Primero La Gente-Kliksberg
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EDICIONES DEUSTO
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Instituciones y desigualdad
La globalizacin tiene mucho que ofrecer pero, incluso si la defendemos, debemos igualmente, sin incurrir en ninguna contradiccin,
ver la legitimidad de muchas interrogantes planteadas por quienes
protestan contra ella. Puede haber un diagnstico errneo en cuanto
a la ubicacin de los principales problemas (no se encuentran en la
globalizacin, como tal), pero las preocupaciones .ticas y humanas
que inspiran dichas interrogantes requieren evaluar seriamente de
nuevo cuan adecuados son los acuerdos nacionales y globales que
f Lo omitido y lo cometido
Las injusticias que caracterizan al mundo estn estrechamente vinflulaBasXvaraTommoT^^^
Tmbit dls'rreglosinstitucionales. He tratado de identificar algu- .
nos de los principales problemas_en mi libro Development as Freedom J I
(El Desarrolkfcomo LibertadHKnopf, 1999). Las polticas globales l
tienen aqu el papel de ayudar al desarrollo de instituciones cionales (por ejemplo,a travs de la defensa de la democracia y del apoyo a
IllNtiluciones^scolares y de atencin en salud), pero igualmente se requiere examinar nuevarnente^un apropiados soTosgiisjTJorarre|los
Institucionales globales. La distribucin de los beneficios en la economa global depende, entre otras cosas, de una variedad de arreglos
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Captulo 2
Exclusin e inclusin
I, Introduccin
El concepto de exclusin (relativamente reciente) como una forma
de privacin ha resultado prctico y til para fines de organizacin.
En efecto, muchas privaciones y violaciones de derechos humanos
Consisten en estar excluidos del goce de derechos elementales que
deberan ser algo que se da por sentado, tales como el acceso a los
fribunales o la libertad de expresin. El lenguaje de la exclusin, al
igual que la versatilidad y alcance del concepto, se prestan tambin
la realizacin de un debate significativo acerca de una variedad de
exclusiones, seleccionadas de reas muy diversas, que abarcan el
campo poltico, econmico y social.
Hay muchas razones que avalan esta versatilidad, puesto que debemos interesarnos por diversos tipos de privaciones, que van desde la
violacin de derechos civiles y polticos, por una parte, hasta las penurias en lo econmico y la negacin de atencin en salud y educacin
por la otra. Podemos interesarnos simultneamente por la exclusin poltica y civil, as como por la exclusin de las oportunidades
econmicas y sociales. Mucho se ha debatido en el pasado acerca
del mbito correcto de los derechos humanos -con la inclinacin de
algunos por limitar la lista elegida a las libertades civiles y derechos
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V. Civilizaciones y choques
Para ocuparnos de los derechos humanos, tenemos que prestar
mayor atencin a la manera en que se imponen a la gente identidades
Me he referido a este tema en Reason befare Identity, (Razn antes que identidad)
1998, Conferencia Romanes (Oxford y Delhi: Oxford University Press, 1999);
y tambin en The Smallness Thrust upon Us (La pequenez que nos imponen),
The Little Magazine, 2001.
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Vase Shaharyar M.Khan, The Shallow Graves ofRwanda (Las tumbas someras
de Ruanda), con prlogo de Mary Robinson (Nueva York, I.B. Tauris, 2000).
El tema es debatido ms ampliamente en Other People (Otra Gente), Conferencia Anual de la Academia Britnica, 2000 (de prxima publicacin por la Academia, versin ms breve ya publicada en The New Republic, diciembre 2000), y en
The Smallness Thrust upon Us, The Little Magazine, 2001.
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La debilidad fundamental de la tesis del choque entre civilizaciones radica en su programa de dividir a la gente del mundo en
categoras en funcin de un sistema -presuntamente rector- de clasificacin. La deficiencia de la tesis, por lo tanto, empieza mucho antes
de que lleguemos al punto de preguntar si necesariamente las civilizaciones tienen que chocar -una pregunta que resulta conceptualmente parsita de la clasificacin en categoras-. No importa cul es
la respuesta que nos propongamos dar a esta pregunta (chocan las
civilizaciones?); la forma misma del interrogante nos encasilla dentro
de una forma estrecha, arbitraria y engaosa de pensar acerca de la
gente del mundo. Y su poder de confundir puede atrapar no solamente
a quienes quisieran apoyar dicha tesis (desde los fundamentalistas
islmicos hasta los defensores de las supremacas occidentales), sino
tambin a quienes les gustara impugnarla pero responden dentro de
lus trminos de referencia previamente especificados.
Hablar en trminos de mundo islmico, o mundo hind o
mundo cristiano ya implica reducir a la gente a esta sola dimeniin. Muchos de quienes se oponen a la tesis de Huntington (por
ejemplo, quienes argumentan que Occidente no est luchando contra el mundo islmico o chocando con l) resultan, en efecto, desviados hacia el hecho de compartir la misma estrecha clasificacin
en categoras. Cuando, por ejemplo, el primer ministro Blair expresa
tu propia visin del mundo islmico -un tema acerca del cual aparentemente se ha convertido en experto- ya ha quedado atrapado en
esta forma unidimensional de ver a los pueblos del mundo. La misma
visin empobrecida del mundo dividido en casillas de civilizaciones es compartida por quienes predican la amistad entre civilizaciones
tanto como por quienes las ven como en confrontacin.
Esta visin particular de clasificacin por categoras resulta a la
vez un serio error epistmico y un enorme riesgo tico y poltico,
con consecuencias de largo alcance en materia de derechos humanos. La gente se visualiza a s misma de mltiples y diferentes
maneras. Un musulmn de Bangladesh es, adems de musulmn,
bengal y ciudadano de su pas, a lo cual cabe agregar las otras identidades
vinculadas con clase, gnero, ocupacin, ideologa poltica, gustos,
etc. Un hind nepals es, adems de hind, alguien con caractersticas polticas y tnicas que tienen pertinencia propia, junto con otras
identidades -cientos de ellas- que le hacen ser quien es.
Samuel P. Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking ofthe World
Order (El choque de civilizaciones y la reformulacin del orden mundial) (Nueva
York: Simn & Schuster, 1996).
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He debatido este tema y otros vinculados en mi Conferencia Romanes en Oxford
en 1998, publicada como: Reason befare Identity (Oxford: Oxford University
Press, 1999).
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Traduccin en Vincent Smith, Akbar: the Great Mogul (Akbar, el Gran Mogol)
(Oxford: Clarendon Press, 1917), p. 257.
Vase Man Habib, ed., Akbar and His India (Akbar y su India) (Delhi y Nueva
York: Oxford University Press, 1997), que contiene un conjunto de excelentes
ensayos en que se investigan las creencias y polticas de Akbar, as como las influencias intelectuales que le llevaron a su posicin heterodoxa.
Vase Iqtidar Alam Khan, Akbar's Personality Traits and World Outlook: A Critical Reappraisal en Iran Habib, Akbar and His India, p. 78.
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y, segn Abul Fazl (el aliado intelectual de Akbar), incluso los seguidores de Charvaka -una de las escuelas de pensamiento ateo de la
India que haba florecido desde aproximadamente el siglo VI a.c.Es difcil reconciliar esta increble pluralidad con la visin monocultural y monoreligiosa que tiene Huntington de la India vista como
una civilizacin hind, aun cuando dejramos totalmente de lado
el importante papel de los musulmanes en la India.
VIL Libertad, derechos y responsabilidad
La ingenuidad de Huntington frente a la civilizacin no sera un
problema serio si sus anlisis no le hubiesen conferido a sus categoras
de civilizacin una posicin singularmente predominante -y dominante- en la clasificacin de los pueblos del mundo. En ello radica
la dificultad central. Dira que el tema fundamental est en la necesidad de reconocer la pluralidad de nuestras identidades, as como
el hecho de que, como seres humanos responsables, debemos elegir
(por medio de la razn, como afirmara Akbar), en vez de un descubrimiento por inercia, qu prioridades debemos asignar a nuestras
diversas asociaciones y afiliaciones. Por su parte, los tericos de ineludibles choques tratan, efectivamente, de negar enfticamente, o de pasar
implcitamente por alto, la pertinencia de mltiples principios de clasificacin y, vinculado a ello, la necesidad que tenemos todos de asumir
responsablemente las decisiones referidas a nuestras prioridades.
Sin duda, es muy importante nuestra identidad religiosa y de
civilizacin, pero no deja de ser una afiliacin entre muchas otras.
La pregunta que debemos hacernos no es si, por ejemplo, el Islam (o
el Hinduismo o el Cristianismo) son religiones amantes de la paz o
si son combativas (dganos, cul es la respuesta?), que es el ngulo desde el cual Blair se aproxima a este tema. Lo que debemos
preguntar es cmo un musulmn practicante (o un hind o un cristiano)
combinan sus creencias o prcticas religiosas con otros compromisos y valores, y con otros rasgos de su identidad personal. Considerar
la afiliacin religiosa -o de pertenencia a una civilizacin en el sentido
de Huntington- como una identidad totalmente absorbente constituye, de por s, un craso error. Entre los feligreses devotos de cada
religin ha habido feroces guerreros al igual que grandes adalides de
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en fin, todos- les gustara esta concepcin del mundo, pero ha sido
tan intenso el poder del pensamiento confundido e inducente a
confusin que, inclusive aquellas personas cuyo instinto debera ser
totalmente contrario a esta forma de reducir a otros seres humanos,
parecen caer integralmente en esta trampa. En su nombre se entablan
guerras, y tambin se subyuga a las identidades humanas mediante
el solo poder de la clasificacin dominante.
Para defendernos, debemos afirmar nuestro derecho elegir las
prioridades en materia de nuestras mltiples asociaciones, afiliaciones
e identidades. Tenemos que decidir cunta importancia debemos
darle a cada una de ellas. No se nos puede pedir que nuestras creencias religiosas o nuestras identidades, ya sean por eleccin o por simple
herencia, dominen nuestra vida por completo, as como todas nuestras decisiones afectivas. Cuando existe la opcin, negar su existencia
es, adems de un fracaso cientfico, una negacin de un derecho humano elemental, lo cual a su vez conduce a una falta de tica, puesto
que permite una negacin de responsabilidad que inevitablemente va
de la mano con el ejercicio de la libre eleccin.
Centrar nuestra atencin nicamente en esta clasificacin en virtud de las grandes religiones, adems de no tener en cuenta otros
intereses e ideas que motivan a las personas, tiene tambin el efecto
de reducir la importancia de otras prioridades al amplificar la voz de
la autoridad religiosa. Ocurre entonces que a los clrigos musulmanes, as como a otras autoridades religiosas, se las considera como
los portavoces ex-oficio del as llamado mundo islmico, a pesar
de que un nmero importante de musulmanes pueda albergar profundas diferencias con los propsitos sostenidos por uno u otro de
dichos representantes religiosos. Lo mismo es vlido tambin para
los lderes religiosos hindes o cristianos, a quienes se les considera como los portavoces de sus respectivos rebaos. La singular
clasificacin, adems de convertir las distinciones provisionales
en barreras rgidas e inflexibles, confiere tambin una voz de mando
al establishment, a las figuras ms representativas de dichas categoras, a la vez que acallan y silencian a otras. Debemos luchar por
los derechos humanos que resultan denegados por esta actitud con
claridad intelectual, as como con determinacin poltica. Son muy
pocas las cosas que tienen tanta importancia en el mundo contemporneo.
Captulo 3
Cul es el propsito
de la democracia?
Durante el siglo xx han ocurrido muchas cosas dignas de mencin. En el mbito de las ideas polticas, posiblemente el cambio
ms importante ha sido el reconocimiento de la democracia como
una forma de gobierno aceptable que puede resultarle til a cualquier nacin, ya sea en Europa o en Amrica, en Asia o en frica.
Hace tan slo sesenta aos, Winston Churchill, el primer ministro de
Gran Bretaa, a la vez que luchaba con denuedo por la democracia
en Europa, insisti en que el vasto imperio britnico no europeo,
sobre el cual nunca se pona el sol, no estaba preparado del todo para
la democracia. Sin embargo, pocos aos despus, esa ptica result
totalmente obsoleta, y con justa razn.
Resultara realmente trgico el que ese reconocimiento logrado
con esfuerzo se perdiese ahora en medio de la intensa dialctica que
rodea los acontecimientos que se desarrollan actualmente en Irak.
Pueden y deben plantearse interrogantes acerca de si la democracia
(para adoptar una vieja frase maosta) puede emerger del can de
un fusil, especialmente cuando el blanco al que apunta parece tan
confuso. Pero resulta extremadamente preocupante ver que la comprensible oposicin al unilateralismo global y a la accin militar in-
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suficientemente informada adopte en algunas oportunidades la drstica posicin de poner en tela de juicio la posibilidad misma de la
existencia de un Irak democrtico o, de hecho y en ese contexto, de
un Medio Oriente democrtico.
sta es una razn muy pertinente para retomar el antiguo interrogante:
Cul es el propsito de la democracia? Tambin existen otras, por
supuesto. Mencionar dos. En primer lugar, a pesar de la aceptacin
normativa de la democracia como forma apropiada de gobierno, sigue existiendo algo de escepticismo en la prctica acerca de la efectividad de la misma en los pases ms pobres. La democracia, han
afirmado muchos, tiene un desempeo mucho peor que los regmenes autoritarios, especialmente en lo relativo a promover el crecimiento econmico y el desarrollo. La comparacin entre la India y
China es solamente uno de los numerosos argumentos empricos sealados para respaldar esta marcada crtica a la democracia.
Una segunda lnea de crtica incorpora teoras de alto nivel acerca
de culturas y civilizaciones. Se afirma que la democracia es una
norma especficamente occidental -que no est en sintona con los
valores fundamentales de otras sociedades-. La tesis de que la democracia representa la quintaesencia de una ptica occidental ha sido
esgrimida en diferentes variantes tanto por separatistas culturales
no occidentales como por tericos de Occidente que escriben acerca
del choque de culturas y de civilizaciones.
En otras oportunidades he esbozado argumentos contrarios a esta
crtica cultural (especficamente en mi ensayo Democracy and Its
Global Roots (Democracia y sus Races Globales), publicado en The
New Republic en octubre de 2003). Tomar algunos elementos de las
evidencias all presentadas, junto con otros datos, pero tambin tratar
de interpretar la situacin global desde la perspectiva del tema central
que nos ocupa, a saber, cul es el propsito de la democracia?
Es evidente que la democracia no est basada en un solo aspecto
especfico, sino que abarca numerosos elementos vinculados entre s.
Cabe, sin embargo, preguntarse: Cul es el eje central de la democracia? Cul (para tomar prestada una frase de T.S. Eliot) es el punto
fijo del mundo que gira? Me parece que una buena pista para detectar ese punto fijo puede encontrarse en el anlisis del filsofo
poltico ms destacado de nuestro tiempo, John Rawls. La democracia, segn la enseanza de Rawls, debe visualizarse no solamente
a la luz de elecciones y votos -por importantes que stos seansino fundamentalmente en trminos de razonamiento (en lo) pblico,
con la debida inclusin de la oportunidad del debate pblico, as como
de la participacin interactiva y del encuentro razonado. La democracia debe incluir, para invocar una frase de Millian, un gobierno por
debate. En efecto, el voto y el sufragio forman parte de ese proceso
pblico ms amplio.
En el mbito de la poltica, Rawls ha sostenido que la objetividad
exige un marco pblico de pensamiento que brinda un recuento
de acuerdos tomados en materia de criterios entre agentes razonables. Para lograr esa caracterstica de lo razonable es necesaria la
voluntad poltica de individuos dispuestos a superar los lmites de
sus propios intereses especficos. Pero plantea igualmente exigencias sociales para ayudar a un discernimiento justo, que incorpore el
acceso a la informacin pertinente, la oportunidad de escuchar diversos puntos de vista, y la posibilidad de estar expuesto a discusiones y debates pblicos y abiertos. En su afn por lograr la objetividad poltica, la democracia debe adoptar la forma de un razonamiento
constructivo y eficaz.
La creencia de que la democracia representa la quintaesencia de
las ideas de Occidente -un rasgo singular de la historia de la civilizacin occidental- se vincula con frecuencia al ejercicio del voto y
del sufragio practicado en la antigua Grecia, especialmente en Atenas. Ciertamente, hay all una prioridad. En efecto, al tener en cuenta
la tradicin ms amplia del razonamiento en el mbito pblico que
floreci en la antigua Grecia adoptando diversas modalidades, resulta
fcil ver en el temprano vnculo entre Grecia y el origen de la democracia un elemento de peso mayor. Pero el salto de all a la tesis de
la naturaleza esencialmente occidental o europea de la democracia es
claramente un salto hacia la confusin, y esto es as por tres razones especficas.
La primera dificultad es principalmente de clasificacin, y se
vincula con la divisin del mundo en categoras bsicamente raciales que representan discretas civilizaciones, entre las cuales se considera a la antigua Grecia como parte integral de una tradicin que
puede ser identificada como europea u occidental. En el marco
de esta perspectiva clasificatoria, no resulta difcil considerar que
los descendientes de, por ejemplo, godos y visigodos, son los verda-
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deros herederos de la tradicin griega (son todos europeos), mientras hay gran renuencia a tener en cuenta los vnculos intelectuales
de los griegos con los antiguos egipcios, iranes e indios, a pesar del
inters mucho ms acentuado que mostraron los habitantes de la antigua Grecia en interactuar con ellos, en vez de buscarle conversacin a los antiguos godos. Por ser incurablemente moderado en mis
expresiones, me limitar a denominar este aspecto dificultad taxonmica, aunque posiblemente hubiera podido emitir un comentario
algo ms fuerte.
En segundo lugar, si bien Atenas se destac por la singularidad
de iniciar el ejercicio electoral, hubo numerosos gobiernos regionales que adoptaron esa va en los siglos siguientes. Nada indica que
la experiencia griega en materia de gobernabilidad electoral haya
tenido gran impacto inmediato en los pases hacia el oeste de Grecia
y Roma, digamos por ejemplo en Francia, Alemania o Gran Bretaa. En cambio algunas de las ciudades de Asia -en Irn, Bactriana
e India- incorporaron elementos de democracia en la gobernabilidad
municipal en gran parte bajo la influencia de Grecia. Por ejemplo,
durante varios siglos a partir de la poca de Alejandro Magno, en la
ciudad de Susa, en el sudeste de Irn, haba un consejo electo, una
asamblea popular y magistrados propuestos por el consejo y elegidos
por la asamblea. La lucha por la libertad electoral que se desarrolla
actualmente en el Irn del ayatollah Khamenei (en la cual los reformistas estn luchando con la espalda contra la pared) se refiere a los
derechos polticos que tenan un cierto grado de reconocimiento en
Irn incluso hace dos mil aos.
La tercera dificultad, que resulta especialmente central para el
tema que nos ocupa, se refiere al importante punto histrico en virtud del cual si bien el arte del razonamiento en lo pblico floreci
en numerosos aspectos en la antigua Grecia, igualmente ocurri en
varias otras civilizaciones antiguas, y en algunos casos en forma
espectacular. Por ejemplo, algunas de las primeras reuniones abiertas destinadas especficamente a la solucin de controversias entre
diferentes puntos de vista se efectuaron en la India en el marco de
los as llamados consejos budistas, en los cuales los seguidores
de diferentes puntos*de vista se reunan para debatir sus diferencias
y lograr acuerdo. El primero de estos tres grandes consejos se reuni
en Rajagriha poco despus de la muerte de Gautama Buda hace dos
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tes Corea del Sur o Indonesia tal vez no hayan reflexionado mucho
acerca de la democracia en los tiempos en que la suerte econmica
de todos pareca estar en ascenso para beneficio general, durante los
aos ochenta y a inicios de los noventa. Pero cuando en 1997 surgi
la crisis econmica (y con ello las divisiones), quienes se vieron inusualmente afectados en sus vidas y medios econmicos echaron
desesperadamente de menos la democracia y los derechos polticos
y civiles. En la actualidad el tema de la democracia se ha convertido
en un tema central en estos pases, al igual como ocurre en muchos
otros pases de Asia, frica y Sudamrica.
Pero en qu queda la comparacin especfica entre China e
India? Sin duda, el desempeo de la primera ha sido superior al de
la segunda en numerosos aspectos, no solamente en el reciente crecimiento econmico, sino tambin mediante su compromiso con
la educacin bsica y la atencin en salud para todos, en lo cual la
China de Mao se haba iniciado tempranamente. Si bien en China se
vivi la mayor hambruna conocida en la historia durante la poca
de 1958 a 1961 -una hambruna vinculada directamente a la negativa del gobierno para corregir su poltica durante ms de tres
aos, negativa que no hubiese podido persistir en ninguna democracia multipartidista funcional-, logr en ltima instancia superar
esta crisis tan terrible. Para la poca en que se introdujeron las reformas econmicas en China en 1979, el pas llevaba una ventaja
de trece o catorce aos a la India en materia de longevidad. La
expectativa de vida de los chinos -que tenan por lo menos sesenta y siete o sesenta y ocho aos de edad en 1979- era casi una
dcada y media mayor que la mermada cifra de cincuenta y cuatro
aos en India.
Vinieron luego las reformas econmicas de 1979, y la economa
china avanz a pasos agigantados y creci a un ritmo muy superior
al del desempeo mucho ms modesto de la India. Sin embargo, a
pesar del crecimiento econmico mucho ms acelerado de China,
a partir de 1979 la tasa de expansin de la expectativa de vida en la
India ha sido tres veces mayor, en promedio, que la de China. La expectativa de vida en China, que'se encuentra ahora cerca de setenta
aos, se compara con la cifra de sesenta y tres aos en India, de tal
manera que la diferencia en este aspecto, que favoreca a China en
trece o catorce aos en 1979, en el momento en que se iniciaron las
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Captulo 4
Hoy por hoy todos reconocemos los estragos que se estn ocasionando a nuestro ambiente. De manera cotidiana ocasionamos daos a la capa de ozono, contribuimos al calentamiento global, contaminamos el aire y los ros, destrozamos selvas y bosques, agotamos
los recursos minerales y presionamos numerosas especies hasta su
extincin, as como otras modalidades de devastacin. El actual inters por lograr la condicin de sostenible surge de este reconocimiento. En 1987 encontr una marcada expresin la necesidad de
una accin concertada en el manifiesto pionero de Nuestro Futuro
Comn, preparado por la Comisin Mundial para el Medio Ambiente
y el Desarrollo, liderada por Gro Brundtland. El Informe Brundtland
defini como sostenible el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades.
El desarrollo sostenible se ha convertido en el tema de fondo de
gran parte de la literatura sobre el medio ambiente. Igualmente ha sido
fuente de inspiracin de importantes protocolos que llaman a la accin
concertada como, por ejemplo, el destinado a la reduccin de emisiones nocivas, as como de otras fuentes de contaminacin planetaria.