Eclesiologia Franciscana 1

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 66

captulo primero

FRANCISCO Y LA IGLESIA
INTRODUCCIN
Sujeto - Objeto Visin crtica y contextualizada Semntica y realidad
EL MOVIMIENTO FRANCISCANO Y EL CONCILIO IV DE LETRN
Algo sobre el contexto Reforma Gregoriana La cruzada contra los infieles
La hereja Reforma del clero El precepto pascual
1.- COINCIDENCIAS
DIOS, NICO PRINCIPIO DE TODAS LAS COSAS El Concilio San
Francisco En resumen
CUIDADO DE LOS UTENSILIOS LITRGICOS San Francisco En resumen
LA CONFESIN DE LOS PECADOS San Francisco En resumen
PASTORAL DEL ENFERMO El Concilio San Francisco En resumen
LOS CAPTULOS San Francisco En resumen
2.- TENSIONES
LA PREDICACIN El Concilio Predicacin alternativa San Francisco En
resumen
EL VESTIDO El Concilio San Francisco En resumen
3.- PARALELOS Y SUPERACIN
LA REFORMA DE LOS CLRIGOS El Concilio San Francisco San Antonio
En resumen
LA RESTITUCIN DE LO ROBADO San Francisco
EL DINERO San Francisco En resumen
4.- CONFLICTOS
NUEVAS RDENES RELIGIOSAS Vida religiosa masculina Vida religiosa
femenina El concilio San Francisco En resumen



INTRODUCCIN
Sujeto - Objeto
Cuando hablamos (personas, grupos, culturas) sobre la Iglesia, y sus
derivados (eclesialidad, eclesial, eclesistico...), empleamos expresiones
aparentemente idnticas, que se suenan y se escriben igual. Pero es posible
que nos estemos refiriendo a realidades diferentes. Construimos frases con
las mismas palabras que suelen tener contenidos diversos y hasta
contradictorios. Algunos enunciados a ttulo de ejemplo: Tal es un hombre de
iglesia; la iglesia dice, prohbe, ensea; condenamos o justificamos las
riquezas de la iglesia; anteponemos o posponemos el bien de la iglesia al bien
de los fieles...
El trmino "Iglesia" est cargado de sobrentendidos no siempre unvocos, casi
siempre anlogos, muchas veces equvocos. Si exceptuamos los trminos
estrictamente tcnico-cientficos (los smbolos qumicos, matemticos)
todos los dems vocablos son siempre polismicos y pueden referirse a un
amplio abanico de realidades a veces distintas, otras opuestas.
Objeto iglesia
En una frase la palabra iglesia puede cumplir la funcin de objeto al cual se
dirige la accin del verbo. Un ejemplo:
Se afirma que San Francisco de Ass am a la Iglesia, fue fiel, obediente,
sumiso a la Iglesia.
Me parece que, a esta altura de nuestro caminar eclesiolgico-franciscano,
todos aceptan la veracidad de la afirmacin.
En este caso la palabra Iglesia es el "objeto" de la obediencia, de la
sumisin, del amor, de la fidelidad de Francisco.
Pero siempre un pero- si queremos entender la real portada de las frases
(Francisco am a la Iglesia, fue fiel, obediente, sumiso a la Iglesia) hemos de
preguntarnos acerca del contenido de la expresin iglesia para Francisco, en
el contexto en el cual vivi:
Cul es Iglesia que tena ante los ojos y a la cual am el penitente de
Ass?
Cul es el sentido, el contenido, de esta iglesia objeto receptor del
amor-sumisin-obediencia de Francisco?
Los franciscanistas que han tratado y tratan el tema reiteran acrticamente
(ingenua o ideolgicamente) las afirmaciones clsicas acerca del varn
ntegramente catlico y apostlico. Los estudiosos parecen cegados por los
prejuicios apologticos y son incapaces de ir ms all de lo que siempre se ha
dicho.
Tmese como ejemplo el largo artculo chiesa en el Dizionario Francescano.
El autor parte de dos pre-conceptos:
el primero que Francisco era ignorante e idiota y por lo tanto incapaz de
elaborar una eclesiologa;
el segundo que l era -sin exageracin- eclesialidad personificada.
El artculo procura probar estas dos tesis con una acriticidad rayana en la pura
ideologa.
Ni qu hablar de las plticas espirituales de maestros de novicios, de
predicadores de retiros y de charlistas de espiritualidad franciscana: entre
ellos es doctrina comn que la sumisin de Francisco a la iglesia hace la
diferencia entre el Pobrecillo de Ass y todos los dems herejes de su tiempo.
Pocos -casi nadie- tienen idea de la vida y el pensamiento de los numerosos
grupos y de los muchos lderes mujeres y hombres- que quisieron regenerar
la iglesia medieval. En los siglos XII y XIII asistimos a una verdadera eclosin
de movimientos laicales, paupersticos y evanglicos. Generalmente no se
pone en duda que Pedro Valdo era hereje y Francisco no, por ms que la
afirmacin no resiste la mnima crtica histrica.
Muy sueltos de cuerpo, todos aseveran que la diferencia entre San Francisco
y sus contemporneos pobres, itinerantes y evanglicos como l- que
terminaron condenados por la iglesia como herejes, radica en:
el Poverello fue sumiso y obediente, en todo y sin matices, a la Iglesia
romana;
los herejes, por el contrario, fueron rebeldes y desobedientes.
A lo largo de este estudio veremos que estas certezas van dando lugar a
muchas preguntas.
Sujeto iglesia
El sustantivo Iglesia puede tambin ser el "sujeto" de una serie de acciones:
la Iglesia es maestra de la verdad, es infalible, es santa, es catlica, es nica,
es necesaria para la salvacin. Se dice que el sujeto Iglesia posee
virtualidades capaces de producir cualidades en los predicados y provocar
actitudes en los referentes. Por ejemplo se afirma que la verdad es una
propiedad del sujeto Iglesia, de modo que el hombre que quiera poseer la
verdad tiene que estar dentro de la Iglesia.
Un ejemplo:
Se afirma que la iglesia aprob la intuicin evanglica de San Francisco de
Ass.
Me parece que todos aceptan la veracidad de la afirmacin.
En este caso la palabra Iglesia es el "sujeto" que aprueba el propsito de
vida franciscano.
Lamentablemente los franciscanistas se remiten exclusivamente a las
vicisitudes de la aprobacin de la Regla por parte del Papado, identificando el
sujeto Iglesia con Papa. Se olvidan que fue el sentido de fe de la iglesia
Pueblo de Dios (LG. n12) el que dio y da la primera y definitiva aprobacin al
movimiento, tanto sincrnicamente al difundirse en pocos aos por toda la
cristiandad, como diacrnicamente al mantenerlo vivo a lo largo de muchos
siglos.
Visin crtica y contextualizada
Dos aclaraciones previas.
En primer lugar, reitero, no pretendo ofrecer un curso de eclesiologa
dogmtica, ms an, doy por supuesto que las aserciones de la eclesiologa
dominante son fundamentalmente vlidas, a pesar de todos los matices
imprescindibles para una correcta compresin evanglica y tradicional de las
actuales creencias eclesiales.
En segundo lugar tampoco quiero negar todo lo que se dice en teologa
espiritual sobre Francisco en su relacin con la Iglesia de su tiempo.
Mi propsito es ms simple y se ubica como previo a toda elaboracin
sistemtica de una posible eclesiologa franciscana. Afirmo que es necesario
superar nuestra visin ingenua y frecuentemente ideolgica de las fuentes
recurriendo a una lectura ms crtica y contextualizada.
A lo largo de las pginas que siguen nos sorprenderemos descubriendo los
significados que emergen -naturalmente, sin violencias- de los textos ubicados
en sus contextos
Semntica y realidad
Comencemos por precisar nuestro lenguaje: Siempre hubo y hoy abundan las
asociaciones de creyentes que se autodenominan Iglesia Cul de esas
iglesias es maestra, es infalible, es santa, catlica y nica...? Pero
supongamos que todos pertenecemos a la Iglesia catlica, apostlica,
romana: Cul es en realidad el sujeto que se esconde detrs de la palabra?
La Iglesia es
el Papa; el Concilio; la jerarqua; los obispos, los curas, los religiosos y
las religiosas; todo el pueblo santo de Dios, los laicos; toda la
humanidad; los pobres; los militantes que buscan la liberacin; los
buenos; los ortodoxos... ?
No quiero iniciar al lector en un ejercicio de mera retrica. Recuerdo que por
meros juegos de palabras, por opciones en el campo "semntico", a lo largo y
ancho de la historia de las iglesias, mucha gente ha sido torturada y quemada
viva, y se han hecho guerras largas y sangrientas.
Dependiendo de las opciones de la Iglesia que "est en el poder", se ha
matado y se ha canonizado a los creyentes. Un santo es coherente con la
auto-imagen de Iglesia dominante, un hereje la reniega. El santo
canoniza a la Iglesia, el hereje la condena.
Los buenos telogos contemporneos, y en particular los especialistas en
temas eclesiales, tienen mucho cuidado en precisar su lenguaje, de acotar los
lmites, de dar definiciones a los sujetos. Un experto no habla en general de
Iglesia sin aadir adjetivos calificativos: Iglesia jerrquica; Iglesia local; Iglesia
romana... Se distingue muy claramente entre el magisterio pontificio, y el
magisterio de la Iglesia, mucho ms abarcante. El primero es la doctrina de
los papas, el segundo implica a los dems pastores, a los padres de la Iglesia,
a los santos, los telogos y, muy especialmente, al sensus fidei del pueblo de
Dios.
la doctrina social de la Iglesia
no es equivalente
a la doctrina social pontificia:
Reitero: la primera es mucho ms inclusiva y diversificada. Cuando hablamos
de la doctrina social de la Iglesia no es suficiente citar las encclicas papales,
hay que rastrear en la patrstica, en los grandes doctores, en los santos... y en
el pensamiento y en la praxis del pueblo de Dios.
Hay que saber marcar claramente los lmites de los sujetos para no confundir
los predicados.
En este primer captulo mi objetivo ser el de precisar cul fue el sujeto-
objeto Iglesia al cual se refiere Francisco de Ass, su vida, su
pensamiento, su proyecto.
Si estn utilizando este material para estudio en grupo, les propongo hacer un
juego. Si lo ests leyendo personalmente detente un momento para hacer t
mismo algn ejercicio:
Primero: cada uno debe escribir rpidamente, sin pensar mucho, en un papel,
CINCO PALABRAS AFINES a la palabra Iglesia. Por ejemplo cuando me
dicen la palabra mar, yo pienso en majestad, azul, vacaciones, pescadores,
tormenta... Cuando me dicen la palabra Iglesia, yo pienso en...
Luego se pondr en comn el resultado para constatar las coincidencias y
analizar las familias semnticas resultantes. Si el grupo es grande surgirn
una serie de imgenes de Iglesia bien diversificadas.
EL MOVIMIENTO FRANCISCANO Y EL CONCILIO IV DE
LETRN
Iglesia, qu dices de ti misma?
A lo largo de los captulos de este libro iremos ubicando al movimiento
franciscano en diversos contextos de la historia, de las ideologas y de las
eclesiologas medievales.
En este primer apartado tomo algunas declaraciones del magisterio ms
solemne del siglo XIII para entrever la autocomprensin de la iglesia-jerarqua
y en ese espejo entender mejor el posicionamiento eclesiolgico de las
hermandades evanglico-paupersticas medievales. Advierto que dentro de
esta gran corriente y solo dentro de ella es comprensible el movimiento
franciscano primitivo.
A la hora de ponernos a cotejar fuentes medievales el franciscanismo es
privilegiado: contamos con escritos autnticos de Francisco de Ass y con una
muy abundante literatura franciscana de los siglos XIII y XIV. Cuando
queremos hacer lo propio con otros movimientos casi siempre nos vemos
obligados a circunscribirnos a las afirmaciones de los crticos o de los jueces
miembros la iglesia-sociedad oficial, siempre parciales, frecuentemente
sospechosas.
Vamos, pues a comparar algunos decretos del Concilio Lateranense IV con
las posturas que emergen, de modo ms o menos explcito, de las fuentes
franciscanas contemporneas.
El Lateranense IV, fue el VII concilio ecumnico. Celebrado en 1215, en
plena gestacin del grupo franciscano primitivo, se convierte en pieza clave
tanto para la comprensin global del movimiento como para la elaboracin de
una posible eclesiologa original y propia del franciscanismo.
La importancia del Concilio
Algo sobre el contexto
Para contextualizar las preocupaciones y decisiones del lateranense recurro a
la Historia Occidentalis de Jacques de Vitry. De modo muy pintoresco nos
describe la sociedad y la iglesia de su tiempo. Espigo de esta obra las
descripciones y las cursivas que siguen a continuacin.
En el captulo primero, describe genricamente la corrupcin de occidente y
los pecados de los occidentales, utilizando esquemas tanto del Antiguo como
del Nuevo testamento.
Occidente perdi sus cabezas y madres: Jerusaln cabeza y madre de la fe
usurpada por los sarracenos, Roma es la cabeza y madre de los fieles
invadida por vicios y pecados. Los Moros invaden Espaa, los herejes
Provenza y Lombarda, el cisma de apodera de Grecia.
La justicia haba desaparecido del mundo; el temor del Seor desterrado, la
equidad vencida, la violencia se haba apoderado de los pueblos. El fraude, la
astucia, la mentira cubran todas las cosas.
En el captulo 2 toca uno de los asuntos ms graves, la avaricia y la usura. As
describe la realidad que luego veremos legislada en el lateranense.
La bondad tan agradable a Dios y a los hombres, la generosidad,
permanecan marginadas mientras que la raz de todos los males, es decir la
peste de la avaricia, ocupaba casi todos los corazones infectados con el
veneno de la avidez. Las cosas haban llegado a tal punto que el crimen de la
usura, el peor de todos, expandido tena posedos, como si ello fuera lcito, a
los vidos prestamistas a inters. Por cumplir con estas insaciables
sanguijuelas, los caballeros perdan su patrimonio y grandes herencias, los
pobres resultaban expoliados, las iglesias quedaban sumergidas en la
miseria, mientras el azote de la usura extenda sus tentculos de manera
irrefrenable, aprisionando a la gente con los lazos de los prestamistas. Esta
raza, la ms innoble, la ms repudiable de la tierra, dominaba en todas partes
con tanto poder, que no satisfecha de haber invadido ciudades y plazas
fuertes, ocupaba tambin los pueblos, mercaba sin descanso da y noche, a
cada hora y a cada instante, al precio de la propia condena, reclamando
intereses usurarios a tasas que sobrepasaban el capital recibido, y esto sin la
ms mnima piedad, aun cuando el Seor dijera: Dad sin esperar devolucin,
y tambin: Vosotros no comeris las presas cazadas por una bestia salvaje.
Ellos parecan divertirse con los muertos, con sus hijos e hijas, hasta el punto
que todos cedan a la voluntad de quienes detentaban ese dinero funesto y
venenoso, a fin de que se cumpliera lo que est escrito: Han sacrificado a sus
hijos y a sus hijas a los demonios.
Peor an, estos hijos de perdicin, con menosprecio del mandamiento del
Seor, rehusaron devolver ntegramente las prendas que fueran depositadas
como capital. Se dijo en el Levtico: Si tu hermano hall la manera de redimir
su campo, los frutos sern calculados a partir del momento que lo vendi;
pagar el resto al comprador, y luego entrar en posesin de su bien. En otras
palabras: el usurero vende su mercadera a precio excesivo, con el pretexto
que los tiempos reglamentarios fueron diferidos o, por el contrario, anticipados
al momento estipulado del pago; ellos compraron a precio vil las mercaderas
que recibirn ms tarde; ellos se exponen a los tormentos de la muerte eterna
y de la condenacin.
En el captulo 3 alude a la prepotencia de los poderosos armados, creadores
de una clase especial, la de los inermes. Para los movimientos de paz del
siglo IX, pobre por definicin era el indefenso, el que no tena armas (inermis)
para defenderse de la fuerza del soldado (miles). Una predicacin a favor de
la paz equivala a la defensa de los pobres por antonomasia, los desarmados.
As describe los abusos de los que detentan el poder:
Los que tienen poder de mando sobre los dems, no se contentan con llenar
sus vidas manos con donaciones ilcitas o peor, extorsionando para su
perdicin a quienes dependen de su dinero con aumentos y exacciones
inicuas. Adems atacan cruelmente sea en la oscuridad o a la luz del da a
quienes ya no estn bajo su poder o carentes de recursos, con desprecio de
lo que est escrito: Maldito t que te entregas al saqueo, porque sers
saqueado
No contentos con entregarse al pillaje, asolaban regiones enteras con
incendios, no se ahorraban ni siquiera los bienes y posesiones de los
monasterios, despojando los santuarios con manos sacrlegas y tomando del
seno y corazn del Seor, los objetos destinados a los ministerios espirituales.
En otras palabras, mientras se peleaban entre ellos por bagatelas, dejaban los
bienes de los pobres en manos de sus impos agentes. Armados con hierros,
copaban los caminos pblicos, sin exceptuar a peregrinos y religiosos. En las
fortalezas y en las ciudades, asesinos a sueldo y mal vivientes cados de
todas partes preparaban emboscadas, llenaban de sangre inocente las calles,
las plazas y todos los puntos atacados. Tambin en el mar, sin temor al juicio
de Dios, corsarios y piratas no se conformaban ya con despojar a
comerciantes y peregrinos, sino que adems los arrojaban a las aguas
despus de hacer incendiado sus barcos.
Mientras tanto los prncipes y poderosos permanecan en su infidelidad,
cmplices de los ladrones, siendo que estaban obligados a velar por la paz, a
defender a sus sbditos e, infundindoles temor, y controlar a los agresores,
impidindoles actuar. Aceptando regalos de los impos y sacrlegos, ellos
cedan a sus deseos por el lucro temporal y les acordaban protecciones y
favores. Miraban a un ladrn que corra a su lado como si quisieran decirle:
Compartan con nosotros, el botn, es nico para todos. As estos ladrones,
arrebatadores, sacrlegos, usureros, estos judos, sicarios y homicidas, estos
hombres sediciosos que debieran sufrir duras penas, ser extirpados
radicalmente y suprimidos, eran apoyados por quienes teniendo la espada en
su mano, permitan cometer impunemente tales maldades, mientras que el
Seor dice por la boca del profeta: Buscad la justicia, acudid en socorro del
oprimido, otorgad el derecho a los hurfanos, defended a las viudas.
Opriman a los pobres a travs de sus lugartenientes y seguidores,
despojando a viudas y hurfanos, tendindoles trampas, difundiendo
calumnias contra ellos, lanzando toda suerte de acusaciones a fin de
quedarse con el dinero de sus vctimas. Demasiado a menudo encarcelaban,
haciendo encadenar a los perjudicados que no tenan nada que reprocharse,
los inocentes eran torturados sin otro motivo que el de poseer algn bien.
Esto suceda sobre todo cuando sus seores, descansando en su ociosidad o
la prodigalidad y el lujo, se encontraban expuestos a gastos superfluos en
torneos y la vana pompa del mundo y as se convertan en presa de deudas y
de usureros. Mientras, los mimos y los cmicos, los bufones, vagabundos y
charlatanes, los perros de corte y los adulones dilapidaban a su vez los
patrimonios de esos expoliadores. Como si hubieran querido decir a su
prncipe o tirano: Arrasad, arrasad hasta los cimientos; Crucifica, crucifica;
mata y come. En fin, los prncipes dejaban crecer en todas partes hasta el
colmo de su condenacin, a cortesanos y lupanares, a jugadores de dados,
taberneros y gente de mala fama, que son como cuevas de bandidos o
sinagogas de Judos, las medidas fraudulentas y los balances trucados. Lo
que deberan haber extirpado, destruido y hecho pedazos ocupaba todas las
ciudades y sus alrededores. No slo, en efecto, los que realizan tales obras
sino tambin quienes dejan que se realicen, no poseern el Reino de Dios.
La cruzada lanzada por el lateranense no solo es una guerra santa para
liberar lugares sagrados de manos de los infieles, es tambin o sobre todo-
una guerra para abrir mercados y canalizar la violencia interna hacia
enemigos extranjeros. Es sintomtico que, mientras dura la cruzada,
quedaban prohibidos torneos, guerras entre feudos, ferias y fiestas. La
Cruzada aparece como un remedio a las
guerras y discordias que sacudan a gran parte del mundo, armados
pueblos contra pueblos y reinos contra reinos. La santa Iglesia romana era
sacudida peligrosamente por los cismas. El imperio romano dividido en su
propio seno estaba devastado, los franceses combatan contra los ingleses,
los sarracenos opriman duramente a los cristianos de Espaa, el reino de
Sicilia era golpeado y arrasado por disputas y luchas; todas las partes de
Occidente, sin excepcin, estaban agitadas por la tromba del juicio vindicador
de Dios.
Jacques no perdona a ninguna clase social de su tiempo. En el captulo 4
habla de los comerciantes que se dedican a perjudicar a sus hermanos con
mentiras y engaos, de los campesinos que no pagan a las iglesias el diezmo
de sus bienes, de los abogados que, enceguecidos por el deseo de dinero
favorecan causas injustas con engaos y hueca palabrera.
Alargaban los procesos, siempre dispuestos a multiplicar las disputas,
oponiendo innumerables excepciones a fin de esquilmar bolsas con ritmo
sostenido. Si no eran capaces, por sus errneos procedimientos, de llevar un
asunto a feliz trmino, apelaban para continuar el proceso y cobrar un nuevo
salario.
Sigue con los crmenes de las mujeres, adornadas como prostitutas,
vestidas suntuosamente, demasiado rizadas sus cabelleras, cubiertas de oro,
perlas y objetos suntuosos, arrastraban a la muerte y al abismo a los hombres
imprudentes, en medio del torbellino de las danzas prohibidas, de sortilegios y
engaos sin fin.
La vida religiosa no est exenta de la necesidad de reforma y su Historia
abunda en denuncias de los religiosos que, despus de haber tomado el
hbito regular, desobedecan, murmurando, denigrndose unos a otros,
amortajados en los sepulcros de la concupiscencia, protegen a los ladrones
En el captulo 23 habla de los que abrazan piadosamente la vida religiosa:
Hay otros que estn en el mundo pero no son del mundo. Probados y
purificados por el ejercicio y la experiencia de una larga lucha, ponen sus pies
en el mundo para someterlo. Cansados de las falsas riquezas, consideran las
pasiones del alma como un pesado fardo. Soportan mejor las necesidades
que nacen impulsadas por el deseo y cuando abrazan el dulce yugo de la cruz
de Cristo, eligen la vida regular como puerto de sosiego y paraso de delicias.
No ven esta vida como si fuera una prisin sino, por el contrario, sienten que
abandonaron el cautiverio de este mundo. Son cual onagros que recobran la
libertad, espritus que respiran libremente y que no queriendo vivir en el
vaivn multitudinario de las ciudades, humedecen sus labios con el vinagre de
la Pasin del Seor. De esta forma fortalecen los deseos de su alma que se
siente satisfecha, saciada. Tienen por suprema felicidad cargar la cruz de
Cristo haciendo dura penitencia. Prueba de que su holocausto es agradable y
deleitable a Dios, lo perciben como man del desierto y pan del cielo, que
encierran en s toda delicia y todo lo que es agradable al paladar.
Reforma Gregoriana
La reforma gregoriana es ms conocida entre los historiadores como lucha
por las investiduras, uno de los puntos neurlgicos para la eclesiologa
medieval. Tomemos conciencia de que la iglesia lograr librarse plenamente
de este estigma recin en el siglo XX. El nombramiento de las jerarquas
eclesisticas haba quedado en manos de laicos sin escrpulos y sin espritu
eclesial y haba moldeado una comunidad eclesial necesitada de reformas
graves y urgentes, tanto en sus instituciones como en su vida moral.
La transformacin del clero fue uno de los principales objetivos de la Reforma
Gregoriana. Dos son los problemas bsicos de la clereca: la simona
(compraventa de beneficios eclesisticos) y el llamado nicolasmo (clero que
no viva el celibato).
El primero era un problema econmico dado que la compraventa de los
beneficios eclesisticos constitua una de las fuentes ms rentables para la
nobleza. El segundo un problema cultural, dado que el celibato tropezaba con
una mentalidad ambiente adversa.
Nicolasmo
La ordenacin de hombres casados era el escenario normal del clero en la
Iglesia de los primeros tres siglos. Solo se prohbe la ordenacin sacerdotal a
los que se haban casado en segundas nupcias. Recin en los siglos IV-V
aparece alguna legislacin eclesistica sobre el celibato sacerdotal. La
tradicin actual de la iglesia oriental mantiene la praxis primitiva. El celibato o
matrimonio una opcin previa a la ordenacin diaconal, y el casado-sacerdote
tiene, tras la ordenacin, una serie de acotaciones en el uso del matrimonio,
aunque podan continuar cohabitando con la esposa.
A comienzos del XI hay tres categoras de clero: 1) los sacerdotes clibes, 2)
los sacerdotes clibes concubinarios 3) los casados antes de la ordenacin
con obligacin de continencia.
La lucha gregoriana contra el nicolasmo se ha de encuadrar dentro de tres
variables: una corriente espiritual anti-sexual de la Iglesia Antigua; una idea de
pureza ritual, tomada del A.T.; y las dos anteriores reforzadas por los ideales
ascticos del monacato.
Recordemos que la actividad sexual (incluso en matrimonio legtimo), era
incompatible con la recepcin de la Eucarista y que por este problema
poqusimas personas se acercaban a comulgar. Los esposos deban
abstenerse de relaciones sexuales 9 das antes de recibir la comunin, de lo
contrario sta era considerada un sacrilegio. Si los esposos tenan relaciones
durante la semana santa no podan cumplir con la obligacin pascual.
Para los sacerdotes se pasa de una serie de condiciones de abstinencia para
ejercer el culto, a la prohibicin de toda relacin carnal, incluso dentro del
matrimonio. El ejercicio del sexo era visto como un peligro de profanacin en
relacin con el ejercicio del ministerio y en particular de la celebracin de la
Eucarista. Se comienza a permitir la convivencia legitimada por el vnculo
matrimonial previo a la ordenacin, a condicin que se practicase la
continencia y los esposos viviesen como hermano y hermana. Mientras que
durante los siglos VIII-X se contina la praxis antigua ordenando a hombres
casados pero con la obligacin de la continencia, contemporneamente crece
el fenmeno de sacerdotes ordenados como clibes que viven en
concubinato.
Ante la imposibilidad de un clero capaz de mantener esta normativa aparece
como alternativa la monaquizacin del clero secular, especialmente en los
institutos canonicales. Como no es un asunto reformable, el papado impone
medidas drsticas. Nicols II en su encclica Vigilantia universalis prohbe a
los laicos acudir a misa de los sacerdotes nicolatas:
"Ninguno oir la misa celebrada por un sacerdote del que se sabe que convive
con una concubina o una mujer clandestina. El santo Concilio, en efecto, bajo
pena de excomunin, ha decidido en modo concreto sobre la castidad de los
sacerdotes (del SS papa Len IX, de grata memoria), que todo sacerdote,
dicono, subdicono, que tome pblicamente una concubina o no abandone a
aquella con la que vive, no pueda por voluntad de Dios, de los santos
apstoles Pedro y Pablo y por nuestra orden formal, ni cantar en la misa, ni
leer el evangelio ni la epstola, ni asistir al coro para el oficio divino.
El econmico fue otro de los motivos que han llevado a la insistencia del
celibato en la iglesia medieval: el patrimonio eclesistico se pulverizaba entre
los varios descendientes del clero casado.
Simona
Bajo el pontificado de Nicols, el Snodo romano endurece las leyes contra la
simona. Dice en el Canon 6: "Ningn clrigo sacerdote puede recibir de
ningn modo de parte de los laicos una iglesia, ni gratuitamente, ni habiendo
pagado". Se trata de un primer caso de prohibicin de todo tipo de investidura
laica. Declaracin programtica de parte de los reformadores romanos que
dist mucho de ser eficaz.
El 2 concilio Lateranense (1059) lanza un importantsimo decreto sobre la
eleccin de los papas procurando una designacin libre de toda interferencia
externa, estableciendo como electores primarios a los cardenales obispos,
afirmando que el papa primero es pastor universal y slo en segundo lugar
obispo de Roma; permitiendo hacer la eleccin fuera de Roma si el acto
eleccionario era impedido en la ciudad.
Gregorio VII insisti en las elecciones cannicas, mediante el clero y el
pueblo, evitando escrupulosamente toda maniobra simonaca, por ms que no
objetaba los actos de investidura por parte del soberano. En su gran primer
concilio reformador (Cuaresma de 1074): quiere aplicar los decretos, incluso
mediante movilizacin del pueblo de las parroquias, tanto contra los
sacerdotes concubinarios como contra los obispos simonacos.
Consecuencias
La llamada reforma gregoriana tuvo efectos no previstos para el Papa que la
promovi. Reformar una institucin por decreto, desde arriba hacia abajo, no
es asunto tan simple como se cree, especialmente si la corporacin a
reformar se llama Iglesia catlica.
En esta ptica reformadora hay que entender a los movimientos laicales
paupersticos medievales. El famoso Movimiento de la Pataria, es una tpica
masiva participacin del laicado en la lucha por la reforma de la vida eclesial.
El significado del nombre parece provenir del dialecto milans. Patarini = pat
o patte, son los vendedores de trapos, los harapientos, gente nueva, incluso
enriquecida, que pretenda cambiar las reglas de la Iglesia y de la sociedad
milanesa. Los patarinos entorpecieron las celebraciones litrgicas de la
Catedral y se marcharon de las misas celebradas por el clero que tena
concubina o estaba casado; a estas acciones se las denomina huelga
litrgica.
En sus orgenes la Pataria fue un movimiento de reforma y de renovacin
espiritual de mediados del siglo XI. Naci en Miln y se propag luego a
Florencia. En Florencia lucharon especialmente contra la simona y en Miln
contra el clero concubinario, aadiendo a ello la lucha por la reforma poltica
de la comuna. En conflicto con su clero indigno los patarinos buscaron aliados
en los papas para sus polticas de reforma. Pedro Damin pens que eran
peligrosos por sus posturas muchas veces radicalizadas o extremistas. Ms
adelante el termino patarino designar genricamente los movimientos
heterodoxos de pobreza y ms especialmente la forma que en Italia toma el
catarismo.
En primer lugar es casi imposible trazar lmites previos cuando se lanza al
pueblo en un peligroso proyecto de cambio de sus lderes intermedios
indignos: la gente no se frena en el punto preciso que desearon los dirigentes
supremos.
En segundo lugar es lgico que el pueblo termine rechazando la institucin
como tal y la estructura colectiva global que provoc la corrupcin de los
dirigentes.
De todos modos el llamamiento del Papa Gregorio nace de un clamor popular
generalizado y, por lo tanto, encuentra resonancias populares inmediatas.
Probablemente la proclama reformadora papal era caja de resonancia de
muchos clamores difusos a lo largo y ancho de la cristiandad, ms o menos
manifiestos y conscientes.
El pueblo soporta mal a sacerdotes amancebados, y vendedores de puestos
eclesisticos, a prncipes-obispos que ponan a subasta pblica los oficios (y
beneficios) eclesisticos en una carnicera de la ciudad. Deja de sentirse en
comunin con parroquias, abadas, dicesis regenteadas por bastardos de
grandes seores, quienes a su vez hacan ordenar por (parientes) obispos a
una plyade de sacerdotes de misa y olla. El cuadro todos lo conocemos:
prohibiciones de celebrar ms de 20 misas por da... crasa ignorancia de los
rudimentos del catecismo en ministros que apenas balbucan palabras
sacramentales sin comprenderlas, ni en su teologa ni en sus latines... De
estos hechos abundan las crnicas contemporneas y los libros de historia.
Un acta inquisitorial pone en boca de un hereje la siguiente acusacin:
Nosotros creemos en tales cosas porque no somos del mundo. Ustedes son
amantes del mundo, han hecho un tratado de paz con el mundo, porque son
del mundo. Ustedes son falsos apstoles que adulteran la palabra de Cristo,
buscando slo cosas para s mismos, tanto ustedes como sus padres.
Nosotros y nuestros padres, engendrados apstoles, permanecimos en la
gracia de Cristo hasta el presente. Cristo dio pie para podernos distinguir
entre nosotros: "Por sus frutos los conocern". Y nuestro fruto es el
seguimiento de Cristo...


Los motivos que dominan e inspiran los movimientos mal llamados herticos a
lo largo de todo el siglo XII son tan puros como catlicos. Su programa de vida
se basa en grandes lneas sobre estos postulados:
renovar la vida cristiana, y seguir la ley de Cristo,
mantener una conducta de vida semejante a la de los apstoles,
renunciar a todos los bienes terrenos, en pobreza voluntaria,
ejercer la predicacin itinerante del evangelio,
denunciar las desviaciones de la Iglesia Jerrquica y el clero catlico, hasta
lograr que vivan de modo verdaderamente cristiano, evanglico y apostlico.
Las armas que el mismo Gregorio VII us en esta lucha se volvieron ms
tarde contra la Iglesia Jerrquica. l afirm que slo el sacerdote digno poda
cumplir eficazmente la funcin religiosa, declarando por Bula como indignos y
usurpadores del oficio sacerdotal, tanto a los sacerdotes simonacos, que no
han sido llamados por la Iglesia, como a los concubinarios y no castos. Hizo
perseguir como hertico a quien celebraba la misa siendo sacerdote
simonaco o nicolata, y al que se procuraba cargos eclesisticos. Apenas
haba sido adquirido y estabilizado el "ordo" jerrquico de la Iglesia, y aparece
el concepto de "dignidad del sacerdote", que haba penetrado en la conciencia
de muchos ambientes, volvindose en contra del concepto eclesistico de
ordenacin.
El Concilio Lateranense IV es un mojn importante en el largo camino de la
reforma gregoriana. En el siglo XIII la renovacin de la Iglesia era an ms
urgente porque los grupos crticos de la decadencia de la moral eclesistica
eran empujados hasta la ruptura con una comunidad que, en lugar de
convertirse, condenaba a la hoguera a los reformadores. De hecho estos
grupos ganaban cada da ms adeptos, expandan su influencia a sectores
cada vez ms amplios del pueblo cristiano y los ganaban para su causa.
Inocencio III se distingui en su combate enrgico contra la hereja, y no
vacil en buscar apoyo en el poder secular, es decir, en recurrir a la represin
armada de los disidentes. Cuando prncipes y ciudades fueron negligentes en
prestarse a colaborar con la Iglesia en la lucha contra los herejes, no dud en
lanzar la cruzada contra ellos.
La cruzada contra los infieles
La cruzada contra los rabes fue el motivo impulsor para convocar el Concilio.
Inocencio convoc a toda la Iglesia a congregarse en Roma. Se dieron cita
clero y laicos, obispos y prncipes, monasterios y cabildos, rdenes y
estamentos de la cristiandad. Deban hacerse presentes o bien
personalmente, o bien por medio de representantes. Las corporaciones -
cabildos, rdenes y ciudades- enviaban delegados.
Este Concilio ecumnico, fue el ms grande de la edad media. Participaron
ms de cuatrocientos obispos provenientes de ochenta provincias
eclesisticas y por encima de ochocientos abades y prelados capitulares. Hay
que observar, sin embargo, que el oriente eclesistico solo estuvo
representado por el episcopado latino de Grecia y de los Estados cruzados,
aparte del primado de los Maronitas. El Concilio dur prcticamente un mes y
se realizaron tres sesiones solemnes, el 11, 20 y 30 de noviembre. Tratar
este tema en el captulo siguiente.
La hereja
El Papa no estaba preocupado solamente por los enemigos externos de la
cristiandad. La hereja era un adversario tanto o ms peligroso que el Islam,
porque minaba la iglesia desde dentro. El combate a los herejes fue el
segundo tema en importancia en el Concilio.
Ya anotaba que la reforma gregoriana haba suscitado movimientos de laicos
que, abrazando la vida apostlica y queriendo reformar la Iglesia, terminaron
engendrando actitudes antieclesisticas. Esta postura anticlerical fue
especialmente peligrosa por dos motivos: una impugnacin y un postulado. El
rechazo de los sacramentos estaba acompaado de exigencias de una Iglesia
ambulante, pobre, apostlica. Los ministros de esta comunidad evanglica
deberan ser, como los apstoles, sacerdotes y obispos humildes y
menospreciadores del mundo.
Ya abundar en este tema en el captulo tercero. Nos faltan certezas acerca
de la realidad y consistencia de estas corrientes ideolgicas, y los datos
provienen de escritos catlicos, generalmente condenatorios. Para estos
textos una de las herejas ms importantes del siglo XII fue el catarismo, cuya
doctrina dualista enmarca el primer decreto conciliar.
El catarismo radical enseaba que el Dios bueno era el creador de los
espritus y el Dios malo el creador del mundo visible, rdenes que estn
respectivamente gobernadas por la accin de Dios y por la accin de Satans.
La accin de san Miguel y de los que vencen al mundo redime a los espritus
del dominio de Satans, restaurar el orden antiguo separando el espritu de
la materia.
El catarismo ms moderado confiesa a un nico Dios creador, cuyo orden
es turbado por la rebelin de Satans, que sedujo a los ngeles y los meti
como almas en los cuerpos de los hombres. De esta prisin de la carne son
redimidas por Cristo, que no es hijo de Dios, sino un en que se hizo
aparentemente hombre en el seno de Mara. Este Cristo vive, sufre y muere
en un cuerpo aparente.
El origen de los muchos movimientos laicales del siglo XII es independiente
de los ctaros, ms an, en general nacen conscientemente para luchar
contra esta hereja. Uno de estos movimientos fue fundado hacia 1175 por el
comerciante lions Pedro Valds, quien se hizo traducir al provenzal el
Nuevo Testamento y algunos libros del Antiguo, reparti su fortuna, despus
de proveer a su mujer y a una hija menor, y se ech a predicador ambulante,
hallando pronto numerosos secuaces de todos los estamentos de la sociedad.
De dos en dos predicaban Pedro y los suyos por las calles, por las plazas, en
las casas e iglesias, la pobreza apostlica y el seguimiento de Cristo.
En el contexto medieval la hereja es ms un ataque grave contra la estructura
jerrquica y social de la Iglesia y una violacin del pblico bien comn de la
Iglesia y del Estado que una contradiccin en materias dogmticas o
doctrinales. La hereja medieval es cuestin de disciplina ms que de
ortodoxia.
Reforma del clero
El tercer tema en importancia del Concilio fue la reforma del clero. Los
decretos conciliares ponen en evidencia la violacin del celibato de los
clrigos, el amundanamiento de su conducta exterior en vestidos y cuidado
del cabello, su avaricia, sus fraudes, la acumulacin de prebendas y las
prcticas simonacas.
En los sermones de San Antonio encontramos dursimas referencias a esta
situacin, acusaciones contra religiosos y clrigos que sonaran muy bien en
boca de los herejes. Dos perlitas como ejemplo:
Hoy en da no se organizan mercados, ni hay encuentros atestados de
seglares o de eclesisticos en los que no se encuentren monjes y religiosos.
Compran y venden, en los procesos convocan las partes, pleitean ante los
jueces, traen consigo a expertos en decretos y leyes y presentan testigos, con
los que estn dispuestos a jurar por cuestiones transitorias, frvolas y vanas.
La cuadriga, con cuatro ruedas, es la abundancia en la que viven los clrigos,
que consiste en cuatro elementos: la anchura de sus propiedades, la
multiplicidad de rentas y prebendas, la suntuosidad de los banquetes y el lujo
disoluto de sus vestidos.
El Seor dispersar semejante cuadriga y arrojar en el mar infernal a su
conductor y aniquilar el caballo, o sea, la espumajeante y desenfrenada
soberbia de los religiosos, que, bajo el hbito monstico y con pretexto de
santidad, se creen grandes.
Pero el grande y poderoso Seor, que mira a los humildes y abate a los
grandes, arrojar este caballo de la Jerusaln celestial.
El precepto pascual
La obligacin de confesin anual y de la comunin por pascua es una de las
ordenaciones del Concilio que perduraron sin grandes cambios hasta nuestros
das. Sin embargo, para el Concilio las disposiciones son pensadas como un
arma eficaz para erradicar la hereja, ayudando a detectar a todo aquel que
pudiera tener apariencia de conducta o de empata con los diferentes. Era
suficiente no participar regularmente del culto, y no acudir en pascua al propio
prroco para confesarse para convertirse en sospechoso de hereja. La
sospecha bastaba para ser sometido a juicio eclesistico y civil. Si no se
lograba demostrar la propia inocencia se padecan todas las censuras del
Concilio contra los herejes.
Afortunadamente las resoluciones polticas y disciplinares del Concilio no
tuvieron importancia permanente y pronto se vieron superadas por los
acontecimientos. Pero su obra dogmtica y legislativa ha sido una carga
pesada al perdurar hasta el presente por haberse integrado tanto en el
derecho general de la Iglesia como en la teologa dogmtica. El Concilio IV de
Letrn ocupa el primer puesto despus del de Trento como fuente magisterial-
conciliar del Cdigo de Derecho Cannico hasta el siglo XX. La teologa
sacramental clsica de la Iglesia catlica latina qued prcticamente referida y
enmarcada en la praxis y especulacin medieval y el Lateranense IV es una
de las fuentes ms citadas.
Estamos ante uno de los Concilios ms importantes de la historia de la Iglesia
y no pudo ser ignorado por Francisco de Ass y el movimiento franciscano
primitivo, por lo cual es un punto de referencia obligado a la hora de discernir
la eclesialidad de este grupo.
Confrontar a Francisco de Ass y el movimiento franciscano y ver cmo la
Orden, las provincias, las tendencias y los hermanos se situaron ante las
disposiciones del Lateranense implica un trabajo de investigacin que supera
los objetivos de este estudio. Me parece que para mi propsito ser suficiente
el trabajo de comparar algunos pasajes del Concilio, con algunos documentos
franciscanos, tanto textos escritos por el propio Francisco como relatos de las
Biografas primitivas.
Este ejercicio nos proporcionar algunas pautas para luego elaborar una
eclesiologa franciscana basada en las fuentes fundantes del franciscanismo.
1.- COINCIDENCIAS
En primer lugar veamos una serie de puntos de acuerdo, en los cuales el
movimiento inicial se demuestra en comunin con los dictmenes del Concilio.
Francisco y los suyos pueden ser llamados obedientes y sumisos a la Iglesia
en los campos de la dogmtica o de la profesin de fe, en la disciplina y praxis
sacramental y en el caso muy particular de la celebracin de los Captulos.
DIOS, NICO PRINCIPIO DE TODAS LAS COSAS
El Concilio
Los maniquesmos
Para la Iglesia jerarqua y para los telogos medievales (en el lenguaje de la
poca se podra decir para la Iglesia de los clrigos) la hereja de moda tena
siempre sabor a maniquesmo.
La doctrina del persa Mani (205-274) tuvo un cierta irradiacin en los primeros
siglos de la iglesia primitiva influenciada tambin por las corrientes gnsticas
de pensamiento. Pero, adems, no podemos olvidar que una concepcin de
un mundo dependiente de dos causas, un Principio del Bien y otro del Mal, de
cuya lucha fluye el mundo y el curso de la historia parece hundirse en lo ms
profundo de la antropologa cultural. La explicacin del mundo y su devenir
interpretada de modo dualista ms o menos radical recorre a lo largo y a lo
ancho la historia del pensamiento humano. Creo que es ante este dualismo
elemental que se planta la declaracin dogmtica del lateranense, que, de
todos modos tiene ante sus ojos doctrinas dualistas de fuerte impacto en la
sociedad.
Para algunos estudiosos los dualismos medievales derivan de Paulicianos y
Bogomilos. Los Paulicianos aparecen a mediados del VII en Armenia. Poco
sabemos del movimiento, excepto que el nombre deriva de un tal Paulo el
Armenio. Parecera que, segn tradiciones del siglo IX, enseaban un
dualismo radical: un dios malvado creador del mundo visible, material y un
dios bueno creador del mundo invisible, celeste, potencias que se combaten
sin tregua. El poder poltico, social y eclesial, la iglesia bizantina, los
sacramentos, las fiestas, las obras ascticas, la veneracin de la cruz y las
imgenes, el AT, el culto y el clero, eran vistos por ellos como obra del dios
malvado.
Esta doctrina reaparece, en la primera mitad del siglo X, en Bulgaria. El
movimiento llamado de los Bogomilos nace del descontento popular ante el
clero. De hecho nos encontramos con las mismas doctrinas: profesan que la
Iglesia es obra de Satans y as lo demuestra la vida de los clrigos que no
son santos, puros y pobres sino borrachos, avaros lujuriosos y litigantes.
Rechazan tambin el culto, los sacramentos, las reliquias, y en especial la
cruz. El AT es obra de Satans y los que detentaban el poder (reyes,
prncipes, alto clero), todos eran considerados servidores del diablo.
Estudiosos del tema parecen inclinarse por juzgar a los herticos de los siglos
XI-XII como dualistas herederos de Bogomilos y Paulicianos, quienes a su vez
son herederos del antiguo Maniquesmo, y, posiblemente, contaminados por
las corrientes gnsticas de pensamiento.
Destacamos a los Ctaros, nombre que aparece en 1163 en Colonia, tambin
llamados Cristianos o Verdaderos Cristianos y Buenos Hombres. El
movimiento lleg a poseer proporciones preocupantes para la iglesia catlica
de occidente: tuvo jerarqua, se dividi en dicesis, celebr concilios.
Especialmente poderosos en el sur de Francia toman el nombre del
Albigenses, por la dicesis ctara de la ciudad de Albi, en la que asesinaron al
legado papal. Este hecho desencaden una cruzada en su contra, promovida
por Inocencio III.
Tambin en la doctrina de los ctaros encontramos dos formas de dualismo,
uno moderado que afirma un nico principio divino en eterna lucha con
Satans, un ser inferior malo responsable del mal en el mundo, y otro radical,
que confiesa la coexistencia de dos principios divinos, uno del bien y otro del
mal.
Sin necesidad de acudir a dependencias directas con grupos herticos, la
cultura cristiana medieval est llena de todo tipo de dualismos. Tres ejemplos:
el joaquinismo divide la historia en etapas inconexas, una bajo la
responsabilidad del Padre, otra obra del Hijo, la tercera y definitiva resultado
de la accin del Espritu; diversos movimientos dividen a sus miembros en
categoras de perfectos y simples creyentes, aqullos dedicados al mbito de
lo espiritual, stos al trabajo manual y a la procreacin; la misma iglesia oficial
lo veremos con ms detenimiento- divide a sus fieles en clrigos-monjes por
una parte y simples laicos por otra.
Por ms que en el captulo del lateranense dedicado a condenar herejes y
herejas es difcil precisar la densidad histrica de las doctrinas condenadas, a
la hora de proponer la doctrina catlica en s, el discurso conciliar es
inequvoco: se afirma una doctrina de fe que excluye cualquier tipo de
dualismo. Estos son los axiomas:
Una trinidad nica causa buena de todo lo creado.
Todo lo creado es bueno por naturaleza.
El mal es introducido en la historia por medio de la creatura, no por Dios.
Dios se ha hecho creado en la persona de Jess.
Este es el texto:
Firmemente creemos y simplemente confesamos, que uno solo es el
verdadero Dios, eterno, inmenso e inconmutable, incomprensible,
omnipotente e inefable, Padre, Hijo y Espritu Santo: tres personas
ciertamente, pero una sola esencia, sustancia o naturaleza absolutamente
simple.
Creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, espirituales y
corporales; que por su omnipotente virtud a la vez desde el principio del
tiempo cre de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es
decir, la anglica y la mundana, y despus la humana, como comn,
compuesta de espritu y de cuerpo.
Porque el diablo y dems demonios, por Dios ciertamente fueron creados
buenos por naturaleza; mas ellos, por s mismos, se hicieron malos. El
hombre, empero, pec por sugestin del diablo. Esta Santa Trinidad, que
segn la comn esencia es indivisa y, segn las propiedades personales,
diferente, primero por Moiss y los santos profetas y por otros siervos suyos,
segn la ordenadsima disposicin de los tiempos, dio al gnero humano la
doctrina saludable.
Y, finalmente, Jesucristo unignito Hijo de Dios, encarnado por obra comn de
toda la Trinidad, concebido de Mara siempre Virgen, por cooperacin del
Espritu Santo, hecho verdadero hombre, compuesto de alma racional y carne
humana, una sola persona en dos naturalezas, mostr ms claramente el
camino de la vida. l, que segn la divinidad es inmortal e impasible, l
mismo se hizo, segn la humanidad, pasible y mortal; l tambin sufri y
muri en el madero de la cruz por la salud del gnero humano, descendi a
los infiernos, resucit de entre los muertos y subi al cielo; pero descendi en
el alma y resucit en la carne, y subi juntamente en una y otra; ha de venir al
fin del mundo, ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y ha de dar a cada uno
segn sus obras, tanto a los rprobos como a los elegidos: todos los cuales
resucitarn con sus propios cuerpos que ahora llevan, para recibir segn sus
obras, ora fueron buenas, ora fueron malas; aqullos, con el diablo, castigo
eterno; y stos, con Cristo, gloria sempiterna (Captulo 1. La fe catlica

).
San Francisco
Las llamadas Reglas de San Francisco son frutos de una elaboracin
capitular y no redaccin individual del Fundador que, segn la tradicin, las
habra escrito bajo una inspiracin directa en la que Dios mismo habra
dictado forma y fondo. El proceso redaccional, relativamente bien atestiguado,
apunta a un movimiento naciente y en expansin que se va dando normas en
los Captulos Generales, generalmente en respuesta a los interrogantes
vitales de la fraternidad en expansin.
En un contexto de predicacin moral-exhortativa, los captulos 21 y 23 de la
Regla No Bulada recogen -casi literalmente- los temas dogmticos del
Concilio Lateranense.
Evoquemos el contexto de estos captulos. Tanto el lateranense como otros
documentos papales acerca de la predicacin impiden a los hermanos una
prdica dogmtica libre, sin especial misin cannica. Los hermanos reciben
licencia para una predicacin exhortativa, moral, en vistas a la conversin de
la costumbres. La Regla supone que todos los hermanos -sin distincin de
clrigos o laicos-, cuando les plazca, ante cualquier auditorio, pueden exhortar
al pueblo a convertirse y alabar a Dios: Todos mis hermanos pueden
proclamar siempre que les plazca, ante cualesquiera hombres, con la
bendicin de Dios
Como los hermanos carecan generalmente de formacin teolgica (dira
catequtica) bsica, la Regla ofrece un modelo de predicacin exhortativa:
podrn hacer esta exhortacin y alabanza. Este prototipo de sermn -
posiblemente aprendido de memoria y repetido-, inclua el ncleo dogmtico
trinitario del decreto conciliar.
Temed y honrad, alabad y bendecid, dad gracias (1Tes 5,18) y adorad al
Seor Dios omnipotente en Trinidad y Unidad, Padre, e Hijo, y Espritu
Santo, creador de todas las cosas. Haced penitencia (Cf. Mt 3,2), haced
frutos dignos de penitencia (Cf. Lc 3,8), que presto moriremos.
El Captulo 23 de la Regla primitiva es muy parecido a los sermonarios en
boga hasta principios del siglo XX. En los Captulos se elabora una especie de
modelo temtico para la predicacin penitencial de los hermanos. Contra el
maniquesmo difuso condenado por el Concilio los hermanos deben
constantemente alentar al pueblo a
dar gracias al Padre santo y justo, Seor rey de cielo y tierra, verdadero y
sumo bien.
Confesar que Dios es Creador de todas las cosas, de las visibles y de las
invisibles, espirituales y corporales;
Creer que el diablo y dems demonios, por Dios ciertamente fueron
creados buenos por naturaleza; mas ellos, por s mismos, se hicieron malos.
El hombre, empero, pec por sugestin del diablo...
Proclamar a Jesucristo como unignito Hijo de Dios, encarnado por obra
comn de toda la Trinidad, concebido de Mara siempre Virgen, por
cooperacin del Espritu Santo, hecho verdadero hombre...
Sigamos leyendo el texto de la Regla: la predicacin de los hermanos ha de
insistir en que todo el misterio de Cristo y todo el misterio de hombre estn en
dependencia del querer y del actuar del nico Dios Bien Supremo.
l tambin sufri y muri en el madero de la cruz por la salud del gnero
humano,... y otra; ha de venir al fin del mundo, ha de juzgar a los vivos y a los
muertos, y ha de dar a cada uno segn sus obras, tanto a los rprobos como
a los elegidos: todos los cuales resucitarn con sus propios cuerpos que
ahora llevan, para recibir segn sus obras, ora fueron buenas, ora fueron
malas; aqullos, con el diablo, castigo eterno; y stos, con Cristo, gloria
sempiterna.
Te damos gracias por ti mismo, pues por tu santa voluntad, y por medio de tu
nico Hijo con el Espritu Santo, creaste todas las cosas espirituales y
corporales, y a nosotros, hechos a tu imagen y semejanza, nos colocaste en
el paraso (Cf. Gen 1,26; 2,15). Y nosotros camos por nuestra culpa.
Y te damos gracias porque, al igual que nos creaste por tu Hijo, as, por el
santo amor con que nos amaste (Cf. Jn 17,26), quisiste que El, verdadero
Dios y verdadero hombre naciera de la gloriosa siempre Virgen beatsima
Santa Mara.
Y quisiste que nosotros, cautivos, furamos redimidos por su cruz, y sangre, y
muerte. Y te damos gracias porque este mismo Hijo tuyo ha de venir en la
gloria de su majestad a arrojar al fuego eterno a los malditos, que no hicieron
penitencia y no te conocieron a ti, y a decir a todos los que te conocieron y
adoraron y te sirvieron en penitencia: Venid, benditos de mi Padre; recibid el
reino que os est preparado desde el origen del mundo (RNB 23).
Si comparamos el texto legislativo franciscano con el decreto del Concilio,
encontramos una buena traduccin de su espritu y por momentos una
trascripcin casi literal del decreto. El captulo termina con la solemne
confesin de fe en la bondad absoluta de Dios definido como bien pleno, todo
bien, bien total, verdadero y sumo bien; que es el solo bueno.
Es que la regla es mucho ms que un cdigo de leyes, en una forma de vida,
una manera de ser y de estar en el mundo, que est en las antpodas de todo
dualismo. Difcilmente podremos encontrar en la historia del cristianismo un
movimiento tan integrador de lo divino y lo humano, de lo espiritual y lo
corporal como el liderado por Francisco, cantor que une su voz a la de todas
las criaturas para alabar al Altsimo y sumo Bien de quien procede todo bien.
San Francisco es un referente indispensable en la reflexin ecolgica del
mundo occidental. Su vida estuvo marcada por un panentesmo entre mstico
y proftico. Todas las criaturas le impulsaban al amor divino, exultaba de gozo
en cada una de las obras de las manos del Seor. Para l la creacin era un
alegre espectculo de cosas bellas que reflejaban al sumamente hermoso. En
las criaturas buscaba a su Amado, porque ellas eran como una escalera para
subir hasta Aquel que es todo deseable. Degustaba la bondad originaria de
Dios en cada una de las criaturas, y era capaz de percibir el concierto celestial
en la armona del universo. Llamaba a las criaturas todas -por ms pequeas
que fueran- con los nombres de hermano o hermana, pues saba que todas
ellas tenan con el un mismo principio (LM 8, 5; 11.10).
Para Francisco la realidad entera, participante de idntico origen y dignidad,
estaba a su misma altura, todas las creaturas, sin distincin reciban el
nombre de hermanas, inclusive el hombre leproso en su carne o en sus ideas,
el hereje o infiel.
Y lo mismo haca con las mieses y las vias, con las piedras y las selvas, y
con todo lo bello de los campos, las aguas de las fuentes, la frondosidad de
los huertos, la tierra y el fuego, el aire y el viento, invitndoles con ingenua
pureza al amor divino y a una gustosa fidelidad. En fin, a todas las criaturas
las llamaba hermanas, como quien haba llegado a la gloriosa libertad de los
hijos de Dios, y con la agudeza de su corazn penetraba, de modo eminente y
desconocido a los dems, los secretos de las criaturas (1Cel 81).
Caminaba sobre las piedras con gran temor y reverencia y cuando se
preparaba lea para el fuego deca que nunca se cortase el rbol entero, sino
que se dejaran algunas ramas ntegras (EP 118). Su amor se derramaba
afectuoso sobre hombres que sufran necesidad, sobre los mudos y brutos
animales, reptiles, aves y dems criaturas sensibles e insensibles (1Cel 77).
El mismo amor ferviente que lo elevaba hacia las realidades divinas, se
converta en afectuosa bondad por la que estrechaba en dulce abrazo a todos
los seres, hermanos suyos por naturaleza y gracia (LM 9.4).
Francisco reza con una ovejita que cuando oa cantar a los hermanos en el
coro, tambin ella entraba en la iglesia y, sin que nadie la hubiese
amaestrado, doblaba sus rodillas y emita un suave balido ante el altar de la
Virgen, Madre del Cordero (LM 8.7). Predica a las aves rogndoles con
inmenso gozo y humildemente que tuvieran a bien escuchar la palabra de
Dios. Exhortaba empeosamente todas las aves, a todos los animales y a
todos los reptiles, e incluso a todas las criaturas insensibles, a que loasen y
amasen al Creador, ya que comprobaba a diario la obediencia de todos ellos
al invocar el nombre del Salvador (1Cel 58).
Esta sintona con las creaturas haca que hasta los animales sintieran, en
cierto sentido, aficin por l y que hasta los seres inanimados obedecieran a
sus deseos. Francisco fue de nuevo el hombre primordial del designio divino
(Lm 3.6).
Una vez estando Francisco en un eremitorio, un halcn que haba anidado en
el lugar entabl estrecho pacto de amistad con l. El ave le avisaba cantando
y haciendo ruido, la hora en que el Santo sola levantarse a la noche para la
alabanza divina. Pero, buen amigo y hermano, cuando Francisco no estaba
bien de salud, el halcn le dispensaba de maitines y los despertaba recin por
la maana (2Cel 168).
Para Francisco el espejarse de Dios en cada cosa no es teora sino praxis, es
una manera de actuar frente a las cosas creadas.
Tampoco le gustaba que se apagaran las velas, las lmparas o el fuego,
como suele hacerse cuando es necesario: tanta era la ternura y piedad que
senta por el fuego. Ni quera que el hermano arrojara, como se hace muchas
veces, las brasas o tizones, sino que los dejara delicadamente extendidos
sobre la tierra, por respeto de Aquel de quien es criatura (LP 86).
Es por eso que las cosas creadas tambin los respetan, fraternalmente.
Termino con el dilogo entre Francisco y el hermano fuego cuando le
cauterizaron las sienes buscando aliviarle el mal de sus ojos:
Llamaron al cirujano, el cual, tan pronto como vino, puso al fuego el
instrumento de hierro para realizar el cauterio. Mas el siervo de Cristo,
tratando de confortar su cuerpo, estremecido de horror, comenz a hablar as
con el fuego, como si fuera un amigo suyo:
"Mi querido hermano fuego, el Altsimo te ha creado poderoso, bello y til,
comunicndote una deslumbrante presencia que querran para s todas las
otras criaturas. Mustrate propicio y corts conmigo en esta hora! Pido al
gran Seor que te cre tempere en m tu calor, para que, quemndome
suavemente, te pueda soportar".
Terminada esta oracin, hizo la seal de la cruz sobre el instrumento de hierro
incandescente, y desde entonces se mantuvo valiente. Penetr a todo crujir el
hierro en aquella carne delicada, extendindose el cauterio desde el odo
hasta las cejas. El mismo Santo expres del siguiente modo el dolor que le
haba producido el fuego: Alabad al Altsimo -dijo a sus hermanos-, pues, a
decir verdad, no he sentido el ardor del fuego ni he sufrido dolor alguno en el
cuerpo. Y dirigindose al mdico aadi: "Si no est bien quemada la carne,
repite de nuevo la operacin" (LM 5.9).
La cosmovisin integradora de Francisco de Ass mana de una ortodoxsima
cristologa en la que lo corporal y lo espiritual, lo divino y lo humano afloran
tan inconfundibles como inseparables. Veremos ms adelante que en el
movimiento naciente son impensables las divisiones, las clases, los estratos,
los compartimientos estancos que marcan la fisonoma tanto de los
movimientos acusados de hereja como en el seno de la Iglesia catlica. En la
familia de Francisco no hay perfectos y simples creyentes, no hay clrigos y
laicos, no hay jerarqua ni divisin de ninguna especie, existen simplemente
hermanos.
En resumen
Buenaventura nos dice que Francisco enseaba a los hermanos a creer
firmemente y confesar con sencillez las verdades de la fe tal y como sostiene
y ensea la santa Iglesia romana (LM 4.3).
En la parte dogmtica el movimiento franciscano primitivo adhiere fielmente a
la fe de la Iglesia tal como ha sido definida en su magisterio solemne. En este
sentido Francisco y los suyos son eclesiales, obedientes a la fe de Iglesia en
el nico y verdadero Dios Trinidad, creador de todas las cosas, visibles e
invisibles, espirituales y corporales, de los ngeles y demonios, tanto del
cuerpo como del alma de hombre, autor de ambos testamentos. Jesucristo es
acentuado en su corporeidad, en su carne humana, pasible y mortal. Dira que
ms que obedientes son modlicos en la confesin de fe del lateranense.
CUIDADO DE LOS UTENSILIOS LITRGICOS
El enemigo de la iglesia no est solo fuera, sus cimientos estn siendo
minados por la corrupcin del clero. Los Padres conciliares abundan en el
tema y confiesan con dolor que no solamente los clrigos de menor rango,
sino tambin algunos prelados de las iglesias llevan una vida ms que
condenable. He aqu un elenco de problemas denunciados por el documento
conciliar:
Los clrigos
se pasan da y noche en vela en fiestas y reuniones ilcitas.
celebran misas solemnes apenas cuatro veces al ao,
lo que es ms grave an, celebran por inters,
mientras dura la celebracin huyen del silencio del coro y se entretienen
fuera conversando con laicos, y el lugar de abrir sus odos a las cosas de Dios
escuchan sermones indebidos.
Por una parte el decreto penaliza a tales clrigos con la suspensin de oficio y
beneficio, y por otra recuerda la obligacin del rezo diario, puntilloso y devoto,
tanto del oficio diurno cuanto nocturno.
Nos cuesta hoy, a ocho siglos y en otro tipo de sociedad y de Iglesia,
imaginarnos a clrigos de bajo y alto rango dedicando su vida a fiestas no
santas, descuidando la oracin oficial de la Iglesia, y convirtiendo a los
templos en depsitos de vestidos finos y adornos nobiliarios de los patrones.
Denuncia el Concilio que las iglesias estn descuidadas, y tan inmundos los
vasos del ministerio y las vestimentas de los ministros y los manteles del altar
y los mismos corporales que causan horror.
Consecuentemente el decreto ordena que solamente se conserven en las
iglesias los objetos necesarios al culto y esto con dignidad:
Mandamos que los oratorios, los vasos, los corporales y los ornamentos,
sean conservados limpios y sanos. Parece sobremanera absurdo que se
conserve sucio lo que no se hara en las cosas profanas.
Establecemos que en todas las iglesias el crisma y la eucarista sean
conservados en un lugar seguro con candado, de modo que no pueda
tomarlos ninguna mano temeraria para celebrar algn rito horrible o nefasto.
Termina con las habituales penas: suspensin del oficio por tres meses, y
sometimiento a una pena mayor aqul por cuya incuria se provocara algo
nefasto.
San Francisco
En este punto Francisco no slo obedece e integra los mandatos del Concilio,
sino que lo supera ampliamente. No siendo clrigo se pone en campaa en
pro de la limpieza y el decoro de las iglesias y sus enseres, pero exige igual
cuidado y reverencia para la palabra de Dios escrita.
Y quiero que estos santsimos misterios sean honrados y venerados por
encima de todo y colocados en lugares preciosos.
Y los santsimos nombres y sus palabras escritas, donde los encuentre en
lugares indebidos, quiero recogerlos, y ruego que se recojan y se coloquen en
lugar decoroso.
Su relacin con la Biblia lo acerca a los grupos -mal llamados- herticos, pero
su sntesis es muy catlica. Francisco no venera tanto los smbolos
eucarsticos y las palabras escritas sino la persona del Hijo de Dios en ellos
contenida. No se olvida que Dios nos entrega la vida en los smbolos
sacramentales del pan y de la palabra por intermedio de administradores
humanos.
Y tambin a todos los telogos y a los que nos administran las santsimas
palabras divinas, debemos honrar y tener en veneracin, como a quienes nos
administran espritu y vida (Cf. Jn 6,64).
Francisco detecta en la Iglesia los mismos males que denunciaba el Concilio.
En la Carta que enva a todos los clrigos dice que
los clices, los corporales y los manteles en los que se sacrifica el cuerpo
y la sangre de nuestro Seor son muy viles,
estn abandonados en lugares indecorosos,
son llevados sin respeto,
son recibidos indignamente,
administrados sin discernimiento,
a veces hasta se pisan sus nombres y palabras escritas (CtaCle).
Francisco confa esta Carta a los Crigos a los Custodios de la Orden y as
convierte a los responsables de la fraternidad en ejecutores del decreto
conciliar:
Os ruego, ms encarecidamente que por m mismo, que cuando sea oportuno
y os parezca que conviene, supliquis humildemente a los clrigos que
veneren, por encima de todo, el santsimo cuerpo y sangre de nuestro Seor
Jesucristo y los santos nombres y palabras escritas del Seor que consagran
el cuerpo; y que sean preciosos los clices, corporales, ornamentos del altar y
todo lo que sirve para el sacrificio (1CtaCus

).
Los bigrafos cuentan cmo Francisco aplica la letra y la mente del Concilio:
En cierta ocasin quiso tambin enviar por todas las provincias algunos
hermanos con copones para que colocasen en ellos con respeto el cuerpo de
Cristo cuando lo hallasen colocado en contra de las normas (LP 108).
La clara ortodoxia de Francisco le hace ver que son las palabras y los
nombres del Seor por los que se confecciona el santsimo sacramento, y que
por lo tanto no son suficientes los cuidados a copones, manteles, edificios. La
reverencia al santsimo cuerpo y sangre de nuestro Seor Jesucristo, exige un
trato de latra a la palabra escrita. Como dato curioso la Leyenda de Perusa
nos cuenta que
quiso tambin insertar en la Regla que, si los hermanos hallan escritos con
las palabras y los nombres del Seor por los que se confecciona el santsimo
sacramento no bien colocados o tirados indecorosamente por el suelo, los
recojan y levanten, honrando de esta manera al Seor en las palabras que El
pronunci; muchas cosas se santifican, en verdad, por las palabras de Dios, y
el sacramento del altar se realiza por la virtud de las palabras de Cristo (LP
108).
Es posible que el clero tuviera problemas ms importantes que la laxitud
moral: su pobreza extrema no les permita lujos litrgicos y quiz tampoco
tena formacin suficiente como para que les interesara el culto. Es importante
notar cmo Francisco sale al encuentro de esta realidad no mencionada por el
Concilio:
Proporcionaba tambin con frecuencia ornamentos de Iglesia a sacerdotes
pobres, dando el honor debido a todos, hasta a los de grado ms humilde
(2Cel. 8).
En resumen
En este punto Francisco va mucho ms all de la letra y del Espritu del
Concilio. Tendramos que adentrarnos en el tema del discernimiento y de la
incapacidad para discernir cuando se padece de la ausencia del espritu: el
hombre animal no percibe las cosas que son de Dios. En este contexto
ideolgico tendramos que ubicar el tema de los utensilios del culto.
La Carta a los Custodios acompaa a las dos carta, la de los clrigos y la de
los podests. El problema radica en que muchas cosas la eucarista, la
palabra escrita- son consideradas insignificantes por muchos religiosos y otros
hombres pero para Dios el Dios de Francisco- esas mismas cosas son
grandes y muy excelentes. Francisco mira con los ojos de ese, su Dios y ve
que hay algunas cosas muy altas y sublimes, que a veces son consideradas
entre los hombres como viles y bajas; y hay otras que son estimadas y
respetables entre los hombres, pero que por Dios son tenidas como vilsimas
y despreciables.
Los criterios de muchos clrigos hacen suponer que ellos creen en otro
Dios. Porque es muy difcil aceptar que Dios es tan excelso como
asombrosamente condescendiente, dotado de sublime humildad y de humilde
sublimidad (CtaO

), tanto como para que el hombre tenga como meta el
humillarse como Dios y no reservarse absolutamente nada para s mismo,
como lo hace Dios.
Francisco supera al Concilio y apunta a lo esencial del problema. Veremos
mejor este aspecto en el Captulo sexto.
LA CONFESIN DE LOS PECADOS
La praxis de la penitencia acostumbrada y vivida por los cristianos hasta la
mitad del siglo XX, ha sido fijada por el Lateranense IV y ha permanecido casi
inalterada. Desaparece, por ejemplo, la confesin anual obligatoria con el
propio prroco, comprensible dentro de las dos normas fundamentales
dirigidas a eliminar prcticamente la hereja:
1. la prohibicin de fundar nuevos grupos religiosos obliga a los grupos
paupersticos a encajarse en los patrones ortodoxos de la vida ya probada,
2. la obligacin de la confesin anual con su prroco permita detectar de modo
inmediato, en sociedades donde todos conocan a cada uno, a los que
comenzaban a vivir como herejes y a oler a hereja.
Este es el texto:
Todo fiel de uno u otro sexo,
despus que hubiere llegado a los aos de discrecin,
por lo menos una vez al ao, deber confesar personalmente y con
honestidad,
todos sus pecados
al propio sacerdote
y procurar cumplir segn sus fuerzas la penitencia que le impusiere.
La prescripcin, que se convierte en precepto pascual, vale para la eucarista:
Adems, por lo menos en Pascua, recibir reverentemente el sacramento de
la Eucarista, a no ser que no lo aconseje el propio sacerdote.
Si la confesin tiene que ser anual, la frecuencia de la eucarista queda a
discrecin del prroco.
ste, por alguna causa razonable, puede juzgar que el fiel debe abstenerse
algn tiempo de su recepcin.
El no-cumplimiento del precepto conduce a las penas de excomunin.
Si no cumpliere estas normas se le prohibir el acceso a la Iglesia de por
vida, y, al morir, se le privar de cristiana sepultura.
El decreto deba ser publicado ms de una vez y con frecuencia en las
Iglesias para que pudiera ser conocido por todos.
El documento da una serie de normas y orientaciones.
Para el confesando:
Para confesarse con un sacerdote ajeno distinto del prroco propio- es
necesario tener justa causa.
Hay que pedir y obtener primero estamos ante un acto judicial- licencia
del suyo propio.
Si no obtuviere el permiso el juez tiene que tener jurisdiccin para el
juicio- el sacerdote no podr ni absolverle ni ligarle.
Para el confesor:
sea discreto y cauto
como mdico competente, derrame vino y aceite en las heridas (Cf. Lc 10,
34),
pregunte diligentemente las circunstancias del pecador y del pecado, para
que pueda prudentemente inferir qu consejo tenga que dar y qu remedio
administrar, usando de diversas experiencias para salvar al enfermo.
Evitar delatar en modo alguno al pecador, ni de palabra, ni por seas, ni
de cualquier otro modo.
En caso de necesitar de ms prudente consejo, pdalo cautamente sin
nombrar de ningn modo a la persona interesada.
El que se atreviere a revelar el pecado que le ha sido confiado en el juicio
de la penitencia, decretamos que no solamente ha de ser depuesto de su
oficio sacerdotal, sino tambin relegado a un monasterio de estricta
observancia para hacer perpetua penitencia.
Reitero, con excepcin de jurisdiccin del prroco para la confesin, un
cristiano de los aos 1950 no encontrara nada de especial en este texto que
an pautaba la praxis normal de los cristianos practicantes de la primera mitad
del siglo XX.
San Francisco
Francisco exhorta a todos los Fieles al cumplimiento de las normas de la
Iglesia:
Debemos tambin confesar todos nuestros pecados al sacerdote; y recibamos
de l el cuerpo y la sangre de nuestro Seor Jesucristo.
Advierte a los laicos que han abrazado la penitencia que:
todos aquellos que no llevan vida en penitencia ni reciben el cuerpo y la
sangre de nuestro Seor Jesucristo...; son unos ciegos, pues no ven a quien
es la luz verdadera, nuestro Seor Jesucristo (2CtaF 2).
El movimiento primitivo tuvo que legislar sobre este asunto, por otra parte tan
explcito e inequvoco del Lateranense. Hay que notar que al tratar este tema
nos encontramos en la Regla con uno de los pocos pasajes en los cuales
Francisco habla en primera persona. Veamos con detencin las
prescripciones de la regla y vida primitiva.
1. Y mis hermanos benditos, tanto clrigos como laicos, confiesen sus pecados
a sacerdotes de nuestra Religin.
2. Si no pueden, confisenlos a otros sacerdotes discretos y catlicos.
3. Se debe tener la firme conviccin y la advertencia de que quedarn absueltos
de verdad de sus pecados, cualesquiera sean los sacerdotes catlicos de
quienes hayan recibido la penitencia y absolucin.
4. Para ellos tienen que cumplir humilde y fielmente la penitencia que les haya
sido impuesta.
5. Si no pudieren tener a mano un sacerdote, confisenlos a un hermano suyo
(no-sacerdote), como dice el apstol Santiago: Confesaos los pecados unos a
otros (Sant 5,16).
6. Sin que dejen por eso de acudir al sacerdote, porque slo a los sacerdotes se
les ha concedido el poder de atar y desatar.
7. Y, contritos y confesados de este modo, reciban con gran humildad y
veneracin el cuerpo y sangre de nuestro Seor Jesucristo, recordando lo que
el Seor dice: Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna (Jn
6,54); y: Haced esto en memoria ma (Lc 22,19).
La Segunda vida de Celano nos cuenta un hecho bien curioso que permite
entrever la problemtica a que aluden el Concilio y la Regla.
Haba un fraile de santidad excepcional; pero un poco raro. Pasaba el da en
oracin, guardaba perpetuo y riguroso silencio, la Sagrada Escritura lo
llenaban de extraa dulzura. Pero tena por costumbre confesarse no de
palabra, sino con seas:
Todos lo tenan por tres veces santo. Lleg un da al lugar el bienaventurado
Padre, vio al hermano, escuch al santo.
Observ el Padre: Tened por cierto que es caso de tentacin diablica y un
engao insidioso. Para m esto es claro, y prueba de ello es que no quiere
confesarse.
Los hermanos objetan. Cmo puede ser verdad que entre tantas seales de
perfeccin entren en juego ficciones engaosas?
Responde el Padre: Amonestadle que se confiese una o dos veces a la
semana; si no lo hace, veris que es verdad lo que os he dicho.
Lo toma aparte el vicario y comienza por entretenerse familiarmente con l y
le ordena despus la confesin.
El hermano la rechaza, y con el ndice en los labios, moviendo la cabeza, da a
entender por seas que en manera alguna se confesar.
Callaron los hermanos, temiendo un escndalo del falso santo.
Pocos das despus abandona ste, por voluntad propia, la Religin, se
vuelve al siglo, retorna a su vmito. Y, duplicada su maldad qued privado de
la penitencia y de la vida (2Cel. 28).
En resumen
Francisco integra normalmente tanto la doctrina como la praxis impuesta por
el Lateranense en el campo de la penitencia.
Habra que notar dos cosas.
Una, que el sacramento de la penitencia se colorea en el franciscanismo con
los matices de un movimiento penitencial.
Otra, que no es improbable que la facultad que tenan las rdenes para
confesar a los fieles esconda la posibilidad de escapar del control policaco de
la jerarqua. Para no confesarse con el prroco propio recurran a la confesin
con los hermanos de las rdenes llamadas mendicantes.
PASTORAL DEL ENFERMO
El Concilio
No sabra decir cul es Sitz im Lebem del captulo sobre la atencin a los
enfermos. Lo reporto porque encontramos ecos inmediatos en los
documentos del movimiento franciscano primitivo y en los mismos escritos de
Francisco. Jacques de Vitry denuncia as a los mdicos:
Los mdicos no teman trampear a sus enfermos de cualquier manera; con su
lengua mentirosa prometan mucho, lograban poco, cobraban en demasa,
acababan con la vida de sus enfermos. Hacan fortuna con sus engaos y su
lenguaje ininteligible. Pero no contentos an con no lograr la curacin de los
cuerpos, destruan las almas; aseguraban, en efecto, que la satisfaccin de
los impulsos sensuales, purgaban el cuerpo de impurezas, conduciendo as a
muchos a la fornicacin. En cuanto a los enfermos graves a quienes deberan
decir: Ordena tu casa porque vas a morir y no sobrevivirs, ellos los hacan
dejar para ms tarde e incluso despreciar la confesin y los dems auxilios
espirituales, mientras les infundan falaces sentimientos de seguridad.
El Concilio ensea que como la enfermedad corporal a veces proviene del
pecado, el facultativo debe inducir al enfermo a llamar al mdico de las almas.
Por consiguiente, determina tajantemente que el mdico que no cumpla esta
constitucin quedar excluido de la comunin eclesial.
Y por fin, prohbe, bajo anatema que el mdico atienda al enfermo antes que
el sacerdote haya cumplido con sus deberes pastorales.
La enfermedad corporal a veces proviene del pecado tal como lo afirm el
Seor cuando dijo al paraltico por l sanado: Vete y no peques ms, no sea
que el futuro te suceda algo peor. Por lo cual decretamos y severamente
prescribimos por el presente decreto: Cuando el mdico del cuerpo es
llamado por un enfermo en primer lugar lo aconseje e induzca a llamar a los
mdicos de las almas. Solamente despus que el enfermo se encontrare
provisto de la salud espiritual, proceda al remedio de la medicina, el cual ser
ms saludable, dado que quitada la causa, desaparece el efecto.
Una vez que hubiere sido publicada por los prelados locales, se le impedir el
ingreso a la Iglesia al medico que no cumpliere esta constitucin, hasta que
satisfaga convenientemente por su trasgresin.
Dado que el alma sea mucho ms preciosa que el cuerpo, prohibimos bajo
anatema, que los mdicos receten algo al enfermo que se convierta en peligro
para el alma.
San Francisco
Francisco parece integrar muy bien, sin resistencia alguna, la doctrina y praxis
pastoral de la salud del Lateranense. Dos ejemplos, el primero nos indica la
pastoral del enfermo hacia todos los fieles, y el segundo el cuidado pastoral
de los hermanos de la fraternidad.
Muerte de un impenitente
Uno de los escritos ms acres del dulce poverello, es la narracin de lo que le
pasa a un hombre que muere sin aceptar las exigencias del confesor. Es
una suerte de parbola reportada en las dos redacciones de la Carta a los
Fieles.
Un hombre est en peligro de muerte. Hace testamento y les lega sus bienes
a parientes y amigos que rodean su lecho.
Una vez que el enfermo ha dispuesto su herencia, los parientes hacen venir al
sacerdote. Este es el dilogo entre confesor y penitente:
- Quieres recibir la penitencia de todos tus pecados?
Responde: - Lo quiero.
- Quieres satisfacer con tus bienes, en cuanto se pueda, los pecados
cometidos y lo que defraudaste y engaaste a los dems?
Responde: - No.
Y el sacerdote le dice: -Por qu no?
- Porque todo lo he dejado en manos de los parientes y amigos.
Y comienza a perder el habla, y as muere aquel miserable.
La moraleja de la historia es de una aspereza desconocida en los escritos de
San Francisco.
Donde sea y como sea que muere el hombre en pecado mortal sin haber
satisfecho, si, pudiendo satisfacer, no satisface es conducido a la
condenacin.
Con un tono de humor negro Francisco acota que los parientes y amigos lo
maldicen por lo poco que les dej en herencia, que al cuerpo se lo comen los
gusanos y que ir al infierno, donde ser atormentado sin fin.
Los hermanos enfermos
La Regla No Bulada tiene un largo captulo en relacin a los hermanos
enfermos, pero ninguna alusin al cuidado espiritual de los mismos. Importa,
porque supondra la misma teologa de base que la del Lateranense.
De parte de la Fraternidad
1. La fraternidad no puede abandonar al hermano enfermo, est donde est.
2. Se ha de nombrar un hermano o ms, si fuere necesario
3. Los hermanos han de servir al enfermo como querran ellos ser servidos.
4. En caso de extrema necesidad, pueden dejarlo al cuidado de personas
extraas a la fraternidad (mdicos, hospitales).
De parte del enfermo
Francisco en persona ruega al hermano enfermo que
positivamente
1. por todo d gracias al Creador,
2. que desee estar tal como el Seor le quiere, sano o enfermo.
negativamente puede haber alguno que
1. se turba o se irrita contra Dios o contra los hermanos,
2. o pide con ansia medicinas,
La Regla seala que este hermano est preocupado en demasa por la salud
de la carne, que no tardar en morir y que su preocupacin es enemiga del
alma, proviene del maligno, y el hermano se comporta como un hombre
carnal.
La acotacin es severa: este tipo de enfermos no parece ser de los
hermanos, porque ama ms el cuerpo que el alma.
En resumen
En el caso de la pastoral de los enfermos parecera que estamos ms ante un
caso de introyeccin de la cultura dominante que ante un caso de obediencia
o desobediencia a las disposiciones de la Iglesia.
El fiel que muere impenitente refleja la praxis de los movimientos
penitenciales laicos en la relacin a la disciplina sacramental en uso.
Por ejemplo, en un Estatuto de penitentes de 1215 se prescribe que los
hermanos hagan la confesin de sus pecados tres veces al ao. Reciban la
comunin en la Natividad del Seor, en Pascua de Resurreccin y en
Pentecosts.
En la Regla de los Humillados apenas se menciona el tema del sacramento
de la penitencia, aunque se supone se les administra a las hermanas
enfermas. En las muchas alusiones al cuidado de los enfermos no se toca el
tema de los sacramente. Ms cerca del evangelio que de las decretales,
conservando el lenguaje litrgico, que se le leemos la siguiente praxis
penitencial:
Asistan devotamente a prima, donde antes del salmo 50, confisense
mutuamente, segn la exhortacin del Apstol Santiago: Confesaos
mutuamente.
Dirn: Confieso a Dios y a la Bienaventurada Mara y a todos los santos y a ti,
hermano, que mucho pequ en pensamiento, deseos, consentimiento,
palabras y obras, por mi culpa; por lo cual te suplico ores por m. El prelado
responder: Tenga misericordia de ti Dios omnipotente y te perdone todos tus
pecados y lleve tu alma a la vida eterna.
La Regla franciscana nos pone en contacto con la teologa y antropologa
cultural contempornea: relacin alma cuerpo, espritu y materia. En los textos
trados a colacin el movimiento no toma distancia de la cultura religiosa de su
tiempo.
LOS CAPTULOS
El nombre de Captulo dado a las reuniones de los monjes proviene de la
costumbre de comenzar el coloquio con la lectura de un captulo de la regla
de la comunidad. Poco a poco se fue dejando de lado el tipo de asamblea
deliberativa que admiramos en el monaquismo ms primitivo de Qumrn:
Esta es la Regla para las asambleas de los Rabbim. Cada uno se ponga de
pie en su lugar asignado!
Primero se sentarn los sacerdotes, luego los ms ancianos, y a continuacin
sentar el resto de todo el pueblo, cada cual en el lugar asignado.
Todos los miembros de la Comunidad sern interrogados en todas las
materias de inters comn que estn relacionadas con la justicia.
Todos tienen derecho a proponer el propio parecer al consejo de la
Comunidad, en todos los temas y asuntos puestos en discusin ante los
Rabbim.
Nadie interrumpa la palabra del otro y no hable hasta que su hermano haya
terminado de hablar.
Nadie se atreva a hablar antes del turno que le fuera asignado por escrito.
Nadie diga una palabra sin el beneplcito de los Rabbim y sin el asentimiento
del Inspector de los Rabbim.
Quien tenga algo que decir a los Rabbim, y que, sin embargo, no cumpla los
requisitos para poder interrogar al consejo de la Comunidad, se ponga de pie
y diga: Tengo algo que comunicar a los Rabbim! Si lo autorizan a hablar,
podr hacerlo.
El captulo se fue convirtiendo en un encuentro de hermanos a la escucha de
la regla y de la doctrina, amonestacin, correccin y consejos del abad, casi
sin ningn tipo de participacin deliberativa en los asuntos de la comunidad.
Pinsese en monasterios con abades nombrados bajo un rgimen de
patronato, sin vocacin y corruptos, y una plyade de monjes cuya vocacin
en general dejaba muchas dudas.
Una de las buenas perspectivas de reforma de la vida monstica del tiempo
fue abierta por la propuesta cisterciense de los captulos inter-monasterios.
Esto permita una interaccin entre los diversos grupos que se controlaban
mutuamente, y una seleccin cualitativa de los participantes. Los captulos
dejan de ser la participacin de una masa poco definida para convertirse en
una reunin de la parte mejor y ms sana de los monasterios para tomar
decisiones comunes. Esta costumbre no fue imitada espontneamente por
todos los monasterios, de modo que el Concilio la impone taxativamente.
Para aquellos monasterios que no estn habituados a celebrar captulo comn
con otros, establecemos que en cada reino o provincia, de tres en tres aos,
salvo el derecho de los obispos, se celebrar un captulo comn de los
abades y de los priores en los monasterios que no tienen abad. Al cual
asistirn todos los que no tuvieren algn impedimento cannico. Se reunirn
en uno de los monasterios aptos a tal fin, de modo que ninguno sea sede por
ms de seis veces y de que en ninguno asista ms de ocho personas.
Los que no tienen experiencia llamen, con caridad, a dos abades de la Orden
cisterciense. Estos tienen una larga costumbre en tal prctica y les darn
oportunos consejos (Captulo 12. Sobre los Captulos conjuntos de los monjes

).
San Francisco
La primitivsima fraternidad no celebr Captulos propiamente tales, propios
de un entorno monacal o al menos de grupos religiosos estables. Las
biografas nos cuentan de las andanzas de itinerantes que tienen encuentros
informales, motivados por el amor mutuo y por el deseo compulsivo de
encontrarse. Este texto de Celano nos ofrece el esquema bsico de estas
congregaciones primitivas.
Mas poco tiempo despus, deseando San Francisco ver de nuevo a todos,
rogaba al Seor, que rene a los dispersos de Israel, que se dignara, en su
misericordia, reunirlos prontamente. As sucedi al poco, conforme a sus
deseos: sin que nadie los llamara, se juntaron al mismo tiempo, dando gracias
a Dios. Una vez congregados, celebran, repletos de gozo, ver al piadoso
pastor y se maravillan de haber tenido todos el mismo deseo. Cuentan luego
las bondades que el Seor misericordioso ha obrado en ellos, y, por si han
sido negligentes e ingratos en alguna medida, humildemente piden correccin
y penitencia a su santo Padre y la aceptan con amor (1Cel. 30).
Estas son, pues, las caractersticas de los primeros captulos del movimiento:
Motivo: deseo de verse todos de nuevo.
Convocatoria: nadie los llama, auto convocatoria
Objetivo: dar gracias a Dios.
Dinmica de la reunin:
celebrar, repletos de gozo,
encontrarse con el pastor,
contar las bondades que el Seor misericordioso ha obrado en ellos,
confesin de las negligencias e ingratitudes,
correccin y penitencia de parte del santo Padre,
aceptacin de la correccin y penitencia, con amor.
Jacques de Vitry, testigo de la primera hora franciscana describe bien las
caractersticas de las primeras asambleas fraternas.
cundo: una vez al ao,
dnde: en un lugar determinado
para: alegrarse en el Seor y comer juntos,
qu: obtienen de estos encuentros notables beneficios,
se hacen ayudar de personas expertas,
hacen y promulgan santas normas,
que someten al Papa para su aprobacin.
despus: se dispersan durante todo el ao.
La Regla No Bulada mantiene para los grupos regionales o provinciales la
costumbre de las asambleas fraternas anuales con participacin de todos los
hermanos. El objetivo de estas reuniones es tratar de las cosas que se
refieren a Dios:
Cada ministro podr reunirse con sus hermanos una vez por ao, en la fiesta
de San Miguel Arcngel, y donde mejor les parezca, para tratar de las cosas
que se refieren a Dios.
Pero para los captulos generales la normativa integra las disposiciones
conciliares. La orden, ya en expansin por toda Europa, crece en nmero y
complejidad y los captulos de los cistercienses ofrecen una buena base
prctica y jurdica, manteniendo el ministro general un buen margen de
discrecionalidad.
Y todos los ministros, los de ultramar y los ultramontanos una vez cada tres
aos, y los dems una vez al ao, vendrn al Captulo de Pentecosts junto a
la Iglesia de Santa Mara de la Porcincula, a no ser que el ministro y siervo
de toda la fraternidad haya determinado otra cosa.
En la Regla Bulada el texto aparece ms largo y complicado, en evidente
respuesta a las cambiantes condiciones de los tiempos y a un mayor ajuste
jurdico a las disposiciones conciliares:
1. el captulo nombra un ministro y siervo general de toda la fraternidad,
2. el ministro tiene que ser uno de los hermanos de esta Religin,
3. el cargo es vitalicio,
4. la eleccin del sucesor la hacen los ministros provinciales y custodios en el
Captulo de Pentecosts,
5. a este Captulo deban siempre concurrir los ministros provinciales,
6. el lugar lo fija el ministro general;
7. se hace una vez cada tres aos,
8. el ministro tiene facultad para disminuir o aumentar la frecuencia,
9. el conjunto de los ministros provinciales y custodios tienen facultad para
deponer a un ministro que no sea eficaz en el servicio y utilidad comn de los
hermanos,
10. al parecer los ministros provinciales y custodios son nombrados en el captulo
general,
11. despus del Captulo de Pentecosts hay otra asamblea libre -si los ministros
y custodios quieren y les parece conveniente- en el mbito regional.
En resumen
La aplicacin ms estricta del Concilio en la Regla Bulada puede aparecer
como una condicin impuesta para la aprobacin. Pero tambin es evidente
que est condicionada por el crecimiento y expansin de una Orden que, por
nmero y geografa, ya no puede regirse por los primeros encuentros
espontneos y afectos en los que el movimiento y cada uno de los hermanos
son regulados por la persona carismtica del fundador.
Ciertamente que Francisco y los suyos obedecen a la Iglesia, pero tambin
estn atentos a las exigencias de los nuevos tiempos.
2.- TENSIONES
En otras reas, predicacin, vestido, aprobacin de la regla, reforma del clero,
la vida y praxis de la comunidad se va desarrollando en interaccin dinmica,
tensa, con la autoridad eclesistica. Veamos dos puntos, la predicacin y el
vestido. Veamos ahora dos puntos donde no hubo conflictos pero s
tensiones.
LA PREDICACIN
El Concilio
El pueblo padece hambre de palabra
Estamos ante uno de los temas ms espinosos en las confrontaciones de los
movimientos evanglico-paupersticos y la jerarqua eclesistica. Nuestro gua
sigue siendo Jacques de Vitry, que en el captulo 10 de su Historia abunda en
la descripcin de los seudo o falsos predicadores.
Los falsos predicadores, hombres apestados y criminales de las huestes de
Satn, adulterando con agua el vino, falsifican la palabra de Dios. Estos
ministros de Satn, se visten de ngeles luminosos, llevando en su boca el
cielo pero en la lengua basura de la tierra. Muchos buscaban en la
predicacin, no provecho de las almas, sino su propia gloria. Otros no
perseguan en la misma, ms que dignidades y prebendas. Algunos
miserables portan en sus peregrinaciones reliquias y filacterias, exponiendo a
los seglares cual mercadera venal, la rica palabra de Dios. Su voz
ciertamente era la de Jacob, pero sus manos eran las de Esa; no
rechazaban regalos de cualquier clase, midiendo a las personas segn su
inters... Si alguno no aceptaba depositar su ofrenda ante ellos, le declaraban
la guerra santa; les dicen que los pecados les sern perdonados, si se les
entrega una ofrenda.
No contentos de mentir siempre sin enrojecer de vergenza, exhiban ante el
pueblo simple falsas reliquias y las hacan pasar como eminentes y preciosas,
bajo falso juramento y la comisin de graves y numerosos pecados. Para ms
engaar a los ingenuos y obtener lucro de su credulidad, ornaban sus ropas
con volados y hacan sonar campanillas. A los usureros, estafadores y a los
avariciosos adulones, les inspiraban seguridad en sus pecados, repitindoles
perversamente estas palabras del evangelio: Haced limosna y todo lo que
hagis se volver puro, llamando bien al mal, y malo a lo bueno, presentando
las tinieblas como luz y la luz como tinieblas.
Lo que stos ganan desvergonzadamente en las iglesias, rapiadores del
demonio, lo malversan en tabernas, en garitos, comilonas, borracheras,
desrdenes y prostitutas, as no slo se hacen ellos despreciables, sino lo
hacen con el nombre de predicadores y la venerable autoridad de la
predicacin que se vuelve vil y sucia ante los seglares. Por causa de vosotros,
dice el Seor, mi nombre es despreciado ante las naciones.
Quienes ponen a tales hombres viles y blasfemos en la administracin de las
iglesias y quienes les dan licencia sacerdotal, debern rendir cuenta ante el
Juez supremo por los actos perversos de tales personas.
Tampoco podrn engaar a Dios otros predicadores pcaros y ambiciosos que
buscan ms disimuladamente la moneda del provecho y la plata de las
dignidades. Mientras que dirn: No hemos profetizado y obrado en tu
nombre, Seor? El responder: Yo no os conozco, apartaos de m, operarios
de iniquidad, ya habis recibido la recompensa en este mundo. Estn los que
hablan y no hacen nada. Carecen de fervor, no persiguen nada. Colocan
cargas pesadas e imposibles de llevar sobre las espaldas de los hombres,
mientras ellos se cuidan de mover un dedo.
Este es el panorama que tienen ante sus ojos los padres conciliares. El grave
problema de la predicacin tiene dos puntas, ambas inequvocamente
especificadas en el texto conciliar.
Primero: los fieles tienen derecho a que se les suministre el pan de la palabra:
Ente otras cosas que miran a la salvacin del pueblo cristiano es
especialmente necesario que sea conocida la palabra de Dios. As como el
cuerpo el necesita del sustento material, tambin el alma requiere el alimento
espiritual, dado que el hombre no vive solamente de pan sino de toda palabra
que sale de la boca de Dios.
Segundo: de hecho, los fieles mueren de hambre de pan espiritual.
El Concilio analiza la realidad y enumera varias causas de la situacin de
desamparo de los fieles:
la falta de ciencia en los pastores: es absolutamente reprobable y no
podr jams ser nuevamente tolerada en el futuro
Imposibilidad: con frecuencia el obispo no puede por s mismo
administrar la palabra de Dios al pueblo. Esto por varios motivos:
- mltiples ocupaciones,
- enfermedad,
- guerras,
- otras mltiples razones,
- sobre todo por vastedad y extensin de las dicesis.
Analizada la realidad, sealadas las causas, el Concilio establece algunas
lneas de accin para hacer que, en el futuro, todos los fieles puedan tener
acceso al pan de la palabra.
Reconociendo que el ministerio de la predicacin es propio de los obispos y
que stos, de hecho, no lo pueden ejercer como conviene, se decreta que:
Los obispos asuman hombres idneos para ejercer saludablemente el santo
oficio de la predicacin.
Para que esta resolucin cumpla con su objetivo pastoral, los predicadores
deben tener las siguientes cualidades:
sern vigorosos en su vida y su predicacin,
visitarn al pueblo que les ha sido encomendado en lugar de aquellos que
no pueden hacerlo por s mismos,
edificarn al pueblo con su ejemplo,
administrarn la palabra siempre que sea necesario.
Una de las causas de las masas caigan en hereja, es que el pueblo simple
carece del alimento necesario y llega a desistir del camino recto. El obispo
tiene que proveerse de colaboradores tanto en las Iglesias Catedrales como
en las conventuales. El obispo ordenar varones idneos, con la funcin de
ser cooperadores del obispo en:
el oficio de la predicacin,
el or confesiones,
imponer penitencias,
otras cosas pertinentes a la salud de las almas.
El Texto termina con las habituales amenazas a los prelados negligentes.
La misin cannica
En el Captulo del Concilio contra el Abad Joaqun de Fiore se condena
solamente el tema de la predicacin sin la misin cannica. Uno de los
perfiles ms peligrosos de las herejas es la pretensin de predicar sin el
envo de la jerarqua.
Las disposiciones conciliares son tan tardas como ineficaces y el pueblo
simple sigue sin saciar su hambre de la palabra, por lo cual termina buscando
el alimento por sus propios medios. La primera medida de muchos grupos
laicales es la de traducir o hacerse traducir al vulgar la Sagrada Escritura.
Pedro Valdo es uno de ellos. El problema radica en que no contentos con leer
la palabra, la predican. El texto del Concilio se hace eco de una literatura
contempornea abundante. En el captulo siguiente estudiaremos una carta
que Inocencio III escribe al obispo de Metz precisamente sobre este tema.
Primero se describe el problema:
Hay gente que aparentando piedad, reniega de la virtud, es decir, gente que
buscando algo bueno y santo como es la Palabra de Dios, no quieren
someterse a las autoridades constituidas por Dios para gobernar la Iglesia.
Estos cometen el exceso de arrogarse la autoridad de predicar,
contradiciendo el mandato de San Pablo que dice: Cmo... predicarn, si no
son enviados (Rom 10,15)?.
Luego se toman las providencias cannicas para sanar la enfermedad del
cuerpo eclesial. Se decreta que:
Todos los que con prohibicin o sin misin, osaron usurpar pblica o
privadamente el oficio de la predicacin, sin recibir la autoridad de la Sede
Apostlica o del obispo catlico del lugar sean ligados con vnculos de
excomunin, y si cuanto antes no se arrepintieren, sean castigados con otra
pena conveniente.
Se trata aqu del oficio de la predicacin, es decir, un trabajo estable,
profesional. Dicho de otro modo:
1. Nadie puede ejercer ese oficio, ni pblica ni privadamente:
a) si se los ha prohibido la autoridad competente
b) si no ha recibido la misin o autorizacin correspondiente
- de la Sede Apostlica
- del obispo catlico del lugar
3. Hay quienes se han atrevido a usurpar dicho oficio, pblica o privadamente.
4. Estos tales sern excomulgados, y castigados con otras penas convenientes.
Predicacin alternativa
Jacques de Vitry fue un predicador reconocido y conoci predicadores de los
buenos. En el capitulo 8 de su Historia menciona a su profesor, Pedro, el
Chantre, maestro parisiense, un hombre poderoso en palabras y obras.
Aportando a su enseanza peso y seriedad, por la honestidad de sus
costumbres, se puso pues a obrar y ensear a la ciudad asentado en las
alturas, como lmpara que arde y brilla o un candelabro de oro en la casa del
Seor.
En Oignies conoce a un tal Foulques, que haba sido comerciante y trovador
clebre, luego se convirti en monje, fue abad y termin como obispo de
Tolosa (muere en 1231). En el captulo 6 y 8 de su Historia cuenta que siendo
rudo e iletrado, ignorante de las divinas Escrituras, parti hacia Pars para
recoger por escrito, en tabletas que llevaba consigo, algunos textos de
autoridad y enseanzas morales. Es interesante ver cmo este buen hombre
se fue formando en las escuelas de Pars:
Muido de tabletas y punzn de escribir, ingres humildemente en las
escuelas, fijando slidamente en la memoria algunas sentencias morales y
comunes que, en la medida de sus posibilidades, recoga y reciba de boca de
sus maestros. Al volver a su iglesia los das de precepto, distribua
celosamente a sus ovejas la cosecha recogida a lo largo de la semana. Y
como fue fiel en lo poco el Seor lo coloc sobre los ms grandes. Pronto, en
efecto, fue llamado e invitado por los sacerdotes de los alrededores y se puso,
no sin miedo y reserva, a predicar en forma sencilla y accesible lo que haba
escuchado como simple laico, al igual que los pastores que rebuscan los
sicmoros.
Su maestro venerable y prudente, considerando el celo y el fervor de este
discpulo, pobre sacerdote ignorante, segn la fe y el celo fervoroso del
mismo, le mand predicar en la iglesia de Saint-Sverin de Pars, estando l
presente y ante numerosos escolsticos, todos muy sabios. Pues bien, el
Seor concedi a su caballero tanta gracia y fuerza, que su maestro y quienes
le rodeaban, llenos de admiracin, atestiguaron que el Espritu Santo haba
hablado en l y por l. Esto hizo que tambin otros estudiantes acudieran a or
su predicacin simple y sin adornos. Unos a otros se invitaban, un eslabn
arrastraba al siguiente, con estas palabras: Venid a or al sacerdote
Foulques, un nuevo Pablo. El, con todo, fortificado en el Seor y revestido de
la virtud venida de lo alto, cual Sansn con la quijada del asno, comenz a
combatir contra las bestias de feso y a derrotar los monstruos de los vicios,
con la ayuda del Seor.
Predica a multitudes de clrigos y laicos con tanta gracia y sabidura divina
que muchos compungidos e incitados a la penitencia, despus de haber
abandonado vestimentas y calzado, se prosternaban a sus pies llevando en
sus manos varas o cintas; confesaban sus pecados en pblico y se
entregaban enteramente ellos mismos y sus bienes por su voluntad y
decisin. Atacaba fuertemente los males de su poca, era el martillo de los
codiciosos, confundiendo a los usureros y a los que amasaban fortunas, sobre
todo en tiempos de hambruna. A menudo exclamaba: Sacia al hambriento; si
no lo alimentas, lo matas.
San Francisco
Jacques de Vitry menciona a los llamados hermanos menores y los cataloga
como la religin de los verdaderos pobres del Crucificado, que es tambin
orden de predicadores hermanos menores y, por cierto, menores y ms
humildes que todos los regulares de este tiempo en el hbito, en la desnudez,
y en el desprecio del mundo. Desde sus primordios, el movimiento inicial
franciscano fue un grupo de predicadores itinerantes, uno entre muchos. Los
captulos tuvieron que legislar sobre asunto, de los ms conflictivos en l
mbito de las relaciones de la jerarqua con los laicos evanglicos.
Reiterar varias veces el ejemplo de Pedro Valdo porque es ilustrativo. En
1179 se haba presentado a Alejandro III y le haba solicitado la confirmacin
oral de su propsito de vida en una doble vertiente. Valdo y los suyos
quieren vivir more haereticorum (al estilo de los herejes, vida itinerante,
pobreza, evangelismo),
desean predicar more catolicorum (al estilo de los catlicos, es decir, con
licencia de la jerarqua).
Las crnicas narran que el Papa Alejandro se levant de su sede, abraz y
bes a Valdo, animndole a seguir su vida evanglica. Pero, para concederle
el permiso de predicar, le oblig a pasar un examen de teologa. Est de ms
decir que perdieron el examen en medio de la hilaridad de los clrigos, jueces
sabios de gente idiota y simple que soaba con el ejercer el ministerio de la
palabra.
De todos modos al grupo valdense le concedieron autorizacin para la
predicacin penitencial, siempre con permiso de prrocos y obispos.
Posteriormente encontramos concesiones anlogas a humillados y
franciscanos, a pesar de lo cual la predicacin simple, llana, sin control por
parte de gente no profesional fue causa de constantes conflictos. Lase la
Crnica de Burcardo:
En aquel mismo tiempo, cuando ya el mundo languideca de viejo, surgieron
en el seno de la Iglesia - que tiene la virtud de rejuvenecerse, como lo hace el
guila - dos nuevas rdenes religiosas, que fueron aprobadas por la Sede
Apostlica: la de los Hermanos Menores y la de los Predicadores. En la
aprobacin de estas Ordenes influy seguramente la circunstancia de que
existan desde antiguo en Italia dos sectas, que todava perduran, la de los
Humillados y la de los Pobres de Lyn.
Ya en su tiempo, el papa Lucio las haba condenado como herticas, pues
sostenan teoras y prcticas supersticiosas y, adems, en sus predicaciones
clandestinas, que celebraban casi siempre en lugares ocultos, se
manifestaban contrarios a la Iglesia de Dios y al sacerdocio.
Uno de sus maestros - creo que se llamaba Bernardo - con la pretensin de
que la Santa Sede aprobase su secta y la enriqueciese con privilegios. A
juzgar por lo que ellos mismos decan, imitaban la vida de los apstoles, sin
querer poseer nada ni tener morada fija, peregrinando por los pueblos y las
aldeas. Pero el seor papa les arguy que tenan prcticas supersticiosas; por
ejemplo: que cortaban el calzado en la parte superior del pie y que fingan
andar con los pies descalzos; que, aunque vestan unos mantos propios de
religiosos, llevaban, en cambio, el cabello arreglado como los laicos; y que era
particularmente reprensible en ellos el hecho de que hombres y mujeres iban
juntos cuando se trasladaban de un sitio a otro; y que muchas veces se
hospedaban juntos en la misma casa y que, segn daban que pensar, incluso
a veces se acostaban juntos; y adems afirmaban que todo esto era una
prctica que provena de los apstoles.
En la Regla no Bulada se establecen normas muy claras acerca del ministerio
de la predicacin. Se quieren evitar colisiones con Roma y ser as pasibles de
penas gravsimas o de supresin lisa y llana del movimiento. Estas son las
normas, conformes al derecho eclesial vigente:
1. Ningn hermano predique contra la forma e institucin de la santa Iglesia.
2. Para predicar necesita el permiso de su ministro.
3. El ministro solamente ha de concederlo con discernimiento.
4. Todos los hermanos prediquen con las obras.
5. Ningn ministro o predicador se apropie el ser ministro de los hermanos o el
oficio de la predicacin.
Luego de establecer las coordenadas de unin con las disposiciones
magisteriales, el movimiento seala sus distancias, es decir, sus propuestas
originales:
1. El oficio cannico no es estable de forma que en cuanto se lo impongan,
abandone su oficio sin rplica alguna.
2. No hay divisin del trabajo en la fraternidad. Los destinatarios de la regla son
todos mis hermanos (Francisco habla en primera persona), predicadores,
orantes, trabajadores, tanto clrigos como laicos
3. La predicacin no debe ser apologtica, no lucha contra los herejes ni intenta
convencerlos con argumentos: procuren humillarse en todo no gloriarse ni
gozarse en s mismos, ni exaltarse interiormente de las palabras y obras
buenas..., ya que el espritu de la carne quiere y se esfuerza mucho por tener
palabras..., El espritu del Seor, en cambio, se afana por la humildad y la
paciencia, y la pura, y simple, y verdadera paz del espritu.
4. La estrategia de la nueva fraternidad ante el mal no incluye ni la cruzada ni la
controversia: Si vemos u omos decir o hacer mal o blasfemar contra Dios,
nosotros bendigamos, hagamos bien y alabemos a Dios (Cf. Rom 11,21), que
es bendito por los siglos (Rom 1,25).
Los hermanos de hecho tienen una nica propiedad privada: a nosotros no
nos pertenecen sino los vicios y pecados, y todos los dems bienes al Seor
han de ser restituidos, al Dios altsimo y sumo, y reconozcamos que todos son
suyos, y dmosle gracias por todos ellos, ya que todo bien de l procede
(Captulo XIV).
La Regla que recibi la aprobacin pontificia en 1223, es mucho ms concisa
y resume simplemente la normativa emanada del Concilio:
1. Predicacin con licencia de la jerarqua local: Los hermanos no prediquen
en la dicesis de un obispo cuando ste se lo haya prohibido.
2. Licencia y examen del Ministro General: Y ninguno de los hermanos se
atreva absolutamente a predicar al pueblo, si no ha sido examinado y
aprobado por el ministro general de esta fraternidad, y no le ha sido concedido
por l el oficio de la predicacin.
3. Predicacin penitencial: Cuando predican, sean ponderadas y limpias sus
expresiones (Cf. Sal 11,7; 17,31), para provecho y edificacin del pueblo,
pregonando los vicios y las virtudes, la pena y la gloria.
4. Cristo la palabra sumaria: con brevedad de lenguaje, porque palabra
sumaria hizo el Seor sobre la tierra (Cf. Rom 9,28) (Captulo IX

).
Los herejes no fundamentan su fe en el ministerio ordenado de los
sacerdotes, sino en la ciencia y santidad del ministro. En su Testamento
Francisco recoge las disposiciones dogmticas y disciplinares del Concilio:
1. Hace una profesin de fe grande en los sacerdotes que viven segn la
norma de la santa Iglesia romana.
2. Declara el motivo de la fe, que no es ni la santidad ni la ciencia sino la
ordenacin: si tuviese tanta sabidura como la que tuvo Salomn
3. Reconoce que existen pobrecillos sacerdotes.
4. Promete no predicar sin su permiso: en las parroquias en que habitan no
quiero predicar al margen de su voluntad.
5. Renuncia a la lucha por el poder dentro de la Iglesia: y a estos sacerdotes
y a todos los otros quiero temer, amar y honrar como a seores mos.
6. No acepta la discriminacin de los sacerdotes pecadores: no quiero
advertir pecado en ellos, porque miro en ellos al Hijo de Dios y son mis
seores.
7. Acepta la dimensin sacramental de la Iglesia: en este siglo nada veo
corporalmente del mismo altsimo Hijo de Dios sino su santsimo cuerpo y
santsima sangre, que ellos reciben y solo ellos administran a otros.
8. No quiere privilegios contra el clero: no se atrevan a pedir en la curia
romana,... so pretexto de predicacin.
El objetivo del grupo no es la conversin de herejes ni el servicio a un obispo
en particular: si en algn lugar no son recibidos, mrchense a otra tierra a
hacer penitencia con la bendicin de Dios.
Los bigrafos primitivos, al narrar los orgenes, tienen buen cuidado de limpiar
las primeras gestas de todo olor a hereja. Se salvan de todo posible ataque
aclarando que la predicacin de Francisco y los suyos no era verdadera
predicacin, sino exhortacin al pueblo y predicacin penitencial.
Aunque todava el siervo de Dios no predicaba propiamente al pueblo, sin
embargo, cuando pasaba por ciudades y castillos, exhortaba a todos a que
amaran y temieran a Dios e hicieran penitencia por sus pecados. Y el
hermano Gil amonestaba luego a que dieran fe a lo que Francisco deca,
porque les aconsejaba de forma inmejorable (TC 33).
En resumen
Como Pedro Valdo y los suyos, el movimiento franciscano quiere predicar
more catolicorum. Por un lado quieren evitar todo tipo de conflicto suicida,
consciente de la inutilidad de la confrontacin que lleva a la ruptura. Pero, por
el contrario, tampoco puede dejar de lado la inspiracin del Seor, tan
ardientemente expuesta por Francisco en su testamento.
Por lo cual la normativa y la praxis primitiva se mueven entre dos polos de
tensin:
1. Hay que predicar integrando la fe y las normas, la forma e institucin de la
Iglesia. Los hermanos quieren ser catlicos de obra y de palabra.
2. La predicacin sigue siendo un don del Espritu Santo a todos y. por lo tanto,
derecho de todos, sacerdotes y laicos, cultos e ignorantes, y no puede ser
considerado un oficio permanente del cual una persona se puede apropiar.
Complementaremos en los captulos siguientes este panorama lleno de
antinomias.
EL VESTIDO
El Concilio
Cada Ordo en la Iglesia-sociedad tena su vestido propio. La Reglas
monacales tienen largos y detallados captulos acerca del vestido. Los
penitentes tienen normas para el vestido... El Concilio prescribe cul tiene que
ser el vestido de los judos, para distinguirlos claramente de los cristianos. El
vestido de los clrigos los identificaba cuando entraban a un lugar no
permitido. Dime cmo te vistes y te dir quin eres.
Recordemos que los movimientos contestatarios dentro de la Iglesia
centraban sus ataques en la vida poco evanglica, quiz poco digna de un
bautizado, que llevaban prelados y monjes. El Concilio quiere cortar de raz
los diferentes abusos y prohbe que los clrigos ejerzan oficios o comercios
seculares, especialmente los deshonestos, que frecuenten los espectculos
de circo o de teatro ni las tabernas, y que jueguen a los dados y a otros
juegos de azar.
Un recurso eficaz para controlar el cumplimiento de estas prescripciones es
establecer un tipo de vestido y de peinado que identifique claramente al
clrigo doquiera vaya o viva.
El clrigo:
Tenga una corona y tonsura.
Lleve una vestidura cerrada, que no debe hacerse notar ni por ser muy
corta ni muy larga.
No use paos de color rojo o verde, ni mangas u otros adornos de puntilla,
pectorales, zapatos dorados, ni ninguna otra cosa superflua.
Los que son sacerdotes o estn en dignidad, para el oficio divino no lleven
capas con mangas dentro de la Iglesia...
No lleven como adorno cinturones de oro o plata, ni anillos, a no ser
aquellos que corresponden a la dignidad del oficio que desempean.
Los diferentes vestidos sern como la insignia que distingue a una persona
como perteneciente a un grupo que est en relacin al pueblo y a la Iglesia. El
derecho y la cultura medieval exigan una inmediata identificacin de los
miembros de la sociedad.
San Francisco
Jacques de Vitry describe a los hermanos menores como aquellos que,
siguiendo desnudos al desnudo, desembarazndose de la capa de Jos y del
nfora como la samaritana, corren sin impedimentos, caminan mirando hacia
delante sin retroceder, avanzan siempre y sin detenerse hacia lo futuro El
tema de vestido cannico se convierte para los movimientos paupersticos en
el lema desnudo seguir al desnudo
De los Valdenses dice W May (entre 1173 y 1176): "Esta gente no tiene casa
propia, caminan de dos en dos, con los pies desnudos, sin alforjas, poniendo
todas las cosas en comn, a ejemplo de los apstoles, desnudos siguen a
Cristo Desnudo". En la vida de S. Norberto de Xanten, fundador de los
premostratenses (1083-1134) se dice: Nudam crucem nudus utique sequi
deberet. Nudum nudus sequar. Esta expresin se le atribuye a San
Jernimo y permea toda la literatura primitiva franciscana.
Recordemos el relato del Sacrum Commercium: la "Esposa de Cristo"
descansando "desnuda" con su cabeza apoyada sobre una "Piedra". La
iglesia fundada sobre piedra es la esposa desnuda del desnudo. El Cristo
desnudo de la espiritualidad y de la teologa franciscanas tiende a crear un
tipo de sociedad alternativa y contradictoria con el sistema dominante, tanto a
nivel civil como clerical.
Si para Toms de Aquino, la utopa, el mundo ideal futuro, habr superado la
triloga de los orgenes -desnudez, libertad y comunismo-, para los
franciscanos el paraso tiene que ser reconquistado. El hombre "desnudo", la
perfecta libertad y la ausencia de apropiaciones es lo que nos permitir
recrear la iglesia adamtica, convocada por el Padre desde el inicio de la
historia. Cristo y Francisco son los "desnudos", los hombres paradisacos que
volvieron el estado de justicia original.
La iconografa nos presenta a los fundadores vestidos de hbitos imaginarios.
No creo que sea posible determinar cual haya sido el vestido habitual de san
Francisco. El hbito no es un dato de los orgenes, aparece como exponente
de la institucionalizacin de un movimiento que necesita de una individuacin
colectiva. El vestido identifica y sita en un determinado lugar de la sociedad.
El que se viste un uniforme religioso o militar es reconocible por la colectividad
que le asigna un lugar preciso en el tejido social.
El movimiento naciente se vio obligado a dar normas en relacin al vestido de
los miembros de la fraternidad. Sera ms que interesante comparar la
legislacin franciscana con el resto de las reglas monsticas y con las
prescripciones de los movimientos penitenciales medievales. La Regla No
Bulada es extremadamente sobria respecto al vestido: los hermanos que han
prometido obediencia, tengan una tnica con capucha, y otra sin capucha si
fuere necesario, y el cordn y los calzones, dejando, adems, extrema libertad
de accin a los ministros, segn los lugares, tiempos y fras regiones.
Partiendo de las prescripciones sobre el vestido podramos delinear las
siguientes caractersticas del nuevo grupo religioso:
Todos los hermanos: el vestido no puede distinguir clases al interior del
nuevo grupo.
Vistan ropas viles y remendadas: el vestido identifica con los
despreciables y los pobres: los hermanos no pertenecen a la clase dominante:
los que estn que en las casas de los reyes visten con lujo y muellemente.
Visten como mendigos, lo cual equivale a usar la vestimenta de los que
entran en el reino de los cielos (RNB 2).
El vestido de la primera hora franciscana converta a los hermanos en gente
rara y frecuentemente les causaba incomprensiones y hasta persecucin,
tanto que la primera Regla tiene que advertir que no se deben avergonzar ni
dar marcha atrs el camino de Reino: aunque les tachen de hipcritas, sin
embargo, no cesen de obrar bien, ni busquen en este siglo vestidos caros,
para que puedan tener vestido en el reino de los cielos.
El primitivo vestido, vil y extrao, que poda avergonzar al usuario,
rpidamente se convierte en un hbito reconocido y venerado en la Iglesia,
motivo de arrogancia condenatoria del modo de vivir y vestir de los ricos. La
Regla Bulada tiene que amonestar a hermanos que pasaron de ser
despreciados a ser despreciadores.
Amonesto y exhorto a todos ellos a que no desprecien ni juzguen a quienes
ven que se visten de prendas muelles y de colores y que toman manjares y
bebidas exquisitos; al contrario, cada uno jzguese y desprciese a s mismo
(RB 2).
Cmo eran vistos esos zaparrastrosos de la primera hora? La Leyenda de
los Tres Compaeros y el Annimo de Perusa nos transmiten una narracin
encantadora:
Cuantos los vean se extraaban mucho, pues caan en la cuenta de la
diferencia que exista respecto de los dems en cuanto a su hbito y manera
de vivir y porque les parecan como unos hombres selvticos.
Se burlaban de ellos; y muchos los acosaban a preguntas, diciendo: De
dnde vens? Otros les preguntaban a qu Orden pertenecan.
Otros muchos los juzgaban impostores o fatuos y no los queran recibir en sus
casas, no fuera que resultaran ladrones y les robaran sus cosas.
Los consideraban como los ms abiertos, y muchos, grandes y pequeos, se
mofaban de ellos y los injuriaban y les quitaban a veces las ropas vilsimas
que llevaban. Cuando los siervos de Dios quedaban desnudos, porque, segn
el consejo evanglico, llevaban una sola tnica, no por eso reclamaban lo que
les haban quitado. Si algunos, movidos de compasin, se los devolvan, los
reciban de buen grado. Algunos les arrojaban barro; otros, ponindoles dados
en la mano, los invitaban a jugar con ellos; y otros, agarrndolos por detrs de
la capucha, los llevaban colgando a su espalda (TC. 37-40).
Se volvieron locos de remate, pues su vida en lo externo parece desesperada:
caminan descalzos, visten ropas viles y apenas si comen.
Las muchachas huan despavoridas para no ser contagiadas de su locura. Es
verdad que la gente no se decida a seguirles, pero quedaba impresionada
por la forma de vida Santa, con la que parecan marcados por el Seor (AP.
16).
En resumen
Las prescripciones de la Regla sobre el modo de vestir de los hermanos
apenas tienen puntos en comn con las del Concilio que tiene otras
preocupaciones, que fundamentalmente quiere identificar para controlar. Por
ms que rpidamente asoma la figura de un hbito franciscano, en los
orgenes no parece que los hermanos tuvieran inters en la creacin de un
uniforme distintivo.
Las crnicas nos narran de las dificultades tragicmicas que padecieron
hermanos que vestan como los herejes y que no eran identificables con los
grupos ortodoxos reconocidos en la Iglesia: por su modo de vestir los
hermanos se parecan a gente peligrosa, que estaba fuera de la Iglesia.
En Alemania les preguntaron si eran herejes y si haban llegado precisamente
para contaminar Alemania, as como haban pervertido tambin Lombarda.
Tanto en Alemania como en Hungra los dejaron irse desnudos, con gran
vergenza de algunos (Jord. 5-6).
3.- PARALELOS Y SUPERACIN
En otros aspectos de la vida, la fraternidad corre paralela o supera
ampliamente los intereses de los decretos conciliares. Tomemos como
ejemplo la reforma de los clrigos, la restitucin de lo robado y el uso
extorsivo del dinero.
LA REFORMA DE LOS CLRIGOS
El Concilio
Ya aludimos a la vida y a las costumbres de los clrigos de los siglos XII y
XIII. La reforma de las costumbres clericales fue uno de los principales
objetivos de la reforma de la iglesia encarada por el Lateranense. Siempre de
la mano de Jacques de Vitry nos asomamos a los problemas de la jerarqua
eclesial. En el captulo 5 de su historia trata de las negligencias y los pecados
de los prelados. Su ruina moral, su ignorancia y debilidad, es la causa de
todos los males de la iglesia-sociedad:
La errada conduccin de los pastores suscitaba la fiereza de los lobos. Duros
explotadores, en efecto, no hacen nada gratis e igualmente, no dan nada sin
cobrar, vendiendo a Jos a los ismaelitas y ocultando en la tierra la sangre del
verdadero Abel. Estos no eran pastores sino destructores, no prelados sino
Pilatos. No contentos de huir ante la proximidad del lobo, hacan la paz con
ellos a costa de sus ovejas. Perros mudos que no apartaban a los lobos del
redil confiado a sus cuidados, por miedo a que le gritaran en sus caras:
mdico, cudate a t mismo. T que predicas no robar, robas; de no cometer
adulterio y lo cometes. Saca primero la viga de tu ojo para poder ver la paja
en el de tu vecino. As la esposa de Cristo se ha prostituido, entregada al
adulterio por aquellos a cuyo cuidado haba sido confiada.
Zorros que destruyen la via del Seor. Crucificando de nuevo al Hijo de Dios
y exponindolo a los ultrajes, no slo despojaron por la rapacidad a sus
miembros de los medios para subsistir, sino que tambin los privaron de las
virtudes, ofrecindoles el ejemplo de su corrupcin. La noche en el lupanar,
la maana en el altar, la noche posando la mano en la cintura de Venus y, por
la maana, en el Hijo de la Virgen.
En el Captulo 7, al hablar del calamitoso estado moral de la ciudad de Pars,
Jacques deja muy mal parado al clero:
La ciudad de Pars era entonces ms disoluta en el clero que en el pueblo. La
simple fornicacin ya no era ms un pecado para ellos. Las mujeres pblicas
diseminadas por todas partes en calles y plazas de la ciudad, compelan casi
a la fuerza a los clrigos que pasaban por delante de sus lupanares. Si ellos
protestaban no querer entrar, las prostitutas de inmediato los denunciaban
como sodomitas, les perseguan gritando. Este vicio feo y abominable como
lepra incurable y veneno sin antdoto, haba invadido la ciudad a tal punto que
era tenido por honorable quien posea una o varias concubinas. En una
misma casa, haba escuelas en el piso superior y en el inferior la habitacin
de las prostitutas. En el piso de arriba los maestros daban sus lecciones,
mientras que abajo las mujeres pblicas ejercan su vergonzoso comercio. De
un lado las cortesanas disputaban entre ellas sus clientes; por otro, los
clrigos discutan teoras entre s y se respondan, procediendo por puro
espritu de polmica.
Cuanto ms prdigos y dispendiosos ellos se mostraban, dilapidando
vergonzosamente sus bienes, ms alabanzas reciban; eran aclamados como
honestos y generosos. Por el contrario, quienes haban preferido vivir segn el
precepto del apstol, con temperancia, justicia y piedad, eran denunciados por
los viciosos y la gente sin carcter, como avaros y miserables, hipcritas y
supersticiosos.
El decreto conciliar se ocupa de algunos de los problemas arriba
denunciados. Dice que los clrigos:
padecen vicios en el mbito de la continencia y castidad,
entre otros vicios de la carne incurren especialmente en aquel sobre el
cual descender la ira del cielo ?.
viven en un relajamiento general de las costumbres,
persisten en el libertinaje y la ebriedad,
la ebriedad les hace perder el control de la mente e incentiva la libido,
los prelados apoyan las iniquidades del clero,
a cambio del apoyo de los delitos de los clrigos los prelados reciben
dinero y otros beneficios temporales.
He aqu el texto del Decreto:
Queremos mejorar la vida y las costumbres de los clrigos. Para su reforma
todos debern vivir observando la continencia y la castidad, especialmente
aquellos que han sido constituidos en el orden sagrado. Se esforzarn para
no caer en los vicios de la carne, especialmente en aquel sobre el cual
descender la ira del cielo. Cuiden de ser ministros en presencia de Dios con
cuerpo y corazn puro.
Para que el relajamiento no sea incentivo al delito, establecemos que aquellos
que fueran encontrados en el vicio de la incontinencia, de acuerdo a la
gravedad del pecado, sean castigados con penas cannicas. Prescribimos
que estas penas sean observadas estrictamente, de modo que si no se
convierte del mal por el temor divino, sea al menos cohibido por las penas
temporales.
Si alguien suspendido por tal causa presumiere celebrar los misterios divinos.
No solamente ser despojado de los beneficios eclesisticos, sino que, por
esta doble culpa ser depuesto a perpetuidad.
El prelado que presuma apoyarlos en sus iniquidades, especialmente si
obtienen por ello dinero u otros beneficios temporales, sern pasibles del
mismo castigo (Captulo 14. Castigo de la incontinencia de los clrigos

).
Los clrigos se abstendrn diligentemente de la crpula y de la ebriedad: sean
moderados en beber vino. Deben privarse del vino porque la ebriedad lleva a
perder el control de la mente e incentiva la libido.
Por lo cual decretamos que sea erradicado este abuso. Vemos que en
algunos lugares los bebedores se sienten obligados a beber, apoyados por las
lisonjas de los alcohlicos. Si alguien fuere encontrado culpable de este
hecho, a no ser que satisfaga conveniente ante el superior competente, sea
suspendido tanto del beneficio como del oficio (Captulo 15. Cmo corregir el
alcoholismo de los clrigos

).
San Francisco
En los escritos de San Francisco y biografas primitivas podemos entrever que
los hermanos son conscientes de la corrupcin del clero, pero no es este un
tema central. San Francisco mismo en el Testamento alude a los pobrecillos
sacerdotes de este siglo. En estos pobrecitos Francisco no quiere advertir
pecado, porque mira en ellos al Hijo de Dios y son sus seores. Por eso no se
encontrar sino raramente alusiones a los problemas del clero contemporneo
al movimiento naciente.
En la Segunda Carta a los Fieles, Francisco retoma los requerimientos del
Concilio y recomienda a los laicos tener en veneracin y reverencia a los
clrigos, no tanto por lo que son, en el caso de que sean pecadores, sino por
razn del oficio y de la administracin del santsimo cuerpo y sangre de Cristo,
que sacrifican sobre el altar y reciben y administran a otros. Explicita, adems,
que la Iglesia ha reservado a los clrigos la administracin tanto del cuerpo
como de las santas palabras y la sangre de nuestro Seor Jesucristo.
Reconoce en la Carta a los Clrigos que entre ellos hay pecado e ignorancia
en el trato que tienen con el santsimo cuerpo y sangre de nuestro Seor
Jesucristo y sobre los sacratsimos nombres y sus palabras escritas. Hay
clrigos que manejan esos santsimos ministerios sin discernimiento, los
abandonan en lugares indecorosos, lo llevan sin respeto, lo reciben
indignamente... a veces hasta se pisan sus nombres y palabras escritas. Los
clrigos se comportan como el hombre animal que no percibe las cosas que
son de Dios.
La Leyenda de Perusa, 95 narra el encuentro de Francisco con un clrigo de
la dicesis de Rieti, hombre muy mundano, que pide a Francisco que le signe
con la cruz para ser curado de una enfermedad. El santo le respondi: Cmo
voy a signarte con la seal de la cruz a ti que de tiempo atrs vienes viviendo
segn tus deseos carnales, sin meditar ni temer los juicios de Dios? Promete
curarle pero lo previene de volver al vmito, so pena de un castigo terrible por
tus pecados.
En la Amonestacin 26 Francisco llama dichoso el siervo que mantiene la fe
en los clrigos que viven verdaderamente segn la forma de la Iglesia
romana. En la Regla No Bulada, 20, se manda confesarse con sacerdotes de
nuestra Religin y en caso de imposibilidad con otros sacerdotes discretos y
catlicos. Esto supone que hay sacerdotes que no viven segn la forma de la
Iglesia romana, ni son discretos ni catlicos.
De todos modos estas alusiones son perifricas en relacin a sus
recomendaciones de veneracin y respeto, ms all de su pecado.
Una de las tres recomendaciones del Testamento breve es que los hermanos
vivan siempre fieles y sumisos a los prelados y a todos los clrigos de la santa
madre Iglesia. Entre tanta cruzada y guerra santa, la paz era un valor
primordial a salvaguardar.
Quera que sus hijos tuvieran paz con todos y que se mostraran como nios a
todos, as y todo ense de palabra y confirm con el ejemplo que deban ser
sumamente humildes con los clrigos. Sola decir: Hemos sido enviados en
ayuda a los clrigos para la salvacin de las almas, con el fin de suplir con
nosotros lo que se echa de menos en ellos. Cada uno recibir la recompensa
conforme no a su autoridad, sino a su trabajo.
Encubrid -concluy- sus cadas, suplid sus muchas deficiencias; y, cuando
hiciereis estas cosas, sed ms humildes (2Cel. 146).
Lase este texto delicioso:
Confesaban con frecuencia sus pecados a un sacerdote secular de muy mala
fama, y bien ganada, y digno del desprecio de todos por la enormidad de sus
culpas; habiendo llegado a conocer su maldad por el testimonio de muchos,
no quisieron dar crdito a lo que oan, ni dejar por ello de confesarle sus
pecados como solan, ni de prestarle la debida reverencia. Y como cierto da
este u otro sacerdote dijera a uno de los hermanos: "Mira, hermano, no seas
hipcrita", aquel hermano, sin ms, apoyado en la palabra del sacerdote,
crey ser efectivamente un hipcrita. Y, afectado de un profundo dolor, se
lamentaba da y noche. Al preguntarle los hermanos por la causa de tanta
tristeza y de tan desacostumbrada afliccin, les respondi: "Un sacerdote me
ha dicho esto, y me apena tanto, que con dificultad consigo pensar en otra
cosa". Consolbanle los hermanos y le animaban a no tomarlo tan en serio,
pero l les responda: "Qu estis diciendo, hermanos? Es un sacerdote
quien me lo ha dicho; acaso puede mentir un sacerdote? Pues como un
sacerdote no miente, se impone que creamos ser verdadero lo que ha dicho".
As continu tiempo y tiempo en esta simplicidad, hasta que el beatsimo
Padre le tranquiliz con sus palabras, explicndole el dicho del sacerdote y
excusando sagazmente la intencin de ste (1Cel. 46).
San Antonio
Pero no podemos olvidar a un San Antonio de Padua en cuyos sermones se
pinta con colores muy vivos y trazos muy duros la situacin del clero
denunciada por el Lateranense. Espigo, sin ser exhaustivo, las sentencias
sobre el clero en todos los tiempos litrgicos.
Domingo II de Cuaresma II:
Y qu dir de los clrigos y de los prelados de la Iglesia? Si algn obispo o
prelado de la iglesia hace algo contra una decretal de Alejandro, de Inocencio
o de cualquier otro Papa, se le acusa, se convoca al acusado, se le
demuestra al convocado su error y, convicto, se le destituye. Si, en cambio,
comete algo grave contra el evangelio de Jesucristo, que ms que todo
debera observar, no hay nadie que lo acuse ni que lo reprenda.

Domingo de Ramos:
La vida de los clrigos y de los religiosos que, abandonada la altura de la
contemplacin, procede perezosa y fatua entre las bajezas del placer carnal.
El cinturn de castidad de muchos clrigos y religiosos se pudre en el ro
ufrates ellos no sirven para nada, sino para ser arrojados al estercolero del
infierno.
Quin podr desatar las cadenas de los clrigos y de los falsos religiosos,
las riquezas, los honores y los placeres que los tienen enredados, derribar su
soberbia y llevarlos a ti? "Todos -dice Jeremas- son como un caballo que
corre impetuosamente" (8, 6). "Porque de los profetas de Jerusaln", o sea,
de los clrigos y religiosos, " sali la impiedad sobre toda la tierra" (Jer 23, 11
y 14-15), ellos son hijos de Belial, o sea, "sin yugo", que, como dice Jeremas,
"caminaron en pos de sus trivialidades y ellos mismos llegaron a ser vanidad;
y no preguntaron: "Dnde est el Seor?" (Jer 2, 5-6). La cuadriga, que gira
sobre cuatro ruedas, representa la abundancia en la que viven los clrigos y
que consiste en cuatro caractersticas: amplitud de las propiedades,
acumulacin de prebendas y de rentas, suntuosidad de alimentos y lujo de los
vestidos.
Domingos de Pentecosts:
los prelados y los clrigos son los ladronzuelos de nuestro tiempo. El
conocimiento del Antiguo y del Nuevo Testamento lo roban los prelados y los
clrigos, cuando lo aprenden no para edificar, sino para procurarse alabanzas
y honores.
predicar a los clrigos y hablar a los tontos: en ambos casos, qu utilidad
puede haber, sino slo estrpito y fatiga? Ellos, aunque tengan el anillo de oro
de la ciencia y de la elocuencia, no se avergenzan, como una puerca, de
echarlo en el estircol de la lujuria y de la avaricia. (X)
" los prelados y sacerdotes malvados de la iglesia con su vida escandalosa
y la negligencia en su oficio maldicen a Dios Padre, cuyo "nombre es
blasfemado por su culpa" (Rom 2, 24), y no bendicen a su madre, la iglesia;
ms bien, destruyen su fe con las malas obras en lugar de predicar con la
palabra y el ejemplo (IX).
los clrigos y los religiosos, estn envueltos por el fuego de la lujuria y de la
avaricia (XIV)
los clrigos soberbios y lujuriosos, violan el misterio del Seor, o sea, el
cuerpo de Jesucristo, pisotean lo que tienen en s mismos y profanan la santa
iglesia (XXI)
como la telaraa es rasgada y dispersada, as el becerro, o sea, la petulancia
de los clrigos, ser reducida a la nada (XXIII)
entre los clrigos no hay temor de Dios, y se volvieron descarados como una
meretriz (XXIII)
Domingos de Adviento:
Edom se interpreta "sanguinario" o "terreno"; y simboliza a los clrigos,
contaminados con la sangre de la lujuria y con el barro del dinero (I)
Quines son hoy los ciegos, o sea, los soberbios, sino los que se llaman
siervos del Seor y quieren aparecer siervos del Seor, o sea, los religiosos y
los clrigos? Quines son los soberbios, sino los que ven tantas cosas en las
Escrituras y que predican y ensean tantas cosas, pero no las Observan? Ven
muchas cosas para los dems, pero nada para s mismos. (II)
En resumen
Francisco no parece ser un entusiasta paladn de la reforma del clero, por
ms que tanto l como sus hermanos son conscientes de los males que
aquejan a las estructuras eclesisticas.
Los hermanos se autodefinen como peregrinos que caminan por un mundo,
ancho y ajeno, y los que tenan el espritu de Dios y la conveniente
elocuencia, fueran clrigos o laicos, reciban licencia para predicar. Estos
predicadores itinerantes no se preocuparon en denunciar los pecados del
clero: dondequiera que encontraran algn sacerdote, rico o pobre, bueno o
malo, le hacan humilde reverencia con inclinacin de cabeza (TC 59).
El inters conciliar por la reforma del clero no parece ser una de las
preocupaciones del movimiento franciscano.
Entre los hermanos de la primera hora Antonio nos presenta el matiz
reformador de movimiento franciscano.
LA RESTITUCIN DE LO ROBADO
No tengo idea del contexto histrico que ha provocado este decreto conciliar.
Posiblemente las guerras constantes, la cruzada inminente, hacan frecuente
la usurpacin de bienes mediante botn del vencedor de la batalla u ocupacin
de tierras que haba perdido su dueo. Terceros pretenderan adquirir el bien
ilegtimamente sin excesivas preocupacin por su origen. Veremos ms
adelante el que el tema se encuadra bien en la proteccin de los bienes de los
cruzados.
De todos modos el Concilio toca uno de los temas centrales en la propuesta
franciscana primitiva: la propiedad y la consecuente restitucin de los
bienes al propietario, reintegro exigido en estricta justicia. Dice el texto
conciliar:
Muchas veces sucede que alguien es expoliado injustamente y el bien
enajenado por el ladrn es transferido a una tercera persona. En ese caso el
poseedor no se atiene a restituir el bien al probar el derecho de propiedad del
propietario legtimo. Por lo cual, no obstante el rigor del derecho civil,
decretamos que, si alguien es consciente de que dicho bien ha sido recibido
de un ladrn, cae en el mismo pecado de retener injustamente lo ajeno.
Deber pues restituir el bien a su legtimo dueo (Captulo 39. Sobre la
restitucin).
San Francisco
La forma de vida primigenia del movimiento franciscano tiene principios muy
claros respecto a la restitucin. Los bienes, el honor, la reverencia solamente
corresponden a su dueo nico, que es Dios.
Hay que restituir todos los bienes al Seor Dios altsimo y sumo.
Hay que reconocer que todos los bienes son suyos,
todo bien de l procede.
Slo Dios puede recibir honores y reverencias, alabanzas, bendiciones,
todas las acciones de gracias y la gloria,
A Dios pertenece todo bien; slo l es bueno (RNB 17).
Cuando Francisco se desnuda delante del obispo restituye los vestidos al
padre y ni siquiera retiene los calzones, quedando ante todos del todo
desnudo (1Cel. 15).
Las biografas nos cuentan del encuentro de un pobre que odiaba a muerte a
su Seor que le haba expropiado los bienes.
Francisco le dijo: Hermano, perdona a tu seor por amor de Dios, para que
libres tu alma de la muerte eterna, y puede ser que te devuelva lo arrebatado.
Si no, t, que has perdido tus bienes, perders tambin tu alma.
No puedo perdonar de ninguna manera -replic el pobre-, si no me restituye
primero lo que se ha llevado.
Francisco intenta sanar en algo la deuda y le da su propio manto al pobre, que
perdon los agravios (2Cel. 89).
Ya casi al fin de su vida, muy enfermo, hospedado en el palacio del obispo de
Rieti, Francisco se topa con una mujer pobrecilla. Aqu tambin Francisco
habla de restitucin, pero sobrepasando, por no decir contradiciendo, el texto
del Concilio.
El Santo habla confidencialmente con su guardin y le insina:
Hermano guardin, es necesario que devolvamos lo ajeno.
Padre -le respondi el guardin-, devulvase enhorabuena, si tenemos algo
que es ajeno.
Restituymosle -replic el Santo- este manto, que hemos recibido, de
prestado, de esa pobrecilla mujer, pues no tiene nada en la bolsa para sus
gastos (2Cel. 92).
Para Francisco los pobres eran los iconos de Cristo, y cuando se encontraba
con ellos les daba liberalmente aun aquellas cosas necesarias para la vida
que a l le haban proporcionado.
Juzgaba deban serles restituidas como si fueran propiedad suya. Por eso no
perdonaba nada, ni manteles, ni tnicas, ni libros, ni ornamentos de altar sin
entregar todas estas cosas - en cuanto poda - a los pobres... (Lm. 3.7).
En resumen
Francisco y el movimiento franciscano en este tema estn mucho ms cerca
de la patrstica que del decreto del lateranense.
San Antonio, en el Sermn para el Domingo II de Pentecosts dice que hay
que dar
a los pobres lo que sobra a las necesidades de comer y vestirse, y si alguien
tuviera bienes materiales, despus de haber retenido lo suficiente para las
necesidades de la alimentacin y del vestido, si ve que su hermano, por el
cual Cristo muri, padece necesidad, debe darle lo que le sobra. Si no se lo
diere y cerrare sus entraas al hermano pobre, digo que comete pecado
mortal, porque no hay en l el amor de Dios; porque, si hubiera ese amor,
dara de buena gana a su hermano pobre.
Ay de aquellos que tienen las bodegas llenas de vino y de cereales y poseen
dos o tres pares de vestidos, mientras los pobres de Cristo, con las tripas
vacas y el cuerpo desnudo, claman a su puerta! Quiz, les hace alguna
caridad, pero les da poco, y no de lo mejor sino de lo peor (San Antonio,
Sermones, I, 430-433).
San Basilio sostiene que
uno est obligado por estricto derecho a dar sus bienes a los pobres, bien por
hallarse stos en grave necesidad, o por la superfluidad de sus muchos
bienes. Es injusto que un hombre no ayude a su semejante, sobre todo
cuando el Seor Dios dispuso que esta tierra fuese la comn posesin de
todos los hombres y les ofreci sus productos a todos.
Para San Ambrosio
esto quiere decir que el Seor es el propietario de todos los bienes materiales;
y el hombre, su administrador. Si el rico se apropia el ciento por ciento de sus
bienes, comete una injusticia; y lo que da a los pobres es una restitucin
(AMBROSIO, PL 15, 1303).
San Juan Crisstomo sostiene que
la tierra es de Dios para el bien comn; y, por consiguiente, si no hacemos
limosna, merecemos el castigo de los ladrones. Semejantes al siervo perverso
son los que teniendo dinero no dan nada a los necesitados. Aunque me digas
que lo recibiste en herencia de tus padres y que por lo mismo cuanto tienes es
tuyo, con todo esto, dgote que de Dios lo recibiste.
Me parece que en este tema ms que obediencia hay una crtica aguda al
decreto del Concilio. En todo caso la doctrina y praxis franciscana ofrece una
fuerte correccin en la manera de encarar el tema de la propiedad, del robo,
de la restitucin, dado que el hombre no es propietario de nada y todo ha de
ser restituido a Dios en la persona del necesitado. Recurdese que este tema
provocar una condena de la Orden en el siglo XIV. Me remito a mi estudio
sobre la No-Propiedad, ya citado.
EL DINERO
En el contexto econmico, cultural, social y poltico del Concilio el dinero es
una de las realidades emergentes. Una realidad nueva que la sociedad -
todava dominada por el sistema de trueque- no maneja bien. Aqu tambin el
contexto conocido nos resulta insuficiente para entender la real portada de las
disposiciones conciliares. De todas maneras es claro que el Concilio toca otro
de los temas centrales en la doctrina y la praxis del movimiento franciscano de
la primera hora. Recordemos que el dinero es una de las fobias de Francisco
de Ass.
El Concilio seala los puntos siguientes:
Simona abierta de parte de algunos obispos:
Al fallecer los rectores de las iglesias hay obispos que no nombran a nadie
para substituirlos hasta que le entregan una cierta cantidad de dinero...
Los laicos son estafados por los clrigos
frecuentemente algunos clrigos exigen dinero a la gente en ocasin de las
exequias de los muertos, en la bendicin de los matrimonios, y en cosas
similares.
si la gente no les da dinero les inventan falsos impedimentos en la recepcin
del sacramento para conseguirlo.
Por lo cual el decreto conciliar:
Establece que se confieran gratuitamente los sacramentos de la Iglesia.
Prohbe exigir dinero para la celebracin de los sacramentos.
Conserva la piadosa costumbre de dar una limosna al celebrante, introducida
por algunos laicos piadosos.
San Francisco
San Francisco tiene actitudes totalmente neurticas en relacin al dinero. La
Regla del Movimiento primitivo ordena taxativamente que:
ninguno de los hermanos, dondequiera que est y dondequiera que vaya,
tome ni reciba ni haga recibir en modo alguno moneda o dinero.
No se puede usar dinero ni para comprar vestidos, ni libros, no puede
recibirse dinero como salario por el trabajo.
No hay razones para usar dinero, con la nica excepcin de la manifiesta
necesidad de los hermanos enfermos.
Y si acaso -ojal no suceda!- ocurriera que algn hermano recoge o tiene
pecunia o dinero, exceptuada tan slo la mencionada necesidad de los
enfermos, tengmoslo todos los hermanos por hermano falso y apstata,
ladrn y bandido, y como a quien tiene bolsa (Cf. Jn 12,6), a no ser que se
arrepienta de veras.
Posiblemente el movimiento se enfrente a las colectas que en toda la
cristiandad se hacan para Tierra Santa o cosas semejantes. La regla prohbe
terminantemente que los hermanos:
de ningn modo recibir ni hacer recibir, ni pedir ni hacer pedir, pecunia como
limosna, ni dinero para algunas casas o lugares; ni acompaar a quien busca
pecunia o dinero para tales lugares (RNB 7).
Celano nos cuenta que Francisco ms que todas las cosas del mundo
execraba el dinero. Una vez que un hermano tom sencillamente el dinero y lo
arroj a la ventana, fue reprendido muy severamente por haber tocado el
dinero. Francisco le manda tomarlo de la ventana con la boca y depositarlo -
llevado as, en la boca- sobre estircol de asno fuera del seto del lugar (2Cel.
65).
Lo ms cercano al decreto del lateranense que encontramos en las biografas
es la actitud de Silvestre, aquel sacerdote secular de la ciudad de Ass.
Cuando vio que Bernardo se despojaba de todos los bienes y los daba a los
pobres, atizado por voraz codicia, le mueve pleito a Francisco por unas
piedras que haca tiempo le haba vendido y que segn el sacerdote codicioso
no se las haba pagado como deba. Francisco con el fin de apagar de alguna
manera la maldita pasin, le llena de monedas las manos, sin contarlas
siquiera. El presbtero Silvestre recapacita y se convierte en hermano (2Cel.
109).
Francisco recomienda a los sacerdotes de la Orden que celebren siempre la
misa purificados, con pureza y reverencia,... con intencin santa y limpia, y no
por cosa alguna terrena ni por temor o amor de hombre alguno, como para
agradar a los hombres. Adems, ordena que en los lugares en que habitan los
hermanos, se celebre slo una misa cada da, y que si hay en el lugar ms
sacerdotes, contntese cada uno, por el amor de la caridad, con or la
celebracin de otro sacerdote (Cf CtaO

). Es posible que estas
recomendaciones tengan como teln de fondo los abusos denunciados por el
Concilio.
En resumen
Las preocupaciones de la primitiva fraternidad no tienen prcticamente puntos
de contacto con las disposiciones del Concilio. Van mucho ms all y no
apuestan a la reforma de la Iglesia sino que son una propuesta de una
sociedad alternativa donde el dinero no signifique ms que el polvo o el
estircol, o donde el dinero simplemente deje de circular.
4.- CONFLICTOS
Finalmente enfrentamos algunos tpicos en los que Francisco y los suyos
aparecen frontalmente rebeldes y opositores. En este captulo analizaremos la
prohibicin de fundar nuevas rdenes religiosas. En los captulos siguientes
abordaremos el tema de las cruzadas contra los infieles y contra los herejes.
NUEVAS RDENES RELIGIOSAS
Los siglos XIXIII vieron un florecimiento de movimientos religiosos. La
historia occidental de Jacques de Vitry nos da cuenta de los ms notorios.
Vida religiosa masculina
Europa estaba poblada de ermitaos que asuman estilos de vida de gran
creatividad y libertad del espritu:
Hemos visto a otro recluido en una pequea celda. Vestido con corazas de
hierro por sobre el cilicio, serva a Dios con ayunos y constantes oraciones.
Otro, al que vimos llevar vida solitaria en la selva, gozaba de tal don de
contemplacin, que no habra mutado el menor tiempo de gozo espiritual por
todas las riquezas y delicias del mundo. De continuo transportado a tan gran
contemplacin que, gracias a ella, vea a la Santa Trinidad presente siempre
ante los ojos del alma. Grande era el fervor en que se abrasaba: cmo no
sentir inmenso amor al tirano que le haba arrancado sus ojos mundanos,
cuando crea encontrarse ya en la eterna bienaventuranza?
Fuera de estos movimientos personales y carismticos Jacques divide la vida
religiosa occidental en dos clases: los monjes negros que profesan la regla de
san Benito, y los cannigos blancos que viven segn la regla de san Agustn.
Captulo aparte le merecen los Cistercienses,
los que cambiaron el hbito color nuez por uno gris, se aplicaron a reformar lo
que haba cado en desuso y de rechazar las novedades; podaron sin lmites y
con gran serenidad muchas de las cosas permitidas, crucificaron las pasiones
y deseos de su carne, y castigaron sus cuerpos reducindolos a la
servidumbre. No usan pieles, camisas y tampoco calzado, a no ser aqullos
que tienen necesidad de montar a caballo. No comen carne, salvo en caso de
grave enfermedad. En general, no consumen pescado, huevos, leche y
queso. A veces, sin embargo, aunque excepcionalmente, admitan esos
refinamientos en su alimentacin, por fraterno afecto o para fortificar alguna
convalecencia. Los hermanos en graneros y casas fuera de la abada, no
beban vino. Ya se tratara de monjes o de otros hermanos legos, todos usan
lechos de paja y mantas groseras, lechos ms bien duros que no arrastran a
la dejadez de la pereza: se acuestan vestidos con su tnica y cogullo y se
levantan en medio de la noche
En las provincias de Espaa encontramos hombres humildes y devotos,
llamados Hermanos de Calatrava, con regla y observancias cistercienses.
Monjes guerreros aadieron a sus votos, el de consagrar sus manos al Seor
para luchar contra los sarracenos, bajo la autoridad del Soberano Pontfice y
con el respaldo unnime de la orden; este voto los obligaba gravemente a
defender a los cristianos contra impos e infieles. Siempre prontos para el
combate, usaban calzado militar.
Los hermanos de Grandmont, tambin con regla cisterciense, aparecen en
Aquitania se distinguen porque los oficios espirituales y divinos estaban a
cargo de slo los monjes, mientras que la administracin y cuidado de las
cosas temporales, eran confiados a hermanos legos. Jacques los curiosos
litigios que surgieron entre laicos, monjes y clrigos, porque los laicos
despreciaban a los monjes y pretendan imponer su dominio tambin en el
orden espiritual.
Los cannigos regulares, tienen por fundamento la regla de San Agustn y
avanzando por la va media y real, y viven una vida intermedia en el clero
secular y los monjes. Pueden asumir tareas pastorales (cura animarum) y
tambin regir parroquias.
En nmero indeterminado y en todos los pases de occidente surgan
congregaciones sea de hombres como de mujeres, los cuales, viviendo bajo
la regla de san Agustn, renuncian al mundo y viven bajo una regla en la casa
de los pobres o en hospicios a ellos destinados.
Hombres y mujeres tienen residencias separadas donde duermen y comen en
piedad y castidad. En tanto se lo permite el ejercicio de la caridad y el servicio
a los pobres de Cristo, no omiten nunca las horas cannicas ni de da ni de
noche.
Estos ministros de Cristo, sobrios y medidos, rudos y severos para s,
dispensan toda la misericordia de sus corazones sobre pobres y enfermos; les
procuran lo necesario en cuanto est a su alcance. Cuanto ms se abajaren
en la ruta hacia la casa del Seor, tanto ms elevado ser su rango en la
patria. Por Cristo soportan las inmundicias y malos olores de los pobres; se
hacen tanta violencia, que no creo posible comparar este santo y preciado
martirio que sufren bajo la mirada de Dios, con cualquier otro gnero de
penitencia. El Seor transformar en piedras preciosas y en suavsimos
aromas, los srdidos y hediondos excrementos con que alimentan sus almas.
Jacques multiplica los detalles de excesos en cada una de las
congregaciones. Por empezar esta santa vida religiosa de los Hospitalarios,
cay en la corrupcin en muchos lugares y casas.
Bajo el pretexto de la hospitalidad y el simulacro de la piedad, se convirtieron
en recaudadores, sacando dinero a quien podan, con mentiras, engaos, y
por cualquier otro medio. Engordan a expensa de los pobres que no
sospechan de ellos, salvo cuando en alguna ocasin usurpan limosnas de los
fieles en desmedro de pobres y enfermos, en cantidad suficiente para que
estos astutos ladrones y traficantes, obtengan pinges ganancias mediante
recaudaciones fraudulentas.
Quienes dan algo a los pobres para percibir ellos beneficios mayores bajo
pretexto de limosnas, estn persiguiendo el enriquecimiento y deben ser
tenidos ms como depredadores que como bienhechores.
Jacques habla de hermanos barbudos, expertos en simulaciones hipcritas, o
de capellanes mercenarios y mentirosos, que usan en su predicacin falsas
cartas y bulas sonsacadas. Sus ganancias son utilizadas en comilonas y
beberajes... Exhiben dormitorios muy ordenados y limpios, pero vacos de
pobres y enfermos. Convierten las casas destinadas a dar hospitalidad y
practicar la piedad, en cavernas de ladrones, sentina de prostitutas, sinagoga
de judos.
Los monjes negros, la primera fundacin cenobtica en occidente, acapararon
mayores bienes que los dems regulares.
Una vez inoculado el veneno de la riqueza, se hincharon con la gordura de la
abundancia: viedos, diezmos y rentas, granjas y castillos, innumerables
propiedades. La mayora de ellos se insubordinaron. Embrutecidos por las
borracheras, embriaguez, y con los cuidados del mundo.
Al comienzo, pues, la pobreza inaugur la vida religiosa, sta engendr la
riqueza que, a su vez, trajo la ruina con la destruccin de la vida religiosa. A
este punto, la religin retorn a la pobreza, pero no voluntariamente, sino
obligada por las circunstancias y as, la cabeza se confundi con el rabo.
Vida religiosa femenina
Captulo aparte merecera la vida religiosa femenina. Para m es un tema
pendiente. Jacques de Vitry admira a Mara de Oignies, alaba a las monjas
cistercienses, pero no deja de denigrar a otras que exigan dinero a quien
deseara entrar en su monasterio, osando cometer el peor crimen de simona,
y as convertan la casa del Seor en un mercado de intercambio. Para
Jacques la vida religiosa femenina es tan complicada que los
Premonstratenses, sabiamente, resolvieron no recibir mujeres en sus casas.
La Historia nos aporta unos datos que pueden parecer curiosos acerca de una
suerte de canonesas seculares. Sin embargo el asunto es viejo. En el ao 813
el concilio de Chlons, elabora una serie de reglas para quienes se llaman
canonesas. Las monjas ya eran institucin tradicional y tenan reglas escritas
desde la antigedad. Pero aparecen nuevas formas de vida religiosa
femenina. El concilio de Magencia, tambin en el ao 813, distingue entre las
que viven enclaustradas y bajo una regla y entre aquellas que viven
canonicalmente.
El concilio de Pars en el ao 829 habla de religiosas que viven en el mundo
y que no se reagrupan en casas de canonesas. Dos concilios celebrados en
Roma en el ao 826, permiten que las viudas deseosas de una cierta forma
de vida religiosa puedan optar entre ingresar a un monasterio o llevar una
conducta monacal, con hbito, pero permaneciendo en su propia casa.
Bonifacio VIII (1294-1303) habla de comunidades de mujeres que sin haber
renunciado a sus bienes ni hecho una profesin de una regla, viven en las
iglesias seculares como canonesas seculares.
Jacques de Vitry las juzga rigurosamente:
Estas mujeres eligen a sus seguidoras, no admitiendo en la comunidad
(collegium), sino slo a hijas de caballeros y de nobles; prefieren la nobleza
profana, a los mritos religiosos y morales. Visten de prpura, usan ropas de
lino, pieles grises y otras prendas del tiempo en que exhiban sus encantos.
Se adornan de varias formas, rizan sus cabellos, se cubren de objetos
preciosos, como si fueran templos. Se divierten con los divertidos, son muy
libres en sus modales y la hospitalidad que hacen es por dems amplia. Usan
las ms finas pieles de cordero y todo lo ms delicado que encuentran. Si
alguna desea usar velo, signo de humildad, la tratan como miserable, vil,
hipcrita, e intil, por desprestigiar su nobleza. Rodeadas de clrigos y
jvenes que estn a su servicio, realizan en sus mansiones lujosos y
honorables festejos. No faltan a la mesa sus parientes de primer grado que
ellas llaman sus primos (cognati).
Me parece que la iglesia-sociedad del tiempo tolera mal la efervescencia
reformadora de las mujeres. Abundan los juicios de los clrigos sobre estas
mujerzuelas de cabeza hueca que se dejan embaucar por los heresiarcas.
En su visin sexista la jerarqua no puede imaginar a la mujer con la cabeza
repleta de ideas nuevas y fecundas. Para corregir la ptica pinsese que
estos movimientos evanglico-paupersticos, fundamentalmente laicales y
mixtos, al ser recluidos en monasterios son frecuentemente gobernados por
una mujer y no por un hombre. Pinsese en la figura de Clara que se resiste a
este decreto conciliar hasta lograr la aprobacin de su regla el da antes de su
muerte.
El concilio
La cristiandad de los siglos XI y XII no est compuesta solamente de
guerreros, monjes, dignatarios eclesisticos, siervos de la gleba... Los
cristianos son tambin un pueblo que -sin distincin de clases sociales- posee
un sentimiento de religiosidad intensa, profundamente ideal. Esta religiosidad
permea los estratos ms bajos de la sociedad, que exige de sus dirigentes
una vida moral ms austera, una piedad ms ntima, una unin con Dios ms
inmediata.
La reforma gregoriana sale al paso de la corrupcin presente en la Iglesia con
normas disciplinares que se renuevan tambin en este concilio. Pero el pueblo
fiel no se contenta con sanciones y decretos, intenta caminos nuevos. Se
remonta a las fuentes puras del cristianismo, al Evangelio, y quiere llegar, con
encendida fantasa, a aquel mundo hecho de mutua concordia, de comunin
de bienes, de libre predicacin de la palabra, que se agita en su interior y
quiere traducirlo en hechos de vida...
Especialmente las nuevas clases sociales plasmadas con rudeza, burguesa y
pueblo pequeo, dan inicio a mltiples experiencias de vida comunitaria muy
poco conocidas dado que terminan todas, inevitablemente, encerradas en los
lmites de las formas de vida religiosa ya experimentadas y aprobadas.
El decreto conciliar pone definitivamente coto a las experiencias de
renovacin cristiana, laica, evanglica y pauperstica del siglo XII.
A fin de que la exagerada diversidad de religiones no induzca a confusin en
la Iglesia de Dios, prohibimos firmemente que nadie funde una nueva religin
y que aqul que quisiere entrar en religin asuma una de las ya aprobadas. Si
alguien quisiera fundar una nueva casa religiosa, adopte la regla y las
instituciones de una de las religiones aprobadas.
Tambin prohibimos que alguien presuma ser monje de diversos monasterios,
ni que un solo abad presida diversos monasterios (Captulo 13. Se prohbe las
nuevas religiones

).
San Francisco
Esta determinacin conciliar se constituy en uno de los puntos neurlgicos
de friccin entre Francisco y las propuestas de la Iglesia institucin. Me cuesta
entender cmo los exgetas franciscanos y los historiadores no caen en la
cuenta de que la fraccin de la Orden que se opone a Francisco y quiere
adoptar una regla seria y ya experimentada, lo hace por fidelidad y obediencia
a la Iglesia. En este punto Francisco es francamente desobediente.
Recordemos el captulo general en Santa Mara de la Porcincula llamado de
las esteras, en el cual se reunieron cinco mil hermanos: Entre la
muchedumbre de hermanos haba sabios y letrados. No todos, muchos fueron
a hablar con el obispo de Ostia, que se encontraba all, y le dijeron:
Seor, querramos que persuadierais al hermano Francisco a que siguiera el
parecer de los hermanos sabios y se dejara guiar de su consejo.
Y aludan a la regla de San Benito, de San Agustn y de San Bernardo, que
ensean a vivir ordenadamente de esta y de aquella forma.
En el fondo los hermanos letrados estaban haciendo recordar al Cardenal
Legado los decretos del Concilio: aqul que quisiere entrar en religin asuma
una de las ya aprobadas.
Cuando el cardenal refiri al bienaventurado Francisco todo esto en forma de
advertencia, el Santo no respondi nada; y, tomando de la mano al seor
cardenal, lo llev a donde estaban los hermanos reunidos en captulo, y, con
gran fervor y movido por la virtud del Espritu Santo, les habl as: Hermanos
mos, hermanos mos: Dios me ha llamado por el camino de sencillez y de
humildad y me ha manifestado que ste es el verdadero camino para m y
para cuantos quieren creer en mi palabra e imitarme.
Francisco termina el discurso rechazando frontalmente las determinaciones
solemnes del Concilio. Dios, el Espritu Santo, el Seor, han de ser preferidos
a la voluntad de los hombres.
Por eso, no quiero que me mentis regla alguna, ni de San Benito, ni de San
Agustn, ni de San Bernardo, ni otro camino o forma de vida fuera de aquella
que el Seor misericordiosamente me mostr y me dio (EP. 68, Cf. LP. 18).
Francisco es consciente, y as lo dice en el Testamento que fue directamente
el Seor quien lo hizo comenzar el camino penitencial, que el Seor mismo lo
condujo entre leprosos, que fue el Seor quien le dio fe en las iglesias...
Y despus que el Seor me dio hermanos, nadie me mostraba qu deba
hacer, sino que el Altsimo mismo me revel que deba vivir segn la forma
del santo Evangelio. Y yo lo hice escribir en pocas palabras y sencillamente y
el seor Papa me lo confirm (Testamento).
En resumen
En este punto San Francisco no fue sumiso a la Iglesia jerarqua, sino que,
por el contrario, fue obediente al Espritu que habita y acta en la Iglesia. La
nueva fraternidad no est gobernada por hombres sino por el mismo Espritu
Santo que inspira y reposa sobre todos y cada uno, sin distincin.
Sola decir: En Dios no hay acepcin de personas, y el ministro general de la
Religin - que es el Espritu Santo - se posa igual sobre el pobre y sobre el
rico. Hasta quiso incluir estas palabras en la Regla pero no le fue posible, por
estar ya Bulada.
Santo Domingo se dirigi al Concilio Lateranense IV a fin de solicitar al Papa
Inocencio la aprobacin de su movimiento. Dado el decreto conciliar, el Papa
enva a Domingo a reunir en Captulo a sus hermanos para que stos decidan
cul de las Reglas adoptaban, decidindose por la de San Agustn. Lo mismo
hicieron habitualmente las dems rdenes aprobadas a partir del siglo XIII.
Todos fueron obedientes. Francisco no.

Vase BRMIDA J., Lectura de Textos Franciscanos Primitivos, Introduccin al mtodo y
anlisis de textos, Montevideo 2000, 33-42
Dizionario Francescano. Padova, 1983, columnas 185-218.
Vase en BRMIDA, Teologa Fundamental, Montevideo, 2000, 98s.116s.
Digo bien "iglesias", en plural. El fenmeno es comn a todas las instituciones religiosas
que toleran mal semnticas contradictorios a la autocomprensin oficial. Como ejemplo basta
repasar los conflictos que los telogos catlicos han tenido con el Vaticano en los aos del
posconcilio Vaticano II. Prcticamente todos han tocado temas eclesiales: la infalibilidad, el
carisma en relacin al poder y semejantes. Las "guerras de religin" tienden a defender
intereses de religiones que se confunden con los intereses del estado o de la clase religiosa
que est aliada al poder ms que a luchar por la causa de Dios. Estoy hablando literalmente:
se ha quemado a fieles en el fuego real, no simblico por disentir en la Iglesia. En 1322
fueron quemados vivos, en Marsella, tres frailes por no aceptar que el Papa tena poder sobre
los dictados del evangelio. cf DAMIATA M., Guglielmo d'Ockham, povert e potere. SF 75
1-4(1978) 305 - 10. Vase un ejemplo en el mbito de la reforma luterana en ZORZIN, A.,
Escatologa apocalptica en la Reforma protestante del siglo XVI, en Apuntes para Peregrinos
N 16, Montevideo 1999. 21-68
No olvidemos que laicos equivala a iletrado, y clrigo a instruido. La lectura y la
escritura estaba reservada a los clrigos.
JACQUES DE VITRY, Historia Occidentalis, traduccin Jos Mara Lodeiro, 2002,
publicada en http://www.franciscanos.net/teologos/document/1vitrytapa.htm. All se puede
encontrar con el texto completo en castellano. Utilizar reiteradamente esta obra.
Jacques de Vitry naci en la segunda mitad del siglo XII, hizo sus estudios en Pars, donde
fue fuertemente turbado por el medio ambiente estudiantil parisino, impregnado de lujuria y
de carrera a los cargos honorficos. Fue alumno de los maestros ms conocidos y en especial
de Pierre le Chantre (+ 1197), cuya Summa de sacramentis usa profusamente en sus escritos.
Desde 1211 Jacques de Vitry desarrolla una intensa actividad como predicador, especialmente
contra los albigenses. Durante la Cruzada es nombrado obispo de San Juan de Acre y llega a
Perusa al da siguiente de la muerte de Inocencio III, asiste a la eleccin de Honorio III quien
lo consagra obispo el 1216 y parte inmediatamente para Tierra Santa. Hace dos viajes a
Europa, en 1222-1223 y en 1225. En 1228 renuencia a su dicesis de Acre. Grgoire IX lo
llama a Roma y lo nombra cardenal en 1229. Muere en Roma el 1 de mayo de 1240.Entre sus
escritos constamos: En 1216 la Vida de Marie d'Oignies. Entre octubre 1216 y abril 1221,
durante son permanencia en Tierra santa y en Egypto, escribi siete cartas; la 6 narra la toma
de Damieta por los Cruzados. Su obra ms difundida y la que lo ha hecho conocer son su
multitud de sermones: 410 sobre el ciclo litrgico escritos personalmente por el mismo autor
y para ser publicados; 25 sermones para el tiempo de feria; ms de 40 sobre los santos; 75
dirigidos a sacerdotes, monjes, monjas, cannigos, telogos, predicadores, hospitalarios,
enfermos, cruzados, peregrinos, caballeros, mercaderes, trabajadores, artesanos, marinos,
siervos esposos, viudas, jvenes, nios y adolescentes
Antes de sus sermones Jacques escribi una Historia Hierosolimitana abbreviata. El primer
libro la Historia orientales (escrito alrededor de 1223), habla de la religin musulmana,
expone las causas de las cruzadas con un breve resumen de las tres primeras (1096-1190,
describe la Tierra santa con sus ciudades, pueblos, flora, fauna y geografa. El segundo libro
es la Historia occidentalis (escrita despus de 1223), donde dibuja en cuadro lleno de
claroscuros de la iglesia-sociedad de su tiempo. En el captulo 32 nos aporta uno de los
primeros testimonios exteriores a las fuentes franciscanas sobre el nacimiento de la Orden.
Vase la Introduccin de JEAN LONGRE de la traduccin francesa de JACQUES DE
VITRY, Historia occidentalis, ed. Du Cerf Paris, 1997. De ahora en adelante citar este libro
como Historia.
LITTLE L.K., L'utilit social de la pauvret volontaire: MOLLAT M., (dirig par).
Historia siguen las citas no reitero el pie de pgina.
Si se quisiera profundiza tmese un buen manual, por ejemplo: FLICHE, A. - MARTN, V.
Historia de la Iglesia, Madrid 1968; ORLANDIS, J., Historia de la Iglesia, Historia de la
Iglesia Antigua y Medieval (Madrid 1995); FRANK, I. W.: Historia de la Iglesia medieval;
(Biblioteca de teologa, 11); Barcelona 1988; GUTIRREZ, A.: La reforma Gregoriana y el
renacimiento de la Cristiandad medieval; Bogot, 1983. DE STEFANO A., Le eresie
popolari del Medioevo, Questioni di storia medioevali, Milano 1946; Riformatori ed eretici
nel medioevo, Palermo 1938; AA.VV., Problemi di storia della Chiesa. Il Medioevo dei secoli
XII-XV, Milano, Vita e Pensiero, 1976.
GRUNDMANN, H.; Movimenti religiosi nel medioevo. Ed. il Mulino, Bologna, 1980; pg.
35ss. Puede ampliarse el tema en cualquier manual de la historia de la Iglesia.
Idem.
CRISTIANI L., Heresies and Heretics. New York 1959; CAPITANI O., Medioevo ereticale,
Bologna 1977.
Vase BREZZI P., Catari, Enciclopedia Cattolica. Citt del Vaticano 1949-1954 III,
1087-1090. THOUZELLIER CH., Catharisme et Valdisme en Languedoc la fin du XIIe et
au dbut du XIIIe sicle. Politique pontificale, Controverses. Lovain-Paris 1966.
No puedo detenerme ahora en un tema imprescindible sobre el cual, lamentablemente,
sabemos poco y nada los franciscanos. Recomiendo leer el excelente libro de MOLNAR
Amedeo, Historia del Valdismo Medieval, Buenos Aires, 1981, Ediciones, La Aurora.
Traduccin del italiano: "Storia dei valdesi". El libro tiene la ventaja de que la historia es
contada por un Husita, es decir es una narracin no catlica de los hechos. En general la
historia de los herejes las leemos escritas por los que los condenaron. Volver sobre el tema
en varias ocasiones.
San Antonio, Sermn para el II Domingo de Cuaresma.
Idem, Domingo de Ramos.
Ms adelante examinaremos con ms detencin el decreto contra los herejes, poniendo a
contraluz el movimiento franciscano, demasiado parecido a los sospechosos.
Esta es una de las tragedias de todos los movimientos a lo largo de la historia. La vanguardia
se escucha slo a s misma. El hecho es particularmente grave en los siglos XII y XIII: "A
partir del ao 1000, en el mismo momento en que el "pueblo parece aspirar a una vida
religiosa ms autntica y profunda, la incomprensin de la Iglesia en relacin al Pueblo -
paradjicamente- va a resultar cada vez ms profunda, y a endurecerse hasta el punto de
traducirse en confrontacin sin equvocos, Se tiene la impresin clara de que la Jerarqua y
el Pueblo hablan lenguajes diferentes" MANSELLI R. La Religion populaire au Moyen ge,
problmes de mthode et d'histoire, Paris 1975, 191-194, 204-201.
No es solo cuestin de filosofa: vase la historia de la literatura, del teatro, del cine;
analcense las legitimaciones de las infinitas guerras de la humanidad me atrevera a decir
las doctrinas de la mayora de las religiones histricas y presentes en el planeta tierra. El
dualismo es muy atrayente porque explica todo de modo seguro y claro: se sabe con precisin
dnde estn los malos y cules son los enemigos.
Conocemos dos fuentes ctaras originales: los extractos ctaros contenidos en el libro Contra
Maniqueos del exvaldense Durando de Huesca (1220), el Liber de duobus principiis que se
puede datar en la segunda mitad del XIII. Su doctrina es compleja: Metempsicosis o
transmigracin de las almas, el Consolamiento, rito de la imposicin de la mano derecha por
parte de un perfecto considerado portador del Espritu, la endura o el martirio buscado para
asegurar la unin el principio bueno. Puede leerse literatura, el tema es interesante porque se
relaciona con concepciones que no han perdido vigencia. Ver especialmente: MANSELLI R.,
L'eresia del male, Npoles, 1980
Estamos ante una de las leyes bsicas del Magisterio de la iglesia: su falibilidad o infalibilidad
(su fiabilidad), la garanta de la asistencia del Espritu no es directamente proporcional a la
objetividad de sus anlisis histricos ni a la correccin de sus argumentos bblicos o
tradicionales. Vase la analoga con el Verbo Encarnado en Po XII, Divino afflante Spiritu,
de 1943. DZ 2294.
Vase BRMIDA J., Lectura de Textos, 69 ss.
Anloga licencia es otorgada a otros grupos paupersticos contemporneos, valdenses,
humilladazos y otros.
Posiblemente no asumen el rol de celebrantes principales, y los que tienen obligacin de rezar
el oficio en el coro de las iglesias pagan para que otros recen en su lugar, de modo que slo
asisten parcialmente a los oficios.
Concilio IV de Letrn Captulo 17. Sobre los banquetes de los prelados y su negligencia en
los divinos oficios.
Id. Captulo 19. Que no se expongan signos mundanos en las iglesias.
Id. Captulo 22. Cmo conservar el crisma y la eucarista.
Testamento. Ya vimos, al tratar de los sacerdotes pecadores, como es idntica la actitud ante
los que nos administran el cuerpo del Seor que ante los que sirven su palabra.
EspPerf. 65. En cierta ocasin quiso enviar a algunos hermanos por todas las provincias con
abundantes copones, hermosos y limpios, para que, si en algunos lugares encontraren el
santsimo cuerpo de Cristo reservado con indecencia, lo depositaran con todo el honor en los
nuevos copones. Asimismo, quiso enviar tambin a otros hermanos por todas las provincias
con buenos y hermosos moldes de hierro para hacer hostias limpias y perfectas
1CtaCus "Salud en las nuevas seales del cielo y de la tierra, que son grandes y muy
excelentes ante Dios y que por muchos religiosos y otros hombres son consideradas
insignificantes."
2CtaCus. "Sabed que a los ojos de Dios hay algunas cosas muy altas y sublimes, que son
consideradas entre los hombres como viles y bajas, y hay otras que son estimadas y
respetables entre los hombres, pero por Dios son tenidas como vilsimas y despreciables."
Adm. 19 el siervo de Dios no se tiene por mejor cuando es engrandecido y enaltecido por
los hombres que cuando es tenido por vil, simple y despreciable, porque cuanto es el hombre
ante Dios, tanto es y no ms.
Vase el captulo III, la reduccin de la vida de gracia al poder y por ende a la jurisdiccin.
Concilio IV de Letrn, Captulo 21. Acerca de la confesin, de la obligacin del sacerdote al
secreto, de la obligacin de comulgar al menos por Pascua.
Me parece que es este uno de los puntos claves si queremos comprender la alta conflictividad
generada por las rdenes mendicantes frente al clero secular. Las nuevas rdenes
aprobadas se constituan en una vlvula de escape para los grupos evanglico-paupersticos.
Siendo penitentes adheridos a una orden podan confesarse libremente sin necesidad de pasar
por el prroco propio y evitaban as la sospecha de hereja.
En la Carta a un Ministro Francisco es ms claro, distinguiendo entre confesin y perdn de
los pecados y absolucin cannica, que slo el sacerdote puede dar.
RNB Captulo XX La penitencia y la recepcin del cuerpo y sangre de nuestro Seor
Jesucristo.
Jacques de Vitry cuenta un hecho anlogo, hablando de los cistercienses: Supimos de un
hermano admirable que por gracia del Seor le fue revelado que otro no haba confesado
todos sus pecados. Dios le revel entonces el interior de este hombre para que lo incitara a
manifestarlo en confesin. Historia, cap 16.
Concilio IV de Letrn, Captulo 22. Que el enfermo provea antes a la salud del alma que a la
del cuerpo.
Lase la Carta a los Fieles. La segunda redaccin ofrece un relato ms largo y ms duro, casi
cnico. Pueden consultarse tambin el propsito de vida de los penitentes laicos de 1215. All
constan la obligacin de hacer testamento y de satisfacer como condicin previa a entrar en la
vida de penitencia.
Otro de los lugares donde aparece la figura de Francisco hablando en primera persona.
RNB Captulo X Los hermanos enfermos. A pesar de no hablar de la asistencia del sacerdote,
punto clave del decreto conciliar, hay analoga muy claras en la temtica.
Vase TEXTOS DE QUMRN, Edicin y traduccin de Florentino GARCIA GUZMN
Valladolid 1993
Jacobo De Vitry. Carta primera, 11. Los hombres de esta religin se renen una vez al
ao, con mucho lucro, en un lugar determinado, para alegrarse en el Seor y comer juntos,
obteniendo de estos encuentros notables beneficios. All, sirvindose del consejo de personas
expertas, hacen y promulgan santas normas, que someten al Papa para su aprobacin, y
luego se dispersan durante todo el ao por Lombarda, Toscana, Apulia y Sicilia.
RNB Captulo XVIII Reuniones de los ministros.
RB Captulo VIII Eleccin del ministro general de esta fraternidad y Captulo de
Pentecosts.
Expresamente quedan excluidas las mujeres de este oficio eclesial.
Concilio IV de Letrn, Captulo 10. Del nombramiento de los predicadores.
Se cita a 2Tim 3,5.
Concilio IV de Letrn, Captulo 10. Cap 2 Del error del abad Joaqun. Para las penas
competentes cf el decreto sobre los herejes, estudiado en el captulo segundo de estos apuntes.
Vase ms adelante el prximo captulo que trata ms detenidamente el tema de la hereja.
Para profundizar el tema vase ZANONI L, Gli umiliati nei loro rapporti con leresia
lindustria della lana ed i comuni nei secoli XII e XIII,ROMA 1970. No lo puedo resumir, hay
que leerlo detenidamente, da muchsima luz para un mejor comprensin del movimiento
franciscano.
BURCARDO DE URSPERG, premostratense (*1230) Chronicon. LEMMENS, Testimonia
minora p.l7.
Aqu encontramos uno de los pasajes de la Regla en los cuales Francisco habla en primera
persona, por lo cual est cargado de una autoridad muy particular del fundador que quiere
mantener firmes las intuiciones bsicas del espritu.
De nuevo en el captulo de la predicacin de la Regla Bulada aparece Francisco en primera
persona Amonesto adems y exhorto a estos mismos hermanos...
Seobre la palabra abreviada hay un largo captulo en DE LUBAC H., Esegesi Medievale,
Roma, 1971.
Concilio IV de Letrn, Captulo 16. El vestido de los clrigos.
Nudum Christum nudus sequere : frmula de san Jernimo, Epistola 125 ad Rusticum, 20,
d. I. Hilberg (CSEL, 56, 1918, p. 142,1. 5-9 ; PL, 22, 1085). Para la historia del tema: J.
CHTILLON, Nudum Christum nudus sequere. Note sur les origines et la signification du
thme de la nudit spirituelle dans les crits de saint Bonaventure , S. Bonaventura
1274-1974, t. IV, Theologica, Grottaferrata, Rome, 1974, p. 719-772.
"Seguidamente condujeron a dama Pobreza a un lugar donde pudiera descansar... Y desnuda
como estaba, se acost sobre la desnuda tierra. Pidi entonces que le trajeran una almohada
para apoyar la cabeza. Al momento le trajeron una piedra, y se la pusieron de cabezal." SC,
N 63.
Lase mi: La no-propiedad, una propuesta de los franciscanos del siglo XIV, Montevideo,
1997, trata el tema in extenso.
Vase mi Lectura de Textos, 165ss
Desde la antiguedad cristiana la tnica de los convertidos, de los penitendes, monjes y
clrigos, deba ser de cualidad comn (comn, vil, mediocre, humilde) y el color gris obscuro o
negro (vestidos oscuros). Leemos, por ejemplo, en el propsito de los penitentes de 1215: Los
hombres pertenecientes a esta fraternidad se vestirn de pao humilde, sin color, y de bajo
precio, a no ser que en determinado tiempo los dispense alguna causa evidente y
necesaria. Dice la Regla de los Templarios: "Llevemos siempre vestidos de un solo color, por
ejemplo, blancos o negros. Es decir vestidos vulgares. A todos los militares profesos les
permitimos usar vestidos blancos Los siervos, sin embargo, lleven siempre vestimenta
negra, pero sino pueden econtrarla, usen la que puedan encontrar a bajo precio, de un solo
color, vulgar, en la Provincia en la que estn viviendo." La expresin "el vestido sea humilde
y de vestiduras viles", aparece en varias reglas de penitentes, el Propsito de los Humillados, el
de los Pobres Catlicos, y el de sus Penitentes; en el de los Pobres Lombardos, etc.
JUAN CRISSTOMO, Hom. 77 sobre S. Mateo, 4, MG (ed. latina) 31, 707; cf. Hom. sobre
el pobre Lzaro, PG 48, 990.
Concilio IV de Letrn, Captulo 65. La extorsin ilcita de dinero; Captulo 66. Sobre la
ambicin de los clrigos.
Ver para este tema BRMIDA J., El Captulo sobre el Trabajo en la Regla no Bulada,
Revista de la Multiversidad Franciscana de Amrica Latina, 106ss.
Esta excepcin es eliminada en la Regla Bulada.
Vase la obra de Grundman, ya citada. Imprescindible para entender esta resolucin del
lateranense.
Historia
Como ejemplo el caso de Prxedes, la famosa religiosa-eremita que viva encerrada en una
estrecha celda en Roma. Celano dice que ella gozaba una amistad especial con Francisco: El santo
la recibi en obediencia, cosa que jams haba hecho con ninguna otra mujer (3Cel 181), por ms
que la Regla prohiba tal conducta (Rnb 12,3). Cf Dizionario Franciscano, OPTATUS VAN
ASSELDONK, Afetto.
El texto es de 2Cel. 193 y lo volveremos a citar. El Espritu reposa sobre todos y todas, no
solamente sobre los clrigos y jerarcas varones de la Iglesia, cf. 2CtaF 2. Y sobre todos
aquellos y aquellas que cumplan estas cosas y perseveren hasta el fin, se posar el Espritu del
Seor (Is 11,2) y har en ellos habitacin y morada (cf. Jn 14,23).

También podría gustarte