Historia de La Galleta
Historia de La Galleta
Historia de La Galleta
El primer alimento que recibió el nombre de galleta fue una especie de pan de forma plana
y de larga conservación, distribuido entre tripulaciones de buques y grupos de soldados.
Actualmente, con este término nos referimos a una amplia serie de productos alimenticios
de variadas formas y sabores, producidos en casas, panaderías e industrias.
Este mismo diccionario sugiere que el nombre inglés de “biscuit” deriva del latín y
significa que ha sido cocida dos veces, lo que explica su bajo contenido en agua.
Aunque la industria galletera es moderna, el origen de las galletas se remonta a los primeros
tiempos de la humanidad. Recordemos que el pan y la galleta son producto de un mismo
alumbramiento.
La torta-galleta, fue uno de los primeros alimentos cocinados: el alimento original de los
hombres nómadas y libres. Es también el pan agradable a Dios. En la Biblia abundan las
referencias a la galleta (pan ácimo) como alimento primordial del pueblo de Israel por ser
alimento puro y no corrupto. De acuerdo con distintos investigadores, los panes de que
hablan las Escrituras eran planos, en forma de galletas u hojuelas gruesas a las que se
añadía, en ocasiones, miel, manteca, huevo y grasa.
Durante la Edad Media la torta-galleta, el pan sin levadura, tuvo un consumo constante en
los ejércitos de moros y cristianos. Lejos de sus tierras, estos ejércitos consumían “un pan
duro, como torta o galleta crujiente”.
Las galletas son introducidas a nuestro continente con la llegada de los españoles, bajo el
liderazgo de Cristóbal Colón. De acuerdo con el Archivo de la Conquista, las naves de
Colón partieron del Puerto de Palos, cargadas de hombres, armas, “pellejos de vino y
cántaros de agua envueltos en piel, tocino” y “barriles llenos de galletas duras y
quebradizas”.
Durante los siglos XVI y XVII, la galleta ocupó un lugar preferente en las bodegas de
barcos y navíos de vela, carabelas y buques. El uso de la galleta como sustituto del pan se
generaliza en expediciones y travesías largas, así como en tiempos de guerra, por lo
embarazoso que resulta el transporte del pan, dado su gran volumen y la imposibilidad de
una larga conservación.
Pero fue en el siglo XIX cuando la galleta llegó a su total consolidación. La revolución
industrial, auspiciada por Inglaterra, produjo que la galleta abandonara su rol de producto
sustituto del pan y adquiriera un protagonismo propio en la industria alimentaria, como ya
había ocurrido en Francia, Holanda y Prusia.
El sabor, la calidad, la conservación, el fácil transporte y el precio son algunas de las
características que facilitan la consolidación de la galleta como producto alternativo.
Consolidada como un alimento con identidad propia, la galleta empieza a cumplir una
importante función social, presente en la dieta de los mineros de Gales, de los obreros de
las primeras fábricas de Manchester y de los soldados destacados en Australia.
De las pequeñas industrias artesanas se pasó a otras más mecanizadas y con un proceso de
fabricación acorde con la creciente demanda y la rentabilidad del producto.