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Estticas dE la invErsin: Franois rabElais y EnriquE

Marty, dos ManEras dE convivir con la intolErancia


Aes the tic s of subvers ion: Franois Rabelais and Enrique Marty,
two ways of coexis ting with intolerance
Rosa Benitez Andrs
e-mail: beneitezr@usal.es
Universidad de Salamanca
rEsuMEn: Determinar el rol de la Literatura y las Artes en la formacin de las identidades sociales ha
sido una de las tareas afrontadas por las Teoras literarias y artsticas de las ltimas dcadas. A pesar de las diferencias existentes entre las mltiples perspectivas tericas, todas vendran a coincidir en resaltar que, en el
proceso de formacin de la identidad grupal, no slo se privilegia unas singularidades y se descartan otras
en funcin de determinados intereses sino que adems se toman ciertas diferencias o divisiones internas
al grupo y se proyectan como distancia insalvable e intolerable entre individuos o comunidades.
Dentro de esta perspectiva, se pueden rastrear algunas producciones artsticas y literarias, que en determinados periodos histricos, han llevado a cabo una cierta contra-representacin de las sociedades en las
que se sitan. As, tanto Rabelais en el Renacimiento, como Enrique Marty en la cultura contempornea habran llevado a cabo una revisin de los modelos establecidos y un cuestionamiento de la idea de identidad
unitaria y, por tanto, de aquello considerado como aceptable, que era y es pregonada por el sistema de
pensamiento en el que se inscriben.
Palabras clave: Identidad, Tolerancia/intolerancia, Inversin esttica, Franois Rabelais y Enrique Marty
abstract: In the last decades, one of the issues tackled by Literature and Art Theory has been to specify
their role in the construction of social identities. Despite the differences between theoretical perspectives,
they all agree that the process of constructing a group identity is based on several interests and not only gives
privilege to some singularities and leaves others behind, but also that some differences and divisions inside
the group are taken as an intolerable and insurmountable distance between individuals or communities.
Within this perspective, we are able to analyze two pieces, one from literature and other from art that
in specific historical periods had led to a certain counter-representation of the societies in which they are set.
In this way, Rabelais during the Renaissance, and Enrique Marty in contemporary culture, assume a checkup of the established models and that they question the idea of joint identity, as well as all that has been
taken as acceptable.
KEy words: Identity, Tolerance/intolerance, Aesthetic subversion, Franois Rabelais and Enrique Marty.
Fecha de recepcin: 7-VIII-2011
Fecha de aceptacin: 5-IX-2011

Foro de Educacin, n. 13, 2011, pp. 205-216.


ISSN: 1698-7799

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ROSA BENITEZ ANDRS

Una de las cuestiones abordada por la Teora del Arte y de la Literatura de


las ltimas dcadas ha sido la de especificar cul es el papel de stas manifestaciones culturales en la formacin de las identidades sociales. Durante mucho
tiempo, la Esttica y Filosofa del arte posterior a Hegel continu cierta tesis, aunque simplificada, elaborada por este filsofo en relacin al desarrollo del Espritu
Absoluto y la posicin de las artes dentro de la evolucin y autoconocimiento
del mismo. Las creaciones artsticas y literarias eran entendidas, en mucha de la
produccin terica que sigui al filsofo alemn y bajo el amparo de su autoridad,
como la encarnacin en una determinada poca histrica del Espritu de
sta. A partir de tal afirmacin, se segua una inconsecuente equiparacin entre
arte y sociedad nacional que supona no slo la identificacin de un colectivo con
una determinada cultura, sino tambin la idea de que las producciones artsticas
resultaban ser un fiel reflejo de su contexto social inmediato.
Las crticas realizadas por diversas corrientes del pensamiento contemporneo han puesto de manifiesto que ni las artes son un simple espejo social, ni cumplen una funcin meramente representativa. Perspectivas como la marxista, la
psicoanaltica o la elaborada por la Crtica de la cultura han hecho hincapi en el
papel formativo que la literatura y las artes ocupan en la elaboracin de las identidades. stas, lejos de responder a supuestas inmanencias colectivas, se muestran,
cada da ms, como constructos poltico, social y econmicamente determinados, en los que las artes desempean un rol constitutivo decisivo. As, como ejemplo, el Psicoanlisis sealando que el individuo se forma, en cierto modo, por
identificaciones con el Otro entendera, con ello, a la literatura y el arte como
fuente de modelos que aceptar o rechazar, en funcin de determinados intereses
(entre los que habra que incluir aquellos provenientes del inconsciente). Y esto
no slo en lo que respecta a la configuracin de la identidad individual, sino tambin concibiendo a las artes como productoras de arquetpicas identidades de
grupo que, en determinados momentos, pueden adscribirse a un discurso, para
reclamar su posicin como colectivo. Tal sera el caso de todos los movimientos
poscoloniales, de gnero o aquellos relacionados con determinadas subculturas.
Los problemas asociados a estas ltimas posturas vienen determinados por
el hecho de que todas poseen un claro inters poltico sobre todo desde que la
literatura se asoci a la formacin de las naciones1 o se utiliz, mas recientemente,
como plataforma de minoras2 que acaba por reducir el discurso artstico con
el que se vinculan a simple programa reivindicativo de concepciones excesivamente esencialitas o puramente pragmticas de la identidad (ya sea individual o
colectiva). En cualquier caso, todas las teoras vendran a coincidir en que en el
1
Un importante estudio, en este sentido, fue el elaborado por Itamar Even Zohar en relacin a la instrumentalizacin de los textos literarios en los periodos de construccin de la identidad nacional: EVENZOHAR, Itamar, La funcin de la literatura en la creacin de las naciones de Europa en: VILLANUEVA,
Daro (ed.), Avances en Teora de la literatura (Esttica de la Recepcin, Pragmtica, Teora Emprica y Teora de los Polisistemas). Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 1994. pp. 357-377.
2
A partir de todo el trabajo desarrollado por la Teora postcolonial, con autores como Said, Spivak,
Bhabha, Fanon, Butler, etc., este tipo de estudios aumentaron de manera exponencial en los Departamento
de Literatura norteamericanos, a finales del S.XX

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proceso de formacin de las identidades no slo se privilegia unas diferencias y


se descarta otras, sino que adems seran aquellos que asumen el poder, los encargados de tomar una determinada diferencia o divisin interna del colectivo general y proyectarla como distincin insalvable entre individuos o grupos. Es decir,
decretaran cules son aquellos rasgos considerados como comunes y, por tanto,
tolerados, y cules esas otras caractersticas de las que distanciarse y estimar como
intolerables, dentro de la identidad programada.
En este sentido, uno de los tericos que ms crtico ha sido con los llamados
Estudios Culturales pero que, a su vez, ms ha contribuido a la formacin de
stos, Fredric Jameson, se refiere de la identidad cultural entendindola como:
conjunto de estigmas que tiene un grupo a los ojos del otro (y viceversa)3. Segn
este pensador, suele ocurrir que los pertenecientes a una cultura determinada y
por tanto, englobados bajo una identidad comn, hablan de su propia cultura en
los mismos trminos que los utilizados por el grupo de contacto, hecho que supone la recuperacin de la visin del otro, sobre la concepcin elaborada por ellos
mismos. Se erige, de este modo, la cultura como vehculo o negociacin entre
grupos, que puede perpetuar este falso objetivismo surgido de la compleja relacin
histrica. Dice Jameson que deberamos entender esta relacin entre grupos como
un hecho violento, ya que la forma que ambos tienen de coexistir es la de apartarse
uno del otro, reduciendo, por tanto, sus posibles relaciones a las primordiales de
envidia y odio. Estas vinculaciones se traducen, entonces, en el intento de apropiarse de la cultura del otro grupo (que supone a su vez inventar la cultura del
otro) y en la defensa de las fronteras del grupo primario, contra esa amenaza que
supone el saber de la existencia del Otro. En este sentido, las relaciones entre los
grupos seran siempre estereotipadas, en la medida en que implican abstracciones
colectivas del otro grupo.
Dentro de tal perspectiva podramos analizar dos obras una literaria y otra
artstica que, en determinados periodos histricos, han llevado a cabo una especie de contra-representacin de las sociedades en las que se sitan. Al decir
contra-representacin nos estamos refiriendo al hecho de que estos trabajos suponen una revisin de los modelos de contacto establecidos y cierto cuestionamiento de la idea de identidad unitaria, que era y es pregonada por el sistema de
pensamiento en el que se inscriben. As, tanto Rabelais en el Renacimiento, como
Enrique Marty en la cultura contempornea se proponen como miradas despojadas de todo convencionalismo, que analizan, adems, de manera risible, las contradicciones de sus respectivos contextos.
Garganta y Pantagruel. Franois rabelais (1483 - 1553)
Franois Rabelais es un caso atpico en la literatura del Renacimiento, igual
que lo fueron Shakespeare o Cervantes. Su particularidad reside en el modo en
que se sirve del material literario anterior a l y la forma en la que lo conjuga con
3
JAMESON, Fredric; ZIZEk, Slavoj, Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo. Trad. Moira
Irigoyen. Barcelona, Paids, 1998. p. 102.

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el contexto en el que se encuentra. Es el autor por excelencia de la cultura popular


y carnavalesca y uno de los impulsores del gnero narrativo contemporneo. Su
conocimiento de las fuentes literarias clsicas y medievales le permiti contrastar
estos modelos con una nueva realidad, la del Renacimiento, en la que todas estas
tradiciones se fundan dando lugar a un nuevo horizonte referencial y epistmico.
Esto no quiere decir que el autor trabajase como simple documentalista del universo popular o que tuviese la nica intencin de trasladar este mbito al reconocido campo de lo escrito, sino que ms bien nos obliga a entender su literatura
como discurso fronterizo, que raya el lmite de lo establecido.
Mijail Bajtn uno de los tericos que con mayor profundidad ha estudiado la
obra de Rabelais cifra la produccin de este autor dentro de la cosmovisin carnavalesca y grotesca de la cultura popular. sta, que habra permanecido latente
desde la Antigedad clsica hasta nuestros das, se construye como una especie
de mundo al revs, en el que, de manera momentnea y provisional, quedan
abolidas todo tipo de jerarquas, reglas, privilegios y ordenaciones perfeccionistas
e inclinadas a cualquier forma de perpetuacin. De este modo, se crean situaciones de inversin, perturbacin, permutacin y degradacin, inconcebibles dentro
del espacio ordinario de los acontecimientos, que posibilitan, a su vez, un cuestionamiento del orden establecido desde el que se ha generado el trastorno. Y
todo ello enmarcado bajo una perspectiva humorstica y risible de los hechos, que
a diferencia de la visin cmica de la literatura, en la que la alteracin del curso
habitual de la vida, sirve como punto desde el que volver a instaurar el orden perdido, tiene como propsito incorporar al discurso artstico las contradicciones y
ambivalencias presentes en el transcurso de la existencia4. Es decir, justamente,
situarse en el intersticio de lo tolerado y lo intolerado por la sociedad. As, para
Bajtn la forma del grotesco carnavalesco explotada por Rabelais:
ilumina la osada inventiva, permite asociar elementos heterogneos, aproximar lo
que est lejano, ayuda a librarse de ideas convencionales sobre el mundo, y de elementos
banales y habituales; permite mirar con nuevos ojos el universo, comprender hasta qu
punto lo existente es relativo, y, en consecuencia permite comprender la posibilidad de un
orden distinto del mundo5.

La operacin llevada a cabo por el autor francs, en su obra, supone tanto la


apropiacin de una famosa leyenda de origen popular las Grandes e inestimables
Crnicas del grande y enorme gigante Garganta como la creacin de un nuevo texto
literario, que, probablemente, slo utiliz al primero por el xito con el que ste
contaba entre el pblico menos erudito. De ah, que la realidad folklrica y literaria
lejos de yuxtaponerse, se fusionen en el nuevo escrito, que recoge tanto el peso de
la tradicin, formatos y referencias intertextuales, como los clichs y estereotipos
que inundaban la imaginacin de los lectores. En este sentido, lo curioso es que,
4
Para un estudio detallado de este tipo de planteamientos desestabilizadores dentro del mbito del arte
y la literatura resulta especialmente relevante el volumen: kAYSER, Wolfgang, Lo grotesco. Su realizacin en literatura y pintura. Trad. Juan Andrs Garca Romn. Madrid, Antonio Machado libros, 2010.
5
BAJTN, Mijail, La cultura popular en la Edad media y en el Renacimiento. El contexto de Franois Rabelais.
Trad. Julio Forcat y Csar Conroy. Madrid, Alianza, 1999, p. 38.

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gracias a esa integracin, los modelos ms convencionales presentes en la literatura


quedan subvertidos en el discurso rabelasiano, haciendo que las identidades surgidas en sus libros combinen rasgos pertenecientes tanto a la alta como a la baja cultura, hecho que trastoca la unidad de los patrones fijos y preestablecidos.
Al comparar la obra de Rabelais con el resto de la produccin literaria hegemnica del Renacimiento, pronto se advierte la singularidad de su propuesta. Aunque inscrito bajo el lema del docere et delectare, su trabajo se desarrolla desde una
perspectiva radicalmente distinta a la de sus contemporneos. Si la literatura del
momento tomaba como paradigma no slo formal o temtico, sino tambin
tico a la Antigedad clsica, lo que hace Rabelais es partir de la situacin social
que le rodea, para proponer una mirada crtica, que encuentra en lo grotesco la
horma de su zapato. En este sentido y por chocante que pueda resultar si no
se tiene en cuenta la variedad de este conjunto, Rabelais es tambin deudor de
la tradicin clsica: no podemos olvidar aqu gneros como la comedia latina de
Plauto y Terencio o los epigramas de Calmaco y Catulo. Pero, a diferencia de sus
coetneos, no trata de hacer que su literatura sea el programa fundacional de un
hombre renovado (el del Renacimiento), autnomo y vido de conocimiento. Ms
bien, l estara tratando de mostrar, mediante la representacin de las contradicciones que esto supona, la falacia de un proyecto universalista. Pues en un contexto, en el que los ideales renacentistas de la lite chocaban, de manera frontal,
con la realidad social en la que se inscriban, la instauracin del Humanismo habra
de hacerse mediante dispositivos de educacin, legislacin, promocin, etc. que
no toleraban, ni mucho menos, la mayora de los componentes de la cultura popular. En relacin a ello, el cambio radical que tal situacin ha experimentado en
la sociedad contempornea, donde el exceso de tolerancia ha desactivado cualquiera de las virtudes que se le podran suponer a sta, ser uno de los temas tratados ms adelante.
La obra de Rabelais se articula en cinco novelas que narran la particular vida
y aventuras de Garganta y su hijo Pantagruel. El hecho de que el conjunto de
los cinco libros apareciese en diferentes momentos de la vida del autor no deja
de tener importancia. El primer libro, titulado Pantagruel y publicado en 1532, tuvo
tanto xito entre el pblico de la poca, que provoc que Rabelais retomara la
saga y publicara, dos aos ms tarde, el volumen titulado Garganta, en el que se
cuenta el origen del protagonista de la primera novela. Cualquier lector podr establecer cierto paralelismo entre esta situacin y la de otra de las ms grandes
obras crticas de la literatura universal, el Quijote, en la que Cervantes ironiza, al
comienzo del segundo escrito y dirigindose a los propios lectores, sobre la gran
aceptacin que su libro ha tenido entre el pblico y su consecuente obligacin a
continuar con las aventuras del hidalgo. Tambin Rabelais igual que Cervantes,
aunque por motivos distintos hace una llamada de atencin a sus lectores, jugando con la autora del texto, bajo el seudnimo de Alcofribas Nasier, anagrama
con el que firmar sus dos primeros libros para evitar la censura. En esa advertencia insta a conjugar el delectare de su lectura, con el docere:

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Amigos lectores que este libro leis.


Despojaos de toda afeccin;
Y al leerlo no os escandalicis:
No contiene ni mal ni infeccin.
Cierto es que aqu poca perfeccin
aprenderis, salvo en rer;
otro tema no puede mi corazn elegir,
viendo el duelo que os mina y os consume;
ms vale de risas que de lgrimas escribir,
porque rer es lo propio del hombre6.

De este modo, lo que est haciendo Rabelais es reivindicar una concepcin


del humor y la risa: poca perfeccin aprenderis, salvo en rer, que entiende a
sta no slo como mero placer y divertimento, sino tambin como forma de conocimiento propia del hombre. En este sentido, el filsofo Simon Critchley nos
recuerda, en su libro Sobre el humor, las posiciones de Aristteles con respecto a la
risa y su capacidad cognoscitiva, as como la distincin de Scheler entre ser y
tener como punto clave a la hora de comprender la funcin que el humor puede
desempear en el ser humano. ste, que adems de poder rer, es capaz de tener
conciencia de s mismo, es el nico que posee la aptitud de rerse de su cuerpo,
de su condicin, hbitos, etc. 7
Segn Bajtn la postura mantenida en el Renacimiento con respecto a la risa
podra definirse, de manera general, como:
una de las formas fundamentales a travs de las cuales se expresa el mundo, la historia
y el hombre; es un punto de vista particular y universal sobre el mundo, que percibe a ste
en forma diferente, pero no menos importante (tal vez ms) que el punto de vista serio:
slo la risa, en efecto, puede captar ciertos aspectos excepcionales del mundo8.

Es desde esta perspectiva como se comprende cul es el sentido otorgado a


la contra-representacin en la obra de Rabelais: una concepcin de la realidad
alejada de los modelos oficiales y tolerados por el poder poltico y religioso
y que pretende acercar otra cara, la que escapa al orden establecido, de la sociedad
renacentista. No es de extraar que los libros de Rabelais fueran profundamente
criticados por personajes como Calvino9 o que su lectura fuese censurada por el
embajador espaol en la corte francesa de Carlos IX10. Siguiendo las tesis de Michael Foucault, en torno a la produccin del discurso, podramos decir que la liRABELAIS, Franois, Garganta. Trad. Iigo Snchez Paos. Madrid, Hiperin, 1986, p. 19.
CRITCHLEY, Simon, Sobre el Humor. Trad. Antonio Lastra. Torrelavega, qulea, 2010, p. 62. Unas
pginas ms delante este autor cita a Rabelais como uno de los maestros del humor escatolgico y dice: si el
humor es la vuelta de lo fsico a lo metafsico, entonces su condicin fsica es esencialmente la del cuerpo. Las
partculas fsicas del universo cmico son las partes del cuerpo, lo que Bajtn, de una manera eufemstica,
llama el estrato inferior material-corporal. Si nos remos con el cuerpo, entonces de lo que nos remos a menudo es
del cuerpo, del extrao hecho de tener un cuerpo. En el humor es como si habitramos temporalmente en un
universo gnstico, en el que nuestra materialidad se convierte en una sorpresa Ibidem, p. 64.
8
BAJTN, Mijail, Op. Cit., p. 65.
9
CALVIN, Jean, Trois traits. Textes prsents et annots par Albert-Marie Schmidt; prface de Jacques
Pannier. Paris, Je Sers, 1935.
10
RABELAIS, Franois, Op. cit., p. 15.
6
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teratura de Rabelais estaba encaminada a subvertir el orden discursivo promovido,


tolerado y controlado por el poder, mediante ciertos procedimientos que tienen
por funcin conjurar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio
y esquivar su pesada y temible materialidad11. Y es que es esto, justamente, lo
que encontramos en las novelas de Rabelais, una vuelta al estrato menos ideal del
ser humano, es decir, la transferencia al plano material y corporal de lo elevado,
espiritual, ideal y abstracto, que aqu, adems, se encuentra en total sintona con
la cultura popular medieval y renacentistas.
Por ello, esa continuacin del proyecto narrativo mencionado, no slo se
debe al xito alcanzado por la publicacin de la primera obra, sino tambin a la
voluntad del propio autor de hacer una mejor acomodacin de la cultura popular
carnavalesca que tanto triunf entre aquellos lectores que podan reconocer
esos ambientes extraoficiales dentro de la novela al campo literario. De ah,
que haya ciertas diferencias entre el primer volumen de Pantagruel de 1532 y el segundo de Garganta de 1543 as como en los posteriores, tanto en el estilo,
como en el lenguaje y la composicin. Garganta destaca, en este sentido, por lograr una mejor fusin de los planos crticos y artsticos, gracias a procedimientos
como la hiprbole, la inclusin de imgenes provenientes de la cultura carnavalesca caracterizadas por ser ambivalentes y contradictorias y el uso de metforas en las que confluyen lo espiritual y material. As, uno de sus episodios, el
ambientado en la Abada de Telema (lugar que Garganta ofrece al monje, Hermano Juan, como recompensa por sus hazaas en el enfrentamiento contra Picrocolo) supone una fuerte crtica a las prcticas docentes de la poca. Esta Abada
se presenta como una especie de comunidad ideal, que hace de contrapunto a los
corruptos mbitos monsticos contemporneos a Rabelais. El lema de esta comunidad utpica era precisamente Haz lo que quieras12. La constitucin de sus
normas y valores supone una inversin del orden establecido en el resto de abadas: desde la regulacin o, mejor dicho, la no ordenacin del tiempo, hasta la eliminacin de los votos y la permanencia o clausura13. No es posible obviar, en este
sentido, que Rabelais haba sido monje (franciscano en un primer momento y benedictino despus) y que, por tanto, conoca bien tanto los vicios como las virtudes de los mbitos monsticos, de los que se distanci al final de su vida para
dedicarse a la enseanza universitaria.
Idntico planteamiento tendra la visin pedaggica mostrada en Pantagruel
y Garganta, respectivamente. En ambos libros se narra el nacimiento, educacin
y formacin de estos dos gigantes, adems de, claro est, todas las tramas y aventuras propias del gnero. La educacin de Garganta fue, en un primer momento,
tosca y de escaso contenido segn la doctrina sofista, dice Rabelais14. A ella se
11
FOUCAULT, Michael, El orden del discurso. Trad. Alberto Gonzlez Troyano. Barcelona, Tusquets,
2005, p. 14.
12
RABELAIS, Franois, Op. Cit., p. 149. As comienza el captulo en el que se cuenta cmo estaba regulada la abada: Toda su vida estaba comprometida no por leyes, estatutos o reglas, sino segn su voluntad
y libre arbitrio.
13
Ibd., p. 139-140.
14
Ibd., p. 67: El estudio de Garganta, segn la disciplina de sus preceptores sofistas.

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contrapone el refinamiento y la severidad a los que fue sometido su hijo, tal y


como se manifiesta en una carta que Garganta le escribe a ste, mientras se instrua en Paris15. Ambas perspectivas muestran, mediante la exageracin, lo extremado de sendos modelos, el lmite de un polo y otro. As, si uno no paraba de
comer, dormir y jugar, hasta que Ponocrato se hace cargo de su educacin y llega
a obligarle a recitar la leccin aprendida mientras juega al ajedrez, al otro se le
exige ser un pozo de ciencia, aprender los ejercicios de caballera y de armas
y amar y temer a Dios16.
De esta forma se crea todo el universo tico de Garganta y Pantagruel, en
el que estos dos gigantes no son estereotipos monstruosos de una realidad que
deba ser censurada, sino, por el contrario, caricaturas que exageran tanto los vicios
como las virtudes del ser humano. Como dice Bajtn a propsito de la funcin
que este realismo grotesco cumple en la literatura de Rabelais:
liberar al hombre de las formas de necesidad inhumana en que se basan las ideas
convencionales. El grotesco derriba esa necesidad y descubre su carcter relativo y limitado.
La necesidad se presenta histricamente como algo serio, incondicional y perentorio. En
realidad la idea de necesidad es algo relativo y verstil17.

Por ello, y as se lo dice Rabelais al lector, no se trata de buscar interpretaciones elevadas (siguiendo el modelo de la exgesis bblica), all donde solo hay
parodia. Las obras no necesitan ser ledas de manera alegrica cosa debida, en
gran medida, a la rotundidad de su lenguaje ms bien exigen aceptar y tolerar
los excesos como parte constituyente la realidad social del momento. De este
modo, el lenguaje utilizado por el autor no poda ser ya el latn, sino la lengua vulgar, inundada adems de vocablos y frmulas provenientes del habla coloquial.
La escritura de Rabelais supone, desde esta perspectiva, no slo el rescate y acuacin de ciertas palabras ignoradas por la cultura oficial, sino tambin, la equiparacin de stas a aquellas toleradas por la Literatura y el discurso dominante.
En palabras de Bajtn: la destruccin pardica de los vnculos ideolgicos y sentidos periclitados entre las cosas y los fenmenos, e incluso de los vnculos lgico
elementales (alogismos de los despropsitos)18, presente en la obra de Rabelais,
conlleva una fuerte subversin del dogmatismo lingstico del momento y de la
cosmovisin aceptada por la cultura oficial.
Se advierte, pues, que es la contradiccin, el contrapunto y el pastiche, lo que
permite a Rabelais mostrar una visin polidrica de la realidad. Es posible concluir,
de este modo, que si el folklore y la cultura carnavalesca popular resultan ser fundamentales en su literatura, no es menos recursivo el uso que hace de las formas
literarias que le precedieron. Encontramos, as, ciertas similitudes con los Cantares
de gesta medievales, las Epopeyas renacentistas, los relatos de aventuras, ecos de
la llamada Literatura goliardesca (sobre todo en lo referente al mbito eclesis15
RABELAIS, Franois, Garganta y Pantagruel. Trad. Antonio Garca-Die Miralles de Imperial. Barcelona, Crculo de Lectores, 1980, p. 381-386.
16
Ibd., p. 385.
17
BAJTN, Mijail, Op. Cit., p. 50.
18
Ibd., p. 418.

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tico) e, incluso, de las Stiras latinas. El mecanismo que le permite a Rabelais crear
esa visin no totalizadora, pero s total, es el del pastiche. ste consiste en la apropiacin de un estilo peculiar o nico, que no presupone, como s hace la parodia,
la idea de que exista una normalidad a la que esta peculiaridad se oponga19. El
pastiche, por tanto, no produce una actitud burlesca haca aquello que se escapa
de lo habitual, sino que se rie de la consideracin de que haya una normalidad a
la que ajustarse. As, la funcionalidad del pastiche reside en la confrontacin de
puntos de vista, que por su insostenibilidad acaban invalidndose unos a otros y
a s mismos y dando como resultado la nica va de lo risible. Es de esta manera,
como el autor puede hacer convivir un ideal de hombre renacentista (aquello tolerado) con el hedonismo propio de los ambientes celebrativos (lo intolerado).
Garganta y Pantagruel quieren viajar, conocer y realizar mltiples hazaas valiosas, pero tambin quieren comer, mear y rer.
La obra de Rabelais acepta y abarca, por todo ello, gran cantidad de identidades: por un lado, la sociedad popular puede reconocerse en estas pginas, contemplar ese segundo mundo del que habla Bajtn, y utilizarlas como vlvula de escape
a la presin que impona la rgida cohesin social establecida. Tambin tiene la posibilidad de encontrar un modelo al que sumarse, una imagen social que reivindicar,
alejada del estereotipo criticado en el texto. Y por otro lado, el pblico culto va a
ver satisfechas sus expectativas con la apreciacin de modelos literarios conocidos,
la propuesta de ciertos ideales sociales con los que ellos estn totalmente en sintona, y gracias a la alegra que reporta el saberse distintos de esos otros, los que
celebran el carnaval. Adems de stas y otras muchas cabra otra perspectiva ms,
la que nosotros como lectores actuales adoptamos ante esta contra-representacin
de Rabelais. Su intencin del docere y el delectare, queda perfectamente cumplida en
un pblico como el contemporneo, que gracias a la distancia histrica y la eliminacin de ciertos prejuicios, es capaz de ver en este texto una compleja perspectiva
sobre una sociedad tremendamente dispar y fragmentaria.
Enrique Marty y sus monstruos
Ahora bien, dando un paso de gigantes en honor a Garganta y Pantagruel,
se podra comprobar cules son las diferencias y similitudes que la situacin comentada tendra con respecto a la sociedad actual. Despus de una larga lucha a
favor de la tolerancia durante siglos, hemos llegado a una situacin en la que esta
disposicin moral habra perdido parte de su sentido. En su volumen, En defensa
de la intoleracia, Slavoj Zizek muestra las contradicciones de cierta posicin multiculturalista, reivindicada por gran parte de la sociedad contempornea, y formula
un nuevo punto de vista desde el que interpretar dicha virtud social. Para este filsofo, tal posicionamiento ideolgico, el multiculturalista, estara desactivando
el sentido poltico que toda lucha por la tolerancia debiera tener, pues, al consi19
Como dice Jameson: El pastiche, como la parodia, es la imitacin de un estilo peculiar o nico [
] sin ese sentimiento todava latente de que existe algo normal en comparacin con lo cual aquello que se
imita es bastante cmico en JAMESON, Fredric, Posmodernismo y sociedad de consumo en: FOSTER,
Hal (coord.), La posmodernidad. Barcelona, kairs, 2002, p. 170.

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derar que las batallas ms importantes son aquellas que se libran por conseguir el
reconocimiento de los diversos estilos de vida, se est impidiendo el proceso de
lucha por la igualdad, inherente a la democracia. Segn este autor:
Lo que esta tolerante prctica excluye es, precisamente, el gesto de la politizacin: aunque se identifiquen todos lo problemas que pueda tener una madre
afroamericana lesbiana y desempleada, la persona interesada siente que en ese
propsito de atender su situacin especfica hay algo equivocado y frustrante:
se le arrebata la posibilidad de elevar metafricamente su problemtica situacin a la condicin de problema universal20.
Es decir, lo que estas prcticas postpolticas, como las denomina Zizek, tratan
de impedir es, precisamente, el acto poltico por excelencia, la universalizacin
metafrica de las reivindicaciones particulares: La postpoltica moviliza todo el
aparato de expertos, trabajadores sociales, etc. para asegurarse que la puntual reivindicacin (la queja) de un determinado grupo se quede en eso: en una reivindicacin puntual21.
Suponiendo, entonces, que Zizek est en lo cierto y que todas las reivindicaciones llevadas a cabo por el multiculturalismo no estuvieran, a da de hoy, sino
contribuyendo an ms a la creacin de una sociedad tremendamente individualista, intolerante y antidemocrtica, qu posicin crtica podra adoptar el arte y
la literatura? Desde luego que, bajo esta perspectiva, todas las prcticas denominadas de minoras (como el Movimiento Artstico Chicano o la literatura feminista) habran perdido toda su eficacia poltica, al haber sido absorvidas por la
aideologicidad de la pospoltica y un mercado que las exporta en virtud de esas
quejas puntuales que mencionbamos.
Se concluye, por tanto, que el problema del imperante multiculturalismo radica en que proporciona la forma (la coexistencia hbrida de distintos mundos de
vida cultural) que su contrario (la contundente presencia del capitalismo en cuanto
sistema mundial global) asume para manifestarse: el multiculturalismo es la demostracin de la homogeneizacin sin precedentes del mundo actual22.
Tomemos ahora, entonces, un caso de prctica artstica contempornea que
lejos de situarse en el universo polticamente correcto asentado por el multiculturalismo, lo desmonta al presentar los aspectos ms intolerables de aquello que
se asume como normal.
De la misma manera que en Rabelais, la creacin de personajes deformados
no responde en Marty a intenciones ridiculizadoras. Su visin distorsionada de la
realidad supone un claro efecto desautomatizador, que lleva al espectador a reflexionar sobre la imagen que se le est presentando. A diferencia de otro tipo de

20
ZIZEk, Slavoj. En defensa de la intolerancia. Trad. Javier Eraso Ceballos y Antonio Antn Fernndez.
Barcelona, Editorial sol 90, 2010, p. 42.
21
Ibd., p. 43.
22
Ibd., p. 67-68.

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ESTTICAS DE LA INVERSIN: FRANOIS RABELAIS Y ENRIqUE MARTY, DOS MANERAS DE CONVIVIR CON...

arte de carcter ms crtico realista, que muestran imgenes crudas, provocando


en el receptor un sentimiento de rechazo ante el mundo observado, la obra de
este autor nos acerca las contradicciones de la sociedad capitalista de manera contra-representativa. No podemos decir, al igual que no podamos decirlo con la
obra de Rabelais, que sus cuadros sean simblicos y que pretendan traernos desde
esa imagen, otra a la que no se hace alusin. Lo que vemos es lo que se nos quiere
mostrar, es la manera de presentarlo, de una forma no convencional, lo que nos
lleva a pensar en otras realidades insertas dentro de este mismo discurso. De ah
que, sea tambin el pastiche uno de los recursos empleados por el pintor. En este
sentido, se apropia del gnero del retrato y de la tradicin goyesca, para imprimir
cierta conciencia a sus personajes, pero, a la vez, toma el mundo de los mass media
y de la baja cultura como referente de sus pinturas. Esto hace que aunemos perspectivas, en principio contrapuestas, y que de ello obtengamos una mirada integradora de planos contradictorios.
Es este otro de los puntos en los que convergira con la obra de Rabelais.
Marty dispone sus oleos como si fuesen un cmic y trae al institucionalizado mundo
musestico el ambiente de las pelculas de serie B y los entornos de la familia de
clase baja acomodada, es decir, esa que considerada como la mayora, la normal.
Sus personajes se pasean por barrios decadentes, complejos industriales y discotecas. El resultado ofrecido es una visin integral de una realidad que convencionalmente se nos muestra jerarquizada; pinturas de carcter figurativo que presentan
momentos congelados de la vida cotidiana, imgenes con un sustrato narrativo ambiguo e inquietante, en las que reconocemos pedazos de realidad sometidos a un
proceso de distanciamiento y temporalidad suspendida, que se acrecienta por
el propio proceso pictrico. Y todo ello, enmarcado en el universo grotesco y
risible de la exageracin y lo infraordinario. Como dice Vctor del Ro a propsito
de la obra del artista: no cabe duda de que el humor tiene que ver en rigor con el
sentido de las cosas. Y en eso la obra de Enrique Marty resultaba eficaz23.
Los personajes de la obra de Marty no parecen extraos por pertenecer a
una minora que busca hacer oir sus particularidades identitarias, sino singulares
por su cercana, siniestros en cierto sentido, reconocibles pero detestables, intolerables. As, el artista forja, a travs de estas identidades, una concepcin del sujeto contemporneo que no se distingue del otro por su etnia, religin o gnero,
sino que ha quedado homogeneizado gracias a su vinculacin con el capital, el
consumo y la industria. Entonces, cmo llevar a cabo esa contra-representacin
crtica de las imgenes identitarias? Marty lo hace, como ya vimos con Rabelais,
a travs de la exageracin, mostrando la parte extravagante de lo ordinario, mediante el regreso al estrato material y celebrativo de la inversin propio de la cultura popular.
No s qu es lo normal, todo, absolutamente todo, es raro, lo que pasa es que
fingimos creer que estamos a gusto con lo que nos rodea y esto provoca un ma23
RO, Vctor del, Enrique Marty, Cimal. Arte internacional. (Especial Castilla y Len). Valencia, N
56, 2003, p. 56.

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lentendido interior preocupante24 declaraba el artista en una entrevista del ao


2003 a propsito de una exposicin en el palacio de Abrantes de Salamanca.
Es especialmente significativa, en este sentido, una serie de fotografas que
el autor realiz con su propia familia. Tomo su casa como escenario y a sus padres
como protagonistas. stos aparecen deformados, con aspecto de gigantes y con
la simultanea asignacin de mltiples atributos. As, la madre viste, a la vez, un
collar de perlas y un mandil de cocina y el padre, con una cabeza hecha de silicona
realmente grande, pasa de vestir zapatillas de estar en casa a enfundarse el traje
de batman. Asumen, de este modo, dos personas, que en principio son tan singulares como los padres del propio artista (cosa que el espectador puede conocer
gracias al ttulo de la serie), todas las caractersticas que se le suponen a los progenitores de cualquier hogar de una sociedad tardo-capitalista. Y, gracias a esta
simultaneidad de planos, se pone de relieve el escaso espacio que la cultura contemporanea deja para las singularidades, lo poco tolerada que es la diferencia.
Dos miradas, en dos contextos distintos, que resaltan lo artificial de toda
identidad y que proponen una va de compresin multidireccional del yo individual y colectivo. La sinestesia est servida, percibimos la polifona desde los
ojos de estos artistas.

24
PANERA, Javier, Entrevista con Enrique Marty [catlogo]. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2003.

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