Reyes Calderon Cuadrado - Luis Iturri PDF
Reyes Calderon Cuadrado - Luis Iturri PDF
Reyes Calderon Cuadrado - Luis Iturri PDF
L AS L GRI M A S DE
HEMINGWAY
Dicen que el agradecimiento es la memoria del corazn. Por ello, deseo hacer
memoria de Miguel Reta, que me present a Lentejillo en sus campos de Estella; de
Javier Solano que me hizo vivir a destiempo el encierro; de Antonio Miura que me
ense lo que es la casta; de ngel Gmez Escorial, que me ofreci su arte a porta
gayola; de Jos Mara Marco, y con l de toda la Casa de Misericordia. De Rafael
Teijeira, Eduardo Ruiz de Erenchun y Elena Iigo que me mostraron los secretos de las
Ciencias forense y penal. De los inspectores Jos M. Fernndez y Jess Garca, Brigada
de Polica Cientfica, Cuerpo Nacional de Polica en Pamplona, que ajustaron ficcin y
realidad; de ngel Hidalgo, cirujano jefe de la enfermera de la plaza.
Gracias a Rafael Moreno y a Beatriz Guibert, corazn de La Perla, y
representantes fidedignos de la Pamplona de toda la vida; a Jaime Ignacio del Burgo,
Fernando Hualde y sor Rosario, hermana de la Caridad, que me han enseado detalles
que nunca haba visto. A don Juan Ramn Corpas y Carmen Jusu, Esteban LpezEscobar, Rafael Domingo y Miguel Alfonso Martnez-Echevarra: gracias por su
paciencia y estmulo.
De la alcaldesa Barcina, y del presidente Sanz, no digo nada que no se sepa: me
honro de pertenecer a una tierra gobernada con tanta profesionalidady amabilidad.
Agradezco a mis padres que me ensearan el arte del toreo con capa y espada, y el
ms difcil: el de la lidia de cada da; a mis hijos que soporten con ilusin el pluriempleo
de una madre metida a escritora; a Juan, los veinte aos. A todos, sin olvidar a San
Fermn, gracias..
-2-
I NDI C E
I PARTE ............................................................................................ 4
When the bulls run through the street ......................................... 5
Jugando con la muerte ............................................................ 15
Sangre en el encierro ............................................................... 23
II PARTE......................................................................................... 40
Pamplona: donde se detiene el tiempo ................................. 41
En nombre de la justicia .......................................................... 56
Sptima corrida de abono ....................................................... 69
Diagnstico: asesinato ............................................................. 80
III PARTE ....................................................................................... 91
Entre el cielo y el fuero ............................................................ 94
Sobredosis de poder .............................................................. 103
Parker duofold, querida Watson ......................................... 112
Sin testigos .............................................................................. 131
El ltimo saludo ..................................................................... 142
Vermissa tena 61 miembros ..................................................... 149
Caracoles en sus babas .......................................................... 168
EPLOGO ..................................................................................... 174
Andanadas del cielo .............................................................. 175
RESEA BIBLIOGRFICA ....................................................... 178
-3-
I P ART E
-4-
De la luna bien poco queda. Lentamente, sin ruido, tmidas luces van
seccionando la negrura de la noche hasta rasgar por completo el velo que oculta el
alba.
No hace fro, como ocurre en muchas maanas norteas, pero desde que dieron
las 6, estropajosos nubarrones, negros como toros de lidia, merodean por el cielo. Sin
embargo, contienen su aliento. El chubasco, contemplando Pamplona desde el cielo,
permanece quieto; dominando el gris, sobresaliendo el negro.
Zascandileando de ac para all, que para algo es domingo, camina el tiempo
hacia su destino: las 6 y cuarto; las 6 y media. Las campanas de San Cernin joya del
gtico y orgullo de los pamploneses entonan el tercer cuarto cuando el ambiente se
tie de luto riguroso y los oscuros depredadores se desperezan triturando casi por
completo la blanca luz.
Por un instante, el aire se llena nuevamente de reliquias de noche. No obstante,
la vivaz meloda de una diana confirma que aquello es un artificio porque, en
realidad, es de da. La Banda Municipal de Pamplona conocida cariosamente
como La Pamplonesa lleva el ronzal de esa cabalgadura de acordes. Todos saben
que no se dejar amedrentar por una coleccin juguetona de nublados, y por ello los
jvenes siguen sus pasos, pidiendo que repitan el Quinto, levanta!
Mientras en el cielo porfan sol y nubes, los pamploneses levantan sus ojos
expectantes. Los toros de Miura, protagonistas involuntarios de la maana, que se
hallan recluidos en el corralillo de Santo Domingo, no disputan ni importunan:
aguardan en duermevela, rozando con sus lomos las antiguas murallas de Pamplona.
Las viejas campanas repican otra vez, son las 7 y cuarto. Toda la ciudad est
despierta. La Pamplonesa recita un cntico; el aguacero lo aprovecha para aduearse
de la plaza. Llueve; los pamploneses ya saben a qu atenerse. Y, sin embargo, poco
importa: con sol o lluvia el calendario va a parir un brillante da de encierro.
Nerviosa como una primeriza, y ataviada con sus mejores galas, Pamplona espera el
-5-
alumbramiento.
Los mozos rezagados, ajenos a las circunstancias, aceleran el paso para situarse
entre la plaza del Ayuntamiento y la zona hbil de la Cuesta de Santo Domingo:
despus de las 7 y media, no se permite a nadie entrar en el recorrido.
Llovizna en gris bemol cuando empieza la cuenta atrs. Como si el aguacero
hubiera prendido una invisible mecha, en tropel los balcones de la calle Estafeta se
tocan con los colores de la fiesta: rojo por la sangre del Santo moreno; blanco como
signo de paz.
Desde ventanas y balconadas, entre el sueo y el embeleso, nios y grandes
siguen con atencin acadmica el trabajo de los barrenderos que, retirando despojos
de lata y cristal, pulen las losas. La lluvia facilita su trabajo, nadie puede hacerlo ms
agradable.
Algunos ojean el peridico, morosos de paciencia. Los agoreros confirman que la
edicin matinal del Diario de Navarra anuncia con ese eufemismo propio de los
meteorlogos intervalos nubosos.
Las gentes congregadas en el recorrido miran en silencio cmo el cielo destila
pizcas de agua templada. Por lo general, la concurrencia toma el infortunio con
resignacin; algunos, los bullangueros, reciben la lluvia con alegra: poco les importa
mojarse por fuera si ya estn empapados por dentro. Sin embargo, mirando cmo la
amanecida termina en nubarrada, Miguel Reta veterano pastor navarro mueve la
cabeza con disgusto. A sus treinta y siete aos, tiene la experiencia de un anciano
sabio, y sta le dice que esa lluvia no es buen presagio. Sus dos aficiones el encierro
y su ganadera de pedigr navarro le permiten conocer de primera mano a aquellos
animales y prever que este repentino cambio de tiempo agravar un momento de por
s complicado.
Mientras las huraas fachadas se zurcen con el alegre colorido de los paraguas,
Miguel, erguido en la puerta del corralillo, se lamenta:
S. Este aguacero complicar el encierro. Hay muchos mozos, algunos sobrios,
otros macerados en vino, los astados llevarn la divisa verde y grana de Miura... Y
adems est el suplente.
La luz de julio combate con fiereza, el plomo se intensifica y el chirimiri arrecia.
Quizs sea verdad, trata de convencerse. Es posible, como sostienen los
entendidos, que la legendaria divisa Miura haya perdido bravura. Pero en el fondo
de su ser, no lo cree. Los crticos taurinos hablan y hablan, pero l conoce el recorrido
como la palma de su nudosa mano. Las estadsticas dicen que los miuras respetan el
encierro. Por ello hoy ese hierro tomar el recorrido. Sin embargo, siguen siendo
toros. Y qu toros!, piensa el pastor, mientras les lanza miradas entre severas y
cariosas. Qu ms da una ganadera que otra? Se trata de una lucha
desequilibrada: un toro de 600 kilos, nervioso, arrancado de su ambiente, que corre
como alma que lleva el diablo, frente a un mozo de 80, que no es capaz de ganarle en
velocidad y carece de defensa.
S afirma. Diga lo que diga el Diario de Navarra, hoy habr trabajo.
Contempla a los astados, que se mueven inquietos, mirando, con recelo a todo el
-6-
que se acerca. Son unos ejemplares magnficos. Quizs para la lidia sean mejores los
pequeos. Pero Miguel piensa en el encierro del 12 de julio, donde corren cinco
miuras, que lo son de casta y apariencia: tres de ellos pintan negro azabache; el
cuarto es un sardo muy claro; el quinto, castao bragado. Altos y bien armados, de
largo cuello y ancho morro, con frente avacada y cuerpo estirado, permiten a duras
penas que la lluvia y la amanecida besen sus enormes cuerpos.
Tras una de sus frecuentes peleas, muy propias de los de Zahariche, el
veterinario se ha visto obligado a rechazar al sexto por incapaz: el nmero 34 un
bonito ejemplar ensabanado y capirote fue corneado de gravedad por uno de sus
hermanos, el 25, un azabache de 602 kilos que deseaba afianzar su posicin
jerrquica. El ganadero no tiene animales de reserva, por eso le sustituye un toro de
otro hierro: un carriquiri casi autntico de nombre Lentejillo. El animal, colorado
encendido y muy brillante, se distingue perfectamente del resto: es terciado,
barrigudo, ms bien cuellicorto, y cuenta con unos bellos ojos de perdiz. Solo en su
armadura amplia, peligrosa, veleta y en su cara avacada se intuye un origen
comn. Su presencia ha levantado gran expectacin, porque es la primera vez en
siglos que un toro de encaste navarro trota por las entrecalles pamplonesas, y nadie
imagina cul ser su reaccin.
Los toros navarros, que con gusto pintara Goya, pequeos pero listos y bravos
como pocos, antao extendan su fama por toda la Pennsula y ms all. Sin
embargo, ante el mejor trapo de los sureos, perdieron el mercado. Pero a base de
comer merengues grandes, alguien record lo autntico: aquellos mosquitos de
Santacara, Guendulain o Lizaso, mirones y pegajosos como pocos; aquellos
Zalduendo, Carriquiri, Lecumberri o Prez-Laborda ante cuya presencia los toreros
sudaban.
Lentejillo, el suplente, no es an de pura casta. Tiene mucho de miura, y por ello
supera los 500 kilos, pero Miguel Reta, que lo ha criado personalmente, sabe que
desborda bravura. Eso le enorgullece y le angustia. An pervive en su memoria el
recuerdo de aquel encierro en la villa de Ampuero en el que los animales de su
ganadera mataron a dos mozos. Levanta la vista y echa un nuevo rezo al Santo
navarro.
Faltan diez minutos para las ocho. La Pamplonesa ya se ha retirado. La sustituye
el sol, enardeciendo sentimientos y avivando sudores de lucha. Como por ensalmo,
cesa la lluvia. Quizs haya sido el empuje de los rayos; tal vez San Fermn se puso
serio. Se pliegan los paraguas, aparece por fin el calor de la maana festiva. Es 12 de
julio y se bautiza un nuevo encierro.
Tras pescar al ltimo borracho, los pacientes policas locales dejan
completamente expedito el recorrido.
Los corredores del encierro, hermanados en suspiros y silencios, calientan y
estiran los msculos rgidos por el fro y el temor. Muchos de ellos, que se conocen
desde hace aos, corren por parejas, disfrutando del consuelo de la proximidad
ajena; sin embargo, en el nterin no conversan (Qu podran decir?): los tragos se
toman siempre en silencio. Otros corredores son forasteros y bisoos, hombres de
-7-
blanco y rojo que sudan miedo pegados a un peridico enrollado. Estos, que no
saben qu hacer con su alma, intercambian gestos por doquier. Flota en el aire una
energa extraa, evanescente, casi elctrica. Los que rozan sus hombros quizs no
vuelvan a verse, pero el contacto lo torna todo cercano, como si las laceras del
encierro engancharan sin remedio. Los que ahora se sonren no cruzarn postales, no
compartirn alegras ni consumirn penas juntos, pero minutos antes de las ocho
todos forman un racimo compacto. Es un hatillo grande, aderezado de brotes de
miedo, de ramas de temor, de pavor profundo, mayor cuanto ms saboreado. Hay
mucha gente en Pamplona y es domingo, pero lo que produce recelo es el toro:
bravo, fiero, violento.
Nervioso, Jokin enrolla compulsivamente el peridico. Quedan pocos minutos,
pero las ocho parecen tan lejanas como la muerte. Desea sin piedad que le aborde ya
el momento, que se le trague el toro bravo, que le arrolle la maana, pero,
simultneamente, le tienta secuestrar el tiempo para que lo que tiene que ser no sea.
Como todos, Jokin mastica en silencio el miedo, paladea con angustia la espera.
Finalmente, tratando de matar la tregua, desenrolla el diario y lo ojea. A su lado, Juan
sonre: su compaero lo est viendo al revs, pero no se ha dado cuenta. Faltan seis
minutos. Saltos y ms saltos a lo bant, intentando templar los msculos y contener
los temores. Hasta los ateos se santiguan: por si acaso.
Rayando el momento mgico, sobre el ruido de fondo se eleva una voz. Es la
crnica de Javier Solano para Televisin Espaola que llega procedente de aparatos
varios. En Pamplona se conoce al veterano periodista como la voz del encierro porque
las cmaras evitan sacar su enjuto rostro y su cuidada barba y conservan slo su voz:
una diccin profunda, curtida, tostada a fuego de haya. Es un gran reportero,
historiador y enamorado del encierro, que lo ha mamado como corredor, por lo que
sus juicios se juzgan casi siempre como certeros. En este momento explica el efecto de
la lluvia en el enlosado.
Mientras las cmaras enfocan los balcones de Estafeta, llenos de caras sonrientes
y charlas animadas que matan la espera, la densa voz hiberna momentneamente.
Cinco minutos antes de las ocho, los micrfonos captan a lo lejos el primer ruego: A
San Fermn pedimos, por ser nuestro patrn, nos gue en el encierro, dndonos su
bendicin.
Qu ser patrn? pregunta a su gua una dama de ojos rasgados, pequea y
tmida, impecablemente vestida de pamplnica.
El responsable britnico fija en ella su mirada: Viniendo de Kioto, piensa, es
ms que probable que sea taosta, de forma que el concepto de santo le ser
totalmente ajeno. As pues, corta por las bravas:
A las nueve, en el hotel Maisonave, hay tertulia taurina en lengua inglesa.
Pregunte all. Javier Solano, de Televisin Espaola, le contestar.
Al or el melodioso ruego, Lentejillo, el mosquito navarro, se vuelve desafiante. Es
el ms gil y, en sus 525 kilos, el ms esbelto. Se mantiene en pie, olfateando el aire
con la testuz alta.
Una estampa bella como pocas. Un cincueo en estado puro, piensa Miguel.
-8-
-9-
- 10 -
- 11 -
- 12 -
de lo que no debe.
Est rematadamente loco! apuntan otros. Como su doble, que se suicid
cuando lo tena todo!
Toms, polica municipal, se encuentra, como todos los aos, en el espacio
intermedio existente entre los dos vallados del callejn de entrada a la plaza. Pese a
que los espectadores tienen vedado ese emplazamiento, el lugar est muy
concurrido. Cmaras, prensa, mdicos, algn que otro invitado... se apian para ver
llegar la manada. Aun as, siempre habr un sitio para un corredor en apuros.
Esa maana, Toms ha traspasado varias veces la primera valla y paseado por el
recorrido cercano para confiscar a varios corredores extranjeros cmaras, mochilas y
otros objetos inconvenientes para el buen orden del encierro. Cuando mira a su
derecha, y ve al fantasma de Hemingway desandando el callejn, percibe un peligro
mayor y se dispone a intervenir. Por un hueco entre dos tablones, saca medio cuerpo,
mientras con gestos ostentosos conmina al hombre a que vuelva a la plaza. Pero, a
diferencia de sus paseos anteriores, esta vez Lentejillo est demasiado cerca. En
cuanto ve que una mancha azul en movimiento emerge entre las tablas, el toro se
arranca. No hay escapatoria. El pitn derecho del animal atraviesa el brazo del
municipal sacndole del vallado. Desde el suelo, el sorprendido polica serpentea
hacia la empalizada y, ayudado por un fotgrafo, se aleja del toro, que permanece
all, atravesado en el dintel del callejn, al acecho.
El mozo que ha salido de la plaza va a su encuentro, ajeno a lo que le rodea.
Lleva la vestimenta tradicional, limpia e impecablemente planchada. No lleva
pauelillo rojo, sino una bufanda atada con doble vuelta y una faja roja a la cintura.
Por ella le engancha el toro la primera vez, mientras el aire se llena de gritos. No le ha
sido difcil tomar la presa. Lo ha hecho en un santiamn. El bulto est quieto,
envuelto en su vaina blanca y roja.
San Fermn! chilla un fotgrafo. La incredulidad se aduea de todos,
mientras el mozo vuela por los aires sin que el toro le suelte.
El resto de la manada, que viene disgregada, va girando en Telefnica y entran
de uno en uno en la plaza. Esta vez no se forma montn alguno. Lentejillo no les hace
caso cuando pasan a su lado. l sigue ocupado en el callejn. Los intentos de los
mozos no consiguen apartarle de su trofeo. Tampoco la vara del pastor, que
jugndose la vida se acerca peligrosamente al animal.
El pitn toca carne, y cuando casi ha salido, vuelve a penetrar, esta vez cruzando
el abdomen del corredor annimo. Su ropaje blanco comienza a teirse de rojo
sangre. Lentejillo no ceja; a empujones arrastra su triunfo hasta el albero. El hombre
que ha sido cogido casi no se mueve. Una de las cmaras muestra cmo al mozo se le
humedecen los ojos.
Miguel sigue insistiendo, primero con la vara, luego con las manos. Tras mucho
esfuerzo, finalmente consigue que el burel suelte su golosina. Sube el toro su bien
armada cabeza y enfila su mirada hacia el pastor. Los ojos de perdiz se clavan en su
cuerpo. Durante un instante el mundo se para. Ojos contra ojos. Espera contra
ruegos. Los dobladores no respiran. Slo los pacientes cabestros de escoba consiguen
- 13 -
- 14 -
- 15 -
- 16 -
de modo que introduce su mano derecha por la herida para intentar clampar al tacto
la gran va que est desangrando al hombre.
Los mozos se retiran a la fuerza. Miguel, junto a un miembro de la Polica Foral y
un mdico de SOS Navarra, permanece en la entrada de la enfermera. All brillan dos
velas y los colores de los pauelos de las peas, diseminados alrededor de una
pequea talla del Santo moreno. Los tres hombres cruzan las miradas, pero no dicen
nada. Finalmente, Miguel se rinde y abandona la plaza.
La muerte no suele adjuntar libro de instrucciones. Cuando sienten cerca su
apestoso aliento, las gentes quisieran disponer de un protocolo de actuacin, algo
que les indicara en cada momento cmo comportarse, qu decir, qu sentir. Sin
embargo, nada de eso existe. Algunos creen que deben llorar y lo intentan, aunque
con distinto xito. Otros adoptan gestos graves, escrutando en su interior con el
nimo de encontrar una pena ms honda, un sentimiento ms denso. Muchos llegan
a la dulce conviccin de que aquello no est pasando. En realidad, nadie debera
culparse. La mente casi nunca ofrece tabla a los nufragos que se topan
inopinadamente con esta dama de negro. Los mdicos y los periodistas son, sin
embargo, la excepcin. Estos profesionales saben exactamente qu hacer, qu decir y
qu pensar. Los sentimientos, si existen, vendrn luego, muy tarde, como las agujas
de un reloj con la cuerda rota.
El quirfano est preparado enseguida.
Monitorizadlo! Mirad si tiene pulso carotdeo! Ana, Hctor, vas de grueso
calibre en ambos brazos! Abocath del 14! Moncho, coge el amb y empieza a
ventilar, oxgeno al 100%! Quiero una tensin: ya!
Las rdenes se suceden y se cumplen con primorosa armona. Como siempre,
slo hay una voz de mando, porque con dos patrones las naves encallan y zozobran,
aunque casi no hara falta que alguien emitiese los mensajes, porque el equipo conoce
de sobra el protocolo y se halla perfectamente coordinado.
No hay pulso! Est en asistolia! confiesa desalentado Fermn.
Daniel, inicia masaje cardiaco! Rosa, adrenalina! Expansores a chorro! Hay
que transfundirle!
Hago pruebas cruzadas? pregunta el hematlogo.
No hay tiempo! Sangre 0!
Tras unos minutos, ngel ordena:
Parad el masaje un momento.
Contina sin ritmo le informan.
Moncho comienza a sudar.
OK Atropina hasta 3 miligramos!
Las instrucciones continan. Cortos mensajes, seguidos de acciones precisas. Al
no iniciado, aquello se le antojara un completo caos, sin embargo, no es as; impera
un protocolo seguido al milmetro.
Voy a intentar intubarle.
Las maniobras cesan; luego, empiezan de nuevo. Los minutos se suceden sin que
el enfermo responda. Alguien pronuncia lo que ninguno desea or.
- 17 -
- 18 -
la cabeza:
No hemos podido hacer nada se disculpa, ebria de pena.
Dentro, se suceden hiptesis sobre aquel extrao comportamiento.
No ola a alcohol con un chicle en la boca, la voz de Moncho suena
desdibujada: parece ms bien intoxicado. El forense dictaminar.
Desde luego se pareca mucho a Hemingway, el escritor. Gordo, con aspecto
de vividor, barba blanca bien cuidada, un rlex en la mueca izquierda... Me he fijado
en las uas; le han hecho recientemente la manicura...
Demasiado alcohol, demasiada fama, demasiadas mujeres... Al final, todo eso
acaba en lgrimas. Lgrimas a lo Hemingway.
Sabemos quin era?
Lo pondrn sus documentos. Cuando venga la polica, nos enteraremos.
Justo cuando el cirujano jefe menciona al laudable Cuerpo, los dos agentes
entran en la enfermera.
Ya estamos aqu, seores! De qu quieren enterarse? dice el primero, de
nombre Galbis.
Qu rapidez! ironiza Hctor, observando a un joven rubio y jovial, de pelo
cortado a cepillo y nublados ojos grises. Se rumorea que la caballera llega siempre
a vaquero muerto!
Esta vez as ha sido sentencia serio el agente, pero no por culpa nuestra,
sino de este furioso toro navarro. Vaya burel ms bravo! Est comprobada la
muerte?
Comprobadsima! Pase si quiere y lo ver con sus propios ojos!
Me temo que ahora tendr que hacerlo, pero antes telefonear al Juzgado. Hoy
es el juez Uranga quien est de guardia. Es muy meticuloso, y quizs quiera
personarse.
El telfono suena insistentemente, pero, al otro lado, nadie responde. Para ganar
tiempo, el agente deja puesta la opcin de re-llamada automtica y entra en el
quirfano acompaado del cirujano jefe.
Tras comprobar la documentacin, el agente Galbis levanta la sbana que cubre
el cuerpo e insiste en su parecido con Hemingway. No es de extraar: en Pamplona
todo el mundo conoce al escritor norteamericano. A lo largo de los aos, durante las
fiestas en honor al obispo San Fermn, por la capital navarra han pasado ilustres
ciudadanos de aquel pas. En las paredes de restaurantes, museos y hoteles lucen
palmito Charlton Heston, Orson Wells, Ava Gardner, Deborah Kehr o Arthur Miller,
pero slo Ernest Hemingway tiene paseo y escultura. Slo a Hemingway se le
considera de la tierra. Obviamente, el de Chicago tambin tiene algn bar, que donde
su recuerdo est presente el vino tinto no puede faltar.
Como homenaje local, su rostro salido de las manos del escultor Luis
Sanguino preside la entrada a la plaza de toros. Ahora el norteamericano no puede
correr el encierro, pero desde esa atalaya cada ao observa atento la escena. Izado a
un lado del Callejn, se halla en lugar sobresaliente para sentir, para vivir una y otra
vez el esperado momento.
- 19 -
- 20 -
- 21 -
desde luego, estaba loco!, pensaba, pero yo debiera haber sido capaz de detener a
Lentejillo. No hubiera podido impedir el primer puntazo, totalmente inopinado, pero
quizs s el segundo. Es posible que si hubiera sido ms hbil...
El pastor de Estella esperaba, junto a la comentarista del canal local, la dichosa
conexin cuando el miedo, aderezado con la impotencia y la rabia los mismos que
le inundaron al ver en directo aquellos puntazos, aflor nuevamente. Anuncios de
esprragos, pimientos del piquillo y vino navarro se sucedan en el monitor que
tenan delante. La periodista que esperaba turno para entrar en directo se dio
media vuelta para que le retocasen el maquillaje, dejndole solo por un momento.
Miguel cerr los ojos, recordando sin querer. Cuntas veces haba admirado el
rebarbo de Lentejillo! Cuntas su noble estampa y su inteligencia!
Las lgrimas se agolpaban en una larga fila, pidiendo paso. Ni pudo ni quiso
contenerlas. Dejando atrs las cmaras, se march en silencio en direccin a la plaza.
Su trabajo no haba acabado: tena que prepararse para el apartado. En el camino, un
brazo el de Antonio Miura pas sobre sus hombros. El ganadero de Sevilla haba
visto la cogida y el ensaamiento del toro desde el callejn. Intuy cmo se senta el
pastor, y tratando de darle nimos, le apret fuertemente sin decir nada. Tras tan
providencial encuentro, el nimo de Miguel se recuper levemente. Antonio Miura
saba lo que pasaba el navarro, pues su ganadera haba provocado bastantes
muertes. Ola su rabia, palpaba su impotencia, pero a ambos el afn por proteger la
Fiesta les haca seguir, pese a roer el dolor guardado en el alma: un dolor que
siempre aleteara en permanente marejada de sentimientos.
Una llamada detuvo su marcha. Ambos se volvieron. De la caseta de Televisin
Espaola emergi un rumor cercano. En el acto lo reconocieron: era la voz del encierro
que se encaminaba a su tertulia taurina. Resultaban innecesarias las palabras, slo
dos sentidos abrazos. Palmadas sinceras de psame.
Los tres cieron hacia la plaza, como si el viento hinchase sus velas sin remedio,
obligndoles a retornar a su puerto natural. Un tro de goletas, virando al viento, que
slo sabrn fondear en una ensenada de arena blanca y toro negro. Juntos pasaron
ante la estatua de Hemingway que, aunque siente, tambin calla. Cuando ha visto
llegar a Lentejillo, un escalofro ha recorrido su cuerpo de bronce.
- 22 -
Sangre en el encierro
Dos hombres pasaron por la calle. El camarero les pregunt algo a
gritos. Los dos hombres tenan un aspecto grave y serio. Uno de ellos movi
la cabeza con gesto pesimista.
Muerto! fue lo nico que dijo...
El camarero volvi junto a mi mesa.
Lo ha odo? Muerto. Atravesado por un cuerno.
Todo un pasatiempo maanero.
Es muy flamenco.
ERNEST HEMINGWAY,
Fiesta, Cap. XVII
- 23 -
- 24 -
- 25 -
- 26 -
un cogido en el encierro.
Vaya por Dios! exclam Chiqui medio dormida. Esos turistas deberan
saber que esta Fiesta es verdaderamente peligrosa concluy, dando por sentado
que el cogido era un corredor extranjero.
S, claro. Muy peligrosa. Te llamo cuando acabe. Sigue durmiendo!
De acuerdo... Espera! Has dicho que son las 9 y cuarto? Entonces es probable
que hayas acabado a la hora del almuerzo. Te har una buena paella para cuando
vuelvas! ofreci.
Ni se te ocurra, ya comimos bastante ayer! Haz algo suave: verdura a la
plancha, fruta. En fin, lo que quieras, pero ligero y en pequea cantidad.
Ella no le respondi. En un santiamn haba vuelto a sumergirse en su sueo.
Oyendo su respiracin, l abandon su domicilio.
Ramiro Gmez adoraba a su mujer casi tanto como ella le quera a l, pero nada
ms alejarse del dormitorio, que ambos compartan desde hace doce aos, se
concentr plenamente en la escueta informacin que el juez le haba facilitado por
telfono, la que l mismo haba recabado del personal de la plaza y las imgenes que
haba podido ver en televisin. El origen del fallecimiento pareca claro. El hombre
en cuestin haba sufrido una cornada en el abdomen con doble trayectoria: una
comprometiendo el lbulo heptico izquierdo herida mortal por necesidad, y
otra ascendente que, con bastante probabilidad, haba causado una dilaceracin de la
aorta abdominal o de algn otro gran vaso. Sin embargo, por lo que haba logrado
captar en la retransmisin de la cogida, el forense no vea demasiado claras las
circunstancias de la muerte. Si tuviera con quin, apostara que el mozo haba
consumido estupefacientes a granel. En fin, en cuanto llegara a la morgue hara un
primer anlisis.
El mdico mir su reloj. Se le haba hecho tarde. Dud unos momentos, pero
finalmente desech la idea del taxi. Tardara ms en venir a buscarle que l en llegar
andando...
Ramiro haba nacido en Gijn, pero su esposa Leyre, a la que todos conocan
como Chiqui por su pequea estatura y su cara aniada, era pamplonesa. No era una
pamplonesa cualquiera, no: perteneca a ese corto y selecto clan que tiene a bien
denominarse de Pamplona de toda la vida. Esa afiliacin que comienza por natura en
los individuos con antepasados de probada raigambre navarra, ocupantes de
sobresalientes puestos en la Comunidad, contina de por vida: un nacido en la
Pamplona de toda la vida siente, vive, comulga, se conmueve con todo un conjunto de
costumbres y usos, tradiciones y leyendas, mitos y realidades. Ms o menos
racionales, ms o menos romnticas, ancestrales o con pocas dcadas de antigedad,
eso no siempre importa si los pertenecientes al envidiado club las han identificado
netamente como suyas. Ramiro no poda identificar todos los rasgos de tal naturaleza
que caracterizaban a su esposa, aunque saba a ciencia cierta que Chiqui posea uno
de ellos, uno notable: l se haba resistido todo lo que haba podido, pero en cada
traslado de domicilio se iba alejando ms de su lugar de trabajo al tiempo que se
aproximaba ms al centro de la capital navarra. S, vivir en el meollo de la Pamplona
- 27 -
- 28 -
- 29 -
- 30 -
- 31 -
- 32 -
Ramiro fue examinando los orificios naturales. Enseguida surgi el tema del encierro.
Ambos charlaron animosamente, sin abandonar en ningn momento la tarea que
tenan entre manos. Les ocupara bastante tiempo, el que emplearan en analizar cada
lesin, fijando desde la localizacin anatmica, el tamao, forma o color, hasta la
trayectoria u otras caractersticas: pelos, bordes de las uas, fibras, barro, polvo y
fluidos corporales seran recabados por inters criminalstico. All mismo hicieron los
primeros anlisis con las muestras de orina, donde txicos y drogas de abuso se
acumulaban en mayor cantidad. Los resultados eran provisionales y no podan
presentarse como pruebas ante un tribunal, sin embargo ofrecan a la polica indicios
inmediatos con una fiabilidad suficiente. Mientras Ramiro abordaba el anlisis de las
visceras, comenzando por el cerebro, su ayudante inici el estudio de la orina.
Positivo en cocana inform Kepa.
Es posible que eso explique el raro comportamiento del individuo en el
encierro, aunque no lo creo especul el forense.
Yo no soy especialista, pero opino lo mismo que usted. Este to tena money.
Viendo las pertenencias del finado y su aspecto, supongo que no ser la
primera vez que prueba esa sustancia. Los anlisis de sangre nos darn datos ms
precisos, aunque tengamos que esperar 48 horas. El estudio del cabello nos informar
de si era consumidor habitual.
La msica de Antonin Dvorak sonaba en la sala. La Sinfona del Nuevo Mundo
lleg a su punto culminante. Ramiro se detuvo, cerr los ojos y se movi al son de los
compases, sierra elctrica en mano. Su ayudante le miraba escptico. A l le gustaba
Estopa, pero claro, tena veinte aos menos. Cuando el bohemio cuarto movimiento
concluy, Ramiro escuch las notas grabadas durante la operacin, y luego comenz
el dictado final de su informe. Qued satisfecho de su trabajo, se quit el delantal y la
bata, y ataviado con su pijama quirrgico azul cielo, sali a hablar con los agentes.
Galbis aguardaba pacientemente en el vestbulo de la sala de autopsias. No
pensaba en nada, slo estaba cansado. Quera que le dijeran que en aquel cadver no
haba nada anormal; as saldra de all contento. Sin embargo, intuy que no iba a
tener suerte.
Seor! salud al ver al forense.
Venga conmigo, agente, hablaremos en mi despacho. Quiere un caf?
Tanto estmago no tengo, doctor confes. Cuando haba entrado en la sala
de autopsias y haba visto lo que all haba, se le haban revuelto las tripas, sobre todo
por el olor. Galbis procuraba no pensar en ello. Se sobrepuso como mejor poda y
contest con voz amable. Un caf no, pero yo le puedo ofrecer una caramelo sin
azcar si le apetece.
Pues no le digo que no, mire. Tengo la boca seca. Mientras hablaban, ambos
se dirigieron al despacho principal siguiendo un largo y blanco pasillo.
Dgame, quiere que llamemos al juzgado?
Me temo que s respondi el mdico forense. Desde luego este hombre ha
muerto a consecuencia de una cornada con doble trayectoria que le ha seccionado el
hgado y afectado la aorta. En resumen: se ha desangrado. Sin embargo, el screening
- 33 -
- 34 -
- 35 -
de postn. Posea un ttulo nobiliario: era marqus para ser ms exacto; un hombre
culto, un profesor de universidad.
Haga el favor de guardarse alguna de sus nuevas alegras, por favor! Un
noble rico, culto, profesor... Y le tiene que matar un toro durante mi guardia! Claro,
maana es da 13! Como para no ser supersticioso! En fin, dgame, de qu era
profesor el susodicho?
Ah! Esto s que le va a gustar! Era catedrtico de una materia muy prxima a
la suya: el Derecho Penal explic el agente Galbis.
Qu? Catedrtico de Penal? Pues quin era? pregunt extraado el
juez.. De quin se trata?
De momento, y atenindonos a sus documentos, puedo decirle que su nombre
completo era Alejandro Mocciaro y...
Alejandro Mocciaro! Santo Dios! Menudo lo!
Le conoca?
Que si le conoca? Su padre es (ms bien era, muri el mayo pasado) el gur
del Derecho Penal espaol! Todos hemos estudiado con el Compendio de Mocciaro!
le respondi el juez mecnicamente, mientras su cabeza pensaba en otra cosa.
Seora, le ocurre algo?
Se ha quedado muy callado.
S, en efecto. Acaban de surgir nuevas complicaciones. Me temo, agente
Galbis, que tendremos que buscar un nuevo juez para este caso.
Seora, no soy quin para llevarle la contraria, pero creo que haber ledo un
libro escrito por el padre de la vctima no le inhabilita para instruir este caso.
Haber estudiado ese compendio no, pero s haber cenado con el difunto.
Ha cenado con l? Entonces le conoca bien!
No, en absoluto. Me lo presentaron ayer mismo, durante la cena. Hablamos
largo y tendido sobre el encierro. De hecho cont que hoy pensaba correr. En vista de
su mala forma fsica, tratamos de quitarle la idea de la cabeza, parece que con poco
xito...
El juez Uranga guard silencio. Luego, hablando ms para s que para el agente,
afirm:
Pensndolo detenida y objetivamente, me veo obligado a admitir que esa
sustancia casa bien con el tipo de persona que aparentaba ser Alejandro Mocciaro.
Pues entonces las cosas no cuadran.
Expliqese, agente, no s qu es lo que quiere decir.
Que, si consuma cocana habitualmente, no es lgico que una dosis de esa
sustancia le produzca los efectos que hemos visto. Tendra que tratarse de una
cantidad muy elevada... o de otra cosa.
S, tiene usted razn... Algo ms?
Me temo que s, seora. Me he tomado la libertad de llamar a Valladolid para
informarme sobre el difunto. En la Central trabaja un primo mo que es inspector. No
le ha hecho falta ni buscar el expediente. Lo tena en mente.
Y qu le ha dicho su primo, Galbis?
- 36 -
- 37 -
- 38 -
- 39 -
II PARTE
- 40 -
- 41 -
- 42 -
- 43 -
Lola no se atrevi a decir nada. Saba con certeza que, durante la fiesta grande,
en Pamplona no cabe ni un alfiler. Adems le dio vergenza que pensaran que algo
iba mal entre ellos. Pero sobre todo crey que les vendra bien emplear la misma
cama por una vez. Por eso no dijo nada. Por eso guard silencio utilizando la poltica
de hechos consumados que tanto le gustaba.
Los tapones fueron intiles. La valeriana no funcion. Un ruido rtmico y bronco,
estrepitoso, apabullante, desesperante, ara minuto tras minuto, hora tras hora, la
espalda de su marido hasta hacerle desesperar. Ella que, feliz, se haba dormido
enseguida, fue despertada con sacudidas histricas e impelida a encontrar de
inmediato solucin al problema que, desde haca aos, les obligaba a verse de da y
huirse de noche.
A las tres de la madrugada, el joven recepcionista del hotel vio bajar del ascensor
a un caballero que, pese a tratar de domar sus nervios pidiendo permanentes
disculpas, se encontraba al borde de la histeria. Un paso por detrs, una mujer
llorosa. Ambos suplicando desesperadamente una habitacin ms. Cualquiera,
donde fuera, como fuera. Preferiblemente en otra planta, dijo l, con gran disgusto
de su esposa.
El recepcionista escuch los lamentos sin inmutarse, aunque no se crey en
absoluto las explicaciones. Quizs porque usualmente el ronquido sea patrimonio del
varn, y suele ser la dama la que pierde los nervios, entendi que lo que vea no era
ms que una ria marital que no mereca ser atendida, de modo que les inform de
que no haba ninguna habitacin disponible en el hotel.
Si no era posible, entonces se acomodara en la butaca. Como usted desee, fue
la respuesta a la amenaza. A las seis de la maana, Jaime se levant de aquel trozo de
terciopelo con patas, que no haba resultado tan cmodo como haba supuesto, y
realiz nuevamente la solicitud. El recepcionista le prest la misma educada e
ineficiente atencin.
De acuerdo, no hay habitaciones. Lo entiendo. Llame por favor al director del
hotel. Quiero hablar con l. Supongo que ya se habr levantado.
Lo siento, seor respondi con dureza el recepcionista al ver que el caballero
porfiaba con bastante impaciencia, pero no puedo molestarle.
Si prefiere lo hago yo. Tengo aqu su mvil.
Tiene el mvil de don Rafael?
Lo tengo. Rafael Moreno y yo somos amigos desde la infancia. He pasado ms
tiempo en este hotel que en mi casa!
Por Dios, haberlo dicho antes! El recepcionista perdi momentneamente el
color, y atacado por un acceso de prisa, rebusc convulsivamente en uno de los
cajones hasta encontrar lo que buscaba. Tenga. Esta es la llave de una habitacin de
la ltima planta. No est abierta al pblico, porque pertenece a las estancias privadas
de don Rafael. Slo la usamos en caso de emergencia. No dispone de bao integrado
en la pieza, pero posee una cmoda cama y sbanas limpias...
Por eso no se preocupe; me duchar en la habitacin de mi esposa. Gracias, no
sabe qu gran favor me acaba de hacer.
- 44 -
Tanta felicidad esperaba encontrar en la soledad del sueo profundo que hasta
desconect el mvil. El despertador programado no pudo hacer su funcin. Y se
haban dormido...
Arrglate, Lola, y bajemos a desayunar. Quiero pasar cuanto antes a dar las
gracias a Rafael.
No tardo nada. Estoy pensando en que Alejandro nos va a poner verdes por
no haberle visto correr.
No te preocupes por eso. Habr miles de fotos que inmortalicen el momento.
A las diez y cuarto de la maana, ambos entraron en la estancia habilitada como
comedor en la que Jaime, junto a Rafael Moreno y su familia, que vivan en el hotel,
haban pasado tan buenos ratos.
Esbeltas sillas de madera de poca rodeaban mesitas redondas cubiertas de
plidos manteles. Recogidos a ambos lados de falsas ventanas, pues se trataba de un
semi-stano, amplios cortinajes tejidos en adamascadas rayas granates y con altura
de principal ocultaban las paredes. En una esquina, luca sus sinuosas curvas un
piano antiguo; en la otra, una caja acristalada de ascensor, el primero que funcion
en Pamplona all por el ao 22.
Una graciosa seorita, elegantemente vestida con uniforme negro y delantal de
encaje blanco, acababa de servir una taza de caf a un cliente alemn. Al ver a Jaime y
Lola, sonri mientras les indicaba con un gesto una mesa vaca a la izquierda, junto a
las reliquias del antiguo elevador.
Desde las dems mesas se prodigaron tenues saludos a los recin llegados. Casi
todos trataron de hacerlo en espaol, como mandan los cnones, pero con xito
diverso. Los holandeses del fondo, que llevaban ya muchos aos viniendo
puntualmente cada 6 de julio, pronunciaron un buenos das con perfecto acento. Los
australianos de al lado, un hi a lo americano. Como Lola y Jaime, todos, incluyendo a
las camareras, lucan en sus cuellos el moderno smbolo de la Fiesta. Tras los saludos,
cada uno volvi a sus cuchicheos.
Me encanta esta ciudad! exclam Jaime nostlgico. Es verdaderamente
extraordinaria!
Lo dices por los sanfermines?
S, por supuesto. Medio mundo est pendiente de Pamplona en estos das en
que mozos y toros se hacen juntos un solo arte. Pero estoy seguro de que no es lo
nico que logra que la ciudad aparezca junto a las endiosadas Madrid, Barcelona o
Sevilla en las guas mundiales de turismo. Hay mucho ms que eso; un factor oculto,
misterioso, singular. Algo que, por no poder explicarse, no figura en las guas.
Sinceramente, Jaime, no s a qu te refieres.
Ests segura? Mira a tu alrededor! Es fcil percibirlo en esta sala.
Lola gir levemente la cabeza. Flotaban en el aire olores a cera de abeja bien
lustrada; sobre ellos, planeaban susurros de vieja taima de roble.
Vamos! T has vivido aqu! Has tenido que descubrirlo! Observa este
entorno, qu es lo que ves?
Qu es lo que veo? No s... Es como si el reloj se hubiera parado en los aos
- 45 -
20, quizs en los 30, puede que hasta en los 40 o en los tres a la vez... Sin embargo...
Sin embargo, qu?
Nada, estaba pensando una tontera.
No lo creo. Tus ronquidos son horribles, pero tus pensamientos suelen ser
muy acertados.
Iba a decir que pese al vetusto sabor de esta habitacin, aquella pantalla de
TFT de la esquina no desentona en absoluto. No s, es como si en esta estancia todas
las pocas convivieran juntas. Como si fueran los dominios de un lugar sin pasado ni
maana. Como si por arte de magia alguien hubiera congelado el tiempo.
Saba que seras capaz de vislumbrar el misterio! Congelar el tiempo! As es
cmo lo has llamado, no? Yo no lo hubiera expresado mejor. se es el misterio que
alberga Pamplona! Madrid, Barcelona, Sevilla... Todas esas capitales orgullosas
poseen cosas verdaderamente extraordinarias, dignas de envidia, pero carecen de
este misterio. Cuando viva aqu, estaba tan habituado a esta joya nica y de
incalculable valor que casi no la apreciaba. Pero llevo tantos aos fuera que tengo
ojos de extranjero, y como ellos soy capaz de cazar al vuelo la diferencia.
Lola mir a su marido sin decir nada. Haba estudiado en Pamplona cinco aos,
y haba palpado la realidad de la ciudad hasta atarse a ella con lazos de respeto y
cario, pero era bilbana. Pamplona no dejaba de presentarse ante ella como una
ciudad pequea y tradicional. Naturalmente, pens, no es un espacio provinciano
de triste anatoma: su ambiente universitario permite mezclar permanentemente su
antiguo carcter con sangre nueva; su vigor econmico anula esa sombra emocin
de las plazas que se mueren. Sin embargo, es obvio que Pamplona no se puede
comparar con Bilbao. Incluso lo que Jaime califica de originalidad, yo lo tildara sin
dudar de descuido.
Ya s qu es lo que ests pensando afirm Jaime con un gesto. Bilbao es
Bilbao, una ciudad cosmopolita y abierta, pero no posee el don con que esta pequea
ciudad ha sido agraciada. Vers, en otras plazas como Bilbao, los entornos se
desencajan y transfiguran hechizados por la belleza de la modernidad y, como las
gentes, se adaptan a los nuevos tiempos. Algunos edificios mueren a manos de los
depredadores de hierro; otros se empolvan con los colores y materiales de moda;
nacen, por fin, otros nuevos, de manera que el tiempo va poco a poco horadando los
recuerdos. Pero en Pamplona las cosas no ocurren as. Esta maana, al levantarme, lo
pensaba mirando el paisaje desde mi ventana. Estamos en el siglo XXI, una poca que
ha abandonado voluntariamente hasta lo postmoderno. Sin embargo, en Pamplona,
no se ha querido dejar nada atrs. Se ha avanzado sin soltar lastre. Por eso, paseando
por sus entrecalles, se pueden saborear simultneamente mil y una pocas.
Fjate en este hotel. Mira esta habitacin continu Jaime emocionado. Sin
esforzarme mucho, puedo ver ah mismo, sentado sobre una de estas mesas, a Ernest
Hemingway soando medio ebrio con ser torero; a don Juan de Borbn, vestido con
mono azul para escapar de Franco, o a todos los toreros de renombre... Cierra los
ojos! Parece que en cualquier momento va a aparecer Albaicn, luciendo taleguilla y
fajn, liado en su capote de paseo en honor a la Virgen del Carmen. O Luis Miguel
- 46 -
- 47 -
- 48 -
- 49 -
Del cielo llegaban noticias de ardientes soles cuando Jaime y Lola llegaron al
Hospital de Navarra. La puerta de Urgencias, literalmente tomada por reporteros
novatos, pareca un enjambre. Sin embargo, dentro imperaba un pastoso silencio. Los
miuras se haban portado como se esperaba y el encierro haba sido limpio. Slo los
estragos de Lentejillo les haban hecho trabajar en serio. Naturalmente, se haban
sucedido golpes y contusiones, pero nadie ms que el agente municipal que haba
tratado de socorrer al difunto haba quedado ingresado. Los dems heridos ya
haban recibido el alta mdica. Salieron. Una celadora les haba informado de que la
persona por la que preguntaban no estaba all.
Debis ir al pabelln F. Nada ms salir, siempre a mano derecha. No tiene
prdida, pero en todo caso, si os perdis, preguntad a cualquiera por el velatorio o
por los de medicina legal, seguro que os informarn. Y tambin all est prohibido
fumar! Agur!
No fue necesario preguntar. Desde la calle percibieron una silueta conocida.
Entraron. En la sala de espera de la entrada del Instituto Anatmico encontraron a
- 50 -
Clara, inclinada hacia delante, con la cara oculta por su larga melena. Los rizos de
oro volaron hacia atrs cuando oy su nombre. Tena los ojos enrojecidos y el rmel
corrido; una mirada que peda a gritos una respuesta racional a aquella absurda
situacin.
Clara, que vesta una impoluta vestimenta blanca y roja algo arrugada, se puso
en pie, roz la mejilla de Lola con un amago de beso y, al son del tintineo de las
mltiples pulseras de oro que cean su mueca, se abraz a Jaime. Fue un abrazo
intenso que l complet frotando con sus manos la espalda de la mujer. Tras el
saludo, los tres se sentaron en silencio. Jaime pareca absorto, apoyada la espalda en
el respaldo, recostando su largo cuerpo en aquella incmoda silla, mirando el techo,
inmerso en algn alto pensamiento. Lola tom la mano de Clara, pero ella rechaz el
gesto y volvi a su posicin original; erguida, casi enhiesta. La espalda al aire, sus
esculturales piernas cruzadas en un difcil equilibrio que le permita mostrarlas a la
perfeccin. No lloraba, se limitaba a jugar con su collar de perlas de tres vueltas,
enroscndolo en su dedo ndice, esperando que la joya deshiciese por propia inercia
el nudo formado artificialmente. La camisa de seda que vesta haba perdido el
primer botn, como si alguien lo hubiera arrancado violentamente; en su lugar haba
un amplio agujero que permita ver el sujetador de seda blanca. Aunque aquel volcn
atraa inevitablemente todas las miradas e incluso algn sublime deseo, ella no hizo
ademn de taparse.
De una de las puertas que daban al vestbulo, sali de improviso un hombre con
una bata blanca. Era difcil saber de quin se trataba, quizs un conserje: un tipo
rechoncho, serio, perfectamente mimetizado. Tena una cara de velatorio perpetuo,
slo empaada por el subido tono rojo del rostro y el cuello. Jaime se levant de
inmediato. Manifestando su condicin de mdico, y apoyado en esa camaradera que
siempre acompaa a esta profesin, decidi ir en busca del forense, y se perdi por
los pasillos de la morgue acompaado por aquel individuo. Lola permaneci en la
sala de espera junto a Clara.
Lo siento de veras. Me imagino que estars destrozada Lola se sinti en la
obligacin de decir aquello aunque, con la excitacin y la premura, en realidad no se
haba parado a pensar lo que aquella muerte podra representar para ella. He
llamado a mi madre pidindole que encargue una misas por Alejandro. Es lo nico
que hemos podido hacer con estas prisas.
Ella no contest. Lola, por respeto, guard silencio. Tras unos minutos de calma,
Clara quebr el silencio con su voz aflautada.
Sabes? Ni siquiera se han molestado en operarle. Simplemente han certificado
que estaba muerto. Me han hecho entrar: estaba muy plido, completamente
desnudo y con la tripa abierta de arriba abajo. Ha sido horrible! Pareca de cera. Es la
primera vez que veo un muerto; cuando llegu a ver a pap, ya estaba amortajado. El
pareca que se hubiera quedado dormido, pero Alejandro... Tena un color espantoso.
No pareca l. Era otra persona.
Lola no respondi. Siempre haba dudado de que Clara fuera capaz de tener
algn sentimiento altruista. Todo hombre paga el peaje de pertenecer a la raza
- 51 -
- 52 -
- 53 -
S protest Lola, no creo que sea muy apropiado hablar de eso con
Alejandro de cuerpo presente.
Pues claro que es apropiado. l est muerto y yo sigo viva. Acabo de cumplir
los treinta y ocho! Debo empearme en ser feliz rpidamente.
Entonces, qu queras decir? pregunt Lola, que intua la falacia.
Es fcil. Me refera a que no debera hablar contigo de esto, porque t eres
incapaz de apreciar la esencia de lo que digo. Perteneces al tipo de mujer que
permanece anclada en el pasado y atada a estpidas supersticiones... No me mires
as! Ya s que me vas a decir que eres universitaria y todas esas cosas. Pero eso no es
lo importante. La liberacin de la mujer no est en salir de casa, sino en abandonar la
aburrida cama de 1,35. T nada sabes de ese extremo! Te has limitado a desperdiciar
a un hombre estupendo convirtindote en una matrona paridora de hijos. Cuatro,
no? Qu barbaridad! Qu estupidez! Con ese marido tuyo yo hubiera hecho
maravillas! Qu desperdicio! En fin, de todo tiene que haber en la via del Seor.
Lola la mir con pena. En aquella ocasin, no se sinti ofendida por los
improperios que aquella boca acababa de vomitar. Vio a una mujer que se iba
cubriendo inexorablemente con la capa de los aos hasta penetrar sin remedio en la
edad peligrosa; una mujer que se senta sola y que estaba asustada. Los gitanos
canadienses, a partir de cierta edad, visitan previo pago. Ese aspecto, que puede ser
minimizado si quien desembolsa es un varn, no satisface a una mujer que busca ser
apreciada y amada sin necesidad de pagar por ello.
Clara, la vida no estriba en pasar de mano en mano. La felicidad est en otro
sitio.
Ah, s? En qu otro sitio est?
Pues en sentirse querida, apreciada en mil y un detalles. Amar y ser amada
por un mismo hombre quince aos seguidos, por ejemplo; contemplar cmo crecen
tus hijos; disfrutar de un buen libro... La felicidad completa no existe, pero la que est
a nuestro alcance se halla tejida de miles de pequeos hechos deliciosos.
Qu estupideces! Dices esas cosas porque no sabes nada de nada! Me
recuerdas a mi padre! Vamos a ver, Lola, contstame: Has sentido alguna vez? Te
has dejado comer por un desconocido? Has lamido cocana sobre un cuerpo joven y
fuerte, desnudo, encendido por la pasin? Has...? En fin, djalo. No podras
entender lo que de verdad es vivir!
La aparicin de Jaime, precedido por el agente Galbis, trunc la conversacin.
Una lgrima acida rodaba por la mejilla de Clara, pero esa visin no fren al
agente Galbis. Como si tuviera prisa por acabar, inform a los tres interesados sobre
el desarrollo de la autopsia. El procedimiento les dijo haba concluido, aunque
no sera posible retirar el cuerpo del difunto del Instituto Anatmico Forense hasta
culminar algunos anlisis. Un estudio preliminar, y no concluyente, haba detectado
una sustancia txica en la orina del finado: cocana.
A veces ocurren estas cosas, y no indican ms que el fallecido ingiri una
pequea dosis de ese producto, lo cual es legal y no constituye problema alguno
ilustr amablemente el agente, por un momento sus ojos grises brillaron con una
- 54 -
vivaracha chispa azulada. No obstante, hay casos en que esa sustancia es indicio de
algn delito. Por ello, es preceptivo estudiarlo. As lo marcan las normas afirm.
Si lo desean, el mdico forense que se ha encargado de realizar la autopsia les har
las aclaraciones que ustedes deseen. Por otro lado les instruy Galbis uno de mis
superiores, el inspector Juan Iturri, que se va a poner al frente de esta investigacin
preliminar, desea verles a los tres. Es asunto de puro trmite. Les ha citado en el
despacho del forense. Normalmente estas diligencias se realizan en los Juzgados,
pero como estn colapsados, el inspector Iturri ha decidido venir a su encuentro.
Llegar en pocos minutos. Es un hombre muy competente aadi el polica de su
cosecha. De lo mejorcito del Cuerpo, cranme! As que, si les parece, podemos
encaminarnos hacia el pabelln F.
Clara escrut al joven sin ningn pudor, con ojos golosos, contonendose como
una paloma torcaz en busca de un macho nuevo. Pareci fijarse especialmente en su
cabello pajizo, segado como un campo de trigo. Pero al percatarse de cmo brillaba
su anillo de casado, seal inequvoca de que llevaba poco tiempo incrustado en su
dedo anular, termin por despreciarlo, volviendo a su ostra de seda y silencio. Lola
tom a su marido del brazo. ste le devolvi una franca sonrisa.
Durante toda su vida se haba credo la historia que ella misma haba escrito.
Haba planteado su vida bajo la certeza de que a la felicidad se llegaba en silencio y
en casa. Crea haber construido aquel escenario con Jaime, al alimn. Sin embargo,
las palabras de Clara repicaban en sus odos. Se habra equivocado en el camino? Y,
sobre todo, se habra equivocado al interpretar los deseos de Jaime?
La procesin hacia el pabelln F discurri as en silencio, en fila de a dos.
- 55 -
En nombre de la justicia
Yo fui a Espaa a ver lidias de toros y a tratar de escribir acerca de ello
para m mismo.
Yo pens que sera simple, brbaro y cruel y que podra no gustarme,
pero que vera alguna accin definitiva que me llevara a sentir la vida y la
muerte en las que yo estaba trabajando.
Encontr esa accin definitiva, pero la lidia de los toros estaba muy
lejos de ser simple y me gust tanto que me fue complicado emplearlo para
escribir...
Fui incapaz de escribir algo sobre ello durante cinco aos. Ahora me
alegro de haber esperado.
ERNEST HEMINGWAY
Muerte en la tarde, Cap. I
- 56 -
Desde aquella posicin, vieron a un hombre que fumaba en una cachimba de amplia
cazoleta y negruzco color.
Es el inspector Iturri inform Galbis lleno de admiracin. Esperemos que
termine.
En efecto, el inspector de polica que iba a encargarse del caso se les haba
anticipado y se hallaba en la puerta de la morgue enzarzado en una enjundiosa
conversacin con el mdico forense, ya ataviado con su traje de pamplnica.
Junto al agente Galbis, los tres afectados esperaron que aquella larga charla
concluyese. El intervalo permiti a las dos mujeres juzgar al encargado de la
investigacin preliminar.
Juan Iturri era un hombre de apariencia y complexin ordinarias, ms menudo
que grande. Nada provechoso, dijo Clara a Lola nada ms verle. Esta pens
tambin en el gris, luego observ detenidamente al inspector y cambi de opinin.
Por su porte y agilidad, se dira que no haba superado el listn de los cuarenta,
sin embargo, el amplio bigote canoso, que prcticamente ocultaba su labio superior,
le haca parecer mayor. Sus gafas de pasta ocultaban una mirada viva, cargada de
fuerza. Se desprenda de ellas a menudo y, cuando lo haca, se frotaba mucho los ojos
y el tabique nasal. Lola se dio cuenta de que en una ocasin permaneci varios
minutos con ellas en la mano. Son postizas, concluy tras varias observaciones.
Como era incapaz de ocultar su descubrimiento, en voz queda hizo partcipe del
mismo a Jaime.
Silicona pura respondi ste, creyendo que su esposa haca referencia a los
pechos de Clara, liberados de la prisin del primer botn.
Me refiero a los lentes del polica protest Lola molesta.
Para qu querra alguien llevar gafas postizas?
Para ocultar su mirada, naturalmente
Parece un hombre capaz coment Lola en voz alta, cuando Clara se sum a
la conversacin.
Capaz? Te has fijado en sus zapatos? Parecen de polister! Y si esto fuera
poco delito, son de suela de goma! Ese pobre diablo no gana ni para calzado
decente. Y para remate, sus lentes. Has visto qu gafas? Parecen robadas de un
cargamento de auxilio a Sri Lanka o a alguno de esos pases de Asia! Est en Asia,
verdad? En fin, qu ms da! Lo importante es que carecen de estilo y son
horriblemente horteras.
Lola mir los zapatos del polica. Ciertamente no eran unos Sebago ni estaban
confeccionados a medida por un maestro italiano, pero estaban impecablemente
limpios y parecan cmodos. No desentonaban en absoluto con la persona y su
funcin. Tras su comprobacin, estall en protestas:
Qu mana tienes! No se puede juzgar a las personas por su apariencia! Qu
tendr que ver la elegancia con la profesionalidad?
Todo! replic Clara. Cmo voy a fiarme de alguien vestido as?
Pues a m me parece que trasmite confianza intervino Jaime.
Perdona, chico, pero t no puedes juzgar. Eres un despistado crnico!
- 57 -
Observa cmo le sudan las manos: eso es muy mala seal. Seguro que come
hamburguesas llenas de mayonesa y aceite de girasol! Me he fijado en sus dedos: son
gorditos y pequeos como dtiles. Crees que alguien as puede averiguar algo?
Por favor! Estamos a 30 grados! Es normal que sude! Yo tambin lo hago!
Sbitamente, una bandada de anorxicos adolescentes, pelilargos y fusilados con
trozos de metal, desfilaron delante de ellos. Sus ojos mostraban lo que pareca
tristeza infinita, aunque slo fueran los efectos de una cogorza barata y cabezona. En
su particular lucha con el mundo, miraron despreciativamente el uniforme de Galbis,
concluyendo su observacin con un gesto ofensivo. Galbis no se inmut. Pocos
segundos despus, a escasos metros de all, estallaron unos berridos estridentes,
ritmos que trataban de imitar al rock duro, pero que se quedaban en un msero
aullido.
Clara volvi a mencionar las gafas. Lola y Jaime insistieron en que no juzgara
por las apariencias. Sin embargo, no se dej convencer. Sin ms prembulos, tom su
mvil y localiz el telfono que buscaba.
Aqu est exclam satisfecha. Migueln Ruiz.
Instintivamente, Clara acomod de nuevo su ropa. El orden que impuso no
coincidira probablemente con el que cualquier otra mujer hubiera considerado
armnico o elegante. Sin embargo, resultaba evidente que Clara no era elemento
representativo de una muestra comn. Tan solo el pauelo rojo tpico de la Fiesta
disimulaba algo aquella exagerada exhibicin. Tras la ropa, le toc turno al resto: se
atus la melena, estir sus pantalones pitillo y conform una vez ms el fajn
colorado a su grcil cintura de avispa. Finalmente, extendi el brazo, colocndolo a la
altura de su rostro, y apret el botn verde de su mvil. Contestaron de inmediato.
Migueln, qu alegra me da verte y hablar contigo! Su voz, hace un
momento serena y fuerte son ahora dbil y melosa. Clara conoca a la perfeccin el
arte de la seduccin: una ciencia de artificios y tretas, de mutaciones y
transmutaciones, de recursos ocultos, cuando no esotricos. No, no estoy
disfrazada, es que estoy en Pamplona respondi. S, en los sanfermines... Claro,
una suerte... O lo fue hasta hace un rato... Alejandro...
Por primera vez, Clara llor y se lament con gemidos lastimeros. Luego se
repuso y cont a su interlocutor los hechos, adornndolos a su antojo. Finalmente
relat las conclusiones provisionales de la autopsia, insistiendo en el hallazgo de la
cocana y en la extraa personalidad del inspector asignado. Si bien no olvid
rememorar la provincialidad de la Navarra profunda, no hizo mencin alguna a los
zapatos del inspector.
Cuando culmin su relato, baj la voz y aadi:
Migueln, querido, dudo que aqu hayan visto un muerto espaol desde
despus de la guerra de... Ya sabes, la ltima guerra. Seguro que, en fin... S con
certeza que carecen de experiencia... Llevar el mvil encendido.... De acuerdo.
Migueln nuevamente brotaron las lgrimas... No, nada, slo iba a darte las
gracias por escucharme, eres un gran amigo... Bueno, s, por supuesto, mucho ms
que un amigo. S, espero tu llamada. Un besito, adis.
- 58 -
En cuanto Clara cerr la tapa de su mvil con cmara, cambi su voz y casi hasta
su personalidad.
Crees que esas lgrimas eran de verdad o se trataban de sonidos de insecto en
celo? pregunt Lola a su marido. Hubiera sido una gran actriz, no crees?
Estaba pensando en la suerte que tuvo mi amigo Jorge no casndose con ella.
Todo en Clara circunda la falacia, puro plstico!
No seas tan duro exclam Lola, feliz con el comentario de su marido. Slo
es una nia rica algo amargada.
Clara no comparti con ellos los trminos de su conversacin telefnica. Lola y
Jaime, por su parte, se abstuvieron de preguntar. Sin embargo, cuando a los escasos
cinco minutos una msica de agua surgi de su bolso blanco y rojo, firmado por
Carolina Herrera, todo aquello se aclar. Tras comprobar el nombre de quien
telefoneaba, la mujer inici nuevamente el proceso de transfiguracin escnica y
contest. Cuando concluy esta segunda conversacin, no poda disimular su cara de
triunfo.
En tres o cuatro horas tendremos aqu a Migueln Ruiz, un buen amigo mo,
inspector jefe de la Polica de la Capital. Me lo present hace poco un catedrtico
amigo de pap. Hace aos que trabaja de enlace entre el cuerpo al que pertenece y no
s qu ministerio. Lo importante es que ha llevado innumerables casos de asesinato.
El resolver con bien esta situacin.
Asesinato? pregunt Lola sorprendida, al tiempo que su veta jurdica y
docente despertaban de su letargo. Vers, Clara, creo que no comprendes bien los
hechos. En toda muerte violenta es preceptivo realizar una autopsia. En este caso
concreto, resulta evidente que la culpa de que tu hermano no est aqu con nosotros
la tiene un toro. La autopsia no indica que muriera asesinado.
S, pero han encontrado cocana...
Clara, querida intervino Jaime, todos estbamos al tanto de la triste
costumbre de Alejandro...
No digas sandeces! Eso no es ms que un rumor sembrado por las
maledicencias de quienes le tenan envidia. Claro que, de vez en cuando, en alguna
ocasin especial, tomaba una o dos rayas, pero de eso a la adiccin hay un trecho.
Adems, estamos en sanfermines. En esta Fiesta, quien ms quien menos toma alguna
cosa; un poco de cocana, unas pastillas... Yo, sin ir ms lejos, ayer con el gitano
canadiense...
Clara! protest Jaime, que para algo era navarro. Todo el mundo no! No
es bueno generalizar en estas cosas. Es posible que en sanfermines corra ms licor que
de costumbre y que se coma bastante ms de la cuenta, pero las drogas son palabras
mayores.
En todo caso, me ests dando la razn insisti Lola tozuda. Si por el
motivo que fuera Alejandro tom un par de rayas de coca, el txico correspondiente
estar en su orina. As pues, no debes pensar siquiera en la posibilidad de un
asesinato, un homicidio o cualquier hecho similar.
Sea lo que sea, Migueln lo aclarar.
- 59 -
- 60 -
Ah, no hicimos nada especial! Cenamos en una tasca, Alejandro y yo, Jaime y
Lola, y unos amigos suyos: un juez muy simptico y su esposa. Del nombre del sitio,
si es que tena, no me acuerdo. Luego nos sentamos en la hierba cercana, junto a las
murallas, para contemplar los fuegos artificiales: estuvieron bien. A continuacin,
fuimos a las ferias (lo que aqu llaman barracas), tomamos algo en algn sitio, y luego
nos separamos. Jaime, Lola y sus amigos se marcharon a eso de la una y media.
Alejandro y yo seguimos solos. Pasadas las tres, algn amigo suyo que estaba en
Pamplona le llam al mvil y se march. Yo conoc a un simptico caballero, que dijo
ser canadiense, con el que fui a un baile en una plaza. Del nombre, ni idea. Tras el
galanteo, lo normal concluy.
Disculpe, qu es lo normal?
Pero, hombre, es que los policas como usted no tienen nada entre las
piernas?
El inspector Iturri se qued cortado ante aquella respuesta, pero externamente
no se inmut.
Hbleme de ese amigo suyo canadiense, por favor. Puede ofrecernos algn
dato que permita localizarle?
Yo nunca he dicho que tuviese esa nacionalidad. Slo he dicho que l dijo ser
canadiense, pero yo no lo creo: trabajaba como un latino de pura cepa. Crame, de
eso entiendo: para el sexo, lo mejor, latinos... Cmo podramos localizarle? Qu
quiere que le diga!: no creo que sea fcil. Pero si en lo que est pensando es en una
rueda de reconocimiento, me temo que tendr que ser de dos rombos ri con tonto
carcajeo.
Creo, seorita, que su hermano fumaba cort el inspector, cambiando
radicalmente el tercio.
S, en exceso, creo. Tabaco rubio.
Sola llevar encima un paquete?
Por supuesto! Cuando uno es fumador, se pone nervioso al no tener nicotina a
mano. Adems, slo encenda sus pitillos con su Dupont de oro. Deca que as le
saban mejor.
Sin embargo, no hemos encontrado en sus bolsillos tabaco o mechero... Sabe
si consuma alguna sustancia ms? Cocana, por ejemplo?
Muy de vez en cuando... Alguna raya, en ocasiones especiales. Nada serio.
Otras drogas? Herona, pastillas...?
No lo creo, pero no puedo afirmarlo ni negarlo. Quin conoce a nadie hoy en
da?
Me acaba de decir que tena telfono mvil.
Mvil? Pues claro! Tena cientos! Posea los ltimos modelos antes de que
estuvieran en el mercado. l los llamaba primeras ediciones.
Sola llevarlo?
Naturalmente que llevaba encima su telfono. Para qu sirve un mvil si lo
dejas en casa? No se separaba del mvil.
Pues en este caso no es as. Su hermano no llevaba telfono. Quizs se le
- 61 -
- 62 -
- 63 -
hermano Alejandro. Pap le tena un gran aprecio; creo que la quera casi ms que a
m. Supongo que por eso habr dejado en su testamento alguna disposicin. Aunque
la ctedra por la que competan se la otorg a Alejandro y no a su amiga Lola.
Amiga?
Amiga, pero no como usted piensa. Ella, sus hijos, Jaime...
Jaime Garache...
S, pero l es muy distinto a su mujer. Es un gran mdico, una gran persona y
un caballero.
Veo que le aprecia.
Mucho, s respondi Clara con la mirada encendida.
Muchas gracias por su tiempo, seorita Mocciaro. Estaremos en contacto.
Retendremos las pertenencias de su hermano un poco ms. Se las devolveremos en
cuanto nos sea posible.Le han asesinado, verdad?
Asesinato? Es muy pronto para inferir esa hiptesis! Si las pruebas no
indican otra cosa, su hermano muri a causa de las reiteradas cornadas de un toro
bravo. Si lo que pregunta es por la cocana encontrada, es indicio de que consumi
esa sustancia, no de que alguien le haya matado.
Pero ha visto las imgenes? Yo s, en la televisin de un caf, y me reafirmo:
su cogida es muy extraa!
No se inquiete: si hay algo oculto, lo descubrir.
Est usted seguro? Clara se levant, dio media vuelta y dej al inspector
con la boca abierta.
- 64 -
circunstancias. Dieron buena cuenta de unos platos caseros que dejaron a la eleccin
del camarero. Todos tomaron caf. Clara pidi tambin un pacharn con mucho
hielo. Antes de que se lo trajeran, se le acerc un hombre de amplia sonrisa que
pareci deshacerse al verla.
Migueln! Cunto te agradezco que hayas venido! dijo Clara con
amartelada voz.
sta y el recin llegado se fundieron en un abrazo que dur una eternidad. Lola
observ con estupor cmo las largas y delicadas uas de Clara, pintadas en rojo
sangre, se colocaban por debajo del cinturn. Si l not el gesto, no hizo nada por
impedirlo. Finalmente, el lazo humano se solt, y Lola y Jaime pudieron observar al
recin llegado. Era un hombre bajito, ancho y musculoso, ese tipo de personas que
aman las pesas tanto como el espejo. Era medio calvo, pero trataba de disimularlo
con una raya muy baja y una guedeja que pasaba de lado a lado. Llevaba ropa cara
que no consegua enmascarar lo que era: un hombre corriente crecido por las
circunstancias. Tanto Lola como Jaime, por separado, juzgaron que aqul no era el
tipo de Clara, que adoraba a los hombres extremos: reyes o gitanos.
Ven, Migueln, te voy a presentar: stos son Jaime ella siempre empezaba
por los hombres, un eminente mdico y amigo de toda la vida, y su mujer, Lola.
Jaime, Clara, os presento a Miguel Ruiz, inspector jefe de polica, y mano
derecha del ministro de... Bueno, de un ministro.
Encantado. El inspector tena una voz fina y aflautada, casi de eunuco, que
no se ajustaba bien con los enormes msculos de su cuello y de sus brazos, y mucho
menos con la seorita Mocciaro.
Se sentaron de nuevo y, mientras Clara pona en antecedentes a su amigo,
tomaron otro caf. El inspector Ruiz pidi un descafeinado de sobre. Jaime mir a su
esposa de reojo, ella le devolvi el gesto: Clara afirmaba que un caf descafeinado
especialmente el de sobre era como un amante a distancia: algo completamente
intil.
Los resultados de la autopsia fueron traducidos por Jaime, ya que Clara no haba
retenido ms que la palabra cocana. Durante toda la conversacin, ella insisti una y
otra vez en calificar al inspector Iturri de ignorante e incompetente y en tildar el
suceso de asesinato.
Lola volvi a la carga.
Inspector, le hemos explicado a Clara que, a pesar haber encontrado cocana
en su organismo, no se puede afirmar que sea un asesinato. Quizs usted pueda...
Clara, querida, he venido de inmediato. He tenido que viajar en la cabina del
avin porque el vuelo estaba repleto, pero estoy aqu. No te preocupes: he tomado
las riendas de la investigacin. Antes de venir a verte, me he pasado por los
Juzgados. He informado al juez de que la Central me enva para que me haga cargo
del caso, ya que este asunto, evidentemente, les queda un poco grande a las
autoridades provinciales... Creo que conoces al juez Uranga: cen con vosotros ayer.
S, en efecto. El juez es muy amigo de Jaime, verdad?
Lo es, y tambin de Lola.
- 65 -
Por eso ha pedido ser eximido. Esta tarde sabremos quin le sustituye. Hablar
con l y le informar de mi nuevo rol en las investigaciones.
No creo que sea posible afirm Lola, pensando en voz alta, hay una
relacin directa entre usted y Clara, lo que legalmente imposibilita...
No sabe usted lo que dice, seora cort el inspector.
Igual s intervino Clara, es abogada. Era compaera de Alejandro, aunque,
claro, l lleg a catedrtico y ella no...
Jaime estuvo al quite.
Creo que nosotros dijo agarrando a su esposa del brazo y hacindola
levantar de la silla debemos retirarnos a descansar. Ha sido un da muy agitado.
Podemos vernos despus, a la hora de la cena, salvo que el inspector Ruiz diga algo
en contra o que t, Clara, nos necesites.
Pero es que os habis olvidado de la corrida? No podemos faltar! chill
Clara.
Mujer, en estas circunstancias... Lola asinti; el inspector Ruiz tambin.
No, no y no! Tenemos que ir! Son las entradas de preferencia de pap. Estoy
segura de que Alejandro querra que lo hiciramos.
Pero, Clara... trat de argumentar el inspector, no sera prudente...
Miguel, no me quites la razn! protest. Luego dulcific su faz y dijo con
suave voz: Es que no te das cuenta, querido, que deseo ver cmo le hincan hasta el
tutano una espada a ese asqueroso toro que ha tenido la osada de matar a mi
hermano! T eres el que debiera interrumpir esas aburridas citas y venirte con
nosotros! Naturalmente, la localidad de Alejandro no tiene ocupante. Corran las
lgrimas por su mejilla.
Bueno, si es por eso, vete. Te vendr bien descargar la tensin! concedi el
inspector. Yo intentar acabar pronto. A qu hora es la corrida?
Creo que a las seis y media contest Clara retocndose los labios. Ya no
lloraba.
Nosotros no iremos sentenci Lola.
Clara se levant, y en un ataque de ira, le espet:
Hipcrita, eres una arpa! Te mueres por ir, pero quieres hacerte la virtuosa!
T y tus misas de encargo! Siempre me has tenido envidia! Pero te aseguro que tu
marido est contigo slo por compasin, porque a quien desea...!
Clara, cllate Jaime pronunci nicamente esas dos palabras, pero fueron
suficientes. Su tono cortaba como una espada. Su rostro era de piedra. Sin decir nada
ms, cogi del brazo a su esposa y se fueron, dejando a Clara llorando en brazos del
inspector.
Sin embargo, ella no tard en seguirles. Se hallaban en los prticos de la plaza
del Castillo, a quinientos metros del hotel, cuando les alcanz.
Jaime, cario, lo siento, es que estoy muy nerviosa. Perdname. No quera
decir eso. Lola, disculpa, me he dejado llevar! Y, por favor, no me dejis sola! No
podra soportarlo! Recordad: la corrida empieza a las seis y media! y se alej
corriendo, saludando con la mano, al encuentro de su inspector madrileo.
- 66 -
Lola no dijo nada. Jaime tampoco. Al llegar al hotel cada uno se fue a su
habitacin. El director de La Perla les vio llegar, pero al ver sus caras, volvi a
meterse en su despacho.
Nunca haba habido ningn affaire entre Clara y Jaime, aunque s algn asalto.
Lola no lo saba, pero en una ocasin Clara lo haba intentado con su habitual
descaro. Ella estaba en un congreso en Alemania y Jaime se haba quedado hasta
tarde en su laboratorio. Clara acudi all, dejando bien patentes sus intenciones.
Jaime, quizs halagado, reaccion con la suavidad de un padre que castiga a una hija
rebelde. Fue muy claro ella era una joven muy atractiva, encantadora, interesante,
pero para l la nica mujer que exista era Lola. No obstante, en ningn momento
el hombre se manifest ofendido porque ella se quitara el jersey de angora que
llevaba puesto, dejando al aire su sostn de seda rosa, ni cuando los largos brazos de
ella rodearon su cuello. Simplemente, zafndose del abrazo, le dijo que aquello era
una tontera, una chiquillada. Quizs por ello, Clara siempre pens que dejaba la
puerta entreabierta. Se acerc a l y, besndole la mejilla, le dijo: Sabes que eres el
nico hombre que me ha rechazado? Pero esto no es ms que la primera tienta.
Jaime vea aquellos lances a su manera, como un hombre. Le haba dicho que no
y todo acabado. Lo que le costaba tragar era cmo tomaba Lola aquella situacin.
Odiaba que su esposa descendiera a la arena para luchar contra un enemigo
inexistente. Sus celos le sacaban de sus casillas. Es que no confiaba en l? Crea que
le era fiel porque no haba tenido ocasiones de no serlo? No se daba cuenta de que la
quera?
Tirada en la cama de la habitacin, Lola lloraba a moco tendido. Era de lgrima
fcil, pero en este caso crea tener motivo. Deseaba matar a Clara, pero por encima de
todo deseaba conocer la verdad de aquellas insinuaciones, porque, si eran ciertas, a
quien planeaba dar muerte era a su marido. Es un invento de Clara!, se dijo, otra
de sus interpretaciones. Siempre ha sido as... Jaime me quiere. Se le escapa alguna
mirada fugaz, pero no se ira nunca con ella. Yo soy el problema. Estos malditos
celos.
Unos golpes en la puerta, seguidos de una voz familiar, le hicieron levantar. Se
tropez con el mueble de la entrada por correr a abrir.
Iba a decir lo siento, pero Jaime no se lo permiti. Tap con su mano la boca de
su mujer, y la empuj suavemente hasta la cama. Se recost a su lado, colocando a su
esposa sobre su pecho mientras acariciaba su pelo.
Ven aqu, telo dijo. Su voz son a carioso reproche. Pero crees que te
cambiara por Clara? Si al menos fuera por Carmen Sevilla...! Me consideras tan
estpido para cambiarte por ella o por cualquier otra? Qu piensas, que el amor
depende de lo estirada que tengas la piel o de la talla del sujetador? Mujer, si fuera
por eso, yo no me hubiera casado contigo! Comprendo que t lo hubieras intentado
conmigo, habida cuenta de todas mis dotes, de la abundancia de mi pelo y de mi
estilo bailando, pero en mi caso, bien lo sabes, me enamor de ti por tu ttulo, tu
espritu falangista y tu dinero... As pues, tranquila, cuando vaya a engaarte con
Clara, te enviar una nota avisndote de que le ha tocado la lotera... Y hablando de
- 67 -
- 68 -
- 69 -
importaba. Reviva su juventud perdida, con ansia, casi con necesidad. Por eso, Lola
haba accedido a acudir a la corrida. Al ver a Clara se arrepinti de sus pueriles
reticencias.
Les estaba esperando cuando bajaron, charlando animadamente de toros y
toreros con Rafael Moreno, cuyos bigotes blanquecinos perfilaban su fina sonrisa.
Clara estaba radiante. Cualquier resto de cansancio haba desaparecido de su rostro.
Slo un brazalete negro en su brazo izquierdo identificaba su dolor. Sus ojos
mostraban esa curiosa excitacin del descubrimiento: sera su primera corrida de
toros en Pamplona.
Salieron hacia la plaza con una bolsa de papel marrn en las manos. El director
de La Perla haba encargado para ellos sendos bocadillos de tortilla y una botellita de
vino. Jaime ri complacido, evocando de nuevo sus muchas corridas. La precaucin
de Rafael no era desmedida, ya que en Pamplona no se debe acudir a los toros sin
provisiones.
Nada ms abandonar el hotel y pisar los prticos de la plaza del Castillo, fueron
arrastrados por la marea humana; miles de almas con un mismo propsito: entrar en
el coso para contemplar el espectculo.
Aquel 12 de julio, en las primeras horas de la tarde, los aledaos de la plaza de
toros parecan un club nutico en da de regata. Miles de blancas carabelas de rojas
cangrejas desembarcaban en aquel puerto, como si la avenida de Hemingway fuera
la nica calle de la ciudad. Despistados, con las caras enrojecidas por el sol
traicionero, ajenos a las costumbres del lugar, algunos extranjeros intentaban hacerse
entender con la esperanza de obtener pases para el espectculo de sangre.
Poco interesaba en Pamplona que, desaparecida la casta de Ordez y
Domingun, lejano el toreo espontneo que emerga del alma por la gracia de Dios, los
cosos taurinos perdieran vigor. Ninguna de esas menudencias importaba a aquella
primera hora de la tarde. Abundaba la demanda, y los revendedores se lucraban a su
antojo. Nadie los perciba, aunque estaban por todas partes, escrutando caras,
buscando clientes de ltima hora. Teniendo pases de preferencia, y llevndolos en la
mano al enfilar la puerta principal de la plaza, Clara, Lola y Jaime el inspector Ruiz
telefone diciendo que ira por su cuenta no habran de vrselas con aquellos
hombres, sin embargo, no se libraron de ser abordados reiteradamente por quienes
deseaban ofrecerles localidades de abono para el da siguiente, ms o menos a cinco
veces su precio original. Lola observ detenidamente a aquellos hombres. En
realidad, no desentonaban en absoluto con el ambiente, que hubiera quedado
incompleto sin su discreta presencia. No parecan ladrones gitaneando. Incluso, ante
la libertad con la que se movan, podra llegar a pensarse que aquella cautelosa
actividad resultaba legal y legtima y que los precios no respondan a otra cosa que a
la sagrada ley de la oferta y la demanda. Lo nico que Lola advirti era que, quizs
por no contaminar la usanza, tan respetada por estas latitudes, los oferentes no
llevaban la vestimenta tpica, aunque algunos se anudaban al cuello un pauelillo
rojo.
Sin poder evitarlo, Lola, Clara y Jaime se mezclaron con la masa que dispona de
- 70 -
entrada. Alrededor del arbolado de acacias que rodeaba la plaza y pareca quererla
ocultar, cada vez se arrimaba ms gente. Todos queran asistir a la corrida. Como
todos y cada uno de los das de la Fiesta, como todos y cada uno de los aos, las
veinte mil localidades se quedaran cortas, y muchas personas tendran que llorar
extramuros su mala fortuna o la cortedad de su bolsillo.
Mirando la plaza, Clara se detuvo. Aunque los que les seguan no les
permitieron quedarse quietos, a ella le dio tiempo para hacer un comentario en voz
alta:
Es curioso. Esta plaza huele a lunares y a castauelas. No s la razn, pero
tiene fragancias sureas, como si desentonase del resto de la decoracin not,
colgndose del brazo de Jaime. A ste le falt tiempo para contestar.
Buena percepcin, Clara, s seor! Has de saber que el olfato es un rgano que
rara vez engaa. En efecto, recuerda a Andaluca porque su diseo sali de las
mismas manos que la monumental de Sevilla. Algunos dicen que el arquitecto tena
mucho trabajo cuando las autoridades de la ciudad le encargaron el proyecto, y cort
por lo sano: en apenas un mes, Francisco Urcola cre los planos del albero, rplica de
otro. Se inaugur el ao 22, un da de San Fermn, viernes para ms seas, y se
construy empleando la modernsima tcnica del hormign armado.
Qu bonito! Con lo aburrida que es la historia, qu bien la cuentas! Eres un
genio! Un ao de stos, tenemos que ir a la Feria de Sevilla! Me deca hace un
momento Rafael que all es donde desean triunfar los toreros.
Jaime se ri con alegra inocente. Lola aprovech la presin de la gente para
empujar a Clara y tratar de arrancarla del brazo de su marido. No tuvo xito y
termin alejndose de ellos.
Rafael tiene razn, pero slo en parte respondi Jaime, sin percatarse de que
le faltaba su mujer. Pamplona es en muchas cosas ms importante que Sevilla.
Vers, existen dos castas distintas de matadores de toros. Primero est el torero de
chulera. Es la figura consagrada que puede permitirse elegir plaza y contrato. El otro
es el torero de gesto humilde que sabe que ha de ganarse el cartel a base de enardecer
su valor. El personaje de palmares, el que ves en las revistas del corazn, torea el
astado bonito, la ganadera que luce y permite alardear sin correr grandes riesgos.
Por el contrario, el que va camino de serlo, pero an no es un artista consagrado,
baila con el toro que nadie quiere, con la corrida dura, a las bravas.
Este aspirante, que ansia calle, finca y patrimonio, ha de aguantar las
embestidas de los toros que arrollan, que miran, que erizan el vello. Y para hacer
espada y callo, toros como los de hoy de Antonio y Eduardo Miura, con la carga
emocional que asegura ese nombre, son inigualables. Y Pamplona es para ellos un
sitio estelar.
He entendido todo, salvo que Pamplona sea mejor plaza para ese fin.
Es sencillo de explicar, Clara. A diferencia de lo que pasa en otras plazas, el
empresario de sta es completamente libre de escoger el cartel. La Casa de
Misericordia de Pamplona carece de intereses taurinos partidistas. No apoderando
toreros, ni apostando para ganar en otras plazas, veedores y empresario escogen a
- 71 -
- 72 -
labios. Otras personas tambin mostraron su disgusto con una dura mirada, a la que
Clara ni siquiera se molest en responder.
A la hora en punto, comenz el pasello: monosabios, areneros y mulilleros se
unieron a los trajes de luces y a los aplausos en aquel desfile triunfal. Fue como si
Roma renaciera de sus cenizas y Julio Csar clamara al cielo de su Hispania
ofrecindole otro festejo de gladiadores: pan y circo; bocadillo y toros. Sin embargo,
por esta vez, el aejo ritual fue alterado. El presidente se puso en pie, y con l ambas
plazas. La msica ces al mismo tiempo que la lluvia de harina. Por un instante rein
un vaco espeso y profundo. Era una tarde especial. Haba sangre en la arena, sangre
inopinada, sangre blanca y roja, humana, nuevamente en el callejn, como la mayora
de las veces. El coso completo, alzados sol y sombra, guard un minuto de silencio
por el ltimo sacrificio. Cuando ste acab, la Fiesta revent en aplausos, luego
retorn la normalidad. El representante de la Casa de Misericordia se sent. Desde su
balconcillo, miraba la acicalada plaza, llena a rebosar. Con una mueca esbozaba una
sonrisa o un saludo aqu y all, pero la procesin iba por dentro. Desde que haba
llegado a la plaza a las seis de la tarde, no dejaba de revolverse en su asiento. Estaba
preocupado. Haca meses que, junto al resto de los miembros de la junta, haba
decidido el cartel, tratando de confeccionar una terna conciliadora que gustara al
pblico de sombra y no disgustara al de sol, que cada vez presentaba un
comportamiento menos racional. Crea que esta vez lo haban conseguido: a priori, la
terna de la tarde del 12 de julio prometa toreo con arte; los hermosos toros de Miura
aseguraban entreverarlo de riesgo. Sin embargo, ahora los chiqueros luciran tambin
a un mosquito navarro, un toro que haba teido de sangre las calles. Eso cambiaba
todo: un toro que tocaba carne era mucho ms propenso a repetir su accin. Haba
ido a verlo al apartado donde se ha procedido a separar los toros para la corrida de
la tarde, y su mirada se haba cruzado con la de Lentejillo. Esos ojos de perdiz le
haban atravesado el alma. Era un toro ms pequeo y, en apariencia, menos duro
que los miuras, pero aun as pareca extremadamente listo, de los capaces de
aprender, de los que calaban rpido al hombre. Pero la inquietud del presidente
habra de crecer an ms. Cuando se enter de a quin le haba tocado torear el
mosquito, su desasosiego se convirti en un nerviosismo casi histrico. Los tres
oponentes de los de Zahariche eran diestros con clase. Tanto El Fundi como Juan Jos
Padilla dominaban con creces todas las suertes, haciendo portentos tanto con los
quites y desplantes como con las banderillas, para alegra de la plaza de sol. El
primero era un certero estoqueador; el segundo, cuando quera, derrochaba
galanura. Sin embargo, Lentejillo le haba correspondido al tercero, a ngel Gmez
Escorial, de quien se deca que era valiente hasta traspasar las lindes de lo racional.
El empresario se hubiera sentado ms tranquilo si el mosquito navarro le hubiera
correspondido en suerte a El Fundi, maestro con ms experiencia, o a Padilla, que
tampoco quedaba rezagado en la suerte suprema. Sin embargo, con los bros que
destilaba Gmez Escorial, Lentejillo poda ser muy peligroso... El torero madrileo se
haba confirmado en Las Ventas en el ao 1999, y desde entonces se desviva por
agradar. En Pamplona slo haba logrado encendidas palmas; ahora vena por los
- 73 -
- 74 -
- 75 -
primero, entregado, recibi una oreja; el segundo, que puso todo su bro, la vuelta al
ruedo, mientras era honrado con el laurel de la estima de Pamplona. Ya slo quedaba
el sexto de la tarde, el mosquito navarro a quien tantos, comenzando por Clara y
siguiendo por Gmez Escorial, esperaban.
El torero, dejando en el armario el de repuesto, lucido en la Fiesta del ao
anterior, se haba puesto un traje de luces color celeste. Sin embargo, al verse teido
de firmamento, cambi de idea, desvistindose y colocndose nuevamente el traje
que Pamplona mereca: grana y oro, los colores de los valientes. Vestido as, unos
momentos antes de la corrida, haba acudido a la pequea capilla de la plaza. De
rodillas, apoyado con profunda humildad en el reclinatorio, haba contemplado
largamente la imagen de San Fermn. Tres veces le haba librado de penas de alma y
cornadas de cuerpo el Santo moreno. Por tres veces le haban pillado los toros en
Pamplona, y en otras tantas haba salido andando por su propio pie. Las gentes
navarras decan que el Patrono saba apreciar el valor en estado puro, y que, por eso,
le haba cogido cario. En la misma pared, junto a la pequea talla del Santo, se
alineaban fotografas y estampas que otros toreros haban ido aadiendo en sus
visitas. All estaban La Macarena, La Dolorosa, y tambin, a la derecha, el rostro
doliente del Cristo de Medinacelli, regalo de Francisco Rivera Ordez. Ese Ecce
Homo encendi nuevamente al diestro. Los ojos entornados del Cristo de los toreros,
que narraban juntamente el precio de la sangre y la alegra del triunfo, le haban
arrancado en ms de una ocasin oraciones encendidas. Ahora parecan confirmar su
nimo.
Puesto en pie tras el placet del cielo, Gmez Escorial haba salido muy
concentrado. No haba obtenido lo soado de su primero, y por ello aguardaba
ansioso a Lentejillo. El animal, ajeno al mundo, rumiaba sus nuevas penas en su cubil:
acababan de ponerle su divisa.
Antes de la apertura de los infiernos, ofreci el diestro la ltima oracin al
patrn. Miguel Reta estaba quieto, parado en tablas desde haca un rato. A su lado,
siguiendo atentamente el discurrir de la corrida, se encontraba Antonio Miura junto
al mayoral de su ganadera. Los tres esperaban absortos la salida del Carriquiri
navarro.
De pronto, Gmez Escorial sali corriendo, dirigindose a la puerta de
chiqueros. Haba decidido recibir con una larga cambiada, a porta gayola. Del lado
de sombra brot un murmullo de excitacin y miedo. La andanada de sol, ms
prctica, inici El rey de Pedro Vargas, pero al intuir el lance, retom el silencio.
Mientras Mxico comenzaba a cantar en Pamplona, al torero se le desbord el
corazn, pero lo at en corto: para recibir as, haca falta sintonizar corazn y cerebro,
y mantener ambos fros.
Hincadas las rodillas en la arena, con ansias de triunfo, el torero extendi el
engao en el suelo, sujetndolo fuertemente con ambas manos. Era imposible
predecir el lado por el que embestira el toro y la prdida del capote era frecuente.
Se abri la puerta. Lentejillo, se lanz al ruedo con ansias de recorrer el redondel
completo, pero all haba un obstculo. El animal vio de inmediato al torero, vestido
- 76 -
de grana y oro, esperando para realizar el lance de capa que tanto prodigaba, pese al
miedo. Tendidos y barreras, gradas, palcos y andanadas; todos, unanimidad en sol y
sombra, sin que sirva de precedente, se pusieron en pie.
Desde preferencia, no poda apreciarse el rostro del lidiador, pero s la brava
carrera de Lentejillo, luciendo sus ojos de perdiz. Gmez Escorial percibi de
inmediato que el animal se fijaba en la izquierda. Nada ms ver sus intenciones, solt
la diestra. Sin embargo, an vacil unos instantes: haba tiempo para tirarse hacia el
lado derecho y evitar el encontronazo, pero aquel fugaz pensamiento fue slo una
tentacin momentnea. Ahora era un artista castrense, dispuesto a servir a la patria
del arte.
Cuando el astado meti la cara para vengarse del capote, Gmez Escorial lo hizo
volar por encima de su cabeza, dndole la vuelta en un vistoso molino. Se elev la
capa por el aire, tremolando. Pas el toro junto al torero sin rozarlo. Sin embargo,
Gmez Escorial no se atrevi a repetir el lance en el tercio. Haba olido a su oponente.
Muy serio, el torero comenz los primeros quites, calibrando al burel. Solt
enseguida el brazo derecho haciendo que el capote cantase coplas al ritmo de su
vaivn. El toro, embelesado por el trapo, obedeca; el pblico, seducido, se entregaba
por completo.
Se guardaba para Lentejillo dijeron algunos. El chaval quiere salir por la
puerta grande.
Veremos, veremos coment el entendido melindroso y tiquismiquis.
Nada ms ordenarlo la presidencia, salieron caballo y caballista a paso lento,
hasta asentarse en su lugar. El peto result casi testimonial: a la segunda embestida
cayeron caballo y picador. De nuevo la arena se ti de sangre. El segundo picador,
vengativo, hizo su trabajo con una saa que el animal no mereca. A la tercera puya,
la plaza abuche a la presidencia, que cambi finalmente el tercio, aunque an haba
quien pensaba que lo haban dejado un poco suelto.
Las banderillas pasaron, sin pena ni gloria, a manos de subalternos, pero
enseguida retom la batuta el maestro.
Antes de la suerte suprema, brind el diestro al cielo la faena. Clara se levant.
Esta vez se arranc el pauelo rojo del cuello y lo lanz al ruedo. El torero, al verlo,
se acerc a recogerlo, escondindolo dentro del chaleco mientras lanzaba un beso a la
dama. Las cmaras de televisin enfocaron su rubia melena ondulada y las lgrimas
que adornaban sus ojos verde oliva. Lola se retir hacia atrs; quera dejar a Clara el
monopolio de su momento de gloria.
El diestro tom la muleta con la izquierda, la mano de torear, preparado para
conquistar Pamplona. Enfrente el mosquito navarro, mirando sin pestaear, luchando
por su vida, dispuesto a completar su aciago da. La mano se mova con largueza y
hondura provocando una avalancha de oles. Al natural, surgieron los muletazos
cadenciosos, segn los cnones, tan perfectos que obligaron al aficionado a dirigirse a
la dama:
Eso, seora ma, eso es arte; lo dems, cuentos.
Como si el torero lo oyera, engolosinado con el triunfo, sigui tirando de la
- 77 -
- 78 -
enfermera.
Qu, est usted contento? Vaya toros, vaya toreros! dijo la seora.
Descontento no estoy confes el aficionado. Pese a su carcter hosco, iba
sonriendo.
El empresario dej el burladero y se fue a la enfermera para que atendieran
cuanto antes al maestro. Por merced del mismo Cielo, aquella herida en sedal, que
sangraba poco, no acabara como la de la maana.
Las cmaras de televisin retransmitieron la imagen de la hazaa a todo el
mundo. Alejandro no pudo ver muerto al asesino ni triunfante al verdugo. Su
cadver segua en el Instituto Anatmico Forense, en una caja metlica y fra,
cubierto por un sudario.
Sin prisas, la gente fue abandonando el coso. Clara, delante, y el inspector Ruiz
fueron al encuentro de los toreros. Ni Jaime ni Lola les siguieron. Haba sido un da
aciago, repleto de temores extraos. Ambos enfilaron directamente hacia su amarra
en La Perla.
Tengo la sensacin de que va a pasar algo dijo Lola a su marido.
Algo ms? contest ste.
S. Creo que esto no es ms que el comienzo de algo terrible.
Tonteras! Slo ests impresionada por la cogida! Ese animal colorado era el
mismo diablo, pero ya est muerto.
Yo no estoy segura de que todos los demonios se hayan ido.
Como Lola, el inspector Juan Iturri estaba nervioso. Aprovechando que el polica
de la capital se haba ido a los toros, se hallaba reunido con los miembros de su
brigada, a los que se haba sumado, motu proprio, el agente Galbis. Siguiendo el
procedimiento, decidieron rastrear las pistas hbiles, e ir en busca de los vendedores
de cocana aunque, estaban seguros, eran legin. La cocana era una droga muy
demandada en las fiestas. El seguimiento les obligara a trasnochar y a mezclarse con
los indeseables. La mujer de Galbis llevaba fatal que su recin estrenado marido
anduviese frecuentando bares after-hours. l no le dira dnde iba, cuando llevasen
ms tiempo casados, ella tendra que aprender a soportar el peso de la verdad.
- 79 -
Diagnstico: asesinato
Las mujeres pueden ser excelentes amigas... (pero) en primer lugar hay
que estar enamorados de ellas.
ERNEST HEMINGWAY
Fiesta, Cap. XIV
- 80 -
- 81 -
no precisamos de su ayuda.
Por eso no se preocupe, me quedar en el hotel para no molestarle contest
incmoda y altiva.
De eso nada. Ambos vendrn a Comisara. Necesito su declaracin. Dentro de
diez minutos les espero en la puerta del hotel.
Conminados por las prisas del inspector madrileo, antes del momento fijado
Lola y Jaime se presentaron en el recibidor del hotel. El inspector ofreci hacer el
traslado hasta la comisara en sendos coches oficiales que aguardaban en la plaza del
Castillo, ya que localizar un taxi era una tarea ardua y de solucin dudosa. En el
primero, viaj l, acompaado por Clara. Lola y Jaime fueron en un segundo
vehculo, en el asiento trasero; en las plazas delanteras, se sentaban dos oscuros
agentes, serios y cariacontecidos.
Ketamina! pens Lola en voz alta, despreocupada. No es una droga
comn, aunque es obvio que tampoco Alejandro lo era.
Bueno, es una sustancia ms... Cmo lo dira? Ms elitista..., ms aristocrtica.
Dicen que su consumo provoca un emborrachamiento de luz y tranquilidad,
seguido, como todas las drogas, por una angustia feroz.
Pensndolo bien sigui Lola, es muy posible que el comportamiento de
Alejandro en la plaza y su encuentro con el toro se expliquen perfectamente por un
viaje ketamnico. Lo nico positivo es que probablemente no sufriera.
Y por qu habr tomado esa droga?
No lo s. Es extrao. Adems, el inspector ha mencionado que era una
cantidad nada despreciable.
Supongo que nos enteraremos pronto argument Lola. Con ese dato, la
polica cientfica tendr que intervenir. Harn las averiguaciones pertinentes y
encontrarn al camello que le vendi la droga. Supongo que estara poco cortada y
todo fue una sobredosis...
No lo s, cario, esto huele a podrido.
El mundo de las drogas siempre ha olido as.
No me refiero a eso, me refiero a la muerte en s misma. Quiera o no Clara
reconocerlo, Alejandro estaba enganchado a la cocana y probaba otras muchas
drogas, pero no era idiota: an no haba llegado a alcanzar ese nivel en que el
consumidor se vuelve un completo mostrenco. No creo que se pusiese delante de un
toro habindose chutado una buena dosis de ketamina. Una raya de coca s, pero no
una dosis fuerte de Special K.
Tienes razn. Es bastante raro. Ya te deca yo ayer que esta situacin me
chirriaba.
Y eso que no conoces todos los datos. El mdico forense me coment ayer que
el cadver presentaba un pequeo hematoma con orificio central en el glteo
izquierdo. Un pinchazo, en definitiva, que haba sido realizado con la ropa puesta,
porque tanto el pantaln como el calzoncillo presentaban una pequea mancha de
sangre. Es raro, por incmodo, que una persona se chute as.
Jaime! exclam Lola estremecindose, sabes lo que te digo? Que esto
- 82 -
parece un montaje!
S, es cierto, pero recuerda que es un escenario real con muerto incluido. Un
montaje de quin y para qu?
No lo s. Pero ha sido muy raro desde el principio: la lectura del testamento en
plenas fiestas de San Fermn; a Alejandro le coge un toro y muere; y luego todo este
lo de la ketamina...
En la lectura del testamento nos enteraremos de por qu en Pamplona y por
qu en esta fecha... Aunque es muy probable que, habida cuenta de lo acontecido, el
acto se suspenda.
Es posible. Hagamos lo que tenemos qu hacer. Acompaaremos a la pobre
Clara, ya que los trmites pueden resultar muy desagradables, y luego nos
volveremos a casa.
S, tienes razn, ser desagradable para ella, salvo que est desayunando con
algn torero o flirteando con algn gitano canadiense para consolarse de sus penas.
No seas sarcstica contest Jaime. Por cierto, no crees que deberamos
llamar a Gonzalo Eregui para informarle? Creo que tengo su telfono en el listn del
mvil....
Gonzalo! S, por supuesto, deberamos haberle telefoneado antes, pero con la
corrida y el lo de la habitacin se me ha pasado por completo. Llmale enseguida, no
vaya a enterarse por los peridicos...
Cuando Jaime fue a utilizar su mvil, el agente de polica que ocupaba el asiento
del copiloto se lo impidi.
Disculpe, pero le agradecera que no empleara el telfono.
Por qu? pregunt Jaime con candidez.
Son rdenes del inspector Ruiz aleg el uniformado.
Desde su puesto al volante, el otro agente aadi:
No se ofenda. Es que las ondas electromagnticas afectan a la radio y debemos
estar permanentemente conectados. Aqu ocurre algo parecido a lo que pasa en los
aviones.
Perdone, no lo sabamos se excus Lola.
Jaime dej caer el mvil al suelo. Lola se inclin a cogerlo. Su marido hizo el
mismo movimiento. Hablando en un retaco de voz, l se dirigi a su esposa:
Eso que ha dicho el polica es una supina tontera. Es imposible que el telfono
mvil interfiera su seal. Esto es extremadamente raro. Escchame bien, Lola: si
pasara algo, localiza a Gonzalo Eregui. l sabr qu hacer.
No, Jaime, estas cosas no funcionan as. Agente dijo Lola dirigindose al
polica que conduca el vehculo, le agradecera que parase el coche. Querramos
bajarnos. Iremos a Comisara por nuestros propios medios.
Ya estamos llegando; es ms cmodo que vengan con nosotros, podran
perderse.
No se preocupe insisti Lola tozuda, conocemos la ciudad. Detenga el
coche, por favor.
Me temo, seora, que eso no va a ser posible. Hemos recibido rdenes
- 83 -
- 84 -
- 85 -
- 86 -
- 87 -
- 88 -
Durante todo aquel tiempo, Juan Iturri haba movido reiteradamente la cabeza
en seal de disgusto. Segn su criterio, aquella detencin era prematura, por
insuficiente y mal justificada. Por otro lado, aquel matrimonio no pareca responder
al perfil de los asesinos por venganza. Todos los datos que obraban en poder del
inspector Ruiz resultaban circunstanciales. Al morir Alejandro Mocciaro, su ctedra
quedaba vacante, ciertamente; y el marido de la presunta asesina tena fcil acceso a
la droga, pero tambin era posible comprarla en la calle. Al mismo tiempo, exista un
argumento de peso que el sheriff madrileo ni siquiera haba contemplado: la
hermana del muerto podra tener un inters crematstico, pues a su muerte heredaba
un ttulo nobiliario y un conjunto de propiedades dotadas de tentadoras rentas.
Juan Iturri se lo indic al polica impuesto desde la capital. No obstante, en
cuanto el nombre de Clara sali en la conversacin como presunta sospechosa, el
inspector madrileo mont en clera. Fue un estallido sorprendente; tanto que media
plantilla de la comisara central dej lo que estaba haciendo y se detuvo a contemplar
aquella furia. Como si procediera a ejecutar un rito de purificacin por la ignominia
que el navarro acababa de pronunciar, el inspector Ruiz empez a mover
desaforadamente los brazos y a golpear con sus musculosos brazos muebles y
paredes: de su boca salan ruidos extraos.
Est bufando dijo en voz baja un polica a otro.
Eso intenta, pero con la voz de pito que tiene, lo que realmente hace es
cacarear.
Las risas ahogadas llegaron a odos del polica, calmndole momentneamente.
Con cien ojos pendientes de sus reacciones, el madrileo inici unos ejercicios de
relajacin, moviendo el cuello en sentido circular e insuflando aire en una bolsa de
papel que llevaba cuidadosamente doblada en el bolsillo. Luego se dirigi decidido
hacia el inspector Iturri. Comenz fulminndolo con la mirada, continu llenndole
de improperios que, con su voz aflautada, sonaron menos gruesos, y concluy en el
mismo momento en que le inform a gritos de que quedaba retirado del caso.
Iturri no se dej amedrentar. Sonri mientras le deca:
Est usted seguro de que eso es lo que desea?
El inspector Ruiz se dio cuenta enseguida de su error. Saba lo que pasara. A
partir del momento en que Iturri desapareciera, todos los agentes de polica dejaran
de hacerle caso. Fingiran obedecerle, pero cumpliran lenta y defectuosamente todas
sus rdenes, hasta conseguir exasperarle. No le qued ms remedio que recular y
tolerar la presencia de aquel palurdo polica de provincias. Deba tragarse sus
palabras sin que Clara notara que perda la batalla. Pensaba pedirle matrimonio. Tras
estos hechos, estaba seguro de que ella aceptara. La dama estaba ya algo deslucida,
pese a los mltiples retoques del cirujano plstico, pero tena rentas saneadas y un
ttulo nobiliario. Con esos elementos y su nueva red de amistades, progresara
rpidamente en su carrera. Si esto sala bien, quizs algn da llegara a ser secretario
de Estado o ministro...
Usted a callar! exigi el madrileo, aniquilando con el deseo al inspector
Iturri. Ninguno de los dos jueces all presentes intervino en su defensa. Fuera de
- 89 -
aqu! Es que no tiene nada mejor que hacer que molestar con sus tonteras? Vaya a
buscar a algn criminal! Qu pasa con esa aspirina? Quiero aqu una dosis doble,
de inmediato! Al final, se escapar!
Juan Iturri call, pero no acat. Sera polica de provincias, llevara zapatos
baratos y le sudaran las manos, pero, en lo relativo a su oficio, se contaba entre los
mejores. Sus hombres, que eran quienes le importaban, amen de idolatrarle por su
olfato de sabueso, saban que cumpla de manera seria y profesional con su trabajo.
No, no cejara porque un agente visitador de gimnasios viniera a enmendarle la
plana.
El mdico de la ambulancia, por su parte, al ver cmo la tozudez del polica
madrileo y su insistencia en la posibilidad de que la delincuente huyera interfera
en su trabajo hasta casi impedirle hacer correctamente su labor, perdi
definitivamente la paciencia:
Pero es usted idiota? Cmo va a escapar si le est dando un infarto! De la
muerte habr de huir si no nos damos prisa! Qutese del medio! Avisa al Hospital
de Navarra chill a su subalterno, llevamos una angina, quizs un infarto!
De acuerdo, llvensela cedi. Iturri, que le acompaen dos agentes
orden con displicencia. Le responsabilizo a usted personalmente de todo lo que
ocurra. Si la detenida consigue huir, le prometo que se dedicar el resto de sus das a
vigilar almacenes de alimentacin. Y el marido, de inmediato a la celda! Ya!
- 90 -
III PARTE
- 91 -
Aqul fue el peor verano de mi vida y, de alguna forma, tambin el mejor. Desde
aquellos sanfermines he vuelto cada ao a Pamplona. Poco a poco, la amargura que
todos los 13 de julio sembraban en mi nimo ha ido cediendo, dando paso a un
sentimiento extrao, monocorde por un lado, arco iris por otro. Ahora, cuando se
acerca el da, exhibo una sonrisa pacfica y algn que otro gesto mudo.
Pasado un lustro, puedo narrar aquellos hechos sin que mi corazn de vuelcos.
Aquella situacin fue terrible; en muchos sentidos, la experiencia ms angustiosa que
jams haya vivido. Desde entonces, no soy la misma, pero creo que a pesar de todo
fue positiva porque ahora soy mejor: ms segura (o menos insegura), ms fra y ms
feliz.
Del proceso judicial no hay mucho que contar. Tanto a Jaime como a m nos
pusieron en libertad enseguida, sin cargos y con una leve y magra disculpa. El
inspector Ruiz desapareci de la escena con la misma celeridad con que pasan los
momentos dichosos de las jornadas largamente esperadas. Sin embargo, ste no dej
huella. De l slo recuerdo su deforme cuerpo de levantador de pesas y su voz de
flauta afeminada girando alrededor de su incipiente calvicie. El resto, para mi dicha,
lo he olvidado.
No hemos vuelto a ver a Clara. Hace tres aos se enamor de un guapo artista
italiano con el que se cas. Tras la inmensa felicidad de ocupar las portadas de Hola y
Semana, lleg la lluvia. El caballero vestido de Armani result un gay arruinado
dispuesto a hacer cualquier cosa por mantener sus vicios privados. Aunque le haba
advertido varias veces de que el camino que haba escogido conduca
inexcusablemente a un reino en el que todas las caricias llevan precio, sent
sinceramente que mi vaticinio hubiera sido tan certero.
La intervencin de otras muchas personas que entonces no conoca fue decisiva
para llevar esta nave a puerto seguro. Sor Rosario, de la que habr de hablar largo y
tendido, an vive, casi tiene cien aos. Sus ojos conservan su agilidad juvenil,
aunque creo que, si Dios no se la lleva pronto, terminar levantando del suelo poco
ms de un metro. Segn me dicen, contina lavando su ropa interior cada noche y
manteniendo caritativamente cortas las uas de los pies. Juan Iturri, mi muy querido
inspector, ha desaparecido del mapa. Me consta que sigue siendo polica, me consta
que sigue siendo buen sabueso, pero ahora piensa para la INTERPOL en algn lugar
desconocido. Nos enva una postal cada 7 de julio. No lleva firma ni texto, pero un
anlisis caligrfico nos dira con razonable seguridad que la letra que marca mi
nombre y direccin es suya.
Del resto no hay mucho que contar, salvo que este ao es nuevamente especial.
Tengo 46 aos y una barriga de seis meses. No pens que a estas edades se tuviesen
hijos. Al menos la gente normal. Los artistas de cine y las gentes del espectculo, es
conocido, hacen cosas extravagantes y excntricas, como traer hijos al mundo fuera
de tiempo. Yo pertenezco al vulgo, a las gentes ordinarias que trabajan para vivir y
- 92 -
suean con la llegada de la noche del viernes, pero hay una criatura en mi vientre
que me provoca ardor de estmago y un letargo casi enfermizo, amn de un
sentimentalismo tal que creo haber recordado en estos ltimos seis meses hasta el da
de mi bautismo. Desde hace tres largas semanas estoy postrada en cama. El mdico,
con cierto tono socarrn, teme que la criatura se escape de su bolsa antes de tiempo
para ver su primer encierro, pero yo s que lo que le preocupa es que se malogre mi
corazn, cada vez ms delicado.
Creo que sobrevivir a este trance. No s argumentar los porqus, pero estoy
convencida de que el ao que viene habr un nuevo espectador del encierro, no uno
menos. Sin embargo, estoy acostada y no puedo moverme. Por primera vez en el
ltimo lustro, me perder el sexto encierro de los sanfermines. Jaime se ha llevado a
los chicos a Pamplona. Como otras veces, se han instalado en La Perla: ahora es un
magnfico hotel de cinco estrellas, el orgullo de Rafael Moreno, que mantiene sus
bigotes canosos y empinados. Naturalmente nos hace un precio especial, porque en
otro caso no podramos permitrnoslo. No obstante, debo reconocer que a m me
gustaba ms como estaba antes, con el fantasma de Albaicn tocando el piano y con
Hemingway soando con ser torero espaol.
Estoy sola en casa, esperando que la voz del encierro despierte y me narre los
secretos de la maana. La televisin est encendida, pero he bajado el volumen y
apenas se oye un murmullo. No me interesa lo que cuentan, slo espero el encierro.
A mi lado varias sentencias para estudiar, el Tribunal Supremo sufre de
estreimiento crnico, pero no voy a hacerlo. Tengo otro ataque de recuerdos rojos y
blancos. Vienen a mi cabeza aquellos das en que era tan estpida como para dudar
del amor o creer que Pamplona es una ciudad rancia. De mis dos equivocaciones, la
primera fue la ms grave, aunque en realidad ambas eran la cara y la cruz de una
misma moneda, por conocida no apreciada.
Hubo mucha gente amable que me sonri a tiempo, pero, en realidad, no di las
gracias convenientemente a nadie. Ahora voy a hacerlo, por si acaso los temores del
doctor Lpez se confirman y no hay ocasin. Y lo har narrando cmo se gestaron
aquellos hechos que fingieron empezar un 12 de julio, domingo, a las 8 de la maana,
cuando corran los enormes toros de Miura y el pequeo y colorado astado de
encaste navarro, pero que, en realidad, haban comenzado hace mucho tiempo...
- 93 -
- 94 -
- 95 -
- 96 -
- 97 -
- 98 -
Finalmente encontr varios trozos de papel que fue leyendo, dndoles vuelta
cuando corresponda porque, salvo en el canto, estaban escritos por todas partes. Por
fin exclam:
Aqu est! Ya lo tengo! Vamos a ver qu pone: Alejandro Mocciaro...
Alejandro Mocciaro!
As es, en efecto. Le conoce?
Por supuesto que le conozco! Es mi compaero de despacho!
Ah!, pues eso es malo.
Qu es malo? pregunt, incrdula.
Pues todo! Es malo que le conociera y que trabajaran juntos. Se llevaban
bien?
Tard en contestar. No nos llevbamos mal, aunque procurbamos evitarnos en
la medida de lo posible. Ofrec una respuesta capaz de cubrir el expediente.
Eramos muy distintos en cuanto a nuestras convicciones, pero...
Ya terci sor Rosario. Bien, vamos a necesitar que alguien nos ayude,
porque yo de homicidios y cuestiones legales no entiendo nada.
Esto no puede estar pasando! dije.
Dos de las enfermeras levantaron la cabeza. El paciente de la bata de cuadros
baj el diario y mir fijamente hacia el lugar del alboroto. Sor Rosario contraatac de
inmediato. Se puso en pie, coloc ambas manos sobre mi cabeza y, con intencionada
y afectada voz, prorrumpi en latinajos:
Ego te absolvo in nomine Pater et Fili et Spiritu Sancto
Pero qu hace, sor Rosario? Me est dando la absolucin! protest en
susurros.
En efecto, hija. Es lo primero que se me ha ocurrido! Ya s que no vale, que
para eso se necesita un cura, pero estas dos enfermeras no tienen ninguna cultura
religiosa, as que da lo mismo. Lo importante es que crean que hablamos de su alma
y no me echen de aqu: soy su nica conexin con el mundo!
Tiene razn. Qu puedo hacer? Lo que no entiendo alegu es cmo
hemos podido Jaime y yo causar esa muerte. Ha odo usted cmo ha muerto
Alejandro Mocciaro?
Naturalmente! Es la comidilla de toda Espaa!
De toda Espaa? Cmo sufrirn mis pobres hijos! Mi madre estar histrica!
No se comenta nada sobre ustedes, sino sobre el mozo fallecido y el toro
navarro que le mat aclar sor Rosario.
Cmo? Qu le ha matado un toro? Y entonces, qu hago yo aqu y mi
marido en la crcel?
Ah, hija! Eso ya no lo s! Por eso le digo que necesitamos a alguien que
investigue sin levantar sospechas. Yo no puedo ir muy lejos. Hace aos que no
abandono este recinto hospitalario. Dgame, no tienen algn familiar, aunque sea
lejano, en Navarra?
No contest. La hermana de la Caridad me azuz todo lo que pudo, pero no fui
capaz de dar una respuesta.
- 99 -
- 100 -
- 101 -
Nunca les he dado motivo para odiarme, pero cuando sor Rosario le llame
dispondrn de uno: me he convertido en una asesina y he arrastrado a su hijo a la
ms asquerosa de las inquinas: robar una vida humana.
- 102 -
Sobredosis de poder
La plaza estaba llena de gente y los pirotcnicos estaban colocando sus
castillos de fuegos artificiales para la noche... En la terraza del caf haba
mucha gente. Continuaban la msica y los bailes. Estaban pasando los
gigantes y cabezudos.
ERNEST HEMINGWAY
Fiesta, Cap. XVIII
- 103 -
- 104 -
- 105 -
- 106 -
charanga se tomaba un respiro y, cuerpo a tierra, haca un parntesis para ver magia.
Aquel estruendo consigui que pese a todo amagara una sonrisa. S que no es
una novedad: todos los pueblos de Espaa pintan sus fiestas con fuego. Sin embargo,
cuando viv aquellas cantinelas tornasoladas en Pamplona, me parecieron nicas,
cercanas, cariosas. El espectculo que presenciamos, firmado por Caballer, haba
sido magnfico, pero aquello no hubiera pasado de ser bulla en color sin la
concurrencia de un peculiar elemento verdaderamente soberbio: el entorno donde
aquel sortilegio se produca, un antiguo recinto amurallado del siglo XVI al que las
gentes llaman la Ciudadela. En ella, antiguas troneras, fosos nutridos de ddalos,
laberintos y rejas de las antiguas prisiones, compartidas por herejes de anteayer o
republicanos de no ha mucho, exudaban historias de dragones y mazmorras. El
Ayuntamiento haba sembrado entre las antiguas piedras macizos de flores y csped
que las gentes empleaban cada noche. Como si fueran cansados soldados de
caballera o antiguos mercaderes, empeados en meter sus mercancas de matute, los
espectadores se sentaban o tumbaban en aquella verde alfombra para presenciar el
espectculo.
Sonre recordndome junto a Jaime contemplando el cielo. Rememor los dulces
momentos pasados entre aquellos fosos. Sentada con las piernas cruzadas a lo indio,
sintiendo el calor de Jaime que me rodeaba desde atrs con sus brazos. Las manos en
mi cintura, los dientes mordisquendome la oreja, muy juntos, consumiendo
lentamente aquel carioso instante. Cario; eso era lo que yo aoraba en aquellos
momentos.
Los estruendos se sucedieron durante unos quince minutos. Trat de
imaginrmelos, rojos, verdes, malvas, serpenteando por el cielo en busca de alguna
estrella. Finalmente el ruido caduc y con l mi nimo. Sin querer evitarlo, volv a
prorrumpir en amargo llanto.
Al rayar la noche, me trajeron algo para dormir y un vaso de leche tibia. Tras
tomarlo, me sumerg en una madeja de sueos desordenados, pero el descanso dur
poco. A las dos, estaba nuevamente contemplando el reloj. Me hallaba sumida en un
estado de tristeza absoluta. Sollozaba, pero cada vez a intervalos ms espaciados.
Creo que nunca antes me haba sentido igual. Se haban abierto los infiernos y yo me
abrasaba en ellos sin saber exactamente qu misteriosa confluencia destructiva me
haba atrapado.
En casa, razonaba con los ojos empapados de lgrimas nuevas, todos estaran
en la cama, durmiendo. No saba que hara Jaime. Nunca he estado dentro de una
celda. Mi carcter es tan emprico que no poda imaginrmelo. Pero saba que estara
sufriendo. Quizs si yo muriese todo sera ms fcil. Un buen abogado alegara que
yo haba robado la droga de su despacho y que l nada tena que ver. An era joven.
Poda rehacer su vida. Lamentablemente, Clara estara al acecho, aunque creo que,
siendo un hombre inteligente, sabra elegir.
S, creo que es mejor morir dije en voz alta. Ser culpable si ese inspector
Ruiz se empea en que lo sea. Justo ahora que he dejado de fumar, mi corazn falla.
Quizs si me empeo, logre que llegue mi hora.
- 107 -
Su hora de qu?
No pude evitar sentir un escalofro. Una profunda voz de bartono se inmiscuy
en mi tristeza. Qu ocurra? Definitivamente, esta amnesia disociativa no es sino
locura, pens. Permanec muy quieta, conteniendo el aliento. Saba que la voz que
interfera mi duermevela era conocida, pero tambin peligrosa.
Lola, deca que haba llegado su hora. Su hora de qu?
Decididamente, aunque me costaba, desat los ojos. Sin atreverme a levantar los
prpados por completo, los dirig hacia el reloj: las tres. Estaba completamente
aturdida. Levant la cabeza y me top con un rostro familiar. La penumbra
enmarcaba levemente la figura del inspector Iturri. Tena las gafas en la mano; sus
dedos jugueteaban con ellas. Recuerdo que pens que de cerca el polica no resultaba
tan tosco. Hubiera podido pasar por un hombre culto y elegante de no haber sido por
aquel fachoso bigote y su pelo fosco. Con un buen traje y una corbata, y algo de
fijador, incluso resultara un arrogante convencido de su vala. El sheriff madrileo
habra quedado perplejo ante el cambio. Pero lo que recuerdo por encima de todo es
cmo me fascinaron aquellos ojos verdes que me escrutaban sin piedad. En realidad,
me sent violada, robada, como si aquellos verdores saquearan mis entraas. Con voz
pastosa, protest por la intromisin.
Inspector Iturri, qu hace usted aqu?
El inspector no prest la menor atencin a mi pregunta. Pareca preocupado por
otra cuestin.
Reconozco que es fcil abandonar. Cuando uno est acogotado por el dolor, la
muerte se antoja dulce, vaporosa, atractiva... Pero no lo es. En realidad, la muerte
padece una fealdad malvada. No piense en lo que no debe. No ha llegado su hora de
morir, sino de levantarse.
Y a usted qu le importa? Qu hace aqu? Por qu entra sin llamar?
Aunque pocos, tengo derechos! Quiere esposarme la otra mano? Da la sensacin
de que no tiene nada ms que hacer y desea pasar un buen rato burlndose de m!
No crea que esto me divierte, en absoluto.
Entonces, a qu ha venido?
Quiero saber qu pas. Necesito conocer su versin.
Pero si me han condenado antes de orme!
Nadie le ha condenado. Est usted en rgimen de prisin provisional. Hay
pruebas suficientes para implicarles a usted y a su marido. Si, como creo, se dedica
usted al Derecho Penal, debera saber estas cosas.
S de sobra que no hay motivos bastantes para detenernos, ni siquiera hay
indicios racionales de criminalidad. Se han violado todos y cada uno de mis derechos
constitucionales. Es ms, si alguna vez esto llegara a juicio, debera anularse el
proceso; no es ms que una arbitrariedad del inspector Ruiz. Una arbitrariedad, no
quito una letra. Y tambin digo sin falsa que mi marido y yo somos inocentes.
Me arrepent de inmediato. Cuntas veces haba odo pronunciar cosas similares
a culpables evidentes! Sin embargo, luego me alegr de haberlo hecho, pues
respondan estrictamente a la verdad.
- 108 -
- 109 -
- 110 -
- 111 -
- 112 -
- 113 -
sobre, abierto.
Despegado? Pues no es frecuente si est bien puesto. Otra cosa es que se
rompa. Quizs alguien intent abrirlo. Conserva el sobre? Si se manipul, es seguro
que dejaran un rastro.
Lo siento, creo que acab en la papelera.
No se preocupe; contine, por favor.
Comenc a leerlo con cierta prevencin. Estimada seora, deca. Aunque
pueda resultarle ridculo, deje inmediatamente de leer. Detesto ese tratamiento, me
recuerda que los aos me persiguen e ineludiblemente me alcanzan. Sin embargo, en
este caso, ms que dolor, el encabezamiento me produjo recelo. Cuando unos
abogados se dirigen a ti con un estimada seora es ms que probable que tengas
que pedir consejo a otro abogado. Le de corrido el texto, atragantndome con
aquellas palabras escritas con tanto decoro. Cuando acab, volv a empezar,
sorbiendo pausadamente su contenido. El testador no era otro que mi maestro de
profesin y vida: don Niccola Mocciaro. No poda creerlo. Cundo haba muerto?
Cmo era posible que no me hubiera enterado?
Un momento, por favor me interrumpi nuevamente el inspector Iturri,
apagando la grabadora. Se acuerda de lo que hizo usted con la carta?
La guard. De hecho, cuando vinimos me la traje para saber la direccin exacta
del despacho Eregui, pero lo cierto es que esta maana (quizs fue ayer, he perdido la
nocin del tiempo) la he buscado en la habitacin del hotel sin encontrarla. El orden
y yo no somos buenos amigos. En fin, no pona mucho ms de lo que le digo.
Por ese extremo no se preocupe. Tenemos las copias del fallecido y de su
hermana. Y la escritura de ustedes.
Puedo saber cmo y para qu?
Hemos obtenido sus firmas del registro del hotel, por orden judicial. El
documento que llevaba el finado tena escritos dos nmeros de mvil en el reverso.
El primero es el de su marido; el segundo, figura como sustrado. Pero no se inquiete.
El informe pericial caligrfico indica que los escribi el difunto, aunque, como digo,
desconocemos a quin pertenece uno de esos mviles.
Es decir, que ya hay un cabo suelto.
En efecto, as es. Otro pequeo detalle, si es tan amable. Dgame, no le
desconcert que les convocaran aqu? Al fin y al cabo, l viva entre Madrid y
Valladolid, como todos los legatarios. Por qu entonces Pamplona?
Yo formul la misma pregunta. Me dijeron que haba sido voluntad expresa de
don Niccola que as se hiciera.
Y no le extra?
En parte, pero slo en parte. Don Niccola haba vivido muchos aos en
Pamplona all por los aos 50. Acababan de inaugurar la universidad de Navarra y
l vino como miembro del claustro con el fin de formar a los futuros profesores de la
materia. Entonces esa universidad no era ms que una semilla, hoy es un frondoso
rbol reconocido en todos los mbitos del saber. Creo que hizo muy buenas migas
con los navarros y que mantena relaciones muy cordiales con la universidad. Segua
- 114 -
siendo miembro de una sociedad gastronmica, a la que acuda una vez al ao, tena
un abono para los toros... El abogado Gonzalo Eregui era amigo suyo desde entonces,
y le nombr su albacea. Ese es un nombramiento marcado por la confianza y la
amistad ms que por cualquier otra cosa. En fin, aunque me extra, entend que l
deseaba, por algn motivo, que estuviramos aqu, en la Fiesta que tanto le gustaba.
Contine, por favor. Me estaba diciendo que en esa carta se le informaba de la
muerte de don Niccola Mocciaro y se le convocaba a la lectura de su testamento.
Qu hizo entonces?
Pues qu iba a hacer? Llorar! Luego me fui a casa.
No, Lola. As no me ayuda! Necesito conocer los detalles, conocerla a usted.
Ver, en alguna medida los inspectores de polica somos como los mdicos. Un buen
doctor no te pregunta dnde te duele, sino qu te pasa. Y como t no lo sabes
exactamente, l te pide que le cuentes todo lo que te ocurre, porque es posible que un
dato que para ti es insustancial, carente de importancia, a l le ofrezca la clave para
hacer un diagnstico certero. Cierre los ojos, imagine que yo no estoy aqu, y hable.
Volver a encender el magnetfono.
De acuerdo, bajar al infierno de los detalles... Ver, nuestra relacin con el
profesor Mocciaro era muy especial, le queramos como a un padre, aunque, desde
que se haba instalado en Madrid, le veamos menos. Jaime y yo sabamos que don
Niccola estaba enfermo. Nada nos haba dicho, y nosotros nos abstuvimos de
preguntar, pero cada vez resultaba ms notoria su delgadez. No haban transcurrido
ms de tres semanas desde que nos habamos visto. Un tono cetrino tea su rostro.
Jaime y yo nos asustamos, y le insistimos en que se quedara una temporada con
nosotros. No hubiera sido la primera vez. Y abandonar mi agitada vida
madrilea?, protest con irona. Haca meses que evitaba cualquier reunin social.
De qu viviran las fundaciones? De quin se reiran mis antiguos discpulos?
Watson, sabes que no he nacido para vivir en provincias descoloridas, concluy
guindome un ojo. Por favor, considrelo, repliqu. All vive solo, aqu no
lograra estarlo nunca. Me encantara martirizarle un poco ms con mis torpes
preguntas. Y, adems, insist, poniendo toda la carne en el asador, me lo debe. Ya
que no voy a ser nunca catedrtico, ni siquiera simple titular, al menos djeme ser
sabia.
Enseguida me di cuenta de que haba tocado su fibra ms sensible. Lo sent de
veras. No quera hacerle dao, sino obligarle a aceptar nuestra invitacin, y
demostrarle que nuestra amistad estaba por encima de aquella mala jugada.
Cabizbajo, me prometi que vendra en breve. Pero nunca lo hizo, y no s por qu.
No pude evitar la pena y llam a Jaime, cre que as disminuira mi duelo. Nadie
contest.
Siento volver a interrumpir su relato. Pero hay algo que no entiendo.
Dgame qu es. Intentar explicarme mejor.
Me ha contado cmo se sinti al conocer la suerte de su maestro, con el que,
segn veo, mantenan un trato que exceda del meramente profesional. l era el
maestro, usted la discpula, sin embargo ha dicho textualmente me lo debe. Qu
- 115 -
le deba?
No recuerdo con exactitud lo que he dicho, pero s el sentido. En realidad, si
alguien estaba en deuda era yo, pero acababa de perder una ctedra que haba sido
ganada por su hijo y que yo crea merecer. Niccola Mocciaro no formaba parte del
tribunal, pero tena el poder.
Le agradecera que me explicase ese extremo con detalle. No entiendo bien
cmo funcionan las cosas en el mbito de la universidad.
Somos funcionarios como cualesquier otros, por eso es fcil de comprender. La
plaza de catedrtico no naca ex novo, sino de la amortizacin de mi posicin de
profesor titular. Quiero decir que se anulara una titularidad y con ese montante,
sumado a la nueva dotacin presupuestaria, se creara una ctedra. Inicialmente
firm yo sola la oposicin. Siendo yo la que ocupaba la plaza que iba a salir a
concurso y disponiendo de mritos suficientes, resultaba lgico el desenlace del
concurso. Para agregar seguridades, los dems catedrticos del rea haban dado
informalmente su placet. Sin embargo, cuando quedaba poco ms de una semana
para que culminara el plazo para la presentacin de solicitudes, contra todo
pronstico, Alejandro Mocciaro formaliz la suya. Cuando el rectorado discuta si
dotar o no la ctedra de la que hablamos, Alejandro manifest su disposicin a
presentarse. Aleg que era mayor que yo y que, por tanto, la plaza le corresponda.
Me consta que su padre habl con l para quitarle aquello de la cabeza. Segn el
profesor Mocciaro, su hijo no estaba todava preparado para una oposicin as. Le
advirti que tener los mismos genes no iba a ayudarle en absoluto. Pese a todo,
present su instancia y fue admitido. En cuando corri el rumor, otras doce personas
siguieron su ejemplo: ninguna tena posibilidades objetivas de xito. Algunas
acudieron como mero entrenamiento, otras por aquello de que a ro revuelto... Todas
fueron eliminadas en el primer ejercicio.
De modo que en el segundo quedaban dos candidatos potenciales.
En efecto. S con certeza que don Niccola intent que la plaza fuera para m.
De hecho, fueron muchas las lindezas que me dijeron (lo que no es muy habitual), y
muchas las crticas que Alejandro escuch (eso es corriente cuando a alguien no se le
va a asignar esa plaza). En este caso, las crticas fueron objetivas. Era como si el
tribunal justificara ante el profesor Mocciaro y el resto de la humanidad su decisin.
Mientras que, uno tras otro, los insignes acadmicos vertan sobre l reproches
y recomendaciones, Alejandro sonrea cnicamente, como si aquellas censuras le
resbalaran. Antes de que quienes haban de juzgarle se retiraran a deliberar, pidi la
venia para dirigirse al tribunal. Tras serle concedida, se acerc al estrado y entreg
sendos sobres a los miembros que ejercan labores de presidente y secretario. Cuando
retornaba a su posicin en la sala de grados, se desvi ligeramente para entregar otro
sobre idntico a su padre.
Tras tres horas de espera, en las que don Niccola fue telefoneado en varias
ocasiones, el tribunal otorg el grado de catedrtico a Alejandro, mientras yo vea
desvanecerse al mismo tiempo mi puesto de trabajo y mi orgullo.
Don Niccola prefiri a su hijo...
- 116 -
Ese fue el resultado, s. Nunca he entendido bien qu pas, pero, desde luego,
ocurri algo.
Supo usted despus qu contena ese sobre?
No, nunca llegu a saberlo, pese a que se lo pregunt directamente al profesor.
No quiso responderme. Tambin me hizo desistir de la impugnacin.
No comprendo ese extremo.
Es fcil de explicar. Yo no estaba de acuerdo con la decisin del tribunal.
Entenda que sus miembros no haban actuado con objetividad y deseaba que otra
instancia superior revisara la oposicin.
Sin embargo, no llev a efecto esa impugnacin.
No. Y no me faltaron ganas ni razones! Don Niccola me pidi que no ejerciese
ese derecho y, por respeto a su persona, no lo hice. Entend que, al fin y al cabo,
Alejandro era su hijo. Tambin me rog encarecidamente, casi me orden, aunque
se nunca fue su estilo, que olvidara todo aquel asunto. Me dijo que l se encargara
de buscar otra ctedra para m.
Pero no lo hizo.
No, no tuvo tiempo...
Ahora tiene otra oportunidad...
Si quiere verlo as...
En fin, volvamos a la oposicin. Permtame un comentario, no puedo evitar
decirle que, adems de la razn que acaba de exponer, hay otras posibilidades que
pueden barajarse, por ejemplo que el joven Mocciaro hiciera mejor oposicin que
usted...
Es posible, no puedo juzgar ese extremo, pero creo que usted no comprende
de qu estamos hablando. Esta profesin es muy especial.
Supongo que, como en todas las profesiones, en el mbito universitario
existirn unas reglas destinadas a discriminar qu individuos cumplen los requisitos
y las condiciones necesarias para ocupar determinados puestos y cules no. Entiendo
que, si bien los mritos que se evalan en los cuerpos de seguridad del Estado son
unos y los de la universidad son otros, al fin y a la postre estamos hablando de lo
mismo. En su caso debern medir la sabidura, en el nuestro el servicio y la profesionalidad.
Djeme que le haga una pregunta capciosa, inspector. Cree usted que el
afamado polica de la capital, el tal Migueln Ruiz, enlace con no s qu ministerio,
ha alcanzado tan magna posicin por su refinado olfato, por su servicio a la
comunidad o por su excelsa profesionalidad criminalstica?
Iturri guard silencio. Yo tambin. Como no recib respuesta, segu hablando.
Los que creen que sta es una profesin buclica para gentes con gafas de
miope, cuya existencia discurre entre la paz que otorgan los buenos libros y la
reflexin pausada, simplemente han visto el nodo, pero no la pelcula.
Cuando es noticia, cuando sale en televisin, la universidad se cuida de mostrar
la bella parafernalia, la liturgia antigua, las serias vestes acadmicas y los birretes de
vivos colores, pero todo eso no es ms que apariencia: donde debera haber nogal y
- 117 -
arte, hay pasta policromada y mucho cuento. La liturgia de cada da es ms bien sta:
largas mentiras soportadas con nimo estoico y forzada sonrisa; speras y groseras
discusiones, completamente alejadas del lenguaje corts e ilustrado que cabra
esperar; trapicheos, trueques, compras y ventas mercantiles, sobornos, chantajes... Y,
por si esto fuera poco, una nutrida coleccin de pualadas traperas. Si usted supiera
que herclea es la tarea de convertir a un sabio en catedrtico!... Aunque, ahora que
lo pienso, quizs sea ms titnica la empresa de hacer de un catedrtico un sabio.
Me sorprende su cido lenguaje, seora.
Me lo imagino, yo tambin lo juzgara agrio si estuviese en su pellejo. Pero lo
que digo es la pura verdad. Si estuviera dentro, pronto caeran sus legaas. Por otro
lado, es ms que probable que ocurra lo mismo en su profesin. Ustedes, por
ejemplo, salen en los desfiles sobre caballos blancos, luciendo medallas, pero no creo
que esas condecoraciones sean siempre objetivamente otorgadas.
Siempre no, claro. Pero no pintan bastos de continuo como usted insina. Las
medallas son importantes, pero no tanto.
Qu suerte! Conjeturo que, debido a su vocacin, sus vidas girarn en torno a
palabras tan nobles como servicio, honor, dignidad, deber... En aquellos lejanos y
aorados das en que el sueo universitario excitaba a sus vastagos, nosotros tambin
aspirbamos a baarnos en las mareas de la sabidura, apetecamos rozar aquel
grado de excelencia que elev a la fama universal a los sabios de Atenas, los
legisladores romanos o los iluminados sacerdotes egipcios. Era un hermoso sueo,
paladear el nctar refinado! Era un bonito viaje en busca de El Dorado, de esa ilusin
perpetua, porque, ya se sabe, slo el muerto no puede aprender nada.
Pero los sueos siguen siendo sueos. Hoy hemos perdido la vocacin. Ahora
ya no buscamos la sabidura, sino los honores, las glorias, los reconocimientos; las
subidas, en definitiva, de categora y sueldo. La posesin de stos pasa
inexcusablemente por obtener una ctedra, aunque todo sea puro espejismo: tal y
como est diseado el sistema, una oposicin no cambia a una persona; el que era
dbil, contina sindolo; el ignorante, tambin.
Somos, en definitiva, una especie de vampiros. En pblico vestimos
decentemente (siempre y cuando esta palabra se tome en sentido laxo); procedemos
con compostura (en el ms relajado de los sentidos) e impartimos nuestras clases de
la mejor manera posible, es decir, sin llamar la atencin ni por exceso de celo ni por
defecto de forma. Cuando nadie nos ve, con alevosa, nocturnidad y (si cabe) saa,
vamos en busca de sangre fresca; de una ctedra a la que hincar el diente, de un
sueldo que chupar, de una posicin que alcanzar.
Es posible, Lola, que lo que le moleste sea la competencia. Dgame qu le
parece esta nueva versin: usted deseaba pasearse sola por esa oposicin y Alejandro
Mocciaro le estrope su momento de gloria. Ha tardado, pero por fin ha cosechado
su venganza.
De qu competencia me habla? respond, sin hacer caso al dardo
emponzoado que me lanzaba. Me habla de la competicin de los equipos de
ftbol? Suponiendo que los arbitros sean capaces y neutrales, los clubes pueden
- 118 -
mirarse a los ojos y decirse entre ellos: hoy has sido mejor t, llvate la corona de
gloria! Maana quizs lo sea yo, para ello voy a prepararme. Si habla usted de esa
competencia, bienvenida sea! Aunque ninguna ganancia se efecta sin que otra
persona incurra en una prdida, los que intervienen saben que el sistema beneficia a
todos, y especialmente al espectculo. Pero no se engae; aqu de lo que hablamos es
de otro tipo de competencia. Esto es la arena romana. El emperador siempre tiene el
pulgar inclinado hacia abajo. Es una lucha a muerte, vencer de una vez para siempre.
Y los maestros, esos ancianos catedrticos que siguen leyendo libros y
formando equipos? Y su maestro?
Para ser justa debera decir que en ocasiones, pocas, te topas con algn ser
puro. Pero apuesto la ctedra por la que supuestamente he matado, a que est
disfrutando de su jubilacin. Si estuviera en activo, no albergo duda alguna de que
llevara coraza y hoja de doble filo. Y aun as, todo depende.
Puede que todava empue su arma en pro de algn esponjoso discpulo cuyo
xito provocar en el catedrtico un placer estpido, pero del todo real: saber que,
pese al paso de los aos, an conserva su poder. Digo que es un placer estpido. Lo
digo y me reafirmo porque la estadstica no falla. Ese dulce y tierno discpulo que
trae pastas el da de tu onomstica y te abre las puertas con sumisin y modestia te
apualar por la espalda en el preciso momento en que, colmadas sus aspiraciones,
ya no le seas til. As de cruel, as de real. La vida misma.
Es posible que a usted o al polica de Artajona que est vigilando la puerta les
resulte inslito mi lenguaje. Es posible. Pero si a alguno le extraa, es que sin duda
nunca ha formado parte de la ilustre y magnfica corporacin universitaria, donde
morir no es tan terrible como perder el poder.
Una corporacin a la que lleva perteneciendo... Cuntos? Quince? Veinte?
me interrumpi.
Diecisiete. S, tiene usted razn. Estoy en activo y esa ctedra podra haber
sido ma. Sin embargo, quizs sea inmodestia, pero...
Me va a decir que su perfil no coincide con el que acaba de describir? me
pregunt. Me estaba retando, pero yo no estaba preparada para combates de ninguna
clase. Era mi vida la que estaba en juego y estaba muy cansada.
Carezco de fortuna le dije. Aparte de mi casa, una docena de monedas de
oro de Isabel II y un Ford Fiesta no poseo nada que me permita borrar de mi mente
dinero para investigacin, impuestos y deducciones de la cuota. Tener cuatro hijos no
ayuda.
Me detuve unos segundos. Respiraba agitadamente. Mi cuerpo pareca haberse
visto invadido por un tumulto de sentimientos. Sopesando el hecho de que mi
corazn no pasaba por su mejor momento, Iturri se puso en pie y estuvo a punto de
frenar en seco aquella charla; no lo hizo. Es ms fcil atrapar a la presa cuando est
acorralada. Me figuro que eso fue lo que le anim a continuar escuchando, atento,
agazapado, alerta, como el paciente cazador que era.
Sabe lo que le digo, inspector? Que renuncio a pedir la admisin en ese club.
No quiero ser catedrtico ni acabar mis das con el estmago destrozado por la bilis.
- 119 -
- 120 -
cama.
Lo siento, parece estar como una sopa lament.
No importa! Estamos en julio... De acuerdo, veamos, dnde llegbamos?
La carta de los abogados ...
Curiosas briznas perdidas del nuevo sol se posaron en el cristal de mi reloj
proyectando un pequeo crculo de luz en la pared. No me haba dado cuenta del
tiempo que llevbamos hablando, pero si entraba luz, es que la noche haba dado
paso al da. Jugu mecnicamente con la esfera hasta enfilar la luz hacia los ojos del
inspector. Aunque le miraba, no le vea; estaba en otro lado: lejos, muy lejos, en mi
mundo.
Seora... La carta...
S, perdone... dije ensimismada. La carta anunciando la muerte de Niccola
Mocciaro... Sabe, inspector? Se acord de m y quiso que me quedase con la pluma.
Con la pluma?
En algn recndito rincn de mi mente, alguna neurona enchuf la clavija
equivocada. Comenc a hablar con voz hueca, como concha marina. Hablaba ms
para m misma que para el inspector; l se limit a escuchar con atencin, mientras la
grabadora segua dando vueltas a su noria de plstico.
En la carta se me informaba de que el profesor me haba legado su pluma (la
Parker roja con la que tantas veces le haba visto escribir). Cuntos recuerdos
acudieron a m! Al pensar en aquella vieja Parker, comprob cmo me invada la
nostalgia. Yo, por mi parte, no opuse ninguna resistencia.
Al tocar aquella estilogrfica, desfilaron ante m muchos de los acontecimientos
que han conformado mi vida, escribiendo irremediablemente mi biografa: mis
temblorosos pasos iniciales, mis altivas y orgullosas meteduras de pata, mis
aciertos... Se agolparon imgenes de mi tesis doctoral, la primera oposicin, el acta de
mi matrimonio, el nacimiento de mi primer hijo... Lejos estaba de imaginar en aquel
momento que tambin aquella pluma teira mis manos de sangre.
Esa expresin es terrible...
Con esa frase, el inspector Iturri intent intervenir, pero yo no se lo permit.
Estaba en mi mquina del tiempo, reviviendo aquellos momentos mientras los
narraba.
Me form con l, junto a l continu. Fue para m un maestro, en todo el
sentido de la palabra. Tena yo veintids aos cuando le conoc, pero l me tomaba
ya en serio. Pronto descubrimos que, siendo tan diferentes, tenamos muchas cosas
en comn. Por ejemplo, a ambos nos fascinaban los enigmas, tanto que termin
dndome rdenes por medio de jeroglficos y cdigos lgicos, y llamndome querida
Watson.
Don Niccola Mocciaro fue mi maestro en la ciencia y, aunque nunca trat de
influir en ella, tambin lo fue de mi vida. Me qued hurfana de padre siendo muy
joven. l fue mi padrino de boda y tambin lo fue del bautismo de mi primer hijo:
pensamos inicialmente en que fuera mi suegro, pero, naturalmente, desistimos.
Cuando me lo presentaron, yo proyectaba mi boda. l, que acababa de llegar a
- 121 -
- 122 -
aos viuda pero haba cerrado voluntariamente su lbum de fotos. A pesar de eso,
don Niccola no perda nunca la ocasin de verla. Nosotros solamos ser su excusa, de
modo que nos tratbamos dentro y fuera de la universidad. Nuestros hijos le
adoraban. Nada ms entrar en casa, ellos se ponan en fila para recibir un pasaje de
avin, cosa que haca empleando los dos brazos simultneamente mientras me deca:
Querida Watson, no te inquietes, esto es pura fsica: no se me caern.
En fin, ramos casi una familia, aunque l tuviera otra de que ocuparse y yo me
empeara, para evitar cualquier maledicencia, en no apearle nunca el tratamiento.
Es cierto terci Iturri. l tena su propia familia, concretamente dos hijos.
Cmo se llevaban?
Nunca hablaba de ello, pero no haca falta ser un superdotado para notar que
sufra por sus dos hijos. Alejandro y Clara dilapidaban juntamente nombre y
patrimonio.
Hbleme de Alejandro...
Qu quiere que le diga: tena el encanto de la aristocracia decadente. Estaba
orgulloso de su estirpe. Hablaba sin parar de sus antepasados, dogos en la poca de
esplendor de los estados italianos; de su madre, Andrea, nacida princesa (nunca dijo
exactamente de dnde); de sus tierras en Mira... Pero todos aquellos afectados relatos
se contraponan a su aficin por lo srdido, lo deshonesto, lo escandaloso, incluso lo
vulgar. No es nuevo: la condesa emparejada con el torero; el marqus con la
tonadillera... Mantener el afectado, casi amanerado, tono del sibaritismo y,
simultneamente, meter los pies en el fango. se era Alejandro.
Adoraba a las prostitutas y a los chaperos; se codeaba con sus chulos en franca
camaradera; trapicheaba en el sub-mundo de la droga; pasaba, sin solucin de
continuidad, de su exquisito apartamento a las chabolas de los delincuentes de todo
tipo. En no pocas ocasiones, don Niccola hubo de sacarle de una celda. Menudeaban
las veces en que el profesor desayunaba con el rostro de su hijo impreso en la portada
de El Norte de Castilla, peridico por excelencia en la capital del Pisuerga, y no
precisamente por algn mrito acadmico.
No obstante, Alejandro no sola descuidar sus compromisos laborales.
Puntualmente sus pies pisaban el aula a la hora acordada y en el da oportuno. Tena
pocos alumnos. Yo sola recoger a los que, hastiados, pedan cambio de turno con tal
de variar de profesor. Habitualmente aquellas renuncias no se deban a quejas sobre
su talla docente. He asistido a alguna de sus clases: Alejandro haba heredado de su
padre la brillantez expositora y la capacidad de sntesis. Los cambios se deban a la
propia materia. Le encantaba encarnizarse en la violacin, el estupro, el incesto... En
fin, ensaarse en todos los delitos de naturaleza sexual que florecieran en el Cdigo
Penal.
Sus escritos versaban irremediablemente sobre la penetracin, en cada una de
sus vertientes. Tanto que se le consideraba experto en la materia en grado tal que era
llamado como perito en aquel pequeo volumen de casos en los que una violacin
llega a un juzgado. Obviamente, siempre era requerido por el reo, puesto que la
teora que Alejandro sostena era que una penetracin provocaba siempre un deleite
- 123 -
en la vctima, placer que no llegaba a anular por el hecho de que la fuerza o el dolor
fueran simultneamente ejercidos. En el campus se coment hasta el extremo el
testimonio que prest en el juicio por violacin y asesinato de una nia de nueve
aos.
Aquellos hechos llenaban a don Niccola de tristeza, pero no deca nada. Pobre
hombre! Le aseguro que no se lo mereca.
- 124 -
intencin.
Lo dice por propia experiencia? repliqu, con peor voluntad. El juego acab
ah, radicalmente, demasiado rpido. Supuse que en realidad haba dado en la diana.
Cmo la conocieron? Hizo amistad con ustedes al mismo tiempo que su
padre? En realidad no parece de su tipo.
Por qu lo dice?
Bueno, es obvio.
S, lo es. Nos la present su padre. Fue en un viaje del departamento,
organizado por don Niccola, en el que invit a los respectivos cnyuges, por aquello
de estrechar lazos. Clara fue su acompaante. Ella acababa de regresar de un ao
sabtico en el extranjero: Pars, San Francisco y Sydney, coment.
Por lo que se refera a su hija, poco nos haba dicho, salvo que fsicamente se
pareca mucho a su madre una bella italiana, de grandes ojos verdes y pajizo pelo
siciliano. En el carcter no, aadi. Ella era culta y prudente; Clara un cmulo
de sentimientos sin domar... Pero, en fin, Dios siembra como quiere.
Pero el tiempo no sabe guardar secretos y pronto nos enteramos de su historia.
A consecuencia de una enfermedad infantil, le colocaron un aparato ortopdico en
una pierna. Las compaeras de su aristocrtico colegio no tuvieron piedad. En
primer curso ya responda al sobrenombre de Thatcher: la dama de hierro. Algunos
aos despus, una intervencin quirrgica termin con el problema fsico;
lamentablemente, la tara psicolgica estaba demasiado arraigada. Convertida en una
agraciada mujer, no tard en tomarse cumplida venganza. Lo hizo sin dudar, como
una verdadera dama de hierro. Las compaeras del distinguido colegio que
voluntariamente le haban hecho sufrir perdieron sus novios o maridos en sus
brazos. Todas y cada una de ellas recibieron un sobre con una instantnea que
inmortalizaba el acontecimiento.
Disculpe, sabe si se cuenta entre sus vctimas un tal...? El inspector Iturri
repas las hojas de su libreta, hasta dar con lo que buscaba. S, aqu est. Un tal
Rodrigo Robles?
Por Dios, inspector! Cmo se ha enterado? Debe de ser usted muy buen
sabueso!
Supongo que eso equivale a un s.
En efecto, Rodrigo Robles ocup el ltimo lugar en aquella tenebrosa lista.
Creo que se resisti ms de lo esperado. Estaba recin casado con una nia mona
madrilea, hija nica de un afamado catedrtico de nuestra rea. Su padre, don
Nicanor, hombre de elevada fortuna, colm a su hija con todos los caprichos. Fue un
drama terrible cuando aparecieron las fotos. Ella pidi el divorcio, pero luego, no s
muy bien por qu, retir la demanda. Naturalmente, Alejandro y Rodrigo perdieron
su amistad, aunque siguieron tratndose en lo acadmico.
Una cruel venganza...
S, por supuesto, lo fue. Por lo dems, cuando la vendetta termin, la dulce
Clara comenz a vivir apurando los das y las horas, tratando de recuperar lo que
consideraba que haba perdido. Tuvo buenos partidos, pero ella no deseaba eso:
- 125 -
estaba peleada con el mundo, con Dios, con cada ser viviente. Estimaba que todos,
sin excepcin, haban sido injustos con ella. Su padre no le haba hecho suficiente
caso; su madre se haba muerto cuando ms la necesitaba; Dios haba sido cruel sin
motivo, encerrndola en una crcel de hierro y caucho. Los caprichos del destino son
difciles de entender. Pero ms lo son nuestras respuestas a sus inesperadas
embestidas.
Por qu lo dice?
Uno de mis hijos ha padecido esa misma enfermedad. No es grave, pero anula
la movilidad: mientras los dems juegan al ftbol o saltan tratando de meter la pelota
en la canasta de baloncesto, t te limitas a mirar, a leer o a escribir. En sus cuatro
aos de parlisis forzosa, mi hijo se ha hecho arbitro de ftbol, ha aprendido a tocar
la guitarra con cierto arte, ha ledo todo lo que ha cado en sus manos, ha compuesto
canciones y tenido dos guapas y fugaces novias. Ahora vive una vida normal.
Supongo que esos aos habrn dejado un rastro indeleble en su carcter, pero nadie
lo dira. Clara actu de otra manera. Es ms, todava se comporta segn ese patrn.
Su espritu aristocrtico aade a su proceder un nuevo atractivo, el picante que hace
falta para que, lo que resulta sencillo a los veinte, siga funcionando dos dcadas
despus. No se da cuenta, pero, creyendo que se venga de la humanidad, slo
consigue que el mundo se ra de ella. Ms pronto que tarde, cuando el tiempo vaya
cargndole de aos, le embargar la depresin, luego la nusea. En fin, reconozco
que, sin la esperanza en una vida futura, este mundo resulta un engao cruel, una
diversin macabra. Espero que lo comprenda a tiempo!
Lo dudo sentenci tajantemente el inspector. Luego se dio cuenta de que se
estaba implicando y rectific: Aunque en la vida todo es posible.
Es verdad respond.
He de hacerle una pregunta delicada, desagradable. Dgame si est preparada.
Lo confieso, tambin he matado a Kennedy.
No diga tonteras. Est dispuesta?
Inspector, no puedo ms. Necesito dormir!
Slo una cosa ms.
Una cosa desagradable, deca.
S, me gustara hablar de su marido.
Podra haber empezado por ah! se no es un tema desagradable ni delicado!
Cree que l matara por algn motivo? Le sera siempre fiel?
No, no lo hara. Me refiero a lo de asesinar.
Por qu est tan segura?
Llevamos quince aos casados. Es suficiente tiempo para que dos personas se
conozcan y la objetividad se imponga.
Le quiere?
S, por supuesto.
Eso no ha sonado sincero.
Pues ese fallo habr de apuntrselo al sonido. Le quiero mucho. S que
personas como Clara diran que eso no es amor, pero yo creo que lo es.
- 126 -
- 127 -
atractiva y goza de ese encanto aristocrtico del que usted habl antes.
Le crea inmune a esos encantos, inspector.
Como su marido, yo tambin soy hombre. Aunque ella no es mi tipo, la
historia se repite: es el motivo ms viejo de asesinato de la historia de la humanidad.
Se equivoca, inspector expuse muy seria, con expresin glida. El ms
viejo de la historia es la envidia. Recuerde a Can y a Abel. Por all no haba ninguna
Clara.
Touch!
De todas formas, inspector, no s dnde quiere ir a parar dije, decidiendo
que, si haba que luchar, prefera hacerlo con todas las armas. Insina que Clara
ha podido planear la muerte de su hermano? Sugiere, por el contrario, que ha sido
la caza de mi marido lo que ha preparado? En mi opinin, lo primero es imposible.
He de salir en defensa de Clara: su capacidad intelectual no alcanza el grado que se
requiere para planificar algo as.
As lo estimo yo tambin, pero pudo ayudarle alguien...
Su colega madrileo, por ejemplo? Ya estoy viendo los titulares: Agente de
provincias detiene a un sheriff corrupto!.
No diga sandeces! No estaba pensando en l precisamente!
Pues ms sandez es lo que est haciendo en este momento, culpando a mi
marido!
Por favor, no se obceque! Slo trato de sacar a flote la verdad. Le voy a
formular una pregunta muy sencilla y muy simple. Slo ha de contestar s o no. Hay
algo entre su marido y Clara?
Eso forma parte de mi vida privada. Usted no podra entenderlo. Slo le
puedo decir que se equivoca al juzgar a Jaime.
Ya ha odo la cinta!
Los verdes ojos de Juan Iturri se clavaron en m intentando taladrar mis
sentimientos. Supongo que necesitaba constatar mi reaccin. Sin embargo, lo que vio
no fue ms que un rostro seco; un monte yermo, pelado, cobrizo, sin ms vida que la
que gira en torno al fondo metlico de la esfera del reloj.
Qu me dice del contenido de esa cinta? Es categrico!
No, no lo es. Yo nicamente he odo un conjunto de lamentos pronunciados
por Clara. Pero no demuestran que Jaime accediera.
Y no le parece raro que ella le llame y le pida que baje a su habitacin?
No conoce a Clara... Y, obviamente, ignora quin es Jaime. Hemos hablado de
fidelidad... Ver, yo caera mucho ms fcilmente que l. Si le conociera...
Entonces, por qu esa cinta?
No es de su incumbencia. Vaya a la crcel, hable con mi esposo. Despus, si
necesita ms aclaraciones, venga.
- 128 -
Despus, sin mediar palabra, abandon la estancia. A los pocos segundos la puerta
volvi a abrirse, pero en este caso fue una enfermera quien entr en la habitacin.
Buenos das dijo con simptica voz. Ha dormido algo? Le pongo el
encierro. El desayuno vendr enseguida.
No se moleste, no tengo ganas de...
Un gesto de supino estupor se adue del rostro de la enfermera.
Cmo? No quiere ver el encierro? Hasta el ao que viene no podr disfrutar
de otro! Ah, ya veo! Hoy estamos chistosos! Pues vaya nimo tiene usted, con lo
que le ha cado!
Para qu contestar? Observ desde mi prisin blanca cmo la enfermera
encenda el aparato y sintonizaba Televisin Espaola. A mis odos lleg la voz de
Solano que verta su experta opinin sobre la ganadera del da: Torrestrella.
Estaba agotada. Me dola rabiosamente la cabeza. El calvario haba instalado en
mis sienes un zumbido persistente y tremendamente molesto. La angustia del da
anterior, lejos de mitigarse tras la conversacin mantenida con el inspector Iturri, se
haba transformado y agrandado para dar cabida a un nuevo elemento perturbador:
Clara. Ansiaba, por encima de todo, dormir, olvidarme de vivir, pero me fue
imposible. La televisin, luna bajo techo, ha ejercido siempre un cierto magnetismo
sobre sus vctimas. Yo sola zafarme de su embrujo, pero no aquel da en que, sin
fuerzas para combatir, me vi hipnotizada por aquella lujuriosa sucesin de colores
blanquirrojos que ataban la voluntad e imponan la vigilia. En pocos segundos el
ambiente me cautiv. La pantalla mostraba un recorrido ms despejado, sin
embargo, se perciba intacto el miedo. Segn explic el comentarista, en su cara ms
oculta, aquella ganadera gaditana llevaba asociado a las astas un particular infierno:
dos cornadas por encierro. Record a Matthew Peter Tassio, el ltimo
norteamericano cado en tan particular combate. Las imgenes se sucedan,
impactando en mi cansada retina. De alguna manera, yo me sent solidaria con
aquellas cornadas. El animal que a m me persegua no era un bello astado de Alvaro
Domecq, sino un negro fantasma. Yo no tena veintids aos como aquel pobre
muchacho, pero intua que tambin mi vida iba a ser segada sin sentido. Matthew
pudo ver a Castellano, tuvo una oportunidad. Yo no tena ninguna.
Los toros que salieron en estampida aquella maana del 14 de julio presentaban
buena alzada, estaban bien armados y exhibieron un trapo que hizo trabajar al Santo
a destajo. La manada, que enfil la cuesta de Santo Domingo arracimada, con los
cabestros a la cabeza, pronto se dividi. Aislados y confusos, los toros fueron
embistiendo a todos los mozos que se pusieron por delante. Pero las aparatosas
cadas y las bellas carreras no dejaron saldo sangriento. El Santo moreno termin el
trabajo duro del ao con la miel en los labios.
Cuando, tras el encierro, trajeron el desayuno, no me qued ms remedio que
claudicar.
Si es tan amable, necesitara orinar.
Por el suero no se preocupe. El soporte tiene rueda y se puede desplazar.
Levant el brazo como pude. La enfermera tard un tiempo en captar la irona.
- 129 -
- 130 -
Sin testigos
Por la tarde se celebr una gran procesin en la que trasladaban a San
Fermn de una iglesia a otra... Todo lo que pudimos ver de la procesin,
entre la muchedumbre apretada a ambos lados de la calle y en las aceras,
fueron los grandes gigantes, como los indios que en los Estados Unidos
anuncian las tiendas de tabaco, pero de diez metros de alto; haba moros y
un rey y una reina que bailaban y giraban solemnemente al ritmo del riauriau.
ERNEST HEMINGWAY
Fiesta, Cap. XV
Clara se haba fijado en Jaime en aquel viaje que el departamento de Penal hizo a
Friburgo. Sumida en su propio orgullo, observ y me juzg indigno rival. Se
equivocaba. Con movimientos resueltos, con la maestra que caracteriza a los
depredadores, inici la caza. No hacer presa se volvi un acicate. Percib que ocurra
algo poco despus. No quise culpar a nadie, pero no pude evitar la duda al observar
cmo, en presencia de Clara, Jaime empleaba un tono displicente, sonrea con
complacencia, escuchaba todas sus tonteras e incluso le prodigaba cario. Los
primeros meses fueron los peores: guard silencio, alimentando aquella enfermedad
en la soledad. Mi vanidad no me permita confesarlo, pero me senta completamente
vulnerable. Comenc fisgando los bolsillos de la americana de Jaime; continu
leyendo los mensajes que llegaban a su mvil, e incluso llegu a espiarle en la puerta
del hospital. De all vi salir en varias ocasiones a Clara. Cuando ya el dolor me
descompona, cuando iba a reventar, decid enfrentarme a l. Haba planeado el sitio
y momento oportunos, pero el dolor que corroa mis entraas desbarat todos los
planes y me encar con Jaime casi al mismo tiempo en que entraba por la puerta. Yo
llevaba a la pequea Susana en brazos.
Jaime solt a bocajarro, te has enamorado de Clara?
De quin? contest sorprendido, todava con las llaves en la mano.
Sabes perfectamente de quin estoy hablando. De Clara Mocciaro!
Dios mo! De Clara? Pero eres tonta!
No, no soy tonta, he visto cmo la tratas. He visto...
No digas sandeces! Trato a Clara como al resto de mis pacientes!
Cmo? Es paciente tuya? Y por qu no me lo has dicho?
Creo que en las capitulaciones matrimoniales no figura la obligacin de
proporcionarte la lista de los enfermos a los que asisto.
Lo siento, en fin, yo...
- 131 -
Cario, s que los celos son en ti una patologa crnica, pero no puedo
comprender cmo se te ocurren esas cosas. Si te has empeado en buscarme una
amante, al menos que merezca la pena.
Clara es muy atractiva me disculp avergonzada.
Atractiva? Est claro que hombres y mujeres diferimos en gusto! Clara es
una pobre enferma con el cuerpo remendado!
Si te refieres a su enfermedad infantil, est restablecida hace tiempo.
Restablecida? Clara padece cncer de alma! Es la perfecta candidata al
suicidio. Parece mentira cmo te afectan los celos! Te hacen perder la objetividad.
Sin embargo, cuando la miras...
Vers, es posible que vestida, arreglada y pintada parezca otra cosa, pero yo la
he visto desnuda. Creme, no debes preocuparte. Si quieres hacerlo, vete a ver a mi
nueva enfermera...
Tienes una nueva enfermera?
Saba que caeras! No! No tengo nueva enfermera ni nueva amante ni
amante vieja! En tan poco te valoras? Tan poco me aprecias a m?
Yo saba que Jaime tena razn, pero l olvidaba que no estaba solo en el mundo
y que la misma percepcin que yo tena de sus sentimientos la tena Clara. Yo
hubiera preferido que se mostrara inflexible, hosco, duro en el trato o que hubiera
aconsejado a Clara que se buscara otro mdico. Hubiera sido la mejor manera de
evitar crear en ellas falsas expectativas. Pero l nunca razonaba as.
La grabacin que el inspector me haba obligado a or encajaba perfectamente
con los datos que tena, aunque... No, no es posible, pens revelndome en mi
duermevela. Slo es mi fobia, mi sueo de abono. No me arranc de aquella oscura
caverna la razn, sino unos alegres cnticos que, removiendo la urdimbre de mi
subconsciente, me sacaron a la superficie. Abr los ojos sobresaltada, topndome con
la espalda del inspector Iturri. Era obvio que el hombre estaba ensimismado con las
imgenes de la televisin que, por imposicin de la enfermera, segua encendida.
Por la estrecha ventana entraban a raudales los agresivos rayos del sol,
envanecidos por poder lucir sus nuevas hermosuras el ltimo da de la Fiesta. El
trrido calor haca que se transparentase la sudada camisa del inspector.
Ya est de vuelta? dije cortante.
l se gir raudo, enfocndome tras sus gafas de pasta marrn. Not algo raro en
su mirada. Me tem lo peor.
Jaime? pregunt en un subido lamento. Ha hablado con l? Hay alguna
novedad?
S, a ambas cosas. Tena usted razn, no creo que Jaime Garache sea un
asesino... Ni tampoco un adltero.
Cunto me alegra orselo decir! Saben ya quin lo hizo? Han soltado a mi
marido?
Me temo que habr de tener un poco ms de paciencia.
Bien, inspector, dgame qu pasa.
Pasa que... Antes de nada debo pedirle disculpas.
- 132 -
- 133 -
rob junto con el tabaco. Le hemos cogido cuando trataba de vender el Dupont. El
juez Uranga tuvo una certera intuicin respecto al tabaco.
De manera que podemos irnos...
Me temo que no. El inspector Ruiz ha retornado a la capital con nimo de
recabar nuevas pruebas contra usted y su esposo. Creo que tena previsto acudir a
Valladolid para revisar el laboratorio de su marido y analizar los registros de
ketamina. Ha alegado que, por necesidades de la investigacin, y para evacuar las
citas previstas en las indagatorias, necesita que estn en prisin. Como usted bien
sabe, la ley fija un plazo mximo de cinco das para tal fin y l pretende agotarlo. Est
convencido de que usted es la culpable. Su amiga Clara, que por lo que se ve no est
muy al da en legislacin, dice que deberan sentarles a ustedes en la silla elctrica.
Y usted qu hace? inquir con aspereza.
Lo que puedo.
Y eso es suficiente?
Estoy aqu! Llevo toda la noche en vela y seguir as hasta que acabemos!
Ver, falta un elemento en esta muestra; sin l no puedo encontrar la serie. He de
localizar esa pieza! Reconozco que este asesinato me tiene perplejo.
Mucho ms que perplejos estamos nosotros!
Puerilmente me tap la cabeza con la sbana en seal de enfado. No s la razn
por la que hice aquello, pero al inspector pareci molestarle. Lo s porque al trasluz
el algodn del lienzo transparentaba y pude observar cmo se daba la vuelta y
nuevamente se enfrascaba en las imgenes del televisor. Supuse, errneamente, que
aquellos cnticos y aquel colorido multiforme facilitaban su pensamiento, sin
embargo, cuando algo despus me descubr, hall que Iturri sonrea complacido.
Qu es lo que mira, inspector? pregunt.
El canal local retransmite la ltima funcin religiosa de la Fiesta: la despedida
al Santo por parte de la Corporacin municipal. Ver, la fiesta de San Fermn sabe a
poco y, como todas las festividades tienen su octava, el da 14 se hace un simulacro
de repeticin. La emisin ha empezado hace bastante tiempo, mientras usted dorma.
Roncaba? pregunt de pronto, casi sin pensar.
Me temo que s.
Lo siento, no puedo evitarlo contest avergonzada. Tratando de desviar la
atencin, alud a las imgenes que emita la pantalla: A m siempre me dieron
miedo esas figuras confes. Recuerdo que me esconda tras mi madre en cuanto
vea acercarse a los gigantes y los cabezudos que bailaban por las calles.
A muchos nios les pasa lo mismo, sobre todo los kilikis y zaldikos, y en
especial Caravinagre, el capitn y el que ms golpea. A m, sin embargo, me agradan.
Estas imgenes que ve corresponden a los bailes de los gigantes en la plaza del
Ayuntamiento, donde acaba de regresar la alcaldesa y su squito tras la misa
solemne. Ha ido a verlos?
No, no he ido.
Y a la procesin de San Fermn? Ha asistido a esa procesin?
Tampoco confes. Slo llevo dos das aqu, y estando atada a unos
- 134 -
barrotes, es difcil.
Si el inspector not la irona, no se dio por aludido.
Ah, pues ese acto s es digno de verse! exclam.
Estaba all en pie, fascinado ante el espectculo que ofreca la pantalla blanca y
roja: era navarro de pura cepa
Ver continu sin volverse, con la mirada fija en la la televisin, el da 7
de julio, festividad de San Fermn, la Corporacin Municipal, junto al Cabildo, todos
ellos vestidos con sus mejores galas y con el mayor boato posible, pasean al Santo
moreno por la ciudad, animados por los cnticos de La Pamplonesa, los gigantes y
dems compaa. Se nos permite as a los pamploneses rendir sentido homenaje a
uno de nuestros patrones.
Mire! exclam emocionado. Estn repitiendo ahora parte de las imgenes
de la procesin de San Fermn! Vea! Ahora se acercan a la calle Mayor! Pararn all,
como es tradicin, para que los Amigos del Arte y la sociedad gastronmica Napardi (a
la que en vida perteneca su maestro, por cierto) entonen jotas a pie de calle. Antes,
eso no lo han repetido explic, la Coral de Santiago de la Chantrea le habr
cantado la jota de rigor. Tengo que reconocer que siempre que oigo los sones de Al
Glorioso San Fermn, se me saltan las lgrimas.
Delante van
chiquillos mil
con miedo atroz dicen: Aqu!
un cabezn viene detrs
dando vergazos y haciendo chillar.
Riau-Riau!
Despus vienen los muchachos
en un montn fraternal
empujando a los gigantes
con alegra sin par
porque llegaron las fiestas
de esta gloriosa ciudad
que son en el mundo entero
una cosa singular.
Riau-Riau!
He de confesar que los txistularis interpretan bien el Agur Jaunak, pero como esa
primera jota, ninguna.
Veo que est hoy muy animado, inspector.
Animado? Quizs no sea sa la palabra. Simplemente me emociono al ver al
Santo por las calles. Mire a la alcaldesa Barcina! A ella tambin se le escapa el
sentimiento por los poros! Y eso que ha nacido en Burgos! Cunto me alegro de que
estn repitiendo las imgenes! As podr ver la otra Fiesta! Por qu no repetirn el
momentico?
- 135 -
- 136 -
- 137 -
- 138 -
aspecto las ltimas semanas, pero ninguno nos esperbamos un desenlace tan
rpido. Gonzalo coincidi conmigo. Aunque padeca cncer de pncreas, a ambos el
final nos pill de improviso. La tarde de su fallecimiento me cit en su casa, me
dijo Gonzalo. Tom un avin a medioda y me desplac a Madrid. Cuando llegu
estaba en pie, vestido, elegante como siempre. Me entreg su pluma para que se la
hiciese llegar en mano. Yo suger que se la diera personalmente, porque supuse que a
usted le hara ilusin. Pero se neg; pareciera que conoca su final. As pues, acced a
localizarla y a convocarles a usted y a sus hijos en Pamplona para la lectura del
testamento.
Como le dije, inspector, me dej los derechos de autor de su manual. Gonzalo me
inform de que tambin me haba legado un libro antiguo, encargndole que me
dijera que me complacera mucho, especialmente su dedicatoria. Por orden del
profesor Mocciaro, me sera entregado el da del testamento. An no lo he visto.
A la maana siguiente, el personal de servicio encontr su cadver en el silln
donde estaba sentado con la ropa puesta. Sus hijos estaban ausentes: Alejandro en
Harvard; Clara, en algn viaje extico. Su hija no lleg a tiempo de amortajarle, lo
hizo la criada. Alejandro no haba podido dejar Norteamrica para el entierro.
Gonzalo Eregui se empe en desplazarse a Valladolid para entregarme en
mano la pluma Parker. Le dije que no haca falta; poda entregrmela en la lectura del
testamento. Dijo que no: se lo promet a Niccola, argument. Creo que la
verdadera razn es que senta curiosidad y quera conocernos. Don Niccola le haba
hablado mucho de nosotros, y sobre todo, de mi madre. Cuando me la describi por
telfono, no omiti detalle, aunque nunca se haban visto. (Creo haberle dicho ya,
inspector, que el profesor llevaba aos enamorado de mi madre, aunque nunca fue
correspondido.)
El sbado siguiente deba participar en un trofeo de golf en Valladolid. Sugiri
que nos viramos. Toda la familia. Tras algunas reticencias, acept. Quedamos
citados en el palacio de Santa Ana a las ocho de la tarde.
Creo que aquella noche agot las lgrimas. Un agujero doloroso se haba
instalado en mi estmago. Cuando llegu a casa, encontr a Jaime pletrico: una de
las cepas de su experimento ms importante haba dado prometedores resultados,
sin embargo, la noticia de la muerte de don Niccola agu su triunfo.
No pudimos avisar a tiempo a mi madre. Estaba en Javea con una amiga y no
haba anunciado su llegada hasta el domingo. Llevaba mvil, pero siempre me sala
el buzn de voz. No me pareci noticia para comunicarla de esa manera, as que nos
dispusimos a acudir a la cita sin ella. Cuando salamos en direccin al restaurante,
apareci en la puerta. Luca un bronceado intenso, casi hasta la mancha, y vesta,
elegante como siempre, un traje sastre, creo que era azul. Han pronosticado gota
fra, nena. Por eso me he adelantado. Vais a salir? Le dijimos que bamos a cenar
fuera... Con los nios?, dijo. Magnfico! Me apunto. Y nada de peros, yo invito.
Ella siempre ha sido muy rumbosa. No fuimos capaces de decirle nada, de modo que
dejamos que los hechos discurriesen espontneamente.
El palacio de Santa Ana es un antiguo monasterio del siglo XVIII, convertido por
- 139 -
- 140 -
ningn motivo ms para violar el descanso del paciente, entran para ver si ste
necesita algo. Sin embargo, en este caso, el motivo de la falta de descanso de Lola fue
otro: sor Rosario.
Lola, qu tal se encuentra?
Bien, gracias. Pero qu hace a estas horas fuera de la comunidad? La
superiora le va a reir!
Me ha dado permiso, no se inquiete. Para m la obediencia no es una
obligacin, sino una virtud, el camino que me marca Nuestro Seor para llevarme
por dnde l quiere, no por dnde quiero yo. Slo vena a asegurarme de que su
estado era bueno. Y a contarle dos cosas.
Primero las malas noticias, sor Rosario, aunque creo conocerlas de antemano.
Me temo, querida, que tena usted razn. Slo he logrado que su suegro
enviara un letrado para dar apoyo a su marido. Pero ha de saber, se lo he dicho a l
tambin, que est equivocado. Deca Indalecio Prieto que no haba nada ms
peligroso que un requet recin comulgado. Se equivocaba; lo hay: un requet sin
corazn. Rezar por l! Lo siento muchsimo.
No se disculpe, no es culpa suya. En ocasiones, las heridas se cierran sin haber
curado, y esas infecciones slo producen frutos de amargura.
Al abogado que mencion no he conseguido encontrarle. Su nmero privado
no figura en la gua, pero he dejado un recado en el contestador de su despacho. En
todo caso, no se entristezca, la ltima noticia es estupenda: Mariangels, una amiga
ma, esposa de un antiguo paciente del hospital, es cooperante de no s qu ONG de
la universidad que se ocupa de los presos. Esta seora acude cada da a la crcel de
Pamplona para impartir clases de francs. Ha conseguido, por indicacin ma,
acercarse a su marido. Ha de saber que se encontraba bien, animado, sobre todo
desde que recibi la visita del inspector Iturri. Tambin le manda un recado. Se lo
digo?
Por favor, sor Rosario.
Espere, lo tengo escrito en algn sitio.
Sin hacer caso de las recomendaciones de los mdicos, re a mandbula batiente.
Sor Rosario, es usted un cielo!
Un cielo? No, mi chica! aclar con la famosa expresin de la tierra. Es que
an me conoce poco, pero tengo por seguro que, si Dios me ayuda, ir all al poco de
morir. Aqu est! A ver, su marido dice lo siguiente: Eres una chapucera
preparando vacaciones. Stop. Al ao que viene, las organizo yo. Stop. Todos los nios
bien. Chistoso, no?
S, madre, lo es.
Eso est bien! La alegra es una gran cosa. Le he contado cuando cambi las
olivas por las cagurrutas de las ovejas, que se le parecen mucho? Tendra usted que
haber visto la cara de la superiora cuando se comi la primera!
- 141 -
El ltimo saludo
Despus del almuerzo fuimos al Irua. Estaba lleno, y a medida que se
aproximaba la hora del comienzo de la corrida iba llegando ms gente. Se oa
el murmullo ronco de las conversaciones de la multitud que se mezclaba
entre s, un murmullo peculiar que se repeta cada da de corrida. El caf
nunca haba producido un murmullo semejante por lleno que estuviera. El
murmullo continuaba y nosotros formbamos parte de l.
ERNEST HEMINGWAY
Fiesta, Cap. XV.
- 142 -
- 143 -
- 144 -
- 145 -
Me temo que todava no, seora, pero ha de saber que la verdad es tozuda y
ste, su servidor, tambin. Pese a que mi presencia aqu es totalmente casual, sin
embargo me he acercado a su mesa para pedirles que no hagan nada que pueda
entorpecer la investigacin. Y, por supuesto, no necesitan un detective privado.
Djennos a los profesionales.
Caballero dijo Dolores, inquieta por la reciente aparicin, ustedes los
policas han condenado a mi hija y a mi yerno, aunque son inocentes; les impiden ver
a nadie, ni siquiera a su abogado...
Perdone, seora, he dicho los profesionales, no los policas. En el Cuerpo hay,
como en botica, de todo. Solemos ser concienzudos, meticulosos y humildes. Sin
embargo, a veces alguno de nosotros, por estpido orgullo, cree que una placa le
faculta a no pensar. Craso error! En este caso, estoy convencido de que no debe
preocuparse: mi equipo es sensacional. Muy profesional y muy humilde.
Disculpe, inspector Iturri; hemos conocido a otra persona, un tal inspector
Ruiz, que nos ha asegurado que llevaba las riendas de esta investigacin. Al parecer,
ha venido directamente desde Madrid para resolver este crimen. Nada nos dijo de su
presencia.
Mi presencia? Qu presencia? El gesto de Iturri, no exento de irona, hizo
sonrer a Gonzalo. A su debido tiempo, hablaremos, seor, pero ahora quisiera que
me respondieran a algunas cuestiones. Desde el primer momento, tengo dudas,
quizs superficiales, pero que no me dejan dormir. En ocasiones, esos pequeos
detalles marcan la diferencia entre una investigacin y una chapuza. Muchas veces,
adems, esconden la llave que abre la puerta a la verdad.
Por supuesto, inspector Gonzalo se levant de su asiento con discrecin.
Esperar en la barra, Dolores
No se vaya, con quien quiero hablar es con usted replic el polica.
Pues usted dir contest extraado. Al fin y al cabo, su papel all era
tangencial.
Ver, don Gonzalo, inicialmente se pensaba que esta muerte estaba
relacionada con la oposicin que gan Alejandro Mocciaro. Segn la acusada, fue
una ctedra concedida tras un proceso extrao. Pues bien, a m lo que me ronda por
la cabeza es la inexplicable, pero casi tangible, sensacin de que hay algo que se me
escapa alrededor de la muerte de don Niccola. Por ello necesito que me hable del
testamento. Usted era su albacea.
S, soy su albacea universal.
Es decir, que usted lleva las riendas del negocio tras la muerte de don Niccola.
Es una forma de expresarlo, s, hasta que el testamento se ejecute.
Y ve usted en ese testamento algo extrao?
Pues que quiere que le diga, objetivamente no. Eramos amigos desde hace
lustros. Estaba enfermo, me pidi que fuera su albacea y acept. Desde luego, cuando
falleci me desvel para disponer y pagar los sufragios y gastos de enterramiento de
conformidad a lo que l dispuso; satisfice los legados en dinero y especie que me
encarg, y me ocup de tomar las precauciones oportunas para preservar los bienes
- 146 -
- 147 -
- 148 -
- 149 -
- 150 -
- 151 -
- 152 -
premeditacin: alguien saba de antemano que Alejandro iba a estar en Pamplona ese
da. Teniendo en cuenta que se haba ido a Harvard nada ms sacar la oposicin, y
que planeaba quedarse all bastante tiempo, ese alguien deba saber que vendra a la
lectura del testamento y la fecha en que sta se llevara a efecto...
Eso es cierto afirm Iturri. Gonzalo, quin lo saba?
Por mi parte, conocan esta circunstancia mi secretaria y uno de mis pasantes,
que son de toda confianza. Por parte de Niccola, slo un pequeo puado de amigos
ntimos supo de su muerte. l no quiso que se celebrase ningn funeral pblico ni
que el peridico publicase su necrolgica. Respecto al testamento, slo los
directamente interesados, es decir los dos hermanos Mocciaro y Lola, fueron
convocados. Les envi un correo lacrado y certificado.
Yo no se lo he dicho a nadie, que yo recuerde respond. Naturalmente,
habl con varios colegas de su fallecimiento, pero no creo haberle comentado a nadie
que me vena a Pamplona salvo, naturalmente, a mi madre y a Jaime. Clara acababa
de llegar de un recorrido turstico por Venezuela y Alejandro estaba en
Norteamrica. Sin embargo, su asesino lo saba...
Dice, Gonzalo, que envi el texto en un sobre certificado y lacrado?
As fue, en efecto.
Lola, no me coment usted que cuando recibi la carta del despacho Eregui
tena el lacre despegado? Eso puede hacerse empleando vapor.
Es decir, que alguien pudo manipular mi correo, alguien prximo a m, que
tena acceso a l... Otro profesor.
S. Alguien, por alguna razn que desconocemos, deseaba seguir el legado del
difunto profesor.
Pero, en ese caso, deberan haber abierto el correo de Clara o de Alejandro,
porque para m fue una sorpresa ser nombrada en ese documento.
No sabemos el porqu, pero es posible que esa fuera la forma de enterarse de
la fecha sentenci Iturri.
Sin embargo, inspector, eso no bastaba repliqu yo. Quien fuera deba
saber, adems, que correra el encierro. Una persona extremadamente prxima a l,
con quien hablara frecuentemente.
Por qu? pregunt Gonzalo. No sigo el argumento.
Segn creo recordar, decidi que correra al da siguiente durante la cena con
el juez Uranga y su esposa. Uranga es un antiguo corredor y nos explic muchos
detalles del encierro. A Alejandro se le encendi el nimo, y decidi tener sus propias
fotos...
De forma que el asesino tuvo que informarse sobre la marcha: o estaba en
aquella mesa o Alejandro se lo coment despus, por ejemplo, con una llamada
desde el mvil. Si dispusisemos del telfono, podramos ver las llamadas. Quizs
por eso se lo robaron. De la primera hiptesis hemos de excluir al juez Uranga y a su
esposa, de manera que quedamos Clara y nosotros. Tambin es posible que alguien
nos espiara, pero, con el ruido que haba all, era difcil or nada.
Clara nos inform de que, tras la cena, alguien llam a Alejandro al mvil y
- 153 -
cada uno se fue por su cuenta. De manera que es una oportuna explicacin a esa
sustraccin tratar de ocultar las llamadas, aunque, obviamente, hay otras dijo
Iturri.
Por ejemplo?
Que su asesino quisiera impedirle que comunicara a alguien que le haban
pinchado y se encontraba mal... Siga su razonamiento, por favor.
S, claro. Los datos... Por otro lado, resulta notable que los hechos acontecieran
en plenos sanfermines. Es posible que el o los asesinos pensaran que con un muerto en
un encierro, con la cantidad de personas que hay en la ciudad, y el nmero de delitos
que mantienen ocupados a polica y jueces, se hara una autopsia simple y que,
habida cuenta de los antecedentes de Alejandro con las drogas, no se detectara la
ketamina... Obviamente, no contaban con la profesionalidad del forense... Si unimos
ambos cabos, tenemos que el o los asesinos conocan bien a la vctima y
probablemente el procedimiento judicial y forense...
Un inciso, Lola. Por qu Pamplona? Por qu durante las fiestas? Gonzalo
dice que l se ofreci a acudir a la capital, a Valladolid o donde fuera para la lectura
del testamento.
En efecto corrobor l. Sin embargo, fue Niccola Mocciaro quien insisti
en que dicha lectura tuviera lugar en Pamplona y en plenas Fiestas. Fue el profesor
quien fij el da: el 13 de julio.
Desconoca ese dato, inspector apunt yo, pero es extrao: para fijar la
fecha debera tener constancia de que ya no estara entre los vivos. Si llam a
Gonzalo Eregui a finales de mayo, quedaban hasta julio dos meses escasos. Aunque
estuviera, como estaba, verdaderamente enfermo, en tan corto espacio de tiempo no
poda asegurar que habra fallecido...
Salvo que planeara suicidarse... o que pensara que alguien iba a acabar con su
vida.
Suicidarse no era su estilo negu yo. Supongo que deberan concurrir
unas circunstancias terribles para que eso aconteciera.
He hablado con su mdico insisti Iturri. Tomaba morfina para el dolor.
No me estaba refiriendo a ese tipo de coyuntura. Don Niccola era muy duro,
no se hubiese quitado la vida por evitarse un dolor fsico. Adems, hoy la medicina
es capaz de volver cualquier sufrimiento soportable.
Lola, hay otras locuras que pueden incitar al suicidio... Quizs tratara de evitar
una gran vergenza. Como bien sabes, en eso Niccola no era tan duro: le horrorizaba
perder su honorabilidad.
Tienes razn, Gonzalo. Cada vez que su hijo Alejandro haca una de las suyas,
l se marchaba de viaje para que nadie le viera. No obstante, sigo pensando que no
era propio de l. Adems, el suicidio es un acto desesperado, una persona se quita la
vida para no tener que soportar una ignominia cercana, no piensa en suicidarse dos
meses ms tarde. Si hubiese algo turbio alrededor de la figura del profesor Mocciaro,
ya nos habramos enterado. As las cosas, no es descabellado pensar que tuviese
miedo de que alguien le matara y le impidiera realizar su ltima voluntad.
- 154 -
- 155 -
miembros...
Sesenta?
S, as es, sesenta miembros.
Sin embargo, el recado que usted recibi del difunto Mocciaro fue que contaba
con 61 miembros.
En efecto, se lo he dicho hace un momento. Creo que no me prestaba atencin.
Qu querra decir con eso el profesor? Por qu 61?
Quizs porque en esa sociedad hay un miembro ms al que la gente no conoce.
Alguien que nadie situara all. Quizs un infiltrado...
l mismo! chill emocionado con su triunfo el inspector Iturri.
Cmo que l mismo? Por qu l mismo?
Vamos a ver si me he enterado bien. El relato en cuestin narra las andanzas
de un polica que se ha infiltrado en una logia. Supongo que ser dicho agente el que
desenmascarar la trama.
Lo ha captado perfectamente, aunque, desgraciadamente, en el relato de
Sherlock Holmes, el polica es descubierto y ejecutado por los asesinos de la logia...
Dios mo! El hombre camuflado, el nmero 61! Es que don Niccola...?
Es posible dijo escuetamente el inspector Iturri, fingiendo una frialdad que
no le dominaba.
Yo no lo creo, muri vestido!
Disculpe, Gonzalo, pero est usted un poco pesado con lo del traje...
En absoluto, inspector replic mi madre, creo que Gonzalo tiene toda la
razn. Si alguien le hubiera asesinado, le tenan que haber pillado desprevenido, y en
ese caso, la mejor manera es en la cama. Adems, un enfermo terminal que muere en
el lecho con su pijama es mucho ms creble que un hombre que se sienta
perfectamente trajeado en el saln de su casa a esperar la muerte.
Puede que alguien le hubiera forzado a suicidarse: hacindole chantaje o
amenazndole con destapar algn turbio asunto.
Podra haber tenido usted razn, inspector, salvo por el hecho de que Niccola
no los tena. O t sabes algo que yo desconozca, Lola?
No, no s de ningn asunto turbio en su vida, excepto los de Alejandro.
Salvo esa posible sociedad secreta.
Permanec en silencio unos segundos. La mente concentrada, el cuerpo tenso, la
mano atada a una fra esposa metlica... Finalmente me rend a la evidencia:
Inspector, esto es la realidad. Quizs nos estemos engaando. Hemos dado
por supuesto que el motivo del asesinato o del suicido es el miedo: don Niccola tena
miedo por s mismo y por su hijo. Tambin hemos concluido que quien lo causa es
una sociedad secreta. La pregunta es qu hacen Alejandro y don Niccola enredados
en una sociedad secreta? Es absurdo! Es ms lgico que algn amigo despechado de
Alejandro Mocciaro se lo cargase. Le aseguro que frecuentaba gentes horribles! Es
ms, incluso resulta ms plausible la hiptesis de que fuera Clara, vida de ttulos,
quien le matara.
No respondi tajante. Si existiese ese amigo despechado, ya habramos
- 156 -
- 157 -
- 158 -
- 159 -
Hermana, tiene que esperar fuera, me ha dicho. No me voy a desmayar por ver
un pinchazo, joven, despus de lo que estos cansados ojos han contemplado entre
estas paredes, argument, mientras penetraba en la estancia. Por cierto, majo, no te
conozco. Pensaba que ya no se contrataba a nadie. Cmo te llamas, hijo? Qu turno
sueles hacer?
Entonces el chico se ha puesto muy nervioso. Le he instado nuevamente a
contestar, y l ha tirado la palangana y, empujndome, ha salido apresuradamente
de la habitacin. Me he cado al suelo, Lola ha chillado pidiendo ayuda y ha venido
su gente. Eso es todo.
Nosotros estbamos en la sala de espera explic Gonzalo, y al escuchar el
ruido de la palangana, salimos en estampa hacia aqu.
Es decir, que usted no ha reconocido a ese hombre como un miembro del
equipo hospitalario?
As es, no le conoca ni de vista. Como llevo aqu miles de aos, me codeo con
todo el mundo, por eso le he preguntado de dnde haba salido. l se ha marchado
corriendo, empujndome al pasar. Es como si le hubiera asustado. Por qu alguien
se asustara de una monja de noventa y dos aos? En fin, he cado al suelo, junto con
la palangana y la jeringuilla que iba a inyectarle a doa Lola.
Dnde est lo que iba a suministrarle?
Supongo que en el suelo, si es que no se ha roto respond.
Se ha roto suspir sor Rosario. Voy a buscar alguna gasa para limpiarlo.
No! Ni se le ocurra! Don Gonzalo, avise al polica que se halla de guardia.
Han de tomarse unas muestras.
Tras el proceso de recogida, Iturri se encar con sor Rosario.
Hermana, an no me ha explicado por qu ha entrado en esta habitacin.
Saba claramente que las visitas estaban prohibidas.
Ah! Vengo por el auxilio espiritual.
Ya! Y yo por el caf! Vaya incomunicacin! Si se entera el juez!
En poco ms de una hora, el laboratorio confirm que nuevamente el clorhidrato
de ketamina haba hecho aparicin. Nada pudo averiguarse del hombre que se haba
disfrazado de enfermero. En el corto periodo que duraron las primeras
averiguaciones, sor Rosario se gan el corazn del inspector hasta el punto de que
permiti que permaneciera en la habitacin. Es ms, cobr su triunfo tan
categricamente que Iturri prometi contribuir con un donativo para la obra social
con nios hurfanos que la orden de sor Rosario tena en algn pas sudamericano.
Aunque la tarde iba de retirada, el sol atacaba sin tregua. Las turbulencias de luz
y calor impactaban en los rostros de las personas que all nos congregbamos como
golpes de pesados mazos. La concentracin de calor y humanidad en las escasos
metros de la pieza creaban, adems, una agobiante sensacin de amontonamiento.
Todos permanecamos en silencio, ni siquiera el inspector Iturri se atreva a
intervenir. La sensacin de peligro cercano nos acogotaba. l y Gonzalo permanecan
- 160 -
de pie; mi madre, sentada a los pies de la cama, sujetaba cariosamente mi mano. Sor
Rosario, an dolorida, segua sentada en el feo silln de polipiel.
Finalmente, Iturri decidi hablar:
Bien, seores. Tenemos un crimen, quizs dos, y un intento de agresin
sentenci; y por lo que veo, un curioso equipo de sabuesos concluy mirando en
derredor. Est claro que alguien tiene miedo de usted, Lola. En eso nos habamos
equivocado. Es probable que don Niccola quisiera protegerla a usted en vez de a
Alejandro, o quizs a los dos simultneamente.
Lo s, pero, por ms que lo pienso, no logr adivinar qu conozco que no
debiera. En realidad, le he contado todo lo que s.
Veamos, queridos amigos, creemos que con el libro y la dedicatoria Niccola
quiso transmitirnos un mensaje, avisarnos de que algo como esto podra ocurrir.
Quiso protegeros a su hijo y a ti, y quizs su potencial suicidio tiene algo que ver con
eso, no es as?
S, Gonzalo contest, es lo que creemos.
Por otro ladosigui el inspector, intuimos que tiene que ver con la famosa
oposicin y con el contenido del sobre que Alejandro entreg. Secretario y presidente
del tribunal no se ponen de acuerdo, y adems se llaman urgentemente entre ellos
cuando yo investigo. Si eso es cierto, al llamarles y decirles que investigo el asesinato
y que doa Lola MacHor est detenida, he abierto la caja de Pandora: ahora piensan
que usted tambin conoce el contenido del sobre.
A mi madre se le escap una exclamacin ahogada.
No tema, doa Dolores, estamos sobre aviso, no va a pasarle nada a su hija.
Gracias, inspector Iturri. Se lo agradezco.
Bien continu, qu cabo nos queda por estudiar?: el libro. Estamos
esperando a que traigan una copia del texto para poder compararlo.
Muy bien, pero mientras tanto podramos seguir cavilando insisti
Gonzalo. Creo que hemos comprendido todo lo que ha dicho, sin embargo, en su
exposicin ha olvidado la posible injerencia de una extraa sociedad secreta,
inspector. Al fin y al cabo, la parte central del mensaje de Niccola aluda a Vermissa,
una sociedad secreta.
Mi madre protest de inmediato, ella es tremendamente realista.
Si es que una sociedad se ha entrometido. Siento ser tan escptica, pero no
ocurre ms que en las pelculas. La gente normal no se va enredando en ese tipo de
cosas.
La gente normal no, mam, pero no a todo el mundo puede aplicrsele el
calificativo.
Cuntas sorpresas nos llevaramos si conociramos a fondo la verdad acerca
de las personas! No es as, inspector? sentenci Gonzalo. Supongo que tambin
usted en el desarrollo de su labor, como yo en el despacho, ver el lado oscuro del
alma.
Es cierto, pero creo que prefiero agarrarme a algo ms plausible. Es posible
que don Niccola no emplease ese nombre por la secta, sino para indicar la pgina
- 161 -
- 162 -
preguntrselo y me dijo que no, que haba sido un tal Agustn no s cuntos... Si esa
conexin entre Robles y el inspector Ruiz se hubiera probado...
No sera Agustn Pdrez, verdad?
S, en efecto, se era el nombre.
Entonces es como si se lo hubiera presentado Rodrigo: son amigos
inseparables desde pequeos.
Es decir, que en definitiva yo tena razn exclam satisfecho: tengo que
investigar al inspector Ruiz, pero necesito una orden judicial. Usted siga con el libro,
llmeme si descubre algo. Yo voy a buscar al juez Uranga.
- 163 -
No podemos dejar nada de lado, pero me llevar algn tiempo obtener datos
sobre ese punto exclam Iturri escptico.
Gonzalo intervino mi realista madre, a m tambin me parece que el tema
de la secta suena a fantasioso, a explicacin estpida...
Siento llevarte la contraria, querida, pero las estimaciones dicen que en la
actualidad operan en Espaa cerca de doscientas sectas o sociedades secretas que
implican a miles de personas.
Tantas? Pero eso es imposible! Espaa es un pas moderno.
Ests equivocada, Dolores, es precisamente en las sociedades modernas donde
proliferan.
Pues confieso que no lo entiendo. Para qu crear sociedades secretas en una
democracia? Aqu cada uno puede opinar, asociarse o reunirse con quien quiera.
No soy un experto. Conozco los datos porque mi despacho ha llevado el caso
de una joven retenida por una secta. Pero puedo decirte que en la medida en que se
decreta la muerte de Dios, toman su posicin las hermandades, sociedades secretas,
asociaciones diablicas... Resulta comprensible: los hombres necesitamos creer que
hay algo ms y formular hiptesis acerca de nuestro destino. Despreciando lo
autntico, los substitutos emergen como las setas, tratando de ofrecer el mismo
servicio, las mismas respuestas a esos deseos de inmortalidad que nos corroen.
Yo pensaba expuso mi madre tozuda, que Dios haba sido suplantado por
el dinero, el confort, el xito...
Y pensabas bien. Pero el dinero, el xito, el confort son aperitivos. Antes o
despus, llegan las grandes preguntas. Y all estn las sociedades secretas, con su
falsa sapiencia, sus ropajes, mitos, rituales, solidaridades y leyendas bajo la luna...
Disculpa, Gonzalo me atrev a intervenir, pero estas personas de las que
hablamos: Alejandro, el profesor Mocciaro, el inspector Ruiz, etc., no son pobres
ignorantes, son personas cultas, conocedoras de los entresijos de una ciencia. No
andaran por ah matando gallos o jugando con sangre de animales! Vlgame Dios,
ambos Mocciaro eran catedrticos!
Pues sa era nuestra ltima opcin dijo Gonzalo.
El silencio volvi a prearlo todo unos instantes. Comenc a morderme
convulsivamente las uas, empezando por el esmalte que las adornaba. Iturri se
quit las gafas y se frot los ojos. El caso pareca entrar en un callejn sin salida.
Es posible que exista una sociedad secreta as? exclam, por fin, mi madre.
Creo que ste no es el punto de vista correcto. Es posible que exista
argument. Lo que yo no puedo creer es que, existiendo, don Niccola tuviera parte
en ella. Es imposible...
Puede argument Gonzalo que no tuviera que ver directamente con ella,
sino que se enterara de su existencia y los miembros de esa logia temieran que les
delatara. Si eran catedrticos, les conocera...
Siento decirles que se equivocan sentenci Iturri, que de improviso se puso
en pie, l era miembro de esa secta.
Cmo puede afirmar eso tan categricamente?
- 164 -
- 165 -
- 166 -
Robles, quien, adems de ser un mal jurista, carece del ms mnimo atisbo de
educacin. Ha sido usted muy imprudente confeccionando esa lista. Saba que
poner esa relacin por escrito violaba nuestro sagrado acuerdo. Adems, se la confi
a su hijo. Ya le he dicho, joven, que l la rob de mi caja fuerte. Como quiera,
profesor Mocciaro, pero sea como sea usted ha creado un problema y debe
resolverlo. Cmo? S que es una desgracia, pero cmo puedo deshacer lo
hecho? No obstante, creo que los hermanos no deben preocuparse: yo le har entrar
en razn. No le har caso, y aunque lo hiciera, un da se pasar con la cocana y
cantar. La Hermandad necesita una respuesta definitiva. Y eso qu significa?
Tiene treinta das, profesor Mocciaro. En otro caso, volver. Crame; no le gustar
que lo haga, ni por usted ni por su hijo. Evitar injusticias como sta fue nuestro
principal motivo! Siempre ha sido un ingenuo soador, un estpido prncipe
italiano! Nosotros buscamos la felicidad, no la justicia. Treinta das, profesor!
Como toque un solo pelo a mi hijo, estpido ignorante, ver esa lista en la portada
de todos los peridicos! No se atrever! Est dispuesto a que su nombre sea
mancillado? Estoy seguro de que no. Qu poco me conoce, Robles!
Convenc a Alejandro para que se fuera una temporada a Norteamrica y le
hice prometer que bajo ningn concepto volvera a Madrid hasta que yo le avisara.
Prepar esta carta y su escondite, y ahora me preparo para morir...
Ayer telefone ese presuntuoso jovencito. Quedan catorce das, me ha
dicho. Creo que maana le har una visita... Tiene an tiempo para pensarlo: es
mejor para todos...
He llamado de inmediato a Gonzalo Eregui para concluir lo que desde aquella
primera visita supe: que ya no hay marcha atrs.
No creo que Robles se atreva a atentar contra m en casa. Saben que estoy
enfermo y que morir pronto, por eso supongo que simplemente esperarn. El
servicio ha recogido del tinte esta maana el traje gris de raya plida que tanto te
gusta. Me lo he puesto para escribir esta carta. Lola, s que si entregas esta carta
perders toda posibilidad de permanecer en el mundo acadmico. S que te pido
mucho, pero me consta que lo hars.
Pide perdn a Jaime, y a tu madre. Siento haberos defraudado. Rezad por m.
Slo espero la misericordia de Dios.
Una ltima cosa, Lola: Ayuda a Clara, si puedes! Yo no he sabido hacerlo, no
quiero que acabe en una cuneta llorando. Por favor!
La lista completa es la siguiente:...
- 167 -
- 168 -
S.
Ests segura de cmo habras obrado t?
Los hielos se balancearon ms de la cuenta en el vaso de cristal y el contenido se
derram.
No, no estoy segura. En realidad, siempre he sido despiadada juzgando.
Vente a la carrera judicial, all podemos curar ese mal.
Nunca se me hubiera pasado por la cabeza, pero es posible que acepte tu
sugerencia.
Sentado ante su amplio escritorio de caoba de una pieza, Rodrigo Robles finga
leer una sentencia. Levant los ojos. Ante l, en sus sarcfagos de plata, dorman
varias fotografas que inmortalizaban sus xitos: la de su boda con Ana, la hija nica
del catedrtico decano del Derecho Penal en Espaa; la que recordaba la imposicin
de la medalla del mayor grado acadmico, y la de su hijo Alvaro, el calco de sus
genes, con los ojos verdes tapados por aquellos abundantes cabellos rubios
extremadamente lisos.
Volvi a concentrarse en las hojas mecanografiadas que tena delante. Fuera, un
viento avieso y amenazador descompona, para beneficio de los madrileos, la
trrida tarde. Con creciente enfado, el viento planeaba sobre la capital a toda
velocidad. Pareca que, molesto con el mundo, estuviera buscando un blanco certero
para taladrarlo con sus truenos y arrasarlo con sus dirigidas bombas de agua. En su
tercera pasada, las rfagas consiguieron secuestrar la luz del atardecer y todo el
barrio de Salamanca qued en tinieblas. Junto con el apagn, lleg la lluvia. Rodrigo
Robles no haba prestado atencin al desapacible tiempo, tena la cabeza en otro sitio.
A ratos haba odo, sin percibirlo conscientemente, cmo rachas de viento acosaban
la ventana del despacho de su domicilio, una pieza de estilo ingls, confeccionada
ntegramente en caoba oscura. No se haba movido cuando los estruendos parecan
cargar especialmente contra sus contraventanas abiertas. Sin embargo, cuando el
cielo regal un diluvio curvo que moj las tablas del crujiente suelo, se rompi el
hechizo. Se levant y, tras cerrar el ventanal, vag ciegamente por la amplia
habitacin, parndose ante el nico espejo que haba.
Rodrigo Robles era un hombre alto y moderadamente guapo, con una cierta
tendencia al sobrepeso que combata con largas sesiones de bicicleta esttica. Tena
una en su dormitorio y otra, un modelo que permita pedalear reclinado, en su
despacho. Al percibir en el espejo su incipiente curva abdominal, se despoj de la
chaqueta, se afloj la corbata y se recost en el ingenio mecnico. Le molestaba que el
sudor mancillara su carsima ropa, pero sta era una ocasin especial y pedalear le
despejara el cerebro. Descansando sobre su espalda, comenz el suave ejercicio.
Desde aquella posicin se sinti envuelto por las docenas y docenas de libros que
llenaban las estanteras. Pase la vista por aquella selva de papel que lo rodeaba
todo. De pronto un lomo granate llam su atencin. Se levant y acudi en su busca.
Lo extrajo de la estantera y lo abri al azar. Fuera el agua gorgoteaba sobre las
- 169 -
- 170 -
- 171 -
debe de ser cuando pap desdea un caf! Creo que no debes hacerles esperar.
Rodrigo orden mecnicamente las fotos, recogi las pginas de la sentencia que
lea y, mirando fijamente a su esposa, sonri. Luego, sin mediar palabra, la sigui por
el pasillo.
Permaneci unos segundos en pie ante ellos; la cabeza gacha, los hombros
cados. Haba aceptado el riesgo y, por lo que lea en aquellos ojos, haba perdido.
Se han abierto diligencias previas por el asesinato de Alejandro Mocciaro y el
intento de asesinato de Lola MacHor en Pamplona le reproch su suegro.
Intento de...? No hay que preocuparse. Un inspector amigo mo es quien se
encarga de la investigacin. Yo mismo he supervisado las medidas para que todo
salga como est previsto.
Ese inspector amigo tuyo est detenido y ha confesado hasta el lugar donde
perdi su virginidad. Ya se ha cursado orden de bsqueda y captura contra ti. No era
eso lo que estaba previsto. Quin te ha facultado para tomar este tipo de medidas?
Alguien tena que hacerlo! Ninguno de vosotros tenis lo que hay que tener!
Idiota incompetente! Eres un ignorante adems de un infeliz! Te enviamos
para advertir a Niccola Mocciaro! Eso era suficiente!
Advertir? Ninguna admonicin sirve con un drogadicto como Alejandro!
Dispona de los nombres de la Hermandad!. Don Niccola no debi confeccionar esa
lista! No debi tampoco guardarla en la caja fuerte si saba que su hijo tena acceso a
ella! Ya visteis qu pas en la oposicin! Nos hizo chantaje! Amenaz con
delatarnos! Me he ocupado de don Niccola, me he ocupado de su hijo y de Lola
MacHor... Con risa de triunfo cont: Ha sido una jugada brillante, genial! Ya no
hay que preocuparse de nada.
Nosotros no, desde luego, pero t s.
No lo entiendo dijo extraado.
Pero es que crees que te escamotears a la accin de la justicia?
Por supuesto que s! chill perdiendo los estribos. Porque si yo caigo,
vosotros tambin caeris!
Ests muy equivocado dijo el rector. Nadie puede probar absolutamente
nada. Para esos puestos contbamos objetivamente con los mejores. Los elegidos
tenan los mritos suficientes. Adems, la universidad no puede permitirse un
proceso as... Todo se tapar. Sin embargo, t has asesinado dos veces, has mentido,
has sobornado...
Pobre hija ma! Espero que seas un hombre y pienses en tu familia. S que por
una vez hars lo que sea ms honorable. Me consta que tienes un arma. Me he
ocupado de que est cargada.
Honorable? Tengo que ser honorable? grit con rabia.
Si prefieres ir a la crcel, all t. Sers un buen manjar para los presos.
Y tu hija, y tus nietos? Y tu reputacin?
Debera haberlo hecho mucho antes. Pero enmendar ahora mi error. Ya se ha
instado el procedimiento de divorcio. En unos meses, ella te habr olvidado
definitivamente. Respecto a mi reputacin, has de saber que no puede ser mancillada
- 172 -
Sin duda, Juan Iturri formaba parte de clan de la Pamplona de toda la vida. Viva,
as, en el casco ms antiguo de la ciudad, en los terrenos sitos dentro de las antiguas
murallas, junto a la catedral. Mientras suba a pie por la empedrada y empinada calle
que conduca a su domicilio, oy un repetido murmullo que iba cercando la plaza del
Ayuntamiento.
Estaba muy cansado, casi exhausto. Deseaba regresar a casa, dar de comer a su
canario y tomar una larga ducha. Sin embargo, mir el reloj, se detuvo y volvi sobre
sus pasos. Eran cerca de las 12 de la noche. En la plaza del Ayuntamiento,
pamploneses y pamplonesas, jvenes y menos jvenes, se daban cita para compartir
la tristeza de haber consumido totalmente la Fiesta y tambin la esperanza de que
vendra otra, si Dios as lo quera.
Cuando lleg a los aledaos del recinto, el reloj del Ayuntamiento marcaba el
final matemtico del da. Al acercarse al Consistorio, Iturri percibi las trovas:
Pobre de m, pobre de m, que se han acabado las fiestas de San Fermn
cantaban grandes y chicos, sosteniendo en la mano una vela encendida y levantando
los pauelos. Era la despedida oficial de la Fiesta, la vuelta a la rutina y a la vida
sosegada, aunque la noche era an joven, blanca y roja.
Pamploneses, pamplonesas! record la alcaldesa desde el balcn. Ya
queda menos para que llegue la fiesta de San Fermn! Os emplazo a todos aqu el
prximo 6 de julio, a las doce!
El inspector Iturri se apoy en uno de los muros de la bella fachada. Se haba
perdido completamente la Fiesta. El ao que viene, cojo vacaciones en julio, dijo
para s.
- 173 -
EPLOGO
- 174 -
Las viejas campanas iban a dar las ocho. Sin embargo, haba una gran quietud.
La slida masa de trotamundos, turistas, vagabundos, peregrinos, ladrones,
fanfarrones y jovenzuelos vidos de riesgo se haba disuelto como el azucarillo en el
agua. Haban emigrado o an dorman. Si oan las campanadas del reloj de San
Cernin, no hacan caso. Los aparatos de televisin permanecan apagados. Javier
Solano haba guardado su esplndida voz a buen recaudo. Ola a pan amasado con
pena y a caf recin llorado. Como todos los 15 de julio, se adueaba de Pamplona el
letargo.
Los adoquines estaban sembrados de todo y de nada. Los barrenderos a duras
penas conseguan poner orden en aquel desconcierto. El vallado de madera, retirado
por los carpinteros municipales, suspiraba en silencio en su caseta. Por orden de la
Autoridad, haba sido encerrado hasta el prximo julio.
Al Hemingway de bronce, algn mozo le haba anudado otro pauelico rojo al
cuello. Con ste iban seis.
En su anonimato, dos forasteros patean Pamplona disfrutando de la charla
ociosa, del agora sin poltica, de los bazares sin dinero, del vivir sin ser juzgado. No
les interesa el resto del mundo, pasean sin destino entre las murallas de la ciudad,
absortos, enlazadas sus manos por encima del hombro izquierdo de ella.
Volveremos algn da? pregunta Lola a su marido.
No me digas que te ha picado el gusanillo de la Fiesta!
Pues no te digo que no. Y eso que no hemos podido ver casi nada. Aun as, la
mitad de lo que he visto hara palidecer cualquier otra fiesta.
Repetiremos, pues. Aunque me temo que los chicos se empearn en
acompaarnos.
De acuerdo. Slo una condicin: ninguno corre el encierro, vale?
Mujer!
Nada! Los toros, desde la barrera.
De sombra.
- 175 -
- 176 -
***
- 177 -
RESEA BIBLIOGRFICA
REYES CALDERN CUADRADO
Reyes Caldern, naci en Valladolid, aunque se siente pamplonesa de
toda la vida. Es doctora en Economa y en Filosofa, es profesora y
vicedecana primera de la Facultad de Ciencias Econmicas y Empresariales
de la Universidad de Navarra. Profesora visitante en la Sorbona y en la
Universidad de California, Berkeley.
Desarrolla su labor profesional alrededor del buen gobierno y la
anticorrupcin. Articulista y conferenciante habitual, es adems madre de
nueve hijos. Aunque reconoce que la literatura va ganando tiempo en sus
quehaceres, asegura que no abandonar sus otras responsabilidades, entre
ellas la de decana de la Universidad de Navarra, porque necesita el contacto con la gente, si
bien reconoce que araa horas al da y que aprovecha la noche, un momento en el que sus
personajes la asaltan: estn ah conmigo en una especie de esquizofrenia.
Es autora de Ego te absolvo, Gritos de independencia, Las lgrimas de Hemingway, Los
crmenes del nmero primo y El expediente Canaima. Estos tres ltimos tienen como
protagonistas a el inspector Juan Iturri y la juez Lola MacHor que estn llamados a ocupar un
lugar destacado en la nueva literatura detectivesca.
LAS LGRIMAS DE HEMINGWAY
Una cogida mortal, es en principio lo que parece haber provocado la muerte de Alejandro
Mocciaro un personaje, de vida no del todo clara, a pesar de su catedr y su alcurnia, pero no
es una cogida ms, un forense concienzudo descubre que un potente anestesico para animales,
es el verdadero motivo de la muerte de este personaje, mezclado con el mundo de la droga,
amigo de camellos y proxenetas, ha sido victima de una conspiracin para que su muerte
parezca un accidente, cuando no es ms que un planeado asesinato para quitarlo de en medio.
La novela, que combina personajes reales y de ficcin, est ambientada en la fiesta de los
Sanfermines y que rinde homenaje al escritor estadounidense Ernest Hemingway. Retrata
perfectamente los aspectos ms queridos de la fiesta, que sern el marco ideal para que el
inspector, Juan Iturri y Lola Mac Hor sean sin duda los protagonistas de esta nueva novela.
JUAN ITURRI Y LOLA MACHOR
1. Las lgrimas de Hemingway
2. Los crmenes del nmero primo
3. El expediente Canaima
***
- 178 -
- 179 -