René Schérer - Utopías Nómadas
René Schérer - Utopías Nómadas
René Schérer - Utopías Nómadas
REN SCHRER
Traduccin del francs por
liront lo blllonch
Valencia, 2011
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atendida su sugerencia por favor lea en zirww. tirant, net/index.php/empresa/politicas-de-empresa nuestro
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INDICE
Prlogo.......................................................................................................................
Advertencia...............................................................................................................
Pre-mbulo................................................................................................................
11
17
19
CONTORNOS
I. La utopa reformulada..............................................................................
II. Lo que nos empuja...................................................................................
27
49
75
COSTUMBRES
IV. Un paso adelante, dos pasos atrs...........................................................
V. Por encima de la pareja y sus fronteras..................................................
89
99
CULTURA
VI. Funcin utpica de la Universidad.......................................................
133
RETRATOS
VII.
VIII.
IX.
X.
157
163
171
177
Post-mbulo: FOURIERIANO
XI. Propiedades an desconocidas de la corrupcin universal...............
XII. La comunidad de bandas........................................................................
187
199
Indice de nombres....................................................................................................
215
PRLOGO
Este libro es una compilacin de textos sobre educacin, literatura y fi
losofa postmoderna (o epimoderna como le gusta decir al autor) que Ren
Schrer expuso en distintas ponencias realizadas en lugares como Pars o Bari
y que aqu se recogen en doce captulos bajo el nombre de Utopas nmadas.
Este ensayo fue publicado en 1996 por la editorial parisina Sguier y ahora ha
podido ser traducido gracias al apoyo e inters intelectual del Catedrtico en
Literatura Comparada Manuel Asensi, para ser publicado en la nueva Colec
cin Pensamiento radical creada por el mismo y que edita Tirant lo Blanch.
En Utopas nmadas Ren Schrer sigue con su defensa de una nueva
educacin para los jvenes que ya inici en su obra el Emile perverti ou des
rapports entre l'ducation et la sexualit editada en Francia por la ditorial dsor
dres laurence viallety traducida al castellano en 1984 por la editorial Laertes
bajo el ttulo de Pedagoga pervertida. Esta idea tambin est presente en el
libro que escribi junto con Guy Hocquenghem Co-ire album systmatique de
lenfance, traducido por Alberto Cardin en la editorial Anagrama con el ttulo
de Album sistemtico de la infancia, que apareci publicado en Francia en la
revista Recherches (creada por Flix Guattari) en el n 22 de la 2a edicin en
abril de 1977, acompaada de fotos de nios a modo de lbum mostrando la
construccin del imaginario del nio a travs de la literatura. Esta publicacin
provoc un gran escndalo debido a que se planteaba, entre otras cuestiones,
el deseo del nio de ser raptado y el odio hacia sus padres. De este texto el
filsofo Franois Chtelet dijo: Co-ir: ir de concierto. Un himno pagano de
una pureza insolente en Les nouvelles littraires. Tambin Roger-Pol Droit
afirm lo siguiente: ...Soar (o hacer soar) la infancia en Le Monde y fi
nalmente Michel Foucault en Le Nouvel Observateur nos apelaba diciendo:
Leed el libro de Ren Schrer y Guy Hocquenghem.
Tras mayo del 68, esta defensa de una nueva educacin fue impulsada
entre otros por el Departamento de Filosofa de la Universidad de Pars
VIII, fundado por Franois Chtelet y Michel Foucault en 1969 (no olvide
mos que Chtelet trajo a Ren a luniversit de Vincennes). En esta univer
sidad experimental, situada en un antiguo cuartel militar, surge la iniciativa
de aglutinar un colectivo de intelectuales especialistas en ciencias humanas
(cuyos corpsculos intelectuales provenan de la historia, la sociologa y las
matemticas vertebrando la gnesis de la enseanza en Vincennes) con
12
J os I gnacio B e n it o C l im e n t
Prlogo
13
Por otra parte estudia el papel clave de tres filsofos coetneos en tres
captulos reunidos bajo el epgrafe de RETRATOS, como son: Hocquenghem (compaero sentimental e intelectual de Ren Schrer), Deleuze y
Guattari, como representantes de la poltica de minoras nacida en Vincennes. Son tres captulos imprescindibles para entender la historia de la filo
sofa contempornea: Captulo VII de Retratos E l despertar de la primavera:
La utopa-Hocquenghem, Captulo IX de Retratos E l corazn llameante de
Flix y Captulo X de Retratos Gilles Deleuze educador.
Hocquenghem a travs de la literatura, el cine documental y la filosofa
logr movilizar el movimiento gay en Francia, Inglaterra y Estados Unidos
con su libro Le dsir homosexuel?. Adems realiz estudios sobre el maltra
to y la tortura, as como el asesinato infligido a los homosexuales en los
campos de exterminio nazis; es famoso su estudio sobre la estrella violeta
que identificaba a los homosexuales en los campos. No podemos olvidar
su anlisis sobre la homosexualidad y el mestizaje (para Hocquenghem la
homosexualidad es una relacin con el extranjero), as como el estudio del
trato de la homosexualidad en la enseanza.
De Flix Guattari nos cuenta tambin hasta que punto su figura fue
relevante y sin embargo pas menos apercibida. Cre junto a Gilles De
leuze el esquizoanlisis (prcticas polticas y artsticas de denuncia social)
y la crtica del Edipo freudiano en E l Antiedipo3. Desarroll conceptos fi
losficos fundamentales como el de micropolticas y macropolticas entre
otros. Gilles Deleuze y Flix Guattari impartieron sus clases en Vincennes
al mismo tiempo que Ren Schrer renovando las tesis husserlianas, marxistas, freudianas y lacanianas que hoy son las bases del feminismo de la
diferencia y de la prctica poltica de los movimientos minoritarios. Fun
daron la revista Chimres, que no slo es una publicacin sino que adems
conforma un colectivo de nuevos psicoanalistas, escritores y filsofos postfreudianos y post-lacanianos que adoptan la perspectiva psicoanaltica y la
poltica del esquizoanlisis.Tambin fundaron la asociacin Altermedia, que
lleva a cabo proyectos audiovisuales contraculturales y gestiona empleo y
Le dsir homosexuel (prefacio de Ren Schrer), ed. Fayard, 2000. [Trad. al cast.: El
deseo homosexual: cot terror anal de Beatriz Preciado, prl. de Ren Schrer, trad.
por Geoffroy Huard de la Marre, ed. Melusina, 2008.]
ElAnti Edipo Capitalismo y esquizofrenia, Gilles Deleuze y Flix Guattari, ed. Paids, Barcelona, 1998. Y DERRAMES Entre el capitalismo y la esquizofrenia, ed.
Cactus Serie CLASES, Buenos aires, 2006.
14
J os I gnacio B e n it o C l im e n t
Prlogo
15
Geoffroy de Lagasnerie en el libro Aprs tout. Entretiens sur une vie inte
llectuelle en 2007. Este texto es especialmente interesante porque nos narra
la relacin de Ren Schrer con escritores y filsofos como: Kateb Yacine,
Jacques Derrida (para conocer la relacin de amistad de Jacques Derrida
con Ren Schrer ver el Captulo II Le philosophe et ses ombres'. Race militan
te), Gabriel Tarde, Jean Paul Sartre, Simon de Beauvoir, Michel Foucault,
Gilles Deleuze, etc.
Para conocer los conceptos claves de la obra de Ren Schrer y entender
su biografa intelectual (sucesos como el encuentro con Jacques Derrida en
la defensa de una casa ocupa en Pars que quera desalojar la polica e inclu
so el caso Coral) es interesante leer Penser le dsir A propos de Ren Schrer de
Maxime Foerster (doctorado en la Universidad de Michigan) editado por
Essai H&O en el 2007.
ADVERTENCIA
Los ensayos y las improvisaciones elegidos para esta coleccin de textos
se escalonan entre el fin del ao 1989 y 1996. Han sido retocados y puestos
en orden para la presente publicacin. La primera edicin llevaba como
subttulo Esperando el 2002 y esta reedicin en lengua castellana expone
la obra en la forma de un futuro anterior que no est obsoleto y que sin
embargo si que puede revivificarse sin cesar.
Que el subttulo no sea un enigma: durante mucho tiempo, el fabuloso
ao 2000 ha brillado utpicamente en nuestro cielo como una estrella leja
na al borde del horizonte. Se ha aproximado terriblemente, lo tocamos. Ya
no despierta aprensin, ni esperanza. La magia de su cifra se ha disipado.
Conserva, sin embargo, una cierta seduccin; entra dentro del clculo de los
plazos programados. Espermoslo por lo tanto!
Pero 2000 no siendo ya el lmite absoluto, convendra penetrarlo. 2001?
Es la grandiosa Odisea del espacio de Stanley Kubrick, muy poco utpica
para nuestro gusto, portadora ms bien de mitos, los ms descorazonadores
que la civilizacin haya podido engendrar, ya que la utopa no puede ser ms
que la crtica inmanente y se dirige al hombre que desea.
Y adems el 1 no cifra ms que la identidad a s mismo; nicamente con
el 2 empiezan el nombre y el movimiento, la multiplicidad, el amor.
Si la eleccin final parece demasiado diversa e incluso disparatada, me
gustara decir, con Fourier, que hay para todos los gustos y as como se diri
ge a los curiosos y crticos, se dirige tambin a los voluptuosos.
'
.
'
PREMBULO
En los textos que siguen la cuestin es la utopa. La ilustracin o, mejor
dicho, la rehabilitacin de un pensamiento utpico, en un tiempo donde la
cada de los sistemas polticos fundados sobre una utopa social, parecen
haber desacreditado totalmente hasta el nombre de sta. Estos escritos son
rplicas; una rplica indispensable a un llano lenguaje meditico, a la sr
dida prosa de la actualidad que aborrece Pasolini5.
Es verdad que la utopa que expresa este libro no se deja definir f
cilmente, ni inmovilizar. Cercar, o a lo sumo, sugerir. Pero nunca fijar de
manera unvoca, ni sobretodo totalitaria.
Esta o estas utopas propuestas en el curso de estos ltimos aos, ofre
cen, en ocasiones diversas y a propsito de diferentes sujetos (si la palabra no
prestara a un contrasentido, yo preferira decir objetos), sus observaciones,
por principio dispersas, indiferentes a las delimitaciones, a las fronteras.
En una palabra, nmadas.
Esta palabra est, en gran parte, inspirada por el uso que hace de ella
Gilles Deleuze en Lgica del sentido donde califica las significaciones ml
tiples dispersas en el universo y en la mente sin que sea legtimo ni posible
conferirles un mismo origen, una nica fuente, ni hacerlas depender de la
trascendencia de un principio. Son inmanentes al curso mismo de la vida,
de todas las numerosas vidas que expresan, cada vez, en cada punto, las sin
gularidades. Una distribucin nmada de las singularidades6.
Nos ha parecido que la utopa circula y se distribuye de forma nmada,
que surge, siempre singular, a propsito de tal o tal problema, en tal o tal
punto.
La utopa es nmada en su despliegue y en su sentido, antes incluso
de concernir a los desplazamientos humanos del nomadismo propiamente
dicho del ser humano en su errancia. Tambin en su naturaleza ntima y
Pier Paolo Pasolini, Thorme, Pars, Gallimard, 1978, p. 96. [Trad. al cast.: Teorema,
trad. por Enrique Pezzoni, ed. Edhasa, Barcelona, 1987.]
Gilles Deleuze, Logique du sens, Pars, Ed. Minuit, 1969, p.125. [Trad. al cast.:
Lgica del sentido, trad. Miguel Morey, apndices Victor Molina, revisin Miguel
Morey, Paids, Barcelona, 1994.]
20
Pre-mbulo
mile-Michel Cioran, Histoire et Utopie, prlogo y trad. por Esther Seligson, Pars,
Gallimard, coll. Ides, 1969, p. 124. [Trad. al cast.: Historia y utopa, ed.Tusquets,
1988.]
Cfr. artculo Mtques de Dictionnaire des Antiquits grecques et romaines de
Charles Daremberg y Edmond Saglio.
Gilles Deleuze, Flix Guattari, Mille Plateaux, Paris, Ed. de Minuit, 1980, p. 434.
[Trad. al cast.: MU mesetas: capitalismo y esquizofrenia, trad. por Jos Vzquez Prez
con la colaboracin de Umbelina Larraceleta, ed. Pre-textos, Valencia, 2002.]
Pre-mbulo
21
22
Pre-mbulo
tiene sentido ms que por la ocupacin de la tierra entera que surca con las
bandas industriales y amorosas, manteniendo en su superficie un incesante
vaivn.
Utopa. Fourier, por otra parte, no utiliza nunca esta palabra para cua
lificar su propia invencin de atraccin apasionada. Desconfa de su am
bigedad por sus matices peyorativos. Reivindica por el contrario lo real, a
la inversa de los seuelos que las ciencias polticas y morales, econmicas,
presentan a una humanidad engaada.
La paradoja de la utopa hay que nombrarla aunque slo toque lo real
desde un mundo de artificio. A partir de Guy Debord, hablaremos de el
espectculo; con Jean Baudrillard, de la simulacin. Mundo amputado
de su mejor parte, la ms segura, que son los deseos, las pasiones, trama y
consistencia de lo cotidiano.
Aunque jams se haya considerado til disertar tericamente sobre la
utopa, Fourier ha insertado en su obra indicaciones muy valiosas como
orientacin a una teora de la investigacin utpica: una brjula para esta
indagacin vagabunda en las cuatro esquinas de una civilizacin a la deri
va. Estas indicaciones las encontraremos condensadas en algunos prrafos
de la tercera parte de la Teora de los cuatro movimientos11, bajo el ttulo:
Prembulo a la irreflexin metdica, con su habitual irona, su inevitable
ingenuidad, sincera o simulada. Fourier atribuye al olvido la incapacidad
de los modernos para resolver los problemas polticos, econmicos, socia
les que les asaltan. Si no pueden, es simplemente porque han olvidado lo
esencial. Han omitido o desconocido el verdadero problema, el punto don
de est el mismo. Y sin ubicacin del problema, no hay solucin. No hay
conceptualizacin posible, dira hoy en da Deleuze, en lo que concierne
a la filosofa. El lector de Deleuze o Bergson pensar inmediatamente, en
relacin a este asunto, en la importancia central del discernimiento del pro
blema en estos autores.
Pre-mbulo
23
CONTORNOS
El concepto es el contorno, la configuracin,
la constelacin de un acontecimiento que est por llegar.
Gilles Deleuze, Flix Guattari
Qu es lafilosofa?
I
LA UTOPA REFORMULADA
( 1992)
Lo que est en cuestin en el lindero del siglo XXI, el problema de nues
tro tiempo (el problema lanzado ante nosotros como una tarea y un enigma
por resolver), es incontestablemente la habitacin de la tierra.
El siglo XIX ha vivido bajo la ilusin de la conquista del globo por una
civilizacin dominante, y el XX, an ensombrecido por los desastres que
esta trgica equivocacin ha provocado, se acabar sin encontrarle salida.
Filosofa, Utopa
Se trata de pensar lo que puede llegar a ser, en el futuro inmediato, una
ocupacin humana de nuestro mundo habitado. Proyecto ambicioso, cierto,
pero filosficamente ineludible. En l la utopa y la filosofa se renen, am
bas sin poder pensar ni pronunciarse a escala de la tierra, es decir, a la vez
sobre un suelo que ofrece resistencia a todos los desplazamientos posibles
(comprendidos los areos, que tienen necesidad de aire, lo que adjudicamos
a la paloma de Kant, desamparada en el vaco, un suelo sin trascendencia); y
en el seno de un espacio ideal superando todas las divisiones o estratificacio
nes intermediarias, restrictivas, contractuales. Este espacio del pensamiento
ser, dice, relativamente liso a todo lo que lo fragmenta erigiendo fronte
ras. Segn la expresin sorprendente de Deleuze y Guattari9 un plano de
inmanencia donde se destruyen todas las trascendencias de las divisiones
territoriales de la moral y la poltica: las de la familia, las de la nacin, las
Gilles Deleuze, Flix Guattari, Quest-ce que la philosophie ?, Ed. de Minuit, p. 82108. [Trad. al cast.: Qu es lafilosofa ?, trad. Thomas Kauf, ed. Anagrama, 2001.]
Cfr. Igualmente Mille Plateaux, op. C it, Le lisse et stri [Lo liso y estriado], p.
592-625. [Trad. al cast.: M il mesetas: capitalismo y esquizofrenia, trad. por Jos Vz
quez Prez con la colaboracin de Umbelina Larraceleta, ed. Pre-textos, Coleccin
Ensayo, 2000.]
28
I. La utopa reformulada
Emmanuel Kant, Projet de paix perptuelle, Paris, Vrin, 1948, p.29. [Trad. al cast.:
Sobre la paz perpetua, trad. por Joaqun Abelln, ed.Tecnos, Madrid, 2005.]
Para un amplio comentario, ver Zeus Hospitalier (Zeus hospitalario), Pars, Ar
mand Colin, 1993, captulo II, p. 40.
I. La utopa reformulada
29
Habitacin, poblacin
Habitacin no es sinnimo de poblacin, ni de ocupacin total. Sera
ms bien lo contrario. La idea de poblacin que ha hecho fortuna en la
historia es la de colonizacin, de la cual conocemos los desastrosos hechos
pasados. Es la misma que, bajo otros nombres (por ejemplo, el de purifi
cacin tnica) implanta un pueblo bajo la gida del Estado conquistador y
rechaza, aniquila, a otro ocupante.
Esta ideologa devastadora tiene su correspondiente en la idea de una
explotacin integral de la tierra y de los recursos de la misma. Tierra domes
ticada, agotada por las necesidades de la agricultura desorganizada, por la
alimentacin de una industria desorbitada. La fertilizacin forzada del suelo
que se agota, la deterioracin material del planeta, del aire y de los climas, se
han transformado en los temas de la ecologa ms reciente. Fourier lo denun
ciaba ya a principios del ltimo siglo en una utopa prefigurativa12.
12
30
I. La utopa reformulada
I. La utopa reformulada
31
Alianza, equilibrio
Si es posible todava seguir la huella por los desplazamientos actuales de
la utopa, una lnea directriz pasa, por descubrirlos y formularlos como pro
blemas, por medio de todos estos desequilibrios mortales que ponen la tie
rra en peligro. Desequilibrio entre los mundos, clasificados como Tercer,
Cuarto, y pronto Quinto mundo; entre el prodigioso avance tecnolgico
en el dominio espacial y de la informtica, y la penuria cotidiana creciente;
entre la liberacin posible del trabajo percibido y las ansias de la esclavitud
y del paro; entre la proclamacin verbal de las libertades e incluso de los
laxismosbajo todos los frentes: social, nacional, individual, sexual..., y la
exacerbacin de los controles, de los condicionantes, del oscurantismo de
las conciencias.
Podemos transcribir lo que el poeta Schiller escribi sobre sus contem
porneos: Igualmente vemos al espritu del tiempo dudar entre la perver
sin y la salvajera, entre el alejamiento de la naturaleza, entre la supersti
cin y la incredulidad moral, y slo el equilibrio del mal le asigna algunas
veces los lmites13.
Replicando a estos desequilibrios o al equilibrio del mal, la utopa des
pliega el plano de inmanencia de una tierra reequilibrada.
Un doble equilibrio. Primeramente, el de la igual reparticin de los bie
nes y de las fuerzas entre las naciones y las regiones desigualmente provis
tas: la puesta en atraccin industrial del gnero humano, segn Fourier,
sin tener en cuenta las fronteras ni las desigualdades del desarrollo. Pero
atendiendo, en segundo lugar, e incluso prioritariamente, al equilibrio entre
la explotacin de la tierra y de sus poblaciones animales y vegetales con sus
hbitats.
No se trata de dominio, de posesin unilateral, sino de alianza14, o de
una armona que Fourier haba nominado ya, aunque l no la entenda co
mo nosotros. El concepto necesario para dibujar el contorno de esta utopa
requiere todava, una serie de modificaciones, de la hospitalidad: una hos13 Friedrich Schiller, Lettres sur l'ducation esthtique de l'homme, 1795, Paris, AubierMontaigne, Trad. P. Leroux, 1943, p. 99. [Trad. al cast.: Cartas sobre la educacin es
ttica del hombre, trad. y n. J. Feijo y Jorge Seca, ed. Antrophos, Barcelona, 1990.]
14 Ilya Prigogine y Isabelle Stengers, La Nouvelle Alliance, Paris, Gallimard, 1979.
[Trad. al cast.: La nueva alianza: metamorfosis de la ciencia, ed. Alianza, Buenos
Aires, 2004.]
32
I. La utopa reformulada
15
Cfr. Georges Bataille, La part maduite, Paris, Ed. de Minuit, 1967. [Trad. al cast.:
La parte maldita, ed. Las cuarenta, trad. por Julian Manuel Fava, Buenos Aires,
2007.]
I. La utopa reformulada
33
34
I. La utopa reformulada
Como fenmeno...
La dimensin utpica as entendida confiere, creo que al acontecimiento
ms marcado de este fin de siglo, este sorprendente aspecto de contingencia
mezclada de necesidad que es el signo de toda aspiracin vital. De nuevo,
hay que apostar a riesgo de ver oscurecer la nocin de utopa bajo las risas
de sus detractores, pudiendo acudir a Kant, a su extraordinaria agudeza.
Kant, al cual el comunismo sovitico ha querido oponer el realismo de la
dialctica hegeliana; Kant, del cual escriba Ernst Bloch que haba abierto
las vas que Hegel haba cerrado17.
Esta vez se trata del Conflicto de lasfacultades (1798), donde la Revo
lucin francesa es saludada y presentada como el signo de la historia de
una tendencia irreversible de la humanidad al progreso moral, o, en otras
palabras, a la afirmacin de su libertad. Sin duda la utopa est alejada del
vocabulario kantiano (pero, nunca lo diremos suficientemente, tambin del
vocabulario de Fourier!); est en la idea, en la inspiracin, en el tono. De to
das formas, es tambin una utopa el momento de la utopa moderna en su
acontecer, que Kant celebra, con el acontecimiento de la Revolucin francesa,
y, ms todava, con el peso que acuerda con la recepcin universal, con los
espectadores del acontecimiento.
17
Ernst Bloch, L esprit de l'utopie (El espritu de la utopa), Paris, Gallimard, 1964, p.
212 y siguientes.
I. La utopa reformulada
35
1
36
I. La utopa reformulada
I. La utopa reformulada
37
Karl Mannheim, Idologie et Utopie, Paris, Marcel Rivire, 1956. [Trad. al cast.:
Ideologa utopa: introduccin a la sociologa del conocimiento, estudio preliminar por
Louis Wirth, trad. por Salvador Echavarra, ed. F.C.E., Mjico, 1993.]
38
I. La utopa reformulada
I. La utopa reformulada
39
40
I. La utopa reformulada
Lo relativo a la errancia
Al referirse al poema de Hlderlin en su integridad, parece incluso que
el fragmento extrado induzca a un contrasentido, ya que el himno a El
Ister, antiguo nombre del Danubio, no elogia al campesino suevo, sino a
los pueblos brbaros que, despus de Oriente, vinieron a instalarse en sus
orillas. De tal modo que el ensueo potico sobre el Danubio se convierte
en una visin grandiosa sobre el Oriente original, Asia ms all incluso de
Grecia:
Pero he aqu que este ro parece casi querer
remontarse hacia su fuente
y parece venir de Oriente23
El poema de Hlderlin, cuyo ideal es cosmopoltico, no es una cele
bracin de la permanencia del Ser, sino del Devenir. La de la procedencia
oriental de los pueblos de Europa, a la cual se alude todava ms claramente
en un himno anterior, En la fuente del Danubio24: Asia, oh madre, yo te
saludo!, evocando la voz formadora de los humanos, la extranjera, la
que despierta. Lo contrario aparentemente de lo que Heidegger sugiere y
funda a partir de su lectura de Hlderlin de Qu appelle-t-on penser? Pero
slo aparentemente, y con una lectura adems truncada. Una lectura ms
atenta, ms completa, permite descubrir que:
Io El objeto de la investigacin heideggeriana, la Estancia del Ser y
del pensamiento (finalmente el lenguaje) no se identifica con la estancia
hospitalaria; esta ltima es uno de los escalafones de esta investigacin, por
otra parte no cerrada en las lecciones de 1951;
23
Citado a partir de Friedrich Hlderlin, Pomes, Pars, Aubier, 1943, p. 433 (trad.
Genevive Bianquis). [Trad. al cast.: Poemas, trad. por Lus Cernuda, ed. Visor
libros, Madrid, 2005.]
24 bidem p. 358.
I. La utopa reformulada
41
I. La utopa reformulada
42
I. La utopa reformulada
43
28 Sobre todo esto, ver Gilles Deleuze, Foucault, Pars, Ed. de Minuit, p.101 y si
guientes. [Trad. al cast.: Foucault, prlogo Miguel Morey, trad. por Jos Vzquez
Prez, ed. Paids, Buenos Aires, 2005.]
44
I. La utopa reformulada
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45
46
I. La utopa reformulada
tros, sin patria, somos todava de orgenes muy diversos, somos de razas
demasiado mezcladas para hacer de hombres modernos; por eso estamos
poco tentados a participar en estas auto-admiraciones tnicas y en estas
impudicias de las que se hizo exhibicin en Alemania como si de un desfi
le monrquico se tratara. Palabras fcilmente traspuestas contra el nuevo
patriotismo europeo que se cuece sobre nuestros ojos. El buen europeo
que Nietzsche siempre dice ser, no es el ciudadano de la Europa cristiana,
sino el viajero de la incredulidad, el perpetuo emigrante. No la mayora
sarcstica, sino la minora, rechazando todas las ideologas en curso, sean o
no progresistas. Minoritario como dice Kafka ese otro europeo, grande
por su marginalidad, por su pertenencia a lo que Deleuze y Guattari han
llamado una literatura menor. En torno a todo esto, segn Nietzsche y
Kafka y yo aadira Jean Genet que ha encarnado muy bien al extranjero,
en los Estados Unidos entre los Blacks Panthers y en Palestina podra
definirse una utopa por la cual el calificativo de europeo no fuera una tarea
o un signo de sospecha; y que tomara en consideracin a los excluidos, a los
vagabundos, a los nmadas. Su invocacin ilustre, alegoriza el movimiento
de los sin-lugar, a quienes denominamos tambin personas desplazadas
en Europa o incluso fuera de ella. Estas personas se convierten hoy en da
en las portadoras y reveladoras de la utopa que viene31. Teniendo los ojos
fijos sobre ellas nos orientamos; son la brjula de la armona, habra dicho
Fourier.
Pero si su destino nos gua, las perspectivas utpicas que estas personas
abren no son sin embargo las de una nueva morada. Dan el sentido al mo
vimiento. Relacionado con ellas, en ellas, el pensamiento utpico tiene que
hacerse inventor de sociedades al fin liberadas de la encuesta obsesiva de las
identidades, de las races, de territorializaciones arcaicas. Una utopa tam
bin, que asegurar, no slo las declaraciones cruzadas, sino una apertura de
la tierra y de sus caminos a la circulacin y a la diferencia.
31 A la manera de la filosofa que viene de Walter Benjamin (1925), (Gesammelte Schriften, II, 1, p. 157, Francfort, Suhrkamp, 1972: Ubre des Programm der
kommenden Philosophie) [Trad. al cast.: Los pasajes, trad. por Lus Fernndez
Castaeda, Isidro Herrera y Fernando Guerrero, edicin de Rolf Tiedemann, Ed.
Akal, Madrid, 2005.] y de Giorgio Agamhen, La communaut qui vient, Pars,
Seuil, 1990. [trad. al cast.: La comunidad que viene, trad. por Jos Lus Villacaas y
Claudio La Rocca, ed. Pre-textos, Valencia, 2006.]
I. La utopa reformulada
47
32
II
LO QUE NOS EMPUJA
( 1993)
Antfona33
La ACELERACIN de la historia no nos deja descansar. Siendo todo
siniestramente repetitivo, con un juego de bscula, siempre sobrepasa las
previsiones, tanto para bien como para mal, pero ms bien para mal. Ape
nas conocidos y comunicados, los acontecimientos son superados, pasan de
moda. Si se extrava en su juicio la brjula, nada puede mostrar la medida o
capacidad de las cosas.
La crisis a la que ha llevado el comunismo y que deba asegurar la puesta
en marcha de la historia por la va de la libertad, hacer triunfar el huma
nismo del terror, se vuelve convulsivamente sobre s misma, contra sus pro
pios fines. Pone en jaque nuestras ingenuidades y las ridiculiza, se burla de
nuestras esperanzas. En lugar de paz, ha preparado y mantenido las guerras
absurdas y crueles; ha hecho renacer la barbarie de la civilizacin misma; ha
abierto las puertas a los tormentos de un liberalismo calificado de salvaje
por sus propios promotores. Despus de la desaparicin del socialismo de
Estado, ha desencadenado los estragos de la economa de mercado.
Las ideas directrices han durado mucho; nadie cree ya en su eficacia. La
de Europa, apenas concretizada, ha muerto como proposicin del avenir.
He aqu que, en el dominio de una realidad al fin reconquistada contra
las utopas, la de la economa monetaria, del libre cambio, de la compe
tencia mundial en beneficio de las naciones ricas, de los monopolios mul
tinacionales, las sospechas se despiertan sobre la capacidad de lo real para
orientarse como su propio jefe, e incluso proseguir su marcha hacia delante
sin perspectiva inventiva, sin consciencia de sus destinos. Tras caer en la
trampa, la realidad que deba sancionar el fin de las utopas, su inutilidad,
33
N. del trad.: antienne: frase litrgica, breve pasaje tomado de la Sagrada Escritura,
que se canta o reza antes y despus de los salmos y de los cnticos en las horas
cannicas, y guarda relacin con el oficio propio del da.
50
La utopa y la vida
Avanzo una hiptesis: si necesitamos hoy en da utopas, no se trata
ciertamente de las que sostienen las ilusiones subordinando la vida a una
idea. Todos los regmenes que han tomado este tipo de utopa por principio
han muerto por esta negacin de lo real que finalmente ha tenido su razn.
Pero por otra parte, la utopa no tiene razn de ser si lo real se basta a smismo, si no aporta a lo real alguna cosa que todava le falte, un suplemento.
Doble ambigedad entonces, tanto del lado de la utopa, como del lado de
lo real, ya que la utopa puede ser fasta o nefasta, y lo real completo o no.
El camino que lleva de una a otro est sembrado de paradojas. No vamos
a encargarnos de enumerarlas, habiendo dado ya una ojeada suficiente con
el comentario del acontecimiento de estas utopas coercitivas que llamar
tambin, con una nueva perspectiva, pedaggicas, ya que han tenido la
pretensin de educar al hombre, a la espera, sincera o fingida, poco importa,
de un hombre nuevo, de un mundo mejor.
Y sin duda, ese principio proclamado de cambiar al hombre ha sido lo
que, esencialmente, les ha hecho odiarlo. Lo que, esencialmente, ha sido la
razn de su profundo cambio por parte de los hombres imperturbablemen
te inalterados.
De este lado nos hemos enfrentado con lo real, hemos constatado y
celebrado el arranque y el retorno de lo real contra las ideas que implicaban
la negacin y el encubrimiento.
Actualmente nos damos cuenta de que cambiar al hombre para que
est conforme, si no con una idea, al menos con un sistema, no ha sido
patrimonio exclusivo de los regmenes totalitarios. Tenemos menos prisa
por su amenaza que por la red de controles que ejercen los dispositivos
de poder para hablar en los trminos de Michel Foucault, dispositivos
a la vez disciplinarios y pedaggicamente formadores de una subjetividad
modelada, hasta su intimidad, por el juego de los medios de comunicacin
y los imperativos de mercado. Estos dispositivos, esta pedagoga difusa, que
adopta el nombre de real en respuesta a las ideologas utpicas desapa-
51
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37 Charles Baudelaire, Les Paradis artificiels, Pars, Gallimard, coll. Folio, p. 225. [Trad.
al cast.: Los parasos artificiales, trad. por Mauro Armio, ed. Alcal, Madrid, 2001.]
38 Charles Baudelaire, Le Spleen de Paris, XXXI, Les vocations (Las vocaciones).
[Trad. al cast.: El Espln de Pars, trad. por Manuel Neila, ed. Renacimiento, Sevilla,
2009.]
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Le Monde des dbats (El Mundo de los debates), 1993, artculo del economista
Robert Boyer, p. 3.
Raymond Carpentier, ibidem.
57
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Fuerzas y Pliegue
El hecho de prefigurar no es uno de los menores intereses de los incen
tivos utpicos presentes, incluso de forma tmida, lo que podramos llamar
una fase en la mutacin de la historia humana: en la que el trabajo no sera
el valor supremo ni, al menos bajo sus formas clsicas, el agente indispensa
ble de la produccin de las riquezas y del goce de la vida. La fuerza de tra
bajo humano ha descansado en los confines del mundo industrial. Ha dado
lugar a otras fuerzas, annimas, temibles, aparentemente ingobernables, lo
que finalmente empuja a algunos a volverse hacia la utopa para responder a
las disfunciones de lo econmico y de lo social, ese desarrollo no dominable
intencionalmente, producido, sin ninguna duda, por el hombre. Pero a
ste los efectos de su actividad se le escapan por todas partes.
La utopa de hoy en da no se forma a propsito de una Naturaleza
que habra que conquistar y dominar. Pero no ha sido as del todo, y por el
contrario hay que ponerse de acuerdo con ella. Surge a partir de esas fuerzas
del afuera, a propsito del hombre responsable o irresponsable! de
haberlas desencadenado. Por retomar la posicin clebre, enigmtica de
Nietzsche, es el hombre quien debe ser superado.
Las cuestiones solventadas de este modo no son nuevas. stas han sido
formuladas peridicamente a lo largo de la extensin y del entorpecimiento
de las sociedades industriales. Se trata de los problemas inherentes a sus
crisis repetitivas. La crisis actual ofrece caractersticas an desconocidas,
pero no es diferente en naturaleza.
Fourier, resituado en este contexto, resurge para nosotros con un nuevo
relieve. Su obra adquiere una significacin an ms actual, un vigor re
juvenecido. Entendemos mejor, por nuestra experiencia contempornea,
como su atraccin apasionada llega como rplica al ahogo de la vida, a su
absorcin en los mecanismos que la invaden, a su destruccin por fuerzas
extranjeras, mortales, de la tecnologa, de los mercados financieros, de los
poderes estatales y supra-estatales.
No se trata sin embargo de presentar, de un lado la vida y de otro lado las
fuerzas, como dos dominios totalmente distintos y heterogneos.
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en su ensayo utpico Erewhon49. Esta obra est, en primer lugar, muy ale
jada de la utopa de Fourier, por su limitacin, su escritura y su finalidad.
Pero nos concierne porque toca ntimamente nuestro problema, ya que
interroga la relacin del hombre, y ms generalmente, del viviente con las
mquinas que representan para l la ms acuciante de las amenazas. El
punto de vista de Butler es el de bilogo transformista de orientacin neolamarkiana, que cree en la transmisin de las costumbres adquiridas. Sobre
esta base, supone que las mquinas, que, ya en determinados dominios, han
sustituido al hombre, que lo han impregnado hasta el alma, son los vivientes
del avenir que le esclavizarn.
Retomando aqu una conceptualizacin de Deleuze que hemos comen
tado ya, nos gustara decir que Samuel Butler doblega y repliega las formas
mecnicas del exterior sobre el viviente, produciendo el fantasma de la hos
tilidad de la aparicin de los nuevos vivientes.
Pero puede haber otra interpretacin del pliegue, una posibilidad de
pliegues que no restituyen las producciones de la mquina, ni a la mqui
na misma ajena al hombre, sino que permiten a este ltimo dominarlas y
apropirselas. Sin abandonar sin embargo la hiptesis fecunda de la rela
cin ntima de la mquina con el viviente, y sin contentarse con la simple
oposicin entre lo humano y lo inhumano, o entre la materia y algn alma
suplementaria.
Tal hiptesis dar, en Gilles Deleuze y Flix Guattari la nocin de
fuente incontestablemente utpica, ya que se han utilizado directamente
las ficciones de Samuel Butler, de mquinas deseantes para dar cuenta de
los mecanismos de un deseo que no est encerrado en el sujeto, en las pro
fundidades del alma humana, sino que est esparcido por el universo entero
y ordena sus producciones50. Un deseo alma del mundo; nosotros prefe
riramos esta expresin, ms acorde con las pasiones csmicas de Fourier,
en torno a las cuales se anudan los cuatro movimientos y que aseguran su
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61
Temporalidad de la utopa
De esta estrategia se desprende el modo de existencia temporal propio
de la utopa, de la cual hemos dicho que a la vez tiene todo el tiempoy que
manifiesta su urgencia en todo momento.
Su consigna, proclamada con toda su frescura, su esplendor matinal, en
el 68, y en los aos que seguirn: queremos Todo, todo enseguida!. Ino
cencia? Ciertamente, si lo tomamos como una consigna realista, inser
tndose en la eleccin y las vas de comunicacin lineales de la produccin
programada.
Estaramos hablando de un posible tiempo paralelo que se rebela al
tiempo del reloj, el tiempo vaco cuya nica consistencia es la huida, la
desaparicin ineludible; el tiempo que gana sin hacer trampas, cada vez,
como escribe Baudelaire en Les Fleurs du maP2.
51 Cfr. Guy Hocquenghem y Ren Schrer, L me atomique, op. cit., en parte p. 40 y
siguientes. [Trad. al cast.: El alma atmica:para una esttica de la era nuclear, trad.
por Daniel Zadunaisky, ed. Gedisa, Barcelona, 1987.]
52 Charles Baudelaire, Les Fleurs du mal\ Spleen et idal (Espln e ideal), LXXXV,
Lhorloge (El reloj). [Trad. al cast.: Lasflores del mal, trad., prlogo y notas de
Manuel Neila, ed. Jucar, Madrid, 1988.]
62
63
Tener razn
A esto se aade, sin duda, completando el modo especial de existencia
temporal, la curiosa racionalidad utpica, su tener razn, que le hace pa
gar a menudo por la mera opinin. Pero tener razn, significa igualmente
triunfar, superar. Est sin cesar, peridicamente, escandiendo la absurdidad
y la inhumanidad de la historia, la revancha de la utopa. La que celebraba
Kant con el acontecimiento. Tener razn imprime su marca no slo en las
grandes revoluciones, sino en todos los fragmentos, en los puntos minscu
los de la cotidianeidad.
Retomando el recuento periodstico, nos damos cuenta de que tenemos
razn al pretender que sea hoy tcnicamente posible alimentar a cada per
sona, asegurar una vida decente para todos, ordenar la economa; acta de
una utopa razonable (Fourier habra dicho una garanta) para Edgar Mo
rin, en el peridico Libration del 3 de enero de 1994. Razn para pensar
que las revoluciones informticas, robticas, telemticas, biotecnolgicas
deben permitir cambiar de era, abrindose al aligeramiento de las tareas
individuales y colectivas, permitiendo las satisfaccin de las necesidades de
todos, descubriendo las posibilidades desconocidas, segn Flix Guattari que exploraba estas perspectivas, en 1992, en un artculo de la revista
Chimres despus de haberlas perfilado en Chaosmose. Razn para afirmar
que hay que elevar una consciencia de nuestra ciudadana del mundo,
retomando a Edgar Morin, en el mismo Liberation. Razn para oponerse
a la resolucin de los conflictos a travs de la guerra, para defender la co
existencia de las etnias, para querer imponer una parada a la destruccin de
las especies y al deterioro de los climas; razn para tratar como sinrazn
el despilfarro de las riquezas, la destruccin de los excedentes. Razn para
manifestarse contra la continuacin de la produccin de armas en el mundo
cuyo destino racional es la paz y la unidad universal.
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INTERLUDIO
COSMOPOLITISMO Y HOSPITALIDAD
( 1994- 1995)
La hospitalidad como proceso
Lejos de considerar la hospitalidad como una simple virtud con valor
moral, como una idea particular o contingente, o incluso como un hecho re
levante de la historia positiva, conviene tratarla, en toda su extensin, como
componente, factor de la hominizacin misma. Dicho de otro modo, no es
el hombre quien, una vez aparecido en la tierra y formado biolgicamente,
habra adquirido ms tarde la cualidad de ser o no hospitalario; sino que la
hospitalidad es parte integrante de su devenir, de su devenir-hombre. En
este marco nos hemos propuesto situarla y pensarla.
Para evitar dar un carcter demasiado abstracto y patafsico a tal for
mulacin, como si pudiera evocar al hombre en general, es indispensable
asociarla al contexto etnolgico donde adquiere todo su sentido: como he
cho social total, segn la frmula clsica de Marcel Mauss57. Los rituales,
los comportamientos colectivos, los agenciamientos colectivos como se
dira en lenguaje deleuzo-guattariano hacen aparecer la hospitalidad como
anterior a la persona, quien no se constituye ms que en los dones, en los
intercambios hospitalarios. Sin relevar la economa de mercado, la idea del
provecho, la idea de un inters general, es el resorte de la economa del gas
to, tal como Georges Bataille la defini. Una economa que se recomenda
ra sobretodo, como la ocurrencia de lo que ella es en s misma respecto del
movimiento de la vida58.
Estas referencias, sin ser enteramente determinantes para la funcin y el
lugar que reservamos a la hospitalidad en la utopa nmada, son suficientes
sin embargo para aclarar los aspectos de la hospitalidad contempornea
quiero decir de su falta, de la inhospitalidad de las sociedades actuales. El
recurso a la hospitalidad, la llamada que a veces se hace a sta, desborda el
57 Marcel Mauss, Sociologie et anthropologie, Paris, Payot, 1954. [Trad. al cast.: Sociolo
ga y antropologa, trad. Teresa Rubio de Martin Retortillo, ed.Tecnos, 1979.]
58 Georges Bataille, La pars maudite, Paris, Ed. de Minuit, 1967. [Trad. al cast.:
La parte maldita, ed. Las cuarenta, trad. por Julin Manuel Fava, Buenos Aires,
2007.]
68
Cosmpolitismo y hospitalidad
El cosmopolitismo moderno
La modernidad, con fronteras a menudo indecisas, puede definirse co
mo la emergencia de un cosmopolitismo de tipo nuevo que viene a susti
tuir, retomando ciertas ideas, al cosmopolitismo antiguo, el de los estoicos.
Desde el punto de vista poltico, este ltimo fue un cosmopolitismo en el
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Cosmpolitismo y hospitalidad
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61 Cfr. el apasionante estudio de Joseph Bidez, La cit du monde et la cit du soleil chez
les Stociens (La ciudad del mundo y la ciudad del sol en los estoicos), Pars, Bud,
Belles Lettres, 1932.
62 Montaigne, Essais, De Coches II, VI, [Trad. al c&st..: Michel de Montaigne: ensayos
completos, trad. por Mara Dolores Picazo, Coleccin Bibliotheca Avrea, ed. Cte
dra, Madrid, 2003.] y Toms Moro, L Utopie, Genve, Droz, p .ll. [Trad. al cast.:
La utopa, estudio preliminar de Antonio Poch, trad. y notas de Emilio Garca
Estbanez ed.Tecnos, 2006.]
63 Cfr. Michel Butor, Le monde des Essais, prlogo de los Essais, Pars, 10/18,
1983, p. VII-LIII. [En cast. podemos encontrar: Sobre literatura: estudios y confer
encias, 1948-1959, ed. Seix Barrai, I960.]
64 Louis-Charles Fougeret de Montaron, Le Cosmopolita ou le Citoyen du monde,
(El Cosmopolita o el Ciudadano del mundo) introduccin y notas de Raymond
Trousson, Saint-Mdard-en-Jalles, Ducros, 1970.
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Cosmpolitismo y hospitalidad
Cosmpolitismo y hospitalidad
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Cosmpolitismo y hospitalidad
67 Emmanuel Lvinas, Autrement qutre, au-del de lessence, op. Cit, p.126. [Trad.
al cast.: De otro modo que ser o ms all de la esencia, trad. por Ma. L. R. Tapia, ed.
Sgueme, Salamanca, 2003.]
68
Edmond Jabs, op. Cit., p. 56.
Cosmpolitismo y hospitalidad
f'
73
>
S c v u ^-
III
UN NOMADISMO SIN MODELO
( 1995)
A YoussefSeddik
Si aporto una mirada diferente a la de los especialistas sobre el Tnez
contemporneo, no estar, sin embargo, fuera de toda experiencia del suelo
y de sus habitantes. Yo encuentro en m mismo la motivacin y la autoriza
cin para intervenir a partir de algunas incursiones en tierra tunecina, en la
ciudad de Tnez, en los desiertos y oasis del Sur, de la cual conservo el des
tello de una realidad inescrutada. Fue en los aos cincuenta, en compaa de
Franois Chtelet a quien se me ofrece aqu la ocasin de rendir homenaje:
filsofo que dej una profunda huella, incluso en Tnez, a toda una genera
cin de estudiantes, a los que comunic su fe racional y los mtodos de una
investigacin sin prejuicios.
Se tratar pues del Tnez vivo an bajo el rgimen del Protectorado. Y
yo me propongo evocar ciertas formas de utopas que han nacido bajo esta
gida. Utopas suscitadas por la presencia colonial, de las que no hemos aca
bado de desembarazarnos y que resuenan todava hoy, para inventar nuevas
utopas.
La ilustracin escogida en primer lugar ser una ficcin novelesca. La
que Jules Verne propuso con La invasin del mar, en 1905, libro titulado en
un primer momento: E l mar saharaui o Un nuevo mar en el Sahara.
En esta novela que, sealo de paso, por estar dirigida a la juventud,
no es menos digna de la atencin del filsofo, se trata la cuestin del
fantstico proyecto futurista de hacer penetrar a travs de un canal las aguas
mediterrneas de la pequea Syrte69 en la depresin de los chotis tunecinos;
despus, por otro canal, conducirlas hasta los chotis argelinos, transforman
do estas depresiones naturales en mar saharaui, devolvindolas, tal vez,
a su estado primordial. As, de El Melkhir a El Fedjedj, pasando por El
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COSTUMBRES
Para reflexionar sobre los prejuicios morales, hay que hacerlo a riesgo
de emitir nuevos prejuicios sobre el sujeto de esos prejuicios, colocarse fuera
de la moral, elevarse, subir, volar hasta algn punto de vista ms all del bien
y del mal, en este caso, pasar ms all de nuestro bien y de nuestro mal y
liberarse de toda Europa, esta Europa que es entendida como una suma
de juicios despticos que nos han entrado en la sangre.
Friedrich Nietzsche, Le gai savoir, N 380,
Le Voyageur parle.
IV
UN PASO ADELANTE, DOS PASOS ATRS
( 1993)
En este fin de diciembre de 1992, t me propones tratar para tu peridi
co el tema: Podemos hablar de progreso en materia de costumbres?.
ste podra ser en efecto un tema, un buen tema de bachiller, con tal
que ste se desabrochara un poco del lado de las costumbres. Un tema que
hace pensar en Jean-Jacques Rousseau, en la disertacin que tuvo que tratar
en el concurso a un premio en 1750 sobre el tema: Si el establecimiento de
las ciencias y de las artes ha contribuido a depurar las costumbres.
Se sabe que el incorruptible ciudadano de Ginebra respondi a esta
cuestin negativamente: las ciencias y las artes, lo que nosotros llamamos
la cultura, no han tenido ms que un efecto negativo sobre las costumbres;
han debilitado al hombre, lo han afeminado, han aminorado su sentido cvi
co. Rousseau inaugura una tradicin que ser la de los tericos de la deca
dencia, del progreso al revs cuando se pasa de lo material a lo espiritual.
No decimos que tales debates se han convertido hoy en asuntos pura
mente escolares. Sera, por el contrario, todo un aspecto de tu tema. Esta
idea de la decadencia que se llamar ms tarde la de las costumbres bur
guesas, impregn profundamente el pensamiento social-comunista hasta
nuestros das y lo volvi moralizante, puritano. La culpa es de Rousseau!
Qu significa esto para nosotros? Que la nocin de progreso de las
costumbres es, al menos, muy ambigua. Si se quiere mantener la unidad
de sentido del Progreso, tal como ste fue pensado histricamente en una
modernidad que es todava la nuestra (contrariamente a lo que piensan los
partidarios de lo postmoderno), conviene tener en cuenta esta marcha
inversa de un materialy de una moral. De tal modo que, para restablecer
el equilibrio entre ambas partes de la balanza, este famoso siglo XIX del
cual nosotros dependemos en gran medida, invent la legislacin exigente y
coercitiva que reglamenta la educacin y la sexualidad de los nios, la medicalizacin y psiquiatrizacin de los invertidos o perversos, la proteccin
de los cuerpos, eminentemente de los cuerpos deseables, rodendolos con
barreras de lo intocable cada vez milimetrado (mujeres, nios e incluso
hombres hoy en da!).
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rrollados, sino para los pases avanzados que, a su vez, comienzan a sentir
los efectos.
Los vagabundos, los SDF*, los muertos por Sida, los expulsados, los
excluidos, nos lo recuerdan diariamente. Banalidad cotidiana. Y nosotros
nos interrogamos sobre un progreso eventual de las costumbres incluso sin
saber dnde se aloja el Progreso!
Llego a mi tercera parte, como en toda disertacin que se precie. Con
viene depurar todava el tema, eliminar todos los engaos, las argucias, para
reducirlo concretamente a la cuestin, a tu problema. Tu cuestin, si no me
equivoco, gira entorno a lo que t mismo trataste brillantemente, bajo el
nombre de reconocimiento de la homosexualidad y de sus derechos.
Se trata pues de responder precisamente a esto: acaso la idea de una
liberacin sexual lanzada en los aos 70 estuvo en evolucin? progres
despus, marc un progreso irreversible, y cul?
Por cierto, esta idea se present durante un tiempo como un paso ade
lante sobre el que no se sabra recusar la importancia progresista. Esta con
dujo a movimientos llamados de liberacin, el de las mujeres, en 1971,
despus el de los homosexuales (FHAR*) en 1972. Y en su lanzamiento
pudieron nacer fantasmas, extrapolaciones muy lgicas a fin de cuentas,
como la liberacin de los nios o de los pedfilos (NAMBLA* en USA).
Entonces result justamente que, sobre este ltimo punto, punto crucial y
criterio de todo, a mi modo de ver, nos llevamos un chasco. Los que, en su
simplicidad, su atolondramiento, habra dicho Fourier, o su tontera, crean
en una extensibilidad sin lmite de las libertades sexuales, se han equivo
cado profundamente. Sin embargo, exploraban de manera justificada por
una cierta lgica, las posibilidades de una liberalizacin de las costumbres;
animados por una legislacin que efectivamente estuvo marcada por la su
presin de un artculo discriminatorio en contra de lo contra-natura (art.
331c del Cdigo). A favor de esta supresin en 1981, se celebr la liberacin
de la homosexualidad, su reconocimiento como t bien dices. Por encima
de los quince aos, todo francs, incluso sin ser an ciudadano, dispone
tericamente de su posibilidad de eleccin hetera u homo-sexual. Teri
camente, ya que esto depende de la edad de la pareja que, si es mayor, est
excluido de la eleccin del menor. La panoplia de las leyes conexas y la
jurisprudencia transformarn rpidamente esta libertad a los quince aos
en perspectiva. Sin embargo es verdad que, en el plano jurdico, no hay
ms diferencia ni condena por una cuestin de contra-natura. Slo una
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cuando las hemos catalogado, nombradas de una vez por todas. En ltima
instancia, segn la tendencia de la ley de la sociedad moderna, la homose
xualidad acaba por convertirse en un instrumento de fichaje, de localizacin,
en las familias o en la escuela. Llegar a decir, manejando la paradoja, pero
la paradoja utpica: la homosexualidad reconocida, por lo tanto catalogada,
no es lo que importa, sino ms bien lo que est fuera de las representaciones
comunes, de la ley, del discurso meditico. Prcticas furtivas, infantiles, ar
caicas, exticas, en las cuales lo propio es precisamente el no reconocimien
to. Por lo tanto, esto es extremadamente importante, fundamental, dira
yo, en la apreciacin del progreso real, es decir de la capacidad de cada uno
para desarrollar sus virtualidades, sus fuerzas: el crecimiento de la vida en la
bsqueda de la plenitud; mientras que nuestro progreso slo tiene como
fin rechazar, reprimir, suprimir lo que se hace... simplemente publicn
dolo. Fourier, que lo saba bien, escriba, pero desde la perspectiva de su
mundo armnico: Por qu renegaramos de nuestras inclinaciones cuando
no tenemos miedo de declararlas?. Pero si todos los dispositivos tienden a
aumentar el miedo, por qu las bamos a declarar? Vivimos en una socie
dad donde la publicidad, en todos los sentidos de la palabra, es mortal. La
emancipacin de las costumbres est bloqueada ah, y por mucho tiempo.
Termino. Ser sta la conclusin? Como sta va a mariposear en di
versas direcciones, te prevengo, prefiero titularla de forma poco propia del
bachillerato: post-mbulo.
Vuelvo a la infancia sit venia verbo, al nio, este aspecto pivotai del
dispositivo. El nio es excluido del derecho al placer porque se supone que
no puede consentir. El caso es que la sexualidad contempornea, y ya des
de hace dos siglos, para los ms lcidos, est colocada bajo la influencia del
contrato: slo los ciudadanos mayores pueden entrar en este juego, mayor
l tambin, que es el cuerpo. Reservrselo, cerrarlo al otro, o concedrselo.
Para esto hay que ser dueo de su propio cuerpo; se supone que el adulto lo
es, el nio no. Por definicin, por postulado. Bajo toda esta racionalidad hay
alguna razn de deseo adulto insatisfecho, pero lo paso por alto para retener
slo este aspecto curiosamente jurdico del derecho del cuerpo que da a
USA pretexto para tanto proceso trgico-cmico en abusos y violaciones.
Una terrible, aplastante responsabilidad del cuerpo y de la sexualidad pesa
sobre todos y relanza al individuo a la soledad, a la desposesin de s mismo,
a la frustracin. Bonito resultado de este Progreso!
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'
V
MS ALL DE LA PAREJA Y SUS
FRONTERAS
Hay lugar, hoy en da, para una utopa de la familia? Muerte de lafa
milia., anunciaba y constataba a la vez David Cooper, en torno a los aos
60-7089. Pero ahora, su sueo iconoclasta y comunitario parece haber pasa
do de moda. No decimos que ha sido superado, sino simplemente que su
cotizacin est a cero, como a propsito de la experiencia, escriba Wal
ter Benjamin90. El valor social de las comunidades utpicas cay a la baja.
Asistimos, desde hace poco, a la resurreccin de la familia, a la vez refugio
e ideal para los individuos desamparados. Una familia renovada, a menu
do irreconocible si se juzga en el marco de las dcadas pasadas, pero muy
presente, omnipresente en las costumbres, en las estructuras inamovibles.
No es cuestin de retomar el eslogan provocador de Gide, que fue tambin
el propio de un existencialismo sartriano: Familias, os odio!, o el Ir a
escupir sobre vuestras tumbas! de Boris Vian. Esto no llegara a ms; hara
apenas sonrer a una poblacin aglutinada en las tardes de tele. Porque se
empieza de nuevo a creer seriamente en la familia. sta ha conseguido su
metamorfosis. Corre, se difunde a travs de lo social. A menudo imper
ceptible, pero no desarraigada91.
En un libro reciente que presenta una serie de encuestas y entrevistas
radiofnicas, Les Franais de la honte, Guy Hocquenghem y Jean-Luc Hennig escriben: La familia actual ha reinventado curiosas tribus, clanes, vagas
organizaciones, provisionales y un poco complicadas, con vnculos inesta
89 David Cooper, Mort de lafamille, Pars, Seuil, 1972. [Trad. al cast.: Muerte defami
lia, trad. por Javier Alfaya, ed. Ariel, Barcelona, 1976.]
90 Walter Benjamin, Essais 2, op. Cit., Le narrateur, p. 55. [Trad. al cast.: Libro II/
Vl. 2 Ensayos estticosy literarios (cont.). Fragmentos estticos, conferencias y discursos.
Artculos de enciclopedia, artculos de poltica cultural, ed. Abada editores, Madrid,
2009.]
91 N. del A. aadida en 1996: ver la reciente recopilacin, La familia malgr tout, Pa
noramiques, politiques et socits (La familia a pesar de todo, Panormicas, polticas
y sociedades), dirigida por Grard Neyrand, Grupo de ediciones Charles Colet,
febrero 1996.
100
bles: padres que cuidan de sus hijos, nios que vienen por todas partes,
divorcios tan vagos como los matrimonios, familias de incertidumbres92. Y
posiblemente nos acordaremos del film de Etienne Chatilliez, La vie est un
longfleuve tranquille93 (1988), comedia de costumbres que, aun pareciendo
desafiar la moral, reconforta, de hecho, la mejor de las buenas consciencias
familiaristas.
La familia soporta hoy en da, sin muchas contrariedades, la vecindad,
la cohabitacin, ms an la mezcolanza de formas hasta no hace mucho
incompatibles. Todas estas contradicciones contribuyen al mantenimiento
e incluso al refuerzo del principio y unidad de base: la unidad familiar, sobre
la cual se han fundado toda poltica y toda economa social.
No est permitido dudarlo: la familia no solamente ha sobrevivido a la
tormenta, sino que se refuerza, toma seguridad. En su haber, contar cada
vez ms lo que es, de hecho, ms que una ilusin: ser la ltima proteccin
de la libertad individual contra la invasin del Estado y de sus controles.
Paradoja, por cierto, que la familia sea garante de libertad y de seguridad
individual; la familia, de la que toda una literatura o ms bien toda la
literatura novelesca desde que hay novelistas ha denunciado sin cesar
la presin que sta ejerca sobre las almas y sobre los cuerpos, las srdidas
tragedias mantenidas en su seno. Pero todo esto, estas antiguas quejas que,
posiblemente, haban empezado a escribir slo para liberarse de ella, parece
ahora barrido, desaparecido con la nueva familia regenerada, rehabilitada.
Hace poco tiempo, Jacques Donzelot, en un anlisis decisivo, La police des
familles, mostraba qu frgil muralla constituye la familia contra el Estado
que, por todas partes, la invade, la secuestra y la releva94. Poco importa! La
familia representa, por emplear una expresin guattariana, una reterritorializacin existenciafjuzgada preferible a la espantosa deterritorializacin
sin fronteras del individuo integralmente expuesto a los poderes que se la
reparten. Para consciencias impotentes que inventan otros agenciamientos
colectivos, formas nuevas de reterritorializacin (como las comunidades
92 Guy Hocquenguem, Jean-Luc Hennig, Les Franais de la honte (Los Franceses de
la vergenza), Pars, Albin Michel, 1983, p. 21.
93 La vida es un largo ro tranquilo.
94 Jacques Donzelot, La police des familles, Paris, Ed. de Minuit, 1977, advertencia
final de Gilles Deleuze. [Trad. al cast.: La polica defamilias, eplogo de Gilles
Deleuze, trad. por Jos Vzquez Prez y Umbelina Larraceleta, ed. Pre-textos, Va
lencia, 1998.]
101
102
brar, en el siglo XVIII, como la sociedad civil, con sus propias institucio
nes relativas a la orden, decimos poltica, del ciudadano: la vida cotidiana,
sus modas y sus costumbres, su economa, sus afectos, sus asociaciones, alre
dedor de cuyo centro todo se organiza y gravita, es precisamente la familia.
Es raro que el poltico cualesquiera que sean las formas de gobierno,
desptico o no, hasta nosotros, culpe a las instituciones, a esta ltima en
particular. Las respeta, transige con ellas, negocia, las utiliza a su favor. En
lneas generales, la historia de la sociedad francesa moderna y contempor
nea proporcionara una muestra visible de ello.
Pero al revs, y a menudo al contrario del poder poltico poco preocupa
do por innovar en materia de costumbres, la utopa ha encontrado tradicio
nalmente en stas su dominio privilegiado. Electivamente, desde el origen,
con Platn o en la Utopa de Toms Moro, la utopa ha acaparado como su
tarea especfica, las costumbres y la moral, la vida privada, lo cotidiano, lo
domstico. Incluso si pueden haber existido ingredientes utpicos en una
visin de orden poltico (El contrato social de Rousseau es un ejemplo de
ello), al poltico jams se le ha ocurrido ocuparse de las costumbres; las pre
supone. La utopa, ella sola, es el gnero particular que se ha lanzado sobre
las costumbres para refundirlas.
A la utopa le gusta concebir, imaginar maneras inslitas de ser social
mente, segn una lgica suigeneris que obedece a la vez al orden de la razn
y a la llamada de los deseos, aparentemente, a merced de cada inventor.
Entonces, bajo la capa de las licencias concedidas a la fantasa, la utopa
ha podido desplegar, con toda bertad, la crtica social del orden existente.
Slo a ella se le ha permitido echar la culpa a lo que la prudencia poltica,
siempre preocupada por lo posible, no osaba tocar.
Sus invenciones fantasiosas, e incluso a menudo fantsticas, no deben
disimular pues que como instrumento de crtica social, como estrategia es
pecfica, la utopa, paradjicamente, siempre ha permanecido mucho ms
cerca de lo real que las construcciones de gran oportunismo poltico. Por
que este ltimo finalmente concierne slo a construcciones histricamente
efmeras, al aspecto exterior de la vida pblica, mientras que la utopa lleva
en las alas y en los pliegues de sus imaginaciones lo ms ntimo de la vida.
Para nosotros, lectores de hoy que, ante un renacimiento del atractivo
de la familia, nos interrogamos sobre las razones de la pareja y de la unidad
familiar, las utopas de las Luces aparecern entonces como un momento
esencial si no como la poca de su invencin. stas operan de modo
103
104
grados. Rousseau sale de las primeras, Diderot, con muchas reservas por
otra parte, de las segundas. Pero para este propsito importa menos esta
diferencia cualitativa que la reivindicacin del estable ncleo natural de la
pareja y de la unidad familiar. Hay que volver constantemente para esta
blecer las divisiones, y rehacer el trazado de la lnea estratgica de la utopa
contra las torpezas sociales.
El supuesto desenfreno del sacerdote, en el Supplment au voyage de
Bougainville de Diderot, no va ms all de un matrimonio segn la natura
leza; el arrebato hacia el amante en La nouvelle Holse de Rousseau es de
tenido por los vnculos sagrados del matrimonio y por las obligaciones de
la madre. Estas proposiciones dependen de una idea comn, de una misma
estrategia de oposicin al rgimen de las alianzas, es decir a la familia tra
dicional del paterfamilias. Lo que constituye su ncleo y que stas valoran
como un absoluto, es la esfera inmanente de la pareja, independientemente
de todo valor trascendente: nombre, descendencia, patrimonio. En estas fic
ciones, es slo una cuestin de pareja, bajo formas diversas y en las posibles
variaciones que sta admite. Una pareja que hay que defender, que hay que
promover como expresin de la naturaleza, la voz de la Naturaleza, frente
al artificio de la Ley. La pareja es el sentido del movimiento opuesto a las
fijaciones arcaicas feudales. Es esto lo que confiere a las ficciones un tono
de utopa, incluso cuando no llevan el nombre de utopa. Adoptan la fabulacin, el viaje, y la presencia pedaggica, como Emilio, esa utopa inaugural
para la infancia moderna.
Cuando la utopa no vacila en declararse y en enunciarse como tal, no se
contenta con hacer jugar a la simple naturaleza contra las leyes anticuadas,
sino que adems dicta reglas. Por otra parte la rigidez de las prescripciones
utpicas en general ha sido retenida hoy para rechazar toda utopa en blo
que. Entra, no obstante, en la estrategia progresista y libertadora. Por medio
de su reglamentacin minuciosa la utopa va al rencuentro de una naturale
za que las leyes humanas recubrieron y deformaron. Que nadie se asombre
entonces si ocurre que la pareja llega a tomar forma d.prescripcin.
La obligacin matrimonial
Tres utopas elegidas, entre otras, por la nitidez de su contorno, nos pro
porcionarn los mejores ejemplos de esta ascensin irresistible de la con-
105
yugalidad al cielo de las costumbres. Las tres se escalonan entre la era del
despotismo ilustrado y el Terror revolucionario, cortando transversalmente
el ltimo cuarto del siglo XVIII, para acabar casi en el poder. No es una
metfora, porque la primera se trata de la utopa que Saint-Just expone
bajo el vocablo de Instituciones republicanas, en 1793-1794. La segunda, casi
contempornea a sta es la utopa que el Marqus de Sade sita en el centro
z Aline y Valcour poco antes de la revolucin (1788); la tercera, un poco an
terior, pero de la misma poca, es de Restif de la Bretonne, en La dcouverte
australe (1781)95.
Aunque cronolgicamente es la ltima, la primera utopa que he men
cionado tiene legtimamente prioridad sobre las otras dos. Y esto es por dos
razones:
Io porque, paradjicamente, sta se inscribe o se deja de inscribir en lo
real histrico, mediante un acto autoritario, una utopa primero dirigida
contra el poder y que ms tarde, llevando la esfera de lo privado al nivel de
la poltica, va a querer transformar en ley la regla imaginada;
2o porque es una culminacin; acaba y revela as el sentido latente de las
utopas que la precedieron y darn forma a la sociedad contempornea.
De hecho, su autor ocupa en toda la literatura utpica, en la filosofa
y la historia del pensamiento un lugar aparte, porque no se content con
aconsejar al prncipe, sino que efectivamente rein como monarca absoluto.
Hecho excepcional, estuvo a punto de imponer por va legislativa y por la
gracia del poder ejecutivo, un cambio en las costumbres. Avanzando as,
como dice la ilustre expresin a contrario, en dirigente poltico, sobre el
dominio reservado de la utopa.
Es necesario, para convencerse, remitirse al discurso del 9 Termidor pre
parado por l pero no pronunciado, para la defensa de Robespierre. Finaliza
con una extraordinaria proposicin cuyo lenguaje polticamente correcto
codificado no puede disimular su extravagancia: Propongo el siguiente
9S Saint-Just, Oeuvres, Pars, Ed. de la Cit universelle, p. 279 y siguientes.
D.A.F. de Sade, Aline y Valcour, carta XXXV, Pars, J. J. Pauvert, 1963. [Trad. al
cast.: Historia de Aline y Valcour, trad. por Fernando Montes, ed. Fundamentos,
Madrid, 1976.]
Restif de la Bretonne, La dcouverte australe, par un homme volant ou le ddale
franais, nouvelle philosophique, Bibliothque des utopies, Paris, 1977, prlogo de
Jacques Lacarrire.
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108
amigos a combatir codo con codo (reminiscencia de los batallones tebanos) en el duelo de uno frente a otro. Pero y esto es la parodia, la per
versidad los amigos estarn obligados a vigilarse recprocamente, incluso
a denunciarse, ya que si un hombre comete un crimen, sus amigos sern
desterrados99. La amistad es el criterio de la orientacin de esta mentali
dad que afecta tambin al matrimonio. Todo en el matrimonio es ambiguo:
parece no sancionar ms que el afecto puro, pero se hace instrumento de
obligacin, de vigilancia.
Las formalidades de la ceremonia se simplifican hasta la evanescencia; el
divorcio es fcil, la adopcin natural. El lector ser golpeado por un progre
sismo que anuncia el anarquismo de la unin libre. El hombre y la mujer
que se aman son esposos. Si no tienen ningn hijo, pueden tener su com
promiso secreto.
La declaracin al magistrado slo es obligatoria si la esposa se pone
gorda, lo que se acompaa en seguida de prescripciones que contradicen
el liberalismo precedente: Los esposos que no tienen ningn hijo durante
los siete primeros aos de su unin y que no hayan adoptado ninguno, son
separados por la ley y deben separarse100.
Divorcio obligatorio, y reminiscencia, esta vez, de las leyes de Augus
to101; prescripcin sobretodo que retira a la pareja esa base de afecto libre
que la primera formulacin de la utopa pareca garantizarle. Conviene su
brayar igualmente que esta racionalizacin, esta nacionalizacin exagerada
de la unin conyugal con el fin de la procreacin, pareciendo flexibilizar
el matrimonio cristiano del Antiguo Rgimen deshonrado, lo superan en
rigor, ya que este ltimo no subordin el sacramento a una finalidad pro
creadora.
Las Instituciones republicanas establecen la base econmica de la pareja
que vive en unidad familiar como comunidad de bienes. Esta ltima fir
ma y sanciona el nacimiento de la familia moderna, de la pequea unidad
familiar sobre la cual la sociedad se funda hasta nuestros das, pero las Ins
tituciones republicanas no le conceden ningn derecho de control sobre los
99 Op. cit., 6, Affections, p. 306.
100 Ibd. 7.
101 En 18 a. d. J.-C.: Lex Julia de maritandis ordinibus, rindiendo cuentas, el matrimo
nio obligatorio, a los fines de la natalidad.
109
102 Ibd., 5.
110
103 D.A.F. de Sadt , A line et Valcour, Histoire de Zam, Pars, J.-J. Pauvert, 1963, t.
II, p. 189. [Trad. al cast.: H istoria de A lin e y Valcour, trad. por Fernando Montes, ed.
Fundamentos, Madrid, 1976.]
104 Ibid., p. 201.
105 Immanuel Kant, E ssai pour introduire en philosophie le concept de grandeur ngative,
Paris Vrin, 1949.
106 Ibid.
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I b d .,
p. 243.
V . Ms
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La fiesta nupcial
Para Restif por el contrario, no hay nada mejor que el matrimonio; es el
necplus ultra del destino. Todo, en el autor del Paysan perverti111, de Mon
sieur Nicolas, aspira a este fin. Es su idea fija, su compulsion; un rasgo espe
cfico de su obra y, en primer lugar, de su idiosincrasia, de su vida. Desde la
infancia, seala el prologuista de La dcouverte australe
Lacarrire,
se diverta casando entre ellos a nios y nias, compaeros suyos de juegos
campestres, organizaba bodas en los prados: Siempre preocupado por ase
gurar la felicidad de los pueblos, en la cuestin del amor, se las ingeniaba
para regentarlo, organizarlo apareando a las parejas, mana que l tena ya
de nio112. Un manaco del vnculo conyugal.
La dcouverte australepar un homme volant ou le Ddalefranais (1781)113
presta a ese gusto por la conyugalidad la magia de la ficcin y de una fan
tasa futurista; es un cuento o, como escribe Restif, una noticia filosfica
que utiliza la utopa como prueba de una demostracin racional. Se trata
de justificar el matrimonio, de demostrar la excelencia infranqueable, pero
a condicin de que se introduzcan en l ciertas modificaciones. Que se su
prima toda traba a la bertad de eleccin, que es una idea compartida a lo
largo de todo el siglo, aunque se atempere la obligacin de la permanencia
y de la constancia por la movilidad, la renovacin anual, la plena libertad en
el mismo seno del vnculo conyugal. Esto parece una idea propia de Restif,
por su innovacin. La inconstancia, por otra parte, vendr al servicio de la
constancia, contribuir a fortificarla debido incluso a la libertad acordada de
elegir en otra parte. Ah est la paradoja, ah est la moral: Es a la libertad
de cambiar a la que deben su felicidad estas parejas duraderas114, habra que
decir a los ancianos de la ms sabia de las islas australes.
Todo empieza por el amor contrariado, y finalmente triunfante. Para
conquistar a la bella Cristina, joven noble a quien l no puede pretender,
Victorin construye las alas que le permitirn llevrsela al Monte inacce
sible. Pero, no deseando de ninguna manera vivir en la trasgresin, Se la
arrebata incontinente al padrastro que, encantado, en el doble sentido de
la palabra, consiente en el matrimonio, permitindoles as a los enamora111
112
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dos pasar por la vicara, fundar una familia y una Repblica felices. Es el
exordio. De ah, la familia volante, habiendo nacido los nios, se hace ex
ploradora, visita las islas del mtico continente austral donde descubre una
humanidad dotada de cualidades superiores (uno de los hijos se casa con
una giganta), e incluso humanidades surgidas de otros devenires, devenires
animales de los hombres u hombres de los animales: hombres-monos, -pe
rros, -machos cabros, -serpientes..., todas estas variaciones imaginables e
inimaginables que no hacen ms que demostrar la universalidad del matri
monio y de su institucin. sta, por otra parte, jams es tan perfecta como
cuando se aproxima al mximo a la naturaleza, cuando su reglamentacin
coincide con la ley natural.
Es de ah de donde la utopa de Restif saca su fuerza convincente, de
donde su originalidad inventiva completamente consagrada a la apologa
del matrimonio, le permite avanzar en la crtica de lo que Fourier llamar
el matrimonio civilizado, dando a entender la posibilidad de otras costum
bres (pero, sin que el matrimonio lo padezca, encontrndose en s mismo
reforzado, y sta es, como veremos, la diferencia esencial, de principio, en
Fourier).
El marco utpico ms perfecto, el ms brillante, es el que ofrecen en el
ltimo libro (III) las fiestas nupciales de los Megapatagones, humanidad de
una perfecta belleza, en la que los matrimonios son renovados cada ao en
el transcurso de fiestas donde los futuros cnyuges se redistribuyen, tenien
do la posibilidad las parejas ya casadas de volver a empezar. Es ah donde
la juventud se entrega, desnuda, en exposiciones mutuas: Chicos y chicas
jvenes se mostraron desnudos unos delante de otros y ejecutaron as los
mismos ejercicios y las mismas danzas que la vspera115. Exhibicin de la
que Fourier se acordar ciertamente en sus bacanales, pero ya volveremos
sobre este tema en otro sentido. Para Restif, se trata todava y siempre del
perfeccionamiento del matrimonio en s mismo, el que le desembarazara
de lo que le traba, celos, adulterio, y de la laxitud sensual que engendra. El
ritual de la fiesta opera entonces como una terapia; tiene un efecto, como
todo ritual, de renacimiento: Se dice tambin sobre los Megapatagones
que se preparan para esta eleccin, con una abstinencia de un mes entero
que sirve tanto para reparar las fuerzas como para reanimar el gusto por los
placeres.
US
I b d .
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119
118
119
pasajes, trad. por Lus Fernndez Castaeda, Isidro Herrera y Fernando Guerrero,
edicin de Rolf Tiedemann, Ed. Akal, Madrid, 2005.]
120
Mujeres amorosas
Tal asociacin rompe igualmente de la manera ms deliberada, ms evi
dente, principal, sobre todo con lo que siempre fue el punto dbil, el vicio
escondido o cnicamente reconocido, de la teora de la Ilustracin: la supe
rioridad del hombre sobre la mujer, inherente a su concepcin domstica
de la vida (Rousseau, Diderot, etc., como ejemplos vivientes de la ideologa
de la familia). La ley, supuestamente natural de la divisin del trabajo en la
pareja, la servidumbre de la mujer en el hogar, todo esto desparece con la re
distribucin de los individuos y de las tareas. La libertad aparente y terica
de la mujer sancionada hipcritamente por la libertad civil de los tiempos
modernos, deja lugar a una liberacin concreta y completa, sobre los dos
planos corolarios el uno del otro, el trabajo domstico y el amor. Las dos son
recprocas: la mujer fuera del hogar es libre de entregarse al amor; la mujer
amorosa abandona el hogar y sus engorrosas tareas. Este autntico progre
so es el que puede ser legtimamente opuesto al tan falaz de la Ilustracin
para la pareja en el hogar, donde la mujer es inevitablemente sirvienta del
hombre: En trminos generales, escribe Fourier, los progresos sociales y
los cambios de periodo se operan debido al progreso de las mujeres hacia
la libertad.
Tambin es significativo que el Mtodo de unin de los sexos, expues
to en la resea de la Teora de los cuatro movimientos, ponga el acento sobre
la eleccin de la mujer misma (y no en la eleccin por parte del hombre de
su mujer): Una mujer puede tener, a la vez..., una mujer puede recha
zar..., etc., etc122. Sobre todo no es indiferente, porque en esto se afirmar
la completa y concreta libertad amorosa, en que sean disociadas las funcio
nes o roles habitualmente concentrados en uno slo, acaparados por un slo
hombre: el esposo. No es indiferente que este puesto de esposo hoy en
da llega incluso a ser un trabajo, una profesin, la de padre! se convierta
en un simple rol, en una posibilidad entre muchas otras: Una mujer puede
tener a la vez:
Io un esposo con el que tiene dos nios;
2o un genitor con el que no tiene ms que un nio;
122 Charles Fourier, Oeuvres I, Mthode dunion des sexes en septime priode, p.
125.
121
Desarrollos paradjicos
Sobre este punto nos sorprende una vez ms la riqueza de la invencin
utpica y de sus perspectivas. Fourier no se contenta simplemente con opo
ner lo colectivo al hogar, y menos an a la pareja, una especie de comunidad
de mujeres y de hombres. l jams especula de forma simple, lo que por
el contrario es el vicio de la civilizacin, sino en compuesto. Ahora bien, el
clculo de las composiciones va a dar un aspecto paradjico al rechazo de la
pareja conyugal, aunque si reflexionamos sobre ello, perfectamente lgico,
pasionalmente lgico, pero inesperado: sern nuevas soluciones, destinos
ofrecidos a la pareja, ms estimulantes por el contrario que aquellos que la
civilizacin, en su taciturna y montona institucin, le propone. Soluciones
para la pareja tomada en s misma; para lo que generalmente justifica y
valora el amor de pareja, la fidelidad; por ltimo para la familia, como ob
123
Oeuvres, VII.
122
jeto de una pasin especfica, igualmente rica y vlida como cualquier otra,
igualmente incoercible.
Slo puedo indicarlos sin tratarlos en profundidad:
Io La pareja en su plena realizacin, la ms sensual y sublimemente
societaria a la vez, es la pareja angelical de los jvenes amantes perfec
tamente bellos y deseables que, por filantropa, van a consagrarse a los
desheredados del amor124.
2o La pareja fiel pero fuera de todo vnculo conyugal y de otro mo
do, mucho ms fuertemente sellada que por l, es la pareja pivotai de los
amantes que se quieren por encima incluso de la multiplicidad de sus ex
periencias en otra parte (Restif lo haba vislumbrado pero con el fin de la
confirmacin del matrimonio; y no hablemos de Sade, ya que l es un
Fourier, un unitesta con los valores invertidos).
3o Por ltimo la familia, porque si su institucin civilizada desaparece
no ocurre lo mismo con las pasiones que la animan y que, precisamente en
la familia civilizada iban por mal camino. No se trata de reprimirlas sino de
cambiar su marcha, de exaltarlas ms all de lo que la civilizacin poda
ofrecerles hacia nuevos Destinos.
Es curioso, de las inversiones operadas por Fourier con respecto a la
Ilustracin asistir de este modo, contra la tendencia a concentrar a la familia
en el hogar, a una rehabilitacin de lo que la institucin tradicional poda
tener ms desacreditada. Vemoslo pues.
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Ver la diatriba contra Lamour du mpris de soi-mme (El amor del rechazo de
s mismo) de R.P. Franchi, Oeuvres II, prefacio, p. 45, Trans-pause.
Ibd., p. 454.
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aparicin de las familias confinadas que lo hacan escabroso a los ojos de los
rigoristas, de los ergotistas, su proscripcin ya no tiene razn de ser. En
efecto es imperativo en Armona autorizar a todo aqul que multiplique
los vnculos y haga el bien a varias personas sin hacer el mal a nadie. Ahora
bien, el incesto en lugar de causar el homicidio, produce un vnculo real.
Se alega la naturaleza, pero el incesto colateral, entre primos o entre
tos y sobrinas, el incesto amable est ya tolerado, es ms, exigido a ve
ces en civilizacin; y no difiere en naturaleza del incesto directo, en forma
ascendiente y descendiente que ocupa el primer grado de la gama. De tal
modo que, si el valor del incesto se acrecienta en funcin del alejamiento
respecto a este primer grado, es posible comprender el incesto por adopcin,
el de Cresus y Selima por ejemplo, como un supremo refinamiento amoro
so. Nueva paradoja en medio de la abundancia de los otros, y que tiene la
ventaja de encomendarse a antiguos ejemplos. El incesto adoptivo, con la
diversidad y la ambigedad de sentimientos que ste connota, es el cantado
por el poeta latino Estacio cuando celebra la muerte del pequeo liberto
Glaucias, servidor de Melior quien fue para l a la vez un maestro, un padre
y un amante: De ahora en adelante, querido Melior, quin hechizar vues
tro corazn con dulces palabras?... Quin os detendr con sus abrazos?...
Toda vuestra familia va a languidecer, sumergida en una afliccin profun
da: el dolor habitar vuestro lecho solitario, un sombro silencio reinar en
vuestra casa, en vuestra mesa (Muta domus pariter, desolatique penates / E t
situs in thalamis, et moesta silentia mensis). Aadiendo a la justificacin de
la adopcin y de los sentimientos paternales que sta engendra: Oh natu
raleza que haces germinar en el corazn de todo el que respira este tierno
afecto que une a los padres, las madres y los hijos, permtame decir: no es
siempre la sangre ni incluso el beneficio del nacimiento el que forma el ms
dulce de los vnculos entre los hombres. Una inclinacin secreta nos acerca
a un hijo ajeno a veces con ms encanto que hacia aqul que tenemos por
naturaleza. Este ltimo es el hijo de la necesidad; pero el que adoptamos
es verdaderamente el hijo de nuestra eleccin (Natos genuisse necesse estl A t
legissejuvat)lii.
TU contrario de la tendencia contempornea que coloca por todas par
tes el incesto para denunciarlo mejor, Fourier introduce al mismo nivel el13
133 Les Oeuvres de Stace (P. Papinius Stacius), traduccin reciente por P.L Comiolle,
Pars, 1820, Les Sylves, II, 1.
128
V . Ms
CULTURA
VT
FUNCIN UTPICA DE LA UNIVERSIDAD
( 1990)
REVOLUCIN cultural. Aunque la expresin haya sido empleada
de forma arriesgada por tantas aberraciones del maosmo, yo no hallo una
expresin mejor para calificar lo que pas en mayo 68 y despus. El post
mayo de los faunos, segn la bella formula de Guy Hocquenghem134.
UNA REVOLUCIN CULTURAL. Libermosla de su jerga y de
sus hedores para reconducirla a su primer significado: el de las profundas
rupturas que llevaron a la civilizacin, como deca Fourier, a un cambio de
fase; o ms sencillamente, que parieron nuestro presente, sus modos de ser
y de pensar.
Al referirse al 68 ya existe la posibilidad de parecer chapado a la anti
gua! Eso no quita que, a nuestros ojos de profesores en particular, el 68 sea
una fecha decisiva que difcilmente se podr borrar o rechazar.
Marca un giro en la vida, en la estructura universitaria, en la forma y las
modalidades de los diplomas y de los controles, en las relaciones entre los
estudiantes y los profesores, en la implantacin de las universidades por s
mismas, en la concepcin que ellas tienen de su rol y de su finalidad. Esen
cialmente en las relaciones entre la universidad y la cultura.
134
135 Nota del trad.: los bombages son pintadas realizadas con una pintura de bomba,
efectuadas generalmente en lugares pblicos. Los tags son pintadas realizadas co
mo los bombages pero cuyo dibujo es una firma.
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jerga erudita y enigmtica para los profanos; el cine espera de los profeso
res los elementos de una comprensin de sus propias tcnicas como de su
sentido filosfico; los escritores adoptan a su propio lenguaje e integran los
tics ms obstrusos de la lingstica y del psicoanlisis en pocas palabras,
la universitarizacin avasalladora, guarda parecido con Roma, ya no est en
la Universidad, est en otra parte, est por todas partes.
Sera entonces que habra que esperar una proteccin contra esta uni
versitarizacin rabiosa y salvaje por un giro paradjico de la Universidad en
s misma, al lugar que le es propio?
Para responder a esta extraa cuestin, para precisar ante todo los tr
minos, ser til estudiar primero el tercer punto anunciado, circular a lo
largo del tercer eje que orienta en este campo repleto de las trampas donde
retozan la Universidad y la cultura. Terreno aparentemente vago, pero don
de uno y otro sin embargo tienen territorios bien delimitados, a pesar de los
recientes esfuerzos de deterritorializacin.
Este eje es el de sus respectivas finalidades.
3o El eje de las finalidades. Empecemos por la menos evidente, la de la
cultura. La finalidad de la cultura, apenas podramos definirla. Tiene la
cultura una finalidad fuera de s misma? No es ella en s misma su propia
razn de ser, su propia justificacin? Tiene la cultura que justificarse ante
alguna instancia, que responder ante algn poder, si la cultura es en princi
pio vida, fenmeno total, antes de depositarse en una obra cualquiera? No
hay otro fin para ello, para una cultura, que su propia manifestacin. Esto ya
basta. No obstante es posible entender electivamente por cultura, en el sen
tido que le dio la Ilustracin, una formacin, una educacin del hombre en
su ser genrico, con el fin de hacerlo capaz de desarrollar en l aspiraciones
superiores, de enriquecer en l la humanidad.
La cultura tendra entonces este fin ilimitado que consiste en no con
tentarse jams con un logro, sino en abrirse a fines todava nuevos. Kant
que as la defini, la acerca con razn a la actividad artstica, dominio pri
vilegiado de su despliegue. Si tiene una finalidad no puede ser entonces,
como la del arte, ms que una finalidad sin fin. Ante nada, no sabra estar
subordinada a un fin heterogneo o heternimo. Por lo tanto, aunque no
haya incompatibilidad entre cultura y conocimiento o saber, la cultura se
distingue sin embargo de una manera evidente, por poco que se considere
que el saber encuentra su fin en el dominio de un objeto. Se puede ser, segn
la expresin de Michel Serres, un instruido inculto, como a la inversa un
143
Un conflicto de Facultades
Despus de un tiempo de incertidumbre la Universidad ha cambiado de
direccin, ha adoptado otra velocidad de crucero. Ha pasado del estado de
establecimiento de lujo el lujo experimental de Vincennes al de engra
naje til para el Estado y las empresas, subordinado a la ley de rentabilidad.
140 Jean-Toussaint Desanti, Le philosophe et lespouvoirs, Pars, Cammann-Lvy, 1979,
Cf. Michel Serres, Le tiers instruit, Paris, Franois Bourin, 1991.
141 N. del A.: escribe en 1990. Aunque estn presentes, los problemas del paro no te
nan la urgencia de los de hoy. Pero incluso hoy, en ese caso se toma consciencia del
impasse a que conduce una concepcin de la universidad subordinada al mercado
de trabajo, la idea de otro destino propiamente cultural retoma consistencia.
144
Nada es menos evidente que tal conversin. Nada es ms discutible que esa
funcionalidad.
Posiblemente parezca justificable en el dominio de las ciencias exactas o
aplicadas, de las tcnicas, de la medicina. Es una tradicin de sus Facultades.
Pero no corresponde de ningn modo a la de letras y a la de artes. En la ac
tualidad todo debe pasar por el mismo molde. Sin embargo ciertas particu
laridades de naturaleza a nivel de conocimientos y de sus destinos exigen
tratamientos diferentes. La categora de estudiante en general, de Facultad
en general, debe ceder el sitio a estas distinciones: no se es estudiante de
Bellas Artes (ni profesor) como se es estudiante de derecho para llegar a ser
juez (y profesor del mismo modo) o como se es estudiante de gestin. Estas
distinciones que tienden demasiado a borrarse ante los consensos reivindicativos, deben ser recordadas. Son, filosficamente, ineludibles.
Kant en su clebre opsculo El conflicto de lasfacultades142 estableci una
diferencia esencial, relativa a sus finalidades y al espritu que las anima, en
tre las Facultades superiores de teologa, de medicina y de derecho, y una
Facultad inferior que es la de la filosofa. Esta denominacin, muy intere
sante en lo que concierne a la jerarqua de valores en el Estado prusiano de
su tiempo, viene del hecho de que las primeras Facultades reciben sus di
rectrices del gobierno, mientras que la ltima Facultad no acoge ningn
orden que le obliga a aceptar algo como verdadero, porque finalmente lo
que ensea importa poco al Estado. Y Kant realiza de forma socarrona, el
siguiente comentario que merece la pena citar: Si no obstante esta Facul
tad, a pesar de la gran ventaja de la libertad, es denominada inferior, la causa
se encuentra en la naturaleza del hombre; en efecto ste puede mandar, y
aunque sea el humilde servidor de otro, se imagina que es superior a otro
que sin duda alguna es Ubre, pero que no tiene a quien ordenar. Facultades
superiores, las que preparan a jefes, inferior, la que (en principio al menos)
slo puede cultivar a hombres libres. Cmo no pensar en la contra-jerarqua
de Gilles Deleuze, que confiere el ms alto valor a lo menor en literatura y
en poltica: literatura menor, la que es autnticamente grande, porque siem
pre ha sido inventiva, rebelde con las normas; poltica menor de aquellos
para quienes la idea misma de adherirse a una mayora, a un consenso, crea
rechazo, y estn siempre de parte de las minoras oprimidas.
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Reavivar la utopa
La cultura que se ensea en la Universidad y la del afuera no pueden
ofrecer resistencia a este aplastamiento a la vez lingstico, administrativo
y mercantil, ms que si saben recuperar su inspiracin original; empezan
do por la desconfianza con respecto a una especializacin cuyo corolario
es siempre la subordinacin a fines demasiado precisos. El filsofo JeanToussaint Desanti, en una vigorosa obra polmica El filsofo y lospoderes146,
no dud en calificar la filosofa, cuando es suprimida de la vida que le da
sentido, de lengua que nadie ms entiende, salvo los que se complacen en
hablarla. Un cerramiento sobre la especializacin, en particular, de la his
toria de la filosofa con el hermetismo de sus lenguajes reservados e incluso
terroristas que Deleuze, como ya se ha visto, denunciaba tambin por su
parte.
Desde los aos 60, Adorno tambin anticipaba el movimiento que vea
empezar en la enseanza universitaria hacia una especializacin mortfera:
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RETRATOS
VII
EL DESPERTAR DE LA PRIMAVERA. LA
UTOPA - HOCQUENGHEM
( 1992)
Hay libros testimonio, libros estrella. Estos se convierten en referencia
de toda una generacin, son luminosos, orientan.
Un joven hombre de veinticinco aos, en 1972, en pleno esplendor de
su joven fe revolucionaria, lanza ese texto polmico que recibe el nombre de
E l deseo homosexual2. Abre una nueva era; lanza un desafo a la sociedad
bienpensante: S! Yo soy uno de esos a quienes vosotros creis humillar y
despreciar tratndolos de homosexuales. Y qu? Qu reprueba eso, cmo
excluye? Es a vosotros a quienes debe ser planteada la cuestin, es contra
vosotros que yo os la devuelvo para presentaros vuestra propia vergenza.
Qu derecho tenis a erigiros en jueces?.
El deseo homosexual fue escrito por entusiasmo en el lanzamiento de
Mayo 1968, cuyas rebeliones tuvieron el cariz de revoluciones. Es un libro
de ataque, una mquina de guerra como lo definieron un poco ms tarde
Deleuze y Guattari a los que Guy asocia aqu con su combate. Un libro re
volucionariamente utpico, adems de reformador. Ahora bien, si es cierto
que todo lo que en esta poca fue polticamente marcado con la impronta
del marxismo-leninismo y se disip a raz de las grandes decepciones, de los
grandes desmoronamientos contemporneos, hay un aspecto post-sesenta
y ocho que no solamente ha permanecido vivo sino que se ha insertado
duradera y profundamente en la historia de las costumbres: el que atae
justamente a un cierto modo de ver la homosexualidad, una manera de re
conocer en ella un simple modo de vida diferente y de aceptarla como tal.
El homosexual ya no es objeto de una aversin general, oficialmente ya
no se le considera como un enfermo, ya no se le clasifica como contra natu
ra. En las democracias occidentales, por lo menos, ha logrado ser adoptado
por la sociedad mayoritaria.521
152 Guy Hocquenghem, Le dsir homosexuel, Pars, Ed. Universitaires, 1972. [Trad. al
cast.: El deseo homosexual (con terror anal), prlogo Ren Schrer, trad. eplogo Bea
triz Preciado, por Geoffroy Huard de la Marre ed. Melusina, Barcelona, 2009.]
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154 N. del trad.: Ren Schrer compara el deseo homosexual con la actividad del al
cin, que es un autozoo colonial cuyos plipos estn unidos entre s por un tejido
de consistencia carnosa, del cual surgen aquellos como pequeas flores blancas de
ocho ptalos.
VIII
GENET EL INDESEABLE
( 1993)
En 1946 1947 yo tena veinticuatro aos alguien del entorno de
Sartre puso un da ante mis ojos un cuaderno de grandes hojas sin encua
dernar, impreso por Marc Barbezat sobre una gruesa vitela en soberbias
itlicas. Era El milagro de la rosa, que nos pasbamos devota y casi clandes
tinamente. Cuando, con una especie de emocin religiosa, le: De todas las
prisiones de Francia, Fontevrault es la ms inquietante", despus un poco ms
adelante, sobre estas hojas de Biblia: Mientras que el chaval que yo era a los
quince aos se enroscaba en su hamaca alrededor de un amigo...", enseguida
supe que ira de maravilla en maravilla.
Estar seguro de ir de maravilla en maravilla, Genet fragu esta ex
presin para decir lo que fue para l la primera frase de A la sombra de las
muchachas enflor. La apertura del Milagro, hay que hablar de sta musical
mente, no tiene parangn ms que en La Cartuja de Parma, o dejando a
Proust aparte la de los Hermanos Karamazov, principales referencias de
Genet. Una escritura que va a trastornar la vida, introito, entrada.
Genet, en el momento de la post-guerra, forzaba con allanamiento las
puertas de nuestras sensibilidades vrgenes. Con l se precipitaba toda una
parte de lo real desconocido: el presidio de nios, el salvajismo, la ternura,
el sexo desnudo.
Hasta ese momento habamos tenido como pasto tan slo una litera
tura demasiado refinada: alusiva y elevada con Gide, azucarada y devota
con Montherlant y Peyrefitte, dispersa con Cocteau. Todava contentos con
tener a mano esta pederasta burguesa. Por parte del proletariado o de sus
portavoces era silencio sepulcral o reprobacin inapelable.
Y esto de repente nos cae encima bajo el ropaje ms suntuoso: Chaval,
me gustara tener en elfondo del culo una mano para pillar todo lo que t me
metes .
Genet practicaba la inconveniencia sacrilega, secretamente, impacien
temente inesperada. Colmaba las almas dando miedo a los bienpensantes
por la mezcla de esas crudezas de bribn y de la lengua ms clsica, la ms
armnica, la mejor construida. Sintcticamente impecable, lxicamente re
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IX
EL CORAZN RESPLANDECIENTE DE
FLIX
( 1994)
Walter Benjamin escriba que el impulso ms ntimo de la utopafourierista hay que encontrarlo en la aparicin de las mquinas'. No es que Fourier
hubiera escrito acerca del maqumismo industrial, sino acerca del mundo de
las mquinas; su pensamiento est en estrecha connivencia, en secreta coa
licin158. La utopa que el capitalismo moderno y la economa de mercado
han engendrado, se propone como mquina de guerra en una estrategia y,
como tal, vuelve contra s las armas del adversario. No habr que entenderla
como una simple protesta de lo humano contra lo inhumano, del individuo
contra su aplastamiento por los poderes materiales. No apela a un aumen
to de espiritualidad, no recurre a la trascendencia de valores opuestos al
materialismo de los intereses. Muy al contrario. Con la mquina, la utopa
establece un plano de consistencia y hace responder a la mquina de las
pasiones y de su mecanismo, a la mquina hostil de la esclavitud del trabajo
y de las instituciones estatales y sociales.
Las pasiones, los deseos incoercibles son las verdaderas potencias maqunicas, inmovilizadas, frenadas por la civilizacin, y se trata de volver a
ponerlas en movimiento. La contestacin utpica no procede de una fuerza
reactiva, sino de la afirmacin. Enuncia la posibilidad, para la produccin,
de esperar proporciones hasta ese momento inauditas, satisfaciendo deseos
exacerbados. La produccin es deseante y el deseo productivo, a condicin
de que se construya a su medida la mquina que le conviene. La utopa
denuncia el falso orden industrial con sus estratificaciones, sus grupos uni
formes, falsos no slo debido a las desigualdades y a las injusticias, sino a la
pobreza de la imaginacin que los puso en marcha, a la insuficiencia de las
riquezas que estos prometen.
158 N. del trad.: se propone coalicin como traduccin del trmino francs apparen
tem ent que designa a una disposicin aplicable en los sistemas de representacin
proporcional por lista (R P L ) que le permite a dos o ms partidos o agrupaciones
que realizan campaas por separado suscribir un acuerdo para que sus votos sean
sumados a efectos de la distribucin de escaos.
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que se arremolina por encima del cuerpo sin rganos de las tuberas desco
nectadas; este corazn erizado de puntas como flechas o como llamas. Lo
asocio irresistiblemente a la sabidura resplandeciente que tanto gust a
Barthes al comentar a Fourier, donde se alian, en bodas paradjicas, la hu
mildad y la magnificencia.
De qu se trata pues? En E l nuevo mundo amoroso se hablaba de una
sandalia dibujada en el cielo con fuegos artificiales para la recepcin en la
tierra de Babilonia (el actual Irak) de 'la cruzadafaqurica de lospiadosos za
pateros remendones de Occidente163. Todas las palabras incitan en este bizarro
agenciamiento de enunciacin:
- Cruzada: en rplica a las que llevaron a la guerra a Palestina para
lavar a Occidente de la mancha que pesa sobre l, expiar los estragos de la
supersticin
por los trofeos de una cruzada til, verdaderamente religiosa.
- Faqurica, porque estas grandes caravanas de las armadas industria
les, que hacen visible la transversalidad de la utopa operando un
corte a travs de las estratificaciones estatales y nacionales, tambin
practican la hospitalidad amorosa en los pases que stas atraviesan
con sus faquires, sus bacantes, sus coribantes y sus correspondientes
femeninos y masculinos.
- Piadosos zapateros remendones', en expiacin de los estragos pasados,
por devocin societaria, la cruzada se encarga de las tareas ms re
pugnantes ocupndose de los zapatos estropeados y desechados. Es
la exaltacin del zapatero remendn convertido as en hroe y santo.
Visin fantasmagrica de la cohorte onusiana de los remendones de
babuchas para acudir en ayuda del pueblo irak!
Pero se trata, siguiendo a Fourier, de otra cosa muy diferente a la irri
sin, a la irona, si no lo es con respecto a los valores de la civilizacin que
la utopa invierte y traslada al ms menospreciado de los oficios, el ms
repugnante, y que ella magnifica. La sandalia resplandeciente alegoriza la
transvaloracin.
De este modo, en Flix, la revolucin molecular con sus polticas mi
noritarias, sus micro-polticas, invierte las prioridades y el orden de las
urgencias; atraviesa las estratificaciones geogrficas o morales, establece una
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X
DELEUZE EDUCADOR
( 1994)
A riesgo de sufrir interpretaciones herticas por parte de sus usuarios,
una filosofa se valora por su uso; a partir de ste se prueba su valor, de l
obtiene tambin su fuerza y su fecundidad. Las deformaciones que una
filosofa sufre, al pasar por manos extraas, no son tanto traiciones como las
mltiples figuras que sta contena plegadas en s misma, y que se desplie
gan. Son sus metamorfosis, sus devenires. Sin eso, si no resiste a esta prueba,
corre el riesgo de transformarse en cosa muerta, puro objeto de exgesis
para eruditos o de veneracin estril.
La comprensin filosfica es siempre pragmtica, una puesta en acto.
Tambin estoy convencido de que no hay un mtodo mejor ni ms franco
para rendir homenaje a la filosofa de Gilles Deleuze que utilizarla cada
uno para sus propios fines, ponerla a prueba con algn objeto querido, an
corriendo el riesgo de probarlo, e incluso a expensas de deformaciones abu
sivas. Volvindome hacia Deleuze con amistad y amor, rindo homenaje a
un pensamiento que, ms que cualquier otro de nuestro tiempo, es fecundo,
inventivo, despierta adems en el otro ideas dejadas en su rastro. No me veo
exponindolo a la manera de un historiador de la filosofa. No veo mejor
modo que hacerme entrar en escena que se me perdone como ejemplo
de lo que Deleuze, con sus destellos fulgurantes, puede ofrecer a un pensa
miento que no es el suyo, y ms an, a una cierta forma de comprensin de
este pensamiento por s mismo.
Se trata de reflexiones sobre el cosmopolitismo en sus relaciones con la
hospitalidad que tomaron forma con Zeus hospitalier, su primera exposicin
descriptiva.
Coextensiva a la modernidad, la nocin de cosmopolitismo inspir la
orientacin poltica de Leibniz, as como su visin general de una estruc
tura intermondica del universo; rein sobre la filosofa de la Ilustracin;
fue conceptualizado de manera decisiva por Kant, en el marco del derecho
internacional o cosmopoltico, con la idea de una hospitalidad universal
como principio trascendental, expresando las condiciones a priori del ejer
cicio de este derecho.
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X. Deleuze educador
X. Deleuze educador
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X. Deleuze educador
X. Deleuze educador
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2002.]
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X. Deleuze educador
POST-MBULO
FOURIERIANO
Pobres en goces;
quieren ser ricos en ilusiones.
Charles Fourier, Teora de los cuatro movimientos
XI
DE LAS PROPIEDADES AN
DESCONOCIDAS DE LA CORRUPCIN
UNIVERSAL
( 1994)
El lector de Fourier probablemente habr pensado, al leer este ttulo, en
la Resea de la III parte de la Teora de los cuatro movimientos dedicada a los
curiosos que se titula: El monopolio insular y sus propiedades an desco
nocidas. Es una demostracin, otra ms relativa a la francomasonera y
sus propiedades an desconocidas, que tiende a probar que en civilizacin,
incluso ciertas instituciones bien entendidas y bien utilizadas habran podi
do conducir a la armona167.
Realmente es un texto curioso, mezclado con seriedad e irona. En len
guaje situacionista se dira que es una inversin de las relaciones estable
cidas entre los conceptos y un giro de todas las adquisiciones de la crtica
anterior, segn las definiciones de Guy Debord168.
Porque es un magnfico y profundo ejercicio de estilo, una abertura en
el corazn de lo ms sutil de la utopa. Asimismo, Samuel Butler manejar
la utopa como inversin y giro, instrumento crtico de la civilizacin de
la cual la utopa hace percibir en sus mismos vicios sus virtualidades. Son
injertos, esbozos, difracciones de luz.
De qu se trata exactamente? En el texto de Fourier, se demuestra c
mo Inglaterra, potencia insular, en lugar de oponerse militarmente al con
tinente (en 1806), de fomentar guerras intestinas (las coaliciones), habra
podido sobornar a las milicias, corromper los gobiernos mediante riquezas
cuyo monopolio tena por su dominio de los mares. De este modo, al sa
ber practicar de manera sistemtica la invasin comercial, al comprar a
los soberanos, al desviar las armadas ocupadas en destrozarse mutuamente
167 Charles Fourier, Oeuvres I, p. 205.
168 Guy Debord, La socit du spectacle, Pars, Buchet-Chastel, 1971, 206. \La socie
dad del espectculo, trad. al esp. Jos Lus Pardo, Valencia, ed. Pre-textos, coleccin
ensayo, 2005.]
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189
tros de todas las Cortes porque les permitira unir la corrupcin al honor
y encubrir su venalidad bajo la apariencia de pacificadores y filntropos.
Habran fingido enfocar el suministro de las milicias como prueba de la
tranquilidad de los civilizados e incluso de los brbaros que, despus de
todo, seran ms felices bajo una administracin regular que bajo el yugo de
sus Pachs y Nababs. De este modo, la unidad del mundo y su bienestar
podran (habran podido) en buenas manos depender de ese monopolio
tan criticado por mal conocido.
Al releer hoy esta paradjica diatriba y socarrona en muchos aspectos,
nos equivocaramos al considerar que Fourier se dedica a fomentar el impe
rialismo europeo, la colonizacin de los pueblos de Asia. Esto sera buscar
intenciones con el nico propsito de confundir, desconcertar a los fil
sofos, ya sean consejeros del prncipe o reformadores ilustrados, apologis
tas todos ellos de la civilizacin. Para Fourier, no se trata nicamente de
extender sta a la tierra entera, sino de destruirla. La asociacin universal,
la atraccin industrial del gnero humano, no pueden considerar ni metr
polis, ni colonias ni civilizados ni brbaros. Pero la unidad administrativa
del globo y su pacificacin son la condicin preliminar de la Armona. En
1808, el obstculo a cualquier proyecto asociativo es la guerra permanente
que divide Europa; el objeto de cualquier promesa, esta paz perpetua apla
zada sin cesar, a la cual Kant consagr su clebre escrito, entre dos guerras,
en 1795.
Por eso ante la vanidad de los esfuerzos hacia la paz por la va poltica
de los tratados que no hacen ms que sensibilizar ms la impericia de las
polticas, el aturdimiento metdico de los filsofos, Fourier, el utopista,
en tanto que realista ms sensato, descubre, con la invasin mercantil, la
subordinacin, la corrupcin, la venalidad, una va indirecta sin duda, pero
mucho ms segura hacia la Armona. Siempre que se sepa utilizarla y des
viarla. Es una sabia disposicin de Diospara conducir a la humanidad a su
unidad de hecho, altamente proclamada en teora, hipcritamente exigida,
pero que las protestas morales de intencin jams pudieron hacer avanzar
ni un paso.
No carece de inters comentar este tema, la anttesis que forman las dis
posiciones de Fourier con las de Kant. El primero suea con la unidad del
Imperio y la supresin de las fronteras nacionales. Poco importa el medio
para conseguir el fin; de ah su inmoralismo custico.
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cin cultural por parte de Francia. Por una parte Rgis Debray sostena
esta ltima, como nacionalista convencido, en nombre de la lucha contra la
invasin comercial; por otra parte Vargas Llosa se las daba de partidario
del monopolio. El vea en ste el anuncio de una nueva era, planetaria,
en un globo unificado, y con la desaparicin de las fronteras, un sistema
de intercambios susceptible de arrancar de su estancamiento a los pases
subdesarrollados. Contrariamente a lo que creamos, escribe, no es la re
volucin socialista quien ha suscitado esta internacionalizacin, sino sus
bestias negras: el capitalismo y el mercado. Sin embargo es el ms bello
avance de la historia moderna, porque constituye las bases de una nueva
civilizacin a escala planetaria que se organiza en torno a la democracia
poltica, al predominio de la sociedad civil, a la libertad econmica y a los
derechos del hombre171.
Esto sera escrito cum grano salis, con la mordaz irona de Fourier, no
habra nada ms que aadir. Lamentamos que razonando de forma simple
Vargas Llosa no hubiera soado con el giro utpico, el nico capaz de dar
sentido positivo, por otra parte catastrfico, al curso de la historia. Fourier
no contaba directamente las consecuencias histricas, crueles y reales de su
tiempo, del monopolio insular; l por el contrario apelaba a considerarlo co
mo una dura leccin, un remedio saludable contra las ilusiones liberales
en moral y en poltica o, llegado el caso, las fanfarronadas nacionalistas que
emanan de Napolen o de Debray.
Ms justa, ms conforme con la lgica utopista en su crtica radical de
la civilizacin, es la reciente reflexin sobre la corrupcin propuesta tam
bin en Libration por Jean Baudrillard, en febrero de 1996172. l la con
sidera consustancial a la sociedad, indispensable para su funcionamiento,
ridiculiza la idea de una moralizacin del dinero que los polticos procla
man, mientras que, en su principio mismo, el dinero siempre es inmoral.
Tambin habla de las vas irnicas de la corrupcin. A la vez, la corrupcin
171 Libration, 2 de diciembre de 1993. [N. del trad.: peridico que se cre en mayo del
68, que estuvo a punto de desaparecer en el 2008. Es un peridico de izquierdas;
los mismos que participaron en mayo del 68, como Flix Guattari,, trabajaban co
mo redactores que llegaban a cobrar 2800 francos franceses, como el mismo Flix
dijo una vez en televisin. En ste se poda opinar libremente sobre todo, por eso
se convirti en el peridico de la resistencia francesa contempornea.]
172 Jean Baudrillard, Le miroir de la corruption (El espejo de la corrupcin), Libra
tion, 19 de febrero de 1996.
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nos indica este fabulista, de un mundo adornado de goces amables, del que
evoca sus cuadros de armona; y del que prefiere antes los refinamientos del
corrupto a la intransigencia de lo incorruptible. No ms partidario de Dan
ton, por otra parte, que de Robespierre, ambos hombres de sangre.
Finalmente est, en el orden armnico, el destino de la corrupcin co
mo el de la prostitucin, otra prctica vergonzosa en civilizacin, pero in
dispensable al funcionamiento de las costumbres. Su vicio se absorbe en
el establecimiento de los vnculos sociales y los transforma en virtud. De
ignominiosa, la prostitucin se convierte en santa tal como fue definida su
funcin en E l nuevo mundo amoroso181. En cuanto a las riquezas desviadas,
para un uso privado, de funcionamiento regular de la civilizacin, qu me
jor empleo para ellas que servir para la fundacin de un Cantn de ensayo,
de un falansterio?
Post-scriptum
El lector de hoy en da estar interesado en encontrar un prolonga
miento de Mandeville en el clebre e intransigente terico del liberalismo
radical, Friedrich Hayek182. Como Mandeville, Hayek se inspira en la se
mejanza entre el comportamiento de las abejas y el de los hombres; funda
las virtudes de una economa de mercado sobre la paradoja que los instin
tos, no las intenciones generosas ni las planificaciones racionales, guan a
la humanidad hacia el bien comn. La independencia de lo econmico en
relacin a la poltica, la supuesta autorregulacin beneficiosa para todos los
fenmenos mercantiles y monetarios, son los principios liberales que dan a
Hayek, relativamente un pensamiento de la utopa, un lugar y una signifi
cacin ambiguos. En un sentido, es el terico y . partidario del tiempo pre
sente, comenta y prepara (muri en 1992), con cinismo, la actual hegemona
de los poderes del dinero, el orden mundial del comercio y de la moneda;
realista pues, en este sentido. Pero por otra parte, sostiene firmemente la
armona entre los intereses privados y el bien comn, la felicidad de todos
181 O. C., VIII, p.44 y siguientes.
182
Friedrich August von Hayek, Philosophie, conomie et politique, Pars, Econmica,
1989, referencia al estudio DBernard Mandeville (1978) citado p. 103. [Trad. al
cast.: Estudios de Filosofa poltica y economa, ed. Unin editorial, 2007.]
197
183 Cf. En particular en la obra citada, el artculo de Maurice Lagueux: Ordre sponta
n et darwinismo mthodologique chez Hayek (Orden espontneo y darwinismo
metodolgico en Hayek), p. 87-103.
XII
LA COMUNIDAD DE LAS BANDAS
( 1996)
Qu quiere Fourier?; qu es lo que inventa?; qu expresa su utopa y
cmo abre sta el campo de despliegue de toda utopa contempornea? Una
frase podra resumirla, en la Teora de los cuatro movimientos, al principio
del captulo Sobre el estudio de la naturaleza por la atraccin apasionada:
Si se compara la inmensidad de nuestros deseos y los pocos medios que
tenemos para satisfacerlos...184 No se trata de medios materiales sino, al
contrario, de medios sociales. La utopa es impuesta y exigida por la des
proporcin, el desequilibrio existente entre una produccin industrial galo
pante y desordenada, y la incapacidad humana de plegarla al uso de todos.
O en la enunciacin lmpida de Walter Benjamin: El siglo no ha sabido
responder a las nuevas virtualidades tcnicas para un nuevo orden social.185
La utopa afronta el problema; tiene la claridad de visin, la energa de la
resistencia y la fuerza inventiva de las soluciones.
Un deseo productivo
Maurice Blanchot, cuya comprensin de Fourier es profunda, me parece
sin embargo que desestim la naturaleza de la invencin cuando escribi
en alguna parte186 que Fourier, al querer eliminar lo negativo (lo que es
verdad), lo inaccesible, lo trascendente y la ausencia de fondo de lo infinito,
excluy el deseo, creando una pasin sin deseo: He aqu, escribe, el ex
trao don, que nos ofrece por la atraccin apasionada. S, si se considera el
deseo desde el punto de vista de lo negativo y a partir de la falta. No, segn
una concepcin afirmativa y productiva del deseo. El deseo, sin duda, es
necesariamente aspiracin hacia lo que falta, puesto que no tenemos los
medios para satisfacerlo. Pero considerar la falta como consustancial es
184 Oeuvres, I, p. 72.
185 Walter Benjamin, Passagen-Werk, Frankfurt, Suhrkamp, V-l, p. 76.
186 Maurice Blanchot, En guise dintroduction, Topique, n 4-5, Paris, PUF, 1970, p.
5.
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El adentro y el afuera
El falansterio asusta, decepciona o atrae la burla, porque se le concibe
como un lugar cerrado, monstico, un cuartel de ladrillos o convento laici
zado. Todos los esfuerzos del mismo Fourier no habrn logrado nada. Es
necesario que se devuelva a Fourier al falansterio; ms bien al familisterio,
al sedentarismo de una comunidad pobre, cansada del tumulto, de la dura
circulacin de la sociedad de la velocidad y del movimiento. Grave malinterpretacin. Si es ms o menos verdad que las utopas de comunidades
contemporneas se han orientado segn esta representacin, en una con
fusa mezcla ideolgica, stas se desvan tanto como las utopas totalitarias
fundadas sobre la asignacin al domicilio, a la tarea y al control.
Todo Fourier, incluso en el falansterio, al principio de su funcionamien
to est afuera, es nmada. Cambia el eje de lo social desplazndolo fuera de
la familia y ms generalmente de todas las instituciones civilizadas, escuela,
pueblo, Estado, etc. Desterritorializa y expulsa lo pasional fuera de los
lmites acostumbrados, lo expone integralmente como se expone el nio
con tendencia a fugarse que se descubre a s mismo en esta exposicin solar
y reveladora.
Fourier desplaza el eje de lo social, pero a su manera, a la que estamos
habituados despus de ver algunos ejemplos. Lo desplaza a lo largo de la
lnea de los grupos informales o no de la civilizacin, clubes, camarillas,
partidos, casinos, sectas o bandas; lo que el socilogo Michel Maffesoli lla
m, en el funcionamiento real, extra-institucional de la sociedad contem
pornea, las tribus191.
Abandonar las sectas equvocas para organizar el mundo societario
en series; son sobretodo las bandas cuyo nombre retendr para designar
esta parte fundamental de la Armona que recorre el mundo en todos los
sentidos para multiplicar los contactos y los vnculos. Banda, Bande, Bind,
Bund, vnculo social; el emblema aqu se confunde, por la etimologa, con
la cosa que por un efecto de retorno lo devuelve a su destino. Es la banda
quien asegura el vnculo.
191 Michel Maffesoli, Le temps des tribus, Pars, Mridiens-Klincksieck, 1988, p. 156.
Oponiendo al individualismo el tribalismo. [Trad. al cast.: E l tiempo de las tribus:
el declive del individualismo en las sociedades de masas, trad. por Daniel Gutirrez
Martnez, ed. Siglo XXI, Mxico, 2004.]
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La utopa comunitaria
La idea de comunidad est transformndose en el tema favorito de la
filosofa de hoy en da, pero su problema es contemporneo de principios
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Decir qu es, no como persona, sino por las singularidades que rene
como en Fourier, por las manas, excepciones, las tonalidades infinitesi
males de las pasiones, es enunciar lo que en cada uno, es decir, en todos
es susceptible de fraguar con otro, un ser-juntos, un ser comn. Comunidad
extra- y supra-personal, que Deleuze tambin hizo entrever en la inmanen
cia de una vida, tal como podemos descubrirla en su ltimo texto publicado:
La vida del individuo ha dejado lugar a una vida impersonal y sin embargo
singular, que desempea un puro acontecimiento liberado de los accidentes
de la vida interior y exterior, es decir, de la subjetividad y de la objetividad de
lo que llega.11Homo tantum al cual todo el mundo compadece y que alcan
za una especie de beatitud...vida de pura inmanencia, neutra, ms all del
bien y del mal, porque slo el sujeto que la encarna en medio de las cosas la
convierte en buena o mala201.
Y sin duda escribe esto en el momento en el que la pura comunidad
humana que une al hombre a su semejante, homo tantum, nicamente hom
bre, se manifiesta en el punto ms absoluto, el ms intenso, el momento (el
artculo) de la muerte. Pero esta unicidad tambin es ejemplar por la articu
lacin de la vida, para una comunidad humana que slo merece ese nombre
si est en la prueba de la muerte, ordenada a la muerte, por retomar una
expresin de Bataille, de Nancy y de Blanchot. No a sus ordenes, sino regu
lada por s misma para aceptar el acontecimiento.
Fourier, en su lenguaje, prepara y prefigura una comunidad tal de sin
gularidades nmadas que no pide ms que ser, una vez levantadas las trabas
de la civilizacin del sujeto y de la persona. Traba disipada, ilusin crea
da, son las dos llaves de la metamorfosis utopiana. Llegaremos a decir los
dos talismanes? S, porque se trata de producir el encanto de la existencia.
Ya hemos expuesto suficientemente la traba. En cuanto a la ilusin, no es
ningn seuelo que engaa o disimula, la imaginacin maestra del error
y de la falsedad. Pero ha puesto en prctica la imaginacin en su funcin
creadora, que aporta un suplemento de encanto y de sentido. Ninguna co
munidad puede eximirse de esta ilusin creada en la cual Fourier ve uno
de los operadores de las concentraciones pasionales que transforman el
egosmo en unitesmo202. Una ilusin real, como tan bien la denomin
201 Gilles Deleuze, Limmanence: une vie, Philosophie, n 47, sept. 1995, p. 5.
202 Charles Fourier, Oeuvres III, p. 304-346.
213
Simone Debout con respecto a lo que hace la riqueza del amor impidiendo
que se agote en la satisfaccin material203.
La inmortalidad compuesta, la promesa de las metempsicosis miden la
felicidad post mortem respecto a la felicidad presente, las migraciones astra
les, la fusin con la gran alma planetaria204, son el aspecto ms popular de
las ilusiones creadas por el fourierismo histrico. Esencialmente, la idea en
la cual stas se inspiran y que ellas actualizan en imgenes, es que el indivi
duo fragmentado no es en s mismo el alma integral, sino una experiencia
nunca acabada de s mismo que no existe ms que en la comunicacin con
el otro.
A la ilusin del s mismo y de su unicidad, fuente de disgustos incon
solables, la comunidad utpica substituye la ilusin creada de una multipli
cidad inagotable. Inagotable como lo son las fuerzas vivas de la infancia y,
como ellas, explosiva. Presentando las virtualidades en acto, ella exorciza,
por su simple afirmacin, el horror que representara para nosotros, quienes
soportamos cotidianamente la pesadez, la actualidad eternizada205.
En el mundo atareado en una inmvil impaciencia, el utopista, siguien
do su lnea, opone la velocidad del que va. Es el corredor de fondo en la
soledad poblada.
Pars, 29 defebrero de 1996
Complemento a las Notas para una esttica nmada, Tumultes, n 5,
Noviembre 1994.
NDICE DE NOMBRES
Abensour Miguel, p. 62
Adorno Theodor W ., pp. 21, 93,147, 148
Agamben Giorgio, pp. 46, 150, 211
Angelus Silesus, p. 168
Auzias Claires, p. 68
Bach-Ignasse Grard, p. 97
Balzac Honor de, p. 119
Barthes Roland, pp. 23, 54, 168, 175
Bataille Georges, pp. 32, 67, 136, 193, 212
Bateson Gregoiy, p. 107
Baudelaire Charles, pp. 53,61,164
Baudrillard Jean, pp. 22,191,192,193
Beauvoir Simone de, pp. 15,165
Beck Julian, p. 136
Benjamin Walter, pp. 21,33,46,59,62,99,118,141,150,171,172,174,199,203,
213
Bentham Jeremy, p. 106
Bergson Henri, p. 22
Berque Jacques, p. 148
Blanchot Maurice, pp. 12,43,150,151,165,199,201,203,211,212
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Bloch Ernst, pp. 34,52,53,148
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Boileau Nicolas, p. 195
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Boulez Pierre, p. 136
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Chtelet Franois, pp. 11,75, 82,150
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Cioran mile-Michel, pp. 20, 36
Clisten, p. 20
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Cook James, p. 110
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Cousin Victor, pp. 136,145
Daremberg Charles y Saglio Edmond, p. 20
Debord Guy, pp. 22,131,187,188
Debout-Oleszkiewicz Simona, pp. 54,213
Debray Rgis, pp. 190,191
Deleuze Gilles, pp. 9,12,13,14,15,19,20,22,25,27,42,43,46,57,60,61,62,71,
81,100,136,140,141,144,145,146,147,148,150,155,157,158,165,166,167,
173,177,180,181,182,209,212,
Desanti Jean-Toussaint, pp. 143,147
Diderot Denis, pp. 103,104,107,110,120,206
Dilthey Wilhelm, p. 41
Donzelot Jacques, p. 100
Dunant Henry, p. 173
Ehrenzweig Antn, p. 146
Engels Friedrich, p. 116
Flaubert Gustave, p. 180
Foucault Michel, pp. 11,12,15,42,43,50,51,93,94,106,209
Fougeret de Montaron, p. 69
Fourier Charles, pp. 14,17,21,22,23,29, 30, 31, 33, 34, 36, 42, 44, 46,51, 52, 53,
54,55,56,57,58,59,60,63,64,79,81,84,91,92,93,95,97,101,107,111,113,
115,116, 117, 118,119,120,121,122, 123,124,125,126,127,128,133,139,
217
147, 150, 159,168, 171,172,173,174, 175, 179, 180, 185, 187, 188, 189,190,
191,192,193,194,195,197, 199, 200, 201, 202, 203, 204, 205, 206, 207, 209,
210,211,212,213,
Franchi (R.P.), p. 125
Freud Sigmund, p. 128
Genet Jean, pp. 9,12,46, 72,136,139,155,163,164,165,166,167,168,169,180,
Gide Andr, pp. 99,163
Goldmann Lucien, p. 210
Guattari Flix, pp. 11,13,20,25,27,42,46,57,60,61,62,63,68,71, 81,173,176,
180,181,191,209
Guizot Franois, p. 145
Hayek Friedrich A. von, pp. 196,197
Hegel G. W. F., pp. 34,45,203
Heidegger Martin, pp. 38,39, 40,41,149
Hennig Jean-Luc, pp. 99,100
Hocquenghem Guy, pp. 9,11,13,52, 61, 99,133,157,159,160,166
Hlderlin Friedrich, pp. 39,40, 41,42
Husserl Edmund, pp. 44,45,146,178
Jabs Edmond, pp. 41, 62, 72
Kafka Franz, pp. 12,46
Kant Emmanuel, pp. 27,28,32,34,35,36,37,38,39,63, 70,71, 81,110,142,144,
145,177,180,189,190,194,210
Kierkegaard, p. 168
Kleist Heinrich von, p. 206
Klossowski Pierre, p. 180
Kubrick Stanley, p. 17
Lacarrire Jacques, pp. 105,114
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Laroche Franois, pp. 83, 84
Larrouturou Pierre, p. 57
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219
220