Mapocho 77 Web
Mapocho 77 Web
Mapocho 77 Web
REVISTA DE HUMANIDADES
Dossier
N 77
Primer
Semestre
de 2015
2015 / No. 77
P r i m e r
s e m e s t r e
Vanguardias, neovanguardias
y marginalidades
Filosofa y Literatura
La sombra del filsofo en Merleau-Ponty
Pierre Campion
La filosofa positiva de Jos Victorino Lastarria
Marcelo Prez
El vuelo de un viejo sueo
La idea de integracin hispanoamericana en pensadores decimonnicos
Clara Alicia Jalif de Bertranou
El campo cultural chileno y la transicin a la democracia:
rupturas y discontinuidades
Lorena Fuentes
La Sociedad Bach como articuladora de litigios culturales:
su conflicto con el Conservatorio Nacional y el Teatro Municipal (1924-1928)
Joaqun Montalva Armanet
Historia territorial de Colchagua durante el siglo xx
Juan Guillermo Miranda Navarro
Una ficcionalizacin de la cultura italiana del siglo xx en
Historia de una absolucin familiar de Germn Marn
Mariela Fuentes Leal
Testimonios
Reseas
M A P O C H O
Humanidades
MAPOCHO
ISSN 0716-2510
N 77
MAPOCHO
R E V I S T A D E H U M A N I D A D E S
Presentacin
Thomas Harris E. / Pg. 7
Dossier
Vanguardias, neovanguardias y marginalidades
La vanguardia en Chile: formas de una tierra
Jaime Concha / Pg. 11
ngeles sin cielo en el arte de vanguardia
Selena Millares / Pg. 27
La memoria alegrica: lo visual y lo mgico en Rosamel del Valle
Macarena Urza Opazo / Pg. 49
Vallejo es una pistola al cinto
Apropiacin neovanguardista de textos vallejianos en un poema-manifiesto
del Movimiento Kloaka (1984)
Luis Fernando Chueca / Pg. 63
Gustavo Ossorio: Catbasis y Anbasis en la materializacin discursiva del yo
Pablo Lacroix / Pg. 75
Pablo de Rokha, un vanguardista marginal: Los Gemidos
Nan Nmez / Pg. 95
Humanidades
Filosofa y Literatura
La sombra del filsofo en Merleau-Ponty
Pierre Campion / Pg. 113
La filosofa positiva de Jos Victorino Lastarria
Marcelo Prez / Pg. 129
El vuelo de un viejo sueo
La idea de integracin hispanoamericana en pensadores decimonnicos
Clara Alicia Jalif de Bertranou / Pg. 149
El campo cultural chileno y la transicin a la democracia:
rupturas y continuidades
Lorena Fuentes / Pg. 169
AUTORIDADES
Ministro de Educacin
Sr. Nicols Eyzaguirre Guzmn
Director de Bibliotecas, Archivos y Museos
Sr. ngel Cabeza Monteira
Subdirectora de la Biblioteca Nacional
Sra. Ana Tironi Barrios
Director Responsable
Sr. Carlos Ossandn Buljevic
BIBLIOTECA NACIONAL
Archivo del Escritor
Secretarios de Redaccin
Sr. Pedro Pablo Zegers Blachet
Sr. Thomas Harris Espinosa
(Referencias Crticas)
CONSEJO EDITORIAL
Sr. Santiago Arnguiz Pinto
Sra. Soledad Falabella Luco
Sr. Marcos Garca de la Huerta Izquierdo
Sr. Eduardo Godoy Gallardo
Sr. Pedro Lastra Salazar
Sr. Manuel Loyola Tapia
Sr. Jos Ricardo Morales Malva
Sr. Carlos Ossandn Buljevic
Sr. Jos Promis Ojeda
Preparacin de Archivos
Sr. Ricardo Acua Daz
Diseo de Portada
(Idea original de Mauricio Amster)
Sra. Claudia Tapia Roi
PRESENTACIN
El ao 2014 se cumplieron cien aos de la lectura del primer manifiesto creacionista y tambin vanguardista de Vicente Huidobro y del continente
latinoamericano: el non serviam. Esta lectura se realiz en el Ateneo de Santiago
de Chile, y se considera por la mayora de la crtica especializada como el
comienzo de una vanguardia ya finalmente orgnica y con propuestas claras y
definidas. Rpidamente, la actitud iconoclasta y beligerante del movimiento
se extendi por todo el continente. La ruptura se transform en una tradicin como plantea Octavio Paz y la literatura sobre todo, a partir de
la poesa, aunque tambin de cierta narrativa y crtica se plantea frente a
la sociedad de la poca como un trasunto del malestar cultural y permanente
oposicin a las instituciones establecidas. Paralelamente a las vanguardias
europeas, en nuestro continente se gesta un movimiento homnimo, con sus
propias caractersticas y propuestas, sus particulares manifiestos y visiones de
mundo, su hibridez e identidad latinoamericanas. De esta manera, la vanguardia en el continente se transforma en una manifestacin situada toponmica
y cronolgicamente entre 1914 y los aos 1930, pero que cada cierto
tiempo reaparece como actitud de innovacin y confrontacin, de ruptura e
iconoclastia, ya sea en las llamadas post vanguardias, neovanguardias u otro
tipo de denominacin ad hoc. Pero lo que subyace es siempre una situacin
de inconformismo y transgresin, como tambin de deseos y utopas, sueos
y juego, irona y lucidez.
Con ocasin de este aniversario, la Biblioteca Nacional de Chile, la Pontificia
Universidad Catlica de Chile, el centro idea de la Universidad de Santiago
de Chile y la Universidad Nacional Finis Terrae, organizaron el Simposio
Non serviam: vigencia de las vanguardias latinoamericanas, que se llev a
cabo entre los das 22 al 24 de octubre de 2014 y en el cual se debatieron
en conferencias y mesas grupales temas atingentes, como la relacin de las
vanguardias con revistas y manifiestos, libros fundacionales y emblemticos,
distintas visiones del proceso, las vanguardias ms ocultas o marginales, los
movimientos ms significativos en Chile y Latinoamrica, la vanguardia y
el cine, el resurgimiento de actitudes propias del movimiento en pocas
posteriores como la neovanguardia de los aos 1970 y 1980, y otros tpicos
pertinentes al proceso que fund la literatura y el arte contemporneo en
Occidente y del cual an resuenan ecos significativos y rearticulados. A esta
actividad de relecturas y nuevas propuestas, asistieron intelectuales y acadmicos desde sus respectivas universidades en el exterior, como Selena Millares
de la Universidad Autnoma de Madrid, No Jitrik de la Universidad de
DOSSIER
V A N G U A R D I A S,
NEOVANGUARDIASY
MARGINALIDADES
Empiezo con una ojeada a lo que, a travs de estos aos, he planteado acerca de la vanguardia o de autores relacionados con ella. Como le expliqu
al colega Antonio Ostornol cuando me invit a participar en este simposio,
nunca he enfrentado directamente la cuestin de la vanguardia, aunque, por
supuesto, me he ocupado de sus exponentes ms representativos en el pas
y, tambin en ciertos casos, de la vanguardia en otras regiones. A veces, por
las circunstancias y caractersticas del trabajo o de la ponencia de turno, no
corresponda abordar el tema en general, en toda su magnitud y con sus mltiples ramificaciones; otras veces lo esquiv deliberadamente, obedeciendo a
un oscuro instinto a lo mejor lucidez de que el asunto estaba erizado de
dificultades. Siempre con el riesgo de meter la pata nuestro atributo mayor
como bpedos racionales tratar hoy de desprender algunas consecuencias
de mis ensayos anteriores, presentando una hiptesis mnima (ocurrencia,
dira Carla Cordua) sobre el carcter de las vanguardias en nuestro pas; conjetura idiosincrtica que, de seguro, no va a concitar adhesin. Me referir
exclusivamente a la poesa, salvo que especifique otra cosa.
Parece innecesario recordar que, cuando se estudia la vanguardia en estas
latitudes, uno cuenta ya con indudables y buenos precedentes. Los menciono
de una vez por todas, pues de otro modo tendra que estar haciendo constante referencia a ellos. En la cronologa de mi memoria, no s si muy fiel,
doy primaca a Nelson Osorio, cuyas contribuciones, especialmente por la
publicacin de una serie de manifiestos y de textos tericos indispensables,
echaron las bases para el anlisis y la investigacin slida del fenmeno literario y cultural de la vanguardia. Ana Pizarro, con perspectiva comparatista y
gracias a su excepcional familiaridad con el mbito brasileo, nos ha permitido
acceder a lo iberoamericano propiamente tal. Vienen en seguida a la mente
Bernardo Subercaseaux y Federico Schopf, el primero con una aproximacin
socio-cultural en su Genealoga de la vanguardia en Chile, el segundo con una
coleccin de estimulantes estudios sobre Neruda, Huidobro, etctera, incluso
o exclusive, ms bien Nicanor Parra (aclaro esto ms adelante). Por ltimo, pero en grado de ningn modo menor, Patricio Lizama nos ha hecho
11
MAPOCHO
1
Pienso en el ermetismo potico italiano. La tradicin hermtica como tal se
remonta a los primeros siglos de nuestra era. El Poimandres, primer libro del Corpus
hermeticum, se adscribe hoy al siglo i.
2
Sus pronunciamientos ms claros en materia de exgesis los hallo en el Comentario a San Mateo (Commentaire sur lEvangile selon Matthieu, i, introduccin, traduccin y notas de Robert Girod, Cerf, 1970, esp. pp. 177 ss.). Cf. Jean Danilou,
Origne, 1948 (hay trad. al espaol en Sudamericana); y Henri de Lubac, Histoire et
Esprit: lintelligence de lEcriture daprs Origne (Aubier, 1950).
12
DOSSIER
3
Cf. la clsica exposicin de uno de los principales exploradores del nuevo
universo, Edwin Hubble: The Realm of the Nebulae (Yale, 1982; ed. original, 1936); y el
libro de divulgacin de Harlow Shapley, Beyond the Observatory, New York, Scribners
Sons, 1967.
13
MAPOCHO
14
DOSSIER
Esta impresin se reforzaba por una doble constatacin, de distinto alcance. En primer lugar, poda verse con facilidad cmo la poesa mistraliana
cambiaba fuertemente a partir de la seccin final de Desolacin, la seccin
Naturaleza. Puede detectarse all una transicin hacia un cierto vanguardismo? La respuesta podra ser afirmativa si se la une a un segundo hecho,
el intenso, sostenido y esencial arcasmo en esta poesa. Paradjicamente, lo
nuevo y renovador se reviste en ella de un poderoso arcasmo, lingstico y
formal, pero a la vez cultural y hasta psicolgico. Frente al cinetismo vertiginoso de un Huidobro, la Mistral posee el tempo solemne de lo permanente.
Su sentido del habla potica es ms cercano a estos versos de un hermoso
poema asitico escrito nada menos que en nostrtico: El lenguaje es un
vado a travs del ro del tiempo, / que nos lleva al recinto de aquellos que se
fueron4. Si vanguardia hay en la Mistral, entonces se trata de una vanguardia
arcaizante, hondamente autctona y endgena5. El caso no es nico en el
panorama iberoamericano; podran citarse tambin a grandes poetas como
el peruano Csar Vallejo y la brasilea Cecilia Meireles (1901-1964).
Mi prximo ensayo, mucho menos tangencial y de radio ms amplio, sera
la colaboracin que me pidi Leslie Bethell, editor de la Cambridge History
of Latin America, para el volumen sobre cultura latinoamericana del siglo xx
(volumen x). Bethell, historiador britnico especialista en el Brasil, insisti
con razn en que incluyera una seccin substancial sobre la poesa brasilea
contempornea. Su peticin me puso en aprietos, porque, como todos los de
mi generacin, yo me eduqu en un mapa de la literatura latinoamericana en
que las letras portuguesas y brasileas eran coto cerrado. Haciendo de tripas
corazn y aprovechando lecturas previas realizadas simplemente por gusto
personal, termin apreciando la enorme peculiaridad del modernismo
brasileo, su profunda originalidad y la reflexin superior que los Andrade
impulsaron en el pas. Un movimiento como el de Antropofagia (1928) era
singular entre los testimonios de la vanguardia americana y nico como
sntesis entre lo propio y la inspiracin fornea.
La lectura y revisin de muchos textos vanguardistas menores situados en
la transicin de los aos veinte hacia una vanguardia emergente que se impona
ms y ms me revel igualmente otro lado del fenmeno. En Argentina, en
el Brasil y en otros pases, el coeficiente nacional tenda a agudizarse, a veces
desde los mismos ttulos de los libros (movimiento Verdeamarelo, Raca (1925),
Vladislav Illich-Svytich, citado en: Alexander Vovin, The end of the Altaic
Controversy, Central Asiatic Journal, 49, 2005, 1, p. 71.
5
Endgeno, es casi innecesario aclararlo, no significa algo puro, prstino o
virgen, sino que implica un desarrollo interno a partir de un contexto previo que lo
condiciona.
15
MAPOCHO
de Guilherme de Almeida; Pau Brasil (1925), de Oswald de Andrade; Argentina (1927), de Martnez Estrada, etctera). No dejaba de ser sorprendente,
entonces, que en un movimiento nacido con clara vocacin internacional,
de hecho internacionalista, lo nacional e incluso los extremos nacionalistas
se presentaran con tanto descaro y virulencia. El marco regional que haba
divisado en la obra mistraliana empezaba a coexistir con esta dimensin
nacional como una alternativa en medio de un fenmeno paradjicamente
internacional. Lo regional, lo nacional, lo internacional: tres escalas distintas,
y una sola vanguardia no ms.
Luego vendran De Rokha y Prado: el primero, apenas un esbozo parcial
para un congreso que organiz en Berkeley Antonio Cornejo Polar, ya minado por una enfermedad mortal; el segundo, tema en un volumen sobre las
Vanguardias literarias, coordinado por Patricio Lizama.
En lo ledo en Berkeley, insista sobre el nexo entre el posmodernismo
chileno y los orgenes y aparicin de la vanguardia, nexo que siempre me
pareci fundamental, pues pone de relieve el desenvolvimiento interno del
nuevo lenguaje potico que estaba constituyndose. Esto lo haba verificado
tiempo atrs en la obra ms temprana de Angel Cruchaga Santa Mara, que
pasa de Las manos juntas, de 1914, hasta sus libros de los aos veinte, La selva
prometida (1922) y Los cirios. La ciudad (1928). En casi un decenio de silencio y de bsqueda, en que el poeta madura y formula un nuevo proyecto, su
singularidad vanguardista ser la que ofrece mayor afinidad con el intimismo posmodernista. Hasta cierto punto, es solo otra versin del intimismo
espiritualista ambiente6.
Los gemidos, del mismo ao 1922, es otra cosa. Hay que decirlo y proclamarlo de una vez por todas, porque se trata de un hecho decisivo, que parte
aguas en la historia y cronologa de nuestra poesa: en 1922, en Chile, nadie
escribe como Pablo de Rokha, no hay ninguna vanguardia tan radical y tan
audaz como la suya. La fuerza de su impulso vanguardista, su papel revolucionario, la polifona de tradiciones y de los lenguajes all incorporados,
hacen de este libro una piedra miliar en el desarrollo potico del pas. El
poeta funda con l la nica rama o vertiente autctona de una vanguardia
propia, en cierta medida alternativa a la que encabeza Huidobro. Y no sera
raro que el giro huidobriano desde sus micropoemas al horizonte ancho y
expansivo de Altazor, deba mucho a Los gemidos. En estos, todo lo europeo
que pueda haber ah es siempre aferente, nunca adventicio. En este senti-
6
Con acierto, B. Subercaseaux habla de un espiritualismo de vanguardia
por esos mismos aos (cf. Gnesis, Ediciones de la Facultad de Filosofa y Humanidades, s.f., 1997, p. 56). En Cruchaga, eso s, falta obviamente la connotacin aristocrtica de clase.
16
DOSSIER
do, los poetas de fines del decenio y en torno a 1930 Rosamel del Valle y
Daz Casanueva traen otras preocupaciones, son de un talante diferente
y representan inflexiones respectivas, uno hacia la tradicin neorromntica,
otro con un intelectualismo de estilo filosfico, calmo y meditativo. El volcn
rokhiano es imposible evitar estas asociaciones cuando se habla de Daz
Loyola es de erupcin absolutamente gensica en nuestra poesa, lava
ardiente de un caos fundacional.
Ms que otra cosa, me interesaba comprender en Los gemidos la presencia de lo rural, que recorre y tensa toda la composicin del libro. Contra la
ciudad y la megalpolis de tipo norteamericano, De Rokha rescata el elemento de lo floral, de lo vegetal, la comarca nuestra de todos los das que es
el hinterland profundo del pas. Las hierbas whitmanianas de Manhattan
lo sumergen, por inversin, en el paisaje nacional. Comprender Los gemidos
es, en lo esencial, comprender la conjuncin de esta exaltacin de lo rural
y del ethos campesino con un anarquismo de vena stirneriana. El Yo es
una propiedad que marca a fuego esta poesa desde su raz misma. Pueden
coexistir elementos tan dispares? Ah residen, me parece, todos los dilemas
de la poesa rokhiana. En Los gemidos su alquimia es formidable. Se abre con
La balada de Pablo de Rokha y se cierra nada menos que con un retrato
de De Rokha que ilustra el poema: Pablo de Rokha por Pablo de Rokha,
ms un Ex Libris con el nombre de Pablo de Rokha. Muchos De Rokha
para un solo poeta no ms! Egolatra tal vez plebeya, cerril y montaraz, que
contrasta con la egolatra de pije seguro de s mismo que llevaba Huidobro
prendida en el ojal.
Mi contribucin a Pedro Prado, se concentr en el primer perodo de su
poesa, antes de Los pjaros errantes (1915), libro que indudablemente sita al
autor entre los creadores de la vanguardia en Chile. Hablaba en ese trabajo
de una protovanguardia o prehistoria vanguardista que arrancara dbilmente con Flores de cardo (1908), incluyendo los libros siguientes, especialmente
El llamado del mundo (1913), que a partir de motivos bblicos y evanglicos
constante de poca en ms de una lnea vanguardista tematiza, poetizndola, una determinada exploracin de la tierra. En varios aspectos esta
experiencia de lo terrestre y de las aguas se toca con la primera Mistral, no
solo por una ostensible espiritualizacin de los objetos, sino por el sentido
de ciclo, de proceso y desenlvolvimiento gradual que adquiere la sucesin
de los poemas. La figura de Lzaro, como ms tarde el Job de Cruchaga y
de De Rokha y las matriarcas de la Ley hebrea en la Mistral, se yergue como
un Orfeo en modo menor, precediendo al gran sujeto de los Cantos materiales
nerudianos mutatis mutandis, por supuesto, y con la distancia sideral que ha
ido estableciendo la creciente constelacin de la vanguardia.
Sopesando todo esto y observndolo retrospectivamente, quisiera llamar
la atencin sobre tres puntos: 1) la insuficiencia terminolgica; 2) cuestiones
17
MAPOCHO
18
DOSSIER
preciso, la vanguardia equivale o vendra a equivaler a la escritura contempornea en general, incluyendo, por ejemplo, el teatro del absurdo de un
Beckett y Ionesco, los angry young men britnicos, etctera y en Chile, al
gran dramaturgo Jorge Daz. Algunos llegan a incluir el nouveau roman,
lo cual me parece un despropsito, a no ser que se piense solo en la obra de
Duras. Robbe-Grillet, Butor y Simon escapan en la letra y en espritu a tal
categorizacin.
En nuestro pas, la distincin se hace imperativa para poder conceptualizar
un fenmeno como el de la antipoesa, que, acabamos de ver, Binns incluye en
las neovanguardias, y que Schopf, en un deslinde capital de su libro, ve primero
como antivanguardista (los Poetas de la Claridad de los treinta) y luego, ya
consolidada, como fuera de la vanguardia y esto pese a que la antipoesa
lleva en su mismo nombre la marca de la vanguardia por antonomasia, el
signo anti. Habra que verla entonces como una vanguardia folclrica o,
a lo sumo, como un epifenmeno menor de la vanguardia? Chi s9.
Ms determinante an, la distincin es necesaria para evaluar una de las
grandes poesas que ha producido el pas, como fue la de Jorge Teillier, cuya
poesa lrica no solo instaura un poderoso vnculo con la tradicin bohemia
del siglo antepasado, sino que, a la vez, funda el mximo anclaje en lo local como territorio del canto. Igualmente, todas las expresiones de arte de
avanzada (como se oa decir en la dcada de 1980), que plasman en las obras
sobresalientes de Ral Zurita, de Toms Harris, de Juan Luis Martnez, de
Clemente Riedemann y de Carmen Berenguer, constituyen el renacer de una
real vanguardia, en condiciones que hacan necesario rescatar las exigencias
de libertad y de liberacin en un sentido pleno y literal. Es decir, la neovanguardia trasplanta la poesa chilena a nuevos lugares (La Frontera legendaria
de Teillier, el desierto dantesco de Zurita, las periferias urbanas de Harris),
enraizndose en el momento ms turbio y grave de la historia nacional.
Cmo hablar con sentido de un fenmeno que naci con el audaz propsito de cambiar la vida, que al sincronizar con grandes procesos histricos
se defini a s mismo como revolucionario y antiburgus y cuya motivacin
fundamental consista en la destruccin del viejo orden del arte? Antirracional, antiburguesa, antiartstica: la triple anttesis, fundamental en sus inicios,
proyecta la ambicin de la vanguardia hacia una meta decididamente utpica.
9
Dos poetas importantes han reaccionado a la antipoesa en forma hostil: escupo de mosca es lo menos que dice De Rokha para caracterizarla (entrevista de
1965, cf. Shopf, cit., pp. 115-6); Gonzalo Milln, de modo menos agresivo, ve el
legado de Parra como un pesado lastre para la nueva poesa: La antipoesa es un
lastre, se transform en un lastre (Veneno de escorpin azul, Zaldvar y Braithwaite
editores, Universidad Diego Portales, 2007, p. 92).
19
MAPOCHO
10
20
DOSSIER
13
Este verso magnfico, que volver a citar: sueos llenos de velocidades y
desgracias, es un buen ejemplo. Verso de catorce slabas, no es posible leerlo como
un alejandrino, porque carece de cesura y de la divisin en hemistiquios que le son
connaturales desde Berceo a Daro. Sin embargo, el verso gana simetra en sus extremos, al apoyarse en dos clusulas tetrasilbicas: sueos llenos, y desgracias,
incrustando adems rimas internas que son tpicas de Neruda: de velocidades y
desgracias. As, la rima, dejando de ser tatuaje externo y vistoso, se hace parte de la
fisiologa misma del verso.
21
MAPOCHO
14
Alonso, que cita estos mismos versos, los relaciona con el romanticismo y con
el expresionismo, en lo cual obviamente se equivoca (cit., p. 50). En otra ocasin
en que reincide, el gran hispanista italiano Roberto Paoli lo corrige con razn: La
definicin de expresionista ejemplar que Amado Alonso ha dado de Neruda no me
parece acertada, escribe en Estudios sobre literatura peruana contempornea (Universit
degli Studi di Firenze, Firenze, 1985, p. 89).
15
Andr Breton, Oeuvres Compltes, i, Gallimard, 1988, p. 311.
16
Breton, op. cit., Interview du professeur Freud. Es una pobre pgina, que
desentona en la galera de Les pas perdus, donde Breton congrega sus faros e dolos
mayores: Apollinaire, Jarry, Lautramont, etctera (pp. 255-6).
22
DOSSIER
17
23
MAPOCHO
24
DOSSIER
19
Cf. Walter Binni, La potica del decadentismo, Editorial Universitaria, 1972, p. 175.
25
MAPOCHO
26
Esa afirmacin borgeana corresponde adems a un momento la vanguardia histrica en que eclosiona especialmente esa criatura, tan familiar
como enigmtica, a menudo asociada a su versin ms humana: el ngel cado,
expulsado del cielo, cuyo grito de rebelda, non serviam no te servir,
inaugur en la voz de Vicente Huidobro la vanguardia latinoamericana.
27
MAPOCHO
Juan Emar, Miltn 1934, Santiago de Chile, Zig-Zag, 1935, pp. 138-139.
Harold Bloom, El ngel cado, Barcelona, El Arco de Ulises, 2008, pp. 19-20.
4
Jos Jimnez, El ngel cado. La imagen artstica del ngel en el mundo contemporneo, Barcelona, Anagrama, 1982, p. 18.
3
28
DOSSIER
El ngel nuevo
Precedido por esa tradicin fecunda y diversa, el ngel nuevo es un smbolo de
enorme riqueza que recorre el arte de la vanguardia. Sus mltiples connotaciones no excluyentes trascienden el marco interpretativo religioso: as,
por ejemplo, los ngeles de Paul Klee o de Rafael Alberti se desmarcan de
lo explcitamente cristiano para acusar la orfandad del hombre y de su alma
desasida del amparo de un dios. Las significaciones de ese nuevo emblema
pueden ser muy diversas:
i. Su sentido fundamental, el de la rebelda, es inaugurado en El Paraso Perdido
por John Milton; su ngel cado o Gran Enemigo se revela como hroe pico
y tiene una funcin alegrica: representa a Oliver Cromwell frente a la monarqua de Carlos I. Con una figura imponente y ojos llameantes, ese Satn es
comparado con los Titanes y con Leviatn, la gran bestia marina del Antiguo
Testamento. Sus palabras son las de un lder orgulloso y valiente: here at
least/ we shall be free; better to reign in hell, than serve in heaven5. Entre
sus herederos ms ilustres est Blake con El matrimonio del cielo y el infierno, y
Rimbaud con su Estacin en el infierno.
ii. Vinculada con ese infierno est la figura de Orfeo, tambin muy querida
por vanguardistas como Jean Cocteau y Guillaume Apollinaire, e identificada con el poeta y su catbasis, o viaje descendente hacia las entraas del
conocimiento la visin y del dolor. Las evocaciones de ese descenso
rfico y simblico son innumerables en la vanguardia: abundan los stanos, ascensores y alcantarillas, que hablan de una sed de exploracin de lo
subterrneo y desconocido, versin a menudo del propio subconsciente.
(Ernesto Gimnez Caballero, Pablo Palacio, Rafael Alberti o Maruja Mallo
frecuentarn esos espacios).
iii.
John Milton, El paraso perdido, ed. bilinge, libro i, trad. y ed. de Francisco
Arcos Garca, Barcelona, Ediciones 29, 1986, p. 82.
29
MAPOCHO
Klee, el gran pintor de los ngeles nuevos: Estoy armado, no estoy aqu, / estoy
en la profundidad, estoy lejos / estoy tan lejos / Ardo entre los muertos6.
v.
El ngel nuevo supone en buena medida un espejo del artista, es decir, delser humano: de su desaliento, su imperfeccin, su figura a menudo
clownesca o ridcula en busca de un sueo imposible, su fragilidad. Puede
recordarse aqu, por ejemplo, el retrato que Luis Cardoza hace de Antonin
Artaud un demonio en el cielo o un ngel en el infierno o de Lorca:
tan dulcemente incandescente, que muchas veces pudimos percibir en La
Habana tu esqueleto de ngel7.
vi.
Pervive tambin en ese ngel nuevo, pattico y grotesco, mucho del vncu
lo con la infancia paraso perdido pero cercano y su inocencia, como
en ese antecedente emblemtico que es el Alsino de Pedro Prado, y ya en la
vanguardia, los ngeles candorosos que obsesivamente dibuja y pinta Norah
Borges, o en la misma lnea, las figuras aladas que pueblan el firmamento
de las piezas de Joan Mir.
vii.
30
DOSSIER
ngeles pintados
Se ha visto como primer ngel moderno en arte el que representa a Melancola
en un conocido grabado de Durero, de 1514, una figura pensativa, enigmtica
y alada, rodeada de smbolos que invitan a innumerables interpretaciones:
31
MAPOCHO
32
DOSSIER
Tambin hay entre ellos representaciones del mal: en 1939, Klee pinta a
Mephisto como Pallas, escondido en el casco llameante de la diosa de la guerra, y ese mismo ao pinta a Leviatn, al demonio y al ngel comenios. Esas
figuras temibles contrastan con la frgil humanidad de aquellos otros ngeles:
33
MAPOCHO
34
DOSSIER
9
ngeles Caso, Las alas del poeta, en Jean-Louis Prat, Chagall, Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza y Fundacin Caja Madrid, 2012, p. 73.
10
Ibdem, p. 77.
11
Chagall, Mi vida, p. 137.
35
MAPOCHO
Cristo crucificado. Las imgenes populares y religiosas del cuadro ven caer
en llamas al ngel con todas sus connotaciones: hay un mundo que muere y
una irrupcin brutal de la violencia y el dolor.
La vocacin por las figuras anglicas puede hallarse tambin en los pintores latinoamericanos del periodo. La vemos por ejemplo en el argentino
Xul Solar elogiado por Jorge Luis Borges y Aldo Pellegrini por su vocacin
mstica y su culto al arcano, y que a menudo expuso con Norah Borges,
aunque no se aprecia en l esa representacin alegrica del periodo histrico
que daban Klee o Chagall. Sus piezas evolucionan desde cierta filiacin con
el simbolismo hasta figuraciones de corte futurista, con hbridos de mquina
y humano:
36
DOSSIER
37
MAPOCHO
12
Norah Borges, Casi un siglo de pintura, ed. Ana Martnez Quijano, Buenos
Aires, Centro Cultural Borges, 1996, p. 17.
13
Ibdem, pp. 18-19.
38
DOSSIER
Finalmente, en este breve recorrido por los ngeles pintados de la vanguardia puede mencionarse tambin a Dal: desde los aos cuarenta sus
estudios de ngeles empiezan a protagonizar sus cuadros, y en los sesenta
prepara las ilustraciones para la Divina Comedia en la estela de Blake. A
1974 pertenece El ngel de la alquimia, donde el gouache y la pintura dorada
sobre papel dejan vislumbrar a un ngel especialmente inquietante, porque
su cabeza resulta ser una calavera. Pintado en la madurez de sus setenta aos,
pudiera ser, otra vez, ese ngel de la muerte que Paul Klee retratara en sus
ltimos das para mirarlo a los ojos.
ngeles escritos
Unos clebres versos de Rilke, incluidos en la primera de sus Elegas de Duino
(1912-1922), inauguran la concepcin potica del ngel nuevo, una figura no
necesariamente religiosa y de nutrida presencia en las primeras dcadas del
siglo xx:
Quin, si yo gritase, me oira desde los rdenes
anglicos? Y aun suponiendo que un ngel me estrechara
sbitamente contra su pecho: mi ser quedara extinguido
por su existencia ms fuerte. Pues lo hermoso no es ms
que el comienzo de lo terrible que todava podemos soportar,
y lo admiramos tan slo en la medida en que, indiferente,
rehsa destruirnos. Todo ngel es terrible.
39
MAPOCHO
14
Rainer Maria Rilke, Nueva antologa potica, ed. y trad. de Jaime Ferreiro, prl.
de Jaime Siles, Madrid, Espasa Calpe, 1999, p. 207.
15
Ibdem, p. 210.
16
Ibdem, p. 221.
17
Ibdem, p. 238.
18
Pablo Neruda, Confieso que he vivido, Seix Barral, Barcelona, pp. 60-61.
40
DOSSIER
joven poeta repentinamente fallecido viene volando entre plumas que asustan e imgenes de cementerio marino, que evocan, segn el propio Neruda,
la lluvia terrible que durante aquellos das haba anegado el camposanto:
Oigo tus alas y tu lento vuelo,
y el agua de los muertos me golpea
como palomas ciegas y mojadas:
vienes volando19.
La naturaleza anglica de Rojas, que Neruda vinculara con Apollinaire,
recuerda la obsesin del joven fallecido por el autor de los Caligramas y gran
continuador de la propuesta de Rilke. El poeta francs hizo de los ngeles
cotidianos un leitmotiv que recorra sus versos, en abierta oposicin al maquinismo y materialismo que llegaba con el nuevo siglo, y como figuras mediadoras
entre el mundo y el trasmundo. En sus versos las sirenas son criaturas aladas,
los ngeles tejen cielos nuevos con seda de oraciones, los aviones pueden
ser Lucifer y tambin el Arcngel de alas radiantes, el Mediterrneo es
blando como un nido de arcngeles, y un oficial que pasa al galope es un
ngel azul en la lluvia gris. En esa casa de los muertos que semeja la gran
ciudad con sus escaparates, un ngel de diamante quiebra todas las vitrinas
/ y los muertos se me acercaron / con aires del otro mundo; ngeles son los
que habitan la nieve, el eremita es un ngel viejo, y puede ser un ngel la
paloma apualada en el surtidor, o el poeta encerrado en un espejo20:
41
MAPOCHO
Fig. 29. Guillaume Apollinaire, La paloma Fig. 30. Guillaume Apollinaire, Corazn
corona y espejo, Caligramas, 1913-1916:
apualada y el surtidor, Caligramas,
En este espejo estoy encerrado vivo y
1913-1916.
natural como son imaginados los ngeles y
no como son los reflejos.
Entre los poetas de la vanguardia hispnica son sin duda Vicente Huidobro
y Rafael Alberti los principales cultores de esa potica de los ngeles, aunque son muchos ms los que frecuentan el smbolo. As, Luis Cernuda en La
realidad y el deseo (1932-33) habla del amor como ngel terrible, y Gerardo
Diego les dedica su libro ngeles de Compostela (1936-1952), elaborado desde
la nostalgia y el dolor de aos procelosos, once de ellos en Francia, en el
tiempo en que los caminos de la Espaa peregrina estaban encharcados de
sangre, segn comenta Rafael Gmez de Tudanca21; en su rigurosa configuracin como retablo romnico se distinguen los cuatro ngeles de piedra
del Prtico de la Gloria (que l llama Maltiel, Uriel, Urjn y Razas) y cuatro
ngeles de agua: de la niebla, de la ra, de la lluvia y del roco.
De esa pluralidad semntica del ngel nuevo da cuenta tambin la clebre
interpretacin lorquiana del ngel y el duende popular. El poeta, que ya haba
dedicado en su Romancero gitano (1928) poemas fervorosos a San Miguel (Granada), San Rafael (Crdoba) y San Gabriel (Sevilla), ligados plenamente a la
tradicin, es tambin autor de una enigmtica representacin de Luzbel (c. 1928).
21
Gerardo Diego, ngeles de Compostela, prlogo de Rafael Gmez de Tudanca,
introduccin de Javier Dez de Revenga, facsmil de los manuscritos originales, ilustraciones de Felipe Criado, Vigo, Xunta de Galicia, 1996, p. 7.
42
DOSSIER
22
Federico Garca Lorca, Obras completas, iii, ed. de Miguel Garca-Posada, Barcelona, Instituto Cervantes y rba, 2005, pp. 128-129, 138.
43
MAPOCHO
23
Rafael Alberti, Sobre los ngeles, ed. de Andrs Soria Olmedo, Sevilla, Fundacin El Monte y Residencia de Estudiantes, 2003, p. 168.
24
Ibdem, pp. 131, 193, 158, 173, 186.
25
Ibdem, pp. 180, 198.
44
DOSSIER
Sobre los ngeles fue escrito entre 1927 y 1928, en un momento de intensa crisis
personal de su autor, y fue presentado en 1928 en la Residencia de Estudiantes
por Pedro Salinas, que proyect imgenes de ngeles romnicos y nombr a
los Beatos medievales como el correlato al que intrnsecamente remiten.
45
MAPOCHO
Entre las aportaciones americanas al smbolo del ngel, ya hemos comentado la contribucin ensaystica de Borges, y cabe recordar tambin los
versos que le dedica: en Fervor de Buenos Aires (1923) recurre a su misterio y
compara a la noche con el plumaje del ngel / cuyas alas tapan el da, y al
poniente lo presenta como un Arcngel que tiraniza el camino26. Podemos
an encontrar la imagen en La cifra, de 1981, donde su presencia oscura,
vista como doble o espejo, acusa un hondo fervor religioso:
El ngel
Que el hombre no sea indigno del ngel
cuya espada lo guarda
desde que lo engendr aquel Amor
que mueve el sol y las estrellas
[] Que recuerde que nunca estar solo.
En el pblico da o en la sombra
el incesante espejo lo atestigua;
que no macule su cristal una lgrima.
Seor, que al cabo de mis das en la Tierra
yo no deshonre al ngel27.
Mucho ms humana y prxima es la figuracin anglica propuesta por
Csar Vallejo en su Traspi entre dos estrellas de Poemas humanos (1939),
con un ttulo bastante elocuente, y personajes que se acercan a los ngeles
de Alberti o Klee. Son el que tiene chinches, el que lleva zapato roto bajo la
lluvia, el que vela el cadver de un pan con dos cerillas; no se corresponden
con la armada celeste, pero incluyen un hondo sentido de la pietas cristiana,
y se debaten entre la vocacin ascensional y la condena a la cada inevitable:
Hay gentes tan desgraciadas, que ni siquiera
tienen cuerpo,
[] parecen salir del aire, sumar suspiros mentalmente, or
claros azotes en sus paladares!
26
Jorge Luis Borges, Obras completas, i, Barcelona, Emec, 1997, pp. 43, 49.
Jorge Luis Borges, Obras completas, iii, Sabadell, Emec, 1989, p. 320.
27
46
DOSSIER
28
47
MAPOCHO
El ngel es, tal y como lo afirmara Borges, la nica de las criaturas imaginarias
que sobrevive a la invasin del racionalismo y la mecanizacin contemporneas. Su pervivencia confirma la necesidad de colmar el vaco dejado por la
progresiva retirada de lo espiritual en nuestra vida cotidiana, y tiene que ver
con la explicacin cortazariana para la pervivencia de la fantasa: el hombre
necesita an y siempre abrir la puerta del zagun y hallar el prado donde
relincha el unicornio.
Durante la vanguardia histrica, la figura del ngel se har espejo de
las tribulaciones existenciales del artista, y como tal permanecer despus
en su imaginario: estar en la Sinfona de cuna de Nicanor Parra, con su
ngel absurdo, feo y fatuo (Poemas y antipoemas, 1937-1954), o en el ngel
fieramente humano de Blas de Otero (1950), y tambin en el cine (e.g. El
cielo sobre Berln de Wim Wenders), o en narraciones como Un seor muy
viejo con unas alas enormes de Gabriel Garca Mrquez (1972) o La fiesta
de la insignificancia de Milan Kundera (2014). Quebradizos, fantasmagricos,
trgicos o esperpnticos, son espejo del hombre, su angustia ontolgica y su
eterna sed de infinito.
32
33
48
LA MEMORIA ALEGRICA:
LO VISIAL Y LO MGICO EN ROSAMEL DEL VALLE
Macarena Urza Opazo*
49
MAPOCHO
50
DOSSIER
51
MAPOCHO
3
Sobre la presencia femenina en las novelas de Rosamel del Valle, es decir Eva
(Eva y la fuga), Elina (Elina, aroma terrestre) y Brgida (Brgida o el olvido) son para Leonardo Sanhueza eco de la serie de mujeres de Las hijas del fuego, de Nerval, autor,
por lo dems, de cabecera del poeta chileno (p. 23). El autor afirma tambin que se
podran agregar a estas las figuras de Annabel Lee e incluso las mujeres del Marqus
de Sade en el universo femenino rosameliano (p. 23).
4
Huidobro sostiene: el poeta es aquel que sorprende la relacin oculta que
existe entre las cosas ms lejanas, los ocultos hilos que las unen. Hay que pulsar
aquellos hilos como las cuerdas de un arpa, y producir una resonancia que ponga en
movimiento las dos realidades lejanas (ndice de la nueva poesa americana).
5
En esta misma lnea de pensamiento podramos incluir aqu el postulado del
poeta norteamericano Williams, parte de la vanguardia o modernism, quien afirma Not
ideas but in things. Esta expresin llama a la escritura potica a centrarse en el objeto, y
transparentarlo en el texto. Esta frase aparece en su poema de largo aliento, Paterson, cuyo
primer tomo fue publicado entre 1946 y que Williams continu escribiendo hasta 1958.
6
En Jorge Luis Borges, Alberto Hidalgo y Vicente Huidobro, ndice de la nueva
poesa hispanoamericana, Buenos Aires, 1926. Tambin los poetas Juan Florit, Seguel
y Daz-Casanueva contribuyeron con sus poemas en el mismo volumen. Varios de
esos poemas aparecen tambin aos ms tarde en la Antologa de poesa chilena nueva
52
DOSSIER
como un lugar en donde las palabras aparecen tal como ventanas en donde
asomarse y tomar aire, transformando la realidad como un mago, al decir de
Rimbaud, con la varita mgica de la palabra. De esta manera, para Balakian
la funcin del poema apunta en direccin al lector al otorgarle aquello que
Paul luard llam donner voir, es decir, proporcionarle una visin.
Vemos estas imgenes cercanas al surrealismo en numerosas lneas de
Pas blanco y negro (1929): Me gusta ver pasar los peces que caen de los rbolesVive en m lo mgicoMe rodean cosas y sucesos pequeos. Mis ojos
transforman estas cosas y estos sucesos sin el sentido que representan (p.
49). Humberto Daz Casanueva en su artculo La nueva literatura chilena:
Pas blanco y negro por Rosamel del Valle, sostiene que en este libro se disuelven las rutinas de una retrica y hace hincapi en las imgenes poticas
cercanas a las vanguardias histricas, destacando tambin una tendencia
hacia lo fantasmagrico: Es cierto que una mujer atraviesa el libro, adems
de ciertas calles que nos son conocidasEn efecto, la clsica mecnica de la
composicin literaria desaparece (p. 23). Se asemeja a un cuadro cubista, a
velocidad o visiones de embriagados.
Es esta, la obra de Rosamel, un Pas blanco y negro, un bosque lleno de
claroscuros en el que debemos penetrar, como el juego de luz y oscuridad que
necesita una fotografa para ser revelada. Es un flujo y reflujo de visiones
dislocadas, anrquicas, que revelan la poderosa vida impulsiva del poeta (p.
24), dice Daz Casanueva en el mismo artculo; por lo tanto el libro, y ms
an el poema, aparecen como una luz que debe ser desentraada en donde
el texto realiza el juego fantstico de las imgenes (p. 24).
En el ao 1925 Rosamel del Valle forma parte del grupo de poetas jvenes Ariel, que deriva del texto homnimo y de las ideas expuestas por el
autor modernista uruguayo Jos Enrique Rod. Como sostiene Luis Snchez
Latorre, este grupo de poetas fue el primero en reconocer la importancia
del creacionismo y de la obra de Huidobro. De hecho, Florit es citado al
recordar una de las acciones del grupo: Desde la imperial de un tranva
desparramaron octavillas en que se invitaba a la rebelin ciudadana contra
los viejos usos de la poesa (Florit 239). En la revista Ariel, seala Nan
Nmez, publicaban poetas como Baudelaire, Verlaine, Juan Ramn Jimnez,
entre otros. El grupo Ariel estuvo formado por cinco poetas: Feneln y
Homero Arce, Gerardo Moraga Bustamante, Juan Florit, Rosamel del Valle
y el artista Efran Estrada. Ellos tienen poco ms de veinte aos cuando, a
principios de 1925, resuelven fundar una revista y asustar con ella a los
burgueses pacatos y detenerlos en su lectura de los poetas antiguos, como
(Santiago, Editorial Zig-Zag, 1935), cuyos editores fueron como ya sealamos Eduardo Anguita y Volodia Teitelboim.
53
MAPOCHO
54
DOSSIER
55
MAPOCHO
56
DOSSIER
57
MAPOCHO
58
DOSSIER
59
MAPOCHO
expresin extrae al ser del sueo en que se agita Pero entonces qu sera
la poesa?: Nada ms irreal que la existencia (p. 5)9.
En un pasaje de Diario de un extranjero en Nueva York, da cuenta de
algunas de sus impresiones en torno a qu es lo potico y el lugar que tiene,
y en el que se encuentra, con la poesa, en lo que est oculto para el resto. Al
deambular una tarde por Central Park, en un texto ya parcialmente citado, dice:
Pero de pronto me sent fatigado al contacto de tanto prodigio y opt
por perderme definitivamente al travs de los pequeos bosques y de las
pequeas colinas floridas. Y luego, en lo ms enmaraado de un rincn
solitario, tuve la grata sorpresa de encontrarme con la estatua de Schiller,
perdida Mi nico pensamiento fue entonces el de que, en verdad, la
poesa no vive sino en lo oculto. Es decir en lo que menos se ve (p. 186).
Este pasaje del diario de escritor nos habla de la constante bsqueda
por la imagen potica que aparece develada como un misterio resuelto.
Anteriormente en ese mismo diario, relata su errar por el parque, en el
que, de casualidad, se encuentra con la estatua de Schiller. Para Rosamel
del Valle, el poema siempre es videncia y alegora, remite a la experiencia
potica develada, a la posibilidad de ir ms all, de usar su pluma cual pelcula fotogrfica. Daz Casanueva lo reafirma: Del Valle nos da toda una
magia potica a base de expresin pura tan soluble en nosotros como un
misterio (p. 26). Su petica capta los movimientos y las pocas certezas que
el escritor tiene sobre lo real. As lo sostiene Leonardo Sanhueza, quien, a
propsito de este asunto, recuerda estos versos tempranos: No s cmo
se pueda llamar a una cosa que rena en s a todos los colores a la vez.
Versos que parecieran tener respuesta en el ttulo de su libro pstumo Adis
enigma tornasol. La imposibilidad de aunar todos los tonos visibles y audibles, podramos agregar, de la cmara en colores que tal vez podra haber
visto del Valle. La experiencia de lo vivido, as como aquello que inspira el
ser escritor, se materializa con la tecnologa fotogrfica y cinematogrfica.
La imagen en movimiento filmada, adivinamos, ya fuera por la cmara de
Daz Casanueva o de Del Valle, inventa este imaginario de la ciudad, de lo
moderno, de la experiencia de esa vida de paseante en algo ms real para
ellos, pero sin duda ms fantasmagrico para nosotros.
Quisiera por ltimo terminar con unos versos finales del poemario La reina
de Saba de Humberto Daz Casanueva, publicado en 1926 por las ediciones
Este texto fue la nota que anteceda a sus poemas publicados en la Antologa
de poesa chilena nueva de Eduardo Anguita y Volodia Teitelboim, 1935, p. 102.
60
DOSSIER
Panorama fundada por Rosamel del Valle junto con la revista homnima que,
como toda revista latinoamericana, desapareci luego de publicarse dos nmeros.
Aqu la imagen en este caso con dibujos de Norah Borges que ilustran
el poemario se hace presente en el inicio y el final, y estos versos pueden
servir para leer en ellos una suerte de semblanza potica que encierra, creo,
a la figura de su amigo y compaero Rosamel del Valle:
El aventurero de Saba tantas cosas que no dice todava
Cierra su abanico de imgenes
El tiempo desciende como un prpado
(Solsticio, p. 59).
Bibliografa
Arce, Homero, La mgica existencia de Rosamel del Valle, Separata 63,
Boletn de la Universidad de Chile, Santiago, 1966, 97-99.
Balakian, Anna, The Surrealist Image, Surrealism. The Road to the Absolute,
Chicago, Chicago University Press, 1986, 140-169.
Ballerino, Licha, La ardilla de Central Park, La Nacin, 28 de mayo 1972, 12.
Castellano, Hernn, Mi memoria alegrica de Rosamel del Valle, Viaje a
Bear Mountain, Un Orfeo del Pacfico: antologa potica, Lom, Santiago,
2000, 231-234.
61
MAPOCHO
De los Ros, Valeria, Espectros de luz. Tecnologas visuales en la literatura latinoamericana, Santiago, Cuarto Propio, 2011.
Del Valle, Rosamel, El espejo mgico de Manhattan, Magia invernal de
Manhattan, Un rbol cree en Brooklyn, Edgar Allan Poe en Fordham, Cancin negra en Harlem, Crnicas de New York. Recopilacin
de Pedro Pablo Zegers, Santiago, ril, 2002.
_____________, Mary Allan va a Baltimore, Revista Atenea (283-284), 1948,
51-60.
_____________, Tower Funeral Home, Revista Atenea (281-282), 1948, 39 - 47.
_____________, Walt Whitman en Long Island, La Nacin, 12 de junio,
1949, 2,7.
_____________, Diario de un extranjero en Nueva York, Revista Atenea
(297), 180-187.
_____________, Brgida o el olvido y La Radiante Remington, Santiago, Cuarto
Propio, 2009.
_____________, Viaje a Bear Mountain, Memoria, Obra potica. Rosamel
del Valle, Prlogo y edicin de Leonardo Sanhueza, Santiago, J.C. Sez,
Dolmen 2000, Volumen ii, 182.
Daz Casanueva, Humberto, El aventurero de Saba. Poemas de Daz Casanueva,
Santiago, Panorama, 1926. (En memoriachilena.cl).
_____________, La nueva literatura chilena: Pas blanco y negro por Rosamel
del Valle, Revista Letras, octubre 1929.
_____________, La Medusa y otros textos inditos, Santiago, Cuarto Propio, 2006.
Lizama, Patricio, La revista Ariel: manifiestos y voces de la vanguardia,
Revista Chilena de Literatura, 72, 2008, 235-254.
Nmez, Nan, Rosamel del Valle, Antologa crtica de la poesa chilena, Volumen
2, Santiago, Lom, 2000,168.
Ramos, Julio, Decorar la ciudad: crnica y experiencia urbana, Desencuentros de la modernidad en Amrica Latina: literatura y poltica en el siglo xix,
Santiago, Cuarto Propio, 2003.
Snchez Latorre, Luis, Florit, Memorabilia (Impresiones y recuerdos), Santiago,
Lom, 2000, 239.
Sanhueza, Leonardo, Reencuentro con el sonmbulo, Prlogo, Brgida o el
Olvido y La Radiante Remington, Santiago, Cuarto Propio, 2009, 17-32.
Subercaseaux, Bernardo, Historia de las ideasy la cultura en Chile. Nacionalismo
y cultura. (Tomo iv), Santiago, Editorial Universitaria, 2007.
62
uno. En la segunda mitad de los 20, Vallejo, en Europa, donde lleg luego
de publicar Trilce poemario mayor de la vanguardia en espaol, escribe
los textos que luego integraran Contra el secreto profesional, que aparecer
pstumamente, en 1973. El ttulo segn Georgette Philippart, su viuda y
editora del libro lo decidi Vallejo al regresar de su primer viaje a Rusia
en 1928. Pero contra el secreto profesional haba sido utilizado ya por el
poeta como ttulo en un artculo publicado en la revista Variedades de Lima
en 1927. En l, arremete contra la actual generacin de Amrica (la vanguardista), acusndola de falta de honestidad espiritual y de continuar los
mismos mtodos de plagio y de retrica de las pasadas generaciones (1996:
57). Rechaza, adems, etiquetas que, como la de espritu nuevo, considera
fuera del arte, y enumera los rasgos ms comunes que dichos poetas repiten,
los que, a su modo de ver, por ser resultado del remedo, no los ayudan a
revelarse y realizarse. Al final invoca otra actitud: propender a un timbre
humano, un latido vital y sincero [] a travs de no importa qu disciplinas,
teoras o procesos creadores (ibd.).
63
MAPOCHO
64
DOSSIER
libro para producir uno de sus gestos finales de agitacin, en tanto grupo
en actividad, en el campo potico peruano. Esto ocurre en abril de 1984.
dos. En 1980 el Per regresa a la democracia formal luego de doce aos de
dictadura militar. Este retorno, que fue posible en gran medida gracias a la
presin del movimiento popular en el multitudinario paro nacional de 1977,
despert grandes expectativas que, sin embargo, fueron disipndose en los
primeros aos del nuevo gobierno, entre medidas econmicas que empobrecieron y dejaron sin empleo a amplios sectores del pas, una creciente
corrupcin, el relativo alejamiento de la izquierda parlamentaria de sus bases
populares y el agravamiento de la violencia poltica. Esta ltima en aumento
desde que, tambin en 1980, el grupo maosta Sendero Luminoso decidiera
iniciar su lucha armada contra el Estado peruano. El panorama recrudece
a partir de 1983, cuando el Ejrcito comienza a encargarse de combatir a
Sendero. El nmero de muertos y desaparecidos ese ao es casi cuatro veces
mayor que el de 1982. Y ser mayor an en 19842. Es en ese lgido y violento
contexto que el Movimiento Kloaka que frente a lo que evaluaba como la
situacin cloaca del pas haba apostado por la beligerancia vanguardista
anti-institucional y anti-burguesa, por la radicalizacin en clave callejera,
popular y lumpen de su lenguaje potico, y por extremar las posibilidades y
dimensiones de la fusin arte-vida confecciona y distribuye un manifiesto
que recuerda los 46 aos de la muerte del mayor poeta peruano. Se titula
Vallejo es una pistola al cinto.
Esto ocurre, como anticip, en los meses finales de la existencia del grupo,
que se disuelve a mediados de 1984. En el lapso que va de enero a mayo de
ese ao, en sus declaraciones se va evidenciando un alejamiento respecto de
sus posturas ms propositivas (emitidas, no obstante, en el marco de sus gestos
epatantes) y se muestra, consecuentemente, una acelerada radicalizacin que
se expresa como estallido anarcoide. Aunque desde sus momentos iniciales se
haban autodeclarado santos, inocentes, puros, locos, fanticos, peligrosos,
visionarios, proscriptos, transparentes, bandoleros y delirantes (De los Dolores: 18), en sus manifiestos hasta 19833, al lado de su confrontacin con las
instituciones formales y cannicas, destacan un carcter crtico (que se expresa
por ejemplo en su anlisis y denuncia sobre la masacre de ocho periodistas
en la comunidad altoandina ayacuchana de Uchuraccay) y un horizonte
65
MAPOCHO
4
Integrada, segn las firmas del manifiesto, por Edin Novoa, Jos A. Velarde,
Domingo de Ramos, Enrique Polanco, Roger Santivez, Dalmacia Ruiz Rosas y Jos
A. Mazzotti.
66
DOSSIER
No es necesario abundar en qu significa Vallejo en la literatura peruana, aunque s recordar que su condicin icnica ha limado con frecuencia
algunas de las puntas ms afiladas de su poesa y su actitud. Las imgenes
del Vallejo triste o pensativo, o del poeta del dolor, por ejemplo, sin dejar de
ser ciertas, han opacado muchas veces al Vallejo polmico e incisivo, al que
se asoma a los bordes espeluznantes (Vallejo 1997: 179) en pos de nuevas
posibilidades de lenguaje, al atento al rol del artista en la sociedad, al revolucionario y comunista, o al interesado en explorar cierta veta de erotismo o
las posibilidades del humor. Desde esa perspectiva, Vallejo es una pistola al
cinto puede verse, en una de sus lneas, como un desafo de esos usos icnicos ms tradicionales o aquietantes. Veamos esto, en primer lugar, a partir
de la distribucin del manifiesto, por parte de Santivez y Mazzotti, a la
salida de una concurrida conferencia de Julio Ramn Ribeyro en el marco
del cannico y oficial Mes de las Letras peruano de 19846. Cuando menos
He trabajado sobre este libro a partir del poema La guerra con Chile en
Chueca 2013.
6
El Mes de las Letras se empez a celebrar cada mes de abril, desde los aos
cincuenta, gracias a una iniciativa del poeta y crtico Augusto Tamayo Vargas. La
eleccin del mes se debi a que en dicho mes (en que se celebra el da del idioma
67
MAPOCHO
68
DOSSIER
69
MAPOCHO
70
DOSSIER
y de que estos corresponden al poeta en el trance de sus preguntas y redefiniciones, as como la provocadora aparicin al final de la ceremonia del
Mes de las Letras. De la conjuncin de ambos factores podra desprenderse
una crtica implcita a la manera como la institucionalidad literaria peruana
iba recuperando, desde la dcada anterior, las figuras ms emblemticas de
la vanguardia como soportes de la tradicin lrica contempornea, pero sin
incidir, en general, en que textos y gestos vanguardistas, los de Vallejo entre
ellos, plantean tambin interrogantes y responsabilidades estticas, ticas y
polticas, a quienes se sienten y se declaran sus herederos, en relacin con sus
propios presentes, y ms quiz, en un tiempo como el del Per de los 80. En
este sentido, el neovanguardismo de Kloaka da nuevas evidencias de no ser
una aventura conducente a la institucionalizacin de procedimientos a los
que intenta dar nueva vida, como critica Peter Brger en las neovanguardias
en general (Brger 1997: 54-55), sino una crtica aguda, desde sus propias
coordenadas temporales, sobre la institucin, sus marcos y sus procedimientos,
y sobre la sociedad en que esto ocurre7.
Por otro lado, el manifiesto, de tono menos beligerante y con la constatacin
sobre la farsa social como mirada final, parece evidenciar cierta sensacin
de agotamiento, ya no solo de las posibilidades de la revolucin integral que
proponan, sino tambin de los gestos que expresaban su voluntad de estallido. Como si la decisin de mirarse en el espejo vallejiano, en el contexto
de la violencia de esos das, expresara un reconocimiento de los lmites de
las actitudes delirantes y explosivas, y condujera a cierto desplazamiento
hacia el lenguaje como casi nico campo de accin, lo que equivale tambin
a percibir el agotamiento de la accin colectiva. Esto parece confirmarse en
el manifiesto siguiente, que puede verse como una despedida de Kloaka en
tanto movimiento constituido. En l se habla, en un tono ms reposado, a
pesar del ttulo de Mensaje urgente, de abandonar la teora de la vanguardia dirigente/ para adoptar la teora ms simple y honrada/ de la minora
actuante que desempea el papel/ de un fermento permanente, que impulsa
a la accin/ sin pretender dirigirla (De los Dolores: 61).
No es difcil relacionar la retraccin en la radicalidad discursiva y en el
horizonte utpico sostenido, ambos de corte vanguardista, con la afirmacin
de Domingo de Ramos uno de los poetas emblemticos del grupo de que
la sociedad los venci (Chueca y Estrada 2002). Seala, en una entrevista
acerca de la experiencia y el significado de Kloaka, que en el contexto de la
extrema polarizacin entre dos lneas (la lucha armada de Sendero, que []
buscaba una transformacin real poltica e ideolgica, y [] la represin brutal
de parte del Estado), [n]osotros estbamos en el medio, queriendo hacer
Ver tambin las observaciones de Foster (2001: 3-37) frente a la postura de Brger.
71
MAPOCHO
una comunidad contra estos dos gigantes que destruan todo (ibd.). Hacer
una comunidad se debe entender en referencia a las comunas totales de
realizacin y de liberacin ertica que propona Kloaka en sus declaraciones iniciales. Aade De Ramos que [n]o se poda mantener una utopa de
esa naturaleza, era irrealizable (ibd.). De algn modo tambin Santivez
da cuenta de esto al hablar de los momentos en que escriba Homenaje para
iniciados, en los meses finales de Kloaka y los que siguieron a su disolucin:
seala que luego de desencantos y decepciones, ya no tena ninguna preocupacin estrictamente poltica y me dediqu a cantar al amor ertico y a
la separacin de los amantes, y a una defensa cerrada de un individualismo
anarquista frente a cualquier orden establecido (Ildefonso 2004).
A continuacin menciona que [a]l mismo tiempo empec a interesarme
por lo que denominamos fraseo en la poesa, o sea el ritmo interno de los
versos y su capacidad rfica, ondulante, sensual (ibd.), lo que es revelador
tambin de ese desplazamiento que mencion hacia el lenguaje como casi
nico campo de accin. Para esto, por supuesto, ya no se requiere de la existencia del grupo. Los poetas de Kloaka continan sus caminos individuales,
heridos de algn modo por el reconocimiento del quiebre de su apuesta
utpica, pero, a la vez, con la conviccin de la necesidad de continuar con
la radical exploracin de su lenguaje para expresar su tiempo, la violencia
y las subjetividades sumergidas en ello, hasta llegar, quiz, a las ltimas
consecuencias. Hasta asomarse a sus propios bordes espeluznantes, podra decirse con la frase de Vallejo. Me refiero a que esta radicalizacin est
enmarcada en la visin vanguardista de la indisociabilidad arte-vida, que se
traduce en la consideracin de que la nica manera de poetizar la acelerada
descomposicin de la sociedad es sumergindose en ella. Optan entonces
por el acercamiento vital al lumpen y por una rimbaudiana alteracin de
todos los sentidos a travs de, sobre todo, drogas duras, con los riesgos que
ello comporta. De esa experiencia, tributaria del espritu Kloaka, pero ajena
a la organicidad grupal, surge una poderosa poesa en la que la violencia y
el caos de la sociedad peruana estn incorporados en todos los niveles del
texto y forman parte de la configuracin subjetiva de sus hablantes.
Aunque el grupo, como seal, se disuelve oficialmente en 1984, esto se
mantiene hasta cerca de la mitad de los 90. En ese lapso, hay, entre los ex
miembros del grupo, adems de desarrollos individuales, algunos intentos
de reactivacin de proyectos colectivos afines al espritu Kloaka, e incluso
alguna muestra de recuperacin de la confianza utpica, de la mano de una
radicalizacin poltica revolucionaria. Esto ltimo se expres, por ejemplo,
en 1989, en un nuevo Vallejo es una pistola al cinto, esta vez una serie
visual y textual, en serigrafa, que desarroll, con la colaboracin del poeta
Santivez, el colectivo nn de artistas plsticos. En una de las serigrafas se
reproduce una imagen de Vallejo con el puo en alto, quiz tomada de los
72
DOSSIER
registros del congreso antifascista de 1937. En otra, acompaan a la emblemtica imagen del rostro pensativo de Vallejo un globillo que sale de su
boca con el signo de la hoz y el martillo, y una frase tomada de El arte y la
revolucin que dice: Nuestra tarea revolucionaria debe realizarse en dos ciclos
sincrnicos e indivisibles. Un ciclo centrpeto, de rebelin contra las formas
vigentes de produccin del pensamiento, sustituyndolas por disciplinas y
mdulos nuevos de creacin intelectual, y un ciclo centrfugo doctrinal y de
propaganda y agitacin sobre el medio social. Sin que deje de haber puntos
de contacto, es evidente la distancia frente al manifiesto de Kloaka. Pero la
indagacin acerca de esto supone un recorrido distinto al que he querido
desarrollar en este momento, por lo que cierro aqu esta exposicin.
bibliografa
73
MAPOCHO
Mazzotti, Jos Antonio, 2002, Poticas del flujo. Migracin y violencia verbales en
el Per de los 80, Lima, Fondo Editorial del Congreso del Per.
Ruiz Rosas, Dalmacia, 2013, Palacio de Justicia, Lima, Hipocampo.
Santivez, Roger, 1984, Homenaje para iniciados, Lima, Reyes en el caos.
______________, 1991, Symbol, Lima, Asaltoalcielo editores.
Vallejo, Csar, 1926a, Poesa nueva. Estado de la literatura espaola,
Favorables-Pars-Poema, No 1, Pars, julio, 7.
____________, 1926b, Poesa nueva, Amauta No 3, Lima, noviembre, 17.
____________, 1996, Crnicas de poeta, Prlogo, seleccin y notas de Manuel
Ruano, Caracas, Biblioteca Ayacucho.
____________, 1997, [Carta a Antenor Orrego], en Poesa Completa ii, edicin,
prlogo y notas de Ricardo Silva-Santisteban, Lima, pucp, 179.
____________, 2003, Ensayos y reportajes completos, Edicin de Manuel Miguel
del Priego, Lima, pucp.
____________, 2004, Obras esenciales, seleccin, prlogo y cronologa de Ricardo Silva-Santisteban, Lima, pucp.
Zevallos, Juan (editor), 2002, Kloaka 20 aos despus. mk (1982-1984): cultura
juvenil urbana de la posmodernidad perifrica, Lima, Ojo de agua, 2002.
74
1. Introduccin
Gustavo Ossorio, hasta lo que por el momento conocemos, consta de un
trabajo potico conformado por tres libros; Presencia y Memoria (1941); El
Sentido Sombro (1948) y Contacto Terrestre (publicado pstumamente en 1964),
libros que en el ao 2009 fueron reeditados por Beuvedris editores a cargo
de los escritores Javier Abarca Medel y Juan Manuel Silva; obra que contiene,
adems, poemas inditos, recortes de prensa y el trabajo visual del poeta;
acuarelas con cierto criollismo. Ossorio naci en Santiago, fecha posible
es el ao 1911 o 1912: hasta su data de nacimiento es un misterio, al igual
que su voz, hermtica, misteriosa y relacionada enrgicamente con los poetas
metafsicos del 40 y 50, como Rosamel del Valle, Humberto Daz Casanueva,
Enrique Gmez Correa, Tefilo Cid, Braulio Arenas, Eduardo Anguita, Juan
Negro, Victoriano Vicario, Omar Cceres y, por qu no, Jaime Rayo y Boris
Caldern. Y es que su relacin directa con los poetas de la Mandrgora chilena
le otorg esa fuerza y vitalidad mortuoria que define su poesa, como tambin
ese lenguaje cerrado, oscuro y transitivo en la corporalidad que establece
su palabra. Sin lugar a dudas, Gustavo Ossorio es un poeta que desgarra el
lenguaje para superar los lmites del cuerpo y entrar con total profundidad en
los planos telricos de la sombra, en un viaje infatigable por los submundos
del yo, del espritu y la bsqueda de una situacin reveladora, amplificante,
filosfica y religiosa en su forma. En breves palabras, la potica de Ossorio
es un intento por conciliar lo material con la materia espiritual.
Esta ponencia abordar la obra literaria de Gustavo Ossorio como un procedimiento de resignificacin del yo potico mediante el viaje por los planos
sombros de la vida. Como un proceso de Catbasis y Anbasis que pone en
crisis la realizacin discursiva del yo, que deja en claro la predominancia de
* Editor independiente.
75
MAPOCHO
una experiencia conflictiva del sujeto lrico que plantea la bsqueda de aquella
verdad trascendental y absoluta que define y construye al hablante, y que establece como parmetros y territorios de exploracin los procesos metafsicos
de un sujeto que se inserta en el mundo y el sentido mortuorio, para cumplir
su objetivo: encontrarse con su yo o ese otro que es reflejo irrevocable de su
imagen. Se tomar para esta lectura, como punto y base de referencia, los
apuntes otorgados por Javier Abarca Medel de su trabajo titulado Lenguaje
espectral de la mente, una visin potica del pensamiento (indito)1.
2. Comentarios crticos en torno a la obra de gustavo ossorio.
mecanismos de catbasis y anbasis
Varios son los comentarios crticos y artculos que se han realizado sobre la
obra de Gustavo Ossorio, la mayora de ellos pertenecientes al momento
histrico de produccin o a escrituras que surgen luego de la muerte del
poeta, y que apuntan a un tema en comn: la presencia de una potica que
proyecta los conflictos del mundo interno del hablante, que habita tanto
el plano terrestre como, tambin, los espacios infatigables del espritu. En
palabras de Rosamel del Valle (1941):
Gustavo Ossorio ha preferido bajar la cabeza y escuchar lo que empieza
a hacerse presente debajo de su alma, lo que todava es un ruido, ya que
sin duda alguna tiene algo que extraer de la espantosa realidad del ser y
su trnsito terrestre. O sea, el lado oscuro de la gracia. (Rosamel del Valle,
Prlogo, Presencia y Memoria).
Y es que ese lado oscuro de la gracia se manifiesta e intensifica en su palabra, en cada verso que enuncia el pensamiento errtico de un alma fugitiva
por los planos mentales y espirituales del yo, como se expresa en el poema
Vrtigo o viaje del libro Presencia y Memoria (1941): Yo perd mi presencia / pude
haber el secreto de ir y venir / por el invierno (19-21). Tal como expresa Humberto
Daz Casanueva en el prlogo a El Sentido Sombro (1948), la poesa de Gustavo Ossorio es lo que transcurre debajo y encima de los muros terrestres,
vivencias que no excluye y que por el contrario acepta como probatorias de
su propio espritu, un espritu rebelde a s mismo, ansioso de respuestas
que equilibren esa brjula instalada en la tormenta; ejemplo de esto son los
versos 29 al 40 del poema Entraa en El Sentido Sombro (1948):
76
DOSSIER
77
MAPOCHO
Ese pie perdido en el invierno es la instalacin del yo potico que descuadra los lmites dimensionales entre lo vital y lo mortuorio, entre los mundos
y submundos preconcebidos por la tradicin religiosa. En Ossorio, el ms
all y el ms ac se vuelven uno, es el hablante el puente entre lo visible y
lo desconocido. Tal como expresa Javier Abarca en el prlogo de Gustavo
Ossorio, Obra completa (2009):
La palabra en Ossorio pregunta y responde a la vez, porque dice y no dice
a su antojo, va dejando entre silencios una hmeda inquietud, la duda que
cuestiona. Pero esta duda es un recurso, un tono mediante el cual logra
poner al menos un pie en la orilla de ese mundo invisible (pp. 33-34).
El proceso de Catbasis y Anbasis no debe entenderse, entonces, del modo
clsico, como ese descenso al mundo espectral (Catbasis), al terreno de las
almas purgatorias, castigadas y lastimeras que depuran por los subsuelos del
plano terrestre, al igual que tampoco se debe entender la Anbasis como ese
renacer y salida desde los planos oscuros del universo espiritual. En este caso
no es el encuentro con Tiresias, al estilo de Odiseo, tampoco es la llamada
infatigable de Orfeo a Eurdice, en este caso es el yo potico que dialoga con
su sombra, con el espejo y reflejo de su imagen, con ese otro yo que necesita
encontrar, para as hallar la respuesta. En Ossorio, lo que ocurre realmente
es una consumacin entre la duda y el conocimiento directo a travs de la
palabra, conocimiento y palabra que se transforman en poesa:
El hombre-poeta no es sino el vehculo que pone de manifiesto, que tiene
la facultad de desentraar la fuerza extraa que es la poesa. O sea, el
creador; el creador es capaz de expresar la batalla del ser, huyendo de
la forma fcil para hundirse en los estratos profundos y extraer de los
propios orgenes emocionales el contenido esttico-filosfico esto es,
eminentemente humano que es la poesa (Ossorio, Potica, 39).
Es as como el poeta, ese yo que propone su habla, su voz, mediante el
poema, acorde a la potica de Gustavo Ossorio, es la representacin mediante
el lenguaje de una transmisin del conocimiento que ha sido adquirido de
modo directo, innegable, experiencial, a pesar de su contenido y sentido metafsico, una especie de qualia como explica y propone la Filosofa de la mente,
la Filosofa cientfica, cognitiva y cognoscitiva (Nagel, 2003), en donde la experiencia es nica, intransferible e imposible de cualquier dilogo interpersonal,
pero que, sin embargo, se valida por su contacto, por la presencia del sujeto
y su entendimiento y localizacin en el mundo. Es mediante el mecanismo
de percepcin interna, del discernimiento del yo con su mundo, por donde
78
DOSSIER
79
MAPOCHO
80
DOSSIER
81
MAPOCHO
La sombra
El hombre
Los pueblos y su naufragio
La agona del fuerte
La despedida del que nunca parti
Y nuevamente la sombra
Sufriendo la ausencia de su litoral
(Ossorio, 9-15).
Acaso estos versos no nos recuerdan lo que cit anteriormente de Pilar
Gonzlez Serrano? La sombra, el hombre, los pueblos, la agona, la despedida, la partida, la permanencia del sujeto, la sombra otra vez, la ausencia
y la presencia, el fantasma, el alma que viaja por los planos de la muerte, la
cultura religiosa que apuesta por el ms all, por la Catbasis y Anbasis, por
la muerte y resurreccin del alma. Con estos versos Ossorio nos da la gran
pista para dilucidar su potica. El viaje de Presencia y Memoria no es fsico, es
espiritual. El hablante no pierde su cuerpo, no muere y viaja como espritu, es
su mente, su cognicin, la que se desplaza y es el discurso potico el registro
de ese viaje. La presencia en este libro es el hablante que se instala en nuevos
terrenos, dejando su cuerpo. La metfora de la muerte es ese vaco ante la
oscuridad. La noche, es ese vaco, ese misterio. La memoria en este libro no
es la sombra, es el pasado, los conocimientos previos que sern la base para
su peregrinacin sombra. La sombra, entonces, es el viajero.
El viaje, por lo tanto, es del hombre en constante tensin con su humanidad, con su agona filosfica, con su intento por alcanzar la revelacin
sobre los sentidos del vivir, del morir y el proceder: As podemos gozar / La
permanencia de lo ausente / Los ojos / no entienden la permanencia de la nube (vs.
17-20). Los ltimos versos de Resumen de ausencia nos explican que no
se puede comprender lo que no es sostenible y soportable con los sentidos.
La luz platnica que enceguece a cualquiera que sale de la caverna solo
es comprendida por aquellos que destronan su cuerpo, es por ello que el
hablante de este libro contiene a la presencia de manera lejana, contiene al
cuerpo desde lo lejano; es el alma la que viaja y se desprende de los sentidos
para alcanzar un grado mayor, un grado an negado para el sujeto que viaja,
desprendido de sus lmites. Ojos tuyos gran puerta y lluvia para defender el eco
(v. 31 de Espacio de los ojos).
El hablante de Presencia y Memoria posee la claridad para comprender
que no se puede continuar el viaje sin alejarse del soporte, ya no se puede
seguir con el vehculo contenedor, es momento de alejarse de lo material,
de continuar en la soledad por el sentido sombro:
82
DOSSIER
En lo hondo andamos
Y no hay sino visiones en la que creemos
Gustavo Ossorio, El cimiento interior
83
MAPOCHO
84
DOSSIER
85
MAPOCHO
86
DOSSIER
Del poema v
Quin va delante de m como huyendo de mi terror?
Quin sigue mis huellas pegado a mis talones,
cogindose a mis ropas? []
Qu forma, pues, tomar para ganar la fortaleza?
Cmo habr de saber esto nunca yo, si los mozos
prdigos han apagado sus lmparas,
Y en la gruta negra inician su cntico secreto? []
La resurreccin, la vuelta al mundo terrestre, ese nuevo contacto con lo
terrestre, como se expresa en el ttulo de este poemario, inserta al hablante
como un sujeto renovado, como un nuevo yo, como otro que vuelve invadido
por la duda. La resurreccin, entonces, la Anbasis de la voz de este libro, le
revela la ilusin de lo circundante, la pasta nebulosa que pincela al mundo
y se siente ajeno, distinto a la realidad que lo rodea.
El constante viaje que, recordemos, es espiritual y no fsico culmina
con la instalacin de la verdad en la conciencia del hablante, pero que an
es intraducible. El hablante entonces, ese yo reconstruido por el viaje, es un
sujeto nuevo que contiene una verdad intraducible; los versos 65 al 77 del
poema ii nos sirven de ejemplo:
Regreso, parto, ando, voy y vengo, sin reparo, sin
muro clemente, sin el hlito fro que antes
ahuyentaba los temores.
De la via al sepulcro conocido; de la privacin
hueca y resonante al dilatado crculo en
que me espera siempre la carne ardiente,
El ro que a l lleg por azar y el dulce pan que
sobrevive al desdn.
Qu he olvidado, que el espejo nada me dice hoy?
Por qu lo toco y est rugoso y confundido?
He aqu que no comprendo: participo quizs de la
muerte; soy menos materia cada vez y mi
grito slo es escuchado por su eco.
87
MAPOCHO
El doble evoca la soledad esencial del ser humano y nos advierte contra la
certeza de nuestra identidad. El tema de El Doble, del sosias, del Doppelgnger
es tan antiguo como la literatura. La palabra Doppelgnger, de acuerdo con Juan
Antonio Molina Foix, quiere decir el que camina al lado o el compaero
de ruta. Una traduccin ms literal es el doble caminante ya que la palabra
alemana gnger significa caminar y Doppel significa doble (Estaol, 2012).
El primer estudio sobre el doble es de perfil psicoanaltico y pertenece a
Otto Rank y a su libro Don Juan, eine Gestalt (Don Juan y el doble) publicado
en 1914, que se relaciona directamente con la obra El Doble (Der Doppelgnger),
publicada en 1925 por el mismo autor. Segn Rank, el doble corresponde a
una proyeccin de nuestro inconsciente, el reflejo en el espejo y que se proyecta como sombra, como otro yo que se puede tornar peligroso:
El doble ancla su sentido en el problema de la muerte, por la cual el yo
se siente amenazado. La idea del alma, de un yo inmortal e invisible, nace
muy pronto en la Humanidad por el temor a los muertos y a la propia
muerte, creando as el primer dualismo en el individuo. Antropolgicamente, aparece el alma en forma de doble, lo ms parecido posible al yo
(sombra, reflejo, etc.). Constelaciones simblicas de la sombra y el reflejo
son el nombre, el espejo, y el retrato o fotografa; todo ello relacionado
con el narcisismo (Paraso, 2009).
Sobre este tema, Sigmund Freud en su libro Lo siniestro (Das Unheimliche,
1919) amplific esa nocin hacia planos mayores del inconsciente y el pensamiento humanos, donde el enfoque se centra en la relacin entre el espejo,
la sombra y el temor a la muerte. Para Freud el doble es en realidad el gran
temor del ser humano ante la muerte, y el concepto de alma inmortal podra
ser, a modo de smbolo, el primer doble del cuerpo:
Esta imagen tiene su correlato en un medio figurativo onrico, que gusta de
expresar la castracin mediante duplicacin o multiplicacin del smbolo
genital []. Ahora bien, estas representaciones han nacido sobre el terreno
del irrestricto amor por s mismo, el narcisismo primario, que gobierna
la vida anmica tanto del nio como del primitivo; con la superacin de
esta fase cambia el signo del doble: de un seguro de supervivencia, pasa
88
DOSSIER
89
MAPOCHO
90
DOSSIER
Conclusin
Entonces, muerto de angustia,
ante el panorama inmenso,
mientras cae el agua mustia,
pienso.
Carlos Pezoa Vliz, Tarde en el hospital
En definitiva, la construccin potica de Gustavo Ossorio traspasa notablemente los planos terrestres. Nos sita en una relacin directa y punzante entre
el mundo sensorial y espiritual. La Catbasis y Anbasis aqu no es por la
recuperacin de la amada, es en pos del encuentro con su origen, con su yo
ms primitivo, es una interpelacin entre narcisos, porque son dos o varios.
En Ossorio no hay un t que pregunte, las preguntas son a s mismo, el otro
nos es ms que su espejo, la materializacin discursiva acude a la locucin
desdoblada.
El viaje por el sentido sombro es una apuesta interrumpida, por ninguno
motivo inmadura, ya que no fue su estilo lo que impidi dar el paso final (revelarnos la verdad luego del infatigable viaje), fue su cuerpo, su enfermedad,
el que no le dio tiempo de seguir escribiendo. En conversaciones previas a
este artculo, Javier Abarca, posiblemente el mximo conocedor de la obra
y vida de Ossorio en Chile y, por qu no, del mundo entero, me relat que
Ossorio, antes de su operacin, que lo llev inevitablemente a la muerte, le
pidi casi a modo de ruego al mdico a cargo que le salvara la vida, que le
diera tiempo. Para qu solicitaba ese tiempo? Por qu era necesario un
tiempo ms en este mundo? Nuestra conclusin, fue que lo necesitaba para
darle fin a este viaje, para transformar en palabras, vale decir, en lenguaje
y poesa, esa verdad revelada. La tuberculosis que lo aquejaba impidi que
conozcamos de Ossorio una obra posterior a Contacto Terrestre, probablemente
ese libro, el que nunca se escribi, pero que podemos imaginar, sera la clave
que acercara el mensaje de manera directa al lector. El viaje por ese mundo
sombro, caera en las manos de todo aquel que leyera ese libro, pero como
la muerte es sabia y poderosa, y el destino parece tener algo de realidad en
este caso, tal proceso creativo fue impedido.
Cul es esa verdad entonces? Qu es lo revelado en Ossorio? La respuesta no est en parte alguna, solo podemos descifrar, buscar pistas y claves
en la biblia metafsica que Ossorio transform a tres poemarios. La muerte
para Ossorio no lleg de manera repentina, es por ello que su potica gira
y habita los terrenos mortuorios. Ossorio saba que la muerte ya no era un
concepto, era un personaje indestructible que devoraba su vida, por eso su
potica es fnebre, porque la muerte lo habitaba corporalmente y l la visitaba
de manera espiritual. Su poesa es reflexiva y filosfica por el mismo motivo.
91
MAPOCHO
92
DOSSIER
Gonzlez Serrano, Pilar, Catbasis y resurreccin, Espacio, Tiempo y Forma, Historia Antigua, Serie ii, 1999. Recuperado el 5 de Agosto de 2014 desde
www.pendientedemigracion.ucm.es/centros/cont//documento4869.pdf
Nagel, T., Cmo es ser un murcilago?, en M. Ezcurdia, O. Hansberg
(editores), La naturaleza de la experiencia, vol. i, Sensaciones, unam, 2003.
Paraso, I., Crtica arquetpica: la estructura demnica en el tema del doble,
en Rilce, v. 25, n. 1, 2009. Recuperado el 20 de Julio de 2014 desde
http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/7277/1/0.5.%20Paraiso.pdf
Paz, J. M., Recepcin (y enunciacin) en la poesa lrica, en La recepcin del
poema, pragmtica del texto potico (93-130), Espaa, Problemata Literaria
48, Edition Reichenberger, 1999.
Freud, S., Volumen xvii De la historia de una neurosis infantil (Caso del
Hombre de los lobos), y otras obras (1917-1919), en Obras Completas,
Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1978.
Correa, C., Poetas chilenos, 1557-1944, Santiago, Editorial La Salle, 1944.
93
Introduccin
La produccin de Pablo de Rokha, se focaliza en una escritura de carcter
hbrido que recibe traspasos de las vanguardias europeas (especialmente el
Futurismo, el Cubismo y ms tardamente el Surrealismo), las ideologas
polticas y filosficas de la poca y las prcticas orales de ciertos sectores campesinos de la zona central de Chile. Ya he sealado en trabajos anteriores, lo
asombroso que resulta comprobar como Pablo de Rokha ha sido borrado en
forma sistemtica de toda referencia relevante en la historiografa vanguardista
latinoamericana y, en gran medida tambin, en la nacional. Hay que agregar
que en estos ltimos veinte aos son escasas las referencias a su obra. No aparece mencionado en los trabajos bibliogrficos sobre el tema de las vanguardias
a nivel continental (i.e. Merlin Foster, Hugo Verani, David Jackson, Roberto
Fernndez Retamar, No Jitrik, Sal Yurkievich, George Ydice, Juan Gustavo
Cobo Borda, Jacques Leenhardt y tampoco en la monumental recopilacin
de Jorge Schwartz, para quien la vanguardia nacional se reduce a Huidobro y
una mencin del grupo Rosa Nutica de Valparaso); pero tampoco nuestros
investigadores chilenos ms relevantes en el tema de las vanguardias lo han
recogido en sus estudios crticos, como es el caso de Nelson Osorio, Ana Pizarro, Jaime Concha, Federico Schopf, Patricio Lizama y Cedomil Goic, entre
otros. Pablo de Rokha no ha sido profeta en su tierra y sigue siendo tanto para
la crtica como para el vulgo un Jpiter tonante o un patriarca mesinico con
una biografa desbordante, pero con una obra ininteligible.
Si pensamos que la edicin original de Los gemidos, su primer texto vanguardista publicado en 1922, se habra divulgado en una cincuentena de
ejemplares (segn una fuente, el resto se habra utilizado para envolver carne
en el matadero) y con excepcin de tres o cuatro crticas laudatorias (la del
joven Neruda entre ellas), fue literalmente masacrado por la crtica oficial,
llmese Alone, Silva Castro, Emilio Vaisse o el propio Pedro Prado, quien
vitupera al poeta llamndolo loco, extrao y estrafalario, podemos suponer
la imposibilidad de saber de sus textos fuera de las fronteras del pas. A su
falta de dilogo con los crticos, habra que agregar sus propias contradicciones y su subjetividad desmesurada que se desborda ya antes de Los gemidos,
en Stira de 1918, con su nfasis expresionista y sus vituperios al orden del
sistema literario chileno.
95
MAPOCHO
Para el lugar que nos interesa destacar aqu, el poeta cultiva una hibridez
que tiene, en una de sus vertientes, una identificacin esttica y discursiva
con una expresin local de lo nacional-popular. Esta hibridez necesaria y a
contrapelo de las olas modernizadoras del continente, resulta una matriz
indispensable a la hora de entendernos, sin tener como modelo absoluto
el desarrollo de las vanguardias europeas. Lo popular se construye histricamente y un ejemplo de ello tiene que ver con los estudios de los ltimos
aos focalizados en el folclor, las industrias culturales y el populismo poltico. Se plantean visiones unificadoras que no aluden a la heterogeneidad, al
hibridismo, a la mezcla de las dicotomas instauradas por la mayor de todas:
tradicin versus modernidad. Pablo de Rokha es un poeta que se mueve en
las antpodas de estas dicotomas, primero por el reconocimiento implcito
que hace de las culturas populares, sus estrategias discursivas, la posicin de
sus sujetos, el escenario geogrfico y fsico, su situacin histrica y social. En
segundo lugar, por ser a la vez un poeta marginal y marginado del carcter
hegemnico de la cultura dominante. En tercer lugar, por situarse en una
posicin excntrica frente a los discursos autoritarios y dominantes de una
sociedad represora. La puesta en escena de lo popular en su poesa es sacada
de la tradicin rural y urbana tpica (lo que podra ser el folclor campesino),
para transformarse en una estrategia textual de denuncia y crtica en que
las partes de la dicotoma (lo tradicional y lo moderno, lo culto y lo popular,
lo hegemnico y lo subalterno) se imbrican en un todo no fijado de una vez
y para siempre. Se trata de una identidad mvil que articula sujetos y acontecimientos, a una historia siempre cambiante que da cuenta de su realidad
desde unos bordes, desde una periferia, desde un margen, que busca su centro para volver siempre a retrotraerse en un movimiento pendular que es su
propia manera de situarse crticamente en el mundo. Sujeto popular rural y
sujeto popular urbano son solo formas de acceder a ciertos personajes que
dicen algo sobre el mundo sin saber ninguna verdad, pero insertos en una
experiencia de vida que es su nica carta de existencia frente a los poderes
de lo establecido o de lo que puede o debe ser dicho, notado y anotado.
Los gemidos: crticas, discurso y vanguardismos
La obra de Pablo de Rokha si bien es todava una bsqueda casi solitaria,
corresponde a un contexto en que recin se asoma el vanguardismo europeo
reciclado bajo la forma del creacionismo huidobriano o los experimentos
teidos de nacionalismo y regionalismo de Leopoldo Lugones. Pero no son
los nicos. Los gemidos coincide tambin con la publicacin de Veinte poemas
para ser ledos en el tranva de Oliverio Girondo, Os condenados de Oswald de
Andrade, El jarro de flores de Jos Juan Tablada y Andamios interiores de Manuel
Maples Arce, Trilce de Csar Vallejo, Raz Salvaje de Juana de Ibarbourou y
96
DOSSIER
97
MAPOCHO
Posiblemente (la crtica) se asust por la mole del volumen, por el nuevo
estilo que all se planteaba, por la nueva visin de la vida, por la nueva
manera de crear poesa y de buscarla, en lo que el gusto de esos das
crea definitivamente antipotico Creyeron que era incapacidadLo
que haba era algo muy distinto. Era la plasmacin de una nueva forma
potica, existan nuevas fuerzas poderosas que en las formas antiguas se
sentan tan oprimidas como un avestruz dentro de un tarro (1958: xxiv).
Adems en la misma revista Claridad donde fue vituperado el poeta, un
joven Neruda de 18 aos, escriba a propsito de Los gemidos:
un impulso hacia la raz trascendente del hecho,
98
DOSSIER
99
MAPOCHO
Los cantos de mi lengua tienen ojos y pies, ojos y pies, msculos, alma,
sensaciones, grandiosidad de hroes y pequeas costumbres modestas,
simplicsimas, mnimas, simplicsisimas de recin nacidos, allan y hacen
congojas enormes, enormes, enormemente enormes, sonren, lloran,
sonren, escupen al cielo infame o echan serpientes por la boca florecen
gozosos, redondos, sonoros en Octubre, dan frutos rurales a principios
de Mayo y Junio o a fines de Agosto, maduran todo el ao y desde nunca,
desde nunca; anarquistas, estridentes, impvidos, crean un individuo y una
gigante realidad nueva, algo que antes, antes, algo que antes no estaba en
la tierra, prolongan mi anatoma terrible hacia lo absoluto, an existiendo
independientemente; tocad su cuerpo, tocad su cuerpo y os ensangrentaris
los dedos miserables!
(Balada de Pablo de Rokha, p. 11).
En el poemario, se usan las formas verbales y sintcticas con una apariencia desordenada y catica, y con una acumulacin de imgenes que se
repiten o se transforman. El sujeto se expresa a travs de estados de nimo
que nunca se objetivan totalmente, puesto que permanecen como parte de
una vivencia del universo, que se transparenta en sensaciones: comer, beber,
sentir, querer, odiar. El sujeto canta, piensa en canciones, aprende a cantar
en sus orgenes. No se trata solo de una actitud lrica, sino que el poema va
buscando el ritmo interior a travs de las reiteraciones y repeticiones que
describen acontecimientos, acercndose a la narracin pica. Esta fusin de
lo lrico y lo pico estimulada por los temas, los espacios, los acontecimientos, las formas narrativas, los monlogos y los dilogos dramticos, resultaba
problemtica para una crtica que funcionaba con la estructura tradicional
de los gneros literarios. En De Rokha, los elementos sensoriales tienen
primaca sobre el resto de las experiencias. La articulacin se hace por medio de significantes enunciativos, encadenados por verbos de accin en una
estructura sintagmtica que reproduce la imagen de un continuo balbuceo.
Son los gemidos del poeta. Hay continuos cambios lexicogrficos, palabras
o frases en cursiva, tipografa de variado tamao, espacios en blanco, puntos
suspensivos, una experimentacin formal continua. Se mantiene la acumulacin
de adjetivos (el gran adjetivador lo llam el crtico Valente) que se reiteran
para colaborar en la atmsfera catica y fragmentada. Objetos y fenmenos
convergen en una dinmica que se expande y que tiene como nico lmite al
sujeto vidente. La figura del bardo-profeta se hace elemento estructurante
del efecto esttico. Como en Walt Whitman, uno de sus poetas preferidos, el
discurso se estructura como un gigantesco himno en que el sujeto expresa
su unidad con el universo a travs de una fuerza csmica propia. Jos Mart
deca de Whitman, que desarrollaba sus poemas con una sabia composicin
que distribua en grandes grupos musicales las ideas, como forma natural de
100
DOSSIER
101
MAPOCHO
102
DOSSIER
103
MAPOCHO
104
DOSSIER
105
MAPOCHO
Y la otra:
Estar hablando yo mismo? yo mismo? Pienso y hablo como si fuese otro
quien soy yo? estos pies, estos pies y estas manos de quien son? quien es
Pablo de Rokha? no conozco a Pablo de Rokha! pablo de rokha
ah! No me acuerdo caen las hojas viajeras, caen las hojas viajeras () un milln, cien millones, un milln de perros me sigue
ladrando, aullando, aullando, ladrando como si fueran hombres, una gran
manada de canes horribles, sarnosos, asquerosos, zarrapastrosos, negros,
negros, negros, me sigue, me sigue mientras yo voy pensando: le
siguen los perros a el?
(Elega del hombre soltero, p. 182).
Un aspecto que no alcanzamos a explorar aqu, es la manera como la
utilizacin del montaje, permite marcar la alienacin mercantil y financiera
de la sociedad moderna, fundamentalmente la urbana:
Soy profundo en cuestiones financieras; quin rige los inciertos bergantines humanos sobre el mar proceloso de la vida? el dinero; y aquel
astro de primera magnitud que viene asomando por el Oriente y hacia
el cual todos miran, cmo se llama? el dinero, el dinero; la felicidad
consiste en tener plata, mucha plata, mucha, mucha plata y para qu?
Bah! Poetas, romnticos ser rico, ser rico y nada ms () el amor?
Compro cien mujeres la belleza? Quiero estatuas y cuadros clebres
por valor de $ 900.000 quiero, quiero luego adquiero Mi palacio
es de onix y carrara y cuando muera me enterrarn en un mausoleo
de un valor de $ 99.000; ngeles 3,5 metros, cruces 7 un cuarto metros y
puertas de bronce plateado
(Paradojas del mercader contemporneo, pp. 208-209).
En esta visin utilitaria, la naturaleza prstina e inclume del mundo
rural, sufre un proceso de inversin, al ser sacada de su autonoma natural
y ser transformada por el ser humano en un elemento central del proceso
de alienacin:
Las cosas son las cosas el mar es un cacharro verde como rana, que
produce ballenas, cloruro de sodio, salmones, ostras, corales, perlas y sardinas en aceite a $ 3,40 etc. etc. es grande es grande! lo admiro! pues
sirve para trasladarse, para trasladarse a Europa; las montaas depsitos
de cobre, plata, hierro, maderas o carbn edificados en la cordillera; los
106
DOSSIER
107
MAPOCHO
marcada tanto por elementos temticos como por la oralidad del discurso
y la experiencia biogrfica enmarcada dentro del imaginario potico, por
otro. Si los recursos lingsticos formales y la bsqueda implacable de nuevos
lenguajes de expresin articulan el libro con los movimientos de vanguardia
latinoamericanos y europeos, por un lado; el rescate de una realidad local,
regional, nacional, lo sitan dentro de una tradicin que tambin quiere ser
crtica frente a lo extemporneo y a las alienaciones del proceso de modernizacin, prctica crucial de las nuevas modernidades, por otro. Entre ambos
cruces se mueve Los gemidos, como un discurso que se busca y que se atora en
sus propias contradicciones, muchas de ellas irresolubles hasta el da de hoy,
pero con una desmesura que es voluntad de vida y de utopa, de proyeccin
hacia un mundo devenir donde el arrojo, la audacia, la hazaa, como el poeta
seal tantas veces, es lo nico que cuenta.
Bibliografa bsica
Araya, Juan Agustn y Julio Molina Nez, eds., Selva Lrica, Santiago de
Chile, Imprenta Universo, 1917.
Bourdieu, Pierre, Las reglas del arte, Barcelona, Editorial Anagrama, 1995.
Bunster, Csar, Algo ms sobre Pablo de Rokha, Claridad, 1922.
Burger, Peter, Teora de la vanguardia, Barcelona, Pennsula, 1987.
Calinescu, Matei, Cinco caras de la modernidad, Madrid, Editorial Tecnos, 1991.
Casullo, Nicols et al., Itinerarios de la modernidad, Buenos Aires, Editorial
Universitaria de Buenos Aires, 1999.
Cruz, Bernardo, Veinte poetas chilenos, Valparaso, Imprenta Salesiana, 1948.
De Luigi, Juan, Introduccin a Idioma del mundo, Santiago, Multitud, 1958.
De Rokha, Pablo, Stira, Santiago de Chile, Editorial Amrica del Sur, 1918.
_____________, Los gemidos, Santiago de Chile, Editorial Cndor, 1922.
_____________, Antologa 1916-1953, Santiago de Chile, Editorial Multitud,
1954.
Daz Arrieta, Hernn, Panorama de la literatura chilena del siglo xx, Santiago,
Nascimento, 1931.
Galindo, Oscar, La tradicin vanguardista en la poesa chilena de las ltimas
dcadas, Crtica Hispnica, vol. xxviii, N 1 (2006), pp. 31-52.
Garca Canclini, Nstor, Culturas hbridas. Estrategias para entrar y salir de la
modernidad, Mxico, Grijalbo, 1989.
Hall, Stuart, Old and New Identities, Old and New Ethnicities, Culture
Globalization and the World System, New York, State University of New
York at Binghampton, 1991, pp. 41-69.
Martn-Barbero, Jess, Al sur de la modernidad. Comunicacin, globalizacin y
multiculturalidad, Pittsburgh, Universidad de Pittsburgh, 2001.
108
DOSSIER
109
HUMANIDADES
FILOSOFA Y LITERATURA
LA SOMBRA DEL FILSOFO EN MERLEAU-PONTY*
Pierre Campion**
Para Santiago Campion
113
MAPOCHO
114
HUMANIDADES
Por evocar otra imagen, que nos llega de un mundo de poesa: no aceptemos
por nuestra propia avaricia, el avaro silencio y la maciza noche, en la que el
sepulcro, segn Mallarm, intentaba vanamente encerrar a Thophile Gautier5.
Dnde est Husserl? En nosotros mismos, en todos nosotros que lo leemos,
en esta comunidad plural, en parte aqu reunida hoy, en otra parte dispersa
por el mundo, en otra situada en el futuro y desconocida all donde otro
que nosotros mismos, puesto de travs en nuestro pensamiento, Husserl
proyecta una sombra que no es sino suya. Ya est presente la referencia a
sombras reales: cambiantes, pero a cada cual la suya
Del mismo modo que, despus de un ao de duelo, en su soneto Tombeau, Mallarm se pregunta dnde est Verlaine. En el cementerio donde
lo busca, una voz le responde:
Verlaine? Est escondido en la hierba, Verlaine
Para no sorprender sino ingenuamente de acuerdo
El labio sin beber all o agotar su aliento
Un poco profundo arroyo calumniado la muerte6
La sombra de Verlaine nada tiene que ver con esos vanos fantasmas que
se debilitan ms all del ro Estix. Ella se hace en cambio muy presente en
sus poemas, y Mallarm le responde con un soneto que Verlaine no habra
escrito jams, y que Mallarm, a su vez, tampoco habra escrito sin la muerte
de Verlaine. Lo mismo se puede decir de la sombra de Husserl: tan presente
en su obra filosfica como Verlaine en su poesa, particularmente exigente
para nosotros, tan estimuladora de un pensamiento creativo.
La sombra de Husserl en su paisaje
Nosotros, entonces, tan diversos y diferentes o incluso opuestos, con el
transcurrir del tiempo formamos todos juntos una regin del mundo, una
especie de paisaje que no existe ms que por la proyeccin de Husserl en cada
uno de nosotros. A sus auditores, todos especialistas en Husserl, MerleauPonty se apresta a hablar entonces de la presencia de Husserl, con la reserva
115
MAPOCHO
116
HUMANIDADES
117
MAPOCHO
10
Idem.
118
HUMANIDADES
11
Maurice Merleau-Ponty, LHomme et ladversit, conferencia de septiembre
1951. En Signes, Folio, p. 370; Quarto, p. 1.380.
12
Guillaume Apollinaire. Prlogo, seleccin y traduccin de Ulalume Gonzlez
de Len. Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Mxico, 2011, p. 12.
119
MAPOCHO
delante de una luz viva forme, en el jardn, sombras duras, recias, y animadas.
Sin embargo, la lgica de esta imagen invierte el orden habitual de la naturaleza: ella dirige el pensamiento al reino de las sombras, ella da a estas la
iniciativa en la accin (ellas vienen al jardn, su desaparicin provoca tambin
la del sol), ella hace del sol el objeto de su accin. La imagen invita a Clotilde
a mirar la unin de las dos sombras, tambin la suya, a amar el tiempo de
las estaciones, la alternancia del da y de la noche, y la preeminencia de la
noche que, disipando las sombras, anonada ipso facto los amores. En todo
esto, aprendemos al menos dos cosas, una general y otra particular: que las
imgenes tienen cada una de ellas su propia lgica; y que la sombra podra
bien ser la razn suficiente del sol, as como la muerte del amor.
La segunda metfora que nos podra ayudar es la del peso, tal como ella se
privilegia en varios poemas de Vctor Hugo para significar la realidad del real
y ligar lo real a la temtica del mal, a la carga de infortunio que esta realidad
conlleva, a la naturaleza imponderable de Dios y a la insinuacin de un fin de
Satn, cuando el peso de la materia se haya resuelto en luz. En Hugo, la marca
de lo verdadero es la masa en general, y como ejemplo se pueden mencionar
esos 813 versos del poema Paucameae que vienen a contrabalancear potica
y espiritualmente el peso del Mal. Esta marca de la verdad por el prstamo
que la imagen hace a lo real es, en Merleau-Ponty, la sombra que porta todo
pensamiento, en la filosofa de Husserl quizs, y en la suya propia seguramente.
Ahora bien, nada dice a priori, ni en el plano de la naturaleza ni en el de
la razn, que el Mal tenga peso y que este pueda transmutarse en Bien; el
Gnesis afirma: Ellos se percataron que estaban desnudos, pero ese es un
mito absolutamente distinto. Para tomar otras metforas que utiliza MerleauPonty, nada dice tampoco con plena objetividad que la imagen de los lazos
sea el modo segn el cual el sentido se forma en la percepcin, entre lo que
percibe y lo percibido, que la carne sea el medio mixto de cuerpo y alma
donde se da la vida humana en el mundo, que el avance es la ley del combate de los pensadores entre ellos, sino la orden formulada con otra imagen
conocida, aquella de mantener el paso ganado en la batalla de los hombres
(Rimbaud, Une saison en enfer). Nada dice en Husserl que la naturaleza de su
pensamiento hace que haya sombra en el pensamiento. Esto se dice gracias
a una decisin, la de Merleau-Ponty precisamente, y como toda decisin
conlleva un rasgo inaugural, de precariedad y de riesgo, as como un estilo.
En Hugo el estilo es imperioso: para referirse al nacimiento del Mal, en dos
versos l sujeta el acontecimiento a las 12 slabas del verso nacional francs,
el cual es sacudido, pero en ningn caso abolido. As en el poema Ce que
dit la Bouche dombre: en dos alejandrinos que forman 8 hemistiquios, de
los cuales cuatro en silencio, segn el dispositivo siguiente:
120
HUMANIDADES
13
Vctor Hugo, Lo que dice la boca de sombra y otros poemas. Versin castellana,
prlogo, notas y cronologa: Antonio Martnez Sarrin. Madrid, Visor, 1989, p. 54.
14
Maurice Merleau-Ponty, El filsofo y su sombra, pp. 197-198.
121
MAPOCHO
tampoco en la poesa de Hugo (el mal subsiste en el peso de los versos, cayendo por secuencias de 200, de 500 o de 800) o en la de Apollinaire (el deseo
expone su masa impenetrable a su propio sol). De aqu que el pensamiento
de Husserl no podra disolverse en su propio pensamiento, como tampoco
este en el de Merleau-Ponty. Retomando la clebre definicin de Buffon a la
luz de Merleau-Ponty, diramos que el estilo es el hombre mismo y que el
estilo es la carne de la escritura. En rigor, Buffon seal:
La cantidad de los conocimientos, la singularidad de los hechos, la novedad misma de los descubrimientos, no son por s mismas garantas de
inmortalidad: si las obras no se refieren sino a objetos nimios, si ellas se
escriben sin gusto, sin nobleza y sin genio, ellas perecern, porque los
conocimientos, los hechos y los descubrimientos se retiran fcilmente, se
transportan y hasta salen ganando cuando los usan manos ms hbiles.
Todo esto est fuera del hombre, el estilo es el hombre mismo15.
La sombra imperecedera del escritor, es su estilo. Su cuerpo glorioso
es su carne que imprime en la lengua la pensada relacin que l mantiene
con las cosas.
Dicho de otra manera por la gracia de la imagen que no miente, no
hay aqu un sol exterior que operara como juez del pensamiento: el sol se
inscribe en el paisaje, aqu se dispersa en todos los puntos de este espacio,
hallndose siempre desafiado por los obstculos que l se opone a s mismo,
en proporcin a su fuerza. No hay tampoco un cuerpo distinto que, interponindose, haga sombra. No hay, en fin, soberana del pensador sobre su
pensamiento: este impasse que la reflexin se autoimpone, es la dificultad
inherente a toda filosofa que pretende pensar el ser instalndose en l: la
sombra de Husserl es esta dificultad inherente al pensamiento de Husserl,
inevitable y de origen, y que forzosamente no est en condiciones de resolver,
dado que l no puede pensarse pensando. La dificultad de la imagen de la
sombra (porque dificultad hay, ciertamente), no es en rigor la de la imagen
como tal, sino, ms bien, la que concierne a la filosofa de Husserl y la de
Merleau-Ponty. Es precisamente esta dificultad que la imagen se encarga de
portar sin matarla, aquella que el concepto objetivante de lo impensado no
poda llevar con s sin traicionarla. La reduccin husserliana de las cosas en
el pensamiento (la poch) no es su neutralizacin, dado que ellas conservan
all su carcter irreductible, salvaje, dice Merleau-Ponty:
15
122
HUMANIDADES
16
123
MAPOCHO
124
HUMANIDADES
18
125
MAPOCHO
20
Maurice Merleau-Ponty, Fenomenologa de la percepcin. Traduccin de Jem Cabanes. Espaa, Planeta-Agostini, 1994, p. 20.
21
Maurice Merleau-Ponty, Le Visible et linvisible, pp. 305-306. Pronto, en su curso del
ao acadmico 1960-1961, evocar a Flaubert y Proust, Rimbaud y Claudel, y leer y anotar la obra reciente de Claude Simon. Estas notas se retoman en el volumen de inditos:
Maurice Merleau-Ponty, Parcours deux, 1951-1961, Lagrasse, Verdier, 2000, pp. 310-316.
126
HUMANIDADES
22
Maurice Merleau-Ponty, Notes de cours au Collge de France (1959-1961), Paris,
Gallimard, 1996, p. 219.
23
Maurice Merleau-Ponty, texto escrito hacia 1951, publicado en 1962, retomado en Quarto, p. 1427. La traduccin es nuestra.
127
MAPOCHO
24
Maurice Merleau-Ponty, La Prose du monde. Textos seleccionados y presentados por Claude Lefort. Paris, Gallimard, Tel, 1969; Quarto, pp. 1.423-1.544.
128
129
MAPOCHO
1
Lastarria concuerda con la interpretacin de Emile Littr, el discpulo de
Comte que ms hizo por su popularidad y, al mismo tiempo, uno de sus principales
crticos. Littr sostiene la necesidad de escindir la carrera de Auguste Comte en
dos mitades, una de las cuales habra que desechar. El primer Comte se sintetiza
en el famoso Cours de philosophie positive obra que, segn el mismo Comte, corona
su carrera filosfica. El segundo Comte es el del Systeme de Politique Positive o Tratado de sociologa que instituye la religin de la humanidad (1851-1854), que finaliza su
carrera de pontfice de la humanidad. Para Littr el positivismo religioso es obra
de un Comte extraviado o loco. De igual manera, Lastarria piensa que la segunda
carrera de Comte fue una involucin provocada por su enajenacin mental. Esta interpretacin y prejuicio del corpus comteano se ha sostenido ininterrumpidamente.
En Chile, solamente los hermanos Lagarrigue leyeron integralmente a Comte, llegando a constituir un sacerdocio positivista. Littr fue uno de los intelectuales ms
influentes del siglo xix.
130
HUMANIDADES
2
Oyarzn, Luis, El pensamiento de Lastarria. En: Estudios sobre Jos Victorino
Lastarria, Universidad de Chile, Santiago, 1988, p. 198.
3
Lastarria a Sarmiento, 3 de febrero de 1876. En: Correspondencia entre Sarmiento y Lastarria, Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 1954, p. 99.
131
MAPOCHO
4
Lastarria, Jos Victorino, Recuerdos Literarios [1878], Santiago. lom,2001, p.
332. Cabe sealar que Lastarria anima una institucin, pionera en muchos sentidos,
que tiene una prolfica produccin, aunque su agotamiento se siente abruptamente
al cuarto ao de existencia. La guerra chilena contra Bolivia y Per comenzada en
1879 termina por liquidar el proyecto. En su balance, Lastarria dice que la mayor
parte de los trabajos ledos y debatidos en la Academia fueron literarios o sociolgicos, y menos de una dcima parte son de alguna ciencia que no sea la sociologa.
La Academia no es un espacio en el que las distintas ciencias expuestas en el Cours
sean discutidas, sino ms bien se desenvolva en lo que contemporneamente llamaramos el campo de la crtica sociolgica, la ensaystica y la literatura, con alguna
exhortacin a las ciencias duras.
132
HUMANIDADES
de los tres estados (que dice que todas las ramas del conocimiento pasan del
estado teolgico al metafsico, para estabilizarse en el positivo), y que la filosofa
(positiva) existe para administrar el conjunto del saber cientfico y el arte.
Para Bernardo Subercaseaux la Academia fue una muy importante institucin
que influy en la hegemona del pensamiento liberal (y secular) en el ltimo
cuarto de siglo [xix], ejerciendo, un influjo en las ideas polticas, educativas
y literarias de ese periodo5.
Lastarria filsofo y poltico
Para Luis Oyarzn, tratar a Lastarria de filsofo es una exageracin. Lastarria
sera ms bien un poltico comprometido en las faenas del pensamiento.
Aunque tambin dice que la filosofa de Lastarria es eminentemente prctica:
su objetivo primordial era construir un sistema de ideas que fuera eficaz para
plantear el nuevo orden poltico que Amrica deba ofrecer al mundo6. Para
Subercaseaux, Lastarria es un autor de acarreo, de asimilacin, un consumidor (y divulgador) no europeo del pensamiento europeo. No obstante,
posee tambin un hilo interior que lo introduce a rumiar selectivamente y
a adaptar lo que lee a su medio nativo7.
Lastarria haba sido alumno del famoso Liceo de Chile fundado por el
exiliado espaol Jos Joaqun de Mora en 18298. Mediante Mora quien
fue expulsado del pas Lastarria habra accedido al pensamiento ilustrado
y al liberalismo de las cortes de Cdiz9. Despus del fracaso liberal de 1831,
Andrs Bello, Ventura Marn y Jos Miguel Varas sern sus orientaciones
filosficas. Con ellos conoce a Condillac, de Tracy y Locke, por tanto, el empirismo escocs, el sensualismo y la ideologa francesa. Sin embargo, distintas
lecturas organizan su constante elucubracin terica y poltica: Laromigire,
Montesquieu, Bentham, Quinet, Constant, Buckle, Tocqueville, CourcelleSeneuil, Laboulaye, Mill, etc. Auguste Comte y Emile Littr son lecturas ms
133
MAPOCHO
10
Heinrich Ahrens (1808-1874), nacido en Hannover, es reconocido en Amrica Latina como uno de los krausistas belgas. Este alemn emigra a Pars en la dcada de 1830 y luego vive en Bruselas, donde permanece una dcada como profesor
de la universidad creada por la influencia de la masonera belga. En esa ciudad compone Cours de droit naturel ou de philosophie du droit fait daprs ltat actuel de cette science
en Allemagne, su obra ms importante, al menos en Espaa y Amrica Latina. Vase:
Ahrens, Georges, Cours de droit naturel, Socit typographique belge, Bruxelles, 1837.
11
Hurtado, Cristina, Lastarria y el krausismo, siglo xix en Chile. En: Repensando el siglo xix desde Amrica Latina y Francia: homenaje al filsofo Arturo A. Roig,
Colihue, Santiago, 2009.
12
Monreal, Susana, Les kraussistes belges, Contribution ltude de leur influence
en Amrique latine, Universit de Lige, btng-rbhc, xxiii, 1992, 3-4, pp. 447-491.
134
HUMANIDADES
13
Si en Comte existe la ley de los tres estados, en Krause, dice Monreal, la historia de la humanidad se divide en tres grandes periodos o eras: la era de la unidad,
la de la variedad y la de la armona. Monreal, op. cit. p. 451.
14
Lastarria dice que Herder habra establecido las leyes que la humanidad,
en su desarrollo y en su marcha progresiva, por medio del uso completo de su
libre arbitrio, es decir, de su libertad. Sin embargo, l mismo habra malhecho en
considerar como providenciales esas leyes, en el sentido de que siendo la libertad infinita, absoluta, [terminan siendo] un atributo de Dios []. Nosotros, dice
Lastarria, que partamos de la idea de que las fuerzas humanas, incluso la libertad
[] son fenmenos naturales [] no podramos admitir aquella doctrina [providencialista]; y an cuando admitisemos que tales fuerzas tuviesen un origen divino.
Lastarria, op. cit., pp. 180-181.
15
Monreal, op.cit., p. 482.
16
Lastarria, op.cit., p. 181. Monreal agrega que la filosofa de Krause tiene un
sistema para la organizacin armnica de todas las ciencias particulares cuyo fin es
conocer a dios en todas sus manifestaciones.
17
Palti, Elas, El tiempo de la poltica. El siglo xix reconsiderado, Siglo xix, Buenos
Aires, 2007, p. 218 en adelante.
18
Para formarse una idea exacta del poder del Estado no debe confundirse
con la del poder social en general, porque de no hacerlo as se perdera la justa
independencia en que deben estar las diferentes esferas de la actividad social. El
poder social existe en la sociedad y en suma el conjunto de todas las fuerzas puestas
en movimiento por la sociedad y sus miembros en las diversas esferas de la actividad
humana. Lastarria, Jos Victorino, Estudios polticos y constitucionales [1846], Santiago, Enc. Bcn, 1906. Citado desde Palti, op. cit., p. 221.
135
MAPOCHO
19
136
HUMANIDADES
21
Cf. Jaksic, Ivn; Serrano, Sol, La ruta del liberalismo chileno en el siglo xix.
En: Jacksic, Ivn; Posada, Eduardo, Liberalismo y poder. Latinoamrica en el siglo xix,
Chile, fce, 2011.
22
Lastarria, Jos Victorino, La Amrica, Imprenta del siglo, Buenos Aires, 1865,
p. 164. Sobre Courcelle-Seneuil: Hurtado, Cristina, La recepcin de Courcelle-Seneuil, seguidor de Tocqueville en Chile, Revista Polis, 17, 2007.
23
Laboulaye es diputado y senador durante la tercera repblica francesa. Desde
1875, presidente del comit de Unin Franco-Americano. Este comit es quien en-
137
MAPOCHO
destacados adherentes del autor de La democracia en Amrica. Lastarria, reproduciendo las ideas de Courcelle-Seneuil, retrata una Amrica espaola deseosa
de democracia, pero con una tendencia obstinada a volver al despotismo24. El
gobierno desptico sera el gobierno de los privilegios, de la desigualdad, de
la jerarqua social y administrativa, contrario al uso franco de los derechos
individuales. En la repblica pensada por Lastarria el poder poltico es el
ejercicio del gobierno de los mejores, libremente electos por la ciudadana.
El verdadero orden se constituye en el ejercicio de la eleccin. En 1848 dice
Lastarria que el carcter esencial de la democracia [] est constituido por el
poder por la representacin del poder confiado a los que tengan la suficiente
capacidad para conocer el bien social y las condiciones de su desarrollo, y que
posean la suficiente virtud para producirlo25. En el contexto del positivismo,
Lastarria es un escritor que tiene clara su misin: escribir un tratado de poltica
positiva capaz de proponer un sistema donde reine orgnica y positivamente
la libertad, sinnimo de capacidad y garante del progreso. La solucin que
encuentra en las Lecciones de Poltica Positiva es la semecracia o gobierno del
pueblo por s mismo, el self gouverment de Alexis de Tocqueville26.
Admirador de la poltica que se lleva a cabo en Estados Unidos y crtico de
la que se practica en Europa, Lastarria se concentra en la libertad individual
y municipal, quienes coordinaran el progreso material. Su idea es que cada
comunidad pueda sostenerse con independencia, y que la Repblica, en su
forma definitiva, sea una Federacin en la cual desaparecer toda poltica
retrgrada, arbitraria y desptica de las regiones del Estado27. En su obra
de 1874 Lastarria afirma que la unidad natural, no est en el poder absoluto del Estado, sino en todas las instituciones sociales que se fundan en
las ideas que dirigen el movimiento humano. Dicho de otra manera por el
mismo Lastarria:
cabeza los esfuerzos por erigir la famosa estatua, smbolo de la libertad, en New York.
24
Lastarria, La Amrica, op. cit., p. 179.
25
Lastarria, Elementos de derecho pblico constitucional terico, positivo i poltico (primera parte), Santiago, Gante, 1865, tercera edicin, p. 52.
26
Lastarria, Jos Victorino, La reforma poltica, Santiago, Libertad, 1868. La
traduccin literal de self-government, dice Lastarria en 1868, es semecracia palabra
compuesta de la voz latina semet, s mismo, y de cracia del griego kratos, imperio, gobierno. La semecracia norte-americana reposa sobre la independencia del individuo
para dirigir por s mismo las cosas que solo a l le interesan. El gobierno de la
unin a los estados, y que extendida as al conjunto de la nacin, llega a ser el dogma
de la soberana del pueblo, Lastarria, La reforma poltica, op. cit., p. 10.
27
Lastarria, La reforma poltica, op. cit., pp. 13-14.
138
HUMANIDADES
28
139
MAPOCHO
En nuestro examen detectamos que el problema de Lastarria y su inadecuacin definitiva con Comte tiene relacin con que su versin de la
sociologa est ms cerca de una filosofa del derecho que de una filosofa
natural, moral o de las ciencias. En ese sentido es completamente vlido el
juicio de Oyarzn: positivista fue Letelier y no Lastarria. Desde nuestra
perspectiva, efectivamente la Poltica Positiva de Lastarria est ms cerca del
Cours de droit Naturel de Ahrens que del Cours de Philosophie Positive de Comte.
Tambin es cierto que, metodolgicamente, la sociologa lastarrina se nutre
principalmente del System of Logic (1842) de John Stuart Mill31.
Ciertamente, para Lastarria como para Comte, la sociologa es la ciencia
fundamental. As como las ciencias fsicas se dedican a estudiar la materia,
la sociologa, dice el chileno, estudia al gnero humano distribuido en sociedades, definiendo sus propiedades o fuerzas. El objeto que le asigna
es la sociedad entera y completa, en el tiempo y en el espacio, no como una
entidad abstracta sino como un todo natural viviente compuesto de seres
humanos que obran libremente segn su naturaleza32.
La sociologa de Lastarria entiende al derecho como la esttica social (del
mismo modo que la historia interpretara la dinmica social). El derecho sera
una de las dos ms gruesas ramas de su sociologa. El derecho, dependiente
de la voluntad, dice Lastarria, se define como el conjunto de condiciones
externas e internas, necesarias al desarrollo y a la realizacin del fin de la
sociedad. Este sera la propiedad de la sociedad, en virtud de la cual trata
de ajustar[se] a todos los arreglos de su organizacin y de su autonoma;
una autonoma que se practica en la voluntad. Esto, porque el fin racional
de la sociedad [] depende de condiciones que estn sujetas a la voluntad
humana33.
A travs del estudio del derecho natural y de la filosofa del derecho, piensa Lastarria, se fundan las leyes de la libertad y del progreso que nosotros
31
140
HUMANIDADES
34
Lastarria, Recuerdos, op. cit., p. 180. Cf. Oyarzn, op. cit., p. 209. En sus Lecciones,
Lastarria habla de Libertad, derecho y democracia. Lastarria, Lecciones, op. cit., p. 61.
35
Lastarria, Lecciones, op. cit., p. 13.
36
Lastarria, Lecciones, op. cit., p. 13. Existen, para Lastarria, al menos otras
cinco divisiones importantes en sociologa: la economa poltica o el estudio del desarrollo industrial (especialmente esta otra propiedad social, la de la necesidad
del trabajo); una teora mental o psicologa, que estudia las facultades del ser inteligente; la lgica o ciencia de las formas del pensamiento, la que estudia las
condiciones intelectuales a que est sometido el conocimiento; la moral o el estudio
del alma humana (sentimiento-inteligencia-actividad) en sus relaciones necesarias;
y finalmente la esttica o teora de la representacin ideal y simptica de los sentimientos propiamente humanos, sean estos personales, domsticos o sociales. Por
ejemplo, sobre las bellas artes Lastarria dice que su ley fundamental es coincidir con
la verdad, es decir, ser el reflejo de esta. Para alcanzarla, el artista debe ser libre.
En la propuesta de Lastarria se desarrollan exigencias al arte: el poeta, comenta
Oyarzn, debe ser un defensor de la nueva moral y en sus obras debe triunfar el
inters colectivo de la especie humana. No est, pues, facultado para derramar el
error, la confusin o la duda sobre la idea de nuestra perfeccin o de nuestra libertad. Antes que fuente de solaz, el arte es una herramienta de progreso social. No es
hetaira, sino pedagogo. Oyarzn, op. cit., p. 254.
37
Lastarria, Lecciones, op. cit., p. 18.
141
MAPOCHO
38
142
HUMANIDADES
44
Comte, Auguste, Systeme de politique positive, vol. iv, (1854), Pars, Socit positiviste, 1929, p. 467.
45
Comte, Auguste, Discours sur lensemble du positivisme, (1848), Paris, gf, 1998.
46
Comte, Systeme, op. cit., p. 467.
143
MAPOCHO
47
Cf. Zea, Leopoldo, El pensamiento Latinoamericano, Ariel, Barcelona, 1976;
Zea, Leopoldo, Apogeo y decadencia del positivismo en Mxico, El Colegio de Mxico,
Mxico, 1944.
48
Comte, Discours , op. cit., p. 385.
49
Muy resumidamente, se trata de que la sociologa es, en cierto sentido, una
continuacin de la biologa, pero ahora con otro objeto, la sociedad. Si bien la sociologa es algo distinto de la astronoma o la biologa, debe reconocer su deuda lgica
con la observacin celeste y el mtodo comparativo perfeccionado en la anatoma.
50
Subercaseaux, op. cit., pp. 258-259.
51
Jorge Lagarrigue a Juan Enrique Lagarrigue, Pars, 21 de marzo, 1879. En:
Trozos de la correspondencia entre Jorge y Juan Enrique Lagarrigue (2 de junio de 1876 al
3 de diciembre de 1880). Fundacin j-e Lagarrigue, Santiago, 1947, pp. 82-84.
144
HUMANIDADES
52
La ltima obra de Comte es un Llamado a los conservadores (1856) en el cual
intenta acercar posiciones con el partido del orden. En el inicio del positivismo
religioso en Chile, los hermanos Lagarrigue realizan interpelaciones a los catlicos,
a quienes invitan a convertirse a la religin positiva. Consltese al respecto los textos
de Jorge Lagarrigue publicados en 1884, La Asamblea Catlica ante la verdadera religin: carta a don Joaqun Larran Gandarillas, Positivismo y catolicismo.
53
En 1884 el positivista chileno Juan Enrique Lagarrigue explica que el modelo
poltico comteano intenta diferenciarse tanto de la aristocracia (basada en los derechos
de los gobernantes) como de la democracia (basada en los derechos de los gober-
145
MAPOCHO
ortodoxos en Amrica del Sur hayan apoyado en Chile al presidente Balmaceda, y en Brasil haya sido muy popular la idea de dictadura republicana
inspirada en el texto del chileno Jorge Lagarrigue, La dictadura republicana
segn Auguste Comte, escrito en 1889 en Pars54.
Conclusiones
A travs de Lastarria se movilizaron las ms populares inquietudes de las
corrientes liberales iberoamericanas del siglo xix, incluida la ms famosa
de ellas, la separacin entre Iglesia y Estado55. En eso se unan liberales y
positivistas, porque, como hemos visto, los separaban muchas discrepancias
segn el comtismo al cual se apele.
Si tanta distancia existira entre Lastarria y el comtismo, es legtimo preguntarse por qu Lastarria absorbe, entonces, su positivismo. Una explicacin
del momento comtiano de Lastarria est en su lectura a Emile Littr. Este
ltimo haba reeditado el Cours de Comte en 1864 e incorporado su prefacio
de un discpulo y, adems, vena de publicar Auguste Comte et la philosophie
positive56. Lastarria, y muchos otros, encontraron en Emile Littr una figura
que poda conjugar el positivismo y las reformas en las cmaras.
nados), para instituir la sociocracia basada en los deberes de todos. Cf. Lagarrigue,
Juan Enrique, La Religin de la Humanidad (1884), fjel, Santiago, 1947, p. 127.
54
Cf. Costa, Joo Cruz, Cruz Costa, Contribuio Histria das idias no Brasil. 2 edio Editora Civilizao brasileira, 1967; Trintade, Helio, La dictadure
rpublicaine chez Comte: thorie et pratique. En: Petit, Annie, Auguste Comte.
Trayectoires Positivistes. 1798-1998, Paris, LHarmattan, 1998. El texto de Lagarrigue
fue un llamado explcito al general Georges Boulanger a que se tomase el poder
en Francia e iniciase una dictadura republicana, tal y como la haba sealado Auguste Comte en su poltica. Los hermanos Lagarrigue defendieron a Balmaceda y a
Boulanger. Tras la debacle de ambos candidatos a dictadores republicanos y positivistas, no pudo ser peor la suerte de estos, ya que se suicidaron el chileno en la
embajada argentina, el francs en Blgica en el mes de septiembre de 1891.
55
El Estado no debe involucrarse en asuntos religiosos al mismo tiempo que
las iglesias no deben hacerlo en poltica. Vase: Lastarria, Jos Victorino, Movimiento poltico-separacin de la iglesia. En: Revista Chilena, Santiago, 1875, tomo i,
pp. 625-647.
56
En el inicio de la tercera repblica francesa, Emile Littr es electo en la Academia Francesa, publica su famoso diccionario y es elegido senador. En 1875 se incorpora a la masonera (junto a Jules Ferry) y su discurso es ampliamente divulgado. Littr
haba participado en la sociedad positivista de 1848 fundada por Comte, pero al poco
tiempo deserta por incompatibilidad con la poltica positiva de la religin de la humanidad. Para Comte, Littr form parte de sus discpulos incompletos, y este adjetivo se
extendi para positivistas como Lastarria. Durante la misma dcada de 1870, Littr
revisa su pensamiento sociolgico y poltico, y se acerca al partido republicano.
146
HUMANIDADES
bibliografa
Ahrens, Georges, Cours du droit natural, Socit typographique belge, Bruxelles, 1837.
Comte, Auguste, Discours sur lensemble du positivisme (1848), gf, Paris, 1998.
____________, Systme de politique positive, ou Trait de sociologie instituant la
Religion de lHumanit, Vol. 4, (1851-1854), Paris, Edition au sige de
la Socit Positiviste, 1929.
Hurtado, Cristina, Lastarria y el krausismo, siglo xix en Chile. En: Repensando el siglo xix desde Amrica Latina y Francia: homenaje al filsofo Arturo
A. Roig, Colihue, Santiago, 2009.
147
MAPOCHO
Lastarria, Jos Victorino, Investigaciones sobre la influencia social de la conquista i del sistema colonial de los espaoles en Chile, Universidad de Chile,
Santiago, 1844.
____________, Elementos de derecho pblico constitucional. Arreglados y adaptados a
la enseanza de la juventud americana, Santiago, Segunda edicin, 1848.
____________, Estudios polticos y constitucionales [1846], Enc. Bcn, Santiago, 1906.
____________, Lecciones de Poltica positiva, Imp. Ferrocarril, Santiago, 1874.
____________, Recuerdos Literarios (1878), Santiago, lom,2001.
Monreal, Susana, Les kraussistes belges, Contribution ltude de leur
influence en Amrique latine. En: Universit de Lige, btng-rbhc,
xxiii, 1992, 3-4, pp. 447-491.
Palti, Elas, El tiempo de la poltica. El siglo xix reconsiderado, Siglo xix, Buenos
Aires, 2007.
148
149
MAPOCHO
3
El silogismo se sintetiza en esta frase: Debe seguirse la suerte de Espaa o
resistir en Amrica? Las Indias son un dominio personal del rey de Espaa; el rey
est impedido de reinar; luego las Indias deben gobernarse a s mismas.
150
HUMANIDADES
4
El pie de imprenta de la edicin dice: Ensayo sobre la necesidad de una
federacin general entre los estados hispano-americanos y plan de su organizacin.
Obra pstuma de H. Coronel D. Bernardo Monteagudo, Lima, Imprenta del Estado por
J. Gonzlez. Reimpreso en Guatemala, Imprenta Nueva, a Direccin de Cayetano
Arvalo, Ao de 1825. Incluida en Bernardo Monteagudo, Ensayo sobre la necesidad de una federacin general entre los estados hispano-americanos y plan de su
organizacin, en Jos Victorino Lastarria et al., Unin y confederacin de los pueblos hispanoamericanos, edicin facsimilar y prlogo de Ricaurte Soler, Panam, Ediciones de
la Revista Tareas, 1976, pp. 159-175. Las citas corresponden a esta edicin. Cuando
ha sido necesario se ha modernizado la ortografa y la sintaxis.
5
Ibd., p. 161.
6
Ibd., p. 162.
151
MAPOCHO
un congreso comenz a circular en el Per, an en medio de enormes inconvenientes locales, pero bajo el incipiente comercio portuario del Pacfico,
debida esa idea segn atribuye Monteagudo al genio que haba dirigido
la guerra y an dirige la guerra con ms constancia y fortuna. Sin dudas se
refera a Bolvar. Mas sobre el particular, entenda que un proyecto de esta
naturaleza no poda darse en espera de la voluntad conjunta, sino mediante
un impulso que salga de una sola mano, cuya iniciativa era preciso que fuese
recogida mediante tratados particulares por las otras naciones que, a su
turno, fueron convocadas, donde el apoyo peruano fue decisivo. Se trataba
del negocio de ms trascendencia que puede actualmente presentarse a
nuestros gobiernos. Tal era la importancia que le otorgaba Monteagudo,
que expresaba: El examen de sus primeros intereses har ver si merece una
grande preferencia de atencin, o si esta es de aquellas empresas que inventan
el poder para excusar las hostilidades del fuerte contra el dbil, o justificar las
coaliciones que se forman con el fin de hacer retrogradar los pueblos7. Por
esa razn indicaba los tres aspectos fundamentales de las nuevas repblicas:
independencia, paz y garantas; aspectos que suponan la preexistencia
de una asamblea o congreso donde se combinen las ideas, se admitan los
principios que deben constituir aquel sistema, y servirle de apoyo8. Es decir,
fundamentos, comunidad de propsitos, estrategia y logstica.
Si bien Espaa estaba debilitada, la Santa Alianza9 poda actuar como
intermediaria de los supuestos intereses de aquella aunque en favor propio, motivo por el cual Monteagudo vea la necesidad de una unin ante
fuerzas extraas poderosas que, bajo el llamado principio de legitimidad,
poda servir de escudo para todo tipo de agresiones. Era preciso no olvidar
los vicios que haba dejado Espaa y el estado de ignorancia en el que
nos haba sumido, entre los que mencionaba los inveterados hbitos de la
esclavitud y el vacilante ejercicio de la libertad como un paso experimental
recin iniciado en materia poltica, de donde ya habamos recibido algunas
lecciones tiles en la escuela de la adversidad. Se sumaba la desconfianza hacia el nuevo imperio del Brasil porque no daba muestras de respeto
hacia las instituciones liberales, un hecho juzgado benevolentemente por
aquella Alianza, dada su condicin monrquica:
Ibd., p. 163.
Ibd., pp. 163-164.
9
La Santa Alianza garantizaba la defensa militar del rgimen monrquico.
Constituida en 1815, en un comienzo por Austria, Prusia y Rusia, rpidamente fue
integrada por Inglaterra y, ms tarde, por Francia.
8
152
HUMANIDADES
10
153
MAPOCHO
11
Pedro Flix Vicua, nico asilo de las repblicas hispano-americanas (en un
congreso general de todas ellas), en Jos Victorino Lastarria et al., Unin y confederacin de los pueblos hispanoamericanos, edicin facsimilar y prlogo de Ricaurte Soler,
Panam, Ediciones de la Revista Tareas, pp. 176-225.
12
Ibd., p. 176.
13
Idem.
154
HUMANIDADES
14
Ibd., p. 181.
Ibd., p. 186.
15
155
MAPOCHO
16
18
19
17
Ibd., p. 189.
Ibd., p. 195.
Ibd., p. 199.
Ibd., p. 200.
156
HUMANIDADES
20
157
MAPOCHO
22
Cfr. Sergio Grez, De la regeneracin del pueblo a la huelga general. Gnesis y evolucin histrica del movimiento popular en Chile (1810-1890), Santiago, dibam/ril/Centro
de Investigaciones Diego Barros Arana, 1997; El proyecto popular en el siglo xix,
en Manuel Loyola y Sergio Grez (comp.), Los proyectos nacionales en el pensamiento
poltico y social chileno del siglo xix, Santiago, Ediciones ucsh, 2002, pp. 107-112.
23
Jos Mara Samper, La confederacin colombiana, en Jos Victorino Lastarria et al., Unin y confederacin de los pueblos hispanoamericanos, edicin facsimilar y
prlogo de Ricaurte Soler, Panam, Ediciones de la Revista Tareas, 1976, pp. 344-369.
24
Roberto J. Salazar Ramos, Romanticismo y positivismo, en Germn Marqunez Argote et al., La filosofa en Colombia, Bogot, Ed. El Bho, 2001, p. 237.
158
HUMANIDADES
25
26
159
MAPOCHO
manos: el adn, por lo que solo existe la raza humana, y que la diversidad
busca, desde el mismo nivel gentico, asegurar la perduracin de la especie.
A su vez, cada grupo humano se inscribe en una cultura que no responde a
factores biolgicamente hereditarios, sino socio-histricos. Tambin se afirma
que El flujo y la deriva de genes crean razas y las transforman, pero sin
poder establecer tipos fijos. Se sostiene que el polimorfismo gentico seguir existiendo referido a distintas dosificaciones genticas, pero eliminando
interpretaciones tipolgicas o arquetpicas que conllevan un sentido racista.
Ese polimorfismo no modifica el genoma humano ni las capacidades propias
de la especie. Antes bien, reforzara a la especie, hacindola ms apta27. Estos
avances cientficos han conducido a aseverar que el concepto de raza es impreciso y anticuado, por lo cual hasta llega a interferir en el estudio objetivo
de ciertas enfermedades que dificultan las investigaciones biomdicas. En
realidad se tratara de estudiar grupos humanos desde la frecuencia de genes y
su relacin con factores econmicos, medio-ambientales, culturales y sociales28.
Jos Mara Samper, anticipndose a su tiempo y con los conocimientos que
posea (no olvidemos que haba estudiado medicina), discuti en este escrito
el concepto de raza porque era una construccin artificial, pues la raza era
una, dado que la piel y el color no eran elementos etnolgicos del hecho
humano, mal denominado con ese trmino. Era el componente moral el que,
marcado por la comunidad de lengua, religin, clima, tradiciones, tendencias,
instituciones e intereses, otorgaba cohesin a los pueblos. Razn por la cual
se preguntaba, retricamente, cul era la raza colombiana, para llegar a
afirmar que no era ni latina, ni germnica, ni etipica, ni azteca, ni chibcha,
ni quechua. Era de una etnologa enteramente nueva: la raza democrtica. Sin pasado, era un hecho nuevo en la historia, nacida de la revolucin,
toda pueblo, es decir, toda igualitaria, amasada de la fusin indgena con
las razas europeas y negras, a las que llamaba etipicas. Deca: El hecho
determinante de las razas es la civilizacin. Y la civilizacin colombiana es una,
la democrtica, fundada en la fusin de todas las viejas razas en la idea del
derecho29. Del mismo modo, negaba veracidad al hecho de hablar de raza
anglosajona en Amrica del Norte, adems de establecer las diferencias con
27
Vase, por ejemplo, Pedro Gmez Garca, Las razas: una ilusin deletrea,
Gaceta de Antropologa, Universidad de Granada, n 10, 1993, Texto 10-01. Recuperado el 11 de julio 2014 desde
http://www.ugr.es/~pwlac/G10_01Pedro_Gomez_Garcia-html
28
Vase Antonio Julin Martnez Fuentes e Ivonne Elena Fernndez, Es la raza
un criterio til en la prctica mdica?, Revista Cubana de Medicina General Integral, La
Habana, v. 22, n 1, enero/marzo, 2006. Recuperado el 15 de julio 2014 desde http://
scielo.sld.cu/scielo.php?=SO864-21252006000100006/script=sci_arttext#cargo
29
Samper, op. cit., p. 350.
160
HUMANIDADES
30
Ibd., p. 364.
161
MAPOCHO
31
Arturo Ardao, Gnesis de la idea y el nombre de Amrica Latina, Caracas, Centro de Estudios Latinoamericanos Rmulo Gallegos, 1980. Sobre el tema, tambin
puede verse Miguel Rojas Mix, Los cien nombres de Amrica. Eso que descubri Coln,
Barcelona, Lumen, 1991.
162
HUMANIDADES
32
Arturo Ardao, Espacio e inteligencia. Montevideo, Fundacin de Cultura Universitaria / Biblioteca de Marcha, 1993, p. 20.
33
Ibd., p. 35.
34
Ibd., p. 49.
163
MAPOCHO
35
Amaya Escobar Querejazu, El verdadero poder de los Derechos Humanos, Estudios de Derecho, v. lxvi, n 147, junio 2009, Medelln, Universidad de Antioquia, Facultad de Derecho y Ciencias Polticas, p. 61. Recuperado el 15 de julio
2014 desde http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/red/article/viewFile/2408/1964 Aunque la autora se refiere crticamente al Derecho Internacional
Contemporneo y los Derechos Humanos, nos ha parecido interesante entresacar el
prrafo citado por lo que hace a la nocin de civilizacin.
36
Guillermo Francovich, Humanismo latino-americano, en Pachamama. Dilogo sobre el porvenir de la cultura en Bolivia, La Paz, Librera Editorial Juventud, 1973.
Recuperado el 10 de julio de 2014 desde www.ensayistas.org/antologia/XXA/francovich/francovich2.htm
164
HUMANIDADES
de Europa an despus del nacimiento de los Estados nacionales. Esta consciencia puede remontarse a los tiempos coloniales donde hasta los propios
espaoles residentes en Amrica, incluso ocupando el cargo de virreyes, as
lo decan en ciertos textos que uno podra rescatar aqu. Esa consciencia,
creciente durante siglos, es la que hizo eclosin con la crisis espaola para
plantear un proyecto autonomista que pronto se convirti en separatista o
independentista. De all en ms, y en medio de luchas intestinas, surgi la
idea de una federacin, confederacin o unin de Hispanoamrica a la que
hemos querido referirnos a travs de estos casos-testigo. Indudablemente,
las debilidades ms reales que imaginarias actuaron como legitimacin
de los proyectos de unidad aqu recordados.
Sus conceptos no estaban alejados de lo que hoy se entiende, en general,
por integracin: un proceso donde las partes (Estados o regiones) tratan de
unir elementos dispersos en materia jurdica, econmica, poltica, cultural y
social con el fin de superar factores de aislamiento, separacin o conflicto,
en el que se resignan con sentido de pertenencia y solidaridad algunos
aspectos en beneficio de otros que se consideran ms apropiados o ventajosos. Este enfoque debera estar regido por una cultura tica que asuma los
problemas en todas sus dimensiones, donde la responsabilidad conjunta y el
respeto de individuos y comunidades se imponga por sobre todos los otros
intereses que puedan estar en juego.
Referencias y bibliografa
Abramson, Pierre-Luc, Las utopas sociales en Amrica Latina en el siglo xix,
Mxico, fce, 1999.
Ardao, Arturo, Gnesis de la idea y el nombre de Amrica Latina, Caracas, Centro
de Estudios Latinoamericanos Rmulo Gallegos, 1980.
________, Espacio e inteligencia, Montevideo, Fundacin de Cultura Universitaria/Biblioteca de Marcha, 1993.
Cerutti Guldberg, Horacio, Democracia e integracin de nuestra Amrica, Prlogo
de Clara Alicia Jalif de Bertranou, Mendoza, ediunc, 2007.
De la Reza, Germn A., Antecedentes de la integracin latinoamericana. Los
congresos de unin y confederacin en el siglo xix, Revista de Historia
de Amrica, Mxico, ipgh, julio-diciembre 2000, n 127, pp. 95-116.
_________, El Congreso de Panam de 1826 y otros ensayos de integracin latinoamericana en el siglo xix: estudio y fuentes documentales anotadas, Mxico df,
Universidad Autnoma Metropolitana/En, 2006.
Francovich, Guillermo, Humanismo latino-americano, en Pachamama. Dilogo sobre el porvenir de la cultura en Bolivia, La Paz, Librera Editorial
Juventud, 1973. Disponible en: www.ensayistas.org/antologia/XXA/
francovich/francovich2.htm
165
MAPOCHO
Gmez Garca, Pedro, Las razas: una ilusin deletrea, Gaceta de Antropologa,
Universidad de Granada, n 10, Texto 10-01, 1993. Disponible en:
http://www.ugr.es/~pwlac/G10_01Pedro_Gomez_Garcia-html
Gonzles, Jos Mara, Las razas biogenticamente, no existen, pero el
racismo s, como ideologa, en Revista Dilogo Educacional, Curitiba,
v. 4, n 9, pp. 107-113, maio/ago, 2003.
Grez Toso, Sergio, De la regeneracin del pueblo a la huelga general. Gnesis y
evolucin histrica del movimiento popular en Chile (1810-1890), Santiago,
dibam / ril / Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 1997.
_________, El proyecto popular en el siglo xix, en Loyola, Manuel y Sergio
Gres (comp.), Los proyectos nacionales en el pensamiento poltico y social
chileno del siglo xix, Santiago, Ediciones ucsh, 2002, pp. 107-112.
Jalif de Bertranou, Clara Alicia, Cuando la necesidad se hizo virtud: la idea
de unin latinoamericana a mediados del siglo xix, en Pez Montalbn,
Rodrigo y Mario Vzquez Olivera (coords.), Integracin latinoamericana.
Races y perspectivas, Mxico, cialc-unam/En Eds., 2008, pp. 45-72.
Querejazu Escobar, Amaya, El verdadero poder de los Derechos Humanos,
en Estudios de Derecho, v. lxvi, n 147, junio 2009, Medelln, Universidad
de Antioquia, Facultad de Derecho y Ciencias Polticas. http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/red/article/viewFile/2408/1964
Martnez Fuentes, Antonio Julin e Ivonne Elena Fernndez, Es la raza
un criterio til en la prctica mdica?, en Revista Cubana de Medicina
General Integral, La Habana, v. 22, n 1, enero/marzo, 2006. Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?=SO864-21252006000100006/
script=sci_arttext#cargo
Monteagudo, Bernardo, Ensayo sobre la necesidad de una federacin general
entre los estados hispano-americanos y plan de su organizacin, en
Lastarria, Jos Victorino et al., Unin y confederacin de los pueblos hispanoamericanos, edicin facsimilar y prlogo de Ricaurte Soler. Panam,
Ediciones de la Revista Tareas, 1976, pp. 159-175.
Murillo Rubiera, Fernando, La solidaridad americana en el pensamiento
internacionalista de Andrs Bello, en Revista Quinto Centenario 10,
Madrid, Ed. Universidad Complutense, 1986, pp. 19-61.
Rama, ngel, La ciudad letrada, Introduccin de Mario Vargas Llosa, Prlogo
de Hugo Achgar, Hanover, ee.uu., Ediciones del Norte, 1984.
Rojas Mix, Miguel, Los cien nombres de Amrica. Eso que descubri Coln, Barcelona, Lumen, 1991.
Salazar Ramos, Roberto J., Romanticismo y positivismo, en Germn Marqunez Argote et al., La filosofa en Colombia, Bogot, Ed. El Bho, 2001,
pp. 233-302.
Samper, Jos Mara, La confederacin colombiana, en Lastarria, Jos
Victorino et al., Unin y confederacin de los pueblos hispanoamericanos,
edicin facsimilar y prlogo de Ricaurte Soler, Panam, Ediciones de
la Revista Tareas, 1976, pp. 344-369.
166
HUMANIDADES
167
i
El examen del conjunto de tendencias que marcan los ltimos cuarenta aos
de nuestra historia, muestra que muchos de los rasgos ms representativos
del periodo autoritario no fueron modificados en la post dictadura, sino que
conservados e incluso, en ocasiones, perfeccionados, dando forma a una
lgica destinada a permitir la continuacin atemperada del estado de cosas
existente en el pas en tiempos de dictadura, dinmica que ha sido sealada
por diversos autores que han venido contribuyendo a desbrozar un terreno
privilegiado para la comprensin de las peculiaridades de nuestro proceso
de transicin democrtica1. Es justamente en el mbito del estudio de estas
relaciones y, en particular, a propsito de las rupturas y continuidades que se
exhiben en el campo cultural, donde buscan indagar las lneas que siguen2.
La profunda reorganizacin de nuestra sociedad que se inicia en septiembre de 1973, coloca en marcha un conjunto amplio y agresivo de reformas
169
MAPOCHO
3
Sobre las diferencias en el proceso de reajuste estructural que distinguen a
Chile del resto de los pases del continente, puede consultarse Carlos Ruiz, Amrica
Latina y la excepcionalidad chilena: Asincrona temporal o destinos divergentes?,
en Bao, R., (editor), Chile en Amrica Latina: Integracin o desintegracin regional en el
siglo xxi. Homenaje a Enzo Faletto, Ctedra Enzo Faletto de Estudios de Amrica Latina, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago, 2006, p. 94.
170
HUMANIDADES
171
MAPOCHO
6
A este estado individual y colectivo de desconcierto o resaca psicolgica
se refiere Bernardo Subercaseaux en Historia de las ideas y de la cultura en Chile, (Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 2011, vol. iii) y Gabriel Salazar en La violencia
popular en las Grandes Alamedas (Santiago de Chile, lom Ediciones, 2006).
172
HUMANIDADES
Cfr. Bernardo Subercaseaux, Historia del libro en Chile. Desde la Colonia hasta el
Bicentenario, Santiago de Chile, Lom Ediciones, 2010, p. 197.
8
Esta es una de las tesis centrales del trabajo de Jaime Massardo, El ojo del
cclope, comentarios crticos a propsito del proceso de globalizacin, Santiago de Chile,
Ariadna Ediciones, 2008.
173
MAPOCHO
174
HUMANIDADES
10
Ver Eduardo Santa Cruz, Sociedad, comunicacin y cultura en el Chile del
desarrollismo, en Las escuelas de la identidad, Santiago, lom/Arcis, 2005.
11
Jos Joaqun Brunner, Carlos Cataln y Alicia Barrios, Transformaciones culturales y modernidad, Santiago de Chile, Flacso, 1989, p. 69.
175
MAPOCHO
12
176
HUMANIDADES
16
177
MAPOCHO
19
Jos Joaqun Brunner, Carlos Cataln y Alicia Barrios, Transformaciones, op.
cit., p. 58.
20
Grnor Rojo, Discrepancias de bicentenario, op. cit., p. 48.
178
HUMANIDADES
21
179
MAPOCHO
22
180
HUMANIDADES
23
Alan Angell, Chile 1958-c, 1990, en: Leslie Bethell (ed.), op. cit., p. 306.
Cfr. Ibdem, p. 300.
25
Cfr. Ibdem, p. 309.
24
181
MAPOCHO
26
Datos recogidos de la Unidad de Estadsticas Sociales, perteneciente a la Divisin de Estadsticas de la Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe
(cepal), y disponibles para ser consultados en el sitio web: http://websie.eclac.cl/infest/ajax/cepalstat.asp?carpeta=estadisticas
27
Un giro en este sentido puede estar producindose en los ltimos tres o cuatro aos, expresado, por ejemplo, en el movimiento social de Aysn, el 2012, y en el
movimiento de estudiantes que toma fuerza el 2011.
28
Jaime Massardo, El ojo del cclope: un desafo poltico, en El ojo del cclope, op. cit., pp. 28-29.
182
HUMANIDADES
29
Desde Arica a Punta Arenas escribe Subercaseaux hay, contando los que
estn en construccin, ms de 70 malls, visitados por sectores populares (sin pueblo),
por sectores medios (sin libros) y por la elite (con apellidos de origen rabes, croata,
italiano, y solo unos pocos apellidos vinosos). Bernardo Subercaseaux, Historia del
libro, op. cit., pp. 292-293.
30
Grnor Rojo, Discrepancias, op. cit., pp. 49-50.
183
MAPOCHO
31
Cfr. Bernardo Subercaseaux, Historia del libro, op. cit., pp. 282-283.
Programa de Gobierno. Concertacin de Partidos por la Democracia, p. 7. Documento disponible en http://es.scribd.com/doc/34195404/Programa-de-Gobierno-Patricio-Aylwin
32
184
HUMANIDADES
incentivo cultural, entre ellas, un conjunto de concursos que abren sus convocatorias a proyectos de investigadores y artistas cada ao. En este mismo
registro se ubica la formacin de nuevas bibliotecas pblicas, el programa
de adquisicin de libros para los Centros de Recursos de Aprendizaje del
mineduc, los Bibliometros y el Maletn Literario.
Por otra parte, estas mismas bases realizan un reconocimiento explcito de
los principios orientadores de una cultura democrtica. Segn el programa
que el documento traza, estos preceptos son: 1-. La libertad de pensamiento
y de creacin, de expresin y de crtica, que el Estado deber garantizar en
todos los planos y actividades de creacin y difusin cultural. 2-. El derecho
de acceso y participacin de todo grupo o sector de la sociedad, y por cuya
posibilidad el Estado deber velar. 3-. El pluralismo social, regional, etario y
tnico de la cultura. Diversidad que va ms all del plano administrativo, y
que remite tanto a la expresin libre de todas las fuerzas vivas del pas, como
a la presencia de proyectos culturales elaborados desde distintas concepciones
de mundo, reconociendo as la existencia de diversas tendencias en el conglomerado cultural nacional. 4-. El respeto y resguardo de la especificidad y
autonoma de la cultura, que debe ser protegida de la manipulacin poltica.
5-. El dilogo y la permanente interaccin entre las subculturas que componen el universo cultural nacional, evitando la segmentacin y confrontacin
entre ellas. Y 6-. La proteccin de nuestro patrimonio cultural33. Otros dos
documentos importantes emanados de los gobiernos de la Concertacin de
Partidos por la Democracia, Poltica cultural del gobierno del Presidente de la Repblica Ricardo Lagos, presentado en mayo de 2000, y Chile quiere ms Cultura.
Definiciones de Poltica Cultural 2005-2010, que complementa el trabajo anterior,
consignan tambin los principios de la poltica cultural de las administraciones
concertacionistas, y algunos objetivos y lneas inmediatas de accin. Entre sus
objetivos, por ejemplo, se encuentran: Ampliar los espacios de libertad; recuperar espacios pblicos; expandir la actividad artstica y cultural; desarrollar
las industrias culturales e incentivar la proteccin, valoracin y difusin del
patrimonio; reconocer la diversidad y contribuir a fortalecer la percepcin
que la sociedad tiene de ella; fomentar el pluralismo; fortalecer la tolerancia;
estimular la creacin y difusin de la cultura de los pueblos originarios; generar
un equilibrio de cooperacin entre libertad de las personas, mercado y Estado
en el campo cultural; optimizar las condiciones para el ejercicio de la libertad;
mejorar la institucionalidad cultural y aumentar los recursos; e incrementar el
intercambio con el resto de las naciones34.
33
185
MAPOCHO
El reconocimiento formal de estos valores representa una diferencia respecto del periodo autoritario, y su plena vigencia constituira un autntico
giro en materia cultural entre un momento y otro. Pero qu concluimos si
nos preguntamos por los avances que efectivamente se pueden registrar en
cada uno de estos aspectos? Los gobiernos de la Concertacin se condujeron
verdaderamente por la senda de una cultura democrtica? Efectivamente, se
ha avanzado en la fundacin de instituciones y formas de financiamiento diseadas especialmente para la cultura, en el incentivo a las actividades culturales
y en el apoyo a la creacin artstica, y se ha fortalecido la libertad y el acceso
masivo a la cultura. Sin embargo, los avances han sido dbiles y dispersos35.
Ms an, hemos visto que nuestro peculiar proceso de transicin ha mantenido los fundamentos de la organizacin de la sociedad diseada durante
la dictadura, transicin en la que muchos chilenos, por cierto, depositaron
genuinas expectativas de democratizacin y renovacin social. Por qu suponer, entonces, que esta misma frmula no se ha hecho extensiva al campo
cultural? Durante los gobiernos de la transicin oper en el espacio de la
cultura as como operaba en tiempos de dictadura y como ha seguido en
realidad operando hasta el da de hoy una severa lgica neoliberal. De
esta manera, los rasgos ms distintivos del campo son continan siendo
desde el periodo anterior la mercantilizacin de las prcticas culturales, la
massmediatizacin, la transnacionalizacin y la concentracin de la propiedad.
El subcampo editorial, por ejemplo, se encuentra dominado por las grandes
trasnacionales del libro, como Penguin Random House, perteneciente a la
multinacional Bertelsmann ag que ya contaba con alrededor de 20 sellos y
que acaba de comprar al Grupo Editorial Santillana, y el Grupo Editorial
es (o Grupo Planeta), que rene unos 27 sellos. Estos conglomerados han ido
adquiriendo editoriales locales y logrando as una posicin hegemnica en el
2000. Para un anlisis de este documento y de las polticas culturales de los gobiernos de la Concertacin, vase Manuel Antonio Garretn, Las polticas culturales de los
gobiernos democrticos en Chile, en A. Albino Canelas y R. Bayardo, Polticas culturais na
Ibero-Amrica, Salvador, edufba, pp. 75-118.
35
Los tres grandes problemas de la poltica cultural de los gobiernos
democrticos anota Garretn, han sido la desvinculacin entre financiamiento
y contenido de las polticas culturales dejando la resolucin de esta cuestin casi exclusivamente al mecanismo de los fondos concursables; la ausencia de una institucionalidad organizacional y normativa durante ms de un decenio, que orientara el
conjunto de la poltica cultural, lo que empez a resolverse en materia orgnica con
la creacin del Consejo Nacional de Cultura pero que presenta algunos problemas
de coordinacin de sus instancias, especialmente de la poltica patrimonial pese a los
esfuerzos hechos en esta rea; y, sobre todo, un retraso normativo y la desvinculacin
relativa entre poltica bsica y polticas sectoriales, especialmente en lo que se refiere
a comunicacin. Manuel Antonio Garretn, Las polticas culturales, op.cit., p. 92.
186
HUMANIDADES
187
MAPOCHO
con mayor capacidad adquisitiva. A esto podemos todava sumar el sostenido crecimiento de la tecnologa digital, del audiovisual y de la industria
del entretenimiento, a contrapelo de la relevancia y valoracin social de la
cultura letrada y tipogrfica, as como del desarrollo de las facultades de
lecto-escritura y pensamiento abstracto en la poblacin. Segn la Encuesta
Nacional de Participacin y Consumo Cultural del 2012, cuyas cifras fueron
publicadas en noviembre del 2013, para el ao 2005 la poblacin que haba
ledo al menos un libro durante un ao, alcanz solo un 22,6%. El 2009 alcanz un 41,4% y el 2012 un 47%. Sin embargo, de este 47% solo un 14,9%
lee libros habitualmente, es decir, entre 6 y 10 libros al ao, y solo 7,4% ms
de 11. Asimismo, menos de un tercio de la poblacin urbana de 15 o ms
aos (31,3%) haba comprado al menos un libro durante los 12 meses previos
a la consulta, excluyendo los textos escolares, y mostrndose, adems, una
tendencia a la baja a medida que aumenta la edad36. El resultado final es
un mercado atrofiado tanto en produccin, como en circulacin y consumo.
El cuasi monopolio de la propiedad de los medios de comunicacin muestra en Chile tambin una situacin similar. Las empresas ms importantes
de la prensa escrita en nuestro pas son El Mercurio y el Consorcio Periodstico de Chile s.a. (copesa), que concentran el 53% y el 46% de la circulacin
neta respectivamente37. Qu sucedi, por ejemplo, con la prensa disidente
que, veamos, circulaba durante el rgimen de Pinochet? Paradojalmente
apuntan Osvaldo Corrales Jorquera y Juan Sandoval Moya la vuelta a
la democracia supuso, al mediano plazo, el fin de los peridicos as como de
todas las revistas nacidas durante la lucha contra la dictadura38. En el caso
de la televisin la situacin no deja de ser preocupante: tvn concentra el 31%
de la audiencia on line y uctv el 29,8%39.
Para completar un panorama capaz de dar cuenta, grosso modo, del estado
cultural al que nos hemos conducido en las ltimas dcadas, nos faltara indicar
que la distribucin de los espacios, expresiones artsticas, acceso y consumo
de bienes simblicos en nuestro pas es sumamente desigual. Producto de las
diferencias presupuestarias entre los municipios y regiones de los sectores ms
acomodados y ms desfavorecidos del pas, la actividad cultural se concentra
en barrios medios y altos. Las administraciones de las comunas ms pobres se
36
Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (cnca), enpcc 2012 Encuesta Nacional de Participacin y Consumo Cultural. Anlisis descriptivo, Santiago de Chile, 2013.
37
Cfr. Osvaldo Corrales Jorquera y Juan Sandoval Moya, Concentracin del mercado de los medios, pluralismo y libertad de expresin, Centro de Estudios de la Comunicacin, Instituto de la Comunicacin e Imagen, Universidad de Chile, Santiago de
Chile, s/f., p. 18.
38
Ibdem, p. 3.
39
Ibdem, p. 18.
188
HUMANIDADES
40
An cuando fuera cierto que la censura brutal no constituye la norma en el Chile
contemporneo reflexiona Grnor Rojo en esta direccin pienso que no se puede decir lo
mismo de la que yo no vacilo en calificar como una censura indirecta. Me refiero ahora a la
clase de censura que se encuentra implcita en la cada vez ms extensa mercantilizacin de
las prcticas culturales, lo que se inaugur en dictadura, que los gobiernos de la postdictadura
no han cambiado ni tienen planes de cambiar y que es el factor que [] impone su ley a la
extensin toda del campo. Grnor Rojo, Discrepancias de bicentenario, op. cit., pp. 57-58.
41
Bernardo Subercaseaux, Nacin y cultura en Amrica Latina. Diversidad cultural
y Globalizacin, Santiago de Chile, lom Ediciones, 2002, p. 61.
189
MAPOCHO
190
191
MAPOCHO
fueran de origen italiano. Y junto a esto, que los principales profesores del
Conservatorio Nacional, incluso los que no eran de origen italiano, optaron
por perfeccionarse en Roma o Miln, como es el caso de Enrique Soro Barriga,
Director del conservatorio entre 1919 y 1928.
De esta forma, la msica italiana del siglo xix se institucionaliz en Chile,
convirtindose en la tradicin musical por excelencia; incluso, llegando al
punto de forjar pautas de sociabilizacin que dejaron una fuerte impronta en
estas prcticas. Es ms, el asistir a las temporadas lricas del Teatro Municipal
constitua una importante instancia de distincin social que se manifestaba
fsicamente en la disposicin espacial de los concurrentes al interior del
teatro (Edwards, J., 1968, p. 107). Esto principalmente por el rgimen de
visibilidad que entregaba la estructura del teatro, produciendo que la msica se convirtiera en una especie de excusa para el desenvolvimiento de los
rituales sociales (Barros, Luis & Vergara, X., 2007, p. 50). Es ms, las obras
del Municipal constituan una oportunidad clave para que las jvenes de la
elite fueran expuestas a los solteros en un contexto ajeno al mbito privado
(Barros, Luis & Vergara, X., 2007, p. 62). As, no es de extraar que hasta
1910 durante las funciones las luces permanecan encendidas (Gonzlez,
J. & Rolle, C., 2005, p. 210). Por ende, el desarrollo de ciertas pautas de
sociabilidad se incorporaban al espectculo, si es que no se convertan en el
espectculo principal, dejando un limitado espacio para el desenvolvimiento
de nuevas tendencias musicales. Cabe decir que dichas obras se basaban en
situaciones e historias cotidianas de amor y desamor. En este sentido, como
argumentan Donald Grout y Claude Palisca, la pera verista es la abuela
inocente del melodrama televisivo y cinematogrfico (Grout, D. & Palisca,
C., 1999, p. 799).
La pera italiana mantuvo su hegemona hasta principios de la dcada
de 1920, coincidiendo con la irrupcin de nuevos sectores ilustrados a la
esfera pblica y la crisis poltica que puso fin al rgimen parlamentarista.
Esta re-configuracin se empez a gestar desde principios del siglo xx, con la
aparicin de mltiples posturas crticas de la situacin poltico/social del pas
que contrastaban fuertemente con los positivos augurios de las celebraciones
del centenario. En este contexto emergieron una multiplicidad de voces que
manifestaron desde varios canales y estilos (poltica, pintura, literatura, historiografa y msica) sus diagnsticos, con la utilizacin de un cargado lenguaje
emotivo, en donde las alusiones a una crisis de carcter moral o espiritual
fueron transversales a todo el espectro poltico (Subercaseaux, B., 2004, p. 43).
Este fenmeno que varios enfoques historiogrficos han trabajado bajo
el concepto de quiebre de la legitimidad, fue simplemente una alteracin
de la hegemona de la elite producida por el ingreso de nuevos sectores a la
esfera pblica, poniendo en jaque la institucionalidad del Estado Excluyente decimonnico (Barros, Luis & Vergara, X., 2007). En lo que concierne
192
HUMANIDADES
1
En cuanto su retrato corresponde al de una clase que vive una situacin
perfectamente dicotmica; se agota en llenar su ocio, entretenindose a s misma,
y descansa para recuperar su capacidad de consumir para entretenerse. (Barros,
Luis & Vergara, X., 2007, p. 34).
193
MAPOCHO
argumenta Cristin Jara, fue bajo estas instancias que se comenzaron a perfilar nuevas formas de relacin social basadas en la libertad de pensamiento
(Jara, A., 1992, p. 181). De esta forma, los salones forjaron nuevas formas
de utilizacin del tiempo ocioso, que derivaron en la creacin, divulgacin y
discusin de nuevas formas de pensamiento que permitieron la creacin de
una escena intelectual/artstica indita para el pas.
En el caso especfico de la msica, este fenmeno converge con el resurgimiento de las audiciones privadas, desarrolladas bajo el alero de msicos o
mecenas modernos, que pretendieron institucionalizar nuevas prcticas artstico/culturales, basndose en el dilogo con otras esferas culturales (Gonzlez,
J. & Rolle, C., 2005, p. 51). All se difundieron otras tradiciones musicales,
principalmente la francesa y la germana, que lentamente comenzaron a
ingresar al mbito de lo pblico con el desarrollo y masificacin de las publicaciones especializadas, a principios del siglo xx (Ossandn, C. & Santa
Cruz, E., 2005, p. 23).
La primera iniciativa, desde donde emergen estas nuevas voces disidentes, la presenta el grupo Los Diez, asociacin de artistas que bajo el alero del
poeta Pedro Prado ingresaron al campo cultural con una actitud de rebelda
esttica que cuestion los diversos cnones imperantes (Zaldvar, M., 2006,
p. 73). Con este fin, y luego de haber logrado una cierta visibilidad en el
ambiente intelectual de la poca, crearon una revista. En el mbito de la msica, la revista Los Diez constituy el primer medio en donde se difundieron
partituras y ensayos de compositores europeos y chilenos. De los ltimos,
se public el trabajo de Pedro Humberto Allende, Adolfo Allende, Alfonso
Leng, Alberto Garca y Acario Cotapos, quienes posteriormente formaron
parte de la Sociedad Bach (Garca, E., 1916, noviembre, Los Diez, pp. 19-29;
Rolland, R., 1916, diciembre, Los Diez, pp. 91-92).
En la revista se publicaba tambin una seccin destinada a la crtica del
ambiente artstico, la cual emergi como un contrapeso a la falta de rganos
especializados para el desarrollo de dicha actividad. Previo a la irrupcin de
la revista, la esfera artstica estaba limitada al canon de los crticos de los principales diarios de la capital: El Mercurio, El Diario Ilustrado y La Nacin. Frente
a este escenario, la revista Los Diez se present como un medio independiente
que pretenda articular la profesionalizacin del rubro artstico y de esta forma
dinamizar la difusin de obras, al re-configurar el canon imperante.
Luego de la desaparicin de la revista Los Diez en abril de 1917, las corrientes renovadoras de la esfera musical se mantuvieron en silencio hasta
1920, ao en que fue creada la revista Claridad, rgano difusor de la fech.
Fundada por Ral Ypes y Alberto Rojas Gimnez, naci como una revista
concebida como un espacio donde fueran all promovidas y discutidas las
inquietudes que afligan al universitario (Aranguiz, S., 2002, p. 188). Bajo
194
HUMANIDADES
195
MAPOCHO
los empresarios, inculpndolos de perpetuar un estado de incultura musical al privilegiar sus intereses econmicos antes que la difusin del buen
arte. Para enfrentar estos males se present un proyecto de accin en donde
se pidi la cooperacin de toda persona interesada en el ambiente musical
chileno. Es interesante constatar el hecho: de forma bastante clara se muestra
en este artculo que los participantes de la Sociedad Bach consideraban su
labor como una accin social que escapaba al mbito exclusivo de los msicos,
y que concerna a la sociedad chilena en su conjunto.
Otro artculo interesante de analizar, dado que tambin present a la Sociedad Bach como una organizacin destinada al mejoramiento de la cultura
chilena en general, fue publicado pocos das antes por Francisco Madrid bajo
el seudnimo de Mephisto en el diario La Nacin, con el nombre Las asociaciones Musicales, centros de cultura artstica. La Sociedad Chilena Bach.
En este artculo, el autor analiz de forma general el rol de las asociaciones
artsticas, para luego aseverar que las asociaciones musicales tienen como
miras un verdadero refinamiento de la cultura, permeando a la sociedad en
su conjunto. Al final del escrito el autor interpel al Conservatorio Nacional
y celebr la independencia que de aquel establecimiento tena la Sociedad
Bach (Mephisto, 1923, diciembre 29, La Nacin, p. 18).
Con estos artculos, la Sociedad Bach ingres a la esfera pblica con un
programa de accin bastante claro, basado en la depuracin del ambiente
artstico a travs de la crtica sistemtica del ambiente musical y la difusin
de los compositores clsicos y contemporneos ajenos a la tradicin verista.
3. Los litigios pblicos de la Sociedad Bach en contra del Municipal
y el Conservatorio
La primera disputa pblica en que se vio envuelta la Sociedad Bach contra
las instituciones que perpetuaban la tradicin italiana en materia musical,
correspondi a una arremetida en contra del sistema de concesiones comerciales que rega la disposicin y utilizacin del Teatro Municipal de Santiago.
Todo comenz con una publicacin de Carlos Silva Vildsola en el diario El
Mercurio. En dicho escrito, el autor relat los problemas prcticos que deba
enfrentar la Sociedad Bach al momento de preparar sus conciertos, debido
al alto costo que implicaba arrendar un local apropiado para el desarrollo de
sus proyectos, problema que se acentuaba a causa de que la Sociedad Bach,
dentro de su labor como rgano difusor de la buena msica, rebajaba las
entradas al precio de coste e, incluso, regalaba varias de estas a asociaciones
educativas. Dicho esto, Silva Vildsola llam la atencin al intendente municipal para solicitarle la elaboracin de un modus vivendi entre los intereses
comerciales de las empresas concesionadas y las obras de difusin cultural
196
HUMANIDADES
197
MAPOCHO
2
Seudnimo que utilizaba la escritora, editora y poetisa Elvira Santa Cruz
Ossa, quien fue la directora de la publicacin infantil El Peneca y que constantemente
public artculos en La Nacin y El Mercurio, y en las revistas Zig-Zag y Familia (Memoria chilena, 2014).
198
HUMANIDADES
los empresarios cuestionados por los diferentes agentes del debate tomaron
la palabra. En dicho documento se expres que, con respecto del artculo
publicado por El Diario Ilustrado, se deba hacer la siguiente aclaracin: a
pesar de que la Municipalidad hubiese decidido realizar la reparacin del
edificio de forma independiente a la empresa concesionada, esta ltima haba
decido mantener el contrato con la empresa hasta su trmino, que corresponda al 31 de diciembre de 1925. Pero, en funcin de no perjudicar a la
empresa concesionada, se haba decidido que esta desistiera la realizacin de
tres espectculos, limitndose nicamente a la realizacin de la temporada
lrica de agosto y septiembre (Salvati, R. & Farren, A., 1924, diciembre 19,
El Diario Ilustrado, p. 16).
Luego de la circular publicada por la empresa Salvati y Farren, la contienda
tuvo casi un mes de silencio, el cual fue roto el da 13 de enero con la publicacin de un memorial firmado por el directorio de la Sociedad Bach. En
dicho documento se solicitaba la utilizacin de la sala del teatro un mnimo
de 20 veces anuales entre el 15 de abril y el 15 de diciembre, sin presentarse
cobros adicionales a los propios del uso de la sala. A cambio de dicha subvencin, la Sociedad Bach se comprometa a fijar las entradas a precios de coste
y dar gratuitamente cien asientos de anfiteatros y cien entradas de galeras a
establecimientos pblicos de educacin (El Directorio de la Sociedad Bach,
1925, enero 13, El Mercurio, p. 15). Dicho escrito fue apoyado por una carta
annima enviada a El Mercurio (Annimo, 1925, enero 14, El Mercurio, p. 3).
Todo concluy a finales de abril cuando se public en El Mercurio una editorial titulada Buenas noticias musicales. En dicho artculo se inform sobre
un acuerdo de la Junta de Vecinos que le entreg a la Sociedad Bach la libre
utilizacin de la sala del Teatro Municipal para los fines de difusin cultural
(Annimo, 1925, abril 23, El Mercurio, p. 3). Esta disposicin fue celebrada
por el diario La Nacin con motivo del primer concierto de la Sociedad Bach
en el Teatro Municipal, mediante un artculo que se refiri al hecho indito segn dicho medio de que la Municipalidad subvencionara eventos
artsticos (Annimo, 1925, abril 25, La Nacin, p. 10). La victoria que obtuvo
la Sociedad Bach por sobre el sistema de concesiones del Teatro Municipal
fue coronada por una ltima editorial de El Mercurio publicada el da 5 de
mayo. En dicho escrito se reconoci a la agrupacin como una institucin de
inters pblico que constitua una parte fundamental de la educacin de la
sociedad chilena (Annimo, 1925, mayo 5, El Mercurio, p. 3).
El trmino del sistema de concesiones que permita una utilizacin exclusiva de la sala del Municipal por parte de las compaas de pera, constituy
un duro golpe al lirismo, que desde aquel momento comenz su decadencia.
Como efecto derivado, durante 1925 se produjo una explosin de conciertos
sinfnicos, no solo por parte de la Sociedad Bach, sino tambin a cargo de
directores individuales y msicos que vieron en la renovacin del ambiente
199
MAPOCHO
una oportunidad para presentar una amplia gama de obras que hasta el
momento no haban sido interpretadas en el pas.
El punto ms lgido lo constituy la primera semana de junio, cuando
se ofrecieron cuatro conciertos (Annimo, 1925, junio 2, El Mercurio, p. 9).
Fueron varios los artculos que alabaron el explosivo aumento de conciertos
en la capital (Annimo, 1925, mayo 31, El Mercurio, p. 11; Annimo, 1925,
junio 2, El Mercurio, p. 9; Lohengrn, 1925, junio 5, El Diario Ilustrado, p.
11; Annimo, 1925, junio 6, El Diario Ilustrado, p. 12; Annimo, 1925, mayo
31, El Diario Ilustrado). Dicha dinamizacin del ambiente musical podra
ser interpretada como otra victoria para la Sociedad Bach, esto, al haber
incentivado a otros directores e instrumentistas para que fueran parte de
las pretensiones generales de diversificacin en la interpretacin musical en
Chile. Pero los acontecimientos que a continuacin sern narrados refutan
claramente esta afirmacin.
Posterior a la realizacin de los cuatro conciertos, la prensa no escatim
energas en llenar de elogios a dichas iniciativas, tal como la crtica supuestamente especializada acostumbraba en aquella poca. Con respecto al
concierto del director Casanova y el violinista Tritini, la crtica consagr a
la audicin como un xito (Lohengrn, 1925, junio 6, El Diario Ilustrado,
p. 12; Juan Cristbal, 1925, junio 6, La Nacin, p. 6). La atencin se fij
particularmente en la interpretacin que hizo el director Casanova de la
Sinfona Domstica de Strauss, obra compuesta en 1903 y que supuestamente haba sido interpretada por primera vez en Chile. Frente a esta
interpretacin la prensa fue generosa en elogios, la nica excepcin fue
el crtico f.o.p., quien fue ms cauteloso, al expresar que es difcil emitir
un juicio muy definitivo ante una primera audicin de esta composicin
heterognea, que est fuera por muchas razones de lo que conocemos de
Strauss (f.o.p., 1925, junio 6, El Mercurio, p. 9). Estas apreciaciones fueron
la excepcin a la norma de un conjunto de crticos sesgados por la fe en un
aparente progreso cultural.
Lamentablemente qued en evidencia la fragilidad de esta revolucin
cultural cuando se public en El Mercurio un escrito denominado Oh! Los
entendidos. Dicho trabajo expuso, como metfora, una simptica ancdota
culinaria en donde el clebre gastrnomo francs Charles Monsolet fue engaado por su amigo Chavette, quien, al invitarlo a comer, le dio platos vulgares
disfrazndolos con nombres pomposos y elegantes. Esto, para referirse a
uno de los engaos ms grandes en que haba cado el pblico chileno y la
crtica especializada: la alabada Sinfona Domstica de Strauss, tan en boga
de los entendidos chilenos, nunca haba sido interpretada. En su lugar, el
director Casanova haba presentado la Sinfona Op. 12 del mismo compositor, pero de calidad y caractersticas completamente distintas. Frente a esta
situacin, el autor annimo ridiculiz a los crticos de los principales diarios
200
HUMANIDADES
201
MAPOCHO
202
HUMANIDADES
203
MAPOCHO
204
HUMANIDADES
En el contexto que describamos anteriormente, la ya difcil relacin entre las autoridades del Conservatorio Nacional y la Sociedad Bach se volvi
insostenible, produciendo que ambas instituciones se enfrentaran de forma
irreconciliable. Dicha pugna sali a la luz pblica cuando el ya aludido Armando Carvajal renunci a dicho establecimiento educacional. La prensa
hizo eco de la situacin, y en el editorial de El Mercurio del da 7 de mayo se
public un pequeo escrito que, junto con exponer las razones de la renuncia,
expres una crtica a la educacin impartida por el Conservatorio Nacional y
su poca capacidad de innovacin (Annimo, 1927, mayo 7, El Mercurio, p. 3).
Luego de siete das de la publicacin de dicho documento, apareci en las
pginas del mismo diario un segundo editorial con motivo de la eleccin del
Director General de Enseanza Artstica, quien tendra la responsabilidad de
elaborar una reforma destinada a modernizar las academias de Bellas Artes.
Esta publicacin, escrita por Carlos Silva Vildsola, critic duramente al
Conservatorio, para luego expresar su fe en que la inminente reorganizacin
de la educacin artstica no se iba a desarrollar bajo el alero de los intereses
creados, al expresar que [] tenemos fundados motivos para creer que han
pasado los tiempos en que estas materias se confiaban a distinguidos caballeros
de buena voluntad y ms o menos aficionados (Annimo, 1927, mayo 12, El
Mercurio, p. 3). Como se observa en la cita anterior, el director de El Mercurio
hizo alusin a uno de los mltiples vicios que caracterizaban a la poltica de
la poca, que derivaban del concepto de Lgica estatal oligrquica acuado por el historiador Enrique Fernndez, fenmeno de utilizacin de las
instancias institucionales en funcin de los intereses personales de la elite,
que se caracteriz por la entrega arbitraria de cargos pblicos (Fernndez,
E., 2003, p. 71). Paradjicamente, el editorial de Silva Vildsola fue acompaado por una noticia que en El Mercurio del mismo da llevaba el siguiente
ttulo: Don Alberto Mackenna ser Director General de Enseanza Artstica
(Annimo, 1927, mayo 12, El Mercurio, p. 11). Este nombramiento rompa
de forma inmediata todas las expectativas del director de El Mercurio, dado
que, a pesar que Alberto Mackenna haba sido el intendente de Santiago que
ayud activamente a la Sociedad Bach en su campaa en contra del sistema
de concesiones del Teatro Municipal, no pasaba de ser ms que un aficionado,
por lo cual su nombramiento solo se explica por el hecho de haber sido el
primo del ministro de instruccin pblica. Por su parte, el ministro Vergara,
al publicar sus memorias un tiempo despus, se defendi contra las crticas
sobre su criterio de seleccin al nombrar a su primo, argumentando que
prefiri nombrar a un hombre con amplia cultura general, pero no tcnico,
para poder armonizar los puntos de vista casi siempre apasionados de los
artistas (Vergara, A., 1955, p. 778).
Al da siguiente se public un segundo decreto que designaba a las personas
que tendran el puesto de consejeros en las distintas ramas educacionales;
205
MAPOCHO
206
HUMANIDADES
207
MAPOCHO
La msica, al ser un espacio de produccin de sentimientos y subjetividades, le entreg a la Sociedad Bach un espacio para construir y llevar a la
esfera pblica nuevas formas de concebir el rol de la msica en la sociedad.
Bajo esta lgica, sus crticas no respondieron a las dinmicas de las polticas
tradicionales, que pretendan y pretenden justificar sus discursos en funcin de argumentos objetivos o racionales, sino que, en contraste con dicha
perspectiva, los integrantes de la Sociedad Bach defendieron e interpelaron
a la esttica para discutir y criticar tanto problemticas de orden artstico,
como de orden poltico o coyuntural.
Por esto la Sociedad Bach contribuy desde una esfera artstico/intelectual
a acentuar el sentimiento de crisis poltica y social en Chile entre 1925 y 1928,
haciendo eco de las demandas que emergan desde diversos sectores de la
sociedad que ponan en tela de juicio al sistema social imperante en el pas
durante de la primera mitad del siglo xx. La influencia poltica que lleg
a tener dicha agrupacin qued manifestada en las reformas que lograron
llevar a cabo en el rea artstica del sistema educacional chileno, consiguiendo
permear otras esferas de la poltica desde un mbito que se haba pretendido
totalmente ajeno al devenir nacional.
Bibliografa
i. fuentes primarias
a) diarios
208
HUMANIDADES
209
MAPOCHO
Annimo. (1925, diciembre 23). Organizacin y plan de estudios de la enseanza musical. Se crea el Consejo de Enseanza musical. El Diario
Ilustrado, p. 15.
Annimo. (1927, abril 10). Ha renunciado el Rector de la Universidad de
Chile, don Claudio Matte. El ministro seor Vergara declara en el
Consejo de instruccin pblica que el Gobierno reformar la enseanza
por medio de decretos. El Mercurio, p. 25.
Annimo. (1927, mayo 7). El Conservatorio de msica. El Mercurio, p. 3.
Annimo. (1927, mayo 12). La Polmica musical. El Mercurio, p. 3.
Annimo. (1927, mayo 12). Don Alberto Mackenna ser Director General
de Enseanza Artstica. El Mercurio, p. 11.
Annimo. (1927, mayo 13). Ayer fue nombrado el Director de Enseanza
Artstica. El Mercurio, p. 11.
Directorio de la Sociedad Bach. (1927, mayo 14). Alrededor de la reforma de
la enseanza musical: exposicin de la Sociedad Bach. El Mercurio, p. 3.
Annimo. (1927, mayo 15). Enseanza artstica. El Mercurio, p. 9.
Annimo. (1927, noviembre 26). Eduardo Barrios es novelista: El ministro
de instruccin don Eduardo Barrios recibi un significativo homenaje.
La Nacin, p. 6.
Annimo. (1927, noviembre 27). La reforma de la enseanza musical. El
Diario Ilustrado, p. 5.
Annimo. (1928, enero 24). Los planes de estudio del Conservatorio Nacional
de Msica sern reformados. El Mercurio, p. 16.
Annimo. (1928, enero 27). Materias educacionales que sern sometidas al
Presidente Ibez. El Mercurio, p. 3.
Annimo. (1928, enero 28). Decretos de gran importancia educacional firm
ayer el Presidente de la Repblica. El Mercurio, p. 11.
b) revistas
210
HUMANIDADES
ii. fuentes secundarias
211
MAPOCHO
212
Introduccin
La historiografa territorial ha sido una especialidad que en Chile recin
ha estado dando sus frutos, sobre todo a partir de las diferentes tesis que se
realizan ao tras ao en las facultades de historia de Chile. Este nfasis en
lo particular por sobre lo total o nacional surge por dos inquietudes que las
nuevas generaciones de historiadores tienen: la renovacin de la disciplina
historiogrfica a travs de nuevos objetos de estudio y nuevos mtodos de
anlisis, en donde la historiografa regional tiene mucho que proponer en
su enfoque diferente y particular; historiografa que cuenta con sus propios
tiempos, diferentes de los nacionales y totalizadores1, por una parte, adems
de una creciente expectativa en cambios polticos que logren una mayor
autonoma y participacin de los beneficios del desarrollo econmico por
parte de las regiones, siempre desplazadas, por otra parte.
Para el desarrollo de este trabajo se consultaron fuentes primarias y secundarias. Sin embargo, se han querido utilizar cinco claves interpretativas a la
luz del transcurso del tiempo en Colchagua, para poder dar as una imagen
ms coherente a una pretendida visin regional. De esta manera, se analizar
la regin a travs de su desarrollo econmico, comportamiento demogrfico,
urbanizacin e infraestructura, circulacin de bienes y servicios, y condiciones
polticas y sociales. Se utiliza as un formato de anlisis usado por el Estado
de Chile en estudios regionales de desarrollo, el cual ha sido trabajado por
historiadores como Jaime Rosenblitt, por ejemplo.
Pese a que existe bastante bibliografa respecto al estudio de Colchagua,
esta versa ms bien sobre la poca colonial. Muy poco se encuentra del siglo xix, y menos del xx. Por tanto, es un desafo escribir sobre Colchagua
durante el ltimo siglo. La informacin primordial se extrajo de los censos
realizados por el Estado de Chile durante el siglo xx en la zona. Se revisaron
todos (1907, 1920, 1930, 1940, 1952, 1960, 1982, 1992 y 2002), pero por
comodidad y representatividad se tomaron de manera referencial los de 1907,
213
MAPOCHO
214
HUMANIDADES
Base econmica
Existen diferentes teoras acerca del nombre Colchagua. Una indica que su
voz original era Colchahuala; en lengua indgena mapudungun significa lugar
donde anida el ave Huala, animal sagrado de los primitivos habitantes del
lugar. Otra tesis indica que el verdadero significado del nombre es lugar de
pequeas lagunas, siendo actualmente esta la ms aceptada.
Este territorio ha sufrido a lo largo del tiempo constantes cambios en
cuanto a sus lmites poltico-administrativos. Ello se debi, principalmente,
a las continuas polticas administrativas que trataban de hacer ms eficiente
el aparato administrativo del Estado, el cual, a su vez, se iba expandiendo y,
por tanto, fragmentndose y complejizndose. Para este trabajo, sin embargo,
utilizaremos la palabra Colchagua para describir la zona correspondiente
a las actuales provincias de Colchagua y Cardenal Caro. La eleccin de esta
ltima provincia como parte integrante de Colchagua se hizo debido a la ligazn histrica, econmica, demogrfica, social y cultural que tiene, respecto
del desarrollo del valle interior, actual provincia de Colchagua.
Junto a las regiones de Valparaso, Metropolitana de Santiago, Maule y
Biobo, la sexta regin del Libertador General Bernardo OHiggins integra
el valle central e histrico de la ocupacin hispnica de Chile. En la zona
se presentan todas las unidades morfolgicas que conforman el territorio
chileno continental. La Cordillera de los Andes, cuyo ancho promedio es
de 50 kilmetros, tiene alturas de hasta 3.000 o 4.000 metros; el Valle Longitudinal o Depresin Intermedia, una gran fosa tectnica rellenada con
material fluvioglaciovolcnico que muestra un despliegue total tras el cierre
de la cuenca de Rancagua en la Angostura de Pelequn y se extiende hacia
el sur; la Cordillera de la Costa, la cual se eleva entre los 600 y los 2.000
metros, y de la cual se dispersa un gran conjunto hdrico basado en esteros;
y las extensas Planicies Litorales, que en la zona de Pichilemu y Bucalemu
cuentan hasta con tres terrazas.
La ubicacin de Colchagua est entre los 34 41 y 34 68 Sur, y 71 09 y
71 15 Oeste. Su superficie es de 5.678 kilmetros cuadrados, mientras que la
de Cardenal Caro es de 3.295 kilmetros cuadrados, haciendo una superficie
total para este trabajo de 8.973 kilmetros cuadrados. El clima de la zona
es templado mesotermal inferior estenotrmico mediterrneo semirido. Las
temperaturas mximas se ubican en enero con 29 Celsius, y las mnimas en
julio con 4,9 Celsius en promedio. El perodo libre de heladas es de 259
das, con un promedio de 6 heladas por ao. Sus precipitaciones medias
anuales son de 696 mm y tiene un perodo seco de 7 meses. En el interior, la
falta de influencia ocenica hace de la zona la de mayor oscilacin trmica
respecto de sus vecinas o cercanas. Sus tierras han sido consideradas como las
mejores del mundo, especialmente en lo relativo a la produccin vitivincola.
215
MAPOCHO
Se distinguen tres tipos de suelos: los del plan del valle, entre los cuales se
encuentran los franco arcillosos (antiguos de lenta sedimentacin lacustre),
los franco limosos (de texturas ms finas provenientes de sedimentacin
aluvial) y los suelos de toba rioltica pumictica (cenizas volcnicas antiguas),
los de piedemonte (que van de franco a franco arcillosos) y los de cerros (de
origen grantico y ubicados en las estribaciones de la Cordillera de la Costa).
La hidrografa de Colchagua est marcada por el sistema hdrico CachapoalTinguiririca, que confluyen en el sector de La Junta, dando origen al embalse
Rapel, con capacidad para 433 millones de metros cbicos y de generacin
hidroelctrica de 350.000 kilowatts.
De esta manera, Colchagua presenta las caractersticas tpicas del campo
chileno del valle central. Sus condiciones climticas, hidrolgicas y de suelos,
junto a la cercana relativa de grandes mercados siendo el principal el de
Santiago y la ausencia de recursos mineros significativos, la convirtieron
en una zona excepcional para el desarrollo de la agricultura. Tomando en
consideracin estas importantes variables como estructuras permanentes, se
ha dividido la historia de Colchagua durante el siglo xx, desde el punto de
vista econmico, en tres etapas: clsica, experimental y neoliberal.
1. Clsica
Esta etapa la llamamos as porque las bases econmicas de Colchagua son las
mismas que tuvo a lo largo de toda su existencia colonial. El advenimiento de
la Repblica signific muy pocos cambios a la estructura de la propiedad de
la tierra, as tambin, respecto de los mtodos de produccin. Las antiguas
familias coloniales, junto a las nuevas de comerciantes, mineros o banqueros
de mediados y fines del siglo xix que compraron tierras en el lugar, fueron
los propietarios sin contrapeso de la mayora y mejores tierras de Colchagua,
constituyndose la antigua hacienda en el modelo productivo tradicional hasta
la dcada del 60 del siglo xx. Este modelo productivo, por supuesto, significaba
el dominio absoluto de esta oligarqua terrateniente sobre la masa campesina
en los aspectos sociales, culturales, polticos, y por supuesto, econmicos.
La economa estaba basada principalmente en una agricultura extensiva de
cereales trigo, fundamentalmente, producido en la hacienda y exportado
desde poca colonial a Per, Santiago y La Frontera2, legumbres porotos,
lentejas, garbanzos y hortalizas. As, la produccin agrcola a fines del siglo
xix se estructuraba de la siguiente manera: trigo blanco, 76%; trigo amarillo,
10%; cebada, 4%; maz, 3%; frijoles, 7%; lentejas, 0%; garbanzos, 0%; arvejas,
216
HUMANIDADES
Ibd., p. 39.
Edgardo Cabello Branott, De Rapel a Topocalma: la pequea historia de pequeos
pueblos de Colchagua, Santiago de Chile, ril editores, 2002, pp. 255-257.
5
Ibd., p. 260.
6
Ibd., p. 9.
4
217
MAPOCHO
La crisis triguera de los aos 30, junto al cierre de las minas de salitre en el
Norte Grande, provoc la primera gran crisis de este marco secular: miles de
familias campesinas con sus numerosos hijos emigraron desde la costa hacia
el interior de Colchagua, buscando trabajo y mejores condiciones de vida, a
la vez que cientos de mineros volvan para desarrollar una nueva actividad
laboral. El resultado de todo esto fue, por una parte, la desvalorizacin de la
tierra en la costa, donde grandes fundos comenzaron a quedar despoblados
y sin destino productivo lucrativo, con su consiguiente venta y loteo a precios
irrisorios; por otra, el enriquecimiento de los dueos de la tierra del valle
interior, quienes aumentaron su poder social mediante la concesin de tierras
o trabajo. En este punto fue muy importante el ascenso de la produccin
vitivincola del valle interior, actividad que, al necesitar una numerosa mano
de obra, contribuy a absorber a esta masa de poblacin en movimiento, a
la vez de dar un nuevo sustento econmico al conjunto productivo. De esta
manera el vino se convirti en el producto ms lucrativo y gradualmente
en el de mayor volumen producido, siendo Santiago su principal mercado.
Otra actividad importante durante este perodo fue la ganadera. Esta,
desde el siglo xvii era una de las actividades que generaba mayores recursos
para la regin. A comienzos del siglo xx el ganado, principalmente bovino y
ovino, transitaba por las haciendas de la costa y las dehesas del valle interior.
Adems, se daba un interesante movimiento comercial de cabezas de ganado desde la costa hacia el interior (oeste-este), el cual llevaba a los animales
principalmente a San Fernando e, incluso, al rea andina. Esta situacin se
mantuvo durante toda esta etapa. Sin embargo, el principal mercado a abastecer era el de Santiago, donde se llevaban los animales vivos a pastar en El
Llano del Maipo, en la actual comuna de La Florida, para que recuperaran
el peso perdido en el viaje7 y, as, ser posteriormente faenados. Un dato interesante es que en Santiago, principal mercado para las carnes de Colchagua,
los interiores eran apreciados sobremanera, algo que no suceda en el campo,
donde eran quemados o echados al mar8. Tambin en este perodo hubo una
gran produccin de lana de oveja en la costa de Colchagua.
Tambin existieron producciones menores a comienzos del siglo xx, como
las de algunas minas de oro y plata poco significativas en los cerros de Lo
Moscoso actual comuna de Placilla. Ms importancia tuvo el comercio
de la sal, la cual se produca en lugares costeros como Boyeruca, Bucalemu y
Chuil, y se venda en todos los pueblos y ciudades del interior, incluyendo
Santiago. Tambin en la Cordillera de la Costa era producido el aguardiente
y lo sigue siendo para elaborar licores compuestos con frutas, semillas o
7
Carlos Valenzuela Sols de Ovando, Historia de Colchagua, Santiago de Chile,
Editorial Andjar, 1998, p. 337.
8
Ibd., p. 337.
218
HUMANIDADES
219
MAPOCHO
12
Ibd., p. 410.
Cardemil, Gaspar, presbtero. Correspondencia especial, Diciembre de
1908, en Carlos Valenzuela Sols de Ovando, op. cit., p. 411.
14
Peridico El Progreso, 19 de octubre de 1913, en: Edgardo Cabello Branott,
De Rapel a Topocalma: la pequea historia de pequeos pueblos de Colchagua, Santiago de
Chile, ril editores, 2002, p. 318.
15
Carlos Valenzuela Sols de Ovando, op. cit., p. 378.
13
220
HUMANIDADES
Por otra parte, las Termas del Flaco, ubicadas desde San Fernando hacia
el interior de la Cordillera de los Andes 80 kilmetros aproximadamente, con sus aguas termales reconstituyentes de la salud se transformaron
en un foco de atraccin para la poblacin local, generndose as un primer
turismo rural.
Pese a los cambios econmicos referidos en torno a la dcada del 30, la
estructura productiva se mantendr sin grandes sobresaltos hasta la dcada
de los 60.
2. Experimental
En esta etapa del desarrollo econmico de Colchagua se advierten cambios
en la estructura productiva agrcola, debidos a la aplicacin de programas de
desarrollo estatales por parte de los gobiernos centrales. La regin no haba
tenido mayores inversiones privadas ni pblicas que ayudaran a estimular la
produccin local, salvo algunas obras de regado y el ferrocarril San FernandoPichilemu, situacin desbalanceada respecto de otras regiones del pas, las que
a esas alturas, desde la Independencia haban recibido enormes sumas para
su desarrollo econmico16. Esta falta de polticas pblicas se deba a mltiples
factores, entre los cuales destacamos la nula e incluso obstruccionista posicin
de los grandes hacendados que no invertan ni dejaban invertir clsico es
el conflicto suscitado por la apertura del ferrocarril, algo resistido por los
terratenientes al modelo de desarrollo econmico nacional isi (Industrializacin por Sustitucin de Importaciones) incorporado desde la dcada de
los 30 y que tenda a la industrializacin nacional. Algo que Colchagua no
proyectaba en su futuro, ni inmediato ni lejano, debido a su manifiesta e
histrica vocacin agrcola con toda la estructura adecuada y asociada al
respecto, adems de su falta de riquezas minerales significativas que permitieran un enriquecimiento rpido y, por tanto, un incentivo de inversin
para los capitales privados. En los 50 se hicieron exploraciones en la costa
cercana a Matanzas en la bsqueda de petrleo y carbn mineral. En 1971,
se realiz un pozo llamado San Enrique en las cercanas de Matanzas, de
232 metros de profundidad, con la idea de encontrar petrleo, lo cual nunca
ocurri. De esta manera, la zona permaneci como un reducto econmico,
pero, a la vez, social y cultural, frente a los cambios llevados a cabo en el pas
por los gobiernos radicales.
Pese a ello, existieron algunos cambios, como el curioso impacto que provoc la llegada de la refrigeracin artificial, la que disminuy drsticamente
16
221
MAPOCHO
17
222
HUMANIDADES
3. Neoliberal
La etapa denominada neoliberal comprende el perodo del gobierno militar
de Augusto Pinochet, que va desde la implantacin de dicho modelo en 1975
hasta el da de hoy (2015). Durante este tiempo, se tomaron medidas que
conllevaron una verdadera revolucin productiva, no tan solo de Colchagua, sino de todo Chile. El modelo econmico impulsado por los Chicago
Boys y adoptado por Pinochet consisti en potenciar al pas como productor
y exportador de materias primas en aquellas reas con las que contara de
mayores ventajas comparativas. De esta manera, la empresa privada sera la
protagonista del quehacer econmico, mientras que la estructura bancaria
nacional e internacional mantendra el crdito del sistema. En la apertura
al mundo exterior, la eficiencia, marketing, calidad y volumen, seran los
incentivos del xito econmico. El Estado sera garante de las reglas del
juego de la libre competencia.
As, se impona un modelo basado en conceptos relativamente ajenos al
quehacer econmico colchagino tradicional. De esta manera, tanto las ltimas
haciendas como las pequeas propiedades agrcolas campesinas tendieron a
debilitarse y desaparecer, mientras que los ms eficientes parceleros tomaron
la delantera en la produccin de riqueza. La fruticultura y la vitivinicultura,
junto a la produccin masiva de frutos que dura un determinado nmero
de temporadas y muchas veces son extraos al lugar, como los kiwis o arndanos, se constituyeron en las nuevas bases productivas, dejando de lado al
trigo, las legumbres y las hortalizas. Grandes capitales nacionales y extranjeros compraron tierras a bajo costo para industrializar la actividad agrcola
mediante la construccin de enormes frigorficos o packings en los cuales la
agricultura se tecnific con estndares productivos industriales e internacionales. De esta manera, la unidad econmica, social y cultural dejaba de ser
la hacienda para tomar la forma de agroindustria. As, la riqueza pas de
manos de la antigua oligarqua terrateniente a las grandes sociedades annimas
dedicadas totalmente, o en parte, a la produccin agrcola aunque muchas
de las antiguas familias oligrquicas de Colchagua siguen participando de su
riqueza mediante la propiedad de parte de las sociedades de acciones; as,
la antigua elite reconvirti su riqueza, pasando esta de la tierra al mercado
de capitales. En este contexto, adems, adquiri especial importancia la
produccin de cereales lucrativos como el maz semillero, el cual, gracias a
las nuevas tcnicas de ingeniera gentica y de riego, es un producto ms fcil
de producir y con rendimientos ptimos. De esta manera, la potencialidad
productiva de la zona aument enormemente, exportndose vino reconocido en el mundo muchas veces como el mejor a diferentes y alejados
mercados del mundo, como China o Rusia. Lo mismo ocurri respecto de
las frutas de exportacin, cuyos destinos estn en los cinco continentes. As,
223
MAPOCHO
18
224
HUMANIDADES
21
Gabriel Juan de la Cruz Del Campo Zaldvar, Deforestacin y fragmentacin del
bosque templado de la pre cordillera andina. Provincias de Cachapoal y Colchagua, Regin del
Libertador Bernardo OHiggins. Tesis para optar al grado de licenciado en Geografa,
Pontificia Universidad Catlica de Chile, Santiago de Chile, 2000, p. 101.
22
Yasna del Carmen Contreras Gatica, op. cit., pp. 107-109.
23
Ibd., p. 60.
225
MAPOCHO
24
25
226
HUMANIDADES
la captura de un lin en La Polcura26, sector de la Cordillera de la Costa, referencia a un puma, animal que ya ni siquiera se encuentra en la Cordillera
de los Andes de la Sexta regin.
Comportamiento demogrfico
Desde el punto demogrfico, la regin de Colchagua ha tenido algunos
cambios significativos a lo largo del siglo xx. A principios de ese siglo, las
ciudades, desde el punto de vista volumtrico, eran casi inexistentes. Hacia
1904, la comuna de San Fernando contaba apenas con una poblacin de
7.982 habitantes, mientras que hoy supera los 80.000 habitantes27. Pese a
ello, el crecimiento de la poblacin se ha comportado, en promedio, con un
crecimiento vegetativo en torno al 1,9%, menor al 2,1% nacional. Adems,
es necesario acotar que Colchagua ha crecido, mayoritariamente por ser
una zona de emigraciones por sobre las inmigraciones. Pese a la llegada
de poblacin en la dcada de los 30 debido a la crisis del trigo y del salitre
desde el sector costero como encontramos en la noticia del 21 de agosto
de 1914 que registra que en Matanzas llegaron cerca de 50 obreros cesantes
desde el norte salitrero, o a travs de nombres de lugares que fueron dados
tras la Guerra del Pacfico o durante la inmigracin salitrera, como el cerro
Lima en Chpica, o los sectores de Arica y Tacna en Placilla, entre
otras, a lo largo de toda su historia la zona ha perdido poblacin debido,
fundamentalmente, a su cercana con Santiago y, por tanto, a la atraccin
que ejerce la capital en su abundancia de servicios y trabajos, en comparacin
a las carencias locales, impidiendo un asentamiento mayor de su poblacin
originaria. As, se ha constituido como parte del acervo cultural de Colchagua
el hecho de que algn miembro familiar tenga que emigrar afuera lase
Santiago, Rancagua, Curic, Talca, Valparaso, Via del Mar por motivos
laborales o de estudios.
Por otra parte, cabe destacar que se ha vivido de manera importante,
desde la dcada de los 90, una masiva urbanizacin y emigracin a centros
urbanos locales San Fernando, Nancagua, Santa Cruz, Pichilemu, lo cual
se debe a diversos factores, entre los que destacan el resultado de la erosin,
que es el empobrecimiento del campesino, y su posterior emigracin campociudad producto de la erosin, lo cual genera una espiral de pobreza28, la
creciente demanda de servicios por parte de la poblacin local, que se traduce
en un acceso fcil a travs de las redes urbanas. Esto ha causado, adems, un
26
227
MAPOCHO
29
228
HUMANIDADES
Por otra parte, a partir de los 60 y progresivamente hasta los 90, la construccin de viviendas sociales por parte del Estado fue un nuevo factor de
crecimiento urbano. San Fernando y Santa Cruz vivieron los procesos ms
significativos. Pese a ello, ninguna de estas ciudades ha llegado a constituirse
en una ciudad grande, por lo menos similar a Rancagua. Este fenmeno
se explica en parte debido al mayor aislamiento relativo de los pueblos que
conforman Colchagua lo que dificult y dificulta la afluencia de poblacin
hacia estos centros urbanos, a la emigracin de la poblacin con mayores
recursos hacia las afueras de las ciudades en el modelo de los condominios, y
a la bsqueda, por parte de la clase media o alta local o fornea santiaguina,
principalmente, de terrenos adecuados para vivir en el campo. A esto se
suma la evidente asimetra econmica de Rancagua debida al mineral de El
Teniente, lo cual ha provocado una desigualdad en la conformacin y concentracin urbana de la ciudad por sobre el resto de las aglomeraciones urbanas.
A comienzos del siglo xx toda obra de infraestructura estaba asociada
al ferrocarril. Gracias a ste, se construyeron puentes, pasos sobre nivel y
tneles. Chile ya contaba desde 1851 con ferrocarriles, siendo el primero el
que se desplazaba desde Copiap a Caldera. La Red Sur de ferrocarriles
naci por pedido de los agricultores del sur que se quedaron en desventaja
respecto de sus homnimos de Aconcagua, ya que estos s contaban con este
medio de transporte para llevar sus productos al principal mercado del valle
central: Santiago31. El ramal San Fernando-Pichilemu se fue conformando
por etapas: en 1862 el ferrocarril lleg hasta San Fernando. A Palmilla lleg
en 1872. Despus se construy la Estacin Paniahue, la cual reciba a la
gente de Santa Cruz, ya que la lnea frrea no pasaba por Santa Cruz. Por lo
mismo, se construy una trocha angosta desde la plaza de Santa Cruz hasta
la estacin Paniahue, atendida por tres carros de sangre o tirados por
caballos32. En 1899, el ramal a la costa lleg a Alcones. Desde Alcones hasta
Pichilemu se construyeron dos tneles, El rbol y El Quillay, llegndose
a Pichilemu en 192633. De esta manera, la construccin del ramal demor
la enorme cantidad de tiempo de 53 aos (1872-1925)34. El corresponsal de
El Mercurio de Santiago que particip en el primer viaje en ferrocarril desde
San Fernando a Pichilemu aseguraba que desde hoy mismo se hace notar
la necesidad de agregar al tren nmero 37 un carro sobornalero y habilitar
un tren de carga una vez, por lo menos, a la semana que incrementar considerablemente el comercio del puerto35.
31
33
34
35
32
229
MAPOCHO
A comienzos del siglo xx la red de caminos, sin contar las lneas frreas, era
prcticamente la misma que en la poca colonial: el camino del Centro, el
camino de La Frontera y el camino de la Costa. Este ltimo fue muy importante para estimular la actividad cerealstica, en detrimento de la ganadera36. Por
tanto, el desarrollo de la infraestructura vial haba sido ms bien escaso durante
ms de 150 aos. Este extrao fenmeno ya que el valle de Colchagua no se
encuentra a ms de 142 kilmetros de Santiago se debi al excesivo celo por
parte de los terratenientes de la zona de mantener los equilibrios de poder y
los mercados, adems de restringir el acceso del Estado y su accin coactiva e
impositiva. Existi as un choque entre los afanes por construir caminos pblicos,
adecuados para la extraccin de recursos y modernos, por parte del Estado, y la
resistencia a ello por parte de los hacendados colchaginos a travs de acciones
obstructivas como cortes de agua o su desvo, cortes de caminos, peajes, etc.
Era una lucha por el poder local, en la cual los hacendados se comportaron
como verdaderos anarquistas. A todo esto se sumaba la pobreza. En contraste, colaborativa fue la actitud de los pequeos y medianos propietarios con la
construccin de caminos37. Recin en la dcada de los 50 comenz la apertura
de un camino pavimentado, la ruta i-50, que contaba con un puente sobre el
ro Tinguiririca, el segundo tras el de ferrocarriles38. Poco a poco, el transporte
caminero y de buses comenz a ser competencia con el ferrocarril, hasta su desplazamiento definitivo en la dcada de los 80, cuando los ltimos ferrocarriles
surcaron las tierras de Colchagua. Esta disputa tambin se debi, en parte, a
que los nuevos caminos estaban ms cerca de los poblados que la lnea frrea. A
partir de esta poca tambin las carreteras se convirtieron en el principal factor
de urbanismo, por sobre las lneas frreas39. Desde los 90 se vivi una verdadera
revolucin vial. Se procedi a asfaltar y pavimentar todos los caminos de mayor
importancia y, luego, los secundarios por todos los rincones de Colchagua.
Pueblos como Paredones, Ciruelos, Bucalemu, Pichilemu, Litueche, Peralillo,
Lolol o Chpica, sin nombrar localidades incluso ms aisladas, contaron desde
entonces con vas rpidas y expeditas que no se hacan intransitables durante
el invierno. De esta manera, se revolucionaron los tiempos de viaje y, por ende,
el acceso abundante a los servicios.
Otro aspecto importante es lo que se ha vivido en materia de telecomunicaciones. En 1883 se estableci el primer servicio telefnico entre San
36
230
HUMANIDADES
40
231
MAPOCHO
que soportar. En Valparaso cuesta 4 centavos, como mnimum, el transportar un quintal de harina o de trigo desde la bodega hasta a bordo
del buque ($1 peso la tonelada). Construida la drsena en Pichilemu y
atracados los buques a los muelles podra hacerse la misma operacin por,
a lo ms, 1 centavo por quintal Calclese ahora cunto ahorrarn en
gastos de todo gnero y cunto aumentar el valor de las dos provincias
construido que sea el puerto de Pichilemu44.
Sumado a lo anterior, hubo una discusin acerca de si el ferrocarril deba
llegar a Pichilemu o a Matanzas, ya que este ltimo lugar era y es el ms
apto para un puerto45. Incluso en 1872 se estableci un muelle en el puerto
de Matanzas, y aduanas en Matanzas y Rapel46. Pese a todo lo anterior, solo
en 1887 se construy finalmente un muelle en Pichilemu47. Desafortunadamente, en 1891, durante la Guerra Civil chilena, el muelle fue destruido
para que no cayera en manos de las fuerzas revolucionarias. Por otra parte,
el muelle de Matanzas tambin vivi la destruccin hacia los aos 30 debido
a la crisis econmica producto del salitre y la Primera Guerra Mundial, la
construccin del Canal de Panam, el progresivo mejoramiento de caminos, y
el ferrocarril, lo que potenci a otros puertos, como Constitucin. Matanzas,
as, desapareci finalmente entre 1932 y 194048.
Circulacin de bienes y servicios
La circulacin de bienes y servicios en Colchagua ha ido aumentando constantemente. A medida que transcurri el siglo xx y se desarroll el paso de
una economa autrquica a una interdependiente e integrada en el circuito
nacional e internacional, el comercio fue adquiriendo una importancia fundamental en la economa regional, siendo la segunda entrada de ingresos,
tras la agricultura.
A comienzos del siglo xx, la situacin, sin embargo, era muy diferente.
Los pocos bienes y servicios que circulaban en la poca eran los productos
agrcolas y ganaderos trigo, charqui, sal, cebo, legumbres, hortalizas, vacu-
44
Agustn Ross Edwards, Carta de Agustn Ross Edwards a Revista de Marina del
31 de mayo de 1887, en: Carlos Valenzuela Sols de Ovando, op. cit., pp. 231-232.
45
Peridico El Progreso de Matanzas, 23 de febrero de 1913, en: Edgardo Cabello Branott, De Rapel a Topocalma: la pequea historia de pequeos pueblos de Colchagua,
Santiago de Chile, ril editores, 2002.
46
Carlos Valenzuela Sols de Ovando, op. cit., p. 242.
47
Ibd., p. 410.
48
Edgardo Cabello Branott, op. cit., pp. 325 y 330-331.
232
HUMANIDADES
49
51
52
53
50
233
MAPOCHO
54
234
HUMANIDADES
55
Ibd., p. 165.
Juan Cceres Muoz, op. cit., p. 19.
57
Ibd., p. 23.
56
235
MAPOCHO
58
60
61
62
59
236
HUMANIDADES
237
MAPOCHO
ya que ellos fueron parte integrante del golpe de fuerza. De esta manera,
pese a no vivir en una libertad democrtica y de tener una pretendida actividad refundacional de la cultura chilena, la Junta Militar no advirti que,
tanto en Colchagua como en el resto del pas, las medidas econmicas que
estaban adoptando iban en su propio detrimento poltico al sentar las bases
de la libertad de opinin embrionaria en la libertad del comercio y el
consumo y de una reestructuracin social basada en el modelo capitalista
anglosajn, el cual se aplic a rajatabla.
En la actualidad, y con la vuelta de la democracia, el progresismo poltico se impuso holgadamente en Colchagua. Las masas campesinas se han
transformado en corrientes de opinin pensantes polticamente, y aunque
no se caracterizan por tener la vitalidad participativa de otras latitudes, s se
manifiestan por cambios sociales urgentes. La estructura social en Colchagua es asimtrica, siendo los ms ricos personas extraas al valle e incluso
al pas. El campesinado se tecnific y proletariz en el nuevo mundo de la
agroindustria, quedando solo algunos como propietarios de sus propios campos, muchos de los cuales sobreviven gracias a los programas de desarrollo
agropecuario provenientes del Estado a travs de organismos como indap,
corfo, sag o conaf63. El resultado ms significativo de todo lo anterior es que
las formas de vida tambin cambiaron. La mayor parte de los colchaginos
hoy viven en zonas consideradas urbanas; el acceso a la radio, la televisin,
el internet, el cable, la telefona celular, etc., han integrado a la poblacin
en el devenir cultural predominante transmitido por los mass media, tendiendo de esta manera a una homogeneizacin cultural en la lnea de la
globalizacin. En consecuencia, la estructura tradicional cultural y social se
mantiene parcialmente en la familia campesina, las comunidades rurales y,
curiosamente, en los fetichismos simblicos de origen colonial, que destacan
implcitamente las cadenas que se quisieron cortar: el clasismo, el racismo, la
fuerza bruta, el dinero, etc.64. Por otro lado, las particularidades culturales se
han ido perdiendo por un deficiente actuar de los sucesivos gobiernos en el
rescate patrimonial de Colchagua. Solo como muestra, la poltica frente a los
terremotos antes del de 2010, era botar toda casa o construccin con daos,
algo que, felizmente, cambi con el ltimo evento ssmico. Es de esperar
63
Respectivamente Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario, Corporacin de Fomento a la Produccin, Servicio Agrcola y Ganadero y Corporacin Nacional Forestal.
64
Esto destaca, por ejemplo, en los clubes de rodeo. Smbolos de poder nuevos
reivindican antiguas usanzas de poder: la camioneta, por ejemplo, reemplaza al caballo, y sus comodidades, el antiguo servicio. La ropa de marca, y su limpieza, la antigua
distincin de la ropa de huaso. En las mujeres, como en todo Chile, se tien el pelo de
color claro para parecer ms rubias, ms limpias, ms blancas, ms puras, ms ricas.
238
HUMANIDADES
239
MAPOCHO
240
HUMANIDADES
ANEXOS
Anexo 1: Plano del Mar y su Costa que abrasa este Partido de Colchagua dividida en
cuatro diputaciones 1745-1796 (memoriachilena.cl Biblioteca Nacional de Chile).
65
Enrique Espinoza, Jeografa descriptiva de la Repblica de Chile: arreglada segn
las ltimas divisiones administrativas, las ms recientes esploraciones i en conformidad al censo jeneral de la Repblica levantado el 28 de noviembre de 1895, cuarta edicin, Santiago
de Chile, Imprenta i Encuadernacin Barcelona, 1897. Memoria Chilena.
241
MAPOCHO
Haciendas
Propietarios
Contribucin anual
(en pesos)
Colchagua
F. Errzuriz.
2.340
Chimbarongo
Convento de la Merced
2.160
Cunaco
C. Valds.
1.314
Cunaco
C. Pereira
819
San Gregorio
M. Valds V.
855
Callenque
Seoras Ossa
1.485
Irene Cuevas
1.215
Almahue
Seoras Ossa
2.340
Taguatagua
J. Errzuriz.
1.651
Requinoa
Seores Gallo.
1.800
Guaico Alto
F. Lazcano.
1.800
Nilahue
Seor Balmaceda.
486
Nilahue y Quesera
J.J. Eguiguren.
355
Lolol y Huaico
M. Valenzuela C.
702
Cullinhue
M. Valenzuela C.
450
Huiguerillas
M. Valenzuela C.
396
66
242
HUMANIDADES
67
68
243
MAPOCHO
Bibliografa
Amesti, Luis, Introduccin a la historia de Colchagua, Revista de la Sociedad
Chilena de Historia y Geografa, 1924.
Cabello Branott, Edgardo, De Rapel a Topocalma: la pequea historia de pequeos
pueblos de Colchagua, Santiago de Chile, ril editores, 2002.
Cceres Muoz, Juan, Poder rural y estructura social, Colchagua: 1760-1860. La
construccin del Estado y la ciudadana desde la regin, Valparaso, Instituto
de Historia, Pontificia Universidad Catlica de Valparaso, 2007.
Departamento de Investigaciones Cientficas y Tecnolgicas (dycit), La
despoblacin de las ciudades de Arriba y la formacin de la lite ganadera de Colchagua, Contribuciones Cientficas y Tecnolgicas, N 116,
Universidad de Santiago de Chile, 1997, 109-123.
Guarda, Gabriel, o.s.b., Arquitectura Tradicional, Santiago, Ed. Universitaria,
1988.
Instituto Nacional de Estadsticas (ine), Censo 1907, ine, Santiago de Chile,
1907.
Instituto Nacional de Estadsticas (ine), Censo 1930, ine, Santiago de Chile,
1930.
Instituto Nacional de Estadsticas (ine), Censo 1952, ine, Santiago de Chile,
1952.
Instituto Nacional de Estadsticas (ine), Censo 1970, ine, Santiago de Chile,
1970.
Instituto Nacional de Estadsticas (ine), Censo 1992, ine, Santiago de Chile,
1992.
Instituto Nacional de Estadsticas (ine), Censo 2002, ine, Santiago de Chile,
2002.
Instituto Nacional de Estadsticas (ine), iv Censo Nacional Agropecuario: ao agrcola 1964-1965, Direccin de Estadstica y Censos, Santiago, 1966-1970.
Len Vargas, Vctor, En nuestra tierra huasa de Colchagua: Energa y Motores,
San Fernando, Ediciones Museo de Colchagua, 1996.
Mella Polanco, Juan Marcelo, Historia urbana de Pichilemu, Santiago de Chile,
Editorial Bogavantes, 1996.
Ministerio de Obras Pblicas, Ferrocarriles de Chile: historia y organizacin,
Santiago de Chile, Editorial Rumbo, 1943.
Neiman, Fernando, San Fernando: 250 aos. Ciudad de nobles tradiciones 17421992. Disponible en Biblioteca Nacional de Chile, Seccin Chilena(11m;
240-122).
Snchez A., Rafael, La evolucin de la va frrea y su influencia en la morfologa de
los poblados de las provincias de OHiggins y Colchagua entre los aos 1859 y
1970. Tesis para optar al grado de licenciado en Geografa, Pontificia
Universidad Catlica de Chile, Santiago, 2004.
244
HUMANIDADES
245
Introduccin
La presencia de la cultura italiana en Chile, en la primera mitad del siglo
xx, es novelada en la triloga Historia de una absolucin familiar1 de Germn
Marn, principalmente, mediante la historia de la familia Sessa, a travs de
una serie de antecedentes histricos y culturales, vinculados con el perfil de
los personajes y el desarrollo de la trama, en un entrelazamiento entre los
planos de la realidad y la ficcin.
En relacin con ello, este artculo mostrar cmo la obra de Germn Marn
realiza un trazado histrico-ficticio de la cultura de los inmigrantes italianos
localizados en la ciudad de Santiago, fundamentalmente.
Desde el punto de vista histrico, Silvia Mezzano en el captulo La inmigracin italiana en Chile de su libro Chile e Italia. Un siglo de relaciones
bilaterales 1861-1961 (1994), postula un acercamiento a la cultura italiana en
Chile, a partir de 1541, cuando Pascual Genovese y Juan Zurbano proclaman
a Pedro de Valdivia Gobernador de Chile. No obstante, Mezzano seala que,
particularmente, los genoveses son los encargados de asentar la cultura italiana
en territorio chileno como pilotos o navegantes. Leemos:
Juan Ambrosio Justiniano, en 1543 a bordo de la nave Santiaguillo, y Juan
Bautista Pastene en 1544 en el barco San Pedro. Pastene ostent una gran
actuacin en misiones que se le encomendaron en el mar. Muy luego consigui
una encomienda y cargos polticos como Regidor del Cabildo de Santiago y
Alcalde. Su descendencia se radic en Chile y por sus mritos ostentaron, igual
que su padre, altos cargos dentro de la administracin espaola (1994: 87).
247
MAPOCHO
Aqu, la autora coincide con la investigadora Valeria Maino, quien plantea que la llegada de los italianos debe estudiarse desde el comienzo con el
arribo de Pastene. As mismo, Mezzano destaca el antecedente de matrcula
extranjera en 180 inmigrantes, mandado por el Gobernador espaol Garca
Carrasco, para controlar su desplazamiento posiblemente subversivo en poca
independentista. En aquel documento se encontraron 19 italianos, la mayora
instalados en Santiago y la mayor parte de religin catlica, con oficio de
comerciantes y artesanos y de origen genovs (1994: 88).
Ms adelante, Mezzano agrega que el 15 de octubre de 1895, bajo el gobierno de Jorge Montt, se dict un nuevo Reglamento de Inmigracin de la
Inspectora General de la Colonizacin y los inmigrantes industriales de la
Sociedad de Fomento Fabril, esta ltima permiti la entrada al pas de 1.556
extranjeros financiados por la empresa privada y 4.789 a cargo del Estado
entre 1896 y 1902.
En relacin con lo anterior, Mezzano postula que los europeos recurrieron
a diferentes migraciones a causa de un gran crecimiento demogrfico y a la
revolucin industrial, lo cual disminuy la mano de obra en sus pases de
origen. As:
El esfuerzo de los europeos por trascender de la precariedad de sus vidas como colonos a la agricultura, como comercio e industria. Muchos
europeos se enriquecieron por su sistema frugal de vida, economizando.
Trabajando con las manos y aplicando un sistema tico de vida, que era
consumir menos de lo que se produca, vendiendo el excedente en el
mercado, transformando su comercio artesanal en industria (pp. 91-92).
Especficamente, en el caso del pueblo italiano, este es definido por la
estudiosa como perceptivo, agudo, y la cultura de siglos de que son portadores (descendientes de un antiguo imperio) los hace permeables a los
cambios, siendo posible que se compenetren con los medios sociales en los
cuales viven, transformndose y mimetizndose con la cultura del receptor
(p. 93). A consecuencia de lo anterior, entendemos cmo la gran mayora
de los inmigrantes italianos ubicados en territorio urbano chileno fueron
comerciantes e industriales luchadores en la integracin y en el logro de los
objetivos econmicos, implicando un conjunto de riesgos que exigen una
peculiar fisonoma psicolgica que est ms all del solo deseo de triunfar
(Estrada, 1996b: 172). Por su parte, Baldomero Estrada en su artculo La
presencia extranjera en la industria chilena: inmigracin y empresariado
italiano 1930-1950 (1996), afirma que, si bien es cierto, tradicionalmente la
presencia de los inmigrantes italianos en la economa chilena est vinculada
a la actividad comercial, tambin hay una participacin en la industria, en el
248
HUMANIDADES
249
MAPOCHO
Ante esto, la familia Sessa, compuesta por Micaela y Angelo y sus tres
hijos: Elvira, Lina y Alfonso, viaja a Chile y se ubica en Santiago, ciudad que
rechazan desde su llegada, en tanto el Chile que estaban conociendo distaba
de ser la copia feliz del edn (1994: 61).
En Chile, la familia Sessa, al igual que sus parientes en el pas, se dedica al
comercio, conviviendo diariamente con la cultura chilena a travs del mesn
del almacn La Paloma, un emporio propiedad del italiano Lucio Badalucco,
donde trabajar por la comida y el techo durante dos aos. El almacn
pasar luego a manos de ellos por una cantidad pagada durante seis aos,
mensualmente. Aqu, en la obra, hay un primer acercamiento a la cultura
italiana, en tanto los acuerdos entre italianos son realizados por va oral, sin
escritura, donde lo valioso es el compromiso verbal de las partes, pues es la
caracterstica de esa clase de acuerdo econmico, comn entre los italianos
(1994: 60). En cambio, los italianos desconfan de la gente chilena dividindola
en rotos y en ricos debido a lo cual, como se les reseaba, el lugar social de
ellos no estara dentro de los primeros. Exista un motivo a priori: la sangre
extranjera (1994: 40). Para la familia Sessa, los primeros son descendientes
de la raza mestiza mezclados con el paisaje y con ellos prefieren mantener
distancia. Por ende, la familia Sessa no dispona, aparte de los escasos parientes de entonces, de otras relaciones que pudieran ayudarle a conseguir
algo (1994: 219). Los segundos, en cambio, son los chilenos imitadores de
Europa con los cuales se sienten identificados, y esperan ocupar un lugar
en esa clase social en la medida que el esfuerzo del trabajo diario desde
las siete de la maana hasta las once de la noche, en el almacn La Paloma,
descansando solo el da domingo en la tarde les proporcione las garantas
necesarias para hacerlo.
Las bases culturales de los inmigrantes italianos en la obra
Por lo anterior, nos parece que los ejes fundamentales de la cultura italiana en
la obra mariniana son: la familia, Dios y la ley, enunciados por doa Micaela, en
tanto para los italianos ms all de la familia no haba nada, excepto Dios y la
Ley (1994: 249). El primer trmino est vinculado a la nocin de concordia
ligada a las nociones de trabajo, comida y dinero; el segundo, asociado al
catolicismo y conservadurismo; y el tercero, unido al fascismo y al sacrificio.
En primer lugar, la familia, a cargo de doa Micaela en los Sessa y de doa
Marcia en los Brignardello, es la institucin protectora de las tradiciones,
conserva las ideas y los valores en crisis percibidos en la cultura chilena, pues
es la expresin del hogar cerrado, la celosa posesin de la felicidad, donde
cada miembro deba aportar una cuota de sudor (1994: 249). Con respecto
a esto, Hctor Maldini, en su libro Contando Italia desde Chile (2004), seala:
250
HUMANIDADES
251
MAPOCHO
252
HUMANIDADES
De este modo, hay una relacin entre trabajo, comida y dinero. En primer
trmino, el trabajo arduo de las familias italianas se expresa en un ambiente
tenso, ligado a la idea de un porvenir opulento postergado: En los Sessa era
comn encontrar algn malestar pendiente que envenenara el aire (1997:
108). A lo anterior, se agrega un espritu ahorrativo, sobre todo, de doa
Micaela, para quien era una obligacin ganarse el pan de cada da (1994:
218). En el contexto histrico, Estrada advierte en las primeras generaciones de los inmigrantes italianos una actitud conservadora en el modo de
manejar y operar las industrias. Las generaciones posteriores sern las que
incursionarn ms agresivamente como empresarios, incorporando mayor
capital e introduciendo mejor tecnologa a fin de desarrollar y modernizar
sus empresas (1996a: 227). Aqu, cobra gran importancia un episodio de
Crculo vicioso, donde se narra el traspaso simblico, de una generacin a
otra, ligado a expectativas, responsabilidad social y econmica de la familia,
cuando Angelo, cansado y viejo, le entrega su cotona ocupada en el almacn
La Paloma a su hijo Alfonso. Leemos:
Era la vieja prenda que haba usado todos esos aos en el trabajo, sin
dejar un solo da de ponrsela, blancuzca ya, deshilachada en los bordes
del cuello, incapaz de entender que, a travs del ciego camino de las
perseverancia, resignado a echar el lomo por unos pobres centavos/unas
chauchas, nunca se llegara a nada [] Alfonso haba llegado a la conclusin, despus de aceptar aquella cotona, que, si en verdad el propsito era
prosperar, deba pegar un salto por sobre el mostrador y salir a la calle a
buscar plata. No vea otra solucin ms que esta (1994: 183).
Alfonso, representante de la segunda generacin de inmigrantes italianos de la familia Sessa en Chile, cumple un rol fundamental en el ascenso
econmico-social del grupo cuando decide hacerse cargo del almacn e ir
personalmente, con un carro de mano, a la Vega Central, levantndose a las
cuatro de la maana, para abastecer el negocio familiar y el de otros pequeos
emporios del barrio. Desde aqu, Alfonso pasa de ser un joven a un hombre
trabajador, quien desde bambinello era el ms chileno de todos (1994: 249).
l logra cierta integracin cultural y econmica con la cultura chilena, lo cual
le permite a la familia romper su aislamiento y ascender, pues Alfonso no
tema al contrario de su familia aproximarse a los vecinos (1994: 112). As,
Alfonso inicia una interaccin directa con los chilenos, comprando y pagando
diversos productos, a tal grado de modificar su lenguaje, coincidiendo con
lo sealado por los historiadores: Los italianismos pertenecen especialmente al dominio industrial-comercial, se desprende que las interacciones
donde los habitantes emplean esos extranjerismos son de tipo transaccional
253
MAPOCHO
(Bobadilla y Soriani, 1983: 89). Principalmente, las razones por las cuales
Alfonso se hace cargo del almacn cuando es adolescente consisten en concretar el objetivo colectivo de la familia, la cual estaba obligada a levantar
cabeza, pero resultaba necesario variar la rutina diaria detrs del mostrador,
pues como quedaba claro a esa altura, la paciencia no era suficiente (1994:
183). Adems, la iniciativa de Alfonso de estar a cargo del negocio familiar
La Paloma, segn las notas de Venzano Torres, evidencia la lgica patriarcal
y jerrquica en las familias inmigrantes italianas, en cuanto el hijo varn es
el responsable del negocio:
Como era comn en las familias italianas de origen campesino, el varn
estaba destinado en ellas a tener el rol ms importante que los descendientes del otro sexo. Era una desigualdad de hecho, explicitada en esa
sociedad pobre, como lo demuestra que ste fuera por lo general el nico
heredero del patrimonio. Las mujeres al casarse pasaban a depender de
la proteccin del marido. En el caso de los Sessa, como se observar, la
norma no dej de aplicarse (1994: 211).
Estrada confirma el carcter selectivo propio de las colectividades extranjeras en los negocios, en tanto se trata de grupos masculinos jvenes
que en su decisin de migrar presentan particularidades sicolgicas que lo
diferencian positivamente del prototipo de la sociedad de origen (1996a:
228). Entonces, Alfonso se apropia del rol asignado culturalmente, y decide
ayudar ms que nadie a sacar adelante el negocio. Incluso, Alfonso llega a
tal punto, por el exceso de trabajo, que deviene caballo: Sus relinchos de
entonces, como deca doa Micaela escuchara en repetidas ocasiones, constituan un grito de plenitud frente al aire virgen de la maana (2005: 325).
Por su parte, en Hdaf, las hijas mujeres se dedicaban en la maana a las
labores del hogar, y en el resto del da colaboraban en el negocio. En cuanto
a esto, Fernando Devoto y Marta Madero, en La historia de la vida privada de
la Argentina (1999), exponen la historia de la inmigracin europea durante
el perodo de 1870-1930, que coincide con la llegada de Angelo y Micaela a
Argentina. As, para la mujer inmigrante
el matrimonio es su estado natural. Pautas de conductas ms severa tradas desde su pas de origen, un control social ms firme por parte de la
comunidad tnica y la escasez de mujeres dentro de estas comunidades
tienden a que la nupcialidad sea altsima entre las inmigrantes, y la edad
muy temprana (pp. 26-27).
254
HUMANIDADES
255
MAPOCHO
las labores diarias implicadas en los negocios familiares. Por esto, la comida
es fundamental para la sobrevivencia econmica de la familia y acta a modo
de recompensa los das domingos por el trabajo efectuado durante la semana.
Leemos: Elvira haba heredado de los Sessa ese celo de cuidar hasta el ltimo
centavo, pero en la comida, hay que reconocer, estos no eran cicateros y les
agradaba la buena mesa (1994: 352). A la inversa, cuando una persona no
trabaja en el negocio familiar es rechazado y excluido, lo que es expresado a
travs de la aseveracin directa y precisa de doa Micaela: Quien no trabaja
no come (1994: 62). Por lo mismo, muchas veces, Elvira es amenazada por
su madre cuando se excluye del trabajo para confeccionar muecas, porque
si continuaba perdiendo el tiempo en esas sandeces la castigara sin comida
(1994: 77). Por lo tanto, todo integrante de la familia tiene la obligacin de
ganarse el pan de cada da mediante un trabajo sacrificado, el cual requiere
un constante ahorro, cuya excepcin son las comidas abundantes y suculentas
celebradas los das domingo en las reuniones familiares. As leemos en Crculo
vicioso De acuerdo a la receta culinaria trada de Italia por mis abuelos, descubierta en un cuaderno de comida de mi madre, este relleno est compuesto
por pulpa de cerdo, carne de vacuno, seso, queso parmesano rallado, cebolla
picada, acelga, huevo, comino, pimienta negra molida, mantequilla y leche
(p. 381): Siempre sobraba en la mesa y deca, coman, coman, que maana
puede faltar (1997: 26).
En tercer trmino, el resultado entre la suma de las nociones de trabajo
y comida es el dinero relacionado con el deseo de los Sessa de llegar a ser
ricos. Por esto, los italianos en la novela, constantemente, tienen una mirada prospectiva. De hecho, muchas de sus conversaciones dominicales giran
en torno al asunto, pues el afn de riqueza de los ascendientes iniciadores
de la genealoga de las familias inmigrantes italianas se propone el mismo
objetivo con otros rostros: En la parentela solo reinaba la idea de dinero, el
famoso denario, si bien apareca siempre sublimado bajo la honrosa virtud
del trabajo (1994: 258).
Sin duda, en este afn de ascenso social y econmico, las mujeres italianas cumplen un rol fundamental, pues ellas no solo son las encargadas del
hogar, sino tambin las responsables de conservar y sostener la memoria
cultural proveniente de Europa, rigiendo a sus familias con pautas estrictas
de comportamiento con el fin de mantener intacto el objetivo primario al
desplazarse hacia Amrica: ser ricos.
Por lo anterior, notamos en la obra mariniana la figura de doa Micaela
en el rol de la mamma italiana, una mujer cuyos rasgos fsicos denotan su
personalidad severa, mujer conservadora, desconfiada, catlica, fuerte, autoritaria y trabajadora, impulsora de un espritu ahorrativo, la cual considera
el denario una virtud moral que seguir a la familia Sessa. En palabras de
Maldini, la mamma es:
256
HUMANIDADES
257
MAPOCHO
razn, desde la mirada del inmigrante italiano, en Chile haca falta proteger
los valores en crisis, incluso bajo el recurso de la violencia, siguiendo aquello
que sealaba el Duce en sus discursos, por lo que el bofetn al hijo maricueca
de los Onfray constitua un ejemplo (Marn, 1997: 30). Ciertamente, hay una
crtica a la familia chilena desde los italianos, quienes cuestionan la escasez
valrica y la poca disciplina chilena.
En segundo lugar, la figura de Dios es vista por los italianos con respeto
y autoridad, vinculada al conservadurismo y la religin catlica. Por esto, en
la familia hay un constante pudor en el mbito sexual, silenciando relaciones clandestinas, y viendo el sexo como un tema tab, vinculado solo a fines
procreativos, de modo que a la blancura de la harina durante el trabajo
sucedera en la noche la blancura de la sbana donde se volcaran en la sana
procreacin (1997: 147).
En cuanto a la religin catlica, esta es profesada firmemente por las
familias italianas, lo cual nos remite a un sistema jerrquico y conservador
en los roles de los gneros y en las normas morales. Micaela es devota de
Santa Rita de Casia, a quien acude cuando hay problemas y enfermedades y
agradece cuando hay abundancia. Por ejemplo, las expresiones exageradas
de Micaela cuando Alfonso est enfermo de tifus, describen su devocin:
Doa Micaela rez la noche entera por la salud de su hijo. Angustiada
frente a la estampa de Santa Rita de Casia trada por ella de Italia. Tena
mucha fe en la figura venerada, llamada por los devotos la abogada de los
imposibles (1994: 111).
En el prrafo anterior nos percatamos que el arraigo cultural de las familias italianas inmigrantes, a pesar del largo desplazamiento geogrfico hacia
Chile, es enftico. De modo tal, los modelos, tradiciones o ideas tradas desde
Italia se expresan en una fuerte valoracin conservadora y enaltecedora del
nacionalismo italiano. Por lo mismo, en la triloga, las mujeres reacias a someterse a la lgica de la prudencia y de la seriedad son miradas con recelo
y rechazadas en la familia. Por ejemplo, Rossana con la huasa Orellana eran
vistas negativamente, pues segn ellas, no solo los hombres tenan derecho
a divertirse (1997: 109).
No obstante, esta imagen conservadora y ordenada se ve fracturada con
los comentarios del propio autor, quien denuncia el doblez de la historia no
oficial de la familia. Leemos:
El puritanismo de los Sessa ha sobrevivido hasta hoy tendiente como
siempre a la cuestin sexual, si bien en este terreno ha existido doblez
en nuestra historia familiar. Aparte de la relacin de Rossana y Alfonso,
encubierta por el silencio, habra que tomar en cuenta el concubinato
que vivieron durante aos Attilio Pastore y la huasa Orellana. En los aos
258
HUMANIDADES
259
MAPOCHO
Pastore decide participar en las tropas italianas y viaja a Italia para enrolarse.
All es enviado a Etiopa y la familia queda atenta a sus noticias:
Como deducan los corresponsales de prensa estacionados en Suez, pronto
estallara un enfrentamiento de magnitud en el Tigr, al norte de Etiopa,
en caso de que la Liga de las Naciones no interviniera con decisin [] el
azar lo eligi pronto a l una tarde que cubra una misin de enlace. Vctima
de una emboscada en el camino, arriba de la motocicleta a toda velocidad,
qued arrojado en la arena perforado por dos disparos (1994: 362).
Lo anterior concuerda con la descripcin histrica sobre el fascismo en
el libro Historia del siglo xx chileno, en tanto:
El fascismo se haba abierto camino en la escena italiana a travs de la
violencia de grupos armados que golpeaban e incluso asesinaban a quienes
disentan de sus ideas. Una vez en el poder, conserv esa lgica violentista: organiz un Estado policial y desarroll una milicia de voluntarios
fascistas armados que alcanz grandes dimensiones y que actu como
cuerpo de orden junto a las instituciones militares, participando incluso
en la ocupacin de Etiopa y en la Guerra Civil Espaola (p. 99).
En el relato familiar, el fascismo de las familias italianas en Chile los
distancia de la sociedad chilena, porque el comportamiento de los chilenos
dista de ser disciplinado, severo y conservador como el de ellos. Por tal razn,
Attilio Pastore es el encargado de poner orden en su negocio ante las peleas
originadas por el estado etlico de los clientes. Leemos: Se preocupaba de
cuidar el orden pues los clientes, debido al trago, se ponan a veces cargosos
y empezaban a molestar a los dems. l saba tratarlos como se merecan
cuando se sacaba la chaqueta y siempre sealaba, si las cosas proseguan igual
en Chile, el alcoholismo transformara a esos rotos en unos revolucionarios
de peligro. Exista entre la gente mucho vicio y poco trabajo (1994: 285).
Del mismo modo, Humberto cuelga una foto de Mussolini en el saln de su
casa, como muestra de sus creencias.
De manera tal, la forma de ver el mundo de los italianos en Chile los
conduce a una conducta acorde a su ideologa. En primera instancia, los
personajes italianos son visualizados como figuras simpticas y bondadosas;
pero en segunda instancia, las figuras italianas son violentas y son capaces
de llegar a situaciones extremas en defensa de sus creencias. Por ejemplo,
to Humberto est suscrito al peridico El Trabajo, definido en la triloga de
la siguiente manera:
260
HUMANIDADES
2
Wilfredo Mayorga, Jorge Gonzlez von Marees, el jefe, Ercilla, Stgo.,
nm. 1740, 23 al 29.10.68. (1997: 150).
3
Hernn Ramrez Necochea El fascismo en la evolucin poltica en Chile,
revista Araucaria, Madrid, nm. 1, 1978, p. 235.
261
MAPOCHO
262
HUMANIDADES
Maldini R., Hctor (2004),Contando Italia desde Chile, Santiago, Editor Hctor
Maldini.
Marn, Germn (1994),Crculo vicioso, Santiago de Chile, Planeta.
____________ (1997), Las cien guilas, Santiago de Chile, Planeta.
____________ (2005),La ola muerta, Santiago de Chile, Random House Mondadori s.a.
Mezzano, Silvia (1994), Chile e Italia. Un siglo de relaciones bilaterales 1861-1961,
Santiago, Silvia Mezzano Lopetegui.
263
TESTIMONIOS
Hace un par de aos, en una reunin de amigos en Lisboa, surgi la pregunta de cmo lleg la obra de Fernando Pessoa a Amrica Latina. Algunos
de estos, poetas e intelectuales portugueses, sealaron que para ellos fue
Octavio Paz, el poeta mexicano, quien encontr para los hispanoamericanos
la voz de Pessoa y la esparci por el continente de habla espaola. No del
todo satisfecho con esta aseveracin, decid entonces empezar una bsqueda
continental, un peregrinar que se extendi por nueve pases, representados
por algunos de sus poetas ms relevantes, 19 en total. Este ha sido, entonces,
el primer foco de la presente investigacin. Sin embargo, ella no se queda
all y he buscado, la mayor parte por entrevistas directas, la opinin de estos
poetas sobre la importancia de Pessoa en su trabajo literario, su interpretacin de los heternimos, y su importancia en Hispanoamrica. No todos los
poetas respondieron a mi cuestionario, lastimosamente. Uno de ellos, Antonio Cisneros, gran lector y admirador de Pessoa como consta en muchas de
sus entrevistas, muri, dolorosamente para todos los que admirbamos a la
persona y al poeta, en los das en que le envi mis preguntas. Otros estaban
enfermos. Uno sala en esos das como embajador de su pas en Irn, y otro
me confes nunca haber ledo a Pessoa. Pero como decir esto es tan bochornoso para m, por favor no cites mi nombre, me pidi encarecidamente.
Es bien sabido que el libro pionero, que marca la presencia de Fernando
Pessoa en lengua castellana, es la traduccin que hizo ngel Crespo de los
poemas de Alberto Caeiro, publicada en Madrid en 1957. En este valioso libro
destaca Crespo los trabajos crticos publicados en Espaa que lo anteceden,
siendo estos los de Joaqun de Entrambasaguas (1946), Ildefonso Manuel Gil
(1948), Charles David Ley (1951) y Francisco Lupi (1952). El pormenorizado
estudio del profesor Antonio Sez Delgado, de la Universidad de Evora, Nota
sobre la recepcin de Pessoa en Espaa, es bastante explicativo, aunque peca del
desconocimiento de la traducciones de Crespo y Alonso, enfatizando para
Amrica Hispana la traduccin de Paz. Es importante anotar que el poeta
mexicano Eduardo Langagne, en su excelente trabajo, Presencia de Fernando
Pessoa en Mxico, se limita a sealar a Paz como el crtico que introduce la
obra de Pessoa en Mxico, sin extender su investigacin a Hispanoamrica.
267
MAPOCHO
268
TESTIMONIOS
269
MAPOCHO
270
TESTIMONIOS
271
MAPOCHO
272
TESTIMONIOS
que compartir, que incita emular, y eso lo veremos luego en poetas como
Juan Gelman y Eugenio Montejo, quienes intentaron seguir el rumbo de los
heternimos de Pessoa.
Uno de los poemas ms conocidos de Juan Gelman es Yo tambin escribo
cuentos, poema cuyo tema es Pessoa, su ser poeta de todos los das.
Cito un fragmento:
Haba una vez un poeta portugus
tena cuatro poetas adentro y viva muy preocupado
trabajaba en la administracin pblica y dnde se vio que un empleado pblico
de Portugal
gane para alimentar cuatro bocas
Cada noche pasaba lista a sus poetas incluyndose a s mismo
uno estiraba la mano por la ventana y le caan astros all
otro escriba cartas al sur qu estn haciendo del sur
deca []
Este poema est firmado por Jos Galvn, as como otros lo estarn firmados por Julio Greco. Pero no son heternimos sino seudnimos, que segn
la crtica tienen que ver con la necesidad de Gelman de ocultar su nombre
debido a las persecuciones polticas en Argentina. Y en definitiva no estn
lejos del cauce central de la potica de Gelman.
No as el caso de Eugenio Montejo, quien desarroll una serie de personas
poticas con nombre y biografa propia, y, adems, con estticas dismiles. El
germen de esta forma de heternimos es un oscuro tipgrafo llamado Blas Coll,
quien deja un libro de ensayos titulado El cuaderno de Blas Coll donde se dan
instrucciones para una futura literatura que entrelazara, de acuerdo a Arturo
Gutirrez-Plaza, una lengua sinttica y monosilbica, como la de los pjaros,
dentro de un marco a veces regional venezolano. A partir de estas enseanzas
surge una serie de poetas, colgrafos, as llamados por ser seguidores de Coll, que
tienen caractersticas de heternimos: Lino Cervantes, quien escribe caligramas,
poesa experimental; Sergio Sandoval, con coplas al estilo popular de los Llanos
venezolanos; Toms Linden, quien escribe sonetos; y Eduardo Polo, con poemas
infantiles. La crtica Ana Luca de Bastos, quien ha escrito un excelente trabajo
sobre las relaciones con Fernando Pessoa de la obra de los poetas venezolanos
Rafael Cadenas y Eugenio Montejo, seala que la independencia textual de
los colgrafos de Montejo se ve mucho ms mellada que la de los heternimos
de Pessoa, por las constantes intervenciones de Montejo, que surge permanentemente como un comentador. Para Gutirrez-Plaza el nico heternimo en
realidad es Blas Coll, que tambin recuerda al Mairena de Machado.
273
MAPOCHO
Ms all de estas filiaciones poticas, la presencia de Pessoa y por extensin, de la literatura portuguesa es fundamental en la obra de Montejo,
como bien queda claro en su hermoso poema:
la estatua de pessoa
A Rafael Cadenas
274
TESTIMONIOS
ii
275
MAPOCHO
Segn Pessoa debemos estar siempre listos para enloquecer. Eso garantiza
que la locura no nos coja por sorpresa. Ni se convierta en decepcin para
todos los que esperaban de m una cordura larga y bien remunerada. Y
a tiempo completo.
Enloquecer conclua Pessoa es un derecho natural. Lo que no me
parece natural es que el que enloquezca por derecho propio no llegue a
estar tan consciente de su locura que no pueda hacer uso de tal derecho
para recobrar la razn.
A principios de esta dcada empiezan a surgir en Amrica Latina una
serie de grupos literarios que retoman las riendas de la vanguardia europea
y latinoamericana de los aos anteriores. Esta vanguardia tiene como antecedentes el hecho de que varios cambios sociales y polticos han transformado los
diferentes grupos sociales, y desde extractos ms bajos se comienza a desafiar
el establishment cultural que por lo regular responda al llamado de las clases
altas. Movimientos como el nadasta colombiano, El techo de la ballena
en Venezuela, Los tzntzicos en Ecuador, etc., son caractersticos de esta
poca. Obviamente que la obra de Pessoa es devorada por los jvenes poetas,
y su nombre comienza a ser emblemtico de la poesa, as como Whitman,
Baudelaire, Rimbaud, Apollinaire, Pound, Eliot o Artaud. Es ms, a Pessoa
se lo siente como un poeta de la casa, ms cercano, familiar.
Perteneciente al nadasmo, el poeta Jaime Jaramillo Escobar ha sido un
profundo lector de Pessoa, y recuerdo personalmente las charlas que tuve con
l luego de leer a Pessoa en Cali, en esos aos del 60. Al entrevistarlo sobre
la importancia que tiene Pessoa para l, responde:
Pessoa se respira en el aire, como Cervantes o Shakespeare, y ni siquiera
es necesario leerlo. Basta con que exista, con que su libro est visible en
la biblioteca personal, en el breve espacio donde estn los que son. Geraldino Brasil dice, refirindose a Pessoa: Si se mira hacia arriba, no se
sabe dnde comienza; si se mira hacia abajo, no se sabe dnde termina.
En cualquier texto de Cervantes o Shakespeare est completo cada uno
de ellos, como el sabio en su mandamiento, y lo mismo ocurre en Pessoa.
Con muy pocos artistas sucede as, pero esos son los que son. Lo dems
es lo dems, que slo sirve para los dems.
276
TESTIMONIOS
277
MAPOCHO
278
TESTIMONIOS
Pero algunos poetas toman una posicin ms radical, a veces sorprendente, con respecto a los heternimos. Por ejemplo, el colombiano Carlos
E. Ruiz, afirma:
Confieso que nunca me ha interesado penetrar en el sentido de los heternimos de Pessoa, ni mucho menos diferenciarlos. Capto el conjunto
de la obra de la misma mano, proveniente de un espritu sin sosiego,
contradictorio, antagnico, revulsivo, que se estruja en sus pensamientos, hacindolos sangrar a veces, o chocndolos contra el mundo. Esas
denominaciones de autora, creadas por el propio Pessoa, no dejan de
ser escarceos fantasiosos, con biografas inventadas que traducen el contradictorio espritu de su creador.
El poeta uruguayo Eduardo Espina responde: No hice un esfuerzo para
diferenciarlos. Creo que todos los poetas, incluso los futbolistas, deberan
utilizarlos, estar llenos de heternimos, pues el paso del tiempo cada persona deviene otra diferente, uno en cierta manera irreconocible, por lo que se
convierte en la persona inventada por el tiempo.
Ahora bien, la respuesta ms sorprendente fue la que me dio el poeta
colombiano Jaime Jaramillo Escobar:
Considero los famosos heternimos como seudnimos, uno para cada
parte o poca, como los veinte que luca Len de Greiff sin que ello representara distorsin de su personalidad. Los heternimos son un invento
publicitario, un recurso de ventas y prestigio lindante con el ocultismo
en cuanto secreto reservado. Sirven para que muchos profesores vivan de
explicar los heternimos, y los editores hagan su negocio con los restos
de un hombre que vivi en la pureza del despojo. En la Universidad de
Antioquia pregunta un estudiante a su profesor para qu sirve el latn, y
el profesor le contesta: El latn sirve para que podamos vivir mi mujer y
yo. De los heternimos de Pessoa viven muchos. l lo previ as, con su
leve sonrisa desencantada.
Y contina:
Tomo a Pessoa como un todo, sin dividirlo en la superchera de los heternimos. Escojo entre ellos sus ms altos y lcidos momentos, o tambin
los ms oscuros, y me siento a tomar un caf junto a su estatua sedente
en Lisboa sin preguntarle cul de todos es l en ese momento, porque
tengo que hacer una resea para mi profesor de hermenutica. Resulta
279
MAPOCHO
280
TESTIMONIOS
Creo que todos admiramos en Pessoa la envergadura de la empresa potica y vital comprometida en toda su obra. Sin duda, legado capital de la
poesa portuguesa al acervo literario universal. Pero junto a esto, hay otra
serie de elementos ligados a su personalidad que hacen de Pessoa una
subjetividad potica rara, atractiva por excelencia. Entre ellos: su misma
figura discreta y enigmtica, escondida tras oficios como el comercio, la
traduccin y el periodismo; su soledad y su alcoholismo; sus intereses
esotricos o la propia visin que tuvo de s mismo, como suerte de mensajero predestinado por la historia para rescatar la majestad de la poesa
y la grandeza lusitana.
En cuanto a la afinidad de estos poetas con Pessoa, debemos recordar que
son pocos los poetas que reconocen influencias directas, es ms, algunos de
ellos, sienten que han sido inmunes a las influencias directas como es el
caso de Jaime Jaramillo Escobar.
Obviamente lvaro de Campos, Alberto Caeiro y el mismo Pessoa estn
siempre presentes en sus respuestas. Pero tal vez el poeta Marco Antonio
Campos resume esto con sus tajantes palabras: Nadie que lo haya ledo a
fondo escapa a su influencia.
Bibliografa selecta
Ana Luca de Bastos, A tradio pessoana: influncia de Fernando Pessoa sobre dois
poetas, Mrio Cesariny e Ruy Belo, e dois poetas venezuelanos, Rafael Cadenas
e Eugenio Montejo, Porto, [Edio do Autor], 2010.
ngel Crespo, Poemas de Alberto Caeiro, Madrid, Ediciones Rialp, 1957.
___________, El poeta es un fingidor, Madrid, Espasa-Calpe, 1982.
lvaro Mutis, Estacin Mxico, Bogot, Editorial Taurus, 2011.
___________, La desesperanza, Ensayistas colombianos del siglo xx, Bogot, Colcultura, 1976.
Antonio Saez Delgado, Nota sobre la recepcin de Pessoa en Espaa, Actas del vi
Congreso Internacional de aleph, Faculdade de Letras da Universidade
de Lisboa, 2009, p. 97.
Daniel Balderston, Borges and Portuguese Literature, Variaciones Borges
21, 2006.
Eduardo Langagne, Presencia de Fernando Pessoa en Mxico, Poesa y Potica,
Mxico, Universidad Iberoamericana, primavera 2000, pp. 109-132.
Emir Rodrguez Monegal, Jorge Luis Borges, el autor de Fernando Pessoa,
Vuelta 105, 1985.
Eugenio Montejo, El cuaderno de Blas Coll, Editorial Pre-Textos, Valencia, 1981.
Francisco Cervantes, El canto del abismo, Mxico, Juan Bold i Climent, 1987.
281
MAPOCHO
282
283
MAPOCHO
Esta obra, por la forma en que est concebida, explica los procesos esenciales que han dado forma a la trayectoria histrica de Chile, acogiendo lo
que la historiografa [] ha estudiado y difundido como historia nacional.
Pero tambin ofrece interpretaciones que complementan, y en ocasiones
cuestionan, las nociones ms arraigadas sobre la trayectoria histrica de
esta realidad natural y social nombrada Chile
Es una historia mnima, dice el autor. Yo agregara que es tambin una
historia ntima, en la medida en que se revela en ella el tejido de los acontecimientos y se va configurando una suerte de radiografa del ser nacional,
de las presiones sociales y de las tensiones consiguientes en el orden de las
relaciones entre el poder poltico, econmico, jurdico y sus irradiaciones
hacia aquellos que no lo detentan y en cambio lo padecen. Con alguna pertinencia esta lectura me ha trado a la memoria otra que hice hace muchos
aos, y sobre todo por su ttulo: el libro de Ch. Seignobos Historia sincera de
la nacin francesa. Cambiando lo que hay que cambiar, yo dira que este libro
de Rafael Sagredo podra ser entendido tambin como una historia sincera
de la nacin chilena.
Interpretaciones que complementan, y en ocasiones cuestionan dice la
presentacin mencionada: Quiero insistir en esos cuestionamientos, porque
este es un libro nada complaciente en su voluntad de describir y de valorar
nuestro proceso histrico. Con la serenidad que da el saber, el autor puede y
logra desplegar un cuadro verificable y objetivo de lo que han sido los pasos
o estadios constitutivos de nuestra nacionalidad. Rafael Sagredo se prohbe
aqu, decididamente, toda exaltacin nacionalista, a la que puede resultar
proclive una relacin de esta naturaleza. Al tratar asuntos tan graves como
han sido los conflictos blicos del siglo xix, por ejemplo, es notorio el afn
de imparcialidad que gobierna su relato.
Anoto otro rasgo saliente de este libro, referido al fundamento documental
que subyace a sus descripciones y a sus reflexiones valorativas. Se advierte
enseguida que esa base es tan amplia como slida, pero es as como se escriben
los ensayos destinados a perdurar. Un recorrido por las quince pginas de
referencias bibliogrficas comprueba esta afirmacin. Todo estudioso o simple
lector de la historia de Chile, en sus ms variados aspectos, apreciar esta
puntual, precisa y rica informacin, ordenada como para un vasto seminario
totalizador o para seminarios especficos. Un solo ejemplo apunto aqu: la
novedosa, reveladora exposicin del significado y alcance del apartado que
se titula De colonia a repblica a travs de los naturalistas, que muestra
cmo la obra de Claudio Gay (as como la de otros naturalistas que exploraron distintos lugares de Amrica) deline y contribuy tan decididamente a
la construccin de la nacin y a definir su identidad.
284
TESTIMONIOS
285
MAPOCHO
286
TESTIMONIOS
poltico, la creciente expansin de una clase media informada, el protagonismo de nuevos actores como los nios y las mujeres, entre muchos
otros cambios de esta poca, los que hacen que la historia, y la historia de
Chile en concreto, se ocupe de realidades que van ms all de la loable
trayectoria de lo pblico, del Estado, la Repblica y la nacin. Matizando,
ampliando, comprendiendo, explicando no solo cmo se desenvolvi el
pas hasta su situacin actual, sino tambin cmo vivieron los chilenos este
proceso, cmo los condicion, enfrentando de este modo los desafos de
la vida concreta por medio del conocimiento de su historia.
Un paso en esa buena direccin es el que nos anima a dar este libro.
287
* Escritor chileno.
289
MAPOCHO
290
TESTIMONIOS
1
Palomos amaestrados, Juan Goytisolo, en: Pensamiento Crtico versus Pensamiento nico, Le Monde Diplomatique, edicin de Ignacio Ramonet y Eduardo Haro
Tecglen, Madrid, 1998.
291
MAPOCHO
A esta sencillez suya se agrega la llana urbanidad con que orienta a sus
lectores ms cegatones a dar con el camino conducente a tantos otros nombres
y regiones del pensamiento cultural latinoamericano o cuando nos ayuda a
la digestin de algunos adobes que ofrece el ubrrimo men de interpretaciones de la modernidad y las posmodernidades. Su relectura de La sociedad
del espectculo, por ejemplo, hace traslcidas y accesibles algunas de las proposiciones aforsticas ah escritas, que recordbamos demasiado abstractas en
aquel tiempo tan urgente y concreto del Che, de Vietnam y del flower power,
cuando La Gran Esperanza ingenuotes nosotros pareca tener fecha
de ejecucin y direccin postal. Se me antoja que esta colaboracin interpretativa a su obra se la habra agradecido a Grnor el propio Guy Debord.
Por otro lado y en otro ejemplo, no s si Aim Csaire hubiera estado tan
contento de comprobar que, por desgracia, Grnor Rojo, al comentar la carta
de renuncia al pc francs que el poeta martiniqus escribi en 1956, no anda
tan descaminado en sus temores cuando dice que el carcter poltico de los
conflictos entre la hegemona imperial, por un lado (cualquiera ella sea y en
cualquier terreno y tiempo en que despliegue sus potestades), y los intereses
de los oprimidos y expoliados por otro, puede degenerar en una barbarie
de guerras desfiguradas con el apelativo de identitarias, ora tnicas, ora
religiosas, ora nacionalistas, que terminan devorando a los que con ellas pretendan poner fin a otras barbaries. Sin necesidad de ir muy atrs, la ltima
dcada del siglo xx y lo que va corrido deste constituye una terrible galera
de espejos deformantes que corroboran estos temores de Grnor Rojo; son
espejos que reflejan las teratologas de nuestra endeble condicin humana.
Solo en dos encabezamientos de los veinte apartados que componen este
libro aparece grficamente explcita la palabra intelectual. Pero no cabe duda
que este es su protagonista principal, es la figura proteica que extiende un
hilo rojo (nomen est omen!) desde la primera a la ltima pgina, amarrndolas
todas en un slido corpus representativo de muchas variaciones temticas
del pensamiento latinoamericano, en una sentida interpretacin personal
del autor. No puede ser de otro modo. Nadie, mucho menos el profesor
Rojo, va a desconsiderar la presencia del intelectual, personaje de tantos
rostros, nombres y apellidos en la escena de nuestra historia, cualquier haya
sido su peso especfico a la hora de los quiubos. Sin embargo, al hablar de
modernidad o identidad o historiografa o memoria o lectura, Grnor Rojo
rara vez deja pasar la oportunidad para recordarnos con antecedentes duros
y puntudeces retricas que no todo intelectual se sirve de la decencia de
la razn y de la honestidad del saber en el cumplimiento de sus funciones.
Este es un sndrome cultural de data muy antigua y de atroz cotidianidad
en los das que corren. Basta con hojear el diario por la maana, o encender el televisor por la tarde para cerciorarnos con calofros que conforman
legin los representantes de la especie de intelectuales post que venden
292
TESTIMONIOS
293
MAPOCHO
294
La presencia de vallejo
Toda poesa, por tanto, toda obra de arte, es expresin de una doble respuesta frente a la realidad que se desarrolla. Como resultado simblico y como
resultado vital.
Como resultado simblico. Es la expresin de un proceso de transformacin, construccin y recreacin de un contexto social e histrico determinado
y de una realidad cultural. Pero este proceso tiene una fase anterior, que es
la materia prima de todo hecho cultural, y que se va a plasmar en lo anterior: la fase de aprendizaje que tiene el ser humano desde la niez y que se
va amalgamando a travs del colegio, la casa, las lecturas, las experiencias
vitales, la calle, los amigos, que van a ir determinando una visin de vida,
una futura ideologa.
Estos dos contextos de los que hablbamos tanto el social e histrico,
como el cultural son plasmados en la obra, la que nos suministrar nuevas
posibilidades de vida, segn sea la intensidad y profundidad del poeta. Este
resultado simblico (que no es totalmente racional) es una ampliacin de
una porcin de la realidad.
En otras palabras, la escritura potica, es la expresin simblica y mental de
toda una experiencia, de toda una tabla de valores, de una visin del mundo
y del futuro a travs de un canal ordenado de ideas, en un momento preciso
del desarrollo social. Porque las realidades tambin cambian. Y la grandeza
de un poeta estar dada por cuanto logra penetrar, sintetizar y engarzar esa
realidad con la de los lectores y pueblo en general.
Como resultado vital. La resultante vital ser la serie de exigencias a las
que el poeta se ve presionado por el medio y las respuestas que d a tales
exigencias y necesidades, y tambin tienen que ver con la cultura de la poca,
con las puntos de vista y sus expresiones concretas de las clases sociales, con
los intereses histricos y los proyectos sociales que esa realidad y grupos nos
impone. En fin, con todo el universo cultural y social que se va desarrollando.
* Poeta peruano.
295
MAPOCHO
La respuesta vital constituye, de este modo, un proyecto personal, una representacin social y esttica del hombre. Por eso cada escritor tendr su propia
y personal forma de comprometerse con el mundo. Arguedas, Rulfo, Garca
Mrquez, Galeano, se identifican de una forma (tanto en su vida como en su
obra) y Vargas Llosa, Borges, Bryce, Sbato, de otra. Reconociendo en todos
ellos grandes escritores.
Por todo esto, arte o poema, es una proyeccin significativa y concreta
del hombre frente al sistema que vive y se enfrenta, planteando, segn sus
planteamientos ideolgicos, una cosmovisin conformista y aceptadora del
sistema, o una posicin transformadora y comprometida con el cambio, o
una posicin escptica frente a ella. A esto podemos llamar la funcin social
del arte o poesa. Ya que no solo crea una forma de conciencia, porque es
conciencia en s misma, sino, tambin, tareas frente a los sucesos y hechos
de la realidad.
Y en esta hora de profunda crisis econmica, de graves confusiones ideolgicas, Csar Vallejo, habitante universal de Santiago de Chuco (La Libertad,
Trujillo, nacido un 16 de marzo de 1892) se alza y acrecienta cada da ms en
su grandeza y profeca, que en el momento actual pasan por tres momentos
decisivos:
Frente a la crisis econmica o globalizacin actual, Vallejo nos propona,
desde su tiempo pasado, el cambio del sistema, la revolucin como nico y
legtimo camino. Pero no una revolucin cualquiera, sino una dirigida por
el proletariado. No debemos olvidar que Vallejo era comunista.
Frente a la crisis poltica y las confusiones ideolgicas, cuyo reflejo es el
oportunismo, el arribismo, el transfuguismo, la desvergenza de nuestra
desnacionalizada burguesa y la felona de tantos gobiernos tirnicos y corruptos, Vallejo, sabiamente nos adverta: cudate de la hoz sin el martillo,
y del martillo sin la hoz.
Y frente a la inmensa crisis cultural (cultura dependiente, alienada, consumista) Vallejo, como despus Arguedas y Ciro Alegra, nos adverta, que
hay que volver a nuestros ancestros, a nuestros orgenes, a nuestro pasado
para estructurar y reconstruir nuestra identidad cultural, pues no se puede
lograr este cometido si el poder est en manos de grupos antinacionales. De
all es que no ha existido, bajo ningn gobierno, una necesidad de plantear
y proponer una Poltica Cultural al pas.
Precisando este ltimo aspecto en la vida y obra de Vallejo. Vallejo escribe
y canta para su pueblo (Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia
l), a sus aldeas alejadas, a sus bueyes, a las crceles del Per y del Mundo, a
sus padres y hermanos, a su inolvidable Rita, a los milicianos internacionales
en la Guerra Civil Espaola, en la cual l particip activamente; canta a los
republicanos combatientes, a las ms puras esencias peruanas, porque Vallejo
296
TESTIMONIOS
no perdi jams su dolor andino. Todos sus libros son expresiones fidedignas
de ello. Sus Pedro Rojas, sus Ramn Collar, su poema Masa, son paradigmas
universales y solidarios del dolor humano. De ese dolor que despus hemos
visto en Amrica Latina y en nuestra patria, cuando las dictaduras militares
y los gobiernos corruptos nos dejaron presos, muertos, desapariciones, exiliados, desterrados. De ese dolor humano, Vallejo es y seguir siendo la voz
ms limpia, generosa y combativa. Y como deca ese otro gran poeta de la
historia, el comandante Che Guevara: sin perder la ternura.
No es casual, pues, que siempre se vuelva a Vallejo. No solo en cuanto
a su obra como calidad esttica, sino a su ejemplo de conducta y visin del
mundo, y ello, porque Vallejo penetra en lo ms entraable y liberador de la
humanidad, tanto en su dimensin histrica, cuanto en su horizonte crucial
y significativo.
Por todo esto y ms, es que Vallejo est presente como testimonio inmaculado de un corazn sufriente, pero milagroso, que es el hombre mismo.
Porque Vallejo, como pocos, fue capaz, a pesar que se mora de hambre, de
abrazar a todos los hombres del mundo y echarse andar, como dice en uno
de sus poemas. Y justamente por eso, porque estaba lleno de mundo y de
vida. Como tantos combatientes latinoamericanos, entre los cuales no podemos dejar de recordar a Javier Heraud, y a la cabeza de los cuales est el
Che, dejaron su vida en algn rincn del mundo, para expresar su compromiso ineludible con sus palabras y la vida. De una manera nica, inequvoca,
solidaria, fraternal y universal.
Pequeo brindis por blanca varela
Blanca Varela (cuyo primer libro Ese puerto existe lleva prlogo de Octavio Paz)
representa un hito importante que pas desapercibido, no obstante participar
en el famoso grupo de Westphalen que sacaba la revista Las Moradas. Luego
colabor en editar Amaru. Pero, por qu pas desapercibida? Trataremos
de dar una respuesta.
Poesa de blanca varela
Se ha hablado mucho en los ltimos aos sobre la poesa de esta notable
escritora, por lo que no voy a aadir nada nuevo. Dir que su poesa me
impacta por las siguientes notas que, para m, pasan a ser fundamentales en
su poesa y en la poesa peruana e hispanoamericana actual:
- Una conciencia del desamparo y de la soledad, especialmente en el campo
amoroso. Frente a ello, una reflexin filosfica a partir de su propia
297
MAPOCHO
existencia y de la realidad del mundo exterior, lo que la hace ser profundamente racional, y a veces lgica, ante la presencia de lo cotidiano.
- Un anti-retoricismo desnudo y vital que va acompaado de una fina irona
(siempre negra), a pesar de la angustia envuelta en la pelea con lo
absurdo. Por lo que cada palabra, cada verso aparece como una necesidad, pues hurga en la entraa del hombre: quiere encontrarle su
humanidad, lo que nos hace sufrir con sus emociones y emocionarnos
hasta el descalabro con sus sufrimientos.
- Es una poesa que jams se pierde en el caos. Siempre conserva un centro,
una armona slida y equilibrada, a pesar que trata con un mundo
hostil, catico y desarraigado.
- Finalmente, hay un trasfondo popular a travs del empleo de refranes,
canciones infantiles, el mundo de sus hijos. Por lo que tambin trasluce
una gran inocencia (no candidez) en sus expresiones poticas.
La poesa de Blanca Varela no es optimista, pero tampoco negativa: ama la
vida y la muerte de una manera franca, vital e inocente. Siente, sin embargo,
una dificultad para optar por la esperanza humana.
Aportes de blanca varela a la poesa peruana
Parto de un principio filosfico-poltico: lo esencial no est siempre en el
plano de lo real, en la realidad objetiva y visible. Solo cuando la realidad
alcanza en su desarrollo cierto nivel, es que se muestra la esencialidad,
es decir, la plenitud de esa realidad, por lo que la esencialidad se vuelve
indispensable. Y, por supuesto, tienen que haber elementos orgnicos y
pensantes, as como dinamismos colectivos, que ayuden a esa visibilidad
(ej.: una revolucin).
Esta es la impresin y la respuesta que tengo de por qu hoy la poesa
de Blanca Varela se torna importante, necesaria. Y por qu antes apareca
como desapercibida (aparte de haber sido la esposa del pintor Fernando de
Syzslo): porque la realidad, que ella poetizaba, no se haba desarrollado lo
suficientemente, y Blanca Varela haba tocado fibras muy profundas de esa
realidad que no podan ser comprendidas en ese momento. Y hoy, s. (Tener
en cuenta que la crisis existencial de los aos 50 se parece a las de ahora,
solo que hoy son ms profundas, pero puede ser mucho ms comprendida
porque, entre otras cosas, hay elementos culturales y sociales que tambin se
298
TESTIMONIOS
han desarrollado, que nos la hacen comprender mejor). Aparte, por supuesto,
del papel que hoy cumple y desarrolla la mujer en la sociedad.
Ese es el primer aporte fundamental de Blanca Varela a la poesa peruana:
el tocar fibras muy profundas y fundamentales de la realidad peruana. El
segundo es el silencio.
Se dice que toda gran poesa modifica o profundiza nuestro punto de
vista, incluso nuestro destino, pues una obra de arte que no realice ello, que
no quede en algn rincn de nuestra memoria, no es una obra de arte trascendente. Y la poesa de Blanca Varela me hace comprender el destino de
hoy, ms que por lo que dice, por lo que calla: por lo que dice el silencio de
sus versos, que representa para m la explosin del silencio. Pues su silencio
me transmite la necesidad de la liberacin del hombre en su plano social
y moral y eso significa que su poesa refleja su tiempo, el tiempo histrico
y existencial en que se desenvuelve.
Pero el silencio de Blanca Varela no es solo en su produccin potica, sino
tambin en su actitud humana, en su comportamiento tico: jams ha deseado
ni querido un protagonismo social, ni le ha interesado aparecer o asomarse
como una sobreviviente. Sino, solamente como lo que es: una mujer peruana
que escribe poesa. Y este es su tercer aporte.
A pesar que vivimos en un mundo de rpidos desgastes, la poesa de Blanca
Varela no se ha desgastado. Todo lo contrario: ha cobrado una dimensin
importante en la poesa peruana y latinoamericana. Y una influencia de primer orden en la poesa actual de las mujeres que se dedican al duro oficio del
escribir (y que ojal esa influencia literaria tambin vaya acompaada de la
sinceridad moral y tica que fluye de la personalidad de Blanca Varela), as
como en los grupos feministas, a pesar que en alguna entrevista (del diario
Ultima Hora) Blanca Varela sealaba que la mujer solo se puede liberar a
travs de la lucha de clases y en una organizacin revolucionaria. Todo lo
cual estructura su cuarto aporte.
Finalmente, creo que la poesa de Blanca Varela es ya una herencia cultural, pues nos ayuda a vivir, a comprender este mundo insano, corrupto y
perverso. Y de paso, a comprendernos a nosotros mismos, y a exigirnos ser
lo ms transparentes posible. Y si bien su grito es distinto al de los poetas
sociales, el destino literario ha elegido, como paradigma humano y potico,
el lenguaje de su grito.
299
301
MAPOCHO
atrasado a la funcin del cine Regina, cine penquista que exhiba pelculas de cine arte, es decir, filmes de aquellos que te apelaban, de muchas
maneras, de cmo hablaba el cine de ese otro espacio que, entre comillas,
como pide Nabokov, podramos llamar realidad. Y el espectador, poeta y
ciudadano es interpelado por su retraso a la funcin por una voz con resonancias bblicas pardicamente, claro que le dice: Si lo que tienes que
decir es importante, tiene que interesarnos a todos.
Estamos, entonces, ante una apelacin tanto retrica como poltica en
el sentido literario, una peticin de principios que el atrasado espectador
siente como casi una admonicin. Y en el cine Regina, el cine arte de la ciudad Concepcin, es decir, el cine que, a travs de la mirada, le expone al
poeta lo que ha de hacer: una literatura que nos concierna a todos, porque todos
estamos a la espera de esa palabra que nos ilumine desde la pantalla, y de
cual surja la mirada que nos guiar en la caverna platnica, ya sea del cine,
ya sea de la salida de este mismo a la ciudad, tambin caverna platnica. Y
veo al poeta, en los siguientes versos, si no rebelndose, entrando en cuenta
que la ciudad no solo es un filme, como quisiera su percepcin que le dice,
a travs de Octavio Paz, digamos, por la poca su Virgilio en el inferno de la
ciudad penquista, sino esa res publicae donde hay muchas, tantas, formas de
percepcin, que si bien se asumen por la mirada, igualmente las permea el
tacto ms ertico si se quiere que la mirada, aunque esto es relativo, porque
si la mirada de Decap quiere ser abarcadora no solo mirar la ciudad polticamente, sino tambin erticamente, como un cuerpo urbano, y entonces, en la
secuencia que el ojo transita desde su erotismo particular, la mirada se hace
tacto, cinestsicamente, y el tacto mirada. Como los dedos de las gitanas que
lo palpan para proferir la ciudad y nos hablan desde los intersticios, desde
las sombras de la lengua, desde los silencios del habla (potica) que hay que
comenzar a llenar, refundar y poblar, entre tanto fantasma que ha dejado
la violencia de los tiempos de la dictadura y los fantasmas que ya habitaban
el Reyno de la Concepcin de Chile, abatido por otras calamidades ms
remotas al tempo de Decap, como los terremotos, las salidas de su cauce del
Biobo, la lluvia inclemente que todo lo fantasmagoriza produciendo dobles,
rarefacciones y refracciones.
Walter Benjamin, en una de sus tantas iluminaciones sobre el Pars de Baudelaire, habl que l hizo botnica del asfalto y desde all cre la ciudad
mtica del siglo xix, y situ sus flneur y dandys, sus putas y sus hombres de la
muchedumbre herencia de Poe subsumidos en el placer de sumergirse en
esos otros cuerpos indeterminados por la situacin del capitalismo naciente.
Leer los primeros textos de Decap La ciudad y sus fantasmas nos sitan
en un espacio similar, pero con muchos aos ya transcurridos de un posible
Libro de los pasajes penquista, pero donde hay herencias, o mejor, ecos desde
una distancia imaginaria, ya que si bien Decap haba ledo a Baudelaire,
302
TESTIMONIOS
303
MAPOCHO
304
TESTIMONIOS
del viaje, de la partida. Entonces son los bares de Santiago de Chile como
primera estacin de una suerte de calvario textual, pero un calvario que
va adensndose en su literaturidad: posteriormente, en Pas de poesa, sus
notables Frases para el Bronx, los Poemas del cable y el poemario indito Calle
ciega, se hace cargo, siempre con la mirada, de aquellos bares ya perdidos en
su memoria alcohlica en Santiago, y las pelculas que van determinando su
potica digamos esos filmes que marcan su existencia de cinfilo inveterado, y, al fin, el poeta viajero que visita y fotografa con su pupila mgica,
mgicas ciudades o ciudades que su pupila transfigura hasta una suerte
de real-post-mgico, donde Berln, Sarajevo, Xochimilco, Londres, La
Habana, Siberia, se van entreverando con sus recuerdos flmicos y, siempre,
habr una fuente de soda Nuria, para que el poeta regrese, se detenga, afile
la pluma, y desde all, desde el locus que aun imaginario o revisitado en las
brumas del alcohol, narre, poema a poema, pelcula a pelcula, su vuelta al
da en ochenta mundos, como dira Cortzar.
Porque Decap sali quiso, tuvo, lo empujaron a salir no solo de la
Ciudad Lila, sino tambin del pas muerto, agnico, desfalleciente, del, insisto, horroroso. Pero, y ac regreso a sus poemas de Asunto de ojos, all, en
esos textos, hay un pathos de arraigo como una sed de partida, un pathos de
dar cuenta, como una impronta de Ulises, una impronta que lo lleva a dar
la vuelta al da en sus ochenta imaginarios y demasiado reales mundos la
pantalla del cine como la circularidad del mapamundi para siempre volver
a taca, textos contra textos, y con el ojo avizor, para darnos cuenta de que la
Ciudad Lila estaba embrujada, que era la isla que lo aferr poema a poema, y
que, aunque ahora viva en Valparaso con su mujer y en su cama apaciguada,
en los recovecos de su mente bulle la Concepcin y el ojo del cclope agnico,
que, creo, no lo dejar jams en paz, con tanta imagen y derrotero, con tanto
Escila y Caribdis, con toda esa pica degradada que vivimos y padecimos.
Decap, como Odiseo, sin duda, suea a saltos, suea portentos y maravillas
(mirabilia), viajes y pelculas, bares y noches prodigiosas y deseos sueos continuarn emanando poemas, tan y quiz, ms inquietantes y esplndidos como
los que hemos ledos en este Asunto de ojos, en un plural muy bien instituido.
305
307
MAPOCHO
***
Ms notoriamente en Looping que en Aquarium, la poesa de Juan Marn
denot el deseo de estar al da con el nuevo escenario simblico y tecnolgico. Las palabras en libertad de Filippo Tommasso Marinetti, la significativa
disposicin grfica de los versos, las comas comidas, el uso de interjecciones
y onomatopeyas, la incorporacin de un lxico no exento de barbarismos y
marcas comerciales, contribuyeron o procuraron contribuir a la aceleracin
del discurso y a su puesta en sintona con los modelos cosmopolitas o metropolitanos. Entusiasta del fragmento, la discontinuidad y el montaje rpido,
el de Talca pudo parecer un epgono ms o menos habiloso de algn ismo, o
en su defecto el desubicado que rimaba Hollywood con Underwood, saxofn
con Castrol y Mobiloil, mientras los colegas lerdos segn constatara Marino Muoz Lagos insistan en concederle sus preces a la luna. Se trataba,
sin embargo, de unas asonancias y consonancias macarrnicas, achilenadas,
puede que hasta mal transcritas. Bajo esa banda sonora de fox trot, charleston
y jazz; bajo esa sonajera de comiqueros rrrrrrr, pim pam y ku ku kun;
bajo esa sucesin de fugacidades que ms tarde popularizara el videoclip, se
alzaba desde luego una forma local no por completo reverente de recibir
y manipular las prestigiosas vanguardias del primer mundo.
***
La geopoltica de Marn atraves continentes, imperios y colonias, provincias y
capitales, aun planetas, como el Marte humanizado con que se abre su poema
Mecnica. Fue una geopoltica de la globalizacin capitalista, antes de que
este membrete se convirtiera en muletilla. Arriba en la escala de valores o
en el futuro deseable, de acuerdo a una temporalidad que llegaba hasta el ao
2000, hasta el ao de gracia de 2222, hasta el siglo 1200 se encontraban las
luces de Nueva York y Pars; abajo, atrs, antao: el Maule de donde el autor
surgi y a cuya memoria dedic ms de un texto. Entre medio: Buenos Aires,
la cosmpolis impber y danzante, locus preferente de nuestra modernidad
perifrica. Lo que quedaba atrs era el puerto de Constitucin, el pas de los
guanayes y los faluchos, coordenada inicial y matriz identitaria a la que no se
poda abandonar sino a costa de un trauma o de la muerte, como lo ilustraban sus amigos Raimundo Echevarra y Armando Ulloa, poetas coterrneos
y liquidados sin haber cumplido los treinta, o como el narrador de su novela
Orestes y yo, que padeca de eglofobia, miedo sobrenatural al campo, en
cuanto un tren de trocha angosta comenzaba a conducirlo hacia los lgubres
dormitorios del Liceo de Talca. Lo que vendra por delante, en cambio, eran
las promesas infinitas del conocimiento y del viaje: decenas de libros por leer
y escribir, decenas de pases por conocer. Marn quiso mostrar qu pasaba con
el hombre cuando sala de su espacio topolgico comn, cuando se aventuraba
en experiencias tierra-mar y tierra-aire, y qu pasaba tambin cuando se cru-
308
TESTIMONIOS
zaban las fronteras culturales. En los mamotretos que redact sobre China, la
India, Egipto y el Tbet, Marn fue refiriendo lo que vea a lomo de caballo o
de camello, en barco o en aeroplano, junto a Gandhi y Aurobindo, invitado a
cazar tigres o en una jungla plagada de cobras, dictando charlas en un recinto
milenario o adentrndose en los tneles de una pirmide.
***
La figura que el riguroso trabajo de Cristbal Gmez y Francisco Martinovich
nos traen de vuelta enhorabuena, encarn durante la primera mitad del siglo
veinte los prototipos de la velocidad, la energa, el vrtigo. Nio lumbrera, poeta
de vanguardia y grafmano, pensador socializante y cientfico de avanzada,
turista de riesgo y cultor de deportes violentos o extremos, Marn profes y
practic en definitiva una disciplina del hedonismo, si cabe esa relacin aparentemente contradictoria. La confianza en la racionalizacin de los procesos no
hizo de l un cuerpo burocratizado, sino ms bien un sujeto vido, movido
por una libido a tope. Como comprobarn los lectores de esta Obra potica, en
Looping harto hay de placer y derroche: opio de la sensualidad, pandero
de la voluptuosidad, almas que se columpian, olas que acarician la mdula,
plantas carnvoras y perros de mirada anfetamnica, divas y bataclanas (Pola
Negri, Perla White, Josephine Baker), muchachos bonaerenses que s parecen
usar coca y morfina. No por ello se echaran en falta contradicciones y monstruos. Marn no le quit el bulto a las consecuencias desastrosas del proyecto
moderno. En un primer nivel el de la lucha de clases y la divisin internacional del trabajo, apunt a lo que llamaramos la epopeya carbonfera y
petrolfera, Lota y Magallanes, la explotacin del yagn y el proletario en sus
novelas Viento negro y Paralelo 53 Sur. En un segundo nivel, busc revelar las
perversiones de la biologa y las bestialidades de la psiquis, la trastienda de su
estampa de Gatsby saludable: aquel universo oscuro, amoral y canbal, donde el
supery ha soltado las amarras, que puede observarse en varios de sus ttulos:
Naufragio, Cuentos de viento y agua, y El secreto del doctor Baloux.
***
Puesto que el universo literario de Marn tampoco se hallaba desprovisto
de brujas, demonios y muertos-vivos, vaya por ltimo una digresin de cine
fantstico. En cierta escena de la reciente Guerra Mundial Z, un paladn de la
onu, gil y fuerte a ms no poder, aconseja a un latino para variar demasiado
pasivo: si no te mueves te muerde un zombi, si no te mueves te matan, el movimiento es
vida, la accin es vida. Se dira que en el globalizado y a la vez perifrico Juan
Marn, en el primigenio y a la vez futurista Juan Marn, esta escena tom la
forma de un soliloquio, un drama de conciencia, un dilogo conflictivo y
curiosamente vibrante consigo mismo.
309
RESEAS
cecilia snchez, El conflicto entre la letra y la escritura. Legalidades/contralegalidades de la comunidad de la lengua en Hispano-Amrica y Amrica-Latina, Chile,
fce, 2013, 362 pp.
313
MAPOCHO
314
RESEAS
boca que no tiene orden ninguno, cosas divagadas, dir Guimares Rosa va
Snchez, elementos intraducibles, sintaxis dificultosa o muy trenzada. Y de
Arguedas, insistir la autora: resto fantasmtico capaz/incapaz de decir las dos
lenguas. Un mundo mestizo emerge de la crtica, un mundo cuyas estampas
se extrapolan a la lengua en la imposibilidad de sintaxis y de integracin
entre aquellos dos mundos en disputa. Des/escritura, dir entonces Cecilia
Snchez. Falla de archivo. Lenguaje migrante. Escritura pstuma, fosilizada,
insistir a ras de La Amortajada, de Mara Luisa Bombal.
Cmo hablar del cuerpo en la escritura literaria? se pregunta hacia
el final de su texto, Cecilia Snchez. A partir de esa interrogante, ella reelabora los espectros literarios como escrituras o lenguajes prestados que invocan vestigios ausentes sobre las huellas acumuladas de elementos en pugna,
entendiendo en todo momento que una cosa es la memoria como marca, y
otra es la narracin. Por ello, no busca resucitar un pasado: La historia que
vivimos es una escritura, nos dice a partir de Octavio Paz. Tampoco pretende
darse al culto de los textos. No a ese fetiche. De hecho, traslapa los sentidos
interrogando, sobre todo, las escenas polticas de la lengua. Por eso se vuelca
sobre Pedro Pramo y dice: Comala es la ciudad donde ocurren las apariciones de fantasmas murmurantes se experimenta un tiempo mnmico que
el reloj no puede medir porque ocurre en un inframundo gobernado por el
silencio es una ciudad entera la que exhibe su espectralidad porque parece
viva cuando en realidad est muerta (p. 343).
As, el rastreo escritural del libro de Cecilia Snchez extrae una memoria
interna que desmiente la cultura civilizatoria volcada enteramente al exterior,
segn la concibieran Sarmiento o Bello en las primeras partes de su libro. A
partir del doble movimiento de violencia y resistencia, la autora se vuelca a la
transculturacin de la escritura tipogrfica como elaboracin de una memoria
pstuma. Emerge entonces la lengua como susurro, rumor o zumbido nos
hace decir lo que no queremos porque somos lenguas en plural tejido
alambicado en el que se entrecruzan memorias, pasiones, euforias, acentos,
ritmos, velocidades, interrupciones (p. 223).
A diferencia de la hermandad fraterna que Bello vincula a lo viviente y
al lenguaje uniforme, en el escrito de Rulfo la figura del hermano remite
a una comunidad petrificada, a una zona desolada que lleva el nombre del
padre. Meta escritural, Pedro Pramo es espejo textual del propio texto que
aqu presentamos: As, podemos decir de este libro lo que Cecilia Snchez
dice de Juan Preciado, que: aprende a re-unir signos flotantes porque capta
seales dispersas que lo interceptan en su trnsito por un mundo que le hace
experimentar lo que est muerto (p. 290).
Acojo este importante trabajo de relecturas de Cecilia Snchez que incita
a lecturas cruzadas, al palimpsesto de crticas y crticos, de narraciones y
315
MAPOCHO
316
317
MAPOCHO
318
RESEAS
319
MAPOCHO
320
RESEAS
pus que naci mi beb me dieron el turno fijo de ocho y media a cuatro
y media [] lo llev a la sala cuna, empezaba a las ocho de la maana,
pasarlo a buscar en la tarde, y despus llegar, lavarle su ropa, hacer la
comida, hacerle todo [] todos los das lo mismo (p. 120).
El reverso se aprecia en la maternidad como arma para evadir responsabilidades laborales recargando a otras trabajadoras, protegindose
en el fuero, e incluso vendindolo a cambio de un bono para la crianza. A
travs de los relatos se aprecia cmo las identidades maternas se resemantizan enfrentadas a la posibilidad de un salario, bajo la tensin entre trabajo
domstico y de crianza/trabajo en la planta, que adquirir distintas tesituras
de acuerdo a la condicin de esa maternidad (en soltera, separada, o con
pareja). Se despliegan, as, distintos modos de relacionarse con el trabajo:
desde mujeres que se asumen en primer lugar como trabajadoras disciplinadas
en y por las reglas del juego, y aquellas en las cuales la maternidad (un modo
ms tradicional, nos dice Loreto) es el modelo de los vnculos. Justamente,
en la venta de los fueros se aprecia esta actitud en aquellas que desconfan
de la socializacin en los jardines y salas-cuna, optando por recurrir a una
mujer de la familia, a la cual remuneran para el cuidado infantil dentro de
las normas de la sociedad islea.
Cuerpos maternos y cuerpos aptos para el trabajo de la salmonicultura
son los que se debaten en las plantas procesadoras. Por ello, la salud ser otro
tpico clave en el cotidiano laboral, emergiendo un conjunto de dolencias
asociadas a una labor que se realiza de pie y montonamente. Un cuerpo que,
muchas veces, es menoscabado en los chequeos mdicos, y, tambin, en una
suerte de estigma: el olor del pescado impregnado a la piel, un olor (que)
no sale, aunque te baes, no sale, dice una trabajadora.
Desde una perspectiva de gnero, Loreto descubre cambios en los antiguos
patrones de trabajo, que corroen el viejo poder patriarcal; el eje de ellos
est en que si en el pasado los hombres migraban a la Patagonia y estaban
ausentes por largos perodos para obtener un salario, hoy ellos y las mujeres
acceden localmente al mismo, dotando a estas de ms autonoma. Las transformaciones se aprecian en un aumento de las separaciones y familias, en
jefaturas de hogar femeninas que se contraponen al modelo de familia extensa
chilota. Asimismo, la figura paternal se va desdibujando con el no pago de
las pensiones alimenticias y con la prctica de que las mujeres hereden las
deudas de sus ex parejas en las casas comerciales; tambin los celos son un
elemento asociado a los turnos que insegurizan la vida en comn.
Ante la crisis del salmn, la autora analiza cmo los viejos mecanismos
culturales re-emergern para hacer frente a la cesanta, y cmo la diversidad
de labores de hombres y mujeres al interior de las familias ayuda a amortiguar
321
MAPOCHO
la falta de salario. Por otro lado, a travs del caso de una familia que arma una
empresa de transportes en lancha, nos introduce a las mltiples estrategias
del grupo que opera con los viejos mecanismos de la cohesin familiar
chilota para lograr movilidad social y, al mismo tiempo, hacer frente a la
crisis. A partir de este ejemplo se ilustran los ensamblajes del cambio y de
la continuidad en Quelln, toda vez que la memoria cultural hace posible
el logro de la movilidad y al mismo tiempo visibiliza el nuevo papel de las
mujeres. Desde all se plantea la pregunta por los modos en que las nuevas
identidades femeninas se sustentarn [] con la contradiccin que implica
el que el trabajo desarrollado en el contexto de flexibilidad actual, donde
no estn garantizados los derechos de los trabajadores, ser tanto fuente de
seoro en el hogar y la familia, como de servidumbre en el trabajo (p.
161). Al mismo tiempo, habr que conocer cmo los hijos e hijas de los padres
ausentes por los turnos, educados en el sistema escolar reinante, usuarios de
las tecnologas de la comunicacin, y socializados en el consumismo (agravado
por la culpa de los progenitores que suplen la ausencia con bienes), transformen de una vez para siempre los antiguos escenarios culturales chilotes.
Si los turnos de la salmonicultura inciden en las relaciones de gnero y en
la vida cotidiana de las familias, su centralidad en la minera del cobre ser
expuesta por el trabajo de Pavez y Hernndez. Ac el protagonismo es masculino, pues, a pesar de la incorporacin de las mujeres al mundo de la gran
minera, la mayor parte de los trabajadores son hombres, prevaleciendo un
sustrato cultural nortino y ligado a las viejas tradiciones mineras que gravitan
en la mantencin de prcticas e imaginarios machistas. La incorporacin de
las mujeres a las empresas da cuenta de ello, en la medida en que mayoritariamente estn en los trabajos de servicio (cocina, aseo, secretaria, bailarinas
de topless), reproduciendo dentro del sistema laboral la clsica separacin del
universo de las tareas domsticas adosadas a lo femenino, y las productivas
al masculino. Por otro lado, cuando ellas se insertan dentro de las labores
tcnicas y profesionales, deben masculinizarse, adoptar los usos de la cultura
minera para ser respetadas. Sobre todo en el caso de las operarias, que se
deben mineralizar, al decir de un dirigente, para convertirse en uno ms
[] ves, contando a las mujeres chistes picantes [] as como te agrada que
la mujer est ah, de repente te desagrada[]. Tambin se aprecia la calidad
y minuciosidad del trabajo femenino Es decir, nada nuevo se construye en
las prcticas y simblicas de gnero con esta minoritaria novedad de las
mujeres en la minera.
Asimismo, se aprecian fenmenos de larga duracin como el que, en general, los sueldos son ms elevados que en el resto del pas, lo que dio lugar
en el pasado a considerar a los mineros como una casta privilegiada. Hoy
da, como nos muestran los autores, bajo la misma estructura de la flexibilidad
laboral, el subcontrato y la tercerizacin que caracterizan al trabajo ligado
322
RESEAS
323
MAPOCHO
324
325
326
327
328
329
330
Vol. xi Crnicas polticas de Wilfredo Mayorga. Del Cielito Lindo a la Patria Joven,
recopilacin de Rafael Sagredo Baeza (Santiago, 1998, 684 pgs.).
Vol. xii Francisco de Miranda, Diario de viaje a Estados Unidos, 1783-1784, estudio
preliminar y edicin crtica de Sara Almarza Costa (Santiago, 1998, 185
pgs.).
Vol. xiii Etnografa mapuche del siglo xix, Ivn Inostroza Crdova (Santiago,
1998, 139 pgs.).
Vol. xiv Manuel Montt y Domingo F. Sarmiento. Epistolario 1833-1888, estudio,
seleccin y notas Sergio Vergara Quiroz (Santiago, 1999, 227 pgs.).
Vol. xv Viajeros rusos al sur del mundo, compilacin, estudios introductorios y notas
de Carmen Norambuena y Olga Ulianova (Santiago, 2000, 742 pgs.).
Vol. xvi Epistolario de Pedro Aguirre Cerda (1938-1941), recopilacin y notas
Leonidas Aguirre Silva (Santiago, 2001, 198 pgs.).
Vol. xvii Leyes de reconciliacin en Chile: Amnistas, indultos y reparaciones 18191999, recopilacin e interpretacin Brian Loveman y Elizabeth Lira
(Santiago, 2001, 332 pgs.).
Vol. xviii Cartas a Manuel Montt: un registro para la historia social y poltica de
Chile. (1836-1869), estudio preliminar Marco Antonio Len Len y
Horacio Arnguiz Donoso (Santiago, 2001, 466 pgs.).
Vol. xix Arquitectura poltica y seguridad interior del Estado. Chile 1811-1990, recopilacin e interpretacin Brian Loveman y Elizabeth Lira (Santiago,
2002, 528 pgs.).
Vol. xx Una flor que renace: autobiografa de una dirigente mapuche, Rosa Isolde
Reuque Paillalef, edicin y presentacin de Florencia E. Mallon (Santiago, 2003, 320 pgs.).
Vol. xxi Cartas desde la Casa de Orates, Anglica Lavn, editora, prlogo Manuel
Vicua (Santiago, 2003, 105 pgs.).
Vol. xxii Acusacin constitucional contra el ltimo ministerio del Presidente de la
Repblica don Jos Manuel Balmaceda. 1891-1893, recopilacin de Brian
Loveman y Elizabeth Lira (Santiago, 2003, 536 pgs.).
Vol. xxiii Chile en los archivos soviticos 1922-1991, editores Olga Ulianova y
Alfredo Riquelme (Santiago, 2005, tomo 1: Komintern y Chile 19221931, 463 pgs.).
Vol. xxiv Memorias de Jorge Beauchef, biografa y estudio preliminar Patrick
Puigmal (Santiago, 2005, 278 pgs.).
Vol. xxv Epistolario de Rolando Mellafe Rojas, seleccin y notas Mara Teresa
Gonzlez F. (Santiago, 2005, 409 pgs.).
Vol. xxvi Pampa escrita. Cartas y fragmentos del desierto salitrero, seleccin y estudio
preliminar Sergio Gonzlez Miranda (Santiago, 2006, 1.054 pgs.).
Vol. xxvii Los actos de la dictadura. Comisin investigadora, 1931, recopilacin
e interpretacin Brian Loveman y Elizabeth Lira (Santiago, 2006,
778 pgs.).
331
332
Vol.
333
334
335
Vol. iii Mauricio Massone y Roxana Seguel (compiladores), Patrimonio arqueolgico en reas silvestres protegidas (Santiago, 1994, 176 pgs.).
Vol. iv Daniel Quiroz y Marco Snchez (compiladores), La isla de las palabras
rotas (Santiago, 1997, 257 pgs.).
Vol. v Jos Luis Martnez, Pueblos del chaar y el algarrobo (Santiago, 1998,
220 pgs.).
Vol. vi Rubn Stehberg, Arqueologa histrica antrtica. Participacin de aborgenes
sudamericanos en las actividades de cacera en los mares subantrticos durante
el siglo xix (Santiago, 2003, 202 pgs.).
Vol. vii Mauricio Massone, Los cazadores despus del hielo (Santiago, 2004, 174 pgs.).
Vol. viii Victoria Castro, De dolos a santos. Evangelizacin y religin andina en
los Andes del sur (Santiago, 2009, 620 pgs.).
Coleccin Imgenes del Patrimonio
Vol i. Rodrigo Snchez R. y Mauricio Massone M., La Cultura Aconcagua
(Santiago, 1995, 64 pgs.).
Coleccin de Documentos del Folklore
Vol. i Aunque no soy literaria. Rosa Araneda en la poesa popular del siglo xix, compilacin y estudio Micaela Navarrete A. (Santiago, 1998, 302 pgs.).
Vol. ii Por historia y travesura. La Lira Popular del poeta Juan Bautista Peralta,
compilacin y estudio de Micaela Navarrete A. y Toms Cornejo C.
(Santiago, 2006, 302 pgs.).
Vol. iii Los diablos son los mortales. La obra del poeta popular Daniel Meneses,
compilacin y estudios de Micaela Navarrete A. y Daniel Palma A.
(Santiago, 2008, 726 pgs.).
Coleccin Ensayos y Estudios
Vol. i Brbara de Vos Eyzaguirre, El surgimiento del paradigma industrializador
en Chile (1875-1900) (Santiago, 1999, 107 pgs.).
Vol. ii Marco Antonio Len Len, La cultura de la muerte en Chilo (Santiago,
1999, 122 pgs.).
Vol. iii Clara Zapata Tarrs, Las voces del desierto: la reformulacin de las identidades
de los aymaras en el norte de Chile (Santiago, 2001, 168 pgs.).
Vol. iv Donald Jackson S., Los instrumentos lticos de los primeros cazadores de
Tierra del Fuego 1875-1900 (Santiago, 2002, 100 pgs.).
Vol. v Bernard Lavalle y Francine Agard-Lavalle, Del Garona al Mapocho: emigrantes, comerciantes y viajeros de Burdeos a Chile. (1830-1870) (Santiago,
2005, 125 pgs.).
Vol. vi Jorge Rojas Flores, Los boy scouts en Chile: 1909-1953 (Santiago, 2006,
188 pgs.).
336
Vol. vii Germn Colmenares, Las convenciones contra la cultura. Ensayos sobre la
historiografa hispanoamericana del siglo xix (Santiago, 2006, 117 pgs.).
Vol. viii Marcello Carmagnani, El salariado minero en Chile colonial y su desarrollo
en una sociedad provincial: el Norte Chico 1690-1800 (Santiago, 2006, 124
pgs.).
Vol. ix Horacio Zapater, Amrica Latina. Ensayos de Etnohistoria (Santiago,
2007, 232 pgs.).
337
339
Pea Muoz, Manuel, Cafs literarios en Chile, dibam, Archivo del Escritor y ril
Ediciones (Santiago, 2002, 219 pp.).
Laborde Miguel, Contra mi voluntad. Biografa de Julio Barrenechea, dibam, Archivo del Escritor y ril Ediciones (Santiago, 2002, 372 pp.).
Montealegre, Jorge, Prehistorieta de Chile, dibam, Archivo del Escritor y ril
Ediciones (Santiago, 2003, 146 pp.).
Cartas salidas del silencio. Seleccin y notas de Pedro Pablo Zegers B., Thomas
Harris E., Daniela Schtte G., dibam, Archivo del Escritor y lom Eds.
(Santiago, 2003, 165 pp.).
Neruda, Pablo, Coral del Ao Nuevo para la patria en tinieblas y Homenaje de los
poetas franceses a Pablo Neruda, dibam, Archivo del Escritor y lom Eds.
(Santiago, 2004, s/folio).
Neruda, Pablo, Las vidas del poeta, catlogo expo. homenaje en el ao del
centenario del natalicio de Pablo Neruda (Santiago, 2004, 111 pp.).
Oyarzn, Luis, Taken for a Ride. Escritura de paso (Ensayos, reseas, crnicas).
Compilacin y prlogo de Thomas Harris E., Daniela Schtte G. y
Pedro Pablo Zegers B., ril Ediciones, dibam, Archivo del Escritor (Santiago, 2005, 454 pp.).
Annimo, Lazarillo de Tormes. Edicin aumentada y corregida de Eduardo
Godoy, dibam, Archivo del Escritor y lom Ediciones (Santiago, 2005,
143 pp.).
Yaez Bianchi, lvaro, M[i] V[ida]. Diarios (1911-1917), dibam, Archivo del
Escritor y lom Eds. (Santiago, 2006, 348 pp.).
Meza Fuentes, Roberto, Los trgicos das de ms afuera. Recopilacin y edicin
de Thomas Harris y Pedro Pablo Zegers, Prlogo de Alfonso Caldern
S., dibam, Archivo del Escritor y lom Eds. (Santiago, 2006, 334 pp.).
Sabella, Andrs, El Duende Cautivo de Antofagasta: (facsimilares), dibam, Archivo
del Escritor y lom Eds. (Santiago, 2006, 11 hojas).
Benadava C., Salvador, Faltaban solo unas horas Aproximaciones a Joaqun
Edwards Bello, dibam y lom Eds. (Santiago, 2006, 295 pp.).
Nagy-Zemki, Silvia y Correa-Daz, Luis, Arte de Vivir. 20 Acercamientos crticos a
la poesa de Pedro Lastra, dibam, Archivo del Escritor y ril Eds. (Santiago,
2006, 334 pp.).
Contreras, Francisco, El pueblo maravilloso. Edicin de Daniela Shutte G.,
Pedro Pablo Zegers B. y Thomas Harris E., nota preliminar de Pedro
Lastra, dibam y lom Ediciones (Santiago, 2007, 299 pp.).
Ossandn B., Carlos, La sociedad de los artistas, dibam, Archivo del Escritor y
Editorial Palinodia (Santiago, 2007, 111 pp.).
Emar, Juan, Armona, eso es todo (facsimilares), dibam, Archivo del Escritor y
lom Ediciones (Santiago, 2007, 11 hojas).
340
Poltica Editorial
Mapocho nace en 1963 y es una publicacin semestral dependiente del Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile de la dibam. Acercando la
literatura con las artes, la filosofa con las ciencias sociales, la revista publica
artculos, reseas o testimonios que busquen arrojar luces sobre tpicos diversos. Mapocho se concibe como un espacio abierto, libre, plural, que permite la
convergencia de modalidades discursivas muy distintas, desde artculos ms
literarios o sensibles a las afecciones del alma hasta otros ms impersonales o
cercanos a las criticidades o positividades propias de las disciplinas cientficas.
Es parte permanente de su preocupacin destacar actividades asociadas al
patrimonio y la creacin, tales como presentaciones de libros, epistolarios
de escritores nacionales, recuerdos, entrevistas, fuentes bibliogrficas sobre
autores de distintas nacionalidades, la publicacin de textos inditos o de
difcil acceso, entre otros bienes necesarios para el examen o la valorizacin
de la herencia cultural.
Normas Editoriales
La revista busca dar libre curso a la creatividad y singularidad de los autores
cuidando, con particular atencin, el rigor, la calidad y la pertinencia que
exigen los diversos cdices que circulan por sus pginas. El respeto al
orden, al estilo o a la lgica que propone el autor es un valor que se desea
resguardar, comprometiendo este valor la identidad misma de la revista. Sin
embargo, hay ciertas normas o protocolos que se deben seguir con el objetivo
de asegurar uniformizaciones bsicas que permitan la coherencia estructural
de la publicacin.
1. Aunque la revista se reserva el derecho, previa autorizacin, de reeditar
textos, los materiales que postulen a la publicacin deben ser necesariamente
inditos.
2. Todos los textos sern evaluados, salvo aquellos que sean expresamente
solicitados por la Direccin.
3. Las referencias bibliogrficas se debern incluir a pie de pgina y no al
final del texto. Si el autor lo prefiere, puede poner al trmino del texto,
ordenada alfabticamente, la lista total de las referencias que ha venido
mencionando al pie.
4. Los ttulos de libros o de obras en general deben ir con letra cursiva
(itlica), mientras que los artculos de revistas o captulos de libros deben ir
entre comillas.
341
5. Las referencias bibliogrficas incluidas a pie de pgina deben contemplar la informacin siguiente, en este orden y forma: autor, ttulo del libro
(artculo o captulo de libro), lugar, editorial, fecha y pgina (s). Ejemplo de
libro: Pablo Neruda, Confieso que he vivido, Barcelona, Seix Barral, 1984, p.
347. Ejemplo de artculo o captulo de libro: Michel Foucault, Nietzsche, la
Genealoga, la Historia, Microfsica del poder, Madrid, Las Ediciones de La
Piqueta, 1980, p. 20.
6. Cuando las referencias se repitan, el autor deber emplear la nomenclatura
clsica contemplada para distintos casos (op. cit., Id., etctera).
7. Las citas deben ir entre comillas redondas, y la cita dentro de la cita debe
ir entre comillas simples. El uso de cursivas se reserva solo para destacados
del autor y para citas de textos poticos. Ni el uso de negritas ni tampoco el
de subrayados forman parte del estilo de la revista.
8. La revista emplea letra estilo Baskerville. El cuerpo del texto es punto
11, interlineado simple, con sangra entre cada prrafo, salvo aquel que
comience el texto o sea subcaptulo del mismo. Las citas que se desprenden
del texto por su extensin y que se constituyen en un prrafo aparte deben ir
con sangra y sin comillas. Las notas a pie de pgina deben ir en letra estilo
Baskerville punto 9. El ttulo del texto debe ir con maysculas; los subttulos
en letra versalitas y en maysculas; y el nombre del autor se debe poner inmediatamente bajo el ttulo del texto, en cursiva y centrado.
9. El autor debe consignar ttulo, grado acadmico u otra identificacin pertinente, adems de su adscripcin institucional. Esta informacin debe ir a
pie de pgina, antes de las notas numeradas, y precedida por un asterisco.
10. Las reseas de libros deben contemplar la informacin siguiente, en este
orden y forma: nombre del autor (en maysculas), ttulo de la obra (en cursiva), lugar, editorial, fecha y nmero de pginas. El autor de la resea debe
poner su nombre y apellido al final de la resea (en versalitas).
11. El autor debe enviar textos en archivos que se puedan intervenir o que
sean modificables en su formato.
342
MAPOCHO
REVISTA DE HUMANIDADES
Dossier
N 77
Primer
Semestre
de 2015
2015 / No. 77
P r i m e r
s e m e s t r e
Vanguardias, neovanguardias
y marginalidades
Filosofa y Literatura
La sombra del filsofo en Merleau-Ponty
Pierre Campion
La filosofa positiva de Jos Victorino Lastarria
Marcelo Prez
El vuelo de un viejo sueo
La idea de integracin hispanoamericana en pensadores decimonnicos
Clara Alicia Jalif de Bertranou
El campo cultural chileno y la transicin a la democracia:
rupturas y discontinuidades
Lorena Fuentes
La Sociedad Bach como articuladora de litigios culturales:
su conflicto con el Conservatorio Nacional y el Teatro Municipal (1924-1928)
Joaqun Montalva Armanet
Historia territorial de Colchagua durante el siglo xx
Juan Guillermo Miranda Navarro
Una ficcionalizacin de la cultura italiana del siglo xx en
Historia de una absolucin familiar de Germn Marn
Mariela Fuentes Leal
Testimonios
Reseas
M A P O C H O
Humanidades
MAPOCHO