Sarlo - Pedro Henríquez Ureña
Sarlo - Pedro Henríquez Ureña
Sarlo - Pedro Henríquez Ureña
DE UNA PROBLEMATICA
Todo discurso lleva las marcas del momento de su escritura. Tambin el de Pedro Henrquez U rea. Leerlo supone
un movimiento que se desplace en sentido contrario (es decir,
contra el tiempo), deshaciendo lo que la retrica de una poca
imprime inevitablemente sobre los textos. Leer contra el tiempo
no significa, sin embargo, practicar una piadosa interpretacin arqueolgica, siempre dispuesta a justificar las diferencias
como efectos de la lejana histrica o cultural. Ms bien quisiera que signifique, en este caso, una puesta entre parntesis
de esas marcas de escritura, para traducir algunas zonas de
su discurso a nuestra problemtica. Por supuesto,, queda en
pie la objecin sobre si ello es posible, si la problemtica no
tiene como cuerpo a la escritura misma y, en consecuencia,
vuelve ilusoria una confrontacin directa con aquello que, a.
falta de un nombre ms preciso, podra llamarse las ideas.
Esta operacin corta el cuerpo de la obra de Henrquez Urea, atraviesa la superficie sensible de su estilo, y va en busca
de una profundidad que, precisamente e.n este caso, no me pa ..
rece ideolgica.
Tambin otro cuerpo estar ausente en la actitud que me
propongo; no tengo recuerdos, situaciones personales o colectivas, huellas de ese hombre que otros argentinos s han conocido. 1 Casi podra decir que slo conozco una versin bidimensional y estereotipada de su cara, que solo a travs de la
1 Vase el nmero dedicado a Pedro Henrquez Urea a diez aos
de su muerte por la Revista Iberoamericana, XXI (1956), 41-42; y el
prlogo de JORGE LuiS BoRGES a: PEDRO HENRQUEZ UREA, Obr a crt1ca,
edicin, bibliografa e ndice onomstico por Emma Speratti Piero, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1960.
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ttbhotecas abandonadas en otro pas de la reconstruccin contnua de los espacios y condicione; de interlocucio' n con lo
esto unp
. rlea de cambios
. en el lector implcito
. . y- en' el ho.
l'lZonte de expectativas donde los textos e intervenciones van
(!Ue
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a ser escuchados. El exilio latinoamericaniza a los intelectuales, 2 pero tambin les impone el costo de readaptaciones permanentes, que se traducen en desplazamientos temticos o en
el abandono parcial de las obsesiones productivas. Henrquez
Urea trabaj sobre estas condiciones y no solo en ellas: hizo
de los desplazamientos una de las formas de unidad de su
problemtica. Solo puedo pensar otro caso, el del uruguayo
ngel Rama. s
Y, tambin como Rama, Henrquez Urea fue un intelectual para quien el discurso sobre la literatura no tena una
funcin puramente autorreferencial, ni poda ser solo pensado
como un discurso para expertos. Brevemente, de la literatura
poda decirse algo que estuviera dotado de importancia social
colectiva. Quisiera detenerme en este punto, porque me parece
que su actualidad es innegable. Terry Eagleton ha trabajado
sobre esta misma cuestin en The function of criticism, 4 partiendo de la comprobacin siguiente: en la actualidad, el lugar
y la funcin del discurso crtico ha sufrido un progresivo alejamiento respecto de los grandes problemas que preocupan a
la sociedad. Eagteton considera el caso de la cultura inglesa,
donde se puede trazar un arco desde los crticos del siglo XVIII
y el romanticismo hasta la obra de Arnold. Desiguales desde
todo otro punto de vista, estos crticos tenan como presupuesto
de su actividad y de su identidad, la idea de que su pblico
desbordaba el universo relativamente reducido de sus pares.
En consecuencia, y no importa cules fueran los contenidos
explcitos de sus obras, stas suponan una relacin de comunidad ideolgica y esttica con sus lectores. Imaginariamente,
solo una diferencia de grado (en el saber, en la destreza) separaba a crticos y pblico, pero ambos eran percibidos como
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'
contempornea
el
E :P T
. .
.
La formacin de la clase obrera inglesa, Madrid ,
Ltvl'os de Enlace, 1980.
,
6 J
. .
.
,.t t. auss ob$erva que, durante todo el siglo XI X, la historia de la
11 era ura 1'\0r su. trae~en.:t "d l, .
.
la eulmin' Yo,
~-.. u<ell!cla l e~ egleo-cuUura], era considerada como
Pqwr u aeie.n, ~e le obra de un f~1logo. Vase: HANS RoBEJRT JAUSS,
ne esthchque de la rc~ption, Pari_~, Gailimard, 1978.
5
:a.. .
llOMPSON,
13
Vase: RICARDO RoJAS, La restau-racin nacionalista, Buenos Aires, Pea Lillo, 1973. La primera edicin de esta obra es de 1910.
8 La preocupacin de Henrquez U rea por la enseanza ha quedado
'Suficientemente testimoniada en su: "Aspectos de la enseanza literaria
en la escuela comn" recopilado en Lct utopa de Amrica, prlogo de
Rafael Gutirrez Girardot; compilacin y cronologa de ngel Rama y Rafael Gutirrez Girardot, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978; y ll su
Gramtica castellana, en colaboracin con Amado Alonso ~ Buenos Aires,
Losada, 1939.
9 Vase: Raymond Williams, Marxism e.nd Cttltu:re, Oxford Ul'liversity Press] 1978.
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Sin duda, un discurso ~e este tipo ~enunciaba de a~t,e.ano a la clausura, en la medida en que asp1raba, por su flex1on
:tilistica, por sus presuposiciones Y por. la forma de s? razonamiento, a una audiencia que tras?end1era el campo Intelectual. Aspiraba a influir de manera directa (cuando se hablaba,
por ejemp1o, para maestros y profesores) o ~s difusa, sobre
los espacios de nexo entre la esfera de los Intelectuales y la
esfera pblica. Aspiraba, entonces, a tener una palabra en el
debate sobre cuestiones (largamente trabaja das por Henrquez
Urea) como la del indigenismo, el criollismo, la herencia espaola, que, entonces, no aparecan como temticas solo acadmicas sino que tocaban centralmente a las formas culturales
de sociedades nacionales extremadamente conflictivas en sus
datos internos y en sus relaciones con Estados Unidos.
Como parte de esta promocin de intelectuales, Henrquez
Urea elabor un discurso que no fue solo universitario. Vinculado a los grandes problemas americanos, coloc a la prctica crtica e histrica en relacin con las otras series sociales, en una situacin donde la crtica desbordaba, por su
problemtica, el espacio de la academia. La ertica se convierte,
as, en un discurso de importancia pblica, en la medida en
que desde su especificidad, se hace cargo de cuestiones globales.
El peligro que acecha a este tipo de discurso es el de las
generalidades. Su aspiracin a totalizar proviene de su relacin con los otros discursos y prcticas sociales, de esa trama
particular por la cual el crtico se resiste a pensar a la literatura fuera del espacio donde se producen y circulan los materiales ideolgicos y la lengua con. los cuales sta trabaja. Pero,
al mismo tiempo, el espritu filosfico que anima a esta
empresa persigue la imagen de la totalidad y encuentra razones
Y orgenes globales en todos los fenmenos de discurso y las
prcticas estticas. Hoy, cuando nuestra cultura est marcada
Por el curso de la postmodernidad tendemos a alejarnos de
estas concepciones globales, con la' conviccin epistemolgica
de que una explicacin de los discursos y prcticas nunca est
en
d.
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Escribi al respecto un pasaje profusamente citado luego: "En~anchemos el campo espiritual: demos el alfabeto a todos los hombres ;
emos a cada uno los instrumentos mejores para trabajar en bien
rde todos; esforcmonos por acercarnos a la jnsticia social y a la libertad
YAer~a?era; avancemos, en fin hacia nuestra utopa" en "La utopa de
- me-r1ca" , en su L a utopta
, 'de Amenca,
, .
' 6.
op. cit., p.
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activos e influyentes y no como reflejos de relaciones socioeconmicas que seran siempre ultima ratio del mundo simblico y de las instituciones. Histrico en este sentido, el pensamiento de Henrquez U rea es, al mismo tiempo, antdeterminista.
Por otro lado, el lugar del intelectual queda asegurado
en esta relacin entre realidad y utopa: portadores sociales
de la utopa, los intelectuales tienen una misin ante s. La
admiracin de Henrquez U rea por Sarmiento, por Bello o
por Echeverra tiene su fuente en esta conviccin, pero sera
necesar~o explicar, al mismo tiempo, por qu su pensamiento
tiene un punto ciego en Maritegui 12 y tambin en Gonzlez
Prada. P-reocupados por temas que tienen bastante de comn
desde el punto de vista externo, Henrquez U rea y Maritegui no responden a las mismas preguntas y por lo tanto
el elenco de sus respuestas no se inscribe sobre el mismo eje
problemtico. La inflexin optimista del pensamiento de Henrquez Urea tiene como consecuencia que el conflicto (social,
cultural, racial) no est ubicado como categora central: el
conflicto es un dato en verdad subordinado, que el impulso
de la utopa resolver, como ha resuelto las .c risis nacionales
del siglo XIX. Esta dimensin optimista explica la imposibilidad profunda de hacerse cargo del pensamiento de Maritegui.
N o buscara, entonces, la causa, en el espiritualismo de Henrquez Urea, sino en su optimismo. 13
Sin duda, esta flexin lo diferencia tambin de Martnez
Estrada, y del ens,a yismo argentino de los aos treinta y cuarenta qne lo tiene como eje. 14 Martnez E's trada pone en el
centro de su reflexin la pregunta sobre cmo fuimos constituidos o, mejor dicho, por qu el fracaso de nu~stra identidad
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omo naciones. Existe tUI Mal radical que inficiona la socie~ad y que, desde sus orgenes, define las relaciones sociales,
atraviesa el mundo cultural y, como en el caso de Sarmiento afecta profundamente a los mejores intelectuales. Amrica
se' origina en la violacin de la india po~ el e~~aol (afirma
Martnez Estrada en Muerte y trans ftguracton de Martn
Fierro) y esta primera violencia se ve duplicada, siglos despu8, por la liquidacin del indio. Estos comienzos, marcados
por el Mal, definen los males particulares del presente : el
caudillismo poltico, la institucionalidad dbil, la cultura aparente y pretenciosa.
El caudillismo poltico y la dbil institucionalidad preocuparon tambin a Henrquez Urea. Sin embargo, su lectura
de la historia es diferente: en los siglos que van desde la conquista hasta la actualidad, Amrica se ha construido como
actor histrico, en la medida en que ha avanzado en la percepcin del Otro (y no ha persistido en su destruccin) y en
la incorporacin de su diferencia: la diferencia con lo indgena o con el mundo rural criollo, que ha sido la base de un
largo, trabajoso pero tambin triunfal procesamiento esttico. 15
El juicio de Henrquez Ure.a sobre el proceso de colonizacin espaola (que puede leerse informando el planteo general de La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo)
es bsicamente positivo: se echaron las bases de una civilizacin nueva, "la que habr de dominar espiritualmente el porvenirt't 16 y, en consecuencia, no existe un Mal radicado en
la historia americana, sino crisis de civilizacin que las naciones han ido resolviendo. Pesimista es la concepcin de la historia que coloca a la Cada no en el futuro sino en el pasado.
Simtricamente, el optimismo de Henrquez U rea no define
un pecado original que tensione perversamente el futuro de
Amrica Latina.
.
En este sentido, tambin es optimista su construccin . de
un~ tradicin cultural.- Martinez Estrada plantea la oposicin
articuladora de toda la historia argentina en los trminos
Facundo versus Martn Fierro, afirmando adems que la lite15
Vase "V'd
1 a esp1r1tual
en Hisonanoamrica" "Pasado Y pr e
y
'
1
,
anllnos
de nuestra
historia
literaria"
Y. a
proms:a"
n d
,
.
'
.
' "El' descontento
'
'16 e:n -ce. rO". H~nru:Ju'::~ Urea, La utopia de Amrica, .op. c~t.
sente'~
"C
n lf1t onlla tn1 Espana, recopilado en Obra crtica, op. <nt., P 189
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