Eriugena PeriPhyseon L1 c1
Eriugena PeriPhyseon L1 c1
Eriugena PeriPhyseon L1 c1
Lorenzo Velzquez
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GUNSA
EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S .A.
PAMPLONA
LIBRO PRIMERO
[Primera divisin de das cosas en las que son y las que no son.]
[441A] N. Reflexionando con frecuencia' y, cuanto lo permiten mis capacidades, investigando con la mayor diligencia acerca de todas las cosas
que pueden percibirse con el entendimiento, o que superan el alcance d e
ste, la primera y suprema divisin de todas stas consiste en las que son y en
las que no son, convinindoles el vocablo general que en griego se denomina $JULS y en latn natura. Acaso te parece de otro modo?
A. Estoy de acuerdo. Pues tambin yo, mientras avanzo por el camino del
razonamiento, considero que esta divisin debe ser hecha de este modo.
N. As pues, el nombre general de naturaleza es, como dijimos, el que corresponde a los seres que son y que no son.
A. Ciertamente. Pues nada puede suceder en nuestros pensamientos que
pueda prescindir de tal vocablo.
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El primero de los cuales parece ser el mismo por el que la razn nos ensea que todos los seres que caen bajo el sentido corporal, o bajo la percepcin intelectual, se dicen ser verdadera y racionalmente, o al contrario, que
aquellos que por la excelencia de su naturaleza no slo superan al sentido,
sino tambin a todo entendimiento y a toda razn, con justicia parecen no
ser, los cuales no se comprenden rectamente sino en Dios solo y [443B] en
las causas y en las esencias de todos los seres que han sido creados por l. Y
no inmerecidamente. Pues l mismo es la esencia de todos los seres, quien
solo en verdad existe, como dice Dionisio Areopagita6: "Pues -dice- el ser
de todo es la Divinidad que est ms all del Ser". Tambin Gregorio el
Telogo' confirma con muchas razones que ninguna sustancia o esencia, sea
sensible o inteligible, puede comprenderse por el entendimiento o por la
razn de la criatura.
[Que nrngunn esencia o sustancza se puede comprender por s misma]
San Agustn, De Genesi arl liffernni,VI, 10-11 (CSEL, 28, 1, p. 182, 24 y p. 185, 5-6; PL
34, 346-3471 Beda, De nniuru rerum liber, 1, 12-13 (CCSL, 123A, p. 192; PL 90, 188-189).
"ionisio
Areopagita, De caelestir hierarchia, IV, 1 (ed. G. Heil / A. M. Ritter, Berln,
1991, p. 20,16-17; PG 177D; PL 122, 1046B-C). Cfr. : Eriugena, Periphyseon, 1, 516C. 111,
664B. V, 903C).
Esta fiirmula se halla en San Agustin, en diversos textos suyos. Sirvan como ejemplo: De
civitute Dei, VIII, 7, 18-20, CCSL 47, p. 224; PL 41. Se pnede hallar tambin en Cunfessiunes, XI, 11, (131, 1-2 y XII, 18, (271, 16 (CCSL 27, p. 200 y p. 229; PL 32, 814 y 836).
Gregorio Nacianceno, Oratio, 28 (PG 36, 32BC; SC 250, pp. 108.110). Cfr.: Mximo el
Confesor, Ambigua od Johannem, XIII, 80-148 (CCSG 18, pp. 126-128; PG 91, 1228A1229C).
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la eminencia de su existencia, a no ser, tal vez, que alguien%ubiera pretendido que [443D] las ausencias y las privaciones de los seres que existen, n o
son una nada absoluta, sino que estn implicadas por una cierta virtud uatural admirable en aquellos seres de los que son privaciones o ausencias u oposiciones, de forma que existan de algn modo.
[Ir1
Libro 1
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11111
El tercer modo de oposicin se examina, no sin razn, entre estos seres en
los que se realiza la plenitud de este mundo sensible, y [444D] las causas que
los preceden en las ms secretas profundidades9 de la naturaleza. Pues cualtli~ierade estas causas que es conocida en la materia y en la forma, a travs
tlc la generacin, en los tiempos y en los lugares, segn cierta costumbre
Iiuinana, se dice que es; sin embargo, cualquier cosa que todava se comprende en las mismas profundidades de la naturaleza [445A] y no aparece
cii la forma o en la materia, en el lugar o en el tiempo, y en los dems accitlciites, por la misma antedicha costumbre, se dice que no es. Existen ejemI~los'o
manifiestos y abundantes de este modo, en especial, en la naturaleza
Iriiinana. Pues como Dios cre a todos los hombres de modo sincrnico en
tiquel primero y nico al que hizo a su imagen, pero no los cre simultiicamente en este mundo sensible sino que, al contrario, a aquella naturaleza
que haba creado al mismo tiempo la llev hacia la existencia sensible en
cleterrninados tiempos y lugares, segn una sucesin que l mismo conoci,
dc los que aparecieron ya en el mundo de forma visible, se dice que son; d e
los que, sin embargo, todava estn latentes, y que sin embargo han de ser, se
dice que no son. [445B] A esta clase pertenece aquella razn que considera
la virtualidad de las semillas", sea en los animales, sea en los rboles, sea en
Ibis plantas. Pues la potencialidad de las semillas, en el tiempo en que se
oculta en los secretos de la naturaleza, puesto que todava no se manifiesta se
dice que no es; mientras que, por el contrario, cuando aparece en los seres
que nacen y crecen, en los animales o en las flores, o en los frutos de los
(irboles y de las plantas, se dice que es.
"
Cfr. San Agnstn, Epistulae, 190, V, 16 (CSEL 57, p. 150, 19; PL 33, 862); In Johannis
lil~crngeliumtractatus, IX,5 (CCSL 36, p. 93, 15-16; PL 35, 1460); Enarrationes in Psalmos,
"/, 5 (CCSL 39, p. 1102, 13; PL 36, 1013); Sermones, 214,. 3 (ed. P. Verhraken en Revue
Litiiddictine, 72 (19621, p. 16, 79-80; PL 38, 1067).
,<, San Agustin, Enarrationes in psalmos, 84, 7 (CCSL 39, pp. 1165-1166; PL 37,
losa. Hay que notar que esto no se dice del hombre antes del pecado. Estos son los ejemplos. Afirmacin del hombre: El hombre es un animal racional mortal. Negacin del ngel: El
ngel no es u n animal racional moital. Negacin del hombre: El hombre no es animal racional
inmortal. Afirmacin del ngel: el ngel es animal racional inmortal. Estas cuatro proposiciones realizan otras cuatro.
1072; De
X , 11 y
III. VII, 14 (CSEL 60, pp. 12-13 y p. 161; PL 44, 115 y 194). Cfr. Erigena, DepraedestinaIlotic, XVI, 3 (CCCM 50, pp. 95-96); Commentarius in Evangelium Johannis, 1, XXXI, 36$6 (SC 180, pp. 172-174).
r'li~ilnteDei, XIII, 14 (CCSL 48, pp. 395-396; PL 41, 386); De peccatorum meritis, 1,
"
Sobre esta cuestin de las semillas, adems de otros lugares, vase San Agustn, De quan-
lIl<rle animae, XVII, 29 (PL 32, 1052A2); De Genesi ad litteram, 111, XII, 20 (CSEL 28, 1, p .
78. 2: PL, 34, 287); Epistulae, 137, 111, 10 (CSEL, 44, p. 109; PL 33, 519-520). Cfr. Erige~ i i i .Periphyseon,
111, 704C.
[[VI
Segn los filsofos'*, el cuarto modo es el que dice, no de manera improbable, que en verdad son nicamente los seres que se comprenden con el
solo entendimiento; sin embargo los que, varan a travs de la generacin,
que se unen y se disuelven por las separaciones o contracciones de la materia, por las distancias de los lugares, [445C] y tambin, por los movimientos
de los tiempos, verdaderamente se dice que no son, como es el caso de los
cuerpos que pueden nacer y corromperse.
El quinto modo es el que intuye la razn en la sola naturaleza humana, la
cual, cuando perdi, al pecar, la dignidad de imagen divina en la que propiamente estuvo, abandon merecidamente su propio ser, y por ello se dice
que no es. Sin embargo, cuando por la gracia restaurada del Hijo Unignito
de Dios es conducida de nuevo al primitivo estado de su sustancia en la que
fue creada segn la imagen de Dios, comienza a ser y a vivir en Este Hombre
que fue creado segn la imagen de Dios. A este asunto parece referirse lo
que dice el Apstol": "Y llama a los seres que no son como a los que son",
esto es, a aquellos que fueron perdidos por el primer hombre y que cayeron
en una especie de no [445D] subsistencia, Dios Padre a travs de la fe en su
Hijo, los llama para que sean como aquellos que ya han renacido en Cristo,
aunque tambin esto pueda ser comprendido de esta manera acerca de estos
hombres a los que Dios llama cotidianamente de las profundidades secretas
de la naturaleza, en las que se considera que no son, para que aparezcan sensiblemente en la forma y en la materia y en todos los dems accidentes en
los que pueden manifestarse los seres ocultos, salvo que [446A] la razn ms
indagadora puede encontrar tambin algn otro modo adems de stos. Pero
por el momento, si a ti no te parece de otra manera, pienso que de esta cuestin ya se ha dicho demasiado.
A. Totalmente suficiente, a no ser que me dejara un tanto perplejo lo que
parece que dijo Sag AgustnI4 en su Hexnemeron, esto es, que la naturaleza
anglica fue creada antes que toda criatura, no en el tiempo, sino por su dignidad, y por esto contempl las causas primordiales de todas los otros seres,
adems de las de s misma, esto es, los ejemplares principales, que los griegos
llaman npw-rh~una,a los que haba contemplado primero en Dios, despus
"
Siib~.elas
naturalezas, Libra 1
85
Ih
Vase Engena, De praedestinatione, 11, 17-18; CCCM 50, p. 10); Periphyseon, 111,
575B.
"
Platn, Tirneo, 27d-28% segn la traduccin de Calcidio, ed. J. H. Wasrink, LondonLeiden, 1952, 2" ed. (1975). p. 20, 15-20.
ii
Carta a los Romanos, 4, 17.
Carta a los Romanos, 11, 34. Cfr. San Agustn, De Genesi ad litteram, 11, VIII, 18 (CSEL,
28, 1, p. 44, 23; PL 34, 270); De consensu evangelistarum, IiI, XiII, 48 (CSEL, 43, p. 334,
19. PL 34, 1188).
,a
IH
San Agustn, De Genesi nd litfernm, IV, X X W , 4-XXXII, 50 (CSEL, 28, 1, pp. 123- 13 1;
PL 34, 313-317, ad sensiim). Mximo el Confesor, Ambigua Ni Johannem, 67, 137 (CCSG
18, p. 259; PG 91, 1416 A3).
11
'
San Agustn, De Genesi ad litteram, IV, XXIV, 41 (CSEL 28, 1, pp. 123-124; PL 34, 3 13,
;iI sentido).
86
Juan
Escoto Erigena
dijimos, a saber, que tambin los ngeles contemplan primero en Dios las
causas de la criatura inferior, despus en s mismos. Pues no slo se llama
Dios a la esencia divina, sino tambin con frecuencia es denominado Dios
por la Santa Escritura aquel modo por el que, de cualquier manera, [446D1
se muestra a S mismo a la criatura intelectual y racional, conforme es la capacidad de cada una. Y este modo suele ser llamado por los griegosz0teofana (esto es, aparicin de Dios). Ejemplo de lo cual es: "Vi al Seor que
estaba sentad^"^' y las dems cosas de este tipo, no habiendo visto la esencia
del mismo sino algo hecho por l. Por tanto, pues, no hay que extraarse si
en el ngel se comprende un triple [447A] conocimiento: uno en verdad
superior, que se expresa en l acerca de las razones eternas de los seres, segn el modo anteriormente dicho; despus el conocimiento que recibe en s
desde los seres superiores como si confiara para s mismo en una maravillosa
e inefable memoria, como casi una imagenz2 expresa de la imagen. Y por
esto, si puede conocer los seres superiores a s mismo de tal modo, ,quin se
atrever a decir que no posee en s mismo cierto conocimiento de las inferiores? As pues, rectamente se dice que son aquellos seres que pueden ser
comprendidos por la razn y el entendimiento, y de forma semejante se dice
con verdad que no son los que, sin embargo, superan toda razn y entendimiento.
A. Por tanto, qu diremos de aquella felicidad futura que se promete a
los santos, que consideramos que no es ninguna otra cosa, salvo la pura
[447B] e inmediata contemplacin de la misma esencia divina? Como dice el
santo evangelista Juan2': "sabemos que somos hijos de Dios y todava no se
nos manifest qu seremos. Cuando, sin embargo, se manifieste, seremos
semejantes a l, pues lo veremos tal como es". De nuevo el Apstol Pablo2':
"Ahora lo vemos como en un espejo y de forma enigmtica; entonces, sin
embargo, lo veremos cara a cara". De nuevo San AgustnZ5,eii los libros de
La ciudad de Dios, dice -como juzgo- acerca de la contemplacin futura de
la esencia divina: "A travs de los cuerpos que llevaremos sobre nosotros,
cualesquiera que sean, a cualquier otro cuerpo que dirijamos las miradas de
'"
"
I s a u ~ 6, , l .
Gregorio de Nisa, De imaxine, 12 ( 1 3 ) (PG 44, 164 A15). San Agustn, De niusicn, VI, XI,
32 (PL 32, 1180).
''
24
IJ~<on,3,2.
25
San Agustn, De civitare Dei, XXII, XXIX, 6 (CCSL 48, p. 861, 185-197; PL 41, 800801).
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"'
A. Lo recuerdo todo.
N. ;Recuerdas qu respondamos a esto?
A. Ciertamente lo recuerdo, si la memoria no me falla. Decas, pues,
[448B] que los ngeles no haban visto las mismas causas de los seres que
subsisten en la divina esencia, sino ciertas apariciones divinas a las que, como
dices, los griegos llaman teofanas, y han sido llamadas con el noinbre de las
causas eternas de las que son imgenes. Aadiste tambin que no slo la
misma esencia divina que existe en s misma inmiitablemente se llama Dios,
sino tambin que las mismas teofanas que se expresan desde ella y sobre ella
en la naturaleza intelectual, se predican con el noinbre de Dios.
N. Lo recuerdas bien. Pues as lo dijimos.
A. Pero, qu tiene que ver con el asunto presente?
N. Segn me parece, no poco. Pues considero que de esta manera como
los ngeles ven siempre a Dios, tambin los justos habrn de verlo como los
ngeles, no slo en esta vida, cuando sufren el xtasis, sino tambin en el
futuro.
A. As pues, no veremos al mismo Dios por s mismo, [448C] porque ni
los ngeles lo ven -pues esto es imposible a toda criatura, ya que, como dice
el Apstolz7,"solo l posee la inmortalidad y habita una luz inaccesiblen-,
sino que contemplaremos ciertas teofanas hechas en nosotros por l.
N. No. Pues cada uno ser informado segn la elevacin de su propia
santidad y de su sabidur2" a partir de una y la misma Forma a la que todos
los seres aspiran -me refiero al Verbo-. Pues Ella misma habla de S misma
en el Evangeliozn: "En la casa de mi Padre hay muchas mansiones", Ilamndose a S misma la casa del Padre. La cual, siendo una y la misma y
permaneciendo inconmutable, sin embargo parecer mltiple a estos a quienes se conceda generosamente habitar en ella. Pues cada uno, coino dijimos,
poseer en s mismo el conocimiento del Verbo unignito, cuanto se le dar
por gracia. Pues cuanto [448D] sea el numero de los elegidos, tanto ser el
nmero de las maiisiones. Cuanto haya sido el nmero de las almas santas,
tanta ser la posesin de las teofanas divinas.
A. Parece verosmil
89
p
.
-
>,
1 Timoreo, 6 , 16.
' V a n Agustn, De vem religiune, LV, 113 (CCSL, 32, p. 260, 128-129; PL 34, 172).
Erigena, Exposilioiie.r in Hiera~chiamcaelesre>ii,IV, 251-259 (CCCM 31, pp. 71.72).
29
$0
Jeauneau advierte que no ha encontrado el texto, pero que, sin embargo, algunos autores
citan a Mximo el Confesor, Ambigua ad Johannem, 111, 293-307; V I , 131-145; LVI, 22-31
(CCSG 18, pp. 30-31, 48-49; 237; PG 91, 1084BC, 1113AB, 1385BC).
"
I Carta a los Corintios, 1, 30.
90
mente diserta sobre la justicia y sobre las dems virtudes que se hacen no de
otra manera que por cierta admirable e inefable conformacin de la divina
Sabidura y de nuestra inteligencia. Pues -como dice Mximo3'- cuanto el
entendimiento humano asciende por la caridad, tanto la sabidura divina desciende por la misericordia; y esta es la causa y la sustancia de todas las virtudes. As pues, toda teofana, esto es, toda virtud, se realiza no slo en esta
vida, en la que an comienza en quienes son dignos de ser informados, sino
tambin en la vida futura en quienes habrn de aceptar la perfeccin de la
beatitud divina, no fuera de ellos, sino [449D1 en ellos, y por Dios, y por
ellos mismos.
A. As pues, las teofanas se hacen desde Dios en la naturaleza anglica y
humana, iluminada3, purificada y perfeccionada por la gracia a causa del
descenso de la Sabidura divina y de la ascensin de la inteligencia humana.
N. De acuerdo. Pues a esta razn conviene lo que el mismo M x i m ~ di'~
ce, puesto que cualquier cosa que el entendimiento [450A] humano haya
podido comprender, esto mismo se hace el entendimiento. Por tanto, en
cuanto el nimo comprende la virtud, en tanto l mismo se hace virtud. Sin
embargo, si buscas ejemplos de estas cosas, con toda evidencia han sido
puestos por el mismo Mximo". Pues como el aire iluminado por el sol no
parece ser otra cosa que luz, no porque pierda su naturaleza, sino porque la
luz prevalece en ste, de manera que ste mismo se considere semejante a la
luz, as la naturaleza humana, unida a Dios, parece hacerse totalmente Dios,
no porque deje de ser naturaleza, sino porque recibe la participacin de la
divinidad para que Dios solo parezca ser en ella. Mas, ausente la luz, el aire
es oscuro; sin embargo, la luz del sol, subsistente por s, no es aprehendida
por ningn sentido corpreo; cuando, sin embargo, la luz solar se mezcla
con el aire, entonces empieza a aparecer de tal manera que, siendo inaprensible en s [450B] misma para los sentidos, sin embargo, mezclada con el aire
puede ser captada por los sentidos. Y con este ejemplo comprende que la
Esencia divina que es incomprensible por s misma, unida, sin embargo, a la
'
'*
"
Mximo el Confesor, Ambig~iand .lohnnnem, 111, 120-130, 390-391; VI, 612-626, 662669 (CCSG 18, p. 25, 34, 64, 66; PG 91, 1073C-1076A. 1088D. 1137B, 1140C, ad sensum).
91
" S a n Agustn, De civirare Dei, XXII, XXIX, 6 (CCSL 48, p. 861, 185-197; PL 41, 800801).
il
Sobre todo cuando, como dice el gran telogo Gregorio", cambiar los
cuerpos de los santos en razn, la razn en entendimiento, el entendimiento
en Dios, y, por ello, toda la naturaleza de aquellos se cambiar en el mismo
Dios. Los paradigmas bellsimos de esta cuestin fueron puestos en la exposicin de Gregorio por el citado Mximo. Uno de los cuales pusimos anteriormente cuando hablbamos del aire; otro, sin embargo, lo aadimos ahora, el cual se refiere al fuego y al hierro. Pues cuando el hierro arde con el
fuego y se disuelve en lquido, nada de su naturaleza [45 lB] le manifiesta a
los sentidos que permanece, sino que todo se convierte en la cualidad gnea;
sin embargo, a travs de la sola razn se sabe que se conserva su naturaleza,
aunque licuefacta. Por tanto, como todo el aire parece luz y todo el hierro
licuefacto c o m o dijimos-, tambin parece fuego, permaneciendo, sin embargo, sus propias sustancias; as tambin habr de ser admitido por un sano
entendimiento que despus del fin de este mundo, toda la naturaleza corprea e incorprea parecer ser solo Dios, permaneciendo la integridad de la
naturaleza, para que tambin Dios, que por s mismo es incomprensible, se
comprenda, en cierto modo, en la criatura. Pues la misma criatura, por un
milagro inefable, se transformar en Dios. Pero basten estos ejemplos, si estas
cuestiones se te manifiestan con claridad.
A. Realmente empiezan a estar claras, cuanto est permitido que tales
cuestiones aparezcan claras a nuestros entendimientos. Pues sobre esta cuestin inefable, quin en esta vida puede hablar de l con tal claridad [45 lC]
que el deseo de quienes investigan no apetezca nada ms all? Sobre todo
cuando ninguna otra gloria se nos promete en la vida futura, salvo el conocimiento por la experimentacin de aquellas cuestiones, que aqu abajo son
credas por la fe y buscadas y demostradas por la razn, cuanto es permitido.
N. Juzgas cauta y razonablemente. As pues, considero que hay que volver a las cuestiones que han sido propuestas, es decir, a las divisiones de la
naturaleza.
A. Ha de volverse ciertamente a estas divisiones, porque, en estos problemas que han de tratarse, se ha de observar un mtodo para que puedan llegar
a algn fin.
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19
I(/
Cfr. Platn, Leges, IV, 715e-716a. Pseudo-Aristteles, De mundo, VII, 401b24-27 (ed.
W. L. Lorimer, Paris, 1933, pp. ,101-102). Apuleyo, De mundo, 38 (ed. J . Beaujeu, p. 157).
I)ioiiisio Areopagita, De divinis nominibus, IV, 4; V, 8 (ed. Suchla, p. 148, 8-11, 187 y 3 ,
14-15; PG 3, 700A9-13, 824 A6-7, B7-8; PL. 122, 1131A5-9, 1150A8-10, B11-12).
"