La Gesta Del Alto de Los Leones
La Gesta Del Alto de Los Leones
La Gesta Del Alto de Los Leones
TEMAS ESPAÑOLES
N. 9
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LA GESTA DEL ALTO DE LOS LEONES
a los que se les da trajes de soldado y pertrechos de guerra. Con grandes esfuerzos se logra
formar una columna motorizada, a la que se le señala la misión de salir al encuentro de las
fuerzas rojas que están dispuestas también a ocupar el Alto del León, como punto estratégico
para las comunicaciones entre el Norte y la capital española.
La columna vallisoletana estaba formada así:
Un batallón del regimiento de Infantería de San Quintín, organizado por tres compañías
de fusiles, una ametralladora y sección de Transmisiones, al mando del comandante don
Lázaro Gutiérrez.
Un escuadrón de Caballería del segundo de Lanceros de Farnesio, formado por dos
secciones de sables y una de armas automáticas a caballo, mandada por el capitán don
Francisco Perelétegui Gallego.
Un grupo del 14 regimiento Ligero, compuesto por las segunda y tercera baterías con
material y ganado, bajo el mando del comandante don Gabriel Moyano.
Fuerzas del 7.° Grupo Divisionario de Intendencia con sus elementos correspondientes.
Y tercer Grupo de la 1.° Comandancia de Sanidad con sus respectivos elementos. Una
estación de radio y dos ópticas. A última hora se presenta el capitán Artieda, que se incorpora
también a la columna.
Y, por último, la centuria constituída por noventa y cuatro falangistas, a cuyo mando iba el
jefe de milicias José Antonio Girón.
Como jefe de todas estas fuerzas, el coronel Serrador.
DESFILE AL AMANECER
Al asomar los primeros rayos de luz del día 20, entre músicas marciales y canciones
patrióticas, desfilan las fuerzas vallisoletanas en sesenta y cinco camiones, con
ametralladoras, caballos y dos baterías. El público despide con gran entusiasmo a los
patriotas. Y al amanecer, junto a los soldados, desfila la centuria de la Falange entonando
con fe el himno de las antiguas J. O. N. S. de Valladolid:
Amanece para mí
el día de gloria,
de justicia y paz,
bajo la bandera roja y negra,
iré a luchar y a vencer,
a morir sin llorar
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entusiasmo a la columna, entre ellos varios jovenzuelos, sin otra arma que la sangre joven
que en ellos salta de emoción.
Cuando ascienden hacia el puerto, se ve llegar un motorista de vigilancia-Panizo-, que
anuncia presuroso: "El Alto del León está ya ocupado por los rojos enviados de Madrid. Con
fuerte tiroteo me han obligado a retroceder." Serrador se siente contrariado por la noticia;
pero, más decidido que nunca, ordena: "¡Adelante con todos los camiones, muchachos, que
hay que tomar con rapidez el Alto! Hoy vamos a tener un día movido y emocionante"
SE INICIA EL FUEGO
Al eco de los primeros cañonazos de la artillería que dirige el comandante Moyano
comienza el avance de las tropas. Son tan certeros los disparos, que comienzan por
desconcertar a las tropas rojas de Ferrocarriles que hay en el Alto. Entre los milicianos que
habían llegado para reforzar las posiciones cunde el pánico. Les habían dicho en Madrid que
sólo encontrarían unos trescientos hombres, sin otro armamento que fusiles, y además
moralmente derrotados. Pero al oír los cañonazos creen que las fuerzas nacionales son
gigantescas.
-¡Tienen cañones, tienen cañones! -gritan asombrados- ¡Nos aplastarán!..
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Y la oficialidad del ejército de Madrid tiene que hacer grandes esfuerzos para evitar la
desbandada.
Siguen los cañonazos certeros de la artillería nacional.
El coronel Castillo reclama con urgencia a Madrid fuerzas para poder sostener la
posición. Le contestan que opongan resistencia hasta morir, y que con rapidez se le envían
cañones, tanques y aviación.
Castillo observa con sus gemelos desde la estatua del león para vislumbrar la llegada de
los aviones, dando ánimos a las milicias.
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UN CHARCO DE SANGRE
Sigue el ascenso al Guadarrama entre oleadas de fuego que abrasan los pinos y el olor a
pólvora que asfixia tanto como el sol de estas horas de la tarde. Ahora es un "rata" de la
aviación roja el que aparece, y dos "katiuskas" que le siguen después, llegados de Madrid
para salvar la posición del Guadarrama, mientras el Gobierno rojo envía más cantidad de
tanques, cañones y ametralladoras.
Una de las bombas lanzadas por un "katiuska" cae al lado de la casucha donde el coronel
Serrador tiene su Puesto de Mando. Varios soldados y guardias civiles que allí se
encontraban caen retorcidos en un charco de sangre, abrasados por la metralla. El
comandante Juan Martín Montalvo, jefe del Estado Mayor de la columna, es mortalmente
herido. Por todos pasa un momento de indecisión. ¿,Se podría resistir sin aviación y con tan
escaso número de armamento?
La aviación roja continúa sembrando la tragedia sobre el Guadarrama y sus alrededores.
La sangre generosa de los soldados nacionales riega el tomillo y la sanjuanera, los pinos y
los zarzales, tiñe de rojo los peñascos y colorea el agua de los arroyos. Pero había que morir
antes que doblegarse a las iniquidades del marxismo, y los que quedan en pie avanzan entre
charcos de sangre, para cumplir la orden terminante y necesaria de coronar el Alto de la
Sierra.
EL ASALTO FINAL
Decae la tarde. El sol va hundiéndose hacia el ocaso, notándose ya un aire suave y
confortable en las alturas. La columna del capitán Pardal se encuentra a medio kilómetro de
la meseta. Serrador va reforzando las columnas con los pocos elementos de que dispone. Y
envía el resto del escuadrón de Farnesio con los capitanes Perelétegui y Souto.
La columna de Guiloche, que tiene la compañía de Transmisiones, necesita refuerzos
urgentes. Serrador le envía a los guardias civiles de que dispone y con la orden terminante de
que avance por la carretera todo lo posible. Se procede con rapidez a cambiar de
emplazamiento los cañones del 7,5, la única fuerza efectiva que se tiene para distancia,
puesto que ni un avión hay a sus órdenes. En cambio, la aviación roja continúa martilleando a
los nacionales, causándoles numerosas víctimas que son retiradas a retaguardia. Van ya casi
tres horas de combate y los voluntarios bisoños se han convertido en poco tiempo en
verdaderos veteranos de la guerra. Hay tal decisión en ellos que nadie les podrá contener.
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Están dispuestos a morir matando y a seguir su avance pese a todos los obstáculos, mientras
puedan mover sus pies y manejar sus brazos.
Serrador da la orden terminante: "¡Arriba! ¡Al asalto! ¡A conquistar la gloria y la victoria!"
Y todos a una, sincronizando la obediencia, el entusiasmo, el patriotismo, las ganas de
pelea y las ansias de triunfo, se lanzan a coronar el Alto sin miedo a la muerte. Los
falangistas de la columna de Ortiz y Girón se baten con heroicidad en el lado derecho y
coronan la loma del Guadarrama. Al mismo tiempo, sobre el borde de los barrancos del lado
izquierdo, asoman las banderas y los fusiles de la columna Pardal, que cae sobre la cúspide.
Y, a la vez, la columna Guiloclie, anticipándose, como era su deseo, pone pie en la posición
disputada para comenzar el barrido del enemigo.
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desde el mismo monumento del león, Serrador redacta a lápiz el parte de guerra que entrega
al capitán de Artillería don Eloy de la Pisa, para que sea retransmitido por telégrafo desde
San Rafael, y que dice así
"En estos momentos, seis tarde, ha sido ocupado el Alto del León. ¡Viva España!" Al
mismo tiempo que se realiza una ligera fortificación, antes del anochecer se repasa la lista de
bajas en el combate. Como distinguidos en el parte de Serrador figuran:
Comandante de Estado Mayor, don Juan Martín Montalvo, muerto; comandante de
Artillería, Moyano, muerto; comandante de Estado Mayor, Maristany, herido. Comandantes:
de Infantería, González; de Ingenieros, Rubio. Capitanes: de Estado Mayor, Artiega; de
Infantería, Pardal; de
Ingenieros, Guiloche; de Artillería, Soler y García Garnges; de Caballería, Ortiz, y teniente
de Caballería, Marcos.
Se procedió con rapidez a recoger heridos y a efectuar en ellos las primeras curas.
NOCHE EN LA CUMBRE
Después del traslado de los heridos y de realizar la organización defensiva del Alto, se
iniciaba el descanso de las tropas en la histórica explanada. Pero, ¿quién duerme? El
cansancio no es suficiente para hacer entornar los ojos. Los picachos de la cumbre se
levantan entre las sombras como fantasmas, y nadie sabe si tras de ellos se oculta la traición.
Hay que vigilar mucho para evitar sorpresas. Cualquier contraataque imprevisto debía ser
rechazado con energía, y hay sitios en que a doscientos metros sólo se extiende la
oscuridad.
Serrador, desde el hotel en que se ha establecido con otros jefes, da las órdenes
oportunas para distribuir la vigilancia. Al lado derecho, entre los pinares, se extienden las
fuerzas de la compañía de San Quintín. En el centro se instala la artillería, cuyos cañones
enfocan hacia las avenidas del Guadarrama. Y el grupo de falangistas, con José Antonio
Girón, Francisco Sabugo y José Saiz de Miera, vigilan desde un alto de piedra en el lado
izquierdo del camino.
Como un resplandor rojizo, que no se sabe si es realidad o presagio, los soldados
parecen vislumbrar el reflejo de las luces de Madrid. Y mucho más cerca, allá en el fondo, en
Los Molinos, Villalba y otros trozos de las faldas de la Sierra, surgen de vez en cuando y
desaparecen focos deslumbradores, que van y vienen de un lado a otro. Son, sin duda, los
faros de coches que llegan de Madrid y retornan a la capital, en su constante ir y venir para
traer refuerzos con destino a la reconquista de la posición perdida.
Hay que estar vigilante y dispuesto a rechazar con decisión cualquier nuevo ataque.
En esta noche clara del 22 de julio la calma ha resurgido en el Alto del León. Hay una
cena fría para recuperar fuerzas, pero sin dejar el fusil de la mano. Se habla al oído, casi por
señas, porque a doce metros de distancia, en la oscuridad, puede haber enemigos
dispuestos a la sorpresa. No se puede fumar ni encender ninguna clase de fuego que pudiera
servir de orientación al adversario.
A los pies del monumento del león, el joven Pistolo, vendado uno de sus brazos, duerme
a pierna suelta. Sobre su frente rebota un chorro de luz plateada que la luna le envía en esta
noche de paz después de la victoria.
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El oficial duda unos momentos si será o no cierto lo que dicen. Y con rapidez piensa que,
si se trata de una traición y los camiones logran infiltrarse en el Alto, donde las fuerzas están
casi desfallecidas, dispuestas al sueño, las consecuencias podrían ser catastróficas. Y
manda disparar sin contemplación a los camiones para cortarles el paso. Se lanzan bombas
de mano, estalla el fuego de fusilería, disparan los cañones y la cumbre del Guadarrama
retumba de nuevo.
Los coches echan marcha atrás, con peligro de despeñarse en las pronunciadas curvas.
Uno de ellos vuelca sobre la cuneta. Los demás desaparecen. Se creyó que, en vez de
tropas de deserción, eran fuerzas dispuestas a la sorpresa por medio del engaño. A partir de
ese momento la tranquilidad fué absoluta en la cumbre, y hasta algunos soldados pudieron
entornar los ojos confiando en la vigilancia de otros compañeros.
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Los cañones nacionales instalados en el Alto del León inician el contraataque y destrozan
la columna roja que había iniciado su avance hacia el cerro. Comienza la desbandada de
nuevo de los milicianos y retroceden los guardias civiles, a los que Morales afea por su
conducta. Nuevos auxilios pedidos a Navacerrada sirven para que Morales inicie un nuevo
combate por el lado derecho, a fin de lograr que la presión del centro disminuya todo lo
posible. A mediodía envía fuerzas de Navacerrada hacia Villalba para que participen en las
tomas de San Rafael y el Alto del León. Y otras fuerzas son lanzadas en ataque envolvente
por Balsaín y La Granja.
Pero el coronel Serrador, a pesar cíe sus escasos efectivos, mantiene con firmeza las
posiciones, y hasta extiende a varias de sus fuerzas por pinares y lomas para enfrentarlas
con las avanzadillas rojas. Cerca de Tablada emplaza uno de los cañones segovianos del
7,5, y a cuyo mando se encuentra el teniente Gómez Gordo, que hace continuados disparos
hacia todas las direcciones. Después acompañan el fuego intenso las baterías del 10,5 de
Valladolid y otra del 13 Ligero, que se encuentra en la explanada del Alto para batir las
concentraciones enemigas y la llegada de carruajes con tropas. Por último, la compañía de
Ametralladoras de Plasencia prepara una de sus secciones para la defensa contra la
aviación. Un nuevo refuerzo se presenta a las tres de la tarde: la compañía de Transmisiones
del capitán Olivé, procedente de La Granja y Segovia.
La artillería nacional lanza su fuego mortífero sobre el pueblo de Guadarrama, cuyas
casas van quedando reducidas a escombros. El griterío de los milicianos, que antes era de
forzar a sus jefes a la conquista del León, es ahora la de disputarse los coches, con pistola en
mano, para huir hacia Madrid. La única forma que tiene el coronel Morales para cortar la
desbandada es atravesar en el camino un pesado camión, con el fin de que ningún coche
pueda retroceder, increpando a la vez a todos los que intentaban la huida.
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herido el teniente Gómez Gordo. Otras explosiones hieren a un sargento, un cabo y dos
artilleros.
Poco después de mediodía se hace un repuesto de municiones que lleva el teniente don
Angel López Escobar, acompañado de un brigada y diez artilleros. Al ver que está casi en
cuadro la sección de su cuerpo y que un cañón que queda útil no tiene dotación, en vez de
regresar al cuartel, como era su misión, decide quedarse allí con sus acompañantes, y
aquella tarde lanzan más de seiscientos disparos, a pesar del fuego continuo de las
ametralladoras y de la aviación enemiga.
El momento es muy crítico. Los esfuerzos no son suficientes para contener la avalancha
enemiga que de todas direcciones se va concentrando para la conquista de la explanada con
la ayuda eficaz de la aviación.
Durante el bombardeo hubo que sacar del Preventorio Antituberculoso a cientos de
niños.para ser trasladados en camiones a Segovia.
La lucha adquiere momentos de verdadera fiereza. La zona de Tablada se va llenando de
heridos en los dos bandos.
Parte de la columna roja se extiende hacia el lado izquierdo, amenazando cortar las
comunicaciones con San Rafael, lo que constituía un peligro gravísimo. Y, por si era poco,
Serrador recibe noticias de que otra fuerte columna marcha hacia Villacastín, atravesando las
sierras abulenses para envolver a los que se encuentran en el Alto del León y Navacerrada.
Hay un poco de desconcierto y mucha contrariedad. Uno de los que se encuentran junto al
coronel Serrador le hace observar si sería conveniente organizar un repliegue, esperando
que la contestación sería afirmativa, y le dice:
-¿Hacia dónde nos retiramos?
-¡Al cementerio !-contesta con coraje el coronel Serrador, dando a entender que allí no
cabe más que luchar y morir peleando.
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iniciaron avances sobre el ejército rojo hasta producir en éstos reacciones extraordinarias,
entre ellas la de la deserción. Un camión abarrotado de milicianos levantó bandera blanca y
se lanzó con rapidez hacia los nacionales. Iban en él un capitán, dos tenientes, catorce
soldados del Grupo auto-ametralladoras de Aranjuez, un soldado de Ferrocarriles y un
guardia civil, quienes se presentaron a Serrador y anunciaron que otros muchos elementos
de sus unidades estaban dispuestos a pasarse a las filas nacionales. Muchos de los que lo
intentaron cayeron sin poder realizar sus deseos. Las balas de los milicianos truncaron así las
vidas de los tenientes Gómez Calleja y Casademut. El teniente Alvarez Romero recibió otro
balazo al intentar también pasarse cerca de la Fuente de la Teja, llevándosele después los
milicianos a Madrid como detenido. Y al comandante Gil Tejerizo se lo llevaron a Cercedilla,
donde los milicianos le fusilaron sin interrogatorio alguno.
A las siete y media de la tarde de ese día, entre olor a pólvora y riego de sangre en la
montaña, resurge la esperanza de nuevo en las filas nacionales. La derrota del ejército rojo
se acentúa por instantes y la conquista del Alto del León se reafirma otra vez más para el
ejército de Serrador.
Las bajas de esta batalla han sido sesenta, y entre ellas figuran el teniente de Infantería
don Bernardo Pascual, -muerto. Y heridos el teniente coronel de Ingenieros don Anselmo
Arenas, los tenientes de Caballería don Lorenzo A. de Toledo y de Artillería don Eustaquio
Ayarra y don Bernardo Souto, más ocho suboficiales y cuarenta y seis soldados y falangistas.
Doce horas duró este gran combate, en el que resaltaron verdaderos gestos de
heroicidad. En la relación de distinguidos figuran el teniente coronel de Ingenieros don
Anselmo Arenas, herido; el capitán de Infantería don Ildefonso Ruiz Tapiador; los tenientes
de Infantería don Mariano Ordóñez y don Saturnino Ayuso; tenientes de Caballería don
Lorenzo A. de Toledo, herido, y don Mariano Merino; capitán de Artillería don Esteban Gracia,
y tenientes don Eustaquio Ayarra, herido; don Venancio Souto y don José Pastor de Riva.
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centro hasta escalar la cumbre. Pero para todo ello era necesario tropas de confianza, pues
de lo contrario se expondrían a un nuevo descalabro.
Benito Sánchez hace saber que las tropas que manda poseen un verdadero espíritu
republicano, y responde con su cabeza de que sabrán comportarse en la lucha.
Aprobado el plan militar, se busca al alcalde para que prepare un guía muy práctico que
ha de acompañar a las tropas durante la noche.
El alcalde de Guadarrama-Diosdado Martínez-tarda en encontrar un vecino que se decida
a realizar tal misión. Y también se retrasan los preparativos para municionarse
suficientemente y recibir la cena fría que alimente un poco a las tropas, cosas que disgustan
al coronel Morales, quien empieza a dudar de que pueda aprovecharse la obscuridad para
alcanzar la cumbre por sorpresa.
El capitán Benito Sánchez responde con orgullo al coronel diciéndole:
-Mis hombres han venido de Madrid para avanzar por encima de todo, y conquistarán el
Alto lo mismo de noche que de día. ¿No es verdad, soldados?-pregunta Benito Sánchez al
grupo de milicianos que se halla junto a la casa donde se habían reunido.
La contestación fué el consabido "U. H. P.", repetido varias veces como expresión de
total conformidad, y un "viva" a su bravo capitán.
Benito Sánchez vuelve orgulloso su rostro hacia el grupo de jefes reunidos y le dice a
Puig:
-Ya lo ve usted, mi teniente coronel. Estos hombres no retrocederán ante nada. En estos
momentos se presenta el alcalde de Guadarrama con un hombre que ha conseguido para
servir de guía en la marcha entre la oscuridad.
Al preguntarle Benito Sánchez si tendrán tiempo de llegar al Alto del León antes de que
amanezca, contesta:
-De los mozos depende. Si andan ligeros y no frenan
El capitán puso fin al diálogo con una arenga de espíritu guerrero, y con ello se inicia la
salida del pueblo.
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elevó a la Séptima División Militar diciendo "que se encontraron estos cadáveres junto a la
dotación de cartuchos disparada, lo que hace suponer que estos camaradas se hicieron
fuertes hasta morir". Pero el caso es que el sacrificio de estos muchachos fué completo en la
loma "del Copo", que se encuentra a la izquierda del Alto del León yendo de Madrid (derecha
en el sector de las tropas de Serrador).
La segunda loma que el guía de los milicianos había señalado estaba guarnecida por otro
grupo de Falange, compuesto de treinta voluntarios al mando de Luis González Vicent,
quienes, al oír los tiros en la loma vecina se lanzaron impetuosamente hacia ella para
reconquistarla, a la vez que daban aviso de lo ocurrido a los jefes de las columnas.
Y a la luz de los luceros se inició un fiero combate, con bombas de mano y lucha cuerpo
a cuerpo hasta reconquistar la loma perdida. En la lucha cayeron heridos de muerte el jefe de
centuria Clarencio Sanz y el de Falange Carlos Salamanca, pero se logró rechazar totalmente
al enemigo, el cual dejó abandonados muchos muertos y heridos y dos ametralladoras.
También se les hizo tres prisioneros.
Con los primeros rayos de luz del día 24, al amanecer, se inicia la piadosa tarea de
recoger los cuarenta cadáveres que se extendían sobre la tierra, casi en fila, en la loma
primera. Y en ese mismo momento comenzaban a retumbar los cañones por todos los
contornos y hacia todas direcciones, para rechazar al enemigo que intentaba la conquista del
Alto.
BATALLA AL AMANECER
Lo ocurrido en la loma "del Copo" sirvió para impedir que por sorpresa se realizara el
asalto total al Alto del León. La compañía de Transmisiones de Guiloche se apresuró a ir en
defensa de los grupos falangistas, quedando una de sus secciones, al mando del teniente
José Vegas Latapié, completamente cercada. La resistencia duró varias horas, aguantando el
fuego mortífero que sobre la sección lanzaban la infantería miliciana, la artillería roja y la
aviación llegada de Madrid, que desde muy de mañana bombardeaba las posiciones
nacionales. Los hombres del teniente Vegas Latapié fueron cayendo poco a poco, y llegó el
momento en que sólo se encontraba él con cinco soldados y una ametralladora. Al darse
cuenta de que era totalmente imposible continuar la resistencia, el teniente Vegas Latapié
ordenó la retirada de la ametralladora mientras él cubría el repliegue y caía mortalmente
herido en la refriega.
Las fuerzas de Puig y del capitán González Gil, al oír el tiroteo, iniciaron el ascenso
desde Tablada hacia el Alto del León. Y a la vez el capitán Grande, desde la Fuente de la
Teja, iniciaba el bombardeo artillero continuamente. La batalla se ha extendido hasta la
misma Granja, donde Morales intenta una nueva diversión, ya que aquel sector se ha
reforzado con la cuarta compañía de Madrid, mandada por el capitán Demetrio Fontán,
destacado izquierdista desde el primer momento, a las órdenes del Gobierno del Frente
Popular.
En las carreteras se notaba una gran afluencia de autobuses, camionetas y autos ligeros,
con refuerzos que llegaban de Madrid, así como varias camionetas con guardias de asalto y
ametralladoras. Los ataques rojos son continuados por todos los sectores, pero siempre
rechazados con energía. La aviación sigue arrojando bombas en sus desplazamientos por la
montaña, haciendo constantes retornos hacia las bases para abastecerse. Pero por primera
vez en el campo de batalla aparecen dos aviones nacionales, que, aunque de escasa
eficacia, sirven para elevar el espíritu de las tropas.
Llega, además, a la posición una pieza de artillería mandada por el teniente Juan Torres
Chacón, con un sargento y ocho artilleros, y después, ya al mediodía, sube al Alto la cuarta
batería del regimiento segoviano, mandada por el capitán don Gregorio Vázquez Goldara y
los tenientes Alfonso Martínez Aguilar, Javier Bustamante Espeleta y Mariano Mate Herrero,
a más de cuatro sargentos, ocho cabos y cuatro artilleros. Se consigue con ello abrir fuego
eficaz desde el mismo monumento del León, que es adonde llegan los refuerzos de Madrid.
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Onésimo Redondo habla por la Radio Vallisoletana, para inyectar de espíritu bélico y
patriótico a las masas. Y seguidamente sale en coche con dirección al Alto del León para
participar en la dura batalla que se estaba desarrollando. Le advierten del peligro que habría
de encontrar en la carretera por diversos pueblos cerca de la Sierra, donde hay guerrillas de
milicianos.
-¡No importa!--contesta decidido. Y sale para el frente, acompañándole su hermano
Andrés, sus amigos Jesús Salcedo y Eduardo Martín Alonso, éste como conductor del coche,
y el labriego del pueblo de Mojados Agustín Sastre, como escolta.
El automóvil pasa velozmente por pueblos y aldeas de la llanura -vallisoletana, sin que
Onésimo pronuncie palabra, él, que tan acostumbrado estaba a los discursos y a los diálogos
violentos. Su anhelo es llegar cuanto antes al Guadarrama para participar en la batalla
cruenta que en esos momentos se estaba desarrollando.
El coche de Onésimo y sus acompañantes pasa por Olmedo, cruza la tierra vallisoletana
para adentrarse en los pueblos abulenses, San Cristóbal de la Vega, Montebuena, Martín
Muñoz, Sanchidrián, a los que solamente dirige una mirada rápida, reafirmándose en su
opinión de que viven abandonados y por cuyo porvenir hablaba a los labriegos horas antes
en patriótica proclama.
Al llegar al pueblo de Labajos, perteneciente a la provincia de Segovia y en el límite con
la de Avila, un camión lleno de milicianos se interpone a su paso en la plaza Mayor. Todos los
ocupantes del camión llevan pañuelo rojinegro al cuello, y también en el baquet del coche
resalta un banderín con los mismos colores. Onésimo y sus compañeros de viaje sufren una
confusión y creen que se trata de falangistas, principalmente por ver un teniente del Ejército
junto a ellos. No se podría concebir que por allí hubiese ningún destacamento adversario,
puesto que
Serrador dominaba todo el Guadarrama y demás posiciones hacia Valladolid. Delante del
camión, dos milicianos, fusil en mano, ordenaron la parada para identificar a los viajeros. Las
prisas con que viajaban no les dió tiempo a recapacitar que el rojinegro que lucían en el
pañuelo y en el banderín era de forma diagonal, como lo usaba la F. A. l., y no de dos franjas
negras en los lados y rojo en el centro, en forma horizontal, como es el de la Falange.
El hermano de Onésimo fué el primero en echar pie a tierra y, dirigiéndose a los dos
centinelas, dijo:
-Camaradas, ¡Arriba España! Con nosotros viene el jefe de la Falange de Valladolid.
Llevamos mucha prisa para llegar a la Sierra.
En ese espacio de segundos la veintena de milicianos han saltado del camión, y el
teniente, pistola en mano, les dice: -¡Fuego con ellos! ¡Son fascistas!
Y, antes de que el conductor del coche de Onésimo lograra poner el automóvil en
marcha, una descarga cayó sobre ellos. Una de las balas hirió a Onésimo en una rodilla, en
el momento en que salía del vehículo para poner pie en el estribo. El jefe falangista cayó a
tierra herido, a la vez que otra nueva descarga segaba la vida en flor de esta gran figura
castellana. junto a Onésimo cayó también el labriego que llevaba de escolta, Agustín Sastre.
Los otros tres acompañantes, el hermano de Onésimo y sus amigos Salcedo y Calero,
lograron desasirse de los guerrilleros de la F. A. l., desapareciendo a campo traviesa y
aprovechando los momentos de confusión que los disparos habían creado.
Los milicianos pensaron después que si este alto jefe, a quien confundieron con un
comandante del Ejército, había llegado hasta allí, es porque otras fuerzas del Ejército
estarían cerca. Y decidieron abandonar con rapidez la localidad. Habían llegado allí como
parte de una columna del teniente coronel julio Mangada, que por la mañana había
conquistado Villacastín, centro importante de comunicaciones para Serrador. El Gobierno de
la República, ante la imposibilidad de la conquista del Alto del León, había ordenado a
Mangada que, con cuatro mil hombres seleccionados en los centros revolucionarios, y con
material abundante y modernísimo, atacara flanqueando la cadena de montañas al norte de
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El Escorial para caer en la retaguardia, llegar hasta las capitales de Avila y Segovia y
envolver así totalmente al ejército de Serrador.
En la batalla de aquella tarde desarrollada en el Alto del León no pudo estar Onésimo,
porque su cuerpo, acribillado a balazos, era trasladado en esos momentos, silenciosamente,
a Valladolid. Pero en los luceros había montado guardia uno más de la Falange, dando
fortaleza con su luz a los camaradas que se reafirmaban en la cumbre de la montaña.
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En vista de la grave situación del Guadarrama, el general Mola dispone, desde el Norte,
el envío de fuerzas de requetés, voluntarios de Navarra principalmente, y también un general
para que dirija las tropas. El día 26 se presenta en el Alto del León, con tan importante
misión, el general Ponte. En esos momentos las fuerzas falangistas contienen briosamente a
los carros de combate que tratan de llegar a la cumbre en una oleada de fuego,
envolviéndoles a la vez sus flancos. Llega providencial mente entonces el segundo batallón
del regimiento de la Victoria, al mando del comandante don Juan Toribio de Dios, procedente
de Salamanca, y entran rápidamente en fuego para relevar a la compañía de San Quintín, al
lado izquierdo de la loma. Los soldados recién llegados sirven para reforzar la posición, que
se encuentra en verdadero peligro. En la lucha muere atravesado por las balas el
comandante don Juan Toribio de Dios. Le sustituye en el mando el comandante don Víctor
Asensi, que lanza sus tropas por tres veces consecutivas contra el enemigo.
La situación es verdaderamente grave para los nacionales. Serrador, con el teniente
coronel Zabaleta y el capitán Artieda, tienen que hacerse cargo personalmente de dos
ametralladoras abandonadas por soldados heridos. Y de esta forma siguen funcionando.
El capitán Artieda tiene que lanzarse después al asalto, con dieciocho hombres, para
hacer retroceder a las avanzadillas rojas, y allí muere gloriosamente.
La artillería enemiga y la aviación funcionan intensamente en esta batalla, la más
duradera hasta entonces, puesto que se inició a la salida del sol y continuó hasta finalizar la
tarde.
Un proyectil de artillería enemiga cayó cerca de donde se encontraba Serrador, con su
jefe de Estado Mayor, el coronel Zabaleta, y el capitán Perelétegui. Los tres ruedan
violentamente barridos por la metralla. Serrador es recogido, apreciándole fuerte conmoción,
agravado por una dolencia crónica del corazón. Zabaleta, herido leve, y Perelétegui, herido
grave. Aunque Serrador se niega a ser retirado, el general Ponte logra convencerle de que lo
haga. La batalla se alarga, se hace interminable.
Llega la noche, y las fuerzas de Puig, atrincheradas en Tablada, logran avanzar (lacia el
Alto del León y llegan, entre las sombras, casi hasta el sitio donde está emplazada la
artillería.
Entre los dos bandos se entabla una lucha a muerte. Se disparan fusiles, bombas de
mano y hasta pistolas, porque hay momentos en que ya se lucha cuerpo a cuerpo y se lanzan
las bombas tan cerca que al explotar resultan heridos o mueren los mismos que las arrojan.
El humo, las detonaciones, la sangre y el fuego forman ¡in verdadero infierno en la cumbre
del Guadarrama. Mueren en la lucha el ayudante del general Ponte, capitán de Infantería
Manuel Manso de Zúñiza; el ayudante de Serrador, capitán de Caballería Federico García
Ganges; el capitán Enrique Soler, el teniente Alfonso Martínez Aguilar y gran número de
soldados. El mismo general Ponte resultó también herido, aunque leve, y sigue al frente de
las tropas, ya que Serrador hubo de ser retirado a San Rafael, bastante enfermo.
Se piden con urgencia refuerzos a Segovia y otras plazas donde se disponga de tropas.
Los artilleros de Segovia son los primeros en llegar para reforzar la posición del Alto del León,
que se encuentra en peligro de caer en manos del enemigo. Pero a fuerza de heroísmo, y
antes de que lleguen estos refuerzos, los soldados nacionales logran rechazar
definitivamente al ejército rojo en, una durísima batalla que ha durado, justas, quince horas.
En el parte de guerra figuran doscientas quince bajas, entre ellas un comandante, cinco
capitanes, once oficiales, once suboficiales, un cadete y ciento cincuenta y seis clases y
soldados.
En el parte de distinguidos se señalan el teniente coronel de Artillería don Manuel
Zabaleta, comandante don Juan Toribio de Dios, muerto; comandante de Infantería Víctor
Asensi; capitanes: Manuel Manso de Zúñiza, muerto; Castor Manzanera, José Barros y José
García Tejera, heridos; César Pardal; tenientes de Infantería: Antonio Bermejo, Ricardo
Moñita y Luis Montero Sierra, heridos; alférez José Sánchez, herido; cadetes: Francisco
Garzón y Jaime Lluch, este último herido.
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los rasguños de las zarzas, cuando no por el corte de alguna bayoneta o el roce de la
metralla. Hay charcos de sangre que riegan el espliego oloroso, como contraste del olor a
pólvora que domina el ambiente.
Las posiciones rojas han sido tomadas y renace de nuevo la calma. Al anochecer, en el
recuento de fuerzas se nota la falta de muchos camaradas de la Falange y de los requetés.
Se busca con emoción a los heridos y se recoge a los muertos. junto a un chaparro, en las
avanzadas rojas, se halla el héroe pamplonica. En una mano porta un fusil y en otra lleva una
envoltura toda ensangrentada. Le ayudan a subir a la explanada del cerro. Cojea y a la vez
sangra por un costado, pero sonríe gozoso por haber conseguido algo que grandemente
anhelaba. Cuando llega al .alto, responde a las preguntas que los camaradas le hacen:
-No, nada. Es que he dado un tropezón. Me lancé sobre el miliciano con tanta violencia,
que yo mismo me clavé la bayoneta de su fusil en una pierna y cojeo un poco. Pero aquí
tenéis su arma y su "mono", como os lo había prometido. Ya no os molestará más desde su
encrucijada
Y, dicho esto, el muchacho se desplomó a tierra para entornar sus ojos sin hacer
desaparecer de sus labios la sonrisa.
Además de la herida de bayoneta en una pierna, una bala le había atravesado el costado
izquierdo y la herida era mortal.
¡Pero con cuánta sencillez, conformidad y satisfacción entornó el pamplonica sus ojos en
el comienzo de la noche estrellada!
El día 29 nuevas masas de requetés suben animosos hasta el cerro. Sus boinas rojas
reflejan con el sol y animan mucho a los héroes del Alto. Las fuerzas ya son más
considerables. Hay ya tres compañías de fusiles de los requetés de Navarra y Rioja, que
forman el "Tercio de Requetés de Abárzuza", y todos poseen un gran espíritu combativo.
Los días 30 y 31 de julio y 1.° de agosto continúan los intentos de coronar el Alto por las
tropas rojas con toda clase de elementos mecanizados. Pero este último día y el primero de
agosto las fuerzas de Serrador se lanzan briosamente sobre el adversario, no sólo para
mantener sus posiciones con firmeza, sino para lanzar al enemigo a otras más lejanas,
causando a las fuerzas de Riquelme un verdadero desastre.
La medalla militar es otorgada al "Tercio de Requetés de Abárzuza". lo mismo que a la
bandera Girón de la Falange vallisoletana y a las demás secciones que forman las fuerzas
militares del Guadarrama. Se premiaba con ello la heroicidad desplegada y mantenida día
tras día, ante los continuados ataques del ejército rojo.
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El momento fué de verdadera emoción. Pero también velaba por allí la Providencia, y dos
capitanes, con lágrimas en los ojos, pidieron a Mangada que diera a todos la oportunidad de
demostrar que no eran cobardes ni traidores. El jefe rojo resolvió perdonarlos enviándoles a
la primera línea de fuego, llevando tras ellos amenazadoras ametralladoras dispuestas a
realizar la misión de castigo si no cumplían la palabra que acababan de dar.
Y en un nuevo intento de ataque unos murieron de frente, al intentar avanzar, y otros de
espalda, al retroceder. Pero lo curioso del caso es que el que hubo de retroceder de verdad
fué el propio Mangada, al ver avanzar con rapidez a los nacionales desde todos los frentes de
la Sierra, hasta El Escorial. Con ello se inicia un descalabro total del ejército rojo, y se lleva a
efecto la huída del Gobierno de Madrid por el único sitio que tenía de salida: la carretera de
Valencia.
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INDICE
Orden de ocupar el Alto del León...................................................................................... 1
Desfile al amanecer........................................................................................................... 2
Por el camino del Duero .................................................................................................... 2
Los rojos se anticipan a ocupar el Alto del León ............................................................... 3
Contacto de las otras columnas nacionales ...................................................................... 3
Las columnas nacionales se disputan el honor de ir en cabeza ....................................... 3
La cumbre del Guadarrama............................................................................................... 4
Distribución de las fuerzas nacionales .............................................................................. 4
Se inicia el fuego ............................................................................................................... 4
Avanzan las columnas nacionales .................................................................................... 5
Con una rosa en los labios ................................................................................................ 5
Un charco de sangre ......................................................................................................... 6
Bajo un sol de fuego.......................................................................................................... 6
El asalto final ..................................................................................................................... 6
Ocupación del Alto del León.............................................................................................. 7
"iA Madrid!; la Madrid!", gritan los nacionales ................................................................... 7
Noche en la cumbre .......................................................................................................... 8
“¡Alto, alto!” ........................................................................................................................ 8
Los milicianos rojos asesinan a su coronel ....................................................................... 9
Se prepara la reconquista del Alto del León...................................................................... 9
Nuevos refuerzos rojos.................................................................................................... 10
Momentos críticos para los nacionales ........................................................................... 10
Llegan dos nuevas centurias........................................................................................... 11
Otra gran batalla.............................................................................................................. 11
La conquista del Guadarrama preocupa al Gobierno de Madrid..................................... 12
A la luz de los luceros...................................................................................................... 13
Batalla al amanecer......................................................................................................... 14
Proclama de Onésimo Redondo a los pueblos de Castilla y León.................................. 15
El general Riquelme, jefe del ejército rojo en la Sierra.................................................... 17
Llega el general Ponle..................................................................................................... 17
Los requetés al habla ...................................................................................................... 19
El ejército marxista, desmoronado .................................................................................. 20
Guardia permanente en la Sierra .................................................................................... 21
El "Alto de los Leones" .................................................................................................... 22
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Fotos La_gesta_del_alto_de_los_leones