Educación y Proyecto de Vida
Educación y Proyecto de Vida
Educación y Proyecto de Vida
Introduccin.
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La vocacin de servicio que hace a la Iglesia solidaria con las vicisitudes del hombre (Cf. GS. l; DP. 15 y 27), nos
movi a tratar en los ltimos documentos aquellas orientaciones fundamentales que deben presidir todo intento
de renovar nuestra vida social y poltica. (Cf. ICN. 96 y 103). Queremos ahora continuar esa contribucin
buscando los modos concretos de hacerlas efectivas en nuestra realidad cultural. Por eso abordamos el camino
ms eficaz para toda renovacin seria y profunda: la educacin.
1. Renovacin, vida y esperanza
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A la luz de aquellos documentos, la lectura de nuestra realidad argentina, an la de esa realidad difcil y dolorosa
que a menudo percibimos, la hacemos desde una perspectiva esperanzada. Fundamos esta esperanza en que
la sociedad argentina "dispone de un temple moral" (DHC. 2) en el cual perviven valores tales como el sentido de
familia, el respeto por lo religioso, el espritu de apertura y acogida junto con un deseo de afirmacin autctona y
de autonoma. Ha crecido y se ha extendido la capacidad de participacin con sentido crtico y esfuerzo solidario.
Se hace cada vez ms fuerte la conciencia de una necesidad de cambio hacia mayor madurez personal y
comunitaria y el intento de asumir, con responsabilidad nuestro futuro para darle al pas el destino mejor que se
merece.
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Si por momentos las presentes consideraciones hacen resaltar los riesgos, problemas y defectos que nos
aquejan, no tiene esto un sentido de lamento, sino de convocatoria al desafo especfico de la hora que nos toca
vivir. Ese desafo consiste sin duda en salvar al hombre de la deshumanizacin, ayudarlo a encontrarse a s
mismo y a ubicarse frente a sus altos destinos, salvar la vida del deterioro y prdida de calidad, rescatar los
valores del espritu de la esclavitud del materialismo y del hedonismo. Aludimos as al desafo que el mundo de
hoy plantea a la educacin para que llegue a ser aquella educacin esencial y profunda que apunta a la
sabidura de vida y sin la cual todas las perfecciones instrumentales del hombre pueden revertirse en contra del
hombre mismo. Nunca como hoy resulta verdad tan cierta y manifiesta, que el hombre se destruye fsicamente
porque no se construye moralmente. . . y aquella otra del Evangelio: "De qu le servir al hombre ganar el
mundo entero si pierde su vida?". (Mt. 16, 16).
Indudablemente la educacin encierra para el hombre la ansiada clave que le permite vivir en plenitud porque le
brinda la capacidad profunda de autoconducir su vida hacia un horizonte que le d sentido. Constituye, por lo
tanto, el campo prioritario donde juega su felicidad y los valores supremos de su existencia.
2. Ocasin del documento
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En las ltimas dcadas no slo hemos asistido, en e nuestro pas y en el mundo, a intensos y acelerados
cambios, sino que hemos tomado conciencia de su importancia y de la insoslayable responsabilidad de ser
protagonistas lcidos, crticos y positivamente "directivos" de todos ellos. En las horas de cambio el hombre
siente que estn en juego y corren riesgo su identidad y el sentido de su vida.
En las horas criticas, los hombres y los pueblos perciben con mayor claridad que no les toca simplemente vivir,
sino que estn llamados a construir y gobernar su vida para que tenga sentido vivir.
Cambiar es lo que caracteriza al ser viviente, es seal de vida. Pero hay cambios que significan crecimiento,
madurez, promesa y realidad de buenos frutos. Y hay cambios que, a su vez, significan deterioro, cncer y la
misma muerte. Los momentos en que los cambios urgen o son muy importantes, los consideramos momentos
crticos. No son en si negativos. Son ambivalentes. Se juega con ellos un signo positivo o un signo negativo
sobre el futuro. De todos modos, las crisis son para el hombre y para las instituciones la hora de su verdad. Es
entonces, cuando ms all de sus ilusiones se develan, al mismo tiempo, sus tristes y dolorosas realidades, sus
debilidades, sus deficiencias y deterioros, pero aparecen tambin sus capacidades de reaccin y superacin.
Son un momento de puesta a prueba y decisin de cambio entre lo que se es y lo que se debe llegar a ser. Es el
momento de la autocrtica y el compromiso personal e institucional.
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Es ste un momento en el cual la evolucin de la sociedad va imponiendo cada vez ms dar el paso del tutelaje
social a la promocin de una mayor madurez personal y comunitaria. En el desarrollo personal y social, la
imposicin, la tutela opresiva o infantilizante tienen que ir cediendo el paso mediante el trabajo educativo a la
honestidad y la madurez. Pero es indispensable y urgente hacerlo porque el caos resulta evidente cuando nos
quedamos sin tutela y sin madurez. Cada vez ms el poder vivir en un clima de honestidad y convivir en
armona, o simplemente el "poder vivir" se torna un problema de criterio, conciencia y virtud y, por lo tanto, de
profunda formacin personal y social. Sin esta formacin y renovacin interior del hombre, toda accin externa
se esteriliza: ptimas leyes, instituciones, cambios de estructura, acuerdos sociales, no se sostienen sin la
renovacin de los corazones. (Cf. Juan Pablo II Mensaje de la Paz, 1 de enero de 1984).
3. Destinatarios del documento
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Precisamente por eso queremos entrar en dilogo con nuestros conciudadanos sobre estos problemas y
sumarnos al esfuerzo de cuantos se preocupan por la tarea prioritaria y urgente de la educacin. (Cf. DP. 1048)
La educacin no constituye para la Iglesia una tarea de proselitismo ni un beneficio reservado a la promocin de
sus fieles. La misin de educar la asume como preocupacin y responsabilidad de servicio prioritario para todos
los hombres y para todo el hombre. Entiende que ha de ayudar a salvarlo en orden a su destino eterno para lo
cual ha de promoverlo tambin a fin de que ocupe el puesto que Dios le ha dado en el cosmos como seor y
rector de todo lo creado y como hermano de los dems. As pues, muchas de estas reflexiones podrn
considerarse dirigidas a todos en general. La educacin no es funcin exclusiva de algunos, sino responsabilidad
de todos en la doble dimensin de educarse y educar. Cada cual en la medida de sus posibilidades y en los
mbitos de su actuacin. Por eso tambin creemos que toda convocatoria al trabajo educativo ha de comenzar
por la invitacin a la autoeducacin permanente, sobre todo al considerar que educamos ms por lo que somos
que por aquello que decimos.
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Por cierto y con mayor nfasis corresponde tener en cuenta a los padres de familia como "primeros y principales
educadores de sus hijos" (GE. 3; DIM. 1 c). "La familia es la primera escuela de las virtudes sociales que todas
las sociedades necesitan" (GE. 3). Serios problemas han de preocuparnos en este sentido: La prdida de vigor
de la institucin familiar en su funcin educativa; la consecuente esterilizacin de los esfuerzos educativos de la
comunidad cuando la familia se desentiende de este deber que debiera considerar prioritario y la negligencia en
la recta orientacin de los padres para con los hijos en medio de tantos impactos disolventes del mundo actual.
Por otra parte, el tema obliga a dialogar especficamente con los profesionales de la educacin: investigadores,
directivos, psicopedagogos, maestros y profesores, a quienes compete sin duda una revisin de la tarea frente a
la variedad de los nuevos planteos y requerimientos de nuestra situacin. La realidad no permite distanciar aqu
de esta misma labor educativa a los pastores y los profesionales de la "relacin de ayuda" (psiclogos,
psiquiatras, trabajadores sociales, mdicos), quienes, ms all del enfoque especfico de su ciencia en el
ejercicio concreto de su profesin han de llegar al hombre teniendo en cuenta su totalidad, y por lo tanto, es
misma armoniosa integracin buscada por el empeo educativo. No menor responsabilidad educativa tienen de
hecho, los agentes de los medios de comunicacin social, a quienes entendemos dirigirnos encarecidamente por
su mayor gravitacin en el clima cultural del pueblo y, sobre todo, por su influencia plasmadora en la mente y el
corazn de las nuevas generaciones. Igualmente por su vigencia y efecto multiplicador queremos compartir estas
preocupaciones con los y dirigentes sociales y polticos y todos aquellos, en fin, que perciben esta hora como un
llamado a la responsabilidad de crear un mundo mejor.
4. La intencin del documento
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La educacin ha sido ya tema especfico de numerosos documentos eclesiales, entre los cuales deben
destacarse; la encclica "Divine llius Magistri", la declaracin conciliar "Gravissimum educationis momentum", los
documentos de Medelln (N 4: Educacin) el documento de Puebla (1012-1062), "La escuela catlica", "El laico
catlico, testigo de la fe en la escuela", "Iglesia y Comunidad Nacional" y diversas declaraciones del Episcopado
argentino y de la Comisin episcopal de educacin. Tales textos - que suponemos conocidos - constituyen el
basamento doctrinal de este nuevo documento, cuyo objeto no es repetir sus enseanzas y directivas sino
desarrollarlas con cierto grado de detenimiento, dentro del marco referencial de la realidad argentina
contempornea. Las pginas que siguen no pretenden agotar esta tarea sino, ms bien, constituirse en un
verdadero documento de trabajo que nos permite iniciar un dilogo vital y responsable sobre esa compleja
realidad y, al mismo tiempo, suscitar sanas y efectivas inquietudes en todos aquellos que de un modo u otro
estn involucrados en los problemas que hoy plantea la educacin.
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A tal fin, nos proponemos:
a. Definir, en primer lugar, con claridad y firmeza, nuestra concepcin de la educacin y sealar sus caracteres
distintivos, frente a otras concepciones basadas en ideologas claramente antipersonalistas, materialistas,
hedonistas o suficientemente ambiguas como para generar serios desvos en la tarea educativa. Destacaremos,
en particular, como ncleo sustantivo de esa tarea, la formacin integral, armnica y permanente de la persona
humana en la totalidad de sus dimensiones constitutivas: la capacidad de presencia consciente, crtica y creativa,
valorante y rectora; la libertad responsable, la corporeidad asumida en todas sus posibilidades y limitaciones; la
reciprocidad en la comunin y participacin interpersonal; la trascendencia hacia los valores y definitivamente
hacia Dios, razn y fin supremo de la existencia. Esta es la finalidad de la Parte I del documento, titulada "El
quehacer educativo", que no abarca, desde luego, la totalidad de la problemtica educativa actual, sino tan solo
sus aspectos fundamentales a los que todos los dems aspectos debieran subordinarse. En el desarrollo de esta
parte del documento hemos tratado de profundizar el acervo de riquezas educativas del Evangelio, sin olvidar,
cuando las circunstancias lo aconsejaban, el valioso aporte de - las ciencias antropolgicas.
b. En segundo lugar nos proponemos ordenar y desarrollar - con ms amplitud que en anteriores documentos
episcopales - los principios tico-jurdicos aplicables a la escuela y al sistema educativo, enfocados desde el
ngulo del derecho natural y del derecho constitucional argentino. Este tema, al que est dedicada la Parte II del
documento, titulada "El sistema educativo", posee indudable importancia porque de poco valdran los principios y
enseanzas contenidos en la primera parte del documento si los catlicos argentinos no pudieran aplicarlos para
su propia formacin y la de sus hijos en las escuelas de su propia patria, en igualdad jurdica con sus
conciudadanos de otros credos o convicciones. En esta parte del documento se hacen tambin algunas
sugerencias y propuestas ms concretas con relacin a una eventual reforma del sistema educativo argentino.
Todos estos temas cobran particular actualidad con motivo del prximo Congreso Pedaggico Nacional,
convocado por la ley 23.114, en cuyas deliberaciones ansiamos participar activamente y al que aportaremos l
con verdadera amplitud de espritu nuestras ideas, experiencias y proposiciones.
c. Finalmente, nos proponemos estudiar tambin la misin educativa de la Iglesia en su conjunto, desde el
ngulo especficamente pastoral, y a modo de anticipo del proyecto educativo-pastoral del Episcopado, que, a su
vez, habr de servir de marco referencial e ideario bsico de los proyectos particulares de las diversas
comunidades educativas catlicas de nuestro pas (Cf. DP. 1050). A este tema est dedicada a la parte III del
documento, titulada "Misin educativo-pastoral de la Iglesia"
Parte I. El Quehacer Educativo.
Captulo I : La Verdad sobre el Hombre, Imagen Directriz de la Educacin.
1. Imagen del hombre y educacin
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La tarea de educar, como empeo de ayudar al hombre a lograr su plenitud, ha de partir de una adecuada
concepcin del hombre como persona en comunidad de personas. Y a fin de que estas expresiones dejen de ser
genricas y ambiguas, queremos explicitar sus implicaciones concretas a lo largo de este documento, de tal
modo que sirvan como un programa bsico que anime y oriente las diversas acciones y tareas que demanda la
educacin. Esclarecer y justificar esta imagen resulta tanto ms imperioso e imprescindible para educar en el
mundo de hoy cuanto que, a travs de los diversos medios de impacto cultural, se promueven modelos
fuertemente atractivos, pero que alejan al hombre de su ser y su quehacer esenciales. Tales concepciones del
hombre convierten la educacin en manipulaciones de diverso signo, o le proponen al hombre visiones
positivistas que lo cierran a la trascendencia, lo reducen a categoras de eficiencia y rentabilidad y slo le ofrecen
como meta el egosmo del placer y del poder (Cf. DP. 304-3 15).
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Esa imagen del hombre no puede considerarse cabal si no conlleva el sentido de la vida, el por qu y el para qu
del existir. Solo tendr verdadera eficacia educativa si le permite al hombre orientar constructivamente el tener, el
poder y el saber; si le esclarece el por qu del sufrir y del morir; si le da razones y esperanzas para trabajar,
luchar y amar. Tan slo entonces el hombre percibir la prioridad del hacerse sobre el hacer. La tarea nuclear de
la educacin consiste pues en perfilar, proponer y motivar esa concepcin del hombre de modo que tales
convicciones bsicas resulten para los educandos la "imagen conductora" de su accionar en todo momento de la
vida.
2. El hombre, proyecto de vida
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El hombre no slo es el nico ser de la tierra capaz de proyectos, sino que l mismo es proyecto, no ya
solamente por su innata programacin gentica, sino tambin por la riqueza de su espritu encarnado que tiende
a desplegar sus virtualidades. Estas podrn desarrollarse de variadas formas accidentales, pero en lo esencial y
profundo han de responder a las autnticas exigencias del espritu creado para el bien, la verdad y la belleza.
Toda vida tiene un carcter teolgico: Lleva en s un plan y un destino fundamentales que presiden el desarrollo
de las virtualidades. A ese proyecto bsico, nsito por Dios en la naturaleza del ser humano nos referimos al decir
que el hombre es un proyecto dinmico. En admirable sntesis San Agustn expres la fuerza de ese dinamismo
al decir "Nos hiciste para Ti, Seor, e inquieto estar nuestro corazn mientras no logre descansar en Ti". Vivir
humanamente es el resultado de un armnico desarrollo integral e integrado del triple nivel que caracteriza al
hombre: el nivel vegetativo, el perceptivo-motor del vivir animal y el nivel de la vida propia del espritu que
penetra la esencia de las cosas, razona, decide y ama, crea el mundo de la ciencia, de la tcnica, del arte,
descubre la vocacin moral (Cf. GS. 16) y la dimensin religiosa. El hombre se percibe a s mismo como un ser
"llamado a elegir un proyecto de vida en conformidad con su propio ser". Por lo tanto "artfice de su destino"
(DHC. 13). Concebimos la educacin como la tarea personal y comunitaria de llevar a cabo ese proyecto de vida,
es decir, capacitarse para autoconducir y perfeccionar la vida conforme con las exigencias profundas del propio
ser y de las llamadas realistas de la hora que le toca vivir.
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Proyecto de vida no son pues, las ocurrencias antojadizas con que llenamos el tiempo de la vida, sino la
orientacin organizada de los esfuerzos para dar vida a la vida. Que el hombre sea un esencial proyecto
dinmico no significa que su misin sea el activismo, el creativismo", como si l fuera valioso en la medida en
que la sociedad lo juzgue til, eficiente u original. El dinamismo a que aludimos es esa actividad interior que
consiste en tomar conciencia de la realidad, buscar la verdad, reflexionar, elaborar experiencia, brindar amor
profundo, crear orden y belleza, meditar, contemplar. Riqueza interior que se traduce a veces en ejecucin de
actividades, a menudo en el intercambio del dilogo enriquecedor y con frecuencia tambin en la aceptacin del
sufrimiento y la quietud ineludibles reconociendo, en ellos un llamado a mayor aprendizaje de interioridad y una
ms ntima y depurada aproximacin a los fines esenciales de la existencia.
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Pero la imagen del hombre a partir de la cual la educacin cristiana despliega su quehacer, es una imagen
infinitamente ms dilatada y profunda. Y si la Iglesia quiere ser fiel a su misin de servir al hombre, ha de
esclarecerle con toda valenta la sublime dignidad de la vida para la cual fue creado y al mismo tiempo ayudarlo
con generosidad de medios para que pueda crecer en esa dimensin. La imagen del hombre cristiano resulta
una imagen maravillosa, misteriosa, con insondables consecuencias para la existencia. Es la imagen de un
hombre inmerso en la corriente vital de lo divino con toda una historia en la cual aparece elevado ms all de su
naturaleza: hijo de Dios; cado, redimido y justificado, sellado por el Espritu Santo que en l habita como en un
templo; partcipe del Cuerpo Mstico de Cristo y como tal, ungido sacerdote, profeta y rey.
3. Cuadro de situacin del hombre
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Junto con esa concepcin del hombre que nos seala metas para orientarlo hacia su plenitud, nos encontramos
con el cuadro de la situacin del hombre como punto de partida desde el cual tenemos que organizar las
acciones educativas. El Concilio Vaticano II al proclamar la ntima unin de la Iglesia con la familia humana
universal y la solidaridad con los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro
tiempo, traza en su exposicin preliminar ese cuadro de situacin del hombre en el mundo de hoy (Cf. GS. 4-10).
Es imprescindible para educar hoy tener presente ese diagnstico, que no es el caso de reproducir en este
documento, pero s, al menos, evocarlo aqu como marco de referencia.
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Destaquemos simplemente algunos rasgos de esa marcha de la humanidad que va pasando de un conjunto de
sociedades aisladas a una sociedad cada vez ms conectada, pero no por eso ms unida y comunicada; ms
interdependiente, pero no por eso ms solidaria. De los estilos de trabajo artesanal pasa vertiginosamente a la
tecnologa, la electrnica, la informtica y la robtica. De una concepcin esttica de la sociedad, la vida y la
historia, a un enfoque dinmico, problematizante, deseoso de intervencin transformadora de todo lo dado y
preocupada prospectivamente para forjar un futuro mejor. Y no se trata de meros cambios superficiales, simples
diferencias de modalidad. Dichas modificaciones transforman al hombre en profundidad y con serios riesgos de
deterioro y prdida de verdades y valores, si no asume con lucidez y decisin su autoconduccin en medio de los
acontecimientos. As vemos cmo la mentalidad general que se va formando se impregna cada vez ms de
pragmatismo y afn de xito y eficiencia con empobrecimiento de humanidad.
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El debilitamiento de las instituciones como transmisoras de un patrimonio cultural contribuye tambin a ese
desarraigo, desorientacin y falta de ideales. Entre ellas, principalmente la familia y la escuela, se ven sometidas
a crisis particulares muy profundas, internamente en su vida y estructura y externamente en su funcin
formadora para la integracin de las nuevas generaciones en la vida social.
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Paralelamente a los problemas de los nuevos tiempos han surgido fuerzas y ricas posibilidades: el bagaje de
experiencia humana y la creciente capacidad de elaborarla, la posibilidad de acceso a las profundidades del
psiquismo humano para prestarle ayuda y poner en juego las fuerzas ocultas de sus dinamismos perfectivos, el
afn de sinceridad, de autorrealizacin, el despertar del sentido de autonoma y libertad, el empeo por intervenir
y participar en la vida comunitaria cada vez ms estimada y deseada y un retorno a la religiosidad que pueda dar
una respuesta a las inquietudes del espritu. Tambin merecen ser valoradas y rescatadas, en su riqueza
potencial, la mayor gravitacin de la juventud y la mayor presencia de la mujer en todas las manifestaciones de
la vida social, poltica y laboral.
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Dentro de ese marco general de la cultura de este siglo, nuestros propsitos educativos deben tener en cuenta
una mayor aproximacin a la realidad que nos toca vivir en el contexto latinoamericano y argentino.
En esta perspectiva comprobamos que entre las naciones de Latinoamrica se afianza cada vez ms un deseo
de mayor solidaridad frente a problemas comunes que constituyen un verdadero desafo:
- La urgente necesidad de sana autonoma en la vida econmica, poltica y social para superar el
"neocolonialismo" y las condiciones opresoras que no permiten superar la situacin de dependencia.
- La bsqueda de una identidad cultural que est en creciente riesgo de disolucin, en parte por la invasin de
estilos forneos, pero ms profundamente por el poco empeo y no acertado trabajo de robustecer nuestra
idiosincrasia y nuestro patrimonio de tradicin.
- El imperioso anhelo de construir una sociedad ms justa, libre y organizada, capaz de autoafirmacin y
consistencia, que supere las fracturas internas, las distancias y diferencias estridentes entre unos grupos
privilegiados y otros injustamente marginados. Surgen a menudo en este clima regmenes dominantes, a
menudo represivos, que intentan privar a los sectores populares de su conciencia crtica, de su intervencin en
las decisiones polticas y de estmulos positivos que les permitan superarse.
La educacin no puede ignorar esta realidad compleja y desafiante, pues le compete a ella formar hombres
capaces de asumirla y conducirla, con atencin constante a los signos de los tiempos. Y siempre ser prioritario
atender al desarrollo integral del hombre que ser el mejor modo de proveer hombres para el desarrollo.
4. El hombre en dilogo con su realidad: la educacin permanente
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La educacin exige fidelidad al hombre concreto y debe considerarlo en todo momento como un ser en dilogo
con su cambiante realidad individual y social. Dado que el hombre va gestando su personalidad en ese dilogo
con su vida, su circunstancia, su edad, su historia, su prospectiva del futuro, muchos se plantean la educacin en
trminos de mero equilibrio y adaptacin, renunciando a concebir al hombre como un ser en tensin permanente,
llamado a trascenderse hacia valores perennes. Otros le proponen una constante actualizacin para poder vivir
acorde con un mundo nuevo de transformaciones aceleradas y como meta de la educacin, el "aprender a
aprender". Pero no se le puede proponer al hombre como fin ltimo de la educacin un proceso de aprendizaje
indefinido por s mismo. En el dilogo con su realidad cambiante habr que tener en cuenta la adaptacin, el
equilibrio, la actualizacin, el "aprender a aprender". Pero el parmetro definitivo lo constituir el "aprender a
ser".
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Educacin permanente ser entonces capacitar al hombre para emerger como persona en cada una de sus
respuestas a la vida. Ser la educacin de lo permanente del hombre, sus constitutivos esenciales; para lo
permanente del hombre, su vocacin trascendente. La educacin permanente implica ciertas actitudes frente a la
vida y ciertas tareas constantes propias de ese continuo desarrollo que caracteriza al hombre y que han de
ejercerse desde el nacer hasta el morir: apertura y humilde disposicin de aprendizaje constante; esfuerzo
personal y comunitario concreto para superar la ley del menor esfuerzo y asumir creativamente el compromiso
con la vida; intercambiar experiencias enriquecedoras; transformar toda comunidad y todo espacio en comunidad
y espacio educativos; transformar toda novedad en situacin de aprendizaje (cada edad de la vida, cada etapa,
condicin o particular circunstancia, cada mbito de accin); elaboracin permanente de experiencia; constante
cotejo crtico a partir del proyecto de vida elegido. No consideramos la educacin permanente como un mero
sinnimo de educacin continua, educacin de postgrado, educacin de adultos, educacin popular, la totalidad
del sistema educativo, actualizacin, ampliacin de la cultura personal. La educacin permanente implica todos
estos aspectos y se instrumentaliza a travs de todos ellos, pero es un concepto ms profundo, que va mucho
ms all y que imprime a todas las acciones educativas un sello caracterstico. Este concepto nos exige un
verdadero cambio educativo: la misma educacin inicial ha de ser la mejor base para una educacin
permanente.
Captulo II: Cultura y Educacin.
1. La cultura como estilo de vida e identidad de un pueblo
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Ya en nuestro documento Iglesia y Comunidad Nacional, hacindonos eco de las palabras de Juan Pablo II,
aludimos a la cultura como vnculo de la comunidad reunida por "una idntica concepcin del hombre y del
mundo y por una sola escala de valores que se traduce en actitudes, costumbres e instituciones comunes,
constituyendo un pueblo o nacin" (ICN. 77 - Juan Pablo II UNESCO 2-6-80 N 14), fundamento ste de
identidad y soberana (Idem 78 - Juan Pablo II nm. 14 y 15). En este sentido la cultura es el patrimonio de
bienes y valores de un pueblo, "depsito", "herencia", "expresin", segn realizaciones colectivas de aquellos
bienes y valores. En este sentido, toda realizacin y toda expresin de un pueblo entra dentro de lo que es
cultura. Estas afirmaciones implican un juicio de existencia de ciertas realidades, ayuden o no al hombre a lograr
su realizacin humana. No implican, por lo tanto, un juicio de valor: no califican todo contenido, toda realidad
"cultural" como valiosos. Por lo tanto, el manejo del slogan, "respeto a la cultura de un pueblo" es una
ambigedad que debe ser clarificada.
2. La cultura como cultivo de la vida
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Fue precisamente el sentido de "cultivar las cualidades especficamente humanas" lo que, en un principio hizo
llamar "cultura" al enriquecimiento de lo natural y a la transformacin de los estados primitivos que se
consideraban incultos. A lo largo de la historia, cada poca tuvo ideales o modelos segn los valores que en su
momento gozaban de mayor estima. Poco a poco se comenz a ver la cultura como algo correlativo con el
progreso y dependiente como l de los descubrimientos de la razn humana. En esta trayectoria la cultura lleg
insensiblemente a significar cierto refinamiento y a aparecer como privilegio de algunos, se la vio como la
aureola de un cierto elitismo, un cierto "saber para poder" a menudo ms impregnado de brillantes apariencias
que de autntica calidad humana. Frente a estas ambigedades, es necesario proponerse discernir con
sinceridad cul es el sentido de lo humano para que slo se reconozca como verdadera cultura humanizadora la
que condice con la dignidad humana.
3. Cultura y educacin: dilema y opcin de vida
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Sin duda nuestro siglo nos ha brindado suficientes razones de admiracin y euforia. Pero tambin nos ha
sometido a extraas paradojas y contradicciones. Ms an, so pretexto de cultura, a menudo entendida como
eclosin eufrica de las posibilidades creativas del hombre, pero no como crecimiento, el hombre empobrece su
humanidad. As pues, la cultura se le presenta al hombre como un dilema. Llena de energas creadoras, en
creciente apertura a nuevos y maravillosos horizontes, se ve al mismo tiempo amenazada por ambigedades y
antivalores. "cumple entonces a la educacin la tarea urgente e insoslayable de rescatar al hombre de esta
ambivalencia de la cultura, hacerlo beneficiario de las riquezas latentes en los adelantos de nuestros das. Surge
as una funcin insoslayable de la educacin: la transmisin crtica de la cultura. Se dan en la realidad
propuestas culturales heterogneas. Ante ese panorama, el problema ms difcil de resolver es la transmisin
coherente de contenidos culturales sin caer en la presentacin de significados y valores aparentemente
admisibles, pero que en ltimo anlisis son incompatibles entre s. La familia, la escuela, las instituciones,
cumplen una relevante mediacin entre el educando y el depsito cultural de su pueblo y de la humanidad entera
Ya que el hombre no puede realizarse plenamente como hombre sino a travs de la cultura toca a la educacin
la misin de promover el encuentro del educando con la cultura, o mejor dicho, capacitarlo para su insercin vital,
consciente y recreadora en la cultura.
4. Las transformaciones socio-culturales y la revitalizacin del quehacer educativo.
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En la mutua relacin "educacin-cultura" suele darse un desfasaje: mientras la cultura vive un ritmo acelerado,
las tareas educativas marchan a un ritmo retrasado por vivir un tanto ajenas a la realidad cotidiana. Por otro lado,
tambin los intentos de ser "modernos" en la educacin, se traducen a veces en la aceptacin indiscriminada de
todo lo novedoso, brillante y aparente, y en la incorporacin de los ms actualizados recursos, sin ahondar en la
investigacin de nuevos y ms profundos objetivos para responder a las nuevas y ms autnticas aspiraciones
del crecimiento humano. Evidentemente el quehacer educativo tiene que renovarse. Pero lo ms importante para
una revitalizacin es detectar las legtimas vivencias valorativas y las autnticas lneas de fuerza de las
expresiones culturales para ofrecer a las nuevas generaciones mejores posibilidades de desarrollo y madurez.
5. Educacin y prospectiva del cambio sociocultural
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Otra comprobacin nos trajeron los ltimos decenios con la aceleracin de los cambios socioculturales: la
inconsistencia de una educacin que procura insistir en frmulas de comportamiento rgidas y permanentes por
encima de criterios ticos fundamentales. Se impone una actitud prospectiva, que implica "educar para el
cambio". Educar para el cambio no quiere decir educar para la indefinicin, la volubilidad, la ausencia de
compromiso, la bsqueda constante de la novedad insustancial. Educar para el cambio significa dotar de la
necesaria apertura para ver e interpretar lo diferente, la aptitud para percibir lo valioso en medio de aquello que
lo pueda oscurecer, la indispensable abnegacin para abandonar recursos que han perdido validez. En sntesis,
desarrollar la capacidad de discernir con sinceridad y firmeza los valores que se han de rescatar y preservar en
medio de las vicisitudes de la vida.
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Sin dejar de tener presente que la persona es una unidad bio-psquico-espiritual en interaccin social y que no
admite por tanto considerar en ella sectores separados como comportamientos estancos, ya que cualquier
aspecto repercute en todos los otros, consideramos como objetivos educativos fundamentales las metas de
madurez de la personalidad en tres grandes dimensiones: Interioridad - Encarnacin - Vocacin. Y en vistas a
tener un, panorama concreto que oriente y sugiera las correspondientes tareas educativas; las analizaremos algo
ms detenidamente de acuerdo con el siguiente cuadro de referencia:
EL HOMBRE: SU IDENTIDAD Y SENTIDO. METAS DE MADUREZ
a) Interioridad
a.1. Conciencia. El hombre, presencia consciente y creadora; valorante y rectora: ubicarse y orientarse.
a.2. Libertad. El hombre, interioridad libre y responsable: conquistarse y gobernarse.
b) Encarnacin
b.1. Corporeidad. El hombre en su condicin corporal: aceptarse e integrarse.
b.2. Comunidad. El hombre en su condicin comunitaria: comunin y participacin.
c) Vocacin
c.1. Misin existencial. El hombre, mundo de valores preferidos: proyectarse y donarse.
c.2. Compromiso trascendente. El hombre, vocacin de encuentro con Dios: amor y santidad.
a) Interioridad: Conciencia - Libertad
a.1) El hombre, presencia consciente y creadora; valorante y rectora. Ubicarse y orientarse.
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El hombre es el nico ser de la naturaleza capaz de interrogarse. El nico que tiene capacidad de problematizar
y problematizarse. Vivir como hombre es percatarse de los interrogantes y planteos de la existencia y tener que
darles adecuada solucin, so pena de sentirse frustrado en sus ansias de autorrealizacin. La conciencia es una
dimensin fundamental de la persona. Aquella por la cual el hombre se rescata del mundo de los objetos y se
descubre y acta como sujeto, fuente responsable de sus acciones. (Cf. GS. 16, DHC. 13). Incluso para
encontrarse a s mismo ha de encontrar el sentido de la vida, descubrir su quehacer en este mundo, para qu
est en l con poderes de opcin y decisin personales. La conciencia es el rgano del sentido de la vida, del
por qu y el para qu del mundo y de la marcha de la historia, el por qu y el para qu del trabajo, del dolor, de la
culpa, del amor. Si pues lo que caracteriza al hombre es esta capacidad de presencia consciente ante los datos
de la realidad, capacidad de percibir la necesaria modificacin de lo dado o de crear algo nuevo; si al mismo
tiempo la conciencia moral permite al hombre discernir cundo su intervencin resultar conducente o no a su
destino de esta capacidad fundamental del hombre: la conciencia.
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Surge de aqu la necesidad de cultivar la observacin, la apertura a la realidad, la respetuosa actitud
contemplativa ante la naturaleza, el criterio para discernir, la actitud sanamente crtica y valorativa, la capacidad
de interpretar los hechos y el sentido de los signos de los tiempos. En sntesis, voluntad de verdad y justicia
como fidelidad al ser, prudencia como virtud rectora hacia los fines propios de cada cosa: ubicarse.
34
Correlativamente resulta indispensable tener el marco de referencia de una cosmovisin congruente a la luz de
la cual surjan claras y rectas convicciones respecto al sentido, valor y uso del poder, de las posesiones, el dinero,
la fama, el xito, el sexo, el ocio, la publicidad, los medios de comunicacin social, etc. Tal es el camino hacia
una jerarqua de valores y orientaciones de conducta que sirva de base a una opcin fundamental en la vida: el
paso de la indefinicin o ambigedad a la definicin y orientacin existencial. De tales confrontaciones surge sin
duda la disposicin de transformacin responsable de la realidad en funcin de objetivos ms humanos y
trascendentes, mediante estrategias y acciones igualmente dignas y humanas. En cuanto a esta tarea de hacer
tomar conciencia caben desde el punto de vista pedaggico algunas reflexiones que emergen de la experiencia.
35
El momento de la verdad y el modo de conducir a ella forman parte. de la verdad. En la comunicacin humana, el
anlisis de la verdad va ms all del mundo del emisor, incluye al receptor y al contexto. No basta estimar que lo
que uno dice es verdad. Es necesario tener en cuenta qu habrn de entender, y ms an qu resonancia
desencadenar esa comunicacin de una realidad. Y cuando con una verdad no se construye comunin, no se
est plenamente en la verdad. Hacer concientizar problemticas que de ningn modo podremos gobernar ni
conducir, normalmente no es sino imprudencia, alarde y ostentacin de saberlo todo o incapacidad de
autogobernarse: a menudo resentimiento, impaciencia y falta de experiencia.
Ayudar a crecer y madurar exige atencin al momento oportuno y requiere su tiempo de proceso. Pero esto no
es excusa para la dilacin. Dejar en la inconsciencia cuando se necesita y se puede provechosamente asumir
una realidad para modificarla es traicionar a las personas, los grupos y la sociedad, ya que la toma de conciencia
es el primer paso para un proceso de liberacin y madurez personal y comunitaria. No permitir la toma de
conciencia, no ayudar a lograrla es manipular al ser humano, impedir su desarrollo integral.
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La educacin que suprime el juicio crtico, que no despierta el sano sentido crtico, que no cultiva la creatividad,
que se mueve slo en trminos de adaptacin a la cultura vigente y observancia de un modelo rgidamente
esttico de sociedad, no es verdadera educacin, sino amaestramiento, domesticacin y abuso del dominio de
unos sobre otros. Son igualmente manipulaciones las visiones reduccionistas o unidimensionales del hombre y
de la sociedad. En efecto, niegan al educando el sentido de la totalidad que nos permite la sntesis y la
orientacin. Cultivar una personalidad y una sociedad cuya funcin totalizante sea la economa o la poltica, o la
tcnica, como sistema preponderante y omnipresente, que no deje vislumbrar alternativas, es deformar al
hombre. Una familia, una escuela, una institucin, centradas exclusiva y excluyentemente en el negocio, el
comercio, el arte, el desarrollo cientfico-tcnico, no slo le niegan al hombre una educacin integral, sino que
efectivamente lo cercenan, porque adems de reducirle el acceso al horizonte de lo humano, lo condicionan
estructurando en su mente una deformacin que, en mayor o menor escala, le quita plasticidad para la
percepcin de otras realidades que exigen mayor capacidad de abstraccin y trascendencia. Pero tambin
debemos advertir que la lucha obsesiva contra la manipulacin o contra cualquier ideologa puede terminar a su
vez en otro caso de manipulacin. Una autntica actitud liberadora parte de la verdad y del amor que edifican y
destierra la ignorancia y el odio que destruyen.
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La autenticidad como fidelidad al personal proyecto de vida requiere percibir y enfrentarse con la realidad de s
mismo y desde la propia originalidad enfrentarse con la realidad del mundo entorno. Del trmino "autenticidad"
se hace tambin en el lenguaje corriente un gran abuso y no sin una lamentable consecuencia. Muchos, en
efecto, lo hacen sinnimo de espontaneidad, sinceridad, franqueza, y as, so pretexto de rechazar la hipocresa y
con el autojustificativo y autoengao de "autenticidad" se defienden cuando desbordan en explosiones
instintivas, exabruptos de impaciencia y falta de tole rancia carencia de criterio para ubicarse en lo que una
elemental prudencia exige o una circunstancia requiere y en fin, cuando faltan a la debida consideracin a los
dems. Nadie est propiciando, por supuesto, el ocultamiento de los vicios y defectos, ni se quiere insinuar
tampoco la represin de una sana expresividad.
Se est hablando simplemente de sensatez. Lo que aqu se quiere recalcar es que la expresin "ser autntico"
en realidad significa ser de hecho y de ver dad lo que se es de nombre. Y tanto puede emplear se para hacer
resaltar una cualidad negativa, coma autntico ladrn, autntico embustero, como para enfatizar una cualidad
positiva como autntico maestro, autntico cristiano. Pero cuando se utiliza la expresin "ser autntico" en forma
absoluta y sin ms aditamento, ha de aplicarse a lo que todos los hombres son en forma absoluta y esencial, a lo
que define su vida como humana. Y entonces resulta autntico slo aquel que en su medida vive el empeo de
llegar a ser mejor como persona y vivir la vida ntegra que corresponde a la dignidad y plenitud humana.
a.2) El hombre, interioridad libre y responsable. Conquistarse y gobernarse.
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La autoconciencia, pues, y la toma de conciencia de las situaciones tienen como funcin principal permitir al
hombre disponer de s para poder optar. Tomar posicin personal ante la vida, ser en cierto modo, creador de su
mundo, ya que la persona es un mundo en el mundo. Incluso tambin creador de s: su mayor obra de arte ha de
ser su vida misma. Dijo ya S. Gregorio de Nisa: "Somos en cierto modo padres de nosotros espritu nos
formamos a nosotros mismos, nos engendramos, nos damos a luz"
(Homila sobre el Eclesiasts. GPG. 44-702-03). Y bien est sealarlo, precisamente en esta poca en que
la insistencia exacerbada de algunos en los condicionamientos del pasado inconsciente y la gravitacin de
los primeros aos de vida sobre todo el curso de ella, parecieran culminar en una doctrina de la
irresponsabilidad. Sentirse hombre requiere sentirse dueo de elegir. Sentirse dueo de su hacer. Slo por
el camino de la libertad siente el hombre que la vida es "su vida" y el bien alcanzado un bien realmente
personal. Liberar entonces, dar libertad, no es slo dejar hacer, sino capacitar para hacer y sobre todo,
educar para poder ser.
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La libertad en s misma no es un fin. Ser libre por serlo, no tiene sentido. Slo tiene sentido cuando el
hombre, a travs de ella ordena su existencia hacia un fin trascendente en todos los planos de su vida
personal, familiar, ciudadana, religiosa. Hacer de la libertad en s el fin del hombre es un contrasentido.
Estamos ante un dilema: o la libertad es para que el hombre logre ser hombre por decisin personal, o, si la
libertad es el fin, que el hombre acepte el absurdo de no tener destino ni sentido: slo seria libre para ser en
definitiva, libre. En realidad, la libertad se logra en una obediencia - un tener en cuenta un mandato
existencial- que, en definitiva, coincide con las pautas liberadoras del ser personal. La libertad fsica se
basa en la certeza de los resultados cuando conocemos y secundamos las leyes fsicas. La libertad
psquica crece en la medida en que maduramos en autoconciencia y autogobierno. La libertad moral, la
que nos conduce al ser que debemos llegar a ser, crece y se afianza en la medida en que vivimos en la
verdad y el amor. Se es libre en la medida en que se descubre y se adhiere al orden nsito de la naturaleza,
es decir a la verdad y al bien. "Libre en realidad, es la persona que modela su conducta responsablemente
conforme con las exigencias del bien objetivo" (Juan Pablo II, Homila Filadelfia 3-1 0-79). Por eso el
hombre de hoy necesita educar su libertad, porque en sus ilusiones de libertad, en su anarqua, es tambin
de otro modo, demasiado obediente, sumiso y esclavo. Despreocupado de su orientacin, a merced de la
instintividad, se somete, sin resistencia ni sana crtica, a cuanta opinin entra en el torrente de la moda, a
cuanta teora pseudo cientfica aparece, a cuanta concurrencia le sugieran los slogan de publicidad a
cuanto modelo de vida asoma en las pantallas, a cuanto "se dice", "se piensa", "se estila". La libertad
profunda. ms que referirse al hacer esto o aquello, se refiere al definirse y disponer el hombre sobre s
mismo (Cf. GS. 17, DP. 322). Es la capacidad de disponer de s para hacerse a s mismo en cada eleccin
y ejecucin, ya que el hombre al hacer algo se esta haciendo a s mismo. Su acto de libertad toca dos
dimensiones: el hacer algo y el hacerse. En aquel "hacer algo" vemos la perfeccin o imperfeccin tcnica
y en el "hacerse" consideramos la perfeccin o imperfeccin tica.
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La educacin es el camino para incorporar la libertad al sentido de la vida: No slo para sealar al
hombre las altas finalidades de la existencia, sino para formar hbitos operativos de modo que dichos fines
sean fuente de motivaciones autnticas en todo comportamiento. No es educar, entonces, el secundar la
ley del menor esfuerzo, el entrenar en la inercia, en la renuncia a toda iniciativa personal, en la supresin
de toda intervencin comprometida. Antes bien, educar es una ardua tarea para ayudar al hombre a
superar sus esclavitudes y sus miedos a la libertad. En ltima instancia, decir que el hombre es libre
significa que es capaz de libertad, pero no que ya la posea. Es en realidad un ser en proceso de
autoliberacin de pulsiones internas y de presiones externas que lo condicionan. Por eso hablamos de
"conquistarse". Porque el logro de los hbitos personalizantes que requiere la libertad constituye aquella
tarea existencial que San Pablo compar con el entrenamiento del atleta (Cf. 1 Cor. 9, 24-27). Llegar a ser
dueo de s es, innegablemente, una conquista. Un anlisis de aquella comparacin de San Pablo nos
mostrar que la abstencin, la aceptacin de la prueba, la lucha y el dolor no son de carcter negativo,
inhibitorio, restrictivo. Contienen una invitacin al crecimiento, capacitacin para los fines anhelados. Por
eso hablamos de "gobernarse", evitando trminos que pudieran insinuar represin o mutilacin sin sugerir
su sentido (contenerse, refrenarse, dominarse). Gobierno es el ordenamiento y canalizacin finalista de las
fuerzas actuantes. El gobierno de s las reconoce todas y busca encauzarlas de modo personalizante en
funcin de motivaciones vlidas.
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Lo que importa a la educacin va mas all de la exterioridad de las conductas, que tambin puede
obtenerse por otros medios no educativos o antieducativos. Importan las razones y motivaciones del
obrar, el crecimiento interior de la persona. Por eso la disciplina empleada como mero recurso para evitar
desordenes y molestias, no tiene ms alcance que ese sentido utilitario; entendida en cambio como
indispensable ejercicio de autogobierno y aporte solidario a la convivencia es una escuela de formacin.
La verdadera disciplina es el hbito fundamenta para la calidad de vida. Significa poseer pautas, orden y
mtodo para el obrar adecuado. Es, en definitiva, educacin. El permisivismo omnmodo terico-prctico
postulado por algunos, aparte de desconocer las diferencias entre la psicologa y pedagoga de cada edad,
es la negacin del sentido de la libertad y por lo tanto, es tambin la ruina de la libertad misma, ya que en
vez de concebir la libertad como poder disponer de s para una misin en la vida le propone al hombre
disponerlo todo para s.
42
Educar en la libertad y para la libertad presupone un sano optimismo y confianza en la bondad de la
persona y en la sensatez de los grupos cuando se les sabe proponer valores y caminos a la madurez. lo
cual no significa desconocer las limitaciones de lo humano y la realidad del pecado original. Es
precisamente a consecuencia de el, que el ser humano vislumbra en su indigencia la necesidad de la
Gracia. El ms hondo y profundo sentido de la liberta lo hallamos en el Nuevo Testamento. La libertad es
una estructura fundamental de lo cristiano. Es el fruto de la accin salvfica de Dios. San Pablo nos dice:
"Han sido llamados a la libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto par satisfacer los
deseos carnales: hganse ms bien servidores los unos de los otros, por medio del amor (Gal. 5, 13). La
libertad de San Pablo es la liberacin de la esclavitud del pecado, de la muerte y de yugo de la antigua ley
para lanzarnos al dinamismo del amor (Rom. 6, 11.18.22; 8, 2 - Rom. 6, 16-23 Gal. 4, 21-31 - Rom. 7,
24). Una vez ms aparece la libertad como disponibilidad de s para la oblacin y donacin en el amor.
Con l se inserta el hombre solidaria y constructivamente en medio de la comunidad para participar en el
destino de la humanidad, sin la cual l tampoco tendra educacin. "Cristo nos ha liberado de la
servidumbre que nos esclaviza, pero no del servicio que se presta por amor. Si somos libres es para poder
amar autnticamente y slo en el amor se realiza la verdadera libertad". (El Libro del Pueblo de Dios p.
2348).
b) Encarnacin: Corporeidad y Comunitariedad
b.1) El hombre en su condicin corporal: Aceptarse e integrarse.
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El hombre emerge dentro de la naturaleza con la dignidad de persona porque el principio vital que lo
anima es el espritu, irreductible a la materia. Mientras el animal comienza y concluye con lo orgnico, el
ser humano lo rebalsa de tal modo que lo orgnico pareciera, en cierto modo, una infraestructura
preparada en vistas a la tarea del espritu en su condicin humana. Pero el nfasis en el culto de la
interioridad puede fcilmente llevar a pedagogas y filosofas deshumanizadas evadidas a menudo de la
realidad hasta perderse en los extremos de un idealismo, un angelismo o una formacin intelectualista
alejada de los compromisos terrenos.
La verdad del hombre es tambin su corporeidad. Frente a la tensin dialctica (cuerpo-alma), el
hombre cede a veces a la tentacin de llevar dos vidas paralelas, disociadas, o privilegiar una en detrimento
de la otra, sin reconocer la lucha entre los polos de la unidad dialctica cuerpo-alma. Toca a la educacin
promover esa armnica integracin de las vivencias de la corporeidad y las rectas orientaciones del
espritu. Incluso, desde el punto de vista cristiano, al decir que la gracia supone la naturaleza debemos
comprender que abarca tambin la dimensin corporal. Lograr ese vivir integrado presupone la aceptacin
de s mismo: nadie trabaja para modificar lo que no acepta. Aceptar la propia encarnacin implica aceptar
los condicionamientos orgnicos, el grado de salud y vigor, los problemas de enfermedad, la edad, el
propio sexo, la raza, el esquema corporal, el temperamento e incluso las propias virtualidades como
responsabilidad operativa. No se trata de una resignacin pasiva sino de aceptarse como dato y tarea, o
mejor an, dato y misin existencial. Diramos que el mayor monto de tarea autoeducativa para el logro
de la unificacin personal, de la propia identidad y madurez, pasa por este empeo de aceptarse e
integrarse.
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A la luz de estas consideraciones generales hemos de advertir y subsanar deficiencias que presenta
nuestra sociedad en cuanto a la educacin integral de estos aspectos. Se trata por un lado de salvar
omisiones notables en cuanto a una adecuada valoracin de la corporeidad y sus diversas expresiones, a
los aspectos de la salud, nutricin, higiene, recreacin, trabajo y la responsable atencin debida a los
problemas ecolgicos de incidencia en la vida humana. Se trata tambin por otro lado de salvar los
excesos y sobrevaloraciones faltas de sentido y ponderacin en cuanto a cuidados y atenciones
sofisticados, no ya a la salud, sino a una esttica refinada que no deja de ser a menudo evidente signo de
superficialidad, falta de criterio y sensatez.
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Hoy ms que nunca la educacin ha de tener en cuenta la urgencia de sembrar sanas y firmes
convicciones para una adecuada valoracin de la vida humana. Se percibe una prdida de sensibilidad
frente al problema: los cuadros de violencia y horror se hacen cotidianos, son frecuentes y flagrantes las
violaciones de este derecho fundamental del hombre. Nuevas situaciones creadas por los adelantos de la
ciencia y de la tcnica ponen sobre el tapete del debate pblico cuestiones referentes a la vida humana,
sobre la cual no se puede opinar con tanta ligereza como suelen hacerlo muchos medios de comunicacin
social que, lejos de tener un propsito educativo, siembran indiscriminadamente las ms falaces ideas
sobre contraconcepcin, aborto, eutanasia y suicidio.
Evidentemente la vida humana merece criterios de discernimiento que estn ms all del pragmatismo
y del hedonismo. La vida corporal no agota el concepto de vida humana y est signada por su destino
eterno. Encierra un bien fundamental anterior y superior a todos los bienes materiales y exteriores: resulta
la condicin de posibilidad para todo enriquecimiento del espritu. Por eso merece mucho mayor respeto y
atencin, aunque no sea el bien supremo, como nos lo confirma el hecho de que consideremos digno y
heroico el dar la vida por los dems y por los valores ms elevados de la existencia.
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El sentido de la vida y el sentido de la muerte son correlativos y, aunque parezca paradjico, nuestro
sentido de la muerte define ms fuertemente nuestro sentido de la vida. La permanente posibilidad de la
muerte confiere a cada instante de la vida una especie de valor supremo en cuanto puede ser el ltimo, y
en consecuencia nuestra opcin por el bien que debemos elegir, no admite dilacin. Y as la muerte nos
abre a las ms hondas perspectivas de la vida como oportunidad urgente para los valores. Toda educacin
tiene como base una filosofa de vida y por ende, una hermenutica de la muerte.
Otras realidades de la vida que han de ser asumidas, integradas y valoradas con hondo sentido
trascendente son el sufrimiento, el dolor, la enfermedad, el deterioro, la invalidez, el fracaso. Estn
presentes a cada paso en nosotros mismos y en muchos otros a quienes debemos comprender y ayudar.
Las situaciones lmite son un llamado a la reflexin sobre la verdad profunda de la existencia, un llamado a
la bsqueda de una congruente filosofa de vida. Son una enseanza vital y concreta sobre la jerarqua de
valores. Ponen a prueba la humildad, la paciencia, la generosidad, la fe, la esperanza. Son un verdadero
test de autenticidad, la hora de la verdad.
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Igual actitud reflexiva nos merecen otras vivencias de la corporeidad, ya que el puro placer pareciera
haber signado las orientaciones de la sociedad actual en detrimento de la misma calidad humana de la vida.
Podramos aludir a varias formas de alienacin que alejan al hombre de s mismo, especialmente a los
jvenes, como el uso poco selectivo y desmedido de la televisin, la prdida de horas y horas en
Al igual que tantas otras situaciones, el trabajo se le presenta al hombre como una propuesta ambigua.
Puede aparecer como pesada carga, sin otro sentido que una inevitable condena, o bien mostrarse como
fuente de crecimiento interior y de apertura a nuevos horizontes.
El trabajo mantendr normalmente su aspecto spero de esfuerzo cansancio y limitacin, pero aun de
esta secuela del pecado original se lo rescata en la concepcin cristiana al asumirlo como elemento de
redencin.
No es posible que la educacin deje de esclarecer el verdadero por qu y para qu del tener que
trabajar. Deber promover las actitudes bsicas que le permitan al hombre asumir el trabajo como factor
constructivo de su personalidad y del mejoramiento de la sociedad. As lo ayudar a rescatarse de la
esclavitud la alienacin, la amargura y tambin de la ingenua euforia de un progreso ilusorio que, mientras
le brinda bienes y recursos, lo deja humanamente empobrecido.
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En el trabajo el hombre se vincula al sentido de la vida, se une a los hombres, procura el incremento
del bien comn y construye comunidad. (Cf. LE. 1 1 y 20) "Cada uno se hace hombre, entre otras cosas,
mediante el trabajo y ese hacerse hombre expresa precisamente el fin principal de todo el proceso
educativo" (LE. 10) Si bien la familia y el colegio fueron las primeras escuelas de la vida, advertimos
claramente que el hombre emprende una definida maduracin, autonoma y sentimiento de autorrealizacin
cuando comienza a trabajar. Entonces se descubre ms profundamente a s mismo, toma posesin de sus
cualidades creativas y del gobierno de s, va expresando lo que es y lo que puede llegar a ser.
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Trabajar es un compromiso de la persona toda que ha de devolver a la sociedad lo que sta le est
brindando mediante el esfuerzo y a menudo el sacrificio de muchos otros que sera ingenuo creer que
basta compensar con el dinero. San Pablo nos seala el trabajo como una perentoria obligacin: "El que no
trabaja, que no coma". (2 Tes. 3, 10) Las dificultades por las que atraviesa nuestra Patria reconocen muy
variadas causas que los analistas se encargan de sealar. Pero pocas veces se alude entre otras causas, a
la inoperancia, el subterfugio, la incompetencia, el rechazo de lo que exige trabajo, esfuerzo, constancia y
preocupacin efectiva por la construccin del pas.
El trabajo resulta un derecho y un deber. Por eso mismo se ha de buscar que las condiciones del
trabajo constituyan tambin un proceso humanizador.
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El problema del trabajo est inscripto en el marco ms amplio de lo econmico-social, que como
realidad cotidiana constituye tambin otra rea de tarea educativa en la que debe darse una formacin
bsica a todos los educandos, y no slo a los que aspiran al ejercicio profesional de las ciencias
econmicas y sociales.
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La educacin sistemtica debiera vivir vnculos de interaccin recproca ms profundos con el mundo
del trabajo. Debiera adems, superar el retardo que impone a la juventud para su ingreso a los procesos
madurativos de las exigencias laborales.
La imagen de la educacin suele estar asociada a libros, aulas y trabajo intelectual, y no suele
presentarse en toda su dignidad el trabajo material, ni tampoco el sentido profundo del trabajo inherente al
quehacer intelectual. Asimismo suele omitirse destacar las ventajas de un trabajo material como
complemento favorable para la salud en medio de tareas intelectuales y el valor que tiene como criterio
para poder vivir adecuadamente la realidad.
El trabajo, al ser obra de la persona toda, participa de su trascendencia espiritual y puede convertirse
en el ofertorio cultural de la vida. Mediante el trabajo el hombre se asocia a la obra creadora de Dios y a la
misin redentora de Cristo, y as, a la luz de la fe, fe trabajo aparece como alabanza, oblacin y redencin.
b.2) El hombre en su condicin comunitaria. Comunin y participacin.
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La persona humana no puede ser considerada ni tratada tan solo en la dimensin de su individualidad
(lo inefable, incomunicable). Resulta indispensable tener en cuenta con igual vigor su dimensin
comunitaria como constitutivo intrnseco. Segn la expresin del Vaticano II, "El hombre es, en efecto,
por su ntima naturaleza, un ser social y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los
dems". (GS. 12) Es decir, el ser humano es tan profundamente relacional que sus relaciones no son algo
que l simplemente tiene; en realidad, las vive y se va autoconfigurando a travs de ellas como una de las
fuentes primordiales en la construccin de su identidad.
Estas consideraciones ponen de manifiesto, una vez ms, la realidad y los alcances de la
interdependencia de los hombres en lo bueno y en lo malo.
La bsqueda del otro y de los otros puede quedar en el plano de la necesaria complementariedad
funcional que da origen a la organizacin poltica de la sociedad. Pero slo podemos hablar de comunidad
cuando vamos ms all de la funcin y organizacin para llegar al trato ms o menos profundo de persona
unidad, unin ntima y profunda que configura el Cuerpo Mstico de Cristo. "Fue voluntad de Dios el
santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexin alguna de unos con otros, sino
constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente". (LG. 9) La comunidad de
amor es el Proyecto Divino para el cual Dios requiere la corresponsabilidad del hombre y el hombre no
madura ni se autorrealiza sino en reciprocidad comunitaria. La comunidad es para el hombre fuente,
camino y meta de madurez. Si pues buscamos una sntesis que nos d la clave sobre la educacin del
hombre desde la filosofa, la psicologa, la sociologa y la teologa podramos concluir diciendo que
Educar es crear comunidad.
Ella est en los fines del proyecto divino y la pedagoga del Seor nos va conduciendo cada vez ms a
palpar la urgencia de una comunidad de amor.
c) Vocacin
c.1) Misin existencial: el hombre, mundo de valores preferidos. Proyectarse y donarse
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Las decisiones que el hombre debe tomar a cada paso en la vida conllevan la opcin por algo favorable o
desfavorable para su crecimiento como persona. Aquellos elementos favorables sern verdaderos valores,
bienes en s que resultan constructivos para la persona en su calidad de tal. De otro modo sern antivalores. A
travs de sus decisiones llegar o no a ser lo que debe ser. Responder o no al llamado esencial de la vida, el
ms profundo: ser hombre y sentirse tal.
Todo cuanto contribuya favorablemente a su proceso de humanizacin o perfeccionamiento como hombre,
resultar un verdadero valor, un bien en s que es bien para la persona, de otro modo ser un antivalor.
La riqueza de la vida especficamente humana, la madurez de la persona, tiene aqu las medidas para su
valoracin. La consistencia de la educacin descansa en la adecuada disposicin para los valores: en el
aprendizaje de las relaciones justas y adecuadas con realidades que valen.
El enriquecimiento personal no se opera por la simple incorporacin de elementos culturales, sino por la decisin
consciente de realizar aquellos que se ven como valiosos, es decir, dignos de estima, bsqueda y realizacin. De
este modo, los valores se presentan como imgenes directrices de la conducta. En realidad el secreto de la
educacin radica en lograr que el educando perciba los valores como respuesta a sus aspiraciones profundas, a
sus ansias de vida, de verdad, de bien y de belleza; como camino para su inquietud de llegar a ser.
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Toda verdadera educacin es por lo tanto axiolgica, culmina en la posesin vital y realizacin de valores. Los
valores han de fundar y sostener todo proyecto educativo, han de entrar en l como objetivos, contenidos y
motivaciones. La educacin es tarea prudencial: sabia eleccin de fines y de medios.
La sociedad de hoy, en vez de proponer a los jvenes que sepan responder a la autoexigencia de crecimiento en
los valores, les habla ms bien de adaptacin, los acepta en la medida de su sumisin a las figuras y costumbres
de turno. Se promueve as el descanso en la mediocridad, en la ley del menor esfuerzo, en el manejo del dato
superficial, el slogan, la moda, la vida placentera.
En lo accidental puede haber muchos modos de ser muchos estilos de vida, pero en lo esencial y profundo en la
confrontacin con los valores, no existe un estilo de vida neutro o indiferente. Se vive en el valor o en el antivalor.
Se vive con sentido o sin sentido.
El mundo de valores que cada cual prefiere configura su vocacin y se convierte en uno de los perfiles ms
significativos de su identidad.
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Las circunstancias concretas de la vida llama a cada cual a realizar los valores esenciales a travs de mil
variadas formas que constituyen su vocacin de estado de vida y su vocacin profesional. En realidad uno sigue
los valores, no en abstracto sino encarnados en otras personas a las cuales trata de promover y ayudar a ser.
Como bienes que son, los valores tienden a la difusin de s, de modo que no slo sacan al hombre del
enclaustramiento egosta sino que tambin lo mueven a proyectarse, a producir en el mundo huellas de su
imagen y semejanza. Lo movern finalmente a donarse a s mismo, porque el amor es la nica actitud que
confiere dignidad humana a toda otra actitud para con las personas.
De acuerdo con estos criterios, una orientacin profesional de los educandos forma parte esencial de la tarea
educativa. Se le debe a todos en profundidad y seriedad.
La familia, la escuela, la sociedad tienen el deber de crear condiciones cada vez mejores para que cada cual
pueda descubrir y realizar el llamado de sus responsabilidades vocacionales. Habr de tener en cuenta no slo
las inclinaciones, aptitudes y dinmica profunda de la personalidad de cada cual, sino tambin las urgencias del
entorno a que nos debemos.
La vocacin como servicio a la comunidad ha de ser una de las lneas de fuerza de toda educacin. En medio
del individualismo, materialismo y exitismo inmediato que tanto caracteriza al mundo de hoy, urge rescatar el
sentido social, tico y trascendente de toda vocacin.
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Para el cristiano estos llamados vocacionales lo llevan a interpretar la vida como misin y a organizarla en base
al llamado fundamental que lo convoca a la fe y al Reino de Dios.
"Dios llama a todos los hombres y a cada hombre a la fe y, por la fe, a ingresar en el pueblo de Dios mediante el
bautismo. Esta llamada por el Bautismo, la Confirmacin y la Eucarista, a que seamos pueblo suyo, es llamada
a la COMUNION Y PARTICIPACION en la misin y vida de la Iglesia y, por lo tanto, en la Evangelizacin del
mundo". (Puebla 852).
"Todos los cristianos, segn el designio divino, debemos realizarnos como hombres VOCACION HUMANA- y
como cristianos, viviendo nuestro bautismo en lo que tiene de llamada a la santidad (comunin y cooperacin
con Dios), a ser miembros activos de la Comunidad y a dar testimonio del Reino (comunin y cooperacin con
los dems) -VOCACION CRISTIANA- y debemos descubrir la vocacin concreta (laical, de vida consagrada o
ministerial jerrquica) que nos permita hacer nuestra aportacin especfica a la construccin del Reino
-VOCACION CRISTIANA ESPECIFICA-. De este modo, cumpliremos, plena y orgnicamente, nuestra misin
evangelizadora". (Puebla 854)
c.2) Compromiso trascendente. El hombre vocacin de encuentro con Dios. Amor y santidad.
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Hablar de educacin integral y decir que ha de tener en cuenta adems el desarrollo de las tendencias religiosas
del ser humano requiere todava una precisin.
Lo religioso, en efecto, no es un elemento ms, un aadido. Tampoco basta considerar lo religioso como un valor
importante e indispensable. La plenitud de la vida slo puede darse cuando se la vive interpretada unitariamente
en torno a Dios como principio fundante de todo y el fin que reorienta hacia s todos los fines intermedios.
Tanto la filosofa como la antropologa pedaggica procuran encontrar y transmitir una visin congruente del
mundo y de la vida. En ella aparece toda la naturaleza orientada hacia el hombre. La reflexin sobre las ansias
infinitas de este ser finito nos muestra que todas ellas nacen de una interna ordenacin dinmica hacia Dios
como su causa y su fin ltimo.
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Es tambin por eso que el impulso trascendente lo puede llevar al hombre a la idolatra, cuando no es capaz de
descubrir al verdadero Dios. Y es entonces cuando tampoco se descubre y reordena a s mismo (Cf. Puebla
185). El atesmo moderno no reconoce su adoracin de los dolos, actitud que por paradoja nos confirma la
imperiosa urgencia de la religin. "Los vacos religiosos dejados por corrientes secularistas, y que es causa de
ignorancia religiosa, tienden a ser llenados hoy por dolos que el hombre se inventa. Vemos as cmo se dan
entre nosotros lo que Puebla llam las idolatras del sexo, del poder y de la riqueza, sustitutivos de la adoracin
del Dios verdadero, que constituye la autntica religiosidad natural del hombre". (DHC. 138).
Si educar es ayudar al hombre para que descubra la clave profunda de su ser y su destino y colaborar para que
pueda darle una respuesta responsable, la educacin ms verdadera y profunda es la que trabaja como
pedagoga del sentido de Dios.
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Muchos viven sinceramente preocupados por los males que afligen a la humanidad y tratan empeosamente de
curarlos, pero no podrn saciar una sed de infinitud mientras sigan construyendo antropologas y pedagogas
que no centren al hombre en Dios.
Una educacin liberadora no es la que se debate en sacudir yugos sin saber por qu constituyen una opresin,
ni en qu consiste la verdadera libertad ni cmo evitar caer en otro gnero de esclavitud queriendo salir de la
primera.
". . . La Iglesia est plenamente convencida de que toda liberacin temporal, toda liberacin poltica....lleva
dentro de s misma el germen de su propia negacin y decae el ideal que ella misma se propone, desde el
momento en que sus motivaciones profundas no son las de 1a justicia en la caridad, la fuerza interior que la
mueve no entraa una dimensin verdaderamente espiritual y su objetivo final no es la salvacin y la felicidad en
Dios" (Evangelii Nuntiandi, 35).
". . . He aqu la palabra liberadora por excelencia: "Al Seor Dios adorars, slo a l dars culto". La cada de los
dolos restituye al hombre su campo esencial de libertad. Dios, libre por excelencia, quiere entrar en dilogo con
un ser libre, capaz de hacer sus opciones y ejercer sus responsabilidades individualmente y en comunidad. Hay,
pues, una historia humana que aunque tiene consistencia propia, su autonoma, est llamada a ser consagrada
por el hombre a Dios. La verdadera liberacin, en efecto, libera de una opresin para poder acceder a un bien
superior". (DP. 491).
70
As pues, todo proyecto personal de vida y todo proyecto comunitario que quiera coincidir con la verdad ms
profunda debe admitir que, aunque no lo haya vislumbrado, el compromiso con Dios est presente como
fundamento y destino de todo otro compromiso, y que el hombre mismo lo reconoce cuando invoca a Dios como
testigo de sus juramentos. Esa presencia de Dios en el hombre, en el mundo y en la historia, ese ser ms ntimo
al hombre que el hombre mismo, como dira San Agustn, es aquel camino que le permite al hombre encontrarse
a s mismo cuando lo encuentra a Dios. Porque Dios es su vocacin clave y definitiva. Por eso no es de extraar
que se defina como meta ltima de la educacin la semejanza con Dios, cuando ya los griegos lo haban
percibido como la tarea del perfeccionamiento humano.
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En la concepcin bblica ese llamado a la santidad reviste adems el sentido de homenaje de la propia vida a la
Augusta Majestad de Dios.
"Ustedes sern santos? porque yo, el Seor su Dios, soy santo" (Lev. 19, 2). "Por lo tanto sean perfectos como
es perfecto el Padre que est en el cielo" (Mt. 5, 48); ". . . y nos ha elegido en El, antes de la creacin del mundo,
para que furamos santos e irreprochables en su presencia por el amor" (Ef. 1, 4).
"La voluntad de Dios es que sean santos" (1 Tes. 4, 3) y como un eco de estas enseanzas el Concilio Vaticano
II dedica el cap. quinto de la Constitucin Lumen Gentium a la "Universal vocacin a la santidad en la Iglesia".
La peregrinacin interior del hombre para "llegar a ser" es la peregrinacin del hombre hacia Dios por el camino
de las virtudes teologales. Ser personas de fe, esperanza y caridad. Ser comunidades de fe, esperanza y
caridad. Esto es algo que incluye para el cristiano, el reconocimiento de la accin salvfico educativa de Dios a
cuya iniciativa amorosa el hombre ha de brindar una respuesta por amor ayudado con su gracia.
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Tambin el paganismo ha tenido un lenguaje anlogo como cuando Platn en el libro de Las Leyes
llama a Dios "el educador supremo del gnero humano". Pero la dimensin cristiana de estas expresiones
es muchsimo ms profunda porque nos ubica en el orden de la Gracia. El cristiano reconoce un nico
maestro que tiene su ctedra en la profundidad de los corazones (Cf. San Agustn, De Magistro).
En cuanto a ustedes no se hagan llamar "maestro" porque no tienen ms que un Maestro y todos
ustedes son hermanos" (Mt. 23,8).
Dios aparece en la Escritura como un Padre que educar a su hijo hasta la muerte (Cf. Prov. 3, 11;
Heb. 12, 5-1 1, Ap. 3, 19).
Entre los Santos Padres, Ireneo de Lyon concibe las relaciones entre Dios y el hombre como
relaciones esencialmente educativas. Clemente de Alejandra representa a Cristo como divino educador,
pedagogo, aunque en sentido distinto del trmino usado por S. Pablo.
Segn Orgenes, Cristo es el supremo maestro del hombre y los acontecimientos de la historia bblica
y la profana constituyen la pedagoga de Dios. San Gregorio Niseno recurre a una expresin llamativa para
las citas bblicas: "el profeta Isaas nos educa:. . .", "el apstol nos educa cuando dice... "
73
Y la actitud madura en el encuentro con este Divino Maestro no puede ser otra que buscar y hacer su
voluntad. La meta de la madurez cristiana es Cristo (. . hasta que todos lleguemos. . . al estado de hombre
perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo - Ef. 4, 13) y Cristo sintetiza la clave de
su vida en la obediencia al Padre: "Aqu estoy, yo vengo. . . para hacer, Dios, tu voluntad" (Heb. 10, 7).
Esa voluntad divina se centra en el nico y fundamental precepto de amor para cuyo cumplimiento El
se hace presente en nosotros por medio de su Espritu. "Por tanto, todos los fieles cristianos, en las
condiciones, ocupaciones o circunstancias de su vida, y a travs de todo eso, se santificarn ms cada da
si lo aceptan todo con fe de la mano del Padre celestial y colaboran con la voluntad divina, haciendo
manifiesta a todos, incluso en su dedicacin a las tareas temporales, la caridad con que Dios am al
mundo" (LG. 41).
3. En el proyecto comunitario de vida:
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La comunidad como tal es un nuevo ser distinto de la sumatoria de sus componentes. Tiene tambin
ella su peculiar carcter y, por lo tanto, desde un punto de vista pedaggico no basta tener en cuenta el
proyecto personal de vida de cada uno de los integrantes, es necesario enfocar la educacin de la
comunidad en cuanto comunidad. Tambin ella tiene que tener su trayecto y sus objetivos educativos.
Toda comunidad debe dar una respuesta viva a las necesidades bsicas que busca todo hombre en el
seno de los grupos: un clima de verdad, justicia aceptacin y afecto y sentido de presencia valiosa en el
seno de las comunidades ms amplias.
Por eso debe cultivar explcitamente una conciencia lcida de su identidad y misin, hondas relaciones
personales enriquecedoras por el intercambio de vida y experiencia, y debe crear un clima propicio para la
participacin corresponsable que lleve a sus integrantes a una mayor madurez.
Se reconoce una comunidad como madura cuando se muestra
coherente con sus objetivos plenamente compartidos;
integrada por la aceptacin mutua;
organizada en la distribucin de funciones y roles;
solidaria en la preocupacin servicial;
corresponsable en esfuerzos concertados;
testimonial en su mstica vivida.
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La sensibilidad del hombre de hoy espera de nuestra pedagoga importantes tareas en torno a la
integracin, el dilogo y la educacin para la participacin partiendo de la realidad de lo que somos hoy
como sociedad.
Se han de promover los encuentros interpersonales enriquecedores, la ejercitacin grupal, el
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As como quien se preocupa por elevarse ha de procurar elevar su ambiente, porque es innegable la
influencia que l ejerce y los lmites que impone, del mismo modo, quien educa ha de procurar que
tambin los dems integren los esfuerzos en un mismo sentido.
Queremos destacar ahora la importancia de la congruencia total del ambiente, el alcance que tiene el
que sea una totalidad coherente la que educa.
Primero porque es doloroso para el que educa y un esfuerzo muy amargo ver cmo pone a sus
educandos en una situacin de dobles mensajes: los suyos y los del ambiente, en los cuales se diluyen los
esfuerzos educativos; y en segundo trmino, considerar las consecuencias para la salud psquica de los
integrantes de una comunidad al vivir en este clima.
Esto nos plantea la necesidad de precisar el concepto de comunidad educativa.
Con los trminos "comunidad educativa" se suele aludir a la escuela como "conjunto de estamentos alumnos, padres, profesores, entidad promotora y personal no docente - relacionados entre s" (El laico
catlico, 22).
Pero simultneamente se dice que el concepto de comunidad educativa no se agota en la escuela (Cf.
laico catlico, 22 - Puebla 1023 y 1048). Podramos entonces entender que este concepto funciona en dos
instancias: la escuela y el municipio o ciudad.
Evidentemente por la especificidad de su misin, la escuela desempea un papel medular, y cuanto se
dice de la comunidad educativa se aplica a ella con mayor estrictez. Pero es preciso no perder de vista la
adecuada integracin de todas las fuerzas vivas de una comunidad le convivencia.
Todos estn convocados. Por eso Puebla nos propone: "Estimular la comunidad civil en todos sus
sectores para cual es necesario instaurar un dilogo franco y receptivo, a fin de que asuma sus
responsabilidades educativas y logre transformarse, junto con sus instituciones y recursos, en una
autntica ciudad educativa" (D.P. 1048).
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Esta convocatoria a la Ciudad para que vele por si misma es un llamado a resguardar y promover su
propia identidad.
Toda comunidad se funda en un proyecto de vida en comn, y si el alma del proyecto de vida es el
conjunto de valores amado y buscado y la educacin, el camino de estas realizaciones, surge evidente el
ntimo vnculo que une la comunidad y el hecho educativo.
No les pediremos a todas las comunidades de persona que sean educativas intencionalmente en todas
sus actividades, pero s que traten de crear un ambiente y aportar elementos propicios para la educacin,
mantener alejado lo que es antieducativo. Hecha esta salvedad nada obsta, al contrario, es de recomendar a
cada sociedad la realizacin de acciones institucionalmente educativas.
Todo esto tiene aplicacin desde el nivel familiar. Por eso Puebla, entre todas las sugerencias
pastorales, pone en primer trmino este llamado a los padres: "Fomentar, en unin con los agentes de
pastoral familiar, la responsabilidad de la familia, especialmente de los padres, en todos los aspectos del
proceso educativo". (D. 1039)
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Tres ejes fundamentales para una comunidad educativa en sentido amplio estn dados por el ideario
comn, los objetivos y la promocin de la participacin individual y personal.
Entendemos por ideario, sobre todo el proyecto hombre que se busca realizar y que da sentido a toda
labor educativa. Ofrece una clara definicin de los fines fundamentales y de l surgen objetivos o metas
concretas, inmediatas y evaluables que orientan las planificaciones.
b. Hacia la Civilizacin del Amor
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El vivir del hombre es, en realidad, un convivir. La imagen del hombre que ha de orientar su
educacin deber, en consecuencia, incluir, junto con un adecuado perfil de la persona individual, el
modelo de sociedad a que se aspira.
Por otro lado, la transmisin crtica de la cultura y el compromiso de una toma de conciencia para la
intervencin transformadora, no pueden darse sin un perfil ideal de sociedad que se alce como meta y
como criterio de las acciones.
Slo ser una sociedad a la medida de la dignidad del hombre, aquella en que todos y cada uno puedan
sentir que son tenidos en cuenta y respetados como personas. No, donde se los tiene como un simple
nmero ms; no, donde se los manipula como un objeto til o se los aprecia slo por cualidades parciales
o funciones que puedan desempear. Para la dignidad humana de la persona slo cabe la actitud del amor
o toda otra actitud que tenga el amor como respaldo. Porque, en definitiva, slo el amor reconoce al otro
como un semejante con todas las consecuencias que de ello se derivan. En ese reconocimiento se basa la
aceptacin incondicional de los derechos del hombre.
El amor cristiano ve, adems, al otro como hermano. Ms an, como epifana de Cristo mismo, que
da por hecho a s cuanto hacemos a los dems.
Por eso hablamos en sntesis de "la civilizacin del amor".
Pablo VI defini ese estilo de vida como "aquel conjunto de condiciones morales, civiles, econmicas,
que permiten a la vida una posibilidad mejor de existencia, una racional plenitud, un feliz destino eterno"
(Pablo VI, 31-12-75).
El fundamento es, sin duda, la bondad de los corazones; pero sta debe llegar a traducirse en la
justicia de las estructuras y en el mutuo brindarse de los propios bienes y talentos en actitud de servicio.
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La importancia y la riqueza de este tema quedan reflejadas en el reciente documento de la C.E.A. "Los
jvenes y la Civilizacin del Amor en la Argentina".
Vale la pena evocar su lnea fundamental, que constituye un verdadero programa educativo para
fundar nuestra nueva convivencia en el amor del hombre por el hombre.
Son signos de 1a civilizacin del Amor: El SI al hombre y a la dignidad de su vida. El SI a la libertad,
la verdad, la justicia y la paz. El SI al trabajo, la familia y la fe.
La primaca de la persona sobre todo poder o proyecto. La primaca de la tica sobre la tcnica. La
primaca de lo trascendente. La bsqueda de una nueva sabidura: la del amor.
Tambin conviene destacar aqu el alto valor educativo que encierra el movimiento ecumnico de la
Iglesia para el aprendizaje de la convivencia en el mundo pluralista de hoy.
El cristianismo, en sus albores, traz una imagen ejemplar de sociedad inspirada en el amor: "Todos lo
creyentes se mantenan unidos y ponan lo suyo en comn: vendan sus propiedades y sus bienes, y
distribuan el dinero entre ellos segn las necesidades de cada uno. Intimamente unidos, frecuentaban a
diario el Templo, partan el pan en sus casas, y coman juntos con alegra y sencillez de corazn; ellos
alababan a Dios y era queridos por todo el pueblo". (Hechos 2, 44-47).
Esa fe y ese estilo de vida produjeron el mayor cambio en el rumbo de la historia, porque tuvieron el
poder de transformar interiormente al hombre, clave indispensable para la transformacin de la sociedad.
Captulo IV : El Encuentro Educativo.
1. La relacin interpersonal y el clima comunitario
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Mientras en otras pocas se privilegiaban como factor preponderante los contenidos, los programas,
luego el buen profesor, y finalmente el protagonismo del alumno como interviniente activo y creador, hoy
da se llama la atencin sobre la relacin dialgica de todos esos factores, pero se subraya sobre todo el
valor de la relacin misma educador-educando.
En este sentido cobran mayor importancia la relacin, la comunicacin, el dilogo, la intersubjetividad,
el encuentro educador-educando, con toda aquella profundidad que le han dado a estas palabras la
antropologa filosfica y la psicologa relacional.
Debemos considerar tambin la necesidad del dilogo de los educadores entre s y el de los educandos
entre sus pares.
No es el caso de pormenorizar aqu tan ricos aportes, pero s llamar la atencin sobre lo poco que se
los tiene en cuenta al planificar y evaluar el proceso educativo, y sobre todo., al formar a los educadores
llamados por vocacin a ser los hombres del dilogo y del enriquecimiento experiencial de vida.
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La relacin educador-educando constituye una relacin vital: es intercambio de vida y por lo tanto de
riqueza interior. Vitalizante: debe vigorizar, animar a vivir en plenitud, llevar al crecimiento y
autorrealizacin. Pero es evidente que para eso el educador debe estar viendo en el educando un hombre
con toda su riqueza potencial y no un ser que cumple un mero ciclo biolgico. Para este arco de la vida
que se mide por los aos basta la generacin y la nutricin. Para la vida del espritu, que es lo especfico
del hombre, resulta esencial la educacin como "encuentro de interioridades".
Por eso la educacin es deber y derecho de los padres como responsables de dar vida. Por eso
tambin los educadores profesionales participan de una funcin paterna con todas las exigencias del amor,
madurez y donacin que conlleva esa paternidad en el espritu.
La relacin educador-educando es una relacin que debe dar respuesta a las necesidades bsicas del
ser humano: seguridad, afecto, reconocimiento, posibilidad de crecimiento y realizacin, pero sobre todo,
debe dar orientacin y sentido de la vida que son las razones especficas del encuentro educativo.
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El "encuentro educativo" requiere la aceptacin mutua: slo as se puede lograr la posibilidad de
cooperacin y dileccin que conjuga los esfuerzos de unos y otros en busca de las altas finalidades
educativas y permite superar la frecuente situacin de dos bandos en pugna, no siempre notoria, pero en el
fondo existente. Porque en realidad todo encuentro profundamente humano y vitalmente comprometido
resulta al mismo tiempo conflictivo por la exigencia de abnegacin, de renuncia de los propios egosmos y
enclaustramientos.
El encuentro conlleva la negacin de s en el as de hoy, para ser algo nuevo y mejor; provoca un
cuestionamiento interior por esa oposicin dialctica que invita al cambio necesario para la madurez
personal.
Lo que se ha de buscar entonces es que ese trasfondo conflictivo no sea el carcter dominante de las
aquellos que guan al nio en sus primeros pasos hasta los de ms alta jerarqua acadmica. La escuela as
entendida es, en esencia, el "mbito especfico de formacin integral de la persona humana a travs de la
comunicacin sistemtica y crtica de 1a cultura" (L.E.C. 26). En razn de ello, "a la vez que cultiva con
asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad de recto juicio, introduce en el
patrimonio de la cultura conquistada por las generaciones pasadas, promueve el sentidos de los valores,
prepara a la vida profesional, fomenta el trato amistoso entre los alumnos de diversa ndole y condicin,
contribuyendo a la mutua comprensin. . ." (G.E.M. 5). Aunque en sus formas ms elementales se la
encuentra en todas las pocas y todas las civilizaciones, su compleja estructura contempornea constituye
una de las creaciones ms caractersticas de la cultura occidental difundida actualmente en todo el orbe.
Los profundos cambios sociales que contemplamos en nuestros das sacuden, naturalmente, sus
cimientos; pero, pese a algunos detractores tericos y al impacto de los modernos medios de
comunicacin social, ella conserva y acrecienta su importancia, sobre todo en los niveles superiores. Ms
an: puede decirse sin exagerar que el grado de desarrollo y perfeccionamiento de las instituciones
escolares refleja el grado de desarrollo y adelanto de un pueblo mucho mas cabalmente que ciertas
estructuras, instrumentos y productos materiales cuya posesin suele confundirse con el progreso.
2. La escuela, comunidad educativa
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Una rpida referencia a sus orgenes ayudar a completar esta breve caracterizacin de la escuela.
Histricamente, ella ha sido el fruto de la libre asociacin de maestros y discpulos - particularmente en el
caso de las escuelas universitarias - o de maestros y padres de familia - en el de las escuelas de primeras
letras -. Durante siglos, la escuela vivi y creci, superando todo gnero de dificultades, al impulso del
dinamismo espontneo de la sociedad. La Iglesia, primero, y luego los Estados apoyaron y protegieron las
incipientes instituciones escolares, las promovieron y dotaron con generosidad creciente, y asumieron, por
fin, en muchas ocasiones, la responsabilidad directa de su fundacin y sostenimiento. Pero en todos los
casos la escuela conserv un carcter que es parte de su esencia y cuya preservacin interesa hoy tanto
como entonces: la de ser una comunidad de hombres que comparten un mismo proyecto educativo y unen
sus esfuerzos para hacerlo realidad.
3. La escuela moderna
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Las profundas transformaciones sociales, polticas y econmicas ocurridas a partir del siglo XIX no
podan dejar de producir efectos de importancia en la vida de las instituciones escolares. De todos esos
efectos nos interesa por el momento sealar dos, que diferencian netamente la escuela moderna de todos
sus modelos anteriores. El primero es la multiplicacin de las escuelas creadas y administradas por el
Estado. Sin que haya, por cierto, dejado de crecer el nmero de las creadas por la iniciativa social o
privada, en todos los pases las escuelas son hoy, en su mayor parte, de carcter estatal. El segundo
efecto es la interrelacin de todas las escuelas de cada pas a travs de un sistema escolar nico, creado y
regido por la ley, llamado comnmente sistema educativo, denominacin esta que, en rigor, excede el
mbito estrictamente escolar. En virtud de tal sistema, las escuelas, ya sean estatales o privadas, estn
vinculadas recprocamente por un conjunto de normas pedaggicas y administrativas, comunes a todas
ellas. Ambos efectos no son sino manifestaciones de la mayor intervencin del Estado en la vida social,
que caracteriza a nuestra poca; intervencin fundada en el propsito de promover el bienestar general,
uno de cuyos aspectos fundamentales est constituido precisamente por el nivel cultural de la poblacin.
4. Consecuencias de la mayor intervencin estatal
a) Consecuencias positivas.
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La mayor intervencin del Estado en materia escolar ha tenido consecuencias altamente positivas que
es de estricta justicia sealar. En lo que se refiere a la creacin de escuelas, ella ha hecho posible la
asignacin de recursos a fines educativos por montos nunca conocidos en el pasado y que la iniciativa
social, librada a su solo esfuerzo, no hubiera podido lograr. Tal cosa ha dado como fruto la
universalizacin y democratizacin de la educacin escolar primaria y actualmente, de la secundaria, as
como la extensin cada vez mayor de la educacin escolar superior o terciaria. En muchos pases, como
en el nuestro, ha permitido, adems, la implantacin progresiva de la gratuidad de la enseanza. Ha
permitido asimismo la creacin de escuelas en los lugares ms remotos, donde la iniciativa privada no
hubiera podido hacerlo o lo hubiera hecho con mucho retraso.
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Por su parte, la creacin y organizacin de los sistemas escolares o educativos ha facilitado
grandemente el pasaje de los alumnos de una escuela a otra, y de un nivel a otro superior, en forma
prcticamente automtica, as como el reconocimiento de los estudios realizados y de los ttulos
obtenidos, en ambos casos con indudable beneficio para la continuidad del aprendizaje y para el ejercicio
profesional en una sociedad tan compleja y mvil como la actual.
b) Consecuencias negativas.
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Junto a estas consecuencias positivas, no podran dejar de sealarse algunas otras de signo contrario.
La ms grave es, sin duda, la tendencia al estatismo, que no es la intervencin legtima y benfica del
Estado sino una intervencin absorbente y excluyente, cuya expresin extrema es el monopolio escolar.
Ya en el siglo pasado se pudo advertir en diversos pases la fuerza de esta tendencia, que alcanz sus
manifestaciones ms crudas y aberrantes en los Estados autocrticos y totalitarios. En estos, el estatismo
y el monopolio constituyen una derivacin lgica y casi forzosa de la ideologa dominante. Mucho menos
lgica y por cierto de ninguna manera forzosa es la aparicin de esa misma tendencia en gobiernos y
corrientes polticas que se proclaman democrticos, y que realmente lo son o quieren serlo, salvo en
materia escolar. Se trata de una contradiccin interna que cabe atribuir a condicionamientos ideolgicos
ms fuertes que las convicciones democrticas. O tal vez a un celo burocrtico mal orientado, que termina
ahogando a la sociedad a la que debiera servir. Empero, salvo en los pases totalitarios, el monopolio
escolar no ha logrado prevalecer. El dinamismo social ha sido ms fuerte que el estatismo y, pasado cierto
tiempo, el equilibrio entre la iniciativa estatal y la iniciativa social en materia escolar se ha vuelto a
restablecer.
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Una segunda consecuencia negativa - que constituye sin duda un efecto no deseado por nadie - es la
esclerosis y la burocratizacin del sistema educativo. Cuanto mayor es la intervencin estatal, mayor es la
Proliferacin de normas y reglamentaciones de toda especie y, consecuentemente, mayor es la rigidez del
sistema frente a los cambios permanentes de la realidad. Transformaciones y reformas que en un
establecimiento educativo aisladamente considerado se podran proyectar, decidir y aplicar en breve
tiempo, al tener que ser aprobadas por las ms altas autoridades educativas a travs de minuciosas
instrucciones, demoran aos en aplicarse y, cuando lo logran, suelen resultar tardas y extemporneas. A
juzgar por las declaraciones de muchos expertos, nuestro pas no est exento de este riesgo.
100
Otro efecto no deseado de la excesiva intervencin estatal es el abandono de sus responsabilidades
educativas por parte de la sociedad en general, incluidas, por desgracia, muchas familias. He aqu lo que
podra denominarse la contrapartida del estatismo: la sociedad abandona la escuela, adoptando a su
respecto una actitud pasiva y hasta negativa, limitada a exigir y criticar. Todo el esfuerzo educativo
corresponde entonces al Estado, nada a los padres, muy poco a los alumnos. Alarmados por esta
tendencia, los gobiernos - y hasta los organismos internacionales que se ocupan de la educacin - tratan
de revertirla, buscando frmulas que restablezcan la armona entre la educacin sistemtica, la familia y la
sociedad. Tratan, en suma, de avivar la conciencia de una responsabilidad familiar y social adormecida por
un absorbente intervencionismo estatal.
Captulo II : Principios tico-Jurdico Bsicos de la Educacin Sistemtica.
1. Los principios aplicables
101
De la breve lectura de la realidad que acabamos de hacer se desprende claramente que cualquier
reforma del sistema educativo, para mejorar su rendimiento cuantitativo o cualitativo, requiere hoy,
necesariamente, una decidida participacin del Estado. Sin ella, muy poco es lo que pueden hacer los
establecimientos educativos aislados, aun contando con la mxima colaboracin de los docentes, alumnos
y padres de familia. Y esto nos lleva a plantear, tambin brevemente, como punto de partida y presupuesto
bsico de cualquier reforma, el tema de los derechos y deberes de la persona humana y los correlativos
deberes y derechos del Estado, no ya con relacin a la educacin en general, sino concretamente con
relacin a la escuela o, mejor, al sistema escolar o educativo. Tratndose de derechos y deberes, tal
planteo debe hacerse, lgicamente, a la luz del derecho natural y del derecho constitucional de cada pas.
En el caso del nuestro, el problema se simplifica, porque felizmente no existe entre ellos conflicto ni
contradiccin. Con esto queremos decir que en esta parte del documento nos referiremos al hombre,
como persona, independientemente de su fe o sus creencias. Y al hacerlo, no invocaremos argumentos de
fe sino de razn, vlidos para todos nuestros conciudadanos, con los cuales deseamos dialogar
fraternalmente, para bien de todos.
2. Derechos de la persona humana
102
Los derechos de la persona humana - "principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales" (G.S.
25) - con relacin al sistema educativo, en la doble condicin de educando y de educador, son fciles de
discernir y ya han sido objeto de nuestras reflexiones en anteriores documentos.
a) Los derechos del educando o "derecho a aprender"
Como educando, el hombre tiene un derecho natural, fundamental e inalienable, que la Constitucin
Nacional (art. 14) denomina "derecho de aprender" y cuyo contenido puede muy bien sintetizarse en las
dos proposiciones desarrolladas en nuestro anterior documento "Iglesia y Comunidad Nacional", a saber: el
derecho de todos los hombres a la educacin y el derecho a la educacin de todo el hombre, es decir, a
una educacin integral (I.C.N. 154 y 155).
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El derecho de todos los hombres a la educacin es hoy reconocido y proclamado unnimemente. En
la "Declaracin universal de los derechos humanos" (art. 26) puede leerse: "Toda persona tiene derecho a
la educacin. . .". El Concilio Vaticano II, por su parte, declara: "Todos los hombres de cualquier raza,
condicin y edad, en cuanto participantes de la dignidad de persona, tienen el derecho inalienable a una
educacin. . ."(G.E.M. 1). Este derecho genrico a la educacin comprende necesariamente un derecho
especfico a la educacin sistemtica. Y sta, a su vez, para responder a las exigencias de la dignidad
humana, debe tener en cuenta dos principios bsicos: el de igualdad de oportunidades y el de libertad de
opciones.
104
La igualdad de oportunidades educativas indiscutible como principio, no siempre se da en la realidad.
Esto nos obliga a todos a tomar conciencia de que, en el estado actual de nuestra sociedad, la desigualdad
educativa constituye una grave injusticia social, porque afecta, no ya a aspectos accidentales del bienestar
individual, sino a lo ms esencial e ntimo de la personalidad, como es su propio perfeccionamiento, y,
adems, porque condiciona negativamente el resto de la vida de muchos compatriotas y hermanos
nuestros, dando lugar a nuevas desigualdades sociales que una adecuada educacin podra evitar o al
menos atemperar. Por ello, la igualdad de oportunidades educativas, como derecho efectivo y concreto y
no slo como simple declaracin de principios o expresin de deseos debe ser una meta permanente y
prioritaria de toda poltica educativa, mxime en un pas democrtico. En este sentido debe sealarse que
la gratuidad de la educacin sistemtica constituye un indudable progreso, aunque por s sola no resuelve
el problema de los sectores sociales marginales, ni el de las regiones menos desarrolladas del interior, ni
tampoco el de las personas minusvlidas; situaciones para cuya solucin se requiere un esfuerzo adicional
de la sociedad y el Estado, fundado en inexcusables deberes de solidaridad social.
Por otra parte, el justo nfasis puesto en la defensa del principio de igualdad de oportunidades no debe
hacernos olvidar que tal principio no exime a nadie del esfuerzo personal inherente a toda actividad
educativa ni que, sobre todo en los niveles superiores del sistema, la igualdad debe darse "en funcin de
los mritos respectivos" (Declaracin universal de los derechos del hombre; art. 26.1.)
105
En cuanto a la libertad de opciones educativas, queremos sealar que, por ser el hombre, no slo
objeto sino ante todo sujeto de su propia educacin, el sistema educativo de admitir el ejercicio de distintas
opciones a que todo hombre tiene derecho, en razn de su inalienable libertad. Entre estas opciones
sobresale por su importancia la que se refiere a la eleccin de escuelas y, por ende, maestros;
independientemente del carcter estatal o privado de los establecimientos. La negacin de esta libertad de
eleccin constituira una injusticia no menos agraviante para la persona humana que las desigualdades
antes sealadas. Si ella fuera absoluta, de modo tal que la opcin resultara legalmente imposible por la falta
de reconocimiento de los ttulos y estudios de los establecimientos privados, cualquiera fuera su nivel,
estaramos ante un monopolio de signo totalitario, absolutamente incompatible con el derecho natural y
con nuestro rgimen constitucional. Si ella fuera relativa, es decir, disimulada mediante la canalizacin de
todos los recursos del Estado hacia las escuelas estatales y la privacin de todo apoyo econmico a las
creadas por la iniciativa privada, la libertad de elegir escuelas y maestros quedara reducida a un privilegio
de los ricos, con evidente menosprecio del principio de igualdad de oportunidades. Por lo tanto, los
aportes estatales a los establecimientos privados para determinados gastos no son ddivas ni favores
graciables sino un deber de justicia distributiva, cuyo fundamento no es otro que la igualdad de todos los
habitantes y el respeto de sus libertades fundamentales.
106
El derecho a la educacin de todo el hombre, que es parte, segn dijimos, del "derecho de aprender"
reconocido en la Constitucin Nacional, se refiere al carcter integral que debe poseer toda verdadera
educacin y, por lo tanto, tambin la sistemtica; carcter que hoy prcticamente nadie discute y que la
"Declaracin universal de derechos humanos" (art. 26) precisa con las siguientes palabras: "La educacin
tendr por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana. . .". Naturalmente, el sentido de la palabra
integral est ligado a la concepcin de la vida que cada uno profese. No es igual el concepto de
integralidad que posee un hombre con convicciones religiosas que el de aquel que carece de ellas. En el
primer caso, la integralidad est vinculada, por otra parte, a las propias convicciones o creencias y no a
una religiosidad genrica y difusa. Por todo ello, a nadie resultar difcil coincidir con lo que al respecto
dijimos en nuestro documento "Iglesia y Comunidad Nacional", a saber: que la educacin "no puede
limitarse a la formacin cientfica, por buena que ella sea, sino que implica tambin una formacin fsica,
psicolgica, moral, doctrinal y espiritual. Por todo eso, el derecho a la educacin de todo el hombre no
queda suficientemente garantizado si en la escuela se descuida la formacin religiosa, conforme a las
convicciones de cada uno, ya que ello conforma una de las dimensiones constitutivas del ser humano"
(I.C.N. 155).
107
No desconocemos las dificultades que existen para llevar a la prctica en todos los casos estos
principios evidentes en s mismos. Pero ellas no son insalvables. Por lo pronto, frente a la legitimidad y
necesidad de una educacin integral, resulta an ms incuestionable el derecho a elegir la escuela que
ofrezca una educacin conforme con las propias convicciones o creencias. La libertad de opciones a la
que antes nos referimos tiene as un nuevo fundamento en que apoyarse: el de los derechos de la
conciencia.
108
Queda el problema de las escuelas estatales, a las que concurren por diversos motivos alumnos de
distintas convicciones religiosas y tambin quienes carecen de ellas. No resulta fcil encontrar a este
problema soluciones vlidas para todo tiempo y lugar; pero ello no impide formular algunas reglas o pautas
de validez permanente. Ante todo debe recordarse que no es misin del Estado ensear o propagar una
doctrina religiosa, menos an impedir su propagacin o su enseanza. Por consiguiente, la escuela del
Estado no puede imponer creencias, pero tampoco combatirlas o coartar sus legtimas manifestaciones.
Debe respetar las convicciones y creencias de todos los alumnos sin excepcin y, ante todo, educarlos en
el respeto recproco, para lo cual el primer paso es conocerse mutuamente tal como cada uno es, en sus
similitudes y en sus diferencias. No puede ignorar el hecho de que la gran mayora de los alumnos, al
menos en nuestro pas, profesa una fe religiosa, no siempre ilustrada, no siempre operante, pero cierta. No
puede, por consiguiente, educarlos como si todos fueran agnsticos o ateos. Es ilegtima, por lo tanto, esa
variante del laicismo, de estilo pseudocientfico, declaradamente hostil a toda fe religiosa y en especial a la
fe catlica, que en otras pocas intent prohibir en las escuelas hasta la mencin del nombre de Dios.
Pero la escuela estatal no debe limitarse a respetar pasivamente las convicciones y creencias de los
alumnos. De algn modo debe alentarlos y estimularlos a ilustrar, cultivar y vivir su fe, de modo tal que
los valores religiosos que cada uno reconoce como verdaderos no sean piezas dislocadas del resto de su
vida, sino que, por lo contrario, contribuyan eficazmente a la formacin de su personalidad, especialmente
en la esfera de las virtudes morales, tan necesitadas de sustento, particularmente en nuestra poca.
Sobre la base de estas pautas y con la buena voluntad de todos no es tan difcil resolver el problema
de la enseanza religiosa aun en las escuelas del Estado.
b) Los derechos del educador o "derecho de ensear"
109
Llegado a su madurez, el hombre, sin abandonar la tarea nunca acabada de su propia formacin,
tiende a educar. Basta sondear el fondo del corazn humano para advertir que el afn de ensear, de
trasmitir a otros los propios conocimientos, experiencias y valores es algo tan natural como el afn de
aprender. Ms an, puede decirse que ambos son aspectos inseparables de una misma y profunda
exigencia de la naturaleza humana. Negar al hombre la posibilidad de realizacin en este aspecto esencial
de su vida es hacer violencia a su naturaleza, es negarle un derecho natural, fundamental e inalienable que
la Constitucin (art. 14) denomina "derecho de ensear". Y por lo mismo que el derecho de asociarse
libremente es tambin un derecho natural reconocido por la Constitucin (art. 14), el derecho de ensear
puede ser ejercido individual y colectivamente, en cualquiera de las formas de asociacin o sociedad
previstas por la ley.
110
Por otra parte, en una sociedad en la cual la educacin sistemtica est regulada por la ley, mediante
un rgimen minucioso de reconocimientos de ttulos y estudios, es innegable que el derecho de ensear
comprende la posibilidad de hacerlo dentro del sistema escolar, y acceder as a aquel rgimen de
reconocimiento. De lo contrario, dada la amplitud y complejidad que caracteriza a los modernos sistemas
escolares, el derecho constitucional de ensear quedara reducido a una mera declaracin sin mayor
importancia prctica. Obviamente, este derecho no es absoluto - ningn derecho lo es - y el Estado puede
fijar condiciones morales y tcnicas mnimas para ensear dentro del sistema, siempre que ellas no
desvirten la esencia y finalidad del derecho, como ocurrira si se establecieran discriminaciones
arbitrarias para el reconocimiento de escuelas, ttulos y estudios, o ste quedara librado a la
discrecionalidad de los funcionarios. No menos arbitrario sera cualquier condicionamiento que,
desconociendo el carcter peculiar de los establecimientos educativos creados por la iniciativa privada, les
negara el derecho a funcionar conforme a sus respectivos estatutos, conservar su identidad espiritual,
designar libremente su personal docente y no docente, y cultivar su propia originalidad pedaggica en
materia de planes y mtodos de enseanza, dentro de mrgenes razonables.
111
En este contexto, cuando la Iglesia, siguiendo una tradicin tan antigua como ella misma, funda
establecimientos educativos de todo nivel y abre sus puertas a quienes libremente quieren educarse en
ellos, no pretende privilegio alguno, ni necesita invocar el mandato de ensear a todas las gentes que le
diera su divino fundador, Jesucristo. Se limita, simplemente, a ejercer el mismo derecho que poseen todas
las personas fsicas y jurdicas, independientemente de las ideas, convicciones y creencias que las
inspiran.
3. Deberes de la persona humana
112
Hablar de los derechos de la persona humana con relacin al sistema educativo y no hacerlo
simultneamente de sus deberes sera introducir un factor de desequilibrio que puede ser nocivo tanto para
la persona como para la sociedad. El hombre como educando o como educador, tiene, en efecto, en
materia educativa, deberes que, aun cuando no siempre pueden serle exigidos jurdicamente, no pierden
nunca una validez moral que obliga en conciencia.
a) Los deberes del educando
El hombre tiene, como tal, el deber moral de procurar su propio perfeccionamiento, es decir, su
propia educacin integral. Esto es as, en primer lugar, porque, pese a sus flaquezas, la naturaleza humana
tiende a la perfeccin. Pero tambin porque, como ser naturalmente social, el hombre est moralmente
obligado a contribuir al bien comn de la sociedad, mediante un aporte personal que en buena medida ser
proporcional a su propio perfeccionamiento y capacitacin. Y como la educacin sistemtica, salvo casos
excepcionales, es el medio normal para lograr esto ltimo, es indudable que todo hombre tiene el deber
moral de aprovechar al mximo, dentro de sus posibilidades y conforme a su vocacin especfica, las
oportunidades que ella le brinda.
113
Desgraciadamente, con frecuencia las obligaciones escolares son presentadas, aun por padres y
docentes, como una actividad regida simplemente por un juego de premios y castigos o, a lo sumo, de
ventajas y desventajas materiales, carente de todo sentido tico. El ideal de una educacin integral es
reemplazado muchas veces en el corazn de los jvenes por el mero afn de obtener con el mnimo
esfuerzo las calificaciones indispensables para la promocin anual y la obtencin final de un ttulo o
diploma. Por doloroso que resulte, hay que reconocer que, al margen de los defectos del sistema
educativo, buena parte del esfuerzo educativo de la sociedad y del Estado se malogra por falta de una
adecuada conciencia de sus responsabilidades en los propios alumnos. Y no hay sistema educativo ni
tcnicas pedaggicas que puedan prescindir del esfuerzo personal del alumno, primer agente de su propia
educacin, al menos en los niveles medio y superior.
Estos principios acerca de las responsabilidades del educando debieran ser inculcados en el nimo de
los jvenes, no slo por los padres y docentes, sino tambin por todos aquellos que de alguna manera
influyen, a travs de los medios de comunicacin social, en la formacin de la opinin pblica y la
conciencia social; a fin de que esas responsabilidades puedan ser asumidas con verdadera alegra,
vindose en ellas la fuente de la propia felicidad y la mejor manera de prepararse para construir entre todos
una sociedad ms justa, fraterna y humana.
b) Deberes del educador
114
La accin de educar impone tambin deberes, porque, aunque se funda en derechos inalienables, est
moralmente dirigida al bien del educando: el educador se realiza sirviendo a quienes educa. El alumno no
es, pues, un objeto o un sujeto meramente pasivo de la accin educativa; es una persona cuyos derechos
debe el docente no slo respetar sino tambin proteger y promover, sobre todo en aquellos aspectos
particularmente delicados de la educacin que se relacionan con la formacin moral o con las
convicciones religiosas del alumno o su familia.
Educar dentro del sistema educativo - sea en establecimientos estatales o privados - impone adems la
obligacin de cumplir con las exigencias propias de dicho sistema en lo que respecta a capacitacin y
perfeccionamiento profesionales, dedicacin a las tareas especificas y dems responsabilidades de la
funcin docente. Es ste un deber de lealtad y justicia para con los alumnos, sus padres y la sociedad
toda, que esperan del docente un desempeo acorde con aquellas exigencias.
Todos estos deberes son, hasta cierto punto, jurdicamente exigibles y estn expresamente previstos
en los reglamentos escolares; pero, all donde los reglamentos no llegan, no reconocen otra exigibilidad
que la que emana de la propia conciencia. Es all, precisamente, donde se pone a prueba la autenticidad de
la vocacin docente.
115
Queremos insistir en estas reflexiones, porque, sin desconocer la cuota de responsabilidad personal
que cabe a todo alumno en su propio rendimiento escolar, es sabido que la calidad de la enseanza influye
decisivamente en ese rendimiento y puede reducir al mnimo los fracasos individuales. Una mala
enseanza, por el contrario, deja secuelas que pueden prolongarse durante toda la vida. Cierto es que
muchas veces los defectos del sistema condicionan la labor. docente y conspiran contra su eficacia; pero,
an as, tales defectos - cuya correccin debe procurarse por todos los medios - no pueden convertirse en
excusa vlida para descuidar las propias obligaciones o ceder al desaliento. Un verdadero educador se
sobrepone a las circunstancias ms adversas.
Finalmente, quisiramos recordar que no existe una educacin moralmente neutra. Cualquiera sea su
especialidad o su tarea especfica, el docente educa con su palabra y con su vida. El ejemplo de conducta
que d en el aula o fuera de ella dejar su huella en el corazn de sus alumnos.
4. Derechos y deberes de los padres.
116
Hasta aqu, al hablar del educando, no hemos hecho distingos de edad. Pero es sabido que, en su
mayor parte, los alumnos de las escuelas son nios, adolescentes y jvenes jurdicamente menores de
edad. Partiendo de derechos naturales indiscutidos, la legislacin de todos los pases - con excepcin de
los Estados totalitarios antiguos y modernos - reconoce a los padres de esos menores un conjunto de
derechos y les impone a la vez una serie de deberes que configuran la llamada patria potestad (Cf. R.N.
10, ed. BAC; D.I.M. 10, ed. Paulinas). En este lugar queremos referirnos a esos derechos y deberes, no
en general, sino exclusivamente en sus relaciones con la escuela y el sistema escolar.
a) Derechos
117
En virtud de la patria potestad, los padres tienen, en primer lugar, el derecho de ejercer, en nombre de
sus hijos menores, todos los derechos que a ellos corresponden, como personas y como alumnos,
excepto los personalsimos, esto es, los no susceptibles de ser ejercidos mediante representacin, Entre
tales derechos sobresale el de elegir estudios, escuelas y maestros. La "Declaracin universal de derechos
humanos" ya citada ratifica este principio al decir: "Los padres tendrn derecho preferente a escoger el
tipo de educacin que habr de darse a sus hijos" (art. 26. 3). La "Convencin americana de derechos
humanos" del 22 de noviembre de 1969 (Pacto de San Jos de Costa Rica), que el Congreso de la Nacin
aprob el 1 de marzo de 1984 (ley 23.054), es an ms explcita, pues dice textualmente: "Los padres, y
en su caso los tutores, tienen derecho a que sus hijos o pupilos reciban la educacin religiosa y moral que
est de acuerdo con sus propias convicciones" (art. 12 inc. 4). Los derechos de los padres en esta materia
no son, pues, los derechos de terceros que vienen a interferir en la relacin entre el alumno y el Estado o
el sistema escolar, como alguna vez se ha pretendido, sino los mismos derechos del alumno, ejercidos por
aquellos a quienes la naturaleza y las leyes confan la representacin, proteccin, educacin y cuidado de
las personas hasta que stas alcanzan la madurez psicofsica y jurdica.
118
En segundo lugar, como al elegir estudios, escuelas y maestros para sus hijos los padres no declinan
ni transfieren la patria potestad, tienen tambin derecho a ser informados, consultados y escuchados
acerca del comportamiento escolar de sus hijos y de los problemas que les ataen. En otras palabras tienen
derecho a ser considerados miembros de la comunidad educativa, aspecto muchas veces descuidado en la
organizacin escolar, sobre todo cuando el alto nmero de alumnos y docentes de un establecimiento se
convierte en factor de masificacin.
b) Deberes
119
Pero los padres tienen, no slo derechos con relacin a la escuela, sino tambin - y sobre todo deberes; el primero de los cuales es no desentenderse de ella. Con demasiada frecuencia, aun aquellos
padres que escogen cuidadosamente - a veces con verdadero sacrificio - la escuela de sus hijos, suelen
dejar todo el esfuerzo educativo a cargo de los docentes. La escuela y la familia se convierten as en
instituciones paralelas, que nunca se encuentran con lo cual los esfuerzos de ambas, en lugar de
converger, se dispersan y hasta se enfrentan. Nunca, por lo tanto, se insistir suficientemente en la
necesidad de que los padres asuman y vivan plenamente sus responsabilidades educativas, que vean en la
escuela una colaboradora y no una sustituta de su misin, que den a los maestros de sus hijos todo el
apoyo que stos necesiten, y que completen su labor dando a sus hijos esa parte fundamental de la
educacin que ninguna escuela, por buena que sea, alcanza a dar.
5. Derechos y deberes del Estado
120
Al definir los derechos y deberes de la persona humana - y, cuando se trata de alumnos menores de
edad, de los padres de familia - quedan automticamente definidos los correlativos deberes y derechos del
Estado con relacin al sistema escolar. Empero, un breve anlisis del mismo tema desde el ngulo
particular del Estado ayuda a precisar los principios que venimos desarrollando.
a) Derechos
En general, corresponde al Estado, "ordenado por su propia naturaleza al servicio del bien de sus
miembros" (I.C.N. 98), la regulacin de las actividades sociales en la medida requerida por el bien comn.
Las actividades educativas no escapan a esta regla. En virtud de ella, el estado puede sin duda exigir a
todos los habitantes un nivel mnimo de instruccin, porque tal nivel interesa al bien comn. Puede
asimismo exigir una formacin especfica y calificada a quienes aspiran a ejercer ciertas profesiones
estrechamente vinculadas con el bien comn. Adems, en pases como el nuestro, en los cuales los
establecimientos educativos estatales de todas las jurisdicciones y los privados que as lo desean forman
parte de un sistema escolar nico, caracterizado por el reconocimiento recproco y automtico de sus
ttulos y estudios, el Estado tiene la lgica atribucin de fijar las bases y los lineamientos generales de
dicho sistema, comunes a todos los establecimientos que lo integran. Y, por consiguiente, tiene la
atribucin de supervisar la actividad de esos establecimientos - incluidos desde luego los privados - para
asegurar el cumplimiento de las normas que los rigen.
121
En el ejercicio de estas atribuciones, deben los gobernantes obrar con prudencia, pues los excesos
reglamentarios, aun los inspirados en las mejores intenciones, pueden llegar a desvirtuar la esencia del
derecho de ensear y aprender y al mismo tiempo, como ya se dijo, ocasionar la esclerosis y
burocratizacin del sistema, perjudicando as la calidad del servicio educativo. Deben, en especial, saber
discernir la distinta naturaleza y jerarqua de las materias objeto de regulacin legal. Hay, en efecto,
aspectos de la educacin que por estar directamente relacionados con la unidad moral y la identidad
cultural de la nacin, o con la preservacin y fortalecimiento de sus instituciones fundamentales, justifican
la atencin preferente del Estado (Cf. D.R.E. 14). Pero hay otros, en cambio, que por corresponder al
vasto campo de la cultura universal requieren del Estado tan slo la fijacin de aquellos objetivos y
contenidos bsicos de la enseanza que son estrictamente necesarios para el normal funcionamiento de un
sistema educativo con las caractersticas ya sealadas. Todos los dems aspectos de la programacin
escolar deben quedar librados a la competencia y responsabilidad profesional de las autoridades y docentes
de los establecimientos educativos estatales o privados.
b) Deberes
122
El primer deber del Estado en materia educativa - como en cualquier otra - es respetar los derechos
fundamentales de las personas. Pero este respeto no es una funcin exclusivamente pasiva, pues en
muchos casos la vigencia efectiva de aquellos derechos depende total o parcialmente de un apoyo positivo
y concreto del Estado. Ambos aspectos de la accin estatal conforman el llamado principio de
subsidiariedad, no siempre bien entendido y aplicado entre nosotros. En nuestro documento "Iglesia y
comunidad nacional" sealamos que dicho principio tiene un doble contenido: negativo uno y positivo el
otro, pero ambos inseparables (I.C.N. 98). En virtud del primero el Estado debe respetar y hacer respetar
la iniciativa de las personas y comunidades menores. En virtud del segundo debe tomar la iniciativa para
"procurar a los individuos y comunidades menores todo aquello que slo l puede brindar o puede
procurrselo mejor que los particulares. . . De poco servira, en efecto, proteger la libertad si los
particulares no recibieran el apoyo positivo requerido para el desarrollo de sus derechos". (I.C.N. 98). Tal
principio no significa, pues, que el Estado pueda cruza se de brazos ante las carencias y necesidades
sociales, la espera de que la iniciativa privada encuentre las soluciones adecuadas y aun que stas no
lleguen nunca o no lleguen a tiempo.
123
Aplicando este principio a la educacin sistemtica, resulta claro que el Estado tiene el deber de
respetar las iniciativas de orden privado, que expresan el natural y legtimo dinamismo social. Y tiene
simultneamente el deber de obrar por s mismo, prestando los servicios educativos que hagan falta para
satisfacer necesidades sociales no atendidas. En el cumplimiento de este ltimo deber el objetivo prioritario
y permanente de la accin del Estado es, segn ya dijimos, la plena vigencia del principio de igualdad de
oportunidades educativas.
Ambas iniciativas, la del estado y la de la sociedad son pues, complementarias. Por lo dems, el
campo accin en materia educativa es tan amplio y son tantas las necesidades an no atendidas que no
puede haber entre ellas choque o conflicto alguno, a menos que deliberadamente se lo quiera provocar.
6. El pluralismo y unidad del sistema
a) Pluralismo cultural y pluralismo escolar
124
Esta breve exposicin de los principios fundamentales sobre derechos y deberes de las personas y del
Estado en materia escolar nos lleva a la conclusin de que, en ltima instancia, el problema radica en
encontrar un justo equilibrio entre la unidad del sistema escolar y el pluralismo cultural propio de toda
sociedad moderna y democrtica.
En nuestro documento "Iglesia y comunidad nacional" decamos: "Una cultura nacional no implica una
identidad uniforme. La nacin puede congregar en torno a un nmero de valores bsicamente comn,
diversas regiones culturales que tienen su propia caracterstica particular. Variedad sta que no daa sino
que enriquece la cultura comn" (I.C.N. 80). Y luego de diversas consideraciones histricas agregbamos:
"La nacin tiende a concebirse y a realizarse cada vez ms como una entidad poltica que rene bajo un
mismo poder centralizado un pluralismo cultural e ideolgico" (I.C.N. 82). Difcilmente haya alguien que
niegue la exactitud de esta descripcin de la realidad contempornea ni la legitimidad de estas ideas.
125
En el mismo documento, al referirnos en particular al sistema escolar "en el marco de una sociedad
caracterizada por la pluralidad de ideas, valores, modos de pensar y opinar" sostuvimos que, en materia
educativa, el pluralismo cultural se traduce en pluralismo escolar, entendido ste como "la coexistencia y en cuanto sea posible - la cooperacin de las diversas instituciones escolares, que permitan a los jvenes
formarse criterios de valoracin fundados en una especfica concepcin del mundo, prepararse a
participar activamente en la construccin de una comunidad y, por medio de ella, en la construccin de la
sociedad" (I.C.N. 157; L.E.C. 13). La legitimidad de este pluralismo escolar es, pues, la consecuencia
lgica y necesaria de la legitimidad del pluralismo cultural.
126
Y as como el pluralismo cultural no atenta contra la unidad nacional mientras se mantenga firme la
adhesin a un ncleo bsico de valores e instituciones comunes, as tampoco el pluralismo escolar atenta
contra la unidad del sistema escolar, mientras haya un conjunto de principios y normas bsicos, comunes
a todos los establecimientos educativos que integran el sistema. Por lo contrario, son las discriminaciones,
las desigualdades y las arbitrariedades las que atentan contra la unidad de la nacin y del sistema, pues
nada hay que debilite ms los vnculos sociales profundos que la conciencia de ser vctima de una
marginacin o una injusticia.
b) La experiencia argentina
127
En nuestro pas, este pluralismo no es una novedad. Fundado, como hemos visto, en textos
terminantes de la Constitucin Nacional, su reconocimiento prctico por la legislacin ha ido progresando,
no sin algunos altibajos, a travs de todas las pocas y de los sucesivos gobiernos, hasta configurar lo que
puede muy bien llamarse una constante histrica de la evolucin de nuestro sistema educativo.
Es de estricta justicia mencionar aqu al menos algunos de los cuerpos legales que han dado forma
prctica a este pluralismo escolar, desde la antigua ley nacional 934, del ao 1878, que abri la posibilidad
de reconocimiento de los estudios medios cursados en establecimientos privados y la no menos antigua ley
1.420 (art. 70), del ao 1884, que hizo otro tanto con los primarios, hasta la ley 13.047 del ao 1947
(reglamentada actualmente por los decretos 15 y 371 del ao 1964), que estableci el aporte financiero
estatal para el pago de remuneraciones docentes en los establecimientos privados cuyos aranceles no
alcanzaran a cubrirlos. Y sin olvidar el decreto-ley 6.403 del ao 1957, que reconoci la libertad de
enseanza en el orden universitario, ratificada luego por las leyes 14.557 del ao 1958 y 17.604 del ao
1967; ni el decreto 4.857 del ao 1958 (ratificado por el decreto 371 del ao 1964) que hizo otro tanto con
respecto a la formacin del profesorado. Estas leyes y decretos nacionales y los provinciales que han
adoptado en sus respectivas jurisdicciones los mismos principios y frmulas legales han consolidado un
sistema plural que permite a la iniciativa social o privada fundar y dirigir establecimientos educativos de
todos los niveles en condiciones igualitarias en todo lo referente a validez de ttulos y estudios.
En lo que respecta al financiamiento escolar, el aporte estatal ha puesto al alcance de todos los
sectores sociales la posibilidad de elegir la escuela de su preferencia - excepto las universidades - en
condiciones, si no absolutamente igualitarias, al menos razonablemente equitativas. Los ms beneficiados
por este aporte han sido los sectores menos pudientes, como lo prueba el hecho de que en sus dos
terceras partes las escuelas privadas sean gratuitas y las restantes en buena proporcin perciban aranceles
mnimos.
128
La Iglesia catlica ha apoyado y aplaudido todas y cada una de estas conquistas legales, pero sera
injusto olvidar que, al hacerlo, no ha intentado nunca reservar algn privilegio o ventaja para s; pues si
bien las escuelas privadas son en su mayora catlicas - cosa explicable en un pas que tambin lo es -, al
lado de ellas se levantan escuelas cristiano-evanglicas y escuelas israelitas en nmero menor pero
ciertamente importante, as como muchas escuelas no confesionales (que entre las universidades son
mayora); todas las cuales ejercitan el derecho de ofrecer un servicio educativo calificado a quienes
libremente desean recibirlo, cultivando su propia fisonoma espiritual o su originalidad pedaggica, dentro
del sistema y conforme a la Constitucin y la ley.
No sera razonable desconocer que en este proceso de desarrollo de la escuela privada ha habido
algunos errores e imperfecciones, pero menos razonable sera negar que el resultado final es altamente
positivo. Tampoco podra negarse que, en muchos lugares, ella fue la avanzada del sistema educativo; y,
que en otros casos, l enriqueci con innovaciones y adelantos que luego habran de generalizarse. Es de
desear, por lo tanto, que un rgimen que dio tan buenos frutos hasta el presente se consolide y
perfeccione en el futuro.
129
El problema del pluralismo se plantea tambin como hemos visto, en el seno de las escuelas estatales,
a las que concurren alumnos de distintas convicciones. y creencias. Para resolverlo, se han aplicado en
nuestro pas frmulas diversas, segn las pocas. An hoy los regmenes particulares varan de una
provincia a otra.
Habindose cumplido recientemente el centenario de ley nacional 1.420, considerada como la
expresin el modelo del laicismo escolar, es oportuno recordar que su texto no menciona en parte alguna
tal palabra que tampoco niega la posibilidad de la enseanza religiosa en la escuela, de acuerdo con las
convicciones de cada uno; por ms que la relegue a horarios que, al menos hoy, resultan poco apropiados
para hacerla efectiva. De cualquier modo, no es concebible que dicha ley, meritoria por ms de un motivo,
haya querido propiciar dos enseanzas antagnicas, religiosa una e irreligiosa otra, dentro de la misma
escuela.
Tal interpretacin adems de constituir una aberracin pedaggica, configurara un agravio a los
principios constitucionales a las races histricas de la nacionalidad. Los abuso cometidos en su nombre,
violentando su propio texto no pueden constituirse pues en una regla de interpretacin vlida para todo
tiempo y lugar.
Es de desear, por consiguiente, que una serena evaluacin de sus resultados, as como de la realidad
actual del pas, permita encontrar soluciones ms acordes con un sano pluralismo la necesidad de una
educacin integral, tal como el propio Congreso de la Nacin acaba de reconocerlo al dictar la ley 23.054
por la que se aprueba la "Convencin americana de derechos humanos", mencionada anteriormente.
Captulo III : Opciones y Prioridades.
1. Necesidad de la reforma del sistema
130
A juzgar por las reiteradas declaraciones de las autoridades educativas y la opinin de los especialistas
en cuestiones pedaggicas, el sistema escolar argentino requiere urgentes reformas. Puede decirse que ese
es el pensamiento generalizado tambin en vastos sectores de la docencia y de la poblacin. Sin embargo,
esas reformas se demoran desde hace aos, sin llegar a concretarse nunca, tal vez por falta de suficiente
consenso acerca de las opciones ms convenientes y an de las prioridades que es necesario tener en
cuenta. O porque, cuando se habla de reformas, se comienza siempre por los puntos ms polmicos y
conflictivos, en lugar de hacerlo por aquellos en los cuales el consenso es ms amplio. O, tal vez, porque
habituados como estamos a un sistema escolar caracterizado por un reglamentarismo rgido y detallista al
extremo, toda reforma se concibe como el reemplazo de un reglamentarismo por otro similar, con lo cual
la bsqueda de acuerdos mnimos entre todos los que tienen autoridad para opinar se hace indudablemente
muy difcil. De cualquier modo, es conveniente que las distintas opiniones se expresen a travs de
propuestas y sugerencias concretas, no slo de crticas al sistema vigente.
131
En este sentido, sin entrar en aspectos tcnicos que no son de nuestra competencia, los obispos
podemos hacer nuestro propio aporte, extrado de la experiencia varias veces secular de la Iglesia en
cuestiones educativas y escolares. Es lo que intentaremos a continuacin, de manera sinttica y sencilla.
2. Propuestas para la reforma del sistema
132
Desde luego, la base de toda reforma debe ser el pleno respeto de los principios fundamentales de
orden jurdico y moral en materia de educacin sistemtica que acabamos de desarrollar. Sobre tal base,
no es difcil sugerir algunas propuestas que ciertamente no agotan el tema de la reforma del sistema, pero
pueden servir de punto de partida para un intercambio constructivo y esclarecedor.
a) Aspectos cuantitativos
No insistiremos demasiado en estos aspectos porque hay amplia coincidencia, en las esferas de
gobierno y en todos los sectores sociales y polticos, acerca de la necesidad de extender los beneficios del
sistema educativo, en todos sus niveles, a todos los sectores y a todos los lugares, especialmente los ms
carenciados, asignando a tal fin los recursos que sean necesarios. Compartimos plenamente estas
coincidencias y exhortamos a todos a no retroceder en ese camino.
Creemos, adems, que el mayor esfuerzo del Estado - y tambin el esfuerzo espontneo de la sociedad
- debiera estar orientado a hacer efectivo el principio de igualdad de oportunidades educativas, varias
veces mencionado en este documento.
Nos preocupa la marginalidad educativa, fuente de toda clase de males, para los jvenes y para las
sociedad, cuyas manifestaciones mas notorias, aunque no nicas, son los resabios de analfabetismo y la
desercin escolar en los ltimos grado de la escuela primaria.
Nos preocupa, sobre todo, e gravsimo problema de la niez material o moralmente abandonada, que
no slo carece de escuela sino tambin de hogar.
La erradicacin de estos males compromete el esfuerzo solidario de toda la sociedad argentina. Sin
descuidar el impulso a los estudios superiores, que toda sociedad moderna necesita para su propio
desarrollo, la expansin cuantitativa del sistema en esas reas debe constituir una prioridad exigida por la
justicia social, no menos que por la fraternidad cristiana.
b) Aspectos cualitativos
Pero no basta el crecimiento cuantitativo, pues si l no va acompaado por un progreso y
perfeccionamiento cualitativo, la expansin del sistema tendr como consecuencia la propagacin de sus
defectos. En este aspecto deseamos sealar algunos puntos que a nuestro juicio son prioritarios, sin que
ello signifique restar valor a otros que, por demasiado obvios o demasiado tcnicos, nos excusamos de
mencionar aqu.
133
En primer lugar, creemos que es necesario poner ms nfasis en los aspectos formativos de la
educacin sistemtica, que constituyen el basamento d la personalidad. Nos referimos a la formacin
moral y tambin a la religiosa, dentro de las pautas que antes desarrollamos; pero no solamente a ellas,
pues en todas las reas del aprendizaje escolar hay aspectos formativos e informativos. Sin subestimar la
importancia de estos ltimos, son preferentemente los primeros los que exigen el ejercicio de las ms altas
facultades del hombre, y por ello mismo contribuyen ms eficazmente a su madurez psicofsica,
intelectual y moral y al pleno desarrollo de su personalidad. En un mundo tan colmado de informacin
como de personalidades inmaduras, pareciera que esta prioridad es indiscutible.
134
En segundo lugar, y como consecuencia natural de lo anterior, creemos que es conveniente reconocer
a docentes y alumnos mrgenes mayores para canalizar su capacidad de iniciativa y creatividad. A travs
de lo que advertimos en nuestras propias escuelas, nos parece que un reglamentarismo exagerado y una
programacin demasiado frondosa y detallista de la enseanza estn ahogando toda iniciativa y privando a
docentes y alumnos de todo estmulo creador. Aunque ste no sea el objetivo de tales planes y
reglamentos, es sin duda su efecto evidente. No debiera olvidarse nunca que la cultura - de la cual el
proceso educativo es parte esencial - necesita, para no decaer, mrgenes adecuados de libertad. Por lo
dems la sociedad argentina ha alcanzado un nivel cultural que la hace acreedora a una mayor libertad
pedaggica, sin riesgo para el sistema ni para el pas.
135
En tercer lugar, creemos que debiera facilitarse - ya que no imponerse - una mayor diversificacin de
los estudios, en atencin a las necesidades y caractersticas regionales y locales. Al decir esto, pensamos
sobre todo en la formacin laboral y profesional de los alumnos, tanto en el nivel superior del sistema,
como en el medio. Como pastores con sede en las ms diversas y remotas regiones del pas, tenemos una
viva conciencia de las peculiaridades de cada una de ellas y nos parece indispensable que, salvo en
aquellos aspectos que hacen a la unidad cultural y poltica de la nacin, los planes y programas de estudios
se adapten exactamente a las necesidades y caractersticas locales.
136
Finalmente, queremos mencionar un punto que tal vez sea el ms importante de todos. Nos referimos
a la capacitacin, el perfeccionamiento y la jerarquizacin de los docentes, punto clave de cualquier
reforma educativa y condicin ineludible para su xito. Nunca ser demasiado lo que se haga en este
campo.
c) Aspectos institucionales
Los objetivos que acabamos de proponer, especialmente los cualitativos, estn ntimamente
relacionados con diversos aspectos de carcter institucional, que en cierta medida los condicionan.
Tambin acerca de este punto deseamos hacer algunas sugerencias.
137
En primer trmino, creemos que el otorgamiento de mayor autonoma pedaggica a los
establecimientos educativos - no hacemos aqu distincin entre estatales y privados - es una necesidad
imperiosa del sistema. Lo dicho anteriormente acerca del estmulo a la creatividad de docentes y alumnos,
a la diversificacin de los estudios y a la consiguiente flexibilidad de los planes pasa necesariamente por
una mayor autonoma de los establecimientos. Obviamente mayor autonoma supone una mayor
responsabilidad del personal directivo y docente, lo cual no deja de ser altamente positivo; as como una
reforma bastante profunda de la metodologa de supervisin a cargo de las autoridades educativas.
138
En segundo trmino, nos preocupa la coordinacin de los esfuerzos educativos de la escuela, la
familia y el entorno social. Ni la escuela estatal es una oficina pblica, ni la no estatal, una empresa
privada. Toda escuela, como recordamos al comienzo, es - o debiera ser - una verdadera comunidad, en
cuyo seno los vnculos humanos profundos van mucho ms all de las exigencias recprocas de ndole
estrictamente reglamentaria. Cualquier reforma debera fortalecer esa comunidad educativa y estrechar sus
vnculos con el entorno social, tal como lo ensea una valiosa experiencia histrica.
139
En tercer trmino, nos parece conveniente una mayor participacin de la sociedad, a travs de su
mltiples instituciones representativas del quehacer educativo, en el planeamiento general de la educacin
sistemtica. No nos referimos, desde luego, a la toma de decisiones sino al proceso previo que la prepara
y facilita. La experiencia indica que ese tipo de participacin, lejos de trabar las decisiones polticas, ampla
la visin de los funcionarios, disminuye los riesgos de error y evita conflictos futuros.
140
En cuarto trmino, como pastores que en la mayora de los casos ejercemos nuestro ministerio en el
interior del pas, opinamos que tanto en la formulacin de las polticas educativas como en la
administracin del sistema escolar tendran que tener mayor gravitacin los entes polticos menores, como
las provincias y, tal vez, los municipios. Esto es tambin una aplicacin del principio de subsidiariedad, ya
que, segn ste, lo que un ente poltico menor puede hacer satisfactoriamente, no tiene por qu asumirlo
ni absorberlo el ente poltico mayor. La centralizacin excesiva es siempre un mal porque conduce a la
masificacin y despersonaliza las relaciones humanas.
141
Finalmente, cualquier reforma del sistema no debera omitir el estmulo a la iniciativa social o privada.
Dado el nivel cultural de la sociedad argentina y su tradicional preocupacin por los problemas educativos,
creemos que ella puede hacer mucho ms todava en beneficio de la expansin, progreso y
perfeccionamiento de la educacin sistemtica, por poco que se la aliente y estimule.
Entregamos estas reflexiones y propuestas a la autoridades educativas, a los docentes y tcnicos e
educacin y a todos nuestros conciudadanos, Con aporte a un dilogo que ansiamos sea esclarecedor
fecundo y constructivo, para bien de la juventud y de la patria.
Parte III. Misin Educativo-Pastoral de la Iglesia.
Captulo I : Educacin y Evangelizacin.
1. Evangelizacin de la cultura. Misin de la Iglesia.
142
La Iglesia realiz desde sus comienzos esfuerzos mltiples y generalizados por promover la educacin
humana y cristiana entre todas las gentes, consciente de que deba atender la vida integral del hombre,
incluso la material (1). Por eso puede considerrsela educadora de pueblos, misin que ella ha seguido
clarificando en este siglo al meditar sobre la evangelizacin de las culturas (2).
La idea cristiana de la educacin se deriva de la luz que la Revelacin hecha sobre el hombre depositario del don divino de la vida - y llamado por Dios al - destino final de una vida plena - y sobre la
sociedad, en la cual el hombre se humaniza o se destruye (3). Esta idea se traduce en proyectos
educativos concretos abarcando los principios fundamentales de la persona y de la sociedad, y a la vez de
las circunstancias reales de los hombres y de las culturas. Los cambios histricos de la pastoral educativa
se establecen con el discernimiento de esas circunstancias desde los criterios de la fe.
La cultura es recibida en herencia y transformada por el interactuar de los hombres. Ya en el seno de
la familia comienza esta dinmica de recepcin creativa que luego la educacin. sistemtica contina. Tal
como lo vive la Iglesia, el apostolado educativo asume la tarea cultural de transmisin y creatividad desde
la visin del Evangelio. Por lo tanto la educacin, actividad humana del orden de la cultura, es encarada
por la Iglesia como educacin evangelizadora (4). Contribuye a la conversin del hombre total por la
participacin en el misterio de Cristo-resucitado (5). Como se afirma en el documento de Puebla: "Esta
educacin evangelizadora deber reunir, entre otras, las siguientes caractersticas:
a) Humanizar y personalizar al hombre para crear en l el lugar donde pueda revelarse y ser
escuchada la Buena Nueva: el designio salvfico del Padre en Cristo y su Iglesia.
b) Integrarse al proceso social latinoamericano impregnado por una cultura radicalmente cristiana
en la cual, sin embargo, coexisten valores y antivalores, luces y sombras y, por lo tanto, necesita ser
constantemente reevangelizada.
c) Ejercer la funcin crtica propia de la verdadera educacin, procurando regenerar
permanentemente, desde el ngulo de la educacin, las pautas culturales y las normas de interaccin social
que posibiliten la creacin de una nueva sociedad, verdaderamente participativa y fraterna, es decir,
educacin para la justicia.
d) Convertir al educando en sujeto, no slo de su propio desarrollo, sino tambin al servicio del
desarrollo de la comunidad" (6).
143
La Iglesia, en cumplimiento de la misin encomendada por su divino Fundador, se hace presente en la
elaboracin de la cultura nacional con su aporte propio: la evangelizacin. La visin cristiana de la persona
humana y de la vida le hace ver en el corazn de la cultura - los valores que la conforman - un ncleo
central referido a lo religioso (7). Por la misin recibida, el Pueblo de Dios pretende llegar a ese ncleo,
iluminarlo y vivificarlo desde el Evangelio y desde all abrazar al conjunto de la cultura, tanto en sus
aspectos positivos para enaltecerlos como los negativos (antivalores) para superarlos.
Con este espritu de evangelizacin la Iglesia encara el quehacer educativo en todas sus formas. Lleva
una propuesta respetuosa de la libertad del hombre y de la idiosincrasia de los pueblos.
144
La cultura de un pueblo puede sufrir envilecimientos. A fin de obviarlos, la evangelizacin intenta
llegar a la raz de la cultura tanto para preservar los valores perennes cuanto para potenciar su dinamismo
de enriquecimiento. Adems, la evangelizacin busca mbitos de libertad que, lejos de violentar las
conciencias, faciliten la bsqueda sincera de la verdad. Del cristianismo nace la capacidad de una leal y
respetuosa colaboracin entre miembros de distintas creencias religiosas y tambin entre aquellos que no
reconocen la divinidad.
A pesar de las innumerables asechanzas que dividen a los hombres y a las naciones atentando contra
el bien de la paz, germina hoy una cultura mundial que, apoyndose en las diversas culturas de los
pueblos, tiende a unificar a la humanidad. Educar para la paz consiste hoy en cultivar, paralelamente a la
propia cultura regional y nacional, esa cultura universal, basndola en la persuasin de fe de que Dios cre
a la humanidad para ser una. Nuestro siglo, y ms el milenio que se avecina, podr ver la consolidacin de
la cultura universal, a la que los cristianos estn llamados a evangelizar especialmente por la tarea
educativa en sus mltiples formas.
2. Evangelizar educando: sntesis de fe y cultura
145
Parte integrante de la misin evangelizadora de la Iglesia es educar al hombre: "Cuando la Iglesia
evangeliza y logra la conversin del hombre, tambin lo educa, pues la salvacin (don divino y gratuito)
lejos de deshumanizar al hombre lo perfecciona y ennoblece; lo hace crecer en humanidad. La
evangelizacin es, en este sentido, educacin. Sin embargo, la educacin en cuanto tal no pertenece al
contenido esencial de la evangelizacin sino ms bien a su contenido integral" (8). Puesto que para educar
no ha de perderse de vista la situacin concreta e histrica del hombre, la Iglesia educadora debe tender a
la sntesis entre fe y cultura, o sea, propiciar los valores que constituyen el ncleo de la cultura asumidos
y realzados desde la fe de una manera profunda, slida y duradera. Por eso en el Documento de Puebla se
afirma que "el educador cristiano desempea una misin humana y evangelizadora; las instituciones
educativas de la Iglesia reciben un mandato de la jerarqua" (9). Respetando lo positivo de la cultura (como
por ejemplo, el saber sistemtico), la educacin catlica promueve constantemente esa sntesis en quienes
ensean y en quienes aprenden, esperando alcanzar as no slo a los individuos sino tambin a las
sociedades. El factor principal de esta educacin evangelizadora es el maestro. A l le corresponde buscar
la verdad y el bien con absoluto respeto a las personas y a la realidad para hacer en s mismo la sntesis de
fe y cultura que luego ayudar a plasmar en los otros. No es tanto en los objetos transmisores de cultura
cuanto en los corazones de los hombres donde se realiza la sntesis de fe y cultura, de fe y vida.
3. Cultura religiosa y educacin de la fe en un mundo pluralista
146
La mayor conciencia de libertad de eleccin del hombre contemporneo lo lleva, ms que en otras
pocas, a sentirse dueo de sus decisiones polticas sociales y religiosas. Esta situacin de hecho lleva al
pluralismo que, aunque no siempre deseable, es una realidad del mundo actual que la educacin ha de tener
en cuenta. En el caso de nuestra patria debemos reconocer que, a pesar de la fuerte presencia de valores
religiosos, vivimos en un mundo pluralista. Por eso los cristianos y principalmente los educadores de la fe
debieran ser constantes, alertas y decididos en el apostolado evangelizador, especialmente el catequstico
(eje de la educacin catlica), y a la vez delicadamente respetuoso de la conciencia de cada persona a la
que debe interpelar pero jams violentar. La fe requiere siempre la adhesin libre y consciente del hombre
a Dios.
En los distintos mbitos de la educacin cristiana, como ser la familia, la parroquia, la escuela, etc., se
desarrolla una autntica formacin religiosa que no se detiene en la mera instruccin. Esta slo
comprendera una limitada informacin, mientras que la educacin catlica pretende favorecer actitudes
libremente asumidas, es decir, pretende el bien mayor de la formacin cristiana integral. Tales actitudes
implican un conocimiento doctrinal sistemtico capaz de tamizar crtica y creativamente la cultura, como
asimismo un compromiso eficaz en la Iglesia y en la sociedad civil. La formacin as entendida busca la
sntesis dinmica entre cultura religiosa y cultura profana (10). Quienes procuran esta madurez formativa
sobresalen por el don de s a Jess en la Iglesia y por el testimonio publico de su fe, respetuoso e
incansable, ante quienes por sus opciones religiosas y vitales divergentes conforman la sociedad plural.
Extienden as la Redencin a la cultura asumindola, purificndola y elevndola.
4. Catequesis y educacin. Madurez humana y madurez cristiana
147
La educacin de la fe por la catequesis es intento esencial de la tarea educativa cristiana (11). Todo
empeo formativo, ya sea con nios, ya con jvenes o con adultos, necesita discernir el tiempo suficiente
y el modo adecuado de realizar la catequesis, adaptada esmeradamente a la cultura y al momento evolutivo
de las personas.
Los nios y jvenes han de ser orientados por la educacin y la catequesis para un futuro responsable.
La madurez humana est ntimamente ligada a la madurez cristiana, aunque no se confunden. Mientras que
el desarrollo armnico de la personalidad define la madurez humana, la catequesis apunta a la madurez ms
profunda de la fe, la esperanza y la caridad alimentadas por el anuncio del evangelio, la vida sacramental y
el compromiso apostlico. La seduccin de caminos aparentemente fciles pero ajenos a la autntica
madurez cristiana ha de ser contrarrestada por una educacin donde la catequesis ocupe el lugar
preeminente que le corresponde. La aceptacin de muchos valores cristianos, hecho tpico de nuestros
pueblos americanos, aun cuando muchas veces slo existan debilitados y mezclados con antivalores, es un
factor coadyuvante para que la educacin catlica alcance a formar personalidades cristianamente fuertes
y maduras. Tal realidad nos urge a todos, Pastores, catequistas y educadores, a un incesante esfuerzo por
comprender mejor la cultura en la que nosotros, los educandos y sus familias vivimos y a la que
enriquecemos con sano espritu crtico y constructivo.
5. Presencia de la Iglesia en la vida cultural y educativa del pas
148
El efecto de la evangelizacin en Amrica ha llegado hasta lo hondo de la cultura en la que nos
humanizamos, lo cual no significa que el testimonio del Evangelio ya no haga falta. Existen valores
cristianos muy arraigados, pero mezclados con ignorancia, desviaciones y rechazos. En consecuencia, la
realidad de nuestro estilo de vida (nuestra cultura) ha de ser analizada y profundizada continuamente, para
juzgar acertadamente de ella y as replantear modos de accin evangelizadora desde firmes criterios
cristianos que iluminen la identidad de la educacin catlica: Cristo como fundamento explcito para
arraigar su Evangelio en la conciencia de los hombres y en el seno de las culturas.
Los acontecimientos de la historia patria muestran que la religiosidad catlica ha sido una constante en
todo momento y en los principales sucesos del pas, resultado de una arraigada formacin en el seno de
las familias y tambin en diversas instituciones de educacin formal.
El desarrollo de la escuela y universidad catlicas ya desde los tiempos coloniales es un testimonio del
fecundo aporte de la Iglesia a la vida cultural del pas, acrecentado en la poca independiente a medida que
se hizo efectiva la libertad de enseanza consagrada en la Constitucin Nacional.
149
La Iglesia ha sentido las alegras de una creciente floracin cultural en la que particip con apertura a
todos; ha sufrido tambin las sombras de muchos desencuentros entre argentinos por concepciones
antievanglicas de la persona humana y de la sociedad y por las tendencias al estatismo monoplico.
Despus del Concilio Vaticano II ha reflexionado sobre su propia identidad en una cultura pluralista.
aunque de raz cristiana, y ha retomado con ms vigor an, desde sus instituciones educativas, el carcter
evanglico, civilizador y solidario en defensa de la dignidad de la persona humana y de la vida.
Ha sido positivo, entre otras iniciativas, el desarrollo de institutos educativos parroquiales, la
consolidacin de colegios animados por benemritas congregaciones religiosas segn su renovado carisma
educativo, la presencia del laicado en las tareas de gran responsabilidad docente, la colaboracin e
integracin de las familias en la comunidad educativa, la consolidacin de institutos de nivel terciario y
universitario.
Expresamos como Pastores y en nombre de todo el pueblo de Dios nuestro mas sentido
agradecimiento a los sacerdotes, religiosos y laicos (sean ellos directivos, educadores, auxiliares,
administrativos o de maestranza) que colaboran en las comunidades educativas catlicas con abnegada y
perseverante dedicacin en la noble labor de guiar a las nuevas generaciones en todos los mbitos de la
Patria.
La educacin catlica profundizar su servicio a la evangelizacin y a la cultura en la medida que
todos sus responsables asuman plenamente un clima de pastoral educativa que an puede crecer ms.
No habr que desatender, por otra parte, la consideracin de los aspectos econmicos para que los
servicios educativos de la Iglesia puedan ser efectivamente ofrecidos a todos los que los deseen.
a) Luces y sombras
150
La educacin catlica en la Argentina ha madurado en mltiples realizaciones, las cuales no quedan
desmerecidas por el hecho de limitaciones humanas entre las que conviene mencionar algunas. Son ellas:
alguna tendencia al elitismo, dispersin de esfuerzos, catequesis insuficiente, tensiones entre agentes de la
pastoral, desubicacin frente a los tiempos que se viven, fascinacin por modas pedaggicas frgiles.
Parece an subsistir un dejo de elitismo en algunos ambientes educativos de la Iglesia, a pesar de los
esfuerzos por atender a los sectores carenciados. No siempre los ms desfavorecidos en lo espiritual, lo
cultural o lo material encuentran fcil acceso a las instituciones catlicas que de un modo u otro pueden
contribuir a la educacin integral de todo el hombre y de todos los hombres. Sin duda, subsisten tenaces
inconvenientes (de orden econmico, por ejemplo) que frenan la buena voluntad del subsistema educativo
de la Iglesia. A pesar de tales escollos, una perseverante reflexin y unidad de criterios favorecer la
creatividad para hallar respuestas originales a este problema.
151
Los esfuerzos educativos catlicos aparecen a veces como desgajados de una accin pastoral surgida
de la unidad eclesial en torno a los Pastores y desprovistos de la voluntad de ser partcipes de una tarea
pastoral comn a toda la Iglesia. Justo es reconocer cunto se ha avanzado en este aspecto, pese a lo cual
an se notan instituciones, grupos y personas que parecen vivir hacia adentro, como si no existiesen otros
hermanos empeados en el mismo quehacer y, sobre todo, como si no interesaran las orientaciones de los
responsables de fomentar el bien inapreciable de la unin en la caridad pastoral. El esfuerzo disperso puede
llevar a la duplicacin innecesaria de iniciativas, en desmedro de un plan conjunto que garantice la caridad
bien ordenada en el amplio campo educativo catlico y testimonie, concomitantemente, que toda accin en
esta rea es obra de la nica Iglesia de Cristo.
La catequesis es un elemento fundamental de la educacin catlica. Habr que perseverar en la
superacin de falencias en la integridad sistemtica de la doctrina y en la adaptacin de los mtodos a las
diversas mentalidades y subculturas. Habr que promover testimonios vivos que muevan al compromiso
de fe, esperanza y caridad con Cristo en su Iglesia. Por la catequesis renovada se hallar el camino de la
unidad que siempre necesita de mayor consolidacin.
Subsisten tensiones entre instituciones pastorales fundamentales de la Iglesia. Un ejemplo entre otros
es el distanciamiento, no siempre bien encarado por una u otra parte, entre escuela catlica y parroquia.
No sera aceptable propiciar una en desmedro de la otra, situacin debida a menudo al desconocimiento de
la naturaleza pastoral complementaria de cada una, a un exclusivismo mal planteado, o ms generalmente
por soslayar el fatigoso pero necesario sendero de la coordinacin flexible y creativa.
152
La historia nos ensea que en lo educativo, que es el terreno cultural por excelencia, se ha de prestar
constante y cuidad atencin al diagnstico de la cultura viva, o sea, a la dialctica de valores y antivalores
de los grupos humanos y de la nacin entera (12).
Parece oportuno recoger la preocupacin de expertos respecto a que en el quehacer pedaggico
suelen irrumpir peridicamente propuestas sin slidos fundamentos que responden a modas pasajeras. Se
requiere un espritu ms estudioso y crtico por parte de los directivos y educadores para evitar los errores
que brotan del encandilamiento padecido durante esas rachas que acaparan fugazmente la atencin del
mundo escolar sin dejar algo constructivo y eficaz, a la vez que estorban el serio avance educativo. Lejos
de invitar con esto a la inercia, queremos promover una sana creatividad y recordar que todo ensayo o
experiencia educativos han de tener el respaldo de un diseo previo, serio y ponderado porque est en
juego la formacin de las personas.
b) Revisin y replanteo: la escuela catlica argentina en el contexto nacional
153
Las instituciones catlicas han realizado un positivo esfuerzo por renovarse en la lnea del Concilio
Vaticano II y de Puebla. La marcha debe proseguir, sobre todo en los siguientes puntos:
a) Preeminencia de la Catequesis en clima de Pastoral Educativa.
b) Responsabilidad solidaria de cada educador catlico en la Pastoral educativa.
c) Promocin de planes de pastoral conjunta a nivel diocesano, interdiocesano y nacional.
d) Mayor comunicacin y coordinacin con otras agencias pastorales como las parroquias, las
asociaciones de fieles, etc.
e) Apertura y dilogo hacia todo el campo educativo, formal y no formal, privado y oficial.
f) Presencia de las familias en la vida y dilogo de las comunidades educativas, incluyendo las
universitarias.
g) Mayor integracin comunitaria entre niveles de una misma institucin.
h)Fomento de un mutuo apoyo y enriquecimiento entre institutos primarios, secundarios y
terciarios; sobre todo las universidades catlicas han de preceder con el ejemplo.
i) Bsqueda creativa de formas de ofrecer la educacin catlica a las familias ms carenciadas;
unin de fuerzas para crear una clara conciencia nacional al respecto, incluyendo a los poderes pblicos.
j) Pedagoga personalista y evangelizadora que privilegie la dignidad del educando en la formacin
de valores y actitudes caractersticas de una firme personalidad cristiana, dispuesta a trabajar para
construir la civilizacin del amor.
k) Seguimiento y evaluacin de las actividades programadas para profundizar los aciertos y
remover los procedimientos infructuosos.
l) Asuncin comprometida por parte de los laicos de su papel cristiano de educadores en las
asociaciones profesionales de trabajadores.
ll) Apoyo a los esfuerzos de educacin no formal: formacin de dirigentes sindicales, populares,
empresariales, polticos, etc.
m) Desarrollo de grupos entendidos en medios de comunicacin de masas para potenciar su
posibilidad educativa.
Y es el Espritu Santo quien nos lleva a la plenitud de la verdad, quien nos transforma y rejuvenece
interiormente, quien nos da fuerzas para amar, nos unifica en comunin y distribuye sus dones para la
comn edificacin (Cf. LG. 4).
El misterio de la existencia cristiana incluye unitariamente el encuentro filial con Dios y el encuentro
fraterno con nuestros hermanos, a tal punto que el amor al prjimo se torna signo de la autenticidad de
nuestro amor a Dios (Cf. 1 Jn. 7, 12), camino hacia el amor y expresin eficaz de que lo amamos y que El
nos da fuerzas para amar.
El hombre cristiano conformado con la imagen del Hijo, que es el Primognito entre muchos
hermanos, recibe las primicias del Espritu (Rom. 8, 23) las cuales le capacitan para cumplir la nueva ley
del amor. Por medio de este Espritu, que es prenda de la herencia (Ef. 1, 14), se restaura internamente
todo el hombre hasta que llegue la redencin del cuerpo (Rom. 8, 23) (G.S. 22).
161
"Adems el Espritu Santo no slo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los
ministerios y le adorna con virtudes, sino que tambin distribuye gracias especiales entre los fieles de
cualquier condicin, distribuyendo a cada uno segn quiere (1 Cor. 12, 11) sus dones, con los que les
hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean tiles para la renovacin y la
mayor edificacin de la Iglesia, segn aquellas palabras: A cada uno se le otorga la manifestacin del
Espritu para comn utilidad (I Cor. 1 2, 7)" (LG. 1 2).
Del Espritu Santo proviene tambin esa luz y esa energa necesarias para el compromiso terreno de
transformar la sociedad en un mundo ms humano, para "perfeccionar y saturar de espritu evanglico el
orden temporal" (Cf. A.A. 2) que es sin duda tarea profundamente educativa porque equivale a humanizar
el hombre (Cf. A.A. 3).
Por eso "tal vida exige ejercicio continuo de la fe, de la esperanza y de la caridad.
Solamente con la luz de la fe y con la meditacin de la palabra divina es posible reconocer siempre y
en todo lugar a Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos (Act. 17, 28); buscar su voluntad en
todos los acontecimientos, contemplar a Cristo en todos los hombres, prximos o extraos, y juzgar con
rectitud sobre el verdadero sentido y valor de las realidades temporales, tanto en s mismas como en orden
al fin del hombre". (A.A. 4) La iniciativa y la corriente vital proceden siempre de parte de Dios que espera
la respuesta libre y generosa del hombre. "El que permanece en m, y yo en l, da mucho fruto, porque
separados de m, nada pueden hacer" (Jn. 15, 5). "Ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que
hace crecer" (1 Cor. 3, 7).
162
As pues slo puede hablarse de autntica educacin cristiana donde el encuentro con Dios, la
disponibilidad a la accin del Espritu resulten al mismo tiempo meta, camino y clima de la tarea educativa.
Encuentro personal y encuentro comunitario. Encuentro con Dios en la Palabra, la oracin y
meditacin, en la vida litrgica, en la comunidad de fe y en las pruebas de amor al prjimo. Encuentro
pleno que en cada caso compromete todas y cada una de las dimensiones: culto, testimonio y servicio.
Se impone pues un fuerte llamado a la recuperacin de estos medios esenciales de la educacin
cristiana. Adems, no se trata simplemente de volver a ellos. Resulta indispensable para la mentalidad de
hoy redescubrir su mensaje, su eficacia y su valor educativo, aun desde un punto de vista simplemente
humano.
Indudablemente todo esto exige a los educadores profundizar y confrontar permanentemente "las
insondables riquezas de Cristo" (Ef. 1, 4) con las inquietudes y problemas del hombre de hoy a fin de
procurar del mejor modo la sintona de estos encuentros: fe y vida; Evangelio y cultura; Cristo y el
hombre de hoy.
Esa confrontacin dialogal de la propia vida y de la historia con la vivencia profunda de Cristo y de la
Iglesia ha de impregnar la frecuente oracin y la meditacin, la aproximacin asidua a la Palabra de Dios,
la frecuencia de los Sacramentos, el acompaamiento de los tiempos y de las horas litrgicas, la
participacin en la comunidad de fe y el ejercicio de la caridad cristiana.
163
Toda esta riqueza y profundidad de vida tiene como centro dinamizante la Eucarista. "Y es que en la
santsima Eucarista se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua
y Pan vivo por su carne, que da la vida a los hombres, vivificada y vivificante por el Espritu Santo" (P.O.
5) y ". . . ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene su raz y quicio en la celebracin de la
santsima Eucarista, por la que debe, consiguientemente, comenzar toda educacin en el espritu de
comunidad" P.O. 6).
La Eucarista resulta as el centro y la fuente de la educacin cristiana. Es el lugar de encuentro
educativo, personal y comunitario, el llamado a la honda sinceridad consigo mismo, con los dems y con
Dios, el renovado compromiso con los hermanos, el alimento que nos nutre y nos da fuerzas para crecer.
164
En esta misin educadora, que es funcin materna, la Iglesia cuenta tambin con una intervencin
materna: Mara Santsima, Mediadora de todas las gracias, Madre de Cristo y de los hombres.
No son muchas las palabras con que el Evangelio nos traza su perfil, pero en su brevedad son por
dems suficientes para darnos una imagen que cumple acabadamente los rasgos de una personalidad
madura, las pruebas de un proyecto de vida entregada a Dios y a los hombres en pleno dilogo con el
Espritu Santo y disponibilidad a la Gracia y tambin aparece como educadora ejemplar, vnculo de unin,
sostn y crecimiento de la comunidad apostlica.
La Iglesia la propone como ejemplo y ayuda de cuantos trabajan para elevar al hombre: "La Virgen fue
en su vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estn animados todos aquellos que,
en la misin apostlica de la Iglesia, cooperan a la regeneracin de los hombres" (LG. 65). No sin
fundamento, pues, los Fundadores de congregaciones educadoras la han sentido y la han propuesto
encarecidamente a sus hijos como Modelo, Madre y Maestra del quehacer educativo.
Captulo III : Opciones y Prioridades.
1. Opcin por los pobres
165
Las carencias espirituales, morales, culturales y materiales que lesionan la integridad y dignidad de la
vida humana producen el terrible fenmeno de la pobreza inhumana, ante la cual el educador cristiano no
queda indiferente La opcin preferencial por los pobres, no exclusiva ni excluyente, de la cual ampliamente
habla el documento de Puebla, se ha de expresar en gestos testimoniales concretos (26). Debemos apuntar
a que la escuela catlica sobresalga por el amor y comprensin con que todos, sin excepcin, son
recibidos. En la misma lnea, es importante encarar una slida preparacin y actualizacin de toda la
comunidad educativa en la doctrina social de la Iglesia que capacite para comprometerse en tareas para
una sociedad mas justa.(27).
La comunidad educativa debe entender y apreciar con amor la cultura de los pobres, y desde esta
afectuosa comprensin realizar las adaptaciones pedaggicas que faciliten el dilogo pastoral en un
autntico encuentro personal. Las escuelas que se sepan con un prestigio derivado no tanto de la
integridad de su ascendiente cristiano cuanto del nivel socioeconmico de los sectores participantes, han
de procurar una suave y firme mentalizacin evanglica de la comunidad educativa para que todos
busquen y manifiesten el nico prestigio valioso para el cristiano, el de una inconmovible fidelidad a Cristo
y a su Iglesia y el de la apertura, por amor al Seor, a todos los hombres, y particularmente a los pobres y
marginados.
2. Prioridad juventud
166
Las entidades educativas, en especial los institutos terciarios y las universidades, asuman como propia
la evangelizacin de los jvenes, en coordinacin con otras entidades eclesiales, de forma que aporten toda
su capacidad a la "prioridad juventud" asumida por la Iglesia en la Argentina que hace suya la opcin
preferencial de Puebla (28). Ello har imprescindible el empeo en desplegar una intensa pastoral educativa
que sea ajustada a las modalidades propias de cada institucin con la oportuna y adecuada apertura para
que puedan ser lugar de encuentro y evangelizacin de otros jvenes, aunque no sean los propios alumnos.
Hay institutos que por su experiencia y capacidad pueden prestar un firme apoyo a las actividades del
mismo gnero de las parroquias u otras entidades de apostolado, tanto para la formacin de dirigentes
laicos cuanto para la ejecucin de planes pastorales conjuntos.
Las escuelas forman la comunidad educativa con muchos padres y ex alumnos jvenes que por su
edad son enteramente parte de la "prioridad juventud": se trata de un sector que ha de ser cultivado con
particular esmero y creatividad por las otras familias y exalumnos. La coordinacin pastoral encontrar en
este trabajo una ocasin donde el dilogo, los planes conjuntos y la evaluacin peridica presentan un
interesante desafo.
3. Apoyo a los educadores laicos, testigos de la fe
167
Para que los laicos catlicos empeados en la misin educadora recibida en la Iglesia se sientan
comprendidos, alentados y fortalecidos en ella, es necesario que reciban sostenido apoyo de las
instituciones eclesiales y de todos sus miembros. De esta forma se vern enaltecidos en su vocacin y
confortados en los momentos de desaliento. Todo laico educador ha de sentir que en verdad toda la Iglesia
est a su disposicin cuando l la necesita. Esto se manifiesta particularmente en el apoyo de la Palabra y
de los sacramentos celebrados con todo el pueblo de Dios. Tambin en el reconocimiento de su valer
como sembrador de vida cristiana y promotor de la dignidad humana. Puesto que el Pueblo de Dios lo
necesita, este mismo pueblo ha de conocer mejor la importancia y sublimidad de la vocacin del laico
educador, y ha de procurar que an en el sano prestigio social y en el justo reconocimiento de las leyes
civiles sea reconocido. Son ante todo las familias, las parroquias y las escuelas catlicas las que han de
tomar la iniciativa para hacer realidad tan imprescindible apoyo (29).
4. Formacin de dirigentes catlicos
168
La educacin catlica ha de iluminar a los laicos en sus responsabilidades especficas. En efecto, toca
a ellos la transformacin de las estructuras sociales para que imperen el amor y la justicia entre todos los
hombres segn el designio de Dios. Son los laicos quienes han de llevar el espritu evanglico a las
actividades polticas, econmicas, sindicales, etc.; son ellos a quienes corresponde por vocacin propia
insertar la vitalidad del Evangelio en el mundo temporal. La conciencia esmeradamente formada por la
pastoral educativa munir al laico del sentido de su accionar en estos serios momentos de la Patria y el
mundo.
Se ha de cultivar en los laicos particularmente una exquisita sensibilidad en lo que concierne a dos
problemas cruciales del mundo contemporneo: la promocin de los derechos fundamentales de la persona
y la educacin para la paz. Ya que toca asimismo a los seglares unidos por el lazo del matrimonio una
funcin social en cuanto familias que "debe manifestarse tambin en forma de intervencin poltica, es
decir, las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes e instituciones del Estado no slo no
ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y deberes de la familia" (30), la
educacin catlica ha de esmerarse en ayudar a los padres en este rumbo y a los hijos en la preparacin
para cuando llegue la hora de su compromiso de adultos.
Conclusin.
"Yo he venido para que tengan Vida" En medio de una cultura que permite al hombre multiplicar
aceleradamente sus poderosos medios, pero que, al mismo tiempo, lo mantiene alejado de sus fines
trascendentes, adquieren nueva resonancia aquellas palabras del Evangelio: " De qu le servir al hombre
ganar el mundo entero si pierde su vida?" (Mt. 16, 26).
El mundo de hoy percibe con claridad y dolor que est en juego su destino. Junto con la imperiosa
urgencia de alejar las pendientes amenazas de destruccin, experimenta la fuerte necesidad de profundos
cambios que le permitan una vida ms humana.
Tal vez el beneficio que pueda recabar de la crisis generalizada y el cuestionamiento total en que se
debate sea el retorno a la bsqueda de lo esencial, el retorno hacia la profundidad del misterio de su ser y
su quehacer en el mundo.
Aqu est para la educacin el mayor desafo: recuperar al hombre. Ayudarlo a encontrarse y
descubrir su vocacin esencial; capacitarlo para asumir el protagonismo de los cambios necesarios y
afianzar en la vida la fidelidad a la verdad y a la justic ia para lograr una mejor convivencia en el amor y la
paz.
Por nuestra parte, los argentinos nos hallamos abocados a la bsqueda de soluciones para los arduos
problemas que aquejan a nuestra sociedad, y es evidente que las soluciones profundas no se improvisan ni
se salvan con arreglos de superficie. Requieren su tiempo de gestacin y largo proceso de maduracin,
que slo puede darlo una actitud de formacin permanente. Decimos a este propsito: " La renovacin de
la sociedad argentina no puede ser fruto de un mero ordenamiento formal, mecnico y abstracto, sino que
ha de echar races en la vitalidad de actitudes morales, que den profundidad, aliento y permanencia a las
instituciones" (D.H.C. 2).
Aunque las inquietudes asomen en los niveles de la economa, la justicia y la poltica, el esfuerzo para
las verdaderas transformaciones saludables ha de centrarse en el plano de esa lenta y nada aparente tarea
que llamamos educacin.
Urge la investigacin de nuestra realidad, el anlisis de nuestros mtodos educativos, los contenidos,
procesos y resultados para que, a la luz de la ciencia y la experiencia, sepamos revitalizar nuestro quehacer
educativo.
Pero el ser humano, lejos de ser un calculable problema que la ciencia y la tcnica puedan resolver, es,
definitivamente, un misterio que, aun en el plano meramente humano, slo puede avanzar en la vida
asumiendo permanentes compromisos de fe y esperanza en aquellas causas y personas que le ofrezcan
garantas. Por eso, llegados a este punto crucial para nuestras opciones definitivas, repetimos con San
Pedro: "Seor, a quin iremos? T tienes palabras de vida eterna" (Jn. 6, 68).
Hoy, que en la prensa, la radio, la televisin, el cine y las canciones se escucha la voz de tantos
pretendidos maestros de vida, resuenan con mayor nfasis aquellas palabras de San Pablo: "Llegar el
tiempo en que los. hombres no soportarn ms la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus
inclinaciones, se procurarn una multitud de maestros que les halaguen los odos, y se apartarn de la
verdad para escuchar cosas fantasiosas" (II Tim. 4, 3-4) Quin como Cristo puede garantizar a los
hombres y a los pueblos la verdad de la vida y la felicidad en la marcha a su destino?
La cultura de nuestros das, tan maravillosa por cierto, pero sin duda tan ambivalente, requiere con
urgencia, para poder elevar al hombre, ser impregnada con los valores del Evangelio.
As lo siente la Iglesia que, en consecuencia, se propone, entre las prioridades de su accin pastoral, la
evangelizacin de la cultura. Y pues la transmisin crtica y valorativa de la cultura se da a travs de la
educacin, no cabe duda de que una de sus grandes y prximas tareas haya de consistir en evangelizar la
educacin. La evangelizacin de la cultura encontrar en el quehacer educativo uno de sus mejores
cauces.
Indudablemente la proximidad del Tercer Milenio de nuestra era cristiana y el Quinto Centenario de la
Evangelizacin de Amrica Latina constituyen un llamado a una valiente revisin de vida y seria
convergencia de los esfuerzos en la tarea educativa inspirada en la doctrina redentora de Cristo.
Toca a todo cristiano, y en forma particular a los educadores y colegios catlicos, asumir la
responsabilidad de su especfic a presencia en medio de la comunidad, con los claros perfiles de aquel
Divino Maestro que quiso que sus discpulos fueran "la sal de la tierra y la luz del mundo" (Cf. Mt. 5,
13-14).
Confiar en la eficacia de su doctrina como respuesta a las esperanzas de la hora presente es nuestra
mayor expresin de fe en aquellas palabras de Cristo: "Ustedes me llaman Maestro y Seor; y tienen razn,
porque lo soy" (Jn. 13, 13).
Mientras el hombre, que tanto anhela una plenitud de vida, no profundice en la verdadera raz de sus
problemas, tampoco percibir que tiene en Cristo, el Hombre Nuevo, la fuente de luz y de vida. Porque
Cristo no es slo el Maestro, sino la clave misma del sentido de todo lo creado, en quien Dios quiso
recapitularlo todo. Es la Palabra de Dios en Persona "y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En
ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la
recibieron" (Jn. l , 3-5).
Por eso la Iglesia, servidora del hombre, siente la urgencia de evangelizar la cultura como el
cumplimiento de aquella misin que Jesucristo, Seor de la historia, nos ha confiado: "Vayan y hagan que
todos los pueblos sean mis discpulos" (Mt. 28, l 9).
"El misterio del hombre slo se esclarece en Cristo" (R.H. 8). "La civilizacin, incluso la ms refinada
y experta, no resiste al verdadero, fuerte y coherente amor del hombre por el hombre, si Cristo no nos
ensea quin es el hombre y por qu se lo debe amar". (Pablo VI. 10-l 1-76).
De ah que esa Civilizacin del Amor, que tanto necesitamos y exige tan profunda y ardua
transformacin de los corazones, slo pueda provenir de un retorno al Evangelio de Cristo. La civilizacin
del Amor, forma parte tambin del Reino de los Cielos, Reino de justicia, de amor y de paz. La pedimos
tambin en la oracin de Jess al decir "Venga a nosotros tu Reino", pero debemos, adems, construirla en
la vida cotidiana conforme con el modelo divino de la Trinidad, que es comunidad de amor. "El Reino de
Dios est cerca, convirtanse y crean en la Buena Noticia". (Mc. 1, 15).
Para una educacin que responda a lo que es el hombre como proyecto de vida, no queda otro
sendero que retornar a aquel Dios que se hizo hombre para revelarle al hombre su verdadera identidad, su
vocacin y misin en la vida; retomar a aquella Verdad viva, trascendente, tambin histrica y a la vez
contempornea de todos los hombres, que sintetiz su misin entre nosotros diciendo: "Yo he venido para
que tengan vida y la tengan en abundancia". (Jn. 10, 10).
Buenos Aires, 24 de julio de 1985 Fiesta de San Francisco Solano