Esta obra fue estrenada en el Teatro Mara Guerrero, de Madrid, la noche del 11 de enero de 1957.
La accin de la obra, salvo el prlogo, transcurre en Welskoye, imaginaria ciudad de un pas imaginario. El prlogo en el camarn de un teatro en una pequea ciudad provinciana de ese mismo pas.
Los trminos derecha e izquierda van referidos al espectador y no al actor.
Prlogo
La escena representa el camarn de un primer actor en un teatro de una pequea ciudad. Como en todos los camarines del mundo, en este hay una mesa con un enorme espejo rodeado de luces en el que se ven, alterando la curvatura del marco, fotografas dedicadas de diversas personas y otras del ocupante del camarn en alguna de sus caracterizaciones preferidas. Sobre la mesa, los tiles del actor en todas las latitudes, lpices, polveras, frascos de colonia, tubos de pintura... La mesa est situada en el centro mismo del escenario. A derecha e izquierda hay un pequeo divn y un par de sillas. Una percha con ropa de calle se ve al fondo. Cerca de ella, un rstico y grueso bastn de madera, sin cayado, como los que usan algunos caminantes. En la lateral izquierda hay una puerta que se supone da al pasillo. En la derecha, otra que comunica con un pequeo cuarto de aseo.
Al levantarse el teln, la escena est vaca. Pocos segundos despus, alguien llama con los nudillos a la puerta de la izquierda.
UNA VOZ.- (Por la lateral izquierda.) Nicolai... (Nadie le responde.) Nicolai Nordson...! NICOLAI.- (La voz, desde el otro lado de la escena.) Quin es? UNA VOZ.- Soy Damin. Ya veo que no ha puesto ensayo, jefe. NICOLAI.- No, ensayaremos el viernes. UNA VOZ.- Muy bien, como guste. Usted manda. Buenas noches, jefe. NICOLAI.- Buenas noches. (NICOLAI asoma ahora por la puerta de la derecha. Es un hombre corpulento que an no cumpli los cuarenta aos. Va vestido como un mendigo, como uno de esos caminantes que nunca se sabe adnde van ni de dnde vienen, ni cul es su misin en la vida y que se encuentran, de pronto, en los ms inesperados parajes. Tiene el pelo hirsuto, unos bigotes espesos y una barba con unos apliques blancos que aumentan su edad. Sale terminando de secarse las manos en una toalla que deja, despus, sobre la consola, y empieza a quitarse los apliques de la barba. Cuando ha terminado de hacerlo, se peina, abre la caja que hay sobre la mesa y saca de ella unas cuartillas y una estilogrfica. Coge un peridico, lo dobla y apoya en l las cuartillas. Gira, entonces, para quedar de perfil con relacin al pblico y empieza a escribir con lentitud, muy espaciadamente, detenindose a cada lnea, buscando su inspiracin mientras la punta del lpiz se le enreda entre las labios y la barba. Bebe, de vez en cuando, una taza de caf. Unos golpes en la puerta de la izquierda le interrumpen.) Quin es? VOZ DE MUJER.- Soy Ariadna. NICOLAI.- Qu quieres, Ariadna? VOZ DE MUJER.- Maana, podra venir un poco ms tarde? Llega mi hermano y quisiera esperarle. NICOLAI.- Todo sea por tu hermano. Es realmente tu hermano, Ariadna? VOZ DE MUJER.- Pues claro que s, jefe. Ya no estoy para otra clase de viajeros. NICOLAI.- Conforme: ven ms tarde. VOZ DE MUJER.- Muchas gracias, jefe. NICOLAI.- De nada, Ariadna. VOZ DE MUJER.- Hoy aplaudieron ms que nunca su muerte, se fij? NICOLAI.- Bah... VOZ DE MUJER.- Cont las glorias. Seis veces levantaron el teln. NICOLAI.- Exageras para halagarme. Fueron solo cuatro. VOZ DE MUJER.- Yo cont seis. NICOLAI.- Agradezco tu error. Buenas noches. VOZ DE MUJER.- Buenas noches, jefe.
(NICOLAI sigue su tarea. A los pocos segundos, DAVID entra por la izquierda. Tiene aproximadamente la edad de NICOLAI, al que se dirige siempre con gran deferencia y afecto.)
NICOLAI.- Qu hay, David? DAVID.- Nada. El tipo desapareci como por encanto. NICOLAI.- (Sin darle importancia a la noticia.) Bueno, David, es igual. DAVID.- Estaba en la tercera fila, en el seis. Debi de escaparse... NICOLAI.- Escaparse... Pobre hombre... DAVID.- Bueno, irse, es lo mismo. Y luego, yo, que me distraje unos segundos... El caso es que cuando llegu a la calle, como si se lo hubiese tragado la tierra. NICOLAI.- Las cosas del teatro se han puesto de tal forma que ya se hace sospechoso aquel que ve por tres veces la misma comedia. Asombra tanto, que el representante del primer actor se sita a la salida para vigilarle y saber quin es y con qu intenciones reincide. No, David, no, no me importa nada que le hayas perdido la pista. Ser un aficionado, sencillamente, de los que an quedan, y no un agente secreto, de los que, por otra parte, nada tengo que temer ni he temido en mi vida. DAVID.- En fin, me he quedado sin saberlo. NICOLAI.- Maana repetimos Das amargos. Bscale en la sala. Si ha visto la obra tres veces, nada se opone a que la vea cuatro. DAVID.- Pues claro que lo buscar... NICOLAI.- Y si le encuentras, a la salida, te acercas a l, le metes el puo a la altura de los ojos y le preguntas: Por qu demonios viene usted a ver trabajar a Nicolai Nordson? DAVID.- No lo tome a broma. Yo soy receloso, s, no lo niego, pero lo prefiero a ser confiado. NICOLAI.- Bien. Y ahora, djame unos minutos. Tengo que escribir unas cartas. DAVID.- No quisiera molestarle, pero nos ofrecen una actuacin de diez das en un teatrillo de Kursch. Qu contesto? NICOLAI.- Qu ms da? Segn ests de vena. DAVID.- No, no, a m me da lo mismo. Es usted quien decide y no yo. NICOLAI.- Ser nuestro destino ese andar rodando de una aldea a otra, lejos siempre de los grandes teatros? DAVID.- Claro que no, jefe. Pero de este calvario es difcil librarse, salvo que la suerte le ayude a uno. NICOLAI.- Te dir una cosa: estoy harto de ver en los escenarios de Mitelburg y ocupando los primeros puestos, a muchos que valen menos que yo. Me ciega la pasin, tal vez el orgullo? No lo creo. T viste hacer este mimo papel de Das amargos a Teodoro Dimin, en el Teatro Municipal. Estaba de verdad, mejor que yo? Respndeme, David, sin mentirme, con la mano en el corazn. DAVID.- La respuesta se la da el pblico. Cont las glorias de hoy, al final del tercer acto? Siete, una tras otra, sin que un solo espectador se moviera de su asiento. No, jefe; esta es una de sus grandes creaciones y hoy, o maana, o pasado, tngalo por seguro, se la aplaudirn en Mitelburg. Pero mientras nos llega la hora de actuar en la capital, qu hacemos? Aceptamos? NICOLAI.- (Se encoge de hombros.) Por qu no? DAVID.- Telegrafiar entonces. Quiere que intente mejorar las condiciones? NICOLAI.- Precaucin! Pudiera suceder que dieras al traste con el negocio. El nombre de Nicolai Nordson an dice muy poco en los carteles. DAVID.- Ya dir.
(Llaman con los nudillos a la puerta.)
Ariadna otra vez, jefe. VOZ DE MUJER.- Se me olvid advertirle que hay alguien esperndole.
(DAVID hace mutis rpidamente.)
NICOLAI.- Quin es? VOZ DE MUJER.- No lo s. NICOLAI.- Dnde est? VOZ DE MUJER.- En la salita de la entrada. NICOLAI.- Gracias, Ariadna. Ya va David a ver lo que quiere. VOZ DE MUJER.- Buenas noches, jefe. NICOLAI.- Buenas noches.
(Unos segundos de pausa. Entra de nuevo DAVID. Con cierta zozobra.)
DAVID.- Es l. NICOLAI.- Aj. Perfectamente. Y qu desea? DAVID.- Hablarle. NICOLAI.- Entre unos y otros haris que me quede sin escribir mis cartas. Dile que pase. DAVID.- Djeme que me quede a la entrevista. NICOLAI.- Y para qu? DAVID.- No vivimos en una poca normal. Quin sabe si no ha sido denunciado por alguien. NICOLAI.- No creo que corra ningn peligro ni mi vida... ni mi libertad. DAVID.- Djeme, por lo menos, que ronde el cuarto. NICOLAI.- Ah, eso es otra cosa... Rndalo, rndalo, mi fiel David.
(DAVID hace mutis de nuevo. NICOLAI recoge sus papeles, ordena un poco la consola, retira la toalla y la guarda en la habitacin de la derecha. Tras una espera prudencial, DAVID entra precediendo al COMISARIO. El COMISARIO es un hombre autoritario y fro. No viste uniforme. Lleva media bota y una zamarra echada al desgaire sobre los hombros.)
DAVID.- Le estaba esperando y deseaba hablarle. NICOLAI.- Muy bien. COMISARIO.- Es verdad, deseo hablarle, pero a solas. NICOLAI.- Retrate, David, si no te importa. DAVID.- No, no... (Hace mutis un poco a regaadientes.)
(El COMISARIO mira ahora a NICOLAI con una actitud inquisitiva, analtica, un poco impertinente.)
COMISARIO.- Sus admiradores, an no le dejaron cambiarse de ropa? NICOLAI.- Mis admiradores...? COMISARIO.- S. Ocho veces han levantado el teln en la funcin de hoy. Y con justicia... (En un tono de leve recitado.) La vida es una antorcha que quema la mano del que la lleva. Ven, muerte.... (Se detiene, olvidado de la continuacin.) NICOLAI.- (Le ayuda.) Ven, muerte, apaga en m la lumbre que devora mis huesos y en la que mi corazn arde como un leo de sangre. Ven muerte, y abrgame para siempre en tu sombra tnica.... COMISARIO.- Soy un viejo aficionado al teatro. Colecciono muertes, Nicolai Nordson. Pocas he visto tan veraces y tan impresionantes como la suya. NICOLAI.- Bah...!, sirve de poco morir por los pueblos. Solo aprovecha la muerte en los escenarios de Mitelburg. COMISARIO.- Colecciono borracheras, igualmente. Desde que tena quince aos he visto innumerables borrachos sobre las tablas, tantos, casi, como en la vida real. Su borrachera del segundo acto es un prodigio de sobriedad y de observacin. NICOLAI.- Ojal sea as... COMISARIO.- Por ltimo, colecciono tambin transiciones. De la risa al llanto y del llanto a la risa. La de usted en la escena con Xenia es un acierto. Por todo ello, le felicito. NICOLAI.- Se lo agradezco mucho. COMISARIO.- Pero, claro est, yo no me he venido a interrumpir su descanso slo para eso. No, no... Primeramente me presentar. Me llamo Carol Spazkil, y vengo a ofrecerle un papel.
(NICOLAI acusa con un leve gesto de cortesa la presentacin de su interlocutor.)
NICOLAI.- Ah! Es usted agente, director de escena...? O es usted autor y pretende estrenar y busca alguien que...? COMISARIO.- (Sale al paso de su irona.) Ese tipo debe de darse con mucha frecuencia... no es as? NICOLAI.- (Un poco desconcertado.) S, con bastante frecuencia. COMISARIO.- No es ese mi caso, amigo mo. Primero: el papel del que le hablo, no est escrito. NICOLAI.- Cmo? COMISARIO.- No. Es un papel que, en cierto modo, ha de improvisar usted a medida que lo represente. NICOLAI.- Ah! COMISARIO.- La obra, tampoco est escrita. NICOLAI.- (Coge la taza de caf que estaba tomando, y la estrella colricamente contra el suelo.) Se burla usted? Le advierto que no suele salir barato a quien lo intenta. COMISARIO.- (Impvido.) No, nada ms lejos de mis propsitos. Le hablo completamente en serio. Y se equivoca al suponer que me burlo, solo porque, a primera vista, no me entiende. No, no... Los papeles que usted ha hecho hasta hoy han sido as, como usted dice, papeles de una comedia escrita ya. Este sera el papel de una comedia que se ira haciendo a medida que usted la representaba. Usted tendra que ajustarse a unas lneas generales y, sobre ellas, segn las situaciones, improvisar. Los cmicos italianos del Renacimiento, si no me equivoco, trabajaban as. NICOLAI.- Mire usted: el oficio de actor ha cambiado mucho desde entonces. Yo hablo, pero no por m mismo, sino sobre el texto que otros escriben. Pienso que su proposicin es un poco extraa y que seguramente no vale la pena de que gaste su tiempo en explicrmela. COMISARIO.- Djeme invertirlo como me apetezca, Nordson, y perdneme si me tomo una parte del suyo. Es con buen fin... Para todo actor suele ser un sueo dorado un teatro en la capital: Mitelburg atrae mucho, no es as? NICOLAI.- S, as es. COMISARIO.- Pues bien: una vez cumplida su misin, usted podra tener un teatro en Mitelburg. NICOLAI.- Spase de una vez cul es esa misin. COMISARIO.- Me he permitido suponer que gustosamente colaborara usted en una tarea que interesa... al Estado. NICOLAI.- Al Estado? COMISARIO.- Completar mi presentacin. Soy Comisario del Gabinete de Propaganda. NICOLAI.- Aj. Bueno. De qu se trata? COMISARIO.- Usted fue educado religiosamente? NICOLAI.- No. COMISARIO.- Usted es creyente? NICOLAI.- No. COMISARIO.- Voy a explicarle algunas cosas. El 9 de junio se cumplirn los cincuenta aos de nuestra revolucin. De 1906 a hoy, cuntas cosas han pasado, cuntas crisis y alternativas ha sufrido el rgimen! Se imagina usted? Pero ha habido algo que apenas si vari desde entonces. La religin fue un enemigo del Estado en 1906 y sigue sindolo en 1956. Para combatirla hemos hecho uso de todos los medios a nuestro alcance. Destruimos las iglesias y sus imgenes, perseguimos los sacerdotes, sacamos de la Historia Sagrada y de los Evangelios divertidos cuentos de humor y nos remos de las Vrgenes y de los santos como podamos haberlo hecho de los dolos de los salvajes. Las grandes crisis interiores, las guerras, nos obligaron a cierta flexibilidad, a ciertos cambios de rumbo -haba que unir y no que dividir- pero no a ninguna rectificacin esencial. Como resultado de aquella poltica consecuente, hoy son muchos los que suponen que puede encararse el porvenir con cierta euforia. Ayer, en el Gabinete de Propaganda, alguien grit Eureka. Segn l, este pas nuestro estaba ya prcticamente descristianizado. NICOLAI.- Y eso es as...? COMISARIO.- Algunas voces discreparon, aun lamentndolo mucho, de ese Eureka triunfal. Y entre ellas, la ma. NICOLAI.- Ah! COMISARIO.- Yo sostuve la tesis de que, en efecto, se haba dado un paso de gigante en la labor emprendida, pero que era pronto an para cantar victoria. A m mismo me preguntaba si la idea religiosa sigue teniendo en el alma popular las mismas posibilidades de germinacin, el mismo poder de encantamiento que tuvo hace siglos o si, por fortuna, se ha hecho ya refractaria a sus pueriles seducciones y se re de las creencias de nuestros abuelos. Me lo pregunt a m mismo... y se lo pregunt a ellos. NICOLAI.- Qu contestaron? COMISARIO.- Me hicieron ver unas estadsticas un poco convencionales. (Nosotros amamos mucho las estadsticas...). Creyentes en 1906, en 1926, en 1956... No, no. Pero la discusin no iba por esos cauces. Yo s que el nmero de creyentes es pequeo -les dije-, pero eso no demuestra que el morbo religioso se haya rado del alma del pueblo. Si a nuestros campesinos, si a nuestros obreros les encarsemos de pronto con algo desusado, que les sorprendiese, que no se explicasen al principio, que les suscitase la idea de un Dios posible, fuese cual fuese su nombre, cmo reaccionaran?. NICOLAI.- Entiendo poco de lo que me dice, Comisario. COMISARIO.- Por ejemplo, si un da apareciesen dibujadas en el aire las viejas palabras de los libros sagrados. Mane, Tecel, Fares -el primer anuncio luminoso de la historia- qu interpretacin daran a ese extrao hecho? Qu buscaran detrs de sus destellos? La cmara cinematogrfica -interpretacin racionalista- o la mano de Dios -interpretacin sobrenatural? NICOLAI.- Ya... COMISARIO.- Si un hombre que se llamase a s mismo enviado de Dios, que se presentase como un profeta, se lanzase a predicar tres o cuatro ideas elementales, qu sucedera? Le tomaran por loco? Se mofaran de l o le seguiran? NICOLAI.- Y no hay perturbados de esos por los caminos? COMISARIO.- Quizs se encuentren, pero es que este no sera un perturbado. Este sabra bien su papel. Y a tal punto que, si fuese preciso, hara milagros. NICOLAI.- Milagros? COMISARIO.- Claro que s, amigo mo. Falsos milagros, naturalmente. O es que cree usted que para la tcnica moderna es difcil convertir el agua en vino o andar sobre las aguas del Tiberiades? NICOLAI.- Ya... COMISARIO.- Entonces, yo, pronunci un nombre: Welskoye. NICOLAI.- Qu quiere, decir? COMISARIO.- Welskoye se llama una ciudad situada a muchos cientos de kilmetros de aqu, que seguramente habr odo nombrar alguna vez. NICOLAI.- S... COMISARIO.- Esas rectificaciones de que le hablaba, no la afectaron. Esterilizada como un tubo de ensayo, Welskoye ha sido mantenida aparte, especialmente de toda contaminacin religiosa. Pensando en Welskoye, suger una experiencia. NICOLAI.- Cul? COMISARIO.- En lo nico que creo de verdad es en el hombre. El hombre y la palabra viva. Ms revoluciones desata un discurso de una hora que un tratado de quinientas pginas, y, al fin y al cabo, las obras completas de los grandes revolucionarios de la historia, desde Jesucristo a Lenin, ocupan poco espacio. Mejor que a la seduccin de la propaganda escrita, habra que someter a Welskoye a otra clase de seducciones ms directas para saber a qu atenerse. NICOLAI.- A qu seducciones se refiere usted? COMISARIO.- Habra que permitir a alguien con autoridad, con elocuencia, que predicase de nuevo por sus calles y plazas, en nombre de Dios. Y ver entonces lo que suceda: si le tiraban piedras, o flores, o si se encogan de hombros a su paso. NICOLAI.- Ya... COMISARIO.- Iba yo pensando quin podra ser la persona a la que confiar una tarea tan delicada como esa, cuando se me ocurri ver Das amargos. Y entonces, sbitamente, apenas usted apareci en las tablas... comprende usted? NICOLAI.- S... COMISARIO.- Dgame, pues, Nicolai Nordson, le interesara ser el enviado de Dios? Querra hacer el papel de profeta? NICOLAI.- Yo? COMISARIO.- Ah, estara estupendo, cramelo. Tiene la actitud, el gesto, la voz... La misma ropa que lleva le servira... NICOLAI.- La misma ropa? COMISARIO.- S, claro, por qu no? NICOLAI.- No s... Se me ocurre que un profeta... hoy... COMISARIO.- No junte usted esas dos palabras que casan con mucha dificultad. Hoy los profetas no existen. Por tanto, quin sabe cmo deben vestir? Preferible es seguir la frmula clsica. Por otra parte, un profeta es algo tan definido como pueda serlo un eucaliptus, un dragn, un guila, y los siglos resbalan sobre sus vestiduras. NICOLAI.- Y no sera preferible... no s... servirse de otras menos estrepitosas que las que llevo encima? COMISARIO.- Calle, calle. El misterio y la sorpresa son dos buenos modistos. As, tal como est, lleva ya ganadas algunas bazas. Con su bculo, con su morral al hombro, (Lo seala, est en un rincn de la escena.) con sus barbas... porque son suyas, no? NICOLAI.- S... Me las dej para hacer Das amargos. Solo los apliques blancos son artificiales. COMISARIO.- No es maravilloso? Si se me permite usar una palabra vedada, no es Providencial? Barbas naturales, Nicolai Nordson. Las barbas, exigidas a todo predicador religioso desde que el mundo es mundo. (Se re.) Ah, Nicolai, como anillo al dedo vendra para mi experiencia...! NICOLAI.- Su experiencia? COMISARIO.- S, porque todo quedara reducido a eso, a una experiencia simplemente, practicada en un pueblo lejano y, al fin de la cual, los miembros del Gabinete de Propaganda tendran unos cuantos hechos vivos de los que deducir sabias conclusiones y sobre las que tomar acuerdos muy sabrosos. NICOLAI.- Y si triunfase? COMISARIO.- Decir a sus seguidores: el tal Profeta era un farsante, sus sermones, discos preparados; sus penitencias, mentiras... No anulara su siembra, no impedira, para siempre otras nuevas? NICOLAI.- S... claro. COMISARIO.- Estoy en condiciones de ofrecer a quien colabore conmigo cuanto me pida. Dinero, naturalmente... Porque hacer de profeta cuesta dinero, ya lo s... Y despus, al final de todo, la posibilidad de que una noche, las luces de un teatro de Mitelburg iluminen en la fachada el nombre de Nicolai Nordson. Qu? Le interesa la proposicin? NICOLAI.- Y por qu han pensado en m, y no en otros actores de los subvencionados, de los oficiales? COMISARIO.- La respuesta es, quizs, un poco deprimente, pero voy a drsela. Porque esos actores son conocidos y usted no. Sus retratos los publican los peridicos, y sus rostros los ha difundido el cine. El suyo, no. Ah, nada de complejos de inferioridad! Dentro de poco, el suyo ser tan conocido como el que ms lo sea. Y de plataforma de lanzamiento le servir, justamente, este papel que vengo a encargarle: el papel de profeta. Del Profeta Nicolai. Le gusta el nombre? NICOLAI.- Bien. Cundo hay que empezar? COMISARIO.- Cuando quiera. Dentro de unas semanas... Ahora llega el buen tiempo. Profeta de verano, mejor que de invierno, qu? De acuerdo? NICOLAI.- De acuerdo. COMISARIO.- Naturalmente, cuanto hemos hablado, queda entre nosotros. NICOLAI.- S, claro... Pero yo necesito dar una explicacin a los compaeros, indemnizarles... COMISARIO.- (Se echa mano a la cartera. Saca de ella un fajo de billetes. Los deja sobre la mesa.) Suficiente? NICOLAI.- (Un poco asombrado.) Oh! S, s... COMISARIO.- Dir que va a ser contratado para tomar parte en una pelcula y que debe empezar... dentro de una semana. Yo me encargar de que la Prensa publique la noticia. NICOLAI.- Falsa noticia... COMISARIO.- Pues a pesar de eso.
(Transicin.)
NICOLAI.- Un momento, Comisario. Mi representante, que es una especie de hermano mo, que lleva a mi lado muchos aos, perro fiel siempre, no puede venir conmigo? Entrara en el juego con facilidad. Y ese juego no podemos hacerlo solos usted y yo... COMISARIO.- Es a usted a quien necesito y a quien contrato. Nadie ms ha de participar en nuestro secreto. NICOLAI.- Sea. COMISARIO.- As, pues, el lunes prximo... Le parece bien? Saldremos para Welskoye. NICOLAI.- Perfecto. COMISARIO.- Ve usted como fue un error que no terminase de tomar pacficamente su taza de caf? NICOLAI.- Hablaba con tanta vaguedad que tard en entenderle. COMISARIO.- Una vez aclarado todo, amigos, Nordson? NICOLAI.- Amigos, Comisario. COMISARIO.- (Va a hacer mutis, pero se detiene.) Ah, perdone... Le dije a usted que colecciono muertes... teatrales, naturalmente, no soy nada sanguinario... Ese estertor con el que usted agoniza en Das amargos y del que se le escapan esas ltimas palabras: Ven, muerte, y abrgame para siempre en tu sombra tnica.... Cmo puede fingirlo, cmo lo hace en realidad? NICOLAI.- Asista a la representacin de maana. Se lo dedicar. COMISARIO.- (Algo embarazado.) Disclpeme si mi curiosidad le ha parecido un poco impertinente. Crguelo en la cuenta de mi aficin. NICOLAI.- Es que as, en fro... sin estar frente al pblico... no sera capaz de... COMISARIO.- Lo comprendo, lo comprendo. Buenas noches. (Mutis por la izquierda.) NICOLAI.- (En un grito tremendo.) Ayyyy...! (Se desploma en el suelo.)
(El COMISARIO entra de nuevo, sobresaltado.)
COMISARIO.- Qu le pasa a usted? Se ha puesto enfermo? NICOLAI.- (Remeda su muerte en Das amargos.) Ven muerte, y abrgame para siempre en tu sombra tnica... COMISARIO.- (Cuando ya NICOLAI ha expirado. Casi sin modular las palabras.) Maravilloso, maravilloso... DAVID.- (Entra precipitadamente.) Qu le sucede, Nicolai? Se encuentra mal?
(NICOLAI se sienta en el suelo y rompe a rer, al principio poco a poco para acabar hacindolo a grandes carcajadas, en las que el COMISARIO le secunda, rayanas al histerismo. DAVID, como es lgico, no entiende nada.)
COMISARIO.- (Sin dejar de rerse.) Maravilloso, Nicolai Nordson, maravilloso...! Muchas gracias por todo... y buenas noches. (Y hace mutis, rindose todava.) NICOLAI.- (Desde el suelo. Sin intentar siquiera levantarse.) Buenas noches, amigo, buenas noches.
(DAVID le mira estupefacto y cae el...)
TELN
Parte I
Cuadro I
Al levantarse el teln, se ven unas cortinas de gasa gris, practicables en el centro por todo decorado. El COMISARIO se abre paso entre ellas y mira lentamente y en silencio la escena vaca, a derecha e izquierda. Entonces habla con NICOLAI, disimuladamente, como si no quisiera ser odo. NICOLAI no se deja ver an. Las cortinas producirn el efecto simulado de una puerta cualquiera.
COMISARIO.- Esta es la cantina. Hay unos tipos comiendo y bebiendo, y otros jugando. NICOLAI.- Qu le parece, Comisario? COMISARIO.- Hbleles. Recuerda bien lo que tiene que decir? NICOLAI.- Oh, s, no se preocupe de eso! COMISARIO.- Buena suerte, Nicolai.
(El COMISARIO avanza en escena. Se pasea por ella de un lado a otro y va a situarse en el extremo derecha. NICOLAI entra resueltamente, avanza unos pasos y simula hablar a los clientes de la cantina. El COMISARIO dirase que estudia las reacciones que, en aquel fantasmal auditorio, producen las palabras de NICOLAI. El mismo juego se repetir en seguida.)
NICOLAI.- Hermanos: que Dios bendiga vuestros alimentos y los haga eficaces para la salud de vuestros cuerpos. Porque hay un Dios al que ninguno de nosotros es ajeno y ante el que un da u otros tendremos que responder de nuestros actos. Pero eso no debe abrumarnos, sino llenarnos de alegra, porque demuestra que, cuando la vida fsica acaba, hay otra en la que nuestro espritu se prolonga y contina para siempre. Yo os invito a que meditis sobre estas verdades tan sencillas, hermanos, y a que ajustis a ellas vuestra conducta. Si as lo hacis, seris dichosos, aqu, mientras vivis, y al otro lado de la vida cuando esta acabe. La paz, hermanos mos, la paz.
(Y seguido pocos segundos ms tarde por el COMISARIO, hace mutis por el medio de las cortinas. La luz viene a buscarle inmediatamente, en el extremo izquierda del escenario.)
NICOLAI.- Qu gente es esa, Comisario? COMISARIO.- Esperan, creo yo, que empiece el cine. S, no oye el timbre? Hay un cine ah enfrente. NICOLAI.- Voy a hablarles, Comisario. COMISARIO.- Considero que este es un momento sumamente propicio. Todos tienen el nimo preparado para presenciar un espectculo que hable a su imaginacin. Usted es un espectculo tambin. Por su aspecto, por sus barbas. Hbleles, s, le harn caso. Las luces del cine no se han encendido todava. Lo nico imprescindible es que usted termine antes de que se enciendan. La imagen, ya lo sabe usted, es la gran enemiga de la palabra. Si no acabase a tiempo quedara sin auditorio, Nicolai... Y eso no debe pasarle nunca a un actor como usted. Adelante, amigo mo.
(Se sita en el centro del escenario, de cara al pblico. NICOLAI habla desde la lateral izquierda.)
NICOLAI.- Hermanos: os traigo una buena nueva, Dios existe. Esta verdad sencilla, ha sido olvidada por las promociones a las que pertenecemos. Era, sin embargo, una verdad en la que creyeron nuestros padres y nuestros abuelos. Y no de las que destine el tiempo, sino al contrario, de las que se afirman con su transcurso. Cultivad en vosotros mismos la idea de Dios. Llevadla a vuestros estudios, a vuestros juegos, a la vida cotidiana. Dios no es un dolo, cuyo culto se extingue. Dios es un ser bueno y poderoso, al que debemos rendirle pleitesa. Y la manera de demostrrsela, sabis cul es? Servir a nuestros semejantes, odiar el odio, nicamente, y no otra cosa. Y limpiar nuestra conducta de vicios y pasiones para cuando nos llegue la hora de comparecer ante l. Si as lo hacis, vuestro espritu se llenar de alegra y al otro lado de la muerte, hallar su recompensa definitiva. La paz, hermanos mos, la paz.
(Mutis por el lateral de su entrada, seguido del COMISARIO. La luz va a buscarlo ahora al extremo derecho del escenario.)
COMISARIO.- Oh, yo no hablara aqu! NICOLAI.- Y por qu no? COMISARIO.- Fjese qu guirigay. No vale la pena de que malgaste sus fuerzas. NICOLAI.- No importa. COMISARIO.- El que se alimenta puede quedarse un momento con el bocado en el aire, para ver lo que dicen, aun es posible que el que se divierte suspenda un segundo su diversin, pero los que compran y los que venden esos son completamente ajenos a todo lo que no sea su negocio, y ni le mirarn siquiera. NICOLAI.- Quin lo sabe? COMISARIO.- Haga la prueba, si le apetece.
(El COMISARIO se sita otra vez en el centro de la escena, cara a los espectadores. NICOLAI habla desde la lateral derecha. Ahora con un poco ms de fuerza que antes.)
NICOLAI.- Hermanos en Dios! La codicia oxida el alma. Ningn sentimiento existe en la vida que ms la entristezca y amargue. Sed generosos, no solo de vuestro dinero, sino de vuestras palabras y de vuestros sentimientos, y veris cmo el espritu se eleva sobre las miserias de cada da y os hace superarlas. El ms pobre, es el ms rico y el ms rico, es el ms pobre, el ms atado. Yo vengo a predicaros en nombre de Dios el desprendimiento de los bienes terrenos y la noble ambicin de los del espritu, porque solo a travs de ellos veris a Dios en toda su grandeza. Dios existe, aunque se haya intentado suprimirle y a l vamos irremisiblemente. Que cuando lleguemos a su encuentro, lo hagamos libres de deseos mezquinos. Atended mis palabras: no las desoigis. Y la paz, hermanos, la paz.
(Vuelve a hacerse el oscuro y en seguida la luz. La luz ilumina la figura de los dos agentes pasendose en direcciones opuestas en el segundo trmino del escenario. Visten un uniforme convencional y llevan una pistola al cinto. Entre los dos, aparece por el foro NICOLAI.)
AGENTE 1..- Es usted el que se hace llamar el Profeta Nicolai? NICOLAI.- S, yo soy el Profeta Nicolai. AGENTE 1..- Queda detenido. NICOLAI.- Por qu? AGENTE 1..- No tengo por qu darle explicaciones. Ya se las darn donde corresponda. NICOLAI.- Quin ha ordenado que se me detenga? AGENTE 1..- Qu le importa? Ya lo sabr en su momento. Y ahora, basta de conversacin. NICOLAI.- Est bien. Les obedezco.
OSCURO
Cuadro II
Al hacerse la luz nos encontramos en las ruinas del Monasterio de Welskoye. El Monasterio de Welskoye ardi en los ltimos aos del siglo pasado -un sacrlego incendio- pero la hiedra, misericordiosamente, borr las seales de las llamas. Quedaron algunos muros en pie y muchas piedras informes, algunas de las cuales podrn ser utilizadas por los actores para sentarse o apoyarse. Estamos en lo que, un lejano da fue claustro, un claustro con influencias bizantinas en cuyo centro crecieron con frondosidad algunas plantas silvestres. A la luz de la luna ese claustro debe brillar misteriosamente. La luz del sol, que al comenzar el cuadro lo baa por entero, subraya su noble y melanclica belleza.
Al levantarse el teln est en primer trmino, MATEO. BRBARA aparecer en seguida. Visten los dos -son marido y mujer- pobremente, pero con cierto decoro.
MATEO.- (A su mujer.) Ven, Brbara. BRBARA.- (Por la izquierda.) Aqu es, no? MATEO.- Supongo que s. Este es, por lo menos, el claustro del monasterio. Y aqu nos dijeron que viva el Profeta. BRBARA.- Me cuesta trabajo creerlo. Al aire libre? Como un animal del bosque? MATEO.- No, mujer... Detrs de esas piedras, (Se refiere al foro.) hay dos o tres celdas que an se tienen de pie. En ellas debe de estar. (Mira en torno suyo.) Qu pena da esto!... Lo que es el fuego. BRBARA.- Y la mala intencin, Mateo. MATEO.- Y el tiempo... Mira que Welskoye est cerca... Pues yo, la verdad, no haba subido nunca hasta aqu. (Transicin.) Y Aglaia? BRBARA.- Atrs viene, la pobre... MATEO.- (La llama por la izquierda.) Aglaia...! BRBARA.- Djala, se ha sentado, para tomar fuerzas, en la plazoleta de la entrada... MATEO.- Bueno, y qu hago?... Ahora que lo tengo al alcance de la mano, no me atrevo, Brbara. BRBARA.- No seas tan tmido... Ya que nos hemos resuelto a buscarle, seramos bobos si nos volviramos a Welskoye sin haberle hablado. MATEO.- Hazlo t. A m me da reparo. BRBARA.- Por qu? Si es la bondad misma! Hblale... No perdamos la ocasin, no sea que... MATEO.- Qu? BRBARA.- Que le metan en la crcel otra vez. MATEO.- T crees? BRBARA.- Qu razn hubo para que lo metiesen la primera? Pues igual podran encerrarlo de nuevo. O desterrarle, que sera peor... o pegarle cuatro tiros. MATEO.- Calla, mujer! Me decido? BRBARA.- Piensa en nuestra hijita y te sentirs con fuerzas. MATEO.- S, pobre Aglaia... Todo sea por ella.
(Se acerca al foro. En ese mismo momento, DAVID llega por el extremo izquierdo. MATEO se queda en suspenso, acobardado, sin saber si decidirse o desistir de su intento. DAVID mira en derredor suyo.)
BRBARA.- Busca a alguien, seor? DAVID.- S. MATEO.- Tal vez al Profeta? DAVID.- S. Justo. MATEO.- Tambin lo buscamos nosotros, seor. DAVID.- Me han dicho que dara con l en estas ruinas. MATEO.- S, aqu est. Detrs de esos muros debe de vivir... Pero no nos atrevemos a llamarle. DAVID.- Qu quieren de l? MATEO.- Hablarle. Esta es Brbara, mi mujer. Yo soy Mateo. Vivimos en Welskoye. Tenemos una hija que se llama Aglaia y... BRBARA.- Voy a decirle que venga. DAVID.- Para qu? No lo hagan. No podrn verle. MATEO.- Por qu? DAVID.- Porque... el Profeta... (No encuentra una explicacin razonable para justificar su negativa.) BRBARA.- Usted estaba con l cuando le metieron en la crcel? DAVID.- No, entonces no... Cmo fue? BRBARA.- Unos de la Polica, cuando iba a hablar a unos trabajadores, lo cogieron. DAVID.- Y qu hizo l? BRBARA.- Nada... Qu poda hacer? DAVID.- Y ha estado preso mucho tiempo? MATEO.- Cuatro semanas, seor. Hace solo quince das que lo soltaron. DAVID.- Y una vez ya en la calle, qu ha hecho? MATEO.- Igual que antes. Hablar, hablar. Es maravilloso... BRBARA.- Puesto que usted le conoce, segn parece, por qu no nos ayuda a que le veamos? DAVID.- No, djenle ahora. Tengo algo urgente que decirle. BRBARA.- Sera cosa de poco. MATEO.- No insistas, Brbara. (A DAVID, a la espera de su comprensin.) Las mujeres son tercas, sabe usted?
(Por la izquierda, en segunda trmino, aparece el VIEJO. Dirase que lo es, en efecto, por antonomasia. Se apoya en un bastn. Se sienta sobre una piedra.)
BRBARA.- igame: y si volvisemos maana? DAVID.- Ah... bien, s. Vuelvan maana. BRBARA.- Ya lo oyes, Mateo. Maana, dice... Se imagina que a m me importa volver otra vez o diez o cien? Qu va! Solamente, si insistamos, era por nuestra hija. DAVID.- Qu le pasa a su hija? BRBARA.- (Mientras hace mutis, seguida de MATEO, por la izquierda.) Que est enferma, seor, que est enferma...
(DAVID ve ahora al VIEJO y se dirige a l.)
DAVID.- Qu desea, buen hombre? VIEJO.- Nada. Hace muchos aos que no deseo nada. DAVID.- A quin espera? VIEJO.- A nadie. Hace muchos aos que no espero a nadie. DAVID.- Puede marcharse, entonces, y seguir su camino. VIEJO.- Estas piedras son de todos. Nadie puede impedirme que descanse aqu. DAVID.- Eran de todos. Ya no. Hay quien vive en ellas. VIEJO.- Ya s quin es: el Profeta Nicolai. DAVID.- S, eso mismo. VIEJO.- Quiero hablarle. DAVID.- Mrchese. No lo conseguir. VIEJO.- Y por qu no? DAVID.- Vuelva despus. Yo le ayudar entonces a que le vea. VIEJO.- No me engaa? DAVID.- No le engao. VIEJO.- Si es as... DAVID.- Vyase, buen hombre, vyase. Ya hablar a Nicolai... al Profeta Nicolai.
(El VIEJO se ha dejado persuadir y no sin cierta desconfianza, hace mutis por la izquierda. Por la derecha, un coro juvenil canta con aire burlesco.)
UNA SOLA VOZ.- El Profeta Nicolai, es un profeta sin par. Sabe hablarnos, convencernos, conmovernos y ayunar.
TODOS.- Conmovernos y ayunar.
UNA SOLA VOZ.- Gracias a que Dios le escucha, nada nos podr ocurrir. Ya nos ha quitado el miedo, de enfermar o de morir.
TODOS.- De enfermar o de morir.
(Una gran carcajada corea el verso final. El coro se disuelve en un rumor de risas y conversaciones. DAVID avanza un instante como si fuese a salir a su encuentro. En este mismo momento, NICOLAI sale por el foro. Va caracterizado como en el cuadro anterior.)
NICOLAI.- (Asombrado.) David! DAVID.- Nicolai Nordson... NICOLAI.- Por qu has venido? DAVID.- Tuve miedo de usted. Desde que o al Comisario la noche en que vino a verle, qued intranquilo. Despus, su falta de noticias, me alarm. Me senta casi rico, Nicolai, y como en vacaciones. Y decid llegar a Welskoye. Y aqu me tiene. NICOLAI.- David, mi fiel David... Cmo has podido dar conmigo? DAVID.- Le extraa? Lo difcil es, si quiere, dar con Welskoye. Ya en Welskoye, el resto es ms fcil. Dgame, es cierto lo que he odo? Ha estado en la crcel? NICOLAI.- S. DAVID.- Y por qu? NICOLAI.- Lo ignoro. DAVID.- Nadie le explic el motivo, ni le tom declaracin, ni le acus de nada? NICOLAI.- Nadie. DAVID.- Y el Comisario, le abandon a su suerte? NICOLAI.- Nada s de l. DAVID.- Desde cundo? NICOLAI.- Desde los primeros das, no he vuelto a verle. DAVID.- Nicolai, yo he venido solamente para una cosa, para que se marche de Welskoye. Vuelva a ser el actor Nicolai Nordson. Deje de ser para siempre el Profeta Nicolai. NICOLAI.- No. Nunca viv un personaje como este, con tanta entrega, con tanta pasin, tan sin descanso. DAVID.- Es posible. NICOLAI.- Si fusemos artistas de verdad, ese sera nuestro sueo. Lo cierto es que no lo somos. Soamos con la hora de quitarnos los afeites, las pelucas, con recobrar nuestra voz natural; debera ser al contrario. DAVID.- Jefe, eso es imposible. La vida es una cosa, la escena es otra. NICOLAI.- Pero cuando se nos presenta, como a m ahora, la posibilidad casi mgica de vivir las dos simultneamente, hay que aprovecharla. Una ocasin as no vuelve nunca. DAVID.- Nicolai... NICOLAI.- Este es mi gran momento, creme. Despus de buscar tanto tiempo, en los manuscritos de los aprendices, en las obras de los consagrados, el personaje que me gustara encarnar, he venido a descubrir este que represento. Y te aseguro que no hay quien haya escrito nunca otro que le iguale. DAVID.- Pero, Nicolai... NICOLAI.- Hay que tener el valor de ser sinceros. Lo que de verdad amamos los actores es el aria coreada, y aun mejor, el monlogo. Hablar, imprecar, sollozar... y que los dems callen y nos escuchen: qu delicia!... Ser el Profeta Nicolai es eso, David. Entro, de pronto, en los lugares ms inesperados. La gente me mira con asombro. Estn jugando, trabajando o tomando el sol del verano. Y hablo yo: yo soy el protagonista absoluto, me entiendes? Y los dems son comparsas. DAVID.- No desdee a los comparsas, jefe. Tambin ellos tienen su parte en esta historia. En todo caso, ese papel que tanto le enamora, a m me gusta menos. NICOLAI.- Por qu? DAVID.- No veo claramente adnde nos lleva, ni lo que puede traer consigo. La crcel, jefe... Pero, se da cuenta de lo que significa el que haya estado en la crcel? No comprende que puede repetirse, que si nadie le defendi la primera vez, tampoco le defendern la segunda? Admito que sea maravilloso vivir la vida del Profeta Nicolai; pero, qu otros personajes de los que ha interpretado como actor le han costado tan caro? NICOLAI.- Me hablas de la crcel... Y la verdad es que la olvid por completo. Me parece como si viviera una convalecencia en la que se hubiese esfumado el recuerdo de la enfermedad. Por otra parte, algn da sabrs que yo debo a la crcel muchas cosas. DAVID.- No s si un teatro en Mitelburg vale la pena de pasar por ella. NICOLAI.- Un teatro en Mitelburg? DAVID.- Vuelva a su punto de partida, rena de nuevo sus actores. Estn deseando trabajar a su lado. Le repito, tengo miedo... Me parece que estamos provocando fuerzas desconocidas, y no s cmo saldremos de todo esto. NICOLAI.- No te preocupes. DAVID.- Usted se ha movido siempre entre sus compaeros de profesin, entre los crticos que le estimaban o le menospreciaban, entre el pblico que le aplauda o le volva la espalda; pero cada cosa, las favorables y las desfavorables, tenan su nombre y su medida. Y ahora no... Yo no s en qu puede parar esta aventura. NICOLAI.- Claro que las cosas son muy distintas... Y cmo no han de serlo? Al fin y al cabo, cuando yo representaba Das amargos o El Rey Lear, o Juan Gabriel Borkman, no haca ms que dar forma fsica a unos seres que vivan tres horas en un escenario, simplemente, y lo que hago ahora es meterme dentro del alma de los espectadores y plantearles problemas, preguntas graves, remover sus conciencias... y eso es distinto. DAVID.- Y no es lo nuestro. NICOLAI.- Es mucho mejor. Empiezo a creer que en la vida vale ms hablar con las palabras torpes y primerizas de un jefecillo de pueblo, sobre un tema cualquiera de poltica rural, que sobre el amor y la muerte, con palabras prestadas, aunque sean de Shakespeare. DAVID.- Pero esa es su profesin, y para lo que sirve... Y no puede cambiarla. NICOLAI.- Ese es tu error, David. Pienso que es eso, justamente, lo que estoy haciendo: cambiar una por otra. Y se me ocurre que estoy entrando en una fase tal, que ya no s qu parte de mi piel es la piel del actor y qu parte es de verdad la piel del profeta. DAVID.- A algn actor le ha hecho enloquecer su personaje, y yo no quiero que sea esa su suerte. NICOLAI.- Enloquecerme... Ah, eso no, naturalmente!... Pero transfigurarme, por qu no he de transfigurarme?
(Se queda abstrado mirando al espacio. A sus espaldas, ha entrado el COMISARIO, que lo contempla en silencio. Es DAVID quien advierte su presencia.)
DAVID.- (Con gran extraeza. Apenas sin vocalizar.) El Comisario... COMISARIO.- Nicolai Nordson, buenos das. NICOLAI.- Buenos das, Comisario. COMISARIO.- (A DAVID.) Yo le he visto antes... no s bien dnde... Ah, s!, en su camarn. Le mandaron llamar? DAVID.- No, vine yo, espontneamente, Comisario. Mi nombre es David Chernay. COMISARIO.- (A NICOLAI.) Recuerdo que me hizo un gran elogio de su fidelidad. Ahora comprendo bien con qu justicia. Encantado de conocerle. Y cmo van las cosas, Nicolai? Es usted rencoroso? NICOLAI.- Por qu me lo pregunta? COMISARIO.- (En tono amistoso y de sinceridad.) Le debo una explicacin, amigo mo. Y quiero drsela sin reservas. Si pens alguna vez, cuando estaba en la crcel, que yo era el culpable de su detencin, acert usted. DAVID.- Fue usted, en efecto? COMISARIO.- Clmese, David... No sea que lo tome ms a pecho que el propio Nicolai. Fui yo, s. De sobra s que la crcel es mala cosa para todo el mundo, pero peor que para nadie, para el actor. El actor necesita vivir siempre en olor de multitud. Dialogar es su oficio y el pblico una parte esencial de su profesin. Arrebatarle de su medio y encerrarle en una celda es algo contra natura. Cuando orden que le detuvieran, yo s que haca un flaco servicio a Nicolai Nordson, pero que en cambio abra un porvenir ilimitado al Profeta Nicolai. NICOLAI.- Cmo es eso?
(El PROFETA se ha medio sentado en cualquiera de las piedras del claustro.)
COMISARIO.- En un primer momento cre que iba usted a fracasar. No quise llegar a esa conclusin sin agotar antes mis exploraciones. Y le mand detener para proyectar la atencin de Welskoye sobre usted. Cuando se le puso en libertad todo haba cambiado, no es cierto? Hubo quien huy, temeroso, pero su presencia no cay para nadie en el vaco. El Profeta Nicolai qued convertido en un personaje. Antes, dicho sea de paso, haba sido denunciado como agitador. DAVID.- Como agitador? COMISARIO.- S, y no sin motivo. Es natural suponer, por instinto, que un profeta va en contra del Estado. Los profetas anuncian el porvenir. El Estado dice siempre que es excelente. Los profetas suelen discrepar y eso es molesto para el Estado. Un mes de crcel... No es agradable, qu caramba!... Pero la apoteosis de su libertad le ha indemnizado, estoy seguro. S muy bien dnde habl y ante quines... Por cierto, qu pas en los Jardines de Molva? NICOLAI.- Nada importante... Es que no lo sabe? COMISARIO.- A medias nada ms. NICOLAI.- Yo predicaba la rebelda contra la muerte, esto es, contra la versin material de la muerte como final definitivo del hombre. COMISARIO.- Hablaban algo de eso las notas que le di? NICOLAI.- Tal vez, no; pero yo sacando de ellas sus ltimas consecuencias, llegu a esa conclusin: a la de que hay un principio divino dentro de nosotros mismos, que no morir nunca. COMISARIO.- (No puede evitar una sonrisa.) Bien. Y qu pas? NICOLAI.- Uno, se encar conmigo y me llam traidor. COMISARIO.- Y usted qu hizo? NICOLAI.- (Levemente.) Nada... DAVID.- Se dej insultar? NICOLAI.- Yo... acaso, no... El Profeta Nicolai, s. COMISARIO.- Ah, gran actor! Tan grande, que nadie ha descubierto que es actor. Como profeta habrn podido discutir si era falso o verdadero, pero su condicin de actor nadie la ha adivinado. NICOLAI.- Y cmo podran haberlo hecho? Mis barbas, mis greas, mis harapos, no son, de verdad, mos? Es que guardo en el camarn otro traje distinto para salir a la calle? COMISARIO.- Pero hubiesen podido sospechar que eran postizas, si no sus barbas y sus ropas, sus palabras. Y no lo han sospechado... NICOLAI.- Mis palabras...
(Por la izquierda aparecen tres muchachos y una muchacha. Tienen aire estudiantil. Tras ellos, un poco rezagado, a medias fundido, a medias distante de los dems, SERGIO, joven tambin.)
MUCHACHO 1..- (Hasta el momento preciso en que descubrirn su juego, hablan extremando las muestras de respeto para el PROFETA.) Hermano Nicolai... NICOLAI.- S... (Avanza hacia ellos, posedo de su papel.) DAVID.- (Intenta impedirlo.) No, dejadle ahora, est cansado... NICOLAI.- (Lo aleja.) No lo estoy. Y aunque lo estuviera, sera lo mismo. Decidme qu queris. MUCHACHO 1..- Quedamos muy impresionados, hermano Nicolai, por tus palabras, y desebamos preguntarte si podras venir a hablarnos a nuestra Escuela. NICOLAI.- S. Ir. MUCHACHO 1..- Nuestras clases terminan todas las maanas a las doce y ese sera buen momento de que t... NICOLAI.- Ir. MUCHACHO 1..- Algunos de nosotros queremos discutir contigo eso de que nos hablas, del ms all, de la vida inmortal, de todo lo que has explicado los ltimos das. NICOLAI.- Ir. MUCHACHO 1..- Y aqu estn algunos de mis compaeros que desean saludarte. No os lo dije, muchachos?
(Entonces, tumultuosamente, los restantes jvenes toman a NICOLAI por centro, se prenden de la mano unos con otros y se ponen a cantar burlescamente, en corro, la cancin que antes se oy entre bastidores. Al concluirla, estallan en grandes carcajadas. El COMISARIO asiste a esta escena con una mirada irnica. DAVID intenta romper este irrespetuoso anillo, el COMISARIO le sujeta el brazo y se lo impide. NICOLAI, en un primer momento, levanta el puo, como si les amenazase, pero cambia de idea. Entonces se arrodilla y besa la mano del MUCHACHO 1.. Se produce un gran silencio. Todos quedan cortados ante aquella reaccin inesperada. Sin saber qu hacer, se disuelven. Alguna risa en tono menor se les escapa todava, pero ha perdido su fuerza y hacen mutis, dispersos y sin brillantez, por la izquierda.)
SERGIO.- (Que ha permanecido al margen de esta zarabanda, intenta ahora dirigirse a NICOLAI.) Maestro... DAVID.- (Colricamente.) Fuera! (Y le expulsa, por la derecha.)
(NICOLAI sigue de rodillas, en la misma actitud en que qued despus de besar la mano de su burlador.)
COMISARIO.- (Avanza hacia NICOLAI.) Bien, bien, bien, amigo. Admirablemente bien. NICOLAI.- (De nuevo en la realidad.) Por qu? COMISARIO.- Nicolai Nordson, en un primer momento, pareci que iba a dejarse llevar de sus impulsos: levant su puo contra los bergantes dispuesto a tundirles... Ah, sospecho que no le falta genio para hacerlo!... Pero, de pronto... NICOLAI.- Yo no puedo servirme de la violencia. Vine a predicar la comprensin, la tolerancia, el amor recproco... Deba besar la mano de ese muchacho. Lo he hecho. COMISARIO.- Quin le inspir ese gesto? NICOLAI.- No lo s. DAVID.- Est loco, jefe! Acabarn tirndole piedras, escupindole a la cara, vejndole. Y usted, qu? NICOLAI.- No me defender. DAVID.- Debera avergonzarle. No le reconozco. NICOLAI.- De verdad me encuentras cambiado? Soy otro? Yo tambin me noto distinto. Escucha, David, he de decirte una cosa. Hay un mundo del que ya no me acordaba, que yo crea inexistente, muerto. Y que ha resurgido con tu presencia. Ha sido preciso que te viese para que yo me acordara de que soy... un cmico, mejor o peor. T eres el nexo que me enlaza todava a ese otro mundo del que provengo y que es mi pasado y del que es imprescindible que me olvide. Sabes por qu? Porque el actor no necesita sufrir ni estar alegre para que los dems lo estn con l. Su fuerza es su capacidad de fingir... Pero el que se lanza a la calle a predicar una doctrina cualquiera, ese, necesita estar seguro de que es verdad lo que defiende, lo que anuncia. Y si esa conviccin no le acompaa, el ms torpe se lo notar en la voz y nadie le har caso. DAVID.- He venido hasta aqu en la creencia de que podra serle til, pero empiezo a pensar que tal vez no me necesita. NICOLAI.- Escucha, yo s que me quieres, yo te quiero tambin. Pero si te dijese: Vete, me haces dao continuando a mi lado, me comprenderas? DAVID.- A medias nada ms. Aunque est dispuesto a obedecerle. NICOLAI.- Gracias, mi fiel David, gracias. COMISARIO.- Su proceso interior es curiossimo, y muy sutil... Voy viendo que todo lo que se refiere a estas cuestiones religiosas es como un lquido inflamable que hay que tocar con cuidado. Hemos de volver sobre ello. Yo bajo a Welskoye. (A DAVID en voz baja.) Por qu no me acompaa? Conviene que hablemos los dos. Sabe, Nicolai, que en realidad la primera fase de mi experiencia est ya vencida y que conviene ir preparando la segunda? Ah, s, s, ya se lo explicar con detalle! Qu, me acompaa? DAVID.- S. Adis, Nicolai. Buena suerte. COMISARIO.- Hasta pronto. O mejor, la paz, hermano Nicolai.
(Hacen mutis por la izquierda. NICOLAI queda unos segundos abstrado en sus pensamientos, sin moverse, en el centro de la escena. Poco a poco, los visitantes a los que haba ahuyentado DAVID, vuelven. Entran por la izquierda BRBARA y MATEO. En segundo trmino, por la misma lateral, el VIEJO y por la derecha SERGIO. Es este el que se le acerca primero.)
SERGIO.- Me reconoces, Maestro? NICOLAI.- No... SERGIO.- La otra tarde en los Jardines de Molva te o hablar... NICOLAI.- Ah! SERGIO.- Yo era uno de... los estudiantes. NICOLAI.- Ya recuerdo... SERGIO.- Todo fue muy desagradable. Principalmente... lo de Romn. NICOLAI.- Qu hizo Romn? SERGIO.- Insultarte: te llam traidor. NICOLAI.- El orgullo, la dignidad, son valores humanos a los que no doy importancia. SERGIO.- He pensado largamente sobre lo que te omos. Hoy por la maana me decid a buscarte. Hay algo que quiero decirte. NICOLAI.- Te escucho. SERGIO.- Creo en cuanto crees t. NICOLAI.- Ah... SERGIO.- Tu idea esencial es esta: hay algo ms del otro lado de la vida fsica. NICOLAI.- As es. SERGIO.- Dios espera en las puertas de la muerte. NICOLAI.- Justo. SERGIO.- Me resisto a la idea de que estemos sobre la tierra, como arrojados, por el desdn y la frialdad de una voluntad superior. Y se me ocurre que tenemos un deber que cumplir. NICOLAI.- Cul? SERGIO.- El de difundir la verdad. NICOLAI.- (Vagamente.) Claro... SERGIO.- El de ir por todas partes predicndola. Porque antes y despus de conocerla, todo cambia. NICOLAI.- Cierto. SERGIO.- Vengo a unirme a ti y quiero que sepas que estoy dispuesto a seguir tu camino. NICOLAI.- (Le mira enigmticamente.) Cmo te llamas? SERGIO.- Sergio. Soy estudiante de la Escuela Superior. NICOLAI.- Escucha, Sergio: nunca sabrs cunto me conmueve orte, al ver que te acercas a m como un discpulo. SERGIO.- As es. NICOLAI.- Eso me da la medida de mi verdad. SERGIO.- Te sorprende? NICOLAI.- No, ya lo saba. En cierto modo... ah, eso no puedes entenderlo, mi primer discpulo, no eres t, soy yo mismo. SERGIO.- T? NICOLAI.- No, no puedes entenderlo, ya te previne. Y no s tampoco si entenders por qu te rechazo. SERGIO.- No... NICOLAI.- Y lo grave es que no me es posible explicrtelo. Pero es indudable que he de renunciar a tu ilusin, a tu generosidad, a tu convencimiento. SERGIO.- Me rechazas? NICOLAI.- S. SERGIO.- Y si as es, por qu predicas? No es para convertir a los que no creen? NICOLAI.- S. SERGIO.- Y qu haces con los que conviertes, como yo? Les apartas de tu lado, les niegas tu ayuda? NICOLAI.- S. SERGIO.- Qu hemos de hacer entonces? NICOLAI.- No contar conmigo, seguir vuestro camino como si no existiese. SERGIO.- Esa es tu ltima decisin? NICOLAI.- (Tras una larga pausa.) Hoy, s. SERGIO.- No cambiars? NICOLAI.- Espera que pase el tiempo. (Trabajosamente.) Acaso un da... SERGIO.- Qu? NICOLAI.- Djame ahora, Sergio. Y gracias por cuanto me has dicho. SERGIO.- (Sbitamente se arrodilla.) Bendceme... NICOLAI.- Bendecirte? SERGIO.- S. NICOLAI.- No, eso no. SERGIO.- Ya que me niegas el privilegio de luchar a tu lado, concdeme al menos... tu proteccin espiritual. NICOLAI.- Sergio! SERGIO.- Voy a imitar tu ejemplo, a repetir tus palabras, a trabajar para que se ilumine por dentro el corazn de los que no creen... Y sers capaz de negarme tu bendicin? NICOLAI.- Escucha... SERGIO.- S que he de correr muchos riesgos, que han de perseguirme, que he de sufrir; pero si t me ayudas, aunque sea a distancia, con tu aliento, no me faltarn las fuerzas... NICOLAI.- (Resuelto.) Sergio... (Le pone la mano sobre la cabeza.) Yo te bendigo.
(SERGIO le besa la mano. Despus hace mutis, mirndole, por la izquierda. NICOLAI queda absorto, la mirada perdida en una visin lejana.)
BRBARA.- Est solo, corre, hblale. MATEO.- (Se adelanta.) Hermano Nicolai: aydanos. NICOLAI.- Qu queris de m? MATEO.- Vivimos en Welskoye, trabajamos en una de las aserradoras de madera. Brbara, mi mujer y yo... Os hemos odo hablar, seor, decir lo que siempre hemos supuesto, que hay un Dios que nos gobierna y que manda en nuestras vidas. NICOLAI.- Y qu os trae hasta aqu? BRBARA.- Mateo yo tenemos una hija en la que nos miramos como en nuestros propios ojos, un ngel que no parece de este mundo, de dulce y cariosa que es. MATEO.- Aglaia se llama. BRBARA.- Qu le importa el nombre? El caso es que... Aglaia... (Transicin.) veinte aos tiene, sabe? Hace dos... de repente, sin que sepamos por qu, una noche se acost alegre y sana... y al despertarse... (Llora.) Disclpeme, seor, es que me da tanta pena cuando me acuerdo... Qu sera? Lo he pensado muchas veces... Un aire emponzoado?... Quin lo sabe? El caso es que, por la maana, cuando le lleg la hora de levantarse, intent hacerlo... y no pudo... Las piernas se le doblaban, no le regan, no eran capaces de llevarla a ninguna parte... comprende? Y as est desde entonces... MATEO.- La ha visto el mdico. Y no lo entiende... BRBARA.- Solo hay una posibilidad de que Aglaia se salve. NICOLAI.- Cul es?
(Se arrodillan los dos.)
MATEO.- Vos, seor. NICOLAI.- (Conmovido.) Imaginis que soy un mago? Me da mucha pena deciros que os equivocis. BRBARA.- No... NICOLAI.- Os aseguro que s, hermanos. MATEO.- En el pueblo se cuenta que habis hecho milagros, que en Welskoye a la hija de un capataz que se llama Helena y que estaba como Aglaia, la curasteis con solo ponerle las manos sobre la frente... NICOLAI.- Dicen eso? BRBARA.- Y que os han visto cruzar el lago de orilla a orilla, sobre las aguas, sin mojaros siquiera. NICOLAI.- Quin os ha contado esas cosas? MATEO.- Todos hablan de ellas. NICOLAI.- Pero no son ciertas. Yo no curo a nadie ni hago milagros. MATEO.- Pero podrais hacerlos, si quisierais. NICOLAI.- (Se escruta a s mismo.) No... no podra. BRBARA.- Entonces... qu diremos a nuestra hija? Vino con nosotros. Aguarda aqu cerca. MATEO.- Se morir de pena si sabe que... BRBARA.- Ella tiene tanta fe... Hoy por la maana, la cara le resplandeca solo de pensar que vena a veros. NICOLAI.- Quitadle de la imaginacin esas ilusiones. Por desgracia, yo no ser quien remedie sus males. BRBARA.- Y ese Dios del que hablis? NICOLAI.- Solo os dir una cosa: si yo pudiese, Aglaia sanara. BRBARA.- Pues claro est que podis.
(AGLAIA aparece ahora por el primer trmino izquierda. Es una muchacha de veinte aos, bellsima, que se apoya en unas muletas.)
MATEO.- Miradla: verdad que es triste el verla? NICOLAI.- S, es muy triste.
(Pausa. AGLAIA avanza unos pasos trabajosamente.)
BRBARA.- Ponedle una mano en la cabeza como hicisteis con Helena. NICOLAI.- Ser intil... BRBARA.- Probadlo, por lo menos. Vuestras manos son santas. NICOLAI.- No lo creis. BRBARA.- Intentadlo, seor.
(AGLAIA se arrodilla ayudada por sus padres. NICOLAI, tras unos segundos de vacilacin coloca su mano sobre la cabeza de AGLAIA.)
No rezis? NICOLAI.- (Con visible sufrimiento.) S rezo... Dios: olvidad quin os lo pide. Ved solo a esta pobre criatura, con su juventud, con su invalidez. Apiadaos de su dolor y del de sus padres... (Sbitamente.) Basta ya! Por qu queris que rece? Y a quin? Qu os imaginis? Qu Dios est all, flotando sobre estas ruinas y esperando que yo le pida que cure a vuestra hija para concedrmelo? Y por qu? Si os lo ha negado a vosotros que sois limpios de alma, por qu me lo va a conceder a m, que soy un farsante? Ahora ya lo sabis. No contis conmigo. Llevad a vuestra hija a Mitelburg. Buscad los mdicos y las medicinas que os convengan. Solo ellos hacen milagros. BRBARA.- Pero, seor... NICOLAI.- Mis manos no sirven de nada. MATEO.- Perdonadnos, seor, nosotros suponamos... NICOLAI.- Mal supuesto. MATEO.- Vmonos, Aglaia, vmonos.
(Entre los padres ayudan a incorporarse a AGLAIA. Los tres hacen mutis por la izquierda. NICOLAI se deja caer, sollozando, sobre una de las piedras. El VIEJO lentamente desciende hacia l.)
VIEJO.- Llora, hijo mo, te har bien. Te duele tu impotencia, el sentirte incapaz de curar a esa pobre nia... Y qu queras? Que hubiese echado a andar simplemente por tocarla con la mano? Ah, no, eso habra sido un milagro muy grande... y Dios los permite rara vez! NICOLAI.- Lloro por muchas cosas que no puedes sospechar. VIEJO.- Pero hay algunas que adivino, hijo mo. Escchame: los caminos de Dios son muy oscuros. Acaso t, sin saberlo, has sido elegido. NICOLAI.- Yo?... VIEJO.- S. Que no te quite fuerzas pensar de dnde vienes ni lo que fuiste. Sigue por donde vas: haces bien a cuantos se te acercan, y a ti mismo. NICOLAI.- Quin eres, para hablarme as? VIEJO.- Qu puede importarte? Mucho tiempo atrs, antes de arder el monasterio, haba en l un chiquillo inquieto y alegre, al que llamaban en broma el hermano Mandadero. Iba y vena de un lado para otro, soando siempre con la hora de entrar al servicio de Dios. Yo soy, cercano a la muerte, el hermano Mandadero... Los monjes murieron ya... Sabes que hay quien dice que alguna vez se les oye cantar, como si an estuviesen en el coro? No soy nadie, nadie, nadie, ya lo ves... Pero la fe que llevo en mi corazn desde entonces, me persuade de que tengo a Dios cerca de m y de que l me asiste. Yo s quiero bendecir tu alma torturada, pero limpia. Y lo hago como se ha bendecido siempre, desde hace dos mil aos sobre la tierra: en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espritu Santo...
(NICOLAI se arrodilla lleno de reverencia. Y lentamente cae el...)
TELN
Parte II
Cuadro III
La misma escena del cuadro anterior.
Al comenzar la accin, aparecen en escena DANIEL, BASILIO y ELOY, que forman un grupo y hablan en el extremo izquierdo del escenario. Visten lo que podra ser el uniforme de un campo de concentracin, un uniforme, dicho sea de paso, sobre el que han pasado muchos meses de descuido y de intensivo uso. MARA est sentada en primer trmino. Es una muchacha sin maquillar. De vez en cuando, la conversacin de DANIEL, BASILIO y ELOY parece referirse maliciosamente a ella. El COMISARIO y DAVID hablan en el extremo derecha del escenario.
DAVID.- Y ella, quin es? COMISARIO.- La que har el papel de ciega. DAVID.- Pues tiene unos ojos preciosos. COMISARIO.- Trabaja en las oficinas del campo de concentracin. Trabajo difcil, no crea usted. Es la nica sombra femenina de aquellos parajes. Cuando va a su despacho, detrs de las alambradas, la ven cruzar centenares de hombres que suean con una imposible noche de amor. Y dgame, qu le parecen los otros bigardos? Cree que nos servirn? DAVID.- Naturalmente que s. Tampoco se trata de engaar a sabios, sino a gentes ms sencillas y crdulas. Esto aparte, entre los espectadores, emboscaremos a algunos que nos ayuden a formar ambiente. COMISARIO.- Todos estos pertenecen al grupo de aficionados del campo de concentracin. Dan representaciones, si han sido buenos chicos, una vez cada tres meses. Dieron para m una especial. No llaman ustedes al pblico el monstruo de mil cabezas? DAVID.- Nunca ms monstruoso que cuando solo tiene cuatro o cinco, Comisario. COMISARIO.- Estos eran los ms despiertos. Les llam aparte y les felicit. Les dije que parecan actores profesionales. DAVID.- Tambin hay actores profesionales que parecen aficionados. Escuche, Comisario. El contrato acaba en el mismo momento en que acabe esta pantomima. Nicolai queda libre acto seguido para reanudar su vida normal. No es as? COMISARIO.- Puede estar tranquilo. DAVID.- Si he ayudado a usted en todo, es con esa condicin. COMISARIO.- Ya lo s. DAVID.- Quisiera, tambin, que si Nicolai se resistiese a volver a sus bases de partida, me ayudase usted. COMISARIO.- Es que teme que se niegue? DAVID.- No lo s. COMISARIO.- Parece dominado por una fiebre extraa. Yo le acompa, discretamente, en sus primeras andanzas. Habl, desde el principio, con un fuego contagioso. DAVID.- Ese fuego no le ha abandonado. Al revs, ha ido subiendo de punto. COMISARIO.- El nmero de los que le oyen ha aumentado, tambin, da a da. Ayer, otra vez, en los Jardines, habl mucho tiempo a un centenar de personas. Cuantos ms sean los que le escuchen, ms ejemplar ser el chasco que se llevarn despus. DAVID.- Bien, Comisario. Ah le dejo su compaa. Debo marcharme. No me gustara que Nicolai me encontrase. COMISARIO.- No volvi a verle desde que le despidi? DAVID.- En absoluto. (Transicin.) Calle. Ah le tiene. Buena mano. (Y hace mutis por la izquierda.) COMISARIO.- (Tras una breve vacilacin.) Amigos: convendr que os retiris unos minutos. Se os llamar en seguida.
(Hay un rumor de vago asentimiento y todos, ELOY, BASILIO, DANIEL y MARA, se van por la izquierda. NICOLAI entra por la derecha. El COMISARIO avanza hacia l.)
Nicolai Nordson: mi enhorabuena. Ha triunfado. NICOLAI.- En qu consiste mi triunfo? COMISARIO.- Una oleada de fe invade las calles de Welskoye. Hombres y mujeres, nios y viejos se disponen a santificar sus vidas, a renunciar a sus pasiones y a enriquecerse de virtudes. Y todo eso es la obra de un profeta, venido no se sabe de dnde, que ha sabido tocarles el corazn. Eh, es ese un motivo para felicitarle o no? Welskoye era uno y despus del paso por sus calles del Profeta, es ya otro. NICOLAI.- Bien pequea es mi obra. COMISARIO.- Ah, no!... La obra ms importante hecha por un actor desde que el teatro existe. Quin puede comparrsele? NICOLAI.- Un actor... COMISARIO.- S, un actor al que todava le queda una ltima escena por representar. NICOLAI.- De qu escena se trata? COMISARIO.- Ah, la ms grandiosa de todas! Si he de serle sincero, me gustara ser yo quien la representase. NICOLAI.- Por qu no lo hace? COMISARIO.- No se imagine que bromeo. Me permite una confidencia? Me siento desengaado, entristecido... Resulta que en 1956 el alma de las gentes est tan prxima a la credulidad, a la papanatera, como hace tres mil aos. Supona al hombre de hoy entero y fuerte, y es como un nio que se echa a llorar en un cuarto oscuro. NICOLAI.- (Levemente.) As ser siempre, Comisario. COMISARIO.- (Sin contestar a la objecin.) En el siglo de la radio, del tomo, de los aviones supersnicos, los ingenuos habitantes de Welskoye descubren la inmortalidad del alma y el ms all. Nuestro Servicio de Propaganda debe guardar un mes de luto. NICOLAI.- Ahogar en el hombre la idea de Dios, tal vez es ms difcil de lo que parece. COMISARIO.- Es ese el resumen de su experiencia? Quizs no le falte razn. Al hombre se le hace difcil desprenderse de ciertas esperanzas. Es bonito pensar que somos inmortales, y cuando alguien viene con esos cuentos de color de rosa, todos estamos deseando darle la razn. O es que se imagina que a m me divierte la idea de ser comido por los gusanos? No, no... Preferira irme al cielo derechito. Solo que el cielo no existe y yo considero inmoral el ofrecerlo. Por un momento supuse que no iba usted a tener quien siguiera, salvo cuatro histricos o cuatro despistados. No me duelen prendas, amigo Nicolai: su xito es abrumador. Intentemos, en consecuencia, neutralizarlo. NICOLAI.- De qu manera? COMISARIO.- Si alguien que nos halag los odos con esas historias de purpurina, canta la palinodia y reconoce que es un mixtificador; si previamente ha llevado su cinismo al extremo de atribuirse la facultad de hacer milagros y los hace, en efecto, falsos, y alguien, de entre los espectadores, se levanta y le quita la mscara y le descubre los trucos, su autoridad quedar por los suelos, no es as? NICOLAI.- S. COMISARIO.- Pues esa escena es, justamente, lo que vamos a preparar ahora. NICOLAI.- Qu se propone hacer? COMISARIO.- Yo... casi nada. Es usted, usted, querido Nicolai, el que va a hacer algo... y muy importante... y delante de un auditorio muy nutrido. Porque aqu no cabr un alfiler, se lo aseguro... Y cmo va a haber sitio para nadie? Das antes, a su paso por las calles de Welskoye, habr curado a un sordomudo, a un epilptico. Ahora los ver usted. Por cierto, no tema que se le aparezcan de pronto, ponindose en evidencia, enfermos autnticos. Ya se los ahuyentaremos. El caso es que se correr la voz de que va a predicar en este claustro y que, con la esperanza de verle hacer nuevos milagros, llovern los curiosos. Aqu, entre estas piedras venerables, le devolver la vista a un ciego, a una ciega, mejor dicho, y la vida a un muerto. Eh, qu le parece? Y cuando todos los que se han dejado conmover por sus predicaciones y sus monsergas, estn en xtasis, convencidos de que Dios se ha dignado volver al viejo Monasterio, yo, espritu destructor, saldr de entre las filas de los espectadores y gritar sobre poco ms o menos: Ciudadanos de Welskoye: buen pcaro nos ha cado en suerte! Esos milagros son una pura filfa. El mudo no era mudo, el ciego no era ciego, y el muerto disfrutaba de la misma salud que todos nosotros. Tan falsos como sus milagros, son los que se le atribuyen a Jess, y claro es que si sus milagros son falsos, sus doctrinas tambin lo son y que, por tanto, Dios no existe. Cmo reaccionarn sus fieles? Ah, eso, quin lo sabe? En todo caso, usted no pase cuidado, escapar sin dao. Comprende, Nicolai? NICOLAI.- S... COMISARIO.- Y de esta manera el trastorno, la perturbacin que, con sus inspirados sermones, haya podido producir en el nimo de los habitantes de Welskoye, se disipar. Y la experiencia del Gabinete de Propaganda se dar por terminada. Le interesa a usted saber con qu conclusiones? Medio siglo de lucha contra la fe religiosa ha sido prcticamente estril. Dios ha estado a punto de ser entronizado en Welskoye. Es preciso comenzar de nuevo. O esperar el paso de otros cincuenta aos o de un siglo para llegar a un resultado ms optimista. (Se asoma a la izquierda.) Eh, vengan todos!
(Entran todos, en efecto, los que se encontraban en escena al comenzar el cuadro.)
Vea su gente Nicolai... Y en cuanto a vosotros, sepamos quin es el sordomudo y el epilptico y el muerto. DANIEL.- Yo soy el sordomudo.
(Los dems se ren.)
COMISARIO.- Por qu esas risas? BASILIO.- Porque le toc en suerte. COMISARIO.- Hubo sorteo? BASILIO.- Claro! DANIEL.- Bah! Tampoco saliste t muy favorecido. Ah, y toma tus ropas! (Le entrega un paquete.) COMISARIO.- Qu es eso? DANIEL.- Una sbana, para Basilio, que es el que hace de muerto. COMISARIO.- Perfecto: muy espectacular. T eres el muerto, no? (Se re.) Por muchos aos, muchacho. Cmo te llamas? BASILIO.- Basilio Karpo. COMISARIO.- Se lo presento, Nicolai, este es el protagonista del mejor de sus milagros, de aquel por cuya virtud, devuelve la vida a un muerto. NICOLAI.- No, Comisario... COMISARIO.- T representas ser un leador. Vives, mejor dicho, vivas no muy lejos del ro. Unas fiebres misteriosas han acabado contigo en una semana. Eso es, de unas fiebres has muerto... Y te traern en unas parihuelas. Estn ya, no? DANIEL.- S, ah las tenemos. COMISARIO.- Pues... Ya lo sabis... en el momento oportuno... Pero ese es el nmero fuerte... Hay que abrir boca con otros milagros... ms sencillos, hay que prepararlo todo, como si fuese un efecto escenogrfico... de menos a ms, reservando la gran sorpresa para el final... BASILIO.- Y qu he de hacer despus? COMISARIO.- Despus, de qu? BASILIO.- Despus de resucitar. COMISARIO.- Tu vida normal, Basilio. BASILIO.- Pero, qu ser lo primero que diga? COMISARIO.- Ah, ya entiendo... Claro, claro, hay que pensar unas palabras para este trance. Cules deben ser las primeras palabras de un resucitado? Caramba eso es un problema... Ah, ya est! Lgicamente, debe preguntar por sus hijos. Justo, Basilio. Y mis hijos?. Eh, comprendido? BASILIO.- Es que yo, soy soltero. COMISARIO.- Que ms da. Habr gente por todas partes, naturalmente. De Welskoye y de sus alrededores. Se habrn agotado las entradas, como en las grandes noches. Y en medio de todos, mirado, reverenciado como un ser superior, capaz de obrar prodigios, de devolver la salud perdida, la vida inclusive, Nicolai Nordson... Ah, magnfico, realmente magnfico!... Vosotros, saldris de sitios distintos hacia l. Entendido? Por ejemplo, el sordomudo: quin es el sordomudo? DANIEL.- Yo. COMISARIO.- Ah, muy bien! Sabes tu papel? DANIEL.- A medias. Antes del milagro, s. Despus, no. COMISARIO.- Cmo? DANIEL.- No s lo que he de decir cuando recobre el habla. COMISARIO.- Ya. Y a ti qu se te ocurre? DANIEL.- No s... COMISARIO.- Debes de dar las gracias, pienso yo. Claro, es lo ms natural. Gracias a Nicolai y a Dios, por ese orden. MARA.- Yo soy la ciega, no? COMISARIO.- S. MARA.- Escuche. Comisario. Y si hay ese da un ciego de verdad y se acerca al Profeta y pide que le devuelva la vista...? COMISARIO.- (Simula lo que en ese trance deber hacer NICOLAI. Para ello se acerca a MARA, como si fuese la ciega autntica, le pone las manos sobre los hombros, le clava la mirada y dice solemnemente.) Tu alma no est limpia todava. Vuelve cuando lo est, hermano mo. (Transicin.) Hale, preprate, Basilio, y acabemos!
(Hacen mutis por la izquierda.)
Y ese silencio, esa pasividad, Nicolai, a qu viene, se puede saber? NICOLAI.- No me obligue a esta carnavalada, Comisario. COMISARIO.- Lo de antes, no era tambin una carnavalada? Escuche, Nicolai, voy a darle un consejo, sernese. Yo s muy bien que sus nervios estn un poco desquiciados y quizs yo tengo la culpa. Los das de crcel... NICOLAI.- S, los das de crcel han sido decisivos. Por vez primera yo me he encontrado a solas conmigo mismo, y he pensado en muchas cosas en las que jams lo haba hecho hasta ese momento. Desde el fondo de mi alma, Comisario, yo le agradecer siempre los das de crcel. COMISARIO.- Es la primera vez que alguien me agradece una cosa as. NICOLAI.- Pero quiero pedirle que me deje al margen de su juego. COMISARIO.- Vamos, se imagina que no es usted un actor de pueblo solamente, sino un profeta hecho y derecho, con sus revelaciones, con su misin sobrenatural. Es as, Nicolai? NICOLAI.- No. Yo s que no soy un profeta, pero s que cuanto he dicho en estos das, por las calles de Welskoye, es verdad. En suma: hoy creo que Dios existe, aunque se haya intentado suprimirlo. S, ya s que esto mismo y con las mismas palabras estaba escrito en las notas que me sirvieron los primeros das. Pero no importa, aunque as sea, no es mentira. A veces, los actores, no sabemos bien si hablamos por nosotros mismos o con la letra aprendida. Temo haber hecho el amor en alguna ocasin con frases de mis comedias y le aseguro que no por ello estaba menos enamorado. Dios existe... era eso de mi papel? Pues ya lo es de mi sangre. COMISARIO.- Querido Nicolai, dejmonos de noveleras... Un actor como es debido, tiene que cumplir sus contratos... Y el nuestro le obliga todava. NICOLAI.- Ya lo s, Comisario. COMISARIO.- Tampoco es tan difcil lo que le pido. O es que va a resultar que cree usted en los milagros? NICOLAI.- Quizs s, Comisario. COMISARIO.- (Irnico.) Ha tenido la suerte de ver alguno? Cuntemelo, Nicolai. NICOLAI.- No, quizs no son estos tiempos de milagros. El milagro necesita de la fe, como el trueno de la electricidad. Pero yo pienso que, desde que el mundo es mundo, alguna vez quien lo cre, sea quien sea, habr querido hacerse presente a los hombres. Y para eso habr tenido que servirse de los milagros. Y, desde luego, si algn enviado de Dios pis alguna vez sobre la tierra, ese, no lo dude, habr hecho milagros. COMISARIO.- Y por qu est tan seguro? NICOLAI.- Si a Jess, por ejemplo, le hubiese pedido Aglaia que la sanase, Jess le habra sanado. COMISARIO.- Y quin es Aglaia? NICOLAI.- Una pobre muchacha impedida. Vino a suplicarme que la curase, a m, Comisario. Se imagina lo que es eso? Ella crea que estaba en mi mano el que volviese a andar. Y yo llor, al verme impotente para curarla. Pero entonces comprend que ningn ser divino, de paso entre los hombres, capaz de sanarlas con solo rozarle los dedos, habra resistido sus lgrimas sin conmoverse. COMISARIO.- Es curioso... Se ha intoxicado usted con la vacuna... Pero hay que hacer un esfuerzo, amigo mo, y llegar hasta el fin. Le necesito, Nicolai. Fjese bien: las cosas estn planteadas de tal forma que sin su concurso no podramos resolverlas. Si usted muriese -Ah!, est tranquilo, su vida interesa al Estado-, cmo anularamos su siembra? Sera difcil, cralo. Si le metiramos en la crcel -no pase cuidado, es hablar por hablar- sus catecmenos se amotinaran. Si desapareciese sin dejar rastro, estos bobalicones de Welskoye, seran capaces de reinventar en su honor el carro de Elas, su correligionario. Por eso es indispensable su confesin. Solo su confesin, al acabar la comedia puede neutralizar los efectos de sus sermones. NICOLAI.- No cuente conmigo, Comisario. COMISARIO.- (Se re.) Y con quin entonces? Claro que cuento con usted. Esccheme, ahora recuerdo que creo haber visto a Aglaia... No es una muchacha que anda con muletas? NICOLAI.- S, as es... COMISARIO.- Realmente, le aprieta a uno el alma verla. Es tan tierna, tan joven... David me habl de sus padres. Porque ha de saber que David contina aqu. Me parece que l y Aglaia son las dos nicas personas que le interesan en Welskoye, me equivoco? NICOLAI.- As es. COMISARIO.- Supongo que no querr que a ninguno de los dos les suceda nada desagradable. NICOLAI.- Si me niego a seguir, qu he de temer de usted? COMISARIO.- Usted nada. Usted es sagrado, Nicolai, y voy pensando que capaz de cualquier locura heroica. A tal punto, que me guardar muy bien de coaccionarle... directamente... Pero no olvide que estoy resuelto a vencer todos los obstculos y que nadie ni nada podr detenerme a mitad de camino. (Pausa.) Un consejo: djese llevar... por las buenas, y dentro de pocos das, ilustre comediante, le doy mi palabra de honor de que todo habr concluido.
(NICOLAI le mira con agresividad, pero el COMISARIO sonre, como si su mirada le resbalase.)
OSCURO
Cuadro IV
El mismo decorado.
Ahora, sin embargo, en cada uno de sus emplazamientos, hay grupos de hombres y de mujeres. En el centro, NICOLAI. El COMISARIO est sentado frente a l. MARA igual que en el cuadro anterior, avanza hacia NICOLAI. Un bigardo cualquiera le sirve de lazarillo.
MARA.- Seor, apiadaos de m. Mis ojos no ven. Dnde habr desgracia como la ma? Yo s que si vos queris, con una sola palabra vuestra, podr ver. Tened piedad de m, seor! (Y repitiendo exactamente la pantomima del cuadro anterior, se arrodilla.) NICOLAI.- (Le pasa la mano por los ojos.) En el nombre de Dios, hermana, yo te lo ordeno: ve.
(El falso milagro se produce en el acto. MARA recobra la vista.)
MARA.- Sois vos, seor, quien me ha curado? NICOLAI.- Es Dios, hermana, es Dios. MARA.- (Se arrodilla y le besa los pies.) Gracias, seor, gracias! Veo, veo...
(Un murmullo general subraya esta escena.)
ANTN.- Djame que te mire. Quin eres t? MARA.- Mara Piuma. ANTN.- Desde cundo estabas ciega? MARA.- Segn mi madre, vi los dos primeros aos de mi vida. Despus me qued ciega. ANTN.- Historias. T has visto siempre. MARA.- No es verdad! ANTN.- El epilptico de ayer, era tan normal como cualquiera de nosotros; el sordomudo del jueves, hablaba y oa. Esto es una farsa! HOMBRE 1..- Mentira! Yo conoca al sordomudo. ANTN.- Quin eres t? HOMBRE 1..- Me llamo Marcos. El sordomudo vive en mi mismo pueblo, a cuarenta kilmetros de aqu; y nunca haba hablado hasta entonces. ANTN.- No es verdad! HOMBRE 1..- Es verdad! MUJER 1..- Por qu no ha de serlo? Si ha devuelto la vista a una ciega, por qu no ha de hacer hablar a un sordomudo? ANTN.- Niego que Mara fuese ciega! MARA.- Seor, cmo se atreve a decir eso? MUJER 1..- Era ciega. Yo la conozco. Nunca le habl en mi vida, pero la vea pasar por delante de mi casa todas las tardes.
(Hay un rumor de general asombro.)
ANTN.- Se han puesto de acuerdo para engaarnos... MARA.- Yo, no. Yo no vea antes, y ahora veo. Yo no me he puesto de acuerdo con nadie. COMISARIO.- (A ANTN, recriminatoriamente.) Por qu le interrumps? Dejadle... Tal vez al final nos explique lo que ahora no entendemos. ANTN.- Est muy claro: todos siguen un juego convenido. Los que simulan ver y or y los que juran que dicen verdad. COMISARIO.- Quin sabe, quin sabe...
(Por la izquierda entra precipitadamente un muchacho joven.)
JOVEN 1..- Seor, seor!... Compadcete de nosotros!... Nuestro hermano ha muerto... Nosotros sabemos que si t lo quieres, puedes volverle a la vida. ANTN.- (Irnico.) Ah, que resucites a un muerto!... Eso es lo que te piden, Nicolai. JOVEN 1..- Ayer se acost, sano y fuerte, y hoy por la maana amaneci muerto... S bueno, seor, y vulvele a la vida... Mis padres no resistirn esa prueba... Lo hemos trado hasta aqu... Nos permites que...? ANTN.- Cmo? Lo habis trado? (Y hace mutis con precipitacin pcara por la izquierda.) NICOLAI.- Dejad que le vea. JOVEN 1..- Oh, seor!... Si resucitase, seramos tus esclavos para siempre. NICOLAI.- Dejad que le vea.
(El JOVEN 1. hace mutis por la izquierda. En este momento, sobre unas parihuelas traen dos hombres a BASILIO. A su lado va ANTN. ANTN quita la manta que recubre a BASILIO, para ver su rostro. Despus mira de hito en hito a NICOLAI. Las parihuelas con el cuerpo de BASILIO quedan depositadas frente a NICOLAI.)
COMISARIO.- Spase quin es el muerto. JOVEN 1..- Es Basilio Karpo, nuestro hermano. Trabajaba como leador cerca de Welskoye. COMISARIO.- Hay alguno entre vosotros que le conozca? MUJER 2..- Yo le conoca. El lunes volvimos juntos del trabajo. COMISARIO.- Mira si es l.
(La MUJER 2. se abre paso y se acerca a BASILIO.)
MUJER 2..- S, este es. JOVEN 1..- (A NICOLAI.) Resuctale, seor. NICOLAI.- En el nombre de quien todo lo puede, Basilio Karpo, vuelve a la vida: yo te lo ordeno.
(El JOVEN 1. y los portadores de las parihuelas se arrodillan. ANTN mira a BASILIO con fijeza. Hay una pausa de unos segundos.)
JOVEN 1..- (En voz baja, como si le llamase la atencin.) Basilio... ANTN.- Hagmoselo ms fcil. (Le descubre por completo.)
(BASILIO aparece inmvil, envuelto en una sbana blanca.)
NICOLAI.- (Se acerca a l.) Basilio Karpo... En el nombre de quien todo lo puede... (Lo examina. Comprende que ha muerto de verdad y mira con ojos de asombro al COMISARIO y en derredor suyo.)
(El COMISARIO se acerca a su vez a BASILIO. Hay un rumor general.)
UNA VOZ.- (Irnicamente.) Qu, Profeta? Cuesta trabajo? COMISARIO.- Este hombre est muerto realmente. ANTN.- No lo dude un momento. Muerto, sin ninguna duda. Resuctalo, Nicolai.
(Los de las parihuelas comprueban, en efecto, que ha muerto y huyen por el lateral de su entrada precipitadamente. El JOVEN 1. se va por la derecha, poco a poco, plido, sobrecogido.)
NICOLAI.- (Se acerca a BASILIO. Le descubre por entero. Le palmotea en la cara nerviosamente, con fuerza. Le aprieta el brazo. El derecho se desborda, inerte, rgido, fuera de la camilla.) Est muerto, es verdad: est muerto... (Al JOVEN 2..) Cundo ha muerto? JOVEN 2..- (Horrorizado.) Ahora mismo... Tiene calor todava. NICOLAI.- (Se dirige a todos.) Es que no comprendis lo que acaba de pasar aqu, ante vuestros ojos?, no lo comprendis? (A ANTN.) T tenas razn. La ciega no era ciega y el sordomudo de ayer, hablaba, pero Basilio Karpo estaba tan vivo como nosotros hace unos minutos. Y ha muerto! No veis en esa muerte la mano de Dios? Milagro, hermanos de Welskoye, milagro! Dios existe!! Aglaia, l te puede curar!
OSCURO
Cuadro V
Al levantarse el teln, SERGIO est en escena. Sentado, con la mirada fija en un punto lejano, parece esperar a alguien. Distante, por la izquierda, se oye muy tenue la voz de DAVID.
DAVID.- Nicolai!
(SERGIO se pone de pie, al escucharla.)
Nicolai... Nicolai...
(NICOLAI entra por la derecha.)
NICOLAI.- Sergio: al fin... Cre que no podra dar contigo. Pero te lleg mi recado... Oh, qu alegra!... Oye, necesito hablarte. Hace ya muchos das que me dijiste que queras luchar por lo que yo lucho, y te rechac. He vuelto de mi acuerdo y te he llamado para decrtelo. SERGIO.- El corazn no me engaaba. Saba que vendra este momento. NICOLAI.- Pero antes, es preciso que sepas quin soy. Yo no soy un profeta. Yo soy simplemente, un actor, pagado para representar el papel de enviado de Dios ante las pobres gentes de Welskoye. SERGIO.- No... NICOLAI.- S, Sergio. Hoy me prest a una farsa indigna. Deba ser la ltima. Me amenazaron con tomar represalias, no sobre m, que no me hubiera importado, sino sobre otras personas. Y de pronto... Hoy, Sergio, se ha producido un milagro. El ser testigo, solamente testigo de un milagro, deja una huella imborrable. Pero yo he sido ms que eso: un instrumento. El milagro se ha hecho a travs de m. Y yo ahora me siento otro ser diferente del que era hace unas horas, del que he sido durante cuarenta aos. SERGIO.- De qu milagro me hablas? NICOLAI.- Yo he visto morir, sbitamente, fulminado por la clera divina, a un hombre joven y fuerte. SERGIO.- Cmo? NICOLAI.- Es el corazn que le fall, decan algunos. La impresin de verse envuelto en un sudario, decan otros... Y claro que esa pudo ser la causa fsica de su muerte. Pero, quin apret ese corazn, cuando an lata con fuerza? Basilio, un pobre ttere que se finga el muerto, muri en un segundo, sin resurreccin posible. Ay, Sergio, hoy s que si Dios descarg el peso de su mano sobre Basilio, no fue tanto para su castigo como para mi conversin! Entiendes? SERGIO.- S, maestro. NICOLAI.- Cuando viniste a buscarme, no acept tu ofrecimiento. Hubiera sido burlarme de tu entusiasmo, de tu fe; pero ahora todo es distinto. Escchame: han querido hacer una experiencia, saber si la idea religiosa subsiste o no, despus de tantos aos de persecucin en el alma del pueblo. Y han visto que s y que las nuevas generaciones notan su falta. Si supiesen mirar, veran en las paredes desconchadas la huella de las imgenes y en el aire la de las campanas de las iglesias y reconstruiran las oraciones de nuestros padres con las palabras de todos los das. No ha pasado, al fin y al cabo, tanto tiempo, pero se me ocurre que podra pasar el triple o cudruple y que sera lo mismo. Mientras haya dolor y misterio, y el hombre tema la enfermedad y la muerte y se pregunte de dnde viene y adnde va y sienta fro y miedo y sufra, buscar un Dios que le consuele y le ampare y le explique lo que no entiende. Ayer vi contestada la ms antigua de las preguntas que he hecho a la estrellas, esa que nadie me haba contestado nunca: qu mano las ha puesto all arriba? T y yo lo sabemos ya, Sergio: la misma que cort la respiracin de Basilio, la terrible y dulce mano de Dios. SERGIO.- Es verdad. NICOLAI.- Ignoro lo que va a ser de m, pero tu presencia me llena de paz porque, sea lo que sea, estoy seguro de que seguirs mi camino. SERGIO.- As lo har. NICOLAI.- En ti se ha producido otro milagro, Dios se ha servido de m para que te convirtieses t, como se sirvi de Basilio para que me convirtiese yo. SERGIO.- S, maestro. NICOLAI.- Y acaso quiere servirse de los dos para que Welskoye, la ciudad sin Dios, se convierta tambin. SERGIO.- No habr trabajo que no me imponga ni peligro que me asuste, con tal de lograrlo. NICOLAI.- Hay que devolver al pueblo la fe perdida, el espritu que le falta. SERGIO.- S, es verdad. Nuestra tierra est reseca. NICOLAI.- Y sin embargo, la victoria es segura. Acabo de comprender que al hombre le puede faltar el agua, pero la sed no le faltar nunca.
(Y se abrazan. DAVID aparece por la izquierda.)
DAVID.- Nicolai! NICOLAI.- T aqu, David? DAVID.- El Comisario viene a detenerle. Slvese. NICOLAI.- Cmo? DAVID.- Huyendo. No sera la primera vez que la vida nos obliga a huir. En ocasiones lo hemos hecho de los posaderos. Estamos entrenados para huir con fortuna del Comisario. Por de pronto, bastar con que se quite sus barbas y sus ropas para que nadie le reconozca. NICOLAI.- Disfrazarme, dices? DAVID.- No, nada de eso. Ahora es cuando va disfrazado. O es que esas barbas antes de hacer Das amargos, y ese traje harapiento los llevabas? Slvese quitndose el disfraz, volviendo a ser quien era, vistindose como se vesta antes de esta aventura. NICOLAI.- Tienes razn, David. No me reconocera nadie, ni yo mismo. DAVID.- Cmo he de entenderle? NICOLAI.- No me considero con derecho a salvarme as. Lo que t llamas mi disfraz, no lo abandonar por nada del mundo. DAVID.- Y por qu no? Se trata de salvarse. Y para conseguirlo todo es lcito. NICOLAI.- No lo har. DAVID.- Hay reyes que se han disfrazado de lacayos, ministros que se han vestido de mujeres, capitanes de frailes. A la hora del peligro, esos recursos son legtimos. Y en este caso lo que hay que hacer aun es menos importante. Es quitarse esos trapos y volverse a poner la ropa de siempre. NICOLAI.- Estos trapos son mi dignidad, mi tatuaje. No me los quitar nunca. DAVID.- Quin le ha metido todos esos disparates en la cabeza? (Se dirige amenazador a SERGIO.) Has sido t? NICOLAI.- (Se interpone entre los dos.) David: a nadie le debo tanto como a este muchacho. DAVID.- Nicolai: usted sabe que le quiero, que siempre he sido leal a usted, en los buenos momentos y en los malos. Por qu va a echar por la borda el triunfo, la vida entera? NICOLAI.- El triunfo... DAVID.- Por qu va a dejar que le encarcelen... o que le maten? NICOLAI.- No importa ya, David. Alguien, no s quin, algn da se acercar a Sergio, le besar la mano y le dir: Creo en lo que crees t... Y ya no se interrumpir esa cadena. Verdad, Sergio? SERGIO.- S, maestro. NICOLAI.- Y espera... (Hace mutis rpidamente por el foro.)
(DAVID ha estado como inhibido, a la escucha de algo, mientras NICOLAI hablaba. Ahora se acerca, con manifiesto sobresalto a la lateral derecha.)
DAVID.- No oye voces... ladridos? SERGIO.- S. NICOLAI.- (Con el bastn del principio.) Esta era mi vara de comediante. La he redimido. Llvala, Sergio. Ser tu guin. (Y se la entrega.) SERGIO.- Me acompaar mientras viva. DAVID.- Pas la hora de las ceremonias. Ah viene el Comisario. NICOLAI.- (A SERGIO.) Huye! SERGIO.- (Vacilante.) Nicolai! NICOLAI.- En el nombre de Dios, yo te lo mando.
(SERGIO le besa la mano y desaparece por la izquierda. El COMISARIO entra por la derecha y hace una sea a la lateral de su entrada. Por ella aparecen dos agentes uniformados.)
COMISARIO.- Ah, el fiel mastn de guardia...! (Se dirige a sus esbirros.) Un momento, esperen un momento. DAVID.- Qu va a hacer, Comisario? Meterle en la crcel, matarle? COMISARIO.- Est tranquilo. Ninguna de las dos cosas, aunque cualquiera de las dos las tiene muy merecidas. Voy a encerrarle en un manicomio para el resto de sus das. DAVID.- No, eso no... COMISARIO.- Ah, s, s, amigo mo! Entre parntesis, eso es lo que yo creo que es: un autntico perturbado al que la locura dio, no por creerse de verdad el Profeta Nicolai, que eso sera comprensible, sino las cosas que deca el Profeta Nicolai, lo cual es ya ms absurdo. DAVID.- Encjase de hombros. Qu tiene que temer el Estado de Nicolai? No comprende que es ridculo pensar que pueda ponerle en peligro? COMISARIO.- Su patrocinado maneja una artillera cuyo alcance se ignora. Sera un disparate dejrsela usar a su gusto. A lo mejor, todo queda reducido a una perdigonada; a lo mejor, la explosin es tal que nos hace saltar por los aires. (Arrebata a uno de sus sicarios una camisa de fuerza que lleva preparada y se la ensea a DAVID.) Camisa de fuerza... a perpetuidad. Es un buen uniforme para traidores. (Transicin.) Venga, muchachos; cumplid vuestras rdenes.
(Los dos sicarios hacen mutis por el foro. DAVID intenta irse tras ellos. El COMISARIO se lo impide con un gesto.)
(Nuevo movimiento de DAVID. De los dos agentes que estn en escena, uno blande una pistola; otro desabotona de modo ostensible la funda que lleva al cinto.)
COMISARIO.- Frente al Estado moderno, los gestos romnticos son ineficaces. No se los aconsejo, David.
(Dentro se oye ruido de lucha.)
NICOLAI.- (Dentro.) Eso, no! Eso, no!
(Sbitamente, zafado de sus perseguidores, NICOLAI entra por el foro y desciende las escaleras. Trae sus ropas desgarradas y un rastro de sangre sobre el pecho casi desnudo. Los sicarios entran detrs de l. Acechan el momento oportuno para maniatarle.)
Eso no, Comisario! Yo no estoy loco! COMISARIO.- Qu ms da! Es un gran histrin y lo fingir muy bien. NICOLAI.- Yo no estoy loco, Dios existe!! Es que no lo queris ver? Sois ciegos entonces, David, sois ciegos! COMISARIO.- (Imperativo, a los sicarios.) Venga, en el acto!
(Se disponen a caer sobre l. NICOLAI atina a mantenerse unos segundos separado de ellos.)
NICOLAI.- No, eso no... No me importa la crcel, ni que me matis... pero eso, no; eso, no...
(DAVID, sbitamente, arrebata la pistola de uno de los agentes y dispara dos veces sobre NICOLAI.)
COMISARIO.- Qu ha hecho usted? DAVID.- (Con vehemencia.) Ponerle en libertad, primero... (Ms lentamente, para s.) Y adems, salvar su nombre... Y quin sabe si crear su culto.
(NICOLAI cae mortalmente herido. El agente arrebata el arma a DAVID, que mira aterrado a NICOLAI. Su compaero y l le prenden cada uno de un brazo.)
NICOLAI.- Ven... muerte... y acgeme para siempre... en tu tnica... (Sonre, como si una mano amiga le saliera al encuentro.) Eres t... Dios...? (Y se desploma muerto.)
(Hay una leve pausa. La emocin ha ganado a todos.)
COMISARIO.- (En tono tajante.) Muchachos: llevaos este cadver, atadle unas piedras y arrojadlo al lago. No quiero leyendas ni peregrinaciones. Nadie debe saber dnde est, y si algn da lo supiese alguien, vosotros serais los responsables. En cuanto a usted, David, lo que ha hecho va a acabar costndole muy caro.
(Los loqueros se acercan a recoger el cadver de NICOLAI. El COMISARIO lo examina con la precisin de un tcnico.)
Es curioso... Le he visto morir con ms propiedad otras veces...
OSCURO
Eplogo
En escena el VIEJO y SERGIO. El VIEJO est arrodillado en el mismo lugar en que cay NICOLAI y reza. Hay unas piedras entre las cuales intenta sujetar SERGIO la cruz que le confi NICOLAI. Despus, de pie, permanece en silencio, unos instantes. Por la izquierda, apoyada trabajosamente en las muletas, entra AGLAIA. Avanza hasta ellos y se arrodilla. Lo hace con arreglo a su tcnica de impedida, dejando caer primero al suelo una de las muletas y deslizndose, poco a poco, sobre la otra. El VIEJO intenta ayudarla, pero AGLAIA hace innecesaria su ayuda.
VIEJO.- As va mejor. AGLAIA.- (Tenuemente.) Fue aqu? VIEJO.- S, aqu fue. AGLAIA.- Cmo lo han sabido? SERGIO.- Esta es su sangre. (Y hace mutis por la derecha.)
(Se ve rezar a AGLAIA fervorosamente. El VIEJO se santigua, se levanta y va tras SERGIO. Queda sola en escena AGLAIA. Ya ha dado por concluida su oracin y se dispone a marcharse. Hace ademn de recoger su muleta para incorporarse. Pero de pronto, nota que no las necesita, que puede hacerlo por s misma. Con los ojos asombrados, sin querer dar crdito a lo que ve, se levanta poco a poco. Se la ve sollozar entrecortadamente, mientras a pasos desiguales hace mutis por la izquierda y lentamente cae el...)
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