalones. Pero, adems de esto, presentaba heridas en los ojos, la nariz y la boca (resultara espantoso describirlas) que le hacan irreconocible. Huelga aadir que no le quedaba el menor soplo de vida y que, segn el respetable testimonio de las autoridades mdicas, llevaba as varias horas. El autor o autores de este crimen continan ocultos en el misterio y hasta ahora han fracasado los ms empeados esfuerzos por esclarecer el deplorable enigma que ha planteado tan luctuoso suceso. El escritor prosigue con una serie de conjeturas acerca de la probabilidad de que los escritos de Shelley, Lord Byron y Voltaire hubieran contribuido a desencadenar este desastre, y concluye con la esperanza, un tanto vaga, de que tal suceso pueda servir de ejemplo a la nueva generacin; pero no vale la pena transcribir textualmente estas ltimas observaciones. Yo me haba informado de la opinin de que el doctor Haynes era el responsable de la muerte del doctor Pulteney. Pero el incidente relacionado con la figura de la muerte tallada en el sitial del arcediano le daba un cariz francamente desconcertante. La posibilidad de que hubiera sido labrada con la madera del roble del ahorcado no era remota, pero esto no pareca justificar nada. No obstante, fui a visitar Barchester, en parte con la idea de averiguar si quedaba algo del trabajo en madera del que tanto haba odo hablar. Uno de los cannigos me present al director del museo local, que era, segn me haban dicho, la persona que probablemente estara en mejores condiciones de facilitarme informacin al respecto. Le habl a este seor de la descripcin que haba ledo sobre ciertas Figuras y armas que antiguamente adornaban los sitiales, y le pregunt si quedaba alguna an. Me ense las armas del den West y algunos fragmentos ms de la obra. Estos fragmentos, dijo, haban pertenecido a un viejo de la localidad, al cual haba pertenecido igualmente una figura..., seguramente una de aquellas por las que yo preguntaba. Ocurri algo muy extrao con esta figura, dijo: El viejo que la tena me cont que la haba recogido de un taller de ebanistera, en donde estuvo tambin el resto de las piezas existentes, y se la llev a su casa para que sus hijos jugaran con ella. De camino a su casa comenz a manosearla, hasta que se le abri en dos trozos entre las manos y de su interior cay un papel. Lo recogi y, al ver que estaba escrito, se lo meti en el bolsillo; una vez en casa, lo guard en un jarrn que tena encima de la repisa. Yo estuve en su casa no hace mucho, y sucedi que, al coger el jarrn para verle la marca, el papel vino a caerme justamente en las manos. Cuando se lo entregu, el anciano me cont lo 166

Relatos paranormales Antologa que le acabo de referir, y me dijo que poda quedarme con l. Estaba algo arrugado, as que lo pegu sobre una cartulina, y as es como lo conservo aqu ahora. Si es usted capaz de decirme su significado, le estar muy reconocido, y puedo decir que muy sorprendido tambin. Me dio la cartulina. El papel, completamente legible, estaba escrito en un tipo de letra antiguo, y pona lo siguiente: -Cuando viva en el bosque Me regaban con sangre. Ahora estoy en la iglesia Y a quien me toca con su mano, Si la tiene manchada de sangre Le aconsejo ser precavido No reciba algn golpe, Sea de da o de noche. Y sobre todo cuando sopla el viento En las noches de febrero. Esto so. 26 de febrero. Ao. 1699. John Austin. Supongo que ser algn hechizo o conjuro, no lo llamara usted as? dijo el director. S dije. Supongo que s. Qu fue de la figura donde estaba guardado? Ah, se me haba olvidado! dijo. El anciano me dijo que era tan horripilante y desagradable, y asustaba tanto a sus nios, que la tir al fuego. M.R. James (1862-1936)

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Relatos paranormales Antologa La extraa muerte del fray Pedro. La extraa muerte del fray Pedro, Rubn Daro (1867-1916) Visitando el convento de una ciudad espaola, no ha mucho tiempo, el amable religioso que nos serva de cicerone, al pasar por el cementerio, me seal una lpida en que le, nicamente: Hic iacet frater Petrus. -ste -me dijo- fue uno de los vencidos por el Diablo. -Por el viejo Diablo que ya chochea -le dije. -No -me contest-. Por el demonio moderno que se escuda con la ciencia. Y me narr el sucedido. Fray Pedro de la Pasin era un espritu perturbado por el maligno espritu que infunde el ansia de saber. Flaco, anguloso, nervioso, plido, divida sus horas conventuales entre la oracin, las disciplinas y el laboratorio que le era permitido, por los bienes que atraa a la comunidad. Haba estudiado, desde muy joven, las ciencias ocultas. Nombraba, con cierto nfasis, en las horas de conversacin, a Paracelsus, a Alberto el Grande; y admiraba profundamente a ese otro fraile Schwartz, que nos hizo el diablico favor de mezclar el salitre con el azufre. Por la ciencia haba llegado hasta penetrar en ciertas iniciaciones astrolgicas y quiromnticas; ella le desviaba de la contemplacin y del espritu de la Escritura. En su alma se haba anidado el mal de la curiosidad, que perdi a nuestros primeros padres. La oracin misma era olvidada con frecuencia, cuando algn experimento le mantena cauteloso y febril. Como toda lectura le era concedida, y tena a su disposicin la rica biblioteca del convento, sus autores no fueron siempre los menos equvocos. As lleg hasta pretender probar sus facultades de zahor, y a poner a prueba los efectos de la magia blanca. No haba duda de que estaba en gran peligro su alma, a causa de su sed de saber y de su olvido de que la ciencia constituye, en el principio, el arma de la Serpiente que ha de ser la esencial potencia del Anticristo, y que, para el verdadero varn de fe, initium sapientiae est timor Domini. Oh ignorancia feliz, santa ignorancia! Fray Pedro de la Pasin no comprenda tu celeste virtud, que ha hecho a los ciertos Celestinos! Huysmans se ha extendido sobre todo ello. Virtud que pone un especial nimbo a algunos mnimos de Dios queridos, entre los esplendores msticos y milagrosos de las hagiografas.

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Relatos paranormales Antologa Los doctores explican y comentan altamente cmo, ante los ojos del Espritu Santo, las almas de amor son de mayor manera glorificadas que las almas de entendimiento. Ernest Hello ha pintado, en los sublimes vitraux de sus Fisonomas de santos, a esos benemritos de la caridad, a esos favorecidos de la humildad, a esos seres columbinos, simples y blancos como los lirios, limpios de corazn, pobres de espritu, bienaventurados hermanos de los pjaritos del Seor, mirados con ojos cariosos y sororales por las puras estrellas del firmamento. Joris-Karl, el merecido beato, quiz ms tarde consagrado, a pesar de la literatura, en el maravilloso libro en que Durtal se convierte, viste de resplandores paradisiacos al lego guardapuercos que hace bajar a la pocilga la admiracin de los coros arcanglicos, y el aplauso de las potestades de los cielos. Y fray Pedro de la Pasin no comprenda eso... l, desde luego, crea, crea con la fe de un indiscutible creyente. Mas el ansia de saber le azuzaba el espritu, le lanzaba a la averiguacin de secretos de la naturaleza y de la vida, a tal punto, que no se daba cuenta de cmo esa sed de saber, ese deseo indominable de penetrar en lo vedado y en lo arcano del universo, era obra del pecado, y aagaza del Bajsimo, para impedirle de esa manera su consagracin absoluta a la adoracin del Eterno Padre. Y la ltima tentacin sera fatal. Acaeci el caso no hace muchos aos. Lleg a manos de fray Pedro un peridico en que se hablaba detalladamente de todos los progresos realizados en radiografa, gracias al descubrimiento del alemn Roentgen, quien lograra encontrar el modo de fotografiar a travs de los cuerpos opacos. Supo lo que se comprenda en el tubo Crookes, de la luz catdica, del rayo X. Vio el facsmil de una mano cuya anatoma se transparentaba claramente, y la patente figura de objetos retratados entre cajas y bultos bien cerrados. No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era un ansia de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrlego que en ello se contena, punzaba sus anhelos... Cmo podra l encontrar un aparato como los aparatos de aquellos sabios, y que le permitiera llevar a cabo un oculto pensamiento, en que se mezclaban su teologa y sus ciencias fsicas?... Cmo podra realizar en su convento las mil cosas que se amontonaban en su encendida imaginacin? En las horas litrgicas, de los rezos y de los cnticos, notbanlo todos los otros miembros de la comunidad, ya meditabundo, ya agitado como por sbitos sobresaltos, ya con la faz encendida por repentina llama de sangre, ya con la mirada como exttica, fija en lo alto, o clavada en la tierra. Y era la obra de la culpa que se afianzaba en el fondo de aquel combatido pecho, el pecado bblico de la curiosidad, el pecado omnitrascendente de Adn, junto al rbol de la ciencia del bien y del mal. Y era mucho ms que una tempestad bajo un crneo... Mltiples y raras ideas se agolpaban en la mente del religioso, que no encontraba la manera de adquirir los preciosos aparatos. Cunto de su vida no dara l, por ver los peregrinos instrumentos de los sabios nuevos en su pobre laboratorio de fraile aficionado, y poder sacar las anheladas pruebas, hacer los mgicos ensayos que abriran una nueva era en la sabidura y en la conviccin humanas!... l ofrecera ms de lo 169

Relatos paranormales Antologa que se ofreci a Santo Toms... Si se fotografiaba ya lo interior de nuestro cuerpo, bien podra pronto el hombre llegar a descubrir visiblemente la naturaleza y origen del alma; y, aplicando la ciencia a las cosas divinas, como deba permitirlo el Espritu Santo, por qu no aprisionar en las visiones de los xtasis, y en las manifestaciones de los espritus celestiales, sus formas exactas y verdaderas? Si en Lourdes hubiese habido un kodak, durante el tiempo de las visiones de Bernardetta! Si en los momentos en que Jess, o su Santa Madre, favorecen con su presencia corporal a sealados fieles, se aplicase convenientemente la cmara oscura!... Oh, cmo se convenceran los impos, cmo triunfara la religin! As cavilaba, as se estrujaba el cerebro el pobre fraile, tentado por uno de los ms encarnizados prncipes de las tinieblas. Y avino que, en uno de esos momentos, en uno de los instantes en que su deseo era ms vivo, en hora en que deba estar entregado a la disciplina y a la oracin, en su celda, se present a su vista uno de los hermanos de la comunidad, llevndole un envoltorio bajo el hbito. -Hermano -le dijo-, os he odo decir que deseabais una de esas mquinas, como sas con que los sabios estn maravillando al mundo. Os la he podido conseguir. Aqu la tenis. Y, depositando el envoltorio en manos del asombrado fray Pedro, desapareci, sin que ste tuviese tiempo de advertir que debajo del hbito se haban mostrado, en el momento de la desaparicin, dos patas de chivo. Fray Pedro, desde el da del misterioso regalo, consagrose a sus experimentos. Faltaba a maitines, no asista a la misa, excusndose como enfermo. El padre provincial sola amonestarle; y todos le vean pasar, extrao y misterioso, y teman por la salud de su cuerpo y por la de su alma. l persegua su idea dominante. Prob la mquina en s mismo, en frutos, llaves dentro de libros, y dems cosas usuales. Hasta que un da... O ms bien, una noche, el desventurado se atrevi, por fin, a realizar su pensamiento. Dirigise al templo, receloso, a pasos callados. Penetr en la nave principal y se dirigi al altar en que, en el tabernculo, se hallaba expuesto el Santsimo Sacramento. Sac el copn. Tom una sagrada forma. Sali veloz para su celda. Al da siguiente, en la celda de fray Pedro, se hallaba el seor arzobispo delante del padre provincial.

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Relatos paranormales Antologa -Ilustrsimo seor -deca ste-, a fray Pedro le hemos encontrado muerto. No andaba muy bien de la cabeza. Esos sus estudios creo que le causaron dao. -Ha visto su reverencia esto? -dijo su seora ilustrsima, mostrndole una revelada placa fotogrfica que recogi del suelo, y en la cual se hallaba, con los brazos desclavados y una dulce mirada en los divinos ojos, la imagen de Nuestro Seor Jesucristo. Rubn Daro (1867-1916)

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Relatos paranormales Antologa

El regreso al hogar del Shamraken. The Shamraken Homeward-Bounder; William Hope Hodgson (1877-1918)

El viejo Shamraken, navo de vela, haba pasado muchos das sobre las aguas. Era antiguo, ms viejo que sus dueos, y eso es mucho decir. Pareca no tener apuro, mientras alzaba los combados y viejos flancos de madera a travs de los mares. Qu apuro haba! Alguna vez llegara, d algn modo, como haba sido su costumbre en los viejos tiempos. En los tripulantes que adems eran los dueos haba dos cosas especialmente notables: la primera, la edad de todos y cada uno de ellos; la segunda, el sentimiento de familia que pareca ligarlos, de modo que el navo pareca provisto de una tripulacin en la que todos estaban relacionados entre s; sin embargo no era as. Formaban un curioso grupo, todos barbados, de avanzada edad y grises; sin embargo, no haba en ellos rastros de la inhumanidad que acompaa a la ancianidad, salvo en que haban dejado de gruir y en la serena satisfaccin que slo les llega a aquellos en los que han desaparecido las pasiones ms violentas. Si hacan algo, no se oan los rezongos inseparables de cualquier grupo promedio de marinos. Suban a la arboladura a hacer el "trabajo" fuera lo que fuese con la sensata resignacin que slo aportan la edad y la experiencia. El trabajo se llevaba a cabo con cierta tenacidad lenta, una especie de seguridad cansada, nacida del conocimiento de que tal trabajo deba ser realizado. Adems, las manos posean la madura habilidad que slo da la prctica excesiva y que compensaba con holgura las flaquezas tradas por los aos. Por sobre todo, los movimientos, por ms lentos que fuesen, eran implacables en su falta de vacilacin. Haban ejecutado con tanta frecuencia el mismo tipo de trabajo que haban llegado, mediante la seleccin de lo til, a los mtodos ms directos y sencillos de hacerlo. Como he dicho, haban pasado muchos das sobre las aguas, aunque no estoy seguro de que algn hombre de la nave supiese con certeza cuntos haban sido. Aunque el Patrn Abe Tombes a quien se dirigan por lo comn llamndole Patrn Abe deba de haber tenido cierta nocin porque se lo poda ver a veces ajustando solemnemente un prodigioso cuadrante, lo cual sugiere que mantena algn tipo de registro del tiempo y de la ubicacin. De los tripulantes del Shamraken, una media docena estaba sentada, trabajando en las tareas marinas necesarias. Adems de stos, haba otros sobre cubierta. Una pareja que recorra el costado de sotavento de la cubierta principal, fumando e intercambiando una que otra palabra casual. Uno estaba sentado junto a otro que trabajaba y que haca observaciones ocasionales entre las chupadas a la pipa. Otro, sobre el bauprs, pescaba con lnea, anzuelo y un trapo blanco, 172

Relatos paranormales Antologa tratando de sacar un bonito. Este ltimo era Nuzzie, el grumete de la nave. Tena barba gris y sus aos sumaban cincuenta y cinco. Haba sido un grumete de quince, cuando se uni al Shamraken, y segua siendo el "grumete", aunque cuarenta aos se haban ido a la eternidad desde el da en que se "incorpor"; los hombres del Shamraken vivan en el pasado y pensaban en Nuzzie como en el "grumete" de pasado. Le corresponda bajar a Nuzzie; era su turno de dormir. Poda afirmarse lo mismo de los otros tres hombres que hablaban y fumaban, pero ellos apenas pensaban en dormir. La edad avanzada saludable duerme poco y ellos tenan salud, a pesar de ser tan ancianos. Pronto, uno de los que caminaban a sotavento de la cubierta principal mirando por casualidad a proa observ que Nuzzie segua sobre el bauprs, dndole tironcitos a la lnea como para que algn bonito tonto tomara el trozo de trapo blanco por un pez volador. El fumador le dio un codazo suave al compaero. Sera hora de que ese grumete durmiera un poco. S, s, compaero replic el otro, sacndose la pipa de la boca y mirando con insistencia la figura sentada sobre el bauprs. Durante medio minuto estuvieron all parados como la efigie misma de la implacable determinacin de la edad de gobernar a la atrevida juventud. Sostenan las pipas en las manos y el humo se alzaba en pequeos remolinos desde el contenido ardiente de las tabaqueras. No hay manera de domar a ese muchacho! dijo el primero con aspecto firme y decidido. Despus record la pipa y le dio una chupada. Los grumetes tienen un carcter terrible observ el segundo y record a su vez la pipa. Pescar cuando los otros duermen resopl el primero. Los grumetes necesitan dormir mucho dijo el segundo. Recuerdo cuando yo era grumete. Supongo que ser el crecimiento. Y durante todo el tiempo el pobre Nuzzie segua pescando. Creo que voy a decirle que se baje de ah exclam el primero y empez a caminar hacia los escalones que llevaban a la parte superior del castillo de proa. Muchacho! grit en cuanto asom la cabeza al nivel de la parte superior del castillo de proa. Muchacho! Nuzzie se volvi al segundo llamado. Eh? voce. Bjate de ah grit el hombre ms viejo, con el tono un poco agudo que la edad le haba dado a la voz. Apuesto a que te tendremos dormido sobre la rueda del timn esta noche. S agreg el segundo hombre, que haba seguido al compaero hasta el castillo de proa. Baja, muchacho, y vete a tu litera.

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Relatos paranormales Antologa Est bien grit Nuzzie y empez a enrollar la lnea. Era evidente que no haba pensado desobedecer. Se baj del palo y pas junto a ellos sin decir palabra, camino a las cabinas. Por su parte, los hombres bajaron lentamente del castillo de proa y reanudaron la caminata de proa a popa por el costado a sotavento de la cubierta principal. Supongo, Zeph dijo el hombre que estaba sentado sobre la escotilla y fumaba,supongo que Patrn Abe tiene razn. Hemos hecho un puado de dlares con el viejo armatoste y no hemos rejuvenecido. S, creo que eso es bastante cierto replic el hombre sentado junto a l, que estaba atando un cabo a una polea. Y es hora de que pensemos en quedarnos en tierra sigui el primero, que se llamaba Job. Zeph apret la polea entre las rodillas y busc a tientas, en el bolsillo de atrs del pantaln, el tabaco compactado. Le arranc un mordisco y volvi a guardarlo. Cuando uno lo piensa resulta raro que ste sea el ltimo viaje observ masticando parejamente, con el mentn apoyado en la mano. Job le dio dos o tres chupadas profundas a la pipa antes de hablar. Supongo que alguna vez tena que llegar dijo al fin. Tengo en mente un lindo lugarcito donde echar anclas. Pensaste en eso, Zeph? El hombre que sostena la polea con las rodillas sacudi la cabeza y mir a lo lejos tristemente sobre el mar. No s, Job, qu voy a hacer cuando el viejo armatoste sea vendido murmur.Desde que Mara se fue parece no importarme tocar tierra firme. Nunca tuve esposa dijo Job, apretando el tabaco ardiente en la tabaquera de la pipa. Supongo que los marinos no tendran que tratar con esposas. Eso est muy bien para ti, Job. Cada hombre segn su parecer. A m me gustaba muchsimo Mara... se detuvo en seco y sigui mirando el mar. Siempre he pensado en que me gustara asentarme en una granja propia. Calculo que los dlares que gan servirn dijo Job. Zeph no contest y durante cierto tiempo estuvieron sentados all, sin hablar. Un momento despus, sobre el costado de estribor, por la puerta del castillo de proa, surgieron dos figuras. Tambin ellos eran del "turno de descanso". En todo caso parecan ms viejos que el resto de los que estaban en cubierta; las barbas blancas, salvo la mancha del jugo de tabaco, les llegaban al pecho. Por lo dems, haban sido hombres muy vigorosos, pero ahora estaban penosamente doblados por la carga de los aos. Se dirigieron a popa, caminando lentamente. Cuando llegaron frente a la escotilla principal, Job levant la cabeza y dijo: Dime, Nehemiah, aqu Zeph ha estado pensando en Mara y no he podido levantarle el nimo de ningn modo.

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Relatos paranormales Antologa El ms pequeo de los dos recin llegados sacudi la cabeza con lentitud. Todos tenemos disgustos dijo. Todos tenemos disgustos. Yo tuve el mo cuando perd a la nia de mi hija. Haba simpatizado mucho con esa nia, era tan agradable; pero as son las cosas... as son las cosas, y Zeph tuvo su disgusto desde entonces. Mara fue una buena esposa para m, lo fue dijo Zeph, hablando lentamente. Y ahora que el viejo armatoste va a desaparecer me temo que me encontrar muy solo en tierra y agit la mano, como sugiriendo vagamente que la costa se encontraba en algn punto ms all de la banda de estribor. S observ el segundo de los recin llegados. Para m es algo deprimente que el viejo barco deje de navegar. He navegado sesenta y siete aos en l. Sesenta y siete aos! hamac la cabeza tristemente y encendi un fsforo con manos temblorosas. As son las cosas dijo el hombre ms pequeo. As son las cosas. Y, con estas palabras, se dirigieron junto con su compaero hasta la barra que se extenda bajo las amuradas de estribor sentndose all a fumar y meditar. Patrn Abe y Josh Matthews, primer oficial, estaban de pie junto a la baranda que cruzaba el comienzo de la cubierta de popa. Como a los dems hombres del Shamraken, la edad les haba cado encima y la helada de la eternidad les haba tocado la barba y el cabello. Patrn Abe estaba hablando: Es ms difcil de lo que pensaba deca y mantena los ojos apartados del oficial mirando las cubiertas gastadas, blancas de tan fregadas. No s que har, Abe, cuando la nave desaparezca replic el viejo oficial. Ha sido como un hogar para nosotros durante ms de sesenta aos sacudi el tabaco usado de la pipa mientras hablaba y empez a cortar una carga nueva del bloque compacto. Han sido los malditos fletes! exclam el patrn. No hacemos ms que perder dlares en cada viaje. Los que nos han reventado son los barcos a vapor. Suspir cansado y le dio un tierno mordisco al pan de tabaco. Ha sido una nave muy cmoda murmur Josh, monologando. Y desde que aquel muchacho mo se fue, pienso menos en pisar tierra de lo que acostumbraba hacerlo. No me quedan parientes en tierra firme. Termin de hablar y empez a llenar la pipa con los viejos dedos temblorosos. Patrn Abe no dijo nada. Pareca estar hundido en sus propios pensamientos. Estaba apoyado sobre la baranda que cruzaba el comienzo de la popa y masticaba sin cesar. Pronto se enderez y camin a sotavento. Escupi, despus se qued all en pie unos momentos, dando un breve vistazo en redondo: resultado de medio siglo de costumbre. Bruscamente le grit al oficial... Qu es lo que distingues all afuera? pregunt, despus de un momento de escrutinio. No s, Abe, a menos que sea una especie de niebla levantada por el calor. Patrn Abe sacudi la cabeza; al no saber qu sugerir, permaneci un momento silencioso. Pronto Josh volvi a hablar: 175

Relatos paranormales Antologa Es muy extrao, Abe. Estas son zonas curiosas. Patrn Abe asinti con la cabeza, sin dejar de mirar lo que haba aparecido a sotavento de la proa. Mientras miraban, les pareca que un enorme muro, de niebla color rosado se alzaba hacia el cenit. Se mostraba casi frente a ellos y al principio haba parecido slo una nube brillante sobre el horizonte, pero ya haba recorrido un largo camino en el aire y el borde superior se haba cubierto de maravillosos matices llameantes. Tiene un aspecto realmente magnfico dijo Josh. Haba odo que las cosas son distintas en esta zona. Un momento despus, cuando el Shamraken se acerc a la niebla, les pareci a los que iban a bordo que ocupaba todo el cielo ante ellos, desplegndose a cada lado de la proa. Y as en un momento penetraron en ella y, de inmediato cambi el aspecto de todo. ...La niebla, en grandes remolinos rosados, flotaba alrededor de los hombres, pareciendo suavizar y embellecer cada cuerda y cada mstil, de modo que el antiguo navo se convirti, por as decirlo, en una embarcacin encantada en un mundo desconocido. Nunca vi algo igual, Abe... nunca! dijo Josh. Eh! Pero es magnfico! Magnfico! Es como si hubiramos entrado en el crepsculo. Estoy pasmado, pasmado! exclam Patrn Abe. Pero reconozco que es hermosa, muy hermosa. Durante un momento, los dos viejos colegas se quedaron parados sin hablar, mirando, slo mirando. Al entrar en la niebla, haban llegado a una calma mayor de la que los haba rodeado en mar abierto. Era como si la niebla apagara y acolchara los tonos del crujido de los aparejos y los mstiles. Los mares enormes, sin espuma, que rodaban junto a ellos parecan haber perdido algo del spero rugido susurrante de saludo. Es como sobrenatural, Abe dijo Josh, ms tarde, alzando apenas la voz. Como si estuviramos en misa. S contest Patrn Abe. No parece natural. No creo que el cielo sea muy distinto susurr Josh. Y Patrn Abe no lo contradijo. Un rato ms tarde, el viento empez a decaer y se decidi que, cuando sonaran las ocho campanadas, todos los tripulantes deban izar el juanete mayor. Poco despus, luego de llamar a Nuzzie (porque era el nico a bordo que estaba descansando) sonaron las ocho campanadas y todos dejaron las pipas de lado, preparndose para alzar las vergas; sin embargo nadie hizo ademn de trepar a soltar la vela. Ese era trabajo para el grumete y Nuzzie se haba atrasado un

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Relatos paranormales Antologa poco en subir a cubierta. Cuando apareci despus de un minuto, Patrn Abe le habl con severidad. Sube, muchacho, y suelta esa vela!Supongo que no pensars que un hombre mayor va a hacer semejante trabajo! Debera darte vergenza! Y Nuzzie, el "grumete" de barba gris de cincuenta y cinco aos, subi a la arboladura humildemente, como le ordenaban. Cinco minutos despus, voce que todo estaba listo para izar y la hilera de ancianos se esforz con las cuerdas. Entonces Nehemiah, que es el que llevaba la cancin cuando trabajaban, arranc con un trino agudo: Haba un viejo granjero que viva en Yorkshire. Y el agudo canturreo de las gargantas antiguas se hizo cargo del estribillo: Conmigo, s, s, bajen este camino. Nehemiah sigui con el relato: Tena mujer vieja y la quera en el infierno. Danos tiempo de bajar este camino intervino el coro tembloroso de las viejas voces. Oh, el diablo lo visit un da junto al arado continu el viejo Nehemiah y el grupo de patriarcas lo sigui con el estribillo: Conmigo, s, s, bajen este camino. Vengo por tu vieja, mula llevo ahora mismo cont Nehemiah. Y otra vez el estribillo son con estridencia: Danos tiempo para bajar este camino. Y as hasta el ltimo par de estrofas. Y rodendolos por completo, mientras canturreaban, estaba aquella niebla extraordinaria, teida de rosa que, arriba, se funda en una maravillosa radiacin del color de una llama como si, apenas por encima del tope de los mstiles, el cielo fuese un vasto ocano rojo de fuego silencioso. Haba tres diablitos encadenados al muro cant Nehemiah en tono estridente. Conmigo, s, s, bajen este camino dijo el coro gimiente. Ella se sac el sueco y los vapule a todos canturre el viejo Nehemiah y una vez ms lo sigui el estribillo antiguo, resollante. Estos tres diablitos ladraron por clemencia tremol Nehemiah, alzando un ojo para ver si la verga estaba llegando al tope del mstil. Conmigo, s, s, bajen este camino dijo el coro. Controlen a esa bruja, o ella... Asegrenla voce Josh, interrumpiendo la vieja cancin marina con la orden. El canturreo haba cesado con la primera nota de la voz del oficial y, un par de minutos ms tarde, se enrollaron y ataron las cuerdas y los viejos compaeros volvieron a sus ocupaciones.

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Relatos paranormales Antologa Es verdad que las ocho campanadas haban pasado y que se supona que haba que cambiar la guardia, y fue cambiada, en lo que a vigilar y al timn se refera, pero por lo dems haba poca diferencia para aquellos ancianos a prueba de sueo. El nico cambio visible en los hombres de cubierta fue que los que antes slo haban fumado, ahora fumaban y trabajaban, mientras que los que hasta entonces haban trabajado y fumado, ahora slo fumaban. As se desarrollaba todo en completa amistad mientras el vieja Shamraken avanzaba como una sombra de tintes rosados en medio de la niebla brillante y slo las aguas extensas, silenciosas, perezosas que llegaban a l desde la envolvente nube rosada, parecan tener conciencia de que era algo ms que la sombra que pareca ser. Poco despus, Zeph le grit a Nuzzie que les trajera el t de la cocina y as, en un momento, el turno de descanso haca su comida vespertina. La coman sentados sobre la escotilla o en la barra, segn les tocara en suerte y mientras coman hablaban can los compaeros que estaban de turno en cubierta acerca de la niebla brillante en la que se haban zambullido. Por lo que hablaban era obvio que el extraordinario fenmeno los haba impresionado mucho y toda la supersticin que haba en ellos pareca haber despertado por completo. En realidad, Zeph no tuvo empacho en declarar su creencia de que estaban cerca de algo sobrenatural. Dijo que tena la sensacin de que "Mara" estaba en algn lugar, cerca de l. Quieres decir que estamos bastante cerca del cielo? dijo Nehemiah, que estaba ocupado en plegar un pallete para convertirlo en aparejo contra roce. No s contest Zeph pero... hizo un gesto hacia el cielo oculto. Ustedes ven que es poderosamente maravilloso, y supongo que si es el cielo, es porque algunos de nosotros nos hemos cansado bastante de la tierra. Supongo que estoy sintiendo ganas de echarle un vistazo a Mara. Nehemiah sacudi la cabeza lentamente y el cabeceo pareci recorrer todo el crculo de patriarcas canosos. Calculo que la nia de mi hija estar all dijo, despus de meditar un momento. Sera sorprendente que no hubieran llegado a conocerse con Mara. Mara era buena para hacer amistades observ Zeph, meditabundo, y los nios se sentan bien con ella. Pareca que tena cierto don para eso. Nunca tuve esposa dijo Job sin que viniera al caso. Era un hecho del que se senta orgulloso y con frecuencia se jactaba. No es algo que vaya a servirte mucho, compaero exclam uno de los de barba blanca, que, hasta entonces, haba estado en silencio. Encontrars menos gente en el cielo para que te salude. Eso es bastante cierto, Job asinti Nehemiah y clav una mirada dura en Job ante lo cual ste se retrajo en silencio. Pronto, cuando sonaron tres campanadas, Josh se acerc y les dijo que dejaran de trabajar por ese da. Lleg la segunda guardia y Nehemiah y el resto de su grupo tomaron el t sobre la escotilla 178

Relatos paranormales Antologa principal, junto con sus compaeros. Cuando lo terminaron, como de comn acuerdo, todos fueron y se sentaron sobre la baranda de las cabillas, que corra bajo las amuradas del juanete mayor; all, con los codos apoyados sobre la baranda, enfrentaron el mar para mirar en todo su esplendor el misterio colorido que los haba rodeado. De vez en cuando, una pipa era quitada de la boca y se expresaba algn pensamiento lentamente elaborado. Las ocho campanadas fueron y vinieron pero, salvo por el relevo en la rueda del timn y en la vigilia, nadie se mova de su sitio. Las nueve, y la noche baj sobre el mar, pero para los que estaban dentro de la niebla, el nico resultado fue la profundizacin del color rosa hacia un rojo intenso, que pareca resplandecer con luz propia. Por encima de ellos, el cielo invisible pareca el vasto resplandor de una llama silenciosa, sangrienta. Pilar de nubes de da y pilar de fuego por la noche murmur Zeph dirigindose a Nehemiah, que estaba en cuclillas cerca de l. Supongo que son palabras de la Biblia dijo Nehemiah. No s contest Zeph, pero son las palabras exactas que le o decir a Passn Myles cuando nos cruzamos con aquel madero ardiente. Era sobre todo humo a la luz del da, pero un fuego maldito y eterno cuando llegaba la noche. Al sonar las cuatro campanadas, relevaron al del timn y al viga y poco ms tarde, Josh y Patrn Abe bajaron a la cubierta principal. Terriblemente raro dijo Patrn Abe, afectando indiferencia. Ya lo creo dijo Nehemiah. Y despus de eso, los dos viejos se sentaron junto a los dems y observaron. Al sonar las cinco campanadas, a las diez y media, hubo un murmullo de los que estaban ms cerca de la proa y un grito del viga. Ante esto, la atencin de todos se dirigi a un punto ubicado casi en lnea recta hacia adelante. En aquel sitio en especial, la niebla pareca estar fluyendo con un brillo rojo curioso, ultraterreno y, un minuto despus, estall ante sus ojos una vasta bveda formada por refulgentes nubes rojas. Ante el espectculo, todos y cada uno de ellos gritaron expresando asombro y empezaron a correr de inmediato hacia la parte superior del castillo de proa. All se congregaron en un grupo apretado, con el patrn y el oficial entre ellos. La bveda pareca extender ahora su arco a lo lejos a cada lado de la proa, de modo que la nave enfilaba para pasar exactamente por debajo. Esto es el cielo, seguro murmur Josh para s; pero Zeph lo oy. Supongo que son las Puertas de la Gloria de las que siempre hablaba Mara contest. Calculo que en un momento voy a ver a mi muchacho musit Josh y estir el cuello hacia adelante, con los ojos muy brillantes y ansiosos. Alrededor de la nave haba un gran silencio. Ahora el viento era apenas una brisa ligera y pareja que daba a babor de la popa, pero desde adelante, como surgidas de la boca de la bveda radiante, las aguas sin espuma rodaban hacia arriba, negras y aceitosas. Bruscamente, en medio 179

Relatos paranormales Antologa del silencio, lleg una nota musical grave, que se alzaba y caa como el quejido de una remota arpa elica. El sonido pareca provenir de la bveda y la niebla circundante pareci atraparlo y hacerlo sollozar una y otra vez en ecos lejanos dentro de la nube rosa, ms all de la vista. Estn cantando grit Zeph. A Mara siempre le gust cantar. Escuchen el... Shh! interrumpi Josh. Ese es mi muchacho! la vieja voz aguda haba subido casi hasta un grito. Es maravilloso... maravilloso, asombroso! exclam Patrn Abe. Zeph se haba adelantado un poco al grupo, se haca sombra sobre los ojos con las manos y miraba con atencin, con una expresin que denunciaba la excitacin ms extrema. Creo que la veo. Creo que la veo murmuraba para s una y otra vez. Detrs de l, dos de los viejos sostenan a Nehemiah, que se senta, coma lo expres, "un poco mareado ante la idea de ver a la nia". A popa, Nuzzie, el "grumete", estaba en la rueda del timn. Haba odo el quejido, pero como era slo un muchacho es de suponer que no saba nada sobre la cercana del otro mundo, tan evidente para los hombres, sus superiores. Pasaron unos minutos y Job, que tena en mente aquella granja en la que haba puesto las esperanzas de su corazn, se atrevi a sugerir que el cielo estaba menos cerca de lo que sus camaradas suponan; pero nadie pareci orlo y se hundi en el silencio. Casi una hora ms tarde, cerca de la medianoche, un murmullo entre los observadores anunci que algo nuevo se haba hecho visible. An les faltaba un largo camino para llegar a la bveda, pero aun as el objeto se mostr ntidamente: una prodigiosa umbela, de un rojo profundo, ardiente, con la cresta negra, salvo la cspide, que brillaba con un furioso resplandor rojo. El Trono de Dios! exclam Zeph, en voz alta, y cay de rodillas. El resto de los viejos sigui el ejemplo y hasta el anciano Nehemiah hizo un gran esfuerzo para imitarlos. Parece que estamos casi en el cielo murmur roncamente. Patrn Abe se puso en pie con un movimiento abrupto. Nunca haba odo hablar de ese extraordinario fenmeno elctrico: la "Tempestad Feroz", que precede a ciertas enormes tormentas ciclnicas, pero su ojo experimentado haba descubierto de pronto que la umbela de color rojo brillante era en realidad una colina acutica baja, remolneante, que reflejaba la luz roja. No tena conocimientos tericos que le indicaran que aquello era provocado por un enorme vrtice de aire, pero haba visto con frecuencia la forma de una tromba marina. Sin embargo, segua indeciso.

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Todo estaba tan fuera de su alcance, aunque, ciertamente, aquella monstruosa colina giratoria de agua, que despeda un centelleo de color rojo ardiente, le llamaba la atencin como algo que no se acomodaba con sus ideas acerca del cielo y de la gloria. Y entonces, cuando an vacilaba, son el primer bramido de bestia salvaje del cicln que llegaba. Cuando el sonido hiri sus odos, los viejos se miraron con ojos perplejos, asustados. Supongo que es la voz de Dios susurr Zeph. Calculo que slo somos miserables pecadores. Un instante despus, el aliento del cicln les lleno las gargantas, y el Shamraken, que se diriga al hogar, atraves los portales eternos. William Hope Hodgson (1877-1918)

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