Cartas de Shelling

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Cartas

sobre dogmatismo
i*
y criticismo
\ 1 / ; •i A \ : - J í • ■. / ■ * L > i > * •
priedrich Wilhelm Joseph
von Schelling

Cartas
sobre dogmatismo
y criticismo
Estudio preliminar y traducción de
V IR G IN IA C A R E A G A
INDICE
E studio p r e l im in a r .......................................... Pág. IX

B ibliografía ................................................................ XXVII

CARTAS SOBRE DOGMATISMO


Y CRITICISMO
P r e á m b u l o .................................................................... 3

Primera C arta ........................................................... 3


15
Segunda C a r t a ...........................................................

T ercera C a r t a ........................................................... 21

Cuarta C arta ...........................................................


27

35
Q uinta C arta ...........................................................
47
Sexta C arta ...............................................................
57
Séptima C arta ...........................................................

O ctava C arta ..........................................................


81
N ovena C arta
95
D écima C arta
ESTUDIO PRELIMINAR
por Virginia Careaga

Las Cartas sobre dogmatismo y criticismo


que aquí presentamos, escritas por Schelling
durante e l últim o año que pasara en el
Tübinger Stift — tranquilo claustro agusti-
niano al pie del monte Burgberg—*fueron
publicadas en 1795, en el Philosophisches
Journal de F. J. Nietham m er en Jena. El
texto posee, gracias al estilo epistolar, una
gran vivacidad, tal y como suele suceder con
la forma dialogada. En este caso, la voz del
supuesto amigo, a quien las cartas se dirigen,
se deja oír a través de las respuestas. La agi­
lidad en la expresión transforma la palabra
difícil en fácil, y hace que las preocupaciones
del autor y de su ficticio corresponsal nos
resulten familiares, a pesar de haber trans­
currido casi dos siglos.
En la entusiasta Stimmung del joven Sche­
lling se percibe la fecunda inquietud de un
[IX]
X VIRGINIA CAREAGA

momento cultural extraordinario: la Revolu­


ción francesa, los griegos «descubiertos» por
Winckelmann, sus dioses cantados por Schi-
11er, la recensión de Fichte sobre el Aenesi-
demus de Schultze, la polémica suscitada por
las cartas de Jacobi en torno al panteísmo de
Spinoza, la postura de Lessing en asuntos de
religión, las lecturas kantianas de Maimón y
de Rheinhold —e implícitamente la: educa­
ción dogmática de Storr, jefe de la Facultad
de Teología—, todo ello se deja sentir en
estas audaces cartas en las que in nuce se
encierra el espíritu del romanticism o y del
idealismo alemán. .» '.vO
El autor p reten d e, ante todo, p o n er de
m anifiesto su descontento p o r el fraude
ideológico que suponía el «kantizar» a
Kant, ofreciendo su pensam iento bajo un
ropaje teológico-sincrético asumible por el
protestantism o. Sólo veintiún años ten ía
este praecox ingenium (así lo p resen tó su
padre al director del Seminario) cuando se
decide a dar su interpretación de las Críticas
para librar a K ant de sus «amigos». Ya en
otro trabajo del mismo año titu la d o Vom
Ich oder iíber das Unbedingte im menschli-
chen Wissen señala que no está dispuesto a
aceptar la no crítica utilización de las Críti­
cas kantianas.
Para Kant la metafísica existía como una
disposición natural, pero no como ciencia; su
meta era fundar una metafísica científica. Lá
ESTUDIO PRELIMINAR XI

crítica tenía, por un lado, una función nega­


tiva: reprim ir la tendencia a traspasar los
límites de la experiencia; no servía para
ampliar nuestros conocimientos, ni para des­
cubrir verdad alguna, y sólo podía modesta­
mente prevenirnos contra el error y contra
toda elucubración fantástica. Por otro lado,
también poseía una utilización positiva,
dado el convencimiento de que existía un
uso práctico absolutamente necesario de la
razón pura (el uso moral), el cual inevitable­
mente iba más allá de los límites de la sensi­
bilidad. En este dominio la razón especulati­
va carecía de seguridad, de correlato objeti­
vo, y debía, por tanto, tener cuidado de no
caer en contradicción consigo misma.
Para Schelling lo umversalmente válido de
la crítica era su valor propedéutico, como
ejercicio preliminar a cualquier sistema, y
como canon _de_todos ellos. Pero las Críticas
.kantianas habían dejado sin resolver la
pugna entre dogmatismo y criticismo; es
más, la habían llevado a su más aguda con­
traposición, al antagonismo entre sujeto y
objeto, sustancia y yo, naturaleza y libertad,
y por ello se prestaban evidentemente a
malentedidos.
Cierto es que, si la filosofía quería ser
ciencia, tenía que postular lo incondiciona­
do, lo absoluto. Siendo todo saber, saber de
algo, debía existir un saber que no dependie­
ra de otro; todo conocimiento que se preten-
XII VIRGINIA CAREAGA

diera sistemático tenía que ser una cadena


de pensam ientos relativa a un punto de
arranque, a un principio. El yo fichteano
había venido a ocupar este lugar por cuanto
es pensado en cuanto es, y es en cuanto es
pensado; m ediante su pensarse el yo se
ponía como absoluta causalidad. El dogma­
tismo, en cambio, ponía como incondiciona­
do el objeto absoluto, Causa Sui. Tanto un
principio como otro son para Schelling pro­
posiciones meramente teoréticas que deben
abocar en un postulado práctico.
En el texto anteriormente citado Vom Ich
oder über das Unbedingte in menschlichen
Wissen, el autor, influido por Fichte, se
ocupa del fundamento último de la realidad
de todo conocimiento, esto es, de lo incondi­
cionado (unbedingt), de lo que no es cosa
(D ing), de lo no condicionado (bedingt);
bedingen quiere decir hacerse cosa, y lo
único que no es cosa es el yo, el yo absoluto
que se pone y realiza a sí mismo. E ste yo
incondicionado era para el criticismo el ver­
dadero punto de partida de la filosofía, así
como lo era para el dogmatismo la sustancia.
Schelling sustituye en este escrito la sustan­
cia espinosista por el yo fichteano, el cual
acapara los caracteres de la sustancia: infini­
tud, indivisibilidad, inalterabilidad. Pero
ambpssistema&^talxomo™apar^ceji-es4as
cartas, si bien son teóricamente irrefutables.
tienen su punto flaco la
ESTUDIO PRELIMINAR 'XIII

acción. Ya en el «Proyecto» \ que escribiera^


con H ólderlin el mismo año de las cartas,
afirm aba que' toda metafísica sería en el
futuro una ética ó'dicho de otro modo, que
,no era el ser sino el deber ser (Sollen) el ver­
dadero objeto de la razón.
~La razón pura se relacionaba de dos for­
mas a su objeto: bien para determinarlo teó­
ricamente, bien para realizarlo éticamente; a
estas dos form as hace referencia Schelling
en las cartas, subordinando la primera a la
segunda, p o rq u e es en el ámbito de la
acción, y no en el del saber, donde importa
lo elegido como principio del sistema.
Fichte^había llevado la filosofía crítica a
sus últim as consecuencias, proponiendo
como p u nto de partida la originalidad del
yo. Este filósofo —el más radical de los kan­
tianos— al situar el yo como acto vivo de la
conciencia fue reconocido por Schelling (su
prim er seguidor e intérprete) como el
«nuevo h éro e en el país de la verdad». La
impresión que le causara la aparición de la
Wissenschaftslehre fue tan poderosa que, en
esta p rim era época, los escritos de uno y
otro au to r llegan incluso a confundirse. A
pesar de no ser mencionado, Fichte repre­
senta en estas cartas el criticismo, así como
Spinoza el dogmatismo.

1 «Proyecto» llamado «el más antiguojprograma de idealis-


mo alemán» copiado un año más tarde por Hegel. ,
XIV VIRGINIA CAREAGA

Para Fichte, comprender el mundo de los


objetos quería decir comprender la estructu­
ra de la conciencia: el saber en su constitu­
ción lógica. Las leyes del ser eran considera­
das como autodeterminación inmanente de
la razón autónom a en su pura actividad
absoluta. La filosofía se había convertido no
en la búsqueda de los principios de la arqui­
tectura del mundo exterior, sino en la inter­
na iluminación de las formas y necesidades
funcionales de la razón, del yo libre, de la
conciencia ideadora del mundo, en définiti-
va, en un continuo análisis de la libertad.
Este idealismo era el único camino que
podía oponerse al dogmatismo: la negación
de lo en sí exterior que, afectando á la con­
ciencia, aniquilaba su autónoma originali­
dad. El ser al que el saber tiende tenía su
fundamento en el ser del saber mismo, en la
conciencia, del yo como ejecución de sí
mismo, no sólo en su intuirse contemplativo
teórico, sino en la reflexión y acción sobre sí,
es decir, en la autorrealización de la intelri
,agencia práctica en la lucha moral.
Pero volvamos de momento al ámbito de
lo teorético. El dogmatismo suponía el
intento de explicar el universo sin inquirir
previamente por los principios del conoci­
miento sobre los que descansaba; este defec­
to sólo era corregible si se tenía en cuenta el
idealismo crítico de Kant, para quien la
razón debía adquirir conciencia de sí misma,
ESTUDIO PRELIMINAR XV

de sus funciones, medios y limitaciones. El


criticismo suponía una desconfianza respec­
to a las proposiciones sintéticas de la metafí­
sica, en tanto no se reconociera un funda­
mento universal de su posibilidad, es decir,
de las condiciones esenciales del poder de
conocer. Mientras la razón no hubiera hecho
su autocrítica, no podía ser capaz de exten­
der sus conocimientos más allá de toda
experiencia posible. Si se extralimitaba caía
en lo que Kant llamara Schwarmerei, térmi­
no que traducimos por ensoñación, delirio,
ilusión, extravagancia, fantasía, etc.
El dogmatismo había sido aceptado por
Kant como procedimiento necesario para
construir la metafísica futura, después de
que la crítica hubiera puesto sus fundamen­
tos. Hay, pues, dos tipos de dogmatismo, el
que antecede a la crítica y el que le sigue2.
El dogmatismo, como buen procedimiento
de la razón, era para Kant una necesidad por
ser sinónimo de ciencia demostrativa, y era
válido para construir dogmáticamente una
nueva metafísica, rechazando todas las ten­
tativas hechas anteriormente como producto
de una razón somnolienta plena de quime­
ras. Para Schelling, en cambio, tanto dogma­

2Erf necesario tener en cuenta estas diferencias, ya que en


la primera versión de las cartas se empleaban dos términos, a
saber, dogmatismo y dogmaticismo, reducidos en una segun­
da versión al primero. Hemos mantenido esta distinción allí
donde su identificación haría el texto ininteligible. ,
XVI VIRGINIA CAREAGA

tismo como criticismo 3, en cuanto se refie­


ren al fin último, han de ser considerados
filosofías fantásticas o extravagantes.
* * *

Las cartas comienzan con el rechazo de la


idea kantiana de un Dios moral —que ni es
objeto de verdad (dogmatismo) ni es válida
simplemente como postulado (criticismo)—,
pues no sólo arruina el principio esencial de
la estética, sino que ni siquiera posee carác­
ter filosófico. La aceptación de esta idea
vacía delata únicamente una razón débil, a la
que algunos se aferran para seguir permane­
ciendo engañosam ente en el m undo de la
superstición.
No filósofos sino pastores para dedicarse
al m inisterio evangélico era lo que el Stift
preparaba. La actitud a b iertam en te a te a 4

3El criticismo no sólo deducía la debilidad de la razón y


demostraba que el dogmatismo es indemostrable, sino que
tenía como meta «liberar a la humanidad», lo cual, según
Schelling, no podía llevar a cabo, si consideraba la facultad de
conocer como algo fundamentalmente diferente de nuestra
esencia originaria. Por eso se propone desvelar un falso criti­
cismo que juzga absolutamente pernicioso.
4Puede resultar chocante considerar ateo a este filósofo
que tanto se ocupara de la divinidad en toda su obra. Pero no
lo es si nos atenemos a su afirmación: «A quel que quiere
establecerse en el punto de partida de una filosofía verdade­
ramente libre debe abandonar al mismo Dios. Aquí es donde
conviene decir: quien quiera conservarlo lo perderá, y quien
renuncie a él lo encontrará» (reedición, Schróter. 5.11-12).
ESTUDIO PRELIMINAR XVII
de estas cartas quizás sea una excepción a
las tan acertadas palabras de Nietzsche en el
Anticristo:
Todos los alemanes me entienden si digo que
la filosofía está corrompida por la sangre de los
teólogos. El pastor protestante es el abuelo de la
filosofía alemana; en el protestantismo está su
p eccatu m origínale. Basta sólo pronunciar las
palabras «Fundación de Tubinga» para entender
qué es la filosofía alemana: una teología artera.

A pesar de haberse abierto con Kant un


nuevo ámbito para la razón, el de la práctica,
lo cierto es que la facultad de conocer no es
capaz de alcanzar el conocimiento, ni de un
mundo objetivo absoluto, ni de una causali­
dad absoluta, por lo que no es posible funda­
mentar unas leyes morales en el dominio de
la filosofía. La máxima de Ignacio de Loyola
«confía en Dios como si todo el éxito de la
empresa dependiese de ti y no de Dios, y
obra, sin embargo, como si Dios solo hubie­
se de hacerlo todo y tú nada» plantea el
mismo dilema acerca de la acción y la exis­
tencia de una causalidad absoluta que anula
la libertad del sujeto, aun cuando éste crea
actuar libremente. Admitir una causalidad
absoluta, debido a razones prácticas, nos
conduciría, según Schelling, al fatalismo, es
decir, «al abandono y serenidad en los bra­
zos del mundo», impidiendo la autarquía del
hombre, principio esencial de la estética. '
XVIII VIRGINIA CAREAGA

En esta Primera Carta al ánimo del espi-


nosismo corresponderá la actitud estética de
sumisión, o abandono a lo absoluto, brillan­
temente analizada en la Octava Carta, y que
bien podría ejemplarizarse con este poema
del joven Hegel.
Lo que mi yo nombra, desaparece.
Me entrego a lo inconmensurable.
Estoy en ello. Soy todo, soy solamente ello.
Se extraña el pensamiento que vuelve,
tiembla ante lo infinito y, asombrado,
no abarca la profundidad de esta visión.

El espíritu del criticismo -—el orgulloso


sentimiento de libertad— estaría en cambio
magníficamente reflejado en el poema de
Goethe Prometeo, en el cual el héroe planta
cara al gran Zeus, llegando incluso a sentir
lástima de él, en la medida en que el olímpi­
co no es todopoderoso, sino que, al igual que
los mortales, se halla sujeto a la Moira.
Ambas actitudes estéticas responden a
dos formas de ética: o el hombre está deter­
minado por un poder superior, o bien se
determina a sí mismo. Este dilema constitu­
ye, a mi entender, la preocupación primor­
dial de estas cartas. Jankelevitch dice, en su
prólogo a los Ensayos de Schelling, que este
escrito constituye la primera separación del
filósofo respecto al fichteanismo puro, y su
primera tentativa de orientarse hacia una
concepción del mundo más p oética y más
ESTUDIO PRELIMINAR XIX

conforme al espíritu romántico. Es cierto


que el escrito evidencia una voluntad de ir
más allá del rigorismo de la ley moral y del
deber abstracto de Kant y Fichte y, aunque
el autor no exponga de forma explícita nin­
guna concepción estética, ésta subyace, sin
embargo, como solución al dilema planteado
entre dogmatismo y criticismo. Permítasenos
pues un breve excursus relativo al arte.
En la Crítica del juicio Kant no considera­
ba el juicio estético como vía que posibilita­
ra el conocimiento de la realidad objetiva.
Para el Schelling más maduro la actitud
artística será en cambio el órganon del cono­
cimiento del universo. Ya Fichte había
dicho que lo que al filósofo le cuesta esfuer­
zo adquirir lo posee el espíritu dotado del
sentido de la belleza sin necesidad de parar­
se a pensar en ello. En una obra posterior,
Schelling considerará que toda filosofía
parte, y tiene necesariamente que partir, de
un principio que, siendo absoluto, sea simple
e idéntico, y que no pudiendo comunicarse
m ediante descripción, ni en general por
medio de conceptos, sólo pueda ser intuido;
tales intuiciones son el órganon de toda filo­
sofía. Queremos hacer notar que al final de
estas cartas se evoca una filosofía esotérica
de idénticas características. Hagamos un
flash forward hacía el último capítulo llama­
do «Deducción de un órgano de la filosofía»
de la parte final de su Sistema del idealismo
trascendental (1800) para iluminar á rebours
la im portancia que im plícitam ente tiene el
arte en estas cartas. En el texto citado le e ­
mos: .
Si la intuición estética es sólo la intuición
intelectual objetivada, se comprende de por sí
que el arte sea el órganon y el documento único
j D y verdadero, y al mismo tiempo eterno, de la
filosofía, el cual nos dice siempre, constante­
-Í i ~
mente, una y otra vez, lo que la filosofía no
» !• I puede llegar a exponer exteriormente, es decir,
lo que hay de inconsciente en la conducta y en la
¿ * ~4 i »

* • * r 4
«'¡>Jv ^ creación y su originaria identidad con lo cons­
4*m ; ciente. El arte es lo más alto para el filósofo por­
* •^ •" '

u que le abre, por así decirlo, el acceso al santua­


rio en el que, en una unión eterna y original,
7‘ ■ arde en una sola y única llama aquello que en la
naturaleza y en la historia está separado, y aque­
I'JU llo que en la vida y en la acción, así como en el
pensamiento, huye eternamente [...]. El arte es
iOi el único órganon de la filosofía. : ■

>t *
y: j f ,i

. Las com p aracion es y d iferen ciacion es


entre ambos sistemas llevan al autor a plan­
tear la discusión en tom o al absoluto, enten­
dido éste com o síntesis o unidad originaria
entre sujeto y objeto. M as la existencia de
dicha oposición le parece irresoluble como
problem a teórico, ya que dentro del ámbito
de la facultad de conocer no se puede conce­
bir ni sujeto absoluto, ni objeto absoluto; de
ahí que busque solucionar la cuestión en el
« M í U-fí-

ESTUDIO PRELIMINAR XXI

dominio de la razón práctica. Ambos siste­


mas, en tanto se comprenden como sistemas
de conocimiento, son para él simples juegos
de ideas que tienen que alcanzar realidad,
no a través de una facultad de conocer, sino
a través de una facultad realizadora. Sólo
mediante su comprobación práctica puede el
hombre decidirse por uno u otro sistema. La
filosofía sale así del ámbito del saber y la
razón pasa de teorética a razón creadora.
Los principios en que uno y otro sistema se
asientan, teóricamente indemostrables, son
-—en palabras de Jacobi— meras prolepsis,
afirmaciones gratuitas que con ayuda de la
libertad, deben probarse en el dominio de la
acción. La especulación teórica supone por
adelantado nuestra resolución, y los princi­
pios se establecen mediante nuestra decisión
práctica. Por ello el inicio de nuestro saber
radicará en prejuicios originarios insupera­
bles, que sólo tienen un valor subjetivo.
Según Schelling, el verdadero problema
de toda filosofía se enuncia así: ex nihilo
nihil fit. Esto implica habérselas con la tran­
sición entre infinito y finito, y viceversa. Tal
problem ática acaba por reenviarnos de
nuevo al comienzo de las cartas, a la aspira­
ción de lo finito a perderse en lo infinito que
reflejara el poema de Hegel. La anulación
del sujeto, la idea de autoaniquilamiento y
unión con lo absoluto, resulta ser el princi­
pio moral del dogmatismo y el comienzo de
XXII VIRGINIA CAREAGA

toda filosofía fantástica. La intuición intelec­


tual, o A m or Dei de Spinoza, es concebida
por el autor como ilusoria identificación del
contemplador con lo contemplado, lo cual,
entre otras cosas, supone abolir el tiempo y
entrar en la eternidad, además de la contra­
dicción de pensamos existentes a la vez que
inexistentes. Ya en la Antigüedad se dieron
ensoñaciones similares, evocaciones de un
estado absoluto que hacían posible la creen­
cia en la anámnesis y en la inmortalidad. Spi­
noza, creyendo haber alcanzado tal estado
intelectual, creyó además haber suprimido la
paradoja que los sentidos y la razón inevita­
blemente suscitan entre moralidad y felici­
dad.
La antítesis entre moralidad y felicidad no
se da en lo absoluto, puesto que la existencia
de una ley moral, o deber, es impensable en
tal dominio. Para la sensibilidad griega la
felicidad absoluta correspondería a la falta
de sujeción a la ley, a la arbitrariedad de la
que gozaban los makares zeoi, mas con el fin
de honrar a los pobres m ortales había, sin
embargo, conservado la libertad moral. Tal
estado de felicidad y libertad absolutas sería,
según el autor, incom patible — e in v ersa­
mente proporcional— con nuestra autocon-
ciencia, y correspondería a la vida paradisía­
ca que encontram os en los m itos de tantos
pueblos y culturas. Para el joven filósofo los
únicos que con franqueza consideran el tema
ESTUDIO PRELIMINAR XXIII

de la felicidad absoluta son algunos sabios


chinos que equiparan la nada al bien supre­
mo. A l igual que a Lessing, tal situación
absoluta le suscita la imagen de un infinito
aburrim iento y, como ciertos pensadores,
tampoco él querría, por nada del mundo, ser
feliz.. : ■'.* . ■ ■ ■ , • > - J , . ;
En la Novena Carta, ante la supuesta pre­
gunta que ya esperaba de su corresponsal —en
torno al reproche de ensoñación que dirigie­
ra al dogmatismo e hiciera extensivo al criti­
cismo— Schelling retrocede para recoger en
variadas antinom ias todo lo que en cartas
anteriores había planteado. La dicotomía.e
identidad en tre sujeto y objeto se retom a
ahora en el te rre n o de la ética, lo cual le
lleva a plantear la alternativa entre epicure­
ismo y estoicismo, a considerar la dualidad
entre realism o-idealism o, y a examinar la
contraposición libertad-necesidad; mas todas
estas antinomias, tras ser analizadas, termi­
nan por cesar en lo absoluto. Al final de esta
carta encontramos por fin el rasgo verdade­
ramente diferencial de ambos sistemas en la
consecución del fin último, considerado por
el dogmatismo como realizado en el objeto o
como realizable en algún momento del tiem­
po: paraíso o utopía. El criticismo, para dife­
renciarse de aquel sistema, debe, por el con­
trario, considerarlo como objeto de una
tarea infinita. : *■i ; ? ? . ■¡v*
Pero tam poco el criticismo escapa a la
XXIV VlIHillllA f-AH M OA

Ni lltlWlIlHIt'rt'i ,w
filll’éít#f
ftíifl IOtlHUil'tHlUí OhjétO lUcí VASA,1 ■>0»V/-^V
lu i iH /ji h lti ,m . a in e m b a r c o a*
producido (iiii \n 4e o»**-
Hi Ur.Wiufi, ni jyjtttí queKmt*'t+Mt
lo incidí wdanf ícípadora de b, feaütosí-.: &&&*■
lad simada entre b facultad de conoce? >b
capacidadib mnVr/MÍón — e-
dio uniré la* do*—» «iBiífcp s s a £*
rawín teórica y m parí* a ía rasafe priesa*,.
Para ambos sistema* lo absofoto « s í
de la acción y ambo* redamarás ví reaáxa-
cíón, La única diferenciaercá srxperr ex d
espíritu que ia acompaña- e* decép s i *C
espíritu de lo* postulados prácticos rsásridrx
al destino de la esencia asesa! La c m S á ú t
o destino ( Bestimmung) del h e tr íre se?5 ■nac
aspirar a la libertad feo©
tal es la suprema exigencia de
lo que es igual a decir: «interna ecer:
nítamente la divinidad a íL c© tá a üa c2 jüi¿-
dad». No olvidemos q ss. pana H rd errr. ar
los dioses sólo creían aq reík s q re tes esa s.
Las cartas acaban pues cenándose arces La
problemática con que se im ó g o c tW is
o autarquía.
La cuestión de ¿sabersa£db>¿e ¿baca
y la aspiración a realizarlo so s áevaeise 2 I2 .
situación de estar ante en poder aSss
( Übermacht) frente ai csa l caída e i
enfrentam iento, o b ie s ia s r ~ rv-cn . S «ttíí
Uing acuerda coa s i amigo cpe. fes
ESTUDIO PRELIMINAR XXV

fuerza objetiva amenazante capaz de des­


truir nuestra libertad, debemos luchar, com­
probar nuestra libertad y sucumbir. También
está de acuerdo en que este problema ha
desaparecido ante la luz de la razón. En el
arte —en la tragedia— la lucha y la derrota
están fielmente representadas, y se soporta
la contradicción en el ámbito de la libertad
justamente porque se busca su fundamento:
* - ■ • . " • . • ■■ . i , ’ • ; /

un mortal, destinado por la fatalidad a ser un


transgresor, en lucha contra ella, es sin embargo
terriblem ente castigado por una transgresión
producto del destino. i
.', ’_ “ '•• , *• ■ v' .• ' . ‘ ■ •'* -•/* . t
El héroe necesariamente tenía que trans­
gredir y sucumbir y, puesto que sucumbía
luchando, debía ser castigado. Sólo en el cas­
tigo se reconoce su libertad; por eso la trage­
dia le parece al joven estudiante de Tubinga
(a su amigo H olderlin y a gran parte del
romanticismo, incluido —si es lícito—
Nietzsche) el más excelso modelo en el que
se manifiesta y se afirma justamente aquello
que se niega.
En la última carta se concluye que para
ser dueño de la naturaleza y de sí mismo no
debe el hombre traspasar los límites de su
representación. El reino del terror —se pre­
sente éste bajo forma de Hado, Parcas o Eri-
nias, o en sus metamorfosis y variantes de
dioses persecutorios— comienza en cuanto
abandonamos la objetividad, y nos interna-
XXVI VIRGINIA CAREAGA

mos por la senda de lo incondicionado.


E ntonces aparecen tales superpotencías,
que, en el momento en que el autor escribe,
conservan aún el nombre de un Dios moral.
Schelling intenta prevenir a sus contempo­
ráneos del engaño que se cernía sobre la
razón con el fin de m antenerla en una per­
m anente ignorancia, abusando de la debili­
dad que el kantism o había revelado. Mas
«no es la limitación de vuestro conocimiento
sino v u estra ilim itada libertad la que ha
encerrado los objetos del conocimiento den­
tro de los límites de lo puramente fenoméni­
co», afirma antes de despedirse de su amigo,
con quien parece com partir lo que Dilthey
llamó el «fanatismo de la libertad».
L a id ea de un D ios pensado m ediante
leyes morales implica para el vigoroso filóso­
fo ren u n cia r a la libertad de la voluntad y
hacer del hombre moralmente un niño; niño
— dice— que, incapaz de encontrar la justi­
cia p o r sí m ism o, tem blando ante los más
q u ed o s pensam ientos de lib ertad frente a
una superpotencia que prem ia y castiga, se
h ará enemigo de sí mismo y de los demás, y
c o n v e rtirá el m undo en un infierno. El
hecho de aceptar esta idea arruinaría no sólo
el p rin c ip io p rim o rd ial de una estética
(com o dijera en la Primera Carta), sino tam­
bién la propia ética.
D e s p u é s de ta n densas especulaciones
in tra n q u ilo , fatigado e insatisfecho —tras
••w ■ » f . t. v~> ¿ w :jt ^ t \ , . t ^ ., t . N , __ , - 4 . , J c

ESTUDIO PRELIMINAR XXVII


ponemos en guardia contra aquellos que fin­
gen razón contra la razón misma— el joven
romántico decide entregarse a la experiencia,
y «volver al goce y exploración de la natura­
leza»; naturaleza que hará objeto de sus pró­
ximas especulaciones, y a la que estas cartas
sirven de precioso pórtico. >

BIBLIO G RAFÍA
FUENTES. ■ . ,,, ••
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Sandkuhler , H. J.: Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling,


Metzler, Stuttgart, 1970.
S chneeberger , G,: Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling.
Eine Bibliographie, Francke, Berna, 1954.
PREÁM BULO

Debido a una serie de acontecimientos, el


autor de estar cartas tiene la convicción de
que los límites trazados por la Crítica de la
razón pura entre dogmatismo y criticismo no
están, para muchos amigos de esta filosofía,
determinados aún con suficiente precisión.
Si el autor no se engaña, se está intentando
edificar, a partir de los trofeos del criticismo,
un nuevo sistema de dogmatismo ante el
cual cualquier pensador sincero añorará la
vuelta del antiguo sistema. Sin duda merece
la pena, aunque no sea tarea agradable, ata­
jar a tiempo tales desviaciones, más dañinas
para la verdadera filosofía que el más perni­
cioso, pero con todo coherente, sistema filo­
sófico. Entre diversas posibilidades estilísti­
cas, en la creencia de que así sus ideas
podrán ser expresadas con mayor claridad,
el autor ha elegido la forma epistolar, y lo
que más importa aquí es la claridad.
Oídos no acostumbrados a cierta dureza
podrían escandalizarse a causa de algunos
[3]
-----------------------

4 FR1EDRICH W ILHELM JOSEPH V O N SCHELLING

puntos de la exposición; el autor quiere acla­


rar que sólo el más profundo convencimien­
to acerca d el n efasto carácter del sistema
contestado justifica este tono extremado! '

O JU S .M Á H Í?* !

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P R IM E R A CARTA

í, Le comprendo, querido amigo : Usted


cree que luchar contra un poder absoluto y
sucumbir en la lucha supone mayor sublimé
dad que cobijarse de antemano contra todo
peligro m erced a un Dios moral. En efecto,
esta lucha contra lo inconmesurable no sólo
es lo más sublime que el hombre pueda pen­
sar, sino, a mi juicio, el principio mismo de
toda sublimidad. Pero me gustaría saber qué
explicación encuentra usted en el dogmatis­
mo tanto para este poder con que el hombre
se enfrenta a lo absoluto, cuanto para el sen­
timiento que acompaña a esta lucha. El dog­
m atism o co n secu en te se ocupa no de la
lucha, sino de la sumisión; no de la violenta,
sino de la voluntaria derrota y de la pacífica
entrega de sí mismo al objeto absoluto. En
el dogmatismo cualquier idea de oposición y
de agresiva autarquía proviene de un siste­
ma m ejor. P o r eso la sum isión ofrece un
6 FRIEDRICH WILHELM JOSEPH VON SCHELLING

aspecto puram ente estético. Lo que el arte


opone en el otro polo de la lucha es el tran­
quilo abandono en lo inconm ensurable, la
seren id ad en los brazos del m undo: en el
centro encontramos la estoica serenidad del
espíritu, serenidad en espera de la lucha o
sólo alcanzable tras ella.

2. Si el espectáculo de la lucha nos sumi­


nistra el más álgido momento de la autarquía
del hom bre, el momento más elevado de su
vida se da, por el contrario, en la contempla­
ción silenciosa de esta serenidad. Se entrega a
un mundo joven para calmar ante todo su sed
de vida y de existencia. ¡Existir, existir!, algo
clama dentro de él. Prefiere arrojarse en bra­
zos del mundo que en brazos de la muerte.

'(^ 3 p L a idea de un D ios m oral tom ada


desde este punto de vista (estético) suscita
enseguida el siguiente juicio: aceptar esta
idea supone la pérdida inmediata del princi­
pio esencial de la estética. -
> ij . 4* ■ : -i . i ' 1 i• i

4 Pues la idea de mi oposición al mundo,


tanto si entre él y yo coloco un ser superior,
cuanto si necesito de un guardián del mundo
que lo m antenga en sus límites, no encierra
ya para mí grandeza alguna.

5. C uanto más lejos de mí esté el mun­


do, cuanta más distancia entre él y yo esta-
CARTAS SOBRE DOGMATISMO Y CRITICISMO 7

blezca, tanto más limitada será mi visión


del mismo, y tanto más imposible será mi
abandono, la recíproca aproximación y la
derrota común en la lucha (esencial princi­
pio de la belleza). El verdadero arte, o más
aún lo fteíov en el arte, es un principio
interno que conforma la materia de dentro
afuera y que se opone violentamente a todo
craso mecanismo, a toda acción externa que
acumule sin regla alguna la materia. Al
tiempo que perdemos tal principio interno,
perdemos la contemplación intelectual del
mundo, surgida en nosotros por la unión
instantánea de ambos principios opuestos; y
este principio se pierde tan pronto como
pueda servirnos tanto para la lucha como
para la unión.

(/ ( p Hasta aquí, amigo mío, estamos de


acuerdo. La idea de un Dios moral no
posee, en forma alguna, carácter estético.
Pero, aún digo más, ni siquiera tiene carác­
ter filosófico: no sólo no contiene nada
sublime, sino que no contiene nada en abso­
luto; tan vacía está como cualquier otra
representación antropomórfica (pues en
principio son todas semejantes). Con una de
sus manos toma lo que con la otra ha entre­
gado, y quiere por un lado dar lo que por
otro quita: simultáneamente quier rendir
homenaje a la debilidad y a la fuerza, a la
cobardía y al coraje moral.
8 FRIEDRICHW1LHELM JOSEPH V O N SCHELL1NG

7. Q uiere un Dios. Con e llo en nada


aventaja al dogm atism o. N o pu ede poner
límites al mundo mediante esta idea sin atri­
buirle, a su vez, los que del mundo ha toma­
do; en vez de temer al mundo, debo, pues,
temer a Dios.
' -i';*/: 0< : C "/"r

8. Lo que diferencia al criticismo no es


tanto la idea de un Dios, cuanto la idea de
un Dios pensado mediante leyes morales. Na­
turalmente la primera pregunta que me haré
será: ¿cómo he podido, llegar a esta idea de
un Dios moral! ■
íj
( jí) Si examinamos de cerca la respuesta
que ha dado la mayoría, podríamos resumir­
la de la siguiente forma: siendo la razón teó­
rica demasiado débil para concebir un Dios
cuya idea sólo es realizable a través de exi­
gencias morales, me veo obligado a pensar la
idea de Dios tam bién bajodeyes morales.
,P^ra salvar mi moralidad necesito la idea de
/ un Dios moral y, puesto que sólo la acepto
en la medida en que tengo que salvar mi
moralidad, este Dios debe ser un Dios
moral. ■ ¡ ••

10. Por lo tanto, debido a razones prácti­


cas, necesito no la idea de Dios, sino la idea
de un Dios moral. Pero ¿de dónde surge esta
idea de Dios que deberíais poseer antes de
haber concebido la idea de un Dios inorall
CARTAS SOBRE DOGMATISMO Y CRITICISMO 9

Decís que la razón teórica no está en condi­


ciones de concebir un Dios. Bien, llamadlo
como queráis: hipótesis, conocimiento, creen­
cia, de todas formas no podréis escapar a la
idea de Dios. ¿Cómo, pues, habéis llegado a
esta idea justamente a través de exigencias
prácticas? No será gracias a tales sortilegios
como: necesidad práctica, creencia práctica.
Tal hipótesis era imposible en la filosofía
teórica no porque yo no tuviere necesidad
de ella, sino porque no encontré lugar para
la absoluta causualidad.

11. «Pero la exigencia práctica es más


necesaria, más urgente, que la teórica.» Ésto
no hace al caso. Una exigencia, por acucian­
te que sea, no puede hacer posible lo imposi­
ble: de momento acepto lo acuciante de la
exigencia, y únicamente deseo saber cómo
pretendéis satisfacerla o qué nuevo mundo
habéis súbitamente descubierto en el que ha
lugar la absoluta causalidad.

12. Pero tampoco he de preguntaros


' sobre ello. ¡Sea como decís! La razón teóri­
ca, a pesar de no haber podido encontrar ese
mundo, tiene también, ahora que ha sido
descubierto, derecho a tomar posesión de él.
La razón teórica no puede por sí misma
abrirse paso hasta el objeto absoluto; pero,
ya que vosotros lo habéis descubierto,
¿cómo vais a impedirle que tome parte en el
10 FRIEDRICH WILHELM JOSEPH VON SCHELLING

nuevo descubrim iento? Por lo tan to , la


razón teórica, para admitir junto a su anti­
guo dominio otro nuevo, deberá ampliarse
gracias a la ayuda de otra razón com pleta­
mente distinta, es decir, gracias a la razón
práctica.

13. Pero, si ya es posible ampliar el domi­


nio de la razón, ¿por qué he de esperar
tanto? También afirmáis que la razón teórica
tiene la necesidad de suponer una causalidad
absoluta. Si vuestras exigencias pueden crear
nuevos mundos, ¿por qué no van a poder
también hacerlo las exigencias teóricas?
«Porque la razón teórica es demasiado estre­
cha, demasiado limitada para ello.» ¡Bien,
esto era justamente lo que esperaba oír! En
algún momento, tarde o temprano, deberíais
dejar entrar en juego también a la razón teó­
rica. Reconozco sinceramente no entender
lo que concebís como una pura hipótesis
práctica. Esta palabra sólo puede significar,
al igual que cualquier otra, un criterio de
verdad concebible teóricamente en cuanto a
la forma, pero prácticamente en cuanto al
fundamento, a la materia. Precisamente de
eso os quejáis; de que la razón teórica sea
demasiado estrecha y limitada para concebir
la absoluta causalidad. Si la razón práctica
justifica tal hipótesis, ¿de dónde nace enton­
ces el nuevo criterio de verdad suficiente­
mente amplio para una causalidad absoluta?
CARTAS SOBRE DOGMATISMO Y CRITICISMO 11

/1 4 ) ¡Podréis mostrarme mil manifestacio-


neSae una causalidad absoluta fuera de mí,
y mil exigencias de una razón práctica forta­
lecida, pero mientras mi razón teórica per­
manezca la misma, nunca podré creer en
ellas! ¡Para poder creer en un objeto absolu­
to sería necesario que me suprimiera a mí
mismo como sujeto creyente! \

15. No; no quiero alterar vuestro Deus ex


machina. Podéis mantener vuestra idea de
Dios. Pero ¿cómo habéis llegado a la idea de
unDiosraorá/?

16. ¿Tiene la ley moral que aseguraros la


existencia frente a un Dios todopoderoso?
Tened cuidado: no admitáis este poderío
absoluto antes de saber con certeza cuál es
la voluntad que concuerda con esta ley.

17. ¿Mediante qué ley pretendéis alcan­


zar esta voluntad? ¿Mediante la misma ley
moral? Con justicia me pregunto cómo es
posible que supierais que la voluntad de tal

1Quien me diga que tales objeciones no atañen al criticis­


mo nada me dice que yo mismo no haya pensado ya. Éstas
van dirigidas no contra el criticismo, sino contra ciertos intér­
pretes que deberían haber aprendido —no diré ya del espíri­
tu de dicha filosofía, sino tan sólo de la palabra «postulado»
utilizada por Kant (¡cuyo sentido, por lo menos matemático,
debiera serles conocido!)— que la idea de Dios se emplea en
el criticismo^comojmerCLQ.bjelp^ en modo alguno
como objeto de verdad.
12 FRJEDRICH W1LHELM JOSEPH V O N SCH ELLING

ser concuerda con tal ley. Lo m ás sencillo es


decir que tal ser es el c r e a d o r d e la ley
moral. Ello sería ir en contra del espíritu y la
letra de vuestra p ro p ia filosofía; ¿h ay que
concebir la ley m oral com o in d e p e n d ie n te
de cualquier v o lu n ta d ? E n ta l caso nos
encontraríam os en el re in o d e l fatalism o ;
pues una ley que no se explica p o r la presen­
cia de un ser in d ep en d ien te q u e ta n to rige
sobre la suprema cuanto sobre la m as ínfima
fuerza, no tiene otra sanción sino la de nece­
sidad. ¿O ha de explicarse la ley m oral a par­
tir de mi voluntad? ¿Seré yo quien dicte una
ley al altísimo? ¿U na ley? ¿L im itar el abso­
luto? ¿Yo, ente infinito?

18. ¡No, no debes hacerlo! E n tus especu­


laciones debes com enzar p o r la ley m oral,
debes organizar todo tu sistema de tal forma
que la ley m oral ocupe el p rim e r lu g ar y
seguidamente Dios. U na vez que hayas lle­
gado a Dios, puede la ley m oral im poner a
su causalidad lím ites co m p atib les con tu
libertad. Si alguien dijera que este orden no
le place, bueno, suya será la culpa si duda de
su existencia...

19. Te comprendo. Pero supongamos que


alguien más inteligente te dijera: aquello que
alguna vez ha sido válido tiene valor tanto
antes como después; cree pues todo lo más
en una absoluta causalidad exterior a ti, pero
CARTAS SOBRE DOGMATISMO Y CRITICISMO 13

concédeme también concluir, retrospectiva­


mente, que no existe ley moral alguna para
una causalidad absoluta y que no puedes
im putar a la divinidad la debilidad de tu
razón y, por lo mismo que sólo a través de la
ley moral pudiste alcanzarla, has pretendido
medirla por ese rasero y pensarla bajo esos
límites.^Resumiendo, siempre que el curso
de tu filosofía tenga un sentido progresivo,
te concederé lo que quieras: pero, querido
amigo, no te sorprenderás cuando de nuevo
desande el camino que contigo he recorrido,
y retrocediendo destruya todo aquello que
con tanto trabajo has construido. No puedes
buscar tu salvación más que en una huida
incesante: guárdate de no detenerte en nin­
gún lugar, pues allí donde te detengas te
alcanzaré y te obligaré a retroceder conmi­
go. Cada uno de nuestros pasos provocará
destrucción; ante nosotros el paraíso; detrás,
el desierto y la desolación.

20. Sí, amigo mío, supongo que debe


estar usted cansado de tanta alabanza con
que se acosa a la nueva filosofía y de los con­
tinuos servicios que de ella se solicitan cada
vez que se tra ta de debilitar a la razón.
¿Acaso existe para un filósofo espectáculo
más bochornoso que verse encumbrado
mediante alabanzas por su mal comprendido
sistema, mal utilizado y reducido a manidas
fórmulas y letanías? Si Kant sólo quiso decir:
14 FRIEDRICH WILHELM JOSEPH VON SCHELLING

queridos hombres, por cuanto vuestra razón


teórica es demasiado débil para concebir un
Dios, debéis por tanto ser moralmente bue­
nos y, en nombre de la moral, admitir un ser
que premie a los virtuosos y castigue a los
viciosos, ¿qué hay de inesperado, extraordi­
nario o inaudito que merezca este tumulto
general y esta plegaria: Dios mío, líbranos
sólo de nuestros amigos, que de nuestros ene­
migos nos encargaremos nosotros? ; ¡ - ■■
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S E G U N D A C A R TA V 1 i1 i t .MHj

*) • * ¿• • ; í • .. ..,
- L E l criticism o, amigo mío, cuenta sólo
con débiles armas contra el dogmatismo al
fundam entar to d o su sistema únicamente
sobre la m odalidad de nuestra facultad de
conocer, y no sobre nuestra esencia origina­
ria. N o voy a ocuparme del poderoso atracti­
vo que ejerce el dogmatismo, al menos en la
medida en que parte no de abstracciones o
principios muertos, sino (por lo menos en su
forma acabada) de una existencia que pone
en ridículo todas nuestras palabras y nues­
tros muertos principios. Sólo quiero pregun­
tar si el criticismo hubiera podido verdade­
ram ente alcanzar su m eta — liberar a la
humanidad— de haber fundado todo su sis­
tem a, só lo y ú n icam en te, sobre nuestra
facultad de conocer, considerándola como
algo fundamentalmente diferente de nuestra
esencia originaria. , . . ,
16 FRIEDRICH WILHELM JOSEPH VON SCHELLING

2. Así pues, si no es mi misma esencia


originaria la que postula no admitir una
absoluta objetividad, y es sólo la debilidad
de mi razón lo que me impide el tránsito a
un mundo objetivo absoluto, bien podrás
entonces construir tu sistema de la razón
débil, pero no creas que con ello has dado
leyes al mundo objetivo. Tu castillo de nai­
pes podría quedar destruido por un soplo de
dogmatismo. ; V

3. Si lo primero que la filosofía práctica


realiza no es la absoluta causalidad misma,
sino sólo su idea:, ¿crees tú que esta causali­
dad con su poder sobre ti va a estar esperan­
do a que tú penosamente lleves su idea a la
práctica? Si quieres actuar libremente, tienes
que actuar antes que un Dios objetivo sea:
pues de nada sirve que sólo creas en él cuan­
do hayas actuado: antes de que hayas actua­
do y antes de que hayas creído, su causali­
dad ha anulado la tuya. .'c.; '-i-..

4. En realidad debería protegerse a la


débil razón. Pero débil no es aquella razón
que quiere conocerlo. Por creer que no
podéis actuar sin un Dios objetivo y un
mundo absolutamente objetivo, se os ha teni­
do que entretener con el recurso de su debili­
dad para poder arrebataros con mayor facili­
tad el juguete de vuestra razón. Se os ha teni­
do que consolar con la promesa de que se os
CARTAS SOBRE DOGMATISMO Y CRITICISMO 17

devolvería más tarde, con la esperanza de


que, cuando llegue ese momento, hayáis
aprendido a actuar por vosotros mismos y
hayáis, por fin, llegado a ser hombres. Pero
¿cuándo ha de cumplirse tal esperanza?

5. Dado que la primera tentativa empren­


dida contra el dogmatismo sólo pudo partir
de una crítica de la facultad de conocer, creis­
teis poder cargar a la razón con la culpa de
vuestra insatisfecha esperanza. Con ello que­
dasteis totalmente satisfechos. Por fin alcan­
zabais lo que hacía tanto tiempo deseabais:
demostrar la debilidad de la razón mediante
una evidente gran prueba. No es el dogmatis­
mo lo que para vosotros quedaba refutado,
sino, todo lo más, la filosofía dogmática. Pues
el criticismo no podía ir más allá de la
demostración de lo indemostrable de vuestro
sistema. Naturalmente, debisteis atribuir la
culpa de tal resultado no al dogmatismo
mismo, sino a vuesra facultad de conocer a la
que, por cuanto considerabais el dogmatismo
como el sistema más deseable, tuvisteis que
acusar de debilidad e insuficiencia. Creisteis
que el dogmatismo, cuyo fundamento radica­
ría en algo más que nuestra facultad de cono­
cer, podría burlarse de nuestra demostración.
Cuanto más os demostremos la imposibilidad
de realizar ese sistema mediante la facultad
de conocer, más os aferraréis a vuestra creen­
cia. Lo que no encontrasteis en el presente lo
18 FRIEDRICH WILHELM JOSEPH VON SCHELLING

habéis desplazado hacia el futuro. Conside­


rasteis desde siempre la facultad de conocer
como una vestimenta que os cubría y que,
una vez pasada de moda, podría voluntaria­
mente seros despojada por una mano más
poderosa. O bien como una magnitud a la
que voluntariamente puede sustraerse una
fracción.

6. Insuficiencia, debilidad ¿no son limita­


ciones accidentales que perm iten hacerse
extensivas al infinito? Y vosotros, convenci­
dos de la debilidad de la razón (maravilloso
panorama ver finalmente a filósofos, soña­
dores, creyentes e incrédulos ponerse de
acuerdo en algún punto), ¿no habéis al tiem­
po engendrado la esperanza de tomar parte
algún día en fuerzas superiores e, incluso,
dada la creencia en estas limitaciones, con­
traído el deber de utilizar todos los medios *
para superarlas? Debéis, en verdad, estamos
profundamente agradecidos por haber refu­
tado vuestro sistema. Ya no necesitáis buscar
pruebas sutiles y difíciles de comprender: os
hemos abierto un camino más corto. Aque­
llo que no seáis capaces de probar, selladlo
con la razón práctica, con la absoluta seguri­
dad de que vuestra m oneda ten d rá curso
legal allí donde todavía reine la razón huma­
na. Bien está que la orgullosa razón sea
humillada. Hubo un tiempo en que se basta­
ba a sí misma; ahora reconoce su debilidad y
CARTAS SOBRE DOGMATISMO Y CRITICISMO 19

espera pacientemente que el impulso de una


mano superior os lleve, oh privilegiados, más
allá de las mil noches de insomnio y fatigo­
sos esfuerzos del pobre filósofo.

7. Ya es hora, amigo mío, de destruir el


engaño, y decir, con claridad y precisión, que
el criticismo no se ocupa sólo en deducir la
debilidad de la razón, y demostrar simple­
mente que el dogmatismo es indemostrable.
Usted es quien mejor sabe cuán lejos nos
han llevado los malentendidos sobre el criti­
cismo. Alabo al viejo y noble wolffiano para
quien aquel que no creyere en su demostra­
ción debería ser considerado como cabeza
afilosófica. ¡Y esto aún era poco! A quien no
cree en las demostraciones de nuestros más
recientes filósofos se le cuelga el anatema de
depravado moral.

8. Ya es hora de hacer la distinción, y


dejar de alimentar entre nosotros a un ene- -
migo clandestino que, deponiendo las armas
en algún lugar, toma nuevas en otro para
combatirnos, no en el campo abierto de la
razón, sino en los oscuros rincones de la
superstición.

9. Ya es hora de anunciar la libertad de


espíritu a una mejor humanidad y no con­
sentir que llore por más tiempo la pérdida
de sus cadenas.
•" : ■,-¡ 1 • - i■

T E R C E R A CARTA
- — • * • •. i’ . « " . •' •’ . . - «■ ■

1. No he querido decir eso, amigo mío.


No he querido culpar a la misma crítica de la
razón pura de tales malentendidos. Verdad
es que la obra daba ocasión para ello; y así
debía ser. P ero la culpa se debía al aún
vigente poder del dogmatismo, que todavía
mantenía presos entre sus ruinas los corazo­
nes de los hombres. v : v
■ * *

2. La crítica de la razón pura daba oca­


sión a tales errores, porque era tan sólo la
crítica de nuestra fa cu lta d de conocer, y
como tal no podía ir más allá de las refuta­
ciones negativas del dogmatismo. La primera
lucha contra el dogm atism o sólo podía
comenzar en un punto común a él y al mejor
sistem a. A m b o s se op on en en su primer
principio p ero d eb en en un determ inado
m om ento encontrarse en un punto que les
sea común, pues no podrían existir sistemas
[21]
22 FRIEDRICH WILHELM JOSEPH VON SCHELLING

diferentes de no existir ai mismo tiempo par­


ticipación de todos ellos en un dominio
común.
3, Esto se sigue necesariamente del con­
cepto de filosofía. La filosofía no debe ser
un artificio por el que se admire sólo el
genio de su autor, sino que debe describir el
recorrido mismo del espíritu humano y no
sólo el de un individuo. Este recorrido tiene
que atravesar territorios comunes a todos los
partidos.
' í r? .. r. „• ’i:. r ’ >•-' J
4. Si nuestro único tema fuera lo absolu­
to, nunca habría dado lugar a una polémica
entre los diferentes sistemas. Sólo por el
hecho de salir de lo absoluto se origina la
polémica en torno a él, y sólo a consecuencia
de este conflicto originario del espíritu
humano surge la disputa entre filósofos. Si
alguna vez consiguiera, no el filósofo sino el
hombre, abandonar ese territorio, en el que
se encuentra por haber salido del absoluto,
desaparecería toda filosofía y el territorio
mismo, surgido únicamente a causa de este
conflicto, real tan sólo en la medida en que
ésta persiste.

5• Quien considere su tarea primordial


zanjar la disputa de los filó so fo s, debe
com enzar justam ente por el punto en que
surgió la lucha de la filosofía misma o, lo que
CARTAS SOBRE DOGMATISMO Y CRITICISMO 23

es igual, donde comenzó el conflicto origina­


rio del espíritu humano. Este punto no es
otro que el haber salido de lo absoluto; pues
sobre el absoluto estaríamos todos de acuer­
do si nunca hubiéramos abandonado su esfe­
ra, y si nunca hubiéramos salido de ella no
tendríamos ningún otro terreno en el que
luchar.

6. La crítica de la razón pura empezó


efectivamente su combate en este punto.
¿Cómo son posibles en general los juicios
sintéticos?, pregunta Kant en el mismo prin­
cipio de su obra, y esta pregunta está en la
base de toda su filosofía, como problema
que afecta al punto esencial común a toda
filosofía. Dicho de otro modo la pregunta es:
¿Cómo es posible en general salir de lo abso­
luto y dirigirse hacia su principio opuesto?

7. La síntesis sólo surge, en efecto, a causa


de la lucha de lo múltiple contra la unidad
originaria. Pues, si no hubiese oposición algu­
na, no habría necesidad de síntesis; donde no
existe la multiplicidad, hay sin más unidad.
Pero, si lo originario fuese la multiplicidad,
no se produciría síntesis alguna. Aunque la
síntesis no sea concebible más que como el
enfrentamiento de una unidad originaria con
una multiplicidad, la crítica de la razón pura
no pudo llegar a alcanzar este unidad absolu­
ta, porque para zanjar las disputas de los filó-
24 FRIEDRICH WILHELM JOSEPH VON SCHELL1NG

sofos sólo podía partir del hecho que origi­


naba la lucha de la. filosofía.
Por lo tanto, sólo pudo dar por supuesta
esta síntesis originaria como un hecho de la
facultad de conocer. Con ello conseguía una
gran ventaja que con creces compensaba los
inconvenientes que por otro lado se le plan­
tean.

8. Ya no ten ía que enfrentarse con el


dogmatismo acerca del hecho en cuanto tal,
sino con sus consecuencias. Perm ítam e,
amigo mío, no tener que justificar ante usted
esta afirmación, ya que usted nunca ha podi­
do comprender cómo se ha atribuido al dog­
matismo la afirmación de que no existen en
absoluto juicios sintéticos. Usted sabe, desde
hace tiempo, que ambos sistemas estaban en
desacuerdo no sobre la pregunta de si eran o
no posibles los juicios sintéticos, sino sobre
otra pregunta más profunda: ¿dónde radica
el principio de esta unidad que se expresa en
juicios sintéticos? r *
•‘ * ' -• v ' y t \ f r •i ■ - *

9. La desventaja que por otro lado se


planteaba era casi un motivo necesario para
el malentendido que atribuía sólo a la facul­
tad de conocer toda la culpa de los resulta­
dos desfavorables al dogmatismo. El malen­
tendido seguiría siendo inevitable mientras
se considerase a la facultad de conocer como
algo propio del sujeto, pero no de carácter
CARTAS SO BRE DOGMATISMO Y CRITICISMO 25

necesario. P ero este e rro r de considerar la


facultad de conocer como algo independien­
te de la esencia del sujeto no podía ser trata­
do por una crítica de la simple facultad de
conocer, porque ésta no podía considerar al
sujeto más que como objeto de la facultad de
conocer y, p o r lo ta n to , diferente de sí
mismo como sujeto.

10. El m alentendido iría haciéndose cada


vez más in e v ita b le p o rq u e la crítica de la
razón pura, al igual que cualquier otro siste­
ma puram ente teórico, no podía ir más allá
de la to ta l indiferenciación: es decir, sólo
podía dem ostrar la indemostrabilidad teórica
del dogmatismo.
Pero como adem ás existía la sagrada ilu­
sión, m antenida p o r una vieja tradición, de
que el dogm atism o era el sistema práctico
más deseable, lo más natural era que el dog­
matismo buscara su salvación recurriendo a
la debilidad de la razón. Pero esta ilusión no
podía ser com batida m ientras se permane­
ciera en el dom inio de la razón teórica, y
quien la llevó al dom inio de la práctica
¿pudo acaso oír la voz de la libertad?

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