Un Niño en La Revolución Mexicana

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Un nio en

la Revolucin
Mexicana
Ren Avils Fabila

Nadie como Antonio Castro Leal para analizar

la novela de la Revolucin Mexicana. El problema es


que centr su atencin en los ms admirables ejemplos y
afuera quedaron algunas docenas de obras que merecan
ser rescatadas, no tanto por el peso de sus autores como
por su vala literaria especfica. Razones existen: su tema
era la novela y muchos libros eran de cuentos, unos ms
autobiogrficos, piezas dramticas y los fuimos perdiendo
salvo algunos casos memorables; en cuento, digamos, podamos citar como uno de los mejores a Rafael F. Muoz,
cuyo relato Oro, caballo y hombre es una obra maestra
insuperable. El fenmeno revolucionario de 1910 no era
un simple choque entre poseedores y desposedos, fue
la transformacin de Mxico y la exacerbacin de sus
virtudes y defectos. Entre los ltimos, el rencor, el resentimiento, el caudillismo y la corrupcin parecen ms
valiosos para el literato que las primeras.
La Revolucin marca efectivamente un cambio
profundo en Mxico y nos obliga a mirar hacia nuestro
interior en busca de la propia identidad. Entre los libros
de memorias hay uno de extraordinaria belleza, Un nio en

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la Revolucin Mexicana de Andrs Iduarte, tabasqueo


que el feroz remolino condujo a la capital mexicana
donde hizo una brillante carrera intelectual. El trabajo
inicial de Iduarte es un magnfico producto de una
manera peculiar de relatar la propia vida, recurrir a la
autobiografa, como lo consigui Nellie Campobello,
quien s es parte de los tomos de Castro Leal, con su
novela Cartucho. En tal sentido, ms adelante, slo
Elena Garro obtiene una obra de semejante talla con
1937, memorias de Espaa. Una todava adolescente,
ya casada con Octavio Paz, relata sus andanzas en la
Guerra Civil Espaola, al lado de alguien que siempre
fue un adolescente maravilloso, Juan de la Cabada,
ms que de la mano de Alberti, Siqueiros, Modotti
o del propio Paz. En este campo vale la pena sealar
otra obra clsica: El retrato de mi madre de Andrs
Henestrosa.
La crtica fcil ha sealado que el libro de Iduarte
resulta reaccionario. No es sencillo sostener una
argumentacin que separe lo liberal o revolucionario de lo reaccionario. Las pugnas histricas no
fueron tan simples, lo que llama la atencin es que
para muchos sigan vigentes con distinta terminologa.
Es parte de una historiografa oficial, hecha por los
vencedores, donde predomina una retrica falaz sobre
el anlisis serio.
Pensar, por ejemplo, que Miguel Miramn era un
traidor a la patria significa ver las cosas sin seriedad
crtica; era un hombre, ciertamente equivocado, que
luch en el bando opuesto a quien representaba la razn
y la defensa de la Repblica liberal, Benito Jurez, pero
no un traidor. Tampoco el mismo Jurez resultaba un
hombre perfecto, lo fue de claroscuros y sus enemigos
como Francisco Bulnes trataron de ir ms lejos

en sus crticas. Es an ahora el caso de Porfirio Daz,


quien supuso, como todos los dictadores, que su presencia eterna garantizaba la supervivencia y avance del
pas, cuando ya no era ms el hroe republicano sino un
tirano que toleraba matanzas, opresin y desigualdades
feroces. Hay un Daz en 1880 y otro distinto en 1910.
El valiente guerrero, vital para Benito Jurez, no
supo retirarse a tiempo, morir en el momento adecuado
y as qued en nuestra imperfecta historia, como un
tpico villano, cuyos restos son imposibles de regresar
a Mxico.

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Ilustraciones de Alberto Beltrn para la edicin


de Un nio en la Revolucin Mexicana
de Andrs Iduarte de Editorial Ruta, 1951

Hoy, esa misma lucha de contrarios persiste en


la retrica: derecha contra izquierda. El caso es que
si la derecha es obvia, la izquierda es irreal, una mera
fantasa, una terminologa fomentada por estudiosos
y periodistas comodinos e intelectuales orgnicos, no
como los imaginaba Gramsci, sino como sus propios
intereses materiales les dictan.
Si Castro Leal dividi a la novela de la Revolucin
Mexicana en dos partes: la que escribieron aquellos
que fueron testigos, partcipes de la gesta, y la de
quienes fueron nios cuando ocurri, que vieron a
distancia el movimiento o escucharon de l por boca de
los mayores, queda una tercera etapa, que no apareca
cabalmente en los tiempos de Antonio Castro Leal,
la que nos deja ver los resultados de la insurreccin
iniciada por Madero, los Flores Magn, los hermanos
Serdn, Zapata y Villa. Aqu ya no son las grandes
batallas ni las hazaas de hombres duros que se formaron en las acciones militares, sino la terrible y tenaz
corrupcin, la inmoralidad, de nuevo las injusticias
restndole trozos de mritos a los logros y conquistas.
Como lo anticip Fernndez de Lizardi en El periquillo sarniento, se desarrollaron las artes y la educacin,
se hizo una magnfica Constitucin, se acabaron las
inmensas haciendas, las tiendas de raya y la explotacin de los campesinos, pero paralelamente crecieron
o resucitaron los ladrones, los pillos, los personajes de
escasos escrpulos, la Revolucin se hizo gobierno y
volvimos a los orgenes en ms de un momento.
Novelas como La Regin ms transparente y La
muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes son buenos
ejemplos. Estn all los psimos resultados que convierten a la nuestra en una revolucin fallida o interrumpida. A cien aos, el tema no ha muerto como suponan

varios crticos y lectores, pero ahora los ocupa una


literatura que muestra las decepciones y los fracasos. A
veces, de nuevo algunos regresan a la parte pica, como
el propio Fuentes en Gringo viejo. Pero lo importante es
que la Revolucin Mexicana sigue siendo noticia y tema
para escritores e historiadores, los primeros regresan a
una poca nica, la imaginan y recrean, los segundos
intentan separar la paja de lo bueno, reescribir la versin
correcta o revalorar a ms de un autor que injustamente
ha quedado atrs simplemente porque no le gust la
brutalidad de la Revolucin Mexicana.
Falta, para tener un cuadro completo y sin excepciones, una literatura que el Mxico oficial ha desdeado, la producida por la contrarrevolucin, la guerra
llamada Cristera por unos, Cristiada por otros; y cuyos
fondos, bien vistos, no son solamente religiosos sino
resultado del problema agrario y los avances constitucionalistas impuestos por la fuerza y no por la razn.
All bien podran estar Los recuerdos del porvenir, de
Elena Garro, entre muchos otros de calidad.
Andrs Iduarte no escribi una novela basndose
en los recuerdos de niez, no hizo la historia de la

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Un nio en la Revolucin Mexicana

son revolucionarios, sino robolucionarios. Por desgracia, esta ignominia creci hasta hacerse monstruosa.
El nio se percata claramente que el movimiento
esperanzador se haba desmayado (el trmino es suyo)
de forma prematura.
No todos en aquellos tiempos se formaron en la
pasin de la gesta, como Martn Luis Guzmn o Rafael
F. Muoz, al lado de Villa. Los hubo como Alfonso
Reyes, espiritualmente golpeado por la muerte de su
padre, el general Bernardo Reyes, que opta por buscar otras referencias culturales para su arte narrativo,
dramtico y ensaystico. Tampoco a Julio Torri, tan
atenesta como los anteriores, parece importarle la
Revolucin.
En cambio, Andrs Iduarte aprovecha su niez
para mostrar en una muy bella prosa, nica entre los
libros autobiogrficos mexicanos, sus aos iniciales en
medio de batallas y dificultades peculiares. Recurre al
buen humor y ve a sus paisanos como griegos tropicales
o africanos que desean ser griegos. La lista de nombres
de filsofos y literatos de la Grecia clsica o del mundo
latino es contada con desenfado y naturalidad por el
nio-hombre Andrs.
La primera lectura de Un nio en la Revolucin
Mexicana no me produjo la emocin de la cercana con
Madero, Villa, Obregn, Zapata o Carranza, ms bien
me record que en mi casa los mayores de la familia
Fabila discutan sobre esos mis personajes legendarios
y tomaban partido.
Mi abuelo recordaba que el grado de mayor lo
obtuvo del lado zapatista. Su hermano, mi to abuelo
Gilberto Fabila, senador con Plutarco Elas Calles,
defenda los mritos de Carranza y hasta los del propio Jefe Mximo, sin olvidar, desde luego a lvaro

lucha fraterna en Tabasco y en el df, se limit a una


tarea de apariencia modesta: narrar cmo fue su niez
en Tabasco y su periplo a la ciudad de Mxico. La
prosa es la de un nio observador, agudo, inteligente y con una slida formacin cultural que le viene de
familia, que mira las diferencias sociales y raciales con
sincero estupor.
Sus observaciones siempre desconcertadas, llenas
de preguntas que slo el tiempo responder, son las de
un pequeo cuyo mundo se derrumba estrepitosamente
y el nuevo nace imperfecto, heredero de los mismos
vicios del porfirismo. Las luchas entre reaccionarios
y revolucionarios lo confunden: en su misma familia,
llena de apellidos ilustres, los hay de un bando y del
otro, cul es el camino?, a dnde ir?
Como a tantos otros en esa convulsionada etapa
mexicana, el nio Andrs Iduarte se convierte en
hombre maduro y bien formado intelectualmente
en la capital. Desde sus trincheras es capaz de mirar
algunas ventajas de la Revolucin y las desventajas, el
movimiento que cae en manos de tortuosos y corruptos.
Escribe Iduarte citando a un vendedor de frutas: No

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dejndonos recuerdos imborrables y libros formidables.


Entre estos ltimos estn El libertador Simn Bolvar,
Veinte aos con Rmulo Gallegos, Elogio de Mxico, Alfonso Reyes, el hombre y su mundo, El mundo sonriente y
En el fuego de Espaa. Entre los primeros sobresale su
memorable trabajo al frente del inba. Lo conoc en
las oficinas del antiguo edificio del Fondo de Cultura
Econmica en avenida Universidad, en 1969. Ambos
ramos autores de tal empresa. El primer encuentro
fue formal. Nos present Salvador Azuela y junto con
el poeta Rubn Bonifaz Nuo y Francisco Monterde,
platicamos de libros. Fui ms lejos y le pregunt por
un hecho de su vida, muy significativo en el panorama
cultural mexicano, hoy sin grandeza: la muerte de Frida
Kahlo. Su pltica era cautelosa y no fue ms all de lo
sabido pblicamente. Quiz la diferencia de edades
lo hizo discreto. O no apreciaba recordar el absurdo y
escandaloso incidente que le cost la salida del inba
y enseguida un exilio voluntario que nos impidi
disfrutar ms los beneficios directos del distinguido
intelectual, siempre caballeroso, digno y sensible.
La muerte de Frida Kahlo desconcert a sus
amigos y admiradores. Aunque se saba de su larga y
penosa enfermedad, uno nunca est preparado para el
final. Aprovecho el relato que hace Bertram D. Wolfe
en su libro La fabulosa vida de Diego Rivera, el dolido
viudo le llam a Andrs Iduarte para solicitarle que
el cuerpo de Frida fuera velado en Bellas Artes. El
director acept con la condicin de que no convirtieran el velorio en un acto poltico. Ya en el vestbulo,

Obregn. Del lado paterno, mi abuelo Gildardo F.


Avils, discpulo aventajado del maestro Enrique C.
Rbsamen, pensaba que el porfirismo tuvo excelentes
momentos. Sent, en mis pocos encuentros con l
(muri cuando yo tena unos nueve aos), que aoraba
la figura impresionante del dictador. Es decir, en una
poca todava impregnada por la Revolucin Mexicana y una excesiva publicidad oficial, yo encontraba
las mismas dudas que haba hallado el nio Andrs
Iduarte. Debo aadir que me conmova la belleza de
la escritura, su fluidez y el ritmo de la musicalidad
logrado en esa obra.
Andrs Iduarte naci en San Juan Bautista de
Tabasco, hoy Villahermosa, en 1907; su formacin
se la debe a la Universidad Nacional de Mxico, los
posgrados a la Universidad Central de Madrid y a la
Universidad de Columbia en Nueva York. Hizo una
larga carrera acadmica y ocup puestos relevantes
dentro de la educacin y la cultura. Su ltima gran
tarea en Mxico la tuvo al frente del Instituto Nacional de Bellas Artes, de 1952 a 1954. Muri en 1984,

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los camaradas comunistas decidieron cubrir el atad


con la bandera roja de la hoz y el martillo. Un tributo
final a la pintora que tanto am al marxismo: la causa
que la pareja haba abrazado con devocin y Andrs lo
saba. Pese a las protestas del secretario de Educacin
Pblica, Jos ngel Ceniceros, Andrs Iduarte hizo
guardia junto al fretro, donde estaba el general Lzaro Crdenas; en el entierro, ley una conmovedora
oracin fnebre y Carlos Pellicer dijo poemas a Frida.
La reaccin del gobierno de Adolfo Ruiz Cortines fue
brutal y Andrs Iduarte tuvo que presentar su renuncia, para luego optar por la ctedra en universidades
norteamericanas.1
Cuando rele Un nio en la Revolucin Mexicana
le encontr mayores mritos y virtudes que durante
la primera lectura. Escrito entre 1937 y 1938, entre
Madrid y Barcelona, lejos del terruo y en medio de
una guerra fratricida, es una obra plena de since-
ridad y coraje, publicada en 1951, una leccin de
dignidad en pocas en que todos se hacan pasar por
revolucionarios.
Sin duda los prrafos ms conmovedores son
aquellos que Iduarte le dedica a dos muertes premaEn aos recientes, el palacio de Bellas Artes se ha convertido en una
sala de usos mltiples, segn los gustos y apreciaciones de las autoridades.
Carlos Monsivis fue velado en ese mismo sitio (ya convertido en sucursal
de agencia funeraria), sus amigos cubrieron el fretro con una bandera
multicolor que simboliza el mundo gay. No hubo protestas oficiales, slo
llanto a raudales de la burocracia cultural. Antes era pecado ser comunista.
S, los tiempos han cambiado. Marx sola decir: la historia primero es
tragedia, luego farsa.

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turas: la de su hermana mayor, a quien mira declinar


lentamente, en medio de un callado dolor, y la de su
padre, a quien describe como un hombre formidable,
bello, inteligente y generoso. La muerte de este ltimo,
contada con fina discrecin, ocurre en un hotel de paso;
de este momento, Iduarte no dice mucho.
Este es un libro que libera lo mejor del espritu
humano. Calificarlo peyorativamente como reaccionario porque el propio Andrs Iduarte irnico lo
dice en sus memorias de nio rumbo a la juventud
es una idea simplona. Fue un atento observador del
mundo que lo rodeaba y producto de las confusiones
del trnsito de una poca a otra. Como casi todos los
autores de la literatura de la Revolucin Mexicana, fue
pesimista, lo fue Mariano Azuela al escribir el primer
libro sobre el tema y concluirlo mientras su personaje
principal, Demetrio Macas, apunta, ya muerto, su fusil
al infinito, sin ninguna esperanza de futuro.
Don Andrs Iduarte fue vctima de los gobiernos
llamados posrevolucionarios. Por fortuna, supo mantener una altsima dignidad en la derrota que a la larga
se ha convertido en triunfo literario.

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