Comic Semiotica
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INTRODUCCIN
El objeto inmediato de estas pginas son las cuestiones relativas a la metodologa, mtodo y modelo que permitan analizar e interpretar los cmics. La
reflexin llevada a cabo ser eminentemente especulativa en la primera parte del
texto y se encaminar hacia la prctica de crtica aplicada en la segunda.
Esta del cmic es una parcela necesaria de la investigacin pero casi desatendida, en gran medida porque, primero, se ha debido vencer la reticencia que
supone el adoptar el cmic como objeto de estudio, y segundo, porque en el
mbito del cmic han predominado dos tendencias de estudio: la histrica, en
un principio, y la didctica, ms recientemente. En cuanto a la necesidad y la dificultad de lo relativo a metodologa (pese a opiniones contrarias, como las de
Mainer, 2000: 271-2), bastara tener presentes conclusiones pesarosas de maestros, como van Dijk, Barthes o Ubersfeld, quienes, a pesar de haber dejado libros
excelentes de anlisis del texto, no dudan en sealar lo rudimentario de sus
modelos y en advertir sobre lo desproporcionado entre los esfuerzos de explicitacin y los resultados posteriores. Cierto es, no obstante, que en cuanto se entra
en el mbito de la teora del relato es inevitable (por honestidad intelectual) reincidir en autores, obras (y hasta citas) muy conocidas. De cualquier forma, estas
pginas no pretenden ser un breviario de doctrina narratolgica, sino efectuar
una adecuacin crtica de esta a la comprensin del cmic; la remisin a la teora de la narrativa literaria se impone por dos razones bsicas: la primera porque
hasta el nivel del discurso (donde entran en juego las sustancias de la expresin)
novela, cine y cmic responden a los mismos presupuestos narrativos; segundo,
porque en el mbito del cmic son escasas las aportaciones al respecto.
La labor docente en la universidad y la colaboracin con Centros de Profesores me ha venido haciendo notar, ya desde hace aos, la enorme importancia
que tiene la tarea de anlisis e interpretacin de los mensajes icnicos, en justa
correspondencia con el predominio que este tipo de mensajes tiene en la configuracin de nuestro tiempo y, ms en profundidad, en cuanto favorece el conocimiento cabal de los textos y moviliza destrezas de aprendizaje.
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Comparto con Bordwell (1995) la creencia en que el anlisis y la interpretacin de textos son actividades que descansan en tcnicas elaboradas y transmitidas de forma institucionalizada, y que, por tanto, es tarea de la universidad el
atenderlas y ofrecerlas de forma crtica.
Hoy, culminado el siglo XX, tenemos perspectiva suficiente y adecuada (la
que dan ms de cien aos de actividad creadora, industrial y bastantes menos
de investigacin) para contemplar y admitir el cmic como objeto de estudio. Sus
lmites estn bien definidos, aun en la heterogeneidad de sus etapas y tendencias:
desde la de formacin hasta el manga actual, desde los clsicos de mediados de
siglo (Eisner, Hogarth, Foster...) hasta los recientes (Sienkiewicz, Miller, Brescia,
Crepax...), desde el cmix hasta las tendencias esteticistas, cercanas a la pintura
(Mattotti, Pazienza, Segrelles...). Tambin en lo industrial ha recorrido el cmic
etapas de diferente signo, desde las dcadas de bonanza de mediados de siglo,
tanto en Estados Unidos como en Europa, hasta una actualidad en que, salvo en
Japn, ha venido perdiendo empuje ante otras manifestaciones de evasin, como
la televisin, los videojuegos o la navegacin por Internet.
Y en lo relativo a su importancia o consistencia como manifestacin cultural
no cabe duda, tampoco, de que nos encontramos, como diagnostic Gubern,
ante uno de los medios de expresin ms caractersticos de la cultura contempornea (Gubern, 1974: 151); de hecho, una de sus condiciones ms sobresalientes, la fragmentariedad, la interrupcin de sus elementos, coincide con uno
de los rasgos ms definitorios de la postmodernidad. Pero no es solo en su carcter representativo del siglo en lo que estriba su importancia, sino en su condicin de medio de comunicacin de masas, de gran poder comunicativo, con
enorme implantacin durante dcadas, con intencionalidad y funcin variadas y
vinculacin a otras formas icnicas (pintura, teatro, cine, ilustracin, publicidad)
o literarias (la narrativa y el teatro), con derivados mixtos de tanta importancia
en la actualidad como el cine de animacin, ya sea el realizado por tcnica tradicional, ya el realizado a partir de digitalizacin de imgenes; movilizador, adems, de una actividad perceptiva e intelectual de gran inters, como ponen de
relieve la psicologa de la percepcin y el cognitivismo o la didctica.
Frente a ello, es notoria la escasa calidad esttica que tiene gran parte de su
produccin, pero a este respecto cabe entender, como plante Deleuze (1983:
8) con respecto al cine, que lenorme proportion de nullit dans la production
cinmatographique nest pas une objection.2
A mi entender, no cabe duda de que una de las tareas y compromisos fundamentales con la sociedad actual de la universidad (cuya funcin capital es la
1. Con una mesura que falta en Baetens (1998), quien lleva a cubierta de su texto esta cita de
Ben Streepe: Qui na rien compris la bande desine, na rien compris au XX sicle.
2. De hecho, si se siguieran los parmetros de Wilde para diferenciar entre artesana y arte,
sera casi imposible considerar el cmic como arte, en la medida en que, lejos de ocultar sus procedimientos (lo exigible al arte), los exhibe, algo propio de las artesanas.
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de favorecer la actividad de pensamiento), estriba justamente en facilitar el conocimiento de la condicin, funcionamiento y finalidad de los medios de comunicacin, en la medida en que son factores constitutivos esenciales de la visin y
realidad del mundo que vivimos: desde lo ideolgico (sustentador, en demasiadas ocasiones, de valores regresivos), a la posibilidad de un pensamiento crtico,
de lo evasivo fungible a estticas sopesadas.3
En efecto, pocas dudas debera haber sobre la conveniencia de la dedicacin
investigadora a este objeto, por el mero y sustancial hecho de su constitucin
como modalidad de comunicacin de amplia implantacin a lo largo del siglo
XX. Pero lo cierto es que las sigue habiendo, y fundamentalmente en centros de
saber empecinados de forma aberrante en mantener su vista en el pasado y en
los productos sancionados tradicionalmente como prestigiosos. Greimas (1980:
63) ya sealaba la dificultad que encontraba la constitucin de una sociosemitica discursiva que atendiera a todo tipo de productos (entre los que, por cierto, inclua las tiras dibujadas), justamente por el elitismo que discriminaba
textos de calidad y subproductos, y negaba a estos la posibilidad de convertirse
en objeto de estudio. Gadamer (1992: 122), a su vez, se vea precisado a alegar
recientemente a favor de estos estudios, contra esa concepcin elitista de la
investigacin, advirtiendo que el desprecio a los medios de comunicacin de
masas supone la ignorancia de su gran influencia en la sociedad, tanto desde lo
ideolgico como desde lo artstico.
Ya Eco, en el movimiento dialctico con que recorri el mundo de los medios
de comunicacin masivos en Apocalpticos e integrados ante la cultura de masas
(1964), haba puesto de relieve una evidencia: la existencia de un cmic no fungible como mero producto evasivo; un tipo de cmic que sustenta valores, de tipo
lrico (Krazy Kat o Peaunuts, por ejemplo) o satrico (los de Jules Feiffer); a
esta apreciacin le faltaba, para completar el cuadro, la referencia a cmics valiosos
por su dibujo y esttica grfica y narrativa como los de Hogarth, Eisner o Brescia.
Aos ms tarde, en La estructura ausente, animaba al estudio semitico exhaustivo del cmic y otras series de mensajes dentro de lo iconogrfico (1973: 293).
Por otro lado, no creo desdeable la finalidad, aledaa a esta especfica, de
ejercitar la prctica de lectura crtica de mensajes en cualquier soporte que se
presenten. Abogaba Ricardou (1970: 20) por esta utilidad, que posibilitara
desenmascarar los lenguajes falsificados que impone la sociedad; si bien, no
creo que se trate tanto de lenguajes falsificados como de textos de enorme capacidad persuasiva, tendentes a atraer hacia determinadas visiones del mundo o
3. No puedo, por tanto, estar ms de acuerdo con los planteamientos de autores como Villanueva y quienes elaboraron el Curso de teora de la literatura, cuando manifiestan el convencimiento de que su tarea prioritaria es la de contribuir, a travs de la docencia y de la investigacin, al
anudamiento de esa cadena que, tanto desde la teora literaria y la crtica de obras concretas en ella
fundamentada, como desde la comparacin de las diferentes literaturas debe extenderse hasta la
didctica de las mismas (Curso de teora de la literatura. Madrid, Taurus, 1992: 13).
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Ante esta situacin, y convencido de la conveniencia de la utilizacin de planteamientos de esttica comparada, es comprensible que haya tratado de allegar a mi
reflexin las aportaciones, bsicas, de la narratologa del relato literario y las del
cinematogrfico, as como las de la iconografa, mxime cuando se produce una
coincidencia de presupuestos bsicos, filosemiticos, entre estos mbitos y autores.
As, y a pesar de que el cmic queda en terreno de nadie y salvo honrosas
excepciones (Gombrich, 1987: 278) no es allegado desde otros mbitos para las
comparaciones y las reflexiones, la proximidad de componentes y procedimientos hace muy til repensar el cmic desde estos otros mbitos.
Lo mismo Gombrich10 que Panofski (1972), desde la iconologa ms consistente, anan el tratamiento analtico riguroso de las condiciones del texto con su
insercin en las coordenadas espaciales de su produccin y recepcin. En esta
misma lnea (sin la cualidad magisterial de los anteriores y como reelaboradores de
aportaciones previas) se mueven, en el mbito hispnico, las interesantes propuestas del texto colectivo Carmona (1991) o los microanlisis (siempre con justificacin metodolgica y con constantes derivaciones hacia cuestiones tericas y
metodolgicas) de la propuesta de Zunzunegui (1994 y 199611), o el texto compilado por Gonzlez Requena (1995, resultado de un congreso del 1992), con propuestas variadas (narratologa, sicoanlisis, mtodo eclctico y mezcla del anlisis
textual con la filologa cinematogrfica, como puntualiza el propio compilador).
Fuera del mbito hispnico tienen consistencia particular trabajos dedicados
al cine, como los de Bordwell (1989), Bordwell y Thompson (1995), Casetti y Di
Chio (1990) o Aumont y Marie (1990). Del primero considero destacable la atencin a nociones bsicas como las de interpretacin, comprensin y anlisis, que
habitualmente se dan, irreflexivamente, por supuestas. Y a la clarificacin bsica que produce cuando precisa cmo se ejerce la interpretacin (con la elaboracin de campos semnticos a los que traducir el texto, ordenados en
estructuras bsicas y sobre categoras o patrones determinados). El texto de
Bordwell y Thompson (1995, 1 ed. 1979), si bien es posible que posea menor
precisin u hondura en el pensamiento sobre nociones bsicas que en otros
libros similares (faltan o son someras, por ejemplo, las relativas a estilo o a personaje o al narrador cinematogrfico), es modlico para mis intereses en la medida en que se orienta con claridad hacia la enseanza del anlisis y conjunta la
la investigacin; en otro orden de cosas, el esfuerzo hecho en poner de manifiesto la importancia de
las relaciones no sintagmticas para el cmic, como si fuera una gran novedad, se hubiera podido
evitar, con una reflexin previa sobre las condiciones generales del texto artstico y, en particular,
del lrico.
10. Al que Omar Calabrese (1987, en Brisset, 1996: 93) considera el padre y el mejor exponente de la semitica de las artes.
11. Clarificadora de sus fundamentos metodolgicos es la referencia que hace (Zunzunegui,
1996: 125) a su labor como mixta de anlisis textual, comparatismo y filologa cinematogrfica.
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basado en la convergencia del mensaje verbal y el icnico. Pero, con ser importante esta aportacin, se muestra necesitada de mayor elaboracin, partiendo
desde dos aspectos bsicos; el primero, en cuanto a exponer y valorar la fundamentacin terica y metodolgica de cada uno de los modelos, y el segundo, y
no menos importante, en cuanto a atender a sus posibilidades pedaggicas: a las
condiciones de los mtodos para ser sistematizados (en la medida de lo posible)
y poder ser enseados. El primer modelo de anlisis (realizado sobre vietas de
Roberto Alczar, Conan, El Guerrero del Antifaz y Johnny Hazard) es, tout
court, un anlisis ideolgico similar al de Eco en Apocalpticos, en el que se difumina enormemente la atencin a los rasgos pictogrficos y lxicos. El anlisis
estilstico, fundamentado en la escuela de Bally, Spitzer o Dmaso Alonso, se
entiende como el modelo que a partir de la intuicin provocada por el autor en
el lector, este ltimo estructura de modo sistemtico, aunque intuitivo. (p. 103).
En la ejemplificacin de Rodrguez Diguez (sobre Asterix) el mtodo se resuelve en una (interesante) actividad de lectura creativa que atiende a mltiples
aspectos, tanto de microunidades como de macrounidades, con atencin a diferentes niveles y sus relaciones, hasta mostrar la singularidad (y acierto) del texto
interpretado. El problema de este mtodo (ya lo nota el propio Rodrguez Diguez), tanto para su aplicacin al cmic como cuando se utiliza en comentario
de poesa, estriba en su mismo eje: todo queda a expensas de ese chispazo de
apreciacin (sacudida, dira Spitzer) en el que se intuye la clave de la obra, a
partir del que (y se ha de subrayar esta secuencia temporal) se atiende a aquellos rasgos que permiten corroborar tal intuicin y ofrecer una lectura acabada
de la obra; la actividad de anlisis queda muchas veces a expensas (como, por
cierto, en cualquier mtodo de raz impresionista) de la capacidad cultural y de
la sensibilidad del crtico, adems de en la confianza en la suerte para que se produzca el chispazo comprensivo. En su vertiente relajada este mtodo propicia un
mero anlisis de rasgos, a discrecin (y acierto) del analista.
Cuando Rodrguez Diguez plantea la posibilidad de un anlisis estructural
acierta al presentarlo como superacin y mejora del estilstico (aunque habra
que matizar el componente estructural que tiene la propia estilstica), pero yerra
al reducirlo a un anlisis de contenido y de actantes. Es aqu donde se revela
necesaria la apoyatura en la narratologa que le hubiera permitido plantear un
modelo sistemtico de atencin a rasgos y niveles, para el que, paradjicamente,
toda la primera parte del libro (el lenguaje del cmic) viene a ser (parte de) la
introduccin adecuada.
Con el anlisis sistemtico se acerca Rodrguez Diguez a cumplir lo que,
en rigor, debe y puede conseguir el estructural, como puede verse en su planteamiento, cuando dice que debera atender a qu nivel de inconicidad presenta,
qu caractersticas tiene la vieta, cules son los rasgos de la presentacin del
campo acotado plano, horizonte, dinamismo, etc. y cmo se realiza la presentacin de lo verbal. (p. 120).
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13. Carencia que tambin se observa en otros textos excelentes de investigacin sobre el cmic,
como el de Barbieri (1993), en el que tambin se invocan otros objetivos para no abordar por extenso consideraciones sobre el componente narrativo en el cmic.
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