Libro de Berardi y Yuk Hui

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COVID 2020

CRÓNICAS DE UNA PANDEMIA


Y Otros Textos

Franco Berardi
Gael Giarud
Yuk Hui
Natalí Schejtman

1
Crónicas de una Pandemia y Otros Textos
2021,. Franco Berardi, Yuk Hui, Gael Giraud, Natalí Schejtman.
Ediciones del Sol Invictus

2
COMO SI FUERA AYER. CRÓNICA DE
LA PSICODEFLACIÓN

3
4
5
COMO SI FUERA AYER. CRÓNICA DE LA
PSICODEFLACIÓN # 1

You are the crown of creation


And you’ve got no place to go
[Eres la corona de la creación
y no tenés adónde ir.]
Jefferson Airplane, 1968

«La palabra es un virus. Quizás el virus de la gripe fue una vez


una célula sana. Ahora es un organismo parasitario que invade
y daña el sistema nervioso central. El hombre moderno ya no
conoce el silencio. Intenta detener el discurso subvocal.
Experimenta diez segundos de silencio interior. Te encontrarás
con un organismo resistente te impone hablar. Ese organismo
es la palabra.»
William Burroughs, El boleto que explotó

21 de febrero
Al regresar de Lisboa, una escena inesperada en el aeropuerto
de Bolonia. En la entrada hay dos humanos completamente
cubiertos con un traje blanco, con un casco luminiscente y un
aparato extraño en sus manos. El aparato es una pistola
termómetro de altísima precisión que emite luces violetas por
todas partes.
Se acercan a cada pasajero, lo detienen, apuntan la luz violeta a
su frente, controlan la temperatura y luego lo dejan ir.

6
Un presentimiento: ¿estamos atravesando un nuevo umbral en el
proceso de mutación tecnopsicótica?

28 de febrero
Desde que volví de Lisboa, no puedo hacer otra cosa: compré
unos veinte lienzos de pequeñas proporciones, y los pinto con
pintura de colores, fragmentos fotográficos, lápices, carbonilla.
No soy pintor, pero cuando estoy nervioso, cuando siento que
está sucediendo algo que pone a mi cuerpo en vibración
dolorosa, me pongo a garabatear para relajarme.
La ciudad está silenciosa como si fuera Ferragosto. Las escuelas
cerradas, los cines cerrados. No hay estudiantes alrededor, no
hay turistas. Las agencias de viajes cancelan regiones enteras
del mapa. Las convulsiones recientes del cuerpo planetario
quizás estén provocando un colapso que obligue al organismo a
detenerse, a ralentizar sus movimientos, a abandonar los lugares
abarrotados y las frenéticas negociaciones cotidianas. ¿Y si esta
fuera la vía de salida que no conseguíamos encontrar, y que
ahora se nos presenta en forma de una epidemia psíquica, de un
virus lingüístico generado por un biovirus?
La Tierra ha alcanzado un grado de irritación extremo, y el
cuerpo colectivo de la sociedad padece desde hace tiempo un
estado de stress intolerable: la enfermedad se manifiesta en este
punto, modestamente letal, pero devastadora en el plano social y
psíquico, como una reacción de autodefensa de la Tierra y del
cuerpo planetario. Para las personas más jóvenes, es solo una
gripe fastidiosa.
Lo que provoca pánico es que el virus escapa a nuestro saber:
no lo conoce la medicina, no lo conoce el sistema inmunitario.

7
Y lo ignoto de repente detiene la máquina. Un virus semiótico
en la psicósfera bloquea el funcionamiento abstracto de la
economía, porque sustrae de ella los cuerpos. ¿Quieren verlo?
2 de marzo
Un virus semiótico en la psicósfera bloquea el funcionamiento
abstracto de la máquina, porque los cuerpos ralentizan sus
movimientos, renuncian finalmente a la acción, interrumpen la
pretensión de gobierno sobre el mundo y dejan que el tiempo
retome su flujo en el que nadamos pasivamente, según la técnica
de natación llamada «hacerse el muerto». La nada se traga una
cosa tras otra, pero mientras tanto la ansiedad de mantener
unido el mundo que mantenía unido al mundo se ha disuelto.
No hay pánico, no hay miedo, sino silencio. Rebelarse se ha
revelado inútil, así que detengámonos.
¿Cuánto está destinado a durar el efecto de esta fijación
psicótica que ha tomado el nombre de coronavirus? Dicen que
la primavera matará al virus, pero por el contrario podría
exaltarlo. No sabemos nada al respecto, ¿cómo podemos saber
qué temperatura prefiere? Poco importa cuán letal sea la
enfermedad: parece serlo modestamente, y esperamos que se
disipe pronto.
Pero el efecto del virus no es tanto el número de personas que
debilita o el pequeñísimo número de personas que mata. El
efecto del virus radica en la parálisis relacional que propaga.
Hace tiempo que la economía mundial ha concluido su parábola
expansiva, pero no conseguíamos aceptar la idea del
estancamiento como un nuevo régimen de largo plazo. Ahora el
virus semiótico nos está ayudando a la transición hacia la
inmovilidad.
¿Quieren verlo?

8
3 de marzo
¿Cómo reacciona el organismo colectivo, el cuerpo planetario,
la mente hiperconectada sometida durante tres décadas a la
tensión ininterrumpida de la competencia y de la
hiperestimulación nerviosa, a la guerra por la supervivencia, a la
soledad metropolitana y a la tristeza, incapaz de liberarse de la
resaca que roba la vida y la transforma en estrés permanente,
como un drogadicto que nunca consigue alcanzar a la heroína
que sin embargo baila ante sus ojos, sometido a la humillación
de la desigualdad y de la impotencia?
En la segunda mitad de 2019, el cuerpo planetario entró en
convulsión. De Santiago a Barcelona, de París a Hong Kong, de
Quito a Beirut, multitudes de muy jóvenes salieron a la calle,
por millones, rabiosamente. La revuelta no tenía objetivos
específicos, o más bien tenía objetivos contradictorios. El
cuerpo planetario estaba preso de espasmos que la mente no
sabía guiar. La fiebre creció hasta el final del año Diecinueve.
Entonces Trump asesina a Soleimani, en la celebración de su
pueblo. Millones de iraníes desesperados salen a las calles,
lloran, prometen una venganza estrepitosa. No pasa nada,
bombardean un patio. En medio del pánico, derriban un avión
civil. Y entonces Trump gana todo, su popularidad aumenta: los
estadounidenses se excitan cuando ven la sangre, los asesinos
siempre han sido sus favoritos. Mientras tanto, los demócratas
comienzan las elecciones primarias en un estado de división tal
que solo un milagro podría conducir a la nominación del buen
anciano Sanders, única esperanza de una victoria improbable.
Entonces, nazismo trumpista y miseria para todos y
sobreestimulación creciente del sistema nervioso planetario. ¿Es
esta la moraleja de la fábula?
9
Pero he aquí la sorpresa, el giro, lo imprevisto que frustra
cualquier discurso sobre lo inevitable. Lo imprevisto que hemos
estado esperando: la implosión. El organismo sobreexcitado del
género humano, después de décadas de aceleración y de frenesí,
después de algunos meses de convulsiones sin perspectivas,
encerrado en un túnel lleno de rabia, de gritos y de humo,
finalmente se ve afectado por el colapso: se difunde una
gerontomaquia que mata principalmente a los octogenarios,
pero bloquea, pieza por pieza, la máquina global de la
excitación, del frenesí, del crecimiento, de la economía…
El capitalismo es una axiomática, es decir, funciona sobre la
base de una premisa no comprobada (la necesidad del
crecimiento ilimitado que hace posible la acumulación de
capital). Todas las concatenaciones lógicas y económicas son
coherentes con ese axioma, y nada puede concebirse o
intentarse por fuera de ese axioma. No existe una salida política
de la axiomática del Capital, no existe un lenguaje capaz de
enunciar el exterior del lenguaje, no hay ninguna posibilidad de
destruir el sistema, porque todo proceso lingüístico tiene lugar
dentro de esa axiomática que no permite la posibilidad de
enunciados eficaces extrasistémicos. La única salida es la
muerte, como aprendimos de Baudrillard.
Solo después de la muerte se podrá comenzar a vivir. Después
de la muerte del sistema, los organismos extrasistémicos podrán
comenzar a vivir. Siempre que sobrevivan, por supuesto, y no
hay certeza al respecto.
La recesión económica que se está preparando podrá matarnos,
podrá provocar conflictos violentos, podrá desencadenar
epidemias de racismo y de guerra. Es bueno saberlo. No
estamos preparados culturalmente para pensar el estancamiento
como condición de largo plazo, no estamos preparados para

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pensar la frugalidad, el compartir. No estamos preparados para
disociar el placer del consumo.
4 de marzo
¿Esta es la vencida? No sabíamos cómo deshacernos del pulpo,
no sabíamos cómo salir del cadáver del Capital; vivir en ese
cadáver apestaba la existencia de todos, pero ahora el shock es
el preludio de la deflación psíquica definitiva. En el cadáver del
Capital estábamos obligados a la sobreestimulación, a la
aceleración constante, a la competencia generalizada y a la
sobreexplotación con salarios decrecientes. Ahora el virus
desinfla la burbuja de la aceleración.
Hace tiempo que el capitalismo se encontraba en un estado de
estancamiento irremediable. Pero seguía fustigando a los
animales de carga que somos, para obligarnos a seguir
corriendo, aunque el crecimiento se había convertido en un
espejismo triste e imposible.
La revolución ya no era pensable, porque la subjetividad está
confusa, deprimida, convulsiva, y el cerebro político no tiene ya
ningún control sobre la realidad. Y he aquí entonces una
revolución sin subjetividad, puramente implosiva, una revuelta
de la pasividad, de la resignación. Resignémonos. De repente,
esta parece una consigna ultrasubversiva. Basta con la agitación
inútil que debería mejorar y en cambio solo produce un
empeoramiento de la calidad de la vida. Literalmente: no hay
nada más que hacer. Entonces no lo hagamos.
Es difícil que el organismo colectivo se recupere de este shock
psicótico-viral y que la economía capitalista, ahora reducida a
un estancamiento irremediable, retome su glorioso camino.
Podemos hundirnos en el infierno de una detención tecno-
militar de la que solo Amazon y el Pentágono tienen las llaves.

11
O bien podemos olvidarnos de la deuda, el crédito, el dinero y la
acumulación.
Lo que no ha podido hacer la voluntad política podría hacerlo la
potencia mutágena del virus. Pero esta fuga debe prepararse
imaginando lo posible, ahora que lo impredecible ha desgarrado
el lienzo de lo inevitable.
5 de marzo
Se manifiestan los primeros signos de hundimiento del sistema
bursátil y de la economía, los expertos en temas económicos
observan que esta vez, a diferencia de 2008, las intervenciones
de los bancos centrales u otros organismos financieros no serán
de mucha utilidad.
Por primera vez, la crisis no proviene de factores financieros y
ni siquiera de factores estrictamente económicos, del juego de la
oferta y la demanda. La crisis proviene del cuerpo.
Es el cuerpo el que ha decidido bajar el ritmo. La
desmovilización general del coronavirus es un síntoma del
estancamiento, incluso antes de ser una causa del mismo.
Cuando hablo de cuerpo me refiero a la función biológica en su
conjunto, me refiero al cuerpo físico que se enferma, aunque de
una manera bastante leve –pero también y sobre todo me refiero
a la mente, que por razones que no tienen nada que ver con el
razonamiento, con la crítica, con la voluntad, con la decisión
política, ha entrado en una fase de pasivización profunda.
Cansada de procesar señales demasiado complejas, deprimida
después de la excesiva sobreexcitación, humillada por la
impotencia de sus decisiones frente a la omnipotencia del
autómata tecnofinanciero, la mente ha disminuido la tensión. No
es que la mente haya decidido algo: es la caída repentina de la
tensión que decide por todos. Psicodeflación.

12
6 de marzo
Naturalmente, se puede argumentar exactamente lo contrario de
lo que dije: el neoliberalismo, en su matrimonio con el
etnonacionalismo, debe dar un salto en el proceso de
abstracción total de la vida. He aquí, entonces, el virus que
obliga a todos a quedarse en casa, pero no bloquea la
circulación de las mercancías. Aquí estamos en el umbral de una
forma tecnototalitaria en la que los cuerpos serán para siempre
repartidos, controlados, mandados a distancia.
En Internazionale se publica un artículo de Srecko Horvat
(traducción de New Statesman).
Según Horvat, «el coronavirus no es una amenaza para la
economía neoliberal, sino que crea el ambiente perfecto para esa
ideología. Pero desde un punto de vista político el virus es un
peligro, porque una crisis sanitaria podría favorecer el objetivo
etnonacionalista de reforzar las fornteras y esgrimir la
exclusividad racial, de interrumpir la libre circulación de
personas (especialmente si provienen de países en vías de
desarrollo) pero asegurando una circulación incontrolada de
bienes y capitales.
«El miedo a una pandemia es más peligroso que el propio virus.
Las imágenes apocalípticas de los medios de comunicación
ocultan un vínculo profundo entre la extrema derecha y la
economía capitalista. Como un virus que necesita una célula
viva para reproducirse, el capitalismo también se adaptará a la
nueva biopolítica del siglo XXI.
«El nuevo coronavirus ya ha afectado a la economía global,
pero no detendrá la circulación y la acumulación de capital. En
todo caso, pronto nacerá una forma más peligrosa de
capitalismo, que contará con un mayor control y una mayor
purificación de las poblaciones».
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Naturalmente, la hipótesis formulada por Horvat es realista.
Pero creo que esta hipótesis más realista no sería realista,
porque subestima la dimensión subjetiva del colapso y los
efectos a largo plazo de la deflación psíquica sobre el
estancamiento económico.
El capitalismo pudo sobrevivir al colapso financiero de 2008
porque las condiciones del colapso eran todas internas a la
dimensión abstracta de la relación entre lenguaje, finanzas y
economía. No podrá sobrevivir al colapso de la epidemia porque
aquí entra en juego un factor extrasistémico.
7 de marzo
Me escribe Alex, mi amigo matemático: «Todos los recursos
superinformáticos están comprometidos para encontrar el
antídoto al corona. Esta noche soñé con la batalla final entre el
biovirus y los virus simulados. En cualquier caso, el humano ya
está fuera, me parece».
La red informática mundial está dando caza a la fórmula capaz
de enfrentar el infovirus contra el biovirus. Es necesario
decodificar, simular matemáticamente, construir técnicamente el
corona-killer, para luego difundirlo.
Mientras tanto, la energía se retira del cuerpo social, y la
política muestra su impotencia constitutiva. La política es cada
vez más el lugar del no poder, porque la voluntad no tiene
control sobre el infovirus.
El biovirus prolifera en el cuerpo estresado de la humanidad
global.
Los pulmones son el punto más débil, al parecer. Las
enfermedades respiratorias se han propagado durante años en
proporción a la propagación en la atmósfera de sustancias
irrespirables. Pero el colapso ocurre cuando, al encontrarse con
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el sistema mediático, entrelazándose con la red semiótica, el
biovirus ha transferido su potencia debilitante al sistema
nervioso, al cerebro colectivo, obligado a ralentizar sus ritmos.
8 de marzo
Durante la noche, el Primer Ministro Conte ha comunicado la
decisión de poner en cuarentena a una cuarta parte de la
población italiana. Piacenza, Parma, Reggio y Modena están en
cuarentena. Bolonia no. Por el momento.
En los últimos días hablé con Fabio, hablé con Lucia, y
habíamos decidido reunirnos esta noche para cenar. Lo hacemos
de vez en cuando, nos vemos en algún restaurante o en casa de
Fabio. Son cenas un poco tristes incluso si no nos lo decimos,
porque los tres sabemos que se trata del residuo artificial de lo
que antes sucedía de manera completamente natural varias
veces a la semana, cuando nos reuníamos con mamá.
Ese hábito de encontrarnos a almorzar (o, más raramente, a
cenar) de mamá había permanecido, a pesar de todos los
eventos, los movimientos, los cambios, después de la muerte de
papá: nos encontrábamos a almorzar con mamá cada vez que
era posible.
Cuando mi madre se encontró incapaz de preparar el almuerzo,
ese hábito terminó. Y poco a poco, la relación entre nosotros
tres ha cambiado. Hasta entonces, a pesar de que teníamos
sesenta años, habíamos seguido viéndonos casi todos los días de
una manera natural, habíamos seguido ocupando el mismo lugar
en la mesa que ocupábamos cuando teníamos diez años.
Alrededor de la mesa se daban los mismos rituales. Mamá
estaba sentada junto a la estufa porque esto le permitía seguir
ocupándose de la cocina mientras comía. Lucía y yo
hablábamos de política, más o menos como hace cincuenta
años, cuando ella era maoísta y yo era obrerista.
15
Este hábito terminó cuando mi madre entró en su larga agonía.
Desde entonces tenemos que organizarnos para cenar. A veces
vamos a un restaurante asiático ubicado colinas abajo, cerca del
teleférico en el camino que lleva a Casalecchio, a veces vamos
al departamento de Fabio, en el séptimo piso de un edificio
popular pasando el puente largo, entre Casteldebole y Borgo
Panigale. Desde la ventana se pueden ver los prados que
bordean el río, y a lo lejos se ve el cerro de San Luca y a la
izquierda se ve la ciudad.
Entonces, en los últimos días habíamos decidido vernos esta
noche para cenar. Yo tenía que llevar el queso y el helado,
Cristina, la esposa de Fabio, había preparado la lasaña.
Todo cambió esta mañana, y por primera vez –ahora me doy
cuenta– el coronavirus entró en nuestra vida, ya no como un
objeto de reflexión filosófica, política, médica o psicoanalítica,
sino como un peligro personal.
Primero fue una llamada de Tania, la hija de Lucía que desde
hace un tiempo vive en Sasso Marconi con Rita.
Tania me telefoneó para decirme: escuché que vos, mamá y
Fabio quieren cenar juntos, no lo hagas. Estoy en cuarentena
porque una de mis alumnas (Tania enseña yoga) es doctora en
Sant’Orsola y hace unos días el hisopado le dio positivo. Tengo
un poco de bronquitis, por lo que decidieron hacerme el análisis
también, a la espera del informe no puedo moverme de casa. Yo
le respondí haciéndome el escéptico, pero ella fue implacable y
me dijo algo bastante impresionante, que todavía no había
pensado.
Me dijo que la tasa de transmisibilidad de una gripe común es
de cero punto veintiuno, mientras que la tasa de transmisibilidad
del coronavirus es de cero punto ochenta. Para ser claros: en el

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caso de una gripe normal, hay que encontrarse con quinientas
personas para contraer el virus, en el caso del corona basta con
encontrarse con ciento veinte. Interesante.
Luego, ella, que parece estar informadísima porque fue a hacerse el
hisopado y por lo tanto habló con los que están en la primera línea
del frente de contagio, me dice que la edad promedio de los muertos
es de ochenta y un años.
Bueno, ya lo sospechaba, pero ahora lo sé. El coronavirus mata
a los viejos, y en particular mata a los viejos asmáticos (como
yo).
En su última comunicación, Giuseppe Conte, quien me parece
una buena persona, un presidente un poco por casualidad que
nunca ha dejado de tener el aire de alguien que tiene poco que
ver con la política, dijo: «pensemos en salud de nuestros
abuelos». Conmovedor, dado que me encuentro en el papel
incómodo del abuelo a proteger.
Habiendo abandonado el traje del escéptico, le dije a Tania que
le agradecía y que seguiría sus recomendaciones. Llamé a
Lucia, hablamos un poco y decidimos posponer la cena.
Me doy cuenta de que me metí en un clásico doble vínculo
batesoniano. Si no llamo por teléfono para cancelar la cena, me
pongo en posición de ser un huésped físico, de poder ser
portador de un virus que podría matar a mi hermano. Si, por
otro lado, llamo, como estoy haciendo, para cancelar la cena,
me pongo en la posición de ser un huésped psíquico, es decir, de
propagar el virus del miedo, el virus del aislamiento.
¿Y si esta historia dura mucho tiempo?
9 de marzo
El problema más grave es el de la sobrecarga a la que está
sometido el sistema de salud: las unidades de terapia intensiva
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están al borde del colapso. Existe el peligro de no poder curar a
todos los que necesitan una intervención urgente, se habla de la
posibilidad de elegir entre pacientes que pueden ser curados y
pacientes que no pueden ser curados.
En los últimos diez años, se recortaron 37 mil millones del
sistema de salud pública, redujeron las unidades de cuidados
intensivos y el número de médicos generales disminuyó
drásticamente.
Según el sitio quotidianosanità.it, «en 2007 el Servicio Sanitario
Nacional público podía contar con 334 Departamentos de
emergencia-urgencia (Dea) y 530 de primeros auxilios. Pues
bien, diez años después la dieta ha sido drástica: 49 Dea fueron
cerrados (-14%) y 116 primeros auxilios ya no existen (-22%).
Pero el recorte más evidente está en las ambulancias, tanto las
del Tipo A (emergencia) como las del Tipo B (transporte
sanitario). En 2017 tenemos que las Tipo A fueron reducidas un
4% en comparación con diez años antes, mientras que las de
Tipo B fueron reducidas a la mitad (-52%). También es para
tener en cuenta cómo han disminuido drásticamente las
ambulancias con médico a bordo: en 2007, el médico estaba
presente en el 22% de los vehículos, mientras que en 2017 solo
en el 14,7%. Las unidades móviles de reanimación también se
redujeron en un 37% (eran 329 en 2007,  son 205 en 2017). El
ajuste también ha afectado a los hogares de ancianos privados
que, en cualquier caso, tienen muchas menos estructuras y
ambulancias que los hospitales públicos.
«A partir de los datos se puede ver cómo ha habido una
contracción progresiva de las camas a escala nacional, mucho
más evidente y relevante en el número de camas públicas en
comparación con la proporción de camas administradas de
forma privada: el recorte de 32.717 camas totales en siete años
remite principalmente al servicio público, con 28.832 camas
18
menos que en 2010 (-16,2%), en comparación con 4.335 camas
menos que el servicio privado (-6,3%)».

10 de marzo
«Somos olas del mismo mar, hojas del mismo árbol, flores del
mismo jardín».
Esto está escrito en las docenas de cajas que contienen barbijos
que llegan de China. Estos mismos barbijos que Europa nos ha
rechazado.
11 de marzo
No fui a via Mascarella, como generalmente hago el 11 de
marzo de cada año. Nos reencontramos frente a la lápida que
conmemora la muerte de Francesco Lorusso, alguien pronuncia
un breve discurso, se deposita una corona de flores o bien una
bandera de Lotta Continua que alguien ha guardado en el
sótano, y nos abrazamos, nos besamos abrazándonos fuerte.
Esta vez no tenía ganas de ir, porque no me gustaría decirle a
ninguno de mis viejos compañeros que no podemos abrazarnos.
Llegan de Wuhan fotos de personas celebrando, todas
rigurosamente con el barbijo verde. El último paciente con
coronavirus fue dado de alta de los hospitales construidos
rápidamente para contener la afluencia.
En el hospital de Huoshenshan, la primera parada de su visita,
Xi elogió a médicos y enfermeras llamándolos «los ángeles más
bellos» y «los mensajeros de la luz y la esperanza». Los
trabajadores de salud de primera línea han asumido las misiones
más arduas, dijo Xi, llamándolos «las personas más admirables
de la nueva era, que merecen los mayores elogios».
19
Hemos entrado oficialmente en la era biopolítica, en la que los
presidentes no pueden hacer nada, y solo los médicos pueden
hacer algo, aunque no todo.
12 de marzo
Italia. Todo el país entra en cuarentena. El virus corre más
rápido que las medidas de contención.
Billi y yo nos ponemos el barbijo, tomamos la bicicleta y vamos
de compras. Solo las farmacias y los mercados de alimentos
pueden permanecer abiertos. Y también los quioscos,
compramos los diarios. Y las tabaquerías. Compro papel de
seda, pero el hachís escasea en su caja de madera. Pronto estaré
sin droga, y en Piazza Verdi ya no está ninguno de los
muchachos africanos que venden a los estudiantes.
Trump usó la expresión «foreign virus» [virus extrajero].
All viruses are foreign by definition, but the President has not
read William Burroughs [Todos los virus son extranjeros por
definición, pero el presidente no ha leído a William Burroughs].
13 de marzo
En Facebook hay un tipo ingenioso que posteó en mi perfil la
frase: «hola Bifo, abolieron el trabajo».
En realidad, el trabajo es abolido solo para unos pocos. Los
obreros de las industrias están en pie de guerra porque tienen
que ir a la fábrica como siempre, sin máscaras u otras
protecciones, a medio metro de distancia uno del otro.
El colapso, luego las largas vacaciones. Nadie puede decir cómo
saldremos de esta.
Podríamos salir, como alguno predice, bajo las condiciones de
un estado tecno-totalitario perfecto. En el libro Black Earth,
Timothy Snyder explica que no hay mejor condición para la
20
formación de regímenes totalitarios que las situaciones de
emergencia extrema, donde la supervivencia de todos está en
juego.
El SIDA creó la condición para un adelgazamiento del contacto
físico y para el lanzamiento de plataformas de comunicación sin
contacto: Internet fue preparada por la mutación psíquica
denominada SIDA.
Ahora podríamos muy bien pasar a una condición de
aislamiento permanente de los individuos, y la nueva
generación podría internalizar el terror del cuerpo de los otros.
¿Pero qué es el terror?
El terror es una condición en la cual lo imaginario domina
completamente la imaginación. Lo imaginario es la energía fósil
de la mente colectiva, las imágenes que en ella la experiencia ha
depositado, la limitación de lo imaginable. La imaginación es la
energía renovable y desprejuiciada. No utopía, sino
recombinación de los posibles.
Existe una divergencia en el tiempo que viene: podríamos salir
de esta situación imaginando una posibilidad que hasta ayer
parecía impensable: redistribución del ingreso, reducción del
tiempo de trabajo. Igualdad, frugalidad, abandono del
paradigma del crecimiento, inversión de energías sociales en
investigación, en educación, en salud.
No podemos saber cómo saldremos de la pandemia cuyas
condiciones fueron creadas por el neoliberalismo, por los
recortes a la salud pública, por la hiperexplotación nerviosa.
Podríamos salir de ella definitivamente solos, agresivos,
competitivos.
Pero, por el contrario, podríamos salir de ella con un gran deseo
de abrazar: solidaridad social, contacto, igualdad.

21
El virus es la condición de un salto mental que ninguna prédica
política habría podido producir. La igualdad ha vuelto al centro
de la escena. Imaginémosla como el punto de partida para el
tiempo que vendrá.
Artículo publicado por Franco “Bifo” Berardi en Sangrre
Escritor, filósofo y activista nacido en Bolonia, en 1949. Es una
importante figura del movimiento autonomista italiano.
Graduado en Estética por la Universidad de Bolonia, participó
de los acontecimientos de mayo del 68 desde esa ciudad. Fue
fundador de la histórica revista A/traverso, fanzine del
movimiento creativo en el que participó entre 1975 y 1981, y
promotor de la mítica Radio Alice, primera radio pirata
italiana. Vivió en París, donde conoció a Félix Guattari, y en
Nueva York. En 2002 fundó TV Orfeo, la primera televisión
comunitaria italiana. Actualmente es profesor de Historia
social de los medios en la Academia de Brera en Milán. Como
autor escribió numerosos ensayos y ponencias sobre las
transformaciones del trabajo y los procesos de comunicación
en el capitalismo postindustial.

22
COMO SI FUERA AYER. CRÓNICA DE LA
PSICODEFLACIÓN # 2

15 de marzo
En el silencio de la mañana, las palomas perplejas miran hacia
abajo desde los tejados de la iglesia y parecen aturdidas. El
desierto urbano no se puede explicar.
Yo tampoco.
Leí los borradores de Offline de Jess Henderson, un libro que se
lanzará en unos meses (en resumen, saldrá a la luz, luego ya
veremos). La palabra "fuera de línea" adquiere un significado
filosófico: es una forma de definir la dimensión física de lo real
en oposición, de hecho en sustracción de la dimensión virtual.
Reflexiono sobre cómo está cambiando la relación entre fuera
de línea y en línea durante la propagación de la pandemia. Y
trato de imaginar lo posterior.
En los últimos treinta años, la actividad humana ha cambiado
profundamente su naturaleza relacional, proxémica y cognitiva:
un número creciente de interacciones se ha movido de la
dimensión física, conjuntiva, en la cual los intercambios
lingüísticos son imprecisos y ambiguos (y por lo tanto
infinitamente interpretables) , en el cual la acción productiva
involucra energías físicas, y los cuerpos se tocan y tocan en un
flujo de conjunciones - a la dimensión conectiva, en la cual las
operaciones lingüísticas son mediadas por máquinas de
computadora, y por lo tanto responden a formatos digitales, la
23
actividad productiva es parcialmente mediada por
automatismos, y las personas interactúan cada vez más
densamente sin que sus cuerpos se reúnan. La existencia diaria
de las poblaciones ha estado cada vez más vinculada por
dispositivos electrónicos relacionados con enormes masas de
datos. La persuasión ha sido reemplazada por la penetración, la
psicosfera inervada por los flujos de la infosfera. La conexión
presupone una precisión sin pelo, sin pelo y sin polvo, una
precisión que los virus informáticos pueden interrumpir,
desviar, pero que no conoce la ambigüedad de los cuerpos
físicos ni disfruta de la inexactitud como una posibilidad.

Ahora, aquí es que un agente biológico se introduce en el


continuo social haciendo que implosione y forzándolo a la
inactividad. La conjunción, cuya esfera se ha reducido en gran
medida por las tecnologías conectivas, es la causa del contagio.
Unirse en el espacio físico se ha convertido en el peligro
absoluto, que debe evitarse a toda costa. La conjunción debe
prevenirse activamente.
No salgas de tu casa, no visites amigos, mantén una distancia de
dos metros, no toques a nadie en la calle ...
Entonces, aquí está nuestra experiencia de estas semanas, una
gran expansión del tiempo que pasamos en línea, ni podría ser
de otra manera porque las relaciones educativas emocionales y
productivas deben transferirse a la esfera en la que uno no toca
y no se une. Ya no hay ninguna red social que no sea puramente
conectiva.
Pero entonces que? ¿Qué pasará después?
¿Qué pasa si la sobrecarga de la conexión termina rompiendo el
hechizo?

24
Quiero decir: tarde o temprano la epidemia desaparecerá (si esto
sucede, tal vez en Italia el 25 de abril); ¿No seremos inducidos a
identificar psicológicamente la vida en línea con la enfermedad?
¿No explotará un movimiento de caricias espontáneo que
inducirá a una parte sustancial de la población joven a cerrar las
pantallas conectivas como un recordatorio de un período
desafortunado y solitario?
No me tomo demasiado en serio, pero lo pienso.
16 de marzo
La tierra se está rebelando contra el mundo. La contaminación
disminuye claramente. Los satélites que envían fotos de China y
Padania son completamente diferentes a los que enviaron hace
dos meses, pero mis pulmones que no han estado respirando tan
bien durante diez años, desde que me diagnosticaron asma grave
debido a Gran parte del aire de la ciudad.
17 de marzo
El colapso de las bolsas de valores es tan grave y persistente que
ya no es noticia.
El sistema bursátil se ha convertido en la representación de una
realidad desaparecida: las economías de oferta y demanda están
alteradas y permanecerán indiferentes durante mucho tiempo a
la cantidad de dinero virtual que circula en el sistema financiero.
Pero esto significa que el sistema financiero está perdiendo su
control: en el pasado, las fluctuaciones matemáticas
determinaban la cantidad de riqueza a la que todos podían tener
acceso. Ahora ya no determinan nada.
Ahora la riqueza ya no depende del dinero que tenemos, sino de
lo que pertenece a nuestra vida mental.
Debemos pensar en esta suspensión del funcionamiento del
dinero, porque quizás aquí está la clave para salir de la forma
25
capitalista: romper definitivamente la relación entre el trabajo,
el dinero y el acceso a los recursos.
Afirme una concepción diferente de la riqueza: la riqueza no es
la cantidad de equivalente monetario que tengo, sino la calidad
de vida que puedo experimentar.
La economía está entrando en una recesión, pero esta vez las
políticas de apoyo a la oferta no son muy útiles, ni las políticas
de apoyo a la demanda. Si las personas tienen miedo de ir a
trabajar, si las personas mueren, no se puede hacer ninguna
oferta. Y si estamos encerrados en la casa, no se pueden hacer
preguntas.
Un mes, dos meses, tres meses ... Es suficiente bloquear el
automóvil, y este bloqueo tendrá efectos irreversibles. Aquellos
que hablan de volver a la normalidad, aquellos que piensan que
pueden reactivar la máquina como si nada hubiera sucedido, no
entendieron lo que está sucediendo.
Será cuestión de inventar de nuevo, para que la máquina
comience a funcionar nuevamente. Y debemos estar allí, listos
para evitar que funcione como lo ha hecho durante los últimos
treinta años: la religión de mercado y el liberalismo privado
deben considerarse crímenes ideológicos. Economistas que nos
han estado prometiendo durante treinta años que la cura para
cualquier enfermedad social está reduciendo el gasto público y
la privatización estará aislada socialmente; Si intentan abrir la
boca de nuevo, tendrán que ser tratados por lo que son: idiotas
peligrosos.
En las últimas dos semanas he leído Cara de pan de Sara Mesa,
Lectura facil di
Cristina Morales y la escalofriante douce de Chanson de la
horrible Leila Slimani. Ahora estoy leyendo una escritora

26
azerbaiyana que habla de Bakú a principios del siglo XX, la
repentina riqueza acumulada con el petróleo y su familia muy
rica a quien la revolución soviética le quitó todas las
propiedades.
Este año, más por casualidad que por elección, solo leo
escritores, comenzando con la maravillosa novela de Djevani
llamada Disorientale, una historia de exilio islamista y
violencia, soledad y nostalgia.
Pero ahora lo suficiente con las mujeres y con las tragedias de la
humanidad que habría tenido suficiente.
Así que fui a buscar un libro relajante, que es el Orlando
Furioso leído por Italo Calvino. Cuando enseñaba, siempre lo
recomendaba a los niños, y leía algunos capítulos. Lo he leído
diez veces, pero lo leo de nuevo de buena gana.
En un momento los chicos se enojan y hacen una alianza con
Gea, la divinidad que protege el planeta Tierra. Juntos lanzan
una matanza de advertencia, y los viejos comienzan a morir
como moscas. Finalmente todo se detiene. Y después de un
mes, los satélites fotografían una tierra muy diferente de lo que
era antes de la gerontomática.
18 de marzo
Hace unos años, con mi amigo Max (e inspirado por mi amigo
Mago), publiqué una novela que no sabíamos llamar. Nos gustó
el título KS, o incluso el título Gerontomachia. Pero el editor
que publicó el libro (después de que muchos lo rechazaron
comprensiblemente) impuso un título bastante feo pero
ciertamente más popular: Death to the Old. El libro se vendió
muy poco pero contó una historia que ahora me parece
interesante. Estalla una especie de epidemia inexplicable: los
niños de trece catorce años matan a los viejos, primero algunos

27
casos aislados, luego cada vez más frecuentes y luego en todas
partes. Te perdono los detalles y los misterios técnico-místicos
de la historia. El hecho es que los jóvenes mataron a los viejos
porque suavizaron el aire con su tristeza.
Esta noche se me ocurrió que toda esta historia de coronavirus
podría leerse metafóricamente así: el 15 de marzo del año
pasado, millones de niñas y niños salieron a las calles gritando:
nos diste a luz en un mundo donde no puedes respirar, nos
tienes plagar la atmósfera, plantarla, reducir el consumo de
petróleo y carbón, reducir el polvo fino. Quizás esperaban que
los gobernantes del mundo escucharan sus alegatos. Pero como
sabemos, estaban decepcionados: la cumbre de Madrid en
diciembre, el último de los innumerables eventos
internacionales donde se habla de reducir el cambio climático,
fue solo otro fracaso. La emisión de sustancias tóxicas no ha
disminuido en la última década en absoluto, el calentamiento
global ha continuado felizmente. Las grandes corporaciones de
petróleo, carbón y plástico no van a renunciar. Y luego los
chicos en algún momento se enojan y hacen una alianza con
Gea, la divinidad que protege el planeta Tierra. Juntos lanzan
una matanza de advertencia, y los viejos comienzan a morir
como moscas.

Finalmente todo se detiene. Y después de un mes, los satélites


fotografían una tierra muy diferente de lo que era antes de la
gerontomática.
19 de marzo
Al no tener televisión, sigo los eventos en Internet: CNN, The
Guardian, Al Jazeera, El pais ... Luego, a la hora del almuerzo,
escucho las noticias de Radio Popolare.

28
El mundo ha desaparecido de la información, solo existe el
coronavirus. Hoy ni siquiera había noticias en la radio que no se
refirieran a la epidemia. Un amigo de Barcelona me dice que
habló con un editor de la televisión nacional española: parece
que cuando envían noticias sobre algo que no es el contagio, la
gente hace una llamada enojada, y alguien insinúa que están
ocultando algo ...
Entiendo la necesidad de mantener la atención del público
centrada en las medidas de prevención, entiendo que es
necesario repetir cien veces al día que se quede en casa. Pero
este tratamiento mediático tiene un efecto inductor de ansiedad
que no es necesario en absoluto; Además, se ha vuelto casi
imposible saber qué está sucediendo en el norte de Siria. Ocho
escuelas fueron bombardeadas en Idlib hace unos días en un
solo día.
¿Y qué está pasando en la frontera greco-turca? ¿Y no hay más
barcos llenos de africanos en el Mediterráneo que corran el
riesgo de hundirse o sean detenidos y enviados de vuelta a los
campos de concentración libios? Hay, hay: de hecho, para ser
precisos, ayer logré encontrar las noticias de un bote con ciento
cuarenta personas a bordo que la guardia costera maltesa envió
de regreso.
Para información, aquí hay una lista parcial, desde el 1 de marzo
hasta hoy, de lo que está sucediendo en el mundo, además de la
epidemia. Desde el sitio web de PeaceLink transcribo los
conflictos armados que no se han detenido en las últimas tres
semanas, mientras creíamos que nadie podía salir de la casa:
Libia: estallan violentos enfrentamientos en todo el norte a
medida que las fuerzas del Ejército Nacional de Libia (LNA)
intentan avanzar. Libia: las fuerzas de Haftar bombardean dos
escuelas en Trípoli. República Democrática del Congo: al

29
menos 17 muertos en enfrentamientos con las Fuerzas
Democráticas Aliadas (ADF) en Beni. Somalia: cinco miembros
de al-Shabaab murieron en un solo ataque aéreo estadounidense.
Nigeria: Seis muertos en el ataque de Boko Haram a la base
militar en Damboa. Afganistán: las fuerzas talibanes y afganas
se enfrentan en la provincia de Balkh. Tailandia: un soldado
muerto y otros 2 heridos en enfrentamientos con militantes en el
sur. Indonesia: Cuatro rebeldes del Ejército de Liberación de
Papua Occidental (WPLA) murieron en enfrentamientos con las
fuerzas de seguridad en la región de Papua. Yemen: 11 muertos
en enfrentamientos entre rebeldes hutíes y el ejército yemení en
Taiz. Yemen: 14 rebeldes hutíes asesinados en enfrentamientos
con las fuerzas del gobierno yemení en la provincia de Al-
Hudaydah. Turquía: un caza turco derriba un avión de guerra
sirio sobre Idlib. Siria: 19 soldados sirios muertos en ataques
con aviones no tripulados turcos
Un amigo me envió el video de una fila de camiones militares
en Bérgamo.
Es de noche, proceden lentamente. Traen unos sesenta ataúdes
al crematorio.
 
20 de marzo
Me despierto, me afeito, tomo pastillas para la hipertensión,
enciendo la radio ... Mierda ... La canción del himno nacional.
Explícame qué tienen que hacer los himnos nacionales en esta
ocasión.
¿Por qué elevar el orgullo nacional? Ese himno llevó a los
soldados a Kobarid, donde murieron cien mil.
Apagué la radio y me afeité en silencio. Tumba

30
Jun Hirose es un amigo japonés que escribe libros sobre cine.
En las últimas semanas ha viajado para presentar la edición en
español de su libro Cine-Capital. Al regresar de Buenos Aires
pensó en detenerse en Madrid y Bolonia, donde Billi y yo lo
estábamos esperando. Es una persona muy agradable e
ingeniosa, y recibirlo unos días es un placer, cada vez que pasa
por Italia, aproximadamente una vez al año.
Cuando la infección llegó a Madrid, estaba explotando en la
ciudad, por lo que se vio obligado a detenerse allí, donde es
huésped de otro querido amigo, Amador Savater. Así que ahora
pasan tiempo juntos, y envidio un poco a Amador porque Jun
también es una excelente cocinera y me gusta la cocina
japonesa. Hacen un poco de cineforum por la noche, y hace
unas noches vieron The Carpenter Thing, una película que cae
justo al lado del pincel. Entonces Amador escribió un artículo
que leí en la revista argentina Lobosuelto. Amador escribe: "La
Cosa es una oportunidad para pensar. Debemos pensar en la
epidemia como una interrupción. Una interrupción de los
automatismos de los estereotipos, y de lo que damos por
sentado: la salud, el sistema de salud, las ciudades, la comida,
los lazos y las preocupaciones de cada día deben ser repensados
desde cero ".
Cuando termine la cuarentena, si termina y no se dice que
terminará, entonces estaremos en una especie de desierto de
reglas, pero también en una especie de desierto de
automatismos.
La voluntad humana recuperará un papel que ciertamente no es
dominante con respecto al azar (la voluntad humana nunca ha
sido decisiva, como nos enseña el virus), pero sí significativa.
Podremos reescribir las reglas y romper los automatismos. Pero
esto no sucederá pacíficamente, es bueno saberlo.

31
No podemos prever qué formas tomará el conflicto, pero
debemos comenzar a imaginarlo. Quien imagina primero gana:
esta es la ley universal de la historia.
Al menos eso creo.
21 de marzo
Cansancio, debilidad física, leve dificultad para respirar. Esto no
es nuevo, a menudo me pasa a mí. Es la culpa de las píldoras
para la hipertensión y también la culpa del asma, que ha sido
amable conmigo en el último mes, tal vez porque no quiere
asustarme con síntomas ambiguos.
Dulce día soleado y cielo despejado en este hermoso primer día
de primavera.
Un amigo de Buenos Aires me escribe:
"Llegó el terror,
si huele desde la ventana
contundente como una flor cualquiera ".

22 de marzo
El vicepresidente de la Cruz Roja China, Yang Huichuan, llegó
a Italia, acompañado por los doctores Liang Zongan y Xiao
Ning, respectivamente profesor de medicina pulmonar en el
hospital de Sichuan y subdirector del centro nacional de
prevención. Cincuenta y ocho médicos con experiencia en
enfermedades infecciosas llegaron de Cuba.
Hace unos días, el Ministro de Economía alemán, Peter
Altmaier, respondió a una solicitud de Trump excluyendo la
posibilidad de la transferencia de derechos exclusivos sobre el
desarrollo de una vacuna contra el coronavirus estudiada por

32
una empresa privada en Tübingen. Según los avances
publicados ayer por Die Welt, Estados Unidos había propuesto a
la compañía farmacéutica alemana CureVac, que está
desarrollando la vacuna, la cifra de mil millones de dólares para
adquirir el derecho de industrializar y, por lo tanto, vender el
producto exclusivamente una vez. Pruebas disponibles y
terminadas.
Exclusivamente América primero. En el país de Trump, las filas
frente a las tiendas que venden armas se han multiplicado en los
últimos días. Además de whisky y papel higiénico, compran
armas. Disciplinariamente mantienen la distancia reguladora de
un metro, de modo que las filas se pierden en el horizonte.
Mientras tanto, el Partido Demócrata derrota a Sanders y mata
la esperanza de que se pueda cambiar el modelo que ha reducido
la vida.
Y el 81% de los republicanos siguen apoyando a la bestia rubia
Trump.
No sé qué sucederá después del final del flagelo, pero una cosa
me parece verlo claramente: toda la humanidad desarrollará el
mismo sentimiento hacia el pueblo estadounidense que se
extendió después de 1945 hacia el pueblo alemán, enemigos de
la humanidad.
Estaba mal entonces, porque muchos alemanes antinazis habían
sido perseguidos, asesinados, exiliados; y ahora está mal,
porque millones de jóvenes estadounidenses han apoyado al
candidato socialista para presidente hasta que, por supuesto,
haya sido eliminado de la máquina del dinero y los medios de
comunicación.
Pero no importa si está bien o mal. No es una cuestión política:
el horror no se decide racionalmente, se siente

33
involuntariamente. Horror para esa nación nacida del genocidio,
la deportación y la esclavitud.
No sé si saldremos vivos de esta tormenta, pero en ese caso la
palabra "privatización" deberá catalogarse en el mismo registro
en el que se encuentra la palabra "endlosung".

23 de marzo

El médico que ha tratado mis oídos durante quince años es un


profesional con agudeza diagnóstica extraordinaria y también es
un cirujano excepcional: me ha operado seis veces en diez años,
y cada operación ha tenido un resultado impecable, lo que me
permite prolongar durante quince años. mi capacidad auditiva
Hace unos años decidió abandonar el hospital público en el que
operaba, y desde ese momento tuve que ir a una clínica privada
para poder aprovechar su habilidad. Como no entendía por qué
había tomado esa decisión, me dijo sin mucho alboroto: el
sistema público está cerca del colapso debido a los recortes
debido a la situación financiera.
Es por eso que el sistema de salud italiano está en un extremo,
por eso el diez por ciento de los médicos y paramédicos han
contraído la infección, por eso las unidades de cuidados
intensivos no son suficientes para tratar a todos los enfermos.
Porque quienes han gobernado en las últimas décadas han
seguido los consejos de criminales ideológicos como Giavazzi,
Alesina y compañía. ¿Estos sinvergüenzas continuarán
escribiendo sus editoriales? Si el coronavirus nos obligó a
aceptar el arresto domiciliario para toda la población, ¿es
demasiado pedir que se impida a esas personas acceder a la
palabra pública?

34
No sé si saldremos vivos de esta tormenta, pero en ese caso la
palabra "privatización" deberá catalogarse en el mismo registro
en el que se encuentra la palabra "endlosung".
La devastación producida por esta crisis no debe calcularse en
términos de la economía financiera. Tendremos que evaluar el
daño y las necesidades en función de un criterio de utilidad. No
tendremos que enfrentar el problema de llegar a fin de mes en el
sistema financiero, pero tendremos que proponer para garantizar
a cada persona las cosas útiles que todos necesitamos.
¿Hay alguien a quien no le guste esta lógica porque les recuerda
al comunismo? Bueno, si no hay más palabras modernas,
todavía usaremos una, quizás antigua pero siempre muy
hermosa.
¿Dónde encontraremos los medios para lidiar con la
devastación? En los cofres de la familia Benetton, por ejemplo,
en los cofres de aquellos que aprovecharon a los políticos
serviles para apropiarse de bienes públicos transformándolos en
instrumentos de enriquecimiento privado, y dejándolos decaer
hasta el punto de matar a cuarenta personas que pasan por un
puente genovés.
En la revista Psychiatry On Line, Luigi d'Elia escribió un
artículo titulado "La pandemia es como un tratamiento colectivo
obligatorio de salud". Recomiendo ir a leerlo, y me limitaré a un
breve resumen.
El TSO se practica cuando las condiciones psíquicas de una
persona lo hacen peligroso para sí mismo o para otros, pero todo
psiquiatra inteligente sabe que no es una terapia aconsejable, de
hecho, no es realmente una terapia. D’Elia nos aconseja a todos
los que estamos en prisión transformar la condición preventiva
obligatoria actual en una condición terapéutica activa, pasando
de TSO a TSV (tratamiento voluntario de salud); También
35
decimos que debemos transformar nuestro estado de detención
necesaria en un proceso de autoanálisis abierto al autoanálisis de
otras personas.
Creo que esta es la sugerencia no solo psicológicamente más
aguda, sino también políticamente más progresista de lo que he
leído hasta ahora. Transformamos la condición de prisión en
una asamblea de autoanálisis masivo. D’Elia sugiere algo más
preciso: el objeto de la atención analítica debe ser esencialmente
el miedo. «El miedo, si está bien enfocado, es el principal
impulsor del cambio. Jung lo dice claramente: "donde hay
miedo, ahí está la tarea" ", escribe.
¿Qué objeto tiene miedo?
Tiene más de uno: miedo a la enfermedad, miedo al
aburrimiento y miedo a lo que será el mundo cuando salgamos
de casa.
Pero dado que el miedo es un motor de cambio, lo que debemos
hacer es crear las condiciones para que el cambio sea
consciente.
El aburrimiento se puede resolver de una manera
psicológicamente útil, porque como Elijah todavía dice "el
aburrimiento no es apatía". La apatía es resignación en la
impotencia, es calma absoluta, inercia. El aburrimiento es
inquietud, es interiormente muy vital, es insatisfacción,
inquietud. Aburrimiento aburrimiento: esto no es donde debería
estar, ¡esto no es nada que tenga que hacer! ¡Tengo que
quedarme en otro lugar para hacer otra cosa! ».
Catorce de los veintiséis países europeos han decidido cerrar sus
fronteras. ¿Qué queda de la Unión? Lo que queda de la Unión es
el Eurogrupo que se reunió hoy para discutir las medidas que

36
deben tomarse para hacer frente al colapso previsible de la
economía europea.
Se enfrentan dos tesis: la de los países más afectados por el
virus, que piden posibles intervenciones de gasto no vinculadas
por el pacto fiscal penal basado en la igualdad presupuestaria
que la improvisada clase política italiana ha constitucionalizado.
Los holandeses alemanes y otros fanáticos responden que no,
puedes gastarlo pero solo con la condición de que hagas las
reformas. Significado? Por ejemplo, ¿la reforma del sistema de
salud, que reduce aún más las unidades de cuidados intensivos y
los salarios de los trabajadores del hospital?
El fanático más fanático de todos me parece ser este funeral
Dombrovskis, que debe buscar trabajo en una funeraria, ya que
tiene el físico del papel y es un área en la que, gracias a aquellos
como él, siempre hay Más necesidad.
Nunca más tendremos que volver a la normalidad. La
normalidad es lo que hizo al organismo planetario tan frágil que
allanó el camino para la pandemia, para empezar.

24 de marzo

Mientras que en Italia Confindustria se opone al cierre de


empresas no esenciales, es decir, la movilización diaria de
millones de personas obligadas a exponerse al peligro de
infección, la pregunta que está surgiendo es la de los efectos
económicos de la pandemia. En la portada del New York Times,
un editorial de Thomas Friedman lleva el muy elocuente título
"Haga que América vuelva al trabajo, y rápido".

37
Todavía no se ha detenido nada, pero los fanáticos ya están
preocupados por hacerlo temprano, por volver a trabajar pronto
y, sobre todo, por volver a trabajar como antes.
Friedman (y Confindustria) tienen un excelente argumento de su
parte: un bloque prolongado de actividades de producción
conducirá a consecuencias inimaginables desde un punto de
vista económico, organizativo e incluso político. Todos los
peores escenarios pueden ocurrir en una situación en la que los
bienes comienzan a agotarse, el desempleo es desenfrenado, etc.
Por lo tanto, el argumento de Friedman debe considerarse con el
debido cuidado y luego descartarse con astucia. ¿Por qué? No
solo por la razón obvia de que si detiene las actividades durante
dos semanas y luego regresa a la fábrica como antes, la
epidemia se reanudará con una furia renovada que matará a
millones de personas y devastará a la sociedad para siempre.
Esto es solo una consideración marginal, desde mi punto de
vista.
La consideración que me parece más importante (las
implicaciones que tendremos que desarrollar en las próximas
semanas y meses) es precisamente esta: nunca más tendremos
que volver a la normalidad.
La normalidad es lo que hizo al organismo planetario tan frágil
que allanó el camino para la pandemia, para empezar.
Incluso antes de que estallara la pandemia, la palabra
"extinción" había comenzado a aparecer en el horizonte del
siglo. Incluso antes de la pandemia, el año 2019 había mostrado
un impresionante aumento de colapsos ambientales y sociales
que culminaron en noviembre en la insoportable pesadilla de
Nueva Delhi y en el terrible incendio de Australia.

38
Los millones de niños que marcharon por las calles de muchas
ciudades el 15 de marzo de 2019 para pedir detener la máquina
de la muerte ahora han logrado algo: la dinámica del cambio
climático se ha interrumpido por primera vez.
Después de un mes de encierro, el aire Padana se volvió
transpirable. A que precio A un precio muy alto que ahora se
paga en vidas perdidas y miedo desenfrenado, y que mañana se
pagará con una depresión económica sin precedentes.
Pero este es el efecto de la normalidad capitalista. Volver a la
normalidad capitalista sería una idiotez tan colosal que la
pagaríamos con una aceleración de la tendencia a la extinción.
Si el aire de Po se ha vuelto transpirable gracias al flagelo, sería
una colosal idiotez reactivar la máquina que hace que el aire de
Po sea transpirable, cancerígeno y, en última instancia,
fácilmente presa de la próxima epidemia viral.
Este es el tema en el que debemos comenzar a pensar, rápida y
abiertamente.
La pandemia no causa una crisis financiera. Por supuesto, las
bolsas de valores caen en picado y continuarán cayendo, y
alguien propone cerrarlas (provisionalmente).
«Impensable» es el título de un artículo de Zachary Warmbrodt
publicado en POLITICO, en el que se examina con terror la
posibilidad de cerrar las bolsas.
Pero la realidad es mucho más radical que las hipótesis más
radicales: las finanzas ya han cerrado, incluso si las bolsas de
valores permanecen abiertas, y los especuladores ganan su
dinero sucio apostando a la bancarrota y la catástrofe, como
hicieron los senadores republicanos Barr y Lindsay.
La crisis por venir no tiene nada que ver con la de 2008, cuando
el problema fue generado por los desequilibrios de las

39
matemáticas financieras. La depresión que se avecina depende
de la intolerancia del capitalismo para el cuerpo humano y la
mente humana.
La crisis actual no es una crisis. Es un reinicio. Se trata de
apagar la máquina y volver a encenderla después de un tiempo.
Pero cuando lo volvemos a encender, podemos decidir que
funcione como antes, con la consecuencia de encontrarnos
nuevamente en nuevas pesadillas. O podemos decidir
reprogramarlo, de acuerdo con la ciencia, la conciencia y la
sensibilidad.
Cuando esta historia termine (y nunca termine en cierto sentido,
porque el virus podrá retroceder pero no desaparecer, y
podremos inventar vacunas, pero los virus cambiarán) todavía
entraremos en un período de depresión extraordinaria. Si
pretendemos volver a la normalidad tendremos violencia,
totalitarismo, masacres y la extinción de la raza humana para
fines de siglo.
Esa normalidad no debe volver.
No tendremos que preguntarnos qué es bueno para las bolsas de
valores, la economía de la deuda y las ganancias. Las finanzas
se han ido al infierno, ya no queremos saber nada al respecto.
Tendremos que preguntarnos qué es útil. La palabra "útil" debe
ser el alfa y omega de la producción, la tecnología y la
actividad.
Me doy cuenta de que estoy diciendo cosas más grandes que yo,
pero debemos prepararnos para enfrentar grandes opciones. Y
para estar listo cuando esta historia termine, debe comenzar a
pensar en lo que es útil y cómo puede producirlo sin destruir el
medio ambiente y el cuerpo humano.

40
Y también tendremos que pensar en la pregunta más delicada de
todas: ¿quién decide?
Atención, cuando surge la pregunta: ¿quién decide ?, surge la
pregunta: ¿cuál es la fuente de legitimidad?
Esta es la pregunta a partir de la cual comienzan las
revoluciones.
Lo queramos o no, es la pregunta que tendremos que hacernos.
Franco «Bifo» Berardi es escritor, filósofo y agitador cultural.
Su Futurabilidad se lanzó en 2018 para NERO.

41
COMO SI FUERA AYER. CRÓNICA DE LA
PSICODEFLACIÓN  #3

26 de marzo
Nieve. Me levanto a las diez de la mañana, miro hacia afuera, el
techo está blanco y la nieve es espesa. Las sorpresas no
terminan. Nunca se agotan.
Un artículo de Farhad Manjoo habla de un tema perturbador,
inquietante, casi incomprensible: la falta de material sanitario,
como máscaras y respiradores. Es un asunto que obsesiona a los
trabajadores de la salud estadounidenses e italianos.
¿Cómo es posible? Manjoo, que generalmente habla sobre
temas tecnológicos, ahora se pregunta cómo es posible que en
un país ultramoderno, el país más poderoso del mundo, donde
se producen aviones invisibles que pueden correr a velocidades
supersónicas y atacar sin ser vistos por los sistemas antiaéreos
del enemigo, no sean capaces de proveer máscaras para todo el
personal médico, paramédico y para los físicos que están
comprometidos en acciones de salud masivas para salvar a la
mayor cantidad posible de personas de la muerte.
La respuesta de Manjoo es tan simple como escalofriante: “Los
motivos por los que no contamos con el material de protección
implican un conjunto de patologías propias del capitalismo,
específicamente, estadounidense: la atracción irresistible por el
bajo costo de la mano de obra en países extranjeros y el fracaso
estratégico causado por la incapacidad de considerar las
vulnerabilidades que esto conlleva”.

42
La cuestión es que el 80% de las máscaras se producen en
China. Ninguno de los países que profesan la teología del
mercado y la competencia las producen. ¿Por qué hacerlo si
pueden invertir en productos que generan grandes ganancias?
Los objetos de bajo costo los fabrican en países donde los
costos laborales son muy bajos.
Manjoo escribe que en los Estados Unidos solo tienen
disponibles 40 millones de máscaras, mientras que se calcula
que los médicos necesitarán 3.500 millones para enfrentar la
epidemia en los próximos meses. Esto significa que la mayor
potencia militar del mundo tiene el 1% de las máscaras que
necesita. Las empresas que pueden ser capaces de producir este
objeto simple y raro dicen que llevará unos meses activar la
producción en masa. Suficiente para que el virus convierta a las
grandes ciudades estadounidenses en hospitales.
Una teoría que circula en Internet sostiene que el virus fue
producido por el ejército estadounidense para atacar a China. Si
ese fuera el caso, tendríamos que admitir que los militares
estadounidenses son tipos bastante improvisados. Actualmente,
existe la creciente sensación de que Estados Unidos será el país
donde la epidemia causará mayor daño.
 
27 de marzo
A eso de las 11 de la mañana fui a la farmacia. Pasaron dos
semanas desde la última vez que salí de casa.
Lloviznaba un poco pero tenía puesta una capucha negra que
protegía mi cabeza. Caminé por Via del Carro, crucé la plaza
San Martino, había una larga fila de personas esperando frente
al supermercado en Via Oberdan. Bajé por Via Goito, crucé por
la increíblemente desierta Via Indipendenza. Me metí por

43
Manzoni, finalmente subí por Parigi y llegué a la Farmacia
Regina donde había pedido los medicamentos para el asma y la
hipertensión, que ya se me estaban acabando. Poca gente en las
calles. En la puerta de la farmacia, había cinco personas
esperando en la fila. Todos tenían máscaras, algunas verdes,
algunas negras, otras blancas. Distancia de dos metros en una
especie de baile silencioso.
La Unión Europea huele a podrido. Es el olor de la avaricia,
propia de gente mezquina, inhumana. En el verano de 2015,
todos fuimos testigos de la muestra de arrogancia y cinismo con
la que desde el Eurogrupo se humilló a Alexis Tsipras, al pueblo
griego y su voluntad expresada democráticamente, imponiendo
medidas devastadoras para la vida de ese país. Desde ese
momento, creo que la Unión Europea está muerta, también que
los líderes del norte de Europa son unos ignorantes, incapaces
de pensar y sentir.
La violencia que estalló contra los migrantes a partir de aquel
año, acompañada por el cierre de fronteras, la creación de
campos de concentración, la entrega de refugiados al sultán
turco y a los torturadores libios me han convencido de que no
solo la Unión Europa es un proyecto fallido, completamente
fracasado, sino que la población europea, en su abrumadora
mayoría, es incapaz de asumir la responsabilidad del
colonialismo y, en consecuencia, está lista para aceptar las
políticas de los campos de concentración, con el fin único de
proteger su miserable prosperidad.
Pero hoy, en la reunión en que los representantes de los países
europeos discutieron la propuesta italiana que proponía
compartir el peso económico de la crisis sanitaria, han superado
cualquier señal previa, cualquier mínimo de decencia.

44
Frente la propuesta de emisión de los llamados coronabonos o
de recurrir a medidas de intervención ilimitadas que no resulten
en deudas para los países más débiles, los representantes de
Holanda, Finlandia, Austria y Alemania respondieron de
manera escalofriante. Más o menos dijeron: “Posponemos todo
por catorce días”. Veamos si la epidemia afecta a los países
nórdicos con la misma violencia con la que ha afectado a Italia
y España. En ese caso hablaremos nuevamente. De lo contrario,
no se habla en absoluto.
Estas no son exactamente las palabras pronunciadas por el
holándes Rutte y sus compinches. Pero sí son las razones de su
aplazamiento.
Boris Johnson dio positivo en su examen. Se contagió. También
su ministro de salud. Sería de mal gusto reírse de las desgracias
ajenas, por lo que voy a quedarme callado. Es suficiente con
recordarles que hace unos diez días Johnson dijo:
“Desafortunadamente, muchos de nuestros seres queridos
morirán”, adelantando la teoría de que era de esperar que
murieran medio millón de personas, para así poder desarrollar
las defensas inmunes necesarias para resistir. Es la selección
natural, la filosofía que el neoliberalismo thatcheriano heredó
del nazismo hitleriano, la filosofía que ha gobernado el mundo
durante los últimos cuarenta años.
A veces no funciona de esa forma.

45
Refugiadas en Moria, Lesbos, Grecia, cosen barbijos.
28 de marzo
En la oscuridad azulada de una Plaza San Pedro inmensa y
vacía, la figura blanca de Francisco se muestra debajo de una
gran carpa iluminada. Habla con un pueblo que no está ahí, pero
lo escucha desde lejos. Abre los brazos y extiende su mano
sobre la columnata que abraza a Roma y al mundo. Dice cosas

46
impresionantes, desde el punto de vista teológico, filosófico y
político.
Dice que este flagelo no es un castigo de Dios. Dios no castiga a
sus hijos. Francisco hizo de la misericordia el signo de su
papado, desde las primeras palabras que dijo, después del
ascenso al trono de Pedro, en una entrevista publicada en La
Civiltà Cattolica.
Si no es un castigo divino, entonces, ¿qué es? Francisco
responde: es un pecado social que hemos cometido. Hemos
pecado contra nuestros semejantes, hemos pecado contra
nosotros mismos, contra nuestros seres queridos, contra nuestras
familias, contra los migrantes, los refugiados, los trabajadores
pobres y precarios.
Después agrega que fuimos tontos al creer que podíamos estar
sanos en una sociedad enferma.
A las 11 de la mañana, mi primo Tonino, también médico, me
llamó (¿ahora son todos médicos y yo nunca me di cuenta?). Me
preguntó cómo estaba, con esa voz siempre perturbada y
jadeante, y me contó una de las bromas por las que siempre ha
sido famoso en la familia: “Qui gatta ci covid” [Qui gatta ci
cova significa “Aquí hay gato escondido”].
 
29 de marzo
Peo es un amigo, un compañero, también es médico y ha sido
mi médico durante muchos años. Varias veces se ocupó de mi
mala salud. Siempre que fui a su clínica me encontré con una
larga fila de pacientes de todos los tamaños y colores y esperé
horas antes de ser recibido para que me revise y luego pronuncie
diagnósticos profundos como poemas y precisos como su

47
bisturí. Después vendrían propuestas de múltiples tratamientos
libertarios.
Cuando se jubiló, hace ya seis meses, se fue a Brasil, donde
había ejercido su profesión a principios de siglo, con su pareja y
sus dos hijos mayores. Hace unas semanas, de repente, regresó a
Italia donde vive Jonas, su hijo menor que estaba a punto de
recibirse en la universidad (finalmente se graduó, pero a través
de Skype).
Peo había planeado irse un tiempo después, pero quedó
atrapado. Está viviendo solo en un pequeño departamento en
Via del Broglio, y esta mañana se acercó mi ventana y me llamó
desde abajo. Miré por el balcón y conversamos durante unos
minutos. Luego se alejó trotando.
Antonio Costa, el primer ministro de Portugal, realizó una
conferencia de prensa para responderle al ministro de finanzas
holandés, Wopke Hoekstra, quien durante el fallido Consejo de
la Unión Europea del jueves pidió que una comisión iniciara
una investigación sobre las (¿oscuras?) razones por las cuales
algunos países dicen que no tienen margen presupuestario para
hacer frente a la emergencia del coronavirus, a pesar de que la
Zona Euro ha estado creciendo durante siete años. Hoekstra no
mencionó ningún nombre, pero la referencia a Italia y España
era evidente −hasta ahora los países de la UE más afectados−
como también era clara la referencia a los líderes del “grupo de
los nueve” que apoya la necesidad de los eurobonos. Así que
básicamente lo que Hoekstra quiere es un juicio contra los
países donde la pandemia ha sido más dura.
“Este discurso es repugnante en el actual contexto de la Unión
Europea”, dijo el líder socialista portugués en conferencia de
prensa. “Y digo repulsivo porque nadie estaba preparado para
enfrentar un desafío económico como vimos en 2008, 2009,

48
2010 y en los años siguientes. Desafortunadamente, el virus nos
afecta a todos por igual. Y si no nos respetamos y no
entendemos que, ante un desafío común, debemos ser capaces
de una respuesta común, nada se ha entendido de la Unión
Europea… Este tipo de respuesta es absolutamente
irresponsable, es de una mezquindad repulsiva y perjudicial, que
socava el espíritu de la Unión Europea. Es una amenaza para el
futuro de la UE, si es que la UE quiere sobrevivir. ” Costa
finalizó diciendo que “es inaceptable que un líder político, de
cualquier país, pueda dar esa respuesta”.
Hoy recibí una carta por correo. Dentro había una postal sin
firmar donde había una pequeña cantidad de hachís. Tal vez
alguien lo mando después de leer mi diario de la psicodeflación
#1 donde dije que ya no tenía nada. De todo corazón, muchas
gracias.
En los diarios aparece la foto de Edi Rama, presidente de
Albania.
En un gesto de gran nobleza, envió treinta médicos de su
pequeño país a Italia. Los acompañó al aeropuerto y rodeado de
estos grandes muchachos vestidos con sus batas blancas, dio un
discurso en italiano. Dijo que sus médicos, en lugar de quedarse
en Albania como reservas, vienen aquí, donde más ayuda se
necesita. Y también encontró una manera de agregar que los
albaneses están agradecidos con los italianos (está siendo
demasiado amable) por haberlos protegido y recibido en los
años más difíciles y que, por lo tanto, están felices de venir y
ayudarnos a diferencia de otros que, a pesar de ser mucho más
ricos que nosotros, les dieron la espalda.
Bravo Edi, viejo amigo.

49
Médicos de Albania llegan para brindar su ayuda a Italia.
Lo conocí en París en 1994, cuando él vivía en la casa de un
amigo mío.
Me dijo que había estudiado en la Academia de Bellas Artes de
Tirana y me contó una anécdota muy divertida. Como
estudiante, en los días de la autarquía absoluta de Enver Hoxha,
quería ver las obras de Picasso, de las que había oído hablar. El
director de la academia lo llevó a su oficina, cerró la puerta con

50
llave, sacó un libro de un estante, lo abrió en las páginas
dedicadas a Picasso y, sosteniendo el libro en sus manos, le
mostró los trabajos secretos que quería ver.
En París, Edi era pintor y por las noches iba al metro para
romper carteles publicitarios y pintar en ellos. Tengo uno de sus
trabajos en casa que muestra un pie verdoso aplastando un
micrófono multicolor. Post-surrealismo tecno.
Luego, en 1995, vino a Italia, cuando yo trabajaba en el
consorcio de University City. Lo invité a dar una conferencia en
el gran salón de Santa Lucía. Vinieron muchos albaneses y era
un gran barullo, todos hablaban al mismo tiempo. Pero cuando
Edi tomó la palabra todos se quedaron callados.
Edi retornó a Albania inmediatamente después, en el momento
en que se produjo la insurrección de 1996 tras el colapso
financiero y, desde el exilio, regresó para transformarse en
ministro de Cultura.
Me invitó a visitarlo. Fui a Tirana con un avión ruso, el
aeropuerto parecía un mercado. Ancianas vestidas de negro que
daban la bienvenida a sus hijos y maridos con grandes gestos,
animales, gritos, estruendos extraños. Afuera había un coche
negro con vidrio azulado esperándome.
Cruzamos la ciudad que entonces era toda gris, casi fantasmal.
En los años siguientes, cuando Edi se convirtió en alcalde,
volvieron a pintar todas las paredes de diferentes colores.
El coche negro con vidrio azul me llevó al Ministerio de Cultura
donde Edi me estaba esperando.
El Ministerio estaba totalmente vacío. Nada, ni siquiera sillas
para sentarse, solo polvo y pasillos pintados en amarillo. Edi me
estaba esperando en una habitación vacía vestido como un

51
explorador inglés en África, con pantalones blancos hasta la
rodilla y una campera con grandes bolsillos verdes.
Nos abrazamos, después me pidió perdón por el ambiente un
tanto desnudo. “¿Sabes cuánto presupuesto tengo? Cero-coma-
cero-cero.” Los albaneses eran condenadamente pobres, pero
estaban llenos de gente creativa, educada y cosmopolita. Me
dijo Edi que Veltroni le había prometido que le enviaría dinero.
Espero que se lo haya enviado, aquella vez.
Me alojé en una casa proletaria de un amigo suyo, donde
fumaban porro todo el día. Pasé una semana maravillosa en
Tirana, donde también conocí a un grupo de muchachos de la
Toscana que trabajaban una organización de voluntarios.
Después me subí a un ómnibus y salí de Tirana para visitar
Berat, la ciudad de las mil ventanas. Durante el viaje, un chico
me invitó a visitar su casa y me mostró dos o tres Kalashnikovs,
que tenía abajo de la cama.
Me gustaría volver a Berat, pero a veces me pregunto si voy a
poder volver a viajar en el futuro que nos espera. Confieso que
es la pregunta que más me atormenta en estos días tranquilos.
Imágenes preocupantes provienen de India después del
confinamiento decidido por el gobierno. Largas filas frente a los
bancos, columnas de personas que salen de las ciudades para
regresar a sus aldeas. Aquellos que tenían trabajos ocasionales
ahora se encuentran en condiciones de miseria absoluta. La
dictadura neoliberal de treinta años ha creado condiciones de
precariedad social y fragilidad física y mental en todas partes.
Tarde o temprano va a ser necesario un juicio de Nuremberg
para aquellos como Tony Blair, Matteo Renzi y Narendra Modi.
El neoliberalismo que han inoculado en nuestras células ha
causado destrucciones de un nivel muy profundo, ha atacado la

52
raíz misma de la sociedad: el genoma lingüístico y psíquico de
la vida colectiva.
 

30 de marzo
Micah Zenko escribe en The Guardian que la propagación del
virus es la mayor falla de inteligencia en la historia de los
Estados Unidos. Cada día que pasa, las noticias de Nueva York
son más dramáticas. El gobernador Cuomo toma decisiones que
contradicen explícitamente las afirmaciones de Trump. La
brecha entre la Presidencia y los centros metropolitanos de
poder se profundiza cada día.
Un editorial del New York Times, escrita por Roger Cohen, ha
capturado mi atención. El artículo es una pieza de literatura civil
con cierto tono lírico. Pero, sobre todo, es un llamado de
atención al futuro político (y de salud) próximo de los Estados
Unidos.
Traduzco algunos pasajes:
“Esta es la primavera silenciosa. El planeta se ha vuelto
silencioso, tan silencioso que casi es posible escucharlo
girando alrededor del sol, sentir su pequeñez y, por una vez,
imaginar la soledad y la fugacidad de estar vivo.
Esta es la primavera de los miedos. Una leve irritación en la
garganta, un estornudo, y la mente se acelera. Veo una rata
solitaria deambulando por Front Street de Brooklyn, una bolsa
de basura abierta por un perro, y me recorre un vértigo
apocalíptico de miseria y suciedad. Peatones enmascarados
53
dispersos en calles vacías parecen sobrevivientes de una bomba
de neutrones. Un patógeno del tamaño de una milésima parte
de un pelo humano ha suspendido la civilización y ha desatado
la imaginación…
Es tiempo de un reset total. En Francia hay un sitio web que le
dice a las personas, en el radio de un kilómetro de sus casas,
dónde pueden hacer ejercicio. Es la medida de mundo la que
quedó reducida para todos”.
Luego de una revelación lírica exitosa, Cohen llega al punto. Y
su punto es bastante interesante, si pensamos que Cohen no es
un bolchevique, sino un pensador liberal ilustrado, bien lejano
del socialismo sandersiano:
“La tecnología perfeccionada para que los ricos globalicen sus
ventajas también ha creado el mecanismo perfecto para
globalizar el pánico que está generando que los
portfolios/carteras entren en caída libre.
Algunas voces místicas susurran: ‘Hagamos las cosas de
manera diferente al final de este flagelo, de manera más
equitativa, más respetuosa con el medio ambiente, o seremos
nuevamente golpeados’. No es fácil resistirse a estos
pensamientos y quizá no debemos resistirnos, de lo contrario
no seremos capaces de aprender nada”.
En este punto, Cohen hunde su espada:
“En un año electoral es intolerable presenciar la mezcla de
incompetencia total, el egoísmo devorador y la inquietante
inhumanidad con la que el presidente Trump respondió a la
pandemia, y es difícil no temer alguna forma de corona-golpe.
El pánico y la desorientación son precisamente los elementos
sobre los que prosperan los aspirantes a dictadores. El peligro

54
de una sacudida autocrática estadounidense en 2020 es tan
grande como el del virus.
Este es el mundo de Trump hoy: inconsistente, incoherente,
poco científico, nacionalista. Ni una palabra de compasión por
el aliado italiano afectado. Ni una palabra de simple decencia,
solo mezquindad, pequeñez, fanfarronería… el fóbico a los
gérmenes propagó el germen de la mentira”.
En el mismo diario, sin embargo, leí que el apoyo a Trump
nunca había sido tan alto: la mayoría de los estadounidenses, y
especialmente la gente que defiende la Segunda Enmienda,
aquellos que tienen armas en sus casas, están de su lado, se
sienten tranquilizados por su arrogancia.
Premoniciones oscuras sobre el futuro estadounidense.

55
Fábrica de barbijos en Nangton, China.
1 de abril
En el sitio web del Network Culture Institute, el centro de
investigación de Ámsterdam fundado por Geert Lovink, leí un
artículo firmado por Tsukino T. Usagi, “The Cloud Sailor
Diary: Shanghai Life in the Time of Coronavirus”, sobre el
último mes en Shanghai contado por un joven precario con un
estilo introspectivo y deslumbrante. Traduzco un pasaje:

56
“El día después de las noticias oficiales que confirmaban el
comienzo de la epidemia, salí a caminar por el paseo marítimo
de Shanghai. La visión del río Huangpu estaba cubierta por un
pesado smog. Hermoso. Tóxico. Una visión apocalíptica, por
cierto.
Por la noche empecé a sentirme mal. ‘Debe ser un resfrío o una
gripe’, pensé. Al día siguiente fui a trabajar, como todos los
días. Mi enfermedad se puso peor. Mis síntomas incluían fiebre,
sequedad de garganta, dificultad para respirar. Exactamente lo
que se describe en las noticias en relación a la infección.
Pensé: ‘¿Así me voy a morir?’. Tenía miedo, pero no entré en
pánico. Comencé a reconstruir los escenarios que podrían
haber causado estos síntomas: había estado en un vagón del
subte lleno de pasajeros desconocidos. Algunos de ellos
podrían haber tenido el virus. Uno de mis compañeros de
trabajo había tosido durante mucho tiempo. El aire estaba tan
contaminado, un día horrible. Mis pulmones estaban a punto de
explotar mientras cruzaba con el ferry. Incluso antes del
coronavirus, el smog transportado por el viento podría
haberme matado. Pero ahora, cuando miro al aire, solo veo la
amenaza del coronavirus. ¿Será que desaparecieron todo el
resto de las amenazas?
La civilización humana se ejecuta en una máquina en continuo
movimiento impulsada por líneas de reproducción aleatorias.
La fábrica de reproducción global no tiene casa central. Es la
infraestructura más descentralizada, más inútil e insensata y, al
mismo tiempo, más controlada. India es el caldo de cultivo
para el trabajo cognitivo de bajo costo cuya contribución a
Silicon Valley y a otras regiones tecnológicas no puede
subestimarse. En estos días, los científicos están buscando
nuevas formas de lidiar con la ansiedad por la muerte. El

57
mundo preferirá, pronto, tener hijos mecánicos en lugar de
hijos humanos. Pero esto no evitará la extinción del humano”.
 

2 de abril
San Francisco de Paola. Mi onomástico.
“La voz es la cuña que rompe el silencio que hay allá afuera y
también dentro del desierto digital”, me escribe mi amigo Alex,
al final de una enigmática meditación, muy densa.
En otro mensaje, Alex me habla sobre Radio Virus, que
transmite desde los laboratorios desterritorializados de Macao,
Milán. “Lástima que transmitan tan poco”, dice Alex.
Hagámosla llegar más lejos. Pueden escucharla acá.
La controversia se está extendiendo entre la región de
Lombardía y el gobierno central. Buscan a alguien para culpar.
No es sorprendente que maestros del cinismo como Renzi y
Salvini lo intenten. Su trabajo es especular con las desgracias de
otros para hacerse notar. Pero creo que es una discusión
innecesaria en este momento. No solo porque, en medio del pico
de la epidemia, es mejor centrarse en lo que hay que hacer que
en desquitarse con aquellos que no han hecho nada por cambiar.
Pero sobre todo porque los verdaderos responsables no son solo 
aquellos que en los últimos meses han estado tratando de operar
en una situación objetivamente difícil.
Los responsables son aquellos que, en los últimos diez años o,
mejor, en los últimos treinta años, desde Maastricht en adelante,
58
han impuesto las privatizaciones y los recortes en los costos
laborales.
Gracias a estas políticas, el sistema de salud público se ha
debilitado, las unidades de cuidados intensivos se han vuelto
insuficientes, los establecimientos de salud territoriales han sido
desfinanciados y reducidos, y los pequeños hospitales fueron
forzados a cerrar.
Al final de esta historia se tratará de culpar a algún funcionario
o dirigente. La izquierda culpará a la derecha y la derecha
culpará a la izquierda. No caigamos en la trampa. Sería
necesario ser radicales. La derecha y la izquierda son
igualmente responsables de la devastación producida por el
dogma neoliberal compartido.
Por sobre todas las cosas, se tratará de mover recursos hacia la
salud pública, hacia la investigación. Se tratará de saber para
qué están destinados hoy los recursos.
Reducir drásticamente el gasto militar, desviar ese dinero a la
sociedad. Expropiar sin compensación a quienes se han
apropiado de bienes públicos como carreteras, transporte
ferroviario, agua. Redistribuir los ingresos a través de un
impuesto a la propiedad.
Este programa debe consolidar, ampliar, involucrar
asociaciones, personas, instituciones.
 
3 de abril
Comencé a leer A History of the American People, de Paul
Johnson, un historiador de derecha, muy nacionalista, un
apologista de la misión estadounidense.

59
Trato de reconstruir los hilos que han tejido la civilización
estadounidense porque me parece que ese lienzo se está
desmoronando rápidamente.
Comenzó después del 11 de septiembre de 2001 cuando el genio
estratégico de Bin Laden y la idiotez táctica de Dick Cheney y
George Bush empujaron al mayor gigante militar de todos los
tiempos a una guerra contra sí mismo, la única que podía perder.
Y la ha perdido, y continúa perdiéndola, hasta el punto de que
esta guerra interna (social, cultural, política, económica)
eventualmente desgarrará al monstruo desde adentro. Desde
2016, Estados Unidos ha estado al borde de una guerra civil.
Parece que Trump se está preparando para ganar las elecciones.
La mitad de los estadounidenses lo apoyan, más o menos. Como
esa gran parte que en los últimos días se ha apresurado a
comprar armas como si todavía no tuvieran suficientes.
La otra mitad (es decir, el FBI, una parte del ejército, el estado
de California, el estado de Nueva York y varios otros estados,
especialmente las grandes metrópolis) están aterrorizados,
ofendidos por las agresiones del presidente, y hoy se sienten
abandonados a la furia del virus, que golpea más fuerte en las
grandes concentraciones cosmopolitas y tal vez menos en las
ciudades del centro-oeste.
Trump dijo que no será amable con los gobernadores que no lo
hayan sido con él. De hecho, California no recibe ayuda médica
del Estado central. Me pregunto por qué California no debería
negarse pronto a contribuir al presupuesto del Estado Federal.
En ese país donde el mercado laboral es una jungla despiadada y
no regulada, 10 millones de trabajadores quedaron
desempleados en tres semanas. 10 millones, y este es solo el
principio.

60
Por supuesto, no sé cómo evolucionarán las cosas, pero creo que
después de la epidemia, se verán efectos más devastadores en
los Estados Unidos que en otros lugares porque la cultura
privatizadora e individualista es una invitación de lujo para el
virus. Algo muy grande está por pasar.
La gente de la Segunda Enmienda contra las grandes ciudades, y
viceversa. ¿Una guerra de secesión no homogénea?
Estaba leyendo La Repubblica en el baño esta mañana, y vi una
foto en la tercera página, donde hay una lista de los 68 médicos
que murieron mientras hacían su trabajo en la furia de la
epidemia.
Valter Tarantini era el más guapo de mi curso en la escuela
secundaria Minghetti. Ciertamente, el más hermoso, no había
competencia: ojos rubios, altos y claros, una sonrisa irónica,
alegre, descuidada. Yo le caía muy bien, a pesar de mi aspecto
malhumorado y del hecho de que estaba leyendo El Capital de
Marx. Tal vez esa era la razón por la que le gustaba andar
conmigo.
Éramos compañeros de clase en la escuela secundaria. Yo y él,
Pesavento y Terlizzesi, en los bancos de la parte de atrás de la
clase. Un cuarteto anarcoide, muy diferentes pero todos éramos
amigos.
Valter vivía en una casa de la alta burguesía en el quinto piso de
Via Rizzoli 1, justo en frente de la torre Garisenda. Una tarde
fui a su casa para explicarle un poco de filosofía porque no
quería leer el libro de Ludovico Geymonat. Tenía mejores
preocupaciones que leer a Hegel y a Kant. Le gustaban mucho
las chicas, quería ser ginecólogo y realmente lo cumplió. Era
médico en Forlì, y es uno de los 68 médicos que murieron
haciendo su trabajo.

61
Mierda, se me hizo un nudo en la garganta cuando vi su
pequeña foto. El Dr. Tarantini tenía 61 años, pero en la foto se
puede ver que siempre fue hermoso, con una sonrisa amable y
despectiva al mismo tiempo. Nunca lo volví a ver después del
examen en el verano de 1967, y ahora me duele, tengo ganas de
llorar porque no fui a la cena de los viejos compañeros del
secundario hace unos diez años, y sé que preguntó por mí.
Nunca lo volví a ver, pero realmente lo recuerdo como si fuera
ayer…  qué frase tan tonta salió de mí. Como si fuera ayer…
Pienso un poco. Lo vi, por última vez, hace cincuenta y dos
años. Después, nunca lo volví a ver hasta esta mañana, en el
baño, en La Repubblica, en una pequeña foto en la tercera
página.
*El artículo original fue publicado en Nero Editions. Esta
traducción fue tomada del blog Lobo Suelto y pertenece a
Martín Rajnerman, Facu A., León L. y Celia Tabó.
**La imagen miniatura que ilustra esta entrada, las manos de
Bifo sosteniendo sus icónicos lentes, pertenece a David Gacs.

EL EXTRAÑO SILENCIO ANTES DE LA


TEMPESTAD. CRÓNICA DE LA PSICODEFLACIÓN #4

62
Armería Martin B. Retting, Culver City, California. Foto: AP.
Por Franco “Bifo” Berardi
4 de abril
Lucia encontró una foto en blanco y negro y me la manda por
teléfono.
En la foto, una mujer joven, bellísima, vestida como en los años
treinta se vestían las muchachas en los días de descanso. Con
ella está una niña. De fondo, un edificio que reconozco
fácilmente. La mujer y la niña caminan por via Ugo Bassi, atrás
está el frontón triangular del edificio que separa via del Pratello
de via San Felice. La joven mira hacia adelante, con la mirada
algo ausente, y la niña casi se aferra a su mano, parece reclamar
atención, pero la mujer no la mira, no se vuelve hacia ella, mira
hacia adelante, fija su mirada en la lejanía.
Esa mujer es mi mamá, y la niña es su prima María.

63
Inmediatamente me pregunto quién tomó esa foto, quien
sostiene la cámara fotográfica. Es Marcello, estoy seguro, su
prometido Marcello. El abuelo Ernesto le permitía a Dora salir
con él los días de descanso, pero solo si iba acompañada por
alguien, un hermano o una niña. Dora parece molesta, un poco
desdeñosa, quizás fastidiada por la presencia indeseada de su
prima. No voltea para mirarla, mira hacia él, hacia el fotógrafo
que capturó ese instante. Fija su mirada en la lejanía, hacia el
futuro que imagina, en ese día de descanso primaveral a fines de
los años treinta, cuando mi mamá tenía poco más de veinte
años, y la tragedia parecía estar lejos. Luego vino la tragedia de
la guerra que devastó la vida y desquició el futuro que ella
esperaba.
6 de abril
A grim calculus.
El título del Economist de esta semana lo dice todo. Grim
significa tétrico, sombrío, y también feroz. Un cálculo triste que
nos vemos obligados a hacer.
Es fácil entender de qué cálculo habla la revista que desde hace
un siglo y medio representa el pensamiento económico liberal.
Cuánto nos costará en términos económicos la pandemia de
coronavirus, y qué tipo de razonamiento nos vemos obligados a
hacer, teniendo que elegir entre dos decisiones alternativas:
cerrar todo y bloquear casi por completo la producción, la
distribución, en resumen, toda la máquina de la economía, o
bien aceptar la posibilidad de una hecatombe.
Leo en la revista londinense: «El gobernador de New York,
Andrew Cuomo, ha declarado que no debemos poner precio a la
vida humana. Esto significó un grito de guerra por parte de un
hombre valiente al frente de un Estado quebrado. Sin embargo,

64
al dejar de lado los sacrificios, Cuomo reivindica de hecho una
decisión que no tiene en cuenta la cantidad de consecuencias
que traerá a toda su comunidad en términos amplios. Puede
sonar despiadado, pero ponerle precio a la vida es precisamente
lo que los líderes tendrán que hacer si quieren encontrar una
salida durante los tormentosos meses por venir. Como en una
unidad de terapia intensiva, a veces los sacrificios son
inevitables […]. Por el momento, el esfuerzo para combatir el
virus parece estar destinado a consumir todos nuestros recursos
[…].Tanto en una guerra como en una pandemia, los líderes no
pueden escapar al hecho de que cada curso de acción impondrá
grandes costos económicos y sociales […]. Para el verano, las
economías habrán sufrido caídas de dos dígitos en términos del
producto bruto interno. Las personas habrán soportado meses de
encierro, dañando tanto la cohesión social como su salud
mental. Confinamientos de un año costarían tanto a Estados
Unidos como a la Eurozona un tercio o más del producto
interno bruto, los mercados se derrumbarían y las inversiones se
postergarían. La economía podría marchitarse porque la
innovación se estancaría. Finalmente, el costo del
distanciamiento social podría superar los beneficios. Este es un
aspecto de los sacrificios que todavía nadie está dispuesto a
admitir».
Totalmente claro: The Economist nos pone frente a un
razonamiento que puede parecer brutal, pero que es
simplemente realista. Un titular en la revista dice «Hard-headed
is not hard-hearted». Ser sensato no significa ser insensible.[1]
¿Cómo negarlo? Gracias a la decisión de interrumpir el flujo de
la actividad social y el ciclo de la economía, los dirigentes
políticos ciertamente han salvado millones de vidas en los
próximos tres, seis, doce meses. Pero, observa The Economist
con una coherencia intransigente, esto nos costará un número de
65
vidas mucho mayor en el tiempo que viene. Estamos evitando la
hecatombe que el virus podría costarnos, pero ¿qué escenarios
preparamos para los próximos años, a escala global, en términos
de desocupación, ruptura de las cadenas de producción y
distribución, en términos de deuda y de quiebras, de
empobrecimiento y desesperación?
Detengámonos un momento.
El editorial de The Economist es razonable, coherente,
irrefutable. Pero lo es solo dentro de un contexto de criterios y
de prioridades que corresponde a la forma económica que
hemos llamado capitalismo. Una forma económica que hace que
la asignación de recursos y la distribución de los bienes dependa
de la participación en la acumulación de capital. En otras
palabras, que hace que la posibilidad concreta de acceder a
bienes útiles dependa de la posesión de títulos monetarios
abstractos.
Pues bien, este modelo que hizo posible la movilización de
enormes recursos para la construcción de la sociedad moderna
se ha transformado hoy en una trampa lógica y práctica de la
que no encontrábamos la salida. Pero ahora la salida se ha
impuesto por sí sola, automáticamente, lamentablemente con
violencia. No la violencia de las revoluciones políticas, sino la
violencia de un virus. No es la decisión consciente de fuerzas
dotadas de voluntad humana, sino la inserción de un corpúsculo
heterogéneo como lo es la avispa con respecto a la orquídea, un
corpúsculo que comenzó a proliferar hasta volver al organismo
colectivo incapaz de entender y desear, incapaz de producir,
incapaz de continuar.
Esto es lo que ha dejado la reproducción, ha absorbido enormes
sumas de dinero que demostraron servir poco y nada. Hemos
dejado de consumir y de producir, y ahora estamos aquí,

66
mirando el cielo azul desde la ventana y nos preguntamos cómo
terminará todo esto. Mal, muy mal, dice The Economist, para
quien la interrupción del ciclo del crecimiento y de la
acumulación parece ser un evento catastrófico que pagaremos
con hambre, miseria y violencia.

Fuente: New York Times.


Me permito disentir con el catastrofismo del Economist, porque
entiendo de manera diferente la palabra catástrofe, que en su
etimología significa «giro más allá del cual se ve otro
panorama». Kata se puede traducir como más allá, y strofein
significa moverse, desplazarse.
Así que hemos ido más allá, hemos llevado a cabo finalmente
ese movimiento que las luchas conscientes, determinadas y
locuaces de cincuenta años no habían logrado realizar. Todo se
ha detenido o casi todo, ahora se trata de reiniciar el proceso,
pero según otro principio, el principio de lo útil y no el de la
acumulación de lo abstracto. El principio de la igualdad frugal
de todos, no el de la competencia y de la desigualdad.
¿Seremos capaces de desarrollar este principio para hacer que la
máquina vuelva a funcionar, no esa máquina que antes
funcionaba imparablemente, sino una máquina elástica, una

67
máquina quizás un poco más tambaleante, y ciertamente más
frugal, pero amiga?
¿Seremos capaces? No lo sé y, sobre todo, no sé a quién sería
ese «nosotros» al que estoy aludiendo con mi pregunta.
¿Seremos capaces quiénes?
Ya no la política, ya no el arte del gobierno. La política es
incapaz de cualquier gobierno y, sobre todo, es incapaz de
comprender. Los pobres políticos parecen estar aturdidos, a los
tumbos, ansiosos.
El nuevo juego, el de la proliferación rizomática de corpúsculos
ingobernables, pone en la cancha al saber, no a la voluntad.
Por lo tanto, ya no la política, sino el saber.
¿Y cuál saber?
No el saber de los economistas, incapaces de salir de la casa de
espejos de la valorización, que traduce el producto en los
términos abstractos del cálculo monetario y aumenta el volumen
de destrucción a fin de aumentar el volumen de valor abstracto.
Sino un saber concreto, un saber que no traduce lo útil en valor,
sino en placer, en riqueza.
¿Necesitamos aviones de combate F35? No, no los necesitamos,
no sirven de nada, excepto para que le cierren los números a una
alianza militar inútil y para hacer trabajar a obreros que podrían
producir con más utilidad latas de atún.
Y también porque con un solo avión de combate F35, ¿saben
cuántas unidades de terapia intensiva se pueden crear?
Doscientas.
Lo sé, estos son discursos de buenos para nada que no saben
cuán complejas son las interdependencias, etc. Está bien, me
quedaré mudo, y oigamos entonces el discurso de los realistas

68
que repiten la cantinela habitual: si queremos mantener la
ocupación en los niveles actuales tenemos que producir armas,
¿verdad?, dicen los realistas de The Economist y los de la
derecha y de la izquierda.
Así que seguiremos fabricando armas para hacer trabajar a todas
esas personas ocho, nueve horas por día. Y dentro de un mes o
dentro un año después de la epidemia seguirá la miseria masiva
y luego la guerra. Y la extinción, de la que esta vez solo hemos
tenido un bocado de muestra, nos encontrará en su hermoso
caballo blanco como en el Triunfo de la muerte que se puede
ver en Palermo dentro del Palazzo Abatellis.
¿Y si en cambio decidimos hacer trabajar a las personas solo el
tiempo necesario para producir aquello que es útil? ¿Y si les
damos a todos un ingreso prescindiendo del tiempo de trabajo
(inútil)?
¿Y si dejamos de pagar por los aviones inútiles que ya hemos
comprado? ¿Y si nos cagamos en las obligaciones
internacionales que nos exigen pagar sumas enormes para la
guerra?
Esta es la cuestión: estos discursos ya no son delirios de un
extremista, sino el único realismo posible. There is no
alternative. 
Me escribe desde Londres mi amiga Penny: «I just sit and write
– this strange life has become familiar and calming but there is
always calm before the storm» («Solo me siento y escribo, esta
vida extraña se ha vuelto familiar y tranquilizante, pero siempre
hay calma antes de la tempestad»[N. del T.])
Hay siempre un extraño silencio antes de que se desate la
tempestad. Es como decir: lo mejor vendrá cuando el cansado

69
virus se retire. En ese punto, los estúpidos pensarán que es hora
de volver a la normalidad.
Los sabios se preparan para la tempestad más grande.

El triunfo de la muerte. Producida alrededor de 1446, autor


desconocido.
7 de abril
Después de dos meses de casi total clandestinidad, hoy volvió el
asma, y me persiguió todo el día. Acostado en la cama, jadeé sin
oxígeno y sin fuerzas para hacer nada.
Al anochecer salgo a tirar la basura: orgánica, vidrio, no
diferenciada. Camino lentamente por la plaza de abajo de casa.
El Hotel San Donato Best Western está cerrado y con los
postigos asegurados. Camino un poco por via Zamboni para ver

70
las torres. No hay nadie en esta calle en la que desde el siglo XII
en primavera se amontonan y se cortejan los y las estudiantes.
8 de abril
Tomo el café y miro afuera, a la plaza llena de sol. También hoy
está esa muchacha que sale de debajo de la arcada, quizás vive
sola en un monoambiente en via del Carro. Tiene una camiseta
negra con bordes amarillos, el celular en la mano y hace
movimientos de gimnasta. Movimientos un poco torpes; levanta
la pierna derecha y permanece así durante unos segundos, pero
el teléfono atrae su atención y entonces levanta la pierna
izquierda mirando el celular, luego gira hacia la pared, apoya
los brazos y realiza algunos movimientos adelante y atrás con la
cabeza. Suena mi teléfono, me alejo. Me llaman de Milán para
pedirme si puedo enviar también hoy una grabación para Radio
Virus.
Vuelvo a la ventana, la muchacha no está más.
Si no fuera porque su representante terrenal ha prohibido
considerar la enfermedad como un castigo de Dios, asumiría
que el Señor es un viejo chistoso. Primero mandó a Johnson a
terapia intensiva, después ha hecho lo propio con el ministro
homofóbico Litzman del Estado de Israel.
Desafortunadamente, esta es la única noticia reconfortante que
proviene de ese país de racistas. Por lo demás, la crónica
política israelí habla de la disputa interminable entre el
torturador Ganz, el corrupto Netanyahu y el nazi de Lieberman.
Tal vez irán a la cuarta elección en un año mientras el mundo se
disuelve a su alrededor, pero ellos están demasiado ocupados en
sus riñas para darse cuenta de eso.
Según el Instituto de investigación laboral de Ginebra (OIT), la
pandemia provocará el año que viene un aumento de la

71
desocupación cuantificable en alrededor de 25 millones. En
Estados Unidos ha habido más de diez millones de despidos en
dos semanas, y se espera que el número aumente en los
próximos días. Se trata de números sin precedentes, para usar
una de las expresiones más de moda en estos días.
Para hacer frente a un fenómeno de este tipo no serán
suficientes las políticas económicas tradicionales. O se recurre a
la marginación violenta de una parte enorme de una población
de miserables que protestan en las periferias de las ciudades, o
se abandona por completo el discurso de la economía moderna,
la vieja utopía del pleno empleo, el prejuicio del trabajo
asalariado, y se vuelve a comenzar literalmente de cero. Queda
una sola certeza: el saber científico acumulado, y sobre todo la
potencia viva del trabajo cognitivo, de la invención técnica y de
la palabra poética.
Pero el criterio económico que hasta ahora ha regulado las
relaciones y las prioridades ha enloquecido definitivamente y
quedado fuera de servicio. Y para siempre.
Porque si tratamos de restablecer la antigua relación entre
quienes tienen riqueza y quienes deben trabajar para ganarse la
vida, entonces la miseria está destinada a generar ríos de
violencia, y la desocupación a alimentar ejércitos desesperados
y dispuestos a cualquier cosa.
La cuestión sería proceder a la confiscación de espacios y de
estructuras productivas.
La cuestión sería regular el acceso a los recursos disponibles en
condiciones de igualdad.
No podemos perder el tiempo en la ilusión de volver a la
normalidad pasada, porque esta ilusión corre el riesgo de
arrastrar lo que queda hacia una espiral de devastación sin

72
retorno. Lo que los consumidores esperaban en los últimos
cincuenta años no existe más, y no debe volver, precisamente.
Es el sistema de expectativas el que debe cambiar radicalmente.
Si me pidieran indicar un evento, una fecha y un lugar que está
en el origen del apocalipsis, diría que ese evento es la Cumbre
de la Tierra en Río de Janeiro en junio de 1992. Por primera
vez, las grandes naciones se encontraron para evaluar la
necesidad de enfrentar los peligros que el crecimiento
económico comenzaba a revelar. En aquella ocasión el
presidente de los Estados Unidos, George Bush padre, declaró
que «el nivel de vida de los estadounidenses no puede ser objeto
de negociación».
Todos estamos pagando por su perversidad, que tal vez sea
inherente a la existencia misma de esa nación nacida del
genocidio, y cuya riqueza depende de la deportación, de la
esclavitud, de la guerra y de la rapiña de los recursos y el
trabajo de otros. Esa nación enfrentará pronto una devastadora
guerra interna, y merecidamente no sobrevivirá.

Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro (ONU, 1992)

73
9 de abril
Después de un mes de clausura, y sobre todo de incertidumbre
por los resultados próximos de la situación, se percibe cierto
nerviosismo en la voz de los amigos que llaman, y también en
los testimonios escritos o en los análisis que me llegan todos los
días por docenas. Por supuesto no leo todo lo que me llega, pero
leo muchísimo.
En una lista de correo llamada Neurogreen, hoy recibí un
artículo de Laurie Penny, publicado en Italia por Internazionale,
pero salido en su idioma original en la revista californiana
WIRED, que durante muchos años ha sido la pionera de la
imaginación digital futurista y visionaria, y, en última instancia,
ultraliberal.
Es extraño leer en esa revista generalmente ultraoptimista un
artículo de este tipo, que antes que nada es el relato de una
experiencia vivida bastante dramática. Laurie Penny está quién
sabe dónde, lejos de casa, y es sorprendida por la tempestad
viral. «El capitalismo no puede imaginar un futuro más allá de
sí mismo que no sea una carnicería total […]. La
socialdemocracia ha sido reinstalada de apuro porque,
parafraseando a Margaret Thatcher, realmente no hay
alternativa».
150 miembros de la familia real saudita afectados por el virus.
Bernie Sanders se retira, Biden perderá las elecciones (¿o quizás
las gane?), asumiendo que las elecciones estadounidenses se
realicen.
Ocho médicos murieron en Gran Bretaña tratando a personas
afectadas por el virus. Todos eran extranjeros, procedentes de
Egipto, India, Nigeria, Pakistán, Sri Lanka y Sudán.

74
El cielo de Delhi es el más límpido que se haya visto en años.
De noche se ven las estrellas.
Pero Confindustria (La Confederación General de la Industria
Italiana, principal agrupamiento empresario del país) tiene prisa
por reanudar la actividad, aún si las noticias procedentes de
China no son tranquilizadoras: Wuhan reabre, pero cierra
Heilongjiang. La batalla contra el coronavirus es como tratar de
vaciar el mar con un balde: abrir aquí, cerrar allá.
Quizás ni siquiera deberíamos combatir, porque la guerra se
perdió al principio: deberíamos reducir al mínimo nuestros
movimientos, deberíamos reconocer que se ha agotado la
potencia con la que nos embriagamos en la era moderna. Los
que la pagarán más caro son quienes creyeron y siguen
creyendo en la ilimitada potencia de la voluntad humana.
Comprensiblemente, los hombres patalean, quieran volver a
tomar el cetro en sus manos, quieren gobernar su futuro tal
como, engañándose a sí mismos, creyeron que lo hacían en un
pasado glorioso. Pero el virus nos enseña que la potencia
ilimitada era un cuento de hadas y este cuento de hadas ha
terminado.
10 de abril
La ANPI (Asociación Nacional de Partisanos de Italia) lanza la
propuesta de hacer el 25 de abril un encuentro por la
democracia. Acepto la convocatoria y me pongo a disposición
para lo que se precise. ¿Cantaré también el himno de Mameli
[2] al comienzo de las celebraciones?
Espero el 25 de abril con el mismo espíritu con el que espero la
Misa de Pascua del Papa Francisco.
A pesar de mi ateísmo, me hizo bien escuchar a Francisco la
otra noche en la plaza desierta. Con el mismo espíritu

75
participaré de la manifestación virtual del 25 de abril. La
divinidad que adoran los demócratas es tan ilusoria como el dios
de Francisco, pero me hará bien sentir la cercanía de un millón
de personas.
11 de abril
En via Castiglione, en las colinas de Bolonia, a dos kilómetros
del centro de la ciudad, alguien filmó una jabalina seguida de
seis pequeños jabalíes.
En Bruselas, los holandeses reiteran que quien necesite dinero
debe firmar una letra de cambio que diga: pagaré. Italia estuvo
de acuerdo con los holandeses cuando en 2015 se trataba de
imponer a Grecia el respeto por la ley del acreedor. Hoy es
comprensible que Italia quiera evitar el tratamiento que se le
infligió a Grecia. Pero las nociones de deuda y de crédito
parecen hoy bastante incoherentes. La insolvencia está
destinada a destruir el sistema de comercio. Aquí también: there
is no alternative.
Hablando de Grecia, en julio Stella y Dimitri nos esperan en la
islita esporádica. Desde hace más de diez años alquilamos una
casita en medio de los olivos. ¿Qué será del verano, de los
viajes, del mar? Con Billi rondamos el tema con cautela. Tal vez
no haya viajes este verano.
12 de abril 
Después de las descortesías explícitas de Rutte y de Hoekstra, la
Sra. Ursula intenta endulzar la píldora para los italianos que
están muy irritados por la avaricia un tanto ofensiva de los
holandeses.[3] ¿Otorgarán un MES[4] sin condiciones? ¿De
coronabonos no se habla?

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En una cosa, sin embargo, están todos de acuerdo: no debe
hacerse borrón y cuenta nueva del pasado. Escuché decir esto
varias veces a los negociadores europeos.
¿Por qué un borrón y cuenta nueva les parece a todos una cosa
mala? Quizás sería mejor resignarse al borrón y cuenta nueva.
«Chi ha avuto ha avuto ha avuto / chi ha dato ha dato ha dato /
scurdammoce ‘o passato / simm’e Napule paisà» («Quién ha
tenido, ha tenido, ha tenido / quien ha dado, ha dado, ha dado /
olvidemos el pasado / somos de Nápoles, paisano»): la profunda
sabiduría de estos versos napolitanos es incomprensible para los
economistas.
14 de abril
El viejo socialista Rino Formica, en una entrevista publicada
por Il Manifesto, observa que no debemos creer que en este
momento sobrevivir sea más importante que pensar, como
sugiere el lema latino primum vivere deinde philosophari
(«primero vivir, después filosofar»). Si no filosofamos, analiza
el sabio Formica, corremos el riesgo de no saber qué decisiones
tomar para, luego, vivir.
Marco Bascetta, por su parte, siempre en el Manifesto, publica
una reflexión (confusa pero intrigante) sobre el mismo lema
latino, ligeramente modificado: «primum vivere deinde
laborare». Y con justeza observa que sin vida no hay mercado.
Agamben ha escrito varias veces que, en nombre de la nuda
vida, estamos dispuestos a renunciar a la vida, y me viene a la
mente otra máxima latina, que siempre preferí a la mencionada
por Formica: navigare necesse est, vivere non est necesse
(«navegar es necesario, vivir no es necesario») ¿Para qué
vivimos si no somos ya capaces de navegar?

77
Por segunda vez, el Presidente de los Estados Unidos ladra
amenazando con suspender o cancelar el financiamiento para la
Organización Mundial de la Salud porque dice que reaccionó
lenta y equivocadamente ante el advenimiento de la pandemia, o
quizás porque tomó una posición pro-China. También amenaza
subrepticiamente con echar al experto más respetado del sistema
de salud estadounidense, el virólogo Anthony Fauci.
Desde su país en los últimos días han llegado fotos de sacos que
contienen cadáveres, que terminan arrojados a fosas comunes
excavadas para aquellos que no tienen siquiera los medios para
permitirse un funeral y una sepultura. Esto, cerca de la
metrópoli cosmopolita de Nueva York. Muchos se
escandalizaron, pensando que se trata de una consecuencia del
virus maldito, que obliga a los estadounidenses a renunciar a los
debidos funerales y al respeto por los fallecidos.
Error.
Esas fotos no son una noticia, no tienen mucho que ver con la
epidemia.
En ese país, de hecho, aquellos que no tienen nada y mueren
como perros generalmente son sepultados de esa manera, por
sepultureros que están detenidos en alguna prisión, en una fosa
común en la periferia fétida de una ciudad muy rica. Esa es la
normalidad a la que muchos desean rápidamente volver.

78
Fosas comunes en Nueva York. Foto: Reuters.
15 de abril
En California, grupos de personas sin casa ocupan
departamentos y casas en venta que, en este punto, nadie nunca
comprará. Noticia reconfortante. En Lagos, los ciudadanos de
algunos barrios se arman para defenderse de hordas de ladrones
que por las noches entran a robar en donde se pueda robar,
aprovechando el toque de queda. Noticia inquietante.
Pero quizás se trata de la misma cuestión; quizás se trata de que,
en tiempos como estos, en tiempos como los que se preparan, la
propiedad privada se convierte en algo inestable, débil, frágil.
En algo retorcido.
Leído en Facebook:
«Qué feo clima se ha creado.
Salís con barbijo y guantes para comprar comida o periódicos,
prestá atención, todos se miran con sospecha entre sí y si

79
alguien se acerca demasiado hay una actitud de pánico casi de
terror.
Si salimos de este virus, ¿saldremos también de este
comportamiento?
No lo sé.
¿Nos miraremos torcido para siempre?»
 
Notas
[1] Como hard-headed significa «pragmático», «racional»,
«sensato» (y no «cabeza dura», como sería si se tradujera
literalmente), es difícil mantener el juego de palabras del inglés.
Algo aproximado sería «Tener cabeza fría no es tener corazón
frío», pero parece preferible una traducción más ajustada al
sentido que a la estructura de la ocurrencia [N. del T.].
[2] Il Canto degli Italiani (Canto de los italianos), compuesto en
1847, es conocido también como Fratelli d’Italia (Hermanos de
Italia) por su primer verso e Inno di Mameli (Himno de
Mamelli) por el nombre del autor de su letra, Goffredo Mamelli.
Durante el régimen de Mussolini, fue utilizado entre otros
cantos por las organizaciones antifascistas, en contraposición a
los himnos oficiales, y en la Segunda Guerra Mundial fue
particularmente adoptado por los partisanos junto a canciones
como Fischia il vento y Bella ciao. Desde 1946 es el himno
nacional de la República de Italia. [N. del T.]
[3] Las alusiones son a Mark Rutte, primer ministro holandés,
Wopke Hoekstra, ministro de finanzas holandés, y Ursula Von
Der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea. [N. del
T.]

80
[4] El Mecanismo Europeo de Estabilidad, también llamado
Fondo salva-Stati (Fondo salva-Estados), es un organismo
mutigubernamental regional, fundado en 2011 para asistir
económicamente a los Estados de la Eurozona con dificultades
financieras. [N. del T.]
*El artículo original fue publicado en Nero Editions.
Traducción para Sangrre de Emilio Sadier.

81
CRÓNICA DE LA PSICODEFLACIÓN #5, POR FRANCO
“BIFO” BERARDI

18 de abril
«¿Hubieras dicho alguna vez que el apocalipsis sería tan
aburrido?», me pregunta mi amigo Andrea, cuya vida es
habitualmente muy aventurera y ahora se ve obligado a pasar su
tiempo en un sillón desfondado y destartalado cerca del
Aventino mientras la primavera romana florece silenciosa a su
alrededor y ni siquiera la puede ver.
Buena pregunta, buen punto de vista.
¡Aburrirse finamente!
Pero puede verse el asunto desde otro punto de vista para
disipar la niebla del aburrimiento. Puede verse el apocalipsis
como un evento que se desarrolla en cámara lenta, una
precipitación de la cual prevemos los próximos derrumbes, los
próximos desprendimientos pero de la que no podemos
gobernar casi nada.
Esta revelación ostensible de la impotencia de la voluntad
consciente, frente al desarrollo de eventos macro (como el

82
cambio climático) o micro (como la propagación de virus), es la
lección que deberíamos poder asimilar y elaborar.
Si la voluntad no puede gobernar los procesos, ¿hay quizás otra
facultad que pueda hacerlo?
Para no aburrirme, leí un artículo de Francesco Sisci, un
sinólogo italiano muy inteligente que forma parte de la
Academia de Ciencias de Beijing (lo que significa que sabe lo
que dice cuando habla de cosas chinas).
Sisci parte de la noticia de que los estadounidenses quieren
exigirle a China resarcimientos por millones de billones de
billones. Según ellos, China tiene la culpa de este desastre: un
virus escapó de su maldito laboratorio de Wuhan, lo ocultaron y
continúan ocultando información… Luego nos atacaron a
nosotros los estadounidenses, su chinese virus como dice Trump
y repite Mike Pompeo. Nuestra economía se está yendo a pique
y ahora nos deben pagar, dicen enfurecidos aquellos que habían
prometido aquello de make America great again. 
Es culpa de los chinos. Demandémoslos.
Vamos a cancelar la deuda de Estados Unidos con el banco
chino.
Como de costumbre, los estadounidenses juegan con fuego.
Tal vez piensen que si China se enoja, tendrán que enfrentarse a
unos cientos de boxeadores armados con espadas, escudos y
lanzas que salen de la esquina para golpear.
Nein. Sería bueno no olvidar el desfile del 1 de octubre pasado
con todas esas hermosas cabezas brillantes y esas ojivas
redondeadas.
Aparte del coronavirus, con esas aceitunas el número de
muertos puede multiplicarse más de cien veces.

83
Sisci, que sabe mucho, advierte contra la locura militarista que
la catástrofe social provocada por el virus podría suscitar.
La idiotez congénita del pueblo estadounidense, por otro lado,
se exhibe abiertamente en las ciudades de Michigan y de
Virginia, donde grupos de panzones armados exigen que los
gobernadores retiren sus medidas preventivas. Se preparan para
disparar a los indios entre una cerveza y otra. Pero el problema
es que ahora ya no existen pieles rojas a caballo sino una
potencia tecnomilitar totalitaria disciplinada.
19 de abril
En las últimas semanas escribía con facilidad y una cierta
(irresponsable) alegría, las palabras me surgían con fluidez y se
encadenaban sin resistirse.
Ahora algo ha cambiado. Tal vez porque una amiga me acusó
de usar la palabra «irresponsable» con un signo positivo,
mientras que el momento requiere el máximo de
responsabilidad.
A ver, nunca me gustó mucho la palabra «responsabilidad».
Pero empiezo a sentirme un poco avergonzado de planear en el
aire mientras las cosas se ponen cada vez más dramáticas.
20 de abril
En los últimos días me puse a releer los escritos de William
Burroughs y de Philip Dick.
Los leí en los años ochenta. En 1982 tuve la suerte de conocer a
Burroughs, fui a verlo en su búnker de la calle Bowery para
entrevistarlo. Casi no entendí nada de su acento, y de eso resultó
una entrevista dispersa que luego salió en la revista Frigidaire.

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Leí Exterminator, Ah Pook is Here, The Job, The Electronic
Revolution y algunas de sus novelas vertiginosas, que hoy se
pueden releer como premoniciones.
Con gélida lucidez alucinada, Burroughs decía que el lenguaje
humano no es más que un virus que se ha estabilizado en el
organismo, mutándolo, impregnándolo, transformándolo: «la
palabra misma puede ser un virus que ha alcanzado una
situación permanente en el huésped» (La revolución
electrónica). Por lo tanto «el hombre moderno ha perdido la
facultad del silencio. Intenta detener tu discurso subvocal.
Intenta alcanzar al menos diez segundos de silencio interior. Te
encontrarás con un organismo antagónico que te obliga a
hablar… El lenguaje es una tara genética, es por la palabra
misma que no existe ninguna inmunidad».
Pero si el lenguaje es un virus que se impone al organismo
conduciéndolo al predominio de la abstracción sobre la
concreción de lo útil y, por lo tanto, a producir las condiciones
históricas de su autodestrucción, ¿no podemos suponer que será
precisamente un virus lo que vuelva a unir lenguaje y
concreción, sensualidad, sufrimiento?
Pero, ¿en qué plano actúa el virus? Diría que actúa en el plano
estético: es la percepción, la sensibilidad lo que puede
recomponer la relación entre lenguaje y concreción.
21 de abril
No he dejado de pintar desde que comenzó la reclusión. En
realidad, no puedo decir que lo mío sea pintura: hago collages
con fragmentos de imágenes, fotocopias, periódicos a los que
luego superpongo colores de esmalte, esmaltes de uñas,
etiquetas, mallas…

85
El departamento está lleno de estos cuadritos de treinta y cinco
por cincuenta o setenta por cincuenta, que están allí apilados en
el banco, apoyados en los estantes de la biblioteca,
amontonados en el suelo.
Algunos motivos son recurrentes, como obsesiones: una paloma
blanca vencida por un cuervo negro regresa como un leitmotiv.
¿Recuerdan esa escena?

 
Pinto palomas y cuervos que se persiguen bajo los ojos
asombrados de Bergoglio, quien seguramente habrá buscado
interpretar la señal que provenía de las alturas de los Cielos.
Es el 26 de enero de 2014, Francisco ha ascendido
recientemente al trono de Pedro, después de que otro Papa haya
agachado la cabeza ante las ingobernables potencias del caos

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interior. El genio de Nanni Moretti narró por adelantado el
drama de la depresión humana ante la primacía del caos en
Habemus Papam.
El Papa y dos niños en el balcón de una ventana de San Pedro.
El Papa acaricia las cabezas de los niños, mientras estos lanzan
al aire dos palomas blancas. Un cuervo negro llega desde la
izquierda, persigue por unos momentos a la pobre paloma que
trata de escapar, luego la agarra, la arrastra, la devora.
La simbología es escandalosamente clara: el mal proviene
repentino de las profundidades del caos y colorea el cielo de
Roma con sangre inocente.
¿Debo continuar? Mejor no. No quiero interpretar los signos
como si detrás de ellos existiera la voluntad de alguien que se
manifiesta. Mi ateísmo no me lo permite. Pero a veces me
cuesta resistir a la idea de una emanación omnipoética y
maligna que ofrece signos enigmáticos pero sugerentes a la
platea atónita de los espectadores humanos.
De Francisco proviene la lección política de un hombre que
combate la batalla de Cristo no en nombre de la verdad, sino en
nombre de la caridad, del compartir jubiloso y doloroso de la
experiencia humana. Pero de sus palabras y de sus actos se
sigue también una lección filosófica: las potencias del mal son
emanaciones del caos, cuando el caos supera nuestra potencia
de sentido, de afecto y de razón. No es la voluntad de Dios lo
que se manifiesta en el mal. En su homilía nocturna de marzo,
Francisco lo ha dicho sin vueltas (y de qué otro modo habría
podido decirlo): Dios no castiga a sus hijos, el virus no es un
castigo divino.
¿Y entonces? Y entonces el virus es la complejidad del caos que
supera nuestra capacidad de comprensión, gobierno y cuidado.

87
Pero la historia de la cultura es precisamente la historia de esta
caosmosis, de esta relación entre el caos de la experiencia y el
orden provisorio de la conciencia.
Fotos en el periódico: estamos en Estados Unidos, hay una
hilera de coches que tocan bocina y ondean banderas de
estrellas y barras. Ciudadanos armados se manifiestan contra el
lockdown, exigen que se les restituya la libertad.
Una señora saca un cartel del coche que lleva escrito FREE
LAND (tierra libre). 
La libertad.
¿De qué están hablando? Son ciudadanos blancos de una nación
que escribió la palabra «libertad» en sus documentos
fundacionales, pero que desde el principio ha omitido
mencionar la esclavitud de millones de personas para exaltar su
libertad.
Cuando Jefferson y sus socios escribieron su famosa
Declaración de Independencia, en la confederación de trece
Estados había 600.000 africanos que trabajaban gratis bajo
condiciones de total falta de libertad. Alguien planteó el
problema durante la redacción del texto sagrado. En la primera
versión, efectivamente, había una frase que condenaba a
Inglaterra por haber instituido el régimen de la esclavitud en sus
colonias. Luego se decidió eliminar esa frase porque mencionar
la esclavitud significaba revelar la hipocresía, la falsedad
absoluta de todo el texto sagrado de mierda sobre el que
descansa la civilización política estadounidense.
¿Libertad de quién y de hacer qué cosa?
La retórica de la libertad se desmorona bajo los golpes del
indeterminismo viral. Esta es quizás la debilidad esencial de las
posiciones, por lo demás completamente aceptables, de Giorgio

88
Agamben, que parece restaurar una metafísica de la libertad que
tiene muy poco de materialista.
Mientras tanto, la demanda de petróleo cae hasta el punto de
que el valor del petróleo en los mercados mundiales se ha
desplomado a cero, y luego ha caído por debajo de cero: si
comprás algunos barriles, te pagan por la molestia. Buques
cargados de petróleo están estacionados en los océanos porque
los depósitos árabes, texanos, iraníes, etc., están llenos. La
industria estadounidense del esquisto, el gas que se extrae
destruyendo el subsuelo con martillos neumáticos subterráneos,
está en ruinas. Podemos esperar que se arruine para siempre.
Pero hay un tubo que atraviesa el continente desde la frontera
canadiense hasta la mexicana. Es el oleoducto de la Keystone
Oil Pipeline. Lo han querido construir a toda costa, apaleando a
las comunidades pieles rojas que defendían sus territorios:
también ese tubo debe estar lleno a reventar de líquido negro.
¿Qué vamos a hacer con toda esta sustancia aceitosa?
Una pregunta inquietante: si volvemos a la normalidad, a la
normalidad que era normal antes del virus, ¿qué haremos con
todo este petróleo barato? Si continúan rigiendo las leyes del
mercado, que son las de la máxima ganancia y de la
competitividad, ¿qué quedará de las esperanzas ecológicas? Con
el petróleo a precios bajísimos, ¿qué tan improbable se volverá
la reconversión a tecnologías menos contaminantes? ¿Qué
quedará de las buenas intenciones relacionadas con el cambio
climático?
22 de abril
El Guardian dedica atención a un tema que en los últimos
tiempos ha sido descuidado por la prensa: ¿qué será del sexo?
De hecho, ¿qué ha sido del sexo en estas semanas, y en qué
sentido podrían mutar los comportamientos sexuales, sobre todo
89
los de la generación emergente, de la llamada generación Z
(como Zoom)?
Entrevistada por el periódico, la Dra. Julia Marcus dice lo
siguiente: «Ahora mi recomendación es que nos quedemos en
casa e interactuemos solo con otras personas en la medida de lo
estrictamente necesario. E incluso cuando lo hacemos, debemos
mantener una distancia de por lo menos un metro. Esto me hace
pensar que el sexo es peligroso en este momento».
Pero el Dr. Carlos Rodríguez-Díaz acude inmediatamente a
socorrer a los jóvenes que se preocupan: «Las relaciones
sexuales pueden disminuir en las próximas semanas, pero hay
otras formas de expresión del erotismo, como el sexting, las
videoconferencias porno, la lectura de material erótico y la
masturbación».
Wow. La que se presenta es una vida ascética con la opción de
hacerse una paja por videoconferencia. Pido disculpas por la
vulgaridad, no era mi intención.
Ciara Gaffney escribe un artículo interesante sobre el tema de la
ciberrevolución sexual: «Con un poco de nostalgia, recuerdo
cuando hablábamos de “recesión sexual” de la generación Z:
una preocupación un tanto paternalista de que la nueva
generación se volvería sexualmente raquítica, incapaz o poco
dispuesta de fornicar por exceso de teléfonos celulares, redes
sociales y pornografía en línea. En cierta medida, las
estadísticas lo confirmaban: entre 1991 y 2017 el número de
estudiantes de secundaria que practicaban el sexo había
disminuido del 54% al 40%. Pero luego llegó una pandemia
mundial, y un nuevo renacimiento sexual pareciera estar
germinando».
La extraña tesis del artículo de Ciara Gaffney es que la
pandemia está creando las condiciones para una nueva
90
revolución sexual, cuyo núcleo sería el desarrollo de una
sensibilidad sin contacto: «En la época color rosa antes del
coronavirus, el envío de imágenes de desnudos era objeto de
cierta vergüenza. Esas imágenes eran percibidas como burdas,
incluso un poco patéticas. En la era del confinamiento, sin
embargo, el envío de imágenes de desnudos tiene un regreso
con gloria, sin arrepentimiento, como factor orgulloso de
liberación sexual. Estratificada por la distancia, la Generación Z
parece tener que reinventar lo que significa el sexo, en un
mundo en el que el sexo físico es a menudo imposible. Así
como el movimiento del amor libre sacudió las convenciones de
su tiempo, el renacimiento sexual de la Generación Z sacude las
convenciones de la relación sexual orgánica».
Me vienen a la mente los discursos sobre el cibersexo que
circulaban entre los años ochenta y noventa. No es improbable
que un campo de desarrollo de la tecnología electrónica en el
futuro cercano sea precisamente el injerto de realidad virtual y
de sensores teleestimulables. Ya lo hacían en Neuromancer de
William Gibson de 1984.
«La cuarentena no solo alienta sino que fuerza a la exploración
sexual: experimentar con desnudos, thirst traps, generalmente
sin repercusiones en la vida real».
Thirst traps significa «trampas que te provocan sed»; está bien,
pero ¿y si después falta el agua?
La teletransmisión de estímulos sensuales recibidos mediante
realidad virtual tendría una función útil desde el punto de vista
demográfico; se dejaría finalmente de procrear, al menos por los
próximos doscientos o trescientos años. Pero no creo que exista
un universo de placer sin el contacto de la epidermis con la
epidermis, sin el guiño irónico de la mirada a muy corta
distancia, sin el sentido del olfato. Quizás yo sea anticuado.

91
Mientras tanto, en el New York Times, Julie Halpert escribe
sobre la propagación de ataques de pánico entre los jóvenes
estadounidenses que están encerrados en casa y expuestos a un
flujo ininterrumpido de información.
24 de abril
Leo un mensaje de Rolando en FB, y comprendo que un poco
está agarrándosela conmigo.
Además de la imaginación, dice Rolando, se necesitan
programas concretos para afrontar los próximos años, que serán
devastadores y decisivos. Rolando aún no tiene treinta años, así
que piensa en el futuro cercano con la concreción que tal vez le
falte al setentón que soy.
Me inclino a darle la razón.
«Ruego con el corazón en la mano que todas las fuerzas
progresivas aprendan de una vez por todas la lección de
Maquiavelo: “Pero dado que mi intención es escribir algo útil
para aquellos que lo entienden, me pareció más conveniente ir
detrás de la verdad efectual de la cosa que de la imaginación de
ella. Y muchos han imaginado repúblicas y principados que
jamás se han visto o conocido en verdad”. Ya basta, por favor,
con las repúblicas futuras de la imaginación: quien quiera hacer
caridad con los gestos y las promesas del reino venidero, que
ponga su alma en paz y siga a Francisco. Los demás que vayan
directamente a la realidad efectual y dejen de contar cuentos de
hadas para sí mismos y para los demás. Los próximos años
serán decisivos y devastadores», escribe afligido Rolando. ¿Y
quién soy yo para poner en duda las palabras de Maquiavelo?
Pero si pienso en la propagación de crisis de pánico entre los
jóvenes estadounidenses, me pregunto en qué consiste la
«verdad efectual» de la que hablan Maquiavelo y mi amigo
Rolando.
92
Hoy en los Estados Unidos se ha cruzado el umbral de
cincuenta mil muertes. Estas son las cifras oficiales. Se ha
superado por lo tanto el número de muertos de la guerra de
Vietnam. Los desempleados han superado los veintiséis
millones. El presidente aparece todos los días en la televisión:
hoy aconsejó inyectarse desinfectante y tomar baños de sol
porque con el calor el virus desaparece. Todos los días su show
se vuelve más chistoso. Hace unos días tuiteó: «LIBERATE
MICHIGAN! LIBERATE MINNESOTA! and LIBERATE
VIRGINIA, and save your great 2nd Amendment».
(«¡LIBÉRATE MICHIGAN! ¡LIBÉRATE MINNESOTA! y
LIBERATE VIRGINIA, y salven su gran 2nda Enmienda») 
Cada vez que Trump nombra la segunda enmienda, se trata de
una amenaza explícita de guerra civil.
El escándalo de los demócratas alcanza alturas casi cómicas.
Pero el escenario que está surgiendo no es tan cómico: por un
lado, el pueblo de la segunda enmienda, el pueblo trumpista que
reivindica el derecho a portar armas y las exhibe. Por otro lado,
el poder de los Estados de las costas, los más ricos, productivos,
globalizados: California y Oregón por una parte, Nueva York
por la otra. Áreas metropolitanas contra áreas rurales, el
cosmopolitismo contra el nacionalismo blanco. Los demócratas
han decidido apostar sus cartas a un señor llamado Biden que
tiene cien veces menos seguidores en Internet que el Trombón.

25 de abril

Ayer supimos que Repubblica cambia de director porque la


familia Agnelli, propietaria del periódico, decidió poner en ese
puesto a un periodista más alineado. El director despedido se

93
llama Carlo Verdelli: no lo conozco, no tengo mucho que decir
sobre él, pero me da impresión que lo hayan despedido a pesar
de que hace pocos días recibió amenazas de muerte de estilo
mafioso o fascista. ¿Qué habrá hecho mal el pobre Verdelli para
ser echado por su patrón John Elkann, mientras los lectores de
Repubblica recogen firmas en su defensa?
No lo sé con precisión, pero recuerdo que hace algunos días
apareció en ese periódico un artículo sobre el paraíso fiscal
holandés. Quizás Verdelli había olvidado que la empresa de los
Agnelli, a pesar de haber sido durante décadas financiada por
los contribuyentes italianos cuando se llamaba FIAT, ahora que
se llama FCA tiene su sede legal en los Países Bajos y paga los
impuestos (es decir, no los paga) en aquel país. Es natural que
los Agnelli se hayan resentido.
En Milán, una docena de jóvenes que habían llevado flores a la
lápida de un partisano fueron agredidos por un escuadrón de
policías: los maltrataron, golpearon y arrastraron por el suelo.
Las imágenes muestran que los manifestantes eran
completamente inofensivos, llevaban barbijos, no tenían
ninguna intención de provocar. ¿Por qué entonces írseles
encima de esa manera rabiosa? ¿No estaremos presenciando el
nuevo estilo de un poder policial integrado por tecnologías de
control inexorable? Es un estilo legitimado por el terror al
contagio, pero esa docena de chicos ciertamente no puso en
peligro la salud de nadie.
En cambio, todos los días, millones de trabajadores
«indispensables» para la ganancia de los industriales se ven
forzados a vivir en condiciones de mucho mayor peligro que
doce adolescentes en una calle de la periferia de Milán.

94
26 de abril
Estoy lleno de dudas y no arriesgo pronósticos, pero hay algo
que me parece comprender: que la pandemia viral de 2020
señala un pasaje, o más bien lo revela. Se trata del pasaje del
horizonte de la expansión, que delimitaba la mirada de la
humanidad moderna, hacia el horizonte de la extinción que, de
una manera o de otra, está destinado a delimitar la mirada de la
humanidad que viene.
27 de abril
Ahora el nuevo grito es: «¡Reabrir! Volver a la normalidad».
¿Cómo no entenderlo? A nadie le gusta vivir encerrado en un
cubículo, y es legítimo que los humanos quieran retomar las
actividades que animan y alimentan la vida social. Pero el
regreso a la normalidad significa el regreso de aquellas
expectativas y de aquellos automatismos que han vuelto

95
furibunda a la Tierra y han expuesto al organismo viviente a las
tempestades virales.
Leo en el Monólogo del virus de Frederic Neyrat: «Silencien,
queridos humanos, todos sus ridículos llamamientos a la guerra.
Bajen esas miradas vengativas que posan sobre mí. Disuelvan el
halo de terror con el que rodean mi nombre. Nosotros, los virus,
desde el fondo bacteriano del mundo, somos el verdadero
continuum de la vida sobre la Tierra. Sin nosotros ustedes jamás
hubieran visto la luz… Somos sus ancestros, de la misma
manera que las piedras y las algas, y mucho más que los monos.
Estamos donde sea que ustedes estén y también donde no están.
¡Peor para ustedes si en el universo no ven más que lo que se
manifiesta a su imagen y semejanza! Pero, sobre todo, dejen de
decir que soy yo quien los mata. No están muriendo a causa de
mi acción sobre sus tejidos, sino por la falta de cuidado de sus
semejantes. Si no fueran tan rapaces entre ustedes como lo han
sido con todo lo que vive en este planeta, aún tendrían
suficientes camas, enfermeras y respiradores para sobrevivir a
los daños que inflijo a sus pulmones… Agradézcanme, más
bien. Sin mí, ¿por cuánto tiempo más habrían hecho pasar por
necesarias todas estas cosas de las que se decreta de repente la
suspensión? La globalización, los concursos, el tráfico aéreo,
los límites presupuestarios, las elecciones… Agradézcanme, los
puse frente a la encrucijada que estructura tácitamente sus
existencias: la economía o la vida… El desastre termina cuando
termina la economía. La economía es el desastre. Esta era una
tesis hasta el mes pasado. Ahora es un hecho. Nadie puede
ignorar cuánta policía, vigilancia, propaganda, logística y
teletrabajo se necesitará para reprimirlo… Cuiden de sus amigos
y de sus amores. Vuelvan a pensar con ellos, soberanamente,
una forma de vida justa. Hagan clusters de vida buena,
amplíenlos y no podré hacer nada contra ustedes. Esto es un

96
llamamiento no al regreso masivo de la disciplina sino al de la
atención. No al fin de toda despreocupación, sino al de toda
negligencia. ¿Qué otra manera me quedaba para recordarles que
la salud está en cada gesto? Que todo está en lo ínfimo».
Y Bruno Latour, en un artículo titulado Imaginar los gestos-
barrera contra la vuelta a la producción anterior a la crisis:
«La primera lección del coronavirus es también la más
impresionante: la prueba está hecha; efectivamente, se puede, en
pocas semanas, suspender por todas partes y simultáneamente
un sistema económico que hasta ahora nos habían dicho que era
imposible ralentizar o redirigir. Contra todos los argumentos de
los ecologistas sobre la necesidad del cambio de nuestros modos
de vida, siempre se oponían los argumentos de la fuerza
irreversible del “tren del progreso” que no podía hacer nada
para salir de sus raíles, “debido”, nos decían, “a la
globalización”. Sin embargo, es precisamente su condición de
globalizado lo que convierte en tan frágil este famoso
desarrollo, capaz no solo de frenar, sino de detenerse por
completo».
Pero sería ingenuo esperar que esta nueva, alucinada pero lúcida
conciencia pueda volverse sentido común mañana o el mes que
viene. La ansiedad de volver a la normalidad es por el momento
la fuerza principal, casi mayor que el miedo –siempre presente–
de un regreso del contagio.
Así que volveremos a la normalidad, pero será aún peor que
aquella que hemos sufrido en el pasado. Porque a la
explotación, a la precariedad, a la humillación económica
cotidiana se les agregarán el distanciamiento, la tensión
permanente de la relación con el otro.
Pero el problema es que este regreso a la normalidad pronto se
verá frustrado. No necesariamente por el regreso del virus,

97
entendámonos. Como todos, espero que se consiga poner bajo
control al corona, o que se encuentre una vacuna, o no lo sé…
Este no es el punto. El punto es que la máquina de los
automatismos ha entrado en una condición caótica sin retorno.
El colapso del sistema económico mundial no se remedia:
cientos de millones de empleos perdidos, el precio del petróleo
que cae por debajo de cero, la quiebra de innumerables
compañías comerciales y empresas manufactureras…
Y la explosión de venganzas políticas de la derecha que ha sido
arrinconada pero no cede. Y la confiscación de los intereses
nacionales, y el peligro amarillo que obsesiona a Occidente. Y
el perfeccionamiento de técnicas de control tecnototalitario que
China ha experimentado a niveles muy avanzados y que ahora
se difundirá como un ejemplo a seguir.
La concreción matérica del virus, de esta aglutinación
proliferante mutágena, ha modificado algo profundo en el
organismo humano, pero sobre todo ha detenido la máquina de
la abstracción. Volver a ponerla en marcha será una tarea
imposible. Y en ese punto aprovecharemos la lección.
Aprendimos que el sistema militar no nos protege de la
extinción, sino que la acelera. Por lo tanto, el sistema militar
tendrá que ser desmantelado, reconvertido. ¿Y cómo
sobrevivirán los millones de personas que trabajan en las
fábricas que producen armamentos? La lección que aprendimos
es que no hay necesidad de trabajar para tener derecho a un
ingreso. El ingreso de existencia ha sido una realidad y debe
seguir siéndolo. Pero los millones de personas que hoy se ven
forzados a producir armamentos y a extraer petróleo no se verán
necesariamente condenadas a la inacción. Habrá muchas cosas
que hacer para sustituir el sistema energético que ha destruido
las condiciones de vida en el planeta, para moverse, calentarse e
iluminar la noche.
98
Aprendimos a distinguir la producción de lo útil de la
producción de lo abstracto monetario. Aprendimos que la
riqueza no consiste en la acumulación de valor, sino en el
disfrute del tiempo que fluye y de las cosas que podemos
producir sin ser explotados.
Es en el transcurso de la tempestad que viene que esa lección
volverá, ineludible.
 *El artículo original fue publicado en Nero Editions.
Traducción para Sangrre de Emilio Sadier.

AJEDREZ. CRÓNICA DE LA PSICODEFLACIÓN #6,


POR FRANCO “BIFO” BERARDI

«Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, 


hubo silencio en el cielo como por media hora. 
Y vi a los siete ángeles de pie ante Dios, 
99
y se les dieron siete trompetas.» 
Apocalipsis 8, 1-2
29 de abril 
Hay un tipo cuyo nombre no diré (llamémoslo EffeZeta) que es
mi amigo en Facebook, pero, ya se sabe, amigo es un decir.
Nunca pierde la ocasión de decirme que soy un idiota, a veces le
respondo amigablemente y otras veces no. 
Pero siempre me ha caído simpático con sus comentarios
despectivos de anarco-marxista radicalísimo que detesta a los
intelectuales como yo. ¿Cómo no comprenderlo?
Hoy, por primera vez, se digna a enviarme un mensaje bastante
largo, articulado y no polémico. Tal vez me perdonó, quién
sabe, y lo leo. 
A continuación cito una parte, no todo pero casi, tomándome la
libertad de hacer algunas correcciones o aclaraciones, porque
entiendo que EffeZeta lo escribió de apuro, no tiene tiempo que
perder en mí.
«Si desde el punto de vista de la organización del poder, la
historia de los últimos 14.000 años aparentemente ha sido
fragmentada y no lineal, hay en cambio una tendencia
absolutamente coherente. O sea, la eliminación de los espacios
físicos [yo diría más bien la privatización de los espacios
físicos, que conduce a su eliminación para la mayoría – nota
mía]. Nos cuentan los arqueólogos que una de las primeras
cosas que sucedió en las ciudades-Estado como Uruk fue
justamente nombrar la tierra. Ese suelo era propiedad de un rey,
de una ciudad, pertenecía a una entidad “jurídica”. En los años
de las guerras entre hititas y sumerios, hubo acuerdos de
extradición. Es decir, ya no tenías acceso libremente a la tierra.
Estabas atado a un suelo, un lugar. Este proceso ha continuado

100
siempre. Los enclosures (cercamientos) ingleses en el siglo
XVII transformaron tierras comunes, tierras de nadie, en tierras
estatales. A hoy, no hay un solo centímetro cuadrado de la tierra
que no sea de alguien. Que no tenga un propietario. Y algo que
tiene un propietario se puede vender. Un ejemplo espantoso de
este proceso fueron las compras de tierras en Palestina por parte
de los sionistas. Otro: los ingleses obligaban a las poblaciones
indígenas en África a poner en práctica formas de control
catastral del territorio, sabiendo que en ello residía el control
colonial y la victoria. 
Hoy estamos en un punto de inflexión histórico. Los libros de
ciencia ficción hace tiempo relatan que las máquinas tomarán el
control. Pasamos a reconocer como único espacio habitable a
nuestra propiedad. Por consiguiente, todo debe pasar a ser
propiedad. Cada calle, cada jardín. Podrá haber concesiones
para recorrer ese territorio, pero en un contexto de espacio
privado rentable. En un mundo así, como es lógico, el Estado
debe terminar, la propiedad estatal ya no existe, el monopolio de
la fuerza ya no pertenece a los Estados nacionales, los
impuestos de Glovo, Google, Amazon no entran en las arcas
nacionales, la jurisdicción ya no apela a la Constitución, el
Estado ya no emite dinero porque la moneda nacional ya no
existe, lo público desaparece. En este punto, para el control total
es preciso que el consumidor esté conectado las 24 horas del día
y que esté aterrorizado de la corporeidad. En esto estamos en un
buen punto, la mayoría de las personas ya están de buena gana
en casa. El 5G, en tal sentido, es indispensable. Una tecnología
que permita administrar 2 mil millones de dispositivos
subcutáneos, además de toda la domótica. Por lo tanto, lo que
estamos viviendo con el 5G es esto: las grandes empresas
privadas se están comprando nuestros lugares de vida: land
grabbing (acaparamiento de tierras)».

101
PD: Obviamente, el virus en sí no tiene ningún papel en esta
historia. El virus como un problema en sí mismo no existe.
Existe el miedo, que, de hecho, ataca nuestra debilidad, el terror
de morir, teniendo a nosotros mismos y a nuestro cuerpo como
único horizonte».
Entonces EffeZeta concluye con un llamamiento: «Nos dijeron
desde pequeños que el pueblo no puede vencer, y claramente lo
dicen para incitarnos a la inacción. Si tienen hijos, o una pizca
de dignidad, este es el momento de volverse nómadas. Es el
momento de tirar la PC por la ventana. Todo el mismo día. En
un acto épico de rebelión».
30 de abril
La administración Trump corta los fondos a los Estados
precisamente cuando están bajo el ataque del virus. Deben
arreglársela solos, le dice a los gobernadores de Nueva York y
de California. Es un modo de presionarlos para que renuncien
al lockdown y reanuden la actividad económica cueste lo que
cueste, mientras grupos de trumpistas armados ingresan al
edificio del gobierno de Michigan. Uno de los
manifestantes anti-lockdown lleva un cartel en el que se
reivindica el trabajo que da libertad. El cartel está escrito en
alemán, y dice exactamente: «Arbeit macht frei».

102
103
1 de mayo 
El Economist se preocupa con el realismo brutal que caracteriza
desde siempre a este antiguo periódico: el libre mercado está en
peligro. «Las adquisiciones de bonos del Tesoro por parte de la
Reserva Federal se parecen mucho a imprimir dinero para
financiar el déficit. El Banco Central ha anunciado programas
para sostener el flujo de crédito a las empresas y a los
consumidores. La FED actúa como prestamista de última
instancia para la economía real, no solo para el sistema
financiero… Larry Kudlow, director del Consejo Económico
Nacional de Estados Unidos, denomina al estímulo fiscal
decidido por la administración Trump “el mayor programa de
asistencia para Main Street en la historia de los Estados
Unidos”, comparándolo con los salvatajes de Wall Street de
hace solo una década. En Estados Unidos, los ciudadanos
recibirán cheques de mil doscientos dólares» (con la firma de
Trump. Arrogancia suprema). 
Además, el Economist escribe: «El modelo de Estado que se
estableció en Europa entre los años cincuenta y setenta, en el
que los burócratas controlaban los servicios, desde la
electricidad hasta el transporte, sería inimaginable sin la
experiencia de la guerra, en la cual el Estado controlaba
prácticamente todo, y la gente común hacía enormes sacrificios
tanto en el campo de batalla como en casa».
Las catástrofes (guerras, pandemias) promueven el
fortalecimiento de los aparatos estatales, dice The Economist,
que teme sobre todo que el Estado aplique impuestos a sus ricos
lectores. «La nueva idea de que el gobierno debe salvar a toda
costa las empresas, el empleo y los ingresos de quienes trabajan
podría consolidarse. Un número cada vez mayor de países

104
tratará de ser autosuficiente en la producción de bienes
estratégicos como los medicamentos, el material sanitario e
incluso el papel higiénico, lo que provocará una mayor
retracción de la globalización. El rol del Estado podría cambiar
definitivamente. Las reglas del juego han sido modificadas
durante siglos en una dirección, pero ahora un giro radical se
alza amenazador en el horizonte». 
El socialismo de Estado que, según el Economist, está surgiendo
de las medidas de apoyo a la demanda y del fortalecimiento de
la intervención pública en áreas como la salud asusta al
periódico fiel del neoliberalismo global. Comprensible. Pero
¿puede el intervencionismo de Estado salvar de por sí la
situación, puede restituir energía a un cuerpo colectivo
debilitado, distanciado, temeroso de moverse? No lo creo.
El poder del dinero parece haberse debilitado.
Por mucho tiempo la aceleración tecnofinanciera, por mucho
tiempo la precariedad han llevado al agotamiento de las energías
mentales del género humano: ahora el mundo parece haber
entrado en un estado de debilitación permanente. 
En 1976 Baudrillard había intuido que solo la muerte escapa al
código del Capital. Largamente desplazada de la escena de la
expansión ilimitada, la muerte ahora reaparece en el horizonte.
En la época digital y neoliberal la abstracción financiera ha
puesto en jaque a la sociedad. Y luego llegó el bio-info-psico-
virus, una concreción matérica proliferante que ha puesto en
jaque a la abstracción del Capital. 
Ahora comienza una nueva partida.
Como en El séptimo sello, la película de Bergman, donde el
noble caballero Antonius Block, de regreso de la cruzada,
encuentra que la Muerte lo espera en la playa de un mar

105
tempestuoso. Alrededor, en las tierras del Norte, azotan la peste
y la desesperación, y Antonius desafía a la Muerte a una partida
de ajedrez, y la Muerte acepta el aplazamiento. Así ahora en el
horizonte de nuestro siglo se dibujan los colores de la extinción,
y la partida de ajedrez puede comenzar. Le daremos el nombre
de una obra de Samuel Beckett, Final de partida, en la que
Nagg y Neil viven en tachos de basura, mientras que Hamm es
ciego y no puede caminar. 
Para ganar esta nueva partida, me parece, sería necesario hacer
dos simples movimientos, o tal vez tres: redistribuir la riqueza
producida por la comunidad, garantizar a cada uno un ingreso
suficiente para llevar una existencia muy frugal, abolir la
propiedad privada, invertir todo en investigación, en educación,
en salud, en transportes públicos. Simple, ¿no?
Lamentablemente no creo que estemos a la altura, me refiero a
nosotros, al género humano. Simplemente el género humano no
está a la altura de la situación, hay poco que hacer. Y como dice
Pris, la replicante de Blade Runner: somos estúpidos,
moriremos. No hay necesidad de hacer un drama de esto. 
El bio-virus es la irrupción de la materia sub-visible en el ciclo
abstracto del tecnocapital.
Los gritos de protesta, las bombas molotov arrojadas contra las
ventanas de los bancos, el voto de la mayoría de los ciudadanos
griegos no supieron detener la agresión financiera contra la vida
social, ni pudieron algo las consideraciones razonables de
economistas y periodistas que se habían dado cuenta del peligro
extremo de esa concentración loca de riqueza en manos de una
ínfima minoría. 
Ahora el bio-virus se venga, pero no hay modo de gobernarlo,
de doblegarlo a favor del bien común. Por lo tanto, deviene
info-virus, se transfiere a la infósfera y satura la mente colectiva

106
con el miedo, la sospecha, la distancia. El riesgo es que se
estabilice como psico-virus, como patología tendencialmente
fóbica de la epidermis, como parálisis del deseo erótico y, por lo
tanto, como depresión generalizada y, finalmente, como psicosis
agresiva latente, lista para manifestarse en la vida cotidiana o en
la dinámica geopolítica desquiciada.
El circuito bio-info-psicótico del contagio ha vuelto inservibles
a los instrumentos tradicionales de la intervención financiera, y
ha paralizado la voluntad política, reduciéndola a ser ejecución
militar de un programa sanitario.
3 de mayo 
Recibí un mensaje de Angelo que termina así: «Creíamos que la
Tierra, ahora totalmente antropizada, no nos reservaría más
sorpresas y, por el contrario, estamos entrando en una terra
incognita donde los virus son los “leones” del pasado. En fin,
sigo tu diario con cierta angustia, habiendo casi agotado las
esperanzas de que los vaticinios que destilas, escudriñando día a
día el horizonte, puedan volverse menos sombríos y
desesperados de lo que parecen».
Nathalie Kitroeff cuenta en el New York Times que el embajador
estadounidense en México está presionando para que las
fábricas del norte mexicano, que abastecen el ciclo del
automóvil yanqui, comiencen a funcionar nuevamente a pesar
del contagio, a pesar de las medidas de confinamiento decididas
por las autoridades del país que está bajo la amenaza constante
del muro de Trump.
Christopher Landau, así se llama el embajador, dijo que si
México no responde a las exigencias estadounidenses perderá
los encargos que mantienen en funcionamiento esas fábricas. Es
el embajador del país al que hemos considerado líder de
Occidente, del país que ha inspirado las reformas impuestas por
107
la fuerza de las armas y de las finanzas en los últimos cuarenta
años. Pero es legítimo alimentar la esperanza de que este país no
sobreviva a la catástrofe que lo está envolviendo. La miseria, la
desocupación, la depresión, la violencia psicótica, la guerra civil
pronto lo harán pedazos, ya lo están haciendo pedazos.
Desafortunadamente, antes de desaparecer, el imperio psicótico
estadounidense usará, o intentará usar, la fuerza devastadora de
la cual su ejército es depositario a pesar de todo.
Es por esto, no por los efectos del coronavirus, que la extinción
de la civilización humana en la Tierra es actualmente la
perspectiva más probable. Después de cinco siglos es difícil no
verlo: Estados Unidos ha sido el futuro del mundo, y ahora
Estados Unidos es el abismo en el que el mundo parece
destinado a desaparecer.
Desde su clausura parisina, Alex me escribe este mensaje: «El
coronavirus es la forma de imaginación material con la que la
Tierra nos reexamina sobre el devenir posible de nuestra especie
y del planeta entero. Aquellos que pensaban que la imaginación
pertenecía solo al hombre en las formas abstractas de la
recombinación simbólica se equivocaban gravemente. Una
pequeña mutación material (¿orgánica?, ¿inorgánica?, no es
importante) destruye las grandes construcciones simbólicas que
estaban aniquilando toda forma de vida en el planeta. Destruye
y reimagina, dado que cada recombinación de lo virtual no
puede dejar de demoler y de crear nuevos espacios de
posibilidad. Caosmosis…».
En el sitio de Psychiatry Online, Luigi D’Elia sostiene la tesis
de que el principio de reciprocidad está destinado a tomar el
lugar del principio de la deuda, siempre que –esto no lo dice
pero me parece implícito– la sociedad no haya decidido
desintegrarse: todas las deudas son impagables, ahora es el

108
momento de aceptarlo, de eliminar de la economía el concepto
de deuda, y de sustituirlo por el de reciprocidad.
El primer ministro de Etiopía lo explica con absoluta claridad en
un artículo publicado en el New York Times titulado «Por qué
debe suprimirse la deuda global de las naciones pobres».
Reciprocidad significa interdependencia e interconexión. Solo
algo como una pandemia vuelve observable el hilo que une a
todos. El plano evolutivo de la nueva racionalidad
(antimercadista) es que ahora se vuelve «conveniente»
(precisamente en el sentido utilitario clásico) colaborar y revisar
las reglas del juego. Entre ellas, la tiranía de la deuda es la
primera que debe caer.
Cuando ya no te puedo pagar la deuda, mi caída es tu caída. El
contagio lo ha demostrado. Los alemanes tienen algunas
dificultades para aceptar el concepto, pero pronto tendrán que
asumirlo.
Si no somos capaces de modificar radicalmente la forma general
en que se desenvuelve la actividad humana, si no somos capaces
de salir del modelo de la deuda, del salario y del consumo, diría
que la extinción está garantizada al cabo de dos generaciones.
¿Les parece una afirmación un poco arriesgada? A mí también;
sin embargo, empiezo a no ver una tercera vía entre el
comunismo y la extinción.
Luego hay que decir que la extinción en sí misma no es
finalmente tan fea de imaginar. La Tierra se libera de su
huésped arrogante y codicioso, y buenas noches.
Pero lamentablemente no sucederá todo en un santiamén –nos
dormimos a medianoche y a la mañana no estamos más. La
extinción es un proceso que ha comenzado hace algunos años y
se desarrollará a lo largo del siglo: masas de población
hambrienta que se desplazan desesperadamente en desiertos en
109
expansión, guerras de exterminio por el control de las fuentes de
agua, incendios que devastan territorios enteros, y,
naturalmente, epidemias virales cada vez más frecuentes.
Deberíamos haberlo entendido: de ahora en adelante el
capitalismo será solo un océano de horror.
 

Playa de San Agustinillo, Oaxaca, México. Imagen: Nicolás


Espert
4 de mayo 
A media tarde inflamos las ruedas de la bicicleta y dimos una
vuelta por el centro de la ciudad.
Los autos comenzaron a circular de nuevo, pero pocos.
Muchachas en pantalones cortos y chicos sobre sus monopatines
eléctricos. Todos tienen su barbijo. Casi todos.
Es el día de volver a salir. Wow. Pero ¿para ir adónde? La
Confindustria está inquieta, para los patrones es normal que

110
millones de personas se hundan en la enfermedad y en la
muerte, siempre y cuando la competitividad no decaiga.
«Me da miedo la idea de que se normalice la distancia social, de
no poder abrazarnos, tocarnos: esta perspectiva profiláctica me
da pánico», me escribe Alejandra, que terminó su tesis doctoral
dedicada a la identidad digital y debería defenderla. ¿Pero
cuándo y cómo? Probablemente en septiembre, a distancia. 
5 de mayo
Trump estaba convencido de que su nombre, ese monosílabo
ridículo y vulgar, había ganado el récord absoluto en
el mediascape (paisaje mediático) de todos los tiempos. Incluso
ha dicho en alguna parte, si no recuerdo mal, que su nombre era
lo más citado desde que existe una esfera pública global. Creo
que ahora está enfurecido por el hecho de que la palabra
«coronavirus» le ha arrebatado ese récord.
El Corriere della Sera, con su provincialismo que atrasa
cincuenta años, deposita la confianza en los intelectuales
franceses como si todavía existieran. Hoy, un breve texto de
Houellebecq, que dice: «no creo medio segundo en las
declaraciones del tipo “nada será como antes”. Por el contrario,
todo permanecerá exactamente igual. El desarrollo de esta
epidemia es de hecho notablemente normal».
Todo permanecerá exactamente igual, dice Houellebecq.
Bendito sea.
Veo una suerte de desquiciamiento. La vida social ha hecho
saltar los fundamentos formales y los fundamentos psíquicos. El
fundamento del trabajo, el fundamento de la deuda, el
fundamento del salario ya no funcionan. El fundamento de la
oferta y la demanda ya no mantiene juntos a los flujos de

111
mercancías, como el petróleo, que navega en los océanos porque
todos los depósitos están llenos.
El dinero, fundamento que concatenaba antes todos los
fundamentos, termina arrojado por montones aquí y allá
desesperadamente en un esfuerzo por cerrar el gran agujero,
pero ha perdido su encanto y la capacidad de movilizar energías.
De la malvada tierra de las pesadillas púrpuras emerge
impensada una tempestad.
Una concreción matérica, invisible, proliferante corroe los
fundamentos; sin embargo, sería superficial pensar que el virus,
este agente biológico que se ha transferido a la información y
desde allí ha transmigrado a la psique humana, es la causa que
explica el desquiciamiento.
Durante mucho tiempo los fundamentos estaban cediendo.
Chirriaban.
Pero parecía que no teníamos alternativa. De hecho, por el
momento se confirma que una alternativa tarda en manifestarse,
y no podemos descartar que nunca tome una forma coherente.
Sin embargo, mientras tanto el edificio ya no está en pie.
En neurogreen, la lista más exclusiva y encantadora de la
Infósfera, Rattus comunica que salió Rizomatica. Corro a verla,
está llena de ideas. Vayan también a verla.

6 de mayo 

Mi viejo amigo Leonardo me invitó a participar de un seminario


sobre perspectivas psicopatológicas y psicoterapéuticas abiertas
(o cerradas) por el distanciamiento. Realizo los procedimientos
112
habituales que me llevan a la reunión de Zoom, y encuentro un
cenáculo de psicólogos que se encuentran en una decena de
ciudades diferentes de América Latina y de Europa. La
discusión es apasionante, estimulante, por momentos
inquietante. No son intervenciones teóricas sino piezas de
autoanálisis, fenomenología de lo experimentado por quienes
cotidianamente se encuentran con pacientes, principalmente en
forma virtual.
La pregunta central que veo surgir de estos relatos es: ¿cuáles
son los tiempos, cuáles serán las modalidades de elaboración del
trauma producido por el contagio y por el confinamiento?
En primer lugar, debemos prever una especie de sensibilización
fóbica al contacto con el otro. El distanciamiento, la angustia
del acercamiento a la piel del otro: todo esto actúa en un plano
que no es el de la voluntad consciente, sino el del inconsciente.
De repente me doy cuenta de que estamos entrando en la tercera
era del inconsciente y, por lo tanto, en la tercera era del
psicoanálisis.
Antes, en el paisaje ferroso de la industria y de la familia
monogámica, dominaba la neurosis, patología vinculada a la
represión de las pulsiones, a la eliminación del deseo. La era del
psicoanálisis freudiano. Luego el esquizoanálisis anticipó la
ruptura del límite, el surgimiento del esquizo como figura
predominante del panorama colectivo.
En la esfera del semiocapital el inconsciente se propaga, el
imperativo general ya no es la represión, sino la
hiperexpresión. Just do it. La explosión reticular del
inconsciente produjo la propagación de patologías psicóticas de
tipo narcisista, pánico y, finalmente, depresivo.

113
Luego, por efecto del bio-virus que ataca la Psicósfera, pasamos
de la conexión voluntaria de las décadas de Internet a la
conexión obligatoria en el distanciamiento. Zoom, Instagram,
Google nos permiten continuar el flujo social e informativo,
pero solo a condición de renunciar al contacto de la epidermis, a
la respiración compartida. La tecnología 5G hará posible una
penetración integral de la vida por parte de la conexión.
En la esfera pasada de la conexión voluntaria se desarrolló un
proceso de hiperexcitación y de desensibilización; aplazamiento
del placer en nombre de una excitación constante y de un deseo
sin cuerpo. En la psicosis de la hiperexpresión, el deseo se
movilizaba contra sí mismo, la imaginación delirante no
encontraba el plano de la realidad.
Pero ahora que entramos en la esfera de la conexión obligatoria
y del distanciamiento de los cuerpos, lo que se va delineando es
quizás una sensibilización fóbica al cuerpo del otro. Miedo al
acercamiento, terror al contacto. ¿O bien, en un giro ahora
impredecible, la sobrecarga conectiva llevará a un rechazo, el
hechizo virtual podría romperse?
El trabajo del trauma no es inmediato, se desarrolla en el
tiempo: al principio se manifestará la sensibilización fóbica,
junto con la angustia del acercamiento de los labios a los labios.
¿Podemos prever que luego del dominio de la neurosis
freudiana, luego del dominio de la psicosis semiocapitalista,
entraremos en una esfera dominada por el autismo como
parálisis de la imaginación del otro?
Preguntas bastante inquietantes pero urgentes, a las que ahora
no sé dar una respuesta.
¿Estoy confundido? Es cierto, estoy un poco confundido, sepan
disculpar.

114
7 de mayo
Trump dice: hemos hecho todo lo que se podía, ahora basta,
volvamos al trabajo.
En verdad, el país se encuentra en una fase de expansión
imparable del contagio. La Universidad de Washington espera
134 mil muertes de aquí a agosto. Oficialmente mueren ahora
entre dos y tres mil personas por día, el ritmo debería acelerarse
hasta principios de junio. Pero Trump dice: dejémonos de
historias, necesitamos ponernos en forma y make America great
again. Treinta mil casos de infección por día en el país, y en
muchos estados el número está creciendo. Pero Trump tiene
prisa.
Uno de cada cinco niños pasa hambre en el país faro de
Occidente. Tres veces más que en 2008, al comienzo de la que
parecía una recesión tremenda. En aquel entonces había que
salvar a los bancos; los salvaron y destruyeron las condiciones
de supervivencia de la sociedad.
8 de mayo 
Sesenta mil inmigrantes, en su mayoría africanos, después de
haber atravesado el desierto, después de haber sido detenidos y
violados en los campos de concentración libios construidos por
voluntad y designio de Marco Minniti, después de haberse
arriesgado a ahogarse en el canal de Sicilia, llegaron al sur de
Italia y encontraron trabajo en los campos. Diez, doce horas por
día bajo el sol por tres o cuatro euros la hora. El verano pasado
alguien murió bajo el sol de Apulia para recoger los tomates de
mierda que los italianos ponen en los espaguetis con los que
bien podrían atragantarse.

115
Ahora surge un problema: ya nadie está yendo a recoger los
duraznos y los tomates.
Entonces, las empresas agrícolas pidieron movilizar lo más
rápido posible a esos sesenta mil, y la buena de la Ministra de
Agricultura propuso regularizarlos o al menos darles un permiso
de residencia de seis meses, se entiende: es para hacerlos
trabajar como esclavos, no para que vayan a bailar la tarantela.
Ayer fue el debate en el parlamento y en el parlamento hay un
partido de ignorantes nazistoides a los que voté hace siete años
(que dios me perdone) que se llama cinco estrellas de mierda.
Las cinco estrellas de mierda se asustaron mucho ante la idea de
que los negros pudieran ser regularizados, le tienen terror a la
amnistía. Que los esclavos trabajen y se queden mudos es su
moral de moralistas de mierda.
Ahora pueden quedarse tranquilos: el parlamento decidió que
tendrán un permiso pero solo por tres meses. El tiempo
suficiente para trabajar diez horas por día, alguno de ellos
morirá infartado por el calor, recibirán dos euros la hora o tal
vez tres. Y las cinco estrellas de mierda estarán contentas: a la
espera de que este país de infames se hunda definitivamente en
la miseria. Cuestión de esperar algunos meses.

116
117
 Una página muy interesante en el Financial Times. Con el
título «Can we both tackle climate change and build a Covid-19
recovery?» (¿Podemos combatir el cambio climático y al mismo
tiempo construir una recuperación del Covid-19?)  plantea la
cuestión: ¿será posible lidiar con los efectos económicos
del lockdown y al mismo tiempo reducir el consumo de energías
de origen fósil para mitigar el calentamiento global?
Un voluntarioso artículo de Christina Figueres del secretariado
de las Naciones Unidas comienza diciendo: «la pregunta no es
si podemos enfrentar simultáneamente la pandemia y el cambio
climático, la verdadera pregunta es si podemos darnos el lujo de
no hacerlo». Muy débilmente la bien intencionada Figueres
habla de crecimiento sostenible: «No podemos pasar de la
pandemia a las brasas de un cambio climático acentuado… los
programas de recuperación deben empujar a la economía global
hacia un crecimiento sostenible y una mayor resiliencia».
El uso repetido de la palabra «sostenible» delata un poco la
fragilidad del razonamiento. Recuperación sostenible,
crecimiento sostenible, pero ¿cómo se hace?
La respuesta del malvado Benjamin Zycher, que trabaja para el
ultraconservador American Enterprise Institute, suena
dolorosamente más creíble, más concreta, no obstante el
desinterés evidente por el destino al que están condenados los
seres humanos.
«La energía no convencional no es competitiva en términos de
costos, de otra manera, ¿por qué se necesitarían impuestos
subsidiados y mercados garantizados para hacerla posible? La
falta de confiabilidad del viento y del sol, el contenido de
energía no concentrada en los flujos de aire y en la luz solar, los
límites teóricos de la conversión del viento y del sol en energía
eléctrica son las razones por las que mayores cuotas de mercado

118
para las energías renovables han provocado un aumento en los
precios tanto en Europa como en los Estados Unidos… Priorizar
la política climática impedirá que muchas personas mejoren sus
condiciones, especialmente después del terrible shock
económico causado por el lockdown. Además, si los países
experimentan una reducción de la riqueza tendrán menos
recursos para la protección del medio ambiente. No es cierto
que los defensores del crecimiento odien el planeta. Es cierto,
sin embargo, que los ambientalistas odian a la humanidad».
Por supuesto, sé bien que el American Enterprise Institute es
una asociación de criminales que en el pasado apoyó, por decir
lo menos, las guerras de George Bush, y que vive de los
financiamientos de organizaciones caritativas como la Exxon
Corporation y etcétera.
Sin embargo, las consideraciones de este sinvergüenza son más
convincentes que las consideraciones de la angelical Figueres.
El problema es que el enunciado «crecimiento sostenible» es un
oxímoron, con todas las nociones llenas de humo de quienes
predican la economía verde para una recuperación dulce del
capitalismo.
No hay ya ninguna posibilidad de crecimiento económico, no
hay ya ninguna posibilidad de un aumento del producto global
sin extracción, destrucción, devastación ambiental. Punto. Si
«crecimiento» quiere decir acumulación de capital,
competencia, expansión del consumo, el crecimiento es
incompatible con la supervivencia a largo plazo de la
humanidad.
Por otra parte, el club en Roma lo dijo con claridad hace ya
cincuenta años, en el famoso Informe sobre los límites del
crecimiento. «Un planeta finito no puede sostener un
crecimiento económico infinito». 

119
Simple, ¿no?
Para la supervivencia de los humanos no es necesario el
crecimiento infinito, es necesaria una distribución igualitaria de
lo que la inteligencia técnica y la actividad libre pueden
producir. Es necesaria además una cultura de la frugalidad, que
no significa ni pobreza ni renuncia, sino un desplazamiento de
la atención de la esfera de la acumulación a la esfera del
disfrute. 
El capitalismo cambia siempre, pero en esencia no puede
cambiar. Se basa en la explotación ilimitada del trabajo humano,
del saber colectivo y de los recursos físicos del planeta. Ha
desempeñado su función en los últimos quinientos años, ha
hecho posible el enorme progreso de la modernidad, y el horror
del colonialismo y de la desigualdad. 
Ahora se terminó. Solo puede continuar su existencia
acelerando la extinción del género humano, o al menos (en la
mejor de las hipótesis) la extinción de aquello que hemos
conocido como civilización humana.
Un estudio titulado Genitorialidad en tiempos del Covid-19 nos
informa que no se espera un baby boom como efecto
del lockdown. 
Bocanada de alivio.
Las preocupaciones económicas sobre el futuro, y tal vez
incluso cierto desgano por la proximidad, llevan a las parejas a
aplazarlo. «El 37% de quienes planeaban tener un hijo antes de
la pandemia ha cambiado de opinión». Como suele decirse: no
hay mal que por bien no venga. 
Según los demógrafos, para finales del siglo los seres humanos
en la Tierra deberían ser entre nueve y once mil millones. Con

120
una cifra así, no hay duda de que la partida de ajedrez la gana el
jugador que porta la guadaña. 
Pero la investigación da esperanza de que el virus nos haya
hecho recobrar la razón al menos un poco.
9 de mayo El sol se filtra alegre por la ventana entreabierta, y
me vino a la mente la playa inmensa de San Augustinillo. En
realidad no se podía nadar en ese mar, era tan peligroso que allí
cerca había una playa que se llamaba La playa del muerto,
porque quienes se zambullían allí a menudo no volvían a la
orilla. No es conveniente tomarse en broma al Océano Pacífico.
Alquilamos una cabaña de madera en Punta Placer y al
anochecer íbamos a comer a Nerón, y a la vuelta en la oscuridad
caminábamos por la playa y yo decía: Lupita Lupita amor della
mia vita.
 Quizás este sea el final. O quizás no.
  
*El artículo original fue publicado en Nero Editions.
Traducción para Sangrre de Emilio Sadier.

121
¡REPARTIR! CRÓNICA DE LA PSICODEFLACIÓN #7,
POR FRANCO “BIFO” BERARDI

¡Bien venga mayo/ y el gonfalón salvaje! / Bien venga


primavera,/ que a todos enamora: / doncellas, en hilera/ con
vuestros amadores, / que de rosas y flores, / os hace bellas
mayo…
Angelo Poliziano, III

122
11 de mayo 
Desde que, tras un año de sufrimiento y de agonía, mi madre se
fue en mayo de 2015, la muerte ha sido el tema dominante de
mi reflexión.
La cortejaba, en cierto sentido, la desafiaba a que viniera a
encontrarme posiblemente de noche, sin hacer ruido. La idea de
una larga vejez doliente y obtusa, la idea del colapso repentino
que quita la conciencia me aterrorizaba. Y además, francamente,
jamás creí que la longevidad fuera una estrategia inteligente
desde el punto de vista de la vida feliz, y tampoco me
convencieron nunca todos los dimes y diretes acerca de los
viejos que envejecen bien, que hacen gimnasia, etc. Digamos
que la longevidad no va conmigo; los demás que hagan lo que
quieran.
A mediados de 2019 había comenzado a escribir un libro del
cual me gustaba sobre todo el título. Devenir nada. 
Buen título, ¿no?
Escribí unas cien páginas, pero muchos asuntos permanecían en
estado de bosquejo, y, sobre todo, no estaba apurado. También
había llegado a pensar que quizás un libro llamado Devenir
nada debería desvanecerse suavemente con su temerario autor,
y quedar incompleto al borde de la eternidad.
En los últimos dos años, después del maldito viaje a Houston,
después de aquellos tres días en el lugar más horrendo en el que
jamás había pensado encontrarme, también las ganas de viajar
se estaban apagando un poco. Cada vez que iba a algún lado
(seguí haciéndolo hasta febrero) me daba la sensación de
someterme a un estrés inútil: hablar en público se había vuelto
cansador. La última conferencia pública que di, en Lisboa, el 20

123
de febrero, la recuerdo como una pesadilla. Hablaba en un
centro social dentro de una especie de garaje grande y largo
lleno de una multitud ruidosa y colorida. El tema, vagamente
yeta, si no recuerdo mal, era el apocalipsis irónico, o quizás la
ironía apocalíptica. Poco importa, la cuestión es que estaba
jugando con fuego.
Ese día no me sentía bien: me dolía el oído, me latía la cabeza,
respiraba con dificultad y, en cierto momento, mientras le
hablaba a esa multitud absorta, desde afuera llegó el aullido
ensordecedor de una sirena. Tal vez una ambulancia, tal vez un
coche de policía, no lo sé. Ese ruido infernal zumbó en la gran
sala, me hizo perder el equilibrio, la calma y, sobre todo, el hilo
del discurso. La ola de pánico duró unos diez segundos en un
silencio inquieto, luego me recuperé normalmente, bromeando
sobre mi estado de confusión mental. Dije que me estaba
sintonizando con la psicósfera pánica, y que la sirena ululante
era parte de la performance, y terminé prometiendo como de
costumbre insurrecciones felices. Dos días después, regresaba a
Italia y al llegar al aeropuerto de Bolonia me apuntaron con una
pistola termómetro a la cabeza y tuve la prueba de que el mundo
estaba entrando en una nueva era.
En los siguientes meses todo cambió, es decir, no realmente
todo, sino muchísimo. En primer lugar, el viaje a Lisboa fue el
último, al menos por ahora, y no puedo descartar que sea el
último forever. Veremos.

124
Desde aquel momento, la curiosidad por el futuro capturó mi
vida mental con una fascinación tan fuerte que le propuse a la
parca que cortejaba insolentemente que esperara un rato;
primero quisiera ver cómo va a terminar. Ya lo sé, sé que no va
a terminar en ninguna parte, porque nunca nada termina y
siempre todo continúa. Pero por lo menos ver qué giro toma la
historia del mundo, si se me permite.
Detesto a los que se avergüenzan o incluso se escandalizan
cuando se habla de la muerte, como si fuera algo poco delicado.
Hace unos años, un filósofo muy respetado me dijo: oye, ya que
hablas tan a menudo de la muerte, ¿por qué no te suicidas? Y
agregó que para Spinoza solo la vida es un asunto del cual los
filósofos se pueden ocupar. En ese momento me convencí de
que el filósofo muy respetado no era más que un presuntuoso.
Un filósofo que no se ocupa de la muerte, que me perdone
Spinoza, no es un filósofo, sino un chocolatero.

125
En los Estados Unidos hay oficialmente ochenta mil muertos, lo
que quiere decir que son al menos el doble. Esto no preocupa
demasiado al presidente, quien hasta hace unos días enviaba
mensajes despreocupados y beligerantes; pero en los últimos
días suspendió las conferencias de prensa en las que daba
consejos médicos y lo vemos con el ceño un poco fruncido. El
semestre que lo separa de las elecciones corre el riesgo de no ser
fácil para él; ahora, para colmo de males, tres personas que
trabajan diariamente en la Casa Blanca dieron positivo en el test
de coronavirus: la portavoz de Pence, un mayordomo y un
consultor que frecuenta la protegidísima Ala Oeste del edificio
presidencial. No podría ser peor para el capomafia: si incluso
allí dentro, en el lugar más protegido que hay, tres personas
fueron alcanzadas por el virus, es difícil seguir incitando a las
personas a que vuelvan al trabajo.
Los desocupados son ahora alrededor de veinticinco millones y
se espera que se conviertan en treinta y cinco millones el mes
próximo. Y como en ese país los que no tienen dinero no
pueden curarse, los pobres, los afroamericanos y los latinos
mueren por miles cada día, cada día, cada día.
Una iluminación y una esperanza: ¿qué pasaría si Trump uno de
estos días estirara la pata como un perro entre un tweet y otro?
Tal vez no le disgustaría irse en este momento. Podría
presentarse con San Pedro diciéndole “soy el presidente de los
Estados Unidos, dejame pasar”, pero creo que San Pedro le diría
“andate a la mierda”. Pero así al menos el charlatán podría
evitar el papelón de ser derrotado por un caballo rengo como
Joe Biden, mientras afuera protestan cuarenta millones de
desempleados.
Cómo luego, pensando en el presidente de los Estados Unidos,
me vino a la cabeza la novela Los novios, de Alessandro
Manzoni, no lo sé, pero se los dejo a su imaginación. Anoche
126
me acordé de la escena en la que don Rodrigo se despierta por la
noche y descubre que tiene en el cuerpo «un repugnante bubón
de un violáceo amoratado». Seguramente lo recuerden: «el
hombre se vio perdido. Lo invadió el terror de la muerte y, con
un sentido quizá más fuerte, el terror de convertirse en presa de
los monatos, de ser llevado, arrojado al lazareto».
¿Qué hace entonces, aterrorizado, el jefe de los malvados, el
raptor de Lucía? ¿Llama al vicepresidente? Más o menos:
Agarró la campanilla y la sacudió con violencia. Apareció al
instante el Griso, que estaba alerta. Se paró a cierta distancia del
lecho, miró atentamente al amo y comprobó lo que por la noche
había conjeturado.
«Mike», exclama el desgraciado, «es decir, Griso, siempre me
has sido fiel…»
«Sí, señor.» 
«Siempre te he hecho bien.»
«Por su bondad.» 
«De ti puedo fiarme…» 
«¡Diablos…!» 
«Estoy mal, Griso.» 
«Me había percatado de ello…» 
«¿Sabes dónde vive Chiodo el cirujano?» (Así en aquel
entonces se llamaba Anthony Fauci…)
Don Rodrigo implora al Griso que vaya a buscar al cirujano y
vuelva con él, pero previsiblemente el Griso lo traiciona, como
ciertamente recuerdan mis veinticinco lectores.
En lugar de ir a lo de Fauci, va a lo de los monatos, les avisa
que su amo tiene el coronavirus, los lleva a la casa del pobre
127
don Rodrigo, quien, naturalmente, al verse traicionado, se pone
muy, muy mal: «Los monatos lo tomaron, uno por los pies y el
otro por los hombros, y fueron a colocarlo sobre una camilla
que habían dejado en la habitación de al lado; luego, habiendo
levantado el miserable peso, se lo llevaron.»
 

“Los Monatos”, de Gaetano Previati (ca. 1895–99)


12 de mayo 
A principios de mayo estaba prevista la salida de mi libro que
más quiero, aunque solo sea por el hecho de que he trabajado en
él durante más de veinte años y nunca termina, tanto es así que
se llama E —como erotismo, estética, epidermis, extinción,
etcétera.
Se llama E porque comienza citando a Rizoma, donde los dos
viejos amigos dicen (¿recuerdan?) que la historia de la filosofía
occidental está compuesta de disyunciones o… o… o… y en su

128
lugar ahora debemos hacer una filosofía de conjunciones y…
y… y…
Precisamente.

Mayo 13 
No me hago ilusiones de que el colapso pandémico tenga
efectos socialmente positivos en lo inmediato. Por el
contrario, como escribe Arundhati Roy, «el coronavirus entró en
los cuerpos humanos y amplificó patologías existentes, entró en
los países y sociedades y amplificó sus enfermedades y
patologías estructurales. Amplificó la injusticia, el sectarismo,
el racismo, las castas y, sobre todo, la desigualdad». Según
Arundhati, el virus detuvo la máquina; ahora se trata de parar el
motor, para volver definitivamente inoperante a la economía
orientada al lucro. Cueste lo que cueste.
El ciclo de acumulación no se reanudará, porque las
articulaciones están desquiciadas: la sanitaria, la psíquica, la
productiva, la distributiva… todo se ha ido a la mierda.
En las últimas décadas, la precarización del trabajo ha
fragilizado a la sociedad y ha debilitado su resistencia. El
Covid-19 fue el golpe final: la sociedad fue disgregada por el
encierro obligatorio y el miedo, y hasta el momento no es
posible resistir con la acción. Por más paradójico que parezca,
es precisamente la pasividad la que vencerá al capitalismo
conduciéndolo a la muerte por asfixia. La forma más subversiva
de pasividad es la insolvencia, que consiste en hacer saltar todo
no haciendo nada, y, más precisamente, limitándose a no pagar
por la sencilla razón de que no podemos pagar.
129
La insolvencia no tiene necesidad de ser propagandizada,
predicada, gritada: vendrá por sí sola como consecuencia natural
del colapso de la economía. La insolvencia no es una culpa sino
una necesidad universal. Y la sociedad tendrá que comenzar a
experimentar formas locales y autónomas de producción y
distribución destinadas a la supervivencia y al placer.
En agosto del año pasado me llamó por teléfono Marco Bertoni,
un músico a quien conocí quizás en los años ochenta, cuando
formaba parte del Confusional Quartet, que tenía una posición
particular, no marginal sino extrema, en la escena musical
boloñesa de aquellos años. El viento punk-no wave había
llegado a Bolonia y se había mezclado con las últimas ráfagas
de la tempestad insurreccional del ’77. Por lo que la escena
musical estaba abarrotada y apasionada: los espectaculares
Skiantos, el radical-punk Gaznevada, los experimentales Stupid
Set y otros que no recuerdo.
Los Confusional eran más cultos, refinados, más música
contemporánea que pop, más jazz frío que punk-rock caliente.
Cuarenta años más tarde, en agosto de 2019, Marco me llamó
para decirme que tenía ganas de realizar una obra de la que solo
tenía en la cabeza el título. Y que la quería hacer conmigo, no sé
por qué. El título me fulminó, porque sintetizaba eléctricamente
muchas de las líneas que atraviesan este tiempo: la gran
migración, la gran expulsión, la violencia abstracta tecno-
financiera y la violencia concreta del nazismo reaparecido.
Cuando me dijo el título que tenía en mente, estuvimos
enseguida de acuerdo: Wrong Ninna Nanna.
“En las últimas décadas, la precarización del trabajo ha
fragilizado a la sociedad y ha debilitado su resistencia. El
Covid-19 fue el golpe final: la sociedad fue disgregada por el
encierro obligatorio y el miedo, y hasta el momento no es

130
posible resistir con la acción. Por más paradójico que
parezca, es precisamente la pasividad la que vencerá al
capitalismo conduciéndolo a la muerte por asfixia.”
Me imaginé a una joven madre hondureña que llegó al límite
entre Tijuana y San Diego, pero en la frontera hay guardias
armados y ahora ya no sabe a dónde ir y qué hacer y está allí,
sentada en el suelo acunando a su bebé. Pero también podría ser
una joven nigeriana o tunecina en un bote de goma rumbo a la
costa siciliana.
Marco y yo hemos tratado de imaginar lo que siente una madre
que ha traído al mundo a un ser sensible y vulnerable, sin pensar
quizás lo suficiente sobre el mundo en el que el recién llegado
debe crecer.
¿Hay alguna razón para reproducirse?
En la película Cafarnaúm, la directora libanesa Nadine Labaki
cuenta la historia de un niño sirio de doce años en un campo de
refugiados infernal de Beirut, que denuncia judicialmente a sus
padres por haberlo traído al mundo. La película de Labaki fue
para mí la principal inspiración de los textos que escribí para
Wrong Ninna Nanna: son poemas estrujados en la angustia de
una época sin más esperanza. Comenzamos a trabajar en
septiembre, luego llegó el otoño de la convulsión, las revueltas
gigantes y rabiosas de Hong Kong, Santiago, Beirut, París,
Barcelona.
Marco empezó a componer con todos los instrumentos
musicales provistos por la madre naturaleza: las hojas, el viento,
los cuervos, los gorriones, el agua que fluye, y también su piano
furiosamente tímbrico y coros de voces angelicales y
misteriosas.

131
Imagen de Cafarnaúm (2019), de la directora libanesa Nadine
Labaki.
Luego le preguntamos a una amiga performer a quien recuerdo
haber conocido en Nueva York cuando cantaba en locales punk
del Lower East Side y yo hacía de periodista musical, y que
Marco siguió en su carrera artística: Lydia Lunch, una de las
más grandes performers musicales de nuestro tiempo. Dijo que
sí, y grabó algunas pistas en su estudio, nos envió las
grabaciones y así comenzó un largo trabajo de edición. Luego le
escribí a Bobby Gillespie, el magnífico y muy delgado cantante
de los Primal Scream que seguramente todos conocen. ¿Tenés
ganas de poner tu voz recitando, cantando, haciendo lo que te
parezca con estas palabras y estos sonidos? Dijo que sí..
Luego llegó el coronavirus, la pandemia, el lockdown, y a esa
altura la maldición parecía cumplirse perfectamente, y creamos
una canción introductoria llamada «Earth and World» [Tierra y
Mundo], una melodía para voz abstracta, para voz no humana.

132
Una compañía discográfica nos propuso hacer una edición de
vinilo. Sí, ¿pero cuándo? ¿Cuándo se podrá reanudar la
producción de discos, de libros, de películas? 
Antes o después.
Mientras tanto, sin embargo, mientras esperamos que salga el
vinilo, queremos dar a conocer online este trabajo que parece
ser la banda sonora del apocalipsis. Hablamos con nuestros
amigos Cuoghi & Corsello, artistas boloñeses que conozco
desde cuando en los años ochenta algunas de sus etiquetas
llenaban las paredes de los suburbios de Bolonia, y les
propusimos colaborar en la realización en video de Wrong
Ninna Nanna.
Nos encontramos justo el día anterior al inicio del lockdown, y
en la soledad creativa de estos dos meses C&C realizaron el
video de algunas canciones. Los otros los hizo Marco Bertoni
con la ayuda de su hijo. Stay tuned.
14 de mayo 
Manifestantes milicianos armados ayudan a reabrir locales
comerciales en Texas.
Según el periódico Folha de São Paulo, las milicias
bolsonaristas no aceptarán la derrota y se están armando.
Guerra civil global en el horizonte.
Según Lorenzo Marsili, no debemos esperar demasiado del fin
del mundo:
«Olvídense de los sueños silvestres de desaceleración. Basta
pensar en esta paradoja: la aceleración vertiginosa del mundo y
del tiempo que nos rodea se produce a través de una crisis que
nos obliga a reducir la velocidad. Parece instaurarse un extraño
mecanismo por el que, cuanto más nos detenemos, más la

133
realidad es transformada por nuestro estar en casa. Lejos de
desacelerar el mundo, el Covid-19 ha acelerado fuertemente los
procesos de transformación personal, política y económica ya en
marcha».
«Un deshilachamiento más que un colapso».
«Tampoco el Covid-19 hará saltar al mundo por los aires. Pero
seguramente podrá llevar a su mayor deterioro: los negocios
artesanales podrán cerrar cada vez más rápidamente en
beneficio de la distribución organizada a gran escala; podrá
haber un endurecimiento de las medidas de austeridad para
expiar la culpa del endeudamiento necesario; podrá fortalecerse
la tendencia de los más ricos a prepararse rutas de fuga,
acelerando el proceso de separación de las élites de sus
comunidades nacionales. El punto es que la crisis ya no es una
interrupción de la normalidad. La normalidad es crisis. La crisis
ya no es un momento decisivo, un divisor de aguas, un
momento heroico. Y, por lo tanto, ya no es un concepto útil. Si
tuviéramos que hacer una lista de las cosas que más extrañamos
en esta cuarentena –ejercicio útil, aunque solo sea para darnos
cuenta de la poca importancia que desempeña cierto
consumismo en nuestras vidas–, las relaciones humanas sin
duda estarían en los primeros puestos. Nos faltan los amigos.
¿Pero todos ellos? He aquí un ejemplo simple de lo que
significa superar la elección binaria entre crecimiento y
decrecimiento. Menos amigos y más amistad».
15 de Mayo 
Sentados a la orilla del río, el colectivo de escritores Wu Ming
escribe en su blog Giap citando un comentario: «Se trata de una
especie de principio de incertidumbre en el sentido
heisenberguiano, entre el virus y la emergencia. No se puede
mirar y mantener la mirada fija en ambos, ya que se subestima

134
uno o el otro. Subestimados en los ojos del otro. Es decir: para
aquellos que ven bien el virus (o creen verlo bien), la
emergencia es solo una contingencia que pasará si el virus pasa;
para aquellos que ven bien la emergencia (o creen verla bien), el
virus, por serio y peligroso que sea, será cada vez menos letal
que las consecuencias que las políticas de emergencia están
provocando. Cada discusión tiene esta inestabilidad a su interior
y sacarla a la luz no puede más que ser un bien».
Como suele sucederme después de leer a Wu Ming, me doy
cuenta de que aprendí algo. Ahora me detengo por un momento
y medito sobre ello. Esta noche, aquí en la terraza, hay una luz
celestial que no quiere terminar y se desvanece lentamente
melancólica. Hacemos media hora de yoga y un larguísimo
mantra antes de que la luz del sol se vaya por completo.
En Bolonia, siete compañeros y compañeras del círculo
anarquista Il Tribolo fueron arrestados con la acusación
anómala de asociación con el propósito de terrorismo o de
subversión del orden democrático. Se trata de compañeros y
compañeras que se han distinguido en la solidaridad y el apoyo
a los detenidos, plenamente comprometidxs con el movimiento
anticarcelario transversal que ha vuelto a expresarse en los
últimos meses en las prisiones de la cárcel de la Dozza y en
iniciativas en la ciudad.
Toda la operación contra ellxs tiene características anómalas:
desde el seguimiento con drones (porque, con la caza de los
runners en vía de extinción, al parecer precisaban utilizarlos de
alguna manera) hasta la irrupción en sus casas de carabineros
con equipamiento antidisturbios, cascos y escudos. Transferidxs
a las secciones de alta seguridad de Piacenza, Alessandria,
Ferrara, Vigevano. ¿Por qué?

135
Único presunto delito específico: el daño a un puente repetidor,
cuya atribución obviamente debe demostrarse, pero que
tristemente hace recordar a montajes judiciales de otros tiempos
en el Valle de Susa.
El comunicado de prensa de la Fiscalía tiene el carácter de
documento político: afirma la naturaleza preventiva de la
intervención «dirigida a evitar que en eventuales momentos
futuros de tensión social, emanables de la particular descrita
situación de emergencia, puedan asentarse otros momentos de
más general “campaña de lucha antiestado”», en línea con la
directiva emitida por la ministra Lamorgese a los prefectos para
prevenir la «manifestación de semilleros de expresión
extremista».
Se está preparando una ola de represión preventiva, en el clima
de miedo y aislamiento favorecido por el lockdown.

16 de mayo 
Guido Viale me cae personalmente antipático desde que en julio
de 1970 publicó en el periódico Lotta continua una extensa
136
vituperación de mi primer libro llamado Contra el trabajo.
Nunca se lo perdoné, pero admito que en los últimos tiempos
escribe siempre cosas inteligentes. Hoy publica en Comune-
info un artículo en el que habla sobre la normalidad
«potenciada»: «Potenciada para recuperar el tiempo perdido: no
el de Proust, sino el del PIB: más producción, más explotación,
más precariedad –es decir, falta de perspectivas y de futuro–
para todos, más deuda, más desigualdad entre ricos y pobres,
más marginación de quienes se quedan atrás, más retrocesos
para quienes no deben verse entre nosotros (para poder
explotarlos mejor), más indiferencia en relación con las “vidas
descartables”. Durante mucho tiempo, para los trabajos de
reproducción o de cuidado –cuyo papel esencial en el
funcionamiento de la sociedad, pero por mucho tiempo
ocultado, fue sacado a la luz por los movimientos feministas– se
ha reclamado “igual dignidad” y una remuneración proporcional
a la de quienes eran reconocidos en el trabajo llamado
“productivo”. En otras palabras, se trataba de empujar con la
lucha el trabajo de cuidado dentro de la esfera del trabajo
productivo. Hoy, sin embargo, aparece claro que el movimiento
a promover es exactamente el opuesto: es necesario luchar para
transformar todo el trabajo productivo en trabajo de cuidado de
la Tierra, de lo viviente, de la convivencia humana, de la
reproducción de la vida. Es el cuidado el que debe atraer,
hospedar y transferir dentro de su esfera de sentido y
revalorización al trabajo llamado “productivo”, realizando,
dentro de esta transformación, ese equilibrio entre géneros y
roles que el “desarrollo de las fuerzas productivas” no ha jamás
sabido ni podía realizar: una inversión de campo para nada
menor. Es desde esta perspectiva que la reivindicación de un
ingreso incondicionado puede perder su carácter retributivo
–“páguenme a cambio de algo”– para asumir las connotaciones

137
de una reivindicación consustancial a la de una pertenencia
común a un único género humano».
17 de mayo 
Después de meditar en las palabras de Wu Ming mencionadas
hace poco, ahora toco una tecla sensible, y no quisiera que
alguien la malinterprete.
Ciertamente no soy un fanático de la productividad, ni idolatro
la libertad como un valor abstracto. Soy anarquista, pero no por
esto creo que sea justo joder a los otros en nombre de la propia
libertad. De hecho, realmente creo que el mito de la libertad (de
algunos) a menudo se ha utilizado para imponer la esclavitud de
la mayoría.
Pero cuando en marzo me enteré de la obligación de quedarse
en casa, cuando vi los spots de celebridades publicitarias que
nos invitaban a imitarlos quedándonos en casa, como si todos
tuviéramos la piscina, la terraza y el mayordomo,
inmediatamente pensé que había algo incorrecto allí. Pero aún
más incorrecta era la invitación opuesta a reanudar a toda costa
el trabajo en la línea de montaje. La Confindustria es peor que
Fiorello.
Dejémonos de historias: para evitar que el virus se propague,
matando a millones de personas, era correcto detener todo. Pero
ahora, dos meses después, tenemos que ir a ver los datos
relacionados con la letalidad del virus y descubrir que
son bastante bajos. Además, es interesante el dato relativo a la
edad promedio de los muertos. 80 años en Austria, 80 en Gran
Bretaña, 84 en Francia, 81 en Italia, 84 en Suiza y 80 en los
Estados Unidos. En la medida que tengo setenta años no pienso
que sea correcto dejar que los viejos mueran sin recibir los
cuidados necesarios. Pero en fin…

138
¿Debemos quizás reconocer que la peligrosidad del virus ha
sido de alguna manera sobrestimada? En estos casos es mejor
sobrestimar que subestimar, no cabe la menor duda. Pero lo que
es preciso explicar es por qué se ha desencadenado la más
angustiosa tempestad informativa de todos los tiempos.
Repito que soy un encendido partidario del lockdown y detesto a
los «libertarios» que quieren hacer trabajar a las personas con
total desprecio por el peligro. Sin embargo, sin absolutamente
ninguna intención polémica respecto de las medidas de
prevención, me pregunto: ¿por qué?
Mi respuesta es compleja pero simple.
En la primavera europea de 2020 asistimos a una crisis de
pánico global cuya causa estuvo solo ocasionalmente vinculada
a la pandemia, y en un modo más profundo dependía del estrés
psíquico de una sociedad obligada a trabajar en condiciones
precarias competitivas y miserables, así como del estrés físico
de un organismo debilitado por la contaminación del aire y de
los lenguajes.
Si no se hubieran impuesto las medidas de confinamiento, el
virus habría matado muchas veces más –por lo que viva
el lockdown.
Pero lo que es preciso contener y erradicar no es solo el virus
que desencadena reacciones en algunos casos extremadamente
dolorosas y a veces letales. Lo que es necesario erradicar es
también la contaminación sistemática del medio ambiente, el
estrés de la competencia económica y la hiperestimulación
electrónica. Y esto no lo harán los médicos y no lo hará una
vacuna. Tenemos que hacerlo nosotros, con la lucha de clases.
Warren Buffett tenía razón cuando decía que la lucha de clases
no había terminado en absoluto, que simplemente la habían
ganado ellos, los chacales. Esto era ayer, pero ahora es mañana.
139
La lucha de clases sigue, y esta vez los chacales están
desorientados, al menos tanto como nosotros.
18 de mayo 
El New York Times publica un artículo de Roger Cohen, un
periodista liberal, moderadamente progresista, muy culto. Tal
vez mi periodista estadounidense favorito. El título «The
masked against the unmasked» (Lo enmascarado contra lo
desenmascarado) se anuncia bastante misterioso, pero el texto es
clarísimo, desde las primeras líneas.
«… un vecino en Colorado me dijo: los otros (los trumpistas)
están armados y no se detendrán ante nada. ¿Qué le diremos a
nuestros nietos cuando Ivanka Trump asuma el poder como 46º
presidente de los Estados Unidos en 2025 y sean abolidos los
plazos de duración de la presidencia? ¿Les diremos que hicimos
todo lo que pudimos con nuestras palabras, pero que ellos tenían
el fusil?»
Por supuesto, inmediatamente después Cohen agrega que no
está de acuerdo con su vecino y que la democracia
estadounidense no es como la húngara.
Pero me interesa la sustancia, no las buenas intenciones del
ilustrado liberal Cohen. Me interesa saber que en Estados
Unidos se está preparando una guerra civil, o bien una
psicopática victoria de los supremacistas. Y lo que se está
preparando en Estados Unidos también se está preparando en
Brasil y en muchos otros países del mundo: la guerra civil es la
perspectiva más realista. ¿Tenemos que armarnos también? No
creo, si se termina a los tiros no hay duda de que perderemos.
Pero debemos saber lo que nos espera, y dejar de decir frases
retóricas sobre la democracia que ya está muerta y enterrada,
para inventar una resistencia a la altura de la tempestad que
llega.
140
Tengo que hacerles una confesión embarazosa: en los últimos
tiempos he cambiado, mi personalidad está alterada, en síntesis,
ya no me reconozco. No como resultado de la pandemia o
del lockdown, aclaremos, eso sería perdonable. No: sucedió por
culpa de Netflix.
Me explico: desde hace unos quince años, Billi y yo nos hemos
puesto de acuerdo en una cosa: basta de televisión. Durante
años, cada noche nos habíamos arruinado la cena con esas caras
de culo y con las avalanchas de mierda que salían de ella. Basta.
La pantalla de televisión quedó tapada por plantas trepadoras,
cactus y rododendros, y después terminó en el basurero. Durante
quince años nunca volví a ver la televisión, excepto por pocos
segundos en algún bar infame.
Así fue que me convertí en un desadaptado social. En las
discusiones con los conocidos la mitad de las referencias se me
escapaban, personajes muy nombrados eran para mí
completamente desconocidos. Tanto mejor para mí si no sabía
quién era Giletti.
Luego llegó el lockdown y ¿saben lo que hice? No fui a comprar
otra tele, no exageremos, sin embargo me suscribí a Netflix.
Pagué nueve euros y tuve a disposición una lista de cosas de las
que ignoraba su existencia. Más o menos por casualidad
elegimos ver algo llamado La casa de papel  (creíamos,
imagínense, que era la traducción de House of Cards). Es una
producción española que cuenta sobre un asalto gigantesco a la
casa de la moneda nacional. No es un asalto en realidad, sino la
ocupación de la casa donde se imprime el dinero: el objetivo es
imprimir unos 2.400 millones de euros con la colaboración de
los rehenes. Entre los rehenes está la hija del embajador
británico en España, y los héroes del asalto se atribuyen cada

141
uno el nombre de una ciudad: Tokio, Moscú, Berlín, Nairobi,
Río, Denver, Helsinki y Oslo.
“Pero lo que es preciso contener y erradicar no es solo el
virus que desencadena reacciones en algunos casos
extremadamente dolorosas y a veces letales. Lo que es
necesario erradicar es también la contaminación sistemática
del medio ambiente, el estrés de la competencia económica y
la hiperestimulación electrónica. Y esto no lo harán los
médicos y no lo hará una vacuna. Tenemos que hacerlo
nosotros, con la lucha de clases. ”
Bueno, no voy a ponerme ahora a contarlo todo, pero tengo que
decir una cosa. La casa de papel es hermosa, abrumadora,
mejor que Dostoievski, mejor que Stendhal, mejor que toda la
historia de la literatura universal. Por supuesto, algunas cosas
pueden parecer inverosímiles (por ejemplo, la liberación de
Tokio por parte de cuatro serbios barbudos). Pero cuando
leemos la Odisea, ¿cómo podemos creer que Ulises atravesó a
nado medio Mediterráneo? Lo creemos y basta, porque Homero
lo dijo.
Confieso que siempre tuve una inclinación por los asaltos, desde
que en la prisión de San Giovani en Monte, donde fui detenido
por delitos políticos poco interesantes, conocí a Horst
Fantazzini, que había robado una docena de bancos emilianos
sin jamás usar un arma de fuego: se acercaba a los mostradores
simplemente diciendo (con el ejercicio de lo que los lingüistas
llaman «acto lingüístico performativo»): esto es un asalto. Los
cajeros le daban todo lo que tenían en la caja y él se iba alegre y
sonriente. Una vez en Piacenza, una cajera le dijo “váyase o
llamo a la policía”, y Horst (que era un caballero refinado,
hablaba un excelente francés, y en prisión llevaba un saco sport
de terciopelo de amaranto) le respondió: “lo siento, pasaré en
otro momento.”
142
Lamentablemente soy muy miedoso y nunca me atreví a robar
un banco. Me limité a concebir insurrecciones improbables
contra el Estado, y vivo con una modesta jubilación docente que
probablemente en los próximos años desaparecerá junto con el
Estado italiano y todos los demás.
Pero en resumen, hasta hace diez días estaba bien informado,
leía todos los días el Financial Times, el New York Times, Le
Monde, Il Manifesto, L’Avvenire, El País, más tres o cuatro
semanarios y grandes libros de historia y de filosofía. Ahora no
sé casi más nada, no pienso en otra cosa que en La casa de
papel, en la amigable profesora, en la bellísima Tokio y en el
enigmático e inquietante Berlín.
Mi odio por los bancos, por el dinero y por quienes lo acumulan
en este momento se expresa así, pero espero que en los
próximos meses, mientras el capitalismo continúa
derrumbándose como un castillo podrido, la expropiación se
popularice.
Quizás el cambio en mi personalidad también se deba al fin de
la droga. He leído que las rutas de suministro se han agotado,
más o menos, y en cualquier caso a los muchachos que me
abastecían no los veo desde que el virus maldito los separó de
mí. La abstinencia no me hace mal, que quede claro. De hecho,
sin mis tres porros diarios el cerebro se excita exageradamente,
y concibo pensamientos de los que no debería hablar tan
alegremente. Solo con ustedes hablo de ellos, queridos amigos,
pero manténganlo en secreto. Que no se sepa por ahí.
De cualquier modo, este séptimo sello es el último de mi larga
crónica de la psicodeflación.
Los dejo, no sé bien qué voy a hacer ahora, pero como es
sabido, un buen juego dura poco y este ya ha durado tres meses.

143
Ayer por decreto volvimos a la vida normal. Sort of.
Como sugiere Andrea Grop en un mensaje que compartí de
inmediato, la consigna es: volver a salir [ripartire]. También
nosotros queremos repartir, cómo no. Queremos repartir las
riquezas que han sido privatizadas, queremos repartir los
edificios desocupados que son propiedad de instituciones
financieras, queremos repartir el dinero acumulado a través de
la explotación del trabajo. La consigna es: reparto, distribución,
expropiación, socialización de los medios de producción,
ingreso garantizado para todos sin distinción de sexo, de credo
religioso y de procedencia geográfica.
Verán que en un año casi todos entenderán que si los
expropiadores no son expropiados la mayoría de las personas
como ustedes y como yo terminarán en una miseria negra y
morirán mal. Y es mejor morir bien, antes que morir mal.
Algunos se preguntaban si del confinamiento saldremos mejores
o peores. Depende de qué quiere decir: el miedo, el
distanciamiento, el chantaje económico ciertamente no nos
volverán más solidarios, al menos por un tiempo. Los patrones
usarán la desocupación como un chantaje; Los propietarios de la
FIAT ya están chantajeando al Estado, pidiendo miles de
millones de euros para su empresa apestosa, que después de
haber explotado a los obreros y haberse aprovechado por
décadas de los aportes del Estado italiano (no) paga los
impuestos en los Países Bajos y despide en Turín y Pomigliano.
Sucederá, y sufriremos. Sufriremos muchas cosas en los
próximos meses, sufriremos la violencia de los racistas contra
los migrantes, sufriremos la arrogancia de los patrones y la de
los fascistas. Pero no sufriremos para siempre, porque el poder
no se consolidará, la máquina económica no se volverá a poner
en marcha, está irreversiblemente desquiciada.

144
Todo será inestable, como una tripulación de borrachos en un
barco en medio del mar en la tempestad. Es necesario
prepararnos para un largo período de inestabilidad y de
resistencia y es necesario hacerlo de inmediato. Resistencia
querrá decir creación de espacios de autodefensa para la
supervivencia, de producción de lo indispensable, de afecto y de
solidaridad.
Existe al menos un ochenta y cinco, quizás un noventa y creo
incluso creo que un noventa y uno por ciento de probabilidad de
que la vida social empeore, de que las defensas sociales se
desmoronen, de que las formas de control tecno-totalitario se
encastren en el cuerpo enfermo de la sociedad, de que el
nacionalismo belicista prevalezca. Es probable probable
probable. Quizás inevitable.
 
“La consigna es: volver a salir [ripartire]. También nosotros
queremos repartir, cómo no. Queremos repartir las riquezas
que han sido privatizadas, queremos repartir los edificios
desocupados que son propiedad de instituciones financieras,
queremos repartir el dinero acumulado a través de la
explotación del trabajo. La consigna es: reparto,
distribución, expropiación, socialización de los medios de
producción, ingreso garantizado para todos sin distinción de
sexo, de credo religioso y de procedencia geográfica. ”
Pero si en la víspera de Año Nuevo nos hubiéramos encontrado
en la calle y les hubiera dicho que en tres meses habría treinta
millones de desocupados en Estados Unidos, que el precio del
petróleo caería a cero dólares por barril, que el transporte aéreo
se detendría en todo el mundo y que, en comparación, el 11 de
septiembre era una broma, me habrían hecho internar en el
manicomio.

145
En cambio, aquí estamos.
¿Saben por qué? Bueno, ya se los dije no sé cuántas veces:
porque lo inevitable generalmente no sucede; de hecho, es lo
impredecible lo que siempre prevalece. 
 

146
Otros Textos sobre la Pandemia

147
148
PARA EMPEZAR DESPUÉS DE LA EMERGENCIA
COVID-19
Gaël Giraud
Cuaderno 4075 pag. 7-19 Año 2020 Volumen II 4 de abril de
2020

Lo que estamos experimentando, a costa del sufrimiento sin


precedentes de una parte importante de la población, es el hecho
de que Occidente, desde el punto de vista de la salud, no tiene
estructuras y recursos públicos adecuados para esta era y esta
situación. ¿Cómo podemos entrar al siglo XXI también desde el
punto de vista de la salud pública? Esto es lo que los
occidentales deben comprender e implementar, en unas pocas
semanas, frente a una pandemia que, al momento de escribir
esto, promete enfurecer al Planeta, debido a las ondas
recurrentes de contaminación y las mutaciones del virus [1]. ].
Veamos cómo y por qué.

El sistema de salud occidental y la pandemia 

Primero debemos reiterar, a riesgo de crear desconcierto, que la


posición de muchos especialistas en salud pública es consistente
en un punto [2]: la pandemia de Covid-19 debería haber seguido
siendo una epidemia más viral y letal de gripe estacional, con
efectos menores. en la gran mayoría de la población, y muy
grave solo en una pequeña fracción. En cambio, si consideramos
en particular algunos países europeos y los Estados Unidos, el
desmantelamiento del sistema de salud pública ha transformado
149
este virus en una catástrofe sin precedentes en la historia de la
humanidad y una amenaza para todos nuestros sistemas
económicos. Lo que dicen los expertos es que habría sido
relativamente fácil frenar la pandemia practicando el cribado
sistemático de personas infectadas desde el comienzo de los
primeros casos; monitoreando sus movimientos; colocar a las
personas seleccionadas en cuarentena; Distribuir mascarillas de
forma masiva a toda la población en riesgo de contaminación,
para reducir aún más la propagación. Transformar un sistema de
salud pública digno de este nombre en una industria médica
bajo privatización es un problema grave. Esto no impide que los
"héroes" y los "santos" continúen y trabajen en la salud pública:
tenemos una representación vívida de ellos en estos días.
La privatización generalizada de la atención médica ha llevado a
nuestras autoridades a ignorar las advertencias hechas por la
Organización Mundial de la Salud (OMS) con respecto a los
mercados de vida silvestre en Wuhan. No se trata de dar
lecciones ex post a nadie, sino de comprender nuestros errores
para actuar de la manera más inteligente posible en el futuro. La
prevención de eventos como una pandemia no es rentable a
corto plazo. Por lo tanto, no tomamos precauciones ni máscaras
ni pruebas masivas realizadas. Y hemos reducido nuestra
capacidad hospitalaria en nombre de la ideología de desmantelar
el servicio público, que ahora se muestra por lo que es: una
ideología que mata. Como nunca se adhirieron a esta ideología,
y gracias a la experiencia de la epidemia de SARS de 2002,
países como Corea del Sur y Taiwán han establecido un sistema
de prevención extremadamente eficaz: detección y rastreo
sistemáticos, con el objetivo de la cuarentena y colaboración de
la población adecuadamente informada y educada, haciendo que
usen máscaras. Sin encierro. El daño económico es
insignificante. En lugar de la detección sistemática, los

150
occidentales hemos adoptado una estrategia antigua, la de
confinamiento [3], contra una pequeña fracción de infectados, y
una parte aún más pequeña de estos que podría tener serias
complicaciones. Pero, por pequeña que sea, la última fracción es
incluso mayor que la capacidad de asistencia actual de nuestros
hospitales.

Al no tener otras estrategias, está claro que no hacer nada sería


condenar a muerte a cientos de miles de ciudadanos, como lo
demuestran las proyecciones que circulan dentro de la
comunidad de epidemiólogos, incluidos los del Imperial College
London [4]. Aunque algunos aspectos de este documento son
cuestionables, tiene el mérito de aclarar que la inacción es
simplemente criminal. Fue esta perspectiva la que llevó a
Emmanuel Macron en Francia y a Boris Johnson en el Reino
Unido a abandonar su estrategia inicial de "inmunización
colectiva" [5] y a "despertar" a la administración Trump. Pero
demasiado tarde: estos países ahora corren el riesgo de pagar un
alto precio en términos de vidas humanas por su demora en
intervenir adecuadamente.

El regreso del estado de bienestar 

El aislamiento parcial de Europa ha revivido la idea de que el


capitalismo es ciertamente un sistema muy frágil, por lo que el
estado del bienestar ha vuelto a estar de moda. En realidad, la
falla en nuestro sistema económico ahora revelada por la
pandemia es lamentablemente simple: si una persona infectada
151
puede infectar a muchas otras en pocos días y si la enfermedad
tiene una mortalidad significativa, como en el caso de Covid-19,
ningún sistema económico puede sobrevivir sin una salud
pública fuerte y adecuada. Los trabajadores, incluso los más
bajos en la escala social, tarde o temprano infectarán a sus
vecinos, sus jefes, y los propios ministros eventualmente
contraerán el virus. Es imposible mantener la ficción
antropológica del individualismo implícita en la economía
neoliberal y en las políticas de desmantelamiento del servicio
público que la han acompañado durante cuarenta años: la
externalidad negativa inducida por el virus desafía radicalmente
la idea de un sistema complejo basado en el voluntarismo de los
empresarios. "atomizado". La salud de todos depende de la
salud de todos. Todos estamos conectados en una relación
interdependiente. Y esta pandemia de ninguna manera es la
última, la "gran plaga" que no volverá en otro siglo, por el
contrario: el calentamiento global promete la multiplicación de
pandemias tropicales, según lo declarado por el Banco Mundial
y el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático ( Ipcc)
por años. Y habrá otros coronavirus.

Sin un servicio de salud pública eficiente, que permita la


selección y el tratamiento de todos, ya no hay ningún sistema de
producción viable durante una epidemia de coronavirus. Y esto
por décadas. El llamamiento lanzado el 12 de marzo por el
Mouvement des entreprises de France (Medef), el sindicato de
empleadores francés, para "hacer que el sistema de producción
sea más competitivo" revela un profundo malentendido sobre la
pandemia.

152
 ¿Cómo salir del aislamiento? 

Si los trabajadores de la salud se enferman, existe el riesgo de


colapso del sistema hospitalario, como parece estar sucediendo
en Italia en Bérgamo, Brescia y, en menor medida, en Milán.
Por lo tanto, es necesario que el estado promueva la
propagación de medicamentos antirretrovirales o
antirretrovirales, a fin de permitir muy rápidamente, en todas
partes, aliviar la carga del sistema hospitalario al borde del
colapso. Y que los ciudadanos de todos los países finalmente
muestren un sentido de responsabilidad. Para que el
confinamiento sea riguroso, junto con los comportamientos de
higiene personal elementales conocidos, todos deben
comprender su significado y utilidad. El confinamiento ralentiza
efectivamente la propagación del virus y, repitámoslo, en
ausencia de un sistema de detección, sigue siendo la estrategia a
corto plazo menos negativa. Sin embargo, si nos detenemos, se
vuelve inútil: si salimos del confinamiento, digamos, en un mes,
el virus seguirá circulando y causará las mismas muertes que las
que habría causado hoy en ausencia de contención. Esperar, a
través del aislamiento, a que la población se inmunice, más o
menos, la misma estrategia propuesta inicialmente por Johnson,
pero "en casa", requeriría meses de confinamiento. Para
comprender esto, es suficiente volver al parámetro esencial de
una pandemia, R0, el "número de reproducción básico", es
decir, el número promedio de infecciones secundarias
producidas por cada individuo infectado. Mientras R0 sea
mayor que 1, es decir, hasta que un individuo infectado pueda
infectar a más de una persona, el número de personas infectadas
aumenta exponencialmente. Si dejamos la contención sin más
demora antes de que R0 caiga por debajo de 1, tendremos esos
153
cientos de miles de muertes que la pandemia ha amenazado con
causar desde el principio.

Sin embargo, para que la inmunización colectiva lleve a R0 por


debajo de 1, es necesario inmunizar a aproximadamente el 50%
de la población, lo que, dado el tiempo promedio de incubación
(5 días), probablemente requeriría más de 5 meses de prisión, si
suponemos que hay un millón de infectados hoy. Una opción
insostenible en términos económicos, sociales y psicológicos.
Es todo el sistema de producción de nuestros países el que
colapsaría, a partir de nuestro sistema bancario, que es
extremadamente frágil. Sin mencionar el hecho de que, en este
momento, los más pobres de nosotros: refugiados, gente de la
calle, etc. - se ven obligados a morir no por el virus, sino porque
no pueden sobrevivir sin una sociedad activa. Sin olvidar
también que no tenemos garantía de que nuestros circuitos de
suministro de alimentos puedan resistir el impacto de la
cuarentena durante tanto tiempo: queremos obligar a los
trabajadores de ingresos medios / bajos a poner sus vidas en
riesgo para continuar, por ejemplo, para llevar comida a los
ejecutivos que permanecen en silencio en casa o en su finca?
Por lo tanto, es necesario organizar un "primer" lanzamiento de
la contención, en unas pocas semanas a más tardar. Sin
embargo, asumir este riesgo colectivamente tiene sentido solo
con una condición: esta vez aplicando la estrategia adoptada en
Corea del Sur y Taiwán con el mayor rigor. El tiempo que
estamos ganando al encerrarnos en casa debe usarse para:

informe R0 (que probablemente era alrededor de 3 al comienzo


de la infección) lo más cerca posible a 1; alentar la reconversión
154
de algunos sectores económicos, para producir en serie los
ventiladores pulmonares que los cuidados intensivos ahora
necesitan para salvar vidas; permita a los laboratorios
occidentales producir inmediatamente equipos y materiales de
detección, mientras se organiza para construir el sistema
necesario en unas pocas semanas. En este momento hay dos
enzimas, en particular, cuyas reservas son muy insuficientes y,
por lo tanto, limitan nuestra capacidad de realizar pruebas de
detección [6]; producir las máscaras de protección, esenciales
para detener la propagación del virus cuando salimos de nuestra
casa.

Si ponemos fin a nuestro encierro colectivo cuando nuestros


medios de detección no están listos o faltan máscaras,
correremos nuevamente el riesgo de una tragedia.
Desafortunadamente, es imposible medir R0 hoy. Por lo tanto,
debemos esperar hasta que estemos organizados para la
detección y planificar la salida ordenada de la cuarentena lo más
rápido posible. ¿Qué pasará en ese punto? Aquellos que son
"liberados" deben someterse a exámenes sistemáticos y usar
máscaras durante varias semanas. De lo contrario, la salida del
encierro tendrá un resultado peor que el comienzo de la
pandemia. Aquellos que todavía son positivos serán puestos en
cuarentena, junto con su séquito. Otros pueden ir a trabajar o
descansar en otro lugar. Las pruebas deben continuar durante
todo el verano para asegurarse de que el virus fue erradicado a
la llegada del otoño. 

La salud como un bien común global 

155
La pandemia nos obliga a comprender que no hay un
capitalismo verdaderamente viable sin un sistema sólido de
servicios públicos y a repensar por completo la forma en que
producimos y consumimos, porque esta pandemia no será la
última. La deforestación, así como los mercados de vida
silvestre de Wuhan, nos pone en contacto con animales cuyos
virus no conocemos. La descongelación del permafrost amenaza
con propagar epidemias peligrosas, como el "español" de 1918,
el ántrax, etc. La cría intensiva en sí facilita la propagación de
epidemias. A corto plazo, tendremos que nacionalizar empresas
insostenibles y quizás algunos bancos. Pero muy pronto
tendremos que aprender la lección de esta dolorosa primavera:
reconvertir la producción, regular los mercados financieros;
repensar los estándares de contabilidad, para mejorar la
resistencia de nuestros sistemas de producción; establecer un
impuesto al carbono y a la salud; lanzar un importante plan de
recuperación para la reindustrialización ecológica y la
conversión masiva a energía renovable.

La pandemia nos invita a transformar radicalmente nuestras


relaciones sociales. Hoy el capitalismo conoce "el precio de
todo y el valor de nada", para citar una fórmula efectiva de
Oscar Wilde. Debemos entender que la verdadera fuente de
valor son nuestras relaciones humanas y aquellas con el medio
ambiente. Para privatizarlos, los destruimos y arruinamos
nuestras sociedades, mientras ponemos en peligro la vida
humana. No somos mónadas aisladas, conectadas solo por un
sistema abstracto de precios, sino seres de carne
interdependientes con otros y con el territorio. Esto es lo que
necesitamos aprender de nuevo. La salud de todos afecta a todos
los demás. Incluso para los más privilegiados, la privatización

156
de los sistemas de salud es una opción irracional: no pueden
permanecer totalmente separados de los demás; la enfermedad
siempre los alcanzará. La salud es un bien común global y debe
gestionarse como tal. Los "bienes comunes", como los definió
en particular el economista estadounidense Elinor Ostrom,
abren un tercer espacio entre el mercado y el estado, entre lo
privado y lo público. Pueden guiarnos hacia un mundo más
resistente, capaz de resistir choques como el causado por esta
pandemia. La salud, por ejemplo, debe tratarse como una
cuestión de interés colectivo, con métodos de intervención
articulados y estratificados. A nivel local, por ejemplo, las
comunidades pueden organizarse para reaccionar rápidamente,
limitando los grupos de personas infectadas por Covid-19. A
nivel estatal, se necesita un poderoso servicio de hospital
público. A nivel internacional, las recomendaciones de la OMS
para hacer frente a una epidemia deben ser vinculantes. Pocos
países siguieron las recomendaciones de la OMS antes y
durante la crisis. Estamos más dispuestos a escuchar los
"consejos" del Fondo Monetario Internacional (FMI) que los de
la OMS. El escenario actual muestra que estamos equivocados.
En estos días hemos sido testigos del nacimiento de varios
"bienes comunes": como aquellos científicos que, fuera de
cualquier plataforma pública o privada, se coordinaron
espontáneamente a través de la iniciativa OpenCovid19 [7], para
compartir información sobre el bien prácticas de detección de
virus. Pero la salud es solo un ejemplo: el medio ambiente, la
educación, la cultura, la biodiversidad también son bienes
comunes globales. Debemos imaginar instituciones que nos
permitan mejorarlas, reconocer nuestras interdependencias y
hacer que nuestras sociedades sean resilientes.

157
Algunas de esas organizaciones ya existen. La Iniciativa de
Drogas para Enfermedades Descuidadas (Dndi) es un excelente
ejemplo. Una organización creada por algunos médicos
franceses hace 15 años para encontrar medicamentos para
enfermedades raras u olvidadas: una red colaborativa de
terceros, en la que cooperan el sector privado, el sector público
y las ONG, que logra hacer lo que ni sector farmacéutico
privado, ni los estados ni la sociedad civil pueden hacerlo solos.
A nivel individual, entonces, descubrimos el miedo a la escasez
de bienes. ¿Puede ser este un aspecto positivo en esta crisis?
Nos libera del narcisismo consumista, del "Quiero todo de
inmediato". Nos devuelve a lo esencial, a lo que realmente
importa: la calidad de las relaciones humanas, la solidaridad.
También nos recuerda cuán importante es la naturaleza para
nuestra salud mental y física. Los que viven encerrados en 15
metros cuadrados en París o Milán lo saben bien. El
racionamiento impuesto a algunos productos nos recuerda los
recursos limitados. ¡Bienvenido a un mundo limitado! Durante
años, los miles de millones gastados en marketing nos han
hecho pensar en nuestro planeta como un supermercado
gigantesco, donde todo está disponible para nosotros
indefinidamente. Ahora experimentemos brutalmente la
sensación de privación. Es muy difícil para algunos, pero puede
ser una oportunidad de ahorro. Por otro lado, incluso un cierto
romanticismo "colapsológico" [8] será mitigado rápidamente
por la percepción concreta de lo que implica la brutal dificultad
de la economía en la situación actual: desempleo, bancarrota,
existencias rotas, muerte, sufrimiento diario de aquellos donde
el virus dejará huellas para toda la vida.

158
A raíz de la encíclica del papa Francisco Laudato si, queremos
esperar que esta pandemia sea una oportunidad para dirigir
nuestras vidas y nuestras instituciones hacia una feliz sobriedad
y respeto por la finitud de nuestro mundo. El momento es
decisivo: uno puede temer lo que Naomi Klein ha llamado la
"estrategia de choque". Bajo el pretexto de apoyar a las
empresas, algunos gobiernos no deben debilitar aún más los
derechos de los trabajadores; o, para fortalecer aún más la
vigilancia policial de las poblaciones, reducir permanentemente
las libertades personales. Mientras tanto, ¿cómo se salva la
economía? Tratemos de hipotetizar en esta situación algunas
posibles opciones de política económica: Inyectar liquidez en la
economía real. Algunos economistas alemanes predicen una
caída del 9% en el PIB en Alemania en 2020. La cifra es
razonable y hay pocas razones por las cuales las cosas podrían
ser diferentes en Francia y, lo que es peor, en Italia, Inglaterra,
Suiza y los Países Bajos. Esto debería llevar a Alemania y
Holanda, los defensores de la creencia de que una mayor
austeridad presupuestaria arregla la economía, mientras que la
macroeconomía más básica demuestra lo contrario, a revisar sus
dogmas, si la escalada de víctimas en sus respectivos países
todavía no lo hace. fue suficiente para que abrieran los ojos. En
los Estados Unidos, Donald Trump y su secretario del Tesoro
Steven Mnuchin proponen al Congreso distribuir un cheque por
$ 1,200 a cada ciudadano estadounidense. Es un poco de "dinero
de helicóptero" o, suponiendo que el banco central esté lidiando
con este problema monetario, "una relajación cuantitativa para
las personas". Medidas que, posiblemente, ya deberían haberse
tomado en 2009. También podemos ver en la iniciativa de la
administración Trump el esquema de un ingreso mínimo
universal para todos. Una propuesta que muchos han hecho
durante mucho tiempo. En Europa, la suspensión de las normas
del Pacto de Estabilidad, la emisión de "bonos de la corona" o la
159
activación de préstamos del Mecanismo Europeo de Estabilidad
son medidas esenciales.

Crea empleos. Sin embargo, las iniciativas que acabamos de


mencionar son insuficientes. Es necesario comprender que el
sistema de producción occidental está, o estará, parcialmente
bloqueado. A diferencia del colapso del mercado de valores de
1929 y la crisis de las hipotecas de alto riesgo de 2008, esta
nueva crisis afecta principalmente a la economía real. En la
mayoría de las empresas, el 30% de los empleados que no
pueden trabajar no correspondería a un 30% menos de
producción, sino a cero producción. Si una empresa incluida en
una cadena de valor deja de producir, se interrumpe toda la
cadena. Estamos viendo que las cadenas de suministro justo a
tiempo nos hacen extremadamente frágiles. Pensemos en la
producción de alimentos y la cadena de suministro. Por
supuesto, algunos gobiernos están listos para enviar a la policía
o al ejército a obligar a los trabajadores a arriesgar sus vidas
para no interrumpir las cadenas de suministro. Las trabajadoras
y las trabajadoras ubicadas más abajo en la cadena de
producción y suministro son las primeras expuestas y las
primeras sacrificadas. ¡Una gran admisión de impotencia! En la
mayoría de los países obligados a practicar la contención, el
sistema de producción está parcialmente bloqueado, o lo estará
pronto. Las cadenas de valor mundiales se están desacelerando
y algunas se reducirán. El trabajo está involuntariamente "en
huelga". No solo nos enfrentamos a una escasez de demanda
keynesiana, porque quienes tienen efectivo no pueden gastarla,
ya que deben quedarse en casa, sino también a una crisis de

160
suministro. Por lo tanto, esta pandemia nos introduce a un tipo
de crisis nuevo y sin precedentes, en el que se combinan la caída
de la demanda y la de la oferta. En este contexto, la inyección
de liquidez es tan necesaria como insuficiente. Estar satisfecho
con esto sería equivalente a darle muletas a alguien que acaba
de perder las piernas ... Por lo tanto, solo el estado puede crear
nuevos empleos capaces de absorber la masa de empleados que,
cuando finalmente salgan de la casa, descubrirán que han
perdido sus empleos. La idea del estado como empleador de
último recurso ni siquiera es nueva: fue estudiada muy
seriamente por el economista británico Tony Atkinson. Por
supuesto, para que esto tenga sentido, debemos pensar
seriamente en el tipo de sectores industriales para los que
queremos facilitar la salida del túnel. Este discernimiento debe
hacerse en cada país, a la luz de las características específicas de
cada tejido económico.

Por lo tanto, es legítimo e indispensable que los estados


occidentales, hoy como ayer, utilicen un gasto deficitario para
financiar el esfuerzo por reconstruir el sistema de producción
que será necesario al final de este largo nacimiento; y deberán
hacerlo de forma aguda y selectiva, favoreciendo a este o aquel
sector. Obviamente, su deuda pública aumentará. Recordemos
que, durante la Segunda Guerra Mundial, el déficit público de
los Estados Unidos alcanzó el 20% del PIB durante varios años
consecutivos. Pero el déficit sería mucho mayor en ausencia de
grandes gastos del estado para salvar la economía. También
podemos observar que el plan de ajuste estructural impuesto a
Grecia hace unos años fue absolutamente inútil: la relación
deuda pública / PIB de Atenas alcanzó los mismos niveles en
2019 en 2010. En otras palabras, la austeridad mata, lo vemos

161
bien con nuestros ojos en este momento, en nuestros
departamentos de reanimación, pero no resuelve ningún
problema macroeconómico. 

Reconstruyendo y salvando la democracia

 En este punto, un posible error sería apreciar la efectividad del


autoritarismo como solución. "¿Qué pasa si nuestras
democracias están mal preparadas? Demasiado lento?
¿Bloqueado por libertades individuales? ». Este estribillo ya
sonó antes de la pandemia.
Si consideramos a China, la situación ciertamente está
mejorando, pero la epidemia aún no ha sido derrotada, ni
siquiera en Wuhan. Por otro lado, es cierto que se han
construido dos hospitales en Beijing en unos días y que el
gobierno chino no está en manos del lobby financiero, pero para
cosechar los beneficios de estos dos puntos, ¿deberíamos
renunciar a la democracia? Una vez que se ha abandonado la
contención controlada, otra trampa peligrosa sería simplemente
restaurar el modelo económico de ayer, contentando con
mejorar marginalmente nuestro sistema de salud para hacer
frente a la próxima pandemia. Es urgente entender que la
pandemia de Covid-19 no solo no es un llamado "cisne negro",
sino que era perfectamente predecible, aunque no estaba
previsto en absoluto por los omniscientes mercados financieros,
sino que tampoco es un "shock exógeno". Es una de las
consecuencias inevitables del Antropoceno. La destrucción del
medio ambiente que ha ejercido nuestra economía extractiva
durante más de un siglo tiene una raíz común en esta pandemia:
nos hemos convertido en la especie dominante en la Tierra y,
por lo tanto, podemos romper las cadenas alimentarias de todos
los demás animales, pero somos También el mejor vehículo
162
para patógenos. En términos de evolución biológica, es mucho
más "efectivo" que un virus infecte a los humanos que los renos
del Ártico, que ya están en peligro por el calentamiento global.
Y esto será cada vez más, porque la crisis ecológica diezmará a
otras especies vivas. Es sobre todo la destrucción de la
biodiversidad, en la que nos hemos comprometido durante
algún tiempo, favorecer la propagación de virus [9]. Hoy
muchos son conscientes de esto: la crisis ecológica nos
garantiza pandemias recurrentes. Solo conformarse con
máscaras y enzimas en el futuro previsible equivaldría a tratar
solo el síntoma. El mal es mucho más profundo, y es su raíz la
que debe ser medicada. La reconstrucción económica que
tendremos que llevar a cabo después de salir del túnel será la
oportunidad inesperada de implementar las transformaciones
que, incluso ayer, parecían inconcebibles para aquellos que
continúan mirando hacia el futuro a través del espejo retrovisor
de la globalización financiera. Necesitamos una
reindustrialización verde, acompañada de una reubicación de
todas nuestras actividades humanas.
Pero, por el momento, y para acelerar el fin de la crisis de salud,
es necesario hacer lo que sea posible y, por lo tanto, continuar
los esfuerzos para proteger y proteger a la población.

163
[1]. Ver P. Baker - E. Sullivan, «EE. UU. Virus Plan anticipa
una pandemia de 18 meses y una escasez generalizada ", en
New York Times, 17 de marzo de 2020.
 [2]. Ver J.-D. Michel, "Covid-19: fin de partie?!"
(https://bit.ly/3996Evs), 18 de marzo de 2020; T. Pueyo,
«Coronavirus: el martillo y la danza. Cómo se verán los
próximos 18 meses si los líderes nos compran tiempo
"(https://bit.ly/3bjAA9K), 19 de marzo de 2020.
 [3]. Ya en 1347, Pierre de Damouzy, médico de Margaret de
Francia, condesa de Flandes, recomendó el confinamiento a los
habitantes de Reims para escapar de la peste negra. Ver Y.
Renouard, "La Peste noire de 1348-1350", en Revue de Paris,
marzo de 1950, 109

. [4]. Ver NM Ferguson - D. Laydon et al., "Impacto de las


intervenciones no farmacéuticas (NPI) para reducir la
mortalidad por COVID-19 y la demanda de atención médica"
(https://doi.org/10.25561/77482), Londres, Imperial College, 16
de marzo de 2020.

[5]. Se sabe que la primera tentación del gobierno de Johnson


fue lanzar el Reino Unido en un experimento de inmunización
colectiva. El gobierno francés también ha sido tentado por esta
"solución", aunque de una manera menos explícita. Sobre este
tema, ver T. Vey, "Francia se puso la" inmunité de groupe "pour
arrêter le coronavirus", en Ciencias, 13 de marzo de 2020. 
[6]. Estas son la transcriptasa inversa (AMV o MMLV) y la Taq
(o Pfu) que amplifica la reacción química, lo que permite

164
identificar la presencia de Covid-19. Estas son las dos enzimas
que diferentes laboratorios intentan producir continuamente.
 [7]. «Kits de detección Covid19 de código abierto y de bajo
costo», consulte https://app.jogl.io/project/118 y también
hashtag en Twitter: # OpenCovid19
 [8]. La colapsología es un discurso multidisciplinario
interesado en el colapso de nuestra civilización. Comienza con
la idea de que las acciones humanas tienen un impacto duradero
y negativo en el planeta. Se basa en datos científicos, pero
también en intuiciones, por lo que a veces se le acusa de no ser
una ciencia real, sino más bien un movimiento. 
[9]. Ver J. Duquesne, «Coronavirus:" La disparition du monde
sauvage facilite les épidémies "", entrevista con Serge Morand,
investigador de Cnrs-Cirad, en Marianne, 17 de marzo de 2020.
***

165
YUK HUI Y LA PREGUNTA POR LA COSMOTÉCNICA

Por Fernando Wirtz  


Yuk Hui es un joven investigador que ofrece una visión
renovada de la relación entre tecnología y cultura, una relación
que él resume mediante la noción de ‘cosmotécnica’. ¿Qué
significa ‘cosmotécnica’? En general pensamos a la tecnología
como un fenómeno universal. En ese sentido se habla de
civilizaciones o pueblos ‘más avanzados técnicamente’ que
otros. Así se explicó por ejemplo la ‘superioridad’ de los
166
europeos al conquistar el territorio americano pero también en
sus incursiones político-militares en Asia durante el siglo 19 y
20. El filósofo Hui pone en duda, precisamente, esa premisa
universalista. ¿Qué pasaría si no existiera sólo una tecnología
sino muchas cosmotécnicas? ¿Cómo se vería afectada nuestra
percepción de la historia? Quizás el paradigma occidental según
el cual el desarrollo tecnológico se presenta como una
progresión unidireccional acumulativa sea sólo un modo de
pensar la tecnología. El objetivo del siguiente texto es presentar
brevemente las ideas más importantes que Hui presenta en su
libro La pregunta concerniente a la tecnología en China: un
ensayo sobre cosmotécnica del año 2016.
1. El marco teórico de Yuk Hui
Yuk Hui estudió ingeniería informática y filosofía en la
Universidad de Hong Kong y el Goldsmiths College de
Londres, especializándose en filosofía de la tecnología. Fue
investigador asociado en el Instituto de Cultura y Estética de los
Medios (ICAM), investigador postdoctoral en el Instituto de
Investigación e Innovación del Centro Pompidou en París e
investigador visitante en los Laboratorios de Telekom en Berlín.
Enseñó en el Instituto de Cultura y Estética de Medios Digitales
de la Universidad Leuphana de Lüneburg, donde también
escribió su tesis de habilitación en filosofía. También tiene una
relación estrecha con el Instituto Strelka de Moscú, donde
trabajó junto a urbanistas críticos como Benjamin Bratton en un
programa multidisciplinario que busca repensar la relación entre
las ciudades y la ciencia. Actualmente vive y trabaja en Hong
Kong.
Además de sus artículos, algunos de los cuales se publican
regularmente en revistas como E-flux, Hui cuenta con tres libros
importantes: Sobre la existencia de objetos digitales (2016), La
pregunta concerniente a la tecnología en China: un ensayo
167
sobre cosmotécnica (2016), y Recursividad y
Contingencia (2019). Sus escritos, por otro lado han sido
traducidos a una docena de idiomas.
La formación internacional de Hui se deja ver también en los
autores que lo influyeron: por un lado, el post-estructuralismo
francés y la filosofía técnica de Simondon y Stiegler; por otro
lado, el idealismo alemán y Heidegger. A estos autores clásicos
que no dejan de reaparecer en sus escritos hay que sumar
corrientes de pensamiento más recientes que intentan pensar
problemáticas globales actuales. Aquí es preciso nombrar, para
los fines de este artículo, especialmente a los autores del
llamado “giro ontológico” en el ámbito de la antropología, con
autores como Descola, Latour y Viveiros de Castro. Las
reflexiones de estos autores no son tanto una ruptura total del
paradigma investigativo, sino más bien la intensificación de una
actitud crítica ya presente en la antropología, acostumbrada a
enfrentarse con hermenéuticas de la realidad diferentes o
extrañas. Así, puede decirse que “dar el giro ontológico es hacer
preguntas ontológicas sin tomar la ontología como respuesta”
(Holbraad y Pedersen 2017, 11). Si es posible definir ontología
esquemáticamente como las reflexiones sobre el ser y lo que es,
la idea detrás de este giro epistemológico consiste no sólo en el
hecho evidente de que los valores varían de cultura a cultura,
sino más bien en dar cuenta de que el repertorio conceptual de
la antropología se encuentra ya atravesado por la pregunta por el
ser de las cosas. Dicho de otro modo, interpretar qué piensa (en
este caso) un pueblo sobre determinada “cosa” implica una
categoría previa de “cosa” ya dada. Así, es preciso moverse un
paso hacia atrás para preguntar qué son las cosas. Viveiros de
Castro, por ejemplo, postula, en lugar de un multiculturalismo,
un multinaturalismo. El primero implica la idea de que la
naturaleza es una y lo que varían son las perspectivas culturales

168
de las personas. Es posible, sin embargo, invertir la pregunta:
¿Puede haber muchas naturalezas? Descola, otro de los autores
relevantes de esta corriente, habla de diversas ontologías
(naturalismo, totemismo, animismo, analogismo), cada una de
las cuales plantea continuidades y discontinuidades diferentes
entre el mundo físico y la interioridad. De este modo por
ejemplo, el naturalismo de las sociedades europeas modernas
marca desde el comienzo una fuerte discontinuidad entre estos
dos campos, una grieta que conlleva paralelamente una
distinción jerárquica entre naturaleza y cultura.
Esta discontinuidad ontológica entre la naturaleza y la cultura
implica más que una mera gradación, es una división que
promueve una determinada jerarquía. Así, se distingue entre
sociedades “civilizadas” y sociedades “primitivas”, estando
estas últimas, a los ojos de la etnología, ligadas íntimamente con
a naturaleza. Son Naturvölker (pueblos naturales), como se las
llamaba en el siglo XIX. A Hui le interesa trasponer esta crítica
a la relación con la tecnología. De acuerdo a cómo se entienda
el papel de las cosas, de los objetos, obtendremos un concepto
distinto de tecnología. Por este motivo no es de sorprender que
Hui se encuentre cercano al pensamiento de la llamada Object-
Oriented-Ontology (término acuñado por el filósofo Graham
Harman), es decir, filosofía orientada a objetos que busca liberar
a los objetos de su determinabilidad por medio de la
subjetividad. Frente a la primacía de los sujetos, diferentes
autores y autoras han intentado pensar un mundo más allá del
antropocentrismo, en donde la distinción jerárquica entre sujetos
y objetos se ve difuminada. Así las fenomenologías alien
(Bogost), los hiperobjetos (Morton) y flat ontologies (DeLanda)
abundan por estas regiones filosóficas. Siguiendo esta línea, Hui
presenta el siguiente razonamiento: si es posible pensar un
pluralismo ontológico, y la tecnología se define en parte en

169
relación a la naturaleza, entonces debe ser posible pensar
igualmente un pluralismo tecnológico.
 

2. El concepto de ‘cosmotécnica’ y la filosofía china


Después de este breve esbozo que pretende ilustrar el interés de
Hui en un cambio de perspectiva, el objetivo de esta sección es
presentar su obra, La pregunta concerniente a la tecnología en
China. Como se desprende de su título, el libro parece
posicionarse como una respuesta al texto de Heidegger La
pregunta por la técnica (1949/1954) (en alemán, la
palabra  Technik no tiene las características de “técnica”, que en
español recuerda más a una habilidad práctica particular, sino
que se refiere a un concepto general más abstracto que
podríamos llamar “tecnología”. En este artículo tomaré los
conceptos de “técnica” y “tecnología” como sinónimos). Allí, el
pensador alemán caracteriza la tecnología moderna como
aquella que transforma a la naturaleza en una reserva de
170
materias primas, en un stock disponible para ser explotado (Hui
2016, 3). Ahora bien, el problema de la tecnología moderna no
solo concierne a Europa u Occidente, sino que Hui está
interesado en preguntar en qué medida es posible trasplantar
esta pregunta en suelo oriental. Esta pregunta también implica el
punto de vista crítico según el cual se cuestiona el concepto
mismo de tecnología. Por lo tanto, de la misma manera que el
giro ontológico en antropología preguntaba si eran posibles
múltiples naturalezas, Hui propone pensar en una multiplicidad
de tecnologías.
Hay un concepto general erróneo de que todas las técnicas son
iguales, que todas las habilidades y productos artificiales
procedentes de todas las culturas se pueden reducir a una cosa
llamada “tecnología”. Y, de hecho, es casi imposible negar que
las técnicas pueden entenderse como la extensión del cuerpo o
la exteriorización de la memoria. Sin embargo, es posible que
no se perciban o reflexionen de la misma manera en diferentes
culturas. (Hui 2016, 9)
Hui encuentra la posibilidad de romper con el concepto
monolítico de tecnología en la relación de las culturas con su
cosmogonía. ¿Cómo piensan la tecnología los diversos pueblos?
El mito griego, según el cual Prometeo arrebata el fuego (es
decir, la tecnología) de los dioses, representa la invención de la
tecnología como un conflicto violento entre los seres humanos y
los poderes de la naturaleza gobernados por dioses y diosas
inmortales. La rebelión de Prometeo le dio al ser humano una
enorme ventaja sobre las otras especies que habitaban la tierra,
la inteligencia discursiva. Sin embargo, esto también implicó
una separación radical entre la humanidad y el orden divino-
natural. En una entrevista con Anders Dunker, Hui explica:
Para los griegos, “cosmos” significa un mundo ordenado. Al
mismo tiempo, el concepto apunta a lo que hay más allá de la
171
tierra. La moral es, ante todo, algo que concierne al reino
humano. La cosmotécnica, según entiendo, es la unificación del
orden moral y el orden cósmico a través de actividades
técnicas. Si comparamos Grecia y China en la antigüedad,
descubrimos que tienen una comprensión muy diferente del
cosmos, y también concepciones muy diferentes de la
moralidad. 
Fuente: https://lareviewofbooks.org/article/on-technodiversity-
a-conversation-with-yuk-hui/

 Hacer referencia a este mito es importante porque el propio Hui


piensa a la mitología como una manifestación del pensamiento
cosmogónico. Dentro de la mitología china, el paradigma parece
ser completamente otro. Allí, el dios relacionado con las
invenciones de la agricultura y otras tecnologías es Shennong (
神農). Es interesante notar aquí, que, aunque Hui no se refiere
aquí a este punto, había una antigua escuela filosófica llamada
Nongjia 農家 (la escuela de cultivadores o agricultores) para la
cual Shennong jugó un papel central. Como su nombre lo
indica, Shennong era el “granjero divino”, el inventor del arado,
la cerámica, la metalurgia y el tejido. A diferencia del relato
prometeico, aquí es el propio Shennong, quien enseña su arte a
los pueblos. No parece haber, pues, un conflicto entre lo divino
y lo humano. Hacer referencia a este mito es importante porque
el propio Hui piensa a la mitología como una manifestación del
pensamiento cosmogónico. Dentro de la mitología china, el
paradigma parece ser completamente otro. Allí, el dios
relacionado con las invenciones de la agricultura y otras
tecnologías es Shennong ( 神農). Es interesante notar aquí, que,
aunque Hui no se refiere aquí a este punto, había una antigua
escuela filosófica llamada Nongjia 農 家 (la escuela de
‘cultivadores’ o ‘agricultores’) para la cual Shennong jugó un

172
papel central. Como su nombre lo indica, Shennong era el
“granjero divino”, el inventor del arado, la cerámica, la
metalurgia y el tejido. A diferencia del relato prometeico, aquí
es el propio Shennong, quien enseña su arte a los pueblos. No
parece haber, pues, un conflicto entre lo divino y lo humano.
En el taoismo y el confucianismo, las dos principales corrientes
filosóficas chinas de la antigüedad, dao (道), el orden cósmico,
y ziran ( 自然, que se suele traducir como naturaleza pero que
implica un sentido sutilmente diferente parafraseado a veces
como “algo que fluye por sí mismo” o it-self-so-ing en inglés
(ver Wang 2003, 227)), son dos nociones conceptualmente muy
cercanas (Hui 2016, 64 ). La prerrogativa de estos dos
conceptos en el pensamiento chino hace que Hui argumente
que, por lo tanto, es probable que se encuentre allí un concepto
de utensilio o herramienta ( 器 , qi) que complemente esta
armonía entre el dao y la naturaleza. De hecho, ésta será
precisamente una de las principales tesis de su libro: “que
podemos entender sistemáticamente la filosofía china por medio
del análisis de las dinámicas entre qi y dao” (Hui 2016, 129).
En el pensamiento griego, la tecnología en tanto poiesis es algo
que produce transformando la naturaleza. Mientras que para Hui
el concepto griego de naturaleza (physis) se encuentra anclado
en su productividad (pensada como crecimiento y desarrollo),
“esta idea de que la tecnología podría complementar y
perfeccionar a la naturaleza no podría ocurrir en el pensamiento
chino, ya que para ésta la tecnología está siempre subordinada al
orden cosmológico” (Hui 2016, 70). Hui busca un indicio más
profundo de esta intuición en el concepto de 器 , que
generalmente se traduce como “herramienta” o “utensilio”,
aunque refiere originariamente a los recipientes rituales de
bronce que se usaban durante la dinastía Shang (siglos XVII-XI
a. C.). Por lo tanto, las herramientas no son pensadas como algo
173
desapegado, completamente autónomo, sino como recipientes,
como contenedores. Es así que qi necesita del dao, y viceversa.
‘Qi’ a veces también se traduce como “cosas materiales”, “lo
que está debajo de la forma”. Los utensilios, entendidos como
recipientes, requieren entonces, casi por definición, algo “más
allá de la forma” que funcione como su contenido.
Una mejor aproximación al concepto de cosmotécnica de Hui es
su propio ejemplo favorito, el caso del carnicero Pao Ding o
simplemente el cocinero Ding, tal como su historia se cuenta en
el texto de Zhuangzi. Este carnicero es famoso por su habilidad
excepcional para cortar y desmembrar al buey sin tocar sus
huesos y tendones. Cuando se le pregunta a éste acerca de su
técnica, Ding dice: “Lo que amo es el dao, que es mucho más
espléndido que mi técnica  [ 臣 之 所好 者 道 也, 進 乎 技 矣]”
(citado en Hui 2016, 102 ). La palabra para “técnica” o
“habilidad” está aquí dada por 技, que aparece también en chino
moderno en ambas palabras usadas para “técnica” como jishu
( 技 術 ) y keji ( 科 技 ). En otras palabras, el secreto de la
habilidad de Ding no es precisamente su relación mecánica con
las herramientas, sino que las herramientas funcionan aquí de
acuerdo con el dao, que fluye intuitivamente a través de la mano
del carnicero. La razón instrumental, que podría entenderse
causalmente como la lógica que unifica los movimientos
individuales con resultados individuales, parece fuera de juego.

174
Próximo libro de Yuk Hui, en septiembre por Caja Negra
Editora. 
3. El sinofuturismo
La cosmotécnica no es un concepto ahistórico, sino que éste se
transforma según el contexto social y político. La exposición de
Hui de la cosmotécnica china de hecho está organizada como
una reconstrucción histórica. Después de su presentación de las
primeras ideas confucianas y taoistas, Hui expone a otros
autores del período Tang (618-709), Song (960-1270) y Ming
(1368-1644). La transformación más importante se siente a lo
largo de la dinastía Qing (1644-1912), donde se anticipa la
ruptura entre el qi y el dao que acontecerá después de las
175
Guerras del Opio (1839-1842, 1856-1860), es decir, después de
que la superioridad tecnológica de Occidente fuera un hecho
inevitable para la conciencia china. Para superar el atraso, los
intelectuales reformistas chinos sintieron la necesidad de
invertir la primacía del dao sobre el qi, poniendo al primero al
servicio de este último. Esta inversión permitió, por un lado,
que China alcanzara a Occidente y se posicionara como una
potencia tecnológica. El precio que debió pagar es, sin embargo,
es de la aceleración autodestructiva que implica la
industrialización.
El concepto de “sinofuturismo” (que también fue utilizado por
el artista audiovisual Lawrence Lek) implica una visión del
futuro y la tecnología propiamente china, pensada con
herramientas chinas. Para Hui, el aceleracionismo tecnológico
actual del gigante asiático no hace sino continuar la lógica
capitalista occidental que pone en riesgo la estabilidad climática
del planeta. Por ello se vuelve necesario más que nunca intentar
reincorporar la esfera de la moralidad cósmica (el dao) en el
reino de la tecnología. No se trata, sin embargo, de un “volver al
pasado” tecnofóbico, sino por el contrario de “reapropiarse” de
la tecnología moderna de un modo nuevo (Hui 2016,309). A
pesar de que Hui no da demasiados indicios de cómo debería
lucir esta nueva cosmotécnica, su propuesta es sugerente. Por
supuesto, no se trata sólo de reemplazar la “cosmotécnica
capitalista” por una “cosmotécnica china”. Cada cultura, dice
Hui, debe hacer un esfuerzo por reconciliar la tecnología con
sus propias prácticas y culturas locales, de modo que la razón
instrumental vuelva a orientarse a las necesidades comunitarias.
Así, Hui da un primer paso en dirección a descentralizar el
concepto occidental y capitalista de tecnología. Al proponer la
posibilidad de múltiples formas de concebir la tecnología, se

176
abren también múltiples posibilidades de repensar el papel de la
moralidad en el desarrollo civilizatorio.
Texto publicado originalmente en Código y frontera.

Fernando Wirtz es Licenciado en Filosofía por la Universidad


de Buenos Aires y Doctor en Filosofía por la Universidad de
Tübingen. Sus áreas de investigación son la Filosofía del
Idealismo alemán y la filosofía de la Escuela de Kyoto.
También es miembro del comité directivo de la Sociedad
Internacional de Filosofía Intercultural (http://www.int-gip.de) y
editor de Forum Nepantla (www.forum-nepantla.org).
 

177
CIEN AÑOS DE CRISIS.
 PRIMERA PARTE 
 

Por Yuk Hui


@digital_objects
Traducción: Tadeo Lima
Allí donde la filosofía se mostró como una ayuda, como algo
salvador, 
como algo protector, fue siempre con los sanos; 

178
a los enfermos los volvió aún más enfermos.
Friedrich Nietzsche, La filosofía en la época trágica de los
griegos
 

EL CENTENARIO DE “LA CRISIS DEL ESPÍRITU”


En 1919, después de la Primera Guerra Mundial, el poeta
francés Paul Valéry escribió en su ensayo “La crisis del
espíritu”: “Nosotras, las civilizaciones, sabemos ahora que
somos mortales”. Solo ante una tragedia semejante, y con
posterioridad, nos damos cuenta de que somos seres frágiles.
Cien años después, un murciélago en China –si efectivamente el
coronavirus proviene de los murciélagos– ha precipitado al
planeta entero en una nueva crisis. Si aún viviera, Valéry tendría
prohibido salir de su departamento en París.
La crisis del espíritu de 1919 fue precedida por un nihilismo,
una nada que agobió a Europa en los años anteriores a 1914.
Como escribió Valéry acerca de la escena intelectual de
preguerra: “No veo ¡nada! Nada, aunque haya sido una nada
infinitamente rica”. En su poema El cementerio marino, de
1920, leemos una llamada afirmativa de ecos nietzscheanos: “El
viento vuelve, intentemos vivir”. Este verso sería adoptado más
tarde por Hayao Miyazaki como título para su película de
animación sobre Jiro Horikoshi, el ingeniero aeronáutico que
diseñó los cazas para el Imperio de Japón que fueron usados en
la Segunda Guerra Mundial. Este nihilismo retorna
recursivamente bajo la forma de una prueba nietzscheana: un
demonio se introduce en tu más solitaria soledad y te pregunta
si quieres vivir el eterno retorno de lo mismo –la misma araña,

179
la misma luz de la luna entre los árboles y el mismo demonio
que hace la misma pregunta–. Toda filosofía que no sepa
convivir con este nihilismo y hacerle frente será incapaz de
ofrecer respuestas satisfactorias. Una filosofía tal solo puede
hacer a una cultura enferma más enferma, o en nuestra época,
refugiarse en los grotescos memes filosóficos que circulan por
las redes sociales.
El nihilismo impugnado por Valéry fue alimentado
incesantemente por la aceleración y la globalización
tecnológicas iniciadas en el siglo XVIII. Como escribe hacia el
final de su ensayo:
Pero el Espíritu europeo –o por lo menos lo que contiene de más
precioso– ¿es totalmente difusible? El fenómeno de la
explotación del globo, el fenómeno de la igualación de las
técnicas y el fenómeno democrático, que hacen prever una
diminutio capitis de Europa ¿deben tomarse como decisiones
absolutas del destino?
 
Esta amenaza de difusión –que Europa habría intentado
afirmar– ha dejado de ser algo a lo que Europa pueda hacer
frente sola, y probablemente ya nunca vuelva a ser superada por
el espíritu “tragicista” europeo. “Tragicista” se refiere en primer
lugar a la tragedia griega; es también la lógica del espíritu que
se esfuerza por resolver las contradicciones que brotan de su
interior. En “¿Qué comienza después del fin de la Ilustración?”
y otros ensayos he intentado esbozar cómo, desde la Ilustración
y luego del ocaso del monoteísmo, este fue reemplazado por un
monotecnologismo (o tecnoteísmo) que encuentra su
culminación en el transhumanismo de nuestros días. Nosotros,
los modernos, los herederos de ese Hamlet europeo que en “La
crisis del espíritu” de Valéry resume como el legado intelectual

180
europeo sosteniendo los cráneos de Leibniz, Kant, Hegel y
Marx, cien años después de su escrito aún creemos y queremos
seguir creyendo que nos volveremos inmortales, que seremos
capaces de equipar nuestros sistemas inmunológicos contra
todos los virus, o simplemente huiremos a Marte cuando se
presente el peor escenario. Pero en plena pandemia de la
enfermedad por coronavirus, la exploración de Marte parece
irrelevante a los fines de detener su propagación y salvar vidas.
Los mortales que todavía habitamos este planeta Tierra
posiblemente no tengamos la oportunidad de esperar hasta
volvernos inmortales, como promocionan los transhumanistas
en sus eslóganes corporativos. Todavía está por escribirse una
farmacología del nihilismo después de Nietzsche, pero la toxina
ya ha penetrado el cuerpo global y causado una crisis en su
sistema inmunológico.
Para Jacques Derrida (cuya viuda, Marguerite Derrida, falleció
recientemente de coronavirus), el ataque a las Torres Gemelas
del 11 de septiembre de 2001 marcó la manifestación de una
crisis autoinmune que disolvió estructuras de poder
tecnopolíticas estabilizadas durante décadas: dos aviones
Boeing 767 fueron usados como armas contra el propio país que
los había inventado, a la manera de células mutadas o de un
virus endógeno. El término “autoinmune” es solo una metáfora
biológica cuando se lo emplea en un contexto político: la
globalización es la creación de un sistema mundial cuya
estabilidad depende de la hegemonía económica y
tecnocientífica. De allí que el 11 de septiembre haya llegado a
ser visto como una ruptura que puso fin a la configuración
política deseada por el Occidente cristiano desde la Ilustración,
desencadenando una respuesta inmune que se expresó como un
estado de excepción permanente –guerras y más guerras–. El
coronavirus ahora hace implosionar esta metáfora: lo

181
biológico y lo político se vuelven uno. Los esfuerzos para
contener al virus no incluyen solo desinfectantes y medicina,
sino también movilizaciones militares, cuarentenas de países
enteros, cierres de fronteras, suspensión de vuelos
internacionales y paralización del transporte por tierra.
“El término ‘autoinmune’ es solo una metáfora biológica
cuando se lo emplea en un contexto político: la globalización
es la creación de un sistema mundial cuya estabilidad
depende de la hegemonía económica y tecnocientífica.”

Kevin Frayer/ Getty Images – Foto para Der Spiegel.


A fines de enero de 2020, el semanario alemán Der Spiegel
publicó una edición titulada Coronavirus, Made in China:
Wenn die Globalisierung zur tödlichen Gefahr
wird [Coronavirus, Made in China. Cuando la globalización se
vuelve un peligro mortal], ilustrada con la imagen de una
persona china luciendo un equipo de protección exagerado y
mirando la pantalla de un iPhone con los ojos entrecerrados,
182
como si le estuviera rezando a un dios. El brote de coronavirus
no es un ataque terrorista –hasta ahora no ha habido evidencia
clara del origen del virus previo a su primera aparición en
China–, sino un evento organológico en el que un virus se
acopla a redes de transporte avanzadas y se desplaza a 900
kilómetros por hora. Es también un evento que parece
devolvernos a un discurso sobre el Estado-nación y a una
geopolítica definida por naciones. Con “devolvernos” me
refiero antes que nada al hecho de que restaura el sentido a
fronteras que el capitalismo global y la creciente movilidad
promovida por el intercambio cultural y el comercio
internacional habían desdibujado. El brote epidémico global
anuncia que hasta ahora la globalización ha cultivado una
cultura monotecnológica que solo puede conducir a una
respuesta autoinmune y a una gran regresión. En segundo lugar,
el brote epidémico y el retorno al Estado-nación revelan los
límites históricos y reales del propio concepto de Estado-nación.
Los Estados-nación modernos han intentado disimular esos
límites por medio de guerras de información inmanentes y de la
construcción de infoesferas que se expanden más allá de las
fronteras. Sin embargo, en vez de producir una inmunología
global, estas infoesferas, por el contrario, usan la patente
contingencia del espacio global para librar una guerra biológica.
Aún no está disponible una inmunología global a la que
podamos recurrir para hacer frente a este estadio de la
globalización, y posiblemente no llegue a estarlo nunca si
persiste esta cultura monotecnológica.

183
UN SCHMITT EUROPEO VE MILLONES DE
FANTASMAS
Durante la crisis de refugiados en Europa de 2016, el filósofo
Peter Sloterdijk criticó a la canciller alemana Angela Merkel en
una entrevista con la revista Cicero, en la que afirmó: “Todavía
nos falta aprender a glorificar las fronteras. […] Tarde o
temprano los europeos desarrollaremos una política de fronteras
común eficiente. A la larga, el imperativo territorial se impone.
Después de todo, no existe una obligación moral a la
autodestrucción”. Incluso si Sloterdijk estaba equivocado al
sostener que Alemania y la Unión Europea deberían haber
cerrado sus fronteras a los refugiados, cabe decir en
retrospectiva que tenía razón acerca de lo poco pensada que
estaba la cuestión de las fronteras. Roberto Esposito ha
afirmado claramente en Immunitas que en relación a la función
de las fronteras subsiste una lógica binaria (polar): por un lado,
se insiste en la necesidad de controles más estrictos como una
defensa inmunológica contra un enemigo exterior –una
concepción clásica e intuitiva de la inmunología como
oposición entre el yo y el otro–; por el otro, se propone la
abolición de las fronteras para permitir la libre circulación y
asociación de individuos y bienes. Esposito sugiere que ninguno
de estos dos extremos –como se ha vuelto evidente hoy– es
deseable ética y prácticamente. El brote de la enfermedad por
coronavirus en China –que comenzó a mediados de noviembre
de 2019 aunque la primera alerta oficial no se dio hasta después
de mediados de enero de 2020, seguida por el cierre total de la
ciudad de Wuhan el 23 de enero– llevó inmediatamente a
controles indiscriminados en las fronteras internacionales de las
personas de nacionalidad china o incluso de las de “rasgos
asiáticos”, identificadas como portadoras del virus. Italia fue
uno de los primeros países en suspender los vuelos de y hacia

184
China; ya a fines de enero, el Conservatorio Santa Cecilia de
Roma suspendió a los alumnos “orientales” y les impidió seguir
asistiendo a clases, incluidos aquellos que nunca en su vida
habían estado en China. Estos actos –que podríamos llamar
inmunológicos– son llevados a cabo por miedo, pero más
fundamentalmente por ignorancia.
En Hong Kong –próximo a Shenzhen, en la provincia de
Guangdong, uno de los principales focos epidémicos fuera de la
provincia de Hubei– se oyeron fuertes voces que reclamaron al
gobierno el cierre de la frontera con China. El gobierno se negó,
ateniéndose a las recomendaciones de la Organización Mundial
de la Salud, que instó a los países a evitar imponer restricciones
a los viajes y el comercio con China. Como una de las dos
Regiones Administrativas Especiales de China, se esperaba que
Hong Kong no se opusiera a China y que quisiera evitar hacer
más pesado el lastre de su menguante crecimiento económico.
Sin embargo, muchos restaurantes colgaron carteles en sus
puertas avisando que los hablantes de mandarín no eran
bienvenidos. El dialecto mandarín es asociado a los chinos del
continente en cuanto portadores del virus y se vuelve una señal
de peligro. Un restaurante que en condiciones normales está
abierto a todo aquel que pueda pagar solo admite a cierto tipo de
personas.
Todas las formas de racismo son fundamentalmente
inmunológicas. El racismo es un antígeno social, ya que
distingue claramente entre el yo y el otro y reacciona contra
cualquier inestabilidad introducida por el otro. Al mismo
tiempo, no todos los actos inmunológicos pueden ser
considerados racistas. Si no reconocemos la ambigüedad entre
ambos tipos de actos, disolvemos todo en la noche donde todas
las vacas son negras. En el caso de una pandemia global, es
inevitable una reacción inmunológica cuando el contagio es
185
multiplicado por los trenes de larga distancia y los vuelos
intercontinentales. Cinco millones de habitantes huyeron antes
del cierre de Wuhan, llevando involuntariamente el virus fuera
de la ciudad. De hecho, es irrelevante que a uno se lo etiquete
por provenir de Wuhan, ya que cualquiera puede ser
considerado sospechoso si se tiene en cuenta que el virus puede
permanecer latente durante días en un cuerpo sin que este
desarrolle síntomas y todo ese tiempo estar contaminando los
alrededores. Hay momentos inmunológicos a los que no es
fácil escapar cuando la xenofobia y los microfascismos se
vuelven moneda corriente en las calles y los locales: basta
con toser sin querer para atraer todas las miradas. Más que
nunca, las personas reclaman una esfera inmune –como
sugirió Peter Sloterdijk–, como protección y como
organización social.
Pareciera así que los actos inmunológicos, que no pueden
simplemente ser reducidos a actos racistas, justifican un retorno
a las fronteras –individuales, sociales y nacionales–. En la
inmunología biológica tanto como en la inmunología política, al
cabo de décadas de debates sobre el paradigma yo-otro y el
paradigma organísmico, los estados modernos vuelven a los
controles de fronteras como forma más simple e intuitiva de
defensa, aun cuando el enemigo no es visible. En rigor, solo
estamos luchando contra la encarnación del enemigo. Aquí
estamos todos regidos por lo que Carl Schmitt llamó lo político,
que se funda en la distinción entre amigo y enemigo –una
definición difícil de rebatir y que probablemente se vea
reforzada durante una pandemia–. Cuando el enemigo es
invisible, tiene que ser encarnado e identificado: primero los
chinos, los asiáticos, luego los europeos, los norteamericanos; o,
dentro de China, los habitantes de Wuhan. La xenofobia
alimenta el nacionalismo, ya sea porque el yo la considera un

186
acto inmunológico necesario, ya porque el otro la moviliza para
fortalecer su propio nacionalismo como inmunología.
“Aquí estamos todos regidos por lo que Carl Schmitt llamó
lo político, que se funda en la distinción entre amigo y
enemigo –una definición difícil de rebatir y que
probablemente se vea reforzada durante una pandemia–.
Cuando el enemigo es invisible, tiene que ser encarnado e
identificado: primero los chinos, los asiáticos, luego los
europeos, los norteamericanos; o, dentro de China, los
habitantes de Wuhan. La xenofobia alimenta el
nacionalismo, ya sea porque el yo la considera un acto
inmunológico necesario, ya porque el otro la moviliza para
fortalecer su propio nacionalismo como inmunología.”
La Sociedad de las Naciones fue fundada en 1919 después de la
Primera Guerra Mundial y más tarde sucedida por la
Organización de las Naciones Unidas con la misma estrategia de
evitar la guerra en una organización común. Carl Schmitt hizo
una crítica certera de este intento al señalar que la Sociedad de
las Naciones –que hubiera tenido su centenario el año pasado–
identificó erróneamente a la humanidad como fundamento
común de la política mundial. La humanidad, para Schmitt, no
es un concepto político. Antes bien, la humanidad es un
concepto de la despolitización, ya que la identificación con una
humanidad abstracta e inexistente habilita “un mal uso de la
paz, el progreso, la civilización con el fin de reivindicarlos para
uno mismo negándoselos al enemigo”. Como es sabido, la
Sociedad de las Naciones, que reunía a representantes de los
diferentes países miembros, fue incapaz de impedir una de las
mayores catástrofes del siglo XX, la Segunda Guerra Mundial,
y a raíz de ello fue reemplazada por las Naciones Unidas. ¿No
es aplicable el argumento a la Organización Mundial de la
Salud, en cuanto organización global que se supone trasciende
187
los límites e intereses particulares de las naciones para aconsejar
e implementar políticas de prevención e intervención en
cuestiones de salud global? Considerando que la OMS
prácticamente no tuvo ningún papel positivo en la contención
del virus –si es que no tuvo un papel negativo: su Director
General se negó hasta último momento a declarar la pandemia,
cuando ya era evidente para todos los observadores–, ¿qué la
hace necesaria en definitiva? Por supuesto que el trabajo de los
profesionales que trabajan para y con la organización merece un
gran respeto, pero el caso del coronavirus ha puesto al
descubierto una crisis en la función política de la organización
en su conjunto. Peor aún, solo podemos criticar a este enorme y
costoso órgano gubernamental global por su fracaso en las redes
sociales, que es como gritar al viento, pero nadie tiene la
capacidad de cambiar nada, puesto que los procesos
democráticos están reservados para las naciones. 

MONOTECNOLOGÍA VS. TECNODIVERSIDAD

188
Si seguimos a Carl Schmitt, la OMS es ante todo un instrumento
de despolitización, ya que su función de advertir sobre el
coronavirus podría haberla realizado mejor una agencia de
noticias. En efecto, numerosos países actuaron con demasiada
lentitud al basarse en las primeras evaluaciones que hizo la oms
de la situación. Como escribe Schmitt en El concepto de lo
político, un organismo internacional gubernamental
representativo fraguado en nombre de la humanidad “no
suprime la posibilidad de que haya guerras, en la misma medida
en que no cancela los Estados. Introduce nuevas posibilidades
de guerras, permite las guerras, favorece las guerras de
coaliciones y aparta una serie de inhibiciones frente a la guerra
desde el momento en que legitima y sanciona determinadas
guerras”. ¿La manipulación de los organismos internacionales
gubernamentales por las potencias mundiales y el capital
transnacional desde después de la Segunda Guerra Mundial no
es solo una continuación de esa lógica? ¿Este virus que era
controlable en un primer momento no ha hundido al mundo en
un estado de guerra global? Estas organizaciones contribuyen a
una enfermedad global allí donde la competencia económica
monotecnológica y la expansión militar son el único objetivo,
arrancan a los seres humanos de sus localidades enraizadas en la
tierra y las reemplazan con identidades ficticias moldeadas por
los Estados-nación modernos y las guerras de información.
El concepto de estado de excepción o estado de emergencia
tenía originalmente como función permitir al soberano
inmunizar el cuerpo político, pero desde el 11 de septiembre ha
tendido a convertirse en la norma política. La normalización del
estado de emergencia no es solo expresión del poder absoluto
del soberano, sino también de los esfuerzos a menudo
malogrados del Estado-nación moderno para enfrentarse a la
situación global defendiendo y expandiendo sus fronteras por

189
todos los medios tecnológicos y económicos disponibles. El
control de fronteras solo constituye un acto inmunológico eficaz
si se entiende la geopolítica en términos de Estados soberanos
definidos por sus fronteras. Después de la Guerra Fría, el
incremento en la competencia ha resultado en una cultura
monotecnológica que ya no busca equilibrar progreso
económico y progreso tecnológico, sino que los asimila al
tiempo que avanza hacia un final apocalíptico. La competencia
basada en la monotecnología está devastando los recursos
naturales de la Tierra en aras de la maximización de ganancias e
impide a los actores adoptar caminos o direcciones diferentes,
es decir, bloquea la “tecnodiversidad” sobre la que he escrito
extensamente. Diferentes países produciendo la misma
tecnología (monotecnología) con distinto branding y
características ligeramente diferentes no son sinónimo de
tecnodiversidad. Esta se refiere, por el contrario, a una
multiplicidad de cosmotécnicas que difieren entre sí en términos
de valores, epistemologías y modos de existencia.
“Diferentes países produciendo la misma tecnología
(monotecnología) con distinto branding y características
ligeramente diferentes no son sinónimo de tecnodiversidad.
Esta se refiere, por el contrario, a una multiplicidad de
cosmotécnicas que difieren entre sí en términos de valores,
epistemologías y modos de existencia.” 
Si la forma actual de la competencia que emplea medios
económicos y tecnológicos para pasar por encima de la política
suele ser atribuida al neoliberalismo, su pariente cercano el
transhumanismo considera a la política como una mera
epistemología humanista que pronto será superada gracias a la
aceleración tecnológica. Estamos frente a un impasse de la
modernidad: el miedo a ser sobrepasado por otros en la
competencia impide sustraerse a ella. Es como la metáfora del
190
hombre moderno que describió Nietzsche: un grupo de hombres
abandona su tierra y se embarca en una travesía marítima en
busca del infinito solo para llegar al medio del océano y
descubrir que el infinito no es un destino. Y no hay nada más
aterrador que el infinito cuando ya no hay vuelta atrás.

YUK HUI nació en China. Estudió ingeniería informática y


filosofía en la Universidad de Hong Kong y en Goldsmiths
College en Londres, con un enfoque en filosofía de la
tecnología. Actualmente enseña en la Universidad Bauhaus en
Weimar y en la Escuela de Medios Creativos de la Universidad
de Hong Kong. Fue investigador asociado en el Instituto de
Cultura y Estética de los Medios (ICAM), investigador
postdoctoral en el Instituto de Investigación e Innovación del
Centro Pompidou en París y científico visitante en los
Laboratorios Deutsche Telekom en Berlín. Es el iniciador de la
Red de Investigación en Filosofía y Tecnología, una red
internacional que facilita investigaciones y colaboraciones en
filosofía y tecnología. Hui ha publicado colaboraciones en
distintos medios como Research in Phenomenology,
Metaphilosophy, Cahiers Simondon, Deleuze Studies,
Implications Philosophiques, Techné, etc. Publicó los libros 30
Years after Les Immatériaux: Art, Science and Theory (2015,
con Andreas Broeckmann), On the Existence of Digital
Objects (2016), The Question Concerning Technology in China
-An Essay in Cosmotechnics (2016) y Recursivity and
Contingency (2019). Próximamente publicará Art and

191
Cosmotechnics. Sus escritos han sido traducidos a una docena
de idiomas.Durante 2020 será uno de los autores publicados por
Caja Negra Editora.   

192
CIEN AÑOS DE CRISIS. SEGUNDA PARTE

Por YUK HUI


@digital_objects
Traducción: Tadeo Lima
El coronavirus, al igual que todas las catástrofes, nos obliga a
preguntarnos hacia dónde nos dirigimos. Aunque sabemos que
nos dirigimos hacia el vacío, nos arrastra un impulso tragicista
de “tratar de vivir”. En un contexto de competencia agudizada,
los intereses de los Estados ya no se alinean con los de sus
súbditos, sino exclusivamente con el crecimiento económico:
cualquier cuidado de la población es subsidiario de la
contribución que ella hace al crecimiento económico. Esto

193
resulta evidente en la manera en que China intentó inicialmente
silenciar las noticias sobre el coronavirus, y más tarde, cuando
Xi Jinping advirtió que las medidas para contener el virus
dañarían la economía, el número de nuevos contagios descendió
dramáticamente a cero. Es la misma implacable “lógica”
económica que llevó a otros países a adoptar una conducta
expectante, debido al impacto que tendrían medidas preventivas
como las restricciones de viaje (que la OMS desaconsejó), la
implementación de controles médicos en aeropuertos o la
suspensión de los Juegos Olímpicos.
Tanto los medios de comunicación como algunos filósofos
presentan un argumento un poco ingenuo a propósito del
“modelo autoritario” asiático y el modelo presuntamente
liberal/libertario/democrático de los países occidentales. La
manera autoritaria china (o asiática) –a menudo identificada
erróneamente con el confucianismo, el cual no es en absoluto
una filosofía autoritaria o coercitiva– mostró un eficiente
manejo de la población mediante el recurso a tecnologías de
vigilancia de los consumidores que ya estaban muy extendidas
(reconocimiento facial, geolocalización a través de dispositivos
móviles, etc.) y que permitieron trazar la propagación del virus.
Cuando se dispararon los contagios en Europa, se seguía
debatiendo si debía usarse o no este tipo de información
personal. Si realmente tuviésemos que elegir entre los modelos
de gobernanza “asiático autoritario” y “occidental
liberal/libertario”, el primero parecería más aceptable a los fines
de enfrentar catástrofes futuras, ya que la manera libertaria de
gestionar este tipo de pandemias es esencialmente eugenista:
permite que los mecanismos autorregulados de la selección
eliminen rápidamente a la población más avejentada. De
cualquier forma, todas estas oposiciones culturales esencialistas
resultan engañosas, puesto que ignoran la solidaridad

194
espontánea entre comunidades y la pluralidad de lealtades y
obligaciones morales de las personas –hacia los mayores, la
familia, etc.–. Pero es este tipo de ignorancia el que se requiere
para entregarse a expresiones vanidosas de superioridad.
¿Pero hacia qué otro lugar puede avanzar nuestra civilización?
La escala de esta pregunta abruma nuestra imaginación y nos
lleva a refugiarnos en la esperanza de que podamos recuperar
una “vida normal”, lo que sea que ello signifique. En el siglo
XX diversos pensadores buscaron otras opciones y
configuraciones geopolíticas para superar el concepto
schmittiano de lo político. Uno de ellos fue Jacques Derrida,
que en Políticas de la amistad le respondió a Schmitt
deconstruyendo el concepto de amistad. La deconstrucción abre
la diferencia ontológica entre amistad y comunidad para sugerir
una política que se ubica más allá de la dicotomía amigo-
enemigo fundamental para la teoría política del siglo XX, una
política de la hospitalidad. La hospitalidad “incondicional” e
“incalculable”, que cabría llamar amistad, puede ser concebida
en el ámbito geopolítico como algo que socava la soberanía. En
este sentido, el filósofo deconstructivista japonés Kojin Karatani
afirmó que la paz perpetua con la que soñó Kant solo será
posible cuando la soberanía sea dada como un don en el sentido
de la economía del don de Marcel Mauss, que habría de suceder
así al imperio capitalista global. Esta posibilidad está
condicionada, sin embargo, por la abolición de la soberanía, en
otras palabras, por la abolición de los Estados-nación. Para que
ello suceda, según Karatani, probablemente necesitaríamos una
Tercera Guerra Mundial seguida por la instauración de un
organismo internacional gubernamental con más poder que las
Naciones Unidas. De hecho, la política de refugiados de Angela
Merkel y el principio “un país, dos sistemas” concebido por
Deng Xiaoping en la transferencia de la sobreanía de Hong

195
Kong del Reino Unido a China han avanzado en esa dirección
sin necesidad de una guerra. Este último tiene el potencial para
convertirse en un modelo más sofisticado e interesante que el
sistema federal. Pero mientras que la primera ha sido el blanco
de ataques feroces, el segundo está siendo destruido por
nacionalistas cortos de miras y schmittianos dogmáticos. Una
Tercera Guerra Mundial será la opción más próxima si ningún
país está dispuesto a avanzar en otra dirección.
Antes de que llegue ese día, y antes de que una catástrofe aún
más grave nos acerque un poco más a la extinción (que ya
podemos sentir), quizás debamos preguntarnos qué aspecto
tendría un sistema inmunológico global “organísmico”, más allá
de la presunta capacidad de coexistir con el coronavirus. ¿Qué
clase de coinmunidad o coinmunismo (neologismo acuñado por
Sloterdijk) es posible si queremos que la globalización continúe,
y que continúe de una manera menos contradictoria? La
estrategia coinmunitaria de Sloterdijk es interesante aunque
políticamente ambigua –acaso porque no la ha desarrollado lo
suficiente en sus obras mayores–, oscila entre la política de
fronteras del partido de extrema derecha Alternativa para
Alemania (afd) y la inmunidad contaminada de Roberto
Esposito. Pero el problema es que mientras sigamos
ateniéndonos a la lógica del Estado-nación, nunca llegaremos a
una coinmunidad. No solo porque un Estado no es ni una célula
ni un organismo –por atractiva y práctica que pueda resultar la
metáfora para los teóricos–, sino más fundamentalmente porque
el propio concepto solo pude producir una inmunidad basada en
la distinción entre amigo y enemigo, independientemente de que
adopte la forma de organizaciones o consejos internacionales.
Los Estados modernos, aunque compuestos por sus súbditos
como en la célebre imagen del Leviatán de Thomas Hobbes, no
tienen intereses más allá del crecimiento económico y la

196
expansión militar, o al menos no los tienen hasta que no se
topan con una crisis humanitaria. Acosados por una inminente
crisis económica, los Estados-nación se vuelven la fuente (más
que el blanco) de fake news manipuladoras.
“Si realmente tuviésemos que elegir entre los modelos de
gobernanza “asiático autoritario” y “occidental
liberal/libertario”, el primero parecería más aceptable a los
fines de enfrentar catástrofes futuras, ya que la manera
libertaria de gestionar este tipo de pandemias es
esencialmente eugenista: permite que los mecanismos
autorregulados de la selección eliminen rápidamente a la
población más avejentada. De cualquier forma, todas estas
oposiciones culturales esencialistas resultan engañosas,
puesto que ignoran la solidaridad espontánea entre
comunidades y la pluralidad de lealtades y obligaciones
morales de las personas –hacia los mayores, la familia,
etc.–.”

197
SOLIDARIDAD ABSTRACTA Y CONCRETA 
Volvamos sobre la cuestión de las fronteras e indaguemos en la
naturaleza de esta guerra que estamos combatiendo, que el
Secretario General de las Naciones Unidas António Guterres
considera el mayor desafío que ha enfrentado la onu desde la
Segunda Guerra Mundial. La guerra contra el virus es en primer
lugar una guerra de información. El enemigo es invisible. Solo
puede ser localizado a través de información sobre las
comunidades y los movimientos de los individuos. La eficacia
en la guerra depende de la habilidad para recolectar y analizar
información y para movilizar los recursos disponibles con la
mayor eficiencia. Para los países que ejercen una estricta
censura en línea existe la posibilidad de contener al virus como
se contiene una palabra clave “sensible” que circula por las
redes sociales. El uso del término “información” en contextos
políticos ha sido a menudo equiparado a la propaganda;
deberíamos evitar entenderlo exclusivamente como una cuestión
de los medios de comunicación y el periodismo, e incluso de
libertad de expresión. La guerra de información es la guerra del
siglo XXI. No es un tipo específico de guerra, sino su forma
permanente.
En sus clases reunidas en Defender la sociedad, Michel
Foucault invirtió el aforismo de Carl von Clausewitz “la guerra
es la continuación de la política por otros medios” como “la
política es la continuación de la guerra por otros medios”. Si
bien la inversión sugiere que la guerra ya no adopta la forma
bajo la cual la había pensado Clausewitz, Foucault no había
desarrollado aún un discurso sobre la guerra de información.
Hace más de veinte años se publicó en China un libro titulado
超 限 戰 [Guerra allende los límites] (oficialmente traducido al
inglés como Unrestricted Warfare [Guerra irrestricta]), escrito
por dos coroneles retirados de la Fuerza Aérea del Ejército
198
Popular de Liberación. El libro fue rápidamente traducido al
francés y se dice que influyó en el colectivo Tiqqun y más tarde
en el Comité Invisible. Los dos coroneles retirados –que no
habían leído a Foucault pero conocían bien a Clausewitz–
llegaban a la conclusión de que la guerra tradicional acabaría
por difuminarse y sería reemplazada en el mundo por guerras
inmanentes, introducidas y posibilitadas en buena parte por las
tecnologías de la información. El libro podía ser leído como un
análisis de la estrategia de guerra global de los Estados Unidos,
pero también y más significativamente como un penetrante
estudio del modo en que la guerra de información redefine la
política y la geopolítica.
La guerra contra el coronavirus es al mismo tiempo una guerra
de información errónea y desinformación, como resulta
característico de la política de la posverdad. El virus puede
haber sido un evento contingente que desencadenó la actual
crisis, pero la guerra en sí misma ya no es contingente. La
guerra de información introduce a su vez otras dos posibilidades
(en cierto modo farmacológicas): primero, la de una guerra que
ya no tiene al Estado como unidad de medida, sino que está
constantemente desterritorializándolo con armas invisibles y
fronteras difusas; y segundo, la de la guerra civil, que adopta la
forma de un choque entre infoesferas en competencia. La guerra
contra el coronavirus es una guerra contra los portadores del
virus, y es una guerra que se libra empleando fake news,
rumores, censura, falsas estadísticas, desinformación, etc. En
paralelo a la utilización que han hecho los Estados Unidos de
las tecnologías de Silicon Valley para expandir su infoesfera y
penetrar en la mayoría de la población de la Tierra, China
también ha construido una de las infoesferas más grandes y
sofisticadas del planeta, equipada con potentes cortafuegos que
consisten tanto de máquinas como de humanos. Ello le permitió

199
contener el virus en el seno de una población de 1400 millones
de personas. Esta infoesfera está expandiéndose gracias a la
infraestructura de la iniciativa “Cinturón y Ruta de la Seda”, así
como a las redes ya tendidas en África, lo que ha provocado la
respuesta de los Estados Unidos, que en nombre de la seguridad
y la propiedad intelectual bloqueó la expansión de Huawei al
interior de su propia infoesfera. Desde luego, la guerra de
información no la libran solo los soberanos. Dentro de China,
diferentes facciones compiten entre sí a través de los medios de
comunicación oficiales, medios tradicionales como los
periódicos y medios independientes. Por ejemplo, tanto los
medios tradicionales como los medios independientes
verificaron las afirmaciones de figuras del Estado acerca del
brote epidémico, forzando al gobierno a corregir sus errores y
distribuir más equipamiento médico en los hospitales de
Wuhan.
El coronavirus hace explícita la inmanencia de la guerra de
información al exponer la necesidad del Estado-nación de
defender sus fronteras físicas al mismo tiempo que se expande
tecnológica y económicamente fuera de sus límites para
establecer nuevas fronteras. Las infoesferas las construyen los
humanos, y pese a haberse expandido enormemente en décadas
recientes, su devenir permanece indeterminado. En la medida en
que la imaginación de una coinmunidad –como un posible
comunismo o asistencia mutua entre naciones– solo puede ser
una solidaridad abstracta, resulta tan vulnerable al cinismo
como el concepto de “humanidad”. En las últimas décadas
algunos discursos filosóficos han alimentado exitosamente una
solidaridad abstracta que puede virar hacia comunidades
sectarias cuya inmunidad es determinada por el acuerdo y el
desacuerdo. La solidaridad abstracta es atractiva porque es
abstracta: a diferencia de lo concreto, lo abstracto no está

200
cimentado ni tiene una localidad; puede transportarse a todas
partes y radicarse en cualquier lugar. Pero la solidaridad
abstracta es un producto de la globalización, una metanarrativa
(e incluso una metafísica) para algo que hace mucho ha
enfrentado su propio fin.
“La guerra contra el coronavirus es al mismo tiempo una
guerra de información errónea y desinformación, como
resulta característico de la política de la posverdad. El virus
puede haber sido un evento contingente que desencadenó la
actual crisis, pero la guerra en sí misma ya no es
contingente. La guerra de información introduce a su vez
otras dos posibilidades (en cierto modo farmacológicas):
primero, la de una guerra que ya no tiene al Estado como
unidad de medida, sino que está constantemente
desterritorializándolo con armas invisibles y fronteras
difusas; y segundo, la de la guerra civil, que adopta la forma
de un choque entre infoesferas en competencia. ”

La verdadera coinmunidad no es solidaridad abstracta, sino que


parte de una solidaridad concreta cuya coinmunidad debería
servir de base para la próxima oleada de globalización (si es que
la hay). Desde el comienzo de esta pandemia ha habido
201
numerosos actos de auténtica solidaridad, en situaciones donde
resulta de suma importancia quién hará tus compras si tú no
puedes ir al supermercado, quién te dará una máscara si
necesitas acercarte al hospital, quién ofrecerá respiradores que
salven vidas, etc. Hay también solidaridades entre las
comunidades médicas que comparten información con vistas al
desarrollo de vacunas. Gilbert Simondon distinguió entre lo
abstracto y lo concreto a través de los objetos técnicos: los
objetos técnicos abstractos son desmontables y móviles, como
los que abrazaron los enciclopedistas del siglo XVIII y que
(hasta el día de hoy) inspiran optimismo sobre la posibilidad del
progreso; los objetos técnicos concretos son aquellos que se
cimientan (acaso literalmente) en los mundos humano y natural,
entre los que actúan como un mediador. Una máquina
cibernética es más concreta que un reloj mecánico, que a su vez
es más concreto que una simple herramienta. ¿Podemos
concebir entonces una solidaridad concreta que sortee
el impasse de una inmunología basada en los Estados-nación y
la solidaridad abstracta? ¿Podemos considerar la infoesfera
como una oportunidad que apunta en dirección a una
inmunología de ese tipo?
Puede que necesitemos extender el concepto de infoesfera de
dos maneras. En primer lugar, la construcción de infoesferas
podría entenderse como un intento de construir tecnodiversidad,
de desmantelar desde adentro la cultura monotecnológica y
escapar a su “mala infinitud”. Esta diversificación de
tecnologías conlleva una diversificación de modos de vida, de
formas de coexistencia, de economías y demás, ya que la
tecnología, en tanto es una cosmotécnica, integra diferentes
relaciones con los no humanos y el cosmos en general. Esta
tecnodiversificación no implica la imposición de un marco ético
a la tecnología, ya que dicho marco llega siempre tarde y solo

202
está allí para ser violado. Si no cambiamos nuestras tecnologías
y nuestras actitudes, solo preservaremos la biodiversidad como
un caso excepcional, pero no aseguraremos su sustentabilidad.
En otras palabras, sin tecnodiversidad no podemos sostener la
biodiversidad. El coronavirus no es la venganza de la
naturaleza, sino el resultado de una cultura monotecnológica en
la que la tecnología misma simultáneamente pierde sus
cimientos y quiere convertirse en el cimiento de todo lo demás.
El monotecnologismo en el que vivimos actualmente ignora la
necesidad de coexistencia y ve la Tierra como un mero stock de
existencias. Con la feroz competencia que fomenta, solamente
puede producir nuevas catástrofes. De acuerdo con esta visión,
al cabo del agotamiento y la devastación de la nave Tierra, solo
nos queda repetir el mismo agotamiento y la misma devastación
sobre la nave Marte.
En segundo lugar, la infoesfera puede ser considerada como una
solidaridad concreta que se extiende más allá de las fronteras,
como una inmunología que ya no toma como punto de partida al
Estado-nación, con sus organizaciones internacionales que son
virtualmente marionetas de las potencias globales. Para que
emerja esta solidaridad concreta, necesitamos una
tecnodiversidad que desarrolle tecnologías alternativas, como
nuevas redes sociales, herramientas cooperativas e
infraestructuras de instituciones digitales que sirvan de base
para una colaboración global. Los medios digitales ya tienen
una larga historia social, aunque pocas de sus formas que no
sean las de Silicon Valley (o WeChat en China) alcanzan una
escala global. Esto se debe en gran medida a la herencia de una
tradición filosófica –con sus oposiciones entre naturaleza y
tecnología, y entre cultura y tecnología– que es incapaz de ver
una pluralidad de tecnologías como realizable. La tecnofilia y la
tecnofobia se vuelven los síntomas de una cultura

203
monotecnológica. Estamos familiarizados con el desarrollo a lo
largo de la últimas décadas de la cultura hacker, el software
libre y las comunidades de programadores de código abierto; sin
embargo, el foco ha estado más en el desarrollo de alternativas a
las tecnologías hegemónicas que en la creación de modos de
acceso, formas de cooperación y, más importante aún,
epistemologías alternativas.
“Si no cambiamos nuestras tecnologías y nuestras actitudes,
solo preservaremos la biodiversidad como un caso
excepcional, pero no aseguraremos su sustentabilidad. En
otras palabras, sin tecnodiversidad no podemos sostener la
biodiversidad. El coronavirus no es la venganza de la
naturaleza, sino el resultado de una cultura
monotecnológica en la que la tecnología misma
simultáneamente pierde sus cimientos y quiere convertirse
en el cimiento de todo lo demás.”
EEl incidente del coronavirus acelerará los procesos de
digitalización y de subsunción por la economía de los datos, ya
que esta ha demostrado ser la herramienta más efectiva para
contener la propagación. Esto pudo verse ya en el reciente
vuelco a favor del uso de datos recolectados por dispositivos
móviles para trazar los contagios en países que suelen ser
celosos de la privacidad. Quizás convenga hacer una pausa y
preguntarnos si esta aceleración del proceso de digitalización no
puede ser tomada como una oportunidad, como un kairos que
resalta la actual crisis global. Los llamados a una respuesta
global nos ponen a todos en el mismo bote y el objetivo de
retomar la “vida normal” no parece una respuesta adecuada. El
brote epidémico de coronavirus marca la primera vez en más de
veinte años que la enseñanza en línea es ofrecida por todos los
departamentos de las universidades. Ha habido muchas razones
para oponerse a la enseñanza digital, pero en su mayoría se trata
204
de razones menores, cuando no irracionales (institutos que se
dedican a las culturas digitales consideran indispensable la
presencia física para la gestión de recursos humanos). La
enseñanza en línea no puede reemplazar por completo a la
enseñanza presencial, pero amplía radicalmente el acceso al
conocimiento y nos hace replantearnos la cuestión de la
educación en un momento en que muchas universidades están
siendo desfinanciadas. ¿Nos permitirá cambiar estos hábitos la
suspensión de la vida normal a causa del coronavirus?
Podríamos, por ejemplo, tomar los próximos meses (o años
quizás), durante los cuales la mayoría de las universidades del
mundo van a estar empleando plataformas de enseñanza digital,
como una oportunidad para crear instituciones digitales de peso
a una escala sin precedentes. Una inmunología global requiere
este tipo de reconfiguraciones radicales.
La cita con la que abrí la primera parte de este ensayo pertenece
al opúsculo inconcluso de Nietzsche La filosofía en la época
trágica de los griegos, escrito en 1873. En vez de hacer
referencia a su propia exclusión de la disciplina filosófica,
Nietzsche identifica el anhelo de reforma cultural con los
filósofos de la antigua Grecia que aspiraban a reconciliar ciencia
y mito, racionalidad y pasión. Ya no estamos en la época
trágica, sino en un tiempo de catástrofes del que ni el
pensamiento tragicista ni el pensamiento taoísta, por sí solos,
ofrecen escapatoria. En vista de la enfermedad de la cultura
global, tenemos una necesidad urgente de reformas guiadas por
un nuevo pensamiento y por nuevos marcos que nos permitan
despegarnos de lo que la filosofía ha impuesto e ignorado. El
coronavirus destruirá muchas instituciones ya amenazadas por
las tecnologías digitales. También hará necesarios un aumento
de la vigilancia y la implementación de otras medidas
inmunológicas contra el virus, al igual que contra el terrorismo

205
y las amenazas a la seguridad nacional. Este es también un
momento en el que necesitamos solidaridades concretas y
digitales más fuertes. La solidaridad digital no es un llamado a
usar más Facebook, Twitter o WeChat, sino a sustraerse a la
competencia feroz de la cultura monotecnológica, a producir
una tecnodiversidad por medio de tecnologías alternativas y de
sus correspondientes formas de vida y modos de habitar el
planeta y el cosmos. Puede que en nuestro mundo posmetafísico
no necesitemos pandemias metafísicas. Puede que tampoco
necesitemos una ontología orientada a los virus. Lo que
realmente necesitamos es una solidaridad concreta que permita
diferencias y divergencias antes de que caiga el crepúsculo.
 
Quiero agradecer a Brian Kuan Wood y Pieter Lemmens por
sus comentarios y sugerencias a los borradores de este ensayo.
Este texto se publicó originalmente en la web e-flux en abril de
2020.

YUK HUI nació en China. Estudió ingeniería informática y


filosofía en la Universidad de Hong Kong y en Goldsmiths
College en Londres, con un enfoque en filosofía de la
tecnología. Actualmente enseña en la Universidad Bauhaus en
Weimar y en la Escuela de Medios Creativos de la Universidad
de Hong Kong. Fue investigador asociado en el Instituto de
206
Cultura y Estética de los Medios (ICAM), investigador
postdoctoral en el Instituto de Investigación e Innovación del
Centro Pompidou en París y científico visitante en los
Laboratorios Deutsche Telekom en Berlín. Es el iniciador de la
Red de Investigación en Filosofía y Tecnología, una red
internacional que facilita investigaciones y colaboraciones en
filosofía y tecnología. Hui ha publicado colaboraciones en
distintos medios como Research in Phenomenology,
Metaphilosophy, Cahiers Simondon, Deleuze Studies,
Implications Philosophiques, Techné, etc. Publicó los libros 30
Years after Les Immatériaux: Art, Science and Theory (2015,
con Andreas Broeckmann), On the Existence of Digital
Objects (2016), The Question Concerning Technology in China
-An Essay in Cosmotechnics (2016) y Recursivity and
Contingency (2019). Próximamente publicará Art and
Cosmotechnics. Sus escritos han sido traducidos a una docena
de idiomas.Durante 2020 será uno de los autores publicados por
Caja Negra Editora.   

207
¿NO HAY SALIDA?
 PLATAFORMAS Y DISTANCIA SOCIAL

Por Natalí Schejtman


 
 
Un amigo se va de un grupo de Whatsapp. Vive en Europa,
donde el brote del Covid-19 ya lleva varias semanas de
intensidad y miles de muertos y no puede soportar más hablar
del tema. Pide perdón si resulta grosero, pero no da más. Otra
amiga lo justifica en el mismo grupo, ya con un integrante

208
menos: el único lugar del que se puede salir es de un grupo de
Whatsapp. 
Puedo imaginar su liberación con ese portazo virtual que no
logra cuando decide solamente ignorar su teléfono móvil, o
justamente porque no logra despegarse de ese imán pegajoso y
tremendamente hipnótico. Pero después pienso en lo que me
dijo Daniel Miller cuando lo entrevisté el año pasado. Miller es
un antropólogo que hace un tiempo largo estudia el uso de
dispositivos en distintos países del mundo, distintas
comunidades, por género, por edad, por clase social. Compara
países muy distintos. Él, británico, me dijo que mientras en el
Reino Unido todos estaban obsesionados por la falta de
privacidad de sus datos, en algunos sectores de bajos ingresos
en China, que desconocen el cuarto propio, el teléfono es visto
como el único pasadizo hacia algo parecido a la intimidad.
El diario Clarín ilustró la nota sobre la mujer de 82 años que
decidió violar la cuarentena y salir a tomar sol a los bosques de
Palermo -algo estrictamente prohibido- con una foto genial de
Fernando de la Orden. Ella, echada en una reposera con ropa
suelta mientras tres policías uniformados la rodean, algo
desconcertados ante tremenda rebelión. Todos ellos tenían un
teléfono o handy en la mano. La señora no. La tecnología era
símbolo de dependencia: una herramienta de trabajo para los
policías; su falta, el condimento extra de la desobediencia. Y
también del ocio, del que podía gozar la jubilada vecina de los
bosques de Palermo. Pero mirando en detalle había algo más:
ella tenía puestos auriculares, que probablemente conectaran
con un móvil también, aunque en un segundo plano. Con la
tecnología, desoía la ley y el orden.

209
Durante esta cuarentena en la que la gente está mayormente
encerrada en sus casas, las suscripciones a Netflix explotaron
globalmente y Amazon se corona como uno de los grandes
ganadores del Covid-19, incluso aunque se hayan reportado
infectados y se hayan denunciado falta de protocolos de
seguridad sanitaria en sus depósitos europeos. Apple, Microsoft,
Alphabet (Google), Facebook y Amazon fueron infladas por los

210
inversores en las últimas semanas. Mientras el planeta vive
asustado por un virus que amenaza con saturar los servicios de
salud globalmente desfinanciados -aunque no en igual medida
en cada país-, el capitalismo de plataformas, basado en la
recolección de datos a cambio de alguna forma de consumo,
información y entretenimiento, goza de buena salud. Y más que
eso: mientras los consumidores están encerrados en sus
confinamientos, las plataformas robustas son vistas y usadas
como una forma de salida al exterior conocido, al afuera del
diseño algorítmico. Son información global y también
vinculación con otros. Mientras más confinados estamos, más
solos, ansiosos o preocupados, más buscamos las ubicuas
plataformas. Las plataformas exacerban la insperiencia, un
fenómeno que las antecede: convertir en íntimo e individual una
vivencia que en algún momento representó el contacto con el
otro.
A la vez, la lógica de uso y la propuesta misma de estas
plataformas ya habían dado pasos certeros para esfumar los
bordes entre lo público y lo privado. Ahora vuelven a hacerlo en
otro sentido. La crisis de lo público como lo colectivo, lo
igualitario o lo que sucede en el exterior compartido o a la vista
de todos tiene décadas y vaivenes por región, pero frente a la
pandemia se regula con una prohibición estatal y se sostiene por
el miedo al contagio. Ambas cosas, combinadas, potencian el
único consumo permitido: aquel que está mediado por las
plataformas, que ahora también son las administradoras y
mediadoras entre el adentro y el afuera —el contacto con una
amiga o una hamburguesa en tu puerta—. Esto genera otra
paradoja: mientras que se habla como nunca de los servicios
públicos de salud y de solidaridad, la indicación sanitaria es
estar lo más aislados que sea posible. La conectividad, mediada
por el mercado, es la única propuesta gregaria. Aunque ya

211
sabemos que las plataformas basaron parte de su éxito en
proponer un colectivo cómodo y conocido, que algunos llaman
burbuja (no siempre tan diferente con la burbuja offline, por
cierto).
“Mientras el planeta vive asustado por un virus que
amenaza con saturar los servicios de salud globalmente
desfinanciados -aunque no en igual medida en cada país-, el
capitalismo de plataformas goza de buena salud. Y más que
eso: mientras los consumidores están encerrados en sus
confinamientos, las plataformas robustas son vistas y usadas
como una forma de salida al exterior conocido, al afuera del
diseño algorítmico. Son información global y también
vinculación con otros.”
 
Este drama de la pandemia empezó con una optimista
colectivización de la pena: todos somos iguales ante el
Coronavirus, pero enseguida cayó de maduro que no es lo
mismo pasar la cuarentena en una mansión en Beverly Hills que
en un colchón prestado en el centro de Estados Unidos o en la
Villa 31 sin agua. No es lo mismo estar en blanco, que en negro
o que ser un desempleado. La salida es global, claro, pero no es
lo mismo para un país del G7 que para uno del G20 o para un
asentamiento de refugiados sirios en el Líbano. Nos tenemos
que cuidar entre todos, pero las noticias de los escraches a
médicos o a quienes circunstancialmente violan la cuarentena
hacen mucho más ruido que la acción colectiva; los diarios
sacan todos la misma tapa acordada con el gobierno pero son
comprensiblemente más atractivos si desafían los consensos;
algunos miembros de la intelligentzia progresista global tratan
de empujar una agenda de rebooting sistémico que incluye
impuestos a la riqueza, Renta Básica Universal o un Green New

212
Deal, mientras Argentina negocia arduamente con los bonistas
tenedores de su deuda. 

El Covid-19 nos tiene materialmente individualizados y


separados, tratando de pensar lo que realmente compartimos
como seres humanos. Algunos nos preguntamos cuál es el lugar
que los Estados van a ocupar para dar una respuesta a esa
pregunta. Pero si una revalorización del Estado como agente de
igualdad y reconstrucción parece inevitable, también lo es que
el capitalismo de plataformas tenga algo que decir al respecto.
213
En definitiva, ¿hay algo más compartido que una compañía
global y omnipresente con tintes monopólicos? Son ellas
justamente las que vienen haciendo un uso cotidiano del verbo
compartir y contribuyendo a tallar una acepción más inmediata
y menos comprometida.
“Si una revalorización del Estado como agente de igualdad y
reconstrucción parece inevitable, también lo es que el
capitalismo de plataformas tenga algo que decir al respecto.
En definitiva, ¿hay algo más compartido que una compañía
global y omnipresente con tintes monopólicos? Son ellas
justamente las que vienen haciendo un uso cotidiano del
verbo compartir y contribuyendo a tallar una acepción más
inmediata y menos comprometida.”
Pero entre la ansiedad por la nueva normalidad y el miedo al
colapso y a la muerte, las preguntas caen ante cada click, cada
conferencia de prensa, cada pensamiento a mediano plazo: ¿Qué
compartimos los habitantes de un país, de una ciudad, de un
barrio? ¿Queremos tener algo más en común, como ese Disc
Jockey barrial que pone música fuerte desde su balcón, o
queremos enseñarle con precisión a nuestro algoritmo de
Spotify qué es exactamente lo que queremos escuchar? ¿Puede
el Covid-19 afianzar los lazos sociales o es más probable que
los dinamite?
Y, por cierto: ¿Qué lugar va a tener el robustecido capitalismo
de plataformas en la nueva normalidad que, presumiblemente,
nos tendrá más separados?

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NATALÍ SCHEJTMAN (1983) es Licenciada en Letras
(UBA),  tiene un máster en Medios y Comunicaciones (London
School of Economics) y actualmente cursa su doctorado en
Ciencias Sociales (UBA). Trabaja como periodista desde los 18
años y desde entonces escribió para TXT, Radar
(Página/12), Perfil, Rolling Stone y La Nación, entre otros. Fue
productora ejecutiva de proyectos digitales en canal Encuentro.
Su primer trabajo en la revista Para Ti coincidió con la crisis
política, social y económica del 2001. También, con el
momento en el que internet empezaba a asomar tímidamente
desde cada una de las computadoras de la redacción. La relación
entre medios, tecnología y política la atrapa -en todos los
sentidos posibles- desde entonces.

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