Lacan. El Escrito y La Imagen
Lacan. El Escrito y La Imagen
Lacan. El Escrito y La Imagen
y
psicoanlisis
COORDINADA POR OCTAVIO CHAMIZO
traduccin de
LACAN,
EL ESCRITO, LA IMAGEN
Tevisin de
ENRIC BERENGUER
por
JACQUES AUBERT,
FRAN<;OIS CHENG, JEAN-CLAUDE MILNER
FRAN<;OIS REGNAULT, GRARD WAJCMAN
bajo la direccin de la
COLE DE LA CAUSE FREUDIENNE
prefacio de
ROSE-PAULE VINCIGUERRA
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siglo
veintiuno
editores
PREFACIO
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00000807
portada de marina garone
primera edicin en espaol, 2001
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 968-23-2356-8
primera edicin en francs, 2000
flammarion, pmis
ttulo original: tacan, l'cTit, l'image
derechos reservados conforme a la ley
impreso y hecho en rnxico / printed and rnade.in rnexico
Esta obra retoma el ciclo casi ntegro de las conferencias organizadas en la cole de la Cause Freudienne en torno a las conexiones de la ense.anza de
Lacan durante el al'i.o 1998-1999.
Lacan se interes en todos los dominios del saber
y, en contrapartida, ejerci una influencia importante en los ms variados mbitos de la cultura. Aquellas conferencias quisieron ser testimonio de la referencia viva que su pensamiento sigue representando
para nosotros. Damos las gracias vivamente a sus autores por haber tenido a bien permitir la realizacin
de este libro.
Para empezar,Jean-Claude Milner se consagr a una
reflexin sobre el periP;lo. de Lacan. Despus de reconocer la cientificidad, de la lingstica saussuriana
y especialmente de la tesis de la diferencia absoluta
(fundamento de su teora del Uno), Lacan la sustituy por una referencia a lo que l llama su lingistera, la cual, por su parte, se dedica a definir el sujeto en relacin con el significante. "Mi hiptesis es
que el individuo que es afectado por el inconsciente
es el mismo que constituye lo que yo llamo el sujeto
de un significante." 1
Por encima de la cientificidad de la lingstica, se
1Jacques Lacan, Le SminaiTe, libro
Seuil, 1972, p. 129.
[7]
XX,
EncoTe (1971-1972), Le
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plantea, pues, la cuestin ms consistente de su objeto: el lenguaje; y siguiendo el pensamiento de Wittgenstein, Jean-Claude Milner decidi situar el paso
de Lacan. Wittgenstein pretende establecer una
frontera entre lo que puede ser dicho y lo que no
puede serlo. Pero sta no es aceptada por Lacan: el
sinsentido, en accin en el sentido mismo, no puede
quedar excluido. El medio-decir de la verdad remite
menos a una frontera que a lo que slo se evoca
oblicuamente y no se deja pensar en la significacin.
As, la parte de sinsentido queda reservada, segn
Lacan, al juego de las escrituras que -ms all de
Wittgenstein- resultan ser un "cerco de lo real".
Adems, la tesis que sostendr Wittgenstein mediado su segundo planteamiento al refutar solipsismo
y lengucye privado, parecera -segn Jean-Claude
Milner- inaceptable para la teora psicoanaltica:
desde ese punto de vista, en efecto, el inconsciente
dependera de reglas privadas impublicables a fortiori si, como sostiene Lacan, el inconsciente se sita
ms ac de las significaciones.
La referencia al Otro con mayscula permite, sin
embargo, descartar ese punto de vista, y no tiene nada de argumento artificial: antes bien, hace valer el
desplazamiento fundamental que Lacan opera en relacin con la intersubjetividad clsica y que acta,
con todo su peso, para arrancar a la oposicin privado-pblico el alcance que Wittgenstein le otorga. La
lengua pblica que ste invoca no tiene otro fundamento que el cara a cara imaginario.
De esta forma, Lacan dice no a Wittgenstein en
las dos cuestiones esenciales de la frontera y dellengucye privado. Es en torno a la nocin de silencio
donde, segnJean-Claude Milner, el enfrentamiento
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Sin duda, cuando "el hombre quiere La mujer, slo la alcanza al caer en el campo de la perversin" 5
pero esto no vale para Claudel. De la Trinidad en la
que cree, la de la Virgen Mara, la de la Sabidura del
Antiguo Testamento y la de la Iglesia, lo libera esa
mujer encontrada en un navo. "No toma a Ys por
ellas."
Cree, sin embargo, que encuentra a La mujer en
su sentido malfico, "La Gran Prostituta del Apocalipsis", o, asimismo, La mujer de una teologa que sera la de la "predestinacin sexuada". Entonces, slo
1
la separacin podr reunir a los amantes.
As, Claudel se dedicar a declinar en PaTtage de
midi todas las formas del "paso de lo genrico a lo
definido, a lo indefinido, a lo demostrativo del encuentro", y que certifican que La mujer no existe;
pero "ese maldito La, marca del Todo, est siempre
a punto de resurgir" y, en efecto, resurge en el acto
m con el retorno de Ys, donde sta se encuentra como "en el lugar de Dios para Mesa". Claudel intenta
entonces lo que se podlia llamar una "travesa del
fantasma" de La mt~er. All se revela que la relacin
sexual es imposible; como en Le soulieT de satin, imposible de escribir.
Lo real a lo que se reduce "la doctrina de la predestinacin sexuada" se resuelve finalmente en una
doctrina del nombre propio que nos recordar que
la nominacin concierne siempre a una experiencia
nica de goce: operacin imposible de la que el teatro slo puede dar un equivalente, "el otro nombre
del nombre" -en forma de nominaciones reiteradas:.
"Mesa, soy Ys, soy yo"; "iYs, Ys!" Y sin embargo,
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el nombre propio no es por ello menos innombrable, no es ms que lo que abre un "agujero". En Partage de midi slo queda esta ltima peticin: "Acurdate de m en las tinieblas un momento que fui tu
- "
VIlla.
Que el nombre propio abra un "agujero en lo
real" y especialmente el Nombre del Padre, es algo
cuya dificultad experimenta el propio Joyce.
Joyce, para "mantener a distancia algo como una
psicosis," 6 intenta entonces, "hacerse un nombre" en
este lugar; con su nombre propio de escritor, hacer
un cierto Nombre del Padre. Saba que as ocupara,
y eso es lo que l quera, a generaciones de universitarios ... cosa que logr. Esoitura particular en que el
significante tiende a perder su significacin comn
volviendo al registro de la letra, del signo que tiene
efecto de Goce. Esfuerzo para "escribir en lo real algo de lo simblico". 7
Jacques Aubert traza aqu un recorrido de Joyce
desplegando esta pregunta: cmo el desfallecimiento del Nombre del Padre del arte lo llevar a ataviarse, especialmente en Dublineses, con el nombre de
Daedalus, que, antes que nadie, presentific en la escultura una "mimesis de la vida"?
Como Ddalo, que haba rechazado los xoana arcaicos, estatuas fijas, truncas, manifestaciones mismas de la ausencia, Joyce intentar aportar a los
hombres una verdad originaria, "originaria del tra6
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XXIV
(1976-1977), L'insu-
XXI,
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FraD!;:ois Cheng, L'espace du rve, Mille ans de peinture chinoise, Phbus, 1980.
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!bid.
DE LA LINGSTICA A LA LINGISTERA
]EAN-CLAUDE MILNER
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JEAN-CLAUDE MILNER
DE LA
LINGSTICA A LA LINGISTERA
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1 Era grande, aunque sm duda alguna estaba end
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vuelta en mundanidades y, por enCima e to o, ~ra
efmera.
2. Porque el dispositivo matricial se constituy a co1
rcienzos del siglo XX (el Cours de linguistique gnral~
d ta de 1916) y se podra creer que se acaba con el sia Si como Lacan, entendemos por lingstica lo
glo. '
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. .
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que est instituido en el Cours de lzng_uzstzque genera e,
habr que reconocer lo ql':le es; hoy da ya n~da se oye
d cir al respecto; toda evidencia se ha perdido. Y ello
~r varias razones; algunas se deben a la lingstica
~isma y a su evolucin interna, que _1~ ha llev~do a
oner en duda algunas de las proposiCIOnes mas cla~amente afirmadas en el Cours. Otras se deben a la
doxa.
La lingstica dependa -sin necesariamente saberlo- de una proposicin: la lengua no es una superestructura. Que Stalin haya sido el nico que la
formul explcitamente e intent demostra:la_ de
manera formal no impide que pueda ser restltmda,
directamente o no, en los diversos modelos de la lingstica moderna. Ahora bien, hoy todo descansa
en la conviccin de la doxa segn la cual la lengua
es una superestructura. Testigo de ello es la disputa
Un ejemplo entre cien: es una de las raras veces en la ~isto
ria !n que se pretendi inventar formas nuevas de razonam1e_nto
!illlPrico. As, la distribucin complementaria es un razonam1~n-
1.?' presentado como empricamente obligato~o; aun cuando nmlgico emprico anterior, se trate de Anstoteles, de Bacon o
de Stuart Mill, haya tenido esa idea.
gui
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~raestructura
'1.3. El dispositivo sociologizante es como un aparecido. Logra nada menos que un retorno y una restauracin del dispositivo antiguo que opona, uno al
otro, dos reinos:
,:, .:_e} reino de las leyes mudas, que no necesitan expresarse en lengua humana para regir: la physis o la naturaleza no moderna;
i ~~ reino de las reglas que pueden y deben expresar-
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z:"
dos estrecha. Lo demuestra el tema de la lingistea. y ese nombre surge del seno del segundo clasicismo naciente. En Tlvisin, escribe Lacan: "Del
lenguaje[ ... ] slo se sabe poco: a pesar de 1~ que yo
designo como lingistera para agrupar alh lo que
pretende -es algo nuevo- intervenir entre los hombres en nombre de la lingstica. Siendo la lingstica la ciencia que se ocupa de la lengua, especifica en
ella su objeto (el lenguaje), como se hace en cualquier otra ciencia" (p. 16). Todo esto .merecera un
comentario: la distincin entre lenguaje y lengua; el
hecho de que la lingstica siga considerndose ciencia; el hecho de que se diga que tiene por objeto el
lenguaje (no por ser clsica, es trivial la proposicin); la nocin de intervencin, que sin duda debe
ligarse a la nocin de prctica o de praxis, que Lacan
invoca a menudo a propsito del psicoanlisis.
Digamos, para abreviar, que el segundo clasicismo considera resuelto el problema de la ciencia; a
este respecto, disminuye la importancia del galilesmo extendido; es un combate ya pasado, que termin en una victoria. Recordemos que Lacan, ms que
nadie, razonaba combatiendo, y saba que los campos de batalla cambian. Vase cierta nota de los
Escritos 2, p. 788, n. 6.
Yo, por mi parte, sostengo que Lacan materialmente se equivocaba: la batalla del galileismo extendido se perdi. A menos -lo cual equivale a lo mis-
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ganera privada; el lmgmsta las reconstruye por mrnd, cin lo cual supone que cualquier conducta no
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5
la aplicaciOn de cualqmer regla.
es_.. Decir, pues, que e1.mconsCiente
.
esta es truc t urad o
rno un lenguaje es, para empezar, decir que el ine()
.
nsciente es -como todo lenguaje en tanto que
a?c:ho lenguaje est estructurado- cosa privada. y
d~ hecho, tal como el psicoanlisis freudiano lo ha
constituido, funciona de manera estrictamente ~egu
lada, pero sin que ninguna de sus reglas se publique;
rns an, la nocin misma de cura supone que al p~
blicar tal regla de un inconsciente singular, se la disuelve: no publicada, la regla sera, asimismo, no publicable. Al concebir la hiptesis de un inconsciente
estructurado como un lenguaje, el psicoanlisis afirma muy precisamente la existencia real de un lenguaje privado del sufrimiento, o al menos del malestar (comprese con Investigationes, r, 243). Por lo
. 5 Tal es la puesta en juego del innatismo chomskyano, ya sea
i~ierpretado o no en trminos filogneticos. De hecho, todo in
niismo equivale a suponer que hay un lenguaje privado. A la inversa, la negacin del lenguaje privado equivale a recusar todo innatismo, incluso el innatismo lorenziano. Se observar de paso
qll_e, al mismo tiempo, se juzga de antemano toda doctrina cognitivista, segn la cual existen, filogenticamente constituidas, unas
f~gls "privadas" propias de cada aparato de cognicin. Desde
luego, tambin resulta tentador interpretar el a priori kantiano como un lenguaje privado; toda empresa trascendente supone que
e,J.sujeto obedece, en privado, ciertas reglas. Misma observacin,
apriori, para el imperativo categrico. En cambio, se podra sost~ner que el cogito no supone ningn lenguaje privado y se comHiiia fcilmente con la hiptesis de una definicin pblica de las
r~glas de empleo de la palabra "cgito" (por no hablar siquiera de
~~a definicin pblica de las reglas de la meditacin).
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a la vez, necesaria y suficiente. Sabido es cmo ines; viene aqu la oposicin 0/A; por s sola, pone de
ter .
e
1' .
111anifiesto lo real de la estructura LOno ogica, pero
oner que eso basta para autorizar que se hable
sup
. , es a1go que so'1o au tori"zan
d estructura 1mgmstica
Seussure y Jakobson. Freud, sin duda, no lo habra
a~ll1itido; a su modo de ver, el lenguaje req~iere las
palabras. Dicho sea de paso, por eso necesita recoocer los lexemas fort y da a travs de lo que Lacan
n fiere considerar fonemas. Pero aqm' resul ta f unpre
.
.
s
drunental la diferenCia entre lexema y fonema. I se
trata de lexemas, el wittgensteiniano podr alegar
ue111pre la existencia de un tercero (pblico). que habra publicado la regla de juego de lenguaje que es
elfragmento pertinente de la lengua alemana: el par
de trminos fort y da. Pero si se trata de fonemas,
ningn tercero (salvo el Otro, que precisamente es 1~
estructura) ha podido publicar, como tal, su oposicin pertinente.
Desde luego, basta un poco de sofisticacin para
borrar todas las diferencias. As, ellacaniano no tendr dificultad para mostrar que nada es propiamente privado, ni en el lenguaje ni en el inconsciente. El
concepto de Otro (llamado "Otro con mayscula")
permite hacerlo fcilmente. Pero se~os cla:~s: un
wittgensteiniano consecuente no podna admitir que
baste con el Otro para desprivatizar el fuero interno.
El punto efectivo es ste: la oposicin privado/pblico es pertinente en Wittgenstein, precisamente porque el nico problema que considera real al final del
Tractatus -y ello por decisin explcita- es el del
prjimo en cuanto semejante, es decir, en cuanto
otro con minscula. Mientras que el Otro con
mayscula, que no es crucialmente un semejante, re-
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cusa por su sola existencia la pareja duelo
pblico a la que Wittgenstein, por principio, n"'"'"''1!1111
limitarse. En ese sentido, el lacaniano no dir,
vez, que el inconsciente es un lenguaje privado,
ro ello es para negar que la palabra "privado"
aqu la menor significacin. Aqu ambin funda
autoridad en lo que sostena la lingstica, aun
cicla a su ncleo mnimo.
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ducible, todo a la vez. Esencial multiplicidad y unidCiad del objeto. Ahora, ya no basta con develar esos
dos rostros y ponerlos frente a frente; an habra que
ver si no se cruzan, si los objetos mltiples no recubren al Objeto nico y singular y si el Objeto singular y nico no est en el principio de la pluralidad indefinida de los objetos.
43
Ruina
A-dmitamos que se emprende la revisin detallada
:le los objetos notables, en busca del objeto que, al
terminar la cuenta -saltemos inmediatamente a lo
esencial-, sera como la firma de este siglo; una vez
declinada la larga lista de todos los objetos nuevos e
interesantes producto de la ciencia contempornea,
de sus tcnicas, de la imaginacin y del genio humano, finalmente daramos, inevitablemente, con lo
siguiente: el objeto que verdaderamente caracterizamejor el siglo XX es la ruina.
Aunque inesperado, es sin embargo un objeto
bien formado, conforme a una concepcin comn
del objeto -ocupa un lugar en el espacio, se produce, es accesible a los sentidos, etc.- aun si, en la prc.tica, se presenta como ligeramente desestructurado.
Y difcil sera negar que la ruina tiene en el bolsillo
!:fQdos los ttulos para erigirse como monumento del
'siglo XX, si queremos convenir en que el mundo hu'wano nunca conoci, en el pasado, semejante superj)roduccin de destrucciones. Construir una ruina, .
P,ueva, moderna, a guisa de monumento, debe desStS\carse, fue idea del arquitecto Albert Speer. En to"lo caso, si tiene sentido llamar el siglo xx "siglo del
ra
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GRARD WAJCMAN
45
Si se trata de singularizar el siglo mediante un objeto, en~onces hay que ponerse a buscar un objeto
que sena como tal no historizable, es decir, a la vez
absolutamente nuevo y singular, surgido especficamente en este siglo, e irreproducible, incomparable
y sin doble.
La invencin
Jean-Luc Godard, a quien no le es ajena la cuestin
de saber _lo que hay de nuevo en el siglo xx, se pregunta evidentemente si ha sido el cine. 2 A lo cual responde ms bien que no. El cine es una invencin del
siglo XIX, no slo desde el punto de vista de la cronologa, sino por estar ligado a la gran industria a las
tcnicas de la reproducibilidad3 (No seria total:nente
absurdo plantear la siguiente pregunta: y el divn?).
Sea como fuere, si no es el cine, Godard concluye
que, _pensndolo bien, slo hay una cosa que pueda
considerarse verdaderamente la gran invencin del
siglo xx: la matanza en masa. He aqu la cuestin.
Slo que, tambin en este caso, al punto se dir
2
46
GRARD WAJCMAN
que la matanza en masa en primer lugar ya era conocido, tal vez un poco menos en masa, pero de todas
maneras era conocido, y en segundo lugar, que puede perfectamente reproducirse de la misma manera.
Adems, es lo ms probable.
Entonces, pese a la carnicera de la gueua del 14
cuando el siglo se bautiza, o la bomba atmica, tecnologa verdaderamente revolucionaria, o Ruanda, o
Stalin, o Kosovo, o la guerra entre Irn e Irak, o etc.,
no se puede decir exactamente que, como tal, la matanza de masas rubrique el siglo XX.
La verdadera invencin es la shoah.
Sin duda, sta tambin es una matanza de masas,
y pese a su amplitud, destruccin por destruccin,
se podra pretender que es lo mismo. Pero no lo es.
Dir algo sobre en qu se apoya, a qu apunta lo
que est en juego, y por qu esto importa para el
pensamiento. Y lo que vienen a hacer aqu el arte y
el psicoanlisis.
Nominacin
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48
~1;
venir. Dejando de lado la idea dbil del artista testinombre "shoah", para designar la destruccin de
go
de su tiempo, _se trata de pensar que la obra de
judos, se convirti en acontecimiento con el
arte
instaura su T1empo.
Shoah. Claude Lanzmann cuenta que a veces a.'-'-"-LI<UJiiill
Esto
inscribe, pues, la orientacin que pretendo
algunas personas a verle diciendo: "iAh, usted es
seguir:
defender
que la cuestin de la shoah como
autor de la shoah!" A lo que l responda: "No, el
singularidad
del
siglo
implica inmediata, fundamentor de la shoah es Hitler, yo soy el autor de
talmente,
una
obra
de
arte, como el filme de LanzShoah es en lo sucesivo el nombre
mann.5
y
que
la
singularidad
de la shoah es la misde lo innombrable que constituye la entraa de
que
puede
atribuirse
al
filme
Shoah.
ma
siglo.
Hay que ir ms lejos. En suma, del nombre al
jeto. O sea, esto: digo que llamo shoah a lo
muestra el filme Shoah. Y que conviene, pues,
brar shoah, hoy, a lo que muestra una obra de
llamada Shoah -y no, por ejemplo, lo que
Nuit et brouillard de Resnais, lo que George
5 Ntese que, sin llegar al carcter crucial de lo que est en
al llegar con el ejrcito norteamericano, film
j\lego, ello supone una concepcin general de la obra de arte coAuschwitz y en Ravensbrck, o La Lista de :lcltznatef:~l. mo instrumento de conocimiento, y aun como modelo de conocide Spielberg. He aqu lo que est en juego, cuyo
miento, en el sentido de que supone que lo universal slo se reveen lo singular, y que la verdad slo surge en un objeto. La obra
co podra circunscribirse as: 1] de qu manera
de
arte como una especie de arquetipo de la verdad en el que sobra de arte muestra la verdad; 2] de qu
.. tano se entrega sino en obras singulares, es decir, mltiples y no
una obra de arte ocupa una funcin de tnl.nl>m.lsl()J
.totalizables. Es un poco como lo que dice Proust en Le Temps refundamental.
lrouv, que Rembrandt o Vermeer, que nos dan acceso al mundo,
Esto equivale a decir que el filme de Lanzm2mn
. son multiplicadores de mundos, y que hay, a nuestra disposicin,
tantos mundos como artistas originales. Por ello, este conociya en ese sentido, no es un documento
:miento esttico supone que la verdad se entrega en una discontishoah como se puede hacer un filme sobre un
nuidad original, esencial, y ello conlleva la idea de una verdad nopasado: nombrando, mostrando, y nombrando
y tambin la idea de una verdad que tampoco se da a ver en
que muestra, es constituyente del hecho. Este
obra, como si se tratara de levantar un velo ante un misterio
es un acto fundador.
~illo que se revela revelando el misterio. La verdad como revela:
Cada obra de arte se1ia, de este modo, una especie de epiEn esto, y sin fijarse an en la singularidad
pero una epifana del no-todo. Epifana no-toda del no-todo
une la shoah a esta obra, el filme de Lanzmann
A lo que se aade la dimensin de una paradoja temva a lo ms alto la dimensin que define la obra
en la obra de arte, el tiempo se abre en la doble diarte para Walter Benjamin: la de no estar inserta
~lmPrt<i<'m de lo nuevo absoluto y de lo inmemorial. Todo brote de
un tiempo que la rodea y le da su sentido, sino
se entrega as en la experiencia del descubrimiento y al
tiempo del reconocimiento.
gendrar por s sola un presente, un pasado y un
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50
Irrepresentable
Inmemorial
La shoah es un acontecimiento que no se puede ver
<lOmo cualquier otro acontecimiento, que tampoco
puede decirse como cualquier otro acontecimiento.
En primer lugar, por la ausencia efectiva de todo do. 'ctimento y de imagen, ausencia de los archivos sobre
l()S. cuales se funda normalmente el trabajo de los
lli~toriadores. Pero hay que prestar atencin al he~ho de que esta ausencia no tiene nada de azaroso,
'jrz?que fue enteramente deliberada: los nazis se preonntvnnn tanto por organizar el crimen como por la
y tuvieron un cuidado extremo en no dejar
que pudiese constituir una huella, ni documenni fotografas, ni ruinas: desde luego, no lo loLacan, "Maurice Merlau-Ponty", en Les Temps Moder184-185, 1961, p. 254.
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GRARD WAJCMAN
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haya una concatenacin de causas calculables,
plemente que lo que se llama la shoah es
ble a tal concatenacin. Como una lgica de
Destacar, por ejemplo, que la deportacin de los
dos hngaros (formaron ms de la tercera parte
nmero total de los muertos de la shoah)
muy tarde, en 1944, y que se habran
escrupulosamente en accin todos los medios
su transporte y su exterminacin en los campos
la muerte mientras el Reich estaba en plena
militar, muestra hasta qu punto la "guerra
los judos" est profundamente separada de la
rra, de su curso, de sus objetivos y de su lgica, y
mayor o menor medida no tiene relacin con ella:
"solucin final" no es, en sentido alguno, un
men de guerra"; sera ms bien, segn la frmula
Jean-Claude Milner, "un crimen de paz" en
de la guerra. 8
Causa
El conocimiento cada vez ms profundo que
mos de la historia de la shoah nos lleva, en verdad,
separar cada vez ms aquel hecho de toda ._a,~~>a.u,
dad, histrica, psicolgica o de otra ndole (aqu,
saber analtico resulta tan impotente como los
ms). Un hecho puro. As, hay que dejar lugar a
que es menos una idea que un hecho,
que nada podra dar razn de ese crimen, tomar
medida y extraer todas sus consecuencias. Que
VaseJean-Claude Milner, "Les dnis", en Paroles a la
du prsent, Marsella, ditions Al Dante, 1997, p. 73-83.
8
55
run
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GRARD WAJCMAN
Jviostrar
Entonces, dos observaciones, o dos vueltas para
apretar un poco ms la tuerca. Por una parte, el punto irreductible a toda interpretacin, a toda explicacin, a toda lgica, ese real fuera de la razn puede
designarse exactamente: son las cmaras de gas y no
los "campos" o cualquier otra cosa; as, es importante hablar con precisin hoy y nombrar "las cmaras
de gas" y no simplemente "los campos" u otra cosa.
Las cmaras de gas son el punto exacto de lo innombrable y de lo irrepresentable: se es el lugar de la
shoah. Luego, segn la observacin, lo innombrable
y lo irrepresentable de las cmaras de gas: eso es
exactamente lo que muestra la pelcula de Lanzmann.
Porque es necesario mostrar eso.
Acontecimiento inmemorial, concebido y realizado fuera de la historia, sin testigo, sin imagen, borrado de antemano, acto no advenido en el instante
mismo en que era cometido, y cuyo horror mismo
supera lo que se puede ver y decir. Irrepresentable,
no deja de no escribirse.
Aqu entra el arte.
Cuadro
Si el arte es el encargado de mostrar lo que no se
puede ver en absoluto, se puede considerar, pues,
que del corazn de lo trgico de la shoah surge
problema que se podra calificar, a la vez, de esttico y de tico.
En primer lugar, plantea una pregunta sobre la re-
57
58
GRARD
59
en nuestro fin del siglo XX, ya que lo que acaba marcando ese tiempo es que ocurri algo que no es una
encarnacin, que es irrepresentable. Entonces, cmo hacer un cuadro de lo que carece de imagen, de
lo. que no se puede ni narrar ni describir? ... Un punto como un vaco de la historia, que no hara historia.
'Malevitch
60
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_llt
'"
61
62
pliegue sutil, esencial y con importantes co:nst~CUlen
das. Ese cuadro no es un cuadro sin nada, sino
cuadro con la nada. No un cuadro del que estara
sente algn objeto cualquiera, sino un cuadro
que es la ausencia misma lo que se pinta.
Pintar la ausencia: proyecto deliberado del
El Cuadrado negro sobre fondo blanco es un
de objeto, cmo decirlo?, encarnada. Es esta
cia. El cuadro desemboca as en una ontologa
tiva, ontologa de la ausencia y de la falta.
Aqu, la ausencia no debe entenderse como
ma" de la tela, como si el cuadrado negro fuera
imagen o un smbolo puesto all para figurar,
lar o significar la ausencia. El cuadrado es la .----- """'
ra, est all, lo dice el propio Malevitch,
enfrentar con "la experiencia de la ausencia". No
pues, un smbolo, no es exactamente una imagen:
una ausencia, real, opaca, densa, casi
decir "palpable". Malevitch da forma a la auseJJ.Cia.
La ausencia de objeto en cuanto tal. La ausencia
tada. La pintura da espesor a la ausencia. Desde
go, es asombroso advertir aqu la cercana de
cuestin en Malevitch con los cuadros tejidos
Rouen en los que se interes Lacan, y que, segn
expresin de Hubert Damisch, son cuadros que
hiben esa paradoja del espesor del plano.
Malevitch, no es que no pinte nada, pinta la ..~~u,,,''" 1
Ni imagen ni smbolo, la nada figura aqu ella
ma, en persona, materialmente, como objeto.
to ciertamente sutil, pero objeto de todos modos.
por qu no decir que la ausencia sera, en
vitch, estrictamente, "el objeto" pintado? No
sentado, simplemente pintado. Una
cin" de la ausencia, para retomar el concepto
63
J~an-Pierre
13 J.-P. Vernant, "De la prsentification de !'invisible a l'imita:tion des apparences", en lmage et signification, La Documentation,
fran~aise, 1983.
H En ese punto sera yo bastante benjaminiano ya que, preocupado por la cuestin de la relacin de las obras de arte con la
rsalidad histrica, Beramin concluye que no hay historia del arte y que la obra de arte es esencialmente a-histrica. "En este sentido, dice, las obras de arte se asemejan a los sistemas filosficos
[: .. ]. La historicidad especfica de las obras de arte no se manifiesta en la "historia del arte" sino en su interpretacin. sta hace
aparecer entre las obras unas correlaciones que, sustradas al
tiempo, no por ello quedan desprovistas de pertinencia histrica." (W. Benjamin, 1923, citado por Stphane Mases, L'ange de
l'histoire, Le Seuil, 1992, p. 123. En ese momento, Walter Benjarllin est escribiendo el Origen del drama barroco alemn.)
64
to de la imagen, extraer el objeto de toda relacin
doble es, a mi entender, aquello a lo que se ha
sagrado el arte del siglo xx, aquello a lo que an
consagra. En lo cual, creo yo, este arte es contc::m1po
rneo de Lacan. O bien, en esto el objeto a de
es contemporneo del arte del siglo XX que se
Cv"?iaiiza por encuadrar el objeto como singularidad
u.Jsoluta, sin doble y sin imagen.
.
Podemos medir entonces la amplitud que co
. estas cuestiones en el arte de hoy si reconocemos
=>hecho de que, quer.J.noslo o no, la shoah ha
do en su fondo al orden de la representacin,
tituyendo, en cualquier grado, una especie de
( . ) rente ltimo de todo lo qu~ se prodt~ce hoy en
visible. De manera que habna que decrr que el
rente ltimo de toda representacin y de todas
imgenes de hoy es la ausencia de imagen de
shoah.
La pregunta selia: Qu muestra de nuestro
...,.._J do un arte que est constantemente saltndole a
imagen la tapa de los sesos?
c::l
<(
l..U
f-Q
J:l
-4:0
Wittgenstein
EL PSICOANLISIS, EL SIGLO
65
p;f175 [ed.
66
67
Mirada
Por lo tanto, dos cosas. Toda tentativa de historizar
la shoah es, estrictamente, empresa de borramiento
de la shoah. Al contrario de lo que creen quienes lo
pretenden, es arriesgarse a hacerla salir de la memoria, de la historia de los objetos, porque ese hecho es
un hecho fuera de la historia. Podra decirse, as,
que la shoah reclama la memoria y los testigos no p~
ra escribirla, sino precisamente porque eso no deF
de no escribirse.
La segunda cosa, ligada a la anterior, es, pues, que
la historizacin procede de la representacin. Hacer
una ficcin de imgenes, un filme sobre la shoah,
como Begnini o Spielberg, historiza la shoah. Tales
.filmes instalan as la shoah en un antes y un despus,
lo que supone la distancia, el alejamiento, el lado "la
vida sigue ... " (mientras que el filme de Lanzmann se
mantiene en el presente, instala en el presente el presente inmemorial de la shoah). Ello olvida y traiciona porque toda imagen mitiga el horror. Es decir, da
una imagen, una forma a aquello que est ms all
de toda imagen, a aquello que se quiso sin imagen, a
68
aquello que se concibi deliberadamente contra
imagen, un atentado contra la figura humana.
este sentido, el problema que plantea el hecho de
cer una pelcula, una ficcin sobre Auschwitz,
muestra Auschwitz, no es cometer un acto de
nacin, es, para empezar, que eso "humaniza" el
rror, y al cabo, que en verdad as se trabaja con per:
fecta inocencia, para hacer entrar Auschwitz en el
patrimonio cultural de la humanidad. Abyeccin.
Por otra parte, tal empresa va simplemente en contra del efecto buscado: en el momento en que se
cree que por fin se muestran las cmaras de gas, que
se permite "sensibilizar" a las poblaciones y refrescarles la memoria, en realidad la imagen disimula y
hace olvidar. Toda representacin, al tiempo que
pretende mantener el recuerdo hace caer un teln,
es vehculo de un adis eterno a lo que fue. As va la
historia. Una pelcula sobre los campos de concen:.
tracin es una autorizacin a olvidar. En este sentido, la historia es consentimiento social al olvido, lo
que lleva a repetir el irrisorio "iEso nunca ms!" como frmula mgica. Memoria e historia marchan
aqu en sentido contrario la una de la otra.
La pregunta sera, entonces: cmo mostrar lo
que excede toda imagen, cmo hacer ver un atentado contra la imagen, cmo exponer lo que hace implosionar la historia, cmo hacer obra sin transposicin ni olvido? Creo que al arte de este fin de
lo corroe internamente esta pregunta. Y que el filme
de Lanzmann ocupa en l una posicin esencial que
resuena en todas las producciones visuales de hoy.
Shoah no es un filme sobre la shoah, es la obra de
quienes fueron empt~ados a las cmaras de gas, alza
ante nosotros la mirada de quienes no sobrevivie-
69
70
encargados de dirigir directamente los
Hay que hacer cesar las estupideces que se sueltan
respecto. Shoah es una pelcula que filma las
as de la shoah. Aun cuando Lanzmann no usa
gn archivo cinematogrfico, ninguna imagen
las fihnadas por George Stevens, imagen en color
diecisis milmeu-os de los osarios descubiertos
el ejrcito norteamericano al entrar en
en Ravensbrck, las imgenes de este filme sobre
cmaras de gas son ms verdaderas y, dliia yo,
reales que todas las escenas reconstruidas de
berg o Begnini. Eso es lo que hay que decir:
contrariamente a lo que se quisiera creer, L<u,cuJ.ann
filma mejor, y muesu-a mucho ms que todos
otros. Algo que no se le escap a Duras, quien
ta vanamente convencer a Godard en una =~~r.~..: "
publicada. 17 Shoah es el filme que muestra las
ras de gas. Realmente. No se ve nada?
te: as era, no se vea nada. Y, quin habra
verlo? No las vctimas, amontonadas dentro.
co los que estaban fuera. Y de todas maneras,
rra en la oscuridad. Nadie poda verlo. Nadie
nada.
Cmo mostrar eso que no tiene imagen y que
die vio?
o.p.a.
n.
71
73
72
a':
18
205.
DE UN JOYCE AL OTRO
DE UN JOYCE AL OTR0 1
JACQUES AUBERT
[74]
75
mra Joyce lo bastante poeta? Podemos preguntr., noslo. Haba empezado pronto, desde luego, con sus
Moterialit es un compuesto de mot (palabra) y maleTialit
[E.B.)
76
poemas de Chamber Music, pero aadiendo pensa~
miento: "Haba interpretado [ ... ] la doctrina viviente
de la Potica". Puede decirse tambin que no estaba
demasiado seguro de saber qu era ser poeta, pero
que le importaba en el ms alto grado. Haba sent.,
do, pues, la necesidad de introducir un poco de vida
en la doxa mediante su interpretacin, por su ntermediacin: se meti todo l en la potica, fuera de toda encarnacin, Juera de toda identificacin. Su inter.,
vencin adopta la forma de dos textos centrados en
la nocin de lo dramtico (Drama and Lije, Ibsen'~
New Drama); la sustancia del primero ser retomada
y presentada en Stephen Hero con otro ttulo. En Portrait of the Artist as a Young Man, de las tres formas de
arte el dramtico es a su entender el ms elevado.
S~ enfoque es histrico y sobre todo antropolgico: "La sociedad es la encarnacin de leyes universa~
les e inmutables que implican y envuelven los caprichos de los hombres, sus costumbres particulares y
las diversas circunstancias de su vida." Por oposi~
cin, "el dominio de la literatura [... ] es el de
costumbres y humores accidentales" 2 (debo
var, de paso, que el trmino "literatura", en esos
meros textos, es ora depreciado, ora valorado;
que volver a ello). En esta perspectiva, el drama se
presenta de entrada por referencia a la
"se aplica en primer lugar a expresar las leyes
mentales en toda su desnudez y su rigor
tiene por funcin "hacer el retrato de la verdad",
tray truth. Se presenta en una tensin entre una
ma y un espritu que la habita pero nunca
2 James Joyce, CEuvres, t. 1, presentado por Jacques Aubert,
llimard, col. "Bibliotheque de la Pliade", 1982, pp. 918-920.
DE UN JOYCE AL OTRO
77
ce, que no toma cuerpo en ningn lenguaje. Tensin entre lo universal y lo contingente. Ntese que
el acceso a la verdad se produce mediante la analoga
y no la deduccin.
Es aqu donde aparece una curiosa comparacin
que J oyce ya haba puesto a prueba en una disertacin universitaria. Nos dice: "[El drama] ha hecho
estallar todas [las formas] que no le convenan, co-mo el primer escultor cuando separ los pies de sus
estatuas." Este enunciado produce una doble ruptura, primero al introducir la referencia incongruente
a otro arte, la escultura, antes de volver al drama, y
luego, al caracterizarse por un fenmeno que es la
falta del nombre propio, un no nombre propio relativo
'1'
a un pnmer pasa: Intentemos ver un poco ms de
cerca esas dos intrusiones.
ha escultura y el modelo
.ta aparece en posicin originaria, y sobre todo metaEs con la escultura con lo que nos encondos meses despus en un artculo memorable
la pieza de Ibsen, Cuando despertemos de entre los
que escenifica las relaciones mortferas de
y su modelo, y plantea, por lo tanto, la cuesde la mujer/una mujer (texto que, por s solo,
todo un desarrollo). Y tenemos la sensacin
que es tambin con la escultura con quien dialoal comienzo de su primerPortrait of the Artist cuan-
' >mro"'t:fl..
78
JACQUES
DE UN JOYCE AL OTRO
79
roa ms el:vada de la poesa, y sta, repitmoslo, tiene por objeto la accin. Por su parte, Joyce separa lo
que puede haber de acto del sujeto en la accin dmmtica, accin que Joyce tuvo el mayor cuidado -en la
c~nferencia de la que hemos partido- de oponer radicalmente a lo puramente "espectacular;'.
En el Portmit of the Artist, J oyce le hace decir a Stephen Dedalus, a propsito del "ritmo de la belleza":
"Hablar de esas cosas, tratar de comprender su naturaleza y luego, habindola comprendido, intentar
lenta y humildemente, sin descanso, extraer de nuevo, ~e la tierra bruta o de lo que ella nos provee so~~~os, formas, colores, que son las puertas de la
pnswn del alma- una imagen de esta belleza que hemos llegado a comprender: iHe aqu lo que es el ar' 1a escu1tura aparece como la metfora prit ~-1'' 3 .A si,
vllegm_~a de la creacin, en tanto que es expresin,
extracczon de un objeto (a?) del significante masificado.
Presenta el acto fundador, que es respuesta a una falta de falta.
Pero insistimos: esta escultura est claramente
precisada por el cuerpo, as como asociada como
hemos visto desde el principio, a lo dramti~o. Y el
propio axioma "el drama es la vida" se verifica cuando Joyce presenta otra cara posible de la cuestin del
cuerpo, la parlisis, en tanto que seala la muerte
que _:1 significante aporta. Sabido es que J oyce presento sus cuentos con estas palabras: "Mi intencin
3
!bid., p. 734.
81
80
era escribir un captulo de la historia moral de
pas, y eleg Dubln como marco porque esta
me pareca el centro de la parlisis" ,4 le escribi a
editor, Grant Richards, el 5 de mayo de 1906; y
bin a su amigo Constantine Curran, el 4 de
de 1904: "Llamo DublineTs a la serie para tnncJtOiltat.
[betmy] el alma de esta hemiplegia o parlisis que
muchos creen que es una ciudad", 5 donde se ve que
la identificacin entre ciudad y parlisis es -..v..uJ"Una identificacin en la inmediatez del
"Dubln", que l ha encontrado "como muerto", con
vistas a un sentido que da (vuelve a dar) vida.
En efecto, Joyce escribe a su editor (15 de
bre de 1905): "A consecuencia de numerosas circunstancias que aqu no puedo exponer con deta~
lle, me parece que la expresin "dublins" tiene un
sentido; dudo que pueda decirse lo mismo de "londinense" y de "parisiense", de los que algunos escritores se han servido como ttulo." 6 No es sorprendente que
no
pueda "detallar las
circunstancias", pues eso ya sera lanzarse a su escritura: lo que le obsesiona, tanto como la pasividad de las personas, es la masividad del significante, masividad a cuyo extremo su escritura tiene por,.
objeto, precisamente, llegar. Por lo dems
"1\!Iy intention was to write a chapter of the moral history of rny counand I chose Dublin Jor the scene because that city seemed to me
center of paralysis.
5 I call the series Dubliners to betray the soul of that herniplegia or
paralysis which many considera city.
6 On account of rnany cin;urnstances which I cannot detail here,
expression "Dublinm" seems to me to have sorne meaning, and I doubt
whether the sarne can be said Jor such wonls as "Londoner" and "Parisian" both of which have been used by writers as titles.
l1J
Hemos encontrado, hace un momento, en el discurso deJoyce, otro desfallecimiento, el del nombre del
padre del arte. Ese nombre que falta en la identifica:<;in del drama, de la vida y del arte, es el nombre
mismo con que Joyce pronto se ataviar, Dnota en p. 14.
I have written it Jor the most part in a style of scmpulous meanwith the conviction that he is a very bold man who dares to althe preseniment, still more to deform, whatever he has seen and
83
82
dalo, o, mejor dicho, Daedalus, para retomar la
grafa que adoptar en Stephen Hero y en algunas
tas de 1904, donde, y perdonen la expresin, se
ma "Stephen Daedalus". Es este nombre el
pondr al final de su primer cuento, The Sisters,
blicado el mismo ao en un peridico de
que uno cuenta con volver a encontrar como
ca de la obra terminada.
Sobre ese Ddalo, o ms exactamente .v(u!a,m.,.
J oyce ya haba hecho la misma alusin silenciosa
el comentario de un cuadro, el Ecce Homo de la
yal Hibernian Academy: "El drama hizo su
en la escultura el da en que el artista separ los
de sus estatuas." As retomaba una tradicin
remonta a Herdoto, recuperada en la poca
na por Winckelmann y por Hegel (en quien
blemente la encontr) para sealar en Daedalus
autor del gesto inaugural, no slo de la escultura,
no tambin, como acabamos de ver, de la Jvc:~<L,e
su esencia "dramtica", es decir de "accin-acto",
acto en la accin. Ddalo restituye la vida, lo
esclarece la observaCin del Portrait of the Artist
1904 sobre la "doctrina viviente de la potica":
donde se est bajo el efecto mortal del uu,lL<uuc
la estatua sigue viviendo. Daedalus introduce a la
y a su enigma. Qu quiere decir esto?
Segn Fran<;;oise Grontisi-Ducroux, de quien
mos tomado esos datos, "antes de Ddalo, las
tuas tenan los ojos cerrados, las piernas juntas,'
brazos pegados al cuerpo, o incluso estaban
mente desprovistas de manos, de pies y de
[estos xoana son, segnJean Pierre Vernant,
taciones de la ausencia, de lo invisible]. Algunas
lo consistan en una simple tabla o viga. A ._,"'u""u'
atribuyen todos los progresos decisivos del arte arojos abiertos, piernas separadas, brazos despedel cuerpo y extendidos." 8 De forma absolutanormal, es decir, confusamente, la tradicin
atribuye la fablicacin del primer autmata. Sea
fuere, es la invencin de una mimesis de la via riesgo del automatismo, lo que curiosamente
a Ddalo en el orden simblico, pues este
,,, ,;'UOUll'"- propio surgi de una familia lexical, los daicompuesta de sustantivos, de verbos, de adjetiderivados y compuestos, de vocablos, nos dice
,'1ontis:-U~~,L~~ "que caen en desuso[ ... ] en el moen que la leyenda de Ddalo se ampla y se
Es como si esta serie de trminos se huborrado progresivamente detrs del antropal que dio nacimiento." 9 Plantearemos: "es casi" Joyce tomara un camino inverso al que
la filologa, en un retorno hacia una especie
pre-Ddalo, anterior al nombre propio, hacia lo
del trabajo real de la lengua, hacia el tradel corte que se ejerce en la masividad "xonica" del
"Ddalo" es, para l, el nombre de este acsimblico. En los dos pas~es este significante se
en los dos pasajes el acto queda sealado por
a la separacin de los pies, condicin del
Todos conocemos el reproche que se le hace a Dcon sus autmatas se inaugura la posibilidad,
peligro de que las imgenes, las imgenes del
,
se larguen: otra manera de decir que el aues del orden de la analoga y de lo imagina8
85
84
rio, mientras que la inmovilidad de la estatua
captar la vida que hay en ella, con su parte de
dad. No por casualidad los daidala, as como los
n~, forman parte de los agalmata, de los objetos preciOsos que dependen ms o menos de lo sagrado. y
por esta razn, si bien no se desplazan, tienen voca~
cin de ser desplazados, en los movimientos de
cultura viva:
"Las estatuas de Ddalo tienen muchas razones
para huir. Son mviles en tanto signos de la
cia inaprensible de un dios, en tanto objeto e instru,
mento de ritos que imitan la accin divina en sus diversas manifestaciones, en tanto marca de un poder
poltico que reclama para s una investidura divina
pero que, al mismo tiempo que el talismn, puede
escapar de su detentador, y por ltimo en tanto objeto, ~recioso qu~,, adems de sus valores religiosos y
poht1cos es tamb1en [ ... ]un valor circulante, una moneda de intercambio."lo
~s, Ddalo es quien crea una variedad de agalmata
destznados a la fuga metonmica, inseparables de la dimensin metonmica de lo simblico en la cual el objeto se
escapa de su detentador-creador. Ddalo liberador, ms
que_ cr~~dor, de objetos que hace escapar de lo que
el s1gmflcante pueda tener de masificado.
!bid., p. 36.
!bid., l 06.
Observo de paso que Joyce seala el inters de su hroe en
"los dioses portadores de los hombres cuya herencia deban recoger Leonardo y Miguel ngel", Stephen le hros, en CEuvres 1, op.
cit., p. 347.
10
>
86
beracin espilitual de mi pas."
cin del espritu prisionero de una forma
retoma la idea que rega su presentacin de lo
mtico.
Este espritu, que se dirige al Otro, Joyce
pronto nos dir que es el suyo, como dice en la
ma poca (1904) al principio de su primer Portmit
the Artist: el arte de ese retrato, comenta,
en poner en accin "por algn proceso del
cuyo cuadro an est por hacer [as yet -un.~utJ'ut.ar.rt
en desprender [liberate] de las masas de materia
sonalizadas lo que constituye su ritmo
te"; y esta forma es la de un cuerpo cuya nica
tencia es la que le proporciona el heternimo que
ha escogido.
87
sealada antes, portray truth). Pero en un procernarcado por el rigor de lo simblico: tabulated
claramente la tabla de Mendeleiev y su casilla
A partir de un pedido, la coleccin se organiza
a poco bajo la pluma deJoyce, tal vez, en una
etapa, siguiendo el modelo de La Divina Coy luego, explcitamente, como la presentacin
u-es aspectos de la ciudad: infancia, adolescencia,
~~,..,,-p7 y vida pblica (Carta a Grant Richards, 5
rnayo de 1906). Pero Joyce no llega a concluir: su
proyecto incluye, al principio, diez cuentos, luego
, luego trece, luego catorce. Joyce ha llegado a
punto en 1906 cuando, cansado de su vida en
se va a buscar fortuna a Roma, donde perocho meses y de donde regresar -gestacin casi cumplida- en la primavera de 1907 con el
(avanzado hasta qu punto?) de un ltimo
cuento que terminar, ltimo gesto, al comienzo del
verano, The Dead. Esta puntuacin final es casi contempornea del proyecto de reescribir Stephen Hero
en una novela "de cinco captulos", que ser A Porof the Artist as a Young Man. Tambin es el momento en que llega a su hogar su segundo vstago,
Luca. Intentemos captar algo de esta manera de
concluir el tiempo, para comprender.
Joyce firma, pues, su primer cuento Stephen Daedalus, pero publicar la coleccin con su nombre propio y al mismo tiempo decidir llevar a cabo una
89
88
reescritura de su retrato. Entre los dos mcJmento~,
con la cada de esta identificacin, bascula la
con el Otro.
Relacin marcada en una primera etapa por los
indicios de la certidumbre, aquella certidumbre de
que nos dice en el primer Portmit ojthe Artist (1904)
que entre los hombres no la haba encontradol2
ro que comenzaba a sentirla durante las experiencias
que evoca y que calificar, en otra parte, de epifanas. Tal parece haber sido, al principio, la inspiracin de los cuentos de Dubliners. Y es de esta certidumbre de lo que se siente depositario y se
considera destinado a tmnsmitir, como lo afirma
Stephen Hero: "[l] estaba convencido de que nadie
presta a la generacin de la que forma parte un servicio mayor que aquel que, sea por su arte, sea por
su existencia, le da el don de la certidumbre" _13 Pre,
cisemos: "en lo tocante a la estructura".
Ya hemos visto con qu vigor, en el caso de los
cuentos de Dubliners, defenda Joyce esta misin de
divulgacin de toda la verdad, cuyo goce lo invada.
Tambin hemos visto la incomodidad en que ese trae
bajo de escritura fue hundindolo poco a poco, sin
que l se diera cuenta. Y es que su proyecto era tambin y sobre todo una demanda, en medio de las chi-.
canas en las que acab por dejarse enredar: acusador por principio, J oyce pronto se vio obligado a
desplegarlo en el significante. En esta metonimia, de
acusado, el Otro pas a ser, para l, poco a poco, el
acusador. En Drama and Lije se trataba de hacer el
"retrato de la verdad": este icono, propiamente epi1
2
13
>nuL<<~~, era un objeto, era todo objeto. (Lo que se sa. be del fetichismo de Joyce para con sus primeros y
oreves textos, caligrafiados en papel vitela y presentados con extremo cuidado, debera releerse en esta
perspectiva.) Es como si esos objetos se pusieran a
contemplarlo. Su imagen heroica (Stephen Hero) est
convirtindose en autorretrato. Sus "papeles de
identidad", puros enunciados, pasan a la enuncia:cin: Ego sum (Daedalus), con el que precisamente se
frustrar el heternimo imaginario, reducido ahora
al proceso que l mismo ha desencadenado.
Y fue en Roma donde se produjo esa inversin de
perspectiva. Si hemos de creerle, J oyce haba ido all
a buscar, a la vez, un trabajo mejor remunerado y un
poco de tiempo libre para escribir. Mas para aquel
catlico irlands liberado de los constreimientos de
su condicin, sin que l lo supiera estaba en juego algo, no tanto de la verdad en cuanto universal (catlica),
como de su fundamento, aunque fuese en forma de
un desafo. Este desafo haba consistido, por un momento, en constituir "toda una ciencia esttica" abase de "Santo Toms aplicado", en cierto modo una
suma. Ese proyecto de vestir el goce (lo Bello), manifiestamente abandonado ya en aquella poca, se
acuar en escritos (de los que habr cinco tomos,
cinco, el Pentanteuco de la Biblia del Arte), en puros
escritos de surn, de "soy el que soy".
Y es queJoyce se encuentra con un real, en un doble encuentro fallido, que implica tanto a Dubln
como a Roma. Por una parte, nos dice, no ha dado
cuenta de la virtud de hospitalidad de los dublineses, y por otra parte ha sido captado, est transido
por la atmsfera mortfera de Roma "que evoca para m, nos dice, a un hombre que se gana la vida
90
91
15
!bid., p. 1204.
92
JACQUES
DE UN JOYCE AL OTRO
2!Jbid., p. 248.
93
94
95
!bid., p. 380.
Ibirl., p. 238.
v. 250-259.
97
96
'"' 1 ....... - . . . . ,
98
JACQUES
De la comedia
UN JOYCE AL OTRO
99
100
JACQUES
101
para un tratado de esttica, Joyce haba atrigran importancia a la nocin de ritmo, y a la
ci;,.f'S()lUCl.lOn del ritmo. Propongo que lo que l abandona no es el ritmo, sino la perspectiva de su resolu.cin final, en beneficio de un desplazamiento metonnico de sus acentos. A menudo se ha subrayado la
importancia del acento en los textos de J oyce: acento irlands contra acento ingls, el de Cork (el pactre) contra el de Dubln. En Dubliners o en Stephen
Hero, llega a caracterizar de esta manera a un person'!ie Lo interesante es que este proceso se convertir en un impulso importante en el Finnegans Wake.
Donde se encuentra, elevado a la potencia de la
obra, el Witz y su goce. Eso es todava otra historia.
103
104
su obra ya escrita, estuviese sin duda dispuesto
que el acontecimiento ocurriera, dicho de otro
do, aunque la tij acabara verificando el atw7nawn
como inscribindose en l, la repeticin del episodio
real ocurre en cada una de las dos piezas. A eso
a referirme esta tarde.
El hombre y la obra: contradictoriamente,
del no dej de disimular el secreto de lo que para
deba mantenerse protegido, as como de hacer
respecto confidencias regulares. Los Entretiens con
Jean Amrouche, titulados Mrnoires impmviss, son l
ejemplo ms claro. Lo que en esos mismos Entretiens
llama Claudel (por cierto, muy bien) "a la vez la p~;
blicidad y el misterio: as, probablemente dos u~~ .... ~-
dades que son, o contradictorias, o simultneas".2 ,,
Conocemos la posicin de Lacan a este r"''""''""'~
queriendo mantener "una neutralidad objetiva",
mo l dice, respecto a la posicin de Sainte-B
considera que hay que desplazar el giro por l
rado "de la crtica a la condicin literaria": "La
del propio Proust no permite poner en duda que
poeta encuentre en su vida el material de su
je." 3 Se podra, pues, plantear -extrapolando y
tulo de hiptesis topolgica lacaniana de n<>rtlrt'>.que, en algunos autores, el anverso de la vida y e,l
reverso de la obra estn en perfecta continuidad
bre una superficie de una sola cara, y que si,
gesto proustiano, se efecta un corte en la banda
Moebius, resulta que cada punto del anverso
ponde a un punto que lleva el mismo nombre en
2 Paul Claudel, Mmoires improviss. Quarante et un
avec Jean Ammuche (difundidas en 1951-1952), Gallimard,
entrevista 23, p. 208.
3 Jean De!ay,jeunesse d'Andr Gide, t. 1, Gallimard, 1992, p.
105
--~'""Ton.
106
La conversin en Notre-Dame
107
Lo que Claudel llama "una fisura en mi prisin
" tal vez sea difcil de captar para nosoya que vivimos, disculpen la expresin, en lo
Tanto valor necesitara hoy un escritor paser el equivalente de Renan como entonces neceClaudel para declararse catlico.
Sin embargo, tendr la falta de delicadeza de disen la primera conversin de Notre-Dame, la
produce el efecto de un milagro, su aspecto simo imaginario (como ustedes gusten) y su asde real.
Una conversin "autntica", como he dicho (aluo no, poco importa), es del orden de lo
como los dioses. El sujeto se expresa as:
"Nac el 6 de agosto de 1868. Mi conversin se
.o'Lilvu.u 1v el25 de diciembre de 1886. Tena yo, pues,
aos [... ]" Luego evoca el infierno de
aos aburridos y tristes: "Viva yo, por cieren la inmoralidad, y poco a poco iba cayendo en
estado de desesperacin."
"Tal era el desdichado mozo que, el 25 de diciemde 1886, se present en Notre-Dame de Pmis paseguir all los oficios de Navidad. Comenzaba yo
entonces a escribir y me pareca que en las cerecatlicas, consideradas con un diletantismo
encontrara un estmulo apropiado y matepara algunos ejercicios decadentes. En tal disposiempujado y abrumado por el gento, asist, con
placer, a la misa solemne. Luego, no teniennada mejor que hacer, volv para las vsperas. Los
del coro, en ropas blancas, y los alumnos del peseminario de Saint-Nicolas-du-Chardonnais,
.les ayudaban, estaban cantando lo que despus
que era el Magnficat. Yo estaba de pie entre la
108
109
Esto en cuanto a lo 1~eal, que podramos llamar:
eterna infancia de Dios". Debe advertirse que fue
Navidad y no la Pascua lo que convirti a Claudel:
Dios nio, no el crucificado y, sin duda, el nio
bajo la mirada de la Madre, la Madre y el nio, la
Virgen que, me parece, ocupa el lugar del Otro en
este asunto.
Pero al mismo tiempo (pues un punto de apoyo
tan slido como para que quede amarrada a l en
adelante toda una existencia no puede dejar de anudarse -en alguien a quien quisiramos tomar por un
gran histrico y no por un psictico- a su provisin
de simblico y de imaginario: el Magnificat (ese cntico de accin de gracias de la Virgen, en San Lucas)
y el Adeste, al abrir al azar, pero en dos pasajes distintos, la Biblia, una vez de regreso en su casa.
A partir de entonces, sern necesarios cuatro
aos para plegar, para anudar lo imaginario y lo simblico a ese real: con ello quiero decir que Claudel,
convertido en lo real, continuar errando en lo simblico (la pertenencia a la Iglesia, la frecuentacin
de los sacramentos) y en lo imaginario (la vocacin
potica, la desconfianza de todos esos creyentes estpidos y repugnantes, la vergenza).
As, la Biblia, abierta al azar al volver a casa, tambin anuda:
-en el Nuevo Testamento, encuentra el pasaje de
los peregrinos de Emas, que indica, como todos sabemos, la retroaccin de la interpretacin, y l lo interpretar como la designacin de su vocacin de
exegeta;
-en el Antiguo Testamento, el captulo VIII del Libro de la Sabidura:
"Es a ella a quien am y pretend desde mi juventud;
rrt
111
110
me esforc por hacerla esposa ma
y me volv el amante de su belleza, etc." 6
Un cristiano, por muy poco versado que est
las Escrituras, pronto sabr que esta figura de
bidura prefigura (para los cristianos) a la
Mara, y despus a la Iglesia.
Transcurren cuatro aos en la angustia,
all est la causa del deseo, muy cercana, y el
cho insiste en apartarse de ella con todas sus
porque piensa, adems, que el Otro le exige su
tracin, y para el caso, el sacrificio de su voor"'ri-'"
potica. "Debo decir que me defend bien y
lucha fue leal y completa[ ... ] tal fue la gran crisis
mi existencia". 7
El no ceder en su deseo toma, para l, la forma .
una coexistencia sin nexo, de un
p. 68.
Paul Claudel, "Ma conversion", op. cit., p. 1011.
B Paul Claudel, Partage de rnid~ en Thatre, t. I, Gallimard! ..
"Bibliotheque de la Pliade", 1965, p. 1024.
7
112
p. 71.
"Ma conversion", op. cit., p. 1009.
113
115
114
op.
cit., p. 32.
dicho no, se arriesga a colocarse en la dimende una existencia incompleta, de una vocacin
falseada, casi de una impostura. Con la diferencia
respecto al Impostor de Bernanos de que, si Cnabre lo es por el hecho de seguir presentndose como
sin creer en ello, la impostura de Claudel
consistira en creerse sacerdote sin atreverse a serlo.
No nos detendremos en esto. No es que Claudel no
tenga el sentimiento de algo falso que hace que aun
se casa acaricie la idea de que, de todas ma' acabar siendo sacerdote: "A pesar de todo,
tengo una especie de idea, por muy burlesca que
pueda parecer, de que no terminar de otro modo
ms que siendo sacerdote." Escribe esto el 5 de agosde 1906, iy acaba de casarse ell5 de marzo!
De ah, en Partage de mid~ la alusin que le hace
Mesa a Ys a este respecto: "No fui rechazado. Me
mantuve delante de l.
Como ante un hombre que no dice nada y que no
oronurtcia palabra [... ]
Pero, yo quera darlo todo,
Debo recuperarlo todo. Part, y debo volver al
lugar[ ... ]
Dios mo, sin aguardar ms que a vos, que no quesaber nada de m
con un corazn herido y una fuerza falseada."l7
Ahora bien, lo que Claudel le hace decir a Mesa,
le obliga a decrselo precisamente a Ys, a esa mujer
a quien ha encontrado en el navo. Esta vez se dirige
ella, no a Dios, que calla. A ella para plantearle su
pregunta.
Esto es lo que nos lleva, por ltimo, a la cuestin
17
Partage de midi,
op.
cit., p. 1002.
116
Al fin la mujer
No hay que desprenderse aqu de una impresin in~
vencible que se siente cuando se tiene conocimiento
-tal es la palabra- de Claudel: se dira que l cree
en La mujer, y si La mujer no existe, como lo hemos
sabido despus, entonces l se equivoca. Esto es lo
que yo quisiera examinar.
Cuando Pierre Claudel daba conferencias
su padre -es una familia, como se sabe, cuyos miem"
bros, casi todos, se dedican a administrar. intermina~
blemente la gloria de Paul o el destino de Camille-,
al llegar al episodio al que an se le da su nombre
teatral, el de Ys, deca ms o menos: "Fue entonces
cuando mi padre conoci a la ml'er, el encuentro
con la mujer." Eso no tranquilizaba a nadie.
Y sin embargo el enunciado "Claudel se encuentra con La mujer" resulta, si se me permite decirlo,
una expresin bien formada.
Citemos una vez ms a Grald Antaine: "As, ella
no es una mujer como las dems: es todas las mujec
res en potencia... dicho de otro modo, su papel consiste en encarnar a LA mt~er." 19 Pero si el teatro de.
18
p.71.
19 G.A.,
p. 70.
XX,
117
es un teatro digno de inters, hemos de suque justamente esta funcin del la es la que
inters en liquidar.
La mujer adopta, pues, la imagen y la semejanza
aquella Rosalie Vetch, polaca, nacida Rosalie Scide Rylska, esposa de Francis Vetch, de quien tuseis hijos (por entonces le quedan cuatro), ya visen agosto de 1899 en Fou-Tcheou, donde Claudel
cnsul, y con quien se encontr de nuevo en aquel
Barco, el Ernest-Simons, dvnde se embarca Claudel
para su segundo vi<9e a China, el 19 de octubre
1900. Rosalie est all con su marido y con sus hijos.
\'En lo que ella le dir a su hija -la que tendr de
habr callado u omitido u olvidado
extraamente la presencia de su marido en la nave.
El cuarto personaje de esta estructura de cuarteto,
john W. Lintner, parece no haber estado all, al contrario del gobernador Castagn, que mientras tanto
ocupa su lugar. Cuando Rosalie abandone a Claudel
1904, se convertir enla amante de Lintner, con
quien se encuentra en el viaje de regreso o en otra
y a su lado, sin duda, dar a luz a Louise, la hiClaudel (en 1904 o 1905 ); con l se casar y de
tendr un hijo. (Habr tenido pues, al menos
ocho hijos, a casi todos los cuales Claudel, generoso,
encontrar un empleo despus de la aventura.) Veinos, pues, as, a Ys, De Ciz, el marido, Mesa, pronto el amante, Amalric, el segundo marido despus
''de la aventura. iNombres todos ellos elegidos porque significan la particin y la divisin[ Para Claudel, el nombre de ella ser Rose, y dondequiera que
aparezca, en su obra, del nombre de la rosa (Cantate
qtrois voix, Cent phrases pour ventai~ etc.; Ys, Prouno son anagramas de Rose?) hay que saber
118
FRAN<;:OIS
119
Kt'.l;NAT~...:
Ga'
120
121
El La genrico
La mujer no existe. Una mujer s existe (tal es la definicin de "una"). Esta mujer habr existido (para
m). Eso es lo que revela el Seminario Encare, que es
de 1972-1973, y Tlvision, que es de 1974. La mujer
no existe al menos desde 1973.
Pero aqu se impone una observacin: no es evidente que el enunciado de Lacan "La mujer no existe" sature en su formulacin todo empleo del articulo definido. Lacan llega a decir la mujer sin
suprimirla, no porque la mujer, en el sentido en que
l dice que no existe, pueda de todos modos existir,
no. Aunque, ciertamente, el hombre pueda verla, y y
23 Partage de midi, op. cit., primera versin y versin para la escena "Cantique de Mesa", p. 1050.
24 Partage de mid~ op. cit., p. 1218.
25 Le soulier de satin, op. cit., versin para la escena, segunda
parte, escena IX.
122
as creer hacerla existir. A lo que apunta Lacan es al
La que sera todo. Qu decir de este empleo del artculo?
Me referir a un anlisis del artculo definido que
tomo de la obra de Jean-Claude Milner, De la syntaxe
a l'interprtation, y que no creo que haya sido empleado para lo que nos ocupa. 26
Milner nos recuerda que "las gramticas usuales
clasifican los empleos de lo que llaman artculos en
empleos genricos y empleos no genlicos:.
"l. Empleos genricos: aqu aparece esenCialmente
el [la}
123
125
124
27 Jacques
Tlvision ): 28
1'
1
1
"
127
126
"Gracias a lo cual El hombre, al equivocarse, se encuentra con una mujer, con la que todo sucede."
Tambin es el caso de Claudel.
"O bien por lo comn ese fracaso en que consiste el logro del acto sexual."
Sigue siendo el caso de Claudel.
"Los actores son capaces de las ms altas hazaas,
como es sabido por el teatro."
Tambin es iy cunto! el caso de Claudel.
Tanto es as, que se dira que este texto es una alusin a Claudel. Pero nada de eso. Basta que haya drama de amor o comedia de amor en el teatro para
que todo ello se verifique.
A propsito del hombre, Mesa al principio, le
hace a Ys esta declaracin: "He dejado a los hombres", e Ys replica inmediatamente:
"iBah!
"Se lleva usted consigo toda la coleccin" .29
iY bien! Ah est toda la cuestin: Ys se lleva con
ella toda la coleccin de mt~eres,aunque diga: "Todos los seres que hay en m." 30 Es ella la mujer?
Milner se interroga sobre la funcin del genrico
en la interpretacin del grupo (nominal, por ejemplo) por l introducida. En general, nos dice, los lingistas recurren a la lgica y, en nuestro caso, queda
claro que es la lgica del todo y del no-todo la que
lleva a Lacan a suprimir el La delante de La mujer
(as como sustituye la gramtica del fantasma de
Freud por una lgica del fantasma). Pero el problema es que los lgicos, dice Milner, casi no se interesaron por lo genrico. Lo redujeron a lo definido
29
30
Partage de midi,
!bid., p. 996.
op.
cit., acto
1,
p. 999.
128
Rousseau del Discours sur ['origine des langues), este
animal habra podido ser llamado al principio gran
carnero, gran oveja o gran cabra, por algunos primi,
tivos, antes de que, con ayuda del pensamiento salvaje, as como de la domesticacin, las yeguas reales
hubieran enseado a la humanidad ms sobre lo que
su nombre designara. Hoy da, el sentido lexical podra incluso enriquecerse con una definicin cromosmica, indita hasta ahora.
As, Milner introduce los conceptos de referencia
virtual para designar el sentido y de referencia actual para designar la designacin. (La virtual permanece en el diccionario, diremos, y la real es asociada a un grupo nominal.)
Desde este punto de vista, mujer debe obedecer al
mismo sistema que yegua: "Ser humano del sexo que
concibe y trae los nios al mundo", dice, por ejemplo, Le Petit Robert, definicin bastante sutil, y en
cierto sentido circular (la mujer es del mismo sexo
que la madre: cul es ese sexo? iEl sexo femenino!).
Toda mujer, todas las mujeres de las que se hablar
sern referencia actual de esta definicin virtual.
Y eso no es todo, pues Milner observa sin embargo que "el nombre en empleo genrico no se confunde con la unidad lexical fuera de empleo". "La
yegua", en una frase genrica como "la yegua es la
hembra del caballo", no se confunde con "yegua" en
el diccionario. Slo hay una coincidencia entre una
y otra, pues todo aquello vlido que yo pudiera
aprender sobre la yegua existente podr entrar en el
sentido de la yegua virtual del diccionario.
La diferencia entre las dos es la marca.
Pero esta coincidencia revela que lo genrico no
es, pues, sino un marcador, que indica justamente ese
129
de la referencia virtual a la referencia actual. Lo
indica, por lo tanto, la propiedad selecciona! del nombre (la yegua), y si la seleccin no ocurre,
b; asimismo, si yo menciono el trmino sin darle uso,
entonces no aparece lo genrico: as ocurre, nos dice
Milner, en las citas y en las locuciones adjetivales.
Cita: "yegua". Dir, por ejemplo: "yegua designa
a la hembra del caballo" (y no "la yegua ... ").
Locucin adjetival: "de hierro, de madera". As,
una mesa "de madera" y no "de la madera", aunque
puedo decir, seleccionando: "La madera es una materia vegetal, etc."
Enunciar la hiptesis de que la operacin efectuada por Lacan, consistente en plantear el genrico
La para tacharlo inmediatamente, delante de la unidad lexical "mujer" equivale a destrozar, a suprimir
toda coincidencia posible entre la referencia virtual y la referencia actual.
Entendmonos bien: "mujer" en un sentido no
psicoanaltico, no lacaniano, no "sexual", conserva
todos los derechos de cualquier unidad lexical, pero
en el sentido en que escribe Lacan, de acuerdo con
sus frmulas lgicas de la sexuacin, aquella x que
ahora recibe la asignacin del significante mujer, parece ciertamente que la referencia virtual quede separada de toda referencia actual posible, ya que la
lgica precisamente le niega la nocin misma de "todo referente posible". La referencia virtual "mujer"
slo puede utilizarse en lo sucesivo con el definido
anafrico o catafrico, y evidentemente con el indefinido:
-"La mujer de enfrente", "es la mujer que encontr", "es una mujer que l encontr", etctera.
-pero no con el genrico, salvo para anularlo de
130
Ui
otro sentido: "Qu quiere una mujer?" A conde que percibamos que esta modificacin
'bien podlia no cambiar nada, ienla medida en que
el indefinido funciona aqu como un genlico! (caso
previsto por Milner: "Un vecino lo sabe todo". Ms
difcil todava: "iUna mt~er es una mujer!").
Pero la tachadura no ha de acabar borrando el
significante mismo y hacindonos concluir, como un
peridico italiano citado por Lacan, que si La mt'Uer
no existe, entonces tampoco existen las mujeres (le
donne) y por tanto "mt~er" tiene el mismo sentido
que "unicornio". Porque si digo "el unicornio no
existe", comprendis que los unicornios tampoco,
salvo en la ficcin. En todo caso, pese a las apariencias, la tachadura no afecta sino al La.
Se puede llegar, pues, a tres o cuatro posiciones,
o soluciones gramticales, sobre la cuestin-mujer:
l. "Mujer" carece de sentido. Es la palabra la que
no tiene ningn sentido, y por tanto no se puede decir nada de ella, mttier misteriosa, inalcanzable, insensata. Teologa feminista negativa, para cuyo hallazgo no hubo que aguardar al feminismo (pero,
cundo comenz ste? Al menos desde Aristfanes). Pulula en la literatura. La mujer est loca, toda
mujer es loca, "A menudo mujer vara, loco quien de
ella se fa", etctera;
2. Pero "mujer" con su La genrico tachado, tambin puede no tener otro uso ms que el citacional:
"mujer" no es sino la mencin de su nombre, todo
uso de "mujer" es imposible. Se tacha pues el La que
la precede simplemente para sealar, como si dicho
La tuviera funcin de comillas, que la frase "La mujer no existe" significa exactamente "eso que se dice
la mujer no existe" ["La dite femme"], o sea: "La 'di-
132
133
quel que crea que no existe ms que una La por exaelencia, La Dama del amor cortesano. Sin embargo,
e
. , (1
0 sostengo que esto no es ms que una verswn a
~erversin) del enunciado "La Mujer (en ?enera!)
no existe", "no existe ms que una, no eXIste mas
que Mi Dama". Est claro que ~n ese s~ntido ~a la_i~
terpretacin que se dar de ciertos u~tos mltologicos y religiosos concernientes, por ejemplo, a las
di~sas: la Diosa Madre, Cibeles, la Diana del Bao de
Diana de Klossowski, la "madona de los sleepings",
pero tambin, evid~ntemente: ~a Vir~en Mara del
romanticismo aleman, en Novahs, al fmal del Fausto
de Goethe,y, tal vez, en ciertos momentos, en Claudel.
jungfrau, Mutter, Konigin
Gottin, bleibe gniidig!
Alles Vergiingliche
Ist nur ein Gleichnis;
Das Unzuliingliche,
Hier wird 's Ereignis;
Das Unbeschreibliche,
Hier ist's getan;
Das Ewig-weibliche
Zieht uns hinan. 34
134
135
op.
cit., p. 1050.
136
FRAN<;:OIS REGNAUL'J'
mujer no existe" quiso tambin poner trmino a esta raz de la misoginia que se encuentra en invenciones como "la Jornada de La mujer", la nica en el
ao, simblica, porque el macho teme que la mujer
le pida su castracin!
cmo no entender, ms generalmente, que en "el
palacio de la Mujer", tan caro al E;jrcito de Salvacin
(an se encuentra en la calle de Charom1e en Paris) es
a la mujer a quien al fm y al cabo quieren salvar hacindola obrar en pro de los pobres, y que al hacerle llevar
la clebre gorra del Ejrcito le impide ser la prostituta
que, por naturaleza, no habria dejado de ser?
iCmo no entender que en la frmula (progresista) utilizada por Aragon, "La mujer es el porvenir
del hombre", el poeta nos confiesa que Elsa dejar
de ser la dama de un caballero marcadamente homosexual de la sociedad burguesa, para volverse el otro
nombre del Partido en la sociedad por fin sin clases!
Matrimonio y predestinacin
!bid. p. 1055.
137
138
FRAN<;OIS REGNAULT
breve como tempestuoso os quit a una de las vuestras y se la llev al fin del mtmdo." 38 Le hablia dicho,
pues, que seda su mujer sobre la tierra, pero que en
el cielo ese lugar estaba ya ocupado. Ocurrencia tanto ms significativa si es falso, legendario.)
Y sin embargo, en la tradicin cristiana no hay
-creo que se lo buscada en vano- ni el menor motivo para apuntalar una tesis tan descabellada, como
no se recurriera a la fatalidad de L'Amour et l'Occident. Recordemos, para empezar, el Evangelio, cuando los saduceos le preguntan a Cristo, en el caso de
una mujer que se ha casado sucesivamente con siete
hermanos, muertos todos uno tras otro, de quin ser mt~er al llegar la Resurreccin (en la cual, al contar slo con el Pentateuco, no creen los saduceos).
Cristo responde (Mt, 22, 23; Me, 12, 18; Le, 20, 27):
"Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero quienes resulten dignos de tener parte en el otro
mundo y en la resurreccin de entre los muertos no
tomarn mujer ni marido, ni pueden ya morir, porque son como ngeles ... "
Claudel se haba llevado a China, por consejo de
su confesor, las dos Sumas de Santo Toms de Aquino (este Doctor haba sido proclamado patrn de las
universidades catlicas por Len XIII en 1880, y Po
XI lo saludar como jefe de los intelectuales en
1923), y su gloria (cuyos efectos se encuentran todava, creo yo, tanto en Joyce, como en Lacan) se
deba al menos a eso. Ahora bien, no obstante mi demasiado rpida investigacin, no me parece que
Santo Toms aborde el problema de una predestinacin cualquiera entre un hombre y una mujer. Cier38 G.A.,
p. 142.
139
140
FRAN<;:OIS REGNAULT
40 Mmoires
41
141
PaTtage de midi
Advirtanse aqu y all en ese reverso que es el drama PaTtage de midi, que narra el anverso de la aventura de Claudel, algunas declinaciones del definido,
del indefinido y del demostrativo.
Mesa nos es presentado por Amalric a Ys como
un joven rudo, que lleva en s "Una gran simiente que
defender". Claudel escribir a Massignon, a quien se
confa ltimamente (porque cuenta con l para proseguir su conversin hasta el sacerdocio): "Tena entonces treinta y dos aos, la edad verdaderamente crtica,
y los dos primeros actos de PaTtage de midi no son ms
que una relacin exacta de la aventura horrible en
que dej caer mi alma y mi vida, despus de diez aos
de vida cristiana y de castidad absoluta."42
Para empezar, Ys le menciona a Amalric una
sbita ofensa de la que ha sido objeto por parte de
Mesa: "Y me injuriaba de todo corazn en voz baja",
algo que ocurri realmente entre Claudel y esta mujer, juzgada por su parte como carente de moderacin y de pudor.
Cuando Ys se presenta a Mesa, al punto habla
del amor, que exige perder todo conocimiento:
"iEl sueo de Adn, lo sabis! Est escrito en el catecismo. Fue as como se hizo la primera mujer."
"Una mujer, decs, ipensadlo un poco! iTodos los
seres que hay en m! Hay que dejarse hacer. .. "
Dijo, sin duda "una mujer", y no "la mujer", verdad? Y, por tanto, "todos los seres que hay en m"
puede querer decir que ella es mltiple, y no toda, justamente.
42 G.A.,
p. 120
142
FRAN<;:OIS REGNAULT
Pero l dice:
"Pero todo el amor no es ms que una comedia."
"Entre el hombre y la mujer; las preguntas no se
plantean."
Y tambin dice:
"Y no quiero saber nada de vos: qu harais de
m? Qu hay entre vos y yo?" 43
Recordemos que sta es la respuesta de Cristo a
su madre en el momento de las bodas de Can (Jn,
2, 4), cuya expresin literal: "Qu tengo yo contigo,
mujer?" (semitismo: "Qu hay a ti y a m?" cf. Jc, 11,
12) quiere decir: "Qu quieres de m?", cuando ella
le pide encontrar una solucin a la falta de vino, y l
har el milagro de convertir el agua. Pero no estoy
seguro de que, conforme a las traducciones e interpretaciones por entonces en uso en los medios catlicos, la frase no se leyera as: "Qu hay en comn
entre tu y yo?" (traduccin, por ejemplo, de Lemaitre de Sacy). Mesa como el Cristo superior e Ys como la Virgen o la Iglesia? iHum!
Claudel une entonces simblicamente a la mt~er
y al nio:
"Tuve la culpa, tuve la culpa.
"De charlar y de ... y de familiarizarme as con vos,
"Sin desconfianza como con un nio gentil cuyo
bello rostro nos gusta ver,
"Y este nio es una mujer... "
Mesa se confa a Ys, a Ys inaccesible, casada, habitada ella misma por el Cristo interior que no la deja nunca ("Pero suponed a alguien con vos/Para
siempre ... "), 44 el amor es, pues, imposible entre
ellos, pero ella concluye:
43
44
Partage de midi,
Ibid. p. 1001.
op.
143
!bid. p. 1003.
!bid. p. 1005.
144
FRAN<;:OIS REGNAUL'l'
145
Y Mesa:
"No tengo lengua para llamarte una mujer, sino
slo que ests presente, etctera."
Pero, iatencin! Pues lo que est a punto de resurgir es el maldito La, marca del todo.
Porque, para empezar, Mesa tiene que anunciarle
inmediatamente a Ys que ella est prohibida, y que
todo eso slo puede conducir a la desdicha: "ih,
querida cosa que no es la dicha!';, tanto es as, que le
toca a ella reanimar la llama del Todo:
"Estoy contenta.
"Contenta de serlo todo
"Para ti, contenta de tener todo para m." 49
(Ella es el falo, l tiene el falo.)
Pero quisiera insistir en otra determinacin: y es
que ms all del goce flico, el clebre Otro goce
que parece que ella representa para l, l no est en
absoluto seguro de no querer, tambin, representrselo a ella, expresarlo para ella.
De ah el intercambio de posiciones entre los
amantes, que parece un juego de simetra compensatoria, pero que, creo yo, debemos interpretar de
manera ms precisa.
Esto queda indicado, al principio, por una pregunta de Ys, retomada de lo que le haba dicho a
Amalric de su posicin masculina respecto a De Ciz,
su marido:
Ys: "Yo, soy un hombre? (Re a carcajadas)" 50
47
Ibid. p. 1008.
p. 1012
p. 1025
50 Ibid. p. 1024. Ella haba dicho, hablando de De Ciz: "iYo soy
un hombre! iYo lo amo como se ama a una mujer!" (Re a carcaja
48 Ibid.
49 Ibid.
das.).
146
. ,Sobre todo e~ el acto, m intercambiarn tales PoSICIOnes. Pero, <:por que? Para empezar, les ruego
que recuerden que este acto no sigue ya la historia
real (como Claudel se lo dijo a Massignon), y que el
poeta realiza ms su deseo, cumple un deseo suyo
en este acto "ficticio".
'
Despus de ms de cuatro aos de esa relacin
tormentosa en Fou-Tcheou, que era la comidilla de
la crnica diplomtica, Rose, embarazada, quiere
volver a Pars y abandona a Claudel. An le escribe
algn tiempo, y despus se hace amante del hombre
con quien regresa, J ohn W. Lintner, el modelo de
Amalric, y procura, o l procura, que ya no se le
enve ninguna carta a Claudel, y que las cartas de l
1~ sean devueltas sin abrir. Pasar por alto el episodiO de la persecucin en Blgica en compaa del
marido. Desde entonces, transcurren trece aos de
silencio absoluto, salvo una carta que atraviesa el
m~ndo y que l no recibe hasta 1923, en Ro deJaneiro: la famosa carta a Rodrigue del Soulier de satin:
entonces, hace salir a todo el mundo de su oficina y
se precipita al jardn que "recorre interminablemente" en un estado de agitacin extrema. Se entera en
aquel momento de que Louise naci el 2 de agosto
(1904), y recibe otros dos mensajes fechados en 1917
y 1918, uno de los cuales anuncia que Louise va atomar su primera comunin. Lee Claudel:
"Cada ao el sentimiento de soledad se vuelve
ms fuerte para m, en lugar de disminuir, desde que
te dej." 51
En la carta a Rodrigue, que es "una leyenda entre
los dos mundos" y constituye el hilo dramatrgico
51
G.A.,
p. 188.
147
148
FRAN<;:OIS REGNAULT
54
149
150
FRAN<;:OIS REGNAULT
"Y yo queda vivir as, y volver a ver aquel sol [... ]"57
Debemos invocar aqu otro pascge de Encare, ste:
"As pochia decirse que cuanto ms puede el hombre dar lugar a que la mujer lo confunda con Dios
es decir, aquello de lo que ella goza, menos odi~
(moins il hait), menos es (moins il est) -las dos ortografas- y, ya que despus de todo no hay amor sin
odio, menos ama l." 58
_Mesa ama menos a Ys por el hecho de que quiere Imponerle, con el pretexto de otro goce, dar lugar
a que Ys lo tome por Dios. Y eso es lo que Claudel,
en sus reescrituras finales, intentar deshacer. Olfatear el mecanismo perverso que amenaza insinuarse en esta exhibicin: como en Angelus Silesius,
"confundir su ojo contemplativo con el ojo con que
Dios lo contempla; eso forzosamente debe formar
parte del goce perverso". Exhibicionismo-voyeurismo de Mesa.
Angelus Silesius: "Yo soy de Dios la imagen; si
quiere contemplarse,
"No puede hacerlo sino en m o en lo que se me
asemeja." 59 Grita Mesa:
"iY dentro de un momento voy a Veros y siento terror y miedo en el Hueso de mis huesos!
"Y Vos me interrogaris. iY yo tambin Os interrogar!
"No soy yo un hombre? por qu jugis a Dios
conmigo?" 6 0
57
58
59
Ich trage Gottes Bild; wenn er will sich besehn, So lwnn es nur in
mh und wer mir gleich geschehn (L'errant chrubinique, dstico nm.
151
!bid. p. 1051.
!bid. pp. 1058-1059.
152
FRANc;:ors REGNAULT
153
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FRAN<;:OIS REGNAULT
Le soulier de satin
Atravesar rpidamente Le soulier de satin (Palis, mayo de 1919, Tokio, diciembre de 1924).
Parto de la hiptesis siguiente: para desprenderse, mediante un trabajo sobre s mismo, de la aventura de la que no se llega a reponer, Claudel inventa
en Japn una dramaturgia nueva que responder a
las condiciones siguientes (desde luego, extraigo
dichas condiciones del resultado):
l. Abandonar la teologa demasiado fcil de la felix culpa, o ms bien darle un sentido ms radical, a
costa de privar a los nuevos "amantes" de toda relacin sexual.
2. Al mismo tiempo, inventar la inexistencia de la
relacin sexual como tal, cosa de la que llega a hacer
el nudo mismo de su drama;
3. Pero no renunciar al amor prohibido, pues entonces no hay drama o, si se quiere, ya no hay nada
de pasin, y por tanto nada de salvacin ni de catarsis. Es aqu donde hay que distinguir minuciosamente
la renuncia del sacrificio: Rodrigue y Prouheze sacrificarn su amor precisamente por no tener que renunciar
a l. Salimos, pues, del campo dudoso, gnstico y anticristiano de Tristn e !solda, que slo se aman en
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la muerte, renunciando a todo deseo (uno de los temas esenciales de Wagner es ste, schopenhaueriano y budista, de la renuncia al deseo. El tema en
cuestin ir creciendo de Tristn al Crepsculo de los
Dioses y a Parsifal). Para Claudel, renunciar al amor
sera haber cedido en cuanto al deseo.
Al mismo tiempo, se gana desde el punto de vista
apologtico que el pecado no se ha consumado, aunque conforme al Evangelio, el que mira a la mujer de
otro ya ha cometido adultelio en su corazn.
Prouheze est casada al principio con Plage (el homottico de De Ciz en el nuevo cuarteto), y luego con
Camille (el homottico de Amalric), y sin embargo
ama a Rodrigue, as como Rodligue ama a Prouheze.
La hazaa reside en crear una pieza de casi nueve horas sin que el hroe se encuentre nunca con la herona, salvo en la gran escena del puente trasero de la
tercera jornada, pero eso es en el momento en que l
renuncia y la sacrifica cuando ella estaba dispuesta a
seguirlo, reconsiderando de pronto su propia decisin del sacrificio. En la cuarta jornada, Prouheze ha
muerto y no hay, pues, una transfiguracin de la realidad como en el tercer acto de Partage de midi. Es como si Claudel representara solamente su vida en la ausencia de diez aos de la mujer amada. Adems, en
Partage, Ys traa al mundo a un hijo de Mesa, que
muere sbitamente durante el tercer acto. En Le soulier de satin, es otra vez una nia, como en su vida real,
pero no de Rodligue, sino del moro Camille. Slo
que fue espiritualmente criada por Prouheze, se podra decir, a imagen y semejanza de Rodrigue. Ella
considera, pues, a Rodrigue como su padre. Solucin
extraa, que slo juzgarn inverosmil quienes no saben que esto es mucho ms frecuente de lo que se
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separacin, el extenso monlogo de la Luna que rene a los amantes en su separacin misma, ya que
Prouheze duerme ahora en Mogador, mientras Rodrigue duerme en una barca en el ocano, tras dejarla. Y es en ese monlogo donde Claudel trata definitivamente este asunto de hombre y de mujer, en
forma de una gran dramaturgia de la separacin.
Estamos ahora en el corazn mismo de la pieza,
en su centro y en su cspide. La idea dramatrgica
proviene de una leyenda china de amantes separados: "El tema del Soulier de satin es el de la leyenda
china, de los dos amantes estelares que cada ao,
tras largas peregrinaciones, se encuentran frente a
frente, sin poder unirse nunca, a uno y otro lado de
la Va Lctea." 68
Lo que sigue teniendo de corts esta historia es
que los amantes inventan, no otra prueba complementaria, o, como dice Lacan, al no existir la relacin sexual, se inventa que es uno mismo quien la
pospone. No, aqu, es el sacramento del matrimonio
lo que ocupa el lugar de lo imposible, el sacramento
en tanto prohbe la relacin adltera. Ahora bien, en
este punto coinciden precisamente el sacramento
cristiano, el aplazamiento indefinido corts y la inexistencia de la relacin segn Lacan. Esto es, creo
yo, lo que constituye el acierto, el efecto increble, en
escena, de esa historia inverosmil, y a su lenta efectuacin permanecemos prendidos durante horas.
Para empezar, en la pared, la doble sombra se separa; como dice la Luna, la unin de los amantes
(este trmino debe mantenerse, evidentemente, pese
68 Alocucin de Claudel el 23 de marzo de 1944 sobre Le soulieT de sal in, Thatre, op. cit., t. u, p. 1476
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a la verdad de que Prouheze est casada por su parte mientras que Rodrigue vive solo por la suya) no
se manifestar ya ms que en su separacin misma,
lo cual se enuncia en paradojas luminosas, en las
que, si es con el falo con lo que estn casados el
hombre y la mujer, el falo lleva aqu un nombre propio: 'jams." Escuchad, en las siguientes frases, la
dialctica del con y del sin.
"[Jams, Prouheze!"
"[Jams! grita ella, eso es, al menos l y yo, algo
que podemos compartir, ese jams' que aprendi
de mi boca hace un momento en el beso en quien
[quien, y no que] nos hicimos uno solo!
"[Jams! Hay, al menos, una especie de eternidad
con nosotros, que puede comenzar de inmediato.
'Jams podr dejar ya de estar sin l y jams podr l ya dejar de estar sin m."
Y, si me permiten ustedes, la posicin femenina
ha pasado esta vez, por completo, del lado de Prouheze, pues es ella quien est a cargo del goce:
"l le pidi Dios a una mujer [una mujer, y no la
mujer] y ella era capaz de drselo" ...
Y asimismo, l, a su vez: "Eres t la que me abres
el paraso y eres t quien me impides quedarme en
l. cmo estar con todo cuando t me impides estar en otra parte que contigo?" 69
En cierto sentido, todo ha concluido en ese monlogo que es lo que la Luna, que habla sola, ve como
fuera del tiempo: la separacin se ha consumado, y
por ello no les queda a los amantes sino renunciar pblicamente el uno al otro en la escena del puente trasero.
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!bid. p. 853.
!bid. p. 1097.
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tos de introspeccin de Proust, etc., me parecen absolutamente falsos, porque si se pone uno a contemplarse a s mismo, no se llega a nada ... no es
cierto? ... ia nada! Nuestra vida est basada en la nada, como dice el Salmo.
"Pero por lo contrario, es la vida, son l~s contactos con la existencia, son los seres con qmenes nos
encontramos los que, de pronto, producen en nosotros cosas que estbamos lejos de esperar; cos~s .que
se ven por ejemplo en mi drama Partage de mzdz, en
el cual Mesa no sera nada si no se encontrara con
esta mujer, nica que conoce su ver?ade:o no~bre;
y el secreto de su alma, d~ su prop~a eXIstencia, no
est en l, est en esta muJer con qmen se ha encontrado en el barco. Y es eso lo que despierta su inters: Dime tu secreto, dime el nombre que tengo, que slo t
conoces, y que ella misma slo conocer por el contacto con 1a gente. "72
De este modo, Ys dir en Partage:
"Sabis que soy una pobre mujer y que si me hablis de cierta manera,
"No es necesario que sea en voz alta, sino que si
me llamis por mi nombre,
"Por vuestro nombre, por un nombre que conocis y yo no, que escucho,,
,
.
"Hay una mujer en m1 que no podra evitar responderos."73
.
Esta doctrina es constante en Claudel, y yo creo
que de hecho es lo real a lo 9ue ~~ reduce su doc~ri
na -hertica- de la predestmaoon sexuada. Es, m72 Mmoires improviss, op. cit.,
73
p. 47.
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cluso, una operacin por la que una referencia virtual, el sentido desprovisto de sentido de un nombre
propio, podr excepcionalmente designar una referencia actual. Con un nombre desconocido definir
de nuevo a un ser conocido.
Pero es menester llegar ya a una conclusin -tambin ser la de esta exposicin demasiado largaque es esencial: ese nombre, en verdad, no lo sabremos, y el teatro no puede darnos ms que su sucedneo, o si lo prefers, un equivalente, el otro nombre
del nombre. En forma, por ejemplo, de las clebres
nominaciones reiteradas: "-Mesa, yo soy Ys, soy
yo.- iYs! iYs!"
O, asimismo, en el monlogo de la Luna:
"-!Jams, Prouheze!", y:
"-Rodrigue, y no obstante, oyes esta voz que te
dice: Rodrigue?" (Cada nombre se expresa aqu en
esta suprema y distante confrontacin.)
Es que esos nombres debieran designar con gran
precisin al otro que arranca al sujeto de su nada, de
su soledad, de su desdicha, pero an es necesario
que ese Otro permanezca tachado. Ya sea que ese
nombre no pueda ponerse en lugar de Dios, ya sea
que Claudel no quiera hacer otra cosa que conservarle al Otro su tachadura.
Retomar con este fin el anlisis de la funcin de
lo innombrable que Alain Badiou hizo en una conferencia pronunciada aqu mismo en 1991 sobre la sustraccin, donde considera que "la activacin de una
nominacin por lo innombrable es la negacin de la
singularidad como tal", "la figura misma del mal".74
Pero reconocemos aqu tambin con bastante fa-
cilidad la funcin del Nombre-del-padre, que produce un agujero, que no es ms que un agujero, que
en cierto sentido no es ningn nombre, que es el noNombre.
iOh!, sin duda Claudel haba credo que se podra
nombrar ese nombre final, y es as, de manera triunfante, como termina la primera versin de Partage.
"iAcurdate, acurdate del signo!
"Y el mo no es de vanos cabellos en la tempestad,
y el minsculo pauelo un momento, en la tempestad,
"Sino todas las velas desplegadas, yo mismo, la
fuerte llama fulminante, el gran macho en la gloria
de Dios, el Espritu vencedor en la transfiguracin
del Medioda." 75
El signo, el gran macho, la llama, el Espitu, Medioda, seran, al fin, los nombres de la afirmacin
final, solar, divina.
Por cierto, desde la poca del estadio del espejo,
Lacan se preguntaba si seda eso el fin del anlisis, la
nominacin del deseo, cuando "El psicoanlisis pueda acompaar al paciente hasta el lnite exttico del
t eres eso, en que se le revela la cifra de su destino
mortal." 76
Pero l Nombre-del-padre deja un agujero, el
nombre es innombrable. En lo que no puede dar lugar, en lo sucesivo, ms que a un teatro, lugar final,
terminable, de todas esas historias, el nombre, el
Otro tachado lo detenta, cierto, pero ese nombre no
se puede dar. Cualquier nombre puede ser dado,
por lo tanto, en su lugar.
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La eterna infancia de Dios es eso, ese mltiplo puro de nios. cantores, ninguno de los cuales tiene
nombre.
Asimismo, el final no debe ser una nominacin
triupfante:
"Liberacin a las almas cautivas" son las ltimas
palabras del Soulier de satin, proferidas por un mon77
je cualquiera. Y el muy misterioso final de la ltima versin de Partage de midi es ste:
"iAcurdate de m en las tinieblas un momento
que fui tu via!"7B
Se dir siempre que "via" es aqu un smbolo explicable, evanglico: Mesa fue pisado en la vendimia
de Y s:
Tal vez ser mejor an decir que ese trmino es
cualquiera, que est all en lugar del nombre, el de
l? El de ella? El cual no ser dado jams.
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Lo que voy a decir esta noche tendr pocos. nexo~ _directos con el psicoanlisis. Esta primera aflrmac10n,
tratndose de Lacan, podr sorprender. Sin embargo, esas fueron propiamente las c?ndicines en ~as
cuales se efectuaron nuestras sesiOnes de trabaJO.
Efectivamente, para que yo me sintiera a mis anchas,
y con el afn de no influir en mis respuestas a sus
preguntas, Lacan me haba pedido exp:esam~~~e
que olvidara lo poco que yo saba del pslCQanllSls
en general y de su teora en particular.
.
Lacan deseaba visitar -o, en no pocos casos, revisitar- ciertos mbitos del pensamiento chino en mi
compaa, y ello de la manera m~ autnt~c~ posible,
estudiando los textos en su escntura ongmal, rengln por rengln y palabra por palabra. H_u~~ga decir que me apresur a aceptar esta pr~posiC~on .. ~e
encontraba yo por entonces en plena mvest1gac10n,
intentando aplicar los mtodos fenomenolgic?s o
semiticos a diversas prcticas significantes chmas.
Los dilogos que haba podido establecer con Gaston Berger, Levinas, Barthes y Kristeva me haban
convencido bastante de las virtudes de los intercambios directos. No tardara en comprobar cun cierto
era esto con Lacan. Con su manera tan tenaz y abierta de interrogar los textos, con su capacidad tan per~
tinente de hacer resaltar el punto de una interpreta[165]
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LACAN Y EL PENSAMIENTO CHINO
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cia con la gran litmica del Tao. Ah est la definicin misma del xtasis.
Lo que acabamos de ver, por medio de los dos
textos del Libro del camino y de su poder, proviene del
pensamiento taosta. La siguiente obra, que Lacan
eligi espontneamente, corresponde al confucianismo, pues se trata del Mencio. En aquella ocasin, por
cierto, examinamos asimismo ciertos pasajes de las
Analectas de Confucio, y otra obra: El justo medio. 3
Mencio (371-289 a. C.) es considerado de algn modo el san Pablo del confucianismo. Segn parece, estudi con un discpulo del nieto de Confucio. Por
tanto, lleg un poco tarde. Pero por su ardor, por su
elocuencia, contribuy a propagar las doctrinas confucianas en medio de otras innumerables escuelas
de pensamiento. A pesar de las diferencias entre las
dos principales corrientes, taosta y confuciana, sobre todo en lo tocante a su actitud ante la vida, lo
esencial del confucianismo confirma en el plano tico muchos elementos de base que hemos encontrado en los taostas. Para empezar, esto: igual que los
taostas, que edificaron su sistema con la ayuda de
tres elementos -el Yang, el Yin y el aliento del Vacointermedio-los confucianos, por su parte, fundaron
su concepcin del destino del hombre en el seno del
Universo sobre la trada Cielo, Tierra y Hombre.
Con lo cual resulta lcito afirmar que el pensamiento chino es resueltamente ternario. Y si se lleva un
poco ms lejos la observacin, se puede comprobar
3 Las tres obras -Analectas de Confucio, Mencio, El justo Medioaqu citadas constituyen, con El gran estudio, los cuatro libros ca- _
nnicos del confucianismo. Lacan los estudi en la traduccin de
Sraphin Couvreur (reeditada por las ediciones Kuang-Chi, en
venta, en Palis, en las librelias Le Phnix y You-feng).
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des. Es, en realidad, la exigencia ms difcil, mientras que el capricho y la fantasa son fciles, como lo
excesivo y lo extremo. Para Mencio -teniendo en
cuenta los elementos presentes, y segn el principio
de vida-, elJusto Medio es lo que debe hacerse precisamente en cada circunstancia. Es la ms elevada
expresin de la Justicia. En caso de necesidad, se ~e
be estar dispuesto a sacrificar la vida por su realizacin.
Toda esta concepcin la debe Mencio esencialmente a Confucio, quien en sus Analectas tuvo muchas ocasiones de desarrollarla. A un discpulo que
le interroga a propsito de su saber, le responde
Confucio que l no posee una sabidmia preestablecida, que su saber es tan vaco como el Vaco. Pero
que si alguien le consulta sobre una situaci~n hum~
na concreta, se esforzar siempre por exammar la SItuacin hasta sus lmites extremos, antes de proponer, en la medida de lo posible, el Camino
intermedio ms elevado, el ms justo. En funcin de
esta actitud hizo, por cierto, la siguiente afirmacin
que agrad mucho a Lacan: "Cuando se pasean
aunque slo sean tres, cada cual est seguro de encontrar en el otro a un maestro, distinguiendo lo
bueno para imitarlo y superarse, y lo malo para corregirlo en s mismo." 4 Esta afirmacin nos h_ace
captar la perspectiva confuciana segn la cual, siendo intersubjetiva toda situacin humana, lo que nace entre las entidades vivientes (sobre todo cuando
tienden a buscar lo verdadero) no es algo abstracto
ni pasajero. Se encarna en una entidad en s, una es~
4
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pecie de trans-s~jeto, en realidad el verdadero sujeto, el Justo Medio por excelencia, ya que es l quien
pernnte a los "sujetos" presentes aspirar a lo alto
transformarse, en el sentido del Camino. Tanto m~
cuanto que, a este respecto, la tradicin de los letrad_os, en lo que concierne al problema del sujeto, conCI~e dos tipos de "yo": el pequeii.o yo y el gran yo. El
pnmero concierne al sujeto en su estado de individ~o, y el segun~o al sujeto en su dimensin social y
cosmica (a partir de su relacin con la tierra y el cielo). En el seno de esta ltima dimensin, el sujeto
debe esforzarse por pensar y actuar en favor del bien
colectivo, sin duda, pero sobre todo "csmicamente", aceptando la idea de que, si tiene el mrito de
pensar en el universo, a fin de cuentas es el Univer~o vi~iente el que no ha dejado de pensar en l y por
el. Piensa tanto como es pensado a travs de todos
los e~cuen~os decisivos. As es como se siente ligado a el. Asi es como su pequeii.o yo se deja desbordar beneficiosamente.
. En este punto de nuestro camino, si antes de contmuar hay que resumir en pocas palabras todo lo
que acabamos ~e ver, yo dira, a riesgo de repetirme,
que desde el Lzbro de las mutaciones, 5 esa obra inicial
-que por medio de sesenta y cuatro dobles trigramas compuestos de trazos completos y trazos que~rados, intenta precisamente figurar toda la compleJidad de las mterferencias y transformaciones
cuando el sujeto entra en relacin con el otro 0 con
los dems-, todos los pensadores chinos aceptan la
5
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Copia hecha por Lacan de un fra~en~o de Mencio (cap. II) (se reproduce con autorizacin deJudith Miller).
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Rectitud. Vemos as que al menos para los confucianos, la palabra humana va ligada al aliento; habitada
por el aliento ntegro, la palabra humana puede alcanzar la verdad. No obstante, por otra parte, y como buen confuciano, Mencio tambin exalta el papel propio del hombre, ya que el hombre participa
como tercero en la obra de la Tierra y del Cielo. Dado que la palabra es un aliento, si el hombre, gracias
a su voluntad y a su espritu esclarecido, llega a proferir palabras justas, contribuir, a su vez, a reforzar
el aliento de lo que habita y anima el Universo. Finalmente, cmo alimentar en s mismo ese aliento ntegro? Para hacerlo, dice Mencio, es necesario que
con toda su voluntad, su corazn -sede de los sentimientos y del espritu- tienda a ello. Sobre todo, es
necesario ponerse en una disposicin de extrema
humildad y de extrema rectitud. Y tambin de extrema paciencia: no fijar una fecha precisa ni buscar resultados inmediatos; no imitar a aquel hombre miope que, so pretexto de ayudar a las plantas de arroz
a crecer con mayor rapidez, tira de ellas hacia arriba
y termina estropendolas por completo. Mencio no
duda de que si se. llega a cumplir con estas exigencias, el resultado est asegurado.
En 1960, al final de su seminario sobre la tica del
psicoanlisis, Lacan habl de Mencio diciendo que segn l la benevolencia era, en el origen, natural en el
hombre. La degradacin lleg despus. Mencio era
tm apasionado de la justicia. No ignor las desviaciones, las perversiones y el mal, pero crey, como se ha
dicho, en la fuerza de la educacin. l mismo haba sido educado por su madre, quien, para sustraer a su
hijo de toda influencia nefasta, no vacil en mudarse
de domicilio tres veces. Lacan estaba de acuerdo con-
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migo en la idea de que los confucianos probablemente confan demasiado en la naturaleza humana. No
contemplaron el Mal de manera radical, ni ?!~tea
ron radicalmente el problema del derecho ~m a pi oteger al sujeto. Tal es la gran leccin qu: Chma puede
y debe aprender del pensa.Il1iento ?c;Idental. _Queda
en pie el hecho de que Lacan admir~ esta actitud de
confianza de los confucianos, para qmenes al hombr~
los bienes le son dados, y se le concede el entendimiento con el mundo de los vivos. A este re~pecto
Mencio, por cierto, plante un argumento senollo: ya
que hacer el mal es lo ms fcil ~el mundo, y hacer el
bien es infinitamente difcil, casi contra natura, y -~a
do que, sin embargo, de generac~n en gener~cln
muchos hombres continan haciendo espontaneamente el bien, habr que creer que de todos m~do~
los bienes son innatos en el hombre desde el ~rm~l. De lo contrario ningn Seor de lo Alto, nmgun
pw.
,
d .
, lo
Cielo, ninguna Razn sern capaces e nnponerse
desde fuera, a posteriori.
La ltima obra que estudiamos fue un trata~o de
pintura, compuesto por dieciocho breve~ capltulos.
Titulado: Frases sobre la pintura del monJe Cala~aza
amarga 6 escrito por el gran pintor Shitao, del siglo
XVII. Al principio, me sorprendi el afn de Lacan
por profundizar en su conoc~miento d~ un texto tan
particular; luego, me encanto. No tarde en percatarme del inters que para l poda prese~tar, e_ste tex~o
y, de rebote, para m mismo. El art~ cahgrfico y pletrico, tal como se practica en Chma, es un arte de
vida. Pone en prctica, precisamente, todos los ele6 Shitao, Propos sur la peinture du maine Citrouille-amere, trad. P.
Ryckmans, reeditado por Hermann, 1977.
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slo puede resultar de este encuentro y de este intercambio entre alientos internos y externos. "Venerar
la Receptividad" es la recomendacin ltima lanzada
por Shitao. l no ignora que hay conocimientos conscientes y prcticos, pero afirma que la Receptividad
es primero y el Conocimiento es segundo. Por decirlo todo: la Receptividad es un estado superior del Conocimiento, una especie de intuicin plena por la
cual se aprehende cualquier cosa que no se sabe y
que sin embargo, de antemano, ya se sabe.
Acabamos de tratar sobre la idea del Trazo. Pasemos ahora del Trazo a la combinacin de trazos y de
la combinac_in de trazos a las figuras dibujadas. Ent:re las figuras dibt~adas, las ms abstractas y al mismo tiempo las ms significativas, hay que contar los
ideogramas que, como es sabido, constituyen un
conjunto de signos hechos de trazos siempre estructurados en torno a un centro segn ciertas reglas,
pero que ofrecen variedades infinitas. A causa de los
ideogramas, la caligrafa lleg a ser un arte mayor.
Por la gestualidad rtmica de surgimiento que suscita, la caligrafa exalta el ser carnal de los signos, restablecindolos en toda su dignidad. Si hablar es un
aliento, escribir tambin lo es. Los signos que se
trazarn involucran al cuerpo y al espritu de quien
los traza, lo proyectan al exterior para que se realice
en figuras formales pero llenas de sentidos. (Llenas
de sentidos, hemos dicho. La palabra sentido en plural, pues es inagotable el sentido de los signos con
los cuales se inviste el hombre por entero. Al respec~o, no puedo dejar de hacer un parntesis para evo:ar el ideograma yi sobre el que Lacan y yo sostuvinos una discusin de las ms instructivas para m.
~ste ideograma, que tiene por sentido original
,.
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"idea" o "intencin", goza ,de numerosas combinaciones con otros ideogramas para formar toda una
familia de trminos que giran en torno a la nocin
de imag<:;n, de signo y de significacin. As, a partir
del ncleo yi presenciamos el nacimiento de la serie
siguiente: yi-yu, "deseo"; yi-zhi, "mira"; yi-xiang,
"orientacin"; yi-xiang, "imagen, signo"; yi-hui, "comprensin"; yi-yi o zhen-yi, "significacin o esencia verdadera"; yijing, "estado ms all de lo decible". De
los dos ltimos trminos, el yi1i, "significacin", implica la idea de la eficacia justa, mientras que el yijing, "estado no decible", implica la idea de una superacin respecto a la palabra significada. Y toda
esta serie de palabras nos inspira la constatacin de
que, por una parte, el signo es la culminacin de un
deseo, de una mira, est dotado de una significacin
que de todas maneras no lo agota; y de que, por otra
parte, la verdadera significacin de un signo puede
actuar eficazmente, y la superacin del signo slo
puede producirse a partir de esta misma significacin. Nuestra discusin sobre el tema nos llev muy
naturalmente, bien lo recuerdo, a remitirnos a la
concepcin descontruccionista del lengu<Ye, y pensamos que si bien es perfectamente justo afirmar
que el sentido de un "escrito" resulta "diferido" sin
cesar, ello no impide que en cada situacin determinada, en cada encuentro decisivo, la significacin es
en la medida en que la significacin en cuestin acta eficazmente sobre los seres presentes, hacindolos acceder, en el mejor de los casos, a la transformacin).
A Lacan le gustaban los ideogramas -por su forma y por su manera ingeniosa de sugerir el sentido-,
as como la caligrafa. Me dijo que me envidiaba el
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poder practicar este arte relacionado con lo concreto, como una terapia. Tambin me habl de Andr
Masson, a quien l consideraba un calgrafo occidental. En 1973 hubo una exposicin china en el Petit Palais. All fuimos, juntos. A falta de pinturas y
de caligrafas, contemplamos largo rato los objetos,
en particular aquellas lneas tan estilizadas, grabadas en bronce.
Pero lo que le fascina a Lacan son, sin embargo,
esos signos escritos en tanto que sistema. Un sistema
que est al servicio de la palabra, pero sin dejar de
mantener una distancia respecto a ella. Como cada
ideograma forma una unidad autnoma e invariable, su poder significante se diluye poco en la cadena. As, aun siendo completamente capaz de transcribir fielmente la palabra, el sistema- mediante
todo un proceso de elipsis voluntaria y de combinacin libre- tambin puede engendrar en su seno un
fuego vivo, sobre todo en el lenguaje potico, en el
cual, en el interior de un signo y entre los signos, el
Vaco-intermedio juega a pulverizar el dominio de la
linealidad unidimensional. A este respecto, recordemos que me desped de Lacan hacia 1974 para consagrarme precisamente a la redaccin de una obra
sobre la escritura potica china. Esta obra, publicada en 1977, atrajo de inmediato la atencin de Lacan. En una carta fechada el22 de abril de 1977, me
escribi: "Tuve en cuenta su libro en mi ltimo seminario, diciendo que la interpretacin -que es lo
que ha de hacer el analista- debe ser potica [palabra
destacada por Lacan]." Despus, estuvimos juntos
varias veces, una de ellas memorable para m, en su
casa de campo durante todo un da. En un artculo
para la revista L'ne ya relat en forma bastante de-
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NDICE
PREFACIO,
DE LA LINGSTICA A LA LINGISTERA,
por JEAN-CLAUDE
MILNER
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GRARD WAJCMAN
DE UN JOYCE
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por
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FRANCOIS REGNAULT
por
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FRANCOIS CHENG
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NDICE
PREFACIO,
DE LA LINGSTICA A LA LINGISTERA,
por JEAN-CLAUDE
19
MILNER
por
41
GRARD WAJCMAN
DE UN JOYCE Ai OTRO,
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Jean-Ciaude Milner, profesor en la univer. si dad Paris VIl y presidente del Colegio Internacional de Filosofa:
"De 19- lingstica a la lingistera" .
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