La Sociedad Individualizada - Zygmunt Bauman PDF
La Sociedad Individualizada - Zygmunt Bauman PDF
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La sociedad individualizada
Traduccin de Mara Condor
CATEDRA
TEOREMA
Ttulo original de Ja obra: The Individualized Society
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est
protegido por la Ley, que establece penas de prisin y/o multas,
adems de las correspondientes indemnizaciones por daos y
perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o
comunicaren pblicamente, en todo o en parte, una obra literaria,
artstica o cientfica, o su transformacin, interpretacin o
ejecucin artstica fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a
travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin.
cultura Libre
ndice
Agradecimientos
Estoy en deuda con John Thompson, por
iniciativa del cual se han reunido en un volumen
estos artculos y conferencias, cuya ayuda
fue para m inapreciable al hacer la seleccin y
que tambin sugiri el ttulo de la recopilacin.
Y estoy enormemente agradecido a Ann
Bone por la habilidad, dedicacin y paciencia
con que ha dado al resultado una forma apta
para la publicacin.
Vidas narradas y narraciones vividas: una
obertura
necesario y viable.
Se ha indicado antes que separar los sentidos y
las frmulas de la vida en correctos y
equivocados es una tarea no slo
desalentadora sino que, de emprenderse, est
abocada al fracaso. Esto no quiere decir, sin
embargo, que todos los sentidos disponibles sean
de igual valor; del hecho de que ninguno d
exactamente en el blanco no se deduce que
todos lo yerren por el mismo margen. Toda
cultura vive merced a la invencin y
propagacin de unos sentidos de la vida y todo
orden vive merced a la manipulacin del
apremio a la transcendencia, pero, una vez
capitalizada, la energa generada por
ese apremio puede ser bien o mal utilizada de
muchas maneras distintas, aunque el provecho
de cada asignacin beneficia desigualmente a
los clientes. Podemos decir que lo esencial en el
orden social es la redistribucin, la diferente
asignacin de los recursos producidos
igualmente un proceso de
implacable individualizacin, aunque la esencia
del proceso es distinta en cada caso: las
condiciones, sean las que fueren, son cosas
que le pasaron a uno, llegaron sin ser invitadas y
no quisieron irse cuando uno quera que se
fueran, mientras que las narraciones de la
vida representan las versiones que las
personas extraen de su propios hechos e
incumplimientos. Si se proyectan en el discurso,
la diferencia se establece entre algo que uno da
por sentado y algo acerca de lo cual uno plantea
las preguntas por qu y cmo. Son, por as
decirlo, distinciones semnticas entre trminos.
El aspecto que posee ms relevancia
sociolgica, no obstante, es cmo se utilizan los
trminos en la configuracin de la na-, rracin,
es decir, dnde se traza, en el curso de la
narracin, la frontera entre lo que uno dice y las
condiciones en las cuales actu (y,
por definicin, no poda haber actuado de otra
manera).
Septiembre de 1999
Surgimiento y cada del trabajo
Ordenes locales, caos mundial
3
1 Soy acaso el guardin de mi hermano?*
6
La crtica: privatizada y desarmada*
Los usos de la pobreza
La identidad en un mundo globalizador
Fe y satisfaccin instantnea*
14
La democracia en dos frentes de batalla*
16
17
Hay vida despus de la inmortalidad?
1
Ernest Becker, The Denial of Death (Nueva York, Free Press,
1997), pgs. 26-27.
Ibid., pg. 7.
3
Emile Durkheim, en Sodologie etphilosophic y La science
positive de la morale en Allemagne; cit. aqu de Emile Durkheim,
Selected Writings, trad. Anthony Giddens (Cambridge, Cambridge
University Press, 1972), pgs. 115, 94.
4
Ulrich Beck, Reinvention of Politics, trad. Mark Ritter
(Cambridge, Polity Press, 1997), pig. 51.
5
Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gemsheim, The Normal Chaos of
Love, trad. Mark Ritter y Jane Wiebel (Cambrigde, Polity Press,
1995), pg. 7.
6
Ulrich Beck, Risk Society, trad. Mark Ritter (Londres, Sage,
1992), pg. 137. [Trad, esp.: La sociedad del riesgo: hacia una
nueva modernidad (Barcelona, Paids, 1998).]
7
Stuart Hall, New ethnicities, ICA Documents, 7 (Londres, 1988),
pg. 27. Cit.
8
aqu de Lawrence Grossberg, We Gotea Get Out of This Place:
Popular Conservatism and Postmodern Culture (Londres,
Routledge, 1992), pg. 47.
1
Vase Paul Bairoch, Mytbes etparadoxes de Fbistoire conomiqm
(Pars, La Dcouver-te, 1994).
2
Vase Karl Polanyi, The Great Transformation (Boston, Beacon
Press, 1957), espec. pgs. 56-57 y cap. 6. [Trad, esp.: La gran
transformacin (Madrid, Endymion, 1989).]
3
En Chicagp Tribune, 25 de mayo de 1916.
4
Geert van der Laan, Social work and social policy in the
Netherlands, texto de una conferencia pronunciada en el dilogo
Oriente-Occidente sobre el trabajo social celebrado en Dresde,
1998.
5
' Sennett, The Corrosion of Character, pg. 24.
6
Vase Robert Reich, The Work of Nations (Nueva York, Vintage
Books, 1991).
7
[Trad, esp.: El trabajo de las naaones (Vlimciosa. de Odn,
Javier Vergara, Editor, 1993).]
8
Nigel Thrift, The rise of soft capitalism, Cultura! Values (apr.
1997), pg. 52.
9
Vase Pierre Bourdieu, Contre-feux. Propos pour servir a la
resistance contre invasion neo-liberale (Paris, Liber-Raisons
dAgir, 1998), pg. 97. [Trad, esp.: Contrafuego. Reflexiones para
servir ala resistencia contra a invasion neoliberal (Barcelona,
Anagrama, 1999).]
10
3
Libertad y seguridad: la historia inacabada de
una unin tempestuosa1
Hace setenta aos observaba Sigmund Freud en
Das Unbehagen in derKutur [El malestar en la
cultura]: El hombre civilizado ha cambiado una
parte de sus posibilidades de felicidad por una
parte de seguridad. La felicidad, destacaba
Freud, viene de la [...] satisfaccin de
necesidades que han sido reprimidas en alto
grado. La felicidad, en consecuencia, significa
libertad: libertad para actuar obedeciendo a un
impulso, para seguir los instintos y deseos de
uno. Es a este tipo de libertad al que se suele
renunciar, o al menos se limita gravemente,
por una parte de seguridad. La seguridad, por
otra parte, significa proteccin contra tres tipos
de sufrimiento que amenazan a los seres
humanos: los sufrimientos que se originan en
competitividad desregulada es ms
desregulacin, flexibilidad y una negativa an
ms resuelta a entrometerse. Y por si uno sigue
sin estar convencido, el argumento contundente
contra la resistencia es la ausencia, que no es
sino demasiado tangible, de un organismo lo
suficientemente poderoso como para ejecutar
cualesquiera decisiones que se puedan tomar
mediante deliberacin conjunta y acuerdo.
Incluso quienes piensan que saben lo que hay
que hacer tiran la toalla en el cuadriltero
cuando se trata de decir quin qu clase de
institucin eficaz va a hacerlo.
sta es, como observ Cornelius Castoriadis, la
razn por la que nuestra civilizacin dej de
cuestionarse a s misma. Cuando las personas
aceptan su impotencia para dominar las
condiciones de su vida, si se rinden o lo
entienden como necesario e inevitable, la
sociedad deja de ser autnoma, es decir, de
definirse y dirigirse a s misma, o, mejor dicho,
2
Ibid., pg. 61.
3
Ibtd,, pgs. 23-24.
4
Alain Ehrenberg, La fatigue detre soi. Depression etsocit
(Pars, Odile Jacob, 1998).
5
7
6
Ulrich Beck, Ecological Enlightenment: Essays on the Politics of
Risk Society, trad. Mark Ritter {Atlantic Highlands, Humanities,
1995), pg. 40. [Trad, esp.: Polticas ecolgicas en la edad del
riesgo (Espluges de Llobregat, El Roure Editorial, 1998).]
8
Vase Jacques Rancire, Aux bords de lapolilique (Pars, La
Fabrique, 1998).
9
Vase Claus Offe, Ulrich Mckenberger e liona Ostner, A basic
income guaranteed by the state: a need of the moment in social
policy, en Claus Offe, Modernity and the State (Cambridge, Polity
Press, 1996J.
10
Vase Scepticism from the Renaissance to the Enlightenment,
Richard H. Popkin y Charles B. Schmitt, eds. (Wiesbaden, Otto
Harrasowitz, 1987), pg. 9.
11
M. F. Bumeyot, The sceptic in his place and time, ibid., pg.
26.
12
Emmet Kennedy, Desttut de Traey and the Origins
ofIdeology (Filadelfia, American Philosophical Society, 1978),
pig. 48.
13
F. J. Picavet, Les Ideologues (Nueva York, Burt Franklin, 1971),
pg. 110.
14
Richard H. Popkin, The History of Scepticism from Erasmus to
Spinoza (Berkeley, University of California Press, 1979), pg. 244,
15
Eric Voegelin, From Enlightenment to Revolution, trad. John H.
Hallowell (Durham, N.C., Duke University Press, 1975), pigs.
51,61..
16
Vase Picavet, Les Ideologues, pgs. 203-211.
17
Destutt de Tracy, Mmentsdidohgie, vol. 1 (Paris,). Vrin,
1970), pgs. 299-300.
18
Bronislaw Baczko, Lumires de lUiopie (Pars, Payot, 1978); cit.
aqu en trad, inglesa, Utopian Lights; The Evolution of the Idea of
Social Progress, trad. Judith L. Greenberg (Nueva York, Paragon,
1989), espec. pigs. 219-235.
19
Sigmund Freud, Civilization and its Discontents, trad. Joan Riviere
(Londres, Hogarth Press, 1973), pgs. 30, 14. [Trad, esp.: El
malestar en la cultura, en Obras completas, vol. 3 (Madrid,
Biblioteca Nueva, 1996, pgs. 3017-3067),]
2
Quisiera recordar de paso que es probable que la expresin tercera
va sea utilizada nicamente por los escritores y polticos que han
renunciado a la esperanza de domesticar las toscas y a menudo
salvajes fuerzas del mercado, pero no estn totalmente dispuestos a
admitir su capitulacin; los portavoces de la primera via, la del
mercado capitalista y dominante, ahora liberados de la segunda, la
alternativa socialista, difcilmente necesitaran recurrir a ella, ya que
no veran mucha diferencia entre lo que se ofrece con la etiqueta de
6
Unidos en la diferencia
Muchas seas distintivas de la vida
contempornea contribuyen a una abrumadora
sensacin de incertidumbre: a ver el futuro del
mundo como tal y el futuro del mundo
privado, el mundo a nuestro alcance, como en
esencia incontrolable y no susceptible de
decisin y por lo tanto aterrador, y a sospechar
que los marcos de accin actuales, ya familiares,
no permanecern constantes el suficiente
tiempo como para permitir un clculo correcto
de los efectos de nuestras acciones... Vivimos
hoy, por utilizar la expresin acuada por
Marcus Doel y David Clarke, en un clima de
miedo ambiente.
Quisiera mencionar slo algunos de los
numerosos factores responsables de esta
sensacin de incertidumbre.
humanidad.
La riqueza actual de los 358 mximos
milmillonarios mundiales equivale a la riqueza
combinada de los 2.300 millones de los ms
pobres (el 45 por ciento de la poblacin
mundial). Las finanzas mundiales, el comercio
mundial y la industria de la informacin mundial
dependen, para su libertad de movimiento y
para actuacin sin restricciones en pos de sus
fines, de la fragmentacin poltica del escenario
mundial. El capital mundial, se puede decir, ha
desarrollado un inters personal en unos
estados dbiles, es decir, en unos estados que
son dbiles pero no obstante siguen siendo
estados. Deliberada o subconscientemente, esas
instituciones interestatales ejercen presiones
coordinadas sobre todos los miembros o estados
dependientes para destruir sistemticamente
todo lo que pudiera ralentizar el libre
movimiento del capital y limitar la libertad de
mercado. Abrir las puertas de par en par y
individualizacin de tareas y
responsabilidades. Hay, por tanto, una demanda
de perchas individuales en las que los individuos
atemorizados cuelgan colectivamente sus
miedos personales, aunque slo sea por un breve
momento. Nuestra poca es prometedora para
los chivos expiatorios, ya sean polticos que
arman un desastre con su vida privada,
delincuentes que salen en tropel de las' calles y
barrios mezquinos o extraos en medio de
nosotros. La nuestra es una poca de
cerraduras patentadas, alarmas antirrobo,
vallas con alambre, vigilancias vecinales y
guardas, as como periodistas de investigacin
de la prensa amarilla que sacan conspiraciones
para llenar el espacio pblico,
amenazadoramente vaco, y nuevas causas
posibles para que el pnico moral
desencadene el miedo y la ira contenidos.
Hay un ancho y creciente abismo entre el apuro
de los individuos de iure y sus probabilidades
aprender5.
Posteriormente, Bateson pondra los puntos
sobre las es afirmando que el deuteroaprendizaje, ese aprender a aprender, no slo
es inevitable sino que constituye un
indispensable complemento de
todo protoaprendizaje 6; sin deuteroaprendizaje, el aprendizaje de primer grado
producira una mente seca y anquilosada
incapaz de asimilar una situacin modificada o
simplemente no prevista de antemano. Ms
adelante, mucho ms, a modo de reflexin
posterior Bateson sentira la necesidad de
coronar la idea del aprendizaje de segundo
grado con el concepto de aprendizaje de
tercer grado, aprendizaje terciario: cuando
el sujeto de la educacin adquiere las
capacidades necesarias para modificar la serie
de alternativas que ha aprendido a esperar y a
manejar en el transcurso del deuteroaprendizaje.
esquizofrnica.
Se puede decir de nuestra poca, a la que se han
dado hasta ahora muchos nombres como
modernidad tarda, modernidad
reflexiva, sobremodemidad o
postmodemidad, que eleva al rango de lo que
Bateson todava pudo considerar y presagiar
en los ltimos aos de su vida como
anormalidad, un tipo de estado que no
concuerda con la dotacin heredada e innata de
la especie humana y, desde el punto de vista de
la naturaleza humana, patolgico. Cada uno de
los puntos de orientacin que hicieron que el
mundo pareciera slido y favorecieron la lgica
al seleccionar las estrategias vitales empleos,
habilidades, asociaciones humanas, modelos de
adecuacin y decoro, visiones de la salud y l
enfermedad, valores considerados dignos de
esforzarse en pos de ellos y los medios probados
para hacerlo todos stos y muchos
ms, antao estables, parecen estar en un
universidades.
Por una parte, los estados-nacin
contemporneos de todo el planeta y a los lados
de la reciente divisin mundial casi han
abandonado la mayora de las funciones
integradoras que el estado-nacin
paradigmtico reivindicaba en la poca moderna
y las ha cedido a unas fuerzas que no domina y
que estn, en gran medida, fuera del alcance del
proceso poltico. Una vez hecho esto, los
Estados de hoy pierden inters en la conversin
y movilizacin ideolgica, en la poltica
cultural, en la promocin de modelos culturales
a los que ha puesto un sello de superioridad
sobre otros, los cuales a causa de su inferioridad
estn condenados a la extincin. De la misma
manera, dejan la formacin de jerarquas
culturales (o incluso la cuestin misma de su
viabilidad) a merced de unas fuerzas de
mercado difusas y descoordinadas.
Como consecuencia, la prerrogativa de
2
Zygmunt Bauman, Globalization: The Human Consequences.
(Cambridge, Polity Press, 1998).
4
Este artculo se public con anterioridad en Agnieszka Bron y
Michael Schemmann, eds., Laneuaee-Mobility-Identity:
Contemporary Issues for Adult Education in Europe (Mnster,
Litverlag, 2000).
1
5
Gregory Bateson, Social planning and the concept of deuterolearning, en Steps to an Ecology of Mind (Fragment, Paladin,
1973), pg. 140. [Trad, esp.: Una unidad sagrada: pasos
ulteriores baca una ecologa de la mente (Barcelona, Gedisa,
1993).]
6
J
7
Vase Rgis Debray, Lepouvoir intelkctud en France (Pars,
Ramsay, 1979).
8
Mucho ms que la prctica educativa, que no puede hacer otra cosa
que seguir, en cada una de sus manifestaciones por separado, el
tradicional apremio a dar modelos y estructurar; el centro de
gravedad, al fin y al cabo, no se halla en acontecimientos educativos
diferenciados sino en su variedad e incluso en su falta de
coordinacin...
Arland Ussher,Journey through Dread (Nueva York, DevinAdair, 1955), pg. 80.
Vincent Vycinas, Earth and Gods (La Haya, Martinus Nijhoff
1969), pgs. 36-37.
1
Stuart Hall, Who needs identity"?, en Stuart Hall y Paul du Gay,
eds., Questions of Cultural Identity (Londres, Sage, 1996), pg. 1.
2
Vase Alam Peyrefitte, La socil de confame. Essai sur les
origines du dueloppement (Pars, Odile Jacob, 1998), pgs. 514516. [Trad, esp.: La sociedad de la confianza (Barcelona, Andrs
Bello, 1996).]
3
Vase Stevie Davis, Renaissance View of Man (Manchester,
Manchester University Press, 1978), pgs. 62 y ss.
4
Vase Jean-Jacques Rousseau, Discursos primero y segundo
[The First and Second Discourses, publ. en 1749 y 1754, trad.
Victor Gourevitch (Nueva York, Harper and Row, 1986), pgs. 148 y
ss.] [Trad, esp.: Discursos (Madrid, Alianza, 1998).]
6
Erik H. Erikson, Identity: Youth and Crisis (Londres, Faber and
Faber, 1974), pginas 17-19.
7
?
8
Christopher Lasch, The Minimal Self: Psychic Survival in
Troubled Times (Londres,
9
Pan Books, 1984), pg. 38.
10
Pierre Bourdieu, La prcarit est aujourdhui partout, en Contre-
11
Christopher Lasch, Culture ofNarasstsm (Nueva York, Warner
Books, 1979), p
12
ginas 29-30. [Trad. esp.: La cultura del narcisismo (Barcelona,
Andrs Bello, 1999).]
13
Jonathan Friedman, The hybridization of roots and the abhorrence
of the bush, en Mike Featherstone y Scott Lash, eds., Spates of
Culture {Londres, Sage, 1999), pg. 241.
14
Who needs identity?, pg. 3.
Fe y satisfaccin instantnea*
Los antiguos ya saban la verdad. En su dilogo
Sobre la vida feliz, Lucio Anneo Sneca
sealaba que, en marcada oposicin a los
placeres de la virtud, las delicias de la pasin se
enfriaban cuando eran ms ardientes; su
capacidad es tan pequea que se agota en un
momento. Revigorizados slo por un momento
pasajero, los que buscan el placer sensual caen
rpidamente en la languidez y la apata. En
otras palabras, su felicidad dura poco y sus
sueos son autodestructivos. Sneca adverta:
la satisfaccin que antes llega es tambin la que
antes muere.
El antiguo sabio haba imaginado tambin qu
tipo de personas suelen elegir una vida dedicada
a la bsqueda de los placeres que
traen satisfaccin instantneamente. En otro
dilogo, Sobre la brevedad de la vida, haca
notar que dicho gnero de vida era la suerte de
nuevo y mejorado.
Lo que se infiere es que la aceptada
temporalidad de las asociaciones suele
convertirse en una profeca que se realiza a
fuerza de hacerla. Si el vnculo humano no es,
como todos los dems objetos de consumo, algo
que hay que elaborar mediante el esfuerzo
prolongado y ocasionalmente el sacrificio, sino
algo que se espera que aporte satisfaccin de
inmediato, algo que se rechaza si no lo hace y
que slo se conserva y utiliza mientras sigue
satisfaciendo (y no ms), no tiene mucho sentido
esforzarse cada vez ms y mucho menos sufrir
malestar e incomodidad por salvar la asociacin.
Hasta un tropezn sin importancia puede
trastocarla; los desacuerdos banales se
convierten en enconados conflictos, las leves
fricciones se toman como signo de
incompatibilidad esencial. Como dira el
socilogo americano W. I. Thomas, si las
personas aceptan que sus compromisos son
fomentar y bendecir5.
La razn ofrece al yo la habilidad de convertir
las propias intenciones del yo en los objetivos
que guan la conducta de los otros; el amor, por
el contrario, estimula al yo a aceptar las
intenciones del otro como su propio objetivo. La
razn, en su nivel tico ms alto,
accede magnnimamente a ser tolerante con el
Otro. El amor no se rebajara a la mera
tolerancia; antes bien quiere solidaridad, y la
solidaridad significa quiz altruismo y negacin
de uno mismo, el tipo de actitud que la razn se
vera en un aprieto para justificar,
Pero en el amor hay ms que una aceptacin
incondicional de la otredad del otro y del
derecho del otro a su otredad, ms an que
el consentimiento a servir ayudar, fomentar,
bendecir la causa de esa otredad. El amor
significa firmar un cheque en blanco: en tanto
en cuanto hay acuerdo total y verdadero sobre
2
Jonathan Rutherford, / Am No Longer Myself Without You: An
Anatomy of Lore (Londres, Flamingo, 1999), pig. 4.
3
Max Scheler, Ordo Amoris, en Selected Philosophical Essays,
trad. David R. Lach-terman (Evanston, Northwestern University
Press, 1973), pig. 117. [Trad, esp.: Ordo amoris (Madrid, Caparros,
1996).]
5
Emmanuel Levinas, Le temps etlautre (Pars, PUF, 1979), pgs. 64,
80 y ss. [Trad, esp.: El tiempo y el otro (Barcelona, Paids, 1993).]
6
Vase Emmanuel Levinas, Autrement qutre ou au-delk de
'essence (La Haya, Nijhoff, 1974). [Trad, esp.: De otro modo que
ser o ms aM de la esencia (Salamanca, Sgueme, 1995).]
7
Knud Ejler Logstrup, The Ethical Demand, trad. Theodor I.
Jensen (Notre Dame,
8
University of Notre Dame Press, 1997), pg. 56.
9
Una versin abreviada de este artculo se public con anterioridad
14
Moral privada, mundo inmoral"'
Todos los grandes pensadores crean vigorosos
conceptos o imgenes propios, o ambas cosas,
pero por lo general junto con todo un universo
en el que incluirlos y que les infunda sentido:
todo un mundo hecho a su medida, el mundo que
es su hogar. Para Levinas, ese mundo era el
grupo moral de dos, una consciente utopa en
sus dos inseparables sentidos (de no lugar y
de buen lugar). El grupo moral de dos era
para Levinas la escena primordial de la
moral, el tubo de ensayo en el que los yoes
morales germinan y brotan; era tambin la
nica etapa en la cual estos yoes pueden
representarse a s mismos como son, es decir,
como seres morales, en vez de representar
papeles escritos y recitar los versos de otro. La
escena primordial de la moral es la esfera del
cara a cara, del tremendo encuentro con el
instrucciones.
Ahora vivo en un mundo, como ingeniosamente
dijo Agnes Heller1 poblado por Todos, Algunos,
Muchos y sus compaeros. De manera
semejante, hay Diferencia, Nmero,
Conocimiento, Ahora, Limite, Tiempo, Espacio,
tambin Libertad, Justicia e Injusticia e
indudablemente Verdad y Falsedad. stos son
los principales personajes de la comedia
titulada Sociedad y todos ellos estn mucho ms
all del alcance de mi sabidura moral (ahora
meramente intuitiva), aparentemente inmune
a lo que yo haga, poderosa en comparacin con
mi impotencia, inmortal en comparacin con mi
mortalidad, segura en comparacin con mis
equivocaciones, de manera que mis
equivocaciones slo me perjudican a m, no a
Ellos. Ellos son los personajes que actan
ahora: como explica Agnes Heller, la Razn
razona, la Imaginacin imagina, la Voluntad
desea y el Lenguaje habla (die Sprache
Spricht).
1
entendimiento ticos. 6
Nadie excepto los lunticos extremos
certificados como tales afirmara en serio que
es bueno y beneficioso contaminar la atmsfera,
agujerear la capa de ozono o desencadenar
guerras, superpoblar la tierra, privar a las
personas de su subsistencia o convertirlas en
vagabundos sin hogar. Sin embargo, todas estas
cosas suceden a pesar de la condena consensual,
casi universal y muy ruidosa de la que son
objeto. Tienen que estar actuando otros
factores, fuera de la ignorancia tica o la
incapacidad de los filsofos para ponerse de
acuerdo en unos principios, para que la
consistencia opresora y sistemtica del dao
que sufre el planeta sea igual a la cohesin de la
indignacin tica. Es posible
conjeturar sensatamente que esos otros
factores estn atrincherados en aspectos de la
realidad social que o bien no se han visto
afectados por la filosofa tica o bien son
14
2
Entrevista con Emmanuel Levinas por Roger-Pol Driot en Le
Monde, 2 de junio.
3
Georg Simmel, The Sociology of Georg Sjkjkc/(Glencoe, Free
Press, 1950). [Trad, esp.: Sociologa (Madrid, Alianza, 1998).]
4
Emmanuel Levinas, en conversacin con Francois Poiri, Quitesvous? (Lyon, Editions la Manufacture, 1987).
5
Hans Jonas, The Impera!ive of Responsibility (Chicago, University
of Chicago Press, 1984). [Trad, esp.: El principio de la
responsabilidad (Barcelona, Crculo de lectores, 1994).]
6
Le Monde Diplomatique, julio de 1997.
7
Manuel Castells, La era dla informacin; economa, sociedad y
cultura (Madrid, Alianza, 2000).
8
Cornelius Castoriadis, La Montee de linsigntfiance (Pars, Seuil,
1996). [Trad, esp.: El
9
ascenso de la insignificana (Madrid, Ctedra, 1999).]
10
Le Monde Diplomatique, julio de 1997.
11
Le Monde, 29 de agosto de 1997.
12
Claus Offe, Modernity and the State: East, West (Cambridge,
Polity Press, 1996).
13
14
En Arena, 10 (1998).
violencia.
Para empezar tenemos el oportuno recordatorio
de Ludwig Wittgenstein de que ningn grito de
tormento puede ser mayor que el grito de un
hombre... O dicho de otro modo, ningn
tormento puede ser mayor que el que puede
sufrir un ser humano... El planeta entero
no puede sufrir mayor tormento que una sola
alma5, pero si imprudentemente se deja de
lado esta advertencia contra la tendencia,
habitual, pero engaosa, a reducir la cuestin
del hecho de infligir dolor a la del nmero de
quienes padecen dolor, el problema seguira
siendo que el tratamiento de los actos de
coaccin como actos violentos sera
demasiado inconstante y errtico como para
permitir un tratamiento serio de series
estocsticas, por muy diligente y
detalladamente que se hayan investigado y
cotejado. Todas las estimaciones de las
tendencias histricas a la violencia han tenido
2
Chris Bird, This is what will happen to all of us, Guardian, 29
de julio de 1999,
3
pg. 2.
4
Edward W. Said, La trahison des intellectuels, Le Monde
Diplomatique, agosto de 1999.
5
Transmitido por los alumnos de Wittgenstein en 1944; cit. de
17
Sobre los usos postmodemos del sexo
En su hermoso trabajo La llama doble. Amor y
erotismoh publicado en 1993, el gran pensador
mexicano Octavio Paz explora la
compleja interaccin de sexo, erotismo y amor,
esos tres parientes cercanos y, sin embargo, tan
distintos entre s que cada uno necesita un
lenguaje aparte para explicar su propia
existencia. La metfora central del libro,
muy acertada, alude al fuego: por encima del
fuego primordial del sexo, encendido por la
naturaleza mucho antes de los primeros indicios
de humanidad, se eleva la llama roja del
erotismo, por encima de la cual tiembla y se
estremece la delicada llama azul del amor. No
habra llama sin fuego; sin embargo, hay ms,
mucho ms, en la llama roja y en la azul y en
cada una de ellas que el fuego del que nacen.
(1999).
'
2
1994), pgs. 86 y ss.
3
Mark C. Taylor y Esa Saarinen, Imagobgies: Media Philosophy
(Londres, Routledge, 1994).
4
Michel Foucault, The History of Sexuality, vol. 1, An Introduction
(Londres, Penguin, 1990) pgs. 40-44, 103-107. [Trad, esp.: Historia
de la sexualidad, vol. 1 (Madrid,
5
Siglo XXI, 1992).]
6
Suzanne Moore, For the good of the kids - and us, Guardian, 15
de junio de 1995.
7
B
8
Maureen Freely, Let girls be girls, Independent on Sunday, 2 de
marzo de 1997.
9
Vase mi cap. sobre Forms of togetherness, en Life in
Fragments (Oxford, Blackwell, 1995).