Las Ideas Estéticas de Schiller PDF
Las Ideas Estéticas de Schiller PDF
Las Ideas Estéticas de Schiller PDF
aTtTlez Bonati
LA IDEA ESTETIC
Q 7
DE CHILLER
SERIE NEGRA
EDICIONES -DE LOS
ANALES
DE LA U 'IVERS.lDAtD
DE CHILE
DIRECTOR:
Guillermo Feli Cruz
SECRETARIO DE PUBLICACIONES:
Juan Uribe Echevarria
SEIS ERIES:
Serie Negra
FILOSOFIA
Serie Roja
LETRAS
Serie Verde
HISTORIA
Serie Gris
ARTE
Serie Azul
CIENCIAS
Serie Marrn
EDUCACION
Flix Martnez Bonati
IDEA ESTETIC
DE SCHILLER
EDICION.ES DE LOS A N A L E S
DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE
1 960
Flix '1artnez Bonati, 1960
In cripein Q 22.336
Edicin de 300 ejempla/es
cOn/prusia e impresa en los
Talleres Grficos de la
EDITORIAL NIVER5ITARIA, S. A.
calle Ricardo Santa Cruz 747,
Santiago de Chile. Proyect la
cubierta y la tipografa
MAURICIO AM5TER
1 DIe E
I. Objetividad de la filosoa 9
II. El problema vivo y la raz de la respuesta
schilleriana . 14
III. El 'islema de Schiller 32
1. L s conceptos schillerianos de la libertad 32
2. An tropologa, filosoa de la historia y
tipologa . 34
3. Crtica de la tica kantiana. Sublimidad
y bell za . 37
4. La dignidad y la gracia. Realismo e idea-
li mo 39
5. La forma del arte y de la poesa 40
IV. La razn viviente, idea regulati a en sen,
tido kantiano 43
V. Crli a d la reducciones 54
l. obre la relativizacin psicologista 54
2. obre la relativizacin sociologista 56
l. OBJETIVIDAD DE LA FILOSOFIA
Cuando S -hiller discurre acerca del arte,
se refiere a cosas tales como la estatuaria o
la tragedia griegas, los dramas de Shakes-
peare o los de Goethe. Y nosotros hoy, cier-
tamente, no permitiramos que se definie-
ra el concepto de arte o se usara esta pala.
bra de tal modo que obras como las nom-
bradas quedasen fuera de su mbito. El
objeto de sus reflexiones estticas es el mis-
mo que puede presidir las nuestras; habla-
mos de lo mismo, l y nosotros, cuando
pretendemos determinar qu sea el arte
o caracterizar algn aspecto de este fen-
meno.
y as tambin, cuando se ocupa del hom-
bre y de la sociedad, de la moral y de la
naturaleza, se enfrenta con las mismas situa-
ciones y entidades esenciales con que no-
sotros no enfrentamos hoy. El que su
sociedad fuera otra, los hombres de su
tiempo diferentes de no otros, su sentimien-
to de la naturaleza de diverso carcter -to-
do esto- no niega sino reafirma la identi-
dad del fenmeno general cuyo reconoci-
miento posibilita precisamente hacer las
distinciones particulares.
Desechemos, pues, la visin lgicamente
mal ajustada del relativismo que quiera
desconocer esta comunidad fundamental
de mundo que nos une a los hombres de
otro tiempo, que no comunica con ellos
y nos permite descubrir en sus palabras el
mismo espritu que anima la nue tras.
Si el pensamiento ajeno est dirigido a
) 9 (
lo esencial y po ee el grado necesario de
generalidad, compartir su objeto con el
nuestro, podremos, en principio, compren-
derlo y juzgar de su verdad o falsedad.
s estamos hoy frente al pensamiento
de Schiller sobre el arte y su sentido en la
vida del hombre.
o obstante, nuestra lectura y valoracin
de sus disquisiciones estticas no e mueve
simplemente en un plano de verdad o fal-
sedad. o se da en ella tan slo el senci-
llo modelo de confrontacin en que la pre-
encia del objeto dirime tajantemente ade-
cuacin o inadecuacin de la imagen
propue tao Y si disemos a nuestro encuen-
tro con el pen amiento de otros tiempos, el
carcter de una mera discriminacin de
acierto y errores, lo empobreceramos subs-
tancialmente.
Aparte de verdadera o falsa, una visin
e siempre caractersticamente parcial; pro-
cede de una cierta atalaya histrica y per-
anal, y revela en su parcialidad particular
el punto de vi ta en que se origina. Por
e to, no nos limitamos a barajar visiones
histricas como si fue en meramente frmu-
las verdaderas o no, sin otra dimen in
e piritual. Por el contrario, nos importa
tambin su dimensin "expresiva", docu-
mental, la subjetividad histrica que ponen
de manifiesto. Y que esta funcin de snto-
ma o de revelacin de subjetividad circuns-
tancial es intensa tambin en el pensamien-
to filosfico, puede ejemplificarse en las
ideas estticas de chiller. u conocimiento
no slo produce las impresiones "lgicas"
) 10 (
de justeza, plausibilidad o error; tambin
las impresiones "expresivas" de alteridad
espiritual, de pasi.n y fe educativas con
carcter dieciochesco, etc. Efectivamente,
percibimos que es una persona "de otro
tiempo" la que nos habla, y con tales y
cuales caractersticas. Toda obra de filoso-
fa es, a la vez, documento.
Empero (y esto es lo que, en estos preli-
minares, me importa establecer), en esta
incuestionable subjetividad e historicidad
del texto, nada hay que permita reducirlo
a expre in, a sntoma, a manifestacin de
un modo de ver, sentir y ser. Ni, en espe-
cial, a un modo de querer, de desear el
mundo, como si la obra filosfica (o arts-
tica) fuese pura y simplemente ideologa,
"superestructura".
Pues la sealada relatividad del pensa-
miento no est en conflicto con su objeti-
vidad ni con lo absoluto de su pretensin
terica y de su sentido. Se trata de planos
diversos. El aspecto elegido del fenmeno
que un pensamiento intenta definir, carac-
teriza los inte1'eses tericos y la pe1'spectiva
del pensador, pero su objeto es tambin el
nuestro, no se restringe a su tiempo o per-
sona, y sus afirmaciones permanecen frente
al objeto, verdaderas o falsas, pertinentes a
ste o a aquel aspecto de la cosa.
Si algo merece el nombre de filosofa,
es que merece que lo tomemos rectamente
como teora absoluta, independiente de la
circunstancia de su origen, como pura
visin del objeto. Y esto de igual modo en
los casos en que pueda pensarse que efecti-
) 11 (
vamente una voluntad pragmtica, cons-
ciente o inconsciente, desnaturaliz el es-
fuerzo filosfico y origin la falsedad de la
teora.
na co a es la fal edad o la verdad del
pensamiento, otra, que stas puedan ser
"explicadas" por la circunstancia de origen
y tengan as valor de caracterizacin y do-
cumento. na cosa es que determinada teo-
ra ilumine tal aspecto del fenmeno, otra,
que el que haya podido o debido iluminar
precisamente ste y no otro momento, sea
consecuencia y expresin de tal rasgo de la
subjetividad histrica. Toda situacin tie-
ne us probabilidades e improbabilidades
cognoscitivas. 'Pero lo que en ella de verdad
se conoce es verdad para toda situacin,
pues es objetivamente verdadero, e decir,
simplemente, verdadero.
La actitud primera y recta ante la tra-
dicin, y, en este caso, ante la filosofa de
chiller, es, pues, acoger, comprender, revi-
vir su ,isin del fenmeno del arte, del
hombre, de la hi toria, como lo que es, co-
mo teora acerca de estas objetividades que
compartimos con l. As enriqueceremo
nuestra visin con facetas que la pura re-
flexin per anal probablemente no nos da-
ra. La "compren in" que en primera l-
nea bu cama e, en consecuencia, realiza-
cin en nosotros de sus conceptos e intuicio-
nes. Slo secundariamente puede interesar-
nos "comprender", en un sentido de expli-
cacin gentico-causal, las razones circuns-
tanciale que condicionaron su pensamien-
) 12 (
to, que lo orientaron hacia talo cual aspec-
to del asunto, que dificultaron su visin de
otros y que eventualmente lo indujeron a
error.
Rechacemos as la manera literalmente
torcida de tratar con la tradicin que ca
racteriza buena parte del teorizar de la vs-
pera: se ha ignorado el sentido constituti-
vo de las obras filosficas, que es decir al-
go sobre el objeto, para considerarlas como
pura manifestacin (consciente o incons-
ciente) de la poca, la personalidad, la cla-
se social, la nacin, el subconsciente o la
generacin. As en el dictum de que la fi-
losofa expresa o resume la poca tn pen-
samientos. Es ste un modo grotesco de des-
calificar la intencin consciente del pensa-
dor (que, por cierto, sabe que habla de un
objeto y quiere hacerlo) e implica un es-
cepticismo radical que abandona la idea
de objetividad y as se quita a s mismo el
supuesto constitutivo de toda afirmacin,
se autocontradice. Tal postura revela, en
consecuencia, no ser sino una apariencia de
pensamiento. El principio de la objetividad
del pensamiento terico es inherente al sen-
tido mIsmo del pensar algo acerca de algu-
na cosa. egar universalmente la posibili-
dad de tal hecho del espritu, como si se
tratara siempre de ilusin, autoengao, etc.,
es negar la posibilidad de aseverar algo,
negar la objetividad, condicin de esta po-
sibilidad. Y ello no slo es autonegarse, es-
to es, contrasentido, sino implcitamente ne-
gacin de la comunicacin y del lenguaje,
del mundo comn de los hombres, fuera
) 13 (
del cual ya el impulso inicial del movimien-
to que termina en pensamientos y palabras
carece de sentido.
Tratemos ahora de comprender la vi-
sin de Schiller desde dentro de ella, tra-
temos de revivirla. Para ello, recojamos pri-
mero de nuestra propia circunstancia las
experiencias esenciales que dan su objeto
a aquel pensamiento. Hablemos luego en
su espritu y con sus palabras. Discurramos
en su senda con simpata, postergando to-
da reserva crtica ha ta experimentar en
nosotros vivamente su modo de ver.
,Claro est que no podremos abarcar en
una incursin toda su riqueza. Nuestra sub-
jetividad circunstancial, nuestra perspecti-
va, determina el aspecto de su mundo ideal
que hemos de actualizar. Aunque no ser
nue tra visin por necesariamente parcial
necesariamente falsa, tengamos presente
que ella representa s610 una lnea de su
pen amiento.
Ir. EL PROBLEMA VI o y LA RAz DE LA
RESPUESTA CHILLERIA
La labor interpretativa de la obra de
Schiller parece encontrarse en su bicentena-
rio bajo el signo de un rescate de su efigie
autntica, de entre las seculares imgenes
que lo falsean como pattico hroe al uso
de las e cuelas o inofensivo e iluso entusias-
ta de vagos ideales. En 1955, a los 1:.50 aos
) 14 (
de su muerte, Thomas Mann, en el discurso
celebratorio, profiere enfticamente: "1 o
un exaltado iluso, sino un hombre!". Y en
este ao, quien seguramente es uno de los
mayores conocedores actuales de Schiller,
Benno van Wiese, dedica con inequvoca
insistencia su voluminoso libro "Schiller"
(Stuttgart, 1959) a la restitucin de su ver-
dadera personalidad espiritual. En una pe-
quea publicacin de homenaje al bicente-
nario eSchiller. Festschrift", Bonn, 1959),
el mismo van Wiese se esfuerza por acumu-
lar testimonios contrarios a la imagen de
un idealista inofensivo y sin sentido de la
realidad.
Frente al documento incontrastable e ine-
quvoco que es la obra schilleriana, y,
en especial, su obra filosfica, cabra sor-
prenderse hasta la incredulidad de que
haya podido constituirse semejante ima-
gen del escritor -si no fuese evidente que
la opinin cultivada imperante es la de
una publicidad que no lee a los c1sicios,
o no los lee bien.
Entre los testimonios de un Schiller
distinto citados por van 't\Tiese, encun-
trase una impresin de Jean Paul, que
quisiramos utilizar, puesta en el prti-
co, como smbolo y suma de la concep-
n filosfica de Schiller, segn la inter-
pretaremos aqu. Ciertamente no es ese
el sentido del texto de Richter, el cual no
representa sino una pura objetivacin del
efecto inmediato de la persona de Schiller.
Dice asi: ", .. l (Schiller) parece erguirse
por sobre todo, sobre los hombres, sobre la
) 15 (
desgracia y sobre... la moral". El fillogo
agrega: "En el hecho, tiene la moral de
Schiller, como su natural, algo prometeico".
y luego: "El es moral hasta lo desmesurado
lo aventurero".
El sentido en que la breve caracterizacin
del impacto del hombre Schiller en Jean
Paul puede servir aqu de cifra del pensa-
miento schilleriano es el siguiente: estar por
sobre la moral, no es ser inmoral ni ser a-
moral, pues lo primero debera ms bien
definirse como un vivir por debajo de ella,
y lo segundo, la amoralidad, como habitar
en otro mbito, como ser simplemente aje-
no a esta determinacin. Erguirse por en-
cima de la moralidad es aprobarla relati-
vamente, afirmarla con reservas, contem-
plarla desele una instancia superior, acaso
absol utao Mi exposicin pretende funda-
mentar la tesis de que el concepto de la edu-
cacin e ttica en Schiller es el concepto
ele una elevacin del hombre por medio del
arte a tal instancia superior.
Parece lo ms natural que las naciones
celebren a los grandes hombres, pues sup-
nese que su efigie e piritual es un norte
educativo para todo el pueblo. Sin embar-
go, no es del todo as. La consagracin
oficial de la grandeza del espritu envuel-
ve siempre una espina de contrasentido, un
algo ele simulacro, y, a veces, es estrategia de
ocultacin y falsedad. Bajo regmenes en
que falta libertad de vida y expresin in-
) 16 (
telectuales, la honoracin de los espritus
egregios es ciertamente una farsa entre gro-
tesca y sombra -y esto no menos cuando
se trata de grandes pensadores a quienes
se encasilla en la ideologa oficial o cuyo
pensamiento ha sido erigido precisamente
como doctrina del estado.
Pero tambin en los diversos grados de
la sociedad democrtica, persiste en tales
homenajes una parte de irreductible ina-
decuacin. Toda sociedad vive en un orden
determinado, jurdico, moral, ideolgico y
mtico, que la autoridad oficializa e impo-
ne en forma de verdades e imperativos ab-
solutos, destinados a hacerse conviccin in-
conmovible en el alma de la multitud ciu-
dadana. o conocemos hasta hoy sociedad
sin ideales sagrados de algn tipo, e inde-
pendientemente del grado de adhesin efec-
tiva al ideal que se da en su seno, la auto-
ridad espiritual oficiosa, sea cual fuere, re-
presenta estos ideales y los difunde. La la-
bor educativa en funcin de estos ideales
es lo que podemos llamar, siguiendo el uso
ms generalizado, la edificacin del pueblo.
Ahora bien, la grandeza del espritu ha
de estar en conflicto con el espritu edifi-
cante desde su misma raz, pues vida supe-
rior del espritu slo es posible como des-
pliegue de la libertad, y ella es, en el ori-
gen mismo de su movimiento, suspensin
y negacin de todo otro valor que el de la
vida y su acrecentamiento.
Cuando la autoridad poltica busca un
aura de absoluto y sublimidad, presenta
al gran hombre como pastor de la morali-
) 17 (
dad vigente o "ingeniero de almas". Con
ello desvirta esencialmente su ser y su
significacin. El destino de la memoria de
Friedrich Schiller ha sido en este sentido
extremadamente caracterstico. Los diver-
sos regmenes, a travs de todos los rganos
de la educacin popular, han utilizado su
obra y efigie para imponer actitudes so-
ciales bsicas o promover herosmos ocasio-
nales. La imagen de Schiller ha llegado a
quedar as, si bien en lugar supremo, en
una lnea con el predicador moral y el acti-
vista, con el boy-scout y el censor oficial.
y a tal punto, que la a ociacin de su obra
con el espritu edificante -sea ste conser-
vador o revolucionario- e hoy muchas
veces un obstculo para la viva y autntica
estimacin de sus compatriota.
Pues bien, su per onalidad y u obra
incluyen en verdad una rica materia de
ideales educativos que las ociedade con-
temporneas pueden usar para la inculca-
cin de las formas sutilizadas del tab y del
ttem. Se desprende con natural fluencia
de su carcter vitalmente afirmativo y de u
fe en el destino del hombre, al par que de
su concepcin filosfica del principio tico
de la razn, la adhesin al principio del or-
den social, de la moralidad, de la edifica-
cin de la sociedad humana, condicin ne-
cesaria de toda aventura del espritu y de
toda libertad. Pero no e e e material de
ideales sociales 10 que con tituye su gran-
deza, ni cabe efectiva grandeza de espritu
en su afirmacin, por entusiasta y litera-
ria que sta sea. Para las labores de la
) 18 (
edificacin y de la ingeniera de almas,
bastan las personalidades modestas que
ordinariamente las ejercen. No es tarea
en que la humanidad pueda crecer co-
mo crece a travs de la obra genial. (Una
sutil repugnancia nos inspira aquella per-
sona adscrita ardorosa e irrestrictamente a
alguna moralizacin vigente, del mismo
modo que el "esteticismo" nihilista de
quien no percibe la superioridad de la po-
sibilidad humana fundada en el orden mo-
ral. En estos sentimientos inmediatos de un
vivir de buen temple, se manifiesta el im-
pulso a una superior plenitud de la vida.)
Edificacin es empresa destinada a la to-
talidad de la sociedad, es decir, sometida
necesariamente, por su naturaleza misma,
a todas las contingencias de la realidad
masiva de la poblacin. El imperativo defi-
nitorio de esta accin no es, pues, el de m-
xima al tura espiritual, sino el de mxima
eficacia funcional-prctica. Si los indivi-
duos que integran la colectividad no son
en su mayora plenamente humanos, tam-
poco puede serlo la edificacin. Lejos de
operarse entonces en el plano de la eviden-
cia, la racionalidad y la libertad, recrrese
al mito y a la presin irracional de los est-
mulos. Tan slo la educacin, piensa Schi-
ller, puede tornar a esta multitud progresi-
vamente susceptible de ordenamiento racio-
nal. La vida ordenada de modo puramente
racional es una meta de lejana infinita.
Subsi tirn entonces dos rdenes espiritua-
les: el general edificante y el de la razn.
) 19 (
La tarea histrica es hacer crecer al de la
razn y reducir el mtico.
No son las obras de educacin general
del pueblo, en cuanto tales, ms que accin
comprometida (deliberadamente o no) en
la rueda de la practicidad, en la funciona-
lidad esttica o dinmica del cuerpo social.
Hasta nuestros das, y quin sabe por cuan-
to tiempo an, es la educacin para la li-
bertad y el enriquecimiento de la vida en
el espritu, es decir, el intento de una vida
humana, la aventura solitaria de pocos, de
una dispersa comunidad casi incomunica-
da. Esta es sostenida (en parte gracias a
malentendidos) por el cuerpo social en ese
milagro frgil, e incomprendido an por
la mayor parte de sus defensores, que es la
sociedad en que hay libertad de pensamien-
to y expresin.
Con estas reflexiones, estamos en plena
temtica schilleriana: moralidad y libertad,
educacin y poltica, espritu y vida, gran-
deza e idea del hombre. Prosigamos an
unos pasos ms estas consideraciones intro-
ductorias.
Justamente desde la esfera espiritual su-
perior de objetividad y libertad, se descu-
bre la naturaleza pragmtica de los do-
los sociales, la relatividad de las doctrinas,
lo inautntico de la pretensin de verdad
de las ideologas, la irracionalidad de lo
edificante. Encaminar hacia esta grandeza,
la espiritual, no es, pues, la actitud ms pro-
pia y consecuente de la autoridad estable-
cida. Para hacer inofensiva la accin del
) 20 (
espritu, se procura alejarlo del alcance de
los ciudadanos por medios brutales o suti-
les: condenacin y prohibiciones, o simu-
lacro de asimilacin del autor al orden de
los mitos vigentes. En esta ltima forma de
ocultar, se "interpreta" la obra genial en
trminos de edificacin y se difunde la
exgesis en vez de la obra, o ms que ella.
La peligrosidad del espritu se ha torna-
do mayor en cuanto ste ha llegado a la
autoconciencia y se ha constitu do a s mis-
mo en criterio ltimo de validez, esto es, en
la Ilustracin. La destruccin del mito se
ha convertido entonces en tarea, y al efecto
explosivo que siempre tiene el espritu por
pura presencia corno fenmeno de la liber-
tad, se agrega ahora la Cl tica corno conte-
nido expreso de su accin. La Ilustracin
-en todas sus pocas-o ha provocado a la
autoridad social un dificilsimo problema
educativo. Y a las soluciones tradicionales
de negacin persecutiva o tolerancia en
precario equilibrio, se ha sumado en nues-
tro siglo una forma al parecer nueva del
mito edificante: la pseudociencia, la crtica
de las ideologas hecha (aparentemente
ella misma) ideologa
l
.
Ciertamente se trata en esta ltima de
la solucin ms negativa para los altos fines
1 Ideologa es un pensamiento que, teniendo la
forma de la teora, est determinado por valores
prcticos, esto es, no por su objeto aparente, sino
por su presumible efecto en la conducta de los
destinatarios. Ideologa es una pseudoteora, usada
como instrumento de dominio social.
) 21 (
humanos: no puede producirse mayor des-
orientacin en la juventud estudiosa que si
se le ofrece como libertad algo que no lo es.
El mito gesticula como razn, se imposta
como crtica. Como, por necesidad de su
naturaleza de conviccin intocable, no se
critica a s mismo, como en l la ley de la
razn, que es la libertad, la suspensin de
todas las cristalizaciones de creencias, no
se cumple, se delata. Pero esta autodelacin
slo es tal precisamente para el que conoce
la ley del espritu, y sta permanece escon-
dida con ms eficacia que nunca, ya que
parece estar ostensiblemente presente, en
este nuevo sistema de dominio de las men-
tes
2
La educacin esttica del hombre, de que
nos habla Schiller, no es, evidentemente, la
mera educacin de su sensibilidad esttica,
sino algo ulterior y transcendente a ello: su
educacin como hombre por medio de la
experiencia esttica. La meta de esta edu-
cacin est al trmino de un proceso infini-
to. Por lo tanto, constituye una eterna, ina-
cabable tarea histrica, que ninguna reno-
vacin real del orden social puede hacer
Fuentes de la desintegracin del hombre en la
sociedad de su tiempo le parecen a chiller tambin
la divisin del trabajo y la especializacin del esp-
ritu. Con ellas progresa la mera abstraccin del
gnero humano, mas retrocede el hombre concreto.
Pero no es sta, en su pen amiento, la fuente fun
damental de la imperfeccin de la vida, como creen
algunos intrpretes. Ella reside, por cierto, en la
antinaturalidad de las costumbres "decentes" y en
la bajeza de la sensibilidad.
) 50 (
innecesaria. Esta tarea no es otra cosa, po-
demos decir, que la vida del espritu, la mi-
sin, personal y social a la vez, del pensa-
dor y del artista, la imperfecta cotidiana
realizacin de la idea de la libertad.
El arte ina gura, puc., en la formacin
del hombre, la eslera supraideolgica. En
este recinto, es libre, es uno, es l propio.
Estos momentos de experiencia superior
lo arrebatan hacia s mi mo, son capaces de
arrastrar consigo toda la existencia enaje-
nada, y cambiarla, reverterla en ensimisma-
miento.
La obra filosfica de Schiller no slo no
es, pues, un tratado edificante, como no lo
es grandeza alguna, sino que debe precisa-
mente ser considerada como una madura,
consumada inteleccin de la diversidad de
razn e ideologa.
En el captulo de su obra sobre Schiller
dedicado a la esttica, B. van Wiese desa-
rrolla una interpretacin de su pensamien-
to en varios puntos diversa de sta que nos-
otros hemos desprendido de los textos schi-
llerianos como lnea esencial de su visin
filosfica. o obstante, nos confirma con-
siderablemente en nuestra interpretacin,
una observacin relativamen te circunstan
cial y no desarrollada del eminente germa-
nista. Dice, en relacin con la tesis schille-
riana del arte como "honrada apariencia
ilusoria": "Pero igualmente importante -y
esto ha sido hasta ahora poco advertido-
es la contraexigencia que se une a aquello:
depurar la realidad de apariencias ilusorias.
Pues con esto se pide -si seguimos nuestro
) 51 (
uso lingstico actual- la demolicin de
toda ideologa poltica". A continuacin,
agrega que Schiller ha expresado ms tarde,
en los versos titulados "Doctrina poltica",
muy agudamente "el rechazo a todo pen-
sar ideolgico". Por cierto que de esta ob-
servacin de van Wiese slo nos interesa
aqu que en ella ha cado la palabra "ideo-
loga", y en el mismo sentido en que noso-
tros la usamos cuando sostenemos que es
"Sobre la educacin esttica del hombre"
la clara concepcin del espritu libre como
supraideolgico. Acaso arroje luz esta idea
interpretativa, sobre este magnfico pasaje
schilleriano de amarga profeca: "En otros
continentes se honrar al hombre en el neo
gro, y en Europa se lo vejar en el pensa-
dor. Permanecern los viejos principios, pe-
ro llevarn el hbito del siglo, y para una
opresin que hasta entonces reciba la au-
toridad de la Iglesia, prestar su nombre la
filosofa" .
o es la experiencia esttica una educa-
cin para hacer de los hombres esto o lo
otro (patri.::>tas, buenos padres de familia o
buenos ciudadanos) sino para que sean
ellos mismos, para que se entreguen autn-
ticamente a su libertad:" o menos contra-
dictorio es el concepto de un arte bello di-
dctico o moralista, pues nada se opone
ms al concepto de la belleza que dar al
alma una determinada tendencia." Y lue-
go, criticando al lector incapaz que no com-
prende la naturaleza de lo esttico y busca
en el arte valores morales: "Tales lectores
gozan un poema serio y pattico como una
) 52 (
prdica, y uno ingenuo o humoristico co-
mo una bebida embriagadora y si tuvie-
ron tan mal gusto como para pedir edifica-
cin [subrayado por SchillerJ de una tra-
gedia o epopeya, aunque fuese una Mesa-
da, tendrn un bochorno con una cancin
de Anacreonte o de Catulo."
Van Wiese comenta la idea de Schiller en
trminos semejantes: "Tarea de la poesa
no es educar moralmente al hombre ni en-
cender en el ciudadano sentimientos nacio-
nales, sino llevar a representacin el todo
de la naturaleza humana. De esta pura poe-
sa de lo bello y lo sublime pueden surgir,
por cierto, mediatamente
J
las ~ y o r s con-
secuencias morales y polticas."
Para Schiller, el espritu es tanto ms de-
cididamente moral cuanto ms libre. Entre-
gado autnticamente a s mismo, se salva
el hombre por su naturaleza racional. El
hombre libre, esto es, el verdadero hombre,
ser por aadidura ejemplar ciudadano,
siempre que el estado est a la altura de lo
humano. "Si una constitucin estatal es
obstculo para el desarrollo de todas las
fuerzas que yacen en el hombre, y para el
progreso del espritu, entonces es despre-
ciable y daina, por muy bien pensada que
est y por muy perfecta que sea en su
gnero".
Hay que mostrar la verdad al hombre
que se educa, ilimitadamente, aceptar el
riesgo de su inicial anarqua. Pues este
riesgo es necesario para el perfecciona-
) 53 (
miento humano y es el menor que pode-
mos elegir, embarcados ya en la aventura
de la historia, en la cual, segn palabras
de Schiller, "se arroj el hombre en el
salvaje juego de la vida, se puso en el pe-
ligroso camino de la libertad moral" (Die
Gesetzgebung des Lylwrgus und Solon)
1789/90).
Y as debemos nosotros, y podemos ha-
cerlo en la sociedad libertaria, conservar
el cido de la inteligencia sin neutraliza-
ciones convencionales, salvaguardar el an-
tagonismo de ideologa y autntica vida
del espritu, de doctrina y filosofa, de mi-
to y arte -para lo cual es ocasin de pro-
fundo simbolismo la celebracin oficial de
los clsicos.
V. CRTICA DE LAS REDUCCIONES
l. Sobre la relativizacin psicologista
Una interpretacin generalizada del
pensamiento filosfico de Schiller es la
que sigue: el filsofo habra dado expre-
sin conceptual a los conflictos vitales de
su alma, a su anhelo de armonizacin
con la riqueza de lo viviente, a su natural
inclinacin por los rdenes abstractos, a
su relacin de diversidad temperamental
con Goethe. Su filosofa sera la versin
en ideas de su esquizotimia y de su admi-
racin por la ciclotmica grandeza de su
contemporneo. As queda una concepcin
que, como todas, pretende validez absoluta
y que, adems, afirma el carcter absoluto
de la verdad, reducida a manifestacin vital
) 54 (
de lo contingente, de la individualidad his-
trica o del tipo psquico. Lo casual se
habra ilusionado necesario. Tenemos as
una reduccin psicologista del pensamien-
to a funcin circunstancial de la vida.
Quiero sugerir la validez de una com-
prensin inversa del fenmeno. Schiller,
en efecto, ha vivido en cierto modo su con-
cepcin de los principios metafsicos de
razn y naturaleza en la concreta existen-
cia de cada da, en su esfuerzo creador de
dramaturgo y poeta lrico, en su labor
crtica de comprensin de la obra literaria
de los clsicos antiguos y modernos. Pero
es que acaso son los fenmenos de for-
ma y sensorialidad, de naturalidad inge-
nua y pathos sentimental, de realismo flu-
yente e idealismo desconectado, hechos
casuales? No muestra ya la anttesis ti-
polgica que se trata de formas necesarias
de la vida? Forma y sensorialidad son sen-
cillamente las dos posibilidades de la vida,
posibilidades que la existencia corriente
realiza sin perfiles, y el espritu genial
objetiva verdaderamente.
Con estricta necesidad, una vitalidad de
aquella magnitud ha debido precipitar la
efigie de las posibilidades humanas. En la
obra suprema, el bombre llega a su fondo
virtual. El impulso mximo de lo vivien-
te se topa con su potencia ideal. As, en es-
te altsimo momento de la historia del
espritu, en la vida de este gran hombre,
se di como realidad de una existencia el
principio de la forma, del espritu orde-
nador, esta dimensin ideal de lo humano.
) 55 (
En la reflexin sobre su experiencia de vi
da, no eleva, pues, Schiller a idea 10 ca-
sual, sino que intuye simplemente lo ne-
cesario all objetivado.
2. Sobre la relativizacin sociologista
Finalmente, una breve referencia a la
reduccin sociologista de Georg Lukcs
(Zur ;thetik Schillers, 1935, en Beitrage
zur Geschichte der 'sthetik, Berlin, 1954,
pp. 11-96). Para Lukcs, el ascetismo tico
de Kant refleja la actitud ante la vida de
una burguesa dbil en la sociedad del
absolutismo feudal, y la tica vital de Schi-
ller, ya anticipada por Goethe, refleja un
momento posterior, ms afirmativo, de la
condicin de esta clase en ascenso. La fi
losofa schilleriana, empero, sigue siendo
un pensamiento burgus comprometido y
contradictorio, que condena el estado de
la sociedad, pero no adopta la consecuen
te actitud revolucionaria. Por el contra-
rio, la educacin esttica sera el iluso pro-
grama de Schiller para evitar la revolu
cin a travs de una mejora progresiva de
los hombres. Una utopa de evasin, una
filosofa idealista de la historia que desco-
noce el real fundamento de los cambios
histricos y la base material de las concep
ciones espirituales.
Observar en primer lugar que Lukcs
atribuye inadecuadamente a Schiller su
propia visin de la educacin esttica como
ideologa destinada a la prctica poltica
inmediata. Creo haber mostrado que el
) 56 (
pensamiento de Schiller no es tal: la edu-
cacin esttica no est, segn Schiller, des-
tinada a una transformacin inmediata y
acaso definitiva del orden social, de modo
que no ha sido pensada por Schiller como
programa para evitar la revolucin. Pues
la tarea de la educacin esttica se encuen-
tra en un plano diverso de accin histrica,
y para esta tarea es indiferente que la alte-
racin del orden social sea revolucionaria o
pacfica: ambas empresas histricas, revolu-
cin y reforma paulatina, son caminos de
edificacin, de artificio histricamente ne-
cesario, de dignidad y de conflicto de moral
y naturaleza. Lo que Schiller s estima neo
cesario preservar contra la violencia es
algn orden funcional de la sociedad, como
base real, "fsica", de una educacin huma-
na. La anttesis que Schiller considera en
este punto no es la de orden tradicional o
revolucin, pues esta anttesis no es ms
que la de un orden viejo y un orden nuevo.
La anttesis a que Schiller alude cuando ha-
o bla de no sacrificar la vida de los hombres
a una idea, es la de orden o caos, es decir, la
de la preservacin de la realidad y materia-
lidad de la sociedad humana, en cualquiera
de sus formas, frente a la destruccin de s-
ta, y con ello la simple desaparicin del ob-
jeto de toda posible educacin. "Ahora
bien, el hombre fsico es real; el moral, s-
lo problemtico. Si la razn anula al estado
natural, como debe hacerlo para poner el
suyo en su lugar, arriesga al hombre fsico
y real en aras del problemtico moral,
) 57 (
arriesga la existencia de la sociedad [sub-
rayado por m] en aras de un ideal social
meramente posible (si bien moralmente
necesario) ... El gran problema es, pues,
que la sociedad fsica en el tiempo
no puede cesar de existir ni por un mo-
mento, mientras la sociedad moral se cons-
tituye en la idea) porque no debe por cau-
sa de la dignidad del hombre correr peli-
gro su propia existencia". No se trata de
evitar una revoludn, sino de evitar la
desaparicin de la sociedad humana a con-
secuencias de un intento antihistrico de
racionalizacin, de ilustracin y libertad
precipitadas. Se trata de conservar las con-
diciones "fsicas" de toda cultura.
Schiller no piensa, con su educacin es-
ttica, en la sustitucin de un orden con-
creto caduco por otro definitivo. Desde
luego, no hay para l posibilidad real de
instaurar el orden de la libertad. La tarea
de la educacin esttica, pues, en la con-
cepcin de Schiller, no puede ser elimina-
da por revolucin ni cambio social histri-
co alguno, ergo: no puede ser pensada en
consecuencia como programa para ahorrar-
se el trastorno violento de la estructura so-
cial. La reduccin marxista de toda concep-
cin a superestructura social nivela una di-
versidad esencial que Schiller tiene presen-
te y que determina su idea de la historia.
Esto con respecto a la pura interpreta-
cin lukacsiana inmanente de la filosofa
de Schiller, interpretacin que en este
punto esencial es inexacta.
) 58 (
En segundo lugar, es preciso sealar que
no cabe calificar al pensamiento de Schi-
ller corno optimista e ilusorio utopismo.
Es justamente Schiller quien comprende
la idea del hombre corno una meta inal-
canzable, como una utopa orientadora,
corno una idea regulativa de la razn. Su-
poner, en cambio, que el conflicto vital
que l examina pueda ser resuelto en defi-
nitiva histricamente con una nueva regu-
laci,6n de las relaciones sociales, en un ho-
cus pocus poltico-administrativo, con la
prxima revolucin o con la de pasado
maana, esto s es utopismo cndido o no
haber entendido de qu se trata, no haber
comprendido la idea del hombre y de una
educacin superior.
Si Lukcs plantea, creyendo interpretar
a Schiller, el pensamiento de la educacin
esttica corno altemativa de una revolu-
cin social, es que ha confundido dos ni-
veles diversos de la vida social y de la his-
toria. o puede haber contradiccin ni
oposicin alguna entre la idea de la edu-
cacin e ttica corno programa eterno de
la vida humana, y las diversas razones his-
tricas de reforma y revolucin que la
consideracin emprica de las necesidades
y posibilidades reales haga estimar desea-
bles. Por el contrario, la idea de la educa-
cin esttica compromete al pronuncia-
miento sobre los rdenes sociales histri-
cos, en el sentido de si stos posibilitan o
no el progreso en la realizacin de la idea
del hombre; est lejos de eximir de la res-
) 59 (
ponsabilidad poltica inmediata. ,Da a sta
su canon absoluto, es decir, en rigor, da
constitucin verdaderamente a la respon-
sabilidad poltica cotidiana.
Por ltimo, quiero aludir a la negacin
de la objetividad del pensamiento, implcita
en la visin que critico. Esta negacin es
constitutiva del mtodo seguido por Lu-
kcs. La citada interpretacin de la filo-
sofa de Schiller, como la de toda otra en
esta lnea ideolgica, presntala como ma-
nifestacin de una situacin histrica, co-
mo expresin de una clase social. El pensa-
miento constituye algo as como un reflejo
consciente o inconsciente de voliciones his-
tricas. La idea es una actitud que se to-
ma, y debe ser juzgada por la validez his-
trico-social de esta actitud. La cuestin
de la verdad de las ideas adquiere as un
viso rigurosamente pragmatista; es decir:
no se plantea el autntico problema de la
verdad. Pues, obviamente, no se considera
al pensamiento en cuestin confrontndo-
lo con su objeto y examinando su adecua-
cin. Por lo dems, un efectivo despliegue
de las ideas es imposible en la historiogra-
fa panoramstica de Lukcs. Cuando Lu-
kcs interpreta la tica y la esttica post-
kantianas de Schiller y Goethe como ex-
presin de una nueva situacin de la bur-
guesa alemana, pasa sencillamente por al-
to el problema de si las cosas de que Schi-
ller habla, el hombre, el arte, etc. son ver-
daderamente as como ste las concibe. Es-
to es, por cierto, algo ms que un mero
) 60 (
amaneramiento relativista. Es una omisin
que oculta la contradiccin interna del
mtodo usado. Pues introducir junto a la
idea y al sujeto, el trmino objetivo en esta
consideracin, significa negar la tesis fun-
damental: la de la relatividad de las ideas
a la base econmico-social, o, en ltimo
trmino, a la situacin del sujeto pensan-
te. Si admitimos objetividad alguna, y
objetividad del pensamiento, admitimos
eo ipso la determinacin del pensamiento
por el objeto. El pensamiento deja de ser
as mera expresin o reflejo de la condi-
cin del sujeto, deja de ser pensable como
superestructura. Slo en las determinacio-
nes extrnsecas de la idea, en su parciali-
dad perspectual, encontraremos entonces
expresividad, subjetividad, relatividad, no
as en su ncleo terico.
) 61 (
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Honorario de la Facultad de Filosofa y
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Poesa chilena (1569-1892). NQ 9.
RAL SILVA CASTRO: Ramn Rengifo. NQ 10.
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tral de 1912-1918. Q I I.
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Q 12.
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tral. Q 14.
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sa de Gabriela Mistral. NQ 15.
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Historia Literaria. N.os 16-17-18.
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de la literatura. Q 19.
RICARDO A. LATCHAM: Blest Gana y la novela rea
lista. Q 20.
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ller. Q 7.
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riscal de Campo. Q l.
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en el siglo XIX. lQ 2.
ROBERTO LEVILLIER: Mundus Novus. Q 3.
GUILLERMO FELI CRUZ: Barros Arana, historiador.
.os 4-5-11-12-13.
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ERNESTO GREVE: Barros Arana y la cuestin de [z'.
mites entre Chile y Argentina. TQ 6.
ROLANDO MELLAFE: Barros Arana, americanista.
NQ 7.
GUILLERMO FELl CRUZ: Benjamn Vicua Mac-
kenna. El historiador. 'Q 8.
Jos ZAMUDIO: Chile en la Revista "La Amrica",
de Madrid. NQ 9.
CARLOS KELLER R.: Nuestra frontera en el (;mwl
Beagle. NQ 10.
STERO DEL Ro, GUILLERMO FELl CRUZ. LUIS VARAS
ARA GUA: Manuel Montl. lQ 14.
GUILLERMO FELI CR z: El imperio espaol y los
historiadores norteamericanos del siglo XIX.
.os 15-16.
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tes Plsticas de Menndez y Pelayo. Q 1.
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ERIKA GRASSAU: Anlisis estadstico de las pruebas
de Bachillerato. Q L
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Q 2.
Jos HERRERA, MARA ETCHEVERRY y RODOLFO BA-
RRIENTOS: Los Nymphalidae Chilenos. Q 3.
HUGO K. SIEVERS WICKE: Max Westenhfer (1871-
1957). Q 4.
HUGO K. SIEVERS WICKE: Teliatf'a. Q 5.
DANKO BR CIC: Cien aos de darwinismo. NQ 6.
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ROBERTO MUNlZAGA AGUIRRE: Valentn Letelier y
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JUAN RIBE ECHEVARRA: Contrapunto de Alb'eces
en la Prov. de Valparaso. NQ l.
h,RAEL DRAPKI : Prensa y Criminalidad. Q 2.
) 66 (