Enrique Lafourcade - Antología Del Nuevo Cuento Chileno
Enrique Lafourcade - Antología Del Nuevo Cuento Chileno
Enrique Lafourcade - Antología Del Nuevo Cuento Chileno
N U E V O C U E N T O
C H I L E - N O '
por &nr+ue Lzfourcade
ENiQue Lafourcade, uno de los jvenes valores de
nuestras letras, autor de "Pena de Muerte", obra que
levant polmicas y caus sensacin en los crculos
literarios, por lo extrao de su trama y los indiscu-
tidos mritos de su autor, nos presenta una " h t o ~ o -
ga del Nuevo Cuento ChilenoJ', en la que expone las
obras y la personalidad de la ms nueva generacin
de escritores nacionales y futuro baluarte de nuestra
Ilteratura.
Todos los autores aqu seleccionados renen ciertas
caracter&ticas comunes, que permiten al antologador .
reunirlos en este haz que forniaria &da nueva y bien
definida generacin. Todos, o casi todos, son inditos,
no sobrepasan los treinta aos de d a d , y su obra
tiene un valor que, en mayor o menor grado, permite
catalogarlos entre las nuevas figuras que se alzan
en el horizbnte literario nacional.
El antologador, con clara visin, define las tenden-
cias de esta generacin, comunes a todos sus escri-
\
tores, que califica de "tumultuosas y deshumaniza-
das", y luego se adentra en la azarosa presuncin del
destino literario de .sus m'embros, actitud que el
propio Lafourcade reconoce difcil de establecer, pe-
ro, fundamentado en el valor de sus producciones y
- ciertas caractersticas personales, pradice para ella,
como ha sucedido con todas las generaciones artsticas
que' se han distinguido por formar un grupo de igua-
les tendencias, un destino desuniforme. Unos llegarn
a ser grandes individualidades creadoras; otros re-
nunciarn al amargo ejercicio de su arte, y otros,
b s menos, se deslizarn en una apacible me d i d a
intelectual. Y. el, antologador termina diciendo: pero
el homhre permanece. . .
Y as se deslizan por las pginas selectas de esta
Antologa los nombres de estos nuevos valores, y,
junto con ellos, Lafourcade embiste la tarea mproba
de exponer en forma clara y detallada la correcta
concepcin de la palabra "cuento" en s misma, sus
caracterhticas y su forma, adentrado& profunda-
mente en el tema, con documentadd interd, hasta
llegar a h peifecta definicin de esta narracin en
prosa, de caractersticas tan fundamentales, a la
cual dedican su vala intelectual los escritores estu-
dia* en estas pgina5
Portada de Gustavo Jimdez.
.- Antologa
del
NUEVO CUENTO CHILENO
BIBLIOTECA DE ESCRITORES CHILENOS
EMPRESA EDITORA, ZIGZAG. S. A.
SANTIAGO DI ClULI, 1954.
.Antologa
d el
NUEVO C U E NTO
CHILE NO
SELECCION, PROLOGO Y NOTAS
DE
E NRI Q U E LAPOURCADE
z I G z A G
E x
o R D 1
o
1.- DEL CUENTO
QUE es un cuento? CuJes son sus diferencias
especificas con la novela? Dnde termina el cuento?
Estaa y muchas otras preguntas deberemos r esponder
en este exordio preUminar. Los gneros literarios no
son formas absolutas. Padecen de cierta lamentable
elasUc1dad. Pero, sin duda. observan caractersttcas ca -
paces de diferenciarlos con rgcr.
Determinar estas caractertst cas ser. nuestra tarea.
Cuento -dlee el Dicci onario de la Real AcademIa
Espaola- el la relacin de un suceso. Agr ega luego :
relacin. de palabra o por escrito. de un suceso lal30
o de pura Invencin. Concluye. fi nalment e: fdbul a o
conseia que se cuenta a los muchacho" para diverti rlos.
Es evidente que dicha definicin peca de ser de-
mastadc general. amplla, Inexact a. Hemos sotctado
el auxilio de mulUples tratados y Ubros de elementos de
L1teratura, sin que ninguno nos dier a ms luces. Sin
embargo, en el Dcconarto de Literatura Espaola.
edItado por OCcldente, hallamos algunos otros elemen-
tos ele Iucto. Cuento -d.1ce aquel Diccionario- et la
narracin de Ima accin / ic t fcfa , de cardcter .senefUo
JI breve e:rtemin. de muv vanada.t' tendencta.t'. a tro-
v: de un arraigado abolengo literario. Trat a. a con-
nuacn, de la historia del cuento, muy particular-
mente del cuento espaol.
Con el concurso de estas dos dencones, podemos
adelantar algo. Tienen ambas en eomn una caree-
7
terstfca: narracin de una accin ficticia. De breve
extensin, aade la segunda.
Ninguna de las dos dencones satisface plena-
mente nuestra curiosidad con una explicacin inundada
de sentido y agobiadora de evidencia.
Hemos recurrido, entonces, a un texto de Literatu-
ra Inglesa: The Revtsed Matriculatton EngUsh Course,
del cual es autor Lancelot Olfphant
l
Profesor de Lite-
ratura del Regent Street Pollltechnte, de Londres. El
anAllsis que dicho profesor realiza es exhaustlvo. Pa-
reciera no dejar nada por tocar con su metdica y
penetrante inteligencia. Veremos luego nuestros prin-
cipales puntos de discrepancia con las afirmaciones
vertidas por Lancelot Ol1phant.
Dice nuestro Profesor:
"1.- Un cuento, como su nombre lo indica, debe
ser corto. De ah! que no haya espacio para el desarrollo
lento de una trama compleja y elaborada. En esto di-
fiere radicalmente de la novela. Mientras que en la no-
vela podemos manejar un largo periodo de tiempo y la
historia completa de la vida de una persona, en el cuen-
to estamos Umitados a un solo episodio y tambin a un
periodo de tiempo corto. Es imprescindible escoger
nuestro argumento y referirnos en la narracn exclu-
slvamente a l. Irrelevantes y digresiones son perdo-
nables en una larga novela, pero en un cuento son,
invariablemente, un defecto. Esto significa que el to-
tal de la narracin debe ser cuidadosamente planeado
de antemano, y que todas sus impUcaciones deben ser,
asimismo, claramente concebidas, antes de poner la
pluma sobre el papel, y cuando empecemos a escribir.
todo en el cuento ha de corresponder directamente al
epsodc que es nuestro objeto desarrollar.
2.- DIFERENTES llANERAS DE NARRAR UN CUENTO
Exl..sten varias formas para desarrollar un cuento:
a) una forma narrativa; b) como un diario; C) como
una serie de cartas (forma epistolar).
8
Si se desarrolla en la forma narrati va. puede ser
contado en primera o ter cer a persona. De estas dos
postbllldades. recomendaramos vivamente tomar la
forma narrativa de la tercera persona.
3 .- EL PRINCIPIO
Cmo se principia un cuento? Llegamos ahor a al
principio del cuento. Y nuevament e enfrentamos la
alternativa de escoger. Podemos empezar desde su
iniciacin y describir los acontecmentoa en orden cro-
nolgi co; o podemos romper , dentro del cuento, dete-
nindonos eh algn punto medio Y. luego, volver sobre
nuestros pasos y explicar 10 qu se supone sucedido.
O podemos empezar con una descripci n del final. o
con un breve periodo dialogado. El cue ntsta novicio
hace bien en adoptar el primero de estos mtodos. Mis
tarde, con mayor expe riencia, puede usar algunas de
las otras formas de n car el cuento. Pero, cualqui era
que sea la eleccin, lo fundament al que debe r ecordar-
se es : el comienzo debe ser delin eado como un golpe en
el ncleo de la hi storia, que suscite de inmedIato el
Inters del lector.
Si, por ejemplo, el cuento Uene la Intencin de ser
humortsUco, su ncacn debe ser humort ettca. Si la
hi storia pretende ser serta, su ntc actn debe ser ee-
rIa; y a la vez, ser di cha fnc acn de tal naturaleza,
que, una vez que el lector la ha comenzado a leer,
se vea InevItablemente incitado a contlnuar.
4.- EL MEDIO
La parte media o centro de la narracin es, por
supuesto; la mayor parte del cuento. De alU que re-
quiera una atencton primordial . Aqul el prnctpc del
suspenso es si empre Impor t ante. El cuento ha de ser
construido de modo tal, que mant enga constantemen-
te al lector en expectaci n ,y curos dad. Cada pr rarc,
cada frase, quiz. drtamos, cada palabra, debe con-
trtbur a la incit acin, hasta que se alcance el clfmax
7 la hlatorJa se desUce suavemente hada BU previsto
9
nn. La nca manera cmo esto puede ser reallzado
ea bucar lo unid44 de tmprelirl y subcrdnar todo al
~ m a prlnclpaL
No se pierda en detalles indWes. El1.mJne 10 eu-
peruo y lo retrico. Suprima toda rrese que no ayude
al desarrollo de su cuento y recuerde que la exagera-
dn es el camino mAs seguro del desastre.
5.- EL FIN
El fin del cuento debe ser r apdc e Inesper ado.
ExIste el cuento que termina en el cltmaz; el que ter-
mina en una sorpresa o en un desenlace imprevisto
-tal como muchos de O. Henry-, y la historia cuyo
110 es previsible y en la que todo se aclara con mtnu-
c1osldad. De estas tres poslb1l1dades, prefiera usted la
Que termina en un Clf71UU o en una sorpresa. Sin em-
bargo, cuando sea indispensable una aclaracin. trate
de hacerla breve, porque el cuento que concluye en
una explicacin elabOrada despus del cltmaz ha per-
dJdo todo su inters.
6.- Los P:nsoNAJES
El objetivo primordial del cuentista ha de ser ex-
traer sus personajes de la vida. La nica manera de
crear personajes vivos es encarnarlos, vivirlos. SI no
estn vivos en usted; si no son individuos diferencia-
dos como los que ve teclas los das: si ellos no son
tan reales como usted. como sus intimas amigos, pue-
de estar completamente seguro de que no existen para
el lector. Esto no quiere decir. por supuesto, que el
mejor modo de crear seres reales sea introdue1r per-
aonajes vivos en su historia. Loa seres rea les pueden
parecer fantUeoa en el cuento. Su tarea es mezclar el
tipo con el individuo. As!. mientras concibe personajes
tipo de una clase, debe otorgarles caraeterlstieas di .
rereneadas que los stten de modo convincente en la
vida real.
Es menester, por eso, un estudio y una. prctca
de 1aI caracter lstl cas y costumbres de todos aquellos
10
con los cuales usted toma contacto. Pero convnzase
de que no es objeto del cuentista sealar solamente las
deb1l1dades, sino Indicar sus caractertsneas prtnetpa-
les, sean ellas buenas o malas. En resumen, descrbtr
las personas tales como son. SI usted tiene-xito, sus
personajes sern ndvduadades integras. En el he-
cho, la verdadera prueba para saber si sus personajes
son seres humanos es sta : , podrla poner, apropiada.
mente, en la boca de otro per sonaj e del cue nto lo que
dice y el modo cmo lo dic e el protagonista principal?
SI essp es posible, su personaje ha fr acasado y de-
be volver a realizarlo.
7.- D ILOGO
Un buen dlogo, como usted compr ender, no es
fAcll de hacer. Si oye a te ntamente la conversacin de
sus amigos o conocidos, concluir. r pidament e que la
lengua escrita dere de la hablada. Sus principales
diferencias son :
l.-La lengua hablada es, generalme nte, mas fA-
en, li gera, flexible;
2.-El lenguaje es mas simpl e;
3.-Las fras es son ms cortas;
4 .-Las pal abr as se abre vian con cierta libertad;
5.-8e Introduce la jerga. popular, como por ejem-
plo: puChtU, pagar el pato, mostrar la hHacha. ,
tirarse al dulce, comerle l a color, etc
6.-Las frases son , a menudo, bruscamente Inte-
rrumpidas en el centro y permanecen incom-
pletas.
El diAlogo escrito, si pretende aparecer natural y
convincente, debe ser una cercana 1mltacln del dl.-
lago hablado, reteniendo la liger eza y la facilidad de
la conversacin y del lenguaj e, pero modi ficando sus
defectos y crudezas obvios. Hay, sin embargo, peligro
por ambos lados: o es demasiado cr udo, como el ha-
blado, o es demasiado pulido, como el escri to. En el
primer caso, tiende a ser flojo, dlfuso y vago; en el
segundo, a ser duro, formal, libresco y artificial A
este respecto, r ecuer de lo que se dijo anteriormente:
11
usted debe tratar de hacer personajes singularizados.
De ah! que el di.logo est en razn directa con el ca-
rcter descrito. En otras palabras, una fregona debe
hablar como una fregona, y no como un mdico o un
abogado.
Cuando usted escriba dialogo, debe indicar quin
habla. Si una palabra de advertencia es esencial, al
dar la indicacin, evite la monotona de repetir: ella
uto, l dijo, ella dijo, l dijo. Varle estas formas muer-
tas usando otras expresiones: l notO, observ, susurr,
expllc, interrumpi, etc., ms de acuerdo con las
exigencias del texto. Y cuando est claro quin habla,
omita expllcaciones.
Por ltimo, cabe notar que puede conducir los per-
sonafes de su cuento a su propia revelacin por medio
del dilogo. Una cierta cuota de relato puro o de co-
mentarios expUcatorios son necesarios, pero deben ser
reducidos al mnimum."
Tal es lo que nos informa Lancelot Ollphant acerca
de la estructura del cuento y de sus delimitaciones tc-
nicas. Pocas son, en verdad, las afirmaciones contro-
vertibles en el an-USls precedente. Pareciera haber
agotado la materia. En un esfuerzo ltimo, recurrimos
al Diccionario Universal de Larousse y a la Enciclope-
dia Universal Ilustrada. El primero nos informa que
cuento es: un relato que ttene como nico fin entre-
tener. La segunda es todava ms parca: cuento es la
relacin de un suceso.
Con el propsito de dar ms luces acerca de este
tema, hemos preguntado a cada uno de los escritores
de esta Antologia lo que entienden por cuento. Diver-
sas respuestas, si bien todas con algunas caracteristi-
ces comunes. No deja de ser interesante la de Gu-
llermo Blanco: es una especie de clula, 1/. como la c-
lula. ha de tener un ncleo preciso en torno del c u a ~
le expanda el resto, lo complementario. Precisar las
determinaciones exactas del ncleo, si lo hay. deberla
aer la tarea propuesta a nosotros. Hay uno o varios
12
puntos de tensin, centrales, ncleos, fundamentos l-
Urnas de estructura, en el cuento?
Respondemos: hay uno solo. Un cuento es como
una mano empuada -nos dice Margarita Aguirre-,
a dtlerencta de la novela , que es como una mano cbter-
taoLa metfora es oportuna. Cada escritor de esta
Ant ologJa, como veremos, ha dado - requerJdo por el
antologador- su opinin respect o de qu es el cuento.
Los nexos comunes en dichas opiniones han sido de
extrema ut1l1dad para la tarea de delimitar el gnero.
Pero la qu este afn?, se nos pr eguntar. "Es un
sntoma de pulcritud 'ment al querer que las fr onteras
entre las cosas estn bien demarcadas."
Mas ya es mucho hablar sobre el cuento. Precise-
mas, pues, sus caractersticas f undament al es, aquellas
que, alteradas, no lo dejan ser cuento, y lo hacen ser
poema en prosa, novela, t eatro, etc.
Dichas caraeterstcaa son:
1.0 Cuento es una narraetn en prosa.
2.0 De extensin br eve (no hay cuento de miZ 1'4-
gtnm) .
3.0 Con un pr ncpto, un medi o y un f in .
4.0 En que, necesariamente, debe cont ar se algo.
5.0 ReaZ o tmaqi nado. \
Tales son, a nuestro entender, las cinco condicio-
nes que debe cumplir un cuento pr opiamente llamado.
Circunscribir ms el gnero sera r esgcso. El cuento
es la ample narracin de peripecias. El acento, en la
sologta del cuento, carga sobre stas.
Observemos, ahora, atentamente, hast a. qu punto
los autores antclogados cumplen con los cinco pre-
ceptos .
y hasta qu punto los eluden, transformando el
gnero.
II.- LA NUEVA GENERACION
Dlversas circunstancias permiten hablar de una
nueva generacin de escritores. El hecho de que sean
todos, o en su mayor parte, inditos. El de que ninguno
sobrepase los treinta aos. y el de que gran nmero
13
le CGnOBCan, T1n.n en un medio cultural univoco, el-
ten en contacto y beligerancia permanentes. Los escri-
tores que Integran esta Antologfa cumplen tod03 con
las condlclones antedichas. Generacin literaria es
siempre una unidad cultural, un nexo ccmn dentro
eeun grupo humano. Esa unidad, este nexo, cabe ad-
Tertlrlo aquf, si bien oculto, imperceptible, diftcil de
sttuar, y, una vez etuadc, dttlcil de desentraar en
sus sgntcaconee lttmas.
Grosso modo, intentaremos una caracterizacin
de los rasgas comunes a nuestros antologados. Extra-
emente -luego de revisar sus notas btogrAttcas y
sus obras- podrla darse un grupo tan heterogneo.
Nada parece reunirlos, aparentemente. Cada escritor
manifiesta estUoa distintas, Inquietudes drserses. A
ste le preocupa el reatsmo psJeol6g:lco; a aqul, el
relato de tesis; a. otro le interesa la obra trascendente,
.sJ.mbllea, etusve. QuIn prefiere el cuento simple,
crlolllsta. QuIn, el estetaante, exquisito, cutdadoso y
fria. Tal es el bosque que deberemos cruzar.
nos en este arduo trnstto con algunas consideracio-
nes generales;
1.- Es una generacin fndilrldualfsta 11 hermtica;
2.- Pr et enden realizar una meratura de
egregfa;
3.- Pr etenden concebir la literatura 'Por l a
r at ur a, por lo que ella mfsma 8ignlflca como hecho es-
desentenditndose de lramados, mensajes, relvin-
dicaclone,:
4.- Es una generacln cuzturalrnente m41 amplia
qw.e hu anterlOru. Su Jormacl1l Intelectual ha sido
riltemdUca. Conocen de ltteratura tanto como tU
J&oJJ e hl.ttona; .
5.- E, una generacfn abierta, ,emlble e Inteli-
gente. Todos los eserttores que la Integran conocen a
fondo, o estAn en trance de conocer, la uteratura con-
tempcrnea y la prcbtemattea fundamental de esa U4
teratura;
6.- Es una generacln antfrrevoluclonarta:. Su be-
Urerancla, si la hay, conaste en realaer a conciencia,
14
y hasta sus extremas postbtldedea creadoras. su obra.
No escriben para combati r , negar, afirmar al go de or-
den social o hi strico. Trabajan por rescat ar del fondo
de s mismos un sent ido, disti nto para cada uno. Com-
prometidos profundament e con 8U afielo, cada uno de
estos escri tores se desentiende de todo aquello que
vulnere su actividad;
7.- Es, en consecuencfa, una generadn vocacfo-
nalmente comprometida;
8.- Pretende ser una generacin deshumanfzada.
"SI el arte nuevo - nos dice J os Ortega y Gasset-
no es Int eligibl e para todo el mundo, quiere decir que
sus resortes no son los genricamente humanos. No es
un arte para los hombr es en general, sino para una
clase muy particul ar de hombres, que podrn no valer
ms que los otros, pero que evidentemente son dis-
tintos."
Veamos est e aserto nuestro, acaso el ms grave.
Gufllermo Blanco, Armando CassfgoU, Alfanao Eche-
ver rfa, Mano Espinosa, Cl audi a Gfaconf, Csar Rfcar.
do Guer ra, Jafme Lazo, Enrfque Molleta, Eugenio Guz-
mdn, Enrique Lfan, Marta Eugenfa Sanhueza, Pablo
Garcfa, son al gunos de nuestros cuentistas que obser-
van, quin ms, quin menos, esa actitud frta, Inteli-
gente, ante el cuento. Elusln de la metfora, desdn
por los raptos 1Irlcos, conciencia clara y distinta de los
problemas que propone el gnero. Sin perjuicio de que
uno u otro de nuestros antologadcs adobe su material
Iterartc con hermosos ornamentos retricos. Un es-
critor, a qui en omit lmos en la enumerac ri prec e-
dente, Herb ert Maner, con su obra, llumlna de modo
mas cierto nuestras consideraciones . Como Claudta
Gtaconf, Herbert Maller es uno de los ms extraordt-
narlos cuentistas que integr an esta seleccin. Su "Per-
ceval " y "Coloquio" cons ti t uyen grandes cuentos, no
solamente de la literatura chilena, sino tambin de
1& contemporAnea. Cmo han sido realaados? N08
otros respondemos: mediante un plan exacto. en el
cual cada pal abra estaba prevista. Es decir, mediante
15
la sujecin de la emocin sensible originaria a los
controles de la Integencta. Prosa austera, simple y
directa. Prosa funcional, que cumple estrictamente con
6U propsito, he aqu la materia literaria de que estn
hechas las obras de los artistas anteriormente nom-
brados.
Dijimos, desde el principio, que estibamos ante
una generacin heterognea, tumultuosa en sus ten-
dencas. Y es de este modo como otro grupo -c-agrupa-
clones todas provisionales. por cierto- adscribe a una
actitud puramente sensible, prxima al poema en pro-
sa, prdiga en descubrimientos formales, metafricos.
con un lirismo fresco y difano. Obras como las de
Jorge Edwards, Flix Emerlch, Gloria Montalvo, Mar
garita AgufTTe, Luis Alberto Hefremans, Yolanda Gu
tfTTez, Jos Donoso, Pilar Larratn, Fernando Balma
ceda, tienden, ms bien, a una comunicacin de orden
potico, en donde el relato va acompaado de una car-
ga metafrica, alusiva, mAs pura y de mayor lirismo
que el grupo antes nombrado.
Pero volvamos a nuestra armacn de que se
trata de una generacin deshumanizada. E insistimos,
antes de continuar, que estos rasgos con los cuales esta-
mas caracterizando a los escritores de la Antologla ce-
rresponden a propenstones predomtnantes, 11 no a atrt-
buc10nes absolutas. Estos escritores, por sobre los
problemas de representacin el de determinadas eme-
ctones y necesidades sensibles, han Intentado realizar
estructuras formalmente diferenciadas y ricas. "El arte
no puede consistir en el contagio psqutcc, porque ste
es un fenmeno inconsciente, y el arte ha de ser todo
plena claridad, medoda de Inteleccin", nos Informa
Ortega y Gasset. La "Antologia del Verdadero Cuento
Chileno", de Miguel serrano, notable por muchos res-
pectos, ostenta un pecado, no venial. Mucho mAs grave.
y es este del contagio psquco. Todos los cuentos se
parecen. MU, dirtase escrita por un solo autor. Aquella
generacin, tardlamente impregnada de superrealismo,
padeci del contagio psquco. Liber un Inconsciente
Idntico.
18
Armando CauiQoll
QUE ENTIENDE USTED POR CUENTO?
'"En contrapos1c16n al gnero l1&mado novela, el cuento es etnte-
lis. Encontramos otro gnero enue ambos. el llamado novela corta.
En cada autor, el concepto es distinto 1 orienta su creacn,
''Tal oomo crece det1n16 el Arte como aquello que todOll entence-
lnOI por Arte, se puede de!tnir al cuento como aquello que todoe
entendemos por cuento.
"El orlen del cuento es popular y emana, poslblemente. de los
romances.
''La, Uu-fatur. moderna. o la europeaente en nuestra Amrica .
ha de.rtrtuado 8U origen popular y soctet : es necesario resca-
tarlo,"
59
E N L A
G A v I A
"Oculta hu male, t ca,a.
H
T.u.a DE Mnrro.
INTRODUCCI N
CUANDO el seor F. oboti cario de la regin y nica
voz en la salud de aquellos mansos pobteos, dtagncs-
tic la enfermedad de Ramiro con s610 dos palabras:
morbus aemenuae, el padre de ste, bastante ape-
sadumbrado y con gran dolor, pero tambin previendo
funestas consecuencias. orden que Bamro fuese en-
cerrado en una jaula de gruesos y lustrosos bar rotes
que habla all, en la casa, fr ente al pati o y bajo el
alar de la recocina, esperando servir a trast os, a ani-
males, a los usos ms variados. Fu un m rccles.
DESARROLLO
La ser vidumbr e no atinaba a comprender nada.
Sin embargo, espiaba los movm entoa del r ecluido, Que
siempre pareca estar observando el techo de su celda.
Ramiro pensaba en sus t iempos de colegial, es de-
cir, no pensaba, sino que evocaba descompagtnadamen-
te una que otra escena de aquellos lejanos tiempos
de colegio, en donde, por otra parte, ru un ser an-
nimo y sin Importancia, un nio, podra decirse, des-
apercibIdo.
Su padre era pobre y muy ahorrativo; no obstant e,
sorteando sacrificios, le mand a la escue la, siempre
vestido de pao negro, de negro lustroso, de negro re-
mendado, pero negro... i Sers, qurasto o no, un ca-
ballero1", le dec1a. Recordaba Ramiro como desde
pequeo le hacan Ir con un corbatn ~ cuello: una
prenda chlllona y muy planchada, que le revisaban
todas las maanas. De las acvdades escolares recor-
daba pocas cosas; por ejemplo, que cierta vez, en clase
de zootogta. apres una mosca que se puso a observar
con la mayor dedtcacn. De pronto la socarrona voz
del profesor le nterrump : "Y ahora piensa comr-
sela, Ramiro?" Y l, ponindose llvldo, se la habla
tragado, luego se sonri y la escupi en el suelo.
De ahl sus pensamientos se ccnrundan en el re-
cuerdo de un festival escolar de fin de ao, en que
habla tenido que actuar de cura, diciendo desde el
proscenio:
-Yo, como sacerdote, represento al Papa, y como
ciudadano, al Presidente de la Rep bca. rmos y
Patria!
Tal era la confusin del muchacho, vcrma de su
enfermedad, que ahora ya no recordaba con precisin
si ru un sacerdote el que se trag una mosca, o ru
una mosca la que habl de Dios y de la Patria. Sin
embargo, en su mundo de nueve metros cuadrados,
Ramiro era feliz.
Viva bien, era un solitario. "Para ser solitario
slo basta comer bien", deca, y esto lo repeta va-
rias veces.
El padre, adentro, en las habitaciones centrales,
se paseaba Inquietamente y repetta para si , como tra-
tando de penetrar en la frmula: morbus dementtae,
morbus dementfae, y tomaba a suspirar. De sbtto
movia la cabeza en seal de asentimiento, estrufbase
el labio superior entre el pulgar y el ndice, repitien-
do siempre, casi con exasperacin: morbus de-
menttae, y concluta, las ms de las veces, por quedarse
en un sofA con la cabeza entre las manos.
Era un juicio Irrevocable, un nuevo dolor en la
familla; pero era necesario salir adelante, sobr eponer -
se a los hechos y aceptar lo que viniese. El estigma
habia cado . ..
62
La madre, como por no incurrir en un pecado es.
pecal , pasaba la mayor parte del dla tejiendo; habla
suprimido todas las vst as , y cuando osaba r erertrse a
Ramiro. hablaba del "enfermito". como ! I la enfer-
medad hubiese borrado de ste todo vestigio humano.
hasta su propio nombre; y esto la hacia acordarse mis
del hi j o.
Ramir o. que antes de su enfer medad pensara
trasladarse a la. capital para ingr esar a la Facultad de
Oenctes, deca muchas cosas al respecto; por ejem-
plo, dij o cierta vez:
- Mam, sabias t . que la primera ciencia ru la
botnica -y se expUcaba-: La botnica es la ciencia
claslf1catoria por excelencia. Para la ciencia, el hombre
no es un hombre, sino que un ser clascable y cla-
sificado por pas, lengua, sexo. conocimientos. color.
clase social. etc. y en lt ima i nst ancia. es un h. omo
sapfens. pero no un hombre. slo un horno saptens.
y no otra cosa. Ahora, qu se sabe del mundo, de las
cosas, de los ser es, de esa verdad buscada? Su clast-
cac n, nada ms que su clastncacon. Qu otra cosa
hace la ciencia. esa ciencia que vemos florecer y acre-
centarse en nuestros paises. que circunscribir 108 cb-
jetos. separando sus trozos y sus mezclas ? O cuando
mucho, sirve para fabr icar armas o narcticos, Por
lo menos, esto es un negccto : Un hombre muerto. un
hombre adormecido: mal negocio! Muchos hombres
muertos, muchos hombres adormecidos : buen negu-
co! , . . , progreso! - y aqul, al terminar, Ramiro se
echaba a r eir. como 51 lo que hubiese dicho fuera muy
r isibl e, pero su madre, que se quedaba pensand o en
lo qu e ste dij era, Ievent base de un salto y lo eu-
brta de besos.
Ahor a que l estaba enfermo, la madre. al r ecor-
dar esas escenas sazonadas de ti ernas caricias. r ompla
a sollozar diciendo: "MI enfermito, mi enfermito!"
Estoy convenc do de que Ramiro era certemente
un loco. ms a n. ya que se encontraba entre cuer-
dos, y los cuerdos necesitan de la comunicab1lldad
entre ellos. para bien o para mal, eso no impor t a. Pero
Ramiro era intratable, era ese ser Inasible que se te-
63
me, porque no puede exlstlr la ms mlnlma comuni-
cacin entre l y los dems. Ante Ramiro, las perso-
nas se encontraban con lo imprevisto, con lo deseen-
certante, con lo imposible de hacer reaccionar a sus
arbitrios.
Quiz.s entre quinientas mil personas de su natu-
raleza, Ramiro no hubiese sido encerrado en una jaula.
Es un problema estadistlco.
La gavia era de madera y erro, con unas cana-
letas de latn en los bordes del techo, como previsin
para la temporada lluviosa. En la mitad posterior del
piso habla un recubrimiento de cemento con un plano
inclinado que Iba a desembocar en una sucia acequia
que cruzaba transversalmente a la casa, para que est
ste pudiera sat isfacer a dscrectn ciertos vitales me-
nesteres. Entre otras cosas, Ramiro sabia que los ba-
rrotes de su prisin er an treinta y seis, contados de
a uno por uno; cuarenta, contando cada lado por se-
parado, y muchos, mirndolos a simple vista. Supo
que stos tambin eran lisos y helados, de tal suerte
que cuando se sent a un poco afiebrado, afir maba su
rostro entre ellos, recibi endo la fresca caricia que pro-
ducen los barrotes frias y sua ves; luego, cuando stos
perdlan su frescor, por el calor de sus mejillas, cam-
biaba su cara de sitio, encont rndolos ms helados,
mas cmodos, ms suaves. Y se quedaba asl, como
idiotizado, absorto, como si toda su sangr e, su vista,
su ser Integro, estuviera fijo en la caricia refrescante
de las rejas. En ese momento, las empleadas de casa
que lo espiaban se decl an sin acertar a comprender:
"Qu mrar j", y drgtan su vista h aca donde re-
posaba la mirada vacia de Ramiro, y al ver que a111
no habla nada de inters, excepto un gutl ar r o o una
planta pequeita, una de ellas volva a decir, como
penetrando en un misterio:
- SI, ve al go, de seguro que ve al go!
Las otras asentan en silencio, compartiendo la
opinin.
Al poco tiempo Ramiro se habla acostumbrado a
su encierro y no er a raro orte a toda hora cantar una
64
cancioncilla de letra muy ori ginal, que mis o menos
deca asi :
Est oy, esta mos, estdn;
comi endo, bebiendo y muriendo.
Se cier ran y se abren Zas puert as;
y si empre comiendo, bebiendo y muriendo.
No estov, no est amos, no estdn.
Nadie supo de dnde l haba sacado esa cancin,
ni a ninguna persona se le ocurri pr eguntarle, aun-
que a decir de la cocinera, quien le conoca desde ni-
o, er a orig inal del "enfer mito", como a veces le lla -
maba, por una especie de solidarid ad ante el dolor con
su pa trona.
En los pri mer os tiempos de su encier ro, Ramiro
t enia slo dos seres que le visitaban a menudo, siendo
para l sus nicos amigos; stos eran: un zorzal y
un muchachot e simple, y segn las gentes, necio, que
va gaba por el pueblo.
El zorzal venia todas las maanas a cantarle. Ra-
miro le t omab a en las manos al1z1ndole el suave plu -
maj e del lomo, mientras le musitaba frases Incom-
prensibles. La avecilla se dej aba arrullar , quieta, como
escuchando las palabras. Ramrotambn le guar daba
migas de pan y r estos de comida. Pasado cierto ti empo,
el ave empre nda el vuelo y no apareca ha sta el d1a
siguiente, a la misma hor a.
- Vuela, vuela -decia el muchacho, mi entras lo
mirab a al ej arse.
El otr o amigo aparec a por las noches. salt aba la
t apia, acercbase sllentemente hasta las r ej as y que-
dbase observando con gran r espeto a Ramiro. Cier ta
n oche lleg ms t arde que de costumbre Y se ace rc
al enfermo dicindole:
-Le he traldo manzanas.
Se las pas y esper r espuest a. Rami ro mir las
frut as, contempl al muchacho y con una voz ahoga-
da musit:
-c-reeeeme de aqui!
65
Antolor a.- 5
El muchacho sonrl, pas sus manos por entre
las rejas, golpete a Ramiro sobre el hombro e hizo
una mueca amistosa.
"Es el ntec que podria hacerlo", pens Ramiro.
El otro se ru sin decir nada y ya no se le vi en mu-
chos dias. Ramiro qued triste.
De pronto los hechos cambiaron casi totalmente.
Fu pasando el tiempo y la familla acostumbr.ndose
poco a poco al paciente, de tal suerte que la cocinera
tenia orden de abrirle la puerta de la jaula varias veces
al dla, ora para hacer el aseo, ora para hacer menos
opresiva al enfermo su estada en la gavia.
Por su parte, el padre ya se habla acostumbrado a
la enfermedad del hfo, y as ru que un dia se atrevi
hasta el punto de mostrarlo a varios compaeros de
oficina, los ms de confianza, por supuesto. Ante todo,
I pidi discrecin por 10 que viesen y oyeran, y ade-
les explic que su hijo no era ni una bestia ni
mucho menos un ser endemoniado, sino simplemente
un buen cristiano y excelente hijo, que por el mo-
mento padeca de una rara enfermedad, llamada por
la moderna ciencia: morbU& ementae. -
Los compaeros de oficina hicieron un gesto de
asentimiento, mientras decan:
-AhA! jAh.! -1 le hablaron de un caso pare-
cido que haba obtenido curacin pronta. Seguramente
los funcionarios menttan, pero en estas circunstancias,
ben valia una mentira, ya que sta podra, quas en
parte, aliviar el dolor del padre. Este, a su vez, se
tntranquzaba un tanto al saber que otras personas
tambin hablan padecido el mismo mal; de modo que,
como para defender en algo la dign1dad de Ramiro,
exclamaba:
-iPero vean ustedes, queridos amigos! La enfer-
medad que aqueja al muchacho no es morbu.s aemen-:
ttae propiamente tal, ordinaria y smple, sino una
forma especial de Insania, una morbu.f ementae en
sexto grado y hereditaria.
A esta altura del discurso bajaba la VO'Z en la 1 1 1 ~
tima palabra, como denunciando un grave secreto.
Los amigos volvan a decir: "Ah., enat", casi como
en sordina, y quedbanse luego caadoa. Entre tanto
el padre Justificaba la mentirilla Con que salvara ei
honor de su hijo y la honra famlllar.
se sucedieron muchas ocasiones como stas, y Ra-
miro, que dentro de su anormalidad comprenda la
buena intencin que su padre Involucrara en aquellas
conversaciones, se dspona a divertir a los vtsltantes.
Para este efecto comenzaba por llamar la atencin de
los concurrentes con dos o tres sonidos guturales. Acto
seguido, se hincaba, dndose una vuelta hacia atrs.
y l uego otra hacia adelante. Concluidas las vueltas,
gri t aba a voz en ec euc:
-ISoy el hombre sin cerebro! -0-: MI cabeza
es de ma dera y mi corazn de piedra!
En esto se arrodUlaba, aprestndose a darse de
cabezazos contra el recubrimiento de cemento. Feliz-
mente, nunca se hlzo dao suficiente como para san-
gra r , rompindose la cabeza. Se desvesta en seguida,
pr evio un Int er val o, de la cintura hacia arriba, gri-
tando:
-Soy un mono, s, un monol
A este punto del espect culo, el padre, la madre,
lo! visitantes y la servidumbre, Que no podan retener
la risa por ms tiempo, estall aban en sonoras carca -
j adas, que Ramiro reclbla con la felicidad con que los
actores r ecben los vivas y apl ausos, y agradeca a su
publico, sacando un palmo de lengua por un corto
espaero. Esto lo pona eufri co y estimulaba la hllar l-
dad de los presentes. Pasado un breve Inst ante, volvia
a lanzar sonidos guturales, pero en forma ms sonora
y aguda, como avisando a los espectadores que allf
venia la parte ms Interesante del programa; se dl-
rt gta entonces silencioso hasta las rej as Y comenzaba
a lamerl as, como si stas hubi esen sido de almi baro
Luego abria los ojos y los paseaba Int ermitentemente
sobre los aslstentes. El dueo de casa sonrea satisfe-
cho, sin hilaridad.
-SI parece un len l c-dectan unos .
-Se nos figura un oso, la "esencia" de un oso -
expresaban otros.
67
-Para mt es un stmbolc onrco -c-explcaba un
tercero, versado en muchas materias, dndole a la pa-
labra "onrico" un sabor muy especial. Y entre risas,
aplausos, glosas y teoras acerca de la enfermedad,
deshactase el grupo, dejando a Ramiro como siempre
estaba: solo, solo en su Jaula de treinta y seis barras
lustrosas.
Pero nadie alcanzaba a or despus de cada exhi-
bicin una vocecllla apocada y gangosa con que Ra-
miro deca: " Mam! . .. ", un mam apagado pero
con la fuerza de un llamado angustioso. Junto con
hacer este llamado en sor dina, Ramtro senta una
honda opresin en la garga nt a, y se quedaba luego en
su acostumbrada posctn hor izontal. Eran los mo-
mentos de ms tristeza en la vtda del enfermo.
Aquellas act uacones en que se mezclaban lo es-
pectacular del t eatro, lo insubstancial de la velada fa-
millar y lo tr gtcc del circo se reptteron peridica-
mente. Fuer on as Invitadas personas muy ajenas a
la familia. En el pueblo, la socedad pueblerina ya
hablaba de Ramiro con or gullo, como qui en habla de
algn monumento o de a lgn sitio pintoresco de atrac-
cn turstica. Ramir o, por su parte, estaba ya pose-
stcnadc de su papel y lo vivIa con naturattdad: no
obstante. aunque muy pocas veces, el pobre r ecluldo
aburrlase hond amente.
De pronto ocurri a lgo Inesperado. Habla sido In-
vItado por el padre un a lt o funcionar io, tipo grosero.
borrachn e Influyente, qui en esper aba gozar de una
gran dvers n con el loco.
El mi smo padre sall a recIbirle, y mientras reeo-
rrtan los largos y sombreados corredores que conduelan
al patio. el personaj e pblico nqutrt por tercera vez :
-Cree usted, mi amIgo, que val ga la pena eL ..
espectculo?
-Ya se lo he dicho, no deja de tener gran In ters,
seor ! -contestaba el padre. mientras se hurgaba algo
en los bolsillos como para no dar tiempo al alto em-
pleado de hacer otra pregunta de ditlcil respuesta.
68
-Por otra parte - pr oseguia el functonart oc-, me
asegur usted que su hijo es verdaderamente un... ca.
mo le dijera .. . un enfermo c-conctua el caballero
sin acentuar demasiado los vocablos.
-Le aseguro a usted, le aseguro a usted -repe-
tia el padre-c-, a unque. si no 10 fuese, slo un muy
buen actor podria representar un papel de esa natura-
leza. y un buen actor es digno de verse. lo manda nues-
tro criterio selecti vo. en cuanto a ar te se r efiere _
concluy en el momento en que se acercaban a la garta.
Aproxlm.ronse nnatment e a la reja, se senta ron
junto a otros invitados y sobre unos amplios asientos
que para el efecto el padre habia hecho colocar a111. y
esperaron. El exhibido permaneca estanco.
Puado un ti empo prucencat, el padre comenz
a inquietarse al ver que Ramiro no hacia el menor
movimiento que denunciase el ms mnmo deseo de
actuar. en vista de lo cual comenz a hacerle unas
pequeas seas, algo as como diciendo:
"[No me dej es en ver genza! rvamos, Ramiro,
h az algol"
A su vez, Ramiro a n per maneca callado . Bnton-
ces el padre. amostazado, avanz hasta la puerta de
la reja y dij o. ya si n pode r contenerse:
-Vamos. haragn ! Pi ensas tenernos as toda
la tarde?
Ramiro mir al padre directament e a los ojos, lo
contempl largo rato. trist ement e. y slo acert a
musitar:
--81 .. . - Acto seguido. dlse media vuelta y ru a
sentarse en la parto posterior de la gavia. desde donde
clavO su mirada en los presentes. Luego r odaron lgri-
mas de sus ojos.
El alto funcionario lanz una peque a carcajada,
sonora y llena de pcardta, mentres dirigia una 011-
rada de soslayo al padre. de modo que ste pudIera
apreciarla a mpliamente .
Habiase operado un importante cambio en la anor-
malidad de Ramiro. Hab a sufrido una mej or a de t al
gr ado, que habia recobrado casi completamente la
razn. estado que tenda cada da a ser mejor. Nadi e
en la casa, exceptuando al mIsmo Rantlro, hablase dado
cuenta de ello.
A pesar d todo, el padre se acerc en la noche
hasta la gavIa, donde amenaz a Ramrc con duras
reprimendas y castigos s osaba Interrumpir aquellas
exitosas actuacones.
El prtscnero, ya que en estas ercunstancas Ra-
miro habla llegado a ser un prisionero, al ca bo de
poqusimas palabras acept el mandato paterno. Re-
comenzaronse, pues, las veladas, y el publico tu en
aumento. Sin embargo, un dejo de tristeza se mtraba
entre las gent es y Ramiro. AsI pasaron quince dlas.
Una noche en que habla tenido gran xito la exh-
b ci n de las graciosas excentricidades de Ramiro, y
ste se mostraba bastante agotado sobr e el piso de la
jauta, oyronse unos menudos pasitos que se acerca-
ban silenciosament e. El recluido pensaba que le era
imposibl e ya seguir fingiendo, sometindose. Necesita-
ba salir, r ecorrer campos, mates y ciudades, conocer
el amor, el trabajo, la risa ; en r esumen, gozar de esa
necesaria libertad, ahora tan lejana para l. Su mundo
de nueve metros cuadrados se abrla de sue n o, lllmi-
tadamente.
Los pasos se hicieron mas perceptibles y una voz
se dej or:
,
-Ramiro, vengo a llevarte .. . -Era el muchachote
smple que antes le visitara muy a menudo.
-Ah, eres tu! Crel que .. .
-Ven, tengo dos caballos listos.
--Para ir adnde?
-Donde tu quieras. Si tu sabes alguna parte ...
-No sabr ta dnde ir, pero...
-Escucha, entonces : hay un circo de paso por el
pueblo y yo les he hablado de .t 1.
- Un circo, aq,? No, ndate, me Ir solo.
-Pero, don Ramiro!
-No; djame, debo Irme solo.
-e-Podras hasta quizs ganar mucho dinero.
Ramiro titube un Instante y sonri.
70
(
- No! Nol -repiti-. De t odos modos. breme
la puerta. quieres? -c-concl uy, echndose sobre el
Jergn (hablanle colocado uno el dla anterior ).
El muchachote abri la puerta y esper. Maa. vien-
do que Ramiro permaneca Inmvil, le qued perplejo,
hizo un gesto Incomprensibl e y se perdi en el obscuro
fondo del paUo.
A la maana siguiente, todos los de casa madru-
garon como por extraa ccnctdencta. Las empleadas
hacan el aseo acostumbrado. Una de ellas, la mAs
joven, se aproxim a la jaula y vl a Ramt ro ya er -
guido, afirmado rectamente contra las rejas posterio-
res. con su acost umbrada vista fija en el vaco. El dla
habia amanecido esplndido, lleno de voces y de p-
jaros.
La mujer se aproxim a la jaula, abr Ia portezuela
y contempl al enfermo. Est e estaba apoyado en el
suelo, casi apenas t ocndolo, la vista muy fija ; a su
cuello habla anudado un cintu rn de cuero firme y
tenso, cuyo extremo estaba atado a una de las vigas
de la techumbre.
-Oh , Dios se ha .. . ! -dijo la mujer. Ianzn-
dose a la carrer a en busca de los dueos de casa. A
los pocos Instantes, el padre y la madre acudan pre-
surosos a la gavia.
-iHijito, hij ito ! Qu hiciste! -exclamaba la ma...
dre, mi entras trataba de pasar la portezuela de rejas.
Entret anto el padre ya estaba adentro y balbuceaba
con desesperacin:
-Ramiro. Ramlr1to l .. .
Entonces Ramiro estir un pie y esboz una
sonrisa.
-Qu sucede? -Inqulrl.
- Pero.. . esa correa . . . , nosotros cre amos . .. ! -
se expres el padre.
Ramiro entonces expUc:
- No se preocupen. nada sucede, slo un nuevo
numero artlstlco en preparacin. Un nmero que se
me ha convertido en obsesin . . . , en una obsesin.
La famil1a , malhumor ada. aunque pensativa, se
volvi a los aposentos interiores.
71
EpILoGo
Un dia, muy de maana, nublado y trio. poco tiem-
po despus, Ramiro sall, abandonando la gavia, la
casa y el pueblo.
Marchse a una ciudad vecina, en donde se cas
con UDa nia de trenzas y de pocas palabras. Su padre,
maestro tonelero, emple a Ramiro y le ense el octo.
En el dia, Ramiro trabajaba; en las tardes iba a
la taberna, y en las noches, lefa, en el hogar, Junto
a su mujer.
E! tabernero. que de otdas conocla la historia de
Ramiro, cierta vez le coment: ;
-Es por capricho que un hombre pierde su ho-
gar, su posicin. y se hace tonelero?
-No! -c-contest Ram1ro-. Por Impesa!
El tabernero le celebr la ocurrencia y le Invit
a una copa.
Enero de 1947.
72
J
o s E
D
o N o s o
Dono.so YdJiez nad en 19Z4. Estu.
dt Humanidades en el Grange Sell aol. Vja.
j6 l uego a Magallanes. en donde permaned
traba1ando durante un tiempo. A su vuelta,
Ingresa al I nstitut o Pedaggi co de la Uni-
versi dad de Chile, en donde sigue estudios
de Pedagogta en En 1949 es agraciado
con una beca de la Dahertu Foundation, pa-
ra est udi ar Literatura Inglesa en la Univer-
sidad de Prnceton, en Est ado! Unidos. AUf
ngue 'tU cues de R. P. Bl ackmur . Edward
Fttzgerald JI Allen Tat e. Publica dos cuent o!
en nglb, " The Blue Woman" JI " The Potson-
ed Pastres", en la revista " MSS". Vuel ve al
cabo de dos aOl 11 medio de permanencia,
vla1ando por Amhica Central 11 Mleo. Ac
tualmente le dedica a l a enJmanza.
El cuento que aqui antol ogamo.l e8 un re-
lato simple. lleno de ternura, con una prosa
liviana JI directa, Nos mue!tra el cambio pro
t undo que existe entre la in/ancta JI la! otra!
edade! del hombre. Su e!tructura es cl4!i
73
ca, con un desenlace violento 11. a la vez,
imperceptible.
Jos Donoso tiene 1m preparacin un vo-
11lmen de cuentos titulado "Coronacin", que
pubHcard prximamente.
74
J"' __
QUE ENTIENDE USIID POR CUENTO?
"'El. cuento es un relato m4I corto que la Dovela. en el tU&! la
paicolosfa, el ambiente ., el desarrollo debe n depender, tJ mismo
tiempo que realzar. la aituaclOn ., ti tono."
75
. e H
1
N
A
POR un lado el muro gri s de la Universidad. En-
frente, la agitacin mal olient e de las cocneras al -
terna con la tranqu1l1dad de la s tiendas de libros de
segunda mano y con el burueio de los establecimientos
donde hombres sudorosos horman y planchan, entre
estaIltdos de vapor . Ms a ll, ha cia el n de la primera
cuadra, las casas retroceden y la acera se ensancha.
Al cae r la noche, es la part e ms agitada de la ealle.
Todo un mundo se arremona en torno a los puestos
de fru ta. Las naranjas de tez spera y las verdes
manzanas, puldas y dur as como el esmalte, camblan
de coJor baj o los letreros de nen, rojos y azul es. Abs- .
mos de oscuridad o de luz caen entre los rostros que
se aglomeran alrededor del charlatn vociferante. en-
gal anado con una ser piente viva. En invierno, radas
bufandas escarlatas embozan los rostros, revelando
slo el brillo t orvo o conado, perspicaz o bovino, que
en los ojos seala a cada ser distinto. Uno que otro
tranva avanza por la angosta calzada, agitando todo
con su estruendosa senect ud mecnt ca. En un balcn
de segundo psc aparece una mujer gruesa envuelta
en un batn listado. Sopla sobre un brasero, y las eras-
pas vuel an como la cola de un cometa. Por unos ns-
tantes, el rostro de la mujer es claro y caliente y ab-
sorto.
Como todas las calles, sta tambin es pblca.
Para m, sin embargo, no siempre lo ru . Por largos
77
aos mantuve el convencimiento de que yo era el ni-
co ser extrao que tenia derecho a aventurarse entre
sus luces y sus sombras.
CUando pequeo, vivla yo en una calle cercana,
pero de muy distinto sello. All1 los tilos. los taroles
dobles, de torma caprichosa, la calzada poco concu-
rrida y las fachadas serias hablaban de un mundo
enteramente distinto. Una tarde, sin embargo, acom-
pa a mi madre a la otra calle. Se trataba de en-
contrar unos cubiertos. Sospechbamos que una em-
pleada los habla suatratdo, para llevarlos luego a cierta
casa de empeos aIl1 situada. Era invierno y habla
llovido. Al tondo de las bocacalles se dvtsaban restos
de luz acuosa, y sobre los techos cernanse an las
nubes en vagos manchones parduscos. La calzada esta-
ba hmeda, y las cabelleras de las mujeres se apega-
ban, Jaclas, a sus mej1llas. Oscureca.
Al entrar por la calle, un tranvla vino sobre nos-
otros con estrpito. Busqu refugio cerca de mi madre,
junto a una vitrina llena de hojas de msica. En una
de ellas, dentro de un valo, una muchachita rubia
sonrea. Le ped a mi madre que me comprara . esa
hoja, pero no prest atencin y seguimos camino. Yo
llevaba los ojos muy abiertos. Hubiera Querido no sola-
mente mirar todos los rostros que pasaban junto a mi,
sino tocarlos, olerlos, tan maravillosamente di stintos
me parecan. Muchas personas llevaban paquetes, bol-
sas, canastos y toda suerte de objetos seductores y
mtstertosos. En la aglomeracin, un obrero cargado
de un colchn desarregl el sombrero de mi madre.
Ella ri, diciendo:
-Por Dios, esto es como en la China!
Seguimos calle abajo. Era dlftcll eludir los char-
cos en la acera resquebrajada. Al pasar frente a una
cocnerta, descubr que su olor mezclado al olor del
impermeable de mi madre era grato. Se me antojaba
poseer cuanto mostraban las vitrinas. Ella se horro-
rizaba, pues decfa que todo era ordinario o de se-
gunda mano. Cientos de floreros de vidrio empavonado,
con medallones de banderas y flores. Alcanclas de
yeso en forma de gato, pintadas de magenta y plata.
78
Fr ascos llenos de boll taa mul ti colores. Sartas de tar-
jetas postales y trompos. Pero sobre todo me sedujo
una tienda tranquila y llmpla, sobre cuya puerta se
lela en un car te l : "Zur cidor
No r ecuerdo lo que sucedi con el asunto de los
cubiertos. Pero el hecho es que esta calle qued mar-
cada en mi memori a como algo fascinante, distinto.
Era la libertad, la aventura. Lejos de ella, mi Vida se
desarrollaba simple en el orden de sus horas. El "Zur -
cidor J apons", por muc ho que yo deseara, JamAs re-
mendarla mis ropas. Lo hartan pequeas monjitas al-
midonadas de giles dedos. En casa, por las tardes,
me desesperaba pensando en "China", nombre con que
bautic esa call e. EX1SUa, claro esta. otra China. La
de las il ustraciones de. Ios cuentos de Call ej a, la de las
aventur as de Pinocho. Pero ahora esa China no era
Important e.
Un domtngo por la maana tuve un disgusto con
mi madre. A manera de venganza fui al escritorio y
estudi largamente un plano de la ciudad que colgaba
de la mur alla. Despus del almuerzo mis padres ha-
blan salido, y las empleadas tomaban el sol primaver al
en el (HUmo patio. Propuse a Fernando, mi hermano
menor :
- Vamos a "China"?
Sus ojos brlllaron. Crey que Ibamos a jugar, co-
mo tan tas veces, a hacer viaj es en la escalera de ti -
jeras tendi da bajo el naranjo, o quizs a dlSfrazarnos
de orientales.
-Como salieron -d.iJo-, podemos robarnos cosas
del cajn de mam.
- No, t onto -.susurr-, esta vez vamos a m a
"China".
Fer nando vestla mameluco azulino y sandaas
blancas. Lo tom cuidadosamente de la mano y n08
dirigimos a la calle con que yo soaba. Caminamos al
sol . lbamos a "Chi na", habl a que mostrarle el mundo,
pero sobre todo er a necesarlo cuidar de los nios pe-
queos. A medida que nos acercamos, mi corazn lati
ms aprisa. Reflexionaba que afortunadamente era
78
domingo por la tarde. Habia poco trnsito, y no se ce-
rr1a peligro al cruzar de una acera a otra.
Por tln alcanzamO$ la primera cuadra de mJ calle.
-Aqui es ~ 1 J e , y sent que mi hermano se apre-
taba a mi cuerpo.
Lo prtmero que me extra ru no ver letre-
ros luminosos, n1 azules, ni rojos, ni verdes. Habla
imaginado que en esta calle magtca era stempre de
noche. Al continuar, observ que todas las tiendas ha-
bian cerrado. NI tranvas amarillos eorrtan. Una te-
rrible desolacin me ru Invadiendo. El sol era Ubio.
tiendo casas y calle de un suave color de miel. Todo
era claro. Circulaba muy poca gente. stas a paso lento
y con la.s manos vaclas, Igual que nosotros.
Fernando pregunt:
-Y por qu es "China" aqu1?
Me sent perdido. De pronto, no supe cmo con-
tentarlo. VI decaer mi prestigio ante l, y sin una In-
med1ata ocurrencia gen1a1,. mi hermano jamas volverla
a creer en mi.
-Vamos al "Zurc1dor Japons" -diJe-. Ahl si
que es "China".
Tenia pocas esperanzas de que esto lo convenciera.
Pero Fernando. quien comenzaba a leer, sin duda 10-
grarta deletrear el gran cartel desteido oue colgaba
sobre la tienda. QulzAs esto aumentara su fe. Desde
la acera de entrente, deletre con perfeccin. DIJe en-
tonces:
-Ves, tonto. t no creas.
-Pero es teo -respondi con un mohln.
Las l.gr1mas estaban a punto de llenar ms ojos,
si no suceda algo importante, rpda, inmediatamente.
Pero qu podla suceder? En la calle casi desierta, has-
ta las tiendas hablan tendido pArpados sobre sus v1-
U'tnas. Hada un calor lento y agradable.
-No seas tonto. Atravesemos para que veas -lo
anim, ms por ganar tiempo que por otra razn. En
esos instantes odiaba a mi hermano, pues el fracase
total era cosa de segundos.
Permaneelmoa detenidos ante la cortina metalca
del "Zurcidor Japons". Como la melena de Lucrecla,
80
la nueva empleada del comedor, la eortina era una
dura perfecci n de ondas. Habla una portezuela en
ella, y pens que qu1za.s sta Interesara a ml herma-
no. Slo atin a decirl e:
- Mira. .. - y hacer que la tocara.
Se sinti un ruido en eltnterlor. AtemoriZados. nos
quitamos de enfrente, obsenando COmo la portezuela
se abrla. Sali un hombre pequeo y enjuto, amart-
Uo, de ojos tirantes. que luego ech cerrojo a la puerta.
Nos quedamos apretujados junto a un farol , mrn-
dal e fijamente el rostro. Pas a 10 largo y nos sonri .
Lo seguimos con la vista hasta que dobl por la calle
prxima.
Enmudecimos. Slo cuando pasO un vendedor de
algodn de dulce salimos de nuestro ensueo. Yo. que
tenia un peso, y adems estaba sintiendo gran afecto
hac1a mi hermano por haber logrado lucirme ante l,
compr dos porciones y le ofrec la maravlllosa sus-
tanela rosada. Ensimismado, me agradeci con la ca-
beza y volvimos a casa lent ament e. Nadie habla not ado
nuestra ausencia. Al negar Fernando tom el volumen
de "Pinocho en la China" y se puso a deletrear cuida-
dosamente.
Los aos pasaron. "China" fu durant e largo em-
po como el forro de color br1llante en un abrigo os-
curo. Solla volver con la Imaginacin. Pero poco a po-
co comenc a olvidar, a sentir temor sin razones, temor
de fr acasar alU en alguna forma. MAs tarde. cuando
el mundo de Pinocho dej de Interesarme, nuest ro pro-
fesor de box nos llevaba a un t eatro en el interior de
la calle: deblamos aprender a golpeamos no slo con
dureza, sino con tcnica. Era la edad de los pan-
talones largos r ecin estrenados y de los primeros ct-
garrlUos. Pero esta parte de la calle no era "China".
AdemAs, " C h l n ~ " estaba casi olvidada. Ahora era mucho
ms Importante consul tar en el "Diccionario Enciclo-
pdi co" de pap las palabras que en el colegio los
grandes murmuraban entre risas.
MAs t arde ingr es a la universidad. Compr gafas
de marco oscuro.
81
En esta poca, cuando comprend que no cuidarse
mayormente del largo del cabello era signo de cate-
garla, solla volver a esa calle. Pero ya no era mi calle.
Ya no era "China", aunque nada en eUa haba cam-
biado. Iba a las tiendas de Ubros viejos, en busca de
votmenes que prestigiaran mi biblioteca y mi inte-
lecto. No vela caer la tarde sobre los montones de fruta
en los ki oscos, y las vitrinas, con sus emperifoll ados
manqutes de cera, bien podan no haber existido. Me
interesaban sOlo los polvorientos estantes llenos de
Ubros. O la silueta famosa de algn hombre de letras
que hurgaba entre eos, silencioso y privado. "China"
habla desaparecido. No recuerdo haber mirado, ni una
sola vez en toda esta poca, el letrero del "Zurcidor
Japons".
Ms tarde sa l del pas por varIos aos . Un da,
a mi vuelta, pregunt a mi hermano, qui en era a la
sazn estudiante en la Untversdad, dnde se poda
adquirir un libro que me interesaba muy particular-
mente, y que no hallaba en parte al guna. Sonriendo,
Fernando me re spondi:
-En "China" . . .
y yo no comprendf.
82
ALfONSO
E CHEVERRIA
Alfonso Echeverrta Yd. ez: es hIjo de la du-
ttnguida escrItora chI lena MarIa Flora Y4
ez: . Naci el 22 de iuuo de 1922 en Santiago.
Hizo sus estudios umanst cos en "The
Grange senoot', V los universitarios en la
UnIversIdad Ttcnica Federico Santa Marta.
Becado por los Edados Unido.s, permanece
oUt durante d03 ao.s (1942 a 1944) , perfec-
ciond.ndo.se en su especialidad. Comparte el
ejercicio de su profest6n con el ingrato V
amargo eercca de la literatura. Su princi-
pal obra, " La Vaci laci n del Tiempo", perma
nece an tntdita. El escritor nos dice en su
carta, textual mente, que, .. "describe las ex-
periencias lnUmas del autor en ese perlado
de dos aos, y es, a la vez, un ensayo de ex-
traordinario alcance potico y ruosonco''.
La obra que aquf mostramo.s fut premiada
en el Concurso "Renovaci n" en 1952, Su
83
pr084 e! clara, con economfa de e;rpre!ln,
!Imple en !U.t procedimiento!. La narracin
el ccul poemdttca, Inquietantemente ob!cu
ra, o!ctlactn continua entre el sueiio 11 la.
realtdad.
I
84
Al/ 01lMJ Ech tvft'TfG
QUE ENTIENDE USTED POR CUENTO?
"INDMSm LE debe ser el cuento. La unidad, en el, es mis ne-
cesarta Que en cenero alguno de las letras. Esta cohesin de pe-
dra escua, trabajada , la alcanza el cuento de carcter narraUYO,
a tuve. del desenlaoe, que, ecn ser poatnro, ea tambin primordial
y lum1n08O. SI hemos de conservar tal unidad, indispensable en
el cenero, y si a la vez, por r uonea Que trnoramos, ha dejado de
atraemos el re tetc de la ecc en '1 de .us conUngenciu, debemOl
.ubatltulr ese poder agluUnante del final por una armonla mb
ocUlta, que trascienda del conjunto de lo escri to, y haga de cada
cuento una obra aeparada. a1nrular , INDIVISIBLE,"
N
A u F
R
A
G 1
o
EL barco estaba terminado. Lo habia construido l
mismo en diez meses. A sus amigos, que lo int erroga-
ban sobre sus nnes. les contestaba simplemente que
cruzarla el AtI.nUco. Y al ver la extraeza con que
ellos contemplaban el proyecto, esa partida desde un
puerto extremo de la Amrica del Sur, para cruzar el
Estrecho y el ocano en una embarcacn tan frAgtl.
sIn tripulacin, sin ot r a compaia que la de una mu-
jer, l les deca : "MI muj er es todo para'rmt, y yo soy
lodo para ella. 81 se abre un hoyo en el mar, mejor
es que entremos los dos".
y un da dijo a .un amigo: "Cuando ella despierta,
ant es de abrir los ojos. sonr e".
Tenia t al vez razn para sonr elr. Las fr anj as ama-
rillas y celestes rodeaban las chimeneas de los bar -
cos. En el agua transparente r eposaban lanchones.
conteniendo manzanas, pescados, verdur as. y en los
diques vendan ladrillos de luche, cadenas de almejas,
cochayuyo: toda clase de algas y moluscos. Estaba
COntenta. Siempr e habia sentdc la atraccin de los
viajes. ViO desde chica, subida a una silla, los buques
anclados en el puerto y el vuelo de los pjaros mari-
nos. y este espectculo diario de mar azul. de espa-
cio libre, le ru Infundiendo la ilusi n de aventura.
Nunca lugar alguno del mapa le pareci tener sen-
tido permanente. Estaban siempre de paso, por un
ao, por dos, pero de paso siempre. Asi conserva-
87
ban, por sobre todas las tosas, su llbertad y soledad
con respecto al mundo.
Slo Que ahora, tal vez, era distinto. Preparaban
al go mas hondo, ms grande. No pareca atraerles la
meta en si, sino algo anterior a la meta, Que no sabian
muy bIen expresar.
Cuando caminaron, para partir, por los muelles
de piedra, ella observ los pescados, que t emblaban en
el muelle como gelatina. El cucmo cortaba uno de ellos
en dos, y unas manos gruesas se lo extendan al com-
prador, quien lo envolvta en papel de diario y buscaba
en el bolsillo un cordel para amarrarlo. En el piso de
concreto haba un charco, y sobr e l flotaban algunas
hojas amarillas y otras rojizas.
Asi partieron, limpIamente. El no vto todo esto
que ella miraba. Iba ser lo, sost eniendo el timn. Lle-
vaba una camisa de lana que le quedaba estrecha. Ella,
en cambio, 10 haba visto todo. Hasta un pequeo sal-
tlmbanqui entre las hojas. Y el casco pod rtdo de un
barco que se ac er caba al muelle. Y las ropas lavadas,
en la costa, flotando sobr e el viento con sus colores
pUdos.
Solamente mar afuera, l gir la cara para mirar-
la. Iba sentada sobre un rollo de cuerda. Tenia el cue-
110 Incli nado, y unos pelos le sobr aban del ca bello y
se agitaban. Era una imagen cercana y a la vez dis-
tante.
Durante varios das, l estuvo absorto en la br-
jula y el mapa. Pareca adentrarse en la geogra a,
estudiando sin cesar todas las cartas. Mostraba cierta
obstinacin por salir, salir del continente, sin ca usar
a su barco un solo rasguo.
El viaje era su idea. Habia Insistido ('D realizarlo,
como si dependIera su vida misma de esa en trada al
ocano. Y s610 despus de sa cr ift cios Innumerables
cuando cargados de provisiones dejaron por fin el l ~
timo puerto, y varios das y noches de horizonte lim-
pio lavaron su memoria de toda costa, slo entonces,
cuando eran pequeos en el centro del mar, perdi esa
obstinacin que lo habia guiado.
88
Sobrevino en ambos un abandono. La sal los do-
minaba. Enduree1a sus labios. Daba realce a sus dien-
tes. Borraba la cuenta de los das y las noches. Quitaba
importancia al t rayecto. El dej de soar con difi cul-
tades y trAmites y luchas. Cierta aspiracin secreta,
que nunca intent expresar, tomaba ahora forma en
sus sueos. Tenia r elacin con el agua, con la "atms-
fera liquida", segn su trmino. Pero era una nocin
confusa que no acertaba a deflnlr. Solamente en sue-
os, en sueos que despus se extngutan, dejando slo
un r esiduo oscuro, lograba ver lo que durante el dia
buscaba en l expresin.
Era un aire denso el que habitaba entonces, un
aire sin aire, un aire de agua. Privado de tOdo peso o
r esistencia, descenda al fondo, se arrastraba entre
tintas y ar borescencias, volando lentament e en todas
direcciones. Y encontraba br1llantes flores animales,
esponj as frescas y vivas, moluscos con pintas de leo-
pardo. O al guna concha blanca, sonrosada, de finos
repllegues y profundidades. conteniendo perlas nar an-
jas. amar illas, t cdavta blandas.
Despertaba opr imi do, como si a lguien lo hubiese
ar ranca do de ese mundo, aunque no recordaba ms
que vagamente lo que habla visto. Solamente su mu-
j er pareca encamar , todava, la esencia del sueo;
pareca contnuer y condensar la vida aquella, silen-
cosa, preservnd ola de perecer en la 'vtg a.
Ella prepar aba una sopa. Abrla una lata con un
Instrumento especial, y vaciaba a los platos un 11-
quldo r ojo blanquizco. "Hoy tenemos sopa de tomates",
deca. Pero de dnde salla ese llquldo r ojo? No
Jo habla visto momentos antes dlluido en el agua? No
seria todo una farsa? No estara en otra parte la rea -
l1dad?
Volvla a l umon. y estaba largo rato aUf de pie.
mirando el vacio, tratando de enfocar lo ausente. Su
angustia no venia de aquello que estaba descubriendo.
sino ms bIen del t emor IncJerto de ser dist anciado, de
no alcanzar a aprehender lo.
Recordaba aquel sueo de algunos aos atrs. Ha-
ban llegado a los connes del pl aneta, a las masas
8i
glaciales del Polo. Dejaron el barco, que estaba prt-
stonero entre los hielos, y caminaron por la blanca
redondez llnal de la TIerra. "Es la curvatura del in-
menso globo", pens, mientras se deslizaba y ale-
Jaba, sin que le fuera ya posible asirse a las cosas. Com-
prendi que cata en el espacio. y slo alcanz a agitar
un brazo lentamente, en seal de despedida, a esa
figura que 10 miraba irse desde el borde desolado del
desierto.
Ese sueo expresaba cierto temor que era en l
esencial. Cmo distinguir lo que ardorosamente desea-
ba, en su interior, de ese lento resbalarse en el vaclo?
No sabia distinguirlo. Pero sabia que deba optar ahora,
ahora que estaba tan cerca de su ignorado deseo.
Habla archivado las cartas nuticas. Ya no traza-
ba en ellas. como antes, el progreso del barco. La br-
jula misma no era ya para l un instrumento que
orienta. La observaba como quien contempla un or-
ganismo vivo, tratando quiz. de captar su misterio.
y ella, la mujer, lo contemplaba a l hondamente.
La llegada al puerto de destino no pareca importarles.
Tal vez, al contrario, habra sido' para ambos como un
regreso, como un fracaso, como un volver al punto
inicial.
Un da pregunt: "Por qu hemos hecho este via-
je, al fin?" Y ella sonri levemente, como si no qui-
siera decir. "Pero sabia -pens l-, sabia, sin duda,
sabia." Bu lengua viva lo refrescaba, era un contraste
con la sal del aire; pero aun siendo dulce tenia un ori-
gen oceanco. Nada poda borrar ese parentesco. Cuan-
do sus manos avanzaban a tomarlo, avanzaban como a
travs del agua. Habla en ella cierta indmita, Ino-
cente libertad. Daba la impresin de estar sumergida.
"La t erra llega hasta su super roe -dIjo l una
maana-, y sobre ella caminan las personas : sobre
las duras ciudades y sobre los blandos campos. Pero es
en el mar donde esta la vida. No en su corteza, sino
adentro del mar, en las profundidades mis hondas y
ocultas." Pero ella pareca saberlo desde aos antes
de haber nacido.
90
El hablaba, entonces, con fri aldad y pasin. Por .
que ahora sus sueos no estaban ocultos en las hor as
dormidas. Asoma ban por fin a la vig1lia. Hablaba de
los ojos negr os, implacabl es, de algunos peces, rodeados
de estr1as azules. O de cier tos pulpos que son como ser -
pientes r eunidas. O de un cangrejo hirsuto, con patas
de escarcha, que vive en las conchas deshabit adas. O
de ot ros que emprenden exploracione s audaces, cami-
nando en punti llas sobre sus grandes garras o deli-
cadas pinzas . Ahi en el mar se encontraban r eunidos
el peligro y la belleza. El t er ror vagaba ent r e zonas
puras : zonas amar lllas, zonas verdes, violetas. Zonas
completamente negras, en que slo alumbra alguna
fosforescencia breve.
y hablaba despus del cuerpo humano. De los
r ganos y liquidas y msculos que en su interi or
contiene. De ese molusco negro, t errible que es el cora-
zn , de vida ext raa, independiente, r ebelde, en su re-
cinto estrecho . O de esa s piedras fr escas, intocables,
como cristal, que los prpados cubren y esconden.
Estaba posedo. Y ella lo deseaba, lo acoga, lo
amaba y r eplegaba tiernamente. Sentia la belleza de
esos jar dines vivos que a l tan sordamente 10 atraian?
Sumergirse en ese acuario virgen, entrar en esos cri s-
tales lent ament e, ver en el descenso algn pez ama -
rto, pequeo, con list as negras, todo eso, la seducas
Es mas probable que tr at ar a de aplacar el desvaro
que vea crecer en l. Tal vez deseaba pr esent ar la paz,
la placidez, en esta vast a aventura. Aunque saba, de-
bla saber, que los negr os abismos que los sostenan
eran frglles, vacilantes. prontos a abrirse.
Una noc he el cuerpo de ella rod hacia l, sobre el
lecho, y un estruendo j amas odo sacudi todo el bar-
co. y cuando l su bi a cubierta por la escala oblicua,
ya sabia que af rontaba un t empor al. Las olas habla n
crecido de pronto. La superficie t enia un relieve in-
sospechado. El se prenda al timn, pero nada poda
hacer con el barco. Sus bases arrancaban. hu an en
una cor riente r epentina que de pronto retornaba, aptas-
tandolo todo con toneladas de agua.
u
Ella estaba en el cuarto, reclutda. Un objeto aso-
m sobre la mesa, y cay borde abajo, como deseando
alejarse de su sitio habitual Otros iniciaban vacilantes
excursiones, despertando para volver a dormirse, como
si hallaran en su sueo inmvil la iniciativa que los
hacia vagar. y una gruesa cadena oscilaba, en la pa-
red. ms lerda y grave que todos los pndulos, pero
ms poderosa, como si preparara una accin desme-
dida. Ella miraba esta sa gr ada rebeli n de los objetos,
que decan ahora de pronto lo que haban calla do tan-
to tiempo. Y trataba de absorberlos, de r educirlos en
su cuerpo quieto. Las paredes estiraban hacia ella sus
brazos, como si hubieran deseado aprehenderla, vol-
viendo luego impotentes a su lugar de origen.
Todo de pronto se habla trastrocado. El mar esta-
ba oblicuo aht afuera. Su plano se habia inclinado,
como queriendo volcarse sobr e ellos. El mstil estaba
en diagonal. Navegaban por una pendiente intermi-
nable. Dnde estaba el "arriba"? De dnde venta la
gravedad? No se hundan de soslayo? Las verticales,
no oscilaban todas?
Ella t al vez sentl a extinta su antigua noctn del
espacio. El mar ahora bien poda darse vuelta y aplas-
tarlos. Su inmersin en las aguas profundas les pare-
cera una asc ensin para salir a flote, y se sorpren-
derlan de llegar al blando fondo, en vez de haber
salido al aire, y trataran de perforarlo para poder res-
pirar, creyendo tal vez que ese "fondo", ese pi so del
mar, era el techo, la bveda del agua, y que estaban
pegados a ella, no por ser ms pesados, sino por ser
ms livianos. Todo esto tal vez pensaba ella mlentras
estaba nmv mirando las cosas.
y despus de largas horas, o noches, o tal vez
aos, de estar alll entrentando el brillo de esas monta-
as, temblorosas y negras, l de pronto volva en st.
Dnde estaba? Existla ella? O haba hecho este
viaje solo? Recorra la breve cubierta como un gi-
gante pequeo, desconcertado. No tenia vinculacin
con su propia memoria. El mar y el peligro haban
barrido con todo. Pero entonces la encontraba, a ella,
en el camarote : como alga fresca. caracol de mar, t -
83
mida esponja. Y escandia la cara en sus rodlas. Y
ella con su mano le acartelaba el cuello. Y en esa
tabla vacilante se deseaban.
Pero todo tu de pronto demastado grande, de-
masiado oscuro y violento. Y ella t u, mirando prime-
ro hacia la entrada del camarote, entreabrtendo la
boca como quien abre un abismo, ella ru quien le
diJo al oldo, y le sigu i di ciendo en el cuello, y en la
nuca, quemando su fria pi el con las palabras, ella tu
quien le dIjo: "Ahor a, ahora 51, ahora, ahora, ahor a",
como sI todo el ti empo hubiera sabido las intencione s
que l abrigaba.
y obedeciendo a esas pal abras susurradas de tan
cerca, l se encontr de pronto en la bodega, con una
pIcota en la mano, r ealizando un deseo que era en l
poder oso pero incons ciente hasta entonces. Eneerra-
do en esa cavidad ccjnc en un sueo, golpe en las pa-
redes, golpe .en el sueto, golpe en las tablas que ha-
bla construido, y qu e de pronto se abrieron, dejandO
entrar la inundacIn.
93
J o R G E EOWARDS
Jorge Edwards Valdts, nacido en 1931, en
Santiago, estudiante del ltimo ao de De-
recho, es uno de los escrHores m.4s Importan-
tes de la nueva generacin, no tanto por l o
que ha hecho como por lo que estd por ha-
cer . Su formacin humanuta ha sido rigu-
rosa . En 1952 public IU primer libro, " El
Patio", mereciendo crftfctU favorables, no
desprovfstcu de entu.!a"ta admfraddn.
El cuento "Los pescados", que aquf pr e-
sentamos, pertenece al Ubro antedicho. "La
Herida" es 'ntaita. En am bos es posible ad
verur 1m cualidades fundamentales de este
escror: a) armonfo.sa V equilibrada estruc-
tura; b) prosa awtera 11 simple; e) , oenl tcfu
del sonido al sentido; 11 d) capac1dad de re-
presentacin Ingenua JI pattlea del mundo.
Hen08 aquf ante un escritor Inteltgente JI
sensune, e,tudio,o, otuunuao, diligente. or-
tude, toda, que no, permiten eonttar plena-
mente en su obra jutura.
Jor ge Ectwar d,
QUE ENTIENDE USTED POR CUENTO?
"CUento es una obn Utenria en prosa, que npresa. con rigor de
entess, una sltuacln , a drt erencte de la novela , Que expresa un
cmulo de situaciones. un mund o; y en que el autor ofrece al
lector, desde una pequefta perspectiva, su visl6n de la reaUdAd,
a d1fnenc1& de la novela, en Que la perspectiya propuesta ea ex
tensa., cambiante."
97
A"toJocia.-7
L
A H E R 1 D A
LOS muchachos t repaban al mur o en una parte
semderrumbada, y avanzaban. con grandes precauci o-
nes, por la cma. Uno de ellos se aferr a las r amas de
un rbol que estor baban el paso, pero ante las violen-
tas prot estas de sus seguidor es t uvo que continuar.
Pronto las paredes de la casa lo ocultaron.
- iLa vuelt a al mundo! La vuelta al mundo! -
gritaban, y las voces permanecan vibrando en la t arde
aletar gada, calurosa .
Tras de mir ar al suelo, melanc ltco, Pedro se lanz
por el tobogn. Cay en el cuadr ado de arena y se puso
de pie, restregando sus manos. No todos hablan par-
tido al muro; alg unos conversaban en pequeos gru-
pos, o jugaban, o cont emplaban. con lnguido ens ma-
mamento, algn punto vago del j ardn. Don Ernest o,
dueo de casa , y las seoras Amella y Soledad, que
ocupaban las sillas de lona de la galerta, habfan di-
rigido hada l sus mir adas. Maqu10almente comenz
a subir la esea la de nuevo.
Qul z.s en qu pensaba cuando propusieron la
Idea de re correr el muro. El hecho es que, sin l dar se
cuenta, lo dej aron solo, y ahora resultaba humillante
plegarse, s10 una expr esa rrsttacon, a las filas. Era
preferible ngtr que continuaba en el tobogn por su
propia voluntad.
'Cuando estuvo ar ri ba, vi6 el tejado de planchas os-
curas, calcinadas por el calor. Los gritos llegaban desde
99
lejos. Ninguna brisa, bajo el sol ardiente, r emova el
aire.
Pedro se sent en la cumbre del tobogn. Los mAs
avanzados de la tua fueron apareciendo. Cammaben
seneoses, cansados de gritar, y con mucho mayor
soltura. Uno de ellos, que habia levantado la vista, la
fij en l fugazmente, sin parecer extraarse de su
aislamiento. Sigui caminando, con la vista clavada
en el angosto sendero.
"No tengo nada que ver con ellos! -pens Pedro,
frunciendo los labios con furla- . No debl venJr a la
estal"
Los primeros comenzaron a descolgarse del muro.
En grupos desiguales. se acercaron a la casa. Don El
nesto se hallaba tendido en la s11la, con los pies cru-
zados y entrelazadas las manos. Por su rostro exten-
diase una pLtclda sonrisa:
-Ninguno se rompi hueso?
-No! Ninguno!
-Diganles Que no sigan. Ya es hora de Que to-
men t.
Los ojos de uno de los muchachos toparon sorpren-
dldos a Pedro:
-Qu baces ahi todavla?
-Nada. Es que me dl flojera seguirlos a ustedes...
-Bjate! Vamos a ir a tomar t.
Pedro lo m1rO sin contestar. Despus de un mo-
mento, se dlun impulso, sintiendo, mientras ca1a, una
eensactn e:ztraa y dolorosa en la mano izquierda,
como al la hubiera herido algo aaIlent.e. se puso de
pie, sacudindose con la otra mano, y vi con asombro
que 1& izquierda estaba cubierta de sangre.
-1M1.renl Miren lo que me hice!
Los que pasaban cerca se volvieron:
-Qu te pu?
Se acercaron. curiosos, y un grupo cada vez mayor
fu formAndose alrededor de Pedro.
-Qu le pas? e-preguntaban.
-Seguro que ru un elava saUdo ...
-Claro. Begurament e...
-Eso ha sido -dijo Pedro con t ranquilidad.
100
Escurrindose por entre sus dedos. la sangre gc-
teaba en la arena.
-A ver ... Djenme pasar. -crnu mt deacs, los mu-
chachos abrieron paso a don Ernesto. Las dos seoras
se mantuvieron a prudente distancia. muy preocupa-
das. mientras inspeccionaba por ellas un seor corpu-
lento y de bigotes.
-No es nada -les anunci el seor. despus de un
rApldo vistazo.
La expresin de las seoras, sin embargo, era tensa.
-iCmo sale la sangre! -dIjo alguien.
La visin de su sangre le habia produetdc a Pedro
una mezcla de inquietud y orgullo. El era, de pronto,
el personaje principal de aquella tarde.
La seora SOledad, que no habia podido ver lo hasta
ese Instante, contrajo los msculos faclals y se llev
una mano al mentn:
-Est. pa.lldo como un muert o!
- Ven -dijo don Ernesto. Lo empuj suavement e
por un hombro-. No es nada tu her ida; un poco de
yodo y se te sana.
Los muchachos 10 dej aron pasar y aprovecharon
para observar su mano con extremada atencin. El la
llevaba en alto. para no mancharse con la sangre.
Al or hablar de 1.000, uno de ellos puso una ex-
presin adolorida:
-iEso arde como caballo!
Pedro sinti que sus piernas apenas podan sos-
tenerlo. se nublaba su vista. Ante la perspectiva del
dolor, pretera, sin dud a, que la herida no sanara tan
luego. Camin despacio, mi entras el malestar amai-
naba.
-Bueno, nios -dijo don Ernesto. una vez que
llegaron a la galerta-. Ustedes sigan jugando, no ms.
No se preocupen de Pedro.
Lo hizo penetrar en un gran saln semoscuro y
de agradable frescura; el calor del verano, al parecer,
le habla detenido en los umbral es.
-Por favor. Amella -dIjo, mir ndola con aire
profestonal-. Por que no me t raes un fr asquito de
yodo y un poco de algodn? Sintate, Pedro -c-agre g
101
en segulda-; despus te vcy a dar un coac y vas a
ver cmo te sientes mejor inmediatamente.
El malestar habla d1smlnuldo, pero el corazn de
Pedro palpitaba con fuerza nererbte.
-Clarol -exclam el seor de bigotes. como 11
hubieran aludido a una de sus op1n1ones favoritas-;
con el coac se va a senUr como nuevo.
_Quieres que le traiga un poquito? -pregunt.
desde atris, la seora Soledad, que hasta ese momea-
to guardaba un atento y circunspecto silencio.
-Por favor .. . Por qu no traes una copa chica?
Pedro, tambin por orden de don Ernesto, se ten-
di en un divAn. Junto a un eojtn negro bordado con
hllo de diversos colores.
-Duele mucho el yodo? -pregunt, y BU voz que-
rta pedir Indulgencia y, al mismo tiempo, pasar tn-
advertida.
-No --dIJo don Ernesto-. Qu te va a dolerl Te
arde un rattto, nada mas.
Pedro se acomod en el dtvn, pese a que las l-
Urnas palabras no lo tranquzaron por completo.
La seora Amella trajo un frasco muy pequeo y
un pedazo de algodn.
Tomando el algodn, don Ernesto lo empap en el
yodo que le ofreca la seora Amella, y 10 apllc sin
demora, con vigor, sobre la herida.
-Cmo te sientes ahora?
-Bien. . . -diJo Pedro, colocando la copa de eo-
ac encUna de una mesa. Su rostro estaba rojo, j
sentla, por todo el cuerpo, un calor reconfortante.
-DUes a los nios que vengan un rato, si quieren
-dijo don Ernesto a la seora Amella-. Mejor que
este hombre aUn descanse un poco.
Pedro senta una sensacn muy agradable; una
profunda calma. Ni siquiera recordaba su exasperado
sentimiento de soledad y humillacin; ahora era como
.1 todos gtraran alrededor suyo.
102
Los muchachos comenzaron a entrar en la pieza
en penumbra muy serios y en correcto orden. Poco
a poco lo fueron rodeando.
-Cmo te sIentes?
-Bien.. . -dIjo l- oMe siento perf ectamente.
Los de auu levantaban la cabeza, llenos de Im-
paciencia por mirarlo. Transcurrieron momentos de
embarazoso silencio.
-Bueno, entonces . . . Despus ven al Jardn. Nos-
otros vamos a estar alll hasta ms tarde.
-Muy bien -dijo Pedro-c. En el jardn nos Jun-
tamos .. . y gracias por la visita . .. -Esboz una
sonrisa.
-Hasta mis rato -dIjeron ellos. Salieron lenta.
mente, sin atropellarse, y se alejaron por un corre-
doroLuego Pedro los oy precipitarse al jardln y re-
sonaron sus gritos, confusos y lejanos. El se sinti
contento de poder estar unos minutos solo, aunque no
dejaba de temer que una de las seoras llegara, con
el propsito de hacerle larga compaia. Los gritos.
entretanto, de nu evo despreocupados e ndterentes.
llegaban desde muy lej os, desde las cercanas del muro
semderrutdo.
103
/
L o s
p
E S e A
o o s
-
PEDRO iba eamnando por la orilla del estero. J un-
to a los muros derruidos y cubi ertos de musgo, pescaba
una hUera de personas de diferent es tamaos y eda-
des.
Caminaba despacio, sin ganas de llegar muy lue-
go. Serian, m a o menos, las slete de la tar de.
Apoyada contra el muro, una nia mira ba fija-
mente al camino. Era pecosa, de pelo amarillento y
tieso. y en su cara redonda los ojos estaban un poco
perdidos. Pareca no pensar en nada, o pensar en algo
Indiferente y montono.
Al verlo. sus ojos se reavivaron, observndolo con
curiosidad.
-Usted no quere pescar? - pregunt.
- Muchas gracias . .. -Incmodo, se detuvo-. Lo
que pasa es que no he pescado nunca.
-No Importa -dIjo ella. moviendo las manos con
algo de agitacln-. No importa. Eso no importa nada.
Casi todos alegan lo mismo y siempre terminan pes-
cando.
- Per o es que yo no tengo tdea -diJo l.
Un tarro de lata lleno de agua descansaba en el
suelo, junto a unas llenzas de pescar.
-nene algn pescado? -pregunt.
- Tengo muchos --dIjo ella , con una imperceptible
sonrisa de superIorldad- . Pero st os no se alcanzan
a ver . Esprese un ratito!
105
Parti corriendo en dreccn a un seor muy gordo,
Q U ~ usaba gruesos anteojos blancos. una camiseta blan-
ca. de manga corta. y un sombrero de color crema,
un poco sucio.
Volvi con un frasco de vdro fuertemente apre-
tado entre SWJ manos.
-Mire --dijo-. En este frasco si Que se divisan
bien. Claro que puse los pescadJtos ms chicos -aadI,
mientras l observaba con sorpresa unos peces blan-
quecinos, pequetstmos y casi transparentes-c. Bueno
-continu, sea!ando un espacio en el muro-, por
Qu no se coloca ah para que pesque?
Deposit el frasco de vidrio encma del parapeto.
Las aguas eran espesas y oscuras. Alguten lanz un
pedazo de pan, Que qued flotando a la deriva. En
menos de un segundo, desapareci bajo una nube de
peces que se lo disputaban.
-81 quiere le preparo yo mIsma la lienza ~ I j o
la nia. y de Inmediato. como si conociera su respuesta,
puso manos a la obra.
La nube de peces ya se dsotvta, despus de haber
exterminado el pedazo de pan.
El se volvi al sentir que introductan una cosa en
su bo1s1llo.
-AsI no se le cae al agua -dijo el rostro pecoso y
cercano-c. Primero tendra que caerse usted.
Pedro sonri vagamente. Al otro Jado del estero,
los techos de lata. desvencfados y altos, eran enro-
jecId08 por el soLElla cctccc una miga de pan en cada
uno de los d1m1nutos anzueios.
-Ahora pesque no mis -dJjo-: y t.I quiere gu-
sanitoa, pdaselos a mi pap. Es ese seor gordo con
anteojos, de camiseta blanca.
El seor. de espaldas al estero, con los brazos y
los pies cruzados, conversaba.
-e-Pdaselos sin mIedo --dIJo-. El le da gusanos a
casI todos los Que pescan aqut. Todas las maanas los
saca del Jardn y los guarda en una caja.
Pedro comenz a bajar su lienza.
-No quiere gusanos, entonces?
-No. .. 81 yo creo que con m.1gas . . .
106
Los anzuelos desaparecieron bajo el agua. Sufrie-
ron, al instante, repentinos y cort os remezones.
-Creo que ya pesqu -dijo, torciendo la cabeza
y mirndola lleno de satisfaccin.
-Levante la lienza, pues -dijo ella, sin expresar
sorpresa, sin siquiera inclinarse a mirar.
Silenciosamente, un muchacho de unos catorce
aos se acerc para observar la maniobra.
-Levante' bien despacio -dijo.
Fu levantando la lienza con infinitas precaucio-
nes. Un pescado coleaba en el extremo. Levant poco
a poco. Le parecia increible que el pescado pudiera
llegar hasta sus manos.
-Es harto grande -dijo el muchacho, con secreta
simpata. Pedro lo mir de reojo. Su cara era sucia y
de piel bastante oscura.
Cuando el pescado llevaba recorrida la mitad del
camino, se desprendi del anzuelo y cay al agua.
-iPor Dios! -exclam Pedro. Mir hacia todas
partes, pero ella no estaba. El muchacho lo observaba
con ojos muy abier t os.
-Tome -dijo la nia, volviendo con una lombriz
que se retorcia entre sus dedos- oPngala en el anzuelo.
El obedeci sin hablar, con inmensa repugnancia.
La lombriz se retorca tenazmente. Por fin, qued
atravesada en el centro del anzuelo.
Balancendose, el anzuelo comenz a descender.
La oscuridad iba creciendo. El no vi si habla penetra-
do ya en el agua, pero se sintieron de repente los re-
mezones de la lienza. La subi, y algo plateado brilla-
ba entre la oscuridad. Ya se reconocia su forma cuando,
desprendindose de la lienza, desapareci.
-Niita -dijo Pedro, tratando de sonreir-, se
me han caldo todos los pescados al agua. -La lombriz, .
empapada, semdeshecha, continuaba adherida al an-
zuelo.
-iPobre! -dijo ella, dirigindose a una indefi-
nida concurrencia-oLos dos se le cayeron al agua.
Pedro senta una tristeza r dcula y desalentadora.
El nio lo miraba con curiosidad.
107
F ! L 1 X
EM ERI CK
Flix Emerich Lebla nc nactd tn
so en agosto de 1932. Su obra permanece
t otalmente
Lo.s dos cuentos que hemos antolo9ado
muest ran alguno" de lo" mritos e"endale"
de este e" cri t or: estilo "obrio, claro JI ameno,
si n derroches de jdcil Urf3mo, so pretexto
de crear metdjoras . Muest r an, asimfsmo, dos
actitudes cr eadoras. va que " Flor de
el primer r elato, nos preci pita de modo di -
recto en la realidad. mi entras que
tino", el cuento segundo, nos introduce en
un mundo j antdstico 11 potico de extraordi -
naria riqueza. Sin duda est e liltfmo cuento
quedard como una de las obras cl4.ricas de la
pura imagtnacf6n dentro de la nueva litera-
tura chflena.
Flu Emerich ha t enido una t ormocum
autodtacta, lo que no l e h4 impedido pro
curarse una prosa, una materia lf t eraria
109
tera, erprUfva 11 rica. Edamo, ante un es-
crUor cabal, c o n ~ honda conciencia. cr1tlca,
con rara madurez de o/teio.
y ante un artista que se mide, que refrena
su musa, al cual sera prect.so atender en 'U$
/uturl1l realtzaclones.
110
164
Maria El ena Gutnn
QUE ENTIENDE USTED POR CUENTO?
"cuente es una Unea meldica expresada con palabrlLS, cuyo per-
recto ciclo desc:r1be el mundo de reteeones sentimentales entre
la tierra 1 loa aerea,"
165
N
1
1
T
A
LA nia estaba arrod1llada en el centro del cuarto
atestado de juguetes. Cinco muecas faben en ella.
miradas vacas. Las pel ucas desgr eadas y lu meji-
llas desteidas presentaban un aspecto lamentable.
Una colortna de trapo estaba acostada en su cunlta
de madera. Recin ayer la habla operado, cortndola
medio a medio con las t ij eras de la abuela.
-Mueca tonta. ahora seras una alcanca.
y comenz a desUzar moneditas por el vientre
abierto de la mueca.
- Un botn negro es una moneda de siete pesos.
Uno de color. cuarenta y cinco pesos.
Busc de nuevo las tijeras. La de los ojos azules y
los rizos castaos ru arrancada de su silla.
- Te voy a cortar el pelo, porque ahora tras n -
terna a un convento.
De un tijeretazo rodar on los rlzos por el suelo.
La voz de la nia se hacia silbante como la de una
bruja. I deaba torturas para sus muecas: una nyec-
ct n, una ducha tria. De d6nde venia esa tuerza que
la arrastraba a la crueldad ? se encaram en el ca -
ballo de madera y comenz a azotarlo. Lo apretaba
con todas las fuerzas de sus pem es delgadas, y un
eoscumeo ttbto le suba desde los muslos hasta el es-
tmago. VI todo nublado. La pieza gir y estuvo a
punto de caer. Se arm en la pared. Senta las piernas
!lajas y la cabeza pesada. Trat de contener el llanto,
167
los sollozos le apretaban la garganta. "He hecho algo
malo - p e n s ~ . MI muequlta perrcla no es una
ejcencra." RecogiOlos rtacs de la otra casi con ternura.
-No, no es cierto. No irs al convento. Y tu pelo
volver. a crecer. Te lo prometo. He azotado m caba-
llo. No debo volver a hacerlo.
Pero qu era eso, esa sensacin tibia, como la
caricia de una mano clida entre sus muslos? Era
eso lo que la obl1gaba a destrozar los Juguetes? "DIos
me va a castigar -se dijo-. Se morirn pap y mam,
los abuelos, y tendr que vvtr sola con las empleadas
o la tia me llevar. a la casa de hurfanos. No permi-
tir que me lleven a la casa de hurfanos. Antes me
escapar:' SallO corriendo de la pieza y se ru a re-
rugtar al huerto. Quitndose los zapatos, trep a un
'rbOl, mas alto, ms alto. "Aqui no podrn ericen-
trarme."
"Los hurfanos caminando de a dos en dos, con
caras feas y tristes, en una larga fUa por los parques.
Una monja delante y otra detrs. Qu harn las mon-
jas con los hurfanos? Les pegaran como )0 a mis mu-
ecas? 8erAn esos nios las muecas de las monjas ?
y despus de pegarles, sentirn lo mismo y estarn
a punto de caer de sus caballos de madera?" Fu en
busca de la nIera.
-MamIta, las monjas tienen caballos de ma dera?
No obtuvo respuesta. La cocinera mirO al mozo
que estaba encerando las baldosas de la gatera.
-Cada dla hace preguntas ms Idiotas esta nii-
ta. Caballos de madera! . . .
El hombre le dIjo algo al oldo, y ambos estallaron
en una risotada. Ella no oy lo que decan, pero sInti
vergenza y miedo.
-Abuelita ----grit desesperada-o Abuelita.
Se abrazO al cuello de la abuela, sollozando.
-Los r otos estaban hablando cochinadas en la
cocina.
-COmo lo sabes, hijita? -pregunt la abuela,
alarmada.
-Por la forma en que se r ean.
168
La tia levant los ojos del bordado y la mir con
reproche.
_Deberlamos prohibirl e a esta nIa que acuse a
los srvtentes. Siempre inventa mentiras.
Pero la abuela sonri dulcemente.
-Vuelve a j ugar, quer ida.
y la voz de la ti a se dej or una vez ms:
-8i vuelves a molestar, te voy a pegar con la
varilla.
Sac.ndole la lengua, desde la puerta, la nia des-
apareci.
El mozo segu a encerando las baldosas. Un cuadra-
do blanco y otro negr o. Tenia la camisa pegada al
cuerpo y un olor cido se desprenda de su piel, mez-
clndose con el olor de la cera .
-Te acabo de acusar a mi abueta.
El hombre no contest.
- Te he acusado y mi abuelita te va a despedir
por r er te delante de mi con esa risa fea.
La cocinera se asom desde la coctna.
-A t1 t ambin te van a despedir -le grit la nia.
La mujer sali enj ugndose las manos con el de-
lantal grasi ento.
- V. yase mejor ---dijo--. No le ha dicho su ti a
que no ven ga a met erse aquI?
-A los dos los van a echar -seguia repitiendo
obsti nadament e la nia.
El calor era sofocante. Venia desde la cocina y
se mezclaba con los rayos del sol que estallaban a
travs de Jos vidr ios de la galerta. La mujer se abri
la blusa . TenI a el cuello hmedo. El hombre la mir
y se levant de un salto. La tom por la cintura, hun-
diendo su mano por el escote de la blusa, que se abri
totalmente, dejando descubier tos los senos grandes
y pesados de la muj er.
-No -dijo sta-o No delante de la chiquilla.
A ella el miedo le paralizaba las piernas y le Im-
peda r espir ar . No supo cmo lleg hast a la habitacin
de su madre. La contempl en silencio.
-Qu linda eres, mam. ---di jo. Mir el pecho de
su madre y viO que era pequeo. Su mam er a ru bia
169
y no tenia sudor en el cuello. La madre le tocO la
frente. Qu frescos eran esos dedos en su frente!
-EstAs afiebrada -observ-. Has corrido mu-
cho?
-No, mam.
-Anda a descansar, hijita. Yo vaya salr ahora.
La bes, rozndola apenas con los labIos.
-No te olvides de lavarte la cara y las manos
antes del t.
Desde la puerta le sonri una vez ms y sali.
Se qued sola en la habttacn de su madre. Res-
pir. El aire estaba impregnado de perfume. La ropa
interior de seda, las zapatillas con el borde finito de
piel, lo toc todo. Senta dolor en los dedos al dejar-
los resbalar por la seda. Fu hasta el tocador y s ntt
deseos de embadurnarse la cara con las cremas. Lo
hizo. Las habla de vados colores. Y alli estaba el rojo,
el rojo de las mejillas y el rojo de los labios. Se tiO
entera de rojo. Los prpados, el cuello y las manos.
Experimentaba un rrenest en untarse con aquella pas-
ta pegajosa. Luego, sin saber por qu, empez a bailar,
a saltar de una cama a la otra: volaba de la cama de
su madre a la del padre, hundIendo los zapatos em-
barrados en los cobertores de felpa; pero nada era
sucente. De un manotazo desprendi la pantalla de
una l.mpara y un frasco de perfume fu a romperse
en mil pedazos contra el espejo. Al estruendo acudie-
ron voces, gritos de horror.
-SIempre hemos dicho que esta creatura_es per-
versa .
Pero la nia pareca no reaccionar. El cosquilleo
estaba alll, entre sus muslos, como una caricia que la
penetraba. Luces y manchones cruzaban ante sus ojos.
Record la mano del mozo entre los senos de la co-
cinera, sus juguetes maltratados y aquello indescrip-
tible que la hacia ser mala. y, de sbtto, vi una mano,
una mano sudorosa y ardiente. Se volvi y enterr los
dientes hasta el hueso en aquella mano.
Esa noche tuvo ebre muy alta y llor muy largo.
Por mucho tiempo no podra comprender que ella era
simplemente una niita ms.
170
C L AU D IO
G
A e o N
C14udfo Glaconi nad en CUnc el 23 de
agosto de 1927. Realfz sus estudios en el
colegio Hspano Amer i cano de l os Padr es
Escolapios. I nt er r umpe luego sus Humani da-
des para dedicarse a menest e-
res. Empleado en diversas t tr mas comercia-
l es, va abandonando sucesivamente todos
sus pue.!t os, incitado por un ajn fmprecf.!o
que le hace huir haci a el norte o del pa,
en jiras audaces 11 no siempre jelices. Re-
belde a toda direcd n 11 dfsdpUnCl, su tor-
macin ha sido, por su propfa voluntad,
autodidacta, llegando a consolidar una acen-
drada posicin con la concurrencia
de las reiteradas l ect ur as de SU$ autores pre-
jeNdas: DostO'J/'evsk i , I blen, Klerkegaard,
Thomas Hard1l , '1/. pod er l or ment e. Kaj ka,
Graham Greene '1/ Faul k ner , escri t or es todos
que habrfan de dej ar una projunda huella
en su espiritu.
I nqui et o '1/ aventurer o, ha ido enriquecien-
do su acervo literari o con la experiencia
directa que le propor ci onan sus vi aj es, em-
pr esas argonduticas que emprende e a da
ci er t o ttempo.
Su conocimiento profundo de l as leyes de
l a mecdnlca del cuent o le ha llevado a rea-
171
lizacone! tan logradas 11 lelfce'J como "La
Mujer, el Viejo JI los Trofeos", narracin
s6rdida, violenta, conmovedora, sencilla,' obra
que equilibra la fuerza emotiva con un ple-
no dominio de los recursos formales.
En Claudia Gfaconi se encuentra, quiztts, a
uno de los escritores m4s representativos de
la nueva generacin. Su obra representa de
modo Jiel los elementos constitutivos del es-
pfTttu actual : escepticismo, desorientacin,
pt!rdida del sentido de los valores, lncomu-
nicabtlidad JJ desencanto apasionado. "El
Conferenciante", cuento traducido a diver -
sos idiomas, servird de tema a un ballet m-
mico que ha creado en Europa el mimo Ale-
jandro Jodor owskV. Naturaleza aucmunaaa,
seria, Claudia Giacan! es uno de nuestros
escritores de mayor constancia 11 esprt de
trabl1jo. Virtudes todas que, a no dudarlo,
le han de conducir a crear una de las lite-
raturas mds ricas y diferenciadas de Chile,
por de pronto, en el gnero que l domina a
la perfeccin: el cuento.
Un libro suyo, "La Dificil Juventud", de
prxima aparicin. reune algunos de sus
cuentos mds significativos. Dos nouvelles,
"Cara y Cruz" y " Los Amigos en l a Hogue-
ra", son algunQJ de sus numerosas produc-
dones inditas.
172
Clt:llldiO Q iacom
QUE ENTIENDE USTED POR CUENTO?
"Un porro que combina los eleomenl.Ol It'nsortales - la aupre-
macia de lo lensble a lo tntel1a1ble. del poema con el pensamIento
en el que cabe el . n' ltsts la com.......,ld6n ps1colC1ct.- de 1&
DOYe1&. . --
-r.a Ind1apenaabJe que el euento tenra alo que "contar'", algo
definido (un hecho concreto, obJet1YO, o b ~ n paico1g:laJ, pura-
mente P&fqutco, que le parcelari R(lin R1S partes: TEMA, DES
ARROLLO y DESENLACE) .
''Reawniendo: las CO:1dl clones que lo 6/gni/fca71 IOn las Inhe-
f'!nc1u la forma. On cuento es lo que Ja mUs1ca de cAman
una lintorna. LA t rondo.sldad orquest al de Bruckner o de Brahms
eati muy d1st ante del mundo plan1sUoo de ChopiD o Scbumann.
En eatoa dl tlmo. la materia musIcal se da en estado de ecneen-
traeln, den&&, apretada, sin lubt erfu108, constando de eceort-
dadq puraa; allJ no cabe la morcill a, la dlva, acln.
"Aa1 el cuento: 1m pnco de IOnonl14de. pura! ."
173
LA MUJER, EL VIEJO Y LOS TROFEOS
DECIDIDAMENTE, esta ltima habitacin no era
lo me or que poda desear un jubilado de los Servicios
Pblicos. Despus de t odo, el viejo funcionario con-
sigui resignarse : con su modesta mesada de jubila-
cin no poda pretender nada ms lujoso; menos
ahora, cuando la desvalorizacin de la moneda era un
tema que, aos atrs, no habra podido resistir a abor-
dar exhaustivament e en rueda de amigos, entre co-
legas. Algo Intervino, tambin, la inercia en la elec-
cin de la pi eza, porque haba alcanzado ya una edad
en que nada import aba demasiado: no ms que en
la medida justa en que sufra una vanidad castigada,
casi agnica. Los l ti mos meses se haba aburrido de
andar continuamente de ac para all. Antes de mu-
darse haba concebido la esperanz de reunirse con
sus hijos y vivir con ellos. Les expuso el plan, pero
termin por comprender que stos no aprobaban la
idea, que lo consideraban -a l- algo as como un
intruso en la vida independiente que haban iniciado.
De modo que el primer da de un mes cualquiera
-ya era otoo- haba llegado con sus brtulos a
una calle apartada de los suburbios, en uno de los
barras populosos, pero perdida en medio de un en-
jambre de calles pequeas e insignificantes. Era lo
que l creyera convenient e: una calle tranquila, sin
el ruido molesto de los pregones que desde temprano
turbaban el reposo. El da anterior, como es natural,
175
habla dej ado r eser vada la pieza, pagando a la duea
un mes adelantado.
-Es una casa tranctulla? -fu lo primero que
pregunt.
-Esto parece un cementerio -dIjo la duea, con
indudable acento profesional.
-Qu me dice de les otros pensionistas?
-SOn dos mAs -dIjo la duea-oUna sobrina ma
y un obrero de t.brica. Gente tranqulla; le respondo.
CUando llegara al dIa siguiente con sus brtulos,
la seora Ana sall a recibirlo. Despleg una emab -
dad que al funclonarto le pereca cosa conocida, pero
no pudo disimular su extraeza ante la Inopia mate-
rtal del viejo. No trata ms que un catre de bronce,
una mesa corriente y un par de sUlas de mimbre que
comenzaban a desenhebrarse.
-Es para comer -dijo el viejo, sealando la mesa.
-Ya entlendo . . . - repuso la duea.
La seora dej solo al nuevo pensionista, ma rchan-
dose por el corredor, olvidando, adems. su don de
afielo: su amabiUdad. Pero el viejo no tuvo tlempo
para percatarse del gesto de la duea, porque el pe-
sado catre de bronce, que sostena a duras penas, se
le venia obstinadamente encima. Habla pagado ya al
carretelero al llegar a la puerta de la casa; el precio
result bastante m s subido de lo que habia previsto,
y ni siquiera se atrevi a pedirle una ayuda para tras-
ladar los brtulos hasta la pieza.
-Seora Ana! Seora Ana! -llamO agtdo.
La duea, desde el fondo del corredor, en donde
habla una sala espaciosa, una especie de galena, ech
a andar con un irritado taconeo que resonaba en las
frtas baldosas.
-Si me puede ayudar. . . Hasta la pieza, hasta la
pieza . .. -gimI el viejo.
-iDjeme eso!
El funcionario solt el catre en manos de la se-
ora Ana, para luego apoyarse contra la pared, r eso-
plando violentamente. A medida que los latidos de su
pecho se fueron haciendo ms y ms debles -mAs
normales- , su r ostro come nz a entristecerse . Per -
176
maneclO por algunos segundos apoyado contra la pa-
red, meneando la cabeza, como compadecindose de
al mismo. La seora Ana ya habi a regresado.
_Ahora qu ms: djeme esa maleta ---dIJo.
-No, eso no! -salt el viejG-. Eso lo llevo yo!
-Bueno, la mesa, entonces. . .
-SI, la mesa y las sUlas, si no es mucha molestia
-dijo el viejo, empuando la manija de la maleta.
Se dirigi con paso vacante hasta su pieza; alll
dejO la maleta. Pero tuvo la sensac in de haber otv-
dado algo y sa ll casi al momento. AsomO, primero,
la cabeza por la puerta : no viO a nadie.
La duea se encont raba en la gater a, echada se-
bre una rada poltrona, acompaada por una mucha-
cha que al funconarto se le antoj o desmaada y des-
agradable. "De be ser la sobrina: EUSa... " No le gust
su manera desvergonzada de sentarse. Cuando lo vl
llegar, la muchacha alarg innecesariamente una pter-
na, como para admirarla en toda su exuberancia. El
viejo farfull algunas ' palabras de excusa. Pens que
en los dones de la juventud haba crueldad, algo de
ofensivo. se habia olvidado para qu haba salido de la
pieza. La seo ra Ana le pregunt si deseaba algo.
- Es para decir le que quiero hacer las comidas en
mi pIeza -respondi.
- No hay inconvenient e ---dijo la duea.
En la noche, habl a conseguido ya ordenar todos
sus brtulos. Reci n en ese momento abri la malet a.
La operacin la hi zo imbuido de solemnidad. Comenz
a desempacar y a extraer del int eri or de la malet a
placas de metal. lustrosos trofeos de aluminio y cuatro
o cinco banderines de colores chtllones, en los que,
Junto a una fecha y a un-a frase (vpcr aos de servicios
prestados" ) . se Iea su nombre. A medida Que iba ex-
trayendo los objetos. los pona provisionalmente sobre
la mesa . Se detuvo, porque se pregunt dnde Irte a
colocar t antos trofeos y placas, ya que est a pieza no
tenia el zcalo de la anterior, hecho en la pared, a
dos metros del suelo. En cuando a los banderines, era
COsa fa.cll. Bastaba una media docena de atteres.
Registr las solapas de su vestn, pero descubr epe-
177
.... 401011 ._ 12
nas t res.. . Estaba visto, el problema lo conat tt uan
las placas y los trofeos . . . "La seora Ana -se dijo-
tal vez pueda fac1lltarme una mesa en donde poner
estos . . . cachivaches. En ltimo caso, qu son sino
cachivaches? . . tI Al salir, 8U mirada se top con los
trofeos y las placas, blandamente reposando sobre la
colcha.
-Cachivaches, cachivaches . . . -dijo en voz alta,
abstrado.
La seora Ana venia a su encuentro.
-se le ofrece algo mAs? -pregunt.
-Una mesa para poner unos . .. , unas prendas de
valor -murmur, bajando la vista.
-Una mesa? . . -exclam la duea, perpleja.
-y unos alreres, por favor; unos diez bastan. . .
Se le facUit la mesa pedida. Los alfileres se los
crrect EUsa. El viejo pudo ver, por la puer ta entre-
abierta, que la muchacha se afanaba en la bsqueda
de los ateres. Le habrfa gustado ent ra r en la pieza y
ayudarla a buscar los r emoviendo ropa interior en los
cajones: enaguas, medias y otras pr endas de EUsa.
Su primera noche en la nueva casa ru seme-
Iante a todas las dems noches en otras pensiones,
aunque ahora no pudo conc1l1ar el sueo demasiado
pronto. se revolvi en la cama, acalorado, y no ha -
cia calor. Lo asaltaron violentos deseos de estar en
otra parte, estar en otra parte, pero a esa hora ha-
bia que dormir y nada mas.
La vigUta lo hizo registrar algunos pormenores que,
supuso, habrlan de repetirse todu tes noches, exacta-
mente a la mIsma hora. Cerea de medianoche oy una
llave girando en la cerradura de la puerta de calle y,
luego, unos pasos de hombre que avanzaban por el
corredor, sin cuidarse de no hacer ruido. "Debe ser el
obrero", pens. El hombre en el corredor habia en-
trado ya en su pieza, y despus de cnco minutos lo
ayO sallr nuevamente, pero ahora lo oy6 por tener el
creo muy fino, porque el hombre, ahora, se esfor-
zaba por no hacer el menor rutdc. Lo sinti desl1zarse
por el corredor. Pu su odo muy fino el Que lo hizo
seguir sus pasos. Tuvo un estremecimiento cuando oy6
178
abrirse la puerta de EUsa, rechinando dbUr.tente
sobre los goznes. "Es una degenerada, una cuatque-
ra", se dtjo. Inregc, crey perctbtr unos cuchicheos ...
Luego, todo en stenctc.
Una tarde, al mes sigui ente, el viejo habla aproxi-
mado su silla de mimbr e a la ventana. El no dorm a
siesta como otros colegas de su edad, sirio que acer-
caba la silla a la ventana que daba al patectc de
baldosas. A veces, la abrla . . . En mayo, el sol otoal
formaba a esa hora -las tres de la tarde- un ngulo
agudo, de cuarenta y cinco gra dos, sobre la pared de
su pieza. Pero en los primeros d1as de junio, era ya
un ngulo obtuso.
Ahora habla abierto de par en par los postigos, y
los reflejos de sol sacaban un brillo mort ecino, un
haz de luz que Iba a for mar ngulo obtuso sobre h
pared -un ngulo ya muy abierto, Que cont enta 13.
presencia del aire en una forma geomtr tcac- con los
corpsculos y las minsculas pel us1llas. El funcionar io
cabeceaba en la silla ; se esta ba Quedando dorm1do.
Pero viO algo Que se desUzaba torpemente por el co-
rredor y. sobresal tado, levantO la vista. Era EUsa. La
falda descosida, arrugada : venta apoyndose en la pa-
red, como reptando a lo largo de ella. "Viene borra -
cha", se dijo. Ellsa, en electo, daba traspis. Al com-
prender Que el viejo la habla sorprendido, r ompiO a
reir de un modo grot esco, como pudier a r eir una ms-
cara. El viejo se apart de la ventana y sall de su
pieza.
-Qu le pasa? Se atente mal ? -le pregunt
solicito.
Ellsa lo mir con odio.
-Djeme; dj eme pasar --dijo.
-Ande, pase; no se lo impido.. . Pero Qu le
sucede?
- DJame en paz, viejo.. . !
179
El fun c1onarlo le hizo paso. EUsa continuO rep-
tando por la pared, hasta llegar a la puerta de su
habitaciOn.
Nunca, desde la tejana fecha de su noviazgo. ha-
bla sorprendido en una mujer expresin de hastlo
tan absoluta. Record cuando Teresa, su mujer, lo mi-
rara con odio, cuarenta aos atris. antes de contraer
matrimonio. Era a propsito del vientre hinchado de
Teresa, que se habia cogido a dos manos, mostrndo-
selo con mpudtca, en medie de movimientos lbricos,
escandalosos: " Esto. esto lo has hecho t!"
El no tmagtnc que fuese a reaccionar de ese modo.
SIempre habla pensado que las muj eres deberan cantar
alabanzas al Seor por el fruto recibido. Postertcr-
mente, una vez casados, estuvo por dos veces mas el
vientre de su mujer hinchado, y no se hablan pro-
ducido aquellas explosiones h stertcoa. "Luego, El1sa
y. . . ", pens.
Pero l y su mujer se haban casado despus : just o
una semana despus que Teresa le mostrara el vientre
hlnchado. En verdad, l no tuvo necesidad de hacer
nada. Teresa de encarg de todo. Un mes mas tarde,
ingresaba a los Servicios PUbUcos como empleado en
grado menor. Desde entonces ru consigui endo adelan-
tas econmicos y, lentamente. ir avanzando en el es-
calafn. se habla retirado en grado ocho. Habla sido
un buen empleado: todos aquellos trofeos y placas
que guardaba en su pieza daban cuenta de eUo. . .
Pero las cosas llegan a su conclusin; todo termi-
na una vez. Un dia cualquiera. Teresa muri. se habla
muerto sin ruido, sin estertores histricos; habla
muerto porque ya no le quedaba otra cosa por hacer .
La anemJa la tenia postrada en el lecho desde hacia
dos meses. Los lUmos das haba conversado menos
y menos Y. por nuoo, un dla martes, ya no habl un a
palabra. Hacia las siete de la tarde, cuando l r egr e-
saba de su oncna, Teresa abri desmesuradamente
108 ojos y los pase por toda la nabtt ac n, empean-
180
dese por seguir las ms nmas sinuosidades - Igua l que
un Uquldo que va ll en ando los nters tcoa sobre una
superfic1e-. luego hizo un gesto de indiferencia dl6
una vuelta en el lecho y ya no se movi mis.
Todo terminaba.
El vteJo no entr de inmediato en su pieza; pas
de largo y se det uvo fr ent e a la puerta de EUsa. Ola
unos sollozos dbes, apenas au dibles. Er a su 01<10
muy fino -otra vez su 01<10 muy flno- que lo hacia
descubrir la presenca de unos gemidos. No pudo re-
sisti r mas . Uam a la puer ta.
-jEUsa! Elisl t a l . . .
Esta vez. los dbiles gemidos, desde lo rec6ndl to
de la habitacin. no se r espetaron a si mismos. 8in
transicin se convirti eron en gritos, especie de aque-
llos alaridos impersonal es y sotartos que lloran la
miseria de la exstencta.
- i D ~ j a m e en paz, viejo r ldIeulo! No te das cuen-
ta? .. Eres un viej o decr pIto !... Un viejo verde,
asqueroso! Dj ame en paz! Ay, ay. ay! . . .
El vi ejo corri a encer rarse en su pieza. Tembla-
ba como una hoj a . Cerr los postigos. (El ngulo so-
bre la pared estaba red ucido a una pequea mancha.)
En la noche no quiso comer; ni 13. empleada ni la se-
ora Ana en persona lograron sacarlo de su mutismo.
No dese otra cosa que ll egara esa hora, despus de la
comida. en que las personas se van a la cama. EsperO
un par de horas. inmvll, sentado en su sUla de mim-
bre. El r eloj de la galerta vino a Ubrarlo de su posicin
vigilant e a l dar once campanadas.
Despus de meterse en la cama, su oJdo fino puso
atencin, pero lo que ansiaba otr no lo oy6. Hac1a las
tres de la maa na . a un en vtgta, comprob que no
habla odo aquell os pasos amortiguados sobre el co-
rredor. El obrero no lle l{ a dormir aquella noche.
Al dla siguiente, el viej o habla parti do. En la ma-
ana pag a la se ora Ana el alquiler por los dlas
corridos del mes. Se mantuvo en su mutismo mpe -
ISI
netreble. Vino nuevamente un carretn a estacionarse
frente a la casa de la seora Ana y carg los ba.rtulos
del vtefo. El no se despidi de nadie; subi al carretn,
sentndose en el pescante, Junto al gula.
Momento.s despus la seora Ana penetr en la
pieza deshabitada y comprob que Jos t rofeos estaban
Urados en el suelo. en compaia de las placas. Por
otro lado yaclan desperdigados los Itrones de ban-
derines muttcctores.
1182
AQUI NO HA PA SADO NADA
EL muchacho habia odo en el curso de la ltima
sema na, repeti damente, a cada cierto intervalo. en
un tono de voz grave y r et enIdo: " Esta. agonizando.
Agoniza. EstA agonizando". El comprenda, ms bien
a r az de observar con minuciosidad el semblante de
su madre y el de algunas visi tas ocasionales, que a su
padre habra de ocurrr te algo mportante, nslto.
pero que no alcanzaba a representar en su mente. "El
ulti mo dta estuvo todo el tiempo habra
de pensar con posterioridad el muchacho. porque cuan-
do esa t arde l consigui entrar en la pieza de su pa-
dre -despus de vencer Innmeros obstculos-, ste
no lo habia r ecibIdo con esa fatIgosa alegrIa forza da
que haba mostrado las lti mas semanas, siempre que
el muchacho llegaba junto a su lecho, y que sobreponte
trabajosamente a un os dolores punzantes, que l -
los dolores- alcanzaba a comprender, porque senta
a veces dolor es de vient re, de cabeza, de oldos (un
dolor incisivo hacia el interior) o de muelas. Esta vez
el padre entrecerraba los ojos turbiamente y todo l
pareca estar algo tu r bIo, como diluido en una atms-
fera sa turada por los vapores de su transpiracin abun-
dante en esa tarde trrida de verano. NI) hizo, pues,
ninguna seal de r econocimi ento; pareci ignor ar su
presencia cuando penetr al fin en su pIeza c-escabu-
Hendo la vigilancia de su madre y de la viej a y fiel
empleada-, para mostrarle un nu evo mapa que habte
183
confeccionado - porque habia descubierto que sus ma-
pas entretenan a su padre, en donde el muchacho lo
situaba todo al desgaire : el Senegat contiguo a Per-
quenco; Madagascar o CambOdia adyacente con Potosi
o con al guno de aquellos nombres que entre saba y
slaba encerraban una secr eta musicalidad y que se
prendan primero de su memorta no muy leal, sino
desvaida-, y tuvo que irse, porque su padre no desper-
taba de un semisueo envolvente, aun cuando perma-
necia con los ojos apenas sem cer rados, pese a que
dI6 repetidos ttrones de la colcha, uno tras ot ro, en
medio de un desconsuelo nu evo y desconocido, porque
su mapa ahora no despertaba la atencin de su padre. Y
hacIa el crepsculo, otra vez, las voces cuchtcneantes :
"EstAagonizando. EstA agonizando". Hacia tanto calor
y su padre transpiraba copiosamente: estaba agoni -
zando. Pero cuando la ti a Eduvigis, la vieja solt erona,
sall esa tarde pr ecipit adamente de cas a, en medio
de un lloriqueo tr rttante, pre sinti que algo muy in-
sl1to ocurrra, que quizs aquello de estar agoni zando
fue se algo gr ave de verd ad, y, asl, se puso con- dtsmuto
ante ella al llegar a la puerta, y tia Eduvi gls, al mo-
mento, por una asociacin que l buscara Ingeniosa-
mente, le di jo: "Vamos, acomp ame, Carlitas", con
sus entrecortados sollozos, Los arnmcs dIas, tambIn
hablase perc atado de lo fcil que resul t aba a los adultos
llorar por razones en que no sut rta la piel o las piernas
castigadas por la terrible y serpen teante varilla de mim-
bre de su madre, cua ndo se enroscaba sllbando entre sus
pternas, y esto - se di jo- t al vez se debl a a que los
adultos no r eciban azotes y que, en cambio, se los
haclan recbr a las personas como l. F.n aqu ellas
ocasIones, l lloraba, claro est, llor aba; es decir, grI-
taba con gran sonorIdad, como si esta sonori dad fuese
a expandirse y a volver hacia l de otra manera, trans-
flgur ada o convertida en alguna forma concreta des-
pus, por ejemplo, de estrellarse cont ra las paredes
como una pelota de goma y caer sobre su dolor - a
modo de esencia, incienso o bisamo-, aliviarlo de
l, de ese mismo dolor que lo hacia gritar, y, claro,
l lloraba; es decir, se le corr a un Uquldo por las me-
184
[Hlas que tenia sabor serado. Pero tia Eduvl gis no
gritaba; en cambio. lloraba de manera muda -c-rod n-
dole, tambin, el salado liquido por las flccidas me-
j11las-, est como en los ltimos dias habla visto llorar
a su madre y hasta a la antigua empleada. apoyada
en el umbral de la pieza de su padre, confirmando
que los mayores eran ser es que lloraban de otra ma-
ner a y por causas Que l no compr enda. Y se fu
tras. tia Eduvlgls. tambin porqu e l queda, ahora,
salir un r ato a la calle y librarse de no sabia Qu pe-
so aplastante, opresor, que experi mentaba ahora entre
las paredes de la casa, aunque la ti a Eduvigis lo cogi
de la mano como tantas personas mayores Que lo co-
gtan de la mano no bien se encontra ba en la calle,
Ubr e; entonces -y l comprendi que esta vez se sent a
obscuramente tranquilizado al ir cogido de la mano-
ella dtlo, sorbiendo en la nariz la substancia Icuose
que amenazaba resbalar haci a el tenue bigotillo: "Va-
mos a buscar a un cura, a un santo cur tte". El no
pregunt nada, pero sinti un nudo en la garganta
(por qu un curUa?), que se Iba apretando gradual,
progresivamente, y cuando la ti a Eduvtgs, por una
espece de incapacIdad para poder ocultar algn hecho
muy grave, que slo ella y su madre y la empleada
conoc1an y comprendan, dij o: "Tu padre se muere",
apret el paso a su lado, ur gtdc por un a sbita prisa,
y casi corri arrastrando de la mano a tia Eduvlgis
-quien con sus gordas piernas var icosas no podia ace -
lerar el paso sn unIr a sus sollozos unas voces quejosas
de protesta-, como si ahora comprendiera vagamente
que el santo curita habrta de hacerl e un bien grande
a su padre; tal vez que haba de conseguir Que dejase
de agonizar y que volviese a ser como antes, bien que
la vieja solterona, gastada como los gastados engra-
naj es de una vieja mquina sin lubricante y en des-
uso, le di un brusco tirn (ella. que haba visto a
OarUtos no ms de cinco veces en su vida, una vez al
ao, cuando venia a Santiago, y que habla venido
ahora inopinada y excitadamente, para mirarlo de un
modo lasti mer o y decirle, dndole unas palmadltas pro-
t ectoras en la nuca. que estaba ms crecido, o ms
185
tlaco. O de color ms rosado; ese pobre Carlitos, es-
mirriado, pensante y cabezn; de unas extremidades
algo lactas, como un arbusto raquttco, que se doblega-
ban al menor tropiezo), aunque pretendi hacerlo
Inadvertidamente. Pero el muchacho perctbt el brus-
co tirn que lo obligaba a regular el paso -de acuerdo
con el de la vieja tia y sInti una sorda irritacIn
porque habla que correr, correr .. . Habla que apre-
surarse. Apresurarse. Y el curtta habla que Ir a bus-
carlo a la parroquIa vecinal. al otro lado de la ancha
avenida. Su padre debla estar esperando ya tmpacente,
y ellos parecan no avanzar por la calzada . .. Apresu-
rarse. Entonces. tuvo deseos de preguntar a tia Edu-
vlgis qu le iba a ocurrir a su padre, pero temi que
la respuesta viniera a conrmar que lo que estaba
pronto a ocurrir era algo nada bueno para l, y em-
pez a sollozar de un modo en que se esforzaba a
hacerlo, porque quera llorar de idntico modo a como
lo hacan tia Eduvigis y los dems mayores. Adem.s,
deseaba obscuramente or esa frase: tu padre se muere,
para ver si en esta ocasin poda penetrar ms su
sentido, hasta que llegaron a la parroquia vecinal, y
fu l -el muchacho-e quien entr por la sacrlstIa
hacia el patio interior, en busca del padre Laureano,
el santo curtta que debla visitar a su padre, aunque
no se expUcaba por qu razn se necesitaba su visita,
pues habla visto que cuando su padre sufrla agudos
dolores venia, por 10 general, una enfermera que le
inoculaba alguna inyeccin. Y por qu no una inyec-
cin ahora . .. "Ahora no, est agonizando: hay que
apurarse", se dijo, tirando con fuerza de los faldones
del padre Laureano, un vierecmo de amable rostro
reseco, que no mostr una sorpresa manifiesta al mo-
mento en que tia Eduvlgls le comunic que un hom-
bre no muy viejo, joven todava, agonizaba a una
cuadra de distancia. "Ahora el santo cunta har al-
gn remedio", se dijo el muchacho, y pens que bajo
la sotana escandia una gran inyeccin, puesto que ano-
ra su padre agonizaba. Y habla que apresurarse. Efec-
tuar lo antes posible los remedios. De regreso en la
calle nuevamente, el muchacho cogi de la mano reseca
186
al curita y lo ar rastraba frenti co, mi entras ti a Edu-
vigis corda de atrs, acezando de cans ancio.
El di a t ermin, lento, pesado, y l, como las otras
noches, se ru a su pieza , eso si que antes consigui
asomar la cab eza por la puer t a de la pieza. de su pa-
dre (ahora dormia a solas; quizs para que no lo
molestaran -supuso-, puesto que su madre habiase
trasladado a la habitacin del fondo del corredor y
desde alU per maneca en vigilia, atenta al menor rui-
do) , pero su madre le Impeda llegar junto al lecho,
aunque alc anz a ver a su padre que lucia un buen
aspecto, t oda vez que dorma con una r espiracin en
exceso ruidosa, as como cuando dorma la siesta bajo
al gn sauce en los paseos campestres que hac1an el
ao anterior , an tes de que su padre cayera en cama,
y se sinti, a la vez que ms tranquilo y casi :contento,
con el fuerte deseo de Ir a frotarse contra la larga
barba, que la hoj a de afeitar no habia tocado en los
ltimos dos meses y que lo asemejaba a una de las
estampas de su libro de Hist ori a Sagrada; pero su
madre lo oblig de inmediato a u se a acostar. Com-
prendi que habla estado llor ando, pues sus ojos epa-
rectan rib ete ados por una or la roja, y qui so preguntarle
por qu lloraba, pero cuando ella llor aba (slo los
ltimos das la habla visto hacerlo), hacia empeo
por ocultar el rostro o desviar lo de su mirada, y su-
puso que no estara bien que se lo preguntara. Claro
que ser ta porque su padre agonizaba, per o ya no ago-
nizab a, porque el pad re La ureano habale acompaado
por un buen espacio de tiempo y estuvo a solas con
l, encer rado en la pi eza.
Le pareci que r ecin come nzaba a dor mir cuando
se sinti bruscament e despertado por los r emezones
de su madre, que habia ll egad o (encenda en ese mo-
mento la luz) j unto a la cabecera de su ca ma y se
plantaba ante sus encandilados oj os, ptrea, envuelt a
en un gran s tenco rattdco, de muerte. Ahora sus
ojos estaba n algo m s hmedos, y l la observ por
187
algn rato, semidormido. an sin poder rescatarse a
un resto de sueo rebelde, con un vago temor. Enton-
ces, su madre rompi el senco atemortzante y habl,
y not que su voz estaba mis ronca que lo normal
-c-eas se pareca a la de su padre- cuando dij o: ''Tu
padre ha muerto". El dijo que sJ con la cabeza: que
habia oldo, y basta encontr intranqulllzador el be-
ene de que su madre no se retirara despus de co-
municarle que su padre habia muerto. Dijo que 51 :
que habla comprendido y que podia otra vez permiUrle
seguir durmiendo. cuando su madre solt un sollozo
que pretenda ahogar estrechndole contra sus brazos,
Impidindole casi la respiracin. El muchacho, sJn
embargo, sostuvo una lucha con su madre, porque l
quera verse libre de sus brazos y, adems. todo eso lo
asustaba: an era de noche. y en esa quet ud -
que le pareci enorme-, ruidosa tan slo por su carga
de sueneio. r esonaban pasos por el corredor, pasos
amenguados que se silenciaban a si mismos y que-' Io
hicieron suponer que algo ocurra, que su padr e tal
vez se sintiese aquejado de nuevos y mas terribles
dolores, y su madre djc: "HIJo mio. hij1to!", y l no
atinaba a hacer nada ( "Pu en ese momento que ella
deberla haberme h.ech.o comprender de una vez por
tooeu", habrta de pensar con posterioridad el mucha-
cho), porque comprendi que debla decir algo, dtrt-
girle algunas palabras a su madre, preguntarle algo;
pero sta se ru y apag la luz, dtc ndote: "Son an
las cinco de la maana. Duerme. Duerme", aunque
esto bast para que l. ahora, slnUera violentos deseca
por que ya fuese de da, y hasta pens en saltar de la
cama y llegar en punUllaa junto al lecho de su padre.
Aun despus, en la maana, comenz a llegar
gente, algunas personas que recordaba haber visto an-
tes y otras que la empleada dijo que eran parientes.
siendo que todos se presentaban algo llorosos Y. lamen-
ttndose, abrazaban largamente a su madre. Le pareci
rl dlcu lo y aburrido todo esto. Qul.so saUr y sali. Aunque
en la maana hablan meti do su esmirriado cuerpo den-
tro de un traje negro que habia traIdo Alber to, un pri mo
8UyO, algo ms crecdo que l -su traj e neg ro de la
188
primera comunin- , y que en ese momento entraba
con su padre, despu s de que pareca n haberse paseado
durante mucho rato por la acer a, y pregunt: "TO.
tambi n ? Por qu estas de negro ? Por qu te pusteron
esa corbata neg ra?", y ~ l dijo: "Mi padre est muerto",
y record que en la maana no le habian permitido
entrar en su pieza, puesto que le signif icaron , compa-
sivamente , que se estaban efectuando en el interior
de ella a lgunos arreglos, olvidndose despu s por com-
pleto de ello, y crey por un instante que lo que le
dect a a Alber to era algo divertido o, al menos, que
deba serlo, y asl establecer la necesaria camarader a
entre ambos, y volvi a r epetir, como 51 fuese algo di -
vertido: "Mi padre est muerto", pero Alberto no res-
pondi a sus Instancias de comenzar a r eir , como ocu-
rrla siempre que se reunan, y, mAs an, st e ru re-
primido por un movimiento del brazo de su padre -
el Uo del muchacho--, quien estaba en ese, momento
muy serlo. Ni aun al dla siguiente (porque entonces
el muchacho ya no hacia nngn empeo por entrar
en Ja pieza de su padre; manej ado ahora por un secreto
te mor que 10 tenia a la espera de "noti cias") , cuando
llegaron Jos empleados del ser vtclo f nebr e con el negro
ca ta fa lco a cuestas y con los negros lienzos y los negros
crespones que comenzaron a distribuir por toda la
cas a; ni aun entonces comprendi, ni aun cuando
horas ms ta rde la casa estaba cubierta de negros
cortinaj es y no le ponlan ahora obstculos para entrar
en la pieza de su padre, cubi erta tambin de negros
cor tinajes, siendo que su padre permaneca, ahora , re -
posa ndo en el interior de ese negro cajn reluciente,
aunque ~ I todo cubierto hasta la bar blJ1a por una tela
alba, brlIlante. se habla cortado la lar ga barba y per-
manecla stn movers e; ni aun entonces, nt aun cuando
emplnAn dose sobre sus pies se asom por el boquete
abierto y r oz con sus dedos la cara de su padre,
apretada, endurecida y fria, 51, muy fr ia, y le diJo que
habla confeccionado un nuevo mapa : "Termin un
mapa nuevo", y su padre esta vez permaneci en un
sttencto yerto, estatuario: ni aun entonces, ni aun
cuando se aproxim la hor a del sepelio y comenao a
189
llegar a casa, otra vez, esa turba de gente desconocida
que eran sus parientes y que se consideraban en la
oblIgacin de tratarlo cariosamente, y l, asimismo,
con las nstruccones de portarse educado con ellos,
cuando l a muchos de ellos no los habla visto nunca
en su vida. Claro que, ahora, l permenecu ms ben
escondido detrs de algn cortinaj e, a la espera de los
acontecimientos, y ya presenta algo rrrepareble, por-
que cuando unos hombres vestidos de negro vinieron
a sacar el cajn ---que relumbraba a la luz de unos ct-
rlos a punto de derretirse, colocados en las paredes-e,
ya con el vtdrto echado, l se ru tras el fretro, no-
tando que todos los parientes hacan lo mismo, hasta
que el negro cajn fu depositado en el negro vehlculo
tirado por seis negros caballos cubiertos de mallas
negras hasta los cascos. ("Al menos, ju un hermoso
funeral, con 3ets caballos", habrIa de decirse con pos-
terioridad el muchacbo.) Entonces, l qui so Ir junto
a su padre en el Interior del estrecho pasillo en donde
ru depositado el fretro, pero esto se lo impIdieron
todos, tanto sus parIentes, que vest an de negro, como
los hombres vestidos de negro con acartonados traj es
verdinegros; en cambo, tia Eulogio lo cogtc de la ma-
no y le dilo: "Vamos en auto, qu te parece? En este
maravUloso auto negro . .. ", y l acept, por cuanto
el cortejo debla partir, si endo que l lo estaba retra-
sando, y el cortejo parti, y las mujeres y su madre
y tia EduvIgls y su prmo Alberto no suban a los au-
tos, sino que permanecan junto a la puerta de la casa,
mientras las mujeres sostenian a su madre, que pa-
recia medio ahogada, consiguiendo arrastrarla hacia
el interior, y su primo Alberto lo miraba con pena,
y asI, en el viaje de una med a hora en que el auto
sIgui al negro vehlculo tirado por caballos, el mu-
chacho permanecla mudo y caviloso. NI aun entonces,
m aun cuando oy6 a tia Bulogtc y a otros ocupantes
del auto: "Cementerio. .. " "Ya llegamos", y vI en
la pequea plazuela otros vehiculos negros como aquel
que transportaba a su padre, aunque de menor ta-
mao y con menos atuendo; ni aun entonces, ni aun
cuando con gestos solemnes tia Euloglo y algunos pe-
190
rientes sacaron el fretro del in teri or del vehculo e
iniciaron ahora un viaje a pie ~ o n el cajn encima
de un carrito tirado por un hombr e de gorra-; pero
ahora los negros t r aj es y las figuras ti esas, enfunda-
das, y los pasos resonando con demasiada niti dez sobre
la vereda bajo los tUos, le hicieron r ecordar cua ndo
su padre lo llev una vez al cne y vieron una reucuie
de Buck J ones, una de esas buenas pelculas que le
gustaban y que l ahor a presinti de manera sbita
que en adelante habrlan de dej ar de gustarle, mien -
tras los parientes, en tHa de a cuatro en fondo, seme-
[aban a los soldados de otra pecuta (cuando sinti
miedo en el interior de la Inmensa sala y t u r ecin
consciente de la obscuridad completa a su al rededor;
tu cuando l se arrella n en su asiento como un ovi-
llo y se ne g a continuar viendo aqu ellos desfil es de
soldados, que no le inspiraban tanto disgusto como los
personaj es de cuellos duros, tie sos y altos que siempre
los precedian) , que ahora r ecordaba por que los pasos,
los fros y met.licos pasos de sus parientes le t raan
una lejana asociacin. Haca el nm del trayecto, los
parientes h abl aban, turnaban, dscuttan sobre asuntos
r elacIonados con sus r espectivas ocupactones, mi entras .
tia Eulogio deca: "Las acciones de. Punlt aqui ... CInco
y medio por ciento... ", a l -al muchacho-e le pa-
reci incomprensible y trIst e t oda aquella conversa-
cin. " Cmo va la cosecha de avena?" " Crees t en
el porvenir de los arrozales?", y l -el muchacho--
no quitaba los oj os del negro caln, cubierto ahora por
blancos alheUes y clavellnas blancas que tremolaban
blandamente, amenazando a rat os r odar car ro abajo,
muellemente. cuidando l por que esto no ocurriera,
atento al carro. al atad, a las r uedas del carro : "{Se
mueve demasi ado, se golpea !", se di jo, porque el carro,
tirado por el hombre, h aba abandonado la vereda pa-
vimentada y tomaba ahora por un sender o pedregoso
y agre ste, sombr o y t apizado de musgo, que h acia gol-
pearse sordamente el fr etro a mer ced de los bandazos
del carro; entonces, l se desprendi del cortejo y se
adelant hasta ponerse junto al carro, vigilndolo.
Mientras : "Los bonos a cuarent a y siete y medio o a
191
cuarenta 1 ocho . . . ", y l -el muchacho- se deca
que nadie miraba a su padre, a su padre que Iba den-
tro de ese negro caJOn que se golpeaba, cubierto por
todas esas flores que amenazaban rodar. "Se1sclentos
quintales mtricos me parecen una buena cantidad."
"Yo voy con mi padre." "Esas son nerraa de mi cu-
ada ... " "YO VOY CON MI PADRE", Y empez a
comprender que su padre ques habla cesado de ago-
nizar y Que ahora habla ocurrido algo definitivamente
peor, porque, ahora, a la fr ase tu padre se muere le
encontraba ya un sentido mas concreto. Desde luego,
equvea a que su padre Iba ahora en el Inter ior de
un cajn y l solo a su lado; significaba que no podla
hablar ya mas con l, porque pareca todo el tiempo
dormir. y cuando el sepeno llegO a la sepultura y el
sacerdote, brotado de no supo dnde, ech unas gotas
de agua sobre el fretro, sacudiendo un instrumento
semejante a una matraca de esas que le compraba su
padre para productr ruido, ruido, hacer rudo, harto
ruido, mientras ahora todo permenecta en un stlen-
co de muerte, y el HAmn" final del sacerdote venta a
resonar en los oido.s -las cabezas gachas-- como una
amonestacin en el dla sin brisa; todo quieto, los ar-
boles quietos. Y, ahora, las ores que comenzaban ' a
derribarlas al suelo, sin eeucee eee. en tanto que la
sepult ura permaneca abierta ante sus ojos: un bo-
quete largo, estrecho y negr o. Comprendi, entonces,
que a11l habran de meter el cajn, pero con su padre
en el interior: entonces quiso verlo y no se lo permi-
tieron; entonces se derrib con todo el cuerpo rabo-
lamente al suelo y comenz a araar la tierra, porque
l quena verl o, verl o, y nadie lo comprenda; todos se
lo Impedan. tal vez porque Ics parientes estaban ya
ensosoe por Irse y por terminar con aquello lo antes
posible, y porque hasta oy que alguIen deca : " Qu
muchachito tan Insoportable! " Lo levantaron del sue-
lo y ahora vt que el fretro habla desaparecido en el
interior del boquete y que los enterradores-atbe es,
con una mezcla de cemento improvisada, comenzaban
a taptarto. Entonces dljo: " No le pongan eso enci-
ma! Dnde est? Por qu lo esconden? .. ", y el es-
192
mlrrlado cuerpo hacia las ms tent sttcas contorsiones
por deeesrse de los fuertes brazos que lo sujetaban,
y comprendi, empez a comprender que su padre es-
taba muerto. que eso significaba algo que, en verd ad,
no ccmprendta -ed d. agonizando, se muere; muerto.
muerto-; pero que significaba, en todo caso, que no
tria a ver ms a su padre, a su padre muerto, que ya
no saldra nunca del inte rior de ese boquete; que sig-
nificaba todas aquellas nares hasta tan poco r ato antes
ti ernas y ahor a marchitas, pisoteadas, muertas; sig-
nificaba. por ltimo, que su padre no estara ms a
su lado para defenderl o de la varUla de mimbre de
su madre; significaba estar solo. Perder el apoyo y
estar solo.
De re gr eso a casa, l -el muchacho--- vag por
ella, restregndose contra las t rias paredes. v aco co-
mo ella, casi sinti trio - las paredes frias, la casa
trla-, pese a la calurosa t arde de verano, cuando pe-
netr en la vacJa pieza, en la que ahora nadi e le Impeda
entrar, que hasta pocas horas antes ocupaba su padre,
dicindose que su padre estaba mue rto.
Comprendi que ya estaba muerto.
193
CESAR R I C A R D O
GUERRA
Csar Ricardo Guerra naci en Arica en
1933. Su infancia transcurri en un medio
humilde y supo de las luchas y miserias de
los esforzados pescadores . Su jamtlia se tras-
lad a Santiago al poco t iempo. A la edad
de 14 aos se convierte en edi tor de un a
revista y peridico estudiantil. Ha cursado
sus Humanidades en un Liceo Nocturno.
Su literatura -nos lo dice en una carta-
pretende hablarnos del pueblo chileno, de
sus luchas, de sus congojas, de sus aspira-
ciones. De oficio vendedor ambulante, ha to-
mado contacto intimo y directo con la mo-
tivacin originaria de su obra.
El cuento que aqui mostramos une a sus
vi r t udes reivindicacionistas sociales, otras
no menos estimables de pureza formal, con-
tinuidad de estructura, tensin, tema, des-
arrollo, desenlace, que nos hablan de un na-
rrador estimable y meritorio.
En la actualidad prepara un libro de
cuentos.
195
Claf Ricardo Guerra
QUE ENTIENDE US'fED POR CUENTO?
"Aaf como en la vida no hay protagonistas eeeeree. para mi. en
el cuento. tampoco 101 ha,.. Lo que me atrae es el conlamerado
humano en su cauce; no klrs personajes (irando alrededor de 1&
vida ,. no la vida alrededor de los personajes.
"Cuento ea una ainteala de la realidad. tomada en sus aspectos
mu repr esentativos."
197
CURUNINAS
DE F U E G O
EL or ador exhort aba a la lucha sobre una tribuna
improvisada. Todos, sin disti ncin de clases, bosteza-
ban bajo la influencia del discurso. El lder matlzaba
rematando klnest sicamente los pasajes culminantes
de su pieza oratcrta, para no quedar se dormido con el
mensaje eteuter mano:
- IY nada ms; salud. compaeros!
Mujeres fla cas, mujeres con cabelleras blancas, de
rostro gr edoso, aplaudan dando puetes contra las
capotas de los automviles.
-Compaeros, compaeros. i snenec! .. . Al -
nal de esta concentracin no se r etiren: formen f a
en la columna gigante que desfil ar. por las calles cn-
trieas. Cerrar. est a manifestaci n el l1der slndl ...
Los gem.1dos de las sirenas ensordecedoras. arras-
trndose en neumatcos, frenan aullando en los oldos :
-Vienen los radIopatrullas l
-Los pacos; vienen los paces!
- Los verdes en el zapato e' pltuco!.. .
Los gritos de alerta son dominados desde la tri -
buna por la tesi tura de una voz:
-IATENCION, ATENCION, ATENCION! . . . Com-
paeros: la confederacin ordena t erminant emente d-
solver el mitin. Suspender t oda clase de manifestacio-
nes. La conrederac n no se r esponsabil iza por las
consecuencias que puedan sufrir los compaeros y
compaeras que desobedezcan est as Instrucciones . ..
199
ATENCION!; esta orden anula todas las anteriores;
hacemos un llamamiento al ...
Un sable cort con su brillo el espacio, chocando
contra la espalda del lider, stenendoto:
-BiJate de ahf. desgracaol .. .
-Toma, pa'que te caWs, porquera! .. .
Oradores, micrfonos, tribunas, son pisoteados por
los caballos:
-Dlsolverse, ya; ya, ya, ya, elrcular!
-iCircular, circular, circular!
-Toma, infeliz; toma, pa'trs!
-Guarde con mis lentes, mi cabo! -protest uno.
-Ma.s respeto con la autoridad!; toma!
A culatazos es derribado al suelo. Los cristales se
destrozan en estrellas multicolores, mientras los bo-
tatos de los verdes se hunden en sus costillas.
-Sultenlo, asesinos! .
-No se lo coman, h !
De improviso surge una brigada de salvamento:
-c-ivotuntartos, volunterosl ; quin vtene? ..
-Todos.
-Todos?
-TOdos! . . . Sultenlo, cobardes! Adelante!
-Mueran los asesinos! A quitarles las placas!
La multitud, con los puos en alto, formando un
bosque de garras encrtspadas, se abalanza.
-iA ellos! Mueran los asesinos!
-Mueran! .
-Los pacos estn apaleando sin placasl ... A
quitarles las armas! Adelante! . ..
-Perros cobardes, pa'qu arrancan! Masacra-
dores!
Una cadena de ojos interrogan al herido:
-EstA ben, joven?
-Puede caminar, amigo?
Un drtgente taciturno le ayude a incorporarse:
-Puede gritar, amigo? Escuche! Esa es la con-
signa:
GRUPO DE VOCES RONCAS: -Caones?
LA MULTITUD lRASCmLE: -Noool
GRUPO DE VOCES RONCAS: -Escuelas?
200
LA MULTITUD.- ISI1I1
Carablneros a caballo, en piquetes; carabineros sin
placas se ac ercan. Encaonan los pechos. A caballazos
obligan a replegarse:
-Circular. caraf os; circular. circular!
-IDlsolversel Circular, circular.
En las ca lles de la Plaza de Armas slo nuedan car-
teras, Ubros. estandartes y boinas momificadas:
-La lucha callejera continuar por 103 barrJos
populares!
- IAU. no se atreven a ir los paces!
-jA los barrios, a los barrios ! ...
- Atencin; el desfile continuar. por San Diego.
Adela nte! Por San Diego ! . . .
- A los barrios ?
-jA los barr ios !
-CAlilONES? . .
-Nuoo !
-ESCUELAS?
-18 1111
-Viva el futuro de los pueblos Ubres! . ..
- i Vlva !
-Viva Chile! . . .
-Viva, pues, mi'alma! . . .
La calle San Diego, con los hoteles obscuros. las
cocneras y las compraventas de libros polvorientos,
se est remece con los gritos. Las nias bonitas del bar rio
San Diego, desgreadas y de rostro sooliento, se aso-
man a los balcones a aplaudir:
-iVivan los val1ent es !
-Viva el pueblo!
-Bravo! . . .
Los manifestantes respondJan con besos:
-iVengan a desfilar, mljltas !. . .
Bosques de banderas chilenas marchan. Antorchas
de papel iluminan los rostros vtgor osos de patrioti smo.
La multitud marcha Uumlnada engrosando sus colum-
nas ; el pueblo destila conquistando las calles. La mu-
chedumbre avanza.
- At encin ! At encin l . . . El destile continuar.
por la calle Arturo Prat y fin alizar . en la Alameda.
201
Gritos, carcajadas y estandartes sIguen avanzan-
do. .. Al llegar a la calle Arturo Prat, las cupula.s de
un templo de expreslOn bizantina se empinan sobre
loa tejados coloniales, aplastando la arquitectura In-
definida. Un par de ngeles atlticos, de rOdIllas en
la parte superior del frontispicio, lnclensan un c ~ l 1 z
de piedra: "Adoremos a Cristo Rey dom1nador de la
gente. Que en este lugar de las leyes permanezca ah!
m ecreen". Bajo esta leyenda en latn yacen trozos
de acero manufacturando extraas partrass.
De pronto curunlnas de fuego saltan sobre la mul-
titud. Ourunnae de fuego rebotan y bailan sobre el
pavimento. Curunlnas de fuego queman las carnes
morenas; la muchedumbre se desorganiza y huye con
los despavoridos grtos:
-Estn disparando! Nos matanl
-Ah! vienen, disparan! .. .
-jArranquemos! EstAn dLsparando!
Puertas y balcones se han cerrado como obede-
ciendo a un conjuro. La gente huye en todas direc-
ciones. Las mujeres trepan arrastrndose por las esca-
llnatas del templo y golpean las puertas de acero has-
ta ensangrentarse las manos:
- Padr es, abran, por nuestras guaguas Inocentes I
-jEsta.n disparando, abran las puertas!
El llanto y los gritos de las mujeres ptdtendo asi-
lo se agigantan en la gran bveda de cirios apagados.
El eco responde:
-Estan disparando...
Las mujeres con sus guaguas mal envueltas y los
zapatos llenos de barro, imploran:
-Abran, por Olas I Por favor, abran!
-Nos baleanl NOS matanl
El templo permanece cerrado, y en la tierra, de
hlnojoa, los earabtneroa gatlllan loa fusiles con des-
precio. El murmullo y el clamoreo de temor y de miedo
de los primeros matantes se transforman en una voz
ronca, ancha y vaUente:
. .Puro, Chile, es tu cfelo azulado . . .
Puras bT&as te cruzan tambin . .
202
La Cancin Nacional se entona y se abre camino
por entre las gentes. Cuando se termina de cantar ,
empteaa de nuevo en el centro la muchedumbre :
-Viva Ch1lel. . .
- VIva !
La mult1tud avanza. Marchan con los rostros en-
cenddos de Indignacin y-de repudi o:
- La vida del pueblo chil eno no se vende! . ..
-VIva! ...
El gento r einicia decdtdo su marcha, mientras la
muerte encaona con ruses los pechos; el pueblo
avanza cantando. Golpes el ctricos plnchan las vr -
tebras recorriendo los cuerpos . . . Las mujer es desfi -
lan y gu an el movimiento de la masa:
- Adelant el Bajen los brazos!. .. An no es-
tamos rendidos!
La multitud se agita en oleadas que avanzan com-
pactas. Ha cado un hombre con el rostro de Cristo ;
est p td c, con los ojos baados en lgrimas; tiene
aprisionada entre sus manos la bandera ch1lena con
la estrella solitaria ensangrentada; la sangre surge
a borbotones de las hertdas que hIerven y crujen. Las
mujeres, con los ojos hmedos, inclinadas, escuchan al
que ha caldo a sus pi es:
-Camaradas, no provoquen . . . ; sin violencia, ca-
maradas ... - Las frases se ahogan en un v mtc de
sangre, sellando los labios.
Gritan hasta enronquecerse:
- Por qu lo asesin ar on?
-Verdugos, asesnoal
- lA quitarles los fusiles!
-Adelante!
-Salgamos a la Alameda! . ..
... ... ....................... .. .. ........ ... ... ..... .