El Tratamiento de Las Contradicciones

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 150

V CT OR AL B AR R AC N

El tratamiento de las
contradicciones
EL TRATAMIENTO DE LAS
CONTRADICCIONES
Salones Regionales de Artistas
Juan Manuel Santos
Presidente de la Repblica
Mariana Garcs Crdoba
Ministra de Cultura
Mara Claudia Lpez Sorzano
Viceministra de Cultura
Enzo Rafael Ariza Ayala
Secretario General
Guiomar Acevedo
Directora de Artes
Jaime Cern
Asesor Artes Visuales
Mara Vctoria Benedetti
Alexandra Haddad
Angela Montoya
Mara Catalina Rodrguez
Juan Sebastin Suanca
rea de Artes Visuales
Direccin de Artes
cnvu:1os
Textos
VCTOR ALBARRACN
Prlogo
LUCAS OSPINA
Editor y corrector de estilo
JUAN SEBASTIN RAMREZ
Diseo y diagramacin
FRANCISCO TOQUICA & SANDRA LEAL
www.desdeelbienestar.wordpress.com
Material impreso de distribucin gratuita con fnes didcticos y culturales.
Queda estrictamente prohibida su reproduccin total o parcial con nimo de lucro,
por cualquier sistema o mtodo electrnico sin la autorizacin expresa para ello.
Ministerio de Cultura
Primera edicin, :o::
por Cain Press, una divisin editorial de Toquica
info@cainpress.com
isv ,8-,8-o-::,-,
Ministerio de Cultura
Repblica de Colombia
Libertad y Orden
EL TRATAMIENTO DE LAS
CONTRADICCIONES
Vctor Albarracn

CONTENIDO
pg. 9
Prlogo por Lucas Ospina
Por qu no me abortaron?
(texto apcrifo de Vctor Albarracn)
pg. 21
Mi nombre es Vctor Albarracn
Sobre el tratamiento de las contradicciones: una propuesta de
exhibicin artstica que, como me suele ocurrir, no result
ganadora /i, El mundo no me escuchar /i8, La retaliacin en
la vida real /, Lost highway /p, Poporos /i, Palomitas /,, Sobre
el tratamiento de las contradicciones en el seno del pueblo /p
pg. 55
La capital mundial del chane
Capital mundial del chanfe /,;, Mara Casquitos /oo,
La lgica operativa del futuro /o, La revolucin de octubre /op,
Filas /;i, Filas 2 /;,, Un poco de sangre /;p, Punks por doquier /8i
pg. 87
Acta dennitiva y verdica
Acta defnitiva y verdica sobre el fallo del Saln Nacional
de Autistas /8p, El Saln de la amistad /p,, Close, so faraway /pp
pg. 109
La contradiccin en el seno del pueblo
Manuscrito siniestro /, Tristes comprobaciones sobre
lo que se vino encima /, Rojo y ms Rojo /8, La noche
de las velitas /i
pg. 127
Ars amandi
Olmeco en el Soho /ip, Utopa /, Aguinaldo triste /8,
A. /, Bets /
p
Por qu no me abortaron?
(texto apcrifo de Vctor Albarracn)

Mi nombre es Vctor Albarracn y soy un hijueputica ms


de la escena artstica bogotana. Adems de artista, he sido
o sigo siendo para sobrevivir: diseador de publicaciones, co-
rrector de estilo -de libros de odontologa, de flosofa, de
biotica, de estudios ambientales, de historia y de un etc-
tera bastante largo-, traductor, cantante de rock, crtico de
arte, curador, cuentista, quintacolumnista de revistas cultu-
rales -despedido sin razn, o con razn pero sin que me die-
ran razn alguna-, gestor independiente, negro literario,
profesor universitario -de ctedra y mal pago, por supuesto,
y escritor fantasma de documentos de acreditacin que nin-
gn profesor de planta y bien pago ha querido o podido re-
dactar-, realizador de televisin, librero y algunas otras co-
sas con las que no quiero seguir agobindolos.
He hecho de todo. El hecho es que, creo, hago muchas
cosas y esas cosas, a pesar de su aparente dispersin, estn
:o
hiladas entre s por la pura contingencia de que he sido yo
quien las hizo. Cuando uno hace tantas cosas, resulta que
casi todas las hace mal. Esa es mi historia, y no me aver-
genza. No en vano, buena parte de mi obra ha consistido
en la bsqueda de su destruccin y de su devalo, pero de
una manera pblica -y un tanto melodramtica tambin-.
S que el mundo no me escuchar y que no soy, propiamente,
un cantante. Puedo decir que mi voz interior no es un jardn
de rosas y que de mis mejores recitales mentales ni siquiera la
ducha de la conciencia csmica puede dar cuenta.
Yo no quiero ser colombiano. O ms bien, no quiero ser
colombiano como no quiero tampoco ser de algn otro lu-
gar. En ese sentido, una revisin de los Derechos Humanos
debera garantizar el derecho inalienable a No Tener
Nacionalidad. Por eso es que algunos terminamos matricu-
lados como artistas, a fn de cuentas el arte es lo ms cer-
cano a hacer nada, pero no porque uno haga nada sino por-
que todo tiende a terminar en la patria de la nada. Esto lo
digo sin dramatismos ni huevonadas, sin cara solemne tipo
Sartre y sin el nadadito de perro de algunos nadastas, nada
de eso. El arte slo sera, en mi caso, un relato construido
para darle sentido a algo que no lo tiene. En arte no hay solu-
cin porque no hay problema.
Donde hay cultura la vida se jodi, porque es un testi-
monio construido, es una prueba falsa, un falso indicio. Es
un simulacro de testimonio. La cultura no mata y el mundo
::
cultural es inofensivo o, ms bien, como toda la vida del aspi-
rante a pequeoburgus, mata de a poquitos: deprime, reseca
y desespera; lleva al suicidio o al alcoholismo; obliga a unos
cuantos a cambiar de vida, a volverse huraos y a esconderse
por aos en una fnca de la sabana. A otros, que no tenemos
fnca ni perspectivas profesionales, ni plata para trago, nos va
volviendo cnicos y an ms resentidos de lo que ya ramos
por cuenta de nuestra extraccin social no muy afortunada.
Si a Bogot le dicen la Atenas suramericana tal vez sea
porque slo es ruinas. Me gusta caminar por la plaza de
Bolvar, y no es por la plaza, ni por su valor arquitectnico o
por una evocacin historicista, me gusta porque es ah donde
terminan todos mis paseos. El mapa del centro de Bogot me
resulta predecible. Durante aos y sin proponrmelo he le-
vantado un plano mental de todas sus calles. Son derivas en
las que oscilo entre el desespero que me causa evadir tareas
pendientes y una calma chicha que promete tragedias inmi-
nentes y comienzos promisorios. Ver en los andenes el pollo
transgnico (con orejas de conejo), el rallador de papa mul-
tiusos, los afches de tetas de Millos y Nacional, las camisetas
chinas y los CDs de Reggaeton a s:ooo, efcientemente ofreci-
dos por personas que consiguen lo que uno necesita con ape-
nas un silbido, que saben cundo desaparecer porque lleg
el camin de la polica y que pueden rearmar sus tenderetes
con una agilidad increble, me habla ms de la ciudad del fu-
turo -de nuevas condiciones y formas de solidaridad para
la supervivencia-, y del mundo en general, que los logros de
:z
los que se ufanan las administraciones distritales, los gestores
culturales y los artistas flsofos pero sin flo.
Hace unos aos, a travs de internet, un grupo de artis-
tas (no identifcados) encabezados por Doris Salcedo (plena-
mente identifcada) peda la colaboracin de los interesados
en acudir la tarde del martes , de abril a la Plaza de Bolvar
con el fn de ayudar a encender no una sino :,ooo velas que
dibujaran una retcula sobre el consabido cuadrado del mar-
chdromo distrital a modo de duelo por la muerte de once
diputados que fueron secuestrados y asesinados por la gue-
rrilla. Todo era evocador y luminoso esa noche, hasta la pobre
respuesta del pblico a la invitacin de la artista. Pero creo, no
era ese el momento para ser evocador ni luminoso. Y creo que
Doris Salcedo lo sabe, porque son la oscuridad de la muerte
y la incapacidad de dar pie a la enunciacin aspectos presen-
tes en su trabajo. Lo saben sus constantes alusiones a Celan y
a Lvinas, tanto como ese silencio cargado de orgullo por el
que la artista slo acepta entrevistas o dilogos con medios
internacionales. Pero, frente al decir nada ruidosamente, no
sera mejor escuchar en silencio? O tal vez, ms que imgenes
y espectculos, necesitamos interlocuciones que no terminen,
al cabo de una o dos horas, transformadas en cera quemada
sobre el pavimento. En conclusin, en arte no somos buenos,
no podemos hacer sealamientos sociales con total impuni-
dad, siempre tenemos un inters personalista, escondido, os-
curo o turbio detrs de nuestra prctica.
:
Soy hurfano, no tengo padres ni madres en esto del arte
aunque s les he escrito cartas. A ella le escrib: Maestra,
no Adorada Betty, quiero que sepas que no puedo evitar
masturbarme una y mil veces al pensar en nuestra conver-
sacin de ese da, y en el hecho inequvoco de que soy un
pervertido. Pero lo soy por sus palabras, por tus palabras,
digo, pues ellas me han hecho consciente de esta pasin em-
barazosa y malsana que me consume por dentro. Y a l le
escrib una semblanza: En las noches, A. soaba. Y sus sue-
os estaban llenos de lujo. Mujeres semidesnudas bailaban
a su alrededor. Su mente creaba atmsferas de sensualidad y
peligro: carros caros, pistolas, discotecas, lino y terciopelo.
Coca y Dom Perignon. Un da A. se hizo sacar los dientes.
Nietzsche deca diente intil sobre el tiempo intil.
Me gusta escribir, es una forma de expresin y autoconfron-
tacin, de hacerle el quite a toda esa literatura del t puedes
si te lo propones que mata la posibilidad de formar zonas
de sombra, arrugas y manchas en los lectores que se encuen-
tran bajo su infuencia. Y algo he escrito sobre arte, de la
misma manera que escribira sobre ortodoncia si hubiera es-
tudiado dentistera, o sobre la Reforma Agraria si fuera un
agrimensor de Tunja.
Los artistas no escriben. Son vagos, dispersos y bru-
tos como pintor. Slo hacen el deber, y a las malas, cuando
hay que presentarse a alguna convocatoria. Redactan mal,
estructuran peor, no juegan y ms bien s les gusta construir
:(
ideas en cuya redaccin se lean palabras como hegemona,
direccionamiento, apropiacionismo o insubordinacin.
O eso se supone. Aunque de repente los artistas s escriben. Y
hasta llegarn a contar cosas con palabras: les escribirn a los
novios, harn la lista del mercado, dejarn inscrita una can-
cin en una servilleta o quin sabe?, a lo mejor se pondrn
kafianos y se harn leer en ese puado de pginas que les cos-
taron tiempo y nimo. O tal vez no. Podra ser que la escritura
fuera para el artista un lujo y una alegra; un motivo para des-
plegar fguras, relatos, metforas y sincdoques; un ejercicio
de recopilacin e invencin, un espacio para robar y devolver.
Es posible que yo escriba porque leo, durante mucho
tiempo trabaj en una librera que quedaba dentro de la Luis
ngel Arango y ah tuve los primeros encuentros de reojo con
muchas de las personas que luego conoc con pelos y seales.
Este cubculo laboral me permita penetrar en la arcaica quie-
tud del libro, un mundo que se vea constantemente alterado
por el deber ser de los clientes. Una vez entr una peladita
de :o o :, aos armada con esa pinta neojipi que incorporaba
elementos gitanos y, a la vez, un cierto feeling gtico, cuero y
taches revueltos con arabescos y mochila. Pregunt, para mi
tristeza, por la continuacin de Quin se ha llevado mi queso,
o algo por el estilo. Como no venda ese libro y yo deca no po-
der conseguirlo, ella quiso probar suerte con cualquier obra de
Ron Hubbard o, en su defecto, cualquier cosa sobre diantica.
Me pregunto entonces si no estar cayendo en un agujero ne-
gro generacional del que ya no podr salir nunca, y empiezo
:
a preocuparme al ver de qu modo ahora, a diferencia de
hace quince aos, disfruto escuchando Blonde On Blonde.
Cundo empieza uno a convertirse en su padre?
Una vez vi un grupo de diez o doce tipos con crestas y
chaquetas de taches en la inauguracin de la exposicin de
Edgar Guzmanruiz en el marco del premio Lus Caballero,
esa lotera para artistas mayores de ,, aos que tena lugar en
la ya extinta Galera Santa Fe. La exhibicin era la ms fra de
la temporada. Entre discoteca minimalista sin msica y con
demasiada luz, nave espacial de pelcula barata y citas de Rilke
pegadas en la entrada, el trabajo de Guzmanruiz sorprendi
a todos por el profesionalismo de un montaje que sostena la
absoluta fragilidad conceptual de la obra. Aburridos, los cres-
tudos salieron cantando/gritando: el arte est en las calles,
no en los museos, cementerios, y con eso se salv la noche.
Esta vitalidad tambin la vi en un grupo se llama
Superninja ,ooo, al que o en el bar El Patrn (un local de o
metros cuadrados en el siempre maloliente centro comercial
Terraza Pasteur). Ver a estos jvenes en escena fue curioso
porque conseguan hacer de su msica una experiencia aplas-
tante para sus espectadores quienes, tras infructuosos inten-
tos de armar un pogo consistente, deban desistir para que-
darse inmviles viendo como a las canciones les salan patas
y uas y dientes y pelos, vuelta tras vuelta y sin remedio. Si ese
pblico brincn y un poco violento no saltaba ni se pateaba
entre s cuando sonaba la banda, era porque la msica ya los
:6
estaba pateando ms que sufciente. Otro da vi a una banda
llamada Las ruinas Telepticas que, en una de sus canciones
repeta a punta de alaridos la misma pregunta una y otra vez
hasta convertirla en un mantra ininteligible: Por qu no me
abortaron? por qu no me abortaron?
El arte de museo, de galera, de coleccionista, no patea y
cuando hace un pataleo visible es porque ya se mont en el
ascensor que lo lleva al cadalso de la institucionalizacin.
La mirada de la medusa de los curadores lo transforma todo
en postales para libros de historia del arte, a los artistas les da
una ptina heroica y deposita todo el fujo energtico que ha-
ba all implicado en las arcas del prestigio individual y de la
buena gestin institucional. El precio que paga la curadura
en pro de coleccionar y de ser histrica es el aniquilamiento
total de la vocacin crtica del arte crtico que exhibe. Por
qu llamar curadura a una actividad en la que lo curado ter-
mina amputado?
Cuando tena alrededor de :, aos estuve en una milicia
de elenos, durante muy poco tiempo, y despus estuve tam-
bin muy poco tiempo en los Guardias Rojos. Me desencant
muy rpido. Yo creo que no se puede hablar de una accin po-
ltica real en Colombia. Hay demagogia y alienacin, pero no
creo que eso sea poltico. Hay una diferencia entre la poltica
y lo poltico, tal cual lo plantea Lyotard. Hay mucha poltica
pero hay pocas acciones donde lo poltico realmente se d o
exista. En consecuencia, cuando se renuncia a la fuerza de lo
que es singular, es decir, a la supresin de procesos crticos
:;
que cuestionan los marcos dentro de los cuales toda la pro-
duccin de sentido encuentra su legitimidad, cuando se rem-
plaza la crtica por la doctrina, borrando del mapa de lo colec-
tivo el rol del disentimiento y del antagonismo, es imposible
establecer formas de interaccin social capaces de traducirse
en transformaciones reales y especfcas del contexto.
Ahora bien, as se tenga una lnea de accin crtica, man-
tenerla al vaivn de las circunstancias parece ser cosa de
profetas y de mrtires. Cuando el M-: rob la espada del
Libertador, la guerrilla consigui subvertir realmente un
orden de imgenes mediante las que se construyeron ideas
y metforas que apoyaron las lneas narrativas de su accin.
Hace poco Lucas Ospina parodi el comunicado que hizo el
M-: cuando lo del robo y le adjudic la autora del mani-
festo apcrifo a un comando subversivo inexistente llamado
Comando Arte Libre S-::, lo hizo para criticar a la burocra-
cia del arte de la Fundacin Alzate Avendao a raz del robo
de un Goya en esa institucin. Por un momento esto tuvo un
gran vuelo meditico y se creo una epifana radical: Con
la audiencia, con la imagen y sin poder! Presente, presente,
presente!. Luego, ante el acoso policial, Ospina sali a la luz
y compar el manifesto del S-:: con el fngimiento presiden-
cial de La Lucirnaga, y con esto slo contribuy a expandir
una percepcin, ya generalizada en la opinin pblica: la ac-
tividad artstica contempornea no es ms que un chiste fojo
sin consecuencias ni repercusiones y, por ello, no puede cons-
truir un espacio crtico de la supuesta verdad institucional.
:8
Al convertir este acto en la travesura de un nio necio slo
contribuy a dejar por el piso la dignidad de las ideas plan-
teadas, la de la persona que las puso a circular y la del campo
artstico bogotano, que termin ms cagado de lo que ya es-
taba por drselas de chistoso. La prueba es que todo conti-
nu igual con esa fundacin, incluso peor, luego se perdieron
o, millones de su caja fuerte, nadie dijo esta boca es ma y
ahora muchos artistas de prestigio exponen en esa crujiente
casa para ver si se ganan alguno de los tres secos millonarios
que ofrece la Alzate, todo en miras a lavar con el detergente
del arte el pasado fascista del caudillo grecocaldense que da
nombre a esa institucin.
Mi voluntad de antagonismo y fracaso est sustentada
en una inveterada desconfanza ante polticas institucionales
que, a pesar de estar estructuradas a partir de los discursos
de la inclusin, la participacin y la creacin de consensos,
muestran un grado fuerte, si no de abierta corrupcin, s de
estatismo y aburrimiento. Todo est enmarcado en una at-
msfera inducida por el permanente reencauche de una se-
rie limitada de artistas y de un modelo expositivo amparado
bajo la supuesta novedad de conceptos como juventud, co-
munidad, interactividad, etnografa, fccin, trans-
versalidad y paisaje cultural. Un vademcum de glosas
extradas de textos ampliamente difundidos en universida-
des y repetidos en incontables catlogos y textos curatoria-
les (Foster, Crimp, Garca Canclini, Fontcuberta, Lippard,
:p
Mosquera). La voluntad de hacer parecer que se est dando
una signifcativa modernizacin del discurso artstico local
slo consigue poner en evidencia el juego de unos mecanis-
mos de poder que transformaron un conjunto reducido de
herramientas pedaggicas (los textos), en lineamientos ideo-
lgicos de una academia dada a pasar por encima de las con-
diciones reales de un contexto muy precario en pos de ha-
cerlo parecer sofsticado. Una administracin de la cultura
que confunde el campo del arte con el del trabajo social, con
el de la redencin y, por qu no decirlo?, con la abierta pro-
mocin de un grupo ms bien cerrado de jvenes artistas.
As las cosas, mi insistencia en el antagonismo y mi
persistencia en el fracaso han terminado por llevarme a un
destino paradjico: el xito. Todo comenz hace unos aos
cuando me gan de carambola el Premio Nacional de Crtica
del Ministerio de Cultura porque el vencedor tuvo que re-
nunciar por un impedimento legal. Hace unos meses me
gan una beca del gobierno estadounidense para irme a ha-
cer una maestra. Mi imagen de bello perdedor se ha visto
alterada y pronto dejar en Bogot al que he sido. Hoy en da
me enfrento a una nueva muerte, de tantas que he vivido.
Los pasajes de este libro son una suerte de homila para un
nuevo velorio festivo.
-Lucas Ospina*
*Profesor,
Universidad de los Andes
Mi nombre es
Vctor Albarracn
z
Mi nombre es Vctor Albarracn y soy un hijuepu-
tica ms de la escena artstica bogotana. He criado algo
de fama y visibilidad en el curso de la ltima dcada
por cuenta de una larga serie de peleas en las que me
he metido con personas e instituciones distintas mo-
tivadas por cosas tan variadas como una decana inepta
y corrupta, el cierre de una sala de exhibicin y el po-
sicionamiento de otra a manos de una institucin post-
fascista o por un Saln Nacional de Autistas-Turistas, et-
ctera. Por otro lado, soy el tpico iluso que se presenta a
cuanta convocatoria abren esas instituciones con las que,
Sobre el tratamiento
de las contradicciones:
una propuesta de exhibicin artstica
que, como me suele ocurrir,
no result ganadora
z(
coincidencialmente, me he peleado, resultando siempre que,
coincidencialmente tambin, no he pasado a ninguna de ellas
(tengo una carpeta llena de pedeefes con proyectos frustra-
dos en el computador) y, en consecuencia, ya para terminar,
he construido mi carrera artstica gracias a los amigos, co-
nocidos, fans y lagartos que me han invitado a participar de
sus exposiciones y de sus proyectos. Ya que mi papel ah se
ha limitado a hacer las maricaditas que me han invitado a
hacer, mi obra se compone de una serie bastante eclctica
de cadveres dispersos, incluyendo videos, performances,
intervenciones pblicas, dibujitos colorinchudos, conferen-
cias, conciertos, panfetos, cedes de musica y papelitos pe-
gados en las paredes que han hablado de cosas tan opues-
tas como Dios, la escena alternativa bogotana, Jaime Cern,
un espacio independiente sin plata, el fracaso, las familias
de nuestros dirigentes culturales, el terrorismo, la guerra en
Colombia, la deconstruccin en el seno de la nocin kantiana
de 'Universidad, el uso de subIrecuencias sonoras con fnes
de tortura, el cuaderno de apuntes como espacio teraputico,
el dibujo alienado, etctera.
A mi ya dispersa obra, se suma el hecho de que, adems
de artista, he sido o sigo siendo para sobrevivir: diseador
de publicaciones, corrector de estilo de odontologia, de flo-
sofa, de biotica, de estudios ambientales, de historia y de un
etctera bastante largo, traductor, cantante de rock, crtico
de arte, curador, cuentista, columnista de revistas culturales,
gestor independiente, negro literario, profesor universi-
tario, realizador de televisin, librero y algunas otras cosas
con las que no quiero seguir agobindolos.
z
El hecho es que, creo, hago muchas cosas y esas cosas, a
pesar de su aparente dispersin, estn hiladas entre s por la
pura contingencia de que he sido yo quien las hizo, o quien
no las hizo, pues hay muchas de ellas que son tanto o ms im-
portantes que las que s hice, ya que delatan un punto que me
interesa y es el hecho de no haberlas llevado a la prctica por
la simple decisin de terceros que han impedido que esas co-
sas vean el sol por ser yo quien soy y no un otro cualquiera.
Cuando uno hace tantas cosas, resulta que casi todas
las hace mal. Esa es mi historia, y no me avergenza. No
en vano, buena parte de mi obra ha consistido en la bs-
queda de su destruccin y de su devalo, pero de una manera
pblica y un tanto melodramtica tambin. Puede que no
d un peso por nada de lo que he producido en la vida, pero
he invertido bastante en hacer explcita su precariedad y, por
otro lado, sin importar cmo, me he hecho reconocible en
esas contradicciones.
En fn, para no alargar mas esto, como ustedes ya se ha-
brn dado cuenta, lo que propongo aqu es la posibilidad de
poner toda esa maraa junta: los textos, los proyectos hechos
y los no hechos, los dibujos que me quedan, los discos que he
grabado, las peleas en las que me he metido y esas en las que
me quiero meter, los videos eternos sobre Derrida, los regis-
tros Iotografcos de las acciones grupales en las que he par-
ticipado lavando gamines, los cuenticos sobre Antonio Caro,
las cartas a Beatriz Gonzlez, los poemas a la raja de Doris
Salcedo, las ideas irrealizables, las canciones de amor o las
dedicadas a Jaime Cern, los libros de Gonzalo Snchez,
los de biotica global, los de Eduardo Escobar y otros que
he coordinado, revisado, corregido o traducido, la torta de
z6
zanahoria y la sopa de huevo que me han permitido ganar fa-
nticos en el medio artstico, etctera.
Los videos se proyectarn por fechas, la msica sonar
todo el tiempo en VKXIH, puedo hacer un par de conciertos,
puedo preparar sopa un da para los asistentes, los libros se
pondrn en mesas desordenadamente, las hojitas de dibujos
o de lo que sea irn en las paredes... todo as de esa manera
en la que se hacen las exposiciones de arte (no es tanto mis-
terio). Un da puedo dar una charla, otro da puedo insultar
pblicamente a cierta gente, otro da puedo repartir un librito
de cuentos sobre el mundillo artstico (que editara con parte
de la bolsa de trabajo) y ya. La idea es ocupar el tiempo de la
exposicin en estar all unas cuantas tardes o noches viendo
qu resulta de todo eso y, si nada resulta, tanto mejor.
LAS COSAS VAN POR AH, DESORDENADAS, EN MESITAS, EN LA PARED,
SONANDO Y PROYECTNDOSE, CONFIADAS EN SUS MARAAS.
LAS ACCIONES IRN CUANDO LES TOQUE
Y LAS CHARLAS SE DARN CUANDO SE PUEDA,
COMO SIEMPRE
z8
Mi nombre es Vctor Albarracn y no soy, propiamente,
un cantante. Puedo decir que mi voz no es un jardn de ro-
sas y que, de mis mejores recitales ni siquiera la ducha puede
dar cuenta. Sin embargo, hace ya casi dos aos, en parte por
una vocacin por el ridculo, en otra por la emocin que me
suscita la msica de los Smiths y en ltimas, por las ideas mis-
mas sobre las que giraba el proyecto El mundo no escuchar
de Phil Collins (fracaso, intimidad, espectculo, democrati-
zacin y msica) decid participar con una muy torpe inter-
pretacin de Tere Is A Light Tat Never Goes Out. Como
una ms de las oo improvisadas estrellas en la audicin, acud
a La Rebeca para gastar o, de mis :, minutos en TV.
Con un papel de colgadura de palmeras como nica es-
cenografa, una pista de la cancin pregrabada en Bogot por
msicos locales y el Take me out tonight where theres music
El mundo no me escuchar
zp
and theres people who are young and alive deslizndose
sincrnicamente por la pantalla de un televisor de : pulga-
das, me di a la tarea de, vestido con una camisa de marinero,
intentar poner mi timidez de lado para usurpar ese lugar im-
posible que siempre le haba correspondido a Morrisey.
Algunas fotos de apoyo eran disparadas mientras la nica
cmara de video visible en la sala captaba una tras otra las to-
mas fallidas de mi interpretacin. El seor Collins intentaba
que me soltara haciendo algn chiste sin demasiado xito en
mi perturbado paisaje emocional. As hasta que se acab el
tiempo y de mis varios intentos al parecer uno haba resul-
tado medianamente exitoso.
Para el da de la exposicin el video no haba sido editado.
La luz se haba ido en casi toda Bogot y La Rebeca estaba a
oscuras. En consecuencia, la banda no poda hacer su con-
cierto tributo a Te Smiths y el pblico no tena cmo dar
alaridos con el karaoke preparado para la ocasin. Todo indi-
caba que la premisa de Collins, apropiacin de la profeca de
Morrisey, habra de cumplirse haciendo que el mundo per-
maneciera sordo ante un sonido que la empresa de energa
elctrica de Bogot se haba encargado de silenciar.
Tal parece que, horas ms tarde, una parte del pblico
frustrado de la exposicin, el artista y parte de los msicos, se
congregaron en Charlies bar, un pequeo y annimo estable-
cimiento nocturno de salsa y msica tropical pasada de moda
para cantar muy improvisadamente desde Panic y hasta
Golden Lights, :, de los :8 cortes del disco. Sin embargo, mi
propia impaciencia y frustracin me hicieron desistir de la es-
pera tras la que se produjo la decisin de abandonar la estada
o
a oscuras en el antejardn de La Rebeca para ir en pos de
Charlies, perdiendo mi ltima oportunidad de dejar en el
mundo una huella de mi larga, silenciosa y un tanto me-
diocre afcin por la banda.
Pens siempre que la convocatoria de cantantes y la se-
cuencia de grabacin se traduciran en una pelcula en la
que se dara cuenta del proceso de produccin de la obra y
de las particularidades del contexto en el que el proyecto
se dio. Por ello no dud jams de la posibilidad de estar
siendo visto en otros pases y aliment en secreto el sueo
absurdo de que Morrisey se percatara, por un par de se-
gundos, de mi existencia.
Sin embargo, eso jams ocurri. Hace un par de meses
pude ver el video, cuando Michle vino de vacaciones en
navidad, slo para advertir que all no estaba yo, ni Bogot,
ni La Rebeca con esa larga secuencia de cantantes que ren-
dan tributo a una banda que jams estuvo de moda aqu.
Se ha hablado bastante del carcter emocional presente
en los retratos de Phil Collins. Se ha dicho tambin que en
su trabajo se articula consistentemente la frgil conviven-
cia de individuos en contextos polticos complejos. Se ha
afrmado que en sus ltimos proyectos se constituye una
relacin franca con un verdadero cosmopolitismo que im-
plica un acto de fe en las personas y una libertad por la cual
incluso prcticas alienantes de consumo cultural se trans-
forman en experiencias que trascienden el espacio de la
pura repeticin maniquea para transformarse en particu-
lares y propias. Y sin embargo, en El mundo no escuchar
apenas veo a mis amigos y a los amigos de mis amigos
:
cantando en un plano fjo con un fondo de palmeras o uno
de montaa. Es innegable que algunas interpretaciones resul-
tan conmovedoras y que la imagen misma de todo el video es
impecable y emotiva gracias a su sencillez. Puedo entender el
chiste del tumulto generado por sesenta personas esperando
un turno para cantar Half A Person en un espacio indepen-
diente de arte contemporneo en Bogot, pero todas las con-
notaciones sociales del trabajo se me pierden en la inmediatez
de saber quin es quin y a quin s le gustan o no los Smiths.
Veo un buen show, pero sigue siendo un show: el de la impos-
tacin de un pedazo de la escena artstica bogotana siempre
dispuesta a colaborar con el artista extranjero de turno y la
de los sobrevivientes de los bares alternativos en los o, aspi-
rantes eternos a mostrarse cultos y sofsticados. Veo algo de
afecto y algunos tributos reales a la banda de Johnny Marr,
pero no puedo evitar pensar en Latin American Idol y en la
contraexotizacin del trpico por la que una serie de perso-
nas son utilizadas para que hagan algo que, en principio no
se espera de ellas. Hasta cierto punto, aunque entiendo las
diferencias fundamentales entre uno y otro ejercicio, no veo
con claridad la frontera que separara el trabajo de Santiago
Sierra del de Phil Collins, salvo porque uno usa el lumpen de
las ciudades y el otro a yupis y estudiantes universitarios. O
ms all, porque uno paga a sus modelos y el otro no.
Esta idea se ve reforzada por la mecnica colonial que
lleva a incontables artistas del primer mundo a desplazarse
a lugares excluidos del circuito internacional para conseguir
carne fresca y algo de emocin sin la ms mnima inten-
cin de volver para mostrar a los implicados directos en los
proyectos los resultados de su explotacin. Entiendo los pro-
blemas expositivos a los que se enfrenta un proyecto como
z
este. Soy consciente de la infraestructura que se necesita
para su proyeccin, de los permisos de galeristas, propie-
tarios y managers, de las trabas aduaneras, las difcultades
para subsidiar en el pas muestras de arte contemporneo
internacional y del estatus del artista. Pero soy consciente
tambin, tras haberlo visto una y otra vez, de esas polticas
del arte por las que casi siempre termino entendiendo que
el mito de la superacin del arte representativo, del artista
como genio y del prestigio otorgado por la exotizacin del
otro, tal cual Gauguin, siguen siendo simplemente un mito
rentable. El nico arte social parece seguir siendo ese que
se presenta en sociedad.
Intento ser objetivo en la construccin del hilo narra-
tivo de este memorial agrio y resentido, pero termino he-
rido de entrada por esa conciencia, mucho ms simple y
por ello dolorosa, de saber que en las pupilas de Morrisey
nunca brillar mi imagen.

La retaliacin
en la vida real
Al tipo le dicen Yaki Chan, o Shaki Chan, no s muy
bien. Cuida un parqueadero en la 17 con 4 y, en sus ratos li-
bres, siembra el terror entre los indigentes del sector y acosa
a Don Carlos, un mendigo anciano quien, por aos, fue una
especie de dueo de la cuadra.
Todo el asunto empez hace un par de aos, cuando a
Shaki Chan le dio por acosar a Lorena y por joder a Yoko,
nuestra poodle ciega que ahora nos debe estar viendo desde el
cielo de los perros. Cuando la situacin empeor tuve que in-
tervenir como el marido protector que soy. En consecuencia,
se desat una guerra verbal entre Shaki Chan y yo, llena de
puteos, sarcasmos y toda clase de insultos. Poco tiempo des-
pus nos trasteamos a un par de cuadras y se enfri la situa-
cin con el tipo, pues ya no lo veamos a diario ni tenamos la
necesidad de caminar por esa calle. Sin embargo, de vez en
(
cuando, al ir a visitar a Cindy y Andrs o a Mara Isabel, me
cruzaba con el individuo y una nueva batalla de insultos tena
lugar. Esta serie de intercambios lingsticos tena matices
tragicomicos, mas bien agridulces, que fnalmente nunca me
tom demasiado en serio.
Segn parece, Yaki Chan ha cado en las garras del ba-
zuco y, da tras da, el personaje se va viendo peor, como si
fuera el protagonista de esa propaganda de la droga destruye
tu cerebro que se hizo famosa a mediados de los 80. Ahora
anda sucio, con la ropa ms rota que antes y con la cara un
poco torcida por el embale.
Ayer, 14 de abril del 2011, me cruc con el tipo en la es-
quina de la 18 con 5, se qued mirndome con los ojos enro-
jecidos, no s si por el humo del polvo de ladrillo con base de
coca y disolventes o por el odio o por ambos y, con una voz
rasposa y pesada me dijo: bobo hijueputa, cuchillo es lo que
le voy a dar por puro deporte cuando menos se lo imagine.
Cuando le respond que se abriera y me dejara en paz, el tipo
fren y vino hacia m, haciendo el amague de sacar un su-
puesto chuzo que deba tener entre la chaqueta. No me qued
a mirar si el arma era real o no. Abri la puerta del edifcio y
entr rpido.
Es extrao saber que este tipo al que me puedo cruzar
en cualquier momento, una noche al sacar al perro al par-
que, o un domingo solitario viniendo de la tienda, carga en
su cabeza la promesa de matarme. Es extrao que la amenaza
ms seria para mi vida no provenga de alguien a quien ofend
profesionalmente, de un usuario de Esferapblica indignado
por mis comentarios o de una institucin herida por mis

declaraciones y argumentos. No es exageracin, sabiendo,


como sabemos, que en este pas las instituciones espan, per-
siguen, acosan y, eventualmente, eliminan a sus contradic-
tores. Sin embargo, el sector cultural parece no acudir a esas
estrategias pues la manera en que operan la supresin del an-
tagonista es de distinta naturaleza. Es extrao, entonces, te-
ner la conciencia de que a uno lo puede matar por deporte
el chirri de la cuadra vecina.
Debo llamar a la polica y poner una denuncia por ame-
naza de muerte? Debo conseguir una restriccin judicial
para impedir que el tipo se me acerque? Debo trastearme a
un barrio lejano para que el Shaki no me apuale por la es-
palda con un pedazo de segueta aflado a punta de anden un
da en que est de malas pulgas o envideado por la traba de
bazuco? Debo pagarle a un sicario para que lleve a cabo una
operacin preventiva y me quite de encima la zozobra? Debo
pagar el precio de llevar un muerto a mis espaldas hasta el da
de mi muerte? Debo hablar con el tipo, hacer las paces, darle
plata para que me deje en paz, ofrecerle bazuco, explicarle
las ventajas del dilogo y del consenso? Debo convencerlo
de que soy una persona de bien y decirle que l es una buena
persona y que lo respeto como ser humano pero que, desafor-
tunadamente, este mundo tan desigual nos puso en dos extre-
mos opuestos?
Y si me acerco a hablarle y me enciende a golpes o me
perfora un pulmn? Y si acudo a la polica y denuncio y,
como retaliacin, el hombre me espera una maana en una
esquina y me clava por la espalda?
6
Las peleas que he dado, y que cada vez doy menos, me
han dejado sin trabajo, sin prestigio, sin posibilidades de
ascenso social en el medio artstico. Algunas veces me han
dejado sin voz y un par de veces me han sorprendido con la
etrea amenaza de una demanda. Han sido peleas en las que
me he metido de corazn o simplemente por bocn, pero he
asumido las consecuencias de mis palabras. Sin embargo,
no estoy muy bien preparado para lidiar con la posibilidad
de ser asesinado como retaliacin por unos cuantos inter-
cambios inocentes de puteos coyunturales.
El mundo cultural es inofensivo o, ms bien, como toda
la vida del aspirante a pequeoburgus, mata de a poquitos:
deprime, reseca y desespera; lleva al suicidio o al alcoho-
lismo; obliga a unos cuantos a cambiar de vida, a volverse
huraos y a esconderse por aos en una fnca de la sabana.
A otros, que no tenemos finca ni perspectivas profesio-
nales, ni plata para trago, nos va volviendo cnicos y an
ms resentidos de lo que ya ramos por cuenta de nuestra
extraccin social no muy afortunada. En todo caso, en el
mundo de la cultura, nada hay que temer ms all de la bo-
fetada de un artista dolido a un crtico hiriente, del complot
de unos profesores en contra de un aspirante a ctedra o de
la conspiracin de una institucin que impide que alguien
que los ha jodido con correitos y derechos de peticin pase
a cualquiera de sus convocatorias.
La vida real es distinta y, con seguridad, no estoy ca-
pacitado para vivirla en esas condiciones, en medio de la
crudeza y la estupidez implcita en el hecho de terminar
con algn rgano vital atravesado por una lata de manera
ms bien gratuita.
;
De forma un poco imbcil, me ha dado por pensar en la
sobria nota fnebre que postear Jaime Iregui en Esfera, en la
columna de Lucas Ospina que, sin duda, estar muy bien es-
crita y presentar una imagen positiva de m, una imagen que
me permitir, una vez muerto, convertirme en un personaje
relativamente histrico dentro de la ms reducida esfera del
arte en Colombia. Me ha dado por pensar en los chismes de
estudiantes y de artistas jvenes borrachos donde doa Ceci,
en billares Londres o en Rikotto, que multiplicarn las ver-
siones e imaginaciones en torno a los detalles de mi muerte:
que se desangr en un andn del centro, que se muri de tta-
nos, que luch con la lesin dejada por el ataque pero perdi
la pelea. Pienso tambin en los comentarios que se darn si
fnalmente sobrevivo; pienso en el trauma de unos cuantos y
en las risitas burlonas de otros bastantes que pensarn que
merezco mi suerte. Pienso en las nuevas chicas de la cultura
reunidas en algn Juan Valdez. Las veo cuchicheando so-
bre lo poco chic que es ser apualado por un ero del centro
(quien sabe en qu vueltas estara con ese cafre; hasta que
al fn a alguien le paso algo tenaz por andar dandoselas de
Edwin Snchez, etctera). Pienso en esos sentimientos in-
tiles de dolor y tristeza de algunos que lamentarn si muero,
pero eso es harina de otro costal.
Cuando una curadora, una decana o una institucin cul-
tural o acadmica prometen represalias, la mayora de las ve-
ces se sabe que vendrn por debajo de la mesa y se sabe, en
todo caso, que uno va a sobrevivir a la venganza. Por otro
lado, la promesa de esas represalias tiende a causar ms risa
que llanto, pues uno es consciente de que esas seoras y esos
seorones de la cultura no se van a ensuciar los dedos con la
tinta de sus Mont Blanc, frmando una demanda como esa. A
8
fn de cuentas uno es demasiado poco, uno es el Shaki Chan
de la cultura, alguien a quien simplemente se debe ignorar;
un tipo estridente y desaliado, alguien inofensivo por quien
no vale la pena ponerse en tantos trabajos.
Pero si uno vive en la calle, si no tiene nada que perder
y si ya tiene las manos sucias de mugre, de xido, de bazuco
o de sangre, puede tener sentido el querer cumplir una ame-
naza, por deporte, por sentir que uno tiene un poquito de po-
der sobre algo en el mundo, as ese algo sea la vida de un
imbecil que se cruzo en el camino de uno. A fn de cuentas,
hasta la crcel es menos tenaz que el andn y, en este pas,
matar no es algo que se suela pagar en una celda.
p
Entiendo que hoy, la nostalgia suela asociarse a ideas re-
accionarias, a formas culturales retrgradas y a conceptos
devaluados. Sin embargo, hoy me he permitido sentir un
poco de esa emocin por algo que parece estar perdindose
sin remedio.
Ella entra en la librera. Debe tener :o o :, aos. Est ar-
mada con esa pinta neojipi que incorpora elementos gitanos
y, a la vez, un cierto feeling gtico. Cuero y taches revueltos
con arabescos y mochila. Pregunta, para mi tristeza, por la
continuacin de Quin se ha llevado mi queso, o algo por el
estilo. Como no vendo ese libro y digo no poder conseguirlo,
ella quiere probar suerte con cualquier obra de Ron Hubbard
o, en su defecto, cualquier cosa sobre diantica.
Lost highway
(o
Desconozco en qu consiste la diantica y slo hace un
par de semanas logr aprender, gracias a un captulo de South
Park, quin era el tal Hubbard. Como no es la primera vez en
los ltimos meses que me veo en una conversacin similar
con un adolescente, intento pensar en qu clase de libros re-
emplazaban en mi juventud a estas edifcantes lecturas que
hoy constituyen el imaginario cultural de los jvenes, esas
que les ayudan a vislumbrar alternativas de vida.
Y me veo, justo como varios de mis amigos, leyendo y co-
mentando El lobo estepario, En el camino e, incluso, Viaje a
Ixtln y los otros libros de Carlos Castaeda que al fnal, y
a pesar de su misticismo un poco rampln, terminaban lle-
vndolo a uno a caer en las garras de William Burroughs y
Antonin Artaud. S, de hecho, que estas lecturas son clichs
de adolescencia, a las que se llega, en muchos casos, por moda
o por afn de pertenencia y no constituyen una exploracin
particularmente rica del universo literario, pero siento, con
la misma fuerza, y no s si por prejuicio, que un recorrido
literario que empiece por Ron Hubbard no es susceptible de
terminar en algo que construya una visin interesante de la
vida, el universo y todo lo dems. Me pregunto entonces si
no estar cayendo en un agujero negro generacional del que
ya no podr salir nunca, y empiezo a preocuparme al ver de
qu modo ahora a diferencia de hace quince aos, disfruto
escuchando Blonde On Blonde. Cundo empieza uno a con-
vertirse en su padre?
Sin embargo, hoy veo cmo padres e hijos se unen en
la lectura de Hubbard, Chopra y Harry Potter, por lo que
ese abismo que separaba a viejos conformes de adolescen-
tes furiosos parece haber quedado en el olvido. Una misma
(:
sustancia parece estarse cocinando en estos best sellers con-
ductuales, y esa sustancia, creo, es el acomodo.
Tendrn esos adolescentes obsesionados con virus que
llegan del espacio, con elfos, hobbits y batallas mgicas, algn
da ansias de huir de la casa para viajar sin plata hasta Honda
o Taganga? Se preguntarn alguna vez por cmo seran sus
vidas si contemplaran las locuras del exceso y del disenso? Se
sentirn, en las tardes de domingo, versiones chapinerunas
de Harry Haller? Y, sobre todo, sern conscientes de que la
literatura habla de posibilidades de vida aqu y ahora y no en
otra galaxia dentro de millones de aos?
Hasta qu punto, me pregunto, ese sospechoso consenso
poltico y esa estigmatizacin del otro que ha ido invadiendo
el pas tienen que ver con la homogenizacin de las lecturas,
las edades y los pareceres, puestos todos al servicio de la supe-
racin. No suena el mismo trmino autosuperacin a pro-
paganda nazi de supremaca racial? Cmo esa literatura del
t puedes si te lo propones est matando la posibilidad de
formar zonas de sombra, arrugas y manchas en los lectores
que se encuentran bajo su infuencia?
Digo hoy, sin lugar a dudas, que no me gustan los jipis,
ni la tierra caliente, ni acampar en el Neusa, ni los hongos
alucingenos, ni Silvio Rodrguez; pero me repito, al mismo
tiempo, que sin el fantasma de Sal Paradise acechndome a
los :o aos mientras viajaba en la parte de atrs de un camin
cargado de papa con rumbo a Santa Marta, mi vida sera muy
distinta y mucho ms plana de lo que hoy es. Sera como vivir
con la sombra nefasta de Juan Salvador Gaviota en el costado.
(z
Le doy vueltas a la idea, pero no consigo redondearla.
Tengo, escasamente, los trminos de una ecuacin que no lo-
gro plantear, pero hay algo en esos trminos que me sigue lla-
mando, una suma de murmullos que me piden que vaya en
busca de un cuerpo ausente.
Un cuerpo ausente. El del tesoro?
De alguna manera, se supone que debo ir en pos del
cuerpo del Tesoro Quimbaya, del botn regalado, del smbolo
perdido, de la joya echada en falta, de la identidad que relum-
bra. Se supone que debo ir tras el oro. Para eso, creo, me in-
vitaron a escribir aqu, pero me resisto a hacerlo, en primer
lugar, porque odio esos resplandores emitidos por el oro de
todo tesoro, por la destreza artesanal de mis supuestos ances-
tros, por el pasado perdido y manoseado para moldear una
pobre idea de Nacin.
Poporos
(
Me resisto a la seduccin de ese tesoro porque veo en l
la persistencia de unos trminos siniestros, signos que me di-
cen que una relacin ancestral insiste en amarrarme al he-
cho de ser un colombiano atrapado en un pas por el que
no siento ningn afecto. Que me defnen, de entrada, como
colombiano.
Y yo no quiero ser colombiano. O ms bien, no quiero ser
colombiano como no quiero tampoco ser de algn otro lugar.
En ese sentido, una revisin de los Derechos Humanos debe-
ra garantizar el derecho inalienable a No Tener Nacionalidad.
Pero este escrito, se supone, no es para hablar de eso, sino del
Tesoro Quimbaya, orgullo colombiano atesorado y exhibido
por un museo en Espaa desde hace dcadas. Orgullo que
Colombia no ha exigido de vuelta, orgullo que quizs ya no es
colombiano pero que, sin duda, siempre ser de oro.
Lo ms vistoso de ese Tesoro son sus poporos. Y los ms
vistosos entre ellos son antropomorfos. Un poporo es un reci-
piente en el que los indgenas mezclan la coca con cal para el
mambeo. Un poporo antropomorfo, entonces, es la represen-
tacin de un cuerpo relleno de coca. Y en este caso especfco,
ya que hablamos del Tesoro Quimbaya, hablamos de cuerpos
de oro rellenos de coca.
As, los trminos siniestros que persisten en la ecuacin
que no logro plantear son:
oro cuerpo coca
No me hablen del uso ritual de la coca en las comunida-
des indgenas. Lo s, como s tambin que el mambeo es en
s un complejo proceso de pensamiento, una produccin de
((
mundos, un ejercicio de libertad y un espacio de dignidad vi-
tal. Pero lo que veo aqu ya no tiene que ver con mambear, ni
con indgenas, ni con la herencia Quimbaya. Lo que yo veo
es una perversa relacin de poder y de conveniencias, un dis-
fraz de orgullo patrio que guarda destellos de abyeccin y
vergenza, la abyeccin y la vergenza de un pas que no ha
sabido librarse del prejuicio de no ser ms que el lugar de ori-
gen de unos muequitos (de oro o que se vuelven de oro) que
se pueden rellenar de coca y que, a voluntad de sus dueos,
de sus donantes, de sus promotores y de sus espectadores, de
quien los usa, los tiene y los reclama, permanecen encerrados
y exhibidos tras una vitrina en Europa.
Lo que veo es la sombra obscena, turbia y siniestra de
lo que parece ser un colombiano para quien lo mira desde
afuera: un receptculo que alberga la conveniente sospe-
cha de estar cargado de coca. Un recipiente de barro relleno
de coca, porque el oro siempre est en otra parte. Una coca
(como se le dice familiarmente en Colombia a ms o menos
cualquier tipo de recipiente) que puede ser llenada con el oro
ajeno, con el prejuicio general y con el peso de la ley nacional
y extranjera. Pregntenselo a los miles de colombianos pre-
sos en Espaa por prestarse a poporos, por ver en Europa El
Dorado que, a falta de oro, ya no queda en Colombia.
Me pregunto hoy por ese tesoro que nunca ha sido mo
y ante su ausencia escasamente atesoro los trminos de una
ecuacin que no puedo plantear porque, sencillamente, las
cuentas no me dan.
(
Me gusta caminar por la plaza de Bolvar, y no es por la
plaza, ni por su valor arquitectnico o por una evocacin
historicista desprendida de los festejos del bicentenario. No
faltara ms para andar lamindole el culo a ese veneco de
mierda por culpa de quien hoy tengo que soportar el peso
de esta puta nacionalidad que ni siquiera me ha dejado es-
capar de aqu porque no me dan la visa ni para ir a Faca. No.
Habrase visto la sirvengenzera de este pas completo que le
rinde culto a la partida de malparidos que nos impidieron el
ms digno destino histrico de ser una colonia, de ser buenos
salvajes, de llevar una vida modesta y abiertamente subordi-
nada. Una vida en la que al menos rendiramos pleitesa a un
inofensivo rey y no a una sarta de paracos, a una tracama-
nada de golfstas, a un enjambre de lamesuelas. En fn, que si
me gusta caminar por la plaza no es por nada de todo eso sino
por algo mucho ms simple y ms vivo: las palomas. Y no es
Palomitas
(6
el afn de compartir la asombrosa pasividad de quienes les
arrojan maz o arroz lo que me mueve, sino el placer de patear
esos apestosos sacos de carne parsita, el deleite incompara-
ble de pisarles las alas hasta fracturarlas, de depositar todo mi
odio en semejantes ratas voladoras y mentirosas que, a fuerza
de cultura, se han convertido en emblemas de paz, de amor y
de redencin, cuando en realidad no son ms que una espe-
cie rencorosa capaz de destruir a picotazos el crneo de sus
congneres por el privilegio de consumir una plasta de v-
mito escurrido en un andn, vmito que, dicho sea de paso,
emerge desde mi estmago como una erupcin volcnica,
como el incontenible lodo que puso a Omaira Snchez en la
primera plana del Tiempo, del Espectador y del Espacio, de-
jando al resto de muertos de Armero sin nombre y sin foto en
la prensa. En fn, lo que quera decir desde el comienzo es que,
si la paloma es el heraldo de la paz, la mensajera del amor y la
portadora de la redencin, es solo porque la paz, el amor y la
redencin son conceptos tanto o ms asquerosos que eso que
adoptaron como icono.
Camino por la puta plaza para olvidar mi vida, para ya
no pensar en esta mierda que me toc, para no ser ms una
vctima, para darme el maldito lujo al que solo se tiene de-
recho aqu si se tiene billete o un ejrcito privado al servicio
del poder ofcial: el lujo de ser, impunemente, un cabrn, un
hijo de puta, un malparido que le puede destrozar a pata los
picos a esas asquerosas transmisoras de enfermedades, a esas
gorreras profesionales de comida, a esos cagajones voladores,
atembados y mezquinos. Y s, puede que no le est pateando
las gevas a un desplazado, puede que no est picando indios
en el Cauca o en el Vichada, puede que no le est dando por
el culo a ninguna niita desnutrida en un barrio de invasin,
(;
pero para m es igual. Me basta y me sobra con reventar a esos
bichos de mierda, patearlas con fuerza para verlas caer sobre
el pavimento de la sptima, donde los taxis o las narcotoyotas
de los congresistas las acaban de aplastar dejando una gama
de rosaditos, grises y cafs que, aunque sucios, no siempre
son desagradables.
Y me valen mierda los fotgrafos, los vendedores de
maz, los imbciles turistas que se toman fotos junto a la es-
tatua cagada del libertador de nuestra patria. Me vale
mierda todo el lumpen que se nutre y se inspira gracias a la
existencia de las palomas. Me importa tres culos que me gri-
ten, que me empujen y que me peguen; no me molesta encen-
derme a puos con los emboladores o con los maricas que an-
tes tomaban polaroids y que ahora tienen impresoras Pixma
a la mano para darle su instantnea al primer cretino que les
suelte las cinco lucas que vale una foto mediocre en ese esce-
nario de mierda. Hasta disfruto cuando me echan a los ch-
caros o a la PM; al fn y al cabo, siempre es bueno pasarse por
la UPJ de vez en cuando para recordar cul es el papel que a
uno le toca en esta sociedad. Cada vez que me clavan las ::
o las :, refexiono y salgo renovado porque caigo en cuenta
de que todas las ilusiones que me hago todo el tiempo no son
ms que eso: ilusiones.
Y adems, cada que me encierran tengo un motivo real
para capar trabajo, para no ir a ese agujero de mierda en el
que se me pasan las maanas o las tardes, dependiendo del
turno que me haya tocado esa semana. Puedo dejar de tra-
barme con el olor de los Posca que todos los das se me mete
en la nariz, que se me pega en los dedos, que hace que hasta la
comida me sepa a xileno. Puedo no ver como se me manchan
(8
la ropa y las uas con esos colores vivos que no quitan con
estropajo, que ni el blanqueador remueve de los puos de las
camisas pero, sobre todo, puedo evitar el contacto con todas
esas cretinas de quince, con todos esos mensajeros de ofcina,
con todas esas primparas feas que no se atreven a pedirle un
polvo al ms cabrn de su semestre, con todos esos jefes que
se quieren culear a la secre a punta de esos mensajitos mari-
cas que yo tengo, da tras da, que copiar con letra de tarado
para ganarme un insignifcante mnimo en esta sucursal de
Timoteo de la que no veo la hora de salir para coger camino al
centro y vengarme con esas hijueputas palomas por todo ese
amor ajeno, falso y mentiroso que me ha tocado manosear y
reproducir a lo largo del da.
(p
Quiero presentarme a todo, proponer de todo; quiero
todo con todo, porque lo quiero todo. Quiero escribir proyec-
tos, construir ideas, generar discursos, de esos que les encan-
tan a los jurados, de esos que embelesan a las instituciones.
Quiero hablarles de comunidades, de articulaciones, de mo-
vilizacin, de prcticas crticas, de crticas institucionales de
plataformas pedaggicas, de estticas decoloniales, de patri-
monios intangibles, de exploraciones sicogeogrfcas, de de-
rivas, de multiculturalismo.
Quiero decirles que trabajar con nios pobres, con
viejos solos, con madres solteras, con artistas sociales,
con desplazados mudos, con refugiados polticos. Quiero
que, en mi proyecto, Resistencia, Perdn, Memoria,
Empoderamiento y Comunidades estn escritos en letras
grandes, en negrillas gordas, en tinta dorada con repujadito
coqueto. Porque este ao s. Gano o gano.
Sobre el tratamiento de
las contradicciones en
el seno del pueblo
o
Ya me veo cogiendo los cheques, unito a uno, ya me veo
cambindolos en el banco, ya me veo agarrando la plata a ma-
nos llenas y metindola entre un maletn; ya me veo encon-
trando en el Bronx a alguien que me haga la vuelta de cam-
biarme billetes por anfo y por pentolita, ya me veo haciendo
curso de explosivista en Espaa, o en Rusia o en Israel.
Y que vuele mierda al zarzo, parceros. Porque les meto
candela a todas esas instituciones, a todos esos funcionarios,
a todos esos buenos propsitos transformados en indicadores
de gestin. Que se acabe esa mierda, esa vagabundera, todo
el patrocinio a esa tracamanada de yupis, de niitos ricos, de
exprimidores; especialistas todos en el triunfo propio con la
plata ajena, con mi plata. Y yo tambin me incluyo ah.
Tanto terico hablando de ruinas, de mausoleos, de mo-
numentos fallidos. Tanto discurso reivindicatorio de la des-
truccin, del post-apocalipsis y de los procesos. Tanta refe-
rencia benjaminiana de alegre vuelvemierdismo, pero hay
que meterle prctica, maestro. Hay que prenderle candela al
rancho, hay que patear la lonchera, hay que morder la mano
que nos alimenta, hay que cagar en donde se come. Es el es-
pritu de los tiempos, es la verdadera Responsabilidad Social
de esta generacin, es el desafo impostergable de nuestra pe-
quea clase lumpenburguesa llena de modelitos, de artisticas
multifuncionales y de alegres diletantes. Quemar las naves y
arder con ellas.
Y si me queda plata, que sea para comprarme una caja de
colores Prismacolor, de las de ::o. As tengo con qu entrete-
nerme, dibujando fores y pjaros mientras est en la crcel.
:
He hecho de todo.
Escrib libretos para programas de radio en los que
adems fui editor y locutor; pod el csped, regu las matas y
di de comer a una familia de micos durante dos meses en una
clnica de reposo; entrevist a artistas para programas de tele-
visin en los que apareca como realizador; particip en el
Clan de los Buhos y no logr trepar al lapicero Kilomtrico de
Animalandia; fui cantante en grupos de rock ms bien malos
pero algo polmicos a causa de las letras que garabateaba en
papelitos o cuadernos; habl sobre Derrida en coloquios uni-
versitarios gracias a una tesis que hice en mi triste pregrado;
particip sin xito en certmenes artsticos variopintos ha-
ciendo dibujos, o fotos, performances, bailes, canciones y
concursos; tuve una librera; fui profesor de clases distintas
e irregulares en universidades tan pblica y privadamente
Diente intil
z
mediocres como yo; ayud a sostener y a difundir un espacio
artstico independiente; hice correccin de ortografa y estilo
a libros ajenos y sesudos de varios fgurones de las ciencias
sociales en Colombia; traduje escritos complejos de inteli-
gentes curadoras internacionales residentes en Teusaquillo (y
aprend ingls haciendo esas traducciones); escrib artculos,
crticas y reseas sobre todo y todos en publicaciones cultura-
les colombianas; dise yers, afches y fanzines; edit revistas
de rock y pelculas junto a amigos que se aburran los sbados
en la tarde; hice tortas de zanahoria, manzana, chocolate y
calabacn que eran comidas los fnes de semana por los clien-
tes de un caf en Rosales; part pechugas de pollo en cuadritos
y los clav en palitos cuando quera preparar pollo tandoori.
Pero todo eso parece haber terminado. Los das pasan
frente al computador. Miro fjamente la pantalla para no tener
que darle la cara a nadie. Espero en silencio. Deseo. Aoro.
Dibujo sin ganas. Me angustio pensando en cuando llegue el
camin del embargo. Presento entrevistas laborales sin xito.
Veo cmo el telfono deja de timbrar un da. Reprimo las ga-
nas de crpe de Nutella. Me hago a la idea de conformarme
con migajas. Lagrimeo. No salgo de noche. No me emborra-
cho. No hago vida social. No voy a esos restaurantes de antes.
No le enseo nada a nadie. No soy cool. No he odo a las nue-
vas bandas de siempre en los mismos bares de ahora. No tengo
nada por qu esforzarme. No me comprometo con la causa de
nadie. No leo el peridico. No leo nada. No me bao en das.
No puedo convencerme de que sigo existiendo. No soy til.
Mastico desgaste.
Nietzsche deca Diente intil sobre el tiempo intil.
Mi vida.
La capital mundial
del chane
;
Capital mundial
del chane
Es difcil escribir en Colombia sobre eventos editoriales.
Lo que pasa es poco y para pocos. La movida tiende a ser aca-
dmica, gremial y generalmente sosa. Paneles sin debate, pa-
sabocas blanditos, vino barato y sobre todo, palmaditas en la
espalda son el paisaje siempre repetido en auditorios, museos
y bibliotecas. Lo dems son esas lecturas de poesa en Casa
de Citas o El Buln (que de hecho no s si an existe), pero
el solo espritu de esos establecimientos me pone la piel de
gallina. La mezcla de resignacin post-proletaria, burocr-
tica y ofcialista todava ambientada con olor a chivo y soni-
dos de neo trova cubana hecha en MIDI no me llega a pare-
cer atractiva. Por eso supuse que la Feria y el Lanzamiento
de Bogot como Capital Mundial del Libro seran un es-
pacio ideal para hablar en esta columna de algo distinto
8
a inauguraciones artsticas y conciertos de rock. Sin embargo,
me equivoqu.
Ver a Martha Senn leyendo tras un velo, no un mal poema
sino un psimo decreto/poema, ya era suficientemente de
quinta sabiendo, sobre todo, que no estbamos en El Buln
sino en el lanzamiento de algo que implicaba el que Bogot
fuera capital mundial de algo muy distinto al mal gusto. Pero
la cosa sigui empeorando, y entre el discurso que el alcalde
no quiso leer (porque no alcanz a estudiarlo durante la in-
tervencin de su homlogo turins) y la cndida intervencin
dizque espontnea de una nia hablando de los libros y la
ciudad no qued ms remedio que aceptar que todo el evento
era, como dijera La Lupe, estudiado simulacro. Aunque los
estudiantes fueran psimos y la obra peor que esas que mon-
tan Jeringa o Tatiana de los Ros en el Teatro Patria.
Y si por all llova, en la Feria no escampaba. Resulta ad-
mirable esa capacidad consuetudinaria de nunca decaer en el
difcil arte de mantener, un ao tras otro, la mediocridad de
sus inauguraciones. Entre himnos, discursos institucionales
totalmente olvidables, incluido el pantallazo del presidente,
quien se senta en Consejo Comunitario dialogando con los
ambientalistas que pretendan sabotear (aunque, cmo se
sabotea lo que est planeado para no salir bien?) el evento
con sus reclamos sobre las consecuencias del etanol en el
medio ambiente, y el remate con los cantantes chilenos que
p
homenajeaban a Violeta Parra (es que en este pas slo leen
los mamertos?), no qued algo digno de ser recordado.
Y sin embargo, en ambos casos se mantuvo esa tpica nor-
malidad callada y anodina de nuestra industria cultural, la
que solo pudo ser violentada por algo tan poderoso y mgico
como El Chavo: miles de personas haciendo fla, pabellones
colapsados, nios vestidos de gamn globalizado y todos los
otros eventos de frmas de libros desiertos fueron los ingre-
dientes del certamen cultural del ao. Es esta una leccin sin
precedentes para toda la organizacin de la feria, y una opor-
tunidad de ensueo para recordar que Autores tan prestigio-
sos como Britney Spears y Gloria Trevi tambin tienen sus
libros circulando en el mercado nacional? A ponerse las pilas
desde ahora y a empezar a hacer fla. Todo sea por la lectura!
6o
Desde el pasado :: de julio y hasta el ,o de septiembre
algunas de las zonas ms exclusivas de Bogot se vern ador-
nadas con el despliegue de , caballos, casi todos en fibra
de vidrio y decorados, aunque algunos totalmente produci-
dos, por artistas y personalidades de la vida pblica colom-
biana. Estos caballos, reunidos a modo de exposicin bajo
el nombre Equusarte, constituyen la nueva arremetida de la
Fundacin Corazn Verde en favor de las viudas de los poli-
cas muertos en combate, y tal cual ocurri con sus anteceso-
ras Arborizarte y Animarte, una agresin sin nombre al espa-
cio pblico, el buen gusto y la idea general de arte.
Para este nuevo experimento de arte pblico fueron se-
leccionados, o ms bien invitados, un grupo extrao de viejas
Mara Casquitos
6:
glorias del arte colombiano, de joyeros y de otros profesio-
nales de la manufactura, cuyas obras en general, parecen
sacadas del depsito de la galera que Jorge Barn tuviera
en los ochenta: desde caballos con grafsmos seudoindge-
nas e intervenciones escultricas de no muy inspiradora
vocacin modernista hasta propaganda gratuita a uno que
otro autor con lo que, al fnal no sabemos qu termina lle-
vndose el premio a lo ms feo y reiterativo. Por ms bue-
nas causas que estn ancladas a esta copia tropical y preca-
ria del Cow Parade, la exhibicin de vacas intervenidas que
se ha replicado en incontables escenarios del mundo tras su
lanzamiento en Zurich en :8, hay que decir que la mayo-
ra de los artistas debieron tomarse, al menos, un poco ms
de tiempo en procurar que a sus creaciones no se les vieran
los pegotes de silicona, los grumos de pintura y los pegues
de unos ensamblajes que habran hecho con ms pericia un
grupo de prvulos durante unas vacaciones creativas.
Y sin embargo, no es ese uno de los mayores proble-
mas a los que debera enfrentarse esta iniciativa cultural.
Entendiendo que el espacio pblico es pblico, y bajo la
misma premisa con la cual se desaloja y decomisa a los ven-
dedores callejeros, me pregunto en nombre de cul buena
causa la alcalda presta indefnidamente las calles, separado-
res y andenes de Bogot para disponer estas esculturas con
el fn de ser vendidas. Por ms caridad que haya de por me-
dio, no hay aqu transacciones comerciales involucradas?
6z
No sera un fn social en s defender entonces el derecho de
los vendedores ambulantes a usar las calles, ya que ellos tam-
bin son vctimas de una muy difcil situacin econmica y
de unas condiciones sociales ms que desiguales? No ten-
dramos los peatones el derecho a usar los andenes sin el
riesgo de estrellarnos e incluso herirnos con una de esas latas
oxidadas de las mariposas y arbolitos que siguen reposando
como escombros en algunas zonas de Bogot? O es que el
provecho cultural de esta iniciativa es tan grande para to-
dos los bogotanos que borra toda objecin que se haga a su
puesta en prctica?
Me lo pregunto porque, sin querer esgrimir aqu un ar-
gumento de clase, me parece que esos caballos estn ms di-
seados para decorar las fncas de algn gran terrateniente
desmovilizado de las sabanas de Crdoba o los estaderos de
cierto reconocido caballista antioqueo que las calles de una
ciudad que, se supone, controla el manejo de su espacio p-
blico, regula la exhibicin de avisos, vallas y otro material
promocional, no hace distinciones entre el comercio de ricos
y el de pobres en los andenes y piensa en torno al sentido de
las imgenes que promueve. Porque una ciudad, supongo, no
es igual que un establo, por ms paso que tiren sus caballos.
6
Habra que empezar por determinar a qu se refere el
tropo espacio pblico, as como buscar los modos de en-
tendimiento sobre lo que el trmino pblico indica. Es lo
pblico un proceso de constitucin de realidad construido a
partir de un consenso generalizado sobre las condiciones de
esa realidad, es un clich democrtico de las instituciones
que se aseguran, con el trmino pblico, de aparentar la re-
presentacin de una comunidad determinada cuando actan
de hecho en favor de un conglomerado econmico privado, o
es, en defnitiva, una apropiacin de la lgica meditica efec-
tuada a partir de los valores de la imagen espectacular? Es
decir, son lo pblico y el espacio pblico condiciones rea-
les, o son ms bien representaciones de una realidad que se
La lgica operativa
del futuro
6(
pretende jugar a partir de la imagen? No se construye lo
pblico ms en el disenso y la friccin que en el consenso
habermasiano? Qu pasa si no queremos vivir todos del
mismo lado?
Y lo digo porque, cuando se inaugur hace dos aos el
evento Arborizarte, ustedes recordarn, se invadieron calles
y plazoletas de Bogot con esos muy cuestionables produc-
tos artsticos, y nadie protest, siendo que estos objetos, ade-
ms de feos, yo dira inmundos, eran peligrosos. S, como lo
oyen, peligrosos. O muchos no eran pedazos de lata retor-
cida u oxidada con cortes irregulares y grandes puntas que
atacaban a los transentes? Dnde estaba la defensora del
espacio pblico para retirar esos objetos que invadan el es-
pacio, entorpecan el desplazamiento y ponan en riesgo la
vida de nios, ancianos y caminantes desprevenidos? No
estorban en los andenes los paneles del Fotomuseo? No se
quebraron muchos comerciantes establecidos, de los que pa-
gan impuestos, por cuenta de la instalacin de bolardos a lo
largo y ancho de la ciudad?
Andenes para la gente. Y la gente es la que est en la calle,
la que necesita comer a diario algo ms que eso que le toca
al coronel garciamarquiano en el ltimo prrafo de un libro.
Andenes para la gente. Cuntos de ustedes, quienes tengan
hijos, los dejaran jugando en un andn, digamos, en la ca-
rrera dcima con veintids, ya que el andn es para la gente y
la gente parece empezar a ser, en este debate, ese grupo social
6
que tiene solucionadas sus necesidades bsicas de vivienda,
recreacin y alimentacin? Cuntos de ustedes pretenden
luchar por ese derecho a solazarse en plena va pblica y de-
sierta? Acaso solo es gente la que se siente violentada porque
la apretujan o la rozan en el andn, porque le arrugan el ves-
tidito de pao con los empujones en Transmilenio, los que
andan solitos en sus carros con los vidrios arriba y el estreo
a toda para que el mundo no los perturbe y gentuza fea no
les hable ni les robe la cartera o el celular? Qu es gente?
Cuntos de los que reclaman su espacio pblico salen los do-
mingos a pintar con caballete escenas callejeras cual parisi-
nos paseistas? Entonces, no slo todo lo anterior, sino para
qu el dichoso espacio pblico? Quieren un espacio pblico
muerto? Andenes para la gente como los de la Cabrera, Santa
Brbara o el Polo (por supuesto no el democrtico), por los
que no pasa nadie?
El seor Fernando Lecaros dice que el comercio callejero
slo favorece, como mximo, a un millar de potenciales des-
empleados, con lo que comprueba que no ha pasado por la
trece con sptima ltimamente, ya que solo all, en esa cua-
dra, puede haber alrededor de :oo personas ofreciendo servi-
cios y productos diversos, sin contar por supuesto a los esme-
ralderos. Apenas las familias de esos :oo ambulantes, como
l los llama, suman fcilmente :ooo. Seor Lecaros, est es-
cribiendo desde Davos?
66
Por qu los rboles de Arborizarte se podan ofrecer en
plena va pblica, si tambin tenan un fn comercial? Es que
las viudas de los policas, con todo respeto, s pueden obtener
de la calle lo que les est prohibido a los vendedores infor-
males? No patrocina una multinacional de productos foto-
grfcos al Fotomuseo, y no es eso entonces actividad comer-
cial en espacio pblico? No se hizo la campaa Exprsate,
de la ETB, a partir de imgenes de vendedores ambulantes,
payasos de restaurante y estatuas humanas, todos potencial-
mente prohibidos por el cdigo de polica? Acaso estas per-
sonas pueden existir como imagen extica neutralizada por
la publicidad corporativa pero no como protagonistas de una
disputa por la supervivencia real?
Lo peor de todo, seor Lecaros, es su pretensin esteti-
zante, por la que quiere tener una ciudad limpia y bonita,
esperando que la mera ausencia de gente pobre acte el mila-
grito. Si a Bogot le dicen la Atenas suramericana tal vez sea
porque solo es ruinas. Cree usted que por fuerza de ley se van
a solucionar problemas tan serios de confguracin urbana,
marginalidad y justicia social?
Lo que pone don Fernando en escena es la voluntad de
mantenimiento de una relacin hegemnica de poder, hoy
por hoy imposible y destinada entonces a desaparecer, frente
a unas prcticas emergentes de resocializacin y aprove-
chamiento de las ciudades, que cada vez cobran ms fuerza.
Hacia el ao :o:,, el 8o de la poblacin mundial vivir en
6;
apenas :, ciudades, y si no estoy mal, Bogot es una de ellas.
Proyectos arquitectnicos como Mutaciones, en el que par-
ticipa, entre otros, el arquitecto Rem Koolhas, ponen sobre
la mesa la inminencia de estos fenmenos de habitacin ur-
bana, ineludibles y desesperados, a los que ninguna admi-
nistracin distrital de ninguna ciudad en el mundo les podr
hacer frente de una manera efcaz. Pero s la gente que migra
y sufre la calle, como lo demuestra la explosin demogrfca
en ciudades como Lagos o Mumbay (antes Bombay), donde
habita el :, de la gente pobre del planeta, quienes, a pesar de
no contar con la mnima infraestructura, han podido vivir
all a punta de ingenio, organizacin social y mucha observa-
cin del entorno.
Entender estos fenmenos en trminos de insercin,
tal cual Cildo Meireles en los ,o, o como Zonas Autnomas
Transitorias, segn la nocin acuada por Hakim Bey, nos
permite ver el problema como formas de produccin de sig-
nos, en organizaciones sociales unidas a partir de contingen-
cias especfcas y gracias a la aplicacin de lgicas de disemi-
nacin viral pasadas al campo de la supervivencia econmica
y de la supervivencia a secas.
Ver en los andenes el pollo transgnico (con orejas de
conejo), el rallador de papa multiusos, los afiches de tetas
de Millos y de Nacional, las camisetas chinas y los CDs de
Reggaeton a s:ooo eficientemente ofrecidos por personas
que consiguen lo que uno necesita con apenas un silbido, que
68
saben cundo desaparecer porque lleg el camin de la po-
lica y que pueden rearmar sus tenderetes con una agilidad
increble, me habla ms de la ciudad del futuro, de las condi-
ciones de unas nuevas formas de solidaridad para la supervi-
vencia y del mundo en general, que los desteidos arbolitos
de lata de los que se ufanan las administraciones distritales,
los gestores culturales y los artistas en general.
Comprar pilas Sqny y sacos Tony Falcony me hace sen-
tir parte de una ciudad viva, que fota gracias a una econo-
ma de signos manejada con maestra, y que logra agruparse
efcazmente para sacar adelante un proyecto comn de la
vida real, sin espectculos, modulaciones empresariales ni
intervencin institucional en apoyo de dignidades heridas
y retardatarias.
Den una vuelta por el centro, compren chucheras hasta
ahora inexistentes y vean a la Bogot que queremos con los
ojos del maana. Seor pasajero: pague con sencillo, siga por
el pasillo y cuide su bolsillo.
Con cario,
Paquita.
6p
Bogot se llena en octubre de espectculos artsticos: al
parecer no es sufciente con Fotogrfca Bogot, que est aca-
parando un nmero considerable de los espacios de exhibi-
cin con muestras, conferencias y fotomuseos que han inva-
dido toda la ciudad, dando a ver casi ms de lo que se alcanza;
y digo que no ha sido suficiente porque se siguen inaugu-
rando prsperos eventos, ferias y festivales artsticos por todo
el circuito de museos y galeras, tanto que en los paraderos de
buses del centro y del norte no se pelean entre s durante este
mes las publicidades del indio Pielroja con los culos de las
Chicas guila, sino la silueta de la Rebeca (usada como logo
de Fotogrfca), con Juan, ese ciudadano comn a quien, se-
gn la Cmara de Comercio de Bogot, le gusta el arte y por
ello no se perder Artbo.
La revolucin
de octubre
;o
Ya desde el mes pasado y por lo que queda de ao el go-
bierno de Chile ha venido, y seguir, impulsando un con-
junto de grandes muestras de arte contemporneo chileno
en la ciudad, bastante desiguales y en apariencia dirigidas a
un pblico juvenil alienado por el estncil, la nueva grfca
gringa y el revival del Pop Art que nunca deja de venderse
bien. Luego viene el plato fuerte: entre el :8 y el :,, la Feria
Internacional de Arte de Bogot intentar movilizar una
gran masa de compradores y mercaderes de arte, naciona-
les e internacionales con el fn, se nos dice, de estimular una
cultura del coleccionismo en Colombia que tendr, para ter-
minar y en simultnea, la realizacin de La Otra, una feria
alternativa de arte impulsada por Jairo Valenzuela tras ha-
berse quedado sin local en Corferias.
Me pregunto entonces por las razones de esta cada vez
ms grande erupcin de capitales en los octubres artsticos
de Bogot que, si bien nos traen fotos de Goicolea, Witkins
y Andrs Serrano, curaduras de Rosa Olivares y exposicio-
nes con obras de Warhol y de Koons llegadas de Chile para
ser exhibidas tiradas en el piso de unos montajes confusos y
poco dicientes, parecen ms pensados para atraer grupos de
turistas y seores con gruesos anillos de oro que andan todo
el mes buscando qu comprar.
En un momento en que vemos montaas de dinero sa-
lido de quin sabe dnde fuyendo en las campaas polticas,
;:
computadores narcoparamilitares que nos entregan listados
de empresas fachada en las que, casi sin excepcin aparece la
compra y venta de arte entre sus objetos sociales, intercam-
bios artsticos interamericanos planteados como abrebocas
de acuerdos comerciales mucho ms grandes y siempre li-
gados a la privatizacin de alguna empresa del Estado y mi-
llonarias partidas presupuestales del distrito mezcladas con
donaciones empresariales que caen en manos de fundaciones
sin nimo de lucro para la realizacin de carsimos proyec-
tos de bajo impacto social, es hora de ver cmo le salimos al
paso a prcticas muy comunes y muy ilegales presentes en la
historia de nuestra reciente cultura nacional.
Porque una cosa son las buenas intenciones de la
Secretaria Distrital de Cultura, el apoyo de la Cmara de
Comercio a ese boom del arte colombiano ms comercial o
el muy nutrido aunque atropellado photoslide que nos ofrece
Gilma Surez, y otra muy distinta el pensar en que esas pla-
ticas giradas en octubre terminarn bien limpias en noviem-
bre en un banco de Panam o de Bahamas, mientras el p-
blico pasa todo el resto del ao viendo poco y los artistas
viviendo de un mercado local aquejado de tacaera entre
noviembre y septiembre.
;z
Filas
Hoy fui, finalmente, a ver la exposicin de Warhol en
el Museo del Banco de la Repblica. Y al intentar entrar, lo
primero que me ocurri es que uno de los muchos guardias
(cinco o seis) parados en la entrada del museo, me detuvo di-
cindome con un poco ms de vigor del necesario:
Permtame hacerle algunas observaciones previas.
A lo que, un tanto sorprendido, contest:
Claro, dgame.
Y entonces vino la descarga:
Esta es una exposicin de un solo sentido. Usted no
puede devolverse dentro de la sala. Si quiere volver a ver
;
algo, debe terminar el recorrido completo y volver a en-
trar. Debe apagar el celular y tambin otros aparatos de
sonido, como MP, y grabadoras. Est prohibido tomar
fotos. Si es descubierto usando una cmara dentro de la
exposicin, los guardias lo sacarn de la sala. Debe man-
tenerse a una distancia prudencial (sic) de las obras, no
puede acercarse a ellas. Siga.
Y as fue.
Los guardias regaaron a dos tipos que se devolvieron al-
gunos pasos para volver a mirar una serigrafa, a una anciana
un poco ciega que intentaba mirar de cerca unas pequeas fo-
tos con la cara de Edie Sedgwick, a un seor que os poner su
pie ms all de lo que sealaba la franja en el piso y a m, por
recordar que no deba tener el celular prendido y decidir apa-
garlo, con lo que el aparato produjo ese sonido que indica su
temporal desactivacin y eso, creo, perturb el sagrado orden
de la sala. Una sala en la que nadie se atreva a jugar con las
bolsas plateadas rellenas de helio que parecan ser el deleite de
los visitantes mostrados en un video promocional de la exhi-
bicin emitido por Citytv.
Curiosamente, dos turistas ingleses presentes en la sala
parecan tener un salvoconducto que s les permita mirar
muy de cerca las piezas y devolverse a su gusto para echar
una nueva ojeada. Por eso, me permitira recomendarles a los
encargados directos del manejo de los guardias, que les en-
searan a regaar en varios idiomas, pues es claro que, si no
;(
regaan a los visitantes forneos es por falta de herramientas
idiomticas que les permitan hacerlo.
Al fnal del recorrido, ya en la tienda de souvenirs, en-
tre molesto y deprimido por la experiencia skinneriana que
acababa de tener, vi que vendan unos botones con frases de
Warhol. El que ms llam mi atencin, deca: me gustan las
cosas aburridas. Sin embargo, no es ese mi caso.
;
Mientras hacamos la interminable fla frente a los pre-
parativos de la proyeccin en video, escuchando algo de m-
sica electrnica alemana, no falt el chiste en torno a si era a
Tania Bruguera o a Bono de U:, a quien habamos ido a ver.
Estbamos en la fla de los indocumentados, casi todos co-
lombianos. La de al lado, donde pastaban aquellos que s te-
nan sus credenciales, estaba ocupada en su mayora por gen-
tes que hablaban otros idiomas. Al fnal, en todo caso, ms de
una hora despus, dio igual. Unos y otros entramos sin ma-
yores privilegios (a fn de cuentas, la verdadera realeza, con o
sin credenciales, siempre puede entrar de primeras a donde
les da la gana).
Entramos y, ya en el recinto de la facultad de artes, es-
peramos un poco ms. Todo el mundo saba que iba a haber
Filas (2)
;6
perico, por eso todo el mundo fue. El papelito que repartie-
ron a la entrada, explicando qu bamos a ver y declarando
que ni la Universidad ni el Instituto Hemisfrico asuman la
responsabilidad por el evento, ya nos preparaba para una ex-
periencia extrema.
No faltan las ilusiones que uno se hace: de que vamos a
ver, por fn, una lucha cuerpo a cuerpo entre guerrilleros y
paras; de que las vctimas se van a tomar a piedra la revancha
por las injusticias sufridas, de que vamos a or los bombazos
de las pipetas y, quin sabe, a lo mejor morimos en medio del
certamen artstico, pero, al fnal, no pas nada de eso. Qu
coo es una charla sobre el herosmo de paracos y guerrille-
ros, hecha de viva voz, si no nos hablan sobre sus poderes so-
brenaturales? Yo particularmente esperaba or declaracio-
nes sobre el podero de la motosierra y de las quiebrapatas,
sobre estrategias combinadas de toma, asalto y emboscada.
Esperaba or de una fuente autorizada cmo es que un pu-
ado de tipos armados logran doblegar a todo un pueblo para
desmembrarlos uno por uno a machetazos o con una corta-
dora de rboles Black & Decker.
Obviamente, nada de eso pas. Todo fue la misma his-
toria de siempre, lastimera y pattica, como un infomercial
de gente gorda que logra adelgazar. Cada uno se ech sus
tandas de discurso en orden y sin sobresaltos. Cada uno en-
fundado en el papel que se sabe de memoria. Ni la vctima
se arroj a mechonear a la ex-paramilitar, ni el guerrillero
;;
sali corriendo asustado por una Tania Bruguera que lo ame-
nazara con una granada. Ni siquiera asistieron los Guardias
Rojos para echar un parcito de petardos. Nada. Qu perfor-
mance tan europeo. Pareca convocado por un instituto he-
misfrico de la frialdad polar.
El perico estaba bueno, segn me dijeron, pero a palo
seco ya no me entra a esta edad. Yo creo que faltaron unos
traguitos, unos pasabocas y un poquito de msica y luces.
Qu les costaba, ya metidos en gastos, traer a uno de esos DJs
daneses que hicieron remixes eurobailables de las canciones
de las FARC para montar la rumba como era?
En fin, aburrido, me un al grupo de amigos que deci-
dieron hacer tumulto en un pasillo para ver a Gmez-Pea.
Ms de una hora de fla o, ms bien, de hacinamiento, fueron
mejores para entender con mayor claridad la naturaleza del
conficto colombiano que la desplegada por tanta bruguera.
Detrs nuestro haba un grupo de viejas gallinas que,
desde el comienzo, asumieron la defensa de la fla, pidiendo
a la gente que no se colara, contando cuntas personas salan
del recinto en el que estaba performiando el Mexterminator
para exigir que un nmero igual de bultos entraran. Hasta
hubo un conato de pelea con gritos e insultos porque algn
aprovechado se col con la disculpa de que iba a tomar unas
fotos con su cmara profesional de no-s-cuntos megapixe-
les. Las gallinas cacarearon, insultaron, se indignaron, chifa-
ron y hasta aplaudieron para hacer ruido buscando boicotear
;8
el desarrollo del performance del Nafazteca y as, obligar a
los que estaban adentro a salir para que ellas pudieran entrar.
Y al fnal, entramos. Digo al fnal porque, apenas lo hici-
mos, se acab la presentacin del artista post-mexicano. En
todo caso, lo acepto, mi nico placer estuvo en que, creo, el
gallinero inmamable no logr hacerlo.
De repente la construccin poltica de los hroes en nues-
tro pas tiene ms que ver con la paciencia al hacer una fla
interminable, con la defensa a ultranza del puesto, con el in-
sulto y la gritera a los colados (que igual se cuelan) y no con
la estupidez y la mojigatera de un conficto que debera re-
solverse en un reality show de guerra y mutilacin. As, al me-
nos, podramos, si nos place, oler nuestro propio perico en la
paz de nuestros hogares sin que llegaran a joder los represen-
tantes de la institucin acadmica que quin sabe para qu
queran decomisar la coca que rotaba en los ltimos esterto-
res de la bruguera cuando, lo juro, esa misma institucin es
incapaz de erradicar a los jbaros del Freud que, por dcadas,
han convivido en relativa paz y armona con miles de estu-
diantes que saben dnde surtirse de mercanca de calidad y
a precios muy competitivos, demostrando que narcotrfco
y violencia no necesariamente van de la mano. Para eso no
haca falta organizar un festival ni pasar no s cuntas horas
haciendo flas inmamables, pero ya qu.
;p
Intent resear la exposicin Imagen Regional, que se in-
augur el pasado :8 de marzo en la Casa Republicana de la
Biblioteca Lus ngel Arango en la que, supuestamente, dara
un paseo por el trabajo de los nuevos artistas de las regiones,
pero al fnal, como suele ocurrir con las curaduras de Ral
Cristancho, termin asistiendo a una muestra inane y desar-
ticulada en la que a duras penas se salvaban los pasabocas que
repartan los meseros. Francamente, me niego a creer que
sta sea la nueva produccin plstica colombiana y por ello
prefero no dar ms lora con el asunto.
Aburrido entonces por la perspectiva de terminar es-
cribiendo sobre uno de esos muchos eventos culturales
de foulard y pretensiones de superacin eurocentrada tan
Un poco de sangre
8o
frecuentes en Bogot, cambi de horizonte (no s si decir
vorstellung para que no parezca tan greco-quimbaya mi deci-
sin) y fui por un poco de sangre.
Indeciso entre una vuelta por La Cascada (megacuchi-
tril de prostitucin, delito y estudiantes desocupados en la
Caracas con ,8 del que alguna vez habr que escribir en se-
rio), una inversin de s,o.ooo en la gallera San Miguel y el
festival de bandas en Socorro!!! (un bar bogotano que antes
estaba in y ahora totalmente out), opt por ste ltimo, en
primer lugar porque era gratis.
Y a pesar de haber hecho durante dos noches un reco-
rrido por bandas buenas, regulares y malas de electro y de
punk y de polkas y de reggaeton industrial y de ese sonido
a lo Bloc Party que est tan de moda en las emisoras, fue el
cierre del evento lo que de verdad me puso los pelos de punta.
El grupo se llama Superninja ,ooo y tras haberlos visto
una vez en el grafteado Piso , y otra en el bar El Patrn (un
local de o m: en el siempre maloliente centro comercial
Terraza Pasteur), no me cabe duda de que son los mejores
msicos que he visto en mi vida (y eso que he visto a Savall y
al Duke Quartet y a Julio Birongo, el ciego que toca con un
palito en la calle). Esta es una banda de grindcore, que es al
metal lo que el Richie Ray de :,, a la salsa o Albert Ayler al
jazz, es decir, lo ms de lo ms.
8:
Entre aullidos y sonidos guturales se deslizan secuencias
electrnicas, masas de percusin que se abren en progresio-
nes complejas y ris de guitarra que pasan del funk a un ruido
innombrable en el lapso de tres segundos para luego empe-
zar de nuevo. Ver a estos jvenes en escena es curioso porque
consiguen hacer de su msica una experiencia aplastante para
sus espectadores, quienes, tras infructuosos intentos de armar
un pogo consistente deben desistir para quedarse inmviles
viendo cmo a las canciones les salen patas y uas y dientes y
pelos, vuelta tras vuelta y sin remedio. Ms que el tpico show
metalero de cuero negro y maldad impostada, las presentacio-
nes de Superninja son una verdadera experiencia sonora en
la que confuyen sin mediacin John Zorn, Jean-Michel Jarre,
Luciano Berio y un Cecil Taylor que al fnal se convierte en
James Brown sin saber cmo.
Y aunque, efectivamente, a la salida haba manchas de
sangre en el lavamanos del bar, es otra muy distinta la que
fuye cuando este grupo toca. Si ese pblico brincn y un poco
violento no salta ni se patea entre s cuando suena la banda, es
porque la msica ya los est pateando ms que sufciente.
8z
Era previsible que en la rueda de prensa de Defones hu-
biera punks. Aunque la banda no encaje precisamente en
este gnero musical, es claro que el campo expandido del
rock se presta para un nmero amplio de interacciones. Que
chino Moreno hable de Shakira durante el evento no es para
nada extrao, sabiendo, de entrada, que una de las preguntas
obligadas de los periodistas que cubren las visitas de artis-
tas extranjeros al pas es Y qu conoces de la msica colom-
biana, cuando en realidad deba evitarse el desvo y pregun-
tar de una vez Te gusta Shakira? El asunto con el punk es
que afora siempre de manera inesperada, y la reja de Atlantis
termin con el candado roto y uno que otro destrozo causado
por la fanaticada de la banda.
Punks por doquier
8
Luego, no era tan obvio encontrarse con un grupo de diez
o doce tipos con crestas y chaquetas de taches en la inaugu-
racin de la exposicin de Edgar Guzmanruiz en el marco
del Premio Lus Caballero, pensando en que sta ha sido qui-
zs la exhibicin ms fra de la temporada. Entre discoteca
minimalista sin msica y con demasiada luz, nave espacial
de pelcula barata y citas de Rilke pegadas en la entrada, el
trabajo de Guzmanruiz sorprendi a todos por el profesio-
nalismo de un montaje que sostena la absoluta fragilidad
conceptual de la obra. Aburridos, los crestudos salieron can-
tando/gritando: el arte est en las calles, no en los museos,
cementerios Y con eso se salv la noche, que de otra ma-
nera se habra terminado de aplanar en manos de David Pea,
joven artista vecino de la muestra de Edgar, quien intentaba
en la Sala Alterna de la galera, a travs de medios dismiles,
convencernos de que la tierra no es redonda. Entiendo que el
paisaje haya constituido una preocupacin importante para
los artistas, pero hacer un resumen de teoras cartogrfcas
alternativas a manera de exposicin de bachillerato y preten-
der que es un trabajo artstico ya resulta demasiado. Chicos y
chicas, esa moda del arte seudocientfco, de las nuevas geo-
grafas y de los artistas etngrafos est mandada a recoger.
El arte est en las calles
Por eso mismo es importante el lanzamiento de las ma-
letas didcticas del Museo Botero. Diseadas para su prs-
tamo a instituciones educativas, estos artefactos con forma
8(
de pera rechoncha sacan del enclaustramiento museal muy
buenas reproducciones de unas pocas de sus obras para ser
exhibidas, explicadas y manipuladas en escuelas y colegios
de educacin bsica. Se trata de un ejercicio de democrati-
zacin de una de las colecciones de arte ms gordas del pas
que les permite a los nios, destinatarios fnales del servi-
cio, ponerse en contacto con trabajos de Mir, Renoir, Ernst,
Corot y por supuesto, Botero. Habra que prestar atencin a
si estos adminculos resultan de verdad tiles en la socializa-
cin de la coleccin, o si ms bien terminan manteniendo le-
jos de la Candelaria a las hordas de colegiales de Patio Bonito
o La Cita que acuden al Museo en las maanas para reci-
bir visitas guiadas. Profesores emocionados y un Fernando
Botero siempre dispuesto a recibir la luz de un fash ms no
fueron sufcientes para impedir que el tipo que recorre desde
hace ya aos la fachada de la BLAA de un lado a otro, ves-
tido siempre con la misma chaqueta de cuero con parches de
Misfts, insistiera en venderme un supuesto poema de amor
para tu chica en un papel no muy limpio ni muy liso. Y qu,
usted escribe esos poemas? le pregunt. No, yo solo com-
pro las fotocopias.
Acta denitiva
y verdica
8p
Acta dennitiva y verdica
sobre el fallo del Saln
Nacional de Autistas
Agosto :8 de :oo
Reunidos en Bogot, el da viernes :8 de agosto de :oo, el
jurado conformado por Vctor Zamudio-Taylor, Adriano
Pedrosa y Nadn Ospina, lleg a las siguientes conclusiones:
El gnero expositivo del Saln, que tiene sus orgenes en
el siglo XIX, sigue siendo un mercado vigente que articula
tendencias rentables dentro de las bsquedas del arte con-
temporneo, en un contexto de arribismo cultural.
El Saln Nacional de Autistas tiene una funcin clave
en Colombia hoy en da, como en sus ediciones anterio-
res, por aglutinar las tendencias formales e inquietudes
po
temticas hegemnicas dentro del arte contemporneo,
derivadas de la homogeneidad expositiva que caracteriza
al pas. El jurado ha sido testigo de un espectculo mor-
boso y de un parloteo descontextualizado sobre el arte
contemporneo que ha generado esta plataforma que con-
voca a un crculo cerrado e incestuoso.
El jurado encontr gran precariedad en las propuestas ac-
tuales que, si bien son de creadores de distintas generacio-
nes, as como de regiones que tienen acceso desigual a la
informacin, a la educacin y a foros discursivos sobre la
produccin artstica, son de una calidad cuestionable en
cuanto al uso de lenguajes formales internacionales para
articular preocupaciones locales.
No obstante, nos asalta un interrogante y planteamos la
siguiente pregunta, debe ser el Saln Nacional un saln de
arte contemporneo? Y nos respondemos enseguida: No. El
Saln debe exhibir propuestas ms decorativas y acordes con
las necesidades de coleccionistas interesados en crear am-
bientes domsticos acogedores para quienes puedan pagar
por las obras. Qu desilusin se deben haber llevado nuestros
curadores ingleses ante tal carencia de distincin y glamour
(salvo Jaime vila, quien siempre es muy glamoroso, bien
vestido y portado, aunque est sobornando gamines con mo-
nedas de doscientos un domingo en la ciclova. Y luego, sin
transicin, salte a So Paulo y a Liverpool. Tan buen partido
de la calle no sac ni Omar Gordillo).
p:
Ms all de este interrogante central, el jurado ha detec-
tado varios ncleos temticos que sobresalen y que atravie-
san generaciones, regiones y resoluciones formales. Estas
sugieren una relacin consensuada que apunta hacia las
especifcidades de los prejuicios y representaciones que se
viven en Colombia. Nos referimos a inquietudes en torno
a lo urbano y sus cotidianidades (pornomiseria, arribismo
arquitectnico, exotizacin de las herramientas de trabajo
de la gente en la calle), tambin a asuntos de gnero (qu
buen porno, aunque faltaron planos ms cerrados de las
mamadas y dems prcticas que tanto gustan a los hom-
bres y asquean a seudocrticas seudofeministas y posudas,
as como ms defnicin en la imagen de los protagonistas...
hay tanto por aprender de la industria norteamericana...)
y a temas de carcter antropolgico (es decir relativos a la
conducta misma y la interaccin social en ccteles y cenas
de los artistas participantes).
El jurado, unnimemente, otorga menciones honorf-
cas a las obras, procedentes de la convocatoria de Salones
Regionales, de tres artistas destacados por su depuracin
formal y, por consiguiente, facilidad de comercializacin:
A Plano transitorio, de Milena Bonilla, en tanto que su
obra registra intervenciones en un micromundo (en un
micromundo, o en un microbus?), de uso cotidiano cita-
dino. Ella representa, con materiales y tcnicas de labor
pz
femenina y del entorno domstico, y con mucha humil-
dad, eso s, el papel que le debera corresponder a la mu-
jer en la sociedad. Que las esposas de nuestros buseteros
aprendan cmo es que se le remienda la cojinera al ma-
rido, caray.
A la obra Sin ttulo (aunque debera llamarse Sin t-
tulo inmobiliario), de Eduardo Consuegra, por el uso
de la fotografa urbana de tradicin internacional con
el fn de representar la melancola de un joven peque-
oburgus por su entorno socio-arquitectnico perdido.
A Matrimonio y mortaja, de Adolfo Cifuentes, por su
instalacin monocromtica, la cual representa un re-
torno a los linderos ms aburridos y rentables del arte
de los ochenta.
El jurado, unnimemente, otorga el premio, procedente
de la convocatoria de los Salones Regionales, a la obra La
fbrica de oro y piedras preciosas, de Adriana Arenas, tra-
bajo que, si no estoy mal, proviene de la regin delimitada
por el ro Hudson. Dicho trabajo refuerza, a travs de una
conjugacin de nuevos medios, los clichs tnicos ms abu-
rridos de la retrica colonial, a la vez que presenta una exo-
tizacin del otro mediada y digerida por el lenguaje de la
resea turstica.
El jurado otorga, a la Convocatoria de Artistas con
trayectoria de varios aos, menciones honorficas a tres
p
artistas por su aparente complejidad, su manido rigor y su
experimentacin estandarizada:
A El tiempo se mueve despacio, de Mara Teresa
Hincapi, por la tenacidad (pues es tenaz sin duda ha-
cer durante ms de :o aos la misma obra con distin-
tos nombres) y profundidad (nos referimos a la nocin
sueo profundo) de la obra, la cual aborda la nocin de
aburrimiento de manera somnfera para subrayar luga-
res comunes de gran actualidad en los campos de la sub-
jetividad mediada, el cuerpo comercializado y la poltica
del no tener nada por decir.
A Corte en el ojo, de Miguel ngel Rojas, por su rigu-
rosa, precisa, y compleja articulacin, tan rigurosa, pre-
cisa y compleja como tooodo lo dems que hemos men-
cionado hasta el momento, es decir todo.
A La limpieza de los establos de Augas, del colectivo
Mapa Teatro, pues cmo podramos dejar a Rolf por
fuera del pastel, si adems se esforz por mostrarse tan
polticamente correcto como siempre? Teatro, lo tuyo
es puro teatro....
El jurado, de manera unnime, otorga a la convocatoria
de artistas con trayectoria de ms de diez aos, el premio
a Re-trato, de Oscar Muoz. Esta propuesta alcanza un
gran valor potico al fusionar el uso econmico y riguroso
p(
de un gnero tan tradicional como el retrato, con el dibujo
como modo de pensamiento, para elaborar una obra sobre lo
efmero y la memoria. Lstima eso s el video, Osquitar, los
dibujitos sueltos se habran vendido mejor...
Firmado,
Paquita
agradecimientos a:
Vctor Zamudio Taylor
Adriano Pedrosa
Nadn Ospina
p
Espero con impaciencia el momento de subirme al bus,
si la inminente erupcin del volcn Machn me deja, para
llegar a Cali y hacer la presentacin de una conferencia pro-
gramada en la inauguracin del Festival de Performance. Me
urge llegar a Cali, pero quizs me urge menos por la confe-
rencia y por las presentaciones del Festival y del Saln en s,
que por una fuerte pulsin de sociabilidad. Ya hasta mand
a imprimir un millar de tarjetas de presentacin que queda-
ron cuqusimas y que me pienso gastar completicas. Saberme
rodeado de personas importantes, todos posibles contactos y
nuevos amigos me hace la boca agua.
Y a quin no, si se sabe que durante una semana completa
se estar a un pelo de lograr hacerse el nuevo gran amigo
El Saln de la amistad
p6
extico de Jens Hofmann o de Anton Vidokle. A quin no le
da piquia por llegar a Cali cuando Cali no es ms que la en-
trada onrica a una vida de tiquetes areos internacionales, ho-
teles de cinco estrellas y giras por ferias y bienales. Pero para
lograrlo, toca con la maa de quien aprendi robando vino
y pasabocas en cuanta inauguracin de mediopelo ha estado.
Ensayo mis mejores chistes, me aprendo los nombres de
ms de un par de prsperas industrias culturales sin nimo
de lucro. Busco en Facebook a curadores, empresarios, artis-
tas y otros trabajadores del circuito internacional invitados a
veranear en la capital mundial de la marranita para poder de-
cirles luego oye, t tambin eres amigo de fulano y mengano
de quien yo soy sper amigo, no?. O, cuando se nos cruza un
posible contacto local, abordarlo con la frase clsica del faco
Agudelo que nos cae como anillo al dedo para la ocasin: Y a
vos yo no te conoc en Palmira?.
Y est bien que as sea. Est bien que exista un escenario
tan extenso para poner a prueba esa frase sin autor reconoci-
ble en ltimas: Amigos, no hay ningn amigo.
Sin embargo, esa prueba, esa puesta a prueba de la amis-
tad, debera, para creerse que es amistad, sealar alguna clase
de confrontacin. Debera templar las cuerdas de un tinglado
en el que podamos vernos las caras, ponernos frente a frente,
medirnos el aceite. Como se dice, confrontarnos.
Y es all donde me pregunto si las condiciones estn dadas
para saltar de la comodidad de los nombres, de las palmaditas
p;
y de las felicitaciones a un espacio donde la friccin pueda
constituir un escenario para otras formas de pedagoga des-
ligadas del aburrido ejercicio de la diplomacia y de la acumu-
lacin de prestigio.
Un prestigio siempre mediado por el nombre propio de
quien nos habla, y no por el acto de pensamiento involucrado
en la puesta pblica de un proceso determinado que debe-
ra tener, en la medida en que se est mostrando, algn in-
ters pblico. Un inters pblico que no puede, y que ojal
no intente, ser medido con las barras y las curvas de esos in-
dicadores de gestin institucional estndar en los que cada
peso invertido debe traducirse en cierto nmero de colegiales
arreados a las puertas de este o de aquel museo.
Resulta curioso lo que se pasa por la mente al pensar en
que, en un Saln tan urgente, lo importante sea la amis-
tad. Y no la amistad entendida como ese gesto sin medida
de darle la bienvenida al recin llegado, al extranjero y, sobre
todo, al excluido, sino como un consabido ritual incestuoso
donde todos nos olemos mutuamente nuestras partes ms
perfumadas para comprobar aliviados que somos nosotros
y no los otros. Unos otros a quienes la urgencia real no les
deja siquiera enterarse del ambiente liberal y cosmopolita de
este Saln de Artistas.
As pues, debemos preguntarnos porqu es urgente este
Saln, porqu resulta urgente la invitacin a unos y otros
actores o agentes internacionales del arte, porqu habra de
p8
urgirnos asistir a este compromiso de eventos arrejuntados
entre s que empieza a parecerse a ese bulto que permitir, en
un par de aos quizs, desenhuesarnos del anacrnico con-
cepto de Saln, para entrar en el mucho ms cool de Bienal.
Y mientras eso pasa, slo me queda seguir repartiendo
tarjetas de presentacin y dando palmaditas en las espaldas
ajenas, con la frme conviccin de que, golpe a golpe, me estoy
acercando a Venecia, a Tirana o a La Habana.
pp
No supe nada sobre este Saln Nacional que acaba de pa-
sar. Aunque he ledo lo que otros han escrito sobre el certa-
men, no logro hacerme una idea clara de lo que pas entre el
sol, las olas y las locaciones de pelcula en las que tuvo lugar el
ms importante evento artstico del pas.
Y ese no saber, sumado a la confusin que han generado
en mi cabeza los textos que he ledo y las muy pocas opinio-
nes informadas que he escuchado de quienes s fueron y de
quienes no pudieron ir aunque debieron estar all, me ha he-
cho preguntarme por qu no s nada sobre este Saln del que
debera saber algo en vista de que, se supone, soy una per-
sona relativamente enterada de lo que ocurre en el medio, en
el campo, en la escena artstica nacional.
Close, so faraway
:oo
Pero el caso es que no soy el nico que no sabe.
He hablado con varios artistas, incluso con algunos de
los que participaron en las curaduras regionales y que tu-
vieron la suerte de no ser descabezados antes de llegar al
Nacional; he hablado tambin con personas que escriben
sobre arte y con alguno que otro profesor de alguna facul-
tad de arte en Bogot, y nadie me ha dicho nada real sobre
lo que pas entre las olas y las palmeras. Tambin he es-
tado pendiente de los noticieros, especialmente de las sec-
ciones de farndula en las que tradicionalmente se ha pu-
blicitado el Saln, pero no he visto ninguna nota sobre
Independientemente, la plataforma curatorial que dio nom-
bre a esta versin del Saln Nacional de Artistas.
Y pensando en todo lo que no s y que ya no supe de este
Saln, recuerdo los debates que se suscitaban entre artistas,
curadores y pblico de los Salones anteriores. Recuerdo las
peleas por los premios cuando haba premios y los chis-
mes sobre los agarrones entre curadores y artistas, entre ar-
tistas y Ministerio, entre Ministerio e instituciones regio-
nales, entre instituciones regionales y curadores, etctera.
Recuerdo el descontento generalizado por la invitacin a
ciertos curadores internacionales y el escandalillo por los
costos del Saln en Cali. Tambin recuerdo algunas inaugu-
raciones, los corrillos de artistas, las tiendas en las que uno
tomaba cerveza o aguardiente con gente desconocida que
llegaba al evento desde sitios como Popayn o Villavicencio.
:o:
Recuerdo sin que ese recuerdo tenga el tinte de la nostalgia
por un mejor tiempo defnitivamente pasado muchas cosas
porque las viv o porque alguien que las vivi me cont lo
que haba vivido.
Sin embargo, parecera que esta vez no hubo nada para
contar, porque parecen ser pocos quienes vivieron el pasado
Saln y, ms all, tengo la sensacin de que no hubo nada
para contar porque, sencillamente, no hay nada para ser
contado. Un silencio resignado se ha tomado la escena. Una
falta de ganas de chismear, de pelear y de contar se ha ido
apoderando de un tema otrora tan popular como el Saln
Nacional. Quin va a tener ganas de hablar sobre algo que
nadie vio y que, cuando se lleg a ver fue a partir de situa-
ciones y de personas que no dijeron mayor cosa? O tal vez s
dijeron, y mucho, pero la pelcula que vimos de todo su hacer
y decir nos lleg sin la pista de audio. Tan cerca y tan lejos.
Y es que no basta con los buses cargados de artistas de
vocacin turstica que llegaron a la Costa desde las ciuda-
des grandes para ver la ltima semana del Saln; no basta
con presenciar el cierre de algo, porque los cierres son como
agonas en las que se extingue lo que estaba vivo. Es como ir
a ver morir a la ta rica a la que nadie quiere, excepto, claro,
quienes quedaron en el testamento. Puede que la metfora
sea tragicmica y excesiva, pero me sirve para decir algo
ms: Se llev en buses a esos artistas, precisamente a con-
templar los ltimos resuellos del Saln? Si es as, si hubo en
:oz
esa decisin una clara conciencia fnebre planteada desde el
Ministerio, bienvenida sea. Bienvenida sea la fortaleza insti-
tucional que nos dice que el Saln muri, y que hay que verlo
morir para dar fe de una historia importante para el arte na-
cional. Contemplar esa muerte como la promesa de que algo
nuevo vendr, algo vivo y sin achaques; algo que aprendi
de los errores del muerto y que se plantea formas, medios y
fnes nuevos que superan los alcances de lo que lo precedi.
Sin embargo, no creo que ese sea el caso y, en consecuencia,
supongo que seguirn saliendo buses en los aos prximos,
para seguir viendo agonizar a ese Saln cada vez ms pos-
trado, cada vez ms conectado a sofsticados aparatos clni-
cos que lo mantienen vivo a punta de cables.
Un Saln al que no van los artistas cuando toca, un Saln
al que las curaduras regionales llegan mutiladas, un Saln
que no tiene visibilidad en los medios entendiendo que es
para los medios que pareca hacerse ltimamente el Saln
dudosamente puede llamarse Saln, pues no es lo mismo el
saln que el aula, teniendo en cuenta que un saln requiere
de estudiantes haciendo alharaca y guerra de tizas y de profe-
sores intentando construir algn tipo de orden, mientras que
un aula slo necesita de paredes, tablero y pupitre.
As pues, esta versin del Saln pareci ms un aula o,
a lo sumo, una reunin de padres de familia, ya que muy
pocos parecen haber entrado a hacer desorden o a intentar
construir algn sentido visible para quienes tienen o quieren
:o
tener vnculos con esas paredes que han terminado defniendo
al Saln.
Tal vez solo los artistas de la Costa Caribe y el equipo cu-
ratorial del Saln podran dar una opinin informada sobre lo
que ocurri en este certamen pero, en vista de que hubo muy
pocas posibilidades de hablar con ellos debido a la distancia
geogrfca y a la falta de espacios de interlocucin y a lo caro
que se pone el turismo playero en temporada alta, todo lazo
con la realidad del Nacional termin roto para quien est lejos.
Gracias a los viajes que he hecho como tutor de los
Laboratorios de Investigacin-creacin del Ministerio de
Cultura he tenido la oportunidad de hablar con varios artis-
tas de provincia, algunos de ellos participantes en los distintos
Salones Regionales y, la mayora entre estos, no participantes
en el Saln Nacional. Estos artistas, en general, se muestran
descontentos y, sobre todo, tan confundidos como yo por lo
que ocurri, o ms bien por lo que no ocurri en el Saln. Y lo
que ocurri es que los artistas no estn o, ms bien, no estu-
vieron all y, por consiguiente, no vieron sus obras montadas,
ni hablaron con otros curadores, ni escucharon al pblico, ni
fueron entrevistados para algn programa de Seal Colombia,
ni tomaron cerveza con otros artistas, porque muy pocos fue-
ron y tomar cerveza entre pocos y entre los mismos resulta
muy aburrido, sobre todo a orillas del mar.
Creo que con los curadores pas lo mismo, a pesar de que
la ministra dijo que el Saln era ahora ms de curadores que
:o(
de artistas, pero creo que la exhibicin de unas curaduras
regionales a las que hubo que echarles cuchillo por presu-
puesto y espacio no es compatible con esa idea de un Saln
de Curadores pues, qu curadura es una en la que lo cu-
rado termina amputado?
Con la cosa as, es difcil pensar en el Saln como algo
vivo para los individuos y las comunidades que viven de y en
torno al arte, individuos y comunidades que, si tengo algo de
razn, en esta ocasin no han sido ms que cuerpos ausentes.
Por ms experimentos formativos que se hagan con nios y
nias de escuelas pblicas en la Costa Norte, por ms que se
invite a grupos de vecinos en barrios y pueblos cercanos a las
sedes de exhibicin, debe tenerse en cuenta que el actor y el
pblico primordial del Saln es la gente que vive del arte, la
que ocupa su tiempo haciendo arte, pensando en arte o exhi-
biendo arte, sin que importe si hablamos de pintores de bo-
degones, de colectivos de intervencin social o de genios del
post-conceptualismo. Un Saln de Artistas, por ms preten-
siones de inclusin social que tenga, no es equiparable a un
Carnaval de Barranquilla en el que solo se necesitan maicena
y ron para pasarla bueno. El Saln tiene lgicas implcitas,
narrativas sutiles e ideas que slo pueden dar frutos en me-
dio de la discusin, de la participacin y de la puesta en di-
cho o en entredicho que hacen las personas que forman parte
del campo. El Saln, ms que una gran curadura centrada
en ejes temticos (Bicentenario o Independencia, economa
:o
o micro-organismos y un largo etctera) debera ser un espa-
cio abierto, un lugar para poner a hablar y a escuchar a quie-
nes hacen, a quienes organizan, a quienes escriben. Ms all
de las exposiciones, de las estrategias y las multiplataformas,
ms all de las pujas de poder y de los embelecos de artistas
especfcos, de curadores especfcos y de instituciones espe-
cfcas, el Saln, o lo que sea aquello en lo que ojal se con-
vierta, debera pensarse como un lugar en el que puede ha-
cerse algo, en el que puede afrmarse algo, y en el que se puede
participar de cuerpo presente y junto a otros cuerpos pre-
sentes de lo que se ha hecho y de lo que se ha pensado. Un
Carnaval de Barranquilla sin comparsas no es un Carnaval
de Barranquilla, si es que quisiramos hacer una analoga en-
tre el Saln y esa tendencia cada vez ms fuerte de pensar en
el arte como un espectculo cultural.
Un espectculo cultural que, creo, le est llegando a po-
cos y a un costo alto. No en vano se ha visto como, en el l-
timo par de aos, a medida que el Saln crece, el portafolio de
estmulos del Ministerio se va poniendo faco.
Podemos imaginar un pas sin Saln? Podemos pen-
sar que esta tradicin, esta Marca Registrada, como lo defne
Beatriz Gonzlez, ha cumplido su ciclo y debe ser reempla-
zado por otro tipo de mecanismos, por un conjunto de pro-
cesos menos centrados en la ambicin de lo espectacular y
menos asediados por el fantasma tembleque de la contem-
poraneidad y del prestigio? Quizs es tiempo de devolverse
:o6
y, tras tanta grandeza, pensar en lo simple y en lo real que
implicara la oferta de oportunidades y espacios para dejar
hacer, para dejar pensar y para dejar discutir en un entorno
libre de retricas, de ejercicios de poder y de temas impues-
tos segn los criterios de pertinencia que surgen de institu-
ciones y curadores cada vez que hay una festa patria, cada
vez que se ponen de moda lo relacional, lo post-colonial, lo
altermoderno o lo social. De repente lleg el momento de
desmontar la entelequia de la post-produccin, de apagar los
efectos especiales y de ms bien ponernos a pensar que so-
mos un pas menos bonito que su Saln de Artistas y que, en
tanto ese Saln se ve tan distante, tan sofsticado y tan ajeno,
resulta no siendo Nacional. De repente es hora de ver que so-
mos feos y simples, pero que somos de verdad y que estamos
aqu, juntos, dndonos en la jeta o dndonos la mano, pero
dndonos parejo.
La contradiccin en
el seno del pueblo
:::
Es imposible representar lo poltico: Este se resiste a toda copia
por ms que uno se afane en hacerla cada vez ms verosmil. En
contra de la creencia inveterada de todas las artes socialistas,
donde comienza lo poltico, cesa la imitacin.
Roland Barthes
Compaeros:
Viendo el fracaso de los ejercicios de reivindicacin pol-
tica llevados a cabo por la izquierda latinoamericana durante
los ltimos cincuenta aos, es inevitable preguntarse por la
responsabilidad que el decoro y la profesionalizacin de las
manifestaciones artsticas emergidas de este frenes revolu-
cionario tuvieron en el declive y la neutralizacin de toda po-
sibilidad real de transgresin.
Manuscrito siniestro
::z
Lo que en principio resulta paradjico al revisar este t-
pico es que el discurso poltico revolucionario, en Amrica
Latina, ha sido estetizado en su totalidad, y en ese sentido, ha
borrado las diferencias que debera tener con el ejercicio de la
poltica ms conservadora, pues segn Benjamin, la huma-
nidad [] se ha convertido ahora en espectculo de s misma.
Su autoalienacin ha alcanzado un grado que le permite vivir
su propia destruccin como un goce esttico de primer orden.
Este es el esteticismo de la poltica que el fascismo propugna.
El comunismo le contesta con la politizacin del arte.
Y, sin embargo, no parece haber huellas en la lucha po-
ltica de izquierda, de un escenario expandido en el que el
arte haya jugado un papel distinto al de la pura representa-
cin. Desde el cartelismo de propaganda, hasta la cancin so-
cial, muy poco se ha hecho por un ejercicio emancipador que
entienda realmente las posibilidades polticas del arte. Salvo
acciones limitadas, como el robo de la espada de Bolvar (M-
:) o el asalto guerrillero en Pando (Tupamaros), que no fue-
ron pensados en s como acciones con valor artstico (aunque
sirvieron para que Camnitzer proclamara la llegada del arte
contemporneo a Latinoamrica) no ha sido posible realizar
cruces signifcativos en la ecuacin arte ideologa accin.
Esa imposibilidad se ha dado, quizs, a partir de un evi-
dente arribismo formal, por cuenta del que la prctica arts-
tica contestataria ha absorbido una serie de valores burgueses
(talento, calidad, limpieza) que han creado una barrera entre
::
el artista como productor y el pblico como receptor pasivo e
impedido, por carencia tcnica y atavismo social, de dar voz
a su deseo. As pues, de forma literal, se ha borrado con la de-
recha lo que la izquierda ha hecho, sabiendo, en primer lugar,
que muy poco de la literatura de izquierda ha sido en realidad
producido con la mano izquierda.
En consecuencia, una prctica coherente con cualquier
nocin de responsabilidad histrica debera plantearse desde
el imperativo de torcer las formas mismas en que la historia se
ha escrito, apaciguando la limpieza, el talento y la calidad en
pro de una insistencia en la ininteligibilidad de lo que se nos
quiere presentar como claro. Desdibujar la historia, resaltar
sus quiebres, sus puntos crticos y las formas de asimilacin
subjetiva de toda emergencia ideolgica.
Ms all de la consolidacin de una historia nica y
puesta en blanco, quizs deberamos pedir la multiplicacin
de las versiones, las borraduras, las apropiaciones groseras y
las ediciones piratas. Esas en las que, por cuenta de la psima
calidad del papel y de la tinta, vemos el revs de la hoja im-
presa ensuciando las letras de nuestras ms claras ideas.
::(
Tras leer a medioda el comunicado de Lucas Ospina en
el que se atribuye la autora del texto frmado por el Comando
Arte Libre S-::, me qued pensando, como siempre de ma-
nera difusa, alrededor de algunos aspectos de su declaracin
que me parecen problemticos y que, creo, debe intentarse
confrontar para sacar de all algo distinto al desplome de una
mitologa transitoria que el texto constituy y que ahora se
vino abajo:
En tercer lugar est la situacin policial, sufcientemente
descrita en el comunicado de Lucas y en torno a la que no hay
ms que decir si no se quiere confundir el texto con el robo.
En segundo lugar estara la ficcin construida por el
texto, en torno a la que se inventaron hroes, hazaas y
Tristes comprobaciones
sobre lo que se
vino encima
::
villanos, con lo que algunos llegamos a resultar alumbra-
dos por una vela que iba para otro santo. Sin embargo, esa
mitologa desplegaba un espectro valioso de posibilidades de
accin que repercutan en Lo Real, y que invitaban a asumir
una posicin en torno al espinoso asunto del robo que todos
conocemos, en el marco de una institucin a la que tambin,
desgraciadamente, vemos pavonearse impunemente. De al-
guna manera, esta fccin le daba alas a la constitucin de un
proceso crtico valioso que no se haca menos real por no co-
rresponderse con el robo que intentaba atribuirse. Haba en el
manifesto del S-:: una pulsin real que buscaba la emergen-
cia de todos los desechos escondidos bajo el piso institucio-
nal y que, en el fotomontaje, se le devolva en la cara a toda la
administracin distrital. Haba all una importante refexin
en torno al retorno de los fantasmas de la historia y a cmo
en algunos momentos stos podan contribuir a la gestin
e indigestin de una causa especfica y a la comprensin
del presente. Era una explosin de mierda reprimida la que
tenamos ah, y en la que no slo estaba presente la espada de
Bolvar y toda la prctica simblica del M-:, sino tambin
las fguras de la ANAPO y de la familia Moreno (ahora en el
poder), ligadas entonces a los orgenes del movimiento sub-
versivo. El texto, ms all de la risa, empujaba un componente
onrico que haca posible la llegada de aquello que no podra
llegar a pasar. En resumen, pues, constitua un manifesto
real que ejerca una crtica poderosa a la pasmosa irrealidad
de la administracin cultural de la ciudad, y es por eso que:
::6
En primer lugar, resulta inadmisible la reduccin del
texto por su autor a la condicin de chiste, y su igualacin con
ciertas estrategias mediticas de imitacin con fnes de espar-
cimiento. Comparar el manifesto del S-:: con el fngimiento
presidencial de La Lucirnaga slo contribuye a expandir una
percepcin, ya generalizada en la opinin pblica, de que la
actividad artstica contempornea no es ms que un chiste
fojo sin consecuencias ni repercusiones y que, por ello, no
puede construir un espacio crtico de la supuesta verdad ins-
titucional. Al escudarse en que toda la fnalidad del escrito
era pardica, es decir que desplegaba una imitacin burlona
de una fuente particular, y entendiendo que esa fuente era el
comunicado del M-: en el que se atribuan el robo de la es-
pada de Bolvar, termina parodindose no a los componentes
burocrticos a los que el texto de Ospina alude, sino al texto
del M-: y al componente histrico al que hizo nacer me-
diante el robo de la espada, esto es, la posibilidad de ejercer
sobre la realidad nacional una efcaz torsin de sentido y una
reivindicacin de la accin poltica a travs del secuestro de
un elemento simblico. Esta historia, un poco olvidada hoy,
por lo menos hasta el momento de la reiteracin que hiciera
Lucas, posiblemente sealaba tambin la confanza en la po-
sibilidad de integrar la accin poltica y la prctica artstica,
confanza que ahora, tras la parodia, el chiste y la travesura
seguirn cada cual por su camino.
Estoy convencido de que la apropiacin de Ospina es Real
en tanto denuncia de una serie de arbitrariedades que todos
::;
vemos con frecuencia en la FGAA y en las otras instituciones
distritales de cultura. Creo tambin que plantea un modelo co-
municativo al que se le debe buscar el modo de hacerse viable y
efcaz y, por ltimo, creo que sigue constituyendo un llamado
a la accin crtica. Uno en el que el humor no se contradice
con la verdad sino que la empuja. Por ello no debe aceptarse su
transformacin en ningn Dejmonos de vainas.
Convertir este acto en la travesura de un nio necio slo
contribuye a dejar por el piso la dignidad de las ideas plan-
teadas, la de la persona que las puso a circular y la del campo
artstico bogotano, que termin ms cagado de lo que ya es-
taba por drselas de chistoso.
Con la audiencia, con la imagen y sin poder!
Presente, presente, presente!
::8
Mientras escribo esta resea, ms alrededor que sobre
Rojo y ms Rojo, la curadura del Equipo TransHistor(ia)
(Mara Sol Barn y Camilo Ordoez) que inaugura (o inau-
gur, para cuando ustedes lean esta resea) el mircoles : de
mayo en las salas de la Fundacin Gilberto Alzate Avendao,
escucho los espordicos estruendos de las papas explosivas
que, como es habitual, estallan cada primero de mayo por la
carrera sptima como parte de los rituales del Da del Trabajo.
Ms temprano, al sacar a pasear a mi perro, por entre
unas cuadras atestadas de policas, baj hasta la sptima para
ver pasar a los marchantes con sus megfonos, con sus avi-
sos impresos sobre banner todos llenos de logos y de lemas
abstractos con sus cartulinas pobres escritas con vinilo y
Rojo y ms rojo
::p
brocha, con sus arengas poco ingeniosas, con las papayeras y
los saltimbanquis de siempre abriendo o cerrando el piquete
de uno u otro gremio obrero.
Ni los peridicos ni las revistas han reseado en sus edi-
ciones online lo que ha pasado hoy con las marchas; no ha-
blan de la fuerza de los trabajadores, ni de la organizacin
sindical, ni mucho menos de las reivindicaciones que estos
marchantes exigen a voz en cuello. El Tiempo, siendo la ::,
PM, apenas ha dicho que ms de cien personas han sido dete-
nidas y que una decena de stas eran menores de edad.
Mi impresin general de la marcha de los trabajadores es
que se ve triste, que es incapaz de proyectar una imagen con-
tundente ante los medios y ante los transentes despreveni-
dos que, a uno y otro lado del andn, se resisten a participar
de la protesta y que, como suele pasar, lo nico que veremos
al fnal del da sern las consabidas imgenes de los destrozos
en vidrieras, muros y cajeros automticos, tradas a nuestros
hogares por los noticieros nacionales.
Qu tipo de imagen perdurar de los movimientos obre-
ros hoy? Y de las cooperativas, de los sindicatos, de las aso-
ciaciones profesionales? Cmo entenderemos la relacin de
sentido entre sus actos, sus objetivos y sus logros si sus dis-
cursos se han ido disolviendo en medio de la sordera gene-
ral y sus imgenes han sido suplantadas por las que tacaa y
amaadamente nos ofrecen los medios?
:zo
Rojo y ms Rojo explora el trabajo del Taller Rojo, una
iniciativa artstica, propagandstica y pedaggica confor-
mada por Nirma Zrate y Diego Arango en :,:, a la que
se le sumaron entre otros Umberto Giangrandi, Carlos
Granada y Jorge Mora para bajo distintos nombres, forma-
ciones y prioridades generar un ejercicio complejo de inter-
relacin entre la prctica del grabado y de las artes grfcas
en general, el intento de funcionar como ofcina de diseo,
la edicin de materiales diversos (carteles, afches, cartillas,
ilustraciones para revistas, etctera) generalmente usados
para apoyar causas campesinas, indgenas y obreras y, por l-
timo, la realizacin de cursos y talleres de serigrafa para per-
sonas involucradas en diversos grupos de protesta social que
les permitieran a estos movimientos ganar autonoma en la
produccin y difusin de sus propias imgenes.
La exhibicin es el resultado de un largo proceso de reco-
pilacin bibliogrfca y hemerogrfca, de entrevistas a perso-
nas directa o indirectamente relacionadas con el trabajo del
Taller y de recoleccin de materiales grfcos dispersos que
poco a poco se fueron clasifcando cronolgica y conceptual-
mente hasta hacerse un cuerpo capaz de permitir una lectura
rica en matices y contradicciones que, al ser revisadas con
atencin, nos dejan ver el entramado de relaciones y tensio-
nes polticas y sociales de las que el Taller fue partcipe y, por
supuesto, la sofsticacin, contundencia y efcacia comunica-
tiva de su produccin visual.
:z:
Cuarenta aos despus del inicio del Taller es mucho lo
que an nos queda por saber sobre su existencia, sobre sus
modos de accin y sobre su repercusin en el espacio simb-
lico de los colombianos de a pie pero, sin duda, es mucho tam-
bin el inters que recientemente se ha despertado en torno a
la existencia del grupo y a los espacios de cruce entre crtica
social, accin poltica y prctica artstica. Nombres como los
de Nirma Zrate, Carlos Granada o Clemencia Lucena eran
raros en la historiografa del arte colombiano de las ltimas
dcadas. Sin embargo, en el curso del ltimo lustro, han em-
pezado a enunciarse mltiples intereses por explorar esta his-
toria perdida y hoy en proceso de ser revisada desde pers-
pectivas diversas.
Pero, cul es la motivacin ltima de estos intentos re-
cientes de reconstruccin histrica? Para qu artistas e in-
vestigadores estn buscando desentraar estos procesos?
Qu tanto favorecen formas de reactivacin social o, por el
contrario, cmo reafrman el statu quo? En qu medida esta
revisin de las prcticas artsticas de grupos o individuos vin-
culados a movimientos de izquierda est siendo cooptada por
terceros slo en favor de un reposicionamiento estetizante de
imgenes estriles? Estas preguntas deberan resonar aqu y
llamar la atencin en torno a los modos de entender, desde
una perspectiva crtica, la historia poltica del pas como he-
rramienta para poner en marcha nuevas formas de contes-
tacin a la metafsica del presente, a los valores sociales que
:zz
defnen la labor de los artistas y a las articulaciones de estos
con sus contextos sociales inmediatos.
En buena medida, el trabajo del Taller Rojo fue, en su
momento, silenciado por crticos e historiadores al ser def-
nido desde estos campos disciplinares como propaganda
o como simple ideologa. Sin embargo, cabra hacernos la
pregunta de si no resulta ms propagandstico e ideolgico el
ejercicio comercial de los artistas hoy, plegados a los intereses
del mercado y a los designios burocrticos de las institucio-
nes. Una exhibicin como esta que podemos ver ahora, cua-
renta aos despus, gracias a la juiciosa curadura de Barn
y Ordoez, debera empujarnos a pensar, por fuera de toda
romantizacin del pasado y entendiendo las coyunturas, las
contradicciones y los traumas intrnsecos a todos los modelos
de agrupacin social (y artstica), en los modos en que en-
tendemos las nociones de trabajo, colectivizacin, memoria,
duelo y antagonismo, antes de que las fuerzas transformado-
ras del presente se terminen de esfumar de todo imaginario
posible y ya no nos quede una imagen, ni siquiera en el noti-
ciero, de a cuntos manifestantes ha puesto fuera de combate
la fuerza pblica.
:z
Muchas manifestaciones pblicas de duelo, ira y descon-
tento tuvieron lugar durante la semana siguiente al confuso,
dramtico y manoseado comunicado de las FARC. Desde los
muecos del secretariado guerrillero ahorcados por ocurren-
cia de Rodrigo Obregn y su Fundacin Colombia Herida
hasta la algazara nacional del jueves , de julio llena de pitos
y pauelos blancos que, a pesar de todos los decibeles produ-
cidos, ni lleg a la selva ni le hizo sangrar los odos a Reyes,
Briceo, Mrquez ni Cano para forzar una accin o pronun-
ciamiento medianamente humanos por parte de la guerrilla.
Y entre todas esas demostraciones de sentimientos en-
contrados estaba la convocada por Doris Salcedo. A travs de
internet, un grupo de artistas (no identifcados) encabezados
La noche de las velitas
:z(
por Salcedo (plenamente identifcada) peda la colaboracin
de los interesados en acudir la tarde del martes , de abril a la
Plaza de Bolvar con el fn de ayudar a encender no una sino
:,,ooo velas que dibujaran una retcula sobre el consabido
cuadrado del marchdromo distrital a modo de duelo por el
asesinato de los once diputados. Hacia las cinco de la tarde un
grupo de cincuenta o sesenta personas empezaron su labor,
prendiendo velitas y cuidando de que el viento no las apagara.
A las siete y media de la noche, con la Plaza encendida y
las primeras velas ya consumidas y transformadas en pegotes
de cera regados por el suelo, algunos transentes se detenan
para tomarse fotos tursticas con celulares, darle besitos a las
novias y sorprenderse por el espectculo de las lucecitas que
titilaban ms fotognicamente que las del pasado diciembre,
mientras varios de los tradicionales mendigos poetas de la
zona aprovechaban la escasa concurrencia para ganar algu-
nas monedas recitando fragmentos de Rafael Maya, Neruda y
otras cosas que no logr reconocer.
Todo era evocador y luminoso esa noche, hasta la pobre
respuesta del pblico a la invitacin de la artista. Pero creo,
no era ese el momento para ser evocador ni luminoso. Y
creo que Doris Salcedo lo sabe, porque son la oscuridad de la
muerte y la incapacidad de dar pie a la enunciacin aspectos
presentes en su trabajo. Lo saben sus constantes alusiones a
Celan y a Lvinas, tanto como ese silencio cargado de orgullo
:z
por el que la artista slo acepta entrevistas o dilogos con me-
dios internacionales.
Nuestra historia est plagada de palomitas, de cintas
verdes, de rosas y de velitas que han circulado masivamente
hasta transformarse en clichs del duelo y de la confrontacin
a la abyeccin de la muerte. A todas luces, se trata de formas
de resistencia que no lo son, y por eso habra que preguntarse
si el conjunto de la sociedad, y en particular los artistas, han
conseguido o conseguirn alguna vez producir un signo en
torno al que se produzcan eventos reales de reparacin y de
reconstruccin de memoria.
Pueden el arte y los artistas, frente a la bestialidad, decir
algo que no sea un balbuceo deforme o un espectculo idiota
y lastimero? Puede el duelo ser comunicado? Es el horror
sensible a esas metforas y decoraciones luminosas, tan cu-
biertas por los medios como desarraigadas de las personas?
Porque, frente al decir nada ruidosamente, no sera mejor
escuchar en silencio? O tal vez, ms que imgenes y espect-
culos, necesitamos interlocuciones que no terminen, al cabo
de una o dos horas, transformadas en cera quemada sobre los
adoquines de una plaza.
Ars amandi
:zp
Olmeco es un artista mexicano, nacido en el corazn
de la Selva Lacandona y heredero de una tradicin poltica
vinculada a la insurreccin popular del EZLN y, simult-
neamente, del legado de sus ancestros indgenas, quienes se
vincularon a la regional Chiapas del FLN desde sus primeras
actividades en :o y, dcadas despus, al sendero libertario
trazado junto a Marcos.
Fue en ese ambiente de resistencia que Olmeco se hizo
adolescente, fue all donde se involucr en la guerrilla y
donde, tiempo despus, seal la importancia del giro ha-
cia la lucha poltica en el seno de una sociedad democrtica
tras el desgaste generado por la larga, aunque episdica, con-
frontacin armada. A este respecto, Olmeco afrmaba que a
Olmeco en el Soho
:o
veces, el hacer algo no conduce a nada y que, por el contra-
rio, cierta forma de la pasividad constitua la evidencia de una
diferente estructura temporal de Amrica Latina basada en
una poltica del ensayo a la que poda encontrrsele benef-
cio. As pues, mezclando su acervo cultural y los muchos con-
tactos obtenidos tras el intercambio de saberes y de experien-
cias con un amplio espectro de visitantes a La Pesadilla, su
campamento guerrillero, Olmeco supo aprovechar esta con-
dicin para darle forma a una idea que lo obsesionaba:
Qu ocurrira si yo, un indgena de Chiapas, me inser-
tara en la capital del pas, entre mis congneres desempleados
y privados por el capitalismo de toda posibilidad de un vivir
digno? Qu pasara si yo, uno ms de esos que esperan en la
calle con sus cartelitos de jardineros, albailes y plomeros,
ofreciera durante el da mis servicios como turista?
Con la ayuda de un par de artistas chilangos que ha-
ban visitado tiempo atrs el campamento, Olmeco puso en
prctica su idea: lleg al DF, deambul y, al encontrar a un
grupo de indios desempleados, al ver sus cartelitos, se puso
entre ellos y se declar turista. Los amigos tomaron una
foto a Olmeco parado all en medio de esa multitud en paro
y, cuando Olmeco conoci a Cuauhtmoc, por aquel enton-
ces un curador emergente en la naciente escena artstica de la
Colonia Condesa, decidi mostrarle la foto.
As comenz su carrera, que pronto dio frutos en las
ms prestigiosas huertas del mundo del arte. Ser indgena,
::
guerrillero y artista conceptual, por una vez en la vida, cons-
titua un escenario muy favorable, un modo de discrimina-
cin positiva que catapult a este curioso ejemplar de la hibri-
dacin cultural directo al circuito internacional.
Olmeco comenz entonces a realizar acciones que regis-
traba en video. Se trataba de gestos sencillos en los que con-
fuan el tiempo, el espacio y el movimiento. El chiapaneco
empuj un gran cubo de hielo por las calles del foreciente
Soho en Nueva York; camin con una pistola cargada que
acababa de comprar en la tienda de armas de un chino en
Bowery, cerca del New Museum, hasta ser detenido por un
agente de la polica. Al da siguiente rehizo la accin, con la
colaboracin del NYPD, para sealar las sutiles diferencias
entre las cosas y su representacin, justo como esas cartillas
para aprender a leer en las que sale un oso y abajo se dele-
trea O-S-O; viaj a un lejano pueblito en los Apeninos donde
contrat a una banda de msicos locales para que ensayaran
una pieza mientras un pequeo Fiat Topolino intentaba re-
montar una dura cuesta. Cuando los msicos se equivocaban
en la ejecucin de la meloda, el pequeo carro se apagaba, re-
trocediendo al punto de inicio una y otra vez.
Olmeco camin, dejando tras de s una lnea de pintura
en el asfalto de distintas calles del mundo en las que tenan lu-
gar luchas separatistas; dise pequeos carritos magnticos
que arrastraba por las calles de Tokyo, de Amsterdam o de
Bruselas, para que a ellos se adhirieran los residuos metlicos
:z
del capitalismo: tapitas de gaseosa y de cerveza, tachuelas y
tuercas sueltas; Olmeco record un viejo ritual de su pueblo
y se dedic en una y muchas ocasiones, a perseguir torna-
dos, como una profunda metfora del deseo humano fun-
damental de perseguir lo inalcanzable.
El xito de Olmeco fue algo que no caba no esperar.
Un da, el MoMA organiz una gran retrospectiva so-
bre Olmeco que ocup tambin el espacio de PS:. El pblico
enloqueci, la crtica habl, la revista Vogue rese el tra-
bajo de esta mente peligrosa e, incluso, una columnista
del Espectador viaj desde Bogot para visitar fascinada la
muestra y escribir un artculo en el que nos hablaba exta-
siada de este indgena que conquist al gran mundo blanco
del arte. En su texto, celebraba eufrica el hecho de el mu-
seo en el que tiene lugar la concurrida exposicin que he na-
rrado no es uno dedicado a los chistes de primera escena
segunda escena ttulo de la obra, sino el Museo de Arte
Moderno de Nueva York, un museo que fnalmente haba
dado el giro decolonial para hacerse, gracias a esta exhibi-
cin, transnacional y sensible a los problemas del resto del
mundo, presentando la dignifcacin de Olmeco, ese insig-
nifcante indgena zapatista que haba conquistado el cen-
tro del mundo, transformndose en el prometico portador
de un saber esttico y social que reposicionaba a Amrica
Latina, cerrando las heridas de sus venas, abiertas por el cu-
chillo de la explotacin primermundista.
:
A los lectores bogotanos de su resea les pareca extrao
que se comentara con tanta pasin un conjunto de obras
muy similar a otro presentado tres aos atrs en la Atenas
Suramericana, les pareca extrao haber visto esas obras an-
tes que el distinguido pblico de la Gran Manzana y les pare-
ca extrao que un texto tan apasionado no se hubiera escrito
sobre la expo que ya se haba visto aqu; pero bueno, es que
Bogot no es Nueva York, mariqui, y usted no estuvo all de
paseo para chicanear, tal cual me dijo uno de esos lectores.
:(
Tania Bruguera recibe una carta de invitacin a un en-
cuentro internacional de performance en Bogot. Se siente
tentada a realizar una accin en la cual estn juntos los ac-
tores del conficto colombiano y la sustancia que, ha visto
en CNN, lo impulsa. Se dice entonces que podra contratar
a guerrilleros, paramilitares y vctimas para que den un dis-
curso, que ella misma podra libretear, en una mesa frente a
un pblico que los escucha mientras huele coca. Sin embargo,
Tania se queda pensando, apenas un minuto, y se da cuenta
de que eso no tendra chiste, porque, habiendo entrado en
relacin con varios artistas colombianos y habiendo visto un
montn a Angela Patricia Janiot en CNN, cae en cuenta de
que eso es lo que ocurre todo el tiempo: que hay alguien que
le paga a un grupo de paramilitares, vctimas y guerrilleros
Utopa
:
para enunciar un discurso libreteado que distrae la atencin
del pblico y genera un halo de falsa moralidad que empuja
el consumo de coca. Tania se da cuenta de que en Colombia
las vctimas, los guerrilleros y los paramilitares producen dis-
cursos para mojar pantalla en televisin, mientras los colom-
bianos que no se sienten vctimas, guerrilleros ni paramilita-
res, cansados de tanto discurso manoseado, ven esa televisin
y huelen perico en las festas a las que los invitan.
Entonces se dice: coo, chico... lo que yo debera hacer
entonces es, ya que soy una artista poltica que busca gene-
rar un espacio de utopa que disloque las metanarrativas de
lo poltico (o bueno, quedemos en que dice apenas coo,
chico...), y procede a darle la vuelta a su accin.
Como le siguen interesando los mismos elementos, se
decide a conservarlos, pero cambiando la funcin de esos
actores, por no decir decorados, que constituyen su obra.
Entonces se va a Freud, compra media libra de perico, busca a
un paramilitar, a una vctima y a un guerrillero y lleva en una
maleta, digamos, cinco mil dlares. Dispone una mesa en un
recinto de la Universidad Nacional, invita a un montn de
personas, manda poner unas sillas para que estn cmodas,
pone al para, al guerrillero y a la vctima alrededor de la mesa
y les da, a cada uno, un tercio del perico que compr. Luego,
va sacando plata y les va pagando (a precios de Pars) las
lneas de coca que estas personas le van surtiendo y que ella
huele con voracidad.
:6
Tania Bruguera, una artista amante del riesgo y de la
auto exposicin cumple a cabalidad su tarea, oliendo pe-
rico frente al pblico hasta que se le acaba la plata o, me-
jor, hasta que muere, convulsionando de sobredosis ante un
grupo atnito y morboso de personas que acudieron a verla
performar. La vctima, el guerrillero y el paraco se reparten
la plata que queda en el maletn y guardan la coca que les
sobr. Salen tranquilamente de la Universidad, pensando
en que por fn el arte social les dio algo con qu poder hacer
un mercado y con qu montar una microempresa.
La ra z del conf l icto no radica en las posturas
ideolgicas de los actores, sino en el acceso que, como per-
sonas, estos tengan a unos medios que les garanticen su su-
pervivencia, es decir, a la plata que artistas e instituciones
derrochan en arte poltico.
La Cooperativa Multiactiva Tania Bruguera es una ini-
ciativa de emprendimiento colectivo formada por vctimas,
paramilitares y guerrilleros de base, quienes se han unido
para formar una microempresa de produccin, distribucin
y venta al menudeo de estupefacientes de alta calidad y pre-
cios democrticos, que busca garantizar el digno soste-
nimiento de sus miembros y la ruptura de las cadenas de
distribucin que hacen del comercio de las drogas un mer-
cado de capitales infados y, en consecuencia, productores
de violencia. La cooperativa propende por la creacin de
cadenas sociales que se distribuyen de manera equitativa
:;
las utilidades desprendidas de su negocio, reinvirtiendo los
excedentes en programas de desarrollo social y reeducacin
poltica de comunidades vulneradas por la inhumana
explotacin de la que han sido vctimas a manos de estamen-
tos diversos de poder.
Por la plata para mi mercado y el de los dems!
Presente, presente, presente!
:8
Un alto funcionario o funcionaria del rea cultural de
la ciudad guardaba con celo el presupuesto de su institucin
en una caja fuerte. Puede parecer extrao que esto sea as,
cuando se supone que las instituciones deben manejar sus pa-
gos, cuentas y dems menesteres monetarios a travs de ban-
cos. Sin embargo, el funcionario o funcionaria se senta ms
libre guardando la plata como su padre, un viejo caudillo
de la poltica nacional, le haba enseado desde la ms tierna
infancia: plata en mano, culo en tierra le haba dicho una
y otra vez. Y l o ella as lo haba puesto en prctica con muy
buenos resultados, hasta ese momento, al menos.
El asunto es que nuestro funcionario o funcionaria tuvo
un da una revelacin, justo como la que tuvieron uno de cada
Aguinaldo triste
:p
diez colombianos: voy a meter los seiscientos ochenta mi-
llones que quedan del presupuesto de mi feudo institucional
a DMG, as duplico o triplico la utilidad, y garantizo que mi
inmediata vejez sea digna. Incluso podra, con una parte de
las ganancias, hacer un nuevo busto conmemorativo de mi
padre para dejarlo aqu, a modo de donacin cuando llegue el
momento de mi retiro.
Su idea planteaba dificultades operativas que, sin em-
bargo, logr sortear con ingenio y con un gran corazn.
Dividi los so8oooo.ooo en paquetes de cincuenta millon-
citos y uno ltimo de treinta, y los reparti entre sus emplea-
dos ms allegados y sus familiares (que eventualmente eran
los mismos), dicindoles que la plata deba serle devuelta
cuando el milagro de la multiplicacin se hiciera realidad,
descontando, claro, un generoso aguinaldo por el favor con el
que todos saldran ganando.
Y as se hizo. Empleados y familiares acudieron juntos a
la larga fla que habra de hacer de sta una navidad tan prs-
pera como no se vea desde la aparicin de los amigos mgi-
cos durante los gobiernos de Lpez y de Turbay.
Pasaban los meses y el funcionario o funcionaria se fro-
taba las manos con la ilusin de un lucro que casi superaba al
que haba obtenido a lo largo de sus muchos aos de gestin
pblica.
Sin embargo, la mala suerte lleg, y el dinero confado a
David Murcia se perdi junto al de otros cuantos millones
:(o
de colombianos. Lo peor del caso es que, siendo un funcio-
nario o funcionaria tan prestante, no poda darse el lujo de
ir al Campn a entregar sus tarjetas prepago, ni de enviar a
sus empleados-familiares confando en la devolucin del di-
nero, pues, con seguridad, tal y como le haba advertido su
hermano, un prestante abogado de causas poco prestantes,
con las tarjetas devueltas al gobierno no regresara la platica
sino una serie de incmodas investigaciones que, Dios no lo
quisiera, slo pondran en riesgo su prxima jubilacin y qui-
zs, su libertad y el honor de su familia. Ante este revs slo
quedaba una opcin: fngir un robo, con el que se justifcara
la prdida del dinero de su institucin. A fn de cuentas, no
era la primera vez que all robaban, o que, al menos, daba la
impresin de que lo hacan.
Fue un aguinaldo triste para todos en aquella institucin
pblica, sus tutainas y antontirurirurirus sonaron ese ao
como el llanto desesperado de quien debe olvidar la posibi-
lidad de gloria y las vacaciones en Miami, guardando ese si-
lencio seco y carrasposo que se produce por comer tanto bu-
uelo sin masato para bajarlo.
:(:
Hizo desde los setenta una brillante carrera en el deslu-
cido campo del arte social. Sus obras siempre fueron vistas
como dardos en contra del establecimiento y por ello fue re-
conocido como uno de los grandes artistas del pas. Siempre
se le vio como un lcido marginal, ese que por su fama poda
darse el lujo de malvestir sin sentir vergenza. Cada novedad
en su coleccin de andrajos se traduca en mayor prestigio: el
costal al hombro, la viejsima botella plstica llena de un l-
quido turbio, el cuello desjetado de esas camisetas demasiado
grandes para su mermada anatoma.
Pero en las noches, A. soaba. Y sus sueos estaban lle-
nos de lujo. Mujeres semidesnudas bailaban a su alrededor.
A.
:(z
Su mente creaba atmsferas de sensualidad y peligro: carros
caros, pistolas, discotecas, lino y terciopelo. Coca y Dom
Perignon.
Un da, A. se hizo sacar los dientes. Y el pas entendi
su gesto como una renuncia, una ms entre las innumerables
crticas que el artista planteaba al mundo balad de las apa-
riencias. A. asinti cada vez que esto fue dicho por un noti-
ciero, un trabajador de la industria cultural o un estudiante
deslumbrado.
Sin embargo, cuando estaba a solas y en el silencio de su
casa, A. sacaba la cajita de terciopelo negro para, lentamente,
extasiarse en el brillo que emerga del interior al retirar la
tapa. Nada poda compararse al placer que senta al encajar
en sus encas desnudas esa dentadura de oro y diamantes que
le daba permiso y sin chistar, para ser, transitoriamente, el
mulo no de Hans Haacke sino de Snoop Dog.
Por eso slo el espejo le lleg a conocer una sonrisa que
no estuviera llena de amargura.
:(
Querida maestra:
Desde hace ya casi una dcada, cuando hablamos por pri-
mera y nica vez junto al cuerpo decapitado de Jos Ignacio
de Mrquez en el patio del Museo Nacional, lo recuerda?, s,
ese da en que usted sin mayores miramientos me llam per-
vertido, desde ese da, querida maestra, no he dejado de pen-
sar en usted. S que esto puede resultar extrao, y s que est
mal hablarle en estos trminos porque usted, antes que nada,
es una Institucin. Pero, maestra, en primera instancia usted
es una mujer, y no cualquiera. Su imagen no me abandona y
me consume en deseos.
No hay modo de que usted lo sepa, pero en la pared de mi
sala tengo la impresin nmero :: de su Tmulo, y al verlo,
Bets
:((
ms que pensar en el valor histrico, plstico o econmico de
la obra, aunque crame que lo he hecho, pienso en la pasin
contenida de su rostro al llamarme pervertido.
Maestra, no Adorada Betty. Quiero que sepas que no
puedo evitar masturbarme una y mil veces al pensar en nues-
tra conversacin de ese da, y en el hecho inequvoco de que
soy un pervertido. Pero lo soy por sus palabras, por tus pala-
bras, digo, pues ellas me han hecho consciente de esta pasin
embarazosa y malsana que me consume por dentro.
Betty, ignoras el mpetu con que acuden a m una y mu-
chas poluciones, que casi siempre terminan estrellndose con
el fro cristal que protege tu obra.
Creme que no es mi intencin ofenderte, y que a mi modo,
indigno y torpe, esta confesin constituye un homenaje.
Te escribo lleno de frustracin y deseo, sabiendo que es,
de entrada, muy poco probable (y es mejor que as sea), el que
te llegues a enterar de que esta carta existe y, con ella, mi pa-
sin sucia y desfasada.
Sigo llorando esas gotas espesas de admiracin y deseos de ti.
Tu silencioso admirador.

También podría gustarte