Ghirardi Et Al-Familias Iberoamericanas, Ayer y Hoy
Ghirardi Et Al-Familias Iberoamericanas, Ayer y Hoy
Ghirardi Et Al-Familias Iberoamericanas, Ayer y Hoy
Familias
iberoamericanas
ayer y hoy
Una mirada interdisciplinaria
Suplentes
Familias
iberoamericanas
ayer y hoy
Una mirada interdisciplinaria
Mnica Ghirardi
Coordinadora
ALAP Editor
Serie Investigaciones
N 2
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NDICE
II - LAZOS PARENTALES
Antonio Irigoyen Lpez
La Iglesia y la perpetuacin de las familias: Clero y mayorazgo
en Castilla durante el Antiguo Rgimen ....................................................... 113
Ana Silvia Volpi Scott
Familia y compadrazgo en la Amrica portuguesa
(c.1770-c.1790) ...................................................................................... 135
Noem Lorca
Parentescos en Argentina. El caso de las sierras de Crdoba ............................. 151
7
V - TRANSFORMACIONES DE LA FAMILIA
Y CAMBIO SOCIAL
Marisol Alfonso
Familia y segunda transicin demogrfica en Cuba ...................................... 335
8
RESEAS BIBLIOGRFICAS
Francisco Chacn Jimnez y Juan Hernndez Franco (editores)
Resea: Raquel Snchez Ibez
Espacios sociales, universos familiares. La familia en la
historiografa espaola ............................................................................... 403
Francisco Garca Gonzlez (coordinador)
Resea: M. Estela Rivero Fuentes
La historia de la familia en la Pennsula Ibrica (siglos XVI-XIX),
Balance regional y perspectivas: Homenaje a Peter Laslett .............................. 413
10
PRESENTACIN
travs de proyectos de trabajo concretos, e iniciativas de accin compartida. Tambin vaya nuestro reconocimiento a los organismos que
dieron su aval acadmico, y tambin apoyaron materialmente la ejecucin de esta obra. No puedo dejar de mencionar adems a Mari
Biain, quien con gran dedicacin y minuciosidad, trabaj en el cuidado de la edicin. Agradezco a Rudy Gil por la hermosa portada
que dise inspirada en la belleza de la pintura colombiana La familia, de Fernando Botero.
La obra tiene la particularidad y propone el desafo de presentar una mirada interdisciplinaria sobre aspectos referidos al binomio
familia-sociedad en contextos cronolgicos, sociales y geogrficos variados y cambiantes. La demografa, la sociologa, la antropologa, el
derecho, la psicologa y la historia se hacen presentes aportando perspectivas analtico-interpretativas y metodolgicas diversas, procurando
brindar una aproximacin al tema en estudio en toda su complejidad. Entendiendo como Eric Hobsbawm en su libro Sobre la historia
(2002: 23) en el captulo titulado El sentido del pasado, que ste
constituye una dimensin permanente de la conciencia humana,
un componente obligado de las instituciones, valores y dems elementos constitutivos de la sociedad humana la mirada histrica a
las familias, proponiendo un enfoque interpretativo procesual de larga duracin, tiene un peso significativo en este libro, contribuyendo, entendemos, a una mejor comprensin del concepto de reproduccin social, que permita explicar cambios y continuidades sociales.
Mnica Ghirardi
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PRLOGO
Prlogo
Europa, junto con el mtodo de reconstitucin de familias de Henry-Fleury (1965. Vase el nmero monogrfico de Annales E.S.C.,
de julio-octubre de 1972, sobre: Famille et Societ, con 2 edicin
en 1983), los anlisis sobre la vida familiar y la infancia, de Philippe
Aris (1973) o el monogrfico sobre Familia y comunidad de Quaderni Storici (1976), que inici una mirada al pasado y al presente
que iba a cambiar y transformar los presupuestos tericos y metodolgicos de la historiografa imperante.
Es evidente que en las tierras de Amrica Latina el pulso social
e histrico late a otro ritmo y de otra manera; sin embargo el pasado
colonial ejerce un peso demasiado fuerte sobre el futuro de sociedades muy dependientes. A principios de los 80, Balmori, Voss y Wortman plantearon la importancia y trascendencia de las alianzas de
familias para explicar la formacin de los pases en la regin. Superado el sndrome mimtico del sentido obligatoriamente finalista y
retardado para Amrica Latina de los procesos sociales desarrollados
en Europa occidental, se ha dado paso, y Familias iberoamericanas
ayer y hoy. Una mirada interdisciplinaria, lo demuestra sobradamente, a la fuerza de los lazos de parentesco, la potencia de los vnculos
familiares y de las redes clientelares; hasta tal punto que las constituciones surgidas de las revoluciones del siglo XIX no rompieron las
tupidas y densas mallas de intereses familiares y sociales tejidas a lo
largo de unas prcticas llevadas a cabo durante siglos con el ideal de
perpetuar el status, el dominio y el control sobre unos recursos materiales e inmateriales mediante el establecimiento de alianzas verticales de dominacin.
Algunas fechas significativas como la creacin del Cdigo Civil en Argentina en 1871; el inicio del registro civil en Per en 1936
o en 1974 en Colombia; o la instauracin del voto femenino en este
pas en 1954, demuestran que los ritmos de los procesos corresponden a cada realidad concreta, pero se demuestra a la vez que la institucin familiar es el eje de la historia poltica y la afirmacin de las
naciones. La sensibilidad social y poltica para crear, por ejemplo, en
Colombia en 1968 el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
(ICBF), demuestra la preocupacin, inquietud y medidas para afron16
Prlogo
Prlogo
dicadas, incluida la que es objeto de esta presentacin, estn constituidas por un conjunto de contribuciones que estudian casos especficos y concretos, demuestra lo que decimos. Nos encontramos, pues,
en una fase de necesaria y profunda investigacin dentro de la agenda marcada por el paso adelante que signific eliminar los estudios
comparativos de carcter mimtico respecto a lo ocurrido en Europa
y que tras una generacin pasara, con algn matiz, segn determinada historiografa, en Amrica Latina. Un viaje de ida con cierto
olor y aroma impositivo, pero que, adems, no tena boleto de vuelta.
Familias iberoamericanas ayer y hoy. Una mirada interdisciplinaria, rene 16 contribuciones que cubren una amplia geografa regional desde Castilla hasta buena parte del continente pasando por
Cuba, Brasil, Mxico, Bolivia, Chile y Argentina, aunque la mitad
de las colaboraciones corresponden a estudios y anlisis llevados a
cabo sobre la zona de Crdoba (Argentina) y temticas generales del
pas como la doctrina jurdica y su impacto en la legislacin argentina sobre la construccin de la feminidad y la masculinidad en el
siglo XIX, o las configuraciones vinculares de parejas en el siglo XXI.
El lector tiene ante s un amplio recorrido temtico. El matrimonio y el sistema familiar como elementos de dominacin sobre la
poblacin indgena es una preocupacin de varios autores y un denominador comn en este libro. Precisamente, es una de las cuestiones historiogrficas ms debatidas con proyeccin sobre el anlisis
social. Las sugerentes palabras de David Robichaux, enlazan con los
planteamientos de Pilar Gonzalbo al cuestionar, por una parte, la
coexistencia de dos sistemas familiares y matrimoniales: el indgena
y el castellano, y plantear las grandes dificultades y fuertes resistencias para lograr el disciplinamiento moral y social del nuevo modelo
cristiano. Ello dio lugar a variadas formas de convivencia domstica y
demostr la incapacidad de la Iglesia para establecer la disciplina en
las relaciones familiares. Un claro ejemplo de lo que decimos es el
que nos ofrece Ana Mara Presta en la regin de Charcas en los siglos
XVI-XVII respecto al matrimonio indgena. Demuestra la convivencia y coexistencia de las prcticas indgenas y su combinacin con las
castellanas, pero sabiendo que son stas las que otorgan legitimidad.
19
Llevarse la novia en Murcia y Andaluca, es una obra del antroplogo Joan Frigol, quien estudia la fuga que, en ocasiones, llevan a
cabo los enamorados con objeto de salvar la oposicin paterna por
razones de status de uno de los contrayentes o, sobre todo, por el
ahorro que significaba de la dote. Se produce en edades tempranas y,
especialmente, en el sur de Espaa, donde el modelo demogrfico de
alta presin impulsa al matrimonio a la mayor parte de los miembros de las cohortes en edad de primeras nupcias.
Prcticas que tienen su origen en los matrimonios clandestinos, en donde convergan personas, voluntades e intereses a menudo
contrapuestos: consentimiento familiar y libertad de los contrayentes. Se ponan en tensin tres factores: la obediencia filial, la fidelidad religiosa y la felicidad de los protagonistas. Ello origin diversas
situaciones y prcticas sociales: desde el rapto de la novia hasta la
aparicin de la figura de la malcasada. Los ejemplos que Robichaux
encuentra en Mxico y, en concreto, en su trabajo de campo en Tlaxcala guardan una gran similitud con los casos hispanos, pero no pensamos que tengan nada que ver con el individualismo en la familia.
Otra semejanza es la relativa a los conjuntos de viviendas alrededor
de un patio o patios de vecindad denominados en Espaa corralas;
son famosas, entre otras, las que existieron, por ejemplo, en Madrid
o Cdiz
El desarrollo cientfico-tecnolgico que caracteriza a las sociedades contemporneas, al ponerse en relacin con el binomio familia-cambio social, produce dos consecuencias fundamentales que se
pueden conocer en las prcticas matrimoniales. As, como indica
Marisol Alfonso, la segunda transicin demogrfica en Cuba tiene el
rasgo propio que la define: es decir, ruptura entre sexualidad, matrimonio y procreacin. Por su parte, Martha Beatriz Melo seala que
cuando la estructura tradicional de la familia es modificada por la
industrializacin, tanto la superioridad del padre como la venerabilidad de los ancianos pierden todo significado. La ltima contribucin publicada y con la que concluye el libro, contiene una novedosa
investigacin sobre una prctica igualmente reciente: LAT (Living
Apart Together), o vivir juntos pero separados, adaptacin libre de la
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Prlogo
traduccin y expresin en castellano, y ttulo del artculo de Quilodrn Salgado-Hernndez Dvila, quienes analizan la situacin en
Mxico, aunque es en pases como Holanda, Noruega, Reino Unido,
Francia, Canad, donde se practica. Lo importante es sealar la independencia entre los itinerarios conyugales y reproductivos. El sentido de familia, entendida en el sentido tradicional, se pierde en tanto
que no existe continuidad en la convivencia, aunque sta se produce
pero de manera intermitente y sin compromiso legalmente establecido sino dependiendo de la voluntad de los protagonistas.
Se comprueba que existen otras formas de construir y crear
una familia, y que los conceptos y categoras a partir de los cuales
hemos pensado e investigado, tradicionalmente y hasta fechas muy
recientes, la familia, estn cambiando de manera radical. No es necesario el matrimonio para la procreacin, la reproduccin biolgica
asistida hace innecesaria la presencia y convivencia con el varn; se
reincide a lo largo de una vida, que registra un notable aumento en
las expectativas de duracin, en varias uniones o/y matrimonios. Todo
lo cual supone unas nuevas relaciones familiares basadas en la libertad individual de hombre y mujer y, por tanto, con nuevas formas
muy alejadas de los condicionamientos de la herencia, la familia o las
estrategias familiares.
Junto al matrimonio y el sistema familiar, el estudio de la infancia y de los hogares completa los trabajos que podramos aglutinar en un primer bloque. La atencin a la infancia y, en concreto, el
abandono de nios e ilegitimidad (Dora Celton) y la niez en los
contextos de pobreza (Mnica Ghirardi), ambos trabajos referidos a
Crdoba (Argentina), estudian y analizan fuentes y problemticas
bsicas para la sociedad colonial y contempornea en Amrica Latina. As, los nios de la calle en Brasil y Mxico son preocupaciones
que se trasladan al pasado. Los estudios clsicos de Maria Luisa Marcilio sobre Brasil o el congreso celebrado en Roma (1987), Infancia
abandonada y sociedad en Europa, siglos XIX-XX (1991), significaron, junto a otros trabajos, una referencia que vuelven a recuperar
los estudios de Celton y Ghirardi. El reciente dossier de Annales de
Demographie Historique (2007-2, Les enfants abandonns. Institu21
Prlogo
Prlogo
mayor relieve y prestigio de Amrica Latina. Que la Asociacin Latinoamericana de Poblacin (ALAP) sea la institucin que edita el libro y que colaboren el Fondo de Poblacin de Naciones Unidas, as
como CONICET y la Secretara de Ciencia y Tecnologa de la Universidad Nacional de Crdoba, demuestra el grado de excelencia alcanzada.
Francisco Chacn Jimnez
Catedrtico Historia Moderna Universidad de Murcia
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EL ORDEN DE LA FAMILIA
EN LA NUEVA ESPAA
Pilar Gonzalbo Aizpuru
El Colegio de Mxico
cho, sus costumbres familiares. La vigencia simultnea de leyes confusas y contradictorias influa en la libertad con la que muchos espaoles se comportaban, con la tranquilidad de estar obrando conforme a las normas (Gonzalbo, 1998: 49-55). As pudieron mantenerse por dcadas las costumbres que se aceptaron durante los primeros
aos, en los que fue comn el reconocimiento de las relaciones de
amancebamiento, estuvieran formalizadas o no como contratos de
barragana; conforme a esta apreciacin, los primeros conquistadores
tomaron compaeras indias con quienes tuvieron hijos naturales a
los que reconocieron, dotaron y pudieron situar en posiciones distinguidas sin que les afectase la mancha original de su nacimiento
(Las Siete Partidas, 1767: 93 y 95). Pesaba todava en la mentalidad
de los castellanos la tradicin medieval contraria a lo que dispondra
el Concilio de Trento.
Pero ms que las leyes promulgadas, los convencionalismos
sociales establecan los criterios por los que un comportamiento resultaba inapropiado o aceptable; y los convencionalismos marcaban
diferencias segn la categora en que se situaba a las familias e individuos. Esta categora, que constitua la calidad, tena un componente
tnico, al que se unan la situacin econmica, el prestigio profesional, el buen orden familiar y el reconocimiento social. Desde fines
del siglo XVI se marcaban las diferencias de calidad como fronteras
invisibles entre los grupos sociales, pero fronteras flexibles que podan traspasarse segn las circunstancias. El incremento del nmero
de mestizos y mulatos y la variedad de mezclas entre ellos contribuy a la complejidad de las calidades y a la ineficacia de los intentos
de segregacin. Ya no se trataba de que los espaoles persiguiesen a
las indias ni de que las negras sedujesen a sus amos con tal de obtener su libertad o un trato de privilegio; hombres y mujeres de todos
los rangos podan convivir por varios aos en uniones de pareja que
no siempre eran consagradas por el matrimonio; y no era fcil distinguir a un nio mulato de un mestizo, a un castizo de un espaol o a
un indio de un zambo. Tambin era frecuente que un mulato propietario de obraje o taller ascendiera a mestizo o castizo en la opinin pblica, mientras que habra permanecido en la misma catego33
opcin de contraer un matrimonio secreto, que efectivamente contaba con la presencia del prroco de la pareja (o de uno de ellos) pero
no requera la publicidad de amonestaciones pblicas. En fin, el contrato de esponsales era en la prctica una autorizacin para que los
novios iniciasen su convivencia sin menoscabo del decoro de la novia
y del honor de su familiai (Twinam, 1999: 59-88). Otras concesiones cotidianas, en aras del orden de la comunidad, eran la diferencia
de criterio al medir la gravedad de los pecados de la carne entre
hombres y mujeres, adultos y jvenes, y la oscilacin entre rigor y
laxitud segn se juzgase a nobles o plebeyos.
Ya mediado el siglo XVII parecan resueltos los problemas de
conciencia y se organizaban las familias de acuerdo con la costumbre. Poco a poco aceptaban los fieles acudir a su parroquia para recibir el sacramento del matrimonio, aunque lo ms frecuente era que
llegasen tan slo al atrio, en donde los reciba el prroco que actuaba
como testigo, ya que los ministros del sacramento eran los contrayentes (Calvo, 1991: 101-108). A juzgar por lo que muestran los
libros parroquiales de bautizos, poco ms de la mitad de la poblacin de la capital haba formado su familia a partir del matrimonio
de los padres, mientras que el resto no haba considerado la necesidad de legitimar su unin en la iglesia. Claro que no disponemos de
constancia de las uniones extraconyugales, pero s la tenemos de los
bautizos. La alta mortalidad de los recin nacidos permite suponer
que muchos infantes no llegaron a bautizarse, pero esto afectara igualmente a los legtimos y a los ilegtimos. Tambin es obvio que la
procreacin de un hijo no era consecuencia invariable de una relacin ntima; muchos matrimonios carecan de hijos y lo mismo puede suponerse de las parejas irregulares. Es presumible que las uniones consensuales durasen menos y fueran menos fecundas, pero sobre esto no puede afirmarse nada, puesto que hay evidencias de que
en la ciudad de Guadalajara suceda precisamente lo contrario (Calvo, 1992: 103-125). En todo caso es preciso sealar la peculiaridad
de zonas que correspondan con mayor o menor precisin a los lmites de las circunscripciones parroquiales y no a poblaciones completas ya que la capital del virreinato y las ciudades ms populosas como
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Puebla, Antequera, Quertaro o Guadalajara, no pueden considerarse como unidades de estudio puesto que las diferencias podan apreciarse incluso por zonas de vecindad y desde luego por feligresas.
Tales diferencias han sido estudiadas en la ciudad de Puebla, en la
que las condiciones de salubridad de los terrenos, el acceso al agua
potable y las caractersticas de la poblacin determinaron diversas
formas de comportamiento familiar (Loreto Lpez, 2001: 147-206).
Los registros de bautizos, matrimonios y defunciones proporcionan algunos datos seguros, adems de los que pueden inferirse
con riesgo de error. No es dudoso el nmero de bautizados, y tambin consta, con razonable certeza, el nmero de adultos y de infantes entre ellos. Hay probabilidad de que la identificacin de la calidad de los bautizados se aproxime a las cifras reales, pero de ninguna
manera puede tomarse como referencia precisa de los ndices de
mestizaje; puede, en cambio, sugerir tendencias y posibilidades. Podemos dar por segura la proporcin de legtimos e ilegtimos, aunque las cifras resulten muy superiores a lo que era el promedio en las
ciudades europeas de la poca; mediado el siglo XVII, el 42% de
ilegtimos bautizados, sumadas todas las calidades, puede desglosarse en los dos grandes grupos, el de espaoles, con 37% de nacimientos ilegtimos, y el de castas, con 43% (Gonzalbo, 1998: 175-181).
Tambin hay indicadores de que en cada parroquia reciban los sacramentos quienes formaban parte de su feligresa; pero ya en este
punto entramos de nuevo en el terreno de las aproximaciones y de
las probabilidades. Si en una de las parroquias de espaoles, en el
ltimo tercio del siglo XVII, encontramos un elevado nmero de
bautizos de indios, sabemos que se trata de una irregularidad, sin
embargo muy frecuente; porque los indios deberan bautizarse en
sus propias parroquias, pero la mortalidad de los recin nacidos era
tan alta que ningn sacerdote se habra atrevido a negar el sacramento a una criatura inocente que, por esa negativa, podra quedar excluida del paraso perpetuamente. En otros casos, en los que la incongruencia no es tan evidente, es fcil que se dieran circunstancias
semejantes. Con estas precauciones, podemos referirnos a los diferentes comportamientos de los vecinos de tres parroquias cntricas
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de la capital: el Sagrario, Santa Veracruz y Santa Catarina. Las conclusiones parecen desconcertantes a primera vista: cmo explicar las
altas tasas de ilegitimidad? Cules seran las causas de las diferencias
apreciadas en las parroquias? Dnde se encontrarn los nios negros
y mulatos que, segn la biologa, deberan haber nacido en una sociedad sin control de natalidad? A qu se debera el aumento proporcional de determinados grupos tnicos con menoscabo de otros?
La frialdad de las cifras habla de un grave desorden en la vida familiar, pero si aportamos algunas referencias adicionales encontraremos
un orden, no igual al de la metrpoli, de ningn modo un reflejo del
modelo evanglico; pero sin duda tambin un orden, el orden propio de una sociedad colonial en la que mientras unos pocos abusaban de sus privilegios, otros muchos luchaban por sobrevivir y por
escalar los peldaos hacia una mejor consideracin.
en la ciudad, una casa de nios expsitos. Era frecuente que los hijos
espurios conviviesen armoniosamente con los legtimos, recibiesen
la misma educacin y aun compartiesen apellidos y herencia, lo que
provoc la escandalizada indignacin del arzobispo Lorenzana cuando se refera a que hasta la fecha se fingan adopciones que no hoy
no pasan en los tribunales reales () la libertad de pecar en todos
estados no estaba tan refrenada y andaban como en triunfo los ilegtimos, los bastardos y los espurios (Lorenzana y Butrn, 1770: XVXVI). Hablando en nombre de los nios expsitos, se refera a sus
padres como pecadores empedernidos, peores que fieras.
Pero la respuesta de la poblacin de ninguna manera fue tan
entusiasta como se esperaba. En cuanto a la Pragmtica, nunca faltaron excusas para justificar matrimonios que los padres consideraban
desiguales: poda argumentarse que tambin era dudosa la limpieza
de la prosapia del otro contrayente o que los antecedentes de unos y
otros eran tan dudosos que nada podra probarse. Y ya que con frecuencia las madres dotaban o dejaban herencias a hijos que se haban
casado contra la voluntad paterna, se gestion una modificacin
mediante real cdula que haca ilegales estas donaciones. El Consejo
de Indias solicit la enmienda para obviar los perjuicios que acarrea
la falta de subordinacin de la mujer al marido que con razn y
justicia disiente del matrimonio de sus hijos (Carballeda, 2004:
228).
En cuanto a la separacin de los ilegtimos, sin duda se cumpli en algunas parroquias, pero no siempre y no en todas. Apenas se
inscribieron algunos nombres en el libro asignado a los ilegtimos,
en los casos en que tal libro efectivamente se conserva. Como no cabe
creer que tan slo ante tal amenaza, y de un ao para otro, se abstuvieran las parejas de concebir vstagos fuera del matrimonio, ms
bien hay que pensar en descuido de los prrocos o en falsas informaciones de quienes llevaban a bautizar a las criaturas. La Casa de Expsitos del Seor San Joseph recibi efectivamente a un nmero creciente de recin nacidos abandonados, quiz los mismos que aos
atrs eran dejados en las puertas de otras casas o conventos. Tambin
hubo diferencias en cuanto a lo previsto sobre el origen de los nios,
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Bibliografa
VILA ESPINOSA, Felipe (1994), Los nios abandonados en la Casa de Nios
Expsitos de la ciudad de Mxico, 1767-1821 en Gonzalbo y Rabell
(coord.), La familia en el mundo iberoamericano. Mxico: UNAM, Instituto de Investigaciones Sociales, pp. 265-310.
CALVO, Thomas (1991), Matrimonio, familia y sociedad en el occidente de
Mxico: Zamora, siglos XVII a XIX en Gonzalbo Aizpuru (coord.), Familias novohispanas. Siglos XVI a XIX. Mxico DF: El Colegio de Mxico,
pp. 101-109.
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Introduccin
La Iglesia Catlica haba extendido al mundo indgena el matrimonio cristiano, nico e indisoluble, con los mismos imperativos
que lo haba hecho entre sus fieles europeos a fin de disciplinarlos
sexualmente, favorecer la inevitable reproduccin de la especie y asegurar la legitimidad de la descendencia de la pareja. Los indgenas se
sometieron al matrimonio cristiano aunque sin desechar viejas prcticas relacionales, generalmente encubiertas o provocativamente confesas, cuando tambin escaparon a los rigores de la monogamia recurriendo al abandono, la bigamia o al asesinato, entre otros crmenes
conyugales (Murra, 1967: 389-390; Hadden, 1967; Bolton y Meyer, 1977; Gordillo y del Ro, 1993; Tandeter, 1997).
Con tal marco referencial, esta contribucin se centra en el
complejo universo de las prcticas matrimoniales cacicales en la temprana colonia que, aunque ajustndose a las normas tridentinas, convivieron, en muchos casos, con las pautas prehispnicas poligmicas.
El objeto de estudio se conforma por un conjunto de caciques surandinos quienes, casados bajo el sacramento catlico, persistan en la
poliginia amparados en la comprensin de ciertos religiosos que entendan las dificultades de implantar la monogamia en un contexto
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en que la multiplicidad de mujeres significaba mucho ms que licenciosidad sexual. Tener varias mujeres era smbolo de poder; tal
prctica se asociaba al prestigio personal y denotaba, en ciertos casos,
la formalizacin de alianzas polticas. Asimismo, estas prcticas y
significados haban sido regulados y extendidos durante el Tawantinsuyu.
Es ms lo que se presume y deduce por comparacin que lo
que puede aseverarse sobre las prcticas y rituales que derivaban en la
vinculacin entre hombres y mujeres andinos antes de la conquista
espaola1. Sobre el particular, es la Visita de la Provincia de Len de
Hunuco de 1562 la que ofrece pistas sobre ciertas normas y prcticas matrimoniales entre los indios del comn y sus caciques las cuales, explcita o implcitamente, resaltan la poliginia2. La profusin
de estatus femeninos que se hallan en la Visita y, especialmente,
aquellos de manceba, mujer de servicio o viuda, asociadas a una
unidad domstica, son asimilables al ms real de concubina y sugieren la persistencia de la poliginia. Si bien el interrogatorio que los
caciques y ciertos tributarios respondieron sobre las prcticas matrimoniales coinciden en que fue el Inca o su delegado quien entregaba
las mujeres a los varones en una ceremonia pblica que legitimaba
las uniones de hecho, en un estado multitnico como el incaico, los
rituales y las formas de eleccin de compaera/o pudieron variar de
sitio en sitio. Seguramente, el estatus de los vinculados, la localiza1
XVI- XVII
Por lo general, en Amrica Colonial, los indios polgamos eran obligados a contraer matrimonio con la primera mujer que haban conocido, ms all de si con ella
hubieran tenido o no descendencia.
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XVI-XVII
mediacin ejercida al vincular a sus indios con los agentes del nuevo
sistema. Esa bonanza es mensurable en trminos andino-coloniales
por la variedad y calidad de objetos de lujo y atributos simblicos de
poder que acumul Mamani, pero tambin por sus acreencias en
ganado, cosechas de granos, tierras y dinero4. En el ltimo tercio del
siglo XVI, el matrimonio eclesistico se haba extendido y las autoridades indgenas lo practicaban sin discusin, como a la religin cristiana que, formalmente, reconocan como nica. Mamani estaba casado legtimamente con Isabel Yspalla, con quien haba tenido cuatro hijos, entre ellos a su heredero, Christoval Tame, a quien pasaban
la mayora de sus bienes, lo cual no lo inhiba de mencionar otras
seis mujeres en las que haba procreado nueve hijos bastardos, ms
otros dos reconocidos cuyas progenitoras no aparecan en su ltima
voluntad (Del Ro, 1990: 86, 87, 107,108). Otros smbolos de prestigio y ropa, aunque no tan fina como la legada a Christoval, quedaban para Martn Abiri y Jernimo Cacilla, sus bastardos habidos en
una india nombrada Ochame, aunque Jernimo reciba slo un jarrillo de plata y una camisita colorada de pao de Castilla. Mayores
legados asignaba a Hernando Yocra, otro bastardo, hijo de Ins Quisuna, en quien tambin haba procreado una hija. Haba engendrado otros dos bastardos en Madalena Anami, a uno de los cuales favoreca con ropa y animales, al igual que a Francisco Lampara, hijo de
su concubina Madalena Coama. A cinco hijas ilegtimas legaba cantidad de ovejas de sus hatos. Dos indias viejas, quizs antiguas servidoras y compaeras sexuales, reciban dos ovejas y un carnero5. No
obstante la explcita mencin de las varias mujeres, Mamani no perda la oportunidad de dejar una manda colectiva para todos sus hijos, consistente en dos chacras de maz y otra de trigo, a la vez que a
4
XVI-XVII
disponiendo igualmente de un numeroso grupo de mujeres. Es precisamente en este ltimo repartimiento del valle bajo de Cochabamba -en cuyo Archivo Municipal se localiz el texto completo de la
Visita del Virrey Toledo a Tiquipaya efectuada casa por casa en 1573donde la poliginia tambin se verifica dentro de la poblacin tributaria (Gordillo y del Ro, 1993), denotando que los indios del comn continuaban una prctica prehispnica, cuyo saneamiento
motivara las futuras y precisas ordenanzas del Virrey6.
Aos ms tarde, en 1583, don Juan Colque Guarache, mallku7 de los quillaqa-asanaque (antigua federacin prehispnica del
actual altiplano boliviano) y poderoso capitn de la mita a Potos,
daba poder al jesuita Dionisio Velsquez, del convento de la Compaa en la Villa Imperial, para efectuar, segn sus instrucciones, su
ltima voluntad y testamento (Abercrombie, 1998: 268). Don Juan,
cuya familia persisti en el gobierno cacical antes y durante los siglos
coloniales, fue retratado como hbil negociador y conocedor de las
virtudes legitimantes del matrimonio cristiano. Tal como lo sostenan los telogos jesuitas, haba elegido a la ms antigua de sus concubinas, doa Beatriz Sisa Ocllo, con quien haba procreado varios
hijos, para desposarse segn la Iglesia Catlica. En 1567 daba cuenta del gasto en que haba incurrido para legitimar ante el rey a sus
hijos don Juan Fernando, don Francisco y don Miguel, habidos durante el concubinato. A los tres dejaba como universales herederos,
aunque mejoraba al primero en el tercio y quinto de todos sus bienes. Con sus tres hijas mujeres, presumiblemente bastardas, no fue
generoso al legarles, tan slo, seis carneros, dos pares de ropa de
abasca y una docena de ovejas de Castilla a cada una (Abercrombie,
1998: 278). Resumido y mediatizado doblemente por los albaceas
6
La Visita General del Virrey Toledo, efectuada casa por casa, est perdida y a la
fecha disponemos de la Tasa. Slo han aparecido, hasta la fecha, visitas a determinados pueblos o repartimientos, como la que se cita en estas pginas. En 1575
Toledo se ocup de reglamentar las uniones de los indgenas y de detallar los
impedimentos por grado de parentesco o cercana generacional (Saravia Viejo,
1986 II: 226).
7
Mallku es el equivalente aymara de la voz quechua curaca.
52
XVI-XVII
Por ao tributario, se recogan tres mitas completas. Para la poca en que test
don Diego Tumire, un cesto de coca, de unas 22 libras, costaba 7 pesos corrientes
o de a ocho reales.
9
ANB EP (Archivo Nacional de Bolivia, Escrituras Pblicas) Vol. 41 Jernimo de
Porres La Plata, 12.VII.1590, 1025-1028.
53
conquista, haba testado en 159710. Entre sus muchas recomendaciones, mandas, donaciones, mencin de deudas y propiedades, construa una genealoga familiar a la vez que proceda a efectuar sus
ltimos legados, algunos de los cuales develaban jalones de su vida
personal, en las que se destacaban las prcticas polignicas y el adulterio. Aunque casado y velado segn orden de la Santa Madre Iglesia
con doa Catalina ucome, hija de un cacique de su jurisdiccin, y
procreado en ella varios hijos legtimos, todos fallecidos salvo don
Juan Aymoro, deca haber tenido -aunque siendo casado- en mujeres
solteras varias hijas bastardas. Ellas eran Magdalena Opoy, Isabel
Ulli, Mara Chapa, Magdalena Charaquina, Cecilia Acsama e Ins
Churisama, a las cuales dejaba 500 pesos corrientes con la condicin
de tomar estado con la voluntad de su heredero, hijo y hermano don
Juan Aymoro11. De no casarse de ese modo, slo recibiran 200 pesos. A otra hija, doa Mara Chucamuto, casada con el cacique principal del pueblo de Tarabuco, legaba 100 cabras y 100 ovejas, adems de su dote y otros legados previos. Su condicin de doa y el
matrimonio con un principal sugieren un estatus superior al de sus
hermanas coincidiendo, tal vez, con el de su madre, que no se menciona12. Asimismo, don Francisco deca que Angelina Cua, india
natural de Copacabana, est preada de seis o siete meses y el pstumo que tiene es mi hijo al que reconoca por bastardo, mandndole otros 500 pesos. Si fuere varn, ordenaba que su hijo don Juan
lo doctrinara e hiciera buen tratamiento, como a su hermano. Tambin reconoca a otro bastardo, llamado don Francisco Rafael Aymoro, a quien por el amor que le tengo quiero y mando que el susodicho haya para s, en propiedad y posesin las tierras que tengo en los
altos de Cachimayo y otros 500 pesos. Adems, cuando tomaren
estado, solicitaba se dieran a sus hijas bastardas solteras, 50 ovejas de
Castilla y 20 cargas de maz a cada una13.
10
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cia su hija bastarda, Mara Chapa, la beneficiaba por sobre las dems, dando fundamento a la presentacin14. Deca que por el mucho amor que tengo a la dicha Mara Chapa, mi hija hurfana, encargo al dicho don Juan Aymoro la mire y regale y cuando se casare
dems de lo contenido en las clusulas antes de sta, le de otros
quinientos pesos corrientes con el mismo cargo que los dems15. El
heredero universal de don Francisco justificaba la falta de entero de
la dote, en que su padre haba estipulado que sus hijas se casaran con
indios virtuosos y aplicados y, siendo as, seran ayudadas para mejor
sustentarse. Sin embargo, el reclamante Guamn Pari era, supuestamente, un indio jugador y holgazn y que tiene cuatro mancebas
gastando con ellas sus vicios, amigos y amigas, de manera que de su
oficio no gana un peso y trae a su mujer con un axu (vestido) de
abasca, siendo como es mujer de un cacique (sic) tan principal justificando con ello no entregarle los mil pesos, para que no los consumiera y gastase en su propio provecho, mientras dejaba a su mujer
sola y pobre, se perda entre semejantes indios y mala vida que da a
su mujer16. No obstante los argumentos de don Juan Aymoro, la
justicia le ordenaba pagar a los esposos los 1.000 pesos corrientes
adeudados, los 300 de contado junto a las ovejas y el maz y los 700
a fin de agosto de 1607, con las costas de la cobranza. Claro est que,
ms all de la dote retenida, es notable que entre los indios de elite
siguiera funcionando la poliginia, aunque desconocemos la naturaleza y estatus de las mujeres involucradas, la forma que revesta la convivencia o la posibilidad de materializar la convivencia en una misma
casa. Tambin queda patentizada la continuidad del control de las
alianzas matrimoniales vigentes entre los indios. As como sin el consentimiento del Inca, que otorgaba a cada hombre su mujer, estable14
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Conclusiones
Esta investigacin dio cuenta del matrimonio cristiano y las
prcticas polignicas de un conjunto de caciques surandinos, ilustradas con escenas de la vida familiar que incluyen las transgresiones
sexuales, tal como se muestran en la letra de testamentos y codicilos.
En tiempos prehispnicos, el prestigio y el estatus estaban
garantizados, enfatizados y reconocidos por las uniones mltiples y
las densas proles de los seores de indios. La evangelizacin incluy,
entre sus prioridades, el matrimonio consagrado por la Iglesia Romana y, por ende, el respeto a la monogamia, aunque durante la
temprana colonia se comprueba la tolerancia de los jesuitas y agustinos a la poliginia cacical, en lo que podra nombrarse como poca
de transicin de los vnculos mltiples a los monogmicos.
Por ende, el matrimonio cristiano represent para los indgenas un sacramento que los someti a notorios desafos internos, personales, pasionales, polticos, econmicos y sociales, en suma, culturales, y visibles tras los relatos de vida en los cuales afloraban las
presiones externas, la influencia de la vida urbana, la interaccin con
espaoles, mestizos y dems habitantes de un universo heterogneo
que funga como caja de resonancia de los avatares de una concepcin de vida dramticamente diferente introducida por la conquista
y reglamentada por la colonizacin espaolas.
Variable articuladora del mestizaje biolgico y cultural, el
matrimonio de aquellos que pudieron disponer de dinero para testar, querellar, acusar y acordar judicialmente sirvi para conocer retazos del espacio domstico, evaluar la calidad de las uniones, escarbar
sobre el disfraz de los parentescos, patentizar las desigualdades de
gnero, observar las inequidades familiares, o la discriminacin de
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Para evitar confundir prctica con ideologa, propongo distinguir claramente una de la otra, y privilegiar la primera. Para ello,
emplear el concepto de sistema familiar que desarroll en otros trabajos (Robichaux, 2000b: 141-162; 2002: 59-94; 2005c: 167:272;
2005d: 299-322; 2007d y 2008b: 5-16) con base en investigaciones sobre familia y demografa en la Europa campesina, investigaciones que destacan la importancia de la transmisin intergeneracional
de la tierra y la casa, y que abordan la familia residencial como proceso2 (Augustins, 1989: 116-119; 121-143 y Hajnal, 1983: 65-104).
Aunque el concepto propuesto tiene limitaciones a la hora de lidiar
con sociedades urbanas o con agricultura itinerante donde la ocupacin permanente de la tierra no existe o sta no es importante para la
reproduccin social, el origen campesino rural de amplios sectores
de la poblacin latinoamericana lo hace apto y til, ya que nos proporciona un eje estructurador para fijar la mirada en la prctica y
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americanas. Uno de los puntos en los que se basa para sostener esta
sorprendente afirmacin son las supuestas configuraciones sociales
que considera espaolas. Entre stas se incluyen ... la familia con un
gran crculo de parientes consanguneos y afines; los incontables padrinos y madrinas; las mayordomas... (Steward, 1946: ix). A un
nivel, Steward tiene razn pues, a diferencia de los indios norteamericanos que l haba estudiado anteriormente y, al igual que en la
Espaa del siglo XVI, existan sectores campesinos en las altamente
estratificadas sociedades mesoamericanas desde miles de aos antes
de la Conquista. Pero a otro nivel, la afirmacin de lo espaol del
parentesco, la familia y la cultura en general es de lo ms superficial
y se desprende en parte de una perspectiva que vea a la cultura como
no ms que una lista de elementos de la cultura material sin atribuirles significados o integrarlos en una estructura de algn tipo. Por
ejemplo, Steward puede afirmar, con base en el hecho de que la mayora de las hierbas medicinales son de origen europeo, que la cultura es fundamentalmente espaola y que de aborigen tiene poco
(Steward, 1946: ix). Siguiendo el mismo procedimiento del enfoque
de Boas y Kroeber de cultura, nunca procura interrelacionar las partes para contextualizarlas ni buscar los principios estructurantes que
diesen sentido a los elementos como partes de una matriz general3.
Mediante el mismo tipo de enfoque de cultura como una lista
de elementos, George Foster llega a conclusiones similares en su caracterizacin de los habitantes de Tzintzuntzn, otro poblado tarasco de Michoacn. A pesar de mencionar el uso de la lengua indgena
entre ciertos sectores de la poblacin (Foster y Ospina, 1948: 3133), los tzintzuntzeos fueron clasificados como campesinos mestizos y no indgenas como resultado lgico de su supuesta aculturacin4. En trminos de lo que Foster denomina su estructura y fun3
En la pequea biografa que public Steward (1973: 46) sobre Kroeber, menciona que ste, al igual que Boas y otros de sus discpulos, trabajaban con las listas
de elementos culturales para demarcar reas con la presencia y/o ausencia de
ciertos rasgos.
4
Es importante sealar que en una de las mesas a que asist del congreso anual de
la American Anthropological Association celebrado en Chicago en 1999, cuyo
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cin, la familia en Tzintzuntzan refleja el modelo hispano-americano comn y la unidad nuclear, bilateral no slo era el tipo ideal,
sino tambin el ms frecuente5 (Foster, 1961: 1178). Esta nocin de
una aculturacin casi total de la organizacin social rural mesoamericana es congruente con la afirmacin del mismo autor en el sentido
de que, probablemente, las comunidades campesinas latinoamericanas no indgenas son del tipo mediterrneo europeo6. Foster considera que, junto con el Mediterrneo, las comunidades no indias de
Amrica Latina comparten en gran medida una historia cultural y
numerosos rasgos de estructura social en comn (Foster, 1961:
1173). As, de un plumazo, Foster desaparece las races purpechas y
mesoamericanas de los tzintzuntzeos, englobando las particularidades de su historia, su cultura y las prcticas en la de los espaoles
y los habitantes de Amrica Latina, volvindolos mediterrneos. Y
esto lo hace aunque ninguna descripcin de grupos domsticos en
Espaa habla de las caractersticas como la residencia postmarital
virilocal y la herencia de la casa por el ltimognito como lo hace
Foster (1972: 62, 64; ver tambin Foster y Ospina 1948: 76). Adems, a pesar de su afirmacin en el sentido de que la familia nuclear
era el modelo ideal y la forma ms frecuente, por el sistema de residencia virilocal, Foster tambin declara que prcticamente todos los
tzintzunteos viven al menos una parte de su vida en grupos domsticos de tipo extenso (1972: 64). Como veremos en breve, estos aciertos
en la descripcin pueden hacerse extensivos para decenas de millones de mexicanos, que viven en poblados cuyos antecedentes histricos eran las repblicas de indios coloniales. Menos atinada es su
tema fue el trabajo de campo a largo plazo, un alumno de Stanley Brandes,
alumno de Foster que tambin estudi Tzintzuntzan, afirm que en la dcada de
1990, los tzintzuntzeos, aunque ya no hablaban purpecha (tarasco), se definan a s mismos como purpechas.
5
Aseveracin que repite en su obra clsica Tzintzuntzan (Foster 1972: 62).
6
Las pautas de comparacin de Foster (1961) con sociedades del Mediterrneo
son Alcal, en la Sierra Morena de Espaa, estudiado por J. Pitt-Rivers en People of
the Sierra y Montegrano, en el sur de Italia, estudiado por E.C. Banfield en The
Moral Basis of a Backward Society (1958).
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los discursos nacionalistas y en los pasajes de los libros de texto oficiales de Mxico. Tampoco es mi intencin evocar una continuidad
de reivindicaciones identitarias, aunque seguramente los habitantes
de Amacueca se han movilizado en ms de una ocasin para defender
sus tierras como lo han hecho miles de pueblos originarios de Mxico desde la colonia hasta nuestros das14. Creo que es ms til, para
evitar el ocultamiento de fenmenos concretos relevantes para comprender la lgica cultural en que se sustenta la organizacin familiar
de una parte importante de la poblacin de Mxico, reconocer otra
tradicin cultural que se manifiesta en prcticas concretas en el mbito del ciclo de desarrollo de los grupos domsticos, en los papeles
diferenciados de acuerdo con edad y gnero asignados en la transmisin de la propiedad, y en las prcticas matrimoniales. A diferencia
de la lite local de empresarios urbanos, la ideologa de los habitantes de Amacueca no se difunde pues no se refuerza por las epstolas
de San Pablo y de Melchor Ocampo, ni tampoco es el objeto de
novelas costumbristas con el mismo ojo para el detalle, pues los de
Amacueca no tuvieron el mismo acceso a la educacin que los intelectuales criollos locales (De la Pea, 1984: 211). Si en lugar de
nombrar lo que De la Pea llama ideologa o tradicin cultural, lo
llamramos discurso hegemnico, quedara claro que estamos ante
una situacin donde se confunde ideologa o tradicin cultural con
discurso, y que esa tradicin cultural acaba siendo la de la lite pues
sta es el nico grupo que puede emitir pblicamente su discurso.
Al mismo tiempo, se colocan las diferencias en segundo trmino y se
ocultan las tradiciones culturales de los otros grupos.
El propsito de esta digresin ha sido bosquejar un tipo de
uso de cultura en el mbito latinoamericano que ha enfatizado los
valores y las prcticas y/o el discurso de los grupos dominantes. Lo
que he querido sealar es que con este tipo de concepto de cultura se
corre el peligro de reforzar una falsa imagen de homogeneidad y de
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David Robichaux
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El caso mexicano
En este apartado, se presentan de manera esquemtica algunas
caractersticas de un sistema familiar que se vive no slo en la poblacin denominada indgena sino tambin en aquellos sectores de la
poblacin mexicana cuyos padres y abuelos hablaban lenguas indgenas pero que, de acuerdo con las categoras sociales producto de
un exitoso proyecto de formacin de Nacin, son tildados de mestizos en la estadstica usual. Millones de estas personas clasificadas
como tal viven en comunidades cuyos orgenes son las repblicas de
indios coloniales donde la organizacin comunitaria es la misma que
en poblados del mismo origen denominados indgenas por la prevalencia de hablantes de una lengua autctona (Robichaux, 2004).
Muchos otros millones residen en las urbes a donde migraron por las
condiciones precarias en el campo y las oportunidades econmicas
que surgieron durante el siglo pasado (Robichaux, 2004, 2005b y
2007c). Esta definicin de mestizo, surgida durante el siglo XX en
Mxico, se aparta de definiciones coloniales y supone una aculturacin y, de ah, una serie de caractersticas asociadas con la civilizacin
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David Robichaux
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nes campesinas de casi toda el rea mesoamericana, numerosos investigadores han descrito sistemticamente una serie de prcticas que
conforman un mismo proceso familiar o ciclo de desarrollo de los
grupos domsticos. En trminos generales, este ciclo consiste en lo
siguiente: al unirse una joven pareja ya sea por la iglesia, mediante
prcticas consuetudinarias o por lo civil, comienza residiendo en la
casa del varn (ver costumbres para la formacin de la unin conyugal en Robichaux, 2003). Dependiendo del tipo de materiales de
construccin, la disponibilidad de tierras de cultivo o las alternativas
econmicas no agrcolas, entre otros factores, la joven pareja se establece despus de un tiempo en una nueva vivienda independiente en
la cercanas -a veces incluso en el mismo patio- de la casa del progenitor del cnyuge.
De este modo, todos los hijos van saliendo con diferentes destinos de la casa paterna, los varones se dirigen a viviendas cercanas a
sta, las mujeres, a las casas de sus maridos, hasta que nicamente
queda en compaa de los padres el ultimognito, conocido como
xocoyote entre los nahuas y otros grupos lingsticos y como el cumiche, un trmino generalizado en Nicaragua o el secaleche en Honduras. Junto a su esposa, el menor se responsabiliza de cuidar a sus
padres en sus ltimos aos y, a cambio, hereda la casa (Robichaux
1996, 1997, 2002 y 2005c). Al avanzar el ciclo de desarrollo, las
tierras se dividen en porciones equivalentes entre todos los varones;
sin embargo, muchos estudios revelan que las mujeres no son totalmente excluidas del reparto, aunque su parte siempre es proporcionalmente menor que la de aqullos. En caso de no contar con hijos
varones, la hija menor suele cumplir el papel del xocoyote (Robichaux,
2005c: 223-249).
La consecuencia de este sistema de reproduccin social, que
puede concebirse en trminos de un linaje atenuado (Augustins,
1989: 333), es la presencia de grupos localizados de parentesco que
consisten en conjuntos de viviendas alrededor de un mismo patio, o
en un mismo vecindario en donde los hombres son emparentados
por el vnculo agnaticio y sus esposas provienen de otros grupos similares. Por la misma atenuacin del principio agnaticio, estos grupos
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David Robichaux
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novia de que su hija est en su casa, con su hijo, por voluntad propia
(ver revisin en Robichaux, 2003: 19-35; Good, 2003: 177-181;
Quiroz, 2003: 197-200; DAubeterre, 2003: 249-258).
En el pasado y todava ahora, los padres del novio van a hablar
con los padres de la novia, y en el Mxico central haba ciertos regalos y prestaciones prescritos (Robichaux, 2003). Estas costumbres,
que a veces han sido designadas como arreglos matrimoniales, han
sido interpretadas por algunos como matrimonios arreglados en el
sentido de matrimonios impuestos a los hijos por sus padres (Mulhare, 2000: 16). La evidencia etnogrfica en este sentido es prcticamente inexistente e, incluso, va en sentido contrario. En mi trabajo
de campo en Tlaxcala la gente mostr extraamiento en extremo
ante la posibilidad de la imposicin de una pareja. Cmo podemos
obligarlos a casarse si no se quieren? fue la respuesta que escuch en
varias ocasiones al indagar sobre esta cuestin. Aunque es una cuestin que amerita nuestra atencin, tampoco se vale inducir, a partir
de un supuesto patriarcado, un pasado en donde el individuo estaba
aplastado por la jerarqua familiar. Es precisamente este tipo de prejuicios, provenientes de realidades etnogrficas europeas en que se
basan las teoras, que nos ha impedido comprender dinmicas culturales propias de un sector muy numeroso de la poblacin en Mxico.
Como planteo en el ltimo apartado hay evidencia de que algo similar suceda en otros pases latinoamericanos.
Tambin es muy importante destacar la relacin del joven con
su grupo de origen. De acuerdo con mis observaciones y conversaciones, encuentro que es frecuente que el joven llegue a casa de los
padres una noche y les diga: Aqu, les presento su nueva nuera. Se
trata del afloramiento del individualismo surgido de la transformacin de la agricultura y del trabajo asalariado? Puede ser, pero se
trata de un individualismo muy sui generis, un individualismo en
familia. Pues, de ah, de la llegada de la novia, viene el aviso a la
familia de la joven; y en un tiempo corto puede llegar una comitiva
cuya visita ya era prevista y que hace las veces del pedimento tradicional, con sus discursos floridos y promesas ante el altar y los santos
a celebrar la boda civil y/o religiosa. Parte del motivo de la posterga87
David Robichaux
cin de la culturalmente deseada boda religiosa, es que es acompaada por un gasto fuerte, sobre todo por parte de los familiares del
novio, que tienen que atender al grupo de la novia y sufragar los
gastos del casamiento.
En la celebracin de los casamientos y en otros rituales del
ciclo de la vida se aprecia la importancia de los flujos de bienes y de
trabajo entre los grupos de parientes. Estas redes han sido ampliamente descritas (Good 2003 y 2005b; y Carrasco y Robichaux, 2005)
y los largos aos del trabajo de campo de Catharine Good (2005a) la
han llevado a plantear un conjunto de ejes conceptuales que subyacen en estos intercambios y que tambin rigen entre parientes ms
cercanos, es decir, padres e hijos, hermanos y hermanas. Estas relaciones puestas en marcha por los intercambios se desprenden de un
concepto de persona social, persona que tiene su derecho de ser como
individuo que coopera y participa en estas redes de reciprocidad, lo
que le confiere determinadas prerrogativas y obligaciones. Todos,
hombres y mujeres, nios y adultos realizan actividades que son englobadas bajo la amplia categora de tequitl, algo como trabajo, cuyo
flujo da vida a las relaciones sociales tequitl (Good, 2005: 91-94;
Good, 2005b: 276-277). Entre padres e hijos, el principio se manifiesta cuando al hijo que se port bien se le paga la boda, y a la hija
que trabaj de manera ms all de su deber, se le hereda un terreno
(Gonzlez, 1992: 377-381). En todo caso, se espera que los varones
traigan a sus esposas a la casa paterna; heredarn de manera ms o
menos igualitaria y sus hermanas en menor cantidad. As interpreto
que el hijo se siente en derecho de llegar a casa con su pareja como
derecho natural y obvio para todos. Tampoco dudo que el trabajo
asalariado y las contribuciones de los hijos por este medio han sido
una de las causas que ha potenciado este derecho en la ltima mitad
del siglo XX.
Si el varn se siente en pleno derecho a tener vida de pareja en
la casa paterna, la implicacin de este derecho de residencia en grupo local patrilineal es que la vivienda independiente no es condicin
para la formacin de la unin. De paso, hay que sealar que residencia virilocal no equivale a patriarcado: no se puede decir que el padre
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relegar al folklore una prctica que tal vez otros asociaran con algo
propio de incivilizados? Y realmente la prctica de la residencia virilocal pos-marital es cosa del pasado, o es algo que podemos encontrar hoy en da? Sabemos que el Imperio Incaico se extendi a una
parte importante de lo que es territorio argentino y la presencia de
estas costumbres hasta fechas recientes, y tal vez en la actualidad,
podra ser evidencia de cun arraigados son los sistemas familiares
cuyas prcticas operan de manera independiente del discurso oficial
y de la teora sociolgica.
En el caso de la Argentina al igual que en Mxico, se ha asociado la familia extensa con la pobreza. Es interesante observar que donde
hay ms pobreza en Argentina y mayor ndice de familia extensa son
el Noroeste y el Noreste, con porcentajes de 31,3 y 25,0, respectivamente, que se apartan de la media nacional de 21,3 (Torrado 2003:
561). Son regiones caracterizadas, aunque con variaciones entre s,
por altas proporciones de nios nacidos fuera del matrimonio, altas
tasas de unin libre, y altas tasas de fecundidad (Torrado, 2003:
566-567). En el caso de la regin Noroeste, se podra postular que la
pobreza no es la nica causa de las divergencias, dada la evidencia
que hay de la persistencia de otro sistema familiar, que no corresponde al modelo nuclear planteado para la generalidad del pas. La existencia de otros rasgos como el serviaco -la prctica de matrimonio a
prueba- apunta a esa posibilidad. Rasgos como ste, adems de la
residencia y las costumbres de herencia seran los indicadores ms
visibles que se desprenden de una lgica cultural propia con derechos diferenciales de gnero y edad como detall en los datos mexicanos.
En cuanto a la regin Noreste, en lugar de la influencia andina, tal vez lo que explique al menos parte de la divergencia es el
trasfondo guaran. En estas provincias se registra el ndice ms elevado de nacimientos extramatrimoniales del pas (52%), aunque la
proporcin de mujeres solas que tienen hijos no es tan elevado como
en el Noroeste (Torrado, 2003: 567). No obstante, un estudio realizado en una comunidad rural de filiacin guaran del cercano Paraguay, donde hay abundante evidencia de la persistencia de principios organizativos matrilineales, arroja una cifra de 37% de hogares
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rrez de Pineda destaca un movimiento de un marcado uxorilocalismo en las etapas iniciales de la unin seguido por un cambio a la
casa del novio en la tradicin nativa, hacia la tradicin hispnica de
las clases altas tradicionales (Gutirrez de Pineda, 1968: 84). En las
regiones del complejo cultural andino, se reportan altos porcentajes
de mujeres econmicamente activas. Muchas mujeres trabajan telares y desempean papeles importantes en el comercio; y en esta situacin son figuras dominantes y cabezas del hogar, papel reforzado
por el madresolterismo (1968: 74-75).
En otros trabajos (Robichaux, 2007d, 2008a, 2008b y 2008c),
he bosquejado a partir del concepto de sistema familiar, la presencia
de una amplia diversidad de formas familiares y prcticas matrimoniales en tradiciones culturales subalternas de Amrica Latina. Aquella
etnografa que se ha centrado en la prctica y que ha aceptado la
diversidad en lugar de privilegiar el discurso muestra ampliamente
que el llamado modelo tradicional puede ser conocido entre los miembros de una sociedad por el papel que ha tenido y tiene la Iglesia,
pero no es el que impera en la vida familiar de millones de latinoamericanos. Muchas de estas prcticas, como ha sealado Gutirrez
de Pineda (1968) en el caso de Colombia, tienen una clara filiacin
precolombina. Pero no se trata de aferrarnos al pasado o de plantear
estas prcticas como sobrevivencias de pocas pasadas; ms bien,
los materiales etnogrficos, donde existen, sugieren una gran diversidad de lgicas culturales que subyacen en las prcticas matrimoniales y formas de familia en prcticamente todos los pases del continente.
Aqu se han presentado algunos ejemplos, aunque quedan
muchas lagunas en el conocimiento. La antropologa se lanz al descubrimiento de los pueblos exticos y en los pases latinoamericanos
se centr en aquellos sectores de la poblacin que parecan ser representativos de culturas autnticas, las menos contaminadas por los
europeos. Aunque tambin plantearon modelos de cambio y aculturacin, muchas veces supusieron procesos la desaparicin de las tradiciones culturales previas a las europeas. En este contexto, la informacin sobre poblaciones tradicionales o grupos que tienen antece99
David Robichaux
dentes histricos de ser indgenas o diferentes de los grupos dominantes pero cuya diferencia no es reconocida por lo que es- es escasa
y frecuentemente interpretada como estrategias para enfrentar la
pobreza. En el caso de Mxico, donde la antropologa ha podido
desarrollarse en condiciones relativamente favorables en comparacin con el resto de los pases del continente, contamos con abundante informacin sobre la operacin de lgicas culturales que sustentan la vida familiar entre millones de mexicanos. Aunque el sistema familiar y las prcticas asociadas con l han sido situados en grupos oficialmente clasificados como indgenas, esta etiqueta no se aplica
a millones de mexicanos cuyos padres y abuelos hablaban lenguas
indgenas y que siguen las mismas pautas en su vida familiar. El
etiquetar a estos ltimos como mestizos ha servido para ocultar
una realidad cultural y ha sido parte de un importante proceso de
etnocidio (Bartolom, 2007: 35).
La bibliografa comparativa muestra que prcticamente en todos los pases latinoamericanos existen diversas poblaciones de origen no occidental que fueron incorporadas por distintas polticas a la
formacin social nacional en distintos momentos histricos. Como
se ha destacado, los grupos dominantes de los distintos pases latinoamericanos, descendientes de los europeos y los grupos europeizantes, han planteado distintos proyectos de nacin, sustentados en
mitos de unidad nacional, desde la raza csmica hasta los mitos fundacionales de corte occidental. En esas empresas han buscado invisibilizar a los grupos que menos se parezcan al patrn occidental de
cultura o reducir su presencia al mnimo. Por estos procesos los investigadores han olvidado las historias particulares de cada regin
que revelan distintos modelos de incorporacin y asimilacin o eliminacin de poblaciones de este tipo del escenario nacional. En combinacin con versiones de la nocin de cultura de la antropologa
que favoreca el modelo ideal o el discurso dominante, se logr establecer los mitos de una cultura latinoamericana y de una familia
latinoamericana tradicional de corte ibrico o mediterrneo. Estas
ideas se han arraigado, a pesar de la contundente evidencia de que se
trata de un modelo ideolgico de los estratos dominantes y no refleja
100
Mitos y realidades de la familia en Amrica Latina: Reflexiones a partir del Mxico ...
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David Robichaux
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II - LAZOS PARENTALES
111
112
LA IGLESIA Y LA PERPETUACIN DE
LAS FAMILIAS: CLERO Y MAYORAZGO
EN CASTILLA DURANTE EL
ANTIGUO RGIMEN*
Antonio Irigoyen Lpez
Universidad de Murcia
(2007: 180), dotaba a las generaciones futuras de unas bases econmicas inalienables que le permitiran mantener un modo de vida
diferencial.
Como sucedi con otras tantas cosas, esta prctica nobiliaria
acabara identificndose con la propia nobleza. Al convertirse en testimonio de nobleza, la hizo apetecible a los grupos sociales que, inmersos en procesos de movilidad ascendente, necesitaban apropiarse
de los gestos, smbolos y elementos que les sirvieran para diferenciarse (Hernndez Franco, 2006: 216-218); al mismo tiempo que les
permita acometer, con indudable garanta de xito, el ideal de perpetuacin. As sucedi entre las familias enriquecidas, ya del mbito
agrario, ya del mbito comercial (Garca Gonzlez, 2000: 245-252;
Molina Puche, 2004: 136-140; Miralles Martnez, 2003: 234-280).
Por todo lo que se lleva indicando es fcil deducir que el mayorazgo
permiti y fundament la reproduccin social del sistema: uni para
siempre propiedad, familia y desigualdad. Las leyes de Toro de 1503
bendijeron esa unin.
El objetivo del presente trabajo es muy modesto. Se trata,
simplemente, de rastrear los hilos que unen a los clrigos, en tanto
que estamento privilegiado, con los mayorazgos para comprobar si
existe un comportamiento propio y diferenciado. No esperen grandes respuestas; esperen, por el contrario, interrogantes y dudas,
muchas dudas.
Dudas fue lo primero que surgi a la hora de plantear este
trabajo. Y las dudas surgan ya desde los mismos conceptos que se
manejan en el ttulo porque tanto mayorazgo como Iglesia encierran
muchas y muy distintas realidades. Qu es o qu entendemos por
Iglesia? ste es el interrogante principal. Hay que decir que el tpico
historiogrfico segn el cual la Iglesia, como ser consciente, apuntalaba la sociedad del Antiguo Rgimen, aun si negarlo, pareca sonar
demasiado reduccionista, demasiado apriorstico. De ah que haya
que volver a insistir sobre qu es la Iglesia: es la comunidad de fieles,
son las jerarquas eclesisticas, son los ministros, todas las cosas a la
vez? La Iglesia, es la institucin universal o la delegacin nacional?
Se podra seguir hasta el infinito por lo que conviene delimitar el
115
Idntica clasificacin se puede encontrar en tratadistas como Barbosa, Juan Ramrez Orta o Miguel Francs de Urritigoiti, la cual, a fin
de cuentas, va a ser la que se establezca en el Catastro de Ensenada.
Los bienes patrimoniales son los que posee el eclesistico como fruto
de herencias o donaciones, mientras que los otros dos son los que
provienen de su ejercicio sacerdotal. Pero las cosas no siempre son
tan sencillas, ni las clasificaciones pueden encerrar toda la realidad.
De este modo, lo primero que salta a la vista es que los clrigos no
slo incrementaban sus bienes patrimoniales gracias a las herencias.
Un trabajo sobre la actividad econmica del clero secular en Sevilla
durante el siglo XVIII revela que fue el sector social que efectu mayor nmero de transacciones de venta y el segundo, tras los comerciantes, de compra (Gamero Rojas, 1989: 127). De dnde salan
sus recursos, aparte de sus bienes heredados? No hay que olvidar que
muchos clrigos del Antiguo Rgimen trabajaban y se ocupaban en
labores muy alejadas de su ministerio: casi no exista un empleo en
que no se pudiera encontrar a un clrigo (Candau Chacn, 1994;
Fonseca Montes, 1996). Por otra parte, a menudo incrementaban
sus patrimonios de formas no muy legales, no dudando en recurrir
incluso al fraude. Por ltimo, hubo frecuentes quejas sobre que los
clrigos contaban con patrimonios que en realidad no les pertenecan, sino que actuaban como testaferros de sus parientes, con lo que
podan evitar as la presin fiscal (Domnguez Ortiz, 1985: 340;
Irigoyen Lpez, 1998-2000: 189-208).
Las objeciones que las jerarquas y tratadistas religiosos hacan
a la transmisin del patrimonio de los clrigos a sus parientes se
reducan a los beneficios eclesisticos. En este sentido, se puede decir que esa desviacin hacia la familia se consideraba un autntico
robo, un pecado deleznable. El obispo de Cartagena, Luis Belluga,
dedic ms de una pgina a este asunto, en las que siguiendo a los
Padres de la Iglesia, papas y diferentes autores, consideraba este uso
indebido de las rentas eclesisticas como verdaderos sacrilegios puesto que su nica finalidad es el socorro de los pobres (Belluga Moncada, 1705: 33-34). Pero, sobre todo, el obispo no haca ms que seguir las directrices del Concilio de Trento, pues los cnones de los
120
habitual de los clrigos seculares, como era la de ayudar a sus parientes. Otra vez en la censura (en la que, por otra parte, no dejan de
resumirse las ideas fundamentales del tratado) el jesuita proporciona
la clave:
No desfavorece este tratado a los parientes, slo se opone su doctrina al
desordenado afecto con que los eclesisticos se afanan, siendo aun miserables consigo mismos, para levantarles casa, fundarles mayorazgos y
sacarlos diformemente de la esfera en que los hallan; esto slo reprueba,
que el socorrer a los parientes, y ms menesterosos, antes lo persuade, y
ensea, han de ser preferidos a los dems, discurriendo varios modos con
que pueden beneficiarlos.
De tal manera que las reservas slo se dirigen hacia las rentas
que tienen su origen en beneficios eclesisticos porque no entra para
nada en el destino de los bienes patrimoniales ni en los cuasipatrimoniales. La razn es que lo que perseguan los tratadistas era que los
bienes eclesisticos siguieran perteneciendo a la Iglesia, puesto que
cuando llegaba el momento de la transmisin de los bienes de los
clrigos no se poda saber a ciencia cierta qu parte provena de sus
propiedades particulares y cul de las rentas eclesisticas. Miguel
Francs de Urrutigoiti encuentra una solucin magistral: transmita
el clrigo a su familia capital simblico, esto es, fama y prestigio,
perpetuacin de un apellido:
Prubase quanto mejor consiguen el deseo de adelantar sus casas los
eclesisticos dando a los pobres lo que les sobra, que levantando palacios
y haziendo mayorazgos.
No admite disputa que el fin a que se encanima el eclesistico en este
negocio es a ennoblecer a su familia y a perpetuar su nombre. Luego si
probamos que ambas cosas se consiguen mejor dando la hacienda eclesistica a los pobres probado quedar este asunto [...] Luego mayor ser
la nobleza que se le sigue a la casa del eclesistico, que quanto mayor
huviere sido su virtud en la disposicin de los bienes eclesisticos, que la
que se le siguir de las grandes fbrica, sumptuosos palacios y copiosas
rentas (Francs de Urrutigoiti, 1667: 147-148).
122
luego a su hermano Alonso Bienvengud y su descendencia pero excluye de forma radical a la hermana de ambos:
Porque no es mi voluntad que Leonor Rodrguez de Juntern, hija del
dicho Alonso Bienvengud y hermana del dicho don Gil ni los que della
sucedieran, sucedan ni hereden el dicho mi mayorazgo ni parte de el.
Porque dende agora excluyo a la dicha Leonor Rodriguez y a los que de
ella sucedieren como dicho es2.
Idntica intencin se puede encontrar en los mayorazgos fundados por los capitulares pertenecientes al linaje de los Riquelme: el
arcediano de Cartagena, Fabricio Riquelme, el cannigo Macas Coque y su hermano, el racionero Luis Coque.
Sin embargo, hay que indicar que los llamados a la sucesin de
estos mayorazgos fundados por el alto clero capitular en el siglo XVII
generalmente eran varones, ya hermanos, ya sobrinos. Aunque como
siempre existan excepciones y es lo que ocurri con el den Lisn
quien fund dos mayorazgos, llamando para su disfrute a sendas
sobrinas, tal y como ya se vio.
Precisamente sern las mujeres las principales beneficiarias de
los vnculos fundados por los racioneros, es decir, la categora inferior
del cabildo catedralicio. Era habitual que pertenecieran a los sectores
intermedios. Con sus vnculos y mayorazgos, trataban de consolidar
los procesos de ascenso social de sus grupos familiares y para ello no
dudaban de favorecer a las mujeres, las cuales con una importante
masa patrimonial podan acceder al mercado matrimonial con una
ms que ventajosa posicin inicial.
Adems, hay que significar que exista una importante diferencia cuantitativa y cualitativa entre los bienes que se vinculaban.
As, los cannigos y dignidades destinaban de forma preferente tierras con una superficie considerable y de mayor calidad: eran frecuentes las donaciones de regados. Por el contrario, los racioneros
destinaban a la fundacin tanto casas como tierras, eso s, en proporciones ms modestas. Un caso extraordinario lo representa el racio2
126
Por esta razn, incluso cuando ya era un hecho la poltica desamortizadora a finales del siglo XVIII, la fundacin de un mayorazgo segua siendo la principal manifestacin del ideal de nobleza para
no pocas familias de los grupos enriquecidos de los grupos intermedios a los que el clrigo contribua con su propio patrimonio. Es el
caso de un arcediano de la catedral de Murcia quien, a la hora de
redactar su testamento, aspira a realizar una agregacin a un mayorazgo que haba fundado un to suyo, obispo para ms seas. As,
establece toda una sucesin de herederos y, en caso de agotamiento
biolgico de su familia, estipulaba que sus bienes pasaran a la catedral; eso s, sin mucha conviccin ya que declaraba que:
Si desde ahora hasta quando llegue el caso de morir el usufructuario que
nombre mi sobrino subsistiese la prohivision de perpetuar o agregar a
vinculos que tiene establecida el Rey por su Real Cedula de 14 de mayo
de mil setezientos ochenta y nueve, consequente a su Decreto de 28 de
abril del mismo; pues si al tiempo de entrar mis bienes raices en la
fabrica mayor de mi santa yglesia, Su Majestad huviere levantado
dicha prohivision y cesado tambien la contrivucion que impone la
otra Real Cedula de 24 de agosto de mil setezientos noventa y cinco,
quiero y mando que todos ellos, assi lo que se compren como el oficio de
128
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150
PARENTESCOS EN ARGENTINA.
EL CASO DE LAS SIERRAS DE CRDOBA
Noem Lorca
Universidad Nacional de Crdoba
Introduccin
La deteccin de una enfermedad gentica que puso en evidencia matrimonios entre parientes, entre pobladores de las sierras de
Crdoba, posibilit la realizacin de un estudio genealgico de familias en la regin. El trabajo de campo permiti trabajar con pobladores, algunos de los cuales contaron historias de sus antepasados
donde en la memoria se entremezclaban el pasado de los parientes
con historias de indios.
El conocimiento de prcticas matrimoniales producto del casamiento entre consanguneos y el seguimiento de las relaciones de
parentesco parecan trazar, a partir de las localidades donde vivan,
una geografa de familias que posibilitara el estudio de determinantes sociodemogrficos en el proceso de transmisin hereditaria de la
Enfermedad de Sandhoff 1, en el N.O. de la Provincia de Crdoba
(Dptos. Cruz del Eje, Minas, Pocho, San Alberto y San Javier) donde segn la estimacin de la frecuencia de heterocigosis2 registrada
en el muestreo de 1.440 escolares sobre una poblacin total de
1
Noem Lorca
Noem Lorca
Apellido 1
Apellido 2
Apellido 3
Apellido 4
Apellido 5
Apellido 6
155
Noem Lorca
Apellido 7
Apellido 10
Apellido 8
Apellido 9
Fig. 1
Fuente: Elaboracin propia.
Fig. 2
Fuente: Elaboracin propia.
156
PEDANA
DEPARTAMENTO PROVINCIA
Pichanas
Crdoba
Pichanas
Crdoba
Pichanas
Crdoba
Pichanas
Crdoba
Pichanas
Crdoba
10
Pichanas
Crdoba
Guasapampa
Minas
Crdoba
Minas y Pocho
Crdoba
Pocho/SanAlberto/
Crdoba
Salsacate
8
Sin determinar
San Javier
5
Sin determinar
San Martn
La Rioja
Tabla 1
Fuente: Elaboracin propia.
Noem Lorca
158
159
Noem Lorca
Los apellidos se concentran en determinadas comunidades locales y si bien estas comunidades estn espacialmente separadas y
son de escaso tamao (100, 200 habitantes) organizan una densa
trama de lazos recprocos de parentesco donde la forma del emplazamiento y tambin el tipo de construccin de las viviendas parece
corresponder a la que caracterizaba el asiento de los pobladores aborgenes en el perodo prehispnico y que fue observada por los primeros conquistadores de la regin:
Son los pueblos chicos que el mayor no tenia hasta quarenta casas y a
muchos de a treynta y a veynte y a quince y a diez y a menos porque
cada pueblo de estos no es mas de una parcialidad o parentela (Relacin Annima, 1573).
Segn Antonio Serrano (1945: 329-331) la base de la organizacin social y poltica de los denominados indios comechingones
era el ayllo y existe coincidencia (Serrano, Cabrera, Romero) en afirmar que los ayllos eran, generalmente, las partes en que se componan las tribus y comprenda a todas las gentes del mismo linaje o
progenie; es decir, al grupo de familias brotadas de un mismo tronco, o unidas por un vnculo de consanguinidad ficticia, establecidas
sobre tierras posedas y cultivadas en comn.
Todos eran uno y de un cerco, dentro del cual han tenido siempre sus
casas, ellos y sus antepasados (AHPC, escr.1, leg.6, exp.1, ao 1598).
Al parecer esta organizacin social de los indgenas de Crdoba era semejante a la de los dems pueblos del rea andina. Las tierras pertenecan a los integrantes de cada ayllo y se sabe que estaban
perfectamente delimitadas. El ayllo posea sus tierras separadas de las
de ayllos vecinos. Generalmente un ayllo ocupaba toda una aldea. Los
miembros del grupo llevaban el mismo apellido, pero los espaoles
preferan designarlos por el nombre de su cacique o por el de sus
pueblos de cabecera. La denominacin del ayllo al que perteneca el
individuo, serva a ste como apellido que lo identificaba a un grupo
y un lugar determinado.
160
El resquebrajamiento del orden territorial creado por los indgenas y tambin el desarraigo de las formas propias de relacin social
entre los grupos como resultado del proceso de organizacin de las
encomiendas iniciado durante la conquista espaola, hizo que la prctica misma de la nupcialidad como vnculo de alianza que organizaba la vida comunitaria entre los indgenas, causara disturbios entre
los poblados de los encomenderos espaoles al parecer, por el movimiento de mujeres por razones matrimoniales. El tipo de matrimonio nativo era de inters para la Iglesia en la medida que fue objeto
de una poltica de persecucin y condena en el rgimen colonial.
Esta poblacin nativa en estudio que tiene una raigambre en
el lugar constatada de varias generaciones presenta un sistema matrimonial subyacente que parece entrar en tensin con respecto a los
principios exogmicos de la organizacin familiar, heredados de la
tradicin colonial. La tradicin colonial que se inicia con la conquista espaola que constituir segn Bestard y Contreras (1987: 1718) la expansin de las fronteras culturales de Europa: sus valores,
sus instituciones y, sobre todo, la religin cristiana que se instaura a
travs de la evangelizacin. La tensin parece remarcarse entre las
familias indgenas que tendan a matrimonios cercanos y la Iglesia
rompiendo las solidaridades parentales, segn la historia de las prohibiciones matrimoniales impuestas por la dominacin colonial.
Un siglo despus, estos pueblos indios ya no se definen como
parentelas y se registran en los empadronamientos segn cantidad de
habitantes originarios, ranchos y recursos disponibles para la subsistencia (agua y tierras); se describen segn un trazado con plaza y
capilla, y para entonces los nombres indgenas de los dichos poblados han sido cambiados por apellidos espaoles.
Las ltimas dcadas del siglo XVIII, como es el caso de los
indios aislados en poblaciones agrarias con economa de mnima subsistencia, segn Celton (1988: 282-283) slo persistirn algunas
pautas de organizacin social y la herencia del trabajo sedentario en
las actividades productivas y la familia nuclear ser la que tiene a su
cargo toda la funcin reproductiva generacional y cotidiana , y (donde) sus viviendas son generalmente ranchos con paredes de piedra
encastrada, pequea huerta y potreros tambin de piedra para prote161
Noem Lorca
ger sus pocas cabras y ovejas. Aunque es posible presumir que estos
hogares nucleares se alinean en sitios comunes donde levantan sus
casas y residen parientes prximos.
En la actualidad, entre antiguos pobladores de la regin aparecen categoras propias del lugar para describir las construcciones
en dichos lugares que se entrelazan histricamente con las formas del
hbitat nativo en los pueblitos de la zona a la manera de lo que
podramos llamar continuidades culturales en la regin:
Y s, debe haber indios todava en todas partes sola haber indios, en todas las sierras, cerros o cmo es que haba por ah?...
montes y todo eso, los campos, las sierras... Esas aguadas que haba,
muchas aguas haba y ah vivan ellos (sus abuelos indios). (Las
aguadas eran) agua, agua de vertiente. Ah, ah de Caada Larga al
sur de las sierras, al sur se utilizaban para los animales y todo eso
tomaban agua de ah eran de ellos noms. S, saban hacer repose de agua con piedras y todo eso trabajaban as ellos y as las
pircas y todo eso los corrales que hacan todo con piedras con
piedra s con piedras juntadas as noms, los corrales eran de
piedra tenan vacas, cabras era todo piedra... y las casas eran
todas de piedra todo piedras, as en seco as noms hay que
ver los trabajos que se hacan No haba cocina no haba nada
todo con lea, todo lea (Don Agustn, 87 aos).
mado por una sucesin de eslabones de continuidades. Para el paradigma modernista, la familia nuclear y el individuo que sta reproduce son modernos y el parentesco, un universo relacional centrado
en los antepasados y basado en lazos naturales, es tradicional. Mientras que en la perspectiva antropolgica, la nueva mirada se orient
ms bien a cierto rechazo por las definiciones uniformes y universales de familia, matrimonio y redes de parentesco, dando lugar a caracterizaciones ms contingentes abiertas a contextos culturales concretos.
En esta narrativa el parentesco queda conceptualmente expuesto para el debate en la medida que el carcter relacional que lo define
hace derivar, por ejemplo, la idea que las prcticas matrimoniales
compartidas pueden constituir continuidades histricas de larga
duracin y configurar una expresin propia del pasado de comunidades autctonas como un principio de identidad, o convenir que
las comunidades autctonas han emergido como contraparte de una
familia tradicional y extensa, como resultado del proceso de cambio
que trajo consigo la modernizacin. O, que la modernizacin como
categora de anlisis invisibiliza discontinuidades culturales producto de la diferenciacin de itinerarios familiares de poblaciones
nativas no reconocidas histricamente.
Estas nociones divergentes posibilitan delimitar un fenmeno
propio, que puede ser extendido a otras sociedades rurales latinoamericanas, que es la necesidad de trabajar sobre la visibilizacin de
las comunidades locales arraigadas en el atraso en que las ubica la
mirada moderna de la familia, en el marco de la complejidad que
plantea la diversidad de culturas y profundizar en el carcter identitario que parece ocultarse bajo el velo de la teora de lo moderno.
Conclusiones
Creemos que la estructura endogmica de la poblacin puede
trazar fronteras culturales en los poblados de las Sierras Centrales en
la provincia de Crdoba en la medida que la explicacin demogrfica
del comportamiento de los aislados genticos puede circunscribir
163
Noem Lorca
Bibliografa
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166
Noem Lorca
168
169
170
Introduccin
En los ltimos aos, los medios han informado repetidamente
de hechos de sangre relacionados con la muerte de mujeres a manos
de sus parejas. La reiteracin de estos casos ha llevado a la sociedad
chilena a familiarizarse con la palabra femicidio. Estudios realizados
por el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM) en 2007, mostraron que en la Regin Metropolitana un 43,2% de las mujeres reconoci haber vivido maltratos psicolgicos; un 19% sufri lesiones
graves y un 13,1% fue golpeada levemente1. Para hacer frente a esta
realidad, las instancias legislativas estudian un nuevo proyecto de ley
que sancione penalmente la violencia intrafamiliar, ya que el cuerpo
legal vigente (que data de 1994), no ha logrado detener su aumento.
La receptividad manifestada por la opinin pblica a estas informaciones estara expresando una nueva predisposicin emocional
en los chilenos, cosa casi inimaginable hace tan slo unos aos. Algunos intentos para entender esa realidad, sitan el enfoque explicativo en el tipo de familia en que se dan las agresiones violentas que
sufren las mujeres. As, esas familias estaran integradas por parejas
1
que se rigen por una lgica machista, por ejemplo, las condiciones
laborales del mundo rural por mucho tiempo fueron prioritariamente masculinas, por lo que las mujeres, sea como hijas, inquilinas,
sirvientas o pequeas propietarias, adquiran una dependencia y subordinacin de alto riego a la agresin de los hombres (patrones, capataces, misioneros, padres y maridos) (Catalina Arteaga, 1997: 197216).
La historia, en cuanto ciencia que estudia lo cambiante y lo
permanente, nos ofrece una mirada de conjunto de tiempos ms
largos. Al igual que en nuestros das, y quizs s con mayor frecuencia, en el pasado tambin hubo relaciones violentas al interior de las
familias. En siglos anteriores existieron muchos hogares marcados
por la violencia pero, a diferencia de hoy, casi todos intentaron solucionar sus conflictos privadamente, y slo en pocas ocasiones el hecho trascendi los mbitos del hogar obligando a intervenir a los
organismos de justicia. As, la actuacin judicial nos ha dejado testimonios con los que hoy podemos indagar y explicar las formas y
maneras de ver las conductas agresivas, ayudando al mismo tiempo a
que el camino para identificar la realidad del pasado que deben recorrer los estudiosos del tema, se vea facilitado con la existencia de una
rica masa documental2. Respaldados por la disponibilidad de esa
informacin, en diversos pases ha surgido una interesante historiografa que se esfuerza por hacer comprensibles las formas que adquiri la violencia intrafamiliar, as como las razones que la explican.
Son particularmente interesantes por su valor metodolgico y comparativo algunos trabajos realizados en Europa (principalmente en
XVIII-XIX)
Espaa y Holanda ) y en Latinoamrica (especialmente en Mxico5, Puerto Rico6, Brasil7, Argentina8 y Per9).
Siguiendo en parte las propuestas analticas de esas investigaciones, nos ha interesado estudiar cmo los malos tratos fueron considerados un valor de masculinidad, aunque en los procesos judiciales de la poca las mujeres se empearon en condenar actos como el
trato vulgar, los golpes, el escndalo pblico, las amenazas de muerte, la falta de respeto a los hijos, las calumnias personales y familiares, el expulsarlas de la casa conyugal y la exigencia de convivir con
concubinas.
3
Ghirardi seala que algunas interpretaciones psiquitricas identifican a la violencia domstica con la intencin de despojar al sujeto que la padece de todo
pensamiento autnomo, y caracterizan al golpeador como el emisor de un discurso sagrado, presentado como incuestionable, como una sola verdad, sin lugar
para la duda o el cuestionamiento.
11
Rodrguez, Mara del Mar, Todo por la familia! Estudio de la conflictividad y
la delincuencia intra y extra familiar en Castilla la Nueva durante el Antiguo
Rgimen a partir de los datos del Archivo Judicial de Toledo, ponencia presentada en el Congreso Internacional Familias y organizacin social en Europa y Amrica, Siglos XV al XX, Murcia, diciembre de 2007.
174
XVIII-XIX)
12
pelln con tanta violencia que me lastim las dos costillas (Mara Eugenia Albornoz, 2003: 64).
13
176
XVIII-XIX)
brseles al bello sexo tales facultades, ya por su fragilidad e inexperiencia y ya por no ser decoroso que frecuenten los tribunales; y
solo pueden hacerlo por la muerte de su marido segn lo dispuesto por la ley 4, Titulo octavo, Partida sptima (Araya, 1997:
191).
15
XVIII-XIX)
e incluso que las amenazaban de muerte19, por lo que no consideraban que sus vidas estuviesen seguras. As, en 1865, una mujer pidi
el divorcio, basndolo en la excesiva crueldad20 de su marido, que la
llev incluso al intento de suicidio.
Pero, como lo seala AnneMarie Sohn (1996: 706), todos
los excesos se autorizaban en nombre del derecho de los hombres y la
necesidad de sumisin de las mujeres: si la golpe era mi derecho. Los
maridos violentos vean las relaciones conyugales en trminos de yugos
ancilares y golpeaban a la mujer porque no haba hecho lo que se
esperaba que hiciera (1996: 704 y 706). En 1873, una mujer declar en los tribunales que:
Soy casada hace 13 o 14 aos. El mal trato habitual que he recibido,
si bien es cierto me ha colocado en una situacin demasiado precaria,
en cambio de la tranquilidad del hogar, lo he soportado en silencio;
pero actualmente he sido injuriada por mi marido, de obra y de una
manera grave. Esto hace que ya me sea imposible guardar silencio por
ms tiempo21.
Mi marido don desde hace algn tiempo atrs, viene dndome un trato muy
diverso al que debiera, y tanto que me ha autorizado a pedir contra el divorcio
perpetuo, fundado en la sevicia de l. Ese mal trato consiste no solo en negarme los
recursos necesarios para la subsistencia y para los objetos mas indispensables a la familia
y a mi, sino tambin en actos tan graves que han llegado hasta los golpes mas terribles.
No contento con eso, ha gritado que no descansar hasta que consiga matarme poco a
poco, AAS, Fondo Informacin Matrimonial, D-317, 1873.
20
AAS, Fondo Pleitos Matrimoniales, C -1343, 1865.
21
AAS, Fondo Pleitos Matrimoniales, B-1228, 1873.
179
22
El juzgado, deseando restituir a este matrimonio toda la paz y concordia que tanto
recomiendan las leyes, no tuvo {inconvenientes} para diferir a tan justa como cristiana transaccin. Archivo Judicial de San Felipe (en adelante AJSF), Leg. 69, Pza.
25, ao 1857.
180
XVIII-XIX)
23
El inorgnico crecimiento de la ciudad de Santiago determin algunos desequilibrios demogrficos, como la baja relacin de
masculinidad que aument el contingente de mujeres, acentuada a
su vez con el fuerte desarraigo de la poblacin masculina. La precariedad y las malas condiciones en que vivan las clases populares favorecieron el desarrollo de la violencia transformndola en un aspecto
comn de la vida cotidiana. Como lo han demostrado los estudios
de Igor Goicovic (2006: 11), la estrategia transgresora del arranchamiento oper de manera frecuente como mecanismo de cohabitacin
y como estrategia de subsistencia, y a travs de ella, los sujetos populares enfrentaban las contingencias cotidianas sumando esfuerzos a
las tareas colectivas de la produccin. Adems, si bien la sociedad
tradicional aceptaba las normativas familiares impuestas por la Iglesia y el Estado a hombres y mujeres, la necesidad de subsistencia
oblig a muchos individuos de ambos sexos a adoptar modelos alternativos de unin familiar, por lo que las uniones de hecho podan
superar a las de derecho (Cornejo, 2006: 49).
Algunas conductas violentas se recogieron con una fuerte
carga mitolgica en el imaginario colectivo ayudadas por la difusin
de poemas en los que se recreaban crmenes pasionales. Uno en la
segunda mitad del siglo XIX se refiere a la muerte de una mujer a
manos de su marido:
Un marido criminal
Mui furioso en el sur
A golpes con una pala
Le dio muerte a su mujer
()
Despus que la victim
Mas furioso que un len
En medio del corazn
Un cuchillo le clav
La plata i ropa junt
Vindose tan en la mala,
Sereno i como por gala
En el brbaro momento
La hizo dar su ltimo aliento
182
XVIII-XIX)
El modelo patriarcal que rega las relaciones de gnero reconoca como normal que el hombre golpeara a su esposa, y la ideologa que le sustentaba se interiorizaba desde la niez. En ella se le
conceda al hombre un rol de autoridad y el derecho al ejercicio del
poder como reafirmacin de hombra, llegando incluso a legitimarla
como manifestacin de afectividad que vea en el castigo infligido a
una mujer una muestra de cario; adems de representrsela como
una expresin de virilidad, el sentir popular la recogi en el refrn
quien te quiere te aporrea. Se participaba, entonces, de una idea de
familia estructurada a partir de fuertes lazos de dominacin y de
grandes desigualdades en las relaciones de poder que afectaban a la
mujer. Algunas de las interpretaciones historiogrficas que se han
hecho para la realidad chilena, apuntan a relevar la doble situacin
de violencia efectiva y de una violencia que, en trminos de Bourdieu, es simblica, propia del desigual sistema de relaciones de
gnero imperante. Los pleitos contienen un discurso dominante
manifestado por clrigos y funcionarios civiles que avalaba, justificaba y reforzaba el modelo de relaciones dentro del cual la violencia
correctiva del pater familias era aceptada. As, el logos violento
era consagrado en la legislacin familiar de la sociedad tradicional
(Bourdieu, 2000: 44).
24
Meneses, Daniel, Horrible crimen (el marido da muerte a su mujer con una
pala), en Col. Amuntegui, I, (pliego 5, mic. 1).
183
La causa que Mara identificaba para esta actitud era la embriaguez, vicio que mantena su marido durante todo el ao por la
facilidad que le daba poseer una pequea via. Con ello no slo dilapidaba el patrimonio familiar (se lo beba todo y no dejaba que se
vendiese nada), sino que lo haca con escndalo, ya que sus fiestas de
Baco eran conocidas en toda la zona (Cornejo, 2006: 45). Cosa
diferente sucedi en 1800 con Juana Pulgar, quien si bien estaba
casada con Francisco Pulgar, viva separada de l. Tras nueve aos de
ausencia, ste volvi a juntarse con su esposa buscando mejor suerte
y trabajando en lo que se puede. Juana haba aceptado el regreso
con la esperanza de recibir algo (segn palabras de un testigo),
pero se pasaron las horas bebiendo de bodegn en bodegn hasta
que lleg la noche. De vuelta al modesto rancho que compartan,
cansados y borrachos, empezaron a discutir, pero los gritos de auxilio
de la mujer no fueron escuchados por nadie (Cornejo, 2006: 46).
Steve Stern, rompiendo la visin de un patriarcado monoltico e imperturbable en la Amrica tardo colonial, seala que ste
impona roles o tareas que cumplir tanto a unas como a otros, pero
con cierta adaptabilidad y reacomodo en las prcticas concretas de
cada pareja. En ese marco normativo, la vida de la mayora de las
mujeres transcurra en trminos ms o menos normales, hasta que
la violencia estallaba, momento en que la mujer se enfrentaba a dos
alternativas: soportarla estoicamente, o transgredir los marcos normativos y correr el riesgo de convertirse en homicida. Por su parte, la
184
XVIII-XIX)
185
XVIII-XIX)
algunos comentaristas, como Alejandro Venegas, que en 1910 criticaba el estado de Santiago diciendo que pareca una aldea grande y
sencillota28.
Las mujeres dejaron de ser simples subordinadas del hombre
y reclamaron el pleno reconocimiento de sus derechos aun cuando
sus reclamos fueron minimizados o relegados a lo incomprensible
(Figueroa, 1997: 37).
Como haya sido, a partir de la Primera Guerra Mundial la
representacin de la mujer chilena sufri cambios, asociados a un
arquetipo fsico nuevo. Este cambio se consum con la Gran Depresin, cuando la representacin de las mujeres sumisas, mayoritariamente analfabetas o someramente educadas, jurdica y socialmente
subordinadas al hombre, con estrechos lmites de accin y carentes
de organizacin corporativa propia del mundo tradicional inici un
lento camino a su fin (Veneros, 1997: 39).
Abreviaturas
AAS Archivo del Arzobispado de Santiago
AJI Archivo Judicial de Iquique
AJS Archivo Judicial de Santiago
AJCon Archivo Judicial de Concepcin
AJSF Archivo Judicial San Felipe
AJLA Archivo Judicial Los ngeles
28
XVIII-XIX)
Fuentes Documentales
AAS, Fondo Pleitos Matrimoniales, B 128, 1873
AAS, Fondo Pleitos Matrimoniales, B 1228-1880
AAS, Fondo Pleitos Matrimoniales, B 1342, 1805
AAS, Fondo Pleitos Matrimoniales, B 1536-1854
AAS, Fondo Pleitos Matrimoniales, C 401, 1873
AAS, Fondo Pleitos Matrimoniales, C 1343-1865
AAS, Fondo Pleitos Matrimoniales, C 1455, 1876
AAS, Fondo Informacin Matrimonial, D 347-1881
AAS, Fondo Informacin Matrimonial, D 317-1873
AJI, legajo 2355, 1895
AJS, legajo 844
Juzgado del Crimen de Santiago, ao 1875, N 1
Primer Juzgado del Crimen de Santiago, Causa N 16, ao 1860
AJCon, legajo 75, Pza. 7, ao 1848
AJCon, legajo 191, Pza. 25, ao 1850
AJCon, legajo 204, Pza. 7, ao 1854
AJCon, legajo 186, Pza. 12, ao 1864
AJSF, legajo 69, Pza. 25, ao 1857
AJLA, legajo 22, pza. 23, 1842
AAS, Fondo Informacin Matrimonial, D 347-1881
AAS, Fondo Informacin Matrimonial, D 317-1873
Coleccin Amuntegui, I, pliego 5, microfilm. 1. Meneses, Daniel, Horrible
crimen (el marido da muerte a su mujer con una pala).
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LA CONSTRUCCIN DE LA FEMINIDAD
Y LA MASCULINIDAD EN LA DOCTRINA
JURDICA Y SU IMPACTO EN LA
LEGISLACIN ARGENTINA DEL SIGLO XIX
Jaqueline Vassallo
Universidad Nacional de Crdoba - CONICET
A manera de introduccin
La construccin sociocultural de los modelos de gnero en la
Argentina de finales del siglo XIX, demarc el mbito de actuacin y
la funcin de hombres y mujeres. Construccin que bajo la forma de
discurso de la domesticidad condicionaron de forma decisiva la realidad de argentinas y argentinos del siglo XIX. Y puesto que el poder
jerarquizado de gnero se bas en mecanismos de control social formal que regulaban, mediante un cuerpo legislativo, la discriminacin legal y la subordinacin social de las argentinas, el derecho jug
un papel relevante en la configuracin y sostenimiento de este estereotipo de mujer y de varn, a partir del reconocimiento o de la
negativa de los mismos (Nash, 1993: 613-615; Ruiz, 2000: 9-12;
Pea Gonzlez, 1999: 13-17).
En Argentina, hasta la sancin de los cdigos -que tuvo lugar
entre el ltimo cuarto del siglo XIX y las primeras dcadas del XXrigi el complejo mundo jurdico impuesto por los espaoles desde
el siglo XV. Sus reglas, representaciones y costumbres sobrevivieron,
a pesar del cambio de orden, luego de los hechos de mayo de 1810
y de 1816.
Los cdigos, que por entonces aparecan como instrumentos
necesarios en los proyectos de la construccin del Estado, contribuyeron a asentar el modelo capitalista y las nociones de lo pblico y lo
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Jaqueline Vassallo
Jaqueline Vassallo
ron concebidas como incapaces, dbiles, dependientes, en definitiva, definidas por su relacin con aqullos: esposas, concubinas, madres, hijas.
No es casual, entonces, que en el Diccionario apareciera la
definicin de familia, en la que incluye al padre y madre de
familia, asignndoles los roles anteriormente descritos, y en la que
se remarca que la mujer debe llevar una vida honesta o de buenas
costumbres, sin que al varn se le haya impuesto esta forma de vida
(Escriche, 1842: 771).
Las clasificaciones que otrora supieron realizar los sacerdotes y
telogos (Casagrande, 1992: 102), y que los juristas medievales y
modernos imitaron al ordenarlas de acuerdo a las diferentes maneras
del empleo de su sexualidad y de su relacin con los hombres tambin fueron reproducidas por Escriche (1842: 625) en su definicin
de mujer: Esta voz abraza en general las solteras, las casadas y las
viudas. Bajo el nombre de muger dice la ley, se entienden todas las
mujeres desde la soltera mayor de doce aos, basado en la ley 6 tt.
33 de la Partida VII.
Ellas ocuparon sus pginas como inferiores e incapaces, con lo
que continu justificando el sometimiento a la tutela jurdica especial:
La muger es de un temperamento menos fuerte y slido que el hombre,
ms frgil y pundorosa; y por eso su condicin es menos ventajosa en
muchas cosas, y menos onerosa en otras. No se la castiga con tanto rigor,
ni se le imponen penas muy dolorosas ni menos las de trabajos pblicos;
y a veces tiene una escusa en la ignorancia del derecho [] No puede
ser tutora sino de sus hijos y nietos; ni asistir como testigo en los testamentos [] ni acusar en juicio sino sobre el delito de alta traicin
por dao hecho a ella, a sus parientes dentro del cuarto grado, y dems
personas con quien est ligada [] Ni procuradora judicial, ni demandar en juicio [] ni ejercer los oficios y cargos pblicos civiles
[]. Tampoco puede salir como fiadora por persona alguna, pues como
por la fianza nada pierde de presente, se la podra persuadir engaar
con facilidad, y porque como dice la ley sera esponerla a consecuencia
con los hombres, y al uso de cosas contrarias al recato y buenas costumbres que debe guardar (Escriche, 1842: 625).
196
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Y a rengln seguido citaba la ley 13, tit. 8 de la setena partida que estableca que si la mujer mataba a su entenado con armas yerbas, incurra en la pena de parricidio es decir, de muerte
(Escriche, 1842: 538). Definicin que no guardaba relacin con la
de padrastro, ya que a ste se le reconoca la posibilidad de obtener
beneficios econmicos de los hijos de su mujer, en tanto hubiera
cumplido con ellos el rol de proveedor dndole de comer y dems
necesario. Ley 37, tit 12. P5 (Escriche, 1842:670).
Siguiendo el orden casuista, la rea fue categorizada como
quien ha cometido algn crimen delito, y tambin la demandada
en juicio civil o criminal y si bien aludi a su par masculino con
idnticos trminos, resalt la imposibilidad que tena la casada de:
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El rgimen civil de la familia continu basado en la potestad, sustentada en la autoridad masculina y el deber de obediencia
de hijos e hijas, esposas y sirvientes (Lobato, 2008: 19). El padre de
familia era la cabeza de la casa y familia, que la rige y gobierna,
tenga o no tenga hijos (Escriche, 1842: 671-672). Y en la definicin de su rol, Escriche remarc la obligacin de proveedor, suministrando todo lo necesario para vivir, como la comida, vestido y
habitacin, segn su riqueza y facultades, segn la ley 2, tit. 19. P
IV; reforzando estas consideraciones, al agregar las definiciones de
potestad marital y patria potestad (Escriche, 1842: 700-734).
Ahora bien, en una sociedad que privilegiaba el sostenimiento
del honor familiar a partir del comportamiento sexual de sus mujeres, la consideracin de una mujer como honesta, tena una importancia definitiva a la hora de obtener proteccin jurdica y judicial,
puesto que el derecho regul delitos y concedi privilegios slo para
ellas, en desmedro de quienes no gozaban pblicamente de dicha
fama. Esta clasificacin est relacionada con roles asignados, el control del cuerpo y la sexualidad, bajo la premisa de que con el cumplimiento de los ideales modlicos se sustentaba el honor familiar. Recordemos que en la sociedad americana -al igual que en las sociedades europeas del Antiguo Rgimen- el honor, ms que un rasgo personal, era entendido como la caracterstica de un grupo social; es
decir, un concepto de distincin y exclusin social. Consiguientemente, si el honor de una persona estaba ligado al grupo social de
pertenencia, y al comportamiento sexual de sus mujeres, su ofensa
significaba una agresin directa a la de su familia (Farge: 1990).
En consecuencia, la preservacin de la mujer -cuyo pudor y
virginidad deba ser su principal atavo- se convirti en una obsesin
tanto social como familiar (Perrot, 2008: 83). Obsesin que se tradujo en la legislacin que prescriba el castigo de los hombres que
osaban atentar contra la integridad sexual de las mujeres de familia, es decir, forzadores y seductores.
202
La fuerza hecha a mugeres era entendida como un delito pblico -equiparado al homicidio o a la lesa majestad-, susceptible de
ser denunciado por cualquiera. Escriche se refiri a ella diciendo: la
ofensa que se hace a una muger violentndola abusando deshonestamente de ella contra su voluntad. Y entre la numerosa normativa
vigente citaba a la VII Partida que:
[] condenaban al forzador de muger virgen, viuda honesta, casada
religiosa, en la pena de muerte y en la prdida de todos sus bienes a
favor de la agraviada, a no ser que sta, siendo soltera o viuda, se casase
voluntariamente con el forzador; y siendo la muger de mala reputacin de otra clase dejaba la pena al arbitrio del juez (Escriche,
1842: 839).
Jaqueline Vassallo
A manera de conclusin
Este modelo familiar, y los estereotipos enunciados, fueron
recogidos y reproducidos por la legislacin argentina (Cdigo Civil,
sancionado en 1871 y el Penal, dictado en 1922).
El rgimen civil de la familia continu basado en la potestad
y la obediencia. La debilidad de la naturaleza femenina sigui rigiendo como fundamento para establecer una tutela jurdica especial y la influencia de la Iglesia, en la imposibilidad del divorcio.
La exclusin de las mujeres del acceso al poder poltico y domstico asumi un cariz conceptual: a nivel poltico, ellas no estaban
comprendidas dentro de la categora jurdica de ciudadano; a nivel
civil, estaban colocadas bajo la potestad del varn.
Tampoco es casual que dentro de este modelo de familia, en la
que la mujer cumpla con un rol especfico desde su diferencia sexual,
se hayan construido conductas delictuales, tomando como base esta
diferencia y la significacin que a ella se le ha dado en las sociedades
patriarcales; con lo cual se penaliz el adulterio, el aborto, el infanticidio, la suposicin o la exposicin y hasta se permiti el casamiento con la mujer violada, con el objetivo de salvaguardar el honor
de la familia de la vctima.
El desmontaje de este modelo llev ms de un siglo, y an hoy
encontramos persistencias no slo a nivel legal, sino a nivel social. El
trabajo comprometido de distintas voces discordantes provenientes
del socialismo, anarquismo y de la militancia feminista tanto la de
principios del siglo XX, como la de los aos 60, y las subsiguientes
generaciones- llev a que Argentina introdujera en su agenda la justicia de gnero, que repercuti en las innovaciones legislativas y la
204
Bibliografa
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206
Introduccin
Los abordajes sobre la historia de la salud y la enfermedad son
recientes en comparacin con la historia de la medicina tradicional
escrita por mdicos. A esta ltima, a partir de los ltimos decenios
del siglo XX se la intenta rescatar como una Nueva Historia de la
Medicina, concibindola como un subcampo dentro de la historia
sociocultural.
Las representaciones del cuerpo, la sexualidad, lo supersticioso o hechiceril, construidas desde la ciencia mdica y la religin catlica, son componentes insoslayables dentro del campo de la salud,
la enfermedad o la nueva historia de la medicina. Este entramado
relacional es analizado, desde diversos abordajes, en gran parte de las
obras de los franceses Philippe Aris y Georges Duby (1992) y Michelle Perrot y Georges Duby. En Argentina, Ricardo Cicerchia
(1998), Silvia Mallo (1992) y Mnica Ghirardi (2004), representan
una parte de la historiografa local que brinda su aporte a dicho anlisis.
Muchos son los ngulos coincidentes y las relaciones posibles
de establecer entre las temticas salud y familia. Considerando a la
familia como una unidad de anlisis dinmica, que tiene relacin
con el curso de vida de sus miembros, ste se imbrica, necesariamente, a las conductas y representaciones que dichos miembros poseen
respecto a la forma de conservar esa vida, o sea, en el cuidado de su
207
Liliana Pizzo
XIX
Liliana Pizzo
XIX
Otros signos, que se traducan en lceras y llagas9 en la vagina como tambin en expeler porciones de sangre lquida y en cogulos10, le permitieron a doa Isidora argumentar que todo ello
pona en peligro su vida dada la deteriorada salud en la que se hallaba11. Dicho estado la llev a solicitarle a su esposo, apenas iniciadas
las molestias, que la dejase entrar en un monasterio, como modo de
evitar tener que cohabitar con l; dada su negativa, es que, segn
afirm en sus escritos, con pudor, pero en salvaguarda de su vida12,
busc como ltimo recurso solicitar la nulidad del matrimonio.
211
Liliana Pizzo
Desde el siglo XVI al XIX muchos literatos y filsofos hablaron de la matriz como un rgano imperioso, tormento de las pobres
hembritas, rgano activo dotado de un instinto particular; vscera
tirnica que someta a su imperio prcticamente la totalidad de las
acciones y los afectos de la mujer (Foucault, 1986: 474; Berriot
Salvadore, 1993: 121). No eran pocos los que seguan creyendo, an
en el siglo ilustrado, que esa enfermedad era producida por un vapor
venenoso originado en la matriz que, al pasar por las arterias y porosidades del cuerpo afectaba todo el organismo hasta llegar al cerebro;
dicha sustancia venenosa provena de la retencin y corrupcin de
materia o sea mal funcionamiento de las secreciones sanguneas o
seminales. Siendo as la matriz, la causante de todas las enfermedades y, la histeria, la enfermedad de las mujeres sin hombre.
Otro dato que nos brinda aquella concepcin mdica es la
idea de que la mujer posea semen, lo que tambin se ve reflejada en
los escritos del expediente al sostener que la eyaculacin seminal de
212
XIX
Liliana Pizzo
21
XIX
215
Liliana Pizzo
Pero, a pesar de ello, don Fermn expona que las leyes eclesisticas entendan que ni por la lepra ni por otra cualquier grave enfermedad contagiosa se han de separar los casados27. Sealndole a su
esposa:
Vea Doa Isidora si el peligro de muerte es capaz de romper el binculo
[sic] sacratsimo de nuestro matrimonio que si el leproso pide el dbito
al consorte sano, este despreciando el justo y fundadsimo temor de
contagiarse es en obligacin estrechsima pagarle28.
27
216
XIX
217
Liliana Pizzo
po uterino de la matriz, y del de la vayna33, sealndose una diferenciacin entre los de la matriz y los de la vagina. El mdico Buchan explicaba que se daba:
[...] el nombre de plipo uterino o de la matriz a una axcrescencia [sic]
carnosa hongosa [sic] que nace en la misma substancia [sic] de la
matriz, y plipo de vayna el que se forma en la misma substancia de
esta parte34.
Este escrito permite observar, por un lado, cules eran los conocimientos mdicos sobre la anatoma de los rganos sexuales femeninos y, por el otro, la relacin que se estableca entre la aparicin
de este mal con la infeccin de enfermedades venreas. Quizs, con
esa visin, es que don Fermn tambin la trajo a colacin, ya que as
poda sustentar la acusacin de que su esposa padeca del mal glico36.
mismos; s/n. Medicina Domstica o tratado de las enfermedades quirrgicas y ciruga
en general del celebre Buchan, M.D. del Real Colegio Mdico de Edimburgo,
Tomo IV, Impreso a costa de Don Pedro Kearney con Licencia. Madrid: en la
Imprenta Real, 1792. El captulo II est dedicado a describir las diferentes dolencias de las mujeres y sus tratamientos. Libro de poca que se encuentra en la
biblioteca del Archivo Histrico Provincial de Crdoba.
33
Libro de Medicinaob. cit.
34
Medicina Domsticaob. cit., p.85.
35
Ob. cit., pp.85- 86.
36
Dado el limitado espacio de este trabajo, resulta imposible comparar todos los
conocimientos mdicos anteriormente expuestos, con los actuales. S es preciso
218
XIX
Liliana Pizzo
entre otros, las distintas partes del rbol de San Antonio o paraparai
(en guaran); una de la especies de guayacn o palo santo; la verdolaga palustre; la planta gumi-elemi; el rbol del cepal (Montenegro,
1945). Con algunos de ellos o mezclados con otros se preparaban las
aguas para los lavatorios.
Pero, al parecer, no todos los remedios recomendados a doa
Isidora eran caseros, ya que consta que algunos de ellos los elaboraba
el boticario Felipe Roca. Este ltimo y Miguel Mrmol eran los dueos de las dos boticas privadas que a principios del siglo XIX, existan en Crdoba; junto a stas, se encontraba la que posea el Hospital San Roque a cargo de los religiosos Betlemitas, la cual perteneci
a los jesuitas expulsos.
Este primer tratamiento dado a doa Isidora, evidentemente
no produjo los efectos deseados por ella, pues tuvo que decidir franquearle el debito y sujetarse al rgimen de entablar curacin con
todo formalidad39. Llama la atencin este ltimo trmino ya que,
estara dando a entender que a las curaciones indicadas por su esposo
mdico, y preparadas por un boticario, no la consideraba formal,
entendindose como tal a las prcticas mdicas consideradas modernas u ortodoxas dentro de la ciencia mdica.
Esas consideraciones fueron, quizs, las que la llevaron a cambiar de mdico. As lo hace saber en uno de sus escritos, sosteniendo
que sus sufrimientos disminuan cuando sesaba [sic] la voracidad de
Dn Juan junto con el ausilio [sic] de las Medicinas, las cuales eran
dadas por el facultativo Dn Pablo Pastor que [la] asista40. Sin surtir
las mismas el efecto esperado, ya que dicho mdico le recomienda a
ella y a su esposo, a travs de una carta, que no hagan vida maridable.
Otro tratamiento mdico aludido al que se poda acudir, al
entender del esposo, para que el impedimento de cohabitar no fuese
permanente, y por lo tanto no declarar nulo el matrimonio, era el de
la incisin quirrgica; entendindose en este caso, que lo que se plan39
XIX
Ob. cit.
221
Liliana Pizzo
42
XIX
Liliana Pizzo
XIX
Reflexiones finales
El anlisis de este caso no pretendi juzgar ni otorgar veracidad a ninguna de las partes litigantes. Slo se intent, a travs de l,
desentraar algunas de las concepciones, prcticas mdicas y enfermedades en la Crdoba de principios del siglo XIX.
Los alegatos mdicos de ambos cnyuges demuestran que los
avances tericos realizados por algunos eruditos ilustrados no se vean
implementados en la prctica, ya que persistan ideas que asociaban
ciertas enfermedades a lo moral-religioso ms que a lo biolgico del
ser humano; o, a supersticiones ms que a un verdadero conocimiento sobre la anatoma o fisiologa de las personas.
Observando cmo, el discurso mdico sirvi tambin para
imponer la representacin del concepto femenino de la poca, pero
dejando abierto un espacio donde interrogarse sobre cul fue el valor
dado a la tradicin y la supersticin en la formacin del concepto.
Archivos
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poca abordada.
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Liliana Pizzo
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226
XIX
Liliana Pizzo
228
229
230
Dora E. Celton
Los antecedentes
El abandono de nios fue prctica conocida desde la antigedad. Chinos, griegos y romanos toleraron su prctica tomando esclavos a los nios que sobrevivan al abandono.
Fue la Iglesia cristiana la primera que se esforz en socorrer a
los nios abandonados secundada a menudo por las instituciones
pblicas y dict las bases legales para una oposicin formal al abandono de nios, logrando que se prohibiera el abandono de los recin
nacidos tutelados por la ley de la Iglesia y del Estado (Aris, 1986).
El peligro para la sobrevivencia de estos nios que significaba el abandono en las encrucijadas de caminos, escalinatas de casas o atrios de
iglesias, produjo que surgieran hospicios para su albergue cercanos a
palacios y conventos. Sin embargo, estos esfuerzos eran geogrficamente limitados e insuficientes para el nmero creciente de abandonados.
Durante la modernidad, Francia, uno de los pases europeos
ms azotados por tal prctica, inici una toma de conciencia ms
generalizada del problema a partir del apostolado de Saint Vicent de
Paul en el primer tercio del siglo XVII en Pars. El nio siempre era
depositado cuando caa la noche en la puerta de una iglesia, cerca de
una tienda o en una esquina de una calle frecuentada. Segn el primer dato registrado en el Hospital de Nios Expsitos de Pars en
1640, 372 nios fueron acogidos; en 1772 ellos alcanzaran a 7.690.
Si se considera que muchos de esos nios procedan de las provincias, el fenmeno parisino impresionaba por su amplitud. Necker en
1778, en su obra Administration des Finances de la France, estimaba
en 40.000 el nmero de nios a cargo del Estado, con una mortalidad de alrededor del 90% de los nios menores de un ao. Las cifras
publicadas por primera vez en la Statistique Gnrale de la France, en
232
XVIII- XIX
1835, indicaban que en 1831 en un pas de 31 millones de habitantes, se abandonaron 35.863 nios, cifra rcord en ese pas. Esa poca
registra que el 40% de los nios ilegtimos eran abandonados (Nizard, 1977: 1159). El fenmeno era comn en localidades francesas
como Marseille, Lion o Rouen, entre otras.
La situacin no era diferente en los otros pases europeos: los
registros de abandonos varan entre un 25% a un 30% sobre el total
de nios bautizados durante los siglos XVIII y XIX (Nizard, 1977:
1165).
La corona espaola haba reconocido a los padres el derecho
de excusarse de criar a sus hijos en los casos que stos hubiesen sido
engendrados en adulterio o incesto (Ghirardi, 2004). Sin embargo,
en las colonias espaolas, el abandono de nios era tan repetido que
la corona, a travs de disposiciones de los reyes Felipe IV, Carlos III y
Carlos IV se ocuparon de la atencin que se deba a las criaturas
(Gutirrez Azopardo, 1980: 137).
Las causas
Las causas del prodigioso crecimiento del abandono intrigaban a innumerables pensadores de los siglos XVIII y XIX, primeros
socilogos de su poca.
Era la miseria que empujaba al padre a deshacerse de sus
nios el origen de este formidable rechazo de nios? Muchos argumentos militan a favor de esta explicacin tranquilizante y sin embargo no totalmente convincente. Ciertamente, cuando se cotejan la
curva de precios de trigo en Pars en el siglo XVIII y la de los abandonos, la concordancia global es suficiente.
Sin embargo, en muchos casos la situacin de pobreza de la
familia le hara imaginar que poniendo al nio en manos de otra
persona, a la que supona de mejor condicin socio-econmica, le
aseguraba el porvenir al nio.
En la historia colonial americana se considera que la prctica
del abandono de nios est ntimamente relacionada con el aumen233
Dora E. Celton
XVIII- XIX
Dora E. Celton
XVIII- XIX
Villa americana
1760-99
Crdoba (Argentina)
2
Puebla (Mxico)
4,9
13,3
CUADRO
N 1
4,0
Hijos ilegtimos y expsitos en poblaciones seleccionadas
21,5
1737-69
por cada4,9cien
41,6
1750-59
21,1
1754-1838
10,0
Fuente:1) Celton (1993); 2) Aranda Romero y Grajales Porras (1991); 3) Rodrguez (1997); 4) Bacellar (1996).
Crdoba se presenta como la ciudad americana donde el frreo control social, ejercido por autoridades civiles y religiosas contrasta fuertemente con el impulso vital de su poblacin.
237
Dora E. Celton
238
XVIII- XIX
CUADRO N 2
CRDOBA. 1760-1852. Bautismos de legtimos e ilegtimos
segn clase social, por perodos seleccionados
ESPAOLES
1760-89(1)
1833-42
1843-52
VA
VR
VA
VR
VA
VR
Total
3473
100,0
3373
100,0
3623
100,0
Legtimos
2536
73,0
2389
70,8
2702
74,6
Ilegtimos
937
27,0
984
29,2
921
25,4
NATURALES
1780-99(2)
Total
1833-42
1843-52
VA
VR
VA
VR
VA
VR
6166
100,0
6173
100,0
8191
100,0
Legtimos
3090
50,1
3054
49,5
4063
49,6
Ilegtimos
3076
49,9
3119
50,5
4128
50,4
239
Dora E. Celton
CUADRO N 3
CRDOBA. 1760-1852. Nmero de bautismos de expsitos
segn clase social, y porcentajes sobre el total de nios bautizados
y sobre ilegtimos, por perodos seleccionados
1760-99
1833-42
1843-52
Ileg.
Espaoles
2.761
Baut.
7,9
29,5
Ileg.
489
14,5
50,0
528
Baut.
14,6
57,3
Ileg.
Naturales
1.922
3,1
6,2
227
3,7
7,2
44
0,5
1,1
La poblacin de castas demostr un comportamiento tendiendo a la disminucin de la prctica de abandono de nios en el perodo, pasando del 3,1% al 0,5% del total de bautismos.
Entre los blancos, la vergenza de la ilegitimidad se ocultaba
tras la mscara de dejar expuestos los nios en frente de casas de
espaoles cuya posicin econmica les permitiese hacerse cargo de
su crianza. En algunos casos, esa exposicin se haca en la misma casa
donde viva la supuesta madre, que ocultaba su embarazo ilegtimo y
asuma la familia la paternidad. Hasta el siglo XIX no hubo en la
ciudad de Crdoba una institucin creada con el objeto de recibir
expsitos. Recin la documentacin cita la existencia, en 1817, de
un establecimiento pblico que se ocupaba de asilar a los nios hurfanos, conocido como Orfanatorio de Cocandas (Ghirardi, 2004:
478).
Los nios espaoles ilegtimos y expsitos fueron criados en el
86% de los casos en casas de familias de su misma clase social, aunque slo el 3% vivi con su madre biolgica.
Estos nios eran bautizados como hijos de padres no conocidos y como tal considerados en los registros parroquiales, indistintamente hurfanos o expuestos. No se registran en el periodo considerado hijos naturales, es decir, aquellos reconocidos ante el registro
parroquial slo por la madre.
240
XVIII- XIX
CUADRO N 4
CRDOBA. 1833-52. Bautismos de ilegtimos y expuestos
segn clase social e ndice de masculinidad
Espaoles
Naturales
Total
IM
Total
IM
Ilegtimos
888
113.0
6.973
103.0
Expsitos
1.017
104.6
271
78.3
Dora E. Celton
al nacimiento, de lo que se podra inferir que la voluntad del abandono era anterior al nacimiento.
Al contrario, entre las castas, en promedio, las mujeres abandonadas representaron el 56% de los casos, posiblemente relacionado con la fuerza-trabajo potencial que representaban los varones,
quienes se ocuparan particularmente de los servicios y oficios de la
ciudad. Esta seleccin de sexo muestra una actitud consciente de
este subgrupo poblacional, mxime si se tiene en cuenta que los bautismos de ilegtimos reflejan porcentuales normales para cada sexo.
Las conductas
Cmo explicar el comportamiento diferencial de blancos y
castas con respecto a los fenmenos de ilegitimidad y abandono de
nios en esta ciudad ubicada en el confn austral del territorio poblado por el blanco en Amrica?
Consideramos algunos determinantes tales como estrategias
de poder en el control de la reproduccin, el mercado matrimonial y
las percepciones sociales del fenmeno que permitiran ayudar a entender estas tendencias.
El escaso nmero de matrimonios de espaoles con castas consagrados atestigua que la legislacin sancionatoria de fines del siglo
XVIII a matrimonios desiguales fue eficaz para justificar y legitimar
actitudes sociales que promovan la discriminacin social y racial de
los candidatos al matrimonio y apoyar as el control de los padres
tendientes a evitar los casamientos desiguales.
La creacin de una familia entre los blancos en la ciudad de
Crdoba implicaba su categorizacin dentro de la clase dominante,
definida por la calidad social de la esposa y la cantidad de sirvientes
y esclavos que pudiese disponer el nuevo hogar. La elevada edad de
acceso al matrimonio por parte del hombre (27,8 aos) responde a
ese requisito, ligada a la necesidad de una posicin econmica slida
y a su insercin en el manejo de las actividades de gobierno. Tambin, a las restricciones legales para casarse sin autorizacin de sus
242
XVIII- XIX
Dora E. Celton
244
XVIII- XIX
Dora E. Celton
246
XVIII- XIX
Conclusiones
La prctica del abandono de nios en la ciudad de Crdoba
persisti durante todo el perodo en estudio, aunque con diferencias
marcadas en los distintos grupos socio-raciales. Se hizo ms evidente
en los grupos de blancos o espaoles cuya frecuencia se duplic en
el trmino de casi un siglo: de 276 a 528 nios abandonados entre
los perodos 1760-89 y 1843-52, respectivamente. Por su parte la
poblacin de castas redujo notoriamente tal prctica: de 192 a 44
casos en los perodos antes citados.
Se revela una fuerte relacin entre la condicin de ilegitimidad al nacimiento de estos nios y su exposicin pblica, la que
subsiste en el perodo aunque con una evolucin diferencial segn se
tratase de blancos o castas: entre los primeros el abandono ascendi
del 29,5% al 57,8% de los nacidos ilegtimos entre los dos perodos
en estudio. Por su parte, las castas redujeron su representacin de
dejar nios expuestos del 6,2% al 1,1% del total de ilegtimos.
Era comn el abandono de nios enfrente de conventos o de
casas de las personas que podan hacerse cargo de la crianza de la
criatura, muchas veces en la de la misma madre biolgica.
La prctica de la inscripcin del bautismo de estos nios en
los registros parroquiales era celosamente realizada por el cura, quien
determinaba si el nio abandonado perteneca a espaoles o a castas,
lo que implicaba un acuerdo tcito entre el poder eclesistico y la
clase dominante, que, por un lado impeda los matrimonios desiguales mientras que aseguraba el control de la clase social de los
nios nacidos fuera de ellos.
La persistencia durante todo el perodo de los elevados ndices
de ilegitimidad al nacimiento y de la prctica del abandono de recin nacidos refleja las respuestas de una poblacin jaqueada por las
estrictas condiciones impuestas por una sociedad estamental. A las
restricciones impuestas por la legislacin colonial a los matrimonios
entre personas de diferente origen tnico o social, se sumara la elevada edad de acceso al matrimonio por parte del hombre y la desproporcin numrica de sexos en los subtipos sociales. Los ndices eleva247
Dora E. Celton
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XVIII- XIX
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250
RECLAMADOS, EMBARGADOS,
COBRADOS, CEDIDOS.
LA NIEZ COMO VALOR DE USO?
EN CRDOBA, ARGENTINA, SIGLOS XVII-XIX
Mnica Ghirardi
Universidad Nacional de Crdoba
Introduccin
Niez. Concepto cultural no inmutable, cargado de una diversidad de significados cambiantes a travs del tiempo, y de una
cultura a otra, de uno a otro segmento social, y por ende transido de
subjetividad.
Es posible historizar la niez? Evidentemente, ni el concepto
ni el lugar del nio en la sociedad fue siempre el mismo. Baste cotejar las definiciones del Diccionario de la Lengua Espaola en una
edicin actual con su equivalente del siglo XVIII y obtendremos que
si en la contemporaneidad, infancia es entendida como el perodo
de la vida humana que se extiende desde el nacimiento hasta la pubertad, cuando comienza a manifestarse aptitud para la reproduccin, tres siglos atrs se defina al infante como el nio pequeo que
no tiene edad para hablar, y a la infancia como primera edad del
hombre, mientras no habla, aunque algunos la extienden hasta la
juventud1. Es que en el pasado, cuando la esperanza de vida humana era ms corta, los pasajes de un estadio a otro del ciclo vital parecen haber sido mucho ms tempranos y abruptos.
1
Mnica Ghirardi
Slo a modo de ejemplo de los temas tratados puede mencionarse el lugar que
ocupaban los nios y nias en las culturas prehispnicas (Rodrguez Jimnez,
Golte, 2007: 27-61 y 61-81); su situacin durante el proceso de conquista (Ares
Queija, 2007: 83-107); la prctica del abandono (Salinas Meza, 2007; 323341) y los modelos asistenciales (Mannarelli, 2007: 145-171); la educacin elemental (Saldarriaga y Senz, 2007: 389-417), sin obviar un balance de la legislacin referida a la infancia en Amrica Latina en el ltimo siglo (Romero, 2007:
615-633).
3
Las colaboraciones de los distintos autores que participan en la obra abordan
temas de singular inters y originalidad como la situacin infantil durante las
252
Mnica Ghirardi
clamo judicial por la tenencia de cinco hijos naturales mestizos, accionado por un individuo de etnia espaola tras la muerte de su
concubina, que provoca el enfrentamiento con la abuela india de los
nios, quien los haba repartido en distintas colocaciones.
El mencionado documento es de los ms antiguos entre los
escassimos reclamos de menores localizados en el Fondo de Escribanas del Archivo Histrico de la Provincia de Crdoba5. Lo consideramos sumamente valioso por los riqusimos elementos que aporta, y
fundamentalmente porque se encuentra completo, con sentencia,
apelacin y confirmacin. Fuentes accesorias que complementan el
anlisis constituyen otros 65 expedientes judiciales por restitucin
de menores; denuncias por situacin de servidumbre; litigios entre
cnyuges por la tenencia de los hijos; reclamos por alimentos; solicitudes de reconocimiento de filiacin, etc., correspondientes a los
siglos XVII-XIX en Crdoba. Los expedientes se hallan dispersos en
una inmensa masa documental y han podido ser localizados a travs
de un minucioso rastrillaje, no habiendo sido trabajados hasta el
momento. A esta casustica se agrega la experiencia de trabajo con
pleitos eclesisticos por esponsales, nulidades y separacin de cuerpos, en algunos de los cuales, si bien en forma indirecta y no siempre
fcilmente perceptible, los nios se hacen visibles en los reclamos de
las parejas, muchas veces tangencialmente (Ghirardi, 2004). Del
mismo modo, el anlisis de la informacin contenida en padrones
nos ha permitido introducirnos en las caractersticas socio-demogrficas globales de la poblacin infantil de Crdoba segn etnia, condicin jurdica, edad, sexo y ocupacin desempeada (Ghirardi,
Colantonio, Celton, 2008). Asimismo, el tratamiento de pleitos criminales vinculados a infanticidios, estupros e incestos, que hemos
abordado en otras investigaciones (Ghirardi, 1986; 2003; 2004)
apuntalan la experiencia en el conocimiento de pleitos que tenan a
nios y jvenes como ejes centrales de los hechos. Todo ello ha permitido una contextualizacin del caso analizado en profundidad en
esta investigacin, proporcionando un marco comprensivo ms am5
En adelante AHPC.
254
Mnica Ghirardi
Mnica Ghirardi
recuperar] centate que estas con tu Padre, a esto respondi el nio que
no quera ir con l, que quera yr con su Padre Xabier [el to, hermano
de la madre en cuyo poder permaneca desde haca dos aos] y le dijo
conmigo has de yr que aquel no es tu padre7.
258
El anlisis del vnculo entre reclamante y menor en los expedientes judiciales analizados permiti constatar como notable que
haya prevalecido el paterno-filial. En efecto, en casi el 70% de las
cuestiones suscitadas por tenencia de menores, el demandante era el
padre o la madre del nio, en igual proporcin en ambos casos. Ello
coincide con los resultados de otra parte de la investigacin que estamos realizando donde, en 555 casos, fue posible detectar el vnculo
existente entre la persona depositante y la nia llevada a internar al
colegio de hurfanas en la ciudad de Crdoba en un amplio perodo (1782-1871). Como en este caso, tambin all se constat que
padres y madres se haban ocupado personalmente del depsito de
las hijas en un 74,2% de los casos (Ghirardi, Celton, Colantonio,
2008). Si bien las alumnas de la Casa de Hurfanas no pocas veces
pertenecan a familias acomodadas de la ciudad, tambin eran frecuentes los casos de espaoles de escassimos recursos que vean en
la internacin de una o varias hijas como hurfana (sin pago de
cuota), una salida a la imposibilidad de asegurarles la subsistencia en
situaciones econmicas desesperadas. Para bien o para mal, los padres habran ejercido significativa influencia en la suerte de sus vstagos. El segundo lugar entre los reclamantes ocupaban los tos (10%),
los abuelos (7,8%), seguidos de hermanos, padrastros y otros (patronas, esposo de la madrina, etc.).
El lazo existente entre accionante y demandado no siempre
estuvo especificado en el expediente, enfrentndose por uno o varios
nios: esposos separados, o en proceso de divorcio; parejas alguna
vez unidas no casadas. Otros sujetos imputados de sustraccin arbitraria de menor y abuso de autoridad fueron los jueces pedneos;
tambin los patrones (a veces stos haban estado a cargo de la crianza de los nios desde muy pequeos); constatamos algunos enfrentamientos entre una nuera viuda contra su suegra, o del suegro contra
el yerno; pleitos entre cuados, e inclusive la demanda de una esclava contra el albacea del amo por negarle la libertad del nio prometida por aqul.
La duracin de los pleitos oscil entre unos pocos das hasta
catorce meses en los ms prolongados. Respecto de las sentencias, un
259
Mnica Ghirardi
47,6% fueron favorables a los demandantes determinando la devolucin, o adjudicndoles la tenencia de los menores. Un 26% de las
causas permaneci trunca y el resto fueron desfavorables a los accionantes10.
13
Mnica Ghirardi
Trados los nios ante el alcalde, ste acept recibir la informacin sobre la paternidad ofrecida por el demandante Fernndez
Oporto, otorgndole un plazo de prueba de nueve das. Sin embargo, como los testigos se hallaban en ese momento ausentes de la
ciudad debido al trajn de compra de mulas, debi solicitar ampliacin del plazo difirindose la prueba por treinta das16. En diciembre de 1687 se tomara por fin declaracin a los testigos presentados
por Oporto. El 1 de ese mes compareci Ceballos Neto y Estrada,
quien explic que ya siendo alcalde, an en vida de la madre de los
nios, haba recibido peticin extrajudicial de Fernndez Oporto
para educarlos y adoctrinarlos; declar haber recibido testimonio de
la madre mestiza afirmando que si bien primero haba negado ella la
paternidad de Oporto, la haba ratificado luego estando a solas. Ocho
das despus compareci el segundo testigo (9 de diciembre). El
maestro Gonzlez Serrano declar conocer que Oporto tena hijos en
la mestiza Ana de Sosa, por voz pblica en Ro Primero. El 3 de
enero de 1688 surgi una novedad importante cuando el protector
general de naturales, Juan Lpez de Fuenteseca plante que no todos
los nios eran del mismo padre, es decir de Francisco Oporto, lo cual
implicaba reconocer implcitamente, entendemos, que algunos s lo
eran. Francisco, coincidentemente, del mismo nombre del demandante, no sera su hijo, ni tampoco Jos. Aparentemente la propues-
16
Los problemas que la dilatacin de la causa traan para las partes no eran pocos
(haban transcurrido casi dos meses desde la presentacin de la demanda) Bernarda deseaba solucionar la cuestin sin dilacin para poder regresar a la estancia
donde resida, dado que su permanencia prolongada en la ciudad le ocasionaba
gran dao de estar detenida siendo pobre en esta ciudad sin tener con que
sustentarme y gastando lo poco que traje. Asimismo Francisco tampoco poda
al parecer permanecer inactivo en la ciudad todo ese tiempo por lo que termin
otorgando poder a su suegro, el ayudante Pedro de Suasnabas (vecino feudatario,
saba firmar) para seguir la causa durante su ausencia ocupndose de recibir y
cobrar los hijos naturales ante su ausencia, a fin de no descuidar sus negocios.
263
Mnica Ghirardi
La comprobacin o refutacin de la paternidad llev su tiempo, transcurri enero y buena parte de febrero, ya casi a fines de ese
mes, el 26, se recibi declaracin a los testigos de la abuela. Compareci el teniente Nicols de Guevara. ste, aparentemente era el patrn de la propiedad rural donde se encontraba alojada, posiblemente como agregada17, la abuela, establecimiento en donde tambin
17
haba fallecido Ana. El patrn expres que momentos antes de fallecer la mestiza, madre de los nios, asistida por una mujer doa Mara Cortes, luego de confesar y comulgar, le dijo en descargo de su
conciencia que de los cinco [sic] hijos que tena, slo tres eran de
Fernndez Oporto. El mayor Francisco era hijo de don Sancho Cornejo, Joseph de un fulano Varela, vecino del valle de Catamarca, y
Alejo, Juan y Antonio (ste ltimo fallecido de repente dandole una
tos18) del sargento Francisco Fernndez Oporto. Segn el mencionado testigo la madre le dijo tambin que de todos los hombres con
los que haba procreado, el nico que le dio algo para ayudarla a criar
a los nios fue Varela: cuatro varas de bayeta y cuatro de ruan. Guevara tambin manifest que la voluntad de la madre era que los hijos
permanecieran en la casa del declarante en compaa de su abuela.
Evidentemente, el testimonio del patrn no era desinteresado, ya
que la permanencia de los nios en su propiedad le significaba fuerza
de trabajo adicional que no le interesara desdear. El mismo da
compareci otro testigo, el capitn don Pedro Arias de Saavedra (aparentemente dueo de la estancia vecina del testigo anterior), quien
refiri que antes de fallecer la mestiza lo haba mandado a llamar
para expresarle que deseaba que sus hijos permanecieran en la casa de
su patrn Nicols de Guevara. La coincidencia en los testimonios de
ambos testigos, vecinos propietarios y posiblemente, unidos por lazos de amistad, guardan una llamativa y estratgica? concordancia.
Ya de regreso a la ciudad tras su ausencia, en el mes de mayo el
demandante segua reclamando a sus cinco hijos, solicitando ampliacin del plazo de prueba y aprobacin de la declaracin de un
nuevo testigo que deseaba presentar, quien se hallaba ausente. Tachaba airadamente a los testigos de la contraparte por considerarlos
sus enemigos capitales, y los acusaba de actuar movidos por intereses
particulares.
18
Mnica Ghirardi
266
A pesar de estar interpuesta apelacin, el protector de naturales insista en que la sentencia deba cumplirse. En respuesta a las
objeciones sealadas por Oporto, manifestaba que haba perdido sus
derechos de padre por no cumplir con la obligacin de crianza, educacin y alimentos. Y entenda que la suma estipulada por el juez
por la crianza de un nio era baja teniendo en cuenta que inclua
comida y vestuario, y que un ama de cra cobrara $ 25 por ao.
Respecto del trabajo personal que alegaba el padre, podan brindar
nios de slo dos y cuatro aos, deduca el escaso sentimiento afectivo que movilizaba su inters:
poco amor y boluntad que les tiene [] y que solo pretende el llevarlos
a que le sirvan al campo como lo llora la dicha su aguela
Por ltimo calificaba la sentencia como piadosa, considerando el escndalo pblico emergente del amancebamiento confeso por
diez aos, y arga que continuaban existiendo serias dudas sobre la
paternidad basadas en las constancias probatorias de que la fallecida
Ana de Sosa era mujer mundana. La defensa de la abuela tambin
apelaba ante el gobernador, pero para solicitar se cumpliera la sentencia en lo favorable, y en lo perjudicial se modificase. Admitida la
apelacin a ambas partes el 22 de junio de 1688, en octubre el gobernador Argandoa haca traer los autos obrados al estrado, y en
febrero del ao siguiente revocaba una parte y confirmaba otra de la
sentencia del alcalde, mandando se le entreguen al padre natural los
hijos sin dilacin, contra constancia de haber pagado Fernndez
Oporto a la abuela la crianza hasta ese momento, segn tasacin del
alcalde.
Francisco Fernndez Oporto, sargento, vecino morador, no era
reconocido como perteneciente al sector principal de la ciudad, habra pertenecido a los sectores sociales intermedios, tena un solar en
la ciudad y un establecimiento en la campaa donde cultivaba trigo,
posiblemente en la zona de Ro Primero. La actividad ms importante que desarrollaba lo vinculaba a la ganadera, vendiendo y comprando animales, por lo cual reconoca tener deudas, aunque tambin derecho de acreencias de animales. Era hijo legtimo del portu267
Mnica Ghirardi
El contexto socio-cultural
Entendemos que no es posible examinar la riqusima informacin que surge del expediente judicial presentado fuera de su contexto cultural, en el cual el fenmeno de la circulacin de nios estaba,
como en otras sociedades latinoamericanas y europeas del pasado,
muy extendido. Segn este mecanismo, buena parte de los nios se
criaba fuera del hogar de sus padres biolgicos, transcurriendo toda
su infancia o parte de ella en casa de personas ajenas al ncleo original (Milanich, 2001: 79-100). Ren Salinas Meza en su estudio de
19
la sociedad chilena (2007: 342-357) incluye esta prctica en la costumbre generalizada del abandono, en este caso, no institucionalizado, a partir de la generacin de redes de circulacin de nios, temporales o permanentes. Ricardo Cicerchia (1998: 68-79) ve el recurso de la entrega de hijos, no pocas veces ilegtimos como en el caso
que aqu se analiza, como derivado ms comnmente de situaciones
de pobreza, que de la preocupacin por la conservacin de la honra,
como una estrategia de distribucin de poblacin de pobres a ricos,
con probabilidad abierta de recuperarlos.
Segn vimos en el pleito presentado, la relacin de Ana de
Sosa, mestiza soltera, con el espaol Francisco Fernndez Oporto no
haba sido ocasional, ya que l reconoca haber permanecido amancebado diez aos durante su soltera, y engendrado en ella varios
hijos sin casarse, sin embargo, con ella. Estas uniones no sacramentadas (aunque no vinculadas necesariamente al mestizaje como en el
pleito analizado), solan tener lugar muchas veces en parejas socialmente desiguales, en las cuales mujeres de inferior calidad se unan
con hombres de extraccin social superior con quienes el casamiento
no hubiera sido posible; este modo de convivencia constitua un elemento de sostn material para las mujeres, posibilitado por una edad
al matrimonio relativamente tarda en hombres de posiciones altas y
medias (Lockhart, 2000: 63-109; Bernard y Gruzinski, 1986: 157209; Volpi Scott 1986: 129-158).
En el caso de Ana, sus parejas no haban demostrado actitudes
de responsabilidad paternal frente a su prole. En efecto, si nos atenemos a las declaraciones de los testigos, solamente uno de los hombres haba colaborado en algo en su situacin de maternidad desamparada. La bsqueda de respaldo material y proteccin contribuiran
a generar situaciones propicias para paternidades mltiples de hijos
concebidos fuera del matrimonio (ello le valdra a Ana en el pleito el
misgino calificativo de mujer mundana)21. En el caso especfico
21
Mnica Ghirardi
Pobredat excusa al padre o a la madre que non crien sus fijos que eran
tenudos de criar22.
Si bien no se justificaba el desamparo de los nios, s se contemplaba la entrega cuando los progenitores se vean impedidos de
afrontar su cuidado. De igual modo, para la Iglesia, si bien considerado pecado gravsimo por algunos tratadistas, la pobreza, el peligro
de honra y de vida, eximan de la responsabilidad moral a los padres
por la exposicin del nio a la caridad pblica cuando ello no implicase peligro para la criatura (Alvarez Santalo, 1997: 44-67; Gonzalbo Aizpuru, 2006:141-2).
Segn Ren Salinas Meza (1991: 315-329), como en otros
lugares de Latinoamrica, la prctica del abandono era generalizada
en Santiago -tanto de nios de padres solteros como de padres casados- y si bien algunos padres regresaban para recuperar a su pequeo
transcurrido un tiempo, ello era excepcional, y el destino de la mayora era la muerte en el orfanato. La defuncin de una inocente
criatura creada por Dios habra sido interpretada por la doctrina de
la Iglesia catlica como algo muy diferente a las prcticas criminales
de infanticidio23. Respecto de Brasil, Elizabeth Kuznesof (1991: 241260) ha afirmado que la censura social hacia las madres de hijos
extramatrimoniales incida negativamente sobre las posibilidades de
supervivencia de los pequeos nacidos de unin ilegtima. Eran stos
ms proclives a ser abandonados o apartados de sus familias. Entregados a criar, era factible que fueran tratados como sirvientes en una
situacin inferior a la de los otros chicos de la casa.
Pero los nios y nias, constituan un costo o una utilidad
para sus familias? Es que amn de los servicios que pudieran reportar
ya creciditos, la crianza de los recin nacidos y nios pequeos implicaba desembolsos para el grupo domstico que no todas las fami22
Las Siete Partidas del Rey Don Alfonso El Sabio, Real Academia de la Historia,
glosadas por el Lic. Gregorio Lpez Pars, Librera de Rosa y Bouret, 1864, Partida
IV, Tt. 19, ley 4.
23
Salinas Meza afirma que el abandono era una forma aceptable de infanticidio en
Chile y que dicho problema no se reconoca pblicamente, ob. cit.
271
Mnica Ghirardi
lias estaban en condiciones de afrontar, especialmente porque el riesgo de muerte en los primeros tiempos de vida era altsimo24. Segn
Chayanov (1985) en el ejemplo del campesinado ruso, los adultos
eran entendidos como el sector productivo, frente a nios, jvenes y
los mismos adultos, quienes constituan el sector de consumidores.
En efecto, en las sociedades histricas, uno de los riesgos era la posibilidad de que el nmero de hijos supervivientes llegara a desbordar
la capacidad de produccin de la familia, peligro especialmente notable cuando contaban con pocos aos y eran por lo tanto slo consumidores (Reher y Camps, 1991: 65-91).
En el pleito tratado el esfuerzo invertido en criar a los nietos
era resaltado por la defensa de Bernarda, lo que inclua, adems del
alimento y el vestido, adoctrinarlos y liberarlos de los insectos que
atestaran no slo los ranchos ms humildes (tarea de espulgarlos,
segn el expediente) sino tambin las casas decentes, en el campo y
en la ciudad. Entonces cunto costaba criar a un nio? El alcalde
sentenci a Francisco Fernndez Oporto a abonar a la abuela $ 20
por nio por ao, monto considerado bajo para el defensor de indios, quien sostuvo que un ama de leche hubiera costado $ 25. Entendemos que las valuaciones de los gastos de crianza, en sociedades
estratificadas como la tratada, no eran invariables y dependan del
estatus social de las personas. En efecto, Silvia Mallo (2004: 52)
encuentra que a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX costear un
ama de leche en la sociedad rioplatense poda oscilar entre $ 24 y $
48 por ao. As por ejemplo, en individuos pertenecientes a los sectores principales, la justicia eclesistica de la audiencia episcopal de
Crdoba conden a comienzos del XVIII a don Juan Gutirrez de
Hoyos a pagar $ 50 anuales por gastos de mantilla y otros para
24
sostn del hijo natural tenido en doa Mara Josefa Chiclana y Cuenca,
vecina de Buenos Aires, durante los tres primeros aos de vida del
nio (Ghirardi 2004: 127).
Pero no todo eran gastos. A medida que crecan, los nios
tambin tenan un valor productivo y de servicio, lo que explica que
su tenencia fuese motivo de fuertes disputas entre los adultos, fueren
o no parientes. As, refirindose a la Europa occidental preindustrial
Marvin Harris y Eric Ross (1991) afirmaron que su contribucin a
las economas domsticas fue significativa, y que el valor utilitario
asignado al trabajo de los menores como factor moral disciplinador y
pedaggico habra constituido durante siglos el justificativo de incontables excesos.
En Latinoamrica, entre las cuestiones vinculadas a la niez,
las labores exigidas a los nios constituye un aspecto recurrente en la
escasa historiografa que se ha ocupado de la infancia. Jos Luis Moreno (2004: 89) encuentra en la exigencia laboral a la que eran sometidos los nios (esperndose de ellos una conducta casi adulta),
un elemento probatorio de lo que considera el desdibujamiento de
la infancia en el pasado, como lapso diferenciado de la vida.
El tema de la utilidad del nio es amplio y complejo, existiendo diferencias evidentes segn el sector socio-tnico, la condicin
jurdica, el mbito urbano o rural, las edades y tambin los sexos de
los nios. Hemos visto que el inters puramente utilitario en cobrrselos era motivo de reproche mutuo entre las partes en el caso
tratado. Es que ms all de constituir las acusaciones a la contraparte
un recurso retrico para influir en el fallo judicial, para la abuela
Bernarda, fallecida la hija, el trabajo de los nietos varones equivaldra
a un seguro en su vejez, y para Francisco una mano de obra nada
desdeable en las mltiples tareas de campo que desarrollaba, y alivio para su esposa legtima en las tambin numerosas tareas domsticas realizadas a diario ante la aparente escasez de servicio domstico.
Segn Carlos Eduardo Jaramillo (2007: 233-246) cualidades
como la agilidad, la viveza, el resignado acatamiento a las rdenes, la
casi ausencia de vicios, el arrojo ante el riesgo y la muerte eran sumamente apreciadas en los nios, lo que motivara no pocas veces su
273
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Reflexin final
La cuestin central consiste, entendemos, en preguntarnos fueron los nios motivo del pleito desarrollado, los protagonistas de la
historia? Efectivamente, se proporcionaron sus nombres y edades de
algunos, causa de muerte de uno de ellos, costos de crianza. En los
dichos de los testigos se desnud incluso la asignacin de identidad
paterna de cada uno de los nios que la misma madre, Ana, habra
especificado momentos antes de su fallecimiento; as como tambin
la voluntad de la moribunda respecto de quin debera quedar a su
cargo. Por su parte, Francisco aludi a la similitud fsica de un nio
consigo mismo y el presunto abuelo, al cabello posiblemente ondulado, y no lacio, que hubiese delatado races indgenas del pequeo,
de las que era portador otro de los posibles padres. Y por supuesto,
un aspecto reiteradamente tratado a travs de acusaciones mutuas
que se prodigaron las partes fue el de las intenciones utilitaristas y no
afectuosas que guiaban el nimo de cada una de ellas en la lucha por
la tenencia de los nios. Podra decirse que, aunque presentes, en
este caso los nios fueron tambin los grandes ausentes de la causa, y
de la historia de vida del padre, quien prefiri desconocer su existencia en su testamento. En ese sentido, las imgenes obtenidas de las
fuentes tratadas nos sugieren coincidencia con Pilar Gonzalbo Aizpuru (2006: 136) cuando en su Introduccin a la historia de la vida
cotidiana se refiere a lo que denomina la triste infancia del pasado.
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Mnica Ghirardi
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283
284
Introduccin
El censo eclesistico concretado para la provincia de Crdoba
en 1795 y aos prximos se ubica cronolgicamente entre los civiles
de 1778 y 1813. A diferencia de stos y en parte por la sospecha de
subregistro, al menos en algunos distritos (Celton, 1994: 25), no ha
sido exhaustivamente estudiado. Corresponde al perodo proto-estadstico, para el que conviene tener especial cuidado al realizar comparaciones entre diferentes recuentos de poblacin (Arretx, et al.,
1983: 23-26).
Enclavado en el centro geogrfico del entonces recientemente
creado Virreinato del Ro de la Plata, el territorio de la actual provincia de Crdoba ocupaba una posicin estratgica para el comercio,
legal e ilegal, entre Buenos Aires, Chile y el Alto Per (Assadourian et
al., 2005: 109). Sin embargo, se trataba de un territorio heterogneo, con caractersticas poblacionales diferenciadas. Celton (1993:
150-156) da cuenta de una regionalizacin del territorio cordobs
en tres reas: noroeste, central y sudeste, que alude a peculiaridades
geo-ambientales, econmicas y formas de asentamiento. En el noroeste y centro provincial prevalecen las sierras, valles serranos y zonas de piedemonte, en contraste con las llanuras del sudeste. Si bien
no existan an zonas especializadas en determinadas actividades,
como ocurrira hacia mediados del siglo XIX, la produccin estaba
ms diversificada en la zona serrana, que concentraba la mayor pro285
Claudio Kuffer
Si bien la denominacin de curatos comenz a utilizarse para los censos posteriores al de 1778 en lugar de partidos (Arcondo, 1998: 17), la ciudad de
Crdoba en el padrn de 1795 es llamada partido. Como a los fines de este
trabajo la distincin entre los trminos no resulta relevante, y para mayor practicidad, se prefiri denominar curatos a las tres jurisdicciones estudiadas.
286
El censo fue realizado por orden del entonces obispo del Tucumn Dr. don
ngel Mariano Moscoso. Las autoridades a cargo de su cumplimiento fueron:
para la Ciudad, el Dr. Dn. Jos Tristn, para Punilla el Dr. Dn Jos Miguel de
Castro y para Tercero Arriba el Dr. Dn. Jos Roque Baygorri.
3
Las Rancheras presentes en el partido de la Ciudad son: 1 Ranchera de Santa
Teresa, 2 Ranchera de Santa Teresa, las dos Rancheras del Monasterio de Santa
Catalina de Sena, Ranchera del Colegio de Nstra. Sra. de Loreto y Ranchera de
Santo Domingo. En Punilla se encuentran como lugares de residencia: Paraje de
Casa Grande, Paraje de San Francisco, Paraje del Rosario, San Antonio, Paraje de
San Roque, Paraje del Oratorio de la Caada, Puestos de Alta Gracia, Paraje de San
Jos, Paraje de Santa Ana, Paraje de la Cocha, Puesto de San Ignacio, Paraje de
Santiago, San Miguel, Paraje de Achala, Potrero, Paraje de la Candelaria, Avalos,
Paraje de las Manzanas, Paraje de Olaen, Paraje de la Cinaga, Paraje de las Minas,
Paraje de la Punilla hacia la Sierra, Sierra y su falda, Paraje de San Jernimo, Paraje
del Monte, Paraje del Ro Seco, Quebrada de los Ochoa, Paraje del Oratorio, Paraje
de Cuchicorral, Orcoyana, Totoras, San Marcos, Totoralejo, Escoba, Carrizal, Ro
de los Guevaras, Quebrada de Luna, Siquimn, Trnsito, Cruz del Eje, Higuera,
Santa Brbara, Macatn, Saladillo, Guaico, Mesa de Mariano, Piedra Blanca, Yeguas Muertas, Quebrada de Tacanaso, Colopina, La Toma, Serrezuela, Pueblo de
indios de Cosqun, Pueblo de indios de San Jacinto, Pueblo de indios de Soto y
287
Claudio Kuffer
Metodologa
En primer lugar se transcribi la informacin de cada persona
a una base de datos para su procesamiento, tras lo cual se clasificaron
los hogares. Para esto se adapt la tipologa de Laslett (1993: 51-61)
a las particularidades de los datos censales en forma similar a lo efec289
Claudio Kuffer
tuado por Ghirardi et al. (2008, en prensa)5, con antecedentes metodolgicos en Moreno y Daz (1999: 28-35). Para delimitar hogar o agregado domstico se tomaron los criterios de ubicacin y
funcional, asumiendo que las personas asignadas por el censista a un
hogar vivan juntas y compartan un nmero de actividades, mientras que se consider familia con el criterio de parentesco, que la
define como el grupo de personas que viven juntas y estn emparentadas por sangre o matrimonio (Laslett, 1993: 45-46). De acuerdo
con esto, se consider a los hurfanos y expsitos como dependientes y no como hijos. La asignacin del hogar a una categora se
bas en la relacin de sus integrantes con el jefe, quien encabeza el
listado de la unidad domstica y se encontraba en ella al momento
del registro. La relacin de parentesco no siempre fue especificada
por el censista y en algunos casos se dedujo que exista tal, aun con
cierta incertidumbre resultante de este proceder, por coincidencia
de apellidos y clase. La agregacin pudo tener diferentes mviles y
caractersticas (Domnguez et al. 2000: 42-44), por lo que conviene
tener precaucin al equiparar agregado con dependiente; sin
embargo, como no fue posible discernir las funciones que cumplan
los agregados en el hogar se atribuy el mismo estatus, a los fines
clasificatorios, a ambos. No se incluyeron las personas indicadas como
ausente al momento del empadronamiento, ni las que no pudieron adjudicarse a un hogar. Las categoras adoptadas se detallan a
continuacin.
1) Unipersonales o solitarios: constituidos por un individuo; 2)
Sin estructura familiar: grupo sin lazos de parentesco, o cuyos lazos
de parentesco con el jefe (si los hubo) no se han podido establecer
por no estar explicitados en el registro; 3) Nucleares: pareja conyugal
con hijos o sin ellos, o uno de los miembros de la pareja casado,
viudo o soltero conviviendo con hijos. Se incluyen aqu: los casos en
que conviven con la pareja, o aun con el viudo, los hijos de relaciones
5
anteriores de uno de los cnyuges, pero no otros parientes; los hogares de hermanos que viven juntos en ausencia de los padres u otros
parientes; hogares donde hay hijos casados pero el cnyuge no se
encontraba all al momento del censado; 4) Compuestos: nucleares
ms otros parientes. Incluyen a los hogares extendidos y a los mltiples de la tipologa de Laslett, en los cuales puede faltar el ncleo
conyugal (por ejemplo: una abuela viviendo con nietos). Dadas las
dificultades para conocer el parentesco de personas que vivan con el
ncleo familiar y no estn identificadas como dependientes ni agregados, se incluyeron tambin en esta categora los hogares compuestos por un ncleo familiar ms esas personas. Como se encontr una
importante cantidad de individuos cuya relacin con el jefe de hogar
no se pudo especificar y entre los que pudo haber parientes, es probable que se haya subestimado el nmero de hogares compuestos en
favor de los nucleares con dependientes. Para todas las categoras
anteriores se tuvo en cuenta la presencia o no de dependientes en el
hogar dividindose cada una, de acuerdo a ello, en dos tipos de hogar. Finalmente, se consider hogar No determinado: cuando, si bien
se encontr un ncleo familiar en el hogar, la presencia en l de
algunas personas de filiacin poco clara hizo confusa su categorizacin. Por su carcter provisorio (a falta de ms datos), las categoras
sin estructura familiar y no determinado se incluyeron para consignar toda la informacin disponible, pero no se efectuaron anlisis
sobre ellas en particular.
Tras la carga de datos y clasificacin de los hogares se analizaron:
Representatividad de los distintos tipos de hogar.
Poblacin dependiente.
Caractersticas del jefe de hogar: etnia del jefe y del cnyuge,
sexo, estado civil y edad.
Claudio Kuffer
Resultados y discusin
Representatividad de los distintos tipos de hogar
En Tabla 2, Tabla 3 y Tabla 4 puede verse la representatividad
de los distintos tipos de hogares y la poblacin incluida en cada uno,
con los promedios de personas por hogar para Ciudad, Punilla y
Tercero Arriba, respectivamente.
En los tres casos se observ un predominio de la categora de
hogares nucleares, pero esto fue mucho menos notorio en Ciudad
(48,5%) que en Punilla (74,6%) y Tercero Arriba (85,7%). Los compuestos constituyeron la segunda categora mejor representada, aunque tambin se notaron contrastes entre los valores porcentuales de
los curatos, ya que en Ciudad alcanzaron el 28,9%, en Punilla 19,4%
y en Tercero Arriba apenas 9,1%. Finalmente, los unipersonales tambin estuvieron mucho mejor representados en Ciudad (12,6%) que
en Punilla (5,0%) y Tercero Arriba (5,2%).
Si bien utiliza una clasificacin diferente de los hogares que
dificulta las comparaciones con los resultados presentados aqu, Celton (1993: 150) encuentra para la provincia de Crdoba en 1778 el
ms alto porcentaje de unipersonales sin dependientes (6,2%) en el
departamento Capital, mientras que en Punilla y Ro Tercero6 se
encuentran ausentes y, a su vez, los nucleares sin dependientes son
menos numerosos en Capital (16,0%) que en cualquier otro departamento, mientras que Punilla tiene el valor ms alto (74,3%) y Ro
Tercero un valor intermedio (48,9%). Para las poblaciones rurales de
Punilla y Tercero Arriba segn el censo de la provincia de Crdoba
de 1813, Ghirardi et al. (2008, en prensa) anotan porcentajes de
hogares nucleares, con o sin dependientes, de 72,04% y 67%, respectivamente; aunque, sealan las autoras, el que parte significativa
de la poblacin de cada curato se concentrara en hogares de tipo
compuesto matiza la imagen de un predominio absoluto del hogar
nuclear como forma de co-residencia en el conjunto poblacional.
6
El registro de 1778 no distingue entre Tercero Abajo y Tercero Arriba, sino que
incluye a ambos en Ro Tercero.
292
Claudio Kuffer
Segn estas primeras aproximaciones, los curatos de la campaa habran tenido una nuclearidad ms acentuada que la Ciudad.
Aunque en este ltimo curato tambin predominaron los hogares
nucleares, su representatividad fue bastante menor que en los otros
dos. Es probable que la mejor situacin econmica de sectores de la
elite haya jugado un papel no menor en la importante representatividad de hogares unipersonales en Ciudad, al permitir la autosuficiencia econmica de individuos clibes o viudos que vivan separados de sus hijos; el porcentaje notablemente mayor de hogares unipersonales entre los espaoles que entre las castas (ver Caractersticas
del jefe de hogar) abona esta suposicin. Por su parte, la mayor proporcin de hogares compuestos pudo deberse, en parte, a lo sealado por Moreno y Daz (antes mencionado) para la ciudad de Buenos
Aires en 1744. El mayor porcentaje de nucleares en Tercero Arriba
que en Punilla concuerda con las apreciaciones de Tell (2006: 170174) en el sentido de que en el primero, hacia fines del siglo XVIII,
tienen un peso relativo mayor que el promedio para la campaa cordobesa las medianas y grandes unidades productivas, mientras que
en Punilla son las pequeas y muy grandes las que superan esa media.
Poblacin dependiente
La poblacin dependiente fue variable en los curatos. En Ciudad, 16,7% de la poblacin total lo constituan los dependientes
esclavos, 12,1% los dependientes libres y 1,7% los agregados. Esos
porcentajes fueron, en ese orden, 7,1%, 5,0% y 3,8% en Punilla, y
de 12,0%, 3,4% y 5,9% en Tercero Arriba. Teniendo en cuenta la
presencia o no de dependientes, el 41,9% de los hogares en Ciudad
cont con agregados o dependientes, con 58,4% de la poblacin
viviendo en ellos. En Punilla un 24,0% de los hogares cont con
dependientes o agregados, con 34,2% de la poblacin incluida en
ellos. Tercero Arriba se pareci en este aspecto mucho ms a Ciudad:
41,4% y 53,5%, respectivamente. La mayor proporcin, en especial
de esclavos, en Ciudad que en los curatos de la campaa coincide
294
con lo encontrado por otros autores desde mediados del siglo XVIII
(Celton, 1993: 142-150; Arcondo, 1998: 16), y se asocia a una
situacin econmica ms desahogada de los citadinos. La mayor proporcin de dependientes en Tercero Arriba que en Punilla coincide
con las apreciaciones de Tell (2006: 189-190) quien dice que este
curato, junto con Calamuchita, se contaba entre los que absorban
mayores porcentajes de dependientes de la campaa.
Cuando se tuvo en cuenta el porcentaje de cada tipo de dependiente, como puede verse en Tabla 5, el peso de los dependientes
propiamente dichos fue mayor en Ciudad, en que los agregados apenas superaron el 5%, mientras que en los curatos de la campaa
sobrepasaron el 23%. Los esclavos fueron los ms numerosos de los
dependientes en los tres casos, con mayor porcentaje en Tercero Arriba, donde la proporcin de hogares encabezados por espaoles fue
ms importante. Como era de esperar, se observaron diferencias de
acuerdo a la etnia del jefe: en los hogares espaoles se encontr la
mayor proporcin de esclavos y sirvientes libres, mientras que los
agregados (e individuos de filiacin ignorada en el caso de Ciudad,
buena parte de los cuales probablemente lo eran) predominaron en
los hogares de castas; en los hogares indios de Punilla no se encontraron sirvientes esclavos ni libres. Celton (1993: 153-154) encuentra
para la Ciudad en 1778 un 84,4% de hogares con dependientes
(que la autora llama compuestos) entre los nobles, mientras que los
indios y las castas presentan predominio de hogares sin dependientes.
Como se considera que la posesin de esclavos era indicativa
de solvencia econmica y la mayor parte de ellos se encontraba en
hogares espaoles, se analiz su distribucin en estos hogares. Su
importancia en la Ciudad se asociaba ms a los servicios domsticos,
mientras que en la campaa constituan parte de la mano de obra,
especialmente de las grandes estancias, para las tareas rurales (Celton, 1993: 16-17). En la Tabla 6 se presentan los hogares espaoles
de cada curato de acuerdo a su nmero de esclavos. En Ciudad se
encontr la mayor proporcin de esclavos en cada una de las franjas
consideradas, con casi la mitad de los hogares con al menos un escla295
Claudio Kuffer
296
297
Claudio Kuffer
A modo de conclusin
Si bien el anlisis de un registro puntual resiste la posibilidad
de enunciar conclusiones categricas, a travs de este trabajo se encontraron coincidencias y contrastes entre Ciudad y los curatos de la
campaa cordobesa Punilla y Tercero Arriba que resultaron llamativas. Las diferencias encontradas entre los tres curatos parecen reflejar
sociedades con dinmicas poblacionales diferentes. La conformacin
de hogares de Ciudad, con una importante proporcin de unipersonales, mayor peso de los compuestos y jefaturas femeninas, contrastan con la imagen de las sociedades patriarcales y de conformacin
familiar tpica de poblaciones histricas, en especial rurales. A su
vez, la mayor proporcin de dependientes esclavos indic una clase
dominante con mayores posibilidades econmicas. Aunque los curatos de la campaa tendieron a parecerse ms entre s que con el de
Ciudad, Tercero Arriba manifest caractersticas intermedias entre
Punilla y Ciudad, en aspectos tales como la posesin de esclavos, que
pudo estar asociada a la mayor presencia espaola en el curato del
sudeste, y la ausencia de pueblos de indios. Las tendencias observadas concordaron, en general, con las de los trabajos consultados.
299
Claudio Kuffer
Tablas
Tabla 1. Poblacin registrada en los curatos de Ciudad, Punilla
y Tercero Arriba, y total provincial, por grupos etno-sociales.
No esp.: clase no especificada
Hogares
N
26
5,1
Pers./tipo hogar
N
26
%
1,1
Media
hab/hog (Sd)
1,00 (0,00)
38
7,5
233
6,5
6,13 (3,99)
39
7,7
228
6,3
5,85 (3,12)
1,2
32
0,9
5,33 (3,45)
Nuclear
141
27,7
640
17,7
4,54 (1,72)
106
20,8 1.073
29,7
10,12 (6,77)
Compuesto
87
17,1
597
16,5
6,86 (3,08)
60
11,8
743
20,6
12,38 (6,79)
1,2
40
1,1
6,67 (4,32)
100,0
7,10 (5,35)
No determinado
Total
300
Hogares
Pers./tipo
Media
hogar
hab/hog (Sd)
Unipersonal
17
2,0
N
17
%
0,4
1,00 (0,00)
Unipersonal con
25
3,0
188
3,9
7,52 (7,27)
0,7
15
0,3
2,50 (1,23)
0,0
0,0
0,00 (0,00)
47
57,4
2.331
48,1
4,87 (2,41)
17,2
1.229
25,4
8,53 (7,10)
15,8
822
17,0
6,23 (2,69)
30
3,6
234
4,8
7,80 (4,33)
0,2
0,1
3,50 (0,71)
83
100,
4.843 100,0
5,80 (4,24)
dependientes
Nuclear
9
Nuclear con dependientes
14
4
Compuesto
13
2
Compuesto con
dependientes
No determinado
Total
301
Claudio Kuffer
Tipo de hogar
Pers./tipo
Media
hogar
hab/hog
(Sd)
Unipersonal
0,0
0,0
0,00 (0,00)
Unipersonal con
5,2
47
4,4
5,22 (5,56)
0,0
0,0
0,00 (0,00)
0,0
0,0
0,00 (0,00)
dependientes
Nuclear
92
52,9
427
39,8
4,64 (2,33)
57
32,8
447
41,6
7,84 (4,05)
Compuesto
10
5,7
72
6,7
7,20 (2,74)
3,4
81
7,5
13,50 (8,94)
Compuesto con
dependientes
No determinado
Total
0,0
0,0
0,00 (0,00)
174
100,0
1.07
100,0
6,17 (4,05)
Punilla
%
Tercero Arriba
%
Libre
429
38,9
240
31,3
37
16,1
Esclavo
605
54,9
345
44,9
129
56,1
60
5,4
183
23,8
63
27,4
0,8
0,0
0,4
1.103
100,0
768
100,0
230
100,0
Agregado
Otros reptes.
Total
302
Ciudad
Ciudad
N de
Punilla
%
N de
hogares
0
Tercero Arriba
%
N de
hogares
hogares
128
52,7
425
85,7
107
75,9
1a4
64
26,3
48
9,7
26
18,4
5a9
37
15,2
20
4,0
3,5
10 y ms
14
5,8
0,6
2,1
496 100,0
141
100,0
Total
243 100,0
Ciudad
Espaoles
Unipersonal
Uniper. c/dep.
Sin estr.
familiar
S/estr. fam.
c/dep.
Nuclear
Nuclear c/dep.
Compuesto
Compuesto
c/dep.
No
determinado
Total
Promedio
pers/hog
Punilla
Castas
Espaoles
Tercero Arriba
Castas
Indios
Espaoles
Castas
18
11
7,4%
2,2%
2,2%
3,6%
0,0%
0,0%
0,0%
36
24
14,8%
0,4%
4,8%
0,9%
0,0%
3,5%
12,1%
32
0,8%
14,0%
0,4%
1,8%
0,5%
0,0%
0,0%
2,1%
0,4%
0,0%
0,0%
0,0%
0,0%
0,0%
31
96
264
70
131
72
20
12,8%
42,1%
53,2%
62,5%
63,9%
51,1%
60,6%
88
14
124
53
36,2%
6,1%
25,0%
8,0%
3,9%
37,6%
12,1%
12
67
61
22
49
4,9%
29,4%
12,3%
19,6%
23,9%
3,5%
15,2%
47
10
10
16
19,3%
4,4%
2,0%
2,7%
7,8%
4,3%
0,0%
1,6%
0,9%
0,0%
0,9%
0,0%
0,0%
0,0%
243
228
496
112
205
141
33
100,0% 100,0%
100,0%
100,0%
100,0%
6,2
4,9
5,5
8,7
5,9
100,0% 100,0%
6,5
4,6
303
Claudio Kuffer
Punilla
Varn
Mujer
Tercero Arriba
Varn
Unipersonal
16
5,3
10
4,8
Uniper. c/dep.
14
4,7
24
Sin estr.
familiar
Sin estr. fam.
c/dep
Nuclear
11
3,7
Nuclear c/dep.
Mujer
Varn
N
Mujer
1,1
10
5,1
0,0
%
0,0
11,5
12
1,9
13
6,7
2,1
17,6
28
13,4
0,8
0,5
0,0
0,0
0,3
2,4
0,0
0,0
0,0
0,0
95
31,7
46
22,0
388
60,6
91
46,7
80
57,1
12
35,3
73
24,3
33
15,8
120
18,8
24
12,3
47
33,6
10
29,4
Compuesto
48
16,0
39
18,7
82
12,8
50
25,6
4,3
11,8
Compuesto
c/dep.
No
determinado
Total
37
12,3
23
11,0
24
3,8
3,1
2,9
5,9
1,7
0,5
0,3
0,0
0,0
0,0
300
100,0
209
100,0
640
100,0
195
100,0
140
100,0
34
100,0
Varones
Punilla
Mujeres
Varones
Tercero Arriba
Mujeres
Varones
Mujeres
civil
Soltero
12
4,0
1,4
10
1,6
2,1
0,0
0,0
Casado
243
81,0
3,8 571
89,2
1,5 123
87,9
0,0
Viudo
No espec.
Total
304
51,2
37
5,8 139
71,3
10
7,1
19
55,9
43,5
22
3,4
25,1
5,0
15
44,1
300 100,0 209 100,0 640 100,0 195 100,0 140 100,0
34
100,0
39
2,0 107
13,0
91
49
Sexo
N
Punilla
Media
Tercero Arriba
Media
Media
Varones
295
42,6
637
41,8
139
41,5
Mujeres
206
47,8
195
51,4
34
50,1
Ambos
501
44,7
832
44,0
173
43,2
Edad
N
Punilla
%
Tercero Arriba
%
10-19
0,2
0,2
0,6
20-29
48
9,4
91
10,9
33
19,0
30-39
111
21,8
216
25,9
38
21,8
40-49
125
24,6
229
27,4
37
21,3
50-59
151
29,7
153
18,3
33
19,0
60-69
47
9,2
103
12,3
21
12,1
70 y ms
18
3,5
38
4,6
10
5,7
Sin esp.
1,6
0,4
0,6
509
100,0
835
100,0
174
100,0
Total
Bibliografa
Padrones correspondientes a los curatos de Ciudad (1795), Punilla (1795) y
Tercero Arriba (1796). Archivo del Arzobispado de Crdoba. Legajo 20,
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305
Claudio Kuffer
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307
308
Introduccin
Mltiples son los trabajos que desde las distintas disciplinas
han abordado y presentado las controversias respecto al anlisis del
hogar y de la familia, en distintas pocas, con diferentes finalidades y
a partir de variadas fuentes de datos. Como expresa Reher (1996) la
unidad conyugal, el grupo domstico co-residente, la red extensa del
parentesco y el desarrollo de los grupos de parentesco a lo largo del
tiempo son todos manifestaciones de la familia, que representan
aspectos diferentes y complementarios.
La clasificacin de las unidades que ha tenido uso ms frecuente en los anlisis del tema en Latinoamrica ha sido la propuesta
por Laslett y Wall (1972), que consideran y clasifican a los hogares y
familias con el criterio de co-residencialidad, consanguinidad y funciones de produccin y reproduccin. Numerosas modificaciones y
crticas ha experimentado posteriormente este criterio, especialmente referidas a la extensin de las relaciones de consanguinidad y de
funcionalidad productiva y reproductiva, y al hogar como unidad
censal (Goody, 1972; Berkner, 1975; Moore, 1992). Aunque el significado primario del trmino hogar alude a convivencia espacial, el
uso real del trmino significa usualmente ms que eso, refirindose a
un conjunto de individuos que comparten no solamente un espacio
para vivir sino tambin un conjunto de actividades (Yanagisako,1979).
309
zos y los pardos. En virtud de ello, el presente trabajo estuvo dirigido a comparar los grandes grupos de co-residencia entre ambos sectores poblacionales para descubrir si los hogares de gran tamao estaban prioritariamente representados entre los espaoles o, si por el
contrario, tambin las castas libres posean unidades co-residenciales
equivalentes, tal vez como respuesta ante las difciles circunstancias
polticas y econmicas de la poca, las cuales hasta podran haber
afectado de manera semejante a ambos grupos.
Material y mtodos
Para este trabajo se utiliz la base de datos confeccionada por
Arcondo (1995) en la que figuran el origen, edad, sexo, estado civil,
profesin, etnia y condicin (libre, esclavo o liberto) de las personas,
a la que agregamos consultando el censo el nombre y el apellido y
apelativos. Alejandro Moyano Aliaga revis minuciosamente los datos y corrigi los errores encontrados.
La tarea de formar los hogares present el grave problema de
que los censistas no agruparon a la poblacin por casas sino que fueron anotando las personas en dos bloques segn los sexos. Para subsanar este inconveniente uno de los autores (MCF) recurri a otras
fuentes primarias y secundarias (censos de la ciudad de 1778 y el
eclesistico de 1795 -donde la poblacin se cens por hogares-, expedientes matrimoniales, cartas de dotes, testamentos, cartas de ventas
de inmuebles urbanos, libros de bautismos, matrimonios y defunciones en la Parroquia de la Catedral de Crdoba y genealoga para
las familias espaolas consultando la amplia bibliografa existente
para la jurisdiccin de Crdoba), realizando la ardua tarea de reconstruir los hogares. Con los nuevos datos se construy una base (en
Access 2) donde se agregaron los otros campos relevantes para nuestra investigacin (cdigo de hogar, tipo de hogar, jefe de familia,
relacin con el jefe, si firmaba, consanguinidad de los matrimonios,
partidas de bautismo y de matrimonio, expediente matrimonial, folio del censo y anotaciones que hacen a la identidad del censado).
312
Resultados y discusin
Del total de unidades reconstituidas para la Ciudad en 1813
result un 41,5% de estructura compuesta, 44,5% de nucleares,
10,9% de hogares solitarios y 3% de aquellos sin estructura familiar,
con aproximadamente un 47,5% de jefaturas masculinas y 52,5%
314
318
Tabla 1: Estadsticos (media y desviacin estndar) y significacin de las diferencias (test t) entre hogares de Espaoles y de Libres para cada tipo de relacin con
el jefe.
HO
NTO
PAD
SNO
HTRO
TIO
CRIA
CDO
S.E.
S.L.
AGR
IGN
HNO
EXP
YN
SUE
PMO
GRUPO
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Espaol
Libre
Media
2,56
2,29
,75
1,31
,12
,09
,50
,42
,02
,14
,06
,05
,06
,03
,47
,38
3,18
,14
1,67
,12
,26
,32
1,03
1,53
,56
,32
,13
,09
,27
,15
,11
,13
,09
,09
Desviacin
tp.
1,860
1,330
1,318
1,436
,371
,319
1,155
,925
,221
,557
,256
,255
,282
,157
,809
,957
4,335
,572
2,147
,627
,785
1,149
2,394
2,336
,927
,566
,334
,319
,519
,383
,347
,358
,417
,521
Signif
,139
,001***
,442
,496
,022*
,776
,116
,403
,000***
,000***
,617
,067
,004**
,350
,015*
,745
321
Como puede comprobarse a primera vista, los valores promedio de cada una de las relaciones evidencian ser similares entre las
grandes unidades de co-residencia con jefe espaol y con jefe libre,
tanto en los promedios cuanto en sus respectivas desviaciones de la
media.
319
damente 1,6% de padres del jefe en unidades con jefas libres y 1,3%
en los de jefa espaola, mientras en hogares con jefe varn son respectivamente 0,4% y 0,3%. De todos los tipos de relacin con el
jefe el de yerno-nuera representa en los espaoles el 5% mientras en
los libres slo el 2%, mostrando en estos ltimos las menores posibilidades de sostn y la ausencia de dicha gente joven.
Respecto a lo anterior, en un estudio acerca de las migraciones
en Crdoba escapando de los reclutamientos en la poca analizada
(Colantonio y Fuster, 2008), uno de los resultados hallados fue que
muchas parejas, especialmente de castas, emigran con sus nios pero
llegaran solas al lugar de destino, por lo que caba suponer que los
nios quedaban en algn otro sitio al cuidado de parientes, seguramente los abuelos, lo que concordara con la hiptesis de Szuchman
y con los resultados aqu obtenidos.
El resto de los promedios calculados presentan entre ambos
grupos de espaoles y libres muy escasa diferencia la que, en general,
no llega a ser de una unidad (es decir, una persona). Adems de
promedios semejantes, la diferencia entre las desviaciones de espaoles y libres tampoco alcanza a ser siquiera de una unidad, lo que
habla en primera instancia de una distribucin y variacin estrechamente similar de cada uno de los tipos de relacin con el jefe en los
grandes grupos de co-residencia de espaoles y de libres.
Si se considera el nmero total de habitantes en la unidad
censal (incluyendo los sirvientes) nos encontramos en estas unidades
con un promedio mayor (11,84 personas) en unidades con jefatura
espaola que en aquellas con jefatura libre (7,60). Pero como puede
verificarse, ello no se refiere a que en el caso de los blancos haya
convivencia con grupos mayores de parentela, como se ha referido
habitualmente. Si se excluyen las relaciones de servidumbre (sirvientes libres y esclavos) el resultado es el inverso: hay en los libres un
promedio de 7,34 personas con posibles relaciones de parentesco
por hogar, mientras que en los espaoles ha disminuido a 6,99, hecho que demuestra otra vez una marcada similitud entre ambos grupos. Si se dejan aparte los expsitos y los agregados nos encontramos
con un nmero medio de entre 5 y 6 personas, semejante al de la
321
Dimensin 1
-,520
1,326
-,820
,000
,939
-,805
,000
,040
-,240
,058
,639
-1,391
-,272
,057
-.266
,083
Dimensin 2
-,189
,481
-,009
,000
,085
-,440
,000
-,251
1,498
-,096
,516
1,255
1,686
-,150
,658
-,080
323
Dimensin 2
1,5
Jefe
Anciano
Lejos
1,0
Varn
Campaa
cLibre
,5
0,0
eEspaol
cEspa
ePardomestizo
Nio
Ciud
Mujer
Adulto
No jefe
eNegro
-,5
-1,5
-1,0
-,5
0,0
,5
1,0
1,5
Dimensin 1
Referencias: e: etnia del jefe (Espaol, Pardo-mestizo); c: condicin del jefe (Espaol, Libre).
Las categoras que tienen en ambas dimensiones valores cercanos a 0, y por lo tanto se encuentran en el grfico cercanas al centro
de coordenadas, son la expresin de una independencia total entre
ellas, es decir, un comportamiento al azar. Cuanto ms alejadas estn
del centro de coordenadas representan un comportamiento con alguna tendencia particular, y la distancia entre esas categoras es menor cuanto ms asociadas se encuentran entre s en los individuos. Si
se analizan en la Tabla 2 las ponderaciones de las categoras en los
dos ejes, pueden observarse valores bajos (cercanos a 0, lo que implica independencia entre las categoras) para la condicin de nio y
324
326
escasez y ausencia de hombres como caracterstica intrnseca a la sociedad de la Argentina interior del siglo XIX.
Suponiendo entonces buena calidad de nuestros datos, si a los
resultados comentados se le suman las asociaciones encontradas por
el anlisis de homogeneidad, puede pensarse que la ciudad de Crdoba habra tenido un modelo ideal de hogar complejo (jefe-anciano-varn-de lejos), pero que se habra alejado de l slo por circunstancias histricas particulares, como la inestabilidad poltica, que
produjeron sustancial dficit de hombres (por emigracin o sobremortalidad, sea esta ltima en razn del sexo o de las guerras). Las
asociaciones ms fuertes encontradas a partir del anlisis de homogeneidad seran indicativas sino de los patrones promedio o de los ms
frecuentes, de patrones ocultos caracterizados por una conjuncin
de caractersticas distintivas. Es decir, probablemente el modelo ideal
de las grandes unidades de co-residencia haya sido tener un jefe varn, casado, tal vez el de mayor edad del grupo que co-reside y que
coincida en estos casos con inmigrantes llegados desde lugares lejanos (seguramente Europa). Sin embargo, en el momento histrico
analizado la situacin de inestabilidad poltica, levas, guerra y movilidad territorial haca que, cuando por alguna de las razones mencionadas ese varn faltaba, era reemplazado en la jefatura por la mujer
viuda, nativa generalmente de la ciudad.
Otro rasgo que revelaran nuestros resultados en cuanto a los
patrones ms frecuentes, en contraposicin con el ideal, es que las
grandes unidades de co-residencia se constituan de la misma forma
cuando se trataba de espaoles o de libres, ya que la nica relacin
marcada de la condicin (espaol o libre) del cabeza de hogar fue
con la etnia de las personas que convivan con l y con la procedencia
geogrfica de lugares lejanos (generalmente Europa en el caso de los
espaoles o desde la campaa en el de los hogares con jefes libres).
Las unidades de jefatura libre, donde conviven individuos de calidad
pardo-mestiza, difieren de las unidades de jefatura espaola en las
que predominan integrantes de esta misma etnia, a los que se suman
los de etnia negra. Comparado con Buenos Aires en 1810 (Szuchman, 1986) en que un 83% de negros vive en hogares de blancos, la
proporcin en Crdoba es todava mayor (91%).
327
Coincidiendo estrechamente en espaoles y libres las caractersticas de estas grandes unidades co-residenciales en la edad, sexo y
estado civil predominante de los jefes, en los promedios de integrantes del grupo de co-residencia y de casi todos los tipos de relacin
con el jefe, la nica diferencia notable entre ambos fue el nmero de
sirvientes (especialmente esclavos), que a su vez mostr mucha variacin dentro del grupo espaol. Seguramente muchos blancos vivan
en similares condiciones econmicas que las de las castas libres, y tal
vez la diferenciacin de las unidades con muchos sirvientes se deba a
casos de espaoles de situacin alta. Anderson (1988) encuentra algo
similar en 1821 en Guadalajara, donde casi no existe diferencia entre los tamaos del hogar con jefe don y no-don cuando ambos se
encuentran en los barrios pobres. Ms an, el nmero algo superior
de integrantes de cada unidad residencial en el caso de los libres
(sirvientes excluidos) podra ser pensado en trminos de lo expresado
por Yanagisako (1979), en el sentido de incrementar la solidaridad
familiar y ampliar los lazos de la comunidad rural, con una migracin hacia la ciudad de fuerza de trabajo que contribua al mantenimiento de los hogares extendidos.
Como ya hemos mencionado, son marcadas las semejanzas
encontradas entre los espaoles y los libres, ahora en la composicin
y caractersticas de las grandes unidades de co-residencia, confirmando
nuevamente resultados anteriores que indican que en la ciudad de
Crdoba, considerando toda la poblacin y sin particularizar en linajes familiares especficos, ambos grupos habran tenido muchas
ms similitudes que lo que era de esperar. Por otra parte hay que
considerar, segn Anderson (1988), que los espaoles de bajo estatus eran virtualmente indistinguibles de las castas e indios que residan en la ciudad en cuanto a su categora socio-econmica.
En tal sentido, y respecto a las sociedades urbanas de la Amrica Colonial de la poca, Bronner (1986) afirma que hombres y
mujeres de diferentes estratos vivan en las cercanas y se encontraban a menudo, lo que sugiere una sociedad que en la prctica no
mostraba barreras marcadas, exhibiendo mucha accesibilidad fsica
entre estratos sociales altos y bajos. Tal vez una razn condicionante
328
se encontrara en que, en palabras de Griffin (1949), los antagonismos de raza y clase podran haberse abandonado en momentos de
guerras y exaltacin del nacionalismo, minimizando las distinciones.
Y a los mismos hechos se refiere Mcalister (1963) cuando afirma que
una profunda mirada a la Nueva Espaa en los albores de la independencia revela una gradual erosin de una estructura social basada
en estratos, corporaciones y desigualdad jurdica, dejando lugar a un
nuevo sistema basado ms en diferenciales de naturaleza econmica.
Se ha visto adems que tanto las unidades residenciales de
espaoles y de libres presentan caractersticas estructurales que seguramente resultan de estrategias o acomodacin frente a una situacin
socio-poltica particular de la poca. Estos resultados responden a lo
establecido por Wood (1982) en su propuesta, estudio de la migracin desde la perspectiva del hogar, en el sentido de que bajo condiciones de cambio social el hogar debe recurrir a estrategias especialmente flexibles e innovadoras en respuesta a factores estructurales
que afectan la capacidad productiva de la unidad.
Por ltimo, y extendiendo a dichas unidades la reflexin vertida por Ghirardi (1998) sobre las familias, podemos concluir que
Segn el momento y circunstancia de que se trate, [] se presentaba en consecuencia, como sujeto activo o pasivo del proceso de cambio histrico.
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332
V - TRANSFORMACIONES DE LA FAMILIA
Y CAMBIO SOCIAL
333
334
Introduccin
En trminos de transicin demogrfica, la familia como espacio donde ocurre la mayora de las decisiones que vehiculan los cambios en los componentes demogrficos, ha ocupado histricamente
un papel significativo. No obstante, es en lo que posteriormente fue
denominado como segunda transicin demogrfica1 que los procesos
de formacin, disolucin y reconstitucin familiar ganan un indiscutible espacio protagnico, esta vez asociados a cambios culturales e
ideacionales en torno a la sexualidad y la reproduccin (Lesthaeghe,
2000: 18).
El objetivo de este trabajo es discutir las caractersticas de los
procesos de formacin, disolucin y reconstitucin de familias en las
condiciones demogrficas cubanas, a la luz de los presupuestos tericos de la segunda transicin demogrfica. La definicin de estos tres
procesos fue realizada en funcin de dos variables sociodemogrficas:
se trata de la nupcialidad y la fecundidad en su relacin con la familia.
Para este propsito son empleados, bsicamente, los resultados de un estudio de caso realizado en Ciudad de La Habana, donde
1
El estudio de caso no revel relacin entre matrimonio y sexualidad, ni entre sexualidad y procreacin. De esta forma est presente
uno de los rasgos tpicos de segunda transicin que es la ruptura
definitiva entre sexualidad, matrimonio y procreacin. sta es una
temtica de elevado inters para este trabajo y ser, de alguna manera, retomada en varios momentos. Por ahora, resulta importante destacar que ninguno de los entrevistados relat que su primera relacin
sexual estuviera vinculada al matrimonio, o al deseo de tener hijos.
Los discursos sobre estos temas fueron claramente separados.
De manera general, los entrevistados no identificaron una edad
como la ideal para que ocurra la iniciacin sexual. Al ser preguntado
sobre este aspecto, las respuestas estuvieron, frecuentemente, asociadas a poseer conocimientos sobre sexualidad, sobre prevencin de
embarazos e infecciones de transmisin sexual.
b) La nupcialidad
El matrimonio presenta una funcin central en el proceso de
formacin de familias. Es por esta razn que el estudio de esta temtica suele focalizarse en los patrones de nupcialidad y dentro de ellos,
se enfatiza en los elementos presentes en la toma de decisin para
que se produzca una unin marital de cualquier orden.
A travs de las entrevistas en profundidad fue indagado sobre
las preferencias ante el establecimiento de vnculos maritales. Se ob340
servaron dos elementos importantes. Por un lado parece ser que, generalmente, ocurren varias uniones antes del primer casamiento y,
en segundo lugar, durante la juventud, las parejas conviven y se definen como novios, sin responsabilidades comunes, lo que implica
que no existe un contrato similar al matrimonio. En general, los
entrevistados le concedieron poca relevancia al proceso de toma de
decisin para unirse o casarse. El proceso involucra a los padres en el
caso de los ms jvenes, sobre todo debido a que estos son los propietarios de la casa, por lo que se necesita de su autorizacin para la
convivencia. En el caso de las personas de ms edad, el proceso es
resultante de una decisin de los miembros de la pareja, sin distincin de papeles diferentes por sexo.
En las entrevistas fue indagado tambin sobre las razones presentes cuando se produce la convivencia de tipo consensual. Se observaron motivos diversos, todos mediados por la existencia de una
tolerancia social reflejada, de manera primaria, en la familia, que da
acceso a este tipo de uniones maritales. Entre los motivos para vivir
juntos los entrevistados relataron los siguientes: la ausencia de lugares para tener relaciones sexuales; la ocurrencia de una convivencia
previa durante el perodo en que estuvieron en escuelas internas, lo
que dejaba sin sentido continuar viviendo separados una vez terminado este perodo; los ms escolarizados declararon la necesidad de
probar si la convivencia era satisfactoria; la llegada de un hijo no
planificado; la prdida de inters por el matrimonio, despus del
fracaso de una primera unin legal y las dificultades de transporte
para el regreso del novio a la casa de noche.
En trminos de la segunda transicin demogrfica, las uniones consensuales presentan un significado muy particular, que tiene
que ver con cambios en el significado del matrimonio, aumento de
autonoma femenina, mayor individualizacin e inters de los adultos por alcanzar una mayor autorrealizacin personal y profesional.
En el caso de Cuba, se requiere de mucha prudencia para abordar
este aspecto, debido a que la cohabitacin, aunque los datos muestran una tendencia creciente, no es un fenmeno reciente y tampoco
existen hallazgos suficientes que permitan afirmar que constituya una
341
lizara un matrimonio legal fueron: 1) Necesidad de mayores libertades para el disfrute de las relaciones de parejas; 2) La necesidad de
oficializar una relacin que consideraban estable y madura; 3) El
valor del matrimonio para la llegada de un hijo. El siguiente relato
constituye un ejemplo de cmo el matrimonio contina teniendo
importancia una vez que existe un embarazo, sobre todo para personas de generaciones ms viejas.
-Cmo fue tu primera unin o casamiento?
-Me cas la primera vez cuando qued embarazada... (...) esa vez
me cas para que el nio no naciera fuera de no s qu, eso mi
abuela me explic en esa poca y yo era muy jovencita. Es porque
las personas queran que me casase para que el nio naciera dentro
del matrimonio (Elisa, nivel secundario, 24 aos).
343
345
problemas en ajuntarnos. Para nosotros, eso no significa nada, existen otras cosas ms importantes en las relaciones, como la comunicacin, el amor, los planes (Luca, 44 aos).
El tema de la reconstitucin de familias es uno de los demandantes de investigaciones particulares, sobre todo con un enfoque
desde los individuos. Existe una mezcla de aspectos econmicos y
culturales que precisan de mayor atencin. En este trabajo, slo se
realiz una primera aproximacin que complementase el recorrido
por los procesos familiares.
Conclusiones
Los procesos a travs de los cuales se conforman y reconforman
las familias cubanas presentan algunas caractersticas tpicas de Segunda Transicin Demogrfica como la presencia de la cohabitacin.
Este tipo de unin ya se observaba en Cuba, a travs de los patrones
de nupcialidad, primero de grupos especficos y despus ms extendidos al total de la poblacin. En los ltimos aos ocurri un incremento de la cohabitacin, sobre todo en la poblacin ms joven y
escolarizada y como alternativa despus del fin de un casamiento o
de una viudez.
Algunos de los tipos de unin identificados en los contextos
de segunda transicin como living apart together y la cohabitacin
como perodo de prueba, se observan en Cuba. Sin embargo, los
motivos que llevan a esas uniones parecen ser diferentes a los que
llevan a esas manifestaciones en pases desarrollados. Motivos como
dificultades con el transporte y falta de lugares para encuentros sexuales conllevan a tipos de uniones como el primero de los mencionados, encontrndose ausente la necesidad de autonoma individual
entre las razones encontradas.
Existe una posposicin de la fecundidad, tal como la referida
en condiciones de segunda transicin demogrfica. Sin embargo esta
postergacin no siempre est asociada a deseos de autorrealizacin
individual. La toma de decisin para tener hijos se caracteriza por
348
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351
352
CONFIGURACIONES VINCULARES
DE PAREJAS EN EL SIGLO XXI.
ENTRE EL AUTORITARISMO Y EL APEGO
Martha Beatriz Melo
Universidad Nacional de Crdoba
Este trabajo intenta explorar cules son las relaciones vinculares que caracterizan a las parejas en el siglo XXI. Para ello contamos
con los resultados de una investigacin realizada en dos provincias
argentinas.
La muestra estuvo constituida por 43 parejas distribuidas en
la siguiente forma: 23 parejas pertenecientes a un nivel socio-econmico medio-alto de la provincia de Crdoba y 20 parejas pertenecientes a una clase social de escasos recursos econmicos en la provincia de Catamarca.
Las entrevistas fueron tomadas en un Centro de Asesoramiento Familiar Provincial (Catamarca) y en un consultorio particular
psicolgico en Crdoba.
En todos los casos, las parejas concurran para consultar por
conflictos vinculares de la familia en general.
El requisito para incluirlos en la muestra fue que participaran
ambos integrantes de la pareja. Por lo tanto el objetivo de la investigacin fue analizar la intersubjetividad en la familia.
El factor casados/concubinos no fue tenido en cuenta. Se incluyeron parejas que llevaban ms de 5 aos de convivencia y con
hijos (de uno a tres).
La familia contextualizada en diferentes momentos histricos
muestra patrones vinculares cambiantes, a su vez condicionados por
la estructura socio-econmica vigente.
353
XXI.
ye ciertas formas predominantes de subjetividad, as como modalidades de funcionamiento vincular singulares de ese momento histrico, con las diferencias que puedan provenir de la pertenencia a
diferentes lugares geogrficos, razas, religiones, clases sociales.
Algo que caracteriza esta poca y que ha sido descrito y analizado por numerosos pensadores (Lipovetsky, 1993; Lewkowicz, 2004)
es la cada de un conjunto de certezas vigentes en la modernidad
que, en tanto fuente y apoyatura de un conjunto de ideales, servan
de sostn y anclaje a los hombres y las sociedades.
Se genera de este modo un clima de incertidumbre, de inseguridad social. Surgen vivencias de vaco, situaciones de caos y circulacin de violencia en diferentes niveles: familiar, social, institucional.
En Amrica Latina, los sistemas de gnero en sociedades mestizas urbanas fueron marcados profundamente por la herencia colonial espaola, que asignaba gran importancia a la divisin entre lo
pblico y lo domstico, al control de la sexualidad femenina, al concepto de honor de la familia, al reconocimiento de otros varones y a
la paternidad como medio de reafirmar la propia masculinidad.
Histricamente, las diferencias tnicas y de clase habran intensificado el control sobre la sexualidad de las mujeres y habran
abierto a los varones la posibilidad de relacionarse con parejas de
diferentes grupos sociales, de conformidad con diversas racionalidades y cdigos morales.
La oposicin domstico/pblico se percibe en trminos territoriales de casa/calle. Mientras la casa es el espacio ordenado de las
relaciones de parentesco y de las redes personales, la calle es un espacio ambiguo donde prima la voluntad personal sobre los intereses
comunes (Fuller, 1997).
Es este modelo patriarcal de familia el que hoy est en tela de
juicio. Sobre l se debate en trminos pblicos y privados, observndose un desfase notable entre las representaciones, los discursos y las
prcticas de la poblacin.
La autoridad en el hogar adquiere as un aspecto irracional.
Sin embargo, las imgenes ideolgicas que provienen de la estructu356
XXI.
XXI.
Dicha perplejidad e inseguridad, nos lleva a analizar otra arista que caracteriza el momento psico-social actual, que tiene que ver
con el autoritarismo/democracia en las relaciones.
Se tratara de la necesidad de llenar un gran vaco de poder y
de identidad con conductas rgidas que permiten brindar seguridad.
La personalidad autoritaria llena vacos a travs de la imposicin, del desconocimiento de las necesidades del otro y esto no es
slo patrimonio de figuras masculinas sino tambin femeninas.
A medida que la familia ha dejado de ejercer una autoridad
especfica sobre sus miembros, a medida que los roles se tornan ms
indiferenciados en relacin con modelos anteriores, ha predispuesto
el terreno del ejercicio para la autoridad en s misma.
La vieja dinmica de la sumisin familiar sigue siendo operativa, pero contribuye a fomentar un espritu general de ajuste y de
agresividad autoritaria, ms que a fomentar el desarrollo de los intereses de la familia y de sus miembros.
En relacin con las leyes de las condiciones globalizadas del
mercado nos encontramos con una simetrizacin de los vnculos familiares.
El marcado consumismo actual requiere padres complacientes y hedonistas que digan que s y esto quita muchas veces jerarquas
en la familia.
Nos encontramos frecuentemente familias en las que los hijos
tienen la ltima palabra, padres que reemplazan tiempo de dedicacin y ocupacin en la familia por compensaciones econmicas y por
otra parte, padres que no estn al alcance de las demandas materiales
propias y de sus hijos. Sienten una intensa frustracin personal transmitida en alguna forma a sus hijos y muchas veces la impotencia es
confundida con falta de afecto, desamparo o abandono.
En las entrevistas encontramos frases tales como: No s qu
pretende mi hijo, slo lo educo como me educaron a m, no hay otra
opcin; En mi casa yo doy las rdenes y los otros tienen que obedecer, no hay cuestionamientos; Trabajo todo el da para darles lo
mejor pero parece que a mi hijo no le alcanza; Le dimos todo lo
posible para que no sea un fracasado como nosotros y nos paga tomando droga.
360
XXI.
XXI.
rados por un marco social y legal que permita aceptar las desigualdades como inherentes a los vnculos familiares.
La personalidad autoritaria, por su parte, se da tanto en hombres como en mujeres, en diferentes clases sociales y no responde a
un determinado orden social ni a condiciones de la divisin del trabajo.
Esto lo vemos en los porcentajes obtenidos en las entrevistas
en las que los rasgos autoritarios se dan en ambos grupos familiares.
Las diferencias en cuanto al apego o vnculos indiferenciados
se dan en mayor grado en familias de nivel socio-econmico inferior
posiblemente por factores de baja escolaridad, poca estimulacin y
una socializacin en la que predomin la vulnerabilidad y el riesgo
social.
Dice Elizabeth Roudinesco: El principio mismo de la autoridad y del logos separador sobre el cual se fund la familia est hoy en
crisis en el seno de la sociedad occidental (Roudinesco, 2002: 24).
Por un lado, ese principio se opone a la realidad de un mundo
unificado que borra las fronteras y condena al ser humano a la horizontalidad de una economa de mercado; pero, por otro, incita de
manera incesante a restaurar en la sociedad la figura perdida de Dios
padre en la forma de una tirana.
Enfrentada a ese doble movimiento, la familia se muestra ante el
sujeto como la nica capaz de asumir ese conflicto y favorecer el
surgimiento de un nuevo orden simblico. Desde el fondo de su
desamparo la familia parece en condiciones de convertirse en un
lugar de resistencia a la indiferenciacin orgnica de la sociedad
mundializada. Y sin duda lograr serlo, con la condicin de que
sepa mantener como un principio fundamental el equilibrio entre
lo uno y lo mltiple que todo sujeto necesita para construir su
identidad (Roudinesco, 2002: 214).
En la mayora de los pases latinoamericanos la normativa legal existente se ajusta a un modelo tradicional de familia que muestra fuerte resistencia a su modificacin.
As, los nuevos estudios sobre la familia incorporan como ejes
centrales de desigualdad, la articulacin entre gnero, clase social y
etnia, elementos que definen condiciones de vida y estructuras de
oportunidades muy diferentes, junto con el examen de las relaciones
entre los tiempos individuales, los ciclos familiares y los procesos
sociales.
Se trata de una reformulacin global de las relaciones de poder
y representatividad en el interior de la familia, consonante con las
transformaciones del Estado y de las representaciones y prcticas de
gnero.
En general, en las parejas entrevistadas en Crdoba, la mayora de las mujeres (50%) ejerce un rol laboral fuera de la casa, aunque con dificultades tanto en dicha insercin laboral como en el
364
XXI.
365
Cuadro comparativo
Intimidad /apego, Autoritarismo/democratizacin,
Relaciones de gnero
N: 43 parejas, 23 Catamarca y 20 Crdoba
Catamarca Crdoba
Porcentajes
Masc. Fem. Masc. Fem. Catamarc. Crdoba
Bsqueda de
conexin
emocional con el
otro. Vnculos
diferenciados
Relaciones de
apego
indiferenciadas
Relaciones
autoritarias
Relaciones
democrticas
Relaciones de
gnero flexibles
en base a la
distribucin de
trabajo.
Relaciones de
gnero
estereotipadas
Totales:
N: 43
10: 43%
12: 63 %
51%
13: 57%
8:
48.9%
13: 60%
11: 58%
56%
9: 40%
8 : 42%
39%
12: 50%
12:
60%
12: 50%
12: 60%
58%
12:
12: 40%
12: 50%
12: 40%
42%
50%
37%
XXI.
Se trata de una redefinicin de masculinidades y femineidades, de paternidades y maternidades, que no debe ser resuelta como
un modelo impuesto desde afuera, sino con flexibilidad, en la intimidad misma de cada hogar.
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368
Introduccin
Entre las muchas modalidades de relaciones conyugales que
estn surgiendo en la postransicin demogrfica, figura la que se establece entre dos personas que se reconocen como pareja, pero que
solamente cohabitan de manera intermitente. Este tipo de relaciones LAT, por sus siglas en ingls (Living Apart Together), han cobrado
cierta importancia en pases como Holanda, Noruega, Francia, Canad, entre otros que son, por lo dems, donde se les ha empezado a
estudiar. En Espaa esta nueva forma de emparejarse est tambin
comenzando a ser reconocida bajo la denominacin de Vivir juntos
pero separados2.
Lo ms parecido a las Relaciones LAT que tenemos en la regin latinoamericana son las denominadas relaciones de visita o Visiting Unions que son tradicionales sobre todo en el Caribe y que han
sido ampliamente documentadas desde los aos 60 (Clarke, 1966;
Leridon, et.al., 1970; Roberts y Sinclair, 1978, entre otros autores).
1
Denominacin sugerida por la Profa. Martha Elena Venier del Centro de Estudios Lingsticos y Literarios de El Colegio de Mxico (agosto de 2007).
2
Denominacin utilizada en el artculo lbum de Familia publicado en la
Revista EPS (El Pas Semanal) del 5 de agosto de 2007.
369
Este tipo de unin informal constituye ms bien una forma alternativa de formar una familia donde la no co-residencia inicial se transforma muchas veces, transcurrido un cierto tiempo, en una cohabitacin en unin libre e incluso, en un matrimonio. La diferencia
fundamental entre las relaciones de tipo LAT y las de Visita es que
estas ltimas se asemejan ms a una unin conyugal, formalizada o
no, en el sentido de que constituyen un espacio que da cabida a la
reproduccin biolgica y social (Ariza y Oliveira, 1999). Las relaciones LAT por lo que se sabe de ellas hasta la fecha, se establecen mas
bien entre personas jvenes que an no desean formar una descendencia y entre aquellas que ya tuvieron experiencias conyugales anteriores donde, adems, formaron su descendencia.
La Encuesta Nacional sobre la Dinmica de la Familia (Endifam, 2005) cuyo objetivo es justamente ampliar el conocimiento de
la dinmica de las familias mexicanas y establecer sus principales
cambios, nos ofrece la oportunidad de estudiar el tema de las relaciones LAT. Esto es posible al haber incluido en su cuestionario preguntas que permiten identificar este tipo de relaciones. Con todo y
teniendo en cuenta que Mxico es el pas latinoamericano donde las
encuestas demogrficas han dedicado ms espacio a los aspectos de la
dinmica de la vida conyugal (historias de uniones, cohabitacin
prematrimonial, naturaleza del vnculo conyugal) nunca se haba
prestado atencin especial a los patrones de residencia de las parejas.
De acuerdo a la formulacin de la pregunta censal respectiva, para
constituir una pareja casada o en unin libre- los cnyuges deben
co-residir. Lo mismo sucede en las encuestas a pesar de que en muchas de ellas se ha buscado matizar un poco la situacin de la pareja
preguntando si el cnyuge est presente al momento de la entrevista
o ha emigrado temporalmente. De cualquier manera, la co-residencia constituye una condicin incorporada en las definiciones.
Sin embargo, en los tiempos que corren, arreglos como los que
implican las relaciones tipo LAT no deberan sorprendernos. En un
escenario de vida como el actual es previsible el surgimiento de nuevas formas de conyugalidad. La esperanza de vida se ha prolongado y
la reproduccin se maneja a voluntad, los niveles de escolaridad de la
poblacin son ms elevados y las mujeres participan de manera cada
370
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
vez ms frecuente en los mercados laborales. Junto con estos cambios, la estabilidad de la vida conyugal ha disminuido abriendo con
ello paso a la reincidencia matrimonial, y al mismo tiempo, a formas
ms complejas de organizacin familiar.
En este trabajo, como ya lo expresamos antes, nos proponemos aprovechar la informacin aportada por la Endifam para efectuar una primera aproximacin al anlisis de las Parejas que viven
juntas aunque separadas o mejor conocidas como LAT. De este modo
estamos incorporando a la discusin sobre la familia, una nueva
modalidad de establecerse en pareja, que aunque no responda a los
criterios actuales de lo que se entiende como pareja conyugal, lo es,
al menos, desde el ngulo sentimental.
Antecedentes
El trmino LAT fue empleado por primera vez en Holanda
por el periodista Michel Berkiel en 1978. Berkiel escribi un artculo para el Haagse Post acerca del fenmeno que l haba observado a
su alrededor, y el cual experimentaba l mismo. Mientras escriba
este artculo, pregunt a sus colegas sobre el ttulo que poda darle y
uno de ellos le sugiri el nombre de un film que se haba exhibido
recientemente en Holanda: Eva and Frank; Living Apart Together.
Como consider que el trmino Living Apart Together era demasiado largo para emplearse como ttulo o nombre, decidi utilizar el
acrnimo: LAT o lat, palabra que significa en holands quedarse
unidos o no separarse, lo cual hizo que el trmino fuera aceptado sin
mayores cuestionamientos e integrado en Holanda al vocabulario
cotidiano (Levin, 2002). En los pases escandinavos las palabras srbo en noruego y srbo en sueco son empleados para referirse a los
LAT; en las otras lenguas no existe todava un trmino y por ende,
una abreviacin acuada especficamente para referirse a este fenmeno.
Con el paso del tiempo, el hecho periodstico se convirti en
un tema de estudio. Entre quienes se han ocupado de hacerlo figura
371
Levin (2002) a quien acabamos de mencionar y que define la relacin LAT como la de una pareja que no comparte la misma vivienda
ya que cada uno de sus miembros vive en su propia casa. Segn este
autor, el hecho objetivo es que los miembros de la pareja no comparten un mismo domicilio; el hecho subjetivo es el reconocimiento
que los propios miembros hacen de su situacin. Se trata en realidad de percepciones tanto de quienes conforman la pareja como de
aquellas de su entorno social. Al igual que en las uniones libres la
legitimacin del grupo constituye un elemento importante para que
la pareja pueda funcionar socialmente como tal.
En el caso de Francia, un estudio realizado por Caradec (1996)
a mediados de los aos 90 muestra que cerca del 6% de la poblacin
adulta de Pars se encontraba en aquella poca viviendo en relaciones
tipo LAT. Este autor distingue entre este ltimo tipo de parejas que
califica en cohabitacin intermitente (cohabitation intermitente) y
aquellas que mantienen una cohabitacin alternada (cohabitation
alterne). En el primer caso (LAT) los dos miembros de la pareja
viven en viviendas separadas aunque algunas veces uno se quede en
casa del otro. El segundo trmino, el de cohabitacin alternada, se
aplica en cambio, a parejas que, compartiendo el mismo techo, se
trasladan constantemente de una vivienda a otra.
Schneider (1996) en Alemania define a los LAT como parejas
con diferentes hogares que han durado al menos un ao. En su
estudio de 1994, para el cual fueron entrevistadas ms de 10.000
personas entre los 18 y los 61 aos de edad, Schneider encontr que
9% de los entrevistados viva en relaciones LAT. Quienes se reconocan en este tipo de uniones eran mayoritariamente adultos jvenes
que todava estaban estudiando o estaban incursionando por primera vez en el mbito laboral (Schneider, 1996 en Levin y Trost, 1999).
As, un gran nmero de las relaciones LAT en Alemania seran lo que
tradicionalmente se denomina en este pas parejas que salen (going
steady).
En Estados Unidos la discusin acerca de la modalidad de
relaciones LAT se ha venido incorporando tambin al debate. La
discusin se refiere a si los trminos matrimonio con cohabitacin
372
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
Fuente de datos
Poblacin objetivo y representatividad de la encuesta
La Endifam es representativa de la poblacin de hombres y
mujeres de 18 aos y ms, residente en el territorio nacional y que
habitaba en viviendas particulares en el momento del levantamiento
de la informacin de la encuesta (ao 2005). El gran tamao de la
muestra (23.834 personas) es lo que ha permitido hacer visible una
modalidad de vida en pareja tan poco frecuente o poco reconocida
hasta la fecha, como es el caso de las relaciones LAT.
374
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
Con el advenimiento de la regulacin voluntaria de los nacimientos, consecuencia principalmente de la incorporacin de la prctica anticonceptiva, la investigacin comenz a orientarse hacia los
cambios de comportamientos que iba produciendo la posibilidad de
manejar la reproduccin. La anunciada independencia entre los itinerarios conyugales y reproductivos y la privatizacin o individuacin de los comportamientos frente a estos fenmenos ha conducido
a la ampliacin de la agenda de estudio. De aqu que no sea raro que
nos encontremos analizando un fenmeno emergente como es el de
una convivencia de tipo intermitente y sin cohabitacin de los cnyuges.
Progresivamente, el matrimonio (o las uniones libres tradicionales) ha ido perdiendo fuerza como institucin que regula y enmarca, de manera ms o menos estricta, el ejercicio de la vida sexual y
reproductiva. La disminucin de esta capacidad como consecuencia
de la flexibilizacin de las relaciones al interior de las familias derivada, a su vez, de la disminucin del poder patriarcal, ha propiciado la
incorporacin de otras dimensiones de la nupcialidad a la agenda de
investigacin. Esto, en el entendido de que la nupcialidad representa un fenmeno que transciende el estudio de los matrimonios, que
su estudio abarca las etapas tempranas del emparejamiento noviazgo, eleccin del cnyuge-, las trayectorias conyugales incluidos los
nacimientos fuera de las uniones, la soltera y las nuevas modalidades de vivir en pareja como es el caso que nos ocupa en esta ocasin.
El espectro de preocupaciones alrededor de la dinmica de la vida
conyugal y la organizacin familiar que su cambio est generando, es
muy amplio y constituye una parte medular de los planteamientos
de la Teora de la 2 transicin Demogrfica (Van der Kaa, 1987).
Responder si en sociedades en desarrollo se cumplen los postulados
de esta teora y las variantes que stos pueden adoptar, forman parte
de los temas a investigar.
La Endifam permite actualizar mucha de la informacin que
ya existe e incorpora alguna de naturaleza novedosa como la que se
refiere al noviazgo sobre el cual solamente existan datos de carcter
cualitativo (Quilodrn, 1998 y 2001; Quilodrn y Jurez, 2007mimeo-, Gonzlez, 1987).
375
En relacin con el tema que deseamos abordar y que se relaciona con la parte relativa a la dinmica de la formacin de uniones,
las preguntas contenidas en el cuestionario de la Endifam estn encaminadas a identificar el estado conyugal de hombres y mujeres as
como la naturaleza de la primera unin, la edad a la primera unin,
la intensidad del divorcio, separacin y viudez, y otros aspectos relativos al carcter de las relaciones sentimentales de los no unidos. La
respuesta a esta ltima pregunta es la que nos sirve justamente para
identificar a la poblacin adulta que mantiene relaciones de tipo
LAT o sea, que viven juntos aunque separados.
Pregunta de identificacin de las Parejas de tiempo parcial o
parejas en relaciones LAT.
En el mdulo Relaciones sentimentales para los no unidos solteros, divorciados, separados y viudos- del Cuestionario de la Encuesta se introdujo la pregunta para establecer qu personas se reconocen en una relacin tipo LAT:
Aunque ya me dijo que no vive en unin libre ni est casado(a) con
su novio(a) o pareja, acostumbran vivir juntos al menos dos das a
la semana, ya sea en la casa de usted, en la de su pareja, o en algn
otro lugar?
La definicin de LAT implcita en esta pregunta es que quienes se reconocen en una unin tipo LAT no mantienen otra relacin
conyugal matrimonio o unin libre- en el momento de la entrevista
pero s comparten la residencia de uno u otro durante dos o ms das
por semana. Es decir, esta definicin establece un nmero mnimo
de das de convivencia bajo el mismo techo (dos) para la pareja y la
condiciona al cumplimiento del principio de monogamia o sea, que
no se d de manera paralela a otra unin estable o matrimonio.
Una vez definido el universo de hombres y mujeres que se
reconoce en una relacin LAT es posible atribuirle a cada uno de ellos
las caractersticas contenidas en las otras preguntas que se les formularon en el Cuestionario de la misma Encuesta. En nuestro caso las
preguntas que resultan pertinentes para nuestro estudio se refieren a
las caractersticas sociodemogrficas de cada uno de los integrantes
376
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
de la poblacin LAT. Con ellas podemos trazar el perfil de la poblacin que en Mxico y en 2005 declararon estar en una relacin de
este tipo, o sea, aquellas personas que mantienen una relacin conyugal basada en vnculos de tipo sentimental y sexual, pero cuyo fin
es el de convivir slo de forma espordica bajo un mismo techo.
Hiptesis
Los cambios acarreados por la escolaridad y participacin de la
mujer en el mercado laboral as como el manejo de la fecundidad,
producto del advenimiento de la contracepcin, tiene, entre otras
consecuencias, la separacin de la vida sexual, marital y reproductiva. La desvinculacin de estas tres historias vitales aunada a la inestabilidad de la vida conyugal que la ha acompaado, ha derivado en
una diversificacin de itinerarios de vida. El incremento de la disolucin de uniones constituye pues, un elemento esencial en la definicin de nuevos patrones de organizacin familiar. Sin la interrupcin
voluntaria de uniones -sobre todo en edades tempranas- y en una
sociedad monogmica, las posibilidades de una configuracin de pareja
tipo LAT son muy limitadas y recae bsicamente en la conducta de
los solteros(as). Qu tanto divorciados, viudos y separados cohabitan con la pareja sentimental o qu tanto residen en forma independiente en un contexto de interrupcin de uniones cada vez ms frecuente? Qu tanto los solteros mantienen relaciones tipo LAT en
una sociedad cada vez ms tolerante hacia las relaciones sexuales premaritales? Qu caractersticas posee la poblacin que ingresa en el
tipo de relacin LAT?
Las preguntas anteriores nos conducen a formular las siguientes hiptesis:
El individualismo cada vez mayor est conduciendo a modalidades de organizacin conyugal ms flexibles, entre ellas, la
definicin de parejas LAT.
Hiptesis 1 Cuanto ms avanzada est la etapa postransicio377
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
Canad*, 2001
Edad
Hombres Mujeres
Mxico, 2005
Hombres
Mujeres
Hombres
Mujeres
20-29
54
57
54
53
71
49
30-39
20
19
26
26
11
28
40-49
14
14
13
13
11
50-59
12
10
14
Total
100
100
100
100
100
100
% LAT
8.0
15.0
1.1
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
Esta afirmacin se ve apoyada por el hecho de que las personas en relaciones LAT
aceptan en una proporcin mucho mayor las relaciones homosexuales (52%) que
el conjunto de la poblacin entrevistada (29%). (Endifam, 2005)
382
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
383
Hombres
47,7
61,2
(139)
81,8
Mujeres
8,3
12,8
(29)
6,4
52,3
13,7
(31)
18,2
91,7
12,3
(28)
Total
Hombres
Mujeres
79,3
64,7
100,0
(126)
(44)
(170)
20,7
35,3
100,0
(33)
(24)
(57)
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
93.6
M ujer
81.8
18.2
6.4
So lteros
Nota: En el grupo 18-19 aos de edad el 100% de los hombres son solteros y de
las mujeres 90,6 lo son tambin y solamente 94% son separadas, divorciadas o
viudas.
Fuente: Clculos propios con informacin de la Encuesta Nacional sobre la Dinmica de la Familia, 2005.
30 y ms aos de edad
Hombre
M ujer
91.7
A la interpretacin
anterior podemos agregar las siguientes:
47.7
8.3
Soltero s
385
Cuando consideramos el grupo de LAT 30-59 aos observamos que la situacin conyugal previa a la conclusin de una relacin
LAT cambia de manera radical. De ser frecuente entre los solteros se
convierte en tpica de quienes se encuentran separados, viudos o divorciados borrndose casi la diferencia entre gneros tan notoria en
el grupo de edades 18-29 aos (64% de hombres y 67% de mujeres). En el grupo de edades 30 y ms hay obviamente ms viudos,
separados y divorciados pero contrariamente a lo que ocurre entre los
jvenes las proporciones de mujeres en uniones interrumpidas son
muy superiores a las de los hombres en estas condiciones (cf. Cuadro
2). Probablemente a la naturaleza de la situacin conyugal en este
caso, separados, divorciados y viudos, se estara aadiendo por parte
de las mujeres una lectura menos estricta del tab de las relaciones
conyugales y por ende, una mayor aceptacin de la situacin de pareja LAT.
Las relaciones LAT y el nmero de uniones previas
Cuando diferenciamos la poblacin de personas con relaciones LAT segn el nmero de uniones previas que cada uno ha tenido, reaparecen las diferencias de gnero ya observadas. La mayora de
los hombres no han contrado an ninguna unin (7 de 10 hombres); mientras las mujeres se reparten casi equitativamente entre
solteras con cero uniones (46,2%) y con una sola unin (43,3%).
En estas diferencias intervienen evidentemente, las distintas edades
al contraer la primera unin, ms tarda entre los hombres que entre
las mujeres lo cual incide en una mayor exposicin de las mujeres al
riesgo de interrupcin de sus uniones, aumentando con ello la proporcin de aquellas con una sola unin pero interrumpida.
Ahora, si comparamos las proporciones de solteros de la Tabla
de Nupcialidad 2000 (Rivera, 2004) a los 21 aos exactos (727 por
mil y 645 por mil, probabilidades entre los hombres y las mujeres
respectivamente) con las del grupo 18-24 aos de la Endifam, encontramos que estas ltimas son 23,4% superiores en el caso de los
hombres y 21% en el de las mujeres. Mal registro o un incremento
386
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
Hombres
Mujeres
Total
73,5
46,4
66,8
(151)
0
14,7
42,9
(49)
1
11,8
10,7
11,5
(26)
2 ms
Total
21,7
100,0
100,0
100,0
(170)
(56)
(226)
Fuente: Clculos propios con informacin de la Encuesta Nacional sobre la Dinmica de la Familia, 2005.
lia estn cambiando de manera acelerada y en este proceso los conceptos y categoras vigentes se alejan rpidamente de la realidad y
hay que revisarlas si se desea dar cuenta de lo que realmente est
ocurriendo en la sociedad.
388
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
Total
Nivel de escolaridad
Primaria y menos
Secundaria
Preparatoria o bachillerato
Profesional
Total
8,8
19,6
11,5
17,7
25,0
19,5
46,5
26,8
41,6
(26)
(44)
(94)
27,0
28,6
27,4
100,0
100,0
100,0
(170)
(56)
(226)
92,9
69,6
(62)
Condicin de ocupacin
Ocupada
87,1
(196)
No ocupada
7,1
30,4
12,9
100,0
100,0
100,0
(169)
(56)
(225)
9,8
26,0
13,4
14,0
26,0
16,9
31,3
18,0
28,2
44,8
30,0
41,3
100,0
100,0
100,0
(163)
(50)
(213)**
(29)
Total
Deciles
1 al 4
5y6
7y8
9 y 10
Total
(29)
(36)
(60)
(88)
De cualquier forma lo que se mantiene constante son las diferencias entre sexos, que en nuestra interpretacin, delatan importantes diferencias de gnero en la declaracin de las relaciones tipo LAT.
Estas diferencias no son, sin embargo, uniformes. As tenemos que
las mujeres con Preparatoria o bachillerato son las que menos estaran declarndose en relaciones LAT lo mismo que quienes ocupan el
sptimo y octavo decil de condicin socioeconmica; digamos sectores medios de la sociedad. En cambio, quienes presentan menos diferencias de gnero son los sectores con poca o nula escolaridad y
pertenecientes a los sectores menos favorecidos (decil uno al cuarto).
Lo que estaramos observando, por lo tanto, es que el reconocimiento y declaracin de la situacin emergente que significan los
LAT ofrecen diferencias tanto de gnero como de grupo social de
pertenencia.
A modo de resumen, podemos afirmar que las mujeres representan solamente la cuarta parte del conjunto de la poblacin en
relaciones LAT captadas en la Endifam. O sea, que hay un desbalance evidente entre sexos cuya explicacin hemos atribuido a razones
de gnero pero que tambin pudieran estar asociados a problemas de
sobre representacin de los hombres en la muestra de la Encuesta.
Por otra parte, cuando examinamos las caractersticas sociodemogrficas queda en evidencia que las relaciones LAT tienden a ser ms
frecuentes entre quienes pertenecen a las capas ms pudientes de la
sociedad tanto en trminos de sus condiciones socioeconmicas como
de niveles de escolaridad. El hecho de trabajar contribuye pero establece menos diferencias en cuanto a gnero que la escolaridad y la
posicin socioeconmica.
Conclusiones
Los LAT constituyen un porcentaje an escaso de la poblacin
de cada pas. En Mxico representaba en el ao 2005 solamente
1,1% de la poblacin de 18 a 60 aos y el 3% con respecto al total
que est en condiciones de establecerse en una relacin de este tipo;
390
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
una sobreestimacin de hombres. De acuerdo tambin a lo observado, esta situacin se acenta en los sectores con educacin media
(preparatoria y bachillerato) (6,3 veces ms hombres que mujeres),
en la poblacin no ocupada (4 veces ms hombres) as como en los
primeros deciles (proporcin 2,7 veces mayor entre los hombres) de
bienestar. Los desequilibrios entre las proporciones de hombres y
mujeres recin anotados, apuntan hacia un conflicto en el reconocimiento de una modalidad de convivencia conyugal nueva, especialmente entre las mujeres. Este conflicto de gnero sera, sin embargo,
menos agudo entre los hombres y mujeres profesionales que poseen
las mejores condiciones socioeconmicas. En resumen, las mujeres
ms empoderadas reconoceran y declararan ms fcilmente una
relacin LAT al momento de ser entrevistadas.
No cabe duda que el anlisis de esta modalidad LAT que comienza a emerger nos plantea nuevas preguntas. Es realmente tan
poco frecuente como se deduce de los datos de la Endifam o existen
pero se requiere ms tiempo para que las personas se reconozcan en
relaciones de este tipo? Quienes declaran encontrarse en una relacin LAT responden estrictamente a la definicin planteada en la
pregunta que se les formul en la Encuesta o le estn atribuyendo
otros significados?
Lo ms probable es que las parejas constituidas por solteros
sigan rutas distintas a aquellas constituidas por dos personas en uniones interrumpidas o por lo menos una de ellas, ms si existen hijos
de uniones anteriores. Lo que no cabe duda es que la pareja que vive
junta aunque separada va a aadir complejidad a las trayectorias
familiares, especialmente cuando sus integrantes provienen de una o
ms uniones interrumpidas. Por esta misma razn tampoco cabe duda
respecto a la necesidad de continuar estudindolas para lo cual se
necesita que las preguntas de la Endifam sean incluidas en futuras
encuestas e incluso, en algn mdulo en los Censos de Poblacin.
392
Vivir juntos aunque separados (LAT): el surgimiento de una nueva modalidad ...
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393
394
LA FAMILIA YA NO SE FORMA
A PARTIR DEL MATRIMONIO
Entrevista a Martine Segalen, Universit de Nanterre, Paris.
Directora de Etnologie Fraaise
Libertad y alienacin
El hombre y la mujer actuales, tienen total libertad para
aparearse?
En apariencia, s. Finalmente, se logr. Pongamos por caso a
Nicols Sarkozy. Aunque no nos guste asociarlo con el Mayo Francs,
es un producto tpico del 68. En el fondo, l y tantos otros no queran
revolucionar el orden poltico sino el privado, y legitimar la movilidad
ertica y sentimental. Sarkozy tiene cinco hijos de distintas madres,
algunos de los cuales no son biolgicos; se cas, descas y volvi a
casar; tuvo amante reconocida; no haba terminado de divorciarse
cuando ya estaba saliendo oficialmente con Carla Bruni... No tendra
nada de particular, salvo que para la prensa de mi pas nuestro
presidente es un ejemplo de la familia francesa moderna.
A comienzos de los 70, el antipsiquiatra ingls David Cooper
convulsion el panorama con La muerte de la familia. Esa prdica
sigue vigente?
La familia siempre tiene enemigos, pero dista de estar
moribunda. Se adapt e incluso reafirm en varios aspectos. En
cambio podra decirse que el que expir fue Cooper. Sus ideas no
sobrevivieron (falleci en 1986), aunque los norteamericanos
propiciaron esa teora hasta bien entrada la dcada del 90, en busca
de un contexto para las estadsticas y tendencias posmodernas. Hace
ya 150 aos, Charles Dickens y Vctor Hugo nos hicieron plenamente
conscientes de que la miseria es la gran matadora de la familia.
David Copperfield y Los miserables ilustran sobre individuos
desarticulados por la injusticia econmica, sobre todo cuando es
prolongada. Ahora hay elementos disolventes que no son materiales,
como las transculturaciones y la prdida de valores, pero la familia
los sobrelleva.
Casamientos light
Sobrevive, pero golpeada. Cmo se interpreta la baja nupcialidad
y natalidad?
396
399
400
RESEAS BIBLIOGRFICAS
401
402
Espacios sociales, universos familiares. La familia en la historiografa espaola es un libro de reflexin que, al igual que el buen licor,
debe beberse en pequeos sorbos. Cada uno de los captulos que lo
integran, constituye un mundo, un universo que merece la pena ser
conocido. Hay que leerlos, saborendolos en su particularidad. Al
final la sensacin que queda es de satisfaccin y tambin de optimismo puesto que si hay algo que esta obra denota, es la excelente salud
que todava hoy sigue gozando, a pesar de lo que algunos funestos
agoreros quieren hacernos creer, la historiografa. En especial, la historia social que, adems de las ltimas tendencias tericas que en la
actualidad la estn enriqueciendo, ha encontrado en la familia una
herramienta analtica de alto valor conceptual. Evidentemente, la
familia es el nexo de unin de los diferentes trabajos que componen
este volumen que ha sido confeccionado para conmemorar las bodas
de plata del Seminario Familia y lite de poder de la Universidad de
Murcia. Deca la cancin que veinte aos no son nada: seguramente.
Pero s que lo son para un grupo de investigacin que lleva veinticinco aos analizando y reflexionando sobre la organizacin social del
pasado y sobre el cambio histrico. Este cuarto de siglo de existencia
evidencia una profunda inquietud intelectual, al tiempo que un alto
grado de compromiso con la labor cientfica que le ha llevado a mantener una actitud aperturista ante las diferentes aportaciones con403
comprender mejor la situacin analtica actual. Adems, no slo proporcionan una inmensa bibliografa sometida a crtica, sino que tambin facilitan pistas para futuras investigaciones.
Un par de trabajos inciden en el mbito rural. El primero de
ellos, firmado por Francisco Garca Gonzlez analiza la produccin
historiogrfica en torno a la familia en el espacio rural; traza un cuadro en que menciona los frutos que se recogieron con la aplicacin
del mtodo de reconstruccin de familias con magnficos resultados
para variables como la nupcialidad y fecundidad en pequeas comunidades. Luego, seala cmo la adopcin del anlisis de los agregados domsticos abrieron un camino que habra de derivar en estudios que combinaban los aspectos econmicos y sociales para explicar las familias rurales, sobre todo a partir del binomio matrimoniopatrimonio y del estudio de las estrategias familiares. Todo lo cual le
sirve a Garca Gonzlez para ofrecer interesantes propuestas tericas
que pasan, en primer lugar, por privilegiar la dinmica temporal y el
anlisis del cambio histrico, incluyendo las permanencias y resistencias; despus de desdear la oposicin que tan frecuentemente se
halla en la historiografa entre mundo rural y mundo urbano, defiende su complementariedad, al tiempo que seala la necesidad de
combinar las perspectiva macro y microanalticas, as como evitar el
uso mecnico del concepto de estrategia. En fin, reclama para la
familia el estatus de va privilegiada para el estudio de las relaciones
sociales en el campo, algo fundamental para acabar con la imagen
idlica de un mundo rural igualitario.
Por su parte, David Martnez Lpez se ocupa del estudio de
las prcticas hereditarias de la sociedad rural andaluza durante el
siglo XIX. Se trata de un trabajo que se convierte en un complemento perfecto del trabajo de Pedro Carasa, dada la correspondencia temporal y porque trata una cuestin fundamental como es la conformacin de los patrimonios que tenan su base en la propiedad de la
tierra. Pues bien, el autor, tras lamentar el escaso inters de la historiografa contemporaneista espaola hacia la herencia, demuestra la
enorme importancia que tienen las conexiones entre sociedad y sistemas hereditarios y familiares. El marco legal hereditario vigente en
407
cia que la familia tuvo en la dinmica econmica del mundo hispnico. A fin de cuentas, como ellos sealan, el negocio mercantil fue
considerado un asunto de familia. En efecto, las casas mercantiles
se estructuraban a partir de las relaciones de parentesco, ya sean en el
mbito local, ya en el comercio a larga distancia. Adems, la endogamia de este sector socioeconmico se tradujo en la existencia de vnculos familiares entre sus diferentes componentes. En su aportacin,
estos autores repasan el maridaje entre historia social e historia econmica que ha posibilitado el estudio de las familias de comerciantes. As, sealan la importancia de los estudios sobre las redes familiares en el desarrollo de los lazos mercantiles, o bien destacan el
papel que la mujer jug en no pocas de las actividades comerciales,
algo todava poco estudiado.
Enlazando inmediatamente con lo anterior, encontramos la
sugerente aportacin de Mara Victoria Lpez-Cordn sobre la relacin entre mujer y familia. Comienza sealando que la historia de las
mujeres y la historia de la familia, a pesar de no haber mantenido
contactos frecuentes, estn condenadas a entenderse puesto que son
muchos los puntos de interconexin, tal y como ya ha sido puesto de
manifiesto por numerosos trabajos. La profesora Lpez-Cordn seala que la historia de las mujeres ha contribuido al estudio de la
familia, por lo menos, en tres cuestiones: el cuestionamiento de la
idea de domesticidad, el descubrimiento de la conflictividad familiar y la introduccin del concepto de gnero. Mientras que la historia de la familia ha aportado a la historia de las mujeres, la importancia del parentesco y del linaje en las relaciones sociales, el peso de los
sentimientos y la ampliacin del concepto familia, al incluir tambin los lazos de amistad, solidaridad e inters de vecinos y parientes; todo lo cual ha servido para ensanchar la influencia femenina en
muy distintos niveles. A continuacin, la autora seala cmo son
varias las vas de anlisis donde pueden confluir la historia de las
mujeres y la familia: el estudio del hogar y las relaciones familiares,
con asuntos como la edad de acceso al matrimonio o las conductas
sexuales dentro de la familia; el papel de las dotes y la conformacin
de los patrimonios familiares, as como los sistemas hereditarios, las
409
ocupando de analizar a uno de los grupos sociales con mayor influencia en el Antiguo Rgimen. De este modo, seala que asuntos
como el ingreso en el clero se pueden explicar desde la perspectiva de
la historia de la familia utilizando, por ejemplo, herramientas conceptuales como las estrategias familiares, toda vez que el clero fue
contemplado como una alternativa interesante para los distintos grupos sociales. Por otra parte, le interesa destacar las relaciones que se
establecieron entre los eclesisticos y sus familias, indicando cmo
aqullos se convirtieron en importantes focos de proteccin para sus
parientes.
Desde el clero, se puede pasar al otro estamento privilegiado
del Antiguo Rgimen: la nobleza, de cuyo estudio se ocupan Juan
Hernndez Franco y Sebastin Molina Puche. En realidad, ellos eran
los que lo tenan ms fcil, en la medida que el estudio de las familias
de los grupos de poder ha gozado de cierto predicamento. Sin embargo, al constatar este hecho, ambos autores opinan que se ha producido una fuerte heterogeneidad metodolgica a la hora de abordar
el estudio de lo que ellos llaman las familias dominantes. As, se
encuentran desde trabajos de naturaleza demogrfica hasta los de
inspiracin antropolgica o sociolgica y esta pluralidad se debe al
crecimiento desordenado de la produccin historiogrfica. Los trabajos sobre las familias dominantes ponen de manifiesto que su principal aspiracin es la de continuar situados en la cspide del sistema
social: mantenerse arriba. Por todo ello, no puede extraar que los
autores reivindiquen la necesidad de construir una historia social de
las familias dominantes que deber articularse en torno al anlisis de
cuestiones tales como la reproduccin social, las estrategias y las alianzas familiares o las redes de relacin social. Con este bagaje conceptual se podr conocer mejor las conductas y comportamientos de
unas familias dominantes cuya principal preocupacin era mantener
su posicin, funcin y estatus diferenciados.
En conclusin, estamos ante una obra de un alto inters y de
gran valor para conocer la trayectoria que han seguido los estudios
histricos de la familia en Espaa durante un cuarto de siglo. Lo que
nos demuestra esta obra es que, a pesar de lo ya realizado, todava
411
412
LA HISTORIA DE LA FAMILIA EN LA
PENNSULA IBRICA (SIGLOS XVI-XIX),
BALANCE REGIONAL Y PERSPECTIVAS:
HOMENAJE A PETER LASLETT
Francisco Garca Gonzlez (coordinador)
Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Murcia,
Espaa, 2008, 494 pginas.
M. Estela Rivero Fuentes
El Colegio de Mxico
XVI-XIX),
XVI-XIX),
XVI-XIX),
419
420